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Resumén de Homilética

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“ELOCUENCIA Y RETÓRICA”

Se llama retórica, en un sentido general, al arte de componer y pronunciar una buena pieza oratoria.
En este aspecto todo lo que hemos venido diciendo es una ayuda a semejante arte, el cual incluye
tanto el contenido como la expresión de un mensaje oral.
Pero en un sentido más particular se llama retórica o elocuencia a la forma externa del sermón, que
se obtiene mediante la selección de adecuadas imágenes, y de frases reiteradas en formas diversas,
que dan amenidad y fuerza a las ideas.
La homilética, o sea, la buena ordenación del sermón, es útil y necesaria para la buena comprensión,
retención y efectividad del mensaje. Pero la homilética, por referirse tan sólo al contenido básico, al esqueleto
del sermón, es seca de sí misma. Lo mismo ocurre con su hermana gemela, la lógica, que es grata a las mentes
profundas, a los buenos pensadores, pero que no todos los oyentes saben apreciar del modo debido.
Podríamos decir que, si
la homilética es el esqueleto del sermón y la apologética los nervios y la sangre del cuerpo oratorio, la
retórica es la carne y los músculos. Es decir, lo que o redondea y lo llena, prestándole estética, color y
amenidad. Una de las características o virtudes de la oratoria es la de fijar los conceptos en la mente de los
oyentes, por una reiteración de adecuados sinónimos que prestan a las ideas nuevos y variados matices. Esta
variedad de imágenes y de frases bien redondeadas agrada al intelecto y entona el espíritu, del mismo modo
que una música de armónicos y variados tonos recrea el sentido acústico.

VAMOS A EXPONER DE MODO MUY BREVE LOS DIVERSOS RECURSOS ORATORIOS Y FIGURAS DE
LENGUAJE MÁS COMUNES.

1. LA METÁFORA
La Biblia es el mejor modelo de este estilo retórico por ser propio de los pueblos orientales y particularmente
del hebreo. Las gentes primitivas se veían obligadas a este recurso a causa de la pobreza de su lenguaje. Así,
por ejemplo, la palabra «cuerno» era usada para denotar fuerza; «monte» significaba soberbia; «carne», los
sentimientos ruines y pecaminosos del ser humano; «llave», control o acceso, etc. De este modo las ideas
abstractas o desconocidas eran expresadas o aclaradas mediante otras ideas familiares al oyente, aplicando las
cualidades de lo conocido a lo desconocido.
Obsérvese un bello uso de metáforas en pasajes bíblicos como el de Isaías 10:1-20; 11:1-9; 18:1-7 y
muchos otros.
El libro de Job está saturado de bellas imágenes que hablan a la mente con más elocuencia que todos los
razonamientos. Es, esencialmente, un diálogo razonado con imágenes.

Jesucristo usó abundantemente este lenguaje, no solamente en sus grandes parábolas, sino también en sus
discursos, como puede observarse en Mateo 5:13-26; 7:7-20; etc.

El uso de la metáfora, aunque no con tanta abundancia como en los tiempos bíblicos, se practica todavía en el
estilo oratorio. En ella encuentran fuerza y belleza de expresión los mejores autores modernos.

Es de admirar el siguiente párrafo de estilo metafórico que nos ofrece Donoso Cortés en su discurso sobre la
Biblia: ... «El Génesis es bello como la primera brisa que refresco a los mundos, como la primera aurora que se
levantó en el cielo, como la primera flor que brotó los campos, como la primera palabra amorosa que
pronunciaron los hombres, como el primer sol que apareció en Oriente. El Apocalipsis de San Juan es triste
como la última palpitación de la naturaleza, como el último rayo de luz, como la última mirada de un
moribundo. Y entre este himno fúnebre y aquel idilio, se ven pasar unas en pos de otras las generaciones, etc.»
2. LA METÁFORA COMPARATIVA
Es la forma retórica más abundante en el texto bíblico, sobre todo en la poesía hebrea, en la cual aparecen dos
términos: Uno principal que se quiere realzar, ilustrado por otro secundario, más familiar y más fácil de
comprender. Obsérvese la vivacidad de expresión y de significado en las siguientes metáforas bíblicas
comparativas:
«Como el agua fría al alma sedienta, así son las buenas nuevas de lejanas tierras» Prov. 20:25. «Como zarcillo de
oro en nariz de puerco, así es la mujer hermosa y faltada de razón» Prov. 11:22. «La esperanza que se prolonga es
tormento del corazón, más árbol de vida el deseo cumplido» Proverbios 13:12

