Intro Historia Hasta Pedro

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1.

Clase seminario 12-8


Para abordar la literatura rusa en general y la obra de Dostoievski en particular, al
tratarse de una cultura no occidental, consideramos necesario realizar alguna
contextualización que expliquen el rol de la institución literaria en ese desarrollo
particular así como los temas o ideas fuerza que han guiado ese desarrollo y los
acontecimientos más salientes que lo van consolidando.
Comenzamos por examinar el mapa del territorio donde se diseminan los pueblos
eslavos, que, grosso modo, se conoce como Europa del Este. Señalamos su agrupación
en tres grandes grupos: los eslavos del sur, los eslavos occidentales y los eslavos
orientales. Además, trazamos la otra línea divisoria, graficada por el alfabeto latino y el
alfabeto cirílico, cuyo uso depende de si fueron en su momento catequizados por el
cristianismo de Occidente (el catolicismo romano) o por el cristianismo llamado
ortodoxo (la Iglesia de Constantinopla, de cuño griego bizantino).

Luego repasamos el origen de esta secesión, fechada en 863 de nuestra era, cuando a
pedido de Rostislav, príncipe de la Gran Moravia, dos monjes griegos viajan a Moravia
para catequizar a los pueblos eslavos de la región. Estos dos monjes –Cirilo y Metodio–
son los creadores del primer alfabeto eslavo, conocido con el tiempo como cirílico, y
que está en el origen de buena parte de las literaturas eslavas.

Mencionamos también que con esa misión catequística y la creación de un alfabeto


coinciden también la primera declaración de autocefalía de la iglesia ortodoxa de la
romana por parte del estado búlgaro (el cisma definitivo entre las dos iglesias se daría
en 1054), así como los primeros gérmenes estatales de la nación polaca y de la nación
rusa en general (rusos, bielorrusos y ucranianos). En este caso, la primera Rusia (Rus’)
nació como estado en torno a la ciudad de Kiev (hoy capital de Ucrania), donde se
asentó la primera dinastía de grandes príncipes: los riuríkidas (descendientes de Riúrik).
La pujante ciudad se encontraba en el llamado “camino de los varegos a los griegos”,
pues por el río Dniepr se descolgaban los vikingos hacia las colonias griegas del Mar
Negro y de Bizancio; de hecho, los primeros grandes príncipes rusos fueron de origen
vikingo (si se juzga por los nombres que tenían), y solo en la cuarta generación aparece
el primer nombre eslavo: Sviatoslav. Sviatoslav fue el padre de Vladimir el Grande –
hoy San Vladímir o San Vladimiro–, bajo cuyo reinado la tierra rusa adoptó el
cristianismo.
La Rus’ kieviana
El bautismo de la Rus’ tuvo lugar en 988. La adopción del cristianismo por los príncipes
riuríkidas y el inicio de una cultura escrita fortalecieron la creciente importancia de la
ciudad de Kiev como cabeza de un nuevo estado: nace la idea de la unidad de la “Tierra
Rusa”. La escritura, entonces, está en la base misma de esa primera Rusia, germen de
una cultura y una nación cristiana autónomas, y el famoso monasterio de las Grutas, en
Kiev, desempeñaría un rol creciente en forjar a través de esa escritura la lengua literaria:
a comienzos del siglo XII, el monje Néstor escribió en eslavo el primer monumento de
las letras rusas: la “Relación (o Crónica) de los años pasados”.

