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El documento describe la evolución histórica y las características técnicas y formales del arte gótico. Explica que el término "gótico" fue utilizado originalmente de forma peyorativa, pero que actualmente se refiere al período artístico europeo entre los siglos XII y XVI. Describe las innovaciones técnicas como el arco apuntado y la bóveda de crucería que permitieron construir catedrales más altas y esbeltas. También destaca el papel simbólico y espiritual de las c

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Tema 2

El documento describe la evolución histórica y las características técnicas y formales del arte gótico. Explica que el término "gótico" fue utilizado originalmente de forma peyorativa, pero que actualmente se refiere al período artístico europeo entre los siglos XII y XVI. Describe las innovaciones técnicas como el arco apuntado y la bóveda de crucería que permitieron construir catedrales más altas y esbeltas. También destaca el papel simbólico y espiritual de las c

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Tema 2.

Introducción al arte gótico

1. El término Gótico y sus valoraciones historiográficas

El término gótico fue utilizado por primera vez en 1550 por el gran historiador del arte
italiano Giorgino Vasari, con él quería adjetivar el “oscuro” arte de la Edad Media frente al
glorioso pasado de la Antigüedad clásica. Según esta definición, el arte gótico (que
comprendía todo el arte de la Edad Media) era sinónimo de bárbaro, estaba cargado de
connotaciones peyorativas y suponía una decadencia sombría con respecto a la época
clásica, a la cual admiraba y aspiraba a restaurar. En realidad nada explica mejor su
menosprecio que el propio término gótico, el arte realizado por los godos, que provocaron el
hundimiento de Roma.

Las formas arquitectónicas se complicaron y se enriquecieron con fines puramente


decorativos; en cada territorio, este gótico más ornamental tuvo su peculiar forma de
expresarse, lo que dio lugar a movimientos como el flamígero, el perpendicular, el isabelino
o el manuelino.

En la actualidad entendemos como gótico un amplio período artístico del mundo occidental
que, según los diferentes países y las regiones europeas, se desarrolla en momentos
cronológicos diversos pero que, de forma general, podemos establecer desde mediados del
siglo XII hasta comienzos del XVI, aunque en su dilatada expansión ofrezca divergencias
profundas en los distintos territorios.

Viollet-le-Duc explicó la arquitectura gótica desde un punto de vista racional, es decir,


desde la lógica constructiva de la estructura, aplicando un análisis científico. Fundamentada
su teoría en una ingente y extensa labor de restauración de edificios, estableció que las
nervaduras, así como el restos de los elementos del gótico (arco apuntado, bóvedas de
crucería, arbotantes), se debían a impecables soluciones constructivas.

La interpretación racionalista francesa se opuso durante mucho tiempo a toda una tradición
(especialmente germánica) de interpretación gótica en clave espiritualista o estética. La
filosofía romántica alemana había elaborado un nuevo concepto, fundamental en la
justificación que se hizo del estilo gótico en el siglo XIX: la idea de volksgeist o espíritu
nacional, que es el reflejo de cada pueblo y que permitirá explicar las culturas del pasado
con una absoluta coherencia producto del espíritu nacional, reconocidas por sus propios
valores, diferentes de los clásicos pero también válidas. Así, el gótico se interpreta como
una creación del espíritu de los pueblos del norte que surge libre y opuesto al ideal clasicista
de los pueblos mediterráneos.

Destaca, entre otras, la teoría aportada por Max Dvorak, quien explica el uso del arbotante
como el recurso para crear una visión simbólica deliberada, un caleidoscopio visual (cuyas
imágenes se ven multiplicadas simétricamente) y no como un mero esqueleto estructural.

2. El espacio y el tiempo englobado en el concepto “Gótico”

El arte gótico propiamente dicho coincide en el tiempo con la plenitud y la crisis de la Edad
Media. En Europa, los siglos XII y XIII fueron un tiempo de expansión y desarrollo
caracterizado por un crecimiento sustantivo de la población y de la economía. Esta
expansión alto medieval se vio truncada cuando, en el año 1348, una terrible plaga de peste
bubónica (la peste Negra) azotó el continente europeo. Así da inicio lo que algunos autores
llaman la crisis de la Baja Edad Media, caracterizada por el cisma de Avignon (1378), que
provocó la división del poder temporal de la cristiandad, el afianzamiento de las monarquías
feudales y las revueltas urbanas: los ciompi florentinos (1378), la revuelta jacquerie
francesa (1358), los tyleristas ingleses (1381), los payeses de remença catalanes (1432-
1462), procesos que evidencian cómo habían cambiado las relaciones sociales a los largo
del Medievo.

