Arqueología Cerca de Casa, Un Taller para Niños (O Cómo Ir Un Poco Más Allá de La Difusión Del Patrimonio)

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ARQUEOLOGÍA CERCA DE CASA, UN TALLER PARA NIÑOS (O CÓMO

IR UN POCO MÁS ALLÁ DE LA DIFUSIÓN DEL PATRIMONIO)

Soledad Biasatti1, Gustavo Fernetti2, Jesica Savino3

Resumen
En este trabajo presentamos una experiencia inicial (“Arqueología Cerca de Casa”)
de dos talleres de arqueología para niños, realizada en el “Museo Ferroviario y de la
Ciudad de Funes Juan Murray” (una vieja Estación Ferroviaria) con la participación
técnica del “Museo Itinerante del Barrio de la Refinería”. Un primer taller consistió
en actividades de reconstrucción de la historia local utilizando herramientas episte-
mológicas de la arqueología. Así, se trabajaron categorías teóricas y metodológicas
de la disciplina, tratando de situar estructuras en el espacio, reconstruir usos y re-
utilizaciones de la Estación, mediante representaciones antiguas y modernas. Poste-
riormente, se buscó construir sentidos lógicos y afectivos relacionando a los niños
con las personas que se vincularon al ferrocarril. El segundo taller se orientó a los
objetos del museo, buscando conocer las biografías de éstos en contextos cambiantes
o desconocidos, investigando colectivamente y sobre todo en el ámbito familiar, ob-
jetos antiguos o “en desuso” preguntando para qué servían y reconstruyendo una
realidad pasada desde sus fragmentos. Los talleres se realizaron pensando que puede
irse algo más allá de la habitual “protección y conservación del patrimonio” vincu-
lando a niños y adultos, durante toda la experiencia, a través de la construcción co-
lectiva de la historia local.
Palabras clave: educación, patrimonio, museo.

Abstract
In this paper we present an initial experience (“Archaeology Close to Home”) of two
archeology workshops for children at the “Museo Ferroviario y de la Ciudad de
Funes - Juan Murray” (an old Railway Station) with technical participation of
“Museo Itinerante del Barrio de la Refinería”. A first workshop consisted in the re-
construction of local history using epistemological tools of archeology. We worked
with theoretical and methodological categories of discipline, trying to put structures
in space, recreating uses and re-uses of the station, by ancient and modern represen-
tations. Thus, we sought to build logical and emotional senses relating to children
with people who were linked to the railway. The second workshop was oriented to
the museum objects, seeking to know the biographies of these in changing or unfa-
miliar contexts, investigating collectively and especially in the family. We asked

1 Universidad Nacional de Rosario. [email protected]


2 Museo Itinerante del Barrio de la Refinería. Programa de Preservación y Rehabilitación del
Patrimonio. Municipalidad de Rosario. [email protected]
3 Museo Ferroviario y de la Ciudad de Funes “Juan Murray”. [email protected]

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about the use of antiques or “disused objets” reconstructing the past through frag-
ments. The activities were organized to go beyond “protection and conservation of
heritage” linking children and adults throughout the experience, through the collec-
tive construction of local history.
Key words: education, heritage, museum.

