Capitulo 3 Tesis Legitima Defensa

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 33

CAPITULO 3.

LA LEGÍTIMA DEFENSA

3.1 CONCEPTO

¿Qué es la legítima defensa?

Es la causa o situación por la que una persona puede justificar su conducta,


liberarse de responsabilidad o reducir su pena, como autor, frente a un hecho o
una conducta, que esta generalmente prohibida por la ley. Esto, debido a que fue
necesario defenderse de una acción que emplearon en su contra. En un sentido
más práctico se dice que se actuó en defensa propia.

En otros términos, la defensa propia es el contraataque o repulsa de una agresión


actual, inminente e inmediata con el fin de proteger la integridad o bienes jurídicos
propios o ajenos.

Se basa en el derecho natural que tiene una persona de protegerse, cuando no


sea posible recurrir a la intervención del Estado, que monopoliza el ejercicio de la
fuerza para repeler las agresiones ilegítimas, por la gravedad y la inminencia del
ataque. La víctima en este caso se encuentra sin protección ante el agresor, y
ataca a su vez, para evitar el daño personal.

El método de defensa debe ser proporcionado al empleado en el ataque, y debe


contribuir a defenderse del mismo, por ejemplo, si el agresor usa los puños, y no
es un profesional de los golpes ni supera físicamente al agredido, éste no puede
defenderse con un arma de fuego; ni puede ultrajarlo en su pudor, pues esto no
tiene nada que ver con su defensa; y además, quien ejecute contra él la acción no
debe tener derecho a ello, por ejemplo que se trate de un policía que pretenda
detener a un ladrón. Además, quien se defiende no debe haber provocado la
acción del agresor

La Legítima Defensa en el Derecho Penal.

Es una causa que justifica la acción de una conducta sancionada penalmente,


eximiendo de responsabilidad a su autor respetando una serie de requisitos ya
establecido en nuestro código, y en caso de no cumplirse todos sus requisitos,
permite reducir la pena aplicable. Esta es una situación que permite eximir, o
reducir, la sanción ante la realización de una conducta generalmente prohibida.

Naturaleza de la legítima defensa.

Tradicionalmente se debatía cuál era el origen exacto de la legítima defensa,


dudando entre la justificación y la exclusión de culpabilidad. Actualmente, nadie
desdice que la naturaleza jurídica de la legítima defensa se encuadre en las
causas de justificación que aparecen en los textos legales para eludir la
responsabilidad, si se dieran ciertas circunstancias.

¿Qué condiciones debe haber para que una defensa propia sea legitima?

Los requisitos objetivos y subjetivos para considerar que un hecho haya de


concebirse como de legítima defensa son los siguientes:

1. Se tiene que haber producido una agresión ilegítima recientemente sobre


bienes que fueran protegibles. No cabe alegar legítima defensa ante un
daño que hubiera sido provocado hace años, al igual que tampoco se
puede alegar esta causa de justificación ante el perjuicio realizado sobre
unos bienes que no se pudieran proteger.

2. La defensa ha de ser racional y proporcional a la agresión recibida. La


explicación a este punto se puede entender mejor con un simple ejemplo:
no sería justificable que el tendero de una tienda de chuches matara a un
niño que hubiera robado un par de gominolas.

3. Tiene que haber falta de provocación suficiente. No se puede alegar como


causa de justificación la legítima defensa frente a un agresor, cuando a éste
se le hubiera provocado para actuar ilícitamente.

4. Elemento subjetivo de la actuación en defensa. Este requisito se identifica


con la exigencia de que el defensor sea consciente de que se dan los
presupuestos objetivos de la legítima defensa, sin que además sea
necesario que su intención última sea defender. Si se actuara contra el
agresor, sin intención de defenderse y únicamente con ánimo lesivo, la
defensa no sería lícita. Sin embargo, al ser una cuestión subjetiva, es difícil
de probar.

Ahora bien, resulta de vital importancia analizar los criterios que causan mayor
controversia al momento de argumentar y dictar sentencias respecto a esta causa
de justificación:

La agresión debe ser real, actual o inminente. Esto significa que la agresión


forzosamente tiene que existir; no puede ser subjetiva o imaginativa. La agresión
cumple con el criterio de actualidad e inminencia cuando ésta se encuentra activa;
esto es, desde que el agresor comienza a realizar acciones con el fin de lastimar
el bien jurídico, hasta que la agresión ha cesado, ya sea porque ésta ha cumplido
su objetivo o porque ha sido detenida por medio de la defensa inmediata. En esta
tesitura, resaltaremos que existen dos maneras de violar el criterio de actualidad
de la agresión que establece legítima defensa y determinar cuál de las dos fue la
que utilizó la presunta víctima, implica un alto grado de subjetividad. La primera es
la defensa putativa y la segunda es el exceso extensivo de la legítima defensa.

Por otro lado, está la racionalidad de la defensa y la intencionalidad de la


víctima. Con frecuencia, el criterio de racionalidad es confundido con la
proporcionalidad de las acciones al momento de su interpretación y esta
equivocación puede conllevar consecuencias jurídicas lamentables al momento de
dictar sentencias. En contraste con la proporcionalidad, la racionalidad no exige
que el medio utilizado para llevar a cabo la defensa, ni el bien jurídico al que ésta
va dirigida, sean de igual o menor proporción a los utilizados o atentados por el
agresor. 

Es importante resaltar que, a pesar de que el individuo utilice alguno de los


argumentos mencionados con anterioridad, los hechos del caso serán analizados
por un juez; pero, a fin de cuentas, el juez no podrá dar una resolución totalmente
objetiva del caso ya que no puede determinar qué es exactamente lo que el
individuo pensaba en el momento en que los hechos se llevaron a cabo. Es
necesario percatarse de que existen un sinfín de variables que no deben ser
omitidas para deducir qué fue lo que realmente sucedió en cada caso y, de este
modo, dictar la sentencia más justa y objetiva posible.

¿Cuál es el fundamento de la legítima defensa?

Podría afirmarse que el fundamento de la legítima defensa se encuentra en


la protección de los bienes jurídicos del agredido y en la protección del derecho
frente a ataques injustos.

Bienes objeto de defensa.

La defensa "propia o de sus derechos" abarca la posibilidad de defender


legítimamente cualquier bien jurídico. En otras palabras, es suficiente con que se
trate de un bien que proteja el derecho con lo que queda absolutamente a salvo su
legitimidad, sin que imperiosamente deba resultar resguardado por el
ordenamiento jurídico penal.

Históricamente, la legítima defensa nació unida a los delitos de homicidio y


lesiones, y permanece así en los códigos antiguos, pero en todas las legislaciones
contemporáneas se acepta la posibilidad de que justifique la defensa de cualquier
bien jurídico, incluso aunque no se halle penalmente tutelado. Esta extensión y
generalización es fruto del industrialismo, es el resultado de la necesidad de
asegurar la riqueza que se concentraba en las ciudades de la amenaza de las
masas miserables que también se concentraban en ellas cuando la acumulación
de capital productivo no era suficiente como para asimilar su mano de obra. Desde
entonces ha parecido normalmente aceptable la defensa de la propiedad a costa
de la vida del agresor.

Al "revaluarse" notoriamente la vida humana en los documentos de Derechos


Humanos de la post guerra que expresamente incluyen el "derecho a la vida",
surge la duda acerca de si es posible admitir en nuestro derecho positivo la
defensa de la propiedad a costa de la vida del agresor. El problema ya se planteó
en Europa con motivo del art. 2 de la Convención de Roma, que establece
expresamente que sólo se admite cuando es resultado de un recurso
de fuerza absolutamente necesarios para "asegurar la defensa de cualquier
persona contra la violencia ilegal".

¿Cuál es el error sobre la legítima defensa?

El error sobre la legítima defensa puede afectar a:

 La extensión de la eximente: ocurre cuando el defensor piensa que la


circunstancia que está viviendo le permite reaccionar de cualquier forma,
sin atender a los límites que establece la legislación penal, acerca de la
proporcionalidad de la actuación en defensa.

 La concurrencia de los presupuestos objetivos que permiten la defensa:


el error sobre la concurrencia de los presupuestos objetivos alude al
incumplimiento de alguno de los requisitos explicados con anterioridad.

¿Cuándo la legítima defensa queda excluida como delito?

Este tipo de defensa propia queda excluida como delito siempre y cuando sea
repelida una agresión real, actual o inminente y sin derecho, en defensa de bienes
jurídicos propios o ajenos. Además, debe existir una necesidad de la defensa
empleada y no medie provocación dolosa suficiente e inmediata por parte del
agredido o de su defensor.

¿Cuándo la ley puede presumir que se actuó en legítima defensa?

La ley presume que existe legítima defensa, salvo prueba en contrario, cuando se


cause daño a quien por cualquier medio trate de penetrar o penetre, sin derecho,
al lugar en que habite de forma temporal o permanente el que se defiende, al de
su familia o al de cualquier persona respecto de las que el agente tenga la
obligación de defender, a sus dependencias o al sitio donde se encuentren bienes
propios o ajenos respecto de los que exista la misma obligación. Igual presunción
existe cuando el daño se causa a un intruso al momento de sorprenderlo en
alguno de los lugares antes citados en circunstancias tales que revelen la
posibilidad de una agresión.

¿En qué caso se habla que se presentó exceso de legítima defensa?

La víctima que ante la agresión de un tercero actúa en defensa propia, está


justificada por la ley. Sin embargo, no todo le está permitido hacer, existen límites
para neutralizar el ataque, que deben tener una coherencia con el nivel de la
agresión. De lo contrario, la víctima se convierte en victimario haciendo un uso
excesivo de la legítima defensa, misma que la ley podrá sancionar imponiendo la
pena de un delito culposo.

3.2.- DOCTRINAS QUE LA JUSTIFICAN

La legítima defensa ha sido objeto de estudio de multitud de juristas, que trataban


de buscar una justificación que explicara por qué surgió el concepto, y por qué se
ha mantenido. Especialmente Ceib, Asúa, Cicerón, Gayo, Ulpiano y Luís P. Sisco.
Mientras que otros, se han puesto en la tarea de dar fundamentos
de normas presupuestas dentro del sistema jurídico, dando normas fundantes
indispensables para la creación de constituciones y derechos adquiridos propios
de cada una de las personas que conforman la colectividad nacional internacional,
en contraposición a la opinio iuris.

