04 - Capítulo Segundo - La Arquitectura de La Ciudad (Síntesis) 1de2

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Sociología del Espacio

Prof. Andrés Oliver Barragán

La Arquitectura de la
Ciudad
(síntesis) Aldo Rossi
CAPÍTULO SEGUNDO
[parte, uno de dos]

Los elementos primarios y el área

1. El área-estudio

En el capítulo precedente, al desarrollar la hipótesis de la ciudad como manufactura, como


arquitectura total, se han anticipado y sostenido tres proposiciones distintas. La primera
sostiene que el desarrollo urbano es correlativo en sentido temporal, es decir, que en la
ciudad hay un antes y un después; esto significa reconocer y demostrar que a lo largo de la
coordenada temporal estamos conectando fenómenos que son estrictamente comparables y
homogéneos por su naturaleza. De esta proposición se ha deducido el análisis de los
elementos permanentes. La segunda proposición se refiere a la continuidad espacial de la
ciudad; aceptar esta continuidad significa aceptar como hechos de naturaleza homogénea
todos aquellos elementos que encontramos sobre cierto territorio, o mejor, en cierto
contorno urbanizado, sin suponer que haya ruptura entre un hecho y otro. Esta proposición
puede ser muy controvertida y tendremos que volver a menudo sobre las implicaciones que
presenta. (Por ejemplo, no es aceptada cuando se sostiene que entre la ciudad histórica y la
ciudad tal cual se forma después de la revolución industrial hay un salto cualitativo; y aun
cuando se habla de ciudad abierta y ciudad cerrada como hechos de naturaleza diferente,
etc.) Finalmente, como tercera y última proposición, debemos admitir que, en el interior de
la estructura urbana, hay algunos elementos de naturaleza particular que tienen el poder de
retrasar o acelerar el proceso urbano y que, por su naturaleza, son bastante sobresalientes.

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Me ocuparé ahora más específicamente del lugar en el que se manifiestan los hechos
urbanos; es decir, del área en la cual es posible ponerlos de manifiesto, del suelo urbano que
es un dato natural pero también una obra civil y parte sustancial de la arquitectura de la
ciudad. Esta área podemos verla en su conjunto, y entonces constituye la proyección de la
forma de la ciudad sobre un plano horizontal, o por partes determinadas. Los geógrafos
llaman a esto el sitio (site), es decir, el área sobre la que surge una ciudad; la superficie que
ésta ocupa realmente. Desde el punto de vista geográfico, es esencial para la descripción de
una ciudad y, junto con la localización y la ubicación, es un elemento importante para
clasificar varias ciudades. Introduciré el concepto de área-estudio.

Puesto que suponemos que hay una interrelación entre cualquier elemento urbano y un
hecho urbano de naturaleza más compleja hasta la ciudad en la que se manifiestan,
deberemos aclarar a qué contorno urbano nos referimos. Este contorno urbano mínimo está
constituido por el área-estudio; con este término entiendo designar una porción del área
urbana que puede ser definida o descrita recurriendo a otros elementos del área urbana
tomada en su conjunto; por ejemplo, al sistema viario. El área-estudio puede, por lo tanto,
considerarse una abstracción respecto al espacio de la ciudad; sirve para definir mejor cierto
fenómeno. Por ejemplo, para comprender las características de cierta parcela y su influencia
sobre un tipo de viviendas será necesario examinar las parcelas colindantes, las que
constituyen precisamente cierto contorno, para ver si tal forma es completamente anormal
o bien si nace de condiciones más generales de la ciudad.

