Leche de Gato, Obra de Teatro

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OBRA

DE TEATRO

LECHE DE GATO



De Lucila Castillo



Porque las malas costumbres y defectos lejos de convertirse en malos recuerdos…
Porque las abuelas y los abuelos lejos de morir, se convierten en historias.

A mi abuela y a Dios.




























CONTACTO:
[email protected]
Cel. (045) 22 81 44 91 19


PERSONAJES:

Obdulia Carranza

María Nicolasa Carranza

Catarino Carranza

La muy, muy, muy agónica: Constantina Efigenia

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PROLOGO

Obdulia Carranza vivió su infancia en la casa de ladrillos, en medio del bosque de Gori
Gori. La casa de ladrillos no tiene ventanas; lo único que funge como adorno en la casa
de ladrillos es un pájaro negro parado en la punta del techo y unos cuantos panales de
abejas estampados contra las paredes. Obdulia no fue a la escuela porque “Obdulia, las
niñas no van a la escuela”. Obdulia no jugaba con los niños porque “Obdulia, las niñas
no juegan con los niños”.

Cuando Obdulia ya tenía doce años, pidió a santa Claus un gato persa, que tuviera siete
vidas y le hiciera compañía
Los padres de Obdulia, la sentaron en un sillón de oso y le
dijeron:
Obdulia, Santa Claus no existe.

¿No existe?
La pequeña Obdulia cambió el remitente de la carta y escribió:
“Queridos


Reyes magos, esta navidad sólo les pido un gato persa de los que tienen siete vidas y que
me haga compañía”


Obdulia, los reyes magos tampoco existen


¿Entonces quién deja los regalos bajo el pino de navidad?


Los papás


¿Los papás son los reyes magos?


Sí


Santa Claus no existía, los Reyes Magos tampoco, entonces ¿Los arcángeles del cielo, y
el cielo, más allá del cielo, el paraíso y la resurrección?... ¿Dios también era el invento de
sus padres? ¿Y Cristo, el señor de los cielos, el arca de la alianza, el arca divina, los doce
apóstoles, la divina gracia?...
Obdulia cayó en una profunda depresión infantil, perdió
la fe y dejó de creer en sus padres; se negó seguir en el catecismo y orar por las noches.

Era la cena de navidad, los tíos, abuelos y primos Carranza estaban reunidos en la mesa.
Cuando dieron las doce y el invitado especial: el padrecito Heriberto dirigía unas palabras
de amor y paz a todos...
¿Entonces, los arcángeles, santo Cristo, el señor de los cielos,
san Judas Tadeo, el arca divina, los doce apóstoles, la divina gracia...? Y ¿el padrecito
Heriberto?...

Obdulia se levantó de la mesa y dijo con mirada demacrada, rostro agotado,


incertidumbre existencialista y expresión fatalista:
Madre, bueno, en realidad debo
decirte que, bueno, la verdad no creo en Dios... y debo confesar que, bueno, no estoy
arrepentida

Todos guardaban silencio. La madre de Obdulia, Constantina Efigenia, se puso roja como
un tomate, tomó la mano de Obdulia y le dijo serenamente: Sólo tienes que rezar tres

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veces seguidas el rosario en la noche, por una semana antes de dormir


¿Con esas oraciones comenzaré a creer en Dios? o Dios me perdonará de no creer en


él?

El padre de Obdulia estalló en una carcajada, derramando a propulsión todo el vino que
había bebido para brindar
Constantina Efigenia le dio una cachetada a Obdulia delante
de todos los invitados. Luego le dio otra y otra.

Obdulia se alejó de la mesa arrastrando el vestido rojo esponjado, que su madre le había
metido a la fuerza por la nuca.
¡Obdulia, Obdulia!, Gritaba Catarino Carranza tratando
de alcanzar a su hija que poco a poco se perdía entre la neblina del bosque

Obdulia no regresó a la casa de ladrillos.
Corrieron rumores de que consiguió una casa


en el Desierto Muerto y que tuvo una hija muy pendeja fuera de matrimonio. Pero nunca
nadie buscó a la sucia de Obdulia, ni a su niña pendeja. Nunca nadie. Ni siquiera Dios.

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PRIMERA PARTE
I

(María Nicolasa cuelga cucharas y tenedores en un tendedero)


La soledad deja a María Nicolasa manías extrañas

OBDULIA. María Nicolasa. Mi ama padece depresión. Todas las mujeres de la familia
Carranza heredan la depresión. Te preguntas una cosa, luego otra, después viene la
tristeza, luego la infelicidad... el vacío existencial. Por eso las mujeres de la familia
Carranza necesitamos específicos labores del hogar y sobre todo una casa con ventanas
para distraernos; pero si a pesar de eso, María Nicolasa, un día comienzas a preguntarte
cosas sobre el cielo, sobre qué hay más allá del cielo, el sol y las galaxias, cierras los
ojos... y cantas: La, la cena de hoy está caliente; lo, los días pasan. No, no detendré el
agua, pero no caerán las hojas esta mañana. Y así vas a ser feliz, María Nicolasa, sin
cuestiones innecesarias.