Así pues, algunos trataron de ver en la figura una manifestación jurídica del
instinto de conservación innato en el ser humano, es decir, aquel rasgo natural
que pese al tránsito hacia la vida en sociedad, ni puede ni debe ser eliminado.
Esta tesis está, hoy en día, superada por la doctrina, a la que no le basta una
justificación que no puede explicar la legítima defensa de persona ajena, ni la
defensa de bienes jurídicos sin alcance vital.

Así pues, algunos trataron de ver en la figura una manifestación jurídica del
instinto de conservación innato en el ser humano, es decir, aquel rasgo natural
que pese al tránsito hacia la vida en sociedad, ni puede ni debe ser eliminado.
Esta tesis está, hoy en día, superada por la doctrina, a la que no le basta una
justificación que no puede explicar la legítima defensa de persona ajena, ni la
defensa de bienes jurídicos sin alcance vital.

Fundamento Doctrinal de la Falta de protección Estatal.


Esta posición tuvo una especial repercusión, y atribuía la existencia de la legítima
defensa a una situación en la que los bienes jurídicos a proteger no podían ser
salvados por el Estado, de manera que la única forma de evitar que sean dañados
es permitiendo que quien esté posibilitado para tal tarea, cuente con el respaldo
jurídico del derecho. Las críticas a esta justificación se centraron en destacar que
no tiene por qué suponer un fundamento material de la autorización de la defensa
particular, y que, en multitud de ocasiones, la ausencia de la protección estatal no
indica necesaria y definitivamente la aparición de una legítima defensa, así como
la presencia de tal protección tampoco supone la imposibilidad de aplicar la figura.
En suma el estado puede ser defendido en razón de que, si él le garantiza a los
particulares el derecho de defensa privada, puede garantizárselo para sí mismo,
porque quien da es porque tiene.

Hay países como la Unión Soviética, Bolivia donde el derecho del estado no está
sometido a más restricciones que la ley exige, nosotros creemos que defender los
intereses del estado es un deber ciudadano, pues este le garantiza una serie de
beneficios a la comunidad.

La constitución Dominicana de 1963, estableció las previsiones de la declaración


de los derechos del hombre y del ciudadano en su artículo 81, el cual preceptuaba
"se declara legítimamente la resistencia encaminada a la protección de
los derechos humanos consagrados más arriba, los cuales no excluyen los demás
que esta constitución establece ni otros de igual naturaleza o quien sea una
resultante de la soberanía del pueblo y del régimen democrático." Ya antes el
artículo 15 del proyecto de ley fundamental redactado por Juan Pablo Duarte se
estableció ese derecho, decía el referido articulo "la ley es la que da al gobernante
el derecho de mandar e imponer al gobernado la obligación de obedecer, por
consiguiente toda autoridad no constituida con arreglo a la ley es ilegitima y por
tanto no tiene derecho alguno, ni se está en la obligación de obedecerla". Según
nuestro criterio particular creemos que es legítima la rebelión frente
al gobierno cuando nos priva de la libertad pues este es un bien jurídicamente
protegido y como tal legítimamente defendible.

Legítima defensa en la Jurisprudencia Mexicana

Para que la legítima defensa se configure es necesario que la acción repulsiva del
agente se ejercite contemporáneamente a la agresión actual y al peligro inminente
que la motive; y el ataque es actual cuando reviste características de inminencia o
dure todavía, pero no cuando sólo se dibuja en el futuro o cuando ya ha
terminado. Lo que importa por tanto en la legítima defensa es la actualidad del
ataque. La reacción defensiva efectuada cuando ya se ha consumado el ataque y
el peligro que se pretende la motivaron, no puede considerarse como legítima
defensa, ni eximir de responsabilidad al agente activo del delito. Asimismo, los
actos ejecutados en contra del ofendido con posterioridad a la acción consumada
por éste, no pueden ya estimarse que justifiquen la legítima defensa, sino actos de
represalia o contienda cuya ilegalidad impide que la responsabilidad penal se
excluya por tal concepto.

La doctrina y jurisprudencia reconocen que el fundamento de este permiso


proviene de la especial situación del autor y del bien jurídico en el momento de la
acción.

En la actualidad se reconoce unánimemente la naturaleza de justificante de la


legítima defensa: la legítima defensa es una afirmación del derecho. El
fundamento se ve en el principio según el cual "el derecho no necesita ceder ante
lo ilícito".

Sostiene Zaffaroni "se define el fundamento por la necesidad de conservar el


orden jurídico y de garantizar el ejercicio de los derechos." El fundamento de la
legítima defensa, reiteramos, se basa en el principio de que nadie puede ser
obligado a soportar lo injusto. Se trata de una situación conflictiva en la cual el
sujeto puede actuar legítimamente porque el derecho no tiene otra forma de
garantizarle el ejercicio de sus derechos o mejor dicho la protección de
sus bienes jurídicos.
En la medida en que haya otro medio jurídico de proveer a la defensa de los
bienes jurídicos no es aplicable el tipo permisivo.

La legítima defensa tiene lugar cuando media una situación de necesidad. Cuando
entre el mal que evita quien se defiende y el que le quiere causar quien le agrede
media una desproporción inmensa, porque el primero es ínfimo comparado con el
segundo, la defensa deja de ser legítima. Esto debe quedar claro: la defensa sólo
es legítima si es necesaria.

En favor de la licitud de la legitima defensa, aun cuando la misma lleve consigo la


muerte del agresor, se aducen los siguientes argumentos: el de la conservación de
la propia vida, como exigencia natural y primaría; el de la colisión de derechos,
que da mayor rango a los del agredido que a los del agresor; el de la seguridad
social, que exige en todo caso una acción defensiva contra la acción ofensiva
violenta; el de la fuerza del Derecho, que por medio de la defensa privada,
negando el delito, como quería Hegel, niega esa misma negación y hace respetar
el ordenamiento jurídico; el de la delegación excepcional en el individuo de las
atribuciones del poder público; el de la justicia, en suma, que manteniendo el
principio de que nadie se la pueda tomar por su mano convierte en situaciones
concretas al individuo en mano institucional que la sirve.

En cualquier caso, ocurre aquí exactamente igual que en el caso de la pena de


muerte. Ni el condenado a la pena capital ni el agresor injusto quedan
desprotegidos. El injusto agresor, por la entrada en ejercicio de la llamada
ponderación de bienes, a pesar de su conducta, sigue siendo sujeto de derecho, y
su vida un bien jurídicamente protegido ante la reacción defensiva (irracional,
desproporcionado o por exceso) de quien fue íntimamente ofendido 1.

Lamentablemente en México hemos tenido conocimiento de casos que se dieron a


conocer en los diferentes medios de comunicación en meses pasados en los que
las víctimas del delito han reaccionado para proteger su integridad física, su
libertad, su patrimonio, su vida, entre otros bienes jurídicos, causando con ello una
lesión y hasta la pérdida de la vida de su agresor.

Es importante mencionar que la Legítima Defensa es una causa de exención de


la responsabilidad penal o de atenuación de la condena, si se ha excedido en su
uso, cuando la comisión de un hecho ilícito, tipificado como tal, lo ha sido con fines
de defenderse de un ataque a su persona y/o a sus bienes como ya lo mencioné.

El artículo 15 del Código Penal define la legítima defensa cuando se repela una
agresión real, actual o inminente, y sin derecho, en protección de bienes jurídicos
propios o ajenos, siempre que exista necesidad de la defensa y racionalidad de los
medios empleados y no medie provocación dolosa suficiente e inmediata por parte
del agredido o de la persona a quien se defiende.

Se presumirá como defensa legítima, salvo prueba en contrario, el hecho de


causar daño a quien por cualquier medio trate de penetrar, sin derecho, al hogar
del agente, al de su familia, a sus dependencias, o a los de cualquier persona que
tenga la obligación de defender, al sitio donde se encuentren bienes propios o
ajenos respecto de los que exista la misma obligación; o bien, lo encuentre en
alguno de aquellos lugares en circunstancias tales que revelen la probabilidad de
una agresión.

El artículo 16, por otra parte, aclara el caso del exceso de legítima defensa donde,
en caso de probarse se impondrá una sanción correspondiente al delito de que se
trate, quedando pendiente el catalogarlo como doloso.

Legítima defensa como derecho.

1
. (Gonzalo Rodríguez Monrullo: «Legítima defensa real y putativa en la doctrina penal del Tribunal Supremo», «Civitas», 1976, pág. 66).
Entienden cuantos se suman a este criterio que la legítima defensa que consagran
los ordenamientos jurídicos traduce a su escala un derecho natural que tiene una
doble raíz, a saber: la exigencia de conservar la vida, y la del bien común, que
pide cumplir con la demanda social del rechazo a los malhechores.

Como tal derecho, la legitima defensa actúa en la esfera de los jurídicamente


lícito, y el sujeto que obra con libertad tiene conciencia de que su conducta se
halla de acuerdo con la ley, puesto que la ley, conforme al principio del interés
preponderante, hace prevalecer el del agredido ilegítimamente sobre el interés del
agresor injusto.

Tal derecho, por lo tanto, es a un tiempo objetivo y subjetivo. Objetivo, porque una
norma jurídica lo reconoce, y subjetivo, porque se trata de una facultad que,
amparada por esa norma, se pone en ejercicio.

Para esta corriente doctrinal -y en síntesis la legítima defensa implica una


conducta conforme a derecho, y el agredido, por consiguiente, “iura agit”, de igual
modo que, para poner un ejemplo, el propietario, vendiendo una cosa de su
propiedad, hace uso de su “íus disponendi”.

El congreso y la legitima defensa.


La Reforma al Código Penal permite que ante la intromisión de intrusos el
habitante del inmueble pueda defenderse sin ser procesado penalmente.

Quedó aprobada la figura de la legítima defensa en la reforma al Código Penal, lo


cual permitirá que ante la intromisión de algún intruso a la vivienda ya sea ladrón,
malhechor que transgreda contra la integridad física o bienes personales, el
habitante podrá salvaguardarse sin ser procesado penalmente.

La propuesta fue votada por unanimidad, y permitirá que, en el caso de algún


asalto o robo con violencia, la víctima podrá golpear, herir, incluso matar al
delincuente y estará amparado por la Ley.

El primero en regular la legítima defensa fue Nuevo León, El segundo Estado en


adoptar esta medida fue Baja California Sur. El 21 de junio, en Guanajuato los
diputados locales aprobaron el pasado 29 de junio.

