Ni Amos Ni Siervos Memoria Obrera de Bog

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ONTROVERSit\

156-157

NI AMOS
NI SIERVOS
Memoria obrera
de Bogotá y Medellín
(1910-1945)

Mauricio Archila Neira


Investigador CINEP
y Profesor Universidad Nacional

clnep

centro de Investigación y educación popular


clnep

centro de Investigación y educación popular


Carrera 5a. No. 33A-OS
Te!'; 2858977
Bogotá, D. E.

Carátula: Fábrica de Mármol, 1895. Bogotá.

Corrección de textos: Ana María Fernández

Composición, arte e impresión:


ARTE y FOTOLITO "ARFO" Ltda.
Editores--Impresores
Calle 54A No. 14-53
Tels.: 2355968 - 2485526
Bogotá, D. E.

Resolución No. 002862 dell? de septiembre de 1978


del Ministerio de Gobierno
Tarifa Postal Reducida de la Administración Postal Nacional No. 352

CONTROVERSIA Bogotá, D. E. Nos. ISSN


Irregular
Diciembre de 1989 (Colombia) 156.157 0120.4165
INDICE

Pág.

INTRODUCCION. .... .... .............. .... . 7

1. El sentido de una historia 'desde abajo' . 10


2. Repercusión de las colectividades obreras . 16
3. El recurso del método . 19
4. Organización de esta publicación . 22
5. Agradecimientos . 23
LIST A DE ENTREVISTADOS - Bogotá . 25
LISTA DE ENTREVISTADOS - Medellín . 27

CAPITULO PRIMERO

UNA CIUDAD CON FORMA DE HERRADURA


La Bogotá de la Primera Mitad del Siglo XX . . . . . . . . 29

1. Crecimiento urbano. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
2. Barrios 'obreros' . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
3. Actividades económicas de la ciudad. . . . . . . . . . 53

CAPITULO SEGUNDO

UNA CIUDAD ENTRE MONTANAS


Crecimiento urbano y desarrollo industrial
en Medellín, 1900-1945 . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . 61

1. El crecimiento urbano. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
2. Barrios 'obreros' . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

5
Pág.
CAPITULO TERCERO

LA IMAGEN DEL OBRERO . 79


1. El origen de los obreros de las dos ciudades . 81
2. Características de las primeras generaciones
obreras . 89
3. Imagen del obrero . 98

CAPITULO CUARTO

CONDICIONES LABORALES
Y REIVINDICACIONES OBRERAS. . . . . . . . . . . . . 109
1. Condiciones de trabajo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
2. La lucha reivindicativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
3. Cambios en la patronal y el Estado. . . . . . . . . . . 136

CAPITULO QUINTO

USO DEL TIEMPO LIBRE . 143


1. ¿Trabajar sin descanso? . 144
2. Las diversiones 'insanas' . 152
3. Las diversiones 'sanas' . 163

CAPITULO SEXTO

LAS FORMAS ORGANIZATIVAS............... 179


1. Las primeras organizaciones. . . . . . . . . . . . . . . . 183
2. El sindicalismo. . . . . .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . 191
3. Organizaciones políticas de los trabajadores. . . . 205

CONCLUSIONES. .. . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . 219

ANEXO
HUELGAS DETECTADAS EN LA PRENSA
PARA BOGOTA y MEDELLIN (1919-1945). . . . ... 223

6
INTRODUCCION

La Historia Oral, efectivamente, no puede conformar-


se con la comprobación de la distancia entre la visión
que el texto escrito proporciona y la
al historiador
que da la encuesta sobre el terreno al etnólogo ... la
historia oral debe buscar las huellas entre la vida coti-
diana y los procesos políticos y económicos de mayor
alcance. La mejor manera de formular esta exigencia
es diciendo que se trala de una técnica idónea para
comprender mejor las relaciones entre el tiempo largo
y el corto, el acontecimiento y la estructura. (Philippe
Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado, Méxi.
ca: Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 283).

Desde 1985 iniciamos, con el apoyo del CINEP, una ex-


periencia de recuperación de la historia de los trabajadores en
varias ciudades colombianas!. Teníamos la doble preocupa-
ción de: aportar académicamente, al conocimiento del pasado
de uno de los grupos sociales determinantes de la vida del
país, y de colaborar en la reconstrucción de la memoria colec-
tiva de los obreros de esas ciudades. Era un intento de hacer
del oficio del historiador una práctica académica y democráti-
ca, acercando dos mundos temporalmente distanciados: el de
los intelectuales y el de los obreros. Hoy, cuatro años después,
es escaso el éxito que podemos clamar en ese quijotesco in-
tento. Los obreros, preocupados por mejorar su existencia
_material inmediata, no disponen de mucho tiempo para pres-

1 Véanse las Controversias, Aqu{ nadie es forastero No. 133-1S4) y


Barranquilla)' el Río (No. 142), Bogotá, Cinep.1986 y 1987.

Ni amos ni siervos 7
tarle atención a estas historias de un pasado cada vez más
remoto para ellos. Cuando más, se interesan por la recons-
tmcción de la historia de su sindicato. Algunos colectivos de
trabajadores y sindicatos se preocupan cada vez más por as-
pectos de la historia de los ohreros, como método de educa-
ción sindical:!. Este movimiento de acercamiento a 10 cultu-
ral, ha permitido una presencia de obreros de base, en talleres y
seminarios en donde se ventilan los aspectos de su pasado] .
Es también importante el interés de algunos sindicatos al
enviar afiliados a talleres sobre historia popular e historia oral,
aplicada a trabajadores •. Incluso se ha dado el caso de sindi-
catos que promueven, con sus propios fondos, investigacio-
nes sobre la historia de los trabajadores de su industria5 •

Por su parte, los académicos, aun aquellos defensores de


los nuevos enfoques históricos, miran con sospecha una histo-
ria que intenta reconstruirse 'desde ahajo'6. Les parece muy
'militante' y por tanto sesgada. Todavía suspiran anhelando
una supuesta objetividad en la historia. Esto sin reproducir las
diatribas que lanzan los miembros de la Academia Colombia-
na de Historia contra las nuevas tendencias en la investiga-
ción y la docencia de la disciplina. Sin em bargo, así como en
el mundo obrero, ha surgido un cierto interés por aspectos

2 Ver Marco RaúI1'Iejía, "Educación sindical, reflexiones sobre su


crisis", Documentos Ocasionales, No. 32, Cinep, 1988_

3 Se han realizado dos seminarios sobre esos temas en l\-1edellín,


1985 y 1987. Dichos seminarios han sido convocados por un co-
lectivo de Centros de Investigación y Educación Sindical como
IC?, la ENS de Medellín, el CEIS y el CINEP en Bogotá. El CEIS
e INEDO organizaron en el 88 un seminario sobre cambios en el
proletariado.

4 El IPC de MedellÍn organiza anualmente al menos uno de esos ta-


lleres con obreros de todo el país. Se va así consolidando la in-
quietud histórica entre los sectores sindicales.

5 Ver el libro patrocinado por SINTRACOLTABACO y realizado


por Ana María Jaramillo y Jorge Bernal, Sudor J' tabaco. Mede.
Hin: Ed. SINTRACOLTABACO, 1988.

6 Expresión de Raphael Samuel "Historia popular, Historia socialis-


ta" en el libro compilado por el mismo autor, 1Iistoria popular y
teoría socialista, Barcelona: Ed. Crítica, 1984, p. 17.

8 Mauricio Archila Neira


culturales y del pasado, entre los profesionales de la historia,
especialmente en los medios universitarios, ha nacido también
una inquietud por esos temas. La llamada Nueva Historia de
Colombia 7, es sensible a los matices de género, etnia y clase
en el enfoque histórico al escudriñar nuevas áreas del pasado
como el uso del tiempo libre y las diversiones, los deportes y
espectáculos públicos, las modas y costumbres, y en fin, la
cultura y las mentalidades de esos grupos sociales.

La participación de investigadores profesionales en los


seminarios sobre historia y cultura obreras, es un indicador de
que se están produciendo algunos acercamientos de esos dos
mundos. Recientemente se organizó un Coloquio de Investi-
gadores en el Cincp, en donde se ventilaron ampliamente es-
tos aspectos, referidos particularmente a la formación de la
clase obrera en Bogotá y Medellín' .

En lo que va corrido de 1989 se ha presentado un deba-


te público sobre el papel de la Historia y su enseñanza. Por la
publicación de varios textos cuya temática no se ciñe al es-
quema tradiciona19, el debate aumentó con la aparición de la
última novela de Gabriel García Márquez, El General en su
Laberinto, que sirvió para hacer públicos los distintos enfo-
ques con que se aborda la historia 1 o .

Tanto el reciente debate sobre el papel de la Historia co-


mo los tímidos intentos de acercamiento entre el mundo obre-
ro y el de intelectuales, ambientan los aspectos teóricos y me-
todológicos que han guiado nuestra investigación.

7 Tuvo su consagración oficial con el lanzamiento, con bombos y


platillos, de la colección Editorial Planeta, designada con el nom-
bre de Nueva Historia de Colombia precisamente en abril de 1989.

8 Coloquio en mayo de 1989 en Bogotá, organizado por CINEP e


IPC, que contó con la asistencia de cerca de 30 investigadores de
distintas áreas.

9 El Tiempo, 24 de febrero, 1989; El Siglo, 9 de marzo, 1989.

10 Véase, por ejemplo, la difusión dada por el Magazin Dominical


de El Especlador. 30 de abril de 1989, titulada "Dialogar ante la
intolerancia".

Ni amos ni sienJos 9
1. El sentido de una historia 'desde ahajo'

En una ocasión anterior hablamos de la función de la


historia en la construcción y en el fortalecimiento de identi-
dades. Tal vez allí radique el meollo de todos estos debates
sobre la historia; en el fondo ella es, entre las ciencias socia-
les, la más 'política' pues contribuye directamente a la iden-
tidad de los diversos conglomerados humanos. La finalidad de
la historiografía tradicional era, cuando más formar buenos
'patriotas'. Para ello se acudía a los 'catecismos patrios', que
como todo catecismo se debía memorizar más que enten-
derl' . Con esa mira, la labor de los historiadores era muy es-
trecha: sacar a la luz pública las hazañas político-militares de
los héroes. Cualquier cuestionamiento a ese enfoque era re-
chazado por antipatriótico y subversivo. Decir que a Colom-
bia la forjaron no sólo Bolívar y Santander, sino además de
ellos innumerables hombres y mujeres sumidos en el silencio
de los textos, era algo sumamente peligroso a los ojos de los
Acadéinicos'2•

Las nuevas corrientes historiográficas -impropiamente


agrupadas en la 'Nueva Historia'- intentaron romper estos
moldes. Con el árlimo de ampliar el conocimiento, y no de
poseer la Verdad Absoluta; estas corrientes abrieron no sola-
mente nuevas temáticas, sino que desarrollaron innovadores
métodos y técnicas de investigación y docencia. Lo que la
Nueva Historia ofrecía no pretendía ser, ni era, una especie
de 'contra-historia', por el contrario, desde el principio se
reconocieron los aportes de la historiografía tradicional, pero
obviamente se quería ir más lejos.

En ese propósito de ampliar el conocimiento del pasado,


de huscar más dimensiones del Hecho Histórico, de rescatar
nuevos actores, las nuevas corrientes historiográficas han arre-

11 Expresiones felizmenle acunadas por Rodolfo Ramón de Roux,


en un artículo del mismo nombre en Magazin Dominical de El
Espectador, -1 de junio de 1989.

12 Lo curioso es que el actual presidente de la Academia, Germán


Arciniegas, hacía crílicas similares a los académicos en los anos
40.

10 Mauricio Archila Neira


cido más posibilidades de identificación real a los diversos
conglomerados que habitan el país. Ya los colombianos no te-
nemos que escoger exclusivamente entre Bolívar y Santander
para identificarnos. Ahora podemos acudir a personajes como
la Gaitana, José A. Galán, Manuela Beltrán, José M. Mela, Ra-
fael Uribe, Raúl E. Mahecha, María Cano, Jorge E. Gaitán,
Camilo Torres, Jaime Pardo Leal e infinidad de nombres que
también constituyen puntales de identidad en la búsqueda
de una sociedad mejor. Pero incluso esta identificación con
individuos, tiene el riesgo de derivar en un nuevo santoral he-
roico, y en nuevos catecismos 'patrios' de izquierda o dere-
cha, según las afinidades políticas de quienes los hacen. Por
ello, lo que se plantea tradicionalmente ha sido silenciado.
Está bien reconstruir las biografías de líderes populares como
Quintín Lame o María Cano, como fue necesario hacer las
de Bolívar o Santander; pero aún en esos intentos hay un
limitado acercamiento al pasado, de los grupos étnicos, de
clase, de género, etc.

Los coloro bianos, además de serlo por nacimiento o por


adopción, pertenecemos a muchos otros conglomerados que
nos ofrecen identidad: pertenecemos a un género ti otro, te-
nemos raíces étnicas, hacemos parte de clases sociales, nace~
mos en una región, vivimos en X o Y barrio o vereda, traba-
jamos en una empresa o estudiamos en una universidad, so.
mas usuarios de servicios públicos, simpatizantes política.
mente con un grupo, o con ninguno -lo cual nos hace parte
de otro conglomerado posiblemente no muy identificado-,
somos hinchas de equipos de fútbol y admiramos ciclistas,
etc. Si la historiografía tradicional se dedicaba a la exaltación
de los héroes y a la reconstrucción de árboles genealógicos,
hoy podríamos hablar de una historia que ofrece multiplici-
dad de identidades, aunque posiblemente las referidas a la
existencia material sigan siendo las básicas y más perdurables.

Una de esas corrientes historiográficas es la que Raphael


Samuel llamó 'Historia desde Abajo; como lo hace el histo-
liador inglés, es una historia que se reconstruye 'desde abajo
hacia arriba, indica que se trata de un acercamiento nuevo y no
de la creación de una disciplina absolutamente opuesta a la
tradicional. No se renuncia a la pretensión de totalidad que
tiene la Historia; por el contrario se la reafirma, pero el én.

Ni amos ni siervos 11
fasis está no tanto en la historia que escriben los de 'arriba',
sino en la que no les dejaron escribir a los de 'abajo'. Obvia-
mente es una historia 'política', tanto, cuanto lo es la tradi-
cional. Lo que no necesariamente significa que se trata de una
historia 'militante' (entendiendo por ésta una historia 'oficial'
y acrítica al servicio de unos intereses específicos). Nada me-
nos característico de las nuevas corrientes historiográficas,
que esas versiones 'oficiales' que anulan uno de los fundamen-
tos de la historia: la crítica (a las fuentes; al historiador, al
presente y al pasado).

La Historia 'desde abajo' pretende ofrecer nuevas identi-


dades. Por ello se apoya en la Memoria Colectiva que yace
tanto en las fuentes escritas, como especialmente en las tra-
diciones orales. Por esa vía se interroga sobre las imágenes
que los grupos silenciosos tenían de sí y las que proyectaban
socialmente. Así mismo se aborda el estudio de tradiciones,
mitos, representaciones mentales y expresiones culturales;
haciendo en la práctica, una verdadera labor interdisciplina-
ria, apoyándose en avances de la Antropología, la Sociología,
la Lingüística y otras ciencias afines.

Cuando se habla de identidad no necesariamente se está


hablando de conciencia, al menos la llamada 'para-sí' en la ter-
minología leninista. Los obreros podrían tener identidad en
el sentido de pertenencia a un conglomerado que enfrenta
condiciones similares de explotación, mas no necesariamente
esto implica que se proyecten políticamente como clase autó-
noma. Tal parece haber sido el caSo de los obreros colom bia-
nos, al menos en el período de formación de la clase, 1910.
1945.

La pregunta que surge inmediatamente es sobre cómo


hacer esa reconstrucción del pasado 'desde abajo '. Dado el
carácter silencioso de amplios sectores de la población, se
requiere acudir imaginativamente a nuevos métodos y nue-
vas fuentes. Aunque hay documentación escrita, que aún no
ha sido suficientemente explotada, se hace necesario el re-
currir a las tradiciones orales, a la literatura, a la entrevista y
aún a las historias de vida, y a los diversos métodos ofrecidos

12 Mauricio Archila Neira


por las nuevas tendencias historiográficas13, Con razón dice
Franco Ferrarotti: "La historia 'social', la historia 'oral', la
'nueva' historia, la 'sicohistoria', la 'historia desde abajo' y las
historias de vida, muestran amplias e interesantes áreas de con-
vergencia, pero n'J deben confundirse"14. Lo que tienen en
común, según el mismo autor, es que no se detienen a pregun-
tarse qué es o qué no es historia. Tal vez por ello es que otros
medios han llegado muy lejos.

Es necesario hacer uso' de los nuevos métodos y técnicas,


adaptándolos a las necesidades de la investigación, sin por ello
pensar que unos son superiores a otros. La historia oral ayuda
allí donde lo escrito no llega, o llega con otras perspectivas,
Y. viceversa.
En nuestra investigación sobre trabajadores asalariados
urbanos acudimos a distintas fuentes y técnicas. Revisamos
las fuentes escritas disponibles -aunque distamos de haberlo
hecho de un modo exhaustivo-, encontrando información
para aspectos económicos, organizativos, políticos e incluso
ideológicos. Consultamos fuentes estadísticas, documentos
oficiales, prensa nacional y regional, y publicaciones obreras.
Sin embargo, para aspectos relacionados con la vida cotidia-
na, en el trabajo y fuera de él, con las representaciones men-
tales y expresiones culturales, debimos acudir a la memoria
colectiva encerrada en novelas y crónicas, pero especialmente
en la entrevista directa. No esperábamos encontrar en las en-
trevistas una precisión estadística o una reconstrucción deta-
llada de los grandes eventos, "Lo que la encuesta oral nos da,
dice P. Joutard, antes que nada no son informaciones sobre
los hechos, sino sobre las representaciones mentales"lS. La
gente refleja en las entrevistas no tanto el hecho en sí (¿qué
fuente lo logra hacer totalmente?), sino la forma como ese
hecho repercutió en la vida diaria de los entrevistadosl6• En

13 JOUTARD, Philippe, "El Documento oral: Una nueva fuente pa.


ra la historia" en varios, Historia oral e historia de vida, San José:
Jo'LACSO,1988, pp. 11-12.

14 "Biografía y Ciencias Sociales" en varios, op. cit., p. 84.

15 Op. c,l. 1986, p. 316.

16 Ibid. p. 267.

Ni amos ni siervos 13
nuestra experiencia recordamos ahora la cantidad de referen-
cias que se hicieron a los sucesos del 9 de abril de 1948, cuan-
do mataron a Jorge Eliécer Gaitán, pero siempre contamos
desde la experiencia concreta del que los vivió. Por ello de
una entrevista no se puede esperar que surja todo el marco
contextual de los eventos. Muchos entrevistados narraban los
sucesos desde la esquina que les tocó, ignorando para los
efectos de la entrevista, otros eventos ajenos a su vida en esa
coyuntura. La memoria sigue el recorrido de estos actores por
las calles que caminaron, pero más que por sitios físicos por
los temores y esperanzas que tuvieron. Y esto último es lo
que consideramos también una aproximación necesaria para
la complejidad de la reconstrucción del pasado. De esta forma
es imposible, a partir de testimonios, construir una historia
oficial, por ejemplo del 9 de abril, porque lo que allí hay son
muchas historias como para ser simplificadas.

La historia oral en nuestro medio ha servido también pa-


ra acercar el mundo de los historiadores profesionales con las
historias de vida de seres comunes y corrientes 17. Como sucede
en Alemania, en América Latina el mundo obrero y el intelec-
tual, permanecen incomunicados. No existe, como parece
ocurrir en los países anglosajones, una historia popular que
sirva de puente entre esos dos mundos16 . Sin embargo, como
dice Víctor Acuña, en historia oral sucede lo que pasa en el
amor: ¡se necesitan dos! 19. Allí radica la gran ventaja de la
Historia oral: produce un acercamiento que no se limita al
acto final de entrega del resultado (libro audiovisual), sino
que está presente a lo largo de todo el proceso investigativo.
En las entrevistas las dos partes, entrevistado y entrevistador,
se enriquecen. El entrevistador consigue un conocimiento
nuevo, o una aproximación diferente a lo conocido; el entre-
vistado no sólo tiene la posibilidad de hablar -lo cual no es

17 ¡bid. p. 272.

18 NIETHAMMER, Lutz, "La historia oral como canal de comunica-


ción entre obreros e historiadores", en varios, op. cit., pp. 35 y 41.
Para un análisis del caso inglés ver el libro ya citado de Raphael
Samuel, especialmente la sección primera en donde desarrolla la
existencia de esa llamada Historia popular.

19 Op. cit., p. 53.

14 Alauricio Archila Neira


depreciable en una sociedad que condena al silencio a los de
'abajo', especialmente a los viejos-, sino que en el acto de re-
cordarse vive un pasado que incluso se ha oscurecido en su
existencia individual.

La historia oral, la 'historia desde abajo', así como las


nuevas perspectivas, deben ser humildes en sus pretensiones.
Se sabe la imprecisión de la memoria en cuanto a fechas y
eventos y la subjetividad de la historia oral, que es su gran
ventaja y su gran límite. Aún así rompen el culto exclusivo al
documento escrito. La entrevista, por ejemplo, es un docu-
mento -y al transcribirlo se convierte en escrito-, que entre.
ga un tipo de verdad, la del entrevistado, y por tanto es vero-
símil hasta donde dan sus posibilidades. Nada más lejano de
quienes practicamos la historia oral que consideraba como la
verdadera historia. Esta pretensión no es sino una pobre imi-
tación invertida de quienes creen que sólo lo que está escrito
nos acerca a la verdad. Fuentes orales y escritas, lejos de ser
excluyentes, se complementan. Sólo por ese camino, "el his.
toriador descubre a la vez la complejidad de lo real y la fuerza
de lo imaginario y reencuentra la efectividad que el mero
contacto con los papeles habría podido hacerle perder"' •.

Son innumerables los ejemplos de dicha complementa-


riedad que se nos vienen a la mente cuando escribimos estas
notas. Basta citar uno solo para ilustrar estas reflexiones. Si
nos atenemos a las estadísticas sobre costo de vida y salarios
podemos llegar a unas conclusiones más o menos lógicas so.
bre el grado de explotación de la fuerza de trabajo. Pero es
acudiendo a las entrevistas y a las fuentes que reflejan la me-
moria colectiva, cuando podemos entender cómo percibían
los trabajadores dicha explotación y porqué reaccionaron en
los distintos momentos en la forma en que lo hicieron.

Ahora bien, dicha combinación de fuentes no sólo es


deseable sino que es necesaria si se quiere ejercer la función
crítica inherente a la disciplina histórica. El contraste entre

20 JOUTARD, P. en el citado libro hace un recuento tanto de los


antecedentes de la historia oral, como de las prevenciones de los
historiadores ante ella.

Ni amos ni siervos 15
las fuentes escritas y orales, así como de los testimonios en-
tre sí, es una de las condiciones para la credibilidad de cual-
quier reconstrucción histórica que haga uso de ellas. De esa
forma se superan supuestas inexactitudes y sobre todo se en-
riquece el conocimiento del pasado al contrastar una fuente
con otra. ¡Silencios de una se convierten en gritos de la otra!
Limitarse a reproducir testimonios, sin ninguna labor crítica,
sería tan ajeno a la labor del bistoriador como el fotocopiar
documentos de archivo que siendo una etapa en el proceso
investigativo, de ningún modo puede ser el resultado final.
Aún la m"s simple recopilación documental, y las entrevistas
hacen parte de esa categoría; se requiere un ordenamiento y
sobre todo una interpretación crítica por parte del reco-
pilador. Por ello es necesario explicitar el procedimiento, los
métodos y las técnicas, para que la crítica no sólo la ejerza el
recopilador sino la comunidad académica y no académica.

2. Recuperación histórica de las colectividades obreras

Como ya decíamos al comienzo de estas páginas, la in-


vestigación que nos ocupa intenta hacer un "aporte en la recu-
peración de la memoria histórica de la clase obrera colombia-
na. Siempre se ha tenido en cuenta el contexto de lo que ocu-
rre en la clase obrera del país y en la totalidad social; se ha
hecho una reconstrucción que parte de la región para luego
mirar a la nación y no a la inversa (como solía suceder con los
trabajos sobre movimientos sociales); hasta ahora hemos ade-
lantado esta labor en cuatro centros urbanos de connotada
concentración obrera desde los tempranos años de la proleta-
rización. Hay, sin embargo, sus límites. De una parte con la
visión de los investigadores seciales de la generación de los 60
y 70, iniciamos esta reconstrucción teniendo en 'mente un
proletariado ideal al que le atribuíamos potencialidades revo-
lucionarias. Sin prestarle suficiente atención a los trabajado-
res rurales, la gran mayoría en los primeros años, como lo se-
ñala el historiador norteamericano Charles Bergquist21• Ca-
feteros y bananeros ocuparon páginas destacadas en la evolu-

21 /,ostrabajadores en la historia de América Latina, Bo~otá, Siglo


XXI, 1988. Especialmente la Introducción y el Capítulo sobre
Colombia.

16 Mauricio Archi/a Neira


ción del proletariado colombiano, para no hablar de esas ma-
yorías silenciosas que poblaron y siguen poblando nuestros
campos.

Con restricciones temáticas y cronológicas, por facilida-


des profesionales y limitaciones financieras, hemos tenido
que hacer elecciones; como era prácticamente imposible cu-
brir todas las áreas de concentración obrera urbana, debimos
_ seleccionar lo que nos parecía más representativo del proleta-
riado colombiano. Escogimos a Barrancabermeja, Barranqui.
lla, Bogotá y MedellÍn por varias razones: 1) Con excepción
de Cali, estas son las grandes ciudades de concentración obre-
ra; 2) Las diferencias entre las ciudades y sus grupos obreros
eran garantía para un análisis comparativo, (una de las gran-
des herramientas le la historia); y 3) Se tenían vínculos con
núcleos obreros e intelectuales de las cuatro ciudades, lo cual
facilitaba la labor investigativa. El contraste entre los cuatro
centros urbanos ha sido muy enriquecedor para comprender
no sólo los procesos regionales de conformación de los grupos
obreros, sino de la clase en su conjunto, de ahí la utilidad de
fuentes escritas y algunos testimonios, que reflejen más la si-
tuación local.

Mientras Barrancaberrneja se inicia como enclave petro-


lero, siendo en su primera fase más un gran campamento mi-
nero que una ciudad propiamente dicha, las otras tres ciuda-
des muestran la típica evolución colombiana de aldea grande
a ciudad. En el caso de Barranquilla fue más acelerado ese
crecimiento por razones de su ubicación geográfica que la
convirtió no sólo en el principal puerto sobre el río Magdale-
na, sino en el gran terminal marítimo. MedellÍn y Bogotá son
ciudades con lejano pasado, incrustadas en los Andes, que su-
fren un desarrollo como centros comerciales internos y luego
industriales. Medell in fue pionera en desarrollo industrial,
mientras a Bogotá la favoreció su posición como capital polí~
tico-administrativa del país.

El tipo de economía de estos centros urbanos y la mano


de obra que atraen, van a influir en la interacción que se esta.
blece entre elites y clase obrera. Ya hemos ilustrado en publi-
caciones anteriores las características del proletariado de Ba.
rrancabermeja y Barranquílla. Resumamos diciendo que en

Ni amos ni siervos 17
Barrancabermeja, tanto la fuerte presencia obrera como' la
migración interregional (propias de una economía de enclave)
dan características radicales a sus expresiones culturales. Los
obreros de Barrancabermeja eran nacionalistas -enfrentaban a
una multinacional-, anticentralistas y políticamente inclina.
dos a. discursos contestatarios, aunque no necesariamente al
margen del bipartidismo. Barranquilla, la más cosmopolita de
las ciudades colombianas, tuvo en los trabajadores del Río y
del puerto su sector dinámico, incluso en los momentos del
temporal auge textilero22• Los trabajadores de Barranquilla
demostraron, en el período analizado, altos niveles de organi-
zación y beligerancia.

En contraste con los anteriores, los grupos obreros de


Medellin y Bogotá -conformados por artesanos, ferroviarios
y trabajadores de la construcción y más tarde de la industria
manufacturera-, dieron una lucha más lenta, y tal vez menos
notoria (para diferenciarse de los 'po bres' con los que las eli.
tes los querían asimilar). Las prácticas paterna listas de traba.
jo, hicieron de esos núcleos obreros, elementos aparentemen.
te más dóciles y controlados por la patronal, especialmente
en el caso de los textileros antioqueños. Los obreros tuvieron
que construir una imagen diferente de sí mismos para lograr
tener una identidad propia. En Barrancabermeja el proleta.
riada se identificó no solamente como fuerza productora, si.
no con objetivos políticos como la nacionalización del petró-
leo; en Barranquilla los trabajadores del Río organizados en
la poderosa Federación dominaron el panorama laboral de los
1930 y 1940; en Bogotá y Medellín nos hallamos con un pasa-
do tal vez no tan glorioso, aunque sí con páginas imborrables,
en donde los obreros con identidades dispersas (dependiendo
del oficio o de la empresa) y por tanto menos sólidas en tér-
minos de lucha c.;olectiva. Ello se expresó en formas organiza.
tivas atomizadas, especialmente en MedellÍn donde el clero
y los patronos desplegaron una eficiente labor de asociación
confesional. En la medida en que la naciente clase obrera se
estructuró alrededor de los dinámicos sectores del transporte,

22 Ver el interesante artículo de Adolfo Meissel "Porqué se disipó


el dinamismo de la industria en Barranquilla", I.eclw.as Econó.
micas. No. 23, 1987, que como el título lo sugiere trata del auge
y crisis de algunas industrias en Barranquilla.

18 Mauricio Archila Neira


con efímera aparición de los trabajadores rurales, los obreros
de Barrancabermeja y Barranquilla tuvieron más protagonis-
mo. Sin embargo, el grueso del proletariado fabril estaba con-
centrado en ciudades como Bogotá y Medellín, y se requirió
su participación organizada para que la clase obrera adquiriera
consistencia en su lucha. Cuando esto se logró, los vientos la-
borales cambiaron y más que sumarse en su sola gran fuerza,
el proletariado colombiano se vio abocado a una división de
la que hasta ahora parece estar saliendo.

Las diferencias anotadas surgen precisamente de pers-


pectivas como la nuestra que toma lo regional como punto de
partida. El contraste entre esas experiencias locales y regiona-
les, es decir la historia comparativa en pequeña dimensión,
enriquece el conocimiento que se tiene sobre las etapas for-
mativas de la clase obrera colombiana. Es allí donde se crista-
lizan los presupuestos metodológicos que hemos señalado en
páginas anteriores.

3. El recurso al método

Además de la consulta de las fuentes -estadísticas ofi-


ciales, memorias gubernamentales y sindicales, gran prensa
nacional y regional, prensa y publicaciones obreras-, el apo-
yo en novelas costumbristas y crónicas de la época y una re.
visión de la literatura secundaria disponible; la historia oral
fue desde el principio el componente novedoso de la investi-
gación. Sabiendo que en este tipo de historia se privilegia más
la calidad que la cantidad, y de que funciona una especie de
ley de 'rendimientos decrecientes' -después de varias entre-
vistas es poco lo nuevo que se obtiene mientras los costos si-
guen aumentando-23, optamos por un número cercano a 30
entrevistas por ciudad.

Conscientes de que la información obtenida por esas en-


trevistas nunca tendría la fuerza estadística de un muestreo
rigurosamente elaborado, nos interesaba no tanto la informa-
ción puntual de una encuesta sino la riqueza de matices sub.

23 JOUTARD, P., op. cit., pp. 346 Y 348.

Ni amos ni siervos 19
jetivos que permite la entrevista. Recurrimos a la selección de
antiguos trabajadores y trabajadoras de los sectores más re-
presentativos. Hay un número bajo de entrevistas a mujeres,
salvo el caso de las textileras en Antioquia, lo que refleja en
parte su contribución en la fuerza de trabajo y en parte nues-
tras dificultades para acercarnos a ellas por la subvaloración
que traen de sí mismas. Eso también sucedió con algunos
obreros de base.

Buscando privilegiar a los más silenciosos dentro de las


clases silenciadas. pensábamos entrevistar prioritariamente a
24
los trabajadores de base . Pero no fue fácil porque, como en
el caso de algunas mujeres, ellos nos remitían a los que tradi-
cionalmente habían sido sus voceros. En otros casos la insegu-
ridad en sus conocimientos entrababa el discurso haciéndose
difícil incluso su expresión verbal, lo cual se agravaba en el
momento de la transcripción. En Barranquilla y Bogotá, el
tipo de contactos que teníamos nos orientaron más hacia el
grupo de dirigentes sindicales y políticos. Los trahajadores
antioqueños de base, hahlan de los procesos de trahajo y de
las prácticas cotidianas. es poco lo que cuentan acerca de los
conflictos y de las formas organizativas. En contraste los tes-
timonios de Bogotá abundan más en estos últimos aspectos.
Generalmente se procuró tener un contacto, a través de ter-
ceros. para lograr la entrevista; en algunas circunstancias abor-
damos directamente a los posibles entrevistados.

Las entrevistas se condujeron generalmente con una guía


de preguntas abiertas que agrupaban las principales áreas de
interés en la reconstrucción histórica que nos proponíamos
adelantar. Después de la necesaria explicación del sentido de
la investigación y de la entrevista, que a veces se hacía en los
contactos previos, se procedía generalmente a grabar por es-
pacio de una o dos horas. En algunos casos no se grabó por
petición explícita del entrevistado y se tomaron apresuradas
notas sobre el camino.

Generalmente se rompía el hielo con preguntas sobre el


origen familiar y la forma de vinculación al mundo laboral.

24 En esto nos alejamos de Joutard quien sostiene que vale la pena


privilegiar a los que cuentan 'bien' la historia. (lbid. pp. 348-349).

20 Mauricio Archila Neira


Luego se procedía a inquirir sobre el proceso de trabajo, las
condiciones laborales, y la historia vivida en las distintas em-
presas en donde se trabajó. Después se interrogaba el entrevis-
tado sobre aspectos del tiempo libre y la vida fuera del sitio
de trabajo. La actividad organizativa y huelguística ocupaba
generalmente el siguiente paquete de preguntas. Finalmente,
y dependiendo de la confianza producida a lo largo de la en-
trevista, se interrogaba sobre aspectos políticos generales co-
mo figuras políticas que impactaron el mundo obrero, opi-
nión sobre gobiernos y líderes, etc. La entrevista concluía
usualmente con un intento de contraste entre el pasado y el
presente.

En muchos casos la dinámica misma de la entrevista romo


PIO ese orden de ideas, y como siempre sucede, los entrevis-
tados terminaban diciendo lo que querían decir, y en el or-
den de ideas que les provocaba. Con los trabajadores de base,
la acción del entrevistador se hacía más dirigida pues muchas
veces los entrevistados respondían con monosílabos. Por el
contrario, en las entrevistas con dirigentes obreros o intelec-
tuales el desbordamiento de la temática era inevitable y la
labor nuestra se reducía a orientar un discurso que brotaba
casi sin pedirlo.

Los testimonios una vez grabados eran transcritos fiel~


mente. En algunos casos se devolvió la transcripción a los en-
trevistados para que ajustaran su versión. Luego se procedió
a la tematización y a la organización, según nuestra trama,
de secciones de las entrevistas. El contraste de fuentes, la
crítica interna y externa de ellas, se hizo a lo largo de la ela-
boración del texto.

Finalmente se ha intentado devolver esta información


a los sectores interesados, dentro de los que incluimos a la
comunidad académica. En Barrancabermeja se hicieron ta.
lleres con distintos grupos sociales, así como conferencias
públicas. En Barranquilla no se contó con los mismos meca.
nisIDos de devolución, pero se han recibido aportes críticos
de obreros e intelectuales sobre la reconstrucción hecha. Pa.
ra Medellín y Bogotá esperaremos tener los comentarios una
vez se entregue la publicación. El coloquio de investigadores

Ni amos ni siervos 21
de este año fue un paso muy positivo, en la puesta en común
de los resultados de esta fase de investigación.

4. Organización de esta publicación

Para la labor de recuperación de la memoria histórica de


los obreros en Bogotá y Medellín realizaremos una acción
conjunta entre el Cinep y.,el Instituto Popular de Capacita-
ción (IPC) de Medellín. Con una comunidad de intereses,
construida por medio de innumerables intercambios, enfren-
tamos simultáneamente la labor en las dos ciudades. Entre
1987 y 1988 se hicieron 28 entrevistas en Medellín y 25 en
Bogotá. En la capital de la montaña se privilegió el grupo tex-
tUero y se entrevistaron ferroviarios, artesanos, un tranviario
y un empleado público. En Bogotá la distribución de sectores
fue más pareja, más por defecto que por cualidad -dada la
imposibilidad de conseguir más testimonios de trabajadores
manufactureros-. En ambas ciudades se hicieron entrevistas
a intelectuales y dirigentes sindicales o políticos. En total se
entrevistaron a 41 hombres y 12 mujeres.

Los resultados provisionales de esta fase de la investiga-


ción se han vertido en esta publicación. El texto se organiza
a partir de la pregunta por la identidad de los trabajadores de
las dos ciudades. De esta forma se hace un recorrido por el
ámbito espacial en el que surgieron los primeros núcleos obre-
ros, que ocupa los dos primeros capítulos. Una vez ubicado el
naciente proletariado de las dos ciudades, se hace, en el tercer
capítulo, un contraste entre la imagen que las elites tenían de
los obreros y la auto imagen que ellos se construyeron de sí
mismos. A continuación se aborda el proceso de la lucha rei-
vindicativa, determinante en la formación del nuevo conglo-
merado social. Complementario a este capítulo, viene el quin-
to, donde se realiza una aproximación al uso del tiempo libre
por parte de los obreros de las ciudades estudiadas, descu-
briendo en el trasfondo un permanente conflicto por el con-
trol de tiempo de trabajo y el tiempo libre de los asalariados.
Finalmente, el sexto capítulo analiza las formas organizativas
como la cristalización de las identidades obreras.

22 Mauricio Archila Neira


5. Agradecimientos

Hay mucha gente que ha prestado su colaboración para


que la investigación siga su curso y este texto salga a la luz
pública. En primer lugar debo agradecer a todos y cada uno
de los entrevistados por transmitir parte de su pasado. Sin
ellos esta publicación hubiera quedado trunca. El apoyo fi-
nanciero e infraestructural del Cinep, así como el permanente
estímulo de directivas, colegas y personal administrativo,
permitió que esta investigación, en sus diversas fases, conti-
nuara sin interrupción por cinco años.

La eficaz colaboración de los investigadores de ¡PC, Ana


María Jaramillo y Jorge Bernal, no sólo facilitó la labor en
Medellín, sino que permitió el trabajo de equipo a pesar de la
distancia. Las entrevistas de Medellín fueron realizadas por
ellos, y muchos de los elementos interpretativos aquí reuni-
dos se deben a sus aportes. En particular el capítulo segundo
fue básicamente redactado por Ana María. Esta publicación,
al recoger parte de la que el ¡PC adelanta -de más largo alien-
to que la nuestra-, no compromete a sus investigadoressino
al autor de estas notas. Quedamos a la espera de las entregas
de esa investigación que seguramente llenarán muchos de los
vacíos aquí dejados.

En Bogotá se contó también con entusiastas colaborado-


res para la ubicación de posibles entrevistados e incluso en la
realización de algunas entrevistas_ A Jairo Chaparro y el gru-
po Cultural Vikingos, debemos los contactos con los viejos
del barrio la Perseverancia y la entrevista con don Abraham
Cadena. Con Mauricio Romero, colega del Cinep, hicimos en
conjunto una serie de entrevistas. Debo agradecerle también,
así como a las estudiantes de la Universidad Nacional: Pilar
Rueda, Marta Martínez, Sonia Camacho y Elsy Castillo, la
cuidadosa revisión del periódico El Espectador de los años 30
y principios de los 40. De Femán González, destacado histo-
riador e investigador del Cinep, aproveché sus conocimientos
y sus contactos para entrevistar al padre Eustoquio Guarín.
El equipo de investigadores de Cinep colaboró, tal vez sin dar-
se cuenta, con sus preguntas, cuestionamientos e interés por
la investigación. A la Universidad Nacional, y a mis colegas

Ni amos ni siervos 23
de la Facultad de Ciencias Humanas, debo reconocer el per-
mitirme hacer la investigación dentro de la tolerancia y plura-
lismo que los caracteriza. Finalmente quiero agradecer a los
colegas que participaron en el Coloquio de Investigadores de
mayo de 1989 por su espíritu de crítica constructiva, que
permitió el ajuste de muchas hipótesis y la ubicación de va.
cías. En particular quisiera explicitar mi deu.da intelectual
con Charles Bergquist con quien, a pesar de pequeñas diferen-
cias de enfoque, comparto la pasión por hacer de la historia
un oficio académico y democrático. Si de los aciertos todos
son partícipes, de los vacíos y limitaciones soy el único res~
ponsable.

Mauricio Archila Neira


Bogotá, agosto de 1989

24 Mauricio Archila Neira


LISTA DE ENTREVISTADOS
Bogotá

Padre Eustoquio Guarín (1916) Jesuita y asesor de la UTC.


Eugenio Colorado (1914) Guasca (Cundinamarca), zapatero,
fundador de FANAL y UTC.
Carlos Pardor (1904) Facatativá, empleado del Municipio y
habitante de Villa Javier.
Helena de Sánchez (1895) Paeho (Cundinamarca) esposa de
artesano y habitante de Villa Javier*.
María Betulia Romero (1917) Cogua (Cundinamarca) esposa
de artesano y habitante de Villa Javier.
Alfonso García (1910) Bogotá, albañil, habitante de la Perse-
verancia.
Carlos Hernández (1916) Bogotá, trabajador del Municipio y
de la construcción, activista pe.
José Néstor Torres (1928) Tasco (Boyacá), Cementos Samper.
Edelmira Ruiz de Sánchez (1921) Chía, Litografía colombia-
na.
Manuel Abella (1899) Paipa, albañil, fundador PC.
Bárbara de Restrepo (1919) Mosquera, Texmeralda.
Miguel Buitrago (1918) Guachetá, (Cundinamarca) Texme-
ralda.
Guillermo Hernández Rodríguez (1908) Facatativá, abogado,
fundador del PC.

• En la entrevista participó la hija, Helena Sánchez.

Ni amos ni siervos 25
Miguel Antonio Farfán, (1909) Subachoque, Coltabaco.
Abraham Cadena (años 10) Guachetá, trabajador de Bavaria
y habitante de la Perseverancia.
Salustiano Pulido (años 20) La Calera, trabajador de Germa-
nia y Bavaria.
Eliécer Pérez (años 10) Bogotá, trabajador Germania y Bava-
ria.
Luis F. Torres (1927) Mariquita (Tolima), ferroviario.
Jorge Regueros Peralta (1910) Bucaramanga, abogado, fun-
dador PC.
Juan Pablo Escobar (1923) La Calera, Cementos Samper**
Carlos Eduardo Escobar (1921) Pacho, trabajador Telefónica.
Gustavo Díaz Raga (1930) La Dorada (Caldas) ferroviario, di-
rigente CTC.
Luis A. Moreno (1921) Duitama, trabajador de Bavaria.

** t:n la entrevista participó otro cementero de La Calera, Pedro


Guerrero.

26 Mauricio Archila Neira


LISTA DE ENTREVISTADOS
Medellín

Antonio Pineda (1907) nacido en Medellín, trabajador de


Fabricato.
María Concepción López (1900) San Roque, trabajadora de
distintas empresas textiles. .
Celso Antonio Gómez (1918) Itagüí, Coltejer-Sedeco.
José Bertulio Ocampo (1928) La Ceja, Coltejer.
Esperanza Hernández (1923), Barbosa (Antioquia), Fabrica-
too
Manuel Vargas (?) Envigado, Coltejer*.
José Domingo Gómez (1933) Envigado, Calzado Grulla.
Marco Antonio Arias (1898) Aranzazu (Caldas), Fabricato.
Luis Emilio Bolívar (1923) Titiribí, Coltejer-Sedeco.
Marta Franco (1929) San Roque, Fabricato.
Fabiola Roldán (1920) Santa Rosa de Osos, Fabricato.
Zoila Rosa Valencia (1924) Concepción, Fabricato.
Tomás Cipriano Peláez (?) Bello, Fabricato.
Lucía Botero (1925) Abejorral, Fabricato.
Genivera García Jaramillo (1926), San José de la Montaña,
Fabricato.
María Rosa Lalinde (1924) Titiribí, Fabricato.
Aristóbulo Marulanda (1913) Cisneros, ferroviario y activista
liberal.

* Interviene en la entrevista otro trabajador de nombre Tiberio.

Ni amos ni siervos 27
Jesús A. Gaviria (1913) Barbosa (Antioquia), ferroviario.
Gilberto Mejía (1908) Sopetrán, sastre y activista P.C.
Martín Emilio Suárez L. (?) Cisneros, ferroviario.
Ademar Cano Estrada (principios de siglo) Amagá, ferroviario.
José Luis Villegas (1908) Envigado, ferroviario y artesano.
José Fernando Valencia (1908) Rionegro, trabajador tranvía.
Eduardo Palacio (1912) Medellín, zapatero.
Norberto Velásquez (1924) Medellín, sastre.
Israel Hernández (1918) Medellín, ebanista y dueño de pe-
queños talleres.
Roberto Duque (1928) Carmen de Viboral, trabajador Muni.
cipio de Medellín.

28 Mauricio Arehila Neira


UNA CIUDAD
CON FORMA
DE HERRADURA

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Capítulo Primero

UNA CIUDAD CON FORMA DE HERRADURA


La Bogotá de la Primera Mitad del Siglo XX

La casa donde yo me encontré estaba situada en el


centro de la ciudad, en lo que entonces llamaban, con
cierto acento de orgullo, el barrio de la Catedral. .. a
veces recuas de burros ... bajaban con arena de cerro;
aguadores con su múcura a la espalda: emboladores,
muchachos que voceaban la Nación y la Reforma. En
frente una agencia de trasteos de Laverde, donde pa~
saban el día entero unos cuantos guaches, jugando
estrepitosamente en medio de la vía... También lla-
maba mi atención al {rente, una carpintería con su
trabajo más animado ... Raros veces se interrumpia
la monótona tranquilidad de la calle. Si llovia fuer-
temente, crecia el caño y se producian escenas anima-
das por la gente que intentaba vadearlo. En la esquina
había una gran chicheria llamada 'El Pilar' donde
ocurrian escenas borrascosas en las tardes de los
días {estivos (Tomás Rueda Vargas, "A través de la
vidriera" en La Sabana, Bogotá: Instituto Caro y
Cuervo, 1977, pp. 215-216).

Del recuerdo que don Tomás Rueda Vargas tiene de su


infancia en el barrio La Catedral, salen los principales elemen-
tos que caracterizaban a la Bogotá de fines del siglo pasado:
ausencia de servicios públicos (agua y alcantarillado, en este

Una ciudad con {arma de herradura 29


caso); gran peso de la Iglesia en la vida cotidiana; predo-
minio de talleres y pequeños negocios; monotonía de la vida
diaria interrumpida sólo por las tertulias callejeras o las ruido-
das chicherías. Es otra forma de acercarse a una ciudad in-
crustada en la cordillera Oriental a 2.600 metros sobre el ni-
vel del mar. Aunque los bogotanos no lo creían, la ciudad es-
taba aislada del resto del mundo no sólo por su geografía, si-
no por el escaso intercambio comercial y cultural.

Las crónicas de la época cuentan lo mismo: monotonía


en las diversiones y ausencia de medios de recreación, en con~
traste, había 32 iglesias; "las calles están en general en estado
desesperante: mal empedradas, sucias en su mayor parte y He.
nas de hoyos, de fango y de inmundicias'" . Esta ciudad reli-
giosa, provinciana, desorganizada y ruidosa va a ser el alber-
gue de los trahajadores asalariados que nos ocupan. En los
años que Cll bre este estudio la ciudad vivió profundos caro-
bios en los cuales fueron protagonistas los trabajadores. La
vinculación al mercado mundial y a la circulación de ideas
rompió el provincialismo y la secularización, los servicios
públicos municipalizados en la primera mitad del siglo XX
se organizan más eficientemente ampliando un poco su cober-
tura, la ciudad se expandió a la par del aumento de la pobla-
ción; barrios, industrias y sitios de diversión fueron llenando
el paisaje de la bucólica sabana. En síntesis la colonial Santa
Fe dio paso a la moderna Bogotá, sin que la primera desapa-
reciera del todo. Este proceso de cam bio espacial de Bogotá,
como el de Medellín que veremos luego, así como el impacto
que tiene sobre los trabajadores desarrollamos a continua-
ción.

1. Crecimiento urbano

La Bogotá de comienzos de siglo se asemeja más a una


aldea grande que a una ciudad moderna. Cubría unas 30 ca-
lles y otras tantas carreras: del barrio Las Cruces al sur a San
Diego, al norte; del Paseo Bolívar al oriente a la Estación de
la Sabana al occidente'. Por los caminos a San Cristóbal al
1 Crónicas de Jorge Brisson recopiladas por Carlos Martínez, Bogo.
ta, Vol. Il. Bogotá: Ed. Escala, 1978, pp. 104-105.
2 SERRANO CAMARGO. Rafael, En aquélla mi ciudad, Bogotá,
Ed. Tercer Mundo, 1981.

30 Mauricio Archila Neira


sur y a Chapinero al norte, había unas pocas casas y quintas,
en medio de amplios potreros. Este paisaje cambió por la ex-
pansión acelerada de la ciudad a lo largo de este siglo; si du-
rante el siglo XIX el ritmo de crecimiento espacial fue 0.6 ve-
ces; entre sólo 1905 y 1927 creció 3.6 veces'.

La población de la ciudad, por supuesto ha sido la ma-


yor presión para este crecimiento. De los casi 100.000 habi-
tantes que tenía Bogotá en 1905, se pasó a 121.257 en 1912
y luego a 143.994 en 1918. Diez años después la ciudad
tendría 235.421 y en 1938, 330.312. Para mediados de si-
glo, en 1951, se acercaba al millón (715.250), y para 1963
ya lo había rebasado (1.662.000). En 1973 contaba ya con
2.845.000 y en el último censo se acercó a los 4 millones
(3.974.813)4. Gran parte de este crecimiento se debe a fenó-
menos migratorios que se iniciaron desde principios de siglo.
Registros de defunción de 1905 y 1906 mostraban que sólo
una tercera parte de los muertos había nacido en Bogotá.
Dentro de los migrantes predominaban los boyacenses y en
segunda instancia los cundinamarquesess. Siendo el 80% de
la población de Bogotá, el peso de los bogotanos como tales
era pequeño 6 •

3 Fundación Misión Colombia, Historia de Bogotá. Tomo III (coor-


dinado por Fabio Zambrano), Bogotá: Villegas Editores, 1988,
p.22.

4 Ibid. p. 44 Y para los últimos datos estadísticos José Olinto Rue-


da "Historia de la población colombiana: 1880-2000" en varios,
Nueva Historia de Colombia, Vol. V, Bogotá: Ediciones Planeta,
1989, pp. 373 Y 388.

5 Fabio Zambrano, op. cit. p. 90. Numerosos testimonios, incluso


de nuestras entrevistas, refuerzan el gran peso de la corriente mi-
gratoria boyacense. Marco Palacios hablando de la población de
las zonas cafeteras de Cundinamarca señala que la 'colonización
boyacense' necesitaría un trabajo de investigación más detallado
(El café en Colombia, Bogotá: Ed. Presencia, 1978, p. 169.

6 Para 1951 sólo el 30% de los habitantes de la ciudad eran bogota-


nos, manteniéndose la tendencia señalada a principios de siglo
(Julián Vargas y Fabio Zambrano "Santa Fe y Bogotá: Evolución
histórica y servicios públicos" en Bogotá 450 años: Retos y reali-
dades, Bogotá: Ed. Foro e Ifea, 1988, p. 28). Contra esa invasión
de provincianos es que reaccionan los bogotanos de pura cepa. Es
curioso que ambos autores, al tiempo que denuncian la invasión

Una ciudad con forma de herradura 31


El crecimiento a principios de siglo se hizo básicamente
hacia los extremos sur y norte, con un gran vacío al occiden.
te, tomando la forma de un arco con los extremos abultados.
La Plaza de Bolívar siguió siendo el punto de referencia cen-
tral de la ciudad, el crecimiento urbano rompió con la sime-
tría que tradicionalmente se mantenía en torno a ella 7. La
expansión hacia el norte la impulsó el tranvía de Chapinero.
Paralelamente a la construcción de barrios pudientes, se fue
presentando el doble fenómeno de poblamiento de espacios
vacíos en el centro de la ciudad, y de asentamientos margina-
les, cercanos aún al centro, sin ningún tipo de servicios públi-
cos, que agudizaron los conflictos sociales.

Para los años 30 la ciudad, según Fabio Zambrano y Ju-


lián Vargas, ofrecía una estructura urbana más compleja y di-
ferenciada, con una gran especialización del espacio. El cen-
tro, deshabitado en parte por la elite que se trasladó al norte,
siguió siendo el punto de convergencia de la ciudad, especial-
mente en el plano comercial y cultural'. El oriente y el sur
se convirtieron en los sitios de poblamiento popular y hacia
el occidente se fue desarrollando el área industrial.

Donde más se percibe el proceso de modernización de la


ciudad es en el mejoramiento de la prestación de los servicios

de Bogotá por gentes de fuera, enfatizan que el 'bogotano' raizal,


al que defienden, no es regionalista. Véase lo que dice Pardo: "El
bogotano es bogotano y nada más que bogotano, a pesar de lo
cual ignora completamente el regionalismo, posiblemente a causa
de cierta presunción Ínfima de superioridad: (ibid. p. 24).

7 MEJIA, Germán. "Bogotá, condiciones de vida y dominación a


finales del siglo XIX" en Boletin de Historia, Vol. 5, Nos. 9 y la,
1989, p. 38. Rafael Serrano C. dice que para los años 10 la plaza
de mercado quedaba a pocas cuadras del Capitolio, siendo el vier-
nes el día de mercado (op. cito pp. 81-82). En su testimonio, Al.
fonso García decía que la plaza de mercado quedaba detrás de
la Alcaldía (1988 j.

8 Para Julio Barriga en la Bogotá de principios de siglo, la Calle Real


era el corazón de la ciudad. Además del comercio, giraba en torno
a ella la actividad política y las famosas tertulias callejeras (Del
Bogotá de ayer y de antier, Bogotá: Ed. Tercer Mundo, 1987, pp.
12-17).

32 Mauricio Archila Neira


públicos; el alcantarillado, caños que corrían por el centro de
las calles sin pavimentar; el acueducto se reducía a unas cuan.
tas pilas públicas, de las cuales los aguateros la tomaban para
distribuirla en las viviendas que no tenían aljibe propio (que
eran la mayoría). En 1914 se municipalizó el servicio de agua
y se integró al de alcantarillado, produciéndose los primeros
intentos de acueducto y planes de alcantarillado subterráneo.
La pavimentación de las calles y la canalización de los ríos
San Francisco y San Agustín, suprimieron los principales fo-
cos de infección de la ciudad y le dieron una cara moderna.

Algo similar ocurrió con la energía y el alumbrado. Las


fuentes tradicionales de energía -leña, carbón y luego vapor-
así como las de alumbrado -velas de cebo y cera, gas- fue-
ron reemplazadas por la electricidad con lo que ganó no sólo
la naciente industria, sino la ciudad en general al disiparse las
sombras de la noche. A fines del siglo XIX Santiago Samper
Brush, el mismo que establecería años más tarde Cementos
Samper, fundó una empresa para abastecer de energía eléctri-
ca a la ciudad. Por la misma época empresarios antioqueños
(Tulio y Pedro Nel Ospina), instalaron en Bogotá el alumbra-
do eléctrico. En 1927 se unificaron las empresas de energía,
con participación municipal. Para 1959 se suprimió el carác-
ter mixto de la empresa, quedando en propiedad exclusiva del
municipio. En todo ese trayecto se había ampliado la cober-
tura y calidad del servicio.

En cuanto al transporte, el boicot al tranvía en los años


del gobierno del general Reyes, desembocó en la cara compra
de la compañía norteamericana del tranvía. Hasta comienzos
de los años 30 el tranvía municipal respondía adecuadamente
a la creciente demanda de pasajeros, pero con la intruduc-
ción de carros y buses privados dejó de ser competitivo. La
pavimentación de las calles y la canalización de los ríos favo-
reció al transporte privado. Los sucesos del 9 de abril sellaron
la suerte del tranvía, y aunque subsistió como empresa distri-
tal de buses, difícilmente pudo competir con el transporte
masivo privado que se volvió cada vez más poderoso y caótico.

El servicio telefónico, iniciado por una compañía inglesa


a fines del siglo pasado, fue municipalizado en 1940; este ser-
vicio fue prestado manualmente hasta 1949, cuando las tele-

Una ciudad con forma de herradura 33


fonistas fueron reemplazadas por la conexión automática, 'ga-
nando en cobertura y rapidez' ,

A medida que la ciudad iba expandiéndose necesitó


nuevos "espacios para la diversión de su creciente población.
La plaza central, que fue durante mucho tiempo plaza de
mercado y sitio de diversión, se convirtió en un recinto ce-
rrado y fue designada Plaza de Bolívar, En una ciudad que no
tenía parques, surgieron a fines del siglo pasado el Parque San-
tander (contiguo a la antigua plazuela de San Francisco) y el
del Centenario en el sitio de la plazuela de San Diego. Ya en~
trando el siglo XX, para celebrar el primer centenario del Gri-
to de Independencia se levantó el Parque de la Independen-
cia, en donde se realizó una Feria Exposición con el mismo
motivo, Hacia el occidente la antigua 'Huerta de los Jaimes'
fue rebautizada como el Parque de los Mártires, en conme-
moración de las víctimas de la Reconquista de Morillo que
fueron asesinadas en ese sitio precisamente. En los tres últi-
mos parques funcionaban carruseles que eran la atracción en
los paseos dominicales al igual que las retretaslO• Para los
años 30 se construyó el Parque Nacional (hoy Olaya Herrera),
hacia el norte, En los años 40 se edificaron parques de diver-
sión con juegos mecánicos y lagos para remar: el Luna Park
en el sur, y el Lago Gaitán en el norte.

El espectáculo que más popularidad tenía en Bogotá,


eran los toros, se solían construir entablados en diversos sitios,
que corrían el riesgo de ser desmantelados si la corrida no era
agradable, Todavía hay quienes recuerdan que la Plaza de Bo-
lívar fue escenario de memorables corridasll . Lentamente el
circo de San Diego fue convirtiéndose en el sitio tradiconal y
allí se levantó la Plaza de Toros de Santamaría en 1931. En el
mismo año se inició la construcción del estadio de la calle 53,

9 La información sobre teléfonos proviene del Boletín interno de la


Empresa de Teléfonos de Bogotá, Telefonotieias, Dic. 1988, pp. 1
Y 4.

