LANDMARKS

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Landmarks | Ley Universal de los Francmasones

Origen

La palabra Landmark tiene su origen en los masones ingleses. Esta palabra


habría sido tomada de la Biblia (Job 24.2 y Pr 22.28/23.10) y recuerda los
linderos ––físicos y conductuales–– que no se deben violar. En masonería se
denominan así las limitaciones que ninguna Gran Logia puede derogar,
ignorar o modificar, ya que en ellos están contenidos los principios y la
esencia misma de la Fraternidad. Estas limitaciones son aquellos principios o
reglas de gobierno masónico que determinan la naturaleza de nuestra
institución y que por provenir de tiempos remotos, se tienen en su mayor
parte por inviolables. Dentro de estos linderos se encuentra la masonería,
fuera de ellos, no existe. Los Landmarks on principios originales e
inmutables. En consecuencia, no se pueden introducir modificaciones en los
principios y fundamentos de la Masonería Original sin cesar de ser
Masonería.

El vocablo Landmark fue empleado desde tiempos muy antiguos por los
masones operativos ingleses para referirse a las prácticas, costumbres,
leyes, y usos de la masonería.

Landmarks

En la Masonería, se entiende por Landmarks o Linderos o Antiguos Límites a


las bases que dan origen a los Reglamentos, Constituciones y Estatutos de
los Grandes Cuerpos Masónicos esparcidos en la superficie de la tierra. Esas
bases fueron dictadas en época tan remota, que no se encuentra relación
alguna de su origen en los anales de la Historia. Por tanto, el primordial
requisito para que una práctica o regla de acción constituya un Landmark, es
que debe haber existido desde una época que la memoria del hombre no
puede retrotraer, "su antigüedad es el elemento esencial".

A esos principios o bases tan remotos, el Congreso Masónico de 1721


organizado por la Gran Logia de Londres y Westminster les dio el nombre de
LANDMARKS. Dado que irradian un principio de filosofía y de moral tan puro,
son de suma aceptación social y le aseguran además el respeto y la
veneración de todos los pueblos civilizados de la tierra.

La finalidad de la francmasonería ha tenido siempre como norma de


conducta, lo justo, lo bello y lo verdadero, circunstancia que la ha llevado
hasta el descubrimiento de la realidad y al reconocimiento de lo que es el Ser
Supremo.
La francmasonería reclama la libertad de Conciencia, el principio de Igualdad
entre los hombres y respeta los derechos de los demás; a nadie rechaza,
cualquiera que sea su origen racial, fe política o religiosa y exige de sus
miembros el exacto cumplimiento de sus compromisos y sus juramentos
dentro de la Logia y de sus deberes sociales con la familia, la Patria y la
Humanidad.

La Institución francmasónica es Una, Única e Indivisible y sus enseñanzas las


imparte por medio de tres grados simbólicos primitivos, de Aprendiz,
Compañero y Maestro. Distingue en los hombres el Saber, el Honor y la
Virtud o sea los méritos personales más no el rango ni la posición social; por
lo tanto, dentro de su seno, todos los hermanos son iguales; esto no quiere
decir que se les despoje de sus méritos civiles, ni de sus títulos profanos a
quienes los posean.

Los Landmarks de Makey

La Primera Gran Logia se constituyó el 24 de junio de 1717, cuando cuatro


logias de Londres se reunieron en la taberna Gooseand Gridiron y formaron
la que denominaron Gran Logia de Londres y Westminster. En 1723, se
aprobaron y publicaron las Constituciones de Anderson (redactadas por el
pastor James Anderson y por Jean Théophile Désaguliers) que incluían sus
reglas de organización y principios, que marcarían el inicio de la moderna
francmasonería especulativa.

Los Landmarks según la codificación de Albert Gallatin Mackey publicada en


1858 en la revista trimestral americana de la Francmasonería son muy
posteriores al libro de las Constituciones de Anderson. Sin embargo escribe
Albert Mackey:

"Los fundamentos de la Ley Masónica, deben buscarse en los Antiguos


Límites o Linderos, en la Ley no escrita y en las Antiguas Constituciones o
Ley Escrita"

Por consiguiente, estas antiguas leyes, son el fundamento inconmovible de


las instituciones francmasónicas regulares. De la ignorancia de dicha Ley,
entre los Masones, nacen un sinnúmero de prácticas, irregulares, que no
hacen sino asestar los más crueles golpes a la Francmasonería, introduciendo
la confusión y el desorden.

