Ciencia y Sociedad
Ciencia y Sociedad
Ciencia y Sociedad
en Pedagogía
Primer Semestre
Ciencia y Sociedad
2022-2023
Directorio
Percepción …………………………………………………………………..........28-36
Niveles de conocimiento…………………………………………………………37-44
1. PRESENTACIÓN
El curso de ciencia y sociedad está ubicado en el primer semestre de la
licenciatura en pedagogía. Es el primero de ocho cursos del trayecto formativo
del programa educativo y que atienden un eje fundamental de la formación del
pedagogo: su formación investigativa. El enfoque fundamental del curso se
centra en los siguientes núcleos:
5
sociedad habrá de caracterizarse como un lugar donde cada situación analizada
constituya un motivo para el debate de la multiplicidad de formas de abordaje de
las ideas, no para encontrar respuestas únicas. El aula deberá constituirse en la
sala de discusión, por excelencia, para el ejercicio deliberado de los estudiantes
en la defensa de sus ideas. Esto obliga, necesariamente a que el rol del
estudiante sea activo, propositivo y comprometido con la búsqueda de
información diversa de la que puedan extraerse opiniones propias y defendibles,
sin llegar a constituirse en dogmas.
2. OBJETIVOS
GENERAL DE ASIGNATURA:
Introducir al estudiante en la construcción lógica del pensamiento
científico y su vinculación con la realidad social, utilizando como
referentes epistémicos los sentidos, la participación del sujeto y la
evolución de la ciencia.
Conocer los aspectos fundamentales del conocimiento científico y las
grandes corrientes del campo epistemológico y, plantear las polémicas y
miradas desde un enfoque histórico.
DE UNIDAD:
6
3. MAPA CONCEPTUAL
Campos científicos
Metodología científica
Paradigmas Científicos
Realidad-Contexto
Retos
Investigación educativa
Construcción de conocimiento
Procesos sociales y Científicos
Comprensión
Interacción Sociedad y Cultura científica
7
con los factores sociales en el surgimiento de los paradigmas científicos y
sus trayectorias.
5. METODOLOGÍA
La modalidad de trabajo en este curso será la de seminario investigativo, que
consiste en una estrategia de enseñanza-aprendizaje donde el conocimiento es
fruto del trabajo de todos y no sólo del docente responsable. El seminario es una
estrategia donde todos contribuyen a profundizar en el estudio e investigación
sobre los temas a discutir, de forma que puedan contribuir de manera oral y por
escrito al debate de las ideas.
El seminario investigativo no puede ser funcional en escenarios donde los roles
de estudiantes y profesores sean pasivos. Demanda una corresponsabilidad en
la búsqueda de información y en su escrutinio detallado para extraer los
conceptos y categorías sustantivas en la exposición de las ideas y luego traer a
las reuniones áulicas esa información para la confrontación y discusión colectiva.
Por lo tanto, hay dos momentos esenciales para la preparación de las sesiones
8
áulicas: por un lado, la lectura previa de materiales, tanto los mínimos necesarios
ofrecidos por el docente responsable del curso, como los encontrados por
esfuerzo propio de los estudiantes.
La lectura no puede ser superficial y descuidada, sino que ha de ser una lectura
crítica e interpretativa de los textos seleccionados para la discusión. Por un lado,
los temas se analizarán a profundidad con base en tres fuentes principales: las
lecturas básicas del curso que están incluidas en la antología de trabajo, la
documentación que los estudiantes hagan por su cuenta y las aportaciones que
el docente responsable del curso ponga a disposición del grupo. Es indispensable
que el estudiante lea los textos para cada tema incluidos en las lecturas que se
entregarán en formato electrónico. Es la documentación mínima necesaria para
la discusión grupal. Se discutirán los temas en clase de forma individual, en
pequeños grupos colaborativos y en plenaria. En todos los casos, es
indispensable que los estudiantes muestren una actitud proactiva y propositiva y
bien documentada.
6. ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE
7. PRÁCTICAS PROPUESTAS
9
escrita y el debate de las ideas.
Discusión colectiva, para confrontar información e ideas.
Centrada en el rol y compromiso que juegan los estudiantes y profesores
de manera activa en el análisis comprensivo de la información y
construcción de conceptos, teorías y categorías sustantivas.
Compromiso de lectura previa de materiales básicos. Lectura crítica e
interpretativa de textos, o el acceso a otras fuentes de información
adicional por y las aportaciones del docente.
Actitud proactiva, propositiva, documentada y fundamentada.
8. EVALUACIÓN
10
Las unidades de reflexión y
análisis,
Originalidad de las
descripciones y los
argumentos.
Ensayo académico:
Elaboración de rúbrica para
ensayo académico que
considere: Introducción,
desarrollo y cierre (40%), así
como la argumentación
coherente resaltando la
importancia del conocimiento
científico en la sociedad (60%)
11
Morín, E. (1999) “Las cegueras del conocimiento: El error y la Ilusión”. Cap. 1 y
Los principios de un conocimiento pertinente. Cap. 2, en Los 7 saberes
de la educación. UNESCO
Morín, E., Ciurana E. y Motta, D. (1999) Educar en la era planetaria. Cap. 1
Elmétodo. Barcelona. Gedisa. (pp.25-35)
Okasha, S. (2007). Una brevísima introducción a la Filosofía de la ciencia.
México: Océano, (pp. 111-134).
Pérez, R. (2013) Diez razones para ser científico. México. FCE. Texto completo.
Popkewitz T. (2000) Sociología política de las reformas educativa. Madrid,
Morata (pp.25-57)
Thuillier, P. (1991). De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención
científica. México. Alianza /Patria, (pp.7-27).
Varela, J. (1995) “El estatuto del saber pedagógico”. En Volver a pensar la
educación (Vol. II). Prácticas y discursos educativos (Congreso
Internacional de Didáctica). Madrid, Morata (pp. 60-69).
12
Mlodinow, L. (2016) “De qué están hechas las cosas”. En Las lagartijas no se
hacen preguntas, Crítica, Barcelona. (pp. 81-104)
Morín, E. (2002). “La cabeza bien puesta”. En La cabeza bien puesta.
Repensarla reforma. Reformar el pensamiento. Cap. 2, 1ª, 5ª reimpresión.
Buenos Aires. Nueva Visión.
Torre, M. (2007). “Maneras de saber: ciencia, paradigmas y cultura”. En: M.
García Quintanilla (Coord.), Voces y paradigmas en la educación. Nuevo
León, México: UANL, (pp.9-44).
Villoro, L. (1989). Creer, saber y conocer. México. Ed. Siglo XXI.
Zuluaga-Duque, J. F. (2017). Relación entre conocimientos, saberes y valores: un
afán por legitimar los saberes más allá de las ciencias. Revista de
investigación, desarrollo e innovación, 8 (1) (pp.61-76).
13
UNIDAD
I
14
PÉREZ TAMAYO RUY (2013). Diez razones para ser científico. México, FCE. Pp. 11-24.1
PuedO dividir la historia que sigue en dos etapas: la primera se refiere a mi decisión de
estudiar medicina, y la segunda relata mi transformación en investigador científico en el
campo de la biomedicina.
Mi padre nació el 1º de enero de 1900, en Mérida, Yucatán, y estudió música en el
conservatorio de esa ciudad. Cuando terminó la carrera de violinista concertista y se graduó,
apenas tenía 21 años de edad. Pero entonces procedió a casarse con mi madre, quien esta- ba
cumpliendo los 18 años de edad. En esos tiempos mi padre se ganaba la vida tocando el violín
en donde podía, que eran hoteles elegantes, bodas, fiestas de 15 años y otros festejos por el
estilo. Además, formaba parte de un cuarteto de cuerdas, con dos de sus profesores y un
compañero del conservatorio, pero como la demanda de música clásica en Mérida en esa
época (los años veinte del siglo pasado) no era muy amplia, la joven pareja era muy pobre.
Otra ocupación de mi padre era tocar el piano en el cine, que entonces era de películas mudas.
Mi padre tenía un repertorio musical adecuado para las diferentes escenas: rápido y
sincopado cuando corrían los caballos, frenético cuando el cowboy «bueno» intercambiaba
balazos con los indios «malos», lento y suave para las escenas románticas. Como esposa del
pianista, mi madre podía ir gratis al cine mudo. Pero cuando nació su primogénito (quien fue
mi hermano mayor), mi madre ya no pudo acompañar a mi padre al cine por miedo a que su
hijo chico empezara a berrear en cualquier momento.
Un condiscípulo músico y amigo de mi padre, quien después de graduarse había
emigrado a Tampico, ciudad que en esos años disfrutaba de un boom económico petrolero, le
escribió diciéndole que en ese puerto había más trabajo para los músicos y que además estaba
mejor pagado. Mi padre no quería dejar Mérida, porque como buen yucateco (y además joven
y músico) disfrutaba mucho de la vida bohemia, de sus amigos y de las parrandas, pero
cuando su amigo exiliado en Tampico volvió a escribirle, esta vez con una propuesta concreta
de un trabajo formal bien remunerado en una estación de radio que tenía una orquestita, y la
promesa de mejores posibilidades artísticas como violinista y profesor de música, mi padre
dejó a mi madre y a mi hermano mayor al cuidado de sus padres y viajó a Tampico. La
situación económica en ese puerto era mucho mejor que en Mérida, y al poco tiempo mi padre
envió por su esposa y su hijo primogénito para que se reunieran con él. Mi madre ya estaba
embarazada de mí cuando llegó a Tampico, y tres meses después nací yo.
Esta historia es pertinente para nuestro tema porque el doctor que atendió a mi madre
cuando yo nací era también un hombre joven (un poco mayor que mi padre), quien estaba
iniciando su carrera como médico general en el puerto. Mi padre y este doctor se hicieron
amigos, él también atendió a mi madre cuando nacieron mis dos hermanos menores, y todo el
tiempo que vivimos en Tampico (ocho años) era un visitante frecuente y bienvenido en la
1 En este breve ensayo, redactado a manera de exposición de motivos, Ruy Pérez Tamayo describe las
contingencias individuales que lo llevaron a convertirse en científico, así como cada una de las razones para
continuar siéndolo, las cuales fue reconociendo y apreciando poco a poco a lo largo de ese camino. Este opúsculo
es comparable al de otras grandes figuras que se han preocupado por formar a las nuevas generaciones y
contribuir a la creación de una cultura verdaderamente integral.
15
casa. Este doctor también se reunía con frecuencia en el café o en la cantina con mi padre y
otros amigos, porque tenía una gran ambición secreta en la vida: él quería ser poeta. Mi padre
tenía la rara habilidad de versificar a la menor provocación; lo más fácil del mundo para él era
escribir poesía, de corrido y sobre cualquier tema. El doctor quería aprender a escribir versos
y pensaba que mi padre podía enseñarle cómo hacerlo, o quizá hasta contagiarlo con su
extraña y singular capacidad. Se hicieron muy buenos amigos, de modo que cuando el doctor
organizó la Asociación Médica Tampiqueña, en 1931, como su primer presidente nombró
secretario de esa corporación a mi padre, quien asistía a las reuniones mensuales de los
médicos, leía y redactaba las actas correspondientes, y al terminar la reunión se iba a cenar
con el presidente de la Asociación, para hablar de… poesía. El doctor se llamaba Alfonso G.
Alarcón y era miembro de una familia muy ilustre de médicos, entre los que uno fue director
de la Facultad de Medicina de la UNAM (el doctor Donato Alarcón) y otro fue director del
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y miembro de El Colegio
Nacional (el doctor Donato Alarcón Segovia). Cuando lo conocimos en Tampico, don Alfonso
era un hombre alto, con ojos azules, anteojos gruesos, melena de poeta y cara sonriente, que
dejaba ver una sólida dentadura que a los niños siempre nos parecieron dientes de conejo.
En 1933, cuando yo tenía siete años de edad y estaba cursando el primer año de la
escuela primaria, un terrible ciclón azotó a Tampico y destruyó media ciudad. El río Pánuco se
desbordó e inundó las partes más bajas del pueblo, que era en donde nosotros vivíamos. Mi
padre decidió entonces dejar Tampico y mudarse a la ciudad de México, lo que hicimos como
damnificados. Entre otros que también se cambiaron al D. F. estaba el médico amigo de mi
padre, don Alfonso, el que quería ser poeta. Había ganado prestigio como pediatra (fue uno de
los pioneros de esa especialidad en nuestro país) y cuando se instaló en la capital y abrió su
consultorio, pronto se llenó de clientes. Don Alfonso siguió siendo un buen amigo de la familia,
mi madre nos llevaba a consulta con él cuando nos dolía la panza,
nunca nos inyectaba y en cambio al despedirnos nos regalaba una paleta. Seguí visitándolo en
su consultorio cuando yo ya no era niño, para contarle mis problemas de adolescente y
escuchar sus siempre generosos consejos. Cuando en el curso de mis estudios del tercer año
de la carrera de medicina me encontré con mi maestro en Patología, el doctor Isaac Costero, y
decidí dedicarme a la investigación científica en esa especialidad, acudí a contárselo a don
Alfonso. Le dio mucho gusto, sacó de su librero el libro de texto que había escrito mi maestro y
me dijo: «Te felicito, es un gran maestro…», se le llenaron los ojos de lágrimas, y a mí también.
16
Entonces don Alfonso ya era un hombre mayor, y poco tiempo después de esa entrevista
falleció. Pero todavía al final conservaba su melena de poeta (ya blanca), sus ojos azules, sus
gruesos anteojos y sus dientes de conejo.
Esta historia explica por qué en mi casa, desde que yo me acuerdo, el médico era un
personaje muy importante. De hecho, cuando como era de esperarse, los hijos quisimos
estudiar música, para seguir con la profesión de mi padre, tanto él como mi madre se
opusieron terminantemente. Ellos no querían que tuviéramos una vida tan difícil como la que
les había tocado, y preferían mil veces que fuéramos médicos. Mi madre siempre soñó con que
todos sus hijos fuéramos médicos, y de los cuatro que tuvo, los tres varones lo logramos; sólo
nuestra hermanita, la menor de la familia, estudió otra carrera más breve y menos
demandante (administración).
Cuando llegó el momento, yo me inscribí en la Escuela de Medicina de la un AM, no sólo
porque mis padres así lo deseaban sino también porque mi hermano mayor, que me llevaba
poco más de un año, ya había ingresado ahí. Yo siempre quise ser como mi hermano mayor, y
si él hubiera sido bombero, yo también lo hubiera sido. Pero hubo otra razón para que yo
estudiara medicina, y es que los libros que había que comprar para estudiar la carrera eran
muy caros, y nosotros éramos una familia muy pobre. Si yo estudiaba lo mismo que mi
hermano, ya no era necesario comprar otros libros para mí. Por esas mismas razones, mi
hermano menor también estudió medicina, o sea que en mi familia matamos tres pájaros de
un solo tiro.
El resumen anterior pretende explicar por qué estudié medicina. En ninguna parte he
mencionado la llamada vocación, de la que me ocupo después. Ahora voy a referirme a mi
introducción a la investigación científica.
Al mismo tiempo que yo, en 1943 ingresó en la Escuela de Medicina de la UNAM un joven
yucateco de mi misma edad, que era hijo de un médico y se llamaba Raúl Hernández Peón.2
Pero a diferencia de mí, él se inscribió en la carrera porque ya sabía muy bien lo que quería
hacer con su vida: él quería ser científico. Lo había decidido desde mucho tiempo antes,
viendo trabajar a su papá, pero Raúl no quería ser doctor de los que ven y curan enfermos,
sino de los que hacen investigación en los laboratorios. Su papá le había construido en el
sótano de su casa un pequeño laboratorio de fisiología, y desde que estaba en la escuela
preparatoria Raúl ya hacía experimentos, leía artículos y libros científicos, y hasta iba a
sesiones y congresos de investigación. Desde los primeros días nos hicimos buenos amigos y
muy pronto me invitó a trabajar con él en su laboratorio. Yo fui por pura curiosidad y quedé
encantado: Raúl anestesiaba un gato, después lo colocaba en una mesita de cirugía, lo operaba
colocándole una cánula en una arteria carótida del cuello, estimulaba con unos electrodos
unos nervios en la vecindad de una arteria renal, registraba la frecuencia respiratoria, el ritmo
cardiaco y la presión arterial en un quimógrafo, medía las contracciones en la membrana
nictitante de un ojo del gato, etc. Aquello era algo fantástico, extra- ordinario, me entusiasmé
de inmediato y pronto empecé a aprender todo lo que Raúl sabía, empezando desde cómo
cazar gatos en las noches en las azoteas de la colonia Roma (nuestros compañeros de la
escuela decían que andábamos cazando gatas, lo que a veces era cierto, pero de las que hacen
«miau»…) y muy pronto yo ya quería ser fisiólogo científico como Raúl. Durante los dos
2 En 1983 publiqué el libro La segunda vuelta. Notas autobiográficas y comentarios sobre la ciencia en México (El
Colegio Nacional, México, 1983). En los primeros párrafos señalo que lo escribí en el invierno de 1971-1972, y
explico por qué apareció 10 años más tarde. Contiene un relato más extenso de algunos de los episodios
mencionados en este capítulo.
17
primeros años de la carrera fui estudiante de medicina durante el día y científico investigador
en fisiología en las noches y los fines de semana. Nos divertíamos como enanos, estábamos
estudiando la regulación nerviosa de la circulación renal y nuestros resultados sugerían una
explicación para un fenómeno observado entonces, en los bombardeos de Londres por la
aviación alemana, en las postrimerías de la segunda Guerra Mundial. Este fenómeno consistía
en que algunos de los sujetos que quedaban atrapados entre los escombros de los edificios
derrumbados por las bombas, con fuertes traumatismos y múltiples fracturas, que eran
rescatados y atendidos en las unidades de emergencia y que estaban evolucionando
satisfactoriamente, en unos cuantos días dejaban de orinar y fallecían con insuficiencia renal
aguda. Los médicos ingleses bautizaron este fenómeno como «síndrome de aplastamiento»
(crush syndrome) y en las autopsias pronto se demostró que los riñones habían dejado de
funcionar porque se quedaban sin circulación sanguínea. Raúl y yo teníamos datos en
nuestros experimentos con gatos de que estimulando los nervios que regulan la circulación
renal se podía bloquear la llegada de sangre a estos órganos, que la necesitan para cum- plir
con su función depuradora. Con la ayuda de un profesor de fisiología, el doctor Efrén del Pozo,
quien revisó nuestros datos y nos sugirió otros experimentos que confirmaron nuestros
resultados, presentamos nuestras observaciones en un congreso y escribimos un artículo
científico, que finalmente se publicó en una revista médica, ¡cuando Raúl y yo todavía éramos
estudiantes! En el tercer año de la carrera, por consejo de mi hermano mayor, me inscribí en
la materia llamada «Anatomía patológica y práctica de autopsias» con un profesor
extraordinario, el doctor Isaac Costero, un español «transterrado», chaparrito y narizón, que
además era un científico de gran prestigio internacional en su especialidad. Aunque el
programa oficial de la materia señalaba tres clases por semana, el doctor Costero daba cinco
para cubrirla mejor, y el aula siempre estaba repleta no sólo con sus alumnos regulares sino
con muchos otros que ya habían llevado el curso pero que asistían por lo divertido que era. El
doctor Costero ofrecía sus profundos conocimientos con generosidad y precisión, pero
siempre adornados por una colección aparentemente infinita de chistes graciosísimos, que los
alumnos festejábamos con ruidosas carcajadas. Yo me aficioné de inmediato a la materia y la
estudié con especial dedicación; sin dejar de trabajar en las noches con Raúl, poco a poco pude
ir agregando nuevas técnicas a nuestros experimentos. Sin embargo, la especialidad
morfológica se fue transformando en mi inte- rés principal, y aunque seguí trabajando con
Raúl, cada vez iba menos a su casa. Los experimentos que diseñábamos empezaron a rebasar
las facilidades de su laboratorio casero, y entonces Raúl ingresó a trabajar en sus ratos libres
como estudiante con un famoso profesor de fisiología, el doctor Arturo Rosenblueth, en cuyo
gran departamento científico en el Instituto Nacional de Cardiología había todo el espacio y el
equipo necesarios para continuar con observaciones más complejas, y un letrero muy visible
que decía: en esTe LABORATORIO, eL únICO qUe sIeMpRe TIene LA RAzÓN es eL gATO. Al final del
tercer año de la carrera, el doctor Costero anunció que tenía cuatro plazas en su laboratorio
(también en el Instituto Nacional de Cardiología) para aquellos estudiantes que estuvieran
interesados en trabajar con él en sus ratos libres, iniciando el aprendizaje de la especialidad.
Yo tuve la fortuna de ser uno de los seleccionados, después de un examen que duró…
18
Thuillier Pierre (1990) De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la invención científica, Tomo 1. Alianza Editorial,
Madrid, España. Introducción, pp. 7-27.
Introducción
«La ciencia, considerada como un proyecto que se realiza
progresivamente, es tan subjetiva y está tan condicionada
psicológicamente como no importa qué otra empresa humana».
Einstein
¿Qué es la ciencia? ¿Cómo ha nacido? ¿De qué manera elaboran sus teorías los científicos?
¿Disponen de un «método» establecido de una vez para siempre que garantice la «verdad» de su
saber? ¿Es cierto que la actividad de los físicos y de los biólogos es totalmente «objetiva» y
«racional»? ¿Existen criterios que permitan saber a ciencia cierta si se debe aceptar o rechazar
una nueva teoría? ¿Se puede trazar un límite claro y definido entre la verdadera y la falsa ciencia?
Al examen de estas cuestiones (y de algunas otras del mismo tipo) están consagrados los
siguientes capítulos. Se trata de estudiar aquellos casos que, me atrevería a decir, están
destinados a complicar la imagen que numerosos manuales y obras de divulgación ofrecen de la
actividad científica. Tomemos un ejemplo a la vez elemental y fundamental: ¿es exacto que una
buena teoría es una teoría «confirmada por los hechos»? Y, en otros aspectos, ¿es exacto que
haya que rechazar una teoría a la que contradicen «hechos experimentales» bien establecidos?
La respuesta, si se cree en las versiones vulgarizadas del Método Experimental, es muy
sencilla. Si los expertos aceptan una teoría, es que está «de acuerdo con los hechos». El dilema
es harto conocido. O bien el veredicto experimental es favorable a la hipótesis sometida a prueba
(que adquiere entonces el estatuto de teoría válida), o bien es desfavorable (y por lo tanto hay que
considerar que la hipótesis es falsa). Así lo quiere la lógica de la ciencia. El buen sabio es objetivo;
escucha la voz de los hechos; se desprende de las leyes y teorías refutadas por la Naturaleza
cuando se la somete a tesis experimentales preparadas cuidadosamente.
Este esquema es transparente y tranquilizador. Con «la ciencia», por lo menos, uno puede
saber por dónde anda. He aquí, por fin, una actividad cognoscitiva seria que, gracias a
procedimientos eficaces, nos conduce a certezas e incluso a Verdades. De aquí el éxito de este
panorama contrastado; mientras que el arte, la religión y la filosofía recurren a la imaginación, a la
intuición, a creencias quiméricas y a especulaciones incontroladas, la Ciencia nos revela la
Realidad tal como es. Este balance epistemológico, diremos de paso, significa concretamente
esto: los expertos científicos merecen crédito. Saben mucho, y lo saben bien... Debemos, pues,
confiar en ellos y, llegado el caso, someternos a sus decisiones. ¿No es lógico obedecer a los que
detentan el conocimiento justo? Como hacía notar Roger Bacon al comienzo del siglo XVII, el
saber otorga el poder. Razón de más para interesarse por todo lo que se dice sobre la ciencia y
sus fundamentos. ¿Hay que creer que existe un Método gracias al cual se pueden elaborar teorías
estrictamente fieles a los «hechos»?
No se puede formular una respuesta mínimamente satisfactoria en unas pocas páginas. Los
filósofos de la ciencia y los mismos científicos han escrito miles y miles de páginas sobre este
tema sin llegar a perfeccionar una teoría que fuese a la vez precisa, completa y realista (es decir,
conforme a las gestiones efectivas de los hombres de ciencia). Pero parece razonable retroceder
con relación a una cierta mitología empirista. Si la historia de la ciencia ha podido sacar a la luz un
«hecho» importante, es sin duda éste: ¡jamás existe una adecuación perfecta entre las teorías y
«los hechos»
Y si pongo comillas al escribir «los hechos», la primera razón de ello es que esta expresión
no quiere decir nada de preciso. Los científicos utilizan «hechos», es decir, un cierto número de
observaciones y resultados experimentales. Pero, en cuanto una teoría alcanza cierto grado de
19
generalización y complejidad, es prácticamente imposible tener la certeza de que todos los
hechos(o incluso todos los tipos de hechos) pertinentes se hayan tenido en cuenta. Como dirían
los filósofos, los hombres de ciencia se mueven en la finitud... Su deseo es producir teorías válidas
para una infinidad de fenómenos. Pero en la práctica, jamás están seguros de haber localizado
todos los «hechos» útiles; y, precisamente por eso, las teorías mejor confirmadas siguen siendo
precarias, frágiles. Así pues, todos los discursos que tienden a hacer olvidar este hecho nos
ocultan algo. Al presentar «los hechos» como una especie de prueba máxima de la verdad de la
ciencia, hacen a esta última una publicidad abusiva; y, al mismo tiempo, empobrecen y evalúan lo
que tantas veces llamamos la aventura científica.
Desde luego, si sólo bastase consultar «los hechos», la investigación perdería su encanto,
su lado excitante. Al acumular ciegamente los «datos» y al utilizar los ordenadores, los hombres de
ciencia obtendrían mecánicamente las buenas teorías. Pero, con toda seguridad, no ha sido
trabajando con este espíritu como los Galileo, Darwin, Pasteur o Einstein han desarrollado sus
teorías.
Es cierto que, en algunos casos, se puede tener la impresión de que la «teoría» ha sido
totalmente comprobada mediante los «hechos». Así, la afirmación de que la Tierra es esférica (o
casi esférica) tuvo primero el estatus de una teoría; los sabios antiguos llegaron a esta idea con la
reflexión y la especulación. Más tarde, esta teoría fue brillantemente confirmada. Todos nosotros,
hoy en día, hemos visto fotografías que muestran, literalmente, la esfericidad (o casi esfericidad)
de nuestro planeta. Pero aquí está la paradoja: ¡ya no se trata de una teoría! Para nosotros, es un
hecho. Resultado alentador, puesto que nos indica que las especulaciones científicas pueden
conducirnos a conocimientos reales. Pero que nos recuerda que las teorías no son verdaderas de
una manera absoluta más que cuando ya no son teorías.
Dicho de otra forma, la noción misma de, teoría implica la incertidumbre. Incluso una teoría
eficaz (en el sentido en que lo ha sido, y lo es todavía la teoría newtoniana de la gravitación) no es
necesariamente una teoría verdadera. Puede prestar grandes servicios en la práctica; puede
introducir la inteligibilidad en el estudio teórico de una infinidad de fenómenos. Y, sin embargo, no
ser perfecta. Por una parte, sucede que determinados «hechos» siguen siendo inexplicables en el
marco de esta teoría y parecen contradecirla (éste es el caso de la teoría de Newton con algunos
«hechos» concernientes a la mecánica celeste). Por otra parte, puede resultar ser necesario una
revisión drástica de determinadas nociones fundamentales (éste fue también el caso de los
conceptos newtonianos de tiempo y espacio).
Todo esto, me apresuro a precisar, no cuestiona de ningún modo la idea misma de
investigación científica. Una buena teoría no es una teoría definitivamente irrefutable y
absolutamente cierta: es una teoría coherente y que posee cierta eficacia en las condiciones
dadas. El malentendido comienza cuando el celo de los publicistas (y a veces de los mismos
científicos) hace que se glorifique con exceso la certeza y la objetividad del saber experimental. Y
cuando olvidan, entre otras cosas, que algunos de los hechos famosos pueden explicarse
mediante vanas teorías diferentes... Entre las teorías y los hechos siempre existe un desfase, una
especie de «borrosidad». De forma ideal, por supuesto, los hombres de ciencia tienen como
objetivo sacar a la luz el funcionamiento real de la naturaleza; y esto les lleva, en particular, a
multiplicar los cuestionarios sobre todo lo que se puede observar y experimentar. En este sentido,
el legendario «método experimental» expresa cierta verdad: los hombres de ciencia tienen un
proyecto preciso y respetan determinadas normas (como aquella que exige una confrontación
estrecha y seria de la teoría con los fenómenos a los que concierne). No obstante hay que resaltar
la diferencia entre la Ciencia Ideal, que tal vez podamos poseer en el fin de los tiempos, y la
ciencia efectiva, que muy a menudo está muy lejos de la perfección. Uno de los objetivos del
presente libro es precisamente mostrar con algunos ejemplos concretos (ver especialmente los
capítulos VIII, IX, X, XI y XII) hasta qué punto es difícil hacer dialogar las teorías y los hechos. En
principio no hay más que seguir el Método. Sin embargo, en la práctica, el asunto no es tan
sencillo.
20
Sin entrar en detalles, y sólo con el fin de orientar la lectura, voy a resaltar algunas
cuestiones, a. las que se enfrentan los investigadores. ¿Cómo elegir los hechos buenos entre
todos los hechos disponibles? Por «hechos buenos» entendamos aquellos que son significativos,
aquellos que presentan de forma bien caracterizada las variables «pertinentes», los fenómenos
«fundamentales», etc. Cuando una teoría ha sido aceptada, desde hace mucho tiempo, se tiende a
subestimar la importancia de este problema. Las sesiones de «los trabajos prácticos» de nuestro
sistema de enseñanza contribuyen por otra parte a falsear las Perspectivas. En efecto, los
estudiantes experimentan la mayor parte de las veces sin acabar de darse cuenta de la amplitud
del trabajo que ha sido necesario para perfeccionar las nociones y los instrumentos que utilizan.
De forma espontánea creen que eso es «evidente»; su único problema es realizar correctamente
la manipulación.
Para los iniciadores, para aquellos que introdujeron innovaciones en el análisis de la caída
libre, de los fenómenos de combustión o de los mecanismos de la herencia, la situación era muy
diferente. Su labor no se reducía a que les «saliese bien» una experiencia. En primer lugar, debían
concebirla... No solamente tenían que localizar los «hechos buenos» entre todos aquellos que
podían conocer, sino que a menudo debían forjarlos en todos sus aspectos (por ejemplo,
construyendo nuevos aparatos) Y no solamente debían identificar las «buenas variables», aquellas
que permitirían formular relaciones fecundas, sino que al mismo tiempo debían definir nuevas
nociones y nuevos esquemas teóricos. Nunca lo resaltaremos demasiado: una vez logradas, todas
esas maniobras parecen sencillas. «No había más que... Bastaba con...» Pero en la exploración de
terrenos que son nuevos por definición, los riesgos de equivocarse son grandes. Nada garantiza
que se esté en el buen camino. Únicamente en los relatos posteriores de ciertos historiadores, las
investigaciones resultan ser totalmente «lógicas» y el diálogo entre la hipótesis y la experiencia
aparece claro y luminoso.
En primer lugar, es muy raro que los «hechos» confirmen de forma completa e inmediata la
validez de una teoría, ya que a los hechos positivos es casi siempre posible oponer hechos
negativos (es decir, "desfavorables a la teoría que se comprueba). Como se podrá ver al llegar al
capítulo IX, un químico tan notable como Marcelin Berthelot se negó a admitir durante mucho
tiempo la teoría atómica. Por otra parte, no fue el único; y el gran número de «hechos» favorables
a esta teoría no resultó ser suficiente para forzar la adhesión de los escépticos, ya que la teoría
dice siempre mucho más que los «hechos». Y esto, en última instancia permite a los que se
oponen hacer valer este distingo: todo (o casi todo...) sucede como quiere vuestra teoría, pero esto
no prueba que todas las afirmaciones que contiene respondan a la realidad. Aplicado al caso de
los átomos, este razonamiento se convierte más o menos en: la hipótesis según la cual existen
varios tipos de corpúsculos elementales permite explicar muchos fenómenos, pero no es
completamente seguro que la materia sea realmente «discontinua» y que estos átomos no sean
otra cosa que ficciones útiles... Ya lo hemos visto, siempre es posible imaginar que los mismos
«hechos» puedan ser explicados con una teoría diferente. Bajo este punto de vista, la comparación
entre la investigación científica y el desarrollo de una investigación policiaca es válida. Todo el
mundo sabe que, algunas veces, todos los indicios parecen designar a X como culpable, ¡y sin
embargo el crimen lo ha cometido Y! En la ciencia puede presentarse la misma situación: la
convergencia de los «hechos» puede poner sobre una buena pista, pero no siempre es la que
conduce a la verdad.
También puede suceder que algunas teorías sean rechazadas en el mismo instante que
aparecen, pero esto no les impide prosperar... De algún modo, éste es el caso de la teoría
gravitatoria de Newton: siempre ha debido enfrentarse a anomalías, es decir, a hechos que no
conseguía explicar. Pero los newtonianos tenían fe y se decían que, algún día, diversas mejoras
permitirían triunfar sobre esos enigmas. En el caso de la teoría genética de Mendel, las dificultades
eran aún más patentes: gran cantidad de «hechos» evidentes contradecían las concepciones
«discontinuas» de este antepasado de la genética moderna. Una vez más, la obstinación hizo
milagros: gracias a diversas adecuaciones, gracias a hipótesis complementarias, fue posible
21
demostrar que las «excepciones» eran únicamente excepciones aparentes... Pero todo esto no se
hizo en un día y, durante decenios, el éxito permaneció incierto.
Desde luego, podemos concluir que los «hechos» acaban por hablar. A fuerza de
interrogarlos, los investigadores (al menos en algunos casos) acaban por saber de qué se trata.
Pero no hay que subestimar las dificultades, de estos interrogatorios; y tampoco hay que
sobreestimar el valor de los resultados obtenidos. La teoría mendeliana, todavía hoy, contiene
ciertos aspectos oscuros. Y esto puede verse con más claridad todavía en otras teorías
prestigiosas, en particular en la darviniana (o neodarwimana) de la evolución. Es bien sabido que
un epistemólogo como Karl Popper ha llegado a poner en duda que esta teoría sea «refutable»
experimentalmente. Dicho de otro modo, se trataría de una serie de enunciados tan amplia y tan
fluida que no sería posible organizar una confrontación verdaderamente decisiva con todos los
«datos» en cuestión (datos que provienen de la clasificación, de la paleontología, de la anatomía
comparada, de la genética, de la embriología, de la biogeografía, etc.). Más tarde, Popper ha
matizado un poco su posición. Pero esta especie de sospecha que ha formulado no deja de tener
un sentido preciso: no es raro que la administración de «pruebas» experimentales resulte ser
sumamente delicada. Por otra parte, el mismo Darwin sabía a qué atenerse: de ningún modo
consideraba su teoría como «probada», sino que se contentaba con decir que hacía inteligibles un
gran número de «hechos» (que es algo muy diferente...).
Una de las paradojas-, a las que se llega, es que los mismos «hechos» pueden sufrir
diferentes evaluaciones. Si todo sucediese tal como afirman las formulaciones usuales del
«método experimental», estas evaluaciones deberían considerarse, no sólo como superfluas, sino
como condenables. Así lo exige el gran ideal de la Objetividad: los científicos deben abstenerse de
manifestar sus preferencias personales, de hacer intervenir en sus investigaciones prejuicios
filosóficos, de privilegiar tal o cual teoría sin justificación «racional», etc. Este estado de perfecta
naturalidad, por desgracia, muy a menudo es irrealizable. Para convencerse, basta con escuchar a
los investigadores o evocar algunas situaciones históricas. En el caso de la teoría dé la deriva
continental, por ejemplo resulta muy claro que las apreciaciones personales han desempeñado un
papel repetidas veces. Esta teoría había sido formulada ya en 1915 por el alemán Alfred Wegener
en una obra titulada Génesis de los continentes y los océanos. Según él, los continentes podían
desplazarse, hundirse o levantarse. Con el transcurso de los años perfeccionó su hipótesis al
multiplicar los argumentos geodésicos, geofísicos, geológicos, paleontológicos, biológicos,
paleoclimáticos, etc. Pero muchos expertos permanecieron a la expectativa e incluso hostiles
durante varios decenios. Todo el problema consiste en saber si las críticas eran verdaderamente
fundadas. Hoy día es posible afirmar que las piezas de convicción de Wegener eran
«insuficientes» y ha sido necesaria la teoría de la tectónica de placas para persuadir
«racionalmente» a los investigadores. Pero ¿a partir de qué momento puede y debe considerarse
que los «hechos» han sido comprobados? En realidad, aquí intervinieron las preferencias
personales: había quienes estaban «a favor» y quienes estaban «en contra» sin aportar ningún
criterio absoluto. Y es sumamente difícil afirmar que unos tenían razón y otros no.
Según las versiones simplificadoras que a menudo se ofrecen al público, el Método
Experimental permitiría, obtener siempre de la Naturaleza respuestas claras de «sí» o «no» bien
definidos. Los científicos no tendrían más que aceptar pasivamente los mensajes de la
experiencia. La desgracia consiste en que estos mensajes, en las zonas todavía mal conocidas,
son múltiples e incluso contradictorios. El investigador debe entonces ejercer sus sentidos críticos.
Y su juicio a menudo está mucho más próximo de un juicio estético de lo que se dice. En el fondo,
todo sucede como si el panorama experimental pudiese ser percibido bajo distintos ángulos e
iluminaciones diferentes... Una persona puede sacar determinado «hecho» a un primer plano y
otra puede dejarlo en penumbra. También se encuentran personas que pretenden que los hechos
son testarudos. Pero esta generalización es algo apresurada. Se podrían citar numerosos
«hechos» que han acabado por ceder... Citaré, por ejemplo, el caso del físico americano Dayton
Clarence Miller (1866-1941).
22
Había trabajado mucho sobre un experimento especialmente célebre, el que Michelson y
Morley habían desarrollado para saber si era posible detectar sobre el suelo la existencia de un
«viento de éter» (ver capítulo XIV). La importancia de este tema de investigación era grande, ya
que un resultado positivo podía servir de base para refutar la teoría de la relatividad formulada por
Einstein en 1905. Miller, al comienzo de la década de 1920, volvió a realizar el experimento de
Michelson y Morley sobre el monte Wilson (California) y llegó a la siguiente conclusión: existía en
realidad, contrariamente a lo que se había creído un «viento de éter». Por lo tanto ¡había que
abandonar la teoría de Einstein! El mismo Miller lo dio a conocer; y cuando publicó sus resultados
en 1925, se hubiese podido esperar que todos los físicos se le echasen encima. Pero no fue así.
Los adversarios de la teoría de la relatividad se congratularon; y aquellos que la habían adoptado
desde hacía algunos lustros, ni se inmutaron. Desde luego, Miller era un físico competente (y
recibió un premio de la American Association for the Advancement of Science). Pero también
puede suceder que la teoría sea más testaruda que un «hecho» ... Para eliminar esta molesta
experiencia, no había más que so meterla a la crítica: no solamente las medidas obtenidas no eran
tan determinantes como lo pensaba Miller, sino que también era posible imaginar múltiples causas
de error. La verdad es que no parece que los expertos hayan llegado a explicar con claridad por
qué debían rechazarse los experimentos de Miller. Entre otras cosas, es posible que las
diferencias de temperatura hubiesen influido en el interferómetro. Pero también se puede pensar
que el rechazo de las experiencias de Miller fue dictado esencialmente por consideraciones a
priori. En otra época, los «datos» obtenidos hubiesen pasado por creíbles con toda facilidad. En
1925 era demasiado tarde para que esos mismos «datos» fuesen admitidos como hechos buenos.
¿Es preciso sacar la conclusión, con estas observaciones, de que la «ciencia» es incapaz de
progresar hacia un conocimiento mejor de la naturaleza? Por supuesto que no. Los científicos, con
paciencia y repetidos esfuerzos, acaban por escribir y explicar cada vez mejor determinados
fenómenos. Tal vez no lleguen a Verdad absoluta (lo que, por otra parte, pondría fin a la
investigación científica), pero resuelven, con mayor o menor exactitud, un gran número de
problemas. Con el transcurso del tiempo, se establece una selección de teorías. Aunque este
saber sea siempre parcial y susceptible de modificarse o cuestionarse, resultaría vano impugnar
radical y globalmente la fecundidad del trabajo de los investigadores. Cualesquiera que sean los
fallos, e incluso los errores, la institución científica tiene, por decirlo así, un funcionamiento positivo
y un rendimiento apreciable. No se trata, por consiguiente, de negar los méritos y los logros de «la
ciencia» y sus servidores, sino de adoptar cierta actitud crítica ante la imagen que con frecuencia
se ofrece. A pesar de los trabajos notables realizados por gran número de historiadores de la
ciencia, siempre están en boga numerosos «mitos». Mitos que presentan el «Método
Experimental» como el único que garantiza casi automáticamente el valor de los resultados
obtenidos o, peor aún, que hacen creer en la inmaculada concepción de las "teorías, como sí los
auténticos hombres de ciencia no tuviesen (y no debiesen tener) creencias filosóficas, prejuicios,
pasiones, fantasmas, etc. Sobre todas estas cuestiones, que atañen «la imagen de la ciencia», es
posible la polémica.
La objetividad, repetimos, constituye un ideal. ¿Quién no sueña con una ciencia perfecta que
muestre la naturaleza tal como es? Pero estamos lejos de alcanzarlo. En concreto, el investigador
se ve obligado a correr riesgos, a apoyarse sobre determinada concepción de la naturaleza, a
postular relaciones que tal vez sean inexistentes, a formular conjeturas audaces e incluso
temerarias, a «manipular» los hechos de forma a veces demasiado hábil. La índole de vulgata
epistemológica que oculta más o menos deliberadamente estos aspectos de la realidad científica
está orientada a ofrecer de ésta una imagen halagadora y, por decirlo así, aseptizada: el Sabio es
un espíritu puro, frío, neutro y objetivo que se mueve en un vacío cultural e ideológico perfecto. Por
supuesto, hay que conceder que algo se vale de su imaginación, que tiene una especie de «don»
gracias al cual consigue formular con éxito sus geniales hipótesis... Pero se ha puesto en marcha
todo un dispositivo retórico para evitar toda confusión con la imaginación de los artistas y de los
filósofos. Incluso la exposición más simplista del Método Experimental debe reconocer, al menos
implícitamente, que hay dos fases: una que corresponde al invento de la hipótesis; otra, a su
23
confirmación. Pero la segunda fase, que marca el triunfo (o el presunto triunfo) del Hecho y de la
Objetividad se celebra ruidosamente; mientras que la primera, en numerosos textos
«cienciolátricos», se señala con discreción.
Para hablar como algunos especialistas de la antropología cultural, todo sucede como si la
Ciencia fuese una actividad sagrada y protegida por estrictos tabús. El ciudadano corriente podría
pensar que la ciencia es humana, muy humana —a veces demasiado humana—. Por este motivo
urge afirmar su carácter trascedente. De cara al conocimiento profano, debe aparecer como el
resultado de una búsqueda que muchas veces ha sido descrita explícitamente como religiosa.
Basta consultar los textos para encontrar tantos ejemplos como se quiera. Así, el astrónomo
Camille Flammarion, al final del siglo XIX, evocaba de forma grandiosa el papel que debía
desempeñar la ciencia en «el mundo del espíritu». Al proponernos el slogan «¡Verdad! ¡Luz!
¡Esperanza!», utilizaba audazmente la dialéctica de lo Puro y de lo impuro en beneficio del
conocimiento científico: «Estamos en una época en la que los errores de la ignorancia, los
fantasmas de la noche, los sueños de la infancia humana, deben desaparecer; la aurora difunde su
pura luz; el sol sale sobre la humanidad despierta; pongámonos en pie ante el ciclo y no tengamos
en lo sucesivo más que una divisa ¡el progreso por la ciencia!»
El geólogo Pierre Termier, entre las dos guerras mundiales, también atacaba duro.
Comparaba decididamente la «función por completo sublime» del sabio a la del sacerdote. La
ciencia, según él, nos lleva hacia la Verdad y lo Absoluto. Tomando prestada una frase de León
Bloy, Termier describía así al hombre de ciencia: «Va en la inmensidad, llevando ante él su
corazón como una antorcha» En su lirismo, no vacilaba en emplear las metáforas más audaces:
«En el torrente de las alegrías futuras, la alegría de conocer será tal vez el raudal preponderante»
... En todo caso, una cosa era segura: «La vida está hecha para saber y, sin la ciencia, no vale la
pena de ser vivida.» En cuanto al médico Rémi Collin, glorificaba en 1941 a los «héroes» y
«mártires» de la ciencia y situaba esta última «en la categoría de los grandes místicos». Algo más
tarde el físico Leprince-Ringuet entonaba a su vez un himno entusiasta: «El verdadero sabio,
escribía, es humilde, modesto, enamorado de la ciencia, al desarrollo de la cual contribuye (...) Es
un gran contemplativo, en el sentido más amplio de la palabra (...).» Una vez más, se destaca la
analogía con la religión: «Entre la vocación científica y la vocación religiosa y apostólica, hay más
de un punto en común», etc.
De este modo toda una larga tradición invita a los profanos a venerar la ciencia como una
actividad superior; y todavía hoy, aunque el estilo haya podido evolucionar hacia la sobriedad. Este
tipo de prosa no es muy difícil de encontrar. Desde el punto de vista epistemológico, estos elogios
de la Ciencia Pura no dejan de tener sus consecuencias, ya que implican que el Sabio, a fin de
cuentas, es el feliz poseedor de «trucos» casi milagrosos. Trucos gracias a los cuales y empleando
los mismos términos del profesor Leprince-Ringuet, puede contemplar «con satisfacción la gran
obra creada en la que descubre la trama, en la que percibe aspectos maravillosos que habían
permanecido ocultos hasta entonces».
Pero ¿se nos describe con exactitud el método que permite tales logros? ¿Cómo se las
arreglan los científicos en la práctica para descubrir y percibir la trama de las cosas? Se nos habla
de «contemplación». Pero ¿es realmente la contemplación la que ha permitido descubrir las leyes
de la gravitación, los átomos, los genes, las partículas elementales, la relatividad y la tectónica de
placas? Estos grandes discursos, si bien se miran, ¿no encierran incongruencias e incluso
contradicciones? En resumen ¿no nos ocultan algunas caras del saber científico? Si
reflexionamos, es bastante evidente que la concepción «mística» de la ciencia no es más que la
transposición engalanada de la concepción empiritista. En los dos casos, se sobreestima la
percepción de los «hechos»: los hombres de ciencia «descubren» una verdad preexistente, ―son
intelectos en alguna forma desencantados, capaces de aprehender lo real «objetivamente».
Según la presentación mística, el Sabio es un vidente; según la presentación empirista,
sencillamente es un observador paciente y atento, una humilde abeja que liba en el inmenso
campo de la experiencia... No obstante, hay acuerdo en el siguiente postulado: el verdadero
científico no tiene necesidad de inventar, el verdadero científico no es subjetivo. Por supuesto, está
24
iluminado y conducido por el Amor al Saber. Pero este noble sentimiento es la feliz excepción que
confirma la regla; que precisa que el alma del Sabio sea de una transparencia absoluta. Siempre
se acaba llegando a la misma conclusión: el hombre de ciencia se comporta como si no tuviese un
«perfil psicológico» singular; como si no tuviese una afectividad, pasiones, cultura, convicciones
personales heredadas de su ambiente, y su educación; como si no tuviese historia ni por supuesto,
inconsciente.
En una palabra, tanto para los ¿que se hallan en poder de ese purismo cognoscitivo como
para Pascal, «el yo es odioso». Todo lo más, los hombres de ciencia poseen un excepcional super
ego al que deben su «vocación» y gracias al cual están en comunión con la gran cofradía de los
Sabios auténticos. ¿No quería decir otra cosa Pierre Termier cuando describía «esta pasión
extraña y sobrehumana» que «se desencadena en el corazón del sabio1 (...) por un simple reflejo
de la Verdad»? La analogía con la Gracia divina es patente; pero incluso los agnósticos pueden
compartir esta doctrina exaltante. Por otra parte, las palabras de Termier están cargadas de
sentido. Esta pasión, según él, es «extraña». Hay que comprender manifiestamente que se sitúa
en otro plano que el de las pasiones ordinarias. Es un movimiento del alma particularmente
sublime y, de algún modo, metapsicológico. Así se confirma la distinción entre el terreno de lo
sagrado (es decir, de la Ciencia) y de lo profano (es decir, del otro saber que, de hecho, no es más
que un seudosaber). Y esta pasión es «sobrehumana». Así se subraya su carácter superior e
incluso trascendente. Los empíricos vulgares dicen sencillamente que los científicos son capaces
de discernir sus teorías leyendo entre líneas a través de los «hechos». Pero sigue funcionando la
misma mitología de la Mirada Objetiva: el investigador es un ser ideal que radiografía, por decirlo
así, la Naturaleza en un estado total de neutralidad.
Se entiende demasiado bien que esta «imagen de la ciencia» tenga tanto éxito en una
sociedad científico-tecnológica-industrial. Valoriza el saber de los expertos y constituye una
justificación suplementaria de su influencia o de su poder y a muchas personas les satisface saber
que la institución científica desvela metódicamente los secretos de la naturaleza gracias al examen
imparcial de los Hechos. Muchos hombres de ciencia, aunque se den cuenta de que la situación
no es tan límpida, aceptan gustosos esta leyenda. Incluso algunas veces —y esto he podido
comprobarlo in concreto— la defienden encarnizadamente, como si cualquier retoque de este bello
cuadro pusiese en peligro su situación cultural. Hasta los historiadores de la ciencia reconstruyen
los grandes episodios del pasado procurando que resulten conformes a las normas ideales de la
epistemología empírica. No obstante, parece que cada vez son más escasos. Diversas encuestas
minuciosas, de las que se hacen eco algunos capítulos de este libro, han mostrado de forma
convincente que el mito del Método Experimental, bajo su forma rígida y radical, era prácticamente
indefendible en gran número de casos. Esto no significa, me apresuro a añadir, que todo esté claro
—y que los mismos historiadores hayan elaborado unos relatos objetivos y absolutamente exactos
del desarrollo de las ciencias...—. Pero han logrado desarrollar unos argumentos que, basados en
documentos precisos, subrayan la estrechez de las interpretaciones empiristas. No solamente
ponen de manifiesto que se puede contar la historia de la ciencia de otra manera, sino que hacen
inteligibles cierto número de detalles que resultarían extraños e incluso escandalosos en el marco
del empirismo.
Una tesis, en particular, merece ser sometida a la crítica: aquella que deja entender que los
hombres de ciencia estudian los fenómenos de forma neutral, rechazando todo presupuesto
filosófico y dejando su espíritu en una especie de vacío teórico. Resulta más realista realzar, como
lo hacía el mismo Charles Darwin, que toda observación exige un marco teórico. Es necesario
haber reflexionado, saber lo que se quiere observar. Lejos de ser un lujo superfluo, lejos de
constituir una especie de pecado contra la objetividad, esta preparación teórica es una necesidad.
Para poder interrogar a la naturaleza, hay que definir preguntas, recurrir a diversas nociones que
permitan los análisis, la creación de modelos, las formulaciones y (entre otras cosas) las
investigaciones «basadas en hechos», es decir, observaciones y experimentaciones.
Esta situación sólo presenta ventajas ya que el Método, en la práctica, no ofrece criterios
seguros para determinar de antemano lo que es «bueno» y lo que no lo es. No existe en ninguna
25
parte una lista exhaustiva de las condiciones que se deben cumplir para avanzar directamente
hacia la Verdad. El que es un verdadero investigador (a saber, aquel que no se contenta con
aplicar «recetas» conocidas a terrenos algo diferentes) no puede saber si los conceptos que
emplea son siempre los adecuados; si los instrumentos que emplea son suficientemente eficaces;
si resistirán todas las hipótesis auxiliares a las que debe recurrir, etc. Por lo tanto, existen riesgos.
Ninguna Instancia Metodológica Suprema puede ofrecer una garantía de éxito... Pero esta
situación incómoda es precisamente la de la investigación. Y se puede calificar de normal,
mientras que a los ojos de los empíricos militantes se presenta de entrada como patológica.
En efecto, para aquellos que desean «dejar hablar los hechos», este trabajo teórico
preliminar se parece a una intrusión lamentable en la subjetividad del investigador. Según su
escala de valores, todas las elecciones particulares realizadas antes de una experimentación
resultan más o menos afectadas por un vicio fundamental: abren la puerta a lo arbitrario, a la
incertidumbre y al error. Por esta misma razón, son signo de patología. Sería necesario, de forma
ideal, que la investigación se realizase de la forma más directa, incluso inmediata. De ahí la
reticencia de reconocer plenamente el aspecto especulativo y poco tranquilizador de la búsqueda
científica. Todos estos preparativos, si se mostrasen al gran público con toda su crudeza, podrían
pasar por una «cocina» dudosa, por una chapuza inquietante. Pero he aquí: sucede que nadie
hasta ahora, ha encontrado el medio de evitar esas etapas preliminares. No existe un camino real
hacia la teoría perfecta. ¿Por qué no tomar nota de ello? Por qué no renunciar sin ambages a la
ficción del Hecho Puro, totalmente objetivo? Las anticipaciones y las conjeturas de los
investigadores no son un mal menor, no son violaciones de un Método que habría que ocultar a la
gente, sino sencillamente el único medio de hacer progresar el conocimiento.
Los partidarios de los «hechos», evidentemente, siempre tienen objeciones preparadas. Por
ejemplo aquella en la que sale a relucir el caso de los descubrimientos realizados por azar. Sin que
el investigador lo haya previsto ni querido, puede suceder que tenga la oportunidad de observar un
hecho revelador o altamente sugestivo. Los sociólogos de las ciencias, en particular, han
estudiado este tipo de situaciones, estos encuentros inesperados. Para designarlos, los
anglosajones incluso han creado una palabra especial y hablan de ser endipity. El ejemplo más
clásico es el del «descubrimiento» de la penicilina por Alexander Fleming. Una observación
imprevista le habría puesto en el buen camino. Se adivina el argumento: «Decís que todo hecho
interesante se consigue únicamente con una preparación deliberada. Pero los casos de ser
endipity muestran que no hay nada de eso. La naturaleza puede muy bien dirigirse a los científicos
en un lenguaje claro y directo.» La respuesta que han formulado varios expertos me parece más
sólida que el mismo argumento. En estos casos, el «hecho» es utilizado con provecho únicamente
por aquellos que se lo merecen gracias a una reflexión anterior. Diversos estudios relativos a este
tipo de casos (y al de Fleming en particular) confirman que el «hecho» no puede ser detectado e
interpretado más que si previamente se ha preparado un «tamiz de lectura». Se sabe de casos en
los que dos observadores han visto, stricto sensu., el mismo fenómeno.
Pero uno de ellos, al no es lar preparado para analizar y captar el significado teórico, no ha
conseguido transformarlo en un verdadero «hecho científico»; mientras que el otro, al disponer
espiritualmente de toda una problemática, ha podido percatarse del ojo que le guiñaba la
Naturaleza. Si ello fuese de otro modo, no hubiese sido necesario aguardar tiempo para dar el
último toque a la teoría de la gravitación universal. ¡Hubiese bastado ver caer una manzana, como
dice la leyenda que fue el caso de Newton!
¿Se hace progresar la cultura científica al glorificar unilateralmente los «hechos» y presentar
la objetividad como una norma absoluta? No es seguro. Por una parte, ya hemos dicho de paso,
los relatos de divulgación de la historia de la ciencia a menudo simplifican y distorsionan en exceso
las «vidas de los grandes sabios» con el fin de hacerlas coincidir con este modelo ideal.
Culturalmente, esto resulta empobrecedor. Toda una mitología acaba por interponerse entre los
hombres de ciencia y el público. A muchas personas, todavía hoy, les resulta difícil concebir la
ciencia de otra forma que una actividad de tipo religioso. - Concretamente, esto quiere decir que
toda cultura crítica en este terreno resulta casi imposible. ¡Concedamos que el conjunto de
26
ciudadanos no diviniza a los científicos! Pero parece ser que una sutil propaganda (cuyo desarrollo
es a menudo espontáneo, «honesto») falsea las relaciones con los Expertos. Decididamente el
diálogo resultaría más fácil si se consiguiese dar una imagen menos grandiosa pero más realista
de todo lo que recubre la etiqueta Ciencia. Con motivo de los grandes debates relativos, por
ejemplo, a la cuestión nuclear, a la ecología, las biotecnologías de la reproducción o la
experimentación humana, aparecería mejor todo lo que está en juego, se percibiría mejor el
alcance de ciertos argumentos; y habría menos inhibiciones en lo que respecta al «control
democrático» de la ciencia y de la técnica...
Por otra parte, siempre es de temer que los excesos verbales de los empíricos vuelvan a
arrimar el ascua a su sardina. Una mitología siempre arriesga suscitar otras mitologías
complementarias o antitéticas. El mito del Genio, por ejemplo, parece afín al mito de la Objetividad.
A primera vista esto puede parecer sorprendente. Pero existe una lógica en esta paradoja... En
cuanto se disimulan con más o menos éxito los tanteos y las grandes maniobras especulativas de
los hombres de ciencia, resulta necesario encontrar una explicación al supuesto poder de su
mirada: ¿Cómo es posible que el Sabio sea capaz de localizar los Hechos de una forma tan
eficaz? ¿Por qué consigue con tanto éxito deducir de ellos teorías «verdaderas»? La respuesta
más sencilla consiste en invocar la noción de Genio. Se encuentra en ella una relación que ya
hemos señalado: la que une en una misma complicidad la epistemología del Vidente y la
epistemología del Cazador de hechos.
Pero otras interpretaciones utilizan de forma más fina y enriquecedora a los elementos
olvidados o descuidados en los alegatos empiristas. Por ejemplo, en el capítulo VIII he abordado
determinadas cuestiones levantadas por la toma de postura de Alexandre Koyré. Este historiador
de la ciencia, autor de trabajos importantes sobre los comienzos de la ciencia moderna, se ha
dado cuenta con toda claridad de las insuficiencias de los Hechos. Y, llevando hasta el límite sus
críticas hacía los empíricos, ha acabado por adoptar la doctrina inversa y afirmar de forma
provocadora: «La buena física se hace a priori.» Como puede ver el lector, esta concepción se
presta igualmente a ser blanco de críticas ya que se arriesga a sugerir que únicamente gracias a la
especulación consiguen los físicos poner a punto las buenas teorías... Sin duda, Koyré tuvo razón
al resaltar la importancia de la reflexión teórica en Galileo. Pero investigaciones más recientes
parecen indicar que este hombre de ciencia ha sido más «experimental» de lo que se pensaba.
Contrariamente a lo que Koyré afirmaba categóricamente, algunos de los experimentos descritos
por Galileo ofrecen los resultados que ha indicado. Por lo menos, es necesario admitir que la mala
física también puede hacerse a priori; y que Galileo, si bien tenía cerebro, también tenía manos.
En todo caso resulta fácil comprender la reacción de Koyré: incluso aunque haya ido demasiado
lejos, ha prestado un servicio al marcar los límites de una vulgata que aún está demasiado
difundida.
También merece señalarse otro contraataque. Aquel que ha lanzado Paul Feyerabend en
una obra deliberadamente «anarquista»: Contre la méthode (original de 1975; traducción francesa
de ed. Seuil en 1979). El título merece todo un programa: se trata de mostrar que el Método ideal,
incluso en la ciencia, no tiene ni la evidencia ni la transparencia que generalmente se le concede.
Más aún, el Método no existe. La divisa de la epistemología «anarquista» es que todo puede valer.
Entendamos por eso que las ideas aparentemente más extrañas e irracionales pueden revelarse
fecundas; que los «hechos» reputados como más dudosos pueden desencadenar investigaciones
notables. En principio, ciertos imperativos metodológicos pueden servir de parapeto. Pero no es
posible, en la práctica, darles un contenido preciso. En resumen, para creer que realmente existe
un Método y unas Normas Racionales intangibles, es necesario mucha complacencia. He aquí dos
enunciados muy típicos: «No hay idea, por antigua y absurda que parezca, que no sea capaz de
hacer progresar nuestro conocimiento. (...) Las intervenciones políticas tampoco son rechazables.
Y: La ciencia está mucho más próxima del mito que lo que una filosofía científica es capaz de
admitir. (...) La ciencia es indiscreta, ruidosa, insolente: no es esencialmente superior más que a
los ojos de aquellos que han optado por una cierta ideología, o que la han aceptado sin haber
estudiado jamás sus ventajas y sus límites».
27
Sanguineti, Juan José. 2017. "Percepción". En Vanney Claudia E., Silva I. y Franck J. F. (Edits.) Diccionario
Interdisciplinar Austral. Argentina, Universidad Austral. Sitio web: http://dia.austral.edu.ar/Percepción
Percepción
Juan José Sanguineti
Università della Santa Croce
La percepción puede ser estudiada desde la filosofía del conocimiento o desde la psicología y la
neurociencia cognitiva. En esta voz se afronta el tema en una perspectiva primariamente filosófica,
pero teniendo en cuenta la base científica. Ante todo, se considera la distinción y relaciones entre
las sensaciones y la percepción. Las primeras registran estados cualitativos o cuantitativos de las
cosas externas o del cuerpo sentiente. La segunda, integrando esos aspectos, aprehende
estructuras invariantes de cosas, eventos y transformaciones, en el marco de un escenario más o
menos completo del ambiente del sujeto percipiente.
En las diversas secciones de esta voz consideramos las bases neurológicas de la
percepción, la dinámica del acto perceptivo y la cuestión de los contenidos percibidos (objetos
externos, afecciones interiores, los demás sujetos y la conciencia de estar siendo percibidos). Se
explica hasta qué punto puede decirse que la percepción recae sobre aspectos ontológicos y
antropológicos del mundo y del propio sujeto. Se aborda el tema de la percepción extra-sensorial y
cuestiones anejas. En una de las secciones se presentan las diversas teorías psicológicas sobre la
percepción. La última parte de la voz expone las diversas posiciones epistemológicas sobre el
alcance del acto perceptivo, entre las cuales privilegiamos el realismo inmediato intencional.
1. Delimitaciones epistemológicas
La percepción –término que etimológicamente (del latín, perceptio) significa captación– es una
operación o acto cognitivo por el que captamos inmediatamente una realidad o un objeto,
básicamente gracias a la estimulación sensorial, al menos por lo que se refiere a cosas corpóreas
y sensibles. Así, decimos que percibimos un parque, un partido de fútbol, un grupo de amigos
almorzando. En principio compartimos con los animales esta capacidad, sólo que el hombre, en lo
que percibe sensorialmente advierte aspectos que el animal no puede alcanzar, y además el ser
humano puede expresar con palabras lo que percibe, lo cual es fruto no sólo de una percepción,
sino de un juicio intelectual. Un animal puede notar que estamos nerviosos, pero no lo sabe ni
puede decirlo. El ser humano puede percibir el nerviosismo de otra persona, pero sabe qué es
estar nervioso y por eso puede reflexionar sobre este estado anímico, para analizar sus posibles
causas y consecuencias, cosa que hace contando con el lenguaje y la racionalidad.
En sus escritos sobre el hombre y el conocimiento –antropología o psicología filosófica,
gnoseología–, los filósofos han planteado diversos interrogantes sobre la percepción, dándoles
más o menos importancia en el cuadro del conocimiento humano. Uno de los aspectos filosóficos
centrales es situarla en el contexto del conocimiento en general, es decir, con relación a actos o
procesos como son las sensaciones, la memoria, el pensamiento y la justificación de los
conocimientos verdaderos. Otro punto es indicar qué se puede conocer, o no, mediante la
percepción. Los temas gnoseológicos se refieren a la interpretación del alcance cognitivo de la
percepción, un punto en el que se ven involucradas las distintas posiciones gnoseológicas
(realismo, idealismo, escepticismo, etc.).
Otro enfoque disciplinar que estudia la percepción es la psicología científica y la
neurociencia. Estas dos aproximaciones hoy pueden considerarse convergentes. La psicología
estudia en detalle los procesos estimuladores que, a través de diversos canales sensoriales,
confluyen en la captación de un objeto visto, oído, tocado, etc., tanto externo como interno (una
mesa, la propia mano, etc.). Se puede ir siguiendo la base neural que posibilita la puesta en acto
28
del acto perceptivo y su posterior influjo en la memoria. Además pueden estudiarse las relaciones
entre percepción –junto con las sensaciones–, emociones y conducta. Puede plantearse,
asimismo, si el fenómeno perceptivo es siempre consciente o si puede ser también inconsciente.
