QUE ES UN DISPOSITIVO Compulsiones Alimentacion Donghi

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¿QUE ES UN DISPOSITIVO?

Dispositivos en compulsiones ligadas a la alimentación 


ALICIA DONGHI

Introducción
 Desde el marco institucional de un Centro dedicado a las problemáticas del
consumo *, comparto la dirección, llevando adelante distintos tratamientos, cuya eficacia
clínica depende, en gran parte, a la atención dada al montaje de dispositivos de contención
ambulatoria. Nacidos, en principio, de apegos transferenciales que dificultaban la
derivación a otros establecimientos asistenciales y de la convicción que solo da la
experiencia: La importancia del mantenimiento de “los pocos o muchos lazos sociales ya
transitados” en la corta o larga vida de un sujeto, como estrategia de tratamiento tomando a
la familia y entorno como pilar de su eficacia. Además, estos dispositivos en red se fueron
perfilando como alternativa a la institucionalización crónica como única respuesta al
tratamiento de estas problemáticas, teniendo como eje las practicas compartidas en una
interdisciplina novedosa, partiendo del rescate de la singularidad y subjetividad de cada
caso y contexto de situación. Una formalización más estricta asegura el porvenir de este
enfoque como la dignidad de su existencia.
En esta época que nos toca vivir, se constata la difusión epidémica de compulsiones
arraigadas en la alimentación o derivados: conductas purgativas de todo tipo que el
mercado también ofrece listos para consumir (sofisticados gimnasios, anabólicos, dietas de
todo tipo, etc) o en su extremo ideologías insulsas: la new age que reduce la alimentación a
un puro tratamiento del cuerpo que parece anular el plus de goce que todo acto de comer
acarrea. Nuestro moderno superyo no nos deja tomarnos el trabajo de construir un síntoma,
y cada día aparecen más hombres y mujeres que llevan el nombre del tratamiento que
realizan sobre sus cuerpos, en estrecha relación con un producto que rodea nuestras vidas
en forma periódica: los alimentos (anorexias, bulimias, sobrepeso, obesidad, vigorexia ,etc)
Llegan, o son traídos, cotidianamente a la consulta por ese consumo o el de sus allegados.
Categoría clínica confusa y compleja la de las compulsiones, ya que agrupa diversas
subjetividades bajo el rasgo uniformizante de la ingesta, a riesgo de desconocer la
heterogénea singularidad, poniendo cínicamente el acento en aquello que se quiere
erradicar, haciéndolo consistir. ¿Qué podemos proponerles cuando llegan a nuestros
dispositivos? En principio, un diagnóstico que pueda distinguir: una adolescente que
experimenta con recetas purgativas de cómo mantener su cuerpo esbelto, para seducir a su
compañero de turno en franco lazo con el Otro, de una joven que se encierra a comer y
vomitar autísticamente en su habitación que le queda grande por la muerte de su única
hermana gemela, de aquella que ocasionalmente pierde el apetito en los principios de un
duelo. También poder diferenciar una paciente que se estabiliza con rituales, perversos tan
solo en apariencia, pero que revelan la necesariedad de ver sus huesos como ultima
consistencia frente al agujero de su psicosis mas que horrorizar a su entorno, de otro que lo
hace bajo un comportamiento delirante de envenenamiento que lo lleva a una anorexia
severa pero controlada, de otros candidatos a una muerte cierta cuando tan solo el suero
conecta con algo de la vida. También evaluar, las situaciones reiteradas de riesgo que el
exceso o la restricción puedan producir. Ya que un tratamiento puede ser, la apertura al
despliegue de una pregunta o la confirmación de la alineación en un ser por no ser. La
*
AAbra, Centro en problematicas del consumo. www.aabra.com.ar
respuesta que se ofrezca como posición, en un tratamiento, constituye ya una forma de
considerar el problema. No se trata de técnicas, se trata de una posición ética. Quizás para
el psicoanálisis de nuestro tiempo el ofrecimiento consiste en posibilitar que cada sujeto
pueda, a lo largo de una cura, ni más ni menos que volver a decidir acerca de su goce.
Poder decidir de nuevo, con otro tipo de libertad, después que uno está advertido sobre las
condiciones en que “eso” gozaba. Porque al fin y al cabo, ¿de qué nos podemos hacer
responsables sino de nuestra posición de goce? En ese sentido, a veces los dispositivos
ocupan el lugar que otrora ocuparan las entrevistas preliminares a la entrada de un análisis,
entendido como trabajo de implicación subjetiva.
Algunas consideraciones puede que sean provisorias, ligadas a las formas singulares
y contingentes de nuestras intervenciones, que intentan producir efectos en situaciones
igualmente singulares y de precaria subjetividad, siendo esta ultima siempre un punto de
llegada más que de partida. Esto implica una posición ética, más allá del discurso del Amo,
donde el dispositivo termina siendo una herramienta del tratamiento y no de tal o cual
demanda, provenga esta del entorno familiar, social o cultural.
 
