I. CONSIDERACIO-WPS Office
I. CONSIDERACIO-WPS Office
I. CONSIDERACIO-WPS Office
a) Principio
acusatorio. b) Principio de audiencia o derecho a ser oido antes de ser juzgado. c) Principio de igualdad
de armas. d) Principios del procedimiento o instrumentales. a') Oralidad. b) Inmediación. c) Publicidad.
B) PRESUPUESTOS PROCESALES.a) Radicatoria y auto de apertura del juicio.b) Conformación del tribunal
de sentencia. c) Acusación fiscal. d) Incidentes y excepciones. e) El imputado, su declaración o
abstención.
I.CONSIDERACIONES GENERALES
A lo largo de la primera etapa, el MP ha preparado el momento cumbre del proceso penal: el juicio oral
y público. Toda esta preparacion,que ha concluido con la acusación del imputado, supone que el fiscal
ha investigado y recogido todos los elementos de convicción necesarios y suficientes para ingresar a la
fase esencial y decisiva donde tendrá que dilucidarse la situación jurídica del imputado.
Tal como sostiene Cortés Dominguez,1 el juicio oral es la fase procesal donde se enjuicia la conducta del
acusado para condenarlo o absolverlo en la sentencia. Esta fase se rige por las normas contenidas en el
Libro Primero,Titulo Segundo de la Segunda Parte del Codigo procesal (art. 329 y s.), disposiciones que
son de aplicacion supletoria para los demás procedimientos, tanto ordinarios como especiales.2
El precepto pone de relieve que el juicio es la fase esencial del proceso y se realizará sobre la base de la
acusación en forma oral, pública, contradictoria y continua para la comprobación del delito y la
responsabilidad del imputado con plenitud de jurisdicción.En tal sentido, el fiscal tiene que fundamentar
su acusación, señalando los elementos de convicción que tiene respecto a la comisión del delito, la
calificación legal de los hechos que motivan su pretensión, y le inducen a afirmar que el imputado sea el
autor del delito y tiene que sufrir las consecuencias juridico-penales. Así, la acusación fiscal, establece
los alcances del juicio oral y público y el ámbito de acción del juez o tribunal y de las partes.
No obstante, si los imputados son varios el fiscal tendrá que individualizar el grado de participación de
cada uno de ellos y cuáles son los actos de prueba que ofrece y tendrá que producir en el juicio. La
resolución acusatoria delimita el objeto procesal, por cuanto el tribunal de sentencia no puede ampliar o
modificar los hechos que ha puesto de manifiesto el fiscal y su sentencia tendrá que versar sobre los
extremos de la acusación; es decir, el imputado no podrá ser condenado por un hecho distinto del
atribuido en la acusación.
El juicio oral y público, por otra parte, es finalista (no formalista) y atribuye a cada operador del sistema
de administración de justicia, el rol que ejercerá dentro del proceso. Tiene, como una de sus principales
características, la contradicción entre la acusación y la defensa, para que en aplicación de la ley y con
imparcialidad, el juez o tribunal resuelva la contienda jurídica.
A tiempo de recordar que “sin juez imparcial no hay, propiamente, proceso jurisdiccional...” y que el
principio de legalidad “obliga a que la libertad de criterio del juzgador obedezca exclusivamente a
motivos de aplicación del Derecho y nunca a prejuicios ideológicos o personales...”el TC español,3
sostiene que “esta obligación de no ser juez y parte ni juez de la propia causa se traduce en dos reglas:
el juez no puede asumir procesalmente funciones de parte, ni puede realizar actos ni mantener con las
partes relaciones juridicas o conexiones de hecho que puedan poner de manifiesto o exteriorizar una
previa toma de posición animica a favor o en su contra...”
La Ley N° 1970, de 25 de marzo de 1999 (Código procesal), ha estructurado el proceso penal en cinco
fases: etapa preparatoria del juicio, intermedia, juicio oral y público, recursos y ejecución penal. A lo
largo del proceso se manifiesta plenamente el sistema acusatorio (aunque todavia perviven algunos
resabios del inquisitivo), que impide juzgar a nadie sin que previamente exista acusación y al órgano
jurisdiccional, juzgar sobre hechos y a personas distintas de las acusadas o condenar por hechos
distintos de los que han sido acusadas.
En la interpretación del TC,4 el procedimiento ordinario del juicio penal se compone de tres etapas: 1)
La etapa preparatoria; 2) La etapa intermedia; y, 3) El juicio propiamente dicho (oral y público). Esta
estructura cambia, sin embargo, cuando se trata de enjuiciar los delitos de acción privada (art. 20), o
aquellos delitos de acción pública, cuando se haya convertido la acción (art. 26), cuya fase cumbre
puede iniciarse directamente ante el juez de sentencia o, en su caso, cambiar el procedimiento en la
etapa preparatoria.
