Gustavo Bueno YEl Desengano de Los Errores Comunes

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Nº 175, 2º Sem., 2018, Logroño (España).

P. 1-302, ISSN: 0210-8550

175
175
INSTITUTO DE ESTUDIOS RIOJANOS

BERCEO
REVISTA RIOJANA DE CIENCIAS
SOCIALES Y HUMANIDADES

Núm. 175

Homenaje a Gustavo Bueno

Coordinador:
Pedro Santana Martínez

Gobierno de La Rioja
Instituto de Estudios Riojanos
LOGROÑO
2018
Homenaje a Gustavo Bueno /Pedro Santana Martínez (coordinador). –
Logroño : Instituto de Estudios Riojanos, 2018. 302 p.: il. ; 24 cm. Número
monográfico de: Berceo : revista riojana de ciencias sociales y humanida-
des, ISSN 0210-8550. -- N. 175 (2º sem. 2018)
Bueno, Gustavo - Homenajes. I. Santana Martínez, Pedro. II. Instituto de
Estudios Riojanos. III Serie.
1 Bueno, Gustavo

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tíficos de las Áreas de Ciencias Sociales, Filología, Historia y Patrimonio Regional con
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ÍNDICE

PRESENTACIÓN (Pedro Santana Martínez) 9-11

EVARISTO ALVÁREZ MUÑOZ


Del interés de la teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno para los científicos
Interest for scientists of Gustavo Bueno’s Categorical Closure Theory 13-33

DAVID ALVARGONZÁLEZ
Una clasificación de las doctrinas de la bioética
A classification of bioethical doctrines 35-54

TOMÁS GARCÍA LÓPEZ


Berceo, Gustavo Bueno y el Pensamiento Español
Berceo, Gustavo Bueno, and the Spanish Thought 55-101

JESÚS G. MAESTRO
La Teoría de la Literatura como Ciencia Categorial de la Literatura
The Theory of Literature as a Science of Literature 103-126

ATILANA GUERRERO SÁNCHEZ


Gustavo Bueno y el “Desengaño de los errores comunes”
Gustavo Bueno and the “disappointment of the common mistakes” 127-134

PABLO HUERGA MELCÓN


Notas sobre el papel del Socialismo en el Materialismo Filosófico (I)
Notes on the role of Socialism in Philosophical Materialism (I) 135-148

PEDRO INSUA RODRÍGUEZ


La Escolástica como movimiento “revolucionario” en la Historia de la Filosofía
Scholasticism as a ‘Revolutionary Movement’ in the History of Philosophy 149-162

7
CARLOS M. MADRID CASADO
¿Qué son las matemáticas? La respuesta de la teoría del cierre categorial
What is Mathematics? The response from the Theory of Categorical Closure 163-184

ÍÑIGO ONGAY DE FELIPE


¿Es la Historia general de España del Padre Mariana una verdadera historia
sin perjuicio de constituir una historia verdadera?
Is Father Mariana’s Historia General de España a genuine history without
prejudice to its being a true history? 185-196

PATRICIO PEÑALVER GÓMEZ


La paradoja de Simónides en el Protágoras, y el materialismo filosófico
The Paradox of Simonides in Plato’s Protagoras, and Philosophical Materialism 197-214

SILVERIO SÁNCHEZ CORREDERA


La Filosofía de la historia en Gustavo Bueno
The Philosophy of History in Gustavo Bueno 215-235

MARCELINO JAVIER SUÁREZ ARDURA


Sobre «Poetizar» de Gustavo Bueno
About «Poetizar» by Gustavo Bueno 237-257

FELICÍSIMO VALBUENA DE LA FUENTE


La calumnia, en Literatura y cine, desde el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno
Slander in Literature and Cinema Seen from Philosophical Materialism 259-292

BREVE COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO (Pedro Santana Martínez) 293-294