Las perspectivas filosófica y científica sobre la percepción se entrelazan (para una visión
histórica del problema filosófico de la percepción, ver Hamlyn 1961). No siempre pueden
delimitarse entre sí con nitidez. La filosofía de la percepción se basa en experiencias psicológicas
comunes o estudiadas por las ciencias, a las que busca dar una última interpretación. Pero las
investigaciones neuropsicológicas pueden tener, por su parte, presupuestos filosóficos, o pueden
entrar en discusiones, incluso técnicas, de las que no es ajena la filosofía.
En esta exposición, dado su carácter fundamental, seguiremos un planteamiento filosófico,
aludiendo de modo más secundario a detalles conocidos en el campo de la psicología y la
neurociencia. Comenzaremos presentando nuestro conocimiento ordinario, tal como se manifiesta
en el lenguaje común, y a la vez lo analizaremos críticamente. Seguimos este método
fenomenológico-crítico porque, en una primera fase, parece el más adecuado para la filosofía. Es
decir, no partimos sin más de lo que dicen sobre estos temas las ciencias, ya que estas
presuponen muchas experiencias y elaboraciones hechas previamente. Lo propio de la filosofía es,
en cambio, no dar por supuesto cosas ya sabidas, sino analizar la realidad partiendo de nuestras
experiencias primarias. Esto no significa que al hacer filosofía se ignoren los conocimientos
científicos. Al contrario, atendemos a las experiencias primarias teniéndolo en cuenta,
precisamente para comprender e interpretar más a fondo el enorme caudal de conocimientos
científicos sobre la percepción de que hoy disponemos.
2. Sensaciones y percepciones
29
acto observable ni perceptible desde fuera, como es propio de los seres inertes, o incluso de las
plantas, que tienen vida, pero no vida psíquica.
Se establece así una distinción neta entre los actos físicos propios de cualquier cuerpo y
observables desde fuera, como moverse, ser luminosos, estar situados en un lugar o espacio,
chocar, empujar, romperse, y los actos sensitivos, específicos de la vida animal. Estos actos los
experimenta sólo el sujeto sentiente (no se captan “desde fuera”). Las sensaciones son físicas,
pero en un sentido distinto que las propiedades físicas observables desde fuera, como la dureza o
la redondez de una piedra. En la filosofía de la mente esos actos a veces se dicen “mentales”, pero
parece más correcto llamarlos “psíquicos”, ya que la palabra mental suele connotar la mente o
inteligencia. Suele decirse también que son actos en primera persona, mientras que las
propiedades físicas observables desde fuera serían de tercera persona, ya que los primeros actos
los nota sólo el sujeto que los tiene, mientras que los segundos los aprehende cualquiera que
pueda observar las cosas corpóreas con sus sentidos externos. Sin embargo, esa denominación
no implica que el sujeto sentiente sea necesariamente una persona, porque también los animales
tienen sensaciones.
Arriba hemos dicho que algunas sensaciones pueden referirse a una cualidad o propiedad
externa corpórea, como por ejemplo el color blanco de la nieve y cosas de este tipo. Se impone,
así, distinguir entre las cualidades observables o sensibles, que caracterizan a todas las cosas
corpóreas en tanto que son perceptibles por los sujetos sentientes –colores, sabores, aromas,
sonidos, dureza, transparencia, peso, etc.–, y esas mismas cualidades en cuanto sentidas por el
sujeto. Una cosa es, por ejemplo, la alta temperatura de una habitación, y otra la sensación de
tener calor estando allí.
La propiedad corpórea puede ser así de un cuerpo cualquiera –tales propiedades nos sirven
para describir a los cuerpos, y cuerpo es justamente lo caracterizado por tener tal tipo de
propiedades– o bien puede ser una sensación de un sujeto que siente. En este último caso
solemos indicar con un verbo cognitivo –ver, oír, oler, etc.– la operación por la que se aprehende la
propiedad sensible u observable. Esta operación se dice inmanente en la filosofía aristotélica, en
cuanto supone una posesión cognitiva de un objeto, cosa distinta de la operación transitiva que va
en búsqueda de un resultado externo. Vemos, pues, cosas que tienen colores, oímos los sonidos
del mar, etc., y esto supone a la vez que esas propiedades se dan también, en cuanto sentidas, en
el sujeto sentiente (el color, el sonido, en tanto que objetos sentidos, o “sensaciones”). Este punto,
quizá sorprendente, presenta cierta complejidad y genera la cuestión filosófica de la naturaleza de
las sensaciones y de su valor cognoscitivo.
Consideremos ahora las percepciones, objeto de esta voz del diccionario. Es obvio que las
percepciones, tal como las hemos definido arriba –recordemos los ejemplos puestos: ver un
parque, observar a un grupo de amigos–, están constituidas por sensaciones. Por ahora nos
referimos principalmente a las percepciones de cosas externas a nosotros, que son las más
básicas y obvias. La diferencia entre percepción y sensación (Warnock 1974, 84-114) está en que
la primera se refiere a un conjunto más o menos estructurado –una configuración o pattern–
dotado de ciertas propiedades sensibles –registradas por sensaciones–, que así constituye lo que
llamamos una cosa o un evento físico (evento: algo que “sucede”). Percibimos, así, una nube, una
persona, un bosque, una tempestad, el vuelo de un pájaro. Obviamente lo que se percibe no es
una mera suma o asociación de propiedades sensibles, sino una realidad estructurada que debe
captarse como tal, aunque lo percibido pueda analizarse para detectar sus propiedades sensibles
(sus colores, su dimensión, su situación espacial, sus partes, etc.).
En el lenguaje ordinario, percepción suele indicar un acto cognitivo que recae sobre una
realidad externa al sujeto que percibe y que se estima independiente del percipiente: percibimos la
nieve real, la lluvia real. En cambio, “sensación” suele tener un sentido más inmanente, es decir,
indica un acto o estado psíquico como tal, propio del sujeto sentiente (“tengo frío”, “siento
hambre”). No suele decirse “siento una casa”, sino que “la veo”, y este verla es percibirla. El acto
de ver la casa indica a la vez el objeto real que se ve –la casa– y la operación subjetiva de ver.
Cuando decimos “tengo una sensación”, en cambio, no pretendemos señalar que captamos algo
30
externo a nosotros, sino más bien algo que nos sucede. Así, si vemos de modo borroso, sí
decimos “tengo la sensación de ver borroso”.
En los ejemplos puestos anteriormente sobre sensaciones y percepciones se advierte que las
sensaciones indicadoras de alguna propiedad corpórea –color, sabor, dimensión, etc.–, incluso de
nuestro cuerpo –hambre, sed–, se producen cuando se activan ciertas partes especializadas del
organismo, que llamamos órganos de los sentidos: vemos con los ojos, oímos con el oído,
sentimos un pinchazo como cierta activación de la piel, y así siguiendo. Los sentidos básicos son
externos porque informan sobre propiedades (cualidades y cantidades) de los cuerpos como tales,
sin excluir el nuestro (ver la mano de otro, ver nuestra propia mano).
Tradicionalmente se distinguen una serie de sentidos externos, a saber: vista, oído, olfato,
gusto y tacto. Cada sentido se especializa en registrar un aspecto de los cuerpos, lo que se llama
su objeto formal: la vista aprehende como tal lo luminoso (ondas electromagnéticas con una
longitud de onda comprendida entre los 380 y los 780 nm), el oído las ondas sonoras, etc. Si
decimos “veo un árbol”, estamos ya indicando la percepción, es decir, la captación de un todo
estructurado que “vemos”, aunque materialmente, con los ojos, no se vean más que juegos de
luces/sombras y colores. A veces las propiedades formales registradas por los sentidos externos
se llaman “datos de los sentidos”.
Lo que físicamente recibe el receptor sensorial –por ejemplo las células retínicas con
respecto a la vista–, no es, de todos modos, ni un objeto, ni una propiedad, sino un patrón de
impulsos o de energía proveniente de una fuente. Así, para la vista son fotones –es decir, una
onda electromagnética– registrados por fotorreceptores de la retina. La energía luminosa que
impacta al órgano sensorial –a los receptores, que son células– se llamaestímulo(más
concretamente, se trata del “estímulo proximal”, que se remite a una fuente, por ejemplo el Sol,
que suele llamarse el “estímulo distal”). El estímulo proximal supone la llegada de cierta
información que será elaborada por el sistema nervioso, a lo largo de las vías nerviosas, hasta
llegar a los centros encefálicos. Esa elaboración da lugar a la sensación como tal (por ej., la
sensación de ver luces) y a la posterior percepción (ver nieve, agua, etc.).
La clasificación tradicional de los sentidos externos arriba señalada hoy puede completarse
con las clasificaciones ofrecidas por la psicología y la neuropsicología (Lombo y Giménez Amaya
2013; Sanguineti 2014b, 288-300; Kandel 2000, 430-450). Según esto, hablamos de visión o
sistema visual (sentido de la vista), audición (sentido del oído), sistema olfativo (sentido del olfato)
y gustativo (sentido del gusto), y sistema somatosensorial, que comprende el sentido clásico del
tacto, con receptores especiales para propiedades como la presión, dureza, textura, etc., de los
cuerpos contactados, y su temperatura, y otros receptores para sensaciones del propio cuerpo,
como el dolor, las sensaciones viscerales (viscerocepción) y de posiciones, tensiones y
movimientos del cuerpo (propiocepción). Además, en el oído interno hay receptores que permiten
aprehender los estados inerciales del propio cuerpo (frenazos, aceleraciones, equilibrio).
4. De la sensación a la percepción
Acerquémonos ahora desde los datos más o menos elementales, ofrecidos por cada canal
sensorial, a las percepciones, las cuales admiten muchos grados de riqueza informativa que se
van superponiendo, porque lo objetivado es reobjetivado en un modo nuevo una y más veces. En
un simple análisis psicológico o neurobiológico, hablamos de la recepción de datos cualitativos
elementales (ondas, luces, etc.). Pero nuestra conciencia sensorial y perceptiva nada nos dice de
las puras características físicas de los estímulos, ni suele notar cualidades elementales aisladas,
sino que más bien nos presenta objetos y eventos ya constituidos, como ver a una persona que
camina, un tren en movimiento, etc. Los elementos previos –estímulos, sensaciones– ya están
integrados en la percepción. Esta última constituye el momento propiamente cognitivo.
31
En una primera fase, podríamos decir que la percepción nace ya en las primeras
discriminaciones sensoriales, que al principio son básicas y luego se vuelven más complejas.
Conocemos gracias a la neurofisiología que este fenómeno es progresivo a medida que madura el
sistema nervioso. Una cosa es ver sin más luces y sombras, otra es integrarlas para que surja la
captación de algunas formas geométricas –curvas, un ángulo, cuadrados–, y de ahí notar
contornos que permiten distinguir unos objetos de otros. Otro paso será aprehender, en esas
formas luminosas y definidas, la profundidad (visión tridimensional), otro registrar los movimientos
de los objetos dentro de un conjunto de cosas vistas (Kandel 2000, 548-571), y otro distinguir entre
los objetos definidos y un fondo más bien indeterminado en el que esos objetos se sitúan
(fondo/figura). En este caso aparece la atención, que se centra selectivamente sobre un aspecto
del complejo percibido (Baars 2007, 225-253). A esto se añade la discriminación de colores con los
que aprehendemos visualmente las cosas, cosa que también ayuda a distinguirlas unas de otras
(Vernon 1962).
En la aprehensión sensorial específica de cada sistema sensitivo –visual, auditivo, etc.–, se
produce así una progresiva elaboración perceptual que va discriminando formas, cualidades,
propiedades, relaciones, dentro del campo perceptivo abierto por cada sistema sensorial. Así por
ejemplo, distinguimos los simples ruidos de los sonidos, y en estos últimos discriminamos entre su
tono, intensidad y timbre, y por eso podemos percibir las notas musicales, para mencionar lo más
básico de la percepción musical. En pasos sucesivos, los contenidos percibidos por un sistema
sensitivo se pueden asociar establemente a los de otros sistemas sensitivos (percepción
intermodal o intersensorial), como cuando unimos el gusto de un helado a su presentación visual.
Los filósofos clásicos, como Tomás de Aquino, señalaban que con los sentidos se captan
cualidades sensibles propias de cada sentido y además comunes a varios, que son más bien
aspectos dimensionales, como la forma, el tamaño, el número de objetos, el movimiento o quietud
e incluso el tiempo (In I De sensu et sensato, lect. 2: ver Tomás de Aquino 1973). Al percibir que
algo se mueve, por ejemplo, se empieza a notar también el tiempo. El oído es especialmente apto
para la percepción básica del tiempo, por el carácter exclusivamente sucesivo del fluir, por ej., de
una melodía o de unas palabras escuchadas. Las relaciones espaciales se empiezan a percibir
con la vista y el tacto.
La percepción va unida muchas veces a la acción del sujeto que percibe, es decir, es
sensorio-motora (Noë 2004, 2010; Gibson 1979; Rizzolatti 2008). En otras palabras, el sistema
motor del sujeto interviene en la percepción. Los espacios táctiles se registran a medida que son
explorados por la mano. Los movimientos se notan gracias también a los movimientos oculares
que permiten seguir lo que se está moviendo (también a los giros de la cabeza).
Lo importante en lo que estamos exponiendo es la discriminación de aspectos cualitativos,
cuantitativos, relativos y sucesivos en lo que se capta, lo que lleva a percibir cosas separadas por
contornos que pueden estar a una distancia espacial unas de otras y que pueden moverse
trasladándose o rotando, o bien modificando sus cualidades, como calentarse, enfriarse, enrojecer,
etc. Esta discriminación se va haciendo progresivamente más rica. Ella supone una correcta
asociación de los aspectos discriminados, que al final da lugar a la percepción de los grandes
escenarios percibidos (un entorno geográfico, el bullicio de una ciudad, etc.).
La discriminación aludida tiene una base innata respecto a ciertas cualidades fundamentales
para las que existen receptores específicos en los canales sensoriales estudiados por la
neurofisiología. El organismo ya está preparado “a priori” para advertir ciertas cosas y no otras,
como sostenía la antigua teoría de los objetos formales de los sentidos. Las sucesivas
elaboraciones perceptivas que corren a cargo del cerebro –sistema nervioso central, con sus
centros sensoriales específicos– son también naturales y por eso tienen una base genética. Así, la
percepción de la tercera dimensión –la profundidad–, hecha posible gracias al procesamiento
cerebral de las imágenes visuales binoculares, es un fenómeno natural y no cultural. La cultura
añade detalles y aspectos a la base natural de la percepción. Por ejemplo, interpretar como
tridimensional las figuras bidimensionales diseñadas en perspectiva es una habilidad cultural
adquirida.
32
Con otro ejemplo relativo a la percepción cromática, un individuo normal de la especie
humana discrimina con sus ojos, gracias a las células retínicas llamadas conos, ante todo una
serie de colores fundamentales. Según la teoría de Young (Kandel 2000, 575) posteriormente
perfeccionada, esos colores son el rojo, el verde y el azul. El resto de las discriminaciones
cromáticas surge de una elaboración basada en la combinación de estos colores según las
condiciones ambientales en que se sitúan los objetos visibles iluminados respecto de un
observador. Algo semejante puede decirse de la captación de formas, sonidos, gustos, etc. Sobre
tal base natural se llega a discriminaciones que surgen de la educación, la experiencia y la finura
de la percepción, y que pueden más fácilmente consolidarse culturalmente si se traducen en el
lenguaje, el cual establece categorías de cualidades. Las clasificaciones culturales de cualidades o
propiedades pueden ayudar a percibir de un modo más consciente, pero también pueden no
traducir del todo lo que se percibe biológicamente.
Estimamos que las cosas que vemos, tocamos, etc., con nuestros sentidos, y la advertencia de
nuestros actos y afecciones, constituyen cogniciones seguras y existenciales, y que son la base de
nuestros restantes conocimientos (inferenciales). Esto demuestra que la percepción, en cuanto
conocimiento inmediato –es decir, sin otra mediación objetiva, aunque sí mediado por procesos
neuropsicológicos–, es el vínculo primario y seguro de nuestro contacto cognitivo con la realidad
(Lyons 2009). El conocimiento intelectual tiene la garantía de llegar de inmediato a lo existente
sólo si conecta con alguna percepción externa o relativa a nuestra propia existencia. Si estamos en
el mundo y lo sabemos es gracias a la percepción senso-intelectual. El primer estado cognitivo no
es la autoconciencia, ni los datos sensibles aislados, y ni siquiera una presencia anónima en el
mundo, sino la percepción unitaria, compleja e inteligente de que estamos en el mundo (yo y el
mundo, con las demás personas, como co-presentes en los actos cognitivos).
El realismo existencial inmediato se basa, así, en la percepción sensitivo/intelectual. Esta es
también nuestra primera experiencia de la verdad y la evidencia. La percepción del mundo y de
nosotros mismos se muestra como verdadera, es decir, acorde con la realidad. Ese mostrarse
inmediato es la primera forma de evidencia, la cual es como la visibilidad intrínseca de lo real ante
una potencia cognitiva. La evidencia genera en el cognoscente la persuasión de que está
conociendo la verdad y, si es una evidencia perceptiva, de que conoce cosas existentes. De esa
persuasión, que algunos filósofos llaman creencia –no en el sentido de fe en lo no evidente, sino
entendida como convicción–, nacen los juicios a los que damos un asentimiento pleno y confiado
de que son verdaderos (por ejemplo, “sé que ahora está lloviendo”) (Brewer 1999, 2011).
La persuasión existencial se refuerza cuando aprendemos a discernir entre nuestras
imaginaciones y nuestros actos perceptivos. La imaginación presenta objetos inmanentes
desconectados de la percepción existencial, lo que se nota porque, cuando imaginamos algo, el
sentido externo correspondiente a lo que uno imagina no está activado. El objeto imaginado suele
llamarse representación, aunque este término puede tener significados más amplios.
La imaginación es un soporte necesario para la percepción, porque nos permite anticipar lo
que puede suceder y recordar lo sucedido, permitiendo así que no estemos confinados en el puro
presente. Además, cuando es creativa, permite construir escenarios y objetos posibles o
puramente ideales, con fines recreativos, heurísticos, artísticos, etc. Unida a la inteligencia, la
imaginación contribuye a que tengamos conciencia de la importancia de discernir entre lo real y lo
irreal. Este discernimiento está siempre implícito en cualquier cognición humana. Entre otras
cosas, nos pone alertas ante la posibilidad del error –estimar que es lo que no es–, y así nos
permite estar predispuestos para corregirnos.
No toda percepción garantiza su verdad, porque existen pseudo-percepciones (ilusiones,
alucinaciones) y percepciones problemáticas por posibles defectos perceptivos tanto objetivos
como subjetivos. Cuando advertimos que una percepción no es segura, podemos recurrir a otros
medios cognitivos para someterla a prueba, confirmarla o rechazarla, por ejemplo, los testimonios
33
ajenos, las repeticiones, el análisis de sus consecuencias, una percepción o contextualización más
completa, así como, si no percibimos bien algo que vemos a distancia, nos acercamos más al
objeto y apartamos posibles obstáculos.
La falibilidad de las percepciones no debe llevar a la pretensión de garantizar la veracidad de
toda percepción con medios demostrativos, que siempre se basarían en ulteriores percepciones,
generando un proceso al infinito o un círculo vicioso. La convicción de que nuestra advertencia
perceptiva de estar en el mundo real con nuestra propia identidad es verdadera –no problemática,
ni sólo fenoménica, ni virtual o ideal– es un primer principio de nuestro conocimiento. Las dudas y
errores surgen sólo en el contexto de esta convicción primaria.
Los puntos que acabamos de exponer acogen parcialmente y de modo complementario tres
posiciones hoy típicas de la filosofía del conocimiento: el fundacionalismo (Poston 2016), el
coherentismo (Murphy 2016) y el confiabilismo (Becker 2016). Acogen el fundacionalismo, en el
sentido de que los conocimientos perceptivos son básicos y constituyen un fundamento de las
inferencias; el coherentismo u holismo, porque el sentido y la veracidad de las percepciones es
contextual con la experiencia completa del sujeto situado en el mundo y en un ambiente; el
confiabilismo, pues el valor que damos a las percepciones se basa, en buena medida, en la
confianza en la capacidad natural cognitiva de los órganos de nuestros sentidos y de nuestro
sistema nervioso.
La experiencia perceptiva ordinaria es realista. Al ver a una persona, estamos seguros de que
estamos conociendo algo real y no una representación subjetiva. Sin embargo, el análisis de la
percepción demuestra que las cosas se nos presentan de modo variable, desde distintos ángulos y
perspectivas, a veces de modo impreciso, y que por tanto nuestro conocimiento perceptual nos
indica cómo son las cosas sólo en algunos aspectos y de modo imperfecto, con la posibilidad de
errores. Pero también podemos mejorar nuestra interpretación de lo que percibimos con análisis
racionales, experiencias más finas, comprobaciones, recursos a instrumentos observacionales y a
conocimientos científicos.
La dimensión subjetiva de la percepción, con sus problemas anejos, ha ocasionado la
propuesta de diversas interpretaciones filosóficas del alcance epistémico del fenómeno perceptivo
(O’Brien 2016; Bonjour 2016; Crane y French 2016; Searle 2015, 217-235). No es fácil
clasificarlas. Presentamos tan sólo un esquema sumario y orientativo. Aunque mencionemos
algunos autores para estas posturas, que a veces se solapan en parte, téngase en cuenta que
cada filósofo tiene sus matices propios y que a veces modifica su opinión, sobre todo en estos
temas sutiles, cuyo análisis requiere cierto tecnicismo.
34
b. Construccionismo. Esta posición, negando la objetividad de la percepción, la reconduce a una
construcción o elaboración que hace el sujeto individual o la sociedad y la cultura. Esta postura no
se confunde con el construccionismo como teoría psicológica mencionado más arriba. Se solapa
con la postura mencionada anteriormente, pero suele ser un intento de respuesta ante la crisis
escéptica. No suele presentarse como una escuela especial en los debates sobre la filosofía de la
percepción, pero es popular en algunos psicólogos y neurobiólogos. De forma sofisticada y
“metafísica”, corresponde a una concepción idealista de la percepción (Foster 2000). Actualmente
el construccionismo suele adoptar una versión psicologista o neurologista. La realidad externa
sería tan sólo una construcción del psiquismo, o del cerebro, estimulada por presiones
ambientales, necesidades adaptativas –evolutivas– y mecanismos homeostáticos.
c. Representacionismo. De modo menos radicalizado que las tesis anteriores, esta postura
interpreta la percepción como la intuición de objetos mentales sensibles, privados de la referencia
intencional (“no vemos las cosas, sino sus representaciones”), al menos inmediata. A esta tesis
pertenece cierta versión de la llamada “teoría de los datos de los sentidos” (sense-data) (G. E.
Moore, B. Russell, A. J. Ayer, H. Robinson) (ver Robinson 1994; Warnock 1974, 21-49). La
posición, eficazmente criticada por Austin (1962), suele llamarse también fenomenismo
(conocemos fenómenos, no la realidad) o representacionismo. La respuesta a la teoría de los
datos de los sentidos que elimina los objetos y los reduce a modalidades de la percepción –ver
rojo sería “ver rojamente”–, llamada adverbialismo (así R. Chisholm 1957), comporta muchas
complicaciones en las percepciones de estructuras complejas.
Los representacionistas, si no se adhieren al final a alguna forma de idealismo extremo, pueden
reconocer la existencia de una realidad exterior, incognoscible o tal vez cognoscible de modo
indirecto (realismo mediato). Algunos admiten que, de todos modos, sabemos que las cosas
externas causan nuestras percepciones, postura llamada teoría causal de la percepción: así H.
Grice (1985), E. Lowe (1993) y D. Lewis (2002). Otros, en cambio, estiman que el carácter
problemático de los fenómenos sensibles se superaría con el conocimiento científico o con la
filosofía, interpretados de un modo realista (así, por ejemplo, ciertas formas de platonismo o de
racionalismo) o bien objetivista (así en cierta versión de la fenomenología y en el mismo Husserl).
f. El disyuntivismo (J. Hinton, P. Snowdon, M. Martin) (ver Fish 2016; Snowdon 2002; Searle
2015, 163-200) sostiene la irreductibilidad entre alucinaciones y percepciones, aunque fueran en
teoría indistinguibles.
35
g. Personalmente seguimos una versión del intencionalismo (así Sanguineti 2005, Polo 2007,
Paternoster 2007), según la cual los objetos percibidos responden al modo de presentarse de las
cosas a un sujeto dotado de cierta constitución psicosomática específica. Sin embargo, esos
objetos son intencionales, es decir, remiten directamente a la realidad externa (en el caso de las
percepciones de las cosas materiales). Esta tesis es compatible con la falibilidad de nuestros
conocimientos perceptivos. La intencionalidad hace que el realismo sea inmediato y que, como tal,
no esté sujeto a demostración. No se trata, pues, de la intencionalidad tal como la entendía
Brentano, en el sentido de que la percepción tiene un contenido sea o no existente. No cabe
buscar criterios absolutos que demuestren que los sueños y alucinaciones son irreales, pero desde
fuera reconocemos como tales a estos fenómenos, y por eso podemos hablar con sentido de las
alucinaciones.
De todos modos, la percepción es imperfecta y no se acomoda a todos los detalles de las
cosas. Esto lo aprendemos con comparaciones y análisis de las diversas modalidades perceptivas,
incluso en otras especies animales, y por supuesto con ayuda de las ciencias y los instrumentos
de observación.
Esta imperfección es compatible con la verdad de los juicios perceptivos. El enunciado
verdadero “la nieve es blanca” es compatible con el hecho de que, con ayuda de la ciencia,
descubramos que esa blancura es el modo en que se presenta la nieve a nuestros sentidos en
determinadas circunstancias. Conocemos por la ciencia, para poner otro ejemplo, el retardo del
estímulo en llegar al centro cerebral de elaboración perceptiva. Pero esto no justifica el realismo
mediato, sino que sólo significa que la percepción no informa de las cosas con una simultaneidad
absoluta, cosa irrelevante para la experiencia ordinaria de los objetos familiares y cercanos
(terrestres).
Podemos llamar a esta posición, por tanto, un realismo intencional inmediato, que no ignora
los problemas epistemológicos planteados por la percepción a causa de las mediaciones
representacionales y neurales, sin por eso problematizar la inmediatez del acceso perceptivo a las
realidades extra-mentales.
36
Bermeo Pacheco J., Guerrero J. J., Delgado S. G. K. (2018) Cap. 3. Niveles del conocimiento. En Alan Neill
David, Cortez Suárez L. (Coords.) (2018) Procesos y Fundamentos de la Investigación Científica.
Universidad Técnica de Machala. Machala, Ecuador. pp. 52-65.
Introducción
Los beneficios de una educación científica, no solo deben enfocarse en lo académico, sino también
en los valores y la práctica. La investigación, ciencia y conocimiento como conceptos y prácticas
predominantes en el mundo contemporáneo, son creadas por una labor multifacética que se
desarrolla en centros educativos, en universidades, empresas y laboratorios. La investigación, cuyo
producto es el conocimiento científico, posee la peculiaridad de requerir a la vez creatividad,
disciplina de trabajo y sistematicidad.
Investigar es realizar acciones para descubrir algo; de acuerdo con los diferentes objetivos y
tipos teóricos y metodológicos, teniendo en común, que comienzan a partir de la existencia de un
problema.
La investigación se refiere a la actividad de producción de conocimientos que se despliega a
partir de los resultados anteriores expresados en modelos, leyes, teorías, y que requieren también
instrumentos, equipos, experiencias, habilidades, todos los cuales son construidos o creados por el
hombre con el fin de explicar y manipular la naturaleza.
En este capítulo se hace referencia al conocimiento y sus características, entendiéndolo como una
relación dual entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido, el cual es poseído en cierta manera,
por el sujeto cognoscente. Se establece además los aspectos relevantes de los distintos niveles del
conocimiento desde una perspectiva del grado de percepción y asimilación de la realidad, esto es:
nivel sensible, conceptual y holístico. También se estudia los niveles en función del grado de
entendimiento de la realidad durante el proceso de formación de la persona, siendo estos el
conocimiento empírico-no científico, el conocimiento científico y el conocimiento filosófico.
Independientemente de la óptica de análisis, todos los conocimientos están relacionados unos con
otros.
Conocimiento
El conocimiento es una de las capacidades más relevantes del ser humano, ya que le permite
entender la naturaleza de las cosas que los rodean, sus relaciones y cualidades por medio del
razonamiento.
Desde esta perspectiva se puede concebir al conocimiento como el conjunto de informaciones
1
Javier Bermeo Pacheco: Ingeniero comercial en Administración de Empresas, MBA. Docente universitario en el área de Logística de Ventas
en la carrera de Marketing de la Unidad Académica de Ciencias Empresariales de la UTMACH. Cargos directivos en instituciones privadas.
Participación en proyectos empresariales, Actualmente Director del Centro de Educación Continua de la UTMACH. Ha realizado
publicaciones de libros. [email protected]
2
Juan Guerrero Jirón: Ingeniero Comercial en Administración de Empresas. Diplomado en Docencia Universitaria. Profesor universitario
en investigación, estadística, matemática financiera y matemática en la carrera de Marketing y Administración de Empresas de la
Unidad Académica de Ciencias Empresariales de la UTMACH. Ha realizado publicaciones en libros y un artículo cien-tífico
[email protected]
3
Kenneth Delgado Santa Gadea: Doctor en Ciencias de la Educación. Consultor de UNESCO en educación (2016). Docente de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Vicedecano de Investigación y Posgrado (Facultad de Educación-UNMSM). Autor de libros,
trabajos de investigación y ponente en conferencia en el ámbito de la educación. [email protected]
37
y representaciones abstractas interrelacionadas que se han acumulado a través de las
observaciones y las experiencias. Rojas (2013) señala que “los primeros hombres de ciencia se
valieron de la sistematización de aquellas manifestaciones vivenciales trascendentes para la
humanidad, fijando las bases teóricas de la ciencia, a través de una interacción dialéctica entre el
cono- cimiento sensorial y el conocimiento lógico” (p. 37).
El conocimiento tiene su origen en la percepción sensorial de nuestro entorno, el cual va
evolucionando hacia el entendimiento y culmina en la razón. Un conocimiento puede ser adquirido
de forma “a priori”; es decir, independiente de la experiencia, por tanto, solo es suficiente el
razonamiento para obtenerlo.
También, el conocimiento puede ser obtenido “a posteriori”; pero para adquirirlo se requiere
de la experiencia. El proceso del conocimiento se compone de cuatro elementos: sujeto, objeto,
operación y representación interna (el proceso cognoscitivo).
Conceptos de conocimiento
El hombre inicia su proceso de conocimiento cuando establece una relación con su objeto de
estudio que lo conlleva a la adquisición de un saber, en el cual va formando conceptos sobre los
fenómenos reales que lo circundan, ya que penetra áreas de la realidad que le permiten
comprenderel mundo que lo rodea. Este saber que en su aplicación es práctico, busca la
transformación del entorno, así como la subordinación de la naturaleza a los requerimientos del ser
humano. El objetivo del conocimiento se circunscribe en alcanzar la verdad objetiva.
A lo largo de la historia la definición de conocimiento ha sido moldeada por diversos autores y
desde distintas disciplinas como la filosofía, psicología, ciencias sociales, entre otras. Así tenemos
que el “conocimiento significa entonces, apropiarnos de las propiedades y relaciones de las cosas,
entender lo que son y lo que no son” (Díaz, 2003).
Para Arias (2012), el conocimiento puede ser entendido en dos direcciones:
El conocimiento de acuerdo con Nieto & Rodríguez (2010) y Pérez, Galán, & Quintanal (2012)
tiene un conjunto de características que se señalan a continuación:
• Racional. El conocimiento se origina de una actividad superior exclusiva del hombre, esta
es la razón.
• Objetivo. Su propósito es la búsqueda de la verdad objetiva, por tanto, la obtención de un
38
conocimiento debe representar fielmente la realidad, sin alteraciones o deformaciones del
objeto de estudio, revelando así sus características y cualidades.
• Intelectual. Es un proceso lógico que se fundamenta en la sensación, percepción y
representación para conceptuar un conocimiento.
• Universal. El conocimiento con sus propias particularidades, tiene validez en todo lugar y
para todas las personas.
• Verificable. Todo conocimiento puede ser sometido a verificación, ya sea por procesos de
demostración racional o mediante la experimentación.
• Sistemático. El conocimiento se presenta de forma organizada y posee uniformidad en
sus concepciones.
• Precisión. El conocimiento se orienta a la exactitud, identificando los aspectos esenciales
de la realidad, evitando su confusión con otros objetos o fenómenos.
• Seguridad. El conocimiento al estar sometido a procesos de verificación, proporciona un
mayor grado de fiabilidad en su aplicación, que un saber que no ha podido ser
comprobado.
El conocimiento sensible es aquel que permite conocer un objeto a través de los sentidos; un
ejemplo de él son las imágenes percibidas por la vista. Para Bermúdez y Rodríguez (2013), “el
conocimiento sensorial es el que procede en razón de la actividad de nuestros sentidos. En éste
se incluye: las sensaciones, percepciones y representaciones” (p. 255). Gracias a los sentidos, en
especial, el de la vista es posible acu- mular en la mente mucha información relacionada con las
imágenes, colores, estructuras y dimensiones, las cuales forman nuestros recuerdos y
experiencias, estructurando de esta forma nuestra realidad interna, privada o personal. También,
la audición es fundamental entender y procesar el lenguaje y para la transmisión de los saberes.
En consecuencia, la vista y la audición son los sentidos que mayormente son utilizados por el
hombre.
A través de los órganos de los sentidos, (vista, oído, tacto, gusto, olfato) el ser humano
capta la realidad por primera vez. De estos órganos, los que mayormente son utilizados por el
hombre y los que potencian en gran medida su área cognitiva es la vista y la audición.
Disposiciones, que permite inferir que nuestra inteligencia y nuestros conocimientos tiene un
origen de forma directa o indirecta de lo sensible. Para Gómez y Palafox (2014), la sensación
consiste en la captación de las propiedades del objeto sentido, por tanto, el sujeto se enriquece
gracias a la asimilación de las cualidades sensibles, el mismo que posteriormente puede alcanzar
una mayor perfección cognoscitiva.
Los estímulos sensoriales además se convierten en hechos psíquicos cuando se
manifiestan en la conciencia, porque cada sentido se convierte en una vía para acceder a la
realidad; en este proceso son esenciales los datos obtenidos de forma: visuales y auditivos.
Es importante destacar que el conocimiento sensible se divide en dos actos, el de la
percepción sensible y el de la conciencia sensible.
El acto de percepción sensible, consiste en captar o entender la realidad sensible de forma
general y organizada, consiguiendo distinguir las diversas cualidades de los objetos. Se esta
forma Gómez Guardado (2013), concibe a la percepción sensible como el proceso mental por el
39
que se conoce un estímulo, es decir, es la interpretación subjetiva que acompaña a toda
sensación. También este acto de la percepción es conceptualizado como la vía natural para
reconocer el ambiente que nos rodea y para analizar sus componentes.
El acto de la conciencia sensible, a diferencia de la percepción sensible, es aquella que
integra la información alcanzada por los sentidos de forma organizada, permitiendo su distinción,
clasificación y sus relaciones entre sí. Es funda- mental que la información sensorial esté
integrada en una conciencia de nivel sensible, para que sea posible la acumulación de datos y
experiencias, con independencia de los estímulos actuales.
El nivel de conocimiento conceptual, es aquella capacidad que tiene el hombre para establecer
conceptos en forma de lenguaje, transmitirlos por medio de símbolos abstractos, y efectuar una
combinación de conceptos mediante mecanismoscognitivos, basadosenconcepcionesinvisibles,
inmateriales, universales y esenciales. Pareja (2013), sostiene que, en este nivel, una vez que
recibe los estímulos de los sentidos, la persona los designa, clasifica, enumera, interpreta, o
categoriza con un palabra o frase descriptiva, la misma que representa de manera precisa una
realidad conocida.
Con respecto a los procesos de razonamiento, planificación y recuerdos, éstos están
subordinados por la actividad del conocimiento conceptual almacenados en la memoria, ya que el
ser humano tiene la capacidad única de usar los conocimientos anteriores para aplicarlos en
nuevos contextos de la realidad, lo cual es posible por el cúmulo de saberes interrelacionados,
que pueden ser abstraídos para utilizarlos en otras circunstancias.
El nivel de conocimiento conceptual tiene por finalidad lograr universalidad en los conceptos
y objetos, para que todos podamos entenderlos de igual forma, contribuyendo así en la solución
de problemas. Es necesario indicar que la cantidad, organización y accesibilidad del conocimiento
conceptual es lo que diferencia a los expertos de los principiantes.
En este nivel, los objetos son distintos a los presentes en la conciencia sensible, a pesar de
que los conceptos se originan de ella. Adicionalmente, la persona se sitúa por encima de una
temporalidad actual, su consciencia se traslada al pasado, clarifica el presente y se anticipa al
futuro. Esta situación que se produce debido a factores como la imaginación, la memoria
imaginativa y la memoria cognitiva, que trabajan conjuntamente para producir conceptos
abstractos con cualidades distinguibles.
La imaginación, de acuerdo a Morosini (2014), es la capacidad para crear imágenes
mentales, sensaciones y conceptos, en un momento en el cual éstos no son percibidos por los
sentidos, ayudando a dotar de significado a la experiencia y de comprensión al conocimiento. En
consecuencia, esta facultad permite al ser humano:
40
• Alto grado de condicionamiento la disposición imaginativa de la persona en relación con lo
recordado.
• Si no existe un reforzamiento continuo de la memoria imaginativa, el recuerdo puede
perderse.
• No es posible acumular gran cantidad de información en periodos cortos de tiempo.
• El dominio de la memoria imaginativa depende de las capacidades presentes en cada
persona.
La memoria cognitiva, llamada también memoria proyectiva, consiste en la capacidad que tiene la
persona de apreciar determinada situación en función del convivir diario, permitiéndole proyectar
una conducta práctica adecuada, según De Haro (2012), está cimentada en el pasado, alimenta el
presente y posibilita el diseño y configuración de los futuros sociales.
Entre las características más resaltantes de la memoria cognitiva encontramos las
siguientes:
Etimológicamente el vocablo holístico proviene de la palabra griega holos, que significa entero,
completo, así como también íntegro y organizado. La holística se precia de considerar el todo sin
reducirlo al estudio de sus partes (Hernández, Fernández, & Baptista, 2014, p. 19), es así que
permite entender los hechos desde una perspectiva de múltiples interacciones, caracterizándose
por ser un nivel de conocimiento con una actitud integradora y explicativa de la teoría, enfocada a
la comprensión total de los procesos, de los sujetos y objetos en sus respectivos contextos. La
Hace referencia a la forma de ver, entender e interpretar las cosas en su totalidad y complejidad,
ya que de esta manera se pueden apreciar sus interacciones, características y procesos.
Históricamente, la holística se ha manifestado en la evolución del pensamiento del ser
humano. El pensamiento filosófico y el conocimiento intelectual, tiene un origen holístico; por
tanto, a partir de un entendimiento universal, completo e integro de los proceso y apreciaciones,
es posible progresar hacia aspectos de las realidades incluidas en dichos procesos. Esta facultad
de razonar y comprender la realidad en su integralidad es lo que se conoce como la inteligencia.
La inteligencia, es la capacidad de introducirnos en el ser de las cosas para comprenderlas
en su verdad integra; para Soria (2016), permite a las personas aprender, utilizar la información y
adaptarse al medio. Es lo que hace notar que hay algo más de lo que se percibe en el
conocimiento sensible y conceptual, es lo que despierta la curiosidad. De allí que se puede decir,
que la inteligencia es una facultad real de nuestro ser que permite abstraer las formas existentes
en la realidad.
En este sentido nos damos cuenta que no todo lo que se ve o se imagina es completamente
entendido, por tanto, nos cuestionamos aspectos como: ¿Qué es? ¿Por qué es? ¿Para qué
sirve?; que los actos cognitivos, solo permiten ver las cosas desde afuera; y que la imaginación,
conjuntamente con la experiencia acumulada, no son suficiente para traspasar ese observar.
Las operaciones fundamentales de la inteligencia son:
41
Niveles taxonómicos del conocimiento
Todo conocimiento está vinculado con un nivel taxonómico que determina el grado de
entendimiento de la realidad durante el proceso de formación de la persona. Estos niveles se
denominan:
• Impreciso porque no demarca de manera clara el cono- cimiento del objeto a que se
refiere.
• Inconsistente, sus proposiciones o juicios no se apoyan lo suficiente unos a otros.
• Subjetivo ya que en él van implícitos ciertos deseos de aquél que lo emite.
• Acrítico, no somete a reflexión y análisis sus resultados.
• Ambiguo en su lenguaje, pero tiene cierta racionalidad y organización, que le permite cubrir
los requerimientos propios de la vida cotidiana.
• Falible, pero no llega a explicaciones profundas en torno del objeto que conoce; por esta
razón los conocimientos que genera pueden ser engañosos y erróneos.
• Superficial, ya que sólo abarca los aspectos aparentes o no relevantes de los procesos,
objetos o acontecimientos.
• Intrascendente porque no va más allá de lo particular y contingente, responde a
necesidades inmediatas del hombre común, es decir, no va más allá del hecho o
fenómeno.
• Carece de método, pues no se basa en una disciplina que ponga de manera particular de
42
hacer investigación, y, en consecuencia, no se llega al conocimiento de manera
sistemática; es decir, no hay procedimiento lógico que permita comprobar y reflexionar
sobre los datos obtenidos.
• Localista en la visión de la realidad, ya que sus planteamientos son individualistas.
• Es asistemático, porque se adquiere de las vivencias y de las relaciones cotidianidad de
los sujetos.
• No es verificable, ya que surge de las experiencias y se transmiten de manera espontánea.
Conocimiento científico
• Sistemático: porque sirve de base al que le sigue y así sucesivamente, de modo que una
cadena de observaciones y razonamientos conducen al nuevo conocimiento.
• Verificable: ya que para ser demostrable debe existir la metodología necesaria para
establecer el grado de certidumbre o exactitud de lo que ese conocimiento afirma.
• Universal: porque independientemente del lugar o la época, lo que señala un conocimiento
científico se cumple.
• Transformador: puesto que el conocimiento científico soluciona las necesidades del
hombre, transforma las sociedades y a sus modos de vida.
• Analítico: porque para acceder a un conocimiento científico es necesario descomponer el
todo en sus elementos o partes, a fin de simplificar el abordaje, descubrir sus relaciones y
mecanismos internos subyacentes.
• Sintético: ya que, una vez analizada minuciosamente las partes del problema, se pueden
relacionar para formular una idea abarcadora.
• Explicativo: por ser su objetivo último tratar de entender y explicar los hechos formulando
leyes o principios.
• Comunicable: Un conocimiento científico debe poder expresarse de modo que los demás
puedan comprenderlo.
• Fáctico: Se aferra a los hechos tal como son y se presentan.
• Objetivo: Se abstrae de cualquier elemento afectivo y solamente atiende a cuestiones de la
43
razón.
• Provisional: Por no ser definitivo o inalterable, pues mantienen su validez en la medida que
no existan nuevas investigaciones científicas que los cuestionen.
Conocimiento filosófico
Referencia bibliográfica
Arias, F. (2012). El proyecto de investigación. Introducción a la metodología científica (6° Edición ed.). Caracas: Editorial
Episteme.
Bermúdez, L., & Rodríguez, L. (2013). Investigación en la gestión empresarial. Bogotá: Ecoe Ediciones.
Britto, L. (2013). La Ciencia: Fundamentos y Método. Caracas: Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela.
Bunge, M. (2012). La ciencia, su método y su filosofía. Madrid: Laetoni. De Haro, M. (2012). Novedades Docentes en El
EEES. Madrid: EditorialVisión Libros.
Díaz, J. (2003). Modelo de la gestión del conocimiento (GC) aplicado a la Universidad Pública en el Perú. Lima:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Finol de Franco, M., & Camacho, H. (2008). El Proceso de Investigación Científica. Estado Zulia: Editorial de La
Universidad del Zulia.
Gómez Guardado, B. (2013). Lateralidad cebreral y zurdería: Desarrollo Y Neuro-Rehabilitación. Bloomington: Palibrio.
Gómez, V., & Palafox, G. (2014). Ética: La persona y la generación de riqueza en la empresa. México, D.F.: Grupo
Editorial Patria.
Guerrero, G., & Guerrero, M. (2014). Metodología de la investigación.México, D.F.: Grupo Editorial Patria.
Hernández, R., Fernández, C., & Baptista, M. (2014). Metodología de la investigación. México D.F.: McGraw-Hill.
Morosini, P. (2014). Las siete llaves de la imaginación. Madrid: LID Editorial.
Nieto, S., & Rodríguez, M. (2010). Investigación y evaluación educativa en la sociedad del conocimiento. Salamanca:
Universidad de Salamanca.
Pareja, R. (2013). El Hombre Multidimensional vive en la Realidad Multidimensional. Bloomington: Palibrio.
Pérez, R., Galán, A., & Quintanal, J. (2012). Métodos y diseños de investigación en educación. Madrid: Editorial UNED.
Rojas, R. (2013). Guía para realizar investigaciones sociales. México, D.F.: Plaza y Valdés.
Sánchez, R. (2014). Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación en ciencias sociales y humanas.
México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
Soria, E. (2016). Técnicas de estudio eficaces. Madrid: Mestas Ediciones.
Tamayo y Tamayo, M. (2012). El Proceso de la Investigación Científica. México, D.F.: Limusa.
Vázquez, A. (2011). El cambio como constante histórica. Alicante: Editorial Club Universitario.
Zarzo, E. (2016). Memoria retórica y experiencia estética. Retórica, Estética y Educación. Madrid: Dykinson.
44
Ander-Egg Ezequiel (2001) Métodos y técnicas de investigación social. Vol. I Acerca del conocimiento y del
pensar científico. Editorial Lumen-Humanitas. Buenos Aires-México. Cap. 1. Aproximaciones al conocimiento
del conocimiento. Pp. 25-73.
Capítulo 1
Aproximaciones al conocimiento del conocimiento
1. Para introducirse en el conocimiento del conocimiento
2. Realidad y conocimiento
3. La relación sujeto-objeto
4. Acerca del conocimiento
5. Las formas del conocer, como saber cotidianoy como saber científico
6. Las grandes cuestiones que comporta la problemática del conocimiento
7. Las respuestas clásicas al problema del conocimiento
8. Condicionamientos en la producción del conocimiento
45
Averígüelo y enséñele en consecuencia”.1
Si no se tiene ningún anclaje en los conocimientos previos del estudiante, lo epistemológico
puede ser extremadamente aburrido; o, como lo he constatado en algunas facultades de ciencias
sociales, la enseñanza de la epistemología al comienzo de la carrera sólo ha servido para
proporcionar un recetario que explica todo y, lo que es lo mismo, que forma dogmáticos... Con ello
se logra, de hecho, todo lo contrario de lo que podría proporcionar ese tipo de conocimiento.
Ésta es la razón principal que me llevó a iniciar el tema explicando cómo ha sido la búsqueda
de un simple estudiante, es decir, mi búsqueda de respuesta a lo que es el conocer.
Como éste es un libro para estudiantes y personas que sin realizar estudios académicos
desean iniciarse en los métodos y técnicas de investigación social, he creído que es más didáctico
introducirlos en el tema, explicitando algunos hitos de mi itinerario, los interrogantes, las
búsquedas y las respuestas provisorias que he encontrado en relación con este tema. No lo hago
porque mi búsqueda sea modélica; todo lo contrario: ella es una marcha desde la ingenuidad y la
ignorancia, a intuiciones vagas e imprecisas; de la creencia en que la ciencia y el método científico
me podían ofrecer referencias ciertas, hasta llegar a un nuevo punto de partida (el que tengo al
escribir este libro) que supone marchar “sin barandas” en medio de la incertidumbre y la
perplejidad: el horizonte de mi ignorancia es cada vez más amplio.
Siendo joven y apenas iniciado en el estudio de las ciencias sociales (el haber terminado una
licenciatura es sólo un comienzo), reflexionando sobre los procesos sociales y el modo de
conocerlos, escribí lo que consideré mi primera conclusión o formulación sobre estos temas; lo
resumí en lo siguiente:
A los pocos meses, descubrí mi ignorancia e ingenuidad (entre patética y ridícula), por lo que
creía que era un “hallazgo”. Lo primero (acerca del cambio) ya había sido dicho (aunque con otras
palabras) hacía unos veinticinco siglos por Heráclito. Al constatarlo, desapareció en mí, de manera
permanente, la pretensión de ser un “Colón” o “vikingo” descubridor.
En cuanto a la segunda cuestión, a poco de interesarme por el tema, constaté que el problema
del conocimiento había sido motivo de reflexión de muchos filósofos a lo largo de veinticinco siglos
y de algunos científicos en las últimas décadas.
Sin formación epistemológica alguna, ignorando aun la existencia de esta disciplina, me
formulé dos preguntas que hasta ese entonces se me habían presentado como obviedades: qué
es conocer y cómo conocemos.
Para responder a estos interrogantes, leí y releí (creo que hasta media docena de veces) el
libro de Jean Hessen Teoría del conocimiento. Me informé de que, si bien en la filosofía griega a
partir de los sofistas se plantea el problema del conocimiento, y que en Platón y Aristóteles existen
múltiples consideraciones sobre esta cuestión, hasta el siglo XVII esta problemática no adquiere
especificidad en el ámbito de la filosofía. Así hice un recorrido por Locke, Leibniz, Berkeley, Hume,
Kant y Fichte.
Confieso que toda esta información, obtenida por lecturas y asistiendo a algunos cursos de
filosofía, no fui capaz de traducirla a mi práctica profesional en el campo de las ciencias sociales;
y, cuando quise responder a la pregunta ¿qué es conocer?, no pude dar otra respuesta que la
ingenua y simple que encontramos en las definiciones de los diccionarios corrientes: conocer es lo
que tiene lugar cuando un sujeto, en el ejercicio de sus facultades intelectuales, aprehende un
objeto de conocimiento.
Pero hacia 1968 (hace poco más de treinta años), siguiendo una línea de reflexión que
aprendí de mi maestro Erich Fromm, adopté un punto de partida para introducirme en la
comprensión del conocimiento científico, para mejor analizar los problemas sociales, económicos,
46
culturales y políticos. Hay que “reunir —decía Fromm— dos áreas de problemas que comúnmente
se estudian por separado: las potencialidades, cualidades y estructura del carácter humano y los
problemas sociales, políticos y económicos”.2 De ahí deduje —y con eso iba más allá de lo que
planteaba el mismo Fromm— que hay que empezar por conocer al sujeto cognoscente. Pensé
que, para profundizar en el tema, hay que conocer algo de los propios procesos cognitivos.
Desde el primer momento, tuve conciencia de que Fromm no planteaba de ese modo el
problema; el libro ni siquiera trata del problema del conocimiento de manera específica... El texto
me resultó sugerente, y me aferré a un punto de partida: comenzar a conocer al que conoce. Esta
intuición —parcialmente válida— me resultaba insuficiente para responder a las preguntas clave
sobre la naturaleza del conocimiento.
Al año siguiente de la publicación del libro de Fromm antes citado —The Revolution of Hope—
, un joven pensador latinoamericano (hoy reconocido mundialmente), Humberto Maturana,
publicaba Neurophysiology of Cognition (texto que conocí veinte años después). En este libro, el
problema del conocimiento se formula desde la biología (no desde la filosofía, como se había
hecho tradicionalmente). Maturana ofrece un enfoque fundamentado científicamente que ha
servido de inspiración para nuevos desarrollos. “El observador, nos dice, es un sistema viviente, y
el entendimiento del conocimiento como fenómeno biológico debe dar cuenta del observador y de
su rol en él.”3 Al año siguiente, en el Congreso sobre Antropología del Conocimiento —realizado
en Chicago—, Maturana enriquece este nuevo planteamiento al considerar el problema del
conocimiento, no desde la perspectiva del sistema nervioso, sino desde la perspectiva del operar
biológico total del ser vivo, o sea, de su autonomía operacional.
En esto reside la cuestión central para entender la naturaleza cognoscitiva del ser humano. Al
problema que habíamos planteado al comienzo de este parágrafo —cómo introducirse en el
problema del conocimiento—, respondemos inspirados en Maturana: desde la reflexión que hemos
de hacer sobre el sistema viviente que es el sujeto cognoscente. Ya Piaget había anticipado que
“tarde o temprano se hará necesario que la biología nos ayude a comprender cómo son posibles
las estructuras lógico-matemáticas y cómo se adaptan de manera eficaz al medio exterior”.4
La idea piagetiana del enraizamiento vital del conocimiento queda formulada en Maturana, que
pone de relieve el “isomorfismo estructural entre las organizaciones biológicas y cognitivas”.
El ser humano (que aquí consideramos como sujeto cognoscente) es más que alguien que
conoce: es un ser material entre otros seres materiales; es un organismo viviente entre otros
organismos vivientes. Ese ser viviente es el que conoce; y ese conocer está enraizado en su
misma constitución física, biológica y neurológica. Además, por lo que conocemos hasta hoy, es el
único ser vivo que sabe que sabe (al menos, en nuestro planeta).
Es obvio que aquí nos encontramos en una situación diferente de cuando estudiamos otros
fenómenos en donde preguntar acerca de algo y lo preguntado pertenecen a distintos dominios.
Cuando nos interrogamos acerca del conocer, el preguntar y lo preguntado pertenecen a lo mismo.
Este planteamiento inicial es apenas un arranque para las consideraciones sobre el
conocer del conocer que se desarrollan en este capítulo. No ofrezco respuestas cerradas, sino
alguna información y puntos de referencia para pensar sobre el tema... Si el lector se inquieta por
conocer qué es el conocer y si se motiva para verse a sí mismo en el fenómeno del conocimiento,
el objetivo de este capítulo se habrá logrado.
El conocimiento del conocimiento es el punto de partida para aprender a pensar
científicamente. Necesitamos saber —tener al menos una idea— acerca de la naturaleza, el
funcionamiento y el alcance del acto humano de conocer. Además, necesitamos dar respuesta
(aunque sea provisional) a la vieja cuestión sobre la relación entre el sujeto que conoce y el objeto
conocido, que, a lo largo de siglos, ha sido una cuestión clásica y central de lo que hoy se llama
epistemología o teoría del conocimiento.
Aquella toma de conciencia acerca de mi ignorancia sobre lo que es el conocimiento —que en
forma borrosa había vislumbrado en los años cincuenta— ahora, a mis 70 años, se ha
transformado en una ignorancia más lúcida, pues mayores son las preguntas que me formulo.
Confieso al lector que estoy asombrado por esta cualidad humana que todos poseemos y sobre la
cual tan poco sabemos... Dicho todo esto a modo de introducción en el tema, voy a presentar
47
algunas anotaciones de mis reflexiones acerca del conocer.
Todos, o casi todos, admitimos que los seres humanos conocemos, pero ¿qué conocemos?,
¿qué podemos conocer?, ¿qué podemos saber acerca de la realidad?, ¿cómo sabemos lo que
creemos saber?, ¿cómo adquirimos conocimiento de la realidad y en qué medida ese
conocimiento es seguro? En fin, nos podemos preguntar a modo de síntesis de todas estas
cuestiones: ¿qué es el conocimiento? Durante milenios, el hombre ha reflexionado sobre estos
problemas. Los filósofos presocráticos, en el siglo VI a. C., sentaron las bases de la teoría del
conocimiento que se ha desarrollado en Occidente durante 26 siglos. Aquí nos limitaremos a
plantear una consideración resumida de las respuestas que han tenido alguna vigencia en el siglo
XX, para luego explicar algunas cuestiones que servirán para introducimos en la complejidad del
problema del conocimiento.
2. Realidad y conocimiento
Por el solo hecho de vivir, el hombre entra en relación con la realidad. Ésta es una evidencia
que bien puede servir como punto de partida y base de nuestro análisis. Pero, apenas intentamos
profundizar en ella —o, lo que es lo mismo, problematizarla—, otra serie de cuestiones aparecen
en nuestro horizonte de reflexión como problemas o interrogantes:
Mediante la actividad humana, el hombre se relaciona con “lo otro” que no es él. Ahora bien,
según las dimensiones de la realidad, esta actividad —que en adelante llamaremos práctica
social— se desarrolla en un doble plano: el de las relaciones de los hombres entre sí y de éstos
con la naturaleza exterior.
Digamos, como aproximación preliminar, que el hombre y la humanidad se hacen en esa
práctica social; en este sentido, constituye un aspecto esencial del hombre. Por ello aparecen dos
aspectos inseparables como expresión de la práctica social: las relaciones del hombre con la
naturaleza y las relaciones de los hombres entre sí. ¿Cómo se expresan estas relaciones? Existe
una forma fundamental: la actividad productiva por medio del trabajo, ya que las relaciones con la
naturaleza y con los hombres son fundamentalmente relaciones de producción. Y, como estas
relaciones a lo largo de la historia se han presentado bajo formas de cooperación y de conflicto,
ambas aparecen como otro modo de práctica social. Pero hay más: también la ciencia, el arte, la
ética y la moral son formas de práctica social. Los conocimientos científicos surgen de esa
práctica, aunque no sólo de la práctica: el hombre interroga la realidad desde un determinado
marco referencial, y da respuestas no ajenas a ese marco. Pero las respuestas, sin las pruebas de
verificación que da esa práctica, no pueden ser consideradas como tales. El arte, por su parte,
expresa un modo de actividad humana, de aprehensión estética de la realidad. Y, por último, la
48
ética y la moral, como estilo o modo de relacionarse entre los seres humanos, son también una
práctica que se origina en las condiciones de existencia dentro de determinados contextos
históricos y espaciales.
Tenemos, pues, que el hombre concreto es un ser en situación relacional con la realidad.
Ahora bien, ¿cuál es el modo de esa relación? La práctica social nos pone de relieve tres modos
de relación del hombre con la realidad:
• los modos de trabajar,
• los modos de conocer,
• los modos de ser.
El primero de ellos —el trabajo— es la actividad mediadora de las relaciones con la realidad, a
la vez que constituye el origen o génesis del conocer y del ser. Formulado de una manera más
rigurosa, diremos que las relaciones productivas —que no se reducen a lo económico sino a todas
las esferas de la actividad humana— son el vínculo fundamental de la persona con la naturaleza y
con los demás seres humanos.
Las personas nos relacionamos también con la realidad a través de los modos de conocer. De
este hecho se deriva una serie de consecuencias para todo lo referente al problema del
conocimiento y el método científico: ¿cómo conocemos? es el primer interrogante que surge de
esta relación. El conocimiento no se produce en un individuo aislado a modo de un átomo
independiente —tal ser no existe en la realidad— sino en un ser humano inserto en una trama
socio-natural. No se elaboran los conceptos y las teorías a partir o apoyados sólo en las ideas. Y
esto ocurre por una razón fundamental: los seres humanos pensamos a partir de nuestras
experiencias. Pero he aquí también la otra cara de la moneda: cuando interrogamos la realidad, lo
hacemos desde un determinado cuerpo de conocimientos, al menos con el que nos proporciona
nuestra cultura, entendida ésta en sentido antropológico.
El conocimiento no es ni una simple y exclusiva elucubración intelectual, ni un mero reflejo de
experiencias. Más aún: en la ciencia contemporánea muchos conocimientos se adquieren por
experiencia indirecta (por ejemplo, el peso de los isótopos a través del espectroscopio de masa: la
trayectoria que se produce no existe en la naturaleza).
Pero no basta con dilucidar las formas de la realidad ni con considerar al ser humano
implantado en esa realidad. Estos hechos nos enfrentan a otro problema: ¿cómo son las
relaciones del individuo con la realidad? La respuesta a esta cuestión condiciona toda la
problemática de la metodología de la investigación social.
Como la realidad no es constantemente igual a sí misma sino esencialmente dinámica —el ser
real es un permanente devenir—, las relaciones entre las personas y de éstas con la naturaleza se
dan en un proceso dinámico. El ser humano inserto en el tejido socio-natural es un ser en devenir,
en unidad dialéctica con la naturaleza y la sociedad también en devenir. Todo el problema de la
metodología de la investigación consistirá, fundamentalmente, en resolver el problema de cómo
captar el movimiento de las cosas cuya forma hecha no es más que una configuración transitoria.
Captar simultáneamente lo sincrónico y lo diacrónico, de toda realidad con la que nos
relacionamos, es exigencia ineludible de todo conocer.
En síntesis: la realidad es dinámica, cambiante; en consecuencia, el método para
49
“aprehender” esa realidad, la perspectiva desde la cual la estudiemos, ha de ser concordante con
ella. El enfoque dialéctico de los problemas no es, entonces, una opción a priori o simplemente
ideológica, sino una necesidad derivada de la naturaleza misma de las cosas. Pero la realidad es
también sistémica; el modo de abordarla ha de ser sistémico; y, como cada hecho, fenómeno o
acontecimiento se realiza en un determinado contexto, necesitamos también de un pensamiento
ecologizado.
3. La relación sujeto-objeto
Por último, y como derivados de los problemas de las relaciones de los seres humanos con la
realidad y las formas de hacerlo, se nos plantea el problema de la relación sujeto-objeto como dos
miembros o elementos de la relación cognoscitiva. La cuestión de la relación sujeto-objeto es un
problema básico de la teoría del conocimiento y decisivo en la formulación de las ciencias y las
tecnologías sociales. La relación entre estos dos miembros es el punto de partida de toda teoría
del conocimiento.
No hay pensamiento ni conocimiento sin la exterioridad de aquel que conoce. Sin embargo,
¿puede el sujeto ponerse frente a la realidad con total prescindencia de ella?, ¿el sujeto se
desenvuelve con total independencia del objeto?, ¿hay un dualismo entre el sujeto y el objeto?,
¿existe plena autonomía del sujeto frente al objeto?, ¿todo lo que no es sujeto se constituye en
objeto de conocimiento?, ¿el conocimiento tiene su centro de gravedad en el sujeto o en el objeto?
Éstas son algunas de las cuestiones que el debate actual trata de responder; sin embargo, a
efectos de este trabajo, podemos introducir sintéticamente el tema del siguiente modo.
Decíamos que el ser humano no escapa de la realidad por la especulación filosófica, religiosa,
mística o científica; en consecuencia, el sujeto está siempre implicado en esa realidad. En cuanto
sujeto, el hombre nace y se desarrolla en una matriz sociocultural, de ahí que la creatividad, la
producción del conocimiento y aun el trabajo científico son expresiones sociales o, si se quiere,
son un producto histórico, aunque realizado por un sujeto o un conjunto de sujetos (cuando se
realiza un trabajo de creación colectiva).
Sin embargo, el hecho de que el ser humano —el sujeto cognoscente— esté implicado en la
realidad no significa que la sociedad y la naturaleza se reflejen mecánicamente en el pensamiento
y que el pensamiento sea totalmente pasivo frente a la realidad. La persona humana, por sus
modos de trabajar, de conocer y de ser, es capaz de trascender las circunstancias, aunque éstas
siempre constituyen un condicionamiento.
Y aquí se nos plantea una nueva cuestión: si el sujeto está implicado en la realidad, ¿hasta
qué punto es posible conocer sin actuar?... Esta manera de comprender las relaciones del hombre
con la realidad (naturaleza y sociedad), y la mediación de los modos de conocer, nos lleva a un
nuevo nivel en nuestro análisis: la dicotomía del conocer y el actuar, de la teoría y la práctica, o
bien la dualidad sujeto-objeto parecen ser supuestos inadecuados para el abordaje de la realidad.
Por el contrario, el conocer y la ciencia se nos aparecen como insertos o como parte de las formas
y de las relaciones del individuo con la realidad. Sujeto-objeto no están solamente uno frente al
otro: se implican y se exigen mutuamente. Constituyen momentos dialécticos de un mismo
proceso.
Como resulta de este análisis, el problema del conocimiento está estrechamente ligado al
problema de la realidad o, para ser más precisos, de cómo nos relacionamos con esa realidad.
Aquí, a modo de conclusión del problema de las relaciones sujeto-objeto, resumiremos la cuestión
en dos proposiciones que, a lo largo de este capítulo, vamos a matizar y profundizar:
50
tiempo, pero a causa de una indiferenciación completa y no de unos intercambios entre
formas distintas.
