2020 B. Comercialización Patrimonio Cultural Briones
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La comerciaLización deL
patrimonio cULtUraL: nUevas
perspectivas
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INTRODUCCIÓN
La trayectoria histórica del concepto de patrimonio cultural se desarrolla a
partir del interés por trasformar la visión historicista de las grandes obras de arte
y monumentos que se tenía hasta, al menos, mediados del siglo XX. La preo-
cupación internacional por la destrucción de patrimonio histórico, abanderada
por Europa, pasó del arrepentimiento por los estragos de la II Guerra Mundial
a la búsqueda de nuevos monumentos históricos y artísticos que salvar. Pero,
para legitimar esa acción de salvaguarda, aparentemente altruista, se requerían
unas mínimas bases acordadas por un número importante de naciones. El he-
cho y la fecha están claramente marcadas: la “Convención sobre la Protección
del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural” aprobada en la Conferencia Gene-
ral de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura, en París, en noviembre de 1972. Pero los caminos para llegar hasta aquí
se habían iniciado previamente. Era necesario que se generalizara un cambio
de significación de lo que se entendía por cultura, a la vez que se moldeara la
idea de patrimonio unido a estos nuevos significados de la cultura. Algunos
de estos cambios (obviamente, progresivos y no exentos de polémica) fueron
fundamentales en este recorrido histórico. Entre ellos destacamos la generali-
zación de la cultura, durante mucho tiempo restringida a los campos del saber
y el dominio de las élites ilustradas y, consecuentemente, a las producciones de
autor y grandes obras artísticas. Este cambio de visión ayudó a asumir –que no
superar– el eurocentrismo cultural y a que fueran también tenidas en cuenta
CELESTE JIMÉNEZ DE MADARIAGA
las creaciones de las comunidades, grupos y etnias del mundo que habían sido
excluidas y menospreciadas. Paralelamente, se extendió la idea de la necesidad
del reconocimiento de la diversidad cultural, el hecho de que todos los pueblos
tienen cultura, de que no todas las culturas son iguales y se expresan de igual
forma, y, más aún, de que todas las formas de expresión cultural deben ser res-
petadas1. Otro cambio importante refiere a la capacidad de generar memoria
histórica que, inicialmente, se aplicaba a edificaciones y obras de arte del pasa-
do, es decir, solo a patrimonio arquitectónico, muebles y objetos. Llull Peñalba
(2005) nos hace una revisión histórica sobre las transformaciones de significa-
dos y usos de las obras artísticas, desde el mecenazgo renacentista, el coleccio-
nismo de objetos y la atracción por las civilizaciones antiguas a la valoración de
los propios monumentos y obras del pasado, dotándoles de una fuerte carga
emocional, llegando a ser considerados manifestaciones de la cultura nacional.
Los movimientos nacionalistas del siglo XIX fueron el germen de la idea de
patrimonio cultural, cuando los pueblos destacan lo que es propio de su cultu-
ra, lo que es su patrimonio, a partir del cual construyen su memoria histórica:
los elementos del patrimonio cultural se ensalzan como símbolos de la identi-
dad nacional. Pero todavía aún este patrimonio cultural solo era accesible a las
élites. Esta interpretación ideológica-nacionalista, historicista y academicista
del patrimonio se transformaría con la democratización de la cultura bajo los
236 principios del derecho a la enseñanza, la universalidad e igualdad de todos los
ciudadanos, lo que ha supuesto la obligación de facilitar el acceso del patrimo-
nio cultural a todos los individuos y grupos sociales. Finalmente, en las últimas
décadas, el acceso de la ciudadanía al patrimonio va unido a una creencia indu-
cida desde las instituciones políticas de corresponsabilidad sobre su protección
y salvaguarda, en tanto el patrimonio cultural –y natural– pertenece a todos y
todos somos responsables de su mantenimiento.
Estos cambios de ideas en torno al patrimonio cultural, señalados en esta
introducción de manera simplificadas, se ven reflejados en la evolución histó-
rica del concepto y en las actuaciones de las instituciones que adquieren com-
petencias sobre éste. Pero hay tres hechos que influirán decisivamente en la
noción y las formas de afrontar el patrimonio cultural de las últimas décadas:
su revalorización desde una óptica economicista, la irrupción del turismo cul-
tural-patrimonial y su uso para activar el desarrollo económico local.
6 A través de la UNESCO se creó el Documentation and Study Center for the History of
the Art and Civilization of Ancient Egypt en El Cairo en 1955, con la clara intención de coordinar
la colosal obra de traslado que iba a realizarse.
CELESTE JIMÉNEZ DE MADARIAGA
más tarde, en 1977, este Comité redacta las “Directrices operacionales para la
aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial” especificando criterios
precisos para la inscripción de bienes en la Lista del Patrimonio Mundial y para
la prestación de asistencia internacional proveniente del Fondo del Patrimonio
Mundial. Se consolidaba, así, la Lista de Patrimonio Mundial como estrategia
para marcar la excepcionalidad de aquello que se incluía, con todas las reper-
cusiones que ello supone.
Si bien se vio la pertinencia de que las Directrices fueran revisadas y ac-
tualizadas para reflejar nuevos conceptos, conocimientos y experiencias, aún el
patrimonio cultural se limitaba a sitios, monumentos y conjuntos arquitectóni-
cos, obviando las manifestaciones inmateriales de la cultura, a pesar de la que
justificación de la relevancia de los bienes patrimoniales se basaban en la idea de
“valor”. Será otro tipo de riesgo, el peligro de la globalización cultural, una de las
razones que se esgriman para abrir la puerta a la inmaterialidad.