II

Son las 7.50pm la hora a la que Obdulia Carranza entrará por la puerta

MARIA NICOLASA. ¿Compraste un gato?


OBDULIA. No, aún no llenamos el bote

MARIA NICOLASA. ¿Sabes qué soñé anoche, mamá? Soñé que un pajarito venía y le
arrancaba la cabeza a uno de los más chiquitos y entonces tú me mirabas y me decías:
así es la vida, María Nicolasa. Y entonces me tomabas por los hombros y… (silencio)

OBDULIA. ¡¿En qué piensas, ¡¿María Nicolasa?!

MARÍA NICOLASA. En el gato persa que querías cuando eras niña. Y en el gato persa que
quiero yo.

OBDULIA. Ah.

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MARÍA NICOLASA. Ya sé cómo se llamará

OBDULIA. ¿Cómo se llamará?


MARÍA NICOLASA. Bruno


OBDULIA. O sea que será macho


MARÍA NICOLASA. Una gata que se llame Bruno. Que se lleve con mi mosca Terry y con
mi abeja Luis

OBDULIA. Y de qué color la quieres

MARÍA NICOLASA. La quiero azul, mamá, ¿se puede azul?...

OBDULIA. Ajá

MARÍA NICOLASA. Entonces azul como el cielo

OBDULIA. ... María Nicolasa, ¿en qué piensas?

MARÍA NICOLASA. En los gatos persas


OBDULIA. ¿Sólo en eso?

MARÍA NICOLASA. Sí, mamá ¿por qué?


OBDULIA. Es que mencionaste el cielo, ¿segura no te preguntaste algo sobre el cielo?

MARÍA NICOLASA. No


OBDULIA. ¿Algo sobre más allá del cielo?


MARÍA NICOLASA. No


OBDULIA. ¿O el sol?


MARÍA NICOLASA. No


OBDULIA. ¿Las galaxias?


MARÍA NICOLASA. No, mami, sólo los gatos persas.

La soledad aumenta la disposición a desear un gato. Un gato persa.

III

Son las 7.50pm la hora a la que Obdulia Carranza entrará por la puerta.

MARÍA NICOLASA. ¿Compraste a Bruno?


OBDULIA. No. ¿Qué piensas, María Nicolasa?

MARÍA NICOLASA. Terry y Luis no despertaron hoy, se cayeron. Tal vez ya nunca
despierten

OBDULIA. Shh

MARÍA NICOLASA. ¿Puedo pensar que las moscas y las abejas ya no conocerán a Bruno?

OBDULIA. Sí, piénsalo. ¡Sólo eso!

MARÍA NICOLASA. Las moscas y las abejas ya no conocerán a Bruno. Lo esperaban como
yo, mamá.


OBDULIA. Los gatos persas no se dan por aquí, cada día cuestan más caros en el
mercado, son muy difíciles de conseguir

MARÍA NICOLASA. Cuando alcance para un gato persa mirará por la ventana conmigo


OBDULIA. ¡María Nicolasa!, ¿En qué piensas?

MARÍA NICOLASA. En los gatos persas

(El sonido de los segundos y de las horas se cuela inevitablemente por las ventanas aún
en los lugares más lejanos)

OBDULIA. ¿Qué piensas, María Nicolasa?


MARÍA NICOLASA. ¿Qué es ese sonido?


OBDULIA. Los segundos


MARÍA NICOLASA. ¿Son largos?


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OBDULIA. Y a veces cortos


MARÍA NICOLASA. ¿Por qué suenan así, quién los pronuncia?


OBDULIA. Una sirena canta segundos

(Tic, tac, tic, tac)

MARÍA NICOLASA. ¿Y a dónde van después?


OBDULIA. Salen por la ventana y caminan un rato por el desierto

MARÍA NICOLASA. ¿Nunca los volvemos a ver?, ¿verdad?


OBDULIA. Nunca

MARÍA NICOLASA. Los segundos mueren allá afuera ¿verdad?

OBDULIA. María Nicolasa, está prohibido hablar de muerte en esta casa

MARÍA NICOLASA. ¿Verdad?

OBDULIA. Ajá

MARÍA NICOLASA. Por eso las abejas y las moscas se caen a la orilla de la ventana y
nunca Despiertan


OBDULIA. María Nicolasa, ¡está prohibido pensar en la muerte en esta casa!

MARÍA NICOLASA. ¿Verdad?


OBDULIA. La, la cena de hoy está caliente, lo, los días pasan. No, no detendré el agua.
Pero no caerán las hojas esta mañana. La cena de hoy está caliente…

MARÍA NICOLASA. ¡Por eso los gatos persas son maravillosos ellos tienen siete vidas.
Nosotros no tenemos siete vidas, ni las moscas, ni las abejas, ni…! (La madre le tapa la
boca con la mano y le canta al oído)

OBDULIA. La, la cena de hoy está caliente, lo, los días pasan. No, no detendré el agua.
Pero no caerán las hojas está mañana…

Ambas: La, la cena de hoy está caliente, lo, los días pasan. No, no detendré el agua. Pero
no, caerán las hojas está mañana.

