Representaciones Sociales Teoria e Investigacion
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Universidad de Guadalajara
2007
Primera edición 2007
D.R. © 2007, Universidad de Guadalajara
Centro Universitario
de Ciencias Sociales y Humanidades
Editorial cucsh-udg
Guanajuato 1045
Col. La Normal
44260, Guadalajara, Jalisco, México
ISBN 978-970-27-1175-9
Introducción 9
Tania Rodríguez Salazar
María de Lourdes García Curiel
Parte i
Revista de acceso abierto publicada por la Johannes Kepler Universität, Linz, Austria. Dispo-
nible en http://www.psr.jku.at/
European Phd.D. on Social Representations and Communication. Véase: http://www.europhd.net
10
La primera parte comienza con el análisis del concepto de represen-
taciones colectivas en la obra de Émile Durkheim. Como se sabe, la aproxi-
mación de Moscovici fue inspirada por el tratamiento previo que le brindó
este autor, entre otros. El artículo de Jorge Ramírez investiga la compleja
constelación de ideas que está en el origen de este concepto en Durkheim.
Muestra la influencia que tuvieron las reflexiones de Alfred Espinas y las
de Wundt en el surgimiento de la noción, pero sobre todo busca hacer una
reconstrucción muy completa de las características que tuvo en Durkheim.
Llama la atención su intento de demostrar que el concepto de representa-
ciones colectivas fue central para el pensamiento del sociólogo francés, así
como explicar la forma en que este concepto está vinculado con el conjunto
de su teoría sobre la sociedad. Esta contribución nos invita a volver a los orí-
genes del concepto de representación social para encontrar nuevas lecturas y
aportes para el estudio del pensamiento colectivo.
El segundo capítulo, “Elementos de la construcción, circulación y
aplicación de las representaciones sociales”, escrito por Silvia Valencia,
ofrece un panorama general sobre los procesos implicados en la cons-
trucción de representaciones sociales, sus elementos constitutivos y sus
formas de circulación y difusión social. Su contribución expone aspectos
teóricos claves de la teoría de las representaciones sociales: la objetivación,
el anclaje, la propaganda, la propagación y la difusión. Su exposición es
clara y didáctica, pues ilustra con ejemplos empíricos el uso de tales con-
ceptos para leer aspectos de la realidad social.
Con una discusión epistemológica detallada sobre qué es la expli-
cación científica y qué significa explicar los fenómenos sociales bajo una
nueva visión de la ciencia, el texto de José F. Valencia y Francisco J. Eleja-
barrieta, “Aportes sobre la explicación y el enfoque de las representacio-
nes sociales”, reconoce en la teoría de las representaciones sociales una
orientación construccionista capaz de superar los reduccionismos indivi-
dualistas o sociologizantes que han sido comunes en la psicología social.
Sus reflexiones retoman el modelo triádico de la representación social para
destacar su naturaleza mediacional y dinámica, y su papel en la construc-
ción social de la realidad.
11
Pascal Moliner, un investigador que ha hecho aportaciones meto-
dológicas relevantes para estudiar la organización y estructura de las re-
presentaciones sociales, expone y discute, a partir de tres experimentos,
algunas hipótesis con relación a la teoría del núcleo central. Su contribu-
ción “La teoría del núcleo matriz de las representaciones sociales” muestra
cómo se relacionan los elementos centrales con los periféricos y cuáles son
más importantes en la significación de un objeto social dado. Sus hallazgos
parecen indicar que, contrariamente a lo establecido inicialmente por la
teoría del núcleo, los elementos periféricos son los que otorgan significa-
do y sentido a los componentes centrales. Estos últimos serían más bien
receptores que generadores de significado, precisamente por su carácter
polisémico, abstracto y simbólico.
De manera reflexiva, el capítulo “Sobre el estudio cualitativo de la
estructura de las representaciones sociales”, escrito por Tania Rodríguez,
retoma algunos hallazgos de la teoría del núcleo central que podrían ser
investigados de manera cualitativa. Esto implicaría poner más atención a
ciertos conceptos que han surgido en la misma teoría de las representaciones
sociales como son themata y representaciones hegemónicas, emancipadas y
polémicas. También se presentan algunas estrategias de análisis de produc-
ciones discursivas que podrían ser útiles para identificar cualitativamente
elementos centrales y periféricos en una representación social.
La segunda parte está dedicada a la discusión sobre el potencial heurís-
tico de la teoría en otros campos de la acción y el saber –los campos de la
intervención social y la salud–, así como a la difusión de algunas investiga-
ciones empíricas.
Esta segunda parte se abre con una contribución de Denise Jodelet,
una de las figuras fundadoras más importantes de la teoría y la represen-
tante más importante de una aproximación antropológica al estudio de las
rs. En su texto “Imbricaciones entre representaciones sociales e interven-
ción” reflexiona, con la claridad que caracteriza su argumentación, sobre
las posibilidades de utilizar la teoría de las representaciones sociales para
emprender proyectos de intervención social. Estas reflexiones se apoyan
tanto en su propia experiencia de estudio sobre la representación social de
12
la locura en una comunidad rural francesa, como en una lúcida discusión
teórica sobre las ventajas y los riesgos de la asociación entre las represen-
taciones sociales y la intervención. Así mismo, Jodelet propone un modelo
de análisis de las representaciones que permitiría ajustar los estudios de las
representaciones sociales con las prácticas de intervención. Este modelo
contempla el análisis de tres esferas de pertenencia o referencia de la re-
presentación social y las funciones que éstas cumplen: la subjetividad, la
intersubjetividad y la trans-subjetividad.
“Entre la ciencia y el sentido común: representaciones sociales y
salud”, de María Auxiliadora Banchs, introduce el enfoque de las repre-
sentaciones en sus aspectos básicos, mostrando el gran potencial que tiene
para comprender los fenómenos de la salud y la enfermedad. A lo largo de
la exposición se van abriendo posibilidades de aplicación de la teoría de las
representaciones sociales al campo de las ciencias de la salud. Los plantea-
mientos de la autora tratan sobre las relaciones entre el conocimiento y las
prácticas científicas y el conocimiento y prácticas populares o del sentido
común, así como sobre los aportes que la teoría ofrece para la compresión
de los fenómenos de la salud.
Los capítulos ocho y nueve difunden resultados de investigacio-
nes cualitativas de carácter descriptivo que se realizaron con una orien-
tación interdisciplinaria y que responden más a interrogantes sociales
que cognitivas.
En el texto “Las representaciones sociales del policía auxiliar: entre
la vocación y la necesidad”, elaborado por Cecilia Morquecho y Rafael
Vizcarra, se analizan las motivaciones y representaciones del oficio de po-
licía auxiliar. Como bien plantean los autores, los policías son uno de esos
grupos sociales que gozan de poco prestigio en la sociedad mexicana. Más
que ser sujetos de confianza y respeto, suelen ser sujetos de desconfianza,
duda y miedo. Ser policía es, digámoslo así, una profesión desprestigiada
socialmente y además mal remunerada en nuestro entorno. Los hallazgos
de investigación que presentan los autores tratan de explicar por qué
alguien decide ser policía, con qué conocimientos de sentido común se
afianza el valor de la profesión y se construye una identidad de grupo.
13
Entre sus resultados aparecen algunos narraciones muy ilustrativas sobre
cómo la corrupción dentro de los cuerpos policíacos se construye como
un hecho normal, cotidiano y moralmente justificable.
El texto “Experiencias y representaciones sociales del trabajo en
jóvenes” de José Navarro Cendejas, reflexiona acerca de las vivencias ju-
veniles ante la creciente dificultad que implica incorporarse en el mercado
laboral, aun cuando se ha estudiado una carrera universitaria. A partir del
análisis de pequeñas narraciones sobre experiencias de búsqueda de em-
pleo, o de un empleo satisfactorio, el autor identifica algunas de las repre-
sentaciones que configuran jóvenes en situación de desempleo y subem-
pleo con relación al trabajo. Entre sus resultados aparece cómo el trabajo
está fuertemente asociado al logro, el salario, la experiencia, la autoestima
y la competencia.
El último capítulo, “Representaciones sociales y desempleo: un es-
tudio sobre las contradicciones y especificidades del desempleo femeni-
no”, escrito por Maider Larrañaga, José F. Valencia y Pierre Vergés, ilustra
una forma de investigar la representación social de un objeto social que es
ampliamente utilizada en este campo de estudios. Con un diseño metodo-
lógico cuantitativo, basado en la teoría del núcleo central y en una técnica
de asociación de palabras y cuestionarios, los autores reportan los princi-
pales hallazgos de su investigación sobre las similitudes o diferencias en la
representación social del desempleo masculino y el femenino.
14
Parte i
Durkheim y las representaciones colectivas
Introducción
Departamento de Sociología, Universidad de Guadalajara.
17
2003), así como sobre el pensamiento de Durkheim (Moscovici, 1993),
han ofrecido una apreciación más equilibrada y minuciosa de sus contri-
buciones en la historia de la idea.
La segunda razón es que, a pesar de que se visualice la aportación
de Durkheim como parte de un pasado remoto, sería difícil negar que su
enfoque sigue estructurando de modo tácito el campo de trabajo de las
representaciones sociales. Revisar a Durkheim es una manera de traer a la re-
flexión el conjunto de premisas y nociones que subyacen a la interpreta-
ción contemporánea de las representaciones sociales, tales como la re-
lación entre el pensamiento y la realidad, el vínculo entre la representación
y la acción, el carácter social de las representaciones, su relación con lo
simbólico, entre otras.
Además es evidente que la exploración de la idea en Durkheim po-
dría ser aún teóricamente fecunda. Farr (1998) insistió ya en la necesidad
de retornar a su pensamiento para recuperar la dimensión cultural de la
teoría de las representaciones sociales. En realidad hay que agregar que
este regreso podría ayudar a reconsiderar el lugar del concepto dentro de
una teoría general de las sociedades modernas, nexo que en mi opinión
se ha perdido dentro de la psicología social. Significa repensar un marco
de orientaciones generales en el que el concepto de representaciones co-
lectivas, como fue elaborado por Durkheim, adquiría sentido con relación
a la democracia, lo sagrado, el ritual, la ciencia y la moral.
Se debe agregar, por último, el hecho de que la discusión de esta
idea en Durkheim abre el acceso a la comprensión y discusión de otros es-
fuerzos intelectuales que han trabajado con ella. Aunque Moscovici (2002)
tiene razón en señalar que en la sociología no ha prosperado el concepto
de representaciones colectivas, al menos al nivel en que sí lo ha hecho en
la psicología social, no se puede negar que han existido esfuerzos impor-
tantes. Los trabajos de Fleck (1986), Bloor (2003) y Beriain (1990) indican
esta utilidad del concepto, pero lo mismo se puede señalar respecto a los
de Chartier (1992) y Douglas (1996) para terrenos distintos a la sociología.
Estos casos demuestran que el contenido de la idea de representaciones
colectivas no se agota con su apropiación en el campo de la psicología
18
social y, más importante, que la teoría social aún puede ser estimulada por
las ideas de Durkheim en torno a este concepto.
Aunque es de utilidad, discutir esta idea en Durkheim tiene cierto
grado de complejidad. Hay que tener en cuenta que Durkheim trabajó con
el concepto con el apoyo de un conjunto muy amplio de referencias filo-
sóficas y psicológicas. Pero no sólo eso, sino que, como era común en la
época, apenas indica la procedencia de muchas de ellas. Otro problema es
que, contra lo que suele pensarse, la noción de representaciones colectivas
no aparece en forma algo tardía en su pensamiento, ni está localizada en
algunos de sus trabajos, sino que recorre casi todo el corpus textual de su
obra. Adicionalmente, se debe observar que la idea de representaciones
colectivas no tiene un rango similar a cualquier otro de sus conceptos.
Ocupa en realidad el centro de su teoría sociológica, en la medida en que
gradualmente las consideró como el objeto propio y exclusivo de la so-
ciología. Esto impide restringir su discusión a un sector de su pensamien-
to; es necesario considerar el conjunto de sus razonamientos. Habría que
agregar, finalmente, que Durkheim utiliza la idea no sólo para dar vida a
la naciente disciplina sociológica, sino para tratar de resolver intrincados
debates filosóficos, psicológicos, pedagógicos y hasta morales.
Dar cuenta de todos estos aspectos rebasaría las proporciones razo-
nables de un capítulo de libro. Sin embargo, he tratado de considerarlos
en alguna medida. La exposición que sigue está articulada a la vez con
criterios históricos y sistemáticos, aunque el peso del primero es más vi-
sible en las primeras secciones. Rastreo la adopción de la idea por parte
de Durkheim, me detengo brevemente en sus antecedentes intelectuales
y trato de precisar los contornos y alcances que tuvo en su pensamien-
to. Para la parte propiamente histórica me he apoyado en información
conocida en alguna medida, aunque sorprendentemente ignorada en los
trabajos contemporáneos, especializados o no. Es el caso del papel que
desempeñó Alfred Espinas y Wilhelm Wundt en la génesis y difusión de la
idea. Para la parte más sistemática he explorado el concepto como aparece
en sus libros publicados en vida, pero también en sus múltiples artículos y
lecciones de cursos, estos últimos publicados póstumamente.
19
Las representaciones:
entre la filosofía y la psicología
Wundt fue una influencia importante en el pensamiento de Durkheim. Se sabe de ella a propósito de
varias ideas relevantes (véase Lukes, 1973/1984). Sin embargo, en mi opinión no se ha profundizado
demasiado en esta influencia. Generalmente se ha observado las relaciones entre ambos pensadores
a partir de dos obras de Wundt. Los historiadores de la sociología han dado prioridad a la Ethiks,
que reseñó Durkheim (1887), (así Deploige, 1911/1927; Jones, 1999); los psicólogos, en cambio, han
dado más énfasis a la muy posterior psicología de los pueblos (Farr, 1998; Fernández, 1994). Poca
atención se ha prestado a los escritos de psicología general de Wundt, los cuales eran del conoci-
miento de Durkheim.
Stedman pasa por alto esta relación con Wundt, pero explica que la idea de fuerza asociada a la
representación proviene de Renouvier (véase Stedman, 2000: 56).
22
Nosotros entendemos por representación (vorstellung) la imagen, que un objeto
engendra dentro de nuestra consciencia. El mundo –en tanto que lo conoce-
mos– se compone únicamente de nuestras representaciones (Wundt, 1886:
5; énfasis en el original).
Pero debemos aclarar que la imagen por la que se definen las repre-
sentaciones no sólo es un estado determinado de la mente a la manera de
un proceso figurativo que sucede en el cerebro humano. Es más bien la
manifestación dentro de la conciencia de cualquier objeto capaz de afectar-
la. Para Wundt y Durkheim, las representaciones designan todo contenido
mental, en el que caben las sensaciones, las percepciones, las imágenes y
los conceptos. Así, para Wundt, las sensaciones son en última instancia
representaciones simples (ibidem: 6). Durkheim, por su cuenta, recono-
ció claramente tres grandes clases de representaciones: las sensaciones,
las imágenes y los conceptos (Durkheim, 1913-1914/2003; 1914/1976).
Aunque cada uno puede describirse por su desigual nivel de complejidad y,
en el caso de los conceptos, por su origen colectivo, todos ellos tienen las
características de implicar una relación de la mente con un objeto interno
o externo al sujeto, es decir, son elementos representativos. La representa-
ción es, entonces, el atributo más general de los estados mentales.
Pero Durkheim no sólo es fiel a la idea de representación de Wundt,
sino que adopta la tesis que la complementa: todo conocimiento del mun-
do se compone únicamente de representaciones, afirmación análoga a la
de que la vida social está hecha esencialmente de representaciones (Dur-
kheim, 1897/2003; 1901/1989). Sin embargo, mientras que Wundt intro-
duce una afirmación condicional “en tanto lo conocemos”, en Durkheim
la idea ya no está limitada a un yo que conoce, sino que pretende ser una
afirmación realista sobre la sociedad. Pero para llegar a este punto, Dur-
kheim tuvo que sacar la noción de representaciones del campo de la con-
Observemos que la última frase de la cita remite inequívocamente a Schopenhauer y su obra El
mundo como voluntad y representación, que inicia con la famosa sentencia “el mundo es mi representa-
ción” (Schopenhauer, 2005: 85). La influencia de Schopenhauer a la vez sobre Wundt y Durkheim
es conocida (véase Mestrovic, 1989; 1992).
23
ciencia individual y de su asociación estrecha con los problemas del co-
nocimiento, y por ende de la psicología y la filosofía, para hacerla una enti-
dad que, sin dejar de ser psíquica, iba a convertirse en el objeto de estudio
propio de la sociología.
Esta transformación no fue sencilla. Implicó, al menos, postular
la hipótesis de una conciencia colectiva que, al igual que la conciencia
individual, sirviera de marco de estructuración de las representaciones.
También supuso postular el substrato sui generis que, como en el caso del
sistema nervioso para la conciencia individual, evitara la idea inverosímil
de representaciones flotando en el aire. Aunque fuera una labor complica-
da, Durkheim creía del todo necesario llevarla a término para asegurarse
de un ámbito de la realidad específico que hiciera justificable la existencia de
la sociología. Si no era posible postular una realidad emergente, que no
fuese explicable por las leyes psicológicas que gobiernan la conducta
del individuo, entonces resultaban vanos los intentos de fundar una ciencia
independiente. Este especie de dogma epistemológico, que Durkheim he-
redó de Comte y Espinas, lo llevó a esforzarse por encontrar esa realidad
emergente en la conciencia y las representaciones colectivas. En la conse-
cución de esta empresa, sin embargo, Durkheim no trabajó solo.
Aunque Bellah agrega que la idea también aparece en el artículo “La prohibición del incesto”, publi-
cado por Durkheim ese mismo año.
24
Ambas fechas, en efecto, pueden tomarse como indicativas para datar el
uso recurrente que hará de la idea a partir de entonces. Sin embargo, no
pueden tomarse en sentido estricto como puntos de partida. Es necesario
ir más atrás en los escritos de Durkheim y reconocer, además, la influencia
de otros pensadores.
El término de représentations collectives está presente ya, por ejemplo,
en La división del trabajo social. Su presencia ahí es marginal. Durkheim in-
troduce la expresión solo en dos ocasiones y como parte de un único
argumento: las representaciones colectivas, propias de sociedades que lla-
ma “segmentarias”, desaparecen conforme avanza la división del trabajo.
Esta gradual desaparición se hace patente a partir del debilitamiento de la
sabiduría popular:
En realidad en tres ocasiones si consideramos una en el que distingue entre representaciones “exclu-
sivamente personales” y representaciones que no tienen este carácter, distinción que luego se expre-
sará en su pensamiento con la contraposición entre representaciones individuales y representaciones
colectivas. Ambas son constitutivas de la conciencia humana: “…no puede haber (conciencias) que
no reflejen, a la vez, las cosas que se refieren al individuo solo y las cosas que no le son personales”
(Durkheim, 1893/1994: 245).
Al afirmar esto me alejo de la opinión convencional, establecida por Lukes (1973/1984), según la
cual Durkheim habría “abandonado” el concepto de conciencia colectiva por el de representacio-
nes colectivas. No es el caso. El mismo Lukes da ejemplos de la pervivencia de ambas nociones.
Esta pervivencia llega incluso a uno de sus últimos cursos (Durkheim, 1913/1914). Es cierto, no
obstante, que su utilización se va haciendo cada vez más esporádica. Lukes da razones válidas para
explicar este cambio, pero creo que la más importante que no menciona es que Durkheim empezó a
25
Durkheim busca expresar con esta noción un conjunto relativamente
preciso, circunscrito y organizado de fenómenos mentales que, en su opi-
nión, son compartidos por el promedio de miembros de una sociedad:
interesarse más por la forma en que las representaciones colectivas se interiorizan y articulan la na-
turaleza social del ser humano, que por especificar cómo estructuran la conciencia colectiva conside-
rada en sí misma. Además, Durkheim habría recurrido más al vocablo sociedad como equivalente al
de conciencia colectiva, con lo cual evitaba las polémicas resonancias metafísicas del primer término
(aunque heredó toda su carga realista).
26
guidas o en vías de hacerlo. Este tratamiento de la idea permite entender por
qué Durkheim, aunque explica cómo se forma el ser colectivo, ya no habla
expresamente de conciencia colectiva en su segunda obra, Las reglas del método
sociológico (1895), y sólo le reserve una mención titubeante a las representa-
ciones colectivas10. Estas reservas desaparecerán en sus siguientes trabajos,
como se puede advertir en El suicidio (1897).
Es presumible que en este intervalo Durkheim debió convencer-
se que el término podía tener una aplicación más amplia, no atada a la
descripción de las sociedades primitivas, sino para dar cuenta del espec-
tro completo de hechos sociales que deberían ser objeto de estudio de la
naciente disciplina sociológica. Se ha observado que las representaciones
colectivas adquirieron importancia para Durkheim hasta su encuentro con
la religión (Alexander, 1984). Es probable que fuese así. Sin embargo, ha
sido común en la literatura ubicar este interés hacia 1895. En esta fecha,
Durkheim tuvo, en sus propias palabras, una especie de revelación por la
que se dio cuenta de la importancia de la religión en la vida social11. Sin
embargo, no se ha observado que el vínculo entre representaciones y re-
ligión lo había establecido anteriormente, a propósito de su comentario
a la obra L’irreligion de l’avenir, de Guyau y aparecido en 1887. Esta es la
mención más antigua del término que se puede localizar en sus textos. Se
le observa en un solo pasaje:
10
Esta mención se limita al siguiente pasaje: “Las representaciones, las emociones y las tendenci-
as colectivas no tienen por causa generadora ciertos estados de la conciencia de los individuos, sino
las condiciones en que se encuentra el cuerpo social en su conjunto” (Durkheim, 1895/1989: 163).
11
El comentario sobre la “revelación” se encuentra en las cartas polémicas que fueron escritas para
rebatir la obra crítica de Deploige (1911/1927) y que a la postre fueron incorporadas como apéndice
de la misma. Deploige rebatió esta afirmación autobiográfica de Durkheim añadiendo que era una
convicción que había encontrado en la Ethik de Wundt, aparecida en 1887.
27
A pesar de su brevedad, el argumento ofrece al menos dos puntos
de interés. Reafirma la importancia de la relación entre representaciones
colectivas y conciencia colectiva, aquí llamada inteligencia social. Pero tam-
bién es significativa la conexión con la religión, que se contempla como un
caso de representación colectiva. Este vínculo encontrará todo su sentido
cuando Durkheim, quince años después, desarrolle a plenitud su estrecha
relación en Las formas elementales de la vida religiosa.12
Debe observarse también que, tratándose de un primer uso del tér-
mino, no se añade una acotación sobre su significado, como si éste, al igual
que el de representación, fuese de dominio común. El misterio de este
silencio, si es que hay tal, se explica porque Durkheim en realidad estaba
usando un término ya fabricado.
Farr (1998) ha observado que Wundt también se interesó en el estu-
dio de las representaciones colectivas, y cita como prueba los tomos de la
Volkerpshychologie (publicados entre 1900-1920). Sin embargo, este interés
común puede datarse algunos años antes. Si se revisa el popular Compendio
de psicología de Wundt, publicado originalmente en 1896, no deja de ser
sorprendente que se encuentre ahí tanto una noción de representaciones
colectivas, que él denomina comunes, como una de conciencia colectiva.
Si se comparan con las elaboradas por Durkheim tres años antes, su se-
mejanza es realmente asombrosa. Así, a propósito de las representaciones
comunes, Wundt escribió:
No podemos dejar de notar, de paso, la posibilidad de que la conexión entre representación y re-
12
ligión proceda, en última instancia, de Hegel, quien desarrolló su teoría de la representación justa-
mente analizando el fenómeno religioso (para una discusión entre religión y representación en He-
gel, véase Taylor, 1999). Aunque Durkheim da muestras de conocer a Hegel (véase vgr. Durkheim,
1898-1900/1974), no necesariamente podría tratarse de una influencia directa.
28
concordes sobre el contenido y el significado cósmico, estos es las represen-
taciones mitológicas, y en segundo lugar, los motivos comunes de la voluntad…
(Wundt, 1896/1910: 401, subrayado en el original).
13
En opinión de Alfred Fouillée y Simon Deploige las ideas de Espinas que revisaremos a continua-
ción procedían de pensadores alemanes. Fouillée se limita a decir que eran ideas muy populares
en Alemania antes que Espinas las adoptara (1886: 213), mientras que Deploige atribuye expresa-
mente el origen de las nociones de conciencia y representaciones colectivas a Lazarus y Steinthal
(1911/1927: 149-152), en los cuales se habría basado Espinas.
14
Esto también era sabido por sus contemporáneos. En la breve necrológica que se dedicó a Espinas
en 1922, año de su fallecimiento, se establecía que él había formulado “la primera hipótesis de una
conciencia colectiva y de representaciones colectivas y abría de este modo la vía a los trabajos de
Durkheim y la escuela sociológica” (Revue Philosophique, 1922, t. xciii: 500).
30
sustrato, al igual que como lo reconocieron Wundt y Durkheim, no se
encuentra “en última análisis, mas que en los organismos donde ella
se manifiesta”(ibidem: 537).
En esencia, Durkheim hizo suyo este cuerpo de ideas. Afirmó,
junto con Espinas, que la sociedad humana es una realidad emergente,
espontánea y, en ese sentido natural, aunque hizo caso omiso de la línea
de pretendida continuidad que Espinas le atribuye con las sociedades
formadas por animales. Aceptó, además, que esta realidad era de natu-
raleza psíquica. En su comentario sobre el desarrollo de la sociología
en Francia durante el siglo xix, en el que le dedica consideraciones
inusualmente extensas a la obra de Espinas, ratificó esta idea principal,
a saber, que la naturaleza de la realidad social “es de orden psíquico y
que el objeto esencial de la sociología es investigar cómo se forman y se
combinan las representaciones colectivas” (Durkheim, 1900: 12). Des-
pués de darle un uso limitado a la idea dentro de su primer libro, en la
forma en que ya discutimos, se convenció15 que en esto residía el objeto
propio y distintivo de la sociología.
Hemos observado ya que este convencimiento pudo haber provenido del contacto de su pensa-
15
miento con la religión. Sin embargo, es probable que un motivo importante fuese descubrir que su
respetado maestro Wundt había introducido estos términos en su obra de 1896. Este año coincide
aproximadamente con el uso intensivo que Durkheim dio al término a partir de entonces.
31
mano de Comte y Boutrox para validar el principio de que el todo no es
idéntico a la suma de sus partes. Razona que a cualquier escala del univer-
so, la asociación de elementos puede hacer posible el surgimiento de un
orden nuevo de fenómenos que, una vez surgido como un logro evolutivo,
no puede reducirse a sus elementos constituyentes. De este modo, por
más que en la célula no exista más que “moléculas de materia en bruto”,
la forma en que esos elementos están asociados dan lugar al fenómeno
de la vida. A partir de su aparición, la vida ya no está en ninguno de sus
moléculas considerada aparte.
Lo mismo se puede decir de la vida psíquica y la vida social. En
cuanto a esta última, no puede si no surgir a partir de las conciencias
individuales. Cuando éstas se “asocian”y “combinan” de una forma de-
terminada dan lugar a una realidad específica. Esta realidad emergente es
la sociedad, la conciencia colectiva, o bien las representaciones colectivas,
conceptos que designan esencialmente la misma realidad. Este ser nuevo
es, igual que sus componentes, psíquico, pero de otro tipo:
Se sabe que de Wundt tomó Durkheim la idea de síntesis creativa (Lukes, 1973/1984; Udehn, 2001).
16
Pero Durkheim recurrió también al término síntesis química. Esta habría sido formulado por John
Stuart Mill, en quien probablemente también se inspiró Wundt. Para una exposición histórica sobre
las ideas asociacionistas en psicología, véase Boring (1988).
32
Bajo la acción de las fuerzas sui generis que desarrolla la asociación… se pro-
duce una síntesis química que concentra y unifica los elementos sintetizados,
y por eso mismo los transforma (Durkheim, 1898/2000: 50).
Durkheim y Gabriel Tarde entablaron una polémica que duró toda su vida. Esta polémica, además de
17
ser teórica, tenía implicaciones políticas y culturales más amplias (véase Lepenies, 1994). Blondel de-
mostrará más tarde que estas discrepancias, al menos en el plano de la teoría, eran menos agudas
de lo que se imaginaron tanto Tarde como Durkheim (véase Blondel, 1928/1996).
33
tienen su punto de partida en las conciencias individuales y, al final de
cuentas ahí residen, son en lo sucesivo de naturaleza colectiva. Durkheim
no abandonará nunca esta explicación sobre el, digamos, “grado cero” a
donde retrocede el proceso de generación de las representaciones colecti-
vas, sólo dará cada vez más énfasis a sus aspectos emocionales. La “efer-
vescencia colectiva”18 que observa en los rituales de las tribus australianas,
y que le parece el núcleo generador de toda representación religiosa19, es
en última instancia un fenómeno trepidante de masas exaltadas:
Cuando todos los individuos se han reunido, su acercamiento genera una es-
pecie de electricidad que los conduce rápidamente a un grado extraordinario
de exaltación. Cada sentimiento expresado encuentra un eco sin obstáculos en
todas las conciencias, abiertas de par en par a las impresiones externas: cada
una hace eco a las otras, y recíprocamente (Durkheim, 1912/1993: 356).