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GUSTAVO BUENO Y EL “DESENGAÑO DE LOS ERRORES


COMUNES”*

ATILANA GUERRERO SÁNCHEZ**

RESUMEN
En este artículo se rinde homenaje al filósofo español Gustavo Bueno,
representante de la tradición secular de la filosofía en español, repasando al-
gunas de las ideas más importantes de su sistema. En particular, nos fijamos en
la idea del “desengaño” como concepto ligado a esta tradición española que
se consolida con Feijoo y cuyo último eslabón es el materialismo filosófico. Un
sistema que se caracteriza por la crítica de la metafísica y del nihilismo como
los dos límites del ejercicio de la crítica racional.
Palabras clave: materialismo, desengaño, metafísica, Feijoo, Gustavo
Bueno.

In this article we pay tribute to the Spanish philosopher, Gustavo Bueno,


representative of the ancient tradition of Spanish philosophy in Spanish
language. We review some of the most important ideas of the philosophical
materialism. Especially, we focus our attention on the idea of “desengaño”
(disappointment), wich is present in the works of the spanish philosopher
Feijoo. The disappointment of the metaphysic philosophy and the nihilism as
the two limits of the rational exercise.
Keywords: materialism, disappointment, metaphysics, Feijoo, Gustavo
Bueno.

En primer lugar, hemos de agradecer a la revista Berceo la oportunidad


y el honor que nos brindan de participar en este número de homenaje a
Gustavo Bueno, riojano “de nación” y ejemplo del significado universal que
tiene La Rioja, a través de España, en el mundo entero. Un significado uni-
versal que nos remite, precisamente, al título de la obra cuya lectura Bueno

* Recibido el 21 de mayo de 2018. Aprobado el 21 de noviembre de 2018.


** Universidad de Extremadura, [email protected]

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siempre recomendaba para aprender a filosofar “en español”, en la tradición


de la que él era partícipe: Teatro crítico universal, o Discursos varios en
todo género de materias para desengaño de errores comunes de Fray Benito
Jerónimo Feijoo.
Y es que, en efecto, Gustavo Bueno reivindicó a Feijoo como el funda-
dor del género literario de la filosofía moderna en español, el ensayo, com-
partiendo con él una misma Idea de Filosofía como saber crítico, con el que
desengañar de los errores comunes, como una cuestión de “salud pública”.
Por ello, a tenor de esta idea de filosofía como servicio a la “salud pú-
blica”, siguiendo el “espíritu materialista” del sistema, queremos reivindicar
la perspectiva sistemática desde la que Bueno siempre consideró la Historia
de la Filosofía, en la que son las Ideas y su composición los “verdaderos
protagonistas”. En efecto, el materialismo filosófico es un sistema de Ideas
compuesto por Gustavo Bueno, gracias a cuyo magisterio se ha desarrollado
una escuela de filosofía que está afortunadamente en marcha, pero que se
nutre de una larga tradición. No en vano, una de las máximas del materia-
lismo es la necesidad de atenerse a dicha tradición para no repetirla, para
superarla, si es que es posible.
Pues bien, nuestro maestro es ya un autor cuyo sistema ha pasado a
formar parte de esa milenaria tradición de la Filosofía, sin que sea posible
hacer filosofía hoy, después de él, sin contar con él.
Expliquemos someramente qué significado tiene el hecho de disponer
de este grandioso legado, un sistema de filosofía escrito y hablado (gracias
a la grabación de intervenciones orales disponibles a través de internet) en
español. En efecto, por lo pronto, disponer de un sistema filosófico desde el
que interpretar un asunto o autor implica, sin duda, la toma de partido de
unas Ideas frente a otras. Ahora bien, esta “toma de partido” no es externa a
la materia misma de la que se trata, pues la “materia filosófica” se caracteriza
por su naturaleza internamente dialéctica y polémica. Este es uno de los
principios filosóficos del materialismo que se suele malentender (“pensar es
pensar contra alguien”), y de donde se derivan las acusaciones de los peo-
res vicios de los que una filosofía podría adolecer, a saber, el dogmatismo
o el sectarismo. Pongamos un ejemplo clásico: cuando Gorgias enuncia su
famosa proposición “Nada es”, esta no tiene sentido si no se relaciona con
el objeto de su crítica, cual es, claro está, la metafísica de Parménides enun-
ciada en su famosa fórmula “El Ser es y el No-ser no es”. El “tercer filósofo”
que, ante esta “tensión dialéctica”, no tomara partido y se limitara a ponerlas
una al lado de la otra, estaría optando por la doxografía, es decir, no haría
filosofía, sino filología. Sin duda es una opción legítima, ser filósofo no es
obligatorio, pero lo que no es admisible es que se denuncie por sectario
o dogmático a aquel que quiera resolver la contradicción objetiva entre di-
chas fórmulas. Dicho sea de paso que quien la resolvió fue Platón con su
“principio de la Symploké”, el cual, como tal principio, representativo del
pluralismo ontológico, sólo se ha hecho notar, que sepamos, por Gustavo
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Bueno desde su propio sistema. Y ello gracias a la instauración de esa “ter-


