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266 Guillermo Oliver Calderón

el dolo eventual, ya que el sujeto podría tener dudas acerca de si la cone-


xión ha sido o no previamente autorizada.192
En materia de posibles concursos, si para sustraer energía eléctrica una per-
sona mantiene varias conexiones clandestinas o fraudulentas, debe distinguir-
se según si con ello se afecta la misma o distintas redes domiciliarias. En el pri-
mer caso, el delito es uno solo; en el segundo, hay una reiteración de delitos,
para cuya sanción debe aplicarse lo dispuesto en el artículo 451 CP.193
Finalmente, en cuanto a la penalidad, el legislador ordena imponer las
penas señaladas en el artículo 446 CP. Esto obliga a valorar la cantidad de
energía consumida. Si hay dudas acerca de si dicho monto superó o no me-
dia unidad tributaria mensual, que las pruebas en juicio no logran disipar,
debería absolverse al imputado, porque el artículo 215 del citado Decreto
con Fuerza de Ley N°4 sólo remite al artículo 446 CP, sin mencionar el
artículo 494 bis CP. El hurto falta de electricidad no se pena. Si la prueba
demuestra que se superó el mencionado monto, pero subsisten dudas acer-
ca de su concreta cuantía, debe imponerse la pena más baja (artículo 446
N°3 CP), por aplicación del principio in dubio pro reo.194

4.  ELEMENTOS PROPIOS DEL ROBO CON FUERZA


EN LAS COSAS
4.1.  Justificación de la figura delictiva
A partir de lo dispuesto en el artículo 432 CP, se puede señalar que co-
mete el delito de robo con fuerza en las cosas quien se apropia de cosa mueble
ajena, sin voluntad de su dueño, con ánimo de lucrarse y utilizando una
forma de fuerza en las cosas prevista en la ley.
Existe relativa claridad en cuanto a que el robo con fuerza en las cosas
es una figura más grave que el hurto. Esta idea se basa en que el empleo
de fuerza en las cosas revela un plus de antijuridicidad consistente en la in-
tensificación del ataque a los intereses patrimoniales, al quebrantarse una
barrera de protección de la cosa dispuesta por su dueño o encargado, que
exterioriza la voluntad contraria a la sustracción de ella.195

192
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 323.
193
Ibíd.
194
Guzmán Dalbora (2009a), p. 63, n. 46.
195
Robles Planas (2009), pp. 192 y ss.
Delitos contra la propiedad 267

Sin embargo, esta claridad se difumina al momento de examinar si la


mayor gravedad del robo con fuerza en las cosas en comparación con el
hurto, obedece también a que se vea afectado algún bien jurídico adicio-
nal. Algunos afirman que aquí no se vulnera ningún bien jurídico distinto
del que se ve lesionado en el hurto.196 Otros sostienen que, especialmente
en una de las figuras de robo con fuerza en las cosas (el robo en lugar ha-
bitado o destinado a la habitación o en sus dependencias), se ve atacado,
además, mediante su exposición a un riesgo, un bien jurídico distinto: la
vida, la integridad y la seguridad de las personas.197
Según nuestra opinión, el bien jurídico atacado en el hurto y en el robo
con fuerza en las cosas es el mismo, por lo que no vemos razón que justifi-
que su tratamiento como figuras distintas. No advertimos en la regulación
de este último delito algo que permita suponer que exista una afectación
de intereses que vayan más allá de los estrictamente patrimoniales.198 Las
formas de fuerza en las cosas que la ley menciona representan modalidades
de ataque contra la propiedad y, en su caso, contra la posesión o tenencia
de una cosa. Ni siquiera al robo en lugar habitado o destinado a la habita-
ción o en sus dependencias debiera reconocérsele autonomía delictiva, ya
que la vida, la integridad y la seguridad de las personas no son bienes jurídicos
que, en caso de verse afectados, lo sean de modo distinto a como pueden
serlo en un delito de hurto. Lo mismo cabe decir respecto de la intimidad
del hogar, que puede verse afectada tanto en el hurto, como en el robo.
Como el bien jurídico afectado en el hurto es el mismo que en el robo
con fuerza en las cosas, nos parece que lo más adecuado sería que este
último delito se eliminara. No obstante, dado que el comportamiento que
lo configura es más grave que el hurto, lo óptimo sería que, en su lugar, se
creara una agravante especial aplicable a este último delito,199 consistente
en ingresar o acceder al lugar en que se encuentre la cosa, venciendo los
obstáculos dispuestos para evitarlo.
Además, cuando la apropiación se verifica en un lugar habitado, se afec-
ta un especial ámbito de intimidad y custodia intensificada de bienes,200 lo
que justificaría que, en una nueva regulación, al hurto, agravado o no por

196
Así, Etcheberry (2010), III, p. 315.
197
Similar, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 333.
198
Van Weezel (2011), p. 253.
199
En el mismo sentido, Mera Figueroa (1995), p. 90, quien también propone como
otra posibilidad la de aplicar las reglas generales sobre concursos de delitos.
200
Similar, De Vicente Martínez (1997), p. 832.
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la circunstancia que acabamos de proponer, pudiera aplicársele la agravan-


te del artículo 12 N°18, parte final, CP u otra similar.

4.2.  Concepto y características de la noción de “fuerza en las cosas”


La ley no da un concepto de fuerza en las cosas, pues sólo señala moda-
lidades de ella. Gramaticalmente, puede considerarse como fuerza en las
cosas la energía física que se despliega sobre ellas. Sin embargo, la preten-
sión de explicar el significado de la fuerza en las cosas, mediante el recurso
al elemento gramatical, no puede resultar exitosa. En primer lugar, porque
en el hurto también se emplea una energía física para romper la custodia
anterior sobre el objeto material del delito y constituir una nueva. Y, en se-
gundo lugar, porque sólo algunas de las modalidades de fuerza en las cosas
que la ley menciona corresponden a una energía puramente física; otras
constituyen, más bien, actos de destreza, habilidad o engaño, modalidades
que son asimiladas a la fuerza física, por estimarse que concurre en ellas el
mismo fundamento de la agravación.201
La fuerza en las cosas en el robo es la actividad que el sujeto activo reali-
za para vencer los resguardos o defensas de la especie mueble que será ob-
jeto de apropiación, en alguna de las formas que la ley señala. Por eso, no
hay robo, sino hurto, por mucho que se despliegue una gran energía física,
cuando esta no se dirige contra los medios de protección de la cosa, sino
sobre la cosa misma, como, por ejemplo, si se arranca un árbol de su raíz.202
Se trata, por ende, de un concepto normativo, no de uno descriptivo.203
De lo señalado se desprende, además, que el concepto de fuerza en
las cosas es complejo, ya que presenta una cara objetiva y otra subjetiva. La
primera consiste en la efectiva superación de los medios de protección de
la cosa; la segunda, en que ello se realice para conseguir la apropiación de
esta.204
Sin perjuicio de que más adelante hagamos un análisis de cada una
de las modalidades de fuerza en las cosas, de lo que llevamos dicho y de
su regulación particular es posible extraer algunas características comunes.
Ella no siempre es física, ya que a veces constituye un acto de destreza o

201
De Vicente Martínez (1999), pp. 46 y ss. Similar, Fernández Rodríguez (1997), pp.
73 y ss.
202
Etcheberry (2010), III, pp. 316 y ss.
203
Así, Valmaña (1993), p. 30.
204
Pezoa Silva (1960), p. 32.
Delitos contra la propiedad 269

habilidad, o de engaño. Además, en general, no recae sobre la cosa objeto


de apropiación, sino sobre sus resguardos o defensas. Por otro lado, desde
el punto de vista temporal, debe ser inmediatamente anterior205 a la apro-
piación del objeto material. Asimismo, debe tener por finalidad conseguir
la apropiación de la cosa que se encuentra resguardada por los medios
de protección. Por otra parte, algunas veces se despliega para entrar en el
lugar en que la cosa se encuentra y otras, para abrir habitaciones o mue-
bles que se hallan dentro de dicho lugar. Finalmente, debe corresponder a
alguna de las modalidades que la ley contempla.

4.3.  Lugares de comisión del robo con fuerza en las cosas


Uno de los aspectos más problemáticos de la regulación del robo con
fuerza en las cosas es el relativo a su lugar de comisión. Existe una gran
disparidad de criterios sobre el tema.
La primera discusión gira en torno al sentido de la expresión lugar
habitado, del artículo 440 CP. Algunos entienden por tal aquel en que se
encuentran una o más personas al momento de cometerse el delito, aun
cuando su finalidad no sea la de servir de vivienda (por ejemplo, un tea-
tro).206 Otros sostienen que lugar habitado es aquel en que una o más per-
sonas viven en el momento del robo.207 Como una variante de esta última
opinión, algunos afirman que se trata de un recinto cerrado o no, pero que
está delimitado de alguna forma, que una o más personas destinan para la
habitación, le dan ese uso, y en el que, además, en el momento de comi-
sión del delito, está presente alguno de sus moradores.208
En cuanto a la frase lugar destinado a la habitación, del citado artículo
440, suele señalarse que se trata de aquel lugar cuya finalidad es servir de
morada, aunque en el momento del delito no haya moradores presentes,
por razones accidentales o temporales.209
Se discute también el alcance de la expresión lugar no habitado, del ar-
tículo 442 CP. Para algunos, es un lugar cerrado que no se destina a la
habitación y en el cual no se encuentran personas en el momento del deli-

205
Garrido (2008), IV, p. 232.
206
Así, Labatut (2000), II, p. 207; Del Río (1935), III, p. 441.
207
En este sentido, Etcheberry (2010), III, p. 320.
208
Garrido (2008), IV, p. 234.
209
Así, Etcheberry (2010), III, p. 320.
270 Guillermo Oliver Calderón

to.210 Para otros, se trata de un lugar cerrado en el que no mora nadie, con
independencia de que haya alguien en él o no al momento de perpetrarse
el delito.211 Una variante de esta segunda opinión plantea que, además,
debe ser un lugar “habitable”, es decir, que por su naturaleza pueda servir
de habitación, ya que sólo así se le podría distinguir del “no destinado a la
habitación” del artículo 443 CP.212
Asimismo, se debate acerca del sentido de la expresión sitio no destinado
a la habitación, del artículo 443 CP. Algunos afirman que debe entenderse
por tal una extensión de terreno que no está delimitada, o que, si lo está,
no cuenta con resguardos que impidan un ingreso no autorizado.213 Otros
señalan que se trata de un lugar que no sirve de morada a nadie en el
momento del robo, que, por su naturaleza, no tiene por finalidad llegar a
servir de morada (sería un lugar no habitado ni “habitable”) y que puede
ser cerrado o abierto.214
Sobre lo que no se discute es acerca del significado de la frase bienes
nacionales de uso público, del mismo artículo 443 CP, ya que se acepta el con-
cepto del artículo 589 CC: bienes cuyo dominio pertenece a la nación toda
y su uso, a todos los habitantes de la nación, como las calles, las plazas, los
puentes, los caminos, el mar adyacente y sus playas.
Más adelante explicaremos el alcance de la voz dependencias, del artículo
440 CP, y aludiremos al “interior de vehículos motorizados”, a que se refie-
re el artículo 443 CP.
La causa de la discusión en torno a los lugares de comisión del robo
con fuerza en las cosas está en lo confuso de los términos utilizados por el
legislador y en lo desafortunado de la forma en que se hizo una importante
modificación legal en esta materia en 1954.
Simplificando bastante la exposición del tema, y aun a riesgo de falta
de precisión, podría decirse que en el párrafo 3 del Título IX del Libro
Segundo del Código Penal, se distinguen, además de los bienes nacionales
de uso público, tres lugares de comisión del robo con fuerza en las cosas:
el lugar habitado o destinado a la habitación (artículo 440 CP), el lugar no
habitado (artículo 442 CP) y el “lugar” no destinado a la habitación (artícu-

210
Pezoa Silva (1960), pp. 87 y ss.
211
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 351.
212
En este sentido, Etcheberry (2010), III, p. 320.
213
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 353.
214
Etcheberry (2010), III, pp. 320 y ss.
Delitos contra la propiedad 271

lo 443 CP). De ello parece desprenderse que el legislador usa dos criterios
de distinción: la habitación y el destino a la habitación.215
Combinando ambos criterios, en teoría podrían existir cuatro lugares
diferentes: el habitado y destinado a la habitación, el habitado y no desti-
nado a la habitación, el no habitado pero destinado a la habitación, y el no
habitado ni destinado a la habitación. De estos cuatro lugares, los tres pri-
meros estarían captados por el artículo 440 CP, porque este incluye el lugar
habitado, esté o no destinado a la habitación, pues no efectúa ninguna
distinción, y el lugar destinado a la habitación, pero no habitado. Quedaría
fuera de su alcance el lugar no habitado ni destinado a la habitación, cuya
comprensión se disputarían los artículos 442 y 443 CP, que aluden, respec-
tivamente, al lugar no habitado y al “lugar” no destinado a la habitación,
o sea, se refieren por separado a los dos elementos de la combinación res-
tante. En este esquema, una de estas dos últimas disposiciones no tendría
cabida, lo que invita a desechar la pretensión de sostener que el sistema del
robo con fuerza en las cosas se construye sobre la base de los dos criterios
de distinción mencionados.
Es cierto que el artículo 440 CP contrapone al lugar habitado, el desti-
nado a la habitación. Pero de ello no se sigue forzosamente que se trate de
lugares distintos. Si un lugar destinado a la habitación es aquel que sirve
de morada, aunque al momento del delito no haya moradores presentes,
no tiene sentido que la ley lo distinga del lugar habitado, entendido este
como aquel en que hay moradores presentes. La diferencia consistiría en
una cuestión meramente circunstancial y perfectamente prescindible en
la configuración típica, la que se regiría sólo por el hecho de que el lugar
sirva de morada de alguien.216
Habitar un lugar no significa simplemente estar en él, sino ocuparlo
como morada.217 Conforme al Diccionario de la Lengua de la Real Acade-
mia Española, habitar quiere decir, en su única acepción, “vivir, morar”. En
consecuencia, un lugar es habitado cuando sirve de morada a alguien, lo
que lo convierte en un especial ámbito de intimidad y custodia intensifi-
cada de bienes al cual el legislador ha decidido brindar mayor protección
penal. Esta función que cumple el lugar no depende de que al momento
del robo haya personas en su interior.

215
Recogemos aquí y utilizamos en lo sucesivo, el agudo análisis de De la Fuente (2008),
p. 413.
216
De la Fuente (2008), p. 416.
217
Ibíd., p. 417.
272 Guillermo Oliver Calderón

Todo lugar habitado está destinado a la habitación, y todo lugar desti-


nado a la habitación está habitado. En otras palabras, cuando el artículo
440 CP alude al lugar habitado y al destinado a la habitación, no lo hace
porque los considere lugares distintos, sino sólo porque ha decidido em-
plear una fórmula explicativa, para dejar en claro que un lugar es habitado
cuando se destina actualmente a la habitación, haya moradores en él al
momento del robo o no. No se trata de lugares diversos.218
En cuanto al lugar no habitado (artículo 442 CP), hay que entender por
tal, simplemente, aquel que no sirve de morada a nadie y que también es
cerrado.
Por sitio no destinado a la habitación (artículo 443 CP) debe entenderse
cualquier extensión de terreno que no se encuentra delimitada o que, si
lo está, carece de resguardos que impidan una entrada no autorizada (por
ejemplo, una playa de estacionamientos, un predio rural delimitado sólo
por cercos, etc.).
La alusión a este “lugar” se incorporó en el Código mediante la Ley
N°11.625, de 4 de octubre de 1954, con el declarado propósito de exten-
der la calificación de robo con fuerza en las cosas a hechos que antes sólo
podían ser considerados hurtos, especialmente, a apropiaciones de auto-
móviles, partes de ellos u objetos dejados en ellos, que se encontraban
en las calles o en otros espacios abiertos. Conforme a la regulación hasta
entonces existente, se estimaba que tales conductas no constituían robos
con fuerza, porque no se realizaban en un lugar habitado (o destinado a la
habitación) ni en uno no habitado –que eran las dos únicas posibilidades–,
entendiendo por lugar una extensión de terreno delimitada y rodeada de
defensas o resguardos que impiden un ingreso no autorizado. Como se
comprenderá entonces, el sitio no destinado a la habitación no puede ser
cerrado, sino abierto. Repárese en que la referencia a esta porción de te-
rreno se incluyó junto con la alusión a bienes nacionales de uso público.
Por eso la disposición no utiliza la palabra lugar, sino la voz sitio. Por lo mis-
mo, a diferencia del robo en lugar habitado (o destinado a la habitación) y
del robo en lugar no habitado, esta figura no contempla como modalidad
de fuerza en las cosas el escalamiento. No se trata de una omisión del le-
gislador, sino de una consecuencia lógica del hecho de que el robo no se
comete en un lugar.219

218
Ibíd.
219
Bascuñán Rodríguez (2004), pp. 305 y ss.
Delitos contra la propiedad 273

En síntesis, un lugar es una extensión de terreno delimitada y rodeada


por resguardos que impiden una entrada no autorizada. Si sirve de morada
a alguien, es un lugar habitado o destinado a la habitación (artículo 440
CP); si no sirve de morada a nadie, es un lugar no habitado (artículo 442
CP). Un sitio, en cambio, es una extensión de terreno que no está delimi-
tada o que carece de resguardos que impidan un ingreso no autorizado
(artículo 443 CP).
El artículo 440 CP, después de mencionar el lugar habitado o destinado
a la habitación, alude a sus dependencias. No hay acuerdo acerca del signifi-
cado de esta expresión. Algunos, usando un criterio físico, afirman que se
trata de un lugar contiguo al lugar habitado o destinado a la habitación
y directamente comunicado con este, con el que constituye un solo todo
(por ejemplo, jardines, patios, garajes, bodegas, etc.).220 Otros, empleando
un criterio funcional, añaden a las anteriores exigencias la de que en la de-
pendencia se realice una actividad subordinada a las que se desarrollan en
el lugar habitado o destinado a la habitación, y que sobre aquella el titular
de este también ejerza su derecho (dominio, posesión o mera tenencia).221
Según nuestra opinión, el fundamento de la mayor pena que se asig-
na a la figura del artículo 440 CP por sobre las restantes formas de robo
con fuerza en las cosas, conduce a sostener que la utilización de conside-
raciones físicas para concluir que se está ante una dependencia, siendo
necesaria, es insuficiente. Si la razón de tal agravación se halla en la mayor
protección que se quiere brindar a un especial ámbito de intimidad y cus-
todia intensificada de bienes, determinado por el hecho de que se tenga
morada en él, parece razonable exigir que en el lugar accesorio el titular
del recinto principal pueda ejercer su potestad, por ejemplo, dejando al-
gunas de sus pertenencias allí (como un automóvil). Si no puede ejercer
su derecho, verbigracia, porque ha entregado en arriendo a un tercero el
recinto secundario, por mucho que concurran todos los requisitos que se
exigen conforme al criterio físico, no se trata de una dependencia, sino de
un lugar habitado o no habitado, dependiendo de si alguien tiene allí su
morada o no, respectivamente.
En cambio, no nos parece correcto exigir que, para calificar un lugar
como dependencia, se ejerza en él una función subordinada a la que se
desarrolla en el lugar principal. No vemos en el fundamento de la agrava-
ción nada que conduzca a esta conclusión. Si en el lugar accesorio se ejerce

220
Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 337 y ss.
221
Así, Etcheberry (2010), III, pp. 322 y ss.
274 Guillermo Oliver Calderón

una función que no está destinada al servicio de una necesidad de la vida


doméstica de los moradores del lugar principal, igualmente puede verse
afectado el mencionado ámbito especial de intimidad y custodia intensifi-
cada de bienes.222

4.4.  Robo en lugar habitado o destinado a la habitación o en sus dependen-


cias
El artículo 440 CP tipifica esta figura, al señalar que “[e]l culpable de robo
con fuerza en las cosas efectuado en lugar habitado o destinado a la habitación o en
sus dependencias, sufrirá la pena de presidio mayor en su grado mínimo si cometiere
el delito:
1.° Con escalamiento, entendiéndose que lo hay cuando se entra por vía no desti-
nada al efecto, por forado o con rompimiento de pared o techos, o fractura de puertas
o ventanas.
2.° Haciendo uso de llaves falsas, o verdadera que hubiere sido sustraída, de
ganzúas u otros instrumentos semejantes para entrar en el lugar del robo.
3.° Introduciéndose en el lugar del robo mediante la seducción de algún domésti-
co, o a favor de nombres supuestos o simulación de autoridad”.