Jean Piaget
Al leer o escuchar a los investigadores que han reflexionado acerca de la tarea que realizan,
es frecuente que expresen la idea de que “el asombrarse” y “el preguntar” son el inicio y la clave
del trabajo científico... Al introducimos en el tema del conocimiento, comenzaremos con algunas
preguntas para que el lector se inquiete y se interrogue acerca de la naturaleza del conocimiento
(en el anexo de este capítulo, el lector encontrará un listado de preguntas que nos propone Morin).
Como dice este autor, “la noción de conocimiento nos parece una y evidente. Pero, en el momento
en que se la interroga, estalla, se diversifica, se multiplica en nociones innumerables, planteando
cada una de ellas una nueva interrogación”.5
Comenzamos con algunas preguntas simples y básicas sobre este asunto: ¿qué es conocer?,
¿cuál es el origen del conocer?, ¿qué podemos conocer y cómo podemos asegurar la validez de lo
que conocemos?, ¿en qué medida las situaciones existenciales personales condicionan el
conocer?, ¿cómo influyen las condiciones sociales, culturales, políticas y económicas en la
producción del conocimiento?, ¿qué relación existe entre nuestro tipo de inteligencia y nuestro
estilo cognitivo?, ¿qué tipos de procesos configuran los eventos cognitivos?, ¿qué sabemos?,
¿cómo sabemos?, ¿cómo sabemos qué sabemos?, ¿cuáles son los saberes que nos permiten el
conocimiento del conocimiento?, ¿de qué depende el conocimiento? Una inmensa literatura ha
tratado de responder a estas preguntas. Nosotros nos limitaremos a contestar, brevemente,
algunas de estas cuestiones, sabiendo la insuficiencia de las respuestas (aunque lo intentemos
guiados por nuestro maestro Morin) y con las dudas que introduce en mi mente Roger Penrose al
momento de escribir estas líneas, con su libro Lo grande, lo pequeño y la mente humana,
especialmente cuando afirma: “quizá el conocimiento no puede ser explicado en términos
científicos” ...6 Al menos, habrá que intentarlo.
Al pensar acerca del conocimiento del conocimiento, la primera cuestión que aparece en ese
horizonte de reflexión, sin lugar a dudas, es preguntamos ¿qué es conocer?, ¿qué es el
conocimiento?... Si tenemos en cuenta la cantidad de conocimientos científicos producidos y
acumulados hasta finales de este segundo milenio —que es el momento en que escribo este
texto—, puede parecer extraño, inútil y trasnochado, preguntarse ¿es posible el conocimiento? Y si
a ello añadimos el hecho de que en estas últimas décadas se está produciendo un crecimiento
casi exponencial de los conocimientos científicos, la pregunta hasta puede parecer ridícula; más
todavía si a ello añadimos una pregunta clásica de la filosofía que Kant formuló con el interrogante
qué podemos conocer; todo esto puede parecer una retórica inútil. Nos preguntamos acerca de
las posibilidades del conocimiento, cuando tenemos un cúmulo impresionante de conocimientos
científicos, que hace cien años eran impensables y que, ahora, en los umbrales del siglo XXI, se
duplican cada 3-10 años, según el ámbito de diferentes ciencias y disciplinas.
Sin embargo, estas consideraciones no son retóricas, ni inútiles. “Tenemos una necesidad
vital de situar, reflexionar, de interrogar nuestro conocimiento, es decir, conocer las condiciones,
posibilidades y límites de sus aptitudes para alcanzar la verdad a la que tiende... La búsqueda de
la verdad va unida, a partir de este momento, a una investigación sobre la posibilidad de la verdad.
Lleva, por tanto, en sí la necesidad de interrogar la naturaleza del conocimiento para examinar su
validez... Vamos a intentar situar el combate por la verdad en el nudo estratégico del conocimiento
del conocimiento”.7 Sólo avanzando en esta línea (ir descubriendo lo que sea el conocer),
podemos ir superando las ilusiones y las patologías del saber... No es aquí en donde se va a tratar
esta cuestión. Personalmente, no tengo capacidad para avanzar en este tema, ni vocación de
epistemólogo. Me preocupa fundamentalmente la aplicación de los conocimientos para resolver
problemas. Pero esta aplicación de los saberes debe estar bien fundada, de ahí que “el conocer
acerca de lo que sea el conocer” me parece importante. Por otro lado, también tenemos en cuenta
los destinatarios de este libro (estudiantes y personas preocupadas por introducirse en el tema de
51
la investigación social). A ellos queremos decirles, simplemente, que el problema existe y que
queremos inquietarlos para que no caigan en superficialidades.
Si bien aquí formulamos cinco preguntas, éstas no agotan todos los interrogantes sobre el
conocimiento del conocimiento. Sólo queremos mostrar diferentes dimensiones de la problemática
del conocer: ontológica, gnoseológica, epistemológica, metodológica y psicobiológica.
• ¿Qué es lo que puede ser conocido? Ésta es una cuestión de carácter ontológico, que
condiciona las respuestas a las cuestiones subsiguientes, pues responde a la pregunta
¿cuál es la naturaleza de la realidad que es objeto de conocimiento? En nuestro caso,
¿qué clase de realidad es la realidad social?
• ¿Cuál es la relación entre el sujeto que conoce y el objeto por conocer? Ésta es la
pregunta gnoseológica. Hace referencia a la relación que existe entre el sujeto y el objeto,
y a los problemas que se derivan de esa relación, como son las posibilidades de
conocimiento, el tipo de relación que se da entre la realidad y el pensamiento, etc.
• ¿Cuál es la relación del sujeto cognoscente con el objeto por conocer, cuando se
realiza una investigación científica? A esta pregunta responde la epistemología, que es
la disciplina que trata los problemas del conocimiento científico y su validación. ¿Cómo
adquirimos conocimientos?, ¿en qué medida el conocimiento es seguro?, ¿en qué se funda
la validez del conocimiento científico?, ¿cómo sabemos lo que creemos saber? Aquí la
relación es entre un sujeto/observador/conceptuador y un objeto/observado/ conceptuado.
• ¿Cómo conocer?, o ¿cómo podemos conocer lo que queremos conocer? Ésta es una
pregunta de carácter metodológico; se trata de una cuestión que depende de la respuesta
que se ha dado a las anteriores cuestiones. Si un método expresa una estrategia cognitiva
para el conocimiento de la realidad —fundado en una concepción epistemológica—, la
concepción que se tenga de la realidad y de las relaciones entre el sujeto cognoscente y el
objeto por conocer es determinante del método, si se lo concibe tanto como estrategia
cognitiva cuanto como estrategia de acción.
• ¿Cuál es el origen del conocimiento?, o bien, ¿cómo se produce el conocimiento en el
sujeto que conoce? La cuestión del origen del conocimiento tiene sobre todo un sentido
psicológico enraizado en lo biológico. ¿Es el pensamiento o la experiencia —o ambas
combinaciones-— la fuente y la base del conocimiento humano?, ¿cuál es el factor
determinante en el conocimiento humano? ¿En dónde está el centro de gravedad, en el
sujeto que conoce o en el objeto conocido o conocible?
5. Las formas del conocer, como saber cotidiano y como saber científico
Todos los seres humanos poseen mayores o menores conocimientos según su grado y modo
de participación en la totalidad de la cultura. En todos los hombres existen saberes, pero por las
formas o tipos de conocimientos pueden discernirse dos modos principales:
• el saber cotidiano,
• el saber científico.
Se sabe, pues, de manera natural por el solo hecho de vivir, y se sabe científicamente cuando
existe disposición para conocer con arreglo a ciertos procedimientos.
Saber cotidiano
52
Es el saber o conocimiento que se adquiere con la experiencia cotidiana. Se trata de
conocimientos inconexos entre sí, a veces superficiales, constituidos por una yuxtaposición de
casos y hechos. Es el modo común, comente y espontáneo de conocer “que se adquiere en el
trato directo con los hombres y con las cosas, es ese saber que llena nuestra vida diaria y que se
posee sin haberlo buscado o estudiado, sin aplicar un método y sin haber reflexionado sobre
algo”.8
Su contenido es “la suma de todos nuestros conocimientos sobre la realidad que utilizamos de
un modo efectivo en la vida cotidiana y del modo más heterogéneo” (como guía para las acciones,
como tema de conversaciones, etc.). Existe —añade Heller en otra parte de su ensayo— un
“determinado mínimo de saber cotidiano”. ¿Cuál es ese mínimo? Pues, la “suma de los
conocimientos que todo sujeto debe interiorizar para poder existir y moverse en su ambiente...
Según las épocas y los estratos sociales, cambia el contenido y extensión del saber cotidiano”.9
Este saber cotidiano se caracteriza por ser superficial, no sistemático y acrítico.
Cuando decimos que es superficial no es en el sentido de frívolo, insustancial o ligero, sino de
que se conforma con lo aparente, con lo que comprueba en el simple pasar junto a las cosas. Se
expresa en frases como “porque me lo dijeron”, “porque lo vi”, “porque lo leí”, “porque todo el
mundo lo dice”; para este tipo de conocimiento, el criterio de evidencia inmediata es suficiente.
Otra característica que se le atribuye al saber de la vida cotidiana es la de no ser
sistemático, tanto en la forma de adquirirlo y vincularlo como en el modo de establecer cánones
de validación. Se limita a percibir lo inmediato a través de experiencias, vivencias, estados de
ánimo y emociones de la vida diaria, permaneciendo a nivel de certeza sensorial. El mismo sujeto
organiza las experiencias y conocimientos de un modo no sistemático.
Decíamos que también es a-crítico, puesto que, apoyado únicamente en la evidencia
inmediata, sólo percibe la epidermis de la realidad. Los conocimientos del saber vulgar pueden ser
verdaderos o no, lo cierto es que la pretensión de serlo no se plantea de una manera crítica o
reflexiva. Como ya se dijo, es un conocimiento que está a nivel de certeza sensorial, o sea, un
saber que puede decir acerca de lo que pasa, pero no por qué pasa lo que pasa.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que en nuestra época el saber cotidiano está
penetrado por el saber científico. Se trata de algo reciente que se ha verificado paralelamente con
la difusión de los medios de comunicación de masas. “El saber cotidiano acoge (o puede suceder
que acoja), ciertas adquisiciones científicas, pero no el saber científico como tal. Cuando un
conocimiento científico cala en el pensamiento cotidiano, el saber cotidiano lo asimila
englobándolo en su propia estructura.” Estos saberes científicos están implicados “en el
pragmatismo del pensamiento cotidiano... hay informaciones y conocimientos científicos que
forman parte de la cultura”.10
La ciencia crece a partir del conocimiento común y le rebasa con su crecimiento: de hecho, la
investigación científica empieza en el lugar mismo en que la experiencia y el conocimiento
ordinarios dejan de resolver problemas o hasta de plantearlos.
Mario Bunge
Saber científico
En su práctica social, el hombre se enfrenta con una serie de problemas que no puede
resolver con los conocimientos corrientes ni por sentido común.
Por otro lado, para el hombre que “naturalmente desea saber”, como decía Aristóteles, no le
basta la captación de lo externo, ni el sentido común, puesto que existen fenómenos que no se
captan en el solo nivel perceptivo. Es preciso superar la inmediatez de la certeza sensorial del
conocimiento vulgar y espontáneo de la vida cotidiana; hay que ir más allá del conocimiento
ordinario. Este salto —que no supone una discontinuidad radical en lo que hace a la naturaleza,
pero sí en cuanto al método— conduce al conocimiento científico. Como lo explicó Einstein hace
medio siglo, “toda ciencia no es nada más que un refinamiento del pensamiento cotidiano”. 11
Entre un tipo de saber y otro, hay una separación que no es cualitativa sino de grado; lo
53
diferenciador no está dado por la naturaleza del objeto de estudio, sino por la forma o
procedimiento de adquisición del conocimiento. Entre uno y otro tipo de conocimiento, no hay una
“ruptura” radical en lo que hace al contenido, tema, sustancia o verdad. Sin embargo, hemos de
advertir que esta afirmación sólo es válida para el campo de las ciencias humanas (al menos, en
su estado actual de desarrollo). En las ciencias físicas y químicas, existe una “ruptura” entre el
conocimiento vulgar y el conocimiento científico; lo mismo ocurre en el campo de la biología, de la
astrofísica y la cosmología.
Volviendo al ámbito de las ciencias sociales, diremos que el corte o diferencia radical reside
fundamentalmente en que el saber científico se obtiene mediante procedimientos metódicos con
pretensión de validez, utilizando la reflexión sistemática, los razonamientos lógicos, y
respondiendo a una búsqueda intencionada. Para esta búsqueda, se delimita el problema que se
estudia, se diseña la investigación, se prevén medios e instrumentos de indagación, y se procede
a un análisis e interpretación de todo lo estudiado. En suma: el conocimiento científico es el
resultado de una tarea de investigación que se vale del método científico.
Ni la veracidad ni la naturaleza del objeto conocido son notas esenciales que distinguen uno y
otro conocimiento; lo que las diferencia es la forma de su adquisición, el modo y los instrumentos
del conocer. Saber, por ejemplo, que el río Paraná se ha desbordado no constituye un
conocimiento científico, aunque sí puede ser un conocimiento verdadero y comprobable. Afirmar,
pues, que la ciencia es el único camino de acceso al conocimiento y a la verdad no es más que
una expresión del fetichismo cientificista. Por otra parte, un mismo objeto —una montaña, un
cultivo, una determinada comunidad o las relaciones entre padres e hijos— puede ser motivo de
observación tanto de un científico como de un “hombre de la calle”.
El conocimiento científico no guarda una diferencia tajante o absoluta con el conocimiento de
la vida cotidiana y su objeto o sustancia; como ya hemos mencionado, puede ser el mismo. En los
saberes que se adquieren en la vida, por el solo hecho de vivir, hay conocimientos que están en la
frontera misma del saber científico.11 El conocer científico (a diferencia del conocimiento de la vida
cotidiana, compuesto de saberes yuxtapuestos) pretende relacionar de manera sistemática todos
los conocimientos adquiridos acerca de un determinado ámbito de la realidad.
Saber-doxa y saber-episteme
Esta distinción entre el saber-doxa y el saber-episteme nos parece más fundamental que la
distinción ya tradicional entre el conocimiento vulgar y el conocimiento científico. El antecedente
más lejano lo encontramos en Platón, pero hoy esta distinción ha sido retomada por una de las
más profundas pensadoras contemporáneas, Agnes Heller.
Según Platón, la doxa u opinión es apariencial y se contrapone a la ciencia y el saber
verdadero. La recta opinión es el sentido común, pero no un saber cierto. Para Heller, la “doxa no
puede ser separada de la acción práctica, en ella está única y exclusivamente su verdad. Pero no
en la praxis como totalidad, y ni siquiera en un conjunto relativamente grande de acciones, su
verdad, por el contrario, se muestra cada vez en tipos particulares de acciones concretas
conseguidas”.
Por el contrario, la episteme “no constituye nunca un saber relativo a una sola cosa, sino que
es un saber sobre una cosa en relación con otras cosas (conjuntos). Esta actitud no es práctica,
sino teorética. Conocer un fenómeno en el plano de la episteme no significa simplemente poder
reaccionar ante él (o bien saberlo producir), sino conocer la conexión que lo liga a otros
fenómenos, captar el puesto que ocupa en el sistema de otros fenómenos...”.
Mientras la doxa, como el saber cotidiano, es indemostrable e irrefutable en sus datos y
preceptos, la episteme —como saber de la ciencia— posee un “doble sistema de referencia. Por
un lado (sus verdades) deben ser válidas en la realidad (praxis) y por otro lado deben ser situables
dentro de un determinado sistema cognoscitivo”.12
54
A partir de Morin,13 vamos a presentar cuatro grandes cuestiones que nos pueden
proporcionar una visión del conjunto de la problemática del conocimiento:
En el estado actual acerca del conocimiento del conocimiento, hay dos aspectos que nos
introducen en el corazón mismo de su complejidad:
55
c) Los saberes separados acerca del conocimiento del conocimiento
Es mucho lo que se ha avanzado en las diferentes disciplinas acerca del conocimiento. Sin
embargo, lo que ha acontecido es que se han producido desarrollos paralelos: en gran medida,
cada especialista ignora a los otros. En algunos casos, se enfatiza lo que se conoce o se ha
investigado desde la propia disciplina; y, desde un porciúnculo del saber sobre el conocimiento, se
lo quiere explicar en su totalidad. Aquí también Morin nos aporta una visión global de saberes —
parcelados y separados, que nos permite tener información acerca del desafío, aún pendiente, de
unir estos saberes dispersos.
56
El conocimiento depende de:
• condiciones físico-bio-antropo-socio-culturo-
históricas de producción
• condiciones sistémico-lingüístico-paradigmáticas de
organización
Como ya lo hemos indicado, si el tema central de este libro es acerca del pensar científico, de
manera indisociable de esta cuestión nos encontramos con el problema del conocimiento. ¿Qué
es conocer? Acerca de este problema, hay una pluralidad de respuestas. Lo que aquí presentamos
en dos grandes apartados o tendencias es una simplificación. Habida cuenta de los propósitos de
este libro, hemos considerado necesario sacrificar una información más exhaustiva y matizada,
con el fin de mejor cumplir los objetivos didácticos.
Las respuestas epistemológicas que podríamos llamar clásicas, en el último siglo, podríamos
resumirlas en las siguientes:
57
proyecta en la mente del sujeto cognoscente. La segunda sostiene que lo que se conoce es una
organización cognitiva de datos, hechos, fenómenos y procesos en cuanto el sujeto participa
activamente en la construcción del conocimiento... A estas dos perspectivas epistemológicas nos
vamos a referir muy brevemente; un análisis en profundidad exigiría presentar un abanico más
amplio y matizado de las respuestas al problema del conocimiento. Por otra parte, tendríamos que
incluir las nuevas corrientes o propuestas epistemológicas: Popper, Lakatos, Kuhn, Feyerabend,
Bunge, Maturana, Morin, etc.
58
leña al fuego. Este principio afirma que la experimentación en sí misma determina el estado
observado del fenómeno que está siendo estudiado, y que la decisión de llevar a cabo un
experimento de una cierta manera, hace que ciertas observaciones sean posibles, e
inevitablemente hace que algunas otras sean imposibles.”14
Desde los años treinta, con diferentes grados de profundidad y con diversas velocidades de
cambio según las disciplinas, la crisis de la visión mecanicista de la realidad (concepción estática
de la naturaleza funcionando como un mecanismo de relojería eterno e increado que el científico
puede conocer) es reemplazada por una imagen evolutiva, de un universo desbocado en el que
no todo puede predecirse. El modelo determinista, fundado en el positivismo, el empirismo y el
positivismo lógico, es reemplazado por un modelo probabilístico. Esto produce una metamorfosis
de la ciencia, a la que ya no se considera capaz de concebir la realidad rígidamente prescriptiva en
la que existen leyes y orden. En la física, se producen cambios —expresados en el principio de
indeterminación de Heisenberg— conforme con los cuales el físico debe verse a sí mismo como
sujeto cognoscente. Lo objetivo (o lo así llamado) depende de factores subjetivos. Es, pues, un
sujeto, el que determina qué es lo objetivo. No es posible una diferenciación neta entre el sujeto y
el objeto. La objetividad científica, enraizada en la lógica misma de la representación científica,
pierde vigencia. El sujeto observador, como soporte de las construcciones científicas, es la
perspectiva fundamental desde donde se desarrolla la nueva epistemología.
Constructivismo
59
tal como la ve el sujeto, es obra del mismo sujeto (constructivismo ontológico). Cada persona, en
cuanto sujeto cognoscente, sea o no un científico, al observar la realidad y decir algo sobre ella,
expresa una construcción de su espíritu. Un constructivista como Paul Watzlawich afirma que “toda
realidad es, en el sentido más directo, la construcción de quienes creen que descubren e
investigan la realidad. En otras palabras, la realidad supuestamente hallada es una realidad
inventada y su inventor no tiene conciencia del acto de su invención, sino que cree que esa
realidad es algo independiente de él y que puede ser descubierta”.16 El mundo no es real, para los
constructivistas, sino en cuanto dado a un sujeto; lo que conocemos del mundo (utilizo aquí el
término como equivalente a realidad) no es el mundo, la realidad en sí misma, sino la construcción
subjetiva que hace el sujeto cognoscente que ordena y clasifica el totum revolutum que es la
misma realidad, designándola con formas de expresión propias del lenguaje científico y del
lenguaje corriente.
No cabe duda, como afirman los constructivistas (y los no constructivistas), de que el sujeto
cognoscente es quien construye los conceptos, categorías, modelos, hipótesis, teorías. Todos
estamos de acuerdo en esto. Para los positivistas y los neopositivistas, parece que esto no tenía
mucha relevancia. Pero los constructivistas afirman, también, que los hechos son construcciones
humanas y que la misma realidad social (o lo que llamamos así) es construida por el observador.
Esto es altamente discutible, formulado de una manera tajante y sin matices. No es extraño,
entonces, que los constructivistas que llevan el subjetivismo del conocer hasta sus últimas
consecuencias no realicen ni investigaciones empíricas, ni elaboraciones teóricas. Están en la
meta-teoría. En sus manifestaciones patológicas, el subjetivismo constructivista puede llegar a ser
una forma de fantasía narcisista. De ninguna manera afirmamos que ésta sea la posición de todos
los que se denominan constructivistas, ni que el constructivismo no haya aportado nada a la teoría
del conocimiento. Hemos querido señalar ciertas posturas extremas que nos parecen infecundas y
sin fundamentos.
Para resumir las consideraciones de este parágrafo, hemos de señalar que dos peligros
opuestos amenazan a estas respuestas epistemológicas clásicas: reducir los procesos cognitivos a
un mero reflejo de la realidad o considerarlos una construcción fantasiosa y delirante de lo que el
sujeto cognoscente considera que es la realidad.
Al explicitar mi toma de posición, no lo hago para presentar una postura original, ni mucho
menos. Sería pretencioso, pues no soy epistemólogo y no quiero caer en aquello que he criticado
en otros libros: autores que, sin formación filosófica ni científica, escriben sobre epistemología...
Aquí sólo quiero compartir un punto de vista y estar en mejores condiciones de comunicarme con
los lectores de este libro.
Parto del supuesto de que el conocimiento humano es posible. Esto lo dan por sentado tanto
el hombre común como el filósofo y el científico. Si el conocimiento no fuera posible, todo sería un
espejismo, puro sueño o ilusión... El conocimiento es posible, pero lo que captamos o creemos
captar, ¿es lo real o su apariencia?, ¿es reflejo de las cosas o construcción del espíritu? La
realidad que supuestamente conocemos, ¿es hallada y conocida o construida e inventada? O ¿en
qué medida es hallada y construida?... Estas son cuestiones a las que han respondido —cada una
a su manera— las dos posturas epistemológicas antes aludidas.
Nuestro punto de vista —que podríamos denominar realismo crítico, ratio-vitalista— integra
aspectos de ambas posturas, considerando que, en lo más profundo —como dice Morin—, “el
problema del conocimiento se encuentra en el corazón del problema de la vida”; y, haciendo
referencia a Piaget, recuerda que éste “tuvo el sentimiento profundo de que las condiciones del
conocimiento, incluidos los datos a priori y las categorías, tienen como fuente los principios
fundamentales de la organización viviente”.17 El conocimiento tiene un enraizamiento vital y no
podemos disociarlo ni de la vida humana, ni de las relaciones sociales. En los últimos años,
Maturana hizo un desarrollo amplísimo de esta idea.
Partimos del supuesto de que existe un mundo objetivo, independiente del sujeto, pero esa
60
realidad del mundo objetivo debe ser captada y aprehendida por alguien, un sujeto cognoscente
que percibe a través de mediaciones (teorías, conceptos, categorías, modelos, etc.) y a través de
predisposiciones (elementos que están subyaciendo en nuestro modo de pensar y de hacer, y de
los cuales no siempre somos conscientes, como son los paradigmas, las cosmovisiones, etc.).
Decimos que existe una realidad independiente del sujeto cognoscente, pero el conocimiento que
tiene el sujeto está enraizado vitalmente en la constitución física, biológica, psicológica y
neurológica del ser humano que conoce. Este lee la realidad (la observa y la conceptúa), a través
de las mediaciones a las que hemos hecho referencia. No hay una simple relación sujeto-objeto, lo
que significa que no hay una lectura directa de los hechos, ni de los fenómenos, ni de los
procesos, ni de la experiencia. Hay, pues:
un sujeto/observador/conceptuador y
un objeto/observado/conceptuado.
Nadie recibe datos de la realidad como si fuese una tabula rasa-, la mente humana no se
comporta como un receptor pasivo o mero almacén de datos y de información. Lo que recibe, lo
recibe desde una estructura mental y lo integra en un sistema de ideas en el que inserta todo lo
nuevo conocido. Existe una realidad objetiva, pero el sujeto cognoscente observa y conceptúa la
realidad; construye el conocimiento acerca de ella. Consecuentemente, el conocimiento que se
tiene de la realidad depende de cómo la concebimos. Lo que se recibe se integra a un sistema
organizado y en una estructura mental preexistente. Por eso, cuando interrogamos acerca de
cómo conocemos y en qué medida ese conocimiento es seguro, concluimos que ni la verificación
empírica ni la verificación lógica (la coherencia interna en el modo de razonar) son suficientes para
conocer la verdad de nuestro conocer.
A modo de síntesis acerca de nuestro punto de vista, hemos de decir:
• Existe una realidad objetiva y las cosas de esa realidad tienen existencia
independientemente del conocimiento que podemos tener de ellas; esta forma de realismo
ontológico se expresa también en lo gnoseológico.
• Pero, cuando conocemos esa realidad, estamos condicionados por nuestra constitución
física, biológica, psicológica y neurológica. Todo cuanto podamos decir acerca de la
realidad está dicho desde un sujeto que observa, comprueba y conceptúa. La fuente de
conocimiento no consiste simplemente en la percepción que se tiene de la realidad sino en
el proceso de construcción y asimilación activa de esa realidad. El sujeto cognoscente,
además, está inserto, forma parte de una determinada realidad sociocultural y pertenece a
una determinada época histórica.
A este cruzamiento entre realidad y construcción de la realidad desde el sujeto cognoscente
es a lo que hemos llamado realismo crítico. Y, al enraizar el conocimiento en lo biológico, y en la
vida toda del que conoce, lo llamamos también ratio-vitalista. Nuestra toma de posición acerca
del conocimiento la vemos preanunciada en lo que Kant decía en la Crítica de la razón pura: “Todo
nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia.”
O dicho en lenguaje piagetiano: tanto el sujeto que construye como el objeto que es asimilado se
constituyen en protagonistas de una epistemología, cuyas condiciones funcionales provienen de la
naturaleza biológica de la inteligencia.
Ahondando en estas ideas, hemos de decir que “nunca la experiencia de la realidad es
evidencia de la realidad”. Esta es leída por un sujeto que:
• tiene una determinada lengua con la que piensa, se expresa y designa (conceptúa) la
realidad (eventualmente, podría hacerlo con más de una lengua); la lengua materna es el
primer instrumento de construcción del mundo social;
• pertenece a una determinada cultura, es decir, tiene una herencia social que le
proporciona un determinado modo de ser, de pensar y de actuar;
61
• tiene un sistema de ideas organizado, desde el que conoce y desde el cual integra lo que
conoce, interrogando, conceptuando, traduciendo e interpretando la realidad;
• dispone de un conjunto de instrumentos intelectuales que constituyen formas de
aproximación a la realidad; en un científico se trata de conocimientos de lógica inductiva y
de manejo del método científico y un conjunto de instrumentos operativos que son
expresados en procedimientos para el abordaje y estudio de la realidad.
Si bien la realidad existe independientemente de nosotros, cuando hablamos de algún aspecto
de la realidad lo que hacemos es expresar nuestra idea de ese aspecto de la misma.
Habida cuenta de que este libro tiene como finalidad presentar —de una manera didáctica y
fácil de entender— algunas cuestiones básicas sobre el pensar científico y el desarrollo de la
actitud científica, me ha parecido útil dedicar unas reflexiones para llamar la atención sobre los
condicionamientos de la producción del conocimiento.
De ordinario, no somos conscientes —aun estando entrenados para el trabajo científico— de
todas las cosas que tomamos como ya dadas, cuando queremos estudiar algún aspecto de la
realidad. Todos nos manejamos cotidianamente con “lo que está a mano”, con muchas cosas que
“hacemos porque se hacen”. En ese “nivel óntico”, como diría Heidegger, se configuran maneras
de pensar, de ser y de actuar de las cuales somos muy poco conscientes, pero ellas constituyen
unas gafas a través de las cuales leemos la realidad.
Estamos condicionados en nuestra lectura de la realidad y, consecuentemente, en nuestra
producción de conocimientos. Muy pocos son los que hoy todavía sostienen que el conocimiento
es algo existente en sí mismo, que puede desarrollarse a partir de las ideas que surgen en la
mente del científico, escindido de sus condiciones de existencia. No es posible un pensamiento
científico desvinculado de los objetos y fenómenos del mundo material; sólo en el contacto con la
realidad concreta son posibles la producción y la fecundidad intelectual. Pero en esa realidad
concreta está inserto e implicado el mismo sujeto que conoce; la producción del conocimiento está
condicionada por la situación de quién o quiénes lo producen.
Ahora bien, esta premisa epistemológica no es un a priori arbitrario; tiene una base real que se
deriva de un hecho al que aludiremos en diferentes pasajes de este libro, a saber: que el sujeto del
conocer está implicado en la realidad y de ella no puede separarse ni por la especulación
científica, ni por la especulación filosófica, pero puede trascenderla y tomar distancia. El
hombre/científico que se constituye en la historia, en la praxis y en la reflexión, está inmerso en
una realidad de cuya totalidad forma parte también como sujeto cognoscente
(observador/conceptuador/interrogador/receptor). La persona que piensa, contiene en una unidad
dialéctica lo objetivo y lo subjetivo.
Según esta premisa, las formas de conocimiento están ligadas a las formas del ser social, lo
que equivale a afirmar que el sujeto que conoce no se separa de su existencia objetiva y ello
condiciona la producción de conocimientos. A partir de esta posición epistemológica adoptada, se
derivan dos conclusiones principales:
Nuestra tesis no va más allá de la afirmación precedente. De ningún modo sostenemos que el
pensamiento sea un “reflejo” de los objetos y fenómenos de la realidad material y espiritual en la
mente del hombre. Si esto fuera así, el pensamiento sería puramente pasivo, un simple
epifenómeno de la realidad social, incapaz de actuar transformadoramente sobre ella. En este
caso, las ciencias físico-naturales y las ciencias sociales serían furgón de cola de la realidad, pero
nunca germen de nuevas realidades. La historia de la ciencia nos revela de manera más que
62
suficiente que no es así: el conocimiento científico es mucho más que el reflejo de las cosas. Para
que pueda considerarse como tal, debe formar parte de un sistema o cuerpo de conocimiento;
depende, y forma parte, de una organización teórica que no está en la realidad material.
Sin embargo, ciertos resabios de la tesis epistemológica del “pensamiento como reflejo de la
realidad” han conducido a una visión mecanicista de las relaciones entre la realidad (naturaleza y
sociedad) y la producción del conocimiento. Según esta tesis, los conocimientos quedan reducidos
a ser simples reflejos mecánicos o fotográficos de la realidad en la mente del hombre. Tal
concepción, con frecuencia ligada a lo que se ha llamado el “manualismo marxista”, hoy está
totalmente desechada... Aunque eso no significa que el “manualismo” haya desaparecido.
Retomamos nuestro discurso: la realidad es la base y el punto de partida de las ideas; el
conocimiento es producto de condiciones históricas; el objeto influye sobre el sujeto, éste asimila y
se modifica con esta influencia, pero a su vez también actúa sobre el objeto. “El objeto y el sujeto
se mezclan y se transforman mutuamente en el acto del conocimiento”,18 como decía Teilhard de
Chardin. El sujeto, como espíritu que piensa, se integra en lo observado y conceptuado. El objeto
se da a un sujeto que observa y conceptúa.
Éstos son puntos de coincidencia para toda una amplia corriente del pensamiento
contemporáneo. Las diferencias aparecen cuando damos un paso más y nos planteamos de
manera más específica la articulación de la producción del conocimiento con la realidad antropo-
social que la condiciona, o bien en la correlación entre el proceso social y el proceso mismo de las
ciencias.
Según nuestro modo de ver el problema en este momento, podríamos resumir nuestro
pensamiento en lo siguiente: el enraizamiento del sujeto en las condiciones de su sociedad y el
carácter histórico de la producción científica nos revelan un cuádruple condicionamiento del
conocimiento en cuanto producto cultural:
Ahora bien, si la actitud científica nos impulsa a realizar un esfuerzo para introducir
racionalidad al conjunto de la experiencia humana, también tenemos que hacer ese esfuerzo para
explicar, tanto cuanto sea posible, los supuestos y condicionamientos de nuestra manera de
pensar. Ésta es la tarea que ahora vamos a intentar.
Cuando hablamos de los condicionamientos de la situación contextual, hacemos
referencia a las circunstancias históricas, sociales, económicas, culturales y políticas en las que
aparece y se desarrolla ese conocimiento: las relaciones existentes entre los hombres que se dan
en un contexto determinado y los problemas que afrontan, establecen y condicionan una
determinada y peculiar manera de leer la realidad. Todo investigador —como cualquier otra
persona— es parte integrante de una sociedad, configurada por cuatro subsistemas, social,
político, cultural y económico, que inciden en el modo de pensar y de actuar de los individuos. Por
notable que sea un científico, su pensamiento se desarrolla en una situación contextual, acotada
en un tiempo y en un espacio determinado.
También hablamos del marco referencial apriorístico como condicionamiento del modo de
producir el conocimiento. ¿Qué es un marco referencial apriorístico? Entendemos por tal las
opciones científicas e ideológicas desde las cuales se aborda la lectura de la realidad.
Nunca leemos/observamos la realidad desde una tabula rasa, lo hacemos desde un sujeto
que interroga y, cuando interroga la realidad, lo hace desde categorías, significaciones, creencias,
etc., que pueden ser muy elementales (simples prejuicios, sistema de valores, pautas culturales,
etc.), o muy elaboradas: teorías científicas que constituyen el modelo referencial usado para
interpretar la realidad o ideologías que constituyen una cosmovisión configurada por una
concepción de lo que es el hombre, la sociedad, la historia, el cosmos, y el alfa y omega como
63
principio explicativo de esta realidad en cuanto a su principio y fin.
Cuando hacemos referencia a los supuestos metateóricos, aludimos a cinco cuestiones
fundamentales que subyacen e imponen orientaciones al conocer, a las formulaciones
metodológicas y a la misma elaboración teórica: ontológicas, gnoseológicas, lógicas,
epistemológicas y paradigmáticas. Se trata de cuestiones diferentes que no forman parte del
cuerpo teórico de la ciencia, pero que lo condicionan en sus problemas, creencias y postulados
subyacentes que, de manera casi siempre implícita, comparten los científicos sobre la base de
razones no siempre reflexionadas.
Antes de entrar a considerar cada una de estas cuestiones, advertimos que en el uso de estos
términos no existe pleno acuerdo aún entre los epistemólogos. Así, por ejemplo, como explica
Lalande en su Dictionnaire philosophique, la palabra “epistemología” en francés designa lo que en
inglés llaman “teoría del conocimiento” o gnoseología; pero esta distinción no es usual en italiano.
Para Bunge, epistemología y filosofía de la ciencia, en cuanto “rama de la filosofía que estudia la
investigación científica y su producto el conocimiento”,19 son la misma cosa. Para Morin,20 la
relación entre la epistemología y las ciencias cognitivas es extraña. Para las ciencias cognitivas, la
epistemología es una de las ciencias que ellas abarcan; para la epistemología, las ciencias
cognitivas son algunas de las ciencias que ella examina. Morin, por su parte, establece una
relación recursiva entre esos dos puntos de vista... Toda esta breve referencia nos pone de relieve
la existencia de desacuerdos en cuanto al uso de esta terminología. Esto supone que todo cuanto
vamos a decir queda abierto a una discusión más amplia.
Entrando en el tema, mencionamos en primer lugar las cuestiones ontológicas, sin que ello
signifique que sean prioritarias o más importantes. Estas cuestiones hacen referencia a la
naturaleza del objeto que se estudia. En nuestro caso, se trata del objeto social, o sea, se procura
responder a la cuestión de qué clase de realidad es la realidad social. La respuesta a esta
pregunta condiciona la forma de abordaje de esa realidad. Como ya lo indicamos, “si un método
es, en efecto, un modo de acercarse a la realidad, la concepción de la realidad será determinante
para el método”. Y esto es lo que hace el mismo Durkheim en su libro Las reglas del método
sociológico. Antes de indagar el método que conviene para el estudio de los hechos sociales,
establece qué clase de realidad es un hecho social, o sea, la naturaleza y especificidad del ámbito
de aplicación de los métodos y de las técnicas. La pregunta y la respuesta ¿qué es conocer? ha
estado ligada a la pregunta y respuesta ¿qué es la realidad?
Hoy, las preocupaciones ontológicas han perdido importancia: el papel fundamental y
estratégico en la definición de los objetos, y en el modo de relacionamos con ellos, viene dado por
la problemática del conocimiento. Se ha dado, pues, lo que podría llamarse un pasaje de las
preocupaciones ontológicas a las preocupaciones gnoseológicas o de teoría del conocimiento. De
ahí la importancia que han adquirido la filosofía de la ciencia y la epistemología que, como ya se
advirtió, para algunos son lo mismo y para otros son disciplinas diferentes. Hay, pues, cuestiones
condicionantes del método que son de carácter gnoseológico o de teoría del conocimiento. El
problema central, desde este punto de vista, es el de estudiar la relación entre el
sujeto/observador/conceptuador y el objeto/observado/conceptuado, en el acto mismo de conocer.
También trata de fundamentar aquello que permite decidir cuándo es posible aceptar una
proposición —o enunciado— como presumiblemente válido o, si se quiere, establecer cuándo un
conocimiento está bien fundado. El componente gnoseológico analiza el problema del
conocimiento en general, mientras que el componente epistemológico hace referencia al
conocimiento científico en particular.
En cuanto a las cuestiones epistemológicas o de filosofía de la ciencia, éstas tratan de
establecer las posibilidades del conocimiento científico, su modo de producción, sus formas de
validación y sus límites. Se establece cómo y cuándo puede generalizarse un conocimiento
científico, y cómo se formalizan y articulan un conjunto de conocimientos para articular una teoría.
Se analiza la estructura formal de las ciencias, el estudio crítico de los principios, conceptos y
categorías, y los resultados de la ciencia, de cara a determinar su consistencia lógica, su valor, su
64
alcance y significado/1) Me parece oportuno transcribir en este contexto lo que entienden por
epistemología Klimovsky y Bunge; si bien sus perspectivas y formulaciones no son coincidentes,
se trata de los dos epistemólogos más importantes que ha tenido Argentina. Para el primero de
estos autores, el término se refiere “exclusivamente a los problemas del conocimiento científico,
tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a su obtención, y
los criterios con los cuales se los justifica o invalida. La epistemología sería, entonces, el estudio
de las condiciones de producción y validación del conocimiento científico”.21 Para Bunge, “la
epistemología, o filosofía de la ciencia, es la rama de la filosofía que estudia la investigación
científica y su producto, el conocimiento científico”.22 Uno y otro relacionan la epistemología con el
conocimiento científico. De modo general, para completar estas consideraciones, hemos de decir
que el tratamiento o cuestión epistemológica depende básicamente de cómo se ha respondido a la
cuestión ontológica.
Por otra parte, toda metodología tiene exigencias de carácter lógico que hacen referencia a
los criterios que especifican las leyes y formas de pensar, y sirven de base común para todo saber
humano. Se trata, también, de las reglas del conocimiento correcto, esto es, del proceso del
pensar armonioso y coherente que indica los caminos o procedimientos del espíritu humano que,
desde un punto de vista general, se siguen en el método científico.
Se trata de fundamentar la selección de variables o caracteres considerados pertinentes o
esenciales; la descomposición/análisis de las partes constitutivas y la composición/síntesis de las
partes que en el análisis han sido descompuestas. Comporta, asimismo, la consideración de las
formas correctas de deducción e inducción. Es la lógica formal que se ocupa de la forma y no de
los contenidos del conocimiento, proporcionando las reglas de ordenación de los nexos a través de
los cuales, si se parte de premisas verdaderas, se puede tener seguridad acerca de una
conclusión. Además de estas cuestiones de lógica formal —que en el fondo es un procedimiento
de demostración y deducción—, la lógica simbólica (o lógica matemática) ha formalizado los
problemas clásicos de la lógica formal, valiéndose tanto de métodos de exposición simbólicos y de
la formalización de las operaciones lógicas, como de sus contenidos.
Tenemos, por último, el paradigma o matriz disciplinaria, constituida esencialmente por las
creencias compartidas por una comunidad científica. Se trata de un supuesto metateórico o factor
supracognitivo (compartido y no cuestionado en un momento histórico) que condiciona el discurso
científico y tiene sus consecuencias teóricas y experimentales. Incluye los supuestos teóricos,
generalizaciones simbólicas, modelos y criterios que determinan las preguntas, la aceptabilidad de
las explicaciones y las formas de aplicar los métodos, técnicas y procedimientos.
Kuhn ha utilizado el término con dos sentidos principales: como constelación de creencias,
valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad científica, y como modelo
de problemas y soluciones.23 Por su parte, Morin explica el paradigma como un “principio de
distinciones/uniones/oposiciones fundamentales entre algunas nociones claves, que dirigen y
ordenan el pensamiento, es decir, la constitución de teorías y de producción de discursos”.24
Desde que Kuhn publicara su libro The Structure of Scientific Revolutions (1962), y se
suscitaran los debates y desarrollos que ocasionara su obra, la problemática del paradigma o
paradigmas de las ciencias, como explicación de un supuesto metateórico o factor supracognitivo
que condiciona el discurso científico, adquirió una importancia fundamental. Los cambios de
paradigmas producen las transformaciones revolucionarias en el desarrollo de la ciencia y de las
teorías científicas.
Más profundo que los paradigmas, que son modelos subyacentes de la ciencia, se encuentran
los que se han dado en llamar “códigos de civilización” o “códigos culturales subyacentes”.
Decimos que son más profundos, pues subyacen en los mismos paradigmas en cuanto son modos
que nos han configurado mentalmente para la lectura de la realidad, en cinco dimensiones
1 La gnoseología, o teoría del conocimiento, casi siempre hace referencia a la teoría del conocimiento en general,
mientras que los términos “epistemología” y “filosofía de la ciencia” (en algunos sentidos, equivalente a los anteriores)
se usan preferentemente —como advierte Ferrater Mora en su Diccionario de filosofía— para designar la teoría del
conocimiento científico.
65
principales:
• el espacio,
• el tiempo,
• la relación persona-persona,
• la relación persona-naturaleza,
• la relación persona-trascendencia.
John Galthung, de quien tomamos estas distinciones, ha estudiado las diferentes lecturas que
se hacen de esas cinco dimensiones, según sea la persona occidental u oriental (entendido esto
en sentido cultural, no geográfico).
Estos códigos de civilización subyacentes condicionan no tanto las preguntas que puedan
plantearse, como las respuestas que se puedan dar, ya que han configurado las formas de
pensamientos. Así, por ejemplo, para un occidental, el universalismo con el centro en Occidente
será su perspectiva del espacio. La idea de caída, salvación, progreso, crisis, catarsis y de un final
de salvación será su perspectiva del tiempo. Y, en la relación hombre-hombre y hombre-
naturaleza, prevalecerá la idea del dominio; mientras la trascendencia —ligada en un final de
salvación— se dará en un cielo supra-histórico o en una sociedad sin clases intra-histórica. Este
modo de pensar no subyace en una perspectiva oriental.
Por último, hablamos de los factores personales o de la ecuación personal, no sólo en el
sentido antes aludido de “introducir al observador en la observación”, sino en el sentido de los
factores más estrictamente personales. “La ciencia, considerada como conjunto acabado de
conocimientos, es la creación humana más impersonal; pero, considerada como proyecto que se
realiza progresivamente, es tan subjetiva y está tan psicológicamente condicionada como cualquier
otra empresa humana.”25
Esta declaración de Einstein nos ayuda parcialmente a formular la cuestión que aquí
queremos plantear como condicionamiento de la producción científica. Se trata de una cuestión
que ha sido muy poco estudiada o considerada, pero no por ello deja de ser relevante. Bajo estas
denominaciones —factores personales, ecuación personal—, desde la opción de clase con los
resabios o no del origen de clase hasta los factores estrictamente psicológicos,(2) queremos llamar
la atención sobre las características de la personalidad que condicionan y que, a su vez, se
proyectan sobre el conocimiento, dándoles, a veces, una cierta tonalidad. La posición del individuo
en la sociedad determina una manera de “ver” la realidad, y la formulación de sus ideas lleva un
sello, más o menos modificado, de su personalidad. Si los paradigmas, utilizando el lenguaje de
Morin, son el condicionamiento que tiene el discurso de los factores supracognitivos, la ecuación
personal puede considerarse como el conjunto de factores intracognitivos (necesidades,
aspiraciones), inseparables del sujeto cognoscente y de las determinaciones culturales, sociales e
históricas.
Todas las reflexiones sobre este punto han tenido un propósito central: llamar la atención
sobre la complejidad y profundidad de los condicionamientos que influyen en nuestro proceso de
producción del conocimiento. Estamos condicionados aun para leer nuestros condicionamientos.
Podemos introducir el análisis del observador que observa la realidad, pero esto no elimina los
problemas de los límites y condicionamientos de nuestros conocimientos. Aunque nos da un punto
de partida más sólido: sabemos que “somos tributarios de condiciones bioantropológicas del
conocimiento... El conocimiento simplificante ignoraba el problema de sus propios límites, ya que
pensaba reflejar la naturaleza misma de las cosas. El conocimiento complejo, verdadero en este
sentido, tiene necesidad de reconocer permanentemente el problema de los límites y de los
agujeros negros del conocimiento. Debe saber que toda mirada conlleva su punto ciego, que todo
principio de explicación descansa sobre alguna cosa inexplicable en su propio sistema de
2 Como ejemplo de esta influencia, señalamos los estudios de Gastón Bachelard sobre el psicoanálisis del conocimiento objetivo, en
los que demuestra claramente, por medio de diversos ejemplos, cómo algunos factores de la personalidad del científico —
concretamente, Bachelard analiza la influencia de la libido del que conoce— influyen e incluso determinan las conclusiones e
interpretaciones de los diferentes datos, o simplemente condicionan el lenguaje utilizado (con lo que todo esto conlleva).
66
explicación, que toda cultura nos ciega, aunque no sea más que por etnocentrismo y creencia
ingenua en el valor universal de sus medios de conocimiento”.26
Para decirlo en breve: cuando el científico hace un abordaje de la realidad que es el ámbito de
su ciencia, lo hace desde dos opciones que son, a priori su opción ideológica (si se quiere, también
podría decirse desde su cosmovisión) y el marco teórico de su ciencia. O, para ser más preciso, de
la teoría de referencia que le sirve para orientar su trabajo de investigación.
Puestos en la perspectiva de las tareas propias de la investigación social, y habida cuenta de
lo que ya hemos examinado acerca de que el conocimiento no se produce prescindiendo del sujeto
cognoscente, ni del contexto, cabe formularse cuatro preguntas:
• ¿Desde dónde se conoce? Esto incluye desde la biografía personal, la posición de clase,
el país donde se vive, la institución desde la que se trabaja, la coyuntura política, la
situación económica, etc.
Las ciencias sociales no son avalorativas ni apolíticas; la intencionalidad última del quehacer
científico es la dimensión política de la ciencia. La tarea de hacer ciencia no puede desvincularse
de su intencionalidad; y esto por una razón fundamental: la ciencia no tiene en sí misma su razón
de ser.
67
Varela Julia (1995) El estatuto del saber pedagógico. En Volver a pensar la educación (vol. II). Madrid.
Morata. Pp. 61-69.
Los representantes clásicos de las ciencias sociales, y algunos pensadores de nuestros días,
reivindican la necesidad de tomar distancia, de repensar la Modernidad, para entender los
procesos que están teniendo lugar en la actualidad. Permítaseme por tanto que para intentar
comprender el estatuto de los saberes pedagógicos siga sus pasos y dé un rodeo para esbozar, a
través quizá de una mirada demasiado rápida y esquemática, la lógica de toda una serie de
cambios interrelacionados entre sí que arrancan del Renacimiento. Estos cambios, si bien se
refieren especialmente a la reorganización que afectó desde entonces al campo de los saberes,
tienen también que ver con las relaciones que se establecieron entre saberes y poderes
específicos, así como entre éstos y los modos de subjetivación o, si se prefiere, los diferentes tipos
de identidades sociales, que se instituyeron. Mi intervención se va a centrar sobre todo en el papel
que en esas transformaciones jugaron las instituciones educativas, y me detendré
fundamentalmente en dos momentos históricos, el comienzo de la Modernidad y la Ilustración.
4
En relación con los jesuitas y el impacto que tuvo su sistema de enseñanza pueden verse por ejemplo E. DURKHEIM, Historia de la
educación y de las doctrinas pedagógicas, La Piqueta, Madrid, 1982; M. FOUCAULT, Surveiller et punir, Galllmard, París, 1975 (trad.
cast.: Vigilar y castigar, Madrid, Siglo XXI, 1978,) así como mi libro Modos de educación en la España de la Contrarreforma, La
Piqueta, Madrid, 1984.
68
infantiles. Los saberes, tanto de la cultura clásica como de la cristiana, fueron de este modo
seleccionados y organizados en diferentes niveles y programas de dificultad creciente, a la vez que
se vieron sometidos a censuras según su bondad o maldad en relación a la ortodoxia católica, en
función, por tanto, de su carácter moral. Se produjo, en consecuencia, una censura exterior sobre
los autores clásicos, sobre los contenidos de sus obras, de modo que una masa importante de
enunciados fueron expurgados y convenientemente presentados con el fin de evitar que el menor
peligro moral acechase a las tiernas mentes de los colegiales.
La pedagogización de los conocimientos únicamente adquiere sentido sí la consideramos en
relación con los procesos que condujeron, por una parte, a que los maestros jesuitas, en oposición
a los maestros de las universidades medievales, se convirtiesen en autoridades morales y, por
otra, a toda una serie de expropiación de poderes detentados hasta entonces por los estudiantes.
Como fruto de esas expropiaciones los estudiantes perdieron su autonomía, sus prerrogativas, o si
se prefiere sus “privilegios”; se transformaron así en colegiales, en escolares5. Los maestros
jesuitas se autoprocuraron la misión de transmitir a sus colegiales la recta doctrina, al tiempo que
trataron de convertirse en ejemplos vivientes de vida morigerada. La enseñanza de las “buenas
letras” y de “la virtud” los obligó a poner en práctica toda una serie de procedimientos y técnicas
que fueron perfeccionando, poco a poco, con el fin de conferir, tanto a los colegiales, como a los
saberes, una naturaleza moralizada y moralizante. Estas técnicas y procedimientos se convirtieron
en sus manos en instrumentos privilegiados de extracción de saberes sobre los propios escolares,
así como en fuente de ejercicio de poderes qué hicieron posible el surgimiento de “la ciencia
pedagógica”, del saber pedagógico.
¿Cuáles fueron los efectos más visibles de esta pedagogización de los conocimientos que
surgieron y se perfeccionaron en los colegios de jesuitas y que, a través de mutaciones y re
interpretación es, se extendieron a otras instituciones educativas de su época y de épocas
posteriores, incluida la nuestra?:
1. En primer lugar, la adquisición de esos saberes moralizados no exigía una cooperación —
como sucedía, por ejemplo, en el aprendizaje de oficios— entre"maestros y aprendices destinada
a materializarse en una obra bien hecha. Los maestros pasaron a ser los únicos detentadores del
saber y los estudiantes se vieron relegados a una posición de subordinación, se convirtieron en
sujetos destinados a adquirir las enseñanzas dosificadas transmitidas por sus maestros para
convertirlos también a ellos mismos en seres virtuosos.
2. Los saberes que poseían los maestros jesuitas eran saberes verdaderos que no reenviaban
a procesos sociales, sino a otros saberes, a los textos de los autores clásicos descontextualizados
y censurados, siempre en consonancia con la recta doctrina de la Iglesia y la tradición católica.
Eran saberes desvinculados de las urgencias materiales, de los problemas sociales, saberes que
se pretendían neutros y neutrales. De este modo, los saberes ligados al mundo del trabajo, a las
luchas sociales, a las culturas de determinados grupos o clases sociales, comenzaron a estar
marcados por el estigma del error y de la ignorancia y se vieron desterrados del recinto sagrado de
la cultura culta, una cultura que, con el paso del tiempo, se convirtió en la cultura dominante y
reclamó para sí el monopolio de la verdad y de la neutralidad.
3. Por último, este proceso de pedagogización de los saberes implicó la instauración,
progresivamente perfeccionada, de un aparato disciplinario depenalización y de moralización de
los colegiales que ligó la adquisición de la verdad y de la virtud a la ascesis y renuncia de uno
mismo. Fue así como la disciplina y el mantenimiento del orden en las aulas pasaron a ocupar un
papel central en el interior del sistema de enseñanza hasta llegar prácticamente a eclipsar a la
propia transmisión de conocimientos.
5
E. DURKHEIM fue el primero en subrayar el cambio que supuso la enseñanza de los colegios de jesuitas en relación con otras formas
de enseñanza en su libro ya citado Historia de la educación y de las doctrinas pedagógicas.
69
A partir de finales del siglo XVIII, y en conexión con este proceso de pedagogización del
conocimiento, se produjo una nueva transformación que Michel FouCAULT denominó
“disciplinamiento interno de los saberes”. FOUCAULT se sirvió de este concepto para poder situarse
en un nuevo nivel de análisis que le permitiese ir más allá de la infructuosa polémica sobre la
racionalidad o irracionalidad de la Ilustración. A su juicio no se trataba tanto de discutir si la
Ilustración supuso un progreso de las luces, el triunfo de la razón frente a los errores o si, por el
contrario, contribuyó a la entronización de una razón tiránica, si no de analizar el múltiple e
inmenso combate que entonces se libró en el campo del saber, en relacióncon la formación y el
ejercicio de determinados poderes, lo que supuso una reorganización de los saberes mismos. Una
vez más las instituciones educativas, desde la Universidad napoleónica hasta las Academias
(Academia de la Lengua, de la Historia, de las Ciencias Morales y Políticas, y otras) jugaron en ese
debate y reorganización un papel fundamental.
El Estado, a partir de los postulados de la economía política, en relación con el desarrollo de
las fuerzas productivas y la necesidad de gestionar a lossujetos y a la población, abanderó una
amplia reorganización de los saberes sirviéndose de diferentes procedimientos. Y así, frente a
saberes plurales, polimorfos, locales, distintos según las regiones, en función de los diferentes
espacios y categorías sociales, el Estado, a través de instituciones yagentes legitimados —entre
ellos, jugaron un papel destacado, los profesores— puso en marcha toda una serie de dispositivos
con el fin de apropiarse de los saberes, de disciplinarlos y de ponerlos a su servicio.
El poder político, como señaló FOUCAULT, intervino, directa o indirectamente, en una especie
de enorme lucha económico-política en torno a esos saberes dispersos y heterogéneos, utilizando
cuatro grandes procedimientos:
En primer lugar, mediante la eliminación y descalificación de lo que se podrían denominar
pequeños saberes inútiles e irreductibles, o económicamente muy costosos. En segundo lugar,
mediante la normalización de estos saberes para adaptarlos unos a otros, hacer que se
comunicasen entre sí, echar abajo las barreras del secreto y de la limitación geográfica y técnica,
en suma, para hacer intercambiables no sólo los saberes, sino también a sus poseedores. En
tercer lugar, mediante su clasificación jerárquica, que permitió de algún modo que encajasen unos
en otros, desde los más particulares y materiales —que a partir de entonces serán los saberes
subordinados—, hasta los más generales y formales, que serán las formas más desarrolladas y
rectoras. En último lugar, mediante su centralización piramidal que permitió su control, que
aseguró las selecciones y posibilitó el transmitir, de abajo arriba, sus contenidos y, dé arriba abajo,
las direcciones de conjunto y las organizaciones generales que se querían hacer prevalecer6.
En íntima relación con este movimiento de reestructuración del campo del saber surgieron
toda una serie de iniciativas, de prácticas, de instituciones y de agentes legítimos en las diferentes
áreas de conocimiento lo que provocó un desbloqueo epistemológico, la desaparición de algunos
saberes (p. ej., la casuística jesuítica), y la proliferación de otros nuevos, al tiempo que se
establecieron nuevas relaciones entre saberes y poderes. En este marco cobraron sentido
proyectos como el de la Enciclopedia, o trabajos sistemáticos como los emprendidos por ciertos
pensadores como SÁINT-SIMÓN, COMTE O STUART MILL7. Una nueva ortodoxia sustituyó así a la
vieja ortodoxia en el control de los contenidos. Se puso en marcha un control mucho más riguroso
e interno que implicaba el paso de la coerción de la verdad a la coerción de la ciencia, el paso de
la censura de los enunciados a la disciplina inscrita en la propia enunciación.
En esta lucha de unos saberes enfrentados a otros para alcanzar la legitimidad científica, en
el conflicto de las facultades, los saberes tuvieron que verse sometidos a reglas internas, cada
campo debía delimitar los criterios que permitiesen seleccionar lo falso, el no saber, al mismo
tiempo que definir criterios de cientificidad. Cada saber debía constituirse en disciplina dentro dé
un campo global —el de la ciencia— campo enfrentado a los problemas de reparto de los saberes,
6
Cf. M. FOUCAULT, Genealogía del racismo, La Piqueta, Madrid, 1992, pág.189.
7
Proyectos todos ellos destinados a elaborar un sistema unitario y ordenado de los saberes que abarcase y jerarquizase todas las
ciencias. COMTE por ejemplo colocó a la sociología en la cúspide de su sistema al partir de que el espíritu humano en su evolución
pasa por tres estadios: el teológico, el metafísico y el positivo, y al hacer coincidir a la sociología con el conocimiento positivo.
70
de su comunicación, clasificación y jerarquización. Esta especialización de los saberes, la
búsqueda de límites propios definidos fundamentalmente en oposición a otras identidades
disciplinarias también cerradas, no sólo explica que, a partir del siglo XIX, los saberes nacidos al
margen de las instituciones consideradas legítimas—muy especialmente la Universidad—
encontrasen muy difícilmente un lugar en esta nueva disposición de las ciencias, sino también que,
en aras de la especialización, se creasen las condiciones para que desapareciese para siempre la
figura del hombre universal8.
Al igual que sucedió desde comienzos de la Edad Moderna, época en la que se iniciaron
procesos destinados a la moralización de los conocimientos y al moldeamiento desujetos
moralizados siguiendo las normas de la ortodoxia católica y protestante, procesos que se
reforzaban mutuamente entre sí, de nuevo desde finales del siglo XVIII se va producir una
“afinidad electiva” entre la disciplinarización de los saberes y el intento de construcción social de
un nuevo tipo de sujetos, Para que pudiese producirse la acumulación primitiva de capital, para
que surgiese el capitalismo en el siglo XVI, no sólo fueron necesarios, como mostró Max W EBER,
toda una serie de cambios ligados al mundo de la producción, sino también la-formación de un
determinado tipode personalidady de mentalidad propia, de los capitalistas, una personalidad
caracterizada por un tipo de “racionalidad” que obligaba sin cesar a acumular y reinvertir las
ganancias en vez de utilizarlas para uso y disfrute personal. Nacía así un tipo de sujetos, forjados
en los moldes del puritanismo ascético, para los cuales las riquezas se convirtieron en un fin en sí
mismas, y la profesión y la vocación se superpusieron y se reforzaron mutuamente. FOUCAULT dio
un paso más en esta dirección al mostrar cómo la disciplinarización de los saberes estuvo
íntimamente ligada, a partir del siglo XVIII, a modos de subjetivación específicos, a la formación no
sólo de los capitalistas sino también de los productores, Para ello fue necesaria la puesta en
marcha efe tecnologías disciplinarias, la imposición de “las disciplinas" destinadas a conformar
sujetos dóciles y útiles a la vez. La acumulación de hombres, su disciplinarización, es decir, su
clasificación, jerarquización y normalización, fue tan decisiva para el triunfo de la revolución
industrial como la acumulación de riquezas. Y ello no sólo desde un punto de vista económico sino
también político y social ya que esta disciplinarización resultó decisiva para que pudiesen ponerse
en marcha los sistemas de democracia funcional existentes desde entonces en los países
occidentales y también para permitir que se aceptase “la rentable ficción” de que la sociedad está
formada por sujetos individualizados, por sujetosaislados. Se vieron así eliminados, al menos en
teoría, de la escena social las relaciones de poder, los conflictos entre las clases. De este modo el
contrato social pudo funcionar y los Estados pudieron aparecer como la expresión de la voluntad
general.
No voy a detenerme ahora en las funciones sociales de “las disciplinas’1 en tanto que
técnicas de extracción y producción de saberes, ni en tanto que técnicas de ejercicio de
determinados poderes que utilizan el examen como uno de sus dispositivos básicos. Me limitaré a
señalar cómo la generalización del examen en diversas instituciones —y por supuesto en las
educativas—, permitió al poder disciplinario introducirse, a través de la vigilancia jerárquica y la
sanción normalizadora, en los sujetos, en sus cuerpos, en sus mentes y gestos, mediante un
mecanismo de objetivación que hizo invisible sus relaciones de fuerza. Las disciplinas fueron
técnicas de adiestramiento e individualización que pretendían maximizar las fuerzas de los
individuos, optimizar su rendimiento, al mismo tiempo que extraer de ellos saberes y conferirles
una determinada naturaleza. La forma que adoptó el ejercicio del poder hizo por ejemplo que en
las instituciones escolares se dejasen progresivamente de utilizar los mecanismos represivos. El
poder dejó de ser exterior a los sujetos para hacerse interior al propio proceso de aprendizaje. De
este modo tendieron a desaparecer las penalizaciones exteriores a la vez que la naturaleza que se
confería a cada alumno aparecía cada vez más como el resultado de sus propias capacidades y
aptitudes.
K. MARX, Max W EBER y E. DURKHEIM se refieren a la desaparición del “hombre universal” relacionándola, en cada caso, con procesos
8
diferentes. Coinciden todos ellos en considerar que el “hombre universal” está siendo sustituido por el individuo atomizado de los
economistas políticos y que a ello contribuye la división social del trabajo, la especialización.
71
Todos estos procesos que subyacen a la pedagogización de los conocimientos y a la
disciplinarización interna de los saberes intentan exorcizar peligros, evitar que las luchas, los
conflictos sociales, tengan una incidencia, ocupen el lugar que les corresponde en las instituciones
académicas, en el campo del saber. Se trata de poner límites, dedejar Juera Jo innombrable, de
dividir y hacer entrar en competición unos saberes frente a otros, unos sujetos frente a otros,
haciendo posible el mito déla neutralidad de la ciencia y al mismotiemponaturalizar y legitimar las
relaciones de fuerza, las relaciones de dominación que ejercen determinados grupos sociales
sobre otros. Sin embargo, cómo el propio FOUCAULT ha puesto de relieve, ese intento de
disciplínarización de sujetos y saberes no ha logrado totalmente los objetivos propuestos porque
también se han producido resistencias, han surgido contrapoderes, se ha desencadenado la
insurrección de los saberes sometidos.
Es preciso, por tanto, distinguir las tendencias generales de las intenciones y las
materializaciones concretas;1 ya que no sólo los sujetos-resistieron y resistenesas formas de
ejercicio del poder, sino que también, aliado de los saberes "oficiales”, disciplinados, siguieron
produciéndose saberes que ponen en cuestión los efectos, de poder ligados a la organización
institucional que los sustenta. Se trata de saberes descentrados, polimorfos, muchas veces
fragmentarios, así como de saberes generales que no evacúan las luchas y los conflictos sociales,
sino que, por el contrario, permiten recuperar lamemoria histórica de los. enfrentamientos y las
resistencias favoreciendo así la oposición a la tiranía de los discursos globalizantes con sus
jerarquías y privilegios. Estos saberes alternativos se enfrentan a saberes y discursos que se
sirven de supuestas categorías universales para hablar de todo sin referirse nunca a procesos
reales. Por ello son saberes que tienen en cuenta las luchas y los intereses en juego y, por tanto,
las luchas y los intereses que atraviesan los códigos teóricos, el territorio mismo de los saberes
legítimos.
