Fallo Completo de La Cámara de Apelaciones Por El Caso Jonatán Herrera

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Poder Judlcilll

ACUERDO: En la ciudad de Rosario, provincIa de

Santa Fe, a los 4Q, dias del mes de Octubre de 2022, se reúnen en Acuerdo los

Señores Jueces del Tribunal de Apelación Oral, con la integración para el caso de las

Dras. Carolina Hernández (quien preside); Dr. José Luis Mascali y Dra. Gabriela

Sansó, a fin de dictar sentencia definitiva en el legajo judicial CUIJ N° 21-

06168991-2, seguido a ROSALES, RAMIRO RAFAEL, argentino, nacido en

Santa Fe, el 23 de Marzo de 1990, titular del D.N.!. Nro. 35.458.430, con

instrucción secundaria completa, por la presunta comisión del delito de

HOMICIDIO CULPOSO AGRA VADO POR EL USO DE ARMA DE FUEGO

EN CARÁCTER DE AUTOR, por apelación del Fallo N' 1252 de fecha 24 de

Abril de 2017 dictada por el Tribunal de Juicio del Colegio de Jueces de Primera

Instancia de Rosario integrado por los Dres. Juan Carlos Curto, Rodolfo Zvala y

Juan José Alarcón, que lo condena a la pena de 6 (seis) años y 6 (seis) meses de

prisión, e inhabilitación por 8 (ocho) años y 6 (seis) meses para realizar tareas o
/
ejercer profesiones que impliquen la tenencia y/o portación de armas de fuego,

accesorias legales y costas por encontrarlo autor penalmente responsable del delito

de Homicidio Culposo agravado por el Uso de Armas de Fuego (articulos 12, 29,

inciso 3°, 40, 41, 45 Y 84 en relación al 41 bis, todos del Código Penal Argentino y

331, ssgtes. y ccdtes. y 448 del Código Procesal Penal de la Provincia de Santa Fe),

todo ello según constancias relativas al Legajo Judicial cun N° 21-06168991-2, del

registro de la Oficina de Gestión Judicial de Rosario.

Que este pronunciamiento obedece al reenvío que

efectuara la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe por Acuerdos AyS T. 305 P.

127/156, T. 305 P. 157/170 Y T. 305 P.171/181, todos del 23/03/2021, luego de


haber:, anulado el Acuerdo del Colegio de Jueces de 2da. Instancia N' 739 del

05/1012017, mediante el cual se confirmara dicha decisión, habiendo ordenado

nuestro máximo Tribunal el dictado de una nueva sentencia.

RESULTANDO: 1) Comienza su exposición el Dr.

Adrian Spelta, Fiscal del Ministerio Público de la Acusación haciendo un relato de

los hechos y de las diferentes resoluciones que se dictaron en el presente proceso.

Detalla que el Máximo Tribunal Provincial ya determinó que no estamos frente a un

caso de culpa sino de dolo, y que lo que este Tribunal debe resolver en qué tipo de

dolo encaja la conducta de Rosales.

Toma la palabra el Sr. Fiscal Dr. Miguel Moreno,

entendiendo que de ninguna manera la conducta de Rosales puede ser subsumida en

un accionar culposo como entiende el Tribunal de 10 Instancia. Detalla que todos los

deberes incumplidos por Rosales y de los que dan cuenta ambas sentencias apuntan
,,
a un accionar doloso, pero que de manera inexplicable terminan considerando que se

trata de uno culposo, siendo totalmente contradictorios y arbitrarioslos fundamentos

de ambos tribunales y que por ello la Corte resuelve anular.

Entiende que un disparo imprudente puede dar lugar a un

accionar culposo, pero once disparos llevan a concluir que claramente hubo dolo.

Expresa que los compañeros de Rosales detallan que lo ven bajar del colectivo

emp~ñando el arma, quiere decir que ya tenía un panorama de lo que estaba

ocurriendo, no es que se bajó del colectivo y sorpresivamente se encuentra con una

escena en desarrollo. Agrega que debe sumarse a esta situación que es el mismo

Vespucio quien pone en conocimiento que él escucha los disparos contra Jonatan

Herrera. Da cuenta de diferentes escenarios donde puede plantearse un caso de

negligencia policial al momento de utilizar el arma reglamentaria pero que hasta en


Poder Judicial

el peor de esos casos no se compara con el accionar de Rosales, que se dio un día

domingo en horas de la tarde, con buena visión en una zona muy poblada.

Tampoco entiende que se da un caso de homicidio

culposo por error en el golpe, ya que según la ubicación de Vespucio, Herrera y el

automóvil de este último es imposible que desde la posición de Rosales, intentando

disparar a Vespucio hubiese quedado el auto lleno de impactos de bala, siendo que

nada de ello ocurrió.

Considera que el dolo de Rosales fue un dolo directo de

provocar la muerte de Herrera ya que los manuales de actuación policial dan cuenta

que en caso de querer accionar el anna reglamentaria contra una persona que

considera que está en flagrancia o cometiendo un delito, debe efectuarse como

máximo y siempre dependiendo de las circunstancias, dos disparos, pero en este

caso Rosales realizó once, pero que incluso el momento en cual éstos son realizados

es cuando ya Vespucio no se estaba escapando de la Policía, no representándose

ningún tipo de peligro por parte de éste.

Entiende que por los argumentos que da la Corte

Suprema de Justicia de Santa Fe, a los que hace suyos y los expuestos en su

momento en el escrito de apelación y en la primera audiencia de Cámara celebrada,

peticiona la revocación del fallo puesto en crisis y la condena por homicidio

calificado por uso de arma de fuego y por abuso funcional en su calidad de

funcionario policial previsto en el arto 80 inc. 9° del CP y se 10 condene a la pena de

prisión perpetua, accesorias legales y costas del proceso. Subsidiariamente solicita

que en caso de que este Tribunal entienda que la conducta de Rosales fue desplegada

en cuanto a un error en la persona, colocándonos fuera del abuso funcional, solicita

se lo condene a la pena de veinticinco años de prisión, accesorias legales y costas


por el delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego.

II) Corrido el correspondiente traslado a una de las

querellas, a cargo del Dr. Santiago Bercciartúa, expresa agravios en representación

de la madre de la víctima, Sra. Ma. Helena Herrera, adhiriendo a lo expresado por

los representantes del Ministerio Público de la Acusación.

Agrega que la Resolución de la Corte determina el

marco que tiene este Tribunal para resolver, que se reduce al tipo de dolo del

accionar de Rosales. Considera que entrar a debatir si se trata de dolo o culpa es irse

más allá de lo resuelto por la Corte Suprema y que estaríamos violando las

disposiciones en las cuales se determinó el reenvío por dicho Tribunal. Resalta la

obligatoriedad del reenvío, citando jurisprudencia que avalan su tesitura.

Toma el voto del Dr. Erbelta y realiza un desglose del

mismo, detallando que el fallo de Cámara es anulado no por falta de fundamentación

sino que la fundamentación es arbitraria, dogmática y por tanto no es una derivación

razonada del derecho vigente.

Trae a colación el fallo de primera instancia en cuanto al

obrar de Rosales antes de que disparara contra Herrera, detallando que no sólo puso

en riesgo la vida de las personas que estaban en la calle sino la de los pasajeros del

colectivo en el cual se trasladaba, dando la voz de alto al colectivo y que los propios

compañeros son el reflejo de su pésimo accionar, muy lejos de ser negligente, y que

ellos mismos dan cuenta de que se podía ver como Vespucio ya estaba siendo

perseguido por dos móviles del CRE, no habiendo razón alguna para actuar de la

manera que lo hizo. Entiende que habiendo tenido todas las herramientas y los

conocimientos a su disposición para actuar de otra manera, optó por no utilizarla y

actuar de manera en que lo hizo causando la muerte del Sr. Herrera.


Poder Judicial

Explica el Sr. Querellante que el voto del Dr. Erbetta va

más allá y analiza la conducta debida por Rosales al ser funcionario policial, y el

abismo que existe entre la conducta debida y la realizada por Rosales, da la pauta de

que se genera esta situación de peligrosidad y su aceptación.

Considera el Dr. Bereciartúa que Rosales actuó bajo un

dolo directo y el accionar fue claramente dirigido hacia Jonatan Herrera con los

fines de provocarle la muerte.

Entiende que existen pruebas objetivas y que de acuerdo

a una valoración integral y completa de las mismas llevan a considerar el dolo en

cuanto al accionar de Rosales, en especial en orden a los once disparos realizados

luego de que Vespucio fuera reducido, ubicado donde no podía verlo ya caído y por

eso se entiende que fueron hacia Jonatan Herrera.

La querella entiende que Vespucio en ese momento se

encontraba reducido en Pasaje Villar, según los propios integrantes del Comando

Radioeléctrico que se encargaron de detenerlo. Estos testigos fueron Hurres y

Galindo, quienes además dicen que los disparos de las PA T fueron cuando ya se

había capturado y herido a Verspusio.

Rubertelli y Rodriguez declararou que de acuerdo a la

ubicación es imposible que los agentes de las PAT hayan disparado a Vespucio

porque directamente no lo podían ver. Otros testimonios como familiares y amigos

de la víctima ratifican estos dichos.

Trae a colación que todos estos testimonios son

contestes con las prucbas objetivas como fotografias y vídeos del lugar del hecho.

Refiere que Leandro y Fcderico Herrera declaran que Brian Vcspucio ya se había

caído y había sido herido en la puerta de la casa de los Herrera. Que estos dos
ingresan junto con Coronel a dicha vivienda ni bien cae el primero, y quc fue muy

claro este último cuando refiere que una vez dentro de la casa sintió impactos sobre

la pared.

Agrega que Ana Femández relata que una vez ya

detenido Vespueio se bajan agentes de policía de un eoleetivo por Ayaeueho y

comienzan a disparar como veinte disparos, siendo esta cantidad corroborada por

prueba objetiva en la eausa. Detalla que es también el propio Vespueio que refiere

que una vez ya en el suelo aprehendido escucha disparos.

Subsidiariamente: entiende que el accionar de Rosales

puede ser subsumido en la figura del dolo eventual ya que el fallo de la Corte puede

ser interpretado en este sentido.

En cuanto a los dos elementos necesarios para que se

configure el dolo eventual, el primero de ellos el reconocimiento como posible de la

realización del tipo penal homieida, que se da por eumplidos habiendo reali7.ado

once disparos contra la humanidad de Herrera, nadie puede disparar un anna 9mm

en once oportunidades y no figurarse el posible desenlace muerte.

Sólicita se condene a Rosales por homicidio agravado

por abuso de función o cargo y miembro de las fuerzas de seguridad, adhiriendo a la

FiseaJia en lo que respeeta a los fundamentos del art. 80 ine. 9' del CP, y

subsidiariamente, se lo condene a homicidio simple con dolo eventual agravado por

el uso de anna de fuego a la pena de veinticinco años de prisión, accesorias legales y

costas del proceso, haciendo las reservas constitucionales del caso.

IJI) A su tumo, el Sr. Querellante Dr. Feldman en

representación de la Sra. Gcissler Sabrina, madre del hijo de la víctima, pasa a

expresar los agravios propios contra la sentencia cuestionada.


21.')

Poder Judicial

En primer lugar hace suyos los argumentos expuestos

por los representantes del Ministerio Público de la Acusación, haciendo un raconto

de los hechosl tanto en primera como en segunda instancia, y lo resuelto finalmente

por la Corte Suprema ProvinciaL

Considera que existe un dolo que es directo y que la

pena no puede ser otra que la prisión perpetua en función del arto 80 inc. 9 del CP.

Cita el voto del Dr. Erbetta y entiende que el Ministro

hace una excelente valoración de la falta del sentido común que hace el anterior

Tribunal de apelación ya que funda una responsabilidad dolosa pero terminan

condenando por mayoría a Rosales por un homicidio culposo. Considera que el Dr.

Erhetta siempre hace referencia al dolo directo, en función del carácter de personal

policial que poseía Rosales, y que se encontraba con todos sus compañeros, también

armados, por lo que es imposible que haya temido por su integridad fisica o de

alguno de ellos, en una situación ya controlada.

Toma un fragmento del voto del Dr. Beltramone en

cuanto a la voz de alto que omite dar Rosales, considerando que era su obligación y

en cómo 10 habían preparado para que actúe en estas circunstancias, pero aún así

omitió todo deber funcional al que estaba obligado a cumplir y disparó once veces

contra una persona inocente.

Solicita se revoque la sentencia de primera de instancia y

se condene al Sr. Ramiro Rafael Rosales a la pena de prisión perpetua, accesorias

legales y costas en [unción del arto 80 del Código Penal, y subsidiariamente, y en

caso de que el Tribunal tome la postura de que el homicidio fue cometido con dolo

eventual, solicita se lo condene a la pena de veinticinco años de prisión, accesorias

legales, inhabilitación por el mismo plazo y costas del proceso, haciendo reservas
constitucionales del caso.

