Delito+de+Robo +2022 +oliver
Delito+de+Robo +2022 +oliver
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192
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 323.
193
Ibíd.
194
Guzmán Dalbora (2009a), p. 63, n. 46.
195
Robles Planas (2009), pp. 192 y ss.
Delitos contra la propiedad 267
196
Así, Etcheberry (2010), III, p. 315.
197
Similar, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 333.
198
Van Weezel (2011), p. 253.
199
En el mismo sentido, Mera Figueroa (1995), p. 90, quien también propone como
otra posibilidad la de aplicar las reglas generales sobre concursos de delitos.
200
Similar, De Vicente Martínez (1997), p. 832.
268 Guillermo Oliver Calderón
201
De Vicente Martínez (1999), pp. 46 y ss. Similar, Fernández Rodríguez (1997), pp.
73 y ss.
202
Etcheberry (2010), III, pp. 316 y ss.
203
Así, Valmaña (1993), p. 30.
204
Pezoa Silva (1960), p. 32.
Delitos contra la propiedad 269
205
Garrido (2008), IV, p. 232.
206
Así, Labatut (2000), II, p. 207; Del Río (1935), III, p. 441.
207
En este sentido, Etcheberry (2010), III, p. 320.
208
Garrido (2008), IV, p. 234.
209
Así, Etcheberry (2010), III, p. 320.
270 Guillermo Oliver Calderón
to.210 Para otros, se trata de un lugar cerrado en el que no mora nadie, con
independencia de que haya alguien en él o no al momento de perpetrarse
el delito.211 Una variante de esta segunda opinión plantea que, además,
debe ser un lugar “habitable”, es decir, que por su naturaleza pueda servir
de habitación, ya que sólo así se le podría distinguir del “no destinado a la
habitación” del artículo 443 CP.212
Asimismo, se debate acerca del sentido de la expresión sitio no destinado
a la habitación, del artículo 443 CP. Algunos afirman que debe entenderse
por tal una extensión de terreno que no está delimitada, o que, si lo está,
no cuenta con resguardos que impidan un ingreso no autorizado.213 Otros
señalan que se trata de un lugar que no sirve de morada a nadie en el
momento del robo, que, por su naturaleza, no tiene por finalidad llegar a
servir de morada (sería un lugar no habitado ni “habitable”) y que puede
ser cerrado o abierto.214
Sobre lo que no se discute es acerca del significado de la frase bienes
nacionales de uso público, del mismo artículo 443 CP, ya que se acepta el con-
cepto del artículo 589 CC: bienes cuyo dominio pertenece a la nación toda
y su uso, a todos los habitantes de la nación, como las calles, las plazas, los
puentes, los caminos, el mar adyacente y sus playas.
Más adelante explicaremos el alcance de la voz dependencias, del artículo
440 CP, y aludiremos al “interior de vehículos motorizados”, a que se refie-
re el artículo 443 CP.
La causa de la discusión en torno a los lugares de comisión del robo
con fuerza en las cosas está en lo confuso de los términos utilizados por el
legislador y en lo desafortunado de la forma en que se hizo una importante
modificación legal en esta materia en 1954.
Simplificando bastante la exposición del tema, y aun a riesgo de falta
de precisión, podría decirse que en el párrafo 3 del Título IX del Libro
Segundo del Código Penal, se distinguen, además de los bienes nacionales
de uso público, tres lugares de comisión del robo con fuerza en las cosas:
el lugar habitado o destinado a la habitación (artículo 440 CP), el lugar no
habitado (artículo 442 CP) y el “lugar” no destinado a la habitación (artícu-
210
Pezoa Silva (1960), pp. 87 y ss.
211
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 351.
212
En este sentido, Etcheberry (2010), III, p. 320.
213
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 353.
214
Etcheberry (2010), III, pp. 320 y ss.
Delitos contra la propiedad 271
lo 443 CP). De ello parece desprenderse que el legislador usa dos criterios
de distinción: la habitación y el destino a la habitación.215
Combinando ambos criterios, en teoría podrían existir cuatro lugares
diferentes: el habitado y destinado a la habitación, el habitado y no desti-
nado a la habitación, el no habitado pero destinado a la habitación, y el no
habitado ni destinado a la habitación. De estos cuatro lugares, los tres pri-
meros estarían captados por el artículo 440 CP, porque este incluye el lugar
habitado, esté o no destinado a la habitación, pues no efectúa ninguna
distinción, y el lugar destinado a la habitación, pero no habitado. Quedaría
fuera de su alcance el lugar no habitado ni destinado a la habitación, cuya
comprensión se disputarían los artículos 442 y 443 CP, que aluden, respec-
tivamente, al lugar no habitado y al “lugar” no destinado a la habitación,
o sea, se refieren por separado a los dos elementos de la combinación res-
tante. En este esquema, una de estas dos últimas disposiciones no tendría
cabida, lo que invita a desechar la pretensión de sostener que el sistema del
robo con fuerza en las cosas se construye sobre la base de los dos criterios
de distinción mencionados.
Es cierto que el artículo 440 CP contrapone al lugar habitado, el desti-
nado a la habitación. Pero de ello no se sigue forzosamente que se trate de
lugares distintos. Si un lugar destinado a la habitación es aquel que sirve
de morada, aunque al momento del delito no haya moradores presentes,
no tiene sentido que la ley lo distinga del lugar habitado, entendido este
como aquel en que hay moradores presentes. La diferencia consistiría en
una cuestión meramente circunstancial y perfectamente prescindible en
la configuración típica, la que se regiría sólo por el hecho de que el lugar
sirva de morada de alguien.216
Habitar un lugar no significa simplemente estar en él, sino ocuparlo
como morada.217 Conforme al Diccionario de la Lengua de la Real Acade-
mia Española, habitar quiere decir, en su única acepción, “vivir, morar”. En
consecuencia, un lugar es habitado cuando sirve de morada a alguien, lo
que lo convierte en un especial ámbito de intimidad y custodia intensifi-
cada de bienes al cual el legislador ha decidido brindar mayor protección
penal. Esta función que cumple el lugar no depende de que al momento
del robo haya personas en su interior.
215
Recogemos aquí y utilizamos en lo sucesivo, el agudo análisis de De la Fuente (2008),
p. 413.
216
De la Fuente (2008), p. 416.
217
Ibíd., p. 417.
272 Guillermo Oliver Calderón
218
Ibíd.
219
Bascuñán Rodríguez (2004), pp. 305 y ss.
Delitos contra la propiedad 273
220
Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 337 y ss.
221
Así, Etcheberry (2010), III, pp. 322 y ss.
274 Guillermo Oliver Calderón
222
En contra, Pezoa Silva (1960), p. 49.
223
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 323.