4.4.1.  Análisis de las modalidades de fuerza en las cosas


En este delito, las tres modalidades de fuerza en las cosas tienen en
común el hecho de que se ejecutan para ingresar en el lugar habitado o
destinado a la habitación o en sus dependencias. Así se desprende de las
referencias a las acciones de entrar, que se contienen en los dos primeros
números, y de introducirse, que se contempla en el número tercero.
Entrar quiere decir, conforme al Diccionario de la Lengua de la Real
Academia Española, en su primera acepción, “ir o pasar de fuera adentro”,
lo que parece coincidir con el sentido natural y obvio de la palabra, según
su uso general. Algunos han entendido que este delito se comete sólo si
para la apropiación el sujeto activo ha introducido, en el lugar habitado o
destinado a la habitación o en sus dependencias, todo su cuerpo o la mayor
parte de él.223 A nuestro juicio, únicamente se puede afirmar que se entra a

222
En contra, Pezoa Silva (1960), p. 49.
223
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 323.
Delitos contra la propiedad 275

un lugar cuando toda la envergadura física del sujeto ingresa, ya que recién
en ese momento se deja de estar fuera del lugar para estar dentro de él.
Si se entra al lugar sin el empleo de alguna de las formas de fuerza en
las cosas que la ley prevé, y después de tomar una especie ajena el sujeto
activo ejerce fuerza en las cosas para salir, el hecho no constituye robo, sino
hurto.224

a) Escalamiento
La primera modalidad de fuerza en las cosas la constituye el escalamien-
to. Se suele efectuar una distinción entre el escalamiento externo y el interno.
El externo se verifica en el perímetro de un lugar, en tanto que el interno,
dentro del lugar. La figura de robo tipificada en el artículo 440 CP sólo
contempla el escalamiento externo. Por lo tanto, si se entra al lugar habi-
tado o destinado a la habitación o a su dependencia por la puerta que ha
quedado abierta, pero una vez adentro se rompe otra puerta para ingresar
a una habitación y sacar de ella un computador, el hecho no es un robo,
sino un hurto.225
También suele distinguirse entre el escalamiento propiamente tal y la frac-
tura o efracción. El primero consiste en la superación de las entradas de una
propiedad mediante simple agilidad o destreza física, o con ayuda de me-
dios materiales, como una escala. La segunda, en la destrucción de dichas
entradas o resguardos.226 Examinando el primer número del artículo 440
CP, puede decirse, en general, que a la primera modalidad corresponde el
ingreso “por vía no destinada al efecto”, y a la segunda, la entrada “por forado o
con rompimiento de pared o techos, o fractura de puertas o ventanas”.
La referencia a la conducta de entrar por vía no destinada al efecto obliga
a analizar si en el caso de que se trate el acceso corresponde o no al que
normalmente se utiliza. Lo más frecuente es que a un lugar habitado o des-
tinado a la habitación o a sus dependencias se entre a través de una puerta,
de modo que, si el delincuente ha ingresado por un ventanal, el hecho será
un robo, a menos que esa sea la vía de acceso habitual.
En otro orden de ideas, la fórmula de entrar por vía no destinada al efecto
constituye una cláusula general, que torna innecesaria la casuista referen-

224
En la doctrina nacional, por todos, Garrido (2008), IV, p. 237.
225
Ibíd., pp. 244 y ss.
226
Labatut (2000), II, p. 207.
276 Guillermo Oliver Calderón

cia que, acto seguido, hace la ley a otras formas de ingreso.227 Pero tiene
la virtud de que admite un sentido normativo amplio que, respetando el
telos de la disposición y no sobrepasando su sentido literal posible, permite
captar modos de acceso que no pueden considerarse comprendidos en el
listado de formas de entrada que la disposición prevé. En efecto, según
el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, la voz vía no
sólo significa “camino”, sino también “de forma, a manera y modo” de
hacer algo (verbigracia, de entrar a un lugar). Así, por ejemplo, esta cláu-
sula permite alcanzar el comportamiento de quien ingresa por el hueco de
una puerta que previamente ha desmontado, de quien entra mediante una
llave no autorizada por el propietario,228 de quien ingresa por la puerta
que previamente ha abierto introduciendo su mano por la ventana para
correr el pestillo,229 etc. Lo decisivo no es tanto determinar “qué modalidad
de quebrantamiento de las trabas puestas al ingreso se verifica, sino si fue necesaria
la neutralización de esas defensas”.230 La cláusula se refiere, entonces, a
cualquier vía (forma, manera o modo de entrar) que no esté destinada al
efecto, o sea, al ingreso de terceros.231 No sólo entra por vía no destinada al
efecto quien accede por donde normalmente no ingresa nadie, sino tam-
bién quien lo hace por el lugar usual para hacerlo, pero neutralizando un
obstáculo que lo impide.
La ley menciona a continuación el ingreso por forado. Se trata de entrar
al lugar haciendo un orificio, el que puede ser realizado en el muro, en
el techo, en la puerta, en la ventana, en el suelo (cavando un túnel que
conduzca al lugar) o en cualquier otro resguardo o defensa. Lo relevante
es que sea el propio sujeto activo quien haga el hoyo.232 En todo caso, si
ingresa por un orificio que existía con anterioridad, igualmente estará en-
trando por vía no destinada al efecto, salvo que sea la forma habitual de
acceso a esa morada.233
Agrega la disposición la entrada con rompimiento de pared o techos. Esto sig-
nifica ingresar a través de una pared o un techo que el mismo sujeto activo
destruye previamente.

227
Etcheberry (2010), III, p. 325.
228
Los dos últimos ejemplos son propuestos por Ossandón Widow (2009), p. 180.
229
Ejemplo propuesto por De la Fuente (2005), pp. 571-573, a partir de un caso real.
230
Ibíd., p. 573 (las cursivas en el original).
231
Ossandón Widow (2009), p. 180.
232
Etcheberry (2010), III, p. 325.
233
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 341.
Delitos contra la propiedad 277

Finalmente, la disposición añade el acceso con fractura de puertas o venta-


nas. Esto quiere decir entrar al lugar quebrando previamente una puerta
o una ventana.

b)  Uso de llaves


La segunda modalidad de fuerza en las cosas en este delito alude, dicho
en términos generales, al uso de llaves, ganzúas u otros instrumentos seme-
jantes (artículo 440 N°2 CP).
La primera posibilidad a la que hace referencia la ley es la de hacer uso de
llaves falsas. Conforme al Diccionario de la Lengua de la Real Academia Es-
pañola, por llave se entiende un “instrumento, comúnmente metálico, que,
introducido en una cerradura, permite activar el mecanismo que la abre
y la cierra”. A su turno, de acuerdo con el mismo texto, se entiende por
cerradura, un “mecanismo de metal que se fija en puertas, tapas de cofres,
arcas, cajones, etc., y sirve para cerrarlos por medio de uno o más pestillos
que se hacen jugar con la llave”. De acuerdo con esto, un candado puede
también ser considerado como cerradura. La doctrina, con ciertos matices,
parece concordar con estos conceptos.234
Sin embargo, no existe consenso en la determinación de cuándo una
llave es falsa. Algunos, en un planteamiento muy restrictivo, sostienen que
la llave falsa es la empleada en una chapa distinta de aquella a que por su
fabricación y destinación pertenece.235 Otros señalan que también consti-
tuye llave falsa la duplicada de la verdadera sin consentimiento de su due-
ño.236 Otros, a las anteriores hipótesis añaden la de las denominadas llaves
maestras, o sea, las que sirven para abrir varias cerraduras de características
semejantes.237 Otros agregan las llaves perdidas por su propietario y las
retenidas por quien deja de estar autorizado para tenerlas.238 Finalmente,
hay quienes consideran que también son falsas las llaves verdaderas que
hubieren sido sustraídas y las llaves verdaderas no utilizadas y desconocidas
por los moradores.239

234
Véase, por todos, Bullemore /MacKinnon (2018), p. 47.
235
Así, Del Río (1935), III, p. 443.
236
En este sentido, Labatut (2000), II, p. 207.
237
Así, Etcheberry (2010), III, p. 328.
238
Véase Garrido (2008), IV, p. 239.
239
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 343.
278 Guillermo Oliver Calderón

A nuestro juicio, debe adherirse a una concepción amplia. Si el funda-


mento de la mayor gravedad del robo con fuerza está en la intensificación
del ataque a la propiedad de una cosa, al superar una barrera de protec-
ción dispuesta por su dueño, debe considerarse como llave falsa cualquiera
que no corresponda a la cerradura de que se trata o que, si corresponde
a ella, no está destinada a dicho efecto por los habitantes del lugar en el
momento de su uso, ya que en ambos casos se burla la defensa o resguardo
sin contar con el consentimiento del titular.240 Pueden entonces calificarse
como llaves falsas, además de las que no corresponden a la cerradura, las
llaves maestras, las duplicadas sin consentimiento de los moradores, las
llaves extraviadas,241 las llaves indebidamente retenidas,242 etc. Pero este
planteamiento extensivo no debe llevar a incluir supuestos que la propia
ley distingue de las llaves falsas, como el de las verdaderas sustraídas.243
La siguiente posibilidad a la que alude la ley es la de usar llave verdadera
que hubiere sido sustraída. La llave verdadera es aquella que corresponde a
la cerradura de que se trata y que está destinada a tal fin por los habitantes
del lugar en el momento de su uso.
Agrega la ley el ingreso haciendo uso de ganzúas. La doctrina suele
aceptar el significado que a dicho término le atribuye el Diccionario de
la Lengua de la Real Academia Española, conforme al cual se trata de un
“alambre fuerte y doblado por una punta, a modo de garfio, con que, a
falta de llave, pueden correrse los pestillos de las cerraduras”.244
La última modalidad que menciona la ley es la de entrar haciendo uso
de otros instrumentos semejantes. Se trata de cualesquiera otros objetos que
sirvan para abrir una cerradura. No es necesario que la semejanza esté en
su forma (que se parezcan a una ganzúa o a una llave), sino en su función
(que se pueda usar para abrir una cerradura).245

c)  Formas de engaño


La tercera forma de fuerza en las cosas en esta figura consiste en la utili-
zación de algunos medios engañosos (artículo 440 N°3 CP).

240
Similar, Cury (1960), p. 211.
241
Así, Ibíd.
242
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 344.
243
Como lo hacen Ibíd., p. 343.
244
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 326.
245
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 240.
Delitos contra la propiedad 279

En primer lugar, la ley alude a la seducción de algún doméstico. Se trata


de entrar al lugar mediante una acción engañosa. A pesar de que en otras
disposiciones el Código utiliza la voz seducir atribuyéndole un sentido se-
xual (por ejemplo, en el artículo 223 N°3 CP), en el robo sólo quiere decir
lograr la aquiescencia para introducirse en el lugar.246
La persona seducida sólo puede ser, en los términos de la ley, un domés-
tico, es decir, en principio, un trabajador de casa particular.247 Sin embar-
go, creemos que también podría incluirse la persona que, sin desempeñar
en una casa labores permanentes, lo hace en forma habitual, como, por
ejemplo, un jardinero, un limpiador de ventanas, etc.
Enseguida, la ley agrega el ingreso a favor de nombre supuesto. Se trata de
la atribución de una identidad falsa que permita el ingreso en el lugar, no
necesariamente un mero cambio en el nombre del sujeto. Por ejemplo, en-
trar atribuyéndose la calidad de trabajador de una empresa distribuidora
de electricidad que necesita examinar el medidor de energía.248
Finalmente, la ley menciona la introducción en el lugar mediante simu-
lación de autoridad. Esto consiste en fingir ser una autoridad con poder para
entrar en el lugar (por ejemplo, un receptor judicial). Sobre este punto
existe una discusión doctrinal. Mientras algunos exigen que la simulación
aparezca revestida de apariencias externas (un uniforme, una credencial
falsa, etc.),249 otros afirman que ello no es necesario.250 A nuestro juicio,
esta exigencia es excesiva. No advertimos por qué, si en la anterior moda-
lidad de fuerza en las cosas (ingreso a favor de nombre supuesto) no se
exige una apariencia externa que refuerce la credibilidad de la afirmación
mendaz (por ejemplo, una credencial de operario de una empresa eléctri-
ca, etc.), en esta nueva modalidad ello sí deba exigirse.
Como se comprenderá, no se configura esta modalidad de robo si quien
ingresa al lugar es efectivamente una autoridad, quien se excede en sus
funciones. No puede haber simulación de autoridad si el agente posee la
calidad de tal. El funcionario que entra al lugar teniendo facultades para
hacerlo, y aprovecha la ocasión para apropiarse de cosas ajenas, no comete
robo, sino hurto, agravado por la circunstancia del artículo 12 N°8 CP.

246
Por todos, Bullemore /MacKinnon (2018), p. 48.
247
Así, implícitamente, Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 345 y ss.
248
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 330.
249
Así, entre otros, Garrido (2008), IV, p. 242.
250
Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 347 y ss.
280 Guillermo Oliver Calderón

4.4.2.  Presunción de tentativa de robo


Conforme a lo que establece el artículo 444 CP, “[s]e presume autor de ten-
tativa de robo al que se introdujere con forado, fractura, escalamiento, uso de llave
falsa o de llave verdadera substraída o de ganzúa en algún aposento, casa, edificio
habitado o destinado a la habitación o en sus dependencias”.
Se trata de una presunción legal, pues se da por concurrente una con-
secuencia –que alguien es autor de tentativa de robo–, a pesar de que la ra-
zón por la cual el individuo se encuentra en la situación descrita podría ser
distinta de la realización de una acción de apropiación, como, por ejem-
plo, guarecerse del mal tiempo, rescatar a alguien en una emergencia, etc.
Asimismo, no cabe duda de que tal presunción sólo puede corresponder
a la categoría de simplemente legales, es decir, a aquellas que permiten
probar la inexistencia del hecho que legalmente se presume (artículo 47
inciso tercero CC).
Estas presunciones son inadmisibles, ya que contradicen la garantía de
presunción de inocencia que consagran los artículos 14 párrafo segundo del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y 8° párrafo segundo
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; ello, en cuanto
implican tratar como responsable a un individuo, calidad esta última que es
exactamente lo contrario a inocente. De ahí que, si el órgano jurisdiccional
pretendiera aplicar una figura como la que contempla el artículo 444 CP,
tal actitud sería inconstitucional, pues contravendría el claro tenor del ar-
tículo 5° inciso segundo CPR, que obliga a las autoridades públicas a res-
petar las garantías consagradas en los instrumentos internacionales sobre
derechos humanos.
Tal inadmisibilidad también se funda en la alteración que implica en
la carga de la prueba. En efecto, una manifestación de aquella garantía la
constituye el hecho de que a la acusación corresponde la carga de acredi-
tar los elementos que fundan la responsabilidad penal, de modo que si no
consigue llevar al tribunal al grado de convicción exigido para condenar,
este debe absolver al acusado.251 Pues bien, las presunciones simplemente
legales implican, en buena parte, trasladar al imputado la prueba de su
inocencia, ya que este parte en el proceso con una presunción en contra
que tiene que desvirtuar,252 lo que, por las razones antes apuntadas, es in-
constitucional.253

251
Véase Binder (2004), pp. 126-129.
252
Lo reconoce Garrido (2008), IV, p. 251.
253
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 52.
Delitos contra la propiedad 281

4.5.  Robo en lugar no habitado


Esta figura está contemplada en el artículo 442 CP, conforme al cual “[e]
l robo en lugar no habitado, se castigará con presidio menor en sus grados medio a
máximo, siempre que concurra alguna de las circunstancias siguientes:
1.a Escalamiento.
2.a Fractura de puertas interiores, armarios, arcas u otra clase de muebles u obje-
tos cerrados o sellados.
3. a Haber hecho uso de llaves falsas, o verdadera que se hubiere sustraído, de
ganzúas u otros instrumentos semejantes para entrar en el lugar del robo o abrir los
muebles cerrados”.
A diferencia de lo que sucede en el robo en lugar habitado (o destinado
a la habitación o en sus dependencias), en el cual la fuerza en las cosas
debe tener como fin entrar en el lugar, en el robo en lugar no habitado
puede tener como objetivo ingresar en el lugar, o bien, abrir dentro de
este habitaciones u objetos muebles en los que se encuentre la cosa a ser
apropiada. Respecto de la que se ejerce para entrar, valgan los comentarios
que hicimos en su momento a propósito de esta característica de la fuerza
en el robo en lugar habitado.
En el primer número del artículo 442 CP se alude al escalamiento. Se
trata de un escalamiento externo, que tiene como fin ingresar en el lugar
no habitado, cuyo significado es exactamente el mismo que el del número
primero del artículo 440 CP.
El segundo número del artículo 442 CP regula el llamado escalamiento
interno, que tiene como objetivo abrir, dentro del lugar no habitado, habi-
taciones u objetos cerrados o sellados. La forma de hacerlo sólo puede ser
la fractura, esto es, un rompimiento. Por lo tanto, si los obstáculos internos
se superan sin romperlos (por ejemplo, desmontando una puerta interior
sin que se le cause daño), el hecho constituye un hurto.
Los objetos a ser fracturados sólo pueden ser puertas interiores, arma-
rios, arcas u otra clase de muebles u objetos cerrados o sellados, como, por
ejemplo, un estante cerrado. Por lo tanto, por no comprenderlo la ley en
su excesivo casuismo, si se fractura una ventana interior, el hecho es un
hurto,254 salvo que la ventana forme parte de algún mueble. Lo mismo
sucede con el rompimiento de paredes o techos interiores o de pisos.255

254
Véase Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 352.
255
Así, Etcheberry (2010), III, p. 330.
282 Guillermo Oliver Calderón

En el tercer número del artículo 442 CP se alude a la modalidad de


fuerza en las cosas consistente, genéricamente hablando, en el uso de llaves,
que puede tener por finalidad tanto entrar en el lugar no habitado, como
abrir muebles en su interior.
El objeto a utilizar es exactamente el mismo que el del segundo número
del artículo 440 CP, esto es, una llave falsa, o verdadera sustraída, ganzúa u
otro instrumento semejante.
El artículo 442 N°3 CP se refiere a muebles cerrados, expresión que no
cabe entender como simples objetos de mueblería,256 sino como cualquier
objeto material cuyo acceso a su interior se proteja con una cerradura que
requiera llave para abrirla.257
Nuevamente, el casuismo legal ha producido estragos. Por no estar
comprendido en el tipo, no constituye robo sino hurto el hecho de utilizar
alguno de los objetos mencionados en este numeral (llave falsa, ganzúa,
etc.) para abrir, sin romper, la puerta de una habitación interior y apropiar-
se de una cosa que está adentro.258

4.6. Robo en bienes nacionales de uso público, en sitio no destinado a la


habitación o en el interior de vehículos motorizados
Este delito, que aparece regulado en el artículo 443 CP y que inicial-
mente aludía sólo a bienes nacionales de uso público y sitios no destinados
a la habitación, fue tipificado a través de la Ley N°11.625, de 4 de octubre
de 1954, para considerar robos con fuerza en las cosas hechos que antes
únicamente podían ser calificados como hurtos, especialmente, las apro-
piaciones de automóviles, partes de ellos o especies dejadas en ellos, que
se encontraban en calles u otros espacios abiertos, porque se entendía que
no se cometían en un lugar habitado (o destinado a la habitación) ni en
uno no habitado, que eran hasta entonces las dos únicas posibilidades del
robo con fuerza.
Después de dicha ley, podía sostenerse que a la apropiación de un au-
tomóvil que se hallaba en una vía pública o en otro espacio abierto, como recaía
sobre una cosa que se encontraba en un bien nacional de uso público o
en un sitio no destinado a la habitación, le era aplicable el artículo 443 CP.