IV) Toma la palabra el Dr. Mariano Bufrarini, por la

defensa pública del Sr. Rosales! y como cucstión prcvia! hacc las rcservas

constitucionales del caso por el rechazo del pedido de reproducir la pericia del perito

Brachetta! que le fue notificado por correo electrónico.

Además deja aclarado que se encuentra en trámite una

queja en la Corte Federal ante el rechazo del recurso extraordinario federal

planteado en la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe, dejando expresa constancia

que la presencia en esta audiencia de apelación no significa la renuncia tácita a dicho

recurso aún vigente y en trámite.

Adentrándose a la contestación de los agravios, solicita

se rechacen los agravios de la Fiscalía y de las querellas.

En cuanto al rallo de la Corte, entiende que, a diferencia

de lo dicho por el Dr. Bereeiartúa, el mismo no obliga a este Tribunal a resolver de

una manera determinada, ya que la ley 7055 determina que la Corte puede abrir el

recurso y revocar una sentencia en función a tres incisos difercntes! en los casos del

primero y el segundo, el arto 12 detennina que si se revoca se reenvía el caso para

que se resuelva en función de la doctrina constitucional aceptada. Sin embargo en

este caso entiende que tanto los recursos de la querella y la fiscalía como finalmente

el fallo del máximo tribunal provincial se resuelve en función del ine. 3° de la ley

7055 y ahí la ley determina que la Corte debe detallar los vicios por los cuales

dcscalifica el fallo del Tribunal de segunda instancia y reenvía para resolver ese

vicio descalificante, y aquí csc terecr inciso cn función de la letra del arto 12, a

diferencia de lo que dice respecto del primer y segundo inciso, anula la sentencia y

reenvía para que sc dicte una nueva sentencia, para resolver atacando el vicio
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jurisdiccional, entendiendo que en este caso el vicio que pudo observar la Corte en

una sentencia claramente dividida, es la falta de fundamentación. Hace un detalle de

las diferentes instancias procesales, dando cuenta que contando este Tribunal son

nueve los jueces que intervinieron. El tribunal colegiado de primera instancia

entendió que se trató de un homicidio culposo, en segunda instancia otras dos juezas

más siguieron dicha línea argumentativa. Detalla que la Corte no valora prueba, sino

que la Corte entiende que lo resuelto por las Dras. Alonso y Depetris está mal

fundamentado, incurriendo en arbitrariedad y falta de fundamentación. Asevera que

la crítica no es a la valoración probatoria porque la Corte no es un tribunal que

pueda llevar adelante dicho proceso, y que de ser así habría un problema que tanto

nuestro máximo Tribunal provincial como nacional intentó resolver a través de la

apelación horizontaL Por ello critica que este nuevo Tribunal de segunda instancia

no pueda valorar con los mismos elementos u otros distintos un fallo mucho más

fundado o por 10 menos no dogmático o autocontradictorio y que sea válido.

Considera que el problema radica en cómo se interpreta

el fallo del máximo tribunal local, ya que si su pronunciamiento indica que el

accionar de su defendido es doloso, y este Tribunal no tiene otra opción que resolver

de esa manera, se puede correr el riesgo con el que la Corte Nacional pero antes la

crDH pretendió resolver la cuestión del doble conforme, ya que en este caso si se

interpreta de esta manera se estaría violando el mismo.

Entiende que el doble conforme, respecto a la teoría del

Fallo Mohamed y luego, a nivel nacional, con Duarte, Chambla, Colman y a nivel

santafesino Scalcione, refiere a que un tribunal de igual jerarquía puede resolver

cuando hay una agravación a la situación del imputado y que en este caso si la Corte

establece que lo realizado por Rosales recae en la figura del dolo no hay posibilidad
de tener una apelación horizontal contra la Corte y lo que se resuelva tanto ahora

como en apelación horizontal terminaría siendo lo que la Corte refiere, que es doloso

y la defensa de Rosales no tendría sentido alguno.

Entiende que aquí el debate es amplio, porque smo

caería únicamente en determinar si a Rosales se 10 condena a veinticinco años o a

perpetua y esto violaría la garantía constitucional del doble conforme.

Adentrándose en los hechos, entiende que en este caso la

mirada que hay que hacer debe ser realista y concreta, en la cual el estrado judicial

tiene que bajar a ver y entender quiénes son los actores que participaron de este

suceso.

y entiende que ello ocurre cuando se da por sentado que

Rosales por el hecho de revestir entidad policial tenía manejo de las armas y una

capacitación sobre el uso de la misma, cuando se demostró y no se controvirtió la

escasez de conocimiento, capacitación y práctica en el uso de la fuerza. Detalla que

la creación del grupo de las PAT fue una gran creación teórica dc lo que buscaba el

gobierno, pero que en la realidad estos chicos ingresaron a la escuela penitenciaria

con veinte años, estuvieron seis meses, porque en realidad les dijeron que la carrera

policial duraba dos años yeso era para recibirse en técnico superior en seguridad, y

a los seis meses con una formación absolutamente deficiente donde quedó probado

en el juicio que sólo realizaron tres prácticas de tiro, les dieron un uniforme, un arma

y los mandaron a la calle.

Considera que el aCClOnar de Rosales fue claramente

culposo por dos cuestiones, una quizás no tan técnica y otra en función de la prueba

producida en el debate.

La lógica y el sentido común que utilizaron cinco jueces


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detallan que un chico que vino de la localidad de Santa Fe, sin carrera alguna, ese

día de franco, arriba de un colectivo yendo a la terminal de ómnibus para ir a visitar

a su familia, ven una persecución policial y como un patrullero cruza sobre el

cantero de Bv. Segui, una persona que viene corriendo disparándole a la policía, y se

bajan a colaborar, cosa de la que no hay duda, aún con el máximo grado de

negligencia, estamos lejos de que Rosales haya querido matar a Jonatan Herrera.

Considera que bajo ninguna lógica o sentido común

podemos estar frente a un dolo directo. Pero que incluso con el dolo eventual,

sabiendo que no existen parámetros determinados para poder configurarlo, tampoco

hay posibilidades de poder tenerlo por configurado. Entiende que no hay duda que

se baja a colaborar con el CRE para que Vespucio fuera detenido, pero que en los

términos del dolo eventual Rosales no pudo haberse bajado del transporte, haber

visto el procedimiento y decidir dispararle a Herrera y si termina con su vida darle lo

mismo, en función de lo relatado por las querellas y la fiscalía, el autor se representa

que puede matar a alguien y sigue adelante con su accionar total asume como

probable las consecuencias.

Adentrándose a la valoración probatoria, el Dr. Buffarini

destaca lo que cinco jueces concluyeron, que todo ocurre en una única secuencia de

44 segundos, por lo que losplanteos de la querella y del MPA en cuanto a que

Rosales dispara una vez que Vespucio ya había sido reducido no pueden ser tenidos

en cuenta porque la fracción de segundos no puede ser evaluada de manera estanca.

y entiende que esto se refleja viendo el video del domo, se ve cómo Rosales se baja

del colectivo cuando Vespucio aún estaba corriendo y su intención era colaborar con

su detención.

Todo esto se encuentra corroborado por los testimonios


de Visgarra, Martinez, Rubertelli, Rodriguez y Jazmín, entre otros. Este último,

también integrante de las PAT, se baja por la puerta trasera a colaborar con el

procedimiento~ y no sólo se pone en la línea de fuego de tal manera que recibe un

disparo en la piema~ sino que además se le traba el anna~ no efectuando disparo

alguno, dando euenla ello de la falla de enlrenamiento. Además este testigo relata

que ve a dos civile~ -haciendo referencia a Vespueio y a Herrera- refiriendo que

primero,cae Vespucio y después lo ve caer a Herrera, dando fundamentos a la teoría

de la defensa de que se tratade una única secuencia.

Detalla que al principio de la invesligaeión Rosales es un

testigo de los hechos y relata que deciden sumarse a la persecución de Vespucio,

pide al colectivero que frene, se baja por la parte delantera del colectivo, ve como

Vespueio le apunta y él le comienza a disparar. Que esta declaración la sostuvo en

todo el proceso, incluso una vez ya en carácter de imputado. Detalla que

lamentablemente Jonalan Herrera queda en la linea de fuego, pero no sólo de

Rosales, sino también de todas las PA T Y del CRE, porque el deceso de Herrera se

produce por un disparo en la cabeza el cual provino de un arma del CRE. Detalla

que la querella y el MPA nada dicen pero el testimonio de Vespueio eonfinna esta

secuencia y así lo toman el tribunal de primera como el de segunda instancia, ya que

cuenta cómo ve a un policia que se asoma por la parte delantera del colectivo, éste le

apunta y se vuelve a esconder detrás del mismo, ratificando que todo ocurre en un

mismo momento y que cuando Rosales aparece en escena la persecución aún estaba

dándose.

En cuanto a los once disparos~ el mIsmo es una

conclusión que se da en función de indicios, no están las pruebas que así lo

determinen pero el Dr. Curto arriba a la conclusión de que si el arma carga quince
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vamas, le habían quedado cuatro en el cargador, entonces Rosales dispara once

veces pero lo que no está probado es que Rosales haya disparado once veces contra

Jonatan Herrera, no hay ninguna prueba de que la dirección de los mismos sean

contra este último, solamente hay un disparo en su pierna que es de Rosales, pero

ello no implica que los restantes diez, si es que los hubo, hayan sido de manera

directa contra la víctima. Agrega que de así considerarlo el auto que se encontraba

en la línea de fuego entre Rosales y Herrera tendría que tener al menos un impacto

de bala y éste no registra ninguno.

Asevera el letrado que sumado a este dato objetivo de la

realidad no tenemos la ubicación precisa de Rosales, y que mal puede sostenerse

-como lo hace la Fiscalía en [unción de su testigo y perito Speranza- que como se

encontró una vaina de Rosales en el suelo, desde allí se realizaron los supuestos

once disparos. Entiende que los puntos de la Fiscalía y querella para presuponer el

dolo eventual se basan en once disparos, arma 9mm y hora del día, pero que aquí

esos tres elementos no son datos objetivos que ameriten considerar el dolo eventual

ya que el que comete un delito de culpa con representación también dispara once

veces con un arma 9mm y también en ese mismo horario pero dispara creyendo que

lo puede evitar.

Considera que a esto debe sumarse la falta absoluta de

profesionalismo y de capacitación policial de Rosales, hacía ocho días que estaba en

funciones el equipo de las PAT, habían hecho solamente dos guardias, venían de una

de cuatro días y estaban yendo a la terminal de ómnibus para volverse a sus

localidades de residencia. Entiende que es mucho más lógico arribar a lo

anteriormente dicho en un contexto de gravísimo error de interpretación de la

situación por la que estaban pasando los policías en ese momento, que no hay duda
que esto existía, había una situación que meritaba actuar, más allá de cómo actuó

cada uno. Entiende que no se puede poner a valorar su actuación como si fueran

policías con veinticinco aftos de experiencia y con una formación de más de dos

aftos como es la de cadete policial, siendo mucho más alto en nivel de cxigibilidad, y

obviamente a mayor nivel de exigibilidad, mayores posibilidades de presumir ese

dolo eventual, pero en este caso concreto el nivel de exigibilidad es mucho menor y

por lo tanto la presunción del dolo eventual es prácticamente nula, que es lo que

pudieron observar y valorar cinco de seis jueces que estuvieron ylo observaron el

debate.

En cuanto a la agravante, entiende a diferencia de lo

expuesto por el Dr. Feldman, que del voto de la Corte de la mayoria no hay nada

eonereto respecto al dolo directo y la aplieación de la agravante del arto 80 inc. 9 del

el'. Considera que la agravante en este caso no se aplica por varias razones, la

primera de ella y a más de que suene contradictorio con el planteo de las partes, es

que la agravante sólo puede llevarse a cabo con dolo directo y no con dolo eventual.

Entiende que esta agravante exige un doble dolo, el de matar y el de aprovecharse de

su función o cargo.