18
Espinas había usado con anterioridad la expresión “efervescencia general” para referirse a la reac-
ción de grupos de animales ante las señales de peligro (Espinas, 1877: 358).
19
Para una crítica de esta idea de Durkheim véase Evans-Pritchard (1979).
20
Durkheim decidió que la ciencia encargada de estudiar esta clase de fenómenos fuera la sociología.
Pero dada su naturaleza psíquica, se dio cuenta que bien podría ser del dominio de la psicología
social o colectiva: “No vemos ningún inconveniente en que se diga de la sociología que es una psi-
cología, si se añade que la psicología social tiene sus propias leyes, que no son las mismas que las de
la psicología individual” (Durkheim, 1897/2003: 342). Y un año más tarde agregó: “La psicología
colectiva es, por completo, la sociología ¿por qué no servirse exclusivamente de esta última expre-
sión” (Durkheim, 1898/2000: 57).
34
la parte; lo que es contradictorio en sus propios términos” (Durkheim,
1898/2000: 53).
Los sentimientos e ideas que surgen cuando se reúnen las personas, por
más que comporten nuevos y poderosos estados mentales, le plantearon
a Durkheim varios problemas para asumirlos plenamente como objetos
de estudio. El primero de ellos fue resolver la cuestión de identificar, en la
jerga de la época, el correspondiente “sustrato”que hiciera plausible pen-
sarlos como realidades independientes y autónomas de la psique indivi-
dual. Fue tanto como buscar el “sistema nervioso”de la sociedad que, de
modo equivalente al del individuo, se pudiera postular como asiento
de este psiquismo colectivo.
Durkheim refirió este substrato al conjunto de los individuos aso-
ciados. Las representaciones colectivas son el producto de todos los in-
dividuos y se sostienen, a su vez, en todos ellos (Durkheim, 1898/2000).
En ningún individuo considerado aparte se podría encontrar in toto el ser
colectivo que surge de la fusión de sus representaciones individuales: “Sin
duda, cada cual contiene algo de ella [de la obra colectiva]; pero ella no está
entera en ninguno. Para saber lo que ella es verdaderamente, hay que to-
mar en consideración el agregado en su totalidad” (ibidem: 50). Durkheim
intentó considerar, en efecto, el agregado en su totalidad. Antes de consa-
grarse por completo a los estudios sobre religión, enfatizó que la tasas de-
mográficas y su evolución estable en el tiempo demostraban la existencia
de estas totalidades extra-individuales (como las llamadas “corrientes sui-
cidógenas”) que, distribuidas de cierto modo en cada sociedad, impelían a
sus miembros en una dirección determinada (a matarse a sí mismos, por
ejemplo, en una proporción constante, véase Durkheim, 1897/2003). Sus
argumentos tendieron después, sin embargo, a subrayar la inclusión de las
representaciones colectivas en la estructura de la personalidad. Su conoci-
da tesis sobre la naturaleza dual del ser humano (Durkheim, 1914/1976),
35
según la cual éste se encontraba escindido entre contenidos propiamente
individuales y contenidos sociales interiorizados en el proceso de sociali-
zación (Durkheim, 1898-1899/1991), sirvió para asegurarle una sede más
tangible a las representaciones colectivas. Así, por ejemplo, su análisis so-
bre la religión totémica contiene, entre otras explicaciones, la forma en
que la idea del alma, como entidad distinta a la del cuerpo, no es en el
fondo sino una individualización de las fuerzas colectivas creadas por los
grupos humanos y que se expresan a través de símbolos religiosos (Dur-
kheim, 1912/1993).
Al ser de algún modo psíquicas y residir en el conjunto de las con-
ciencias individuales, aunque jamás en una sola de ellas, era lógico que la
prueba de la existencia de las representaciones colectivas se encontraba, en
último término, en un reconocimiento subjetivo. Los individuos puestos
en actitud de observador y no de participantes, por usar una distinción
reciente, podían dar fe de un conjunto de fenómenos que tenían las ca-
racterísticas de no haber sido elaborados por una ideación individual, ser
independientes, generales y, principalmente, ser coercitivos en algún grado
(Durkheim, 1901/1989).
En lo particular, el carácter coercitivo de las representaciones co-
lectivas era un rasgo decisivo que, en opinión de Durkheim, comprobaba
que su naturaleza no era individual. Esta coerción podía adquirir dos mo-
dalidades, que son distinguidas con más nitidez en uno de sus últimos tra-
bajos (Durkheim, 1913-1914/2003), y que se pueden llamar coerción moral y
coerción lógica. Los preceptos morales, las reglas del derecho y las creencias
religiosas ilustraban el primer tipo, pues son fenómenos sociales que se
“imponen al individuo” (Durkheim, 1898/2000) en sus formas de actuar.
Los conceptos, por su parte, en tanto que son expresiones de lo real, pue-
den considerarse como maneras de pensar obligatorias (Durkheim, 1913-
1914/2003). Ambos tipos de coerción están sustentadas por la autoridad
de la conciencia colectiva, que adquiere en parte su prestigio por su par-
ticipación con lo sagrado (Durkheim, 1906/2000). Sin embargo, aunque
distintas, Durkheim concibe a la segunda como una forma de la primera.
Kantiano, al fin, dirá:
36
La necesidad lógica no sería otra cosa que una forma de la necesidad moral; la
certidumbre teórica, de la certidumbre práctica. Por ese camino permanece-
mos en la tradición kantiana (1913-1914/2003: 168).
Como han sugerido Bourdieu y Passeron (1990), así como Giddens (1998).
21
Durkheim le concedió una importancia elevada a estas formas materiales, cuyo estudio incluyó en
22
38
de una perspectiva de la vida social como una entidad psíquica colectiva
a una visión que la interpreta como un sistema de símbolos; en otras pa-
labras, le permitió evolucionar de un paradigma de la conciencia a un pa-
radigma propiamente lingüístico. Aunque en esencia el esquema continuó
siendo el mismo, pues aun piensa que ellas son resultado de la acción y
reacción de las conciencias, agrega que “en sí mismas [las representaciones
colectivas] no son posibles a no ser gracias a intermediarios materiales”
(Durkheim, 1912: 378). Estos intermediarios son los símbolos, los cuales
no pueden verse como etiquetas o nombres sobrepuestos a las represen-
taciones, sino que efectivamente estructuran los sentimientos colectivos
al encarnarse en objetos, personas y fórmulas verbales determinadas. Es-
tos símbolos materiales son necesarios porque sin ellos los “sentimientos
sociales”sólo podrían “tener una existencia muy precaria” (ibidem: 379). A
través de ellos se articula la esfera de lo sagrado, pero a la vez hacen posi-
ble que los individuos se sientan como miembros de una misma sociedad.
La fabricación de los lazos de pertenencia a una misma comunidad moral
se expresa en ellos y depende al mismo tiempo de ellos. Por eso Durkheim
no duda en considerar que es por medio de los símbolos que la sociedad
toma conciencia de su propia existencia y puede perpetuar tal conciencia
a lo largo del tiempo (ibidem). No es casual, por consiguiente, que llegue a
precisar su fórmula anterior sobre la vida social como conjunto de repre-
sentaciones, para afirmar ahora que ella “en todos los aspectos y en todos
los momentos de la historia, sólo es posible gracias a un amplio simbolis-
mo” (ibidem: 380).
Sin embargo, la existencia de un orden de ideas con una base simbó-
lica, que expresa de múltiples modos a la sociedad y da forma a su unidad
y permanencia en el tiempo, no puede sostenerse sin que sea necesaria una
periódica revitalización emocional de la sociedad que lo ha creado y que es
creada por él. El paso del tiempo y las preocupaciones utilitarias asociadas a
la supervivencia cotidiana son, en opinión de Durkheim, fuentes permanen-
tes de desgaste del universo de las representaciones colectivas. De ahí la im-
portancia del ritual, que tiene precisamente la función de regenerar ese orden
de ideas y los sentimientos que lleva asociados: “el culto tiene realmente por
39
efecto la recreación periódica de un ser moral, del que dependemos tanto
como él depende de nosotros” (Durkheim, 1912/1993: 551).
Durkheim llega a esta conclusión al analizar las ceremonias religio-
sas de las tribus australianas. Se percata que ellas son, ante todo, maneras
de “poner en movimiento a la colectividad” (ibidem). Son ocasiones que
impulsan a los individuos a reunirse y multiplicar los contactos entre sí.
Esta concentración hace revivir las energías del grupo y, por ende, el cuer-
po de representaciones colectivas que simbolizan esa fuerza. Pero no sólo
las sociedades tribales tienen esta necesidad; es inherente a todo agregado
social en cualquier momento de la historia:
Para una discusión y defensa de este enfoque de las categorías y su conexión con la realidad social,
23
41
Enfatizar la capacidad creadora de realidad de las representaciones
colectivas, que llega incluso a ser más evidente en el ámbito de los mitos
(Durkheim, 1913-1914/2003: 140), no supone en nuestra opinión, como
se ha creído (Parsons, 1968), un viraje idealista en su pensamiento. Dur-
kheim nunca supuso que las representaciones colectivas formaran un rei-
no aparte de la realidad; o bien, que ésta fuera construida enteramente por
aquellas. Al contrario, creía que las representaciones colectivas subsistían
porque se ajustaban de algún modo a los objetos que simbolizaban. En
particular, en el caso de la ciencia, la supervivencia de los conceptos cien-
tíficos, un tipo de representación colectiva, se explicaba por su corres-
pondencia con la realidad. Este reconocimiento, sin embargo, no le hacía
olvidar que para que incluso una verdad científica fuera vista como tal
y cobrara ascendiente sobre la sociedad, necesitaba compaginarse con el
conjunto de representaciones colectivas. En sintonía con la actual socio-
logía de la ciencia inspirada por él (Bloor, 2003; Fleck, 1986), afirmó que
“hoy en día, generalmente basta con que [los conceptos verdaderos] lleven
el sello de la ciencia para que se les otorgue una especie de crédito privile-
giado, pero ello se debe a que tenemos fe en la ciencia, y esa fe no difiere
esencialmente de la fe religiosa” (Durkheim, 1912/1993: 683).
En sus últimos escritos Durkheim tendió a identificar dos tipos de
representaciones colectivas: los conceptos y los ideales24. Habría que en-
tender a la religión, la moral, la lengua, el folclore, la ciencia, etcetera,
como conjuntos complejos de ambas especies de representaciones colec-
tivas. Cierto es que Durkheim usa también la noción de categorías, pero
éstas son para él “conceptos eminentes”, esto es, marcos fundamentales
del pensamiento (ibidem: 686). Hemos visto ya que para Durkheim existían
solo tres tipos de representaciones mentales: las sensaciones, las imáge-
nes y los conceptos. Ahora bien, sólo estos últimos son representaciones
colectivas. Los dos primeros serían para él propios del orden de lo indi-
vidual. Junto a los conceptos, que definen la actividad del pensamiento,
Sigo en esta distinción a Cladis (1992), aunque él hace de las representaciones colectivas un tercer
24
42
Durkheim colocó a los ideales, aunque estos vinculados con la actividad
práctico-moral.
Los conceptos son formas fijas de pensar. Son representaciones que
no cambian, a diferencia de las sensaciones o las imágenes, que están en
constante flujo y transformación. Su inmovilidad deriva de que están ar-
ticulados lingüísticamente25. Cada palabra de nuestra lengua “traduce un
concepto”. Pero además un concepto tiene la característica de ser poten-
cialmente universal, por ser compartido o, al menos, comunicable. Esto
depende de otro rasgo del lenguaje. Además de su fijeza, universalidad
potencial o real, los conceptos son impersonales. No remiten a experien-
cias estrictamente personales, sino a contenidos que la rebasan. Por eso,
parafraseando a Durkheim, es absurdo decir “mi concepto”, pero sí tie-
ne sentido decir “mi sensación”. La experiencia cotidiana con una len-
gua demuestra, por lo demás, que apenas hay palabra “cuya acepción no
sobrepase, más o menos ampliamente, los límites de nuestra experiencia
personal” (Durkheim, 1912/1993: 678). La función de los conceptos “es
expresar realidades” (Durkheim, 1911/2000: 118).
Los ideales, por su parte, son aspiraciones colectivas. Su función, a
diferencia de los conceptos, es “transfigurar las realidades a las que se re-
fieren” (ibidem). Están en la base de los sistemas valorativos de todo tipo.
A partir de ellos los objetos adquieren un valor que de suyo no poseen:
se recubren de un prestigio y dignidad que no tienen intrínsecamente.
Aunque Durkheim no lo especifica, se puede inferir que los ideales, a
diferencia de los conceptos, no son inmutables, ni impersonales, aunque
pueden ser universales. Adicionalmente, mientras que los conceptos son
abstractos, los ideales son concretos: los primeros sirven para simbolizar
los objetos; los segundos, por su parte, son simbolizados por las cosas
(ibidem). Debemos comprender a los ideales, sobre todo, aunque no ex-
De hecho, todas las representaciones sociales están estructuradas por el lenguaje, el cual es “en
25
el más alto grado una cosa colectiva” (Durkheim, 1911/2000: 117). Pero dentro de la conciencia
humana, se puede decir que el lenguaje permite franquear el paso entre las representaciones indivi-
duales y las colectivas, pues individualiza el flujo del pensamiento y estructura su forma lógica (véase
Durkheim, 1904-1905/1982: 424 y ss.)
43
clusivamente, como elementos que ordenan y dan sentido a la realidad
moral, en tanto ésta se muestra no sólo como una realidad coercitiva,
sino deseable (Durkheim, 1906/2000).
Al identificar sólo dos tipos de representaciones colectivas, Dur-
kheim trata de distinguir analíticamente dos dominios que articulan la ra-
zón humana: el pensamiento lógico y el razonamiento moral, ambos con
la característica, apuntada arriba, de manifestarse a través de dos clases de
coerciones, y cada uno dominado por un tipo característico: el concepto
y el ideal, respectivamente26. Es evidente que Durkheim está tratando de
respetar la distinción kantiana entre razón pura y razón práctica, pero en
su opinión también se inscribe en esa tradición al argumentar que uno y
otro derivan de la misma fuente, en su caso la colectividad: “la ciencia, la
religión y la moral… derivan de una misma fuente. Eso lo entendió Kant,
y por eso hizo de la razón especulativa y de la razón práctica dos aspectos
distintos de la misma facultad” (Durkheim, 1912/1993: 693).
Conclusión
Esto no es obstáculo para que en algunos pasajes haga los términos intercambiables; o bien, indique
26
que los conceptos son también ideales porque son posibles por el lenguaje (Durkheim, 1911/2000)
o porque son idealizaciones, esto es, transfiguraciones de la experiencia sensible.
44
esferas del pensamiento y la moral que hacen posible la constitución de las
sociedades y su permanencia a lo largo del tiempo.
Este esfuerzo de fundación de la disciplina sociológica y su ámbito
de investigación exclusivo hicieron que Durkheim insistiera mucho en se-
parar radicalmente el ámbito de lo social y lo individual, algo que sin duda
tuvo repercusiones nefastas para la psicología social posterior, tal como
ha argumentado Farr (2005). En nuestro trabajo no pusimos demasiado
énfasis en esa tajante separación que Durkheim introduce en repetidas
ocasiones y que se aprecia desde el mismo título de su famoso ensayo
sobre el tema (Durkheim, 1898/2000). En la época en que Durkheim pu-
blicó sus trabajos, este énfasis parecía crucial para construir una sólida
posición científica y moral frente perspectivas que tomaban al individuo
como núcleo de las explicaciones sociológicas y de las reformas morales
de entonces. No obstante, muchas de las reflexiones de Durkheim en esta
dirección, lejos de ser un punto de partida fecundo, se convirtieron en
conclusiones rígidas que no agregan nada una vez demostrada la preemi-
nencia de la sociedad y sus fueros sobre el individuo. Especialmente en sus
últimos escritos su discurso tiende a hipostasiar a la sociedad y adquiere un
tono francamente moral.
Las ideas de Durkheim sobre las representaciones colectivas son
hijas de su tiempo, pero al mismo tiempo abren perspectivas que trascien-
den su época. Los descubrimientos psicológicos y las certezas filosóficas
vigentes entonces lo llevaron a postular un ámbito psíquico de naturaleza
colectiva, difícil de defender por las premisas y connotaciones realistas
que sugería, tanto más cuando desembocaban en la suposición de una
conciencia colectiva distinta de las conciencias individuales. Sin embargo,
lo que es importante destacar es que la comprensión del hecho religioso
como una realidad simbólica hicieron posible que se sustrajera en cierta
medida de este marco de interpretación en esencia psicológico y avanzara
hacia una teoría del simbolismo no muy distinta de la actual.
Pero más allá de esto, lo interesante del esfuerzo de Durkheim y que
hacen vigente sus ideas hoy es su insistencia en comprender las represen-
taciones colectivas no como un orden de fenómenos que opera, hoy di-
45
ríamos, en una escala micro-social y dentro de una temporalidad discreta,
sino en conexión con las estructuras culturales más amplias de la sociedad
y su evolución en el largo plazo. En este sentido, no deja de ser sugerente
la idea de comprender la ciencia, la moral, el derecho y la religión, al me-
nos, como creaciones colectivas contingentes que se transforman confor-
me cambian las sociedades y que, además, basan su poder de legitimación
de una autoridad que, de uno u otro modo, guarda una relación con lo
sagrado. Se dirá que no es así en una sociedad que, como la nuestra, ha
desmitificado o está en vías de hacerlo en todas las esferas de sentido y, al
contrario, resiente un déficit de lo sagrado. Pero sin duda, parafraseando
una imagen de Roberto Sidicaro27, Durkheim sonreiría y diría que ésta
también es una representación colectiva no tan distinta a la que profesa
cualquier sociedad primitiva en plena celebración ritual.
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50
Elementos de la construcción, circulación
y aplicación de las representaciones sociales
Introducción
Doctora en psicología social (2004) por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, de París,
28
Francia, bajo la dirección de la doctora Denise Jodelet. Profesora e investigadora del Centro Univer-
sitario de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Guadalajara. Correo electrónico: svalenci@cucs.
udg.mx
51
tico que entrevé las consecuencias prácticas del conocimiento, conside-
ra los problemas humanos (salud, inseguridad, marginalidad, desempleo,
educación, economía, política, pobreza, etcétera) desde una perspectiva
integradora de lo individual y lo colectivo. Con esto un campo fértil se
abrió para la psicología social. La teoría de las representaciones sociales ha
hecho de la articulación entre el sujeto y lo social, su campo de acción; así
como de la articulación recíprocamente constitutiva que une lo individual
y lo social (Moscovici, 1984) y en la articulación entre los procesos psico-
lógicos y los procesos sociales (ibidem). Además, los temas de la investi-
gación psicosocial no fueron más los objetos sociales sino los individuos
concretos, los grupos y las comunidades, teniendo una existencia con sus
objetivos y motivaciones, esperanzas y miedos, su pasado y su futuro.
La noción de representación social encuentra una parte de su perti-
nencia en las exigencias de profundización de los vínculos existentes entre
un sistema de conocimiento práctico (opiniones, imágenes, actitudes, este-
reotipos, creencias, valores) y los contextos de interacción interindividua-
les o intergrupales (Moscovici, 1989). Esta noción puede estar marcada
en su forma como en su contenido, por la posición social o ideológica de
quienes la utilizan. La noción de representación social está socialmente
determinada (Jodelet, 1989a).
La cantidad creciente de trabajos de investigación a partir de este
enfoque ha permitido constatar la importancia de las representaciones so-
ciales en el campo de la psicología social (Jodelet, 1989b: 9-2729), trabajos
que tocan problemáticas y objetos diversos. Jodelet ha destacado el valor
de ese proceso: “Tantos elementos que atestiguan la fecundidad de la no-
ción, de su madurez científica y su pertinencia para tratar los problemas
psicológicos y sociales de nuestra sociedad” (ibidem: 6).
Este artículo estará dedicado al examen formal de la teoría de las re-
presentaciones sociales, como marco teórico de múltiples y cada vez más
vastos proyectos de investigación. La mirada con la que se trabajaran las
En este libro Jodelet y Ohana presentan la bibliografía general sobre las representaciones sociales,
29
52
representaciones sociales será desde el momento de su construcción, los
elementos constitutivos, así como los procesos que ahí intervienen, pos-
teriormente, y a través de estos elementos o procesos iremos analizando
algunas investigaciones, de las cuales nos serviremos para ejemplificar lo
dicho. Ademas, incursionaremos en el campo de transmisión de las re-
presentaciones a partir del análisis de tres procesos a través de los cuales
éstas circulan y son difundidas, a saber: la propaganda, la propagación y
la difusión.
Conjuntos dinámicos […] “de las teorías” o de las “ciencias colectivas”sui gene-
ris, destinadas a la interpretación y al modulamiento de lo real [Ellas reenvían
a] […] un corpus de temas, de principios, teniendo una unidad y aplicándose
Kuhn explicaba en su obra: La structure des révolutions scientifiques (La estructura de las revoluciones científicas)
30
que el estado normal de las ciencias era ese donde un paradigma reina, y las revoluciones científicas,
a la inversa, son los periodos donde un nuevo paradigma aparece, contrario al antiguo, resolviendo
ciertos problemas, hasta entonces insolubles, haciendo desaparecer otros, sobrepasando los nu-
evos.
53
a las zonas, de existencia y de actividad, particulares […] Ellas determinan el
campo de las comunicaciones posibles, de los valores o de las ideas presentes
en las visiones compartidas por los grupos, y regulan, en lo sucesivo, las con-
ductas deseables o admisibles (1976a: 48).
31
Las itálicas pertenecen a la autora.
54
La actividad mental desarrollada por los individuos y los grupos para fijar su
posición respecto de las situaciones, eventos, objetos y comunicaciones que
les conciernen. Lo social interviene ahí de muchas maneras: por el contexto
concreto donde son situadas personas y grupos, por la comunicación que se
establece entre ellos, por lo marcos de aprehensión que conforma su bagaje
cultural, por los códigos, valores e ideologías, ligadas a las posiciones o perte-
nencias sociales específicas (1989b: 364).
No son los sustratos sino las interacciones que cuentan […] En suma, la ne-
cesidad de hacer de la representación una pasarela o pasaje entre el mundo
individual y el mundo social, de asociarles, enseguida, a la perspectiva de una
sociedad que cambia, motiva la modificación en cuestión. Se trata de com-
prender, ya no la tradición sino la innovación, ya no la vida social ya hecha
sino una vida social en tránsito de hacerse (Moscovici, 1989: 82).
57
último en razón de su importancia en la vida social, del esclarecimiento que
ella aporta sobre los procesos cognitivos y las interacciones sociales. […] las
representaciones sociales, en tanto que sistemas de interpretación rigiendo
nuestra relación con el mundo y los otros, orientan y organizan las conduc-
tas y las comunicaciones sociales. Igualmente intervienen en los procesos tan
variados como la difusión y la asimilación de conocimientos, el desarrollo
individual y colectivo, la definición de las identidades personales y sociales, la
expresión de los grupos, y las transformaciones sociales (1989a: 36-37).
58
representación mental del objeto que ella restituye simbólicamente […] cuan-
do éste está lejos o ausente” (1989: 37).
Los diversos temas de interés tomados en la vida cotidiana por los indi-
viduos o los grupos son objetos sociales que pueden ser considerados
como representaciones sociales. Estos son tomados en principio por los
sujetos a partir de los elementos y características transmitidas y comparti-
das por la colectividad por medio de comunicaciones específicas. Desde
los primeros textos sobre representaciones sociales Moscovici indicó que
las representaciones sociales eran gobernadas por dos procesos funda-
mentales sirviendo a su emergencia y a su organización: la objetivación y el
anclaje (Moscovici, 1976a). Estos procesos de formación de las representa-
ciones dan cuenta también de su estructuración.
La objetivación
Este proceso pone en evidencia cómo está compuesta la representación
social, es decir, los elementos que resumen o caracterizan el objeto que ella
aprehende, transformándola en un nuevo pensamiento. Este proceso de
objetivación permite a una colectividad o conjunto social edificar un saber
común sobre la base de los intercambios y de las opiniones compartidas.
La objetivación se caracteriza como uno de los aspectos de la construcción
representativa y se desarrolla en tres fases: “la construcción selectiva, la es-
quematización estructurante y la naturalización” (Jodelet, 1989a: 56).
La fase de la selección o construcción selectiva implica la depuración de la
información disponible sobre el objeto de la representación, dando lugar
a las alteraciones (distorsiones, inversiones, reducciones, ajuste, adiciones,
evaluaciones) o los sesgos cognitivos, resultantes de los modos de pen-
60
samiento, de ideologías, de un sistema de valores o cultura de aquellos
quienes reciben un objeto o un fenómeno nuevos. Al mismo tiempo, la
depuración de las informaciones se hace. Los individuos o el conjunto
social asocian y/o construyen una imagen que encuentra un sentido y es,
para ellos, coherente con el objeto de la representación. Ellos constru-
yen entonces una esquematización estructurante (Jodelet, 1984; 1989a) o un
esquema figurativo (Herzlich, 1972; Abric, 1994). Se trata de una suerte
de materialización y de simplificación de un fenómeno representado, rin-
diendo la complejidad conceptual accesible y comprensible a los sujetos.
Jodelet expone cómo esas dos primeras fases manifiestan “el efecto de la
comunicación y de los compromisos ligados a la pertenencia social de los
sujetos sobre la elección y el agenciamiento de los elementos constituti-
vos de la representación”(1989a: 36).
La naturalización es la fase en la que los sujetos utilizan la imagen-repre-
sentación como una herramienta (mediador) de comunicación entre ellos.
En otras palabras, la naturalización es una forma de adaptación del lenguaje
común de la información, a través de la imagen-objeto a la vida cotidiana o,
más bien, a la realidad de los sujetos que utilizan o se sirven de esa represen-
tación. La concreción de esas tres fases constituyen en su conjunto el pro-
ceso de la objetivación donde el propósito fundamental es de “reabsorber el
exceso de significación materializándole” (Moscovici, 1976b).
A manera de ejemplo, comentaré brevemente los resultados de
una investigación sobre la representación social de la epidemia del sida,
en la cual se manifiestan nítidamente las tres fases de la objetivación. La
investigación fue realizada a finales de 1995 (Valencia, 1997; 2006), diez
años después del boom del sida en el mundo entero. La muestra consis-
tió en dos mil jóvenes entre 16 y 25 años (la población fue equitativa en
hombres y mujeres), a quienes se les aplicó un cuestionario para pro-
fundizar en los conocimientos que sobre el sida tenían. Es importante
remarcar que las personas interrogadas debieron tener entre 6 y 15 años
a la fecha cuando el sida fue reconocido como una pandemia (años
1980). No obstante la edad de los sujetos, la imagen del sida, a la cual
hicieron referencia, fue la misma que aquella expuesta, en esa época por
61
sus padres, la opinión pública y los medios de comunicación. En México,
como en casi todo el mundo, esta imagen fue asociada específicamente
con las personas percibidas como “desviadas”o “perversas”: los homo-
sexuales, los drogadictos y las prostitutas.
Nuestro primer dato significativo fue que estos jóvenes (97% de la
población encuestada) demostraron casi en su totalidad saber qué era el
sida y cómo se trasmitía. No obstante su conocimiento o información
científica, remarcamos que los jóvenes elaboraron un esquema informa-
tivo específico o lo que se denomina en la teoría de las representacio-
nes sociales, una estructuración selectiva de la información, misma que
les permitiera tomar una posición frente a la pandemia, la cual fue
que el sida no era sino una enfermedad para los homosexuales, las prosti-
tutas y los drogadictos. Los datos científicos, a los que demostraron tener
acceso y que dieron cuenta en el cuestionario no fueron tomados en cuen-
ta. Ahora bien, fue evidente, a partir de nuestros resultados que, para los
sujetos, la imagen de esas personas o grupos sociales no correspondía con
su propia imagen, situación que les permitió concluir que no existía, en lo
absoluto, la posibilidad de ser contaminados con el virus del vih, hicieran
lo que hicieran.
En consecuencia, la organización de la información y la posición que
ellos tuvieron frente a este escenario fue configurada desde la siguiente es-
quematización estructurante: homosexual-drogadicto-prostituta = sida/no
homosexual-no drogadicto-no prostituta=no-sida. Estructuración que les
trasmitió la seguridad de no ser infectados. La imagen primera asociada al
sida pasó al lenguaje corriente, no solamente como una noción sino como
una asignación, materializada en un blanco social, los cuales fueron denomi-
nados como grupos de riesgo, estigmatización que en corto tiempo tomó
carta de naturalidad y donde la representación social del sida se naturalizó
en estas poblaciones. Por consecuencia, los comportamientos de (alto) ries-
go (de contagio), término que sigue vigente en la actualidad, fueron mani-
festados por los jóvenes para quienes esta representación se había estableci-
do y había sido aceptada. En otras palabras, el proceso de objetivación (darle
forma a aquello que nos es desconocido o no manejado) se había consolida-
62
do en los grupos estigmatizados, principalmente por los jóvenes con una alta
filiación religiosa y las autoridades eclesiásticas.