Tal como sostiene Durán Ribera,5 al ser la Constitución el instrumento juridico fundamental del pais
(parámetro normativo superior que decide la validez de las demás normas juridicas), los preceptos
procesales descritos por ésta constituyen el marco general básico,tanto para los legisladores como
también para los operadores juridicos.Los legisladores están obligados a crear las normas de desarrollo
en sujecion a las directrices establecidas por la Constitución, y los segundos, aplicarán las disposiciones
abstractas a los casos concretos que tengan que conocer siempre respetando las normas, principios y
valores que dicho orden superior establece. Una de las características más relevantes de la moderna
doctrina del derecho penal constitucional, consiste en someter a estudio y debate todos y cada uno de
los principios y garantías constitucionales que orientan el sistema penal, con la finalidad de empezar el
estudio de la legislación penal por donde debe comenzar, esto es, por la base jurídica fundamental en la
que se asienta el sistema: su orden constitucional.
En tal sentido, el proceso penal y, en especial, el juicio oral y público, está regulado en primer lugar por
la Constitución y, luego, por las normas secundarias. En efecto, la Constitución (art. 117.I), proclama que
“ninguna persona puede ser condenada sin haber sido oida y juzgada previamente en un debido
proceso” y “nadie sufrirá sanción penal que no haya sido impuesta por autoridad judicial competente en
sentencia ejecutoriada”.
El Código procesal (art. 1), que desarrolla este mandato constitucional, comienza proclamando, que
“nadie será condenado a sanción alguna si no es por sentencia ejecutoriada, dictada luego de haber sido
oído previamente en juicio oral y público, celebrado conforme a la Constitución, las Convenciones y
tratados internacionales vigentes y este Código”.
Con la finalidad de que el proceso culmine sin tropiezos, las partes tienen que conocer el carácter
normativo incuestionable que tienen los principios y valores fundamentales; además, el juicio oral y
público se convierte en una oportunidad para que la defensa -utilizando los mismos principios,
mandatos y valores constitucionales- ponga a prueba la consistencia de la acusación del fiscal. En ningún
momento las partes deben olvidar que la Constitución (art. 410.II) es “la norma suprema del
ordenamiento juridico boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición normativa”.
Todos estos mandatos fundamentales han sido proclamados en todas las Declaraciones de Derecho,
comenzando por la de Virginia, de 12 de junio de 1776, así como la del Hombre y del Ciudadano, de 26
de agosto de 1789, y se fundamentan en la necesidad de proteger la dignidad de las personas. Con el
tiempo, todas esas Declaraciones y Tratados cuando son homologados pasan a formar parte del bloque
de constitucionalidad y son tutelables.6 Por su parte,el TC" ha venido reiterando que los principios
constitucionales constituyen verdaderos mandatos juridicos, están en la cúspide del ordenamiento
jurídico y son tutelables como cualquier otro derecho fundamental.
En todo caso, los principios rectores específicos del juicio oral y público, los podemos sistematizar de la
siguiente forma:
a) Principio acusatorio
Este principio proclama, en lo esencial, que sin acusación no puede abrirse el juicio oral y público;
además, “los fiscales no podrán realizar actos jurisdiccionales, ni los jueces actos de investigación que
comprometan su imparcialidad” (arts. 279 y 342 CPP). El fiscal, incluso, puede retirar la acusación en
cualquier momento, hasta antes de la deliberación del tribunal. En cambio, el juez o tribunal no podrá
incluir hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de oficio ni podrá abrir el
juicio si no existe, al menos, una acusación.
El TC,8 ha dejado claramente establecido que el principio acusatorio implica la diferencia de la función
que tienen los jueces de juzgar, quienes ya no realizan actos de investigación, con la función que realizan
los fiscales que es la de acusar e investigar, quienes ya no efectúan actos jurisdiccionales.En
consecuencia,al estar ahora repartidas claramente las tareas de dichas autoridades (jueces y scales),se
tiene que el juez por cuenta propia o de oficio ya no puede ectuar investigaciones ni disponer aplicacion
de ninguna medida querellante, caso contrario el juez atentaría contra el principio ne procedart judex ex
oficio y nemo iudex sine actore.
Así, el principio acusatorio impide juzgar al imputado sin que previamente exista acusación, y al órgano
jurisdiccional juzgar sobre hechos y a personas distintas de las acusadas o condenar por hechos distintos
de los que han sido acusadas. A todo esto Cortés Domínguez,, considera que “la coexistencia de estos
dos derechos, el de penar y el de acusar, y la distinta titularidad de ellos, ha determinado, una vez
superada la filosofia que imponía el proceso inquisitivo, una estructura del proceso penal que es tipica y
exclusiva de este orden jurisdiccional, y que depende directamente de la vigencia en el mismo del
principio acusatorio”.
En la misma linea, Armenta Deu1o aclara que el principio acusatorio exige que haya una contienda
procesal entre dos partes contrapuestas, y que la resolución la tome un órgano que se coloca por
encima de ambas; es decir, que las partes tienen que estar separadas de la función de juzgar. La
diferencia entre las tres funciones procesales: la acusación que es propuesta y sostenida por personas
distintas del juez; la defensa con derechos y facultades iguales a las del acusador; y la decisión por un
órgano judicial independiente e imparcial,conlleva la necesidad de que alguien (el MP) sostenga la
acción para que se pueda configurar un verdadero proceso contradictorio.
