Un Nuevo Estilo Pastoral 1
Un Nuevo Estilo Pastoral 1
Un Nuevo Estilo Pastoral 1
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En el discernimiento reconocemos una manera de estar en el mundo, un estilo, una actitud
fundamental y, al mismo tiempo, un método de trabajo, un camino para recorrer juntos, que consiste
en observar la dinámica social y cultural en la que estamos inmersos con la mirada del discípulo. El
discernimiento conduce a reconocer y sintonizarse con la acción del Espíritu en auténtica
obediencia espiritual. De esta manera se convierte en apertura a la novedad, coraje para salir,
resistencia a la tentación de reducir lo nuevo a lo ya conocido. El discernimiento es una actitud
auténticamente espiritual. Como obediencia al Espíritu, el discernimiento es sobre todo escucha,
que también puede convertirse en un impulso propulsor para nuestra acción, capacidad de fidelidad
creativa a la única misión desde siempre confiada a la Iglesia. El discernimiento se hace así un
instrumento pastoral, capaz de identificar los caminos transitables para proponer a los jóvenes de
hoy, y ofrecer pautas y sugerencias para la misión que no sean preconfeccionadas, sino el resultado
de un itinerario que permite seguir al Espíritu. Un camino así estructurado invita a abrir y no a
cerrar, a hacer preguntas y a plantear cuestionamientos sin sugerir respuestas preestablecidas, a
considerar alternativas y sondear oportunidades.
El Espíritu habla y actúa a través de los acontecimientos de la vida de cada uno, pero los eventos en sí
mismos son mudos o ambiguos, ya que se pueden dar diferentes interpretaciones. Iluminar el
significado en lo concerniente a una decisión requiere un camino de discernimiento tanto para los
individuos como para los grupos y las comunidades,
El proceso de discernimiento marcado en EG 51: reconocer, interpretar, elegir. Las partes, por lo
tanto, no son independientes, sino que configuran un camino. sabiendo que en la práctica los límites
entre las diferentes fases no son nunca tan claros.
Reconocer
DP El reconocimiento se refiere, en primer lugar, a los efectos que los acontecimientos de mi vida, las
personas que encuentro, las palabras que escucho o que leo producen en mi interioridad: una variedad
de «deseos, sentimientos, emociones» (Amoris laetitia, 143) de muy distinto signo: tristeza, oscuridad,
plenitud, miedo, alegría, paz, sensación de vacío, ternura, rabia, esperanza, “tibieza, etc. Reconocer
exige hacer aflorar esta riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas. Exige igualmente
percibir el “sabor” que dejan, es decir, la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo más
profundo que hay en mí.
En esta fase, la Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho, pone en movimiento
las pasiones como todas las experiencias de contacto con la propia interioridad, pero al mismo tiempo
ofrece una posibilidad de hacerlas emerger identificándose con los acontecimientos que ella narra. La
fase del reconocimiento sitúa en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de la persona, sin
eludir por temor la fatiga del silencio.
IL Reconocer. El primer paso se refiere a mirar y a escuchar. Requiere prestar atención a la realidad
de los jóvenes de hoy, en la diversidad de condiciones y de contextos en los que viven. Requiere
humildad, proximidad y empatía, para sintonizar y percibir cuáles son sus alegrías y sus esperanzas,
sus tristezas y sus angustias (cfr. GS 1). La misma mirada y la misma escucha, plena de
preocupación y de atención, deben dirigirse hacia aquello que viven las comunidades eclesiales
presentes entre los jóvenes de todo el mundo. En este primer paso, la atención se focaliza en captar
los rasgos característicos de la realidad: las ciencias sociales ofrecen una contribución
irreemplazable, además muy bien representada en las fuentes utilizadas, pero su contribución se
asume y se relee a la luz de la fe y de la experiencia de la Iglesia .