Se descubrió que 83% de la población encuestada vivía con sus pa-
dres, y no tenía la posibilidad ni de programar ni de prever cuándo o dón-
de tendrían relaciones sexuales, en consecuencia ellos no contaban con
un condón cuando el momento llegara. A manera de colofón de estas
afirmaciones, cerraré mi ejemplo con los siguientes datos:
l 64% de la población reconoció haber tenido relaciones sexuales con
un número de parejas (compañeros sexuales) que iba de una a diez,
e incluso más, en el curso de los dos años precedentes.
l 79% de las personas interrogadas afirmaron que el tipo de personas
con quienes ellos utilizarían un preservativo en el curso de una rela-
ción sexual serían los siguientes: homosexuales (siempre en primer
lugar), prostitutas y drogadictos.
l 85% de las personas interrogadas afirmaron que el tipo de personas
con quienes ellos no utilizarían un preservativo durante la relación
sexual serían los siguientes: personas amadas, personas que parecie-
ran tener un buen estado de salud y personas conocidas32.
El anclaje
32
Las categorías de las personas con quienes tendrían relaciones sexuales sin preservativo es sorpren-
dente, porque una persona puede enamorarse de otra luego de un lapso de tiempo que va de un día
a una semana; en segundo lugar, en nuestra cultura una persona puede conocer a otra luego de haber
sido presentadas por un amigo o conocido común, lo que pudo haber pasado el día anterior. En
tercer término, está probado que el virus del vih no se manifiesta de inmediato, incluso hay casos
en que el síndrome se expresa luego de varios años, incluso hasta 15 años después de haber sido
contagiada la persona; así que su imagen de buena salud no es un dato certero para saber si alguien
es seropositivo o no.
63
1976a), anclar una representación consiste en su enraizamiento en el espa-
cio social para utilizarlo cotidianamente. En el anclaje se le dota al objeto
de sus raíces en la representación y en la imagen (objetivada) del individuo
con una proyección (del objeto de la representación) eminentemente so-
cial. El anclaje testimonia de lo social con un sentido unificado, donde la
utilidad que porta concierne tanto al objeto como el contexto social donde
se produce.
Ese proceso testifica cómo se efectúa la construcción de una repre-
sentación social con relación a los valores, a las creencias y a los conoci-
mientos preexistentes propios al grupo social de donde ella ha salido. Se
trata de un proceso concerniente a echar raíces o enraizar la información-
objeto-imagen-representación, recientemente objetivada por los indivi-
duos, a partir de su campo de conocimientos adquiridos, permitiendo al
mismo tiempo la articulación mental y afectiva de lo nuevo con lo antiguo.
De esta manera, la representación se integra a una red de significaciones
creadas a partir de una jerarquía de valores impregnados de la sociedad y
de sus diferentes grupos (Jodelet, 1984).
Jodelet define la integración cognitiva propia del anclaje como “la inser-
ción orgánica del pensamiento constituido” (1984: 381). S. Moscovici, por su
parte, califica este proceso de proteiforme, en razón de su versatilidad.
Las modalidades del proceso de anclaje, retomando a Jodelet (1984),
son las siguientes:
1. Asignación de sentido. Esta modalidad depende de las fuentes de sig-
nificación social en vigor, a partir de las cuales la representación
toma su lugar como un hecho social. Ella puede encarnar al mismo
tiempo un valor y un contra-valor, según sea la adhesión religiosa,
política o ideológica de quienes la sostienen.
2. Instrumentalización del conocimiento. Esta corresponde a los procsos de
interacción donde se establecen y constituyen las relaciones sociales.
La estructura imaginativa de la objetivación es entonces completada
por eso que Jodelet definió como una “generalización funcional”, es
decir, la adaptación del conocimiento recientemente adquirido con
las necesidades sociales de expresión o de comprensión de la realidad
64
vivida. La función de mediador de la representación aporta una cierta
seguridad al individuo en su necesidad de controlar el medio ambiente,
de sentir que forma parte de él o bien de encontrar ahí su lugar.
3. La integración de los procesos: anclaje y objetivación. La cristalización de
los procesos, donde el individuo representa una suerte de atanor
alquímico, y donde la información que entra en el espíritu del sujeto,
y luego de la integración y de la verificación de los dos procesos
descritos, hace salir un producto final del atanor pero que en esencia
adquirió una forma nueva y diferente. Ese producto es utilizado por
el individuo en su vida cotidiana de manera práctica, en virtud de
que la utilidad de la información inicial se encuentra directamente
ligada a la fuerza social de dicha información.
4. Enraizamiento en el sistema de pensamiento. “Nadie podrá hablar espontá-
neamente de la luna si ignora su existencia”. La representación social
es una prueba de ello. Ella no puede venir de ninguna parte; se cons-
truye a partir de eso que ya existe, con una forma latente o manifiesta.
La información reciente y el conocimiento previo convergen al mismo
tiempo en el pensamiento, dando como resultado un nuevo conteni-
do. En ciertos casos, y para ciertos tipos de representaciones, pueden
existir fricciones de la parte de la sociedad que integra la información.
La denominada “polifacia cognitiva”, con la que Moscovici caracte-
rizó la representación social, dota a ésta última de un potencial de conver-
sión entre eso que la precede y la novedad, entre lo existente y lo nuevo. Es
esta una manera de transformar el conocimiento, puesto que la informa-
ción con la cual se alimenta la representación no va siempre en le sentido
de origen de ésta última, esto da cuenta de su carácter creativo.
A manera de colofón del mecanismo de anclaje, tomemos la des-
cripción de Jodelet:
65
La elaboración de una representación social
La sociedad cambia el objeto social en un instrumento del cual ella puede dis-
poner, y ese objeto es ubicado sobre una escala de preferencias en las relacio-
67
nes sociales existentes […] Los procesos de anclaje transforman la sociedad [o
la información] en un saber útil a todos. La objetivación transfiere la ciencia
[o la información] en el dominio del ser y el anclaje la delimita en ese hacer,
para enmarcar lo prohibido en la comunicación (Moscovici, 1976a: 171).
Ellos ofrecen [los prototipos] de las matrices icónicas de los rasgos respec-
to de los cuales el objeto nuevo es puesto en relación positiva o negativa.
Permitiendo evaluar rápidamente las informaciones disponibles, el anclaje
autoriza en una suerte de conclusiones rápidas cuanto a la conformidad y
a la desviación en relación al modelo. Procede por razonamiento donde la
conclusión fue puesta en principio y ofrece al objeto clasificado una matriz
de identidad en la cual él [objeto] puede ser fijado (1984: 381).
La manera en que una persona es vista, percibida, tratada por los individuos
que forman una parte importante de su red de relaciones sociales y, más par-
ticularmente, la idea que los miembros de los grupos los más poderosos de
la sociedad han tomado de ella una influencia determinante sobre las caracte-
rísticas del individuo, sobre su desarrollo […] De suerte que el individuo no
es el “arquitecto de su propio destino”, pero que ese destino es fuertemente
modelado por las voluntades y las acciones de otros individuos (1994: 42).
Frente a los temas sociales, del tipo que sean, los sujetos asumen
una posición con base en su filiación ideológica, religiosa o política. La
representación social del matrimonio es un ejemplo que atañe y concierne
a todos los estratos de la escala social. En esta representación distinguimos
que, en apariencia, se manifiesta como si fuera doble: la de la relación de
pareja y la del matrimonio, pero observando más de cerca y con mayor
atención, no vemos sino dos momentos de una misma representación.
72
La representación de una sociedad del fenómeno de la relación de
pareja y la vida en pareja, ligada en principio a las instituciones sociales y
religiosas, y de forma diferente pero con el mismo interés a los científicos,
pertenece también al público, garantizando su estabilidad, su viabilidad y
su utilidad en las prácticas cotidianas. La apropiación de la representación
para el conjunto de la sociedad, y la manera en que ella ha circulado y
circula en la actualidad, manifiesta y da cuenta de su aceptación, la cual
asegura la regulación de la vida en pareja y los ritos (sagrados y seculares) aso-
ciados a las prácticas amorosas.
En lo concerniente a la representación social de la relación de pare-
ja, la influencia de las instituciones sociales sobre su construcción y circu-
lación es evidente, pero, contrariamente al caso del sida, las consecuencias
negativas no lo son tanto. Con todo, los ordenamientos y la reglamenta-
ción de las prácticas de alianza, amorosa o no, es verificable en el hecho de
que la población ejerce su libertar de elección, y los individuos continúan
casándose y, en algunos casos, en varias ocasiones.
Desde siempre Moscovici ha sostenido que las representaciones
sociales se ven afectadas por los cambios sociales y evolucionan a medida
que las sociedades evolucionan. No obstante, es difícil medir el poder o el
determinismo de los cambios sociales. Es también difícil estudiar si esos
cambios son mayores o menores, y la fuerza que estos cambios ejercen
sobre tal o cual costumbres, hábitos o prácticas sociales de manera parti-
cular. Muchas preguntas se imponen, pero lo más importante, me parece,
es saber ¿qué afecta qué y/o a quién?; ¿si las representaciones son las que
afectan los procesos (las prácticas) o bien, los procesos afectan las repre-
sentaciones (contenidos)?; ¿quiénes son los portadores de los cambios?
Es decir, ¿esos cambios obedecen a las nuevas prácticas de los individuos,
de los grupos o las instituciones? o, simplemente ¿los cambios son las
consecuencias de una necesidad de resolver los problemas de la vida coti-
diana? En todo caso, la evolución social es comprobable tanto social como
históricamente.
Por otra parte, es importante reconocer que las representaciones so-
ciales tienen, en cierta forma “vida propia”. Por ejemplo, después de haber
73
conocido la primera representación del sida, observamos que el valor o el
efecto de las nuevas contribuciones científicas sobre las prácticas sexuales
o sobre la interacción de los individuos frente a ese fenómeno fue débil o
casi nula.
La invariabilidad de una representación como esta puede cierta-
mente tener un costo (negativo) elevado para la población. Una represen-
tación puede tanto ayudar a los individuos a conocer la realidad del mundo,
como puede también dar falsas pistas en ciertos momentos. Puede, tambien
contravenir la posibilidad de aprendizaje y de control del medio ambie-
nte social, afectivo o psíquico, necesarios para que los individuos puedan
desarrollarse armoniosamente en lo individual y como grupo.
Por otra parte, es un hecho que los comportamientos amorosos,
principalmente después de la revolución en las costumbres de los años
setenta, han cambiado y en cierta forma se han reconstruido. No obstante,
partiendo del hecho que existen todavía muchas más personas que eligen
el matrimonio, de aquellas que no lo eligen, nos preguntamos si esos cam-
bios han revolucionado verdaderamente las prácticas de la vida amorosa.
La circulación de las representaciones sociales, las propias a los
grupos sociales o las macro que tienen que ver más con la cultural, es
asegurada por la difusión de los fenómenos representativos, teniendo al
lenguaje como vector de transmisión. La incidencia de la comunicación y
los códigos sociales que el lenguaje admite sobre los aspectos estructurales
y formales del pensamiento social son presentados por medio de interac-
ciones sociales, de influencia, de consensos o de disensos y de polémicas,
aspectos que revisaremos en el siguiente apartado.
75
las propiedades estructurales diferentes correspondiendo a la difusión, la pro-
pagación y la propaganda según los efectos buscados sobre la audiencia. La
difusión es puesta en relación con la formación de opiniones, la propagación
con las actitudes y la propaganda con los estereotipos (1989a: 47).
Es importante recordar que en las leyes mexicanas, los individuos que viven juntos y tienen una
33
vida de pareja (véase tener actividades sexuales) y “reconocidas socialmente” adquiere el mismo
estatus legal después de cinco años de cohabitación. Cuando ellos tienen niños, luego de tres años
solamente los hijos tienen los mismos derechos legales que los hijos nacidos dentro del matrimonio.
Ahora bien, si los niños son reconocidos legalmente, a partir de ese momento están cubiertos por la
ley como la descendencia legal.
76
dos de pensamiento y las creencias. Los aspectos afectivos que intervie-
nen, propios a la orientación socio-cognitiva de los sujetos, se manifiestan
a través de las posiciones sociales complementarias, expresadas a partir de
comportamientos o formas de prácticas sociales: liberales o autoritarias,
participativas o pasivas, propositivas o dependiente, expresadas al interior
de las instituciones, grupos o el gran público.
En ese sentido, la argumentación de Rouquette permite reconocer
que los sistemas de comunicaciones forman parte de un sistema cultural
y social más amplio, los cuales siempre tienen un grupo de individuos que
lo respaldan o lo asimilan:
La lógica de la difusión
De tal suerte que una cierta distancia es mantenida entre el objeto y el emi-
sor de la comunicación; la no-implicación aparente permite y supone un
margen de ajuste entre la fuente emisora y su público; los mensajes guardan,
al interior de una misma fuente, una relativa autonomía que se manifiesta
por la discontinuidad; ahora que no sea una forma de comunicación bus-
cando abiertamente a producir conductas de conjunto, la difusión puede
ser eficaz (1998: 331).
79
definido y un sistema de valores propios, pero también, probablemente, a la
parte de ese grupo, en la cual la preparación intelectual alcanza un nivel inte-
lectual más elevado (1998: 401).
A partir del modelo de Rommetveit (1971), modificado por Rimé (1984: 440).
34
81
Gráfico 2. Modelo aplicado a las formas de divulgación
en la comunicación sobre las representaciones sociales
Conclusión
86
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88
Aportes sobre la explicación
y el enfoque de las representaciones sociales
José F. Valencia35
Francisco J. Elejabarrieta36
como un sistema de valores, ideas y prácticas con una función doble: en pri-
mer lugar, establecer un orden que posibilita a los individuos a orientarse a
35
Universidad del País Vasco (upv-ehu).
36
Universidad Autónoma de Barcelona.
89
sí mismos y a controlar el mundo social en el que viven y en segundo lugar,
facilitar la comunicación entre los miembros de una comunidad proveyéndo-
les de un código para nombrar y clasificar los diversos aspectos de su mundo
y de su historia individual y grupal (Moscovici, 1973: xiii).
El problema de la explicación
El investigador social trata de aplicar los métodos del pensamiento (abs-
tracción, clasificación –para la formación de conceptos y proposiciones–;
análisis, síntesis, inducción, deducción, interpretación y explicación –para el
razonamiento–) a los fenómenos sociales, es decir, trata de “explicar” con
sus herramientas racionales los fenómenos sociales, de hacerlos inteligibles.
91
Etimológicamente, explicar significa desplegar, exponer, desarrollar. Así
pues, explicar un fenómeno consiste, para gran parte de la filosofía de la
ciencia actual, en mostrar cómo su ocurrencia se sigue de ciertas leyes cien-
tíficas, siendo estas leyes generalizaciones de cómo suceden las cosas (Searle,
1985: 81). Explicar será, pues, postular un mecanismo oculto o latente que
determina los comportamientos manifiestos de los fenómenos (Bunge,
1978a; Bhaskar, 1978b).
El concepto de explicación científica en psicología social se refiere
a la explicación, comprensión y predicción de los comportamientos de las
personas a partir de las características del contexto social, es decir, a par-
tir de los procesos interactivos que se dan entre la persona y los factores
sociales. A su vez, la explicación debe hacerse siguiendo criterios de evi-
dencia recogidos de forma sistemática, lo que quiere decir que ha de tener
como criterios de referencia las inferencias racionales derivadas de los da-
tos objetivos fiables (Tajfel, en Cohen, 1980).
Desde un punto de vista epistemológico, el investigador social trata
de dar cuenta de hechos o clases de hechos sociales, estableciendo sus
relaciones con otros hechos o clases de hechos que los condicionan o de-
terminan. Siguiendo a Nagel (1974: 17), los científicos sociales “tratan de
descubrir y formular en términos generales, las condiciones en las cuales
ocurren los sucesos de diverso tipo, y las explicaciones serán los enuncia-
dos de tales condiciones determinantes”.
Desde un punto de vista ontológico, el psicólogo social trata de
determinar la causa de lo explicado. Por ejemplo, Rudner (1973: 96) plan-
teaba que aquella intenta dar “una respuesta a la pregunta ¿por qué? Ahora
bien, esta pregunta puede ser contestada en la explicación refiriéndose
al i) origen, es decir, a lo que ha dado lugar al fenómeno a explicar (tradi-
cionalmente la explicación causal); o ii) a la intención o fin pretendido por
el agente productor cuando éste es racional (explicaciones teleológicas o
funcionales tradicionalmente) o finalmente iii) determinando porqué es como
es el fenómeno en cuestión (explicaciones estructural-funcionalistas), es
decir, en términos modernos, qué variables lo forman y cuáles son sus
relaciones o estructuras.
92
Tradicionalmente, sin embargo, por explicación científica se ha en-
tendido básicamente la explicación causal. Ello ha podido ser debido a
diferentes razones. Por una parte a la asunción por parte de la Filosofía
de la Ciencia, a partir del siglo xvii, de la Causa Eficiente Aristotélica,
y en el siglo xix el modelo de la física, como explicativo de las ciencias
sociales (Morales, 1981), dando lugar al “problema básico”polarizado por
Durkheim (que busca causas de hechos sociales reificados) en la tradición
positivista, y por Weber (que trata de comprender más que de explicar el
hecho social) en la hermenéutica.
Por otra parte, el largo dominio del positivismo en las ciencias so-
ciales ya desde prácticamente su creación hasta los años 1970 no ha hecho
sino acrecentar el problema. Ha habido autores (Halfpenny, 1982) que han
encontrado no menos que 12 significados del mismo. Otros, Outhwaite
(1987) encuentran tres fases en su desarrollo:
i) La primera fase correspondería a la formulación original de Comte
a comienzos del siglo xix. El conocimiento positivo se distinguiría
del conocimiento teológico y metafísico del mundo del cual emer-
ge, y produce una concepción de la ciencia metodológicamente y
jerárquicamente unificada, derivada de la observación. El progreso
del conocimiento es un proceso por el cual las ciencias individuales,
cada una con su propio nivel de análisis, consiguen exitosamente el
estado de conocimiento científico positivo. La “sociología”, término
inventado por Comte, será la base del edificio de la ciencia y de una
moral y política positiva.
ii) La segunda fase se fundó en 1920 con el empirismo lógico del Círculo
de Viena. Estos filósofos prefirieron evitar el término positivismo,
pues criticaron el conocimiento de Comte como metafísico. Su propia
critica de la metafísica derivó en una teoría del lenguaje, según la cual las
proposiciones que no podían ser probadas y verificadas no tenían sen-
tido. Además, la unidad de la ciencia para ellos significó que las leyes, o
más generalmente, el lenguaje de las ciencias “superiores”de la jerarquía
de Comte, podían ser reducidas a la de las “inferiores”. Así las propo-
siciones de la sociología podían ser analizadas como las de la física.
93
iii) La tercera fase consistiría en la variante del positivismo denominada
“visión estándar de la ciencia” (Scheffer, 1967), visión dominante
desde los años 1920-1930 hasta los 1970. Una de las ideas funda-
mentales de esta visión será la denominada “ortodoxia de explicación
legaliforme”. La idea fundamental será que toda ciencia, incluida la
historia y las demás ciencias sociales, estarán dirigidas a conseguir
explicaciones, las cuales toman forma de leyes generales, a menudo
denominadas covering law, analizadas como una generalización uni-
versal. Por tomar un ejemplo, el radiador de un coche se congela
por las bajas temperaturas del día anterior (condiciones iniciales). Es
decir, se basará en la teoría de la causación de Hume, según la cual
todo lo que observamos es una “conjunción constante”de eventos,
y eso es todo lo que podemos observar. Las ciencias sociales estarán
moldeadas con el modelo de la física.
Igualmente, la reducción de explicación a determinismo (Bun-
ge, 1980) y de explicación a predicción (Bhaskar, 1983; Martin y McIntyre,
1996) no ha ayudado a la superación de la problemática.
En realidad nosotros pensamos al igual que los neodeterministas
(Bunge, 1978), los neorrealistas (Bhaskar, 1978a) y los pluralistas (Ma-
chlup, 1996; Fay y Moon 1996) que las respuestas a las preguntas del tipo
por qué no deben ser a la fuerza causales para ser científicas, por más que
la explicación causal constituya en muchos casos el ingrediente más im-
portante de la explicación científica.
El objeto de la explicación
Son conocidas las limitaciones de la ciencia en general y de las ciencias so-
ciales en particular para explicar los fenómenos concretos. Así, por ejem-
plo, Kenny (1979: 4) plantea que “una buena regla de pensamiento es que
alguien se está trampeando a sí mismo si más del 50% de la varianza es
predecida”. Esta afirmación alude a las limitaciones epistemológicas, pues
por las limitaciones de los instrumentos, siempre habrá una puntuación
de error importante. Además, la conducta humana es por esencia par-
cialmente determinada (Stryker y Statham, 1985): “La libertad humana
94
debe expresarse en el término de error... la restante varianza inexplicada es
fundamentalmente desconocida e inexplicable” (Kenny, 1979: 4). Es decir,
por las propiedades del objeto, el conocimiento no puede ser infalible.
Sin embargo, la visión del mundo implícita en las ciencias sociales
y en especial en las de corte naturalista es en gran medida mecanicista,
con una asunción humana de la ley, y postulando formas “débiles” de
causalidad. Es evidente que ésta es una visión entre otras de la ciencia: la
existencia de regularidades estables y de la causalidad aún parcialmente
determinista, que puede ser cuestionada (Mayntz et al., 1983).
Actualmente, se plantea que las ciencias explican no los fenóme-
nos concretos, sino las estructuras esenciales de éstos. La psicología, por
ejemplo, no tendría por objeto predecir las conductas, sino explicar las
competencias o capacidades del sujeto.
Por otra parte, encontramos que las ciencias plantean mecanismos
explicativos para sistemas cerrados, simplificados, en condiciones de aisla-
miento. En la realidad, en cambio, nos encontramos con sistemas abiertos,
multideterminados, que no pueden ser explicados totalmente. Si bien la
física es una ciencia “dura” y la ley de la gravedad permite predecir la caída
de los cuerpos, no permite predecir al 100% la caída de proyectiles. Con
relación a las limitaciones de la predicción de sistemas abiertos comple-
jos, el ejemplo de la meteorología es claro: pese a apoyarse en las ciencias
exactas, por el objeto mismo de análisis (sistema abierto inestable), le es
imposible predecir el 100% de los fenómenos.
Los psicólogos han visto los comportamientos individuales en fun-
ción de una serie de múltiples variables o condiciones, y su tarea ha consis-
tido en identificar estas variables determinantes. Al igual que funciona una
máquina, el comportamiento funciona en cierto sentido con ciertas condi-
ciones, pues las personas son vistas de acuerdo con sus estados psicológicos
y fisiológicos presentes y de acuerdo al contexto en el que se sitúa. Lógica-
mente las condiciones que controlan el comportamiento podrían extender-
se hasta incluir todo el universo. En este sentido, el mero hecho de intentar
especificar tales condiciones detalladamente sería una tarea imposible. Es
por ello que encontramos teóricos de la estadística que reconocen que la
95
interpretación de diseños de regresión múltiple con muchas variables está
extraordinariamente dispuesta a conjeturas y errores (Blalock, 1982). Según
Bhaskar (1978a; 1989) este tipo de pensamiento proviene de una naturaleza
de la ciencia, de la “visión estándar de la ciencia”.
Se podría decir que la producción de la psicología social durante el
siglo pasado ha oscilado entre la psicología social dominante y las psicologías
sociales, por decirlo de alguna manera, marginadas, entre la versión positivis-
ta de la ciencia (“la visión estándar de la ciencia”) y la versión hermenéutica
(“la visión posmoderna de la ciencia”).
La psicología social dominante, con la asunción de la visión positi-
vista de la ciencia física, en lo que se ha venido a denominar “visión están-
dar de la ciencia”, observa las siguientes características:
1) La fuente de conocimiento es empírica y se da una clara división
entre teoría y datos, dependiendo la validez de una teoría de su co-
rrespondencia con los datos.
2) Las teorías son constructos hipotéticos que se desarrollan a través
de sus relaciones con otros términos de la teoría o por su conexión
con las observaciones por medio de reglas de correspondencia o
definiciones operacionales.
3) Dada la dependencia de la teoría de los datos empíricos, la inves-
tigación es ateórica y su tarea principal es la prueba de hipótesis,
relacionada con las variables observadas.
4) Las concepciones de causalidad son de base humana, en el sentido
que las relaciones causales son relaciones regulares entre eventos. Su
objetivo sera la predicción.
Esta visión estándar de la ciencia, cuyo sujeto será ese individuo abs-
tracto (el individuo moderno), separado de los otros, por el enmarcamiento
de la historia reciente de la psicología social en los valores de la sociedad an-
glosajona de Estados Unidos, ha sufrido, sin embargo, fuertes críticas tanto
por los sociólogos de la ciencia (Kuhn, Lakatos, Laudan) como, en especial
durante el último cuarto del siglo, por la visión posmoderna de la ciencia,
cuyo sujeto ha desaparecido (el individuo posmoderno) y renuncia a la dico-
tomía sujeto-objeto, el cual no será sino una convención lingüística.
96
Así, la psicología social, con la visión hermenéutica del posmoder-
nismo, observa las siguientes características:
1) Plantean una “imposibilidad epistemológica”, es decir, niegan
cualquier planteamiento de la realidad que asuma la independencia
de los procesos mentales y de la comunicación ínter subjetiva de
los individuos. En el fondo, la realidad es más una consecuencia o
resultado que la causa de la actividad científica (Latour & Woolgar,
1988).
2) No hay reglas de procedimientos. Reniegan de los métodos cuanti-
tativos y cualitativos, incluso de la observación participante, porque
requieren que el actor asuma “agencia” (Touraine, 1988): la intros-
pección será la base y “cualquier cosa vale” de Feyerabend estará
orientado a centrarse en lo marginal, resaltar la uniqueidad, focalizar
en lo enigmático y apreciar lo irrepetible (Rosenau, 1993).
3) La investigación no es ateórica, sino que está cargada de valores, nor-
mas, significados y emociones que son parte de la producción teó-
rica. Sin embargo, las cuestiones éticas no deben ser tratadas como
elecciones normativas de la persona moral: son solamente cate-
gorías y constructos lingüísticos: si la realidad es una convención
lingüística, el significado y conocimiento sólo pueden ser relati-
vos.
4) La causalidad y predicción no son de interés porque los reque-
rimientos de prioridad temporal y de independencia de la realidad
externa asumidos son dudosos (Edelman, 1988): el mundo será “in-
tertextual” y por ello todo lo que se analiza estará relacionado con
todo lo demás (Latour, 1988).
Esta visión radical de la actividad científica, en un cierto sentido, se
podría considerar como la contraparte cartesiana del positivismo empiri-
cista. Las criticas neo-marxistas, feministas y humanistas han puesto en
cuestión los postulados básicos de esta visión.
Las oscilaciones de las dos visones anteriores han dado lugar a “una
nueva visión de la ciencia” que supera los problemas anteriores, propuesta
por Bhaskar y que supondría lo siguiente:
97
i) La visión estándar de la ciencia confunde el mundo, pues este es
radicalmente abierto. Los sistemas cerrados raramente ocurren y so-
lamente en el contexto de laboratorio.
ii) La visión estándar de la ciencia confunde regularidades observables
con entidades abstractas de la ciencia.
iii) Las leyes son sobre tendencias comportamentales de entidades que
provienen de su naturaleza. Operan en sistemas abiertos y cerrados,
aunque sus efectos pueden no ser observables en sistemas cerrados.
Las leyes no describen modelos o legitiman las predicciones de tipos
de eventos. Es más, ellas ponen los límites e imponen restricciones
a los posibles tipos de acción.
iv) La tarea de la ciencia es descubrir la naturaleza de las entidades, sus
poderes, propensiones y efectos. Los poderes y propensiones pue-
den ser atribuidos a entidades, aunque sus propiedades puedan no
ser expresadas.
v) Las causas se encuentran en la naturaleza de las cosas, en sus propie-
dades estructurales que crean poderes o propensiones. Adjudicando
las causas a la naturaleza de las entidades, en gran medida se atenúa
el problema de la generalización de sistemas cerrados a abiertos.
Su naturaleza permanece igual, pero a menudo no se evidencia o
activa en el mundo abierto. Claramente somos capaces, en nuestra
experiencia cotidiana, de identificar causas que operan en sistemas
abiertos, porque nuestras acciones dependen de esta habilidad. Es-
tas nociones de poderes causales sugieren que la tarea de la ciencia
debe ser separada de la tarea de la explicación en el mundo abierto.
vi) Los fenómenos sociales estratificados consisten en objetos comple-
jos con niveles diferentes. Debido a la complejidad de la estructura
interna de las personas, una descripción de un estado antecedente
no nos capacita para una predicción del comportamiento: las per-
sonas pueden comportarse de manera diferente en circunstancias
externas iguales debido a sus diferentes estados internos.
Siguiendo a Secord (1986), las leyes científicas son concebidas como
principios causales o tendencias enraizadas en la naturaleza de las entida-
98
des relevantes, y no como reflejando concomitancias regulares entre even-
tos. La concepción humana de la regularidad de causa se reemplaza por
la noción de poderes causales, que tienen sus orígenes en las entidades
dinámicas bajo estudio. Finalmente, se deduce una distinción radical entre
el mundo abierto de la vida cotidiana y los sistemas cerrados del estudio
de laboratorio.