Agrega el Dr. BufTarini que trae una teoría que fue

desarrollada en sus alegatos de clausura y que varios jueces la tomaron que es el

error de justificación. Detalla que en estos casos el autor del hecho sea por torpeza,

negligencia o entorpecimiento cree que actúa bajo una causal de justificación pero

objetivamente eso no se produce, y esa situación es resuelta dc muchas maneras

según el autor que se trate, lo que es vcrdad es que el Código Penal argentino no da

una respuesta, aunque gran parte de la doctrina como Donna, Righi, entre otros, cree

que la respuesta para los errores justificantes hay que buscarla en el arto 35 del
(/33

Poder Judicial

Código Penal, porque lo que dicen estos autores es que si bien es típico y hay

disvalor de acción porque las partes dicen que es doloso, a nivel de la antijuridicidad

no hay disvalor'de acción porque Rosales quiere bajar a colaborar, no quiere matar a

nadie, creyendo que está en el cumplimiento de su deber, y esta falta de disvalor en

la antijuridicidad es lo que neutraliza el disvalor en el tipo y esto es lo que hace que

en el injusto doloso del homicidio como quieren. pretender la querella y el MP A no

hay un injusto doloso completo doloso ya que falta el elemento subjetivo de las

causas de justificación. Hay algunos que resuelven estos casos diciendo que

igualmente es doloso porque elimina los elementos subjetivos de la causa de

justificación, por ejemplo Zaffaroni, pero este lo que hace es interpretar el Código

Penal pero no da respuesta y hay un montón de otros autores, Roxin, Luzon Peña,

Rafecas, Córdoba, que entienden que este caso debe resolverse como un delito

culposo. El Sr. Defensor toma la teoría limitada de la culpabilidad y que la misma

refiere que los errores vencibles pueden resolverse a través de una salida legal que es

la única que da el código en el art 35, que regula los excesos en la causa de

justificación. Concluye este punto refiriendo que para la defensa siempre se trató de

un delito culposo pero que este tipo de teoría puede determinar que el delito sea

doloso finalizando -como afirman las contrapartes en este caso-, en función del arto

35, que la pena aplicable sea la del delito culposo.

Subsiqiariamente, y respecto del pedido de pena

realizado, el mismo considera que es infundado, ya que no desarrollan -en función

de 10 solicitado por el art. 40 y 41- las razones por las cuales solicitan veinticinco

años de prisión, considera que no debe hacerse lugar.

Por todo ello solicita se rechacen los agravlOs de la

Fiscalía y las partes querellantes y se confirme el fallo de primera instancia de


acuerdo a como fue condenado Ramiro Rosales en el mismo, haciendo las reservas

constitucionales del caso.

V) Toma la palabra el Dr. Spelta, ejerciendo su derecho

a réplica, detallando que pensar que' este nuevo Tribunal de apelación estaría

obligado por la Corte a seguir un criterio es subestimar el fallo de la Corte, la cual

sentó su criterio, como lo hicieron los anteriores tribunales.

Entiende que la ubicación de dónde realiza los disparos

es la que se probó en juicio y que el auto no posee impactos de bala porque no

estaba en esa dirección, sino que Herrerase fue a resguardaratrás de un árbol donde

eae por las heridas que recibe.

Considera que más allá del análisis de las (eorÍas (raidas

por la defensa, la realidad es que Rosales disparó su anna de fuego y asumió el

resultado que ello implicaba que era poder no sólo herir sino provocar la muerte de

una persona como finalmente ocurrió y sin embargo siguió actuando de dicha

manera. Considera que si los policias no hubiesen tenido la capacitación respectiva

no les hubiesen dado el arma.

En cuanto al error de probibición, entiende y como él, la

mayoría de la doctrina. que no estamos hablando de un civil, sino de un agente

policial y que ese error podría impactar en la culpabilidad, en el reproche y por eso

al analizarlo piden veinticinco años y no treinta y tres.

Seguidamente el Dr. Moreno refiere que en cuanto a la

similitud de los testimonios de Rosales, como testigo y como imputado, el mismo

Tribunal de primera instancia da cuenta de la mendacidad de su discurso, por lo que

lejos estamos de un mismo relato homogéneo.

y en cuanto a los once disparos dirigidos hacia Herrera,


Poder Judicial

entiende que no hay pruebas tampoco de que los mismos fueron dirigidos hacia

Vespucio.

Reitera su pedido y hace las reservas constitucionales del

caso.

VI) Toma la palabra el Dr. Fcldman y replica que este

Tribunal puede apartarse, de lo resuelto por la Corte Suprema, siempre y cuando dé

sus razones de por qué lo hace.

En cuanto al dolo eventual y la culpa con representación,

detalla el letrado que en nuestra jurisprudencia local, sobre todo en casos de

siniestros viales, ha habido condenas trocando el instituto de la culpa con

representación al dolo eventual, basado en la idea y la construcción en quc el

vehículo que participa del siniestro se transforma en un arma, entonces desde allí

estamos ante una situación de dolo eventual. Por 10 que si un automóvil puede ser

considerado un arma, con mucho más razón un arma tiene que ser considerada un

arma.

Considera que sí está probado que disparó once veces

porque Rosales tenía el arma cargada y luego de ocurrido el hecho le faltaban once

vainas, así como se demostró que según las pericias Jonatan Herrera no estaba

lavando el auto al momento de los disparos sino resguardándose tras un árbol por lo

cual no podría haber impactos de bala en el automóvil.

En cuanto al error de prohibición y la formación policial

de Rosales, en pnmer lugar refiere que la convicción de estar obrando en

cumplimento de un deber no exime que se desarrolle ese cumplimiento del deber

abusando de la función al llevar adelante la acción de cumplimento, entendiendo que

ese cumplimiento del deber que blande la defensa, para Rosales, cra el ultimar al
delincuente, considerando que no hay una incompatibilidad excluyente de

cumplimiento del deber o convicción de que se está cumpliendo con el deber,

excluyendo una modalidad abusiva en el desempeño del accionar que se desarrolla.

En cuanto al pedido de pena, en función de la

calificación legal escogida considera que la pena no puede ser otra que la perpetua,

en cuanto al planteo subsidiario de veinticinco años se basa en una acumulación

jurídica de la calificación legal con las agravantes.

Seguidamente, se efectúa la audiencia de visu al Sr.

Rosales y luego hace uso de la palabra la Sra. Ma. Elena Herrera, madre de la

víctima. Finalizadas las mismas, los jueces pasan a deliberar,

Primera cuestión: ¿Es justa la sentencia apelada?

Segunda cuestión: ¿Qué pronunciamiento

corresponde dictar en definitiva?

Luego de un intercambio de OpInIOneS acerca de los

temas propuestos, de conformidad a la distribución efectuada para llevar a cabo el

estudio de los autos, resultó que la votación debía realizarse en el siguiente orden:

Dra. Carolina Hemández, Dr. José Luis Mascali y Dra. Gabriela Sansó.

A la primera cuestión los Dres. Carolina Hernández v

José Luis Mascali dijeron: 1) En primer lugar corrcsponde mcncionar que

conforme los antecedentes de la eausa este tribunal interviene por el reenvío

ordenado por la CSJSF al resolver los recursos de inconstitucionalidad incoados por

la fiscalía y partes querellantes al establecer: "Declarar procedente el recurso

interpuesto y, en consecuencia, anular el pronunciamiento impugnado en la medida

de lo dispuesto. Remitir los autos al Tribunal subrogante que corresponda para que

juzgue nuevamente la causa conforme las pautas sentadas por esta Corte en el
Poder Judicial

presente decisorio" (AyS. T' 305; Págs. 127/156; 157/170; 171/181 del 23/03121).

El pronunciamiento anulado corresponde al Acuerdo de

Cámara N° 739 del 05 de Octubre del 2017, que revisara el fallo de Primera

Instancia N° 1252 del 24 de Abril 2017.

Así las cosas, y venidos los autos a consideración de esta

Alzada en los términos supra indicados, escuchados los agravios expuestos en

audiencia por los recurrentes, como así también la contestación efectuada por la

defensa y evaluada la prueba rendida, confrontada con el fallo que fuera materia de

impugnación (Fallo N° 1252), se anticipa que asiste razón a los impugnantes, al

menos parcialmente, debiendo ser modificada la calificación legal determinada en el

decisorio materia de revisión y susbumida la conducta de Ramiro Rafael Rosales en

la del homicidio agravado por uso de arma de fuego, arts. 79 y 41 bis del Código

Penal, por haber actuado con dolo eventual.

Cabe expresar, previo a todo, que este tribunal entiende

que no se encuentra limitado en su labor revisora a las consideraciones expuestas

por el Máximo Tribunal de la Provincia a la hora de revocar el anterior Acuerdo de

Cámara, toda vez que, bien expresó la defensa técnica, la nulidad se centra en el

déficit argumentativo del voto de la mayoría, finalmente triunfante, reenviándose

para ser el caso nuevamente juzgado.

Así y desde esa perspectiva es que las partes expusieron

ampliamente sus posturas en la audiencia del recurso, los apelantes plantearon sus

quejas, insistiendo en que la conducta por la que debe responder Rosales es de tipo

dolosa, dolo directo, o eventual en forma subsidiaria, bregando el asistente técnico,

por el contrario, por conservar la figura culposa, o en su caso, de considerarse

dolosa, se adecue la pena a establecer bajo la fórmula del arto 35 CP. frente a lo que
considera incurrió su asistido ante un posible error en los presupuestos objetivos de

las causas de justificación, debiéndose utilizar por ello la escala punitiva más

benigna allí prevista con apoyo en posiciones dogmáticas con las que ilustró su

postura.

2) No se encuentra en discusión la responsabilización de

Ramiro Rosales en estos actuados. Lo que sí es motivo de controversia es de qué

manera debe responder por su conducta desplegada en el procedimiento motivo de

análisis y que concluyera con la lamentable muerte de un joven inocente y ajeno a

todo conflicto, Jonatan Herrera.

Tampoco está discutido cI hecho en si, es decir en cuanto

a la materialidad fáctica, ya que ha quedado comprobado sin margen de duda alguna

que e), día del hecho que nos ocupa, 4 de enero de 2015, siendo aproximadamente las

15:15 hs, en la intersección de calles Ayacueho y Bv. Segui de Rosario, Rosales, por

aquel momento personal policial con desempeño en la Patrulla de Acción Táctica,

desciende del colectivo de linea en el que venia, y dispara su arma de fuego

reglamentaria (volveremos sobre ésto) ingresando un proyectil en el muslo izquierdo

de la víctima; proyecti I que siguió su trayectoria y atravesó su arteria hipogástrica,

siendo la misma mortal, -amén de la otra herida en el cráneo-, como estimó el

Forense Dr. Raúl Rodriguez.

Así las cosas, ponderado el material probatorio, hemos

de coincidir con la reconstrucción que realiza el tribunal A-quo en su fallo, aunque

resulta contradictorio a la postre a la hora dc decidir dado que todas sus

fundamentacioncs convergen hacia el dolo, y no así hacia la culpa y por ello deviene

procedente la revocación de lo decidido.

3) En los presentes se cuenta con prueba pericial


Poder Judicial

aportada por ambas partes, (ya nos pronunciaremos sobre ello), también resulta de

vital importancia las imágenes del domo captadas en vía pública, prueba testimonial,

y hasta la propia declaración del inculpado.

Deteniéndonos sobre esto último, se desprende de su

versión que pudo ob~ervar el procedimiento del Comando, al menos parte del

mismo. Es decir observó desde el colectivo en que se transportaba que una persona

corría, estaba armada, y era perseguida por móviles del Comando. Frente a ello,

decide bajarse, sumándose a un procedimiento -ya iniciado- del que desconoCÍa toda

circunstancia previa y/o concomitante. Del material rendido se extrae que se baja

con determinación, desenfundando su arma y dispuesto a disparar, de hecho lo hace

once veces. Y también se desprende que en esa puntual situación no estaba

autorizado para ello. Veam~s.

Rosales en su defensa material adujo que disparó en el

marco de un enfrentamiento con Vespucio. Lo mismo dijeron otros agentes de las

PAT -vgracia. Rodriguez y Sosa- que mencionaron que reprimieron la agresión que

les hiciera aquél, aunque resultan ajenos a este decisorio.

Así expresó Rosales "me apunta y me dispara y yo

repelo la agresión". Ahora bien, coincidimos con el tribunal apelado, voto del Dr.

Curto, en cuanto dicha versión defensista se encuentra enervada, por ello concluyen

con acierto descartando cualquier causa de justificación en su favor.

Es dable destacar, como con atino hiciera el judicante,

que Rosales en la oportunidad investigada, -no corría peligro su vida ni tampoco la

de terceros-, no estaba autorizado a efectuar ningún tipo de disparo y por ello su

conducta es merecedora de reproche penal. Dicho sea de paso, una conducta

inicialmente injustificada clausura que pueda luego evaluarse un posible exceso en


la misma y de alguna manera estos argumentos comienzan a contestar, al menos en

parte, ciertos planteas que efectuara la defensa técnica en audiencia de Cámara.

Retomando el razonamiento, dijo el sentenciante que el

acusado no conoCÍa lo que estaba pasando, sólo vio junto a sus compañeros un

segmento -el final-, de la persecución a Vespucio por parte del Comando. Ello de

ninguna manera lo autorizaba a pensar que estaba en riesgo o que debían intervenir

efectuando algún disparo. Enfatizamos, vio a Vespucio correr y escuchó junto a sus

compañeros detonaciones de armas de fugo, pero nada lo autorizaba a pensar en un

peligro para sí o para terceros por cuanto venía siendo perseguido por el Comando,

que efectuaba disparos por la ventanilla, tal como declaró el agente Sosa.