El trípode: diagnóstico situacional – dispositivo - tratamiento

Decimos con nuestro colega Franco Ingrassia: “No hay una ligazón necesaria entre
el psicoanálisis y el dispositivo de tratamiento de las neurosis inventado por Freud. Esto es
argumentable tanto teórica como históricamente. Cada mutación del dispositivo analítico
originario (hipnosis, sugestión, talking cure, etc.) produjo una resingularización de la
teoría psicoanalítica y viceversa. Además el abordaje de nuevas problemáticas ( el trabajo
con niños, psicóticos, adictos, anoréxicos, bulímicos, hipocondríacos, en practicas
comunitarias) implicó la invención de nuevos dispositivos o la mutación de los
preexistentes. El psicoanálisis entonces, no es “un método de tratamiento”ni una “teoría”
sino un discurso. Un discurso no es lo que se dice. No remite unívocamente al orden del
habla. Un discurso es lo que hace consistir a determinado tipo de lazo social. El tipo de
lazo social que el psicoanálisis apuesta a hacer consistente es el lazo social por- venir. Un
lazo social que nunca nos preexiste, que debe ser inventado. Un discurso puede
desplegarse en distintas prácticas. La condición es que apuesten a hacer consistente un
mismo tipo de lazo social (...). La singularidad de una práctica solo puede emerger al ser
situada entre otras.”(1)
Se particulariza una relación no-jerárquica entre las diversas prácticas de discurso.
En lugar de una cadena de comando, un sistema de relevos. En vez de una estructura
arborescente, en donde el tratamiento psicoanalítico individual ocupe el lugar “ideal” con
respecto a las otras practicas de discurso (que no serian psicoanálisis “en el sentido
estricto”) una organización transversal de interpenetración discursiva. Prácticas como el
acompañamiento terapéutico, la medicación, los controles nutricionales y la consulta
endocrinológica o el tratamiento familiar, los grupos terapéuticos y talleres de reflexión, así
como las reuniones de equipo pueden ser leídas como recursos para la fundamentación
desde el discurso analítico como lazo social.
El trabajo de formalización, entonces, no es prescriptivo ( no dice lo que hay que
hacer) sino retroactivo (piensa lo que ya hicimos) y es la construcción / deconstrucción
permanente de una caja de herramientas para extraer recursos de los que podamos disponer
en el futuro. ¿Cuáles serian las herramientas? En nuestra experiencia, la repetición deviene
insistencias que atraviesan las diversas prácticas. Estas insistencias, articuladoras de las
experiencias, se inscriben como dispositivo, matriz, red, en suma S1 del dispositivo.
La constitución misma del dispositivo funda un campo de intervención. Continua
Ingrassia: “ La constitución de un dispositivo nos permite pasar del pensamiento de la
practica a una practica del pensamiento. El pensamiento no es entendido aquí, como algo
mental o teórico, sino como la experiencia misma que se inaugura con el encuentro entre
un problema (o campo de intervención) y el deseo de transformarlo (que nomina
retroactivamente – es decir, como `siempre ya ahí´- al problema en tanto problema)” Se
trata entonces, de las insistencias de este deseo de transformar el problema. En ese sentido,
cada práctica forma parte del dispositivo y habita también la situación en la que interviene.
Cada entrevista individual o vincular- familiar, cada situación de acompañamiento o
cualquier reunión grupal (si se estableciese), son los modos singulares en los que el campo
de intervención se va configurando. El dispositivo como esqueleto estructural participa
más del registro simbólico, las escenas o situaciones al nivel “de lo que se presenta”
configuran la matriz imaginaria de lo real que se pone en juego. El dispositivo es la
estructura, pero no del todo. Ni se trata que la estructura no diga nada de la situación, ni que
lo diga todo, la dice no-toda en el mejor de los casos.
 