En tal sentido, las Naciones Unidasll han recomendado que “Las funciones investigadora y de
persecución estarán estrictamente separadas de la función juzgadora...” y lo hacen convencidas de que
quien investiga no puede ser imparcial porque la investigación, quiérase o no, se relaciona con la idea de
acusación. Tal como sostiene la doctrina española,12 “no puede haber proceso si no hay acusación y
ésta ha de ser formulada por persona distinta de quien ha de juzgar" y que tampoco existe un verdadero
proceso “si se confunden los papeles de juez y de acusador, y lo es tanto que esta elemental
consideración es la que ha llevado a que el Estado se desdoble en el proceso penal, de modo que, por un
lado, actúa como acusador, (MP) y,por otro, como decisor (juez o tribunal)...”
En el ordenamiento juridico español según su TS,13 el principio acusatorio significa que los órganos
jurisdiccionales: al no pueden penar un delito más grave que el que se ha sido objeto de acusación; b
tampoco pueden castigar infracciones que no hayan sido objeto de acusación; c) ni penar un delito
distinto al que ha sido objeto de acusación, aunque la pena de una y otra infracción sean iguales,
oincluso la correspondiente al delito innovado sea inferior a la del delito objeto de acusación, a menos
que reine entre ellos una patente yacusada homogeneidad; d) tampoco puede apreciar circunstancias
agravantes o sub-tipos agravados que no han sido invocados por la acusación.
La Constitución (art. 117.I),reconoce este principio en el sentido de que “ninguna persona puede ser
condenada sin haber sido oida y juzgada previamente en un debido proceso” y“nadie sufrirá sanción
penal que no haya sido impuesta por autoridad judicial competente en sentencia ejecutoriada”. A su
turno el Código procesal (art. 1), prevé que “nadie será condenado a sanción alguna si no es por
sentencia ejecutoriada, dictada luego de haber sido oido previamente en juicio oral y público, celebrado
conforme a la Constitución, las Convenciones y Tratados Internacionales vigentes y este Código”.
Asi, el legislador boliviano ha diseñado un juicio oral y público que, a los efectos de su validez y
reconocimiento constitucional, tiene que celebrarse conforme a los derechos, garantías y principios
consagrados en la Constitución y los Convenios y Tratados Internacionales. No obstante, el derecho a ser
oido o escuchado no hay que tomarlo en sentido literal, como simplemente a estar presente, sino que
va mucho más allá, e implica fundamentalmente que la persona no sea meramente un objeto del
proceso penal, sino que tenga ocasión de poder defenderse y hacerse escuchar a lo largo del juicio oral y
público.
Este principio busca que el imputado tenga la oportunidad (el tribunal debe velar porque se den las
condiciones necesarias) de expresar su posición frente al tribunal acerca de las acusaciones en su contra
y realizar de la manera más amplia posible su derecho a la defensa. En realidad, consiste en la facultad
irrestricta que tiene todo imputado de ser oído, impugnando las pruebas de contrario, proponiendo y
aportando las que estime convenientes, con el fin de desvirtuar o enervar la acusación o atenuar la
responsabilidad que se le atribuye.
El derecho a ser oido se constituye en el plexo sobre el que se articulan las garantias judiciales mínimas
relativas al debido proceso (art.8.2 del Pacto de San José), donde todos sus institutos de alguna manera
se conectan y convergen con el derecho a la defensa. En palabras de Haas,14 se trata de un derecho
procesal originario del ser humano que debe garantizar que el individu1o no sea meramente un objeto
de la resolución judicial, sino que tenga ocasión de ser oido antes de un fallo que afecta a sus derechos.
Lo relevante es que a nadie se le condene sin que haya tenido las posibilidades reales y efectivas de
proponer y practicar pruebas de descargo que vea convenientes dentro de los límites que le permita su
derecho a la defensa. En sentido negativo según De la Oliva,15 lo que prohíbe el principio de audiencia
es que cualquiera de las partes dentro de un proceso que sea perjudicada por una resolución (y,
principalmente, por la sentencia sobre el fondo) respecto de la cual (por tanto, respecto de sus
fundamentos fácticos y juridicos) ha carecido por completo de posibilidades de defensa o no ha tenido
las oportunidades de defenderse con la misma intensidad y magnitud del contenido y de los efectos
perjudiciales de dicha resolución.
Con lo expuesto, no cabe duda de que el juicio oral y público en rebeldía del imputado, previsto para los
delitos de corrupción, contrasta con estos principios que habían proscrito toda posibilidad de realizar
juicios en ausencia del sujeto pasivo del proceso (arts. 87-91 CPP).
El principio de igualdad de armas en el juicio oral y público significa que el sistema penal debe establecer
las condiciones legales, de tal forma que en la contienda jurídico-penal ambas partes (MP e imputado)
tengan las mismas posibilidades de hacer prevalecer sus pretensiones procesales. La convergencia de
ambos derechos configura lo que se conoce como proceso contradictorio, que ha sido impuesto y tiene
como progenitor al sistema acusatorio, que prevalece en la cultura jurídica de nuestro entorno.