“Cuando un intruso llegue a una casa habitación, quien esté en la casa pueda
repeler esa agresión, de cualquier manera, bajo cualquier circunstancia y
utilizando los mecanismos o los elementos que tenga a la mano y de ninguna
manera puede ser imputado penalmente”.
Tienes que comprobar que precisamente, la legítima defensa, no es un cheque en
blanco ya que hay que demostrar la legítima defensa comprobando evidentemente
que la persona que entró a un hogar pues lo hace, precisamente, con la intención
de afectar o de dañar la integridad física de una persona, su familia, o económica.
La intención es que tú puedes alegar que fue en defensa propia, que fue en
defensa de tu familia que fue la legítima defensa y que, si el ladrón está golpeado,
muy golpeado, o, en un momento dado falleció el intruso, te atienes a la legítima
defensa ampliada, en ese sentido, que estuvo dentro de su casa, se hace una
investigación respectiva.

La iniciativa aprobada solamente garantiza la legítima defensa en viviendas y no


en negocios o automóviles propiedad de la víctima, aunque se prevé que en un
futuro se pueda aplicar a los negocios y vehículos.

Lo se espera es darle más certeza al ciudadano que está siendo agredido pueda,


en su momento, actuar de una manera jurídicamente más fuerte y que en su
momento no sea el culpable de algo que está siendo él atacado o violentado.
Esta figura por el momento solo aplica para casas habitación donde habitamos,
pero incluye todo a la redonda, es decir nuestro patio, nuestro jardín, azotea,
bardas, todo lo que es el contexto de la casa habitación.

Aquellos policías que entran a los domicilios aprovechándose del uniforme y


comenten abuso de autoridad y allanan domicilios para robar, no quedan exentos
de la Ley, ya que se podrá obrar de igual forma.

“La gran ventaja de esta reforma es que cuando ingresen a tu domicilio con la
finalidad de agredirte, se podrá utilizar cualquier mecanismo de defensa, así sea
un supuesto policía que entre a robar o agredirte”.

La legítima defensa como excusa.

Para los partidarios de este punto de vista, la muerte del agresor es contraria a
derecho, y no puede considerarse como causa de justificación para el agredido.
Este no actúa «iure», aunque no merece castigo y sí impunidad, porque su
comportamiento resulta excusable, bien por la perturbación psíquica y el arrebato
que la agresión desencadena “propter perturbationem animi”, bien porque esa
misma agresión le coloca en estado de necesidad, bien por el miedo insuperable
que le sobrecoge. La muerte del agresor no es, por tanto, un derecho del
agredido. Su comportamiento es materialmente antijurídico, pero se le exime de
responsabilidad por el delito, atendiendo a las razones aludidas que le inhiben de
culpabilidad, toda vez que el hecho, sin conciencia ni libertad por parte del sujeto,
ni siquiera podría calificarse de humano.
La complejidad de la legítima defensa o por qué propicia sentencias injustas.

La increíble complejidad de la legítima defensa conlleva consecuencias


lamentables. La inspiración para abordar dicho tema, proviene del caso en el que
la esposa de un policía, víctima de violencia intrafamiliar, fue condenada por
defenderse y, accidentalmente, matar a su esposo. Esta sentencia provocó una
reflexión de la cual surgió la interrogante siguiente: ¿Cuáles y qué tan eficaces son
los criterios para argumentar legítima defensa? Con base en el caso real y los
argumentos que serán desarrollados en el texto, es posible sostener la hipótesis
de que, sin duda, al interpretar rígidamente los criterios para argumentar legítima
defensa, numerosos casos en los cuales debería aplicar esta causa de
justificación del delito, son excluidos y esto implica sentencias injustas para
individuos inocentes.

Es pertinente definir el concepto de causas de justificación del delito —con base


en la publicación Causas de justificación en nuestro ordenamiento penal de la
académica Esther Hava García— como: aquellos motivos que eliminan la
posibilidad de que un acto típico sea considerado como delito y, en consecuencia,
el carácter punible del mismo2. Ahora bien, para fines de este ensayo, y siguiendo
el artículo 15 del código penal federal3,  el concepto de legítima defensa será
definido como una causa de justificación que excluye de la responsabilidad
adquirida al cometer un delito, siempre y cuando una acción sea realizada con la
intención de repeler una agresión real, actual o inminente, y antijurídica, que
atente contra los bienes jurídicos propios o de un tercero; que cumpla con los
factores de necesidad y racionalidad; y que ésta no medie provocación dolosa.

Una vez definido el concepto de legítima defensa es de suma importancia


desglosar y analizar la definición para determinar cuáles son los criterios que
causan mayor controversia al momento de argumentar y dictar sentencias
respecto a esta causa de justificación.

El primer criterio que será analizado es el que establece que la agresión debe ser
real, actual o inminente. Esto significa que la agresión forzosamente tiene que
existir; no puede ser subjetiva o imaginativa. La agresión cumple con el criterio de
actualidad e inminencia cuando ésta se encuentra activa; esto es, desde que el
agresor comienza a realizar acciones con el fin de lastimar el bien jurídico, hasta
que la agresión ha cesado ya sea porque ésta ha cumplido su objetivo o porque
ha sido detenida por medio de la defensa inmediata.  Existen dos maneras de

2
Derecho en red, Causas de justificación en nuestro ordenamiento penal, publicado el lunes, 3 de diciembre del
2012, http://www.infoderechopenal.es/2012/12/causas-de-justificacion.html, (fecha de consulta: viernes 4 de noviembre del 2016).
3
Derecho en red, Causas de justificación en nuestro ordenamiento penal, publicado el lunes, 3 de diciembre del
2012, http://www.infoderechopenal.es/2012/12/causas-de-justificacion.html, (fecha de consulta: viernes 4 de noviembre del 2016).
violar el criterio de actualidad de la agresión que establece legítima defensa y
determinar cuál de las dos fue la que utilizó la presunta víctima, implica un alto
grado de subjetividad.
La primera manera de violar el criterio mencionado con anterioridad es la defensa
putativa, que, con base en el libro Dolo, error y eximentes putativas de Tozzini, es
definida de la siguiente manera: “Es aquella situación en la que un sujeto obra en
contra de otro que cree es su agresor, el que, en verdad, no le ataca ilícita, grave
o inminentemente, siendo en consecuencia, el agredido imaginario el verdadero
agresor”4. Esto implica que la supuesta víctima debe de creer de buena fe que
está ante una agresión real y que al momento de realizar la repulsión de la
presunta agresión, su principal objetivo sea proteger su integridad y no lastimar al
presunto agresor. Dicho esto, es posible deducir que, como la intencionalidad del
individuo no era lastimar al presunto agresor y creía firmemente que de no hacerlo
su integridad corría peligro, la acción constituye un error de malinterpretación de
los hechos y, por lo tanto, no será punible siempre y cuando en efecto haya
considerado erróneamente la existencia de una agresión.

Por el contrario, si la defensa continúa aun después de que el agredido esté


consciente de que la agresión ha cesado, la víctima de agresión incurre en la
segunda manera de violar el criterio de actualidad e inminencia. Ésta es conocida
como exceso extensivo de la legítima defensa y es definido por Miguel Ontiveros
Alonso como la infracción en la que incurren los sujetos activos de la defensa
cuando ya no existe el elemento de inminencia o actualidad de la agresión, es
decir, continuar ejerciendo la defensa después de que la agresión ha
concluido5. Por lo tanto, aquellas acciones que encajen en el exceso extensivo no
podrán ser catalogadas como legítima defensa. Esto es debido a que, al continuar
la defensa intencionalmente después de que la agresión ha cesado, ésta no es
real ni actual y la supuesta defensa es en realidad una agresión punible (delito).

Consecuentemente, el criterio que establece que la agresión debe ser real, actual
o inminente, implica un alto grado de subjetividad para determinar cuál de las dos
violaciones incurre; puesto que para catalogar las acciones del sujeto en el exceso
extensivo de la defensa legítima o en la defensa putativa, el único factor
determinante es si el individuo consideraba que la agresión aún era vigente y
representaba un peligro o si continuó la defensa con el único fin de lastimar al
agresor. Debido a lo anterior, la víctima o presunta víctima según sea el caso,
puede realizar acciones que encajen con la definición de exceso extensivo y, sin
embargo, argumentar durante su juicio que consideró que la agresión seguía
vigente y que, de no haber continuado la defensa, ésta representaba un grave
peligro para su integridad. Esto con el fin de eliminar el factor de punibilidad y

4
Carlos A. Tozzini, Dolo, Error y Eximentes Putativas, (Argentina: Ed. Depalma 1964), 49 y ss.
5
Miguel Ontiveros Alonso, 20 Reglas Básicas de la Legítima Defensa Policial, (México: Ed. Ubijus 2009), 16.
evitar una sentencia condenatoria en su contra. Aun así, aunque el individuo utilice
el argumento mencionado con anterioridad, los hechos del caso serán analizados
por un juez; pero a final de cuentas, el juez no podrá dar una resolución totalmente
objetiva del caso ya que no puede determinar qué es exactamente lo que el
individuo pensaba en el momento en que los hechos se llevaron a cabo. Es
necesario percatarse de que existen un sinfín de variables que no deben ser
omitidas para deducir qué fue lo que realmente sucedió en cada caso y, de este
modo, dictar la sentencia más justa y objetiva posible.

Ahora bien, en caso de que la violación incurrida definitivamente sea el exceso


extensivo de la legítima defensa, es pertinente preguntarse si la acción debería ser
punible puesto que, al encontrarse en una situación de peligro, interviene el
instinto de supervivencia e impide que la víctima piense o actúe racionalmente.
Consecuentemente, es posible que la defensa continúe después de que la
agresión haya concluido por el efecto de adrenalina y el estado irracional en el que
la víctima se encuentra. Por lo tanto, es necesario reflexionar si es posible
solicitarle a un individuo que reaccione de manera racional cuando su integridad
peligra. En contraposición, tampoco debe descartarse la posibilidad de que el
exceso extensivo puede ser un indicio de motivos personales que conlleven a
crímenes dolosos. Total, incluso cuando ha sido determinada la falta que ha sido
incurrida, es sumamente complejo dictar una sentencia justa al interpretar
rígidamente los criterios para argumentar legítima defensa ya que pueden omitirse
factores determinantes del caso que involucren la subjetividad de los actores del
mismo.