La Rus’ bajo los tártaro-mongoles


La Rus’ de Kiev termina traumáticamente. Durante casi dos siglos y medio (entre 1240
y 1480), la tierra rusa fue sometida al imperio de los tártaros. No obstante, la invasión
de las huestes de Baty –nieto de Genguis Jan– liquidó la vieja Rus’ de Kiev pero no la
cultura ni la identidad nacional que había contribuido a desarrollar. Por otra parte, los
tártaros exigían el vasallaje de los príncipes rusos pero no se inmiscuían en la estructura
feudal –antes bien, la utilizaron y la fortalecieron– ni en la religión ni en la lengua. Bajo
el yugo de la llamada “Horda de Oro”, se ocuparon los rusos de frenar otros avances,
como el de los suecos por el norte o el de los llamados caballeros teutones –en estos
hechos se inscribe la gesta del príncipe Alexandr de Nóvgorod, que pasó a la historia
como Alexandr Nievski–, o disputaron con Lituania y los polacos el dominio sobre la
franja occidental. Lo que paulatinamente había de aproximar la presencia tártara fue una
idea del poder central que constituiría un problema cuando consiguieran los rusos
expulsar al invasor. Esto es, quién asumiría ese “vacío” dejado por los janes.
Film “Alexandr Nievski” (1938)
https://www.youtube.com/watch?v=IKskdbazW7w
En este contexto, en 1380 tendría lugar la gesta de Dmitri Donskói, señor de una villa
que luego de la invasión tártara había “aceptado” la amistad del invasor, y que a raíz de
ello consiguió que aquel la distinguiera administrativamente como Gran Principado: la
villa era Moscú. Dmitri, gran príncipe moscovita, llevó una potente ofensiva contra los
tártaros hasta derrotarlos más allá del río Don (de allí su epíteto de Donskói: “del Don”),
y ello significaría el inicio de un prestigio (y un poder) militar que iría in crescendo y
concluiría por hegemonizar la reconquista de la tierra rusa. Es el paso de la atomización
feudal a una nueva unificación.
La Rus’ moscovita
Finalmente, a mediados del siglo XV y durante el reinado de Iván III (El Grande), gran
príncipe de Moscú, se logró la unificación territorial en torno a ésta (por vía de alianzas
o el sometimiento directo) de las principales ciudades rusas, muchas de las cuales
constituyen hoy el llamado “Anillo de Oro”, por estar dispuestas alrededor de la capital:
Vladímir, Súzdal’, Rostov. Además, a Moscú se mudó el metropolita de la iglesia
ortodoxa –máxima dignidad arzobispal, cabeza de la iglesia rusa y dependiente del
patriarca de Constantinopla–1, que a la caída de Kiev en 1240 había trasladado su sede a
Vladímir. Por su parte, Nóvgorod, la gran ciudad del norte rival de Moscú, que antaño
había desarrollado una cultura no subsidiaria enteramente de Kiev y sometida a
influencias occidentales, sería la más tenaz en su resistencia a subordinarse.2
Este poder del Gran Príncipe moscovita se consolidó y proyectó a dimensiones mayores
con dos hechos: por un lado, caída Bizancio en poder de los turcos en 1453, en 1469
Iván III se casó con Zoe Paleólogo, la última heredera de los emperadores bizantinos. A
través de esta unión, la llama sagrada del cristianismo de Oriente pasa de la vencida
Constantinopla a Moscú, cabeza del estado ortodoxo más fuerte, dando origen y pábulo
a la idea mesiánica de “la Tercera Roma”. El segundo hecho que hizo merecedor al
príncipe de Moscú del epíteto de “el Grande” es que logró, en 1480, la expulsión de los
tártaros fuera de las fronteras rusas: Moscú estaba ahora en condiciones de reclamar
bajo su bandera la unidad de toda la tierra rusa. Y la obra de centralización autocrática
1
Será a fines del siglo XVI cuando se institucionalice el Patriarcado de Moscú, y sea ya el patriarca –y no
el metropolita– la máxima autoridad eclesiástica en Rusia. Tal institución autonomizaría aún más la
Iglesia rusa respecto de la de Constantinopla.
2
Además, se regía desde siglos tempranos por un sistema republicano, siendo la veche o asamblea
popular su órgano de gobierno. Tales tradiciones y su voluntad de independencia eran incompatibles con
los designios centralizadores y verticalistas de Moscú, y Nóvgorod fue finalmente sometida de manera
sangrienta en 1471.
iniciada por Iván III sería completada y consolidada por su nieto Iván IV (que recibiría
el epíteto de “el Terrible”3), primer gran príncipe de Moscú que habría de coronarse con
el título oficial de “Zar de toda la Rusia”, desarrollando una noción teocrática del poder
apoyado en la idea de la Tercera Roma.4
Filmes “Iván el Terrible” (1944) y “La conspiración de los boyardos” (1945)
https://www.youtube.com/watch?v=jJmsV10MTJE
https://www.youtube.com/watch?v=i5g-Ss9BDR4
El monje Filoféi de Pskov había sido el primero en desarrollar esta tesis a fines del
mismo siglo XV en una serie de epístolas.5 Dice a propósito el filósofo religioso ruso
Vasili Zeñkovski que

