Cual Es Nuestra Doctrina
Cual Es Nuestra Doctrina
Cual Es Nuestra Doctrina
de los profetas son parte de ella; también los Artículos de Fe son una parte de
ella, así como cada declaración inspirada de los agentes del Señor”.2
La doctrina central y salvadora es que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, el Salvador y Redentor de la humanidad; que él vivió, enseñó, sanó,
sufrió y murió por nuestros pecados; y que se levantó de los muertos al tercer
día con un cuerpo resucitado glorioso e inmortal (véase 1 Corintios 15:1–3;
DyC 76:40–42). El profeta José Smith se refirió a estas verdades centrales
como “los principios fundamentales” de nuestra religión y dijo que “todas las
otras… son únicamente dependencias de esto”.3
El presidente Boyd K. Packer observó: “La verdad, la gloriosa verdad,
proclama que existe un Mediador… Mediante él se puede extender la miseri-
cordia a cada uno de nosotros, sin temor a ofender la eterna ley de la justicia.
Esta verdad es la raíz misma de la doctrina cristiana. Mucho podéis saber del
evangelio al ramificarse desde allí, pero si solamente conocéis la ramas y esas
ramas no tocan la raíz, si han sido cortadas del árbol de esa verdad, no habrá
vida, ni substancia, ni redención en ellas”.4
Tal consejo nos dirige hacia lo que es de más valor, ya sea en sermones
o en el salón de clases, y es lo que debe recibir nuestro mayor énfasis. Hay
poder en la doctrina, poder en la palabra (véase Alma 31:5), poder para sanar
el alma humana (véase Jacob 2:8), poder para transformar el comportamiento
humano. “Si la verdadera doctrina se entiende, cambia la actitud y el compor-
tamiento”, ha enseñado el presidente Packer. “El estudio de las doctrinas del
evangelio mejorará el comportamiento de las personas más fácilmente que el
estudio sobre el comportamiento humano. Es por eso que enfatizamos tanto
el estudio de las doctrinas del evangelio”.5
El elder Neal A. Maxwell también ha indicado que “las doctrinas que se
creen y se practican nos cambian y nos hacen mejores, a la vez que aseguran
nuestro acceso vital al Espíritu. Ambos resultados son cruciales”.6
Quienes somos maestros asociados con la Iglesia de Jesucristo tenemos
la obligación de aprender las doctrinas, enseñarlas apropiadamente y com-
prometernos a hablar y actuar de acuerdo con ellas. Solo de esta manera po-
demos perpetuar la verdad en un mundo lleno de error, evitar la decepción,
enfocarnos en lo que más importa y encontrar gozo y felicidad en el proceso.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “He hablado antes acerca de la
importancia de conservar pura la doctrina de la Iglesia y ver que se enseñe
en todas las reuniones. Me preocupa mucho esto. Los pequeños errores en la
enseñanza de las doctrinas pueden llevar a falsedades grandes y malignas”.7
¿Cuál es nuestra doctrina? 117
Así que es importante tomar nota de que al final el Señor nos tendrá
por responsables por las enseñanzas, la dirección y el enfoque que nos brinden
los oráculos vivientes de nuestro propio día, tanto sus comentarios basados
en las escrituras canonizadas como de la escritura viviente que se nos entrega
por medio de ellos mediante el poder del Espíritu Santo (véase DyC 68:3–4).
Enfrentando temas difíciles
Mi experiencia sugiere que el anti-mormonismo muy probablemente
continuará aumentando en volumen, cuando menos hasta que el Salvador
regrese y apague las prensas. A causa de que creemos en la Apostasía y en la
necesidad de una restauración de la plenitud del evangelio, nunca seremos
totalmente aceptados por aquellos que creen que tienen en la Biblia toda
la verdad que necesitan. Pero quiero hacer notar dos cosas acerca del anti-
mormonismo: Primero, los materiales anti-mormón definitivamente afectan
más a los que no son Santos de los Últimos Días. Pero en algunos casos no
solamente disuaden o atemorizan a los curiosos o a los investigadores interesa-
dos sino que también preocupan a muchos más miembros de la Iglesia de los
que yo había creído previamente. Recibo algunas diez llamadas, cartas, o e-
mails por semana de miembros de la Iglesia de todas partes en las que presen-
tan preguntas que les han hecho sus vecinos o por la literatura que han leído.