72
En el momento actual, cuando avanzamos hacia sociedades posdisciplinarias, esa
dísciplinarización sigue aún vigente en. lo que se refiere a los saberes a través delcurriculum
escolar, a través de las asignaturas y. de los programas cerrados como se pone dé manifiesto en
los niveles de enseñanza más altos, en los niveles universitarios (incluidos los nuevos planes de
estudios). Sin embargo, en los niveles más bajos de la carrera escolar se rompe la organización de
los saberes por “materias”, por asignaturas, y éstas son sustituidas por unidades temáticas. En
este caso de aparente interdisciplinariedad o transdisciplinariedad, tanto el control de los saberes
como el control de los sujetos tiende a reposar en códigos psicopedagógicos basados
predominantemente en la psicología evolutiva o genética. Los representantes de estos saberes
reclaman para sí el conocimiento de “el niño”, “el alumno” y por tanto el poder de establecer
diferentes estadios de desarrollo y capacidades en función de un pretendido proceso universal
demaduraciónmental. Seexplica así que Jos saberes. que son objeto. de transmisión en las
instituciones educativas sean sacrificados en aras de las destrezas cognitivas. En la actualidad un
uso unilateral de los códigos psicológicos se ha erigido en el principal e incuestionado obstáculo
epistemológico que nos impide avanzar en la búsqueda de nuevos modelos de transmisión en los
que lo importante no sea ya tanto ja reproducción de lo ya sabido cuanto las respuestas anuevos
interrogantes, q nuevos problemas que exigen servirse de conceptos y de métodos abiertos a la
exploración y la indagación científica.
Algunas propuestas
1. ¿Qué hacer para articular la teoría y la práctica? Quizá podemos empezar por ensayar una
difícil vía de aproximación entre saberes generales, teorías científicas y saberes locales, los
saberes de los prácticos, con el fin de interrelacionar unos saberes con otros.
2. Tratar de no confundir la cultura culta con la cultura dominante. Hemos visto que al lado de
los saberesnormalizados existen saberes no disciplinados totalmente. Esto quiere decir que, si
bien las instituciones escolares juegan de hecho funciones de sometimiento, pueden jugar también
73
funciones liberadoras. En ellas es posible, como se demuestra cotidianamente, transmitir la pasión
por el conocimiento, aunque sea en menor medida de lo deseable. También es posible la
formación de sujetos críticos que resistan a las formas de imposición. Queda abierto por tanto en
las instituciones educativas un margen de maniobra, un espacio para oponerse a la
desresponsabllización de profesores y estudiantes.
3. Buscar medios y procedimientos para, de entrada, poner en cuestión la lógica creciente de
la pedagogización, los esquemas clasificatorios al uso. No aceptar sin revisión los diferentes
estadios, niveles, programas en los que se intenta encerrar a los sujetos y a los saberes. No partir
a príori, por ejemplo, de que los estudiantes de un nivel específico deben tener una edad
determinada y aprender exclusivamente ciertos contenidos, habilidades y destrezas. Ensayar
nuevas formas de pensamiento, nuevas formas de organización y de transmisión más
horizontales, transversales y polimorfas,que abran la vía a otras formas de relación en la escuela,
que posibiliten la entrada de nuevos conocimientos y potencien mayores posibilidades. Favorecer
la insurrección de los saberes y el desarrollo de nuevas formas de subjetividad “-ambos procesos,
como hemos visto, van juntos— que conduzcan a liberarnos de la tiránica imposición del “conócete
a ti mismo” en tanto que fundamento del acceso al conocimiento y de la estructuración de la
subjetividad9.
4. Evitar la ilusión de que el etnocentrismo de las “pedagogías tradicionales” —puesto de
relieve por numerosos sociólogos de la educación— su desprecio por las culturas no académicas,
su rechazo de la diversidad, puede corregirse fácilmente mediante la aplicación de las “pedagogías
renovadoras”. Éstas son, por lo general, excesivamente psicológicas. Al oponerse simplemente a
las tradicionales corren el peligro de reivindicar una cultura, también construida, de las clases
populares, excesivamente vinculada a lo creativo, a lo concreto, a lo local y lo práctico. Pueden de
este modo encerrar a los hijos de las clases más desfavorecidas en una especie de realismo
concreto, negándoles el acceso a la cultura culta, a determinados saberes, y provocar así los
efectos menos deseados: Impedirles escapar asu condición de sujetos sometidos10. Es preciso por
tanto ir más allá de esta dicotomía establecida entre tradición y renovación para plantear nuevas
formas de pensamiento y actuación, para evitar las espontaneidades, para avanzar hacia una
“renovación pedagógica” más radical.
9
Michel FOUCAULT plantea en sus últimos escritos la necesidad de fundar una nueva, ética, individual y secularizada que no sea
individualista. Es en este contexto en el que analiza cómo el neoplatonismo, al hacer pasar a un primer plano el “conócete a ti mismo”
socrático posibilitó que lentamente la preocupación por uno mismo, que estaba ligada en la Grecia clásica a la preocupación, por los
otros y al buen gobierno, se convirtiese en una especie de autofinalidad, perdiendo así sus dimensiones políticas y sociales.De este
modo, y reforzada esta tendencia por el cristianismo y el racionalismo moderno, la cuestión de “qué hacer para CLUB el ser se
conviertaen lo que debeser”dio lugar atodo un desarrollo de la cultura de uno mismo en cuyo interior se inscribe la historia de la
subjetividad y la historia de la relación entre el sujeto y la verdad que hace que el conocimiento, al igualque la ética, radiquen cada
vez más en nuestro interior y no en las relaciones con los demás, en las relaciones sociales.
10
Sobre todas estas cuestiones véanse los distintos artículos que componen la carpeta “¿Educar para qué?" de la Revista Archipiélago,
6, 1990, y especialmente el artículo de Claude GRIGNON,
74
UNIDAD
II
75
Convergencias Excursos
Consultado en sitio web:
https://sdemergencia.com/2020/08/12/la-ciencia-las-humanidades-y-el-arte/
“La negativa de las ciencias exactas a reconocerle a las humanidades o a las ciencias sociales el
estatuto de saberes verdaderos, o bien, por otro lado, la asunción de que éstas son tan sólo
ficciones o pura invención literaria, como lo propone vulgarmente Hayden White para el caso de la
historia, delatan una ignorancia y un prejuicio profundos que desconocen el sentido propio de la
noción de verdad en ese campo del conocimiento”.
El triunfo del pensamiento ilustrado sobre la cultura religiosa tradicional del mundo
premoderno fue un proceso lento que sólo se logró imponer a través de múltiples
enfrentamientos en diversas áreas del quehacer humano. No se trató tan sólo de un
cambio repentino de las mentalidades, que un día despertaron descubriendo el
“engaño” al que habían estado sometidas durante siglos enteros, sino de una verdadera
revolución en todos los ámbitos de la cultura, cuya raíz y efectos no pueden
comprenderse unilateralmente desde el mirador del mundo de las ideas ni tampoco de
las creencias individuales; antes bien, se trató de una alteración radical de los estilos de
vida, de las costumbres, de las maneras de hacer y organizar los asuntos de la
cotidianeidad, de establecer nuevas formas de trabajo e introducir horarios y esquemas
de disciplina en las diversas esferas de la sociedad, de modificar las instituciones
políticas y rescribir las leyes, de educar y proponer nuevos paradigmas de
comportamiento moral, etc. Un verdadero cambio civilizatorio a escala global que sólo
se pudo instaurar por medio de la confrontación directa y de la violencia física y
espiritual contra aquellos que se resistían a aceptar el nuevo horizonte. El racionalismo,
el liberalismo económico y político, el positivismo, fueron hijos legítimos de la violencia,
no sólo de aquélla ejercida contra el mundo feudal que los precedió, sino,
principalmente, de la que se puso en práctica contra comunidades, naciones y
civilizaciones enteras consideradas como atrasadas o primitivas, a las cuales se
terminó sometiendo o simplemente exterminando.
Para comienzos del siglo XX, la mentalidad científica y racional, propia del mundo
europeo, había logrado imponerse como modelo a seguir por casi todas las academias
del orbe. El método científico de las ciencias naturales, desarrollado y perfeccionado a
lo largo del siglo XIX, así como el razonamiento lógico de las matemáticas, se
convirtieron en las únicas fuentes indubitables de acceso a la verdad. Fuera de ellos,
todo era parloteo y habladuría, o bien simple especulación sin fundamento. El impacto
fue tal que el pensamiento social y humanista de estirpe milenaria empezó a caer en el
descrédito, a pesar de haber representado el origen de donde había surgido el
razonamiento científico de la modernidad. Si el pensamiento humanista quería ganar
prestigio y autoridad en el nuevo mundo, tenía que empezar a regirse por un método
científico certero, que imitara, en la medida de sus posibilidades, al de las ciencias
naturales. Así, Comte, por ejemplo, propuso la clasificación jerárquica de las ciencias
en tres categorías establecidas según el paradigma de la física: la física inorgánica
(astronomía, geología y química), la física orgánica (biología) y la física social (o
76
sociología). Incluso pensadores tan críticos de la realidad social y de sus correlatos
ideológicos, como el propio Karl Marx, cuyo método de pensamiento poco o nada tenía
que ver con la idea comteana de una física social, se vieron orillados a comparar su
procedimiento al de las ciencias naturales, de tal manera que, por ejemplo, él mismo
llegó a hablar de la forma mercantil (a cuyo estudio consagró el primer capítulo de El
capital) como la forma celular de la economía, y, en el mismo prólogo al primer tomo de
su obra maestra, estableció una analogía entre su método expositivo y el de la
anatomía micrológica. No obstante, tal manera de plantear las cosas encontró muy
pronto críticos deseosos de marcar una línea divisoria entre el proceder de las
humanidades, la filosofía y las ciencias naturales.
Así como la imposición del estilo de vida moderno a lo largo y ancho del globo
terráqueo no pudo llevarse a cabo de una manera pacífica y sin contratiempos (e
incluso hoy encuentra numerosos opositores y detractores), así también las estructuras
ideológicas y las nuevas formas de producir saberes tuvieron que entablar una batalla
frontal contra aquellos que se negaban (y se niegan), en desventaja, a aceptar el
predominio del método científico de las ciencias naturales como único baremo para
definir los límites de lo verdadero y lo falso. Para la filosofía, esto significó reivindicar la
validez de todos aquellos principios y conceptos denostados por las visiones
racionalistas y científicas. No otra cosa significó, en un primer momento, la
llamada transvaloración de todos los valores proclamada por Nietzsche a finales del
siglo XIX, cuya lógica invertida daba prioridad a los valores vitales y estéticos,
denigrados como irracionales, frente a los principios supuestamente universales y
eternos de la razón humana. La visión de una vida lúdica y trágica, a la vez, que se
arriesgaba a afirmarse caminando sobre el abismo, esto es, sobre la ausencia de
principios sólidos y perennes como los que ofrecía la ciencia, fue un motivo que animó
a múltiples pensadores (entre ellos, a Dilthey y Ortega y Gasset) a desarrollar las
llamadas filosofías de la vida que invadieron el mundo intelectual de comienzos del
siglo XX. La vivencia y la poesía, como reza el título de uno de los trabajos más
importantes de Wilhelm Dilthey, se convirtieron de pronto en términos que evocaban
una verdadera cosmovisión opuesta a aquélla del racionalismo y del horizonte de las
ciencias naturales. Frente a la razón y el método científico, la estética y la vida. Ésa
parecía ser la única alternativa.
En consonancia con dicha perspectiva, aunque inaugurando una nueva forma de
pensar, la obra de Martin Heidegger profundizó la separación entre el proceder de la
filosofía y el de las ciencias (incluidas, en este caso, las llamadas ciencias sociales que,
cada vez más, asumían como propio el método de las ciencias naturales). “La ciencia
no piensa”. Con esta afirmación escandalosa, que causó revuelo en el mundo
intelectual del siglo XX, Heidegger pretendió arrebatar para siempre la legitimidad a las
ciencias exactas en su reclamo de acceso a la verdad. Mientras los principios y los
métodos se establezcan a priori, sostuvo el pensador alemán en su momento, ya todo
está decidido de antemano, y más que pensar, lo único que se hace es extraer
conclusiones según un procedimiento repetitivo y abstracto. Por el contrario, para
Heidegger, pensar significaba aventurarse a la meditación y reflexión de lo
indeterminado, más allá de los datos tranquilizadores que nos ofrecía la experiencia,
incluso la teórica. Y, en su filosofía, nada era más elevado e indeterminado que el
pensamiento del ser y su verdad. La verdad, concebida en el sentido de las ciencias
exactas, fue rebajada por el filósofo a la noción de lo “correcto”, lo “certero”, lo que se
ajustaba a lo existente. Lo verdadero, en el sentido pleno, era sólo aquello que lograba
77
desvelar el ser, inaugurando así una nueva época histórica. Para acceder a esa verdad,
Heidegger propuso, sobre todo en la segunda etapa de su filosofía, hacerlo desde la
poesía y desde un tipo de reflexión que muchos terminaron considerando como mística,
en tanto que, atendiendo a viejos versos de Hölderlin, insistía en la recuperación del
pensamiento de las divinidades.
Así las cosas, resultaba difícil, por cuestiones de prestigio académico, que las
distintas ciencias sociales y las humanidades (las cuales, mientras más avanzaba el
siglo XX, más se consolidaban) retomaran los planteamientos vitalistas, esteticistas o
místicos de las nuevas corrientes de la filosofía. No fue, en verdad, sino hasta la
aparición de Verdad y Método (1960) de Hans-Georg Gadamer, que las llamadas
ciencias sociales pudieron encontrar un nuevo enfoque sobre su sentido y proceder a
partir del desarrollo de la hermenéutica contemporánea.
El planteamiento de Gadamer (alumno y amigo de Heidegger) era en realidad muy
sencillo. Al asumir el método de las ciencias naturales para justificar su existencia, las
humanidades habían desconocido su origen y forma de proceder, alterando con ello su
sentido y desarrollo propio. Siguiendo en esto a su maestro, Gadamer sostenía que las
ciencias exactas, a través de su método, sólo podían ofrecer una visión limitada del
sentido de la verdad (lo “correcto”, según Heidegger), y que, para acceder a un
horizonte de complejidad más elevado y adecuado a su naturaleza, las humanidades
tenían que voltear la vista hacia su tradición y retomar la pregunta por la verdad
planteada desde el arte. Sólo que, para Gadamer, la noción de arte no tenía nada que
ver ni con el vitalismo y esteticismo nietzscheano ni con el misticismo heideggeriano.
Para recuperar el sentido original del arte, era necesario, como bien sostiene el mejor
comentarista de la filosofía gadameriana, Jean Grondin, “destruir” la historia de la
estética moderna, tal como se entiende desde Kant a partir de su Crítica del Juicio.
Como se sabe, la filosofía crítica de Kant es un intento por fundamentar la
metafísica como una ciencia exacta, estableciendo los principios adecuados desde los
cuales fundamentar un conocimiento preciso de los fenómenos naturales sin introducir
nociones inaplicables al campo de la experiencia. En su Crítica de la razón pura,
estableció así los fundamentos de los juicios lógicos que sólo podían ser aplicados al
conocimiento de la naturaleza. Fuera de ellos, nada se podía saber con certeza.
Quedaban así, para decirlo en términos muy generales, dos grandes ámbitos: el de la
moral, pensado en la Crítica de la razón práctica, y el de los distintos acontecimientos
del mundo humano más allá del ámbito puramente ético, explorados en la Crítica del
Juicio. En tanto que los juicios estéticos se encontraban en ésta última división, no
constituían ninguna fuente de certeza, sino, al contrario, estaban sometidos al proceso
de la imaginación subjetiva. Así nació la idea de que la estética era pura imaginación o
ficción desligada del conocimiento.
No obstante, como explica Gadamer en Verdad y método, la noción de arte no
siempre estuvo vinculada a la estética subjetivista fundada por Kant y radicalizada por
Schiller. Al contrario, en sus orígenes griegos, sobre todo en Aristóteles, el arte fue
pensado desde la mímesis. Si bien durante mucho tiempo, incluyendo a la modernidad,
la mímesis fue comprendida como “imitación de la naturaleza”, Gadamer apela a su
sentido original, en el cual dicha palabra mentaba más bien la idea de “re-
conocimiento”. Re-conocer, en este sentido, significa captar, a partir de lo representado,
la esencia o verdad de aquello que se representa (el mundo). Para lograr ese re-
conocimiento, es necesario crear un hábito práctico e intelectual que permita educar las
distintas facultades hasta desarrollar la capacidad de crear e interpretar. No se trata,
78
entonces, de un método específico, pero tampoco de un proceder arbitrario e irracional,
sino de un proceso de formación (Bildung), cuyo propósito es conducir al individuo a su
desarrollo pleno, según el camino que escoja para su vida práctica. El camino original
de las humanidades, estaría así, según Gadamer, sustentado en las nociones de re-
conocimiento y formación, más que en el concepto de método científico.
La negativa de las ciencias exactas a reconocerle a las humanidades o a las
ciencias sociales el estatuto de saberes verdaderos, o bien, por otro lado, la asunción
de que éstas son tan sólo ficciones o pura invención literaria, como lo propone
vulgarmente Hayden White para el caso de la historia, delatan una ignorancia y un
prejuicio profundos que desconocen el sentido propio de la noción de verdad en ese
campo del conocimiento. Habría todavía mucho que discutir, pero lo cierto es que, en el
proceso de su afirmación, las llamadas humanidades sólo podrán encontrar su camino
si logran desprenderse completamente del fardo de las definiciones que las ciencias
exactas les han impuesto.
79
J. M. Mardones y N. Ursua (1993) Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Nota histórica de una
polémica incesante. En: J.M. Mardones y N. Ursua. Filosofía de las ciencias humanas y sociales. México.
Ed. Fontamara.
Entrar dentro del campo de la filosofía de las ciencias sociales equivale a tropezar con la polémica.
No hay consenso en las llamadas ciencias del espíritu, culturales, humanas o sociales, acerca de la
fundamentación de su quehacer. Desde la aparición de las diversas disciplinas que se acogen al
sobrenombre del espíritu, humanas o sociales (historia, psicología, sociología, economía, derecho,
pedagogía...), se ha desatado la polémica sobre su estatuto de cientificidad.
La aparición expresa, manifiesta, de estas disciplinas (dicho sea globalmente y sin muchas
precisiones) aconteció en el siglo XX. Es decir, en el momento histórico en que se hizo evidente
que la sociedad, la vida de los hombres en ella con sus múltiples relaciones, no era ni algo claro, ni
dado de una vez por todas. Desde este momento de crisis, el pensamiento y la reflexión pugnaron
por encontrar estabilidad. Fruto de esta lucha con un mundo social que se había vuelto
problemático surgieron la ciencia histórica, sociológica, política, económica, psicológica... ¿pero,
eran verdaderamente ciencias tales intentos, explicaciones, reflexiones y quehaceres? La
respuesta dependería del concepto de ciencia que se utilizara como medida.
Para unos lo eran y para otros no. Unos exigían que las «nuevas» ciencias se acomodaran al
paradigma o modelo de las ciencias verdaderas, es decir, de las físico-naturales, y otros defendían
la autonomía de las nacientes ciencias. Vemos que, desde la cuna, les acompaña a las incipientes
disciplinas la disputa acerca del estatuto científico que posean o no.
Pero más allá de esta disputa se advierte otra polémica mayor, más antigua, profunda y
abarcadora: ¿qué es la ciencia? Por- que lo verdaderamente problemático e inquietante es
observar la diversidad de criterios que se aplican tras la palabra ciencia.
Habría, pues, que decir que en el contencioso sobre la cientificidad o no de las ciencias
humanas, sociales o del espíritu, se da cita el debate sobre la ciencia. De aquí su gran interés. Por
esta razón, algunos teóricos del debate denominan a este problema de la fundamentación de las
ciencias sociales o humanas como tales ciencias, «la cuestión candente». Dicho de otro modo: aquí
se anudan actualmente los problemas más acuciantes que rodean a la ciencia y las preguntas que
van más a la raíz.
No es extraño que al tratar de indicar brevísimamente algo de la cuestión, en una nota
introductoria a unas lecturas de filosofía de dichas ciencias, no tengamos más remedio que ir al
encuentro de la génesis del problema. La fuerza misma de la disputa actual nos impele a buscar,
aguas arriba, el origen del tumulto. También aquí esperamos que la historia del problema nos
desvele el problema o, al menos, nos ayude a aclararlo.
1
Cfr, G.H. von Wright: Explicación y comprensión, Madrid, Alianza, 1980, p. 18. Véase la aceptación de esta tipología en
K.O, Apel; Die Erkären-Verstehen-Kontroverse in Transtendental-pragmahsche Sicht, Frankfurt, Suhrkamp, 1979, p. 56.
80
pero la galileana, aunque recibe su nombre de Galileo Galilei (1564-1642), hunde sus raíces más
allá de Aristóteles, en Pitágoras y Platón. No son, pues, tanto los acentos personales los que aquí
nos interesan, cuanto las diferentes concepciones de ciencia que ambas vehiculan, Y esto, en tanto
que dos tradiciones vivas que llegan, con su caudal enriquecido por las vicisitudes históricas, hasta
nuestro hoy, y persisten en una confrontación, o pugilato, cuyo lugar más visible es la
fundamentación de las disciplinas humanas o sociales como ciencia.
Con objeto de caracterizar mejor el problema y «el estado de la cuestión», vamos a
detenernos un poco en una breve exposición de ambas tradiciones. Atenderemos a aquello que les
es propio y las conduce a la confrontación. No nos fijaremos tanto en lo que los autores, Aristóteles
o Galileo, dijeron que era ciencia, cuanto en los acentos que sus tradiciones respectivas ven en
ellos, lo que a menudo difiere un tanto.
Aristóteles2 consideraba que la investigación científica daba comienzo allí donde alguien se
percataba de la existencia de ciertos fenómenos. Es decir que, para Aristóteles, al principio está la
observación. Pero la explicación científica sólo se consigue cuando se logra dar razón de esos
hechos o fenómenos. Y es justamente el cómo se entiende este «dar razón de los hechos» lo que
va a caracterizar a Aristóteles y toda una tradición que de alguna manera guarda semejanza o
prosigue el tipo de explicación propugnada por el Estagirita.
Aristóteles pensaba la explicación científica como una progresión o camino inductivo desde
las observaciones hasta los principios generales o principios explicativos. Estos principios eran
inferidos por enumeración simple o por inducción directa; por cualquiera de los dos métodos (que
no nos interesa detallar) se obtenían más generalizaciones acerca de las propiedades de la especie
o género. Esta etapa consiste en obtener principios explicativos a partir de los fenómenos que se
han de explican se denomina inducción. Para Aristóteles todavía existía un segundo momento o
etapa en la explicación científica: el deductivo. Consiste en deducir enunciados acerca de los
fenómenos a partir de las premisas que incluyan o contengan a los principios explicativos,
Aristóteles exigía una relación causal entre las premisas y la conclusión del silogismo acerca del
hecho o fenómeno a explicar. Y aquí aparece el énfasis, rasgo o característica de la explicación
aristotélica. La causa de un fenómeno tiene, para Aristóteles, cuatro aspectos: la causa formal, la
causa material, la causa eficiente y la causa final.
Pues bien, una explicación científica adecuada debe especificar estos cuatro aspectos que
constituyen su causa. Sobre todo, no podía faltar a una pretendida explicación científica de un
fenómeno o hecho, el dar cuenta de su causa final o télos. Aristóteles criticó duramente a aquellos
filósofos, como por ejemplo los atomistas Demócrito y Leucipo, que pretendían explicar los hechos
(ej., el cambio) en términos de sus causas materiales y eficientes, o aquellos que acentuaban
excesivamente las causas formales, como los pitagóricos.
Aristóteles exigía explicaciones teleológicas, que aclarasen «con el fin de qué» ocurrían los
fenómenos, no solo de los hechos referidos al crecimiento o desarrollo de los organismos vivos,
sino aun de los seres inorgánicos u objetos inanimados.
Es precisamente este acento puesto por Aristóteles y la «ciencia aristotélica» en la
explicación ideológica o finalista, el que se considera prototípico de esta tradición y permite
encontrar semejanzas con posturas actuales. Ahora bien, no debemos olvidar que las explicaciones
aristotélicas tenían otros rasgos no mantenidos hoy día: eran explicaciones en términos de
«propiedades», «facultades» o «potencias», asociadas a la esencia de alguna substancia. Tales
explicaciones tienen un carácter conceptual que las diferencia de las hipótesis causales y las
acerca a las explicaciones teleológicas y, más allá, presupone una cosmovisión o concepción del
mundo, como conjunto de substancias, que hoy nos es extraña. No nos interesa proseguir más por
los caminos del preceptor de Alejandro Magno. Nos bastan las nociones adquiridas para entender
2
Sobre la filosofía de la ciencia de Aristóteles, cfr. J. Losee: Introducción histórica a la filosofía de la ciencia, Madrid,
Alianza, 1976. pp. 5-25; M.W. Wartofsly: Introducción a la filosofía de la ciencia, Madrid, Alianza, 1978, vol. I, cap. 4.
También B. Farrington: Ciencia y filosofía en la Antigüedad, Barcelona, Ariel, 1971.
81
por qué la tradición de la ciencia que se remite a Aristóteles discurre al compás de los esfuerzos por
comprender los hechos de modo teleológico o finalista.
Nada acontece en el mundo cultural y humano de la noche a la mañana. Las ideas se van
incubando lentamente, o de forma más acelerada, al socaire de los acontecimientos sociales,
políticos, económicos o. religiosos.
Los vientos del cambio o de la crítica nunca dejaron de soplar sobre la tradición aristotélica.
Hay toda una línea revisionista muy visible ya en el siglo XIII, que introduce precisiones en el
método inductivo-deductivo de Aristóteles. A ella pertenecen nombres como R. Grosseteste (1168-
1253), Roger Bacon (1214-1292), Duns Scoto (1265-1308), Guillermo de Occam (1280-1349) y
Nicolás de Autrecourt (1300-1350). Los citamos para que quede constancia que lo que vamos a
llamar la «ciencia moderna», o manifestación sociocultural potente de otra concepción de ciencia,
no irrumpe como algo inesperado, sino como resultado de una serie de cambios socioculturales y
de la misma historia de las ideas.
A la altura del siglo XVI durante el Renacimiento tardío y la época del Barroco, las
condiciones sociales y culturales estaban maduras para que aconteciera el «giro copernicano» en
la ciencia y lo que Ortega y Gasset llama la «anábasis de Descartes» o arreglo de cuentas, en la
filosofía, de uno consigo mismo. Acontece que se deja de mirar el universo como un conjunto de
sustancias con sus propiedades y poderes, para verlo como un flujo de acontecimientos que
suceden según leyes. Casi todas las «revoluciones científicas» testimonian —como ha mostrado
T.S. Kuhn—3 la unión indisoluble entre el descubrimiento de nuevos hechos y la invención de
nuevas teorías para explicarlos, con una nueva imagen o visión del mundo. La concepción del
mundo fruto de la nueva forma de mirarlo, que ya es visible en hombres como Galileo o Bacon, no
es tanto metafísica y finalista, cuanto funcional y mecanicista. Los nuevos ojos de la ciencia
moderna están transidos de ansias de poder y control de la naturaleza. El centro no es ya el
mundo, sino el hombre. Por esta razón, su mirada cosifica, reduce a objeto para sus necesidades y
utilidades, a la naturaleza.4
Este interés pragmático, mecánico-causalista, que no va a preguntar ya por el «por qué» y
«para qué» últimos, sino por el «cómo» mas inmediato y práctico de los fenómenos y sus
consecuencias, emerge con fuerza en la centuria que va desde 1543, año de la aparición de la obra
de Copérnico De revolutionibus orbium coelestium, hasta 1638, fecha en que ven la luz los Discorsi
de Galileo. En este «umbral de la nueva ciencia», como lo denomina Dijsterhuis, se cristaliza un
nuevo método científico, una nueva forma de considerar qué requisitos tiene que cumplir una
explicación que pretenda llamarse científica. Al triunfo social de las nuevas ideas no le van a ser
ajenos —como venimos indicando— una serie de cambios sociales. Si denominamos «fuerzas
sociales intervinientes» a estos factores sociales que facilitan el surgimiento e institucionalización
de la ciencia moderna o galileana, tendríamos que señalar, lo siguiente. 5 En primer lugar, la labor
de recuperación de la tradición pitagórico-platónica efectuada por los humanistas. Ellos vierten en el
pensamiento occidental la concepción o creencia de raíz pitagórico-platónica, que se verá
fortalecida por la fe cristiana en el Creador, de que el libro real de la naturaleza estaba escrito en
3
T.S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, Madrid, FCE, 1975, p. 19.
4
Sobre este interés dominador que acompaña la ciencia moderna y se alza con pretensiones cada vez más absolutas,
cfr. Horkheimer y Adorno: Dialéctica del lluminismo, Buenos Aires, Sur, 1971, esp. cap. I.
5
Entre las teorías o explicaciones del surgimiento de la ciencia y pensamiento moderno se hallan: F. Borkenau: Üer
Ühergang von feiidakn zuñí bürgafchai Wellbild, París, 1934; ídem: «Zur Soziologie des mechanislischen Wdtbüdes», en
Zeilschrift fur Sozklforschung, I, 3 (1932), reeditada en Munich, Kosel, 1970. Para Borkenau, la ciencia moderna, la nueva
mecánica galileana y newtoniana, tendría sus raíces en la producción técnica manufacturada; C.H. Grossmann escribió,
coi-rigiendo a Borkenau, «Die geselishaschaft Grundlagen des mechanístischen Philosophie und die Manufakiun», en
Zeitschrifl fur Sozialforschung, I V, 2 (1935). En esta línea continúa también E, Zilsel. Para estos autores la ciencia
moderna surge de la unión del humanismo con el artesanado y el capitalismo primitivo. Posteriormente, A. Kojéve y W.
Kem verán la ciencia moderna como fruto del cristianismo, Cfr. A. Kojéve: «Origine chretienne de la science modeme»,
Sciences et L'enseigiienieiit des Sciences, 5, 37 (946).
82
lenguaje matemático. No habrá que buscar tanto la sustancia subyacente a los fenómenos cuanto
las leyes matemáticas que nos desvelen la estructura real del mundo físico. Galileo será un típico
representante de la nueva mentalidad que cambia las explicaciones físicas cualitativas de
Aristóteles por las formulaciones matemáticas de Arquímedes.
Pero los humanistas solos no hubiesen logrado mucho. Junto a ellos aparecen unas
condiciones sociales engendradas por el capitalismo incipiente nacido ya en el siglo XIII alrededor
de las ciudades italianas y su comercio con Oriente, que rompe el control de la producción y
distribución instaurada por los gremios. La incipiente producción, según el esquema de la oferta y la
demanda, favorece la acumulación del capital y el fortalecimiento de una nueva clase social urbana:
la burguesía. Propio de esta clase social va a ser el gusto por una cultura más secular, una
propensión a los hechos concretos y su sentido del orden y lo positivo; lo positivo, que es lo que
nuestro lenguaje popular ha recogido en expresiones como «ir a lo positivo», esto es, a lo útil y
pragmático. La nueva ciencia recoge este interés pragmático, acorde con el intento de dominar la
naturaleza, y señala una actitud tecnológica del conocimiento y sus aplicaciones. F. Bacon será el
gran apóstol de esta actitud «científica».
Tenemos ya una tradición matemática recuperada, que va a proporcionar un gran instrumento
a Galileo y sus seguidores para reducir, primero intuitivamente y después en la concentración de
una fórmula matemática, las propiedades de un fenómeno. Pero si es importante la determinación
métrica y numérica de un fenómeno, todavía lo es más la suposición hipotética que posibilitaba. El
aspecto más importante re-ganado a la tradición pitagórico-platónica y arquimédica, y reformulado
por el genio de Galileo, fue el énfasis en el valor de la abstracción e idealización de la ciencia. El
éxito de Galileo y del posterior desarrollo de esta tradición radica en su habilidad para arrinconar
diversas complicaciones empíricas, para trabajar con conceptos ideales, como «el péndulo ideal»,
etc. Es decir, que, junto a las fuerzas sociales indicadas, hay que poner a los hombres: los artistas-
ingenieros del Renacimiento, hombres geniales, como Leonardo da Vinci, que inician la vinculación
sistemática del saber académico con la empírica artesana J. El mismo Galileo, durante su estancia
como profesor de matemáticas en la Universidad de Padua (1592-1610), tuvo numerosos contactos
con artesanos para trabajar en su laboratorio y solucionar problemas físicos de las bombas de
agua, artefactos militares, etc. Fueron, en suma, una pléyade de científicos, en su mayoría
astrónomos (y Aristóteles ya denominaba a la astronomía una «ciencia mixta», por conjuntar la
matemática con la técnica), los que pisaron ese umbral de la nueva ciencia: Copérnico, Galileo,
junto con Simón Stevin y W. Gilbert.
La «nueva ciencia» que reemplaza a la aristotélica va a considerar como explicación científica
de un hecho aquella que venga formulada en términos de leyes que relacionan fenómenos
determinados numéricamente, es decir, matemáticamente. Tales explicaciones tomarán las formas
de hipótesis causales. Pero causal va a tener aquí una connotación funcional en una perspectiva
mecanicista.
Finalmente, la piedra de toque del valor de nuestras hipótesis causalistas vendrá determinada
por el análisis experimental. Será la comparación de la hipótesis con las consecuencias deducidas
mediante la observación de la realidad o experimentación, la que nos dirá su valor explicativo.
Más de un siglo después, dirá Kant que la actitud del científico galileano no es la de un
escolar a quien la naturaleza enseña, sino la de un juez que ciertamente va a aprender de un
testigo, pero sometiéndolo a un interrogatorio, previamente forjado por el juez, el cual prefija, por
tanto, lo que quiere averiguar. Dicho de otro modo, la física griega y, en general, toda la ciencia
hasta Galileo, se ha montado sobre el supuesto de que el entendimiento gira en torno a las cosas.
Galileo, dirá Kant, ha montado su física sobre un supuesto inverso: el supuesto de que las cosas
giran en torno al entendimiento, y, por paradójico que parezca, entonces y solo entonces ha
descubierto lo que son las cosas. Se ha consumado lo que Kant llama la revolución copernicana en
la ciencia6
Ya tenemos el escenario, o mejor, el ring, donde se debate la fundamentación de las ciencias
del hombre. Será a caballo de estas dos tradiciones, aristotélica y galileana, de sus respectivos
6
I, Kant: Crítica de la razón pura, Buenos Aires, Losada, 1970, p. 130; X. Zubiri: Cinco lecciones de filosofía, Madrid,
Alianza, 1980, pp. 72, 74. Sobre Galileo, cfr. A. Koyré: Estudios galileanos, Madrid, siglo XXI, 19S0,
83
puntos de vista sobre la explicación científica, donde se desencadenará la disputa.
Comprenderemos ahora por qué, hablando en un sentido muy amplio, la confrontación puede ser
expresada en términos de explicación causal versus explicación teleológica o, como diremos más
adelante, explicación (Erklaren) contra comprensión (Verstehen).
Vamos a continuar la exposición del estado de la cuestión actual. Según lo convenido,
seguiremos, a grandes zancadas, el desarrollo histórico de la polémica. Esperamos ganar así un
horizonte heurístico, explicativo, del problema mismo. De acuerdo con K.O. Apel,7 distinguiremos
tres fases en la controversia. Y si se nos abre un crédito de atención, como diría Ortega, desde
ahora anunciamos nubarrones con claros paisajes, y prometemos archipiélagos.
Nos situamos en el siglo XIX. Hay un paralelismo entre este siglo y la centuria de la ciencia
moderna: acontece para las ciencias del hombre un despertar análogo al conocido por las ciencias
naturales en aquella época. El estudio sistemático del hombre, de su historia, lengua, usos e
instituciones sociales, adquiere en este tiempo, y merced a hombres como Ranke y Mommsen en
historiografía, W. von Humboldt, R. Rask, J. Grimm en lingüística y filosofía, Tylor en antropología
social, Saint-Simón, Comte, Spencer y Marx en sociología, una altura comparable a la alcanzada
por la ciencia galilaico-newtoniana.
Tampoco sucede este auge de estudios culturales, sociales, humanos, porque sí. El hombre
fue desafiado a finales del siglo XVIII. Tuvo lugar uno de esos acontecimientos que conmueven
hasta los cimientos del mundo social y que, según Kant no se olvidarán jamás: la Revolución
francesa. Hasta entonces, digámoslo de una forma simplificada y general, la sociedad no constituía
un problema para la conciencia, dada su relativa coincidencia con ella. Todavía era posible una
visión monolítica, sin problemas, de la conciencia. Hasta cierto punto, las relaciones sociales, la
cultura, el pasado y porvenir de la sociedad, funcionaban inconscientemente, a semejanza de las
fuerzas elementales del cosmos. Pero desde el momento en que la sociedad europea entró en
crisis, se convirtió en un problema para sí misma a nivel de la práctica (modo de organización) y se
hizo evidente la ignorancia teórica (modo de comprensión). De esta manera, quedaba expedito el
camino para la aparición de las ciencias del hombre y, en particular, de las que conciernen a la
sociedad. La crisis, el estado crítico, en que se encontraron los hombres y las sociedades
occidentales, enfrentados con la necesidad de una nueva reordenación social y de obtener
equilibrio, sacudió los espíritus en favor de una intervención consciente y refleja de la sociedad
sobre sí misma.8
Nos encontramos, por tanto, a mediados del siglo XIX con una ciencia natural asentada cada
vez más fuertemente sobre los pilares de la tradición galileana, y unas ciencias humanas con
grandes logros y con pretensiones científicas. En estas circunstancias, dirá Von Wright, «resultó
natural que una de las principales cuestiones de la metodología y filosofía de la ciencia del siglo XIX
fuera la concerniente a la relación entre estas dos importantes ramas de la investigación
empírica».9 Las principales posiciones al respecto pueden engarzarse en las dos grandes
tradiciones del pensamiento científico que hemos esbozado.
Una de estas posiciones es la filosofía de la ciencia del positivismo decimonónico,
representada típicamente por A. Comte y X Stuart Mill. El positivismo es un concepto que se ha
vuelto escurridizo, porque se puede aplicar a una serie de autores, que van desde Hume hasta
Popper y sus discípulos hoy día. Conviene buscar el común denominador de esta corriente
positivista que se desliza persiguiendo la tradición galileana de la ciencia. Reducida a sus rasgos
característicos, cuatro serían los aspectos que configuran el contenido de este vocablo acuñado por
7
K.O. Apel: Diz Erkldrett-Versteheit Koittroverse..., ob. cit,, pp. 15-57.
8
Sobre el nacimiento de las ciencias humanas y el contexto sociohistórico de crisis, cfr. M. Foucault: Las palabras y las
cosas, Madrid. Siglo XXI, 1971, pp. 334 s.; J. Habermas: Teoría y praxis, Buenos Aires, Sur, 1966, pp. 105 s,; A,
Touraine: La production de la societé, París, Scuil, 1973. pp. 62 s
9
G.H. von Wright: Explicación y comprensión, p. 20.
84
Comte:
2° El modelo o canon de las ciencias naturales exactas. Para Comte, Mill, la unidad de
método, el llamado método positivo, tenía un canon o ideal metodológico frente al que se
confrontaba el grado de desarrollo y perfección de todas las demás ciencias. Este baremo lo
constituía la ciencia físico-matemática. Por él vendría medida la cientificidad de las nacientes
ciencias del hombre.
10
Así sucede, por ejemplo con la traducción de la recopilación de textos de P.H. Hidditch: Filosofía de la ciencia,
México, FCE, 1975, cfr. pp. 100 s. Habría que unificar la terminología y reservar el término técnico explicar para la
explicación de tipo causal.
11
F. Bacon: Novum Organum (1620) libro I, aforismo 3.
85
se retrotrae a lo interior».12 Para Droysen, el ser humano expresa su interioridad mediante
manifestaciones sensibles, y toda expresión humana sensible refleja una interioridad. No captar,
por tanto, en una manifestación, conducta, hecho histórico o social esa dimensión interna, equivale
a no comprenderlo.
Droysen fue el primero que utilizó la distinción entre explicación y comprensión (en alemán
Erklaren y Verstehen) con intención de fundamentar el método de la historia, comprender, en
contraposición al de la física matemática, explicar, y al de la tecnología y filosofía, conocer
(Erkennen). Desde entonces el término Verstehen, «comprender», viene a representar una
concepción metodológica propia de las ciencias humanas. El contenido positivo del término
comprender varía y tiene énfasis diversos según los autores; así, a título de ejemplo, para Simmel
(y el primer Dilthey) la comprensión, tiene una resonancia psicológica, es una forma de empatía
(Einfühlung) o identificación afectivo-mental que reactualiza la atmósfera espiritual, sentimientos,
motivos, valores, pensamientos, de sus objetos de estudio. 13 Pero Dilthey acentuará además en las
ciencias humanas la pertenencia del investigador y la realidad investigada al mismo universo
histórico; el mundo cultural e histórico del hombre. Se da, por tanto, una unidad sujeto-objeto que
permite la comprensión desde dentro de los fenómenos HISTÓRICOS SOCIALES, HUMANOS.
La comprensión se funda para Dilthey en esa identidad sujeto-objeto propia de las ciencias
del espíritu. Se justifica de esta manera, además, la autonomía de las ciencias del espíritu frente a
las ciencias de la naturaleza. Windelband, sin embargo, en su Historia y ciencia natural (1894)
sostiene que lo importante no es la distinción diltheyana, fundada en el diverso objeto material de
las ciencias naturales y del espíritu, sino en fenómenos repetidos uniformemente y fenómenos
individuales e irrepetibles. Las ciencias del espíritu, como la historia, pretenden comprender hechos
particulares, mientras que las ciencias naturales tratan de formular leyes generales. Windelband
calificó de nomotéticas las ciencias que persiguen leyes, e ideográficas, las dedicadas a la
comprensión de las peculiaridades individuales y únicas de sus objetos.
Weber, siguiendo a Rickert, va a insistir en la comprensión como el método característico de
las ciencias, cuyos objetos presentan una relación de valor que hace que dichos objetos se nos
presenten relevantes, con una significatividad que no poseen los objetos de las ciencias naturales,
los átomos, por ejemplo. Esta significatividad permite identificar y seleccionar tales objetos. El
investigador llega a la comprensión de tal significado porque puede compartir, mejor, comparte con
el objeto, los valores que atribuyen el significado.
El último Dilthey14 insiste en que el Verstehen no es solo un conocimiento psicológico, sino la
comprensión del «espíritu objetivo» (Hegel), en cuanto objetivación sensible, histórica, en
realizaciones culturales, del espíritu o vida humana. Acuñando una frase expresiva y brillante, dirá
que «el espíritu sólo puede comprender lo que ha hecho» («Nur was der Geist geschaffm hat,
verstehet er).
De todo este esfuerzo por precisar una filosofía de la ciencia que no caiga en las redes del
positivismo y haga justicia a la peculiaridad de las ciencias humanas, culturales o del espíritu, una
cosa queda clara: el rechazo a aceptar el modelo de explicación científica triunfante en Occidente
desde Galileo. Hay una recuperación de la tradición aristotélica, a través de Hegel.
«Para ciertos filósofos la explicación (científica) consiste en procurar que los fenómenos sean
inteligibles teleológicamente, más bien que en determinar su predictibilidad a partir del conocimiento
de sus causas eficientes.»15
El debate iniciado con la relación antipositivista de finales del siglo XIX no concluye aquí. Es,
12
G. Droysen: Gruridriss áer histañk (1858), citado en K.O. Apel: Die ErklSren- VersieJieii KD}itro\>erse, ob. ciL, p. 1.
13
Hacernos notar que este rasgo psicológico es el más vulgarizado cuando se habla de la comprensión. Hasta autores
como Stegmüller, cuando tratan de esquematizar la concepción del Verstehen de Dilthey, acuden a esta teoría psicológica
de la comprensión. Lo menos que se puede decir frente a esta interpretación es que se toma abusivamente la parte por el
todo.
14
Cfr. W. Dilthey: Der Aufbau der gerschichllicheii Welt ai der Geisteswissenschaften, Frankfurtt, 1970, Para una buena
presentación del pensamiento de Dilthey e incluso de la problemática que vinimos abordando, E. Itnaz: El pensamiento
de Dilthey, México, FCE, 1975; K.O. Apel: Die Erktüreit-Verstehen Kontroverse, pp. 17 s.; J. Freund: Las teorías de las
ciencias humanas, Barcelona, Península. 1975.
15
G.H. Wrigúr. Explicación y comprensión, p. 27.
86
más bien, el comienzo de una polémica incesante hasta hoy. Esto indica que no hay vencedores ni
vencidos, aunque sí reacciones más o menos fuertes en uno u otro sentido. Por ejemplo, al
terminar el siglo XIX, dos grandes sociólogos, E. Durkheim y Max Weber, seguían
metodológicamente cada uno una tradición: Durkheim (Las reglas del método sociológico) seguía la
tradición galileana (positivismo); M, Weber, la «sociología comprensiva».
Nos hallamos entre las dos guerras mundiales. Este tiempo conoce el resurgimiento de la
lógica, iniciado en 1850, tras un estancamiento que se remonta a 1350. Por una serie de azares, el
desarrollo de la lógica se vinculó con el positivismo y dio como resultado, en la década de los años
veinte, el denominado positivismo lógico. A esta corriente pertenecen B. Russel, el primer
Wittgenstein (o del Tractatus logico-philosophicus) y el denominado neopositivismo del círculo de
Viena.
Típico de esta tendencia, englobada hoy dentro de lo que se denomina filosofía analítica,
sería afirmar que únicamente los enunciados sometidos a la lógica y la verificación empírica pueden
ser calificados como científicos. Los demás deben ser considerados de antemano como absurdos y
sin sentido. Científico es sólo, por tanto, aquel análisis de la realidad que trabaje con estos dos
pilares: la teoría de la relación lógico-matemática y la fase o verificación empírica. El gran objetivo,
a la larga, claramente expresado por el representante más significativo del círculo de Viena, R.
Carnap, era típicamente positivista: reconstruir racionalmente todos los posibles enunciados de la
ciencia unitaria, universal, lógicamente trabada.
No es extraño que el énfasis de los neopositivistas del círculo de Viena, de un R. Carnap, por
ejemplo, se centrase en:
La moderna teoría de la ciencia ha sido fuertemente influida por estas ideas. Pero pronto se
vieron las aporías a las que conducía el programa del positivismo lógico. Respecto a la
construcción de un lenguaje científico, universal, transparente y de interpretación, unívoca, surgían
las preguntas: el lenguaje científico formalizado, ¿no depende del lenguaje cotidiano?; ¿es posible
un lenguaje científico totalmente independiente de un saber cotidiano previo?
Gravísimas eran también las consecuencias que se derivaban de aplicar estrictamente el
principio de la verificación. Popper dirá que la exigencia mayor de verificabilidad en la experiencia
no solo eliminaría las afirmaciones metafísicas, sino aniquilaría también las hipótesis empiristas y
con ello, todo el conocimiento científico natural. 17 Esto porque la mayoría de los enunciados
científicos no son verificables empíricamente. Por consiguiente, habría que rechazarlos como
afirmaciones sin sentido. Pero, ¿con qué derecho se hace precisamente a la experiencia sensible,
empírica, el criterio de todo sentido?
Ya se advierte que, por este camino, muy poco del pensamiento filosófico y de las ciencias
humanas quedaría en pie. Sería rechazado como pseudociencia. De hecho los filósofos del
16
W. Stegimiller: Hauptstromungen der Gegenwarts-philosophie, Kroner, Stuttgart, 6, 1976, XXX, II, obra muy
recomendada de la que hay trad. cast.: Corrientes actuales de 1a filosofía actual, Buenos Aires, Nova, 1967.
17
K. Popper: La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos, 1973.
87
positivismo lógico se ocuparon, casi exclusivamente, de cuestiones relativas a !os fundamentos de
las matemáticas y de las ciencias naturales exactas. Sólo O. Neurath, uno de los miembros más
activos, junto con Carnap, del círculo de Viena, trató de fundamentar la sociología desde sus
supuestos.18 Uno de los resultados fue rechazar las exigencias metodológicas del método del
Verstehen. Este queda reducido a un nuevo elemento externo, accidental, dentro del proceso
científico. Tomando su comparación, sería equivalente a «un buen café» que el investigador
necesita para su trabajo.
Será K. Popper, crítico del círculo de Viena, aunque situado en la corriente positivista, el que
comenzará a prestar atención a la problemática de las ciencias sociales.19 Desde entonces, la
filosofía analítica de la ciencia entró en liza en el debate positivismo-antipositivismo. Las antiguas
controversias se avivaron alrededor de la mitad del siglo.
El racionalismo crítico de K. Popper arremete duramente contra el positivismo lógico del
círculo de Viena. Popper había tenido contactos con sus miembros en su Viena natal. En 1934
aparece su Logik der Forschung (Lógica de la investigación) donde analiza, sutilmente, las reglas
de juego de la obtención de las hipótesis y teorías científicas. Constituye el fundamento de un
criticismo racional o racionalismo crítico.
Para Popper, como hemos indicado ya, la pretensión de verificar empíricamente todo
enunciado científico conduce a la muerte de la ciencia. La hipótesis científica más sencilla (por
ejemplo: «el cobre conduce la electricidad»), si hubiera de ser verificada experimental mente,
exigiría comprobar esta cualidad en todo el cobre del universo. Pero esto, evidentemente, es
imposible. Por tanto, las hipótesis científicas que pretenden posibilitar el conocimiento de las leyes
de la naturaleza y poder efectuar pronósticos con validez para el futuro no son verificables.
No se puede acudir al «principio de inducción» para resolver el problema. Como Hume, la
oveja negra de la filosofía, mostró ya, un enunciado general jamás puede ser verificado con la
observación. De aquí que, estrictamente hablando, el intento de fundamentar la ciencia sobre el
método inductivo (partiendo de experiencias particulares concluir leyes generales) conduce a una
construcción ilógica de la ciencia.
La ciencia tendrá que ser deductivista en su justificación, o no será un edificio racional.
Popper les descubrirá a los hombres del círculo de Viena que su verificación está ligada a un
dogma empirista que no se puede sostener la certeza última proporcionada por la percepción de los
sentidos. Para el positivismo lógico, el edificio de la ciencia se construía sobre las piedras
elementales de los enunciados elementales, básicos, protocolarios, cuya certeza venía dada por la
percepción inmediata de los sentidos. Pero, aunque es innegable que una relación importante une
las experiencias perceptivas a los enunciados de base o protocolarios, no hay tal justificación
empírica. Los enunciados elementales solo se pueden justificar mediante otros enunciados.
Además no hay percepción de los sentidos que no suponga una interpretación. Así pues, nuestro
saber es, desde el comienzo, conjetural, hipotético, siempre sometido a revisión. Que los
enunciados de la ciencia tengan una fundamentación última, exenta de toda ulterior crítica, es una
fe, una ciencia que desemboca en el famoso trilema de Münchhausen.20
Por estas razones, dirá Popper, los enunciados científicos hay que entenderlos como esbozos
arbitrarios, creativos, que solo tienen un valor conjetural e hipotético y necesitan la comprobación
ulterior. Y puesto que no podemos comprobar todos los posibles casos subsumidos por una
18
O. Neurath: Empirische Soziologie, Viena, 1931. En castellano puede verse su obra de 1944: Fundamentos de las
ciencias sociales, Madrid, Taller de Ediciones J.R, 1973.
19
Sobre el positivismo de K. Popper, cfr. G.H. Wligtli: Educación y comprensión, p. 29; K.O. Apd: Die Erklünen-
Verstuhen Koniroverse, pp. 45, 92, 291, maliza la posición última do Popper, que exigiría también una hermenéutica; cfr.
K. Poppoi" Conocimiento objetivo, Madrid, Tecuos, 1974, cap. 4, pp. 147 s. Para una introducción al pensamiento de K.
Popper, Madrid, Grijalbo, 1974; J.F. Malherbe: La philosophie de K. Popiier et le positivismo logiqne, París, PUF, 1976;
K. Popper: Biísqueda sin término. Una autobiografía intelectual, Madrid, Tecnos, 1977. Popper rechaza enérgicamente
el apelativo de «positivista» que le endosan los críticos de la escuela de Frankfurt; cfr. K, Popper: «Reason o
Revolution?», Archives Europeénnes de Sociofoge, XI, 2 (1970) pp. 252-265, 253. Víctor Kraft, miembro del circulo de
Viena, le ve, por el contrario, como continuador «en lo esencial» de dicha orientación neo-positivista, cfr. V. Kratt: El
círculo de Viena, Madrid, Taunjs, 1966, p, 18 y nota 13 bis.
20
Cfr. H. Albert: Tratado de la razón crítica, Buenos Aires, Sur, 1973.
88
hipótesis científica, no podremos utilizar la verificación, sino la falsificación. Es decir, lo que
podemos hacer no será verificar si «todos los cisnes son blancos», sino comprobar «si algún cisne
no es blanco»; por ejemplo, negro. Si encontramos algún caso que contradiga nuestra hipótesis,
ésta quedará, falsificada. El fundamento lógico de esta teoría es que de un enunciado o frase
singular se puede seguir la negación de una frase o enunciado general, pero no una frase general.
En el caso de que nuestra hipótesis resista los intentos de falsificación, será aceptada,
provisionalmente, mientras no se demuestre la contraria, como científica.
En resumen, la ciencia, para Popper, deja de ser un saber absolutamente seguro para ser
hipotético, conjetural. Deja de seguir un camino inductivo, para ser deductivo. Abandona el criterio
de verificación para seguir el de falsificación. Al principio de la ciencia no hay fundamentos
infalibles, sino problemas y un convencionalismo crítico que se apoya en la fe, en la fuerza crítica
de la razón.21 Tampoco se puede pretender evitar el lenguaje ordinario y, con ello, los conceptos
«no claros». La ciencia no es posesión de la verdad, sino búsqueda incesante, crítica, sin
concesiones, de la misma.22
Para Popper, este es el método científico al que se tienen que someter también las ciencias
sociales humanas.23 Hay, pues, un monismo metodológico.24 Toda explicación científica adopta en
último término, 3a forma de un esquema lógico básico, donde el hecho o fenómeno que hay que
explicar (explicandum) será la conclusión de una inferencia lógica deductiva, cuyas premisas están
constituidas por la teoría y las condiciones iniciales (explicans).25 El tipo de explicación es causal en
sentido amplio.
Si prescindimos del giro que parece haber efectuado el último Popper, y al que ya hicimos
referencia, este planteamiento se sitúa en la línea de la tradición positivista y galileana.
Durante las dos guerras mundiales también se fundó en el ámbito alemán un instituto de
investigación social anejo a la universidad de Frankfurt, que andando el tiempo sería el origen de la
llamada escuela de Frankfurt. Su fundador y cabeza de fila es Horkheimer. Junto a él, trabajaron y
modelaron las ideas de lo que se denominaría la teoría crítica de la sociedad Adorno, Marcuse,
Fromm, Löventhal, Polloch,.. Prosiguen la línea hegeliano-marxista, a la que tratan de incorporar las
aportaciones de Freud. Su pretensión es analizar la sociedad occidental capitalista y proporcionar
una teoría de la sociedad que posibilite a la razón emancipadora las orientaciones para caminar
hacia una sociedad buena, humana y racional.
La teoría crítica de la escuela de Frankfurt se contrapuso desde sus orígenes a la tradición
positivista. Se puede decir que los miembros de la primera generación mantuvieron hasta su muerte
una polémica permanente contra el positivismo. En 1961, en el congreso de la Sociedad Alemana
de Sociología tuvo lugar una confrontación entre el racionalismo crítico (K. Popper) y la teoría crítica
(T. Adorno). La polémica fue proseguida por los discípulos más conspicuos de ambos, H. Albert y J.
Habermas.26
Horkheimer ya criticó duramente al positivismo en uno de los artículos que se consideran
fundacionales de la teoría crítica: «Teoría tradicional y teoría crítica» (1937).27 Aquí ya indicaba
Horkheimer el carácter de criterio último y justificador que reciben los hechos en el positivismo.
Pero no hay tal captación directa de lo empírico. El positivista no advierte que su ver, percibir, etc.,
está mediado por la sociedad (burguesa capitalista) en la que vive. Si renuncia a percibir esta
mediación de la totalidad social del momento histórico que vive, se condena a percibir apariencias.
21
Cfr. K, Popper: La lógica de la investigación científica, p. 38.
22
Ver el título de su autobiografía: Búsqueda sin término.
23
Cfr. K. Popper: «La lógica de las ciencias sociales- en Adorno y otros. La disputa del positivismo en la sociología
alemana, Barcelona, Grijalbo, 1973, pp. 101- 119.
24
K. Popper: La miseria del historicismo, Madrid, Alianza, 1973, pp. 145-158.
25
K. Popper: La lógica de las ciencias sociales, tesis vigésima. Volveremos más adelante sobre este modelo
nomológico-deductivo.
26
Las exposiciones de K. Popper y T. Adorno, así como la polémica posterior están recogidas casi íntegramente en La
disputa del positivismo en la sociología alemana, ob. cit.
27
Cfr. M, Horkheimcr: Teoría crítica, Buenos Aires, Amorrorlu, 1974, pp. 223-272, Para una exposición de los orígenes
de la teoría crítica, cfr. M. Jay: La imaginación dialéctica, Madríd, Taurus, 1974. Para una presentación amplia del
concepto de ciencia social que detenta M. Horkheimer, cfr, J.M. Mardones: Dialéctica y sociedad irracional. La teoría
crítica de la sociedad de M. Horkheimer, Bilbao, Univ. Deusto/Mensajero, 1979.
89
La teoría crítica no niega con ello la observación, pero sí niega su primacía como fuente de
conocimiento. Tampoco rechaza la necesidad de atender a los hechos, pero se niega a elevarlos a
la categoría de realidad por antonomasia. Lo que es, no es todo, dirá Adorno. Allí donde no se
advierte el carácter dinámico, procesual, de la realidad, cargado de potencialidades, se reduce la
realidad a lo dado. Y tras las reducciones están las justificaciones. La ciencia moderna, galileana,
no ha advertido que es hija de unas condiciones socioeconómicas y que está profundamente ligada
con un desarrollo industrial. Privilegia una dimensión de la razón: la que atiende a la búsqueda de
los medios para conseguir unos objetivos dados. Pero esos objetivos o fines no se cuestionan, son
puestos téticamente o «decisionísticamente» por quienes controlan y pagan los servicios de la
ciencia. La razón se reduce, así, a razón instrumental. Y su expresión más clara, la ciencia
positivista, funciona, con el prestigio de sus éxitos tecnológicos y su racionalización en la teoría de
la ciencia, como una ideología legitimadora de tal unidimensionalización de la razón.
Se imponen, pues, ya algunos correctivos a la concepción popperiana y al positivismo en
general. No se puede desvincular el contexto de justificación del contexto de descubrimiento. Es
decir, no se puede atender a la lógica de la ciencia, al funcionamiento conceptual, y prescindir del
contexto sociopolítico- económico donde se asienta tal ciencia. Los factores existenciales y
sociales, como sabe la sociología del conocimiento y la historia de la ciencia, penetran hasta la
estructura misma del conocimiento. No es, pues, baladí para el contenido mismo de la ciencia el
atender al entorno social que la rodea y la posibilita. También aquí se juegan los problemas
epistemológicos. Quien olvida este entorno, que Adorno y Horkheimer denominan totalidad social,
desconoce, además de las funciones sociales que ejercita su teorización, la verdadera objetividad
de los fenómenos que analiza.
El racionalismo crítico reduce en exceso toda la problemática de la ciencia a cuestiones
lógico-epistemológicas. Frente a esta tendencia, la postura de la teoría crítica será, no negar, sino ir
más allá de las afirmaciones de K. Popper.28
Resumiendo mucho las posiciones, los correctivos de Adorno serían:
b) El método científico
28
Cfr. la coponencia ya citada de T.W. Adorno a K. Popper, en La disputa del positivismo, ob. cít.. pp. 121-138.
29
Horkheimer y Adorno: La sociedad, lecciones de sociología, Buenos Aires, Proteo, 1969.
30
Adorno: «Sobre la lógica de las ciencias sociales» en La disputa del positivismo, ob. cit..p. 123.
90
más allá de la apariencia. Se impone, por tanto, una metodología que atienda a los datos de la
realidad, pero que no olvide que hay que ir más allá de lo que aparece para captar el fenómeno en
su objetividad. Esto sólo se logra si se acepta que la razón mantiene una relativa autonomía
respecto de los hechos.
c) La objetividad de la ciencia
Al final descubrimos que la instancia específica que distingue la teoría crítica de otras teorías,
por ejemplo el racionalismo crítico, es el interés emancipador o, como diría Horkheimer a la altura
de 1937, el «interés por la supresión de la injusticia social». 33 Interés que, pretende radicalmente la
teoría crítica, está ínsito en ella. De aquí deriva su no conformismo, su beligerancia en pro de una
sociedad buena y racional, y la constante atención a los desarrollos de la realidad.
El carácter no ortodoxo de la teoría crítica se enraíza en su carácter desideologizador, que
nombra lo que nadie nombra y desvela la injusticia como camino, como vía negativa, para hacer
aflorar la verdad de la sociedad futura que ansiamos.
Las propuestas de la teoría crítica no han quedado sin réplica. La confrontación la han
proseguido los discípulos de los protagonistas aquí citados. Pero, más allá de la polémica y
mediante ella, tanto las posturas de Popper como las de Adorno-Horkheimer han sido matizadas o
impulsadas más allá. Es decir, la discusión continúa y, entretanto, han aparecido los seguidores de
otro de los creadores de un estilo de pensar en la actual teoría de la ciencia; nos estamos refiriendo
a las aportaciones del Wittgenstein tardío. Nos situamos, pues, en la tercera y última fase de la
confrontación explicación-comprensión (Erklaren-Verstehen).
31
Adorno: introducción a la disputa del positivismo, ob. cil., pp, 41, 54,
32
Ibíd., p. 130.
33
Horkheimer: Teoría tradicional y teoría crítica, ob. cít,, p, 270.
91
Carr y Kemmis. (1988). Teoría crítica de la enseñanza. Barcelona. Martínez Roca. pp. 224-229.
92
93
94
95
96
Albert Gómez María José (2007) La investigación educativa: claves teóricas, México, McGraw-Hill.
1. LA CIENCIA
Etimológicamente, «ciencia» procede del verbo scire, que significa saber, y en su acepción más
general, ciencia equivale a toda clase de saber. Sin embargo, este concepto, aunque tuvo su
sentido en la época de su amanecer (la civilización griega), actualmente resulta demasiado amplio
(Ferrater, 1971), ya que existen muchos modos de saber, como el arte, la religión, etc., que no son
científicos. También se ha identificado la ciencia con lo que el griego llamó episteme, lo cual
tampoco resulta exacto considerando una serie de razones que muy bien expone Zubiri (1963) y
que van en el orden de demostrar que el término se refiere más al método que al objeto. En la
actualidad, se utiliza más bien para referirse a la teoría del conocimiento o doctrina sobre su
validez. En este sentido, hablamos de epistemología, que investiga los métodos y procedimientos
de cada ciencia o del pensamiento científico en general. Bunge (1980) define dicha epistemología
como la rama de la filosofía que estudia la investigación científica y su producto: el conocimiento
científico. Así, vemos cómo con el tiempo ha ido cambiando el concepto de ciencia como el de
otros muchos aspectos del saber hasta que aparece con el Renacimiento la mora scienzia,
denominada así por su contraposición a la antigua de carácter filosófico y caracterizada por un
modo de conocimiento que aspira a formular mediante lenguajes rigurosos y apropiados leyes por
medio de las cuales se rigen los fenómenos (Ferrater, 1971).
La ciencia trata de paliar el posible énfasis concedido al método reflexivo para desarrollar los
argumentos filosóficos, evitando que las teorías sean puras abstracciones conceptuales sin un
contenido empírico (Rosel, 1986). El conocimiento científico intenta subsanar el posible
alejamiento de aquellos aspectos susceptibles de ser contratados con la realidad. Para ello, la
ciencia conjuga el sentido común y el pensamiento reflexivo con la contrastación empírica,
originando el conocimiento científico.
