HABERMAS-Teoría de La Acción Comunicativa

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Nuestro lenguaje puede ser considerado como

Una bella ciudad: una red de calles y plazas,

Casas nuevas y viejas, y casas construidas en

distintas épocas; y todo esto circundado por

una gran cantidad de nuevos suburbios con

sus rectas y regulares y con casas uniformes

L. Wittgenstein

La Importancia del giro lingüístico para el pensamiento de  Jürgen Havermas

El giro lingüístico presente en los trabajos de Jürgen Habermas hace referencia directamente a
su propuesta de substitución del “paradigma de la consciencia” por el “paradigma del lenguaje”
en la Teoría Crítica desarrollada desde mediados de 1920 por los integrantes del Instituto de
Investigaciones Sociales de Frankfurt (Lima, 2011). La justificación del cambio de los
paradigmas en los trabajos desarrollados por Habermas, se debe al hecho de creer que ésta es la
única alternativa posible para continuar desarrollando una Teoría Crítica capaz de resistir la
unilateralidad de la dimensión instrumental y cognitiva que vivimos en la actualidad y, al
mismo tiempo, la única forma de establecer un concepto más amplio de razón, por ser
comunicativa, pudiendo representar la pluralidad de funciones y pretensiones de validez diversa
(Havermas, 1987).

El lugar central que el giro lingüístico vendría a ocupar en su obra principal “Teoría de la
Acción Comunicativa” (Theorie des Kommunikativen Haldelns), publicada en 1981, aparece
desde sus primeras investigaciones y producciones. No obstante, será en el libro Técnicas y
Ciencias como Ideología, publicado en 1968, y en el ensayo Lo que es el Paradigma
Universal?, publicado en 1976, que las primeras notas sobre la importancia del lenguaje
aparecerán en sus escritos. En esos dos trabajos Habermas señala su desacuerdo en relación a
las proposiciones de Karl Marx al rechazar aquello que identificó en su obra como “el motor de
la evolución social” orientado hacia la emancipación humana, el vínculo entre el desarrollo de
las fuerzas productivas y las relaciones de clase, y defiende una tesis polémica: en el
capitalismo tardío la técnica es la ciencia se harían presentes de forma ideológica, o sea, serían
formas necesarias para el mantenimiento capitalista de la realidad (Habermas, 2001). La libertad
humana no estaría en el entendimiento del funcionamiento de la conciencia de clase en relación
a la alienación, sino en la comprensión y entendimiento de las distorsiones sistemáticas del
lenguaje, ya que lo que estaría liberando a los individuos del estado de naturaleza sería “el único
estado de cosas que podemos conocer según su naturaleza: el lenguaje. Con la estructura del
lenguaje, es puesta para nosotros la emancipación” (Habermas, 2001, p.144).

1
Habermas se muestra extremadamente convencido por las proposiciones de L Wittgenstein
(1947/1949), para quien los significados de las expresiones lingüísticas solo pueden ser
identificadas con referencia a las situaciones de uso posible. Más aún, será a partir de las
relecturas radicales de la teoría de ese filósofo del lenguaje, realizadas por J.L. Austin (1962) y
J.R. Saearle (1969), -que hicieron posible comprender las determinaciones de los procesos de
producción y reproducción social- que el autor trabajaría con la teoría de los actos del habla e4n
su Teoría de la Acción Comunicativa (Habermas, 1987).

En lo que se refiere a esos dos últimos autores nos parece valido, inclusive hacer algunas
precisiones sobre las proposiciones presentadas por Austin. Al final existen algunas
particularidades en las teorías de Wittgenstein y Austin, principalmente de este último con
relación a Wittgenstein, lo que posteriormente repercute de manera directa en el modo como
estos autores entienden el contenido inherente a los actos del habla. Al final, como sabemos,
Wittgenstein y Austin concebían de manera muy distinta el quehacer de los dos filósofos y  esto
al mismo tiempo, repercutió de manera decisiva en la forma como los mismos entendían el
lenguaje. Wittgenstein (1999) creía que la “solución” de un problema filosófico consistía en
hacer desaparecer el aire de perplejidad y confusión que lo origina, desvaneciendo así el
“encantamiento de nuestra inteligencia por el lenguaje”. La comprensión del funcionamiento del
lenguaje ordinario haría posible la demostración del origen de los problemas filosóficos,
básicamente por cuenta de las confusiones e incomprensiones en el uso del mismo, una vez que
para él el estudio del lenguaje es interesado: es un medio –o único- para alcanzar un fin
específico. Austin, por su parte, entendía que la función del teórico era proceder sin urgencias
conquistando nuevos territorios mediante el conjunto de soluciones definitivas y precisas,
expresadas con  claridad y rigor, lo que dependía del desarrollo de recursos metodológicos aptos
y de aplicación constante de trabajo cooperativo. En ese sentido, el estudio del lenguaje se
podría constituir como un fin en sí mismo, siendo que sus conquistas, alcanzadas ayudarían a
resolver los llamados problemas filosóficos, aunque como una consecuencia no buscada a
priori.