En opinión de De la Oliva,17 este principio busca que las distintas partes del proceso dispongan de
iguales medios para defender sus respectivas posiciones; esto es, dispongan de iguales derechos
procesales, de oportunidades y posibilidades similares para sostener y fundamentar lo que cada cual
estime conveniente. No obstante, habrá que aclarar que no postula que las partes procesales sean
iguales, porque no lo son ni podrán serlo (el Estado representado por el fiscal, siempre tendrá mejores
condiciones y posibilidades de acusar que el imputado de defenderse).
Dado el diseño constitucional del juicio oral y público, aquí las partes pueden ejercer en mejores
condiciones la igualdad de armas. En la etapa preparatoria, en cambio, la desigualdad procesal se pone
de manifiesto. Asi, por ejemplo, muchas veces la investigación puede comenzar sin que haya imputado
identificado (no se sabe quién ha cometido el delito y para eso se investiga) o, en otros casos, el fiscal
puede comenzar a trabajar en la investigación preliminar, prácticamente, a espaldas del imputado,
quién llegará a enterarse posteriormente cuando el fiscal cuente con elementos incriminatorios
concretos. En estos supuestos, prácticamente, es imposible pensar en la igualdad de las dos partes; en
otros casos, la original ventaja del imputado contra la victima (la estudia, planifica, acecha,ataca sobre
seguro, etc.) de pronto se invierte en favor del fiscal cuando logra su detención y continúa el proceso en
esas condiciones.18
Al margen de los aludidos principios rectores del juicio oral y público que se han expuesto, íntimamente
relacionados o vinculados, se tienen los llamados principios del procedimiento o instrumentales, que
son:
a') Oralidad
La oralidad, como principio instrumental del proceso penal, ha revolucionado al juicio oral y público, no
sólo porque permite concluirlo en tiempo récord, sino también busca una progresiva socializacion del
derecho en general y del proceso en particular. Montero Aroca,1' considera que este principio
significa,en primer lugar,que en los actos procesales predomina lo hablado sobre lo escrito, como medio
de expresión y comunicación entre los diferentes sujetos que intervienen en el proceso.
Este principio tiene además como consecuencia lógica la concentración de los actos procesales y la
simplificación del proceso. Asi, la concentración supone una sola audiencia para todos los actos
procesales y medios de prueba, incluso, la resolución o sentencia. En tal sentido en el plano normativo,
el diseño del juicio oral y público (art. 329 y ss), consolida el sistema acusatorio, así como la protección
de los derechos y garantias fundamentales.
A diferencia de la etapa preparatoria que se caracteriza por ser mayormente escrita (y, por tanto,
resulta pesada, burocrática y dura promedio un año), la fase esencial del proceso es totalmente oral. En
efecto, el Codigo procesal (art. 333) es contundente:“el juicio será oral...”, incluso, “las resoluciones del
tribunal durante la audiencia se dictarán verbalmente...” El reconocimiento y ejercicio de la oralidad,
como medio originario y natural que tiene la persona, posee indudables ventajas. En realidad, permite la
concentración de la actividad probatoria, y garantiza la inmediación de las partes para la valoración de la
prueba. La preclusión es una consecuencia natural de la actividad de las partes en virtud de la
concentración que exige la oralidad. El juicio avanza por la actividad compartida de las partes.
Ahora bien, como una verdadera excepción a este principio, el Código procesal (art. 333) permite que
sólo podrán incorporarse por su lectura: 1) las pruebas que se hayan recibido conforme a las reglas del
anticipo de prueba, sin perjuicio de que las partes o el tribunal exijan la comparecencia personal del
testigo o perito; 2) Las declaraciones o dictámenes producidos por comisión o informe, cuando el acto
se haya producido por escrito, conforme a lo previsto por ley, sin perjuicio de que las partes o el tribunal
exijan la comparecencia del testigo o perito; y, 3) La denuncia, la prueba documental, los informes y las
actas de reconocimiento, registro o inspeccion practicadas conforme a lo previsto en este Código.
El TC,20 incluso, ha proyectado este principio de la oralidad a todo el proceso penal y “que toda
determinación sobre medidas cautelares debe adoptarse en audiencia, en la que ocurren las partes
procesales y sus abogados, a fin de que éstos puedan asumir defensa en igualdad de condiciones”.
b') Inmediacion
La inmediación del tribunal con las partes y la actividad probatoria, es una consecuencia lógica de la
oralidad del juicio oral y público. Este principio exige que el juez tenga contacto directo con los medios
de prueba y forme su convicción sobre lo visto y oido en la audiencia, y necesariamente ha de ser el
mismo juez que reciba la prueba el que dicte la sentencia. Por tanto, oralidad e inmediación, no son
principios distintos, sino que se presentan formando parte de un conjunto inescindible.
El Código procesal (art. 330), establece que “el juicio se realizará con la presencia ininterrumpida de los
jueces y de todas las partes”; además, reglamenta las excepciones o casos de ausencia de alguna de las
partes. Para Montero Aroca,21 “la inmediación hace referencia a que el juez forma la convicción
directamente sobre lo visto y oído (no sobre las actas en que se documenta la realización de los actos de
prueba), y de ahí la necesidad de que dicte sentencia precisamente quién ha presidido la práctica de la
prueba”. De ahí por qué la verdadera inmediación sólo es posible en un procedimiento oral.