256
En contra, Bullemore /MacKinnon (2018), pp. 49 y ss.
257
Garrido (2008), IV, p. 245.
258
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 352.
Delitos contra la propiedad 283

Otro tanto cabía decir respecto de la apropiación de una parte externa


de dicho vehículo (por ejemplo, un espejo exterior, la tapa de una rueda,
etc.). Pero no podía sostenerse lo mismo cuando la apropiación recaía
sobre cosas que se encontraban dentro de un automóvil, fueran partes de
este o no, pues en tal evento, a pesar de la ubicación del vehículo, el delito
se cometía dentro de un lugar, toda vez que el automóvil constituye un
recinto cerrado (salvo que no tenga techo, como un descapotable), lugar
que normalmente es no habitado, por lo que debía aplicarse el artículo
442 CP. Para evitar esta conclusión y forzar la aplicación del artículo 443
CP en estos casos, la Ley N°21.170, de 26 de julio de 2019, agregó al listado
de “lugares” a que se refiere este último artículo en su primer inciso, el
“interior de vehículos motorizados”. Actualmente, el objeto material del delito
es una cosa que se halla en un bien nacional de uso público, en un sitio no
destinado a la habitación o en el interior de un vehículo motorizado.
La primera modalidad de fuerza en las cosas que el artículo 443 CP con-
templa es, dicho en términos generales, el uso de llaves. Específicamente,
consiste en usar llaves falsas, o verdaderas que se hayan sustraído, ganzúas u otros
instrumentos semejantes, forma de fuerza que ya analizamos a propósito de la
figura prevista en el artículo 440 N°2 CP.
La segunda modalidad consiste en proceder mediante fractura de puertas,
vidrios, cierros, candados u otros dispositivos de protección. En tanto la fractura
supone un rompimiento, para que se verifique esta forma de fuerza en las
cosas es necesario que algún mecanismo de protección de la cosa objeto
de apropiación sufra una destrucción, al menos parcial. Por ejemplo, que
se rompa la cadena que une una motocicleta a un poste.
La fractura debe recaer sobre algún medio de protección de la cosa a
ser apropiada y no sobre la cosa misma. Por eso, constituye hurto el hecho
de arrancar a la fuerza un espejo retrovisor externo de un automóvil. El so-
porte que une el espejo al vehículo no constituye un resguardo o defensa,
sino simplemente un objeto necesario para que cumpla su función.
La última modalidad de fuerza se verifica cuando se utilizan medios de
tracción. Se trata de una forma de fuerza muy peculiar, ya que no recae
sobre los resguardos que protegen la cosa, sino sobre la cosa misma. Sería
el caso, por ejemplo, de quien se apropia de un vehículo estacionado en la
calle, trasladándolo mediante un camión remolque.
Para que tenga lugar esta forma de fuerza, es necesario que en la apro-
piación del objeto no se utilice la energía que este pueda generar. Por lo
tanto, en principio, es un hurto y no un robo el hecho de introducirse en
un automóvil abierto en marcha y conducirlo lejos. Con todo, en virtud
284 Guillermo Oliver Calderón

de otra modificación hecha por la citada Ley N°21.170, la apropiación de


un vehículo motorizado mediante la generación de cualquier maniobra
distractora cuyo objeto sea que la víctima abandone el vehículo, es consi-
derada como robo en bien nacional de uso público o en sitio no destinado
a la habitación, salvo que se trate de alguno de los casos a que se refiere el
artículo 436 CP (artículo 443 inciso tercero CP).
Según lo que dispone el inciso segundo del artículo 443 CP, si el delito
a que se refiere el inciso primero de dicho precepto recayere sobre un
vehículo motorizado, se impondrá la pena de presidio menor en su grado
máximo.
No hace distingos el mencionado inciso segundo en cuanto a si el vehí-
culo motorizado debe ser necesariamente terrestre o si puede ser marítimo
o aéreo, y no hay razón para pensar que sólo los vehículos terrestres deban
estimarse comprendidos en la disposición. Debe tenerse presente que, en
varias zonas del país, especialmente en los canales del sur, los ciudadanos
se suelen desplazar utilizando medios marítimos (botes, lanchas, etc.). Una
interpretación respetuosa del principio de igualdad debería concluir que
estos también están incluidos, además de los aéreos.
El inciso cuarto del artículo 443 CP establece otra agravación de la pena
de este delito, consistente en aplicarla en su grado máximo. Tal aumento
de pena tiene lugar “[s]i con ocasión de alguna de las conductas señaladas en
el inciso primero, se produce la interrupción o interferencia del suministro de un
servicio público o domiciliario, tales como electricidad, gas, agua, alcantarillado,
colectores de aguas lluvia o telefonía”.
El principio de culpabilidad obliga en esta materia a exigir que el su-
puesto que da lugar a la agravación (interrupción o interferencia del sumi-
nistro de un servicio público o domiciliario) sea subjetivamente imputable
al delincuente, al menos a título de dolo eventual. No se trata, por ende,
de un delito calificado por el resultado.259

4.7.  Robo de cajeros automáticos


El artículo 443 bis CP reza así: “El robo con fuerza de cajeros automáticos,
dispensadores o contenedores de dinero, o del dinero y valores contenidos en ellos, será
sancionado con la pena de presidio menor en su grado máximo. Para los efectos del
presente artículo se entenderá que hay fuerza en las cosas si se ha procedido con algu-

259
Véase Garrido (2008), IV, p. 250.
Delitos contra la propiedad 285

no de los medios señalados en el artículo 440, Nos 1° y 2°; si se ha fracturado, des-


truido o dañado el cajero automático o dispensador o sus dispositivos de protección o
sujeción mediante el uso de instrumentos contundentes o cortantes de cualquier tipo,
incluyendo el empleo de medios químicos; o si se utilizan medios de tracción”.
Habría sido preferible que la ley, en vez de crear una nueva figura delic-
tiva, sólo hubiera establecido una agravante de responsabilidad penal. Ello,
porque el artículo 443 bis CP introdujo una distorsión en la regulación del
robo con fuerza, la que para determinar el marco penal aplicable siempre
había atendido al espacio físico en que el delito se comete, con prescinden-
cia de la naturaleza y del valor del objeto material. La nueva disposición
rompió este esquema y estableció un marco penal para los robos con fuer-
za que recaigan sobre ciertos objetos materiales, con independencia de
cuál sea el lugar en que se cometan.
Un análisis del precepto demuestra que no siempre podrán concurrir
las modalidades de fuerza que contempla. En efecto, en su primera parte,
efectúa una remisión a otra norma, al aludir al caso en que “se ha procedido
con alguno de los medios señalados en el artículo 440, Nos 1° y 2° CP”, es decir,
el escalamiento y el uso de llaves, respectivamente. La primera modalidad
podría verificarse si el cajero automático se encuentra dentro de un lugar
cerrado, ya que la ley exige que se entre en él (artículos 443 bis y 440 N°1
CP), pero no si se halla en un bien nacional de uso público o en un sitio no
destinado a la habitación, ya que, en este caso, por tratarse de un espacio
abierto, el escalamiento para entrar no resulta posible.
La segunda modalidad presenta la particularidad de que una tarjeta
magnética bien puede ser considerada como llave. Cuando un cajero au-
tomático se encuentra en un lugar cerrado, el uso de una tarjeta falsa o de
una verdadera sustraída para apropiarse de dinero contenido en él confi-
gura esta forma de fuerza en las cosas si se la utiliza para ingresar en el lu-
gar, porque la ley exige que se entre en este (artículos 443 bis y 440 N°2 CP).
Pero si no se la usa para entrar en el lugar, sino sólo para introducirla en el
dispensador y digitar la correspondiente clave, no se verifica esta modali-
dad de fuerza en las cosas, ya que no se la utiliza para ingresar en un lugar,
sino para activar el mecanismo de funcionamiento del cajero. Tampoco
cabría apreciar en este caso un robo con fuerza en las cosas en lugar no
habitado, toda vez que para ello sería necesario que el sujeto activo abriera
un mueble cerrado (artículo 442 N°3 CP). Por tanto, en este supuesto se
configura el delito de uso fraudulento de tarjeta de crédito o débito (artí-
culo 7° letra b de la Ley N°20.009, de 1 de abril de 2005).
286 Guillermo Oliver Calderón

Cuando el cajero automático se encuentra en un espacio abierto, la for-


ma del sitio hace que no resulte posible esta modalidad de fuerza en las
cosas, al exigir la ley que la llave sea usada para entrar en el lugar del robo
(artículos 443 bis y 440 N°2 CP). Luego, si en este caso se utiliza una tarjeta
magnética falsa o una verdadera sustraída para introducirla en el dispen-
sador, digitar la clave y obtener el dinero, no se configura este delito. Tam-
poco el de robo con fuerza en bienes nacionales de uso púbico, sitio no
destinado a la habitación o el interior de vehículos motorizados, porque es
esencial al concepto de llave, que se la use para abrir una cerradura. Luego,
sólo restaría calificar el hecho como otra forma de uso fraudulento de tar-
jeta de crédito o débito (Ley N°20.009, artículo 7°, letra b).
En su segunda parte, la disposición en análisis hace referencia a los
casos en que “se ha fracturado, destruido o dañado el cajero automático o dispen-
sador o sus dispositivos de protección o sujeción mediante el uso de instrumentos
contundentes o cortantes de cualquier tipo, incluyendo el empleo de medios químicos;
o si se utilizan medios de tracción”. Estas formas de fuerza parecen correspon-
der a los medios de ejecución que, en la práctica, se observan con mayor
frecuencia en la comisión de este delito.
En otro orden de ideas, según la opinión del legislador, la razón por la
cual habría estado justificada su decisión de aumentar las penas del robo
con fuerza en las cosas sobre cajeros automáticos, es el beneficio que a tra-
vés de estos se prestaría a toda la sociedad, al permitir a sus miembros el ac-
ceso a servicios financieros en forma expedita, segura e igualitaria.260 Ello
es relevante, porque permite efectuar una interpretación restrictiva del
precepto para aplicarlo únicamente cuando concurra el fundamento de
su existencia. Por ejemplo, si el robo con fuerza recayere sobre un cajero
automático que, por cualquier razón, no se encuentre operativo antes del
hecho, no corresponderá hacer aplicación de esta figura, ya que el acceso
a los servicios financieros no habrá sido posible al momento del delito.

4.8.  Tipicidad subjetiva


Tanto el ánimo de señor y dueño, como el ánimo de lucrarse forman
parte del tipo subjetivo en el robo con fuerza en las cosas, junto con el
dolo.

260
Así se lo señaló en los fundamentos del mensaje presidencial que dio inicio a la trami-
tación parlamentaria de la Ley N°20.601 (Boletín N°7689-07).
Delitos contra la propiedad 287

No es posible la realización culposa del robo con fuerza. Ello es así, no


sólo porque el tipo no se encuentra en el título de los crímenes y simples
delitos contra las personas, sino además porque la exigencia de actuar con
ánimo de señor y dueño y con ánimo de lucrarse excluye toda posibilidad
de comisión culposa. Sólo puede cometerse este delito con dolo.
En el robo con fuerza, al igual que en el hurto, el agente debe obrar
con conocimiento de que se está apoderando de una cosa corporal mueble
ajena, susceptible de apropiación y de apreciación pecuniaria, y de que no
cuenta con el consentimiento del dueño. Pero además de ello, debe actuar
con conocimiento de que está venciendo resguardos de la cosa. También
debe conocer, salvo el caso de la figura de robo de cajeros automáticos, la
calidad del espacio en el que la cosa se encuentra (si es un sitio abierto o es
un lugar, y en este último caso, si es habitado o no, o si se trata del interior
de un vehículo motorizado).
Las exigencias subjetivas de obrar con animus rem sibi habendi y con ani-
mus lucrandi hacen que la acción de apoderarse de la cosa sólo pueda reali-
zarse con dolo directo. También se requiere esta clase de dolo en la acción
de burlar los mecanismos de defensa de la cosa, en tanto se deben vencer
para entrar a un lugar, abrir un mueble, etc., a apropiarse de una cosa. Sin
embargo, no se advierten razones para negar la posibilidad del dolo even-
tual cuando se trata del conocimiento sobre el carácter de cosa mueble
ajena, susceptible de apropiación y de apreciación pecuniaria, del objeto
material de la acción, y sobre la ausencia de consentimiento del dueño. Lo
mismo ocurre con el conocimiento de la calidad del espacio en el que la
cosa se halla.261

4.9.  Iter criminis


A diferencia del hurto, delito cuya conducta punible es sólo una (apro-
piarse), en el robo con fuerza en las cosas el comportamiento es doble:
apropiarse y ejercer fuerza en las cosas en alguna de las formas que la ley
señala. Por lo tanto, si en el hurto es posible la tentativa, a pesar de que la
conducta punible es una sola, en el robo con fuerza en las cosas con mayor
razón lo es, ya que bastaría con ejecutar uno de los dos comportamientos.
Si el hurto consiste en romper la custodia ajena sobre una cosa y consti-
tuir una nueva custodia sobre ella, el robo con fuerza consiste en hacer lo

261
En contra, Aguilar Aranela (2008), p. 53, quien afirma que se requiere dolo directo.
288 Guillermo Oliver Calderón

mismo, pero burlando previamente los resguardos o defensas de la cosa.


En consecuencia, la tentativa del robo con fuerza en las cosas comienza
cuando se empieza a anular los medios de protección de la especie a ser
sustraída. Por ejemplo, cuando se rompe la ventana por la que se ingresará.
En cuanto a la procedencia del delito frustrado, al igual que el hurto, el
robo con fuerza en las cosas es un delito de mera actividad, pues la ley no
exige ningún resultado separable de las acciones que describe (apropiarse
y ejercer fuerza en las cosas). Por lo tanto, no admite la frustración. La úni-
ca etapa de ejecución imperfecta que cabe es la tentativa.262
Finalmente, la consumación se produce en el mismo momento que en el
hurto, es decir, cuando, después de haber superado los resguardos o defen-
sas de la cosa, se rompe definitivamente la custodia anterior sobre ella y se
constituye una nueva.

4.10. Tenencia o porte de utensilios destinados a cometer el robo con fuerza


en las cosas
De acuerdo con lo que señala el artículo 445 CP, “[e]l que fabricare, ex-
pendiere o tuviere en su poder llaves falsas, ganzúas u otros instrumentos destinados
conocidamente para ejecutar el delito de robo y no diere descargo suficiente sobre su
fabricación, expendición, adquisición o conservación, será castigado con presidio
menor en su grado mínimo”.
Algunos afirman que se trata de un acto preparatorio especialmente
penado por la ley.263 Otros sostienen que se trata de una figura penal in-
dependiente.264 A nuestro juicio, se trata de un acto preparatorio de un robo
con fuerza. Lo demuestra el hecho de que la disposición exige que los
objetos que menciona estén “destinados conocidamente para efectuar el delito
de robo”. Esto demuestra, además, que se trata una figura de peligro concreto,
por lo que debe acreditarse el ulterior destino de los objetos a que alude
el precepto.265
La conducta punible es doble. Por un lado, consiste en fabricar, expender
o tener ciertos objetos. Conforme al Diccionario de la Lengua de la Real

262
Así, Yáñez (2009), pp. 13 y ss. En contra, Aguilar Aranela (2008), pp. 53 y ss.
263
Así, Etcheberry (2010), III, p. 333.
264
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 252.
265
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 349. En cambio, Garrido Montt (2008), IV,
p. 252, afirma que es de peligro abstracto.
Delitos contra la propiedad 289

Academia Española, fabricar significa, en su primera acepción, “producir


objetos en serie, generalmente por medios mecánicos”, lo cual no excluye
la elaboración artesanal, ya que la tercera acepción de dicha voz alude, pre-
cisamente, a elaborar.266 Expender quiere decir, de acuerdo con el mismo
diccionario, en su acepción pertinente, “vender al menudeo”. Y tener (en
su poder) significa poseer, lo que no quiere decir que el sujeto activo deba
necesariamente tener consigo el objeto, pudiendo tenerlo a su nombre un
tercero.267
Pero además de ello, es necesario que el sujeto activo no dé descargo su-
ficiente sobre la fabricación, expendición, adquisición o conservación de
tales objetos. Un sector doctrinal afirma que este descargo no puede con-
sistir en explicar el destino inocente de ellos, sino en manifestar la ino-
cencia personal del imputado, por ejemplo, por actuar bajo coacción.268
Sin embargo, ello obligaría a iniciar una investigación penal cada vez que
se sorprenda a alguien con dichos instrumentos, lo que parece innecesa-
rio. Más razonable es entender la exigencia como un elemento normativo
cuya apreciación puede ser hecha incluso por la policía para negarse a
perseguir conductas inocentes que serían atípicas, como la del cerrajero
sorprendido en la calle con sus instrumentos de trabajo.269
Los objetos que el sujeto activo debe fabricar, expender o tener en su
poder, son llaves falsas, ganzúas u otros instrumentos destinados conocida-
mente para cometer el delito de robo. Ya hemos explicado antes qué debe
entenderse por llaves falsas y ganzúas.
Aunque la disposición alude, genéricamente, a “instrumentos destinados
conocidamente para ejecutar el delito de robo”, sin precisar a qué clase de robo
se refiere, es evidente que sólo debe entenderse comprendido el robo con
fuerza en las cosas y no el robo con violencia o intimidación en las perso-
nas. Así se desprende de la ubicación del precepto, el que está contenido
dentro del párrafo que trata, precisamente, sobre el robo con fuerza en las
cosas. Además, su redacción avala la misma idea, ya que es muy similar a la
que se emplea en otras disposiciones del mismo párrafo (artículos 440 N°2,
442 N°3 y 443 inciso primero CP).
Finalmente, si al comportamiento descrito en esta disposición le sigue
la efectiva comisión del robo con fuerza en las cosas con alguno de los ob-

266
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 350.
267
Cuello Calón (1955), II, p. 850.
268
Etcheberry (2010), III, p. 333.
269
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 350.
290 Guillermo Oliver Calderón

jetos a los que alude, se produce un concurso aparente de leyes penales,


ya que la pena de esta figura, al ser menor que la del robo, se ve absorbida
por este.270 Ello es así, siempre que el sujeto activo en ambos delitos sea el
mismo, porque si se trata de personas distintas (por ejemplo, una fabrica y
vende el instrumento y la otra lo compra y lo utiliza en el robo), la primera
es sancionada por esta figura y la segunda, por el robo con fuerza en las
cosas.271

5.  ELEMENTOS PROPIOS DEL ROBO CON VIOLENCIA


O INTIMIDACIÓN EN LAS PERSONAS
5.1.  Aspectos generales
Del artículo 432 CP se desprende que comete el delito de robo con vio-
lencia o intimidación en las personas quien se apropia de cosa mueble ajena,
sin voluntad de su dueño, con ánimo de lucrarse, usando de violencia o
intimidación en las personas.
Este delito aparece regulado en el párrafo 2 del Título IX del Libro Se-
gundo del Código Penal, cuyo epígrafe reza, precisamente, Del robo con vio-
lencia o intimidación en las personas. Sin embargo, dentro de este párrafo hay
varias clases de este delito. Por un lado, el denominado robo simple (artículo
436 inciso primero CP). Por otro, el llamado robo calificado (artículo 433
CP), dentro del cual se distinguen varias figuras (el robo con homicidio, el robo
con violación, el robo con mutilaciones o con lesiones gravísimas, el robo con lesiones
simplemente graves y el robo con retención). Dentro del párrafo se encuentra
también el llamado robo por sorpresa (artículo 436 incisos segundo y tercero
CP), que analizaremos más adelante. Finalmente, se hallan aquí también
ciertas figuras especiales asimiladas al robo con violencia o intimidación en
las personas: la piratería (artículo 434 CP) y la extorsión (artículo 438 CP).