La preferencia por las proposiciones presentadas por Austin en los trabajos desarrollados por
Habermas parece estar anclada en la contribución original que el primero ofreció para la
filosofía del lenguaje, sobretodo la serie de conferencias presentadas en 1962 y que fueron
publicadas en el libro en el mismo año con el título How to do things with Words. En las
conferencias Austin trata de explicar cómo los actos del habla, tales como describir y nombrar,
son actos del habla que no obedecen previamente a una condición de verdad –condición
entendida como esencial para actos constatativos-, pero sí, al éxito logrado después de los
enunciados ejecutados  por los actos del habla tales como la descripción, afirmación o
nominación. Para ese autor cualquier individuo debe poder,  comprender determinado acto del
habla, localizar en el mundo el estado de cosas descrito o designado.

Austin creía que las oraciones cargarían elementos performativos y constatativos. Los primeros


no tendrían la necesidad de relatar o comunicar algo, no serían verdaderos o falsos, una vez que
“al emitir nuestros performativos, estamos sin duda en cierto sentido realizando acciones”
(Austin, 1971, p. 66). Los constatativos serían los actos del habla posibles de constatación, ,

2
como por ejemplo, la oración: “hoy está lloviendo”. Si de hecho llueve, podemos aceptar que,
además de significativa la frase es verdadera. Si no llueve, la oración es falsa. El autor
defenderá con esas ideas que “la verdad o falsedad de un enunciado no depende únicamente del
significado de las palabras, sino que también del tipo de actos que, al emitirlas, estamos
realizando y de las circunstancias en que los realizamos” (Austin, 1971, p. 192).

Austin finalmente entenderá que es difícil diferenciar las oraciones performativas de


las constatativas. Cuándo es que decir algo es hacerlo? Cuándo es que se hace algo por causa
del decir? Esas preguntas no deben  ser entendidas separadamente. Y en la 8ª. Conferencia de la
serie de doce que compone el libro (Austin, 1971, p. 195), será señalada una diferencia entre lo
que podría ser entendido como constatativo/performativo en una teoría de los actos del habla.
Ahora su propuesta parte de la premisa de que cuando un individuo pronuncia un enunciado,
ejecuta tres actos diferentes aunque simultáneos: a) acto articulador, o
dimensión articuladora del acto lingüístico, que se refiere al acto de decirlo, esto es, el acto que
consiste en emitir ciertos ruidos con cierta entonación o acentuación, ruidos que pertenecen a un
vocabulario que se emite siguiendo cierta construcción (sintaxis) y que presenta cierto “sentido”
y “referencia”; b) acto ilocucionario o dimensión ilocucionaria del acto lingüístico, que es el
acto que realizamos al  decir algo, por ejemplo: prometer, advertir, afirmar, bautizar, saludar,
insultar, definir, amenazar, etc; y c) acto perlocucionario o dimensión perlocucionaria del acto
lingüístico, entendido como el acto que concretizamos porque decimos algo, por ejemplo:
intimidar, asombrar, convencer, ofender, despreciar, acusar, etc.

Como podemos observar, el merito de Austin, 1971, p.155) consistió en la aplicación de su


teoría de los actos del habla, con fuertes influencias de los juegos del lenguaje propuesto por
Wittgenstein, en el entendimiento y explicación de las relaciones interpersonales. En las
proposiciones presentadas por Austin es posible visualizar la conexión entre 1) lo que decimos
en cuanto acto de decir (dimensión locucionaria),  y 2)  las consecuencias que surgen por los
que decimos (dimensión perlocucionaria), siendo que la relación que estas dos instancias
establecen son entendidas como relaciones convencionales. Ese punto de vista será
ampliamente acogido por Habermas que, como ya se dijo con anterioridad, considerará que la
dimensión pragmática está en la base de todas las otras funciones del lenguaje y defenderá que
la función de la pragmática universal es identificar y reconstruir condiciones universales de
posible comprensión mutua (vertändingung) o sea, los presupuestos generales de comunicación.
Y, de acuerdo con Habermas (2002, p.102) pueden ser mejor visualizados de la forma siguiente:

Dominios de la Modos de comunicación: Pretensiones de Funciones generales del


realidad actitudes básicas validez discurso

“El” mundo de Actitud objetivante Verdad Representación de los actos


naturaleza
externa

3
“Nuestro Interactivo: actitud Acierto Establecimiento de
mundo de conformativa relaciones interpersonales
sociedad legítimas

“Mío” mundo Expresivo: actitud Sinceridad Revelación de la


de naturaleza expresiva subjetividad del hablante
interna

Lenguaje ________________ Inteligibilidad ________________

El contenido de la tabla presenta de forma esquemática las correspondencias válidas para: a) los
dominios de la realidad con los cuales todos los actos del habla asumen una relación; b) las
actitudes del hablante que se destacan en determinados modos de comunicación; c) las
pretensiones de validez sobre las cuales las relaciones con la realidad son establecidas; y d) las
funciones generales que las frases gramaticales asumen en sus relaciones con la realidad –en el
último caso, como instancias promotoras de sentido. Incluso, esa última pretensión de validez,
se muestra en Habermas como  la más fundamental de las pretensiones de comunicación 
universal 2.

Las implicaciones del giro lingüístico en la proposición de la Teoría de la Acción


Comunicativa

Es posible percibir que Habermas sugiere que el género humano, diferente de las especies
naturales, se separó de la esfera de la naturaleza por estar dotado de un atributo inherente: La
“competencia comunicativa”, que, por su parte, es comprendida como una  “competencia
universal, o sea, independiente de ésta o de aquella cultura” (Habermas, 1989, p. 161) que hará
posible las condiciones mínimas para la individuación, socialización y desarrollo cultural de los
individuos. Tal como lo presentamos con anterioridad, a partir de la apropiación del giro
lingüístico como referencia para la proposición de una Teoría Crítica de la sociedad, le interesa
demostrar que el empleo lingüístico, “estratégico”, o sea, la comunicación que seguiría una
orientación no para el “entendimiento”, sino para el “éxito”, para el “conflicto”, para la
“competencia, está en una relación de dependencia con el empleo lingüístico de “orientación
para el entendimiento”. En ese sentido, cualquier individuo que pretenda participar en un
proceso a través del cual se propone llegar a un entendimiento, no podrá evitar la presentación
de las siguientes: (y, en el fondo, precisamente las siguientes) pretensiones de validez: a)
enunciar de una forma inteligible; b) dar (al escucha) algo que comprenderá; c) hacerse a sí
mismo de esta forma, entender; y d) Alcanzar su objetivo de comprensión junto al otro.

Para Habermas esas pretensiones de validez necesarias a la acción comunicativa, por su parte,
son intrascendibles y universales, ya que no pueden ser negadas ni respondidas sin caer
en contradicción performativa (Cf. Habermas, 2003,p. 113-114). Además de esto, el autor
refuerza que “el significado de la validez radica en su valor en términos de reconocimiento, o
sea, en la garantía de que el reconocimiento intersubjetivo puede ser logrado si las condiciones
fueran favorables” (Habermas, 2002, p.15). Esto significa asumir toda pretensión de verdad
exige la toma de posición sí/o no (Habermas, 1990, p. 145) por parte de los destinatarios. Las

4
cuatro pretensiones de verdad están presentes en todas las relaciones donde existen individuos
buscando el entendimiento y deben ser presentadas simultáneamente y reconocidas como justas,
aunque no puedan ser tematizadas al mismo tiempo. Como el propio Habermas escribe:

La universalidad de las pretensiones de validez inherentes a la estructura del discurso podrá tal
vez ser explicada a través de la referencia al lugar sistemático del lenguaje. Esté constituye un
medio a través del cual hablantes o escuchas hacen ciertas demarcaciones fundamentales: un
individuo se demarca si I) de un medio ambiente que objetiva una actitud de tercera persona
típica de un observador; II)  de un medio ambiente con el cual se ubica en conformidad o se
aleja en la actitud performativa de un participante; III) de su propia subjetividad, que expresa o
esconde en la actitud de la primera persona; y, finalmente, IV) de un medio del propio lenguaje.
Para esos dominios de la realidad, propusimos de alguna forma arbitrariamente escogidas, las
designaciones de naturaleza externa, sociedad, naturaleza interna y lenguaje. (Habermas, 2002,
p. 989)