La Baja Edad Media estuvo marcada por innumerables conflictos bélicos: contra las
múltiples herejías que asolaron Europa (lolardos, husitas,…); entre diferentes reinos (la
Guerra de los Cien Años o Guerra de los Dos Pedros); o conflictos de índole civil (Guerra
Civil Castellana, Guerra Civil Catalana o Guerra de las Dos Rosas).

3. La Catedral Gótica

La catedral es el edificio simbólico de esta época gótica. Su construcción representa el


empeño de toda la colectividad; es el símbolo de la confianza de la ciudad en su capacidad,
sus recursos, su riqueza y su prestigio. Como símbolo político y cívico, la catedral se
interpreta también como una arquitectura destinada a transmitir una imagen del poder,
monárquico, obispal o ciudadano, frente a las dos formas arquitectónicas propias de la Alta
Edad Media y del poder feudal, el castillo y el monasterio.

En medio de la ciudad, la catedral destaca sobre el resto de sus edificios por su


monumentalidad y grandeza, y marca el carácter, la estructura y el contorno de los núcleos
urbanos medievales. Sus notables volúmenes quedan escondidos en juegos infinitos de
arbotantes, pináculos, haces de columnas y arcos apuntados, mientras que sus fachadas
presiden plazas que se expanden al espacio interior de la catedral a través de grandes
portadas flanqueadas por torres.

3.1. El sistema constructivo del gótico: innovaciones técnicas y formales

La catedral se convierte en el espacio del templo gótico por excelencia, donde se plasma de
manera genial y asombrosa el presentimiento que el hombre de la época alcanza del mundo
sobrenatural. Se precisó de la ejecución de una novedosa técnica constructiva en la que
elementos como el arco apuntado (u ojival, por lo que durante un tiempo este estilo fue
conocido también como ojival), la bóveda de ojivas o el arbotante fueron empleados de forma
sistemática, lo que permitió levantar estructuras esbeltas y ligeras, estructuras que trabajaban a
tracción y no a compresión, que transforman en profundidad el espacio interior. Acentuado por
la nueva ordenación de los apoyos, exentos o adosados al muro, y también por el aligeramiento
de su estructura, que queda modelada y se hace visible de forma original gracias a la luz
coloreada que devuelven las vidrieras.

El estilo gótico es el resultado de un proceso constructivo que articula todos los elementos
arquitectónicos (arco apuntado, bóveda de crucería, arbotante, pináculos, contrafuertes,…) con
el propósito de crear un espacio en el que la luz coloreada que se filtra por las vidrieras y su
valor simbólico sean el principio de su significación. Estos elementos son empelados
conjuntamente para definir un espacio de elevación e ingravidez, simbólico y transfigurado por
la luz, que irrumpe en el espacio interior arquitectónico a través de amplísimos ventanales
cubiertos de vidrieras que fragmentan, tamizan, modifican y falsean esa luz natural, ahora teñida
de colores, lo que crea un escenario irreal, un espacio sagrado simulado.

La bóveda de crucería y el arco apuntado

La arquitectura gótica, al igual que la románica, se plantea como primer escollo constructivo
lograr un edificio sagrado cubierto por completo con bóvedas de piedra, por tanto, las grandes
catedrales definen su espacio interior, planta del edificio, como el desarrollo de los tramos de
sus naves (en altura y en anchura) a partir del proyecto de su cubierta abovedada.
La estructura de esta arquitectura se basa en la concentración de los esfuerzos de las cubiertas
en puntos concretos, al contrario como se hacía en el románico en que el peso de los
abovedamientos se repartía a lo largo de los muros portantes. Según Viollet-le-Duc, en la
construcción gótica, el principio de equilibrio de fuerzas sustituye al de estabilidad inerte.

