Fin Del Proceso
Fin Del Proceso
Fin Del Proceso
1. La sentencia
La doctrina entiende que la sentencia es la «decisión judicial que, normalmente, pone fin al
proceso de cognición, en cualquier instancia, y por el cual el órgano jurisdiccional satisface las
pretensiones y resistencias deducidas por las partes, aplicando el ordenamiento jurídico». La
sentencia definitiva es aquella que provoca la finalización del proceso al resolver el fondo de la
cuestión planteada.
La sentencia no es solo un juicio lógico o dictamen jurídico, sino que a dicho juicio le acompaña
un mandato, que estima o no las pretensiones de las partes procesales. Tiene, lógicamente, la
estructura de un silogismo, aunque ello no implica desconocer la labor creativa del juez, que
dentro de la perspectiva del realismo jurídico es de suma importancia para mantener vivo el
funcionamiento del ordenamiento jurídico.
La sentencia tiene requisitos subjetivos y objetivos. Entre los requisitos subjetivos tenemos la
jurisdicción o poder jurisdiccional, la competencia y la ausencia de causas de abstención o
recusación. Por su parte, entre los requisitos objetivos tenemos los siguientes:
• Incongruencia citra petitum: consiste en que la sentencia deja de juzgar alguna cuestión
objeto del proceso.
• Incongruencia ultra petitum: se concede en la sentencia más de lo solicitado por las partes
en el petitum, con lo cual se desconoce el principio dispositivo.
• Incongruencia extra petitum: cuando el órgano judicial concede a las partes algo no
solicitado por ellas.
1.2. El caso particular del numeral 1 del artículo 40 del TUO LPCA
• Por regla general: sentencias que se pronuncian sobre el fondo del asunto puesto a
conocimiento del órgano judicial (sentencias de mérito o estimatorias/desestimatorias).
Las sentencias inhibitorias se pueden pronunciar sobre aspectos formales, relativos a la validez
de la relación jurídico-procesal, y en concreto, con respecto a las causas de:
• Improcedencia: sirve para denunciar la existencia de una invalidez cuyo defecto invocado es
considerado insubsanable.
Por su parte, las sentencias, cuando se pronuncian sobre el fondo, pueden ser:
• Desestimatorias: son las que no actúan las pretensiones de las partes del proceso.
Las sentencias estimatorias pueden ser declarativas, de condena y constitutivas.
• Declarativas: son aquellas que ponen fin al conflicto al ratificar o confirmar la existencia de
un derecho o de una situación o estado jurídico existente.
• De condena: son las que imponen el cumplimiento de una obligación de dar, hacer o no
hacer. No solo se declara el derecho, se impone su efectivo cumplimiento.
Ahora bien, en todos los casos, se establece un requisito adicional para el caso de las
sentencias estimatorias. Así, el TUO de la LPCA dispone lo siguiente:
Como puede apreciarse, la norma citada impone al juez la obligación de precisar el tipo de
obligación a cargo del demandado, el titular de la obligación, el funcionario a cargo de
cumplirla y el plazo para su ejecución. De esta forma se garantiza el adecuado cumplimiento
de la sentencia.
Las sentencias, una vez emitidas, son inmutables, no pueden ser variadas, es un atributo
propio de las mismas. Sin embargo, esto no impide la posibilidad de que se rectifiquen los
errores materiales y aritméticos, ni que se aclaren los conceptos oscuros. Para la aclaración es
competente el órgano que emitió la sentencia y puede hacerlo de oficio o a pedido de parte.
La aclaración únicamente procederá si la sentencia ofrece en su parte dispositiva oscuridad o
ambigüedad, o es necesario suplir cualquier omisión de la misma.
Las sentencias estimatorias en los procesos generan diversos tipos de efectos reconocidos por
la doctrina, los cuales describimos siguiendo las enseñanzas de González Pérez (1966, pp. 222-
223) y Hutchinson (2009, pp. 313-360):
Los efectos jurídico-materiales son los efectos que el fallo puede producir sobre las relaciones
jurídicas a las que se refiere. Hay que tener en cuenta que la pretensión que se deduce en el
proceso contenciosoadministrativo recae sobre tales realidades jurídicas extraprocesales. El
proceso versará siempre sobre una realidad jurídico-administrativa, siempre habrá un acto,
actuación u omisión, y situaciones creadas o derivadas de ellas que se verán afectadas por la
resolución judicial que se adopte sobre el proceso antes referido.