Interpretar
No basta reconocer lo que se ha experimentado: hay que “interpretarlo”, o, en otras palabras,
comprender a qué el Espíritu está llamando a través de lo que suscita en cada uno. Muchas veces nos
detenemos a contar una experiencia, subrayando que “me ha impresionado mucho”. Más difícil es
entender el origen y el sentido de los deseos y de las emociones experimentadas y evaluar si nos están
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orientando en una dirección constructiva o si por el contrario nos están llevando a replegarnos sobre
nosotros mismos.
Esta fase de interpretación es muy delicada: se requiere paciencia, vigilancia y también un cierto
aprendizaje. Hemos de ser capaces de darnos cuenta de los efectos de los condicionamientos sociales y
psicológicos. También exige poner en práctica las propias facultades intelectuales, sin caer sin embargo
en el peligro de construir teorías abstractas sobre lo que sería bueno o bonito hacer: también en el
discernimiento«la realidad es superior a la idea» (Evangelii gaudium, 231). En la interpretación
tampoco se puede dejar de enfrentarse con la realidad y de tomar en consideración las posibilidades que
realmente se tienen a disposición.”
Para interpretar los deseos y los movimientos interiores es necesario confrontarse honestamente, a la luz
de la Palabra de Dios, también con las exigencias morales de la vida cristiana, siempre tratando de
ponerlas en la situación concreta que se está viviendo. Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no
contentarse con la lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el
mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto resulta una propuesta atractiva
y estimulante para los jóvenes.
Este trabajo de interpretación se desarrolla en un diálogo interior con el Señor, con la activación de
todas las capacidades de la persona; la ayuda de una persona experta en la escucha del Espíritu es, sin
embargo, un valioso apoyo que la Iglesia ofrece, y del que sería poco sensato no hacer uso.
Interpretar. El segundo paso es el retorno de lo que se ha reconocido utilzando criterios de
interpretación y evaluación a partir de una mirada de fe. Las categorías de referencia sólo pueden
ser aquellas bíblicas, antropológicas y teológicas expresadas por las palabras claves del Sínodo:
juventud, vocación, discernimiento vocacional y acompañamiento espiritual. Resulta estratégico,
por lo tanto, construir un marco de referencia adecuado desde el punto de vista teológico,
eclesiológico, pedagógico y pastoral, que puede ser un ancla capaz de salvar la evaluación de la
volubilidad del impulso, al tiempo que reconoce «que en la Iglesia conviven lícitamente distintas
maneras de interpretar muchos aspectos de la doctrina y de la vida cristiana» (GE 43). Por eso es
indispensable asumir un dinamismo espiritual abierto.
Elegir
Una vez reconocido e interpretado el mundo de los deseos y de las pasiones, el acto de decidir se
convierte en ejercicio de auténtica libertad humana y de responsabilidad personal, siempre claramente
situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección escapa a la fuerza ciega de las pulsiones, a las
que un cierto “relativismo contemporáneo termina por asignar el rol de criterio último, aprisionando a la
persona en la volubilidad. Al mismo tiempo se libera de la sujeción a instancias externas a la persona y,
por tanto, heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de vida.
Durante mucho tiempo en la historia, las decisiones fundamentales de la vida no fueron tomadas por los
interesados directos; en algunas partes del mundo todavía es así, tal como se ha apuntado también en el
capítulo I. Promover elecciones verdaderamente libres y responsables, despojándose de toda
connivencia con legados de otros tiempos, sigue siendo el objetivo de toda pastoral vocacional seria. El
discernimiento es en la pastoral vocacional el instrumento fundamental, que permite salvaguardar el
espacio inviolable de la conciencia, sin pretender sustituirla (cfr. Amoris laetitia, 37).
La decisión debe ser sometida a la prueba de los hechos en vista de su confirmación. La elección no
puede quedar aprisionada en una interioridad que corre el riesgo de mantenerse virtual o poco realista –
se trata de un peligro acentuado en la cultura contemporánea –, sino que está llamada a traducirse en
acción, a tomar cuerpo, a iniciar un camino, aceptando el riesgo de confrontarse con la realidad que
había puesto “en movimiento deseos y emociones. Otros movimientos interiores nacerán en esta fase:
reconocerlos e interpretarlos permitirá confirmar la bondad de la decisión tomada o aconsejará revisarla.