Delitos contra la propiedad 275
un lugar cuando toda la envergadura física del sujeto ingresa, ya que recién
en ese momento se deja de estar fuera del lugar para estar dentro de él.
Si se entra al lugar sin el empleo de alguna de las formas de fuerza en
las cosas que la ley prevé, y después de tomar una especie ajena el sujeto
activo ejerce fuerza en las cosas para salir, el hecho no constituye robo, sino
hurto.224
a) Escalamiento
La primera modalidad de fuerza en las cosas la constituye el escalamien-
to. Se suele efectuar una distinción entre el escalamiento externo y el interno.
El externo se verifica en el perímetro de un lugar, en tanto que el interno,
dentro del lugar. La figura de robo tipificada en el artículo 440 CP sólo
contempla el escalamiento externo. Por lo tanto, si se entra al lugar habi-
tado o destinado a la habitación o a su dependencia por la puerta que ha
quedado abierta, pero una vez adentro se rompe otra puerta para ingresar
a una habitación y sacar de ella un computador, el hecho no es un robo,
sino un hurto.225
También suele distinguirse entre el escalamiento propiamente tal y la frac-
tura o efracción. El primero consiste en la superación de las entradas de una
propiedad mediante simple agilidad o destreza física, o con ayuda de me-
dios materiales, como una escala. La segunda, en la destrucción de dichas
entradas o resguardos.226 Examinando el primer número del artículo 440
CP, puede decirse, en general, que a la primera modalidad corresponde el
ingreso “por vía no destinada al efecto”, y a la segunda, la entrada “por forado o
con rompimiento de pared o techos, o fractura de puertas o ventanas”.
La referencia a la conducta de entrar por vía no destinada al efecto obliga
a analizar si en el caso de que se trate el acceso corresponde o no al que
normalmente se utiliza. Lo más frecuente es que a un lugar habitado o des-
tinado a la habitación o a sus dependencias se entre a través de una puerta,
de modo que, si el delincuente ha ingresado por un ventanal, el hecho será
un robo, a menos que esa sea la vía de acceso habitual.
En otro orden de ideas, la fórmula de entrar por vía no destinada al efecto
constituye una cláusula general, que torna innecesaria la casuista referen-
224
En la doctrina nacional, por todos, Garrido (2008), IV, p. 237.
225
Ibíd., pp. 244 y ss.
226
Labatut (2000), II, p. 207.
276 Guillermo Oliver Calderón
cia que, acto seguido, hace la ley a otras formas de ingreso.227 Pero tiene
la virtud de que admite un sentido normativo amplio que, respetando el
telos de la disposición y no sobrepasando su sentido literal posible, permite
captar modos de acceso que no pueden considerarse comprendidos en el
listado de formas de entrada que la disposición prevé. En efecto, según
el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, la voz vía no
sólo significa “camino”, sino también “de forma, a manera y modo” de
hacer algo (verbigracia, de entrar a un lugar). Así, por ejemplo, esta cláu-
sula permite alcanzar el comportamiento de quien ingresa por el hueco de
una puerta que previamente ha desmontado, de quien entra mediante una
llave no autorizada por el propietario,228 de quien ingresa por la puerta
que previamente ha abierto introduciendo su mano por la ventana para
correr el pestillo,229 etc. Lo decisivo no es tanto determinar “qué modalidad
de quebrantamiento de las trabas puestas al ingreso se verifica, sino si fue necesaria
la neutralización de esas defensas”.230 La cláusula se refiere, entonces, a
cualquier vía (forma, manera o modo de entrar) que no esté destinada al
efecto, o sea, al ingreso de terceros.231 No sólo entra por vía no destinada al
efecto quien accede por donde normalmente no ingresa nadie, sino tam-
bién quien lo hace por el lugar usual para hacerlo, pero neutralizando un
obstáculo que lo impide.
La ley menciona a continuación el ingreso por forado. Se trata de entrar
al lugar haciendo un orificio, el que puede ser realizado en el muro, en
el techo, en la puerta, en la ventana, en el suelo (cavando un túnel que
conduzca al lugar) o en cualquier otro resguardo o defensa. Lo relevante
es que sea el propio sujeto activo quien haga el hoyo.232 En todo caso, si
ingresa por un orificio que existía con anterioridad, igualmente estará en-
trando por vía no destinada al efecto, salvo que sea la forma habitual de
acceso a esa morada.233
Agrega la disposición la entrada con rompimiento de pared o techos. Esto sig-
nifica ingresar a través de una pared o un techo que el mismo sujeto activo
destruye previamente.
227
Etcheberry (2010), III, p. 325.
228
Los dos últimos ejemplos son propuestos por Ossandón Widow (2009), p. 180.
229
Ejemplo propuesto por De la Fuente (2005), pp. 571-573, a partir de un caso real.
230
Ibíd., p. 573 (las cursivas en el original).
231
Ossandón Widow (2009), p. 180.
232
Etcheberry (2010), III, p. 325.
233
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 341.
Delitos contra la propiedad 277
234
Véase, por todos, Bullemore /MacKinnon (2018), p. 47.
235
Así, Del Río (1935), III, p. 443.
236
En este sentido, Labatut (2000), II, p. 207.
237
Así, Etcheberry (2010), III, p. 328.
238
Véase Garrido (2008), IV, p. 239.
239
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 343.
278 Guillermo Oliver Calderón
240
Similar, Cury (1960), p. 211.
241
Así, Ibíd.
242
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 344.
243
Como lo hacen Ibíd., p. 343.
244
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 326.
245
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 240.
Delitos contra la propiedad 279
246
Por todos, Bullemore /MacKinnon (2018), p. 48.
247
Así, implícitamente, Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 345 y ss.
248
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 330.
249
Así, entre otros, Garrido (2008), IV, p. 242.
250
Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 347 y ss.
280 Guillermo Oliver Calderón
251
Véase Binder (2004), pp. 126-129.
252
Lo reconoce Garrido (2008), IV, p. 251.
253
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 52.
Delitos contra la propiedad 281
254
Véase Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 352.
255
Así, Etcheberry (2010), III, p. 330.
282 Guillermo Oliver Calderón
256
En contra, Bullemore /MacKinnon (2018), pp. 49 y ss.
257
Garrido (2008), IV, p. 245.
258
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 352.
Delitos contra la propiedad 283
259
Véase Garrido (2008), IV, p. 250.
Delitos contra la propiedad 285
260
Así se lo señaló en los fundamentos del mensaje presidencial que dio inicio a la trami-
tación parlamentaria de la Ley N°20.601 (Boletín N°7689-07).
Delitos contra la propiedad 287
261
En contra, Aguilar Aranela (2008), p. 53, quien afirma que se requiere dolo directo.
288 Guillermo Oliver Calderón
262
Así, Yáñez (2009), pp. 13 y ss. En contra, Aguilar Aranela (2008), pp. 53 y ss.