10 BARRIGA. Julio, op. cit. pp. 66 a 76.

11 Esto lo señala también Germán Mejía, op. cito p. 38. Lo confirmó


Alfonso García en entrevista, 1988.

34 Mauricio Archila Neira


cuando los deportes como el fútbol dejaron de ser exclusivos
de la elite.
En el siglo XVIII se había construido el primer teatro de
la ciudad, El Coliseo, sobre el cual se levantaría a fines del
XIX el Colón!'. Dos años antes de su estreno se había inau-
gurado el famoso Teatro Municipal. Aunque el teatro, la ópe-
ra y zarzuela gustaban a los bogotanos, fue el novedoso cine-
matógrafo el que más acogida tuvo. El primer sitio para ver
cine fue el 'Bazar Veracruz' (sobre la carrera 7a.). En 1910 los
hermanos Di Domenico inauguraron el amplio Salón Olimpia
(sobre el cual se levanta el teatro del mismo nombre). Con
cerca de 5.000 asientos, este salón sirvió también para otros
espectáculos como operetas, boxeo y patinaje. Después del
Olimpia se puso en servicio el Bogotá (calle 21 con carrera
3a) y en 1923 se inauguró el Faenza, cerca de la iglesia de las
Nieves. Posteriormente se establecieron teatros en otros ba-
rrios y zonas distantes como el Caldas en Chapinero!3.
Otro de los grandes cambios en la primera mitad del si-
glo XX ocurrió cuando las iglesias dejaron de ser las construc-
ciones más altas de la ciudad. Modernos edificios de negocios,
principalmente bancos y hoteles, fueron poblando el espacio
urbano. La Calle Real reunió los principales hoteles de la épo-
ca, hasta el 9 de abril de 1948: en la esquina con la Avenida
Jiménez (fruto a su vez de la canalización del río San Francis-
ca), se alzaba el famoso Hotel Granada; una cuadra más al
norte y colindando con el Parque Santander, estaba el exclu-
sivo Hotel Regina, y finalmente, a la altura de la intersección
con la calle 17 estaba el tradicional Hotel Ritz.
En medio de las iglesias, hoteles, bancos, edificios públi- /
cos, comercios, talleres artesanales, se conservaban los sitios [-...
de reunión popular por antonomasia: las chicherías. La elite
contaba para comienzos de siglo con los exclusivos cafés que
cumplían la misma función, pero para las gentes adineradas e
intelectuales. En contraste con la zona de Guayaquil en Me-
dellín, en Bogotá parece no existir un sitio que como 'puerto

12 GO~1EZ P., Antonio. Bogotá, Bogotá: Ediciones ABe. 1938, p.


96 y BARRIGA, Julio, op. cit. pp. 40.49.
13 SERRANO, Rafael, op. cit. pp. 60-62 Y ZAMBRANO. Fabio, op.
cito pp. 134.135. Antonio Gómez dice que para los años 20 casi
cada barrio tenía su teatro (op. cit. p. 133).

Una ciudad con forma de herradura 35


seco' cumpla un papel parecido. En cierta forma se podría de.
cir que San Victorino ejerció funciones parecidas: plaza de
mercado, albergue de viajeros y cercanía de terminales de
transporte, presencia de pequeños comercios y talleres artesa-
nales y finalmente, espacio para bares y no pocas chicherías.
Sin embargo, en Bogotá, al contrario de Medellín, la di.
versión popular mezclada con el consumo de alcohol no pare.
ce concentrarse en un sitio,
sino más bien se halla dispersa
por la ciudad con las tiendas y chicherías como puntos de
convergencia. El historiador Germán Mejía hablando de las
chicherías dice: "Desde épocas coloniales, las tiendás especia-
lizadas en vender chicha fueron el sitio natural de reunión de
los sectores populares. Hombres y mujeres. por igual, se con.
gregaban allí a comentar los sucesos del día, a confraternizar,
a establecer nuevas relaciones, a dar noticia de lo que aconte-
cía en las casas de los 'señores', a intrigar, en fin a fraguar re-
vueltas,,14. En esto y en la falta de higiene, radicaba el des.
precio y el temor que la elite tenía de esos sitios. Para los
años 20 se contaban cerca de 750 establecimientos en la ciu-
dad. En 1923 hubo una verdadera asonada por la elevación
de los precios del maíz y de la bebida fermentada que de él
se desprendía, pues para los sectores populares eran sus sitios
de diversión y socialización. Hay por tanto, una percepción
distinta por parte de la elite y de los sectores populares, de
espacios como las chicherías. No será lo único como veremos
continuamente a lo largo de estas páginas. Un ejemplo más
ilustra la contradicción en las percepciones de lo espacial.
1fire nosotros salíamos con mis hermanos a recorrer. a mirar vitri.
nas que llamábamos en ese tiempo.
P. ¿ Vitrinear?
R. Sí. Y nos veníamos desde la, Circo de Toros, arriba del Circo
de Toros que vivíamos hasta la décima con décima a pie, nos ve-
níamos por una acera y nos íbamos por la otra solamente miran-
do vitrinas y nos daban las 9 Ó 10 de la noche pero nunca presen.
társele un gamín como hoy en día, que se le presenta un gamín y
si no me da plata, le rayo la cara.
(Edelmira Ruiz)IS

14 BARRIGA, Julio, op. cit., p. 38.


15 En la misma dirección ver las entrevistas con Bárbara de Restrepo
(1988) y Carlos E. Escobar (1988). Como se sabe, en las entrevis-
tas el presente marca la visión del pasado: la inseguridad de hoy
puede hacer que se perciba con menos intensidad la del pasado.

36 Mauricio Archila Neira


2. Barrios 'obreros'
En 1918 se consagró la Ley 46 según la cual los munici-
pios debían aportar una parte de su presupuesto para la cons-
trucción de viviendas higiénicas para los "obreros". Aunque
el problema de la imagen del obrero se tocará en otro capítu-
lo, basta decir que la elite en esa época lo identificaba con
pobre; 'obrero' incluía desde vagos y mendigos hasta artesa-
nos y trabajadores de industrias. Conviene en todo caso, de-
tenerse a mirar los llamados barrios obreros, aunque estricta-
mente no lo fueran, para ver los espacios que albergaban a la
naciente clase obrera bogotana.
Desde épocas coloniales los pobres vivían en pésimas
condiciones en comparación no tanto con hoy en día, sino
con las viviendas de las clases más pudientes de la capital. Pa-
ra fines del siglo XIX más del 50% de los bogotanos habita-
ba en 'tiendas', chozas o casas de techos de paja, con ausen-
cia casi total de servicios públicos! 6 • La forma predominante
de vivienda popular a fines del siglo pasado era de 'tienda',
que en ocasiones también era dedicada a un pequeño comer-
cia.' Así la describía un viajero de principios de este siglo:
"... el cuarto no tiene más de quince o veinte pies cuadra-
dos, no tiene ventilación alguna exceptuando la puerta abier-
ta del frente o una pequeña ventana de doce a catorce pulga.
das en el mismo lado ... El mismo cuarto usualmente sirve
como cocina, comedor, sala y dormitorio. Allí no existe la
mínima disposición para la comodidad o para llenar las nece-
sidades de la más pequeña familia: y, como no tienen servi-
Aquí funciona aquel dicho popular: "todo tiempo pásado fue me-
jor", Fabio Zambrano le dedica un capítulo entero al problema
de la inseguridad (op. cito cap. 50.), Carlos Uribe Celis señala que
el aumento de criminalidad en los años 20 levantó un clamor ge-
neral (Los años veinte en Colombia, Bogotá: Ed. Aurora, 1985,
p.67).
16 Antonio Gómez decía que, "desde el tiempo de la Colonia" exis-
tían las habitaciones de gentes 'pobres', "es decir, antros infectos,
sin luz ni ventilación en donde los dueños vivían como en el Arca
de Noé rodeados de animales" (op. cito p. 92). Según Germán Me-
jía en 1891 Bogotá tenía cerca de 10.500 viviendas: 720 casas de
dos pisos; 3.700 de un piso; 4.730 tiendas y 900 chozas y casas
pajizas (op. cit. p. 33). La escasez de vivienda presionará para arri-
ba los arriendos, ocasionando no pocos conflictos sociales como
las huelgas de inquilinos de los años veinte (Vargas y Zambrano,
op. cit. p. 26).

Una ciudad con forma de herradura 37


cios sanitarios los caños en las calles públicas son usados con
frecuencia por la gente común para tal propósito 17.
P. ¿Cómo era su habitación en los años lO?
R. Eran dos o tres (habitaciones). Era muy poquita cosa. Habían
hecho unas piezas alrededor del horno que eran hasta calienticas.
Pero eran una cosita ... por ahí de 2.50 (metros), sí por ahí de
dos por tres o dos por cuatro (metros). Ahí vivíamos ...
P. ¿Y qué tenían allá dentro?
R. El junco y por ahí unas ollas en donde hacían el desayuno, el
almuerzo ... Con leña que se recogía por ahí. .. El junco (estaba)
en el suelo. Ahí vivíamos. Ahí murió mi mamá abuela en el año
1915.
(Manuel Abel/a)

El periodista y cronista de la ciudad, José A. Osario Li-


zarazo, no se cansará de señalar la miseria de las habitaciones
de los pobres no sólo en las llamadas tiendas, sino también
en los inquilinato s del centro conocidos también como 'paisa-
jes' -como el Paul, de la Flauta, El Copete, Bolivia, Perú y el
Medellínl'. Al desocupar la elite parte del centro de la ciudad
para moverse hacia el norte, el espacio vacío fue apretada-
mente habitado por la gente pobre.

Pero si así era la situación en el centro de la ciudad, en


la periferia especialmente hacia el oriente, las cosas no eran
mejor. La escasez de vivienda, y al mismo tiempo la necesidad
de estar cerca de los sitios de trabajo, presionó la formación
de cinturones de viviendas populares en lo que era la periferia
de la ciudad. El sector que más preocupó a la elite fue ellla-
mado 'Paseo Bolívar' que como lo describe un estudio hecho
en 1922 sobre 'habitaciones obreras', "comprende varios
núcleos ... que circundan la ciudad como una enorme herra-
dura que la ahoga y aprieta con sus pésimas condiciones higié-

17 William Scruggs (1900) citado por Germán Mejía, op. cit., p. 34.

18 Véanse sus crónicas sobre la ciudad publicadas originalmente en los


anos 20 y 30 Y reproducidas en Novelas y crónicas: Bogotá: COL-
CULTURA, 1978, especialmente p. 308. Osorio Lizarazo da una
interpretación fatalista de la pobreza material identificándola con
una miseria de todo orden sin posibilidad de salvación. Esto lleva
a una posición política despectiva del pueblo ya un fatalismo en
las posibilidades futuras.

38 Mauricio A rchila Neira


nicas"". El Paseo Bolívar, ubicado al oriente de la ciudad,
colindando con los cerros tutelares, reunía los siguientes ba-
rrios en los años 20.

- San Ignacio de Loyola (dos secciones) en la carrera


4a entre calles 26 y 17. Predominaban las construcciones de
tablas y techos de paja. No tenían alcantarillado, sino los ca-
ños que iban por el centro de las calles tortuosas ... Sólo con-
taba en esa época con una fuente de agua. Entre este barrio
y la Quinta de Bolívar existía una serie de casas dispersas,
menos apeñuscadas que las anteriores, con una pieza por lo
general en la que habitaban entre 4 y 6 personas.

- San Luis: situado en el Paseo Bolívar, frente a la caBe


19 (próximo a la entonces fábrica de Germania). Contaba con
cerca de 360 casas. Aunque las aledañas al Paseo (que era una
vía que conectaba el centro con el norte bordeando los ce-
rros) eran amplias, a medida que se alejaban de éste bajaban
en calidad. Las calles estaban también descubiertas y conta-
ban con el caño central. No había fuente pública en los pri-
meros años de este siglo y los habitantes de este núcleo habi-
tacional adquirían el agua, pagándola a unos pocos que tenían
aljibes mal construidos o en el Chorro de Padilla.

- San Martín: ubicado al frente y hacia el sur del ante-


rior, y enmarcado entre las dos quebradas hacia las cuales ver-
tían los desperdicios, contaba con unas 9 manzanas o cua-
dras. Según el estudio de barrios obreros ya citado, este nú-
cleo era el único de la zona, a juicio del autor, que ofrecía si-
metría y era relativamente higiénico. Poseía agua de aljibes
mal construidos.

- San Miguel: al sur del anterior, atravesaba varias ve-


ces la carretera a Guadalupe. Era un barrio disperso y exten-

19 TAVERA Z., Camilo, Habitaciones obreras en Bogotá, Bogotá:


Casa Minerva, 1922, p. 21. Originalmente una tesis de grado en la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, este estudio ha-
ce una rica descripción de los núcleos habitacionales obreros y
luego señala recomendaciones para su saneamiento. Como vere-
mos más adelante, para la elite 'obrero' y lo que hoy se llama
'marginado' significaba lo mismo.

Una ciudad con forma de herradura 39


so. En su mayoría las habitaciones eran chozas de una o dos
piezas. Por el declive del terreno los que vivían abajo recibían
toda la contaminación de los desperdicios de quienes vivían
arriba.

- Finalmente habría que incluir en esta zona las habita-


ciones ubicadas a la orilla del río San Francisco. Aunque tam-
bién eran principamente chozas, a medida que el río se acer-
caba al centro, las habitaciones se convertían en locales cerra-
dos sin ventilación ('tiendas'). Los desperdicios de esta zona
iban a parar al río, con lo que la ciudad entera sufría una
amenaza de contaminación. Osario Lizarazo hizo en 1928 la
siguiente descripción de estas habitaciones: hacinamiento de
grandes familias en 'cuartuchos'; ausencia de agua corriente;
acumulación de basuras y pestilente olor a amoníaco; convi-
vencia de esas familias hacinadas con toda clase de animales.
Era una zona poblada, según el cronista, por zapateros, car-
pinteros, latoneros y vagos'o. La canalización de los ríos San
Francisco y San Agustín exigió la erradicación de estas vi-
viendas.

Esta era, a !(randes rasgos, la zona llamada Paseo Bolívar,


en donde además funcionaba una serie de chircales y nego-
cios clandestinos, como la elaboración del aguardiente de con-
trabando del conocido Papá Fidel'l.

Estas últimas actividades ilegales contribuyeron a aumen-


tar la fama negativa de estos barrios, fama que incluso los
obreros que vivían allí compartían:

En esa época viví cerca de ellos, porque yo viví en el barrio San


Luis o sea mi mamá vivió allá en ese barrio y yo era un chino,
pues tenía que estar al lado de mi mamá...

En el Paseo Bolívar, le cuento que Paseo Bolívar en esa época era


... era delicado.

20 Crónica "La cara de la miseria" recopilada en la obra citada, pp.


305.306.
21 Entrevista con Manuel Abella y Eliécer Pérez, 1988 y recopilación
hecha por el grupo cultural Vikingos, Perseverancia un barrio con
historia, primer folleto, Bogotá: Dimensión Educativa, 1988,
p.24.

40 Mauricio Archila Neira


P. ¿Era peligrosísimo?

R. Era peligroso.

P. Sí, he leído en los periódicos de la época.

R. Eso... era el Paseo Bolívar, lo que era subir al barrio San


Luis eso era eso era sobado ahí (nos subíamos los que vivía-
mos allá pero gente así extraña la gente ya ... ya de que fuera pa-
leadora y eran descarriados). Iban a hacer vainas... vainas que
uno ... claro que eso se le queda grabado todo son cosas de que .
usted iba con una novia... y llegaba y usted estaba con ella y .
allá entonces los sinvergüenzas vagos que nunca han faltado y
... allá a pisarlo usted y si se ponía bravo pues de una vez le
iban pegando mientras tanto se llevan a la china ...

P. ¿Por qué a veces salía en la prensa de 105... de esa época que


dizque eso era un barrio obrero?

R. Si es que era un barrio obrero, eso eran trabajadores como al.


bañiles, pintores, trabajadores de Bavaria, trabajadores de Fenicia,
trabajadores de Germania, como sea La Paz, la Paz es lo mismo,
trabajan, trabajan obreros de Germania, Fenicia.

(Eliécer Pérez)

Tanto el temor a la inseguridad reinante en los barrios


del Paseo Bolívar, como por el bajo grado de higiene que ame-
nazaba con afectar a toda la ciudad, desde comienzos de siglo
se propuso su 'saneamiento'. La ley sobre habitaciones obre-
ras se aplicó allí por primera vez. En 1925 el Municipio inició
la compra de los lotes a los habitantes de la zona y desde los
años 30 los reubicó principalmente en el barrio Centenario.
Aunque el saneamiento del Paseo Bolívar y la construcción
del barrio Centenario comenzó años antes de la celebración
del cuarto centenario de la fundación de la ciudad, los entre-
vistados le atribuyeron el mérito a Gaitán:

... Eso se acabó, lo acabó Jorge Eliécer Gaitán.

P. ¿El Paseo Bol Ívar?

R. Yendo para la Media Torta eso, ese barrio se llamaba San Luis.
Entonces cuando vino más progreso Gaitán llegó y compró todas

Una ciudad con forma de herradura 41


esas rancherías, compró esas casas y ahí quedó como parque; ca.
mo una especie de parque.

(Eliécer Pérez)

No todos los beneficiados por la reubicación vivían ori-


ginalmente en el Paseo Bolívar como se desprende de este tes-
timonio:

Yo había conseguido una casita por adjudicación con motivo de


los cuatrocientos años de Bogotá. Yo no me acuerdo propiamen-
te cuál fue el líder; fue Jorge Eliécer Gaitán el ideólogo del barrio
Centenario, se llamaba el Paseo Bolívar arriba, del funicular para
abajo o sea frente a la Quinta de Bolívar era donde se llamaba el
Paseo Bolívar. Entonces ese Paseo Bolívar era de. casuchas que
puso el cura; entonces en ese cuarto centenario para desalojar esa
gente de allá, Jorge Eliécer Gaitán que fue el creador del barrio
Centenario (me parece que fue, es decir con motivo de ser alcalde,
sí él nos dio eso), hizo construir el barrio Centenario y nos trasla-
daron de allá y yo conseguí. .. Yo no vivía allá en ese barrio, yo
vivía por allá en una pieza abajo en la fábrica, pero me conseguí
una certificación donde dijera que yo era de allá del Paseo Bolí-
var y con ese certificado que me lo dio un zorrero (un zorrero
me dio el certificado, uno que cargaba el carbón en una zorra), él
sí era de allá. Entonces se formó una junta que se llamó pro de-
fensa del barrio Centenario; pero esa gente que formo esa asocia.
ción (se formó allá en el Paseo Bolívar), ya con ese certificado ad.
judicaron las casas. A mí me adjudicaron la casa, una casita que
ya era con agua, por lo menos era con agua y alcantarillado desde
luego pero no tenía andenes, no tenía calles y luz eléctrica, toda-
vía la luz eléctrica no había llegado al barrio.

(Miguel Antonio Fartán)

Siguiendo el oriente hacia el sur se encontraban otros


núcleos de habitaciones populares conocidos genéricamente
como el Egipto:

Las Aguas (carrera la, entre calle 16 y 22) eran locales


sin ventilación. Había pocas fuentes de agua, aunque se con-
taba con sanitarios comunes y algunos lavaderos de ropa. Los
tubos de acueducto pasaban por el barrio a nivel de las calles,
con gran peligro de contaminación para la ciudad.

42 Mauricio Archila Neira


- Chiquinquirá (carrera 2a hacia abajo, con calles 13 a
15). Contaba con los tradicionales capas por el centro de las
calles, habitaciones de techo de paja y total ausencia de ser-
vicios públicos.

- Belén (carrera 3a entre calles 5 y 7) las habitaciones


con locales cerrados o casas-tiendas de dos o tres habitaciones
sin ventanilla suficiente. Tenían agua y alcantarillado, había
desaseo interno en las casas. Lo mismo se podía decir de las
habitaciones al occidente de la carrera la, entre calles 3 y 4.

- Egipto-La Peña (carrera la entre calles 9 y 11): las


habitaciones en general eran cerradas y con piso de tierra.
No contaban con ventilación, agua, ni sanitarios, ni servicio
de basuras.

En conjunto esta zona habitacional centro-oriente reci-


bía las mismas consideraciones por parte de la elite que se le
daban al Paseo Bolívar. Pero al contrario de la anterior zona,
a! Egipto se le recuerda por dos cosas: por nacer allí Jorge
Eliécer Gaitán, y por la tradiconal fiesta de los Reyes, el seis
de enero que desplazó en popularidad la de Villa Javier" .

Finalmente por el oriente, hacia el norte, queda también


un barrio de gran tradición obrera, éste sí en sentido más pre-
ciso: La Perseverancia, que desde los años 30 se le conoce con
ese nombre. Los terrenos sobre los que se levantó el barrio
pertenecían a la familia Vega y se denominaban Altos de San
Diego. Con la fundación de la empresa Bavaria, surgieron dos
barrios: uno con el mismo nombre de la empresa cercano a
ésta, y el otro conocido desde 1912 como 'Unión Obrera'.
Por disposición municipal le correspondió una extensa plaza
que el primero de mayo de 1914 fue inaugurada con el nom-
bre de Plaza del Trabajo. Para 1922, aún conservaba los dos
nombres y fue descrito como un conjunto habitacional con

22 Rafael Serrano rememora esas celebraciones en el Egipto con la


participación de 'matachines'liderados por el 'lindo Antonio' (per-
sonaje histórico dedicado ordinariamente a deshollinar estufas)
quien golpeaba a los que se acercaban con una vejiga de res infla-
da (op. cito pp. 52-53). Las entrevistas con Carlos Pardo y Helena
de Sánchez, 1988, indican que originalmente las fiestas de Reyes
se celebraban en Villa Javier. Ver también Vikingos, op. cit. p. 44.

Una ciudad con forma de herradura 43


casas apeñuscadas, con cuatro fuentes de agua para todo el
barrio y ningún alcantarillado. Como en otros barrios popula-
res, las basuras y desechos se vertían en las calles, producien-
do fuertes olores en descomposición contribuyendo a darle
un ambiente antihigiénico en esa época. Posteriormente mejo-
rarían su presentación, aunque subsistieron las tortuosas calle-
juelas.

Desde un principio el barrio nació ligado a Havaria pues


muchos de sus habitantes o trabajaban directamente en la em-
presa, o lo hacían indirectamente a través de la elaboración
doméstica de los 'capachos' o envolturas de hojas para las bo-
tellas. Además el pito de la fábrica era el que regía la vida co-
tidiana del barrio.

Otra fuente de trabajo para los habitantes de la Perseve-


rancia era la ladrillera conocida como El Buitrón cuyo fin es-
tá cu bierto de leyenda:

P. ¿El Buitrón lo tumbaron o se cayó?


R. Eso lo demolieron, decían que había un tesoro.
P. ¿Pero el rayo primero lo resquebrajó?
R. Sí, Y mató al zorrero y el burro; decían que había un tesoro.
P. ¿Cuando usted conoció El Buitrón ya no hacían ladrillo; ya
estaba abandonado?
R. Sí, ya.
P. ¿Y era más alto de la torre de la Iglesia?
R. No, casi igual.

(A braham Cadena)

Finalmente se destacan otras actividades de 'rebusque',


como los ocasionales trabajos de albañilería y los conectados
con la Plaza de Toros. Con el tiempo La Perseverancia dejaría
de ser el sitio de habitación de los trabajadores de Havaria,
pero mantendría su carácter contestatario, siendo en los años
cuarenta, uno de los bastiones del gaitanismo23 .

Hacia el sur, los barrios llamados 'obreros' se iniciaban


en Las Cruces, uno de los conglomerados populares más anti-
23 RONDEROS, Carlos, Bogotci: Inventario de la pobreza, Bogotá:
ECOE, 1980, p. 24.

44 Mauricio Archila Neira


guas de la ciudad y famoso por su plaza de mercado, al que
acudían las gentes del sur los domingos, y por las chicherías
que allí se establecieron al ser desplazadas del centro. Com-
prendido entre las calles 3a hacia el sur y carrera 6a alocci-
dente, era uno de los núcleos más poblados. La inseguridad
era proverbial en esa zona. "En las Cruces toda la vida ha sido
como maluco ... ha sido de gente de mala ley" dijo doña He-
lena de Sánchez en la entrevista. La violencia allí se remonta-
ba a la rivalidad de dos familias:

- En las Cruces eso se mataban ... O mataban a uno hoy; eso no


decían nada y por allá a los quince días o al mes mataban a otro
de los de ellos, los Neira.

+ A los Neira yo los recuerdo, eran Neira y Val derrama.

-Los Neira y Valderrama, y (por otro lado) los Ulises. Bueno eso
era así vainas típicas así como fue el nombre de las Cruces era fa-
moso.
(Eliécer Pérez y Salustiano Pulido)

Pero también era famoso por lo que se vendía de comida


y de bebida, especialmente la conocida 4pita':

+ Lo más nombrado era la ... la pita, la pita era como decir la ...
-Una champaña
+ Como una champaña, pero venía así en botella y tapada con
corcho y con alambres.
-Eso había que trazarla lo mismo que la champaña.
+ Sí, eso era como, una champaña de esa que llegaba y (Ruido).
-En las chicherías de antes los techos eran completamente negros
del impacto del corcho.
(Eliécer Pérez y Salustiano Pulido)

A principios de siglo, al sur, es decir el camino de las


Cruces a San Crsitóbal, estaba escasamente poblado. Para el
segundo decenio el jesuita José María Campoamor estableció
un núcleo habitacional en dicho camino a San Cristóbal: el
barrio de San Javier. Como parte de la organización del Círcu.
lo de Obreros que venía promoviendo, el Padre construyó vi-
viendas para arrendar a los trabajadores, especialmente artesa-
nos. Según el estudio de viviendas obreras en 1922 ya citado,

Una ciudad con forma de herradura 45


este barrio era un modelo de limpieza en las calles, ventIla-
ción en las casas y organización comunitaria~ a pesar de que
en esa época carecía de agua y sanitarios. Sobre este barrio
contamos con abundantes testimonios que enriquecen la viM
sión sobre dicho conglomerado, que vale la pena imaginarlo
más como un intento de 'falansterio' católico, que como un
barrio 'obrero' en el sentido hasta ahora descrito24• Los ha-
bitantes eran:

Todos obreros y todos gente pobre, todos absolutamente gente


pobre, a quien el padre les dio habitación, no en propiedad, siem~
pre y cuando que se manejaran bien; la honestidad, buenos espo-
sos, buenos padres de familia, en fin, exigía una moral, eso era
todo.

P. ¿Pero tenían que ser obreros?


R. Sí, tenían que ser obreros, sí, es decir, trabajadores pues.
P. ¿Estar empleados en alguna fábrica o en algún taller?
R. Sí; aunque no estuvieran empleados él les conseguía puesto.
P. ¡Ah! ¿les conseguía puesto?
R. El les con~eguía puesto y paseaba permanentemente por las
calles del barrio; cuando sentía que un niño lloraba mucho,
o cosa parecida, en una casa, volteaba, entraba y se sacaba el ni-
ño y lo traía a la salacuna. El no permitía.. en [¡n... les tenía
todo lo necesario. Era un barrio muy bien organizado, era una co-
munidad muy bien organizada.
P. ¿No había ninguna pelea entre ... ?
R. No, es que no podía haber. Que hubiera lo que llaman chismes
o cosas parecidas y peleas entre vecinos, me consta, los sacaba del
barrio. (Carlos Pardo)

De esta forma justificaba el cobro del arriendo (pues de-


cía no admitir a vagos o mendigos). Los pobladores de Villa
Javier debían tener buenas recomendaciones, especialmente
clericales, y debían ser matrimonios católicamente constitui-
dos. A carobio del servicio de vivienda y otras ventajas, el je~
suita exigía el cumplimiento del régimen especial que impuso
allí:

El obrero, las l)ersonas que vivían ahí tenían que estar a más taro
dar a las 9 de 1a noche en sus casas ... eh, eso tenía una reja de
24 Hay también ricas descripciones del barrio en el Boletin del Circu-
lo de obreros (Bogotá) Nos. 1 y 2 de 1918; 2 de 1919 y 190 de
1922.

46 Mauricio Archila Neira


hierro, una verja de hierro por la carrera 5A, hasta dar al edifi.
cio y por este lado, como le digo eran todo paredes, excepto
aquí un pedazo en que las paredes se habían caído sobre la que-
brada, por la quebrada, y entonces las había reemplazado con
cerca de alambre.
(Carlos Pardo)

Este barrio era... la entrada en unas puertas de hierro, ¿altas no?,


y a las 9 de la noche cerraban con candado. El que se quedó por
fuera se quedó por fuera.

Era encerrado todo de paredes tapizadas en redondo, esto estaba


encerrado. No había entrada sino por esas puertas que eran de
hierro.

Eso sí ya a las cinco de la mañana abrían para salir la gente y a las


nueve de la noche cerraban.
(Helella de Sállchez)

Con el espíritu religioso presidía la obra, todo el mundo


debía ir a los actos religiosos y a la enseñanza del catecismo:

A la una de la tarde era el catecismo. Allá iban los obreros, los ni.
ños, las niñas, todos.

P. ¿Todo mundo?
R. y venían inclusive monjas a estudiar el catecismo, yeso era los
grupos separados: aparte los hombres, las mujeres, los niños, todo
era separado yeso era de una a dos.
P. ¿De una a dos?
R. y al final de año daban premios al que mejor contestara las
preguntas, hacían corno un examen.
(Helella de Sállchez)

Eso sí era muy delicado, eso sí tenía que todo el mundo ir a misa
y al catecismo. En ese salón, en ese edificio, eso es grandísimo
¿no? Entonces era los cuatro costados: en un lado las señoras, al
otro lado las Marias, al otro lado los jóvenes, al otro lado los casa-
dos, al otro lado los niños de las escuelas (en una parte los niños y
en otra parte las niñas). No le gustaba revueltos. Todos separados
y luego después ya cuando se terminaba el catecismo entonces te-
nía su pito y pitaba y todo el mundo se reunía y entonces ya ha-
blaban de tantas cosas, con el entusiasmo ... y por las mañanas

Una ciudad con forma de herradura 47


era reunión de los jóvenes, o la reunión de las Marias de todas
partes.
(Betutia Romero)

El padre Campoamor y los colaboradores del Círculo de


Obreros ejercían un celoso control del noviazgo y de la vida
matrimonial:

Cuando era la hora del catecismo, esa era 1a hora en que los que
eran novios entonces eran en el segundo piso y ponían dos asien.
tos así como están ustedes los dos. Aquí la novia y allá el novio,
retirados.

P. ¿Máximo podían cogerse la mano o ni siquiera?


R. Nada, ni la mano.
P. ¿Ni tocarse un pelo?
R. Nada. Y así separados charlaban y convenían el matrimonio y
así lo que fuera. Eso les daban vueltas, los estaban mirando pues.
y luego era que resolvían el matrimonio.

(He/eno de Sánchez)

Doña Betulia tuvo un noviazgo de lejos, por carta. Final-


mente se comprometió con su 'novio' en un baile:

Después cuando yo vine aquí, por ahí como había baile, me sao
caba a bailar y nos poníamos a bailar, entonces ahí era donde se
charlaba uno en los bailes pero era diferente, el padre no permi.
tía que se cogiera una pareja; era un baile suelto. Baile español
suelto.
(Betu/ia Romero)

Además de la vivienda, con los servicios públicos dispo-


nibles en el momento, el padre Campoamor ofrecía instruc-
ción para los niños, (con alimentación gratuita), así como pa-
ra adultos, y salacunas para las mujeres trabajadoras:

Había salacuna para que nosotras pudiéramos trabajar cómoda.


mente si teníamos que trabajar o que hiciéramos los quehaceres
de la casa sin incomodidad. Abrió su salacuna y puso dos niñas
Marías a cuidar los niños y uno no tenía sino que llevarles el tete.
ro allá y de tarde los recogía.
(He/ena de Sánchez)

48 Mauricio Archila Neira


También abrió una cooperativa para vender productos
de la canasta familiar a menores precios:

y tenía una especie de cooperativa, de tal manera que ahí iba uno
y si... ahí iban los de aquí, la gente y compraba ahí. ..

P. ¿Y los precios eran baratos?


R. Precios bajos, sÍ.
P. ¿En comparación con el resto de tiendas?
R. En comparación era ... lo más bajo que él podía pues, o que se
podía. Eso todo era dirigido por ... administrado por el Círculo
de Obreros.

(Carlos Pardo)

A los jóvenes los organizó en bandas musicales y a los ni-


ños en los 'Batallones infantiles' para desfilar en fiestas pa-
trias y religiosas. A las niñas provenientes de los campos las
congregó en una cuasi-orden religiosa, las Marias. Con el tiem-
po las encargó de las labores educativas de la obra así como la
atención en las Cajas de Ahorro" .

Como se trataba de gente 'pobre' el padre Campoamor


no permitía que hubiera servicio en las casas:

Así que tuvieran muchacha, así no. No, y no le gustaba que las
señoras fueran a trabajar tampoco, sino que las señoras se consa-
graran a su esposo y a sus hijos. Pero que tuvieran, así, sirvienta
no.

No permitía. Decía "si estás rica, te me vas a otra parte y me de-


jas para un pobre, dejas la casa".

(Betulia Romero)

Finalmente se impedía el consumo de alcohol a los habi-


tantes del barrio:

25 La entrevista con María Betulia Romero de Santana, 1988, es rica


en información sobre la actividad de Las Marías, pues ella misma
fue una de sus integrantes. Le tocó enseñar en escuelas del Círculo
de Obreros y luego trabajar en las Cajas Sociales de Ahorros en
Bogotá, Sogamoso y Manizales. La labor de la Iglesia en el mundo
obrero será tema de capítulos siguientes.

Una ciudad con forma de herradura 49


A los hombres que llegaran de tomar se ponía bravÍsimo.

P. ¿Sí?
R. Y era que les ped ia la casa. 'Me entregas la casa y te vas'
P. ¿Porque se pasaban de unas copitas?
R. Porque se pasaron de copas. Eso la mayoría le sacaban el cuer-
po. Cuando estaban ah Í no se arrimaban allá a nada a saludar.
P. ¿Y el padre se debía medio pillar la cosa o no?
R. No. A veces sÍ, pero .. '"
P. ¿Pero por ejemplo los 25 de diciembre, los 24 de diciembre, sí
se tomaban unos vinitos o alguna cosa?
R. Por allá tomarían cada uno en su casa.
P. El padre nunca ... pues ...
R. No. Allá sÍ. Trago no.
P. ¿Nunca?
R. No. Almuerzo, o eso, el 25 por la noche era la comida. Una co-
mida y por ahí, gaseosas sí podía ser, pero allá vino no, nunca.
P. ¿Y aquí nunca hubo una tienda?
R. SÍ, en ese edificio
P. Bueno, tienda, pero ...
R. Una tienda del Círculo.
P. ¿Pero nunca de trago?
R. No, eso sÍ, ni trago ni cerveza.
P. ¿Y cigarrillo? cuénteme, el padre le gustaba, o eso no ... ?
R. Tampoco. Eso no.
P. ¿Pero no era tan estricto con el cigarrillo como el cigarrillo con
el trago?
R. Nadie fumaba, delante de él no fumaba nadie, pero sí fumaban
sus cigarrillos cada cual, pero allá delante de él no fumaban ni ci.
garrillo, ni tomaban trago. Sí tomaban cerveza, pero había cerve-
za cuando él no estuviera por ahí.
(Betulia Romero)

Todo lo anterior parece indicar que el barrio San Javier


funcionó más como una comunidad orientada a la preserva-
ción de unos valores católicos, que como un típico barrio
'obrero' como los ya descritos. Uno de los colaboradores del
padre Campoamor, el padre Guarín, en la entrevista que dio
Campoamor concebía la idea de hacer de Villa Javier una ciu-
dad de Dios, donde no se cometiera pecado.

Con el tiempo el sur de la ciudad se fue poblando de mi-


gran tes de regiones campesinas, adquiriendo la forma de ba-

50 Mauricio A rchila Neira


rrios de 'beneficencia'. En 1937, por ejemplo, surgió el barrio
Pueblo Quieto, al suroriente, sobre los terrenos de una anti-
gua hacienda -historia más o menos común en esos barrios-,
poblado más que todo por albañiles en su primera época y
luego por diversos migrantes de las zonas de violencia.

Hacia el occidente se contaba con un barrio, original-


mente habitado por artesanos y luego por ferroviarios tam-
bién: el Ricaurte (entre las calles 7 y 12 con carreras 23 y 27).
Para 1922 era uno de los mejores dotados: escuelas, parque,
fuentes públicas y casas amplias ventiladas. Aunque carecía
de alcantarillado para esa época, mostraba un aspecto apaci-
ble y más acogedor que otros barrios 'obreros'.

Es que Bogotá era muy sano.

P. Me dice usted que vivía cerca a la Estación de la Sabana ¿Había


mucha gente, mucho obrero viviendo por ahí, por esa zona?
R. Sí, eso vivía mucha gente que trabajaba.
P. ¿Bueno y la vida en esas, eso era una casa de familia donde
arrendaban un poco de piezas o no?
R. Sí, como no,
P. ¿Pero una casa de familia?
R. Una especie como de inquilinato.
P. ¿Y era tranquila?
R. Tranquila. Ahí llegaba uno y se entraba a su pieza tranquilo.
(Miguel Buitrago)

Todavía en el occidente, pero hacia el norte estaba el


barrio de Sans Fa~on, habitado principalmente por trabajado-
res ferroviarios y comprendido entre las calles 18 a 20 con ca-
rreras 15 a 19. En los años 1920 lo constituían locales ciegos
y casas de inquilinatos o pasajes con abundantes habitaciones.
Aunque contaba con agua y alcantarillado, la superpoblación
del barrio creaba problemas. En esa época quedaban algunas
chozas con huertas alrededor.

Finalmente por el occidente, el municipio en los años 30


emprendió la construcción de otro barrio en las cercanías de
los predios de la actual ciudad universitaria: el barrio Aceve-
do Tejada. Eran unas seis manzanas con amplias casas de dos
'aguas' con todos los servicios. Según lo comentó un habitan-

Una ciudad con forma de herradura 51


te de Villa Javier, empleado municipal de la época, la inspira-
ción del barrio estaba en la obra del padre Campoamor, in-
cluso en un principio el Municipio también arrendaba las ca-
sas.

Fueron propiedad del Municipio, y las arrendaban a $5 y $8 men-


suales. Después hizo lo mismo, lo vendió. Vendió ese más que to-
do con cierto carácter político. Compró el voto del partido Libe-
ral (risa) pero, sí, eso lo hizo perfectamente con carácter político.
Allá hay gente muy pobre, muy pobre. .
(Carlos Pardo)

En el norte también se establecieron algunos barrios lla-


mados 'obreros'. El primero fue el Uribe Uribe (carrera 18
hacia abajo entre calles 65 y 68). En los años 20 se inició el
trazado de las calles intentando dejar suficiente espacio entre
casa y casa. Las construcciones que se levantaron eran hetero-
géneas, desde chozas hasta hermosas quintas. En 1922 había
una sola fuente de agua ubicada en la plaza y contaba con
cinco excusados públicos. En los años 30 y 40 se establece-
rían en la zona noroccidental otros barrios para trabajadores
como San Fernando, Las Ferias, Gaitán, Alfonso López, etc.

Para 1948 el ex concejal Alvaro Sanclemente elaboró


una Guía de Zonas y Barrios de Bogotá. En el capítulo sobre
barrios 'obreros' resaltan dos cosas: ya no se incluyen muchos
de los barrios orientales aquí reseñados (algunos de ellos ha-
bían sido demolidos como el Paseo Bolívar); y el número de
conglomerados había crecido en el sur (menciona 22 que con-
sidera importantes) y en el occidente (señala 21).

En realidad para 1948, ya no sólo era impropio hablar


de barrios obreros (el término fue impropio desde el princi-
pio), sino que fue una de las últimas menciones a conglome-
rados populares con dicha categoría. Después se hablará de
barrios marginados o populares. Los barrios mencionados
nunca fueron estrictamente obreros, salvo en los contados ca-
sos en que las empresas intentaron construir por cuenta pro-
pia habitaciones para sus trabajadores26. En Bogotá, al con-
26 Camilo Tavera menciona el intento del Ferrocarril de la Sabana
por construir 1,5 cómodas viviendas obreras en frente de la Esta-

52 Mauricio Archila Neira


trario de Medellín, las grandes empresas no se involucraron en
la construcción de barrios para sus obreros, dejando esa res-
ponsabilidad a la Iglesia, al Municipio y sobre todo a los urba-
nizadores privados.

3_ Actividades económicas en la ciudad

Ya se ha hablado del espacio de habitación y hasta de


recreación de los trabajadores de la ciudad, conviene ahora
hacer una mención al espacio del trabajo que por supuesto
marcó la formación de la clase obrera en la capital del país.

. Bogotá desde los tiempos coloniales fue centro político


admmistrativo. De ahí que las actividades ligadas a la 'Cosa
Pública' han constituido un aspecto característico de la ciu-
dad que se expresa en el grupo humano vinculado a esta ges-
tión. A lo largo del siglo XIX, la estrechez económica del país
convertía al sector oficial en el principal empleador. Según
una crónica escrita en 1897 por Jorge Brisson, la Bogotá del
momento contaba con pocas industrias o actividades econó-
micas de importancia, a excepción dice él, de "la empleoma-
nía porque la mayor parte de las clases dirigentes vive de em-
pleos y cargos oficiales,,27 .

La otra actividad económica que concentraba la aten-


ClOn de los bogotanos desde épocas coloniales era el comer-
cio; actividad que se convirtió en el siglo XIX en prestigiosa.
El comerciante será un personaje clave en la modernización
de la ciudad como lo ilustra el ejemplo del comerciante Du-
perly, él importaba en los primeros decenios de este siglo:

ción de la Sabana (op. cit. p. 57). Gennania les propuso a los tra-
bajadores la construcción de un barrio obrero en el norte de la
ciudad, cerca de Usaquén. Los trabajadores se opusieron radical-
mente pues les quedaba muy distante del trabajo y la empresa en-
terró la propuesta. Ver entrevistas con Salustiano Pulido y Eliécer
Pérez, 1988.

27 Citado por Carlos Martínez, op. cit., p. 104. La empleomanía ya


la señalaba Germán Colmenares para el siglo XIX. (Ver Partidos
polaieos y clases sociales, Bogotá: Ed. Universidad de los Andes,
1968, pp. 60-64).

Una ciudad con forma de herradura 53


autos, bicicletas, cámaras de foto, vitrolas y pianolas. Para-
lelamente a la actividad comercial floreció la banca, que tuvo
un corto período de crisis a comienzos de los años 20, para
luego recuperarse al abrigo del recién fundado Banco de la
República.

A la sombra de estas prestigiosas actividades se desarrolló


la usura o el agiotismo. De una parte pululaban los agiotistas
que casi hacían parte de las instituciones públicas. Por proble-
mas fiscales el Estado se retrasaba en el pago de los sueldos a
sus empleados, los cuales debían acudir a intermediarios por
préstamos con intereses descontados. De esta situación -de-
talladamente descrita por Osario Lizarazo en la novela Hom-
bres sin presente de 1938-, no se libró ni el mismo presiden-
te Marco Fidel Suárez. Por otra parte floreció en los prime-
ros decenios del siglo XX la usura a través de los montespíos
o casas de compraventas. Según el mismo Osario Lizarazo pa.
ra 1946 se registraban 545 agencias de préstamos disfrazadas
de compraventas. Dichos establecimientos extorsionaban a
los clientes con intereses fuera de lo legal. Para contrarrestar
esa actividad --criminal para Osario L.- el Municipio fundó
el Banco Prendario Municipal que no parece haber tenido mu-
cho éxito.

El desarrollo ferroviario contribuyó al crecimiento de la


actividad comercial por la fácil movilización de pasajeros y
carga. El 20 de julio de 1889 llegaron, (luego de grandes es-
fuerzos), las primeras locomotoras para el ferrocarril de la
Sabana, entre Bogotá y Facatativá. Se trataba de cuatro vie-
jas locomotoras usadas en Europa desde 1830" . Con el tiem-
po este ferrocarril departamental" estableció conexión con
el de Girardot, siendo Facatativá el punto de transbordo pues
tenían rieles diferentes.

En 1896 se inauguró el Ferrocarril del Norte, entre Bo-


gotáy Zipaquirá, propiedad de una compañía inglesa. En

.28 IBAÑEZ, Pedro, Crónicas de Bogotá. Vol. IV, Bo~o::á:Ed. ABC,


1951, pp. 612-613.

29 PARDO PARDO, Alberto, Geograf¡'Q económica y humana de Co-


lombia. Bogotá: Ed. Tercer Mundo, 1972, p. 398. La información
sobre los ferrocarriles ser~ tomada de este autor, pp. 399.402.

54 Mauricio Archila Neira


1921 se iniciaron los trabejos para el Ferrocarril del Nordeste,
que 10 años después llegó a Sogamoso. En un principio fue
de una concesión privada y en 1938 lo compró la Nación.

Temporalmente existió otra línea departamental que sa-


lía de Bogotá hacia el oriente, que alcanzó a tener 27 kiló-
metros y fue suprimida por la competencia que le hizo la ca-
rretera a Villavicencio30 .

De esta forma Bogotá contaba, para los años 20, con lí-
neas ferroviarias. La percepción del espacio se modificó para
el habitante de la ciudad que ya se veía unido a sitios relativa-
mente lejanos.

La actividad constructora, que se desarrolló a la par del


crecimiento de la ciudad, concentró gran cantidad de trabaja-
dores. La demolición de viejos edificios (el más lamentado
fue el colonial convento de Santo Domingo) y la construc-
ción de otros nuevos; la urbanización de los polos norte y sur,
requirieron de innumerables albañiles. Esta expansión estimu-
ló la formación de ciertas empresas como: la explotación de
canteras, los tejares, las ladrilleras y chircales, los aserrías,
carpinterías, etc.

La actividad productiva que concentró tradicionalmente


más trabajadores fue la artesanía. Con excepción de algunas
modernas industrias establecidas a fines del siglo XIX, el pa-
norama 'industrial' de comienzos de siglo estaba marcado por
los pequeños talleres'l . Para los años 80 del siglo pasado Me-
dellÍn contaba con 119 talleres artesanales y Bogotá con
371". Sobre la calidad del trabajo artesanal en la capital de-
cía lo siguiente un cronista en 1902: "nada tiene que envidiar

30 Contralaría General de la República, Anuario Estadistica de Co-


lombia, Bogotá, 1935, p. 153.

31 Luis Ospina Velásquez dice que para comienzos de siglo "la em-
presa típica de la región (cundiboyacense) era pequeña y funcio.
naba en la misma ciudad" (Industria y protección en Colombia,
1830.1930, Medellín E.S.F.; 1955, p. 399.

32 MAYOR, Alberto, "Historia de la industria colombiana" en va-


rios, Nueva historia de Colombia, Vol. V, Bogotá: Ediciones Pla-
neta, 1989, p. 316.

Una ciudad con forma de herradura 55


Bogotá al extranjero en materia de oficios manuales de zapa-
tería, sastrería, talabartería, carpintería y ebanistería, pues
los artesanos de la capital son muy hábiles operarios en estos
oficios y sus artefactos son de primera calidad. La mecánica,
la cerrajería y la hojalatería sí están bastante atrasadas"33 .
Para defender los oficios los artesanos se dotaron de organiza-
ciones que estudiaremos posteriormente. En 1906 se estable-
ció, c.m buena acogida, el Instituto de Artesanos para la edu-
cación de los gremios. El artesanado de B.ogotá, como el del
conjunto del país, sufrió a comienzos de este siglo un proceso
de diferenciación entre los propietarios o maestros y jornale-
ros o aprendices; (aunque el trabajo asalariado como tal no va
a ser muy común hasta bien entrado el siglo XX)34. También
esta diferenciación, no es sino consecuencia del lento y no li.
neal proceso de proletarización, que va reflejando la transfor-
mación de los talleres artesanales en modernas fábricas.

El tipo de industria que se implantó lentamente en Bo-


gotá respondió a la creciente demanda de bienes de consumo
y empezó a operar sobre los circuitos comerciales estableci-
dos. De esta forma algunos comerciantes con clientela asegu-
rada sustituyeron algunas importaciones y desan-ollaron nue-
vos productos. La industria en Bogotá, como la del conjunto

33 Recopilado por Carlos Martínez, op. cit. p. 121. Contrasta lo di-


cho con la afirmación de Jaime Jaramillo Uribe quien señala que a
mediados del siglo XIX la mano de obra artesanal en Bogotá era
escasa y poco eficiente ("Perfil histórico de Bogotá" en Historia
edtica, No. 1, Enero-Junio, 1989, p. 13). Tal vez el profesor Jara-
millo tenga razón en lo de ineficiencia para ciertos oficios. Cierta-
mente había actividades en donde el atraso tecnológico era rJto-
rio. Manuel Abella en su entrevista, 1988, recuerda la forma como
se hacía el jabón de tierra:

P. ¿Quiénes 10 hacían?
R. Pues, ahí lo hacían los Plaza ¿no? unos fondos grandes y una
especie de tapiales que eran así, eso lo llenaban de ceniza y a esa
ceniza le revolvían cal y le echaban ag:uaeso iba frisgando abajo, y
era la legía, preparaban la legía como se hacía el jabón, entre esa
lejía echaban el cebo de res y de eso sacaban el jabón.

34 El proceso de proletarización del artesano, el tipógrafo en concre-


to, es descrito dramáticamente, con el pesimismo que lo caracte-
riza, por Osario Lizarazo en la novela de 1930. La casa de vecin-
dad.

56 Mauricio Archila Neira


del país, pareció responder más a una dinámica interna que a
determinantes económicos externos3S • Con excepción de los
intentos de establecer ferrerías -en la Pradera, Samacá y Pa-
cho, en esta región, y Amagá en Antioquia-, y de algunas fá-
bricas de químicos, el grueso de la actividad industrial hasta
los años 40 se concentraba en bienes de consumo. Incluso los
intentos antes mencionados tuvieron una frágil existencia. Ali-
mentos y bebidas fueron las ramas que más descollaron en la
industria bogotana del período estudiado; resultado de capi-
tal nacional, a pesar de que algunos empresarios fueran extran.
jeras nacionalizados. La Segunda Guerra Mundial marcaría un
camino en la procedencia del capital.

En 1868 el señor E. Sayer estableció el primer molino


de vapor en la industria harinera, iniciando el lento proceso
hacia la moderna industria; sin embargo, los historiadores se-
ñalan a la Cervecería Bavaria como la primera industria mo-
derna de Bogotá, y del país. Fundada por el comerciante Leo
S. Koop en 1889, utilizó maquinaria en gran escala. Integran-
do prácticamente todas las fases de producción cervecera
-desde la compra de la cebada hasta la elaboración de bote-
llas- Bavaria marcó el paso definitivo de la artesanía a la in-
dustria. En 1987 se establecería Vidrios Fenicia, como parte
del mismo conglomerado.

En 1877 se fundó la Compañía de Chocolate Chaves, y


en 1890 la Equitativa; pero sólo cuando se fusionaron en
1905 adquirieron la dimensión de moderna industria, al uti-
lizar por primera vez energía eléctrica para mover máquinas.

En 1882 el empresario Indalecio Uribe estableció la pri-


mera fábrica de tejidos en Bogotá. Para 1888 se revivió la pro-
ducción de ácido sulfúrico y de abonos químicos. A fines de
siglo existían fábricas de loza (la 'Facnza' principalmente l,

35 Nuestro interés aquí no es polemizar acerca de las causas de la in-


dustrialización. Pensamos que una explicación multicausal que
combine los factores endógenos con los exógenos puede ser la
más rica. Ver José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro, Crj.
sis Mundial. Protección e industrialización. Bogotá: CEREC, 1984
y Salomón Kalmanovitz, Economla y Nación, Bogotá: Siglo XXI,
1987.

Una ciudad con forma de herradura 57


de cápsulas de guerra, telares y elaboración de sal (esta últi-
ma en Cajicá). En 1901 se inició la Compañía de Productos
Químicos (velas, tintas y ácidos) que se liquidó en 1906. Algo
similar le había sucedido a la Ferretería de la Pradera.

En 1905 un antiguo empleado de Bavaria, Rodolf Kohn,


estableció una cervecería paralela, Germanía, que años des-
pués se fusionaría con la primera. En el mismo año se hicie-
ron incursiones en el campo textil con la empresa Ponce de
León. Luego se fundó en Zipaquirá Santa Ana en 1908. Sin
embargo, estas industrias se rezagaron de las antioqueñas y
luego de las barranquilleras. Para el mismo año se produjo la
fusión de pequeños molinos formando la poderosa Industria
Harinera, que favoreció el desarrollo de fábricas de pastas ali-
menticias.

En 1909 se inauguró la primera empresa cementera del


país: Cementos Samper. Esta industria, se trasladó a la Cale-
ra, tuvo la ventaja de usar energía eléctrica, proporcionada
por la empresa del mismo dueño. En forma parecida a lo he-
cho por Bavaria, Cementos Samper estableció la fábrica de
papel para los talegos de cemento, usando materia prima ex-
tranjera.

Tam bién a principios de siglo surgieron industrias de lác-


teos, (la Compañía Cooperativa de Leche), fósforos -que por
esa época dejaron de ser rentas nacionales-, cigarrillos y már-
moles. Ciertamente las condiciones de paz y el impulso pro-
teccionista de Reyes dio sus frutos en este incipiente desarro-
llo industrial.

Durante los años de la guerra europea se establecieron


dos empresas textiles de lanas: La Magdalena y Paños Colom-
bia. Las empresas, Textiles de Bogotá, y la Monserrate funda-
da años después, seguían rezagadas en relación con las antio-
queñas y barranquilleras. En 1910 se había iniciado la Fábri-
ca de Calzado La Corona, relativamente grande. Surgió tam-
bién la fábrica de loza Etmria, mientras la Faenza desapareció
en 1922. En 1921 la fusión de las curtiembres dio lugar a una
gran fábrica. En la rama de fósforos surgió la fábrica El Sol.

58 Mauricio Archila Nejra


En los años 10 y 20 algunas empresas dieron paso hacia
otras regiones, como el caso de Chocolates Chaves hacia Me-
dellín, Postobón de Medellín a Bogotá y Coltabaco a distintas
sedes. También se inició el proceso de transformación en so-
ciedades anónimas.

La gran depresión del 29 afectó a las obras públicas y a


las industrias que dependían del exterior en su materia prima
o maquinaria, pero sirvió de incentivo para las que contaban
con cierta capacidad instalada y originó nuevos sectores diver-
sificando la producción más allá de las tradicionales empresas
de alimentos y bebidas. Una de ellas fue la de caucho, Cau-
chosol (1935) y Croydon (1937). En el mismo año se fundó
la industria de medias de seda Coten a!.

Durante los años de la Segunda Guerra Mundial dos nue-


vos aspectos se hicieron presentes en la industrialización del
país: la creciente participación del capital extranjero en la in-
dustria, como lo ilustra la fábrica de Eternit con capital suizo
(1943); y el otro es la decidida particpación del Estado a tra-
vés del1Fl (fundado en 1940 para apoyar las ramas débiles de
la industria) como sucedió con la Fábrica de Sulfácidos (1941),
la Industria Nacional del Cloro (1943) e Icollantas (1942), to-
das ellas en Bogotá. Se fortaleció así el sector de prqducción
de bienes intermedios y en menor escala de algunos bienes de
capital (en el caso de Paz del Río en Boyacá). "

El proceso i'de transformación de los pequeños talleres


en industrias de mayor escala seguía presentándose, como su.
cedió con Muebles Artecto en 1941. Sin embargo, no se po-
día decir que la artesanía hubiese desaparecido. Por el contra-
rio tomaría nuevo empuje al abrigo de las recursivas activida-
des que caracterizan el rebusque popular.

Este era pues el panorama económico que mostraba la


ciudad en el período de formación de la clase obrera, que es
el foco de nuestro estudio. Veamos a continuación el proceso
antioqueño que tantas luces comparativas arroja, por los con-
trastes y similitudes con el proceso bogotano.

Una ciudad con forma de herradura 59


UNA CIUDAD
-
ENTRE MONTANAS
Capítulo Segundo

UNA CIUDAD ENTRE MONTAÑAS

Crecimiento urbano y desarrollo industrial en Medellín


1900.1945

Situada la ciudad en el centro de un valle de quince


leguas de largo sobre tres de ancho aproximadamente;
valle todo cultivado en donde hay diseminadas 14 po-
blaciones más, es el centro obligado de numerosas
transacciones diarias. La población en el Valle está
tan condensada como en pocas localidades del mun-
do, dado que puede decirse que desde Barbosa, al nor-
te, hasta Caldas. al sur el proyecto forma una verdade.
ra calle continua. A lo lejos presenta el valle de Mede-
[lín, uno de los más bellos panoramas de tierra.
(Medellín, en Boletín Comercial., No. 2,
Agosto, 1905)

La capital antioqueña, situada a 1.450 metros sobre el


nivel del mar, era a principios de siglo una gran aldea encerra-
da en el valle de Aburrá. La ciudad había crecido a las márge-
nes del río que le dio su nombre y al principio afrontó los
problemas de su paso. Para unir las diferentes zonas de Mede-
llÍn existían 4 puentes que cruzaban el río del centro a occi-
dente. La tradicional quebrada Santa Elena contaba con 14

Una ciudad entre montañas 61


puentes que permitían un mayor flujo entre el centro y el
sudeste.

El único medio de transporte masivo del que se disponía


(y que se había instaurado desde fines de siglo XIX) era un
tranvía tirado por mulas.

Las dificultades para la comunicación se subsanaron en


parte con la instalación de las primeras líneas del tranvía en
1919 que interconectaba el centro de la ciudad con barrios de
sectores medios y bajos, como Buenos Aires, Robledo, Belén' .

La existencia de este nuevo medio de transporte colec-


tivo le posibilitaba a las gentes del pueblo no sólo una mejor
rMerencia de la ciudad sino que "(las líneas del tranvía) atra-
vesaban el centro de la ciudad y muchos barrios, proporcio-
naban un ambiente cerrado donde gentes de todas las profe-
siones y las clases se mezclaban y se podían ver de cerca así
fuera por unos cuantos minutos al día,,2 .

Un antiguo tranviario recordaba el recorrido del tranvía,


así como su nunca justificada desaparición:

Principiemos por Robledo, seguía la América, Belén, Envigado,


Buenos Aires, Suere, Manrique y Aranjuez; y había una de bu-
ses eléctricos que ya eso era con llantas, eran carros pa 'los An.
geles, o sea allá cerquita de la clínica del Rosario, aquí en la par-
te de abajo porque hasta allá no podía subir el carro, no tenía
fuerza, esas eran las líneas. Principiaron quitando a Robledo,
siguieron con la América, con Belén, después el Poblado, Envi.
gado, porque primero está Envigado, después la de Envigado la
recortaron hasta el Poblado y ya cuando se terminó quitaron
fue el Poblado, pues porque ya Envigado se había terminado; des.
pués Buenos Aires, siguió Sucre, siguió Manrique y terminaron
con Aranjuez; en septiembre del cincuenta y uno se terminó todo
el tranvía.