Por esto es importante “salir”, incluso del miedo de equivocarse que, como hemos visto, puede llegar a
ser paralizante.
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Elegir. Sólo a la luz de la vocación acogida es posible entender cuáles son los pasos concretos que
el Espíritu nos llama a realizar y en qué dirección movernos para responder a Su llamada. En esta
tercera fase del discernimiento es necesario examinar instrumentos y prácticas pastorales, y cultivar
la libertad interior necesaria para elegir aquellos que mejor nos permiten alcanzar el objetivo y
abandonar aquellos que, en cambio, se manifiesten como menos apropiados. Se trata, por lo tanto,
de una evaluación operativa y de una verificación crítica, no de un juicio sobre el valor o
significado que esos mismos medios han podido o pueden revestir en circunstancias o en épocas
diferentes. Este paso podrá identificar dónde es necesaria una reforma, un cambio en las prácticas
eclesiales y pastorales para evitar el riesgo de cristalización.
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Enfermedades, sufrimiento y exclusión Más allá de la secularización
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La primera es que el Espíritu de Dios actúa en el corazón de cada hombre y de cada mujer a través
de sentimientos y deseos que se conectan a ideas, imágenes y proyectos. Escuchando con atención,
el ser humano tiene la posibilidad de interpretar estas señales.
La segunda convicción es que el corazón humano, debido a su debilidad y al pecado, se presenta
normalmente divido a causa de la atracción de reclamos diferentes, o incluso opuestos.
La tercera convicción es que, en cualquier caso, el camino de la vida impone decidir, porque no se
puede permanecer indefinidamente en la indeterminación. Pero es necesario dotarse de los
instrumentos para reconocer la llamada del Señor a la alegría del amor y elegir responder a ella.”
b) Acompañamiento” se dice en muchos modos
Acompañamiento espiritualAcompañamiento psicológicoAcompañamiento y sacramento de la reconciliación
Acompañamiento familiar, educativo y social Acompañamiento en la lectura de los signos de los tiempos
Acompañamiento en la vida cotidiana y de la comunidad eclesial El acompañamiento de los seminaristas y de los
jóvenes consagrados
c) Algunas afirmaciones:
1. El evangelio de la vocación es permanente buena noticia acerca de Dios que siempre llama
y del hombre que existe, crece y llega a la plenitud porque es llamado, se abre a la escucha y
responde. La vocación no se concibe como algo extraordinario que solo algunos privilegiados
pueden experimentar, sino que se entiende desde el sentido elemental de la vida: la vida es un
bien recibido que tiende a convertirse en bien que se dona. Además la vida creada a imagen y
semejanza del Dios Amor, ha sido agraciada por la redención de la sangre del Hijo, de manera
que quien acoge la salvación, es llamado de nuevo a colaborar en la salvación de los demás a
través de una identificación vocacional específica. La recepción de dones inmerecidos y
gratuitos fundamenta el evangelio de la vocación.
2. La pastoral de la llamada forma parte del primer anuncio. La propuesta cristiana es
inmediatamente vocación, llama a la fe, convoca a una comunidad de discípulos-misioneros
en la que cada uno ha de dar el sí a ser llamado y enviado, salvado y responsabilizado de la
salvación de otros. La iniciación en la fe y vida cristiana ofrece su mejor expresión con el
discernimiento de la vocación propia en respuesta confiada a la llamada del Señor.
3. La “cultura vocacional” supone algunas consideraciones antropológicas:
a) Soy llamado-amado, por eso existo.
b) Aquello hacia lo que caminamos como proyecto ya está, en germen, en nosotros
como don.
c) Una gramática elemental de la vida como don recibido que tiende, por propia
naturaleza, a convertirse en un bien que se dona.
d) Somos personas, no individuos de una especie, la relacionalidad nos es constitutiva.
e) El cuerpo sexuado, esponsal, es la expresión visible de estas características.
f) La apertura a la verdad, la bondad, la belleza y la unidad encienden el deseo de
conocimiento, de afecto y de lucha, desde el asombro y el atractivo que provoca en
nosotros la realidad y el misterio que trasluce.