A su vez, Rosales, como asimismo los que bajaron junto

con él, no tenían detalles acerca de lo que estaba pasando por cuanto visualizaron

una secuencia repentina, fragmentada y de muy corta duración y careCÍan de toda

info~ación al respecto, como sí la tenían los agente del Comando. Y además no

podían desconocer, 10 que ocurría frente a sus ojos, que Vespucio corría de espaldas,

dato que revelaba una menor peligrosidad del perseguido y potencia la falta de

justificación para proceder como Rosales lo hizo. Así, concluye el judicante, nada

autorizaba al acusado a descender del colectivo, desenfundar el arma y disparar.

La defensa reclama en que se repare en la declaración de

Vespucio y así lo haremos por cuanto tributa al razonamiento que venimos

realizando. En efecto, de la declaración de Rosales como de Vcspucio se desprende

que se apuntaron mutuamente, ya que este último detalla que al momento de estar en

la intersección de Ayacucho y Bv. Segui le aparece un policía de la Estación de

servicio, él le apunta y éste se pone detrás del colectivo, en concordancia con lo

alegado por el imputado y con la posición que se le asigna, por lo que todo hace
Poder Judicial

pensar que de éste se trataba.

y de ello surge que no hay prueba concreta que verifique

el disparo de arma de fuego del perseguido hacia el policía en ese preciso momento,

desde que luego se verá, el revolver de aquel sólo contenía una vaina en el alvéolo, y

tal disparo pudo haber ocurrido en todo el trayecto de la huida, más precisamente

hacia el Comando Radioeléctrico, por lo que es dable concluir que no había

necesidad alguna de disparar su arma reglamentaria en tales condiciones, amén de

que ya estaba a resguardo detrás del colectivo. No ha~ía riesgo para sí y tampoco lo

había para terceras personas, tal como ponderó el A-qua, frente a una persona que

corría de espaldas y móviles del Comando que venían en su persecución.

Tampoco puede fundarse que hubiera habido la

obligación de actuar, es decir cumplir un deber, al disparar su arma. Si se estimara

que Rosales bajó del colectivo a cumplir un deber -de colaboración en el caso-,

como se aduce, las especiales circunstancias apuntadas no lo habilitaban a disparar.

Sí corresponde admitir, como exigió su defensa, que

cuando Rosales dispara, Vespucio no había sido aún reducido por el Comando, lo

que se desprende de la escena mencionada precedentemente; pero -aún aSÍ-, el

cuadro de situación reinante, por lo antedicho, y que no le era ajeno, no lo habilitaba

a disparar las veces que lo hizo.

Párrafo aparte merecen las expresiones volcadas por los

agentes policiales en orden a justificar sus disparos frente a los que les efectuara

Vespucio. Aquí también razona adecuadamente el scntenciante cuando no puede

soslayar que el arma de Vespucio, según dijo, era un revolver calibre 22

(secuestrado y peritado) y dentro del mismo se encontró una sola vaina servida,

descartándose la posibilidad de un eventual cambio de objeto -no olvidemos que la


escena estuvo contaminada- por cuanto de haber sido así en nada mejora lo hallado

la situación del personal policial, más bien la perjudica. Resulta elocuente al

respecto el Magistrado Dr. Curto cuando reflexiona a fs. 33/34 del fallo:

",..Martinez dice que aquél (en alusión a Vespucio) le efectuó dos disparos, lo que

es corroborado por ¡turres, pero este luego nos dice que Vespucio les disparaba

mientras corría, para concluir, tanto ¡turres, Galindo como Maria Rodríguez, que

Vespucio disparó estando ya en el Pje. Villar, A su vez tanto, Rosales, Rodríguez y

Sosa afirman que Vespucio les disparó. Demasiados disparos para una sola bala ...

además que el arma secuestrada a Vespuclo tenga una sola bala disparada no era

la mejor prueba de un "enfrentamiento".

Así las cosas la conducta del aquí acusado aparece

entonces precipitada bajando del colectivo de forma irreflexiva y generadora de

altísimo peligro, frente al lugar en donde acontecía el evento, vía publica, cn pleno

día, con concurrencia de múltiples personas -se observa todo ello en las imágenes y

son elocuentes per se-, y contrastando con la actitud de la mayoría de sus colegas

que frente a idéntico cuadro situacional actuaron de manera diversa, preservando a

terceras personas, y hasta sus propias vidas. Por el contrario, Rosales baja

raudamente con su arma en mano, omite dar la voz de alto, y dispara en varias

ocasiones, once, constituyéndose a sí mismo en un riesgo mayor al existente.

La cantidad de disparos que efectuó, es otro dato que no

pasa desapercibido, y anticipamos que volveríamos sobre ello.

Esto fue probado en juicio, pese a que la defensa lo

cuestiona. Sin embargo sus quejas no logran prosperar. En primer lugar los otros

miembros de las PAT que declararon en el debate fueron interrogados acerca de si el

arma que se les proveyó tenía el cargador completo, a lo cual todos respondieron
Poder Judicilll

afirmativamente. Rosales declaró que disparó cuatro veces, pero el dato no aparece

preciso y luce poco creíble, como ocurriera con otros tramos de la versión que

aporta y que ya hemos analizado, al cotejar las balas intactas que quedaron en el

interior, con la capacidad de carga de su pistola. Esa confrontación permite colegir

que disparó once veces, tal como se afirma en la sentencia objeto de revisión.

Ninguna duda puede siquiera insertarse en este punto pues, amén de aquéllas

declaraciones, todas coincidentes, bien se razona en el fallo que la experiencia y la

lógica indica que los agentes portan su arma reglamentaria con carga completa dado

que siendo su actividad de alto riesgo y peligro, pudiendo depender su vida de una

bala, resultaría insensato que no la llevaran en tales condiciones. Por otro lado de

haber sido distinta la situación debió haber ameritado prueba que confronte lo

antedicho, y no ha sido el caso.

En suma Rosales baja del colectivo, con determinación de

disparar, lo hace once veces, en lugar poblado, altamente transitado, y a plena luz

del día, sin justificación alguna para hacerlo, y sin dar la voz de alto, sumándose a

un procedimiento iniciado del que desconocía toda circunstancia y termina

impactando en el cuerpo de una persona inocente que estaba en el lugar, ajena a todo

conflicto, produciendo su muerte.

4) Dicho ello, en orden a fundar la faceta subjetiva del

tipo penal de homicidio, no puede concluirse más que: bajó con la determinación de

disparar (conocimiento), y las consecuencias producidas deben serie atribuidas a

título de dolo eventual por cuanto en las condiciones en que dispara, el resultado

producido queda abarcado por la conducta exteriorizada.

Sabido es que el dolo no puede ser presumido, sino que

debe ser probado, y en esa faena los jueces no sólo nos valemos de elementos
directos que así lo acrediten, sino que es posible y legalmente legítimo conformar el

decisorio también con pautas indiciarias o indirectas en la medida de que sean

convergentes y unívocas para conformar una conclusión de certeza.

El tribunal A-quo ha dicho que uo ha existido en Rosales

conciencia y voluntad de matar. Sin embargo, estimamos que la apreciación es otra.

En este aspecto no puede soslayarse la dificultad que se

advierte ab initio para introducimos en la psiquis de una persona imputada de un

delito, por lo que la única opción que se presenta es su abordaje desde la sana crítica

racional, de los elementos de prueba reunidos y lo que ellos nos indican al respecto.

El fuero interno del sujeto, tal como dijera este Colegio

de Cámara en el precedente "Sehmitt" CUIJ N° 21-06426122-0 (voto del Dr.

Salvador que confirma nuestro criterio en apelación horizontal) marca la frontera


I,
que el derecho penal no puede atravesar en el tratamiento de lo subjetivo, dejando en

evid~ncia que lo "interno" no puede constituir objeto de intervención penal. Así se

dijo, y adherimos, si la diferencia entre el dolo y la culpa (es decir, si alguien tiene

intención o no del resultado) está determinada sólo en el ámbito de la psiquis del

autor, esto es, los grados de probabilidad del resultado aceptado o no querido por el

sujeto actuante, es evidente que la solución dependerá en definitiva de la

interpretación retrospectiva que el juez realice sobre la mente del autor en el intento

de dilucidar cuáles fueron sus verdaderas intenciones. Por eso las teorías modernas

no interpretan, ni tampoco verifican "la psiquis" del autor, sino más bien es la

propia conducta la que expresa con hechos el sentido que el autor quiso darle a su

conducta.

Es que muy bien sostiene Marina Gascón Abellan, no

obstante reconocer las dificultades probatorias, que aún estos hechos subjetivos e
Poder Judlcbtl

internos deben ser siempre constatados como hechos probados; pero dicho

conocimiento es muy dificil que se de a partir de un conocimiento directo, sino

indirecto por vía de la prueba de otros hechos externos (Conf Gascón Abellán,

Marina, Los hechos en el derecho, págs. 76/ y sigles. Marcial Pons. Madrid.

Barcelona, 1999).

Con ello adquiere relevancia la existencia de

circunstancias objetivas y exteriores verificables -tales como las que fueran ul supra

referidas-, once disparos en plena vía pública con personas en movimiento, que

pretendían resguardarse del riesgo, como ocurriera con Herrera, y sin justificación

alguna para así proceder, conociendo la posible letalidad de su accionar, tanto hacia

quien corría de espaldas, como a quien pudiera encontrarse inocentemente en la vía

pública, tomó la decisión de disparar en once oportunidades, asumiendo ese

resultado en el marco de su conducta, con lo cual el dolo puede reputarse probado;

no ya a partir de una mera presunción. Dista mucho de tratarse de un acto de

negligencia o de conducta temeraria.

Dicho sea de paso se descarta que Herrera haya quedado

en la línea de fuego por cuanto ningún impacto se verificó en el rodado que estaba

lavando al momento de los hechos, y sí se verificó que pretendió ponerse a

resguardo en el árbol donde finalmente fue hallado. Focalizamos e insistimos que no

se trató de una zona descampada, sino de una altamente transitada, a plena luz del

día, que sorprende a ocasionales transeúntes, que tratan de protegerse de los

inesperados disparos que se sucitan.

Todas estas características de tiempo, modo y lugar que

fueran relevadas, conjugadas con los requisitos de conformación del aspecto

subjetivo del tipo penal conducen a considerar que la conducta de Rosales debe
subsumir en la figura del dolo, bajo la forma de dolo eventual, toda vez que resulta

francamente posible considerar que Rosales se haya representado la posibilidad-


I
valga la redundancia- de que su conducta pudiera originar un daño a terceras

personas, y no obstante aún con esa representación, el mismo siguió adelante con su

accionar, disparando no una, sino once veces, despreciando la probable ocurrencia

del mismo, o en todo caso, colocando en un plano del azar la factibilidad de que

ocurra o no.

y ya nos hemos pronunciado al respecto en la carpeta

judicial, CUIJ "Schmitt" que citáramos, donde hemos expresado que no existe dolo

si se confia quc se puede evitar el resultado, sin embargo la apelación al azar no lo

excluye; la seguridad en que se evitará el daño tiene que ser validada con datos

objetivos. No basta el mero deseo de que la afectación no ocurra.

y esto marca la verdadera linea divisoria entre la culpa

con representación y el dolo eventual, "toda vez que si la no ocurrencia del

resultado resulta un aspecto privativo del azar, el autor debe responder a titulo de

dolo ¡eventual-" (Voto del Dr. Salvador en CUIJ N° 21-06426122-0 "Schmitt, Juan

Carlos").

Hoy la doctrina discute la normativización del dolo, y si

son dos sus elementos. Si es necesaria la voluntad o basta el conocimiento. Ya

Feijoo Sanchez ("La distinción entre dolo e imprudencia en los delitos de resultado

lesivo. Sobre la normativizacióo del dolo" CPC N 65, 1998, pp 269 a 364),

. conceptualizaba al dolo como la decisión a pesar de conocer (abarcar

intelectualmente) todas las circunstancias fácticas que van a convertir ese hecho en
I
un hecho típico. De esta forma, en el injusto doloso el autor se decide con

conocimiento del alcance de su decisión por una actuación jurídico penalmcnte


Poder Judicial

relevante. Autores modernos plantean que la línea divisoria entre dolo e imprudencia

la dibuja el aspecto intelectual referido al peligro de producción del resultado lesivo,

aunque va a ser la "decisión" de seguir adelante conociendo aún de esa "eventual"

realización típica la que la doctrina mantiene como requisito ineludible en este

elemento subjetivo.

