Rodolfo El Reno
Rodolfo El Reno
Rodolfo El Reno
Preparación:
Hierve el piloncillo con la canela en 2 tazas de agua para formar una
miel.
Dora las rebanadas de pan en aceite y quita el exceso de grasa
poniéndolas sobre una servilleta de papel.
En una cazuela coloca una capa de rebanadas de pan, cúbrelas con
pasas, cacahuates y trozos de queso; luego pon otra capa de pan,
pasas, cacahuates, etc., baña con la miel.
Pon la cazuela a baño maría una media hora para que se suavice el
pan; espolvorea con grageas de colores.
Era la víspera de Navidad y Carlitos había decidido que ese año iba
a quedarse toda la noche despierto esperando la llegada de Santa.
El niño hacía tiempo que se preguntaba cuál era la magia que le
permitía volar por sobre toda la ciudad, visitando cada chimenea de
cada casa. Sus ojos se cerraban de sueño, cuando vio pasar a través
de su ventana un diminuto trineo conducido por un anciano de
barba blanca, abrigado de pieles de la cabeza a los pies y todo sucio
de hollín.
– “Es ese, tiene que serlo”, – pensó Carlitos quien bajó corriendo al
salón en el que ya se encontraba Santa llenando los calcetines de
regalos. Sin temor ninguno se le abalanzó encima, rodeando apenas
con sus manitas la panza redonda de Santa.
Santa lo miró tiernamente con sus mejillas rosadas y con una
mueca sonriente que marcaba sus hoyuelos le preguntó. – “¿Qué
haces todavía despierto, no sabes que hasta mañana no puedes ver
tus regalos?”
A lo que Carlitos le contestó firmemente. – “Santa te he estado
esperando toda la noche porque quiero pedirte un regalo especial
en esta Navidad. Quiero que me lleves contigo en tu trineo y me
dejes ayudarte a repartir la alegría y los regalos a los niños”.
Santa lo pensó durante unos segundos y viendo que el niño
esperaba impacientemente una respuesta le contestó. – “Pues
sabes que, esta noche vas a hacer mi copiloto, te has portado muy
bien este año así que te lo mereces”.
Subieron sin más al trineo lleno de juguetes que estaba aparcado
en el techo y volaron por los cielos más rápido que un viento
huracanado. Durante el camino Santa silbaba, reía y llamaba a sus
renos por sus nombres ¡Corran Trueno y Cometa! ¡Más rápido
Saltarín! ¡Vamos Centella! ¡Apúrense que los niños esperan! Y casi
en un parpadear Carlitos y Santa visitaron todos los hogares de la
ciudad, dejando los regalos de cada niño.
A la mañana siguiente Carlitos se levantó de su cama y recordó
cada detalle de la increíble noche que había pasado. Sin saber si
aquello había sido un sueño o realmente había ocurrido, bajó
corriendo las escaleras y encontró sus regalos. De algo sí estaba
seguro, y es que Santa había estado allí.