con la caída de Bizancio se consolida la teoría del “reino errante”: habían caído las dos
primeras Romas (Roma, Constantinopla). Entonces, ¿dónde estaba la tercera, la nueva
Roma? El pensamiento ruso tuvo la convicción de que ésta era Moscú, puesto que solo
Rusia había conservado la pura fe cristiana. Según las ideas escatológicas anteriores, se
decía además que “no habría una cuarta Roma”, es decir, que le habría sido concedida al
reino ruso su permanencia hasta el fin del mundo. (Zenkovski, 1967, pág. 34)

Para el monje Filoteo, el corazón de la historia no late más que en las relaciones dadas
entre Dios y el “pueblo elegido”. Pero no todos los pueblos cristianos son elegidos, y la
idea del “rey cristiano” es decisiva para esa elección. Así es como comienza a
elaborarse la idea de un rey –un zar, término con que se traduce la dignidad de los reyes
bíblicos: “zar” David, “zar” Salomón–, un rey/zar ruso.6 Escribe Filoteo: “El zar ruso es
el único zar cristiano bajo los cielos” (citado en Бердяев, 2008, 37).
Iván el Terrible no solo enfrentaría las disidencias internas, sino que bajo su reinado el
Estado ruso se habría de anexionar la Siberia occidental, al conquistar el jefe cosaco
Ermak Timofiéievich los enclaves tártaros dispersos más allá de los Urales.
Mapa interactivo sobre la expansión del Estado ruso
https://histography.ru/#18290101
El reinado de Iván, que acabó con su muerte en 1584, significó el apogeo del poder
moscovita y en cierto modo el comienzo de su decadencia. Habiendo sido él mismo el
autor involuntario de la muerte de su hijo Iván –su sucesor natural y deseado–, el trono
recayó en su segundo hijo Feódor, de carácter débil y sometido a la influencia de su
cuñado Borís Godunov. El zar Feódor –al no dejar descendencia– se convertiría en el
último soberano de la estirpe de Riúrik.7
3
Equívoca traducción del adjetivo grozni, que literalmente significa “amenazante” y sería más propio
traducir como “temible”.
4
Tengamos en cuenta que la palabra “zar” designa a los reyes bíblicos, v.g. el zar David, el zar Salomón,
etc.
5
Escribe Filoféi: “El trono de la iglesia universal y apostólica tenía como representante la iglesia de la
Santísima Madre de Dios en la ciudad portadora de Dios Moscú, que resplandece en lugar de la de Roma
y la de Constantinopla, pues sola en todo el universo brilla más que el sol” (Бердяев, 2008, стр. 37).
6
Hasta este momento, la máxima dignidad era la de “Gran Príncipe” o “Gran Duque” (Vieliki Kñaz).
7
Como dice el personaje en el final de la conmovedora tragedia de Alexéi Tolstói “El zar Fiódor
Ioánnovich”:
https://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_el_Terrible_y_su_hijo