Definición y funciones
Una vez vistas las consideraciones etimológicas, podemos definir la ciencia como un conjunto
organizado de conocimientos lo más objetivo posible de la realidad en la que existimos.
A la vista de esta definición, surge una problemática ampliamente debatida: ¿existe una
ciencia única o hay varias ciencias? Los defensores de la primera postura abogan por una ciencia
única que englobase todos los conocimientos científicos y que reúna una serie de propiedades
como sería la teoría general de sistemas (Bertalanffy, 1976; Monserrat, 1987).
Sin dejar de ser cierto lo anteriormente expuesto, otros autores consideran la multiplicidad
dentro de una misma (Roycc, 1976). Según esta postura y dada la enorme especificidad de la
problemática que el campo de la ciencia presenta, se hablará de diferentes ciencias según el
contenido concreto de cada una de ellas, como, por ejemplo, la física, la fisiología, la química.
Bunge (1985) presenta una explicación a esta dualidad sobre una o varias ciencias. Para
este autor, ciencia es el campo de investigación cuyo fondo específico es igual a la totalidad del
conocimiento científico acumulado en todas las ciencias particulares. De esta forma, cada ciencia
particular sería la que abarcara un campo concreto de conocimientos y poseyera una o varias
líneas de investigación, mientras que la ciencia general sería la familia a la que pertenecerían
todas las ciencias particulares.
Desde un planteamiento globalizador (Dendaluce, 1988), la mayoría de los autores de- fine
la ciencia en función de los componentes: contenido, método y producto, y la conciben como un
modo de conocimiento riguroso, metódico y sistemático que pretende optimizar la información
disponible en tomo a problemas de origen teórico y/o práctico.
Entre otras, podemos señalar distintas definiciones:
97
• Ciencia es el conjunto organizado de conocimientos sobre la realidad y obtenidos mediante
el método científico (Siena Bravo, 1984).
Cualquiera que sea la definición que demos de la ciencia, en todas ellas, aunque en
ocasiones no de forma explícita, aparecen dos ingredientes fundamentales en continua
interacción: por un lado, el objeto, y por otro, el método. El objeto es aquello a lo que o sobre lo
que se dirige una acción u operación intelectual y el método será el procedimiento empleado en su
estudio. El método no puede existir sin el objeto y el objeto necesita del método para su estudio.
Hay quienes opinan que es el método lo que caracteriza a una ciencia, pero lo que está claro es
que éste no se aplica en el vacío, sino que necesita de un objeto, adaptándose a uno u otro
produciéndose una interacción constante entre objeto y método. De esta interacción se obtiene
como consecuencia unos conocimientos, siendo el conjunto organizado de éstos lo que dará lugar
a la llamada ciencia.
Con respecto a las funciones de la ciencia, las preguntas serían: ¿qué hace la ciencia?,
¿qué estudia? Para la primera pregunta, Kerlinger (2002) plantea dos visiones de la ciencia, y a
partir de ellas, define o identifica sus funciones. Se trata de la visión estática y la visión dinámica.
Según la visión estática, la ciencia es una actividad que aporta al mundo información
sistematizada. El trabajo del científico tiene como función descubrir nuevos hechos y agregarlos al
cuerpo ya existente de información. La ciencia en este caso sería un conjunto de hechos. Desde
esta perspectiva, la ciencia es también una forma de explicar los fenómenos observados. El
énfasis está entonces en el estado actual del conocimiento y en la adición que se te hace, así
como en el conjunto de leyes, teorías, hipótesis y principios actuales. La función de la ciencia en
esta versión sería hacer leyes generales.
Braithwaite (1953/1996:1) considera que la función de la ciencia consiste en establecer
leyes generales sobre el comportamiento de eventos empíricos en los que la ciencia en cuestión
está interesada para así permitirnos conectar nuestro conocimiento de eventos conocidos por
separado y hacer predicciones confiables de eventos aún desconocidos.
La visión dinámica considera a la ciencia más como una actividad que como aquello que
realizan los científicos. En esta versión, el estado actual del conocimiento también es importante,
pero lo es en la medida que contribuye a la base para futuras teorías e investigaciones científicas.
A esto se le ha llamado la versión heurística de la ciencia. La palabra heurística significa «que
sirve para descubrir o revelar».
La versión heurística de la ciencia enfatiza la resolución de problemas más allá de los
hechos y conjuntos de información. Según esta versión, la función de la ciencia sería hacer
descubrimientos, conocer hechos, avanzar en el conocimiento con el fin de mejorar las cosas con
un criterio de utilidad práctica y resultado.
Para la segunda pregunta, ¿qué estudia la ciencia, lo particular o lo individual?, el profesor
López-Barajas (1988:38) señala dos versiones de la ciencia: la idiográfica y la nomotética. La
ciencia nomotética intenta identificar lo constante, lo permanente, encontrar leyes generales y
98
poder predecir con bastante exactitud los fenómenos que estudian. Por otra parte, la ciencia
idiográfica estudia lo único, lo que sólo se produce una vez sin conseguir explicaciones generales.
Objetivos de la ciencia
El objetivo básico de la ciencia es explicar los fenómenos naturales, y a tales explicaciones se les
llama teoría. Un ejemplo sería cómo en lugar de explicar distintas conductas de los alumnos en
clase por separado o individualmente, el científico busca explicaciones generales que abarquen y
conjunten muchas conductas diferentes. Otro ejemplo podría ser cómo el científico, en lugar de
explicar los métodos que usan los niños para resolver problemas aritméticos, busca explicaciones
generales de todos los tipos de solución de problemas.
Podemos definir la teoría como un conjunto de constructos (conceptos) interrelacionados,
definiciones y proposiciones que presentan una visión sistemática de los fenómenos al
especificar las relaciones entre variables con el propósito de explicar y predecir los fenómenos.
De esta definición podemos destacar tres aspectos importantes para entender el concepto
de teoría:
3. Una teoría explica fenómenos al especificar qué variables están relacionadas con otras y
de qué forma están relacionadas. De esta manera permiten al investigador hacer
predicciones de ciertas variables a partir de otras. Por ejemplo, se podría contar con una
teoría sobre el rendimiento académico; nuestras variables podrían ser la motivación, la
personalidad, la inteligencia, el sexo, el tipo de centro escolar. En este caso, el estudio del
rendimiento sería a través de las variables y de la combinación entre ellas. El científico,
estudiando todos estos constructos o variables, puede estudiar el rendimiento, explicarlo y
en alguna medida predecirlo.
Este ejemplo nos lleva directamente a otros objetivos de la ciencia. Éstos son: la
explicación, la comprensión, la predicción y el control. Todos estos objetivos pueden estar
implicados y son componentes importantes de las teorías científicas.
Para autores como Kerlinger (1985), el objetivo fundamental de la ciencia es la explicación
de los fenómenos, es decir, conocer por qué es así. La explicación tiene como finalidad ampliar el
horizonte del conocimiento, profundizar en él, racionalizarlo, dar respuestas a porqués. La
explicación científica se puede entender como todo proceso que permite conocer relaciones de
carácter causal donde cualquier proceso psicológico o cualquier evento se pueda analizar en
función de los elementos de que se compone y de los diferentes tipos de conexión entre ellos. Es
decir, se trata de establecer un esquema conceptual que contenga los distintos hechos que se
investigan y sus relaciones mutuas. Las ciencias difieren unas de otras en el énfasis que dan a las
explicaciones sis- temáticas y en el grado en que logran completar estos esquemas explicativos.
Cada ciencia acepta como conocimiento lo que puede comprobarse como real en las condiciones
en que se realizan las percepciones y nuestro pensamiento.
La comprensión, por su parte, es un aspecto psicológico de la explicación. Ambas,
explicación y comprensión, son esenciales por ser decisivas para la toma de decisiones y para
modificar y predecir, en la medida de lo posible, el curso de los fenómenos.
La diferenciación entre explicación y comprensión la estableció Dilthey al señalar que el
objetivo de las ciencias de la naturaleza es «explicar», sobre todo basándose en las semejanzas y
regularidades entre los fenómenos, y el de las ciencia humanas es «comprender», atendiendo
99
también a las diferencias entre los sujetos. De ahí que el reto de las ciencias humanas sea
conjugar adecuadamente, y en el grado que sea posible, la sistematización explicativa de los
sujetos y de las situaciones en las que se encuentran con la identidad propia de cada sujeto y
cada contexto (Latorre-Rincón, 1996:13). Con respecto a la predicción y el control, diremos que
predecir es anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder, y control es
comprobación, inspección o intervención.
Al igual que Kerlinger pensaba que el principal objetivo de la ciencia es la explicación,
hay otras posturas según las cuales con lo que realmente tienen que estar comprometidos los
científicos es con predecir y controlar. Una teoría predice cuando de las proposiciones originales
de una teoría deducimos otras más complejas. Según esta postura, si al utilizar una teoría somos
capaces de predecir con éxito, entonces la teoría se confirma, siendo eso suficiente sin tener que
buscar más explicaciones. Si la ciencia logra saber cómo es un sector de la realidad y los factores
que lo explican, entonces estará en condiciones de prever los acontecimientos que tendrán lugar
en dicho sector de la realidad. Derivado de esto, en tanto que podemos predecir con fiabilidad,
podemos controlar, ya que el control deriva de la predicción. El mismo conocimiento del cómo y
del porqué de un sector de la realidad faculta también para actuar, da poder para transformar esa
realidad e influir en ella en mayor o menor grado.
La evolución sufrida por la clasificación de las ciencias transcurre, al mismo tiempo que la historia
de la cultura, paralelamente al pensamiento humano. Es un problema complejo que suscita un
gran interés. Si se tiene en cuenta que el conocimiento se refiere siempre a un contenido, las
ciencias pueden clasificarse en empíricas y formales, según que su contenido haga o no
referencia a los hechos.
Las ciencias denominadas formales se ocupan de estudiar relaciones, pero sin referirlas a
los hechos. No se refieren a la realidad, a nada que se encuentre en la realidad. El contenido de
las ciencias formales son entidades lógicas o matemáticas y son independientes en cuanto a
contenido y metodología. Las ciencias empíricas o factuales se ocupan de estudiar los hechos y
sus relaciones, pero siempre referidas a los hechos (Yurén, 1980). El contenido de las ciencias
empíricas son los hechos percibidos como fenómenos a través de la experiencia. Así, ciencias
como la física, la química o la biología estudian los hechos naturales. Otras ciencias empíricas,
como la sociología, la economía, la política, la antropología y el derecho, se ocupan de los hechos
sociales, y especialmente, algunas ciencias de la educación se ocupan de los hechos educativos
(Latorre-Rincón, 1996).
100
surge el compromiso o la promesa de una libertad de investigación. Es a partir de este momento
cuando la investigación adquiere nuevos conocimientos en el campo artístico, literario y científico.
Lo que caracteriza a una ciencia son dos factores: por una parte, el objeto sobre el que
versan los conocimientos, y por otra, el método empleado en su estudio, ya que sobre un mismo
objeto podemos tener conocimientos científicos y no científicos. El auge del método científico y el
uso preferente del mismo es lo que ha venido a identificar a la investigación con la investigación
científica.
Según lo anterior, podemos definir la investigación científica como «la actividad mediante la
cual adquirimos nuevos conocimientos, mediante el empleo del método científico, para realizar
nuevas aportaciones al cuerpo de la ciencia, o lo que es lo mismo, la aplicación del método
científico al objeto correspondiente en cada estudio concreto» (García Jiménez, 2002:25).
Latorre (1996:22) la define «como una actividad intelectual organizada, disciplina- da y
rigurosa que se concreta en el método científico. Para llegar al conocimiento científico, dicha
actividad ha de ser sistemática, controlada, intencional y orientarse ha- cia la búsqueda de nuevos
saberes con los que enriquecer la ciencia. Lo que distingue su naturaleza de las otras formas de
conocer es el modo de proceder y el tipo de conocimiento que persigue».
Kerlinger (1985) nos ofrece la siguiente definición: «La investigación científica es una
investigación sistemática, controlada, empírica, amoral, pública y crítica de fenómenos naturales.
Se guía por las teorías y las hipótesis sobre las presuntas relaciones entre esos fenómenos».
Cuando decimos que la investigación científica es sistemática y controlada queremos decir
que es ordenada y sigue una serie de pasos aceptados y adoptados por la comunidad científica,
de tal forma que los investigadores pueden tener confianza crítica en los resultados. Las
observaciones de la investigación científica son estrictamente disciplinadas, de tal forma que entre
las muchas explicaciones de un fenómeno, después de ser estudiadas y controladas rigurosa y
sistemáticamente, se rechazan todas menos una, de tal forma que se pueda establecer una
relación causa-efecto.
Por otra parte, al decir que la investigación científica es empírica, nos referimos a que
cuando desde una investigación el científico piensa que algo sucede de una determinada forma,
debe demostrarlo de un modo u otro mediante una prueba independiente y externa que elimine el
aspecto subjetivo dando paso a una realidad objetiva. Los datos se basan en la información
obtenida en el proceso de la investigación. Las evidencias derivadas de la investigación adoptan
la forma de algún tipo de datos (cualitativos o cuantitativos) y el investigador basa su trabajo en
dichos datos. Además, adquiere formas diversas, es decir, puede ser cualitativa o cuantitativa en
función del fenómeno a estudiar o de los objetivos que se pretenden.
Al hablar de amoralidad, en la investigación científica hemos de precisar el término. Decimos
que la investigación científica es amoral porque no debe estar sujeta a juicios ni evaluaciones
morales que nos llevarían a decir si los resultados de la investigación son buenos o malos, sino
que debe hacerse en términos de validez y confiabilidad. Esto es, independiente al hecho de que
la investigación científica debe estar sujeta a los principios de moralidad propios del conocimiento
científico, de tal forma que el investigador o científico es el responsable de los métodos utilizados
para obtener el conocimiento existiendo los códigos de ética que protegen a quienes están bajo
estudio.
Otro factor que apuntamos dentro de la definición de investigación científica es el de pública.
Esto hace mención, sobre todo, a que los resultados de la misma han de ser conocidos por toda la
comunidad científica y ha de estar disponible para todos; para ello es necesario que los resultados
sean expuestos de forma científica a la vez que clara y concisa. Por su parte, también es crítica,
ya que cuando un científico redacta el informe de su investigación cuenta con que otros científicos
lo lean y que va a estar expuesto al escrutinio y la crítica de éstos. A su vez, esta crítica favorece
a la investigación y la enriquece.
Con respecto a las funciones de la investigación científica, podemos señalar, por un lado,
quiénes opinan que la función principal es la generación y la contrastación de teorías; para ello, la
investigación científica trata de describir, comprender y transformar la realidad para poder
101
contrastar empíricamente sus teorías. Según este enfoque, una investigación será científica en la
medida que aporte información que permita generar o contrastar teorías. Por otro lado, otros
autores, como Merton (1979), consideran que las funciones de la investigación científica van más
allá de la generación y contrastación de teorías e hipótesis y le concede un papel mucho más
activo como el de iniciar, reformar, desviar y clarificar las teorías. Ambas posturas coinciden en un
aspecto básico, el de que las teorías son esenciales para la ciencia y el progreso de la
investigación científica está muy vinculado a la elaboración de éstas.
Características
Como características del método científico, García Jiménez (2002) señala las siguientes:
La medida es una característica importante en una investigación, ya que una vez realizadas
102
las observaciones es necesaria la cuantificación de los datos para proceder al análisis de los
mismos y poder obtener unos resultados objetivos.
Por su parte, De Lara Guijarro y Ballesteros Velázquez (2001) destacan como rasgos
significativos del método científico los siguientes:
Se basa en la duda científica. Esto quiere decir que se basa en el contraste y la réplica, de
tal forma que no hay conocimiento o descubrimiento que no pueda ser sometido a revisiones y
comprobaciones.
Es analítico-sintético, ya que, por un lado, analiza por separado cada uno de los
elementos de la realidad, y por otro, intenta unirlos para obtener una visión global.
103
104
un discurso sobre las ciencias 21
consecuente revalorización de lo que se convino en llamar humanidades
o estudios humanísticos; cuarto, esta síntesis no se propone una ciencia
unificada, ni siquiera una teoría general, sino tan sólo un conjunto de
pasajes temáticos donde convergen caudales de agua que hasta ahora
concebimos como objetos teóricos estancados; quinto, a medida que se
diera esta síntesis, la distinción jerárquica entre conocimiento científico y
conocimiento vulgar tenderá a desaparecer y la práctica será el hacer y el
decir de la filosofía de la práctica.
el paradigma dominante
105
22 un discurso sobre las ciencias
sus protagonistas, en su asombro ante sus propios descubrimientos y la
extrema y al mismo tiempo serena arrogancia con que se miden con
sus contemporáneos. Para citar sólo dos ejemplos, Kepler escribe en su
libro Armonía del mundo, publicado en 1619, a propósito de las armonías
naturales que descubrirá en los movimientos celestiales:
106
un discurso sobre las ciencias 23
Esta nueva visión del mundo y de la vida reconduce a dos distincio-
nes fundamentales, por un lado, entre conocimiento científico y co-
nocimiento del sentido común y, por el otro, entre naturaleza y perso-
na humana. Al contrario de la ciencia aristotélica, la ciencia moderna
desconfía sistemáticamente de las evidencias de nuestra experiencia
inmediata. Tales evidencias, que están en la base del conocimiento
vulgar, son ilusorias. Como bien lo resalta Einstein en el prefacio al
Diálogo sobre los grandes sistemas del mundo, Galileo se esfuerza denoda-
damente por demostrar que la hipótesis de los movimientos de ro-
tación y de traslación de la Tierra no están refutados por el hecho
de que no observemos cualesquiera efectos mecánicos de esos movi-
mientos, o sea, por el hecho de que la Tierra nos parece detenida y
quieta.6 Por otro lado, es total la separación entre la naturaleza y el ser
humano. La naturaleza es tan sólo extensión y movimiento, es pasiva,
eterna y reversible, mecanismo cuyos elementos se pueden desmon-
tar y después relacionar bajo la forma de leyes, sin tener otra cualidad
o dignidad que nos impida revelar sus misterios, develamiento que no
es contemplativo, más bien activo, ya que apunta a conocer la natura-
leza para dominarla y controlarla. Como dice Bacon, la ciencia hará
de la persona humana “el señor y el poseedor de la naturaleza”.7
Con base en estos supuestos el conocimiento científico avanza por
la observación no comprometida y libre, sistemática y hasta donde
sea posible rigurosa de los fenómenos naturales. El Novum Organum
opone a la incertidumbre de la razón entregada a sí misma la certeza
de la experiencia ordenada.8 Al contrario de lo que piensa Bacon, la
experiencia no dispensa a la teoría previa, el pensamiento deductivo
o incluso a la especulación, pero fuerza a cualquiera de ellos a no
dispensar, en tanto instancia de confirmación última, a la observación
de los hechos. Galileo sólo refuta las deducciones de Aristóteles en
la medida en que las encuentra insostenibles y es Einstein, también,
quien nos llama la atención sobre el hecho de que los métodos ex-
107
24 un discurso sobre las ciencias
perimentales de Galileo serán tan imperfectos que sólo por vía de
especulaciones osadas podrá llenar las lagunas entre los datos empí-
ricos (basta recordar que no había mediciones de tiempo inferiores
al segundo).9 Descartes, a su turno, va inequívocamente de las ideas
a las cosas y no de las cosas a las ideas y establece la prioridad de la
metafísica en tanto fundamento último de la ciencia.
Las ideas que presiden la observación y la experimentación son
las ideas claras y simples a partir de las cuales se puede ascender a un
conocimiento más profundo y riguroso de la naturaleza. Esas ideas
son las ideas matemáticas. La matemática proporciona a la ciencia
moderna no sólo el instrumento privilegiado del análisis sino también
la lógica de la investigación, e incluso el modelo de representación de
la propia estructura de la materia. Para Galileo, el libro de la natura-
leza está escrito en caracteres geométricos10 y Einstein no piensa de
modo diferente.11 De este lugar central de la matemática en la cien-
cia moderna derivan dos consecuencias principales. En primer lugar,
conocer significa cuantificar. El rigor científico se calibra por el rigor
de las mediciones. Las cualidades intrínsecas del objeto son, por así
decir, descalificadas y en su lugar pasan a imperar las cantidades en
que eventualmente se pueden traducir. Lo que no es cuantificable es
científicamente irrelevante. En segundo lugar, el método científico
se basa en la reducción de la complejidad. Conocer significa dividir y
clasificar para después poder determinar relaciones sistemáticas entre
lo que se separó. Ya en Descartes una de las reglas del Método consiste
108
un discurso sobre las ciencias 25
precisamente en “dividir cada una de las dificultades […] en tantas
parcelas como sea posible y requerido para resolverlas mejor”.12 La
división primordial es la que distingue entre “condiciones iniciales”
y “leyes de la naturaleza”. Las condiciones iniciales son el reino de la
complicación, del accidente y donde es necesario seleccionar las que
establecen las condiciones relevantes de los hechos a observar; las le-
yes de la naturaleza son el reino de la simplicidad y de la regularidad
donde es posible observar y medir con rigor. Esta distinción entre
condiciones iniciales y leyes de la naturaleza nada tiene de “natural”.
Como bien observa Eugene Wigner, la misma es completamente ar-
bitraria.13 Sin embargo, es en ella en la que se asienta toda la ciencia
moderna.
La naturaleza teórica del conocimiento científico parte de los pre-
supuestos epistemológicos y de las reglas metodológicas ya referidas.
Es un conocimiento causal que aspira a la formulación de leyes, a la
luz de regularidades observadas, con vista a prever el comportamiento
futuro de los fenómenos. El descubrimiento de leyes de la naturaleza
descansa, por un lado, y como ya fue referido, en el aislamiento de las
condiciones iniciales relevantes (por ejemplo, en el caso de la caída
de los cuerpos, la posición inicial y la velocidad del cuerpo en caída)
y, por otro lado, en el presupuesto de que el resultado se producirá
independientemente del lugar y del tiempo en que se realizaran las
condiciones iniciales. En otras palabras, el descubrimiento de leyes de
la naturaleza se basa en el principio de que la posición absoluta y el
tiempo absoluto nunca son condiciones iniciales relevantes. Este prin-
cipio es, según Wigner, el más importante teorema de la invarianza en
la física clásica. 14
Las leyes, en cuanto categorías de inteligibilidad, reposan en un
concepto de causalidad escogido, no arbitrariamente, entre los ofre-
cidos por la física aristotélica. Aristóteles distingue cuatro tipos de
causa: la causa material, la causa formal, la causa eficiente y la causa
final. Las leyes de la ciencia moderna son un tipo de causa formal
que privilegia el cómo funciona de las cosas en detrimento de cuál es el
agente o cuál es el fin de las cosas. Es por esta vía por la que el conoci-
miento científico rompe con el conocimiento de sentido común. Es
109
26 un discurso sobre las ciencias
que, mientras en el sentido común, y por lo tanto en el conocimiento
práctico en que él se traduce, la causa y la intención conviven sin pro-
blemas, en la ciencia la determinación de la causa formal se obtiene
con la expulsión de la intención. Es este tipo de causa formal el que
permite prever y, por lo tanto, intervenir en lo real y el que, en última
instancia, permite a la ciencia moderna responder a la pregunta sobre
los fundamentos de su rigor y de su verdad como el conjunto de sus
éxitos en la manipulación y en la transformación de lo real.
Un conocimiento basado en la formulación de leyes tiene como
supuesto metateórico la idea de orden y de estabilidad del mundo, la
idea de que el pasado se repite en el futuro. Según la mecánica newto-
niana, el mundo de la materia es una máquina cuyas operaciones se
pueden determinar exactamente por medio de leyes físicas y matemá-
ticas, un mundo estático y eterno que fluctúa en un espacio vacío, un
mundo que el racionalismo cartesiano torna cognoscible por la vía
de su descomposición en los elementos que lo constituyen. Esta idea
del mundo-máquina es de tal modo poderosa que se va a transformar
en la gran hipótesis universal de la época moderna, el mecanicismo.
Puede parecer sorprendente y hasta paradójico que una forma de
conocimiento, basada en tal visión del mundo, haya venido a cons-
tituir uno de los pilares de la idea de progreso que cobra cuerpo en
el pensamiento europeo a partir del siglo xviii y que es la gran señal
intelectual de la ascensión de la burguesía.15 Pero la verdad es que el
orden y la estabilidad del mundo son la precondición de la transfor-
mación tecnológica de lo real.
El determinismo mecanicista es el horizonte preciso de una forma
de conocimiento que se pretende utilitaria y funcional, reconocido me-
nos por la capacidad de comprender profundamente lo real que por la
capacidad de dominarlo y transformarlo. En el plano social, es ése tam-
bién el horizonte cognitivo más adecuado a los intereses de la burgue-
sía ascendente que se sitúa en una sociedad en que comenzaba a domi-
nar el estadio final de la evolución de la humanidad (el estado positivo
de Comte, la sociedad industrial de Spencer, la solidaridad orgánica de
Durkheim). De ahí que el prestigio de Newton y de las leyes simples a
que reducía toda la complejidad del orden cósmico hayan convertido
a la ciencia moderna en el modelo de racionalidad hegemónica que
poco a poco se trasladó del estudio de la naturaleza hacia el estudio de
110
un discurso sobre las ciencias 27
la sociedad. Tal como fue posible descubrir las leyes de la naturaleza,
sería igualmente posible descubrir las leyes de la sociedad. Bacon, Vico
y Montesquieu son los grandes precursores. Bacon afirma la plasticidad
de la naturaleza humana y, por lo tanto, su perfectibilidad, dadas las
condiciones sociales, jurídicas y políticas adecuadas, condiciones que es
posible determinar con rigor.16 Vico sugiere la existencia de leyes que
gobiernan deterministamente la evolución de las sociedades y tornan
posible prever los resultados de las acciones colectivas. Con extraordi-
naria premonición Vico identifica y resuelve la contradicción entre la
libertad y la imprevisibilidad de la acción humana individual y la deter-
minación y previsibilidad de la acción colectiva.17 Montesquieu puede
ser considerado un precursor de la sociología del derecho al establecer
la relación entre las leyes del sistema jurídico, hechas por el hombre, y
las leyes inescapables de la naturaleza.18
En el siglo xviii este espíritu precursor es ampliado y profundiza-
do y el fermento intelectual que de ahí resulta, la Ilustración, creará
las condiciones para la emergencia de las ciencias sociales en el siglo
xix. La conciencia filosófica de la ciencia moderna, que tuviera en
el racionalismo cartesiano y en el empirismo baconiano sus prime-
ras formulaciones, vino a condensarse en el positivismo ochocentista.
Dado que, según éste, sólo hay dos formas de conocimiento científico
–las disciplinas formales de la lógica y de la matemática y las ciencias
empíricas según el modelo mecanicista de las ciencias naturales– las
ciencias sociales nacerán para ser empíricas. El modo en que se asu-
mió el modelo mecanicista fue, sin embargo, diverso. Distingo dos
vertientes principales: la primera, sin duda dominante, consistió en
aplicar, en la medida de lo posible, al estudio de la sociedad todos los
principios epistemológicos y metodológicos que presidían al estudio
de la naturaleza desde el siglo xvi; la segunda, durante mucho tiempo
marginal pero hoy cada vez más practicada, consistió en reivindicar
para las ciencias sociales un estatuto epistemológico y metodológico
propio, con base en la especificidad del ser humano y su distinción
polar en relación con la naturaleza. Estas dos concepciones han sido
consideradas antagónicas, la primera sujeta al yugo positivista, la se-
gunda librada de él, y cualquiera de ellas reivindicando el monopolio
16 Bacon (1933).
17 Giambattista Vico (1953).
18 Montesquieu (1950).
111
28 un discurso sobre las ciencias
del conocimiento científico social. Presentaré más adelante una inter-
pretación diferente, pero ahora caracterizaré sucintamente cada una
de estas variantes.
La primera variante –cuyo compromiso epistemológico está bien
simbolizado en el nombre de “física social” con que inicialmente se
designara a los estudios científicos de la sociedad– parte del supues-
to de que las ciencias naturales son una aplicación o concretización
de un modelo de conocimiento universalmente válido y, de sobra, el
único válido. Por lo tanto, por mayores que sean las diferencias entre
los fenómenos naturales y los fenómenos sociales es siempre posible
estudiar estos últimos como si se tratase de los primeros. Se recono-
ce que esas diferencias actúan contra los fenómenos sociales, o sea,
tornan más difícil el cumplimiento del canon metodológico y menos
riguroso el conocimiento a que se llega, pero no hay diferencias cua-
litativas entre el proceso científico en este dominio y el que preside
el estudio de los fenómenos naturales. Para estudiar los fenómenos
sociales como si fuesen fenómenos naturales, o sea, para concebir
los hechos sociales como cosas, tal como pretendía Durkheim,19 el
fundador de la sociología académica, es necesario reducir los hechos
sociales a sus dimensiones externas, observables y mensurables. Las
causas del aumento de la tasa de suicidio en la Europa del cambio de
siglo no son buscadas en los motivos invocados por los suicidas y deja-
dos en cartas, como era costumbre, sino a través de la verificación de
regularidades en función de condiciones tales como el sexo, el estado
civil, la existencia o no de hijos, la religión de los suicidas.20
Porque esa reducción no siempre es fácil y no siempre se consi-
gue sin distorsionar groseramente los hechos o sin reducirlos a la casi
irrelevancia, las ciencias sociales tienen un largo camino por recorrer
en el sentido de compatibilizarse con los criterios de cientificidad de
las ciencias naturales. Los obstáculos son enormes pero no son insu-
perables. Ernest Nagel, en The Structure of Science, simboliza bien el
esfuerzo desarrollado en esta variante para identificar los obstáculos
y apuntar las vías para superarlos. Éstos son algunos de los principa-
les obstáculos: las ciencias sociales no disponen de teorías explica-
tivas que les permitan abstraerse de lo real para después buscar en
él, de modo metodológicamente controlado, la prueba adecuada; las
112
un discurso sobre las ciencias 29
ciencias sociales no pueden establecer leyes universales porque los fe-
nómenos sociales son históricamente condicionados y culturalmente
determinados; las ciencias sociales no pueden producir previsiones
fiables porque los seres humanos modifican su comportamiento en
función del conocimiento que sobre él se adquiere; los fenómenos
sociales son de naturaleza subjetiva y como tal no se dejan captar por
la objetividad del comportamiento; las ciencias sociales no son obje-
tivas porque el científico social no puede liberarse, en el acto de la
observación, de los valores que forman su práctica en general y, por
lo tanto, también su práctica como científico.21
En relación con cada uno de estos obstáculos, Nagel intenta de-
mostrar que la oposición entre las ciencias sociales y las ciencias na-
turales no es tan lineal como se juzga y que, en la medida en que hay
diferencias, ellas son superables o desdeñables. Reconoce, no obstan-
te, que la superación de los obstáculos no siempre es fácil y que ésa es
la razón principal del atraso de las ciencias sociales en relación con las
ciencias naturales. La idea del atraso de las ciencias sociales es la idea
central de la argumentación metodológica en esta variante, y, como
ella, la idea de que ese atraso, con tiempo y dinero, podrá ir siendo
reducido o hasta eliminado.
En la teoría de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn el atra-
so de las ciencias sociales está dado por el carácter pre-paradigmático
de estas ciencias, al contrario de las ciencias naturales, ellas sí, para-
digmáticas. Mientras, en las ciencias naturales, el desarrollo del cono-
cimiento tornó posible la formulación de un conjunto de principios
y de teorías sobre la estructura de la materia que son aceptadas sin
discusión por toda la comunidad científica, conjunto ese que designa
como paradigmático, por lo que el debate tiende a atravesar vertical-
mente toda la espesura del conocimiento adquirido. El esfuerzo y el
desperdicio que eso acarrea es simultáneamente causa y efecto del
atraso de las ciencias sociales.
La segunda vertiente reivindica para las ciencias sociales un estatu-
to metodológico propio. Los obstáculos que hace poco enuncié son,
según esta vertiente, infranqueables. Para algunos, es la propia idea
de ciencia de la sociedad la que está en entredicho, para otros se trata
tan sólo de emprender una ciencia diferente. El argumento funda-
mental es que la acción humana es radicalmente subjetiva. El compor-
113
30 un discurso sobre las ciencias
tamiento humano, al contrario de los fenómenos naturales, no puede
ser descrito y mucho menos explicado con base en sus características
exteriores y objetivables, toda vez que el mismo acto externo puede
corresponder a sentidos de acción muy diferentes. La ciencia social
será siempre una ciencia subjetiva y no objetiva como las ciencias na-
turales; tiene que comprender los fenómenos sociales a partir de las
actitudes mentales y del sentido que los agentes les confieren a sus
acciones, para lo que es necesario utilizar métodos de investigación
y hasta criterios epistemológicos diferentes de los existentes en las
ciencias naturales, métodos cualitativos en vez de cuantitativos, con
vista a la obtención de un conocimiento intersubjetivo, descriptivo
y comprehensivo, en vez de un conocimiento objetivo, explicativo y
nomotético.
Esta concepción de ciencia social se reconoce en una postura an-
tipositivista y se sustenta en la tradición filosófica de la fenomenolo-
gía y en ella convergen diferentes variantes, desde las más moderadas
(como la de Max Weber)22 hasta las más extremistas (como la de Peter
Winch).23 Con todo, en una reflexión más profunda, esta concepción,
tal como ha venido a ser elaborada, se revela más subsidiaria del mo-
delo de racionalidad de las ciencias naturales de lo que parece. Com-
parte con este modelo la distinción naturaleza / ser humano y tal
como él tiene una visión mecanicista de la naturaleza, a la cual contra-
pone, con evidencia esperada, la especificidad del ser humano. A esta
distinción, primordial en la revolución científica del siglo xvi, van a
sobreponerse otras en los siglos siguientes, tal como la distinción na-
turaleza / cultura y la distinción ser humano / animal, para en el siglo
xviii poderse celebrar el carácter único del ser humano. La frontera
que entonces se establece entre el estudio del ser humano y el estudio
de la naturaleza no deja de ser prisionera del reconocimiento de la
prioridad cognitiva de las ciencias naturales, pues, si, por un lado,
se rechazan los condicionamientos biológicos del comportamiento
humano, por el otro, se usan argumentos biológicos para delimitar
la especificidad del ser humano. Puede, pues, concluirse que ambas
concepciones de la ciencia social a las que aludí pertenecen al para-
digma de la ciencia moderna, aún cuando la concepción mencionada
en segundo lugar represente, dentro de este paradigma, una señal de
114
un discurso sobre las ciencias 31
crisis y contenga algunos de los componentes de la transición hacia
otro paradigma científico.
115
32 un discurso sobre las ciencias
superior a la de la luz. No obstante, al medir la velocidad en una direc-
ción única (de A a B), Einstein se topa de frente con un círculo vicio-
so: a fin de determinar la simultaneidad de los acontecimientos dis-
tantes es necesario conocer la velocidad, pero para medir la velocidad
es necesario conocer la simultaneidad de los acontecimientos. Con
un golpe de genio, Einstein rompe este círculo, demostrando que la
simultaneidad de acontecimientos distantes no puede ser verificada,
puede ser tan sólo definida. Es, por lo tanto, arbitraria y de ahí que,
como destaca Reichenbach, cuando hacemos mediciones no puede
haber contradicciones en los resultados una vez que éstos nos devol-
verán a la simultaneidad que nosotros introducimos por definición
en el sistema de medición.24 Esta teoría vino a revolucionar nuestras
concepciones de espacio y de tiempo. No habiendo simultaneidad
universal, el tiempo y el espacio absolutos de Newton dejan de existir.
Dos acontecimientos simultáneos en un sistema de referencia no son
simultáneos en otro sistema de referencia. Las leyes de la física y de la
geometría se basan en mediciones locales.
116
un discurso sobre las ciencias 33
La idea de que no conocemos de lo real sino lo que en él intro-
ducimos, o sea, que no conocemos de lo real sino nuestra interven-
ción en él, está bien expresada en el principio de incertidumbre de
Heisenberg: No se pueden deducir simultáneamente los errores de
la medición de la velocidad y de la posición de las partículas; lo que
fuera hecho para reducir el error de una de las mediciones aumenta
el error de la otra.27 Este principio es, por lo tanto, la demostración
de la interferencia estructural del sujeto en el objeto observado, y tie-
ne implicaciones importantes. Por un lado, siendo estructuralmente
limitado el rigor de nuestro conocimiento, sólo podemos aspirar a
resultados aproximados y por eso las leyes de la física son tan sólo
probabilísticas. Por otro lado, la hipótesis del determinismo mecani-
cista se torna inviable una vez que la totalidad de lo real no se reduce
a la suma de las partes en que la dividimos para observar y medir. Por
último, la distinción sujeto / objeto es mucho más compleja de lo
que a primera vista puede parecer. La distinción pierde sus contornos
dicotómicos y asume la forma de un continuum.
El rigor de la medición puesto en duda por la mecánica cuántica
sería aún más profundamente sacudido si se cuestionara el rigor del
vehículo formal en que la medición se expresa, o sea, el rigor de la
matemática. Es eso lo que sucede con las investigaciones de Gödel y
que por esa razón considero serán la tercera condición de crisis del
paradigma. El teorema de la incompletud (o de la no realización)
y los teoremas sobre la imposibilidad en ciertas circunstancias, de
encontrar, dentro de un sistema formal la prueba de su consistencia
vinieron a mostrar que, incluso siguiendo de cerca las reglas de la
lógica matemática, es posible formular proposiciones indecidibles,
proposiciones que no se pueden demostrar ni refutar, siendo que una
de esas proposiciones es precisamente la que postula el carácter no-
contradictorio del sistema.28 Si las leyes de la naturaleza fundamentan
su rigor en el rigor de las formulaciones matemáticas en que se ex-
presan, las investigaciones de Gödel vienen a demostrar que el rigor
de la matemática carece él mismo de fundamento. A partir de aquí
es no sólo posible cuestionar el rigor de la matemática como también
117
34 un discurso sobre las ciencias
redefinirlo en cuanto forma de rigor que se opone a otras formas de
rigor alternativo, una forma de rigor cuyas condiciones de éxito en la
ciencia moderna no pueden continuar siendo concebidas como natu-
rales y obvias. La propia filosofía de la matemática, sobre todo la que
incide sobre la experiencia matemática, ha venido a problematizar
creativamente estos temas y reconoce hoy que el rigor matemático,
como cualquier otra forma de rigor, se basa en un criterio de selectivi-
dad y que, como tal, tiene un lado constructivo y un lado destructivo.
La cuarta condición teórica de la crisis del paradigma newtoniano
está constituida por los avances del conocimiento en los dominios
de la microfísica, de la química y de la biología en los últimos veinte
años. A título de ejemplo, menciono las investigaciones del físico-quí-
mico Ilya Prigogine. La teoría de las estructuras disipativas y el princi-
pio del “orden a través de las fluctuaciones” establecen que en siste-
mas abiertos, o sea, en sistemas que funcionan en los márgenes de la
estabilidad, la evolución se explica por fluctuaciones de energía que
en determinados momentos, nunca enteramente previsibles, desen-
cadenan espontáneamente reacciones que, por vía de mecanismos no
lineales, presionan el sistema más allá de un límite máximo de inesta-
bilidad y lo conducen a un nuevo estado macroscópico. Esta transfor-
mación irreversible y termodinámica es el resultado de la interacción
de procesos microscópicos siguiendo una lógica de autoorganización
en una situación de no-equilibrio. La situación de bifurcación, o sea,
el punto crítico en que la mínima fluctuación de energía puede con-
ducir a un nuevo estado, representa la potencialidad del sistema para
ser atraído a un nuevo estado de menor entropía. De este modo la
irreversibilidad en los sistemas abiertos significa que éstos son produc-
to de su historia.29
La importancia de esta teoría está en la nueva concepción de la
materia y de la naturaleza que propone, una concepción difícilmente
compatible con la que heredamos de la física clásica. En vez de la eter-
nidad, la historia; en vez del determinismo, la imprevisibilidad; en vez
del mecanicismo, la interpenetración, la espontaneidad y la autoorga-
nización; en vez de la reversibilidad, la irreversibilidad y la evolución;
en vez del orden, el desorden; en vez de la necesidad, la creatividad
y el accidente. La teoría de Prigogine recupera, incluso, conceptos
29 Illya Prigogine e Isabelle Stengers (1979); Illya Prigogine (1980); Illya Prigogine
(1981, p. 73 y ss.).
118
un discurso sobre las ciencias 35
aristotélicos, tales como los de potencialidad y virtualidad que la re-
volución científica del siglo xvi parecía haber tirado al basurero de
la historia.
Pero la importancia mayor de esta teoría está en que ella no es un
fenómeno aislado. Forma parte de un movimiento convergente, pu-
jante sobre todo a partir de la última década, que atraviesa varias cien-
cias de la naturaleza y también las ciencias sociales, un movimiento de
vocación transdisciplinar que Jantsch designa como paradigma de la
autoorganización y que aflora, entre otras, en la teoría de Prigogine,
en la sinergética de Haken,30 en el concepto de hiperciclo y en la teo-
ría del origen de la vida de Eigen,31 en el concepto de autopoiesis de
Maturana y Varela,32 en la teoría de las catástrofes de Thom,33 en la
teoría de la evolución de Jantsch,34 en la teoría del “orden implicado”
de David Bohm35 o en la teoría de la matriz-S de Geoffrey Chew y en la
filosofía del “bootstrap” que le subyace.36 Este movimiento científico
y las demás innovaciones teóricas que definí antes como otras tantas
condiciones teóricas de la crisis del paradigma dominante han venido
a propiciar una profunda reflexión epistemológica sobre el conoci-
miento científico, una reflexión de tal modo rica y diversificada que,
mejor que cualquier otra circunstancia, caracteriza ejemplarmente la
situación intelectual del tiempo presente. Esta reflexión presenta dos
facetas sociológicas importantes. En primer lugar, la reflexión es lle-
vada a cabo predominantemente por los propios científicos, por cien-
tíficos que adquirieron una competencia y un interés filosóficos para
problematizar su práctica científica. No es arriesgado decir que nunca
hubo tantos científicos-filósofos como actualmente, y eso no se debe a
una evolución arbitraria del interés intelectual. Después de la euforia
científica del siglo xix y de la consecuente aversión a la reflexión filo-
sófica, bien simbolizada por el positivismo, llegamos a fines del siglo
xx poseídos por el deseo casi desesperado de complementar el cono-
ss.).
119
36 un discurso sobre las ciencias
cimiento de las cosas con el conocimiento del conocimiento de las
cosas, esto es, con el conocimiento de nosotros mismos. La segunda
faceta de esta reflexión es que ella abarca cuestiones que antes eran
dejadas a los sociólogos. El análisis de las condiciones sociales, de los
contextos culturales, de los modelos organizacionales de la investiga-
ción científica, antes arrinconada en un campo estanco y separado
de la sociología de la ciencia, pasó a ocupar un papel relevante en la
reflexión epistemológica.
Del contenido de esta reflexión apuntaré, a título ilustrativo, al-
gunos de los temas principales. En primer lugar, se cuestionan el
concepto de ley y el concepto de causalidad que le está asociado. La
formulación de las leyes de la naturaleza se funda en la idea de que
los fenómenos observados son independientes de todo, excepto de
un conjunto razonablemente pequeño de condiciones (las condicio-
nes iniciales) cuya interferencia es observada y medida. Esta idea, hoy
se reconoce, obliga a separaciones groseras que, de otro modo, son
siempre provisorias y precarias una vez que la verificación de no inter-
ferencia de ciertos factores es siempre producto de un conocimiento
imperfecto, por más perfecto que sea. Las leyes tienen así un carácter
probabilístico, aproximado y provisorio, bien expresado en el princi-
pio de falsabilidad de Popper. Pero, encima de todo, la simplicidad
de las leyes constituye una simplificación arbitraria de la realidad que
nos confina a un horizonte mínimo más allá del cual otros conoci-
mientos de la naturaleza, probablemente más ricos y con más interés
humano, quedan por conocer. En la biología, donde las interaccio-
nes entre fenómenos y formas de autoorganización en totalidades no
mecánicas son más visibles, pero también en las demás ciencias, la
noción de ley ha venido a ser parcial y sucesivamente sustituida por las
nociones de sistema, estructura, modelo y, por último, por la noción
de proceso. El declive de la hegemonía de la legalidad es concomitan-
te al declive de la hegemonía de la causalidad. El cuestionamiento de
la causalidad en los tiempos modernos viene de lejos, por lo menos
desde David Hume y del positivismo lógico. La reflexión crítica ha
incidido tanto en el problema ontológico de la causalidad (¿cuáles
son las características del nexo causal? ¿Ese nexo existe en realidad?)
como en el problema metodológico de la causalidad (¿cuáles son los
criterios de causalidad? ¿Cómo reconocer un nexo causal o probar
una hipótesis causal?). Hoy, relativizar el concepto de causa parte so-
bre todo del reconocimiento de que el lugar central que había ocu-
120
un discurso sobre las ciencias 37
pado en la ciencia moderna se explica menos por razones ontológicas
o metodológicas que por razones pragmáticas. El concepto de causa-
lidad se adecua bien a una ciencia que busca intervenir en lo real y
que mide su éxito por el ámbito de esa intervención. Al final, causa
es todo aquello sobre lo que se puede actuar. Hasta los defensores de
la causalidad, como Mario Bunge, reconocen que ella es apenas una
de las formas de determinismo y que por eso tiene un lugar limitado,
aunque insustituible, en el conocimiento científico.37 La verdad es
que, sobre la égida de la biología y también de la microfísica, el cau-
salismo, en cuanto categoría de inteligibilidad de lo real, ha venido a
perder terreno a favor del finalismo.
El segundo gran tema de reflexión epistemológica versa más sobre
el contenido del conocimiento científico que sobre su forma. Siendo
un conocimiento mínimo que cierra las puertas a muchos otros sa-
beres sobre el mundo, el conocimiento científico moderno es un co-
nocimiento desencantado y triste que transforma la naturaleza en un
autómata, o, como dice Prigogine, en un interlocutor terriblemente
estúpido.38 Este envilecimiento de la naturaleza acaba por envilecer
al propio científico en la medida en que reduce el supuesto diálogo
experimental al ejercicio de una prepotencia sobre la naturaleza. El
rigor científico, al estar fundado en un rigor matemático, es un rigor
que cuantifica y que, al cuantificar, lo que hace es descualificar, se
trata de un rigor que, al objetivar los fenómenos, los objetualiza y los
degrada, que, al caracterizar los fenómenos, los caricaturiza. Es, en
suma y finalmente, una forma de rigor que, al afirmar la personali-
dad del científico, destruye la personalidad de la naturaleza. En estos
términos, el conocimiento gana en rigor, lo que pierde en riqueza y
la resonancia de los éxitos de la intervención tecnológica esconde los
límites de nuestra comprensión del mundo y reprime la pregunta por
el valor humano del afán científico así concebido. Esta pregunta está,
no obstante, inscrita en la propia relación sujeto / objeto que preside
37 Mario Bunge, Causality and Modern Science, Nueva York, Dover Publications, 3a.
edición, 1979, p. 353 [existe edición castellana, Buenos Aires, Sudamericana, 1997].
“En resumen, el principio causal no es una panacea ni un mito: es una hipótesis gene-
ral subsumida bajo el principio universal de la determinabilidad, y tiene una validez
aproximativa en su propio dominio.” En Portugal es justo resaltar en este punto la
notable obra teórica de Armando Castro, véase Teoria do conhecimento científico, vols. i-iv,
Portugal, Limiar, 1975, 1978, 1980, 1982, vol. v, Portugal, Afrontamento, 1987.
38 Illya Prigogine e Isabelle Stengers (1979, p. 13).
121
38 un discurso sobre las ciencias
la ciencia moderna, una relación que interioriza al sujeto a costa de la
exterioridad del objeto, tornándolos estancos e incomunicables.
Los límites de este tipo de conocimiento son, así, cualitativos, no
son superables con mayores cantidades de investigación o mayor pre-
cisión de los instrumentos. De otro modo, la propia precisión cuan-
titativa del conocimiento es estructuralmente limitada. Por ejemplo,
en el dominio de las teorías de la información el teorema de Brillouin
demuestra que la información no es gratuita.39 Cualquier observación
efectuada sobre un sistema físico aumenta la entropía del sistema en
el laboratorio. El rendimiento de una experiencia dada debe así ser
definido por la relación entre la información obtenida y el aumento
concomitante de la entropía. Ahora, según Brillouin, ese rendimien-
to es siempre inferior a la unidad y sólo en casos raros está próximo a
ella. En estos términos, la experiencia rigurosa es irrealizable puesto
que exigiría un dispendio infinito de actividades humanas. Por últi-
mo, la precisión es limitada porque, si es verdad que el conocimiento
sólo sabe avanzar por la vía de la progresiva parcelización del objeto,
bien representada en las especializaciones de la ciencia, es exacta-
mente por esa vía que mejor se confirma la irreductibilidad de las
totalidades orgánicas o inorgánicas a las partes que las constituyen y,
por lo tanto, el carácter distorsionado del conocimiento centrado en
la observación de estas últimas. Los hechos observados han venido a
escapar al régimen de aislamiento carcelario a que la ciencia los suje-
ta. Los objetos tienen fronteras cada vez menos definidas; son cons-
tituidos por anillos que se entrecruzan en tramas complejas con los
demás objetos restantes, a tal punto que los objetos en sí son menos
reales que las relaciones entre ellos.
Fue dicho al inicio de esta parte que la crisis del paradigma de
la ciencia moderna se explica por condiciones teóricas, que acabo
de apuntar de manera ilustrativa, y por condiciones sociales. Estas
últimas no pueden tener aquí un tratamiento detallado.40 Referiré
tan sólo que, cualesquiera que sean los límites estructurales del rigor
científico, no quedan dudas de que lo que la ciencia ganó en rigor
en los últimos cuarenta o cincuenta años lo perdió en capacidad de
autorregulación. Las ideas de autonomía de la ciencia y del desinterés
del conocimiento científico, que durante mucho tiempo constituye-
122
un discurso sobre las ciencias 39
ran la ideología espontánea de los científicos, se colapsaron delante
del fenómeno global de industrialización de la ciencia, sobre todo a
partir de las décadas de los treinta y cuarenta. Tanto en las socieda-
des capitalistas como en las sociedades socialistas de Estado, del Este
europeo, la industrialización de la ciencia acarreó el compromiso de
ésta con los centros de poder económico, social y político, los cuales
pasaron a tener un papel decisivo en la definición de las prioridades
científicas.
La industrialización de la ciencia se manifestó tanto en el área de
las aplicaciones de la ciencia como en el de la organización de la in-
vestigación científica. En cuanto a las aplicaciones, las bombas de Hi-
roshima y Nagasaki fueron un signo trágico, al principio visto como
accidental y fortuito, pero hoy, frente a la catástrofe ecológica y al pe-
ligro de holocausto nuclear, cada vez más aceptado como manifesta-
ción de un modo de producción de la ciencia inclinado a transformar
accidentes en ocurrencias sistemáticas.
123
40 un discurso sobre las ciencias
pero no más convincentes o seguros, una despedida, en busca de una
vida mejor, hacia un camino lleno de otros parajes donde el optimismo
sea más fundado y la racionalidad más plural y donde, finalmente, el
conocimiento vuelva a ser una aventura encantada. La caracterización
de la crisis del paradigma dominante trae consigo el perfil del paradig-
ma emergente. Es ése el perfil que procuraré diseñar en lo que sigue.
el paradigma emergente
ción castellana, Madrid, Luis Carcamo, 1987]; F. Capra, The Turning Point, Nueva York,
Bantam Books, 1983 [existe edición castellana, Barcelona, Integral, 1985].
45 E. Wigner (1970, p. 215 y ss.).
46 E. Jantsch (1980, 1981).
47 Daniel Bell (1976).
48 Jürgen Habermas (1982).
124
un discurso sobre las ciencias 41
te diferente de la que ocurrió en el siglo xvi. Siendo una revolución
científica que ocurre en una sociedad, ella misma revolucionada por la
ciencia, el paradigma que emerge de ella no puede ser sólo un paradig-
ma científico (el paradigma de un conocimiento prudente), sino que
tiene que ser también un paradigma social (el paradigma de una vida
decente). Presentaré el paradigma emergente a través de un conjunto
de tesis seguidas de su justificación.
125
42 un discurso sobre las ciencias
de los sesenta y extrapolando a partir de la mecánica cuántica, Eugene
Wigner consideraba que lo inanimado no era una cualidad diferente sino
apenas un caso límite, que la distinción cuerpo / alma, dejaría de tener
sentido y que la física y la psicología acabarían por fundirse en una única
ciencia. Hoy es posible ir mucho más allá de la mecánica cuántica. En
cuanto ésta introdujo a la conciencia en el acto del conocimiento, noso-
tros tenemos hoy que introducirla en el propio objeto de conocimiento,
sabiendo que, con eso, la distinción sujeto / objeto sufrirá una transfor-
mación radical. En un cierto regreso al panpsiquismo leibniziano, em-
pieza hoy a reconocerse una dimensión psíquica en la naturaleza, “la
mente más amplia” de que habla Bateson, de la cual la mente humana
es apenas una parte, una mente inmanente al sistema social global y a
la ecología planetaria que algunos llaman Dios.50 Geoffrey Chew pos-
tula la existencia de la conciencia en la naturaleza como un elemento
necesario a la autoconciencia de esta última y, si así fuera, las futuras
teorías de la materia tendrían que incluir el estudio de la concien-
cia humana. De manera convergente, se asiste a un renovado interés
por el “inconsciente colectivo” inmanente a la humanidad como un
todo, de Jung. De otro modo, Capra pretende ver las ideas de Jung
–sobre todo, la idea de sincronicidad para explicar la relación entre
la realidad exterior y la realidad interior– confirmadas por los recien-
tes conceptos de interacciones locales y no locales en la física de las
partículas.51 Tal como en la sincronía jungiana, las interacciones no
locales son instantáneas y no pueden ser previstas en términos mate-
máticos precisos. No son, pues, producidas por causas locales y, cuan-
do mucho, se las puede llamar de causalidad estadística. Capra, ve en
Jung una de las alternativas teóricas a las concepciones mecanicistas
de Freud y Bateson afirma que mientras Freud amplió el concepto de
mente hacia dentro (permitiéndonos abarcar el subconsciente y el in-
consciente) es necesario ahora ampliarlo hacia fuera (reconociendo
la existencia de fenómenos mentales más allá de los individuales y hu-
manos). De manera semejante, la teoría del “orden implicado”, que,
según su autor, David Bohm, puede constituir una base común tanto
a la teoría cuántica como a la teoría de la relatividad, concibe la con-
ciencia y la materia como interdependientes sin, no obstante, estar
50 G. Bateson, Mind and Nature, Londres, Fontana, 1985 [existe edición castellana,
126
un discurso sobre las ciencias 43
ligadas por nexo de causalidad. Son, más bien, dos proyecciones mu-
tuamente envolventes, de una realidad más alta, que no es ni materia
ni conciencia. El conocimiento del paradigma emergente tiende así a
ser un conocimiento no dualista, un conocimiento que se funda en la
superación de las distinciones tan familiares y obvias que hasta hace
poco considerábamos insustituibles, tales como naturaleza / cultura,
natural / artificial, vivo / inanimado, mente / materia, observador /
observado, subjetivo / objetivo, colectivo / individual, animal / perso-
na. Este relativo colapso de las distinciones dicotómicas repercute en
las disciplinas científicas que sobre ellas se fundaron. De otro modo,
siempre hubo ciencias que se reconocieron mal en estas distinciones
y tanto que se tuvieron que fracturar, internamente, para adecuárse-
les de manera mínima. Me refiero a la antropología, a la geografía y
también a la psicología. Se condensaron privilegiadamente en ellas
las concepciones de la separación ciencias naturales / ciencias socia-
les. De ahí que, en un periodo de transición entre paradigmas sea
particularmente importante, desde el punto de vista epistemológico,
observar lo que pasa en esas ciencias.
No basta, por ejemplo, con apuntar a la tendencia hacia la supe-
ración de la distinción entre ciencias naturales y ciencias sociales, es
preciso conocer el sentido y contenido de esa superación. Recurrien-
do de nuevo a la física, se trata de saber cuál será el “parámetro de
orden”, según Haken, o el “atractor”, según Prigogine, de esa supe-
ración, si las ciencias naturales o las ciencias sociales. Precisamente
porque vivimos en un estado de turbulencia, las vibraciones del nuevo
paradigma repercuten desigualmente en las varias regiones del para-
digma vigente y por eso las señales del futuro son ambiguas. Algunos
leen en ellas la emergencia de un nuevo naturalismo, centrado en
privilegiar los presupuestos biológicos del comportamiento humano.
Es el caso de Konrad Lorenz o de la sociobiología. Para éstos la supe-
ración de la dicotomía ciencias naturales / ciencias sociales ocurre
bajo la égida de las ciencias naturales. Contra esta posición puede
objetarse que ella tiene del futuro la misma concepción con que las
ciencias naturales autojustificaban, en el seno del paradigma domi-
nante, su prestigio científico, social y político y, por eso, sólo ven del
futuro aquello en que él respete el presente. Si, por el contrario, en
una reflexión más profunda, atendemos al contenido teórico de las
ciencias que más han progresado en el conocimiento de la materia,
verificamos que la emergente inteligibilidad de la naturaleza es pre-
127
44 un discurso sobre las ciencias
sidida por conceptos, teorías, metáforas y analogías de las ciencias
sociales. Para no ir más lejos, tanto la teoría de las estructuras disi-
pativas de Prigogine como la teoría sinergética de Haken explican el
comportamiento de las partículas a través de conceptos como revo-
lución social, violencia, esclavitud, dominación, democracia nuclear,
todos ellos originarios de las ciencias sociales (de la sociología, de
la ciencia política, de la historia, etc.). Lo mismo sucede, aun en el
campo de la física teórica, con las teorías de Capra sobre la relación
entre física y psicoanálisis, los patrones de la materia y los patrones de
la mente concebidos como reflejos unos de otros. A pesar de que estas
teorías diluyan las fronteras entre los objetos de la física y los objetos
de la biología, fue sin duda en el dominio de esta última donde los
modelos explicativos de las ciencias sociales más se enraizaron en las
décadas recientes. Los conceptos de teleomorfismo, autopoiesis, auto-
organización, potencialidad organizada, originalidad, individualidad,
historicidad atribuyen a la naturaleza un comportamiento humano.
Lovelock, en un libro reciente sobre las ciencias de la vida, afirma que
nuestros cuerpos están constituidos por cooperativas de células.52
Que los modelos explicativos de las ciencias sociales han venido
subyaciendo al desarrollo de las ciencias naturales en las últimas dé-
cadas se prueba, más allá de lo anterior, por la facilidad con que las
teorías físico-naturales, una vez formuladas en su dominio específico
se aplican o aspiran a aplicarse en el dominio social. Así, por ejemplo,
Peter Allen uno de los más estrechos colaboradores de Prigogine ha
venido aplicando la teoría de las estructuras disipativas a los proce-
sos económicos y a la evolución de las ciudades y de las regiones.53
Y Haken resalta las posibilidades de la sinergética para explicar si-
tuaciones revolucionarias en la sociedad.54 Es como si lo dicho por
Durkheim se hubiese invertido y en vez de que sean los fenómenos
sociales estudiados como si fuesen fenómenos naturales, son los fenó-
menos naturales estudiados como si fuesen fenómenos sociales.
El hecho de que la superación de la dicotomía ciencias naturales
/ ciencias sociales ocurre bajo la égida de las ciencias sociales no es,
con todo, suficiente para caracterizar el modelo de conocimiento en
J. E. Lovelock (1987).
52
128
un discurso sobre las ciencias 45
el paradigma emergente. Es que, como dije antes, las propias cien-
cias sociales se constituyeron en el siglo xix siguiendo los modelos
de racionalidad de las ciencias naturales clásicas y, así, la égida de las
ciencias sociales, afirmada sin más, puede revelarse ilusoria. Referí,
con todo, que la constitución de las ciencias sociales tuvo lugar según
dos vertientes: una más directamente vinculada a la epistemología y
a la metodología positivista de las ciencias naturales, y otra, de voca-
ción antipositivista, amalgamada en una tradición filosófica compleja,
fenomenológica, interaccionista, mitosimbólica, hermenéutica, exis-
tencialista, pragmática; reivindicando la especificidad del estudio de
la sociedad pero teniendo que, para eso, presuponer una concepción
mecanicista de la naturaleza. La pujanza de esta segunda vertiente
en las dos últimas décadas es indicativa de ser ella el modelo de las
ciencias sociales que, en una época de revolución científica carga con
la marca posmoderna del paradigma emergente. Se trata, como referí
también, de un modelo de transición, toda vez que define la espe-
cificidad de lo humano por contraposición a una concepción de la
naturaleza que las ciencias naturales hoy consideran rebasada, pero
es un modelo en que aquello que lo prende al pasado es menos fuerte
que aquello que lo prende al futuro. En resumen, a medida que las
ciencias naturales se aproximan a las ciencias sociales, éstas se aproxi-
man a las humanidades. El sujeto, que la ciencia moderna lanzará en
la diáspora del conocimiento irracional, regresa investido de la tarea
de erigir sobre sí un nuevo orden científico.
Que éste es el sentido global de la revolución científica que vivi-
mos, también lo sugiere la reconceptualización en curso de las condi-
ciones epistemológicas y metodológicas del conocimiento científico
social. Referí más arriba algunos de los obstáculos a la cientificidad de
las ciencias sociales, los cuales, según el paradigma todavía dominan-
te, serían responsables del atraso de las ciencias sociales con relación
a las ciencias naturales. Sucede con todo que, como también referí,
el avance del conocimiento de las ciencias naturales y la reflexión
epistemológica que él ha suscitado ha venido a mostrar que los obs-
táculos al conocimiento científico de la sociedad y de la cultura, son
de hecho condiciones del conocimiento en general, tanto científico
social como científico natural. O sea, lo que antes era la causa de
mayor atraso de las ciencias sociales es hoy el resultado del mayor
avance de las ciencias naturales. De ahí también que la concepción
de Thomas Kuhn sobre el carácter preparadigmático (esto es, menos
129
46 un discurso sobre las ciencias
desarrollado) de las ciencias sociales,55 que yo, de otro modo, suscribí
y reformulé en otros escritos,56 tenga que ser abandonada o profun-
damente revisada.
La superación de la dicotomía ciencias naturales / ciencias sociales,
tiende así a revalorizar los estudios humanísticos. Pero esta revaloriza-
ción no ocurrirá sin que las humanidades sean ellas también profun-
damente transformadas. Lo que habrá en ellas de futuro será lo que
haya resistido a la separación sujeto / objeto y lo que haya preferido
la comprensión del mundo a la manipulación del mundo. Este núcleo
genuino fue, no obstante, atrapado en un cerco de preocupaciones
mistificadoras (el esoterismo excéntrico y la erudición vacía). El gue-
to al que las humanidades se remitieron fue en parte una estrategia
defensiva contra el asedio de las ciencias sociales, armadas del sesgo
científico triunfalmente blandido. Pero fue también el producto del
vaciamiento que sufrieran en presencia de la ocupación de su espa-
cio por el modelo científico, fue así en los estudios históricos, con la
historia cuantitativa, en los estudios jurídicos con la ciencia pura del
derecho y la dogmática jurídica, en los estudios filológicos, literarios
y lingüísticos con el estructuralismo. Habrá que recuperar ese núcleo
genuino y ponerlo al servicio de una reflexión global sobre el mundo.
El texto sobre el que siempre se tropezó la filología es una de las ana-
logías matriciales con que se construirá en el paradigma emergente el
conocimiento sobre la sociedad y la naturaleza.
La concepción humanística de las ciencias sociales en cuanto
agente catalizador de la progresiva fusión de las ciencias naturales y
las ciencias sociales coloca a la persona, en cuanto autor y sujeto del
mundo, en el centro del conocimiento, pero, al contrario de las hu-
manidades tradicionales, coloca lo que hoy designamos por naturale-
za en el centro de la persona. No habrá naturaleza humana porque
toda naturaleza es humana. Es, pues, necesario descubrir categorías
de inteligibilidad globales, conceptos estimulantes que derriben las
fronteras en que la ciencia moderna dividió y encerró la realidad.