Este tipo de solución estructural se consigue gracias a la bóveda de crucería (nervada u ojival),
conformada por dos arcos apuntados cruzados, las ojivas, y más ligera que cualquier otro tipo de
bóveda construida hasta la fecha. Partiendo de la tradicional bóveda de arista, en ella se
transforman sus encuentros en nervios estructurales (auténticas cimbras permanentes) sobre los
que se apoyen los plementos de las bóvedas, ahora simple cerramiento sin función estructural.
Esto permita que los pesados arcos fajones antiguos se transformen en ligeros arcos frontales
(arcos torales) y en arcos formeros laterales. Todos estos nervios convergen en los puntos de
apoyo (pilares o grupos de pilares) que, ante la ligereza de la cubierta pueden diseñarse con una
esbeltez extraordinaria. Este entramado de nervios, arcos y soportes constituye un armazón
tridimensional y unitario sobre el que descansan las bóvedas y es, además, el esqueleto que da
forma a los tramos de las naves (central o laterales), que pueden ser repetidos, de manera
seriada, hasta el infinito.

Los constructores góticos descubrieron que el arco apuntado es más esbelto y ligero que el de
medio punto ya que, gracias a su verticalidad, traslada menos empujes laterales, lo que permite
formas más flexibles y salvar mayores luces; pero también descubrieron que un aparejo a base
de piezas pequeñas y homogéneas permite construir estructuras complicadas, aunque resistentes
y ligeras.

Los arbotantes son arcos exteriores que transmiten, lejos del pilar de apoyo, las tensiones que
ejerce la bóveda, pero para ello necesitan encontrar un apoyo inmóvil, los botareles o estribos,
sólidos pilares que actúan como un contrafuerte aislado que absorbe el empuje del arbotante y lo
descarga definitivamente en el suelo. Para que estos botareles y demás contrafuertes tengan más
peso y resistencia, se decoran con pináculos, elementos que reúnen el fin constructivo y el
estético.

El origen de la bóveda de crucería, convertida en gótica y perfectamente dominada en Saint-


Denis, hay que buscarlo en Normandía, como ocurre con el modelo de fachada estilizada de dos
torres. En el gótico preclásico fue habitual utilizar la bóveda sexpartita (tres nervios y seis
plementos sobre un tramo cuadrado).

Los soportes evolucionaron desde el típico pilar compuesto románico al pilar gótico, constituido
por un núcleo central cilíndrico rodeado de columnillas.

Los capiteles que coronan las columnas adosadas presentan decoración de follaje, ya no retienen
la vista como hacían los capiteles románicos cargados de figuras, sino que facilitan la transición,
en una lectura de conjunto de las líneas arquitectónicas, desde la cúspide de las bóvedas, donde
se cruzan los nervios hasta el suelo. El propio capitel pierde importancia haciéndose cada vez
más pequeño y delicado.

Sin duda, son las ventanas y sus vidrieras los elementos más característicos del gótico. Estos
ventanales evolucionan hasta conformar los amplios huecos góticos cubiertos de hermosas
tracerías caladas de piedra, de arco apuntado, o los grandes rosetones que se colocan en lo alto
de las fachadas: al principio, toman la forma radiante y sencilla, aunque en el siglo XIV y en el
XV llegan a ser un verdadero laberinto de curvas enlazadas.

Fachadas y portadas
Las grandes fachadas góticas se organizan de forma tripartita, tres cuerpos horizontales que se
corresponden con el alzado de la nave central la dividen en altura, y tres secciones verticales, o
calles, que se corresponden con la división entre nave central y naves laterales la recorren.

El imafronte, cuerpo horizontal inferior, se constituye con las tres portadas de las fachadas,
equivalentes a la nave central y las laterales. Sobre él, una galería corre pareja a los triforios
interiores. Más arriba se sitúa el rosetón calado que se ajusta al claristorio interior. Las dos
torres laterales forman parte del cuerpo de la fachada y se rematan con frecuencia por agujas o
chapiteles que marcan el sentido ascensional del conjunto. En estas puertas y fachadas se
plasma la decoración escultórica que, a través de sus imágenes, explica la concepción teológica
del mundo gótico. Las portadas conservan la misma composición y los mismos elementos que la
portada románica, pero en ella el abocinamiento viene marcado por las múltiples arquivoltas
apuntadas. Las finas molduras, las columnillas, las tracerías caladas, los motivos vegetales, les
confieren un marcado aspecto gótico.