Este principio, en lo formal, significa que el tribunal y las partes, toman conocimiento directo de la
actividad probatoria; y, objetivamente, el juez o tribunal estará en mejores condiciones de formar su
convicción y resolver la acción penal. Tal como grafica el Tribunal Supremo,22 la inmediación significa la
relación interpersonal directa, frente a frente, cara a cara entre el acusado y el juzgador, entre el
acusado y el acusador, entre el acusado y los defensores y entre éstos y el juzgador y el acusado,
respectivamente.
La oralidad y la inmediación del tribunal con las partes y la actividad probatoria, deviene en
concentración y continuidad del debate. Este principio exige que el juicio se realice en presencia de las
partes, sin interrupciones, y toda la prueba debe ser reunida y evacuada directa, sucesiva y
conjuntamente. La continuidad del juicio oral y público significa, fundamentalmente, que entre la
recepción de la prueba y el pronunciamiento de la sentencia tiene que haber una aproximación
temporal inmediata.
En todo caso, como el juicio no tiene plazo probatorio, se debe realizar en una audiencia, compuesta de
sesiones continuas, hasta agotar la prueba y de inmediato se da por concluido el debate y el tribunal se
retira a deliberar para dictar sentencia. En efecto, el art. 334 CPP prevé que iniciado el juicio se realizará
sin interrupción todos los dias y horas hábiles hasta que se dicte sentencia. No obstante,
excepcionalmente, el juicio puede suspenderse (arts. 335 a 337 CPP), cuando no comparezcan los
testigos, peritos o intérpretes cuya intervención sea indispensable; o cuando sobreviniera la necesidad
de producir prueba extraordinaria; exista algún impedimento fisico, debidamente comprobado de las
partes. En estos casos, la suspensión de la audiencia será por un plazo no mayor a diez dias calendario,
debiendo el tribunal tomar las medidas que estime necesarias para garantizar el desarrollo, continuidad
y conclusión del juicio oral y público en un tiempo razonable.
c') Publicida
La Constitución (art. 178.I), proclama, como principios rectores del juicio oral y público, “la
independencia, imparcialidad, seguridad juridica, publicidad, probidad...” La publicidad, reconocida en la
mayoria de los Convenios y Pactos internacionales, es una conquista del pensamiento liberal y se opone
a lo que se conoce como justicia de gabinete. En efecto, sin oralidad no hay publicidad o, lo que es lo
mismo, sólo un proceso oral y concentrado permite la publicidad y con ella la fiscalización popular del
funcionamiento de la justicia.
Para Gimeno Sendra,23 este principio constituye una garantia “contra el arbitrio judicial yeventuales
manipulaciones gubernamentales en la constitución y funcionamiento de los tribunales, así como un
medio para el fortalecimiento de la confianza del pueblo en sus tribunales y un instrumento de control
popular sobre la justicia". Este autor define al proceso público como “aquel procedimiento en el que la
ejecución o práctica de la prueba se realiza mediante la posibilidad de asistencia fisica, no sólo de las
partes, sino de la sociedad en general”.
El Código procesal (art. 116), proclama que los actos del proceso serán públicos. No obstante, este
precepto exige que las informaciones periodísticas sobre un proceso penal se abstendrán de presentar
al imputado como culpable, en tanto no recaiga sobre él una sentencia condenatoria ejecutoriada. El
precepto introduce, excepcionalmente, la reserva que puede ser total o parcial, cuando: 1) afecte al
pudor o a la vida privada de alguna de las partes o de otra persona citada; 2) corra riesgo la integridad
fisica de los jueces, de algunas de las partes, o de alguna persona citada; 3) peligre un secreto oficial,
particular, comercial o industrial previsto legalmente; y, 4) el imputado o la victima sea menor de
dieciocho años.
A diferencia de otros países como España, que ha eliminado parcialmente la publicidad (hay sumarios
secretos o semipúblicos: sólo tienen acceso las partes), debido por ejemplo al terrorismo,el legislador
boliviano sólo ha tomado en cuenta el pudor, la seguridad nacional, la protección a la vida privada de las
partes yel propio interés de la justicia. En todo caso,dado que se ha convertido en un derecho
fundamental, en la reserva debe regir el principio de proporcionalidad, por lo que cualquier restricción
exige una resolución motivada y la invocación de un bien o interés constitucionalmente relevante que
legitime su restricción.
B) PRESUPUESTOS PROCESALES
La realización del juicio oral y público exige, con carácter previo, el cumplimiento de unos determinados
auténticos presupuestos procesales,que son:
La radicatoria y el auto de apertura del juicio, constituye el primer presupuesto procesal imprescindible
para poder iniciar el juicio oral y público. Con el título de preparación del juicio, el artículo 340 CPP prevé
que el juez o el presidente del tribunal, dentro de las cuarenta y ocho horas de recibida la acusación o
acusaciones y las pruebas de cargo ofrecidas por el fiscal y, en su caso, por el querellante (saneadas en la
etapa intermedia), radicará la causa y notificará al imputado para que dentro de los diez días siguientes
a su notificación ofrezca su prueba de descargo.