Pero el área-estudio puede ser un área definida por características históricas; coincide con
un hecho urbano preciso. El considerarla en sí significa reconocer a esta parte de un
conjunto urbano más vasto características precisas, una cualidad diferente. Esta cualidad de
los hechos urbanos es de gran importancia; el reconocer diferentes cualidades nos aproxima
al conocimiento de la estructura de los hechos urbanos. Intentaré ilustrar después otras
definiciones del área-estudio; como, por ejemplo, las relaciones entre el concepto espacial
del área-estudio y el sociológico de natural area. Consideraciones de este tipo podrán servir
para introducir el concepto de barrio. En otros casos el área-estudio puede considerarse
como un recinto o una sección vertical de la ciudad. Como quiera que sea, queda el hecho de
que en todo caso tendríamos que definir siempre los límites del contorno urbano del que nos
ocupamos; ésta será la mejor garantía para no aceptar las distorsiones más graves que están
difundidas en el campo de nuestro estudio y que consideran el crecimiento de la ciudad, y el
devenir de los hechos urbanos, como un proceso continuo y natural en que desaparecen las
verdaderas diferencias de los hechos. En realidad, la estructura de los hechos hace que las
ciudades sean distintas en el tiempo y en el espacio per genus et differentiam.

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Todo cambio de un hecho urbano presupone un salto cualitativo. Puesto que me doy cuenta
de que los argumentos aducidos en apoyo de la naturaleza de estas relaciones no son
decisivos, no intentaré proponer rápidamente alguna solución, sino más bien insistir en las
distinciones y las definiciones que a menudo introducimos al ocuparnos de temas de este
tipo. Todo el presente trabajo está concebido con esa intención; se sostendrá aquí que: a)
entre estos dos hechos, tipología edificatoria y morfología urbana, existe una relación
binaria y el poner en claro esta relación puede llevar a resultados interesantes; b) estos
resultados son extremadamente útiles para el conocimiento de la estructura de los hechos
urbanos, estructura que no se identifica con la relación antedicha, pero que en buena parte
es aclarada por el conocimiento de esta relación.

Se ha anticipado una primera definición del concepto de área-estudio. Juzga definir a qué
contorno urbano nos referimos. El área-estudio puede considerarse una abstracción
respecto al espacio de la ciudad; abstracción que sirve para definir mejor cierto fenómeno.
Se daba por ello, en parte, una definición del área-estudio como método de trabajo y una
definición del área-estudio más compleja entendida como elemento cualitativo específico de
la ciudad. En el presente párrafo y en todo este capítulo nos ocuparemos de la naturaleza
particular de algunos hechos urbanos, aunque nos limitaremos en parte a su descripción. La
importancia a priori que atribuyo al área-estudio puede ser comprendida con estas dos
afirmaciones:

a) desde el punto de vista de la intervención creo que hoy se debe operar sobre una parte de
ciudad definida sin impedir, en nombre de una planificación abstracta del desarrollo de la
ciudad, también la posibilidad de experiencias totalmente diferentes. Una parte de ciudad
ofrece mayores criterios de concreción desde el punto de vista del conocimiento y desde el
de la programación (Intervención.)

b) La ciudad no es por su naturaleza una creación que pueda ser reducida a una sola idea
base. Ello es verdad para la metrópoli moderna, pero es igualmente cierto para el concepto
mismo de ciudad que es la suma de muchas partes, barrios y distritos muy diversos y
diferenciados en sus características formales y sociológicas. Es precisamente esta
diferenciación lo que constituye uno de los caracteres típicos de la ciudad: querer restringir
estas zonas diversas en un principio único de explicación carece de sentido, así como
quererlas constreñir a una única ley formal.

La ciudad, en su vastedad y en su belleza, es una creación nacida de numerosos y varios


momentos de formación; la unidad de estos momentos es la unidad urbana en su complejo;
la posibilidad de leer la ciudad con continuidad estriba en su prominente carácter formal y

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espacial. Creo que estas afirmaciones sirven para poner de relieve que el estudio del área,
entendida como parte constituyente de la ciudad, interesa aquí para el análisis de la forma
de la ciudad en cuanto elemento característico y a menudo decisivo de su forma; estas
afirmaciones no tienen relación con el sentido comunitario del área y las implicaciones que
las doctrinas comunitarias han dado al barrio. Al menos no tienen relación directamente
con esta cuestión, cuya naturaleza es en gran parte sociológica, aunque sea necesario
indicar este aspecto de la cuestión.