3.2. El proceso constructivo: medios técnicos y métodos

Las catedrales góticas se explican desde hace tiempo como la expresión más perfecta de la
teología y de la cosmología medieval reflejada en piedra, producto de una filosofía pura que se
elabora y expresa en el siglo XIII. Gran parte de las catedrales no están erigidas estrictamente en
estilo gótico clásico, sino que combinan estilos diferentes, adiciones, sustituciones,
reconstrucciones y todo tipo de intervenciones y alteraciones del proyecto original, durante y
después de que el edificio esté terminado.

El gótico se formuló a partir de la construcción de las catedrales francesas del gótico clásico, en
un periodo relativamente corto. Desde el primer gótico de Saint-Denis (de 1140 hasta 1220), la
actividad constructiva en los territorios de la corona francesa, territorio de los Capetos, y sus
regiones cercanas, lugares del dominio de los Plantagenet, fue febril lo que favoreció que los
progresos técnicos se fueran sucediendo con rapidez. Sirva también como referencia, ya fuera
del territorio francés, la catedral de Salisbury, iniciada en 1220 y concluida en 1266.

Se trata, por tanto, de una arquitectura promovida por el dominio (el religioso, representado por
el cabildo, y el temporal, representado por el monarca). A partir de estas primeras
manifestaciones se produce la recepción del estilo gótico en otros territorios europeos, donde se
aplica a edificios ya existentes.

Así pues, se puede decir que la catedral transcendía al propio significado religioso, litúrgico y
organizativo de la propia Iglesia, llegando a ser un proyecto colectivo en el cual toda la sociedad
se sentía implicada. Sin embargo, solo en Amiens se formaliza un contrato de colaboración
(existe prueba documental) entre el cabildo y los ciudadanos para erigir una nueva catedral,
cuyo viejo edificio románico había sufrido un devastador incendio.

De forma general se puede afirmar que eran los obispos o las autoridades eclesiásticas, es decir
todo el cabildo catedralicio, quienes financiaban la construcción básica de la catedral, la nave
central y el ábside, y que tanto en el desarrollo del gótico como en su amplia difusión fue
definitiva la intervención de estos obispos, quienes encargaban y decidían la reconstrucción o
construcción de la catedral bajo la revolucionaria arquitectura gótica.

Pero la catedral no fue en sentido estricto un espacio público, sino un espacio altamente
privatizado. El pueblo, con donativos y trabajo, los nobles, el monarca y la burguesía
financiaban una gran parte de la construcción gótica, así como su decoración, y normalmente lo
hacían adquiriendo los derechos sobre una zona del edificio, las capillas laterales.

El arquitecto y sus medios


Aunque el término arquitecto se utiliza desde la Edad Media antigua, rara vez designa algo más
que a un clérigo encargado de una construcción. El arquitecto del siglo XIII no es un mero
artesano, sino un científico capaz de aplicar las matemáticas y las leyes de la geometría a su
arte.

La expansión de la arquitectura gótica propició el prestigio profesional del arquitecto, puso de


manifiesto sus altos conocimientos técnicos, su capacidad para organizar la cantería de una
catedral y para llevar a cabo importantes monumentos en un tiempo corto, así como su
capacidad de innovación, tanto técnica como constructiva; del mismo modo, favoreció la
creación de novedosos instrumentos, como el dibujo.

La consideración del artista, en este caso del arquitecto, ha sido interpretada como una marcada
diferencia entre la Edad Media y el Renacimiento: frente a la supuesta labor comunitaria del arte
medieval, la supervivencia de tantos nombres de artistas renacentistas. Sin embargo, el artista
medieval no siempre permaneció en el anonimato; nos han llegado firmas e inscripciones,
aunque éstas son escasas cuando se comparan con la importancia de la expresión personal en las
obras de artistas del renacimiento.

La movilidad es un factor fundamental para comprender la difusión de los grandes estilos


artísticos a lo largo de toda la Edad Media. El gótico se extiende por toda Europa gracias al
tránsito, al viaje de estos arquitectos de unos lugares a otros. Estos viajes permiten la
transmisión de conocimientos, de técnicas, de utillaje, de maquinaria, de modelos y, desde
luego, de hombres. Este movimiento de personas, técnicas e ideas artísticas se producirá
también entre las grandes construcciones catedralicias e iglesias menores, y en la renovación
que se impone en el tardogótico.