Para continuar, serán analizados los siguientes criterios: la racionalidad de la


defensa y la intencionalidad de la víctima. Con frecuencia, el criterio de
racionalidad es confundido con la proporcionalidad de las acciones al momento de
su interpretación y esta equivocación puede conllevar consecuencias jurídicas
lamentables al momento de dictar sentencias como será demostrado más
adelante.  La proporcionalidad —según lo establecido en la publicación del bufete
de abogados Rodríguez Menéndez— implica que la defensa sea de la misma o
menor magnitud o intensidad que la agresión; por lo tanto, no solo el medio
utilizado para llevar a cabo la defensa, sino también el bien jurídico al que será
dirigida, deben ser de igual o menor intensidad o valor que los que utiliza o atenta
perjudicar respectivamente el agresor6. En cambio, según Esther Hava García en
el blog Derecho en Rd, la racionalidad exige que la repulsión llevada a cabo por la
víctima no sólo sea suficiente para hacer cesar la agresión, sino también procure
en todo momento causar el menor daño posible al agresor 7. En contraste con la
6
Rodríguez Menéndez Abogados, Las Causas de Justificación (La Legítima Defensa y el estado de Necesidad), publicado el 6 de julio del
2015, http://www.rodriguezmenendez.com/blog-1/2015/7/6/las-causas-de-justificacin-la-legtima-defensa-y-el-estado-de-necesidad,
(fecha de consulta: sábado 19 de noviembre del 2016).
7
Esther Hava García, Derecho en Red, Legítima Defensa, publicado el lunes 17 de diciembre del
2012, http://www.infoderechopenal.es/2012/12/legitima-defensa.html, (fecha de consulta: viernes 11 de noviembre del 2016).
proporcionalidad, la racionalidad no exige que el medio utilizado para llevar a cabo
la defensa, ni el bien jurídico al que ésta va dirigida, sean de igual o menor
proporción a los utilizados o atentados por el agresor. Por ejemplo, es posible que
la repulsión de la agresión atente contra la vida del agresor cuando éste está
intentado privar de la libertad sexual a la víctima, siempre y cuando dicha acción
represente su último recurso o sea el único que racionalmente haga cesar la
agresión.

Según Miguel Ontiveros Alonso, la proporcionalidad es un factor determinante en


las causas de justificación, pero no pertenece a la legítima defensa sino al estado
de necesidad8. Por lo tanto, es de suma importancia aclarar que la legítima
defensa debe tomar en cuenta estrictamente el carácter de racionalidad y no exige
la proporcionalidad de la defensa. Al eliminar las malas interpretaciones de los
jueces y aclarar las diferencias entre los dos criterios, será posible impedir que
más personas inocentes sean víctimas de la errónea interpretación del criterio de
racionalidad al momento de argumentar legítima defensa.

Por su parte, el criterio de intencionalidad también representa un grave problema


al momento de argumentar legítima defensa. Como han establecido algunos
tribunales: La legítima defensa requiere subjetivamente el reconocimiento de la
situación de defensa y la finalidad de defenderse, pues en todas las causas de
justificación la intención del autor debe coincidir con la proposición permisiva como
única forma de eliminar el desvalor de la acción 9.

Entonces, para que la víctima de una agresión pueda argumentar que actuó en
legítima defensa, ésta debe haber tenido forzosamente la intención de realizar una
acción voluntaria que repeliera e hiciera concluir la agresión a la que estaba
expuesta. De lo contrario, si por algún motivo involuntario la víctima hace cesar la
agresión, dicha acción involuntaria no califica como legítima defensa y es
catalogada como una agresión. Esto pudiera no parecer justo ya que, incluso si la
repulsión de la agresión fue llevada a cabo sin dolo, no cabe duda de que la
víctima se encontraba expuesta a una agresión que podría incluso representar un
grave peligro para su vida y que la acción que llevó a cabo (intencionalmente o no)
le brindó la protección necesaria para impedir ser lastimada.

Con el fin de sintetizar la información anterior acerca de los criterios de


racionalidad de la defensa e intencionalidad de la víctima al llevar a cabo dicha
defensa, será presentado a continuación un caso que permitirá ejemplificar los
problemas que pueden surgir al malinterpretar el significado de racionalidad y del

8
Miguel Ontiveros Alonso, op. cit., 18.
9
Defensoría de Casación Prov. de Bs. As, Legítima Defensa, http://www.defensapublica.org.ar/jurisprudencia/LEGITIMA-DEFENSA.pdf,
(fecha de consulta: sábado 19 de noviembre del 2016), 3
mismo modo, los problemas que representa el hecho de que la intencionalidad de
la defensa sea exigida para que ésta sea catalogada como legítima.
El caso consiste, en pocas palabras, en el homicidio de un policía a manos de su
esposa quien alega legítima defensa por haber sido objeto de violencia
intrafamiliar. El policía, quien era mayor en altura, capacitación de combate y
fuerza, la sometía a golpes. El día del suceso, él llegó a su domicilio en estado de
ebriedad y comenzó a golpear a su esposa; ella logró tomar un cuchillo con la
única intención de intimidar a su esposo para que detuviera la agresión.
Posteriormente, fue arrojada al piso y cuando el esposo se acercó para continuar
agrediéndola físicamente, ella cubrió su rostro con las dos manos y el cuchillo
quedó apuntando accidentalmente hacia arriba. El esposo, al realizar un
movimiento brusco, se insertó el cuchillo en su pecho. Al percatarse de lo
sucedido, ella lo trasladó inmediatamente a un hospital donde falleció unas horas
después. El caso concluyó con una sentencia condenatoria por homicidio culposo
—según la magistrada María Elena Leguízamo Ferrer— sin los mejores o más
adecuados argumentos sobre si la conducta de ella podría justificarse o no 10.

Un error común es pensar que por el hecho de que la víctima utilizó un cuchillo
para defenderse, siendo este medio el causante de la muerte de su esposo, y
además que el policía únicamente utilizaba su físico para agredirla, entonces la
esposa violó el principio de racionalidad de la defensa. La conclusión anterior
conllevaría a pensar que por este motivo sus acciones no deberían ser
catalogadas como una defensa legítima sino como un delito. Distinto de lo que
pudiese creerse, como fue explicado con anterioridad, el factor de racionalidad no
exige que el medio utilizado para repeler la agresión sea de igual o menor
magnitud o intensidad que el de la agresión. De dictar una sentencia con base en
este argumento, definitivamente estaría cometiéndose un grave error pues
significaría una confusión entre proporcionalidad y racionalidad de la defensa, el
cual tendría repercusiones lamentables para una persona inocente. Sin embargo,
en este caso, el motivo por el cual fue posible catalogar como delito e imponer una
sanción a la acción de la víctima, fue porque ésta no fue capaz de prever las
consecuencias de su acción puesto que en ningún momento planeó el resultado.
Al tomar el cuchillo, no planeaba utilizarlo para atacar al agresor, sino con la
esperanza de que, al intimidarlo, éste detuviese la agresión. Por lo tanto, dadas
las consecuencias de su acción, la defensa fue catalogada como homicidio
culposo y la agredida fue sentenciada.

Es posible percibir cómo la intencionalidad de la esposa fue determinante para


catalogar la acción como delito. Al estar ausente la intencionalidad de la esposa
de utilizar el cuchillo para fungir una lesión que detuviese la agresión que provenía

10
María Elena Leguízamo Ferrer, La Legítima Defensa. Casos
particulares, https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3064/11.pdf, (fecha de consulta: viernes 7 de octubre del 2006).
por parte del policía, la acción de la víctima fue considerada como homicidio
culposo. Respecto a esto, es factible defender la postura de que existe un grave
error con el criterio de intencionalidad exigido por la legítima defensa puesto que,
aunque la defensa no haya sido realizada con dolo, la víctima fue capaz de repeler
la agresión que representaba un grave peligro y no debería ser sancionada por
esto.

En conclusión, con base en los argumentos teóricos y empíricos surgidos tanto de


la investigación, como del análisis de casos reales que permiten ejemplificar los
errores frecuentes incurridos al momento de interpretar si los criterios para
argumentar legítima defensa fueron cumplidos, es posible afirmar que, sin lugar a
duda, al interpretar rígidamente los criterios para argumentar legítima defensa,
numerosos casos en los cuales las víctimas de agresiones deberían ser excluidas
de responsabilidad penal, son erróneamente sentenciadas con penas que no
merecen. Así las cosas, es necesario analizar cautelosamente todas las variables
en los distintos casos que involucren esta causa de justificación y evitar la rígida
interpretación de sus criterios para que sus resoluciones sean lo más justas
posibles. Bajo ninguna circunstancia, individuos inocentes deberían ser
sancionados por defender debidamente su integridad.

La legítima defensa como infracción inexcusable.

Todos aquellos que defienden esta postura estiman, en términos radicales, que el
“non occidere” tiene un carácter absoluto y permanente, con rango superior, no de
consejo, sino de precepto, de tal manera que no admite excepciones de ninguna
clase.

No cabe, en apoyo de la tesis que califica de infracción moral la muerte en legítima


defensa, decir que, hallándose el agresor en pecado mortal, dado el propósito que
le anima, su muerte en dicho estado por la reacción del agredido le condenará al
infierno. Si el que salva un alma salva la suya, también condena la suya, se dice,
el que otra condena. Pero tampoco vale el argumento, ya que, de una parte, quien
ha dado motivo para la legítima defensa, que le ocasiona la muerte en dicho
estado, es el agresor, y no el agredido, y de otra, que también pudiera hallarse en
situación de pecado mortal el agredido, que no quiere morir, por la agresión de
otro, sin haber confesado.

La postura que mantiene la infracción moral, en todo caso, de la muerte en


legítima defensa, nace no sólo de la identificación de la caridad con la no
resistencia, sino de la confusión entre la agresión por odio a la fe y la agresión por
motivos ajenos a ella. Pues bien, si el martirio a que conduce la primera resulta
admirable, la muerte a manos de quien la desea por otras razones ha de ser
contemplada con perspectiva diferente.

El problema, en el campo en que ahora nos desenvolvemos, nos lleva a examinar


una cuestión conexa, pero distinta: conexa, toda vez que se refiere a la
contemplación moral de la institución; pero distinta, porque esa contemplación
matiza los supuestos y se pronuncia de modo distinto también, según se trate de
unos o de otros.

La legítima defensa como deber.