El texto señalado anteriormente, indica que el lugar sistemático donde surgen las pretensiones
de validez de los discursos están relacionadas con los cuatro tipos de relación que los discursos
establecen con la realidad, asumiendo funciones pragmáticas correspondientes de
representación, establecimiento de relaciones interpersonales y expresión de la subjetividad
específica. Por naturaleza externa el autor comprende que puede estar explícitamente declarado
en el contenido de las expresiones; la objetividad aparece aquí como la medida para evaluar la
veracidad del discurso. A partir del contacto con la realidad social (sociedad) se tiene la
posibilidad de incorporar la normatividad, lo que haría posible cuestionar las normas y valores
institucionalizados. Del mismo modo, para Habermas, la naturaleza interna de los individuos se
manifiesta en el discurso por medio de las intenciones del hablante. En este nivel los individuos
podrían evaluar las condiciones de “corrección” (que es la pretensión con la cual evaluamos la
validez de una expresión en términos normativos) y “veracidad” (que es la pretensión con que
afirmamos la validez de la intención expresada en esa misma expresión).

Finalmente, por intersubjetividad del lenguaje el autor entiende el carácter común de las


relaciones establecidas entre los individuos como la capacidad de ejercer los actos del habla por
medio de significados idénticos, o que garantizarían el reconocimiento de pretensiones
universales. En ese último punto la pretensión es garantizada por el grado
de comprensibilidad desarrollada entre los hablantes.

Habermas también defenderá que la fuerza de un argumento consiste en su contenido racional,


explicitando en su capacidad de promoción de entendimiento mutuo de los individuos
involucrados, en otras palabras, en la capacidad de hacerlos comprender las pretensiones de
validez contenidas en las expresiones puestas en duda. El resultado de esa proposición será la
criticada “situación ideal del habla”3  (Habermas, 1987, p. 46), en que el autor presupone el
ejercicio efectivo de una estructura pragmática de comunicación, de la práctica lingüística
exenta de cualquier tipo de coacción externa o distorsión interna.

El mundo de la vida como complemento de la Teoría de la Acción Comunicativa

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Como ya mencionamos con anterioridad, en la Teoría de la Acción Comunicativa (1987)
Habermas se apropia de la teoría de los actos del habla desarrollada por Austin de tal manera
que llega a la conclusión de que en los actos del habla constatativos está contenida una
propuesta que nos permitiría recurrir a la fuente experimental de donde el hablante lanza la
certeza de que aquello que afirma es verdad; y que en los actos del
habla regulativos encontramos sólo la propuesta por parte del hablante de indicar, si es
necesario, el contexto normativo que le da convicción de que su expresión es cierta. Se inaugura
un ideal de normatividad para el lenguaje, cuyo presupuesto es que el hablante experimenta una
obligación inmanente a los actos del habla, más concretamente la obligación de probar la
verdad, o sea, demostrar en las consecuencias de sus acciones lo que realmente quería.

Las consecuencias de esa apropiación de las ideas de Austin será la proposición de que las
relaciones intersubjetivas establecidas entre individuos lingüística e interactivamente
competentes, promueven un verdadero proceso de “reproducción cultural, integración social y
socialización”  que es instituido (Habermas, 1987, p. 196). En ese proceso verdadero las
“estructuras simbólicas del mundo de la vida se reproducen por medio de la continuación del
saber válido de la estabilización de la solidaridad de los grupos y de la formación de autores
capaces de responder por sus acciones” (Habermas, 1987, p. 196).

Dicho de otra forma, como categoría fundante de la sociabilidad humana, la acción


comunicativa –que como vimos “se basa en un proceso cooperativo de interpretación, en que los
participantes se refieren simultáneamente al respecto de algo en el mundo objetivo, en el mundo
social y en el mundo subjetivo” (Habermas, 1987, p. 171), observando el logro del
entendimiento a través del un “reconocimiento intersubjetivo de la pretensión de validez” de las
expresiones  -encuentra su complemento en el mundo de la vida (Lebenswelf), que según Lima
(2010, p. 175), fue introducido por Habermas en la perspectiva de una investigación
reconstructiva. El cual, por su parte, posee tres características básicas: a) tiene el carácter de
“continuidad en sentido radicas”, b) posee un a priori social inscrito intersubjetivamente, y c)
forma un contexto en que el mismo, sin límites, delinea límites (Habermas, 1987, p. 187-188).
Eso ocurre porque el mundo de la vida, tal como lo describe Habermas, es el lugar
trascendental:

(…) en que el hablante y el escucha se encuentran, donde ellos pueden recíprocamente poner la
pretensión de que sus declaraciones se adecúan al mundo (objetivo, social o subjetivo) y donde
ellos pueden criticar y conformar la validez de sus intentos, solucionar sus desacuerdos y llegar
a un acuerdo. En una oración: los participantes no pueden In actu asumir en relación al lenguaje
y a la cultura la misma distancia que asumen en relación a la totalidad de los actos, normas o
experiencias concernientes sobre los cuales es posible un mutuo entendimiento. (Habermas,
1987, p. 179)

En cuanto lugar trascendental, el mundo de la vida se manifestaría en las infinitas posibilidades


de interacción lingüística emprendidas socialmente, pudiendo ser entendido como un
“horizonte” en que los agentes comunicativos se mueven “desde siempre” (Habermas, 1987,
p.169). Siendo así, cuando por lo menos dos individuos lingüística e interactivamente
competentes estuviesen presentes entablando una relación dialógica con el objetivo de lograr un

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entendimiento sobre algo en el mundo, un fragmento del mundo de la vida surgirá
constituyendo para ellos aquello que señalamos con anterioridad como “situación ideal del
habla”, que es para Habermas “el centro de su mundo de la vida” (Habermas, 1987, p. 175). Al
fundamentarse en la práctica comunicativa cotidiana, el concepto habermasiano del mundo de la
vida muestra que la acción cumulativa “sobre el aspecto funcional del entendimiento” (…) sirve
a la tradición y a la renovación del saber cultural, sobre el aspecto de coordinación de la
acción, sirve a la tradición y a la renovación del saber cultural; sobre el aspecto de coordinación
de la acción, sirve  a la integración social y a la creación de la solidaridad; y, finalmente, sobre
el aspecto de la socialización, sirve a la formación de identidades personales” (Habermas, 1987,
p.198).

Siendo por excelencia el espacio de concretización de la acción comunicativa, el mundo de la


vida presentado por Habermas quedaría mejor descrito como una especie de tela de fondo
(Background) compartido intersubjetivamente. Estructurado a partir de tres componentes que
garanticen la estabilidad de los procesos de socialización e individualización, mediadas por el
lenguaje. Son ellos: la Cultura, comprendida como reserva del conocimiento válido alimentada
por las interpretaciones lingüísticas y por la tensión entre los contenidos de la tradición y de la
modernidad; la Sociedad, compuestapor normas, mediante las cuales los participantes de
procesos comunicativos regulan su pertenencia a grupos sociales; y la Personalidad (Habermas,
1987, p. 196), vista como un conjunto de motivaciones que inspiran al individuo a la acción y es
capaz de producir una Identidad, “tan sólida que permite dominar con pleno sentido de realidad
las situaciones que surgen en su mundo de la vida” (Habermas, 1987, p. 202). El cuadro
desarrollado por Habermas (1987, p. 202), y reproducido abajo, señala la dinámica del proceso
de reproducción de los procesos estructurales del mundo de la vida.

Componentes Cultura Sociedad Personalidad


estructurales/Procesos
de reproducción

Reproducción cultural Esquemas de Legitimación Patrones de


interpretación comportamiento
susceptibles de eficaces en el
consenso (saber proceso de metas
válido) educativas

Interacción social Obligaciones Relaciones Pertenencia a grupos


interpersonales
legítimamente
reguladas

Socialización Interpretaciones Motivaciones para Capacidad de


actuar en interacción
conformidad con (Identidad personal)
las normas

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La colonización del mundo de la vida como un problema para la efectividad de la Acción
Comunicativa

Después de haber presentado la concepción del mundo de la vida como complemento a la


acción comunicativa, falta discutir cómo Habermas comprende los límites de implementación
de la condición ideal del habla. En otras palabras, llega el momento de que presentemos la
discusión habemasiana sobre la influencia de la “razón instrumental y sistémica” en la
colonización del mundo de la vida, que según el propio Habermas /1987, p 258) “desconecta la
coordinación de la acción de la formación lingüística comunicativa”, neutralizándola4 en
oposición a la integración social que proporciona a los participantes el logro del consenso.
El sistema, o aún, la racionalidadsistémica, puede ser comprendida como el locus de las esferas
económica y burocrática, cuya característica principal es tener como medios de control el dinero
y el poder, dos elementos que toman el lugar del lenguaje en los procesos de entendimiento,
siendo responsables de la tecnificación del mundo de la vida  (Habermas, 1987, p. 259),
tecnificación que, de acuerdo con el análisis realizado por Habermas, sería hegemónica en la
actualidad. La justificación ideológica del poder, ejercido no más por el discurso metafísico
(como ocurría en la Edad Media), ni por el sistema de parentesco, más si por dispositivos
mucho más superiores, son realizados por los analistas simbólicos, funcionarios públicos
susceptibles de gozar de privilegios políticos (Habermas, 1987, p.232).

