Prolegomenos Hegel

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CERTEZA SENSIBLE

Nuestro objeto general es el saber, esto es, lo que se presenta ante nosotros, del modo inmediato en el
cual se presenta. Es el saber algo que en este momento no está alterado por ninguna concepción
asociada a su aprehensión; es nuestro contacto directo con las cosas, nuestra posibilidad de integrarnos
a estas y abandonarnos en esa presencia conjunta.

En cuanto entramos en contacto con las cosas, las sabemos, las conocemos, pero en una forma que es,
de entrada, inocente; esto es, de nuestra parte no encontramos dificultad alguna para creer plenamente
que sabemos lo que sabemos, que el objeto o la cosa que tenemos en frente es actualmente así, tal como
nos aparece. Es habitar el mundo sin encontrar un problema en su manifestación.

En palabras de Hegel, nuestra conciencia “aún no ha dejado de lado nada del objeto, sino que lo tiene
ante sí en toda su plenitud” (Fenomenología, p.63). En ella reside el objeto, y nada juzgamos sobre
este, sino que habitamos la relación que con este establecemos.

Que podemos conocer en el modo de la certeza sensible? Simplemente, que algo es. La conciencia es
aquí puro yo (empírico) en el cual la certeza de nuestra experiencia no nos permite ver el tipo de
relación que establecemos con las cosas, y menos, con nuestra conciencia misma.

A través de la reflexión podemos distinguir que el yo y la cosa (el esto) se mantienen en una relación
correlativa: para alcanzar la certeza sobre el esto, se hace una mediación por la vía del yo. Aun así, no
es lo peculiar de esta relación lo que se nos hace patente, sino el ejemplo, o sea, lo referente a la
generalidad en la cual se articula el objeto como algo que existe.
El ejemplo podemos pensarlo como la referencia general que mantenemos y que nos permite
posicionarnos ante las cosas y el mundo. Tenemos ejemplos de todo aquello que encontramos, para
poderlo reconocer en cuanto vuelva a aparecer ante nosotros.

Ese ejemplo se hace presente entonces, y en cuanto aprehendemos las cosas a través del ejemplo,
podemos afirmar que en la certeza sensible encontramos un objeto universal, pues al conocer en este
modo, siempre enunciamos un objeto general, presente (o no) de forma actual.

De esta manera, encontramos que nuestro conocimiento es ante todo una suposición de ser, la cual se
va determinando de acuerdo a nuestro encuentro con las cosas; ¿esto es, aquí y ahora? Ante esta
suposición no enfrentamos duda, sino absoluta certeza. Todas las relaciones constitutivas (de los
objetos y de la conciencia) están ocultas , refugiadas en el yo, el cual es también él mismo supuesto.

Conocemos, entonces, pero de una forma inesencial, esto es, nos enfocamos en el objeto en su
aparecer, sin tematizarlo (hacerlo problemático), solamente indicandolo en medio de una multiplicidad
de supuestos; no nos dirigimos hacia su constitución ni hacia la relación que se establece entre ellos y
nosotros. No llegamos a revelar aquello que es necesario, constante y constituyente de nuestra
conciencia.
PERCEPCION.

La percepción es un principio que nace para nosotros, se manifiesta. Lo entendemos como un momento
necesario de nuestra conciencia, pues en esta se da un desdoblamiento de sus momentos.

Esto significa que descubrimos que en la certeza sensible no nos damos cuenta que un objeto es una
cosa de múltiples cualidades, las cuales llegan y se manifiestan en la unidad que entendemos como
“algo”, sino que simplemente la suponemos ante nosotros, de manera general. De alli que Hegel afirme
que la verdadera riqueza del conocimiento sensible no la encontramos en la certeza sensible, sino en la
percepción, pues es al percibir cuando encontramos la cosa no solo en su unidad supuesta, sino en la
posibilidad de que sea, en otra forma de sí misma.

El objeto, ese singular que suponemos en cuanto tenemos certeza, se hace problemático en cuanto
iniciamos a percibirlo. Lo que vemos en principio como algo unido y completo, nos manifiesta también
la posibilidad de su cambio; ¿por qué podemos ver algo como lo mismo siempre, pero de diferentes
maneras? ¿De qué manera llegamos a identificar como la misma una cosa que encontramos en
diferentes momentos?

La percepción se determina entonces en dos momentos: la negación y la determinación. Nos


acercamos a la cosa, y abandonamos la certeza cuando nuestra conciencia se moviliza hacia esta y la
muestra incompleta, susceptible de cambio, y aun así necesitada de límites, de forma propia. Esto
quiere decir que al percibir destruimos los supuestos de nuestro saber, pero para lograr una nueva
determinación, mas completa, de lo que esa cosa es.