3. LA ANTÍTESIS
Esta forma literaria consiste en poner en comparación dos cosas enteramente opuestas para hacer resaltar
aquello que se propone exaltar. Este estilo es muy adecuado para aplicarlo a sucesos tales como el nacimiento
de Cristo, su resurrección o su ascensión.

Obsérvese en este trozo cómo la metáfora es usada a cuál antítesis. Lo mismo que en el pasaje bíblico
siguiente: «Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros; para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en El» 2 Co 5:21

4. LA INTERROGACIÓN Y LA ADMIRACIÓN.
Hallamos en la Biblia abundantes ejemplos de estas formas de expresión como puede observarse
particularmente en libro de Job, los Salmos y la carta a los Romanos. Véanse Job 7:17-21; 15:1-16 y 38; Salmos 22 y 74 y Romanos 3, 8, 9
y 11

5. FIGURAS DE REITERACIÓN
Estas son muy frecuentes en la Biblia y suelen ser usadas también por los predicadores modernos más
elocuentes, como hemos tenido ocasión de ver en el famoso discurso de Donoso Cortés. Debe procurarse,
empero, que la reiteración tenga algún motivo y sentido, no una simple repetición. Es necesaria que la
reiteración sea formulada mediante un sinónimo adecuado que añada nueva luz y color a la inicial expresión de
la idea.

6. FIGURAS DE REITERACIÓN AL COMIENZO DE LAS PARTES DE LA CLÁUSULA


Un ejemplo de esta oratoria lo tenemos en el discurso de Anatole France ante los estudiantes de Buenos Aires:
«Creo en el amor; creo en la belleza; creo en la justicia; creo, a pesar de todo, que en esta tierra el bien
triunfará del mal y los hombres creerán en Dios... ¡Soñad! Si en el sueño no hay ciencia, no hay sabiduría.
¡Soñad! Vuestros sueños no serán vanos. La Humanidad, tarde o temprano, realiza los sueños de los sabios.
¡Soñad! No temáis la justicia, amad la verdad». Como puede verse, todo el bellísimo efecto de este párrafo se
debe a la repetición de la palabra creo, cuatro veces en el primer párrafo, y de la palabra ¡soñad!, tres veces en
el segundo.

«Dios nos ha dado emoción porque en El mismo debe existir un caudal de ésta. Nos dio lágrimas porque El
también llora; nos dio alegría porque Él se alegra; e hizo posible la tristeza en nosotros porque su corazón se
entristece.»
«Abraham lloró por Sara; lloró José cuando se arrepintieron sus hermanos, lloró Jeremías la condición apóstata
de su patria, lloró David la ruina de Absalón, lloró Pedro su dolorosa caída, lloró la pecadora a los pies del
Señor, lloraron reyes la pérdida de sus tronos. Y lloró nuestro Salvador, consagrando las lágrimas como un
privilegiado cristiano».

7. REITERACIÓN AL FINAL DE LOS PERÍODOS


A veces, la palabra que se repite puede ser colocada al final de cada período, produciendo también un
interesante efecto de reiteración. He aquí un ejemplo de un autor cubano: «Percibimos por hábito,
imaginamos por hábito, sentimos por hábito, decidimos por hábito, y nuestro carácter es el conjunto de
nuestros hábitos».
Obsérvese en este ejemplo cómo la frase final redondea y concluye el párrafo; expresando la aplicación general
de las afirmaciones anteriores que concluyen todas con la palabra hábito.