Han existido muchos intentos por querer modificar se hanquerido dar a


nuestros Landmarks, pero los universalmente aceptados son losexpuestos y
comentados por el Albert Mackey:
‍ Los
I) medios de reconocimiento son, de todos los Principios, los más
legítimos e incuestionables. No admiten variación. Y si alguna vez han sufrido
alguna alteración o adición, la maldad de tal violación de la ley antigua, se ha
manifestado posteriormente por sí misma.

II) La división de la Masonería Simbólica en tres grados es un Principio que


ha sido conservado mejor que cualquier otro; aunque también en este caso
el espíritu malévolo de la innovación ha dejado sus huellas. Y por medio de la
dilaceración de sus partes concluyentes del tercer grado, ha originado la falta
de uniformidad con respecto a la enseñanza final del grado de Maestro. Y el
Arco Real de Inglaterra, Escocia, Irlanda y América, así como los altos grados
de Francia y Alemania, están formados para diferir en el modo en que
conducen al neófito a la consumación suprema de toda la Masonería
Simbólica. En 1813, la Gran Logia de Inglaterra vindicó el Principio,
decretando solemnemente que la Masonería del gremio antiguo constaba de
tres grados: aprendiz iniciado, compañero del gremio y maestro masón,
incluyendo el Arco Real Sagrado. Pero esta dilaceración jamás ha sido
cicatrizada, y el Principio, aunque reconocido en su integridad por todos, aún
continúa siendo violado.

III) La leyenda del tercer grado es un Principio importante, cuya integridad


ha sido bien preservada. No existe Rito de la Masonería, practicado en
cualquier país o idioma, en el que los elementos esenciales de esta leyenda
no se enseñen. Las lecturas pueden variar y, en efecto, su cambio se verifica
constantemente. Pero la leyenda, substancialmente, ha permanecido siempre
la misma. Siendo necesario que así sea, pues la leyenda del Arquitecto del
Templo constituye el punto esencial e identidad de la Masonería. Cualquier
Rito del que fuese excluido o alterado materialmente, cesaría desde ese
momento, por la exclusión o alteración, de ser un Rito masónico.

IV) El Gobierno de la Fraternidad por medio de un presidente llamado Gran


Maestro, el cual es elegido del cuerpo del gremio, es el cuarto Principio de la
Orden. Muchas personas suponen que la elección del Gran Maestro se
efectúa como consecuencia de una ley o reglamentación de la Gran Logia.
Mas ese no es el caso, en absoluto. El cargo debe su existencia al Principio
de la Orden. Los Grandes Maestros o las personas que desempeñan las
funciones bajo diferente pero equivalente título, se encuentran en los
registros de la institución desde mucho antes de que las grandes logias
fueran establecidas. Y si el sistema actual de gobierno legislativo de las
grandes logias fuese abolido, aun seguiría siendo necesario el Gran Maestro.
V) La prerrogativa del Gran Maestro de presidir todas las asambleas del
gremio, en cualquier lugar y en cualquier tiempo, es el quinto Principio. Es,
en consecuencia de esta ley derivada de la costumbre antigua y no de ningún
mandato especial, por lo que el Gran Maestro asume el Poder o, como se
llama en Inglaterra, el Trono, en todas las reuniones de la Gran Logia. Y de
ella le viene el derecho también a presidir todas las logias subordinadas en
las que esté presente.

VI) La prerrogativa del Gran Maestro de conceder dispensa para conferir


grados en ocasiones irregulares, es otro y muy importante Principio.
Conforme a las normas establecidas por la ley de la Masonería se requiere un
mes u otro período determinado, entre la presentación de la petición de
aumento de grado y la elevación del candidato. Igualmente ha de pasar un
tiempo mínimo para pasar de un grado al superior. Y el Gran Maestro tiene
poder para dispensar del cumplimiento de esos períodos y permitir que el
candidato sea iniciado a un grado superior. Esta prerrogativa la poseía el
Gran Maestro desde antes de la existencia de la ley que marca los períodos
de cadencia, y como ninguna norma puede degradar sus prerrogativas, aún
conserva el poder.