La ciencia posmoderna es una ciencia que se asume analógica, que
conoce lo que conoce peor, a través de lo que conoce mejor. Ya men-
cioné la analogía textual y juzgo que tanto la analogía lúdica como
la analogía dramática, como incluso la analogía biográfica, figurarán
130
un discurso sobre las ciencias 47
entre las categorías matriciales del paradigma emergente: el mundo,
que hoy es natural o social y mañana será ambos, visto como un tex-
to, como un juego, como un teatro o aun como una autobiografía.
Clifford Geertz refiere algunas de estas analogías humanísticas y res-
tringe su uso a las ciencias sociales, mientras que yo las concibo como
categorías de inteligibilidad universales.57 No está lejos el día en que
la física de las partículas nos hable del juego entre las partículas, o
la biología nos hable del teatro molecular, o la astrofísica del texto
celestial, o aun la química de la biografía de las reacciones químicas.
Cada una de las analogías devela una punta del mundo. La desnudez
total, que será siempre la de quien se ve en lo que ve, resultará de las
configuraciones de analogías que sabremos imaginar: al final, el jue-
go presupone un teatro, el teatro se ejercita con un texto y el texto es
la autobiografía de su autor. Juego, teatro, texto o biografía, el mundo
es comunicación y por eso la lógica existencial de la ciencia posmo-
derna es promover la “situación comunicativa” tal como Habermas
la concibe. En esa situación confluyen sentidos y constelaciones de
sentido venidos, tal cual ríos, de las nacientes de nuestras prácticas lo-
cales y arrastrando consigo las arenas de nuestros cursos moleculares,
individuales, comunitarios, sociales y planetarios. No se trata de una
amalgama de sentido (que no sería sentido sino ruido), antes bien de
interacciones y de intertextualidades organizadas en torno de proyec-
tos locales de conocimiento indivisible. De aquí arranca la segunda
característica del conocimiento científico posmoderno.
131
UNIDAD
III
132
¿SABES REALMENTE QUÉ ES UN PARADIGMA?
1. INTRODUCCIÓN
A diferencias de otras ciencias, en la que la mayoría de los conceptos tienen para la comunidad
científica —y para el público— un significado claro, sin lugar a ambigüedades, en las Ciencias Sociales
cada vez resulta más frecuente encontrar palabras que responden a “significados autorales”, es decir,
nacidos a la luz de una teoría o contexto establecido por cierto autor, alcanzando el hecho relevancia tal que
el nuevo concepto —o la nueva acepción— es rápidamente acuñada y pasa a la literatura mundial y al uso
frecuente en el lenguaje cotidiano. En la actualidad, tal circunstancia la encontramos con marcada presencia
en las Ciencias Pedagógicas.
Ocurre entonces que se produce así una amalgama conceptual, un spaghetti de definiciones que
terminan por hacer intraducibles el sentido universal que debieran tener palabras como: «pedagogía»,
«educación», «enseñanza», «instrucción» y «didáctica», entre otras, a las que se suman términos de
significado todavía más “abierto”, como son: «técnicas», «métodos», «habilidades», «estrategias», etc. De
tal suerte, las consecuencias las paga el educador “de la calle”, ése al que día tras día le corresponde llevar
a la escuela “el pan de la enseñanza”, pues termina por perderse en medio de este lenguaje amorfo, por
demás sobrecargado de referencias, que ni siquiera pudiera definirse como “Esperanto científico” (pues el
Esperanto es un lenguaje como el que más, y para sus practicantes no hay problema alguno de
comunicación), provocando, en definitiva, que el maestro interesado en acometer seriamente su
actualización profesional (probablemente un joven maestro en formación), choque con dificultades de
comunicación que en no pocos casos lleguen a resultar infranqueables. Pero el mayor peligro pudiera
aparecer en el momento más imprevisto, si el aspirante termina malinterpretando el sentido que la
comunidad científica da a cierto diccionario de términos no escritos, y quede en un status profesional que
pueda conducirlo al “ridículo académico” en el momento más inoportuno y desfavorable que alguien pudiera
imaginar.
Por supuesto, basta ojear un diccionario enciclopédico para comprobar que se trata de un hecho
común, pues miles de palabras toman uno u otro significado en dependencia del contexto. La importancia
actual de esta problemática es tal que un autor tan renombrado como Monereo (1997), se ve en la
necesidad de comentar el asunto en las primeras páginas de una de sus obras más referenciadas,
expresando que:
“Una rápida ojeada a la bibliografía reciente sobre temas educativos en nuestro país (España) basta para darse
cuenta de la confusión terminológica que supone, en determinadas ocasiones, la utilización de términos distintos en
calidad de sinónimos, o bien la distribución de diferentes significados a un mismo término según los autores o la
perspectiva teórica adoptada. No es, pues, infrecuente encontrar trabajos de divulgación , ejemplo de programaciones e
incluso investigaciones en que las nociones de técnica, procedimiento, método, estrategia o habilidad son usadas de
forma confusa o, en el mejor de los casos, indiferenciada.”(18).
El presente trabajo se propone mostrar con algunos ejemplos tomados del lenguaje aparentemente
común, hasta que punto esta problemática nos envuelve y puede llegar a tener las implicaciones que
133
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 2
hemos mencionado. Se hace un alto especial en la palabra “paradigma”, en su doble contexto lingüístico y
epistemológico.
Probablemente sea ya demasiado tarde para lograr establecer acuerdos o normativas, pero
reflexionar sobre esta problemática, y someterla a discusión en el marco de un evento científico, pudiera ser
un buen primer paso hacia la búsqueda de un diccionario internacional de términos de referencia.
Cabe señalar que estamos en presencia de un proceso que tiene raíces históricas. La clave
podemos encontrarla en una obra realizada en tiempos de la Unión Soviética, probablemente poco conocida
en Occidente. Nos referimos al libro Fundamentos Generales de la Pedagogía, publicado en 1967 por los
profesores V.E.Gmurman y F.F.Korolev. Se trata de una obra interesante, sobre todo por el valor de las
referencias históricas que hacen el contexto del libro; de esto podrá percatarse rápidamente el lector, tras la
lectura de los párrafos que siguen.
“Con el cambio de las condiciones históricas cambian también muchos de los fenómenos que
estudiamos; por consiguiente, los conceptos que los reflejan no pueden ser estables, estáticos. En el
movimiento y desarrollo de estos últimos se refleja también el progreso de la ciencia, el crecimiento de
nuestros conocimiento.”(101)
Y a continuación los autores calan en directo la respuesta que estamos buscando:
“Por supuesto que el análisis lexicográfico de los términos, el esclarecimiento de la historia del empleo
dado a las voces, la puntualización de la terminología tienen de por si un carácter auxiliar. Y precisamente en
calidad de procedimientos auxiliares, son útiles, por cuanto ayudan a orientarse en la esencia de la cuestión;
a eliminar la irregularidad, la dispersión y la imprecisión, que con frecuencia hacen que el lector repela la
literatura pedagógica”.(101).
Probablemente al lector le resulte absurdo que se pueda realizar cualquier cuestionamiento en torno
al significado de las palabras «educación», «instrucción» y «enseñanza». ¿Acaso puede alguien
confundirse?
Si somos consecuentes con la cita de partida entonces debemos pensar que la evolución del
lenguaje no tiene por qué excluir estos términos. Y efectivamente, Gmurman y Korolev (1967) citan un
artículo de Kondrakov, V (1964), en el que se expresa lo siguiente:
“Hay ciertos pedagogos que no ven ninguna diferencia entre la educación y la enseñanza,
sencillamente las identifican. Afirman que la enseñanza y la educación, son prácticamente, una misma cosa
y que estos conceptos se llaman de forma distinta sólo para facilitar los razonamientos” (105).
Por supuesto, en Gmurman y Korolev (1978) se aclara de inmediato que esta afirmación es falsa y
es además un error desde el punto de vista histórico. “La necesidad del empleo extenso de los conceptos
«educación» e «instrucción» surgió, no para «mayor comodidad de razonamiento», sino cuando cambió el
contenido del trabajo escolar.” (106). No obstante, estos autores aclaran más adelante que “durante el siglo
134
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 3
XVIII y primera mitad del XIX los términos «educación» e «instrucción» no se diferenciaban. En los
documentos oficiales y los trabajos pedagógicos se empleaban como sinónimos.”(107).
¿En qué radica entonces la diferencia? Según los autores citados, “con el desarrollo de la cultura y
el pensamiento pedagógico, fue empleándose cada vez más el término de educación en el sentido que hoy
lo conocemos, como objetivo de la enseñanza”(106).
Por tanto, la diferencia aparece dando vueltas sobre las propias palabras: el objetivo de enseñar es
educar. Se asume entonces que la educación es el más alto peldaño, es el fruto final de la suma de la
instrucción escolar más el aprendizaje de la interacción social. “En este sentido el término se emplea no
sólo respecto al hombre, sino también a todo tipo de organismo vivo. Los biólogos hablan de la educación
de los animales y las plantas y esa terminología es admitida por todos.” (102). “La educación se realiza en
todas las esferas de la vida (...) La educación no se limita a la enseñanza, sino que la sobrepasa en mucho.”
(103).
En cuanto al termino «enseñar», se acepta hoy, en el sentido amplio de la palabra, como el proceso
bilateral que incluye la actividad del alumno (aprender) y la actividad del maestro (enseñar). Gmurman y
Korolev (1978), ob. ci.
Para finalizar el análisis, señalan que “la «educación», la «instrucción» y la «enseñanza» son
conceptos que se entrelazan, sus volúmenes coinciden parcialmente. La correlación entre ellas no es
estable, sino históricamente cambiante, lo mismo que cambian los fenómenos que reflejan.”(110).
Por supuesto, definiciones son las que sobran, tantas como autores podamos encontrar. Mas, el
objetivo de este trabajo no va en la dirección de la convergencia, sino en la intención de alertar sobre las
divergencias y las ambigüedades.
En este sentido, es imposible soportar la tentación de traer como referencia una alusión al
pensamiento pedagógico de Tolstoi, citado por Gmurman y Korolev (1978). Según la referencia
mencionada, el famoso escritor y pedagogo ruso consideraba que la instrucción y la educación eran
conceptos incompatibles, llegando a recomendar que la instrucción debía separarse de la educación. Tolstoi
plantea esta tesis en el artículo “La educación y la instrucción”, publicado en 1862. Tolstoi, L (1936).
“Hay muchas palabras que no tienen una definición precisa, que se sustituyen unas por otras, pero
que son indispensables para la transmisión de las ideas; tales son las palabras: educación, instrucción e
incluso enseñanza.”(211) Ob. cit.
Tolstoi fija ahora la contraposición entre ambas acciones, cuando afirma que:
“ La educación es una influencia coercitiva, impuesta, de una persona sobre otra para formar a la
pers ona como a nosotros nos parece mejor; la instrucción en cambio, es una relación libre del hombre que
tiene como base la necesidad de uno, para adquirir informaciones y, del otro, para comunicar las ya
adquiridas por él.” (215) Ob. cit.
Tal punto de vista no es exclusivo ni ha sido desarraigado con los años. De hecho las concepciones
“modernas” sobre las que se levantan en nuestros días las nuevas teorías pedagógicas, comparten puntos
de vista semejantes. Este es el caso de la posición que asumen English & Hill (1995) referidas a las ideas
135
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 4
de Deming sobre «Calidad Total en la Educación». English y Hill no acometen contra los conceptos de
educación y enseñanza, acometen contra la escuela completa, tal y como hoy la conocemos: “Sugerimos
indagar profundamente en las escuelas y voltearlas de adentro a afuera. No más salones de clase. Solo
centros de aprendizaje y maestros que sepan guiar el proceso.” (XVI). En síntesis, English & Hill se
proponen “la metamorfosis de la escuela. Pasar de oruga a mariposa es lo que visualizamos como contraste
notable entre las escuelas y los lugares de aprendizaje”(41).
De imponerse esta nueva concepción, que no propone una modificación educativa más, sino que
significa una transformación desde los cimientos de la escuela actual, estaremos en presencia de un nuevo
paradigma en la educación.
-------------------------
(¿Paradigma?; ¿hemos dicho paradigma?; ¿estamos seguros de saber qué entienden los demás
cuando hablamos de un «cambio de paradigma»?)
---------------------------
La idea de realizar este trabajo surge precisamente a partir de una experiencia del autor. Me
encontraba preparando una conferencia que tenía por tema el impacto de la TICs en la educación;
intentaba presentar al auditorio una definición satisfactoria del término «paradigma», pues resulta obligado
comentar los «cambios de paradigmas» producidos en la educación en la última década. Téngase en
cuenta que estamos hablando, nada menos, que del cambio de ¡siete paradigmas! (Colectivo de autores,
2003), según refleja la literatura especializada:
Por supuesto, es elemental comenzar preguntando al auditorio qué entiende o considera que es un
«Paradigma». Si hacemos una encuesta al respecto, seguramente obtendremos resultados muy curiosos,
pero en nuestro caso lo que interesa es dar respuesta en el contexto de las ciencias, y por tanto debemos
partir de definiciones reconocidas, acudiendo para ello a los textos de referencia correspondientes.
En el caso que nos ocupa, es exactamente aquí donde comienzan los problemas. No vamos a
reproducir en este espacio el largo camino que tuvimos que recorrer para tratar de establecer una
“definición satisfactoria”. Nuestra intención directa era llegar al concepto de «paradigma» establecido en las
ciencias por Thomas Kuhn, (¡convertido a su vez en paradigma de la epistemología contemporánea!), a
partir de su obra clásica “La estructura de las revoluciones científicas” (1962).
136
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 5
Pero el hecho cierto es que, en dependencia del contexto, podemos encontrar hoy por lo menos
cuatro interpretaciones “de uso” en relación con la palabra paradigma. Sería mucho pedir que el lector
tuviese que soportar tal carga de citas y alusiones; por eso, en los párrafos que siguen solo vamos a
mencionar la esencia de estas “definiciones”. No obstante, en una versión anterior de este trabajo hemos
incluido varios anexos que pueden ser consultados por el lector interesado en la dirección
http://www.ilustrados.com/documentos/paradigmas.doc
1. El que proviene del latín (paradigma) y el griego (ðáñ äåéãìá), especialmente de la concepción
filosófica que Platón tiene de la palabra «modelo», distinta a la concepción aristotélica de la palabra
«ejemplo»;
Así, por ejemplo, en el diccionario Cervantes (Alvero, F. 1976) se resumen ambas interpretaciones
planteando que paradigma significa “Ejemplo o ejemplar, modelo que sirve de norma, especialmente en la
conjugación o declinación”. (576). Por otra parte, si buscamos los posibles sinónimos de la palabra
paradigma, encontramos una relación de “equivalencias” que incluye términos como: muestra, prototipo,
arquetipo, ideal, precedente, norma, pauta, canon, espécimen, regla, espejo, molde, etc.
Obviamente, nada de esto tiene algo que ver con la interpretación que hoy es “de uso Web”, basada
en la concepción de Kuhn, según la cual:
Atención al lector: Observe que en la concepción de Kuhn, se habla claramente de “consenso” entre
un grupo de científicos; se excluye, por tanto, cualquier tipo de creencia desde el plano puramente
individual. De esto hablaremos más adelante.
Contamos con decenas de ejemplos que hemos recopilado durante la elaboración de este trabajo,
pero bastará presentar el que transcribimos a continuación para que se pueda comprender hasta que punto
es complicado e importante interiorizar esta problemática.
Nos referimos a la visita que realizamos al Foro alojado en el sitio Culturitalia (ver
http://culturitalia.uibk.ac.at/hispanoteca/Foro-preguntas) donde encontramos la siguiente pregunta
planteada por uno de sus miembros:
“Tengo una duda, y el problema es que un paradigma cubre muchas cosas, tan solo la palabra se
puede utilizar para diferentes significados.”
La respuesta dada al interesado la consideramos bastante amplia y viene muy a tono con la imagen
que deseamos transmitir al lector. Incluye la esencia de las definiciones aparecidas en las diversas
137
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 6
enciclopedias, a lo que suma la interpretación o acepción relativa al sentido Kuhniano que es reconocido
hoy en el marco de las ciencias.
1. Ejemplo o ejemplar.
2. Linguistica. Cada uno de los esquemas formales en que se organizan las palabras nominales y verbales
para sus respectivas flexiones.
3. Linguistica. Conjunto cuyos elementos pueden aparecer alternativamente en algún contexto especificado;
p. ej., niño, hombre, perro, pueden figurar en El -- se queja.
En lingüística:
Es un conjunto ordenado y finito de flexiones de una misma palabra o raíz. El conjunto de formas que sirven
de modelo en los distintos tipos de flexión. En el verbo, podemos hablar de paradigma de la primera,
segunda, tercera conjugación, el cual está compuesto por los paradigmas de los distintos tiempos. El
paradigma del tiempo consiste en la enumeración convencionalmente ordenada de las formas que
presentan las tres personas del singular y las tres del plural, en dicho tiempo, considerado como arquetipo.
En latín, las declinaciones. Es pues un grupo de equivalencias. Conjunto ordenado de las diversas formas
en que pueden aparecer ciertas palabras, p.e. los verbos. Conjunto de elementos de una clase gramatical
que pueden aparecer en un mismo contexto.
En la teoría de la ciencia:
Un paradigma es una teoría o modelo explicativo de las realidades físicas. Con el significado de paradigma
científico, se usa hoy en la investigación científica y fue introducido por Thomas Kuhn (1975) para explicar o
los cambios o “revoluciones científicas”. Según Karl Popper, las teorías mueren cuando se descubre una
nueva teoría que falsifica a la anterior, ese sería el motor del progreso científico. Para Thomas Kuhn el
motor es simplemente el “cambio de paradigma” en la explicación de los fenómenos naturales; la nueva
teoría no tiene por qué falsificar a la anterior, puede ser una alternativa, un nuevo modelo o teoría modelo,
un paradigma nuevo.
--------------------------
Hasta aquí hemos resumido —aunque el lector quizás se niegue a creerlo— tres de las
“interpretaciones” o formas de uso que podemos encontrar en materia de “paradigmas”, pero, ¿y la cuarta
alternativa a que hacíamos referencia?
La respuesta tiene, en alguna medida, ciertos vínculos con las anteriores: por una parte mantiene el
sentido platoniano, en tanto que se toma “paradigma” como «ejemplo» de algo supremo; y también
conserva el sentido Kuhniano, al estar basada en creencias, sólo que estas creencias son de carácter
138
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 7
personal o individual, perdiendo así el carácter de «consenso en una comunidad» que prevalece en el
paradigma científico de Kuhn.
Para el lector esta “cuarta opción” quedará clara luego de la lectura del interesante artículo que
transcribimos a continuación, y que hemos encontrado en la prensa hondureña. Cómo decimos los cubanos
en el argot popular cuando queremos significar algo notable, algo que no tiene comparación dentro del
contexto, “¡después de esto si que se acabó el dinero...!”
¿Recuerda usted el caso de aquella mujer que creía que era su gallo el que al cantar hacía que el sol
saliera? Había llegado a esta conclusión por observación. Notó que cada mañana, con toda precisión en
cuanto su gallo se ponía cantar, el sol, aparecía en el horizonte. Así que cuando el animal murió, se
apresuró a reemplazarlo, no fuera a ser que a la mañana siguiente no saliera el astro rey.
Pero ocurrió que un día tuvo un pleito con los vecinos y decidió mudarse a vivir con su hermana. Como ésta
vivía en un pueblo lejano, no pudo llevarse muchas pertenencias, pero sí se llevó el gallo. Y como cuando
muy temprano al día siguiente, en su nueva residencia el gallo empezó a cantar y un momento después el
sol apareció tras los montes, ella se reafirmó en lo que durante tanto tiempo había sabido, que ahora el sol
salía donde ella estaba, mientras que su aldea seguramente seguía a obscuras. ¡Pero eran ellos los que se
los habían buscado!
Sin embargo, pasando los días le extrañó que sus antiguos vecinos no vinieran a suplicarle que regresara
con su gallo. Claro que ella lo atribuyó a la estúpida arrogancia de aquellos ignorantes que seguramente
preferían vivir en la obscuridad a pedirle perdón.
¿Absurdo? Usted y yo sabemos que sí. Pero puedo asegurarle que para aquella mujer ``su verdad'' era tan
real que ni siquiera se le ocurría ponerla en duda. Es lo que los expertos hoy en día llaman ``un paradigma''.
Es decir, un creencia que nos sirve como marco de referencia para actuar en determinada forma.
¿Cree usted que solamente la gente ignorante tiene este tipo de creencias? Permítame entonces mostrarle
algunas opiniones, de verdaderos expertos en su campo, pero que hoy forman parte de las mayores
estupideces que hayan sido dichas alguna vez. Por ejemplo: ``La televisión no podrán conservar ningún
televidente que capte después de los primeros seis meses. La gente se cansará de ver una caja todas las
noches''. ¿Sabe quién dijo eso? Nada menos que Darryl F. Zanuck, el director de la famosa compañía
cinematográfica 20Century-Fox, en 1946. Seguramente se sorprendería de saber que el problema de hoy
es que la gente pasa demasiado tiempo frente a sus televisores.
Ahora si quiere un ejemplo más reciente, permítame darle éste: ``El hombre nunca llegará a la luna, sin
importar los avances científicos que haya en el futuro''. Esta categórica declaración fue dada el 25 de
febrero de 1967, por el Dr. Lee de Forest, inventor del tubo de audión, considerado uno de los padres de la
radio. Un par de años después, en julio de 1969, el coronel Neil Armstrong posaba su pie en la luna.
Estas opiniones dadas por expertos en sus respectivas áreas, son tan absurdas como la de la mujer que se
regocijaba por haber dejado su aldea a obscuras. Pero igual que ella, estos expertos creían en lo que
decían y actuaban en consecuencia.
139
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 8
¿También usted tendrá algún ``paradigma'' negativo? Es muy posible que sí. Hay estudiantes que aseguran
``que detestan las matemáticas'', tan solo porque no se han interesado en ellas. Un maestro me aseguró
orgulloso que muchos de sus alumnos que pensaban así y, por lo tanto, rehuían estudiarlas, acaban por
enamorarse de lo que él llama ``la magia que hay en los números'', una vez que lograba interesarlos y las
comprendían.
¿Piensa usted que no puede hablar en público? ¿Asegura que no puede adelgazar, porque toda su familia
está llena de gordos? ¿Está convencido de que no puede llevarse bien con su jefe? ¿Cree realmente que
en Honduras no se puede triunfar y por eso sueña con irse ``mojado''? ¿Piensa que cada día el mundo está
peor y que toda época anterior fue mejor? ¿Está de acuerdo con muchos en que hay que ser tramposo para
triunfar? ¿Para usted la lealtad está pasada de moda?
Lo que usted cree le hará actuar en consecuencia y reforzará su idea por absurda que sea. Los paradigma
negativos le perjudicarán, así como los paradigmas positivos le ayudará. Por eso es vital ver la vida con
optimismo, ser positivamente realista al observar lo que pasa a nuestro alrededor y llenarnos de
pensamientos como ``sí puedo'', ``soy capaz'', ``soy animado'', ``son digno de dar y recibir amor'', ``vale la
pena vivir'', ``Dios es más grande que cualquier problema que yo tenga'', etc., etc.
LO POSITIVO: Analizar a fondo los hechos y nuestras creencias. Cambiar los paradigmas que nos
perjudiquen sustituyéndolos por aquellos que nos ayuden a triunfar
------------------------
6. CONCLUSIONES
Es necesario reiterar que este trabajo se propone llamar la atención del lector en relación con la
problemática de la ambigüedad terminológica y la importancia que esto puede llegar a tener en el marco de
la ciencia, pero también debemos decir que inevitablemente hemos tenido que trazarnos límites. Para ello
hemos centrado la atención en dos situaciones específicas en las que términos de uso tan cotidiano como
Educación y Paradigmas pueden llevarnos a un mar de indefiniciones; y son esos límites que nos hemos
trazado los que nos salvan de tener que introducirnos en aguas más profundas... No obstante, ciertas cosas
no deben quedar en el tintero, y nada mejor que un espacio conclusivo para dejar entreabierta la puerta a
cuestiones que motiven al lector —en rol de investigador— a profundizar en el contexto por cuenta propia.
140
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 9
Con esta indicación final pretendemos que el lector se percate que no está ante un tema cerrado: la
ambigüedad terminológica tiene en diversas direcciones mucha tela por donde cortar. Por ejemplo, una
situación tan concreta como la inconmensurabilidad entre teorías llevó a Kuhn al centro de muchos debates.
Aclaremos la cuestión para no dejar en ascuas al lector.
Según comenta Fortes (2000), existen para Kuhn tres tipos de diferencias entre dos paradigmas
rivales:
3) diferente visión del mundo: dos defensores de distintos paradigmas no perciben lo mismo.
“Una de las principales razones de la inconmensurabilidad entre teorías rivales viene dada por el
lenguaje científico propio de cada paradigma. Dos científicos rivales utilizarían conceptos distintos, sobre
todo en función de su significado, así masa poseería distintos significados ya fuera para un newt oniano o
para un relativista.
Dos hombres que perciben la misma situación de manera diferente, pero que a pesar de eso
emplean el mismo vocabulario en su discusión, usan las mismas palabras de manera diferente. Es decir,
ellos hablan de lo que he llamado puntos de vista inconmensurables.”
Retomando algunas de las ideas que resumimos al inicio de este estudio, estamos ante una
problemática que tiene raíces históricas, y estos mismos antecedentes determinan la naturaleza “no
estática” del sentido que toman las palabras en el tiempo. Es una realidad que tenemos que aceptar, (de
hecho las enciclopedias “se nutren” de los tantos significados que existen para una misma palabra) lo que
no quita que nos preocupemos por lograr un cierto “orden interno” en este mundo en el que cada vez se
reducen más las distancias y proliferan la interdisciplinaridad...y las nuevas palabras.
ARTÍCULOS RECOMENDADOS
En www.monografias.com/trabajos12/kuhn/kuhn.shtml
En http://claudiogutierrez.com/bid-fod-uned/Kuhn.html
En http://rehue.csociales.uchile.cl/personales/eotero/tex05.htm
Urrego, Juan de Dios y otros.. Las competencias una necesidad educativa para el nuevo siglo.
En www.santillana.com.co/santillana/recursos_para_el_maestro_competencias.htm
141
Acosta Ruiz, F: ¿Sabes realmente qué es un paradigma? 10
REFERENCIAS
COLECTIVO DE AUTORES, Preparación pedagógica integral para profesores universitarios, MES, Cuba,
2003
ENGLISH, F y Hill, J., Calidad total en la educación., Editorial EDAMEX, México, 1995
FORTES, A, Kuhn. La estructura de las revoluciones científicas. Trabajo de curso , (2000) www.iespana.es
KONDRAKOV, V. Hace falta una claridad mediana. Uchitelscaya gazeta, 9 de enero. (1964) Citado por
Gmurman (1978).
KUHN, T. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México 1975.
ENCICLOPEDIAS Y DICCIONARIOS:
142
143
1. La sociología como socioanálisis
41
144
42 RESPUESTAS
Sit objetivo no sólo es escribir una monografía de la universidad fr ancesa y de su, cuei po
docente, sino también plantear un problema fundamental del método sociológico.
145
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANALISIS 43
1980a), después de haber realizado un proyecto similar entre los aldeanos argelinos
(1972a, 1980f).
146
44 RESPUESTAS
147
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANÁLISIS 45
escolar tiene un "uso" de la escuela que nada tiene que ver con aquél del
padre que busca una buena escuela para su hija.
Esto no nos lleva a la conclusión de que el conocimiento teórico no vale
nada, sino que es necesario conocer sus límites y adjuntar a cualquier informe
científico un reporte de los límites de los informes científicos: el conoci-
miento científico debe gran número de sus propiedades más esenciales al
hecho de que las condiciones de su producción no son las de la práctica.
En otras palabras, una ciencia rigurosa de la sociedad debe construir teorías que
conlleven una teoría de la ruptura entre teoría y prd ctica.
Este retorno hacia la relación genérica del analista con su objeto y al sitio particular
que él ocupa en el espacio de la producción científica sería lo que distingue el tipo
lexividad que usted pregona de aquél defendido por Gouldner (1970), Ga'r finkel
de reflexividad
(19G7), Mehan y Wood (1975) o Moor• (1976).
148
46 RESPUESTAS
149
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANÁLISIS 47
150
48 RESPUESTAS
151
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANÁLISIS 49
152
50 RESPUESTAS
Otra crítica —previamente emitida contra La distinción— consiste en que los datos
están fechados.
153
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANÁLISIS 51
criticado sus modelos por ser demasiado estáticos o "cerrados",, porque dejan poco
espacio a la "resistencia ", el cambio y la imipción de la histo? ia. ¿Acaso Homo
academicus no responde en parte a esta pregunta al proponer el análisis de una
ruptura política -y social, la protesta de mayo del 68, que intenta disolver la oposición
entre reproducción y transformación, así como entre historia estructural e historia
eventual?
154
52 RESPUESTAS
155
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANÁLISIS 53
Usted no ignora que hay lecturas superficiales, diríase incluso un tanto elementales,
de La distinción y de L'amour de l'art (1979a; Bourdieu y Darbel, 1966), que
hacen del sociólogo una especie de filisteo en pe rr a contra el arte o la filosofía.
156
54 RESPUESTAS
sociología del arte siempre choque con los creyentes ingenuos o los defen-
sores fariseos de la gran cultura, quienes a menudo se encuentran tan
alejados de la desenvoltura liberada del aficionado aristocrático tomo de la
libertad provocadora del artista de vanguardia. Si bien siento a veces gran
afinidad —debido, tal vez, a una posición homóloga— con este último, no
asumo desde luego ninguna posición dentro del campo artístico propiamente
dicho (por tal motivo decliné, hace algunos años, la invitación a colaborar
con un "pintor conceptual", Alain Kérily, quien luego se dio a conocer en
Nueva York y que estaba interesado en exhibir un cuadro inspirado en mi
libro L'amour de l'art, acompañado por una grabación del diálogo entre el
artista y el sociólogo). Aun cuando, en mi calidad de "aficionado", mantengo
preferencias hacia algunos de los pintores dedicados a esta forma de expre-
sión (lo cual significa, para quienes pudieran dudar de ello, que no soy
indiferente y mucho menos sistemáticamente hostil al arte, como se ha
llegado a sugerir), no tomo posición alguna dentro de este campo, pero
adopto como objeto de estudio el espacio de las posiciones que lo consti-
tuyen, el cual describo como el lugar de producción de este fetiche
que es la obra de arte, es decir, como un universo objetivamente orientado
hacia la producción de la creencia en la obra de arte. (Esto explica la analogía,
que impacta a todos los observadores, entre el campo artístico y el campo
religioso. Nada más parecido a una peregrinación a la Tierra Santa que uno
de esos viajes a Salzburgo que las agencias turísticas organizarán, p0I millares,
en ocasión del año de Mozart.) 1 ' Y es cuando, como lo hice con respecto al
campo literario en el tiempo de Flaubert o al campo artístico en el caso de
M anet, puedo interrogar la relación entre el espacio de las posiciones
ocupadas en el campo por los diferentes autores y el espacio de las obras
correspondientes (consideradas en cuanto a sus temas, forma, estilo, etc.).
En resumidas cuentas, observo que, tanto en el plano de los productores
como en aquél de los consumidores, las tomas de posición artísticas (las
preferencias, los gustos) corresponden a las posiciones ocupadas en el campo
de producción, en el caso de los primeros, o en el espacio social, en el de los
segundos. Lo cual significa que todas las formas de la fe artística, ya sea la
fe ingenua o la devoción farisaica o, incluso, la fe liberada de las adhesiones
al ritualismo cultural (a la cual una sociología depuradora puede introdu-
cir...), suponen condiciones sociales de posibilidad. Ello representa un duro
golpe contra la representación mística del "encuentro" artístico, contra el
culto primario al arte y al artista, con sus lugares santos, sus ritos obligados
y sus devociones rutinarias. Un duro golpe, sobre todo, contra los "pobres
blancos" de la cultura que en la actualidad defienden empecinadamente las
últimas diferencias, es decir, en desorden, la cultura humanista, el latín, la
ortografía, los clásicos, el occidente, etc. Pero no puedo impedirlo: sólo
espero que la crítica basada en el análisis sociológico sea capaz de favorecer
una experiencia del arte liberada de ritualismos y exhibicionisrnos.
157
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANALISIS 55
We modo que su trabajo no es una "condena general de la estética como pura señal
de clase y como consumo ostentatorio" Uaiiteson, 1990, p. 132; también, Burge?,
1990 y Garnham, 1986), ni nos condena, como a menudo se le reprocha, a un
r elativismo nivelador?
Pero, ¿cudles pueden ser las bases sociales de semejante política? ¿Cabe esperar
que quienes monopolizan lo universal contribuyan a suprimir su propio
privilegio?
158
56 RESPUESTAS
159
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANALIS1S 57
De una manera niâs general, ¿puede vs/ed esclarecer el lugar que la historia ocupa
en su pensamiento? ¿No es ella, en su opinión, uno de los instrumentos privilegiados
de la reflexividad?
160
58 RESPUESTAS
una filosofía social apenas velada. Desde luego, hay muchas excepciones y,
por fortuna, su número se ha incrementado en los últimos años. Pienso en
trabajos como los de Charles Tilly (1990) acerca de la formación de los
Estados europeos, los cuales procuraron no caer en la trampa de un evolu-
cionismo más o menos abiertamente funcionalista y han abierto el camino a
una sociología verdaderamente genética gracias a un uso teóricamente
inspirado del método comparativo. Pero lo que necesitamos es una historia
estructural que rara vez se practica, y que revelaría cada estado sucesivo de
la estructura examinada en tanto que producto de las luchas precedentes por
mantener y transformar esta estructura y principio de las transformaciones
que derivan de éstas, a través de las contradicciones, tensiones y relaciones
de fuerza que la constituyen.
El surgimiento de acontecimientos puramente históricos, como la crisis de
mayo de 1968 o cualquier otra gran ruptura histórica, sólo es comprensible
a condición de reconstruir la pluralidad de las "series causales independien-
tes" a las que aludía Cournot para definir el azar, es decir, las diferentes
concatenaciones relativamente autónomas de fenómenos independientes
cuyo choque determina la singularidad de los sucesos históricos. Pero aquí
me remito al análisis de la crisis de mayo del 68 que presento en el último
capítulo de Homo academicus, el cual contiene el germen de una teoría de la
revolución simbólica sobre la cual estoy trabajando actualmente.
161
LA SOCIOLOGÍA COMO SOCIOANÁLISIS 59
162
2. La lógica de los campos
La noción de campo forma parte, como las de habitus y capital, de los conceptos
centrales de su obra, la cual incluye estudios acerca de los campos artístico y litera-
vio, el campo de las grandes escuelas, los campos científico y religioso, el campo del
poder; el campo jurídico, el campo burocrático, etc. Usted emplea la noción de campo
en un sentido muy técnico y preciso que, posiblemente, esté en parte oculto por su
significado común. ¿Podría usted decirnos de dónde proviene esta noción (para
algunos estadounidenses, parece evocar la field theory de Kurt Lewin), qué signifi-
cado le asigna y cuáles son sus funciones teóricas?
63
163
64 RESPUESTAS
Usted emplea a menudo la imagen de "juego", para ofrecer una idea preliminar de
lo que entiende por campo.
164
LA LÓGICA DE LOS CAMPOS 65
165
66 RESPUESTAS
Esta analogía ilustra muy bien el nexo existente entre los conceptos que usted utiliza
en su teo? ía. Pero ahora, hay que volve?, con mayor precisión, a algunas preguntas.
Primera, ¿cómo se determina la existencia de un campo y sus fronteras?
La cuestión de los límites del campo siempre se plantea dentro del campo mismo
y, por consiguiente, no admite ninguna respuesta a priori. Los participantes
en un campo —por ejemplo, las empresas económicas, los grandes modistas
o los novelistas— procuran en todo momento diferenciarse de sus rivales más
cercanos, a fin de reducir la competencia y establecer un monopolio sobre un
determinado subsector del campo. (Habría que corregir esta frase, la cual incu-
rre en la "parcialidad" teleológica que, con frecuencia, se ale atribuye al corn-
prender que para mí, la búsqueda de la distinción es el principio de las prácti-
cas culturales: otro efecto cuyo nombre tiene funestas implicaciones. Existe
una producción de diferencia que en nada obedece a la búsqueda de la diferen-
cia. Hay muchos individuos —pienso, v. gr., en Flaubert— para quienes existir
en un campo es, co ipso, diferir, ser diferente, recalcar la diferencia. Estas perso-
nas están a menudo dotadas de características que hacen que no deberían
estar ahí, que debieron haber sido eliminadas de entrada. Pero ya es tiempo
de cerrar el paréntesis.) Asimismo, los participantes se esfuerzan por excluir
del campo a una parte de los colegas actuales o potenciales, aumentando, por
ejemplo, el valor del derecho de ingreso o imponiendo cierta definición de
pertenencia al mismo. Esto es lo que hacernos cuando decimos, por ejemplo,
que Fulano o Mengano no es un sociólogo, o un verdadero sociólogo, conforme
166
LA LÓGICA DE LOS CAMPOS 67
167
68 RESPUESTAS
Existe una diferencia esencial: en un campo, hay luchas; por tanto, hay
historia. Me opongo abiertamente a la noción de aparato que es, para mí, el
caballo de Troya del peor funcionalismo: un aparato es una máquina infernal,
programada para alcanzar ciertas metas. 3 (Esta visión del complot, la idea de
que una voluntad demoniaca es responsable de todo lo que acontece en el
mundo social, medra en el pensamiento "crítico".) El sistema escolar, el
Estado, la Iglesia, los partidos políticos y los sindicatos no son aparatos, sino
campos. En un campo, los agentes y las instituciones luchan, con apego a las
regularidades y reglas constitutivas de este espacio de juego (y, en ciertas
coyunturas, a propósito de estas mismas reglas), con grados diversos de
fuerza y, de ahí, con diversas posibilidades de éxito, para apropiarse de las
ganancias específicas que están en juego en el juego. Quienes dominan en
un determinado campo están en posición de hacerlo funcionar en su bene-
ficio, pero siempre deben tener en cuenta la resistencia, las protestas, las
reivindicaciones y las pretensiones, "políticas" o no, de los dominados.
Es verdad que dentro de ciertas condiciones históricas, las cuales deben es-
tudiarse empíricamente, un campo puede comenzar a funcionar como apara-
to. 4 Cuando el dominante logra aplastar o anular la resistencia y las reacciones
del dominado, cuando todos los movimientos ocurren exclusivamente de
arriba hacia abajo, la lucha y la dialéctica constitutivas del campo tienden a
desaparecer. Sólo puede haber - historia mientras los individuos se rebelen,
resistan y reaccionen. Las instituciones totalitarias —asilos, prisiones, campos
de concentración— y las dictaduras son intentos de acabar con la historia. Así,
los aparatos representan un caso extremo, algo que se puede considerar un
estado patológico de los campos. Pero, se trata de un extremo que nunca se
alcanza del todo, aun en los regímenes "totalitarios" más represivos.`'
168
LA LÓGICA DE LOS CAMPOS 69
En pocas palabras, ¿cóm o debe llevarse a cabo el estudio de un campo, y cud les son
las etapas necesarias en este tipo de análisis?
169
70 RESPUESTAS
Dicho en otras palabras, gel, campo constituTe una 'mediación capital ent re las
condiciones socioeconómicas y las prácticas de quienes, forman parte de él,?
170
LA LÓGICA DE LOS CAMPOS 71
social: cada uno de ellos tiene sus dominantes y dominados, sus luchas por
la conservación o la subversión, sus mecanismos de reproducción, etc. Pero
cada una de estas características reviste, en cada campo, una forma específica,
irreductible (una homología podría definirse como una semejanza dentro de
la diferencia). Así, las luchas al interior del campo filosófico, por ejemplo,
siempre están sobredeterminadas y tienden a funcionar de acuerdo con una
lógica doble. Tienen implicaciones políticas, en virtud de la homología de
posiciones que se establece entre tal o cual escuela filosófica y tal o cual grupo
político o social dentro del espacio social tomado en su conjunto. 9
Una tercera propiedad general de los campos es el hecho de que son siste-
mas de relaciones independientes de las poblaciones que definen dichas rela-
ciones. Cuando hablo del campo intelectual, sé muy bien que, en este campo,
encontraré "partículas" (supongamos, por un momento, que se tratara de un
campo físico) que obedecen a fuerzas de atracción, de repulsión, etc., como
sucede en un campo magnético. Hablar - de campo es otorgar primacía a este
sistema de relaciones objetivas sobre las partículas propiamente dichas. Po-
dríamos afirmar, retomando la fórmula de un físico alemán, que el individuo,
como el electrón, es una Ausgeburt des Felds, es decir, una emanación del cam-
po. Tal o cual intelectual en particular, tal o cual artista sólo existe como tal
porque hay un campo intelectual o artístico. (Así, podemos resolver la eterna
pregunta, tan socorrida entre los historiadores del arte, consistente en saber
en qué momento se deja de ser artesano para convertirse en artista; interro-
gante que, planteado en estos términos, no tiene mucho sentido, puesto que
esta transición se verifica de manera progresiva, durante la constitución de un
campo artístico, donde puede aparecer algo como un artista. )'°
La noción de campo está ahí para recordar que el verdadero objeto de una
ciencia social no es el individuo, es decir, el "autor", aunque sólo pueda
construirse un campo a partir de individuos, puesto que la información
necesaria para el análisis estadístico suele estar ligada a individuos o institu-
ciones singulares. El centro de las operaciones de investigación debe ser el
campo. Esto no implica de ninguna manera que los individuos sean puras
"ilusiones", que no existan, sino que la ciencia los construye como agentes, y
no como individuos biológicos, actores o sujetos: estos agentes son socialmen-
te constituidos como activos y actuantes en el campo, debido a que poseen las
características necesarias para ser eficientes en dicho campo, para producir
efectos en él. Más aún, es a través del conocimiento del campo donde ellos
están inmersos que podernos captar mejor lo que define su singularidad, su
originalidad, su punto de vista como posición (en un campo), a partir de la cual
se conforma su visión particular - del mundo y del mismo campo.
Lo cual se explica por el hecho de que existe, en todo momento, algo así como un
derecho de entrada que todo campo impone y que define el derecho de participa?;
seleccionando así ciertos agentes con respecto a otros.
171
72 RESPUESTAS
172
LA LÓGICA DE LOS CAMPOS 73
173
74 RESPUESTAS
174
LA LÓGICA DE LOS CAMPOS 75
¿Pod? ía usted precisar en qué se distingue su concepción del Estado corno conjunto
de campos burocráticos parcialmente desglosados de la noción de Estado organizacio-
nal, desarrollada por Edward Laumann y David Knoke (1988), y del network
analysis?
175
76 RESPUESTAS
Podría retomar aquí la distinción que planteé, contra Max Weber sobre todo,
entre estructura e interacción, entre relación estructural, permanente y
visible, y relación efectiva, actualizada en un intercambio particular (1971c,
1971f, 1980f, 1987f). De hecho, la estructura de un campo, como espacio de
relaciones objetivas entre posiciones definidas por su rango en la distribución
de los poderes o de las especies de capital, difiere de las redes más o menos
duraderas donde puede manifestarse por un tiempo más o menos prolonga-
do. Ella es la que determina la posibilidad o imposibilidad (o, más precisa-
mente, la probabilidad más o menos grande) de que se instauren los
intercambios que expresan y mantienen la existencia de redes. La tarea de
la ciencia es sacar a relucir la estructura de la distribución de los recursos (o
de las especies de capital) que, a través de los intereses y disposiciones que
condiciona, tiende a determinar la estructura de las tornas de posición
individuales o colectivas. En el network analysis, el análisis de estas estructuras
(que requiere un modo de pensamiento estructural, más difícil de expresar
mediante datos cuantificados y formalizados, salvo que se recurra al análisis
de las correspondencias), ha sido sacrificado en favor del análisis de los nexos
particulares (entre agentes o instituciones) y de los flujos (de información,
recursos, servicios, etc.) en los cuales aquéllos se manifiestan.
De hecho, cabría extenderme en este punto sobre las investigaciones que
estoy llevando a cabo, desde hace varios años, acerca de la génesis del Estado
moderno. Podría afirmar, simplificando mucho las cosas, que la construcción
del Estado dinástico y, luego, del Estado burocrático, adoptó la forma de un
proceso de concentración de diferentes especies de poder, o de capital, y que
desembocó, en un primer momento, en la monopolización privada —por el
rey— de un poder público, a la vez externo y superior a todos los poderes
privados (los señores, los burgueses urbanos, etc.). La concentración de estas
diferentes especies de capital —económico (gracias a la tributación), militar,
cultural, jurídico y, más generalmente, simbólico—, que corrió pareja con la
construcción de los diferentes campos correspondientes, originó el surgi-
miento de un capital específico, propiamente estatal y nacido de la acumu-
lación, que permite al Estado ejercer un poder sobre los diferentes campos
y sobre las diferentes especies particulares de capital. Esta especie de meta-
capital capaz de ejercer un poder sobre las otras especies de capital y, en
particular, sobre las tasas de intercambio entre ellas (y, de paso, sobre las
relaciones de fuerza entre sus detentadores), define el poder propiamente
estatal. De ahí se desprende que la construcción del Estado sea simultánea a
la construcción del campo del poder, entendido como el espacio de juego
dentro del cual los poseedores de capital (de diferentes especies) luchan, sobre
todo, por el poder sobre el Estado, es decir, sobre el capital estatal que otorga
poder sobre las diferentes especies de capital y sobre su reproducción (en
particular, a través de la institución escolar).
176
.:r
Cuando nos interrogamos sobre los usos sociales de la ciencia,
contadas veces consideramos el empleo que los investigadores
mismos podrían hacer de una sociología de la producción cien-
tífica. ¿No podrían hacer de ella un uso "clínico" que permi-
tiera a la investigación cumplir más eficazmente las misiones
que la sociedad le confia?
- w
セ@
32
179
33
pedagógica y, en particular, a todos los recién llegados del monopolio de la legitimidad científica a menos que
al campo de producción propian1ente dicho. Además de se pague el costo de una redefinición completa de los
las instancias específicamente encargadas de la consa- principios de legitimación de la dominación: los recién
gración (academias, premios, etc.), comprende エ。イョ「ゥセ@ llegados que rechazan las carreras trazadas no pueden
los instrumentos de difusión y, en particular, las revis- "vencer a los dominantes en su propio juego" sino a
tas científicas que, por la selección que ellas operan en condición de comprometer un aumento de inversiones
función de los criterios dominantes, consagran los pro- específicamente científicas y sin poder esperar benefi-
ductos conforrnes con los principios de la ciencia oficial, cios importantes, al rnenos en el corto plazo, porque
ofreciendo así continuamente el ejemplo de lo que mere- tienen contra ellos toda la lógica del sistema.
ce el nombre de ciencia, y ejerciendo una censura de Por un lado, la invención según un arte de inventar ya
hecho sobre las producciones heréticas, tanto rechazán- inventado que, resolviendo todos los problemas suscep-
dolas expresamente, cuanto desanimando simplemente tibles de plantearse dentro de los límites de la proble-
la intención de publicar por medio de la definición de lo mática establecida por la aplicación de métodos compro-
publicable que proponen. 20 • •
bados (o trabajando para salvar los principios contra los
El campo asigna a cada agente sus estrategias, Inclu- cuestionamientos heréticos -pensamos por ejemplo en
yendo aquella que consiste en trastocar el orden cientí- Tycho Brahe-), tiende a hacer olvidar que ella no resuel-
fico establecido. Según la posición que ocupan en la ve más que los problemas que puede proponer o que ella
estructura del campo (y sin duda también según varia- no propone más que los problemas que puede resolver;
bles secundarias como la trayectoria social, que rige la por el otro, la invención herética que, poniendo en
evaluación de las posibilidades), los "recién llegados" cuestión los principios mismos del antiguo orden cientí-
pueden encontrarse orientados hacia las colocaciones fico, instaura una alternativa diferenciada, sin compro-
seguras de las estrategias de sucesión, capaces de asegu- miso posible, entre dos sistemas mutuamente excluyen-
rarles, al final de una carrera previsible, los beiJ.eficios tes. lッセ@ fundadoresde un orden científico herético
correspondientes a los que realizan el ideal oficial de la rompenel contrato-qll.e-a.c-eptan al menos tácitamente
excelencia científica, asumiendo el costo de realizar los candidatos a la sucesión: no reconociendo otro prin-
innovaciones circunscriptas en los límites autorizados, cipio de legitimación que el que ellos intentan ünponer,
o hacia estrategias de subversión, colocaciones infinita- no aceptan entrar en el ciclo de intercarnbio de recono-
mente más costosas y más arriesgadas que sólo pueden cimiento que asegura una transmisión regulada de la
asegurar los beneficios prometidos a los detentadores autoridad científica entre los tenedores y los preten-
dientes (es decir, muy a menudo, entre miembros de
zo Sobre la acción de "filtraje" de los comités de redacción de las generaciones diferentes, lo que lleva a muchos observa-
revistas científicas (en ciencias sociales) véase D. Crane, "The Gate- dores a reducir los conflictos de legitimidad a conflictos
Keepers ofScience: Sorne Factors Affecting the Selection of Articles generacionales). Rechazando todos los depósitos y ga-
for Scient.ific Journals", American Sociologist, II, 1967, pp. 195-201. rantías que les ofrece el antiguo orden y la participación
Todo autoriza a pensar que en materia de producción científica,
como en materia de producción literaria, los autores seleccionan,
(progresiva) en el capital colectivamente garantizado
consciente o inconscientemente, los lugares de publicación en fun- que opera según los procedimientos regulados por un
ción de la idea que se hacen de sus "normas". Todo inclina a pensar contrato de delegación, ellos realizan la acumulación
que la autoeliminación, evidentemente menos perceptible, es al inicial por un golpe de timón y por la ruptura, desviando
menos tan importante como la eliminación expresa (sin hablar del en su beneficio el crédito con el cual los beneficiarían los
efecto que produce la imp<;>sición de una norma de lo publicable).
34 180 35
antiguos dominantes, sin concederles la contrapartida individuales y las condiciones sociales de su cumpli-
de reconocimiento que les acuerdan los que aceptan miento, Lewis Feuer sugiere la hipótesis de que todos
insertarse en la continuidad de una línea. 21 los trabajos recientes sobre el sistema de enseñanza
Y todo conduce a creer que la propensión a las científica acaban de corroborar (cf. M. de Saint Martín,
estrategias de conservación o a las estrategias de sub- Les fonctions sociales de l'enseignement scientifique,
versión es tanto menos independiente de las disposicio- París, La Haya, Mouton, col. Cahiers du Centre de
nes que se establecen en relación con el orden estable- sociologie européene, No. 8, 1971, y P. Bourdieu y M.
cido cuanto más dependiente es el orden científíco de Saint Martin, Le systeme des grandes écoles et la
mismo del orden social en el cual está inserto. Por eso reproduction de la classe dominante), según la cual el
es lícito suponer que la relación que establece Lewis acceso rápido y fácil a las responsabilidades adminis-
Feuer entre las inclinaciones universitaria y política- trativas que se ofrecía en Francia a los alumnos de las
mente subversivas del joven Einstein, y su empresa grandes escuelas científicas tendía a desalentar la
científicamente revolucionaria, es válida en cierta ma- revuelta contra el orden (científico) establecido, que
nera a fortiori para las ciencias como la biología y la encuentra, al contrario, un terreno favorable en los
sociología, que están lejos de haber llegado al grado de grupos de intelectuales marginales, ubicados en las -
autonomía de la física de los tiempos de Einstein. Y la posiciones intermedias entre el sistema de enseñanza y
oposición que establece este autor entre las disposicio- la bohemia revolucionaria:
nes revolucionarias de Einstein, miembro en su juven-
tud de un grupo de estudiantes judíos en revuelta Podemos en verdad arriesgar fa hipótesis de que, preci-
contra el orden científico establecido y contra el orden samente porque Francia era una "república de profeso-
establecido, y las disposiciones reformistas que mues- res", precisamente porque los sujetos más brillantes de
tra Poincaré, perfecto representante de la "república de la escuela politécnica eran rápidamente absorbidos por
los profesores", hombre del orden y de la reforma las altas funciones militares y la ingeniería civil, no era
ordenada tanto dentro del orden político como en el verosímil que una ruptura radical con los principios
orden 」ゥ・セエ■ヲッL@ no puede dejar de evocar la oposición recibidos hubiera ocurrido. Una revolución científica
homóloga entre Marx y Durkheim. ・ァセAャNョイ。ウオ@ エセイZ・ョqュ£ウNヲ←ャiQゥ。ッ」u@
En su esfuerzo de reflexión original, Einstein se \ヲᆰゥセ@ Cuando el joven científico encuentra responsabilida-
des administrativas muy rápido, su energía está menos
sustentó en un extraño y pequeño círculo de jóvenes
disponible para la sublimación en el radicalismo de una
intelectuales, plenos de sentimientos de revuelta so- investigación pura.' 'rratándose de creatividad revolu-
cial y científica propios de su generación y que forma- cionaria, la apertura misma de la administración fran-
rían una contracomunidad científica fuera de la-ins- cesa a los talentos científicos constituye quizás un factor
titución oficial, un grupo de bohemios cosmopolitas explicativo del conservadorismo científico, más impor-
llevados, en esos tiempos revolucionarios, a considerar tante que todos los otros factores que habitualmente se
el mundo de otra manera (L. S. Feuer, "The Social Roots priorizan.
ofEistein's Theory ofRelativity", enAnnales ofScience,
vol. 27, No. 3).
Sobrepasando la oposición ingenua entre los habitus
36 181 37
DE LA REVOLUCIÓN INAUGURAL tífico: es el caso de la teoría positivista, que confiere a la
A LA REVOLUCIÓN PERMANENTE ciencia el poder de resolver todas las cuestiones que ella
misma plantea, siempre que éstas estén científicamen-
te planteadas, y de imponer, por la aplicación de criterios
¿Cuáles son las condiciones sociales que deben cumplir- objetivos, el consenso sobre sus soluciones, inscribiendo
se para que se instaure un juego social en el cual la i、・セ@ así el progreso en la rutina de la "ciencia normal" y
verdadera esté dotada de fuerza porque los que alh haciendo como si se pasara de un sistema a otro -de
participan tienen interés en la verdad e? lugar de tener, Newton a Einstein por ejerr1plo- por simple acumulación
como en otros juegos, la verdad de sus Intereses? Va ?e de conocimientos, por afinación de n1edidas y por rectifica-
suyo que no se trata de hacer de este universo social ción de principios; vale lo mismo para la teoría de Kuhn,
de excepción una excepción a las leyes fundamentales de que siendo válida para las revoluciones inaugurales de la
todo campo y en especial a la ley del interés アセ・@ p. .uede ciencia inicial (donde la revolución copernicana suminis-
conferir una violencia impiadosa a las luchas cienhficas tra el paradigma -en el verdadero sentido de la palabra-)
n1ás "desinteresadas" (puesto que el "desinterés" no es adquiere simplemente la contracara del modelo positivis-
jamás, lo hemos visto, más que un sistema de ゥョセ・イウ@ ta.23 En realidad, el campo de la astronomía en el cual se
específicos -artísticos y religio.sos tant_o como cienhfi- produce la revolución copernicana se opone al carr1po de la
cos·- que implican la indiferencia -relativa- respecto de física contemporánea de la manera en que el mercado
los objetos ordinarios del interés -dinero, honor,. etc.-). "inmerso en las relaciones sociales" (embedded in social
El hecho de que el campo científico comporte siempre relationships) de las sociedades arcaicas se opone, según
una parte de arbitrariedad social en la medida en que Polanyi, al mercado "autorregulado" (selfregulating mar-
sirve a los intereses de los que, dentro y/o fuera del ket) de las sociedades capitalistas. No es por azar que la
campo, están en condiciones de percibir sus b.eneficio.s, revolución copernicana implique la reivindicación expre-
no excluye que, bajo ciertas condiciones, la ャァᄀ」セ@ propia sa de la autonomía por un campo científico todavía
del campo y en particular la lucha entre los dominantes "sumergido" en el campo religioso y en el campo de la
y los recién llegados, y la 」セョウイ。@ 」イLオセ。、@ que de ello filosofía y, por su intermedio, en el campo político,
resulta no ejerza un desuLo sLstematLco de fines que reivindicación que implica la afirmación del derecho de
hace エッセ」・イ@ continuamente la persecución de los intere- los científicos a zanjar las cuestiones científicas ("las
ses científicos privados (entendidos siempre en su doble matemáticas a los matemáticos") en nombre de la legi-
. . 22
sentido) en beneficio del progreso d e l a ciencia. timidad específica que les confiere su competencia.
Las teorías parciales de la ciencia y de sus transfor-
maciones están predispuestas a cumplir funciones ideo- 23
No hay duda de que la filosofía de la historia de la ciencia que
lógicas en el interior del campo científico (o de campos propone Kuhn, con la alternancia de concentración monopólica
que buscan la cientificidad 」ッイQセ@ en el セ。ウッ@ del de l.as (paradigma) y de revolución, debe bastante al caso particular de la
ciencias sociales) porque éstas universalizan las propie- "revolución copernicana" tal como él la analiza y que considera como
"típica de toda inversión mayor de la ciencia" (T. Kuhn, La revolu-
dades atribuidas a los estados parciales del campo cien- ción Copernicana, París, Fayar, 1973, pp. 153 y 162): la autonomía
relativa de la ciencia con relación al poder y en particular con re-
22 Es un mecanismo como éste el que tiende a asegurar el control lación a la Iglesia, siendo todavía tan débil, para la revolución
de las relaciones con el universo exterior, con los laicos, es decir, ャセ@ científica (en la astronomía matemática), pasa por la revolu-
''vulgarización científica" como autodivulgación del sabio (cf. Bm- ción política y supone una revolución de todas las disciplinas que
tanski y Maldidier, op. cit.). puedan tener efectos políticos.
38 182 39
Mientras que la metodología científica y la 」・ョウオセ。@ Y_l entrada). 26 De esto se sigue que la revolución científica
o la asistencia que ella propone o impone no son obJeti- no es un asunto de los más carenciados sino, por el
vadas en los mecanismos y en las disposiciones, las contrario, de los más ricos científicamente entre los
rupturas científicas toman necesariamente la ヲッイセ。@ de recién llegados. 27 La antinomia de la ruptura y de la
revoluciones contra la institución, y las revoluciones continuidad se debilita en un campo que, ignorando
contra el orden científico establecido son inseparable- la distinción entre las fases revolucionarias y la "ciencia
mente revoluciones contra el orden establecido. Al con- normal", encuentra en la ruptura continua el verdadero
trario cuando se encuentra excluido gracias a estas principio de su continuidad; y, correlativarrwnte, la
イ・カッャセ」ゥョウ@ originarias, todo recurso a las armas o a los oposición entre las estrategias de sucesión y las estrate-
poderes, aunque sean simbólicos, 、セヲ・イョエNウ@ a los. que gias de subversión tienden más y más a perder su
tienen curso en el campo, es el funcionamiento mismo sentido, ya que la acumulación del capital necesario
del campo el que define cada vez más completamente, no para el desarrollo de las revoluciones y del capital que
sólo el orden ordinario de la "ciencia normal", sino ofrecen las revoluciones tiende siempre en mayor medi-
también las rupturas extraordinarias, esas Bイ・カ_ャオ」ゥセᆳ da a cumplirse según los procedimientos regulados por
nes ordenadas", como dice Bachelard, que se Inscn- una carrera. 28
ben en lalógica de la historia de la ciencia, es 、・セゥW@ de La transmutación del antagonismo anárquico de los
la polémica científica. 24 Cuando el método esta iセウᆳ intereses particulares en dialéctica científica se vuelve
cri pto en los mecanismos del campo, la revol.ucion
contra la ciencia instituida se produce con la asisten- 26
La principal censura está constituida por este derecho de
cia de una institución que suministra las condiciones entrada, es decir, por las condiciones de acceso al campo científico y
institucionales de la ruptura; el campo se vuelve el al sistema de enseñanza que le da entrada. Habrá que interrogarse
lugar de una revolución permanente, pero セ」、。@ vez sobre las propiedades que las ciencias de la naturaleza (sin hablar
más totalmente desprovista de efectos pohhcos. Es de las ciencias del hombre, donde de la debilidad de sus métodos se
por ello que este universo de la revolución permanen- deriva la más grande libertad y dejadez de sus habitus) deben a su
reclutamiento social, es decir, grosso modo, a las condiciones de
te puede también ser sin contradicción el del "dogma- acceso a la enseñanza superior (cf. M. de Saínt Martin, op. cit.).
tismo legítimo": 25 el equipamiento científico que se nece- 27
Sabemos que las mismas revoluciones inaugurales que dan
sita para hacer la revolución científica sólo puede ser nacimiento a un nuevo campo, constituyendo, por la ruptura, un
adquirido en y por la ciudad científica. A medida qu.e nuevo dominio de objetividad, incumben casi siempre a 、・エョ。ッセ@
aumentan los recursos científicos acumulados, el capi- res de un gran capital específico que, en virtud de variables secun-
darias (tales como la pertenencia a una clase social o a una etnia
tal científico incorporado que es necesario para apro- improbable en ese universo), se encuentran ubicados en una posi-
piárselos y tener así acceso a los problemas y a. los ción que descansa en falso, propia para favorecer la inclinación
instrumentos científicos, y por lo tanto a la lucha cien- revolucionaria: es el caso, por ejemplo, de los nuevos ingresan tes que
tífica, se torna cada vez más importante (derecho de importan en un campo el capital acumulado en un campo científico
socialmente superior (cf. Ben David, "Roles and Innovation in
Medicine", en American Journal of Sociology, 65, 1960, pp. 557 -568;
24 Más allá de Bachelard y de Reif (ya citados), D. Bloor ha
J. Ben David y R. Collins, "Social factors in the Origins of a New
percibido que las transformaciones en la organización social de la Science:.the Case ofPsychology", en American Socíological Review,
ciencia han determinado una transformación de la naturaleza de las 31, 1966, pp. 451-465.
revoluciones científicas (Bloor, "Essay Review; Two Paradigms for 28
Se ha visto más arriba la descripción que da F. Reifde la forma
Scientific knowledge?", en Science Studies, 1971, 1, pp. 101-115). que toma generalmente la acumulación de capital en un estado dado
25 G. Bachelard, Le materialisme rationnel, París, PUF, 1953, p. 41. del campo.
40 183 41
cada vez más total a medida que el interés que tiene encuentra dominado -y con él todo el grupo- por el
todo productor de bienes simbólicos en produci__r pr?duc- entrecruzan1iento en apariencia incoherente de las es-
tos "que no son solamente interesantes para el mismo, trategias individuales. Es decir que la oposición entre
como dice F. Reif, sino también importantes para los los aspectos "funcionales" y los aspectos "disfunciona-
otros", por lo tanto adecuados para ッ「エ・ョセ@ de los otr?s les" del funcionamiento de un campo científico dotado
el reconocimiento de su importancia y de la Importancia de una gran autonomía no tiene mucho sentido: las
de su autor choca con cornpetidores más capaces de tendencias más "disfuncionales" (por ejemplo la pro-
poner los セゥウュッ@ medios al servicio de_ las nlismas pensión al secreto y el rechazo a la cooperación) están
intenciones -lo que conduce, cada vez mas frecuente- inscriptos en los mismos mecanismos que engendran
nlente, con los descubrimientos simultáneos, al sa- las disposiciones más "funcionales". A rnedida que el
crificio del interés de uno de los productores o al de los método científico se inscribe en los mecanisn1os sociales
dos-·29 o en otros términos, a medida que el interés que regulan el funcionamiento del campo y se encuen-
ーイゥカセ、ッ@ セオ・@ cada agente singular tiene en combatir Y tra, de este modo, dotado de la objetividad superior de
dominar a sus competidores para obtener de ellos el una ley social inmanente, aquél puede realmente obje-
reconocimiento, se encuentra armado de todo un セッョᆳ tivarse en instrumentos capaces de controlar, y a veces
junto de instrumentos que c?nfieren su gran ・ヲゥ」。セi@ a dominar, a quienes los utilizan y en las disposiciones
su intención polémica, al tiempo le dan un caracter constituidas de un modo duradero que produce la insti-
universal de una censura metódica. Y, de hecho, a tución escolar. Y estas disposiciones encuentran un
medida que se incrementan los recursos acumulados Y reforzamiento continuo en los mecanismos sociales que,
el capital necesario para apropiársel?s, ・セ@ mercado セョ@ el encontrando un sostén en el materialismo racional de la
cual puede ser ubicado el ーイッセオ」エ@ cienhfico no ?eJa de ciencia objetivada e incorporada, producen control y
estar restringido a los competidores cada vez mas fuer- censura pero también invención y ruptura. 30
temente armados para criticarlo racionalmente y des-
acreditar a su autor: el antagonismo que está en el
principio de la estructura y del cambio de todo campo
tiende a devenir cada vez más fecundo porque el acuer- LA CIENCIA
do forzado donde se engendra la razón deja cada vez Y LOS DOXÓSOFOS
menos lugar a lo impensado de la doxa. El ッイ、セョ@
colectivo de la ciencia se elabora en y por la anarqu1a
competitiva de las acciones interesadas, cada agente se La ciencia no tiene nunca otro fundamento más que la
creencia colectiva en sus fundamentos, que produce y
zg Se estará de acuerdo en observar que la lucha científica deviene supone el funcionamiento mismo del campo científico.
más y más intensa (a pesar de la ・ウーセ」ゥ。ャコ_@ セエゥ・ョ、@ sin cesar La orquestación objetiva de esquemas prácticos incul-
a reducir el universo de competencia por la divis.wn en ウオ「」セュー@
más y más estrechamente especificados) a セ・、Q。@ que la c1encm 30
avanza es decir más precisamente, a medida que los recursos El conjunto de los procesos que acompañan la autonomización
」ゥ・ョエ■ヲセッウ@ acum uiados se acrecientan y que el ca pi tal necesario ー。イセ@ del campo científico mantiene relaciones dialécticas: es así que la
realizar la invención deviene más grande y uniformemente esparci- elevación continua del derecho de entrada que implica la acumula-
do entre los competidores por el hecho de la elevación del derecho de ción de recursos específicos contribuye en cambio a la autonomi-
zación del campo científico, instaurando una ruptura social, tanto
entrada en el campo.
más radical en tanto no buscada, con el mundo profano de los laicos.
