La Historia
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y sus mutaciones.Las primeras Constituciones que podemos etiquetar como democráticas a nivel
nacional: la estadounidense de 1787, las francesas de 1791, 1793 y 1795, y la española de 1812
establecieron un procedimiento para su reforma y actualización, el cual era más complicado —rígido—
que el normal, que aquel que se sigue para la alteración de la norma ordinaria, en razón de que la
norma constitucional goza, generalmente en las Constituciones escritas, de la característica de
supremacía, la cual le es inherente.
En los más importantes tratadistas mexicanos del siglo XIX, que estudiaron sistemáticamente la
Constitución de 1857, no encuentro críticas a las reformas a la Constitución ni que consideren que
hayan sido exageradas en número; incluso Eduardo Ruiz que expresó un criterio moderado y
equilibrado: "Muchas reformas y algunas adiciones se han hecho a nuestra Constitución", pero
consideró que a ellas habían obligado las exigencias del progreso.11 Ruiz escribió su opinión en
1888.En las elecciones federales de 1988 el partido hegemónico (PRI) perdió la mayoría calificada en la
Cámara de Diputados para aprobar reformas constitucionales por sí mismo. No obstante, se realizaron
importantes modificaciones. Nada más ni nada menos que la de 1990 que creó el Instituto Federal
Electoral (IFE), y comenzó el proceso por medio del cual el gobierno dejaba de organizar y controlar las
elecciones, proceso que culminó con las reformas de 1994 y 1996.
Desde la perspectiva formal, que las reformas han sido muy abundantes, tal vez demasiadas, el número
impresiona. No obstante, hay que tener en cuenta que es una Constitución casi centenaria y que ha
presidido una evolución social, política, económica, demográfica y jurídica realmente impresionante
pero, no hay duda alguna, muchas de esas reformas fueron superfluas o innecesarias.
¿Y desde una perspectiva material —cualitativa— qué se puede afirmar? Que se debe hacer un análisis
equilibrado, cuidadoso y objetivo. Ni todas fueron positivas, ni todas negativas; existen múltiples
matices para alcanzar una conclusión que se aproxime a la realidad.
Diversos tratadistas serios consideran que en general las reformas son mayormente positivas, aunque
exageradamente abundantes;
Pero, lo cierto es que, y los números lo ratifican, a partir de 1988 las reformas constitucionales se han
multiplicado, y no todas han sido acertadas.
Manuel Atienza, "Contribuciones para una Teoría de la Legislación", Doxa No. 6, CEC, Alicante, España,
pp. 385 a 403, 1989. [ Links ]_____, "Razón Práctica y Legislación", Revista Mexicana de Estudios
Parlamentarios, núm. 3, 1a época, vol. I, Sept.-Dic., Instituto de Investigaciones Legislativas de la
Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, México, 1991. [ Links ]
Por ello no es de sorprender que el movimiento en favor de su unificación tuviera dos objetivos que
pudieran calificarse de ambiciosos: lograr una codificación internacional que fuera completa en
atención a las materias reguladas y que fuera de carácter universal en cuanto a los Estados
participantes ^. Sin embargo, el objetivo de una codificación internacional omnicomprensiva pronto
fue abandonado. Así, la Resolución adoptada por el Instituí de Droit International en 1874, en la que
afirmaba la utilidad de elaborar tratados internacionales conteniendo «normas obligatorias y
uniformes de derecho internacional privado», las limitaba desde entonces a «ciertas materias»,
generales o especiales.
Otros foros universales, como la Conferencia de La Haya, la Comisión de las Naciones Unidas para el
Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI), el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho
Privado (UNIDROIT), la Cámara Internacional de Comercio (CIC), sólo para mencionar algunos de los
más importantes, llevan a cabo mandatos semejantes en sus estatutos. Así advertimos que la
«unificación progresiva» (Conferencia de La Haya), la «armonización y la coordinación del derecho
privado» (UNIDROIT) y la «armonización y unificación del derecho mercantil internacional»
(UNCITRAL), constituyen una de las finalidades primordiales de estas instituciones. De lo anterior se
desprende que las tareas que en esta área realice la OEA, deberán fortalecerse con vínculos de
cooperación y osmosis recíproca con estos foros internacionales. Su labor de codificación progresiva a
través de las Conferencias Especializadas, materializada en veintitrés convenciones de D.I.Pr., se ha
inspirado y nutrido de fuentes extra-regionales. El «desarrollo progresivo» del D.I.Pr interamericano no
puede alcanzarse con el sólo impulso de la tradición propia; requiere del cotejo comparativo con otros
sistemas extemos, sean de vocación universal, regional o interna.