A nivel epistemológico, esta nueva visión de la ciencia no reduce la
explicación a predicción, y además plantea que aquella no es la subsunción
de hechos bajo leyes generales basada en regularidades. En otros términos,
el realismo le da importancia limitada al descubrimiento de generaliza-
ciones causales invariables de índole empirista. Tampoco le preocupa la
predicción como única norma de explicación.
A nivel del objeto, la nueva visión de la ciencia plantea que el objeto de
explicación en la psicología social, más que los hechos sociales puramente
reificados (como por ejemplo la idea de Durkheim) o puramente inten-
cionales (la idea de Weber), será “las relaciones persistentes entre los
individuos (y grupos), y las relaciones entre dichas relaciones” (Bhaskar,
1978b: 6). Ello implicará una distinción radical entre la acción humana
(campo de la psicología social) y la estructura social (campo de la socio-
logía), lo cual a su vez ayudaría a la superación de la dialéctica subjeti-
vismo-objetivismo.
Entonces, la estructura social es simultáneamente el producto relati-
vamente duradero, al igual que el mediador de la acción humana motivada.
En este sentido, las estructuras sociales (como el lenguaje, relaciones de
producción, sistema bancario de cheques y tarjetas, por poner algunos
ejemplos) son reproducidas y transformadas (o no) por la acción social,
pero ellos preexisten a los individuos. Capacitan a las personas para con-
vertirse en personas y para actuar (significativa e intencionalmente), al mis-
mo tiempo siendo “coercitivos”, limitando sus maneras de actuar.
La asunción de las relaciones por esta nueva visión de la ciencia
(Bhaskar, 1983) nos ayudará igualmente a realizar una distinción entre el
lugar de las ciencias sociales por una parte y de la psicología social por
otra. Es decir, retomando a Manicas y Secord (1983):
99
las ciencias sociales analizan las estructuras producidas por la acción humana,
estudiando cómo estos se relacionan entre sí y con las prácticas duraderas...
La psicología social analiza a los individuos en sus interacciones entre sí y con
las instituciones sociales y en cómo estas actividades se relacionan con las
estructuras sociales más amplias (p. 408).
Todo lo que hacemos tiene causa; algunas de las cosas que hacemos tienen tam-
bién sus razones. Cuando realizamos nuestras acciones por ciertas razones, esas
razones entran en las explicaciones causales de tales acciones (p. 43).
SOCIAL SOCIAL
INDIVIDUOS INDIVIDUOS
Modelo Modelo
Individual Determinista
(Weber) (Durkheim)
SOCIAL
Socialización Reproducción/transformación
INDIVIDUOS
Modelo
Transformacional
(Bhaskar)
108
En este último modelo la realidad social es un emergente de las
prácticas individuales, diferentes de la misma suma de estos, y que pre-
gonando un rol constructor no “cierra” el sistema, dejándolo abierto a la
estabilidad dinámica (reproducción) o al cambio (transformación) y a los
fenómenos individuales no reductibles a lo social (Bhaskar, 1978: 12-13).
Esta perspectiva nos puede ayudar también a centrar el trabajo de
la psicología social como mediadora (Secord, 1982; 1986; Manicas y Secord,
1983; Bhaskar, 1983), entre la psicología general y la sociología, entre la
hermeneútica (análisis desde el punto de vista del agente) y el determinismo
(análisis de su lugar en las estructuras sociales), y “puede ayudar a colocar la
Psicología Social en el lugar que ya Mead sugirió” (Manicas y Secord, 1983:
409). Aunque no haya realizado bien su papel durante décadas (haciendo
hincapié en un individuo relativamente aislado de su medio social, como por
ejemplo en actitudes, teorías de consistencia, atribución, etcétera, realizando
un enfoque en procesos y estructuras cognitivas que no tienen en cuenta
significados, situaciones y estructuras sociales, etcétera) podríamos decir que
el enfoque de las representaciones sociales ofrece un intento de articular la
explicación de la relación entre el individuo y la sociedad. En este sentido,
la acción social será estudiada como forma de pensamiento y prácticas socia-
les socialmente adquiridas y reproducidas que los sujetos aplican a su acción,
explicando estas últimas por las intenciones y decisiones de estos.
Objeto
(físico, social, imaginado o real)
Ego Alter
Así, se puede pensar que en este esquema básico del enfoque de las
rs las relaciones diádicas ego-alter pueden concretarse de diversas mane-
ras; por ejemplo, puede tomar diversas formas de relación como yo-grupo,
yo-otra persona, yo-nación, yo-comunidad, etcétera. Así, el conocimiento
co-construido por la díada en cuestión toma diferentes formas relacio-
nadas, siendo la tensión, el conflicto, la condición previa para cualquier
acción social, por lo que la teoría de la acción será parte integrante de este
enfoque. La acción individual será significativa solamente con relación a
los contextos socio-históricos de las cuales son parte integrante.
Más adelante el mismo autor plantea que “lo que percibimos e ima-
ginamos, estas criaturas del pensamiento que son las representaciones so-
ciales, terminan por constituir un ambiente real” (Moscovici, 1984: 12).
Por otra parte, criticando la concepción individualista de procesa-
miento de la información, Moscovici plantea claramente lo que entiende por
construcción. Según el autor “este “crear” la realidad significa que en general
experimentamos y pensamos en términos de mundos “potenciales” que se
asientan en mundos “reales”. Es decir, nuestros mundos, tanto como sean o
como pensemos que sean, son parcialmente constituidos por recolecciones
de lo que solían ser, mezclados con anticipaciones, cálculos, y alternativas
que nos hacen actuar. En la medida en que la representación del mundo es
compartida por otra gente, más será este mundo que estamos fabricando
“aquí”, autónomo, que existirá por sí mismo, “ahí fuera”...
113
En efecto, las representaciones sociales, por decirlo comúnmente, son mane-
ras de fabricar el mundo. No hay nada arbitrario en este proceso, porque las
regularidades del pensamiento, lenguaje y la vida en sociedad actúan conjun-
tamente para delimitar las posibilidades. Por ello el concepto de construcción,
una vez trivializado, pierde su carácter propiamente emancipador, si es visto
como un simple producto del habla y del consenso entre los individuos. Si
algo es, el acto de construir es menos una libertad creativa de la realidad que
una ilusión sobre las condiciones de esta libertad (1988: 231).
114
sociales, interviniendo en el desarrollo individual y colectivo, en la defini-
ción de la identidad personal y social, en la expresión de los grupos, en la difu-
sión de los conocimientos y en las transformaciones sociales (p.18).
El relativismo
Revisemos la segunda posición epistemológica: el relativismo. El relativis-
mo social, en su versión radical (Gergen, 1985, 1989, Rorty, 1986, 1990;
2000; Shotter, 1992), que es a la que nos vamos a referir, puede conside-
rarse también una posición homogénea. Sus puntos de vista se han centra-
do en un antipositivismo, tan radical y extendido que en ocasiones se ha
sugerido que toda perspectiva no relativista es, en definitiva, una postura
positivista. Con la tesis de que todo conocimiento, incluido el científi-
co, es construido social e históricamente, el relativismo se opone al resto
de opciones epistemológicas. Los principales elementos con los que se
argumenta el relativismo serían dos: la crítica al representacionismo y la
importancia del lenguaje.
Aunque en ocasiones esta posición se ha identificado con el auge de
la psicología discursiva (Edwards, 1992; Potter, 1992) es importante señalar la
diferencia entre una perspectiva epistemológica, el relativismo, y una alterna-
tiva de carácter eminentemente teórico como la psicología discursiva.
Según el relativismo el conocimiento no puede considerarse como
representación cognitiva (Gergen y Semin, 1990). El conocimiento es,
124
desde esta posición, un producto socialmente elaborado con las prácticas
colectivas propias de cada comunidad. Los discursos acerca del mundo,
cotidianos o científicos no son representaciones del mundo, “reflejo de
mapas” (Gergen, 1985) preestablecidos, sino artefactos producidos por el
intercambio lingüístico. El lenguaje no es, por tanto, un sistema de repre-
sentación de la realidad, sino un sistema de coordinación de las acciones
sociales para generar realidad (Shotter, 1989).
De este modo, el segundo elemento fundamental de argumentación
del relativismo es el lenguaje (Potter y Wheterell, 1987). Para el relativismo
(Rorty, 1990) el lenguaje, siendo algo público e intersubjetivo, establece la
imposibilidad de objetividad lingüística. El lenguaje no informa sobre
la naturaleza de las cosas ni refleja la comprensión subjetiva del hablante
de un mundo externo. Según el relativismo ni las proposiciones teóricas
del discurso científico proporcionan descripciones de una realidad inde-
pendiente de esas mismas proposiciones.
Es con estos dos pilares de argumentación que se ha desarrollado
la crítica relativista radical a la teoría de representaciones sociales. Eviden-
temente, han sido muchas las críticas efectuadas desde una perspectiva
relativista a la teoría de representaciones sociales. Ratty y Snellman (1992)
realizaron una acertada descripción y revisión de esas criticas, pero lo que
aquí nos interesa es la más fundamental, la referida al estatus ontológico
de las representaciones sociales.
Según esta crítica, dado que todo conocimiento es socialmente
construido, las representaciones sociales son la construcción de lo que
es denominado representaciones sociales por una comunidad específica
de hablantes. En resumen, las representaciones sociales son producciones
discursivas elaboradas en el proceso de producción mismo en el que se
ha generado la teoría. Se trataría, por tanto, de un artefacto, de un invento
“construido”de forma recursiva: se inventa una teoría que habla de algo
inventado, que en la medida en que se inventa se convierte en realidad
social que, al mismo tiempo, da cuerpo a la existencia esa teoría. La teoría
de representaciones sociales sería, por tanto, la construcción de represen-
taciones sociales de quienes la practican.
125
El realismo y sus consecuencias
Al menos en comparación con las otras dos posiciones epistemológicas
mencionadas, el realismo es una corriente mucho más heterogénea.
Aunque las etiquetas no sean muy acertadas, podemos decir que existen
considerables diferencias entre un realismo popperiano (Newton-Smith,
1981); el realismo ingenuo (Chalmers, 1976; Maze, 1991); o el realismo
crítico (Bhaskar, 1978; 1989). Nos referiremos a este última corriente
realista, es decir a lo que se ha denominado como neorealismo, realismo
crítico, realismo construccionista o naturalismo, porque se ha mostrado
particularmente sugerente en las ciencias sociales (Grenwood, 1992;
Manicas y Secord, 1983).
El realismo, de forma general, asume la existencia de objetos que
son independientes de los conceptos teóricos que utilizamos para descri-
birlos. De forma particular, con respecto a la psicología social, el realismo
crítico formula tres prescripciones:
a) El objeto de la psicología social es la acción social, esto es, las re-
laciones constantes entre individuos y grupos y las estructuras y
mecanismos generativos que las producen (Bhaskar, 1989a; Paez y
otros, 1992).
b) El abandono del individualismo. Como sostiene Bhaskar,
Conclusiones
Agradecimientos
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136
La teoría del núcleo matriz
de las representaciones sociales37
Pascal Moliner38
Introducción
Según la teoría del núcleo (Abric, 1976, 1987, 1994), toda representación
social (rs) estable se organiza en torno de un “núcleo matriz”. Este nú-
cleo está constituido de elementos cognitivos (opiniones, creencias, infor-
maciones…) que forman el objeto de consenso en el grupo portador de
la representación. El núcleo cumple dos funciones esenciales. La función
“generadora” corresponde a su capacidad de determinar la significación de
los otros elementos de la representación, es decir, de los elementos pe-
riféricos. Según Abric (1994: 23) los elementos del núcleo “son los que
dan a la representación su significación”. La función “organizadora”
del núcleo corresponde a su capacidad de determinar “la naturaleza de
los lazos que unen entre sí los elementos de la representación” (Abric,
1994: 22). Esta segunda función puede entenderse como resultado de la
primera. En efecto, si los elementos centrales determinan la significación
de los elementos periféricos, es normal que las vinculaciones semánticas
y lógicas que los individuos establecen con todos estos elementos sean
indirectamente determinadas por el núcleo mismo. En resumen, según
la teoría del núcleo, lo esencial de las significaciones que los miembros
Laboratoire de Psychologie Sociale EA737. Université Paul Valéry. Route de Mende 34199. Mont-
38
137
de un grupo asocian a un objeto dado está contenido en los elementos
centrales de la rs de dicho objeto.
Mise en cause suele significar “poner en duda”, “cuestionar”; o bien, en la jerga jurídica, “involucrar”
39
138
como el objeto de representación. Por ejemplo, si les describimos a los es-
tudiantes de la facultad de letras “una actividad común que requiere mucho
tiempo, pero que no permite el acceso a la cultura”, podremos constatar
que la mayoría40 de ellos se negarán a nombrar o identificar esta actividad
como “estudios” (Flament, 1999a; Moliner, 1996; Tafani y Bellon, 2001).
Esto muestra entonces que para estos sujetos “el acceso a la cultura” es una
característica esencial de la representación de los estudios. Desde el punto
de vista de la teoría del núcleo diríamos que se trata de un elemento central de
esta rs. Sin embargo, se explicará los resultados observados invocando el
valor simbólico de este elemento (Moliner, 1994). En otros términos, se
referirá a las propiedades de los elementos del modelo figurativo y no a los
elementos del núcleo. Por decirlo de otra manera, los resultados obteni-
dos mediante el método de la mise en cause pueden explicarse sin hacer refe-
rencia a la función generadora de sentido de los elementos del núcleo.
El tercer cuestionamiento surge a partir de los numerosos resultados
que confirman la capacidad asociativa de los elementos centrales. Aque-
llos resultados obtenidos por medio del método de los Esquemas Cogniti-
vos de Base (Fraïssé, 2000; Guimelli y Rouquette, 1992; Rouquette y Rateau,
1998) nos parecen aquí los más ilustrativos. Recordemos que este método
consiste en proponer a los sujetos un término inductor a partir del cual pro-
ducen tres términos inducidos. Posteriormente cada uno de los sujetos indi-
ca, mediante un cuestionario diseñado para ese propósito, todas las relaciones
que ven entre el término inductor inicial y los términos que fueron inducidos.
Constatamos que cuando el concepto inductor corresponde a un elemento
central, los sujetos señalan muchas más relaciones que cuando este inductor
pertenece a un elemento periférico. Es decir, los elementos centrales se ca-
racterizan por su capacidad de asociarse a otros elementos según un mayor
número de modalidades. Ahora bien, estos resultados solamente pueden ser
explicados a partir de la gran polisemia de los elementos centrales o a partir
de la ausencia de significación propia. En el primer caso, se puede admi-
Según los autores, esta mayoría es variable. Véase especialmente: Moliner, Rateau y Cohen-Scali
40
139
tir que estos elementos asumen una función generadora de sentido, pero no
se ve claro cómo podrían hacerlo en el segundo.
Con las propuestas de Bataille (2002), esta discusión se enriquece
desde un punto de vista original. Para este autor, los elementos centrales
son efectivamente polisémicos y su significación es definida por los elemen-
tos periféricos. Esta concepción nos remite a los argumentos de Flament
(1994: 85) según los cuales “el funcionamiento del núcleo se comprende
a partir de una dialéctica continua con la periferia”. Dicho de otro modo,
serían los elementos periféricos, concretos y contextualizados los que mo-
dularían el sentido de los elementos centrales abstractos y simbólicos. Los
elementos centrales permitirían a los individuos definir el objeto de la re-
presentación a partir de los términos comunes, dando así la ilusión de
consenso, pero susceptibles de recibir interpretaciones variadas en fun-
ción de los contextos y de las experiencias individuales. Por ejemplo, po-
demos reconocer que el “salario” es determinante para definir la actividad
“trabajo”, pero detrás de la palabra “salario” es posible que coloquemos
diferentes realidades de acuerdo con nuestra propia experiencia. En resu-
men, según Bataille, los elementos centrales son receptores de sentido y
no generadores, como lo propone Abric.
Frente a las cuestiones planteadas por la teoría del núcleo, creemos ne-
cesario definir las funciones del núcleo de las representaciones sociales.
Podemos distinguir tres funciones:
La primera es la función de denotación, que reposa sobre las propie-
dades simbólicas de los elementos centrales. El núcleo proporciona de este
modo etiquetas verbales que permiten a los individuos evocar o reconocer
el objeto de la representación sin recurrir a discursos extensos o al análisis
a profundidad. No obstante, lo importante aquí sería más la capacidad de
indicación de estas etiquetas verbales que su significación intrínseca. Al
respecto Moscovici (1976) señala que los términos “inconsciente” o “com-
plejo” son signos del psicoanálisis, aunque los individuos no tengan una
140
visión clara de su significación propia. Es decir que “es el papel que juega
en la comunicación lo que le da el valor a la palabra” (Moscovici, 1976:
241). En otros términos, los elementos centrales serían signos que permiten
a los individuos indicar en qué “universos de opinión”sitúan su discurso.
Por ejemplo, para los estudiantes la palabra “diploma” utilizada a propósito
de “estudios” denota probablemente un cierto tipo de estudios (institu-
cionalizados) e indica, al mismo tiempo, que los otros tipos se encuentran
excluidos del discurso. En sentido inverso, la puesta en juego de un elemen-
to central indicaría que es el objeto de la representación mismo el que se
encuentra excluido del discurso o de la reflexión. Desde nuestro punto de
vista, los numerosos estudios que utilizan el método mise en cause son otras
tantas ilustraciones empíricas de la función de denotación del núcleo.
La segunda función del núcleo es la de agregación, directamente
relacionada con el fuerte potencial semántico de los elementos centrales.
De hecho, estos elementos, relativamente difusos en el plano de su signifi-
cación propia, permiten a los individuos reordenar, con un mismo término,
experiencias discordantes y contextualizadas. Por ejemplo, la asociación
“trabajo/salario” evoca efectivamente un cierto tipo de trabajo (función de
denotación), pero el término “salario” puede remitir a realidades diversas
(en dinero, en naturaleza, declarada o no, etcétera). Dicho de otro modo,
los elementos centrales serían “categorías del lenguaje y de la comprensión
–categorías colectivas evidentes– propias para recortar los hechos y dirigir
la observación hacia los eventos concretos” (Moscovici, 1976: 240). Desde
nuestra perspectiva, los trabajos que utilizan conjuntamente métodos
de identificación de los elementos centrales y métodos de análisis factorial
o de clasificación (Moliner, 1995; Tafani y Bellon, 2001; Guimelli, 2003)
ofrecen múltiples ejemplos empíricos de la función de agregación del nú-
cleo. Constatamos, en efecto, que en estos trabajos los elementos centrales
no se reagrupan jamás en un solo factor o en una misma clase. Al contrario,
ocupan generalmente el conjunto de espacios factoriales o de espacios de
clasificación puestos en evidencia. Sucede entonces como si los lazos que
unen ciertos elementos centrales a los grupos de elementos periféricos fue-
ran más fuertes que los que unen a los elementos centrales entre sí.
141
La tercera función del núcleo es la de federación, derivada de las an-
teriores. Ofreciendo al grupo elementos de definición difusa, el núcleo
proporciona una matriz común que permite a cada uno evocar el obje-
to de la representación, a la vez que permite la coexistencia de la gran
variedad de experiencias individuales. De este modo, los miembros de
un grupo determinado dispondrán de un marco conceptual genera-
dor de consensos e integrador de diferencias individuales. En efecto, de
la misma manera en que no es necesario conocer todas las palabras
de un idioma para utilizarlo, tampoco lo es que todos los miembros de
un grupo determinado se adhieran a todos los elementos del núcleo
de una rs. Algunas de las investigaciones interesadas en los consen-
sos dentro las rs ofrecen ilustraciones empíricas que ilustran este fenóme-
no (Flament, 1996, 1999b). Generalmente, en los estudios de represen-
taciones es poco común encontrar ítems que sean objeto de consenso al
100%, incluso cuando las poblaciones estudiadas son muy homogéneas.
En cambio, si consideramos el conjunto de los elementos centrales de una
rs y examinamos las respuestas individuales a estos ítems en una población
dada, constatamos entonces que el 100% de los individuos se adhieren a
uno u otro de los subconjuntos posibles del núcleo. Esto significa que es
posible que dos individuos de un mismo grupo coincidan en al menos un
elemento del núcleo. De este modo, es posible que también coincidan en
una definición común del objeto, aun si es mínima y aun si remite a expe-
riencias diferentes (función de agregación).
En resumen, el “núcleo matriz” permitiría denotar el objeto de la
representación, agregar en un mismo conjunto de experiencias discordantes
de este objeto y federar a los miembros de un grupo en torno de opiniones
consensuales sobre el objeto en cuestión. Las investigaciones que se presen-
tan a continuación fueron realizadas para aportar elementos de validación de
esta teoría.
41
Hay que señalar que el estatus central o periférico de estos ítems fue siempre el mismo en todas las
investigaciones realizadas sobre los estudios desde 1996 en esta población.
42
El término cible indica literalmente el “blanco” al que se apunta con un arma, pero también quiere decir
“objetivo”, en cuanto punto al que se enfoca o dirige una acción (vgr. el público o población “objetivo”
de una campaña publicitaria). Es en este sentido que debe entenderse la palabra (n. del t.).
143
dependiente era el puntaje promedio de proximidad semántica en cada
una de las condiciones.
Este texto termina con una pequeña frase que evoca el término
objetivo periférico (comunidad de opinión) o el término objetivo central
(igualdad). El estatus central contra periférico del término objetivo cons-
tituía nuestra primera variable independiente. Por otro lado, según el caso,
el término objetivo era presentado solo o acompañado por otro término.
La presencia o ausencia del ítem de acompañamiento constituía por lo tan-
to nuestra segunda variable independiente. Sin embargo, el estatus cen-
tral o periférico del ítem de acompañamiento era siempre diferente al del
término objetivo. De este modo, cuatro condiciones fueron definidas e
introducidas por la última frase del texto (ep solo: Además, en el grupo hay
una comunidad de opinión; ec+ep: Además, en el grupo todos son iguales y hay una
comunidad de opinión; ec solo: Además, en el grupo todos son iguales; ep+ec: Ade-
más, en el grupo hay una comunidad de opinión y todos son iguales). En total 155
sujetos se distribuyeron en las cuatro condiciones (ep solo: 38; ec+ep: 39;
ec solo: 38; ep+ec: 40).
Como en la experiencia anterior los sujetos debían calcular la proxi-
midad semántica del término objetivo con el término de referencia. Para
tal efecto, se les propuso una escala de siete puntos (en la que 1= proxi-
midad débil / 7 = proximidad fuerte). Igual que en la experiencia anterior,
el puntaje promedio de la proximidad semántica entre el término objetivo
y el de referencia constituía nuestra variable dependiente. Para el objeti-
146
vo “opinión”, el término de referencia fue “convicción”. Para el objetivo
“igualdad”, el término de referencia fue “semejanza”. Como allá, la elec-
ción de los términos de referencia fue a partir de la relación de sinonimia
con los términos objetivos.
149
Fueron utilizadas dos versiones del diferenciador semántico con el
propósito de neutralizar un eventual efecto relacionado con el orden de
presentación de las escalas. Así, por ejemplo, en la primera versión, la
escala durable / efímero estaba en la segunda posición, mientras que fue co-
locada en la última posición en la segunda versión. De la misma manera, la
polarización de las escalas se invirtió. Algunas escalas presentaban el adje-
tivo negativo al inicio y el positivo después (artificial / natural) y otras es-
calas al contrario (excepcional / banal). Los puntajes promedios de las 12
escalas del diferenciador semántico constituyeron la variable dependiente
en este experimento.
150
Tabla 3. Puntaje promedio global de ls 12 escalas del diferenciador,
según los diferentes modos de presentación (desviación estándar).
30 sujetos por condiciones.
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155
Sobre el estudio cualitativo de la estructura
de las representaciones sociales
Introducción
trónico: [email protected]
157
aproximaciones actuales que coexisten en este campo de estudios. Para ello
se presenta, con trazos muy generales y, un panorama de la discusión teórica
y metodológica que ha producido más de 40 años de estudio del fenómeno,
concepto y teoría de las representaciones sociales. Este panorama servirá de
marco para destacar posibles vías conceptuales y metodológicas para distin-
guir jerarquías en los contenidos de una representación social.
Como segundo propósito, se muestra cómo algunas de las premisas de
la Teoría del Núcleo Central (tnc) se articulan con otros conceptos surgidos
en el campo de estudios de las representaciones sociales que pueden servir
para pensar la estructura y organización de una representación. Se trata de
identificar algunas estrategias analíticas para estudiar la estructura de las re-
presentaciones sociales en estudios cualitativos, o dicho de otra manera, de
encontrar rutas alternativas a las instituidas por los autores de la tnc. En con-
creto, se exploran, al menos, dos vías conceptuales para determinar la centrali-
dad de contenidos representacionales: los themata y la clasificación tripartita de
representaciones sociales. Sin embargo, también se pretende que la discusión
contemple algunas recursos técnicos para interpretar materiales discursivos
(entrevistas o grupos de discusión), precisamente, los métodos que los auto-
res de la tnc que tomo como punto de partida no utilizan en sus investigacio-
nes (prioritariamente de laboratorio, experimentales y cuantitativas).
Pero ¿qué clase de teoría es? Moscovici (1988: 239) identifica dos clases de teorías: las que propo-
44
158
teoría abierta y tolerante en la medida en que da cabida tanto a los inves-
tigadores experimentales como a los investigadores de campo. Inspira, a
la vez, experimentos, encuestas, asociaciones de palabras y presentacio-
nes de resultados con signos matemáticos, tablas de cifras o esquemas
gráficos de dispersión. Pero también promueve análisis finos del discurso,
lecturas etnográficas o análisis hermeneúticos. Lo que une estas tradicio-
nes de investigación es un concepto y una teoría general que bien puede
descomponerse en elementos más pequeños, como valorarse en su gene-
ralidad de maneras más o menos amplias.
Entre las distintas perspectivas y elaboraciones de la teoría, siguien-
do a Jodelet (2003a), se pueden identificar, al menos, cinco aproximaciones
relativamente definidas (antropológica, interpretativa, dialógica, estructural
y de tomas de posición), además del enfoque inaugural que es el referente
de autoridad y discusión principal (Moscovici, 1961). Enseguida presento
un panorama general de estas aproximaciones, agrupándolas en función
de algunas de sus coincidencias epistemológicas y metodológicas. Sirva es-
te panorama para comprender las dimensiones que tiene actualmente este
campo de indagación y algunas posibilidades de desarrollo potencial.
El punto de partida
La teoría emerge con la tesis doctoral de Serge Moscovici El psicoanálisis,
su imagen y su público publicado en 1961. En este trabajo el autor se propuso
caracterizar el pensamiento de sentido común como algo distinto al pensa-
miento científico y explicar cómo una nueva teoría científica se transforma
al ser difundida socialmente y de cómo esto cambia la visión de la gente
sobre determinados objetos o situaciones. La noción de representacio-nes
sociales se vincula con una explicación de la transformación moderna del
sentido común. La emergencia de una representación social es debida a varias
nen un marco conceptual que nos habilita para descubrir nuevos aspectos sobre los hechos, para
interpretarlos y discutirlos; y las que constituyen un sistema de hipótesis que están derivadas de los
hechos y que pueden ser verificadas o falseadas. La teoría de las representaciones sociales parece
pertenecer a la primera clase, y como percibe Moscovici (2001), está lejos todavía de convertirse en
verificable o falseable. Su teoría pertenece a la clase que explica sin predecir, más que a la que explica
y predice.
159
condiciones, entre las que destacan tres (Moscovici, 1984a): a) dispersión de la
información: distribución desigual y selectiva de la información que circula en la
sociedad; b) focalización: selección perceptiva sobre determinados aspectos de la
realidad que responden a los intereses de cada individuo o grupo; y c) la presión
a la inferencia: el sentido común extrae consecuencias o inferencias de informa-
ciones o conocimientos que se consideran relevantes en un momento dado. Sin
embargo, el concepto resultó ser más abarcador y adquirió un carácter uni-
versal (para una discusión de estas dos clases de conceptos de representación
social, véase Billig, 1991; 1993). Las representaciones sociales no solamente
se asociaron con la elaboración ingenua del conocimiento científico, sino
con la elaboración simbólica de cualquier objeto social sujeto a discusión y
controversia, o en su caso, importante para definir a un grupo social.
En ese trabajo fundador (Moscovici, 1961) y en varios escritos de
difusión se señala la existencia de tres componentes: a) la información, que se
refiere a la suma de conocimientos poseídos a propósito de un objeto social,
así como a su calidad; b) el campo de representación, que expresa la organización
del contenido de una representación, la jerarquización de sus elementos y el
carácter más o menos rico de éstos; y c) la actitud, que expresa la orientación
positiva o negativa frente a un objeto. Asimismo, ahí emergieron dos de los
conceptos fundamentales de la teoría: objetivación y anclaje. La objetivación es
el proceso de recuperación de saberes sociales en una representación so-
cial que hace concreto lo abstracto a través de la emergencia de imágenes
o metáforas; y el anclaje, que se refiere a la incorporación de los eventos,
acontecimientos, significados extraños a categorías y nociones familiares
en grupos sociales específicos (para una descripción de estos mecanismos
véase Jodelet, 1984; Wagner y Elejabarrieta, 1994; Ibáñez, 1988; Valencia,
en este volumen; y para una discusión crítica, véase Billig et al., 1988).