Por lo general, las obras de la nueva catedral empezaban sin que se hubiera demolido el viejo
edificio anterior; hay que tener en cuenta que tanto en las grandes catedrales como en las obras
de menor envergadura una parte de los edificios se mantenía, estableciendo una relación directa
con el pasado que tenía una doble vertiente, por una parte, la obra no era tan costosa, por otra,
tenía un significado simbólico y una fuerte carga ideológica. Normalmente, lo que se pretendía
reedificar eran las cabeceras, incluso algunas veces una importante parte de las naves.

La organización del trabajo, es decir, la creación de una cantería y la racionalización de sus


tareas, permitió que las obras pudieran avanzar con rapidez. Los arquitectos, maestros de obras
y canteros del siglo XIII estaban mejor organizados en sus gremios, se les formaba mejor y
disponían de una experiencia constructiva mayor y más rica que sus antecesores románicos.
Pero, además, estaban mucho mejor preparados y su trabajo era más racional; ahora, por
ejemplo, las piedras no se tallaban de una en una, sino en serie, lo que permitía acelerar el ritmo
de construcción y disminuir los costes.

Uno de los grandes logros de la arquitectura gótica, que ayudó a su desarrollo, difusión y
posteriormente a su diversidad, fue el perfeccionamiento del dibujo arquitectónico y su uso
generalizado.

La geometría estaba en la base del arte de los constructores de catedrales. En principio, se


proyectaban las bóvedas que iban a cubrir el edificio y, a partir de ellas, se calculaba la planta y
el alzado por medios exclusivamente geométricos. A partir de una de las dimensiones básicas, el
arquitecto gótico era capaz de desarrollar proporcionalmente, gracias a la geometría, el resto de
las magnitudes. A partir de 1200 empezaron a pergeñar dibujos de la arquitectura que se quería
realizar o de alguno de sus detalles, ejecutados con compás y escuadra. Se trataba de un dibujo
de carácter técnico.

Entre 1220 y 1230 se dio un paso revolucionario en la representación gráfica de la arquitectura.


En principio, se trataba de dibujos de detalles de fácil ejecución geométrica realizados sobre
pergaminos, aunque rápidamente fue posible dibujar planos completos. Este nuevo dibujo
dejaba paso a la experimentación y la representación de las ideas de forma visual. Pero, además,
este dibujo consiguió algo fundamental en el estilo gótico, la transmisión de ideas, formas y
modelos arquitectónicos gracias a su representación. Ya no era necesario que arquitectos,
canteros o maestros de obras viajasen de un lugar a otro para trasladar sus nuevas experiencias
estéticas, éstas podían ser conocidas gracias al dibujo.

De esta época conservamos un maravilloso testimonio, el libro de dibujos de Villard de


Honnecourt, que nos da una visión concreta de las funciones del dibujo arquitectónico.

La complejidad y el preciosismo del estilo radiante fueron posibles gracias a los dibujos previos
de los detalles de la arquitectura. Los enrejados en piedra, las filigranas de los rosetones y de los
ventanales se podían prefabricar gracias a plantillas dibujadas.

Las últimas interpretaciones sobre la arquitectura gótica apuntan a la intención de los


arquitectos góticos de crear un arte individual que los diferenciara de sus colegas. Para expresar
esta idea existe el término “aemulatio”, que no significa copia, sino competición, pugna y
superación de un modelo.

3.3. El significado simbólico: el orden cósmico y la mística de la luz

La luz es el atributo fundamental del arte gótico. El arquitecto gótico organiza una estructura
que le permite, mediante una sabia utilización de la técnica, emplear la luz, una luz que
desmaterializa los elementos del edificio consiguiendo sensaciones de elevación e ingravidez.

La belleza y la intención del espacio gótico no pueden entenderse sin la luz, elemento que lo
condiciona todo. Con ella, son las vidrieras las encargadas de dar una luz difusa, coloreada e
irreal que transforme ese espacio en simbólico. Las vidrieras tamizan y fragmentan la luz, que
penetra en el espacio a través de colores diferentes creando una atmósfera irreal y fingida.