Un poco más allá de la difusión del patrimonio

Este trabajo se refiere a dos experiencias de cursos-talleres de arqueología


para niños entre 7 y 11 años, realizadas en el Museo Ferroviario y de la Ciudad de
Funes Juan Murray, una vieja Estación Ferroviaria, con la participación del Museo
Itinerante del Barrio de la Refinería.
En este apartado describiremos brevemente los encuentros a fin de compartir
las reflexiones detrás de cada propuesta proponiendo una mirada que, más allá de
contar de qué trabajan los arqueólogos y enseñar el patrimonio (como si fuera una
idea pre-concebida o un tipo de conocimiento acabado), indagara en la historia de la
vieja estación y en las biografías de los objetos allí exhibidos. Además, buscamos
vincular a niños y adultos en actividades que aportaran a la construcción colectiva
de la historia local partiendo de “la importancia que posee la cultura material para
el conocimiento humano” (Ballart Hernández, 2012: 99).
Desde el primer encuentro debimos saldar la inquietud que traían todos los
participantes acerca de excavar, explicando que íbamos a hacer otras de las activi-
dades que hacen los arqueólogos de una manera en la que ellos formaran parte (Bia-
satti et.al. 2006; Hope y Salinas, 2010) aunque “la educación patrimonial orientada
a los niños no debe ser una mera simplificación de aquella que se dirige a los adul-
tos, sino que requiere una elaboración específica que contemple los intereses y el
nivel de aprendizaje de éstos” (Falchi y Torres, 2009: 1103).
Si bien es cierto que en general se concibe a la arqueología como una acti-
vidad relacionada con las aventuras, lo exótico o la búsqueda de tesoros (Yacobac-
cio, 1988; Correa y Correa: 1999) no consideramos que enseñar/aclarar “qué hacen
los arqueólogos” a los participantes (Capparelli et.al. 2008) nos lleve a aprender so-
bre el pasado y el presente. En este sentido, no buscamos convertir en arqueólogos a
los niños (es decir, en “saber experto”) como si fuera algo que por sí mismo se trans-
formara en la puerta de acceso a lo propio sino por el contrario apostamos a re-
descubrirse a sí mismos como partes de la historia (Compañy y Biasatti, 2014), como
portadores de un saber que se puede compartir en una situación de diálogo (Biasatti
et.al. 2006) porque “la subjetividad dialógica se constituye sólo en la situación de
dialogar” (Corea y Lewkowicz, 2005:54). También nos alejamos de algunas estra-
tegias de simulación en las que se recrea un sitio arqueológico para ser excavado por
los participantes (ver por ejemplo Egea y Arias, 2012).
Por el contrario, buscamos que los participantes construyan conocimientos,
(se) hagan preguntas y reflexionen sobre diferentes problemáticas (conservación,

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significados, usos, reutilizaciones, etc.) que surgen desde la materialidad. Esto hace
que el niño logre

“…una mayor autonomía hasta alcanzar un aprendizaje significativo:


relacionando conocimientos previos con los nuevos y permitiendo
transferir el conocimiento adquirido a situaciones diferentes; de esta
manera, a través de diversos recursos y actividades, se produce un
cambio conceptual en la valoración del patrimonio” (Falchi y Torres,
2009: 103).

En este sentido, partimos de la idea de que “la Historia” suele ser relatada
por algunas voces que parecen ser aquellas autorizadas para hacerlo, de esta manera
se torna “ajena” o “aburrida” (Corea y Lewkowicz, 2005) aunque sin embargo todos
conocemos o queremos conocer las historias del lugar donde vivimos. Éstas, mere-
cen ser contadas, compartidas, recordadas y de este modo se tornan cercanas, cuando
son relatos de un familiar, de un vecino, de un amigo.
Cuando referimos a la construcción de memoria a partir de las historias que
trasmite un narrador (y que también construye el oyente), entendemos que éstas par-
ten de la historia propia, la auto-biografía aunque, “la memoria individual siempre
tiene una dimensión colectiva, ya que la significación de los acontecimientos memo-
rizados por el sujeto se mide siempre según la vara de su cultura” (Candau, 2002:
67). Por todo ello, si la historia se aprehende como propia (Piña, 1988) la protección
y conservación de aquello que conocemos como “patrimonio” se torna más posible
y cotidiana.