OBDULIA. María Nicolasa, a las diez de la mañana se debe limpiar la mesa, a las doce del
día lavar los trastes utilizados, a las dos de la tarde debes limpiar la ventana, a las cuatro
de la tarde puedes mirar por la ventana, a las seis de la tarde puedes platicar con las
moscas y las abejas en la ventana, a las 7.50 esperas a mamá en la puerta por que llegará
con las monedas que ganó para poder comprar a Bruno, a las 8 bebemos leche. A las
nueve te vas a la cama. Y sin cuestiones repites lo mismo el siguiente día. Así eres feliz,

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María Nicolasa, sin cuestiones innecesarias.

MARÍA NICOLASA. Mamá... ¿qué hago mal?

OBDULIA. ¿Mal?... nada, María Nicolasa

MARÍA NICOLASA. No, algo estoy haciendo mal

OBDULIA. ¿Por qué?

MARÍA NICOLASA. No me siento feliz...

OBDULIA. Eres feliz


MARÍA NICOLASA. No, me siento sola y si las cosas continúan así no podré evitar pensar
en Dios, en el cielo... ¡en más allá del cielo!

OBDULIA. ¡¡Shh!!... María Nicolasa, pronto llegará Bruno


MARÍA NICOLASA. Ya quiero que llegue Bruno.

IV

Son las cinco de la tarde. Es la hora en que a María Nicolasa se le entretiene mirando a
la ventana para que no se cuestione de Dios, ni de nada.

CATARINO. ¡Obdulia! Ábreme la puerta. (Un anciano asomado a la ventana) ¡Niña!,


¿aquí vive Obdulia?... Niña, ¡niña te estoy hablando! Sí, debe ser aquí y tú debes ser la
hija de Obdulia, eres tal y como la describieron: una niña pendeja.

María Nicolasa no dice nada, ella es callada, tímida y avergonzada. La soledad le ha


dejado manías extrañas.

CATARINO. Niña, dile a Obdulia que aquí la busca Catarino Carranza. Anda ve. O

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¿paso?... ¿paso?

Sí algo tenía seguro el mundo no era el día ni la noche, la muerte o el fin del mundo; más
bien era que Catarino Carranza iría al cielo, asistía cada domingo a misa y se confesaba
cada tercer día, como un antídoto contra el infierno. Y ese día estaba allí, frente a la
ventana de Obdulia con una nueva esperanza: hacer una buena obra en su familia.

CATARINO. Bueno. (Se va)

Son las 7.50pm la hora en la que mamá entrará por la puerta

(La madre llega con una caja para gato que tiene una gran tarjeta en la parte de enfrente
que dice: BRUNO)

OBDULIA. María Nicolasa, ¿María Nicolasa? no traje a Bruno, pero traje su casa, mira.
Los gatos persas suben de precio en el mercado, pero pronto tendremos para comprar
uno, ya verás; esta es una casa muy bonita para Bruno ¿ves? “Bruno”¡¿María Nicolasa
en qué piensas?!

MARIA NICOLASA. Existen más Obdulias allá afuera, y más Marías Nicolasas, ¿verdad?

OBDULIA. ¿Más?


MARIA NICOLASA. ¿Quién vende los gatos?


OBDULIA. ¡Mira por la ventana y canta la canción!


MARIA NICOLASA. ¡Quién vende los gatos!?

OBDULIA. Un gato gigante... ¡un gato gigante! ¡Ve a la ventana y canta la canción!,
¡María Nicolasa obedece!... ¡es por tu bien!


MARIA NICOLASA. ¿Quién vende los gatos?, ¡quién vende los gatos! ¿¡Quién vende los
gatos!?

(Obdulia le da una cachetada a María Nicolasa, al mismo tiempo se asoma el anciano

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por la ventana)

CATARINO. Obdulia, disculpa… qué tal... ¿cómo estás?... ¡¿cómo estás, Obdulia?!, voy a
pasar, ¿he? (entra a casa)

(Obdulia toma a María Nicolasa y la avienta hacía un cuarto)

OBDULIA. Apá... ¿sigue vivo?

CATARINO. Sigo vivo, hija

MARIA NICOLASA. (Desde el cuarto) La, la cena de hoy está caliente, lo, los días pasan…

CATARINO. Oye disculpa, ¿tu hija también padece la depresión Carranza? No habla... es
como, como una, una niña inútil ¿verdad?

(Se escucha a María Nicolasa cantando la canción una y otra vez)

OBDULIA. Ella no habla con desconocidos. Es callada, tímida y avergonzada. ¿Qué hace
aquí?

CATARINO. ¿A ver…?

OBDULIA. ¡Apá!, ¿a qué vino?

CATARINO. Obdulia ¡tu madre te necesita!


OBDULIA. ¿Qué le pasa a Constantina Efigenia?