Al término de estas formalidades procesales, los dos jueces técnicos dictarán el auto de apertura del
juicio, donde no sólo deberán señalar día y hora para su celebración, sino también dispondrán el sorteo
de los jueces ciudadanos, y el señalamiento de la audiencia de constitución del Tribunal de sentencia. En
el referido auto además hacen una breve relación de las partes, los hechos acusados,los imputados y
que el juicio oral y público se someterá a las “reglas del debido proceso” donde el acusador fiscal deberá
probar su acusación más allá de toda duda razonable.
b) Conformación del tribunal de sentencia
Otro presupuesto procesal viene a ser la conformación del tribunal de sentencia, que estará integrado
por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos. En ningún caso el número de jueces ciudadanos será
menor al de jueces técnicos; el presidente siempre
será elegido entre los jueces técnicos (arts. 52, 57-66 CPP).
Los requisitos para ser juez ciudadano, son: 1) ser mayor de veinticinco años; 2) estar en pleno ejercicio
de los derechos ciudadanos; 3) tener domicilio; y 4) tener profesión, ocupación, oficio, arte o industria
conocidos. En cambio, no podrán ser jueces ciudadanos: 1) los abogados; 2) los funcionarios auxiliares
de los juzgados y de la fiscalía; y 3) los miembros en servicio activo de las fuerzas armadas y de la policía
nacional. Los Tribunales departamentales electorales son los encargados de elaborar anualmente el
padrón de ciudadanos que cumplan las condiciones para ser jurado, y lo pondrán a conocimiento de los
Tribunales Departamentales de Justicia el primer día hábil del mes de diciembre. A su vez, estos
Tribunales verificarán que los ciudadanos cumplan los requisitos y elaborarán la lista para cada tribunal
de sentencia, según el domicilio correspondiente.
Con la elección informática de los doce jueces ciudadanos, el próximo paso consiste en buscarlos y
notificarlos para que concurran a la audiencia pública de constitución del tribunal de sentencia, que se
regirá por el siguiente procedimiento: 1) El presidente preguntará a los ciudadanos seleccionados si se
encuentran comprendidos dentro de las causales de excusa prevista por ley; 2) Resueltas las excusas, el
presidente los interrogará sobre la existencia de impedimentos fácticos para cumplir la función de juez
ciudadano. No obstante, si éstos son admisibles, dispondrá su separación de la lista; 3) El juez resolverá
también las recusaciones fundamentadas por las partes contra los jueces ciudadanos; 4) Finalmente, las
partes podrán recusar, sin expresión de causa, a dos de los ciudadanos seleccionados, quienes serán
excluidos en el acto.
En la medida en que se hayan resuelto los impedimentos y recusaciones de los jueces ciudadanos, en el
acto el presidente del tribunal designará formalmente a los tres jueces ciudadanos y les advertirá sobre
la importancia y deberes de sus cargos. A partir de ese momento, no podrán emitir criterios sobre la
causa ni tomar contacto con las partes, debiendo ser citados para la celebración del juicio oral y público.
En la práctica, se ha impuesto la sana costumbre de que los dos jueces técnicos informan y orientan a
los jueces ciudadanos designados sobre el desarrollo del juicio y las responsabilidades que acaban de
asumir.
La Ley (art. 62), advierte que el derecho de las partes para la recusación de los jueces ciudadanos
precluye o caduca al posesionarse a los tres jueces ciudadanos, que conformarán el tribunal de
sentencia y no podrán excusarse posteriormente, salvo cuando las causales sean sobrevivientes o
tengan carácter excepcional y, en este supuesto, serán resueltas a tiempo de ser planteadas. En este
caso, se citará al siguiente de la lista de los doce elegidos, hasta completar el número.
Sin embargo, cuando no sea posible integrar el tribunal con la lista original, se efectuará un sorteo
extraordinario y se repetirá el procedimiento de selección y constitución del tribunal, abreviando los
plazos para evitar demoras en el juicio. Si efectuado el sorteo extraordinario no es posible integrar el
tribunal con los jueces ciudadanos, el juicio se celebrará en el asiento judicial más próximo,repitiéndose
el procedimiento de selección. A propósito el Tribunal Supremo de Justicia,24 aclaró que en caso de
circunstancias extraordinarias en las que no se pueda integrar el tribunal con la lista
original,primeramente deben agotarse todos los tribunales de sentencia siguientes en número, iguales
en jerarquía y competencia del mismo asiento judicial y solamente cuando se haya agotado tal situación,
recién se acudirá al tribunal del asiento judicial más próximo.