Uno: la historia situada: historias de la estación

El primer taller consistió en 4 encuentros durante el mes de septiembre de


2013. Las actividades se orientaron a la Historia de la Estación así se trabajaron ca-
tegorías teóricas y metodológicas de la arqueología, tratando de situar estructuras en
el espacio, reconstruir usos y re-utilizaciones de la estación, mediante representacio-
nes antiguas y modernas. Posteriormente, se buscó construir sentidos lógicos y afec-
tivos relacionando a los niños con las personas que se vincularon al ferrocarril.
Comenzamos por situarnos junto a los niños dentro de las estructuras edili-
cias en donde estábamos dictando el taller, apuntando a la historia de la estación de
ferrocarril convertida hoy en Museo. Apuntando a la noción de que los lugares tienen
historias, trabajamos con los conceptos de superposición de los usos y actividades
en un espacio y la reutilización de los sitios. Tratamos de identificar las continuida-
des y rupturas en relación a la historia que mostraba ese espacio: el antes y después
teniendo en cuenta que el patrimonio arqueológico constituye una fuente privilegiada
para palpar las visibilizaciones/invisibilizaciones de la historia, incluyendo el pre-
sente (Compañy y Biasatti, 2014). Nos preguntamos, entonces, ¿dónde estamos?
Mostramos el plano y la foto aérea identificando cada parte construida. Enseñamos
a utilizar la brújula, nos preguntamos a dónde va y viene el tren, recorrimos el predio

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y nos hicimos preguntas sobre los objetos que encontramos, enseñando que se deben
dejar donde están o llevarlos al Museo. ¿Por qué la estación está “abandonada”?
¿Está abandonada? ¿Qué otras actividades se hacen o hicieron acá? ¿Qué es una es-
tación de ferrocarril? ¿Cómo funcionaba? ¿Por qué la gente no sube a los trenes en
Funes? Salimos a recorrer el predio y sacamos fotografías, nos ubicamos espacial-
mente agregando otras estructuras que no constituyen parte de lo que hoy es el Mu-
seo pero que formaban parte de la estación (garitas, galpones de carga y descarga,
etc.). La actividad que proponemos para el siguiente encuentro se trata de preguntar
a la familia, vecinos y amigos sobre fotografías antiguas del predio que forman parte
de los archivos del Museo, imágenes de cuando se utilizaba como estación de FFCC
(les entregamos copias para que se lleven a sus hogares). Algunos niños trajeron
nuevas fotografías tomadas desde el mismo punto que las imágenes antiguas, no-
tando los cambios en el paisaje urbano y otros trajeron historias que les habían refe-
rido sus familiares, relatos que trajeron de sus memorias mediante las imágenes.
En el segundo encuentro invitamos a dar una charla a Pedro, quien había
sido ferroviario y había trabajado en esa estación. Pedro contó qué era cada espacio
de lo que hoy es el Museo y cómo era el lugar antes. Salimos a recorrer el predio
(Figura 1), los chicos iban preguntando sobre los elementos que quedan: las palan-
cas, las construcciones, las señales, etc. Luego, dentro del Museo, Pedro explicó los
usos que tenían los objetos que están allí expuestos: el telégrafo, las lámparas, la
zorra, etc. Nos preguntamos ¿Por qué no sabemos para qué sirven algunos objetos?

Figura 1. Recorriendo el predio los niños reconocen estructuras que formaban parte
de la estación (año 2013). Archivo Museo “Juan Murray”

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Pedro también contó sobre los personajes de la estación: el jefe, el vendedor


