Este documento describe la espiritualidad y las virtudes de un Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión. Explica que deben tener una vida ejemplar, estar bien formados, y estar llenos de fe, esperanza y amor. También destaca la importancia de la escucha, la conversión, y vivir en presencia de Cristo a través de la Eucaristía. El objetivo es servir humildemente a los demás a través de la distribución de la comunión.
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Este documento describe la espiritualidad y las virtudes de un Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión. Explica que deben tener una vida ejemplar, estar bien formados, y estar llenos de fe, esperanza y amor. También destaca la importancia de la escucha, la conversión, y vivir en presencia de Cristo a través de la Eucaristía. El objetivo es servir humildemente a los demás a través de la distribución de la comunión.
Descripción original:
tema de Formacion para ministros Extraordonarios de la comunion
Este documento describe la espiritualidad y las virtudes de un Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión. Explica que deben tener una vida ejemplar, estar bien formados, y estar llenos de fe, esperanza y amor. También destaca la importancia de la escucha, la conversión, y vivir en presencia de Cristo a través de la Eucaristía. El objetivo es servir humildemente a los demás a través de la distribución de la comunión.
Este documento describe la espiritualidad y las virtudes de un Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión. Explica que deben tener una vida ejemplar, estar bien formados, y estar llenos de fe, esperanza y amor. También destaca la importancia de la escucha, la conversión, y vivir en presencia de Cristo a través de la Eucaristía. El objetivo es servir humildemente a los demás a través de la distribución de la comunión.
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PARROQUIA DE LA SANTA CRUZ
VICARIATO APOSTÒLICO DE IZABAL
MINISTRO EXTRAORDINARIO DE LA SAGRADA
COMUNIÓN ESPIRITUALIDAD La espiritualidad y la idoneidad de los ministros siempre van unidas. La espiritualidad de todos los ministerios tanto laicales como clericales, siempre debe ser la misma, la diferencia solo será el grado de profundización y su capacidad de amar.
1. Perfil del ministro de la comunión
Creyente laico/a adulto, muy humano en el trato cotidiano con todas personas, de vida familiar ejemplar, bien aceptado en la comunidad local. Optimista, paciente, lleno de alegría, discreto, sigiloso, misericordioso, buen samaritano. Gran vocación altruista de servicio hacia quien sufre. Con tiempo disponible, sin excesos en los compromisos pastorales, con formación adecuada y conocimiento del hombre enfermo. De mucha intimidad personal con Cristo muerto y resucitado. De oración constante, hambriento de la Palabra de Dios y de la misericordia divina. Impregnado de la espiritualidad eucarística. Amante de la comunión de la Iglesia, creativo en un apostolado en equipo, considerando este ministerio no como una promoción u honor sino como un servicio humilde. Quien hace carne la fe, la esperanza y la caridad y lo transmite a quien sufre. Corresponsable de la salvación de los hombres. 2. Configurado con Cristo El ministro de la Comunión ha de vivir con orgullo el don de gozar con su hermano mayor, Jesús, la filiación con Dios Padre; la dicha de la amistad con ese amigo del alma y en el alma que es el Espíritu Santo. En esta relación amorosa con la Trinidad ha de fundamentar su vida espiritual. El ministro Es, sobre todo, un “Cristóforo”, portador de Cristo. Es más, es un configurado con Cristo.El ministro ha de configurarse con la humanidad de Jesús de Nazaret, con todo Cristo resucitado que comulga. 3. Virtudes teologales a) La Fe del ministro extraordinario de la Eucaristía Para todo cristiano católico, la fe no es creer en algo, sino conocer creer y amar a Alguien, es fundamentalmente una relación personal. La fe eucarística es algo más que la sola Eucaristía, celebramos la fe - es decir una amorosa intimidad con Dios y con su pueblo. En la Eucaristía encontramos la máxima unión entre lo santo y lo ordinario, porque esto es el misterio de la encarnación, la perfecta transformación del pan de cada día y del vino en la persona total de Cristo resucitado. Este es el corazón de la fe eucarística en este mundo de lucha. Vale la pena preguntarnos si ¿hay algo excepcional en la fe de un ministro de la Eucaristía, algo diferente de la fe de los demás católicos? La respuesta es no y también sí. La fe de un ministro de la Eucaristía es la misma que comparten todos los miembros de la Iglesia. Agreguemos a esa personalidad única el hecho de ser ministro de la Eucaristía: debemos concluir que la fe de un ministro es única porque es única su relación