CATARINO. Está a punto de morir desde hace tres años y medio

OBDULIA. Larga agonía


CATARINO. Va a morir


OBDULIA. ¿Cuándo?


CATARINO. Cuando vayas a verla. Obdulia, ve a verla

OBDULIA. ¿Por qué? Cómo se ve

CATARINO. Agónica. Pensábamos que los caminos del señor te regresarían a casa...


OBDULIA. No hable del “señor” en mi casa


CATARINO. Disculpa, olvidé que eras incrédula; pensamos que los caminos de… de ya
sabes quién, te regresarían a casa, y como no llegabas, mandé al coño los caminos de…
de ya sabes quién y le pedí prestado su helicóptero al padrecito Heriberto. Ella sólo
quiere darte algo antes de morir

OBDULIA. No me interesa ningún bien material de Constantina

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CATARINO. ¿Bien material?, no para nada, todas sus joyas y pertenencias personales
pasarán a manos del padrecito Heriberto en cuanto ella fallezca. Tu madre sólo quiere
darte la bendición


OBDULIA. No es mi madre es tu esposa


CATARINO. Está agónica


OBDULIA. Estamos ocupadas


CATARINO. ¿Qué ocupación es tan grande?


OBDULIA. Ahorramos dinero.

CATARINO. ¿Qué?

OBDULIA. Eso nos mantiene en ocupación todo el día. Yo consiguiendo el dinero, María
Nicolasa esperando el dinero que yo consigo, apá, eso es lo que hacemos.

(Catarino tiene una costumbre de aventar su viejo bastón al suelo cuando se enoja, al
momento que grita: ¡Gran pendeja! Pero en esta ocasión su bastón se rompe por la
mitad al caer al suelo)

CATARINO. ¡Gran pendeja! Tenía razón tu madre... no es elegante atravesar el desierto


para buscar a tu hija y pedirle por favor que vaya a ver a su madre. Disculpa Obdulia,
disculpa, sigue tu camino no te culpo (sale) ¡Qué gravedad, que en lugar de que sea el
destino quien venga a buscarte sea yo! Qué grave. Qué grave. ¡Qué gravedad! (Azota la
puerta al salir y después de unos segundos vuelve a tocar) Obdulia, ábreme la puerta.

OBDULIA. Qué quiere

CATARINO. Disculpa Obdulia, ¿podemos regresarte a la Reina Abigail después de que


muera tu madre para que le haga compañía?

OBDULIA. ¿Cómo?


CATARINO. Sólo los gatos se compadecen de la soledad agónica de las personas


OBDULIA. De qué gato hablas


CATARINO. Santa Claust dejó un gato persa para ti en la azotea… ¡Ah!, pero tú ya no
estaba allí, ¡o sea que ese gato es mío!

OBDULIA. ¡O sea que ese gato es mío!

CATARINO. Sí, pero… Obdulia, déjaselo a tu madre está agónica, (se arrodilla) tirada,
desparramada en la cama, toda pálida y chorrienta

OBDULIA. Está bien, levántese, apá, se lo puede quedar

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CATARINO. Gracias, Obdulia, Gracias

OBDULIA. Pero en cuanto Constantina se muera me lo devuelve, ¿eh?

CATARINO. Sí, hija, sí. (Se va)

OBDULIA. ¡Apá!... ¿no que santa Claus no existía?


CATARINO. Eso creímos todos

MARIA NICOLASA. Mamá, pero prométeme que pronto llegará Bruno

OBDULIA. ¡Apá!, ¡Espérenos allí, iremos con usted!

CATARINO. ¿Vas a ir a ver a tu madre?

OBDULIA. Ah, sí. ¿Pero primero me puede dar el gato?

CATARINO. Claro que sí, mija

OBDULIA. María Nicolasa, ¡vámonos!

MARIA NICOLASA. ¿ A dónde vamos, mamá?


OBDULIA. Iremos por Bruno.

MARIA NICOLASA. ¡Bruno!

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SEGUNDA PARTE

CATARINO. Gracias por venir a ver a tu madre, gracias Obdulia, gracias, y disculpa que
interrumpa tus labores cotidianas...


OBDULIA. Sí, sí, sí, pero primero vamos a ver el gato

CATARINO. No, primero vamos a ver a tu madre, Obdulia, no ves que...

OBDULIA. Primero el gato

CATARINO. Pero Obdulia, no ves que….

OBDULIA. ¡El gato!


CATARINO. ¡Tu madre!


OBDULIA. ¡¡¡El gato!!!

CATARINO. ¡Está bien, vamos a ver ese chingado gato!

II

(En medio del escenario una caja azul, empolvada y misteriosa, cerrada con candado)

CATARINO. ... Allí está el gato


MARIA NICOLASA. ¡Bruno!, ¡Bruno, Bruno, sí, sí, ¡sí!

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OBDULIA. ¡María Nicolasa! Eso es no es un gato

MARÍA NICOLASA. …


CATARINO. Sí, es un gato y es persa

OBDULIA. Es una caja


CATARINO. El gato está adentro


MARIA NICOLASA. ¿Hola?