1 Las dificultades de transporte se sentían aún en los años 20 como


se desprende del diario de don Jorge Echavarría recopilado por
Anita Gómez, Medell(n en los años locos. Medellín: Ed. Universi-
dad Bolivariana, 1985, pp. 28.29.

2 PAYNE, Constantine Alexandre, "Crecimiento y cambio social en


Medellín, 1900-1930" en Estudios Sociales (FAES), No. 1, 1986,
p. 184.

62 Mauricio Archila Neira


P. ¿Y por qué acabaron con el tranvía'?

R. Que porque hacía mucha bulla, que porque estaba muy desba-
ratado, que hacía mucha bulla por las calles, pero no se sabe has-
ta qué motivo llegó, qué contrato haría con los americanos, qué
plata le darían pa'que ellos acabaran con el tranvía, el tranvía era
un vehículo que no era pa'acabarlo nadie, eso podía durar cien
años y no se reventaba un troque de esos.
(José Fernando Valencia)

En los tiempos en que existió, el tranvía disfrutó de gran


acogida entre los sectores populares por sus módicos precios
-especialmente para obreros y estudiantes quienes tenían un
descuento en las tarifas-, y por la novedad que para la región
significaba tan singular medio de transporte. Tanto así es que
muchos campesinos paisas lo primero que hacían al llegar a la
ciudad era tomar un recorrido del tranvía para sentir de cerca
la modernización que él simbolizaba.
El Medellín de comienzos de siglo era un pueblo grande
en donde no se apreciaban contrastes muy marcados con lo
que podría ser el ambiente de las provincias. En general, las
costumbres de la población eran bastante conservadoras; en
ello tenían una gran incidencia la Iglesia y la mentalidad de la
elite' .

Medellín era una ciudad mucho más encerrada que Bo-


gotá no sólo por su topografía -un valle rodeado de monta-
ñas- sino también por las escasas vías de comunicación con
el exterior. En los comienzos de siglo Medellín sólo se comu-
nicaba por carretera con las poblaciones de Barbosa, Caldas
y Envigado; el resto por caminos de herradura. El acceso a
los puertos fluviales era muy difícil. Valga recordar cómo la
primera maquinaria textil que le llegó a la ciudad en 1904
tuvo que ser transportada a lomo de mula desde Caracolí
y luego tuvo que ser rehecha en los talleres de Robledo' .
3 ORTIZ, Rafael, Estampas del Medellin antiguo. Medellín: Ed.
p.74.

4 VILLEGAS, Hernán Daría, "Facetas sociales en la formación del


proletariado antioqueño", Tesis de Grado, Medellín: Universidad
de Antioquia, 1988, p. 24.

Una ciudad entre montañas 63


La situación de aislamiento geográfico sufrió importan-
tes transformaciones, a partir de los años 20, con la construc-
ción de la carretera al mar, la conclusión de la vía férrea hacia
Puerto BerrÍo y la construcción de un aeropuerto, en 1931.
En .]0 que respecta a la mentalidad los cambios fueron mu-
cho más lentos.

Los pueblos cercanos a Medellín, reprodujeron en pe-


queña escala el am biente de la capital antioqueña.

1. El crecimiento urbano

Antes de los años 20, la tarea de planificar la ciudad y


resolver los problemas más urgentes de servicios públicos es-
taba en manos de un representativo núcleo de la elite de Me-
dellín: "... Hasta 1890, los particulares tuvieron a su cargo,
entre otros, el acueducto, el tranvía de mulas, la Sociedad de
San Vicente de Paúl, el hospital San Juan de Dios y compar-
tían con el Estado la administración del manicomio departa-
mental; mientras que las comunidades religiosas atendían el
asilo de ancianos y la educación privada en los colegios de la
Presentación, San Ingnacio de Loyola y San Josés. Para 1899,
se constituye una entidad que tendrá una decisiva influencia
en la transformación urbanística de Medellín: la Sociedad de
Mejoras Públicas, que fue una entidad privada sin ánimo de
lucro.

De todas las realizaciones de esta institución se destaca-


ron las siguientes: el alcantarillado y acueducto; la energía
eléctrica, y otros servicios públicos como correo, teléfonos y
aun diversión masiva. A fines de siglo las gentes se proveían
del agua recogiéndola en vasijas instaladas en pilas públicas
distribuidas en diferentes lugares de la ciudad. En 1911 se ini-
ció el trazado del acueducto para garantizar la distribución
del agua a las residencias. Para 1925 ya la ciudad podía con-
tar con servicio de agua potable.

5 TORO, Constanza, "MedeIlÍn: Desarrollo Urbano, 1880-1950" en


Jorge O. Mela (coordinador), Historia de Antioquia, Medellín:
Ed. Presencia, 1988, p. 299.

64 Mauricio Archila Neira


En 1895 se construyó la Compañía de Instalaciones Eléc-
tricas que logró, tres años más tarde, que la ciudad contara
con un sistema de alumbrado eléctrico.

Pero fueron los intereses de los industriales, más que los


del bien común, los que se impusieron. Para 19081a Compa-
ñía Coltejer tenía el control de la mitad de la Junta Directiva
de la Compañía de Mejoras y había logrado algunos privile-
gios (rebaja en las tarifas) a su favor, aurque absorbía casi
la mitad de la energía y el servicio que se prestaba a las gentes
fuera de mala calidad. Precisamente esta situación fue la que
generó la protesta popular de 1918 en la cual no füe casual
la pedrea a la casa de los Echavarría.

El otro problema era que el sistema de energía que se te-


nía no alcanzaba a satisfacer las crecientes demandas de la in-
dustria y de la población. Fue así como aprovechando las
ventajas que ofrecía el valle de Aburrá por las caídas de agua,
se instaló el sistema de energía hidráulica. Para mediados de
los años 20 se diseñó y se empezó a construir el proyecto de
Guadalupe que entró en funcionamiento en los años 30. Ade-
más es importante destacar cómo en las dos primeras décadas
de este siglo, y gracias a la iniciativa privada, los habitantes de
MedellÍn contaban con correo urbano, servicio telefónico
y sitios para la diversión pública.

El más famoso de dichos sitios de diversión, organizado


en parte pOr iniciativa privada, fue el Bosque de la Indepen-
dencia. Este era el espacio público que mayores posibilidades
podía brindar para la diversión popular pero a él "sólo po-
dían asistir las gentes pobres a determinadas horas del día
(por las tardes) para que no se mezclaran con la clase alta que
asistía en las horas de la mañana".

El lugar de representaciones artísticas más popular era el


Circo España constituido desde 1985; "allí se podían ver to-
ros, boxeos, variedades y cine, hasta su demolición en el año
1936"6.

6 LONDOÑO, Patricia, "Vida cotidiana en el siglo XIX" en Jorge


O. Melo, op. cit. pp. 249-250.

Una ciudad entre montañas 65


Eso se llenaba, yeso eran dos categorías, sombra y sol, los de som-
bra y sol, los de sombra a diez centavos veían al derecho el cine y
los pobres, así como nosotros, la leyenda al revés, teníamos que
aprender a leer al revés de corrido, aquí ellos así ya nosotros nos
quedaba al contrario, así, teníamos que saber leer pa'poderse dar
uno cuenta de la película como iba.
(José Fernando Valencia)

Sólo a partir de los años 20, con la creación de las Em-


presas Públicas Municipales -que agrupaban los servicios del
matadero, mercado público, energía, alcantarillado, acue-
ducto, y teléfono-, se empezó a observar una real coordina-
ción y eficiencia en los servicios.

La Sociedad de Mejoras Públicas, desde la primera déca-


da de este siglo se interesa por un plan de remodelamiento de
la ciudad. Para ello promueve el concurso "el plano de Mede-
llín del futuro". La obra ganadora se adoptó como la nueva
guía para el desarrollo urbanístico de la ciudad. De manera
simultánea se promueve el trazado y pavimentación de las ca-
lles. En 1919 se crea la Empresa de tranvías eléctricos; para el
año siguiente entra en servicio la primera línea de transporte
hacia la América, luego se continuó con las líneas que iban
hacia El Bosque, Aranjuez, Manrique, Sucre y Robledo. To-
das las rutas tenían como punto de confluencia a Guayaquil
y el centro en donde se ubicaban las industrias y talleres.

Una incidencia fundamental en la expansión de la ciu-


dad fue el monopolio de un puñado de comerciantes sobre
los planes de urbanización. Estos sólo después de la década
del 30 compartieron la construcción de urbanizaciones con
entidades estatales como el Banco Central Hipotecario.

En forma resumida se puede señalar que la ocupación


del territorio fue así:

1874-1910: Villa Nueva, Buenos Aires, Bastan, Salva-


dor, Guayaquil.

1910-1930: Nordeste: Los Angeles, Mojac, Berlín,


Aranjuez, Manrique, Pérez Triana, Sevilla, Campo Valdés, La

66 Mauricio Arehila Neira


Ladera, Prado, Miranda, Miraflores, Sucre, La Piñuela. Sur:
Colón, La Asomadera, Los Libertadores. Occidente: desarro-
llos en Belén, la América y Robledo.

1930-1950: Nordeste: Santa Cruz, Germania, La Fran-


cia, Villa, Guadalupe, Moscú, La Rosa, San José de la Cima,
Villa Tina.

2. Barrios 'obreros'

Para 1905 la población de la ciudad era de 58.815 habi-


tantes, y para 1918 tenía ya 79.146. En 1938 había superado
los 100.000 habitantes, 168.266, Yen el 51 se había doblado
la cifra a 358.189. En el último censo, el de 1985, Medellín
tenía 1'418.554 habitantes'. Si en los primeros decenios el
crecimiento poblacional fue menor que el área construida
-parecido a lo que sucedió en Bogotá-, desde mediados del
siglo la situación será totalmente inversa. En cuanto a la dis-
tribución de la población económicamente activa por activi-
dades, los censos de los primeros años mostraban, de forma
equívoca, un predominio aparente del llamado 'servicio do-
méstico " seguido de trabajadores agrícolas y del comercio.

Antes de entrar a considerar las viviendas 'obreras' con-


viene mencionar algunas estadísticas sobre hogares de los tra-
bajadores. Según la Contraloría General de la República, para
los años 30, los hogares 'obreros' en MedellÍn tenían más in-
tegrantes que en otras ciudades del país. Si en Bogotá el ho-
gar promedio era de 5.2 personas (una de ellas un allegado),
en Medellín el promedio fue de 6.6 (1.04 un allegado). En
Medellín cada familia obrera tenía, para el mismo decenio,
6.4 hijos en promedio, mientras en Bogotá sólo 2.3' .

Para la construcción de sus residencias, las clases altas se


fueron apropiando de la zona céntrica de la ciudad (Villa
Nueva, Miraflores, Prado, Quebrada del Medio, La Playa). Se

7 RUEDA, José Olinto, op, cit., p. 388.

8 Anales de Economz'a y Estad{stica. tomo 1, No. 1,1938 y tomo 3,


suplemento No. 6, 1940.

Una ciudad entre montañas 67


trataba de casas amplias y confortables; algunas de ellas se hi-
cieron muy famosas porque eran verdaderos palacios construi-
dos con arenas del desierto (por ejemplo, el Palacio Egipcio
de Prado), o decorados con mármoles, vitrales y cisnes impor-
tados, como el Palacio de Coroliano Amador.

Las familias de clase media poblaron algunas zonas del


centro y la periferia a las cuales llegaban los servicios de agua,
energía y tranvía, como los sectores centrales de la América,
Belén y el Poblado. "Los propietarios mineros y agrícolas,
dueños de talleres y negocios, empleados y profesionales se
concentraron en la parte baja de la quebrada Santa Elena y en
el camellón del convento".

Los más pobres 'obreros' (según la terminología de la


época) quedaron relegados a las laderas de las montañas, don-
de no llegaban servicios de agua, luz ni transporte. La invasión
de lotes para construcción de viviendas se dio de una manera
muy temprana en Medellín: "En las fracciones de Belén, la
América y el Poblado se complementaron 8 notificaciones
clandestinas en 1910, haciendo entre otros, los barrios de
Aguas Frías, el Salado, el Socorro y Betania"9 .

La "Quebrada Arriba" ubicada en el centro del casco ur-


bano y habitado por artesanos fue el primer barrio popular de
Medellín.

En la seguida década de este siglo, surgieron otros ba-


rrios populares:

Santa Ana, Sucre, Villa Hermosa, La Ladera ('Mojac'),


Manrique, Pérez Triana ('La Polka'), Camilo Valdés, Aranjuez
y Berlín.

Hacia el sur, en la ladera oriental, separado por Buenos


Aires estaban los barrios Gerona, El Salvador, La Asomadora
y Colón (este último muy próximo a Guayaquil). Con respec-
to al barrio Gerona, habría que destacar que parece haber si-
do una fortaleza de los círculos socialistas de entonces.

9 VILLEGAS, Hernán D., p. 44.

68 Mauricio Archila Neira


A estas alturas es conveniente preguntarse cómo eran las
viviendas llamadas en la época 'obreras'.

En la prensa conservadora como la Defensa se puede


apreciar ese sentimiento de conmiseración hacia los pobres
por las dificultades que tenían para conseguir viviendas de-
centes y el afán moralizador:

No son extrañas las viviendas trogloditas que hieren la


mente con el recuerdo del hombre primitivo y es muy fre-
cuente el hacinamiento de varias familias en una habitación.
Ambas prácticas son del todo antihigiénicas pero la 2a lo es
tanto para el cuerpo como para el alma; en realidad, ella es
manifestación en escala menor de los tenement houses ameri-
canos, esto es, enormes edificios en cuyos innumerables com-
partimientos vive una masa confusa de familias obreras, donde
la moralidad y la salubridad quedan proscritas!O .

Este diagnóstico se hacía con el propósito de que las au-


toridades municipales siguieran el ejemplo de aquellas compa-
ñías anónimas europeas que habían construido confortables
viviendas en los alrededores de las ciudades!! .

Ahora bien, la (:onstrucción de viviendas para los obre-


ros estuvo enmarcada en una polémica entre liberales y con-
servadores en el Concejo Municipal, para ver a cuál partido se
le atribuía el mérito del levantamiento de sus cuantas casas
en el barrio Manrique. Por la ya citada ley de 1918, los Muni-
cipios debían disponer de un porcentaje de presupuesto para
la construcción de viviendas higiénicas para las gentes de ba-
jos recursos. Sin embargo, en Medellín la pugna politiquera
obstaculizó tal disposición. De esta forma el panorama de los
años 30, en cuanto a vivienda municipal, era similar al descri-
to en los años 20 por la prensa, socialista local:

Una casita sin higiene, sin agua ni luz, sin solar, con dos
o tres piezas estrechas y húmedas y en los más apartados y
pestilentes lugares de la capital, vale 25 ó 30 pesos, suma es-

10 Artículo de José L. López en el número del 10 de marzo de 1920.

11 La Defensa 19 de marzo de 1920.

Una ciudad entre montañas 69


candalosa e imposible de ser pagada, por un padre de familia
que gana 30 ó40 pesos mensuales. Y más imposible de ser
pagada para el obrero que gana menos de un peso diario!'.

Según estadísticas de la Contraloría, en Medellín para


1938, el 60.7% de las familias obreras vivía en casas arren-
dadas. Más grave aún, con el tamaño de las familias que rese-
ñábamos, un 23% vivía en casas de una sola pieza (propias o
arrendadas), y un 38% en casas de dos piezas. Tal hacinamien-
to y situación de miseria, que contrastaba con la politique-
ría del Concejo Municipal, preocupó a los empresarios quie-
nes prescindiendo del apoyo oficial, decidieron construir
conjuntos de viviendas para sus trabajadores.

Los primeros empresarios que le dieron alguna solución


al problema de la vivienda de sus propios trabajadores fueron
los de la fábrica de tejidos de Bello, Fabricato y la Compañía
de Tejidos de Rosellón.

Importante el comentario que se hacía en el periódico


El Luchador, sobre el tipo de vivienda que don Emilio Restre-
po Callejas les facilitaba a las obreras (lo que muestra los lími.
tes del paternalismo de los primeros empresarios): "Las habi.
taciones que la empresa alquila a las obreras, son unas verda-
deras covachas húmedas, oscuras, sin enladrillar, y demasiado
estrechas, para el número de personas que en ellas habitan;
desdicen mucho de los dueños de una fábrica que cuenta por
millonadas sus utilidades"13.

En las entrevistas a antiguos trabajadores de las industrias


textileras se reconoce la importancia de estas empresas, espe.
cialmente Fabricato, en la construcción del llamado barrio
Obrero del municipio de Bello. Fabricato contribuyó con la
infraestructura del barrio, muchas viviendas y con la capilla.

En un principio las viviendas eran alquiladas, luego se


fueron vendiendo. En las entrevistas que se hicieron con obre-
ros de Coltejer se expresa un reconocimiento a la empresa por

12 El Luchador, 26 de octubre de 1920.

13 El Luchador, 3 de junio de 1919.

70 Mauricio Archila Neira


la ayuda que se les brindó para la construcción o adquisición
de vivienda propia. Para la década del 40, Fernando Gómez
destaca la labor de las visitadoras sociales de Coltejer que se
interesaban por la solución de los problemas de vivienda de
los trabajadores.

De la Compañía de Tejidos Rosellón, empresa que fue


comprada por Coltejer en 1942, se sabe que en los alrededo-
res de la fábrica había casas para el personal directivo y para
el alojamiento de un buen número de obreros.

Sobre el barrio de SEDECO, empresa también comprada


por Coltejer en 1944, contamos con un testimonio directo
que narra la eficiencia de la administración en dicho barrio y
el ambiente acogedor que allí se respiraba:

P. ¡Ah!, ¿La empresa nunca entregaba eso en propiedad?

R. No en propiedad no, le cobraba un arriendo. Cuando yo entré


allá yo pagaba once pesos de arriendo, cuando salí estaba pagando
como dieciséis pesos. Eso tenía una administración propia, pues
la compañía tenía una administración, manteniendo el barrio, eso
mantenía trabajadores allá y uno llegaba y veía cualquier cosita
en la casa y le decía al encargado, al trabajador, 'vea hombre esta
cosa allí'; ahí mismo mandaban los trabajadores. Cada que la casa
necesitaba pintura, le mandaban los trabajadores pa'que la pinta.
tan, cualquier daño que hubiera se lo arreglaban.

P. ¿Yen el barrio había como mucha vida no?

R. Muy buena vida, un ambiente tremendamente muy bueno, so-


bre todo ...

P. ¿Ustedes tenían alguna organización en el barrio o qué? ¿O


eran ... ?

R. Había muchas reuniones porque las señoritas esas visitadoras


sociales se mantenían haciendo reuniones constantemente a los
habitantes de ahí, unas veces iban a la casa de uno, otras veces lo
invitaban a un salón por allá a unas reuniones, muy bueno.

P. ¿Ustedes hacían fiestas?

R. Ah, sí y entonces ...

Una ciudad entre montañas 71


P. ¿Pero fiestas entre ustedes, fiestas de vecinos?

R. Fiestas de vecinos, sí porque por ejemplo en un diciembre se


invitaban, todos amigos, se invitaban fuera en la casa mía o en la
casa de otro, una reunión bien buena ofreCÍamos con música,
también había traguito o una comida, cualquier cosa que fuera.
O pa'hablar de problemas del barrio.
(Luis E. Bolívar)

Este barrio, como muchos construidos por las empresas,


perdió su carácter al adjudicarse en propiedad las viviendas.
Al elevarse los costos de mantenimiento e infraestructura de
esos barrios, las nuevas generaciones de empresarios, distantes
del paternalismo de sus antecesores, decidieron acabarlos,
pues, además, fueron muchas veces la retaguardia de la pro-
testa laboral y su mantenimiento se haCÍa aún más injustifica-
do para los nuevos patrones.

3. Actividades económicas

Para comienzos de siglo, la ciudad de Medellín ya se ha-


bía consolidado como el principal centro económico, social y
político de la regi6n cafetera de occidente. Al fin había logra-
do el predominio sobre las provincias de Santa Fe de Antio-
quia y Rionegro.

El auge económico se debió primero, a la actividad ex-


portadora cafetera y, luego, al proceso de industrialización.
Medellín era la ciudad comercial por excelencia. " ... Era el
centro que proveía de mercanCÍas importadas a casi todo el
resto de Antioquia y esto le daba un movimiento constante
de comerciantes de las poblaciones que venían a abastecerse
a la ciudad"14.

En la zona céntrica se fue construyendo un espacio o


"eje comercial", alrededor de la calle Carabobo que confluía
en Guayaquil. .

14 ZULETA, Luis A. "El comercio en el siglo XX", en Jorge O. Me-


lo, op. cit., p. 230.

72 Mauricio Archila Neira


"A lo largo de la calle Carabobo, (principalmente en tres
puntos claves: la plaza de mercado, el Palacio Nacional y la es-
tación del ferrocarril) se fueron instalando los primeros alma-
cenes de artículos importados y se fueron amontonando ven-
dedores de fruta, granos, legumbres y grandes compradores.
Después llegaron las flotas de camiones, las cantinas y las ca-
charrerías, y detrás de ellas, los bulteadores, los fogoneros,
malambristas, sastres, las prostitutas y los ladrones"IS •

Desde el año 1894 funcionaba aquí la plaza de mercado.


En la primera década del siglo, el principal urbanizador de
Guayaquil, Carlos Coroliano Amador encargó la construcción
de dos famosos edificios de apartamentos 'Carre' y 'Vásquez'.
y a partir de 1914 llegó allí la primera línea del ferrocarril
(Puerto Berrío- MedeIlín). Así Guayaquil se fue colmando
de ferreterías, prenderías, cantinas, inquilinato s, que satisfi-
cieron las demandas de las gentes del pueblo.

De esta manera Guayaquil adquirió el ambiente de un


puerto (Hun puerto seco") que contrastaba enormemente con
el am biente que predominaba en el resto de la ciudad. Con ra-
zón el cronista Alberto Upegui afirmó que Guayaquil era co-
como una ciudad dentro de otra. C. Alexander Payne capta
bien la importancia que este lugar tenía desde el punto de vis-
ta cultural cuando afirma: "Guayaquil era y es una mezcla
maravillosa de individuos, un mundo libre de las tradiciones y
las inhibiciones del Medellín histórico. Fue el resumen del
primer intento de una sociedad abierta y permisiva que la so-
ciedad de Medellín haya visto. Si la clase alta conservadora
estaba manteniendo en este período su postura tradicional al
tiempo que ampliaba el rango de sus actividades (clubes, de-
portes, modas) las clases bajas estaban encontrando sus pro-
pias actividades y expresiones en los nuevos barrios de tra-
bajadores y en especial de Guayaquil".

En general para artesanos, ferroviarios y trabajadores del


Municipio, y unos pocos obreros manufactureros, Guayaquil
no fue el sitio de perdición y delincuencia que predicaba la

15 ORREGO, María E. y otras, "Guayaquil, historia del más tradi-


cional sector popular de Medellín. Tesis de Grado, Medellín: Uni-
versidad Autónoma, 1986. p. 20 a 189.

Una ciudad entre montañas 73


elite, sino un lugar acogedor y seguro. En 1921 y 1922 dos
incendios arrasaron buena parte de las manzanas lo que obli-
gó a su reconstrucción. Hacia la década de los 40 se diseñó
un plan piloto para la ciudad (acogiendo las conclusiones del
Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) que afectó
su funcionamiento, pues, se recomendó la construcción de
plazas satélites. Esta opción también fue respaldada por un
poderoso sector de comerciantes y de las autoridades muni-
cipales que temían que Guayaquil se "tragara" el resto de la
ciudad. La construcción de las plazas se empezó en los años
60, y a desmantelar a Guayaquil.
Desde finales del siglo XIX se habían dado los primeros
intentos de producción semifabril con la Cervecería Antio-
queña, Cervecería Tamayo, la Cidra Holandesa.

La primera década del siglo XX fue el punto de arranque


del desarrollo industrial, con la fundación de empresas texti-
les, de gaseosas y cervezas, en razón del consumo regional y
del apoyo oficial.
La Compañía de Gaseosas Posada Tobón, fundada en
1904, prefería no producir en grandes cantidades para ofre-
cer siempre una bebida fresca. Contaba con un depósito, un
laboratorio y un enorme salón con "pocas y bien cuidadas
máquinas para la incorporación de los jarabes, agua y gas. Un
amplio lavadero para botellas, con agua limpia para el primer
aseo yagua esterilizada para el último"16 .

En lo que se refiere a la producción de cerveza, se le dio


continuidad a los esfuerzos de fines de siglo, con la fundación
de la Cervecería Antioqueña en 1901 (localizada en ltagüí).

Rápidamente la compañía se quebró sin baber logrado


producir la cerveza. Parece que se debió a la compra de una
cuantiosa maquinaria para una producción tres veces superior
a la posibilidad de consumo. A partir de 1905 se reorganizó y
adoptó el nombre de Cervecería Antioqueña Consolidada.

En el año 1902 se creó la Compañía Antioqueña de Teji-


dos pero también entró rápidamente en crisis: "La inexpe-
16 Ret'isia Sábado, 11 de marzo de 1922.

74 Mauricio Archila Neira


riencía de los empresarios, las elevadas y frecuentes alzas del
tipo de cambio, dieron al traste con el capital inicial, cuando
no se había terminado de construir el edificio y la maquina-
ria no había sido despachada ,,17 . Los empresarios no se die'-
ron por vencidos y fundaron la Compañía de Tejidos Mede-
llín, conocida popularmente como la "fábrica de arriba". Se
localizó en el municipio de Bello para aprovechar la caída de
agua de la tradicional quebrada la García, pues la energía de
la fábrica funcionaba con la rueda Pelton. Esta fue la primera
empresa textil del país. Posteriormente decayó y fue absorbi-
da por Fabricato. En 1907 se constituyó la empresa Com:
pañía Colombiana de Tejido's, Coltejer. Se estableció inicial-
mente en una zona céntrica de la ciudad, el barrio la "Quebra-
da Arriba". Como lo habíamos señalado, la empresa se apro-
vechó enormemente de la fuerza eléctrica suministrada por el
Municipio.

Otra fábrica que también logró ubicarse en un lugar cén.


trico fue la de fósforos y velas O1ano, en el sector popular del
Llano, al norte de la ciudad.

La ubicación de las dos fábricas mencionadas en lugares


céntricos fue algo poco común. La tendencia de las empresas
textiles, fue su ubicación en poblaciones cercanas a la ciudad
con fuentes de agua y después, como señala Ospina Vásquez,
"por ciertas ventajas en la obtención de mano de obra"18 .

Para la segunda década del presente siglo, se multiplica-


ron los intentos de creación de nuevas empresas textiles como
Tejidos Rosellón en 1914. Podría afirmarse que en su mayo-
ría eran fábricas pequeñas en cuyos procesos productivos se
combinaba el trabajo con el telar eléctrico y manual. En 1920
se funda la empresa más importante -Fabricato- con la par-
ticipación de tres de las más grandes empresas comerciales del
momento: L. Mejía y Compañía, Miguel Navarro y Compañía,
y E. Echavarria. Al igual que otras textileras se instaló en Be-
llo, a orillas de la quebrada El Hato y muy próxima al sitio
17 MONTENEGRO, Santiago, "Breve historia de las principales em-
presas textil eras" en Revista Universidad Nacional, Medellfn,
1982: No. 12, p. 52.

18 OSPINA, Luis V., op. cit., p. 374.

Una ciudad entre montañas 75


en donde estaba la estación del ferrocarril, de tal manera, que
sus rieles podían entrar hasta la misma fábrica, dándoles ven-
tajas respecto a las demás competidoras de la época.

En la primera década las nuevas empresas se expandie-


ron hacia otros renglones de la producción de bienes de con-
sumo como: tabaco, ganetas, calzado y chocolate.

En 1919 un grupo de la pujante elite empresarial antio-


queña creó la Compañía Colombiana de Tabaco. De una for-
ma aún más acelerada que en el sector textil, Coltabaco asu-
mió las características de un monopolio, hasta el punto de
que se podían confundir en una sola la historia y la situación
del sector productor de cigarrillos y la de Coltabaco 19 •

En la rama de calzado se funda la Compañía Indus-


trial con 60 trabajadores. La fundación de la fábrica de gane-
tas y confites Noel, fue toda una novedad: "Por allá hasta
1916 no conocía Colombia una producción industrial de ga-
lletas y confites ni cosa que se le pareciera. Las gruesas ga-
lletas de las panaderías, cuyo consumo tiene que ser inmedia-
to, llenaban los mercados locales. En Medellín existía una di-
minuta fábrica de confites que producía dos o tres tipos pero
también para consumo estrictamente local. Todo en galletería
y confitería era estrictamente importado,,20. Con la fábrica
Noel se inició un nuevo
estilo de consumo de artículos pro-
ducidos en la misma región y que fue ganando una gran aco-
gida. Los artículos con que se inició la producción fueron
las galletas Sultanas, Suizas, y las "María"; confites "anís
seda" y "caramelo de leche".

El ritmo de crecimiento que se venía dando en las indus-


trias no se logró sostener; para los años 20 sólo se fundaron
9 empresas. Las únicas que lograron consolidarse fueron Ta-
lleres Apolo (sector metalmecánico) y la Compañía Nacional
de Chocolates. La existencia de Vidriera Caldas muestra la di-
versificación de la inversión.

19 BERNAL, Jorge y JARAMILLO. Ana M' Sudor y tabaco, Bogo.


l

tá: Ed. SINTRACOLTABACO, 1988, pp. 30-31.

20 GOMEZ, Fernando, p. 129.

76 Mauricio Archila Neira


En esta década no se introdujeron cambios significati-
vos en la capacidad de las empresas ya instaladas o en la diver-
sificación de la producción, para poder hacerlo se empezaron
a crear las Sociedades Anónimas, a partir de 1925. La Compa-
ñía Nacional de Chocolates fue, por ejemplo, una de las que
empezó a operar con esta modalidad.

Para la década del 30 se produce una reactivación en el


desarrollo industrial; se crean nuevas empresas principalmente
en el sector textil: Pepalfa e Indulana, en 1933; Paños Vicu-
ña, en el 35; y Sedeco en el 37. Las pequeñas factorías pudie-
ron subsistir al lado de las grandes empresas textiles, gracias
a los nuevos planes de inversión que realizaron cambios tecno-
gicos y lograron consolidarse hasta que se dio el proceso de
concentración a fines de la década: Fabricato compró en
1939 la Fábrica de Bello y en el 42 a Paños Santa Fe; en el
mismo 42 Coltejer compró a Rosellón y en el 44 a Sedeco.

Otro hecho bien destacado en esta década y también


decisivo para la consolidación de la industria textil, fue la
creación de la Compañía Algodonera Colombiana, encargada
de la compra y distribución de los algodones en el país.

Se produjeron cambios importantes en la producción


de bebidas. La fusión de la Cervecería Antioqueña Consolida-
da y la Cervecería Libertad, constituyó la Cervecería Unión.
Los nuevos empresarios tradujeron cambios tecnológicos co-
mo la modernización de todo el equipo industrial, que permi-
tió una mayor calidad y cantidad en la producción.

A finales de los 30 se desarrolla la industria del caucho,


que en Antioquia cuenta con Gmlla como un buen exponen-
te. En el sector metal mecánico hay otro avance significativo
con la creación de Imusa en el 34 y de la Siderúrgica de Me-
dellín, en 1939 (con el apoyo del recientemente creado IFI).
También se hace realidad en esta década y, después de varias
tentativas frustradas la creación de la fábrica de cemento
Argos. En los 40 surgiría también Cementos Nare. De esta
manera, el panorama de la industria en Antioquia había lle-
gado a un momento de consolidación y de proyección nacio-
nal, para comienzos de los años 40.

Una ciudad entre montañas 77


La asociación de capitales extranjeros, para ese decenio,
influyó en la dinámica del crecimiento industrial, hasta hoy.
" ... fue este el gran momento en que se vieron los membretes
de firmas extranjeras y el personal de las industrias nacionales
pronunciaba con cierto esnobismo la palabra 'Corporation' "21.
Así empresas textiles como Fabricato lograron una mayor
consolidación y pudieron crear otras empresas como Pantex.
Este fenómeno no se hizo incompatible con el de la Sociedad
Anónima, que tendrá una proyección importante hacia los
años 50.

En los años 40 se crearon otras empresas que contribu-


yeron a la diversificación de la producción de la región como
fue el caso de Cartones Colombia, Pintuco, Sonolux, Sulfá-
cidos y Haceu.

Por último conviene llamar la atención sobre el origen


de la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) ellI de sep-
tiembre de 1944 precisamente en la ciudad de Medellín. Esto
y el hecho de que la mayoría de sus directivas fueran antio-
queñas, respondió al liderazgo que por mucho tiempo tuvo la
industria manufacturera antioqueña a nivel nacional.

Este era, pues, el panorama económico y el espacio geo-


gráfico en donde surgió la clase obrera antioqueña.

21 RESTREPO, Manuel, "Historia de la industria antioqueña" en


Jorge O. Mela, op. cit., p. 197 a 204.

78 Mauricio Archila Neira


Capítulo Tercero

LA IMAGEN DEL OBRERO

No estamos de acuerdo con la amplitud que se le ha


querido dar a la palabra 'obrerismo', pues ha permiti-
do la introducción de 'politicastros' en las sociedades
obreras. Los políticos no tienen nada qué hacer en las
sociedades obreras pues éstas son para el mejoramien-
to económico de los gremios y no para hacer políti-
ca, .. Es preciso que nuestra emancipación nazca de
nosotros mismos.

(Editorial del periódico El Partido Obrero,


22 de abril de 1916)

En la primera década del siglo la palabra 'obrero' se hizo


común en Colom bia. En sentido tradicional se refería a los
trabajadores manuales que devengaban un salario, (al dueño
de los talleres se le identificaba como 'industrial '), con el tiem-
po este término cobijó también a todos los sectores sociales
de bajos ingresos, es decir a los 'pobres' en sentido genérico.
A partir de esta identificación, y de la forma como los mis-
mos trabajadores la aceptaron o no, se fueron cristalizando
los proyectos de dominación y de resistencia a nivel regional
y nacional. El acercamiento a dicho proceso es lo que nos
ocupará en este capítulo.

La imagen del obrero 79


Antes de iniciar esta incursión histórica conviene preci-
sar las categorías que utilizamos. Por una parte nos parece
pertinente la discusión que Charles Bergquist adelanta sobre
el concepto de trabajadores. El insiste en la necesidad de su-
perar prejuicios de corte liberal e incluir en ella a los trabaja-
dores rurales sin excepción 1 • Teniendo presente la necesidad
de ampliar el concepto, incluyendo a los trabajadores que aún
conservan propiedad sobre algunos medios de producción, no
consideramos que la inclusión en general del campesinado, con-
tribuya a precisar categorías, cuya finalidad última es servir
de elementos explicativos. Es necesario agrupar trabajadores
que más o menos tengan una situación similar en el proceso
productivo, (así conserven alguna propiedad), para hacer ex-
plicativas las categorías. Cuando hablamos de obreros inclui-
mos sólo a aquellos trabajadores manuales directamente pro-
ductivos, en la ciudad o en el campo, que dependen básica-
mente del salario para su reproducción. En este sentido no
todo trabajador es obrero (no lo es el campesino típico o el
dueño de talleres artesanales), ni tampoco lo es todo asalaria-
do (los empleados y mandos medios escaparían a esta caracte-
rización). En nuestra definición de obreros, caben desde asa-
lariados de sectores tradicionales (artesanía o agricultura),
hasta trabajadores de modernos sectores como el transporte
o la industria manufacturera.

Por otra parte, aunque privilegiamos la dimensión pro-


ductiva en nuestra definición de clase, somos conscientes
que el obrero se construye tam bién en otras esferas de la vi-
da diaria como: el consumo, el lugar de vivienda, la forma de
utilización del tiempo libre y su espacio, las expresiones cul-
turales y políticas. Por paradójico que parezca, lo que en este
escrito nos interesa no es el debate presente sobre el concep-
to de obrero, sino su génesis histórica. Para ello nos apoya-
mos en los testimonios de protagonistas de la historia obrera
en Bogotá y Medellín. Al optar por la reconstrucción de la
memoria histórica de conglomerados obreros de dos ciudades,
excluimos en la práctica a los trabajadores rurales asalariados,

1 BERGQUIST, Charles, Los trabajadores en la historia latinoameri-


cana, Bogotá, Siglo XXI Editores, 1988, especialmente el capítulo
primero.

80 Mauricio Archila Neira


que aunque caben en nuestra definición, tuvieron otro espa-
cio de formación.

1. Origen de los obreros de las dos ciudades

Los Anuarios Estadísticos de Medellín de los años 10


parecen indicar que más del 50% de las primeras genera-
ciones de obreros y obreras de la industria manufacturera,
principalmente textil, procedían del área metropolitana de
Medellín (incluyendo municipios como Bello, Envigado e
Itagüí). Para Bogotá desafortunadamente no contamos con
ese tipo de información estadística para estos años. A par-
tir de la información de Medellín es difícil generalizar inclu-
so para el conjunto obrero de la misma ciudad. Ni en Bogo-
tá ni en Medellín podría hablarse de un origen 'urbano' de
la mano de obra2. Las 'ciudades' como ya se decía en los
capítulos anteriores, eran para comienzos de siglo más pro-
piamente aldeas grandes (bastante ruralizadas), que conglo-
merados urbanos en el sentido moderno. Decir que los obre-
ros o las obreras nacieron en Bello, Envigado, Zipaquirá o
en las mismas Medellín y Bogotá, no equivale a decir que
tenían un origen urbano propiamente dicho. Además los
Anuarios de Estadística ya mencionados se refieren a un
grupo obrero su; géneris como fue el textilero, que por ello
no tipifica a la naciente clase obrera colombiana.

En Colombia, como en casi toda América Latina, el


origen de la clase obrera se remonta a los campos3 . Más aún,
2 La tesis de magister de Julián Arturo, "La formación de los traba-
jadores industriales en Bogotá" (Universidad de la Florida, 1986)
sostiene que eso no es válido ni siquiera para nuestros días. El au-
tor aduce que lo urbano no tiene primacía sobre el resto del país,
y además que las ciudades viven un permanenteJenómeno de ru-
ralización.
3 En el caso de Bogotá la mayoría de los trabajadores aún en los 70,
provienen de zonas típicamente rurales, especialmente del altipla-
no (ibid). Las entrevistas refuerzan esta tendencia, pero obviamen-
te no se pueden considerar como pruebas estadísticas pues no se
hicieron bajo esos criterios. En una muestra del 3% de los traba-
jadores de Bavaria en 1945, el 42% había nacido en pueblos de
Cundinamarca; el 30% en Boyacá y sólo el 18 % en Bogotá. Para
el 53 la situación era similar (Orlando Grisales, Monografía socio-
lógica. No. 4, 1981, p. 18.
\

La imagen del obrero 81


como veremos luego, los obreros no sólo tienen mayoritaria-
mente un origen rural, sino que conservan los lazos con ese
mundo, contribuyendo en cierto sentido a la ruralización de
las aldeas de principios de siglo. La migración exterior va a ser
casi nula en la formación de la clase obrera.

Las razones para la migración de los campos -oriente y


centro antioqueños y el altiplano cundiboyacense propia-
mente-, son tantas como casi el número de testimonios con-
seguidos. Sin embargo, hubo procesos históricos que marca-
ron tendencias, lo que permite agrupar experiencias. La vio-
lencia política ha sido una de las razones de migración desde
tiempos remotos. Para los comienzos de siglo, la Guerra de los
Mil Días fue un motivo migratorio importante. Así lo afirma-
ba un periódico antioqueño de la época: "La guerra es hoy
elemento muy principal, por ella se ha acumulado una gran
masa de población consumidora de todos los lugares del de-
partamento en Medellín; y como no es industrial esta ciudad,
no halla ocupación productiva esa inmigración compuesta por
hombres laboriosos, y se han dedicado como es natural al co-
mercio'. El testimonio de un obrero en Bogotá destacaba
también el impacto de la guerra en la depresión de los campos
boyacenses:

P. ¿Cuándo se vinieron para Bogotá?

R. Nosotros nos vinimos de Paipa el15 de septiembre de 1910.

P. ¿O sea usted tenía once años ya?

R. Sí, Sí. Sino que realmente lo que nos sacó de allá fue el ham.
bre, la miseria que quedó porque con motivo de la Guerra de los
Mil Días, los ejércitos pasaban y revolcaban las brigadas de mulas
y arrasaron todas las sementeras. Cuando ya fue pasando la guerra
quedó todo que era una miseria total. Yo personalmente vi morir
a algunos hombres en el Hospital de Paipa que quedaba allí a la
entrada de aquí para allá pasando el puente ese que hay ahí. Sí
señor.

(Carlos Abella)

4 La Patria, 9 de junio de 1902, citado por Jorge Bernal, p. 8.

82 Mauricio Archila Neira


Además de la violencia política, lo que impulsó la migra-
Clon fueron las razones económicas, articuladas no pocas ve-
ces a la violencia. La crisis económica causada por la guerra y
la disminución de los ingresos campesinos, según el mismo
testigo, la instalación de una fábrica de tejidos en su munici-
pio fue una razón más para emigrar de Boyacá.

La Fábrica de Tejidos Samacá se fundó en 1905. Naturalmente


eso comenzó a dar ... a producir fallo. Comenzó también la mise.
ria del pueblo, porque que ... acababa la Guerra de los Mil Días
de pasar sino que también se montó la fábrica yeso descompuso
pues totalmente porque se acabó el comercio, no había qué ven-
der.

Como le digo, .la fábrica de tejidos comenzó a vender de esas telas


y ya nadie volvió a comprar esos paños bruscos de lana que se per-
dían en los pueblos y a la gente se le acabó qué hacer. Comenza-
ron a salir todos. Nosotros salimos en 1910.
(Manuel Abella)

La crisis minera antioqueñaS o la crisis del comercio tra-


dicional de mulas eran razones en Antioquia:

Mi papá la mayor parte del tiempo que yo le conocí era arriero de


mulas, trabajaba pa'lejos, lejísimos, yeso le aprendí yo, yo tam.
bién fui arriero hasta que me vine por aquí a Antioquia.

Lo que más se cargaba era café, pieles y mucha cosa, comercio


por ahí pa'ca; comercio, bueno, trabajábamos pa'l Tolima, para el
Fresno, Mariquita y hasta Honda bajábamos, y trabajábamos pa'
Antioquia, bajábamos aquí a Medellín con mulitas, se podía an-
dar con mulitas al centro, ¡cuántos años hace!

Se pusieron mal los negocios porque empezaron ya abrir carrete-


ras, entonces ya iba disminuyendo el trabajo palmulas, ya estaba
como perezocito hacer eso y entonces mi papá vendió esas mulas
y yo quedé sin qué hacer.
(Marco Antonio Arias R.)

5 VILLEGAS, Hernán Daría, uMedellín 1990-1930", en Memorias


del V Congreso de Historia, Medellín, Universidad de Antioquia,
1982, p. 469.

La imagen del obrero 83


La situación 'crítica' en los campos simplemente motivó
a otros migrantes cundinamarqueses:

Yo soy hijo de una familia campesina que emigró a Bogotá hacia


1914 Ó 15. Mi familia era de Guasca, Cundinamarca. Mi padre era
un pequeño propietario de una fin quita de unas diez hectáreas
cerca del pueblo. Tenía cultivo de arveja s, de trigo, de papa ... vi-
vía de eso. Pero, la situación crítica, económica, lo obligó a mi.
grar a Bogotá mano sobre mano.
(Eugenio Colorado)

La muerte de un familiar, cuando no su desaparición del


seno del hogar, constituía también motivo para migrar en
cualesquiera de las regiones:

No, únicamente ... nosotros nos criamos allá con mis papás en el
pueblo (Chía), y ya se murió mi papá entonces quedamos prácti-
camente desamparados, los hijos hombres ya se habían venido a
trabajar a Bogotá y entonces no estaba sino mi mamá, un herma.
no (el menor) y yo; entonces nos tocó, pues, venirnos por mi ma.
má y nos ayudaran a nosotros que todavía estábamos muy pollos.
Y ya pues, aquí en Bogotá entonces yo conseguí trabajo en la Li.
tografía Colombia.
(Edelmir. Ruiz de Sánchez)

Vivíamos en la vereda Corcovado, una vereda que se llama así,


Corcovado, en la finca de Unión, en Titiribí.

P. ¿Y era arrendada?

R. Propiedad de unos señores Pizano, ellos fueron muy buenos


patrones, mi papá toda la vida trabajó allá, nos levantó a nosotros
y murió allá, allá murió. Después de que nosotros nos levantamos,
todos fuimos emigrando; yo me casé y vine acá, otro hermano
también se casó y también se vino casi que detrás de mí pues,
también se colocó.
(Luis Emilio Bolivar)

La contraparte para la migraclOn era la atracción, que


los salarios industriales mucho mejores que lo devengado en

84 Mauricio Archila Neira


los campos. También influía la relativa libertad (que se expe-
rimentaba en las ciudades) de la tutela de fuerzas tradiciona-
les como la Iglesia. Las condiciones de La Calera, un pueblo
cercano a Bogotá, ilustran la opresora presencia del clero en
la vida diaria de los feligreses:

y que el sacerdote supiera que hubiera por ahí alguna soltera mo-
lestando la vida, la mandaba a llamar y la desterraba, la sacaba
corriendo.

P. ¿La sacaba corriendo? Ese eurita era bravo.

R. Eso no era lo grave. Había hasta un cura que veía una mucha-
cha con las naguas más arriba de la rodilla y le echaba fuete y
aquí la concubina, eso era violento. El que vivía enmozado lo
sacaba corriendo.
(Juan Pablo Escobar)

Para algunos obreros la transición del campo a la ciudad


se hizo por la vía de la prestación del servicio militar:

Esto lo conocí en 1925 cuando me trajeron en el cuartel; cuando


salía Pedro Nel Ospina y entró Abadía Méndez de presidente, vi-
nimos a prestar la guardia allá donde era la Presidencia, en la oc-
tava o novena, allí era eso. Después me llamaron otra vez a Flan-
des para el cuartel y allá nos dieron al poco tiempo la baja y me
regresé a mi tierra, a Guachetá; después yo fui casado en 1928;
después de 1928 yo duré varios años en Guachetá ... de Guache-
tá después estuve en Cajarnarca ... arriba de Cajamarca; duré unos
15 meses; después volví a Guachetá donde estuve picando carbón,
después me dio la idea de venirme para acá cuando hubo el cin-
cuentenario de Bogotá y después entré Bavaria pero, en un ca-
mión particular cargaba cerveza y en un momento hicieron una
recibida y ahí me metí.
(Abraham Cadena)

Como es conocido en trabajos antropológicos como el


ya citado de Julián Arturo, los migrantes cuentan general-
mente con lazos familiares en los sitios de destino, lazos que
se alimentan permanentemente, de tal forma que el trabaja-
dor urbano, nunca rompe con sus ancestros rurales. Los testi-
monios así lo confirman: Carlos Eduardo Escobar nació en

La imagen del obrero 85


Pacho, Cundinamarca, en 1921. Su padre era agricultor y
amansador de caballos. Se vino a Bogotá "en el año 1942,
buscando superarme y mejores porvenires. Tenía amigos
aquí y un hermano". Y así narran numerosos testimonios.

En el caso de los ferroviarios, generalmente los sitios de


nacimiento estaban cercanos a los tendidos del ferrocarril y
de ahí su posibilidad de empleo.

Como le digo, nací en Mariquita, me bautizaron en Honda pero


yo me crié en Caldas. En razón de que mi papá trabajó en el fe-
rrocarril dp. La Dorada, que ... , era de una empresa inglesa y ...
fue maquinista. En ese sector de ... los ferocarriles de La Dora.
da ... Ambalema, que eran 111 kilómetros.
(Luis F. Torres)

Mi papá que es de Cisneros (Antioquia), empezó a trabajar en el


ferrocarril en el túnel, luego él se murió por ahí como de setenta
años, en ese tiempo no tenía derecho a prestaciones sociales ni
nada de eso, se salían y no era más hasta ahí llegaba.

P. ¿Entonces su papá trabajó en el ferrocarril desde mucho tiem-


po atrás?

R. El empezó cuando el túnel, trabajó por ahí como en el veinti-


cinco, cuando empezó el túnel de La Quiebra, empezó la cons.
trucción del túnel del ferrocarril.

P. ¿Ustedes cuántos hijos fueron don Martín?

R. No fuimos sino dos, una hermana que está en Berrío, vive con
mi mamá y yo que estoy aquí en Medellín viviendo con la familia,
casado con cinco hijos hombres y una niña; uno que está estu-
diando ingeniería electrónica y dos, tres que trabajan en el ferro-
carril.
(Martín Emilio Suárez L.)

Así como muchas trabajadoras de Coltejer y Fabricato


habían nacido en Envigado o Bello, muchos de los trabajado-
res cementeros nacieron en La Calera. Las nacientes empresas
manufactureras parecían abastecerse de la población cercana,
tal vez por facilidades de 'enganche' y sobre todo de subsis-

86 Mauricio Archila Neira


tencia, pues así evitaban, en un principio la construcción 'de
viviendas y ahorraban gastos salariales porque las familias
veían por los jóvenes asalariados.

En el caso de los jornaleros de los talleres artesanales,


por lo común su origen fue más urbano, si de ello se puede
hablar para la época estudiada. Como en otros casos, hay una
transmisión del oficio de padre e hijos:

Mi grupo familiar es en la siguiente forma: en casa éramos papá y


mamá y once hermanos, once hijos. En mi casa por lo regular no
faltaba un taller de zapatería, fuera sostenido por mi papá o por
uno de los hermanos mayores, casi se puede decir que en ese en-
tonces existía en la casa una empresa familiar constantemente.

Mi papá, él murió estando nosotros niños. Mi mamá era lo que en


esa época se llamaba costurera. Venían y llevaban la costura de
aquí y en la casa cosía y les daba cortado mejor dicho.

P. ¿Y ella les enseñó un poco el oficio?

R. Sencillamente a pegar botones, a coger dobladillos.


(Bárbara de Restrepo)

En otros casos, cuando el origen de la mano de obra fue


la ciudad, el empobrecimiento de la familia, que no estaba
al margen de las tendencias económicas generales, exigió la
'proletarización' de los hijos:

Nací en 1916 en esta ciudad rola de Bogotá, de padres pequeños


burgueses... ; yo tengo un libro en el cual digo algunas cosas so-
bre mi origen, en fin ... y muy prontamente entré, por una crisis
que tuvo mi padre, a trabajar como obrero en el Municipio de Bo-
gotá ... debido a la quiebra de mi padre me vi obligado a trabajar.
Ingresé como obrero en los talleres del Municipio del Distrito de
Bogotá.
(Carlos Hernández)

Mis abuelos eran campesinos. Cuentan que el papito tenía unas


grandes haciendas de Rionegro, y era un negociante y como nego-
ciante fue hipotecando partes de la tierra y partes de tierra fue hi-
potecando, hasta que a lo último ... mi papá no le tocaba sino

La imagen del obrero 87


trabajar con él, mi papá nunca le daba un golpe a la tierra, sino
que era también negociante corno su papá o sea el abuelo de noso.
tros; y él hacía negocios y fue perdiendo tierras y tierras, y lo que
más duro le dio a mi papá fue cuando le tuvo que dar un golpe a
la tierra, verse ya peón sabiendo que fue perdiendo esto y entono
ces ya se fue abriendo, buscando nuevos horizontes acá en Mede.
lIín, hacia el Valle de Aburrá.

(Manuel Vargas)

Mi papá fue un hombre más o menos acomodado, tenía sus pro-


piedades, nos crió y nos dio gusto el que quisimos hasta el treinta,
en el treinta él perdió, llegó el treinta y alcanzó a quedar debien.
do en unas propiedades unos centavos, el hombre nervioso no era
amigo de deudas, entonces no esperó moratoria, empezó a entre-
garle a cada uno, dijo 'a ver a usted le debo algo, en lo que le de-
bo ¿quiere quedarse con esta casa? 'Pues sí me queda bien" 'qué.
dese con ella, le hago escritura y quedamos en paz'; al otro y con
todos arregló, bueno. Luego nos vinimos, entregó las propiedades
todas como le cuento sin esperar moratoria, yo tenía catorce años
porque eso fue en el treinta y dos la crisis, estaba cursando cuarto
año de escuela. La casa que fuimos a ocupar, cuando entregó todo
lo que tenía, era una casa finca, incluso aquí detrás, una casa fin.
ca total que era una casa donde se recogían todas las cosechas en
un salón grande, ahí pusimos las camas, no había ni siquiera luz.
(Israel Hernández)

Esto nos demuestra que el mundo rural seguía todavía


inmerso en las nacientes urbes. Algunos trabajadores antio-
queños de la primera generación, dedicaban parte de sus ratos
libres a cultivar pequeñas parcelas que poseían en los alrede-
dores de Medellín. Más aún, algunos obreros y obreras texti.
leras se emplearon en las nacientes industrias para ayudar a
sus familias ubicadas en áreas rurales. Hasta el presente los
obreros han recibido permanentemente bienes del campo, así
como han continuado albergando a los parientes de provincia.
Según estudios de la Contraloría General de la República, en
Bogotá, para 1936, los hogares obreros se constituían de 5.2
personas, una de las cuales era un allegado; en Medellín, para
1938, 6.6 personas era el promedio del hogar obrero, y 1.04
correspondía a allegados'. Esto no es más que ilustración de
6 HERNBERG, Paul, "EI costo de vida de la clase obrera de Bogo.
tá" en Anales de la economía y estadística, tomo 1, No. 1, 1938;

88 Mauricio Archila Neira


la 'ruralización' de las ciudades, fenómeno que subsiste aún
hoy en día y que constituye pieza central para entender la
cultura de los trabajadores como se verá más adelante.

2. Características de las primeras generaciones obreras

En los primeros años de este siglo, predominaba el asala-


riado del sector que hemos llamado artesanal. Aunque a veces
no había precisión en las categorías, en MedellÍn los censos
de 1905 y 1916 mostraban claramente el predominio de este
sector. Para Bogotá se podría señalar la misma tendencia. To-
davía en el censo de 1938, se veía el peso abrumador de los
artesanos sobre los obreros manufactureros 7. El mayor núme.
ro de artesanos en esta fase tuvo consecuencias tanto en las
formas organizativas como en la formación cultural y políti-
ca de la clase obrera. Sin embargo, a partir de los años 30 fue-
ron trabajadores vinculados a los transportes -ferroviarios,
tranviarios, choferes, braceros y navegantes-, quienes toma-
ron el liderazgo.

En las dos ciudades consideradas, el sector manufacture-


ro fue definitivo en las luchas obreras locales. No había llega-
do aún la hora para los trabajadores del Estado, a pesar de
que los trabajadores municipales tuvieron fugaz presencia en
los conflictos laborales en Bogotá, en los años veinte y en Me-
dellÍn, a mediados de los treinta.

La importancia de los distintos sectores que conforma-


ban la naciente clase obrera fue percibida así por algunos in-
telectuales entrevistados:

En el año treinta prácticamente el desarrollo industrial era artesa.


nal; claro que aquí en este país ha ocurrido un fenómeno muy ra-
ro, que el proletariado que es la base de la industria se ha desarro.
lIado primero en el campo, por ejemplo en las bananeras, era una

y Francisco de Abrisquieta, "Las condiciones y el costo de la vida


de la clase obrera en Medellín", en Anales .. "' tomo III, suple-
mento 60., 1940.

7 PECAUT, Daniel, Orden y violencia., Vol. 1, Bogotá: CEREC-


Siglo XXI, 1987, p. 197 y Alberto Mayor, op. cit., 1989, p. 331.

La imagen del obrero 89


explotación proletaria, los mineros, los navieros, los ferrocarriles,
los petroleros, eran las bases de la clase obrera, el campo y las mi-
nas, pero en las ciudades no existía propiamente un desarrollo
industrial; aquí por ejemplo Fabricato y Col tejer apenas se inicia-
ban, eran pequeñas factorías textiles.
(Gí/berto Mejia)

La clase obrera en Bogotá por lo menos ... yen Colombia entera


se expresaba en los Ferrocarriles Nacionales, en los ferrocarriles,
la construcción, Bavaria, que fue fortín en Bogotá de las luchas de
clase de todos los años 20 y 30. En... el tranvía... hubo una his-
tórica huelga del tranvía... El artesanado que era un grupo muy
poderoso, que había sido una ciase, si se puede llamar al artesano
clase porque no es clase pero sí una expresión del trabajo asalaria-
do, había tenido una importancia tremenda desde el siglo pasado.
(Jorge Regueros Para/la)

El artesanado (asalariados y dueños de talleres) se ve


abocado a una permanente crisis a pesar de su tenaz resisten-
cia a proletarizarse. Sin embargo, no todos los oficios sufrie.
ron desplazamiento por la moderna industria.

Tradicionalmente se ha señalado al gremio de tipógrafos,


semillero indiscutido de líderes obreros, como uno de los más
afectados. No por azar Osario Lizarazo le dedicó al gremio la
novela La Casa de Vecindad, escrita en 1930. Las reflexiones
del tipógrafo empobrecido, en el lenguaje pesimista del autor,
son éstas: "Yo también soy armador y podría hacer algo en
un periódico. Pero creo que ahora se han inventado también
máquinas de armar. No, si las máquinas nos están matando.
Cada máquina debería prever la manera de que vivieran los
obreros a quienes va a desalojar. A desalojar de la vida. Pero
esto son inútiles filosofías"g .

En muchos casos, al menos según los testimonios, las


razones para el tránsito del taller artesanal a la fábrica eran
menos dramáticas. La posibilidad de contar con mayor esta-
bilidad laboral y prestaciones, motivó a algunos artesanos a

8 OSaRIO, José A., op. cit., p. 79. Ver también Luis Mora, op. cit,
p.45.

90 Mauricio Archila Neira


someterse a la disciplina fabril e incluso a ganar menos en
ca rto plazo:

Me tenían por un tipo hábil, ligero, pulido, buen trabajador en to-


dos los aspectos, que era bebedor pero cumplidor con el trabajo.
Entonces esa disputa pues se daba entre los patrones, por eso ocu-
rría que el precio de la obra la ponía era yo, y en ese entonces es-
taba surgiendo hacer un zapato de suela, de niña y de niño, aquí,
que pocos lo hacían, entonces yo era un experto en eso; mejor di.
cho a mí no me faltaba trabajo. Entonces eso me impedía pues
que me fuera pa'Grulla, las otras ofertas de trabajo. Vine a Grulla
y me dijeron 'es para pulir este cerro de zapatos que hay acá, lo
necesitamos lo más pronto posible, vaya que lo ensayen '. Y me
ensayaron, pulí una docena de zapatos muy de primera; 'usted es
el tipo que necesitamos, entonces ¿cuántos años de estudio tiene
usted?' me preguntaban; 'no tengo sino tercero de primaria'; 'es
un problema pero se lo pasamos',

P. Entonces ¿qué fue lo que lo animó a vincularse porque el sala-


rio era muy diferente?