263
Así, Etcheberry (2010), III, p. 333.
264
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 252.
265
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 349. En cambio, Garrido Montt (2008), IV,
p. 252, afirma que es de peligro abstracto.
Delitos contra la propiedad 289
266
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 350.
267
Cuello Calón (1955), II, p. 850.
268
Etcheberry (2010), III, p. 333.
269
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 350.
290 Guillermo Oliver Calderón
270
Ibíd., p. 349.
271
Garrido (2008), IV, p. 252.
272
Por todos, Garrido (2008), IV, p. 195.
Delitos contra la propiedad 291
co. También hay acuerdo en que uno de esos intereses es el mismo que se
ve vulnerado en el hurto y en el robo con fuerza en las cosas. Sin embargo,
hay una gran disparidad de opiniones en la determinación de cuáles son
los bienes jurídicos distintos de los meramente patrimoniales que se ven
atacados.
Según nuestra opinión, en este punto se deben tener en cuenta las par-
ticularidades del sistema legal de que se trate. Ello obedece a que es in-
dudable que, en sistemas como el nuestro, los intereses que pueden verse
afectados en el robo con violencia o intimidación en las personas, espe-
cialmente en el denominado “robo calificado”, son más que los que se
ven atacados en otros sistemas. Sin embargo, sería un error efectuar una
interpretación “desde arriba hacia abajo” y afirmar, a partir de los intere-
ses afectados en las distintas figuras de robo calificado, que en el robo con
violencia o intimidación en las personas los bienes jurídicos atacados sean,
además de los patrimoniales, varios otros, o bien, reconducirlos todos a la
idea global de integridad o seguridad. Lo correcto sería determinar cuál
es el bien jurídico afectado en el tipo básico de robo (robo simple), que
permite distinguirlo del hurto y considerarlo un delito más grave.273 Los in-
tereses que se vean atacados en las figuras calificadas de robo constituirían
adiciones a aquel bien jurídico fundamental, que explicarían el aumento
de la pena asignada a la modalidad básica. En otras palabras, debe proce-
derse en el análisis como si no existieran los robos calificados.
Pues bien, examinando así el tema, creemos que en el robo simple (ar-
tículo 436 inciso primero CP) –y, por lo tanto, en el núcleo de todo el robo
con violencia o intimidación en las personas–, además de verse afectados
intereses patrimoniales, el único bien jurídico contra el que necesariamen-
te se atenta, es la libertad de actuación (autodeterminación) de la víctima.
La estructura de este delito permite considerarlo como una forma de coac-
ción. A la luz de la definición legal de violencia o intimidación (artículo
439 CP), tales medios de comisión no son sino formas de constreñir la
voluntad del titular de una cosa para que realice una acción que no quiere
ejecutar (que la entregue o manifieste el lugar en que se encuentra) o para
que no realice una acción que desea ejecutar (que no se resista o se oponga
a la apropiación de la cosa). De dicha definición legal se desprende que no
es necesario que se afecte la integridad de las personas, ya que después de
mencionar los malos tratamientos de obra y las amenazas, alude a “cualquier
otro acto que pueda intimidar o forzar a la manifestación o entrega”. La violencia
273
Así, Bascuñán Rodríguez (2002), p. 116.
292 Guillermo Oliver Calderón
274
Véase Mañalich (2006), p. 65.
275
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 58.
276
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 355.
Delitos contra la propiedad 293
5.4.1. Violencia
La violencia es una energía o fuerza física que se despliega sobre el cuerpo
de una persona.277 Esto lo sugiere el propio texto legal, ya que el epígrafe del
párrafo en el que se regula este delito se denomina “Del robo con violencia
o intimidación en las personas”, idea que vuelven a recalcar el encabezado
del artículo 433 CP y el artículo 439 CP.
Lo dicho permite efectuar algunas precisiones. Por un lado, no consti-
tuye violencia para efectos del robo la energía o fuerza física que se ejerce
contra cosas. Si esta incide en el proceso deliberativo de la víctima, se trata
de un supuesto de intimidación.278
Por otro lado, para que la energía física que se despliega contra una
persona configure la violencia del robo, debe dirigirse contra el cuerpo de
la propia víctima de la apropiación. Si se dirige contra el cuerpo de un ter-
cero, constituye otra hipótesis de intimidación.279 En todo caso, esto último
es cierto, sólo si la violencia se ejerce antes de la apropiación y con fines in-
timidatorios; si se la emplea después de la apropiación, por ejemplo, para
asegurar esta, no hay intimidación, sino violencia.280
A pesar de que la violencia en el robo es física, el legislador ha exten-
dido el concepto de violencia a comportamientos que son medios enga-
ñosos. En el artículo 439 CP, se señala que “[h]ará también violencia el que
para obtener la entrega o manifestación alegare orden falsa de alguna autoridad, o
la diere por sí fingiéndose ministro de justicia o funcionario público”. Esta moda-
lidad de comisión del robo es usualmente llamada violencia ficta y ha sido
criticada por la doctrina, precisamente, por la desmesurada extensión a
que conduce.281
En primer lugar, alude la ley al hecho de “alegar orden falsa de alguna
autoridad”. Esto consiste en simular la existencia de una orden verbal o
escrita de un funcionario público para hacerse de alguna cosa mueble. Por
ejemplo, alegar una orden judicial de retiro de especies.
La ley agrega la hipótesis de “dar la orden por sí, fingiéndose ministro de
justicia o funcionario público”, en la que el agente se hace pasar por juez o
277
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 335.
278
Muñoz Clares (2003), p. 217.
279
Muñoz Conde (2007), p. 398.
280
Araya Ossandón (2008), p. 71.
281
Garrido (2008), IV, p. 197.
294 Guillermo Oliver Calderón
empleado judicial o por otro empleado público, con facultades para orde-
nar la incautación o retiro de especies.282
5.4.2. Intimidación
La doctrina suele señalar que la intimidación en el robo constituye una
amenaza, esto es, el anuncio a la víctima de un mal si no accede a los reque-
rimientos del agresor, de entregar la cosa mueble o renunciar a impedir su
apropiación.283 Acostumbra, además, exigir una serie de requisitos, tanto
de la amenaza misma, como del mal amenazado.
Sin embargo, no parece correcto identificar intimidación con amenaza.
El primero es un concepto subjetivo, que alude a un estado de conmoción
psicológica del sujeto pasivo, en tanto que el segundo es de carácter obje-
tivo y se refiere a un comportamiento del sujeto activo. Generalmente, la
intimidación de la víctima es una consecuencia de una amenaza de este.