La incorporación del patrimonio cultural inmaterial se desarrolla pausada-
mente, si bien se destacan algunos hitos especialmente significativos. La Con-
ferencia Mundial sobre Políticas Culturales (MONDIACULT), que se celebró en
México en 1982, aporta una definición más amplia de patrimonio cultural pues
incluye al conjunto de bienes muebles e inmuebles, materiales e inmateriales;
fue una de las primeras ocasiones en que se utilizó oficialmente la expresión
242 “patrimonio inmaterial”. En 1984 se celebró una reunión en Río de Janeiro para
discutir sobre la preservación y el desarrollo de las artesanías en el mundo. En
1989, la UNESCO dicta las “Recomendaciones sobre la Salvaguardia de la Cul-
tura Tradicional y Popular”, siendo el primer instrumento jurídico de su especie
orientado a la salvaguardia del patrimonio inmaterial. En 1993 se puso en marcha
el programa Tesoros Humanos Vivos, a partir de una propuesta presentada por
Corea. En 2001 se aprueba la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Di-
versidad Cultural. Finalmente, destacamos el “Programa de Obras Maestras del
Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” (2001-2003) con el que llegan a
proclamarse 90 obras maestras durante los tres años en vigor y que fue el prece-
dente de la “Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial”
aprobada en el año 20037. Con esta Convención y la creación de una Lista Repre-
sentativa del Patrimonio Cultural Inmaterial independiente de la Lista de Patri-
monio Mundial, la UNESCO compensaba la ausencia de la inmaterialidad en la
concepción que históricamente había tenido el patrimonio cultural, y pretendía
completar la definición y el reconocimiento de bienes patrimoniales –exclusiva-
mente materiales– de la Convención de 1972.
Con todo, parecía que la institucionalización del patrimonio cultural (mate-
rial, inmaterial y natural) estaba ya asentada en la UNESCO a nivel internacional.
7 Hasta tal punto las “obras maestras” declaradas fueron un precedente de la Conven-
ción para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial que, cuando en el año 2006 entra en
vigor, éstas estarán ya integradas en las Listas previstas por la Convención.
LA COMERCIALIZACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL: NUEVAS PERSPECTIVAS
concluir que se “hace patente la contradicción de una de las constantes en las de-
finiciones de patrimonio: la idea de una «propiedad común»“ (Montenegro, 2010:
121). El hecho de que un bien cultural entre a formar parte de las Listas UNESCO,
ya sea la Lista del Patrimonio Mundial Cultural y Natural o la Lista Representati-
va de Patrimonio Cultural Inmaterial supone un valor añadido, un sello de presti-
gio. Bertacchini, Liuzza, Meskell, y Saccone (2016) demuestran como la inclusión
de un sitio en la Lista UNESCO es algo ventajoso para un país, ya que proporciona
varios tipos de beneficios, que van desde el prestigio internacional hasta ingresos
financieros adicionales procedentes del turismo o de la ayuda internacional para
la conservación. Según estos autores, el proceso de selección de bienes culturales
y naturales que se incluyen en la Lista, por decisión del Comité del Patrimonio
Mundial, “está sujeto a la politización, ya que el proceso de selección de los sitios
del patrimonio está impulsado cada vez más por la influencia política de los paí-
ses y los intereses estratégicos nacionales” (Bertacchini et al, 2016: 96).
El reconocimiento UNESCO se entiende como un valor que puede propor-
cionar credibilidad, garantía de calidad y autenticidad a las experiencias cultu-
rales de los turistas. Desde este punto de vista el patrimonio cultural inmaterial
añade una dimensión nueva a la marca de destino basada exclusivamente en
los lugares con monumentos y sitios relevantes (Jiménez de Madariaga y Seño
Asencio, 2019). Una de las diferencias que Ryan (2015) observa en el Patrimo-
nio Cultural Inmaterial con respecto al Patrimonio Mundial es que aporta un 251
cambio en el enfoque perceptivo del turista. De “ver” el patrimonio, los turistas
y visitantes pasan a “experimentarlo”, produciéndose un cambio de actitud, del
turista contemplativo-pasivo al turista dinámico-activo.
La mutua influencia entre turismo y patrimonio cultural ha derivado en
diferentes acciones que favorecen la conciliación entre ambas. La búsqueda de
sostenibilidad entre la actividad turística y la protección del patrimonio cultu-
ral promueve planes de acción y planificación específicos. En este sentido, tan-
to la UNESCO como la Organización Mundial del Turismo han trazado líneas
para incentivar y orientar estos propósitos (UNESCO, 2008; UNWTO, 2012).
Otro de los aspectos a tener en cuenta es la creación de mecanismos de partici-
pación social para mitigar la tensión entre el desarrollo del turismo y el control
de la identidad cultural. Ya en el año 1999, el primer principio de la Carta Inter-
nacional sobre Turismo Cultural adoptada por ICOMOS señalaba que “el Tu-
rismo nacional e internacional se ha convertido en uno de los más importantes
vehículos para el intercambio cultural, su conservación debería proporcionar
oportunidades responsables y bien gestionadas a los integrantes de la comu-
nidad anfitriona, así como proporcionar a los visitantes la experimentación y
comprensión inmediatas de la cultura y patrimonio de esa comunidad”10. Cuc-
cia, Guccio, y Rizzo (2016) analizan las incorporaciones en Lista del Patrimonio
10 Carta Internacional sobre Turismo Cultural. La Gestión del Turismo en los sitios con Patri-
monio Significativo, adoptada por ICOMOS en la 12ª Asamblea General en México, octubre de 1999.
CELESTE JIMÉNEZ DE MADARIAGA
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