Para la opinión que estimamos más acertada, la legítima defensa que, en


ocasiones, es, sin duda, un derecho heroicamente renunciable, en otras es una
obligación a la que no es lícito renunciar. La legítima defensa, en tales supuestos,
es un derecho-deber, sagrado y verdadero, como dice Carrara, o más bien, y para
expresarle con mayor claridad, un derecho que nace de un deber. Tal sucede
cuando, sin la pretensión de pagar con la misma moneda, el agredido rechaza la
agresión, considerando que su muerte llevaría consigo la desgracia de quienes de
él dependen, como su esposa e hijos. Tal sucede, también, con los casos del
investigador que lleva adelante un descubrimiento científico beneficioso para la
humanidad; del portador de un secreto decisivo, cuya sustracción perjudicaría a
muchos; del jefe o cabeza de una agrupación, cuyo homicidio plantearía muy
serios problemas.

Como dijo León XIII, hay circunstancias en que «la resistencia es un deber». La
legítima defensa será un derecho, como lo es, sin duda, ofrecer la otra mejilla,
cuando sólo se ventilan intereses personales, pero la noción auténtica de la virtud
quedaría falseada, como se ha escrito con acierto, si la renuncia a la defensa
estuviera motivada por una debilidad pusilánime y una falta de corazón, que
pretendiera enmascarar, con pretexto caritativo, una actitud de entrega y cobardía.

El problema tiene una vieja raíz histórico-canónica, pues se planteó al estudiar las
irregularidades para recibir y ejercer órdenes sagradas. Si la irregularidad se
producía en caso de homicidio, ¿había homicidio por parte del ordenado u
ordenando “in sacris” si en legítima defensa se produjo un hecho materialmente
homicida?

Ante el agresor, en efecto, cabe adoptar una postura meramente pasiva,


dejándose matar, pero cabe también adoptar una postura activa de carácter
preventivo y no represivo, que puede considerarse también como defensa
legítima, pues con ella lo que se pretende es, sin duda, conservar la propia vida.
Esta postura defensiva -evasiva-preventiva-impeditiva- puede manifestarse a
través del commodus dicessus”, de las voces de auxilio, de la súplica y de la
huida.

De todas las manifestaciones del primer tiempo preventivo o evasivo de la legítima


defensa -si es que realmente hay aquí defensa en sentido propiamente dicho-, la
que ofrece más amplio y enconado debate ha sido y es la huida o fuga. ¿Hasta
qué punto el agredido está obligado a huir? ¿Lo estará en todos los casos? ¿No lo
estará en ninguno?

La estimación subsidiaria de la defensa legitima en su verdadero aspecto, que es


el represivo, le arranca su carácter de derecho o de ejercicio legítimo de un
derecho. El texto de las Partidas a que antes hicimos referencia proclama con toda
perfección y nitidez que no hay formas de ejercicio a las que sea necesario acudir
previamente, para que con carácter supletorio y subordinado la legítima defensa
en tiempo represivo se configure como causa de justificación.

De todas formas, el examen exhaustivo de la legítima defensa no concluye aquí,


pues queda por estudiar su extensión y requisitos. De aquéllas y de éstos, aunque
sólo a esquemáticamente, nos ocupamos a continuación.

La defensa legítima, en cuanto a su extensión se refiere, ha de contemplarse en


dos planos: el subjetivo y el objetivo.

La doctrina, analizando la legítima defensa en su plano subjetivo, entiende que,


con relación a terceros, pueden ser objeto de la misma los intereses jurídicamente
protegidos de las personas jurídicas, e incluso, en situaciones muy excepcionales,
el propio Estado. Tal sucedería con la muerte dada por un ciudadano al espía que,
habiéndose adueñado del plan de defensa de su nación, tratase de pasar la
frontera. De igual modo, y ya en el plano objetivo, se discute acerca de si en el
supuesto de “invasio rei” es necesario o no que, además del patrimonio, haya o no
peligro para la vida del propietario o del encargado de su custodia, entendiendo
unos que este requisito es imprescindible, mientras que otros aseguran que la
defensa de los bienes patrimoniales, con todas sus consecuencias, incluida la
muerte del agresor, puede realizarse en atención a ellos mismos, toda vez que su
destrucción o daño puede ser irreparable o no compensable, porque los mismos
sean imprescindibles para el propio sustento o el de la familia, y porque no
resultaría justo presenciar pasivamente el robo ante la esperanza, con escaso o
nulo fundamento, de una posible indemnización.

Legítima defensa y monopolio de la violencia legítima.


El Titulo Segundo, Capítulo II del Código Penal para el estado de Nuevo León en
su Artículo 17, establece causas de justificación del delito, una de estas es la
legítima defensa, a la letra el texto actual dice “III. Obrar el acusado en defensa de
su persona, de su honor o de sus bienes, o de la persona, honor o bienes de otro,
repeliendo una agresión actual, violenta, sin derecho, y de la cual resulte un
peligro inminente, a no ser que se pruebe que intervino alguna de las
circunstancias siguientes:  primera: que el agredido provocó la agresión, dando
causa inmediata y suficiente para ella.  segunda: que previó la agresión y pudo
fácilmente evitarla por otros medios legales.  tercera: que no hubo necesidad
racional del medio empleado en la defensa; y cuarta: que el daño que iba a causar
el agresor, era fácilmente reparable después por medios legales o era
notoriamente de poca importancia comparado con el que causó la defensa”.

Este artículo, es consistente con el artículo 17 de la Constitución Política de los


Estados Unidos Mexicanos, el cual establece que ninguna persona podrá hacerse
justicia por propia mano, toda vez que está previsto que una persona tiene
derecho a defenderse cuando es víctima de una agresión o cuando sus bienes
están en riesgo inmediato, en evidencia se trata de una agresión a la que no asiste
el derecho, se trata en cambio de la decisión de una persona agredir los bienes,
vida u honor de otra.  El Código Penal prevé las condiciones en que esta
justificación no aplica; sin embargo, por diferentes motivos se han dado
circunstancias en que cuando una persona se defiende en su domicilio o ante una
agresión directa a sus bienes debe enfrentar un proceso penal.

Esto al parecer está en la base de la justificación legislativa en el Congreso del


estado de Nuevo León para aprobar un reforma al artículo 17 que antes se cita,
señalándose que la víctima podrá “lesionar” o “privar de la vida” al agresor; se
señala en medios de comunicación que otro razonamiento es que un padre de
familia tiene derecho a esta defensa, que no debe ser sujeto de proceso penal,
que el cauce legal debe ser la legítima defensa previa investigación en todos los
casos, se señala el trauma que viven las familias cuando ante un robo o una
agresión en su casa a manos de la delincuencia; y finalmente algunos actores
retoman el contexto de inseguridad que se vive en algunas zonas del estado de
Nuevo León para subrayar las virtudes de la reforma.

Sin embargo, conviene señalar que si bien es un derecho la legítima defensa, esta
no se da en el vacío, sino en un contexto de inseguridad en el estado de Nuevo
León y por tanto de temor e incertidumbre ciudadana; segundo que la legitima
defensa es una justificación a un determinado delito que para este caso pudieran
ser lesiones y homicidio; tercero que privar de la vida a una persona pudiera
resultar no proporcional, en lo absoluto, al daño que pretendía cometer; cuarto,
que cada persona habría de conocer el contenido completo de la legislación
porque existen circunstancias de tiempo, modo y lugar en que no podría
justificarse la legítima defensa; quinto, que el populismo jurídico suele ser bien
recibido cuando se trata de la vida y de los bienes, pero al enfrentarse a la
realidad enfrenta mayores problemas que los que pretendió resolver; sexto, una
persona debe saber la diferencia y relación entre agresión, violencia y conducta
delictiva o de otro modo terminará disparándole a la persona que entró al patio de
la casa a recoger un objeto; séptimo, es por demás complejo pedirle al ciudadano
que considere la proporcionalidad de la defensa en función de la agresión y el
factor de la violencia.

Es fácil decir que uno pude agredir y matar el que entre a su casa, la pregunta es,
si esta propuesta en realidad obedece al déficit de seguridad pública, o la
afirmación de la legítima defensa; pedirle al ciudadano que en una situación de
tensión analice si el robo simple debe ser considerado una agresión suficiente
para privar de la vida a una persona es un asunto mayor. El monopolio de la
violencia legítima es del Estado, la violencia legítima es necesaria, pero también lo
es que esta no sea la vía para justificar el déficit institucional del propio Estado,
transfiriéndole al ciudadano la potestad de proteger su vida y bienes.

3.3 FUNDAMENTO DE LA LEGITIMA DEFENSA.

El estudio de la legítima defensa entra dentro de la Teoría General de las Causas


de Justificación, y en ella se analizan las situaciones excluyentes de la
antijuricidad o ilicitud. Como sabemos, la antijuricidad es la realización de una
conducta contraria a derecho.

Podemos ver estas causas de justificación como conductas típicas no prohibidas,


en cuanto a que son normas de permisión de una conducta típica antes prohibida.
Sin embargo, la Teoría de los elementos negativos del tipo nos proporciona otra
visión definitoria, pues ven el tipo penal como un tipo global de injusto constituido
por dos elementos: uno positivo, que implica la prohibición del tipo por la presencia
de sus elementos objetivos y subjetivos; y uno negativo, la ausencia de los
elementos definitorios de prohibición y por ello, la exclusión de la misma con la
concurrencia de una causa de justificación. La Teoría de los elementos negativos
del tipo defiende que se está ante un tipo penal cuando hay ausencia de las
causas de justificación. Naturalmente, estas causas de justificación están
reguladas en nuestro Código penal que las califica como eximentes. Sin embargo,
debemos prestar atención, pues el legislador distingue dos tipos de eximentes:
aquellos que se fundamentan en la exclusión de la culpabilidad y otras que se
fundamentan en la antijuricidad. Siguiendo la línea de la Teoría general de la
justificación nos centraremos en la eximente por la exclusión de la antijuricidad.
Ésta se compone de tres posibles causas de justificación: la legítima defensa, el
estado de necesidad y el cumplimiento de un deber o ejercicio legítimo de un
derecho, oficio o cargo.
De esta manera, situamos teóricamente la legítima defensa como una causa de
justificación o eximente por exclusión de antijuricidad. Antes de desarrollar el tema
ampliamente, cabe destacar que la legítima defensa tiene unas consecuencias
jurídicas, como cualquier otra causa de justificación. Como hemos venido
diciendo, la principal es la exclusión de la antijuricidad, lo que implica, no solo una
exclusión de responsabilidad criminal, sino de cualquier otra responsabilidad
derivada. Al no haber responsabilidad criminal, no cabe cuestionar la existencia de
culpabilidad, pues un requisito de ésta es la antijuricidad o ilicitud, elemento que
hemos descartado.