Pero es posible que dicho estado de conmoción psicológica no provenga
de una amenaza, sino de la presencia del agresor, y con mayor razón si son
varios; de sus antecedentes, que el propio delincuente se encarga de poner
en conocimiento de la víctima; de agresiones anteriores, de que esta fue
objeto o testigo, etc. En otras palabras, no toda intimidación proviene de
una amenaza y no toda amenaza consigue intimidar.284
Esto no resulta baladí en la comprensión de la dinámica del robo. Si
una amenaza no produce el efecto de intimidar a la persona amenazada, y
a pesar de eso esta entrega la cosa al amenazador, no puede estimarse que
haya robo con intimidación.285 En este caso, si desde un punto de vista ex
ante, la amenaza es idónea para intimidar a un “hombre medio”, se confi-
gura una tentativa de robo con intimidación.
Si la intimidación no proviene de una amenaza, pero ha sido creada
por el agente y este se apropia de una cosa de la persona intimidada, hay
robo con intimidación, porque además de atentarse contra intereses patri-
moniales, se ve afectada la libertad de actuación del sujeto pasivo, quien
sólo tolera la apropiación por miedo. De este modo, resulta incólume la
282
Etcheberry (2010), III, p. 337.
283
Por todos, Ibíd., p. 335.
284
Véase la argumentación de Rodríguez Collao (2014), pp. 195-198, que, si bien es
esgrimida para analizar el sentido de la voz intimidación en el delito de violación, nos
parece plenamente aplicable al robo.
285
En tal sentido, González Rus (2005), p. 482.
Delitos contra la propiedad 295
286
En la doctrina italiana, reconoce explícitamente que la coacción no necesariamente
supone una amenaza previa, Pedrazzi (2003), pp. 50 y ss.
287
Así, Fiandaca /Musco (2007), II, p. 126, quienes califican como robo un caso en que
el ladrón se apropia de una cosa ajena, aprovechándose del estado de intimidación
que sufre la víctima y que ha sido creado por aquel, al haber empleado previamente
violencia contra otras personas no vinculadas con el ofendido.
296 Guillermo Oliver Calderón
288
En este sentido, Garrido (2008), IV, pp. 198 y ss.
289
Brandariz (2003), pp. 98-100.
290
Por todos, Garrido (2008), IV, pp. 198 y ss.
291
Rodríguez Devesa /Serrano Gómez (1995), p. 431.
292
Brandariz (2003), p. 91.
Delitos contra la propiedad 297
Por último, si hay una amenaza, algunos exigen que el mal con que se
amenaza sea verdadero.293 Con ello quiere decirse que el medio empleado
para intimidar a la víctima debe ser objetivamente idóneo para ocasionar
el mal que se teme. En consecuencia, no podría apreciarse un robo con
intimidación si, por ejemplo, se usara una pistola de juguete que parece
real. Tras este planteamiento subyace la idea de que el robo sería, además
de un delito de lesión contra la propiedad, uno de peligro concreto contra
la vida y la integridad de las personas.294 Otros, en cambio, sostienen que
basta con que el mal sea verosímil, es decir, que parezca posible de realizarse
a los ojos de la víctima, conforme a un juicio ex ante de un “hombre medio”
puesto en su situación, aun cuando sea objetivamente imposible de ser
realizado o el sujeto activo no tenga intención de ejecutarlo.295
Según nuestra opinión, no es necesario que los medios que se utilizan
para intimidar a la víctima sean objetivamente idóneos para causar el mal
que se teme. Si en este delito, además de los intereses patrimoniales, el
único bien jurídico contra el que necesariamente se atenta es la libertad
de actuación, es irrelevante que esta se vea afectada por un instrumento
idóneo para causar un mal o inadecuado para ello. La única idoneidad que
debe tomarse en cuenta es la que dice relación con la incidencia en la au-
todeterminación de la víctima. Confirma nuestra opinión el hecho de que
el legislador, al definir en el artículo 439 CP la violencia o intimidación en
las personas, incluye una frase genérica que alude a “cualquier otro acto que
pueda intimidar o forzar a la manifestación o entrega”, de lo que se desprende
que lo relevante es que se logre la intimidación, no cómo se haga.296
293
Recogemos así la ilustrativa terminología usada por Politoff /Matus /Ramírez
(2005), pp. 363 y ss., n. 10, quienes distinguen entre un mal verdadero y uno verosímil.
294
Mera Figueroa (1995), p. 134.
295
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 336.
296
Araya Ossandón (2008), p. 126.
297
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 336.
298 Guillermo Oliver Calderón
298
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 86, quien exige una relación funcional entre la vio-
lencia o intimidación y la apropiación.
299
Así, Garrido (2008), IV, pp. 200 y ss.
300
Por todos, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 358.
301
Etcheberry (2010), III, p. 336.
302
Ibíd.
303
Cfr. Fiandaca /Musco (2007), II, p. 120.
304
Mientras algunos creen que esta previsión legal obedece a un principio de legitima-
ción de la autotutela de la posesión por un breve lapso inmediatamente posterior a
la apropiación, otros piensan que se inspira en la regulación de la legítima defensa.
Véase Mañalich (2006), pp. 72-78, 81-83.
Delitos contra la propiedad 299
305
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 84.
306
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 359.
307
Entre otros, Etcheberry (2010), III, p. 336.
308
Künsemüller (1996), p. 218.
309
Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 359-361.
300 Guillermo Oliver Calderón
310
Así, Guzmán Dalbora (2009b), pp. 475 y ss. En contra, Bascuñán Rodríguez (2002),
p. 84, n. 89.
Delitos contra la propiedad 301
al artículo 439 CP, la violencia o la intimidación pueden tener por fin una
de tres cosas: a) que la víctima entregue la especie; b) que manifieste el lu-
gar donde se encuentra o, c) que tolere la sustracción. Es evidente que en
este último supuesto (c) el delito es de mera actividad, ya que se alude sólo
a acciones que el sujeto activo debe realizar. Este debe emplear violencia o
intimidación y sustraer la cosa. No se exige ningún resultado espacio-tem-
poralmente separable de dichos comportamientos. Consecuentemente, no
admite frustración.
Un análisis apresurado del tema podría hacer pensar que los otros dos
supuestos aluden a una modalidad de delito de resultado. En el primero
de ellos (a), se exige que la víctima entregue al delincuente la especie que
este quiere, lo que como se comprenderá, no forma parte de la acción de
ejercer violencia o intimidación, sino que es una consecuencia del empleo
de tales medios coercitivos. Pero si se piensa bien, para que la cosa pase a
manos del sujeto activo no basta con esta “colaboración” del ofendido, sino
que es necesario que el delincuente la reciba, lo cual sí integra su conduc-
ta. En otras palabras, se requiere una última acción del sujeto activo: que
tome la cosa. Sólo entonces se producirá su apropiación, que es, por lo
demás, el comportamiento típico central del robo.