VII) La prerrogativa del Gran Maestro de dar dispensas para la apertura o


disolución de las logias es otro Principio. Puede conceder, en virtud de esto, a
un número suficiente de masones, el privilegio de reunirse en asamblea y
conferir grados. Las logias de este modo establecidas, se llaman logias de
dispensación.

VIII) La prerrogativa del Gran Maestro de crear masones a primera vista


es un Principio que está íntimamente relacionado con el anterior. Existe un
mal entendimiento en relación con este Principio que ha llevado, a veces, a
negar el mantenimiento de esta prerrogativa en la jurisdicción donde tiene
su sede el Gran Maestro. Mas debe de quedar claro el derecho a ejercer
dicha prerrogativa sin la oposición u observación menor.

IX) La necesidad de los masones de congregarse en las logias es otro


Principio. Jaqmas debe entenderse con esto que el principio antiguo ha sido
formado como consecuencia de la organización permanente de logias
subordinadas, rasgo característico de la organización masónica en nuestros
días. Los principios de la Orden prescriben desde siempre que el masón debe
periódicamente congregarse con el propósito de realizar el trabajo activo o
especulativo, y que estas congregaciones se llaman logias. Antiguamente,
estas juntas eran extemporáneas y se reunían para fines específicos,
disolviéndose una vez cumplido el objetivo; separándose por lo tanto los
hermanos y reuniéndose en otras ocasiones u en otros lugares, de acuerdo
con la necesidad o circunstancias. Los poderes de constitución, estatutos,
oficiales permanentes, y reuniones anuales son innovaciones modernas fuera
del todo de los principios, y dependientes totalmente de los actos especiales
de un período comparativamente reciente.

X) El gobierno del gremio, siempre que se congrega la Logia, por el Maestro


y dos Vigilantes, es también un principio. La congregación de masones
reunidos bajo cualquier otro gobierno, por ejemplo, como el de presidente y
vicepresidente, o regidor y subregidor, no sería reconocida como Logia. La
presencia del Maestro y de los dos Vigilantes es tan esencial para la válida
organización de la Logia como el Poder de la constitución en nuestros
tiempos. Los nombres, por supuesto, varían en los diferentes idiomas. Mas
los oficiales, su número, prerrogativas y deberes son en todas partes
idénticos.

XI) La necesidad de que siempre que se reúnan todas las logias, sean
debidamente vigiladas, es un principio importante de la Institución que
jamás se olvida. La necesidad de esta ley tiene su origen en el carácter
esotérico de la Masonería. Por lo tanto, el deber de guardar la puerta y vigilar
a los cobardes y escuchas es antiguo y, por lo mismo, constituye un
principio.

XII) El derecho de todo masón de ser representado en todas las juntas


generales del gremio, y de instruir a su representante, es el principio
duodécimo. Anteriormente, estas juntas, que por lo general se reunían una
vez al año, se llamaban asambleas generales y a toda la fraternidad, aun el
aprendiz iniciado más joven, se le permitía estar presente. Ahora se llaman
"Grandes Logia" y únicamente los Maestros y Vigilantes de las logias
subordinadas son admitidos. Mas esto es simplemente como representante
de sus miembros. Originalmente, cada masón se representaba por sí mismo.
En la actualidad es representado por sus oficiales.

XIII) El derecho de todo masón de apelar a la decisión de sus hermanos


de logia, a la Gran Logia o Asamblea General de masones, es un principio
sumamente esencial para la preservación de la justicia, y para evitar la
opresión. Algunas Grandes Logias modernas, al adoptar el reglamento de
que la decisión de las logias subordinadas, en caso de expulsión no puede
diferirse por medio de apelación, viola incuestionablemente el principio, así
como los principios del gobierno justo.