Aquí las áreas siempre están entendidas como unidades del conjunto urbano que han
emergido a través de una operación de diferentes procesos de crecimiento y diferenciación o
bien los barrios o partes de la ciudad que han adquirido características propias. La ciudad
está vista como una gran obra, destacable en la forma y en el espacio, pero esta obra puede
ser captada a través de sus fragmentos, sus momentos diversos; ésta es la observación que
podemos hacer con seguridad. La unidad de estas partes está dada fundamentalmente por la
historia, por la memoria que la ciudad tiene de sí misma. Ahora bien, estas áreas, estas
partes, resultan definidas esencialmente por su localización; son la proyección sobre el
terreno de los hechos urbanos, su conmensurabilidad topográfica y su presencia. Estas áreas
originales pueden ser individualizadas como unidades del conjunto urbano que ha emergido
mediante una operación de diferentes momentos de crecimiento y diferenciación o bien
como barrios o partes de la ciudad que han adquirido carácter propio. En fin, podemos llegar
a una extensión más general y conceptual del problema definiéndolo como un concepto que
comprende una serie de factores espaciales y sociales que se producen como influjos
determinantes sobre los habitantes de un área cultural y geográfica suficientemente
circunscrita. Desde el punto de vista de la morfología urbana, la definición es más simple
abarcando todas las zonas urbanas definidas por caracteres de homogeneidad física y social.
(Si bien definir en qué consiste la homogeneidad no es sencillo, sobre todo desde el punto de
vista formal; se podría anticipar la definición de homogeneidad tipológica; es decir, todas
aquellas áreas que presentan una constancia de los modos y de los tipos del vivir que se
concreta en edificios semejantes. En este sentido la homogeneidad de los barrios, de las
Siedlungen, etc.).

Pero el estudio de estos caracteres acaba por convertirse en específico de la morfología


social o de la geografía social (en este sentido, véase la posibilidad de definir la
homogeneidad desde el punto de vista sociológico), que analiza las actividades de los grupos
sociales en cuanto se manifiestan durablemente a través de determinados caracteres
territoriales. El estudio del área se convierte así en un momento particular del estudio de la
ciudad, y el conjunto de estas observaciones da lugar a una auténtica y real ecología urbana,

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condición necesaria para el estudio sobre la ciudad. Los dos rasgos distintivos que vienen a
configurarse en esta relación son así la masa y la densidad que se manifiestan a través de la
continuidad de la ocupación del espacio en el plano horizontal y el vertical. El área como
parte de la ciudad es una superficie relativa a cierta masa y densidad, y es también el
momento de una tensión interna en la vida de la misma ciudad.

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2. Área y barrio

Si bien en términos ecológicos la relación es inescindible, la definición posee gran capacidad


de apertura de los problemas. El concepto de área desarrollado en las páginas precedentes
va estrechamente vinculado al de barrio; he introducido problemas de este tipo
recapitulando la teoría de Tricart; creo que será más preciso referirnos al concepto de parte
o pedazo de ciudad admitiendo a ésta como sistema espacial formado por varias partes con
sus características. Una teoría de este tipo ha sido desarrollada suficientemente por
Schumacher; creo que responde bastante bien a la realidad.

Por otro lado, esta parte de ciudad no es otra cosa más que una extensión del área-estudio.
El barrio se convierte, por ello, en un momento, un sector, de la forma de la ciudad,
íntimamente vinculado a su evolución y a su naturaleza, constituido por partes y a su
imagen. De estas partes tenemos una experiencia concreta. Para la morfología social, el
barrio es una unidad morfológica y estructural; está caracterizado por cierto paisaje urbano,
cierto contenido social y una función propia; de donde un cambio de uno de estos elementos
es suficiente para fijar el límite del barrio. También hay que tener en cuenta aquí que el
análisis del barrio como hecho social fundado en la segregación de clases o de razas y en la
función económica, o en todo caso en el rango social, corresponde indudablemente al
mismo proceso de formación de la metrópoli moderna, y ello es tan cierto para la antigua
Roma como para las grandes ciudades de hoy. Pero aquí se sostiene que estos barrios no
están tan subordinados los unos a los otros sino que son partes relativamente autónomas;
sus relaciones no son explicables con una simple función de dependencia, sino que deben
ser relacionadas con toda la estructura urbana.