Hace poco tiempo un joven (casado y con familia) me llamó al atardecer, se
disculpó por interrumpirme y procedió a decirme que se encontraba a punto
de abandonar la Iglesia a causa de sus dudas. Me hizo varias preguntas, y se
las contesté y expresé mi testimonio. Después de casi media hora de plática,
me agradeció profundamente e indicó que sentía que ya estaría bien. Ésa no
fue una experiencia aislada. Me imagino que lo que estoy diciendo es que el
material antagónico llegó para quedarse y está afectando tanto a los Santos de
los Últimos Días como a las actitudes de quienes profesan otra fe.
Segundo, con frecuencia los críticos de la Iglesia simplemente usarán
nuestro propio “material” contra nosotros. No necesitan crear nuevo material;
¿Cuál es nuestra doctrina? 125
razones que otros elaboraron sobre esas razones. Todo el grupo de razones
me parecía que era correr riesgos innecesarios… No cometamos el mismo
error que se ha hecho en el pasado, aquí y en otras áreas, de tratar de ponerle
razones a la revelación. Ha resultado que las razones han sido, en gran parte,
hechas por los hombres. Lo que sostenemos como la voluntad del Señor son
las revelaciones, y es allí donde se encuentra la seguridad”.24
En otras palabras, no sabemos realmente el porqué existió la restricción
del sacerdocio. Cuando se nos pregunte “¿Por qué?”, la respuesta correcta es
“No lo sé”. El sacerdocio estuvo restringido debido a “razones que creemos
que son conocidas para Dios, pero que él no las ha dado a conocer completa-
mente al hombre”.25
He llegado a comprender que esto es lo que quiso decir el élder Mc-
Conkie en su discurso en el Sistema Educativo de la Iglesia en agosto de 1978
en el que nos aconsejó:
Olviden todo lo que he dicho o lo que el presidente
Brigham Young, el presidente George Q. Cannon o cualquier
otro haya dicho en el pasado en oposición a la reciente revela-
ción. Hablábamos con entendimiento limitado y sin la luz y el
conocimiento que ahora ha sobrevenido al mundo. La verdad
y la luz nos llegan línea sobre línea y precepto tras precepto.
Acabamos de agregar una nueva corriente de inteligencia y luz
sobre este tema en particular que acaba con toda la obscuri-
dad y todas las opiniones y todos los pensamientos del pasado.
Aquellos ya no importan más… Es un nuevo día y un nuevo
arreglo y ahora el Señor nos lo ha revelado con una nueva luz.
Debemos olvidar cualquier rendija de luz o cualquier partícula
de obscuridad del pasado.26
Me parece, por tanto, que nosotros como SUD tenemos dos problemas
por resolver al hacer que el evangelio restaurado esté disponible más amplia-
mente para la gente de color. Primero, necesitamos tener nuestros corazones
y mentes purificados de todo orgullo y prejuicios.
Segundo, necesitamos eliminar todas las explicaciones anteriores para
la restricción e indicar que aunque no sabemos por qué existió antes esa
restricción, la plenitud de las bendiciones del evangelio restaurado está al al-
cance de todos los que se preparen para recibirlas. El élder Russell M. Ballard
observó que “no sabemos todas las razones por las que el Señor hace lo que
130 Buscad diligentemente • Selecciones de El Educador de Religión
Conclusión
En un sentido muy real, nosotros los SUD estamos mimados. Se nos ha
dado tanto, hemos tenido tanto conocimiento que ha venido del cielo relativo
a la naturaleza de Dios, Cristo, el hombre, el plan de salvación y del propósito
total de la vida aquí y la gloria que se tendrá en la siguiente vida que somos
dados a esperar tener las respuestas a todas las preguntas de la vida. El élder
Neal A. Maxwell destacó que:
El regocijo de ser discípulo excede a sus cargas. De ahí
que, mientras estemos atravesando nuestro Sinaí, nos nutri-
mos en los oasis abundantes de la Restauración. En esos oasis,
algunas de nuestras primeras impresiones son mas pueriles que
duraderas… no es de sorprender que, en medio de nuestra
gratitud, algunos confundamos un árbol determinado con
todo el oasis o un manantial particular de doctrina con toda
el agua viva de la Restauración. Quizás en nuestro entusiasmo
inicial haya habido incluso algunas exageraciones involunta-
rias. Hemos visto mucho y participado de mucho, de ahí que