Las primeras que han llegado hasta nosotros son las que el abad Suger mandó construir para las
capillas del coro de Saint Denis. Ejemplos magistrales son las vidrieras de la catedral de
Chartres y las de la Saint Chapelle, donde se plasman grandes estáticas figuras, o las de la
catedral de León. En ellas se representan temas del Antiguo y Nuevo Testamento. La técnica
utilizada en la conformación de la vidriera es el teñido de trozos de vidrio realzados en grisalla y
unidos mediante tiras de plomo que delimitan las figuras y aíslan los tonos, conservándoles su
valor. La composición lo invade todo: se realiza sin perspectiva y con una gran precisión en el
dibujo y en la coloración, que es infinita y muy rica, dando como resultado una decoración
traslúcida.

3.4. Espacios y usos de la catedral

La catedral no es sólo un elemento de referencia espiritual y física, sino que también sirve de
espacio cívico polifuncional utilizado para la concentración, el encuentro e incluso el mercado,
así como para la liberación de las tensiones de la sociedad a través de la festividad religiosa.
Desde el siglo XIII, toda actividad comunitaria estaba de una u otra manera relacionada con la
catedral. En los espacios del edificio gótico sucedía todo: oficios religiosos, entierros, asambleas
políticas bajo la presidencia del obispo, discusiones acerca del precio del grano o del ganado,
cotización de los paños, etcétera.

Los espacios y usos propios del cabildo catedralicio son los claustros, las salas capitulares y los
coros. Los claustros catedralicios responden a idénticos criterios que los claustros de los
monasterios románicos o cistercienses. Al tener cabildos sometidos a reglas monásticas, se
necesita crear unos espacios clausúrales similares a los de los monasterios.
La sala capitular es el lugar de reunión del cabildo. Por lo general, se conforma como un espacio
único, de proporciones casi cúbicas, con planta cuadrangular, con cubiertas de bóveda estrellada
y de crucería. Suelen destacar por su rigurosa geometría y el volumen cúbico frente a la
ascensionalidad del resto de la iglesia.

La nave central es el lugar de reunión eclesial, limitada y cortada en las catedrales españolas por
la colocación en el centro de las mismas de los coros. Las naves laterales se convierten en
lugares para deambular, para distribuir el tránsito por el edificio de un lugar a otro. La catedral
se convertirá en un lugar de enterramiento, en un panteón funerario privilegiado. Se incrementó
este uso funerario mediante la construcción de capillas privadas compradas a tal efecto, lo que
proveía de fondos importantes para la conclusión de las obras en la propia catedral.

4. La evolución de las artes figurativas: escultura y las nuevas artes del color

El estilo gótico supone un paso decisivo en la liberación de las artes figurativas respecto a la
arquitectura. La escultura, aunque sigue ligada a ella, muestra en el tratamiento del relieve una
libertad respecto al marco arquitectónico que no hubiera sido posible en el románico. Tanto
pintura como escultura rompen la llamada ley de adecuación al marco, con lo que los relieves
pasan a ser trabajados más con un aspecto de escultura de bulto redondo adosada que de
estatuas-columnas como habían sido las románicas.

El volumen, el movimiento y la expresividad constituyen las características de una escultura que


camina con claridad hacia un marcado naturalismo. Los capiteles apenas se utilizan como
soporte decorativo, a no ser de movimientos vegetales.

La evolución es producto de la nueva forma de entender la realidad del hombre gótico: su


preocupación por el Dios Hombre y su naturaleza mortal hace que cobren preponderancia
escenas de la vida como la Crucifixión o la Pasión, mientras que el ascetismo románico es
sustituido por sentimientos de afecto, de felicidad o de compasión. La figura de la Virgen
desempeña un papel fundamental. Los Santos adquieren también un gran protagonismo, con
frecuencia se representan historias de sus vidas. La naturaleza sigue siendo ampliamente tratada,
y se mantiene el gusto por los monstruos y los animales fantásticos, aunque es mucho menos
frecuente que en la iconografía románica.

Los retablos y los coros adquieren gran monumentalidad. El nuevo sentido de la muerte hace
que surja una importante escultura funeraria, gran parte de ella alojada en el interior de las
catedrales. La invasión de las ventanas en las paredes de los edificios góticos hace que la pintura
mural pierda importancia, importancia que pasa a ser ahora de la pintura en las vidrieras, en
tabla o las miniaturas. Al mismo tiempo, se desarrolla el arte del retablo, donde se mezclarán
pintura y escultura para expresar programas iconográficos coherentes.

La pintura gótica presenta con preferencia una temática religiosa. Las figuras son planas e
ingrávidas, sin referencias a la realidad, tratando de crear un espacio simbólico desvinculado del
entorno. En las vidrieras se reproducen temas del Antiguo y Nuevo Testamento.