Sin embargo, más allá de la aportación inaugural que dio origen al
campo de investigación de las representaciones sociales, Moscovici (2001a)
ha estado atento a las discusiones posteriores de la teoría, introduciendo
precisiones, clarificando y transformando sus posiciones, participando en
nuevos debates críticos y, por supuesto, desarrollando nuevas hipótesis o
premisas teóricas. Como en toda evolución teórica, no hay un solo hilo
160
conductor en sus elaboraciones y en las discusiones se enfatizan distintas
características del concepto o se privilegia el análisis de ciertos procesos o
funciones de las representaciones sociales.
Un ejemplo claro es el concepto de representación social: sus defini-
ciones son variadas y numerosas. Esta polisemia del concepto, sin embargo,
no significa caos ni contradicciones irresolubles: más bien indica la comple-
jidad del fenómeno que intenta asirse con el concepto y la enorme discusión
teórica que ha generado (véase Allansdottir et al., 1993; Banchs, 2000).
Para ilustrar esta situación propongo al lector que valore la siguiente
definición de los roles de las representaciones sociales en la que Moscovici
se muestra más durkhemiano que en otras. Nos dice que las representacio-
nes cumplen dos roles:
a) Primero, convencionalizar los objetos, personas y eventos que encontra-
mos. Les otorgan una forma definitiva, las localizan en una categoría
y gradualmente las establecen como modelo de cierto tipo, distinto y
compartido por un grupo de personas (Moscovici, 1984: 22).
b) Segundo, las representaciones son prescriptivas, esto es que se nos
imponen con una fuerza irresistible. Esta fuerza es una combinación
de una estructura que se nos presenta antes de que empecemos a
pensar y sobre una tradición que nos marca qué debemos pensar
(Moscovici, 1984: 23).
Ahí se afirma que las representaciones otorgan una forma definitiva
y que prescriben con una fuerza irresistible. Ambos atributos son difíci-
les de sostener si consideramos que las sociedades y los grupos sociales
modernos son variados, flexibles y cambiantes. Sin embargo, Moscovici
(1988) no es ingenuo con respecto a la heterogeneidad de los grupos
modernos y unos años más tarde introduce una clasificación de las re-
presentaciones sociales en tres tipos: hegemónicas, emancipadas y polémicas
(más abajo presento una discusión al respecto). Con esta clasificación
imprime más dinamismo al concepto, por lo que la definición citada an-
teriormente sólo se aplicaría al primer tipo (es decir a las representaciones
hegemónicas que tendrían el carácter de coerción que Durkheim asignó a
las representaciones colectivas).
161
Una definición relativamente reciente señala que una representación
social es “una red de conceptos e imágenes interactuantes cuyos conteni-
dos evolucionan continuamente a través del tiempo y el espacio. Cómo
evolucione la red depende de la complejidad y velocidad de las comuni-
caciones como de la comunicación mediática disponible. Y sus caracte-
rísticas sociales están determinadas por las interacciones entre individuos
y/o grupos…” (Moscovici, 1988: 220). Asimismo, Moscovici aclara que
si bien las representaciones sociales implican significados compartidos y
expresan consensos grupales, esto no significa uniformidad ni excluye la
diversidad:
En las aproximaciones cultural e interpretativa podrían situarse gran parte del trabajo latinoameri-
45
cano sobre representaciones sociales. Banchs (en este volumen) nombra estas aproximaciones como
procesuales y las distingue de las estructurales (véase también, Banchs, 2000).
162
presentación social de la locura de carácter monográfico (observación etno-
gráfica, entrevistas, análisis histórico)46 y sobre el cuerpo marcaron una
aproximación antropológica en el campo. En sus investigaciones y sus apor-
taciones teóricas se articulan los niveles individual y colectivo, y se anali-
zan las determinaciones sociales de los saberes de sentido común (Jode-
let, 2003). Esta aproximación antropológica o cultural es más exigente en
términos metodológicos, al menos por los largos periodos de observación
etnográfica que se requieren y por las capacidades analíticas necesarias
para interpretar y organizar los sentidos que se producen en las prácti-
cas sociales observadas, y en los discursos producidos en situación de en-
trevista. Por esta razón es más difícil sistematizar las estrategias de análisis
de resultados utilizadas, pero la comprensión del fenómeno investigado es
más profunda que con otras metodologías.
Esta aproximación converge en algunos aspectos con la aproxima-
ción interpretativa que se asocia con los nombres de Wolfang Wagner, en
Austria; Uwe Flick, en Alemania; Gerard Duveen y Sandra Jovchelovich,
en Inglaterra47; entre muchos otros. Esta corriente, sin ser homogénea ni
carente de controversias, es más proclive a las discusiones interdiscipli-
narias, a los estudios cualitativos (pero no exclusivamente), y defensora
de una visión construccionista de la realidad social. En los trabajos de
estos autores se profundiza sobre la sociogénesis de las representaciones
sociales, sus funciones sociales, su elaboración discursiva y se insiste en el
carácter dinámico del concepto. Wagner y Kronberger (2001: 148) argu-
mentan, por ejemplo, que “las representaciones sociales son socialmente
construidas, culturalmente correctas en su propio sentido, y funcionales
en la vida social diaria.” Asimismo estos autores plantean que las repre-
sentaciones sociales pueden cumplir funciones como a) la coordinación
grupal; b) la argumentación racional; c) el enfrentamiento simbólico de
situaciones problemáticas (symbolic coping); d) la compensación del entorno;
y e) operar como un sistema de justificación. Sin embargo, como plantea
46
Una breve referencia a su estudio sobre la representación social de la enfermedad mental en una
comunidad rural se encuentra en Jodelet (2003: 109-110).
47
Esta enumeración de autores se retoma de la conferencia de Denise Jodelet (2003a).
163
Jodelet (2002: 125) es una corriente que “no deja de suscitar controversias
en el campo de estudios de las representaciones sociales en razón del ca-
rácter intuitivo de la postura hermeneútica.”. Sin embargo, también es una
de las principales fuentes para expandir el campo de estudio de las repre-
sentaciones sociales y tender puentes con las ciencias sociales en general.
Un tercer enfoque es el dialógico impulsado por Ivana Marková. Esta
autora intenta desentrañar la epistemología dialógica que sostiene la teoría
de las representaciones sociales, al mismo tiempo que retoma, discute y
llama la atención sobre algunos conceptos básicos de la teoría que pueden
presentarse como dialógicos (themata, objetivación, anclaje y géneros comu-
nicativos). Este enfoque se basa en discusiones interdisciplinarias recurrien-
do tanto a fuentes filosóficas y literarias como históricas y científicas, para
destacar el carácter dinámico del pensamiento, el lenguaje y las prácticas
sociales. Se propone destacar y caracterizar el fenómeno de las representa-
ciones en su dinamismo y en su carácter co-construido por las interdepen-
dencias entre lo social y lo individual, sin olvidar los significados en tensión
y la polarizacion de antinomias. Desde esta perspectiva las representaciones
sociales son fenómenos en constante producción, esto es, fenómenos en
cambio social más que objetos estáticos (Marková, 2000).
La compilación editada por Kay Meaux y Gina Philogène (2001) muestra la diversidad de aproxima-
48
ciones teóricas y metodológicas actuales en el estudio de las representaciones sociales. Por otra parte,
un libro recientemente publicado en español, editado por Silvia Valencia (2006), integra aportacio-
nes importantes en las corrientes antropológica, interpretativa y dialógica, e incluye dos aportaciones
latinoamericanas.
166
Entre todos los conceptos y teorías que circulan en este campo de
investigación parece haber algunos puntos en común, sin embargo, sus
definiciones y elaboraciones teóricas denotan preocupaciones específi-
cas por comprender ciertas características o procesos de las representa-
ciones sociales. Una manera de interpretar todas estas elaboraciones tan dife-
rentes con un mismo modelo es considerar la teoría de las representaciones
sociales como una teoría general que orienta esfuerzos de investigación y que
como tal puede ser complementada con análisis más detallados de procesos
específicos, consistentes con la orientación general (Breakwell, 2001).
49
Doise et al. (1992: 33), por su parte, señala que las disputas por investigar las rs a partir de materiales
lingüísticos son más intensas cuando se trata de discursos obtenidos mediante entrevistas “por el hecho
de que se trata aquí no sólo de indicadores semánticos sino también de estructuras sintácticas.”
50
Para Rose et al. (1995) los estudios cuantitativos de representaciones sociales reifican su carácter
consensual y tienden a desconocer la coexistencia de temas opuestos y las consecuencias que esto
tiene para el funcionamiento de las representaciones sociales en la vida social.
51
Ni la mejor investigación cuantitativa o cualitativa puede proporcionar por sí misma la evidencia
169
con la investigación experimental sugieren que las mediciones están también
marcadas por la subjetividad. Cuando los investigadores deciden “medir”
algo, lo hacen a través de cualidades a las que se les asigna un número, el cual
en muchos casos depende de los criterios personales de un investigador o
del consenso alcanzado en un grupo de investigadores (Jiménez, 1999-2000).
Lo que se gana con ciertas metodologías se pierde con otras52, por eso han
surgido perspectivas más integrales que pugnan por la conveniencia de rea-
lizar triangulaciones entre métodos cuantitativos y cualitativos, o por evitar
cualquier clase de purismo epistemológico.
Mis trabajos de investigación en representaciones sociales han sido
cualitativos, pero eso no significa que no reconozca múltiples ventajas a la
investigación en laboratorio o de carácter cuantitativo. Es más, en el caso
de las representaciones sociales, considero que los hallazgos de la aproxi-
mación estructural pueden ser un excelente punto de partida para dirigir es-
tudios cualitativos que tiendan a hacer más plausibles esas hipótesis con
modelos metodológicos distintos. Eso validaría aun más sus hallazgos, y
probablemente daría pie a un mayor desarrollo de la teoría o las subteorías
en este campo de estudios, sin importar los métodos que les dieron ori-
gen.53 Sin embargo, tienen razón en notar lo difícil que resulta acceder a la
estructura y organización de una representación social analizando discur-
sos. La interpretación de los materiales discursivos (entrevistas, discusio-
nes grupales, documentos personales) que obtenemos mediante métodos
cualitativos nos enfrentan al problema de explicar las diferencias de estatus
necesaria para afirmar una hipótesis o, incluso, una mera descripción sobre la representación de algo.
La plausibilidad de una hipótesis se afianza a través de esfuerzos continuos y variados que la hacen
más cierta hasta nuevo aviso.
52
Otro argumento contra los estudios experimentales y los formalismos estadísticos que, con frecuen-
cia, no se explican de manera narrativa, lo plantea Bruner con una pregunta “¿No son preferibles
las interpretaciones plausibles a las explicaciones causales, sobre todo cuando para lograr una ex-
plicación causal nos vemos obligados a artificializar lo que estudiamos hasta tal punto que casi no
podemos reconocerlo como representativo de la vida humana?” (1990: 14).
53
Lo contrario también constituye un desafío: recuperar algunos hallazgos de estudios cualitativos,
para que sean ponderados con métodos experimentales de control (como, por ejemplo, el propuesto
por Pascal Moliner, mise en cause –puesta en cuestión–, para confirmar la centralidad de los componentes
de una representación social). Sin embargo, en este capítulo solamente intento reflexionar sobre
cómo estudiar cualitativamente una hipótesis que surgió en investigación de laboratorio.
170
de los elementos cognitivos que plasman los informantes sobre un objeto
social. Cualquiera que haya tenido la experiencia de realizar un estudio
cualitativo de representaciones sociales, estará de acuerdo en que no todas
las nociones, creencias, ideas o imágenes que utilizan los informantes pue-
den ser consideradas en el mismo nivel. Hay algunas que parecen ser más
relevantes que otras en cuanto parecen determinar más el sentido que se
construye con respecto a un objeto dado, mientras otras tienen un sentido
más relativo, secundario o ambiguo.
Un razonamiento de esta naturaleza está en la base de la teoría del
núcleo central. Pero los métodos instituidos para distinguir los elementos
centrales de los periféricos suelen ser de carácter cuantitativo y no cualitativo,
¿qué hacer entonces? En mi opinión vale la pena abrir la posibilidad de usar
otros conceptos y técnicas de análisis para interpretar la centralidad de los
componentes de una representación cualitativamente, pero esto requiere la
suma de esfuerzos colectivos en esta dirección, entre los cuales se inserta mi
propuesta. Ésta busca analizar otros conceptos que han surgido en el campo
de las representaciones sociales que ayudarían para hacer distinciones cuali-
tativas (aunque más adelante se propondrán algunas herramientas de análisis
concretas). Me refiero al concepto de themata y a la clasificación sugerida por
Moscovici (1988) sobre tres tipos de representaciones sociales. De eso tra-
tan, precisamente, las siguientes secciones.
172
plícito– se convierte en contenido real de una representación cuando se ancla
en un contexto, en una red de significados. Ser anclado significa que tiene una
referencia y recibe un determinado valor semántico (Moscovici, 1993: 4).
174
figuras en el campo de las representaciones sociales: a través de “la meta-
forización, un dominio destino es experimentado como tangible y ontoló-
gicamente real como el dominio fuente.” Esto se debe a que la proyección
metafórica impregna el destino con características que originalmente se
atribuyen a la fuente (2005: 175).
El análisis de metáforas55 podría ser una manera para encontrar
jerarquías en los contenidos de una representación social o un siste-
ma de representaciones o, quizá, para distinguir elementos centrales
y periféricos siguiendo los hallazgos de la teoría del núcleo central,
con una perspectiva cualitativa. Puede demostrar cómo estas estructu-
ras imaginativas influyen o alteran un sistema conceptual y qué deduccio-
nes justifican, además de estudiar las condiciones socioculturales concre-
tas que facilitan y/o dificultan su reproducción. El potencial de la teoría
contemporánea sobre la metáfora (Lakoff, 1993) ha sido reconocido
desde varios años atrás por la antropología. La teoría de los modelos cul-
turales56, encontró en estos autores una de sus primeras influencias, para
pensar la cultura en términos cognitivos. Si bien su enfoque supone que el
pensamiento y la cultura no sólo dependen de esquemas metafóricos sino
también proposicionales.
175
¿operan como recursos implícitos para el entendimiento y la acción coti-
diana o son temas58 reflexivos susceptibles de discusión consciente en un
grupo social?, ¿o bien son las dos cosas?
En la literatura se encuentran afirmaciones que enfatizan tanto el
lado discursivo o el lado práctico de las representaciones sociales, como
se puede notar en las siguientes citas. Por un lado Jodelet (1984: 474) ca-
racteriza las representaciones sociales como “modalidades de pensamiento
práctico orientados hacia la comunicación, la comprensión y el dominio
del entorno social, material e ideal” (las cursivas son mías). Por otro lado
Moscovici (2001: 29) plantea que “la representación social es pensamiento
discursivo (discursified thinking)” y constituye un “sistema simbólico cultural
que involucra lenguaje”. Lo más probable es que la mayoría de las defini-
ciones sobre representaciones sociales les reconozcan este doble carácter
práctico y discursivo, aunque en ocasiones destaca uno sobre otro.
De cualquier manera es un tema que no se ha debatido de manera
directa y clara, a pesar de ser muy relevante, si bien hay razones para suponer
que el carácter más o menos consciente o inconsciente de una representa-
ción depende de qué clase de representación se trate. Como adelanté unas
líneas atrás, Moscovici (1988) propuso considerar tres tipos de representa-
ciones: 1) Representaciones hegemónicas, uniformes o coercitivas, que tienden a
prevalecer en las prácticas simbólicas y afectivas; 2) Representaciones emancipa-
das, que se derivan de la circulación de conocimiento e ideas pertenecientes
a subgrupos; y 3) Representaciones polémicas, aquellas que son expresadas como
aceptación y resistencia y surgen en conflictos sociales.
Sin embargo, hasta donde conozco, la propuesta de esta clasifica-
ción no ha tenido mucho eco ni ha inspirado un mayor desarrollo por las
los actores son capaces de expresar verbalmente sobre sus condiciones sociales y su propia acción
(Giddens, 1984).
58
Según Habermas (1981), para comprender el mundo de la vida, sería importante distinguir entre
aquello que funciona como temas disponibles para definir situaciones y planear la acción (esto es, el
horizonte de lo tematizable discursivamente) y, aquello que funciona como recursos del mundo de
la vida y que forma parte de lo que permanece a espaldas de los actores y que, mientras continúe
funcionando como recurso, no puede ser problematizado (esto es, el espacio de las convicciones
aproblematizadas).
176
distintas escuelas teóricas. Como ha notado Breakwell (2001) se trata de
una clasificación que genera muchas dudas: ¿son realmente diferentes o
son más bien fases inevitables a lo largo del desarrollo de una representa-
ción social? Según este autor, cada uno de los tipos de representación so-
cial implica grados distintos de libertad para que los individuos construyan
representaciones personales:
Esta clasificación tripartita retoma una distinción anterior que trabajé para identificar fuentes de auto-
59
ridad en el discurso cotidiano, aunque he introducido cambios significativos. En aquel trabajo identifi-
caba tres tipos de representaciones: hegemónicas, normativas y de trasgresión (Rodríguez, 2001a).
178
3) Contenidos polémicos: son aquellos que son discutidos abierta-
mente dentro de un grupo social; son contenidos que se asumen
con cargas de relativismo, los cuales generan dudas, críticas, o
particularización de significados (Billig, 1991). Son contenidos
que amenazan las regiones de la representación más sólidas en
términos de reconocimiento, aceptación y legitimidad. Esta clase
de contenidos son deliberados, conscientes, y tienden a socavar
la factualidad o validez universal construida por los conteni-
dos hegemónicos, así como los contenidos normativos construidos
dentro del grupo social, para hacer valer nuevos contenidos o ex-
cepciones de significación o práctica.
Los contenidos hegemónicos, emancipados y polémicos indican gra-
dos decrecientes de divergencia grupal o individual, así como grados decre-
cientes de fuerza simbólica, aceptación y legitimidad social. Incluso podría
decirse que indican grados decrecientes de centralidad, siendo los primeros y
lo segundos más probables en el núcleo central de una representación.
Los resultados de estudios empíricos muestran claramente este ca-
rácter múltiple y diferenciado de contenidos que se asocian con la repre-
sentación de algo. Se encuentran contenidos que parecen gozar de mayor
legitimidad y que están construidos en términos factuales, contenidos nor-
mativos que se construyen mediante justificaciones de los puntos de vista
del grupo y críticas de los ajenos, así como contenidos que abiertamente
subvierten y particularizan sentidos dominantes o que expresan conflictos
sociales en un mismo grupo social o entre grupos sociales (Rodríguez,
2003).60 Estas distinciones con relación a los contenidos que estructuran
una representación social toma en cuenta esta idea de Moscovici sobre las
regiones de realidad que coexisten en una representación:
En mi investigación sobre las representaciones sociales del matrimonio en Guadalajara (la segunda
60
ciudad más importante de México) se muestra con claridad que los actores configuran representa-
ciones con distintos grados de legitimidad y aceptación (Rodríguez, 2001).
179
cialmente dominante mientras las otras aparecen siendo una realidad derivada
en relación con la realidad dominante (Moscovici y Vignaux, 1994: 164).
Un ejemplo muy claro es la representación del género que se ha transformado a partir de movi-
61
mientos sociales recurrentes que han logrado cambios en las formas tradicionales de concebir las
diferencias de género a partir de su desnaturalización.
181
riencia (por ejemplo, el viaje) que se adopta como dominio fuente
para proyectar significaciones en un dominio destino (por ejemplo,
el amor). Para identificarlas es importante fijarse en palabras claves
como en la construcción verbal de las oraciones. De esta manera se
puede identificar los verbos que típicamente se usan para hablar de
un objeto social en particular y valorar si tienen un uso metafórico o
qué clases de experiencias indican (por ejemplo, movimientos, luga-
res, objetos) (Quinn, 2005).
b) Las repeticiones y otros énfasis pueden considerarse como indica-
dores del valor expresivo de una idea, creencia o imagen. Como lo
plantea, Quinn (2005: 47): “Cuando los hablantes repetidamente,
en diferentes formas lingüísticas, expresan estos conocimientos
compartidos, se argumenta por su centralidad y estabilidad relativa”.
Así mismo, la utilización de adverbios (por ejemplo desafortunada-
mente, afortunadamente, verdaderamente, realmente, fuertemente,
falsamente, etcétera) constituyen un indicador discursivo de posicio-
namiento frente a un contenido representacional.
c) El lenguaje explícito de causalidad constituyen elementos del dis-
curso que permiten identificar argumentos y razonamientos (Quinn,
2005), así como el uso de los pronombres personales que ayuda a
identificar la posición del hablante en la enunciación. Estos elemen-
tos serían importantes para identificar contenidos retóricos, según la
expresión de Billig (1993), así como para identificar las identidades
de quienes argumentan y los contextos de los argumentos.
d) Las citas sociales, o dicho de otra manera, las fuentes de autoridad que
los autores refieren o “citan”para respaldar sus creencias o acciones.
Estas citas sirven para detectar las vinculaciones y desvinculaciones
del discurso con determinadas instancias sociales, de modo que per-
miten identificar el carácter emancipado o polémico de una creencia o
idea. Se parte del supuesto que los significados que han dejado de ser
percibidos aproblemáticamente son aquellos que se asumen como de-
rivaciones sociales. Cuando los actores identifican la “autoridad” que
funda y exige determinadas creencias es que han perdido algo de na-
182
turalidad y legitimidad; son significados que se asumen con cierta rela-
tividad dependiendo si se asocian con la sociedad en su conjunto, con
un grupo social determinado o con preferencias personales. Mientras
que las huellas de lo “natural” se pueden identificar en los enunciados
modalizados en términos del “ser”, esto es, saberes cotidianos que se
avalan en términos de realidad física y naturaleza o que se les atribuye
un estatus ontológico (Rodríguez, 2001a).
e) Asociaciones emocionales: un indicador cualitativo de centralidad
consiste en identificar la carga emocional con que se manifiesta
una creencia, se narra un acontecimiento o se reacciona frente a una
acción. Cuando las personas se enojan, ponen tristes, alegres, se
enojan, indignan o sienten culpa o vergüenza están indicando la im-
portancia de las creencias que les producen tales emociones. En este
sentido, “identificar el tipo de emociones que generan los significa-
dos culturales en cada caso particular, permite enfrentar metodoló-
gicamente la complejidad de la significación cotidiana y sus niveles
de apropiación” (Rodríguez, en prensa). Para Strauss (2005) las ideas
que se asocian con momentos emotivos (que se recuerdan con fuer-
za y que suelen vincularse con metas no rutinarias de los hablantes)
son también indicadores de centralidad.
f) Asociaciones conceptuales: Strauss (2005: 209) propone observar
las asociaciones entre conceptos con las distinciones: asociaciones
fuertes y débiles (las asociaciones fuertes son mencionadas repeti-
damente y usualmente sin ser propiciadas por el entrevistador); así
como asociaciones auto relevantes o no (las auto relevantes están
vinculadas a la imagen del yo de la persona).
La lista que he esbozado aquí está muy lejos de ser completa y de-
tallada62. Sin embargo, es útil para llamar la atención sobre ciertas formas
discursivas que pudieran servir para identificar cualitativamente la centra-
Una lista mayor de recursos para el análisis del discurso puede encontrarse en Wood y Kroger
62
(2000), si bien cada analista tendrá que encontrar la manera de usarlos en el marco de una teoría
particular.
183
lidad de un contenido en una representación social63. No obstante por ser
el lenguaje polisémico y complejo, su análisis debe implicar siempre una
lectura del contexto histórico de producción y circulación de las ideas,
creencias o imágenes con respecto a un objeto social. Espero que estas lí-
neas muestren al lector, al menos, posibilidades cualitativas para identificar
y analizar la estructura y organización de representaciones sociales a través
de materiales discursivos como los que se obtienen mediante entrevistas.
En este trabajo se asumió el desafío metodológico de identificar
algunos conceptos para explorar cualitativamente las jerarquías en conte-
nidos en una representación social. Asimismo, para hacer más práctica la
discusión se señalaron algunos recursos técnicos de análisis de discurso
que han resultado útiles en el campo de la antropología cognitiva. Por su-
puesto que no se puede ser concluyente en un campo de investigación tan
vasto, pero me daré por satisfecha si, al menos, logro despertar el interés
por estudiar los hallazgos de la teoría del núcleo central con métodos cua-
litativos y conceptos teóricos sugerentes que han sido poco explorados
empíricamente.
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63
programas informáticos de análisis léxico (por ejemplo, Alceste, que clasifica el discurso en función
de co-ocurrencias de vocabulario para analizar estadísticamente estos datos textuales) o semántico
(por ejemplo, Tropes, que permite identificar y clasificar pronombres, formas verbales, adjetivos,
sustantivos, etcétera), aunque sin depender totalmente de los mismos para generar interpretaciones
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Parte ii
Imbricaciones entre representaciones
sociales e intervención64
Denise Jodelet65
64
Traducción de María Eugenia Ríos Marín, estudiante de la École des Haute Etudes en Sciences
Sociales, France.
65
Directora de Estudios (retirada) de la École des Haute Etudes en Sciences Sociales. Laboratoire de
Psychologie Sociale–Institut Interdisciplinaire d’Anthropologie Contemporaine.
191
Siguiendo esta secuencia, propondré un modelo de análisis de las re-
presentaciones sociales encontradas en el espacio de vida concreta, permi-
tiendo un ajuste orgánico entre su estudio y las prácticas de intervención.
No obstante, antes de abordar los diferentes puntos de reflexión,
quiero contar una experiencia que se aproxima a una intervención, la cual
no me fue posible concluir. Cuando hice la investigación sobre rs de la lo-
cura en una comunidad rural (Jodelet, 1989), había pensado hacer, después
del trabajo de campo, una intervención entre las personas de la comunidad
encargadas de los cuidados de los enfermos mentales en la vida cotidiana.
Pero no me fue posible realizar mi proyecto. Analizar este fracaso permiti-
rá tocar ciertos problemas que se pueden encontrar en una investigación-
acción o en una intervención.
De la aplicación a la intervención
66
Traducción de: “Un véritable entretien me fait accéder a des pensées dont je ne me savais, dont je
n’étais pas capable, et je me sens suivi quelquefois dans un chemin inconnu de moi-même et que
mon discours, relancé par autrui, est en train de frayer pour moi”.
67
Traducción de: “[…] engage avant tout un processus de remaniement des représentations, des po-
sitions et des conduites à partir d’une élaboration sur leur sens. Ce qui change c’est le regard porté
par les acteurs sociaux sur les situations, sur eux-mêmes et sur les autres, qui se trouve déplacé par le
travail d’élucidation […] Dans ce sens, il serait plus juste d’utiliser le terme de mobilité, mobilité des
représentations, de la pensée et donc de la pratique”.
200
intencional. Cuando la práctica de intervención es dirigida directamente
para obtener un cambio de las conductas y prácticas de los individuos o
de los grupos sin tener el objetivo de estudiar las rs, o tomarlas en cuenta.
Podemos encontrar ejemplos de esto en las terapias comportamentales o en
ciertos modelos de la psicología social experimental, como el modelo del
“compromiso”(l’engagement), basado en la teoría de la disonancia cognitiva
de Festinger. Propuesta por Joule y Beauvois (1998), con el nombre de el pie
en la puerta (le pied dans la porte), la intervención produce un cambio de com-
portamiento a través de la adopción inicial de una conducta asociada con la
práctica deseada. La técnica, que fue aplicada a problemas de salud pública
en el caso del sida, no presta atención a la dimensión representacional,
considerando sus modificaciones como efectos colaterales, secundarios y
marginales, sin influencia sobre la práctica.
Pero, por otro lado, esa relación entre práctica y rs constituye el
objeto de una elaboración teórica propuesta por los investigadores de la
Escuela de Aix-en-Provence que someten los cambios del estado de las rs
a la influencia de las prácticas (Abric, 1994). En este caso, la transforma-
ción de las prácticas ya sea espontánea, debida a la evolución de los mo-
delos sociales y culturales, o sea intencional, debida a una intervención del
investigador o de las instituciones que detentan el poder, tiene un efecto
directo sobre la organización y los significados de las rs. Más adelante, ese
tipo de efecto puede ser demostrado de manera experimental, o a través
de estudios de campo (Guimelli, 1994). Sin limitarse al postulado de que
toda modificación de rs tiene su causa en la práctica (tema que nutre un
importante debate teórico), se debe reconocer que allí encontramos una
ilustración impactante de la influencia de la intervención sobre las rs.