4. Cultivar los gérmenes de vocación que pueden brotar si se siembran algunas semillas
vocacionales:
a) tu vida es preciosa, un don grande y bello que no habrías podido conquistar,
b) procede de Dios, no es fruto de la casualidad, sino que existes dentro de un plan de
amor como criatura amada, libre y responsable del don recibido,
c) este don te abre a los otros a imagen y semejanza del Dios que te ha creado para
realizar un proyecto pensado para ti como expresión de algún destello de Él,
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d) así llevarás una vida plena cuando vivas en plenitud el don de ti mismo en favor de
los demás.
5. La niñez, adolescencia y juventud, tiempo de crecimiento, iniciación y búsqueda, son
momentos privilegiados de la vida para descubrir, conocer y asumir como propio el plan que
Dios ha trazado para cada uno de nosotros. «El objetivo fundamental de la pastoral juvenil
consiste en propiciar en el joven un encuentro con Cristo que transforme su vida (…) la
pastoral juvenil tiene que ayudar a cada joven a plantear la vida como vocación, a descubrir
su vocación concreta y a responder a la llamada de Dios con generosidad»1.
Acoger la misión implica la disponibilidad de arriesgar la propia vida y recorrer la vía de la cruz,
siguiendo las huellas de Jesús, que con decisión se puso en camino hacia Jerusalén (cfr. Lc 9,51)
para ofrecer su vida por la humanidad. Sólo si la persona renuncia a ocupar el centro de la escena
con sus necesidades se abre el espacio para acoger el proyecto de Dios a la vida familiar, al
ministerio ordenado o a la vida consagrada, así como para llevar a cabo con rigor su profesión y
buscar sinceramente el bien común.
En particular en los lugares donde la cultura está más profundamente marcada por el
individualismo, es necesario verificar hasta qué punto las elecciones son dictadas por la búsqueda
de la propia autorrealización narcisista y en qué grado, por el contrario, incluyen la disponibilidad a
vivir la propia existencia en la lógica de la generosa entrega. Por esto, el contacto con la pobreza, la
vulnerabilidad y la necesidad revisten gran importancia en los caminos de discernimiento
vocacional.”
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En este movimiento, la Iglesia tiene que asumir el diálogo como estilo y método, fomentando la
conciencia de la existencia de vínculos y conexiones en una realidad compleja —que sería reductivo
considerar compuesta de fragmentos— y la tensión hacia una unidad que, sin transformarse en
uniformidad, permita la confluencia de todas las parcialidades salvaguardando la originalidad de
cada una y la riqueza que representa para la totalidad (cfr. EG 236). Ninguna vocación,
especialmente dentro de la Iglesia, puede situarse fuera de este dinamismo de salida y diálogo,
Una Iglesia generadora
142. En consecuencia, la Iglesia “se construye” con los jóvenes, permitiéndoles un real
protagonismo y no poniéndolos adelante a un “siempre se hizo así”. Esta perspectiva, que determina
un estilo pastoral y también una manera de organizarse y de ser institucional, está en gran sintonía
con el pedido de autenticidad que los jóvenes dirigen a la Iglesia.
2.- Inmersos en el tejido de la vida cotidiana
144. La llamada a la alegría y a la vida en plenitud se ubica siempre dentro de un contexto cultural y
de relaciones sociales. Es de frente a las circunstancias de la vida cotidiana que los jóvenes desean
ser acompañados, formados y pasar a ser protagonistas. Es por eso que la Iglesia está llamada a
«salir, ver, llamar» (DP III, 1.3), es decir, a invertir en tiempo para conocer y confrontarse con los
vínculos y las oportunidades de los diferentes contextos sociales y culturales, y hacer resonar allí en
modo comprensible la llamada a la alegría del amor. Al mismo tiempo, las relaciones sociales e
interpersonales y la dinámica de la vida cotidiana (amistad, afectividad, relación con el tiempo y
con el dinero, etc.) favorecen el surgimiento de deseos, ideas, emociones y sentimientos que un
proceso de acompañamiento ayudará a reconocer e interpretar. Una perspectiva integral requiere
asunir los vínculos que conectan ámbitos y contextos donde se desarrolla la vida de los jóvenes,
exigencias de conversión de las prácticas pastorales y necesidades formativas de los
acompañadores.
