0.5 The Demon in The Wood - Leigh Bardugo
0.5 The Demon in The Wood - Leigh Bardugo
0.5 The Demon in The Wood - Leigh Bardugo
LEIGH BARDUGO
Para los lectores… gracias por desear saber más.
—¿Cuántos había, Eryk?
Era la voz de un desconocido, diciendo el nombre de un
desconocido. Pero entre la neblina de dolor, él recordó. Su
madre le había dado su nuevo nombre en el camino de ascenso
a la montaña, mientras el viento soplaba desde la gruta,
agitando las agujas de pino. «Los norteños querrán llamarte
Eryk», le había dicho. Se había levantado las pieles sobre las
orejas y pensado: «No querrán llamarme de ningún modo.»
Consiguió abrir un ojo. Podía sentir la costra de sangre tirando
de su párpado. El otro debía estar demasiado hinchado.
¿Alguien le había roto la nariz? No podía recordarlo.
Yacía sobre una camilla. Dos hombres estaban inclinados
sobre él, y deseaban respuestas.
—¿Cuántos? —preguntó el hombre de la barba rojiza dorada,
el Ulle.
—Seis —consiguió decir—. Tal vez siete.
El otro hombre se inclinó más cerca. Eryk sólo había visto al
padre de Annika desde lejos, pero lo reconoció bastante bien
ahora… su cabello casi blanco como el de ella, sus ojos del
mismo azul brillante. —¿Fjerdanos o ravkanos?
—Hablaban ravkano —croó. Su garganta estaba en carne viva.
«Porque estaba gritando cuando me hundieron.»
—Suficiente. —La voz de su madre, fría y dura como
diamante.
«Madraya». Le avergonzó el alivió que lo recorrió. «No eres
un niño,» se dijo a sí mismo. Pero se sentía como uno,
yaciendo allí con ropa mojada; frío e indefenso.
Eryk se forzó a girar la cabeza para poder verla. Su cráneo
palpitó con un ritmo rojo, cada punzada profundizaba el dolor
en esquirlas dentadas. Parpadeó para intentar apartarlo.
El rostro de su madre estaba arrugado de preocupación, pero
también reconoció la mirada vigilante de sus ojos. Ellos eran
los recién llegados—siempre eran los recién llegados—, y
cuando las cosas se tornaban mal, eran las personas más
fáciles de culpar.
—Necesitamos evacuar el campamento —dijo el padre de
Annika—. Si encontraron a los niños anoche… —Su voz se
quebró.
—No iremos a ningún lado —gruñó el Ulle—. Arrasaremos
ese pueblo y tomaremos diez de sus niños por cada uno de los
nuestros.
—No tenemos los soldados para un ataque. Debemos ser
precavidos…
La voz del Ulle raspó como una espada sacada de su vaina. —
Mi hijo está muerto. Igual que tu hija. Mi precaución pereció
con ellos.
—¿En principio, qué estaban haciendo allí fuera, Eryk? —
preguntó el padre de Annika miserablemente.
—Nadando. —Sabía lo tonto que sonaba.
El Ulle apuntó un dedo furioso en su dirección. —Nunca
debieron haber dejado el campamento después del anochecer.
—Lo sé —murmuró Eryk—. Sólo estábamos… sólo
queríamos… —Encontró los ojos de su madre y tuvo que
apartar la mirada, la vergüenza era demasiada.
—Estaban siendo niños —dijo ella.
El Ulle se giró hacia ella. —Si vamos a organizar un ataque,
necesitamos tu fuerza.
—Primero me encargaré de mi hijo.
—Su pierna casi fue cortada. Tenemos Sanadores…
La mirada de su madre fue suficiente para silenciar al Ulle,
incluso en su pena, incluso en su rabia. Tal era el poder de ella.
El Ulle hizo un gesto a sus hombres y levantaron la camilla.
La cabeza de Eryk giró. Una oleada de nausea se apoderó de
él. Su madre le tomó la mano y presionó sus nudillos
suavemente contra su mejilla. Tenía que contarle.
—Lo siento —le susurró.
Esta vez fue ella la que apartó la mirada.
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The Guardians
Traducción:
Pamee
Azhreik
Epub
Azhreik