Lo mismo sucede en el supuesto restante (b). Es cierto que es la víctima
la que debe señalar al sujeto activo el lugar en el que la cosa se encuentra.
Pero una vez que lo haga, el delincuente debe tomarla. Recién en ese mo-
mento se la apropiará.
En síntesis, cualquiera sea la modalidad que asuma la comisión del robo
simple, se trata de un delito de mera actividad,311 por lo que su frustración
es conceptualmente imposible.
Finalmente, en relación con la consumación, señalamos supra que en el
hurto ella tiene lugar cuando efectivamente se rompe la custodia anterior
sobre la cosa y se constituye una nueva. En el robo simple la consumación
se produce en ese mismo instante; no puede ser después, porque la violen-
cia o la intimidación no pueden ser posteriores a la apropiación.
311
Así también lo considera Van Weezel (2001), p. 193, n. 2.
302 Guillermo Oliver Calderón
personas, sea que la violencia o la intimidación tenga lugar antes del robo para
facilitar su ejecución, en el acto de cometerlo o después de cometido para favorecer su
impunidad, será castigado:
1.° Con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo calificado cuan-
do, con motivo u ocasión del robo, se cometiere, además, homicidio o violación.
2.° Con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo cuando, con
motivo u ocasión del robo, se cometiere alguna de las lesiones comprendidas en los
artículos 395, 396 y 397, número 1°.
3.° Con presidio mayor en su grado medio a máximo, cuando se cometieren le-
siones de las que trata el número 2° del artículo 397 o cuando las víctimas fueren
retenidas bajo rescate o por un lapso mayor a aquel que resulte necesario para la
comisión del delito”.
Esta disposición contempla varias figuras, a las que se ha asignado penas
elevadísimas.
A continuación, examinaremos por separado cada una de las figuras
reguladas en el artículo 433 CP.
312
Sobre el tema, Rodríguez Collao (2009), pp. 131-151.
313
Por todos, Bullemore /MacKinnon (2018), pp. 56-57.
314
Vivanco (2007), pp. 13-19.
Delitos contra la propiedad 303
b) Conductas
La doctrina está conteste en que la disposición exige la realización de
dos conductas delictivas: una apropiación susceptible de ser calificada
como robo y la muerte inferida a una persona. Conviene examinar por
separado estos dos elementos:
Puesto que la norma alude a un robo, será necesario que el autor del
delito haya efectuado una apropiación de cosa mueble ajena, con ánimo de
lucrarse, sin la voluntad del dueño y ejerciendo violencia o intimidación en
contra de un individuo (artículo 432 CP).
El texto de la disposición y su ubicación sistemática dejan en claro que
el hecho debe ser susceptible de calificarse como robo con violencia o intimi-
dación, sin que baste su encuadramiento en la figura de robo con fuerza en
las cosas o en la de hurto.
En todo caso, debe recordarse lo que dijimos más arriba, acerca del he-
cho de que la ley chilena asimila al robo el supuesto de un hurto seguido
inmediatamente de coacción, al aludir en el encabezado del artículo 433
CP, a la posibilidad de que la violencia o la intimidación tengan lugar des-
pués de cometida la apropiación.
315
Echeverría Maroto (1951), p. 42.
316
Rodríguez Devesa (1958), p. 508.
317
Medina Jara (2007), p. 206.
304 Guillermo Oliver Calderón
318
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 208.
319
Así, Etcheberry (2010), III, p. 339.
320
Como lo afirma, por ejemplo, Labatut (2000), II, p. 203.
Delitos contra la propiedad 305
321
Etcheberry (2010), III, p. 338.
322
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 369.
323
Tal es la opinión de Garrido (2008), IV, pp. 210 y ss.
324
En este sentido, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 368, quienes sostienen que “el
homicidio calificado también se incluye en la figura de robo con homicidio”. Pese a
ello, estos autores, incomprensiblemente, admiten que la pena asignada a este último
306 Guillermo Oliver Calderón
d) Sujetos
La pena prevista por el artículo 433 N°1 CP sólo puede ser impuesta
a quien intervenga como autor en los dos hechos que la norma describe,
descartándose su aplicación en caso de que la intervención de una persona
se limite a uno solo de tales hechos y también cuando un individuo toma
parte como autor en uno y como partícipe en el otro. Ello obedece a que
el precepto que comentamos exige que el robo y el homicidio hayan sido
cometidos por la persona que debe soportar el castigo.
En caso de concurrir varias personas a la ejecución de los hechos, no es
necesario que cada una de ellas haya realizado en su integridad todos los
actos que los tipos de robo y homicidio requieren. Lo decisivo será que el
imputado pueda ser considerado autor de ambos delitos, de acuerdo con
las hipótesis que describe el artículo 15 CP, porque sólo así podrá decirse
que aquel los cometió, tal como lo exige el artículo 433 N°1 CP.
Los autores concuerdan en que el tipo no exige que la víctima del ho-
micidio y la del robo sean una misma persona, aseveración esta última que
nos parece plenamente ajustada al texto de la disposición.326
Muy controvertida es, en cambio, la solución para el caso en que un mis-
mo agresor atente contra la vida de más de una persona. Sobre este punto
existen tres posiciones:
aa) El criterio que podemos llamar tradicional en el derecho español,
sostenía que basta la muerte de un individuo para dar por configurado el
delito de robo con homicidio y que las otras muertes entran en concurso
con este delito como simples homicidios.327 Ello respondería a la finalidad
histórica de la existencia del delito de robo con homicidio.328
bb) Otra posición afirma que todas las muertes que hayan servido de
medio para llevar a cabo la sustracción constituirán un delito independien-
te de robo con homicidio.329
cc) La posición dominante entre nosotros afirma que, si el agresor cau-
sa la muerte de más de una persona con motivo u ocasión del mismo robo,
se configura un solo robo con homicidio, sin que el número de muertes
incida en el título de castigo.330
326
Por todos, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
327
Rodríguez Devesa /Serrano Gómez (1995), p. 437.
328
Garrido (2008), IV, pp. 209 y ss.
329
Gimbernat (1964), p. 436.
330
Entre otros, véase Etcheberry (2010), III, p. 341.
308 Guillermo Oliver Calderón
331
Queralt (1992), p. 260.
332
Véase Bajo Fernández (1989), p. 82.
333
Así, Etcheberry (2010), III, p. 342.
Delitos contra la propiedad 309
cierto, también rige en el caso del robo con homicidio, aunque la doctrina
suele precisar, con toda razón, que el ánimo de lucro sólo rige respecto de
la apropiación, porque la muerte ha de estar motivada por razones distin-
tas, pero vinculadas con el perfeccionamiento del robo.334
334
Rodríguez Devesa /Serrano Gómez (1995), p. 435.
335
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 370.
336
En este sentido, Etcheberry (2010), III, p. 343.