Rosales, en las condiciones que efectúa los once disparos

obvió cerciorarse previamente de no poner en riesgo la integridad fisica de terceros,

en un escenario dinámico y con personas transitando, debió también evaluar la

necesidad de hacerlo y en tal caso, la dirección y cantidad de disparos, debiendo

haber dado previamente la voz de alto y hasta coordinado su accionar con los demás

efectivos policiales que llegaron al lugar y se encontraban actuando.

y más allá del debate que se ha dado en Alzada y en la

anterior instancia, sobre la exigua formación policial con la que contaba tanto él

como el resto del personal de las PA T actuante, no puede soslayarse que fue

habilitado en el uso de armas, y como personal policial y que ante idéntico cuadro de

situación el resto de sus compañeros, la mayoría de todo el grupo que el acusado

conformaba, quedó a bordo del colectivo sin emprender semejante conducta

desaprensiva.

Esta pauta comparativa también abona el decisorio en el

sentido expresado, nótese vgracia. que Franco Quintana, también personal de las

PAT declaró ante la situación que estaba visualizando que "no correspondía sacar el

arma", y que luego de bajar del colectivo se resguardó atrás de un auto, aclarando

que un instructor le enseñó a "no desenfundar sin razón ", adicionando que todavía

está cursando la carrera de Policia .on-line; a más que no se encuentra probado que

Vespucio haya disparado el arma contra Rosales.


y no es que el personal policial no se encuentre

habilitado a repeler una agresión armada, sino que dicho accionar sólo se justifica

frente a riesgo inminente para sí o para terceros.

Así los Principios Básicos sobre el empleo de la fuerza y

de armas de fuego por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley

(aprobados por la Asamblea General de [as Naciones Unidas el 18 de diciembre de

1990)., que en su artÍCulo 9° reza lo siguiente: "...Los funcionarios encargados de

hacer cumplir la ley no emplearán armas de fuego contra las personas, salvo en

defensa propio o de otras personas, en caso de peligro inminente de muerte o

lesiones graves, o con el propósito de evitar la comisión de un delito

particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida, o con el objeto

de detener a una persona que representare ese peligro y oponga resistencia a su

autoridad o para impedir su fuga y sólo en caso de que resulten insuficientes

medidas menos extremas para lograr dichos objetivos. En cualquier caso, solo se

podrá hacer uso intencional de armas letales cuando estrictamente sea inevitable

para proteger la vida ... /1 y el artículo décimo señala: ",..que los funcionarios

encargados de hacer cumplir la ley se identificarán corno tales y darán una clara

advertencia de su intención de utilizar armas de fuego con tiempo suficiente para

que se tome en cuenta, salvo que al dar esta advertencia se pusiera indebidamente

en peligro a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, se creara un

riesgo de muerte o daños graves a otras personas oo.". Por su parte el arto 43 inc d

de la ley provincial de Personal Policial N° 12.521, contempla en concordancia con

lo anterior que constituirá falta grave "Utilizar o blandir el arma de fuego provista o

que utiliza para el servicio en situaciones que no correspondan por razones de

seguridad para la integridad de las personas, proporcionalidad de los medios


Poder Judicial

empleados en los hechos y con agotamiento de las medidas preventivas que

establezcan los reglamentos policiales para las intervenciones en el servicio

policial".

La defensa insiste en que su asistido bajó a colaborar y

esto hace referencia al cumplimiento del deber, así concluye que actuó en un marco

global de incompetencia, negligencia y falta de comprensión de la situación, falta de

capacitación, desconocimiento de los problemas de una ciudad que le era ajena. todo

lo cual es -a su criterio- incompatible con la representación necesaria en la tcoria del

dolo eventual de causar la muerte de un inocente.

En ese entcndienmiento postula que hubo un grave error

de interpretación de la situación por la que estaban pasando los policías, arguyendo

por ello que es menor el nivel de exigibilidad que permita inferir el dolo eventual.

Allí en el íter del deber, la defensa lo compatibiliza con la mirada que en forma

realista debe tenerse en el caso concreto "desmarcándose" de las imposiciones

normativas, tanto administrativas, legales como convencionales, planteando que son

afirmaciones dogmáticas que no puede construir esta clase de dolo en el caso

concreto.

Pues bien, los Jueces debemos ser realistas: once

disparos.

Estas no constituyen apreCIaCIOneS dogmáticas

realizadas ex post, y en la tranquilidad de un estrado judicial, sino de un innegable

sentido común y lógica en que debe apreciarse la prueba.

Recuérdese que se dijo: "la situación era caótica ...era

un desmadre todo ", como expresó un testigo ocasional Lucas Leonel Monblanck,

adicionando que escuchó 10 ó 12 detonaciones en el lapso de 10 segundos, que en el


lugar estaba todo el mundo caminado por todos lados; Walter Martini, playero de la

Estación de Servicio, indicó "fue una ráfaga de muchos disparos"; Gastón Díaz,

otro playero, aludió "se escucharon varios disparos" y el propio Rosales indicó que

volaban disparos por todos lados. Es innegable que se suscitó una especie de "lluvia

de bal~s", habiendo disparado el Comando unos 33 tiros como indica la sentencia, y


,

en es~s condiciones no hubo mayores consecuencias que las lamentablemente ya


,
ocasj~nadas, producto del azar.

En síntesis, puede concluirse que " ...cuando de los

heeho$ objetivamente verificables y corroborados por la realidad existe una

probabilidad de inferir una actitud subjetiva que se corresponda con esa realidad,

el derecho se do por satisfecho ... " (Acuerdo N° 209 del 28/05/2008 de la Sala IV de

la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Rosario, in re "Correa Nuñez sI

admirtistración fraudulenta").

Debe tenerse presente que la actividad policial rcsulta

una profesión reglada, estando gobernada por normativa específica como hemos

tenido oportunidad de pronunciamos en "Anzoategui, Raúl Eduardo" CDIl N° 21-

07002186-9, Acuerdo N' 741 del 05/IO/2017.

y aquí es el propio tribunal apelado que expresa a partir

de fs. 43 del fallo, y que no debe soslayarse, que Rosales saca el arma en forma

previa a cualquicr situación que justificara esa acción. A esa conclusión arriba con

apoyo en el relato del ca-imputado Rodríguez cuando dice que lo vio desenfundar el

arma, indicando que Rosales baja del colectivo con la intención de disparar, y que

hay un qucrer previo en él que se materializa uno o unos pocos segundos después,

efectuando once disparos, descartando que no hubiera visto a Herrera. Que otros

interv~nientcs en el episodio han relatado claramente haber visto a Herrera, ubicados


Poder Judicial

inclusive más distantes del mismo, como ser el también PAr Jazmín, quien relata

con precisión el orden cn que cayeron los impactados por las balas policiales; y

también lo hace Iturres, pese a que venia manejando el móvil N° 5035 Y concentrado

en la persecución de Vespucio, descartando el sentenciante cualquier atisbo de

justificación de la conducta realizada en el mentado "efecto Túnel", como suele

ah:garse en este tipo de sucesos respecto del tirador, pues este aparece cuando se

empieza a disparar, -y más si se lo hace en la cantidad que se le reprocha al

acusado-, "pero la acción que se juzga es previa, antes de oprimir por primera vez

el gatillo ".

En tales circunstancias, no puede más que concluirse que

el resultado producido, que tiene algo de eventualidad, por ello, valga la dispensa

por redundancia, dolo "eventual" resulta abarcado por la voluntad de la conducta

realizadora por cuanto la no ocurrencia del resultado queda supeditada al inapelable

campo de lo azaroso.

El mismo Rosales puso todos los condimentos para que

una tragedia se concretara y finalmente así ocurrió por no ser acompañado por el

azar. Así se ha dicho que "si creyó el autor evitar el resultado mediante su poder,

entonces obró culposamente; si, en cambio, lo abandonó a su suerte, es decir, al

azar, entonces obró dolosamente ... " (Kauffman, Annin, Estudios de Derecho Penal,

pág. 120. Ed. B de F. Buenos Aires 2013); y que "...la voluntad de realización

puede abarcar no sólo el fin apetecido sino también los medios y las consecuencias

accesorias con ellos ligados ... " (Kauffinan, Arrnin, ob cit. Pág. 103).

Y para así concluir basta la sana crítica racional, en la

que entra también a valorarse las apreciaciones del perito Brachetta que mereció

reparos y reservas por parte de la defensa en cuanto a su rechazo de re editarla en


Alzada, toda vez que se la ha considerado, como se anticipara, y en tal sentido no

puede dejar de mencionarse, que se realizó en el marco de una escena contaminada

y que trató de recrear los tramos o secuencias que no logran visualizarse por medio

de las imágenes del domo, es decir "hace una reconstrucción tratando de explicar

lo que, no se ve de la imagen del domo" -dijo el A-quo-, por lo que sus afirmaciones

aparecen como meras hipótesis o conjeturas que no resultan con carácter

concluyente para resolver la convocatoria. Similar situación ocurre con la pericia

labrada por Speranza en tanto parte, entre otras cosas, de datos "presumidos de
,
objetivos", como posiciones de vainas y proyectiles relevados en el lugar, cuando se

verificó una escena adulterada y con un tránsito inusitado de personas y móviles en

toda la zona que perjudica cualquier referencia certera a adoptar.

5) Enfocados ahora a tratar las postulaciones sobre el

dolo directo, lo considerado en el punto anterior, resulta respuesta para su rechazo.

A más que nadie puede sensatamente pensar que Rosales haya querido provocar la

muerte de una persona inocente, como ocurrió, y ello descarta la pretensión más

gravosa traída a esta instancia apelatoria y consecuentemente -se anticipa- el

descarte del abuso funcional. Se estima que con su conducta se representa la

posib~lidad de causar la muerte a quien perseguía y en esas circunstancias y en la

inmediatez de su obrar asume la posibilidad de sesgar la vida a cualquier persona,

como consecuencia eventual de su conducta.

Su alegada actitud de bajarse a colaborar, (para que

Vespucio fuera detenido, según expresó su defensor) más allá del resultado

producido, abarcado por su voluntad y conocimiento repelen la idea de dolo directo

en cuanto a haberse bajado "a matar "; además la propia defensa dice que no está

probado que haya disparado las once veces contra Herrera, y cn ello se coincide,
Poder Judicial

caso contrario sí estaríamos ante la presencia indubitable del dolo directo.

Rosales dispara once veces, bajo el cuadro de situación

ya descripto, insistimos en un escenario dinámico y repleto de personas, y una de

esas balas termina impactando contra Herrera produciéndole la muerte. Bajo ese

cuadro no puede pensarse que no hubiera aceptado el resultado, por cuanto la no

producción del resultado, ya hemos dicho, solo podía ocurrir producto del azar, pero

no puede sostenerse válidamente que haya querido sesgar la vida a un inocente.

En cuanto a la agravante pretendida -arto 80 inc 9 del

CP- más allá de la discusión en doctrina respecto de que la figura requiere de dolo

directo y ello ya rechazaría de plano la agravante; como dijéramos en CUIJ N° 21-

06372372-7 "'GÓMEZ, Emiliano Martín"', la sola condición de policia no satisface

la exigencia típica; y que se haya utilizado el arma provista por el estado, tampoco

acredita la tipicidad. Sí hace altamente reprochable la conducta a la hora de ponderar

el monto punitivo, pero no hace precipitar el caso en el art 80 inc 9 del CP.

La figura en cuestión requiere un dolo especial, que

consiste en matar queriendo abusar de su cargo o función. Ya lo ha dicho este

Colegio de Jueces de Segunda Instancia, en CUIJ N° 21-07001892-3 del 10/05/2018

(Dres. Salvador, Depetris y Sansó), cuyos fundamentos son aplicables al caso.

Quien da muerte a alguien dolosamente mediante el uso de los medios o facultades

que le provee el Estado no queda necesariamente inmerso en la agravante, por

cuanto cabe acreditar el particular y especial componente subjetivo al que

aludiéramos, que en los presentes, analizada la prueba rendida, no se ha visto

configurado. Y aquí bien dijo el colega Dr. Beltramone en su voto, que quedara en

minoría en el fallo anulado, que no se ha probado que Rosales se haya aprovechado

de su condición de policía para dar muerte a Herrera, sino que palmariamente es una
resultante de su situación de condición de policía, sí, pero que se advierte de escasa

o precaria preparación y no de un accionar derivado en abuso de su función.

6) y finalmente se concluye que aquí no hay error de

interpretación de la situación por la que estaba atravesando, como pretende la

defensa, para luego de ello determinar la pena conforme la fórmula del arto 35 del

ep, que dicho sea de paso, de haberlo habido, se aclara, que sería un error

claramente vencible, pero no ha sido el caso. Ningún error puedc alegar quien se

disp0l).e a actuar en la forma en que lo hizo sabiendo que la persona procurada venía

siendQ perseguida por numerosas dotaciones del Comando.