R. Pues hombre, el salario era demasiado diferente, y yo te digo


una cosa, me vinculó lo siguiente; porque yo veía que yo ganaba
más, vivía en una forma más desorganizada; fue la señora que ya
con el afán que en la fábrica que estaban pagando subsidio fami-
liar, que en la fábrica habían cesantías seguras, que no había que
peliarlas, en ese entonces pedía las cesantías hoy y se las daban
al otro día, entonces fue así como me vine y entonces me dieron
el turno de doce a ocho.
(José Domingo Gómez)

En cuanto a la composición por sexos de la naciente cla.


se o brera hay diferencias regionales y principalmente por sec-
tores. Las trilladoras, la industria del tabaco y de alirr>entosy
las textileras, tuvieron en un principio mayor presencia feme~
nina, especialmente en Antioquia.

Muchas trabajadoras había, cuando yo entré a la fábrica a trabajar


eran más mujeres que hombres. Ah, no eso es una cantidad de
mujeres tremenda que había en ese tiempo trabajando, pero yo
no sé, la compañía fue cambiando y ya toda la mujer que fue sao
liendo la reemplazaban por hombres; si una mujer se casaba por
ejemplo, yo me vaya salir para casarme, la reemplazaba por hom.
bre, o una mujer que la tenía que echar por algún motivo la reem-

La imagen del obrero 91


plazaban por hombre hasta que fueron acabando con mujeres,
hoy tiene mujeres bastantes pero en la administración, ya en cues-
tión de administración, ¿cierto? Por ejemplo en las oficinas secre-
tarias tienen muchas, en las oficinas pero en producción no tienen
casi mujeres ahora, eso Coltejer lo acabó.
(Luis Emilio Bolívar)

Se suponía que los trabajos más pesados los realizaban


los varones:

Más que todo era a montar los cilindros en los telares, a ponerle
mechitas a las lanzaderas, a bajar los rollos y aprender la mecáni-
ca, los que tenían pues la profesión de mecánica, pues entonces
les ponían que fueran ayudando a montar los telares y ahí iban
aprendiendo. Tanto que por lo general todo hombre que entraba
a montador de cilindros y todo, ya lo cuadraban en mecánica, pe-
ro ya al tiempo, cuando empezamos a faltar tantas mujeres, pues
claro, ya empezaron a poner los hombres a tejer también.
(Fabiola Roldán)

Con el tiempo los costos de las licencias de maternidad,


así como el descubrimiento de que la mano de obra masculi-
na podía ser tan dócil como la femenina, llevaron a la sustitu-
ción del trabajo femenino, adornándola con nuevos requeri-
mientos tecnológicos. En esto se cometieron muchas injusti-
cias como fue el caso de las antiguas trabajadoras de Germa-
nia:

Eso a última hora cuando se fueron las señoras, que las echaron
injustamente eh ... pasaron por ahí sólo, sólo hombres y echaron
a las viejitas por ahí con 200, 300 pesos. Señoras que están ya an-
cianas para pensionarlas.
(Eliécer Pérez)

Aunque no trabajaran directamente en todas las moder-


nas industrias, muchas mujeres se vincularon también indirec-
tamente a algunas como en el caso de las cervecerías hacien-
do 'capachos' o forros de hojas para las botellas:

Hay una cosita que merece mucha atención hablando de mujeres,


pero ya no en Germania, en Germania también, pero más que to-

92 Mauricio Archila Neiro


do en Bavaria. Utilizaban capachos, que las mujeres hacían capa-
chos; en todo lo que es el barrio de La Perseverancia fabricaban
eso y se los compraba la empresa por docenas para eh ... ponerlo
de amortiguador, el capacho era una cosa de junto, junco.

Eso... porque esa cerveza, como no había, es decir la enviaban


al ferrocarril para mandarla a todos los pueblos como no tenían
fábricas en ese tiempo la... Bavaria... En todo esto del Deciden.
te, entonces era para empacarla en costales, hacer una cosa cua-
drada por no sé cuánto, yo no recuerdo cuánto ...
(Salustiano Pulido)

Las condiciones de pobreza de las familias de bajos re-


cursos obligaron a hombre y mujeres jóvenes, a buscar trabajo
en las nacientes industrias. Así se percibe en los testimonios
de las textileras aun en el caso no ya de padres e hijos sino de
esposo agricultor y mujer obrera:

P. Ah, ¿entonces él nunca trabajó así en fábrica ni nada, sino que


estuvo en el campo, tu marido?

R. Sí, él era del campo, campesino, era... ¿cómo se dice?, es que


se dice distinto, era ¿qué?

P. ¿No era trabajador, trabajador?

R. Sí, trabajador de la tierra. El tenía su finquita allá y venía y


traía la comida.
(Maria Concepción López)

Parece que los varones adultos estaban vinculados a


sectores tradicionalmente considerados como productivos
(agricultura o artesanía), o a las actividades que requerían tra-
bajo más pesado; mejor remunerado. Las familias pobres de-
bían acudir a otras fuentes de ingreso, enviando a los jóvenes
a buscar trabajo. I:l sistema de patronatos (internados para jó-
venes trabajadoras regentados por el clero) constituían adicio-
nalmente, para esas familias pobres, un buen medio de con.
trol de sus hijas y aún de aprendizaje para éstas.

La vinculación a las industrias era por lo general a una


temprana edad. Más aún, en los primeros años era común el

La imagen del obrero 93


trabajo infantil. Según los Anuarios Estadísticos de Medellín,
las primeras obreras y obreros usualmente entraban entre los
15 y los 24 años, y un 10% con menos de los 15 años. Tres
de los entrevistados afirmaron haber entrado a la industria
textil con menos de 14 años.

Según los mismos Anuarios, en Medellín, el 90% de las


trabajadoras de los años 10 eran solteras. En Bogotá se obser-
vaba la misma tendencia aunque no tan marcada.

Todas jóvenes porque la mayoría de mujeres éramos solteras, en-


tramos allá solteras, eran edades, inclusive que hab ía mucha.
chas que entraron de catorce años, la mayoría, muy muy rara la
muchacha que era casada ... y es que en el departamento de An-
tioquia no dejaban trabajar a la mujer en esa época, era un peca.
do. Si precisamente cuando yo me casé me tocó lucha para que
mi marido me dejara trabajar, porque él es antioqueño y decía
que cómo iba yo a trabajar.
(Bárbara de Restrepo)

Seguramente las empresas, con el objetivo de evitarse


prestaciones y ausencias del trabajo por em barazo, preferían
a las solteras. En consecuencia las obreras debían ocultar sus
noviazgos y a veces resignarse a una soltería permanente com-
pensada en parte por la ayuda económica que daban a algún
familiar necesitado. Esta última razón explicaba también al-
gunas solterías masculinas.

Finalmente, por los bajos requerimientos tecnológicos


de las nacientes empresas, la mano de obra que se empleaba
no necesitaba alta calificación, a no ser para oficios específi-
cos (como el 'cocinero' en las empresas cerveceras). La cali-
ficación básica se adquiría en el mismo sitio de trabajo, a los
pocos días o meses. La poca calificación permitía una gran
movilidad, la que se explica también por la ausencia de pres.
taciones. Entre los entrevistados, la mayoría de los varones
tuvieron diferentes empleos, antes de ingresar a la empresa
en la cual se jubilaron. Un trabajador de Texmeralda en Bo-
gotá, trabajó previamente en el ferrocarril, como vendedor,
en harineras, en otras empresas textiles, fue celador, y hasta
tuvo una tienda por su cuenta. Como él hubo muchos casos.
Las mujeres, no mostraron tal movilidad.

94 Mauricio Archila Neira


Aparentemente habría una contradicción entre las nece-
sidades de mano de obra poco calificada y los altos índices
de alfabetismo en la población trabajadora de las dos ciuda-
des. El censo de 1912 señalaba que más del 50 % de los habi-
tantes de Medellín sabían leer y escribir. En 1938, según es-
tudios de la Contraloría, el 65% de los trabajadores de Mede-
llín eran alfabetos. Pero una cosa es saber leer y escribir, y
otra tener escolaridad. La mayoría de los entrevistados no
pasó de la primaria.

P. ¿Y usted allá estudió algo, en esos pueblos que estuvo ... tuvo
algo de escuela?

R. Seis meses (risas)

P. ¿Seis meses de escuela?

R. Por allá casi no ... había una que enseñaba mucho, esa ense-
ñanza de todo de una vez: ortografía, catecismo, lodo de una vez
y uno siempre va aprendiendo alguito de alguna cosa. Seis meses,
¡ah!

P. ¿Vos aprendiste allá María a leer y a escribir o no?

R. Sí, siempre sé algo de sumar pero poquito, qué va saber uno


de seis meses. Pero es que ella enseñaba de todo, de todo un po-
quito.

(María Concepción López)

En otras palabras, el que la mano de obra sepa leer y es-


cribir no permite llamarla calificada. En todo caso no es des-
preciable la estadística sobre alfabetismo, especialmente en
~ntioquia, dadas las limitaciones del sistema escolar de la
epoca.

El estudio pues se concretaba ... el que hacía la primaria comple-


ta eso efa una verriondera. Poca gente pasaba el bachillerato, en
ese tiempo, en ese entonces ser médico era un privilegio, o ser
profesional Na un privilegio de determinadas familias. Entonces
no existía el estudio en amplitud que existe ahora.
(José Domingo Gómez)

La imagen del obrero 95


En síntesis, la naciente industria requería mano de
obra joven, soltera, femenina para ciertos sectores, y con baja
calificación; esto se amoldaba a las necesidades de las familias
de .bajos recursos que aceptaban enviar a los hijos e hijas a las
nuevas empresas para completar sus ingresos. De otra parte,
el tipo de mano de obra enganchado, favorecía a los empresa-
rios, porque los bajos salarios que ofrecían les daba mayores
márgenes de ganancia. Además se contaba con la mano de
obra más dócil y dispuesta a aprender el oficio 9.

Antes de entrar a la sección central de este capítulo, la


imagen del obrero, conviene enfatizar algo que ha quedado
insinuado en algunos comentarios; el proceso de proletariza-
ción del país dista mucho del modelo lineal concebido por los
científicos sociales. Ya hemos hecho referencia a la existencia
de rasgos culturales rurales en los trabajadores de las ciudades
estudiadas. Las festividades religiosas, las relaciones de com-
padrazgo, la misma estructura de la vivienda así como la con-
vivencia con todo tipo de animales y los estrechos lazos con
los familiares que quedaron en el campo, no son sino indicios
de estos rasgos. Algunos entrevistadas señalaron, que ocupa-
ban parte de su tiempo libre en el cultivo de huertas caseras
o pequeños lotes cercanos a la vivienda, como fue el caso de
este trabajador textilero antioqueño:

Cuando yo no tenía que hacer en la casa nada, yo salía por ahí a


andar, nos íbamos con un amigo y nos íbamos andar, salíamos,
como estas casas tenían un solar entonces yo mantenía legumbres
ahí sembradas.

P. ¿Una huerta?

R. Una huerta casera. Salíamos por allá a buscar cosas, por ejem-
plo caña brava, o alguna cosa así para hacer un cerco, cualquier
cosa que hubiera que hacer.
(Luis Emilio Bolívar)

9 Curiosamente Ignacio Torres G. argumentaría que las mujeres tex-


tUeras, por estar menos cercanas a la política, estarían más abier-
tas a un discurso revolucionario, como pareció suceder en la huel-
ga general en MedellCn el 4 de junio de 1934 (Huelga General en
MedeUin, Medellín, Ed. Vientos del Este, 1976, 2a. edición, pp.
55-56).

96 Mauricio Archila Neira


Otros como los artesanos mostraron resistencia a la
proletarizacián, así algunos hayan aceptado los beneficios del
trabajo fabril, sacrificando su independencia. Por ello casi
cualquier motivo era suficiente para renunciar a la industria y
regresar al trabajo independiente:

Yo fui uno que me fui a trabajar a Everfit, si hubiera trabajado en


Everfit actualmente estaba jubilado, pero lo que me mató a mí,
allá en Everfit la mala labor mía no, fue el cigarrillo. Me dijo el
doctor Posada que dejara de fumar y yo más bien renuncié, pedí
las prestaciones, ya esos obreros sastres están jubilados ...

No fue que me aburrí, me aburrieron fue por la forma de fumar,


porque yo tenía la costumbre de irme pa'l baño muy seguido. En.
tonces me dijo el doctor Posada, uno de los dueños, dijo 'hombre
Norberto ¿qué hacemos?' Dije 'no, ¿por qué?' Dijo, 'es que cada
rato va al baño', 'Ah, no será a bañarme las manos'. Dijo, 'no us-
ted lo que mantiene es fumando, deje de fumar o vaya tener que
prescindir de usted". Le dije, 'pues pa'que se evite la molestia
pues de una vez yo me retiro'. Fui por la liquidación, fue la pri-
mera vez que yo recibí prestaciones, en Everfit, de resto en ningu.
na parte.
(Norberto Velásquez)

Cuando podía el obrero de las primeras generaciones,


trabajaba en su parcela, armaba su taller, trabajaba a domici-
lio o simplemente montaba una tienda en el vecindario. Estas
estrategias de mejoramiento personal -y al mismo tiempo de
resistencia a la proletarizacián-, se combinaban con las tradi-
cionales del 'rebusque'. Una de esas formas de retrasar la pro-
letarizacián o atenuarla era la movilidad laboral ya descrita.
En últimas lo que se manifiesta es tam bién un anhelo por tra-
bajar independientemente o de controlar su trabajo y su tiem-
po libre!o. Este punto se profundizará más adelante.

10 El problema del control ha sido desarrollado en Estados Unidos y


Europa, especialmente por Braverman y David Montgomery. Lo
que se dice es que hay una lucha por el control del proceso pro-
ductivo (lo que implica un control sobre el tiempo de trabajo) en-
tre obreros y empresarios.

La imagen del obrero 97


3. Imagen del obrero

Para los años 10 y 20, eran pocos los colombianos que


no identificaban la palabra obrero con la de pobre. Entre los
entrevistados fue común la confusión de términos. Carlos Par-
do, viejo habitante del barrio Villa Javier, definía el barrio
como poblado de "obreros, todos obreros y todos gente po-
bre, todos absolutamente gente pobre"ll . Pero no era cual-
quier pobreza la que se identificaba equivocadamente con
obrerismo. Para Camilo Tavera, el autor del ya citado estudio
sobre habitaciones 'obreras' en Bogotá en los años 20, decir
'barrio obrero' significaba, insalubridad, carencia de agua, de
excusados, de alcantarillado, y de servicios de aseo y vigilan-
cia.

Contrasta esta imagen despectiva del obrero, con la alti-


va figura que se proyectaba entre los trabajadores petroleros
de Barrancabermeja o aún entre los portuarios de Barranqui-
Ha estudiados anteriormente por nosotros.

En una época en donde la segregación social y racial es-


taba en boga incluyendo las teorías social-darwinistas que ha-
blaban de la degeneración de las razas-, los obreros eran di-
ferenciados aun en términos de vestuario:

... para el vestuario aquí de todos los trabajadores era estricta-


mente dril y paño Samacá y alpargatas.

P. ¿Paño Samacá era qué, un paño muy burdo?

R. No, no, era una que se llamaba paño Samacá era una tela de
algodón gruesa, esa la llevábamos y casi todo el mundo era o éra-
mos descalzos.
(Juan Pablo Escobar)

11 Entrevista, Bogotá, 1988. En el momento de definir a losohreros,


el entrevistado respond ía confusamente: "gente pobre, clase ba-
ja", elc. En otra entrevista a otra habitante del barrio Villa Javier
se dio la misma identificación entre obrero y pobre. Al pedírsele
precisión habló de 'obreros particulares', es decir, no empleados
en grandes empresas, como albañiles, sastres, zapateros, etc. Final-
mente dijo: "gente pobre, gente de clase media" (entrevista con
Helena de Sánchez, Bogotá, 1988).

98 Mauricio Archila Neira


El vestido obrero no difería en mucho del vestuario tí-
pico popular bogotano de los primeros decenios de este siglo.
"El suaza era el sombrero del pueblo; usábanlo los hombres
como complemento de su vestido de manta, su ruana de lana
y sus alpargatas", recordaba un cronista de la ciudad. Según
Osario Lizarazo, hablando del mismo período, "los artesanos
tenían que usar ruana para distinguirse de la 'gente'. Vivían
en un mundo aparte y se veían tratados con despótica incle-
mencia"12.

En realidad la palabra obrero parecía ser una herencia de


la caracterización social del artesano: el trabajador manual ur-
bano. Para los años 10 y 20, sin embargo, el concepto se am-
plió. Con la concentración de más núcleos asalariados en obras
públicas y en las industrias, la aparición de descuidadas vivien-
das en donde vivían hacinados los trabajadores recién migra-
dos, las elites regionales comenzaron a identificar a obrero
con pobre. Pobre era aquél sin recursos económicos como
aquél propenso a la miseria de todo tipo, física y espiritual.
Se miraba al 'obrero.pobre' con un doble sentimiento: com-
pasión y temor. Con compasión como se mira a un inferior
que hay que proteger por estar expuesto a los más horrendos
peligros morales, y con temor por las potencialidades destruc-
tivas del orden vigente que la pobreza engendra i 3. .

Para la elite, la Iglesia y en menor medida el Estado de


los primeros decenios, había que proteger y a la vez contro-
lar a la masa obrera. La segregación social que se practicaba
desde los tiempos coloniales no era suficiente. Desde la doble
perspectiva de protección y control se puede entender la le-
gislación de 1918 (así como gran parte de la legislación labo-
ral de los primeros años), que exigía que parte del presupues-
to municipal se dedicara a la construcción de viviendas higié-

12 Crónica sobre Jacinto Albarracín, recopilada en la obra ya citada,


p.426.

13 El mismo Rafael Uribe Uribe, monta dos de sus famosos discursos


-"Sobre el presente y el porvenir del Partido Liberal en Colom.
bia" (1911) Y "Por el bienestar de los trabajadores" (1912)-, so-
bre la necesidad de dar salida institucional al problema obrero
que, de no ser resuelto, se desbordaría trayendo cambios imprede-
cibles para el país. (op. cit. pp. 189-190).

La imagen del obrero 99


nicas para obreros. Hay que recalcar la doble función de esas
concentraciones obreras' como mecanismo de segregación co-
locando a los trabajadores en zonas delimitadas, (así se aduje-
ran razones de hieiene para el conjunto de la ciudad); y como
mecanismo paternalista de protección que disfrazaba los in-
tentos de controlar a esa masa empobrecida a la que siempre
se temía. Al fin y al cabo el temor es uno de los mecanismos
claves de desprecio y segregación por parte de las minorías
hacia las mayorías. Nada más claro como el sentimiento de
desprecio de la elite hacia los pobres, que estas palabras de
Hermano Téllez en 1948 cuando se refería al desplazamiento
de los 'círculos de miseria': "De las colinas que eran su refu-
gio natural, descendieron los humillados y ofendidos ... Ha-
cia el sur, hacia el occidente, bien lejos del área céntrica y de
los barrios residenciales, se agruparon los menesterales (sic),
los .artesanos, los trabajadores manuales, los albañiles y simi-
lares, los oficiales de carpintería y mecánica".

Se les delimitó el espacio de vivienda y se quiso hacer lo


mismo con los servicios. Tanto en Bogotá como en MedellÍn
se trató de implantar el tranvía para obreros:

Ya vino el tranvía ... el gobierno dio comienzo al tranvía de obre-


ros:

P. ¿Ah, el tranvía de obreros?

R. Pasaba a las seis de la mañana. Valía dos centavos. Había que


estar a las seis en punto ... ya comenzando, a las seis se entraba
y luego unos buses que transitaban ahí por las llamadas avenidas,
también entonces comenzaron los empresarios a ponerlos a dos
centavos.

(Alfonso García)

Con tranvía y buses se expidieron tiquetes baratos para


obreros y estudiantes en MedellÍn también:

Es que el transporte venía a ser muy barato pa'los estudiantes y


pa'los obreros: pa'los estudiantes era a dos centavos y medio, eran
unos talonarios que los vendían en un quiosquito que había en el
parque Berrío; pa'los obreros también habían tiquetes a tres ceno
tavos. Pero tenían que comprobar que eran obreros, porque los ri.

100 Mauricio Archila Neira


cos también querían abarcar esos tiquetes que siempre se econo-
mizaban dos centa\'os en cada pasaje.

(José Fernando Valencia)

Eso se llamaba en Bogotá el 'servicio obrero' en los bu.


ses. Antes de que las grandes empresas montaran restaurantes
y casinos para los trabajadores presionados por los sindicatos,
existían sitios de alimentación popular a donde acudían los
obreros. En Bogotá se los llamaba 'asistencias'. En los expen-
dios de bebidas alcohólicas también se vendía alguna comida.

Sí, eran restaurantes. En esa época como la fábrica era la que mano
daba ahí con sus cervezas alrededor de eso, había varias, en esa
época había chicherías porque para vender, vendían era chicha,
papa salada, mazamorra, y unas mazamorras muy, muy buenas que
hoy no se las toma uno. Había una chichería bajando la Quinta
de Bolívar que llamaban el Gallo eso, como era de comidas.
(Eliécer Pérez)

Aunque las condiciones alimentarias mejoraron con los


restaurantes o casinos de las empresas, los elementos discri.
minatorios no desaparecieron:
Pues había tres clases de alimentación en esa época: la de primera,
pa'los jefes; la de segunda pa'Ios medios; y la tercera pa' los obre-
ros.

P. ¿Cómo era eso?

R. A nosotros se nos daba un pocillo de café en leche, 'agualeche'


como le decíamos al chocolate, y un pan pequeñito, ¿y qué más?
y no más.

P. ¿Al desayuno?

R. Al desayuno.

P. ¿Yeso cómo les serviían? ¿En esos pocillos de lata? o ¿eso era
cerámica o qué?
R. De aluminio, más que todo las tazas ... todo ahí, utilizaban
aluminio. Y los de segunda entonces efa porque les ponían fruta,
ya tenía un costo más. Y los de primera ...

La imagen del obrero 101


P.... los ejecutivos.

R. ... los ejecutivos era porque les daban huevo, y les daban un
pedazo de carne más o menos grande, a los otros un pedazo de
carne pequeña de almuerzo y sopa, lo que es cereales...
(José Néstor Torres)

Incluso en algunos momentos las empresas municipales


de servicios públicos se plantearon la posibilidad de ofrecerlos
con menor tarifa a los trabajadores; se desplegó en relación con
el uso del tiempo libre, como veremos en el capítulo quinto de
esta publicación

Si esta era la visión que las elites ten ían de los obreros,
¿qué imagen construyeron ellos de sí mismos? En las entre-
vistas y en la prensa obrera de la época se percibe un proceso
de autovaloración nada fácil en el contexto discriminatorio
en el que surgió la clase. Ante todo los obreros se sentían me-
jor que cuando estaban en el campo.

P.Pero, de todas formas en comparación con un campesino raso,


¿era mejor trabajaren Cementos Samper o no?

R. Claro, porque el pobre campesino raso no vivía sino por ahí de


la siembra de papitas o de fabricar el cartón de palo, que si eso
hubiera seguido, la Calera estaría pelada. No tendría una mata,
porque la única industria en la Calera era eso, aquí no había más
industrias de nada.

P. En todo caso uno se explica que siendo tan malas las condicio.
nes de Samper, de todas formas hubiese trabajadores que quisie-
ran irse para allá, porque el ser campesino parecía ser peor.

R. Claro, porque allá tenían algo y semanalmente; en cambio,


en el campo no tenían nada.
(Juan Pablo Escobar)

En los años ID, los periódicos que decían defender los


intereses obreros; identificaban vagamente a los trabajadores
con el pueblo oprimido, lo que no es otra cosa que la visión
inversa en política, de la imagen de pobres que proyectaba

102 Mauricio Archila Neira


la elitel' • Aunque la prensa obrera de esos años reflejaba 'en
ocasiones el sentimiento de conmiseración que proyectaba
la elitel' , en general insistía en la valoración del trabajador
como el productor de la riqueza. Un periódico decía, por
ejemplo: "en donde quiera que se fije la vista por la superfi-
cie del mundo se ven las obras de la mano del hombre traba-
jador". En una sociedad segregacionista como la colombiana
de los años 10, los obreros debían comenzar por señalar que
su cerebro era de igual capacidad al del resto de los seres hu-
manos. Aun la prensa influida por el clero comenzó a hacer la
distinción entre 'pobre de solemnidad' y obrero.

Para los años 20, con la influencia de ideologías revolu-


cionarias como el socialismo o el anarquismo, los obreros co-
menzaron a construir una imagen más precisa de ellos mis-
mos. Según un articulista del periódico La Humanidad, los
obreros son aquellos que trabajan en las artes y oficios, y
quienes tienen en su fuerza de trabajo el único medio de
supervivencia 16. Para los años 30, el desarrollo organizativo
mostrará una imagen más colectiva del obrero. Un corres-
ponsal del periódico de los trabajadores del Ferrocarril de
Antioquia así lo expresaba: "no somos, ni queremos ser la
desventurada tribu de miserables; que no somos vencidos
como un pueblo infeliz de escarabajos. Ya no debe haber
amos ni esclavos, pues ya rompimos las cadenas ... ya so.
mas hijos de anarkos, hijos del trabajo ... (tenemos) el sin-
dicalismo que significa reivindicación sin guerra, unión y
tr':lbajo, libertad y orden"17.

14 El Comunista de Cartagena, en 1910, se decía "defensor de los in.


tereses obreros'. En su primer editorial señalaba que, "los intere-
ses de los oprimidos, que constituyen la mayoría, triunfarán. Esos
oprimidos es lo que se llama pueblo: por él y para él escribimos"
(No. 1, 1910).
15 En un periódico obrero de Bogotá se identifica a los obreros con
un grupo 'miserable' despreciado por los burgueses pero querido
por el clero. La intención del articulista es provocar una reacción
rebelde de los obreros ante la opresión que viven. (Partido Obre-
ro. No. 1,22 de enero de 1916).
16 La Humanidad, No. 22, 10 de octubre de 1925. El articulista, sin
embargo, confunde el concepto al decir que los capataces son
'obreros' que "humillan al obrero que de ellos depende".
17 Unión y Trabajo, 20 de febrero de 1936.

La imagen del obrero 103


De esta forma los obreros, aunque hacían uso de los
servicios paternaJ.nente ofrecidos por la elite y en menor
medida por el Estado, iban construyendo lentamente una
nueva identidad como nuevo conglomerado social, explota-
do 'sí, pero en forma cualitativamente diferente a la sufrida
por los siervos o esclavos. Los obreros se sabían personas
de escasos recursos, mas no miserables, y ante todo valoraban
su trabajo. Esa valoración va a diferir, sin embargo, según re-
giones, oficios, empresas, niveles de calificación e ingresos,
y finalmente según la capacidad organizativa y de lucha. Vea-
mos brevemente estas variables.

En Antioquia parecía existir una mayor valoración, in-


cluso por parte de la elite, hacia el trabajador. Así lo reflejan
aún los mismos entrevistados:

En Bogotá, por ejemplo, como que la gente por el frío no traba-


jaba mucho, entonces (los empresarios) ven a un antioqueño y se
desviven por él, porque es muy trabajador y quiere conseguir di.
nero en todo momento. Bueno, y para mentirosos creo que tamo
bién es igual. ..

(Israelllernández)

En esa valoración del trabajo influyen elementos cultu-


rales regionales que enfatizan una mayor ética del trabajo.
Fruto tal vez de esa mentalidad regional, el trabajador paisa
muestra aparentemente mayor afán de superación y mayor
deseo de controlar su tiempo de trabajo. Una textilera lo con-
firmaba hablando del traslado de una sección a otra en Fabri-
cato:

... entonces ya me mandaron para 'lisos', cuestión que me abu-


rrió mucho. Yo trabajaba muy bueno en 'telares'; es que es muy
bueno llegar una a un oficio que uno se manda solo y no donde
lo estén mandando.
(María Rosa Lalínde)

En otros casos era más el deseo de independizarse, lo


que se valoraba. Frases como la siguiente fueron frecuentes
en las entrevistas en Medellín: "yo salí de la fábrica (de cal-
zado), precisamente del 'País Madrid', salí a independizarme
y a trabajar por mi cuenta.

104 Mauricio Archila Neira


Pero también la aparente valoración del trabajador an-
tioqueño se debía a la menor distancia entre la elite empresa-
rial y el obrero, consecuencia de la misma ética del trabajo in-
crustada en la cultura regional. Es lo que el sociólogo Alberto
Mayor ha llamado la :lección moral del empresariool8• Hasta
dónde la clase obrera paisa introyectó dicha lección se consta-
ta en testimonios como el siguiente:

Aquí en ese tiempo, un superintendente tra"bajaba por igual con


los trabajadores, no se sabía cuál era el superintendente; ahora no
hacen eso, no se quieren ensuciar pues dicen que pa'eso estudia-
ron. Otra cosa es que un patrón tiene que saber mandar, y partici-
par en el trabajo, decirle al trabajador, vamos a hacer tal cosa, en
lugar de decirle vaya haga, pues esta forma es más déspota.
(Martín Emilio Suárez L.)

Los trabajadores más receptivos a las campañas morali-


zantes, como los textileros, fueron vistos por la elite y la Igle-
sia como obreros 'respetables'. Incluso llegó a hablarse de
obreros self-made al estilo del discurso burgués inglés de me-
diados del siglo pasado.

En el caso bogotano hay la impresión de una mayor dis-


tancia entre el trabajador y el empresario, lo que reflejaría la
pervivencía de la separación colonial entre castas, más marca-
da en el altiplano cundiboyacense que en Antioquia. Reflejo
de eso es la tradicionaCdiferencia entre 'cachacos' y 'guaches'
que se hacía evidente aun en la presencia externa. Según pala-
bras de un miembro de la elite, José María Samper, en el 'ca-
chaco' bogotano se "halla connaturalizada la sal andaluza
combinada con cierta nobleza mental castellana".

Más marcadamente que en Medellín, en la capital del


país habría una valoración diferenciada entre un 'obrero' ba-
jo, asociado con la inmoralidad, el alcoholismo y hasta la de-
generación racial; aquel 'respetable' que sería ejemplo moral,
generalmente asociado con artesanos pudientes y obreros más
calificados. Un periódico conservador dirigido a los obreros

18 Etiea, trabajo y productividad en Antioquia, Bogotá, Ed. Tercer


Mundo, 1984, pp. 270.281.

La imagen del obrero 105


decía: "el ser obrero es ser digno ... los obreros tenemos una
bandera: la de nuestra honradez, la de nuestro trabajol> .

La otra variable explicativa de la diferente valoración del


trabajador, se mezcla con la cultura regional, y es la que ca-
racterizó a ciertas profesiones. Podría decirse que los artesa-
nos especializados, como los joyeros, eran muy orgullosos de
su arte. La elite apreció más a estos artesanos. Un cronista de
Bogotá a principios de siglo narró: "las artes cuentan en esta
ciudad con sobresalientes obreros, notables mecánicos, y gran
número de industriales cuyas manufacturas ha admirado el
pú blico en las exposiciones nacionales".

Los que tenían oficios muy competidos y amenazados


por el desplazamiento de modernas industrias, proyectaron
una imagen más deplorable:

Este gremio ha sido el gremio más desunido que ha habido, el gre-


mio de sastrería, no existe sino envidia entre los mismos obreros,
una envidia que porque el uno ganó más, que porque el otro ga-
nó menos, que porque el uno confecciona una obra más bonita,
que el otro la confecciona peor, ahí está la envidia.
(Norberto Velásquez)

Los sastres recuerdan con nostalgia el tiempo en que


eran muy valorados:

Actualmente un sastre es un trabajador del montón, antes sí valo-


rizaban un sastre. Yo recuerdo que uno iba a un pueblo por ahí
y era bien atendido. Ahora el sastre se mantenía era muy encule.
brado, porque en esa época las prenderías prestaban en cortes, en
pantalones, entonces ya se exigía de un cliente un corte y enton.
ces... había gente que le pedía plata al cliente y otro empeñaba
el corte. Ya comenzó la mala imagen del obrero sastre, desde ahí;
actualmente ya quitaron ese, en las prenderías ya no prestan en.
tonces ya volvió el obrero a ser más distinto, más responsable;
pero antes no había tanta responsabilidad, antes el obrero se dedi.

19 Unión Colombiana Obrera. 1 de mayo de 1928. Aun criticado el


consumo del alcohol por los obreros, la elite solía distinguir entre
el artesano, supuestamente más 'culto', y obrero raso (ver Rafael
Serrano, op. cit., p. 68).

106 Mauricio Archila Neira


caba era a empeñar, a conseguir plata por ahí pa' los vicios, pa'la
casa, empeñaba los cortes y todo eso, pero ahora ya no.
(Norberto Velásquez)

Otros, como los tipógrafos, a pesar de la crisis del gre-


mio, conservaron por mucho tiempo el orgullo de su oficio.
Así lo ratifica un cronista de los años 30 en Bogotá: "los im-
presores nunca se consideran como simples obreros. Miran de
soslayo a los operarios de las otras profesiones y forman siem-
pre círculos que más parecen sociedades de literatos que aso-
ciaciones de artesanos,,20 .

Por su parte, los trabajadores de transportes o de la in-


dustria manufacturera reflejaron un tipo de valoración de su
trabajo muy ligado al orgullo de pertenencia a una empresa,
especialmente a las grandes como Coltejer, Fabricato, Colta-
baca, Bavaria, Cemento Samper, etc. Los obreros antioque-
ños, especialmente los textileros, afirmaron la imagen de dó-
ciles y obedientes, ilustrando cuánto aprendieron de 'la lec-
tura moral' de los empresarios:

Pues al menos las que estábamos, todas muchachas serias (claro


que tendrían sus parranditas yo no sé, pero así pues como cosas
extraordinarias no), muchachas todas serias, obedientes, que to-
das, eso sí en la fábrica todas éramos como muy dóciles en ese
tiempo, ahora es que como que se habla, yo no sé cómo les van
hablar. En la fábrica una muchacha no se manejara bien inme-
diatamente para fuera, entonces eso le servía de estímulo a las
otras y todo.
(Fabiola Roldán)

La lealtad a la empresa, ligada al orgullo de pertenecer


a ella, tenía su impacto en las formas organizativas y en la
política:

Por ejemplo los obreros de Fabricato, Col tejer y la Compañía Co-


lombiana (Coltabaco), pues eso empieza a formar su fábrica y
la encerraba, no deja entrar a nadie allá, y fuera de eso tenía el
tutelaje del clero. Tan cierto es ello que cuando aquí se cayó
el partido liberal y vino la persecusión, que la CTC que la había-

20 MORA, Luis M., op. cit. p. 45.

La imagen del obrero 107


mos fundado nosotros, acabaron con ella, entonces surgió la UTC
creada por los jesuitas, una organización sindical que surgió dp
esas bases obreras de Coltejer, Fabricato, esas empresas poderosas;
es decir, allá no le era fácil a los revolucionarios entrar, entonces
era una clase de aristocrasia obrera. En el ferrocarril no, porque el
ferrocarril es una empresa oficial, y como tal a la larga estaba poli-
tizada, por eso eran casi todos liberales y entonces Gaitán tenía su
proselitismo en el ferrocarril, y tenía aquí muchos jefes que eran
gaitanistas.
(Gilberto Mejia)

Pero es definitivamente en el proceso organizativo y de


confrontación con la patronal y el Estado, cuando la clase
obrera va adquiriendo una identidad propia aunque no nece-
sariamente autónoma en el sentido político. Es en ese proce-
so cuando se fue produciendo la ruptura con la imagen que la
elite proyectaba de los obreros, y cuando éstos fueron defi.
niendo sus espacios propios21 , lo que nos ocupará en los ca-
pítulos siguientes.

21 Un paso importante en ese proceso diferenciador es la celebración


de los primeros de mayo. El primero que se consigna en la prensa
fue el de 1916 (Partido Obrero, 1 de mayo de 1916).

108 Mauricio Archila Neira


Capítulo Cuarto

CONDICIONES LABORALES
Y REIVINDICACIONES OBRERAS

... y los felices que hoy bostezan cuando se les habla


de estas cosas, o que toleran cuando más que les sean
recordadas en términos vagos, generales y nobles, de-
ben interesarse en la cuestión económica, aunque les
disguste; pues como a los que comen, visten y duer-
men mal hay que dejarles siquiera la libertad de pen-
sar, o por lo menos de soñar en algo mejor, resulta ne-
cesario que también lodo el mundo se preocupe de
ello, porque sin esto se corre el riesgo de que el dulce
sueño social en que se arrullan. se interrumpa brusca-
mente. por algún sobresalto desagradable, sino por
una sacudida trágica. Pero que se preocupen no como
asunto de piedad cristiana solamente, que lo mismo
puede ejercitarse que omitirse, sino como un derecho
de los de abajo y como un deber de los de arriba.

Rafael Uribe Uribe


("Exposición sobre el presente y porvenir
del Partido Liberal en Colombia",
op. cit. P. 190).

La clase obrera en sus orígenes encontró un panorama


laboral en parte herencia de lo colonial, y le fue muy difícil
labrarse un puesto en la nueva organización económica y 80-

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras lOY


cial del país! . Ante el despotismo y los señuelos paternalistas,
con que los hacendados trataron la mano de obra durante siglos,
los obreros lentamente aprendieron a protestar y a saber que
tenían ese derecho. De esta forma, la clase obrera contribuyó
a la modernización de las relaciones sociales y, en la medida
en que presionó por sus reivindicaciones sociales, logró la
aclimatación de un espíritu más participativo en el país. Co-
mo veremos a lo largo de este capítulo el proceso no fue fácil,
ni mucho menos lineal, pues ulas conquistas de hoy pueden 1

significar un retroceso mañana". El balance que se puede ha-


cer para 1945 muestra un indudable avance en las condicio-
nes materiales de existencia de los trabajadores, aunque no
se contó con una expresión política autónoma para el conjun-
te¡ de la clase obrera. Este mismo año, el comienzo de la Violen-
cia significó la pérdida del protagonismo obrero y el retroceso
en algunas de las conquistas logradas con mucho esfuerzo. La
aparente fortaleza de la clase obrera en el período estudiado
presentó cierta debilidad que se hizo patente en los años de la
primera Violencia. Veamos con cuidado estos aspectos.

1. Condiciones de trabajo

Las primeras generaciones de obreros y obreras de las


ciudades de Bogotá y Medellín enfrentaron difíciles condicio-
nes de trabajo, endulzadas temporalmente por el paternalis-
mo de los primeros empresarios; lo que dificultó la protesta
colectiva y aún así presentó desde estos años. Por el tipo de
mano de obra demandada por las primeras empresas, los re-
quisitos de ingreso no eran muchos, hasta incluso los tardíos
años cuarenta y comienzos de los cincuenta:

P. Cuéntenos doña Zoila, entonces ¿qué otro tipo de requisitos le


exigieron a usted para ingresar, eso fue aproximadamente en qué
año?

R. En el cuarenta y siete.

P. En el cuarenta y siete. Usted me dice una serie de documentos


y que luego le hicieron un examen médico.

1 URIBE URIBE, Rafael. Op. cit., p. 19.

110 Mauricio Arehila Neira


R.Sí.

P. ¿Y qué otro tipo de requisitos le exigieron?

R. No, pues yo traía también, cuando me ilusionaron aquí porque


no hacía el deber de colocarme, yo volví a Cisneros y traje unos
memoriales del señor ... ¿una qué? Cómo es eso que le dan una ...
recomendación.

P. ¿Recomendación?

R. Del señor cura, el párroco, y me firmaron las profesoras con'


que estudié y todo lo principal de Cisneros, el Alcalde, toda esa
gente allá, entonces yo traía esa recomendación firmada con to-
do lo principal de Cisneros".
(Zoila R. Valencia)

P. ¿Entonces en qué años se pudo vincular a Fabricato?

R. En el cincuenta y uno.

P. ¿Y cómo logró usted vincularse?

R. Pues de la manera más fácil, casi se puede decir que sin pedir
trabajo. Ya. ve, una cartica de recomendación que no fue sino
mostrarla en la portería y allí me entraron pa'dentro, me conocie.
ron, me preguntaron qué puestecito perseguía yo en la empresa,
entonces yo les dije que no iba como a decir qué me gustaba tal
puesto o el otro, que yo iba era a que me dieran trabajo, donde la
empresa me necesitara, ahí trabajaba yo.
(Marco A. Arias)

Los requisitos no iban más allá de una carta de recomen-


dación y un examen médico. En algunos casos un pequeño
.examen de habilidad, pero sin la sofisticación contemporá-
nea. Uno de esos exámenes en la industria textilera bogotana
es como lo narran a continuación:

Una misma compañera de las'que fue, me mandó razón que están


recibiendo personal allá y me presenté. Como de seis muchachas
que habíamos, porque eso le hacían a uno un examen con una he-
bra de hilo de seda, ¿ya? tenían dos conos de seda y eso era el
mismo dueño. De esas seis muchachas pasamos dos, entonces le
daban a uno las dos hebras de hilo, para que hiciera un nudo y

Condiciones laborales y reivindicadones obreras 111


posiblemente, me imagino yo, según la ligereza, la habilidad con
que uno las unía, ese era el examen, pasaban, pasamos dos.

P. ¿Ese era todo el examen'?

R. Eso era.

P. ¿No hubo examen médico'?

R. Eso sí, para poder decir sí puede venir a trabajar, examen mé.
dico sí, ya ahí después le decían a uno: '¿Usted quiere venir a tra.
bajar'?' 'sí señor'; '¿puede trabajar de noche'?' Porque había tres
turnos. 'Sí señor'; 'bueno, espérese un momento, pase ya a la ofi.
cina '. Llamaba a la secretaria y le decía una orden para el médif'o
y le preguntaban a uno el nombre, la edad y lo mandaban al mé.
dico, el médico expedía certificados y listo se podía trabajar.
(Bárbara de Re'lrepo)

La admisión para trabajos menos calificados, como la


construcción, era aún más fácil. Un testigo recordaba así su
ingreso a ese oficio en los años 10 en Bogotá:

Me paré en una esquina y pasó un maestro, un albañil y me dijo


'¿usted quiere trabajar'?' yo le dije, 'sí, como no'. Me llevó a tra.
bajar a un solar que estaban haciendo ahí. .. donde es hoy la Pla.
za de las Aguas.
(Manuel A bella)

Algo similar ocurrió en los pequeños talleres artesanales


de la época:

Bueno le cuento que todos los muchachos encontrábamos trabajo


donde llegábamos, ahí no se discriminaba nada, antes era buscan.
do muchos pa 'aprender, en ese entonces no es como ahora que el
seguro, que por el seguro no se coloca nadie, en ese tiempo no ha.
bía seguro.

P. ¿No había como tanta dificultad para colocarse a trabajar'?

R. No, al contrario todo el mundo era llamado venga aprenda,


venga aprenda, venga aprenda y donde uno llegaba seguro que ah í
mismo, uno quería esto, lo otro en fin, ahí no había problema.

(Israel Hernández)

112 Mauricio Arehila Neira


En los ferrocarriles tam bién existían pocos requisitos
para la admisión, especialmente si un familiar ya estaba vincu-
lado a la empresa:

La familia mía toda fue ferroviaria, entonces en la región no ha.


bía otra industria. Mi padre se vinculó desde la construcción mis-
ma del ferrocarril de La Dorada, y fue quizás uno de los primeros
pensionados en Colombia por cuenta del ferrocarril de La Dorada,
empresa inglesa The Dorada Railway. El tenía al hijo mayor tam-
bién vinculado a Ferrocarriles de La Dorada :~,...
otro hermano traba-
jaba esporádicamente en la empresa de ferrocarriles. Mi vincula-
ción casi que fue muy. no sé cómo llamarla, muy ocasional, por-
que yo estudiaba. Por aquellas circunstancias de la vida, mi padre
resolvió no darme más educación y me metieron al ferrocarril.

P. ¿Hasta qué curso llegó formalmente?

R. Hasta el 40 de bachillerato y me metieron a ferrocarriles como


trabajador ocasional, pero le deCÍa muy ocasional porque el her-
mano mayor que trabajaba con ferrocarriles me llevó para que le
ayudara a él, en cuestiones de instalaciones eléctricas. Nunca lle-
gó a decirme que era para entrar al ferrocarril y así fue, que el día
menos pensado, me encontré que era ferroviario. Ya por la cues-
tión de sangre y tal me amañé.
(Gustavo Díaz Raga)

En los ferrocarriles departamentales o nacionales se re-


quería la clásica "palanca" política. Lo mismo para trabajar
con el Municipio. "Antes", dijo un jubilado del Municipio de
Medellín, "era difícil, como es hoy, conseguir un puesto pú-
blico y estaba sujeto siempre a los padrinos políticos que uno
tuviera n.

En el plano comparativo regional parece que en Antio-


quia tuvo más peso la relación familiar para ingresar a las em-
presas.
La hermana mía trabajaba allá en Coltejer, que la hermanita mía
ya estaba trabajando cuando eso en Coltejer, ella habló por mí
yeso fue rápido. Pues habló y le dijeron, 'dÍgale al muchacho que
suba' y casi me ponen de inmediato a trabajar; me dijeron 'vea ha.
ga estas vueltas y véngase mañana a trabajar y siga las vueltas' y
eso fue rápido.
(Manuet Vargas)

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 113


La pertenencia a la familia ampliada o haber nacido en
un municipio lo fue en otros casos.

Manuel Quijano (el jefe de personal de Sedeco, M. A.), muy bue-


na persona y ese hombre me cogió mucho cariño, yo no sé. Desde
que me vio le caí en gracia a él, y me dijo, 'hombre vea, yo lo voy
a colocar, vea se va a tal parte y va trabaja hoy y si puede de pron.
to por la tarde viene o sino mañana se viene pa'que conversemos
usted y yo, pa'queconversemos', Al otro fui día yme dijo, 'hombre
de manera que usted es de Titiribí'; dije, 'sí don Manuel yo soy de
Titiribí'. Dijo 'hombre que tan bueno, cómo me gusta la gente de
allá, me gustan esos trabajadores de allá, es que aquí hay trabaja-
dores de allá. Aquí hay mucha gente de allá y es posible que los
conozcas' dijo. 'Sí, tanto es que cuando resulte otra gente de allá,
o si usted sabe que hay gente que está buscando trabajo de Titiri.
bí, esa gente me gusta, es que son buenos trabajadores, ya los co.
nocemos aquí, son buenos trabajadores.
(Luis E. Bolivar)

Los trabajadores al provenir del campo estaban someti-


dos a otro tipo de ataduras no económicas' . Como ya decía-
mos, se trató de mano de obra poco calificada y de ah í que
no se contó con sofisticados exámenes de admisión. La sensa-
ción que arrojan las entrevistas es que era más fácil emplearse
en esa época que en la presente.

Al mismo tiempo, los empresarios buscaron establecer


relaciones personales con sus trabajadores y por ello se exigió
la recomendación o un conocimiento directo a través de en-
trevistas informales. De todas formas, los que ingresaban se
sintieron en deuda con sus empleadores, así las oportunidades
de trabajo no fueran tan escasas como sucede hoy en día. Es-
te sentimiento de gratitud tuvo un gran peso en las relaciones
obrero-patronales de los primeros decenios de este siglo.

P. ¿Y cuando usted entró a la fábrica de arriba, usted firmó algún


contrato? O ¿usted entró así de palabra?

2 Para una visión panorámica de las condiciones en el campo en esa


época véase Jesús A. Bejarano, El Régimen Agrario: de la econo.
mía exportadora a la economía industriaL Bogotá, Ed. La Carre-
ta, 1979.

114 Mauricio Archila Neira


R. No. eso no se firmaba, ahora años, eso llegaba uno y pedía tra-
bajo y camine.

P. ¿Y no quedaba ningún papel, no quedaba nada?

R. Nada, nada. Yo llegué a Tejidos LeUcia a trabajar, allá no te-


nían que firmar papel, no tenía que firmar nada. En Tejicóndor
tampoco, en ninguna.

P. Entonces, ¿Cómo hacían pa'saber desde cuándo empezó a tra-


bajar ahí? ¿Le creían a uno, que uno decía que de tal año y...

R. Pues claro que eso sí le apuntaban.

P. ¿Ellos apuntaban desde qué año entraban?

R. Si.
P. ¿Pero no firmaban, usted nunca firmó ... ?

R. Yo entré en el treinta y seis y allá apuntaron en treinta y seis


entra María López a trabajar, pero no más.
(María C. López)

El sentimiento de gratitud de los trabajadores hacia las


empresas por el 'favor' de ser contratados, los identificó pro-
fundamente con ellos. Algunos trabajadores de la mayor Cer-
vecería del país la. llamó 'mamá Bavaria'. Un textilero por su
parte decía: "Coltejer me dio a mí y yo le di a Coltejer toda
la vida" .

. . . tenemos que tener agradecimiento con la empresa, porque


pues yo diría, si yo no hubiera trabajado en Col tejer todos esos
años que trabajé, tal vez yo no me hubiera realizado ... porque
si yo no hubiera sido un trabajador, honrado, honesto, cumplidor
de mis deberes, Coltejer no me hubiera tolerado ni un año, ni dos
años, ni tres.
(José B. Ocampo)

Algo similar sentía un antiguo trabajador del Ferrocarril


de Antioquia:

... no se mentaba nada de prestaciones sociales porque nosotros


no sabíamos sino trabajar con ese ánimo, con esa voluntad que

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 115


tenía uno pa'trabajar; claro que en esa época las empresas eran
muy boyacenses; nosotros con tal de que la empresa progresara,
nosotros queríamos la empresa y no pensábamos en nada.
(Jesús A. Gaviria)

La lealtad y el sentimiento de gratitud con la empresa,


se reforzó en los casos en que la empresa, al convertirse en so-
ciedad anónima, otorgó acciones a sus trabajadores. Pero defi-
nitivamente el medio más común para garantizar dicha lealtad
durante los primeros decenios fue el paternalismo practicado
por los empresarios. Destaquemos algunos testimonios para
ilustrar esta afirmación. En Bogotá los trabajadores recuerdan
con veneración al primer dueño y fundador de Bavaria, don
Leo S. Kopp:

... pues le cuento que eso está escrito aquí. Don Leo, pues cada
2 ó 3 años iba a Alemania, tenía familia, y al regreso traía regalos
para todos los obreros.

P. ¿La gente lo quería mucho?

R. Sí, lo quería mucho, las mujeres; él contrató una clínica para


sus mujeres, para mujeres de la fábrica para que tuvieran su chino
y él mismo las llevaba en su carro, en su coche; se enfermaba una
vieja y la llevaba, él la llevaba; patrones como ese son muy difí.
ciles...

P. ¿Por qué uno ve que en la tumba de don Leo va mucho, es uno


de los sitios de peregrinaje?

R. De reverencia.

P. ¿El era muy religioso?

R. No, es que la gente, don Leo era tan bueno, es santo. Dicen
que él da mucho, van le rezan le besan la tumba y consiguen tra.
bajo. ¿Quién les quita esas creencias?
(Luis A. Moreno)

La fama se extendió también a su hijo y sucesor Guiller-


mo Kopp:

116 Mauricio Archila Neira


Ese era una plata; f:'1 pan del pobre; a todo pobre que llegaba allí
le daba trabajo, era muy bueno; noble y consciente; y entraron
esos otros y ahí se acabó todo.

P. ¿Qué consideraciones les daba?

R. Muchas, y él me propuso cuando estaba en el cuartel; yeso me


afectaba porque no estaba acostumbrado a tomar. Don Guillermo
me dijo 'va a salir para que se venga acá'.

P. ¿Pero qué les dio? ¿Elles daba para que construyeran su casa o
les daba la plata?

R. El prestaba; 'hay que recibirlos darles trabajo'; cada año daba


buen regalo; yo no alcancé porque ya él estaba que salía y llega.
ron estos otros y se acabó todo; y había uno que era peor; ese sí
vivía echando gente.
(Abraham Cadena)

En MedellÍn sucedió otro tanto con los Echavarría:

Los Echavarría cuando eran dueños de eso, eran muy buenos por-
que siempre nos daban mucho kilito, regalaos.

P. ¿Kilos de tela?

R. Sí. Había mucha tela que llamaba camisa, tela de camisa yeso
nos regalan a nosotros. Y nos regalaban cuando iba a nacer un ni-
ño, nos daban ajuarcitos cuando iba a nacer un niño, nos daban
ajuares pa'la señora .•
(Celso A. Gómez)

Venía don Rudencio y doña Alicia la esposa, en las navidades ve-


nían y traían regalitos, antes de terminar la Navidad porque cuan-
do eso daban las vacaciones cada año de dieciocho días, ya no, ya
son ... la persona que cumpla el año tiene derecho a vacaciones,
en ese tiempo cerraban la empresa en diciembre y nos daban vaca-
ciones, y antes de diciembre nos daban, no sé ahí mataron varios
cerdos y nos daban esas carnes para freír, y doña Alicia en diciem-
bre traía una canasta, traía muchas canastas y nos traían dulces,
galleticas, cosas así era lo que nos traía.
(Lucia Botero)

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 117


Pero estos regalos y detalles paternalistas de los patro-
nes, que tanto recuerdan los trabajadores entrevistados, fue-
ron paliativos aislados en medio de una extenuante jornada
de trabajo, de más de 12 horas en algunos casos, bajos salarios,
sin pago de dominicales ni vacaciones, en condiciones am-
bientales deficientes, sin seguro de accidentes y con nulo ser-
vicio médico. Eran las condiciones laborales propias de las
primeras fases del capitalismo.

Varios entrevistados reconocieron haber ingresado sien-


do menores de 15 años. En parte el examen médico era para
determinar la edad, pero los patrones hacían caso omiso de
las pocas restricciones oficiales para el trabajo infantil y feme-
nino. Un grupo de empresarios antioqueños -pertenientes a
prestigiosas empresas como Noel, Compañía de Chocolates,
Cervecería Libertad, Compañía de Tejidos de Medellín, Ro-
seBón, trilladoras y fábricas de calzado-, se opusieron en
1929 a la consagración de leyes que prohibían el trabajo a
menores de 18 años, aduciendo, como era lógico en la men-
talidad de la época, razones morales:

"A nuestras empresas llegan de pueblos lejanos familias


que tienen 8 a 1O hijos, a solicitar trabajo porque el jornal del
padre no alcanza" ... "hace pensar este proyecto, que el con-
vertirse en ley, todos los niños y niñas menores de 18 a1l.0S
que trabajen en nuestras fábricas, que no tengan labores fáciles
para ocuparse, o que no hayan recibido la instrucción elemen-
tal, quedarán vagando por las calles y expuestos al crimen y a
la corrupción ... ,,) .

El trabajo femenino, no era más cómodo. Además de


compartir las extenuantes jornadas de trabajo, ganaban gene-
ralmente menos que los varones. Fuera de eso, debían resistir
las continuas insinuaciones de los mandos medios y vigilantes,
que buscaban favores sexuales. En parte por ello se creó en
Medellín la Inspección de Fábricas en 1918, que debía garan-
tizar, entre otras funciones, la moralidad en los sitios de tra-

3 La Defensa, 5 de octubre, 1929. Los empresarios estaban preocu.


pados porque perderían la capacitación de trabajadores que ha-
bían entrado a trabajar de 10 a 12 años y aún no cumplían los 18
exigidos.

118 Mauricio A rchila Neira


bajo'. Además, se les exigió la condición de solteras para per-
manecer en los puestos de trabajo.

Las jornadas laborales de los primeros decenios eran ge~


neralmente superiores a las ocho horas diarias. Se vieron en la
industria manufacturera jornadas de hasta 12 horas, que se
prolongaban por horas extras; en oficios artesanos y en acti-
vidades vinculadas a la construcción y el transporte, práctica-
mente no había límite de tiempo. Nuevamente un grupo de
empresarios antioqueños estuvo al frente de la oposición al
recorte de la jornada de trabajo, aduciendo las consabidas
razones morales:

"La jornada de 8 horas ha trastocado lamentablemente


la sentencia sabia (el día se hizo para trabajar, la noche para
dormir) porque las doce horas que el sol alumbra la tierra, la
mitad ordinariamente se. pierde y se prostituye. Nuestros
abuelos, los que fecundaron el campo, esos viejos honrados
y escrupulosos, creadores de riqueza, no dieron descanso a un
brazo, ni el ocio vil reposó en su vida, ni fueron al mitin, ni
exigieron derechos, ni pidieron reivindicaciones, y con todo,
eran felices, más felices que los obreros de ahora, a quienes
ofuscan las luces falsas de un ideal engañoso encendido por
los sectarios de la venganza y del libertinaje"S .

La propuesta de la disminución de dos horas en las jor-


nadas de trabajo los vuelve a preocupar un año más tarde,
1927: "Lo más conveniente para el pueblo trabajador sería
aumento de salario y no rebaja de horas de trabajo, serían dos
horas que se dedicarían al ocio infecundo, cuando no a la
cantina y a otros entretenimientos malsanos en que dilapida-
rían el producto del trabajo"6.

4 OSaRIO, Iván Daría, !Iisloria del sindicalismo antioqueño, Me-


dellín: IPe y otros Eds., 1987, p. 21. En la novela Casa de Vecin-
dad, Osario Lizarazo coloca un personaje al que designa 'la obre-
rita'. Los hombres la perseguían con fines sexuales, y si se negaba
se exponía a represalias y aún hasta el despido. Concluye Osario
sus reflexiones diciendo: "La mujer que pretenda vivir de su tra-
bajo, sólo de su trabajo, tiene que luchar mucho, mucho más que
un hombre" (op. cit., p. 39).
5 La Defensa, 1 de marzo, 1926.
6 La Defensa, 12 de marzo, 1927.

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 119


Además de las largas jornadas de trabajo, las empresas
implantaron los turnos para aumentar la producción; al ser
fijos perjudicaron a los del turno de la noche y la madrugada.

El salario, fuera de que no cubría sino los días trabaja-


dos, era por lo general a destajo. Empresarios antioqueños tan
destacados como Carlos E. Restrepo, Carlos Cock, Alejandro
EchavarrÍa, Félix de Bedout, Emilio Restrepo y Emilio Ro-
bledo se opusieron a la implantación de un salario mínimo,
invocando al liberalismo clásico: "La cuestión del salario
debe arreglarse por libre acuerdo entre patronos y obreros ...
No siempre los más altos salarios, son los más favorables para
la subsistencia del obrero, pues éste por ganar más, muchas
veces se dirige a los lugares más malsanos "7.
Las condiciones ambientales de las primeras fábricas y
talleres, así como en los ferrocarriles y transportes en general,
eran deplorables: altas temperaturas, falta de ventilación y
aire enrarecido. Todo eso propició la proliferación de acci-
dentes de trabajo. Así se desprende de esta patética descrip-
ción de un viejo textilero:
El ambiente era supremamente pesado, porque había una ventila.
ción en cuanto a muchas ventanas abiertas, bueno; pero no había
por ejemplo, equipos modernos en las secciones ni nada, sino que
eso era un completo infierno, o sea la de algodón, eso que hay
dentro de la sección yeso era. .. y el calor, no había pues ningu-
na ventilación, era un calor tremendo. Las condiciones sumamen.
te inseguras, mucho accidente.