42 184 43
cados por la enseñanza explícita y por la familiarización Según el grado de autonomía del campo en relación
que constituye el fundamento del consenso práctico en con las determinaciones externas, es mayor la parte de
los desafíos propuestos por el campo, es decir en los la arbitrariedad social que se encuentra englobada en el
problemas, los métodos y las soluciones inmediatamen- sistema de presuposiciones constitutivas de la セイe_・ョ」ゥ。@
te percibidos como científicos, encuentra su fundamen- propia del campo considerado. Esto significa que, en
to en el conjunto de los mecanismos institucionales que el espacio abstracto de la teoría, todo campo científico
aseguran la selección social y escolar de investigadores -tanto el de las ciencias sociales o de la matemática
(en función por ejemplo de la jerarquía establecida de actual como el de la alquimia o de la astronon1ía mate-
las disciplinas), la formación de los agentes selecciona- mática en los tiempos de Copérnico- puede situarse en
dos, el control del acceso a los instrumentos de investi- alguna parte entre los dos límites representados, por un
gación y de publicación, etc. 31 El campo de discusión que lado por el campo religioso (o el campo de la producción
diseñan, por sus luchas, la ortodoxia y la heterodoxia se literaria) en el cual la verdad oficial no es otra cosa que
recorta sobre el fondo del campo de la doxa, conjunto de la imposición legítima (es decir arbitraria y desconocida
presupuestos que los antagonistas admiten de hecho, como tal) de una arbitrariedad cultural que expresa el
sin discusión, porque éstos constituyen la condición interés específico de los dominantes --en el campo y
tácita de la discusión: 32 la censura que ejerce la ortodo- fuera del campo- y por otro lado por un campo científico
xia -y que denuncia la heterodoxia- esconde una censu- en el cual todo elemento de arbitrariedad (o impensado)
ra más radical, más invisible también, porque es cons- social sería descartado y cuyos mecanismos sociales
titutiva del funcionamiento mismo del campo y porque realizarían la imposición necesaria de las normas uni-
se refiere al conjunto de lo que está admitido por el solo versales de la razón.
hecho de su pertenencia al campo, el conjunto de lo que La cuestión que se plantea entonces es la del grado de
está fuera de discusión por el hecho de aceptar el objeto arbitrariedad social de la creencia que produce el funcio-
de la discusión, es decir el consenso sobre los objetos de namiento del campo y que es la condición de su fun-
disenso, los intereses comunes que están en el principio cionamiento o, lo que vendría a ser lo mismo, el grado de
de los conflictos de interés, todo lo indiscutido y lo que autonomía del campo (en relación, antes que nada, con
tácitamente se considera afuera de los límites de la la demanda social de la clase dominante) y las condicio-
lucha. 33 nes sociales, internas y externas, de esta autonomía. El
31 El habitus producido por la primera educación de clase y el
principio de todas las diferencias entre los campos
científicos capaces de producir y satisfacer un interés
habitus secundario inculcado por la educación escolar contribuyen,
con pesos diferentes en el caso de las ciencias sociales y las ciencias propiamente científico y de mantener así un proceso
naturales, a determinar una adhesión prerreflexiva a los presupues- dialéctico interminable y entre los campos de produc-
tos tácitos del campo (sobre el rol de la socialización, cf. W. D. ción de discursos eruditos en los cuales el trabajo colec-
Hagstrom, op. cit, p. 9 y T. S. Kuhn, "The Function of Dogma in tivo no tiene otro efecto y otra función que la perpetuar
Scientific Research", en A. C. Crombie (ed.), Scientific Change, un campo igual a sí mismo, produciendo, hacia adentro
Londres, Heineman, 1963, pp. 34 7-369).
32 Se ve en lo que podría devenir la etnometodología (¿pero sería
44
185 45
o hacia afuera, la creencia en el valor autónomo dé los que está en relación con el interés que encuentra en las
objetivos y los objetos que produce, reside en la relación aplicaciones a la economía de las técnicas científicas, no
de dependencia por la apariencia de la independencia tiene nada que esperar de las ciencias sociales sino, en
respecto de las demandas externas: los doxósofos, sa- el mejor de los casos, una contribución particularn1ente
bios aparentes y sabios de la apariencia, no pueden preciosa para la legitimación del orden establecido y un
legitimar ni la apropiación que operan por la constitu- reforzamiento del arsenal de instrumentos sirr1bólicos
ción arbitraria de un saber esotérico inaccesible al de don1inación. El desarrollo tardío y siempre amenaza-
profano, ni !a delegación que demandan arrogándose el do de las ciencias sociales es un buen testimonio de que
monopolio de ciertas prácticas o de la reflexión sobre sus el progreso hacia la autonomía real, que condiciona y
prácticas, sino a condición de imponer la creencia de que supone a la vez la instauración de mecanismos constitu-
su falsa ciencia es perfectamente independiente de las tivos de un campo científico autorregulado y autárquico,
demandas sociales que ella no satisface, y porque afir- se choca necesariamente con obstáculos desconocidos
ma, al misn1o tiempo, su firme rechazo a servirlas. en otras partes: y no puede ser de otra manera, porque
Desde Heidegger hablando de las "masas" y de las el objeto de la lucha interna por la autoridad científica
"elites" en el lenguaje altamente eufemístico de lo "au- en el campo de las ciencias sociales, es decir por el poder
téntico" y lo "inauténtico", hasta los politólogos norte- de producir, de imponer e inculcar la representación
americanos reproduciendo la visión oficial del mundo legítima del mundo social, es uno de los objetos de la
social en las semi-abstracciones de un discurso descrip- lucha entre las clases en el campo político. 35 De esto se
tivo-normativo, es sierr1pre la misma estrategia de la sigue que las posiciones en la lucha interna nunca
falsa ruptura la que define la jerga erudita por oposición pueden tener el grado de independencia en relación con
al lenguaje científico. Allí donde el lenguaje pone entre las colocaciones en la lucha externa que se observa en el
comillas, como lo observa Bachelard, para destacar que campo de las ciencias naturales. La idea de una ciencia
las palabras del lenguaje ordinario o del lenguaje cien- neutra es una ficción, y es una ficción interesada, que
tífico anterior que conserva se redefinen completamen- permite considerar científica una forma neutralizada y
te, y no tienen sentido sino en el nuevo sisterna teórico, 34 eufemística (y por lo tanto particularmente eficaz sim-
el lenguaje erudito sólo usa las comillas o los neologis- bólicamente porque es particularmente desconocible)
mos para rnanifestar simbólicamente una distancia y de la representación dominante del mundo social. 36
una ruptura ficticias en relación con el sentido común:
puesto que no dispone de ninguna autonomía real sólo 35 Es así que los sistemas de clasificación (taxonomía) sociales,
puede, en efecto, producir completamente su efecto que son una de las apuestas esenciales de la lucha ideológica entre
las clases (cf. P. Bourdieu y L. Boltanski, "Le titre et le poste:
ideológico si resulta lo suficientemente transparente rapports entre le systeme de reproduction", Actes de la recherche en
como para continuar evocando la experiencia y la expre- sciences sociales, 2, 1975, pp. 95-107) constituyen también -a través
sión ordinaria que niega. de las tomas de posición sobre la existencia o la inexistencia de
Las estrategias de falsa ruptura expresan la verdad clases sociales, uno de los grandes principios de división del campo
objetiva de campos que no disponen más que de una sociológico (cf. Bourdieu, "Classes et classement", Minuit, 5, 1973,
pp. 22-24, y A. P. A. Coxon y C. L. Jones, "Occupational Categoriza-
falsa autonomía: en efecto, mientras que la clase domi-
tion and Images of Society", Working Paper No. 4, Project on
nante concede a las ciencias naturales una autonomía Occupational Cognition, Edinburgo, Edinburgh University Press,
1974).
36 Se sigue de esto que la sociología de la ciencia (y, en particular,
34
G. Bachelard. op. cit., pp. 216-217.
46 186 47
Actualizando los mecanismos sociales que aseguran el de industrialización comienza con retraso, presenta
mantenimiento del orden establecido y cuya eficacia diferencias sistemáticas con el que se ha producido en
propiamente simbólica reposa en el desconocimiento de los países n1ás desarrollados, no solamente en cuanto a
su lógica y de sus efectos, fundamento de un reconoci- la velocidad del desarrollo, sino también en lo que
miento sutilmente extorsivo, la ciencia social toma concierne a las "estructuras productivas y organizati-
ョセ・ウ。イゥュエ@ partido en la lucha política. Es decir vas", porque aquel proceso pone en marcha "instrumen-
que mientras ella llega a instaurarse (lo que supone tos institucionales" originales y se desarrolla en un
cumplir ciertas condiciones, correlativas con un estado clima ideológico diferente. 37 La existencia de ciencias
determinado de las relaciones de fuerza entre las clases), más avanzadas -grandes proveedoras no sólo de méto-
la lucha entre la ciencia y la falsa ciencia de los doxpsofos dos y de técnicas a menudo empleadas fuera de sus
(que pueden reivindicar las tradiciones teóricas más condiciones técnicas y sociales de validez, sino también
revolucionarias) aporta necesariamente una contribu- de ejemplos- es lo que permite a la sociología oficial
ción a la 1ucha entre clases que, al menos en este caso, darse todas las apariencias de la cientificidad: la exhi-
no tienen el mismo interés en la verdad científica. bición de la autonomía puede tomar aquí una forma sin
La cuestión fundamental de la sociología de la ciencia precedentes, cuyo carácter esotérico sabiamente toma-
toma, en el caso de las ciencias sociales, una forma do de las viejas tradiciones letradas no representa más
particularmente paradójica: ¿cuáles son las condiciones que una pobre anticipación. La sociología oficial no
sociales de posibilidad del desarrollo de una ciencia apunta a realizarse como ciencia, sino a concretar la
emancipada de las restricciones y de demandas sociales imagen oficial de la ciencia que la sociología oficial de
sabiendo que, en este caso, los progresos en el sentido de la ciencia, suerte de instancia jurídica que se da la
la racionalidad científica no son progresos en el sentido comunidad (la palabra se aplica perfectamente en este
de la neutralidad política? Se puede negar la cuestión. caso) de los sociólogos oficiales, tiene por función pro-
Es lo que hacen por ejemplo todos los que imputan todas veerle a costa de una interpretación positivista de la
las particularidades de las ciencias sociales a la situa- práctica científica de las ciencias naturales.
ción de su reciente emergencia, en nombre de una Para convencerse completamente de la función de
filosofía ingenuamente evolucionista que pone a la ideología justificadora que cumple la historia social de
ciencia oficial al final de la evolución. De hecho, la teoría las ciencias sociales tal como se practica en el establish-
del retraso no es verdadera, paradójicamente, más que ment norteamericano 38 alcanzará con reseñar el conjun-
en el caso de la sociología oficial y, más precisamente, de
la sociología oficial de la sociología. Por cierto, alcanza 37 A. Gerschenkron, Economic Backwardness in Historical Pers-
con recordar los célebres análisis de Alexander Gers- pective, Cambridge, Harvard University Press, 1962, p. 7.
38 La filosofía de la historia que frecuenta esta historia social de
chenkron sobre el "retraso económico" para comprender
la ciencia social encuentra una expresión paradigmática en la obra
los rasgos más característicos de esas formas parti- de Terry Clarke que, en un análisis, Paul Vogt caracteriza socioló-
culares de discurso erudito que son las falsas ciencias. gicamente con dos adjetivos: "Terry N. Clark's longawaited, much
Gerschenkron destaca en efecto que cuando el proceso circulated in manuscript Prophets and Patrons" (cf. T. Clark,
Prophets and Patrons, The French University and the Emergence of
the Social Science, Cambridge, Harvard University Press, 1973, y
de la relación que la ciencia social mantiene con la clase dominante), J. C. Chamboredon, "Sociologie de la sociologie et intéréts sociaux
no es una especialidad entre otras sino que ella es parte de las des sociologues", Actes de la.recherche en sciences sociales, 2, 1975,
condiciones de una sociología científica. pp. 2-17).
48 187 49
to de trabajos directa o indirectamente dedicados- a la modelo de práctica científica tal como se la representa
competition, palabra clave de toda la sociología de la imaginación positivista, es decir con todos los atribu-
la ciencia norteamericana que, en su oscuridad de con- tos simbólicos de la respetabilidad científica, máscaras
cepto indígena promovido a la dignidad 」ゥ・ョセ■ヲ。[@ con- y elementos postizos como los accesorios tecnológicos y
densa todo lo impensado (la doxa) de esta soc1olog1a. La el kitsch retórico, y un modelo de organización de lo que
tesis según la cual la productividad y la competición aquélla llama la "comunidad científica" tal como su
están directamente relacionadas 39 se inspira en una pobre ciencia de las organizaciones puede concebir. Pero
teoría funcionalista de la competición que es una va- la sociología oficial no posee el monopolio de las lecturas
riante sociológica de la creencia en las virtudes del interesadas de la historia de la ciencia: la dificultad
"mercado libre"; la palabra inglesa competition designa particular que tiene la sociología para pensar científi-
también lo que en francés se llama concurrence: redu- camente a la ciencia no carece de relación con el hecho
ciendo toda con1petición a la cmnpetition entre univer- de que ella está situada en el escalón inferior de la
sidades o haciendo de la competition entre universida- jerarquía social de las ciencias. Ya sea que se eleve para
des la condición de la competición entre los investigado- pensar a las ciencias más científicas mejor de lo que
res uno no se interroga jamás por los obstáculos a la ellas mismas se piensan, o que descienda para registrar
」ッセー・エゥョ@ científica que son imputables ala competi- la imagen triunfante que la hagiografía científica pro-
tion a la vez económica y científica cuyo lugar es el duce y propaga; tiene siempre la rnisma dificultad para
academic market place. pensarse como ciencia, es decir pensar su posición en la
La competition que reconoce esta ciencia de establish- jerarquía social de las ciencias.
ment es la competencia dentro de los límites de la Esto se ve con toda claridad en las reacciones que ha
decencia social, es un obstáculo tan fuerte para la suscitado el libro de Thorr1as Kuhn, La estructura de las
verdadera competencia científica, capaz de por:er en revoluciones científicas, que constituiría un material
cuestión la ortodoxia, que uno se sitúa en un un1verso experimental de gran calidad para un análisis empírico
cada vez más cargado de arbitrariedad social. Se com- de las ideologías de la ciencia y de sus relaciones con la
prende que la exaltación a la unanimidad del Bー。イ、ゥセᆳ posición de sus autores en el campo científico. Es verdad
ma" pueda coincidir con la exaltación de la competencia que ese libro, en el cual nunca se sabe exactamente si
-o también que se pueda, según los autores, reprocharle describe o prescribe la lógica del cambio científico (ejem-
a la sociología europea pecar por exceso o por defecto de plo de prescripción larvada: la existencia de un paradig-
competencia-. ma es un signo de madurez científica), invita a sus
Además de los instrurr1entos y las técnicas -cornputa- lectores a buscar allí las respuestas a la cuestión de la
doras y programas de tratamiento automático de datos, buena o mala ciencia. 40 Los que la lengua indígena llama
por ejemplo- la sociología oficial toma prestado un
40
Más aún que en este libro -cuyas tesis esenciales no son nada
Joseph Ben-David tiene el mérito de dar a esta エセウゥ@
39 su ヲセイュ。@ radicalmente nuevo, al menos para los lectores de Bachelard, objeto
más directa: el alto grado de competencia que caractenza la umver- él mismo, aproximadamente en el mismo momento y en otra tradi-
sidad americana explica su gran productividad y su gran flexibilidad ción, de una captación semejante-, la intención normativa se ve en
(Ben-David, "Scientific Productivity and Academic _イァ。ョゥコセエッ@ in dos artículos donde T. Kuhn describe las funciones positivas de un
Nineteenth Century Medicine", American Sociologzcal Revzew, 25, pensamiento "convergente" para el desarrollo científico y sostiene
1960, pp 828-843; Fundamental Research and Universities, París, que la adhesión dogmática a una tradición es favorable para la
ocDE, 1968; J. Ben-David y Abraham Zlocvower, European Journal investigación (T. Kuhn, "The Function of Dogma in Scientific Re-
of Sociology, 3, 1962, 945-84). search", en A. C. Crombie (ed.) op. cit., pp. 347-369; "The essential
50 188 51
los "radicales" han leído en el libro de Thomas Kuhn una Ciencia falsa destinada a producir y mantener la
invitación a la "revolución" contra el "paradigma" 41 o falsa conciencia, la sociología oficial (cuya politología es
una justificación del pluralismo liberal de los world- hoy su más bello florón) debe hacer exhibición de obje-
views42 dos tomas de posición que corresponden sin tividad y de "neutralidad ética" (es decir neutralidad en
duda a colocaciones diferentes en el campo. 43 De parte la lucha de clases cuya existencia niega, por otro lado)
de los defensores del orden científico establecido, se ha y dar todas las apariencias de una ruptura decidida con
leído allí una invitación a arrancar a la sociología de la la clase dominante y sus demandas ideológicas, multi-
fase "pre-paradigmática", imponiéndole la constelación plicando los signos exteriores de cientificidad: se tiene
unificada de creencias, de valores y de técnicas que así, del lado "empírico", la exhibición tecnológica, y del
simbolizan la tríada capitalina de Parsons y Lazarfeld lado de la "teoría", la retórica de lo "neo" (floreciente
reconciliados en Merton. La exaltación de la cuantifica- también en el campo artístico), que imita la acumula-
ción, de la formalización y de la neutralidad ética, el ción científica aplicando a una obra o a un conjunto de
desdén por la "filosofía" y el rechazo de la ambición obras del pasado (cf. The Structure of Social Action) el
sistemática en beneficio de la minucia de la verifica- procedimiento típicamente letrado de la "relectura",
ción empírica y de la floja conceptualización llamada operación paradigmáticamente escolar de simple repro-
operatoria deJas "teorías de alcance medio", son otros ducción o de reproducción simple bien hecha para pro-
tantos rasgos obtenidos por una transmutación deses- ducir, en los límites del campo y de la creencia que éste
peradamente transparente del ser en deber ser, que produce, todas las apariencias de la "revolución". Habrá
encuentra su justificación en la necesidad de contribuir que analizar sistemáticamente esta retórica de la cien-
a reforzar los "valores comunitarios" que se consideran tificidad a través de la cual la "comunidad" dominante
como condición del "despegue". produce la creencia en el valor científico de sus produc-
tos y en la autoridad científica de sus miembros: ya sea
por ejemplo el conjunto de estrategias destinadas a
tension: tradition and innovation in scientific research", en L.
Hudson (ed), The Ecology o{ Human Intelligence, Londres, Penguin, ofrecer la apariencia de la acumulación, tales como la
1970, pp. 342-359). referencia a fuentes canónicas, generalmente reduci-
41 Cf. por ejemplo, A. W. Gouldner, The Coming Crisis ofWestern das, como se dice, "a su expresión más simple" (que se
Sociology, Nueva York, Londres, Basic Books, 1970, y R. W. Friedri- piense en el destino póstumo del Suicidio), es decir a
chs, A Sociology of Sociology, Nueva York, Free Press.1970. chatos protocolos simulando el frío rigor científico, y
42
E. Gellner, "Myth, Ideology and Revolution", en B. Crick y W.
A. Robson (ed.),Protest and Discontent, Londres, Penguin, 1970, pp. a los artículos más recientes posibles (conocemos la
204-220. oposición entre las ciencias "duras" -hard- y las cien-
43
Una revista tal como Theory and Society debe la importancia cias "blandas" -soft-) sobre el mismo tema; o también
puramente social que le permite existir y subsistir sin otro contenido las estrategias de cierre, que intentan marcar una sepa-
positivo que una suerte de vago humanismo antipositivista en el ración decidida entre la problemática científica y los
cual se reconocen los "sociólogos críticos" (otro concepto indígena), al
hecho de que ella da una unidad estrictamente negativa a todas las debates profanos y mundanos (siempre presentes, pero
corrientes que se encuentran o se piensan fuera del establishment como "fantasmas en la máquina"), esto al precio, gene-
americano, desde la etnometodología heredera de la fenomenología, ralmente, de simples retraducciones lingüísticas; o las
hasta el neomarxismo, pasando por la psychohistory. (Se encontrará estrategias de denegación, que florecen con los politólo-
un cuadro sinóptico bastante fiel de esta constelación ideológica en gos, hábiles para realizar el ideal dominante de "la
P. Bandyapadhyav, "One Sociology or Many: Sorne Issues in Radical
Sociology", Sociological Review, vol. 19, febrero de 1971. pp. 5-30). objetividad" en un discurso apolítico sobre la política en
52 189 53
、ッセ・@ la ーッャ■セゥ」。@ セッョエ・ゥ、。@ no puede aparecer más que por su mismo antagonismo, delimitan el campo d: Qセ@
baJo las apanenc1as desconocidas, por lo tanto irrepro- discusión legítima, excluyendo co1no absurda o eclecb-
chables, de su denegación politológica. 44 Pero estas ca, o simplemente impensable, cualquier tentativa por
estrategias cumplen por añadidura una función esen- tomar una posición no prevista (en este caso en particu-
cial: la 」ゥイセャ。ョ@ circular de objetos, ideas, métodos y lar, por ejemplo, poner al servicio de otra axiomática
sobre todo signos de reconocimiento en el interior de una científica las herramientas técnicas elaboradas por
comunidad (se debería decir un club abierto solamente la ciencia oficial). 47
a l?s _miembros indígenas o importados de la Ivy Lea- Expresión apenas eufemística de los intereses de los
gue)40 produce, como todo circulo de legitimidad un uni- dominados del campo científico, la ideología "radical"
verso de creencia cuyo equivalente se ・ョ」オエセ。@ tanto tiende a procesar toda revolución contra el orden cien-
en el campo religioso como en el campo de la literatura tífico establecido como revolución científica, haciendo
o en el de la alta costura. 46
como si alcanzara con que una "innovación" sea excluida
Pero aquí, una vez rnás, hay que cuidarse de conferir de la ciencia oficial para que pueda ser tenida como
a la falsa ciencia oficial la significación que le confiere científicamente revolucionaria, y de este modo se omite
la crítica "radical". A pesar de su oposición al valor que hacer la pregunta acerca de las condiciones sociales por
le 」ッョヲゥセイ・@ al "paradigma", principio de unificación las cuales una revolución contra el orden científico
necesana para el desarrollo de la ciencia en un caso establecido es también una revolución científica y no
fuerza de represión arbitraria en el otro caso -o 。ャエ・イセ@ una simple herejía tendiente a invertir la relación de
nativamente, uno u otro en Kuhn- conservadores y fuerzas establecida en el campo, sin transformar los
"radicales", adversarios cómplices, 。セオ・イ、ョ@ de hecho principios sobre los cuales reposa セオ@ ヲオョ」ゥッセ・エN TX@
en lo ・セョ」ゥ。ャZ@ por el punto de vista unilateral que En cuanto a los dominantes, prochves a admitir que el
necesanamente toman sobre el campo científico eli- orden científico -en el cual están colocadas todas sus
giendo al menos inconscientemente uno u otro 、セ@ los inversiones (en el sentido de la economía y del psicoaná-
campos antagonistas, no pueden percibir que el control lisis) y de cuyos beneficios pueden apropiarse- es セQ@
o la censura no es ejercida por tal o cual instancia sino deber ser realizado, son lógicamente proclives a adhenr
por la relación objetiva entre adversarios cómplices que,
47
Tales duplas epistemológicas, que son al mismo tiempo duplas
44
Cf. .P. Bourdieu, "Les doxosophes", Minuit, 1, 1973, pp. 26-45 sociológicas, funcionan en todo campo (cf. por ejemplo el pッウゥエカセᆳ
(en particular el análisis del efecto Lipset). musstreit que opone a Habermas y a Popper en el caso de Alemama
45
La sociología oficial de la ciencia ofrece una justificación para -mecanismo de desvío que habiendo hecho sus pruebas en Europa
」。セ@ uno de estos rasgos. Así, por ejemplo, el evitar los problemas comienza a hacer estragos en los Estados Unidos con la importación
teoncos fundamentales encuentra una justificación en la idea de de la escuela de Francfort-).
4 Habrá que analizar todos los usos estratégicos que los domina-
8
セオ・@ .en las ciencias de la naturaleza, los investigadores no se
ュア・Lセ。ョ@ por la filos?fía.de la ciencia (cf. W. O. Hagstrom, op. cit., dos en un campo pueden hacer de la transfiguración ideológi?a de su
pp. 27 1 -279). Se ve sm dificultad lo que tal sociología de la ciencia posición objetiva: por ejemplo, la ・セィゥ「」ョN@ de !a ・セ」ャオウコョ@ que
puede deber a la, ョセ」・ウゥ、。N@ de legitimar un estado de hecho y de permite a los excluidos extraer partido de la msbtucwn (a la cual
transformar los limites sufndos en exclusiones electivas. reconocen lo bastante corno para reprocharle que no los reconozca)
Sobre la ーイッ、セ」ゥョ@ de la 」イセ・ョゥ。ケ@ haciendo de la exclusión una garantía de cientificidad; o también la
46
del fetichismo en el campo
de la alta costura vease P. Bourdieu y Y. Delsaut "Le couturier et sa impugnación a la "competencia" de los 、ッュゥョ。エ・セ@ que está en セQ@
griffe.: 」ッj_Mエイゥ「オセョ@ a une théorie de la magie", aセエ・ウ@ de la recherche centro de todo movimiento herético (cf.la impugnación al monopoho
en sczenczes soczales, 1 (I), 1975, pp. 7-36. del sacramento) y que debe tanto menos armarse de argumentos
científicos en cuanto el capital científico es más escaso.
54
190 55
a la filosofía espontánea de la ciencia, que encuentra su sino porque el sociólogo tiene objetos en juego que
expresión en la tradición positivista, forma del optimis- pretende describir (en primer lugar, la cientificidad de
mo liberal que quiere que la ciencia progrese por la la sociología, y en segundo lugar la cientificidad de la
fuerza intrínseca de la idea verdadera y que los más sociología que él practica) y porque no puede objetivar
"poderosos" sean también por definición los más "com- sus objetos y sus estrategias correspondientes, más que
petentes": alcanza con pensar en los estados antiguos a condición de tomar por objeto no sólo las estrategias de
del campo de las ciencias naturales o en el estado actual sus adversarios científicos sino también el juego en
del campo de las ciencias sociales para percibir la tanto juego, que dirige también sus propias estrategias,
función ideológica de "sociodicea" de esta filosofía de amenazando con gobernar subterráneamente su socio-
la ciencia que, suponiendo realizado el ideal, excluye la logía y su sociología de la sociología.
cuestión sobre las condiciones de realización de ese
ideal.
Planteando que la propia sociología de la ciencia
funciona según las leyes de funcionamiento de todo
campo científico que establece la sociología científica de
la ciencia, la sociología de la ciencia no se condena al
relativismo. En efecto, una sociología científica de la
ciencia (y la sociología científica que ella contribuye a
hacer posible) no puede constituirse sino a condición de
percibir claramente que las diferentes posiciones en el
campo científico están asociadas a representaciones de
la ciencia, estrategias ideológicas disfrazadas de tomas
de posición epistemológicas por las cuales los ocupantes
de una posición determinada tienden a justificar su
propia posición y las estrategias que ponen en marcha
para mantenerla o mejorarla, al tiempo que desacredi-
tan a los defensores de la posición opuesta y sus estra-
エセァゥ。ウN@ Cada sociólogo es buen sociólogo de sus compe-
tidores, puesto que la sociología del conocimiento o de la
ciencia no es más que la forma más irreprochable de las
estrategias de descalificación del adversario desde el
momento en que toma por objeto a los adversarios y a
sus estrategias y no al sistema completo de estrategias,
es decir el campo de posiciones a partir del cual éstas se
engendran. 49 La sociología de la ciencia no es tan difícil
49
Sobre la necesidad de construir como tal el campo intelectual
para volver posible una sociología de los intelectuales que sea otra "Les fractions de la classe dominante et les modes d'appropriation
cosa que un intercambio de injurias y de anatemas entre "intelectua- de l'oeuvre d'art", lnformation sur les sciences sociales, 13, (3), 1974,
les de derecha" e "intelectuales de izquierda", véase P. Bourdieu, pp. 7-32.
56 191 57
intercan1bio lleve en sí n1isn1o el principio de su propia LOS CAMPOS COMO MICROCOSMOS
regulación, se pueden instaurar fon11as de reflexión RELATIVAMENTE .AUTÓNOMOS
para las cuales hoy no hay cabida, y que pueden ir n1ás
allá de todas las especulaciones de peritos (sobre todo en
"ciencion1etría") y todas las recon1endaciones de comi-
tés y con1isiones. Ése es el lugar, que hay que inventar,
para cuya existencia en vuestra institución querría
hacer un aporte, intentando, n1uy n1odestarnente, so-
111eter a un exan1en crítico lo 111ás radical posible las
representaciones, endógenas o exógenas, cultas o es-
pontáneas, que han tomado con1o objeto al INRA, y pro- ¿Cuáles son los usos sociales de la ciencia? ¿Es posible
porcionar sobre todo los instrun1entos de conocü11iento hacer una ciencia de la ciencia, una ciencia social de la
que rne parecen indispensables para la construcción de producción de la ciencia capaz de describir y orientar los
una representación verdadera y, por lo tanto, útil para usos sociales de ésta? Para poder responder estas pre-
la acción. guntas, debo en1pezar por recordar algunas nociones,
condiciones de una reflexión bien pertrechada, y en
particular la noción de ca1npo, cuya génesis evocaré
rápidan1ente.
Todas las producciones culturales, la filosofía, la
historia, la ciencia, el arte, la literatura, etc., son el
objeto de análisis con pretensión científica. Hay una
historia de la literatura, una historia de la filosofía,
una historia de las ciencias, etc., y en todos esos terre-
nos encontramos la n1isn1a oposición, el n1is1110 antago-
nismo, a menudo considerados con1o irreductibles -el
dominio del arte es sin duda uno de los lugares donde la
oposición es más fuerte- entre las interpretaciones que
poden1os llan1ar internalistas o internas y las que pode-
mos calificar de externalistas o externas. Grosso modo,
están por un lado quienes sostienen que para con1pren-
der la literatura o la filosofía es suficiente leer los
textos. Para los partidarios de este fetichisn1o del texto
autonomizado, que floreció en Francia con la sen1iología
y que hoy vuelve a prosperar en todo el n1undo con lo que
se denomina posmodernismo, el texto es el alfa y el
omega y, cuando se trata de con1prender un texto
filosófico, un código jurídico o un poema, no hay que
conocer nada más que su letra. Esquematizo un poco,
pero no demasiado.
72 192 73
En contraste, otra tradición, a 1nenudo representada relativan1ente autónomo, ese microcosmos provisto de
por personas que reivindican el marxismo, quiere ren1i- sus propias leyes. Si bien está sometido, como el macro-
tir el texto al contexto y se propone interpretar las obras cosmos, a leyes sociales, éstas no son las n1isn1as. Si
mediante su puesta en relación con el n1undo social o el bien nunca escapa del todo a las coacciones del macro-
mundo económico. Hay toda clase de ejemplos de esta cosmos, dispone de una autonomía parcial, más o me-
oposición, y a quienes se interesen en ella les aconsejo nos marcada, con respecto a él. Y una de las grandes
mi libro Las reglas del arte, en el que 1nenciono de cuestiones que se planteará en referencia a los campos
manera más precisa las diferentes corrientes, con el (y los subcampos) científicos será precisarnente el grado
apoyo de referencias bibliográficas. de autonomía de que disfrutan. Una de las diferencias,
En lo que concierne a la ciencia encontran1os las relativamente sirnple pero siempre difícil de apreciar y
mismas oposiciones, con una tradición de historia de la cuantificar, entre los distintos campos científicos lo que
ciencia que, por otra parte, está bastante próxima a se denominan las disciplinas, será en efecto su grado de
la de la historia de la filosofía. Esta tradición, notable- autonomía. Lo mismo vale para las instituciones. Po-
mente representada en Francia, describe el proceso de dremos preguntarnos, por ejemplo, si el CNRS es más
perpetuación de la ciencia como una especie de parteno- autónomo que el INRA, éste rr1ás autónomo que el INSEE,*
génesis, por el que aquélla se engendraría a sí misma al etc. Uno de los problemas conexos será, indudablemen-
margen de toda intervención del mundo social. te, saber cuál es la naturaleza de las coacciones exter-
Elaboré la noción de campo para salir de esa disyun- nas, la forma en que se ejercen, créditos, órdenes,
tiva. Se trata de una idea extremadamente simple, cuya encargos, contratos, etc., y de qué modo se manifiestan
función negativa es bastante evidente. Digo que para las resistencias que caracterizan la autonomía vale
comprender una producción cultural (literatura, cien- decir, cuáles son los mecanismos que introduce セQ@ mi-
cia, etc.), no basta con referirse a su contenido textual, crocosmos para liberarse de esas coacciones externas y
pero tan1poco con referirse al contexto social y confor- estar en condiciones de reconocer únicamente sus pro-
marse con una puesta en relación directa del texto y el pias determinaciones internas.
contexto. Es lo que llamo "error del cortocircuito", que En otras palabras, es preciso salir de la alternativa
consiste en relacionar una composición musical o un de la "ciencia pura", totalmente liberada de cualquier
poema simbolista con las huelgas de Fourmies o las necesidad social, y la "ciencia servil", sometida a todas
manifestaciones de Anzin, como lo hicieron algunos las exigencias político-económicas. El can1po científico
historiadores del arte o de la literatura. Mi hipótesis es un rnundo social y, como tal, ejerce coacciones,
consiste en suponer que entre esos dos polos, muy solicitaciones, etc., pero que son relativamente ゥョ、・セ@
distantes, entre los cuales se presume, un poco impru- pendientes de las coacciones del mundo social global
dentemente, que puede pasar la corriente, hay un que lo engloba. En realidad, las coacciones externas
universo intermedio que llamo ca1npo literario, artísti- セオ。ャアゥ・イ⦅@ sea su naturaleza, al no ejercerse sino po;
co, jurídico o científico, es decir, el universo en el que se 1ntermed1o del campo, son mediatizadas por la lógica de
incluyen los agentes y las instituciones que producen, éste. ·una de las manifestaciones más visibles de la
reproducen o difunden el arte, la literatura o la ciencia. autonomía del campo es su capacidad de refractar, re-
Ese universo es un mundo social como los dernás, pero
que obedece a leyes sociales más o menos específicas. * Institut National de la Statistique et des Études Économi-
La noción de campo pretende designar ese espacio ques (Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos).
(N. del T.)
74 193 75
traduciéndolas en una forma específica, las coacciones en él. lJna gran empresa deforma todo el espacio econó-
o las demandas externas. ¿Cómo va a retraducirse en mico al conferirle una estructura determinada. En el
un campo dado un fenómeno externo, una catástrofe, campo científico, Einstein, corrw una gran compañía,
una calamidad (la peste negra cuyos efectos se busca- deformó todo el espacio en torno de sí. Esta metáfora
ron en la pintura), la enfermedad de la vaca loca y no sé einsteiniana a propósito de Einstein significa que no
cuántas cosas n1ás? hay físico, grande o pequeño, en Brioude o Harvard, que
Digamos que cuanto más autónomo es un campo, (al margen de cualquier contacto directo, de cualquier
más intenso será su poder de refracción y más se interacción) no haya sido afectado, zamarreado, margi-
transfigurarán las coacciones externas, al extremo de nado por la intervención de Einstein, así como una gran
volverse, con frecuencia, absolutamente irreconocibles. empresa que baja los precios expulsa del campo econó-
El grado de autonomía de un campo, en consecuencia, mico a toda una población de pequeños empresarios.
tiene como indicador principal su poder de refracción, En esas condiciones y esto es importante posterior-
de retraducción. A la inversa, la heteronomía de un mente para la reflexión práctica, lo que gobierna los
campo se manifiesta esencialmente en el hecho de que puntos de vista, lo que gobierna las intervenciones
los problemas exteriores, en especial los políticos, se científicas, los lugares de publicación, los temas que
expresan directamente en él. Vale decir que la "politi- elegimos, los objetos en que nos interesamos, etc., es la
zación" de una disciplina no es el indicio de una gran estructura de las relaciones objetivas entre los diferen-
autonomía, y una de las grandes dificultades con que se tes agentes que son, para emplear una vez más la
topan las ciencias sociales para llegar a ésta es el hecho metáfora einsteiniana, fuentes de campo. La estructura
de que personas poco competentes, desde el punto de de las relaciones objetivas entre los agentes determina
vista de las normas específicas, siempre pueden inter- lo que éstos pueden hacer y no hacer. O, más precisa-
venir en nombre de principios heterónomos sin que se mente, la posición que ellos ocupan en esa estructura
las descalifique de inmediato. determina u orienta, al menos negativamente, susto-
Si hoy en día ustedes intentan decirles a los biólogos mas de posición. Lo cual significa que sólo comprende-
que uno de sus descubrimientos es de izquierda o de mos verdaderamente lo que dice o hace un agente
derecha, católico orto católico, van a suscitar una franca comprometido en un campo (un economista, un escritor,
hilaridad, pero no siempre fue así. En sociología todavía un artista, etc.) si estamos en condiciones de referirnos
pueden decirse ese tipo de cosas. En economía, desde a la posición que ocupa en ese campo, si sabemos "desde
luego, también, por más que los economistas se esfuer- dónde habla", como se decía de manera un poco vaga
cen por hacer creer que ya no es posible. alrededor de 1968 -cosa que supone que hayamos podi-
Cualquier campo, el científico por ejemplo, es un do y sabido hacer previamente el trabajo necesario para
campo de fuerzas y un campo de luchas por transformar construir las relaciones objetivas que son constitutivas
ese campo de fuerzas. En un primer momento, se puede de la estructura del campo en cuestión- eh. vez de
describir un espacio científico o un espacio religioso conformarnos con remitirnos al lugar que supuesta-
como un mundo físico, que comprende relaciones de mente ocupa en el espacio social, a lo que la tradición
fuerza y de dominación. Los agentes, por ejemplo las marxista ·llama su condición de clase.
empresas en el caso del campo económico, crean el Esta estructura está, grosso modo, determinada por
espacio y en cierto modo éste sólo existe por ellos y las la distribución del capital científico en un momento
relaciones objetivas entre los agentes que se encuentran dado. En otras palabras, los agentes (individuos o insti-
76 194 77
tuciones) caracterizados por el volumen de su "Capital, de ャセウ@ redes" (que inquieta tanto a quienes pretenden
determinan la estructura del campo en proporción a su serv;rse de su セG」ゥ・ャスM。B@ de la ciencia para promover sus
peso, que depende a su vez del peso de todos los demás teonas de la ciencia y afirmar su poder de expertos en
agentes, es decir, de todo el espacio. Pero a la inversa, el mundo de ésta), las posibilidades que un agente
cada agente actúa bajo la coacción de la estructura del singular tiene de plegar las fuerzas del campo a sus
espacio, que se le impone tanto más brutalmente cuanto deseos son proporcionales a su fuerza sobre él vale
más escaso es su peso relativo. Esta coacción estructu- decir, a su capital de crédito científico o, n1ás ーイセ」ゥウ。ᆳ
ral no adopta necesariamente la forma de una -coacción mente, a su posición en la estructura de la distribución
directa que se ejerza en la interacción (orden, "influen- del capital. eセエッ@ es cierto salvo en los casos, completa-
cia", etcétera). mente excepcionales, en que, gracias a un descubri-
Así como en el campo económico una modificación de n:-iento revolucionario, idóneo para cuestionar los pro-
precios decidida por los dominantes cambia el medio pios fundan1entos del orden científico establecido un
ambiente de todas las empresas o como Sartre, en el científico redefine los principios n1ismos de la distribu-
campo intelectual de la década del cincuenta, gobierna ción del capital, las reglas mismas del juego.
indirectamente las elecciones de Bataille o Blanchot con Dije que lo que define la estructura del campo en un
sus tomas de posición con respecto a Heidegger o Faulk- momento dado es la estructura de la distribución del
ner, 1 en el ámbito de la investigación científica, los 」セーゥエ。ャ@ científico entre los diferentes agentes intervi-
investigadores o las investigaciones dominantes defi- ョゥ・セエウ@ en ese campo. Muy bien, me dirán, pero, ¿qué
nen, en un momento dado, el conjunto de los objetos entiende usted por capital? Tarnbién en este caso sólo
importantes, es decir, el conjunto de las cuestiones ーオ・、セ@ イ・ウNセッョ、@ brevemente: cada campo es el lugar de
que importan para los investigadores, sobre las cuales constitucion de una forma específica de capital. Como lo
van a concentrar sus esfuerzos y que, por decirlo así, van establecí en 1975 2 (la evocación de las fechas es decir
a "redituar", determinando una concentración de los de las prioridades de descubrimiento, es ne'cesaria セ@
afanes investigativos. veces para protegerse contra las tergiversaciones, sobre
De ello se deduce que, al contrario de lo que hace creer todo cuando están acmnpañadas por deforn1aciones
un constructivismo idealista, los agentes hacen los destinadas a disimularlas), el capital científico es una
hechos científicos e incluso, en parte, el campo científi- ・ウーセゥ@ particular de capital simbólico (del que sabemos
co, pero a partir de una posición en éste que no hicieron q.ue.siempre se funda en actos de conocimiento y recono-
y que contribuye a definir sus posibilidades e imposibi- Cimiento) que consiste en el reconocimiento (o el crédito)
lidades. Contra la ilusión maquiavélica, a la que sucum- otorgado. por el conjunto de los pares-competidores
ben ciertos sociólogos de la ciencia, tal vez porque dentro del campo científico (la cantidad de menciones en
atribuyen a los sabios su propia visión "estratégica", por el f!itation index es un buen indicador, que se puede
no decir cínica, del mundo científico, hay que recordar meJorar, como yo lo hice en la investigación sobre el
en primer lugar que nada es más difícil y hasta imposi- campo universitario francés, si se toman en cuenta los
ble de "manipular" que un campo. Hay que señalar, por signos de reconocin1iento y consagración como el Pren1io
otra parte, que por versado que pueda ser en la "gestión N obel o, en el plano nacional, las medallas del CNRS y
1
Cf A. Boschetti, Sartre et Les Temps Modernes, París, Éditions
2
de Minuit, 1985 [traducción castellana: Sartre y Les Temps Moder- P. Bourdieu, "La spécificité du champ scientifique ... ", art. cit.,
nes: una empresa intelectual, Buenos Aires, Nueva Visión, 1990]. p. 4.
78 195 79
también las traducciones en idiomas extranjeros). Más probables según los agentes, el capital de que disponen
adelante volveré a las diferentes formas que puede y la relación con él que establecieron a través de su
adoptar ese capital y los poderes que procura a sus manera de adquirirlo.
poseedores. Ese arte de prever las tendencias, que en todas partes
Los 」セ←ャーゥエ。ウ@ científicos, si es válido que me expre- se constata estrechamente vinculado con un origen
se así, no tienen casi nada en común, si se hacen a un social y escolar elevado y que permite apoderarse en el
lado los efectos de las homologías estructurales, con los momento oportuno de los buenos temas, los buenos
capitalistas en el sentido corriente, esto es, aquellos a ámbitos de publicación (o, en otra parte, de exposición),
quienes encontramos en el campo económico (y la confu- etc., es uno de los factores que determinan las diferen-
sión, si bien permite hacer alarde de radicalismo, es cias sociales más notables en las carreras científicas (y
extremadan1ente peligrosa, dado que equivale a ignorar es más patente aún en el arte moderno). Ese sentido del
todas las especificidades ligadas a la lógica propia del juego es ante todo un sentido de la historia del juego, un
campo científico). Es evidente アャjNセ・Hーゥエ。l」ZLeョウ@ sentido de su futuro. Así como un buen jugador de rugby
no era de natu:ralezafinan<3i_era: Ese capital de un tipo sabe dónde va a ir la pelota y está ya en el 1ugar en que
completamente singular se basa en parte en el recono- va a caer, el buen jugador científico es quien, sin tener
cimiento de una competencia que, además de los efectos necesidad de calcular, de ser cínico, toma las decisiones
de conocimiento que produce, y parcialmente a través de redituables. Quienes nacieron en el juego tienen el
ellos, procura autoridad y contribuye a definir no sólo privilegio de la calidad de "innatos". No necesitan ser
las reglas de juego, sino también las regularidades del cínicos para hacer lo que hay que hacer en el momento
juego, las leyes según las cuales van a distribuirse en preciso y recoger la ganancia.
éste, por ejemplo, las ganancias, las leyes que hacen que Hay por lo tanto estructuras objetivas, y también
sea importante o no escribir sobre tal o cual tema, luchas con respecto a ellas. Los agentes sociales no son,
que sea brillante o anticuado, que sea más redituable desde luego, partículas pasivamente movidas por las
publicar en el American Journal de esto y aquello que en fuerzas del campo (aunque a veces se diga que se
la Revue Franc;;aise de tal y cual. parecen mucho a eso: si se observan ciertas evoluciones
Los campos son el lugar de relaciones de fuerzas, que políticas, por ejemplo la de muchos de nuestros intelec-
implican tendencias inmanentes, probabilidades obje- tuales, ¿cómo no decir que las limaduras siguen verda-
tivas. Un campo no se orienta en absoluto por el azar. En deramente las fuerzas del campo?). Tienen disposicio-
él, no todo es igualmente posible o imposible en cada nes adquiridas; no desarrollaré este punto aquí que yo
momento. Entre las ventajas sociales de quienes nacie- llamo habitus, es decir, maneras de ser permanentes,
ron en un campo, está precisamente el hecho de poseer, duraderas, que pueden llevarlos, en particular, a resis-
por una especie de ciencia infusa, el don1inio de sus leyes tir, a oponerse a las fuerzas del campo. Quienes adqui-
inmanentes, leyes no escritas que están inscriptas en la rieron lejos del campo en que se inscriben unas disposi-
realidad en el estado de tendencias, y tener lo que en ciones que no son las que exige ese campo, corren el
rugby, pero también en la bolsa, se llama sentido de la riesgo, por ejemplo, de estar siempre desfasados, des-
ubicación. Por ejemplo, numerosos estudios confirman plazados, mal ubicados, incómodos en su pellejo, a
que las estrategias de reconversión que ponen en prác- contrapelo y a destiempo, con todas las consecuencias
tica los científicos, y que los llevan a pasar de un don1inio que ustedes se podrán imaginar. Pero también pueden
a otro o de un tema a otro, son n1uy desigualmente entrar en lucha con las fuerzas del campo, resistirse a
80 196 81
ellas y, en vez de plegar sus disposiciones a las estruc- LAS PROPIEDADES ESPECÍFICAS
turas, intentar Inodificar las estructuras en furÍción de DE LOS CAMPOS CIENTÍFICOS
sus disposiciones, para conformadas a ellas.
Corrw quiera que sea, el campo es objeto de lucha,
エセョッ@ en.su representación como en su realidad. La gran
diferencia entre un carnpo y un juego (que no deberían
olvidar quienes se arman de la teoria de los juegos para
comprender los juegos sociales, y en particular el econó-
ュセ」ッI@ es que el primero es un juego en el que las reglas
mismas se ponen en juego (como lo vemos todas las
veces que una revolución simbólica -la que efectúa Tras haber recordado de este modo las propiedades
Manet, por ejemplo- redefine las condiciones mismas muy generales de los campos y tomar adrede ejemplos
de acceso al juego, es decir, las propiedades que en éste en el campo económico o el literario, lo mismo que en el
ヲオョ」ゥセ。@ como capital y dan poder sobre él y sobre los científico, querría ahora presentarles rápidan1ente los
otros Jugadores). Los agentes sociales están insertados caracteres específicos de este último. Cuanto más autó-
en la estructura en posiciones que dependen de su nomos son los campos científicos, más escapan a las
capital y desarrollan estrategias que, en sí mismas, leyes sociales externas. Al principio 、・ウ」。イエセ@ una
dependen en gran parte de esas posiciones, en los forma de reduccionismo consistente en reducir las
límites 、セ@ sus disposiciones. Esas estrategias se orien- leyes de acuerdo con las cuales funciona un campo a
tan,. ya sea hacia la conservación de la estructura, ya las leyes sociales exteriores, cosa que llamo error del
hacia su transformación, y en términos generales se cortocircuito.
puede comprobar que cuanto más ocupa la gente una Pero hay una segunda forma de reduccionismo, más
posición favorecida en aquélla, rr1ás tiende a conservar sutil, lo que se denomina "programa fuerte" en sociolo-
a la vez la estructura y su posición, en los límites, no gía de las ciencias, "radicalización" ü;.debida de ャセウ@
obstante, de sus disposiciones (es decir de su trayectoria posiciones que yo defiendo y que consiste. en イ・セ@ uc1r
social, su origen social), que están más o menos de las estrategias de los sabios a las estrateg¡as sociales
acuerdo con su posición.
que son siempre uno de sus aspectos y a sus determinan-
tes sociales, e ignorar la sublimación de los ゥョエセイ・ウ@
externos, políticos -esto va de suyo- o internos, hgados
a la lucha en el campo, que es impuesta por las leyes
sociales de éste (y en especial por las coacciones inhe-
rentes al hecho de que cada uno no tenga otros clientes
que sus competidores). Sublimación que, tácitamente
exigida a todo nuevo ingresante, está implicada en ・ウセ。@
forma particular de la illusio inherente a la pertenencia
a un campo, vale decir, la creencia científica, como
interés desinteresado e interés en el desinterés, que
induce a admitir que, como suele decirse, el juego
científico merece jugarse, que la cosa vale la pena y que
82
197 83
OCÉANO
U N A B R E V Í S I M A
I N T R O D U C C I Ó N A L A
198
5 . CAMBIO
CIENTÍFICO
Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS
199
1 1 2 F I L O S O F Í A DE LA C I E N C I A
200
CAMBIO CIENTÍFICO Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS "I
mismos avances en el campo filosófico. Lo que más im
presionaba a los positivistas de la ciencia era su aparente
objetividad. A diferencia de otras áreas de conocimiento,
donde se dependía demasiado de la opinión subjetiva de
los investigadores, las preguntas científicas podían hacerse
con una absoluta objetividad, creían ellos. Técnicas como
la comprobación experimental permitían a los científicos
comparar su teoría directamente con los hechos, toman
do así una decisión informada, sin sesgos, acerca de los
méritos de la teoría. Así, para los positivistas, la ciencia
era el paradigma de una actividad racional, la ruta más
segura hacia la verdad.
A pesar de la gran estima en que tenían a la cien
cia, los positivistas prestaban poca atención a su histo
ria. En realidad, creían que los filósofos tenían poco que
aprender del estudio de la misma. Esto se debía en pri
mer término a que trazaban una tajante distinción en
tre lo que llamaban "el contexto del descubrimiento" y
el "contexto de la justificación". El contexto del descu
brimiento se refiere al proceso histórico real por el cual
un científico llega a una determinada teoría. El contex
to de la justificación alude a los medios por los cuales
el científico trata de justificar su teoría una vez que ya
está ahí, lo cual incluye probarla y buscar evidencia re
levante, entre otras cosas. Los positivistas pensaban que
el primero era un proceso subjetivo, psicológico, que no
estaba gobernado por reglas precisas, mientras que el se
gundo era un asunto lógico, objetivo. Los filósofos de
la ciencia deben limitarse a estudiar el segundo, argu
mentaban.
Esta ídea puede aclararse con un ejemplo. ICn iHíx,
el científico belga Kekule descubrió que la molénib di'
201
i i 4 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
Figura n . Kekule llegó a la hipótesis de la estructura hexagonal del
benceno después de un sueño en eí que vio una serpiente mordién
dose la cola.
202
C A M B I O C I E N T Í F I C O Y REVOLUCIONES C I E N T Í F I C A S 115
pótesis. Lo que importa es cómo se prueba una vez que
ya se tiene, porque esto es lo que hace de la ciencia una
actividad racional. La forma como llegó Kekule a desa
rrollar su hipótesis era irrelevante; lo que importaba era
cómo la justificó.
Esta clara distinción entre descubrimiento y justi
ficación, y la creencia de que el primero es "subjetivo" y
"psicológico" mientras que la segunda es todo lo contra
rio, explica por qué el enfoque positivista de la filosofía
de la ciencia era ahistórico. El proceso histórico real me
diante el cual las ideas científicas cambian y se desarro
llan cae por completo en el contexto del descubrimiento,
no en el de la justificación. De acuerdo con los positivis
tas, ese proceso podría ser de interés para historiadores
y psicólogos, pero no tiene nada que enseñar a los filó
sofos de la ciencia.
Otro importante tema de la filosofía de la ciencia
era la distinción entre las teorías y los hechos producto
de la observación; esto se relaciona con la distinción ob
servable/no observable examinada en el capítulo anterior.
Los positivistas consideraban que las disputas entre teo
rías científicas rivales podía resolverse en una forma por
completo objetiva: comparando las teorías directamente
con los hechos "neutrales", generados por la observación
y aceptados por todas las partes. Los positivistas discu
tían entre ellos acerca del grado de exactitud con que este
conjunto de hechos neutrales debe caracterizarse, pues se
obstinaban en pensar que sí existía. Sin una distinción
clara entre teorías y hechos observacionales se compro
meterían la racionalidad y la objetividad de la ciencia, y
los positivistas se obstinaban en creer que la ciencia era
racional y objetiva.
203
n6 F I L O S O F Í A DE LA C I E N C I A
ma es más que una teoría (aunque Kuhn a veces us;i el
término de manera intercambiable). Cuando los cientí
ficos comparten un paradigma no sólo están de acuerdo
en ciertas proposiciones científicas; también lo están eti
cómo debe proceder la futura investigación científica cu
su campo, en qué problemas es pertinente abordar de
terminado tema, en cuáles son los métodos apropiados
para resolver esos problemas, en cómo sería una solución
aceptable de los problemas, y así sucesivamente. En pocas
palabras, un paradigma es una mirada científica completa:
una constelación de supuestos, creencias y valores com
partidos que unen a la comunidad científica y permiten
que se desarrolle la ciencia normal.
¿Qué implica exactamente la ciencia normal? De
acuerdo con Kuhn, antes que nada es una cuestión de
resolver el enigma. AL margen del éxito que pueda acu
mular un paradigma, siempre enfrentará algunos proble
mas: fenómenos que no se pueden acomodar con faci
lidad, desajustes entre las predicciones de la teoría y los
hechos experimentales, y otros. La labor del científico
normal es tratar de eliminar esos enigmas menores y ha
cer la menor cantidad posible de cambios al paradigma.
De esta manera, la ciencia normal es una actividad muy
conservadora: sus practicantes no pretenden hacer des
cubrimientos espectaculares, sino más bien desarrollar y
extender el paradigma existente. En palabras de Kuhn, "la
ciencia normal no busca las novedades en la ciencia o en
los hechos, y cuando tiene éxito no encuentra ninguna".
Después de todo, Kuhn hacía énfasis en que los cicnlí
fieos normales no intentan probar el paradigma; por c!
contrario, lo aceptan de manera incuestionable y condu
cen su investigación dentro de los límites marcados por rl.
205
n8 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
207
1 2 0 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
209
122 FILOSOFÍA D E L A C I E N C I A
210
CAMBIO CIENTÍFICO Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS 1 2 }
211
124 F I L O S O F Í A DE LA C I E N C I A
con la idea copernicana de que lo hacen alrededor del
sol. Sin embargo, como los críticos de Kuhn señalaron
con toda prontitud, si dos cosas son inconmensurables
entonces no pueden ser incompatibles. Para ver por qué
no, considérese la proposición de que la masa de un o b
jeto depende de su velocidad. La teoría de Einsteín dice
que esta proposición es verdadera, mientras que la de
Newton juzga que es falsa. Pero si la doctrina de la in
conmensurabilidad es correcta, entonces en este caso no
hay u n desacuerdo real entre Newton y Einsteín porque
la proposición significa algo distinto para ambos. Sólo si
la proposición tiene el mismo significado en ambas teorías,
es decir, sólo si no hay inconmensurabilidad, es que puede
haber u n conflicto entre las dos. C o m o todos (incluido
Kuhn) piensan que las teorías de Newton y de Einstein
chocan, ésta es una poderosa razón para sospechar mal
de la tesis de la inconmensurabilidad.
E n respuesta a las objeciones de este tipo, Kuhn
moderó un poco dicha tesis. Insistió en que aun cuando
dos paradigmas fueran inconmensurables, esto no i m p e
diría compararlos con otros; sólo dificultaría la compara
ción. Puede lograrse una traducción parcial entre diferen
tes paradigmas, decía Kuhn, de modo que los defensores
de los viejos y nuevos paradigmas podrían comunicarse
hasta cierto punto; no siempre se enfrascarían en un diá
logo de sordos. Sin embargo, Kuhn insistía en sostener
que esa elección completamente objetiva entre paradig
mas era imposible. Además de derivar la inconmensura
bilidad de la falta de u n lenguaje común, también existe
lo que él llamaba "inconmensurabilidad de estándares".
Ésta es la idea de que los defensores de diferentes pa
radigmas pueden diferir sobre los estándares para eva
212
C A M B I O C I E N T Í F I C O Y REVOLUCIONES C I E N T Í F I C A S I J,<\
213
I2Ó FILOSOFÍA D E LA C I E N C I A
214
CAMBIO CIENTÍFICO Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS I Í'J
215
128 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
216
CAMBIO CIENTÍFICO Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS IJ.U
217
1 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
3°
218
CAMBIO CIENTÍFICO Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS ' i '
219
132 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
El legado de Kuhn
220
CAMBIO CIENTÍFICO Y REVOLUCIONES CIENTÍFICAS W
221
134 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
222
Unises Moulines C. (Edit.) (2013) La ciencia. Estructura y desarrollo. Madrid, Editorial Trotta. Pp. 181-189.
1. INTRODUCCION
Existen numerosas razones para intentar comprender la dinámica de la ciencia. Algunas pueden
ser de tipo práctico, como el interés en encauzar el desarrollo de ciertas áreas de investigación, y
otras de tipo teórico, como elucidar la naturaleza y el alcance del conocimiento humano. Hasta la
fecha, no contamos con una concepción de cómo funciona y evoluciona la ciencia que haya
logrado una aceptación general, o por lo menos mayoritaria. Lo que hay es una variedad de
teorías atractivas, que a la vez que proponen hipótesis iluminadoras de ciertos aspectos de la
empresa científica, son ampliamente discutidas y ninguna logra un acuerdo significativo.
En los años sesenta se desarrollaron varias teorías de la ciencia como alternativas a la
concepción hasta entonces dominante, el positivismo o empirismo lógico. Tenemos, por ejemplo,
las propuestas de N. R. Hanson, Paul Feyerabend, Stephen Toulmin y, sobre todo, de Thomas S.
Kuhn, quien resulta la figura dominante. Estas contribuciones, a pesar de las diferencias que
guardan entre sí, coinciden en su oposición a las tesis centrales del empirismo lógico (como por
ejemplo, la existencia de una base empírica teóricamente neutral, la importancia exclusiva del
contexto de justificación, o el carácter acumulativo del desarrollo científico), oposición que se basa
en la idea de que estas tesis generan una imagen de la ciencia que no corresponde a la práctica
científica real o efectiva, ni a la manera como ésta se ha desarrollado históricamente. Para los
empiristas lógicos, el único aspecto relevante del desarrollo del conocimiento era el de la
incorporación de viejas teorías en teorías más comprehensivas, por medio de la subsunción lógica
o reducción interteórica. En los setenta aparecen las propuestas de una nueva generación de
teóricos: Imre Lakatos, Larry Laudan, Joseph Sneed, Wolfgang Stegmüller, Dudley Shapere y
Mary Hesse, entre los principales, quienes elaboran modelos para el desarrollo científico tomando
como punto principal de referencia el modelo kuhniana (a la vez que adoptan algunas de sus tesis,
critican y modifican otras).
A continuación enumeramos una serie de tesis de carácter general, cada una de las cuales
reúne un acuerdo significativo, aunque sólo parcial, entre los autores postempiristas mencionados.
Como se verá más adelante, los distintos autores otorgan a estas tesis pesos específicos
diferentes, e incluso llegan a ignorar o rechazar algunas de ellas. De cualquier manera, aunque en
sentido estricto no constituyan un común denominador de todos los modelos de cambio científico
propuestos hasta ahora, estas tesis reflejan los principales rasgos de la imagen postempirista de
la ciencia, y pueden ser una guía útil en el examen de los distintos modelos.
223
3) Las teorías científicas se construyen y se evalúan, siempre, dentro de marcos
conceptuales más amplios. Estos marcos generales están formados por una serie de
supuestos básicos (presupuestos) que establecen, entre otras cosas, los intereses por los
que se construyen las teorías y lo que se espera de ellas (qué problemas deben resolver y
a qué campo de fenómenos se deben aplicar), también establecen sus compromisos
ontológicos (qué entidades y procesos se postulan como existentes) y sus compromisos
metodológicos (a qué criterios se deben ajustar para su evaluación). Estos marcos
conceptuales adquieren características específicas y nombres diferentes según el autor
(paradigmas, programas de investigación, teorías globales, etc.), pero en general se
consideran como las unidades básicas del análisis de la ciencia.
8) Los modelos del desarrollo científico no tienen una base neutral de contrastación.
Como la base para poner a prueba estos modelos filosóficos es la historia de la ciencia, y
como no hay una historia de la ciencia que sea metodológicamente neutral (toda historia
supone ciertas ideas sobre lo que es la ciencia), se plantea como apremiante el problema
de establecer las relaciones e interacciones entre historia de la ciencia y filosofía
(metodología) de la ciencia.
A continuación expondremos con cierto cuidado tres de los modelos más citados en la
literatura sobre desarrollo y cambio científicos: los modelos de Kuhn, Lakatos y Laudan.
Señalaremos después algunos de los aspectos más originales de las propuestas de Feyerabend,
Shapere y Stegmüller. Y concluiremos destacando los principales puntos de acuerdo y
desacuerdo entre los modelos mencionados.