Percibimos con lo que fue presentado en este artículo que la tarea de la Teoría Crítica después
del giro lingüístico realizada por Habermas pasa a ser, por lo tanto, el aprender
satisfactoriamente el modo como esta diferenciación sea efectiva entre el mundo de la vida y
lógica. Esto  hace posible el comprender como en las sociedades capitalistas modernas la
asociación entre capital y Estado hacen crecer de forma amedrentadora los procesos de
monetarización y burocratización del mundo de la vida, que, por su parte, producirían
patologías sociales. Al  final, como reconoce el propio Habermas, cuando los medios no
lingüísticos dinero y poder –que ejercen su control sobre la reproducción social sin recurrir a las
interacciones lingüísticas- pasan a atacar el espacio intersubjetivo que emerge en las relaciones
entre sujetos, lingüística e interactivamente competentes para así instrumentalizarlo, lo que
tenemos  es una verdadera violencia estructural.

Las coacciones provenientes de la reproducción que instrumentalizan el mundo de la vida, sin


reducir la apariencia de hegemonía que tiene este mundo, por así decirlo, que quedan ocultas en
los poros de las acciones comunicativas. El resultado de eso es una violencia estructural que,
sin manifestarse como tal, se apodera de la forma de intersubjetividad del entendimiento
posible. La violencia estructural se ejerce a través de una restricción sistemática de la
comunicación (Habermas, 1987, p. 264)  

Como constata el autor, en la sociedad capitalista, la instrumentación y la violencia


estructural del mundo de la vida son procesos indisociables: ambos desembocarán en la
reducción y ajustamiento de la práctica comunicativa para acciones meramente cognitivo-
instrumentales. Viviríamos en una colonización del mundo de la vida por imperativos de
subsistemas automatizados, que no estando implícitamente presentes en la sociedad de forma
ideológica, invaden de fuera el mundo de la vida –“como señores coloniales en una sociedad

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tribal” (Habermas, 1987, p. 502)- e imponen la asimilación de la dominación. El resultado de
esa colonización es evidente: una vez que el potencial comunicativo es neutralizado, las
interpretaciones cognitivas, las expectativas morales, las expresiones de valores, las
organizaciones comunitarias y solidarias, tienen que tomar un todo racional a través de dos
tendencias interrelacionadas y mutuamente potencializadas que conducen “a una racionalización
unilateral o de una cosificación de la práctica  comunicativa” (Habermas, 1987, p. 502).

De un lado, podemos verificar “una reedificación conducida sistemáticamente y, del otro,


un empobrecimiento cultural” (Habermas, 1987, p. 502), que resultaría en una pérdida de
sentido de las tradiciones culturales (en la reproducción social), anomia (interacción social) y
psicopatologías  y disturbios de formación de la identidad (socialización e individuación).
Fenómenos que son entendidos por Habermas como distorsiones sistemáticas de
comunicación y que pueden ser expresados de la siguiente manera (1987, p. 426):

Habermas, 1987, p. 425) considera que “tales patologías de la comunicación pueden entenderse,
como efecto, como resultado de una confusión entre acciones orientadas hacia el éxito y
acciones orientadas hacia el entendimiento, y aclara que esa manipulación de los actos
comunicativos, al contrario del tipo de solución inconsciente de conflictos que el psicoanálisis
explica por medio de los mecanismos de defensa, acaban produciendo perturbaciones en la
comunicación, simultáneamente en el plano intrapsíquico y en el plano interpersonal. En esas
distorsiones sistemáticas de la comunicación “al menos uno de los participantes se engaña a sí
mismo al no darse cuenta que está actuando en una actitud orientada sólo para el éxito y
manteniendo una apariencia de la acción comunicativa” (Habermas, 2004b, p. 41), las
patologías de la modernidad pueden ser medidas por la imposibilidad de vivir una vida “buena”
de separarse del gran número, de vivir una vida auténtica. Siendo que el sentido de auténtico se
refiere aquí a “autenticidad de un proyecto de vida” (Habermas, 2004b, p.41