P. ¿Se presentaban accidentes?

R. Accidentes, con mucha frecuencia accidentes.

P. ¿Qué tipo de accidentes eran los más comunes?

R. Los más comunes eran por ejemplo donde una máquina le mo.
chaba un dedo a un trabajador, eso cada momento con esas corta.
doras, bueno muchas cortaduras con frecuencia; había hasta des.
mayos del mismo calor en el salón de trabajadores, un calor
tremendo porque no había ninguna ventilación.
(Manuel Vargas)

7 La Defensa. 10 de octubre, 1923.

120 Mauricio Archila Neira


o esta de un trabajador cervecero:

Eso se trabajaba era con carbón y diga usted ese calor y ... y aco-
se y eche rastrillo y ... y ... entonces, .. y los del envase, el jefe de
envases acosándolo a uno; 'mire que no tengo vapor, que está
muy bajito'; y uno éehele carbón y rebulla y ahí era cuando el
carbón salía malo, entonces uno lavado en sudor.
(Eliécer Pérez)

Si las empresas no tenían preV1SlOnpara accidentes de


trabajo, menos aún se responsabilizaban de éstos. Por ejem-
plo, en 1927 hubo un deslizamiento de tierra que produjo el
derrumbe de parte de la fábrica de Rosellón. La empresa no
reconoció indemnización a los accidentados -y hasta corrió
el rumor de que hubo muertos-'. No tenían tampoco nin-
gún tipo de prestaciones sociales. Hablando de su padre, tra-
bajador también del Ferrocarril de La Dorada, se lamentaba
así un testigo:
El fue maquinista; en esa época, no había prestaciones, no había
ninguna clase de vacaciones, eh... no se pagaban horas extras .
se trabajaba. .. pues lo digo porque mi padre lo contaba eh se
trabajaba desde las seis de la mañana hasta las dos o tres de la ma-
ñana del siguiente día viajando, trabajaba con las máquinas eh ...
con carbón. Y posteriormente con las locomotoras petrolizadas.
Así trabajó mi papá 29 años, cuando lo botaron. Porque fue bo-
tado ... entonces no le pagaron ninguna clase de ... indemniza-
ción, absolutamente ninguna.
(Luis F. Torres)

Para completar el desolador panorama, los trabajadores


se quejaron continuamente de MAL TRATO en el sitio de
trabajo. Parecía que el despotismo era bastante común en los
talleres artesanales.

En el taller los ingresos eran muy bajos y el patrón de uno le echa-


ba fuete; nos echaba fuete el patrón ... si uno no hacía las cosas
bien como se las ordenaban.
(Eugenio Colorado)

8 El Correo de Colombia, 27 de junio, 1927. Esta sería una de las


causas de la huelga dos años más tarde. (El Correo, 18 junio,
1929).

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 121


El trato humillante no se reducía a los talleres artesana-
les. En las fábricas textiles (hasta los años 20) se les impedía
a las trabajadoras ir con zapatos. Una textilera de la fábrica
'de arriba' en Bello, famosa por la huelga del 20, se quejaba
del patrón Emilio Restrepo:

Un rico pero amarraD, pues cuando no permitía que uno fuera


con calzado porque le acababa el cemento; ¡que va acabar un za-
pato! no puede, sería un capricho de él, no permitir a nadie. Yo
siempre compré mis quimbas, mis alpargates, me los ponía y me
iba.

P. ¿Entonces tenía que dejar la... ?

R. No me decían nada.

P. ¿Y las que iban calzadas qué, las regañaban?

R. Allá no iba nadie calzado.

P. Entonces dejaban el calzado afuera.

R. Ni hombres ni mujeres ni nada, allá no iba nadie calzado.


(Maria C. Dópez)

Si se llegaba tarde o se interrumpía temporalmente el


ritmo de trabajo, venían las sanciones y las multas, en una
época en la que no se solía oír a la contraparte obrera para
que presentara descargos.

Era que en ese tiempo eran muy delicados, por nada lo echaban,
si faltaban mucho, si los suspendían mucho, y si eran malos tra.
bajadores por eso los echaban, de resto no.

P. ¿Ya usted le daba temor de que en algún momento la pudie-


ran echar?

R. Naturalmente que me podían echar, porque yo también fui


suspendida.

P. ¿Y por qué la suspendieron?

R. ¿Por qué? Porque le alegaba a las supervisoras.

122 Mauricio Archila Neira


P. ¿Ypor qué lesalegaba?
R. Por cualquier motivo; es que usted sabe que cualesquier cosa
pues que le decían a uno ya, yo les alegaba; otra vez porque me
encontraron pintándome las uñas.

P. ¿Y PO! eso la suspendieron?

R. Sí.

P. ¿Y usted no consideró que eso era injusto?

R. Sí era injusto porque yo me fui para el inodoro pintándome las


uñas, y porque no permitían, pero yo por el camino me las pinté,
y entonces me suspendieron por eso.

También porque llevaban trago para el salón también las echaban.


(Genivera Garda J.)

Si uno no estaba por ahí en media hora ya con los delantales


puestos y todo, hasta lo suspendían, no podía ni hablar ni una pa.
labra, ni comerse una naranjita. ni peinarse antes de que tocaran
la salida; eso lo podía hacer uno pero ya después de que el turno
se había terminado, eso era muy horrible cuando eso.

P. ¿Ustedes nunca llegaron a hacer ningún reclamo por esas condi-


ciones de trabajo'?

R. Es que cuando eso nosotras éramos muy bobitas y uno como


muy temeroso pues, que lo echaran en fin, uno pensaba mucho
eso. A mí una vez me suspendieron.
(Zoila Valencia)

Las principales causales de sanción en las industrias tex-


tileras, (y por ahí se puede pensar lo que sucedía en sectores
más atrasados), fueron las siguientes: a) interrumpir la disci-
plina de trabajo ("por estar hablando" o "por ser encontradas
mirando para abajo"); b) "contestar mal" o "desobedecer" a
los jefes; c) faltas a la moral; y d) simplemente por ser consi-
derado (a) peligroso (a).

En este punto nos llama la atención una aparente con-


tradicción en la memoria de los entrevistados que conviene

Condiciones/aborates y reivindicaciones obreras 123


analizar con más detalle pues ilustra el tipo de mentalidad co-
mún en el mundo laboral de la época. De una parle hay, en
general, una visión positiva de los empresarios. De otra parte
se respira una sensación de injusticia, que canalizó la protesta
laboral. Siguiendo una lógica parecida a la de los Comuneros
de 1781 -aquella de 'Viva el rey y muera el mal gobierno'-,
los trabajadores de base veían a los patrones como 'buenos',
y a los mandos medios, capataces y vigilantes como 'malos".
"El trato era bueno", decía un trabajador de Bavaria, "lo que
pasa es que hay el intermedio, el capataz (que) quiere dárselas
de más papista que el papa; pero los dueños en sí eran buenas
personas", Desde otra perspectiva, un cementero hacía un ra.
ciocinio parecido:

Sí había mucha humillación, mucho grito, eso todo así, mucha


humillación, pues de los mandos medios porque finalmente en ese
tiempo los dueños eran sólo Samperes y los Samperes pues malos
pa'pagar, pagaban muy barato, pero muy puntuales y muy serios,
muy educados.

P. ¿Y no se metían con los obreros?

R. No, poco, poco; nos respetaban mucho el trabajo, pero los


mandos medios sÍ.

P. Como así ¿"nos respetaban mucho el trabajo"?

R. Sí, en su forma de trato, respetaban; se encontraba uno con los


Samper y muy atentos eso sí, nos respetaban.

P. ¿Cómo los saludaban?

9 Los empresarios en realidad disfrazaban muchas veces su verdade-


ro rostro en el paternalismo. Ya se han visto algunas posturas ante
el trabajo infantil, femenino, el salario mínimo y la disminución
de la jornada laboral. En un texto basado en el diario del indus'
trial Jorge EchavarrÍa se ven otras perlas. Por ejemplo, en los años
veinte algunos empresarios paisas le coquetearon al fascismo (Ani-
ta Gómez de Cárdenas, Medellín. los años locos, MedellÍn, Ponti-
ficia U. Bolivariana, 1985, p. 31). Más adelante se incluyen frases
textuales de don Jorge EchavarrÍa de claro sabor racista (pp. 44-
45). Finalmente el industrial muestra en su diario la doble actitud
de los empresarios al preocuparse por el bienestar de sus trabaja-
dores pero reprimir, incluso con expulsión, cualquier intento de
protesta (pp. 67-69).

124 Mauricio Archila Neiro


R. No. por el nombre de la persona.

P. ¿Le decían don o por el nombre?

R. Por el nombre. y "¿qué haces y cuénteme qué es tu trabajo y


qué haces"?
(José N. Torres)

La misma textilera que páginas antes denunciaba a don


Emilio Restrepo como un rico amarrado y caprichoso porque
no las dejaba ir calzadas a la fábrica, dice ahora que él era un
'viejazo' que las trataba bien!. "Allá no lo trataban mal a uno,
no trataban mal a nadie", afirmó en su entrevista. Sin embar-
go, matizó diciendo, "lo único eran pues los vigilantes; ahí
acosaban un poquito". Ellos y las supervisoras terminaban
siendo los culpables del despotismo de las fábricas: .
Allá controlaban a uno también; allá cierto no se iba sino a traba-
jar, casi no se podía conversar porque en ese tiempo había mucha
vigilancia, en un salón tenían un jefe, un supervisor; el jefe no se
entendía sino con estadística del personal. el supervisor se dedica-
ba a mirar cuál trabajadora hacía pereza o si se estaba mucho en
la pieza donde se tomaba el algo o bueno una cosa asÍ. Y la super-
visora, una muchacha cualesquiera viejona y esa sí le tocaba una
sección como de una cuadra yeso se pasaba a toda hora para allá
y para acá, que uno no conversara casi con nadie; en ese tiempo
era tremendo.
(Lucía Botero)

Los mismos trabajadores, en ocasiones explicaban el ce-


lo de los vigilantes en aras del funcionamiento de la empresa
y de la implantación de un ritmo de trabajo más disciplinado.

La lógica que hemos llamado 'Comunera', se irá rom-


piendo lentamente. En parte porque el cambio generacional
en los empresarios significó la imposición de sistemas de orga-
nización empresarial menos patrimoniales; y en parte porque
la misma lucha obrera terminó identificando como antagonis-
ta al capital y no a uno o dos 'chivos expiatorios'JO. Con nos-
10 Sorprende aquí el parecido entre los procesos descritos y lo re-
construido por Peter Winn para la Fábrica Yarur en Chile. Allí
también el cambio de generación en los empresarios produce nue-
vas actitudes entre los obreros (Weavers of Revolution, New
York: Oxford University Press, 1986).

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 125


talgia, y tal vez con cierta envidia, un antiguo textilero - An-
tonio Pineda- decía: "los empresarios de ahora se tienen que
dejar dominar, en ese tiempo nos dominaban",

Para los trabajadores de las primeras generaciones aún


sobrevivientes, que respetaron tanto a sus patrones, es casi un
sacrilegio la actitud contestataria de las nuevas generaciones.

Una frase de una entrevista lo resume todo: "la gente respeta-


ba más al jefe en ese tiempo". Sus testimonios nos dan la di-
mensión del cambio.

Otra aparente contradicción en el recuerdo de los entre-


vistados (en realidad contradicción para nosotros, no para
ellos), es el contraste que establecen entre el poder adquisiti-
vo de los salarios de antes y los de hoy. Una de las frases más
comunes en las entrevistas fue: "En ese tiempo la plata alcan-
zaba más que hoy". En realidad hay un problema más de fon-
do, cuyo análisis nos permite aclarar no sólo las condiciones
laborales de las primeras generaciones obreras, sino su menta-
lidad.

Aunque no poseemos estadísticas definitivas, las pocas


halladas indican que los salarios promedio de los trabajadores
no sólo eran más bajos que los de otros asalariados, como los
empleados, sino que no alcanzaban para la reproducción de la
fuerza de trabajo. En un ejercicio calculado para 1921 en Me-
dellín se ve que si el jornal promedio de la industria de la ciu-
dad era de $0.43, y una canasta familiar de 21 artículos cos-
taba en promedio $1.10, el poder adquisitivo de los trabaja-
dores escasamente llegaba al 39%11. Francisco Socarrás, en un
estudio sobre nutrición en Bogotá mostraba que para fines de

11 BERNAL, Jorge, p. 16. Lizarazo en Casa de Vecindad hace un re.


cuento de los gastos del protagonista: $0.10 para el dpsayuno¡
$0.25 para el almuerzo; $0.20 para la comida; $0.10 en cigarrillos
y fósforos, lo que arroja un total de $0.65 diarios (más o menos
$20 al mes). El arriendo de una pieza costaba $8 al mes. Para esos
gastos requería ganar un peso diario y ya vimos que el promedio
era cercano a $0.50, (op. cit., pp. 6-8). Para 1937 una canasta fa-
miliar obrera típica en Bogotá costaba $24.31 (Orlando Grisales,
op. cit., p. 21).

126 Mauricio Archila Neira


los años 30, los obreros de la ciudad en general estaban des-
nutridos, con la excepción de los trabajadores de Bavaria que
habían conseguido una primera para compensar el costo de
vida 12. Rafael Baquero hizo cálculos de un salario vital para
1945 y encontró que en Bogotá sólo tres grupos obreros (mi-
neros, tabaco y bebidas) lo alcanzaban; mientras en Medellín
sólo el 11 % de los trabajadores estaban por encima de ese
mÍnimol3•

Algunos intelectuales entrevistados reflejaban también


una perspectiva crítica de los salarios del momento:

En ese período los salarios eran peor que ahora, muy bajos y ade-
más de los bajos salarios había una represión contra toda tentati-
va de subirlos; la explotación sobre la clase obrera en los 20 a 30
era muy fuerte, y durante ese período que fue la incubación de la
gran crisis del 29 al 32, el custo de vida subió mucho.
r Guillermo Hernández Rodríguez)
Pero si se puede aducir que estos testimonios están ses-
gados por la posición crítica del in,telectual, escuchemos a los
mismos trabajadores que en forma contradictoria señalaron el
poco poder adquisitivo de los salarios:

En ese tiempo era como tan pobre todo mundo, todos éramos
muy pobres. Aquí sacaron un cuento, aquí ahora años decían que
cantaba un perro dizque decía (espere yo me acuerdo), 'hambre,
hambre, hambre', pues decía la gente así; pues el perro decía
'hambre, hambre, hambre' y que contestaba el gallo, 'aquí siem-
pre es así', y le contestaba la pisca, 'entre más días peor, peor,
peor'. Eso eran cosas de esa gente que decían aquí, era que se
aguantaba mucha hambre. De pasar uno ... salir uno almorzar y
tomarse uno una aguasalita, de agua con un poquito de mazamo-
rra, ese era el almuerzo porque no había carne ni había nada, no
se encontraba nada.
(Maria C. López)
12 Anales de economía y estadística, No. 5, 1939. En 1937 en pro-
medio los trabajadores de Bavaria ganaban $2 diarios y las trabaja-
doras $1.35. "Estos ingresos representaban un 11% más que el
promedio nacional de los hombres en el sector de bebidas ($53.40
mensuales) y un 15% mayor en el caso de las mujeres ($27). Las
diferencias son mayores con respecto al promedio de todos los
trabajadores" JOrlando Grisales. op. cit., pp. 27-28).
13 Mes financiero y económico. No. 100, 1945. pp. 233-235.

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 127


María López se refería a la población de Bello a comien-
zos de siglo, situación que no parecía ser exclusiva del muni-
cipio antioqueño. Relatos de carácter biográfico lo confirma-
ban:

En los primeros años de mi vida, pues yo me puse zapatos desde


los 14 años. Antes yo no ... esa vaina era cosa completamente
extraña. Yo comenzé a trabajar en la zapatería con alpargatas, en
ese momento. Por allá hasta los 14 años, (yo comencé a trabajar
a los 9). hasta los 14 comencé a conocer los zapatos en mis pies.
Vivíamos en unas condiciones pues ... supra pobreza.

(Eugenio Colorado)

A pesar de la sensación de que los salarios rendían más


en el pasado, para algunos y algunas era claro que no alcanza-
ban:
Eso sí era muy bajito, eso sí era sumamente bajito.

P. ¿Sí? ¿Pero les alcanzaba?

R. No alcanzaba.

P. ¿No?

R. No señor, no nos alcanzaba porque era muy bajito, y que para


pagar una educación de los hijos, alimentación, usted sabe lodas
las cositas ... que drogas, todas esas cosas que son plata y no nos
alcanzaba.
(Helena de Sánchez)
La visión más realista y contradictoria al mismo tiempo
la ofrece este testimonio:

Era muy poquitico el jornal, en ese tiempo, muy poquitico el jor.


nal, pero allí, allí nos sosteníamos toda la gente que estábamos
trabajando en las fábricas, fuera poquito o fuera bastante.
(Tomás C. Peláez)

Cuando los trabajadores se emplean en los sectores mo-


dernos, la sensación de bienestar comparativo con el pasado
rural, impregna todas las dimensiones de la vida, y por su-
puesto marca el recuerdo. "En esa época la plata valía más",

128 Mauricio Archila Neira


frase común en las entrevistas, puede reflejar no tanto un ma-
yor poder adquisitivo cuanto el hecho de recibir los primeros
pesos. Tanto los individuos como la clase estaban 'estrenan'
do' régimen asalariado y por eso se valoraba mucho los prime-
ros ingresos.

De otra parte es bueno tener en cuenta que los cálculos


de poder adquisitivo de los salarios generalmente se hacen por
individuo y no por familia obrera. Según la Contraloría, en
Bogotá, para los años 30, los hijos y aún la madre aportaban
el 33% del ingreso familiar, y para Medellín el 40%. Tanto el
principal aportante de la unidad familiar como los otros
miembros, recibían ingresos adicionales por horas extras o
por trabajos adicionales. En términos de familia y no de indi-
viduo, hubo productos que enviaban de los campos los fami-
liares o amigos, que entraban en el consumo obrero pero no
eran contabilizados como ingresos. Las necesidades obreras
y de todo ser humano no son absolutas, sino que éstas varían
con el tiempo y lugar.

Los trabajadores tenían una percepción de bienestar en


los primeros años de trabajo, posiblemente alimentada por la
comparación con las condiciones existentes en sectores tradi-
cionales, especialmente la agricultura, de ahí su agradecimien-
to con los empleadores, su trabajo abnegado y su identifica-
ción profunda con la empresa. Muchos trabajadores entrevis-
tados permanecieron años no sólo en la misma empresa sino
en el mismo puesto u oficio. Muchos se preciaban de haber
siempre obedecido sin.replicar. Todo esto se plasma en dicien-
tes frases: el textilero Antonio Pineda, comparando ei pasado
con el presente, decía: "Fuimos más humillados en asuntos
de trabajo". Luis Evelio Hernández agregaba, "en el tiempo
que nosotros trabajábamos, yo no sé, o sería arrodillados que
seríamos nosotros, pero nosotros vivíamos muy amañados en
Fabricato, vivíamos contentos".

La lealtad con la empresa fue una de las barreras que los


obreros debieron superar para emprender su lucha reivindica-
tiva Cuando en 1939, los trabajadores de Coltabaco de Bogo-
tá se lanzaron a la huelga, sus colegas de Cali y Medellín se
opusieron al movimiento alegando que era "sencillamente

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 129


una ingratitud y una injusticia con la empresa"14. En esas
condiciones se hicieron evidentes los esfuerzos que debieron
realizar los obreros, por conseguir no sólo mejores condicio-
nes laborales, sino un espacio político en la sociedad. De ello
nos ocuparemos a continuación.

2. La lucha reivindicativa

A pesar de la fuerte carga paterna1ista y del gran control


por parte de los empresarios, la clase obrera consiguió mejo-
res condiciones de trabajo y, de paso, contribuyó a la moder-
nización de las relaciones sociales. De esta forma se fue supe-
rando esa visión de 'humillación' que vivieron las primeras
generaciones, construyendo una imagen diferente del obrero.

Los trabajadores desde el principio desarrollaron distin-


tas formas de acción para mejorar su existencia, desde estra-
tegias individuales, hasta colectivas que son las que nos
interesa en esta sección. En relación con las primeras, más
abundantes en la cotidianidad, fue el 'rebusque' la actividad
complementaria para aumentar los ingresos de la familia
obrera. El 'rebusque' abarcó desde la huerta casera, la tienda,
hasta el trabajo extra en la misma empresa o en actividades
domiciliarias.

Hombre, ha habido gente que le ha gustado mucho trabajar,yo sé


que hay gente que salía de la fábrica y todavía los conozco, y sé
que todavía tienen el trabajo porque salieron pensionados. Antes
de salir pensionados, salían, iban a la casa, almorzaban y salían a
un taller, a un taller de cerrajería, de carpintería, empleaban el
tiempo ya sobrante de la empresa y lo empleaban en eso, traba.
jando en carpintería.
(Luis E. Bolivar)

Otro mecanismo individual de mejoramiento fue el as.


censo dentro del mismo oficio, para el caso de los artesanos,
o en la misma empresa, para los trabajadores manufactureros

14 BERNAL, Jorge y JARAMILLO, Ana María, op. cit., p. 84. José


B. Ocampo decía que la lealtad a la empresa le causó problemas
cuando fue dirigente sindical (Entrevista, Medellín, 1987).

130 Mauricio Archila Neira


o del transporte. Los trabajadores se capacitaron a través del
estudio individual, o por medio de la observación atenta del
proceso productivo, conquistaron mejores posiciones. Incluso
en algunos casos se vio el salto de obrero raso a empleado.

Para el historiador norteamericano Charles Bergquist, el


cambio de las estrategias colectivas de lucha de los trabajado-
res cafeteros de los 20, a los individuales de los 30, marcÓ no
sólo el destino de ese sector sino el del conjunto de clase.

Sin embargo, justo es reconocer que las luchas laborales


colectivas fueron desarrolladas en primera instancia por el
sector aquí llamado artesanal. Estas luchas se pueden remon-
tar a la protesta de las Sociedades Democráticas de artesanos
de mediados del siglo XX.

Las primeras formas de protesta colectiva que impacta-


ron el origen de la clase obrera se ubican a comienzos de siglo.
El pueblo bogotano participó en el boicot contra el tranvía y
luego en las protestas contra la dictadura del general Rafael
Reyes. En ambos eventos estuvieron al frente estudiantes y
artesanos, pues aún era temprano para hablar de presencia
obrera. En los años 10, creció la agitación social dirigida prin-
cipalmente por los artesanos. En marzo de 1919 se organizó
en Bogotá la protesta de sastres y otros gremios contra la
importación de uniformes militares en el marco del centena~
rio de la Batalla de Boyacá. En lo que sería unaeonstante en
las administraciones conservadoras, el acto de protesta se
consideró de inspiración bolchevique. Aunque el gobierno
terminó cediendo, la protesta se realizó con un saldo de cua-
tro muertos y varios heridos, marcando el bautismo de sangre
de la lucha reivindicatival5•

En Medellín paralelamente se presentaría la protesta de


pobladores contra el monopolio de la luz eléctrica en 1918.
En los años veinte, María Cano y otros dirigentes socialistas,
convocarían a manifestaciones contra el proyecto de pena de
muerte, en 1925, y contra la Ley Heroica de 1927. Dichas
manifestaciones fueron bastante concurridas como lo confir~

15 ZAMBRANO, Fabio, op. cit., pp. 206-209 Y Medófilo Medina, La


protesta urbana, Bogotá: Ed. Aurora, 1984, p. 24.

Condiciones laborales y reivindicat:iones obreras 131


ma un testigo, fuera de toda sospecha, como fue el industrial
Jorge Echavarría. Para 1929 se desarrollaron en Bogotá las
jornadas de junio contra la 'rosca' que estaba enquistada en la
administración municipal y nacional. El liderazgo estuvo de
nuevo en manos de los estudiantes. Con el impacto de la Gran
Depresión Mundial, en las principales ciudades, se adelanta-
ron violentas marchas contra el hambre, las que degeneraron
en algunos casos en asonadas. Pero con la consolidación del
gobierno liberal de Olaya Herrera, elegido en 1930, las protes-
tas ciudadanas, con creciente participación obrera, fueron ad-
quiriendo un carácter menos beligerante y contestatario, para
convertirse lentamente en manifestaciones de apoyo a los in-
tentos reformistas liberales. Así sucedió el primero de mayo
de 1936, cuando la recién creada CTC y los sectores de iz-
quierda, marcharon al unísono apoyando la 'revolución en
marcha' de Alfonso López Pumarejo.
Si se observa con cuidado el cuadro que presentamos a
continuación, que resume la información del Anexo I, se des-
tacan varios elementos que conviene resaltar. (Ver cuadro pá-
gina siguiente).
Mientras en Bogotá se percibe un número más o menos
constante por quinquenios, Medellín presenta dos períodos
de pico: los tempranos años 20 y la segunda mitad de los 30.
En ambos momentos juega un papel destacado la moviliza-
ción de los trabajadores manufactureros. En los años 30 tam-
bién se vieron en Medellín paros generales de solidaridad:
con los ferroviarios en el 34 y con Tejidos Rosellón en el 35.
El éxito de esas jornadas fue garantizado por la beligerante
participación de los trabajadores de las empresas municipales
de servicios públicos. El descenso en los conflictos abiertos a
fines de los 30 y en los 40, tiene que ver con un control del
sindicalismo, textil, por parte de la Iglesia y la patronal.
El ritmo huelguístico de Bogotá corre bastante constan-
te. Mientras Bogotá aporta el 22 % de los conflictos del país,
Medellín contribuye con el 10% -las dos ciudades sumadas
dan cuenta de una tercera parte de los conflictos obreros na-
cionales. Observando la información año por año, que apare-
ce en el Anexo, se ve más en detalle CÓmoel ritmo huelguís-
tico en Bogotá refleja el del conjunto del país. Los momentos
de agitación del 19 y 20, conectados con la crisis fiscal que

132 Mauricio Archila Neira


Número de huelgas en Medelli n y Bogotá
b' 1919-1945
"'"
~: Total para
"~
'" Años Medellín (Principales sectores) Bogotá (Principales sectores) todo el pa/s
"a
Q"
e 1919-1924 8 Artesanos y Textileros 15 Transportes y Artesanos 81
¡;;- 1925-1929 3 Choferes y Textileros 16 Transportes, Municipio, Bebidas 56
~ 193Q.1934 4 Ferroviarios y Artesanos 16 Transporte, Industria, Artesanos 66
";;¡ 1935-1939 18 Textileros, Transporte y
~: 194Q.1945
Municipio 18 Industria, Transportes 108
5 Industria 17 Industria, Transportes 68
'"~.
o' TOTAL 38 82 379
"~
'"
g. Fuente: Información de prensa resumida en Anexo 1.
;;¡
a~
vivió el país en esos años, y los del 24 al 26, relacionados con
el costo de vida, se sintieron con intensidad en la capital. La
política represiva de la hegemonía conservadora así como la
Gran Depresión mundial producen un reflujo en el accionar
colectivo obrero, que se reanimará en 1933, precisamente
cuando las políticas anticíclicas de Olaya Herrera darán sus
primeros frutos". El ascenso de López en el 34 estimulará el
movimiento huelguístico especialmente en las dos ciudades.
La Segunda Guerra Mundial obligará al movimiento obrero a
disminuir en su combatividad, que por demás se ha ido poli-
tizando en favor el liberalismo. Por ello el segundo ascenso
de López es recibido de nuevo con un despertar huelguístico,
aunque de menores proporciones.

El peso inicial del sector artesanal se vio desplazado por


el sector del transporte, y en algunos momentos por los traba-
jadores manufactureros. Si el artesanado contribuyó con tra-
diciones organizativas y de lucha a la formación de clase
obrera, es el sector del transl)orte el que le dio identidad en
este período.

La presión obrera fue factor definitivo en el mejora-


miento de las condiciones laborales. Los sectores más comba w

tivos -trabajadores del río Magdalena, ferroviarios y petrole-


ros- fueron los que lograron mejores conquistas. Parte de su
poder de negociación radicaba en la importancia económica
de su producto o sector. Cuando el río, y luego los ferrocarri-
les, perdieron importancia económica, la negociación para los
trabajadores de esos medios de transporte se hizo más difícil.
La huelga fue el instrumento de presión más fuerte con
que contaba la clase obrera. Entre más general, más defini-
tiva era para las conquistas de los trabajadores. La huelga fue
la expresión beligerante de la solidaridad que hermanó los tra-
bajadores y proyectó una imagen diferente del 'pobre' o
'humillado' que concebía la elite. La solidaridad, por supues-
to, no fue exclusiva de los trabajadores; la ejercieron con
desiguales resultados, desde los primeros años de este siglo,
los empleados, estudiantes e intelectuales, junto con algunos
sectores indígenas y campesinos.
16 Estos aspectos se profundizaron en el artículo "De la Revolución
Social a la Conciliación", en ACHSC, No. 12, 1984.

134 Mauricio Archila Neira


A pesar de la dura respuei.:a oficial, la clase obrera en-
contró en la huelga un carácter de fiesta proletaria.

La gente 10 que comenta en todas las huelgas, es que no dejan


sino pobreza y hacer allá de comer, pedir pa' hacer allá, que a lo
que ya se acaban los fondos hay que pedir. (Risas) Y bailar allá
de noche.
(Celso Gómez)

Pero yo no asistía, yo no asistí, yo no asistí a esas huelgas, oía


conversar y toas' as cuestiones pero yo no iba, yo le sacaba mu_"
cho el cuerpo porque, y en ese tiempo, casi pues la mayoría,
todo el que'ra revolucionario lo echaban de la fábrica.
(Tomas C. Peláez)

A pesar de la oposición de trabajadores leales a la empre-


sa o temerosos de las represalias, la lucha reivindicativa se
abrió camino, de una forma lenta. Los empresarios considera M

ban que el mínimo acto de protesta era una ofensa.

Había un maquinista que se llamaba Efraín Lopera, cuando eSO


estaba yo en la escuela, yo lo conocí que era maquinista, me pare-
ce que era de Antioquia, viejo también. El dizque le puso una vez
los tres ochos a la bandera, me contó Ernesto Gómez, los tres
ochos y entonces lo tildaron de comunista; se dijo 'este es el co-
munista, vamos a ver cómo salimos de él; y entonces una vez le
dieron la vía libre parando en Punto Rojo y se entró, se le olvidó
que no podía parar en Punto Rojo y se entró y entonces ahí fue
el tiro y lo echaron, pero más que todo por ponerle los tres ochos
a la bandera.
(Jesús A. Gaviria)

Esto para no mencionar la represión con que los gobier-


nos conservadores y no pocos liberales contestaron las pro.
testas de los trabajadores. Recuérdese que la masacre de las
Bananeras, diciembre de 1928, fue la manera como el gobier-
no respondió a un pliego de peticiones que resumía lo que es-
casamente existía como legislación laboral en el momento.

Para 1945 el panorama laboral había cambiado sustan-


cialmente al encontrado en los primeros años de este siglo.
Cuestiones como estabilidad en el empleo, ajuste del salario

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 135


nominal, seguridad social y otras prestaciones siguieron estan-
do al orden del día; la lógica de la negociación indudablemen-
te se modernizó. Ya no se trataba de las humildes súplicas de
cada trabajador al patrón, sino de la vigencia de una contrata-
ció'n colectiva y una negociación igual. Las peticiones de las
primeras huelgas -trato justo, respeto a las mujeres, dismi-
nución de la jornada de trabajo, rechazo de la abrupta dismi-
nución del salario de nómina, etc.- iban desapareciendo de
los pliegos; en gran parte por presión obrera.

Se pasó de una lógica de explotación brutal a una propia


de la racionalidad capitalista. Sin embargo, este proceso distó
mucho de ser lineal. O si no véase lo que sucedió en la Violen-
cia, por ejemplo, con la desaparición de numerosos sindicatos
y sobre todo de sindicalistas y activistas obreros. Por eso no
es extraño encontrarse con una huelga como la de lndupalma
en 1977, en la que se pedía casi exactamente lo que exigieron
los trabajadores bananeros en 1928".

3. Cambios en la patronal y el Estado

Si se ha puesto el énfasis en la presión obrera como ele-


mento de cambio social, es indudable que las transformacio-
nes que se operan en el sector empresarial y en el mismo
.Estado, influyeron en dicho proceso. En el enfrentamiento
entre obreros y patrones, las dos clases forjaron una identi-
dad, al menos en oposición a la otra, pero también se mode-
laron mutuamente. Es como lo dijo con sensatez un ferrovia-
rio antioqueño: "A uno lo hace el patrón y uno lo hace a él".

Los obreros y obreras entrevistados percibieron cambios


en los patrones, y no sólo en términos generacionales:

De los EchavarrÍas ... la mejor imagen, muy buena, muy buena


porque Coltejer tuvo una época gloriosa. Mientras los EchavarrÍa
manejaron a Coltejer, fue una empresa amplia con el trabajador,
fue una empresa que le brindó muchas comodidades al trabajador.

17 Véase el trabajo del Equipo Laboral "Las Huelgas del Mandato


Claro", en Documentos Ocasionales. No. 35, CINEP, 1985.

136 Mauricio Archila Neira


En la época de ellos, pues hubo los comisariatos para mercado de
los trabajadores, había la venta de los kilos de retazos muy bue-
nos, que todos teníamos derecho a ellos. Pero desafortunadamen-
te cambió eso y cambiaron la administración y ya fueron acaban-
do con todas esas cosas buenas para los trabajadores, muchos nos
lamentábamos de que eso hubiera cambiado de dueños, porque
el cambio se sintió inmediatamente.
(José B. Ocampo)

Las tradicionales concesiones paternalistas y el trato cer-


cano, casi familiar, fue reemplazado por una administración
más distante empeñada en racionalizar el proceso productivo
y reducir costos. Aquel patrón que se sentaba a la mesa con el
trabajador desapareció:

Esa gente de Sedeco era muy sencilla hombre, almorzaban con


uno en el restaurante; a mí me tocó sentarme con el doctor Cano,
Luis Fernando Cano, el administrador, Luis María Toro, jefe de
vivienda, un doctor que era vicepresidente allá de la compañía de
la gerencia, sentame con ellos a almorzar ahí, a charlar con ellos
ahÍ. Sí, esa gente lo trataba a uno muy amablemente, muy senci-
llos, ¡avemaría!
(Luis E. Bolívar)

Los regalos de Navidad, de primeras comuniones y otras


festividades se fueron suprimiendo. Los barrios construidos
por las empresas fueron entregados a los habitantes perdien-
do el carácter de 'obreros', como sucedió con el de Sedeco en
Medellín.

Paralelamente a estos cambios en generaciones de em-


presarios, o e::1el carácter de la empresa -la conversión de al-
gunas en sociedades anónimas como fue el caso de Bavaria,
Coltejer, Postobón, Rosellón, etc.-, o la integración de otras,
se hicieron evidentes los cambios tecnológicos_ El relevo de
personal se hizo necesario. La participación de la mujer des-
cendió en la industria manufacturera, y más mano de obra
calificada se empleó.

El viejo Clemente Piñuela... no sabía leer ni escribir, entonces


pusieron más máquinas modernas en las cuales había que anotar
presiones, temperaturas y él como no sabía leer... entonces la

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 137


empresa lo pensionó, Germania, y me dieron ese chanceo .. por
allá soy maquinista desde esa época.

(Salustiano Pulido)

Con el tiempo ingresaron incluso bachilleres que impri-


mieron un nuevo estilo no sólo al proceso de trabajo, sino
con una actitud más beligerante en la lucha reivindicativa.

En el sector ferroviario, los cambios se plasmaron en el


proceso de nacionalización del servicio, hoy cuestionado y en
vías de desmonte. Para los años 30 este servicio, con cubri-
miento nacional, estuvo sometido a distintas administracio-
nes. En algunos casos en manos privadas, generalmente ex-
trimjeras (caso del Ferrocarril de La Dorada); en otros admi-
nistrado por el Departamento (caso Ferrocarril de Antioquia);
y en otros por la Nación (unos administrados por el Consejo
de Ferrocarriles Nacionales como el del Nordeste o el del Pa-
cífico, y otros no administrados por ese Consejo como el del
Magdalena) 18. Cuatro formas de administración rigieron el
servicio ferroviario en esa época. La dispersión de esfuerzos y
la desorganización del servicio, crearon grandes problemas pa-
ra su desarrollo. Esto sin mencionar la existencia de distintos
diámetros de la vía lo que a veces impedía el empalme direc-
to de un ferrocarril con otro. En ese sentido,

la integración de la vía férrea es benéfica, benéfica cuando se mira


desde un punto de vista nacionalista porque cuando estaban las
distintas divisiones entonces, había la situación regional, vamos a
decir, Ferrocarril del Pacífico, pues tenía la misión de ser la mejor
división; Ferrocarril del Tolima no rendía porque no le ponían
mucho cuidado competencia entre ellos mismos. La política uni-
ficada para explotación de línea férrea fue conveniente.

(Guslavo Díaz Raga)

A pesar de las bondades teóricas de la nacionalización,


en la práctica este proceso no fue visto favorablemente por
los trabajadores. La política fue la de mantener los niveles sa-
lariales y prestacionales de las empresas de las que venían con
ese traslado a la Nación, algunos se quejaron de disminución

18 Anuario estadístico colombiano. 1935, p. 153.

138 Mauricio Archila Neira


del salario. Lo más grave fue la pérdida del empleo. Pero la
crítica más común en los entrevistados fue el descuido en el
que cayeron los ferrocarriles. Este fue el caso de Antioquia:

Se acabó el Ferrocarril de Antioquia, cuando era el Ferrocarril de


Antioquia, las máquinas se mantenían brillantes, había una orga-
nización tremenda; el Ferrocarril de Antioquia era muy organiza-
do; al pasar a Ferrocarriles Nacionales, se acabaron las máquinas,
se acabó la organización; eso fue la debacle como se dice. ahí se
acabó el Ferrocarril de Antioquia, ya no hay ni vagones.
(Martín E. Suárez)

P. Finalmente don José ¿usted cómo ve hoy la situación de los


ferrocarriles?

R. Muy mala, los ferrocarriles desde que pasó del Departamento


a la Nación dieron un vuelco, se acabó el ferrocarril, eso se acabó.

P. ¿Y usted por qué cree que ese cambio acabó con los ferroca-
rriles?
R. Porque primero teníamos las maquinitas, las negritas decía-
mos nosotros, las negras, eran las máquinas que movían el ferro-
carril; apenas pasó el Ferrocarril de Antioquia a la Nación, esas
máquinas desaparecieron y entonces trajeron unas máquinas die-
se!. En la época en que trabajaban las negras esas, que había una
máquina varada y mandaban un cliente, vaya allá a la curva a la
chatarra, traiga tal pieza que allá la hay, se la ponían a la máqui-
na y salía la máquina a trabajar. Hoy en día que ya la cambiaron
por esas diesel, un tornillo que fuera, tenía que pedirlo a la ma-
triz pa'que trabajara y allá era muy distinta la cosa, aquí cualquie-
ra hacía el tornillo, lo podía hacer aquí sin necesidad de pedirlo,
eso fue lo que le pasó al ferrocarril.
(José L. Villegas)

El problema radicó en el reemplazo de una administra-


ClOn regional eficiente, por una burocracia nacional. Lo que
acabó de complicar las cosas fue la politización de la empre-
sa, que se convirtió en un fortín c1ientelista. Directivos sin
conocimiento del servicio cambiaban personal a su acomodo.
Para los trabajadores la causa de la crisis no fue la nacionaliza-
ción, sino las malas administraciones. De nuevo el 'mal go-
bierno' es el responsable a los ojos de los trabajadores.

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 139


Finalmente para la mayoría de los entrevistados hay una
percepción muy vaga del papel del Estado en los cambios so.
ciales del período. Muchos alcanzaron la mayoría de edad y
se vincularon laboralmente, (cuando los liberales estaban en
el poder) y recuerdan con poco cariño a las administraciones
conservadoras. El conservatismo osciló entre un liberalismo
económico acendrado, (para el cual las fuerzas del mercado
laboral debían actuar sin trabas exteriores), y una identifica.
ción de la 4cuestión' social como de 'orden público"g. Sin
embargo, es necesario reconocer que los gobiernos conserva-
dores dieron pasos en una mínima protección del trabajador:
leyes sobre accidentes de trabajo (que no se cumplían como
ya vimos), protección al menor de edad, vivienda obrera y
por supuesto reglamentación del derecho de huelga. En 1923
se dio un paso adicional al crearse la Oficina del Trabajo de-
pendiente del Ministerio de Industria. Dicha Oficina elaboró
un proyecto de Código Laboral, que diciente mente fue ente-
rrado por los liberales en el 30, para sólo proclamarse en el
45'0.
Por su parte los liberales, desde los tiempos de Rafael
Uribe Uribe, llamaron la atención sobre la necesidad de dar
una salida institucional a la 'cuestión social'. Desde 1910,
Uribe Uribe señaló la urgencia de regular" las relaciones entre
patrones y obreros". Refrendó el convencimiento liberal de
una intervención del Estado que protegiera al trabajador y ar-
bitrara en los conflictos laborales. Abogó por un Código del
Trabajo. Esta perspectiva la recogieron los intelectuales y di-
rigentes del partido liberal, que desde la prensa llamaron a la
coexistencia del capital y el trabajo en un marco institucional
que impidiera el desbordamiento obrero. La prensa liberal cri.
ticó al conservatismo por fomentar, con su ambivalente acti.
tud, lo que pretendía sofocar: la revolución social.

Con el ascenso al poder el liberalismo pudo poner en


práctica sus propuestas, pero no lo hizo en la realidad. Las
leyes de institucionalización del sindicalismo y de la jornada

19 Véase mi artículo" La otra Opinión: La prensa obrera en los años


20", en ACHSC, Nos. 13.14, 1985-1986.

20 CUBIDES, Fernando, "Institucionalización del sindicalismo en


Colombia", inédito. U. Nacional, 1987, pp. 16.18.

140 Mauricio Archila Neira


laboral de ocho horas, obraron más como imagen que como
real transformación del panorama laboral. Los trabajadores
tenían tales esperanzas fincadas en el ascenso liberal que cuan-
do subió López en el 34 se respiraba un ambiente de inmi-
nente cambio social. Aún en 1939 seguía esa esperanza de
transformación como lo señala Osario Lizarazo: la actitud li-
beral frente a los trabajadores, "más filosófica que prácti-
ca... capitalizaba en favor del partido todo el fervor de las
multitudes y toda la esperanza, aún subconsciente e indefi-
nida, de tiempos mejores que palpitaba en el ánimo popular".
Con el derrumbe de la república liberal se hizo patente la
incapacidad del liberalismo de dar salidas a la esperanza po-
pular hasta que Gaitán se encargó de recoger la frustración
dejada por 15 años de promesas cumplidas a medias.

Para este período, es innegable la fascinación que ejer-


clO el liberalismo, y en concreto López Pumarejo, no sólo
entre los trabajadores sino en la izquierda misma. Se forta-
lecieron las tradiciones radicales que flotaron en el naci-
miento de la clase obrera. El recuerdo de López irrumpe
apenas se pregunta por los gobernantes que han favorecido
a los obreros:

A él lo recuerdan los obreros y los empleados también, por la re-


volución en marcha y él fue que aprobó las primeras leyes de
beneficio; no había cesantía ni vacaciones, ni nada de esa vaina,
no había en esa época.
(Luis A. Moreno)

Los obreros repiten uno tras otro que a López se le de-


ben las cesantías, las prestaciones y que él sí favoreció al tra-
bajador. No atisba en la memoria de los entrevistados la sos-
pecha por el papel integrador del Estado. Desde una visión
'instrumentalista' se catalogan gobiernos en 'favor' o en 'con-
tra' de los trabajadores.

La lucha reivindicativa, dio a la clase obrera una identi-


dad como conglomerado social trascendiendo regiones y ofi-
cios2!. La solidaridad, hecha práctica en la huelga, alimentó

21 Osorio Lizarazo pone en la mente del empleado de la novela


Hombres sin presente interesantes reflexiones sobre la identidad

Condiciones laborales y reivindicaciones obreras 141


la creación de esta nueva hermandad. Sin embargo, en el pIa-
no político dicha identidad se hizo con la adhesión al proyec-
to lopista y en estrecha relación con los favores del Estado.
Esto hizo difícil la adopción de proyectos autónomos por
parte de la clase obrera como conjuntan.

Concluyendo este capítulo se puede decir que en el pe-


ríodo estudiado, hubo una modernización en las relaciones
sociales. El que dicho proceso no haya sido lineal ni general
para todos los obreros, demuestra la necesidad de la lucha
reivindicativa para imponerlo en la práctica. Tanto por el
orgullo de lo conquistado, como por la solidaridad desplega-
da, los trabajadores asalariados de las dos ciudades, y en ge-
neral de país, adquieran una identidad gremial sin que signi-
fique una autonomía política.

tanto de la clase obrera como de los empleados. "El obrero, dice


el protagonista, adquiere con ello, como clase. más robusta y de-
finida personalidad y va perdiendo la nebulosa contextura social
del empleado" (op. cit., p. 191). Se refiere a la existencia de sindi-
catos y de huelgas en los obreros, y la distancia que el empleado
muestra ante esos fenómenos.
22 PECA UT. Daniel, p. 212, dice que para los años 34 "... los libe-
rales ya no encuentran frente a ellos a unos proletarios movidos
por el sentimiento de su exclusión, sino que se dirigen a trabaja-
dores que se ven a sí mismos como ciudadanos, portadores de la
modernidad". Hablando de la coyuntura electoral del 45-46, el
mismo autor sostiene que la identidad política de la clase sigue
siendo básicamente la del 36, es decir. con López Pumarejo (p.
396).

142 Mauricio Archila Neira


Capítulo Quinto

USO DEL TIEMPO LIBRE

Es punto de meditación, no la jornada limitada


de [as ocho horas sino más bien las horas de va.
gancia, las horas de desocupación. El empleo de
este tiempo es el que ha de dar al hombre que
vive del sudor de su frente la tranquilidad de
conciencia, la salud de su cuerpo y el reposo pa-
ra las nuevas jornadas. No ha sido el trabajo el
que ha diezmado la raza. Ha sido el tiempo del
desempleo. cuando libre de labores y abando-
nado a su ignorancia. sin importarle al Estado,
ni a la ley, ni a los patronos, va de taberna en
taberna alcoholizándose.

(El Obrero Calálico, 26 de mayo de 1934,


citado por Alberto Mayor, op. cit., p. 377)

La contradicción laboral no se limitó al tiempo de traba-


jo, sino al tiempo libre; lo que sucedía a la salida de la fábri-
ca, el taller o empresa, fue motivo de preocupación para los
empresarios, la Iglesia y el Estado, y por razones diferentes,
para los sindicatos y organizaciones políticas obreras. Aunque
para las primeras generaciones obreras las jornadas de trabajo
eran tan largas y el esfuerzo tan extenuante que les quedaba
libre, era poco el tiempo y era ya motivo de conflicto. Para
los trabajadores asalariados era el rato de descanso, de sociali-

Uso del tiempo libre 143


zaclon, de diversión, y en unos casos de capacitación o de
desarrollo de las actividades de mejoramiento colectivo e indi-
vidual.

Para los empresarios era un tiempo peligrosamente inver-


tido en diversiones que perjudicaban el ritmo de la produc-
ción. Para la Iglesia, la inmoralidad se gestaba en los ratos de
ocio. Para el Estado, en el tiempo libre se podían fraguar las
sublevaciones contra el orden vigente. Para los revoluciona-
rios era un tiempo de educación política, dilapidado a sus
ojos por actividades distractivas. En diverso grado, para unos
y para otros, el tiempo libre era el escenario de una confron-
tación no abierta por el control del ritmo de trabajo. Por
tratarse de un conflicto no tan abierto como el que cotidiana-
mente de desarrollaba en los sitios de trabajo, las armas de-
bían ser más sofisticadas. Los obreros, herederos de prácticas
ancestrales, seguían acudiendo sin falta a los escasos sitios de
diversión popular. La patronal y la Iglesia, con tímido apoyo
estatal, lanzaron campañas moralizadoras buscando alejar a
los trabajadores de esos sitios. Por razones distintas, los sindi-
catos y las organizaciones políticas apoyaron esas campañas,
que no tuvieron éxito hasta cuando se contó con alternativas
como las diversiones al aire libre, los deportes y la educación
técnica. Esto no quiere decir que las campañas moralizadoras
hayan triunfado en la imposición de una disciplina capitalista.
Lo que sí es un hecho es que las alternativas de uso del tiem-
po libre se modificaron sustancialmente en estos cincuenta
años, aunque no sea claro en favor de quién.

1. ¿Trabajar sin descanso?

Si durante el tiempo colonial y gran parte del siglo XIX


el ritmo diario de nuestras aldeas estuvo marcado por el mo-
nótono doblar de las campanas que indicaban la festividad
religiosa que se conmemoraba, a lo largo del siglo XX la irrup-
ción de ruidos como los pitos y sirenas de las fábricas y tre-
nes, impondrá en los amodorrados habitantes de las ciudades
una nueva concepción del tiempo' . Los pobladores del barrio

1 Debemos reconocer en esta sección la influencia del sugerente ar-


tículo de E,P. Thompson sobre la imposición del ritmo capitalista

144 Mauricio Archila Neira


la Perseverancia .. alrededores aún recuerdan el pito de Bava-
ria marcando el diario transcurrir no sólo de la fábrica sino
de toda la zona. Las fiestas religiosas o patrias eran pregona-
das por el indefectible pito, aunque en una tonalidad diferen-
te. Lo mismo ocurría cuando moría un trabajador. "Cuando
un empleado o un obrero faltaba, lloraba ese pito y lo hacía
a uno entristecer bastante", recordaba un viejo habitante del
barria2.

Otro tanto sucedía en el 'valle de Aburrá con las grandes


empresas textileras. La presencia de ellas fue definitiva en
la vida de los municipios en donde 110recieron. "Si no fuera
por Fabricato, (recordaba un textilero), no estaba Bello como
está hoy; Fabricato fue la madre de todo el pueblo.

La omnipresencia de las modernas fábricas fue señalan-


do un cambio en el ritmo de vida. De una cotidianidad casi
pastoril, regida por los eventos religiosos, se pasó a una agitada
vida regida por el lema: "el tiempo es oro". El cumplimiento
de los horarios, la puntualidad en los compromisos, la rigidez
en la jornada de trabajo, son fenómenos de una contempora-
neidad cada vez más agitada y estresante. Sin embargo, para
los empresarios no fue fácil romper la concepción del tiempo
heredada de la colonia, tanto en ellos mismos como entre sus
trabajadores.

Lo primero que hicieron fue imponer la disciplina en los


sitios de trabajo, disciplina a la que se resistieron los trabaja-
dores de diversas formas. En unos la resistencia se traducía
en el rechazo a tener patronos. En otros, más asimilados al
régimen salarial, era cuestión de quién controlaba el ritmo de
trabajo: ellos o los empresarios. El conflicto se fue cristalizan-
do en la lucha por una jornada de trabajo que permitiera
tiempo libre al trabajador para el descanso y la educación
-ese era el sentido último de la lucha de principios de siglo
por los tres ochos (8 horas de trabajo, 8 de estudio y 8 de
descanso).
por medio de la difusión de los relojes. Ver "Time, Work-Discipli-
De and Industrial Capitalism" en Past and Present No. 38, 1967.
I

2 Testimonio de un habitante de la Perseverancia recogido por el


Grupo Cultural Vikingos en la ya citada cartilla, pp. 26-27.

Uso del tiempo libre 145


Para los primeros empresarios, herederos de los hombres
de negocios del tiempo colonial y acostumbrados al uso y al
abuso de la fuerza de trabajo, la disminución del tiempo de
trabajo era simplemente vagabundería o anarquía. Con todo,
gracias a la lucha obrera y a la transformación de la mentali-
dad empresarial, se impuso lentamente la jornada de ocho
horas, y no por ello el conflicto desapareció. Tanto las mis-
mas ocho horas de trabajo, como de tiempo libre, fueron ob-
jeto de permanente forcejeo entre las partes.

Las jornadas de trabajo no tenían interrupciones, salvo


el almuerzo que en muchas partes no pasaba de media hora.
No había la posibilidad de descansar en medio de la jornada
para tomarse un tinto, fumarse un cigarrillo o simplemente
charlar:

Los primeros años míos en Coltejer, por ejemplo en eso, resulta


que ahora no se ve, de que en una época los trabajadores no se
hablaban en el salón.

P. ¿Pero porque no querían, no... ?

R. No, porque eso era que realmente no se podía hablar.

P. ¿No los dejaban?

R. No se dejaba, donde vaya uno y hable con otro compañero,


'qué hubo pues', .. los gritos tremendos.
(Manuel Vargas)

P. ¿Y los dejaban por ejemplo fumar o tomarse un tinto en medio


del trabajo?

R. No, la empresa no le daba a uno ni tinto ni nada de eso, uno lo


compraba.

P. ¿Pero sí había posibilidad, por ejemplo de levantarse y tomarse


un tinto o eso era a ciertas horas?

R. No, le daban a uno permiso a las 5 1/2 si uno iba a trabajar ex-
tras a las 5 1/2 podía uno pasar al casino a tomar lo que quisiera,
y al medio día sí era obligación salir al almuerzo. Mucho había de
ser de que estuviera uno muy colgado en algún trabajo para traba-
jar de 12 a 2 pero entonces uno se tomaba el momentico del al.

146 Mauricio Archila Neira


muerzo; a mí por ejemplo cuando ya vivía aquí en esta casa me
llevaban el almuerzo allá

(Edelmiro Ruiz de Sánchez)

Con grandes riesgos, los trabajadores interrumpían en la


práctica los ritmos de trabajo en las industrias que los habían
empleado:

Eso nos daban nuestros cuartos de hora; no nos daban más; a las
nueve, diez, dos, t"resde la tarde, recibíamos la comida y entre rá-
pido; no daban más ni para el almuerzo.

P. ¿Y ustedes llJientrastrabajaban conversaban?

R. Claro, uno conversaba y miraba; todo era que no se fueran aca-


bar los tiquetes; si salían las cervezas sin tiquetear yeso era un
problema .
(Abraham Cadena)

La lucha sindical fue dando sus frutos, se consiguieron


.tiempos de descanso en medio de los infernales ritmos de tra-
bajo. Para fines de los 40 el panorama era bien diferente del
que enfrentaron las primeras generaciones; ya se permitían
más libertades, como lo decía un entrevistado. Había inte-
rrupciones más largas para las comidas, más ratos para tomar-
se un tinto, y sobre todo la sensación de que en algo los obre-
ros controlaban su tiempo de trabajo, sin que necesariamente
ello representara pérdida de productividad para la empresa.
Claro que el proceso fue diferente según las empresas y las
regiones. En las industrias textil eras, especialmente en Antio-
quia, la disciplina de trabajo fue rigurosamente implantada.
No así en otras empresas como Grulla:

P. ¿Tenían tiempo para hacer sus corrillos, tomando su tinto o


qué?

R. SÍ, se refrescaba uno, mejor dicho muchas veces comía a cual.


quier hora, fumaba a cualquier hora, podían salir ocho o diez
veces a fumar; ocho o diez o veinte veces en la noche, en el turno,

P. ¿No había mucho control en eso?

Uso del tiempo libre 147


R. No había ese control tan tremendo; en Grulla se trabajaba sua.
ve, era bueno trabajar, una de las cosas, eso me apegó a mí a Gru.
lla, eso, mejor dicho ahí encontraba uno esa camaradería entre la
misma gente, y mal que bien uno se echaba sus dos o tres charla.
das en la noche, su cuento, había quien contaba sus chistes, había
quien contaba anécdotas, otro que ponía apodos, allá todo el que
entraba lo bautizaban, a todo mundo le ponían apodos.

(José Domingo Gómez)

Para las primeras generaciones de obreros y obreras, las


únicas interrupciones al ritmo de trabajo permitidas por la pa-
tronal eran las fiestas religiosas, unas pocas nacionales y parti-
culares de las empresas. En esos casos se hacía ir a los trabaja-
dores a la fábrica o sitio de trabajo, lo cual garantizaba que se
les iba a pagar (de lo contrario era como los domingos, día no
pagado), y allí se desarrollaban actividades que buscaban re-
forzar los lazos entre los obreros V las empresas. A pesar del
afán empresarial por no desperdiciar el tiempo, las actividades
religiosas parecían ser buena inversión. La religión se articuló
a la endeble construcción de una ética capitalista del trabajo.

En las primeras industrias, especialmente antioqueñas


-las más caracterizadas por la disciplina de trabajo-, las prác-
ticas religiosas eran impulsadas por la patronal. En algunos ca-
sos implicaban la interrupción de la jornada de trabajo, pero
en la mayoría se hacían cuando éste terminaba.

A las doce había misa pa'l personal que salía a las doce y a las
once pa'l que entrábamos.

P. ¿Todos los días?

R. Los sábados.

P. Los sábados. ¿Eso era por obligación: o ¿cómo era libre? ¿Có-
mo era eso?

R. Después de que pusieron los turnos no había hora libre, cuan"


do no había turno había hora libre.

El que entraba iba a su misa, y si quería entrar todo el tiempo en


la misa, entraba, y el que salía tenía que oír la misa porque no

148 Mauricio Archila Neira


abrían la puerta hasta que no oían la misa. El que salía del turno,
pa'que entienda mejor.

(Antonio Pineda)

Una situación similar a la descrita para las textileras an-


tioqueñas se vivía en Bogotá, aunque con mayor oposición de
los trabajadores:
Allí acostumbraban en el mes de mayo celebrar, al principio que
estaba el doctor Benjamín ViIlegas y don Pablo Robledo Diaz,
ellos acostumbraban a llevar como en una, dos o tres ocasiones
para el mes de mayo llevaban curas para que les hicieran a uno
ejercicios espirituales a los hombres aparte y a las mujeres aparte.
Pero después entonces ya eso vinieron algunas protestas; que eso
no se debería de hacer y todo eso. Entonces ya empezaron a decir
que éramos comunistas que esto y lo otro; en fin entonces, ya
ellos resolvieron únicamente hacer un día de mayo la fiesta de la
Virgen, más que todo el día de María Auxiliadora, e iba el padre
Castillo (el del Amparo del Niño que quedaba allí abajo en la
cuarenta con trece), que en paz descanse porque ya murió tam-
bién, y él celebraba allí la misa, que podían llevar los familiares y
se repartían por ahí unos vinos y unas galletas, y se vestía el altar.
(Edelmira Ruiz de Sánchez)

Una fiesta, una fiesta con procesión y todo ahí; asistían los traba.
jadores y las directivas, todas las directivas y las escuelas de Colte-
jer. Hacían regalos en esas fiestas también. En las primeras comu-
niones que hacían los hijos de los trabajadores, las patrocinaba la
fábrica, les hacía desayuno a los hijos de los trabajadores, invitaba
a los padres pa'qué fueran allá al desayuno, a los trabajadores, en
fin les hacía regalos y mucha cosa. Eso se acabó.
(Luis Emilio Bolivar)

El paternalismo que ya hemos descrito se hacía presente


en estas celebraciones religiosas. Pero había además una pro-
funda preocupación en los empresarios, especialmente paisas,
por afianzar un espíritu religioso entre los trabajadores. Se
manifiestan elementos de la cultura regional antioqueña, im-
buida de un profundo espíritu religioso.