cera dimensión” de la realidad, las Ideas, desde la cual la ontología “plana”
de la diferencia entre “el cuerpo y el alma” se enriqueció tan notablemente.
Podríamos decir que, entonces, en filosofía, es obligado partir de algún
punto de referencia, como un “origen de coordenadas” del “espacio filosó-
fico”, en el que el papel de “punto geométrico” o físico lo desempeñan una
serie de ideas principales o nucleares, a partir de las cuales se establecen
las demás y, sobre todo, se miden las distancias respecto a otros sistemas
que toman otras referencias. Alguna vez Bueno presentó la Idea de que hay
sistemas que giran en torno a una Idea principal, como, por ejemplo, la Idea
de Bien en Platón, o la de Sustancia en Espinosa, pero siempre en symploké
con otras, lo que significa entretejidas formando una red o tapiz. Las tres
Ideas cardinales del Materialismo filosófico son el Mundo (compuesto por
los tres géneros de materialidad –en correspondencia con las tres ideas de
la metafísica: mundo físico, alma y Dios), el Ego trascendental y la Materia.
Pues bien, en el “sistema de referencia” que es el materialismo filosófico,
desde el cual nosotros hablamos, además de la analogía geométrica o física,
la analogía de la referencia geográfica ha sido especialmente desarrollada.
Así, Bueno definió a la Filosofía como el “mapamundi” del que una sociedad
debe disponer si no quiere estar desorientada, tomando ahora a la realidad
como el territorio cartografiado por aquella. E incidiendo, por cierto, en que
la Filosofía propia no se medía tanto directamente con la realidad –como si
ingenuamente creyéramos ser los primeros en hacer el mapa–, como frente a
otros mapas previos, a partir de los cuales la realidad ya no se ofrecía “virgen”
ante el nuevo mapa, sino suficientemente recorrida gracias a aquellos.
Así dice Bueno en el Prólogo al Diccionario de Pelayo García Sierra:

Ahora bien, si, por tanto, el valor filosófico del Mapa Mundi del
sistema, no puede «evaluarse» absolutamente en sí mismo (por ejem-
plo, por la estructura geométrica o estética de sus puntos, líneas o
colores), ni tampoco por relación al terreno o mundo que damos por
inabarcable, se comprenderá que la única posibilidad de evaluación
sea, como hemos dicho, la que resulte de su confrontación con otros
«Mapas del Mundo». Confrontación dialéctica que tendrá que apelar al
criterio del grado de potencia que el mapa posea para reabsorber a
los accidentes del terreno representados en los mapas alternativos. La
Historia crítico-filosófica (no meramente doxográfica) de los sistemas
filosóficos puede entenderse, por ello, como el más genuino procedi-
miento dialéctico de confrontación del que dispone un sistema filosó-
fico que quiera, sin embargo, permanecer adherido a los accidentes
del terreno del presente.
Según esto, cabe tratar dualmente (al modo como los geóme-
tras tratan a los puntos y a las rectas: bien sea considerando al pun-
to como intersección de rectas, bien sea considerando a las rectas
como colineaciones de puntos) a las Ideas y al sistema de las mismas.
Podríamos decir que las Ideas son «las partes que aparecen en los

