Una Historia Del Museo en Nueve Conceptos
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ISBN978-84-376-3321-3
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1.a edición: 2014
ISBN: 978-84-376-3321-3
Depósito legal: M. 18.345-2014
Impreso en España - Printed in Spain
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Indice
I ntroducción................................................................................................ 11
C apítulo 1. Trofeo .............................................................................. 17
Sémiophores: el significado de los objetos......................... 19
Recontextualización y trofeo.......................................................... 20
El concepto de trofeo en la Roma clásica: Cicerón contra Vferres .. 23
Después de Roma: imperialismo y cultura................................. 25
C apítulo 2. Maravilla ......................................................................... 37
El caos como reflejo de un orden superior: los tesoros medie
vales ............................................................................................. 39
De los studioli renacentistas a las cámaras de maravillas manie-
ristas............................................................................................. 43
C apítulo 3. Gusto ............................................................................... 53
Gusto, código y representación ................................................... 55
Mercantilización, especialización, estandarización.................... 56
Transformaciones: sentido ceremonial y placer privado en las
colecciones cortesanas del Barroco ........................................ 59
Las galerías romanas del siglo xvm como antecedente del mu
seo m oderno............................................................................... 52
C apítulo 4. Enciclopedia................................................................... 73
La Ilustración y la democratización de la cultura...................... 75
Museo, enciclopedia y universalidad........................................... 78
UNA HISTORIA DEL MUSEO EN NUEVE CONCEPTOS
Fuentes
En los años inmediatamente posteriores a la creación del Museo del
Louvre se alzaron algunas voces críticas acerca de su función descontéxtua-
lizadora de las obras de arte. En ese sentido se expresa Quatremére de
Quincy, que opone razón a sentimiento en el acercamiento al arte. Ya en el
siglo xx esta cuestión volvería a ser señalada desde puntos de vista diferen
tes por pensadores como Proust, Valéry o Adorno. Por otra parte, el origen
revolucionario del museo sería apuntado por Georges BataiUé, que expresa
también otros aspectos clave en el desarrollo de los museos públicos.
Textos seleccionados
H Antoine-Chrysostome Quatremére de Quincy, Consideraciones morales
sobre el destino de las obras de arte o déla influencia de su empleo
nio y el gusto de los que las producen o lasjuzgan, y sobre el sentimiento de los
que disfrutan y reciben impresiones de ellas, París, L’Imprimerie de Crape-
let, 1815,46 y ss. (traducción de la autora. Nótese que Quatremére dé
Quincy se refiere de forma casi indistinta a las colecciones privadas y
a las primeras colecciones públicas francesas, los museos)
Las colecciones, se dice, tienen la propiedad de hacer producir aman
tes del arte esclarecidos, que aprenden a distinguir las épocas, las escuelas
artísticas, las maneras particulares de cada uno de los maestros. Algunos,
estoy de acuerdo, aprenderán a razonar sobre determinadas cualidades téc
nicas, sobre alguna parte de la teoría, sobre las causas de los defectos ó las
bellezas de una obra. Pero a cambio de un puñado de buenos jueces, ¡cuán
tos críticos incompletos acostumbran a no apreciar más que con el espíritu
lás operaciones del sentimiento, llevan el desánimo a los artistas, y les ins
piran el temor de cometer faltas en lugar de darles la audacia que podrían
excusarlas! En todos los sentidos, el artista tiene menos necesidad de jueces
esclarecidos que de amantes apasionados. El público para el qué tiene que
trabajar es el público que siente, no el que razona.
[...] El público pierde de vista, en medio de las colecciones, las causas
que hicieron nacer a las obras de arte, las relaciones a las que éstas estaban
sometidas, los afectos con los que demandaban ser consideradas, y esa
UNA HISTORIA DEL MUSEO EN NUEVE CONCEPTOS
y estudié» {Clifford, [1981] 2002). El mal estado del museo sería denun
ciado en 1929 por un destacado museólogo del que volveremos a ha
blar, Georges-Henri Rivière, que llegaría a ser su codirector. Rivière,
cercano a Cari Einstein, Georges Bataille y Louise Leiris, promovería
nuevas aproximaciones al arte no occidental intentando tratarlo sin el
halo genérico de magicismo que solía asociarse a «lo primitivo». Pero su
voluntad de cientifismo chocaba con su entusiasmo por un art nègre que
podía referirse tanto a la escultura africana como al jazz norteamerica
no, y tanto al pasado como al presente. A mediados de los treinta, refun
dado como Musée de l’Homme e instalado en el Palais Chaillot, el vie
jo museo colonial pareció volverse chic y, ya en pleno siglo xxi, su
sucesor, el Musée du Quai Branly, avivaría la polémica no solo sobre la
diversidad cultural y su tratamiento en los museos, sino también sobre
el uso del pasado colonial francés y sus narrativas. En sus sucesivas fases,
pues, el principal museo etnográfico francés revelaría la forma, literal
mente prejuiciada, en que los aficionados europeos consumían produc
tos exóticos. Una forma que podría resumirse como différance, el térmi
no acuñado por Derrida para aunar el significado de distancia conceptual
(en el sentido del vocablo griego diapherein) con el de lejanía temporal
(según el término latino diferre) (Derrida, 1967). A la sombra del museo
colonial lo otro se presentaba como diferente y diferido: su carácter remoto
se refiere tanto al espacio como al tiempo.