Ahora bien, los efectos de la sentencia también pueden ser directos o indirectos. Los efectos
directos son efectos inmediatos o consecuencias que la sentencia produce directamente sobre
la realidad jurídico-material. La sentencia crea, modifica o extingue alguna o algunas
situaciones jurídicas extraprocesales. Por ejemplo, son efectos directos la declaración judicial
de nulidad de un acto administrativo, o el restablecimiento o reconocimiento de una situación
jurídica individualizada. Por su parte, los efectos indirectos son las consecuencias mediatas que
produce el fallo
Hay un tema novedoso que el TUO de la LPCA no plantea, pero que se pudo haber considerado
respecto de los procesos de tutela de intereses difusos del artículo 14 del TUO de la LPCA, que
es la temática de la extensión de los efectos de las sentencias a terceros, mediante la cual se
pueden extender los efectos de una sentencia a otros sujetos y a otras situaciones distintas.
Existirá, para ello, una sentencia de referencia cuyos efectos pretenden extenderse. A través
de esa sentencia referencia que constituye un referente para una igualdad de supuestos o
para una multitud de personas se pueden extender los efectos de las sentencias en materias
tales como laborales, previsionales, de seguridad social o tributaria.
La extensión de efectos de las sentencias a terceros puede ser de dos casos:
• Extensión objetiva de efectos: que podría denominarse «traslación de efectos por analogía».
En ella se trata de extender los efectos jurídicos de una sentencia a otros casos objetivamente
idénticos o análogos.
las sentencias constitutivas producen, además del efecto de cosa juzgada, efectos jurídico-
materiales, ya que cambian la realidad jurídica material y por tanto son ejecutables.
Como puede apreciarse, la norma en comentario conecta los efectos de la sentencia con la
pretensión planteada, la cual, a su vez, está vinculada con una concreta actuación
administrativa. El numeral 1 establece que la sentencia estimatoria de la demanda se
pronunciará por la nulidad total o parcial, o por la ineficacia del acto. Evidentemente ello
sucederá cuando la pretensión formulada sea precisamente que se declare la nulidad total o
parcial de un acto administrativo.
Solo por poner un ejemplo. No sería acorde al principio de conservación reconocido no solo
doctrinariamente, sino expresamente en el mismo TUO de la LPAG que el juez se pronuncie
por la nulidad total de un acto de sanción por múltiples infracciones si es que es posible
conservar algún extremo de este, aun cuando el demandante haya planteado así su
pretensión. Vale decir, que pueda declarar la nulidad parcial cuando haya sido demandada la
total o viceversa. Estimo que el juez podrá citar a las partes y pedir que manifiesten sus
posiciones sobre esta tesitura por cinco días antes de resolver, lo que estaba proyectado
originalmente en el texto que dio origen a la actual LPCA.
Importa bastante que en lo que respecta a esta pretensión comprender que el juez está
plenamente liberado del yugo de la congruencia procesal: el juez puede disponer todas las
medidas que discrecionalmente estime necesarias para restablecer o reconocer los derechos
que fueron afectados o denegados por la administración, lo cual implica que no se debe limitar
a lo demandado, sino que se debe disponer lo que sea necesario para que el derecho
denegado sea otorgado y el derecho afectado sea reestablecido en su total plenitud.
En lo referido al numeral 4, la norma hace referencia a la necesidad de fijar «el plazo en el que
la administración debe cumplir con realizar una determinada actuación a la que está
obligada». Como se aprecia, este supuesto se da cuando el demandante pretende que la
administración realice una determinada actuación a la que se encuentra obligada por ley, o
porque debe ejecutar un acto administrativo, lo que sucede, por ejemplo, cuando se pretende
que una autoridad cumpla con realizar una prestación a la cual se tiene derecho. En estos
casos, es lógico que la sentencia fije el plazo que tiene la autoridad para cumplirla.