La legítima defensa es, si no la primera, una de las eximentes más conocidas a


nivel mundial, y recogida por la inmensa mayoría de ordenamientos jurídicos.
Además, es un concepto que ha tenido gran calado a lo largo de la historia, y,
como es normal en estos casos, ha pasado por varias conceptualizaciones
dependiendo de la sociedad del momento, así como diversos fundamentos que
den motivo a su existencia. Tanto es así que, a pesar de ser una figura
consolidada en nuestro ordenamiento jurídico, sigue habiendo discrepancias
doctrinales sobre algunos puntos un poco más oscuros, que pueden dar lugar a
diferentes interpretaciones y por lo tanto diferentes resultados a la hora de aplicar
la legítima defensa. También se pueden encontrar problemas en la práctica, a la
hora de aplicar esta eximente de responsabilidad en diferente casuística, como es
por ejemplo el ámbito de la violencia de género y violencia doméstica.

Definición y Caracteres de Defensa Legitima en Derecho Mexicano.

En derecho penal, rechazo por medios racionales de una agresión antijurídica,


actual o inminente y no provocada, contra bienes jurídicos del propio defensor o
de un tercero. Hoy existe acuerdo unánime en que la legítima defensa es, por su
naturaleza, una causa de justificación, cuyo fundamento es la preservación del
orden jurídico. Esto significa que quién se defiende legítimamente obra conforme a
derecho (mexicano), aunque su acto corresponda al descrito en una figura legal de
delito. Ese acto no es sólo lícito para el derecho penal, sino también para las
restantes ramas del ordenamiento jurídico. En razón de su licitud, no procede
legítima defensa contra legítima defensa, obran conforme a derecho todos los que
toman parte en el acto defensivo, aunque no sean los personalmente agredidos, y
no hay lugar a responsabilidad civil por la materialidad dañina que pueda dejar el
ejercicio del derecho de defenderse.

Objeto de la defensa puede ser todo bien jurídicamente protegido. Este bien
puede ser la vida, la integridad física, la seguridad personal, la libertad, la
inviolabilidad de la morada, el honor, la propiedad, la posesión. Se ha sostenido
que no hay límite a los derechos defendibles, siempre que el medio elegido para
defenderse sea el racional. Así, al borracho que perturba la tranquilidad nocturna
podría repelérsele con un balde de agua.

Desarrollo.
Constituye agresión todo acto que lesiona o expone a peligro un bien
jurídicamente protegido de otro. En consecuencia, no procede legítima defensa en
contra de un animal, pues no realiza acto, y la repulsa a su ataque, si se le ha
utilizado por otro como arma agresiva, queda cubierta por el estado de necesidad,
mas no por la defensa legítima. Lo mismo cabe afirmar del rechazo a los ataques
provenientes de personas que sólo obran movidas por fuerzas naturales, como el
viento, un aluvión o una corriente de agua, que también generan en el atacado un
estado de necesidad y no una situación de legítima defensa. La agresión debe ser
antijurídica («sin derecho», dice el Código Penal del Distrito Federal), es decir,
contravenir las normas del derecho. Ello no significa que deba ser punible ni que
deba corresponder a una acción descrita por la ley penal. Tampoco se requiere
que sea dolosa y ni siquiera que sea imprudente. Puede la agresión ilegítima
haberse generado incluso en un error y hasta provenir de personas inimputables y
de quienes obran inculpablemente. La agresión debe ser actual, es decir, consistir
en un ataque que ha comenzado, o inminente, esto es, de uno que puede
desencadenarse en cualquier momento. Así sea actual o inminente, la agresión
ilegítima debe crear una real situación de necesidad para el bien jurídico
amagado. Para que la agresión ilegítima pueda originar una repulsa amparada por
la justificante en examen es menester, todavía, que ella no sea provocada por el
defensor. El Código Penal del Distrito Federal, en efecto, niega eficacia justificante
a la defensa frente a una agresión que provocó el agredido o la persona a quién
se defiende, dando causa inmediata y suficiente para ella artículo 15, fracción III,
2a. parte, regla 1a.). La apreciación de esa suficiencia parece deber guiarse por el
principio de la proporcionalidad entre provocación y agresión, de manera de tener
por provocación suficiente la que no torna desproporcionada del todo la conducta
del agresor frente a la conducta provocadora del agredido. No constituye defensa
legítima, por tanto, la acción defensiva frente a una agresión suficientemente
provocada, aunque carece la inculpabilidad por no ser exigible otra conducta
conforme a derecho.

Ante una agresión que reúna las características antedichas, la defensa, para ser
legítima justificar el hecho, debe satisfacer, a su vez, ciertas exigencias legales: a)
debe estar presidida de la voluntad de defensa, aunque con esa voluntad
concurran eventualmente otros motivos, como el odio, el resentimiento o el deseo
de venganza y b) debe ser racionalmente necesaria, lo que significa que el
defensor, atendidas las circunstancias, ha de usar, entre los medios de que
dispone, los más adecuados y menos drásticos en relación a la magnitud de la
agresión, a la peligrosidad del alcance y al valor del bien amenazado. Quien
excede, en efecto, consciente o inconscientemente los límites impuestos a la
necesidad en el caso concreto deben responder por este exceso. El Código Penal
del Distrito Federal dispone para esa eventualidad el castigo a título de
imprudencia artículo 16). Entre los códigos penales locales más modernos, el del
Estado de Guanajuato atenúa la pena según el exceso sea doloso o culposo, y
exime de ella si proviene de una excitación o perturbación mental que las
circunstancias hicieron excusable artículo 34). La exigencia legal de que la
defensa emplee los medios racionalmente necesarios plantea el problema de los
ofendidos o defensas mecánicas predispuestas (vidrios, electrificación de cercas),
que sólo serán lícitos en la medida en que su efecto material disuasivo se adecue
a la magnitud de los bienes u objetos que se trata de preservar. El error sobre la
concreta situación de peligro, que lleva a defenderse de una agresión no es real
sino aparente, debe conducir a una disminución de la responsabilidad, se es
vencible, o a no responder en grado alguno. Otra es la consecuencia si en esa
clase de equivocación se reconoce un error sobre el tipo, en cuyo caso la
vencibilidad del error conduciría al castigo por delito culposo y su invencibilidad a
la absolución.

El Código Penal del Distrito Federal prevé todavía una situación en que, salvo
prueba en contrario, se presumen concurrir todos los requisitos de la defensa
legítima. En esa situación se halla aquel que cause un daño a quien a través de la
violencia, del escalamiento o por cualquier otro medio, trate de penetrar, sin
derecho (mexicano), a su hogar, al de su familia, a sus dependencias o a los de
cualquier persona que tenga el mismo deber de defender o al sitio donde se
encuentra bienes propios o ajenos respecto de los que tengan la misma
obligación; o bien lo encuentre en alguno de aquellos lugares en circunstancias
tales que revelen la posibilidad de una agresión. Esta disposición conforma una
legítima defensa privilegiada, para la afirmación de cuyo efecto justificante se
prescinde de la concurrencia real de todos los requisitos que por lo regular exige
para ello la ley. El privilegio se funda, sin duda, en la imposibilidad o dificultad en
que el sujeto agredido se halla de percibir la índole, magnitud y riesgo del ataque.
Esto, sin embargo, no priva a esas presunciones de su carácter de presunciones
iuris tantum, como ahora lo deja claramente establecido.

3. 4.- ELEMENTOS DE LA LEGITIMA DEFENSA.

Esta justificante implica dos acciones, distintas. Primero, una agresión; segundo,
una reacción a esa agresión. Una y otra exigen determinados elementos: la
agresión
debe ser real, actual o inminente y sin derecho. La reacción debe ser necesaria y
racional, siendo necesario que no medie provocación dolosa suficiente e inmediata
de parte del agredido, es decir, de quien actúa en legítima defensa, o bien de la
persona a quien se defiende.

Esto lleva al análisis de cada uno de los elementos que se señala:

3.4.1 Elementos de la agresión.


La agresión es un acontecimiento o ataque de un sujeto o varios que amenaza
con causar lesión o daño a intereses jurídicamente protegidos.

Está en debate si la agresión debe o no provenir exclusivamente de seres


imputables. Estimo que la agresión reviste las características de una acción en
strictu sensu, por lo que es admisible la legítima defensa contra inimputables
(sujetos que sufren trastornos mentales transitorios o permanentes) o inculpables.
La ley no exige que la agresión emane de sujetos imputables, sino que sea
ilegitima. Resulta inexistente la legítima defensa contra las embestidas de
animales, en virtud de que no constituyen acciones en el sentido jurídico, por tener
éstas como exclusivo origen la persona humana (CORTES IBARRA M. Á., 1971).

La agresión debe incorporar los siguientes atributos:


 Real;
 Actual o inminente, y
 Sin derecho.

Agresión real. La ley exige que se trate de una agresión sea autentica, cierta, no
imaginaria; que no se encuentre solo en la mente de quien reacciona, sino que
exista realmente.

Agresión actual o inminente. Por agresión actual se entretiene que la agresión


sea presente, es decir, contemporánea al acto de defensa, ni anterior ni posterior,
porque en el primer caso podría darse la agresión, pero ya no sería actual, ni
podría explicar y justificar la razón misma de la reacción misma que implica repeler
el ataque, Así, lo ha entendido la jurisprudencia cuando ha señalado que la
agresión misma es actual, cuando se produce en el momento que el agredido la
repele. La agresión y repelimiento son coetáneos. Asimismo, la propia ley plantea
la posibilidad de que la agresión pueda ser no solo actual sino inminente, lo que
significa que la misma no se hubiera iniciado, pero que las características de la
agresión sean ya evidentes, por lo que quien reacciona, no le queda más
alternativa que actuar su reacción para evitar su reacción o su efecto.