Enfatizar la lejanía temporal era especialmente importante cuando,
como ocurría en el caso de Estados Unidos, lo otro se había producido en
el mismo territorio que lo propio. Así ocurriría en museos como el creado
por el pintor Charles Wilson Peale en la Filadelfia del siglo xvm [32], un
foco local de las ideas ilustradas. Siguiendo los principios ordenadores
del Systema naturae de Linneaus, Peale se propuso crear un itinerario ma
terial que guiase al espectador desde el Nuevo Mundo, caracterizado
como un lugar situado en un distante y salvaje pasado prehistórico, hasta
la civilizada América posrevolucionaria (Peale, 1792). El viaje sé sustan
ciaba en un montaje en el que se mezclaban el esqueleto de un mastodon
te proveniente de una granja del valle del río Hudson, piezas extraídas de
tumbas de nativos americanos o trofeos procedentes de la expedición al
Oeste de Lewis y Clark. Esta idea se asumiría después en el Museum
of Natural History de Nueva York, donde los fósiles y los indios forma-
rían igualmente parte de un mismo relato: el de la historia natural
(Bal, 2006, 170). De nuevo, différmce y différance: el viaje a lo lejano y el
viaje atrás en el tiempo eran uno mismo, como quedaba demostrado a
ojos del espectador occidental cuando se observaba directamente a gru
pos humanos otros. Desde el presente occidental, la contemplación de lo
remoto en el espacio o en el tiempo daba liigar a comparaciones que
servían para justificar la superioridad de quien narraba la historia, cuya
voz solía quedar escondida para no interferir las ficciones que se desple
gaban ante el espectador (Friedl, 2011).
Tanto en el museo de Peale ya en el xvm como en otros estableci
dos posteriormente en Europa, desde el mencionado Musée du Troca-
33. Vista del Pitt Rivers Museum a finales del siglo xix
ni los estéticos eran las únicas barreras que había que superar. Hasta dé- j
cadas recientes, otros colectivos incluidos en la sociedad occidental —el í
ejemplo más claro es el de las mujeres artistas, pero no es el único—fue- f
ron generalmente ignorados en el relato, y, cuando no fue así, aparecie- )
ron solo en clave de marginalidad (Nocblin, 1971). Partiendo de esaj
constatación, en las últimas décadas algunos museos tradicionales han *
abierto sus salas a manifestaciones contrahegemónicas en un movimien
to difícil de calificar: ¿es una forma de autocrítica frente al museo-guillo
tina de Bataille o una manera de incluir en la cultura de la comente
principal unos movimientos sociales reivindicativos cada vez más pode
rosos, desactivándolos en cierto modo? En otros casos, estos movimien
tos son acogidos por instituciones nuevas, que ya no responden a la idea
decimonónica del museo como centro expendedor de ideas para ser
consumidas acríticamente por el espectador, sino que se constituyen
como lugares de cruce, como centros de discusión en los que las comu
nidades ignoradas encuentren una vía de reconocimiento mediante ex
posiciones y actividades entendidas desde parámetros distintos de los
habituales. La cuestión es hasta qué punto estos nuevos museos o cen
tros de arte, más conscientes de la pluralidad y porosidad que adquieren
conceptos como identidad y comunidad en el mundo contemporáneo, lle
gan a retar la ideología subyacente en el museo tradicional. Es evidente
que consiguen relativizar la noción de identidad por el simple hecho de
alterarla cuantitativamente, multiplicándola. Pero ¿es suficiente este
cambio cuantitativo para difuminar el sentido delimitador y normativo
de los museos tal como quedaron establecidos en el siglo xix? Afolvere-
mos sobre ello en el capítulo 7.
îU UNA HISTORIA D EL M U SEO E N N U EV E C O N C E tT O S
Fuentes
Como productores de significados y centros espirituales de la comu-
nidad en que se inscriben, en el marco euroamericano los museos de arte ;!fl
actuaron, especialmente en el siglo xix pero no solo entonces, como catar ;§.-
lizadores de identidades nacionales o colectivas. Los pueblos que confor- ,lfj
maban la civilización occidental se definían desde parámetros artísticos, |¡¡
reconociéndose en ciertos rasgos creativos y en la personalidad de deter- >f¡
minados artistas. Por su parte, la aproximación a los pueblos no occiden- S|
tales, de carácter esencialmente ahistórica y excluida del museo de arte, se ;|j
proponía en el mejor de los casos desde la ciencia o la historia natural y | |
a través de los llamados museos etnográficos. En los textos seleccionados :|
pueden verse reflejadas, con diferentes matices, ambas posiciones. :%
Textos seleccionados
■ Gustave Geiïfoy, Les musées d’Europe, Madrid, Nilsson, s.a., ii-iii (repro- .'¡I
ducido en Javier Portus, Museo del Prado. Memoria escrita. 1819-1994, -
Madrid, Museo del Prado, 1994, 282-283)
Se entra en el Museo del Prado sabiendo de antemano que es uno de
los¡más hermosos de Europa. Pero a la vista de las obras maestras que con
tiene la opinión aprendida se trueca pronto en admiración entusiasta y ra
zonada. Da a conocer sobre todo la Escuela Española. Es verdad que se
creería encontrar en ella un resumen de los pueblos, de los campos y de la
humanidad entrevista entre la frontera y Madrid, y que esta esperanza re
sulta decepcionada: no muestra más que algunos aspectos y unos cuantos
tipos. La naturaleza que despliega su hechizo salvaje y grandioso mientras
se atraviesa Castilla, ciudades como Burgos, Avila o Segovia, o un lugar
significativo como El Escorial se encuentran ausentes en el arte español,
que es sobre todo italiano y religioso. ¿Dónde se hallan los poetas de este
paisaje, los historiadores de este pueblo? Es lamentable que no haya habi
do aquí una fuerte escuela nacional que nos hable de España y los españo
les. Los italianos fueron grandes y se encargaron de la educación de todos;
pero han depravado Europa, han impedido que sea ella misma, primero
en España y Francia.y después en Flandes y Holanda, y por último en frigia-
e n t id a d e s 115
Canon