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diversos sistemas» (sin perjuicio de recibir en ellos contornos caracte-


rísticos: la idea de Sustancia aparece tanto en el sistema aristotélico
como en el sistema espinosista, pero con perfiles diferentes) y que
los sistemas son las «maneras alternativas» según las cuales las Ideas
pueden ser entretejidas. Por tanto, también la expresión de un sistema
filosófico podrá llevarse a cabo dualmente: o bien de un modo con-
spectivo (o sin-óptico) o bien de un modo analítico despedazándolo
en sus partes no sólo más características en el sentido exclusivo, sino
también en el sentido asertivo (el que conviene a las Ideas que inter-
sectan con otros sistemas filosóficos)1.

Pues bien, partiendo de este planteamiento del significado de la filo-


sofía como “mapamundi”, diremos que los “mapas previos” a partir de los
cuales la filosofía materialista se ha ido construyendo representan especial-
mente lo que denominamos la Filosofía metafísica, una forma de filosofía
con la que resulta muy difícil, siguiendo con la metáfora del mapa, “hacer
pie” o “pisar el terreno”. De este modo, el “desengaño” con que Feijoo de-
finía la finalidad filosófica consistiría en la rectificación de un tipo de mapa
que adopta las coordenadas de modo absoluto, confundiendo el mapa con
la realidad misma (verdad como descubrimiento, a-letheia), por definición,
inabarcable. Así es como Bueno sitúa en Platón el comienzo de la filosofía
crítica, precisamente con la crítica de la metafísica de los Presocráticos, de
los que hoy en día tenemos inconscientes emuladores en los fundamentalis-
tas científicos (El “Todo es química” de Severo Ochoa y el “Todo es Agua”
de Tales de Mileto, antes que enfrentados por la diferencia en el “arjé” o
principio de su idea del universo, están unidos por compartir una forma
de discurso cuyo objeto es precisamente el “Todo”, todavía lindando con
la mitología). La filosofía es, desde Platón, el “desengaño” de la metafísica,
tanto de la metafísica monista del “todo”, como de la no menos metafísica
monista de la “nada”.
Nos interesa detenernos en el significado de este término feijoniano del
“desengaño”.
El diccionario de la Real Academia Española nos dice que el término
tiene cuatro acepciones:
1. 
m. Conocimiento de la verdad con que se sale del engaño o error
en que se estaba.
2. 
m. Efecto que el desengaño produce en el ánimo.
3. 
m. Palabra, juicio o expresión que se dice a alguien echándole en
cara alguna falta.
4. m. pl. Lecciones recibidas por experiencias amargas.

1.  Gustavo Bueno, prólogo al Diccionario filosófico de Pelayo García Sierra, disponible
en http://www.filosofia.org/filomat/dfpro.htm.