5.2.  Bien jurídico protegido


Existe relativo consenso en el hecho de que el robo con violencia o
intimidación en las personas constituye un delito pluriofensivo.272 Quiere
decirse con ello que con su comisión se ve afectado más de un bien jurídi-

270
Ibíd., p. 349.
271
Garrido (2008), IV, p. 252.
272
Por todos, Garrido (2008), IV, p. 195.
Delitos contra la propiedad 291

co. También hay acuerdo en que uno de esos intereses es el mismo que se
ve vulnerado en el hurto y en el robo con fuerza en las cosas. Sin embargo,
hay una gran disparidad de opiniones en la determinación de cuáles son
los bienes jurídicos distintos de los meramente patrimoniales que se ven
atacados.
Según nuestra opinión, en este punto se deben tener en cuenta las par-
ticularidades del sistema legal de que se trate. Ello obedece a que es in-
dudable que, en sistemas como el nuestro, los intereses que pueden verse
afectados en el robo con violencia o intimidación en las personas, espe-
cialmente en el denominado “robo calificado”, son más que los que se
ven atacados en otros sistemas. Sin embargo, sería un error efectuar una
interpretación “desde arriba hacia abajo” y afirmar, a partir de los intere-
ses afectados en las distintas figuras de robo calificado, que en el robo con
violencia o intimidación en las personas los bienes jurídicos atacados sean,
además de los patrimoniales, varios otros, o bien, reconducirlos todos a la
idea global de integridad o seguridad. Lo correcto sería determinar cuál
es el bien jurídico afectado en el tipo básico de robo (robo simple), que
permite distinguirlo del hurto y considerarlo un delito más grave.273 Los in-
tereses que se vean atacados en las figuras calificadas de robo constituirían
adiciones a aquel bien jurídico fundamental, que explicarían el aumento
de la pena asignada a la modalidad básica. En otras palabras, debe proce-
derse en el análisis como si no existieran los robos calificados.
Pues bien, examinando así el tema, creemos que en el robo simple (ar-
tículo 436 inciso primero CP) –y, por lo tanto, en el núcleo de todo el robo
con violencia o intimidación en las personas–, además de verse afectados
intereses patrimoniales, el único bien jurídico contra el que necesariamen-
te se atenta, es la libertad de actuación (autodeterminación) de la víctima.
La estructura de este delito permite considerarlo como una forma de coac-
ción. A la luz de la definición legal de violencia o intimidación (artículo
439 CP), tales medios de comisión no son sino formas de constreñir la
voluntad del titular de una cosa para que realice una acción que no quiere
ejecutar (que la entregue o manifieste el lugar en que se encuentra) o para
que no realice una acción que desea ejecutar (que no se resista o se oponga
a la apropiación de la cosa). De dicha definición legal se desprende que no
es necesario que se afecte la integridad de las personas, ya que después de
mencionar los malos tratamientos de obra y las amenazas, alude a “cualquier
otro acto que pueda intimidar o forzar a la manifestación o entrega”. La violencia

273
Así, Bascuñán Rodríguez (2002), p. 116.
292 Guillermo Oliver Calderón

y la intimidación, entonces, no se conciben por la ley como formas de afec-


tación de la seguridad física de las personas, sino como medios coactivos de
apropiación.274 En otras palabras, el fundamento de la mayor gravedad del
robo con violencia o intimidación en las personas, en comparación con el
hurto, está en la reunión, en un mismo hecho, del injusto de este último
delito y el injusto de la coacción.275

5.3.  Conducta típica


La conducta punible es doble: apropiarse de la cosa y emplear violencia o
intimidación en las personas. En este sentido, se diferencia del hurto, en el
que el comportamiento es sólo uno (apropiarse) y se asemeja al robo con
fuerza en las cosas, en el que la conducta típica también es doble (apro-
piarse y ejercer alguna de las formas de fuerza en las cosas que la ley prevé).
Puede decirse, entonces, que el hilo conductor que atraviesa las tres figuras
a nivel de comportamiento está representado por la apropiación, enten-
dida esta como un apoderamiento (generalmente) mediante sustracción,
con ánimo de señor y dueño.
Sin embargo, en el robo con violencia o intimidación dicha afirmación
debe ser matizada. En este delito, la conducta que acompaña al empleo de
los medios coercitivos de comisión puede consistir en una sustracción. Esto
es así cuando la violencia o intimidación se ejercen para impedir la resis-
tencia u oposición a que se quite la cosa, ya que en este caso la cosa debe
ser sustraída por el sujeto activo. Pero cuando tales medios de comisión
se emplean para hacer que la cosa se entregue o para que se manifieste el
lugar en el que esta se encuentra, no hay sustracción,276 ya que es el propio
sujeto pasivo de la coacción quien se la pasa al delincuente o le indica dón-
de se halla, limitándose este a recibirla o a tomarla.

5.4.  Concepto y características de la violencia y de la intimidación


A continuación, analizaremos por separado los rasgos distintivos de los
dos medios de comisión del robo con violencia o intimidación en las per-
sonas.

274
Véase Mañalich (2006), p. 65.
275
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 58.
276
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 355.
Delitos contra la propiedad 293

5.4.1. Violencia
La violencia es una energía o fuerza física que se despliega sobre el cuerpo
de una persona.277 Esto lo sugiere el propio texto legal, ya que el epígrafe del
párrafo en el que se regula este delito se denomina “Del robo con violencia
o intimidación en las personas”, idea que vuelven a recalcar el encabezado
del artículo 433 CP y el artículo 439 CP.
Lo dicho permite efectuar algunas precisiones. Por un lado, no consti-
tuye violencia para efectos del robo la energía o fuerza física que se ejerce
contra cosas. Si esta incide en el proceso deliberativo de la víctima, se trata
de un supuesto de intimidación.278
Por otro lado, para que la energía física que se despliega contra una
persona configure la violencia del robo, debe dirigirse contra el cuerpo de
la propia víctima de la apropiación. Si se dirige contra el cuerpo de un ter-
cero, constituye otra hipótesis de intimidación.279 En todo caso, esto último
es cierto, sólo si la violencia se ejerce antes de la apropiación y con fines in-
timidatorios; si se la emplea después de la apropiación, por ejemplo, para
asegurar esta, no hay intimidación, sino violencia.280
A pesar de que la violencia en el robo es física, el legislador ha exten-
dido el concepto de violencia a comportamientos que son medios enga-
ñosos. En el artículo 439 CP, se señala que “[h]ará también violencia el que
para obtener la entrega o manifestación alegare orden falsa de alguna autoridad, o
la diere por sí fingiéndose ministro de justicia o funcionario público”. Esta moda-
lidad de comisión del robo es usualmente llamada violencia ficta y ha sido
criticada por la doctrina, precisamente, por la desmesurada extensión a
que conduce.281
En primer lugar, alude la ley al hecho de “alegar orden falsa de alguna
autoridad”. Esto consiste en simular la existencia de una orden verbal o
escrita de un funcionario público para hacerse de alguna cosa mueble. Por
ejemplo, alegar una orden judicial de retiro de especies.
La ley agrega la hipótesis de “dar la orden por sí, fingiéndose ministro de
justicia o funcionario público”, en la que el agente se hace pasar por juez o

277
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 335.
278
Muñoz Clares (2003), p. 217.
279
Muñoz Conde (2007), p. 398.
280
Araya Ossandón (2008), p. 71.
281
Garrido (2008), IV, p. 197.
294 Guillermo Oliver Calderón

empleado judicial o por otro empleado público, con facultades para orde-
nar la incautación o retiro de especies.282

5.4.2. Intimidación
La doctrina suele señalar que la intimidación en el robo constituye una
amenaza, esto es, el anuncio a la víctima de un mal si no accede a los reque-
rimientos del agresor, de entregar la cosa mueble o renunciar a impedir su
apropiación.283 Acostumbra, además, exigir una serie de requisitos, tanto
de la amenaza misma, como del mal amenazado.
Sin embargo, no parece correcto identificar intimidación con amenaza.
El primero es un concepto subjetivo, que alude a un estado de conmoción
psicológica del sujeto pasivo, en tanto que el segundo es de carácter obje-
tivo y se refiere a un comportamiento del sujeto activo. Generalmente, la
intimidación de la víctima es una consecuencia de una amenaza de este.
Pero es posible que dicho estado de conmoción psicológica no provenga
de una amenaza, sino de la presencia del agresor, y con mayor razón si son
varios; de sus antecedentes, que el propio delincuente se encarga de poner
en conocimiento de la víctima; de agresiones anteriores, de que esta fue
objeto o testigo, etc. En otras palabras, no toda intimidación proviene de
una amenaza y no toda amenaza consigue intimidar.284
Esto no resulta baladí en la comprensión de la dinámica del robo. Si
una amenaza no produce el efecto de intimidar a la persona amenazada, y
a pesar de eso esta entrega la cosa al amenazador, no puede estimarse que
haya robo con intimidación.285 En este caso, si desde un punto de vista ex
ante, la amenaza es idónea para intimidar a un “hombre medio”, se confi-
gura una tentativa de robo con intimidación.
Si la intimidación no proviene de una amenaza, pero ha sido creada
por el agente y este se apropia de una cosa de la persona intimidada, hay
robo con intimidación, porque además de atentarse contra intereses patri-
moniales, se ve afectada la libertad de actuación del sujeto pasivo, quien
sólo tolera la apropiación por miedo. De este modo, resulta incólume la

282
Etcheberry (2010), III, p. 337.
283
Por todos, Ibíd., p. 335.
284
Véase la argumentación de Rodríguez Collao (2014), pp. 195-198, que, si bien es
esgrimida para analizar el sentido de la voz intimidación en el delito de violación, nos
parece plenamente aplicable al robo.
285
En tal sentido, González Rus (2005), p. 482.
Delitos contra la propiedad 295

consideración del robo como una forma de coacción. Piénsese que, de


acuerdo con el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española,
intimidación significa “acción y efecto de intimidar”, e intimidar, desde el
punto de vista del coaccionador, “causar o infundir miedo”, y desde el del
coaccionado, “entrarle o acometer a alguien el miedo”. El miedo que expe-
rimenta el coaccionado no sólo puede provenir de una amenaza.286
Del artículo 439 CP pueden extraerse dos argumentos en pro de nues-
tra tesis. En primer lugar, al definir lo que es la intimidación, después de
aludir a las amenazas para hacer que se entreguen o manifiesten las cosas,
o para impedir la resistencia u oposición a que se quiten, la disposición
agrega lo siguiente: “o cualquier otro acto que pueda intimidar o forzar a la
manifestación o entrega”. En tanto las amenazas se contraponen a estos otros
actos cualesquiera, se puede deducir de ello que el legislador reconoce que
se trata de cosas distintas y que la intimidación no sólo puede provenir de
una amenaza.
En segundo lugar, la última parte del artículo 439 CP, tras una modifi-
cación hecha por la ya citada Ley N°21.170, señala que “hará también intimi-
dación el que para apropiarse u obtener la entrega o manifestación de un vehículo
motorizado o de las cosas ubicadas dentro del mismo, fracture sus vidrios, encontrán-
dose personas en su interior, sin perjuicio de la prueba que se pudiere presentar en
contrario”. Esta previsión sugiere, con mucha claridad, que la intimidación
es un estado de conmoción psicológica y que no necesariamente proviene
de una amenaza.
Esto no quiere decir que el robo con intimidación se configure sólo por
el estado de conmoción psicológica del ofendido. Quien, por miedo a la
reacción del ladrón, finge seguir durmiendo mientras este se apropia de
sus pertenencias, no es víctima de robo, sino de hurto. El estado mental
de conmoción debe ser atribuible al sujeto activo, quien tiene que haberlo
producido.287 En este punto, es primordial la utilización de criterios de
imputación objetiva, que examinen la idoneidad intimidatoria de la acción
del delincuente y la medida de su realización en el efecto intimidatorio
creado. De este modo, pueden considerarse atípicos, en relación con el
robo, los comportamientos que, a pesar de intimidar a la víctima, por ser

286
En la doctrina italiana, reconoce explícitamente que la coacción no necesariamente
supone una amenaza previa, Pedrazzi (2003), pp. 50 y ss.
287
Así, Fiandaca /Musco (2007), II, p. 126, quienes califican como robo un caso en que
el ladrón se apropia de una cosa ajena, aprovechándose del estado de intimidación
que sufre la víctima y que ha sido creado por aquel, al haber empleado previamente
violencia contra otras personas no vinculadas con el ofendido.
296 Guillermo Oliver Calderón

esta exageradamente asustadiza, no habrían intimidado a un individuo me-


dio de características generales similares a las de ella, puesto en su misma
situación.
Como decíamos, la doctrina suele exigir una amenaza que cumpla de-
terminados requisitos. En primer lugar, algunos autores plantean que el
mal con que se amenaza debe ser inminente o inmediato.288 Sin embargo, no
todos están de acuerdo en ello, ya que hay quienes señalan que el mal ame-
nazado puede ser diferido en el tiempo.289 Según nuestra opinión, no es
imprescindible que, si hay una amenaza, el mal sea de ejecución inmedia-
ta. Si lo relevante es que el sujeto pasivo tolere la apropiación por el estado
de conmoción psicológica en que se encuentra y que ha sido causado por
el delincuente, es indiferente que el mal anunciado sea inmediato o no.
Desde luego, será más fácil que la víctima se intimide si el mal es inmediato
(“entrégame la cartera o te mato”), pero no es imposible que ello ocurra
si no lo es (“entrégame la cartera o mato a tu hijo mañana a la salida del
colegio”), especialmente si la víctima no cuenta con medios a su alcance
para impedir su ejecución.
La doctrina acostumbra exigir, también, que haya inmediatez en la entrega
de la cosa.290 Esta exigencia es razonable, porque es el único criterio que
permite diferenciar una amenaza condicional de un robo con intimida-
ción en el que ha habido una amenaza.291 El encabezado del artículo 433
y el artículo 439 CP exigen una unidad temporal de acción entre el acto
que produce el efecto intimidatorio y el acto apropiatorio, por lo que la
entrega de la cosa o la manifestación del lugar en que esta se encuentra
deben ser inmediatas.
Además, si hay una amenaza, se exige que el mal con que se amenaza
sea grave. La doctrina no suele establecer restricciones, en el sentido de
incluir ciertos atentados y excluir otros, lo que es explicable, ya que es
imposible establecer reglas absolutas sobre la materia. Lo relevante es que
el mal sea de una entidad tal, que la conducta del sujeto activo sea idónea
para producir un efecto intimidatorio, desde la perspectiva de un “hombre
medio” puesto en el lugar y circunstancias de la víctima, análisis que debe
hacerse caso a caso.292

288
En este sentido, Garrido (2008), IV, pp. 198 y ss.
289
Brandariz (2003), pp. 98-100.
290
Por todos, Garrido (2008), IV, pp. 198 y ss.
291
Rodríguez Devesa /Serrano Gómez (1995), p. 431.
292
Brandariz (2003), p. 91.
Delitos contra la propiedad 297

Por último, si hay una amenaza, algunos exigen que el mal con que se
amenaza sea verdadero.293 Con ello quiere decirse que el medio empleado
para intimidar a la víctima debe ser objetivamente idóneo para ocasionar
el mal que se teme. En consecuencia, no podría apreciarse un robo con
intimidación si, por ejemplo, se usara una pistola de juguete que parece
real. Tras este planteamiento subyace la idea de que el robo sería, además
de un delito de lesión contra la propiedad, uno de peligro concreto contra
la vida y la integridad de las personas.294 Otros, en cambio, sostienen que
basta con que el mal sea verosímil, es decir, que parezca posible de realizarse
a los ojos de la víctima, conforme a un juicio ex ante de un “hombre medio”
puesto en su situación, aun cuando sea objetivamente imposible de ser
realizado o el sujeto activo no tenga intención de ejecutarlo.295
Según nuestra opinión, no es necesario que los medios que se utilizan
para intimidar a la víctima sean objetivamente idóneos para causar el mal
que se teme. Si en este delito, además de los intereses patrimoniales, el
único bien jurídico contra el que necesariamente se atenta es la libertad
de actuación, es irrelevante que esta se vea afectada por un instrumento
idóneo para causar un mal o inadecuado para ello. La única idoneidad que
debe tomarse en cuenta es la que dice relación con la incidencia en la au-
todeterminación de la víctima. Confirma nuestra opinión el hecho de que
el legislador, al definir en el artículo 439 CP la violencia o intimidación en
las personas, incluye una frase genérica que alude a “cualquier otro acto que
pueda intimidar o forzar a la manifestación o entrega”, de lo que se desprende
que lo relevante es que se logre la intimidación, no cómo se haga.296

5.4.3.  Aspectos comunes a la violencia y a la intimidación


La doctrina acostumbra a señalar que entre la violencia o la intimidación
y la apropiación debe existir un vínculo subjetivo, o sea, que tales medios
de comisión deben emplearse para conseguir o facilitar la apropiación.297
Estimando esto correcto en principio, parece insuficiente, ya que además
debería exigirse una relación de imputación objetiva entre la coacción y la

293
Recogemos así la ilustrativa terminología usada por Politoff /Matus /Ramírez
(2005), pp. 363 y ss., n. 10, quienes distinguen entre un mal verdadero y uno verosímil.
294
Mera Figueroa (1995), p. 134.
295
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 336.
296
Araya Ossandón (2008), p. 126.
297
Por todos, Etcheberry (2010), III, p. 336.
298 Guillermo Oliver Calderón

apropiación. Lo contrario conduciría a admitir el castigo como robo, de


una tentativa inidónea de coacción, si ha sido seguida de apropiación.298
En cuanto a la finalidad de la violencia o la intimidación, con mayor es-
pecificidad, la mencionada relación debe existir entre, por un lado, dichos
medios coercitivos, y por otro, la entrega de la cosa, la manifestación del
lugar en que esta se encuentra o la omisión de la resistencia u oposición a
que se quite (artículo 439 CP), o incluso, la facilitación de la ejecución de
la apropiación, o en ciertos casos, la consolidación o aseguramiento de esta
o el favorecimiento de la impunidad (encabezado artículo 433 CP).
En cuanto a la oportunidad en que debe emplearse la violencia o la in-
timidación, el encabezado del artículo 433 CP, el que suele ser considera-
do como de aplicación general,299 señala que estos medios pueden tener
lugar “antes del robo […], en el acto de cometerlo o después de cometido […]”. La
doctrina acostumbra a manifestar que la referencia al robo debe entenderse
hecha a la apropiación, porque la violencia o la intimidación configuran el
robo, no son hechos separados de este.300
La consideración de la violencia o intimidación anterior a la apropiación,
para facilitar la ejecución del delito, es un reconocimiento de que el solo
ejercicio de coacción con dicho fin constituye ya una tentativa de robo.301
La violencia o intimidación coetánea a la apropiación constituye, proba-
blemente, la forma más frecuente de comisión de este delito.302
La violencia o intimidación posterior a la apropiación representa una cla-
ra anomalía,303 sobre cuyo fundamento no existe unanimidad en la doc-
trina.304 Conforme al artículo 432 CP, comete esta clase de delito quien se
apropia de una cosa “usando” violencia o intimidación en las personas, y
es obvio que, si tales medios se emplean después de consumada la apro-
piación, esta no se ha cometido usando aquellos. En realidad, se trata de
un concurso de delitos integrado por un hurto y una coacción (destinada