Como en el auto de apertura del juicio, se ha señalado el día y la hora de su celebración, a tiempo de
declarar instalada la audiencia del juicio, como formalidades previas, el presidente toma el juramento a
los jueces ciudadanos, y ordena al secretario verificar la presencia de las partes, los testigos, peritos o
intérpretes. El próximo paso será la lectura de la acusación y del auto de apertura; luego, el presidente
dispondrá que el fiscal y el querellante fundamenten en forma oral
sus pretensiones.
c) La acusación fiscal
La acusación fiscal constituye, igualmente, un presupuesto procesal imprescindible para que haya juicio
oral y público. En efecto, el artículo 342 CPP advierte que “el juicio se podrá abrir sobre la base de la
acusación del fiscal o la del querellante...”, y contendrá:1) Los datos que sirvan para identificar al
imputado y su domicilio procesal; 2) La relación precisa y circunstanciada del delito atribuido; 3) La
fundamentación de la acusación, con la expresión de los elementos de convicción que la motivan; 4) Los
preceptos jurídicos aplicables; y,5) El ofrecimiento de la prueba que se producirá en el juicio.
La acusación ha de ser escrita y contendrá la pretensión punitiva del fiscal, en el entendido de que en la
etapa preparatoria el hecho delictivo ha quedado esclarecido, asi como la participación del imputado. La
acusación deberá efectuar una relación precisa de las circunstancias en las que se ha producido el delito
atribuido al imputado, esto es, relatar con objetividad todo cuanto sucedió al cometerse el hecho que
no se puede modificar, a diferencia de la calificación o tipo penal.25
El fiscal tiene que fundamentar la acusación, señalando los elementos de convicción que tiene respecto
a la comisión del delito,la calificación legal de los hechos referidos que, en su criterio, constituyen el
delito que motiva la acusación, asi cono los elementos de conviccion que le inducen a afirmar que el
acusado sea el autor del delito, identificando su grado de participación en el hecho. Las condiciones
referidas tienen su razón de ser, en tanto en cuanto delimitan el objeto procesal, esto es, el tribunal de
sentencia no puede ampliar o modificar los hechos que ha puesto de manifiesto el fiscal y su sentencia
tiene que versar sobre los extremos de la acusación.
El Código procesal (art. 342), aclara que el juicio se podrá abrir sobre la base de la acusacion del fiscal o
del querellante, indistintamente; sin embargo, en ningún caso el juez o tribunal, podrá incluir hechos no
contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de oficio ni abrir el juicio si no existe, al
menos, una acusación. No obstante, cuando los imputados sean varios, el fiscal tendrá que individualizar
el grado de participación de cada uno de ellos, asi como los actos de prueba que producirá en el juicio
oral y público.
Como la acusación no admite ningún recurso ordinario, salvo el control judicial que ejerce el juez
instructor, previo sorteo, pasa al tribunal de sentencia donde se radicará la causa y se pone en
conocimiento del querellante -cuando se hubiera constituido en parte formalizando querella-para que
ejerza su derecho de acusar, ratificando su querella o simplemente tome conocimiento del
requerimiento conclusivo. En todo caso, el juicio se abre sobre la base de una acusación-fiscal o
particular-y en la eventualidad de que haya ambas y sean contradictorias e irreconciliables, el tribunal
tiene la facultad extraordinaria de precisar los hechos sobre los cuales se abre el juicio.
d) Incidentes y excepciones
Con la aclaración de que los incidentes y las excepciones no son propiamente presupuestos procesales,
en el sentido de que imprescindiblemente tuvieran que interponerse y resolverse antes de la cuestión
de fondo (puede realizarse el juicio sin haberse planteado ninguna excepción o incidente), pero como
son de previo y especial pronunciamiento, en caso de interponerse en este momento procesal deben
resolverse inmediatamente o en sentencia.
En efecto, el Código procesal (art. 345) prevé que todas las cuestiones incidentales serán tratadas en un
solo acto, a menos que el tribunal resuelva hacerlo en sentencia. En la discusión de las cuestiones
incidentales, se les concederá la palabra a las partes tan sólo una vez, por el tiempo que establezca el
juez o el presidente del tribunal.
En la etapa intermedia hemos abordado estos medios de defensa, su naturaleza juridica, efectos y el
tratamiento procesalen cada caso. No obstante, el Código procesal (art. 308) reconoce las siguientes
excepciones: 1) prejudicialidad; 2) incompetencia; 3) falta de acción, porque no fue legalmente
promovida o porque existe un impedimento legal para proseguirla;4) extinción de la acción penal, según
lo establecido en los arts.27 y 28 del Código; 5) cosa juzgada; y, 6) litispendencia.
A diferencia de los incidentes que son numerus apertus, porque pueden surgir en cualquier momento a
lo largo del proceso, incluso, en ejecución de sentencia, las excepciones son numerus clausus; es decir,
están reguladas expresamente y ninguna otra excepción puede existir al margen de las que describe el
precepto.
El Código procesal (art. 314), aclara que el rechazo de las excepciones y de los incidentes impedirá que
sean planteados nuevamente por los mismos motivos. No obstante, el TC26 ha establecido que si bien
es cierto que la excepción de prescripción puede ser formulada aún en ejecución de sentencia, no es
menos evidente que una vez planteada y resuelta -aunque fuera mediante una providencia de rechazo-
la parte interesada no tiene posibilidad alguna de volver a interponerla, porque su derecho ha precluido,
esto es, ha operado la caducidad del derecho para repetir este medio de defensa. Sin embargo, se debe
precisar que es posible interponer una nueva excepción y que la misma sea considerada en el fondo,
cuando tanto los argumentos para su presentación como los fundamentos para su resolución son
distintos a los que fueron esgrimidos en la primera solicitud y en la resolución que la rechazó.