Sostener que una parte de la ciudad constituye otra ciudad en su interior significa oponerse
a otro aspecto de la teoría funcionalista. Este otro aspecto es el de la zonificación. Aquí no
quiero referirme a la zonificación en cuanto práctica técnica, que es algo aceptable y tiene
otro significado, sino a la teoría de la zonificación como ha sido propuesta por Park y
Burgess a propósito de la ciudad de Chicago; esta teoría ofrecía un modo de lectura de la
ciudad aparentemente convincente si bien artificial, hasta el punto de tener un éxito tan
rápido cuanto breve. También en este caso se había procedido demasiado rápidamente a una
extensión impropia de resultados válidos en sí. Lo que caracteriza la ciudad desde el
punto de vista general de las relaciones interzonales es la existencia de una red terciaria
compleja y polinuclear. Pero este centro y los otros no pueden ser estudiados sino como
hechos urbanos de naturaleza primaria; sólo conociendo su estructura y su situación
podremos conocer su papel particular.

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Viena. Plano esquemático (arriba a la derecha) que muestra las etapas sucesivas del
desarrollo de Viena. 1 — Viena’en 1683; 2 — Viejos barrios del siglo XVIII y principios del
XIX en el interior de los muros de 1703; 3 — El «.Ring»; 4 — Barrios de 1860; 5 — Desarrollo
desde fines del siglo XIX y principios del xx

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Todas estas consideraciones nos conducen, pues, a la confirmación de la teoría que ve la
ciudad distinguida en partes diversas y, desde el punto de vista formal e histórico,
constituyendo hechos urbanos complejos; puesto que en un barrio la parte residencial es
preeminente, y ésta, con sus aspectos ambientales, cambia notablemente en el tiempo
caracterizando el área sobre la cual persiste, más bien que las construcciones, he propuesto
usar el término área-residencia. (El término área, como se ha visto, está desarrollado en la
literatura sociológica.) De acuerdo con una teoría de los hechos urbanos, cada una de las
partes de la ciudad atenta a la estructura de los hechos mismos más bien que a la función;
han sido distinguidas por características y son partes caracterizadas.

Es universalmente conocido el hecho de que, en la ciudad antigua, los barrios de la misma


fueron bien distintos los unos de los otros, con su centro, sus monumentos y su modo de
vida; y lo podemos encontrar en la historia urbana tanto como en la misma realidad física de
la arquitectura. Estas características no son diferentes en la ciudad moderna y no lo son
sobre todo en las grandes ciudades de Europa, ya sea allí donde se ha intentado encerrar la
ciudad en un gran diseño unitario, como París, ya sea en forma absolutamente emergente en
la ciudad que está típicamente conformada por lugares y situaciones diferentes: Londres.
Pero el fenómeno es sobre todo relevante en las ciudades norteamericanas, y a través de sus
muchos componentes emerge en primer plano entre los problemas urbanos, a menudo
dramáticos, de aquel gran país. Sin pretender siquiera rozar aquí los componentes sociales
del problema, se indica solamente en la formación y en la evolución de la ciudad
norteamericana una confirmación de la «ciudad por partes».

3. La residencia

Repito que el tomar la residencia en sí no significa adoptar un criterio funcional de


repartición de uso de las áreas ciudadanas, sino simplemente tratar de modo particular un
hecho urbano que es de por sí preeminente en la composición de la ciudad.

Creo, además, que el uso del término área-residencia en el sentido en que ha sido ilustrado
en las páginas anteriores puede relacionar el estudio de la residencia con una teoría general
de los hechos urbanos. La ciudad siempre ha sido caracterizada ampliamente por la
residencia. Se puede decir que no existen o no han existido ciudades en las que no estuviese
presente el aspecto residencial; allí donde este aspecto tenía una función completamente
subalterna en la constitución de un hecho urbano (el castillo, el campamento militar) se
llegó rápidamente a una modificación del todo a favor de la residencia. No. Se puede
afirmar, ni mediante un análisis histórico ni por una descripción de la situación actual, que
la residencia sea algo amorfo, poco más que una zona cuya conversión sea fácil e inmediata.