Una entrevistada señaló que los trabajadores de Fabrica-


to, en los años 30, cedían parte de su salario para celebrar la

Uso del tiempo libre 149


fiesta de la patrona de Bello, la Virgen del Rosario. La presen-
cia de cuadros del Sagrado Corazón de Jesús era inevitable en
los talleres y fábricas antioqueñas'. En Bogotá también fue
común esta práctica

La presencia de sacerdotes en las fábricas reforzó el sen-


timiento religioso que cultural mente tenían los trabajadores,
haciendo cotidiano el ejercicio de las mismas prácticas espiri-
tuales.

P. ¿Usted qué recuerda de cómo eran esos sacerdotes?

R. Muy formales, ellos están es ahí pendientes dándose cuenta de


la vida, les gustaba mucho como conversarle a uno, preguntarle,
por ahí estarse dando cuenta - ¿no cierto?- de los problemas de
uno. A mí me quitaban mucho tiempo pues (risas).
(Marta Frallco)

En cualquier caso, la religión constituía, junto con algu-


nas fiestas laicas (nacionales o locales) -a las que se agregaría
después de ardua lucha el Primero de Mayo-, la única inte-
rrupción al ritmo de trabajo aceptada por los empresarios. Se
impuso así una disciplina de trabajo no del todo aceptada por
los trabajadores. Por los testimonios y la literatura secundaria
existente, los textileros antioqueños, fueron los que más la
asimilaron. El sociólogo Alberto Mayor incluso afirma "no se
trataba de una ética mecánica e impuesta desde fuera, sino
propuesta por y surgida desde el mismo trabajador antioque-
ño. Los testimonios, por el contrario, parecen sugerir otra
perspectiva. Indudablemente los factores culturales de Antio-
quia favorecieron la imposición de una ética del trabajo y una
disciplina fabril, pero ello no se hizo sin resistencia de los mis-
mos trabajadores, quienes también por herencia cultural, an.
helaban la independencia de los patrones.

En el caso bogotano, la debilidad de una ética del traba-


jo por la mayor distancia entre los polos del mundo laboral,
la resistencia a la disciplina se hizo más evidente, aunque no

3 Según Alberto Mayor, op. cit., 1984, esta tradición se desarrolla


en los años diez, siendo la versión católica del 'Dios me ve' de
los metodistas, pp. 309-310 Y 312.

150 Mauricio Archila Ne¡'ra


por eso más exitosa. Como en Antioquia, en Bogotá, el traba-
jador artesanal fue el que más se resistió.

En ambas ciudades, la forma común de resistirse a la dis.


ciplina capitalista fue el consumo de alcohol, presente aun en el
tiempo de trabajo. Para los artesanos y los trabajadores de la
construcción era parte casi de la ~dieta' alimentaria diaria. En
la industria cervecera, los mismos empresarios lo facilitaban:

Daban dos cervezas a las 9 de la mañana y dos cervezas a las 3 de


la tarde. Ella tenía un pito muy ... muy suave de las calderas, te.
nía uno grande para dar la hora de entrada y salida de los trabaja-
dores que tenía otro más... leve que lo sentíamos los trabajado-
res internos; ahí cuando pitaban eran las nueve, dejaba uno toda
la labor que tu'viera que hacer. Tenía una especie de cuarto ahí,
un salón a donde le daban a uno dos cervezas, hacía cola ahí y
aquí una persona que le estaba repartiendo dos cervezas destapa.
das y se iba uno al salón y allá eh, se las tomaba en el trans-
curso del cuarto de hora; ya al cuarto de hora, a las nueve y
cuarto, volvía y sonaba el pito. Ya era la hora; cuando sonaba el
pito muchas veces uno se estaba tomando el último sorbo y ya
deje las dos botellas ahí ... vacías y otra vez a la labor del trabajo.
Lo mismo sucedía a las tres de la tarde. Sin embargo, ahí había
veces que ... que usaban unas (tapadoras); que nos las destapaban
precisamente para que nos las tomáramos, la empresa no nos las
daba tapadas para que las guardáramos, no, no era para que las sa-
cáramos fuera no; ni para que la guardáramos no; ella quería era
de una vez. Entonces ella misma le enseñaba a uno a beber.
(Sa/ustiano Pulido)

Con el tiempo el sindicato conseguiría que la cerveza


que daba gratis la empresa se le otorgara directamente al
obrero en su residencia. En parte se buscaba impulsar el con-
sumo de cerveza para derrotar a la chicha, y en parte era co-
mo reposición de calorías gastadas.

Los cemente ros cundinamarqueses también recurrían a


bebidas fermentadas, especialmente la chicha, para soportar
las jornadas de trabajo que eran,

De sol a sol. Y todavía sin embargo, con el tiempo más suplemen-


tario a veces terminaba uno a las 4 Ó 5 Ó 6 de la tarde ese trabajo
para volver a ingresar a las 12 de la noche, es una esclavitud del

Uso del tiempo libre 151


diablo. ¿Con qué se sostenía uno? Con la chicha. La compraba
uno por ahí alrededor la vendían, pero ya estaba prohibido por-
que el gobierno de Ospina Pérez la había acabado, pero eso la
gente de fabricarla ahí en esas lomas, ¡cómo no iba a beber!
Eso no había ninguna dificultad.

Digamos para... , en vez de ir a tomar gaseosas, por la sed, que


producía el trabajo, tomaba uno chicha y con eso se alimentaba,
pues además de la alimentación, lógico, en el casino, entonces se
sostenía uno con la chicha porque eso le daba fuerza pa'al traba.
jo, y uno acaloradito permanente, y así no sentían las 16 Ó 15
horas de trabajo diarias.
(José N. Torres)

En los sectores transportadores como ferroviarios, tran-


viarios y conductores de camiones y buses, el consumo del
alcohol era una práctica doblemente combatida por la indis-
ciplina que implicaba y los riesgos que conllevaba. Por eso era
duramente castigado. De cualquier forma se constituyó en la
manera típica, y más burda, de resistencia a la disciplina de.
trabajo. Pero no era la única La interrupción para tomar tin-
to, el desplazamiento a los sanitarios, el descanso por breves
momentos en el sitio de trabajo, y la misma conversación,
eran formas 'pasivas' usadas. Y las formas 'activas', más efica-
ces, de resistencia obrera, como la operación 'tortuga', paros
escalonados, huelgas y paros generales, que para que tuvieran
éxito debían reservarse para los momentos oportunos, lo que
no sucedía con las formas 'pasivas', más enraizadas en la coti-
dianidad y más imperceptibles.

A los primeros empresarios, a la Iglesia, y parcialmente


al Estado, les preocupó no tanto la interrupción cotidiana del
ritmo del trabajo para comidas y cortos descansos, a las que
se acostumbraron y legitimaron, sino al uso del tiempo libre.
Era allí donde se medía el éxito o el fracaso de las campañas
moralizadoras.

2. Las diversiones 'insanas'

En ausencia de otro tipo de diversiones, las primeras ge-


neraciones obreras heredaron la forma popular de usar el
tiempo libre: el consumo de alcohol. Ya hemos visto su prác-

152 Mauricio Archila Neira


tica limitada en los sitios de trabajo. Pero lo desbordante era
el consumo a la salida del día laboral. Para comienzos de siglo
la principal diversión de los trabajadores era,

la chicha en el altiplano, el guarapo en las regiones templadas o


calientes, tropicales como Bucaramanga, que yo viví eso; ellos no
tenían más diversión; ni siquiera había la televisión de ahora; ni el
cinematógrafo. ni el cine de ahora, nada de eso. Entonces eviden.
temente los trabajadores de esa época, tenían como único 'con-
suelo' entre comillas, que tenían era... la chicha y emborracharse
los sábados y los domingos. De ahí el. ... famoso aforismo de los
lunes de zapatero, que nadie trabajaba los lunes sino el asalariado;
pero el artesano no le trabajaba los lunes porque era el guayabo
del sábado y domingos, que había que vivir.
(Jorge Regueros Peralta)

Era de tales dimensiones el consumo de bebidas alcohó-


licas -en todos los estratos, pero por supuesto el que más
preocupaba a la elite era el popular-, que desde fines del si-
glo pasado se comenzaron a oír voces contrarias a lo que se
consideró como el mayor flagelo de la sociedad. Una de esas
voces fue la de Rafael Uribe U. quien en un discurso en 191 O
denunció la existencia de una sociedad alcohólica. Según él,
los departamentos de más consumo de bebidas embriagantes
eran, en su orden, Bolívar, Antioquia y Cundinamarca. Esta
situación forzó a miembros de las elites regionales a organizar
campañas moralizadoras, con el concurso eclesial. A pesar de
estos esfuerzos, el consumo no cedió, y por el contrario, se
incrementó al menos a la par del crecimiento urbano4. En
este punto las diferencias regionales son tan fuertes que se
hace necesario un tratamiento particular.

En Bogotá la chicha era la reina de las bebidas populares.


Las chicherías eran los lugares típicos de encuentro de las
gentes de bajos recursos.

4 Para Bogotá se tienen algunos dl!tos: en el primer semestre del 29


se consumieron 72.000 botellas de aguardiente; 10.000 de ron y
whisky y más de 7 millones de litros de chicha. (Patricia Londoño
y S. Londoño, op. cit., p. 335). Para 1939 se habla de un consu-
mo de 27 millones de litros de chicha, 21 de cerveza. 238.000 de
aguardiente; 107.000 de vino, 83.000 de whisky y 69.000 de ron
(Fabio Zambrano, op. cit., 198B, p. 112).

Uso del tiempo libre 153


No, el día sábado que les pagaban y se iban por ahí abajo de la
carrera 13 que había venta de chicha y todo eso; por la carrera 13
con 25, carrera I3A con 25 había un metedero, ahí vendían chi-
cha, vendían morcilla, se metían allá. había juego de tejos, se me-
tían allá a tomar y jugar al tejo y todo eso.
(Edelmira Ruiz de Sánchez)

Por lo antihigiénico de los lugares se obligó al desplaza-


miento de las chicherías del centro a la periferia'. Las Cruces,
la Estación de la Sabana, la Perseverancia y el Paseo Bolívar
les dieron albergue. Había muchas variedades de esta bebida
de maíz fermentado, siendo la 'pita' la más famosa. Los tra-
bajadores también la llamaban la 'champaña de las chichas'
pues producía un ruido similar al descorcharse. Con el ánimo
de superar el carácter antihigiénico en su elaboración, oficial-
mente se promovió una bebida derivada del maíz pero técni-
camente controlada: la Maizola, que resultó ser un fracaso.

Otro producto fermentado con cierta acogida en la capi-


tal y en pueblos cercanos, fue el guarapo (fermentado de la
panela). En la Calera la llamaban 'maná' y fue muy popular
entre los cementeros. Pero las bebidas alcohólicas que le hi-
cieron la competencia a la chicha fueron la cerveza y el aguar-
diente, especialmente el de contrabando. En Bogotá el más
famoso de los destiladores, (llamados también 'cafuches'), fue
el legendario 'Papá Fidel':

... El vivía en su fuerte propio que era en el barrio San Luis, pero
él tenía todo ... él tenía casi todo Bogotá invadido de aguardiente
por cuenta de él.

P. ¿Y qué tal era el aguardiente?

R. No era un aguardiente muy bueno y barato, le cuento que...


que según me cuentan a mí, que el químico de las rentas de Cun-
dinamarca por allá con un alemán o no se qué (no me acuerdo),
pero en todo caso el químico se lo trajo Fidel, Papá Fidel de allá
de la fábrica y lo puso a que... hiciera el aguardiente... enton-
ces, sí le pagaría bueno cuando dejó la mejor empresa, Empresas

5 El Partido Obrero (Bogotá) 13 de abril de 1916. F. Zambrano ha-


bla de la existencia de 750 establecimientos para los años 20 (Op.
cíl., p. 165-167 j.

1-54 Mauricio Archila Neira


de Cundinamarca, por venirle a trabajara él. Allá sacó varios... el
aguardiente (7 hierbas) todo eso.

P. ¿Eran distintos, de distintas clases?

R. Claro, distintos es que como no tenían letrero, pero diferentes


nombres: Patio, el de las hierbas... y buen aguardiente.
(Eliécer Pérez)

'Papá Fidel' tenía organizado un verdadero ejército de


colaboradores, entre los que se incluían algunos guardias de'
las rentas departamentales, encargados de reprimir el 'contra-
bando' de aguardiente. Su entierro, como era de esperarse,
fue uno de los más.nutridos en la historia de la capital.
Lo pasaron por la carrera 7a. que eso es prohibido pasar por la
carera 7a.; que eso es para los presidentes, generales pasar por la
carrera 7a., y en esa época cuando murió 'Papa Fidel' ahí hubo
que trancar esa cantidad de gente ... eso zorras, caballos, camio~
nes, eso quién, qué político se iba a poner, a poner a decir no pase.
(Eliécer Pérez)

Después de muchas campañas contra la chicha, restric-


ción de horarios y días de venta, traslado de las chicherías a
lugares apartados, control higiénico de los establecimientos,
intentos de sustitución, finalmente se prohibió en los años
40. Ello no quiere decir que su consumo haya desaparecido
en el altiplano cundiboyacense. La bebida que más eficaz-
mente sustituyó la chicha fue la cerveza 'Cabrito', que tuvo
sus tropiezos al principio:

Es que ya cogieron y prohibieron ya el. .. , intervino el resguardo,


comenzó a perseguir la chicha para obligar a tomar el tal Cabrito,
ese pero la gente entonces resultaba con reumatismo con el tal
Cabrito. Ya no era lo mismo. .
(Alfonso Garda)

Así como la elite tomaba bebidas alcohólicas diferentes


de las del pueblo, así también había cervezas para gustos re-
finados, como la Germania misma, y otras para consumo po-
pular, como la mencionada Cabrito. Para amoldarse a los gus-
tos regionales, las empresas cerveceras produjeron bebidas

Uso del tiempo libre 155


adecuadas a cada medio: más amargas para climas cálidos,
más suaves en climas fríos. En este país macondiano, hasta las
marcas de cerveza sirvieron para identificar a los bandos en
conflicto durante la Violencia:

Cuando -salió la Andina, entonces en la época de la Violencia, de


la política, Bavaria sacaba su cerveza en envase marrón, no le pa-
san los rayos ultravioletas, se conserva mejor, la cerveza; la Andi.
na tenía envase verde aquí en Boyacá. La marrón era la de los
cachiporras y la verde la de los conservadores, qué problema des-
pués ...
(Luis A. Moreno)

En Medellín, por el contrario, el reinado del aguardien-


te, el popular 'guaro', permaneció inalterado. Como en Bogo-
tá, en la capital antioqueña mientras la elite acudía a presti-
giosos cafés, los trabajadores se congregaban en las tiendas:

La Bastilla el café y el bar Mora eran dos cafés especiales para pro-
fesionales y para los ricos; los artesanos y los obreros iban a las
tiendas de los barrios y tiendas que no dejaban de haber por ahí
en el centro. Por ejemplo, aquí en Colombia con Cúcuta, ahí al
frente de la iglesia había una tienda, vendían comida y todas esas
cosas y vendían trago, entonces ellos iban allá y tomaban sus tra-
gos, se rascaban.
(Gilberto Mejia)

ÚJs obreros tenían sus puntos de reumon donde se dedicaban


más que todo a tomar sus tragos y a conversar y a contar sobre
sus trabajos que habían hecho en esa semana, lo que habían co.
brado, lo que habían gastado, etc. pero tenían su tertuliadero.
Ahora también lo tienen, actualmente también lo tienen por
ahí en partes distintas, se encuentran los viernes, los sábados, se
ponen a charlar, a comentar y a tomarse sus tragos, eso no ha
cambiado nada actualmente.
(Norberto Velásquez)

En Medellín, al contrario de Bogotá, existió un espacio


privilegiado de encuentro popular que fue Guayaquil. Allí
tenían su bar o cantina los distintos oficios, y en parte por
eso se identificaban. "Guayaquil fue una ciudad dentro de
otra", con todas las características de un 'puerto seco', Los

156 Mauricio Archila Neira


trabajadores entrevistados, con excepción de los textileros,
(los más abstemios) recuerdan con nostalgia a Guayaquil. Pa-
ra ellos, lejos de ser el lugar de perdición y delincuencia que
proyectaba la elite, era un sitio agradable y seguro.

Trascendiendo el ámbito regional para asumir una pers-


pectiva por oficios, se observó que fueron los trabajadores del
sector artesanal y de la construcción los que proyectaron una
imagen de mayor práctica alcohólica. El famoso 'lunes de za-
patero' se extendía a todos los oficios artesanales:

Yo creo que el obrero sastre no tiene esa cualidad, remeda mucho


al zapatero. El obrero sastre los lunes trabaja muy poquito ¿por
qué? Porque amanecer enguayabados de lo que consumieron el sá.
bada y el domingo, con esa cosa especial, que si no va el obrero a
trabajar el lunes. no le pagan el domingo, porque eso es costum-
bre, el lunes que no trabajo, pero no por costumbre sino por el
guayabo, por el poco qué-hacer; los zapateros sí lo hacían como
una costumbre, el zapatero dice yo ya trabajé toda la semana voy
a descansar domingo y lunes, porque el zapatero a veces trabaja
hasta el domingo, el obrero sastre se quedaba a veces los domin-
gos.
(Norberto Velásquez)

Eso sí ha sido uno de los grandes inconvenientes especialmente de


los artesanos y de los obreros en general, que ellos por ejemplo, el
sábado soltaban el trabajo y se pon ian a tomar trago, muchas ve-
ces tomaban sábado y domingo y a veces ni el lunes iban a traba-
jar, o iban todos enguayabados por lo general, era también excep-
cional el obrero que no, y se ponía uno a aprender eso y el mismo
maestro lo enseñaba a tomar trago.
(Gi/berto Mejia)

Los trabajadores municipales aparentemente no se que-


daban atrás:

El trabajador raso del Municipio no le gusta sino el aguardiente y


ellos salen los sábados a tomar por los lados de los palacios, salen
es a beber. El aguardiante es la debilidad de todos los trabajadores
municipales, no les gusta el deporte.
(Roberto Duque)

Uso del tiempo libre 157


En relación con este problema funcionó mucho el proble-
ma de la imagen. El consumo del alcohol no puede ser endil-
gado genéricamente a un grupo de trabajadores, pues las deci-
siones individuales también cuentan. Por ejemplo, con los
ferroviarios de las dos ciudades, hubo opiniones diametral-
mente opuestas:

Eso es como se dice: en la viña del Señor de todo lo hay. Pero el


trabajador ferroviario según el sitio ... Claro que los trabajadores
ubicados en La Dorada con la cuestión de que tenían que ver con
el descargue de los barcos hacían sus amistades con los trabajado-
res de Fedenal con los braceros, entonces, ahí venía la tomadera
de trago pero qué va, había regiones muy sanas; los ferroviarios
qué va, no tomaban trago, eso más bien ha sido un mito. El tra-
bajador ferroviario, sin querer alabarlo (que no se crea que habla-
mos tan sólo porque somos ferroviarios), el trabajador ferroviario
ha sido gente sana, gente muy responsable en su hogar, ha sido
muy responsable.
(Gustavo Díaz Raga)

La preocupación de las elites regionales y la Iglesia, no


era exclusivamente el consumo del alcohol, sino el ambiente
que lo rodeaba. Los ratos en tabernas, bares y tiendas eran la
posibilidad de encontrarse con otros trabajadores, socializan-
do las penas y esperanzas, en interminables tertulias al calor
de unos tragos. Era el momento para oír cierta música, no
tanto para bailarla: el tango en Medellín, la ranchera en Bo-
gotá, y la música 'guasca' o de 'carrilera" los boleros en am-
bas ciudades. Era la posibilidad de apostar en los prohibidos
juegos de azar. De vez en cuando se combinaba con una parti-
da"de billar o de tejo en Bogotá.

En este punto es necesario señalar que nos estamos refi~


riendo a los varones pues la mujer trabajadora, por lo general,
no tenía acceso a estos sitios. Ella, como se verá luego, dedi-
caba sus ratos libres a oficios domésticos, prolongando su jor-
nada de trabajo, o a las actividades religiosas. Se configuraba
así una situación de doble sumisión en la que sólo el varón
tenía momentos de descanso. Las únicas mujeres que estaban
presentes en esos sitios eran las prostitutas. De ahí que el fe-

158 Mauricio Archila Neira


nómeno de la prostitución estuviera asociado con la práctica
alcohólica popular' .

Es en ese contexto en donde se entiende la trascenden-


cia del debate antialcohólico vivido con intensidad en los pri-
meros años de este siglo. Colombia no era una isla de ese
debate, por el contrario en el país se experimentaron con
fuerza tanto las influencias de los social-darwinistas, como los
efectos del prohibicionismo en Estados Unidos y Europa. Así
se comprende que mentes como Rafael Uribe Uribe hayan
asumído postulados de corte racista para enfrentarse a lo que
se consideraba el peor flagelo de la sociedad. "El alcoholismo,
decía el pensador liberal, es el cáncer social que nos devora y
que está haciendo, degenerar con vertiginosa rapidez la raza,
no tan sólo en sus calidades físicas como en las mentales y
morales 1
'.

Aunque fueron muchos los sectores que participaron en


el debate, incluidos grupos obreros, las motivaciones diferían.
Para la Iglesia el problema era básicamente moral, con conno-
taciones racistas 7.

Para la Iglesia, el obrero que consumía alcohol, era res-


ponsable de la destrucción de la familia y de las taras y vicios
que supuestamente se transmitían de generación en genera~
ción.

Los empresarios, por su parte, veían el problema como


indisciplina laboral y posible anarquía política, aunque los
elementos morales no estaban ausentes. La elite antioqueña
fue pionera en las campañas moralizadoras. Desde finales del
siglo XIX, en compañía del clero, adelantó sistemáticas cam-
pañas con la creación de las 'Juntas o Sociedades de Tempe-

6 La prostitución parecía haberse extendido notablemente en An-


tioquia para los años 30 y 40 (A. Mayor, op. cit., 1985, p. 296).
En 1935 la elite convocó a un Congreso Antivenéreo para frenar
la propagación de las enfermedades de ese tipo en el departamen-
to. (El Diario, 25 y 26 de abril, 1935).

7 Familia Cristiana, Medellín, 24 de mayo de 1906 en Ana M. Ja-


ramillo, p. 26.

Uso del tiempo libre 159


rancia' que florecieron en las zonas rurales de Caldas y Antio-
quia. En 1905 se llevó a cabo la primera Asamblea Antial-
cohólicos de Medellín y con ella se inició la larga sucesión de
propuestas ante las autoridades municipales, departamentales
y nacionales para controlar el consumo de bebidas embria-
gantes.

En Bogotá, la lucha se centró en la chicha, consiguiéndo-


se la prohibición formal en los años 40. Las empresas cervece-
ras fueron las más beneficiadas con esta prohibición. En la
batalla contra el alcoholismo, las elites regionales no estuvieron
exentas de una doble moral: al mismo tiempo que condena-
ban el consumo popular, apoyaban la venta de bebidas fer-
mentadas -con la excepción de la chicha-, y la producción
de destiladas por las Rentas Departamentales.

Las autoridades departamentales y nacionales fueron


aún más ambiguas en su postura ante el alcohol. Parte de los
ingresos del gobierno provenían precisamente de la venta
oficial de bebidas alcohólicas como el aguardiente. En ese
sentido no sólo se toleraban, sino se estimulaban los hábitos
de consumo denunciados a gritos por los líderes de las campa-
ñas moralizadoras: "esto seguirá así, decía Uribe U., mientras
se mantenga este absurdo y suicida punto de vista del interés
del fisco: que los colombianos beban mucho para que la renta
de licores produzca lo más posible; es la propaganda oficial de
la ebrierlad"tl.

A raíz de las presiones de los sectores empresariales y de


la Iglesia, se lograron disposiciones departamentales contra la
vagancia y el alcoholismo siendo de nuevo Antioquia la pio-
nera. Desde 1856 se intentó controlar la vagancia, una de
cuyas formas era la ebriedad habitual. En 1915 ordenanzas
de la Asamblea de Antioquia limitaban la edad para la com-
pra del alcohol y reglamentaban el expendio de licores en sitios
públicos. El clamor regional tuvo repercusiones nacionales
como ocurrió con la Ley 105 de 1922, contra la vagancia. Sin

8 Ana M. Jaramillo (p. 28) señala las críticas de algunos poetas y li.
teratos antioqueños a esa moral. A los 'bohemios' se les permita
socialmente el consumo de alcohol. (Véase Osorio Lizarazao, op.
cit., pp. 337-342.

160 Mauricio Archila Neira


embargo, la eficacia de estas leyes, y el impacto de las campa-
ñas moralizadoras fue débil. El grito de 'más escuelas y menos
tabernas' que lanzara Uribe Uribe en los años 10 tuvo poca
acogida real en el país.

La riqueza también se adhirió a la campaña antialcohóli-


ca, pero por razones diferentes. Para los grupos socialistas y
anarquistas, el problema era doble: el alcoholismo distraía a
los trabajadores de la lucha revolucionaria y además contri-
buía a sostener al odiado Estado. Las organizaciones políticas
obreras no compartían las tesis racistas de la degeneración de
las razas, y menos de la clase obrera, consideraban que el al-
r"hol impedía que la clase alcanzara la dimensión histórica a
;a que estaba llamada. Por ello insistían en desmontar las
Rentas Departamentales y, sobre todo, en propiciar formas
creativas de empleo del tiempo libre a través de espectáculos
baratos, bibliotecas, clubes y círculos deportivos y cultura-
les'. Como en el caso de las campañas moralizantes de la elite,
la acogida de las tesis anarquistas o socialistas fue escasa.

Las campañas moralizadoras"de las elites y la Iglesia, tu-


vieron como estandarte el control de las costumbres y la pre-
vención del desorden político, abarcó de ese modo dimensio-
nes de la vida cotidiana que trascendieron el estricto proble-
ma del alcoholismo. Dichas campañas reflejaron también has-
ta qué punto la herencia colonial de una Iglesia rectora de la
vida diaria seguía vigente en pleno siglo XX. El uso de vestidos
insinuantes era, por ejemplo, motivo de condena. El temor al
contagio de virus infecciosos hizo que se restringiera el acceso
a los baños públicos, en MedellÍn. También existió la preocu-
pación de que estos sitios, y los bailaderos públicos, relajaran
las costumbres sexuales celosamente vigiladas por la Iglesia.
La prédica religiosa reforzó el temor a la sexualidad de tal
forma que muchas trabajadoras prefirieron la soltería. "Las
hermanas nos decían que no saliéramos con los novios a an-
dar, que los hombres eran muy rntl.los", comentaba Esperanza
Hernández una textilera que vivió en uno de los Patronatos
de la época.

9 El Luchador (Medellín) 3 de julio, 1923.

Uso del tiempo libre 161


La asistencia a una obra de teatro, a una película, la lec-
tura de ciertos libros o aun periódicos, eran motivos de preo-
cupación para los moralizadores. En 1909 un órgano de pren-
sa religioso se mostraba escandalizado por la difusión de
¡malas lecturas':

"Es una verdadera inundación. La venta de libros, pero


sobre todo de libros baratos, se ha convertido en la infatiga-
ble sucursal del escándalo llegándose a un número de corrup-
ción verdaderamente aterrador, más de 500.000 almas perver-
tidas por cada una de esas producciones inmundas.

Estas obras circulan en todas las manos. El niño las lee


en el colegio, el obrero las lleva al taller y el padre de familia
más religioso se ve imposibilitado para defender su casa de
esta nueva peste, a cuya difusión concurren el precio bajo y
las ilustraciones variadas" I o .

En este tipo de prohibiciones es donde la intención mo-


ralizadora hace más evidente la función política de las campa-
ñas. Se perseguía con ahínco no sólo la literatura inmoral,
sino la radical o anticlerical:

Sí combatían especialmente las obras de Vargas Vila porque eran


obras profundamente anticlericales y antieciesiásticas y contra la
Iglesia. Esa novela Rosa del Bosque era una novela romántica y
cosa tal, pero combatían y en ese tiempo por ejemplo, existía lo
que llamaba en Roma el [ndice, que era el libro donde tenían la
lista de todos los libros que no se podían leer; por ejemplo, el
Jesús de Renán., esas cosas así, los escritores como Renán o libres
pensadores, enciclopedistas franceses, no se podía leer eso, eso lo
condenaba la Iglesia; claro que dentro de la iglesia pues también
había ciertos sectores avanzados, por ejemplo, no es lo mismo
considerar al obispo Builes, al padre Enrique Uribe Ospina, Enri-
que Ospina era un humanista.
(Gilberto Mejía)

Por razones similares se condenó a la prensa liberal. El


Tiempo, El Espectador, y la prensa de provincia, fueron per-
manentemente censurados, para no hablar de la prensa socia-

10 Familia Crisliana (Medellín) 14 mayo, 1909.

162 Mauricio Archila Neira


lista o anarquista ". Como en el caso del alcoholismo, el al-
cance real de estas campañas moralizadoras fue relativo. Si
bien se restringió la circulación de cierta literatura y aun se
logró la desaparición temporal o definitiva de periódicos ra-
dicales, la prohibición generaba deseo, hasta el punto en que
los libros del Indice eran los más leídos.

El impacto de estas campañas fue desigual y limitado.


Tuvieron éxito entre los obreros de la industria manufacture-
ra, especialmente entre los textil eros antioqueños debido a la
articulación de dichas campañas, con el ethos cultural regio-
nal. Tal vez por esto la ofensiva moralizadora debió virar de
un énfasis prohibicionista y negativo, a uno más positivo en
donde se ofrecían alternativas 'sanas' de entretenimiento y
empleo del tiempo libre.

3. Las diversiones 'sanas'

Insistiendo en lo prohibitivo no se podrá llegar muy le-


jos. Así lo entendieron especialmente los empresarios, quie-
nes comenzaron a ofrecer alternativas de recreación a sus
trabajadores para compensar las jornadas laborales,

una cantidad de trabajo pero horrible, que a nosotros nos tocó


muy fuerte, no es como ahora que trabajan como tan... pero
también había muchas cosas muy buenas, porque teníamos
ejercicios, teníamos reinados, en cada año había un reinado
y rifas, nos hacían rifas por ahí con los reinados y en todo ca-
so... y los ejercicios y cosas así, salíamos en la procesión el úl.
timo día del ejercicio, la comunión y nos daban desayuno en la
fábrica y después había un baile, llevaban un (jazz) allá a la fá.
brica y tocaban todo el día y la gente que estaba trabajando,
bueno, y a lo que ya salía, salía al baile o a ver.
(Zoila Rosa Valencia)

11 La Organización (Medellín) 7 abril, 1913 y el Correo Liberal. 8


agosto, 1913.

Uso del tiempo libre 163


Por esa razón en las grandes empresas textileras se crea-
ron los llamados Secretariados, atendidos por profesionales
recién egresadas de la carrera de Trabajo Social. Dichos Se-
cretariados fomentaban la alfabetización y capacitación de las
trabajadoras y organizaron fiestas en las fábricas:
Sí, hacían conferencias y nos enseñaban relaciones humanas v les
e~señaron... mejor dicho de ahí salieron muchas niñas que no
sao
blao leer ni escribir, empleadas, salieron empleadas de Fabricato,
a desempeñar los puestos de empleados.
(lllaría Rosa Lalinde)
Las fiestas eran buenas, las organizaba la trabajadora social, el tra-
bajo social organizaba. A mí me tocó la fiesta en la Macarena,
amenizada por el dueto de Antaño, llevaban una fiesta muy buena
allá¡ me tocó una fiesta de toros allá en la Macarena por cuenta de
Coltejer. Después ... y era una fiesta cada año en el Coliseo cu-
bierto, hacían unas rifas muy buenas, rifaban hasta casas, las rifa-
ban entre los trabajadores, rifaban hasta casas allá, me tocó una
vez allá en el coliseo, que hicieron una rifa de tres casas, entregó
Coltejer tres casas, rifaban artículos eléctricos, muchas cosas.
(Luis E. Bolívar)
Prolongando en cierta forma la jornada de trabajo, espe-
cialmente de las obreras -que no acudían a los sitios de diver-
sión de los varones-, el Servicio Social ofrecía programas en
diversas actividades.
Como nosotros teníamos en la fábrica el servicio social nos íba-
mos para allá y allá nos enseñaban a hacer culinaria bizcochos, yo
aprendí de todo; ¡qué no aprendería yo en la vida! Porque allá
pues había el servicio social y entonces ellas enseñaban a bordar,
enseñaban bizcochería, la culinaria muy completa, enseñaban a
hacer malla; entonces allá pasábamos muy bueno, contábamos
cuentos y todo, pasábamos bueno.
(Fablola Roldán)
De esta manera algunas empresas resolvían en parte el
problema del uso del tiempo libre. Y lo hacían de una forma
muy hábil pues no sólo capacitaban a la fuerza de trabajo,
sino que creaban el sentimiento de gran familia en la fábrica.
Pero a pesar de la omnipresencia de las primeras empresas, y
del apego a ellas por parte de obreros y obreras, había un
conjunto de actividades que escapaban de su control. Por ello
en alianza con la Iglesia y las elites regionales, las empresas
apoyaron formas de recreación alternativas a las que se consi-
deraban insanas.

164 Mauricio Archila Neira


Los tradicionales circos y corridas de toros, de los que
no estuvo ausente el consumo de alcohol, siguieron siendo
actividades recreativas masivas, con más arraigo en unas zonas
que en otras. El teatro y después el cine, constituyeron otras
formas de diversión. A pesar del intento de popularizar el
teatro, y de las costum hres populares de representaciones re-
ligiosas o de improvisaciones cómicas, éste siguió siendo privi-
legio de una elite aburguesada o de minorías politizadas 12 • El
cine corrió con mejor suerte pues tuvo acogida popular casi
desde el principio, por lo barato. Lo que el pueblo disfrutaba
en el cine no era propiamente las expresiones artísticas:
Yo tuve un tiempo que salía de la fábrica, por ejemplo salía a las
dos de la tarde, llegaba y almorzaba, yen la fábrica me invitaban,
invitaba yo a alguien o me invitaban a mí, hombre vamos a tal
cine que hay en tal, en el teatro Caribe o en el. .. ; en cualquier
teatro de esos de ltagüí, vamos a un cine que hay muy bueno, en-
tonces yo me fui acostumbrando, me fui acostumbrando que no
podía dejar el cine ya, ¡avemaría! Películas muy buenas, por
ejemplo, a mí me gustaba el cine mejicano, me gustaba mucho en
ese tiempo a mí, el mejicano me gustaba, el cine mejicano era
muy bueno, el cine francés es bueno, a mí me gustaba el cine
francés.
(Luis E. Bolívar)

La popularización del cine acrecentó la preocupación de


los círculos moralizadores que oscilaron entre la condena del
espectáculo y el ofrecimiento de oelículas 'sanas'. En 1924 se
comprometió a la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín
para la fundación de un 'cine-escuela' para obreros. Allí se
ofrecían películas instructivas y moralizantes a bajos precios.
En Bogotá la misma preocupación llevó a la creación de la
Junta de Censura 13 •
12 El teatro fue en la Colombia de fines de siglo XIX un instrumento
de denuncia política que mereció no pocas censuras. Hasta Vargas
Vila escribió una tragedia (Prólogo al Diario Secreto, Bogotá:
Arango Eds. y Ancora, 1989, p. 9). Siguiendo la tradición anar-
quista de Pietro Gori y del peruano González Prada, en Colom-
bia Jacinto Albarracín, "pensando en que el teatro era el mejor
vehículo para que le llegara al pneblo el conocimiento de su pro-
pia miseria, representó dos dramas, de títulos humildes, enrua-
nadas: La Hija del Obrero y Por el honor de una india". (Osario
L. pp. 426-427).
13 La Defensa 22 y 28 septiembre de 1924. Aparece de nuevo la
imagen del obrero como un ser expuesto a la inmoralidad que de-
be ser protegido de esos peligros.

Uso del tiempo libre 165


Otro tipo de diversión que contó con creciente populari-
dad, especialmente en Medellín por razones climáticas, fue el
baile:

Yo era uno que tenía varios amigos, 'hombre que en mi casa va a


haber un baile\ al frente de mi casa, nos gustaba los domingos pa.
ra pasar los domingos, en casi todos los barrios habían tres o cua-
tro bailes y había academias de bailes; uno pagaba cinco centavos
y bailaba todo el medio día. Aquí en la avenida Echeverri había
una de un señor Braulio, aquí en Campo Valdés había otra; en.
tonces si quería bailar ahí estaban las muchachas y llegaban los
muchachos pagaban los cinco centavos y ahí se entretenía todo el
día.
(Eduardo Palacio)

Los sindicatos no se quedaron atrás y organizaron sus


propios bailes:

... en esa época los sindicatos hacían también muchas fiestas,


muchos bailes, sí.
P. ¿Qué promovían los sindicatos?

R. Por ejemplo el sindicato municipal, del Municipio, hacía mu-


chos bailes en su sede y como los bailes de ahora tiempo eran
temprano, no eran como ahora que un baile empieza ahora
a las doce de la noche hasta las cinco o seis de la mañana. En
esa época era a partir de las cuatro de la tarde por ahí hasta las
diez de la noche y era una vida muy sana pues, no había tanta in-
seguridad como la hay ahora, era muy bueno, unas épocas muy
sabrosas, como le digo pues yo, toda la vida he sido de un ambien-
te muy alegre.
(Bertulfo Ocampo)

En concepción con el baile, pero con una mayor dura-


ción en el tiempo, estaban los reinados, que fueron institucio-
nalizados por las empresas. Pero para el conglomerado obre-
ro, lo más significativo fue la elección, en los veinte, de la
reina local de los obreros, o la 'Flor del Trabajo':

Porque en ese tiempo los obreros hacían mucho en los barrios las
juntas obreras y esa cuestión de la reina obrera del trabajo, eso era
pues sagrado para ellos, en los barrios hacían bazares pa'la casa
del obrero, hacían bazares y nombraban su reinita y entre ellos

166 Mauricio Archila Neira


nombraban la reina de la ciudad, hacían bazares, recogían plata
para conseguir plata para la Casa del Obrero.
(Gilberto Mejía)

Fue María Cano, la Flor del Trabajo de Medellín en


1925, quien cambió el sentido asistencialista de esa elección,
y la convirtió en instrumento de denuncia y agitación. Por
esa razón el Partido Socialista Revolucionario decidió institu-
cionalizar la celebración en 1927, designándola como Flor
Revolucionaria del Trabajo.

En un país tan religioso como Colombia a principios del


siglo, el concepto de fiesta seguía asociado al santoral católi-
co. Las festividades religiosas habían dejado de ser expresio-
nes puras del fervor espiritual, para convertirse cada vez en
fiestas mundanas con disculpa religiosa.

En Bogotá, a falta de carnavales y bailes -en los años


veinte se tuvieron los reinados estudiantiles que cumplieron
parcialmente esta función-, la actividad típica de socializa-
ción, sin consumo alcohólico, fue la Tertulia callejera. La clase
política bogotana solía encontrarse, desde tiempos republica-
nos, en el altozano de la Catedral en la Plaza Mayor. Allí se
fraguaron campañas militares, se recitaron los últimos versos
y se hizo continua sátira de los gobernantes de turno. El pue-
blo, como ya veíamos, hacía sus tertulias al pie de las chiche-
rías o en las plazas de mercado. En la capital, más que en nin-
guna otra ciudad del país, urgía la necesidad de actividades
recreativas al aire libre. En 1897 Tomas Brisson, un viajero de
paso por Bogotá, decía que allí, "las diversiones son nulas, ...
hay algunos parques y jardines públicos . . . algunas bandas
militares tocan en ciertos puntos y días, y está (además) el
paseo a Chapinero". La ausencia de sitios de esparcimiento
para una población cada vez más hacinada en la ciudad, pre-
sionó el diseño de parques y jardines públicos de los que se
habló en el primer capítulo. Los paseos dominicales a esos
sitios se convirtieron prontamente en tradición de los bogo-
tanos, especialmente de los de bajos recursos.

!Ah no! se preparaban los grandes paseos con estudiantinas. Era


un gran paseo ir a... al 'Luna Park', o alístense, y entonces jui-
ciosos estudien porque si no, no los llevamos al 'Luna Park', al

Uso del tiempo libre 167


parque Gaitán, al lago de Chapinero, entonces, uno porque lo lle-
varan hacía eso; a Usaquén.

P. ¿Eso era un paseo?

R. Ah ... muy de primera. Porque iba con estudiantina y gran.


des piquetes y la subidita a Monserrate.
(Alfonso Gare!a)

La ampliación de las redes del tranvía y de nuevas rutas


de buses, acortó distancias y favoreció el desplazamiento de
los sectores populares a esos sitios de diversión. Pero si ello se
dificultaba, la gente iba a cualquier potrero cercano a 'pique.
tear', como sucedió con el bosque aledaño al barrio Villa Ja-
vier al sur de la ciudad. En una ciudad que aún se podía reco-
rrer sin temor, salir simplemente a caminar era también una
diversión posible:

Por ahí cada sábado. Salir yeso a pata, salir a andar con la familia
pero a pura pata, muy rara vez cogía uno un bus para transportar-
se, es decir, por ejemplo de aquí a Chapinero, porque todos esos
barrios digamos del Chapinero para abajo no existían todavía esos
barrios.
(Miguel A. Farfáll C.)

En Medellín se fue dando un proceso similar en cuanto a


la búsqueda de espacios al aire libre. Los paseos a parques pú-
blicos también comienzan a ser parte de las tradiciones popu-
lares:

El día domingo yo me madrugaba a misa con ellos y mercaba, y


mercaba también y después me iba, me los llevaba para el Bosque
y los montaba en esas cosas que había en el Bosque, en los burri-
tos, en los trencitos, en todo lo que podía, pero yo nunca me su-
bía a esas cosas.
(Zoila R. Valellcia)

Las grandes empresas se hicieron de nuevo presentes


brindándoles facilidades a los trabajadores para paseos:

... una finca que siempre tenía Fabricato, no sé ahora, no sé si


era propia o arrendada, creo que era arrendada, nos llevaban allá,

168 Mauricio Archila Neira


nos daban buen almuerzo, salíamos a la manga y pasábamos
bueno.

P. ¿Y hacían algunos paseos?

R. Sí, muchos, íbamos a la represa, Fabricato era dueño de la re-


presa por San Pedro también, no nos costaba nada; '¿usted quie-
re ir a la represa?', 'sí'; decía el supervisor 'bueno tal día vamos a
la represa', entonces se ponían reemplazo pa'ir a la represa.
(Lucía Botero)

Los sindicatos tampoco se quedaron atrás:

A nosotros el sindicato ferroviario nos daba un paseo cada año en


tren, un tren que le ponía el ferrocarril al sindicato pa' los obreros
y la familia de los obreros, ese tren era especial a llevarnos a Puer-
to Berrío, el treinta y uno de diciembre; nosotros salíamos de
aquí por la mañana a Puerto BarrÍo a amanecer el treinta y uno
en Puerto Berrío. Nosotros llegamos al hotel Mag<.l.alena, allá el
que quería estar allá se estaba o el que quería pa'l otro lado, pa'
Puerto Olaya a tomar ese barrasquín y ese vino Oporto en fin y
nos rascábamos hasta la cabeza, después salíamos de allá y nos ve-
níamos pa' l río Rita, Puerto BerrÍo a bailar al río Rita.
(Aristóbu/o Maro/anda)

Puerto BerrÍo se convirtió en sitio de 'veraneo' para los


trabajadores antioqueños, especialmente los ferroviarios. Algo
similar ocurrió en Cundinamarca con Girardot e intermedias.
El paseo al salto del Tequendama tuvo cierta popularidad en
Bogotá.

Pero esas diversiones eran todavía costosas y, a pesar del


desan'ollo del transporte, requerían mucho tiempo para
los desplazamientos, tiempo que aún no se había conquistado
pues hasta entrados los años 30 las vacaciones por lo general
no eran remuneradas. Entonces la solución estaba en diversio~
nes al aire libre como el deporte, más acordes con la vida ur~
bana y las apretadas jornadas del trabajo.

Los deportes -fútbol, polo, golf, hípica, etc.-, eran pri-


vilegio de las elites, reservándosele al pueblo el tejo o 'turme-
qué', a partir de los años 20 se inició el proceso de masifica-

Uso de/ tiempo libre 169


ción de algunas de estas actividades. El fútbol fue el deporte
más masivo, especialmente desde los 40. Iniciado por la elite
y difundido por los colegios de varones, llegó lentamente a
los estratos populares. Al ver la atracción que este deporte
ejerció entre los trabajadores, las empresas decidieron impul-
sarlo construyendo canchas y dotando equipos. Propiciaron
así una diversión sana, y fortalecieron la adhesión a la empre-
sa. Esto se extendió a otros deportes:

La empresa (de Teléfonos) impulsaba los deportes; siempre ha


habido un equipo de la empresa de fútbol, tal vez de tenis y pingo
pong, ciclistas y ajedrecistas (uno fue campeón mundial, Juan
Minaya). Había un apoyo. Además tenemos un Club de trabaja-
dores en Ricaurte (Cundinamarca).

(Carlos E. Escobar)

Las compañías extranjeras aportaron su granito de arena


en la difusión del deporte, como sucedió con la compañía in-
glesa del Ferrocarril de La Dorada.

Se discute que el fútbol llegó a Colombia por Santa Marta o por


no sé dónde, pero nosotros los mariquiteños nos hemos puesto a
pensar que los gringos, los ingleses (nosotros les decíamos grin.
gas), los ingleses trajeron el fútbol a Colombia; ellos vinieron
y en un vagón de esos hicieron el lujo de un campo de fútbol,
muy bien improvisado y fomentaban el tenis y el fútbol y esa
era la diversión. Había jugadores y el sindicato por su lado fue
creando grupos de teatro, grupos de danzas, grupos de represen-
tación de comedias y vainas.
(Gw;tauo Díaz Raga)

En algunas empresas fue el sindicato el que consiguió el


apoyo institucional para la práctica de los deportes. Como se
puede constatar en algunas empresas fueron los patronos los
que se anticiparon a las reivindicaciones obreras en otras la
lucha obrera debió pelearlas. La mujer trabajadora fue margi-
nada en un principio de las prácticas deportivas. La Iglesia, la
gran vigilante de las costumbres, se opuso en un principio al
ejercicio físico de las mujeres por considerarlo dañino para su
organismo. A pesar de esa oposición las mujeres practicaron
el baloncesto y la natación, lo que precisamente preocupaba

170 Mauricio Archila Neira


más al clero por el tipo de atuendo que se usaba en esos de-
portes.

Hasta ahora nos hemos referido a prácticas colectivas de


empleo del tiempo libre, pero ellas no abarcaron la cotidiani-
dad de los trabajadores. Las obreras, de las primeras genera-
ciones salían de su trabajo para la casa a realizar oficios do-
mésticos. Testimonios como el siguiente fueron comunes
entre las textil eras:

Yo trabajaba toda la noche en la casa, toda la noche haciendo


oficio y en el rato que me quedaba yo bordaba cinco costuras en
el año, que en el Servicio Social me las dibujaban yo llevaba la te.
la, allá me las pintaban. Cuando salía a las seis de la tarde me acos-
taba un ratico }' dormía hasta las once de la noche, y a las once
me levantaba hacer el oficio de la casa, todo lo que de la casa, y
si me quedaba un ratico al amanecer me ponía a bordar.
(Zoila R. Valencia)

La cotidianidad de las obreras era bastante monótona.


Así lo refleja uno de los personajes de la Novela La Casa de
Vecindad de Osario Lizarazo: la 'obrerita'. Todos los días
llegaba y se encerraba en su cuarto; mientras hacía la comida,
no muy abundante por demás, solía reprender a su pequeño
hijo de cuatro años. Finalmente se dormía para reiniciar al
otro día el mismo ciclo. Contrasta esta rutinaria vida, común
a las mujeres de los estratos bajos, con la variada diversión de
los varones, especialmente artesanos y albañiles.

Como ya se veía en la sección sobre estrategias de mejo-


ramiento individual muchos trabajadores utilizaban el tiempo
libre trabajando en horas extras en la misma empresa o en ac-
tividades remunerativas similares, alargando en todo casO la
jornada de trabajo.

l.En el tiempo libre? Lo más que ... ya era descansando, descan-


sando unas veces. Cuando estaba en la loma sí me tocó trabajar
. en los tejares, como tenía tanto conocido, como tenía mucho
conocido, como tenía mucho conocido en los tejares, entonces
a la hora que llegaba me daban cualquier cosa al contrato. Ya ve,
y muchas veces cogía ... me tocaba por la noch£', me iba a las cua-
tro de la mañana, me acostaba a dormir, me levantaba a las doce,

Uso del tiempo libre 171


almorzaba y me iba, trabajabahasta las cinco. A las cinco me vol.
vía a la casa, comía y me venía a trabajar. y como yo sabía traba-
jar, yo sabía de todo, el tipo me decía haga tal cosa, entonces yo
cogía, fuera limpiar adobes o hacer adobes, o limpiar teja, cual-
quier cosa, o hacer ladrillos, cualquier cosita hacía yo al contrato
y ahí me ganaba unos centavitos más.
(CeIso A. Gómez)

En otros casos el tiempo libre se invertía en autocons-


trucción:

Yo no tenía diversión más, me iba pa'la casa, y cuando ya taba'


ciendo mi casita, la mayor parte del tiempo, yo tenía momentos,
yo había días en que madrugaba a las tres de la mañana con dos
o tres velas y las prendía y me ponía a trabajaren la casa.
(Tomás C. Peláez)

Esto para no repetir lo ya dicho sobre el trabajo en las


huertas caseras, en las tiendas de barrio o en los pequeños
talleres:

P. El día domingo. ¿Era el único día de descanso?

R. Porque por ejemplo en la primera época, el domingo que era


el único día que tenía descanso yo, ¿sabe que era? Llevar y darle
vueltecita a una huertecita que yo tenía allá en la casa, tenía huer-
tecita y cogía cafecito.

P. ¿Usted sembró café en la huerta?

R. Sí, tenía cafecito y cogía café, y otras veces, a buscar leña pa'
que la señora hiciera de comer, arreglarleleña porque en ese tiem-
po no teníamos energía eléctrica.
(Celso A. Gómez)

Con las actividades los obreros conseguían algún dinero


adicional o ahorraban gastos. El AHORRO se constituía así
en un valor para la nueva clase de trabajadores asalari~dos.
Desde principios de siglo, la Iglesia y los empresarios busca-
ron inculcar en el obrero la necesidad del ahorro, a este re-
querimiento respondieron las mutuales y sobre todo las coo-
perativas. Fue tal la presión por el ahorro (al que se conside-

172 Mauricio Archila Neira


raba como la contra del consumo del alcohol), que en las
escuelas primarias se estableció, en los años veinte, la materia
'ahorro' y en 1928 se dictó una ley para fomentarlo.

Como es lógico, la vida ordenada y disciplinada de los


trabajadores textileros favoreció más el ahorro:

Yo no sé, lo que pasa es que nosotros en ese tiempo o toda la


vida "la hemos distribuido de acuerdo con ella. nosotros nos
hemos juntao pa'distribuir lo que ganamos, en tal forma pode-
mos hacer esto y nos sobra tanto. En tal forma podemos gastar
esto y nos sobra tanto. Porque yo gracias a Dios, el hombre que
hace una cosa sin contar con su esposa, con los hijos, nunca va a
hacer nada o bueno en eSe momento estoy yo, en esa forma.
(Luis E. Hernández)

La elite empresarial, especialmente la antioqueña, venía


predicando la necesidad del ahorro como alternativa a la vida
disipada de algunos obrerosl4•

El ahorro permitió la compra de vivienda, la educación


de los hijos, y hasta el disfrute de viajes al extranjero p.ara al-
gunos trabajadores textil eros. En otros casos con ahorros se
compraron acciones de la empresa. Por el contrario, en otros
gremios, la vida disipada dificultó el ahorro:

Parrandiar y tomar trago, esa es la vida del ferroviario. Y cuando


eso habían las cooperativas y a prestar plata, a comprar gafas fi-
nas, era el mejor turista que tenía un ferroviario pues porque salía
con plata y la gastaba y ya después a aguantar.
(Martín E. Suárez)

Pero era en los oficios menos especializados de la artesa-


nía y la albañilería en donde lo que se ganaba se consumía.
Hasta ese punto se sintieron los efectos de la tradición del
'lunes de zapatero'.
14 El Obrero (órgano de la Congregación de Obreros de San José)
1911. Ver también el apoyo que círculos socialistas daban al aho-
rro en El Luchador, 23 de enero, 1919. Los obreros manufacture-
rosen general, por el tipo de estabilidad y ritmo de trabajo, ten-
drían más posibilidades de ahorro. (Abraham Cadena, Bogotá,
1988).

Uso del tiempo libre 173


Otra forma de utilizar el tiempo libre va a ser la capaci-
tación. Además de la que ofrecía la empresa por medio del
Secretariado Social, los trabajadores, especialmente manufac-
tureros, buscaron individualmente otras fuentes de educa-
ción. Un trabajador cervecero optó por no ir más a jugar tejo
como sus compañeros y se puso,

a estudiar en el tiempo libre que me quedaba a mí; así hice un


curso aquí en Bavaria. Pero haciendo esfuerzos, saliendo a las seis
de la mañana venirse uno a... a estudiar tres horas para hacer tao
reas y todo eso, esos le quedaba a uno pesado pero ahí tenía que
hacerlo ...
(Eliécer Pérez)

En otros casos la capacitación se hizo por lectura indivi.


dual de folletos que enviaban las Escuelas Internacionales. El
afán de superación y el deseo de conocimiento llevó a algunos
trabajadores más disciplinados a adquirir el hábito de lectura.
A pesar de la censura eclesiástica, los gobiernos liberales reali-
zaron campañas a favor. El ministerio de Educación, a fines
de los años 30, impulsó la edición de la Biblioteca Popular de
la Cultura Colombiana. En Bogotá el alcalde Jorge Eliécer
Gaitán había inaugurado en el 36 la Feria del Libro. En 1938
se abría al público de la misma ciudad el amplio edificio de
la Biblioteca Nacional. En los años 30, un grupo de intelec-
tuales liberales (Guillermo Nanetti, Carlos Lozano, Jorge
Eliécer Gaitán, Francisco Socarrás, Luis López de Mesa, atto
de Greiff, etc. j, intentaron socializar la educación llevando
conferencias a las fábricas, en lo que se llamó la Universidad
Popular.

Parece que dichas campañas tuvieron algún impacto en-


tre los trabajadores, aunque siguieron prefiriendo leer novelas
románticas a libros técnicos o políticos. La excepción la cons-
tituyeron los inquietos círculos de artesanos, a los que favore-
cía la relativa flexibilidad de horarios.

Era un elemento que por sus condiciones de trabajo pues leía mu-
cho, sobre todo leía la prensa, era un artesano más o menos, más
ilustrado que otros; ese mismo estilo de trabajo que se tenía en la
sastrería también en la carpintería y en la zapatería, y en la alba-

174 Mauricio Archila Neira


ñilería, que es un arte y bastante difícil también, esas eran la alba.
ñilería, carpintería, zapatería y sastrería y todas esas cosas, pero
eran las artes fundamentales. Entonces entre esas, como eran
obreros más o menos despiertos, más o menos instruidos, no diga.
mos intelectuales pero sí instruidos.
(Gilberto Mejia)

Los grupos anarquistas y socialistas buscaron estimular


la lectura. Un periódico obrero de Medellín decía en los años
10: "El libro y la lectura son vinos generosos que despiertan
gratos recuerdos, y es divino incienso a través de cuyos recuer-
dos blancos y vaporosos las cosas idas resurgen ante nuestros
ojos, trayendo consigo rumores, suspiros y besos y toda la
esencia voluptuosa del Nirvana"ls.

Sin embargo, a pesar del alto grado de alfabetismo de los


obreros, y de las incesantes campañas oficiales y de la izquier-
da en pro de la lectura, la impresión que arrojan las entrevis-
tas es que tal hábito no era común, salvo en los casos anota-
dos. En muchos trabajadores el problema era la física falta de
tiempo. En otros, la prohibición de la Iglesia de las 'malas'
lecturas y en últimas desconfianza a las capacidad crítica que
aporta el leer, desmotivaron el hábito de lectura.

La irrupción de la radio en los años 20 llenó gran parte


del tiempo libre individual de los trabajadores. Las grandes
empresas comprendieron rápidamente la importancia de este
medio de comunicación masivo, convirtiéndose en patrocina~
doras de programas de alta sintonía. Fue una excelente forma
de hacerse propaganda. En Medellín, en los años 30, dos de
los programas más escuchados fueron 'El Teatro al Aire Li.
bre' de Coltejer y el 'Concierto Fabricato'. En los 40, Coltejer
patronicó programas de concurso como el ¡Teléfono Lua' y
'Coltejer toca a su puerta 016.

En Bogotá se instaló en 1929 la Emisora la Voz de la


Víctor, que junto con la posteriormente fundada, Radio San-

15 El Luchador, 26 de septiembre, 1918.

16 LONDO:RO, Patricia, "Vida cotidiana en el siglo XX" en Jorge O.


Mela, coordinador, Historia de Alltioquia, op. cit., pp. 246.248.

Uso del tiempo libre 175


ta Fe, tuvieron la mayor sintonía. Dentro del esfuerzo educa-
tivo del liberalismo, el Gobierno de Santos lanzó al aire la Ra-
dio Nacional en 1940, pero los gustos obreros seguirían incli-
nados hacia las emisoras que transmitían radionovelas y músi-
ca p'opular.

Con la ausencia de un hábito de lectura, la radio fue el


complemento en las horas de descanso de los trabajadores en
sus hogares. La incipiente afición por novelas, fue recogida
por las emisoras a través de almibaradas radionovelas de gran
sintonía.