Así, alcanzamos un nuevo objeto para la conciencia: la cosa, comprendida en tres momentos como a)
una universalidad pasiva indiferente (el hecho); b) la exclusión de sus propiedades contrapuestas (la
diferenciación); c) las propiedades múltiples (la determinación). De esta manera, se afirma que la cosa
no es ya un ente estático y definido de una vez por todas, sino que desde su aparición nuestra
conciencia intenta identificarlo como algo múltiple e incompleto en sí mismo, el cual completamos a
partir del momento en el cual lo percibimos.

Entonces diremos que la conciencia es movimiento sobre un objeto, y al ser movimiento cabe en este la
posibilidad de aprehender los objetos de un modo inexacto, esto es, expresados en la forma de un
momento superado, nulo, el cual ya no puede ser para nosotros la verdad de la percepción. Hegel
nombra esto una ilusión, o también, la no verdad perceptiva.

La conciencia recorre un ciclo en el cual rebasa la singularidad de la cosa, la categoriza en relación con
lo contrario y lo semejante y la unifica de nuevo en una nueva individuación. Es interesante que en este
tránsito la conciencia también se refleja dentro de si, o sea que descubre en ese acto de aprehensión su
propia presencia. En otras palabras, se descubre como una cosa en movimiento, la cual aprehende y
regresa a sí misma, transformando en su movimiento el conjunto de su saber; en síntesis, cosa y
conciencia se muestran juntas en dos momentos que comparten: diversidad en la aprehensión y retorno
a si, pero aun la conciencia no ha devenido objeto para si misma.
ENTENDIMIENTO

En esta instancia la conciencia supera la limitación de comprender al objeto y de comprenderse a sí


misma como algo inerte. Lo que la conciencia hace al entender es ubicarse, gracias al concepto, en un
lugar que le permita distinguir cómo el objeto deviene en su propia realización. Al mismo tiempo, ya
que la conciencia se ha distinguido como movimiento, su propio devenir y realización están en juego
para ser igualmente aprehendidos.

Así, toda multiplicidad (objeto, o medio) que en principio se nos aparecía como algo formado por
momentos indisolubles, la entendemos ya como algo poroso y en desintegración; algo constituido por
fuerzas de unidad, despliegue y reducción.
Estas fuerzas las debemos ver precisamente como esa capacidad constitutiva, como aquello que brinda
la oportunidad de ser, de mover y de ser movido, de transitar desde la certeza hacia la duda y de nuevo
a la certeza. Son el interior mismo de la cosa, son exteriorizacion y tambien repliegue en si.

Más importante quizás es el hecho que la conciencia, en su movimiento, se conoce y se da su lugar


como algo no solo en-sí, sino también como algo para-sí, esto es, algo que puede ser tambien conocido
y comprendido por su mismo movimiento. Dice Hegel: “Este movimiento no es sino el movimiento de
la percepción, en el que ambos lados, el que percibe y lo percibido, al mismo tiempo, se hallan de una
parte, [a] como la aprehensión de lo verdadero, unidos e indistintos, pero en el que, al mismo tiempo,
[b] cada lado se refleja en sí o es para sí” (Fenomenología, pg. 85).

Nuestro objeto será entonces el fenómeno en su integralidad; este es lo interior, el juego de fuerzas que
delimitan y configuran lo percibido y lo percipiente, pero ya como una realidad que es necesario
explorar, y no solo como un término inmediato. Es en el fenómeno donde se manifiesta lo que llama
Hegel un mundo suprasensible, un reino de leyes que aprehendido como concepto nos aproxima a la
constitución interna de las cosas. En otras palabras, es en el concepto que entendemos -desde la
relación de la conciencia con el objeto y consigo misma- la conexión que establecemos con la cosa y
que nos permite develar su verdad al entender, tanto su propia forma de constituirse, como la
constitución misma de la conciencia.

En el fenómeno encontramos la unión de aquel “interior de las cosas” (su ser y constitución) y del
entendimiento (la presencia del concepto de ese su ser y constitución). Pero el fenómeno es desde
luego, móvil en sí mismo, y contiene una actualidad y unas potencias de lo que puede ser. No se agota
en la experiencia ni en ninguno de sus términos (cosa, conciencia, concepto, ley, entre otros), sino que
se presenta en infinitud, que comprendemos como la copresencia de lo que es como actualidad, y de lo
que puede ser o dejar de ser.

Así, la cosa y la conciencia se reconocen infinitas, y en su moverse desde y hacia sí mismas hacen
posible que se manifiesten las fuerzas constitutivas y las leyes que las rigen, cuyo concepto se nos da
en el entendimiento. En este tránsito el vacío y la contradicción se convierten en objetos, y nos llevan a
enfocarnos en nuestra conciencia como concreción de esos mismos momentos.

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