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La forma en que se realizan los tipos edificatorios residenciales, el aspecto tipológico que les
caracteriza, está estrechamente vinculado a la forma urbana.

Por otra parte, la casa, que representa el modo concreto del vivir de un pueblo, la
manifestación puntual de una cultura, se modifica muy lentamente. Viollet le Duc, en su
gran fresco de la arquitectura francesa contenido en el diccionario en que todo juicio es
sostenido por el análisis de los hechos concretos, escribe que: «[...] En el arte de la
arquitectura, la casa es, desde luego, lo que mejor caracteriza las costumbres, los gustos y
los usos de un pueblo; su orden, como su distribución, no se modifica más que a lo largo de
mucho tiempo». En la antigua Roma la residencia, subdividida bastante rígidamente entre el
tipo de la domus y el tipo de la insula, caracteriza la ciudad y las 14 regiones de Augusto. La
insula casi resume la ciudad en sus mismas divisiones y en su evolución; en ella hay más
mezcolanza social de cuanto ordinariamente se cree. Como en las casas construidas en París
después de 1850, hay una diferenciación social en altura. Las insulae, cuya construcción es
extremadamente pobre y temporal, se renuevan sobre sí mismas; constituyen el substrato
urbano, la materia sobre la que se viene plasmando la ciudad. Ya sobre la insula, como más
tarde sobre la vivienda obrera, se ejerce una de las fuerzas más importantes del crecimiento
de la ciudad: la especulación. El mecanismo de la especulación, aplicado a los terrenos
residenciales, es uno de los momentos de crecimiento más característicos de la ciudad
imperial. Sin conocer este hecho no podemos comprender el sistema de los edificios
públicos, su dislocación, el mecanismo de crecimiento de la ciudad.

Una relación análoga, aun cuando no caracterizada igualmente por tan alta concentración,
existió en la ciudad griega.

La localización de las residencias depende, por consiguiente, de muchos factores


geográficos, morfológicos, históricos, económicos. Antes aun que los factores geográficos,
parecen ser determinantes los económicos. La alternancia de las zonas residenciales, su
constitución de modo especializado desde el punto de vista tipológico parece influida
ampliamente por motivos económicos; esta alternancia está movida por el mecanismo de la
especulación del que me ocuparé más adelante. Esto es válido también en los ejemplos más
recientes. La ciudad socialista, por ahora, no parece ofrecer alternativas de fondo en el
proceso de crecimiento urbano; por otra parte, sus dificultades objetivas no son fácilmente
individualizables. Evidentemente, aun donde no existe el mecanismo de la especulación
habrá siempre cuestiones preferenciales, en la elección de las localizaciones, difícilmente
resolubles. Estos problemas han de ser puestos en relación con el cuadro más general de las

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elecciones de la dinámica urbana. Existe, pues, un hecho específico en el problema de la
residencia que está íntimamente vinculado al problema de la ciudad, a su modo de vivir, a su
forma física e imagen; es decir, a su estructura. Este elemento específico no tiene que ver
con ningún tipo de equipamiento técnico, el cual no constituye un hecho urbano. De ello
resulta, pues, que el estudio de la residencia puede ser un buen método para el estudio de la
ciudad, y viceversa. Quizá nada ilumina tanto las diferencias estructurales entre una ciudad
mediterránea como Tarento o una nórdica como Zurich, como los aspectos diversos del
problema residencial; me refiero propiamente a los aspectos morfológicos y estructurales.
Consideraciones de este tipo pueden hacerse también a propósito de las aldeas alpinas y de
todos aquellos agregados en los que el hecho residencial es de por sí preponderante si no
único. Una cualquiera de estas comparaciones, ¿no pondrá de relieve la afirmación de
Viollet-le-Duc de que la casa —en su orden y en su distribución— no se modifica más que a
lo largo de mucho tiempo?

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