Su conducta nace a priori típica y antijurídica, ello

descarta el exceso y cualquier otra justificación que se pretenda fundar. Sin perjuicio

de ello, si por hipótesis se estimara que Rosales actuó bajo el error de apreciación

que alega su defensor, la respuesta punitiva impactaría disminuyendo la

culpabilidad, mas no desplazando el rcproche de la escala a las prcvisiones del arto

35 del CP, en criterio que este Tribunal no comparte. La postura pretendida no surge

dogmáticamente de nuestro sistema penal, ni jurisprudencialmente como dominante.

Siendo así la conducta de Rosales subsume en las

previSiones del arto 79 del ep, con la agravante del arto 41 bis que a esta altura

aparece incontrovertible y no ha sido siquiera objeto de cuestionamiento.

7) En tren de fijar la pena a imponer, tenemos que los

impugnantes, descartada la pena atemporal, han solicitado una de 25 años de prisión

para el sub judice, más inhabilitación. La defensa ha postulado la aplicación

subsidiaria de la escala prevista en el arto 35 del CP que ya hemos descartado.

Con acierto se dijo que la pena de prisión no es el


Poder Judicial

desiderátum de la Justicia, SInO una necesidad en un mundo de dominantes

imperfecciones. Tampoco se considera una devolución por el daño causado ya que

no devolverá la vida de la victima a sus familiares, solo trata de encausar las

acciones del justiciable en los términos de la readaptación social.

La disposición de una pena de prisión es un acto en el

que concuerdan aún las corrientes de derecho penal mínimo, que sostienen este tipo

de injerencias para conflictos muy graves, sin las cuales se correría el riesgo de un

espiral de violencia por la venganza privada. Los tratados del bloque de

constitucionalidad fijan que las penas privativas de libertad y el tratamiento

penitenciario tienen como finalidad esencial la reforma y readaptación social del

penado (10.3 PIDCP y 5.6 CADH).

Los tribunales penales, al determinar las penas, además

de controlar la no afectación de normas o principios de fuentes con jerarquía

superior, deben aplicar los límites y criterios de cuantificación previstos por la ley

ordinaria, en especial los mínimos y máximos legales (límites externos al hecho) y

las pautas de medición establecidas en el arto 41 del CP (limites internos), nOnTIaque

en líneas generales contempla circunstancias objetivas de mcnsuración (las del inc.

10 relativas a la magnitud del injusto) y en su inc. 20 circunstancias de índole

subjetivas (relativas al autor del hecho) para ser constitucionalmente tolerables, debe

referir a circunstancias relativas al hecho juzgado del pasado (a la magnitud del

delito perpetrado, lo que es compatible con un derecho penal de acto: arts. 18 y 19

eN, pero nunca a particularidades del convicto como indicadores de una

personalidad o carácter peligroso para la sociedad, de repetición de hechos a futuro,

10 que es propio de un inaceptable derecho penal de autor.

La Corte en "Gramajo" (05.09.06) enfatizó que en


nuestro sistema de peligrosidad (en cuanto a potestad sobrchumana de juzgar la

existencia misma de la persona, su proyecto de vida y su realización) esta vedada

por la eN; por el contrario, "toda medida penal que se traduzca en una privación de

derechos debe guardar proporcionalidad con la magnitud del contenido ilícito del

hecho, o sea, con la gravedad de la lesión al bien jurídico concretamente afectado

por el hecho ".

En síntesis, el núclco legítimo para individualizar la pena

consiste primordialmente en graduar cual ha sido la culpabilidad del agente en el

injusto, esto es: medir la extensión del reproche por el acto realizado ya partir de las

circunstancias legalmente previstas que indiquen el mayor o menor espacio de

autodeterminación que ha podido tener el sujeto al momento del hecho para

conducirse de otra manera. Es decir: cuánto más fácil o cuánto más dificil le ha sido

motivarse conforme a la ley o adecuar su conducta a derecho. La duración de la

pena, entonces, siempre debe guardar proporcionalidad con la gravedad del hecho,

con la medida o magnitud de la culpabilidad.

8) Toda esta introducción se efectúa en razón de tener

que determinar la pena a Rosales en relación a la solicitada por los actores penales

(en subsidio) de veinticinco años de prisión por el delito de Homicidio simple

mediante la variante doctrinal de dolo eventual y con la utilización de un arma de

fuego.

En palabras del fiscal, un análisis de la situación del

justiciable y los daños causados llevaron a ese Ministerio a no solicitar el máximo de

la pena para el delito seleccionado más el concurso con el agravante del anna de

fuego, que hubiera llegado al máximo de treinta y tres años de prisión.

La defensa en su ensayo contradictor sobre el punto


Poder Judicial

manifestó que los acusadores no fundamentaron el pedido de ese monto de pena, por

lo que rechazó esa postulación, dando a entender que -en caso de no admitir su

petición principal- habría de caberle la pena mínima de la escala penal.

A decir verdad ninguno de los contradictores hicieron

hincapié (en esta audiencia en la Alzada) en brindar detalles sobre los elementos de

atenúan o agravan la pena de prisión, siendo que dejaron sentado (como si fuera una

obviedad) que si con la calificación legal culposa se determinó el máximo de la

sanción penal posible, al modificarse el tipo penal en doloso, correspondería

trasladar dicha simetría al máximo de la nueva escala penal.

En la audiencia siempre se consideró la pena de

veinticinco años de prisión por todos los presentes como la pena que correspondería

en caso de revocar el tipo de Homicidio imprudente por un lado y descartar el

Homicidio calificado por el otro, ya que no hubo mucha oratoria al respecto; sin

perjuicio de ello, los acusadores hicieron valer sus propuestas para la pena solicitada

y el defensor hizo una oposición válida para que se produjera el contradictorio.

Así lo entendió este Tribunal y llegado el momento de la

determinación de la pena, entonces, debe evaluar SI efectivamente la

proporcionalidad de la misma en este caso, entre el grado de culpabilidad del autor y

la sanción a impulsar, cuenta con respaldo probatorio acorde con esas postulaciones.

En ese sentido se admite que la conducta del autor es

tanto más grave "cuanto más desproporcionada sea la relación entre los intereses

perseguidos por el autor y el rango del bien jurídico atacado por él" esto es: cuanto

menos razones haya para la acción que lesiona el bien jurídico, mayor es su

gravedad.

9) Teniendo en cuenta las apreciaciones del A-qua sobre


los aspectos personales del justiciable que brindaran en ocasión de mensurar la pena

para ,el delito por el que se lo condenó en primera instancia, y a su vez el

conocimiento que hizo este Tribunal en la audiencia de visu más las alegadas por las

partes; es que atendiendo a las pautas de atenuación y agravamiento que convergen

en el caso con demás detalles y consecuencias que dejara la acción disvaliosa y que

han de justificar la mensuración del reproche global, ha de determinarse la pena.

Así, si bien el criterio de proporcionalidad de la ley

traído por los agravíos aparece como exígencia del Estado de Derecho en cuanto tal;

éste convive con otros principios también estructurantes del sistema como el de

culpabilidad que conlleva a la concepción de escalas penales relativamente

determinadas cuya concurrencia también se regula de modo de tornarlas

determinables en su específica e ineludible labor de mensurar el reproche traído a su

conocimiento individualizándolo.

Esa mensuración exigida se da en un marco punitivo que

reconoce razones de prevención general y especial positiva entre aquellas que

fundainentan la pena y el consecuente tratamiento penitenciario a aplicar a Rosales;


I
y que en los particulares supuestos en que podría entenderse a futuro operativo el

principio en cuestión y su proyección sobre derechos fundamentales, el legislador ha

articu'1ado y permanentemente articula instancias tendientes a su regulación que

pone en cabeza de la jurisdicción encargada de la ejecución de esa pena.

En principio, esta determinación legal de la pena prevista

para cada especie de delito no permite atender a las características particulares que

puedan presentar los hechos delictivos concretamente realizados, ni siquiera entre

los delitos de igual calificación legaL Aún en este último supuesto, al margen de la

similitud de los tipos legales aplicables, la realidad presentará variables


Poder Judicial

diferenciadoras entre uno y otro hecho, sea por sus respectivos modos de comisión,

sea por las motivaciones tenidas en cuenta por cada agente y por la particular

personalidad revelada por éstos al tiempo de su ejecución. La realidad de los hechos

tendrá una marcada preponderancia en éste caso de Rosales. Es por ello, que los

legisladores hayan otorgado a los jueces atribuciones para po~er aproximarse a una

mejor consideración de tales diferencias, pues la proporcionalidad no sólo debe

darse en la relación entre las penas y las ofensas a los bienes jurídicos, sino también

entre las primeras y las particulares circunstancias en que las segundas fueran

cometidas.

El tema de las "circunstancias" se introduce en el

pensamiento penal vinculado al problema de la peculiaridad de las conductas

delictivas y, por las razones apuntadas, aquéllas afectarán la medida de la pena

ordinaria. Tal afectación puede darse en dos direcciones opuestas, según concurran

circunstancias agravantes o circunstancias atenuantes.

Así que una misma circunstancia no puede comportarse

al mismo tiempo y respecto al mismo hecho como agravante y como atenuante, toda

vez que entre ellas existe una relación disyuntiva que las hace lógica y jurídicamente

incompatibles. En nuestro sistema, cuando los mismos no se encuentran dentro del

tipo penal (ej. delitos calificados o atenuados) las posibles, y por tanto eventuales,

circunstancias de ejecución no están atrapadas por la figura delictiva, de modo tal

que aquéllas no integran el juicio de tipicidad.

Dejando de lado la teoria de la pena, y atendiendo a las

pautas de agravamiento que convergen en el caso y que son varias y de entidad,

pueden detallarse: La naturaleza de la acción en cuanto a la intensidad de la misma

enfocando que no existió un motivo racional para disminuir la dosis del reproche en
cuanto a la causal calidad de los motivos que lo llevaron a delinquir; las

consecuencias del obrar del acusado que causaron el daño más importante que se

puede originar como es la muerte de una persona cuando ingresa un proyectil que

sale de su arma en su cuerpo, expuesto ello en los informes médicos; no se valora el

homicidio en si mismo (que viene con el tipo penal) sino la forma de causarlo; la

conducta
, posterior, recogiendo las vainas del lugar, obstaculizando cualquier
,

prete~dido esclarecimiento; y la que ahora asume, (teniendo en cuenta la audiencia


i
de visu en esta Cámara) .en la que no señala su pesar ni se advierte empatÍa por la
I
víctima inocente ni tampoco ninguna palabra de aliento para con sus familiares que
,

se encontraban presente. Esta valoración no implica su "no asunción de

arrepentimiento" ya que no se quiere colisionar en lo más mínimo con alguna

conducta que se relacione con la confesión del hecho; la corta edad de la víctima

(veintitrés años al momento del suceso), habiendo frustrado su proyecto de vida que

siguiendo el curso natural de las cosas apenas había comenzado; en ese aspecto

había transitado varios 'estudios y oficios, tenía una familia con un pequeño hijo y

sueños que cumplir; la total e inequívoca falta de participación de la victima en el

evento, en la que se encontró envuelto produciendo lo que se ha dado en llamar un

homicidio "sin razón"; el medio utilizado para la conducta, tratándose de un arma de

fuego de grueso calibre (se meritua el tipo de arma de fuego y no su uso

convencional que ya se encuentra en el tipo penal del concurso con su utilización);

arma que provee el estado para defender a la sociedad del delito y no para atentar

contra las personas, dicha ponderación de profusión de armamento de alto calibre (9

mm.) muestra una modalidad comisiva de particular magnitud teniendo ení cuenta

que era su arma reglamentaria; causando daños y/o menoscabo a la madre y demás

familiares, quienes han participado en el juicio con representación legal.


Poder Judiclal

El criterio de proporcionalidad de la ley aparece como

exigencia del Estado de Derecho en cuanto tal; éste convive con otros principios

también estructurantes del sistema como el de culpabilidad que conlleva a la

concepción de escalas penales relativamente determinadas cuya concurrencia

también se regula de modo de tomarlas determinables por el a-quo en su específica e

ineludible labor de mensurar el reproche traído a su conocimiento

individualizándolo. El legislador ha articulado y permanentemente articula

instancias tendientes a su regulación que pone en cabeza de la jurisdicción

encargada de la ejecución de esa pena.