Finalmente, y ya, a manera de cierre de nuestro artículo, es importante resaltar que el modelo de
análisis propuesto por Habermas no se restringe al análisis de la relación entre dos individuos.
Del mismo modo, también creemos que el autor no es ingenuo frente a la fuerza de los
imperativos sistémicos para el entendimiento. En varios lugares de su basta obra lo vemos

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señalar la posibilidad de creación y mantenimiento de consensos falsos en los espacios grupales
y en las esferas institucionales. En esos casos, Habermas señala que la cuestión consiste
precisamente en saber cómo las formas de representación y las prácticas de instituciones
contemporáneas han afectado a los participantes del mundo de la vida. Creemos que las
proposiciones presentadas por Jüngen Habermas para su Teoría de la Acción comunicativa, a
partir de su apropiación del giro lingüístico señalado en este artículo, hayan ofrecido al lector la
comprensión de la importancia de la búsqueda por el entendimiento y de la solidaridad en las
relaciones cotidianas y para denunciar como la colonización promovida por la racionalidad
sistémica, orientada sólo para fines económicos, ha deformado el mundo de la vida, generando
“síntomas de rigidización que se combinan con síntomas de devastación” (Habermas, 1987, p.
464).

Jünger Habermas: “Teoría de la Acción Comunicativa”.


Conceptos fundamentales.

Habermas propone un modelo que permite analizar la sociedad como dos formas de racionalidad que están en juego

simultáneamente: la racionalidad sustantiva del mundo de la vida y la racionalidad formal del sistema, pero donde el

mundo de la vida representa una perspectiva interna como el punto de vista de los sujetos que actúan sobre la

sociedad, mientras que el Sistema representa la perspectiva externa, como la estructura sistémica  (la racionalidad

técnica, burocratizada-weberiana, de las instituciones).

Habermas estudia a la sociedad como un conglomerado de sistemas complejos, estructurados, donde el actor

desaparece transformado en procesos (sistema-racional-burocrático), y, por otro lado, también incluye el análisis

sociológico que da primacía al actor, como creador. Habermas en Teoría de la Acción Comunicativa, refiere que, al

elegir un determinado concepto sociológico de acción, nos comprometemos con determinadas presuposiciones

ontológicas.

De la multitud de conceptos de acción, empleados en teoría sociológica, Habermas, las reduce a cuatro:

1.- El concepto de acción teleológica que ocupa el centro de la teoría filosófica de acción desde la época de

Aristóteles. El actor realiza un fin o hace que se produzca el estado de cosas deseado, eligiendo en una situación dada

los medios más congruentes y aplicándolos de manera adecuada.

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2.- Nuestro autor nos dice “El concepto de acción regulada por normas se refiere no al comportamiento de un actor

en principio solitario que se topa en su entorno con otros actores, sino a los miembros de un grupo social que

orientan su acción por valores comunes”

3.- El autor también nos dice “El concepto de acción dramatúrgica, no hace referencia ni a un actor solitario ni al

miembro de un grupo social. El actor transmite en su público determinada imagen o impresión de sí mismo al poner

de manifiesto lo que desea, es decir, su propia subjetividad”.

4.- Finalmente, Habermas nos dice “…el concepto de acción comunicativa se refiere a la interacción de a lo menos

dos sujetos capaces de lenguaje y de acción que entablan una relación interpersonal”.

La acción comunicativa es definida   como “una interacción mediada por símbolos”. Tiene como núcleo fundamental

las normas o reglas obligatorias de acción que definen formas recíprocas de conducta y han de ser entendidas y

reconocidas intersubjetivamente. Este tipo de acción da lugar al marco institucional de la sociedad en contraposición

a los sistemas de acción instrumental y estratégica.

Habermas asigna al marco institucional de la sociedad, las siguientes funciones: –Organización colectiva para la

conservación de la especie, la cual no está asegurada exclusivamente por el instinto; – institucionalización del

aprendizaje y acomodación, y especialmente, – la represión y canalización de tendencias libidinosas o agresivas que

resultan disfuncionales para la propia conservación colectiva de la sociedad.

Esta última función del marco institucional de la sociedad, implica un doble factor: –La organización del poder a fin

de reprimir dichas tendencias agresivas y – la articulación y satisfacción de nuestras necesidades.

Una parte de los contenidos culturales se transforma funcionalmente y sirve a la legitimación del sistema de

dominio; y sobre el grado de represión, decide el marco institucional, así como sobre el grado de emancipación e

individuación, por ejemplo, fijando la oportunidad de satisfacción de necesidades específicas del estrato, así como las

necesidades generales.