298
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 86, quien exige una relación funcional entre la vio-
lencia o intimidación y la apropiación.
299
Así, Garrido (2008), IV, pp. 200 y ss.
300
Por todos, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 358.
301
Etcheberry (2010), III, p. 336.
302
Ibíd.
303
Cfr. Fiandaca /Musco (2007), II, p. 120.
304
Mientras algunos creen que esta previsión legal obedece a un principio de legitima-
ción de la autotutela de la posesión por un breve lapso inmediatamente posterior a
la apropiación, otros piensan que se inspira en la regulación de la legítima defensa.
Véase Mañalich (2006), pp. 72-78, 81-83.
Delitos contra la propiedad 299

esta última a impedir la recuperación de la cosa por parte de la víctima de


la apropiación o por parte de un tercero, o la detención del delincuente),
que la ley asimila al robo.305
Para que esta figura de hurto asimilada al robo con violencia o intimi-
dación pueda ser castigada conforme a este último título, es necesario que
los medios coercitivos destinados a consolidar la apropiación o favorecer la
impunidad se empleen en forma inmediata.306

5.5.  Robo simple


El llamado robo simple se encuentra regulado en el artículo 436 inciso
primero CP, conforme al cual “[f]uera de los casos previstos en los artículos
precedentes, los robos ejecutados con violencia o intimidación en las personas, serán
penados con presidio mayor en sus grados mínimo a máximo, cualquiera que sea el
valor de las especies sustraídas”.
La primera parte de la disposición se explica porque se trata de una
figura de aplicación subsidiaria, que admite todos los supuestos de apro-
piación mediante violencia o intimidación que no constituyan robos califi-
cados (artículo 433 CP) ni actos de piratería (artículo 434 CP).
Al comparar los artículos 433 N°3 y 436 inciso primero CP, se puede
colegir que en el robo simple el límite máximo de la violencia está configu-
rado por las lesiones menos graves (artículo 399 CP). Ello es así, porque si
con la violencia se causan las lesiones que siguen en orden ascendente de
gravedad (lesiones simplemente graves del artículo 397 N°2 CP), se realiza
una de las figuras de robo calificado (artículo 433 N°3 primera parte CP).
Lo que se debate es si hay o no un límite mínimo de la violencia, en
otras palabras, si para que esta dé lugar a un delito de robo es necesario
o no que se causen determinadas lesiones. Algunos afirman que lo único
que se requiere es que se emplee violencia, por lo que el robo se configura
aun cuando no se causen lesiones.307 Otros sostienen que es necesario que
como producto de la violencia se causen, al menos, lesiones leves.308 Otros
señalan que se requiere que la violencia origine lesiones menos graves.309

305
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 84.
306
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 359.
307
Entre otros, Etcheberry (2010), III, p. 336.
308
Künsemüller (1996), p. 218.
309
Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 359-361.
300 Guillermo Oliver Calderón

Según nuestra opinión, no es necesario que el empleo de la violencia cau-


se lesiones. Dado que, en el robo con violencia o intimidación en las perso-
nas, además de atentarse contra intereses patrimoniales, se afecta la libertad
de actuación, no es razonable dejar fuera de su aplicación casos en los que
efectivamente dicha libertad se ve atacada, a pesar de que la víctima no sufra
lesiones. Si la estructura típica de esta figura es la de una verdadera coacción,
ha de aceptarse que todo empleo de violencia penalmente relevante para
efectos del delito de coacción (artículo 494 N°16 CP), satisface el requisito
típico de violencia del robo y es absorbido por la regulación de este último.
En consecuencia, todo maltrato físico o empleo de vías de hecho constituye
violencia para efectos del robo, como, por ejemplo, empujar, maniatar, ama-
rrar, amordazar, etc. Si la violencia produce lesiones leves o menos graves,
estas se ven absorbidas por la mayor penalidad del robo.
En otro orden de ideas, hemos dicho que la doctrina dominante con-
sidera que lo previsto en el encabezado del artículo 433 CP, acerca de los
momentos en que pueden emplearse la violencia o la intimidación (antes de
la apropiación, en el acto de ejecutarla o después de ella), es de aplicación
general a todas las formas de robo con violencia o intimidación en las perso-
nas. Según nuestra opinión, esto no puede aceptarse. Como ya lo señalamos,
la referencia legal a la violencia o intimidación posterior a la apropiación re-
presenta una anomalía y constituye una asimilación al robo de un concurso
de delitos integrado por un hurto y una coacción. En otras palabras, se trata
de una figura especial. Así las cosas, no puede extenderse más allá de su radio
natural de acción (las figuras de robo calificado). Al robo simple sólo le es
aplicable lo dispuesto en el artículo 439 CP, el cual hace referencia a la vio-
lencia o la intimidación que se ejercen antes del apoderamiento o durante
su ejecución, sin aludir a su empleo posterior a este.310
En lo que respecta al iter criminis, salvo algunos matices, no se aprecian
grandes diferencias en comparación con lo que sucede en el hurto. En
relación con la tentativa, dijimos más arriba que en este último delito ella
se verifica cuando se empieza a romper la custodia ajena sobre la cosa o a
constituir una nueva custodia sobre esta. En el robo simple la tentativa se
puede producir en ese mismo momento, o bien antes, cuando comienza a
emplearse violencia o intimidación encaminada a la apropiación.
Para examinar la procedencia de la frustración, es necesario determinar
si el robo simple es un delito de mera actividad o de resultado. Conforme

310
Así, Guzmán Dalbora (2009b), pp. 475 y ss. En contra, Bascuñán Rodríguez (2002),
p. 84, n. 89.
Delitos contra la propiedad 301

al artículo 439 CP, la violencia o la intimidación pueden tener por fin una
de tres cosas: a) que la víctima entregue la especie; b) que manifieste el lu-
gar donde se encuentra o, c) que tolere la sustracción. Es evidente que en
este último supuesto (c) el delito es de mera actividad, ya que se alude sólo
a acciones que el sujeto activo debe realizar. Este debe emplear violencia o
intimidación y sustraer la cosa. No se exige ningún resultado espacio-tem-
poralmente separable de dichos comportamientos. Consecuentemente, no
admite frustración.
Un análisis apresurado del tema podría hacer pensar que los otros dos
supuestos aluden a una modalidad de delito de resultado. En el primero
de ellos (a), se exige que la víctima entregue al delincuente la especie que
este quiere, lo que como se comprenderá, no forma parte de la acción de
ejercer violencia o intimidación, sino que es una consecuencia del empleo
de tales medios coercitivos. Pero si se piensa bien, para que la cosa pase a
manos del sujeto activo no basta con esta “colaboración” del ofendido, sino
que es necesario que el delincuente la reciba, lo cual sí integra su conduc-
ta. En otras palabras, se requiere una última acción del sujeto activo: que
tome la cosa. Sólo entonces se producirá su apropiación, que es, por lo
demás, el comportamiento típico central del robo.
Lo mismo sucede en el supuesto restante (b). Es cierto que es la víctima
la que debe señalar al sujeto activo el lugar en el que la cosa se encuentra.
Pero una vez que lo haga, el delincuente debe tomarla. Recién en ese mo-
mento se la apropiará.
En síntesis, cualquiera sea la modalidad que asuma la comisión del robo
simple, se trata de un delito de mera actividad,311 por lo que su frustración
es conceptualmente imposible.
Finalmente, en relación con la consumación, señalamos supra que en el
hurto ella tiene lugar cuando efectivamente se rompe la custodia anterior
sobre la cosa y se constituye una nueva. En el robo simple la consumación
se produce en ese mismo instante; no puede ser después, porque la violen-
cia o la intimidación no pueden ser posteriores a la apropiación.

5.6.  Robo calificado


El denominado robo calificado se encuentra regulado en el artículo 433
CP, conforme al cual “[e]l culpable de robo con violencia o intimidación en las

311
Así también lo considera Van Weezel (2001), p. 193, n. 2.
302 Guillermo Oliver Calderón

personas, sea que la violencia o la intimidación tenga lugar antes del robo para
facilitar su ejecución, en el acto de cometerlo o después de cometido para favorecer su
impunidad, será castigado:
1.° Con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo calificado cuan-
do, con motivo u ocasión del robo, se cometiere, además, homicidio o violación.
2.° Con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo cuando, con
motivo u ocasión del robo, se cometiere alguna de las lesiones comprendidas en los
artículos 395, 396 y 397, número 1°.
3.° Con presidio mayor en su grado medio a máximo, cuando se cometieren le-
siones de las que trata el número 2° del artículo 397 o cuando las víctimas fueren
retenidas bajo rescate o por un lapso mayor a aquel que resulte necesario para la
comisión del delito”.
Esta disposición contempla varias figuras, a las que se ha asignado penas
elevadísimas.
A continuación, examinaremos por separado cada una de las figuras
reguladas en el artículo 433 CP.

5.6.1.  Robo con homicidio312


En el derecho comparado, el homicidio preordenado al robo suele ser
considerado como una modalidad de asesinato y no como un delito patri-
monial.

a)  Naturaleza jurídica


La opinión casi unánime en la doctrina plantea que el robo con homici-
dio es un tipo penal; más específicamente, una forma de robo con violencia
o intimidación en las personas. Los autores, en efecto, distinguen entre
una figura básica de este delito, ubicada en el artículo 436 inciso primero
del CP y varias figuras calificadas, contempladas en el artículo 433 del mis-
mo Código, entre las cuales se halla el robo con homicidio.313
Por otra parte, la figura de robo con homicidio suele ser planteada
como un delito complejo,314 es decir, un tipo que reúne dos o más conductas

312
Sobre el tema, Rodríguez Collao (2009), pp. 131-151.
313
Por todos, Bullemore /MacKinnon (2018), pp. 56-57.
314
Vivanco (2007), pp. 13-19.
Delitos contra la propiedad 303

que, independientemente consideradas, de todos modos, son constitutivas


de delito y cuya importancia dogmática consiste en resaltar la necesidad
de que en tales casos se den todos los supuestos típicos que la ley demanda
por separado. Pese a ello, la doctrina desde siempre ha reconocido que
la figura pertenece al sistema de los delitos contra la propiedad315 y, más
específicamente, que es una forma de robo calificado (o cualificado, como
también se lo denomina).316
Desde un punto de vista valorativo, la cualificación se funda en que
aquí, además de verse afectados intereses patrimoniales, existe una lesión
del bien jurídico vida y no sólo de la libertad de actuación, como sucede
en el tipo básico de robo con violencia o intimidación en las personas. De
ahí que los autores unánimemente reconozcan que la figura de robo con
homicidio es un delito pluriofensivo, que tiende a la tutela de dos bienes
jurídicos independientes entre sí: la vida y la propiedad.317

b) Conductas
La doctrina está conteste en que la disposición exige la realización de
dos conductas delictivas: una apropiación susceptible de ser calificada
como robo y la muerte inferida a una persona. Conviene examinar por
separado estos dos elementos:
Puesto que la norma alude a un robo, será necesario que el autor del
delito haya efectuado una apropiación de cosa mueble ajena, con ánimo de
lucrarse, sin la voluntad del dueño y ejerciendo violencia o intimidación en
contra de un individuo (artículo 432 CP).
El texto de la disposición y su ubicación sistemática dejan en claro que
el hecho debe ser susceptible de calificarse como robo con violencia o intimi-
dación, sin que baste su encuadramiento en la figura de robo con fuerza en
las cosas o en la de hurto.
En todo caso, debe recordarse lo que dijimos más arriba, acerca del he-
cho de que la ley chilena asimila al robo el supuesto de un hurto seguido
inmediatamente de coacción, al aludir en el encabezado del artículo 433
CP, a la posibilidad de que la violencia o la intimidación tengan lugar des-
pués de cometida la apropiación.

315
Echeverría Maroto (1951), p. 42.
316
Rodríguez Devesa (1958), p. 508.
317
Medina Jara (2007), p. 206.
304 Guillermo Oliver Calderón

En general, existe consenso en que el vocablo homicidio debe ser apre-


ciado como un elemento normativo del tipo y no como un elemento des-
criptivo. Ello obedece a que el precepto utiliza precisamente esa palabra,
que posee un evidente contenido jurídico, en lugar de referirse a la muerte,
vocablo que denota un claro sentido natural, como lo hacen otras disposi-
ciones del Código Penal (por ejemplo, el artículo 393 CP). Por este moti-
vo, la muerte fortuita queda fuera del ámbito de aplicación del robo con
homicidio, aunque ella ocurra como consecuencia de los actos realizados
para llevar a cabo la apropiación.318
También queda excluida la muerte atribuible a culpa,319 porque si bien
esta puede calificarse de homicidio, según el léxico que utiliza el Código
Penal, las acciones que tipifica dicho texto normativo sólo admiten una
forma de ejecución dolosa, salvo que la propia redacción de un precepto
utilice alguna expresión que permita sancionar la ejecución imprudente.
A lo anterior cabe agregar un antecedente de índole formal: los tipos cul-
posos previstos en los artículos 490 y siguientes del CP, sólo se refieren a
los delitos contra las personas y el robo con homicidio, en el ordenamiento
jurídico chileno, es una figura perteneciente al ámbito de los delitos contra
la propiedad.
Respecto del homicidio simple, del homicidio calificado y del parrici-
dio, una antigua opinión sostenía que las tres figuras quedan incluidas
dentro de la descripción típica del delito de robo con homicidio.320 Este
planteamiento, si bien es válido e irrebatible respecto de las conductas
susceptibles de ser incluidas bajo la denominación de homicidio simple,
merece algunas precisiones en relación con los delitos de parricidio y ho-
micidio calificado.
Respecto del primero de estos delitos, una corriente de opinión, defen-
dida antes de la Ley N°20.931, de 5 de julio de 2016, cuando el robo con
homicidio era sancionado con menor severidad que el parricidio, sostenía
que habría sido inexplicable en términos de proporcionalidad, que el he-
cho de agregarse un atentado contra la propiedad al parricidio hubiera
operado a favor del autor de la conducta. Por ello, se afirmaba que el parri-
cidio no quedaba incluido dentro de la hipótesis de robo con homicidio,
sosteniendo algunos, que el individuo que se encontraba en esta situación
debía ser sancionado a título de parricidio, en concurso con robo simple

318
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 208.
319
Así, Etcheberry (2010), III, p. 339.
320
Como lo afirma, por ejemplo, Labatut (2000), II, p. 203.
Delitos contra la propiedad 305

o hurto, dependiendo de las modalidades que hubiera adoptado la ejecu-


ción del hecho,321 y otros, que el único título de castigo era el parricidio.322
En la actualidad, a pesar de que aquella ley equiparó la pena del robo con
homicidio a la del parricidio (presidio mayor en su grado máximo a presi-
dio perpetuo calificado), no puede afirmarse que el parricidio esté inclui-
do dentro del robo con homicidio. En efecto, la conducta de quien mata
a su padre (o a alguno de los otros sujetos mencionados en el artículo 390
CP), para hacer posible la apropiación de un objeto que pertenece a este
último, cumple los requisitos típicos del parricidio, pero no los del robo
con homicidio, toda vez que la cláusula de subsidiariedad expresa conteni-
da en el encabezado del artículo 391 CP, que exige que en el homicidio se
dé muerte a una persona distinta de las mencionadas en el artículo 390 CP
(y en los artículos 390 bis y 390 ter CP), impide entender que en el robo
con homicidio pueda incluirse el parricidio. Además, el hecho de que la
reciente Ley N°21.212, de 4 de marzo de 2020, ubicara al parricidio y al ho-
micidio en distintos párrafos del Título VIII del Libro Segundo del Código
Penal (aquel, en el párrafo 1, “Del parricidio”, y este, en el párrafo 1 ter,
“Del homicidio”), abona la misma idea. En consecuencia, quien incurre en
la mencionada conducta no puede ser sancionado como autor de robo con
homicidio, sino de parricidio (en concurso con un hurto o con un robo
simple, dependiendo de las circunstancias del caso, porque el marco penal
del parricidio capta el desvalor de la muerte de ciertas personas, pero no el
de la apropiación de sus bienes).
Tratándose de la figura de homicidio calificado, algunos sostienen que ella
no queda comprendida dentro del término “homicidio” que utiliza el tipo
que analizamos, razón por la cual plantean que si con motivo u ocasión
del apoderamiento se comete homicidio calificado, se daría una hipótesis
de concurso real (más específicamente, un concurso medial, solucionado
de acuerdo con el artículo 75 CP) entre el delito mencionado y el de robo
con homicidio.323 Otros, en cambio, sostienen que el homicidio calificado
sí queda comprendido dentro de la descripción típica del robo con ho-
micidio, planteamiento que suele fundarse en el hecho de que el artículo
456 bis CP hace aplicable a aquel delito las agravantes de premeditación y
alevosía.324

321
Etcheberry (2010), III, p. 338.
322
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 369.
323
Tal es la opinión de Garrido (2008), IV, pp. 210 y ss.
324
En este sentido, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 368, quienes sostienen que “el
homicidio calificado también se incluye en la figura de robo con homicidio”. Pese a
ello, estos autores, incomprensiblemente, admiten que la pena asignada a este último
306 Guillermo Oliver Calderón

Compartimos la aseveración de que el término homicidio que emplea el


tipo de robo con homicidio comprende tanto al homicidio simple como
al homicidio calificado. Para llegar a esta conclusión basta considerar que
este último delito pertenece a la categoría de los homicidios y si tal es la
expresión que utiliza el tipo, ninguna razón hay para que aquel resulte
excluido desde el punto de vista de una interpretación gramatical del pre-
cepto, máxime si se toma en cuenta la modificación efectuada por la citada
Ley N°21.212. El marco penal asignado al homicidio calificado (que es
inferior al del robo con homicidio) corrobora la tesis que aquí se plantea,
porque es perfectamente entendible que la muerte causada con alguna
de las calificantes que menciona el artículo 391 N°1 CP se castigue con el
marco penal más elevado que prevé el artículo 433 N°1 del mismo Código,
cuando ocurra con motivo u ocasión del robo. En otras palabras, la pena
con que la ley castiga el robo con homicidio permite captar no sólo el des-
valor de la muerte, sino también el de la modalidad de ejecución utilizada
y la apropiación que con ella se vincula.

c)  Relación entre la apropiación y el homicidio


La apropiación ocupa un lugar preponderante respecto de la muerte en
la estructura del robo con homicidio, lo cual aparece corroborado, tanto
por la ubicación sistemática del precepto, como por la redacción de la nor-
ma, que establece una relación de subordinación de la acción homicida al
acto de apoderamiento de una cosa ajena.
Entre esos dos hechos ha de existir un vínculo que la ley expresa en los
siguientes términos: el homicidio debe cometerse “con motivo u ocasión del
robo”, expresiones que no generan mayores dificultades a nivel doctrinal.
Así, se entiende que “con motivo” implica una relación de medio a fin, es
decir, que la muerte asuma la condición de medio para el logro del obje-
tivo final que es hacer posible la apropiación; en otras palabras, y como
suele señalarse, implica “matar para robar”. La fórmula “con ocasión”, en
cambio, significa que el homicidio es la conducta (y el resultado) de que
se vale el hechor para conseguir su seguridad o su impunidad; es decir,
“matar al robar”.325

delito resulte agravada por la concurrencia de las circunstancias previstas en el artículo