personal con la Eucaristía.Por eso la fe de un ministro de la Eucaristía encuentra siempre motivos para dar gracias. b) La Esperanza del ministro extraordinario de la Eucaristía Es particularmente apropiado hablar de la esperanza de un ministro de la Eucaristía, porque la Eucaristía nutre la esperanza de una manera muy especial. La esperanza puede y debe existir en todas las circunstancias. Por eso es en los enfermos y en los moribundos donde se ve más claramente el poder de la Eucaristía para alimentar la esperanza. La Eucaristía es la misma experiencia de la Última Cena que Jesús compartió con sus discípulos en el umbral de su terrible pasión y muerte. La esperanza del ministro de la Eucaristía es la misma esperanza, que viene del poder de la resurrección, que nosotros compartimos cuando damos la comunión a los demás. Nuestra fe y esperanza, se alimentan de todos modos de la caridad, del amor, que es la realidad fundamental y centro de la creación, (Hech. 17,28). c) La Caridad del ministro extraordinario de la Eucaristía En el sentido cristiano, el amor no es primeramente una emoción, sino un acto de la voluntad. Yendo a la raíz de la palabra “Caridad”, descubrimos que se refiere al amor benévolo de Dios hacia nosotros y del mismo modo al amor de los unos a los otros. Este es el amor o caridad, que es la joya de la corona de virtudes teologales, fe, esperanza y amor/caridad. Como ministros de la Eucaristía estamos llamados a ser instrumentos del amor de Dios para aquellos que se acercan a comulgar, especialmente cuando lo hacemos con aquellos que no pueden participar de la Santa Misa. A menudo esta gente tiene la necesidad de alguien que los escuche. Podemos estar tentados de llegar y partir cuanto antes sin dar lugar a la escucha de los enfermos. Cada visita debería tener cuatro partes: 1 -Entrar en contacto con el enfermo, 2- liturgia de la Comunión, 3- unos minutos para estar con la gente en la casa y 4- el tiempo para dar una bendición informal y despedirnos. 4. Otras líneas de espiritualidad eucarística La Eucaristía sea acogida en los aspectos de la celebración, como proyecto de vida; estando en la base de una auténtica “espiritualidad eucarística”. La espiritualidad eucarística del sacrificio debería impregnar las jornadas de todos y, en el caso que nos ocupa, la vida del MEC: 1) Escucha de la Palabra el ministro extraordinario de la comunión lo primero que ha de tener presente es la escucha. El fruto de la escucha de Dios que nos habla cuando en la Iglesia se leen las Sagradas Escrituras (cf. SC, 7) madura en el vivir cotidiano. En efecto, la Iglesia no se hace a sí misma y no vive de sí misma, sino de la palabra creadora que sale de la boca de Dios. Escuchar juntos la palabra de Dios; practicar la lectio divina de la Biblia, es decir, la lectura unida a la oración; dejarse sorprender por la novedad de la palabra de Dios. Por eso, la escucha de Dios que habla implica también la escucha recíproca, el diálogo entre las Iglesias y las comunidades eclesiales. El diálogo sincero y leal constituye el instrumento imprescindible de la búsqueda de la unidad. 2) La conversión La dimensión penitencial ha de estar muy presente en la celebración eucarística y en el culto eucarístico fuera de la Misa. Emerge no sólo al inicio del acto penitencial, con sus variadas fórmulas de invocación de la misericordia, sino también en la súplica a Cristo en el canto del Gloria, en el canto del Agnus Dei durante la fracción del Pan, en la plegaria que dirigimos al Señor antes de participar en el convivio eucarístico; como fuente de la vida y misión del MEC. La Eucaristía estimula a la conversión y purifica el corazón penitente, consciente de las propias miserias y deseoso del perdón de Dios.Es preciso tomar en serio la invitación de Jesús de reconciliarnos con el hermano antes de llevar la ofrenda al altar (cf. Mt 5, 23-24). 3) Presencia de Cristo Por ser la Eucaristía el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos ama, el MEC ha de ser testigo fervoroso de la presencia de Cristo en la Eucaristía; de forma que la Eucaristía modele su vida, la vida de la familia que forman; que oriente todas sus opciones de vida. Que la Eucaristía, presencia viva y real del amor trinitario de Dios, les inspire ideales de solidaridad y los haga vivir en comunión con sus hermanos más necesitados. El MESC siempre ha de tener presente que cuando los cristianos se congregan para orar, Jesús mismo está en medio de ellos. Son uno con Aquel que es el único mediador entre Dios y los hombres. La constitución sobre la sagrada liturgia del concilio vaticano II hace referencia a uno de los modos de la presencia de Cristo: “Cuando la Iglesia suplica y canta salmos, está presente el mismo que prometió: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20; Cfr. SC 7).