CATARINO. No maúlla, es el único defecto que tenía


OBDULIA. Entonces sáquelo, queremos ver que esté completo


MARIA NICOLASA. Tiene candado


OBDULIA. Puede estar muerto


CATARINO. Cómo muerto, ¡no me chingues! Si lo encerramos allí precisamente por eso,
nos comentaban que esta gata ya perdió seis de sus siete vidas: se cayó del trineo de
Santa Claust, tuvo dos abortos, un desgarre muscular y dos desbarrancadas del trineo
de Santa Claust. Una muerte más y se nos muere la Reina Abigail

MARIA NICOLASA. Mi gata no se llama Reina Abigail. Se llama Bruno


CATARINO. Ah, de hecho, se llama Reina Abigail Teresa Jesusa Petra Teresa Petra Teresa
Bruno

OBDULIA. Ajá, ¿Quién le puso así?


CATARINO. Santa Claust le dejó está etiqueta: “REINA ABIGAIL TERESA JESUSA PETRA
TERESA BRUNO, Destino: Bosques de Goro Gori, Colonia: Gori, lote 3, junto a los
negocios de Gori, descripción específica de la casa: casa de ladrillos goriados”

MARÍA NICOLASA. Sí, sí, sí, sí, mamá si cabe en la casa, está hecha especialmente para
Bruno, y es azul como el color del cielo (Metiendo la caja de candado a la casa para gato)

CATARINO. No se hable más vámonos a ver a tu madre

OBDULIA. ¡Un momento! Cómo nos compruebas que lo dejó santa Claus, quizá lo
compraste tú en alguna tienducha, qué tal que es un gato persa pirata; María Nicolasa
necesita compañía de calidad y los gatos piratas no hacen la misma compañía que un
gato persa original

(Catarino sale y
María Nicolasa comienza a jalar la caja de candado por un cordón que
sale de uno de sus extremos y da la imagen de un gato paseado por su amo)

CATARINO. Aquí está


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OBDULIA. Qué es.


CATARINO. Tu madre y yo también estábamos incrédulos con este asunto de santa


Claust, entonces fuimos a la comisaría. Estos documentos comprueban que el gato venía
con las huellas dáctiles de santa Claus, aquí firma el comisario de...


OBDULIA. ¿Y qué nos comprueba que estos documentos son fidedignos?

CATARINO. ¡¡Gran pendeja!!, Obdulia. ¿Qué más quieres que haga para que te
compruebe?, ¿qué te lleve al Polo Norte para que le preguntes a Santa Claust en persona
te diga si él mismo dejó este gato en la azotea...?

(silencio)

CATARINO. Ay, ¡no me chingues!

III

(Los tres personajes muy abrigados sobre las nieves del Polo Norte)

CATARINO. (Leyendo un papel) “Privada de Santa Claust”

OBDULIA. Hacía el Sur


MARIA NICOLASA. Hacía el Oeste

CATARINO. ¿Pues hacía el norte, no?

(Los personajes después de tanto caminar)

OBDULIA. Les dije que era hacía el Sur

CATARINO. Disculpa Obdulia, ¡disculpa!

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(Los personajes después de tanto buscar)

MARIA NICOLASA. Pues... hacía el Oeste, ¿no?

CATARINO. Haber, niña, saca el mapa, ¡ándale!, bien y quién va a buscar la casa de Santa
Claust… ¡Ah! Todo yo.

(Catarino comienza a buscar la casa de Santa Claus durante mucho tiempo)

CATARINO. (Después de no encontrar)¡Ya dejen de verme, qué quieren que haga, no la


encuentro! Oigan… Allá va una mujer... ¡Miren!, ¡estamos salvados! Haber niña, ya
guarda ese mapa, yo no sé ni por qué lo sacaste, chingados mapas, ni siquiera sirven y
ve a preguntarle a aquella mujer hacia donde es la casa de santa Claust: Si hacia el norte
o hacia el sur. ¡Ah! y por ahí le preguntas hacía donde es el norte y hacía donde es el sur

OBDULIA. María Nicolasa no habla con desconocidos, es callada, tímida y avergonzada

CATARINO. Ah, ¡disculpa!

CATARINO. Ey, amiga, disculpa, qué tal ¿cómo estás...? ¿Tú sabes cómo llegar a la casa
de Santa Claust?, nos dijeron que es por aquí...

MUJER. ¿What?


CATARINO. Nos dijeron que santa Claus vive por aquí, estamos buscando su casa... ¿será
hacia el norte o sur?

MUJER. I dont speak spanish...


CATARINO. No, no, ¡Que si Santa Claus vive hacia el norte o hacia el sur!

MUJER. Oh, I don’t understand you...


CATARINO. ¡Ay, gran pendeja que estamos buscando la casa de Santa Claust, es hacía el
norte o hacía el sur!

MUJER. ¡¡¡I dont fuck speak spanish!!!

CATARINO. Entendí, eso de “fuck you” ¡Lo entendí, ¡¡gran pendeja!! (se escucha como
lanza nuevamente su bastón al suelo y dice: ¡no!, ¡otra vez no!)