12 números 1 y 5 CP.
325
Así, entre otros, Etcheberry (2010), III, p. 342.
Delitos contra la propiedad 307

d) Sujetos
La pena prevista por el artículo 433 N°1 CP sólo puede ser impuesta
a quien intervenga como autor en los dos hechos que la norma describe,
descartándose su aplicación en caso de que la intervención de una persona
se limite a uno solo de tales hechos y también cuando un individuo toma
parte como autor en uno y como partícipe en el otro. Ello obedece a que
el precepto que comentamos exige que el robo y el homicidio hayan sido
cometidos por la persona que debe soportar el castigo.
En caso de concurrir varias personas a la ejecución de los hechos, no es
necesario que cada una de ellas haya realizado en su integridad todos los
actos que los tipos de robo y homicidio requieren. Lo decisivo será que el
imputado pueda ser considerado autor de ambos delitos, de acuerdo con
las hipótesis que describe el artículo 15 CP, porque sólo así podrá decirse
que aquel los cometió, tal como lo exige el artículo 433 N°1 CP.
Los autores concuerdan en que el tipo no exige que la víctima del ho-
micidio y la del robo sean una misma persona, aseveración esta última que
nos parece plenamente ajustada al texto de la disposición.326
Muy controvertida es, en cambio, la solución para el caso en que un mis-
mo agresor atente contra la vida de más de una persona. Sobre este punto
existen tres posiciones:
aa) El criterio que podemos llamar tradicional en el derecho español,
sostenía que basta la muerte de un individuo para dar por configurado el
delito de robo con homicidio y que las otras muertes entran en concurso
con este delito como simples homicidios.327 Ello respondería a la finalidad
histórica de la existencia del delito de robo con homicidio.328
bb) Otra posición afirma que todas las muertes que hayan servido de
medio para llevar a cabo la sustracción constituirán un delito independien-
te de robo con homicidio.329
cc) La posición dominante entre nosotros afirma que, si el agresor cau-
sa la muerte de más de una persona con motivo u ocasión del mismo robo,
se configura un solo robo con homicidio, sin que el número de muertes
incida en el título de castigo.330

326
Por todos, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
327
Rodríguez Devesa /Serrano Gómez (1995), p. 437.
328
Garrido (2008), IV, pp. 209 y ss.
329
Gimbernat (1964), p. 436.
330
Entre otros, véase Etcheberry (2010), III, p. 341.
308 Guillermo Oliver Calderón

Compartimos este último planteamiento, pues la norma usa la expre-


sión homicidio en singular y desprovista de determinantes; con ello, desde
un punto de vista lingüístico-discursivo, le atribuye un sentido polivalente
que permite captar la comisión de un número indeterminado de homici-
dios. Lo confirma el empleo de la expresión “las víctimas”, en el artículo
433 N°3 CP, la cual es claramente demostrativa de que los resultados co-
nexos al robo que menciona esta disposición pueden afectar a más de una
persona.

e)  Tipicidad subjetiva


Puesto que el robo y el homicidio sólo pueden cometerse dolosamente,
la pena prevista en el artículo 433 N°1 CP presupone que el individuo haya
actuado con voluntad de apropiarse de una cosa mueble ajena y con volun-
tad de matar a la víctima. Pero ello no quiere decir que ambas voluntades
deban existir desde que comienza la actuación del sujeto. El núcleo de la fi-
gura es el robo, de modo que lo único que cabe exigir desde el inicio, es el
ánimo de apropiación. El propósito de matar, en cambio, puede surgir con
posterioridad, como lo demuestra el uso de la fórmula “con ocasión”, que
alude a la muerte que tiene lugar durante la ejecución de la sustracción,
“en principio ni prevista ni deseada, pero que los hechos han impuesto”.331
Por el contrario, si la voluntad de apropiarse de un objeto surge cuando
ya se había producido la muerte, no cabe apreciar la figura de robo con
homicidio.332
Con todo, la opinión dominante en la doctrina chilena sostiene que es
suficiente el dolo eventual.333 Sin embargo, a nuestro juicio, si bien basta
el dolo eventual en el caso del homicidio que se comete “con ocasión” del
robo, es, en cambio, exigible el dolo directo respecto de la muerte que ocu-
rre “con motivo” de aquel delito, porque este último vínculo presupone un
grado de determinación que sólo es compatible con el dolo directo.
Además del dolo, las distintas formas de robo con violencia o intimida-
ción en las personas exigen la concurrencia de ánimo de lucrarse. En otras
palabras, por expresa disposición de la ley, el autor de aquel delito debe ac-
tuar motivado por un interés pecuniario, es decir, el propósito de obtener
una ganancia o utilidad económicamente apreciable. Esta exigencia, por

331
Queralt (1992), p. 260.
332
Véase Bajo Fernández (1989), p. 82.
333
Así, Etcheberry (2010), III, p. 342.
Delitos contra la propiedad 309

cierto, también rige en el caso del robo con homicidio, aunque la doctrina
suele precisar, con toda razón, que el ánimo de lucro sólo rige respecto de
la apropiación, porque la muerte ha de estar motivada por razones distin-
tas, pero vinculadas con el perfeccionamiento del robo.334

f)  Iter criminis


La consumación del delito de robo con homicidio supone la concurren-
cia de los dos hechos que integran el tipo: el apoderamiento y la muerte.
En relación con el castigo de las etapas anteriores a la consumación,
los autores afirman que las disposiciones que permiten sancionar dichas
etapas son aplicables al robo con homicidio; que si las dos acciones que
exige el precepto no van más allá de un principio de ejecución, estamos
en presencia de una tentativa,335 y que tiene aplicación respecto de esta
figura lo dispuesto por el artículo 450 inciso primero CP, según el cual los
delitos contemplados en el párrafo 2 del Título IX del Libro Segundo del
Código Penal “se castigarán como consumados desde que se encuentren en grado
de tentativa”.336
Este último planteamiento es cuestionable, porque puede llevar a situa-
ciones inaceptables. Lo que un sector de la doctrina parece olvidar es que
el artículo 433 N°1 CP exige que, tanto la apropiación, como el homicidio
se encuentren consumados. Esta conclusión fluye del hecho de usarse el
verbo cometer en conjunto con el vocablo además, lo cual implica que robo
y homicidio deben estar sujetos a los mismos requisitos. No cabe, pues,
aplicar la figura si la víctima muere, pero no se consuma la apropiación; y
tampoco cuando hay apoderamiento de una cosa, sin que se produzca la
muerte. Menos cabrá aplicarla cuando ninguna de las dos conductas hu-
biere alcanzado a perfeccionarse.
En suma, si alguno de los dos hechos no alcanza la consumación, no
procede sancionar a título de robo con homicidio tentado o frustrado (con
la pena del delito consumado, en virtud del artículo 450 inciso primero
CP), sino aplicar las reglas generales concursales (el concurso de delitos
estaría integrado por un robo simple consumado y un homicidio tentado
o frustrado, o por un robo simple tentado –o un hurto tentado, en el caso

334
Rodríguez Devesa /Serrano Gómez (1995), p. 435.
335
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 370.
336
En este sentido, Etcheberry (2010), III, p. 343.
310 Guillermo Oliver Calderón

anómalo de violencia o intimidación posterior a la apropiación– y un ho-


micidio consumado).

5.6.2.  Robo con violación337


No advertimos ninguna razón vinculada con el desvalor de acción o de
resultado, del robo o de la violación, que justifique un trato más severo
para la persona que ejecuta ambas acciones en un mismo contexto situa-
cional. Es indudablemente más acentuada la ilicitud y más intenso el juicio
de reproche que cabe formular a quien roba y viola a una misma persona
en oportunidades diversas, o a quien comete violación en contra de un
individuo y robo respecto de otro en distintos momentos, y a pesar de ello
estos casos no quedan sometidos al régimen de mayor severidad que prevé
el artículo 433 CP. Creemos que la figura de robo con violación tiene como
único fundamento razones de política criminal vinculadas con el propó-
sito de establecer un trato más severo para el robo con violencia o intimi-
dación, con un claro sentido preventivo-general negativo, al margen de
cualquier consideración vinculada con el principio de proporcionalidad.

a)  Naturaleza jurídica


En general, la doctrina sostiene que el robo con violación, al igual que el
robo con homicidio, es un tipo penal; más específicamente, una forma califi-
cada de robo con violencia o intimidación en las personas, planteamiento
que no nos parece correcto. Un delito adquiere la condición de calificado
por el hecho de concurrir algún elemento que le confiere un plus de gra-
vedad, como sucede, por ejemplo, con el homicidio, que adquiere aquella
condición cuando el hechor utiliza alguno de los medios de ejecución que
menciona el artículo 391 N°1 CP. Pero ha de tratarse de un elemento inhe-
rente al delito cuya calificación se afirma, es decir, algún factor vinculado
con la conducta, con sus medios de ejecución, con la calidad de los sujetos,
con los posibles resultados de la acción delictiva, etc. Nada de ello ocurre
en el caso que nos ocupa, porque entre apropiación y acceso carnal no es
posible establecer ninguna suerte de relación, como tampoco es posible
establecerla entre la violencia o la intimidación ejercida para robar y la ac-
tividad sexual que la acompaña, sobre todo considerando que la violación
no siempre presupone el uso de esos medios coercitivos, y aunque el autor

337
En general sobre el tema de este acápite, véase Rodríguez Collao (2008), pp. 75-99.
Delitos contra la propiedad 311

los ocupara, la opinión doctrinal unánime considera que el artículo 433 CP


exige empleo de violencia o intimidación para apropiarse de una cosa y,
además, para llevar a cabo el acceso carnal, como entidades perfectamente
diferenciables.338 Por ser la violación un hecho completamente ajeno al
robo, la comisión próxima en el tiempo de ambos hechos delictivos podrá
agravar (es decir, calificar) la situación penal del sujeto, pero no afecta a la
gravedad del segundo de los delitos nombrados. Luego, no cabe afirmar
que la figura de robo con violación corresponda a un delito calificado de
robo con violencia o intimidación en las personas.
En realidad, las acciones típicas propias del robo y de la violación tie-
nen en el artículo 433 CP existencia independiente, como lo demuestra,
por una parte, el hecho de que el robo pueda darse acompañado de una
violación ejecutada sin empleo de fuerza ni intimidación;339 y, por otra,
la evidencia de que el acceso carnal no es un medio apto para ejecutar
una apropiación violenta, ni es una consecuencia derivada de alguno de
los elementos que integran la tipicidad del delito de robo con violencia o
intimidación.
Lo que el artículo 433 CP consagra, en la parte que aquí interesa, no es
un tipo, sino una regla de penalidad aplicable a quien ha cometido un robo
y una violación en un mismo contexto situacional.340 En otras palabras,
desempeña el mismo rol que juegan, por ejemplo, las disposiciones conte-
nidas en los artículos 74, 75 y 451 CP o el artículo 351 CPP.

b) Conductas
Según el artículo 433 CP, “[e]l culpable de robo con violencia o intimidación
en las personas, sea que la violencia o la intimidación tenga lugar antes del robo
para facilitar su ejecución, en el acto de cometerlo o después de cometido para favo-
recer su impunidad, será castigado: 1°. Con presidio mayor en su grado máximo
a presidio perpetuo calificado cuando, con motivo u ocasión del robo, se cometiere,
además, (…) violación…”.
La doctrina está conteste en que la disposición exige que una misma
persona haya intervenido en la comisión de un robo y de una violación. En
otras palabras, deberá haber efectuado una apropiación de cosa mueble

338
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
339
Bajo Fernández (1989), p. 82.
340
Bascuñán Rodríguez (2002), p. 86, n. 95, afirma que el robo con violación es un caso
obvio de concurso real sustraído al régimen general del artículo 74 del Código Penal.
312 Guillermo Oliver Calderón

ajena, con ánimo de lucrarse, sin la voluntad del dueño y ejerciendo vio-
lencia o intimidación en contra de una persona; y deberá, además, haber
accedido carnalmente a la víctima por vía vaginal, anal o bucal.
Por lo que respecta al primer delito, el mismo texto de la disposición
permite concluir que el hecho debe ser susceptible de calificarse como
robo con violencia o intimidación, sin que baste su encuadramiento en el
robo con fuerza en las cosas.
En cuanto al alcance del vocablo violación usado por el artículo 433 N°1
CP, este se refiere, tanto a las hipótesis previstas en el artículo 361 CP, como
a la que prevé el artículo 362 CP, ya que ambos preceptos figuran bajo un
epígrafe que usa aquella denominación.341
La figura delictiva del artículo 365 bis CP, a pesar de que un sector doc-
trinal estima que recoge casos especiales de violación y estupro,342 es una
forma específica del delito de abuso sexual previsto en los artículos 366,
366 bis y 366 ter CP, concretamente, una modalidad agravada o cualificada
de este último delito, por lo que la referencia a la violación que efectúa el
artículo 433 CP no alcanza al citado artículo 365 bis CP.
Cuando el robo aparece acompañado de una violación ejecutada me-
diante el empleo de fuerza o intimidación, es necesario que tales medios
de ejecución existan, tanto respecto del acto de apropiación, como del ac-
ceso carnal. En otras palabras, será menester que se compruebe el empleo
de medios coercitivos dirigidos a la apropiación y de medios de la misma
índole encaminados a la realización de la cópula.343

c)  Vínculo entre robo y violación


La doctrina chilena está conteste al afirmar que el robo ocupa un lugar
preponderante respecto de la violación.344-345 Tal afirmación es coincidente
con la redacción del artículo 433 CP, en cuanto este se refiere al que, con
motivo u ocasión de robo, comete además violación, fórmula que no sólo
pone de manifiesto la primacía del robo, sino que además indica que el
acceso carnal debe ser posterior a la ejecución del hecho principal.

341
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
342
Fernández Cruz (2004), pp. 55-74.
343
En este sentido, por ejemplo, Etcheberry (2010), III, p. 343.
344
Garrido (2008), IV, p. 213.
345
Etcheberry (2010), p. 513.
Delitos contra la propiedad 313

También señala la doctrina que la fórmula usada por el Código para


establecer la relación entre robo y violación es equívoca. No es posible
imaginar una situación en que el robo pueda ser considerado como motivo
para la ejecución posterior de la violación. De modo que la única vincu-
lación que es posible establecer entre esta y aquel es que el acceso carnal
ocurra con ocasión de la apropiación.346 Sin embargo, puesto que no cabe
fijar ninguna relación ideológica entre robo y violación, aquella exigencia
se traduce en la necesidad de que exista una proximidad espacio-temporal
entre ambos delitos.347

d) Sujetos
En términos generales, se afirma que la disposición no exige que la
víctima del atentado sexual y la víctima del acto de apropiación sean una
misma persona, aseveración esta última que nos parece plenamente ajusta-
da a la letra de la ley.348
Por otro lado, cabe preguntarse si el hecho de que el autor de un robo
violento haya atentado sexualmente en contra de más de una persona tie-
ne alguna incidencia en la determinación de la pena aplicable. Entre no-
sotros, Garrido afirma que si en el robo se cometen varias violaciones, “con
un solo abuso sexual se conforma el delito de robo con violación; las otras
violaciones constituyen delitos independientes que deben ser castigadas en
concurso real o material con aquél”.349 La opinión mayoritaria, en cambio,
sostiene que el cúmulo de violaciones no afecta la calificación del delito y
que el exceso debe tomarse en cuenta para la determinación de la pena,
conforme lo dispone el artículo 69 CP.350 Este criterio es congruente con la
propia redacción del artículo 433 N°1 CP, que sitúa a la apropiación como
núcleo de la figura que allí se describe.

e)  Tipicidad subjetiva


Dado que el robo y la violación sólo se pueden cometer con dolo, la
pena contemplada en el artículo 433 N°1 CP presupone que el sujeto haya
actuado con voluntad de apropiarse de una cosa mueble ajena y con volun-

346
En este sentido, Bascuñán Rodríguez (2004), p. 309.
347
Vives (1990), p. 842.
348
Así, entre otros, Garrido (2008), IV, p. 215.
349
Ibíd.
350
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
314 Guillermo Oliver Calderón

tad de acceder carnalmente a la víctima. Pero esto no quiere decir que am-
bas voluntades deban existir desde el inicio de la actuación del individuo.
El núcleo de la figura es el robo, por lo cual lo único que cabe exigir desde
el comienzo, es el ánimo de apropiación. El propósito de agredir sexual-
mente a la víctima puede surgir con posterioridad, como lo demuestra el
uso de la fórmula “con ocasión”. Por el contrario, si la voluntad de apro-
piarse de un objeto surge una vez que se ha consumado el acceso carnal o
durante su realización, no cabe apreciar la figura de robo con violación.
Además del dolo, el tipo de robo con violencia o intimidación en las
personas exige la concurrencia de ánimo de lucrarse, lo que significa que el
sujeto debe actuar motivado por un interés pecuniario, un propósito de
obtener una ganancia o utilidad económicamente apreciable. Esta exigen-
cia, por cierto, también rige en el caso del robo con violación.

f)  Iter criminis


La opinión dominante en esta materia puede resumirse así: a) las dispo-
siciones que permiten el castigo de las etapas anteriores a la consumación
son aplicables al robo con violación; b) al igual que en el caso del robo con
homicidio, si las dos acciones que exige el precepto no van más allá de un
principio de ejecución, estamos en presencia de una tentativa;351 c) es apli-
cable lo dispuesto por el artículo 450 inciso primero CP, según el cual los
delitos contemplados en el párrafo 2 del Título IX del Libro Segundo del
Código Penal “se castigarán como consumados desde que se encuentren en grado
de tentativa”.
Lo cierto, empero, es que el artículo 433 N°1 CP exige que, tanto la
apropiación, como el acceso carnal se hallen consumados. Esta conclusión
se obtiene al constatar que la ley utiliza el verbo cometer en conjunto con
el vocablo además, lo cual implica que robo y violación deben estar sujetos
a los mismos requisitos. No es correcto, entonces, aplicar la figura si hay
acceso carnal, pero no se consuma la apropiación; y tampoco cuando hay
apoderamiento de una cosa, sin que haya penetración. Menos cabrá apli-
carla cuando ninguna de las dos conductas hubiere alcanzado la consuma-
ción.
Por lo que respecta a la posibilidad de aplicar a esta figura la norma
del artículo 450 inciso primero CP, además de los argumentos ya señala-
dos para afirmar la necesidad de que tanto el robo como la violación se

351
Así, Ibíd., p. 370.
Delitos contra la propiedad 315

encuentren consumados, cabe añadir un argumento de orden formal. Al


robo con violación no se le puede aplicar la mencionada disposición, por-
que la norma sobre equiparación de pena para actos ejecutivos anteriores a
la consumación que allí se contempla, es aplicable a “los delitos a que se refiere
el párrafo 2 y el artículo 440 del párrafo 3” del Título IX del Libro Segundo del
Código Penal. El robo con violación, como lo hemos explicado, no es un
delito, sino una regla especial de penalidad.
En suma, si alguna de las dos conductas no alcanza la consumación, no
procede castigar a título de robo con violación tentado o frustrado (con la
pena de la consumación), sino aplicar las reglas generales sobre concursos
de delitos (el concurso estaría integrado por un robo simple consumado y
una violación tentada, o por un robo simple tentado –o un hurto tentado,
en la hipótesis especial de violencia o intimidación posterior a la apropia-
ción– y una violación consumada).

g)  Autoría y participación


La sanción prevista en el artículo 433 N°1 CP para el robo con violación
sólo puede ser aplicada a quien ha tenido intervención en calidad de autor
en los dos hechos que la norma describe, descartándose su imposición en
caso de que la intervención de una persona se limite a uno solo de tales
hechos y también cuando un individuo interviene como autor en uno y
como partícipe en el otro. Esto es así, porque el precepto que comentamos
exige que el robo y la violación hayan sido cometidos por la persona que
debe soportar la pena.
En caso de que concurran varias personas a la ejecución de los hechos,
no es necesario que cada una de ellas haya realizado íntegramente todos
los actos que los tipos de robo y violación requieren. Lo decisivo será que
el imputado pueda ser considerado autor del robo y autor de la violación,
de acuerdo con lo que señala el artículo 15 CP.
Mientras que el sujeto pasivo del delito de violación es tanto el hombre
como la mujer –así lo deja claramente establecido el artículo 361 inciso
segundo CP, al utilizar el vocablo persona–, la doctrina mayoritaria postula
que el sujeto activo sólo puede ser un varón. Esto último derivaría de que la
conducta típica aparece señalada, en ese mismo precepto, con la fórmula
verbal acceder carnalmente, comportamiento del que sólo sería capaz una
persona de sexo masculino. Pese a ello, no existe inconveniente para que
una mujer asuma la condición jurídica de autora, si se encuentra en alguna
de las situaciones descritas en el artículo 15, como tampoco habrá obstá-
316 Guillermo Oliver Calderón

culo para que –en esas mismas circunstancias– se aplique a su respecto la


pena prevista por el artículo 433 N°1, ambos del Código Penal.