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Tiene esta palabra un matiz negativo que nuestra filosofía hace suyo,
porque, como acabamos de ver en la primera acepción, el desengaño te saca
del falso saber; es propiamente el dejar de saber algo que tenías por cierto,
como de forma arquetípica hacía Sócrates con quienes dialogaba. Como es
bien sabido, el filósofo de Atenas no señalaba directamente la ignorancia del
interlocutor, sino su falso “saber demasiado”, al extrapolar sus pocos o mu-
chos conocimientos sobre el resto de la realidad…Pues bien, creemos que
aquí reside la raíz de la crítica filosófica, y de modo eminente del materialismo
filosófico, en ese “hacerse fuerte” en el conocimiento negativo, en el saber
que no se sabe, lo cual nada tiene que ver con su “quiasmo sintáctico”, la ne-
gación del conocimiento, como creería un escéptico. Pero también hacemos
nuestra especialmente la cuarta acepción, a saber, la “lección recibida por
experiencias amargas”, siendo así que la amargura sólo se explica por la “dul-
zura” del engaño con el que el “Pensamiento Alicia” –como Bueno denominó
a la filosofía característica del idealismo más armonista–, sin parar en barras,
nos anuncia que “todo es posible” (en el español vulgar se recoge esta misma
idea con la expresión “dorar la píldora”, que tiene el significado de “dulcificar,
disimular un daño”; incluso “descubrirse el pastel”, cuyo significado aparece
así en el mismo diccionario: “Hacerse público y manifiesto algo que se procu-
raba ocultar o disimular”, y es que la filosofía materialista viene a “descubrir
el pastel” de los discursos vacuos, biempensantes). Como si las Ideas, en
efecto, fueran “productos de nuestra imaginación” (la filosofía del Imagine de
John Lennon), en lugar de las relaciones que enlazan unas cosas con otras,
muchas veces, o casi siempre, al margen de lo que podamos querer o pensar.
Al menos la filosofía materialista parte de la cautela o la precaución fruto de
aquellas “experiencias amargas”, tanto históricas como personales, que hayan
podido traducirse en la crítica de las ideas, especialmente, la propia crítica de
la razón filosófica idealista. En el prólogo a la 7ª edición de su libro El mito de
la cultura encontramos con toda precisión este “desengaño” inherente al ma-
terialismo que Bueno define como “devaluación metódica o metodológica de
la cultura”, “una devaluación que es, por otra parte, sólo relativa y dialéctica,
frente a quienes practican el método de la “revaluación sistemática” de todo
contenido cultural por el hecho de serlo”2.Como nosotros hemos dicho antes,
la “amargura” filosófica sólo es relativa al “empalago” del Pensamiento Alicia,
del mito de la felicidad, de la democracia como “reino celestial”…
Pero, como ya hemos adelantado, además del “engaño” de la metafí-
sica, que confunde la filosofía con la ciencia (Todo está relacionado con
todo), tenemos el “engaño” del relativismo, el nihilismo (Nada está rela-
cionado con nada), especialmente activo en las democracias del presente,
como si en ellas la filosofía, declarada impotente ante el “flujo continuo” de
las opiniones, decidiera prescindir de mapa alguno, o mejor dicho, fingiera
hacerlo. Por eso es de “mal gusto”, socialmente hablando, la afirmación de

2.  Gustavo Bueno, prólogo a la 7ª edición de El mito de la Cultura, Prensa Ibérica, 2004,
pág. 47.

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determinadas tesis que estamos dispuestos a defender frente al contrario: el