A la muerte del zar Feódor, comienza la smuta, el llamado “período de los disturbios”,
del que se habría de salir con la instauración de una nueva dinastía: la de los Románov.
Tal como señala el historiador de la literatura rusa antigua Riccardo Picchio, “el siglo
XVI ruso terminará en la época de los ‘turbulentos’, al que seguirá el siglo de la
extrema crisis de la Vieja Rusia, hasta que una conciencia aún más madura romperá
barreras centenarias y dará origen a una lengua nueva, a una nueva nación y a una nueva
literatura” (Picchio, 1972: 195). Efectivamente, el siglo XVII representa la agonía de la
Vieja Rusia. Ante la crisis sucesoria que originó la muerte de Iván el Terrible y la falta
de descendencia de su hijo el zar Feódor, Occidente intentaría, por la vía de la unión
polaco-lituana –con apoyo del papado y la emergencia de los llamados “falsos
Dmitris”8–, reunificar “el Imperio Romano partido” volviendo a las naciones ortodoxas

Último descendiente de la rama reinante


soy de los príncipes varegos. Mi estirpe
se morirá conmigo... [...] ¡Y yo
quería el bien, Irina! Yo quería
poner de acuerdo a todos, conciliar, ¡oh, mi Dios!
¡Por qué tuviste Tú que ponerme como zar! (Толстой, 1868)
8
El zariévich Dmitri fue el hijo menor de Iván el Terrible –a quien su hermano el zar Feódor pensaba
como su sucesor en el trono–, muerto a los 8 años de edad en un confuso episodio donde la tradición
supone la mano de Borís Godunov, hermano de la zarina Irina, es decir, cuñado del zar Feódor. Entre
1605 y 1612, reclamando por las armas el trono ruso, aparecieron sucesivamente tres impostores que
decían ser el zariévich, que no había muerto como se presumía. Dos de ellos llegaron a gobernar, uno en
a la órbita de Roma, es decir, del Papa. Si en este llamado período de la smuta, cuando
tal “peligro” se cierne sobre la tierra rusa, el imperativo fue defender la patria eslava
ortodoxa, la superación de la crisis sucesoria con la instauración de una nueva dinastía
gobernante y el conjuro de la herejía sería el comienzo de un lento camino (durará un
siglo) hacia una Rusia nueva.

Cuando los ejércitos polacos sean rechazados y el imperio reconquiste su equilibrio, la


Eslavia ortodoxa iniciará un ocaso definitivo, cediendo paso a la Rusia moderna. El curso
de la historia ya aparece anunciado bajo el reino de Mijaíl Románov. […] El Occidente es
rechazado con las armas, pero su cultura no pasa en vano por las tierras rusas. (Picchio,
1972: 236)

Plenamente en este espíritu, tuvo lugar un hecho que, inmenso en su importancia y en