5.6.3.  Robo con mutilación o lesiones gravísimas


En el número 2° del artículo 433 CP se dispone que el robo con violen-
cia o intimidación en las personas, sea que la violencia o la intimidación
tengan lugar antes de la apropiación para facilitar su ejecución, en el acto
de cometerla o después de cometida para favorecer su impunidad, se san-
ciona con “presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo cuando, con
motivo u ocasión del robo, se cometiere alguna de las lesiones comprendidas en los
artículos 395, 396 y 397, número 1.°”. Estas lesiones son, respectivamente, la
castración, la mutilación propiamente tal y las lesiones gravísimas. Se trata
de una forma de robo calificado que ha concitado escasa atención de la
doctrina (al igual que los delitos del artículo 433 N°3 CP), probablemente
porque muchas de las consideraciones que se hacen para las figuras ante-
riores, en especial para el robo con homicidio, parecen ser también aplica-
bles aquí, como lo demuestran las siguientes líneas.
No hay problema en considerar al robo con mutilaciones o lesiones
gravísimas como un verdadero tipo penal (y no como una simple regla
de penalidad). Se trata de un delito complejo, cuya inclusión dentro de los
robos calificados obedece al hecho de que además de afectarse intereses
patrimoniales, se atenta contra la integridad física o la salud. Por eso, tam-
bién puede ser concebido como una figura pluriofensiva.
A diferencia de lo que sucede en el robo con homicidio y en el robo con
violación, figuras que han dado origen, como vimos, a distintas opiniones
acerca de qué concretos delitos deben entenderse comprendidos en las
voces homicidio y violación, en el robo con mutilaciones y lesiones gravísi-
mas no existe discusión alguna, ya que la ley ha mencionado con precisión
las disposiciones que tipifican formas de lesiones corporales que, cuando
se cometen con motivo u ocasión de robo, dan lugar a esta clase de robo
calificado.
Las acciones que se deben ejecutar son dos: apropiarse de cosa aje-
na y causar lesiones. Concretamente, esta última conducta debe consis-
tir en castrar a otra persona (artículo 395 CP); mutilar alguno de sus
miembros (artículo 396 CP), o herirla, golpearla o maltratarla de obra,
quedando la víctima demente, inútil para el trabajo, impotente, impe-
dida de algún miembro importante o notablemente deforme (artículo
397 N°1 CP).
Delitos contra la propiedad 317

Entre las acciones de apropiarse de una cosa ajena y causar las lesiones
debe existir el mismo vínculo que en el robo con homicidio, es decir, las
lesiones deben cometerse con motivo u ocasión del robo. Esto significa que las
lesiones representan un medio para conseguir el fin de la apropiación (se
cometen lesiones con motivo del robo cuando se lesiona para robar) o una
forma de consolidar la apropiación o asegurar la impunidad del sujeto (se
cometen lesiones con ocasión del robo cuando se lesiona al robar).
Dado que la ley exige que el robo y las lesiones hayan sido cometidos
por la persona que debe soportar la sanción, esta únicamente puede ser
impuesta a quien haya intervenido como autor en ambos hechos. No pue-
de aplicarse entonces a quien lo haya hecho en uno solo ni a quien haya
intervenido en uno como autor y en el otro como partícipe.
Por las mismas razones esgrimidas en el análisis del robo con homicidio,
no hay problemas en aceptar que la víctima de las lesiones y la del robo
puedan ser personas distintas.352 A ello puede agregarse que si en la figura
más grave (robo con homicidio) el título de castigo es uno solo, aun cuan-
do haya más de una persona afectada, con mayor razón es así en la figura
menos grave (robo con mutilaciones o lesiones gravísimas).
De la misma manera, cuando el agresor atenta contra la integridad fí-
sica o la salud de varias personas, se configura un solo delito de robo con
mutilaciones o lesiones gravísimas. El número de lesionados incide única-
mente en la determinación de la cuantía exacta de la pena, conforme al
criterio de la extensión del mal producido por el delito (artículo 69 CP).
En cuanto a la tipicidad subjetiva, hay ciertas exigencias que emanan
del propio artículo 433 N°2 CP. Así, cuando las lesiones se cometen con mo-
tivo del robo, debe concurrir dolo directo en el sujeto, porque es el único
compatible con el grado de determinación que presupone dicho vínculo.
En cambio, cuando se cometen con ocasión del robo, basta el dolo eventual.
En cualquier caso, la comisión culposa de las lesiones no se reprime aquí.
Pero hay también otros requerimientos subjetivos que arrancan de los
artículos del Código Penal a los que dicha disposición se remite. El artículo
395 CP, que alude a la castración, exige dolo directo, como se desprende
de la voz “maliciosamente”. Otro tanto sucede con el artículo 396 CP, que
se refiere a la mutilación propiamente tal, al emplear las palabras “con
malicia”. Para las lesiones gravísimas, del artículo 397 N°1 CP, en cambio,
basta el dolo eventual. Esto hace decir a la mayoría de la doctrina que el

352
Así, Araya Ossandón (2008), p. 27, n. 46.
318 Guillermo Oliver Calderón

robo con castración y el robo con mutilación propiamente tal requieren


dolo directo, en tanto que el robo con lesiones gravísimas se comete, tanto
con dolo directo, como con dolo eventual.353
Sin embargo, a nuestro juicio, deben ser vinculados los dos aspectos que
atañen al tipo subjetivo: la distinción según si las lesiones se cometen con
motivo o con ocasión del robo, y la que atiende a las exigencias subjetivas
de los tipos penales de lesiones a los que el artículo 433 N°2 CP se remite.
Conectando ambos extremos, podemos concluir que cuando se cometen
lesiones corporales con motivo del robo, estas pueden constituir, indistin-
tamente, castración, mutilación propiamente tal o lesión gravísima. Pero
cuando se las comete con ocasión del robo, debe distinguirse según si se
obra con dolo directo o con dolo eventual: en el primer caso, puede tra-
tarse de cualquiera de las tres clases de lesiones corporales; en el segundo,
sólo puede tratarse de lesiones gravísimas.
El robo con mutilaciones o lesiones gravísimas exige que, tanto la apro-
piación, como las lesiones corporales estén consumadas, como lo sugiere
el verbo cometer. Luego, no cabe aplicar este título de castigo cuando la
víctima resulta lesionada, pero la apropiación no se consuma; ni tampoco
cuando tiene lugar el apoderamiento, pero la víctima acometida no resulta
con lesiones. Por su parte y por la misma razón, tampoco resulta aplicable
a esta figura la regla de equiparación de pena de los actos ejecutivos ante-
riores a la consumación, prevista en el artículo 450 inciso primero CP. En
consecuencia, si alguno de los dos hechos no se consuma, no se debe san-
cionar a título de robo con mutilación o con lesiones gravísimas tentado o
frustrado (con la pena de la consumación), sino aplicar las reglas generales
concursales (el concurso de delitos estaría formado por un robo simple
consumado y unas mutilaciones o lesiones gravísimas tentadas o frustradas,
o por un robo simple tentado –o un hurto tentado, en la situación anómala
de violencia o intimidación posterior a la apropiación– y unas mutilaciones
o lesiones gravísimas consumadas).

5.6.4.  Robo con lesiones simplemente graves


El artículo 433 N°3 CP dispone que “[e]l culpable de robo con violencia o
intimidación en las personas, sea que la violencia o la intimidación tenga lugar an-
tes del robo para facilitar su ejecución, en el acto de cometerlo o después de cometido
para favorecer su impunidad, será castigado: […] 3.° Con presidio mayor en su

353
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 371.
Delitos contra la propiedad 319

grado medio a máximo, cuando se cometieren lesiones de las que trata el número 2°
del artículo 397…”.
La acción que acompaña a la de apropiación de cosa mueble ajena es
la de herir, golpear o maltratar de obra a otro, causando lesiones que pro-
duzcan en el ofendido enfermedad o incapacidad para el trabajo por más
de treinta días. Así fluye de la remisión que la norma efectúa al artículo
397 N°2 CP. Por eso, no compartimos la opinión doctrinal que incluye tam-
bién las lesiones del artículo 398 CP,354 la que parece vulnerar el principio
de legalidad. Estas últimas lesiones exigen la realización de una conducta
distinta: administrar a otro sustancias o bebidas nocivas o abusar de su cre-
dulidad o flaqueza de espíritu, lo que además no parece compatible con el
carácter físico de la violencia propia del robo.
La ley no exige que las lesiones simplemente graves se cometan con moti-
vo u ocasión de robo, pero debe estimarse subentendida esta exigencia. No
sería razonable exigirla para el robo con mutilaciones o lesiones gravísimas
y no hacerlo para el robo con lesiones simplemente graves. De lo contrario,
habría que considerar concurrente esta última figura de robo calificado
cuando, inmediatamente después de haber consumado un hurto, el suje-
to activo causara lesiones simplemente graves al dueño de la cosa o a un
tercero por mero placer, hipótesis que la doctrina nacional no duda en
calificar como un concurso material de delitos entre hurto y lesiones, y no
como un robo.355
Dado que las lesiones se deben cometer con motivo u ocasión de robo,
ello se proyecta en la tipicidad subjetiva. Cuando se ejecutan con motivo
del robo, sólo el dolo directo parece compatible con dicho vínculo. Cuan-
do se cometen, en cambio, con ocasión del robo, parece bastar el dolo
eventual. La comisión culposa, por su parte, no tiene cabida.356
Para finalizar y evitar repeticiones, en cuanto a la naturaleza de la figu-
ra, a la persona que debe ser sancionada, a la posibilidad de que la víctima
de la apropiación y la persona lesionada sean distintas, a la indiferencia del
número de personas lesionadas y a las etapas de desarrollo del delito, nos
remitimos a lo dicho más arriba a propósito del robo con mutilaciones o
lesiones gravísimas.

354
Véase Garrido (2008), IV, p. 218.
355
Etcheberry (2010), III, p. 336.
356
Por todos, Garrido (2008), IV, p. 218.
320 Guillermo Oliver Calderón

5.6.5.  Robo con retención


Tras señalar el artículo 433 CP que el culpable de robo con violencia o
intimidación en las personas será castigado, sea que la violencia o la intimi-
dación tengan lugar antes de la apropiación para facilitar su ejecución, en
el acto de cometerla o después de cometida para favorecer su impunidad,
agrega en su número 3°, que la pena será de “presidio mayor en su grado me-
dio a máximo […] cuando las víctimas fueren retenidas bajo rescate o por un lapso
mayor a aquel que resulte necesario para la comisión del delito”.
Esta figura es la segunda de las dos que se contienen en el artículo 433
N°3 CP y se conoce con el nombre de robo con retención,357 robo con deten-
ción358 o robo con secuestro.359 Es llamativo el hecho de que, en esta figura, a
diferencia de lo que ocurre en las otras figuras de robo calificado, al delito
que acompaña al robo no se lo designe por su nombre técnico ni tampoco
se mencione el precepto que lo sanciona, sino que se lo identifica por su
acción típica (retener). Probablemente es esto mismo lo que explica la
existencia de distintas denominaciones para aludir a esta figura.
La retención de una persona implica la privación de su libertad ambu-
latoria, lo que en nuestro Código Penal podría dar lugar a un delito de
secuestro (artículo 141 CP), sustracción de menores (artículo 142 CP), de-
tención ilegal (artículo 148 CP) o detención arbitraria (artículo 143 CP).
Esto permite concebir esta figura como un delito complejo,360 ya que reúne
dos conductas que son igualmente típicas: la apropiación de cosa ajena y la
retención de personas.
La retención es hecha bajo rescate cuando se realiza con la intención de
obtener, a cambio de la liberación de la víctima, un precio.361 No obstan-
te, no es necesario que se trate de dinero (aunque será lo más frecuente),
ya que puede ser cualquier beneficio susceptible de apreciación pecunia-
ria,362 como, por ejemplo, la entrega de un automóvil para emprender
la huida. Tampoco es imprescindible que la persona a quien se pida el
rescate sea un tercero, ya que también podría ser la propia persona rete-
nida.363

357
Así, entre otros, Etcheberry (2010), III, p. 344.
358
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 372.
359
Labatut (2000), II, p. 204.
360
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 372.
361
Véase Etcheberry (2010), III, p. 344.
362
Garrido (2008), IV, p. 217.
363
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 66.
Delitos contra la propiedad 321

La calificación del robo con violencia o intimidación en las personas


por estar la víctima retenida por un “lapso mayor a aquel que resulte necesario
para la comisión del delito”, se debe a que el robo simple supone siempre una
privación de libertad de alguna persona, al menos por unos momentos,
privación que, si no excede del tiempo necesario para su comisión, se ve
absorbida por el robo. Sólo si la retención excede de ese tiempo necesa-
rio, lo que debe analizarse caso a caso, se configurará esta forma de robo
calificado.
El texto legal vigente no exige que la retención de las personas sea con
motivo u ocasión de robo. Sin embargo, no parece razonable concluir que el
señalado requisito no rija también aquí. Por las mismas razones que invoca-
mos para el robo con lesiones simplemente graves, se trata de una exigen-
cia que debe estimarse subentendida,364 lo que implica que la privación de
libertad que experimentan las víctimas, debe estar orientada al logro de la
apropiación, o sea, se las debe retener para conseguir la apropiación (con
motivo del robo), o bien, debe estar dirigida a lograr su impunidad (con
ocasión del robo).
La víctima del robo y la persona retenida pueden ser distintas. De la
misma manera, se comete un solo delito de robo con retención, con inde-
pendencia del número de personas que vean privada su libertad, como lo
demuestra el hecho de que el artículo 433 N°3 CP alude a una pluralidad
de personas afectadas (“las víctimas”).
No es necesario que la voluntad de privar de libertad por un lapso ma-
yor al necesario para la comisión del delito o de hacerlo bajo rescate esté
presente desde el inicio de la ejecución del delito, ya que puede surgir con
posterioridad. Lo único que se requiere desde un comienzo es la voluntad
de apropiarse de una cosa ajena. Por lo tanto, si primero se priva de liber-
tad a la víctima y después nace la voluntad de apropiación, no se configura
este delito, sino un concurso material integrado por un delito de secuestro
(o sustracción de menores, detención ilegal o detención arbitraria) y uno
de hurto o robo, según corresponda.
En cuanto a la tipicidad subjetiva, en lo que respecta a la retención de
personas, sólo puede concurrir el dolo directo, ya que es el único com-
patible con la acción descrita. Ello es así, claro está, sin perjuicio de la
posibilidad, admitida por nosotros más arriba, de la concurrencia del dolo
eventual respecto de algunos elementos objetivos del tipo de robo.

364
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 217.
322 Guillermo Oliver Calderón

Al igual que las anteriores hipótesis de robo calificado, esta figura supo-
ne que se realicen completamente los dos comportamientos que lo inte-
gran: la apropiación de una cosa ajena y la retención de una persona por
un lapso mayor al necesario para la comisión del delito o bajo rescate. En
consecuencia, no puede sancionarse a una persona bajo este título de cas-
tigo, ni siquiera como tentativa o frustración, si la víctima es retenida, pero
no se consuma la apropiación, ni tampoco si hay apoderamiento, pero no
tiene lugar la privación de libertad exigida. En tales casos cada hecho debe
sancionarse por separado.
Por las mismas razones señaladas para anteriores supuestos de robo ca-
lificado, no puede aplicarse a esta figura la regla de equiparación de pena
de todas las etapas ejecutivas del delito, contemplada en el artículo 450
inciso primero CP.

5.7.  Figuras especiales


En el párrafo 2 del Título IX del Libro Segundo del Código Penal hay
dos figuras especiales que la ley ha asimilado al robo con violencia o intimi-
dación en las personas: la piratería (artículo 434 CP) y la extorsión (artícu-
lo 438 CP). A continuación, examinaremos cada una de ellas.

5.7.1. Piratería
El artículo 434 CP dispone que “[l]os que cometieren actos de piratería serán
castigados con la pena de presidio mayor en su grado mínimo a presidio perpetuo”.
El texto puede originar dudas acerca de lo que significa ejecutar actos
de piratería, dado que la ley no los define. La expresión “actos de piratería”
alude a robos con violencia o intimidación en las personas que se cometen
en el mar, actuando de una embarcación a otra. En efecto, conforme al
Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, pirata quiere de-
cir “persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje
de barcos en el mar para robar” (segunda acepción) y piratería, “robo o
presa que hace el pirata” (segunda acepción). Un análisis sistemático rea-
firma la misma idea, ya que el epígrafe del párrafo en el que se encuentra
la disposición sugiere que se trata de un robo con violencia o intimidación
en las personas.
Como se trata de una forma (agravada) de robo con violencia o intimi-
dación en las personas, deben concurrir todos los requisitos propios de
Delitos contra la propiedad 323

este delito, que ya hemos examinado. De ello se desprende, además, que,


si se ataca una nave no para apropiarse de todo o parte de ella o de los
enseres de la tripulación o los pasajeros, sino con otros fines (por ejemplo,
matar, violar, etc.), la figura no es aplicable, a pesar de que una vez a bordo
de la embarcación los piratas decidan apropiarse de cosas ajenas.
La disposición sanciona a quienes “cometieren actos de piratería”, lo cual
podría hacer pensar que resulta indiferente el número de actos que se
ejecuten, ya que cualquiera fuera este número, el delito sería uno solo. Un
planteamiento así no sería aceptable por resultar absurdo, toda vez que
conduciría a un beneficio punitivo incompatible con el sentido agravatorio
de la figura.365 Si se asaltan dos naves distintas en contextos situacionales
diferentes, se cometen dos delitos de piratería, no uno solo.
En todo caso, lo que sí es irrelevante es el número de tripulantes o pa-
sajeros afectados en una misma embarcación asaltada. Lo normal es que
las cosas que se encuentran dentro de una nave a la gira no pertenezcan
a una sola persona, lo que la ley no ha podido dejar de tener presente al
sancionar los actos de piratería. Además, al examinar las diferentes formas
de robo ya hemos visto que la víctima de la apropiación y la de las lesiones,
la violación, el homicidio, etc., pueden ser distintas, y que quienes ven da-
ñados bienes jurídicos extrapatrimoniales pueden ser varios.
Un punto que ha recibido atención por parte de la doctrina es el rela-
tivo a los posibles concursos entre esta figura y los robos simple y califica-
do. Algunos afirman que estos concursos deben solucionarse aplicando el
principio de especialidad.366 Esto implica que cada vez que se cometa un
robo simple o calificado en el mar, actuando desde una embarcación a
otra, debería aplicarse el artículo 434 CP. Otros sostienen que debe hacerse
una distinción: cuando el acto de piratería configura una de las formas más
graves de robo calificado del artículo 433 CP, debe aplicarse esta última
disposición, en virtud del principio de subsidiariedad; cuando no sea así,
debe aplicarse el precepto que conduzca a la pena más grave en el caso
concreto, en virtud del principio de alternatividad.367 A nuestro juicio, esta
última opinión es la que mejor se ajusta al sentido de la figura. Dado que
esta constituye una forma agravada de robo, no es razonable que un acto
de piratería que configure uno de los casos de robo calificado se sancione
con menos pena que si el robo se comete en tierra firme. Por lo tanto, si el

365
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 373.
366
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 69.
367
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 373.
324 Guillermo Oliver Calderón

acto de piratería es a la vez un robo simple, se aplica el artículo 434 CP. Si


es un robo calificado del artículo 433 N°1 o N°2 CP, se aplica este último.
Si es un robo calificado del artículo 433 N°3 CP, se aplica este o el artículo
434 CP, dependiendo de cuál conduzca a una sanción más grave en la si-
tuación concreta.