145. En particular, la experiencia o el encuentro con las fragilidades personales, propias o ajenas, de
un grupo o de una comunidad, de una sociedad o de una cultura, son tan difíciles cuanto valiosos.
Para los jóvenes puede ser una ocasión para descubrir recursos escondidos y para hacer nacer
cuestionamientos, incluso desde una perspectiva vocacional, empujándolos a alejarse de una
búsqueda continua de pequeñas seguridades. Acompañando estos procesos, la Iglesia descubrirá
nuevas fronteras y nuevos recursos para cumplir su misión.
El acompañamiento escolar y universitario La exigencia de una mirada y una formación
integrales
Muchas CE percibieron claramente la conexión íntima entre evangelización y educación, bien
desarrollada por muchos institutos de vida consagrada masculinos y femeninos que, desde hace
siglos se concentran en este binomio y ofrecen a toda la Iglesia una experiencia fecunda de pastoral
juvenil caracterizada por una marcada atención a los procesos educativos. . Cuando una comunidad
de creyentes es consciente de su tarea educativa y se apasiona de ella, puede liberar fuerzas
espirituales y materiales que generan una verdadera “caridad educativa”, que sabe poner en campo
insospechadas energías y pasiones hacia las jóvenes generaciones.
147. En muchas escuelas y universidades —incluso católicas— educación y formación son
finalizadas en clave excesivamente utilitaria, haciendo hincapié en el uso de las nociones adquiridas
en el mundo del trabajo más que en el crecimiento de las personas. Es necesario, en cambio, colocar
las competencias técnicas y científicas en una perspectiva integral, cuyo horizonte de referencia es
la “cultura ecológica” (cfr. LS 111). Es necesario, entre otras cosas, conjugar intelecto y deseo,
razón y afectividad; formar ciudadanos responsables, que saben enfrentar la complejidad del mundo
contemporáneo y dialogar con la diversidad; ayudarlos a integrar la dimensión espiritual en el
estudio y en el compromiso cultural; que sepan discernir no sólo caminos personales con un cierto
sentido, sino trayectorias de bien común para las sociedades de las cuales forman parte.
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La especificidad y la riqueza de las escuelas y universidades católicas
Economía, trabajo y cuidado de la casa común La amistad y el acompañamiento entre pares
Buscando nuevos modelos de desarrollo Proximidad y apoyo en el malestar y en la
marginación
El trabajo frente a la innovación tecnológica
Discapacidad y enfermedad
Colaborar en la creación de trabajos para todos
Dependencias y otras fragilidades
En la trama de las culturas juveniles
Con los jóvenes detenidos
Formar a la ciudadanía activa y a la política
En situaciones de guerra y violencia
Aprender a vivir en el mundo digital
Jóvenes migrantes y cultura de la acogida
La música entre interioridad y afirmación de la
identidad Frente a la muerte
Deporte y competición
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178. Uno de los resultados más fecundos que surgieron de la renovada atención pastoral a la la
familia vivida en los últimos años, fue el redescubrimiento del carácter familiar de la Iglesia. La
afirmación que Iglesia y parroquia son «familia de familias»
Cuidado pastoral para las jóvenes generaciones
La familia, sujeto privilegiado de la educación
En escucha y en diálogo con el Señor
En la escuela de la Palabra de Dios
El gusto y la belleza de la liturgia
invita a evitar la oposición entre catequesis experiencial y de contenido,
Alimentar la fe en la catequesis
porque recuerda que la experiencia de fe es ya una apertura cognoscitiva a la verdad y el camino de
interiorización de los contenidos de la fe conduce a un encuentro vital con Cristo. En esta
circularidad original, la comunidad eclesial desempeña un rol insustituible de mediación.
c) Comunidad abierta y acogedora hacia todos que acompaña a los jóvenes hacia el don gratuito de
uno mismo.