La tercera forma de relación entre rs e intervención la encontramos
en muchos modelos de intervención que aspiran a una acción a nivel de
la sociedad en términos de cambio social. Como dije anteriormente, se
encuentra tanto en psicología (comunitaria, de la liberación, clínica social)
como en psico-sociología y sociología (de los movimientos sociales, del
trabajo, de las organizaciones o las instituciones, etcétera). Estas disciplinas
preconizan, de un modo u otro, el conocimiento de las representaciones,
201
en una acción sobre éstas, para mediar, basar o dirigir la intervención. Los
autores postulan que la práctica social depende de la visión que los sujetos
sociales, individuos o grupos, tienen de su realidad por la interpretación
que hacen de la misma. El proyecto de intervención es el de explorar las
construcciones elaboradas por los sujetos, destacar las que obstruyen o fa-
cilitan las prácticas deseadas para corregirlas o reforzarlas, o revalorizar las
que sustentan la identidad y propician un modo de vivir y actuar auténtico
y en acuerdo con sus necesidades. Tal objetivo supone una identificación
de las representaciones que son compartidas en un espacio de vida o de
acción particular, y un trabajo específico sobre la manera de pensar de los
actores para modificar las interpretaciones y, en consecuencia, las prácti-
cas. En esos modelos de intervención, incluso sin ser siempre llamadas de
esa manera o analizadas de un modo teórico, las representaciones sociales
son convocadas para encontrar los medios para ayudar a los actores so-
ciales, los grupos o las comunidades, mejorar sus condiciones de vida o
de trabajo, alcanzar una existencia satisfactoria, cumplir sus necesidades,
realizar sus deseos, respetar sus derechos, fortalecer sus poderes, o sim-
plemente conformarse a objetivos considerados óptimos para el bienestar
individual o colectivo. El trabajo sobre las representaciones es concebido
de diversas maneras.
68
Traducción de “Il n’y a pas de transformation technologique, économique ou financière qui n’émane
pas de décisions, par des individus ou par des groupes, en fonction d’une représentation générale
que ces individus ou ces groupes ont de la situation, voire même de la société”.
69
Traducción de “[…] déclancher par l’intermédiaire d’un chercheur les représentations les plus hautes
possible d’une action collective observée […]”.
70
Traducción de “[…] de manière à ce que le groupe bascule de sa pensée spontanée vers une repré-
sentation de soi dominée par les hypothèses favorables formulées par le chercheur”.
203
cionales y cultos (Quintanilla et al., 2005), la preservación de la cultura y su
negociación con alternativas emergentes en la sociedad (Jodelet, 2006).
Autores como Fals Borda (1985), Freire (1990), Martín-Baró (1998)
sitúan el cambio social en los grupos concretos que tienen una historia,
una identidad que respetar y reforzar. Promueven una práctica liberadora
en favor de la transformación de la realidad como vía de transformación
social. En los grupos oprimidos, cuyos miembros son activos, el compro-
miso de los agentes de transformación es catalizar, facilitar la expresión de
las potencialidades negadas, de las aptitudes y conocimientos específicos
de los grupos. De aquí resulta que los modelos remiten, de manera indi-
recta, pero evidente, a los sistemas de representación, a través de la valo-
rización del saber popular, el trabajo de desideologización, la promoción
de la concientización, entendida como pasaje de una conciencia ingenua
a una conciencia crítica, o como una comprensión de los procesos que
favorecen la adhesión tácita a hegemonías opresoras.
Para resumir, ya sea a través de modos de influencia, a través de
procesos de interacción y negociación de sentidos, o de formas de co-
municación intersubjetiva, intercambio dialógico, en todos los métodos
de intervención la referencia a representaciones sociales y colectivas
es omnipresente. El trabajo sobre las representaciones pasa por correccio-
nes de creencias consideradas inadecuadas o falsas, valorización de saberes
de sentido común, concientizaciones críticas de posturas ideológicas, re-
significaciones de las situaciones de vida, puesta en perspectiva de posicio-
nes en función de un análisis de los contextos de la acción o del punto de
vista de otros actores. En pocas palabras, producir nuevas representacio-
nes de los objetos a los cuales los sujetos se enfrentan, de la realidad de su
mundo de vida, de la manera de involucrarse en ella. Tales perspectivas de
las imbricaciones entre intervención y rs se refieren al marco de la mejor,
pero al mismo tiempo de la más difícil contribución que provee el enfo-
que de las rs para un cambio social, en el nivel individual o colectivo, en
cualquier tipo de campo de actuación. La mejor contribución, porque las
maneras de ver, pensar, conocer, sentir, interpretar de los sujetos, tienen
un papel indiscutible en la orientación o reorientación de las prácticas. Al
204
mismo tiempo, ese reconocimiento no da lugar a un análisis de los pro-
cesos de formación, evolución y eficacia de las rs. De ahí el recurso que
la teoría de las rs presenta para ajustar las intervenciones según los tipos
de sujetos, individuales o grupales, y las situaciones y contextos donde
evolucionan. La más difícil, porque las rs son fenómenos complejos, que
implican el juego de muchas dimensiones que debemos considerar en una
misma aprehensión y sobre las cuales debemos intervenir conjuntamente.
Intersubjetivo Subjetivo
rs
Traducción de “[…] traduisent la façon dont (ils) se pensent dans leur rapports avec les objets qui
71
les affectent”.
207
atraviesan tanto los procesos subjetivos como los intersubjetivos de elabo-
ración de las rs. Su escala domina tanto a los individuos como a los contex-
tos de interacción y los sistemas de construcción discursiva e intersubjetiva.
La esfera trans-subjetiva pertenece al espacio social y público donde circulan
representaciones que se pueden atribuir a diversas fuentes: la difusión a
través de los medios masivos de comunicación, los marcos impuestos por
los funcionamientos institucionales, las presiones ideológicas, las imposi-
ciones ejercidas por la estructuración de las relaciones sociales y de poder.
Atravesando los espacios locales de vida, esa esfera constituye un medio
dentro del cual los actores están inmersos. Comprende, también, los mo-
dos de pensar y actuar (eidos y ethos), las normas y valores que caracterizan
una cultura, así como las mentalidades, que los historiadores estudian como
sistemas de representaciones que orientan las prácticas colectivas asegu-
rando el vínculo social y la identidad colectiva, como establecen Chartier
(1989) y Lepetit (1995). La transmisión de tales representaciones traspasa el
marco de las interacciones; se impone a los copartícipes, constituyendo el
telón de fondo de las representaciones compartidas que permiten la inter-
comprensión.
los hombres son seres condicionados puesto que todo aquello con lo que en-
tran en contacto se torna, inmediatamente, en condición de su existencia […]
Además de las condiciones en las cuales la vida en la tierra es dada al hombre
sobre la tierra, y en parte sobre su base, los hombres crean, constantemente,
condiciones fabricadas que le son propias y que, a pesar de su origen humano
y de su variabilidad, tienen la misma fuerza de condicionamiento que los ob-
jetos naturales […] La influencia de la realidad del mundo sobre la existencia
humana es experimentada, recibida como fuerza de condicionamiento72.
Traducción de “Les hommes sont des êtres conditionnés parce que tout ce qu’ils rencontrent se
72
change immédiatement en condition de leur existence […] Outre les conditions dans lesquelles la
vie est donnée a l’homme sur terre, et en partie sur leur base, les hommes créent constamment des
conditions fabriquées qui leur sont propres et qui, malgré leur origine humaine et leur variabilité, ont
209
Arendt establece, siguiendo a Kant, una diferencia entre “conocimien-
to”, que se refiere a un saber positivo, y “pensamiento”, cuya condición de
ejercicio tiene como motivo las condiciones de existencia. Comprender el
mundo exige que las dos condiciones se involucren recíprocamente. Afirma
que pensamos a partir de nuestra propia experiencia y que este pensamiento
hace de nuestra vida algo comunicable, compartible y comprensible para los
otros. En las rs podemos también distinguir entre lo que remite al conoci-
miento y lo que remite al pensamiento que se desarrolla a partir de nuestra
experiencia concreta. El pensamiento reformula lo que se impone debido a
nuestra condición de existencia para volverla válida para una comunidad de
seres humanos, y no solamente a un ser único. Encontramos, a través del
pensamiento, el camino de la intersubjetividad.
Para Habermas (1987: 220), la intersubjetividad es también la po-
sibilidad de preservar la libertad del sujeto, la posibilidad de una ciencia
emancipadora e implica al lenguaje como medio de relación entre indivi-
duos. Pero el autor subraya:
la même force de conditionnement que les objets naturels […] L’influence de la réalité du monde
sur l’existence humaine est ressentie, reçue comme force de conditionnement”.
73
Traducción de “L’infrastructure linguistique de la société est un moment d’un contexte qui, certes
toujours médiatisé par des symboles, se constitue également a travers des contraintes réelles: celle de
la nature externe, qui se répercute dans les procédures de la maîtrise technique, et celle de la nature
interne, qui se reflète dans les répressions qu’exercent les rapports de force sociaux. Ces deux caté-
gories de contrainte ne sont pas seulement l’objet d’interprétation; à l’insu du langage, elles agissent
sur les règles mêmes de la grammaire en fonction desquelles nous interprétons”.
210
No obstante, el lenguaje no es exterior a los participantes de la inte-
racción, y tampoco está encerrado en una subjetividad aislada. Las rs que
se construyen en la interacción discursiva constituyen en sí un medio que
permite la libertad. El logos, dice Habermas, que toma cuerpo en el lengua-
je ordinario, se actualiza a través de las libertades individuales de unos y de
otros. Los interlocutores son libres, como sujetos de un poder que los une.
Poder, éste, de expresar sus razones y entender las razones de los otros.
Me he permitido abrir este paréntesis porque en las reflexiones de
los dos autores se relatan, directamente, nuestras prácticas de investiga-
ción sobre rs y la problemática de la negociación entre las condiciones de
existencia de los sujetos y la liberación que provee un pensamiento subje-
tivo que se vuelve comunicable y comunicado. Esto vale, igualmente, para
las prácticas de intervención.
Para completar este panorama es conveniente precisar el papel que las re-
presentaciones cumplen en cada esfera, como lo muestra el cuadro 2.
De lo subjetivo Expresiva, significativa
De lo inter-subjetivo Medio de comprensión
Herramienta de interpretación
De lo trans-subjetivo Aparato cultural
Normas sociales, valores
Presiones ligadas a las relaciones sociales.
Permite construir las herramientas y las interpretaciones
211
Cuando estudiamos representaciones sociales, para definir sus fun-
ciones, la consideración del juego de las esferas aparece como un recurso
heurístico.
Al nivel de lo subjetivo las rs, que son siempre representaciones de
alguien, tienen una función expresiva, permiten ver los significados que los
sujetos conceden a un objeto localizado en su entorno social y físico, a par-
tir de sus sensibilidades, intereses, deseos. Al nivel de lo intersubjetivo, las
representaciones intervienen como medios de comprensión, herramientas
de las interpretaciones y de la construcción de los significados comparti-
dos acerca de los objetos de negociación. Al nivel de lo transubjetivo, las
representaciones sociales corresponden al aparato cultural, al conjunto de
modelos, normas y valores transmitidos socialmente, así como al universo
simbólico correspondiente a las presiones que imponen la estructura so-
cial y de poder, y las ideologías. A tal nivel, el sistema de representación
ofrece los criterios de codificación y de clasificación de la realidad, sumi-
nistra los instrumentos mentales, los repertorios que permiten construir
las significaciones compartidas en la sociedad.
Ilustraré mis propuestas para el análisis de las rs, tomando un caso
de exploración de representaciones sociales que sirvió de base para una
propuesta de intervención. La investigación se refería a los problemas
encontrados por profesionales de enfermería en un servicio hospitalario
donde se acogía a pacientes en fase final de sida. Esa situación de aten-
ción era nueva para un servicio de enfermedades tropicales e infecciosas,
en el cual los profesionales estaban acostumbrados a realizar con éxito los
tratamientos curativos. Las dificultades de esa nueva situación, en la que
los enfermos morían en condiciones dolorosas, producirán disfunciones
graves (conflictos, evasiones del trabajo, síndrome de burn out, etcétera) y
una incapacidad de atender correctamente a los pacientes. Las entrevistas
realizadas con todas las personas que trabajaban en el servicio mostrarán
una primera serie de razones de malestar, relacionada directamente a la
experiencia vivida y a una dimensión puramente subjetiva: confrontación
con el estado físico y moral de los enfermos, con el sufrimiento de ellos
y de sus allegados, temor a la contaminación, dolor por una exposición
212
repetida a la muerte y al luto, identificación con jóvenes falleciendo, difi-
cultades de manejo de la vida privada y profesional, etcétera. En el lado
intersubjetivo aparecerán problemas ligados a relaciones con las familias
que descargaban su angustia sobre médicos y paramédicos, a conflictos
entre colegas porque existían desacuerdos sobre el modo de asistencia a
los enfermos y concurrencia de competencia; también existían tensiones
con profesionales de otros servicios, que excluían al personal del servicio
por riesgo de contagio, etcétera.
En el lado trans-subjetivo ejercían acción las reglas que contro-
lan el funcionamiento de un servicio hospitalario y atraviesan todas las
categorías profesionales, por lo tanto, un modelo jerarquizado de
las relaciones de trabajo que sometía los profesionales al poder de los
médicos. La interiorización de esas fuerzas trans-subjetivas fue puesta
en evidencia en el caso de una investigación específica del papel de los/
as enfermeros/as, utilizando dos tipos de instrumento para definir sus
tareas y valorizar su actividad. Un primer instrumento permitía medir el
propio papel y aquel delegado, y un segundo instrumento permitía esta-
blecer la participación de los/as enfermeros/as en el diagnóstico de los
enfermos. Resultó que, cuando ellos/as registraban sus actividades, par-
ticularmente las relacionadas al propio papel, no eran capaces de tomar
en cuenta el tiempo que pasaban al lado de los pacientes para establecer
una relación de ayuda. El efecto de las normas que definen de manera
trans-subjetiva el funcionamiento del servicio y la jerarquización de las
funciones resultó en una incapacidad de las enfermeras para concederse
el derecho de tener un papel personal, diferente de aquel que es defi-
nido en términos de ejecución de las prescripciones médicas. Aunque
cada una/o pasase mucho tiempo en atender a los enfermos no podían
asumir esa actuación como parte reconocida de su trabajo, incluso si la
definición de principio del propio papel del/la enfermero/a valoriza,
particularmente, ese tiempo relacional. Respondiendo al instrumento
centrado en la formulación de un diagnóstico, los/as enfermeros/as no
fueron capaces de asumir su autonomía, por miedo a aparecer como ha-
ciendo una crítica al diagnóstico médico. En este caso, la investigación
213
constituía una verdadera intervención, conduciendo a las/os enferme-
ras/os a tomar conciencia de su sumisión.
En el mismo universo trans-subjetivo fue posible poner en eviden-
cia el peso que tienen las ideologías médicas. Para mejorar la atención de
los enfermos en fase final fue establecida una comunicación y una trans-
misión de información con un servicio de cuidados paliativos, centrado en
el bienestar físico y moral de los pacientes. El modelo paliativo modifica
radicalmente la posición del médico, que debe aceptar perder su poder,
aceptar un papel de asistencia, o abandonar toda intervención terapéuti-
ca que no sea la de alivio del dolor. Frente a esa propuesta los médicos,
acostumbrados a curar y rechazando la pérdida de su poder, se refugiarán
detrás de interpretaciones falsas de los principios de los cuidados paliati-
vos. Por ejemplo, alegarán que los tratamientos curativos eran hipocresía,
mentira para enmascarar intervenciones letales. Ellos mismos usaban los
medicamentos de alivio del dolor, como la morfina, como medio de acele-
ración de muerte de los pacientes.
Conclusión
Así, vemos que un análisis basado en la distinción entre las tres esferas de
pertenencia de las rs permite aislar diferentes niveles o tipos de interven-
ción. Al nivel de la subjetividad, un apoyo de tipo terapéutico; al nivel de la
intersubjetividad, reuniones de grupo para pacificar las relaciones y favo-
recer una mejor colaboración; a nivel trans-subjetivo, una discusión directa
y una confrontación entre los actores para romper las normas implícitas,
los modelos de jerarquización y los modelos de práctica. De modo que
nuestra investigación, que tenía como objetivo hacer un diagnóstico del
funcionamiento del servicio y dar un retrato de las causas del malestar de
los profesionales, se tranformó, finalmente, en una investigación-acción
participativa.
Existe, dentro de nuestro entorno laboral, una interrogación rela-
tiva a la posibilidad de precisar cuándo y cómo el estudio de las rs evi-
denciadas en las investigaciones de campo, se articula con perspectivas
214
de intervención. Creo que es posible encontrar un camino para disipar la
duda, explorando la fecundidad del esquema propuesto, como lo ilustra
el ejemplo que acabo de presentar. El esquema posibilita un análisis más
relevante tanto de la producción del contenido de las rs cuanto del pa-
pel de sus diferentes dimensiones. Por tanto, puede servir para definir las
modalidades y orientaciones de la intervención. Cada caso concreto debe
siempre ser estudiado a partir de su situación en un contexto histórico,
social y cultural definido. Es el contexto el que va a dar a la experiencia
vivida por los sujetos sus matices específicos. Dicho esto, el esquema abre
vías para entrar en la dinámica de la elaboración de las rs: centra el foco
de atención sobre los aspectos que son activados dentro de la situación,
y que merecen un tratamiento de modificación específico. Siguiendo su
objetivo, la intervención será orientada, únicamente en conjunto, hacia el
plano de la resignificación de la experiencia de los individuos o de los gru-
pos, el plano de la concientización de los actores, al plano de cuestionar
los sistemas de pensamiento hegemónicos (ideologías, modelos culturales,
creencias, prescripciones difundidas por las instituciones de formación y
socialización, los medios de información, etcétera).
Identificar las fuentes de los elementos que constituyen los conjun-
tos complejos que son las rs que encontramos en investigación de cam-
po, permite traspasar, en nuestras conclusiones, un estatuto de simples
descripciones de las rs o de pura constatación de un estado de cosas en
el mundo observado. Podemos, así, descubrir, cuando esto es deseado,
las vías de una acción al servicio de un progreso dentro de los campos de
aplicación del enfoque de las representaciones sociales.
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217
Entre la ciencia y el sentido común:
representaciones sociales y salud74
74
Este texto está dirigido a profesionales de diversas especialidades interesados en las relaciones entre
dos áreas disciplinarias: ciencias de la salud y ciencias sociales. He pensado en destinatarios que no
necesariamente conocen la teoría de las Representaciones Sociales, por lo cual quienes la conocen no
encontrarán aquí profundizaciones teóricas. Por otra parte, la temática está inserta en un conjunto de
relaciones que vinculan alrededor de los procesos salud-enfermedad, dos mundos: –el mundo de las
ciencias duras y el de las ciencias blandas– y dos órdenes de conocimientos y prácticas: el conocimiento y
prácticas científicas y el conocimiento y prácticas populares o del sentido común. Para abordar estos temas
organicé una presentación en la que, en primer lugar, me referiré a las relaciones entre estos dos
últimos órdenes de conocimientos; en segundo lugar, presentaré algunos elementos básicos de la
teoría de las Representaciones Sociales; en tercer lugar la discusión gira en torno a la relevancia y los
aportes que la teoría ofrece para el tratamiento y comprensión de los fenómenos de salud, y final-
mente, presento algunos ejemplos concretos de estudios sobre representaciones sociales y salud.
75
Escuela de Psicología, Universidad Central de Venezuela.
219
que la cuestionan y revitalizan su crecimiento, sirviéndole de estímulo
para la reflexión.
En una entrevista que le hiciera Ivana Marková, Moscovici deja muy
claro hasta qué punto su interés principal, como producto de su experiencia
personal en la segunda guerra mundial (relatada con vigor y poesía en su au-
tobiografía de 1997), era entender “el impacto de la ciencia sobre la cultura
común, cómo la ciencia cambia las mentalidades y comportamientos de la
gente, cómo se convierte en un sistema de creencias” (Moscovici y Marko-
vá, 1998: 375). Para la época en que él se hacía estas preguntas (década de
1950), las posiciones acerca de las relaciones entre ciencia y conocimiento
popular eran dos: para los marxistas se trataba de deslastrar el conocimien-
to espontáneo de sus irracionalidades ideológicas, religiosas y populares para
reemplazarlas por conocimiento científico; para la ilustración se trataba de
divulgar conocimiento científico que permitiese ilustrar a la gente eliminan-
do la ignorancia, errores o fantasías del conocimiento no científico, pero, al
mismo tiempo, se consideraba que esa vulgarización deformaría o devaluaría
al primero. Ambas posiciones coincidían en el sentido de considerar a un
orden de conocimiento como racional y superior y al otro como irracional e
inferior. Entonces, relata Moscovici:
Lo que nos perturba, lo que amenaza nuestro universo, (es transferido) desde
afuera hacia adentro separando conceptos y percepciones normalmente vin-
culados y ubicándolos en un contexto donde lo inusual se convierte en usual,
donde lo desconocido puede ser incluido dentro de una categoría reconocida
(Moscovici, 1984: 26).
Es verdad que a los ojos del sujeto ingenuo, la ciencia consiste en hacer proble-
mático lo que es auto-evidente, pero igualmente es cierto, que el lenguaje del
sentido común también es extraño para el científico en-acción, porque no lo
puede procesar tal como es, sino que debe transformarlo antes (ibidem: 73).
Moscovici (1993b) incita al lector a considerar la idea de que las teorías, como
las creencias de cualquier clase, son representacionales, y que las teorías cien-
tíficas se definen mejor como representaciones que como sistemas de axio-
mas y oraciones lógicas [...] En la medida en que son públicas, producidas y
compartidas por la comunidad, es más exacto considerarlas como sistemas de
representaciones (Bangenter, ibidem: 74).
224
Planteamos aquí esta discusión sobre la que mucho se ha escrito
(véase, Pina y Ianacone, 1993; Moscovici, 1993; Jost, 1992, 1993; Emilia-
ni, 1993; Marková, 1992 y 1998; Elejabarrieta, 1992; Duveen y Da Rosa,
1992; Cranach, Doise y Mugny, 1992) para subrayar la importancia que la
difusión de conocimientos científicos tiene para la teoría de representa-
ciones sociales, para perfilar la manera como la teoría asume la relación
entre ciencia y sentido común, y porque este texto trata justamente de
eso: cómo la ciencia y las organizaciones científicas definen los procesos
salud-enfermedad y cómo la gente, los no científicos se representan los
conocimientos, las instituciones y los profesionales de la salud.
En síntesis la teoría de las rs trata sobre cómo los seres humanos
nos apropiamos de los conocimientos e informaciones que circulan en
la sociedad; sobre cómo, en el permanente dialogar de la vida cotidiana,
construimos un pensamiento social, un conocimiento popular o del sen-
tido común; la teoría, sin embargo, no es definible operacionalmente, a
continuación nos referiremos a su carácter abierto.
Representaciones sociales,
una teoría polisémica, crítica y versátil
226
El enfoque de la psicología social desde ese punto de vista debe tratar
con fenómenos religiosos, políticos y culturales, y dentro de ellos con
Los eventos más inmediatos y más terrenales de la vida diaria, intercambios fí-
sicos y simbólicos entre individuos. En la medida en que estos eventos se repi-
ten y eventualmente se rutinizan, asumen un carácter objetivo como creencias
y prácticas institucionalizadas y hasta como movimientos colectivos. Debía ser
tarea de la psicología social descubrir los principios subyacentes a la cadena de
metamorfosis de lo subjetivo a lo objetivo y viceversa. Como un campo mayor
de ciencia –obviamente– tenía que avisorar una teoría general que identificase
y eventualmente describiese el fenómeno común a todas esas metamorfosis
[...] mi idea era que las representaciones sociales podrían jugar este papel para
la psicología social. No sólo porque ellas están en el corazón de la memoria
colectiva (Elias, 1981; Marková, 1982) y de los lazos que los seres humanos
forjan juntos, sino porque ellas son un prerequisito para la acción en general
(Moscovici, ibidem: 213-14).
227
a un estímulo exterior determinado [...] son sistemas que tienen una lógica
propia y un lenguaje particular, una estructura de implicaciones relativas tanto
a valores como a conceptos (con) un estilo de discurso propio. No las consi-
deramos como ‘opiniones sobre’ o ‘imágenes de’, sino como ‘teorías’, como
‘ciencias colectivas’ sui géneris, destinadas a la interpretación y a la construcción
de la realidad (Moscovici, 1961/1974: 48).
76
En otros trabajos sugiero por qué y cómo podemos usarlas en la práctica (Banchs, 1990 y 1991).
228
Las representaciones sociales constituyen una especie de fotosíntesis cogni-
tiva: metabolizan la luz que el mundo proyecta bajo la forma de novedades
que nos iluminan (u ofuscan) transformándola en energía. Esta se incorpora a
nuestro pensamiento/percepción de este mundo, y las devolvemos a él como
entendimiento pero también como juicios, definiciones, clasificaciones [...] es-
toy convencida de que es en ellas que residen nuestras oportunidades de trans-
formar, o, cuando menos, de entender las dificultades para la transformación
del pensamiento social (Arruda, 1998: 3-4).
En fin, esta teoría nos ofrece una potente herramienta para entender
los procesos de constitución del pensamiento social, sus contenidos y sus
efectos sobre las prácticas sociales. Al identificar el carácter simbólico,
consciente o inconsciente de esos procesos y contenidos nos vincula es-
trechamente con una cultura global y una subcultura particular y nos ayuda
a comprender cómo algunos sectores y grupos manejan, se posicionan y
procesan lo atinente a su salud y enfermedad.
La salud y la enfermedad
como objetos de estudio de particular relevancia
Señala que hace falta tomar en cuenta los lazos entre esas represen-
taciones y “un modo específico de pensamiento social: la ciencia” (ibidem),
su interés trata sobre las representaciones sociales en tanto que procesos
de construcción social de la realidad, lo cual hace “que el estudio se con-
vierta en uno de la salud y la enfermedad, para el individuo, en la sociedad.
En la representación social se cristaliza la doble relación del individuo con
la enfermedad –o la salud– y con la sociedad” (ibidem: 24).
Los resultados de ese trabajo realizado desde una perspectiva cua-
litativa y a través de entrevistas abiertas a 80 personas marcan un impor-
tante punto de referencia como modelo para una serie de estudios en el
área que se han realizado posteriormente. El texto (por fortuna traducido
al inglés) es una lectura fundamental para las investigaciones sobre repre-
sentaciones sociales de salud y enfermedad.
La misma autora, en una publicación más reciente (1986) explica
cómo en la década de 1970 las representaciones sociales de la salud y
la enfermedad en tanto que discursos profanos, se convirtieron en una
postura importante; y analiza el nuevo papel que ellas juegan en el cam-
po de la medicina.
233
Si en su primer texto intenta evidenciar la importancia de las repre-
sentaciones sociales para abordar múltiples aspectos a diferentes niveles
en los procesos salud-enfermedad, en el texto de 1986, Herzlich se pro-
pone la otra cara de esta moneda, a saber: la pertinencia de la salud y la
enfermedad como objetos de estudio para las representaciones sociales,
subrayando las siguientes características:
1. Al contrario de lo difundido por el modelo médico acerca de la
enfermedad y la salud como estados orgánicos de la persona, la en-
fermedad es algo más que síntomas que nos obligan a ir a una con-
sulta: “es un evento desafortunado que amenaza o modifica […]
nuestra vida individual, nuestra inserción social y por consiguiente
el equilibrio colectivo” (1986: 157). A nivel social la enfermedad es
la encarnación de una desgracia, cuyo misterio no se aclara con el
diagnóstico médico: “una interpretación colectiva compleja y con-
tinua, un discurso de la sociedad entera es necesario para decirnos
cual es el sentido a atribuir a la enfermedad, a la salud, al cuerpo, y
para orientar nuestra relación con ellos” (ibidem: 158).
2. Nuestra visión de lo biológico y de lo social se relaciona en las re-
presentaciones de salud y enfermedad, y a juzgar por los estudios
antropológicos, en todas las sociedades la enfermedad se tiende
a relacionar con causas sociales. A decir de Susan Sontag “la en-
fermedad es una metáfora; a través de nuestras concepciones de
la enfermedad hablamos, de hecho, de otra cosa: de la sociedad y
de nuestra relación con ella” (ibidem: 158). Parece que ella obedece
a un esquema antropológico generalizado: “se trata de la intrusión de
un objeto nocivo, o de un ser maléfico, real o simbólico”es decir,
es causada por agentes externos (p. 160). Las representaciones
de la enfermedad se arraigan en la memoria social e histórica, y
son más que una metáfora como sugiere Sontag “un significante
cuyo significado es la relación del individuo con el orden social”
(ibidem).
3. Por último, salud y enfermedad constituyen un objeto de estudio
privilegiado para las representaciones sociales, ya que en ellas po-
234
demos captar fácilmente las relaciones entre pensamiento social y
pensamiento científico.
Por otra parte, Herzlich hace notar la importancia que ha ido co-
brando el tema de la salud en la sociedad actual. Igualmente la puesta en
relación en grupos terapeúticos de personas que padecen la misma enfer-
medad hace que entre ellos, por vía de la experiencia y de la observación,
construyan un saber cotidiano que es, en opinión de la autora, “infinita-
mente más fino” que el saber médico, porque en él se conjugan conoci-
mientos venidos de afuera y de adentro. Por ello se puede identificar “una
lógica social”, opuesta a la “lógica médica”.
La salud como línea de investigación desde las rs está presente en
diferentes instituciones académicas, entre ellas destaca el Laboratorio de
Psicología Social de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales
de París, en donde los estudios sobre cuerpo, representaciones sociales y
salud constituyen una de las cinco áreas temáticas en desarrollo.