CONCLUSION
El proceso de unificación progresiva del Derecho Internacional Privado se inicia en séptima década del
siglo XIX en América del Sur. Son los juristas latinoamericanos quienes dan el primer impulso a esta
labor de codificación de las normas iusprivatistas. Los Convenios de Lima y Montevideo fueron la
vanguardia en estas tareas de armonización. Sin embargo, los especialistas europeos, convocados por
la Escuela holandesa, instalan la Conferencia de La Haya en las postrimerías de la centuria y ahí se
firman los primeros convenios multilaterales en esta disciplina. Los esfuerzos del desarrollo progresivo
y de unificación se orientan después en dos vertientes. Una, la más ambiciosa, trata de lograr una
codificación omnicomprensiva de todas las materias involucradas, si bien dirigida a la región
americana. Dicho esfuerzo materializa en 1928 al suscribirse en La Habana el Código de Bustamante. La
otra vertiente se inclina hacia una codificación parcial, materia por materia, orientada por una vocación
más universal. Esta perspectiva la adopta la Conferencia de La Haya a partir de 1955 al entrar en vigor
su nuevo Estatuto. A partir de su resurgimiento y en forma paulatina, congrega a los delegados de sus
Estados miembros (cuarenta y siete, hasta ahora), aprobando convenciones (a la fecha treinta y cinco)
en una temática diversa que abarca procedimiento civil, compraventa de bienes, ley aplicable, foro
competente, reconocimiento de sentencias extranjeras, matrimonio, protección a menores,
obligaciones alimentarias y muchas más. Las convenciones de La Haya son también ratificadas o
adheridas por un numeroso grupo de países, no miembros de la Conferencia, que desean ser partes de
algunos de los instrumentos adoptados bajo sus auspicios. VI.2. Las Conferencias Especializadas de
Derecho Internacional Privado (CIDIPs), iniciadas en 1975 y auspiciadas por la Organización de los
Estados Americanos (OEA) han sido el hilo conductor en el proceso de codificación progresiva en el
continente. En el curso de las primeras cinco CIDIPs se han suscrito veintitrés instrumentos, incluyendo
convenciones y protocolos. Para la CIDIP VI a realizarse en 2001, se contempla la aprobación de tres
instrumentos adicionales. En este panorama destacan las áreas de cooperación judicial internacional, el
derecho comercial y la protección a la familia. El movimiento codificador ha sido positivo y el
«desarrollo progresivo» de esta ciencia se ha venido reflejando en la incorporación gradual del derecho
convencional a las legislaciones positivas de los países del continente americano. VI. 3. La codificación
del derecho internacional (público y privado) no es una área reservada o un sólo sistema regional. Esta
tarea es compartida por la ONU y la OEA. De esta realidad se deriva la conveniencia de adoptar una
estrategia de interrelación entre dichos foros; así pueden prevenirse duplicidades innecesarias y la
armonización de una tarea común. Frente al binomio regionalismo-universalismo, debe adoptarse una
actitud flexible que permita sustraernos del rigorismo de esta dialéctica. La regulación jurídica de
ciertas temáticas en -foros de vocación universal (La Haya, UNCITRAL, UNIDROIT), no debe significar
per se que dichas conductas no puedan ser también normadas en foros regionales. Será aconsejable
ponderar, caso por caso, la conveniencia la exclusión del tema propuesto si su normatividad a nivel
universal incluye también a los países del foro regional, o si existen particularidades en este último
ámbito que justifiquen su regulación en el mismo. En tal hipótesis, la co-existencia de las dos
normatividades se conciliaria mediante la inclusión de la «cláusula de compatibilidad» en las
disposiciones finales del segundo instrumento convencional. VI.4. Las tareas de unificación y
armonización del tráfico jurídico extemo que lleva a cabo la OEA en el área del derecho interncional
privado, deben fortalecerse con vínculos de cooperación y osmosis recíproca con otros foros
internacionales. El desarrollo progresivo de esta disciplina en el ámbito interamericano no puede
lograrse con el sólo impulso de su tradición propia; requerirá del cotejo comparativo con otros
esquemas extemos, sean de vocación universal, regional o interna. La inspiración en otros esquemas,
matizada con peculiaridades propias del sistema interamericano, puede conducir a nuevas fórmulas en
el derecho convencional, incluso de una calidad superior a la fuente original. VI.5. Los espacios y la
fenomenología del derecho internacional privado no pueden ser área exclusiva de un sólo foro. La
regulación de los conflictos que se propician en una determinada materia pueden tener un enfoque
distinto. Sin desconocer la influencia que la Conferencia de La Haya ha ejercido en varias convenciones
aprobadas en las CIDIPs, influencia que ha sido aceptada para elevar la calidad de su normatividad en
varios sectores, también debe admitirse que la Conferencia ha recibido el ascendiente de la
codificación interamericana en materias de interés mutuo. Dicho en otras palabras, existe y seguirá
existiendo una influencia recíproca entre los dos foros.