MUJER. Oh, oh.

(Sale Catarino con la cuarta parte de su bastón, agachado más de lo normal y con el
gorro desaliñado; con rostro aparentemente sereno)

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CATARINO. ¡YA VEN! ¡Les dije que era hacia el Norte!

IV

(Perdidos en medio de la nieve y del frío)

OBDULIA. Um, creo que es allá


CATARINO. Habrá que acercarse, ¿Quién va?


OBDULIA. Yo


MARIA NICOLASA. Yo voy contigo, mamá


OBDULIA. ¡¡¡No!!! María Nicolasa, puede ser muy peligroso, tú te quedas aquí. Apá
acompáñeme

CATARINO. ¡No!, yo me quedo con esta niña
(silencio)
Ella es callada, tímida…


estúpida, inútil y avergonzada... podría pasarle algo
(Obdulia se va)


MARIA NICOLASA. ¡Bruno!... ¡Bruno! Ven acá, es por tu bien (le da unas nalgadas) no
debes alejarte, te gusta comer y te gusta saltar, ya sé que te gusta, sí, sí, sí, pero las
mujeres y las gatas de la familia Carranza heredan la depresión, por eso las mujeres y las
gatas de la familia Carranza necesitamos específicos labores del hogar y una casa con
ventanas para distraernos. Pero si a pesar de eso quieres correr y saltar, mirar por los
hoyitos de tu caja... canta esta canción: La, la cena de hoy está caliente, lo, los días pasan,
no, no detendré el agua, pero no caerán las hojas esta mañana. La, la cena de hoy está
caliente…

CATARINO. Oye, disculpa, ¿podrías dejar de cantar?


MARÍA NICOLASA. (Niega con la cabeza) Lo, los días pasan, no, no detendré el agua pero
no…

CATARINO. Por lo menos, ¿podrías cantar otra canción?


MARIA NICOLASA. ¿Otra canción? No me sé otra canción

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CATARINO. ¿No sabes otra canción, niña pendeja?

MARIA NICOLASA. ¿Apoco hay más canciones?


CATARINO. ¿De verdad no te sabes otra canción?

MARÍA NICOLASA. No

CATARINO. Por el amor de Dios

OBDULIA. Oigan, no era la casa de Santa Claus, era la de Rodolfo el Reno; la de Santa
Claus queda derecho doblando a la...


CATARINO. A ver, tú ¿cuántas canciones le has enseñado a esta niña?


OBDULIA. Una


CATARINO. ¿una?


OBDULIA. Si


CATARINO. ¡¿Una?!, qué yo a ti sólo te enseñé una cuando eras niña o ¡qué!


OBDULIA. Es para que María Nicolasa no comience a cuestionar las letras de...


CATARINO. ¡Cuestionar!, ¡siempre preocupándose por cuestionar y cuestionar! (A


María Nicolasa) A ver, niña, ¿Te has preguntado cosas?, ¿te has cuestionado cosas?, ¿has
inquirido dudas? (la niña ha contestado que sí) ¿ves?... ¡se ha preguntado cosas! ¡Gran
Pendeja! Tu método educativo no está funcionando para nada. Haber, ¿qué canciones
te enseñé cuando eras niña?


OBDULIA. Ah, pues Huitzi araña... Los elefantes, Los hipopótamos, Las brujas.... las del
disco de Barny, las de...


CATARINO. ¡Pues, se la enseñas ahora mismo!

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V

(Los personajes cantan y bailan una coreografía que prepararon para la canción. María
Nicolasa entusiasmada canta velozmente, Catarino se mueve con ritmo torpe, pero
sonríe, Obdulia simplemente canta y espera el momento en que este absurdo momento
concluya)

TODOS. “... ¡Seis elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña como veían que
resistían fueron a llamar a otro elefante, siete elefantes se columpiaban sobre la tela de
una araña como veían que resistían fueron a llamar a otro elefante..."


(Poco a poco Obdulia es contagiada por la emoción de los otros dos y sin querer la
efusividad se apodera de ella)

OBDULIA. (Completamente alocada con la canción) ¡¡¡Treinta y cuatro elefantes se


columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistían fueron a…!!! (Obdulia
se queda callada enrojecida, los otros dos la miran incómodos. Las risas se comienzan a
escuchar por debajo de las bufandas, poco a poco suben de volumen, hasta que ninguno
de los tres aguanta más y los vemos torcerse en carcajadas hasta que llegan al punto
álgido y Obdulia guarda rotundo silencio)

OBDULIA. ¡¡YA!!, continuemos.

VI

(Anciano y nieta esperan a Obdulia, matan el tiempo jugando pulgares o algún juego en
el que el abuelo siempre quiere ganar. La niña emocionada intenta abrazarlo y él la retira
incomodo unas tres veces hasta que la tira al suelo).