El estudio de las rs del cuerpo y de la salud se refiere a las for-
mas de articulación entre representaciones, experiencias del cuerpo y
concepciones o prácticas sanitarias y de salud. Estas articulaciones ins-
piraron dos líneas de investigación, la primera, sobre el amamantamien-
to materno, examinó desde un punto de vista diacrónico las razones
culturales, sociales y psicológicas que favorecen el amamantamiento; la
segunda, centrada sobre la noción de higiene y el anclaje social de su
construcción, ha estudiado diferentes objetos tales como la higiene fe-
menina, sus rituales, significaciones y concomitantes imaginarios. Otro
conjunto de trabajos se ha consagrado a las representaciones y prácticas
sobre el vih. En este tema se han investigado las representaciones del
contagio, sus fundamentos sobre conocimientos médicos, su valor sim-
bólico en la gestión de relaciones con personas afectadas por el sida
y por aquellas en riesgo de contaminación. Otros tópicos estudiados
son las rs del amor y de la sexualidad en jóvenes y sus efectos sobre
conductas preventivas; los efectos de representaciones, conocimientos
y de la ética médica sobre modalidades de aplicación de cuidados palia-
tivos para enfermos hospitalizados en fase terminal; la representación
235
concerniente a la responsabilidad de control de los enfermos mentales
en relación con el sida y su transmisión; la prevención del vih-sida en
comunidades de sordos; la puesta en relación de prácticas preventivas
en los jóvenes con dimensiones temporales de la vida afectiva y sexual.
También se han estudiado las representaciones y prácticas relacionadas
con la donación de órganos y la representación de los valores compro-
metidos por la contracepción masculina y femenina.
Esfera de especial atención ha sido la de las representaciones socia-
les de la enfermedad mental, en la cual destaca la obra de Denise Jodelet
(1989b) sobre la rs del loco y la locura en una comunidad rural, en la que
los enfermos se hospedan en casas de familia y comparten sin restriccio-
nes la vida comunitaria. Inspirados en ese estudio pionero, múltiples tesis
doctorales e investigaciones ad hoc han estudiado diversos aspectos de la
salud mental. Otro programa relacionado con la salud es el de los estudios
sobre la alimentación.
En la página de internet del laboratorio de psicología social (lps) de
la ehhss77, la lista de obras publicadas se caracteriza por una gran cantidad
de trabajos en el área de rs y salud. En específico, en las publicaciones de
Denise Jodelet, tres temas predominan: las representaciones del cuerpo y
de la higiene, las representaciones de la locura y del loco y las representa-
ciones del sida y del contagio.
En Italia, entre los trabajos en el área encontramos el de Ida Gali
y Roberto Fasaneli (1995) cuyo objetivo es estudiar la representación
social de la salud y enfermedad a través del análisis de sus componentes:
información, campo de representación y actitudes. El estudio, dividido
en etapas, utilizó una metodología triangular: comenzaron por una téc-
nica cualitativa que denominan de ejecución/lenguaje, consistente en
dibujar primero el objeto de representación y luego escribir lo que pien-
san acerca del objeto. Trabajaron con un grupo de 86 escolares (niñas y
niños), con una edad promedio de nueve años, sobre la rs de la salud, y
con otro de 81 escolares de la misma edad y divididos por género, sobre
Consúltese http://www.ehess.fr/centres/lps/Labo-lps/listpub.html
77
236
la representación social de la enfermedad. Los datos cualitativos obte-
nidos en la primera etapa fueron analizados en la segunda fase con un
método de Guy le Boudec (1979, 1984, 1986, en Gali et al.) que permite
reconstruir el diagrama de la rs de la salud y la enfermedad y su compa-
ración. En opinión de los autores,
conocer cómo la gente se representa […] la idea de salud, es una conditio sine
qua non para que la sociedad promueva la salud y todo lo relacionado con ella
(estilo de vida, hábitos, cultura). Al analizar una rs, el conocimiento de las
conexiones entre la cultura que la engendra y las razones que la mantienen
tiene que ser considerado como absolutamente obligatorio (Moscovici, 1994)
(Gali et al., 1995: 25-26).
El estudio permitió identificar representaciones sociales de salud y
enfermedad nítidamente delineadas y estructuradas. Sin embargo, la infor-
mación sobre la enfermedad es más abundante que la de salud. El núcleo
central de la rs de la enfermedad es “un estilo de vida enfermo”, obser-
vándose que los principios que organizan la información del núcleo cen-
tral son relativamente débiles, en comparación con la fuerza organizativa
que se encuentra en los elementos periféricos. La relación entre una y otra
representación evidencia que en el caso de la salud la representación se or-
ganiza alrededor de ideas sobre el comportamiento, movimiento, bienestar
psicosocial, mientras que en el de la enfermedad resalta un carácter ambi-
valente: en términos negativos se define como algo que debe mantenerse
a distancia, sin embargo, en términos positivos se refiere a las medicinas
que permiten curar. Los autores concluyen que:
Ella es la primera profesional formada con Serge Moscovici y Denise Jodelet y la responsable de
78
haber invitado a Denise Jodelet a Brasil, de cuya mano las representaciones sociales se difundieran a
todo lo largo y ancho de ese gigantesco y diverso territorio.
238
se recurre a “los especialistas del misterio: médium, pastor, curandero”
(ibidem: 53). En cuanto a la prevención, en estos circuitos de escasos re-
cursos, se acude a medios que no acarrean costos: distraerse conversan-
do con las vecinas, evitar comidas dañinas, bebidas o excesos, prácticas
de solidaridad, etcétera. Es decir, que los circuitos y estrategias encon-
trados en la prevención y cuidado de la salud son mucho más variados
de lo que se podría pensar y “pasan por todos esos contactos delineando
su cotidianidad” (ibidem).
La investigadora concluye que el conocimiento y la importancia que
las mujeres de sectores populares refieren son mucho mayores de lo
que los estereotipos de clase hacen pensar:
Su discurso revela una aguda sabiduría […] Ella se expresa en primer lugar,
en la representación globalizante que producen en relación a la salud y al ser
humano. Es una visión integrada, que no separa cuerpo y psique, binomio
que la medicina oficial tiene tantas dificultades en incorporar […] En segundo
lugar vemos la capacidad de utilizar de la mejor manera posible los recursos
existentes […] capacidad que se completa con la perspicacia de saber recono-
cer sus límites y calcular el momento de poner en manos de otro circuito la
salud de los familiares (p. 59).
A partir de estas representaciones, estrategias y evaluaciones, juzga
Arruda, se pueden extraer los criterios e indicadores para una nueva polí-
tica de salud, pues en ellas se expresan los deseos, ansiedades, necesidades
y prácticas de ese estrato social.
Un estudio posterior en Brasil es el de Nascimento-Shulze, Fon-
tes García y Arruda (1995). En éste se analizan las representaciones de
salud y enfermedad en un grupo de profesionales y estudiantes de me-
dicina, otro de profesionales y estudiantes de psicología, y otro de em-
pleados universitarios de bajo nivel económico. Su objetivo es estudiar
el núcleo figurativo de las representaciones de salud y enfermedad de
los distintos grupos y analizarlos a partir del viejo y nuevo paradigma de
salud descrito por Ferguson. Un argumento articulador es que en tiem-
239
pos finiseculares de cambios paradigmáticos es necesario, por un lado,
cuestionar los paradigmas de salud, por otro, diseñar nuevos paradigmas
que se ajusten al espíritu de los tiempos y, por otro, analizar dentro de
que paradigmas se inscriben las representaciones sociales de la salud y
enfermedad en profesionales del área, en comparación con un grupo de
no profesionales.
Me interesa aqui rescatar las razones por las que los autores abordan
esa investigación desde la perspectiva de las rs, así como algunas de las con-
clusiones más relevantes. En tal sentido su texto comienza:
Wilhelm Doise (1986) también propone combinar las ideas de Bourdieu con la teoría de las repre-
79
sentaciones sociales.
241
esfera técnica-normativa, las representaciones sociales de tales prácticas
suscitan una nueva forma de mirarlas, a saber:
80
Sobre esta “tercereidad” véase también Fernández Christlieb (1994).
242
se construyen in situ, en la relación cara a cara, al tiempo que las representa-
ciones se transforman y son transformadas por las prácticas. Sin embargo
no debemos olvidar que esas representaciones están atravesadas por una
memoria social, por una ideología y se articulan alrededor de un núcleo
figurativo relativamente estable en el cual se inscriben valores y normas
sociales, así como creencias y mitos ancestrales. Esos valores, normas, me-
moria social, historia, mitos, es decir, ese fondo cultural común sobre el
que se construye nuestra vida cotidiana, no hace de nosotros, sin embargo,
unos robots ritualizados. La realidad es eminentemente procesual, dinámi-
ca, socialmente construida, es decir, es transformable. De ahí que poda-
mos compartir plenamente lo que estas autoras afirman cuando dicen:
81
Se refiere a la edición en inglés del trabajo de 1969 de esta autora, al que nos hemos referido arriba.
246
sobre qué factores se apoya esa percepción, cómo se difunde el conoci-
miento médico, etcétera. En un segundo nivel (el de una psicología social
en la medicina) puede contribuir al conocimiento médico ofreciendo mo-
delos de explicación.
Conclusión
Las ciencias de la salud están cada vez más al alcance de la gente de la calle,
lo que significa que la gente se apropia cada vez mas de ese conocimiento, lo
hace suyo y lo comparte, de ahí que sus prácticas para la prevención y cui-
dado corporal dependan, también cada vez más, de las representaciones
construidas en torno a los procesos de salud y enfermedad.
Entre los eventos que explican la importancia que ha cobrado la
discusión pública sobre la salud, encontramos, por un lado, el movi-
miento ecológico que es, como señala Mires (1996), una de las grandes
revoluciones del reciente fin de milenio, por otra parte, tenemos el
movimiento feminista y las reivindicaciones que ha exigido la mujer en
términos de que la sociedad le permita apropiarse de su propio cuerpo,
asimismo la presencia de enfermedades mortales como el cáncer y el
sida, cuya prevención y sanación constituyen un reto para la medicina
han incidido sobre una mayor divulgación sobre los progresos de la
ciencia médica; por ejemplo, los adelantos en términos de transplante
247
de órganos o de inseminación in vitro en seres humanos (Romero, 1995),
los bancos de esperma, los actuales experimentos sobre clonación
(Wagner y Kronberger, 2001), el desarrollo de métodos anticonceptivos
controlados por la mujer, son aportes históricamente recientes de la me-
dicina. La vuelta a la naturaleza y la recuperación de la llamada medicina
tradicional o medicina popular, y/o medicina alternativa, la defensa de
los derechos humanos, así como la consciencia cada vez mayor (aunque
todavía incipiente) de la importancia de la relación médico/paciente y
de los derechos y deberes de cada quien; la desdogmatización o desacra-
lización de la ciencia y de la razón que abre paso a la búsqueda de una
nueva ética (en el área de salud la bioética), a una toma de conciencia
de la responsabilidad que tenemos cuando producimos y divulgamos
conocimientos calificados como “científicos”; las nuevas tecnologías de
la comunicación y el acceso a mucha información, todo ello hace que
el tema de la salud, que siempre ha sido un “hot topic”, sea cada vez más
“hot”y más “topic”.
En mi opinión, esa desacralización de la razón, la crítica feminista,
la caída del muro de Berlín y la búsqueda de una sociedad más justa y de-
mocrática, han tenido un efecto interesante en términos de la expresión o
de canalización de una espiritualidad asfixiada por la ideología patriarcal
y de la Ilustración. Es así que, como nos hace notar Moscovici (1992), se
posiciona sobre la escena un nuevo pensamiento mágico. Y se trata de un
pensamiento mágico estrechamente vinculado a los procesos de salud-en-
fermedad, una larga cita me permitirá ilustrar a qué se refiere Moscovici
cuando habla de ese nuevo orden de pensamiento:
En medio de toda esa ruidosa alta tecnología, la gente invierte sus deseos
y sus creencias en prácticas de las que no pensábamos que volverían de
nuevo a injertarse tan imperiosamente sobre la vida cotidiana […] En esa
enumeración no olvidemos tomar en cuenta lo que nos toca de manera más
cercana, a saber, las medicinas naturales teniendo por viático único las tra-
diciones de nuestros ancestros, los savoir faire del oriente, y por únicos reme-
dios, hierbas, imposición de manos, concotaciones alquímicas o ejercicios
248
rituales.[…] Esas medicinas despiertan devoción y pasión, más aún, hacen
nacer esperanzas que los descubrimientos físicos o químicos han dejado de
suscitar (1992: 302).
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253
Las representaciones sociales del trabajo
del policía auxiliar: entre la vocación y la necesidad
Introducción
82
División de Estudios de la Cultura, Universidad de Guadalajara.
83
Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Universidad de Guadalajara.
84
Datos reportados por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad A. C. de la cuarta.
Encuesta Nacional sobre Inseguridad Publica (ensi-4) realizada en julio y agosto del 2006.
85
Las organizaciones que ofrecen seguridad privada se dividen en dos tipos: primero, las que son de
servicios subrogados denominados Policía auxiliar, las cuales trabajan en vinculación con el Estado,
quien supervisa sus funciones y además les otorga la concesión del uso del arma y el uniforme;
segundo la policía privada, este tipo de policías no tienen autorización para usar armamento ni para
portar uniformes autorizados por la Dirección de Seguridad Pública.
255
auxiliar se ha consolidado en nuestro país como alternativa para ofrecer
seguridad a quienes puedan pagarla; ante la creciente inseguridad la de-
manda de servicios privados de seguridad se incrementó, sobre todo en el
2000, fecha en la que se contaba con 36 grupos de policías auxiliares en la
Zona Metropolitana de Guadalajara, que operaban con un total de 4265
policías auxiliares registrados ante la Dirección de Seguridad Pública. Para
el 2006 el número de policías y de grupos registrados ante la Secretaría de
Seguridad Pública de Jalisco se redujo porque se dieron de baja a las per-
sonas que no cubrían con el perfil y se cesaron a los grupos que trabajaban
irregularmente, quedando alrededor de 2 600 policías auxiliares.
Debido a que el robo es el delito que más preocupa a los ciudadanos
–según el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (icesi)
representa mas del 80% de la incidencia delictiva– y a que la principal fun-
ción de los policías auxiliares es la de impedir que se cometan robos, no
es extraño que la demanda de la seguridad privada que ofrecen los policías
subrogados cobre tanta importancia.
Así, se observa un sentimiento de inseguridad en los ciudadanos.
La delincuencia parece haber rebasado a la policía. El ciudadano común
desconfía de los encargados de proteger el orden y con frecuencia no en-
cuentra la diferencia entre un policía y un delincuente. La imagen del po-
licía se encuentra devaluada y se le incorporan elementos negativos como
la corrupción, la prepotencia, el abuso de poder, incapacidad de com-
batir la delincuencia, falta de preparación, etcétera.
En consecuencia, hoy en día, desempeñarse como policía no es una
tarea sencilla y no es una elección fácil optar esta actividad; por ello es
pertinente preguntarnos ¿qué hace que distintas personas, en su mayoría
varones entre 20 y 40 años, opten por incorporarse a las corporaciones
policíacas?, ¿existe en ellos algo que pueda ser denominado vocación de poli-
cía? y, por último ¿cuáles son las motivaciones que impulsan a los distintos
sujetos a tomar la decisión de emplearse como policías?
Este artículo tiene su origen en una investigación que se constituyó en
tesis de maestría, la intención del documento es dar cuenta de la cultura ocu-
pacional de los policías, mostrar algunos de los hallazgos encontrados en el
256
trabajo de campo, en especial sobre los diferentes discursos referentes a las
motivaciones del individuo para ser policía. El material empírico aquí ana-
lizado se construyó a través de entrevistas a profundidad con policías
auxiliares que laboran en distintas corporaciones en el interior de la Zona
Metropolitana de Guadalajara. El marco teórico elegido para interpretar
los discursos de los entrevistados fue el de las Representaciones Sociales,
creada en Francia por Serge Moscovici (1979).
De manera inicial en este artículo se realiza una breve exposición
sobre el punto de partida teórico que orientó la exploración empírica; en
un segundo momento se plantea la metodología empleada para abordar las
representaciones de los policías hacia su trabajo desplegadas en su discur-
so. En un tercer apartado se describen algunos de los hallazgos encontra-
dos en el trabajo de campo producto de la investigación empírica que se
realizó en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
La perspectiva teórica
Asumimos que las representaciones sociales tienen carácter práctico de coordinación de la acción y
86
entendimiento tácito de las situaciones sociales, pero también tienen un carácter reflexivo, esto es,
de ponderación de los comportamientos a través de distintas formas discursivas (Rodríguez, 2002)
259
policías, sino también las formas de organización y comunicación
que poseen tanto en las relaciones intergrupales como entre los
ciudadanos a quienes hay que custodiar y de quienes hay que cui-
darse.
La metodología
Interesa aquí destacar el papel del grupo en la construcción de los dis-
cursos, en particular en la construcción de los discursos que los policías
260
tienen sobre sí mismos. Para la exploración de las representaciones del
trabajo del policía auxiliar se realizó una aproximación cualitativa para
conocer, entre otras cosas, cuáles son los motivos de los policías
para ejercer su trabajo. Dichos motivos están directamente relacionados
con los significados que poseen de su trabajo. Se consideró la entrevista
a profundidad87, como la técnica metodológica más adecuada para la
obtención de esta información.
Este estudio se realizó con los grupos subrogados de servicios de
seguridad privada denominados policías auxiliares. Estos grupos tienen
como característica que son administrados por particulares autorizados
por el Estado para ofrecer servicios de seguridad y vigilancia para quienes
los contratan, su función principal es garantizar la seguridad personal y de los
bienes materiales de las personas y empresas que pueden pagar por sus
servicios. Debido a la cantidad de policías auxiliares que existe en la zmg el
estudio se centró en un solo grupo. El grupo elegido fue el número 22, que
cuenta con cerca de 20 años de antigüedad, también es uno de los más nu-
merosos (cuenta con poco más de 400 policías), y es de los pocos que incor-
poró entre sus miembros a cerca del 10% de personal femenino. En dicho
grupo se llevaron observaciones de sus prácticas en distintos momentos y
lugares: durante las sesiones de capacitación; en la selección del personal; en
los encuentros previos al traslado de los policías al lugar de prestación de
sus servicios; y, en los momentos en que los mandos medios les entregan el
armamento y les dan las indicaciones para su trabajo. Además se realizaron
ocho entrevistas a profundidad a miembros del grupo 22 con diferentes
características, como la edad, sexo, antigüedad en el trabajo, y el tipo de ser-
vicio que desempeñan dentro de la corporación policíaca. En el cuadro 1 se
describe a los policías entrevistados que participaron en el estudio.
El material empírico obtenido a partir de las entrevistas se clasificó
en categorías construidas a partir de los contenidos más significativos con
La entrevista en profundidad constituye una técnica de reiterados encuentros cara a cara entre el
87
investigador y sus informantes. Encuentros dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que
tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias y del objeto de representación en cuestión,
tal como se expresa en sus propias palabras.
261
Cuadro 1
Resultados
88
En la generalidad de los policías entrevistados, su trabajo les significa la obtención de autoridad y al
hecho de portar armamento le adjudican la obtención de poder.
89
Según Moscovici (1979) las principales fuentes de información que alimentan una representación
social pueden ser los medios de comunicación masiva, las interacciones que se establecen con los
individuos de los grupos a los que pertenecen y las vivencias cotidianas.
263
encontrados en las entrevistas se observa que la mayoría de los policí-
as tomaron la decisión de ingresar a esa actividad, por la influencia de algu-
na persona cercana a ellos o de alguien que les compartió la experiencia de
ser policía, de manera que cuando se acercaron a solicitar el empleo con-
taban con una representación más o menos elaborada de lo que significa
trabajar como policía, estaban familiarizados con sus funciones, con las
rutinas de trabajo, las responsabilidades y los riesgos asumidos, así como
las posibles formas de enfrentarlos.
Los discursos de los entrevistados nos muestran la existencia de
dos tipos opuestos de policías por su actuación profesional: el policía por
necesidad y el policía con vocación. El policía por necesidad es identificado como
aquel que se incorpora al grupo en busca de un trabajo seguro, con in-
tenciones de mejorar sus ingresos, generalmente es un amigo o familiar
policía el que le habla de su situación y lo motiva a ingresar al grupo.
Éste policía es considerado como menos valioso para la corporación.
El policía por vocación es el que en su actuación garantiza la seguridad de
quienes lo contratan, es aquel que le agrada su trabajo, se le atribuyen
características como el gusto por la portación de arma y la ausencia de
miedo para usarla, se les considera los más valientes, los que tienen ma-
yor control del temor, los mejor adaptados a las exigencias del trabajo
y, en suma, los mejores policías. Algunos policías expresaron que “para
hacer carrera como policías”, es decir, para acceder a un puesto de alto
mando en seguridad, ingresar a la policía auxiliar representa el primer
peldaño, la plataforma desde donde se espera sea más fácil ingresar a
otras corporaciones; así lo expresa el siguiente entrevistado:
264
Este tipo de afirmaciones evidencia una representación generali-
zada al interior del grupo, en el que identifican al policía auxiliar como
el policía de menor rango y, por tanto, de menor importancia ante el
resto de las corporaciones y ante la sociedad en general. El valor de un
policía, según ellos mismos, está en función del riesgo para proteger a
otras personas y sus bienes y el despliegue de valentía que se requiere
para desempeñar su función.
En contraste con la imagen del policía por vocación está el policía por ne-
cesidad, al que se le atribuyen características negativas, como la vulnerabilidad
ante su trabajo, la incapacidad, la tendencia a cometer errores y la ausencia de
valentía para enfrentar las situaciones peligrosas y de alto riesgo. El policía por
necesidad, sobre todo, es el que siente temor. Entre los miembros del grupo se
asegura que el policía por necesidad permanecerá en el puesto sólo mientras en-
cuentra otro tipo de empleo, pues el sentir miedo o no saber cómo ocultarlo
ante los demás es una situación que no se perdona en un policía, enfrentan
tanta presión del grupo hasta que decidan darse de baja.
En el discurso de los policías que participaron en el estudio se
encontraron de manera constante afirmaciones que contienen los signifi-
cados de su profesión, que describen las representaciones asociadas con
el ser y el hacer del policía auxiliar, así como los diferentes aspectos de la
rutina de trabajo que motivaron a los sujetos entrevistados a incorporarse
en esta corporación.
antes yo fui mecánico, pero en ese trabajo a veces te va bien y luego no, si
no hay mucha chamba pos’ tú no ganas y no hay seguridad, de eso de que tú
recibas tu dinerito a la quincena, luego si se te enfermaba un chamaco o tu
esposa pues no tienes ni seguro ni nada, acá de menos sé que poquito pero no
nos falta el dinerito” (Gerardo, 36 años).
90
Es frecuente encontrar que los dueños de las empresas ofrezcan a los candidatos a policía los medios
para obtener el certificado de primaria y/o secundaria para que no tengan ese obstáculo en la con-
tratación ante la Secretaría de Seguridad.
91
Durante el proceso de selección de los policías no se realizan exámenes médicos confiables para
constatar su estado de salud.
266
que venga”. La presencia de este tipo de ideas nos da cuenta de que se
mantiene la creencia de que la valentía es la herramienta más importante
para ser policía. Al respecto un policía señaló:
No sé por qué, pero a mí sólo me gusta ser policía, es que desde que era chico
sentí que tenía vocación para esto, pa´las armas y eso. Desde cuando veía a mi
papá y me gustaba que nos platicara de su trabajo y todo lo de ser policía. Yo
pienso que sí tengo vocación, porque desde chiquillo me gustó esto, a mis dos
hermanos no, pero yo siempre sentí que esto del peligro era lo mío como mi
papá, luego hay compañeros que uno conoce que sólo están por pura necesi-
dad y creo eso no es bueno (Martín, 26 años).
Para Gerardo –quien expresa más claramente esta posición–, ser poli-
cía no sólo representa la posibilidad de no enfrentar las consecuencias de co-
meter faltas como el tomar en la vía pública, sino de alardear con los amigos o
familiares de que se ostenta poder. Por otro lado, una práctica frecuente entre
los policías auxiliares es buscar el beneficio en los asaltos que otros cometen,
sin que esto les represente, según ellos, tener una sanción. El policía auxiliar
sabe que las situaciones más frecuentes en su trabajo son los robos, ese mo-
mento significa además de la oportunidad de entrar en acción como policía,
la posibilidad de obtener mercancía o dinero de los comercios que fueron
robados. Los policías auxiliares entrevistados expresaron que para com-
pensar los riesgos que enfrentan en su rutina cotidiana, es válido tomar cosas
de los lugares que otro(s) ya han asaltado:
Es conocido por todos en el grupo que cuando hay un asalto y tú llegas pri-
mero al reporte, po’s entras y ves que más te puedes llevar, al fin y al cabo
que ya robaron y po’s ya te pones de acuerdo con tu compañero para que uno
agarre lo que se pueda, mientras el otro se encarga de dar el reporte por ra-
dio a los superiores, ya para cuando llegan, pues uno ya escondió lo que pudo
en la patrulla (Gerardo, 36 años).
Para los policías entrevistados los símbolos que más los identifican son
el uniforme y el arma. Consideraron que el civil se transforma en poli-
cía mediante el uso de elementos que significan su actividad. El policía
es un personaje que se reconoce fácilmente, lleva en su atuendo y en
su comportamiento signos que lo identifican con su grupo y con sus
funciones. Los símbolos tienen la función de significar, pero no sólo
270
como una representación abstracta de los rasgos esenciales del ser po-
licías, sino que incluye además elementos afectivos e identitarios. Los
policías auxiliares emplean en sus rutinas cotidianas una serie de sig-
nos que les ayudan a identificarse, expresan los rasgos que los distinguen
del resto de los individuos que no son policías. Dichos signos han sido
y son sometidos a procesos sociales para dotarles de ciertos sentidos,
identificados por el grupo social.
El uniforme
El portar un uniforme de policía auxiliar (pantalón negro, camisa gris, una
gorra de policía, botas y una placa) es un símbolo con el que se deja de ser
civil y se convierte en policía, es un signo con el que el resto de civiles en
la calle lo identifica y lo reconoce como tal. Además de remarcar la dife-
rencia civil-policía, también indica el tipo de policía que es y lo distingue
entre los otros policías, señala su pertenencia al grupo de los auxiliares y
transmite el mensaje a los otros de que él puede realizar ciertas funciones
y no las que competen a las otras policías. Para los policías entrevistados
el vestir uniforme es un elemento que significa mucho respeto. Es una
investidura que para ellos les otorga respeto y poder ante los ojos de los
demás, y que les obliga a tener un comportamiento ejemplar. Gerardo, un
policía entrevistado, señaló lo que para él significaba la diferencia entre
su ropa para trabajar como mecánico –su empleo anterior– y portar un
uniforme de policía:
271
El arma
En términos generales existe la representación, sobre todo en el caso
de los policías que tienen mayor antigüedad en el puesto, de que el arma
hace al policía y que un policía armado tiene poder. A los policías auxilia-
res se les otorga el derecho y la responsabilidad de portar un arma92 y están
legalmente autorizados para usarla si ellos consideran que están en riesgo
o que peligran las personas o los bienes que tiene a su cuidado, sin que
reciban algún tipo de sanción en caso de herir o matar a alguien. Algunos
policías refirieron sentirse atraídos por el gusto y la sensación de poder
que les proporciona el portar una pistola:
cuando uno trae un rifle o una pistola te hace sentir más poderoso, más fuerte,
la mera verdad yo siempre quise traer un arma, cargarla, dispararla nomás,
para ver qué se sentía, y qué mejor poderla traer y todo y que nadie te diga
nada ni te detengan por eso (Gerardo, 36 años).
Los policías auxiliares están autorizados a portar armas de fuego además de la macana o tolete. Las
92
corporaciones les proporcionan o pistolas o rifles, del modelo y calibre que cada grupo puede pagar,
esto tiene como consecuencia que algunos policías porten armamento obsoleto que no siempre
funciona bien.
272
arma es la que te va a defender la vida o con la que te vas a ayudar para defe-
nder a alguien más [...] por eso debes de conocerla bien, de apapacharla, de
cuidarla y de tirar muchas veces con ella para estar familiarizado con tu com-
pañera, con tu herramienta de trabajo.
La verdad, también uno se siente mejor sabiendo que traes con qué defender-
te de los malandrines, digo, pos’ está uno exponiendo la vida, pos qué mejor
saber que traes con qué protegerte, que no estás solo (Estela, 29 años).
Sin embargo, para los propios policías el arma de fuego también sim-
boliza riesgo, la cercanía con la muerte o el dolor, del propio policía o de
otro. Como la herramienta que se puede usar para salvar vidas o para segarlas
puede, en el mejor de los casos, descontrolar y asustar al que la usa:
si no sabes usar bien el arma, te puede pasar que cuando la tengas que dis-
parar te descontrolas, con el tronido y no puedes ni afinar la puntería, pasa
que te puedes asustar o descontrolar con el empujón que te da hacia atrás y el
estruendo de tu propia arma y ya valiste, ya no pudiste controlar la situación
(Gabriel, 49 años).