XIV) El derecho de todo masón de visitar y sentarse en todas las logias


regulares es un principio incuestionable de la Orden. A esto se le llama el
derecho de visita. Este derecho, por supuesto, puede ser alterado o
suspendido en casos especiales y por diversas circunstancias. Mas cuando se
niega la admisión a un masón en el pleno disfrute de sus derechos, es
necesario que se deba a alguna razón suficiente y razonable, y deberá
exponerse el porqué de la violación de lo que es, en general, un derecho
masónico, fundado en los principios de la Orden.

XV) Es un Principio de la Orden, que ningún visitante desconocido de los


hermanos como masón, puede entrar en la logia sin pasar primero por el
examen, de acuerdo con la costumbre antigua. Por supuesto, si el visitante
es conocido de algún hermano de los presentes como masón en uso de sus
derechos, y si ese hermano testifica sus calificaciones, puede dispensársele
del examen, pues la señal se refiere únicamente a los casos de extraños.

XVI) Ninguna logia puede intervenir en los asuntos de otra logia, ni


conferir grados a hermanos que sean miembros de otra logia. Esto es
indudablemente un origen antiguo, fundado en los grandes principios de la
cortesía y bondad fraternal, que son la base de nuestra institución. El
principio ha sido reconocido repetidas veces en épocas posteriores, de
conformidad con las disposiciones de los estatutos y decretos de todas las
Grandes Logias.

XVII) Es un principio que todo francmasón, está sujeto a las leyes y


reglamentos de la jurisdicción masónica en que reside, a la vez que no puede
no ser miembro de ninguna logia. La falta de afiliación no excluye al masón
de la sujeción a la jurisdicción masónica.

XVIII) Ciertas calificaciones de los candidatos para la iniciación se derivan


de el Principio de la Orden. Estas calificaciones se refieren a que debe ser un
hombre no mutilado; de nacimiento libre, y de edad madura. Por
consiguiente, la mujer, el que ha perdido el uso de sus facultades, el esclavo
o el que ha nacido en cautiverio, están descalificados para la iniciación en los
ritos de la Masonería. Los estatutos, es cierto, han decretado de vez en
cuando, ya sea vigorizando o explicando estos principios. Ademas las
descalificaciones provienen de la propia naturaleza de la Institución masónica
y de sus enseñanzas simbólicas, y han existido siempre como Principios.

XIX) La creencia de la existencia de Dios como el Gran Arquitecto del


Universo, es uno de los más importantes Principios de la Orden. Ha sido
siempre admitido que la negativa de la existencia del Poder Supremo como
Autoridad Preeminente es una descalificación absoluta para la iniciación. Los
anales de la Orden nunca han otorgado hasta la fecha, ni podría contemplar
el caso de que un ateo declarado fuese constituido masón. Las mismas
ceremonias de iniciación al primer grado prohíben y desde luego impiden la
posibilidad de tal incidente.
XX) Subsidiaria a esta creencia en Dios, como un principio de la Orden,
existe la creencia de la resurrección a la vida futura. Este principio no es
impresa tan positivamente al candidato por las palabras exactas como la
precedente. Mas la doctrina que se enseña por inducción es perfectamente
clara, y comprende el sistema entero del simbolismo de la Orden. El creer en
la Masonería, y no creer en la resurrección, sería una anomalía absurda que
solamente podría explicarse por medio de la irreflexión, pues aquel que
confunde de este modo su creencia y su escepticismo, es tan ignorante del
significado de ambas teorías, como si no tuviese principio racional para el
conocimiento de una cosa o de la otra.

XXI) Es un principio que el Libro de la Ley debe constituir una parte


indispensable del mobiliario de toda Logia. Digo deliberadamente Libro de la
Ley, porque no se requiere que en todas partes se usen los Testamentos
Nuevo y Antiguo. El Libro de la Ley es ese volumen que, por religión del país,
se cree contiene la voluntad manifiesta del Gran Arquitecto del Universo. Por
lo que, en todas las logias que existan en los países cristianos, el Libro de la
Ley se compone del Antiguo y Nuevo Testamento. En un país donde el
judaísmo fuese la fe predominante, el Antiguo Testamento sería suficiente y,
en los países mahometanos y entre los masones mahometanos, podría ser
sustituido por el Corán. La Masonería no pretende interponerse con la fe
religiosa de sus discípulos, excepto en los que se relaciona con la creencia en
la existencia de Dios, y en lo que necesariamente se relaciona con esa
creencia. El Libro de la Ley es para el masón Especulativo su tablero de
trazado espiritual pues sin este no puede laborar. Y cualquier cosa que cree
ser la voluntad manifiesta del Gran Arquitecto constituye para él este tablero
espiritual, y debe estar siempre delante de él en sus horas de labor
especulativa, pues es regla y guía de su conducta. Por consiguiente, el
principio, requiere que el Libro de la Ley, código religioso de la misma
especie, designado como el ejemplar de la voluntad manifiesta de Dios, debe
formar una parte esencial en el mobiliario de toda logia.