de pasajes, el changarín, el pasajero, el auxiliar. Los chicos escucharon muy atenta-
mente todo lo que les explicaba Pedro y le preguntaban cuestiones bastante especí-
ficas que hacían al funcionamiento de la estación (como por ejemplo, en qué modo
se formaban las personas que trabajaban en el ferrocarril y cómo podían ir ascen-
diendo en sus puestos, cómo rellenaban los libros de la estación, etc.) y no solamente
a los objetos. Por otra parte, la charla fue altamente positiva para Pedro quien pudo
compartir sus saberes y se emocionó frente a tanto interés que le manifestaban los
chicos, ya que se estableció una relación afectiva en base a la memoria construida en
forma colectiva.
El tercer encuentro apuntó a breves nociones de prospección y relevamiento
sistemáticos, tratando de recuperar las relaciones contextuales entre las construccio-
nes y los objetos del Museo. Salimos a recorrer el predio con los niños, toman foto-
grafías o realizan dibujos de la materialidad (andenes, paredes que tengan algún ras-
tro de su uso como estación) y objetos en el suelo (tornillos, bulones, maderas) les
pedimos que se imaginen qué eran esas piezas, las dibujaron, las midieron. Registra-
mos los “restos” de la estación, lo que ha dejado el paso del tren: los galpones, el
cabín, la rampa, carteles, letreros, inscripciones. Dado que la excavación suele ser
un símbolo arqueológico en el habla popular, la consideramos “herramienta cono-
cida” y nos preguntamos: ¿En qué lugar se les ocurre que se podría excavar aquí?
¿Por qué? ¿Qué preguntas podemos hacerle a la materialidad? ¿Qué imaginamos que
encontraríamos enterrado? ¿Y en el patio de una escuela? Apuntamos a la noción de
“formación de registro arqueológico”, es decir que las distintas actividades que rea-
lizamos producen diferentes materialidades. Los chicos se entusiasmaron con las ac-
tividades, les gustó salir a recorrer y mirar el suelo buscando cosas de la estación. A
pesar de haber recorrido anteriormente la estación, esta vez consistió en otra pers-
pectiva, por lo que se hicieron muchas preguntas.
El cuarto encuentro estaba destinado a registrar y representar la estación
¿cómo representamos el sitio? Entendiendo cada uno de los espacios como partes de
un “todo” volcadas en el papel (ideas de geometría, matemática, etc.). Entre todos
dibujamos los objetos del museo pero con personajes en actividad: gente sacando
pasaje, encendiendo las luces, enviando una encomienda, usando el telégrafo.
Finalmente, dado que un taller es esencialmente constructivo, les propusi-
mos una actividad colectiva para realizar con sus familias con carácter abarcativo,
los participantes fueron invitados a exponer los dibujos y maquetas de la estación
en el Museo (Figura 2).
Retomamos la pregunta inicial acerca de las excavaciones y de qué es la
arqueología, para notar que el trabajo realizado también forma parte de la investiga-
ción arqueológica, entendiendo que hay mucha información que se puede obtener
sin hacer necesariamente excavaciones, retirándolas del rol de fetiche arqueológico,
para volverla herramienta conceptual. Encuadran en ello el trabajo con documentos
y fotos antiguas, con libros, objetos, elementos edificados, relatos orales, con brú-
jula, mapas, planos, etcétera. En una arqueología sobre todo “relacional” no tanto en

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sus manifestaciones -un taller de niños- sino en lo conceptual: una actividad de ge-
neración de conocimientos compartidos, concepto que puede aplicarse perfecta-
mente a la arqueología formal.

Figura 2. Presentación de maquetas realizadas por los niños en el Museo, como cie-
rre del Taller “Arqueología cerca de casa” (2013).
Archivo Museo “Juan Murray”

Dos: los objetos tienen historias

El segundo taller consistió en 3 encuentros durante octubre y noviembre de


2014 y se orientó a los objetos del Museo, buscando conocer las biografías de éstos
en contextos cambiantes o desconocidos, investigando colectivamente y sobre todo
en el ámbito familiar, objetos antiguos o en desuso preguntando para qué servían y
reconstruyendo una realidad pasada desde sus fragmentos. El objetivo era que los
niños se acerquen al Museo, tratando de descifrar los usos de viejos objetos abando-
nados, testigos de la historia de la ciudad.
El primer encuentro imaginar un mundo con otros objetos/imaginar otro
mundo partía de la pregunta: ¿se pusieron a pensar que algunas de las cosas que
tenemos alrededor y usamos cotidianamente… antes no existían?
Para ello utilizamos los objetos que conserva el Museo, relacionados con la
estación de trenes: objetos que se usaban en ese momento y que ahora no sabemos

