Capítulo II La Violencia

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CAPÍTULO II LA VIOLENCIA

2.1 Violencia Histórica

Dicen que todas las ciudades son cicatrices de las grandes batallas. Las construcciones cierran
el pasado y truncan el paso a la continua violencia contra el hombre. La ciudad construye,
transporta, resurge, también permite la nueva historia, el nuevo discurso, tanto como la simple
enunciación de significantes. La violencia es parte de la historia. El acto es fundante, otorga
nombre y estilo (marca). No es deseable, porque obliga por la fuerza y no convence. La
violencia viola el discurso y le otorga simientes para historias distintas. La violencia histórica no
es reduccionista, no se une exclusivamente al uso de la fuerza física o a la amenaza constante.
La violencia también implica su propia negación. Ya lo dijo alguna vez Mohandas Gandhi: “No
hay nada más violento que la violencia misma”. La violencia también permite el desarrollo en el
sentido que le da la modernidad al tiempo, afincado en el trabajo. La violencia no es sólo contra
el ser humano en esta noción de “crecimiento”: “El fin justifica la violencia ejercida sobre la
naturaleza para obtener el material, como la madera justifica la muerte del árbol y la mesa, la
destrucción de la madera (21). Dicha idea es permeable a la visión instrumental con la que
opera Occidente. La violencia rompe con los ciclos, con la vida misma. Por ello, cambia la
historia, la modifica, la resignifica:

...el hombre hacedor y fabricante, cuya tarea es violentar a la naturaleza con el fin de construir
un permanente hogar para sí, fue persuadido a renunciar a la violencia y a toda actividad, a
dejar las cosas como son, y a buscar su hogar en la morada contemplativa situada en la
vecindad de lo imperecedero y eterno22 .

Pensar en la violencia es pensar en la historia, en los protagonistas: aquellos que sufren la


violencia y aquellos que la ejercen sobre los otros. Implica rostros, nombres, narraciones. La
sentencia de Marx, la “violencia es la partera de toda vieja sociedad preñada de otra nueva”, es
decir, de todo cambio en la historia y la política, sólo resume la convicción de la Época
Moderna y saca las consecuencias de su profunda creencia en que la historia la “hacen” los
hombres de la misma manera que la naturaleza la “hace” Dios (23). Sin pretender hacer una
apología de la violencia, hay que dimensionarla en su concepto, situarla en su valor lingüístico
y comprenderla como parte de lo social y de lo histórico. Existe la violencia porque hay una
diferencia entre quienes la ejercen y quienes la sufren, unos tienen la fuerza para obligar a los
otros. La violencia, la psicología así lo ha mostrado, existe de diversas maneras. La violencia
es una manifestación del Tanathos freudiano, la pulsión que, junto con el Eros, permite la
dinámica del aparato psíquico y, para algunos, de la propia noción de hombre. Ello puede verse
en la cita de El por qué de la guerra del médico vienés:

El instinto de muerte se torna de destrucción cuando, con la ayuda de órganos especiales, es


dirigido hacia fuera, hacia los objetos. El ser viviente protege en cierta manera su propia vida
destruyendo la vida ajena. Pero una parte del instinto de muerte se mantiene activa en el
interior del ser ( 24).

Este carácter de la violencia, entendida histórica y psicoanalíticamente, tendría cabida como


marco ideal de análisis. Sin embargo, la cotidianidad nos ha llevado a construir un simulacro de
la violencia, un simulacro que, al igual que la juventud, ha perdido su carácter primario para
quedar perdido en aras de lo superfluo, una violencia sin acto y, por ende, sin historia.