La presencia del imputado resulta imprescindible para que pueda ejercer su sagrado derecho a la
defensa en el juicio oral y, por tanto, se constituye en otro presupuesto procesal. De ahí por qué cuando
el imputado ha sido declarado rebelde, la Constitución (art. 117.I) y el Código procesal (art. 90),
coinciden en la suspensión del juicio oral y público, ya que “ninguna persona puede ser condenada sin
haber sido oída...”, salvo en los delitos de corrupción que, como hemos visto, vulneran las garantias del
debido proceso.
Tal como aclara el TC,27 el derecho a la defensa tiene su realización material en el establecimiento y
práctica de las condiciones objetivas y verificables de que el proceso no se desarrollará sin la
participación del procesado, ni que se le prive de acudir, obtener y producir los medios de prueba que
sean necesarios, conforme a los procedimientos previstos por ley, para hacer valer sus derechos y
pretensiones.
El derecho a la defensa comprende la potestad inviolable del individuo a ser escuchado en juicio
presentando las pruebas que estime convenientes en su descargo, haciendo uso efectivo de los recursos
que la ley le franquea. Asimismo, implica la observancia del conjunto de requisitos de cada instancia
procesal en las mismas condiciones con quien lo procesa, a fin de que las personas puedan defenderse
adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del Estado que puede afectar sus derechos y
alcanza a los siguientes ámbitos: i) el derecho a ser escuchado en el proceso, ii) el derecho a presentar
pruebas; iii) el derecho a hacer uso de los recursos; y, iv) el derecho a la observancia de los requisitos de
cada instancia procesal.
La defensa según Gimeno Sendra, es el derecho fundamental que asiste a todo imputado y a su abogado
defensor a comparecer inmediatamente y a lo largo de todo el proceso penal a fin de poder contestar
con eficacia la imputación o acusación contra aquél existente, articulando con plena libertad e igualdad
de armas los actos de prueba, de postulación e impugnación, necesarios para hacer valer dentro del
proceso penal el derecho a la libertad que asiste a todo ciudadano que, por no haber sido condenado, se
presume inocente.
En realidad, ningún derecho es más natural y sagrado que el de la defensa, y se encuentra reconocido en
los Códigos procesales, las constituciones, declaraciones y convenios sobre derechos y libertades. En
esta permanente evolución, ahora se habla del derecho a la defensa en sus dos formas: material y
técnica. La primera, llamada también autodefensa, es aquella que realiza directamente el imputado
cuando está sometido a la acción penal, y consiste en sus propias declaraciones, e intervenciones
personales (inspección, reconstrucción, carco, etc.) que pueda hacer a lo largo del proceso penal. La
defensa técnica, en cambio, la realiza el abogado defensor y consiste en el ejercicio técnico-juridico de
todos los derechos que le reconoce el ordenamiento jurídico.
El Código procesal (arts. 8 y 9), reglamenta la defensa material y técnica, así como las condiciones en las
que debe declarar el imputado yen las que puede presentar pruebas de manera amplia y controvertir,
en su caso, las que se presenten en su contra. No obstante, el progreso del derecho a la defensa ha sido
considerable en los últimos tiempos, reconociéndose, incluso, como parte del mismo, el derecho al
silencio. Para Asencio Mellado, es lícito que “el imputado declare y lo haga en la extensión que desee, o
que guarde silencio al amparo del derecho constitucional que se le reconoce a no prestar declaración
alguna si así lo considera más beneficioso para su situación personal”.
En tal sentido, en la medida en que se hayan expuesto los fundamentos del fiscal y del querellante y, en
su caso, resueltos los incidentes y excepciones, se recibirá la declaración del imputado, salvo que decida
su abstención. Antes de su declaración y sólo en el supuesto de que haya resuelto declarar, el
presidente del tribunal le explicará el hecho o hechos de los que se le acusa con palabras claras y
sencillas y luego será interrogado por el fiscal, el abogado del querellante, el defensor y, al final, los
miembros del tribunal.
El Codigo procesal (art. 346) contempla, simplemente, “la declaración del imputado y presentación de la
defensa”, cambio muy acertado, puesto que la declaración del imputado en el juicio oral y público no es
propiamente un verdadero interrogatorio (menos incriminatorio, como era antes), sino un medio de
defensa que permite a la parte pasiva tomar posición frente a la acusación. Además, la Constitución (art.
121.I) aclara que “ninguna persona podrá ser obligada a declarar contra sí misma, ni contra sus
parientes consanguíneos hasta el cuarto grado, o sus afines hasta el segundo grado”.
En cuanto al orden del interrogatorio, primero pregunta el fiscal, sigue el abogado del querellante, luego
el defensor y al final los miembros del tribunal. Una vez termine la declaración del imputado, el
presidente del tribunal dispondrá que el defensor exponga los fundamentos de la defensa técnica.