XXII) La igualdad de todos los masones es otro principio de la Orden.


Esta igualdad no se refiere a ninguna subversión de esas graduaciones del
rango que han sido constituidas por el uso de la sociedad. El monarca, el
noble, o el caballero, tiene derecho a ese afecto y, por lo mismo, se le otorga
el respeto, que corresponde justamente a su posición. Pero la doctrina de la
igualdad masónica implica que, como hijos de un Padre supremo, nos
reunimos en la logia con la misma igualdad, bajo esa igualdad en la que
todos nos conducimos a un sólo fin predestinado. Pues, en la logia, los
verdaderos méritos reciben más respeto que una opulencia infinita, y la
virtud y la inteligencia únicamente los que serían recompensados con la
preeminencia. Una vez que las abores de la logia hayan terminado, y los
hermanos se hayan retirado de su soledad pacífica para confundirse de
nuevo con el mundo, cada uno vuelve a su posición social y ejerce los
privilegios de ese rango, cuyas costumbres le otorga la sociedad.

XXIII) La discreción de la Institución es otro principio y el más


importante, de forma que la discreción absoluta es algo inherente a la
Masonería, existiendo con ella desde su misma fundación, y protegida por
ella por medio de sus principios antiguos. Si es desposeída de su carácter
secreto pierde su identidad y cesa de ser Francmasonería. Por consiguiente,
todas las objeciones que puedan hacerse a la Institución en lo relativo a su
discreción deben de ser rechazadas. Sin prestar atención a los muchos
torpes y mal intencionados que, por cuestión de conveniencia, intenten
desposeerla de su carácter secreto, tomando las medidas que hagan siempre
imposible la perdida de el principio, aún en el caso en el que ésta no se
interpusiera ante nosotros como obstáculo. Porque un cambio de tal
naturaleza ocasionaría el suicidio social y la muerte de la Orden. La
Francmasonería, que como asociación secreta ha vivido inalterable por
signos, no permanecería por muchos años como una sociedad libre y abierta.

XXIV) La ciencia especulativa aplicada al arte activo, el uso simbólico y la


explicación de los términos de ese arte con los propósitos de enseñanza
religiosa o moral, constituyen otro principio de la Orden. El templo de
Salomón fue la cuna simbólica de la Institución, y, por lo tanto, la referencia
de la Masonería activa que construyó ese magnífico edificio, a los materiales
y herramientas que fueron empleados en su construcción, todas son partes
componentes y esenciales de la Francmasonería que no podrían substraerse
de ella sin ocasionar la destrucción completa de la identidad entera de la
Orden. Por lo que, todos los Ritos comparativamente modernos de la
Masonería, como quiera que difieran en otros conceptos, conservan
religiosamente esta historia del Templo y estos elementos activos.

XXV) El último principio y complemento de todas es que estos principios


nunca pueden ser cambiados. Nada puede ser sustraído de ellas -y nada
puede ser adherido a ellas-. Ni la menor modificación puede efectuarse en
ellas. Del mismo modo que nos fueron otorgadas por nuestros predecesores,
del mismo modo estamos obligados por los compromisos más solemnes del
deber a trasmitirlas a nuestros sucesores. Ni un sólo ápice de estas leyes
escritas puede ser revocado o abolido pues, en lo que se refiere a ellas, no
solamente estamos obligados sino que deseamos adoptar la frase de los
atrevidos barones antiguos de Inglaterra, Nolumus leges mutari: no
pretendemos que se cambien las leyes.

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