sus consecuencias, solo prefiguró o profetizó algo mayor que habría de acontecer poco
tiempo después. Se trata del raskol, el cisma de la iglesia ortodoxa, que fungió de
preámbulo al gran cisma cultural ruso que provocarían –un par de décadas después y en
absoluta continuidad– las reformas occidentalistas de Pedro el Grande.
El raskol
Durante el reinado del zar Alexéi Mijáilovich (padre de Pedro), comenzó a manifestarse
(decirse) la necesidad de integrar a Rusia (aunque el término tenga su costado irónico y
eufemístico) al concierto de las naciones europeas. Soplos tardíos del humanismo
occidental se infiltraron en la tierra rusa (aunque no puede pensarse de ningún modo que
el Humanismo haya penetrado en ella), los cuales, consonantes con la idea reguladora
de la Tercera Roma, movieron al patriarca de Moscú a proponer una reforma en la
Iglesia rusa que la asimilara al resto de las iglesias ortodoxas dispersas y autonomizadas
después de la caída de Bizancio: volver a las fuentes de la ortodoxia griega, corregir los
“errores” de traducción e interpretación de los textos sagrados, las “desviaciones” en el
ritual conforme con el modelo griego –como hacer la señal de la cruz con tres dedos (a
la griega) en vez de dos (como desde antaño hacían los ortodoxos rusos)–, todo aquello
de lo que se habían desprendido siglos atrás. De gran influencia sobre el religioso y
conciliador zar Alexis (llamado “Tishaishi”, “el Serenísimo”), el patriarca Nikon fue el
gran movilizador de estas reformas, que inmediatamente promovieron ardorosas y
extremas reacciones en contra por parte de vastos sectores, tanto del clero como de la
nobleza y el pueblo. El raskol recorrió toda la tierra rusa como un profundo desgarro. Se
desgarraba la condición uterina de Rusia, replegada sobre sí misma y sus viejas
tradiciones, se rompía el sacro cáliz que había conservado en pureza la verdadera
esencia del cristianismo, se cuestionaba y se violaba la santidad de la lengua ortodoxa
rusa, la lengua de la Verdad en la que habían sido plasmados los libros sagrados, no se
detiene el flujo hacia Moscú de sabios de la Iglesia que hablan en griego y además eran
doctos en lenguas “heréticas” como el latín y el hebreo. Estas reformas, que incluyeron
la revisión de los textos sagrados y litúrgicos así como modificaciones en el ritual, eran
motivadas por las aspiraciones del patriarca de Moscú de ocupar un día el patriarcado de
Constantinopla, y se avenían a la vez con la idea de un imperio paneslavo compartida
el Kremlin, a la muerte de Borís, y el otro estableciendo un gobierno paralelo al del zar Iván Shúiski.
por los zares moscovitas.9 La reforma de Nikon fue tremendamente resistida por los
sectores más tradicionalistas de la iglesia ortodoxa (liderados por el protopope
Avvákum, contracara de Nikon pero del mismo trágico destino), en los que convergían
tanto la vieja nobleza boyarda y el poderoso estamento de los comerciantes como el
campesinado, es decir, el pueblo. Así surgen los raskólñiki (“cismáticos”) o starovierçi
(“viejos creyentes”), que hasta el día de hoy siguen defendiendo la “vieja y verdadera
fe”. El resultado del raskol fue una brecha cultural muy profunda entre el pueblo y el
soberano, y a partir de allí los Románov no dejarían de ser vistos como una encarnación
del Anticristo.
Sobre el raskol pueden ver también aquí: https://eslavia.com.ar/raskol-el-cisma-de-la-
iglesia-ortodoxa-rusa-en-el-siglo-xvii/
Si bien las reformas del patriarca Nikon fueron la última tentativa de la Iglesia ortodoxa
rusa por subsumir en sí al Estado (someterlo) –puja que comenzó con la autonomización
de la iglesia rusa y tuvo su punto álgido en los delirios teocráticos de Iván el Terrible–,
el resultado sería inverso. Las reformas se impusieron, pero fueron derrotadas las
aspiraciones del patriarca.10 A partir de allí, y sobre todo desde Pedro el Grande, el clero
ruso sería literalmente aplastado por el pie de la autocracia, rebajado al “Santísimo
Sínodo Gobernante”: “órgano estatal superior del poder eclesiástico-administrativo en
el Imperio Ruso, sustituto del patriarca en lo que hace a las funciones eclesiásticas