5.-. Animación y organización de la pastoral
El protagonismo juvenil; La Iglesia en el territorio; La contribución de la vida consagrada
Asociaciones y movimientos; Redes y colaboraciones a nivel civil, social y religioso; La planificación pastoral
La relación entre eventos extraordinarios y vida cotidiana
a) Hacia una pastoral integrada
10. Para muchos, la clave para lograr esta unidad integrada es el horizonte vocacional de la
existencia, porque «la dimensión vocacional de la pastoral juvenil no es algo que se debe plantear
solamente al final de todo el proceso o a un grupo particularmente sensible a una llamada
vocacional específica, sino que ha de plantearse constantemente a lo largo de todo el proceso de
evangelización y de educación en la fe de los adolescentes y de los jóvenes»
Seminarios y casas de formación
En una época en cambio y con fuertes desafíos misioneros precisamos trabajar en una mayor
comunión y en permanente discernimiento entre presbíteros, laicos y consagrados.
c) La vuelta al modelo apostólico "enteramente primero"
A.- El TESTIMONIO PROPIO DE CADA VOCACIÓN en la COMUNIÓN Y MISIÓN
“Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su
vocación” (26 EG)
Los pastores: entregar el amor del señor como caridad pastoral
Los laicos: entregar el amor del señor como caridad política.
Los religiosos: entregar el amor del señor como caridad consumada.
d) “Los 12”
El Obispo y su Presbiterio comulgan en unidad de consagración y misión el carisma de los Doce. Es
el grupo que actúa en la persona de Cristo cabeza, prestando al Señor, que encabeza a los hermanos,
pues, su voz, sus manos, sus pies para que el Señor como primogénito se haga presente él mismo, y
se de él mismo en todo su amor, la fracción del pan, en el anuncio e la palabra y en los caminos del
servicio. Esto configura radicalmente, nuestra forma de existencia
El camino apostólico se enraiza en el misterio pascual. Los apóstoles en la mesa de la Pascua han
visto al Señor y han llegado a ser sus testigos. Pero al instante han sido enviados en su misma
misión para hacerse él mismo presente en su representación.
El encuentro pascual donde el Señor acoge y envía a los apóstoles, se consuma cuando El les alienta
el mismo fuego de sus entrañas: su Espíritu Santo.
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El mismo aliento que el Padre alentó en El, Jesús se lo alienta a ellos. El Señor les comparte su
aliento. El mismo Espíritu en El, en ellos, en nosotros.
El Espíritu les unge, les marca, les acredita, les ilumina, les fortalece, les conduce. La llamada a la
santidad de los presbíteros nace así de lo más hondo de su carisma.
Diócesis Un insolidum. Vuelta al modelo apostólico Fraternidad sacramental
Parroquia. Equipo misionero (consejo de pastoral) Fraternidad apostólica
“Los 72”
Los ministerios en la Iglesia, la confesión de fe en el mundo, la caridad política.
Acción Católica, la familia, protagonista y destinataria de la evangelización.
“La muchedumbre”
La cercanía, “cuerpo a cuerpo”. Acompañar
El Espíritu habla y actúa a través de los acontecimientos de la vida de cada uno.
Reconocer los efectos que los acontecimientos, las palabras, lo que leo producen en mi interioridad.
La palabra de Dios reviste una gran importancia.
Interpretar, es necesario comprender a que está llamando el espíritu a través de lo que suscita en
cada uno.
Elegir, el acto de decidir se convierte en ejercicio de auténtica libertad. Promover elecciones
verdaderamente libres y responsables
En el acompañamiento tres convicciones:
- la primera es que el Espíritu de Dios actúa en el corazón de cada hombre a través de
sentimientos y deseos que se conectan a ideas, imágenes y proyectos.