310 Guillermo Oliver Calderón
337
En general sobre el tema de este acápite, véase Rodríguez Collao (2008), pp. 75-99.
Delitos contra la propiedad 311
b) Conductas
Según el artículo 433 CP, “[e]l culpable de robo con violencia o intimidación
en las personas, sea que la violencia o la intimidación tenga lugar antes del robo
para facilitar su ejecución, en el acto de cometerlo o después de cometido para favo-
recer su impunidad, será castigado: 1°. Con presidio mayor en su grado máximo
a presidio perpetuo calificado cuando, con motivo u ocasión del robo, se cometiere,
además, (…) violación…”.
La doctrina está conteste en que la disposición exige que una misma
persona haya intervenido en la comisión de un robo y de una violación. En
otras palabras, deberá haber efectuado una apropiación de cosa mueble
338
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
339
Bajo Fernández (1989), p. 82.
340
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 86, n. 95, afirma que el robo con violación es un caso
obvio de concurso real sustraído al régimen general del artículo 74 del Código Penal.
312 Guillermo Oliver Calderón
ajena, con ánimo de lucrarse, sin la voluntad del dueño y ejerciendo vio-
lencia o intimidación en contra de una persona; y deberá, además, haber
accedido carnalmente a la víctima por vía vaginal, anal o bucal.
Por lo que respecta al primer delito, el mismo texto de la disposición
permite concluir que el hecho debe ser susceptible de calificarse como
robo con violencia o intimidación, sin que baste su encuadramiento en el
robo con fuerza en las cosas.
En cuanto al alcance del vocablo violación usado por el artículo 433 N°1
CP, este se refiere, tanto a las hipótesis previstas en el artículo 361 CP, como
a la que prevé el artículo 362 CP, ya que ambos preceptos figuran bajo un
epígrafe que usa aquella denominación.341
La figura delictiva del artículo 365 bis CP, a pesar de que un sector doc-
trinal estima que recoge casos especiales de violación y estupro,342 es una
forma específica del delito de abuso sexual previsto en los artículos 366,
366 bis y 366 ter CP, concretamente, una modalidad agravada o cualificada
de este último delito, por lo que la referencia a la violación que efectúa el
artículo 433 CP no alcanza al citado artículo 365 bis CP.
Cuando el robo aparece acompañado de una violación ejecutada me-
diante el empleo de fuerza o intimidación, es necesario que tales medios
de ejecución existan, tanto respecto del acto de apropiación, como del ac-
ceso carnal. En otras palabras, será menester que se compruebe el empleo
de medios coercitivos dirigidos a la apropiación y de medios de la misma
índole encaminados a la realización de la cópula.343
341
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
342
Fernández Cruz (2004), pp. 55-74.
343
En este sentido, por ejemplo, Etcheberry (2010), III, p. 343.
344
Garrido (2008), IV, p. 213.
345
Etcheberry (2010), p. 513.
Delitos contra la propiedad 313
d) Sujetos
En términos generales, se afirma que la disposición no exige que la
víctima del atentado sexual y la víctima del acto de apropiación sean una
misma persona, aseveración esta última que nos parece plenamente ajusta-
da a la letra de la ley.348
Por otro lado, cabe preguntarse si el hecho de que el autor de un robo
violento haya atentado sexualmente en contra de más de una persona tie-
ne alguna incidencia en la determinación de la pena aplicable. Entre no-
sotros, Garrido afirma que si en el robo se cometen varias violaciones, “con
un solo abuso sexual se conforma el delito de robo con violación; las otras
violaciones constituyen delitos independientes que deben ser castigadas en
concurso real o material con aquél”.349 La opinión mayoritaria, en cambio,
sostiene que el cúmulo de violaciones no afecta la calificación del delito y
que el exceso debe tomarse en cuenta para la determinación de la pena,
conforme lo dispone el artículo 69 CP.350 Este criterio es congruente con la
propia redacción del artículo 433 N°1 CP, que sitúa a la apropiación como
núcleo de la figura que allí se describe.
346
En este sentido, Bascuñán Rodríguez (2004), p. 309.
347
Vives (1990), p. 842.
348
Así, entre otros, Garrido (2008), IV, p. 215.
349
Ibíd.
350
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
314 Guillermo Oliver Calderón
tad de acceder carnalmente a la víctima. Pero esto no quiere decir que am-
bas voluntades deban existir desde el inicio de la actuación del individuo.
El núcleo de la figura es el robo, por lo cual lo único que cabe exigir desde
el comienzo, es el ánimo de apropiación. El propósito de agredir sexual-
mente a la víctima puede surgir con posterioridad, como lo demuestra el
uso de la fórmula “con ocasión”. Por el contrario, si la voluntad de apro-
piarse de un objeto surge una vez que se ha consumado el acceso carnal o
durante su realización, no cabe apreciar la figura de robo con violación.
Además del dolo, el tipo de robo con violencia o intimidación en las
personas exige la concurrencia de ánimo de lucrarse, lo que significa que el
sujeto debe actuar motivado por un interés pecuniario, un propósito de
obtener una ganancia o utilidad económicamente apreciable. Esta exigen-
cia, por cierto, también rige en el caso del robo con violación.
351
Así, Ibíd., p. 370.
Delitos contra la propiedad 315
Entre las acciones de apropiarse de una cosa ajena y causar las lesiones
debe existir el mismo vínculo que en el robo con homicidio, es decir, las
lesiones deben cometerse con motivo u ocasión del robo. Esto significa que las
lesiones representan un medio para conseguir el fin de la apropiación (se
cometen lesiones con motivo del robo cuando se lesiona para robar) o una
forma de consolidar la apropiación o asegurar la impunidad del sujeto (se
cometen lesiones con ocasión del robo cuando se lesiona al robar).
Dado que la ley exige que el robo y las lesiones hayan sido cometidos
por la persona que debe soportar la sanción, esta únicamente puede ser
impuesta a quien haya intervenido como autor en ambos hechos. No pue-
de aplicarse entonces a quien lo haya hecho en uno solo ni a quien haya
intervenido en uno como autor y en el otro como partícipe.
Por las mismas razones esgrimidas en el análisis del robo con homicidio,
no hay problemas en aceptar que la víctima de las lesiones y la del robo
puedan ser personas distintas.352 A ello puede agregarse que si en la figura
más grave (robo con homicidio) el título de castigo es uno solo, aun cuan-
do haya más de una persona afectada, con mayor razón es así en la figura
menos grave (robo con mutilaciones o lesiones gravísimas).
De la misma manera, cuando el agresor atenta contra la integridad fí-
sica o la salud de varias personas, se configura un solo delito de robo con
mutilaciones o lesiones gravísimas. El número de lesionados incide única-
mente en la determinación de la cuantía exacta de la pena, conforme al
criterio de la extensión del mal producido por el delito (artículo 69 CP).