2.2 Visión Panorámica

A nadie puede pasar inadvertido el aumento de la violencia. En este momento hay guerras que
buscan el usufructo de los bienes energéticos, disfrazadas de campañas antiterroristas.
También las hay por causa de la religión, la cultura e históricos agravios. Las mafias mexicana,
rusa, colombiana, estadounidense, coreana, china, italiana y otras se disputan, mediante
asesinatos y violencia, el control de la droga, su producción clandestina y los mercados. El
individualismo, acentuado por algunos sistemas y su soporte ideológico, convierte a las
grandes urbes en campos de batalla en donde el bienestar personal se antepone al interés
comunitario, con las fricciones que, lógicamente, se derivan. En muchos países la violencia
intrafamiliar y el asesinato de mujeres y niños no disminuye, aumenta. Una revisión, aunque
sea superficial, de las noticias de casi todas las naciones no deja una imagen agradable. La
violencia crece, se propaga como el fuego, mina la estructura social, debilita y deslegitima a los
gobiernos, transforma las relaciones humanas que, en la actualidad, se sustentan en el miedo.
Durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, sólo se alcanzó la paz auténtica en escasos
lugares y por poco tiempo. Parece que Tomás Hobbes tenía razón, al decir “el humano es en
primer término un depredador”. Ante esta escalada de la destrucción, ante un ambiente cada
vez más egoísta y agresivo, ante la desesperación y el deterioro, se hace no sólo necesario,
sino ineludible razonar acerca de la violencia, estudiarla, desmenuzarla, conocer sus más
íntimas motivaciones para poder revertir el proceso y acercarnos a una organización que
favorezca el valor de la comunidad, el regreso al humanismo, entendido como el respeto a la
vida por encima de cualquier otra intención. Se perciben: televisión y violencia, son complejos,
forman parte del conjunto de hechos que modelan a la sociedad, como la cultura, la economía,
la política, el Estado, etc. La televisión y la violencia tienen una vieja relación que hoy, más que
nunca, es necesario conocer y desentrañar, es urgente observarla desde la sociología, la
antropología, la psicología y, obviamente, la comunicación.

2.3 Etimología de Violencia

La violencia (del Lat. violentia) es un comportamiento deliberado que resulta, o puede resultar,
en daños físicos o psicológicos a otros seres humanos, o más comúnmente a animales o cosas
(vandalismo) y se lo asocia, aunque no necesariamente, con la agresión, ya que también puede
ser psicológica o emocional, a través de amenazas u ofensas. Algunas formas de violencia son
sancionadas por la ley o la sociedad. Distintas sociedades aplican diversos estándares en
cuanto a las formas de violencia que son aceptadas o no. Por norma general, se considera
violenta a la persona irrazonable, que se niega a dialogar y se obstina en actuar pese a quien
pese, y caiga quien caiga. Suele ser de carácter dominantemente egoísta, sin ningún ejercicio
de la empatía. Todo lo que viola lo razonable es susceptible de ser catalogado como violento si
se impone por la fuerza. “La violencia es un fenómeno sumamente difuso y complejo cuya
definición no puede tener exactitud científica, ya que es una cuestión de apreciación. La noción
de lo que son comportamientos aceptables o inaceptables, o de lo que constituye un daño, está
influida por la cultura y sometida a una continua revisión a medida que los valores y 46 las
normas sociales evolucionan”, como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en
grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos del desarrollo o privaciones”. La cuestión es que “la ley” legitima la violencia en
determinados casos (ejemplo: los insumisos fueron privados de libertad y cumplieron penas
privativas de libertad en establecimientos penitenciarios). Pero esta cuestión nos lleva a otra:
los grupos sociales (ejemplo: los insumisos) que consideran injusta la ley que legitima la
violencia, pueden influir en los procesos legislativos para que se derogue o modifique la ley
(ejemplo: los insumisos lograron que no fuera obligatorio el servido militar).

2.4 La Violencia como Comportamiento Deliberado

La violencia es la cualidad de violento o la acción y efecto de violentar o violentarse. Lo