8. AL PRINCIPIO Y AL FIN DE LOS PERÍODOS.


Esta forma es más rara, pero puede observarse ejemplo que se hace incisivo por medio de preguntas: «¿Quién
quitó la vida a su propia madre? ¿No fue Nerón? ¿Quién hizo expirar con veneno a su maestro? El mismo
Nerón.
¿Quién hizo llorar a la Humanidad? Sólo Nerón». En este párrafo la clave del énfasis es el propio nombre. Pero
la palabra Nerón es presentada de formas diversas, mediante «fue», «el mismo» y «sólo». Es esta variedad de
formas, al par que las preguntas, lo que da belleza al párrafo.

9. COMENZAR UNA FRASE CON LA PALABRA O IDEA CON QUE TERMINÓ LA ANTERIOR.
He aquí un ejemplo de esta forma retórica en 2 Pedro 1:5-7 «... vosotros también, poniendo toda diligencia por
esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, en la virtud ciencia, en la ciencia templanza, en la templanza
paciencia, en la paciencia temor de Dios y en el temor de Dios amor fraternal y en el amor fraternal caridad...»
Podemos observar en todos estos ejemplos cómo la retórica, cuando es fruto de una convicción sincera (como
ocurre en el caso de los escritores apostólicos), no es una simple música de palabras, sino una reiteración que
sale de dentro del corazón y enfatiza las verdades que se procura expresar.

10. RELACIÓN DE LA HOMILÉTICA CON LA ELOCUENCIA.


Como hemos dicho al principio, la homilética parece ser enemiga de la elocuencia, ya que la ciencia homilética
frena, detiene, marca senderos al predicador y le obliga a volver al camino cuando éste ha alcanzado
fogosamente su imaginación tras un bello párrafo oratorio. Pero la verdad es que la homilética representa el
mejor apoyo de la oratoria.
Volviendo a la comparación que expresábamos al principio, diremos que la homilética es tan útil y esencial a la
oratoria como el esqueleto lo es del cuerpo. ¿Qué sería, en efecto, nuestro cuerpo, sin el esqueleto que lo
sostiene? Un montón informe de carne sin belleza ni estética alguna.

El predicador debe cultivar el arte de la retórica y mantener un verdadero arsenal de frases bellas en el archivo
de su mente; pero, sobre todo, debe llevar un plan bien estudiado, sobre el cual aplicar aquellas frases
hermosas que ha tenido ocasión de pensar durante el estudio del sermón.
INTRODUCCIÓN
A continuación, presento un resumen de las paginas 189-212
del libro de texto “Manual de Homilética” en el cual veremos
el tema de la ELOCUENCIA Y RETORICA
CONCLUSIÓN
La homilética, o sea, la buena ordenación del sermón, es útil y necesaria para la
buena comprensión, retención y efectividad del mensaje. Pero la homilética, por
referirse tan sólo al contenido básico, al esqueleto del sermón, es seca de sí
misma. Lo mismo ocurre con su hermana gemela, la lógica, que es grata a las
mentes profundas, a los buenos pensadores, pero que no todos los oyentes
saben apreciar del modo debido. Podríamos decir que, si la homilética es el
esqueleto del sermón y la apologética los nervios y la sangre del cuerpo oratorio,
la retórica es la carne y los músculos. Es decir, lo que o redondea y lo llena,
prestándole estética, color y amenidad. Una de las características o virtudes de la
oratoria es la de fijar los conceptos en la mente de los oyentes, por una
reiteración de adecuados sinónimos que prestan a las ideas nuevos y variados
matices. Esta variedad de imágenes y de frases bien redondeadas agrada al
intelecto y entona el espíritu, del mismo modo que una música de armónicos y
variados tonos recrea el sentido acústico.

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