- La segunda es que el corazón humano debido a su debilidad y el pecado se presenta
normalmente dividido a causa de la atracción de reclamos diferentes.
- La tercera es que en cualquier caso el camino de la vida impone decidir porque no se puede
permanecer en la indeterminación.
Los próximos, intermitentes, alejados que se acercan,
“ Los pobres”
- crecimiento de los creyentes
- llamada a la conversión de los bautizados que no viven las exigencias del Bautismo
- anuncio por atracción de quienes no conocen a JC o lo han rechazado
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- Una tercera convicción es que la oración ha de ocupar un lugar muy importante en la pastoral
vocacional. Lo dice claramente el Señor: «Orad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
(Mt 9, 38). La oración constituye el primer e insustituible servicio que podemos ofrecer a la causa
de las vocaciones. Orar por las vocaciones supone, en primer lugar, orar y trabajar por la fidelidad
a la propia vocación; crear ambientes donde sea posible escuchar la llamada del Señor; ponernos en
camino para anunciar el «evangelio de la vocación», promoverlas y provocarlas. Quien ora de
verdad por las vocaciones, trabaja incansablemente por crear una cultura vocacional.
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d) Dos cosas me parecen ciertas en el tema de la pastoral vocacional y vida consagrada.
La primera es que no hay respuestas mágicas
y la segunda es que a la vida consagrada, como del resto a toda la Iglesia, se le está pidiendo una
verdadera «conversión pastoral», no solo de lenguaje, sino también de estilo de vida, si quiere
conectar con los jóvenes y proponerles un camino de fe y hacerles una propuesta vocacional.
7.- ¿Qué significa para la Iglesia acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del
Evangelio, sobre todo en un tiempo marcado por la incertidumbre, por la precariedad y por la
inseguridad?”
1. Caminar con los jóvenes
Salir, Ver, Llamar “En los relatos evangélicos la mirada de amor de Jesús se transforma en una
palabra, que es una llamada a una novedad que se debe acoger, explorar y construir. Llamar quiere
decir, en primer lugar, despertar el deseo, mover a las personas de lo que las tiene bloqueadas o de
las comodidades en las que descansan. Llamar quiere decir hacer preguntas a las que no hay
respuestas preconfeccionadas”
2. Sujetos
Todos los jóvenes, sin excepción
Una comunidad responsable.
Las figuras de referencia, los acompañantes
3. Lugares
La vida cotidiana y el compromiso social
Convertirse en adultos significa aprender a gestionar con autonomía dimensiones de la vida que son
al mismo tiempo fundamentales y cotidianas: la utilización del tiempo y del dinero, el estilo de vida
y de consumo, el estudio y el tiempo libre, el vestido y la comida, y la vida afectiva y la sexualidad.
Este aprendizaje, al que los jóvenes se enfrentan inevitablemente, es la ocasión para poner orden en
la propia vida y en las propias prioridades, experimentando caminos de elección que pueden
convertirse en una escuela de discernimiento”
Los ámbitos específicos de la pastoral El mundo digital
4. Instrumentos
Los lenguajes de la pastoral deporte y música
El cuidado educativo y los itinerarios de evangelización
Silencio, contemplación y oración
5. María de Nazaret La vocación universal a la santidad
212. La característica sintética y unificadora de la vida cristiana es la santidad, porque «el divino
Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos,
cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador»(LG
40). La santidad incluye desde el punto de vista cualitativo y global todas las dimensiones de la
existencia creyente y de la comunión eclesial, llevadas a plenitud según los dones y las
posibilidades de cada uno.
La juventud, un tiempo para la santidad
213. Convencido que «La santidad es el rostro más bello de la Iglesia»(GE 9), antes de proponerla a
los jóvenes, todos estamos llamados a vivirla como testigos, convirtiéndonos así en una comunidad
“simpática”, como narran en varias ocasiones los Hechos de los Apóstoles (cfr. GE 93). Sólo a
partir de esta coherencia se hace importante acompañar a los jóvenes en los caminos de la santidad
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Jóvenes santos y juventud de los santos
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