ateísmo, las verdades de las ciencias, la idea de España…como si la crítica
pudiera darse sin criterios firmes, necesarios, al menos, como cuestión de
método racional...Sucede aquí que el materialismo representa, en su crítica
a la ideología democrática, el mismo tipo de discurso que la teología deci-
monónica denunciaba como propio de los “espíritus fuertes”, a saber, aquel
del que no puede esperarse “otra cosa que el trastorno y la ruina en todo, en
las relaciones del hombre con Dios, en la idea de sí mismos, y mucho más
en la vida de relación social con sus semejantes”3. Cambiando un dogma
por el otro, teología católica o fundamentalismo democrático, los “espíritus
fuertes” vienen, no a devaluarlo todo, sino sólo a todo aquello que no resiste
a la crítica racional.
Con ello sentamos, entonces, que el materialismo filosófico no es un
sistema entre otros, con los que tenga una relación de pertenencia a la clase
de los “Sistemas filosóficos”. En efecto, los sistemas filosóficos no constituyen
una totalidad distributiva, salvo para los libros de filosofía doxográfica, en los
que se explican los sistemas como si fuera posible hacerlo de forma neutral,
sin tomar a uno de ellos como referencia. La totalidad de los sistemas filo-
sóficos es, en verdad, una totalidad atributiva, en la que unos se necesitan a
otros para poderse desarrollar, a costa, por supuesto, de triturarse entre sí.
En este sentido, la tesis principal de los Ensayos materialistas (1972) viene a
decir que el materialismo filosófico no sólo es una verdadera filosofía, sino
que es la filosofía verdadera, de la que participan prácticamente, por cierto,
casi todos los autores o sistemas a título de partes materiales necesarias. Así,
el materialismo lo entendemos como el ejercicio de la “disciplina de la razón”,
una disciplina que en cuanto se relaja, o bien recae en la metafísica o bien se
disuelve en lo que hoy llamamos el “pensamiento débil”.
No obstante, si hemos dicho que la metafísica confunde el mapa y la
realidad (“lo mismo es el Ser que el Pensar”, de Parménides), la rectificación
de los mapas, es decir, la crítica filosófica, en último término nos lleva a los
accidentes del terreno que pisamos, y ahora recogemos la Idea de referencia
que se usa en la propia Teoría de la ciencia del materialismo filosófico, la
Teoría del cierre categorial. En efecto, nos estamos refiriendo a los términos
del campo científico con los cuales opera el sujeto gnoseológico (términos,
relaciones y operaciones, del eje sintáctico y referenciales, fenómenos y
esencias, del eje semántico). Una idea que, procedente a su vez del con-
cepto lingüístico de “referencia”, tiene su formulación más sencilla en la
oposición entre las palabras y las “cosas mismas”. Y aquí llegamos a otra
de las ideas características del materialismo filosófico, a saber, la doctrina
del hiperrealismo, según la cual las ciencias constituyen la misma realidad

3.  Godofredo Ros Biosca, voz “espíritus fuertes” del Diccionario de ciencias eclesiásticas,
tomo cuarto, páginas 282-284. Ver en el Proyecto de Filosofía en español: http://www.filosofia.
org/enc/dce/e04282.htm.

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“en marcha”, dando a la expresión “campo científico” un sentido literal para


nuestra metáfora; son las categorías científicas las que significarían el propio
hacerse del terreno sobre el cual luego la filosofía construye el mapa. De ahí
el sentido de la filosofía como saber “de segundo grado”, es decir, el saber
que se atiene a las referencias que nos ofrecen las ciencias, entre otros sabe-
res, para levantar sobre ellas una red de Ideas que nos permitan orientarnos
ante la ingente cantidad de materiales que dichos saberes van arrojando en
sus particulares desarrollos.
Ahora, quizá, podríamos preguntar, ¿Y por qué se necesita el mapa? ¿No
es suficiente con que las ciencias construyan el mundo?, ¿no tenemos bastante
con saber qué terreno pisamos? Esa fue la solución del positivismo, la de creer
que la filosofía, ante el “hecho” de la pluralidad de las ciencias, había termi-
nado su recorrido histórico como “madre” de todas ellas. Pero la respuesta del
materialismo filosófico detecta, detrás de esta aparente solución, una nueva
versión de la metafísica monista, siendo así que, junto con la idea de que las
ciencias constituyen la realidad, inmediatamente hay que decir que estas se
construyen unas al margen de las otras, según el llamado “cierre categorial”,
y aun más, que son inconmensurables, irreductibles, de modo que la plurali-
dad de categorías (matemáticas, física, química, biología, etc.) no nos ofrecen
ninguna idea de lo que es el Mundo, sino que este es siempre, y hoy más que
nunca, precisamente por la misma pluralidad de las categorías, una Idea que
resulta del “mapa filosófico” elaborado desde cada presente histórico.
En efecto, la realidad no queda agotada por las ciencias; hay territorios
que constituyen otras formas de saber, incluso hay vacíos o simas, siguiendo
con la metáfora del terreno, que no hay manera de saltar; incluso cataclis-
mos producidos por el choque de las placas tectónicas que representaría
el surgimiento de nuevos saberes…Esta es la razón de que el pluralismo
de la ontología materialista subraye el discontinuismo de la materia, la total
desconexión entre determinadas partes de la realidad frente a otras. Desde
luego, será en el terreno de la “vida práctica”, en el que las ciencias pierden
sus contornos, aquel en el que surja de modo imperativo el tratamiento de
las Ideas, la necesidad de “poner orden”.
De ahí que esos “puentes” que relacionan unas partes con otras del te-
rritorio, las mismas relaciones entre los conceptos que ofrecen las ciencias,
las Ideas, sean aquello a lo que Feijoo en su famoso título denomina los
“errores comunes”. Gustavo Bueno, comentando este título en su artículo
sobre el concepto de Ensayo, profundizaba en la definición del filósofo ilus-
trado diciendo que no importa tanto que el ensayo trate de “errores” cuanto
de que estos sean comunes4. Y en ello radica la “dificultad” de la filosofía, en

