4º Paso
4º Paso
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va al extremo, puede convertirse en un avaro y en un solitario que se
priva hasta de su familia y amigos.
También hemos visto hombres y mujeres a los que el poder los hace
perder la cabeza, que se dedican a mandar a sus semejantes. Estas
gentes, a menudo, desperdician las oportunidades que se les presentan
de lograr una legítima seguridad y la felicidad del hogar. Cuando un ser
humano se vuelve el campo de batalla de sus instintos, nunca tendrá
tranquilidad.
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Si temperamentalmente estamos en el lado depresivo, estamos
propensos a ser abrumados por el sentimiento de culpabilidad de nuestra
parte y de repugnancia de nosotros mismos. Nos revolcamos en ese
lodazal, derivando frecuentemente de ello un placer deformado y
doloroso. A medida que perseguimos esta melancólica actividad,
podemos sumirnos en tal grado de desesperación, que llegamos a creer
que el olvido es la única solución posible. Aquí hemos perdido todo
sentido de perspectiva, desde luego, y por consiguiente de humildad,
porque éste es orgullo al revés. Esto no es de ninguna manera un in-
ventario moral; es justamente el proceso por el que la depresión se
encamina a la botella y a la exterminación.
Pero en A.A. aprendimos poco a poco que había que poner algún
remedio a nuestros resentimientos vengativos, la lástima por nosotros y
nuestro injustificable orgullo. Teníamos que darnos cuenta de que con
nuestras fanfarronadas nos echábamos en contra a los demás. Teníamos
que darnos cuenta de que cuando guardábamos mala voluntad y
tratábamos de vengarnos de estas derrotas, en realidad nos estábamos
golpeando con el palo de !a ira que intentábamos esgrimir contra otros.
Aprendimos que si estábamos seriamente perturbados, nuestra primera
necesidad consistía en calmar ese disturbio sin importar quién o qué lo
motivaba.
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Todos estos defectos generan miedo, una enfermedad del alma por sí
sola. A su vez, el miedo genera otros defectos de carácter. El miedo
irrazonable a que nuestros instintos no se satisfagan nos impulsa a
codiciar bienes ajenos, al deseo inmoderado de satisfacciones sexuales y
de poderío, a enfadarnos cuando las exigencias de nuestros instintos se
ven amenaza das y a ser envidiosos cuando las ambiciones de otros se
lo gran, mientras que las de nosotros no. Comemos, bebemos y
arrebatamos más de lo que necesitamos con el temor de que no nos
toque lo suficiente. Y con genuina alarma ante el trabajo, permanecemos
indolentes. Flojeamos y lo dejamos todo para después y, a lo máximo,
trabajamos a la mitad de nuestra capacidad y a regañadientes. Estos
temores son el comején que devora sin cesar la base de cualquier clase
de vida que tratamos de edificar. .
Así que; cuando A.A. sugiere hacer un inventario sin temor alguno, a
todo recién llegado le parecerá que se le está pidiendo más de lo que
puede hacer. Tanto su orgullo, como su temor, lo rechazan cada vez que
intenta mirarse por dentro. El orgullo dice: "No hay necesidad de que
pases por aquí...", y el temor dice: "¡No te atrevas a mirar aquí!" Pero el
testimonio de los a.a. que realmente han acometido el inventario moral es
que el orgullo y el temor de esta especie resultan ser simples espantajos.
Una vez que tengamos la cabal buena voluntad de hacer el inventario y
nos esforcemos concienzudamente en el cumplimiento de esta tarea, la
luz iluminará este tenebroso camino. A medida que perseveramos, nace
una confianza completamente nueva; y el alivio, al enfrentarnos a
nosotros mismos, es indescriptible. Éstos son los primeros frutos del
Cuarto Paso.
Entonces el recién llegado probablemente ya tiene las siguientes
conclusiones: que sus defectos de carácter, que representan sus
instintos desviados, han sido la causa primordial de su manera de beber
y de su fracaso en la vida; que a menos que esté dispuesto a luchar con
ahínco para eliminar los más graves, la sobriedad y la serenidad mental
lo evadirán; que todos los cimientos defectuosos de su vida tendrán que
ser destruidos para poder construir oíros que sean una base firme.
Ahora, bien dispuesto a empezar la búsqueda de sus defectos,
preguntará: "¿Cómo se procede a hacerlo? ¿Cómo puedo hacer un
inventario de mí mismo?"
También son importantes para los alcohólicos las preguntas que deben
hacerse acerca de su conducta relacionada con su ¡dad material y
emocional. En este terreno, el temor, la co-e acaparamiento y el orgullo
muy a menudo han causado mucho daño. Examinando sus antecedentes
en negocios o empleos, casi cualquier alcohólico puede hacerse
preguntas como esta: Además de mi problema de la bebida, ¿qué
defectos de carácter fueron los que contribuyeron a mi inestabilidad
económica? ¿Destruyeron mi confianza y me creó un conflicto la
inferioridad de mi capacidad para adaptarme al trabajo? ¿Traté de
disimular ese sentimiento de ineficiencia alardeando, timando,
engañando o evadiendo la responsabilidad? O, ¿quejándome de que los
otros no reconocían mis verdaderamente excepcionales aptitudes? ¿Me
sobreestimé y hacía el papel de "personaje"? ¿Tenía una ambición tan
inconsciente que traicioné a mis asociados? ¿Fui derrochador? ¿Pedí
dinero prestado, atolondradamente, sin importarme si lo devolvería? ¿Fui
tacaño, rehusándome a sostener a mi familia adecuadamente? ¿Quise
progresar fácilmente y sin escrúpulos?