Presentación de dispositivos
 
Un dispositivo es el implementado con una joven de 21 años, cuyos padres solicitan
con urgencia una consulta, refiriendo que su hija padece anorexia, y que quieren internarla
en un establecimiento público para su recuperación. Desde los 15 años viene realizando
tratamientos psicológicos y psiquiátricos vía obra social, abandonándolos todos por
supuesta ineficacia. Nos encontramos, en la primera entrevista, con padres con signos de
obesidad y la “anoréxica” en cuestión, era una chica de apariencia normal más robusta que
delgada, encuadrándose su dieta dentro de los parámetros normales en estas épocas. Decires
tales como “come tan poco que tenemos miedo que se muera” nos alertaron sobre un
posible desplazamiento. El despliegue de la trama discursiva familiar nos reveló el
verdadero drama: La madre de la paciente había padecido un cáncer que le había
significado la extirpación de ambas mamas 5 años antes, realizándose desde entonces a la
fecha 19 cirugías plásticas con diferentes implantaciones de prótesis, siendo casi un hobby
la visita quincenal al cirujano. El padre también refiere múltiples problemas físicos, entre
ellos un infarto reciente. Paralelamente, contratransferencialmente, la verborragia del grupo
familiar, el hablar sin pausa, parecía una mostración del atracón oculto: devorando sin
degustar, hablando sin escuchar ni escucharse, atragantándose. El aparente rechazo al
alimento por parte de A. se presentaba entonces como una defensa frente a esta intrusión
masiva del Otro.
Decidimos implementar, en un principio, un dispositivo de atención individual,
entrevistas de familia, y una acompañante terapéutica a horas muy puntuales en la noche,
debido a que en las entrevistas individuales surgió una angustia nocturna, mas
precisamente entre las 12 y las 3 de la mañana que la precipitaban a ocultar en la soledad de
la noche sus atracones, vividos con mucho sufrimiento y que la llevaban a un insomnio
pertinaz con automedicación incluida. Su rechazo se revela, también, en ataques histéricos
a la hora de tener relaciones sexuales argumentando un terror a embarazarse, a pesar de
tomar recaudos obsesivos frente a la cuestión. Nuevamente la invasión de la demanda del
Otro llega a resultarle embarazosa. Se comporta en forma inversa a su madre, ya que ella no
soporta la injerencia de nada en su cuerpo, ni alimento, ni penetración (real o virtual),
siendo el asco un ingrediente permanente. La consulta prevista con el nutricionista nunca
llego a producirse. Fue crucial la inclusión del dispositivo del acompañamiento terapéutico
ya que, del atracón autoerótico (replica del atiborramiento familiar y su descarga) con la
presencia real de un otro diferente, permitió el pasaje a un goce donde podía ahorrarse esa
intrusión del Otro: un chateo placentero casi indiscriminado con anónimos masculinos, ante
los cuales reproducía la posición anoréxica rechazando sus propuestas de conocerla, pero
sin sufrimiento. Virtualidad que, al instalar un intervalo significante y un “como si”,
ayudó a la puesta en forma de una pregunta por la mujer, suspendida a los 15 años cuando
el real de la muerte se asoció a la feminidad de la mano del cáncer y el bisturí, respuestas
renegatorias en el Otro que solo podían rechazarse.