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qué son o para qué se podrían haber usado. Les propusimos realizar una investiga-
ción de la historia de vida de esos objetos para conocer un momento en donde esos
objetos (la misma estación, la luz de señalización o el telégrafo, por ejemplo) tenían
un valor de uso. Pero hoy, esos objetos tienen otro valor ¿para qué nos sirven hoy
esos objetos?
El segundo encuentro “historia de vida de un objeto” estaba relacionada con
devolverle a un objeto del Museo su contexto, averiguar para qué servía, preguntar
a sus familiares o en la escuela, buscar en un libro o en internet.
La historia de vida de las reliquias, las antigüedades o los objetos del Museo
es esencial para conferirles un valor en el presente. Ese valor deviene de su biografía,
de su autenticidad, de haberse conservado y de su capacidad de evocar un tiempo
pasado, nos preguntamos ¿Qué objetos creen que guardaremos nosotros? ¿Cómo se-
rán los museos dentro de muchos años? ¿Qué objetos tendrán? ¿Nosotros guardamos
o “usamos y tiramos”? ¿Dónde se guarda hoy la historia? Les propusimos traer algún
objeto viejo de la casa, compartirlo, mostrarlo, contar para qué se usaba, en otras
palabras construir un sentido a lo que ya no lo tiene.

Figura 3. Recreando distintas historias a partir de fragmentos actuales recolectados


en el predio (2014). Archivo Museo “Juan Murray”

El tercer encuentro “Crear un objeto. De la parte al todo” relacionada con la


re-construcción de un objeto a partir de un fragmento (Figura 3). Muchas veces en
los museos no hay objetos completos, o se hallan descartados, enterrados o rotos,

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pero de todos modos tienen un valor porque pueden contar una historia. Se partió de
las premisas de construir un objeto a partir de evidencias. Una alternativa fue “de
cero”, utilizando un material (arcilla por ejemplo). Otra alternativa fue construirlo a
partir de un fragmento (un trozo de loza). La historia de esos objetos también se
puede re-construir con una parte: un tornillo de un tren o un fragmento de vidrio de
una botella antigua. En ese marco de la actividad, la re-construccón fue darle un
sentido original al objeto en sí, sea funcional o formal, saber qué forma tenía y cómo
esa forma tenía un sentido, el cual se perdió por el desuso, por el tiempo transcurrido.

Consideraciones finales
¿Una discusión “académica”?

La salida al campo con los niños significó un contacto directo con las cosas.
Por lo tanto, a lo abstracto del plano de la estación o el corto de video, se le añadió
una realidad que debía combinarse con lo imaginado. Las primeras instancias, las
que vinculaban el plano en escala con la arquitectura, dieron una inmediatez espacial
de los participantes que marcaba lo difundido que está en el imaginario, un plano de
cierta casa, el cual sospechamos ya se ha insertado en la vida cotidiana como una
herramienta habitual. Igualmente, el uso de la brújula fue rápidamente dominado por
los niños. Incluso uno de los niños –frente a un mal funcionamiento por la gran can-
tidad de hierro que hay en el predio- ironizó sobre la calidad del artefacto. Todo esto
denotaba un manejo de ciertos dispositivos (planos, orientación, localización, usos)
que permitía avanzar sobre su uso, aventurándonos a la posibilidad de nuevas cons-
trucciones. El desafío era el pasado, no el manejo de una tecnología determinada.
O sea, que los niños, con herramientas muy conocidas, pudieran reconocer
y luego reconstruir una realidad anterior a su vida e incluso a la de sus padres o
abuelos. Dejamos de lado, momentánea y deliberadamente lo cronológico, sustitu-
yéndolo por lo “viejo” o “lo de antes” ya que la abstracción de la cronología compleja
es dificultosa de elaborar, sobre todo teniendo en cuenta las diferentes edades de los
protagonistas.
Fue en la segunda salida al campo, cuando apareció un objeto abandonado,
en medio del predio circundante a la estación y en el camino que conduce al oeste
del pueblo. Se trataba de un pomo de solución para emparchado de bicicletas, de la
antigua marca “DINI”, aunque de reciente compra y uso. Probablemente su utiliza-
ción y descarte era sólo de algunos días. Fue hallado por los niños, que inmediata-
mente lo reconocieron como lo que era: un pomo de cemento para arreglar ruedas
de bicicleta (herramienta conocida).
La pregunta ¿Por qué piensan que está este pomito aquí? disparó una serie
de hipótesis importantes para el desarrollo del taller.
Uno de los niños argumentó que allí había una antigua bicicletería y ese
pomo era un vestigio de ese comercio. Todos asintieron, dotando incluso de ciertas
características al negocio.
Esta respuesta interpelaba el concepto de arqueología que tratábamos de
brindar, esto es, ¿Qué hace esto aquí? Frente a la carencia de otro vestigio, los niños