Finalmente, una actividad que consumió gran parte del


tiempo libre de los trabajadores fue la práctica religiosa indi-
vidual. En un país en donde los grandes debates giraban en
torno a cuestiones religiosas, y especialmente en las ciudades
estudiadas, era difícil esperar otra cosa. Aunque las prácticas
religiosas fueron más evidentes entre las textileras antioque-
ñas, en general la clase obrera colombiana heredó una religio-
sidad popular que aún hoy en día está vigente. En el caso an-
tioqueño, la articulación entre la cultura regional y la organi-
zación de las primeras industrias, reforzó dicha religiosidad.
Los trabajadores textileros tenían distintas devociones: la
Virgen del Carmen, San Cayetano, María Auxiliadora, el San-
tísimo Sacramento, el Señor del Calvario, la Virgen del Rosa-
rio, figuran entre muchas otras en las entrevistas. Este fervor
las llevó a donar dinero de su sueldo para el fomento de la
Iglesia. Ellas y ellos, participaron activamente en Ejercicios
Espirituales y Cursillos de Cristiandad. Si a estas actividades
acudían grupos selectos, incluso a veces en compañía de los
patrones; a las procesiones solían acudir en masa.

Aunque las textileras fueron destacadamente religiosas,


otros grupos de trabajadores tenían sus devociones:

P. ¿Ustedes, no tenían ningún santo de devoción?

R. Yo tenía uno.

P. ¿Los ferroviarios no tenían como, .. ?

R. Claro, la Virgen Santísima, cuando yo estaba con la máquina


andaba con la Virgen ah í.

176 Mauricio Archila Neiro


P. ¿Casi todos tienen la devoción de la Virgen?

R. Claro, y el alumbrado. Todos tienen su santo ahí, la Virgen,


otros del Perpetuo Socorro, en fin, otros el Senor Caído.
(JesÍJo A. Gavirja)

Tal vez el testimonio de un tranviario de origen liberal


sea la expresión más plástica de la religiosidad popular here-
dada por la clase obrera:

P. ¿Usted no tiene ninguna devoción en especial?

R. Sí, la Santísima Trinidad y las Animas, yo le mantengo un ve-


lón a la Santísima Trinidad diario.

P. ¿Y por qué le gusta especialmente la Santísima Trinidad?

R. Porque si todos nos pegamos de uno solo, de un solo santo en-


tonces no le alcanza el manto pa'pegarsen tantos, tiene que ser re-
vueltico. Yo vengo de padres muy católicos, por eso nos llaman
en Rionegro los liberales, los buenos liberales. los conservadores
de Rionegro, porque Rionegro a usted le es más fácil encontrar
cien liberales oyendo misa que encontrar diez conservadores.

P. ¿Por qué?

R. Porque nosotros somos liberales en la política y no en el alma


que tenemos, porque somos católicos, venimos de raza católica y
seguiremos siendo católicos, pero a nosotros no nos importa la
política sino la religión.
(José F. Valencia)

Para concluir este capítulo podemos señalar que se ha


querido presentar una historia en donde los espacios y tiem-
pos de la vida diaria -en el trabajo y fuera de él-, se fueron
estructurando y reestructurando en un permanente conflicto
entre los distintos sectores sociales que conformaron el mun-
do laboral de los primeros decenios de este siglo. A las ofen-
sivas moralizadoras más conscientes de la patronal y la Iglesia,
apoyadas ambiguamente por el Estado, los trabajadores res-
pondieron con desiguales estrategias de resistencia cuyo éxito
debe sopesarse para cada coyuntura. El tiempo libre no estu-

Uso del tiempo libre 177


va al margen del conflicto laboral. La creación de espacios
propios de diversión y aún la adopción de una ética del traba.
jo, son elementos que conformaron la identidad de clase, con
todas sus particularidades sectoriales y regionales ya anota-
das. La lucha reivindicativa, de la cual hace parte el uso del
tiempo libre, fue definitiva en la conformación de tal identi-
dad, que se plasmó en las formas organizativas, y en el proce-
so de formación de la clase obrera. Ellas constituyen el obje-
to del siguiente capítulo.

178 Mauricio Archila Neira


Capítulo Sexto

LAS FORMAS ORGANIZATIV AS

Es sensible que no haya todavía en Colombia el men-


tor suficiente para organizar un partido obrero ... El
liberalismo ve con buenos ojos la formación futura de
ese nuevo grupo politico; mientras tanto, las reivindi-
caciones obreras caben dentro del programa liberal, ...
dentro (del cual) hallarán las clases trabajadoras, CO.
mo hallarán la juventud actual y las generaciones veni-
deras, espacio suficiente para moverse y para satisfa-
cer su ansia de ideal.

(Rafael Uribe Uribe, "Por el bienestar


de los trabajadores", Conferencia de 1912
en op. cit.. 203.204)

La clase obrera colombiana. y en particular la de las dos


ciudades aquí analizadas, se nutrió de distintas tradiciones 1 •
La primera de ellas, consecuente con la religiosidad imperan-
te en el país, fue el cristianismo, no sólo en su dimensión es-
piritual, como en su proyección social. Tanto en la prensa
obrera de la época, en los documentos escritos, y en las en-
trevistas, hay continuas referencias a textos religiosos que per-
mitieron legitimar la protesta por mejores condiciones labo-

1 Las tradiciones a que nos referimos no son exclusivas de los gru-


pos obreros. Por el contrario tanto intelectuales revolucionarios,
como activistas cívicos o campesinos las compartieron en gran
medida.

Las formas organizativas 179


rales' . De ahí que en aras de apropiarse de un cristiano más
puro, los nacientes núcleos obreros se enfrentaron con la Igle-
sia Católica institucional, a la que veían como una aliada del
poder establecido y defensora de privilegios. Además de cier-
to "anticlericalismo, los nacientes grupos obreros encontraron
apoyo para su labor de protesta en otras corrientes religiosas
que existían tímidamente en el país. Los artesanos del Lí-
bano (Tolima) venían organizados desde fines del siglo XIX
en sociedades teosóficas'. María Cano y otros dirigentes del
Partido Socialista Revolucionario (PSR), tenían relaciones
con grupos espiritistas. A pesar del elitismo de las logias ma-
sónicas, parece que algunos artesanos y dirigentes políticos
revolucionarios, pertenecieron a ellas.

En realidad los intentos de apropiación de un cristianis-


mo más puro estuvieron estrechamente ligados a la tradición
de los trabajadores urbanos: el radicalismo liberal. Uribe Uri-
be, una de sus grandes figuras, se declaraba cristiano, y hasta
católico, pero inmediatamente apelaba a las dimensiones de
fraternidad y justicia social como las máximas expresiones de
esa religión. Uribe Uribe fue inspiración de muchos jóvenes
socialistas, fue el caso de Torres Giralda. Los núcleos obreros,
como los liberales del siglo XIX, vieron una Iglesia que les ce-
rraba dogmáticamente sus puertas, motivo por el cual se fue-
ron alejando de las prácticas religiosas.

Por eso, a pesar de ser todos liberales de origen muy católico,


"perseguidos por la Iglesia, se alejaron de ella. A los niños se nos
enseñaba a gritar: 'Viva el Partido Liberal ateo', y no íbamos nun.
ca a misa ni se rezaba rosario por las noches como en las casas de
familias conservadoras. Era como una represalia, una forma de
reaccionar contra la clerecía conservadora, beligerante.
(Gilberto Negra)

2 El dirigente comunista Luis VidaIes en la Insurrección Desploma-


da (Bogotá, Alberto Estrada Editores, 1979) habla de Cristo co.
mo mártir de los pobres y hace referencia a los textos de los Pa-
dres de la Iglesia condenando las riquezas.

3 SANCHEZ, Gonzalo, Los Bolcheuiques del L,'bano. Bogotá, Pan-


dora-ECOE, 1981.

180 Mauricio Archila Neira


Las tradiciones radicales alimentadas desde mediados del
siglo pasado por círculos culturales como el que funcionó en
Bogotá alrededor de José María Rojas Garrido, fueron trans-
mitiéndose de generación en generación entre los trabajadores
urbanos. "Todo eso me demostró, concluía Gilberto Mejía,
que mi padre era un viejo liberal, radical, de tendencias socia-
listas". La asistencia a funerales o conmemoraciones de los
radicales participantes en la guerra de los Mil Días, o la sim-
ple participación en las peregrinaciones a los cementerios lai-
cos organizados por grupos liberales, forjaron una actitud
contestataria en dirigentes políticos como Guillermo Hernán-
dez Rodríguez. Las mujeres de la familia, madres, tías o her-
manas, también contribuyeron, aunque con menos frecuen-
cia, a alimentar esas tradiciones:

Mi madre y una tía que yo quise mucho que fue como una madre
para mí (Ernestina Peralta de Rovira) me dormían contándome
cuentos y es una cosa muy singular, la mayor parte de esos cuen-
tos eran los tradicionales de Caperucita Roja y todo, pero instin-
tivamente porque ellas lo estaban viviendo, lo sentían todavía
eran los cuentos de la guerra, y yo fui formando una mitología
verdaderamente revolucionaria en mi. .. en mi mente infantil.
(Jorge Regueros Peralta)

Las tradiciones radicales fueron nutridas por la literatura


que circuló en el país, a pesar de las censuras política y ecle-
siástica. Los periódicos obreros de la época incluyeron perma-
nentemente frases, poemas, artículos, cuentos y hasta novelas
por entregas, en donde se vertía toda la influencia de los ro-
mánticos franceses(con Víctor Hugo y Lamartine a la cabeza),
y de autores rusos como Tolstoy, Dostoievski y Gorki. El ar-
tesano Manuel Abella recordaba sus primeras lecturas cuando
se inició en el socialismo: 'Las ruinas del Palmira' y , La Reli-
gión al alcance de todos'.

El famoso panfletario, José María Vargas Vila, también


fue profusamente leído en el país, a pesar de la prohibición
de sus obras y del desprecio de la elite por su trabajo' . Sus
4 Consuelo Triviño, en la introducción al citado libro de Vargas Vi-
la, sostiene que: "De su prestigio dan cuenta, en España, los testi-
monios de viejos anarquistas que se inspiraron en sus planfletos
y las numerosas ediciones de Sopena, Rubiños, Bauzá y Maucci,

Las formas organizativas 181


diatribas contra la hegemonía conservadora, y en concreto
la Regeneración, retumbaron permanentemente en los oídos
de las distintas operaciones radicales.

El espíritu de rebeldía de la tradición radical hacía per-


meable a las nuevas ideologías que predicaban la necesidad de
la transformación social. Excluido del poder, el liberalismo
buscaba adeptos para su proyecto político. Por eso el libera-
lismo vio con buenos ojos la organización de los trabajadores,
incluso en la modalidad de 'partido obrero' como lo sugirió
Uribe Uribe. El socialismo llegó de este modo envuelto en el
ropaje radical, convirtiéndose en la otra gran tradición que
alimentó el mundo obrero de los primeros decenios de este
siglo. En realidad más que hablar de socialismo, habría que
decir que una preocupación por la 'cuestión social', acompa-
ñada de una confusa rebeldía contra el orden vigente. Se tra-
tó de una amalgama de apologías a la Revolución Francesa
(y luego Soviética), con elementos del socialismo de Jaures y
Kautsky, del anarquismo de Kropotkin y Malatesta, e incluso
del bolchevismo de Lennin y Trotsky. Era un socialismo plu-
ralista (por su eclecticismo) y tolerante, que interpretaba el
confuso espíritu de protesta de artesanos y primeros núcleos
obreros urbanos.

Algunos grupos obreros fueron más lejos en los años


veinte al realizar prácticas que pretendían cimentar una con.
tracultura en nuestro medio. Tal fue el caso de las ceremo-
nias. de bautismos y matrimonios 'socialistas' que desarrolla-
ron núcleos artesanos y obreros del Líbano (Tolima) y de
Dagua (Valle)'. En realidad se trataba de ritos muy esporádi-
editoriales importantes de su tiempo. En Hispanoamérica, en cam-
bio, su éxito fue de otra índole. Allí se le conoció ampliamente
y fue entre los sectores populares donde se difundieron sus ideas
y se repitieron emocionadamente sus panfletos. Los estudiantes,
los campesinos y los obreros, aún sin haberlos leído, recitaban
aquellas terribles frases lanzadas contra Núñez y contra los con-
servadores" (pp. 13-14). La apoteósica recepción que le hicieron
los estudiantes en Barranquilla, durante su corta estadía en el
puerto hacia 1923, fue una muestra de su popularidad en el país
(IbId. pp. 17.18).

5 Ver Gonzalo Sánchez, op. cit. y mi artículo "La Humanidad: un


periódico obrero de los años veinte" en Boletln Cultural y Biográ-
fico. vol. 3, No. 3, 1985.

182 Mauricio Archila Neira


cos y sin gran difusión, que se enmarcaron en las actitudes
contestatarias del radicalismo del siglo pasado, como sucedió
con el caso de los Cementerios Laicos o Libres. A comienzos
de siglo un radical de 'tendencia socialista', Jacinto Albarra-
cín, intentó establecer una comuna, en las agrestes selvas del
Magdalena Medio boyacense. Según Osario Lizarazao, "Alba-
rracín fundó en Colombia el primer Soviet auténtico en fuga
de la tiranía del genera! Reyes". En las montañas del Carare
fundó, con 40 personas, una colonia que emprendió, "la ex-
plotación agrícola del lugar, sin ley, sin autoridad, ni concep-
tos de propiedad, ni poderes judiciales". Cuando la Iglesia y
funcionarios del gobierno hicieron presencia permanente en
la Colonia, en los años ID, se disolvió la comuna pues los sím-
bolos más odiados del poder estaban ya en su seno. Albarra-
cío, según el cronista, "regresó a Bogotá en donde moriría
años más tarde en la miseria.

Contando con estas tradiciones, apropiadas desigualmen-


te por los grupos obreros, fue como la clase enfrentó la explo-
tación: defendían un perfil, a! menos cultural pero se requirió
organizaciones para que establemente identificaran al nuevo
conglomerado social que surgía en el país.

1. Las primeras organizaciones

Los historiadores suelen poner como antecedente de las


organizaciones obreras a las Sociedades Democráticas de arte-
sanos del siglo XIX', la memoria de los entrevistados sólo se
remonta hasta las Sociedades de Mutuo Auxilio o mutuarias_
Estas eran organizaciones generalmente de artesanos, que pre-
tendían ayudar a sus afiliados en momentos difíciles de enfer-
medad o muerte:

Uno bien pobre si se le muere una persona con qué lo va a ente.


rrar; entonces ellos veían eso y había que pedir limosna pa'ente-
rrar. Entonces fundaron las sociedades de mutuo auxilio, socieda.

6 El primero que trazó estos antecedentes fue Miguel Urrutia, "His-


toria del Sindicalismo en Colombia, Bogotá: Ed. Uniandes, 1969,
pp. 33 y siguientes.

Las formas fJrganizativas 183


des enterradoras, y muchas llegaban a auxiliar hasta por enferme-
dad.
(Gllberto Mejia)

Las mutuarias fueron las primeras expresiones organiza-


tivas que promovieron un espíritu de colaboración y de soli-
daridad ante las calamidades. Aunque estimularan un espíritu
colectivo, los revolucionarios las consideraron un obstáculo
para la educación política de los trabajadores:

... de tal manera que la primera organización de la clase obrera,


la clase artesanal, que son obreros, fue las sociedades de mutuo
auxilio, eso es una cosa pues benéfica; claro que los revoluciona.
rios tuvieron que luchar contra eso porque le hacía creer al obre-
ro que él mismo tenía obligación, cuando toda la obligación es
del patrono y el Estado; entonces el revolucionario que quería or-
ganizar a los obreros pa'luchar por conseguir todas esas garantías
del patrón, tenía que luchar contra esa mentalidad artesanal.
(Gilberto Mejia)

Muy cercanas en su concepción a las mutuarias, las coo-


perativas alcanzaron un gran desarrollo entre los distintos sec-
tores obreros, con más éxito donde hubo más capacidad de
ahorro. En algunas fábricas la cooperativa llegó a tener más
importancia en la vida diaria que el mismo sindicato.

Tanto por el estímulo a las mutuarias como a las coope-


rativas -a veces la misma organizacián-, se resaltó el papel
de la Iglesia. En su afán de favorecer caritativamente a los
'pobres' preservándolos de perniciosas influencias; miembros
del clero y algunos laicos, propiciaron la creación de organiza-
ciones de clara estirpe confesional. Pero en este punto las di.
ferencias regionales nuevamente son tan notorias que convie-
ne hacer un tratamiento particular.

Desde fines del siglo XIX la Sociedad de San Vicente de


Paul canalizó la preocupación de la elite antioqueña por los
pobres. En los Talleres de San Vicente en Medellín se impar-
tió tanto formación técnica como espiritual? . En otros casos,
7 Reglamento de la Sociedad de San Vicente, Medellín, 1890. Car-
los E. Restrepo, benefactor de la Sociedad, y futuro presidente
del país, pedía a los trabajadores que en agradecimiento por la la-

184 Mauricio Archila Neira


antiguas cofradías y congregaciones de carácter religioso, se
convirtieron en Sociedades de Mutuo Auxilio e incluso con el
tiempo en sindicatos católicos. La Congregación de Obreros
de San José, por ejemplo, fundada en 1846 por los jesuitas
en Medellín, resistió a la expulsión de los miembros de esa
orden religiosa. En los años 20 tomó auge de nuevo, bajo la
orientación del sacerdote jesuita Germán Montoya, director
de la Acción Social Católica.

Del mismo corte existieron otras congregaciones. Del es-


píritu de la Congregación de Obreros de San José dan cuenta
estas estrofas del Himno:

Los Congregantes somos obreros y la esperanza del por-


venir no hacer más lunes, con el sufrir.

Así, las barras, brocas, martillos, tantos talleres, tanto


telar, serán plegaria que al cielo suba y harán la dicha de nues-
tro hogar' .

A través de la combinación de actividades recreativas y


piadosas, la Congregación de San José, así como sus similares,
reunieron un número nada despreciable de artesanos y obre-
ros. Aunque formalmente apolíticas, estas congregaciones
participaron en algunas ocasiones en manifestaciones en favor
de los intereses de la Iglesia.

Para los varones existieron las congregaciones de obreros;


para las mujeres, el clero y la patronal organizaron los Patro-
natos en Antioquia. Fueron casas de albergue para jóvenes
trabajadoras, regentadas por religiosas con la asesoría de sa.
cerdo tes, donde además de la formación religiosa y moral, se
les dieron cursos prácticos en actividades relacionadas con su

bar de ella, se comportaran de acuerdo con lo enseñado: ... "Pero


sí tenemos derecho a exigiros que seáis siempre laboriosos y cris-
tianos sinceros, para que no hagáis inútiles tantos esfuerzos, tanto
dinero y tantos desvelos como se 05 han consagrado" (Discurso
pronunciado el 26 de noviembre de 1892 en la distribución de
premios de los talleres de la Sociedad, anexo a Reglamento).

8 El Obrero (Medellín), 18 noviembre, 1911.

Las formas organizativas 185


trabajo, en el caso de las textileras, o simplemente para el tra-
bajo doméstico. Además se les inculcó el ahorro, el mutuo
auxilio, se les dio comida, y en caso de desempleo se les ayu-
dó a buscar trabajo. Aparte del dormitorio, la capilla y los ta-
lleres, los patronatos contaron con restaurante y biblioteca.
Tenían un reglamento que ordenaba la vida hasta el mí-
nimo detalle, y pedían permiso para salir a la calle, en ocasio-
nes se contó con comisariatos internos:

P. Usted me refería acerca de la reglamentación que tenían esta.


blecida en el Patronato, de algunas cosas que no se podían hacer
si no era con permiso, etc., para que usted me recuerde de esa par.
te.

R. Sí, para salir a la calle, comprar jabón para lavar, para bañar-
nos, nosotros teníamos que lavar la ropa, tenían buenos lavade-
ros y todo; para poder aplanchar tenfamos que firmar en un papel
para poder entregar la plancha, que a veces la entregaban dañada
o no.

P. Lo que usted me decía del cigarrillo.

R. Ah sí; no nos dejaban fumar sino en la azotea porque de pron-


to un incendio en los dormitorios, tampoco nos dejaban dormir
de día, llegábamos cansadas, nos ponían un nido y podíamos
acostarnos ahí.

(Lucía Botero)

Lo más estricto fue el reglamento sobre el noviazgo: só-


lo se permitían visitas de los novios los domingos y a ciertas
horas. Claro que las trabajadoras se ingeniaron la manera de
salir a hurtadillas después del trabajo o en los esporádicos per-
misos para salir a la calle. A pesar de esas restricciones, las
entrevistadas que vivieron en los Patronatos, los recuerdan
con cariño. La comida fue tal vez el único punto de queja.
Un día común y corriente en un Patronato era como se desw
cribe a continuación:

Nos levantábamos a las cuatro de la mañana para oír la misma pa-


ra irnos a Fabricato; a ver, a las cuatro entrábamos a Fabricato,
en ese tiempo a las cinco, oíamos la misa, desayunábamos y nos
íbamos atrabajar. Cuando sal íamos ya descansábamos, yo como
me mantenía ayudando allá.

186 Mauricio Archila Neira


P. ¿Entonces usted de la fábrica se iba inmediatamente para el
Patronato?

R. Sí, nos veníamos pa'} Patronato, descansábamos un ratico,


después íbamos al lavadero a lavar la ropa o ver si se había secado
y después nos sentábamos en las bancas a charlar, otras veces a
conferencias, así.
(Esperanza Hernández)

La Acción Social Católica, entidad creada por la Arqui-


diócesis de Medellín y regentada por los jesuitas, desplegó
una vasta labor de organización confesional del proletariado
antioqueño. Además de apoyarse en las organizaciones ya
existentes -mutual es, congregaciones de obreros y patrona-
tos-, se crearon en las distintas parroquias los Centros Obre-
ros, estos centros sirvieron de enlace entre el clero y los traba.
jadores en sus sitios de residencia. La Congregación de Obre-
ros de San José, por ejemplo, se convirtió en el Centro del
mismo nombre, y para 1930 dijo tener cerca de 2.600 afilia-
dos. Además de estas formas organizativas que abarcaron des-
de el tradicional artesanado hasta modernos sectores de la in-
dustria manufacturera, congregaron a los trabajadores, tanto
en su esfera productiva, como de vivienda.

La Acción Católica utilizó otros medios de difusión del


pensamiento social de la Iglesia. Uno de ellos fueron las Es-
cuelas Dominicales, en las que miembros de la elite y el clero
iban a los barrios populares a ofrecer educación técnica y reli-
giosa a sus habitantes. Dicha práctica tuvo reconocimiento
departamental por medio de ordenanza en 1920. El otro gran
medio de difusión fue el periódico El Obrero Católico edita-
do en Medellín:

Era uno de los únicos periódicos que había ahora tiempo; por
ejemplo en los treinta y cinco o cuarenta era el periódico más leí.
do que había y que leía el trabajador, el Obrero Católico.
(Luis E. Bolívar)

Una organización tan efectiva del trabajo social tuvo sus


resultados, como se verá luego, preocupando a los sectores Ji.

Las formas.organizativas 187


berales y socialistas que tenían una aproximación diferente
de la 'cuestión social'.

Esto no se logró en otras regiones, inclúida la capital del


país. En Bogotá parece que los esfuerzos del clero fueron ais-
lados y sobre todo poco coordinados. En los primeros años
de este siglo la figura clerical que resalta en su acercamiento
al mundo obrero fue el padre José María Campoamor. Sacer-
dote jesuita de origen español, trabajó en su país y en Alema-
nia con grupos obreros católicos, arribó a Colombia en 1910.
Desde un principio orientó su trabajo hacia los sectores arte-
sanales, con el objetivo de impedir el avance de las ideas radi-
cales que ya se propagaban en el viejo continente. El padre
Campoamor fue un hombre más pragmático que teórico. Pen-
saba que con el Catecismo Astete bastaba para dar una orien-
tación socialcristiana a su obra. En su vida diaria fue una per-
sona estricta, demostró gran energía para el trabajo y carisma,
en convencer a los ricos para que colaboraran. Defensor de las
virtudes del ahorro, lo estimuló por medio de las Cajas de
Ahorro a las que acudieron desde los empobrecidos artesanos,
hasta gentes pudientes. Paralelamente a las Cajas de Ahorro
creó una instancia de coordinación de los esfuerzos hacia los
trabajadores, llamada el Círculo de Obreros del que hicieron
parte gentes de dinero y poder político y algunos artesanos.

Esa obra nació en el año 11, en 1911. El Padre Campoamor llegó


a Colombia en 1910 y de inmediato empezó a trabajarcon la gen.
te más sencilla; él empezó su trabajo con los gamines y recogía a
los gamines e iba haciendo el trabajo con ellos. Poco a poco fue
mejorando. Desde el principio él supo asociarse con personas muy
importantes del Gobierno. De tal manera que si se ven las actas
del Círculo de Obreros encontrarán las firmas de las personas im-
portantes que colaboraron con él.
(Padre Eustaquio Guarín)

A través del Círculo de Obreros, el padre Campoamor


amplió la acción social a otras áreas como escuelas para los
pobres, el barrio Villa Javier, y la ayuda a jovencitas venidas
de los campos agrupadas en lo que luego se conoció como las
'MarÍas':
Eran unas niñas de origen campesino, las vestía con una falda
larga, casi hasta el tobillo, eh, alpargatas, muy asiaditas, muy bien

188 Mauricio Archila Neira


puestas, una blusa blanca y ellas eran las que manejaban como
mecanógrafas, como contabilistas, como cajeras; con mucho acier-
to y con mucha dedicación manejaban las Cajas de Ahorros.
(Carlos Pardo)

Las MarÍas no fueron una orden religiosa, incluso hasta


podían casarse, pero en la práctica vivieron como tal. La dis-
ciplina diaria, muy parecida a la de los patronatos antioque-
ños, da cuenta del estricto control que sobre ellas se tenía:

Un día común y corriente se levantaba uno a las cinco de la maña-


na, bueno ... a esa hora eran cinco minutos pa'arreglaruna, para
golpiar las mantas y pasaba uno a arreglarse. Luego después eso
era rápido que estaba uno, entonces ya iba uno a la misa ahí en
San Cristóbal. Y ya... ¡ah no!, primero eran, unas oraciones que
haCÍanen el. .. en un oratorio, en el oratorio y hacían las oracio.
nes de la mañana y entonces luego nos Íbamos ya, nos Íbamos a
misa. Después llegaba uno de misa, entonces a cada una le tenían
quehacer; (a las nuevas no, sino a las que estaban más antiguas)
y luego después seguía repartido el día en horario: en costura, o
a veces en... una hora para salir por allá a ver la huerta, teníamos
un pastel, alguna cosa y... mejor dicho distribuido en distintas
cosas el día.

P. ¿Y había clases también?

R. Sí señor. Por eso cuando llegaba tal profesor tocaban a clases,


pero todas las 60 no, sino por partes, lo que supiera cada cual.
Iban seleccionando, las que sabían más pues tenían un curso más
alto y las que ... así, a medida de los cursos.
(Maria Betulia Romero)

En este punto llama la atención las formas similares de


organización de los trabajadores que el clero generaba en las
dos ciudades estudiadas. Sin embargo, no parece que existie-
ra una estrategia común dentro de la Iglesia, o aun dentro de
la comunidad jesuita, para enfrentar el mundo obrero. Claro
que la identidad doctrinaria permitió el desarrollo de expre-
siones organizativas similares. En todo caso, el esfuerzo del
clero bogotano no superó los logros de su homólogo antio-
queño. A pesar de contar con apoyo de la jerarquía eclesiásti-
ca, el trabajo del padre Campoamor no fue recogido y sí tuvo
enfrentamientos con otros sacerdotes incluso de su misma

Las formas organizativas 189


orden religiosa. Al contrario de la Acción Social Católica an-
tioqueña, en Bogotá el padre Campo amor no contó con me-
dios de difusión masivos salvo el Boletín del Círculo de Obre-
ros que más parecía una hojita parroquial que un periódico.

Aparte de esta obra, es poco lo que se recuerda de la ac-


ción del clero bogotano en favor de los obreros. En los años
20 la arquidiócesis impulsó una organización llamada Unión
Colombiana Obrera (UCO) que publicó por unos años su pro-
pio periódico. En el barrio La Perseverancia los jesuitas, veci-
nos por el Colegio San Bartolomé La Merced, ayudaron en la
construcción del templo que sintomáticamente se llamó Je-
sucristo Obrero.

Una obra que tuvo impacto en el mundo obrero, pero


no de carácter clerical sino laico, fue la J.O.C. (Juventud
Obrera Católica)'. Inspirados en el 'jocismo' europeo, espe-
cialmente belga, los hermanos Murcia decidieron organizar la
JOC en Colombia, despertando casi desde el principio recelos
en la jerarquía. Como lo atestiguaba un participante del mo-
vimiento, para la jerarquía eclesiástica, los miembros de la
JOC,

eran unos tipos raros, como peligrosos, como unos tipos que se
querían sustraer de la Iglesia ... en el movimiento no estaba pre-
sente el señor Obispo, se le invitaba y toda la cosa pero no nos
manejaban directamente los obispos. Eso creaba celos.

(Eugenio Colorado)

Por esa razón, a principios de los años 40 la JOC fue su-


primida por la jerarquía eclesiástica. Sin embargo la semilla
sembrada fructificó como la SETRAC (Selección de Trabaja-
dores Católicos, luego designada CETRAC, Central de Traba-
jadores Colombianos). Algunos de los cuadros formados por
la JOC, como Eugenio Colorado, pasó a dicha organización
que adelantó la fundación de la UTC.

Con la excepción de los esfuerzos anotados, el clero bo-


gotano no logró articular una relación estrecha con el mundo
9 Para una visión detallada ver Ana María de Urán, Iglesia, Pueblo y
Politica, Bogotá: Ed. Universidad Javeriana, 1985.

190 Mauricio Archila Neira


obrero, al menos de la envergadura de lo hecho en Antioquia.
El del padre Compoamor se concentró más en los sectores
tradicionales del artesano que en los modernos ferroviarios o
manufactureros. Se trató de una acción paternalista y morali-
zadora, marcada por un profundo -.nticomunismo en el que
no estaban ausentes simpatías falangistas. En el caso de la
JOC fueron más claros esos elementos políticos. Pero en ge-
neral, en la capital del país no hubo, hasta entrados los años
40, gran énfasis en la organización reivindicativa de los traba-
jadores, desde el punto de vista católico. También hay que
anotar que no se contó con apoyo patronal, salvo en la obra
del padre Campoamor que, como ya se dijo, no se orientaba
al obrero moderno sino al trabajador independiente.

Por el contrario en Medellín hubo una temprana vincula-


ción no sólo del clero, sino de los empresarios, a formas orga-
nizativas paternalistas que evolucionaron hacia lo gremial. La
iglesia antioqueña, coordinada eficientemente por la Acción
Católica, centró su actividad no tanto en el artesanado cuanto
en los obreros manufactureros, especialmente textiles, para lo
que contó con un decidido apoyo empresarial. Los frutos se
vieron en el control de los sindicatos de las grandes empresas
industriales y en el pausado ritmo huelguístico de la región.
Si la Iglesia en un principio se opuso al sindicalismo, por iden-
tificarlo maniqueamente con comunismo, para los años 40
decidió involucrarse directamente en él. De nuevo el clero an-
tioqueño, junto con los jesuitas, se pusieron al frente de esta
tarea, en la que socialistas y liberales llevaban ya un trecho
recorrido.

2. El sindicalismo

La organización sindical muestra un proceso que lenta.


mente se implantó en el país. Aunque para los años 10 y 20
se encuentran registros de organizaciones con dicho nombre,
muchas de ellas eran asociaciones de mutuo auxilio o congre-
¡raciones obrero-patronales. Tal es el caso de la Sociedad de
Artesanos de Sansón, con personería jurídica del 31 de agos-
to de 1909, consagrada por Miguel Urrutia como el primer
'sindicato'. En realidad se trató de una organización mutuaria

Las formas organizativas 191


que también pretendió rendir "culto público a Nuestra Seño-
ra del Sagrado Corazón".

El sindicalismo surgió como tal hasta los años 30, pero


desde antes se formaron organizaciones modernas de resisten-
cia obrera. El naciente socialismo y sectores liberales preocu.
pados por la 'cuestión social' especialmente a raíz de las Con-
venciones de lbagué, 1922, y Medellín, 1924, fueron los ada-
lides de la nueva orientación de los conflictos obrero-patro-
nales. Estos sectores políticos no veían al obrero como un
'miserable' que había que porteger, sino como un productor
de la riqueza, que se le negaron y con un gran potencial social
de transformación del orden vigente, encarnado en el mo-
mento por la hegemonía conservadora 10 •

Surgieron para esa época las 'casas del pueblo' en las


principales ciudades. Allí se congregaron obreros de distintos
oficios en actividades culturales y políticas. Y en ocasiones
orientaron luchas gremiales y cívicas como las huelgas de in-
quilinos de los años 20.

Los artesanos, portadores de las tradiciones radicales,


fueron los que contribuyeron a la gestación de organizaciones
de defensa de los trabajadores asalariados.

Pues sí, al principio porque el sector artesanal era el sector más


instruido de la clase obrera, el artesano le gustaba leer y conver-
sar; y fue la base de las primeras organizaciones revolucionarias de
este país, con la revolución de los artesanos en Bogotá, que por
un problema de Marco Fidel Suárez cuando iba a traer uniformes
de allá. Las sociedades artesanales impusieron a José Hilario Ló-
pez aquí, entonces los artesanos era una clase social muy avanza-
da, se da cuenta usted entonces de ahí salieron, unos siguieron
siendo liberales otros se volvieron socialistas.
(Gilberto Mejia)

Como en otras latitudes, sastres y zapateros, junto con


tipógrafos. fueron los gremios más propicios para la difusión

10 MOLINA, Gerardo, Las ideas socia, 's en Colombia, Bogotá,


Ed. Tercer Mundo, 1987.

192 lt-fauricio Archila Neira


de ideologías revolucionarias". Según el mismo Gilberto Me-
jía, uel anarquismo tenía cierto desarrollo entre los artesanos
zapateros". En un testimonio sobre la actividad de Ignacio
Torres Giralda, se decía que siendo sastre en Cali, había orga-
nizado en su mismo taller, "la Sociedad de la Aguja", entidad
gremial de sastres asalariados que realizaba programas cultura-
les y reuniones de lectura sobre autores como Vargas Vila,
Víctor Hugo, y escritos aparecidos en la revista Le Monde de
Henri Barbusse, editada en París, y la revista América, edita-
da en Nueva York". Claramente se vio la nueva orientación
dada por los sectores políticos a los clubes culturales que la
tradición radical venía acuñando desde el siglo pasado. Los
primeros núcleos rebeldes de artesanos dieron una alterna-
tiva al ya difundido movimiento cooperativo. Así surgió a
fines de los años 10 en Medellín la Sociedad de Luchadores,
apoyando el ahorro, pero con intención de fortalecer la edu-
cación para la lucha, en la naciente clase obrera13.

En el contexto de la 'danza de los millones' y de la cre-


ciente inflación de los años 20, estas organizaciones de defen-
sa del proletariado tomaron fuerza:

Esos sindicatos primarios porque no se pueden llamar sindicatos


porque ese es el término para denominarles, pero no eran unos
sindicatos a la moderna, eran una congregación de unos obreros
para luchar contra el costo de la vida y por el mejoramiento de
su situación, era el tránsito de las organizaciones mutuarias del ar-
tesanado hacia las. organizaciones de clase del proletariado, pero
eso no estaba todavía claro, era una cosa informe.
(Guillermo Hernández Rodríguez)

Las organizaciones transicionales que figuraron al frente


de los conflictos laborales de los años 20 y parte de los 3D,

11 Ver el artículo de Eric Hobsbawm y Joan Scott, "Zapateros Polí.


ticos" en Hosbawm, El Mundo del Trabajo, Barcelona, Ed. Críti-
ca, 1987,

12 Testimonio de Octavio Valverde, en María Cano y su Epoca, Me-


dellín: ENS, IPe y otros, 1988, p. 68.

13 El Luchador, 23 enero, 1923. Torres Giralda también tuvo una


cooperativa que era la que publicaba el periódico La Humanidad
en Cali.

Las formas organizativas 193


eran de caracter coyuntural y no ligadas a las empresas, en las
que participaron activistas políticos 14 .

Algunas organizaciones. lograron consolidarse, con el


tiempo, como sucedió en Bavaria, Vidrios Fenicia, tranvia-
rios, así como en algunos oficios artesanales y en la construc-
ción. En Bavaria incluso esa organización, presentó pliego de
peticiones asesorada por Jorge Eliécer Gaitán en 1928, lanzán-
dose luego a una corta huelga sin resultados positivos para los
trabajadores IS •

La Ley 83 de 1931 creó el marco jurídico para la existen-


cia del sindicalismo, pero su difusión fue lenta. Con el primer
gobierno de López Pumarejo se dieron los mayores índices de
sindicalización. Antes del 30, 5 organizaciones en promedio
al año solicitaron personería jurídica -no todas sindicatos co-
mo ya se dijo. El 31, 13 organizaciones hicieron ese trámite;
11 en el 32; y 18 en el 33. Con las expectativas de cambio so-
cial abiertas por López, 69 organizaciones solicitaron perso-
nería jurídica ¡en sólo 1934!. El ritmo de sindicalización au-
mentó entre el 35 y el38 (84,38,157 Y 93) respectivamente.
Disminuyó en el gobierno de Eduardo Santos y volvió a ace-
lerarse en la segunda administración de López: 172 en el 44,
¡441 en el 45! y 116 en el 4616• Por departamentos, Cundi-
namarca concentró el mayor número de organizaciones regis-
tradas oficialmente, aunque algunas no estuvieran efectiva-
mente activas: en 1947, año del censo sindical, el departamen-
to contaba con 475 organizaciones. Antioquia era segundo
con 176.

¿Significó esto la implantación definitiva del sindicalis-


mo? En realidad no, simplemente lo que se reflejaba era la
mayor presencia de formas modernas de organización en algu-

14 Este punto ha sido analizado en mi articulo, "De la Revolución


Social a la Conciliación", ASHSC, No. 12, 1984.

15 TORRES G., Ignacio, Los incontormes, Bogotá, Ed. Margen Iz-


quierda, 1973, Vol. IV, p, 187.

16 Contratoría General de la República, Censo Sindical, 1947, Bo-


gotá: Eds, Contraloría, 1949, p. 3.

194 Mauricio Archila Neira


nos sectores obreros. Con tasas de sindicalización que nunca
pasaron del 25% para todo el país, es difícil sostener que el
sindicalismo haya sido un fenómeno generalizado entre los
trabajadores asalariados. Desde las épocas que analizamos el
sindicalismo tuvo más impacto en las ciudades que en los
campos, y se concentró entre los trabajadores del transporte
y los artesanos, siendo la industria manufacturera la que no se
organizó sindical mente, (con honrosas excepciones).

No fue fácil construir sindicatos en el ton texto laboral


que hemos descrito. A pesar de que se sentía la necesidad, no
era sencillo reunir los 25 trabajadores requeridos por ley para
formar un sindicato. Las relaciones paternalistas de las prime~
ras empresas, mostraban al sindicalismo como una deslealtad.
Un par de testimonios, tal vez extremos, dan indicio de la
mentalidad de muchos trabajadores manufaatureros de las
primeras generaciones, especialmente donde ~l paternalismo
hizo carrera:

P. María ¿y por qué veía malos esos sindicatos que estaban for-
mando?

R. Porque querían irse contra la fábrica, todavía están ganando la


comida y están fregando. ¿ah? SÍ, es que los pobres tenemos que
trabajarle a los ricos y los ricos necesitan a los pobres pa'que les
sirvan, porque entonces qué tan horrible que no fueran sino ricos
solos o pobres solos, cómo fuera la situación. No yo no, donde
uno está ganando el pan es que debe de cuidar el trabajo.
(María C. López)

Yo les voy a decir porqué el sindicato es alcahuetería: si usted es


buena trabajadora qué necesidad tenemos de ir al sindicato. El
sindicato lo necesitan los malos trabajadores. Al buen trabajador
no tienen que hacerle reclamos. Puede ser Nerón, pero yo creo
que un trabajador que sea bueno o que cumpla, el patrono no le
va a decir: que esto y esto. Siempre es al mal trabajador.
(Aldemar Cano)

SÍ, yo recuerdo, aquí en MedellÍn hubo un sindicato de sastres y


eso mató más a los obreros de sastrería que antes, porque antes
el patrón le daba trabajo a cualquiera, en primer lugar había más
volumen de trabajo y el obrero se dedicaba única y exclusivamen-

Las formas.organizativas 195


te a trabajar lo más que pudiera, trabajar hasta día y noche, ha-
bía mucho trabajo, ya comenzaron con las vainas de prf'staciones
sociales, seguros, sindicato; ya los patrones unos no alcanzaban a
pagarle a los obreros esas prestaciones, ¿qué pasó? dejaron la sas-
trería, de manera que eso dañó más el arte de la sastrería, lo que
fueron esas prestaciones, eso lo dañó más porque muchos patro-
nes ya no ponen ni sastrería por no estar pagando prestaciones y
por no estar luchando con los obreros. Antes no había esa lucha,
antes el que trabajaba pues ganaba, pero ahora los mismos traba-
jadores o el mismo sindicato, las mismas leyes laborales se encar-
garon de dañar a los patrones porque ahora tienen que pagar pres-
taciones, en varias sastrerías no en todas.
(Norberto Velásquez)

Cuando los mecanismos de control individual no funcio-


naban, los empresarios se apoyaban en instrumentos menos
sutiles como la persecución de los dirigentes con bandas de
matones:

viejos manzanillos que nos perseguían, nos señalaban con el índi-


ce como comunistas ... horrendos. Surgieron dirigentes sindicales
de pacotilla .. " Benítez, por ejemplo, que le cuento, Julio BenÍ-
tez era un manzanillo de esos ... del municipio de... , del garrote
escondido y de la piedra ¡temible, .. ! El nos dio las primeras pa-
lizas, luego fue un sindicalista de primera mano, consciente. Llegó
a ser un simpatizante de las ideas de izquierda, del partido inclu-
sive.
(Carlos Hemández)

Cuando ya la organización sindical era inatajable, los


empresarios intentaron crear paralelismo, favoreciendo sindi-
catos patronales o alimentando otras formas organizativas
que debilitaban la unidad.

La dificultad para la implantación del sindicalismo fue


generalizada en el país, como lo ilustran las bajas tasas de sin.
dicalización, hay diferencias regionales que conviene resaltar.
En Medellín las distintas estrategias de control de la mano de
obra dieron resultados especialmente en el sector manufactu-
rerú. El paternalismo de los empresarios, también común en
Bogotá, produjo una identificación del trabajador raso con
la empresa y una mayor disciplina de trabajo. Los trabajado-
rea antioqueños de Coltabaco, rechazaron la sola idea del sin-

196 Mauricio Archila Neira


dicato, a propósito de la huelga del 39 en Bogotá, dijeron
que "estamos íntegramen te satisfechos de las condiciones que
disfrutamos como trabajadores de la empresa a la cual servi-
mos con orgullo"l7. Si en Bogotá la seccional del sindicato se
fundó en 1938, en Medellín apareció inestablemente en 1953,
después de que se habían establecido seccionales en Cali, Ba-
rranquilla, Cartagena y Pasto.

Las estrategias patronales de control de la mano de obra


tuvieron más éxito en Antioquia. Esto no quiere decir que sea
'culpa' de los trabajadores, a menos que se trate de una 'aris-
tocracia obrera' como lo sugirió un entrevistado. Las caracte-
rísticas culturales antioqueñas daban cuenta de muchos ele-
mentos recogidos hábilmente por la patronal y la Iglesia. Pero
esto no significa que el proletariado antioqueño haya acepta-
do pasivamente y en forma permanente esta situación. Prueba
de ello es el desarrollo, tardío comparativamente, del sindica-
lismo manufacturero y la posterior beligerancia, en los 60 y
70, de los Bloques Independientes.

La aparición de la organización confederal, fue un punto


de apoyo para el sindicalismo de todo el país. Después de in-
tentos efímeros en los 20, en 1936 se constituyó la que pos-
teriormente se llamaría la Confederación de Trabajadores de
Colombia (CTC)". La CET asesoró la elaboración de pliegos
de petición y orientó los conflictos, e incluso contribuyó a
crear sindicatos allí donde no existían.

El decidido apoyo que los gobiernos liberales le dieron a


la naciente confederación preocupó a la Iglesia y a sectores
empresariales, motivándolos a involucrarse directamente con
el fenómeno sindical. Después de la disolución de la JOC, al-
gunos obreros e intelectuales cercanos al clero decidieron
agruparse en Bogotá en la Unión Obrera. Paralelamente jesui-
tas formados en el exterior como Vicente Andrade y Francis-

17 La comunicación dirigida a las directivas de la empresa estaba fir-


mada por TODOS los obreros al servicio de ella en Medellín. Los
de Cali hicieron un pronunciamiento similar. (Jorge Bernal y Ana
María Jaramillo, op. cit., pp. 84-85).

18 CAICEDO, Edgar, Historia de las luchas sindicales, Bogotá, Ed.


CEIS, 1977 (3a. edición), p. 55-58.

Las formas organizativas 197


co Mejía, con apoyo abierto de la jerarquía, organizaron un
centro de formación de cuadros sindicales católicos. La con-
vergencia de estos dos intentos en la SETRAC dio origen al
núcleo de dirigentes de la futura Unión de Trabajdores de Co-
lombia (UTC). Dichos dirigentes

Eran los hombres de confianza, tanto de Pacha como de Vicente,


eran los hombres de confianza. Pero el que imponía ahí la ley
y el que mandaba era Pacha. Decía, 'vamos a sacar a fulano de
tal', Entonces les enseñaba tácticas para poder elegir; les decía:
'bueno, un gruDo en tal esquina, otro en la otra, otro en la mitad,
otro aquí y se reparten cuando llegue la Asamblea. Entonces us-
tedes empiezan a gritar de un rincón, del otro, del centro, de los
costados' y caldeaban la gente de tal manera que se imponían.
En esa forma salía la Junta Directiva que ellos habían escogido.
De tal manera que la SETRAC venía a ser pues el grupo de selec-
ción de trabajadores de Colombia y era el que mangoniaba la
UTC.
(Padre Eustoquio Guarín)

Teniendo como parámetro al temido enemigo 'comunis-


ta', la Setrac procedió en forma centralizada y clandestina,
con tácticas copiadas de la Falange Española .

. . . y entonces llegamos a la conclusión de que tenía que ser una


organización secreta, porque eso psicológicamente vincula mucho
más y era prohibido que le contaran ni a la mujer que pertenecían
a eso. Era una cosa muy seria. Esto tenía juramento. Como una
especie de Masonería chiquita.
(Eugenio Colorado)

Paralelamente a la formación de cuadros sindicales se


impulsó la coordinación o creación de sindicatos católicos.
En Antioquia estaba su fortín, pues la Acción Católica había
logrado organizar a importantes sectores de la industria ma-
nufacturera. En Bogotá, por el contrario, dado el mayor desa-
rrollo del sindicalismo liberal o socialista, los líderes setracis-
tas centraron su esfuerzo en el mundo rural, por medio de la
recientemente creada FANAL, o en el semirrural de los traba-
jadores mineros.

198 Mauricio Archila Neira


En Antioquia la existencia paralela de sindicatos católi-
cos y de los afiliados de la federación de la CTC (FEDETA),
desembocó en un conflicto abierto en septiembre de 1944.
La Iglesia, con monseñor Builes a la cabeza, excomulgó a los
sindicatos afiliados a FEDETA19• La Federación, en conjunto
con el PSD (nombre que a la sazón tenía el partido comunis-
ta), contraatacó llamando falangistas y amigos de los nazis a
los sindicatos católicos. El sabor de la Segunda Guerra Mun.
dial se vivía en pequeño, en la capital de la montaña. Los sin-
dicatos textileros, Rosellón, Fabricato y Coltejer entre ellos,
y los de choferes, adhirieron rápidamente a la posición del
clero y algunos sindicatos artesanales salieron en defensa de la
FEDET A. La polémica se prolongó por el resto del año y to-
do el 45, hasta que en diciembre se fundó la UTRAN con
10.000 afiliados en 32 sindicatos, la mayoría textileros'o .

En Bogotá el conflicto sindical se vivió con igual intensi-


dad. En la capital la táctica de los líderes católicos fue infil.
trarse en la CTC para cambiar el carácter del sindicalismo des-
de dentro. Hubo incluso intención de participar en el Congre-
so de la Confederación que se llevó a cabo en diciembre del
45. La dirección de la CTC rechazó esa posibilidad y según
palabras de un participante en esos eventos, obligó a los diri-
gentes católicos a formar 'tolda aparte'. Después de buscar
alianza con Jorge Eliécer Gaitán, quien para la época adelan-
taba una rabiosa denuncia del burocratismo de la CTC, se de-
cidieron en 1946 a formar la UTC contando con cuatro fe-
deraciones: la UTRAN, UTRABO (de Boyacá), UTRAMI-
COL (de mineros) y la FANAL (de trabajadores Agrarios).
Como se observa, el grueso de la nueva confederación estaba
entre los trabajadores del campo o las actividades semirrurales
como la minería de carbón. El sector manufacturero estaba
representado por la poderosa UTRAN. En un principio se
propuso designarla como Unión de Trabajadores Católicos,
finalmente triunfó un criterio más laico colocándole el nom-
bre que hasta hace poco tuvo. El tipo de filosofía que predi-
caba la nueva central era de conciliación de clases y de lucha
19 Ver La De{eTlSQ de ese mes, especialmente la declaración de Mon-
señor Builes aparecida ellO de septiembre, 1944 y las reacciones
a ella el 18 del mismo mes.

20 La Defensa, 1 de diciembre de 1945.

Las formas organizativas 199


exclusivamente económica. La condena de las huelgas, que
en un principio levantó la UTC, se articulaba al espíritu de
lealtad con la empresa que propició la patronal.

La división sindical, no le sirvió a la clase obrera en su


conjunto. La sindicalización era baja. y el escepticismo creció.
Un testimonio refleja la desconfianza que ese hecho generó
en los trabajadores:

No me gustaba que hubiera el sindicato y fue creado por los eu.


fas; por eso no me gustaba; después me chocó la eTC; empezaron
a meterse tipos ahí, yo tenía buena estimación con la eTC pero
empezaron a pendejear, le metieron política, una organización,
que usted lo sabe, apoyada por el Estado y la otra apoyada por
los curas.
(Luis A. Moreno)

Con un grado de tolerancia, poco común en la Colombia


de comienzos de la Violencia, se hubiera podido evitar la divi-
sión; como lo recuerda autocríticamente uno de los protago-
nistas:
Yo creo que si a Eugenio Colorado y a esas gentes los hubiéramos
admitido entonces, dentro de la ere, pues habría habido muchos
debates internos. habría habido muchos problemas internos pero
se hubiera conservado la unidad sindical y no nos habían domina-
do a nosotros que éramos mucho más sinceros, más honestos, me.
jores trabajadores y gente convertida en la defensa de un ideal que
ellos no trn Ían. En tonces fue una pendejada.
(Jorge Regueros Peralta)

Como lo hemos expresado en otros escritos, el año 45


fue el punto de quiebre de la historia sindical" . El fin de la
Segunda Guerra Mundial significó la posibilidad para los tra-
bajadores de plantear nuevamente sus reivindicaciones, conge-
ladas por los esfuerzos colaboracionistas durante el conflicto
mundial. Pero el ambiente político del país era diferente. El
clima de guerra fría se hacía presente con intensidad en el
país, acrecentánd;)se por la inminente renuncia de López22,
21 Barranquilla y el Rio, Controversia 142, Bogotá, CINEP, 1987.
22 Para un estudio detallado del período véase Renán Vega, Crisis y
calda de la República Liberal, 1942-1946, Ibagué, Ed. Mohan,
1988.

200 Mauricio Archila Neira


la división sindical, fue ajeno a la Guerra Fría. En ese contex-
to se entiende el significado tanto de la huelga de FEDENAL,
(la Federación de los Trabajadores del Río Magdalena), como
de su derrota a fines de 1945. Allí se jugó el destino no sólo
de esa federación, sino de todo un estilo sindical adelantado
durante casi 10 años por la CTC.

En esas condiciones de debilidad, la clase obrera no pu-


do oponerse al sectarismo creciente que invadió al país luego
de la elección de Mariano Ospina Pérez. El período designado
como Violencia, significó para la clase obrera un retroceso no
sólo en sus conquistas laborales, sino en la posibilidad de ser
interlocutor político, en el enrarecido panorama del país. Es-
trictamente dicho período escapa del objeto de nuestro estu-
dio, algunas consideraciones se hacen necesarias para refinar
las hipótesis que hemos levantado a lo largo del texto.

Un primer aspecto que se desprende de las entrevistas es


que durante la Violencia las empresas privadas estuvieron al
margen de los vaivenes políticos. Mientras en las calles se res-
piraba el sectarismo político, y en particular el hostigamiento
a los liberales y comunistas, parece que en 'las grandes empre-
sas se respiraba un clima apolítico:

En la fábrica si no, en la fábrica no repercutió, allá no ocurrió na.


da por esa violencia, pero a los trabajadores y todo el mundo pues
que era liberal vamos a tirarle papeleos, a tirarle bombas y a tirar.
le cosas, pero en la fábrica no ocurrió eso.

P. £oLafábrica corno que era muy aparte de esos problemas?

R. Sí en la fábrica no ha ocurrido eso de política.

P. ¿Allá no había como discriminación contra algún trabajador


por ser liberal o por ser conservador?

R. No, eso era contrario de política, eso allá no hay política, allá
entran conservador, liberal, masones, lo que sea, allá no, allá de
política si no hay nada.
(Genivera García)

Por el contrario los trabajadores de las empresas oficiales


se quejaron de hostigamiento y hasta expulsiones por causas

Las formas organizativas 201


políticas durante la Violencia. En el caso del Ferrocarril de La
Dorada el traspaso de la empresa inglesa a la nación se vio
opacado por el despido de trabajadores. En el Ferrocarril de
Antioquia, la nacionalización acrecentó la politización del
servicio. Allí se vivió con intensidad la retaliación de la Admi-
nistración conservadora por la huelga de 1947, que fue una
verdadera debacle para los trabajadores. Un entrevistado de-
cía, "la gente quedó traumatizada, le cogió miedo a los paros
y a las huelgas por la echada de tanto personal". Otro agre-
gaba:
En los años cincuenta sí estaba yo en la Bruja; le cuento que cuan.
to que cuando eso yo me libré de que me echaran del ferrocarril,
porque cuando eso pues estaban .. _ le voy a contar pues, estaban
gobernando los conservadores y yo era liberal y en ese tiempo
pues todo el que era liberal pa'fuera.

(Martín E. Suárez)

Sólo en los años 60 serían reintegrados algunos traba-


jadores liberales purgados durante la Violencia. En el caso de
los ferroviarios no se trató solamente de la amenaza de despi-
do. Por el solo hecho de ser liberales declarados, sus vidas co-
rrieron peligro como sucedió en el Ferrocarril de Antioquia
en la tenebrosa curva 'del Diablo' de Caracolí. El caso de los
ferroviarios no fue aislado como lo confirma el dirigente co-
munista Gilberto Mejía:

Al llegar aquí el partido conservador al poder persiguiendo comu-


nistas, cazando comunistas, como cazando fieras, viendo dónde
había comunistas para matarlos o apresarlos, entonces práctica-
mente la e.T.C. que fue la confederación general del trabajo que
creamos nosotros, prácticamente desapareció, porque el que no
apresaron o mataron se tuvo que esconder, entonces surgió la
UTe, creada por los jesuitas y apoyados por Mariano Ospina Pé.
rez, entonces cogió un auge violento.

En un contexto intolerante y maniqueo, la UTC se vio


favorecida desde arriba:

En ese momento con Estado de Sitio estricto nosotros teníamos


que someternos a todas las legalidades, nosotros nos sometíamos,
y como éramos los buenos del paseo, pues no teníamos problema.
(Eugenio Cotorado)

202 Mauricio Archi/a Neira


La persecusión sindical a la CTC, así como el apoyo a la
UTC, explican en parte el auge que dicha central tomó en los
años de la Violencia.

La UTC, si no lo dice Eugenio Colorado, es porque se lo reserva;


es porque la UTC sí nace, inmediatamente tiene un apoyo econó-
mico tremendo y tiene la fuerza de ... la Compañía de Jesús, con
el padre Andrade y con todo, tiene una organización poderosa,
naturalmente, tiene el apoyo del gobierno completo naturalmen.
te. En la UTC tiene acciones Belisario Betancur, antes de ser pre-
sidente ¿no? Claro, Belisario fue uno de los que, la industria ano
tioqueña dio plata por montones; en un momento dado (esas son
cosas que pudimos constatar, debe hacer harta documentación),
porque en un momento dado al año de fundada tenía sede supe-
rior a la de la CTC. Nosotros sabíamos inclusive de fuentes (fede-
rales) de parlamentarios (federales) que la industria antioqueña
les había dado 2 Ó 3 millones de pesos que eso era como dar 200
millones hoy.
(Jorge Regueros Peralta)

Cuando los empresarios antioqueños, o el gobierno di-


rectamente, no ayudaron, lo hicieron los norteamericanos:

Nosotros manteníamos muy buenas relaciones con los sindicatos


americanos, eran los que nos patrocinaban los cursos y nos ayu.
daban en todo. En cursos que se daban de importancia no faltaba
un gringo y se tomaba la lista de todos los que asistían al curso.
(Padre Eustoquio Gual'ín)

Con el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla en junio


de 1953, las cosas no mejoraron para el sindicalismo en su
conjunto, y en particular para la eTC:

En el gobierno de Rojas Pinilla fue terrible el sindicalismo. Yo


era el presidente del sindicato en ese momento y a nosotros nos
tocó comprar el retrato del general Rojas Pinilla para ponerlo en
la oficina, porque ¡Ay! de la oficina que no tuviera el retrato del
general Rojas Pinilla. le quitaban la personería jurídica.

Allí había un policía, un delegado del ministerio y un detective;


si uno quería salir del temario; 'un momento Señor, le clausuro

Las formas otganizativas 203


la asamblea, eso no está aquí en el temario'. Aquí estuvo Rojas
Pinilla, en la Calera.
(Juan Pablo Escobar)

En el año 56 estábamos más o menos en la época de Rojas Pinil1a,


los sindicatos eran muy perseguidos en esa época; los sindicatos
fueron perseguidos en el año 47 al 58 porque la llegada del gene.
ral Rojas, algunos dirigentes de la época, dirigentes ferroviarios,
dirigentes de la época, dirigentes ferroviarios, se plegaron, quisie-
ron hacer firmar a aquellos que llamaron el libro de oro donde
todos los ferroviarios respaldaban y se adherían al movimiento del
general Rojas Pillilla, lógico que la gran mayoría se abstuvieron
de estampar su firma en ese libro; a mí me lo presentaron en Bu.
caramanga casualmente y fue entonces que con la no aceptación
de firmar, botaron a más de cuatro milo cinco mil trabajadores.
Sí, porque los ferrocarriles para esa época, era una empresa de
una planta de 17.000 trabajadores y persiguieron a toda la gente
que no firmó el libro y empezaron los retiros y le cuento retiraron
a más de 4.000 Ó 5.000 trabajadores, que nosotros sostenemos
fue el principio de la bancarrota de la empresa.
(Gustavo Díaz Raga)

Incluso la UTC sufrió cierta persecución en ese período,


porque la dictatura militar se orientó a la creación de un apa-
rato sindical de bolsillo, la CNT, que contó con el concurso
de algunos dirigentes de la UTC. Esto fue causa de preocupa-
ción en la Iglesia, pues después de muchos esfuerzos había lo-
grado consolidar la central más numerosa. En parte ahí se ini-
ció el distanciamiento entre la jerarquía y la dictadura, tam-
bién 'católica', del general Rojas... En las jornadas que cul-
minaron con la caída de Rojas se vio una curiosa alianza entre
el clero, los empresarios, los estudiantes, el grueso de los par.
tidos tradicionales, el partido Comunista (aún en la clandesti-
nidad), la maltrecha CTC y la apolítica UTC. Todos en contra
de la dictadura. Los obreros recuerdan que en esos días, fue-
ron los mismos patronos los que los enviaron a sus casas, pro-
metiéndoles que se les pagaría como días laborados, una vez
Rojas cayera.