4.  Gustavo Bueno, “Sobre el concepto de “ensayo””, en El Padre Feijoo y su siglo, Ponen-
cias y comunicaciones presentadas al Simposio celebrado en la Universidad de Oviedo del 28
de septiembre al 5 de octubre de 1964.Oviedo 1966, tomo 1, páginas 89-112. Disponible en
http://www.filosofia.org/aut/gbm/1964ensa.htm.

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Atilana Guerrero Sánchez

parecerse a la ciencia en cuanto a que elabora teorías, y, al mismo tiempo,


no salirse del terreno vulgar en cuanto que estas teorías han de expresarse
en un idioma nacional.
Retomamos, así, la idea con la que hemos empezado acerca de la im-
portancia que otorgamos al hecho de disponer de un sistema como es el
materialismo filosófico escrito y hablado en español. Y es que el filósofo se
dirige, en primer lugar, al público, al vulgo que habla dicho idioma. El por
qué se dirige al público y no a los especialistas es una pregunta en absoluto
gratuita, especialmente si tenemos en cuenta que podemos hacer un recorri-
do a lo largo de la obra de Gustavo Bueno, desde su primer libro, El papel de
la filosofía en el conjunto del saber, hasta el último, El Ego Trascendental, si-
guiendo esta dialéctica entre el “mundo” y la “academia”, casi como un “hilo
rojo” que nos guía en su no desistimiento del ejercicio racional allí donde
este puede tener lugar. El Instituto de Educación Secundaria, la Universidad,
la televisión, el auditorio de un determinado cuerpo profesional (muchos
demandaban sus conferencias, así como hoy las de sus destacados discípu-
los), incluso las escaleras de una Facultad convertidas en una improvisada
aula abarrotada de alumnos; todos ellos fueron lugares públicos, “fractales
de la nación”, desde los cuales Gustavo Bueno ejerció su magisterio, sin que
el sitio impusiera ninguna concesión, ni a la pedantería ni al populismo.
Con dicho magisterio, el reconocido como “saber de segundo grado” nacido
con Platón ha quedado definido como una institución cultural propia de las
“sociedades universales”. Esas sociedades a las que llamamos Imperios y de
cuyos restos son hoy testigos las naciones políticas del presente cuya lengua
mantiene dicho alcance universal. En ellas, la filosofía es el saber que aún
nos permite comprender a los ciudadanos de cada una de estas naciones
el papel que nos cabe asumir en nuestras relaciones con el resto. Dicho de
otro modo, el materialismo filosófico de Gustavo Bueno es una plataforma
inmejorable desde la que “mirar” desde España y el resto de naciones his-
panoamericanas hacia todo lo que sucede a nuestro alrededor. Un “mirar”
no contemplativo, como desde la orilla, alejados del peligro, decía el clásico
gnóstico, sino activo, en plena tempestad, sobre nuestra frágil embarcación.

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