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construyeron una realidad, no sólo propia, sino también consensuada. Esa realidad
no es “falsa” en el sentido que carece de verdad científica. Es construida y está en el
mismo plano que la “verdad arqueológica”, en tanto es una hipótesis, elaborada y
expresada con los materiales concretos y las herramientas cognitivas disponibles.
Por lo tanto, es una inferencia lógica, construida con un solo fragmento material, un
pomo de cemento, sin otro elemento asociado.
Cuando se preguntó ¿Cómo saben que esa bicicletería estaba aquí? La hi-
pótesis se puso en crisis e inmediatamente se expresó otra más cercana a una “reali-
dad”. O sea la de una reparación de emergencia ante una pinchadura: alguien lo usó
y lo tiró.
Se articularon aquí una “teoría” –la evocación de una bicicleta con la cámara
pinchada, cómo repararla y con qué- con una lógica que vinculaba un objeto solo a
la actividad humana, sin más datos que lo evidente-inmediato, sin una observación
del contexto u otras memorias.
Fue en ese momento cuando se explicó la noción de registro arqueológico,
lo que aparece a la observación. En las adyacencias, se pudo ver una montaña de
escombros, y en función de eso –ya abandonando el pomo de cemento- se pudo in-
ferir qué tipo de vestigio aparecía, los materiales constitutivos, como revoques y ma-
deras, si éstos estaban pintados o no, etcétera. En ese caso, dotándolos de los datos
suficientes, los niños pudieron construir una realidad pasada (demolieron una casa,
pero no toda) e incluso que esa casa era antigua y hasta definieron cuál de las vi-
viendas de la vereda de enfrente era la remodelada. Se plantearon allí conceptos
como viejo, antiguo, de museo y también reciente o nuevo, por contraposición.
Esto permitió recolectar objetos de descarte (viejos clavos, trozos de bote-
llas, fragmentos de piso, loza, etcétera), observar adonde estaban y darles sentido en
el contexto original de deposición): ¿Dónde estaba? ¿Qué hace esto aquí? ¿Por qué?
mediante la inferencia lógica del objeto más el contexto de hallazgo (construcción
del contexto arqueológico de deposición). La experiencia de campo nos llevó a pen-
sar que este tipo de actividad puede dotar a los niños de herramientas lógicas –in-
dispensables en la arqueología- antes que los métodos de excavación, la exhibición
de objetos bellos o exóticos o una clase de historia, por lo general prefabricada. Así,
concluimos que la experiencia de campo permitió la aplicación de estas lógicas, la
articulación de lo evidente con una “teoría” –el contexto evocativo– usando herra-
mientas cognitivas disponibles -la lógica relacional- para dar sentido, contenido y
contexto al objeto hallado.
Aclaramos que con esto no se deseaba coartar o impedir la creatividad de los
niños, sino por el contrario, potenciarla con la dotación de las herramientas lógicas
e interpretativas habituales en la arqueología. Antes que dar conceptos arqueológicos
“académicos” (por otro lado poco aplicable y potencialmente “aburrido” considera-
mos que la meta del taller fue dar un sentido a lo que se observa, no sólo mediante
la recolección de objetos, sino también de datos, palabras y vínculos, incluso afecti-
vos.

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Agradecimientos

Agradecemos a los integrantes del Museo Juan Murray, al Museo Itinerante


del Barrio de la de Refinería, a Pedro y a la Municipalidad de Funes, y en forma
especial a los niños y familiares. Su colaboración permitió y permite el funciona-
miento del taller.

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