generales y las relaciones externas” [el destacado es nuestro] (Цыпин, 1996).
Una de las más famosas óperas rusas, “Jovánshina”, de Modest Músorgski, con un
libreto elaborado por el mismo compositor sobre motivos históricos, teatraliza esta
agonía y la emergencia del zar que conduciría la nación hacia un nuevo destino: Pedro
el Grande. En tanto refiere a una supuesta conspiración de los príncipes Jovanski, podría
traducirse el título como “Jovanskiada” (lo contrario de Jovanskíada, de resonancia
épica). En ella, en el seno de disputas familiares en torno al trono y tensiones entre la
vieja y nueva nobleza (las antiguas familias boyardas y la nueva nobleza de armas o de
privilegio, ligada a la corte: el dvoriánstvo), se va delineando la figura del joven zar,
opuesto a las fuerzas conservadoras que representan, por un lado, boyardos como los
Jovanski (estamento ya combatido por Iván el Terrible), y por otro, los llamados “viejos
creyentes” o partidarios del viejo ritual (de antes del cisma o las reformas de Nikon).
Solidarios en la defensa de las tradiciones, la antigua nobleza y los viejos creyentes
asumirán y/o compartirán un mismo destino sacrificial por la “verdadera fe” (de la que
el nuevo zar sería la contracara, el Anticristo). Al final de la ópera, entre las llamas de la
cabaña donde los raskólñiki se terminan inmolando en medio del bosque, cercados por
las fuerzas del joven y terrible zar Petr (sic), muere melancólicamente la Vieja Rusia.
9
También interviene aquí un acontecimiento geopolítico de suma importancia, como es el reconocimiento
por parte de Ucrania –“la Pequeña Rusia”, que ha roto con el yugo polaco– del zar de Rusia como su
propio zar, y su consecuente entrada a la órbita del patriarcado de Moscú. Hasta entonces, la iglesia
ucraniana dependía del patriarcado de Constantinopla y, por su dependencia política de la Rech Pospolita
(Polonia), se hallaba en contacto y tensión con el catolicismo. De ello se desprende también que la iglesia
ucraniana hubiera recibido siempre mayores influencias exteriores, tanto occidentales como bizantinas, y
sus monjes fueran doctos en un sentido que despertaba tremendos recelos en la iglesia rusa.
10
Por orden del zar Alexis, Nikon llegó incluso a gozar del título de “Gran soberano” ( Vieliki gosudar),
reservado hasta entonces solo al propio zar.
***
Hasta aquí llegamos en nuestro recorrido histórico.
Finalmente, vimos el alfabeto cirílico en su versión rusa, aclarando que esta tiene sus
pequeñas diferencias con las otras versiones (ucraniana, búlgara, serbia, etc.).
El alfabeto lo tienen a disposición en la carpeta, así como el listado de las dos dinastías
de grandes príncipes primero, zares después y luego emperadores de Rusia.
LECTURAS:
–Para el recorrido realizado y, fundamentalmente, para comprender las ideas fuerza de
cuño estatal-religioso que se fueron cimentando en estos primeros siglos de Rusia,
recomendamos la lectura del punto 1 del artículo de Nikolái Berdiáiev “La idea rusa” y
el primer capítulo de la Historia de la filosofía rusa de Vasili Zenkovski (ambos en la
carpeta de unidad 1). Para el mismo recorrido, recomendamos calurosamente el libro de
Alexandr Herzen El desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia (capítulos 1 y 2).
Disponible en
https://drive.google.com/file/d/1HyOjgkfbx5bxyFjU2pgA0CynBzJBh7Xv/view?
usp=sharing
–Como obras literarias que ilustran momentos de este recorrido recomendamos la
lectura de las memorias de Avvákum y la tragedia “Borís Godunov”, de Alexandr
Pushkin (ambas en carpeta de unidad 1).
–Para lo que abordaremos la clase que viene (la Rusia de Petersburgo), tenemos a
disposición el relato “La pobre Liza”, de Nikolái Karamzín / https://eslavia.com.ar/la-
pobre-liza/ ), los relatos/poemas de Pushkin “El maestro de postas”
(https://www.literatura.us/idiomas/pushkin/postas.html ) y “El jinete de bronce” (en carpeta
Unidad 1)

Monumento a San Vladimiro junto a los muros del Kremlin:


https://rg.ru/2016/11/06/reg-cfo/v-moskve-otkryt-pamiatnik-kniaziu-vladimiru.html

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