5.7.2. Extorsión
De acuerdo con lo que establece el artículo 438 CP, “[e]l que para defraudar
a otro le obligare con violencia o intimidación a suscribir, otorgar o entregar un instru-
mento público o privado que importe una obligación estimable en dinero, será castiga-
do, como culpable de robo, con las penas respectivamente señaladas en este párrafo”.
La ley no usa la voz extorsión para referirse a este delito, pero sí lo hace
la doctrina.368
El tipo exige que se obre con violencia o intimidación, por lo que nos re-
mitimos a lo dicho más arriba sobre estos medios coercitivos.
Los comportamientos que se debe obligar a la víctima a realizar son,
alternativamente, tres: suscribir, otorgar o entregar cierto documento. Sus-
cribir el instrumento significa firmarlo. Esto implica que el documento ya
está elaborado y sólo le falta la firma. Otorgar el instrumento quiere decir
redactarlo o extenderlo. Esto comporta que el documento aún no ha sido
elaborado y se obliga a la víctima a que lo haga. Entregar el instrumento
significa pasárselo al delincuente o a un tercero. Esto supone que el docu-
mento ya ha sido extendido y firmado, sea por la propia víctima, sea por
un tercero.369
El objeto material es un “instrumento público o privado que importe una obli-
gación estimable en dinero”. Por ejemplo, un cheque, un pagaré, el finiquito
de una deuda, un contrato, etc. No distinguiendo la ley, la obligación pue-
de ser civil o natural.
El sujeto activo del delito puede ser cualquier persona, dado que la ley
no exige ningún requisito a este respecto. Otro tanto sucede con el sujeto
pasivo.
La persona coaccionada para ejecutar las conductas señaladas debe ser
la misma que aquella a quien se pretende perjudicar. Así se desprende de

368
Así, ya Del Río (1935), III, p. 439.
369
Garrido (2008), IV, p. 225.
Delitos contra la propiedad 325

la redacción de la primera parte del precepto (“el que para defraudar a otro
le obligare…”). Si se coacciona a una persona y la perjudicada es otra, se
configura un concurso de delitos entre, por un lado, una coacción o una
amenaza condicional y, por otro, una estafa370 o un delito del artículo 471
N°2 CP.
En cuanto al tipo subjetivo, sólo puede cometerse el delito con dolo direc-
to, ya que es el único compatible con el comportamiento que se describe:
obligar a otro a hacer algo para conseguir determinado fin.371 Además del
dolo, exige la ley que concurra un elemento subjetivo del tipo: el ánimo de
defraudar. Esto significa el propósito de producir un perjuicio patrimonial
en la víctima. No es necesario que efectivamente el perjuicio se cause para
que el delito se entienda consumado.372
Esta exigencia subjetiva obliga a considerar atípica, para efectos de la
extorsión, la conducta de obligar a la víctima a suscribir un contrato en
cuya virtud no ve disminuido su patrimonio. En tal caso sólo podría esti-
marse concurrente una coacción o una amenaza.373
La extorsión no es una hipótesis de robo. Comparte con este los medios
coercitivos (violencia o intimidación). Pero las diferencias son notables.
En primer lugar, el sujeto activo no se apropia de ninguna cosa (salvo en
el caso de obligar a la víctima a entregar el instrumento). En segundo tér-
mino, no sólo pueden verse comprometidos bienes muebles, sino también
inmuebles (por ejemplo, cuando se obliga a la víctima a firmar una escritu-
ra pública de donación de un bien raíz). Enseguida, se exige un ánimo de
defraudar. Finalmente –y tal vez esto sea lo más importante–, a diferencia
de lo que sucede en el robo, el bien jurídico afectado, además de la au-
todeterminación o libertad de actuación de la persona coaccionada, que
sufre un daño efectivo, no es la relación fáctica entre una persona y una
cosa mueble susceptible de apreciación pecuniaria, sino el patrimonio de
la víctima,374 que se ve expuesto a un peligro.375 Por todas estas razones,
algunos autores advierten en la extorsión un parentesco más cercano con
la estafa que con el robo.376

370
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 71.
371
En este sentido, Garrido (2008), IV, p. 226.
372
Labatut (2000), II, p. 206.
373
García Arán (2004), p. 698.
374
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 366.
375
Garrido (2008), IV, p. 227, afirma que la extorsión es un delito de peligro (concreto).
376
Así, Bullemore /MacKinnon (2018), p. 71.
326 Guillermo Oliver Calderón

Un punto que ha originado cierta discusión es el relativo al momento


en que se produce la consumación de este delito. Algunos afirman que
ello sucede cuando la víctima entrega al sujeto activo el documento, sea
que lo haya otorgado o suscrito o se encuentre previamente confecciona-
do.377 Otros sostienen que la consumación se verifica cuando tiene lugar
la suscripción, otorgamiento o entrega del documento.378 En una tercera
opinión, hay quienes señalan que ello se produce cuando se sufre efectiva-
mente el perjuicio.379
Según nuestro parecer, es la segunda opinión la que mejor se ajusta a la
estructura típica de la figura. Si la ley distingue tres comportamientos que
alternativamente la persona coaccionada debe realizar, es en el momento
en que dichas conductas terminan de ejecutarse cuando se produce la con-
sumación. La ley no exige nada más y no hay razón alguna para retrasar la
consumación en las tres hipótesis hasta el instante en que el documento es en-
tregado por la víctima. La libertad de actuación de esta ya habrá sido lesiona-
da. La efectiva producción del perjuicio patrimonial no es un requisito para
la consumación del delito, sino que forma parte de su agotamiento.380 Es
cierto que el peligro para el patrimonio no es grande mientras el documento
firmado o extendido permanece en poder de la víctima, pero existe y puede
llegar a producir efectos (por ejemplo, si en un proceso civil se decreta, a
solicitud de parte, su exhibición, conforme al artículo 349 CPC).
En cuanto a la frustración en este delito, como hemos visto, es necesario
que, a consecuencia de la violencia o intimidación empleadas, la víctima
realice un comportamiento (suscribir, otorgar o entregar un instrumento).
Esta conducta del ofendido, en tanto no forma parte de la acción del sujeto
activo, constituye un resultado material381 que debe estar unido con esta
por un vínculo de relación causal e imputación objetiva. En otras palabras,
se trata de un delito de resultado, por lo que su frustración es posible.
Finalmente, la penalidad del delito de extorsión no es autónoma, sino
que depende de si la violencia o intimidación empleadas dan lugar a al-
guno de los supuestos que califican al robo. En caso afirmativo, se debe
imponer la sanción que corresponda a la respectiva modalidad de robo
calificado del artículo 433 CP. En caso contrario, se debe aplicar la pena
prevista para el robo simple (artículo 436 inciso primero CP).

377
Garrido (2008), IV, p. 227.
378
Etcheberry (2010), III, p. 351.
379
Bustos (1991), p. 183.
380
Martínez González (2008), p. 869.
381
Así, García Arán (2004), p. 695.
Delitos contra la propiedad 327

6.  ELEMENTOS PROPIOS DEL ROBO POR SORPRESA


El llamado robo por sorpresa –denominación que la ley no emplea, pero
cuyo uso se halla muy arraigado en la doctrina y la jurisprudencia nacio-
nales– se encuentra regulado dentro del párrafo 2 del Título IX del Libro
Segundo del CP, párrafo titulado Del robo con violencia o intimidación en las
personas; concretamente, en el inciso segundo del artículo 436 CP.

6.1.  Justificación de la figura delictiva


En torno al bien jurídico afectado en el robo por sorpresa existe discu-
sión. Algunos afirman que, además de los intereses meramente patrimo-
niales, se produce un atentado contra la integridad física de la víctima,
que se ve expuesta a un peligro.382 Otros sostienen que no se ve afectado
ningún bien jurídico distinto del puramente patrimonial.383
Según nuestra opinión, el bien jurídico que se ve lesionado en esta figu-
ra es el mismo que en el hurto. Las conductas a las que alude la disposición
no necesariamente implican una afectación de intereses no patrimoniales.
Tales acciones son modalidades de ataque contra la propiedad. Es posible
que se vean comprometidos otros bienes jurídicos, pero ello no es impres-
cindible para la comisión de este delito. Por ello, a pesar de su ubicación,
no parece correcto concebir al robo por sorpresa como una modalidad
más de robo con violencia o intimidación en las personas.384 En realidad se
trata de un hurto.385 En tanto no se ejerce fuerza en las cosas ni tampoco
se emplea violencia o intimidación en las personas (artículo 432 CP) para
hacer que se entregue la especie, se manifieste el lugar en que se halla o
se impida la resistencia u oposición a que se quite (artículo 439 CP), su
única calificación jurídica posible es la de un hurto. El propio legislador
reconoce que el “robo” por sorpresa no es un robo, como se desprende de
la primera parte del inciso segundo del artículo 436 CP, al señalar que “[s]
e considerará como robo” la acción allí descrita. Si la ley ordena considerar el
hecho como un robo, es porque en realidad no se trata de dicho delito. Por
ello, es cuestionable su autonomía como figura delictiva. Lo más sensato
sería eliminarlo, para que las conductas que sanciona pasen a estar cubier-
tas por la regulación del hurto.386

382
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 375 y ss.
383
En este sentido, Mera Figueroa (1995), pp. 96 y ss.
384
Como lo hace, por ejemplo, Etcheberry (2010), III, p. 345.
385
Así, Guzmán Dalbora (2000), p. 108.
386
Así lo propone, entre otros, Mera Figueroa (1995), p. 96.
328 Guillermo Oliver Calderón

Con todo, nos parece que el llamado robo por sorpresa, al menos en la
primera de sus modalidades de ejecución, contiene un plus de antijuridici-
dad que no es captado por el hurto. A nuestro juicio, esta mayor gravedad
obedece a que la especie que la víctima lleva consigo le es súbitamente
arrebatada.387 Arrebatar quiere decir, de acuerdo con el Diccionario de la
Lengua de la Real Academia Española, “quitar con violencia y fuerza”, sig-
nificado que coincide con el sentido natural y obvio de dicha voz, según
su uso general. En el robo por sorpresa la cosa que la víctima porta le es
quitada en forma repentina, a través de una energía física que la separa
violentamente de su cuerpo. De allí su mayor gravedad. Por eso se explica
que la ley equipare esta figura al robo. Y si bien es cierto que el tenor actual
de la disposición no emplea el término arrebatamiento, es evidente que es
esta forma de efectuarse la apropiación la que se encuentra presente en el
espíritu de ella. No por nada dicha voz se utilizaba en la previsión de esta
figura en la Ley General de Hurtos y Robos, de 1849, y lo mismo hacía el
Código Penal hasta una reforma de 1954.

6.2.  Objeto material


Conforme a lo que dispone el artículo 436 inciso segundo CP, el objeto
sobre el cual debe recaer la acción del sujeto activo debe ser “dinero u otras
especies que los ofendidos lleven consigo”. En otras palabras, debe tratarse de
cosas muebles que las víctimas porten.
Hay varias posibilidades para que alguien lleve consigo una cosa. Puede
tenerla puesta (por ejemplo, un gorro). Puede tenerla guardada (verbigra-
cia, una billetera que se lleva dentro de un bolsillo). Puede tenerla en la
mano (por ejemplo, un teléfono celular) o colgada en otra parte del cuer-
po (verbigracia, una cartera que se lleva en el hombro).388

6.3.  Modalidades de ejecución


De acuerdo con lo que establece la disposición legal citada, la conducta
en el robo por sorpresa es la misma que en el hurto, es decir, apropiarse. Un
sector de la doctrina sostiene que al utilizar la ley dicho término, en vez de
remitirse a la definición general de hurto y robo, se produce el problema de
determinar si todos los requisitos típicos comunes a ambos delitos son aplica-

387
En este sentido, Guzmán Dalbora (2000), pp. 111-113.
388
Politoff /Matus /Ramírez (2005), p. 376.
Delitos contra la propiedad 329

bles a esta figura o no.389 A nuestro juicio, dado que, como lo vimos, en reali-
dad se trata de un hurto, deben concurrir todos los elementos de este delito.
La acción de apropiación debe ejecutarse en alguna de las formas que
el precepto menciona, las que examinaremos a continuación.

6.3.1.  Actuación por sorpresa


Esta modalidad es la que da el nombre a la figura y se encuentra descrita
por la ley en forma muy genérica: “cuando se proceda por sorpresa”.
Conforme al Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española,
sorprender significa, en su primera acepción, “coger desprevenido”. Sin em-
bargo, como ya lo dijimos, además de la sorpresa, es necesario arrebatar el
objeto material a quien lo porta.
No es necesario que la posición de desaprensión del ofendido haya sido
provocada por el sujeto activo; basta con que simplemente haya sido apro-
vechada por este. Además, la apropiación no es clandestina, ya que la vícti-
ma logra percatarse de la sustracción, pero no consigue impedirla, debido
a lo inesperado y rápido del ataque.390

6.3.2.  Actuación aparentando riña en lugares concurridos


En esta segunda modalidad se produce un estado de debilitamiento de
la defensa de la víctima, pero no por lo súbito y veloz del ataque, sino por
la confusión que se genera.391
La voz riña significa una pendencia o reyerta.392 Pero no es necesario
que se cumplan los requisitos que la doctrina exige para que se configuren
los delitos de homicidio o lesiones en riña, en cuanto al número de inter-
vinientes, ni en cuanto a la idea de tumulto interno que haga imposible
determinar el papel de cada uno de los supuestos combatientes.
La riña debe ser aparente. Si se sustrae disimuladamente especies a per-
sonas que se encuentran observando una riña real, no se comete robo por
sorpresa, sino hurto.393

389
Etcheberry (2010), III, p. 345.
390
Garrido (2008), IV, pp. 220 y ss.
391
Etcheberry (2010), III, p. 346.
392
Garrido (2008), IV, p. 221.
393
Ibíd.
330 Guillermo Oliver Calderón

Además, la riña no debe simularse en cualquier lugar, sino en uno de


concurrencia, o sea, en uno en el que se encuentren varias personas. En
todo caso, si se aparenta riña en un lugar solitario, podría configurarse la
siguiente modalidad de ejecución del delito.
A diferencia de la anterior modalidad de robo por sorpresa, en esta no
es necesario que la víctima se percate de la sustracción de sus pertenencias.
En otras palabras, esta forma de ejecución es compatible con la clandesti-
nidad.394

6.3.3.  Ejecución de otras maniobras dirigidas a causar agolpamiento o con-


fusión
Esta modalidad constituye una cláusula general que permite compren-
der la anterior –por lo que la convierte en innecesaria– y otras hipótesis
parecidas. También aquí se produce un debilitamiento de la defensa de la
víctima a raíz de una situación de confusión.
Debe ser el propio sujeto activo quien realice la maniobra distractora,
por lo que, si solo se aprovecha de una situación de agolpamiento o con-
fusión preexistente para sustraer especies a personas que se encuentran
presentes, no comete robo por sorpresa, sino hurto.395
Al igual que en la modalidad anterior, no es necesario que el ofendido
se percate de la apropiación. La clandestinidad es compatible con aque-
lla.396

6.4. Penalidad
La sanción asignada al robo por sorpresa es la de presidio menor en
sus grados medio a máximo. La pena es fija, sin que dependa del valor
de la cosa sustraída, a pesar de que, como lo hemos señalado, en realidad
constituye una forma de hurto agravado. Es probable que esto se deba a su
asimilación legal al robo.
En todo caso, la ley se traiciona a sí misma, ya que en ocasiones la san-
ción del hurto es mayor que la del robo por sorpresa. Esto sucede en dos
casos: cuando el valor de la cosa hurtada excede de cuarenta y no pasa

394
Bullemore /MacKinnon (2018), p. 68.
395
Así, Politoff /Matus /Ramírez (2005), pp. 377 y ss.
396
Etcheberry (2010), III, p. 346.
Delitos contra la propiedad 331

de cuatrocientas unidades tributarias mensuales (artículo 446 N°1 CP), y


cuando el valor de la cosa excede de cuatrocientas de dichas unidades (ar-
tículo 446 inciso final CP).

6.5.  Figura especial de hurto de vehículos motorizados asimilada al robo


La ya citada Ley N°21.170 agregó en el artículo 436 CP un inciso terce-
ro, del siguiente tenor: “También será considerado robo, y se sancionará con la
pena de presidio menor en su grado máximo, la apropiación de vehículos motoriza-
dos, siempre que se valga de la sorpresa, de la distracción de la víctima o se genere
por parte del autor cualquier maniobra distractora cuyo objeto sea que la víctima
abandone el vehículo para facilitar su apropiación, en ambos casos, en el momento
en que ésta se apreste a ingresar o hacer abandono de un lugar habitado, destinado
a la habitación o sus dependencias, o su lugar de trabajo, salvo en aquellos casos en
que medie violencia o intimidación, en los que se aplicará lo dispuesto en el inciso
primero”. Examinamos esta figura aquí por la ubicación que se le ha dado,
inmediatamente después del robo por sorpresa, y por sus modalidades de
ejecución, entre las cuales se encuentra la utilización de la sorpresa.
Es una modalidad especial de hurto –por lo que deben concurrir todos
los elementos de este delito– que la ley asimila al robo (“será considerado
robo”), con la finalidad de reforzar la protección penal de la propiedad que
recae sobre vehículos motorizados.
La disposición sugiere que las modalidades de ejecución son dos (“en
ambos casos”), pero, en realidad, son tres: a) valerse de la sorpresa; b) valer-
se de la distracción de la víctima, y c) generar una maniobra distractora.
Al igual que en el robo por sorpresa, en esta figura especial, destinada
a agravar el castigo de lo que sin ella sería un hurto, la ley se traiciona a sí
misma, porque si el vehículo apropiado valiera más de cuatrocientas uni-
dades tributarias mensuales, la sanción a título de hurto sería mayor (a la
misma pena privativa de libertad, se añadiría una multa).

7.  ELEMENTOS PROPIOS DEL ABIGEATO


El abigeato está regulado en el Título IX del Libro Segundo del Código
Penal, en su párrafo 4 bis, que se denomina, precisamente, “Del abigeato” y
que contiene cinco disposiciones (artículos 448 bis a 448 sexies CP). Este
tratamiento separado del hurto y del robo invita a reflexionar sobre su jus-
tificación y a determinar cuál es el bien jurídico que protege.

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