Sin embargo, estas cortas reflexiones pertenecen a otra


historia que esperamos abordar con más profundidad en el
futuro. Por ahora baste anotar que la Violencia significó, sin
lugar a dudas, un retroceso para la clase obrera, especialmente

204 Mauricio Archila Neira


en su dimensión sindical. No sólo disminuyó la presencia gre~
mial d" la CTC, y t"mporalm"nte de la UTC, sino que desapa-
reció, en forma no definitiva afortunadamente, la capacidad
de movilización y de presión que había demostrado la clase
obrera en la República Liberal. La explicación reside en la de-
bilidad organizativa la represión política, y la ausencia de una
identidad política propia.

3. Organizaciones políticas de los trabajadores

Al:tes de avanzar en este aspecto, es necesario hacer al~


gunas consideraciones sobre la concepción de la 'política' en
los trabajadores: fue vista exclusivamente en el marco del bi-
partidismo, haciendo inevitable la referencia a los partidos
tradicionales. Véase, por ejemplo, la interpretación de lo que
ocurría al interior de la UTC.

En política de Colombia, todo el que se llamaba católico necesa-


riamente tenía que ser conservador y lo curioso era que nosotros
le conseguimos mucho más líderes, mucho más estructurados,
conservadores que liberales. Aunque había liberales y había con-
servadores pera ese fenómeno religioso, encontraron los conserva-
dores ... eh ... los líderes sindicales que tenían orientación con-
servadora, encontraron una mayor expresión en esta nueva cen-
tral; ellos no estaban muy contentos porque decían que los comu-
nistas eran el diablo, enemigos de la Iglesia, etc. Y entonces te-
níamos una gran proporción de líderes de extracción conservado-
ra. Entonces ... habíamos liberales; en política necesariamente
los conservadores .nos miraban con mayor simpatía porque éra-
mos católicos, perfectamente lógico. Entonces para los conserva-
dores éramos grandes tipos, para los liberales éramos una amena-
za, unos tipos malos por estar con los curas y la vaina. Estábamos
... , teníamos que ser godos, y nos bautizaran 'godos' desde ese
momento; y como Ospina Pérez nos dio la personería, ¡pues cla-
ra! godos. Y esa idea se mantuvo, y todaVÍa se habla aún de la
central conservadora y de la central liberal pero no corresponde
exactamente a la verdad.
(Eugenio Colorado)

Era tal el arraigo de los partidos tradicionales que la par-


ticipación política fue algo más de sentimiento que de opción
consciente, y fue muy difícil construir una propuesta alterna-

Las formas organizativas 205


tiva. Eso se puede constatar en testimonios con cierta dosis
de ingenuidad como el siguiente:

María Cano era la impulsadora, la que empezó como jefe del par-
tido Comunista de aquí de Colombia creo, únicamente de aquí
de Antioquia. Yo creo que eso era María Cano. Ella recogía y re-
cogía bastante gente, pero los otros partidos estábamos muy arrai-
gados al liberal y al conservador, unos cuantos recogía María Ca-
no por ahí; y también impulsadora como algo del desorden; los
pocos que recogía ya les veía uno que no ... que iban a los talle-
res a dañar los trabajos.
(Eduardo Palacio)

Según la prédica religiosa y patronal a los trabajadores


les correspondía la lucha en el plano estrictamente económi-
co, y la 'política', (entendida como pugna bipartidista), no
era asunto de ellos. Así lo confesaba un asesor de la UTC:

Pero la política que se les había metido a los sindicalistas era


que no se metían en política; la política de ellos era la defensa de
la clase trabajadora. Después el Tulio Cuevas fue el que metió la
política dentro de la UTC; antes el que quisiera votar por los go.
dos que votara por los godos y el que quisiera votar por los libe-
rales que votara por los liberales. Pero el que metió allá la política
fue Tulio, dentro del Movimiento Sindical. Yeso fue un mal tre-
mendo para el Movimiento sindical porque quitó la fuerza verda-
dera del sindicalismo. El sindicalismo es para defender a los tra.
bajadores, no para meterse en política.
(Padre Eustaquio Guarin)

Cualquiera que se opusiera a ese orden de ideas era ta-


chado de comunista, epíteto que encajaba en el sistema poi Í-
tico colombiano, y resumía las maldades morales. La campa-
ña anticomunista tuvo gran éxito entre los trabajadores en
general. El comunismo, incluso para luchadores gremiales
consecuentes, era como una bestia apocalíptica que no halló
lugar en la mentalidad tradicional del colombiano. Las ideas
de Laureano Gómez sí calaron hondo en el país. En eso estu-
vieron más avanzados los dirigentes liberales, especialmente
lopistas, que vieron en la izquierda una aliada en sus proyec-
tos modernizadores.

206 Mauricio Archila Neira


Sin embargo, si al fantasma del comunismo se le tem!a,
(en gran parte por ignorancia), en algunos casos se estimaba
y defendía al dirigente gremial tachado de comunista. Líde-
res sindicales como Absalón Acero, en Bavaria, Melca Galin-
do entre los constructores de Bogotá, Guío en los textileros
antioqueños y el mismo Gilberto Mejía entre los artesanos
paisas, para colocar sólo unos ejemplos, fueron elegidos y ree-
legidos como directivos gremiales y ampliamente respetados
por los trabajadores. Pero esta actitud, lejos de romper la
mentalidad anticomunista, la reforzaba, pues según ella, ¡el
dirigente de izquierda es bueno mientras de pelear pliegos se
trata, otra cosa es seguirlo políticamente! Salvo en el caso de
los que militaron en la izquierda, la memoria es difusa cuando
se trata de dirigentes políticos del socialismo o del comunis-
mo. La dicotomía entre la lucha económica reservada como
espacio obrero, y la política, espacio ocupado por el biparti-
dismo, era fuerte entre los trabajadores de las dos ciudades. Y
decíamos bien entre los trabajadores, pues a la mujer, trabaja-
dora o no, se le tenía marginada de la política electoral desde
inicios de la vida repuhlicana. ¡Sólo en los años 50 se le dio el
derecho al voto!

Ante esa mentalidad reforzada por las campañas marali-


zantes y las ofensivas de control patronal, fue difícil construir
un proyecto autónomo del proletariado. Sin embargo, en di-
cha dirección se hicieron importantes esfuerzos desde los
años 10, desafortunadamente en contextos regionales. Gerar-
do Malina reseñó un intento de partido obrero en 1904, que
parece haber naufragado en los ajetreos electorales. Jorge Re-
gueros Peralta hablaba de un partido Socialista en 1910 inspi-
rado en el español. Fundado por dos intelectuales santande-
reanos, Luis M. Rovira y Jorge Pieschacón. Pero parece que
dicho partido no trascendió más allá del patio de sus casas.
En los años 10 también, algunos periódicos de gremios artesa-
nales llamaron confusamente a la formación de partidos obre-
ros, a los que parece también referirse Uribe Uribe en los dis-
cursos. En 1916 el periódico El Partido Obrero, editado en
Bogotá, lanzó otra propuesta organizativa que contó con el
respaldo de muchos artesanos de la capital y de ciudades co-
mo Barranquilla, Popayán, Honda e IcononzoB . Para fines de
23 El Par/ido 21 enero, 12, y 19 febrero, y 25 marzo. 1916.
Obrero.
Ver también Geranio Molina, op. cit., pp. 200-202.

Las formas oi'ganizativas 207


los años 10, los esfuerzos regionales, del tipo de la Sociedad
de Luchadores de Medellín y del Sindicato de Bogotá, crista-
lizaron en una organización política de proyecciones naciona-
les, aunque con bastante autonomía local el partido Socialis-
ta. De corte más reformista que revolucionario, este partido
logró algunos avances electorales en centros obreros como Gi-
rardot, Am balema, Cisneros y Segovia, y en ciudades como
MedellÍn y Manizales -lo que obligó al liberalismo a preocu-
parse por la 'cuestión social' adoptando parte del discurso so-
cialista. En 1922 se disolvió la organización política al adherir
a la candidatura-Liberal del general Benjamín lIerrera. Sin
embargo ya la semilla estaba sembrada. El socialismo eclécti-
co y cercano al radicalismo liberal, había puesto sus semillas
en el país.

Por los años 20 también llegó el anarquismo (un poco


tardíamente en comparación con los países del Cono Sur). En
Medellín y Bogotá logró influir temporalmente a algunos ar-
tesanos, especialmente sastres, zapateros y tipógrafos. Parale-
lamente se gestaron grupos con abierta influencia marxista,
aunque no propiamente en el sentido teórico. En Medellín en
torno a Luis Tejada unos artesanos como Aristides Zapata,
Escolástico Alvarez, Bonifacio Gavil'ia, Miguel Agudelo, Re-
nato Calle y el doctor Restrepo Isaza, mantuvieron viva la lla-
ma del socialismo, acompañándolos más tarde María Cano.
En Bogotá un emigrante ruso, Savinsky, estableció una lavan-
dería y en torno a ella reunió a un glUpO de intelectuales y
unos pocos artesanos y albañiles.

Anualmente se convocaron Congresos obreros en la capi-


tal del país, que permitieron darle dimensión nacional a los
intentos regionales. Finalmente en el congreso de 1926 se es-
tableció el PSR (Partido Socialista Revolucionario) que adhi-
rió a la Internacional Comunista. Fieles a la tradición pluralis-
ta del naciente socialismo, el PSR fue en un principio el pun-
to de convergencia de distintas corrientes ideológicas:

Al partido socialista revolucionario le faltó doctrina, le faltó mar-


xismo, entonces nadie era marxista en Colombia, se conocía la
revolución soviética pero nadie había asimilado, nadie había leído
a fondo a Marx ni nada. El partido socialista si uno ve las publica-
ciones de su época carecía de un bagaje ideológico definido, no lo

208 Mauricio Archila Neira


tuvo ni siquiera anarquista ni nada. Pudo habrr gl'lltr con ciertas
idl?as anárquicas pero como una. digamos doctrinación, como un
cu€'rpo doctrinariá'no hay tal cosa, no había eso. Ahora. Erasmo
Valencia a quien conocí mucho, Juan de Dios Romero, ellos nun.
ca fueron militantes dpl partido Socialista Revolucionario como
tales. como era Guillermo HNnández Rodríguez, como era Ma.
nuel Abel\a, como era María Cano, como Tomás Uribe Márquez.
como eran tantas gentes. Francisco de Heredia que era un hombre
del club, del Jockey Club pero era socialista y venía a todas las
reuniones.
(JOIge Regueros Peralta)

En él militaron hasta sectores liberales radicales:

Es que a medida que el partido socialista fue surgiendo. su partida


de bautizo se hizo en el año 25 ó 26. en una convención de los sin-
dicatos obreros en el Teatro de Bogotá, calle 20 carrera segunda,
que SI:' reunió en Bogotá y creó el partido Socialista Revoluciona-
rio; pero como ese partido se fundó cuando ya habían pasado una
buena cantidad de hechos importantes que habían demostrado,
no solamente la beligerancia de la clase obrera, sino de una ten.
dencia socialista, los supervivientes de las guerras civiles. jefes li.
berales. comenzaron a vincularse orgánicamente a ese movimiento
naciente para tratar con ellos de hacer una revolución al estilo del
siglo pasado. De otro lado, los liberales en ese momento eran más
avanzados que los de ahora.
(Guillermo Hernández Rodríguez)

Los testimonios dieron la impresión de que no existió un


claro esquema organizativo en el PSR distante en todo caso'
del modelo leninista de la Internacional Comunista. El plura-
lismo ideológico y la flexibilidad en la organización, al mismo
tiempo que permitieron un flujo de militantes y un discurso
político más cercano a los trabajadores, marcaron los límites
del PSR en cuanto a solidez ideológica y proyecto político
autónomo. A pesar de su amplitud, el PSR no incorporó a to-
dos los núcleos socialistas del país. El creciente sectarismo
que invadió a la organización, excluyó a los disidentes tachán-
dolos de traidores. Tal fue el caso de Juan de Dios Romero y
Erasmo Valencia:

Ellos sí tuvieron cierto espíritu anárquico. como Luis A. Rozo,


Luis A_ Rozo que fue director del. .. del Sindicato de Voceadorrs

Las formas ol'ganizativas 209


de la prensa porque era empresario, él, él sí y también fue mi ami-
go, él si era un hombre con una mentalidad anarquista pero era
una estrella solitaria. Juan de Dios y Erasmo fueron líderes fuer-
tes, toda la vida, aún en la cosa sindical Juan de Dios influía de
una parte para otra; el partido los golpeó mucho, los, combatió
mucho. Yo creo que inclusive con una saña que no se justificaba.

(Jorge Regueros Peralla)

Por su parte, el grupo de Romero y Valencia respondió


atacando con iguales epítetos a los dirigentes del PSR. Al sen-
tirse excluidos, tr:ltaron de agruparse efímeramente en el Co-
mité de Unidad y Acción Proletaria, en 192824• El pluralismo
y la tolerancia desaparecieron de la tradición socialista.

En esas condiciones sobrevino el ascenso liberal con Ola.


ya Herrera. Ante las expectativas de cambio, abiertas por elli-
beralismo en el poder, se produjo el retorno de algunos inte-
lectuales al partido. Después de una severa autocrítica. indu-
cida en parte por la LC., el PSR decidió convertirse en parti-
do Comunista siguiendo los parámetros organizativos traza-
dos por el movimiento internacional. A pesar de la infatigable
labor de los primerós dirigentes comunistas, no lograron con-
solidar su presencia en el conjunto de la clase obrera. En Me-
dellín la inl1uencia comunista fue sensible entre los gremios
artesanales. Entre los ferroviarios influyeron a raíz de la huel-
ga del 34. A mediados de los 30 tuvieron cierta presencia en-
tre los trabajadores textileros, pero rápidamente fue extir-
pada.

En Bogotá, el partido Comunista tuvo impacto en los


gremios artesanales y de la construcción, así mismo en los fe-
rroviarios y entre los trabajadores del consorcio Bavaria. El
barrio La Perseverancia, poblado de trabajadores de Bavaria,
artesanos y albañiles, fue un fortín del partido en los 30. Sin
embargo, tanto en Bogotá como en Medellín el control de
ciertos sindicatos y su fuerte presencia en la CTC y en las fe-
deraciones regionales no redundó en un apoyo a su proyecto
político, al menos si nos atenemos sólo a los resultados elec-
torales. Mientras Alfonso López Pumarejo recibió el 11 de fe-
brero de 1934, 938.608 votos en todo el país, el candidato

24 Ver mi artículo "La Otra Opinión., ," ya citado,

210 MauricioArchilaNeira
del P. C., el indí!wna Eutiquio Timoté, ¡sólo obtuvo 1.974
votos! (212 en Antioquia y 859 en Cundinamarca)"

Sin pretender hacer un análisis de las limitaciones del


P.C. para convertirse en la alternativa política de la clase obre-
ra colombiana (conviene señalar que además de los factores
ya señalados, anticomunismo de la cultura popular, represión,
limitaciones del PSR y del mismo PC en su trabajo, etc.), el
sectarismo fue el pro blema de la izquierda en general. Los
factores internacionales, como por ejemplo, la táctica de Fren-
te Unido de la LC., como los fenómenos propios del país (léa-
se el ambiente de intolerancia política), el sectarismo ganó
terreno.

Como el liberalismo se inficionó en el socialismo revolucionario,


que llevo al socialismo ren)lucionario a cometer esos errores, por.
que el liberalismo fue el que empujó al socialismo revolucionario
a las aventuras puchistas revolucionarias, entonces nosotros nece-
sitamos expurgar el liberalismo, el socialismo del liberalismo, echar
al liberalismo, y para crear un verdadero partido comunista lo pri-
mero que hacíamos, teníamos que combatir al liberalismo, y la
campaña nuestra contra el imperialista Olaya Herrera, contra el
liberalismo. Entonces cogimos fue el odio al liberalismo, nosotros
no nos dimos cuenta que el liberalismo estaba haciendo reformas
progresistas y en vez de apoyar esas reformas nos fuimos ciega-
mente como un toro bravo contra Olaya Herrera y el liberalismo,
le decíamos el lacayo del imperialismo, el lacayo Olaya Herrera,
que era un ídolo pa'l pueblo y el liberalismo estaba haciendo re-
formas, y es un partido de progreso, entonces el odio delliberalis-
mo era terrible. Entonces las manifestaciones nuestras eran sabo.
teadas por manzanillos liberales por la policía, nos aporriaban y
en las elecciones también, no nos dejaban votar, y el cansen'atis.
mo que estaba caído, que estaba con su odio contra el liberalismo
en cierta forma la prensa nos hacía cierta campaña favorable a no.
sotros, en cierta forma nos defendía.
(Gilbel'to Mejia)

Con la adopción de la nueva táctica internacional de los


Frentes Populares, el PCC dio un giro político, pasando de la
oposición a López al apoyo de su reformismo; en contra de 10
que internamente se consideraha la Reacción. La tradición ra-

25 Contraloría General de la República, ¡\I/l/ario Rs/adt"slico, ]934,


p.59!).

Las j'ormas ol'ganizativas 211


dical que yacía en la militancia comunista, afloró sin muchas
contradicciones. ZI cambio de táctica, fue acompañado de
una inestabilidad en la Dirección, de las pugnas internas y de
su debilidad ideológica. La militancia no entendió el porqué
de algunos cambios, como la supresión del Soc.orro Rojo, tan
importante en la canalización de la solidaridad entre-los mili-
tantes.

Diga usted en 1933 a 38 más o menos, en que el problema afpcti-


VD, el problema de la camaradería. el problema humanitario pn el
Partido era una cosa gigantesca, magnífica. Había una organiza-
Lión que se llamaba 'El Socorro Rojo' (en el libro mío hablo de
eso). 'El Socorro Rojo, era una organización para ayudar a los ca-
camaradas ... a ... bueno, todas las YÍctimas de la fl'3cción, pero
particularmente, fíjese, de los camaradas, de los miembros de los
elementos sindicales, de los ... ¡más vinculados!, y en términos
generales, pues, la cordialidad, la unidad, la solidaridad, la ayuda,
era una vaina que brotaba espontáneamente. Vinieron los oportu-
nistas y el partido se saturó un poco de elementos sin principios
que no iban sino a zarpar: ¡el oportunista!, y entonces esos prin.
cipios sagrados, queridos, se fueron extirpando, se fm'ron ",Iimi-
nando. Bueno ... pero ya le digo, hubo una etapa, en que eso se
cuidaba mucho y 'El Socorro Rojo', una organización que extin.
guió por decreto Rafael Baquero sin argumento ninguno, no sé
por qué, jugó un gran papel en eso.

(Carlos Hernández)

Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, espe-


cialmente con el ingreso de la URSS el bloque de Aliados, el
PC colombiano logró consolidar un periódico y amplió sus-
tancialmente su militancia. El Diario Popular, que efectiva-
mente fue diario, se convirtió desde sus comienzos en el vocero
más beligerante de la causa aliada y enemigo acérrimo de la
llamada Quinta Columna. En marzo de 1943 el PC obtuvo
17.113 votos a la Cámara. En octubre del mismo año, eligió
88 concejales". Con el cambio de nombre a Partido Socialis-
ta Democrático, y la flexibilidad de los criterios de militancia
-por influencia del dirigente comunista norteamericano Earl
Browder-, se incorporaron al partido prestantes figuras de-
mocráticas. Para abril de 1945 votaron casi 30.000 personas
por las listas y en las elecciones de octubre el PSD eligió 125

26 Diario Popular (Bogotá) 24 marzo y 15 octubre, 1943.

212 Mauricio Archila Neira


l'oncl'jalps! Este relativo avance dpctoral -además de los con.
cejales, diputados y rt'presenlanles, el PSD contó con un se-
naoor-. estuvo marcado por cambios que la mililancia tam-
poco entendió, incubando una división que se haría manifies-
ta años después. La inmodificable táctica de apoyo a López,
aún en los momenlos más críticos de su gestión, hizo muy
borrosa la autonomía política del proyecto de la izquierda.
La corta y confusa 'perestroika' que vivió el partido en esos
años (se ahrió, por ('jemplo, una columna de libre opinión de
la militancia en el periódico). IH'rmitió que la organización
política SI' consolidara con una gran participación de la mili-
lancia. Ni siquil'ra en esas circunstancias se podría hablar de
un partido que identificara políticamente al grueso ele la clase
ohrera; PUt'S era hásicamt'nte liberal y para más señas lopista.

DE'sde los años :30 ctEc'ntrodel liberalismo, una figura ve-


nía construyeli,Jo una alternativa política Jorgt> Eli(~cer Gai-
t£1n. Aunque su proyecto político empezó en el liberalismo,
temporalmente construyó un movimiento independiente, la
Unión de Izquierda Revolucionaria, UNIR, a principio de los
ao. Los pírricos resultados electorales, similares a los del PC,
le confirmaron a Gaitán su viabilidad sólo dentro del libera-
lismo; al que rápi~iamente se incorporó. La UN IR, contó con
apoyo únicamente en las zonas cafeteras de Cundinamarca y
Tolima, lo que demostró que nunca fue un proyecto realmen-
te nacional, sino de carácter regional. Sus militantt~s, en el
contexto de intolerancia del país, sufrieron la misma persecu-
ción que los comunistas. Cualquier cosa que rompiera el bi-
partidismo era 'comunismo' en la cultura política de la época.

De Gaitán. pues de Gaitán. pues hombre era un político muy, es


decir, muy especial, muy de verdad, muy inteligente, horriblemen-
te y pues lo tenían por comunista, le tenían ... como todavía en
ese tiempo el comunismo estaba muy pequeño todavía. tenían
mucho miedo al comunismo.
(Marco A. Arias)

Después de pasar sin mucho éxito por cargos oficiales


como Alcalde de Bogotá, Ministro de Educación y luego de
Trabajo, Gaitán decidió en 1945 lanzarse como candidato al
margen de la maquinaria del partido liberal. En su campaña
combinó las denuncias contra la inmoralidad oficial, con im-

Las formas organizativas 213


precisas apelaciones a necesidades populares, logrando conso-
lidar un sustancial apoyo en diversos sectores sociales:
Por eso digo que Gaitán era un hombre culto, un hombre que
leía, un hombre había servido mucho su vida en Europa, en Fran-
cia, Italia, había asimilado muy bien las enseñanzas del viejo mun.
do. Gaitán, se da cuenta de que no es... de que la ilusión liberal
es muy grande, que es muy difícil romper esa ilusión. Un pueblo
que vuelve a vivir una ilusión que, que está afincada en su tradi-
ción, en su historia y en historia muy gloriosa. Entonces, se da
cuenta de eso y se regresa al partido Liberal pero comienza a ha-
cer su gran campaña reformista, extraordinaria. Porque la campa-
ña que Gaitán hace ya no es propiamente liberal. Obsérvenlo; us-
tedes, cojan toda la agitación de Gaitán, cojan todos los casetes
y los discos que hay y escúchenlo. En mi criterio, Gaitán desde
la trinchera liberal está haciendo planteamientos que rebasan la
ideología liberal de esa época y de cualquier época. Y cuando
Gaitán plantea cosas sencillas pero profundas como por ejemplo
'la miseria no es liberal ni conservadora sino simplemente miseria',
ya está haciendo un planteamiento de clase, de lucha de clases;
fue mucho más allá de la ideología liberal clásica.
(Jorge Regueros Pera/la)

A pesar de que la CTC se opuso radicalmente a su candi-


datura -lo mismo que el PSD-, sectores de la clase obrera se
le adhirieron. En las grandes ciudades, con excepción de Me-
dellín, Gaitán le ganó al candidato liberal oficialista, Gabriel
Turbay. En Bogotá, Gaitán obtuvo 37.945 votos, contra
10.273 y 17.640 de Ospina. En Medellín, en cambio, Turbay
obtuvo 18.008 votos contra 1.713 de Gaitán y 15.826 de Os-
pina". Pero el prestigio de Jorge E. Gaitán superó las márge-
nes electorales, pues mucha gente 10 admiraba y no votaron
por él, porque no era el candidato oficial del partido liberal.
Su asesinato fue considerado como una pérdida irreparable
para el país:

Bueno, yo admiré mucho a Gaitán, el país sería diferente si no lo


asesinan; todaVÍa el país no comprende lo grave que fue el asesina-
to de Gaitán; ninguno de estos tipos que han sido presidentes de
la República lo hubieran sido si no asesinan a Gaitán, para que lo

27 PECAUT, Daniel, Polifica ,)' silldicafisnw en Colombia, Bogotá,


Ed. La Carreta, 1973. p. 210.

214 .J"HauricioArehila Ne;ra


hubieran sido lo tuvieron que asesinar, no digo que él, fue 'un
acontecimiento histórico. todos los que fueron presidentes no tie.
nen nada qué ver. pero si a él no lo asesinan la historia del país
hubiera sido diferente.
(Guillermo Hemández R)

A pesar de la fascinación que Gaitán ejerció en los secto-


res populares, y en particular en las bases obreras, su identifi-
cación con él fue efímera. Su nombramiento como jefe único
del liberalismo lo que reforzó fue la identidad política que
sectores obreros tenían con ese partido, así el gaitanista rom-
piera sus marcos ideológicos.

De esta forma se puede decir que la clase obrera, en el


período estudiado, se identificó políticamente, no con los
grupos de izquierda, que pretendían representarla, sino con el
liberalismo y, en particular, desde el 34, con el ala lopista.
Ante la crisis dellopismo que se manifestó en el 45, se produ-
jo un acercamiento efímero al gaitanismo que desapareció a
la muerte del caudillo.

A Alfonso López se le recuerda como el gran reforma-


dor, en favor de los trabajadores, lo que fue más ilusión que
realidad:

Pues que yo H'cuerde al doctor Alfonso Lópe¡¡; Pumarejo, él fue


el que trajo el asunto de las ocho horas y pago de los domingos,
el asunto de cesantías, vacaciones, crl;'O qu(> él fue el promotor de
eso.
(Miguel Hui/rago)

Muchos sectores obreros e intelectuales, vieron el ascen-


so de López, especialmente en su primera administración,
como el momento ansiado pn que los trabajadores, y en gene-
ral el pueblo, ajustarían cuentas a la oligarquía. En otras pala~
bras se veía como un período df..~transformación social, no
violenta más sí radical. Aunque tradicionalmente se le atribu-
ye a López P. pI mérito de la integración de los ohreros alli.
beralismo, no se puede desconocer que en ese proceso jugaron
su papel los dirigentes del ala izquierda liberal:

Las (ormof) organizotivas 215


Desde la época del general Herrera se tuvo en cuenta a los sin~i.
caJistas Revolucionarios, se tuvo en cuenta al obrerismo liberal
para llevarlo como una gran concesión, como una gracia política,
llevarlo a los directorios políticos es, que no haCÍan ningún papel
sino figurar ahí y ... de repente obtener una curul. .. El partido
liberal siempre ha tenido su palabrería obrerista.
(Jorge Regueros Peralta)

Así mismo debe recordarse la labor de los líderes sindi-


cales

Pero hay que decir hoy, serenados los ánimos, que esos liberales
que formaban parte de la ere, como Raimundo Aguirre Agudelo
hoy olvidado, tío de Indalecio Liévano Aguirre, fueron hombres
muy honestos, eran liberales defendían la ideología liberal pero
también tenían en cuenta los. derechos del proletariado, la explo-
tación de los obreros y defendían esos derechos.
(Jorge Regueros Peralta)

En Medellín los ferroviarios recordaban con especial


afecto al dirigente de ese sector.

Pablo Estrada era calderista del taller de Bello, y él trabajó en Ba-


rranca, y él vino con esa idea de sindicalismo, y yo no sé de dónde
sacó él esa idea allá en Barranca cuando la zona bananera que
mentaban cuando eso y una cosa así, y entonces aquí cuando ha-
bían prestaciones sociales, entonces se.formó este sindicato, en el
año treinta y tres.
(Jesw; A. Gaviria)

Personajes como él ayudan a entender los estrechos la-


zos que el Estado bajo la República Liberal, construyó con la
clase obrera:

El fue uno que gozaba de todos los méritos hasta presidenciales


porque él se iba con el presidente de la República, cuando eso era
el difunto López Pumarejo presidente de la República, él monta-
ba un avión con él, entonces él gozaba de una simpatía tanto del
Estado como de los trabajadores, que en ese tiempo hicieron una
huelga y la ganaron.
(Martín E. Suárez)

216 Mauricio Archila Neira


De esta forma, para el año 45, parecía aún tener vigencia
la frase inicial de Uribe Uribe según la cual, el liberalismo po-
dría ser el intérprete de los anhelos obreros. Así lo recuerda,
al ~enos, el grueso de los trabajadores entrevistados. Bien
fuera por el miedo a la izquierda, (fruto de la mentalidad an-
ticomunista tan enraizada en nuestra cultura política), o bien
por la ilusión creada por el reformismo liberal; el hecho es
que la clase obrera no se identificó políticamente con los par-
tidos que se decían obreros, sino principalmente con el ala
lopista del liberalismo. Esto no será así siempre, pero eso ya
corresponde a otra fase histórica que en el futuro trabajare.
mos.

Las formas organizativas 217


CONCLUSIONES

Casi desprovistos de identidad, lus obreros de las gran-


des industrias eran inducidos a esperar del Estado )'
del Partido Liberal que les asegurara su defensa y re-
presentación. Y hasta su unificación.

(Daniel Pecaut, op. et., 1987,


Vol. 1, p. 236)

A lo largo de este texto, que continúa los esfuerzos de


recuperación de la memoria histórica de la clase obrera en
otras ciudades colomhianas, se mostró la lenta conformación
del proletariado en Bogotá y Medellín. Aldeas grandes que se
convirtieron en ciudades, con una compleja estructura urba-
na, fueron los albergues de los nacientes núcleos obreros.
Asalariados de talleres artesanales, obreros de la construcción,
trabajadores de las incipientes industrias manufactureras y de
los ferrocarriles, tranvías y otros medios de transporte, fue-
ron conformando un nuevo conglomerado social, que buscó
desde el principio diferenciarse tanto de sus patrones como
del conjunto de sectores empobrecidos de las dos ciudades.

Ante la iInagen de miseria y desprotección que intentó


inducü' la elite, los sectores obreros de las dos ciudades opu-
sieron, en desigual forma, una auto imagen positiva. Conci-

Conclusiones 219
biéndose como productores directos, los obreros fueron con-
quistando poco a poco un espacio en una sociedad excluyen-
te y discriminatoria. Lentamente iniciaron la transformación
de las brutales condiciones de trabajo y de existencia; acom-
pañadas siempre por un paternalismo caritativo agenciado por
la Iglesia, las elites regionales y más tímidamente por el Esta-
do. Por medio de diversas estrategias de resistencia a la explo-
tación -individuales y colectivas, pasivas y activas-, no sólo
se mejoraron sustancialmente las condiciones materiales sino
que se contribuyó a la modernización de las relaciones entre
el capital y el trabajo. Este proceso distó mucho de ser lineal
y uniforme. En un permanente conflicto por el control, tanto
de la jornada de trabajo, como del tiempo libre, los núcleos
obreros de Bogotá y Medellín fueron construyendo una iden-
tidad gremial que trascendía los oficios y las regiones, sin que
se anularan las diferencias.

Haciendo uso de tradiciones culturales y formas organi-


zativas heredades del artesanado, la naciente clase obrera de
las dos ciudades, la del país, se fue organizando para enfren-
tar el conflicto laboral que invadió todas las esferas de la vida
cotidiana. Aunque en un principio recurrió a congregaciones
de tipo paternalista y confesional, con el tiempo se dotó de
formas asociativas más modernas y eficaces como los sindica-
tos y las federaciones; para culminar, a mediados de los 30,
con la construcción de una confederación nacional, la CTC.
Presionados por el auge del sindicalismo, los patronos y la
misma Iglesia se volcaron sobre él, procurando dejar también
allí su impronta. A pesar de los intentos divisionistas, para
1945 se puede decir que la clase obrera colombiana contaba
con una identidad gremial. Ello no significa que políticamen-
te haya una identidad con un proyecto autónomo del biparti-
dismo. Por el contrario, en la fase de formación de la clase
-que es la que nos ocupó en este escrito-, los esfuerzos de
ideólogos revolucionarios por levantar esa autonom Ía se estre-
llaron con el profundo arraigo de los partidos tradicionales.
El ascenso liberal, y especialmente las ilusiones despertadas
por la 'Revolución en Marcha' de Alfonso López Pumarejo,
produjeron una adhesión masiva de los obreros al proyecto
liberal. La izquierda misma no logró distanciarse definitiva-
mente de ese proyecto.

220 Mauricio Archila 1'Veira


Esa es la clase que Gaitán encontró en 1945. Las pala-
bras del sociólogo Daniel Pecaut hacen eco de nuestras rene-
xiones:

Gaitán no tiene ante sí una clase "obrera' privada de iden-


tidad política. Se encuentra sin lugar él dudas en relación con
una clase cuyas reivindicaciones económicas permanederon
insatisfechas él 10 largo de los años de la guerra, pero que con-
serva l\l recuerdo de la irrupción política que se había produ-
cido en 1936 bajo los auspicios de A. López. Declarándose
partidarios d{~l 'lopismo', incluso después del derrumbamien-
to del segundo gobierno, y proponiendo todavía en octubre
de 1945, como lo hacen los comunistas, 'continuar la obra
del presidente López en Lodos sus aspectos positivos', los res.
ponsables de las organizaciones sindicales, negándose a tener
en cuenta las transformadones recientes, mantienen una
identidad política que todavía halla eco entre los obreros,
al menos entre aquellos que 'conocieron 1936'. La satisfac-
ción por haber adquirido la ciudadanía política los sigue
impulsando (Op. cit., 1987, p. 396).

Es cü~rto, en los años 30 la clase obrera consiguió la


CIUDADANIA POLITICA. Atrás quedaron las imágenes del
obrero 'pobre', 'miserahle' y hasta 'anarquista'. Se trataba ya
de una clase con cierta organización, y sobre todo que partici-
paba activamente en los espacios que la restringida democra-
cia dejaba. En los tiempos de la República Liheral, la clase
obrera se fue tomando las calles para exigir la solución de sus
conflictos y para presionar una legislación favorable. La socie-
dad civil, parecía contar con ella como su sector, punta de
lanza.

Sin em bargo, esa participación se hizo generalmente a la


sombra del bipartidismo, especialmente del sector lopista del
liberalismo. Cuando éste se derrumhó, el gaitanismo lo suce-'
dió temporalmente. Pero los tiempos habían cambiado inter-
nacionalmente -fin de la Segunda Guerra Mundial e inicios
de la 'Guerra Fría '-, y nacionalmente -crisis liberal y ascen-
so del conservatismo al poder-o La intolerancia política al-
canzaba niveles impredecibles reiniciándose la orgía de Vio-
lencia.

.Conclusiones 221
La clase obrel'a, debilitada políticamente por su falta de
autonomía, y gremialmente golpeada por la división y la de-
n'ota de sus sectores más beligerantes -trabajadores del Río
y ferroviarios-, se replíega. Sus llamados
a huelgas generales
para detener la Violencia son desoídos, y su capacidad de
conducción desaparece prácticamente en las jornadas del 9 de
Abril de 1948. La resistencia democrática se traslada a los
campos, dejando las ciudades asfixiadas por la enrarecida at-
mósfera política. Algunas' fábricas, sin embargo, escapan al
creciente sectarismo político aunque la lucha reivindicativa
se torna cada vez más difícil. La clase obrera, y en general
la sociedad civil, se ven cada vez más limitadas y restringidas
en su accionar.

Muchas claves de este retroceso organizativo y político,


están en el período de gestación de la clase obrera, Como
también lo están las claves de lo que seguirá después. Pero
esas consideraciones ya escapan de los límites cronológicos de
esta recuperación de la memoria histórica de los obreros de
Bogotá y Medell Ín, Como hemos dicho en otras entregas de
esta investigación en curso -que pretende en el futuro abor-
dar períodos más recientes-, eS al lector a quien corresponde
la última palabra.

222 Mauricio Archila Neira


ANEXO )

HUELGAS DETECTADAS EN LA PRENSA


PARA BOGOTA y MEDELLIN
(1919-1945)

1919 (11 huelgas en todo el país)

- Bogotá: Trabajadores de talleres del Ferrocarril de la Saba-


na (27, X)
- Bogotá (y Girardot) Trabajadores de los Ferrocarriles de
Girardot, La Sabana, del Sur y Tranviarios (19-24 XI).
- Bogotá: Trabajadores de Bavaria (25 X 1) ('1)
- Bogotá: Empleados de la fábrica de fósforos Vidiela ('1)
(27 X 1)
- Bogotá: Panaderos 14-8 X 111

1920 (31 en todo el país)

- Medellín:Sastres [13-23 II
- Medellín:Zapateros 19-18 I1J
- (
- Medellín: Vidriera Caldas [11-18 111 ('1)
- Bello: Fábrica de Tejidos de Bello 11311.10 IIII
- Medellín: Tipógrafos de la Imprenta Industrial [8-10 I1I]
- Bogotá: Ferrocarril de La Sabana (10-12 V)
- Bogotá y Cundinamarca: Ferrocarril de la Sabana [5 IXI

Huelgas detectadas en la prensa para Bogotá y Medellín 223


1921 (9)

- Bogotá: Aurigas (1-3 VI)


- Bogotá: Trabajadores Imprenta Nacional (24-26 IX)
- Bogotá: Trabajadores Imprenta Nacional (25 XI-5 XII)

1922 (4)

- Bogotá y Cundinamarca: Trabajadores Ferrocarril de la Sa-


bana (30 1-1 11)

1923 (8)

- Medellin: Matarifes r 5 VI ('1)

1924 (18)

- Bogotá: Trabajadores del tranvía (20-22 IV)


- Bogotá: Barrenderos (12-14-V)
- Bogotá y Medellín: Voceadores de Lotería (14-20-V ('1)
- Bogotá: Trabajadores de la Industria Harinera de Bogotá
(25- VII-6 VIII)
- Medellín: Trabajadores del periódico "Antioquia Liberal"
(21-23 VIII)

1925 (15)

- Bogotá: obreros de la casa ULEN (obras municipales) (24


VII)
- Bogotá: Cboferes de Urbana de Taxímetros 119-21 XI
- Bogotá: Trabajadores minas de carbón de los Centros
Orientales (13-19 XI)
- Bogotá: Tranviarios (25-30 XII)

1926 (15)

- Bogotá: Obreros de Bodegas del Ferrocarril de Cundinamar-


ca (¿7-28-IV)
- Bogotá: Trabajadores de los Ferrocarriles del Sur y Cundi-
namarca (18 V)
- Bogotá: Carpinteros del Palacio de Gobierno (28, IX)

224 Mauricio Archila IVeira


- Bogotá: Operarios y Redactores de El Espectador (20-'21
XII)

1927 (lO)

- Bogotú: Choferes de servicio público (21-23 IÍI)


- Bogotá: Sastres (7 VI)
- MedeIlÍn: Taxistas (8, VIII)
- Bogotá: Choferes de bus (11, XI)

1928 (10)

- Bogotá: Telefonistas (13-19 VI)


- Bogotá: Bavaria (17-19 VII)
- Bogot{¡: Fábrica de Tejidos la Esprielb (24 X)

1929(6)

- Bogotá: 'Obreros de la Compañía Constructora Fred Ley


Co. (3, V)
- MedeIlín: Choferes (13-20 VI)
- Bogotá: Textil •.s MOnSl'ITate (23 VI)
- Medel!ín: Tejidos RoseIlón (18-20 Vi)

1930 (2) Y 1 fl31 (8) (No huelgas en Bogotá y MedeIlín)

1fl32 (2)

- Bogotú: Panaderos (17-20 XII)

H)33 (lfl)

- Bogotú: Bavaria (18 Xl)


- Bogotú: Vidrios Fenicia (20-22 XI)
- Bogolá: Albañiles (27-28 XI)
- Bogolá: Calzado 'Corona- (27 XI-16 XIl)
- Bogolú: Tl'jidos Moost-ITale (30 XI-! XIl)
- Bogolú: Chofl'l'l-s 'Taxis Rojos' (30 XII)

1934 (:35)

- Bogotá: Trabajadores Matad,-ro Cl'ntral (12, IlI)

lIue!!W" detectadas en la prensa para Bo¡;otá y Medrllíl/ 225


- Bogotá: Trabajadores Ferrocarril del Nordeste (15-21 V)
- Bogotá: Tejidos Monserrate (16-28 VI)
- Medellín: Ferrocarril de Antioquia (2-7 VI)
- Medellín: ¡Paro General! (5-7 VI)
- Bogotá: Trabajadores Mataderos Públicos (23 VI) ('?)
- Bogotá: Cervecería Germania (11 VII-6 VIII)
- Medellín: Zapateros (9-21 VIII)
- Bogotá: Choferes 'Taxis Rojos' (13-37 VIII)
- Bogotá: Paro General de Transporte (22-24 VIII)
- Bogotá: Pastas 'El Gallo' (22 X-13 Xl)
- Medellín: Obreros talleres de carpintería (29 X)
- Bogotá: Paños 'Colombia' (24 XII)

1935 (34)

- Medellín: Zapateros (2 11)


- Bogotá: Ferrocarril del Norte y del Sur (20-2111)
- Bogotá: Zapateros (20 11)
- Bogotá: Trabajadores Empresa Constructora Fred T. Ley
(15-21 III).
- Bogotá: Tejidos Monserrate (16-III)
- Bogotá: Bavaria y Vidrios Fenicia (9-11 IV)
- Bogotá: Textiles ESMAC (¿SMAG?) 3-6 V)
- Medellín: Rosellón (14-21 VI)
- Medellín: Paro General de Solidaridad (18-VI)
- Medellín: Matarifes (4-6 VII)
- Medellín: Herreros (10-15 X)
- Medellín: Trilladoras de café (2 XI)
- Medellín: Paro trabajadores municipales (29 XI-3 XII (?)
~ Bogotá: Fábrica de confites y galletas 'El Papagayo' (5-27
XII)

1936 (17)

- Medellín: Rosellón (15-31 1)


- Bello: Fábrica de Tejidos de Bello (28-Il-3-I1I) (?)
- Bogotá: Sastres (14-IlI)
- Medellín: Heladeros (16-18-IX)
- Medellín: Alfareros (2-19 XI)
- Medellín: Choferes de camión (26 XI)

226 Mauricio Archila Neira


1937 (35)

- Bogotá: Choferes de taxi el Alcalde Gaitán (8-13-11)


- Medellín: Empleados Municipales (16-19 IV)
- Bogotá: Fábrica Búfalo (19 IV) ('1)
- Bogotá: Obreros Paños 'Colombia' (29 IV-8-VI)
- Bogotá: Bavaria: (Paros escalonados en 30 VI, 1 VII Y 8
VIII)
- Bogotá: Trabajadores de la British Tabaco Cy. (13-19 VIII)
- Bogotá: Obreros de curtidos (18-26 VIII)
- Medellín: Trabajadores de la construcción del Banco Cen-
tral Hipotecario (17 XII) ('1)
- Bogotá: Sastres (18-22 XII)

1938 (13)

- Medellín: Choferes (4-9 11)


- Medellín: Choferes (23-28 VI)
- Bogotá: Bavaria: (27 VI)

1939 (9)

- Bogotá: Coltabaco (25-30 I1I)


- Medellín: Trabajadores de las Empresas Municipales (26 V)
- Bogotá: Litogrr.fía Colombia (2-19 X)

1940 (7)

- Bogotá: Choferes de bus (2 VIII) ('1)

1941 (8)

- Bogotá: Ediciones Minerva (27-29 III)


- Bogotá: Bavaria (1-17 IV)
- Bogotá: Textiles Alicacbín (17-18 VI) luego 'Lock-out')

1942 (13)

- Caldas: (Antioquia) Peldar ('1)


- Bogotá: Tejidos Monserrate (2 VI-5 VII)
- Bogotá: Choferes de la Cooperativa de Buses (16-18 XII)

Huelgas detectadas en la prensa para Bogotá y Medellin 227


1943 (13)

- Bogotá: Postobón (19 VI-6 VII)


- Bogotá: Vidrios Fenicia (22-24 VI)
- Bogotá: Taxis Rojos (8 VIl-20 VIII)
- Medellín: Tejicóndor (11 X) (?)

1944 (14)

- Bogotá: Choferes (1-4 IlI)


- Bogotá: Eternit (5 VI) (luego 'Lock out')
- Bogotá: Empresa Colombiana de Curtidos (8-27 VII)
- MedellÍn: Galletas Noel (1 día de octubre)
- Bogotá y otras dudades: Avianca (11-17 XI)

1945 (13)

- Bogotá: Compañía Colombiana de Somhreros (29-30 1)


- Medellín: Obreros de Ebanisterías Unidas (2-22 IlI)
- MedellÍn: Linotipistas de "El Pueblo" (11 VII) (?)
- Bogotá: Fábrica de Textiles "La Confianza" (30 IX)
- Bogotá: Tejidos "Modelia" (29 X)
- Bogotá: Tejidos Monserrate (9 X-28 XI)

22" Alauricio A, ;;f1ilaNeira


ONTROVERSic\
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Colección de Monografías vIo artículos sobre Ciencias


Sociales: Economía, Política, Sociología, Comunicación

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Serie Controversia
1972
• No. 1 Colombia en marzo de 1972
1972
• No. 2 Hay algo podrido en Colombia
1972
• No. 3 Cristianos por el socialismo
1972
• No. 4 El mañana de la población
1972
• No. 5 Dos obispos hablan sobre Cuba
• No. 6 Observaciones Y reflexiones sobre un viaje
al Brasil 1972
• No. 7 Economía colombiana: una estructura en crisis 1972
1972
• Nq.8 Colombia: el ideal comunitario
1972
• No. 9 Las cuatro estrategias del plan de desarrollo
Res..umende la problemática social en el país
'. No. 10
en 1972 1973
• No. 11 Evangelio y violencia 1973
Una angustia del Tercer Mundo: El problema de
• No. 12
la vivienda 1973
1973
• No.13 Colombia en abril de 1973
1973
• No. 14 la inflación actual
Una democracia sin pueblo 1973
• No. 15
No. 16 Una democracia sin pueblo: sombras y luces del
Frente Nacional (2a. parte) 1973
1973
• No. 17
.No. 18
Un Concordato con intencionados criterios
Subdesarrollo y dependencia
Relaciones entre el crédito agrícola y la estructura
de la tenencia de la tierra 1973
1973
• No. 19
No. 20
La experiencia chilena
¿Por qué lucha el magisterio'? 1974
1974
• No. 21 Demografía y política
El pensamiento económico y los candidatos
• Nils.22/23
presidenciales 1974
No. 24 El concepto de explotación 1974
No. 25 Economía y poder 1974
• No. 26 La mujer colombiana
Imagen y realidad 1974
1974
• No. 27 El divorcio en Colombia
la vivienda popular en Colombia 1974
• No, 28/29
1975
• No. 30 la emergencia económica
1975
• No. 31 ¿Educación para quién'?

(Oontinúa)
'" Alotado.
• No. 32 La política de ingresos y salarios 1975
No. 33 Colombia 1974. ¡la política
Fcrnán Gonzálcl G. 975
• No. 34 Colombia 1974 11 "cconomía y luchas sociales",
Ernesto Parra E. 1975
Francisco de Roux R.
Luis Alberto Restrcpo
• Nos. 35/36 Pasado y presente del sindicalismo colombiano 1975
Fernán González G.
• No. 37 El experimento marxista en la universidad 1975
Varios autores
• No. 38 Aparcería y capitalismo agrario
Alejandro Reyes Posad~ 1975
• No. 39 El plan de desarrollo López I.
Ernesto Parra E.
Gara Bruec Cantor 1975
• No. 40 El plan de desarrollo Lópcz 11.
Isabel Aguirrczabal
Catalina de Trujillo
Bernardo Botero 1976
* Nos. 41/42 Clicntclismo, democracia o poder popular
Néstor Miranda O.
Fcrnán Gonzálcz G. 1976
* No. 43 La izquierda y la participación electoral
Varios autores 1976
* No. 44 ¿Iglesia en conflicto? 1976
No. 45 La economía colombiana 1975-1976
Ernesto Parra E. y o tras 1976
No. 46 Suramérica 76: modelos militares de desarrollo
* Ernesto Parra E.
Isabel Aguirrezábal
No. 47 Planeación urbana y. lucha de clases: los circuitos
* viales 1976
Grupo de Investigación Urbana CINEP
* Nos. 48/49 Colombia: Ecología y sociedad
Daniel Vidart 1976
Nos. 50/51 Política laboral de Lópcz 1977
* Fernando Rojas H. y otros
* No. 52/53 Las multinacionales en el mundo y en Colombia
EfraÍn Aldana y otros 1977
No. 54 Colombia 1977: la crisis del régimen
* Fernando Rojas H. 1977
No. 55 Argentina: del peronismo a la dictadura militar 1977
Bolivia: bajo el modelo de Banlcr
Varios autores
* No. 56 Economía colombiana 1977
Francisco de Roux R.
Ernesto Parra E. 1977
Nos. 57/58 La izquierda colombiana y las elecciones
* de 1978
Varios autores 1977
• Agotado (Continúa)
• No, 59/60 Constituyente 1: consolidación del Estado Nacional 1977
Fernán González G.
• No. 61/62 Constituyente 11: hegemonía del capitalismo
monopolista 1978
Fernando Rojas H.
No. 63 Elecciones 1978: platafonnas económicas
Ernesto Parra
Nos. 64-65 Elecciones 1978: legislación, abanico político.
Resultados de febrcro
Fernán González G. 1978
Humbcrto Uribe
• No. 66 Controversia marxista: la teoría de la transición
de los modos de producción 1978
Fernando Rojas H.
• No. 67 ¿Qué es la televisión?
Hcrnando Martíncz Pardo
1978

• No< 68/69 El nuevo orden económico internacional


Gilbcrto Gómcz A. 1978
Ernesto Parra E.
• Nos. 70/71 Estatuto de seguridad: seguridad nacional
Derechos humanos. Democracia restringida 1978
Alejandro Reyes y otros 1979
• Nos. 71/73 Puebla: lectura y comentarios
• No. 74 Iglesia y justicia militar
Alfredo Vásqucz Carrizosa y otros
1979

• Nos. 75/76 Economía colombiana 1979: La nueva política


económica 1979
Ernesto Parra E.
• Nos. 77/78 Educación y estado en la historia de Colombia
Fernán González G.
1979

• No. 79 Indígenas y represión en Colombia: Análisis-


denuncias 1979
Juan Friede y otros
• No. 80 Refonna universitaria: 1960-1980
J osé Fernando Ocampo
1979

• No.81 Derechos humanos ... ¿derechos del pueblo?


Alejandro Angula N. y otros
1980

• Nos. 82/83 El'Estado en los ochenta: ¿un régimen policivo?


Fernando Rojas H.
1980

• No. 84 La miseria de los partidos, análisis de las


elecciones 1980
Alejandro Angula N. 1980
Pedro Santana R.
* No. 85 Salud pública ¿para quién?
Alejandro Angula N. )' otros 1980
* Nos. 86/87 Amnistía y violencia
Alfredo Molano 1980
No. 89 PIN. Plan de Integración Nacional
Gabriel Garrido
Jorge Iván González
Gladys Fernándcz 1980
• Agotado (ContinÚil¡
No. 90 La pendiente antidemocrática
Alejandro Angula N. y otros 1980
Nos. 91192 Consejo Regional Indígena del Cauea: Diez años
de lucha. Historia y documento CRIC. 1981
No. 93 El periodismo frente al país.
De la libertad de expresión al derecho
de comunicación
RESIDA - FEDEPRENSA 1981
No. 94 El cuadro de !ajusticia
Estado de sitio sin estado de sitio.
Adoifo Salamanca C. y José Luis Arambure 1981
No. 95 Papel de las fronteras: fronteras de papel
La contraguerrilla en el sur del país
Alfredo Vásqucz Carrizosa y otros 1981
No. 96 PIN Il. Plan de Integración Nacional
Estado y, bienestar en Colombia
Jorge Iván González 1981
No. 97/98 Profetas, tierra y capitalismo. Iglesia y campesi.
nado en América Latina
Pedro Casaldaliga y otros 1981
No. 99 La manipulación de la información. Tratamiento del
caso Nicaragua en la prensa
Vancssa Mannentini
Arturo Guerrero 1981
No. 100 La economía colombiana 1971-1981
Ernesto Parra E. 1982
No. 101 El paro cívico 1981
Pedro Santana y otros 1982
No. 102 El negocio oscuro del mandato claro
Patricia Ardila P. 1982
No. 103 Candidatos, programas y compromisos
Francisco de Roux R. 1982
No. 104 Nuevos vientos sobre el Caribe
Arturo Guerrero 1982
No. 105 Concertación simple y concertación ampliada
Gustavo Gallón G. 1982
No. 106 Colombia: análisis económico 1980-1981
ErnestÜ"'Parra E. 1982
No. 107/1.08 Desarrollo regional y paros cívicos en Colombia
Pedro San lana R. 1983
No. 109/110 La república de las annas
Gustavo Gallón G. 1983
No. 111 Debate económico
Salomón Kalmanovitz y otros 1983
NO.112 Debate político
Alejandro Angula N. y otros 1983
No. 113/114 El barrio popular: marginados o ejército
industrial de reserva
Lucero Zamudio
Hernando Oavijo 1983
No. 115/116 In Memoriam MARX 1883-1983 1984
• Nos. 117/118 Más equidad y más cambio .
• Agotado (Continúa)
Análisis y alternativas del plan de desmollo
198H986
Salomón Kalmanovitz y otros 1984
• No. 119 La rentabilidad decreciente en la industria
colombiana
Salomón KaImanovitz
Leyes y excepciones en el derecho a la vida
Gustavo Gallón G.
El Estado y la reproducción de la fuerza de trabajo
Jorge Iván González 1984
No. 120 La cuestióñ fiscal
Fernando Tenjo
Avances a una crítica de lo "infonnal" en la teoría
del subdesarrollo
Carlos Salgado' A.
Reflexiones en tomo a la reforma laboral
Luis Javier Orjuela 1984
No. 121 El proceso de endeudamiento externo colombiano
Luis Jorge Garay
Movimiento cívico 1982-1984
Poder local y reorganización de la acción popular
Camilo González P.
No. 122 El derecho de los humildes: la defensa de una
revolución original
B~lanc~.de cinco años del proceso sandinista
mcaraguensc
Instituto Histórico Nicaragüense 1984
No. 123/124 Entre el UPAC y la autoconstrucción: Comen-
tarios y sugerencias a la política de vivienda
Samuel Jannillo
Equipo de Investigaciones Urbanas de CINEP 1985

\ * N(Y.125 Economía y economistas en la encrucijada


1985
Francisco de Roux R.
Introducción al problema de los servicios públicos
Fernando Rojas H.
Jorge Iván González 1985
* No. 126 Introducción al problema de los servicios públicos
Segunda parte
Fernando Rojas H.
Jorge Iván González
El movimiento campesino colombiano
Isauro Suárez 1985
No. 127 Teología de la Liberación
Instrucción vaticana. Ptonunciamientos de los
obispos colombianos
Card. Alfonso López Trujillo y otros 1985
No. 128 Paros y movimientos cívicos en Colombia
Javier Giraldo M.
Santiago Camargo
Movimiento guerrillero y tregua
GUberto Naranjo 1985
• Agotado (Continúo)
No. 129 ~ Televisión y opinión pública
Javier DarÍo Resucpo
De la factoría a la microempresa: el desmonte
del sindicalismo
Mauricio Romero V. 1985
No. 130 El proceso de paz como proceso de
concertación política
Alejandro Sanz de Santamaría
AcumulaciÓ'n de capital, endeudamiento
y política estatal
Gabriel Misas A. 1986
Q'isis y reajuste del esquema de concertación
económica en Colombia 1980-1985
Gustavo Gallón G.
No. 131 La crisis financiera en Colombia: Anatomía
de una evolución
Salomón Kalmanovitz
Fernando Rojas H. 1986
• No. 132 La enseñanza social del Papa Juan Pablo 11a
la tinoamérica
Equipo jesuita del CINEP 1986
No. 133/134 "Aquí nadie es forastero", Testimonio sobre la
formación de una cuitura radical: Barrancaber-
meja 192Q.1950
Mauricio Arehila N. 1986
No. 135 Religión y participación popular. Ensayo sobre
el sacrificio y la conciencia social
Gabriel Izquierdo Maldonado 1986
No. 136 Nueva Evangelización
Guillermo Cardona y otros 1986
No. 137 Empleo público y estado en Colombia
Jorge Iván González 1987
• No. 118/139 la reivindicación urbana
Javier Giralda M. 1987
No. 140 Conflicto social y servicios públicos en Colpmbia
Luis Mauricio Cuervo 1987
No. 141 Entre la guerra y la paz. Puntos de vista
sobre la crisis colombiana de los años 80
Víctor Manuel Moneaya
Camilo González P.
Eduardo Pizarro L 1987
No. 142 Barranquilla y el río: una historia social
de sus trabajadores
Mauricio Archila N. 1987
Nos. 143/144 La deuda externa de América Latina
Franz Hinkclarnmert
James Petras
Howard Bril!
Camilo Gonzálcz Posso 1988
Nos. 145/146 Colombia ante la deuda eterna 1988
Compilador: Camilo González Posso
• Agotado
No•. 147/148 Debates sobre la paz.
Compiladora: Ana Lucía Rodríguez 1988
No•. 149/150 la urgencia de transformaciones personales y
sociales para la paz. Análisis y comentarios so--
bIe la Encíclica Solicitudo rei sociizliJ, Juan Pa-
blo 1I 1989
No •. 151/152 Un país en construcción. Poblacirniento, proble-
ma agrario y conflicto social. Introducción
Fcrnán E. González González 1989
Nos. 153jl54 Un país en construcción: Estado, instituciones y
cultura política.
lntroducció"n: Fernán E. González 1989
No. 155 La telenovela en Colombia: mucho más que amor
y lágrimas.
Clemencia Rodríguez y ~1arta Patricia Téllcz 1989
Esta obra se terminó de imprimir
el día 15 de diciembre de 1989
en los talleres gráficos de
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