En cuanto a la tipicidad subjetiva, hay ciertas exigencias que emanan
del propio artículo 433 N°2 CP. Así, cuando las lesiones se cometen con mo-
tivo del robo, debe concurrir dolo directo en el sujeto, porque es el único
compatible con el grado de determinación que presupone dicho vínculo.
En cambio, cuando se cometen con ocasión del robo, basta el dolo eventual.
En cualquier caso, la comisión culposa de las lesiones no se reprime aquí.
Pero hay también otros requerimientos subjetivos que arrancan de los
artículos del Código Penal a los que dicha disposición se remite. El artículo
395 CP, que alude a la castración, exige dolo directo, como se desprende
de la voz “maliciosamente”. Otro tanto sucede con el artículo 396 CP, que
se refiere a la mutilación propiamente tal, al emplear las palabras “con
malicia”. Para las lesiones gravísimas, del artículo 397 N°1 CP, en cambio,
basta el dolo eventual. Esto hace decir a la mayoría de la doctrina que el
352
Así, Araya Ossandón (2008), p. 27, n. 46.
318 Guillermo Oliver Calderón
353
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
Delitos contra la propiedad 319
grado medio a máximo, cuando se cometieren lesiones de las que trata el número 2°
del artículo 397…”.
La acción que acompaña a la de apropiación de cosa mueble ajena es
la de herir, golpear o maltratar de obra a otro, causando lesiones que pro-
duzcan en el ofendido enfermedad o incapacidad para el trabajo por más
de treinta días. Así fluye de la remisión que la norma efectúa al artículo
397 N°2 CP. Por eso, no compartimos la opinión doctrinal que incluye tam-
bién las lesiones del artículo 398 CP,354 la que parece vulnerar el principio
de legalidad. Estas últimas lesiones exigen la realización de una conducta
distinta: administrar a otro sustancias o bebidas nocivas o abusar de su cre-
dulidad o flaqueza de espíritu, lo que además no parece compatible con el
carácter físico de la violencia propia del robo.
La ley no exige que las lesiones simplemente graves se cometan con moti-
vo u ocasión de robo, pero debe estimarse subentendida esta exigencia. No
sería razonable exigirla para el robo con mutilaciones o lesiones gravísimas
y no hacerlo para el robo con lesiones simplemente graves. De lo contrario,
habría que considerar concurrente esta última figura de robo calificado
cuando, inmediatamente después de haber consumado un hurto, el suje-
to activo causara lesiones simplemente graves al dueño de la cosa o a un
tercero por mero placer, hipótesis que la doctrina nacional no duda en
calificar como un concurso material de delitos entre hurto y lesiones, y no
como un robo.355
Dado que las lesiones se deben cometer con motivo u ocasión de robo,
ello se proyecta en la tipicidad subjetiva. Cuando se ejecutan con motivo
del robo, sólo el dolo directo parece compatible con dicho vínculo. Cuan-
do se cometen, en cambio, con ocasión del robo, parece bastar el dolo
eventual. La comisión culposa, por su parte, no tiene cabida.356
Para finalizar y evitar repeticiones, en cuanto a la naturaleza de la figu-
ra, a la persona que debe ser sancionada, a la posibilidad de que la víctima
de la apropiación y la persona lesionada sean distintas, a la indiferencia del
número de personas lesionadas y a las etapas de desarrollo del delito, nos
remitimos a lo dicho más arriba a propósito del robo con mutilaciones o
lesiones gravísimas.
354
Véase Garrido (2008), IV, p. 218.
355
Etcheberry (2010), III, p. 336.
356
Por todos, Garrido (2008), IV, p. 218.
320 Guillermo Oliver Calderón
357
Así, entre otros, Etcheberry (2010), III, p. 344.
358
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 372.
359
Labatut (2000), II, p. 204.
360
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 372.
361
Véase Etcheberry (2010), III, p. 344.
362
Garrido (2008), IV, p. 217.
363
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 66.
Delitos contra la propiedad 321
364
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 217.
322 Guillermo Oliver Calderón
Al igual que las anteriores hipótesis de robo calificado, esta figura supo-
ne que se realicen completamente los dos comportamientos que lo inte-
gran: la apropiación de una cosa ajena y la retención de una persona por
un lapso mayor al necesario para la comisión del delito o bajo rescate. En
consecuencia, no puede sancionarse a una persona bajo este título de cas-
tigo, ni siquiera como tentativa o frustración, si la víctima es retenida, pero
no se consuma la apropiación, ni tampoco si hay apoderamiento, pero no
tiene lugar la privación de libertad exigida. En tales casos cada hecho debe
sancionarse por separado.
Por las mismas razones señaladas para anteriores supuestos de robo ca-
lificado, no puede aplicarse a esta figura la regla de equiparación de pena
de todas las etapas ejecutivas del delito, contemplada en el artículo 450
inciso primero CP.
5.7.1. Piratería
El artículo 434 CP dispone que “[l]os que cometieren actos de piratería serán
castigados con la pena de presidio mayor en su grado mínimo a presidio perpetuo”.
El texto puede originar dudas acerca de lo que significa ejecutar actos
de piratería, dado que la ley no los define. La expresión “actos de piratería”
alude a robos con violencia o intimidación en las personas que se cometen
en el mar, actuando de una embarcación a otra. En efecto, conforme al
Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, pirata quiere de-
cir “persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje
de barcos en el mar para robar” (segunda acepción) y piratería, “robo o
presa que hace el pirata” (segunda acepción). Un análisis sistemático rea-
firma la misma idea, ya que el epígrafe del párrafo en el que se encuentra
la disposición sugiere que se trata de un robo con violencia o intimidación
en las personas.
Como se trata de una forma (agravada) de robo con violencia o intimi-
dación en las personas, deben concurrir todos los requisitos propios de
Delitos contra la propiedad 323
365
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 373.
366
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 69.
367
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 373.
324 Guillermo Oliver Calderón
5.7.2. Extorsión
De acuerdo con lo que establece el artículo 438 CP, “[e]l que para defraudar
a otro le obligare con violencia o intimidación a suscribir, otorgar o entregar un instru-
mento público o privado que importe una obligación estimable en dinero, será castiga-
do, como culpable de robo, con las penas respectivamente señaladas en este párrafo”.
La ley no usa la voz extorsión para referirse a este delito, pero sí lo hace
la doctrina.368
El tipo exige que se obre con violencia o intimidación, por lo que nos re-
mitimos a lo dicho más arriba sobre estos medios coercitivos.