no podamos ‘expresar ni la más mínima parte de lo que [sen-
timos]’” (Alma 26:16).33
que es necesario que haya una razón de la esperanza que hay en nosotros (véa-
se 1 Pedro 3:15). Nuestro conocimiento debe ser tan tranquilizante para la
mente como calmante para el corazón. El élder Maxwell enseñó que algunos
“miembros de la Iglesia conocen las doctrinas del evangelio apenas lo sufi-
ciente para hablar de ellas superficialmente, pero su escaso conocimiento so-
bre las doctrinas más profundas es inadecuado para un discipulado profundo
(véase 1 Corintios 2:10). De allí que, sin información acerca de las doctrinas
profundas, no hacen cambios profundos en sus vidas”.34
El presidente Hugh B. Brown una vez comentó: “Me impresiono con el
testimonio de un hombre que se pone de pie y dice que él sabe que el evange-
lio es verdadero. Lo que me gustaría preguntarle es: ‘Hermano, ¿conoce usted
el evangelio?’… Un mero testimonio se puede obtener con un conocimiento
superficial de la Iglesia y sus enseñanzas… Pero conservar un testimonio que
sea de utilidad en la edificación del reino del Señor requiere un estudio serio
del evangelio y saber en qué consiste”.35
En otra ocasión, el presidente Brown enseñó que se nos requiere “de-
fender solamente las doctrinas de la Iglesia que se encuentran en los cuatro
libros canónicos… Algo más allá de eso, dicho por cualquiera, es solamente
su propia opinión y no es escritura… La única forma que conozco por la cual
las enseñanzas de alguna persona o grupo pueden llegar a ser obligatorias para
la Iglesia es que esas enseñanzas hayan sido revisadas por todos los hermanos,
presentadas ante los consejos más altos de la iglesia y entonces aprobadas por
toda la membresía de la Iglesia”.36
Otra vez, el asunto es de enfoque, de énfasis, de cómo decidimos usar el
tiempo cuando enseñamos el evangelio tanto a los SUD como a los de otras
creencias.
Existe una razón válida del porqué es difícil “amarrar” la doctrina SUD;
esa razón se deriva de la naturaleza misma de la Restauración. El hecho de
que Dios continúe hablando por medio de sus siervos ungidos; el hecho de
que él, mediante esos siervos, siga revelando, explicando y aclarando lo que ya
se había dado; y el hecho de que nuestro canon de escrituras esté abierto, sea
flexible y siga creciendo; todas estas cosas están en contraposición de lo que
muchos en el mundo cristiano llamarían una teología sistemática.
El declarar la doctrina sana y sólida, la doctrina que se encuentra en
las escrituras y que enseñan con regularidad los líderes de la Iglesia, es lo que
edifica la fe y fortalece el testimonio y la dedicación al Señor y su reino. El
élder Neal A. Maxwell explicó que “las acciones importan al igual que las
134 Buscad diligentemente • Selecciones de El Educador de Religión
doctrinas, pero las doctrinas nos pueden llevar a realizar las acciones, y el
Espíritu puede ayudarnos a entender las doctrinas así como impulsarnos a
efectuar las acciones”.37
Él también indicó que “cuando las piernas cansadas se tambalean y las
incitaciones al lado del camino nos atraen, las doctrinas fundamentales saca-
rán de lo profundo dentro de nosotros una nueva determinación. Las verda-
des extraordinarias nos impulsan a logros extraordinarios”.38
La enseñanza y la aplicación de la doctrina sana son grandes salvaguar-
das para nosotros en estos últimos días; nos protegen contra los dardos de
fuego del maligno. El entender la doctrina verdadera y ser fiel a esa doctrina
nos puede librar de la ignorancia, del error y del pecado. El apóstol Pablo le
aconsejó a Timoteo: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de
Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has
seguido… entre tanto que voy, ocúpate en leer, en exhortar, en enseñar” (1
Timoteo 4:6, 13).
Notas
1. Holman Bible Dictionary, ed. Trent G. Butler (Nashville: Holman Bible Publis-
hers, 1991), p. 374.
2. Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, 2a. ed. (Salt Lake City: Bookcraft,
1966), p. 204.
3. José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, comp. por Joseph Fielding Smith
(Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1954),
p. 141.