violento, por su parte, es aquello que está fuera de su natural estado, situación o modo; que se
ejecuta con fuerza, ímpetu o brusquedad; o que se hace contra el gusto o la voluntad de uno
mismo. La violencia, por lo tanto, es un comportamiento deliberado que puede provocar daños
físicos o psíquicos al prójimo. Es importante tener en cuenta que, más allá de la agresión física,
la violencia puede ser emocional mediante ofensas o amenazas. Por eso, la violencia puede
causar tanto secuelas físicas como psicológicas. La violencia busca imponer u obtener algo por
la fuerza. Existen muchas formas de violencia que son castigadas como delitos por la ley. De
todas formas, es importante tener en cuenta que el concepto de violencia varía según la cultura
y la época. Hay sociedades donde, por ejemplo, las mujeres son obligadas a casarse con el
hombre que las elige o las compra, algo que, para el 47 mundo occidental, constituye una
forma de violencia contra el género femenino. Por otra parte, existen manifestaciones violentas
que son aprobadas por la ley y por el Estado. Por ejemplo, la pena de muerte es legal en
numerosos países democráticos, como los Estados Unidos. Sin embargo, muchas
asociaciones civiles consideran que todo asesinato (sea legal o no) es una violación de los
derechos humanos. Por último, cabe recordar que Mahatma Ghandi, uno de los máximos
exponentes de la no violencia y del pacifismo, reconocía que no existe ninguna persona
completamente libre de violencia, ya que esta es una característica innata de los seres
humanos.

2.5 El Problema específico de la Violencia

La relación familiar en la actualidad se encuentra en crisis, esta situación nos lleva a la


búsqueda de las causas y se halla entre ellas la pérdida de los valores esenciales, la
irresponsabilidad de los padres y educadores, lo cual conlleva a que una pareja se una o
contraiga matrimonio no motivados por un sentimiento real de amor, sino motivados por
diversas causas ajenas a este sentimiento o porque dentro de la relación familiar los sujetos de
la misma no saben enfrentar adecuadamente los obstáculos que se presentan en su vida
familiar o porque la sociedad no coadyuva al fortalecimiento e integración de la familia o porque
las políticas de gobierno no contribuyen a su desarrollo y protección. La crisis por la que
atraviesa la familia es tanto más grave cuando los factores al interior de la familia nacidos de la
inmadurez, falta de preparación e irresponsabilidad resultan agravados desde fuera por la
exposición morbosa del sexo, la exaltación de la infidelidad y el amor libre; la exhibición de la
pornografía, la drogadicción, el alcoholismo, el homosexualismo, la prostitución que minan en la
familia y la erosionan. 48 Se debe señalar entonces que la familia se encuentra en crisis,
debido a que existe una violencia estructural y una violencia en su interior, a la que se puede
denominar doméstica que genera esta crisis, sin embargo, al hacer un examen de la situación
que genera esta violencia no solo se puede contemplar una multiplicidad de actores, hechos,
escenarios, motivaciones, contextos; sino que se necesita encontrar elementos comunes, los
que comparten la racionalidad que los justifica, los sustenta y los reproduce, el hilo conductor
que en última instancia le preste coherencia.

2.6 Violencia Social

1. La violencia social, factor determinante de la violencia intrafamiliar y la salud mental

a) ¿Qué entendemos por violencia social?