Como atenuantes ninguna duda cabe que existen y que

deben señalarse porque corresponde sopesar el análisis de la sanción para que sea lo

más justa posible y en ese sentido son pautas que surgen válidamente: como ya se

adelantó, la exigua instrucción policial que se verifica en escasos meses de

preparación y solamente tres pruebas de tiro con el arma de fuego reglamentaria; su

falta total de antecedentes de cualquier tipo en el sistema penal; también funciona

una merma en la sanción el hecho de haber motivado su intervención policial, pese

ha haberse encontrado de franco de servicio; su escasa edad al momento del hecho

(veinticinco años) circunstancia que define una minoración de su responsabilidad

cuantificada mesuradamente; las condiciones personales de Rosales quien ha

cursado varios estudios; por otra parte definía su actuación como empleado de

policía el hecho de viajar constantemente hacia el norte de nuestra provincia, lugar

de donde provenía; y el empeño que demuestra al estar cursando estudios superiores

desde el encerramiento.

La finalidad de la aplicación de una pena efectiva

supenOf al mínimo legal, se afirma en la necesidad de que Rosales adquiera


conciencia de que él no ha sido víctima de este hecho como se coloca por estar

encarcelado, sino victimario, ya que recién a partir de ello es posible que elabore lo

ocurrido de manera útil y adopte las normas de conducta necesarias para que no

vuelva a ser protagonista de un hecho como éste. Una disminución de la sanción no

se advierte entonces conveniente a poco que se repare en el tiempo necesario para

que pueda asumir su responsabilidad de tipo subjetivo y acepte su participación

disvaliosa por el hecho.

Se hace evidente entonces la ponderación entre uno y

otros' de estos indicadores de cuantificación, que no han quedado sin atender

aspectos atenuantes y agravantes del injusto, respecto de los cuales no se ha podido

demostrar su insustancialidad ni que fueran neutralizados por otros elementos de

juicio; en definitiva la sanción impuesta encuentra asidero en el grado de

culpabilidad por el injusto y por la pluralidad de agravantes que inclinan la balanza

en su :ponderación.

Todas estas consideraciones llevan a este Tribunal (en

función del cambio de calificación legal) a imponerle la pena de diecisiete años de

prisión, accesorias legales y costas, por lo que la sanción discernida respecto de

Rosales se encuentra suficientemente fundamentada, debiéndose rechazar las

postuiaciones
, que hicieron los acusadores solicitando una sanción mayor y la

defensa peticionando una mínima intervención.

A la primera cuestión la señora Vocal Dra. Gabriela'

Sansó dijo: Escuchadas las partes y puesta en conocimiento del fallo recurrido y los

antecedentes del caso, he de adelantar que corresponde revocar la calificación

jurídica.

Sobre las circunstancias fácticas y el decurso del


Poder Judicial

proceso, aunque no comparta sus valoraciones, he de estar a la relación de los

hechos formulada por los distinguidos colegas que me preceden, y a sus relatos me

remito en honor a la brevedad.

También coincido con el voto mayoritario en cuanto al

carácter doloso de la acción. Si por dolo se entiende la consciente y voluntaria

realización del tipo objetivo, no puede negarse que el autor obró con dolo. Quien

utiliza un arma en esas circunstancias, y dispara tantas veces (4 dice el encartado, 11

se deduce presuponiendo que el anna estaría con carga completa), se representa -al

menos como alternativa- el resultado lesivo. Y en tal sentido, no es aceptable que la

conducta se le reproche como violación al deber de cuidado.

Sobre el contenido del dolo, sostuvo Welzel que "toda

acción consciente es conducida por la decisión de la acción, es decir, por la

consciencia de lo que se quiere -el momento intelectual- y por la decisión al

respecto de querer realizarlo -el momento volitivo-o Ambos momentos,

conjuntamente, como factores configuradores de una acción típica real, forman el

dolo ("dolo del tipo '') JJ. Y también sostuvo que "Dolo, en sentido técnico penal, es

solo la voluntad de acción orientada a la realización del tipo de un delito ".1

Por otro lado, aún cuando el objetivo del obrar haya sido

detener a Vespucio, las circunstancias en las que dispara (horario, lugar, cantidad de

disparos) indican que este error en el golpe sería inesencial, porque estaría

incorporado a la voluntad realizadora, al menos conforme las reglas del dolo

eventual.

No obstante la coincidencia apuntada, a diferencia del

voto de mis colegas -en mayoría-, por las razones que más adelante paso a exponer,
Hans Welzen, "Derecho Penal Alemán. Parte General", pág. 77, citado en "Un análisis acerca del exceso
en las causas de justificación por Sergio Anibal Szyldcrgemejn"
https ://www.pcnsamientopenal.com.ar/doctrina/30 112-analisis-accrca-del-exceso-causas- justi ficacion
he de eaneluir que hubo una menor antijuridieidad del injusto, siendo aplieable al

easo la teoría limitada de la culpabilidad, y solueianarse legalmente a través del arto

35 del CP.

Aún cuando se le pueda cuestionar al encartado un error

en la valoración de los hechos en relación a su deber de actuar, o el modo en que lo


,
hizo, i lo cierto es que se bajó del colectivo como policía, a colaborar en la

persecución de un delincuente que se daba a la fuga, armado, y ese fue el primer

contexto que observó, y el que guió la finalidad en la que se insertó su acción.

Todo ocurrió en cuestión de segundos. Tal como lo

señala otro neófito policía, compañero de las PAT (Jazmín), vio a un sujeto correr

(Vespucio), que pasa alIado de un civil (Herrera), que cae y luego cae Vespucio, sin

poder precisar con exactitud, por lo vertiginoso de las secuencias. Esto viene a

colación porque la acusación dice que las PAT disparan cuando Vespucio ya había

sido detenido, cosa que no es así porque el propio Vespucio dice que lo apunta un

policía que se esconde detrás del colectivo (Rosales), y en ese tiempo y contexto

ocurren los disparos. Es decir, en la persecución y mientras también actuaba el


,
I

comando.

Desde ya adelanto entonces que la subsunción legal que

propongo es la del delito homicidio agravado por el uso de arma de fuego, con

exceso en el cumplimiento del deber y error vencible en la ponderación de las

circunstancias fácticas de la justificación, con una pena similar a la dispuesta por el

A-qua (art. 79, 41 bis, 45, 34 ine. 4, 35 Y 84 del CP).

En tal sentido, como lo señalara Donna2 en

referencia al arto 35 del CP, "no hay inconveniente, dentro del marco legal, en

2 Donna, Edgardo, "El exceso en las causas de justificación. Estudio del articulo 35 del Código Penal",
Editorial Astrca, Bs. As. 1985, pág. 89
Poder Judicial

interpretar el exceso en las causas de Justificación como hecho doloso, y sólo la

pena como referida al delito culposo".

Adentrándonos en el caso, repito, no puede

soslayarse el hecho admitido de que el encartado es personal policial y que se bajá a

colaborar con el personal del Comando Radioeléctrico, en un procedimiento de

persecusión de una persona que huía armada.

Huelga aclarar que el aCCIOnar desbordó toda medida

accptable. Cualquicr código de conducta -o principio básico sobre el empleo de un

arma de fuego- está enfocado a regular la intervención armada desde la

proporcional, mínima y necesaria utilización de la fuerza. En todos los casos, el uso

de armas de fuego es excepcional y por riesgo de vida o integridad fisica gravc. Sin

embargo, aunque el sujeto estaba armado y en un momento apuntó a Rosales, luego

no se logró demostrar una situación límite de necesidad de actuar -y con la

desproporción que se hizo-, y dado el cuadro de situación dónde se desarrollaron los

hechos, terminó por generarse un daño aún peor del que se pretendía evitar.

Pero esto no quita que el encartado se haya sentido

compelido actuar, ya que dentro de las obligaciones funcionales del personal policial

está la de detener e impedir la fuga de una persona que entrañe una seria amenaza

para la vida, es decir, que represente un peligro u oponga resistencia a su autoridad.

y esto es lo que se configuró Rosales.

En tal sentido los agentes se encuentran habilitados para

el empleo de la fuerza pública para alcanzar los cometidos propios de su función.


,
Como ya se dijo, podemos objetarle errónea valoración de esa necesidad de actuar, o

el exceso en el medio o modo cómo lo hizo; pero la intervención se perfiló e~ un

marco de hechos efectivamente ocurridos: que Vespuccio huía de la policía, armado,


y se daba ala fuga por la vía pública.

Cuando se habla del accionar de los efectivos policiales,

la jU$tificación se nge por sus propias reglas, que instan a una prudente y

propotcional utilización de la fuerza. De última ratio, y para preservar la vida. Esa


,;

dclica<ia tarca debe ser realizada de acuerdo a las pautas de la normativa aplicable3, a

las instrucciones de la superioridad, merituando el instrumento utilizado y la acción

que el funcionario pretendía evitar o detener, de acuerdo a las circunstancias.

En síntesis, reitero, más allá de los reproches de

necesidad y oportunidad del accIOnar del encartado, el aspecto que hace a la

antijuridicidad de la conducta atraviesa todo el análisis del caso caso.

i Volviendo a los hechos, en el plano objetivo el encartado

se intLduce a un procedimiento policial en curso, y en la creencia de estar actuando


I

en el 'cumplimiento de un deber. En su declaración señaló que iba parado en el

colectivo por Bv. Seguí y Alcm, cuando vio por el vidrio trasero que venía un móvil

persiguiendo una moto. El sujeto pierde el control sobre el cantero central y se da a

la fuga hacia Ayacucho, a la vez que saca un arma y dispara. El colectivo se detiene

y Rosales -como otros más- baja en colaboración. Dijo que eso era normal, porque

estábamos uniformados y debían prestar colaboración, como se debe cuando hay

una persecución. De no habcr hecho eso -concluyc- lo habrían sancionado por

incunlplimiento de sus deberes. También dijo que el sujeto lo apuntó, lo que luce

proba90 por ser coincidente con lo que declara Vespucio.

Sin embargo, su actuación se desvirtúa. Es que, repito,

no toda fuga autoriza sin más el uso de armas, ya que el empleo de arma de fuego

es de última ratio, ante la insuficiencia de medidas menos extremas para impedir la


3 Vgr arto 43 de la ley provincial del Personal Policial nro. 12521; decreto nro 2892/14 de creación de la
Policla de Acción Táctica; arto 9 de los Principios Básicos sobre el empleo de armas de fuego aprobado por
Naciones Unidas en el año 1990
QSO

Poder Judicial

fuga de quien pueda ser considerado un peligro actual o inminente para la vida, y

siendo estrictamente necesario para proteger una vida, y la intensidad de la fuerza

debe ser proporcional a los fines legítimos pretendidos.4 De ahí que, "resultará

excesivo el uso de cualquier medio más lesivo de los disponibles para obturar

eficazmente el peligro presentado, es decir que sólo será obligatoria la acción

lesiva que se valga del medio eficaz menos lesivo para cumplir la función

encomendada,al funcionario "s,

Por tanto, no obró abusando de sus funciones SIllO

respondiendo a su función de policía, aunque excediéndose en el cumplimiento de

su deber.

La convicción que tuvo sobre la necesidad de obrar

derivó en una errónea ponderación del alcance de su deber de actuar. El que huía

annado era uno y los efectivos policiales muchos más. Por otro lado, el Comando

Radioeléctrico se estaba ocupando, y en el fragor de la escena -en la que volaban

tiros por todos lados-, que no duró más de 44", aún cuando Vespucio lo mira y

apunta, hiere mortalmente en el muslo izquierdo a un vecino que intentaba

esconderse, que no era su objetivo y.a quien refiere no haber visto.

Sobre esto último tiene respaldo en la prueba 10 que

señala el Dr. Alarcón cuando concluye que efectivamente parece no haberlo visto.

Sucede que pese a la escasa distancia en que se calcula que se pudo producir el

disparo, la cámara del domo en el minuto 01,51" (hora 15.19,51") muestra a

Rosales dirigiéndose al pasaje Villar y pasando frente adonde estaba el cuerpo de

Herrera sin que parezca percatarse de su presencia.

En síntesis, como se anticipara, la conducta es dolosa,

4 Cfr Tribunal Oral de Menores nro. 2 de la Capital Federal, "Chocobar", lO/08/202l.'


5 Cfr Tribunal Oral de Menores nro. 2 de la Capital Federal, "Chocobar", 10/08/2021.
pero no puede eludirse el tratamiento del exceso y del error evitable de una causa de

justificación. Es decir, la incidencia que tiene en la imputación el hecho de que el

sujeto crea erróneamente que actuaba en el cumplimiento del deber, y -además- se


i
exceda.

Sobre la evitación, no es necesano introducir ninguna

categoría dogmática de juicio de evitabilidad del error, ya que la conclusión luce

elocuente. Aún frente a la escasa experiencia del autor y la fugacidad de los

acontecimientos, la presencia de otros efectivos a cargo del operativo permitía un

espacio para la reflexión, no pudiendo ignorar de acuerdo a las reglas de la

experiencia común, que una intervención cuidada evitaría el resultado que generó.