No existe un tiempo determinado, pero lógicamente es de entenderse que debe


ser
inmediata anterior, toda vez que la sola amenaza de una agresión futura no sería
suficiente para integrar el tipo permisivo. (La persona que agrede a otra
amenazándola con un cuchillo si no entrega el dinero que lleva consigo
evidentemente no es necesario que cause la lesión física correspondiente para
entender la agresión y bastan las circunstancias inmediatas para permitir que,
quien
se defiende, actúe en forma legitimada y que esa agresión implique, no la
actualidad
pero si la inminencia que supone el peligro real concreto e inmediato de una
lesión)
(MALO CAMACHO, 2013).

La actualidad de la agresión excluye dos momentos. El pasado y el futuro, lo que


significa que no puede darse la legitimación ni contra una agresión ya determinada
que, obviamente, ya dejo de serlo, el insigne penalista Mariano Jiménez Huerta al
respecto expresa: “no se actúa en legítima defensa cuando ha cesado totalmente
el
peligro, que originó la agresión, ya que por haberse esfumado la situación de
necesidad que funda la legítima defensa, el agente carece de derecho para actuar
por sí. Si el mal que nos amenazaba se ha realizado plenamente, no existe
legítima
defensa, sino acto de venganza de inequívoca índole antijurídica” (JIMENEZ
HUERTA, 1952). Es claro observarse que se cae en el terreno de la venganza y
no
de la reacción de la defensa legitima o bien, una agresión que aún no se ha
presentado, que implique solo una amenaza de agresión la cual no puede ser
considerada aun como una agresión inminente.
La H Suprema Corte de Justicia de la Nación ha emitido diversas ejecutorias,
algunas con carácter de jurisprudencia, referentes a la Legítima Defensa que vale
la pena citar:

“LEGÍTIMA DEFENSA. - Los actos ejecutados en contra del ofendido con


Posterioridad a la consumación de la agresión realizada por éste, no pueden ya
estimarse como evitativos que justificasen legítima defensa, sino actos de
represalia
o venganza cuya ilegalidad impide que la responsabilidad penal se excluya por tal
concepto.”
Sexta Época. Segunda Parte:
Vol. II. Pág. 117. A.D.2838/56. Eulogio Pantaleón Juárez. Unanimidad de 4 votos.
Vol. VII. Pág. 63. A.D. 4922/57. Antonio Aguilar Xopa. Unanimidad de 4 votos.
Vol. VIII. Pág. 43. A.D. 1434/57. José Molina Gonzáles. Unanimidad de 4 votos.
Vol. XIII. Pág. 104 A.D. 2804/56. Vicente Cortés. 5 votos.
Vol. XVI. Pág. 162 A.D. 4720/58. José Avila Tapia. 5 votos.
“LEGÍTIMA DEFENSA. - El ataque es actual cuando reviste caracteres de
inminencia o dura todavía, de tal suerte que lo que importa para los efectos del
derecho penal, es la amenaza creada por aquél, y no la actualidad de la lesión
que sufre quien se defiende, o, en otros términos, lo que caracteriza a la legítima
defensa es que el rechazo de la agresión se realice mientras ésta persista, esto
es, en tanto que pone en peligro la integridad corporal o la vida de quien se
defiende, y aún la de un tercero.”
Sexta Época. Segunda Parte:
Vol. XXXII. Pág. 70 A.D.6353/59. Ezequiel Ramírez Hernández. Unanimidad de 4
votos.

Es de advertirse que la agresión actual engendra el peligro inminente de daño, de


ahí que al cesar éste, se desvanece aquélla. En otros términos, mientras subsiste
la amenaza del peligro, la agresión sigue patentizando su actualidad.

Agresión sin derecho. Para que la defensa sea legitima, es indispensable que la
agresión sea ilegitima es decir sin derecho, y que no suponga una acción apoyada
y fundada jurídicamente. Significa, que es antijurídica, cuando objetivamente
aparece ser contraria a las normas jurídicas, lo que resulta lógico, toda vez que, si
quien agrede, lo hace cumpliendo un deber a su cargo, naturalmente no incurre en
acción ilícita (No es agresión la introducción de la autoridad a una vivienda o
aposento a fin de cumplir una orden de cateo). De aquí que sea admisible la
legitima defensa contra los abusos de autoridad o cuando no obren en ejercicio de
sus funciones.

Se rechaza por considerarse absurdo en la realidad jurídica, la legítima defensa


contra la legítima defensa: quien obra amparado en esta causal justificante no
desarrolla una agresión, sino una reacción legitimada; por ello subsiste la
responsabilidad del agresor que priva de la vida al agredido cuando este ejercitaba
su derecho de defensa. Jiménez de Asúa nos ilustra: “El que repele una agresión
agrediendo a su vez, no podría, en retorsión, provocar la defensa del primer
agresor. Enrique Ferri, con la elocuente superficialidad que solía caracterizarle, ha
hablado de la “defensa recíproca”, más ello es una “contradictio in termis” y un
imposible en la lógica jurídica” (JIMÉNEZ DE ASÚA, 1951).

3.4.2. Elementos de la reacción.


En cuanto a los elementos de la reacción son que exista necesidad de la defensa
y que sea racional, así como que no medie provocación dolosa suficiente e
inmediata de su parte o de la persona a quien se defiende y que hubiera sido la
causa que originó la agresión que se repele.
3.4.3. Necesidad de la defensa.
Malo Camacho nos indica que “Este requisito deriva de la naturaleza misma de la
justificante y que sirve de límite al alcance de la reacción. En efecto la legítima
defensa se explica como la necesidad de responder a una agresión para
salvaguardar bienes jurídicos; es necesario, en consecuencia, que se de esta
necesidad de la defensa empleada, es decir, que quien actúa no tenga más
alternativa que reaccionar como lo hace, a fin de salvaguardar sus derechos.
Significa que, si tenía otras opciones, como la posibilidad de retirarse en lugar de
defenderse, no estará frente al caso de la legítimamente, por falta del elemento de
necesidad en la reacción” (MALO CAMACHO, 2013).

3.4.4. Defensa.
La defensa constituye el ataque legitimado. Es la reacción racionalmente
necesaria, dirigida a repeler y nulificar el peligro de daño, ínsito en la injusta
agresión.

La defensa debe apreciarse objetivamente. Son irrelevantes los profundos


propósitos del sujeto. Lo que importa es el fin de la defensa puesto por el agente
en su acción y no en una interna decisión que bien puede ser antijurídica. Ejemplo:
A se propone a matar a B, para ello adquiere un revólver; encontrándolo en una
cantina, B ataca violentamente a A con un puñal; A, con el fin de defenderse
lesiona con el revólver gravemente a B. La irresponsabilidad de A queda
amparada con el instituto de la legítima defensa, siendo irrelevante el recóndito
propósito que abrigaba de privar de la vida a B antijurídicamente. En esas
circunstancias, lo preponderante fue el fin de defensa (CORTES IBARRA M. Á.,
1971).

3.4.5. Racionalidad de la defensa.


Es indispensable que exista una cierta proporcionalidad entre la reacción que
implica la defensa, con las características de la agresión sufrida (No sería racional
la reacción de que saca un arma de fuego y dispara contra su agresor, en un
altercado con motivo del choque entre dos vehículos, donde uno de los tripulantes
reclama y agrede al otro por el daño producido, dando origen a la reacción del
sujeto, quien sacando un arma de fuego dispara y lesiona o priva de la vida. Es
evidente que no es racional el medio empleado para la defensa) (MALO
CAMACHO, 2013).

3.4.6. Provocación suficiente.


Exige el tipo permisivo que no medie provocación suficiente por parte de quien se
defiende. Es decir, es necesario que quien actúa legítimamente no haya
provocado la agresión contra la cual reacciona.
Entendemos, con más precisión, que cuando la ley expresa “provocación
suficiente”, está señalando que es necesario que tal agresión no haya sido
provocada dolosamente, es decir, con el especifico fin de “provocar” (En efecto, si
buscamos exprofeso ser agredidos para vengarnos de secretos resquemores
contra otro a quien sabemos excitable; si le excitamos o le provocamos con
burlas , en voz baja haciendo que el individuo explosivo saque su arma, para así
matarle con todas las apariencias de una causa de justificación , no ejecutamos
legítima defensa sino que la hemos buscado como pretexto y no será
aprovechable) (JIMÉNEZ DE ASÚA, 1951) es el caso también de maleantes
experimentados rijosos habituales y tipos de boxeadores que, sabedores de su
destreza en el manejo de armas o en la potencia de sus puños, excitan con
propósitos criminosos a su adversario para después matarle o lesionarle,
ampararse con pretexto en la autodefensa legitimada que, en sí, es concepto que
conlleva una carga subjetiva específica, por lo que sí es susceptible de
presentarse la justificante cuando quien se defiende ha provocado la agresión
culposamente, o bien, como consecuencia de la personalidad particularmente
agresiva y sensible de quien agrede (Personalidad paranoide) naturalmente sin
tener conciencia de las consecuencias que habría de desencadenar con ello. La
provocación suficiente obviamente supone una conducta anterior a la agresión, y
tiene como consecuencia hacer cesar el contenido que fundamenta la legitimidad
de la defensa misma, toda vez que, si esta se funda en que nadie está obligado a
soportar lo injusto, a la vez, es necesario que la propia persona no haya sido la
causa que provoco tal injusto, porque frente a tal situación está obligado a
soportar las consecuencias de su propia conducta inicial provocadora.

Actualmente entre los penalistas, han surgido dificultades para determinar con
positiva claridad y precisión los alcances jurídicos del concepto “provocación”.
¿Cualquier provocación por insignificante que sea, neutraliza la procedencia de
esta exculpante? La provocación debe ser suficiente cuando es idónea subjetiva y
objetivamente para explicar satisfactoriamente el ataque del provocado. “Así, por
ejemplo, si quien por haber recibido una injuria saca su revólver dominado por la
ira para matar a su injuriador, éste puede defenderse legítimamente, pues la
injuria, aunque acto indebido y reprobable, que ha dado ocasión a los hechos, no
puede considerarse como acto suficientemente provocativo de una agresión tan
extraordinariamente grave como la efectuada con un arma de fuego” (JIMÉNEZ
HUERTA, 1950) Pero si el agente, después de retarlo, lo insulta reiteradamente
dirigiendo expresiones altamente injuriosas, le reprocha tosca y groseramente
alguna deficiencia o irregularidad física, mental o moral, o se burla abofeteándolo
despectivamente, y todo esto con el afán de humillarlo ante los demás,
indudablemente en este caso la provocación se ofrece en toda su plenitud.
No debemos pasar por alto que, entre la provocación y la agresión del provocado
debe regir un principio de proporcionalidad. El justo equilibrio entre estos dos
factores determina la “provocación suficiente”.