La crisis del siglo XIV da lugar a la llamada pintura del gótico internacional que en muchos
lugares llegará hasta mediados del siglo XV. En esta época, las cortes y los nobles manifiestan
su gusto por el lujo y por las obras de arte, hecho que propicia un auge de la orfebrería y las
artes suntuarias. También se desarrollará la miniatura.

En Italia, donde se había mantenido con más fuerza la cultura clásica y donde se está en
permanente contacto con la cultura de Oriente, tanto la pintura (Giotto y la escuela florentina)
como la escultura, gracias a los Pisano (Nicola, Giovanni y Andrea) evoluciona con rapidez
hacia un clasicismo que desemboca en el Renacimiento.
5. La ciudad en la cultura gótica

5.1. La forma de la ciudad medieval

En el aspecto físico, dos elementos fundamentales prefiguran la imagen urbana de la ciudad


medieval: la muralla y la plaza.

La muralla surge como necesidad de defensa de un entorno a veces hostil, pero pronto se
convierte en el origen de las finanzas municipales y en la delimitación física de los derechos
ciudadanos. El sistema de contribuciones que se exige para su construcción pronto se hace
obligatorio y se extiende a otras obras comunales como los abastecimientos de agua, el
saneamiento o el mantenimiento del sistema viario; la muralla delimitará también las fronteras
sobre el tráfico de mercancías, por lo que la puerta se constituirá en el elemento básico de
control a efectos fiscales y, arquitectónicamente, en símbolo de paso al nuevo orden social y
ciudadano. Ambas recaudaciones hacen viable la creación y funcionamiento de la
administración municipal.

La plaza, surge como necesidad espacial para la instalación del mercado, base económica y de
progreso de la ciudad. La comunicación de la plaza del mercado con las puertas de la muralla
establece el prototipo tipológico de planificación urbana medieval: el esquema radioconcéntrico.

Básicamente, el centro urbano reúne el conjunto de símbolos que representan la conciencia


colectiva de la sociedad medieval resumida en elementos arquitectónicos, como el castillo, los
edificios administrativos y de gobierno, las plazas mayores, las casas gremiales, las sedes de
justicia, las universidades y los hospitales, unidos a otros que forman la base de su economía,
como las lonjas y mercados, todo ello presidio y dominado por los símbolos religiosos de la
iglesia, la colegiata o la catedral.

En Francia se construye una serie de ciudades fortificadas, bastides, con fines militares de
defensa de las fronteras entre los reinos de Francia y de Inglaterra.

La cultura de los trazados geométricos, ensayada en España durante siglos, es la que servirá de
base, a partir de 1492, para el diseño urbanístico de las ciudades que se funden en el
subcontinente hispanoamericano.

5.2. Espacios y edificios

Las murallas, además de ser elementos defensivos, se convierten en un elemento imprescindible


de la ciudad, que no se entiende sin su recinto amurallado. Desde la Edad Media ciudad y
muralla son un ente indisoluble.

En épocas medievales en las que existía una cierta inestabilidad, la nobleza y la burguesía
acomodada buscaron la erección de sus casas y palacios al abrigo de las murallas, buscando su
solidez y seguridad. Eran casas o palacios a su vez fortificados, realizados para cumplir un papel
de defensa dentro de la propia ciudad.

Con la construcción de la muralla queda definido el perímetro de la población, se fijan los ejes
de circulación hacia el exterior del recinto, que conformarán las principales calles, se inicia la
urbanización de calles secundarias y se empiezan a establecer zonas de prestigio ciudadano, las
plazas, actuaciones que condicionan el espacio destinado a caserío.

Lo habitual es que el núcleo central de las ciudades medievales se organizara con la fijación de
dos espacios públicos principales: la plaza del mercado y la plaza de la iglesia o catedral, ambas
a escasa distancia y comunicadas. Las plazas de mercado solían ser amplias, rodeadas de
soportales y prefijadas en su forma por la disposición de los edificios que las circundaban, no
disponían de estructuras regulares como las plazas del Renacimiento. En ellas se ubicó el
edificio más representativo de la villa, la Casa del Concejo, y fue el punto de confluencia de
largas calles radiales que partían de las principales puertas del recinto murado.

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