Los comportamientos que se debe obligar a la víctima a realizar son,
alternativamente, tres: suscribir, otorgar o entregar cierto documento. Sus-
cribir el instrumento significa firmarlo. Esto implica que el documento ya
está elaborado y sólo le falta la firma. Otorgar el instrumento quiere decir
redactarlo o extenderlo. Esto comporta que el documento aún no ha sido
elaborado y se obliga a la víctima a que lo haga. Entregar el instrumento
significa pasárselo al delincuente o a un tercero. Esto supone que el docu-
mento ya ha sido extendido y firmado, sea por la propia víctima, sea por
un tercero.369
El objeto material es un “instrumento público o privado que importe una obli-
gación estimable en dinero”. Por ejemplo, un cheque, un pagaré, el finiquito
de una deuda, un contrato, etc. No distinguiendo la ley, la obligación pue-
de ser civil o natural.
El sujeto activo del delito puede ser cualquier persona, dado que la ley
no exige ningún requisito a este respecto. Otro tanto sucede con el sujeto
pasivo.
La persona coaccionada para ejecutar las conductas señaladas debe ser
la misma que aquella a quien se pretende perjudicar. Así se desprende de
368
Así, ya Del Río (1935), III, p. 439.
369
Garrido (2008), IV, p. 225.
Delitos contra la propiedad 325
la redacción de la primera parte del precepto (“el que para defraudar a otro
le obligare…”). Si se coacciona a una persona y la perjudicada es otra, se
configura un concurso de delitos entre, por un lado, una coacción o una
amenaza condicional y, por otro, una estafa370 o un delito del artículo 471
N°2 CP.
En cuanto al tipo subjetivo, sólo puede cometerse el delito con dolo direc-
to, ya que es el único compatible con el comportamiento que se describe:
obligar a otro a hacer algo para conseguir determinado fin.371 Además del
dolo, exige la ley que concurra un elemento subjetivo del tipo: el ánimo de
defraudar. Esto significa el propósito de producir un perjuicio patrimonial
en la víctima. No es necesario que efectivamente el perjuicio se cause para
que el delito se entienda consumado.372
Esta exigencia subjetiva obliga a considerar atípica, para efectos de la
extorsión, la conducta de obligar a la víctima a suscribir un contrato en
cuya virtud no ve disminuido su patrimonio. En tal caso sólo podría esti-
marse concurrente una coacción o una amenaza.373
La extorsión no es una hipótesis de robo. Comparte con este los medios
coercitivos (violencia o intimidación). Pero las diferencias son notables.
En primer lugar, el sujeto activo no se apropia de ninguna cosa (salvo en
el caso de obligar a la víctima a entregar el instrumento). En segundo tér-
mino, no sólo pueden verse comprometidos bienes muebles, sino también
inmuebles (por ejemplo, cuando se obliga a la víctima a firmar una escritu-
ra pública de donación de un bien raíz). Enseguida, se exige un ánimo de
defraudar. Finalmente –y tal vez esto sea lo más importante–, a diferencia
de lo que sucede en el robo, el bien jurídico afectado, además de la au-
todeterminación o libertad de actuación de la persona coaccionada, que
sufre un daño efectivo, no es la relación fáctica entre una persona y una
cosa mueble susceptible de apreciación pecuniaria, sino el patrimonio de
la víctima,374 que se ve expuesto a un peligro.375 Por todas estas razones,
algunos autores advierten en la extorsión un parentesco más cercano con
la estafa que con el robo.376
370
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 71.
371
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 226.
372
Labatut (2000), II, p. 206.
373
García Arán (2004), p. 698.
374
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 366.
375
Garrido (2008), IV, p. 227, afirma que la extorsión es un delito de peligro (concreto).
376
Así, Bullemore /MacKinnon (2018), p. 71.
326 Guillermo Oliver Calderón
377
Garrido (2008), IV, p. 227.
378
Etcheberry (2010), III, p. 351.
379
Bustos (1991), p. 183.
380
Martínez González (2008), p. 869.
381
Así, García Arán (2004), p. 695.
Delitos contra la propiedad 327
382
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 375 y ss.
383
En este sentido, Mera Figueroa (1995), pp. 96 y ss.
384
Como lo hace, por ejemplo, Etcheberry (2010), III, p. 345.
385
Así, Guzmán Dalbora (2000), p. 108.
386
Así lo propone, entre otros, Mera Figueroa (1995), p. 96.
328 Guillermo Oliver Calderón
Con todo, nos parece que el llamado robo por sorpresa, al menos en la
primera de sus modalidades de ejecución, contiene un plus de antijuridici-
dad que no es captado por el hurto. A nuestro juicio, esta mayor gravedad
obedece a que la especie que la víctima lleva consigo le es súbitamente
arrebatada.387 Arrebatar quiere decir, de acuerdo con el Diccionario de la
Lengua de la Real Academia Española, “quitar con violencia y fuerza”, sig-
nificado que coincide con el sentido natural y obvio de dicha voz, según
su uso general. En el robo por sorpresa la cosa que la víctima porta le es
quitada en forma repentina, a través de una energía física que la separa
violentamente de su cuerpo. De allí su mayor gravedad. Por eso se explica
que la ley equipare esta figura al robo. Y si bien es cierto que el tenor actual
de la disposición no emplea el término arrebatamiento, es evidente que es
esta forma de efectuarse la apropiación la que se encuentra presente en el
espíritu de ella. No por nada dicha voz se utilizaba en la previsión de esta
figura en la Ley General de Hurtos y Robos, de 1849, y lo mismo hacía el
Código Penal hasta una reforma de 1954.
387
En este sentido, Guzmán Dalbora (2000), pp. 111-113.
388
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 376.
Delitos contra la propiedad 329
bles a esta figura o no.389 A nuestro juicio, dado que, como lo vimos, en reali-
dad se trata de un hurto, deben concurrir todos los elementos de este delito.
La acción de apropiación debe ejecutarse en alguna de las formas que
el precepto menciona, las que examinaremos a continuación.
389
Etcheberry (2010), III, p. 345.
390
Garrido (2008), IV, pp. 220 y ss.
391
Etcheberry (2010), III, p. 346.
392
Garrido (2008), IV, p. 221.
393
Ibíd.
330 Guillermo Oliver Calderón
6.4. Penalidad
La sanción asignada al robo por sorpresa es la de presidio menor en
sus grados medio a máximo. La pena es fija, sin que dependa del valor
de la cosa sustraída, a pesar de que, como lo hemos señalado, en realidad
constituye una forma de hurto agravado. Es probable que esto se deba a su
asimilación legal al robo.
En todo caso, la ley se traiciona a sí misma, ya que en ocasiones la san-
ción del hurto es mayor que la del robo por sorpresa. Esto sucede en dos
casos: cuando el valor de la cosa hurtada excede de cuarenta y no pasa
394
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 68.
395
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 377 y ss.
396
Etcheberry (2010), III, p. 346.
Delitos contra la propiedad 331