OBDULIA. … Oigan, oigan, oigan. Sí. ¡¡¡Es la casa de Santa Claus!!! (Obdulia se desmaya,
María Nicolasa la recuesta en sus pierna y el anciano le da un golpe a la mujer que la
hace regresar en sí)…pero ahora solo estaba Romeo

CATARINO. ¿Romeo?, ¿y quién es Romeo?

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OBDULIA. Un pingüino, dice que se llama Romeo; pero me informó que Santa Claus está
de vacaciones


CATARINO. Um... y ¿no te dijo cuándo regresará?


OBDULIA. Um, no, pero Romeo me comentó que recuerda perfectamente cómo hace
dieciocho años entregaron una gata persa a los Bosques de Gori Gori pero se les cayó
del trineo y la gata tuvo un desgarre muscular y dos abortos
y… ¡Un momento!... ¿un
pingüino me habló?

CATARINO. ¿Ves?... más que suficiente, tienes un pingüino de testigo


OBDULIA. ¡Pero…! ¿creeremos en las palabras de un pingüino?


CATARINO. Tienes razón. ¡Hey! Romeo, disculpa, un último favor... (Catarino sale en
busca de Romeo y vuelve segundos después con el libro más grueso que alguien se
pueda imaginar, completamente polvoso)

CATARINO. Aquí está: “23 de diciembre de 1945. Obdulia Carranza. Bosques de Gori
Gori. REGALO NAVIDEÑO: GATO PERSA, ENTREGADO. FIRMA SANTA CLAUS PEREZ
GONZALES” ¿ya, contenta? Gracias Romeo (le regresa el libro a un pingüino que sale a
recibirlo) Ahora, vámonos

MARÍA NICOLASA. ¿Entonces Santa Claus si existe, mamá?

OBDULIA. … ¡¡¡No!!!

CATARINO. ¡Incrédula!

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FINAL

Y los mundos convergen en el silencio de una casa.
El polvo de la oscuridad. El sol


elegante se rehúsa a pasar a la casa de ladrillos, Tímido y enrojecido se queda afuera a
las cinco de tarde; trata de esfumarse con educación en el horizonte.
Es la depresión. La
que hace que el tiempo en la casa de ladrillos vaya más lento, mientras afuera son las
cinco. En la casa de ladrillos apenas son las tres.
Y los mundos convergen en el silencio
de una casa.

Olor a sebo en los cabellos. Veinte kilos menos. Mal aliento por vómitos. Ano seco por
insuficiencia renal. Sudor en la axila.

(Los tres personajes anteriores entran silenciosamente a la recamara de la agónica


Constantina. María Nicolasa lleva vendados los ojos y los oídos tapados con sus propias
manos y Obdulia la dirige hacía una orilla alejada de la cama donde yace Constantina. La
anciana se retuerce en la cama porque le duelen sus pensamientos.)

CONSTANTINA EFIGENIA. Uno, dos, tres... ¡no, por favor!... uno, dos, tres... ¡no por
favor!

OBDULIA. ... ¿María Nicola, te tocará verme así algún día?

(Constantina escucha a Obdulia e intenta incorporar su cabeza con ayuda de Catarino)


CONSTANTINA EFIGENIA. ¡Obdulia!... llegaste, me estoy muriendo ¡y mira! tú ya eres


toda una mujer. ¿Ves, viejo estúpido, cómo Obdulia llegó a la casa hoy por obra y gracia
de Dios?

OBDULIA. Aquí estoy... por obra de Dios

CONSTANTINA EFIGENIA. ¿Lo ves?, ¡gran pendejo!, ¡y tú que querías ir por ella y no sé
qué! Pero deshonrados son los que no creen en los caminos del señor: ¡morirán!,
morirán, porque, Obdulia, no es broma


OBDULIA. ¿No es broma?


CONSTANTINA EFIGENIA. Los segundos pasan y no es broma; cada tres segundos que
pasan estamos más cerca de la muerte, mira: uno, dos, tres, ¡estamos más cerca!... uno,
dos, tres ¡seis segundos más cerca!, ¡uno, dos, tres... nueve segundos más cerca!...

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OBDULIA. ¡Amá, tranquilícese! estamos aquí su nieta y yo para…


CONSTANTINA EFIGENIA. ¡¿Mi nieta?! ¿La niña pendeja de la que tanto se habla?


OBDULIA. Sí, María Nicolasa

CONSTANTINA EFIGENIA. ¿María Nicolasa?, pero por qué le pusiste ese nombre tan
feo... le hubieras puesto, no sé, Dayana Natasha o…

OBDULIA. Ese nombre me gustó


CONSTANTINA EFIGENIA. Bueno y ¿Cuántos años tiene Dayana Natasha?... ¡¿Qué?!...


¿no le puedo decir así?

OBDULIA. María Nicolasa tiene catorce

CONSTANTINA EFIGENIA. ¿Catorce?, Un momento ¿pero cuánto tiempo llevo tirada en


esta cama?

CATARINO. Depende, deprimida nueve años... y agónica: tres años y medio

CONSTANTINA EFIGENIA. ¡Pero qué asco! En ese tiempo pude haber terminado una
licenciatura en Derecho fiscal

OBDULIA. ¡Ama!