Por último, el numeral 5 establece que el juez deberá fijar la cuantía de la indemnización, claro
está, cuando esta hubiese sido pretendida en los estrechos márgenes del TUO de la LPCA. Es
claro que, cuando lo haga, el juez deberá observar siempre las reglas de la indemnización
integral previstas en el artículo 260 del TUO de la LPAG. No deberá mirar para nada al Código
Civil y sus estrecheces, sino que deberá dar vida a la cláusula de garantía patrimonial frente a
la administración pública ya regulada en la citada norma del TUO de la LPAG.
Por su parte, en la potestad discrecional existe un supuesto de hecho, al cual le pueden ser
aplicables varias soluciones jurídicas, todas igualmente legítimas. Por dicho motivo, el derecho
otorga a la entidad administrativa un «poder de decisión» o un «margen de elección», entre
tales soluciones, mediando en dicha elección una apreciación de los hechos y el interés público
envuelto en dicha decisión. Eso es la discrecionalidad .
Como explica Víctor Baca (2012, p. 184), la discrecionalidad presenta una doble faceta, en
tanto es un «margen de libertad» frente al legislador y un «margen de libertad» frente al juez.
En el primer caso, se habla de margen de libertad frente al legislador, en la medida que la
administración actúa sobre la base de un ámbito de acción permitido por la ley; y, en el
segundo caso, se habla de margen de libertad frente al juez, en la medida que el control que
este ejercería sería menos restrictivo que el control que se ejerce sobre actos provenientes de
potestades regladas
En lo que concierne al control sobre las potestades discrecionales, es pertinente resaltar que lo
discrecional no implica ausencia de leyes o normas que disciplinen el actuar administrativo. Lo
discrecional siempre será un margen de decisión o estimación que en mayor o menor grado
otorgan las normas a la administración pública. No es una «zona de libertad», es un margen de
decisión otorgado por la ley para el cumplimiento de fines de interés público por ejemplo, el
nombramiento de un funcionario o la aplicación de una sanción administrativa.
Cabe recordar lo que la doctrina y la jurisprudencia han precisado como límites o criterios de
control de las potestades discrecionales. El mismo García de Enterría (1983, p. 30) precisó tres
formas de control de la potestad discrecional:
a) Control mediante los hechos determinantes: «Toda potestad discrecional se apoya en una
realidad de hecho que funciona como supuesto de hecho de la norma de cuya aplicación se
trata.
Este hecho ha de ser una realidad como tal hecho, y ocurre que la realidad es siempre una: no
puede ser y no ser al mismo tiempo o ser simultáneamente de una manera y de otra» (1983, p.
31). En ese sentido, aun cuando el acto sea discrecional, corresponde al órgano jurisdiccional
apreciar los hechos del caso que sirven de causa del acto administrativo discrecional.
b) Diferenciación con los conceptos jurídicos indeterminados: «Lo peculiar de estos conceptos
jurídicos indeterminados es que su calificación en una circunstancia concreta no puede ser más
que una [...] Hay, pues, y esto es esencial, una unidad de solución justa en la aplicación del
concepto a una circunstancia concreta» (1983, p. 35). Así, cuando en un proceso se discute una
sanción impuesta por la autoridad de consumo (Indecopi), en función de una infracción al
«deber de idoneidad», se debe considerar que estamos frente a un concepto jurídico
indeterminado y no frente a un ejercicio de potestad discrecional.
c) Control por los principios generales del derecho: «La ley que ha otorgado a la administración
tal potestad de obrar no ha derogado para ella la totalidad del orden jurídico, el cual, con su
componente esencial de los principios generales, sigue vinculando a la administración. [...] El
control de la discrecionalidad por los principios generales hace al juez administrativo atenerse
a su más estricta función de defensor del orden jurídico» (1983, p. 44).