4. Boyd K. Packer, Liahona octubre de 1977, p. 75.
5. Boyd K. Packer, en Conference Report, octubre de 1986, p. 20.
6. Neal A. Maxwell, One More Strain of Praise (Salt Lake City: Bookcraft, 1999),
p. x.
7. Gordon B. Hinckley, Teachings of Gordon B. Hinckley (Salt Lake City: Deseret
Book, 1997), p. 620.
8. Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 487.
9. Joseph F. Smith, Doctrina del Evangelio (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días, 1978), p. 9.
10. Comparése con Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 4–5, 66–67, 404.
11. Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 341.
12. Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 328.
13. Citado por Neal A. Maxwell, Liahona, enero de 1985, p. 8.
¿Cuál es nuestra doctrina? 135
14. David O. McKay, Conference Report, abril de 1907, p. 11–12; véase también
octubre de 1912, p. 121; abril de 1962, p. 7.
15. Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 113.
16. Mormon Doctrine, p. 608.
17. Bruce R. McConkie en el discurso “Are the General Authorities Human?” pro-
nunciado en un fórum del Instituto de Religión de la Universidad de Utah, el 28
de octubre de 1966.
18. Harold B. Lee, The Teachings of Harold B. Lee, ed. Clyde J. Williams (Salt Lake
City: Bookcraft, 1996), p. 542.
19. Brigham Young, Heber C. Kimball, y Daniel H. Wells, en Messages of the First
Presidency [Los mensajes de la Primera Presidencia], comp. James R. Clark (Salt
Lake City: Bookcraft, 1965–1975), 2:232.
20. Gordon B. Hinckley, Liahona, julio de 1992, p. 63.
21. Gordon B. Hinckley, “La búsqueda continua de la verdad”, Liahona, febrero/
marzo de 1986, p. 10.
22. Joseph Fielding McConkie, “The Gathering of Israel and the Return of Christ”, en
el sexto simposio anual de los educadores de religión del Sistema Educativo de la
Iglesia, agosto de 1982. Tipografía de la Universidad de Brigham Young, p. 3 y 5.
23. Véase Richard Mouw, Uncommon Decency (Downers Grove, IL: InterVarsity
Press, 1992).
24. Dallin H. Oaks, Provo Daily Herald, 5 de junio de 1988, p. 21.
25. David O. Mckay, Hugh B. Brown, y N. Eldon Tanner, First Presidency Message,
enero de 1970.
26. Bruce R, McConkie, “La nueva revelación concerniente al sacerdocio”, en El
Sacerdocio (Salt Lake City: Deseret Book, 1982), p. 150–151.
27. M. Russell Ballard, comentarios en el servicio memorial para Elijah Abel; repor-
tado en el Church News, el 5 de octubre de 2002, p. 12.
28. Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 427–428.
29. Lorenzo Snow, Teachings of Lorenzo Snow, ed. Clyde J. Williams (Salt Lake City:
Bookcraft, 1996), p. 1.
30. José Smith, Discursos sobre la fe, traducido por Arturo de Hoyos (México D. F.:
Editorial Zarahemla, 1987), p. 19.
31. Charles W. Penrose, “Editor’s Table”, Improvement Era, septiembre de 1912,
p. 1042.
32. Harold B. Lee, Enseñanzas, p. 157.
33. Neal A. Maxwell, Liahona, julio de 1996, p. 75.
136 Buscad diligentemente • Selecciones de El Educador de Religión
34. Neal A. Maxwell, Men and Women of Christ (Salt Lake City: Bookcraft, 1991),
p. 2.
35. Correspondencia de Hugh B. Brown a Robert J. Matthews, el 28 de enero de
1969; citado en Matthews, “Using the Scriptures”, en 1981 Brigham Young Uni-
versity Fireside and Devotional Speeches (Provo, UT: Brigham Young University
Press, 1981), p. 124.
36. Hugh B. Brown, An Abundant Life: The Memoirs of Hugh B. Brown, ed. Edwin
B. Firmage, (Salt Lake City: Signature Books, 1988), p. 124.
37. Neal A. Maxwell, That My Family Should Partake (Salt Lake City: Deseret Book,
1974), p. 87.
38. Neal A. Maxwell, All These Things Shall Give Thee Experience (Salt Lake City:
Deseret Book, 1979), p. 4.