CONSTANTINA EFIGENIA. ¡Deja mirar a Dayana Natasha!

OBDULIA. No, ama... no quiero que comience a pensar en...

CONSTANTINA EFIGENIA. ¡Destápale los ojos a Dayana Natasha! (La anciana se


incorpora torpemente con ayuda de Catarino a quién le arrebata su bastón ahora entero
después de tanto romperse y le dice: “Oye, ese es mi bastón, seguro rompiste el tuyo
¡verdad!... ay, gran pendejo”) ¡Destápale los oídos! Escuchen ese sonido.

MARIA NICOLASA. Son los segundos, ¿verdad, mamá?

CONSTANTINA EFIGENIA. ¡¡¡¡¡¡Son los segundos que te acercan a la muerte!!!!!!, pero…


también son los segundos que pierdes cuestionándote cosas estúpidas. Estuve en este
lugar sólo para entender lo mismo del principio: Somos tan solo efímeros y débiles seres
humanos; la vida está hecha para nunca darte respuestas ¡entonces para qué jodidos
me atormento! Pero un día ¡un día! Dios se burlará de mí en mi cara, me dirá que soy
una gran pendeja, hasta nos haremos amigos, ¡ y brindaremos con champagne!

OBDULIA. ¡¡Ama!!


CONSTANTINA EFIGENIA. Disculpa, Obdulia, Disculpa. Lástima que haya entendido todo
esto demasiado tarde. Ahora lo único que me quede por hacer en la vida es darte la
bendición: en el nombre del padre, del hijo… besito. Dios te bendiga, hija; y a ti también,
niña pendeja. (Se acerca a Catarino, le regresa el bastón que momentos antes le

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arrebató y le dice: “Toma, te lo presto, pero cuando te mueras me lo devuelves, ¿eh?...
mi viejo – ella se acerca lentamente al anciano para darle un último, largo, profundo y
amargo beso pero antes de que su arrugada boca repose en las del anciano, ella lo
avienta y dice: ¡mamadas!- ) Sólo espero que Dios perdone mi deprimida y desabrida
existencia. (Constantina cae en la cama y muere trágicamente)

Después de la muerte de Constantina Efigenia, Silencio, silencio y ¡más silencio!

MARIA NICOLASA. ¿Mamá, tú también te vas a morir como Terry y Luis?

OBDULIA. Este...


CATARINO. Sí... también

OBDULIA. Oye, pero tú también

CONSTANTINA EFIGENIA. ¡Pero tú también!

OBDULIA. Pero hasta María Nicolasa también…

CATARINO. No te preocupes hija, la muerte es de todos, no es mal de un solo hombre

OBDULIA. …Bien, María Nicolasa, hora de irse, van a dar las doce y hace días que no
miras por la ventana (sale)

MARIA NICOLASA. Adiós... abuelito

OBDULIA. (Vuelve) Adiós, apá, eh, Feliz navidad (Lo abraza)

CATARINO. Pero, si es... agosto

OBDULIA. Me faltó decirlo cuando me fui de casa... hace años (vuelve a irse pero antes
de llegar a la puerta es detenida por la voz de Catarino)

CATARINO. Feliz Navidad, Duli...

CATARINO. “Mi pequeña Duli, Duli, Duli... ¡Obdulita!...." (le canta, recordando la niñez
de Obdulia)

MARIA NICOLASA. Mamá, ¡mamá! ¡ya sé qué podemos hacer cuando lleguemos a casa
¡podemos ordeñar a Bruno! su leche nos dará siete vidas, como él; entonces, mamá, ya
no tendrás que preocuparte por pensar en la muerte o no, y así podremos salir ¿sí?,
volver a ir al Polo Norte, cantar más canciones, venir a la casa de ladrillos a ver al abuelito
¿sí, mamá?

(Un profundo silencio)

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OBDULIA. Apá, ¿desde cuándo no limpian la casa de ladrillos?

CATARINO. Desde hace nueve años...

(Un silencio aún más profundo)

OBDULIA. Apá, le vamos a poner una ropa muy bonita a Constantina, para enterrarla
con mariachis y flores. Mientras yo iré quitando estas telarañas, limpiaré las esquinas,
pintaremos de colores vivos, pondremos floreros y cuadros pintorescos… y en esta
pared: ¡abriremos una gran ventana! ¡Ah, María Nicolasa! Ya saquen ese gato de la caja,
sáquenlo a pasear, que disfrute su última vida, mejor que se muera de un infarto
corriendo a que se esté asfixiando allí, y si se muere… pues le pedimos otros a Santa
Claus. Apá, ¡quítele el candado ya!

CATARINO. Sí, mija

MARIA NICOLASA. ¡Bruno! ¡sí, sí, sí!

(El anciano comienza a quitar la llave del gran candado que pende de la caja azul a la
que llaman Bruno, un gato está adentro y María Nicolasa y Catarino le sonríen mientras
se hace el OSCURO)

FIN

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