Habermas contempla la acción comunicativa y el mundo de la vida como conceptos “complementarios”. En

concreto, la acción comunicativa puede considerarse como algo que ocurre dentro del mundo de la vida:

Por decirlo así, el mundo de la vida es el lugar trascendental donde se encuentran el hablante y el oyente, donde de

modo recíproco reclaman que sus posiciones encajan en el mundo… y donde pueden criticar o confirmar la validez

de las pretensiones, poner en orden sus discrepancias y llagar a acuerdos “.

Habermas pretende interpretar el mundo de la vida, suponiendo “una conexión interna entre las estructuras del

mundo de la vida y la imagen lingüística del mundo “. El lenguaje y la cultura son constitutivos del mundo de la vida

mismo.

En la práctica comunicativa cotidiana no hay situaciones absolutamente desconocidas. Incluso las nuevas situaciones

emergen a partir de un mundo de la vida constituido desde un acervo cultural de saber que ya nos es siempre familiar.

Por lo tanto, no es posible huir del mundo de la vida:

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“…los agentes comunicativos se mueven siempre dentro del horizonte que es su mundo de la vida; de él no pueden

salirse”.

El acervo de saber del mundo de la vida provee, según Habermas, a los participantes de la acción de convicciones de

fondo aproblemáticas, que más adelante darán lugar a los procesos de entendimiento. En otras palabras: si la acción

comunicativa es posible, lo es sobre el horizonte aproblemático del mundo de la vida.

El mundo de la vida constituye un “trasfondo moldeador y contextual de los procesos por lo que se alcanza la

comprensión” mediante la acción comunicativa

El presupuesto de la teoría de la acción comunicativa es que, existen tres mundos, los que constituyen conjuntamente

el sistema de referencia que los hablantes suponen en común en los procesos de comunicación. El mundo externo

alude a los mundos objetivo y social, y el interno al mundo subjetivo. Es decir que, para esta concepción, el hablante,

al ejecutar un acto de habla, entabla una relación pragmática con:

> algo en el mundo objetivo (como totalidad de las entidades sobre las que son posibles enunciados verdaderos); o

> algo en el mundo social (como totalidad de las relaciones interpersonales legítimamente reguladas); o

> algo en el mundo subjetivo (como totalidad de las propias vivencias a las que cada cual tiene un acceso

privilegiado y que el hablante puede manifestar verazmente ante un público), relación en la que los referentes del acto

de habla aparecen al hablante como algo objetivo, como algo normativo o como subjetivo.

El hablante y el oyente se entienden desde y a partir del mundo de la vida que les es común, (porque esta

simbólicamente estructurado) sobre algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo. De

manera que, entender un acto de habla, significa, para el oyente, saber qué lo hace aceptable.  De esta manera, la

acción comunicativa se basa en el consenso simbólico. La verdad, la rectitud y la veracidad, respectivamente, son los

criterios de verdad. El mundo de la vida es el lugar trascendental en que el hablante y el oyente se salen al encuentro

planteándose esas pretensiones de validez; es el horizonte de convicciones comunes aproblemáticas en el que se da la

acción comunicativa.

Mediante la distinción entre trabajo e interacción, Habermas reconstruye la evolución de la sociedad desde la Edad

Media hasta nuestros días. Así tenemos, que en la sociedad tradicional (hasta la burguesía moderna), el marco

institucional se legitima mediante interpretaciones míticas, religiosas y metafóricas de la realidad en su conjunto.

Por su parte, en la sociedad capitalista se amplían cada vez más, los subsistemas de acción

instrumental, particularmente, la economía.

El tipo tradicional de racionalidad comunicativa se ve confrontada en los tiempos modernos con la nueva

racionalidad de tipo científico-técnico (instrumental). En dicha confrontación, sale derrotada la anterior

racionalidad comunicativa, en virtud de que las interpretaciones mítico-religiosas son sustituidas por las

interpretaciones científicas.

La superación de este estado de cosas viene dada para Habermas por una futura pragmática universal, una ciencia del

lenguaje basada en estructuras universales y válidas en cualquier situación y contexto comunicativo. La pragmática

universal pone de manifiesto las condiciones lingüísticas que hacen posible la razón comunicativa. Es a través de

ella que, la razón instrumental /capitalista deviene nuevamente razón comunicativa. La acción comunicativa, como

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parte de la acción social, colabora en los tres procesos que conforman la socialización: recepción y reproducción

cultural, integración social y desarrollo de la personalidad y de la identidad personal.

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