Como podemos observar en el discurso de los policías, el arma tam-
bién puede ser un artefacto que está en su contra, por el poder que se le
reconoce en su uso. Pero principalmente, porque para los policías es bien
sabido que los delincuentes también portan armas y que no dudarán
en emplearlas en su contra si se da el caso de un enfrentamiento. Al respecto
un policía señaló: “los rateros traen mejor arma que uno, a uno le dan una
triste 38, cachas de madera, algunas desbaratándose, a algunas no les sirve ni
el seguro” (Estela, 29 años).
273
El reglamento de la Policía Auxiliar autoriza a sus integrantes a portar
un arma y a hacer uso de ella sólo en circunstancias que pongan en riesgo la
vida del policía o la de otro ciudadano que esté bajo su tutela. Sin embargo, el
reglamento no especifica cuáles son esos escenarios de riesgo; por tanto,
el riesgo puede significar diferentes situaciones. Algunas de las señales de
riesgo que los policías auxiliares entrevistados mencionaron como amenaza
e indicadores de que requieren usar el arma van desde el sentir miedo, que
una persona se aproxime mucho hacia ellos, ver una persona en apariencia
sospechosa, la presencia de un asaltante identificado, una persona armada, o
que representa amenaza. Al respecto Gabriel mencionó:
Cuando estás en este trabajo sales de tu casa y dejas a la familia pero no sabes
si vas a volver, nuestro trabajo es peligroso y sí se siente miedo, pero apren-
demos a dominarlo, si no... no puedes aguantar. Cuando hay un asalto uno
piensa lo peor y ruegas a Dios que no te toque un balazo, al fin que vale más
275
la vida que lo material, eso como sea. Luego te agarran los nervios y no sabes
si de veras funciona el chaleco antibalas o si el arma va a jalar o no, si te van
a apoyar los compañeros. La mera verdad sí te entra el miedo. Luego pienso
que a lo mejor no vale la pena tanto peligro por lo que te pagan. Como le digo,
vale más la vida que lo material (Francisco, 46 años).
Es que sí me da mucho miedo, qué voy a hacer si tengo que usar el arma y en
esas le tiro a alguien y lo mato, aunque sea delincuente, me voy al infierno, ten-
go mucho miedo a matar a alguien con la pistola, es que eso es pecado y yo no
quiero tener que matar a nadie, no soportaría si tengo que matar a alguien.
Conclusión
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282
Experiencias y representaciones
sociales del trabajo en jóvenes
Introducción
283
los jóvenes egresados de alguna licenciatura. Esto se puede comprobar al
contrastar las cifras de oferta y demanda en el mercado laboral de profe-
sionistas, en donde se observan grandes brechas, particularmente en algu-
nas licenciaturas con una sobreoferta considerable94.
Ante esta situación problemática surgen una serie de preguntas
como las siguientes: ¿cuál es la vivencia de los jóvenes una vez que ter-
minan sus estudios universitarios y se enfrentan con el mercado de tra-
bajo?, ¿cómo se modifican las expectativas previas una vez que tienen el
contacto con la realidad laboral?, ¿cómo proyectan sus vidas a partir de
esa realidad? Para responder a estas preguntas se recurrió al concepto
de representaciones sociales, por las posibilidades que ofrece para explicar
el pensamiento de sentido común y la relación entre ese pensamiento y las
prácticas sociales.
Los resultados de investigación que se reportan fueron obtenidos
por medio de entrevistas a jóvenes que habían terminado una licenciatura
y que se encontraban en situación de desempleo o subempleo95 en ese
momento. Debido a las limitaciones de la investigación, y asumiendo las
diferencias de los campos laborales de las profesiones, se optó por resaltar
únicamente la característica de haber terminado una licenciatura de cuatro
o más años en una institución de educación superior.
Presupuestos teórico-metodológicos
94
Véase el estudio que realizó la anuies (2002) Mercado laboral de profesionistas en México. Diagnóstico
(1990-2000). Primera Parte, anuies, México.
95
El subempleo se entiende aquí a partir lo que la Organización internacional del Trabajo ha consi-
derado como “empleo es inadecuado”, que puede ser entendido desde cuatro situaciones: a) sub-
empleo por insuficiencia de horas trabajadas; b) subempleo por insuficiencia de ingresos; c) subem-
pleo por competencia; d) empleo con excesivas horas de trabajo. Para efectos de este trabajo una
persona subempleada es aquella que no utiliza las competencias que adquirió en la universidad en su
trabajo, que recibe un sueldo que no corresponde con su preparación o que trabaja menos tiempo
del que podría (Venema, 2004).
284
del trabajo, en este caso desde la perspectiva de haber terminado una licen-
ciatura. Recordando una definición clásica, las representaciones sociales
se refieren a “la manera como nosotros, sujetos sociales, aprehendemos
los acontecimientos de la vida diaria, las características de nuestro medio
ambiente, las informaciones que en él circulan, a las personas de nuestro
entorno próximo o lejano” (Jodelet, 1986: 473). Las representaciones so-
ciales tienen que ver con un conocimiento espontáneo o ingenuo, de senti-
do común, práctico en oposición al conocimiento formal o científico, que
es elaborado y compartido socialmente, y que se relaciona estrechamente
con las prácticas sociales (Abric, 1994).
Las representaciones sociales, además de este conocimiento de sen-
tido común que se construye a partir de la interacción y la comunicación
entre los sujetos sociales, “constituyen principios generativos de tomas
de posturas que están ligadas a inserciones específicas en un conjunto de
relaciones sociales y que organizan los procesos simbólicos implicados en
esas relaciones” (Doise, en Ibáñez, 2001: 172). De acuerdo a este plantea-
miento los jóvenes egresados de la educación superior tomarían posturas
al enfrentarse al mercado de trabajo con base en sus representaciones so-
ciales del trabajo. Dichas representaciones estarían además marcadas por
las diferentes inserciones sociales de los jóvenes.
En este capítulo se presentan algunos resultados de una investiga-
ción realizada con jóvenes egresados de la educación superior de la zona
metropolitana de Guadalajara desempleados y subempleados, en la que
se trató de rescatar sus representaciones sociales sobre el trabajo. La in-
vestigación fue realizada desde el enfoque de la tradición cualitativa, que
intenta explicar la manera en que los sujetos sociales significan su realidad,
partiendo del supuesto de que la realidad se construye socialmente (Ber-
ger y Luckmann, 1995). Esta perspectiva se centra en la experiencia del
actor social como fuente del análisis y de la comprensión de la sociedad.
La técnica utilizada para acercarse al fenómeno fue la entrevista a profun-
didad. La intención de la entrevista es rescatar los discursos sobre algún
tema. Dentro del estudio de la representaciones sociales la entrevista a
profundidad, y en general las técnicas cualitativas, han sido utilizadas en la
285
escuela clásica desarrollada por Denise Jodelet a partir de las propuestas
de Moscovici (Araya, 2002).
La finalidad de la entrevista fue generar discursos que permitieran
conocer las representaciones sociales. Se partió de la idea de que los dis-
cursos contribuyen a construir, mantener y reforzar las interpretaciones
de la realidad, es decir que instituyen, ordenan y organizan nuestra inter-
pretación de los acontecimientos y de la sociedad e incorporan opiniones,
valores e ideologías (Martín, 1997). El discurso, pues, es un depositario
privilegiado del conjunto de representaciones sociales que circulan en el
universo simbólico de una cultura.
La investigación se realizó con una muestra no representativa de
jóvenes desempleados y subempleados de distintas carreras y universi-
dades de egreso. Se propuso buscar a jóvenes con distintas caracterís-
ticas para analizar con la mayor amplitud posible, según los recursos
disponibles para la investigación, la representación social del trabajo
de jóvenes que habían terminado una licenciatura y que se enfrentaban
al mercado laboral. En total se entrevistaron 13 jóvenes, siete mujeres
y seis hombres. Con respecto a la situación laboral, ocho se encon-
traban desempleados y cinco en situación de subempleo. Del total de
los jóvenes cinco eran egresados de universidades públicas, cuatro
de universidades incorporadas y cuatro de universidades privadas. Los
jóvenes egresaron de las siguientes carreras: dos de comunicación, dos de
ingeniería industrial, dos de derecho, dos de psicología, y un caso
de ingeniería civil, mercadotecnia, diseño gráfico, ingeniería química y
turismo respectivamente.
El trabajo es un logro
La mayoría de los jóvenes entrevistados manifestaron que para ellos tener
un trabajo es algo que se logra como resultado de un esfuerzo, a partir de
la creencia de que encontrar un buen trabajo resulta difícil en esta época
por las condiciones del mercado laboral. Los siguientes testimonios dan
cuenta de esta situación:
…En este lapso de tiempo […] me di a la tarea de buscar trabajo por todos
lados, infinidad de solicitudes, de entrevistas y de la entrevista no pasaba y no
he pasado hasta la actualidad porque no trabajo (Adriana).
De la empacadora acabo de salir en febrero de este año del 2006, y de ahí para,
a la fecha he estado aventando solicitudes, currículums, pero no, está carajo,
está canijo (Fernando).
287
la universidad […], ahora sí que te moldea, te prepara para litigar, para que
trabajes tú por tu cuenta, para que seas tú tu propio jefe, entonces yo creo
que también esa es una de las razones de por qué no hay trabajos para aboga-
dos, hay muy poco, la cosa es que tienes que agarrar experiencia (Patricia).
Pues bueno, yo lo veo en la mía, pero creo que sí pasa, que sí me ha tocado
de que mucha gente que estudió una onda está en otra que nada que ver ¿no?,
casi todo el mundo termina en ventas de algo […] estuve como dos meses,
poquito menos sin chamba aquí, buscando, y fui a miles de entrevistas y todo,
pero pues no, te hablamos o chambas de 200 pesos a la semana o cosas así
(Karina).
…Y me he topado con eso no que, que en muchas empresas […] son muy
incoherentes, te piden, te piden recién egresados o por la edad, te piden gen-
te que es, pues, relativamente joven, pero luego llegas y te topas con que te
piden experiencia, entonces tú dices, o sea, si estás pidiendo personas de 22
a 23 años, cómo quieres que tengan experiencia, o egresados de determinada
carrera, o pasantes, como que no es algo lógico, entonces pues te topas con
que pues no tienes experiencia, llegas a un trabajo, no te la dan, no te dan la
oportunidad y sigues sin obtener experiencia durante un tiempo, y a menos
de que tengas un conocidote o una buena palanca que realmente te coloque
(Arturo).
Mira yo ahorita a como ha estado, qué te digo, que relativamente llevo mucho
tiempo buscando trabajo y que nomás no das una en el sentido de que te lle-
gas a preguntar qué está pasando o en qué estoy fallando (Adriana).
De hecho eso es lo que estoy buscando ahorita con mucho ahínco, como te
digo, tengo de tres a cinco entrevistas de trabajo por semana, a mí me gustaría
que fueran más, más que nada, pues, por el gusto de estar en la calle, por no
estar en mi casa lamentándome lo inútil que soy (risas), que pues yo sé que en
realidad no soy inútil, sin embargo, estar en la calle buscando esa oportunidad
laboral me da ánimos para seguir adelante, porque sé que o. k. esta persona
289
me rechazó pero qué tal y si la próxima no, vamos a darles razones para que
me contraten (César).
En los casos anteriores se puede ver cómo existe una postura vo-
luntaria en los jóvenes frente al mercado de trabajo, fruto de la representa-
ción de que el trabajo se logra. Esta postura consistiría es una disposición
a realizar continuos esfuerzos para encontrar el trabajo deseado, porque
tienen la convicción de que el trabajo no viene como una consecuencia de
poseer estudios universitarios, sino que atribuyen a sí mismos la responsa-
bilidad de no lograr el objetivo, de “no dar una”, con lo que se refuerzan
las acciones voluntarias a través de diversas estrategias, pero todas centra-
das en seguir buscando trabajo. Lo interesante es que la experiencia del
desempleo es vivida por los jóvenes de manera individual, a partir de los
recursos y capacidades propias. En algunos casos la familia juega un papel
de apoyo o sostenimiento que desde el punto de vista de los jóvenes es
provisional, y en algunos casos no deseado, como se verá más adelante,
pero principalmente son las estrategias de los propios jóvenes las que son
valoradas como vía para encontrar trabajo. En el discurso de los jóvenes
no aparecen las instituciones, públicas ni privadas, como instancias que de-
berían proporcionarles el trabajo que buscan, es decir el trabajo no es visto
como un derecho al que tienen acceso gracias a su preparación. El trabajo
es visto como un logro personal, como algo que obtendrían únicamente
con sus propios medios.
La segunda clase de casos corresponde a jóvenes que pensaban du-
rante los estudios que encontrar un trabajo iba a resultar algo sencillo
una vez que los concluyeran. El choque que significó para ellos egresar,
enfrentarse al mercado de trabajo y darse cuenta de que esta especie de
promesa no se cumplió en sus casos, les hizo cambiar de idea. El trabajo
no vendría con el hecho de egresar, había que hacer más para lograr los
objetivos personales. Durante los estudios el trabajo no era visto como un
logro, sino más bien como una retribución al esfuerzo realizado durante
los estudios, una consecuencia lógica. Esto hablaría de una representa-
ción de los estudios universitarios como garantizadores de la obtención
290
de un trabajo profesional. Lo que se puede observar aquí es un cambio
en la representación del trabajo, que deja de ser fruto de los estudios y se
convierte en un logro personal en el que se tienen que aplicar esfuerzos
adicionales.
Para algunos este choque provocó la toma de decisiones sobre su
futuro, como ejemplifican los casos de Xóchitl y de Alfonso. Xóchitl, des-
pués de seis meses de egresar y darse cuenta que no había muchas opor-
tunidades para ejercer la psicología clínica, rama de su carrera que más le
gustaba y en la que se había especializado en los últimos semestres, decidió
postergar el periodo de búsqueda y estudiar una maestría. Para Alfonso el
choque no fue tanto con respecto a encontrar un trabajo, sino al tipo de
trabajos que visualizó podría tener después de egresar. Ante la evaluación
que hace de la situación laboral en México significó entrar a un proceso
para emigrar a otro país de forma legal.
Yolanda y Fernando también tomaron decisiones con el deseo de
ejercer su carrera y pensaron que encontrar trabajo iba a ser un proceso
rápido. Yolanda llegó a Guadalajara con la promesa de un trabajo que fi-
nalmente no obtuvo. Decidió quedarse y pensaba que si no había sido en
esa empresa, en cualquier otra podría encontrar trabajo rápidamente. La
realidad es que no lo había conseguido y se había empleado temporalmen-
te en un trabajo que le permitía mantenerse económicamente. Fernando
dejó un trabajo que tenía como capturista para dedicarse a ejercer su carre-
ra de ingeniería. Sin embargo, al momento de la entrevista tenía dos meses
sin encontrar trabajo y decidió poner un puesto de dulces afuera de una
secundaria mientras lo conseguía.
Finalmente, hay una tercera clase de casos, en la que los jóvenes que
reconocen la dificultad de ingresar al mundo del trabajo desde la experien-
cia de otros. Alberto, Manuel y Patricia, al momento de la entrevista tenían
muy poco tiempo en desempleo. Ellos hablaron de que era necesario en-
trar “desde abajo” como una defensa ante la posibilidad de no encontrar
trabajo pronto. Alberto sabe que no puede aspirar a conseguir un puesto
alto sólo por el hecho de tener una licenciatura y estar a punto de terminar
una maestría. Patricia y Manuel, licenciados en derecho, saben que la ex-
291
periencia es esencial en su profesión y al no tenerla su aspiración es entrar
a un despacho para adquirirla, pero conscientes de que el sueldo podría
ser muy bajo o incluso nulo. Para ellos también el trabajo es un logro y lo
tienen presente antes de enfrentarse al mercado laboral, porque reconocen
que la inserción es un proceso largo.
…Hay un cierto nivel que necesitan todas las personas para cubrir todas
sus necesidades básicas, pues, un nivel higiénico, y luego hay otro nivel que
es el que te permite el hacer tu pequeños gustos […] y luego ya viene todo
lo demás pues, yo lo que estoy o sea a mí lo que me gustaría encontrar, lo
que estoy buscando es un nivel que me permita este pasar la parte higiénica
y que me ayude a la siguiente parte, que me permita ahorrar, que permita
este un cierto movimiento pero o sea sin vivir tampoco con grandes lujos
292
ni con viajes ni nada de eso pero, que sí me permita este más margen de
maniobra pues, o el sentir que uno está avanzando pues desde el punto
de vista económico… (Alberto).
Porque tengo 26 años y también tengo tarjetas de crédito [y] hay que pagarlas,
tengo el celular, hay que pagarlo, me quiero comprar un coche porque ya no
lo tengo (Xóchitl).
En este caso los bienes a los que no pueden acceder los jóvenes en
situación de desempleo o subempleo serían objetos que no se relacionan
directamente con la subsistencia, que en estos jóvenes está garantizada por
la familia. Para otros jóvenes este mismo estilo de vida es deseado porque
no se ha vivido desde el seno familiar. Adriana habló explícitamente de
293
“salir de su estatus”, cosa que no ha conseguido a través del trabajo y le ha
llegado a producir frustración:
Todos los jóvenes entrevistados manifestaron haber elegido la carrera por decisión propia. Otro
96
caso sería el de jóvenes que estudiaron una carrera presionados por factores externos, familiares
generalmente, y que una vez que egresan no tienen la intención de ejercerla. Estos casos no están
considerados en este trabajo.
295
en el siguiente apartado se presentan las posturas que asumen los jóvenes
cuando valoran sueldo o remuneración económica frente al gusto o la
posibilidad de ejercer la carrera.
…Ahorita estoy buscando trabajo, pero como te digo, otra vez, como estaba
en la licenciatura, me encantaría trabajar en [psicología] clínica pero no hay
clínica, en educativo no, no he visto ofertas ahorita en educativo realmente, y
en lo que más hay es laboral (Xóchitl).
296
Fernando dejó su último trabajo con la finalidad de buscar uno don-
de sí estuviera en posibilidades de ejercer su carrera. Sin embargo, después de
un periodo de desempleo de dos meses, y ante la necesidad de ganar dine-
ro, menciona que elegiría cualquier trabajo con un buen sueldo sin impor-
tar que ejerza su carrera.
El sueldo más que nada, ya ahorita ¿no? por los compromisos familiares en sí,
[…] ya no es tan fácil de como que darme el lujo de que ‘pos ah le busco aquí,
le busco allá, a ver qué me encuentro’, tiene que ser algo que realmente valga
la pena dejar por lo que hasta ahorita está seguro, como quien dice (Arturo).
298
puestos de muy bajo nivel en el sentido académico, o sea que o en empresas
que nada tienen que ver con lo tuyo (Adriana).
299
No, en cuestión de sueldo mira ya no estoy dispuesta a ir de gratis […] ya no,
pero tampoco para aspirar a un buen sueldo porque no tengo, es como “yo
te doy un buen sueldo y tú qué me vas a dar”, yo no les puedo dar una expe-
riencia, yo no puedo decir “suéltame este asunto, yo lo llevo sola”, entonces
no me puedo poner en el plan de “págame bien porque te ofrezco esto”, en-
tonces de alguna manera lo que puedo decir es “o.k. vamos platicando, no me
ofrezcas un gran sueldo pero dame la oportunidad de aprender contigo, pero
que tampoco sea de gratis”, algo así (Patricia).
300
tarjetas de descuentos universitarios”, y entré ahí y pues ahí estoy todavía,
es poco lo que gano pero una ayudita ya para sobrevivir aquí es algo ¿no?
(Yolanda).
…Lo primero, diría yo: mientras me alcance para la renta y para comer ya con
eso, ya después a como conforme vaya adquiriendo experiencia y conociendo
cosas, digo no “quiero esto de sueldo”, ahorita no me puedo poner de chiquio-
na (Yolanda).
…Digo, igual si fuera una muy buena oportunidad con un, o sea con un suel-
do, pues, que desahogara las necesidades higiénicas, donde pudiera ahorrar y
todo eso, igual y sí me meto a una empresa chica, pero también lo veo poco
factible (Alberto).
302
que me ha agradado […] entonces para mí sí es importante el poder ejercer
mi carrera sea aquí o sea allá, no sólo es cuestión económica sino también de
darme ese gusto, trabajé, estudié, me gusta, vamos a hacer lo que me gusta y
si me va bien con eso qué mejor (Alfonso).
Conclusiones
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309
Representaciones sociales y desempleo:
un estudio sobre las contradicciones
y especificidades del desempleo femenino
Introducción100
97
Universidad del País Vasco (upv).
98
Universidad del País Vasco (upv).
99
cnrs–Université de Provence.
100
Los autores agradecen a la beca del Programa de F.I (orden de 4 de febrero de 2003) del Vicerrec-
torado de Investigación y Relaciones Internacionales de la upv/ehu, por la ayuda prestada para la
redacción de este artículo.
311
En lo que se refiere al sexo, Giron (2001) por ejemplo, reciente-
mente señalaba los efectos negativos del desempleo en las mujeres, he-
cho encontrado en diversas líneas de investigación (Cohn, 1978; Spruit,
1983), así como en los estudios sobre autoestima, donde se observa un
menor nivel de autoestima en el caso de las mujeres que en el caso de los
hombres (Warr y Jackson, 1983; Winefield y Tiggemann, 1985). Otros
estudios, sin embargo, afirman lo contrario, señalando que el desempleo
afecta más a los hombres que a las mujeres (Shamir, 1985; Jahoda, 1982).
Blanch, por su parte ha terciado en la polémica (1990) afirmando que en
la actualidad entre los investigadores existe un cierto consenso en torno a la
constatación de un menor grado de impacto patológico del desempleo en
las mujeres en comparación con el que afecta a los hombres (Eisenberg
y Lazarsfeld, 1938; Fryer y Payne, 1986; Furnham, 1985; Blanch, 1986;
Buendía, 1987). Siendo explicadas estas diferencias por diversos procesos
como la socialización diferencial (Kohn, 1978), el efecto amortiguador del
estatus de mujer casada (Warr y Parry, 1982), o la adecuación de estatus
como señala Jahoda (1982), cuando escribe que el desempleo afecta en
menor medida a las mujeres que a los hombres, debido a que ellas encuen-
tran más fácilmente un estatus y ocupaciones familiares que las ayuda a
estructurar su tiempo.
Sin embargo, afirmar que el desempleo afecta de forma menos ne-
gativa o no a las mujeres, entre otras cosas, más allá de “describir una
realidad”, se podría decir que lo que hace es “crear realidad”. Podríamos
decir que el desempleo constituye una situación personal y socialmente
objetiva, pero también una representación intersubjetiva y sociocultural-
mente construida (Blanch, 1990). Es por esto que queremos hacer un es-
fuerzo específico en acercarnos a las opiniones y creencias por las que
los estudiantes contemplan el desempleo femenino, ya que los jóvenes
se encuentran particularmente amenazados por el desempleo y actualmen-
te están dirigidos a insertarse en un mundo laboral alterado completamente
por el desempleo (Giron, 2001).
En este estudio planteamos un acercamiento estructural de las repre-
sentaciones sociales, basándonos concretamente en la Teoría del Núcleo
312
Central (tnc). Es decir, se trata de detectar el contenido y la organización
de la representación social. Según la tnc (Abric 1987, 1994a) dentro de
una representación social podemos diferenciar dos tipos de elementos: el
núcleo central y el sistema periférico. El núcleo central es el elemento que
da sentido y organiza la representación. Su determinación es esencialmen-
te de carácter social, unido tanto a condiciones históricas y sociológicas
como a ideológicas. Por otra parte, se encuentra el sistema periférico, el
cual permite el anclaje en la realidad del momento, autorizando modula-
ciones individuales e interviniendo en el proceso de defensa y de transfor-
mación de las representaciones sociales (Flament 1994a, 1994b).
Según Flament (1994b) es el cambio de prácticas lo que puede con-
llevar un cambio en las representaciones sociales. Estos cambios pueden
ser percibidos como reversibles o irreversibles. Hoy en día la entrada ma-
siva de las mujeres (desempleadas potenciales) al trabajo asalariado se ve
como un fenómeno masivo e irreversible, y siguiendo a Flament (1994b)
cabría esperar tres tipos de transformaciones: 1) Cuando las nuevas prác-
ticas no son contradictorias con la representación, la representación social
incorpora nuevos elementos de forma “natural”; 2) Cuando las nuevas
prácticas son contradictorias con la representación, se puede asistir a una
transformación brutal, dando lugar a una nueva representación; 3) en el
caso contrario, la transformación se vuelve resistente. Esta resistencia se
elabora gracias al sistema periférico, el cual absorbe las contradicciones sin
que el núcleo central sea puesto en cuestión.
En nuestro caso, podríamos decir que el trabajo de las mujeres sigue
siendo considerado como un algo “complementario”. La estructura pro-
ductiva y el orden social continúan organizándose con base en la división
sexual del trabajo, entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo
(Combes y Haicault, 1994), por lo que el núcleo central (la división sexual
del trabajo) se sentirá amenazado y los esquemas normales asociados di-
rectamente al núcleo central se adaptarán para dar cabida a la especificidad
del desempleo femenino.
En este estudio pretendemos explorar la hipótesis de que el des-
empleo se constituye bajo el referente masculino, el cual juega el rol de
313
“núcleo central”de la representación (Hurting y Pichevin, 1985) y resiste al
cambio, por lo que el desempleo femenino se diferenciará gracias a la ela-
boración cognitiva de un sistema condicional (Flament, 1987). En concre-
to, la hipótesis de este estudio la operacionalizamos en dos sub-hipótesis:
H1: Dado que es la visión del sexo masculino la que determina y organi-
za el núcleo central del desempleo, este núcleo será el mismo tanto
para el desempleo masculino como para el desempleo femenino.
H2: El desempleo femenino que se estructura en torno al núcleo mas-
culino se dotará de un sistema condicional (Flament, 1989), posibi-
litando su diferenciación respecto al desempleo masculino.
Sujetos y metodología
Resultados
Frecuencia>= 35/ Rango medio =< 3.5 Frecuencia>= 35/ Rango medio> 3.5
dinero 155 INEM 35
falta 95 buscar 58
sin 124 problemas 38
tener 54 tiempo 43
trabajo 187 trabajar 45
Frecuencia< 35/ Rango medio =< 3.5 Frecuencia< 35/ Rango medio > 3.5
cobrar 20 aburrimiento 17
contrato 10 agobio 16
desempleo 21 angustia 15
económicos 19 depresión 19
empleo 20 desesperación 18
independencia 8 dificultades 12
inseguridad 11 encontrar 15
jóvenes 13 estudiar 16
laboral 10 familia 15
preocupaciones 14 libre 29
putada 11 necesidades 18
pobreza 17
Frecuencia>= 17/ Rango medio =< 2.6 Frecuencia>= 17/ Rango medio> 2.6
ama de casa 18 casa 17
dificultades 18 falta 25
dinero 25 problemas 21
discriminación 29
encontrar 18
machismo 21
mujeres 29
más 17
sin 23
trabajo 66
Frecuencia< 17/ Rango medio =< 2.6 Frecuencia< 17/ Rango medio > 2.6
desigualdad 8 buscar 15
embarazada 7 depender 8
familia 11 depresión 9
hijos 10 económicos 9
hombres 13 menos 10
injusticia 9 necesidades 7
desempleo 15 poder 11
trabajar 10 tiempo 8
Frecuencia>= 17/ Rango medio=< 2.6 Frecuencia>= 17/ Rango medio> 2.6
dinero 51
falta 25 buscar 24
familia 26
hombre 49
problemas 21
sin 58
tiene 22
trabajar 30
trabajo 69
Frecuencia< 17/ Rango medio =< 2.6 Frecuencia< 17/ Rango medio > 2.6
cobrar 8 casa 8
depresión 7 desesperación 8
económicos 7 dificultades 8
mantener 9 empleo 11
necesitar 7 encontrar 16
preocupación 10 estrés 10
tiempo 14 estudios 13
vago 15 mujer 10
a “sin dinero” y “sin trabajo” y “tiene” a “no tiene dinero” y “no tiene
trabajo”.
Esta composición del núcleo del desempleo masculino se asemeja a
la del desempleo en general, siendo el aspecto económico y el del trabajo
centrales en ambas, sin embargo, el desempleo masculino añade su propia
especificad, pasamos del plano general del desempleo al concreto de un
hombre en desempleo, en el que adquieren importancia los problemas que
esta situación acarrea al propio desempleado y la dimensión familiar que
puede adoptar.
320
En lo que se refiere a los cuestionarios de caracterización, a conti-
nuación presentamos los resultados obtenidos en el cuestionario sobre el
desempleo en general, sobre el desempleo femenino y el masculino.
En el caso del desempleo en general, tenemos las respuestas de
252 sujetos (117 mujeres y 135 hombres). El desempleo en general se
caracteriza por los ítems “Problemas financieros” (81%), “Genera angus-
tia, estrés” (69.8%) y “Aceptar cualquier trabajo” (57.3%). Los ítems no
característicos son “Pérdida de amistades” y “Los padres dejan de ser un
referente para los hijos/as”. Todos ellos con una distribución “i”, salvo el
ítem “Aceptar cualquier trabajo”.
Conclusiones
325
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Representaciones sociales. Teoría e investigación se terminó de
imprimir en marzo de 2007 en los talleres de Editorial
Pandora S. A. de C. V., Cañas 3657, La Nogalera, Gua-
dalajara, Jalisco, México.