Sobre lo que es "violento" tenemos un cierto contexto, aunque la apreciación de ello tiene que
ver con dos elementos. Uno es la forma y la contundencia "objetivas" del acto violento, por
ejemplo, el tipo de palabras proferidas, el calibre de los insultos, los instrumentos materiales
que lo acompañan, los efectos visibles o consecuencias físicas palpables, etc. Otro es, más
bien, de carácter subjetivo, es decir, miradas las cosas desde el sujeto objeto de un acto
eventualmente violento. Así, palabras, gestos o actos pueden ser más o menos violentos según
las condiciones de las personas que los padecen y las circunstancias en las que se producen.
Lo comprobable es que hay usos y costumbres que en el sentido común no están revestidas de
abierta "violencia", sino de cierta naturalidad, de cierta obviedad; es decir, no son percibidas en
el sentido común como actos violentos y violentadores. Por ello, en el derecho se considera lo
que se llama circunstancias agravantes o atenuantes de los actos cometidos. 49 Pero si bien
en los últimos tiempos se ha hecho alusión de forma más constante e incisiva a lo que es la
violencia política, el conflicto armado interno y, ahora, a la violencia callejera, delincuencial,
horizontal, conviene intentar aclararnos sobre aquello de "violencia social". En 1968 los obispos
católicos de la Conferencia de Medellín acuñaron una expresión que nos puede ayudar a
entender lo que es la violencia social. Hablaron de la violencia “institucionalizada”, es decir,
aquella que forma parte del modo de organizar la sociedad, el ejercicio del poder, el control
social y la producción y la distribución de la riqueza, el mantenimiento de la dominación, la
división social del trabajo, la división generacional del poder, la secular discriminación de la
mujer, del indio y de las nuevas generaciones, entre ellas, los niños y niñas. Pobreza y
desigualdades son la punta del iceberg de la violencia social. Hoy, además, se habla de que las
democracias formales tienen y mantienen una deuda social y las políticas económicas, de
empleo, de salud, de nutrición, de alimentación, de transporte, de vivienda, etc., no pretenden
ser otra cosa que una manera de "pago" de la deuda social contraída con las mayorías
nacionales a la largo de la historia. La misma distribución del presupuesto nacional de cada año
expresa una tensión entre atender la deuda social y los intereses de ciertos sectores, entre
encarar la pobreza creciente, o por la menos no reducida significativamente, y la urgencia de ir
saldando la deuda social con los más desfavorecidos. Por ello, violencia social cubre un amplio
espectro y es una manera global de cubrir diversas áreas de la vida ciudadana cotidiana, en
particular, de las mayorías del país. 50 La violencia social, en este sentido, es expresión de una
violencia institucionalizada. Ella, además, interpreta la institucionalidad del Estado y la
sociedad. Es lo que se ha dado en llamar violencia estructural, es decir que ha logrado entrar a
las estructuras de la sociedad y del Estado, que devienen en generadoras de formas de
violencia, de relaciones sociales que no escapan al clima de violencia, incluidas las relaciones
en el ámbito privado, como el de la familia. La violencia estructural heredada expresa un factor
de deshumanización y de depredación de la vida.

b) La relación entre violencia social y violencia intrafamiliar

Bastaría con relacionar las cifras que dan cuenta, en un período de tres décadas, por ejemplo,
de la situación de la pobreza, de la exclusión, de la marginación, del desempleo, de los niveles
de educación y de la calidad de esta, así como los niveles de deterioro de la calidad de vida en
general, para tener una idea y referentes menos subjetivos de la relación entre violencia en la
familia y violencia en el entorno social, político y económico. La elevada tasa de prevalencia de
violencia contra la mujer, los niños, niñas e incluso contra los adultos mayores, se da en un
contexto que no es ajeno ni puede ser subestimado cuando de factores incidentes en la
violencia intrafamiliar se trata. El aumento de la pobreza o su agravamiento no solo devienen
en una causa y expresión de las agudas desigualdades que el país exhibe, sino que repercuten
en las relaciones sociales familiares, en las relaciones con la población formalmente
dependiente, como serían los hijos y los adultos mayores. En circunstancias de insuficiente
cobertura de los servicios a la población, el estrés, la angustia, la inseguridad y la tendencia a
los impromptus (que no es pronto), no favorecen relaciones 51 sociales saludables en el ámbito
de la que consideramos familia. Por ejemplo, el propio Plan Nacional de Salud Mental señala
que entre las causales de suicidio están:

Conflictos conyugales: 29.6%

Conflictos familiares: 27.6%

Conflictos sentimentales: 22.1%

Problema laboral y económico: 2.2%

En la familia se refleja de forma desgarradora el impacto de las violencias y sus secuelas


psicosociales de magnitud; estas son una expresión dramática del conjunto de condiciones
inhumanas para la mayoría de la población peruana. Precisamente, en el ámbito en el que el
ser humano debiera encontrar acogimiento, calor, reconocimiento, protección y una fuente de
alimento afectivo, la violencia global tiende a destruir esta expectativa y trastocar en un foco de
desajuste emocional, de formas de violencia directa y además encubierta o, con frecuencia, no
ventilada en público. Violencia, además, considerada exclusiva referencia al mundo de lo
privado, de lo íntimo. Si bien, como afirma Gilligan, la violencia es compleja y está
multideterminada, ella se expresa en una variedad de conductas, como Anicama25 apuntaba
ya en 1999:

 Violencia psicológica intrafamiliar en Lima-Callao: 35.4%

 Violencia física en Lima-Callao: 17.4%

 Violencia contra la mujer en Lima-Callao: 16.2% 26

Una de las esferas en las que se puede encontrar la relación entre violencia social y violencia
intrafamiliar, es en las pautas de crianza. Un reciente estudio de Jorge Castro Morales arroja
una interesante información al respecto. Menciona a Castro de la Mata, quien señala que las
familias peruanas pueden clasificarse en despóticas, autoritarias y democráticas. Si bien no
establece una relación directa con el contexto político, social, económico de la época en la que
afirma la mencionada, investigación doctoral, está referida a los años 70, precisamente luego
de una larga historia de búsqueda interrumpida de la democracia y períodos de autoritarismo o
de dictadura como se calificara al gobierno de M. Odría y luego, por algunos sectores de la
derecha y la oligarquía, el de Velasco Alvarado. El contexto de la llamada violencia social
tiende a afectar la que en el modelo circumplejo de Olson se entiende por el eje de cohesión y
el eje de adaptabilidad. "En este sentido, cabe señalar que las familias más disfuncionales, esto
es, las que se ubican cercanamente a los extremos de dispersión o aglutinación en el primero,
o en los de estructuras rígidas o caóticas en el segundo, son las más proclives a establecer
pautas de crianza patógenas: desapego, prohibiciones extremas, autoritarismo, castigos
psíquicos y físicos, cuando no manifestaciones psicopatológicas derivadas de todas las formas
de maltrato (por negligencia, físico, psicológico y por abuso sexual) y de la violencia doméstica,
fenómenos todos tributarios del círculo vicioso pobrezamarginación-hacinamiento-
promiscuidad, tal como se desprende de nuestra experiencia de clínica en una zona urbano
marginal de Lima"

Pero señalar la relación entre violencia social o estructural y la dinámica familiar, incluso la
violencia intrafamiliar, nos remite en primer lugar a verificar cuáles son los recursos y
capacidades desarrolladas en la resistencia y en la resiliencia de las familias. Es decir, como el
contexto constituye una real y seria amenaza, pero no una fatalidad insalvable. El economista
Iguíñiz28 nos lo recuerda: "para los pobres, la esencial no está en su situación, no está en las
malas condiciones en las que viven, sino en la escasa efectividad y eficiencia de sus
denodados esfuerzos para alejarse de las que más les afectan personalmente y... en la
impotencia ante las restricciones extremas e internas que les impiden actuar en la dirección
que consideran adecuada"; y la primera de sus anotaciones plantea que "la fuerza principal tras
la salida de las familias pobres de su situación es su propia iniciativa”.

2. Violencia intrafamiliar y su incidencia en el bienestar de las personas

Objetivo

Los participantes reconocen la relación entre las formas de violencia intrafamiliar en el marco
de la violencia social.

a) Lo paradójico de la violencia intrafamiliar

La paradoja consiste en ser la familia el lugar natural de acogimiento de un ser humano,


cualquiera sea la estructura de familia que imaginemos o que se tenga en una sociedad dada,
lugar entonces llamado a garantizar la sobrevivencia inicial del ser humano nacido vivo, de
brindarle no solo sobrevivencia física, sino emocional, afectiva, hecha de atención, de
protección, de provisión, de estímulo. De ser así, estamos hablando de un proceso de
desarrollo humano que se promete saludable física y psicológicamente. No por nada hoy se
tiene la certeza científica de que estos primeros años de vida son decisivos para el resto de la
existencia y que la carencia de estimulación en este período supondrá un grave obstáculo a la
superación y al desenvolvimiento de las mejores potencialidades con las que el ser humano
llega equipado a la vida. Cuando todo ello deviene, en cambio, en un lugar de abandono, de
negligencia, de maltrato, de agresión, de violencia, podemos fácilmente advertir los efectos
perversos para la vida y el desarrollo de la criatura. Las estadísticas nacionales sobre las
variadas formas de violencia, de abuso, de maltrato que se da en el seno familiar, revelan
entonces que lo señalado para países desarrollados por A. Giddens, es una dramática realidad:
"El lugar más peligroso para el niño es la familia". Esta es la paradoja fatal. Baste señalar que
el Consejo General del Poder Judicial de España recuerda que el problema de la violencia
doméstica no es nuevo: "Durante siglos la violencia se ha ejercido en el seno de la familia sin
que ello provocara ningún tipo de reacción”29 . Ciertamente que ésta es la paradoja mayor, es
decir, la naturalización de la violencia en el seno de la familia y la inhibición institucionalizada
frente a la misma.