Es decir, un mejor análisis de contexto era posible -y exigible-, ya que se trataba de

una sltuación para la que su capacitación era escasa, sobre la que, contaba con poca
i
infonnación, introduciéndose raudamente en un desborde inaceptable.

Sentado ello, y no obstante lo señalado, a la hora de

formularse un encuadre tampoco pueden eludirse las consideraciones sobre las

especiales cualidades del autor.

Es cierto -como dice Jakobs- que el efictivo policial al

hacer uso de la fuerza cumple una labor que ha sido previamente ensayada y por

ende previsible; y que -como señala Zaffaroni- "dada su profesionalidad, se le

exige una más ajustada valoración ex ante de la necesidad de la defensa, pues se


I
i
supone que dispone de los conocimientos, entrenamientos y medios técnicos para

hacer una aplicación más fina y precisa de la violencia: no se trata de una ámbito

menor de intervención sino de una más estricta ecimomia de la violencia ,,6.

Pero no es menos cierto que -en concreto- Rosales no

6 Zafraroni, Alagia, Slokar, Derecho Penal, Parte General, Ediar, Bs. As 2002, pág. 606.
Poder Judicial

contaba con ese profesionalismo, experiencia, ni capacitación. Prueba de ello es la

conducta de alguno de sus compañeros, como Jazmín que también se bajó

rápidamente del colectivo en el que venían y se puso en situación de riesgo,

recibiendo un tiro y alegando tener el arma trabada. Rosales y sus compañeros se

acababan de graduar en la carrera de Técnico Superior en Seguridad. Era una

carrera que duraba dos años, pero por la emergencia en seguridad se redujo a 6

meses. En esos 6 meses tuvo apenas 3 clases de tiro. HaCÍa 8 días que portaban el

arma. El día del hecho se dirigían a la Terminal, en un colectivo de línea, para

tomarse un micro para volver a su casa en Santa Fe, luego de su primer guardia.

No obstante, como se dijo, no era necesario disparar y un

más prudente análisis de contexto era posible y exigible.

Así las cosas, la conducta dolosa ingresa en tensión al

terreno de la antijuridicidad, pero sin poder ampararse en lo permitido o lo lícito de

una causa de justificación. No se trata de la ausencia de dolo, sino de la conciencia

de lo ilícito, y trae como consecuencia un menor desvalor de la acción y de la

culpabildad que deben ser atendidos.

De acuerdo a la teoría de la culpabilidad, "...sea que el

autor se equivoque sobre los presupuestos objetivos o sobre los limites jurídicos de

una causa de justificación o crea erróneamente que concurre una causal de

justificación que no está reconocida como tal por el derecho, en todos estos casos

incurre en error sobre la antijuridicidad de su realización dolosa típica ,,7.

Si bien hay seguidores de la teoria de la culpabildad que

consideran los errores en la valoración de la situación fáctica de la justificación

como error de prohibición (teoría estricta de la culpabilidad), otro sector importante


7 Welzen, Hans, "El nuevo sistema de derecho penal. Una introducción a la doctrina de la acción finalista,
traducción de José Cerezo Mir, Montevideo-Buenos Aires, B de F., 2001, pág. 163. Citado por Javier
Esteban de la Fuente, en "Presupuestos objetivos de la justificación", www.jurldicas.unam.mx. pág. 410.
de la doctrina comparte los fundamentos básicos de esa teoría, pero en lo que hace al

tratamiento del error sobre los presupuestos objetivos de justificación, no están

conformes con la solución, y proponen una solución similar a la del error de tipo

(teoría limitada de la culpabilidad).

Dentro de los seguidores de esta última teoría, hay

distintas posiciones. Para la teoría de los elementos negativos del tipo penal, el tipo

penal se completa en el juicio de antijuridicidad de la conducta, distinguiendo un

tipo pbsitivo (descripción de la acción contraria al bien jurídico) y un tipo negativo,


I,
,
configurado por la ausencia de las causas de justificación. Así por ejemplo señala

Luzóli Peña que la creencia errónea de que concurren los presupuestos objetivos,

sean elementos descriptivos o normativos, de una causa de Justificación es un error

de tipo con todas sus consecuencias8•

Otros sostienen que como es un supuesto especial de

error, lo más adecuado es resolver el caso aplicando analógicamente las reglas del

error de tipo, por su mayor acercamiento de los supuestos al error de tipo que al de

prohi~ición (Stratenwerth,' Roxin)9.

Para muchos otros autores, en estos casos de error sobre

los presupuestos objetivos de las causas de justificación, el sujeto obra dolosamente,

por lo que no es correcto considerar que existe error de tipo como la teoría de los

elementos negativos dcl tipo; ni afirmar que hay error de tipo por analogía. Pcro

tampoco coinciden con la teoría estricta de la culpabilidad, en el sentido de que los

casos deban resolverse como error de prohibición, porque consideran que ello

8 Luzón Pefia, Diego Manuel, "Curso de derecho penal, Madrir, Universidad, 1996, pp 464 Y ss. También
Gimbemat Ordeig, Enrique, Introducción a la parte general del derecho penal espaflol, p. 34, y, aunque
con otra terminología Mir Puig, Santiago, "Derecho Penal", 4a edición, Barcelona, 1996, p.558. Cita de
Javier Esteban de la Fuente, en "Presupuestos objetivos de la justificación", www.jurídicas.unam.mx. pág.
412.'
9 Stratenwerth, Günter, "Derecho Penal. Parte general, 20 edición, TI, pág. 161; Claus Roxin, "Derecho
Pcnal, Parte General", 2a edición, Madrid, Civitas, 1997, pág. 580/584, citado por Javier Esteban de la
Fucrytc, en "Presupuestos objetivos de la justificación", www.jurídicas.unam.mx.pág.413.
Poder Judicial

conduce a resultados muy injustos. Sostiene Dreher que es falso considerar

necesariamente que se trata de un error de tipo o de prohibición, sino que es un error

"propio", un supuesto especial de error.

En síntesis, por diferentes razones, para esta teoría

restringida de la culpabilidad (a la que adhiero en orden a la solución del caso), la

conducta típica es portadora de una menor carga de antijuridicidad, lo que permitiría

su solución legal dentro del marco del exceso en la justificación del artículo 35 del

Código Penal, aplicable tanto para los casos de errores objetivos en las causas de

justificación, como cuando se infringen los límites determinados por la ley o por la

necesidad, y establece que será castigado con la pena prevista para el delito por

culpa o por imprudencia.

Como señala ZaffaronilO, "No se trata de conductas

previstas por el arto 35 sean culposas, sino que el Código Penal establece,

únicamente, que se aplica la pena del delito culposo".

Por su parte Bacigalupoll sostiene que "La punibilidad

atenuada que establece el arto 35 se explicaría, de acuerdo con esto, en la

evitabilidad del error sobre la antijuridicidad (es decir, sobre a falta de necesidad)

de la acción cumplida, pero dejaría intacto el dolo del hecho ".

En concordancia con esta postura sostiene Ramos Mejía

que si no hay dudas que se obró con dolo, en el sentido de que quiso lesionar y

lesionó, pero lo hizo como consecuencia de un error que, recayendo inicialmente

sobre la situación de hecho, lo hizo considerarse amparado por la ley, es decir, en

error de prohibición, y éste, que en nada afecta al dolo, justifica una culpabilidad

10 Zaffaroni, Eugenio, Teoría del delito, pág. 500


11 Bacigalupo, Enrique, Una sentencia trascendentc sobre la cuestión del exccso (art. 35 del CP) y la
conciencia de la antijuridicidad, en "Nuevo Pensamiento Penal", 1975, pág. 47, citado en Donna, Edgardo,
"El exceso en las causas de justificación, estudio del arto 35 del CP", Editorial Astrea, Bs As, 1985, pago
50,
menor, dado que el error, como lo establecimos, es vencible. Y la medida de esta

menor culpabilidad no es otra que la determinada por el arto 35 del Código

En cuanto al exceso en el obrar, siguiendo a Bacigalupo,

el artículo 35 del CP es una norma que refiere a errores evitables sobre la

antijuridicidad. Más precisamente señala que "el Código Penal en su arto 35 se

refiere al error sobre los límites de la necesidad de la Justificación, alcanza tanto a

los excesos intensivos cometidos sin conciencia de la antijuridicidad, como a los

errores sobre la necesidad proveniente de la falsa apreciación de una circunstancia

objetiva que de concernir lo Justificaría ,,13.

Por su parte, Donna al finalizar su análisis sobre la

procedencia del artículo 35 en los casos de exceso del delito doloso, explica que la

conciencia de la antijuridicidad es lo que se ve afectado, y esta conciencia no integra

el dolo; y que la disminución de la pena responde a una menor relación del sujeto

con la norma prohibitiva, es decir, menor antijuridicidad en aquel que se excede.14

3.- Establecido el marco teórico y el encuadre legal, resta

fundamentar el monto de la pena, que estimo fijar en seis años y seis meses de

prisión y diez años de inhabilitación, para realizar tareas y ejercer profesiones que

impliquen la tenencia y/o portación de armas de fuego, accesorias legales y costas

(arts. 79, 41 bis, 34 ine. 4, 35, 12,29 ine. 3, 40, 41 Y 84 del Código Penal).

La naturaleza del hecho, la edad de la joven víctima, el

daño producido a los familiares y amigos, y el riesgo al que se expuso a la

comunidad, son elementos que computan como carga indubitada sobre la necesidad

del máximo de la pena disminuida. Por otro lado, la violencia evidenciada en la


12 Ramos Mcjía, "Un posible caso dc CITarde prohibición indirecto, LL, 1975-A-1982.
13 Badga1upo, Enrique, ob dt pág. 57.
14 Donna, Edgardo, ob dt pág 99.
:¡s3

Poder Judicial

sucesión de los disparos, en un espacio público, poblado y en horas de la tarde, son

indicadores de un marcado exceso intensivo en la elección del medio empleado. En

ese marco, la gravedad de lo ocurrido no se neutraliza con el arrepentimiento del que

habla la defensa, ni con la ausencia de antecedentes penales.

Por otra parte, la edad e inexperiencia del encartado, su

escasa formación y pobre profesionalismo, fueron los elementos tenidos en cuenta a

la hora de valorar su conducta en relación al hecho y su subsunción legal. Aquellas

condiciones particulares de autor fueron relevantes para concluir sobre el error con

el que ponderó su deber funcional, y el exceso en el que incurrió con su conducta,

por lo que no resulta lógico volver a ponderarlo para merituar pena.

Por lo expuesto, propongo revocar el decisorio a

apelado, y en su lugar condenar a Ramiro Rafael Rosales a la pena de seis años y

seis meses de prisión, y diez años de inhabilitación, para realizar tareas y ejercer

profesiones que impliquen la tenencia y/o portación de armas de fuego, accesorias

legales y costas, por el delito de homicidio agravado por el uso de anna cometido

con exceso en el cumplimiento y error vencible en la ponderación de las

circunstancias fácticas (Arts. 79, 41 bis, 34 inc. 4, 35,12,29 inc. 3, 40, 41 Y 84 del

Código Peoal).

A la segunda cuestión los señores Vocales Dres.

Carolina Hernández. José Luis Mascali v Gabriela Sansó dijeron: visto el

resultado obtenido al tratar la anterior cuestión, corresponde, por mayoría de votos,

confirmar parcialmente la sentencia apelada, modificando el encuadre típico el que

se subsume en el delito de Homicidio simple, agravado por el uso de anna de fuego,

fijando como pena a cumplir por Ramiro Rafael Rosales la de diecisiete años de

prisión, accesorias legales y costas del proceso (Arts. 12,41 bis y 79, todos del CP y
404 del CPP).

Por tanto, en nombre del Poder Judicial de la Provincia

de Santa Fe, este Tribunal Pluripersonal de Apelación Oral, por mayoría de votos;

FALLA: 1- CONFIRMAR parcialmente la sentencia

apelada, modificando el encuadre típico el que se subsume en el delito de

Honiicidio simple, agravado por el uso de arma de fuego, fijando como pena a

cumplir por RAMIRO RAFAEL ROSALES la de diecisiete años de prisión,

acce~orias legales y costas del proceso (Arts. 12,41 bis y 79, todos del CP y 404 del

CPP).

2~Tener presentes las reservas formuladas.

Insértese, agréguese copia y hágase saber.

(CUIJN° 21-06168991-2).-

. AROUNAHER
JUEZA Dr. JOSE LUIS M
Cárr.~.ade Apela
'"- - Rosa D ['UEZ PENAL DE MARA

( l
Cblt910 de Cam8re d".A ,_"cl6n_e~ lo Penal
2da, Clrwn.cnpGlon Jud'Clal

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PENAL DE CÁMARA
Coleg.de Cámarade Apelaclooe~enlo~
2d¡.Circun6cripclilnJ~

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