M. de 48 años llega a la consulta al Centro tras tres situaciones contundentes que lo


arrancaron de la pura alienación, de esa reverencia extrema a la demanda del Otro:
1)No puede ingresar por su perímetro en cámaras subterráneas,
peligrando su tarea de supervisor de una empresa de electricidad.
2)La hiperventilación de su apnea lo lleva a dormirse conduciendo su
automóvil y choco contra un árbol en una oportunidad
3) Ya no encuentra posición para tener relaciones sexuales.
Luego y por ultimo la segregación se perfila sin apelación:
4)No puede pesarse en las balanzas publicas, solicitando antes de
terminar el diagnostico situacional, la derivación a la nutricionista “para
poder pesarse” ¿Quizás que el calculo o la medida vuelvan a su vida?

El dispositivo de tratamiento se sostuvo en el trípode: entrevistas individuales casi


diarias, consultas psiquiátricas y controles medico - nutricionales periódicos. Para
preservarlo del riesgo de perder la identidad imaginaria que la expansión de su cuerpo le
podría haber proporcionado, la dirección del dispositivo tanto medico como analítico
mantuvo el eje de un adelgazamiento paulatino que permitiera ir trabajando por vía de la
palabra la perdida de “la asfixia”, literal sofocamiento por el peso de su propio cuerpo,
obscenamente mostrada en su apnea, así como la perdida de grasa corporal que podría
funcionar como una operación de separación del Otro de la demanda. De hecho el
incremento de peso (que transformo a su obesidad en mórbida) se produce 4 años atrás,
ante la demanda de su pareja (Che vuoi?estragante), de un mayor compromiso en términos
de una convivencia que incluía a las hijas de su pareja pero de otro matrimonio. El refugio
en la gordura le sirvió de escudo ante la pregunta de ¿Qué es un padre? y la pregunta por
la mujer y para poder poner fin a esa relación, ya que su partenaire le había advertido que
de seguir engordando ella no continuaría con el proyecto. Se mantiene del lado de su padre
real, con el cual vive en la misma casa de la infancia, identificado a su madre muerta hace
ya muchos años, a la cual dice parecerse en el trato descalificante hacia su padre. “Eso me
hace sentir culpable, ya esta viejo”
Y aunque se separo de esta pareja y de la angustia que le aportaba, el duelo se
infinitizó en su engordar desenfrenado. Al poco tiempo de ponerse en marcha el dispositivo
de tratamiento, la perdida de goce no demoro en llegar: “Durante años no sentí hambre,
comía todo el tiempo. Es un descubrimiento agradable volver a sentir ganas…de comer”
Se le subraya: “ganas”. Un recuerdo esclarece su posición subjetiva: “De chico me iba
bien en el colegio, mi madre creía que era superdotado…”Se le subraya la palabra y el
advierte el doble sentido de la misma. Entrada en análisis y en un “régimen” para la
pulsion: vuelve a pesarse en balanzas comunes, el insomnio pertinaz por apnea se espacia,
retoma su vida sexual, etc . La continuidad de la apuesta a la palabra produjo la puesta en
forma de su estrategia ante el Deseo del Otro, perfilada en su infancia: Su propio cuerpo
obeso como muro construido contra el deseo incestuoso materno ( deslizado esta vez a otra
“madre” como desencadenante de su compulsión a comer de la infancia). La eficacia en
acto fue privilegiar el dispositivo analítico, por sobre las otras practicas (en términos de casi
cotidianeidad), pero sirviéndose de ellas, esto es garantizar que el cuerpo lleno, todo, el de
los cuidados se ponga a resguardo medico, para que no interfiera la operación analítica de
perdida de goce.

Referencias bibliográficas
 
Ingrassia, F., “Intervenir en situación. El acompañamiento terapeútico como practica de
discurso”, Eficacia clínica del acompañamiento terapeútico, pag.62, Comp: Pulice, G.,
Rossi, G., Manson, F. y otros, Ed. Polemos, Bs As, 2002
Donghi, A.: “Las impulsiones y sus destinos”, Variantes de la consulta ambulatoria.
JVEdiciones, Bs As, 2000.
Donghi, A., Innovaciones de la practica. Dispositivos clínicos en el tratamiento de las
adicciones, JCEdiciones, Bs As, 2006
 
 
 
 
 
 

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