En estos casos, el juzgador deberá apreciar con prudencia, y mediante un proceso


empírico cultural, dadas las circunstancias especiales, los factores provocación y
agresión, concluyendo si aquélla fue o no suficiente.

Como se ha dicho anteriormente, la defensa propia es una defensa basada en la


justificación. La autodefensa puede ser una defensa para el asalto, la agresión y el
homicidio criminal porque siempre implica el uso de la fuerza. En la mayoría de los
estados, la autodefensa es una defensa estatutaria (Mich. Comp. Laws, 2010). Sin
embargo, puede ser modificada o ampliada por los tribunales en función de cada
caso.

La mayoría de los estados tienen requisitos especiales cuando el acusado utiliza


la fuerza letal en defensa propia. La fuerza letal se define como cualquier fuerza
que podría matar. Un individuo no tiene que morir realmente para que la fuerza se
considere mortal. Ejemplos de fuerza mortal son el uso de un cuchillo, una pistola,
un vehículo o incluso las manos desnudas cuando hay una disparidad de tamaño
entre dos individuos.

La autodefensa puede funcionar como una defensa perfecta o imperfecta,


dependiendo de las circunstancias. Los acusados que cometen un homicidio
criminal justificado por la defensa propia pueden ser absueltos, o tener un cargo
de asesinato reducido de primer a segundo o tercer grado, o tener un cargo
reducido de asesinato a homicidio. El homicidio criminal se analiza en detalle en el
capítulo 9 “Homicidio criminal”.

La autodefensa física es el uso de la fuerza física para contrarrestar una amenaza


inmediata de violencia. Dicha fuerza puede ser armada o desarmada. En
cualquiera de los casos, las posibilidades de éxito dependen de varios parámetros,
relacionados con la gravedad de la amenaza, por un lado, pero también con la
preparación mental y física del defensor.

Muchos estilos de artes marciales se practican para la defensa personal o incluyen


técnicas de defensa personal. Algunos estilos entrenan principalmente para la
autodefensa, mientras que otros deportes marciales o de combate pueden
aplicarse eficazmente para la autodefensa. Algunas artes marciales entrenan
cómo escapar de una situación de cuchillo o pistola o cómo zafarse de un
puñetazo, mientras que otras entrenan cómo atacar. Para proporcionar una
defensa personal más práctica, muchas escuelas de artes marciales modernas
utilizan ahora una combinación de estilos y técnicas de artes marciales, y a
menudo personalizan el entrenamiento de defensa personal para adaptarlo a cada
participante.

Los objetos cotidianos, como linternas, bates de béisbol, periódicos, llaveros con
llaves, utensilios de cocina y otras herramientas, y botes de aerosol para el pelo
en combinación con un mechero, también pueden utilizarse como armas
improvisadas para la defensa personal.

3.4.7. ¿Cuáles son los elementos de defensa de los familiares?

Un caso reciente del condado de Montgomery, MD, ilustra vívidamente muchos de


los conceptos que se suelen enseñar sobre la defensa propia armada y el uso de
la fuerza letal. Los hechos que se exponen a continuación provienen de informes
de los medios de comunicación, por lo que no se han verificado de forma
independiente.

El 20 de diciembre de 2015, Mario Pérez, su hijo y su novia acudieron a una


reunión navideña en la casa de Frank Trujillo en el condado de Montgomery,
Maryland. En la casa del Sr. Trujillo estaban su esposa y sus dos hijos, de 8 y 4
años. Trujillo era el vicepresidente de una empresa de construcción local. Pérez
había trabajado en la empresa donde ambos se hicieron amigos. Trujillo había
invitado a su amigo a cenar y a tomar algo por la noche y a quedarse hasta la
mañana.

Pérez era un tipo grande. Jugador de fútbol americano en el instituto, se alistó en


el Cuerpo de Marines después de graduarse. Pesaba unos 15 kilos más que
Trujillo y, según el Sr. Trujillo, se dedicaba a la lucha de MMA. En el transcurso de
la noche, Pérez consumió una cantidad considerable de alcohol. El informe de
toxicología situaría su contenido de alcohol en sangre entre el 0,22 y el 0,28 por
ciento. Esta cantidad de alcohol equivale aproximadamente a que un hombre de
200 libras beba más de dos paquetes de seis cervezas normales en un corto
período de tiempo. Con este nivel de intoxicación, el juicio y el razonamiento de
Pérez habrían disminuido radicalmente. De hecho, con niveles de alcohol en
sangre ligeramente superiores, como el 0,30 por ciento, es probable que pierda el
conocimiento.

3.5.- BIENES JURIDICOS PROTEGIDOS POR LA LEGITIMA DEFENSA.

En general cada norma busca proteger algún bien jurídico, de ello se desprende
que, las normas penales intentan proteger un bien jurídico tutelado, que la
sociedad ha querido que tuviese una protección penal. Como consecuencia las
normas penales, motivo preponderante del presente, tienen como objetivo jurídico
proteger un bien jurídico tutelado.

El método de protección por parte de la ley penal, será la amenaza de la pena, en


caso de tipificar dicha conducta.

Esto dota de confianza al individuo, pues el tipo funciona como una garantía.
Dicha garantía, consiste en la seguridad de que su persona, bienes y derechos no
serán violentados, y en caso de ser violentados existirá una sanción y una
reparación.

Ahora bien, existen bienes de inmenso valor para el hombre como la vida, el
patrimonio y el honor, que buscan ser protegidos por medio de la norma penal. Es
por ello que siempre existirán instituciones creadas por el derecho, que protejan
de inmediato, cuando por medio de algún delito se violenten dichos bienes.

Al respecto el maestro Raúl Carranca opina así: “El objeto del delito es la persona
o cosa, o el bien o el interés jurídico, penalmente protegidos. Los tratadistas
distinguen entre el objeto material y el objeto jurídico.

 El objeto material es la persona o cosa sobre la cual recae el delito. Lo son


cualquiera de los sujetos pasivos o bien las cosas animadas o inanimadas.
 El objeto jurídico es el bien o el interés jurídico, objeto de la acción
incriminable. Por ejemplo: La vida, la integridad corporal, la libertad sexual,
la reputación, la propiedad. Etc.” (CARRANCÁ y TRUJILLO, 1937).

En base a lo anterior, cabe destacar que la legítima defensa va a tutelar, el


derecho de las personas a defender su vida, su persona, sus bienes, su honor y
en determinado momento la vida de un tercero.

3.5.1. La defensa de la vida.


Sin lugar a dudas, el bien con mayor preponderancia para la sociedad y el derecho
es la vida. A nuestro muy humilde entender, no hay pena contra quien al recibir un
ataque directo actual e inminente tenga la reacción de salvaguardar su vida.

Es una realidad en nuestra sociedad actual, que la vida se encuentra expuesta


constantemente, pues, en el entorno en el que nos movemos día a día, se
presentan constantes ataques que, según la estadística, poseemos un gran índice
de homicidios, por tal motivo, cabe mencionar como oportuna, la figura de la
legitima defensa de la vida, en nuestra sociedad contemporánea.

3.5.2. Defensa de los bienes personales.


Es importante que antes primeramente saber que son los bienes para el derecho,
pues, si bien es cierto no todos los bienes forman parte del patrimonio de las
personas. A opinión de Antonio Ibarrola, se entiende que Jurídicamente dentro del
género cosas encontramos la especie bienes. Las cosas se convierten en bienes
no cuando son útiles al hombre, sino cuando quedan apropiadas. El sol es una
cosa indispensable a la vida, pero no es un bien. Ahora bien, consideramos, que el
sol es fuente de energía, en breve la energía solar podrá ser apropiada”
(IBARROLA, 1981). Si consideramos que los bienes pueden ser susceptibles de
apropiación, es evidente que pueden ser susceptibles a la desapropiación, un
ejemplo de ello podría ser el hurto.

Ahora bien, a este conjunto de bienes el derecho les ha dado el término de


patrimonio. Que es entendido por el maestro Rafael De Pina Vara como la “Suma
de bienes y riquezas que pertenecen a una persona. // Conjunto de derechos y
obligaciones que corresponden a un solo titular” (DE PINA VARA, 2013).

Por lo tanto, si la legitima defensa, estipula el derecho a defender el patrimonio,


entendemos que, si el conjunto de bienes, riqueza y derechos que posee un
individuo se ven amenazados, este tiene la libertad de defenderlos.

3.5.3. Defensa del honor.


El Diccionario de la Lengua Española nos indica que el honor es: “Sentimiento
profundo de la propia dignidad moral, honestidad, recato en la mujer, buena fama,
consideración cosa que honra; prestigio, dignidades...” (DICCIONARIO DE LA
LENGUA ESPAÑOLA, 1991).

Considerando lo que la ley puede llegar a proteger como un bien jurídico tutelado
por medio de la norma es la dignidad humana. En este sentido la Suprema Corte
de Justicia nos enriquece de la siguiente forma.

Legítima defensa del Honor. -En relación al problema de la legitima defensa del
honor, se pueden presentar dos situaciones: a) A la mujer que se le trata de
imponer cópula normal o anormal en contra de su voluntad. O al varón contra
natura, sin su consentimiento. En este caso, el honor y la honra sexual de la
propia víctima, pueden ser salvaguardados, mediante la legítima defensa, por
parte de la propia víctima o de otra persona, si concurren todos los requisitos de la
causa de justificación mencionada, integrándose una “legítima defensa del pudor”.
b) El cónyuge en relación adulterina o la hija con su corruptor, voluntariamente se
entregan a la cópula y son sorprendidos en tal acto o en un próximo a su
consumación, por el cónyuge inocente o por el padre, que tiene a la segunda bajo
su potestad. En esta posición, el honor, la honra, y la libertad sexual del cónyuge
culpable o de la hija, no son objeto de agresión por parte de quien copula con tales
personas y el cónyuge inocente o el padre, sólo sufren una injuria. En tales
condiciones, si el cónyuge inocente o el padre privan de la vida o lesionan a los
ofensores, no se repele una agresión actual con peligro inminente para la honra de
ellos, pues la injuria está consumada y no se evita con tal actitud y solo se
produce un desahogo pasional mediante la venganza de la ofensa, por lo que es
elemental que no concurre la legítima defensa.

También podría gustarte