Los principios no solo son clave para entender la juridicidad de la actuación administrativa,
sometida a más que la ley formal, sino que además sirven de canon interpretativo. En el caso
del ejercicio de las potestades discrecionales, el uso de los principios se presenta bastante útil
para identificar el fin que marca el límite de la potestad.
Por ejemplo, si se fija un criterio técnico para determinar el impacto ambiental de un relave
minero, sobre la base de normas técnicas y medio ambientales, y un titular minero quiere
obtener un EIA y la administración le aplica otro criterio, denegándoselo, esto sería
controlable: el juez verificaría que no se ha empleado el criterio técnico previsto en la norma y
ejercería control. ¿Cómo puede determinar esto el juez? Con el auxilio de los peritajes. En las
cuestiones técnicas, regulatorias, administrativas, ambientales, será necesario siempre el
peritaje, aún de oficio, para que el juez pueda obtener el conocimiento técnico para realizar la
evaluación bajo sus pautas jurídicas.
El TUO de la LPCA reconoce también otros mecanismos de conclusión del proceso, distintos de
la sentencia. Así, en su artículo 41 regula la conclusión anticipada del proceso en los siguientes
términos:
Sobre el particular, García de Enterría y Fernández precisan que «nada impide, como es
natural, que, interpuesto un recurso, la administración demandada reconozca totalmente en
vía administrativa las pretensiones del demandante. Es lo que se conoce con el nombre de
“satisfacción extraprocesal de la pretensión”».
Sobre esta norma, Ariano, de forma bastante ilustrativa, ha realizado las siguientes
precisiones:
Ergo, todo parece indicar que el supuesto conclusivo del artículo 42º LPCA
constituye la versión nacional de aquella particular modalidad de conclusión del
proceso determinada por lo que los alemanes denominan «Erledigung der
Hauptsache», los italianos «cessazionedella materia del contendere» y los españoles —
en el ámbito del proceso civil— «satisfacción extraprocesal o carencia sobrevenida de
objeto» (artículo 22° LEC 2000), un supuesto terminativo que en España estuvo
previsto en el artículo 90° de su ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa de 19564 y ahora en el artículo 76° de la ley de Jurisdicción Contencioso
Administrativa (LJCA) de 1998.
Sobre la base de ello, concluye la autora citada, que el artículo 41 del TUO de la LPCA regula lo
que nosotros conocemos como «sustracción de la materia», es decir, aquella situación que se
produce «cuando por hechos sobrevenidos al planteamiento de la demanda (en rigor, a la
notificación de la demanda) el actor obtiene extraprocesalmente lo que pretendía o cuando lo
que pretendía ha devenido ya imposible de obtener» .
Ahora bien, la norma citada deja algunas dudas respecto de su aplicación. La más importante
es que, si bien precisa que el proceso concluirá con una sentencia, no indica si esta ha de
pronunciarse estimando la pretensión del demandante o si puede ser de mera absolución de
instancia.
Solo de esta forma se asegura al administrado que esta forma peculiar de conclusión del
proceso no sea en vano, pues así no solo se satisface el interés que motivó la pretensión
objeto del proceso, sino que además se asegura que, en el futuro, la administración no pueda
afectar en el mismo sentido la esfera jurídica del administrado que ya cuenta con una
sentencia a su favor que se pronuncia sobre el fondo.
Por último, es importante destacar que este supuesto particular de conclusión del proceso no
será de aplicación en los casos en donde el antecedente sea un procedimiento trilateral, pues
en estos casos, el administrado codemandado también reconocería la pretensión del
demandante (Priori, 2009, p. 279). Este sería el caso en el cual se discute una oposición de
signo distintivo, supuesto en el que no basta con el reconocimiento que pudiera realizar la
autoridad administrativa (Indecopi), sino que será necesario que el codemandante también
reconozca la pretensión.
Como bien ha anotado Priori (2009, p. 279), se ha establecido expresamente que el proceso
puede concluir con un medio autocompositivo bilateral. De esta forma, además, se refuerza la
obligación que tiene la entidad de analizar de forma objetiva si efectivamente tiene
posibilidades de éxito en el caso, con el fin de evitar que se continúe con un proceso destinado
al fracaso.