b) Las múltiples formas de violencia en el seno de la "familia" y la tendencia a su prevalencia


Una vez más Giddens nos recuerda que "de todos los cambios que ocurren en el mundo,
ninguno supera en importancia a los que tienen lugar en nuestra vida privada, en la sexualidad,
las relaciones, el matrimonio, la familia"30. Pero conviene recordar la distinción entre pareja,
matrimonio y familia, toda vez que implica modalidades y matices tanto en lo que llamamos
globalmente “violencia familiar”, como en el tratamiento que la normativa suele dar a los
conflictos que se producen en estos tipos de relaciones "familiares". Pero es igualmente
pertinente señalar que rasgos importantes de la cultura patriarcal aún sobreviven en la vida
cotidiana de importantes sectores de nuestra población. Estas huellas o marcas de la cultura
patriarcal no distinguen clase social ni condición económica. Así, el machismo, cierto dominio
del varón sobre la mujer, o la distribución de roles en el complejo mundo de la familia, la
constatación de que la mujer padece maltrato regular en el período de enamoramiento (61.3%),
el trato dispensado a los menores de edad y a los adultos mayores, demuestran la
sobrevivencia de la que constituye el campo simbólico del patriarcado. Si bien hay que precisar
que hoy la familia ha dado paso a la vida de pareja más que a la vida matrimonial, pues el
matrimonio ya no es el principal elemento definitorio de la pareja. No obstante, esta realidad
genera ciertos problemas patrimoniales a considerarse. El panorama de la violencia
intrafamiliar coloca sobre el tapete el nivel de democracia de las emociones y de los afectos en
la vida cotidiana de la familia. Y una de las constataciones mayores que explican, en parte, las
distintas formas de violencia familiar, refiere a la incomunicación. Tanto en el matrimonio, como
en la pareja, la comunicación es la forma de establecer el vínculo. No sin razón los psicólogos
dicen que el silencio y la distancia que establece, aun viviendo en la misma alcoba, generan
agresividad y preparan la violencia. Desafortunadamente prevalece la creencia de que la
violencia, o por lo menos ciertos niveles de la misma, es también un mecanismo de
comunicación y además dotado de cierta eficacia inmediata. Quizá ello explique por qué el
castigo físico sea no sólo práctica extendida, sino defendida cuando se pretende legislar su
condena o prohibición. Pero más que detenernos en una tipología de la violencia familiar, es
necesario captar la significación que esta tiene en la vida de las personas que conforman el
núcleo familiar. Preguntarnos por el vínculo familiar que la violencia cotidiana genera, nos
coloca ante la sensación "esquizofrénica" de quien a ratos se ve gritando, samaqueado,
castigado desproporcionadamente a su falta, golpeado, etc., y luego tratado con mimos, con
pasaditas de mano o con expresiones como "te he corregido porque te quiero y quiero que te
portes bien", o "para que me entiendas y te corrijas". Si bien hay que ser sumamente
cuidadosos para no caer en determinismos fáciles, las investigaciones señalan la tendencia a la
reproducción transgeneracional de la violencia. En general las distintas formas de violencia
familiar terminan reforzando la tendencia a sustituir las relaciones saludables basadas en la
justicia distributiva por la reciprocidad, que bien puede dejar intocadas las estructuras
asimétricas y de desigualdades que suelen primar en la sociedad y en la sociedad familiar
igualmente. Es decir, una reciprocidad no significativa. Mujeres y niños suelen entonces ser
objeto de un vínculo y de una relación jerárquica inhibidora de su derecho a la igualdad y a la
autonomía y colocados en el etéreo como complejo amor romántico repartido por el más fuerte.

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