El libro de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (ERC), publicado en 1962,
224
marca el punto de partida tanto de una nueva imagen de la ciencia como de una nueva forma de
hacer filosofía de la ciencia. El indicador más claro de la trascendencia de esta obra es el hecho de
que la mayoría de los filósofos de la ciencia más destacados en la actualidad -muchos de los cuales
han sido críticos agudos de Kuhn- hayan incorporado en sus propias teorías elementos
característicos de la concepción kuhniana. Esto se observa en el caso de Lakatos, Feyerabend,
Stegmüller, Laudan y Shapere, por citar sólo algunos de los más importantes. La mayoría de las
tesis arriba enumeradas se articulan por primera vez en el modelo propuesto por Kuhn,
conformando una concepción global de la ciencia alternativa a la tradicional. La obra de Kuhn
constituye un giro crucial, una en el desarrollo de la filosofía de la ciencia, colocando en e! centro de
las discusiones e! problema de! cambio científico.
El modelo kuhniana establece una serie de etapas sucesivas en el desarrollo de una
disciplina científica. Comienza con una etapa llamada en la cual coexisten diversas «escuelas» que
compiten entre sí por el dominio en un cierto campo de investigación. Entre estas escuelas existe
muy poco (o ningún) acuerdo con respecto a la caracterización de los objetos de estudio, los
problemas que hay que resolver y su orden de importancia, los métodos y procedimientos más
adecuados, etc. Lo característico en esta etapa es que la investigación que realizan los grupos en
competencia no logra producir un cuerpo acumulativo de resultados. Este período de las escuelas
termina cuando el campo de investigación se unifica bajo la dirección de un mismo conjunto de
supuestos básicos, que Kuhn llama «paradigma». Los investigadores llegan a estar de acuerdo en
que uno de los enfoques competidores es tan prometedor que abandonan los demás, y aceptan
este enfoque como base de su propia investigación. Esta transición, que ocu- rre sólo una vez en
cada disciplina científica y es por tanto irreversible, crea el primer consenso alrededor de un
paradigma, y marca el paso hacia la ciencia madura.
Conviene aclarar desde ahora que Kuhn utiliza e! término paradigma básicamente en dos
sentidos: 1) como logro o realización concreta y 2) como conjunto de compromisos compartidos. El
primer sentido se refiere a las soluciones exitosas y sorprendentes de ciertos problemas, las cuales
son reconocidas por toda la comunidad pertinente. Estas aplicaciones o casos concretos de
solución funcionan como ejemplos a seguir en las investigaciones subsecuentes. El segundo
sentido se refiere al conjunto de supuestos o compromisos básicos que comparte la comunidad
encargada de desarrollar una disciplina científica. Este conjunto incluye compromisos con ciertos
supuestos ontológicos, generalizaciones simbólicas (leyes fundamentales), procedimientos y
técnicas de investigación, y criterios de evaluación. La relación entre los dos sentidos de paradigma
se puede ver como sigue: paradigma como conjunto de compromisos compartidos (segundo
sentido) es aquello que presuponen quienes modelan su trabajo sobre ciertos casos paradigmáticos
(primer sentido).
El consenso acerca de un paradigma (segundo sentido) marca el inicio de una etapa de
«ciencia normal». La ciencia normal consiste, básicamente, en una actividad de resolución de
problemas (enigmas). A través de esta actividad el paradigma vigente se va haciendo cada vez más
preciso y mejor articulado. La etapa de ciencia normal es conservadora; el objetivo no es la
búsqueda de novedades, ni en el nivel de los hechos ni en el de la teoría. Se trata de estirar al
máximo, tanto en alcance como en precisión, el potencial explicativo del paradigma dominante.
Como el conjunto de supuestos básicos no se considera problemático ni sujeto a revisión (los
fracasos en la resolución de problemas se toman, por lo general, como falta de habilidad de los
científicos, no como contraejemplos), se trabaja todo el tiempo bajo las mismas reglas del juego, y
esto permite que los resultados se produzcan todos en la misma dirección y sean claramente
acumulables. De aquí que el sentido y la medida del progreso, dentro de cada período de ciencia
normal, estén bien definidos.
El papel que juegan los paradigmas en tanto logros concretos o ejemplares (primer sentido)
es central en el desarrollo de la investigación normal. Los científicos resuelven los problemas
reconociendo su semejanza con los casos ejemplares, identifican nuevos datos como significativos,
y las nuevas generaciones aprenden el significado de los conceptos básicos resolviendo los
problemas de las soluciones modelo. Estos casos ejemplares son la conexión entre la experiencia y
225
la teoría; muestran cómo ver y manipular la naturaleza desde una cierta perspectiva teórica. El
contenido cognitivo de una disciplina no se encuentra empotrado en una serie de enunciados y
reglas formulados explícitamente, sino en sus casos ejemplares paradigmáticos. De esta manera,
los paradigmas, en los dos sentidos del término, son la guía imprescindible de la investigación en
los periodos de ciencia normal.
Contrariamente a sus propósitos, la investigación normal -con su creciente especialización y
extensión del campo de aplicaciones- conduce al planteamiento de problemas «anomalías») que se
resisten a ser resueltos con las herramientas del paradigma en cuestión. Si bien es cierto que la
adecuación entre un paradigma y la «naturaleza» nunca es total o perfecta -siempre y desde un
principio existen problemas no resueltos-, el surgimiento de ciertas anomalías hace pensar que algo
anda mal a nivel profundo, y que sólo un cambio en los supuestos básicos hará posible encontrar
una solución. Esta etapa en que se cuestiona la eficacia y la corrección del paradigma mismo es la
etapa de «crisis».
Con la crisis comienza la «ciencia extraordinaria», esto es, la actividad de proponer teorías
alternativas que implican un rechazo o una modificación de los supuestos básicos aceptados hasta
entonces. Es en estos períodos cuando cobra auge la reflexión filosófica sobre dichos supuestos o
fundamentos. La proliferación de teorías y perspectivas alternativas tiene una importancia crucial en
el desarrollo de la ciencia, pues los científicos nunca abandonan un paradigma a menos que exista
un paradigma alternativo que permita resolver las anomalías. Las crisis se terminan de alguna de
las tres siguientes maneras: 1) el paradigma cuestionado se muestra finalmente capaz de resolver
los problemas que provocaron la crisis; 2) ni los enfoques más radicalmente novedosos logran dar
cuenta de las anomalías, por lo cual éstas se archivan (se reservan para una etapa futura donde se
cuente con mejores herramientas conceptuales e instrumentales), y 3) surge un paradigma
alternativo que resuelve las anomalías y comienza la lucha por lograr un nuevo consenso. Kuhn
describe el cambio de paradigmas como una «revolución científica». Las tesis de Kuhn acerca del
cambio científico tienen como blanca de ataque los modelos tradicionales de evaluación y elección
de teorías (tanto confirmacionistas como refutacionistas), y la noción de racionalidad presupuesta
por estos modelos. Al describir el cambio de paradigmas como una revolución, Kuhn está negando
que la elección entre teorías pertenecientes a paradigmas distintos sea una cuestión que pueda
resolverse aplicando un algoritmo neutral. La elección entre teorías rivales no se puede resolver
de manera inequívoca sólo por medio de la lógica y la experiencia neutral (como pretendían los
empiristas lógicos), ni mediante decisiones claramente gobernadas por reglas metodológicas (como
proponían los popperianos). Las diferencias entre los contendientes durante una revolución
científica pueden llegar a ser tan profundas que impidan llegar a cualquier acuerdo sobre qué
cuenta como un argumento decisivo a favor de alguno de los paradigmas en competencia.
Los cuerpos de conocimientos separados por una revolución, es decir, insertos en
paradigmas diferentes, son muy difíciles de comparar, y puede llegar a ser el caso que no exista
una medida común de su éxito, esto es, pueden ser. Las diferencias que separan a los defensores
de teorías rivales (y que son las responsables de la inconmensurabilidad) son diferencias en los
supuestos básicos de los paradigmas: diferencias en los criterios que determinan la legitimidad
tanto de los problemas como de las soluciones propuestas; diferencias en la red conceptual a
través de la cual se ve el mundo (en la manera de organizar conceptualmente la experiencia), lo
cual implica que no hay un lenguaje neutral de observación; diferencias en los supuestos acerca de
qué entidades y procesos contiene la naturaleza (en la ontología que se postula); y diferencias en la
manera de aplicar y jerarquizar los valores tales como consistencia, simplicidad, adecuación
empírica, precisión, fecundidad, etc.
Entonces, como un cambio de paradigma lleva consigo diferencias fundamentales -que
generan cambios en el significado y el uso del lenguaje de las teorías rivales-, y como no existe una
instancia de apelación por encima de los paradigmas -un marco privilegiado de principios
universales-, en los debates no se puede partir de premisas comunes y, por tanto, no se puede
probar que una teoría es mejor que otra. No puede haber un argumento lógicamente competente o
decisivo a favor de ninguna de las teorías. De aquí que el único camino que queda es el de la
226
persuasión: cada una de las partes en conflicto trata de convencer a la otra de que adopte sus
propios supuestos básicos. La ausencia de argumentos decisivos hace que no se pueda tachar de
ilógico o de irracional a quien se niegue a aceptar el nuevo paradigma; y por lo mismo, esta
aceptación no ocurre de manera simultánea. Cuando finalmente se reinstaura el consenso
alrededor del nuevo paradigma, comienza una nueva etapa de ciencia normal. De esta manera, una
vez que una disciplina científica ha alcanzado la madurez, pasa repetidamente a través de la
secuencia: ciencia normal-crisis-revolución-nueva ciencia normal.
En los trabajos posteriores a ERC, Kuhn desarrolla, clarifica, y a veces modifica sus tesis
sobre el desarrollo científico. En cuanto a las unidades de análisis, en ERC quedaba claro que las
teorías entendidas a la manera tradicional--como sistemas deductivos de enunciados- no podían
ser las unidades de análisis adecuadas. Sin embargo, la unidad ahí propuesta, el paradigma,
quedaba confusamente caracterizada. En la «Posdata-1969» (Kuhn, 1970a), Kuhn se ocupa de
distinguir los dos sentidos de paradigma que aquí señalamos desde un principio, y que utilizamos
con el fin de hacer más clara la exposición de su modelo. (Los paradigmas en tanto conjunto de
compromisos compartidos se denominan «matrices disciplinarias» en la Posdata.) Una diferencia
importante es que en los trabajos posteriores se debilita el carácter monolítico que tenían los
paradigmas en ERC, Kuhn parece aceptar cierta independencia entre los componentes de un
paradigma y, con ello, que el cambio de paradigmas no implica necesariamente un cambio en todos
los supuestos básicos. Esto permitiría enfatizar las líneas de continuidad a través de las
revoluciones -sin tener que negar las fuertes discontinuidades-, y reforzar la plataforma que sirve de
base al proceso de persuasión.
En cuanto a la evaluación y elección de teorías, Kuhn destaca el papel que juegan los valores
tales como adecuación empírica, precisión, simplicidad, coherencia (tanto interna como con otras
teorías aceptadas), y fecundidad, en tanto criterios objetivos para evaluar y comparar teorías rivales
(cuestión que había descuidado en ERC). Pero sigue sosteniendo que estos criterios, a pesar de
ser la fuente de las buenas razones para elegir teorías, no pueden dar lugar a un algoritmo de
decisión (no bastan para dictar una decisión inequívoca a toda la comunidad pertinente). Las
buenas razones son contextualmente dependientes, históricamente cambiantes y nunca
concluyentes. Por tanto, Kuhn reconstruye el cambio científico con un modelo de razones (no de
reglas), que da cabida a interpretaciones diversas y a la aplicación no uniforme de los criterios
compartidos.
Este enfoque implica un cambio fuerte en la noción de racionalidad científica. Según la noción
tradicional (presupuesta en los modelos algorítmicos), todo desacuerdo científico es decidible en
principio. Kuhn rechaza esta idea en vista del fenómeno de la inconmensurabilidad, y da cabida a
los profundos desacuerdos históricos. Si los desacuerdos y los conflictos son episodios
constitutivos del desarrollo de la ciencia, y si la ciencia tomada en su conjunto es el mejor ejemplo
de racionalidad de que disponemos, debemos asumir una noción de racionalidad -y un modelo de
elección de teorías- que permita reconstruir estos episodios como racionales.
Los desacuerdos, entonces, son resultado de la variabilidad individual en la aplicación de los
criterios compartidos en cada contexto. En objetividad, juicio de valor y elección de teorías» (Kuhn,
1977), Kuhn explica la manera en que los factores subjetivos se combinan con los factores
objetivos en la elección de teorías, y en «Consideración en torno a mis críticos» (1970b) destaca la
función vital que cumplen los desacuerdos en el desarrollo científico. La diversidad de juicios en las
épocas de crisis y de revolución permite que el grupo de científicos, como un todo, «se cubra en
sus apuestas». La falta de unanimidad permite que se distribuyan entre los miembros del grupo los
riesgos que hay que correr en esos períodos; así, unos científicos persistirán trabajando en las
teorías que se encuentran en dificultades (las cuales muchas veces salen triunfantes), mientras que
otros explorarán teorías nuevas y las desarrollarán hasta que puedan llegar a convencer a los
demás (lo cual sucede en las revoluciones).
La manera en que Kuhn plantea el problema del cambio de paradigmas implica un cierto tipo
de relativismo. La tesis de que no existe una instancia de apelación por encima de los paradigmas,
implica una relativización de las normas y los criterios de evaluación a los distintos paradigmas, y
227
también implica la ruptura de la arraigada asociación entre racionalidad y fundamentos últimos. Los
cambios científicos se pueden reconstruir como racionales (como apoyados en buenas razones
relativas al contexto), aunque no haya principios absolutos de racionalidad, trascendentes a todo
marco conceptual.
La búsqueda del método que garantizaría la correcta práctica científica y justificaría los
conocimientos resultantes, considerada por los filósofos clásicos como el objetivo central de una
teoría de la ciencia, es rechazada por Kuhn con base en sus análisis históricos. Kuhn encuentra
que los episodios más sobresalientes de la historia de la ciencia violan los pretendidos cánones
metodológicos, tanto los propuestos por los inductivistas como por los deductivistas, y que además
esto no ha impedido el éxito de la empresa científica. Los abundantes contraejemplos históricos
parecen mostrar que más bien los métodos mismos cambian y evolucionan a través del cambio de
paradigmas. Entonces, si los métodos no son universalizables, una teoría de la ciencia -una
metodología tiene que ofrecer un modelo que permita entender su cambio y desarrollo.
A raíz del trabajo de Kuhn se pone de relieve que ningún componente de la empresa científica
es inmutable o absoluto, se trate de criterios de evaluación, creencias sustantivas acerca del
mundo, procedimientos experimentales, herramientas formales, percepciones, datos, intereses, etc.
Todo en la ciencia está sujeto a alteración. Se considera ahora que el objetivo de una teoría
filosófica de la ciencia es reconstruir racionalmente el cambio y el desarrollo científicos. Esta
reconstrucción se hace a través de modelos que en lugar de prescribir a priori lo que ha de
considerarse racional, se apoyan en la investigación empírica e histórica de casos que revelan lo
que es y ha sido la racionalidad científica. Este cambio en la naturaleza de las metodologías
imprime un fuerte impulso a la investigación en el nivel metametodológico, esto es, el nivel donde
se evalúan las distintas teorías sobre la ciencia. Se plantea de una manera nueva el problema de
diseñar criterios que permitan comparar y evaluar estas teorías. Si bien Kuhn no se ha ocupado
hasta ahora de hacer propuestas detalladas en este nivel metametodológico, su trabajo puso en
claro que la historia de la ciencia es la base de contrastación de los modelos del desarrollo
científico, y que éstos se deben juzgar en función de su adecuación histórica (d. Kuhn, 1971).
228
UNIDAD
IV
229
CAPíTULO 2
LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA:
GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS
Marta Sabariego Puig
OBJETIVOS
230
52 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
231
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 53
La influencia de la paidología.
232
54 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATA'A
233
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 55
234
56 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATA'A
235
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 57
236
58 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
237
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 59
238
60 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
239
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 61
240
62 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
241
INVESTIGACIóN EDUCATIVA: GéNESIS, EVOLUCIóN Y CARACTERíSTICAS 63
242
64 METODOLOGÍA DE I^ INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
243
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 65
244
66 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
245
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 67
246
68 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
247
INVESTIGACIÓN EDUCATA^A: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 69
248
70 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
249
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 7l
250
72 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
251
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 73
252
74 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
253
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 75
254
76 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
255
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 77
' Este concepto significa que los paradigmas no se pueden comparar entre sí
por sus consecuencias lógicas: parten de supuestos teóricos distintos y, por lo tanto,
también ofrecen distintas maneras de contemplar la realidad, pero ninguno es supe-
rior ni mejor que otro.
256
78 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
257
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 79
258
80 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
259
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA; GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 81
dologías: así, hablaremos de la metodología cuantitativa y experimental
característica de la investigación realizada desde una perspectiva
cuantitativa propia del paradigma positivista; la m£todología cuali-
tativa, determinada por la lógica de investigación propia del para-
digma interpretativo o cualitativo; y la metodología crítica, eminen-
temente participativa y coherente con los supuestos ontológicos y
epistemológicos del paradigma crítico.
Cada una de estas metodologías incluye distintos métodos o
tipos de investigación con una variedad de técnicas particulares, de
carácter más práctico y operativo, que permiten hacer efectivo su
desarrollo.
A modo de síntesis, en la siguiente tabla presentamos una
visión general de las principales metodologías, los tipos de inves-
tigación y las técnicas de obtención de la información en investi-
gación educativa:
260
82 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
261
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 83
262
84 .METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
263
INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 85
264
86 METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
265
im^STIGACIÓN EDUCATIVA: GÉNESIS, EVOLUCIÓN Y CARACTERÍSTICAS 87
EJERCICIOS
266
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
Edgar Morin
267
CAPÍTULO I
LAS CEGUERAS DEL CONOCIMIENTO :
EL ERROR Y LA ILUSIÓN
5
268
estrecha entre la inteligencia y la afectividad : la facultad de razonamiento
puede ser disminuida y hasta destruida por un déficit de emoción ; el
debilitamiento de la capacidad para reaccionar emocionalmente puede
llegar a ser la causa de comportamientos irracionales.
Así pues, no hay un estado superior de la razón que domine la
emoción sino un bucle intellect ↔ affect ; y de cierta manera la capacidad
de emoción es indispensable para el establecimiento de comportamientos
racionales.
6
269
1.2 Los errores intelectuales
7
270
autocrítica. Se reconoce la verdadera racionalidad por la capacidad de
reconocer sus insuficiencias.
La racionalidad no es una cualidad con la que están dotadas las
mentes de los científicos y técnicos y de la cual están desprovistos los
demás. Los sabios atomistas, racionales en su área de competencia y bajo
la coacción del laboratorio, pueden ser completamente irracionales en
política o en su vida privada.
Así mismo, la racionalidad no es una cualidad de la cual dispondría en
monopolio la civilización occidental. Durante mucho tiempo, el Occidente
europeo se creyó dueño de la racionalidad, sólo veía errores, ilusiones y
retrazos en las otras culturas y juzgaba cualquier cultura en la medida de
sus resultados tecnológicos. Ahora bien, debemos saber que en toda
sociedad, comprendida la arcaica, hay racionalidad tanto en la confección
de herramientas, estrategia para la caza, conocimiento de las plantas, de
los animales, del terreno como la hay en el mito, la magia, la religión. En
nuestras sociedades occidentales también hay presencia de mitos, de
magia, de religión, incluyendo el mito de una razón providencial e
incluyendo también una religión del progreso. Comenzamos a ser
verdaderamente racionales cuando reconocemos la racionalización incluida
en nuestra racionalidad y cuando reconocemos nuestros propios mitos
entre los cuales el mito de nuestra razón todopoderosa y el del progreso
garantizado.
Es necesario entonces, reconocer en la educación para el futuro un
principio de incertidumbre racional : si no mantiene su vigilante
autocrítica, la racionalidad arriesga permanentemente a caer en la ilusión
racionalizadora ; es decir que la verdadera racionalidad no es solamente
teórica ni crítica sino también autocrítica.
8
271
ciertas operaciones lógicas a expensas de otras como la disyunción,
en detrimento de la conjunción ; es él quien da validez y universalidad
a la lógica que ha elegido. Por eso mismo, da a los discursos y a las
teorías que controla las características de necesidad y verdad. Por su
prescripción y su proscripción, el paradigma funda el axioma y se
expresa en el axioma (« todo fenómeno natural obedece al
d e t e r m i n i s m o », « t o d o f e n ó m e n o p r o p i a m e n t e h u m a n o s e d e f i n e p o r
oposición a la naturaleza »...).
9
272
Se trata perfectamente de un paradigma : él determina los Conceptos
soberanos y prescribe la relación lógica : la disyunción. La no-obediencia a
esta disyunción sólo puede ser clandestina, marginada, desviada. Este
paradigma determina una doble visión del mundo, en realidad, un
desdoblamiento del mismo mundo : por un lado, un mundo de objetos
sometidos a observaciones, experimentaciones, manipulaciones ; por el
otro, un mundo de sujetos planteándose problemas de existencia, de
comunicación, de conciencia, de destino. Así, un paradigma puede al
mismo tiempo dilucidar y cegar, revelar y ocultar. Es en su seno donde se
encuentra escondido el problema clave del juego de la verdad y del error.
2. EL IMPRINTING Y LA NORMALIZACIÓN
3. LA NOOLOGÍA : POSESIÓN
10
273
Es más, las creencias y las ideas no sólo son productos de la mente,
también son seres mentales que tienen vida y poder. De esta manera,
ellas pueden poseernos.
Debemos ser bien conscientes que desde el comienzo de la humanidad
nació la noósfera -esfera de las cosas del espíritu- con el despliegue de
los mitos, de los dioses ; la formidable sublevación de estos seres
espirituales impulsó y arrastró al homo sapiens hacia delirios, masacres,
crueldades, adoraciones, éxtasis, sublimidades desconocidas en el mundo
animal. Desde entonces, vivimos en medio de una selva de mitos que
enriquecen las culturas.
Procedente por completo de nuestras almas y de nuestras mentes, la
noósfera está en nosotros y nosotros estamos en la noósfera. Los mitos
han tomado forma, consistencia, realidad a partir de fantasmas formados
por nuestros sueños y nuestras imaginaciones. Las ideas han tomado
forma, consistencia, realidad a partir de los símbolos y de los
pensamientos de nuestras inteligencias. Mitos e Ideas han vuelto a
nosotros, nos han invadido, nos han dado emoción, amor, odio, éxtasis,
furor. Los humanos poseídos son capaces de morir o de matar por un dios,
por una idea. Todavía al comienzo del tercer milenio, como los daimons de
los Griegos y a veces como los demonios del Evangelio, nuestros demonios
« de ideas » nos arrastran, sumergen nuestra conciencia, nos hacen
inconscientes dándonos la ilusión de ser hiper conscientes.
Las sociedades domestican a los individuos por los mitos y las ideas,
l a s c u a l e s a s u v e z d o m e s t i c a n l a s s oc i e d a d e s y l o s i n d i v i d u o s , p e r o l o s
individuos podrían reciprocamente domesticar sus ideas al mismo tiempo
que podrían controlar la sociedad que los controla. En el juego tan
complejo (complementario-antagonista-incierto) de esclavitud-explotación-
parasitismos mutuos entre las tres instancias (individuo ↔ sociedad ↔
noósfera) tal vez haya lugar para una búsqueda simbiótica. No se trata de
ninguna manera de tener como ideal la reducción de las ideas a meros
instrumentos y a hacer de ellos cosas. Las ideas existen por y para el
hombre, pero el hombre existe también por y para las ideas ; nos podemos
servir de ellas sólo si sabemos también servirles. ¿No sería necesario
tomar conciencia de nuestras enajenaciones para poder dialogar con
nuestras ideas, controlarlas tanto como ellas nos controlan y aplicarles
pruebas de verdad y de error ?
Una idea o una teoría no debería ser pura y simplemente
instrumentalizada, ni imponer sus veredictos de manera autoritaria ; ella
debería relativizarse y domesticarse. Una teoría debe ayudar y orientar las
estrategias cognitivas conducidas por los sujetos humanos.
Nos es muy difícil distinguir el momento de separación y de oposición
entre aquello que ha salido de la misma fuente : la Idealidad, modo de
existencia necesario a la Idea para traducir lo real, y el Idealismo, toma
de posesión de lo real por la idea ; la racionalidad, dispositivo de diálogo
entre la idea y lo real ; y la racionalización que impide este mismo diálogo.
Igualmente, existe una gran dificultad para reconocer el mito oculto bajo
el label de ciencia o razón.
11
274
Una vez más, vemos que el principal obstáculo intelectual para el
conocimiento se encuentra en nuestro medio intelectual de conocimiento.
Lenin dijo que los hechos eran inflexibles. El no había visto que la idea
fija y la idea-fuerza, o sea las suyas, eran aún más inflexibles. El mito y la
ideología destruyen y devoran los hechos.
Sin embargo, son las ideas las que nos permiten concebir las
carencias y los peligros de la idea. De allí, la paradoja ineludible :
debemos llevar una lucha crucial contra las ideas, pero no podemos
hacerlo más que con la ayuda de las ideas. No debemos nunca dejar
de mantener el papel mediador de nuestras ideas y debemos impedirles su
identificación con lo real. Sólo debemos reconocer, como dignas de fe, las
ideas que conllevan la idea de que lo real resiste a la idea. Esta es la
tarea indispensable en la lucha contra la ilusión.
4. LO INESPERADO…
12
275
observadoras, las autocríticas inseparables de las críticas, los procesos
reflexivos inseparables de los procesos de objetivación.
Debemos aprender que la búsqueda de la verdad necesita la búsqueda
y elaboración de meta-puntos de vista que permitan la reflexibidad, que
conlleven especialmente la integración del observador-conceptualizador en
la observación-concepción y la ecologización de la observación-concepción
en el contexto mental y cultural que es el suyo.
También podemos aprovechar el enajenamiento que nos hacen
experimentar las ideas para dejarnos poseer justamente por las ideas de
crítica, de autocrítica, de apertura, de complejidad. Las ideas que
argumento aquí no sólo las poseo, me poseen.
En general, debemos intentar jugar con la doble enajenación, la de
las ideas por nuestra mente, la de nuestra mente por las ideas para lograr
formas donde la esclavitud mutua mejoraría la convivencia.
He aquí un problema clave : instaurar la convivencia con nuestras
ideas así como con nuestros mitos.
La mente humana debe desconfiar de sus productos « de ideas » los
cuales son al mismo tiempo vitalmente necesarios. Necesitamos un control
permanente para evitar idealismo y racionalización. Necesitamos
negociaciones y controles mutuos entre nuestras mentes y nuestras ideas.
Necesitamos intercambios y comunicaciones entre las diferentes regiones
de nuestra mente. Hay que tomar conciencia del eso y del se que hablan a
través del yo, y hay que estar alertas permanentemente para tratar de
detectar la mentira a sí mismo.
Necesitamos civilizar nuestras teorías, o sea una nueva generación de
teorías abiertas, racionales, críticas, reflexivas, autocríticas, aptas para
auto-reformarnos.
Necesitamos encontrar los meta-puntos de vista sobre la noósfera, los
cuales no pueden suceder más que con la ayuda de ideas complejas, en
cooperación con nuestras mismas mentes buscando los meta-puntos de
vista para auto-observarnos y concebirnos.
Necesitamos que se cristalice y se radique un paradigma que permita
el conocimiento complejo.
13
276
14
277
CAPÍTULO II
LOS PRINCIPIOS DE UN CONOCIMIENTO PERTINENTE
1. DE LA PERTINENCIA EN EL CONOCIMIENTO
♦ El contexto
♦ Lo global
♦ Lo multidimensional
♦ Lo complejo
1.1 El contexto
15
278
Claude Bastien anota que « la evolución cognitiva no se dirige hacia la
elaboración de conocimientos cada vez más abstractos, sino por el
contrario, hacia su contextualización » 1 la cual determina las condiciones
de su inserción y los límites de su validez. Bastien agrega que « la
c o n t e x t u a l i z a c i ó n e s u n a c o n d i ci ó n e s e n c i a l d e l a e f i c a c i a ( d e l
f u n c i o n a m i e n t o c o g n i t i v o ) ».
1.3 Lo multidimensional
1
Claude Bastien Le décalage entre logique et connaissance, en Courrier du CNRS, N° 79 Ciencias cognitivas,
octubre de 1992.
2
Pascal, Pensamientos, texto producido por Léon Brunschwicg, ed. Garnier-Flammarion, París, 1976.
16
279
1.4 Lo complejo
2. LA INTELIGENCIA GENERAL
17
280
2.1 La antinomia
3
Es decir la especialización que se encierra en sí misma sin permitir su integración en una problemática global
o una concepción de conjunto del objeto del cual no considera sino un aspecto o una parte.
18
281
El conocimiento especializado es una forma particular de abstracción.
La especialización « abs-trae », en otras palabras, extrae un objeto de su
contexto y de su conjunto, rechaza los lazos y las intercomunicaciones con
su medio, lo inserta en un sector conceptual abstracto que es el de la
disciplina compartimentada cuyas fronteras resquebrajan arbitrariamente
la sistemicidad (relación de una parte con el todo) y la
multidimensionalidad de los fenómenos ; conduce a una abstracción
matemática que opera en sí misma una escisión con lo concreto,
privilegiando todo cuanto es calculable y formalizable.
La economía, por ejemplo, que es la ciencia social matematicamente
más avanzada, es la ciencia social y humanamente más atrazada puesto
que se ha abstraído de las condiciones sociales, históricas, políticas,
sicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas. Por eso
sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y
consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles, de prever y
predecir el curso económico incluso a corto plazo. El error económico se
convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia económica.
19
282
Incapaz de proyectar el contexto y el complejo planetario, la inteligencia
ciega se vuelve inconsciente e irresponsable.
4
Ha habido buenas intensiones en ese triunfo de la racionalidad, las cuales producen a largo plazo efectos
nocivos que contrarrestan, y hasta sobrepasan, los efectos benéficos. Así, La Revolución Verde promovida
para conservar el Tercer Mundo ha incrementado considerablemente las fuentes alimenticias y ha permitido
evitar de manera notable la escasez; sin embargo, se ha tenido que revisar la idea inicial, aparentemente
racional pero de manera abstracta maximizante, de seleccionar y multiplicar sobre vastas superficies un solo
genoma vegetal -el más productivo cuantitativamente-. Resulto que la ausencia de variedad genética permitía
al agente patógeno, el cual no podía resistir este genoma, aniquilar toda una cocecha en la misma
temporada. Entonces, ha habido que reestablecer una cierta variedad genética con el fin de optimizar los
rendimientos y no de maximizarlos. Por otra parte, los derrames masivos de abonos que degradan los suelos,
las irrigaciones que no tienen en cuenta el tipo de terreno provocando su erosión, la acumulación de
pesticidas, destruyen la regulación entre las especies, eliminando lo últil al mismo tiempo que lo perjudicial,
provocando incluso a veces la multiplicación desenfrenada de una especie nociva inmune a los pesticidas;
además, las substancias toxicas contenidas en los pesticidas pasan a los alimentos y alteran la salud de los
consumidores.
20
283
degradaciones fueron más graves en la URSS que en el Oeste debido a que
en la URSS las tecno-burocracias no tuvieron que sufrir la reacción de los
ciudadanos. Desafortunadamente, después de la caída del imperio, los
dirigentes de los nuevos Estados llamaron a expertos liberales del Oeste
que ignoran de manera deliberada que una economía competitiva de
mercado necesita instituciones, leyes y reglas ; e incapaces de elaborar la
indispensable estrategia compleja, que como ya lo había indicado Maurice
Allais -no obstante, economista liberal- implicaba planificar la
desplanificación y programar la desprogramación, provocaron nuevos
desastres.
De todo esto resultan catástrofes humanas cuyas víctimas y
consecuencias no son reconocidas ni contabilizadas como lo son las
víctimas de las catástrofes naturales.
Así, el siglo XX ha vivido bajo el reino de una seudo-racionalidad que
ha presumido ser la única, pero que ha atrofiado la comprensión, la
reflexión y la visión a largo plazo. Su insuficiencia para tratar los
problemas más graves ha constituido uno de los problemas más graves
para la humanidad.
De allí la paradoja : el siglo XX ha producido progresos gigantescos
en todos los campos del conocimiento científico, así como en todos los
campos de la técnica ; al mismo tiempo, ha producido una nueva ceguera
h a c i a l o s p r o b l e m a s g l o b a l e s , f u n d a m e nt a l e s y c o m p l e j o s , y e s t a c e g u e r a
ha generado innumerables errores e ilusiones comenzando por los de los
científicos, técnicos y especialistas.
¿Por qué ? Porque se desconocen los principios mayores de un
conocimiento pertinente. La parcelación y la compartimentación de los
saberes impide coger « lo que está tejido en conjunto ».
¿No debería el nuevo siglo superar el control de la racionalidad
mutilada y mutilante con el fin de que la mente humana pudiera
controlarla ?
Se trata de comprender un pensamiento que separa y que reduce
junto con un pensamiento que distingue y que religa. No se trata de
abandonar el conocimiento de las partes por el Conocimiento de las
t o t a l i d a d e s n i e l a n á l i s i s p o r l a s í n te s i s , h a y q u e c o n j u g a r l o s . E x i s t e n l o s
desafíos de la complejidad a los cuales los desarrollos propios de nuestra
era planetaria nos confrontan ineluctablemente.
21
284
285
286
287
288
289
290
291
292
293
294
295
296
JZt
I♦;ir
297
CUADERNOS 91>CONSTRUCCI ÓNCONCEPTUA L ENEDUCACIÓN
0 1. z a u, rd cn l o . ,t u ^,
'O -0 = 2 — -cl -15 c., •—
1.. ca a. U (1) ,-• 0) 1./. i O O C) 1.) ■
tí) m e :-. z ---`) 1'
t:1 .•■••'
U 1.: cz:
>
o x=u
cs ,r, epz ua .—
•c..) er cri a,
uO....= = w.. 2 —1) 7,•-_,,,_
: = . ,E,,,_
7- eC.)
° . ..-.11 E1......1 —,
-o t" .1 l' 1) l' 2 1 '" ''
o --, o
z ,- > = cra 'O
- o mi ct .. ....
u, en ,-•
et 1
= 1 ,,- sz. > -13 ,,,
= =u r). =u-
298
s- et e) — c.1 -a 1 —
1.. e= • - ..= ...... cn ,— az CL) • • ■
(1... = -... ,.., l.
"'N -J .,
0 Ca.) cza en "O 11.1 ej 0 1) .11 2!= ' :Q 7 2 re c c ,c) ... :
•—• 0 t;, 1 en ,... X
1 . .e. . 4:). -cl0. :zi 61
= ,n Ò
cz..Z-,. ><u= E
o í• CA =
•elW cn -u ---I-) o
ce nsu-,....x
‘...
:1> un:
: r -. .:::: :2' :a. ) IQ . _<. 10 -I.)
t) CU .5Vi C0 CC: O y._
Z O • .. c.) ..-.., O 'O
i... 4.1z Iza" 1.9 1 1', ' 71= ...7' -----'1 1 ..?..
›-z = u3 u 3
__ =
0.) 1 fra .7..J - C Q.),... c. c. c ej p.)
o ,L,
O 1 eta ..,_
..-,, u cr et
-ts
et c-
u
.0 'O
c 1) 1 .......' g" 73
c... ° .,%) t" "I, 8 1 u.:
-= =- --4= -, 1, ❑
js.. = u
= ,n es th --
a=, , c.)
,..i.a O N1 O cn
up
a-
c).a•-,
u,
71 O a-,
ul 0 . .<.., ea
O- -...-_-- "." 0 u -' a> o
O a-‹,) O O.
(0 en -7 -, en --a . ., -.° u, O ..:=
Q- .---. 2 . eC' . 1
-C
o — el =0 = fd . 5 C2 : N
C..) O X c.,- ...
co, C.)1'211, C.) 0
V . E
4.. 17) '''
c.) ° .ct 71; -
:(..)
. C) cn
-
•T, O
"e7)
: O 0 th
V ..) ‘->
a) 0 =
>
- Es .._
= o
',...,
:".. ,za
o
Cr O 1-.)- 12 Cl+-a
• MI C>ed
•.-
L. ''' •-1°
cc: E '
. . a ... .9. c.) N. ....
'.-. - 2=9'.;•J
. -z„,o1V= .rn .-r:,...5,o „,c)
--
15 .,..., 0 . - ct -o c, x -o -yo c,„, u, ..0 .
CL)
cn ca
ucn cal e1... ,:-L). E c t0 .'CI)
o '->
C-)et '", 71
- 1y 8 E0.) U, .
O ° 1..)"O
ca) Cl. el) 1.1 eVi y -C 7) i 7:› CO 2 .1%; °
(73
"1=1 0.1
= .... *--.
= ri) rr C.) CL) "Cl _ u yv 1., ,,,,,j
Cl.
'-‘-- c u) ›. c ..-, • -
:= c/p
,- -ea r.,,
ZS = =
...... C7' E. :0
. 0.)
.." > 1 .5
eu
0 en ni'VoU
E ,—= ft" )/C) ig 1... c. ca5 =u)
E Z")c >», ..., E • ' =5
,., ,..':....
a.) en O
= o a (1) "- -X A E ... ' '-'
_ .- N '-' ,.+' c ,
O• E c.) E ell 2 3 LI :..,..,-1- III4.,
1c..) E c) .., / 0, ' s" C.),..
0
, U—
i,0-.-' = =o.11.)
. 1 cn Vo
0en O=c,,,i. = ,..c+ 0, x E
o C= 2 111 2 0 ° o
CD ...? ° 1> o .. .sz
17
. — , _to cn
.5 u E e c].)=
G. •U.- o-0 Z cn 0 •CD u Tryb "F,
__-o... _oo '',.....O 1-...,,44
12.)
O en = "O ,
ci.) .--. >, $-. <u u
.., .
t% ' 9 =1 ' o= 02° 4
.,:f . :.; z :.;) : ;: i"") '_E -a. .0)
— — ,-
. uz.
4 a n..
..7:'
,7, >< _
,„
.... . ce
.•..... c.
,_ =
cf .9I 1 ug —.5 .1,-. 21. > 51 1 1
L
• 1
en
65 j-11 _ u >-, ,1)
L. 1 U U I ce O 2.
N
cu a lla so c iedad p ro -
o e1 ., O) ce U C.) RS cts o - E
.1"1
en
,-- o o cn
o -p,..
o en
o o o•
O ce = 0
bu 1,-) C.
vz 1 z a) '"3 O ct
cr e
QP
u -o o ''-
5
CA
c.) .0 E
Ce
y.,
.-
.- u o o es $-
td) -,-, ..= «S (t) •=
U)
-
O
.
tO {i)
1... 0-
1.., 1 UD .7.
o- ce
> "Z ct
..0
"
0 CL)
° 0
,I)
CA d.'
-1 0
n
■-'
..r_ O O ...
Ct U
en Cc. 5 o
en 1:1. _■, v) • ..- ft 4)
1.. = ft
La teoría como reflex ión sobre el conocim iento construido
299
7°
- T) :2 `n a> c ', -,,, 0 ce u -0 vi .71 25' 9 CL>
a) u 0 Cd y-1 = ^ = o 7:3 0"
al 1- E 0.?") •>-- = ..e, •-
"1:3 = Ct .--> CC
0 .4., ,-, cn O en cut) .io . 1-. U x CL) O . 'ci
CC CL " CU O C.) == o .-J
O en = = e-> ce e- ce C en
0.) - te 0 ID- . - z' cn >‹ c VD E 'C) 'O CA
•Gt. c) U oci O •cr,
•• ce "O
.-O - zO . o ,,,et Ce C,)
= u. a> ''' • 1
- • , -, (1) ..."
.- a> z ,.= ce -3
sirve la teor ía
O 0 E g E
. 11. -o ,... U • -1 en O O '-", 1.)- O) O C.. u 0 -O
,.• s... E« -o) -...,
U .) ed U e> CA :..)
en u . en O O el •:": :-. ,_j et o
r: ,..
› 0
0.) >, •-•,'
o O') :1
1 E „, - `4-. ce: 1.• ce >' -= O en E
U • ::: '''' U NI O
T1 0 y) :-. en 4... u. ce r) -,,
7:" -O 5 5 = Q U "c) 5 '10
. - en .., >,, - cn 0 a> N o 05 et -- ct) ce ,....
-c3 = ce 4.- -0 . - . > •.C) Ot:z
) :Q. .1. : cy: 1 oict .1 ...1 C+1 ...1 0 _ g
11_0
u
erl o
° = ce U = = C.) ..= O ce o 0 ce
en ,cp •rz O 11) en = c..) O
u« U Cl. o = C,) : It en L 5
_.; = • - • - .0 .5- E 0.) °' 1 o
.5
1) en en OU ' -C3
(4 • - 'O 1-/ rd
ei.)
,-, = ..° Qe.) en
et o -0 .-;,.., o >< al-
u) -CLI
ce 7)
".
C9 Ce: 7.
1 CL. ep
O C9 -0' = ^ -- cn C el ce = C..) u. O)
U `'D o ce _10 et '- "U ,_ U ° 45, S) 73 .0 E c5 1...
" - -'= 1 r2 =
= • = 1......: "C1 O ce vp -1:$ 7 - ." Cl. - 1 75 en U , o ceS :,.., r..
. - .... s... :...
(4- -O
" a,-, ei; O -1.> a> r...
"
O •-•-•' O 5 O- u -0 = E - o 1C) O zn 0 CL)O ce ce a. - í... - o Tj .., O c>i e'l
O $̀1.2 ;.- a) u o -a> u
:=1. cu rnua>=3cc-)0 70 O In cd
O. u-o5:1. "-....- 0 O C.., cy.
r- c.) ..9 = u; (u U= u.] p ■U-•
a> O=
O s. 0 " c(?) cl
Ce cr et en c>) 1- z. -. ,.., al.. U " O
u. jzo ..r= __1 o - • = ; -11
cs' •1- 1..., s.- C u.. 0 u
C. 1... V) tID ce
u. IC ce ,,,'
- 70 ch C) °,-eA -,-
O -7' en -^ ce u. = a) co . a. - a>1UU.
75 .15:
70 crli,
ce O ce - -. en . - ce = al cn Ct. ,.=
11) 7:3
a ,...
ed C.) 0.) • "- re ei) T..' =
- -U
(9
.8 -te 1) O -12 -
..C:3 ....
1 "1:3 a> O Clt e r j e t c n E -= O 1.. u 0 , u
,...
u • -- tu •
o ce :1:3 cri Nj 0 O u. a.> u '''' TD = . ci, E ..,,z en
,... o ce u.,
si _
= a) -- cc-)ce
70c...
t'll 10 .-
%
ce O ,,, -3 u) -a) O O o
■
1.. 'ren
... . OUTS E EL er) >•-• = Cr 71). E 2 u E
`11
.., .....° ° el
= U C.) o O
••-
a.>
• '-` = 5 ....'
■
O Ti tt ,•••• -5 5 5 ,..
°I-. -c,
o "o c) ,...o cl
`00 a. ce a> ceg 5 12 _y..CI) el e 5 C) '''
1.> =
jo ,... ,,, -, o -
el
:: ''
a E a) ^ u>o o u) ed o
., = ,= -o =
Cr
T. MI -0
oo
> ¡- TI ° ce TI -- - N
<..
en
_ ••. ci) O C
C..''
LA ct
cn 0 U o U 5 U ó0 .
e.) 1.. "tt = cp E „, t.: a) • ce u U a) • - =
ce cn z a) = ccs -ID 1.- c.> O 7
.> =
(1. a. : . 0 "..0 0
T.> ° O 0 rz" c..
1) al:
c a> u -.) cl) :2 ,» 1) ''' ' " C. e.° _::
s.... Q
:-. "TO 9
O ce
U E. _
1) = 1. V E 11. cu ..o
rp u)
: "r/ ›, cvj > = 1) 5 .1.: 5 CL
CL) ''. .- ■C)
E°o Z u ,,, T ni O'N
1.. O = 7)
td) 1...
O
ej d) CU (3) O Ct o) re U 0
Di • 1.3 "0 s.. U U 1,•..
'O * ":3 c.> - a.
L
' a> 1 ›.., _:, ni ,,:, . cri ' ' .•...'
o I 1 o 11. 2., u" (1)• 1 1 et 1 --
un =E --
-- o `-•:-. o o 5... .15 "7 t21 Z.:,' i... cr) -10 ::.1 ce E ed u. TI ,_. .., -, J.: O 1.. Ce =
U o ,.., .... c.s... v, u •-• I- ce 1 0 z c., ...,z a. - -•,., o o
O
_ .....r- a> „ --,„
u ..r.
,_ u u) - -o
cr
I- en
o ,,, ,
0 a>
p ,„ ... --. CA
= .--,
E a. 1- o (.' z -cs
ul o U•
U=00 ,...
-- o
" . ce
CL ,i . -:: ,...
cn U ,-• U u
cm ..- - -....z,....,
E ...'1 o .1-•: o u) ,„ ,,, O
-15 45 o
ors
' ' °o) oc4 « -=-
cc
,_ 7--ce
^=" O
C). en 0 = o o ... . -C) 5 ..0 tt) C.) ,.. . `....
en .- rj -o ci.) 0
ce en Z., 5- -0 U.. en: P en °
O U --a> zz, . -, c.) ..0 ce ..-• te U O o O = "c5 .15 = O. ce> un o = ,11 O .._.
u et ., 5 C CO `5 ° -.0 .,
CA ,...-. e.
c» a> "0 U ,.., . _ % ce ..... ce '.0"-•
E -1 -o ' 17 5 en- r) 9 . ".." -o 5 c., 1., .2 >< 'r...• t., . o '.- 'E..-24 r, -0 " a 'cl "u> o O .- 0
>, 71
O -o a) ::.o.' ‹..., ••-z- 0.) > C. C.) _o • .- o TI a ce C.)
-
u •- -..-• ces
...... = __ mi ,o >-, • - s... ' 1:-
._ - ce • --,
= ce = O' 0 r- a> a.) ..,5 r> E a. Tvi u
,_ - g o" .2 1 ..9 ".= 0 ..•
0 Cli a> . 0 = c a) -
c a> ..-, rz, - c o - -- E -0 Q '-' E 0 '"" ' •••. ,.. " Cr
>, .0 CI u U 5 G.> . (1) 0. 13 ul O a> •,..0
- LI- 0
" -0 •> C. , - 04- ON ct o .
U.. an `n-• ...-
•r.: >, O 1) u c •e u. -0ce ' '
o - o • ...... = o O -O 10 oO ce..)-.-a) as :o CC: O ce C)
o el ) ct c-..) 0 C-C et0 c- e:
) t _E_ ,_
, ... ' bc,' o ■■
, ,f,
__o o
-- o a. _o' ce (,)CCu)p) -•_
C. 1... (1) = 'U Q. CCS -0
= c.)
• . - `Ó
.... c.) TJ '13 1:1 1 ell O ci) 1.1... ..:-.. u ct cn
■
V 9"
"C
'••'.' O c.) . ,....
'I"
=
El fa n tasma de la te oría
eCt . "t=I -u co
-...
0 ..-
,..., - ,-. cn Z-... -. i- `--- = '"Z1) 2e)O
0 70
„,., -. ''''' O > . 1-) -c-c:
C.) 1.7. y 1-1 el . 14 'C'll .3 4-' u.. 2 e r.. E
'.. a> cu L _c
- = •- .=_ cl T3 v 1 ,, ,_.,
,= =o) -.=ce
1-,.. ,t '''' '')
444 ...0 O
^ , =I ai, ce
›.., 0 o = o -0 5 Uo- -,-:--- rz . .-• (t = ,,, o -4:1 c-> Vl E .+- _ = t-0 o
c''
O . o a> •..- ,--
u; `-*
ti C.) CA."'.)
Ú=_ ,
• .... - ••,-, 4..a
ft ...
0' '-'' C.)
' O CL) 1... C 2 -r, -15,. -
'0 a) = C Y C $.., ..,4'
m ,-, -0 t. ‹.9, -',
', E. o o
1 . 9. - cal = E 1_ o-
o ,-. .,• "1:1 en •>- .) mi "Z te •
el) u >, 7.: • •-• C.
. • ...
E >, . ) o oce CL)
o • 6> C
• C -,s:z 0
,r- ..- ...,:71.0
o ) isr,
,, :
-
, . 1)
e.) E U
- -O els et • . .... = = u Er . - cll
-.
•7_ vl E, 0 ,„, - 7 U O .0 o et u " 0 0 -1°
u ,... ...... = =
o o o en eztes= o'''oclCL) s- 7)
u C.) ,.., O O E E 6 -o 1
- --= •-•
1) 'o1-- !----. - IP -; . . oo c.) 'E .i...(5a'u ..,- 1.- et tcl -6 u := CO u ,., .o. u
= o o _ ‘.u . ec 7.= o or-7".>='''o•-1.)
. i.--. ce a. -o ,-
o :- o , o -0 (i) o --
..._ :_. u ,-
-,- -_.
. - u. o ,..., •.- u = - a> 0o=o c.-5 ..° - 5 c") o' -o = w]
0 = U z ,.., ..>-.< --
U=
e...) 1 u .2 - > et c., cz. u . E7) **--- ce ,_- to _ jz.-.1 ....• c., ,l) cn l (13
5 ( 4- ...Z
-. )....
5. .U
U U <
..... C.) • e- '0
- „..
ct -;: 1.. ..A ty .'"J CD e... co 0 = 0 ...'t ,,, ct . T .--.....U--,.., re 0
. ti E o = . -L. C
(1) 0 .... E 1;
a) = u ... rn a) c7) -0 -e. <6 = 11) « E. o . _ m .0 E c.)
o = -
..0 G> • O •-I°
E O ..,
1) C!) U . N -0 U 0. 1 ., = U ... o . o -0 U -,-+
.-. TD Ce"1á.. ' - 1:1 . Cl
"' U e e)ct u e) 2 " ,r1 o ^ 2. C.
c) ...,11
C.> 0 O o
r..) 3 -_-.c> c> O C) > ...
.••••
L)
TI Cit O
"2:7 ce ce es c.) o
0
0 '',Z Q 0 ce 0.) ZIS' 0
- O U '"d 1.. T5 .1::i C.) '17, o 0.)- - 1
7..- _,:j " C:, c„, .:-..' SI
ce -. 01->)
al - r.-...
3 o= adl o'-• M. 0 O ,,, - 5. . o. 11 -c, o -o -0 '-' ci ce: cll • - a) - r. c..- o 'O O- 0
'V o ,A Cr to „ -0 • ,cd al (11
cet cei ce
• - -0 9 u'5
1../ : "C., «S Cri Ct •-• p -a) •
j . _ cn o) ' r- tri > (Z
- a) o
U •-
.:-O
noa>
L.12,c -O el `-' J---) - - "
I, 0
o
g o o_ -- ,- oN c,j
o 70 cs cf> r u) o zzs .- ir--
-0 a>
1._ u ce ce un 0 c O
CL) Ct) • E cl) ul
(I) el) o ct g p
o 1",'
-J -o r•-.....o > - z... --
o• ou. sa.)
tn rz. =
c-
ets c..9
t' -o ..= ID E E '7 cr o -o ,.. ‘., >, > .- -.-
• ▪ -
▪ • ▪ ▪
•• •
O cn 1 1 .. -0 1 • - ea O O
O ,,,__
•-• 0 en
-. 4_,, ce ,.., In "O
... enenC.) U "C7 en O ca el! CA =
••0 • - . "C::: L 0 U ec2 o
O cn &I -o •i".: - - cal cal= O O=
O C> 5 O ect 0.) -= o -0 c> O a> a)
0
cn en i_,-_, 0O = .) O O o a) 5 O O
._ ,,,,en
O col 0 0.
R - y= a> -o E O cn ct C.>
La teoría como reflex ión sobre el conocim ie nto construido
UC O
300
O
U •cr, R O ed
-o 1- a) 5
,-.
•-
_
1.> : 1 O
•,
'0
▪ CL)
cu" O
-o
O
•>71
U
TT
,-, O. .0 E ea u O
0 •- o
O u O 1.., C>
>NT) E "-
o • = - 0 ;--. +..
(1.) • 1)
4■, ■ • os) U
a> al 2 c> cl =
O .,.. > u .o
O V5 . =- O á. :2
CA (I)
a)
O
O
O en= en = = c,) 3 o
a) = ce •2. -O a) o E ...-.10 uel)- E .- o
O aU0 b o
E •
"O '070
O
O o cn 1.. cn t•.10 E -
C> 1...
O ;... >,, 0 o O O
a) E 1 O ›. c.i... ° . O. a> $.... VD R O
=
C>
0
r_.- E "O
.... ti.) > ce u cal
en O a) Cl.) 1
= 1:1.0 "O o >•N al R 0 vD`' O
en
E. E O 1:1) O 13,)
C.) .-'. C1:3 E SZ) O a) O ° o O
O
"O Ct
en 0 c') 5.1. "- - O • > ce O-
E r.; CT >"
a) as o en U •-•cli • VI O 0 1.) > ca
U
O O
O cm g * -
N c., .I - °I)
0 0 "O O 11) ;1>"
7.5 E
O O „, o o O O O r- U= ,,i) O O o E
O
1..
o Lo -0 -0
•11 O a)
te
a_
O o z.1 t11.. R rn
et : o ce 1 I a>
=
-
...-, 0 o ce
= •.=
O •r.
Tz, a) E en
0 0=
k= i.. -' En - 0o 0
o ,..,
,0 a) •-
o
,, - E
-c 1.
ou E) C> V .,_,D -0, c.) 0
R 0 ...".
= R o cn R 0 0 " "`"
O C> R, R tu -o l.í ..E
0 >N a« •- .") u. '1-‘' et z O.....
LC.)
O .0 -o el O ,0 R a I>
1- 0 o. et a) E E 1
• e
O 0 ID 1) 11. Ca S ,, a> O
o o
n • - c0) E cc: 1 •-tOea
- o• •--
a) -o a>
U -0 O O ct, e) ca
LAVIGILA NCIAEPI STEMOL ÓG ICAYSUSHUELLAS
U .,,, -0 >,
=
01. 0 ce 8 _ ,,, u "E
u> -o .2 o oE
o. = U
El fantasma de la teoría
E .5 - O a> -o > U R 0
O • a. cn _• o >ba CUI" 1 ' )
en •-• •5 --- O = el ca
1.
", O ,..) ea u
.-•
,_, N u.
CI) = CC: -O
rj ''' a) tl) O
0- (2 ca " Cl> a) U .... , ,0
= ce •.0 R O o et O a.)•
O O p o.
u -J O
„,O -
O bl) 0
.,_ - o
u - rn O en 'O 1 cl)
T. cri
Q
?. 5 .../ O t o "-j.
- 105
-o• as O CA CA'
o O a? y • U
R ce C> a) .0 U
"Z3 O O u.
cu
- u u 4• ..sz
O
CID
o
O E o- -o lar
cn
o u. o a O ti3 u "v u . ca O o =-0 6-
:O C.. , o • - W. -a .0 o
> E U o ._ „, .-E
O P =III O .:'
5 ce -0 (L) es -u o E o a> uU .,... ›, .:.-'
a> a> o
cn V) en E O g "c7) oz - O 7.") '5 > -o o en 0 u. .a.)
E oE ---
= CL) O . cid Rcl.
C.> 'V ce O ce
'O •.09rI • - - 1... = - z -o
O "0 0 en en -.I ti _O O U O. 13
.y 0Q- -5 e -a-,v,
I) O = U •O :O ct o (3)
-.= -7
O • 0" = 0 - o. ce
,-, -ORo V u E U .5
..- 0 ce :lo
"O 0 i a; = 00 /?.. E 2 o "I •E ° (.9
ti :2 o i-
2 O.> .... 01) en
a.= = ,... o U >N gj cn a) 7 R
i„,, • E - - &.-
a>
. 2 eu cu
rn 01 O -o
2 c. O. c>
et O a> or ,,, O
to ca E ó t,,
o c.. -o O
• 6- .7, 7:' 11=fu O O
.z.; en -17)* = -° u ...,15 ct R l'au)
Ci • 3 E -0 a)
O O <U .... o o >,
en E o
▪ O ,n O "V I,r: .... u. U 0
eas a) c.)
uo 0 u en •- CA
cu N = = =I O a)
z O.O . 0.1 a. Cr: 5 -0 O. CI) -O 5 (1)
11- -11 ' >N
a) I' -
o U u
.0 CO CC
COO.)-0 , , O U. ¡m'ole su CT
O C. , ce = <1.> s- o O - O. a) _o esi
eD CO E o ....-oF- ,, "o •-• 11) O 1.- O • 3 en U. CO
u
.0 t' u
a)
C/D
C
o
N
a) O
o CO et-
vz a> •
a)
O oooír
"'O :o a>
17 .45 0001)O0)e..)"'
o
- •,O•••• en c.) .5 o > - "' ,-- :°
o
en O CO O
- a)
O Ñ "P.
CE CO ar :o e:1 c) c» tz. ° els = o > , e 1 °" 5 ri ' -11 -07) ci) i E
La teoría como reflex ión sobre e l conocim iento construido
> • --) fi
301
O cn a) O cn
0 > • ce O ..2 O
e2 ...., O..o " _o u
c.> >., > 0) 5
CO a) O o
o. 5o 0 CO ".••• ,...
• 2 u Ñ 1- O wy a) a>
. o
o JJ 0 __ u en ce ce o o a> =a) -O
u) a> U 7:3
CO a) u
cn CO O
CO a) E o O o O bn ° ° = Pee o u E a> -o o
,_,0 0 ..= o
N ytía
> CC bI) o E :' 'D o • en e") 0 .... ry.) O U el>
U. CO Oo . Di CO o_ a> 0 ' :: O c..> 'U CO O
cn CA 1-,
L • = eu.a>
CO O L.. O ce o = 1•1 t .1)) en
o O
a tA
e) O
>-) a) í..
0 "O
O CO Ity ...° CL) S
c o •tn - y.y, ut .Ed uo "0 E O
o 0
cO
O bL)a) a) a>
1-oCO ' a) U. O cu O
CO a) C. . c7
O
0 en E ...., O O
U. ^: o o C..) o o cl, o cn o ,,, > Cc. O
CO a) 1:1 et ., ..1.1 -1, a) o
O. o. o O O g cf)
ti=
o O E a)
O,,,
o° -o
CO 5
O
o-
a st d
a cu
= ,,
en 22 o o 2 E e, ,n CO
'17
en
O O
01) O
O 0 o u 0 E,a) a) .0 U tan 0 - L o CO ,O.
f) C1)
U) CO
O
O
= -a" u 0 O O a> ce u a> cn O TI U
CO O O
O CO a. ce
a) > .0 CL) > '') -E. = 11' O
a)
o_ a) o
o -
L
7.: a-, 13 E o -o O
...0
S] g
tu U , Cr pj s.. > = • O
en o E a) C. -o • -1 E
o E -C en
-o -O 1.) a) 7 O
UD .O 5 C.) "'-' o • •-. a> en O
O o E O O •0 = O ct 6) 6) 1) )< P O -o
O a)
a)
o o CO O "C O 1°- CO •-
tu i-
,... o. cr 1-- c. o
c,.., z ..••••, =a) o
U)
0..) 0 a)
cu u) o o>a> -. cn U. a)
E
crs
a) •0
CO 1.) ¿)
""
O a)
CO
0 o 3-
a> CO U = O O .
a.) al. u U) a) o c'l
-,t
lu■-•
-._a;a>- 0 O u... ot . - .--
z O Cn
a> CO
a) Oa> u- )... ,-:-. -0 e> c- ce u ..r. O
a) en
0" o o a) O 4)
o o O tw 7:1
›, ) .o
c.)
cn "V a> &-. 0 i-•
a.) o U O a) O CA o o o cz: -o O c.> O
O O. o
a) O E .) Ú 0 -C, -1-' 'f) Cr' en cf, u O °
1- O
O -o O 0 "CO o oL Oto E
-0 ce O .45 .°
o CO• 4-. O o o tO
•0 0.
eO Cn E •- .0 o et o = CO E
O o " et
CO
C.)
CO 115 a> 3-.
tu a) a> U CO Ou - ,_ E = ao ,.,:,„ ,__, ,-.., u O>
O
a)
U)
7.) a> u) o . COtO ed li>"' a en O
17) O CO O O
O
1-7 a) o . 5 = CO O 1:3 " el> . 0 E
a)
. ciz) a> o o CO = ° -o .2a) .c.)- =.........COe o y Z.>"
.._ cn ..-, E -o -o CC
O o U E = E °"t:3;--
,
e) = u; O- y O
o O -O o a> a) 'O O ea ce = 1--) `-> o
,E : Ci) u Oa ce O
O en 3 0 U
- o ,_- -
O C a> N
()
CO
U) o O en o i--. 7 0 C1)
. , -a 0 cn ^
o a> -O o O •^
0 ".' 1..) a> ,.• e ,u O
en O -0 -0 - u z.,... .0, C.,
o .
cue s t ión de
>, a) 1 0 1,
inconsc ien te
O CO a) a) O U
-0 "O
a) a) a>2- CO -; ce Ú o OO a.)
O o -o- CO o
en- - o 0.. u en
O
U) Cr c.) - en 1...c.)...0
as ce u) CO
O cc Crj a) E •;,-_-, en E fi (1.) .0 o
a) .... .4...
17.. -E .--: *-0
Cd) CO a) >. 1.) ....
a) o
a)
,-•
0. 0
o •
ec
o
O
o CO
"O
O
o.
.-05
== oo -a)
el) en "Ce a)
ect
O N E O o a> 0 CO ..0
u o " O oCO O en o er,
o -o
a, •- O ce O • N
1...
- CO
t',4
-o >e ° "0 rz
13 15 '- cl) O
O) a> cu o a>15
= a) ce O o CU ....; O ••••• o a) o -o1.. 1.,
O"= CO CO O o N .-
- . - •_-_. O a) .0 en o o el> c.)
a) CO ce a) a) E a)
en O E
,,>) 2
- = ..... o o CO 0- o 01.) -0) tí)
CO Of) rCOa>c U O O o O cri o cl) .-
1... o 0) a) = a) u. c> L":: o C0
El fantasma de la teoría
.-
O
o "C3
.1 ce °11.
o ..-• .-. o ízi • • CO U) cn E - 7. a) C7 ce -
--. 3- ' " 1.11) c1 c'2
a) •- - 7..
o
E a) o
a> • ... . "O o • - CO
en Ce Ce O
O _O ,.,., CO o o >, ._ en o a) -CO O •-
-0
+s•
-- U 0.) a> O O O a> O
a) "O
cómo se e n t ien de (op. c it., p. 179).
CO CO
E" E 0 o Ot) . 1)
CO o Q) a> . 3 :2 CO °
1-• 0 u > CI)uce.O -
oo z.,
.."-'
t..7 Cru a) o
'O . - cn a) ,cu
CO
CO u., O o - . -t, O
a) = O
o. o l a)
a) "O E oa) U) Cr rj
(-
1.) 1-
> 0"
en
i.j.) a. _ cn o 0 CO Cs
.; O `'' L ce
y- a> -o <1)
ao>,_en
>, o• 0-
a) en
e.
-ce O •o
E
O >, C:1
E; 0
.._.-
,... -o >
O
O
O
•-
o
O
•'u:
C.)
ce
cn 0
.,..9 -o o
O
- ce '....-
0: -o.O 0.) O . ce o o o °
ce 71.) -5. en O E o - E •ID
u a) • - E O CO cu o 3 '
'4 Ola._"
a) CÓ
o -o o a) 7:7 a>
I. =u,-- uce a) o o -C3O
0..› •, U
U (/) o o CO
CO c..) . c5>) a) ›.' O -O
a) o) 0 0 -=
= a) ..> Ñ
Cá
u >e o >. Oa> `''
O a) O O. O O
u a) .....,' en
.U, . est a) = tu O O 1)
oC.> O •- "O ea
c.) el e) E '0 o -O C.) 1...
.- o c). •,- O O •-.. • u Cn U) f. iIt
en O e >, O r.) a) c.> en a) CO O
•-• CA . cas
, 2> U) _ t: CO =
O. 0
CO am i ='U
a) 0 O
17)
5•.).
E O5 6Uc.)
= >,,....
en
N u re O O ti o U
- 5 ..61 o o .-2 ° .E -o z cu o o-
U CO o C. . "O a) L O _
° 0.0
-e O
y_ C- a> a) O o- CO =U.
0.) o a> E CO o X. O
U. cci
.0
CO CO
O
o.0 el u. >
o
e, - u o • - E o C a) u g.) a) cO a) "o u I-
o -o .0 1 . - gj o ..... s...
.... ..J va a- -o o O
U - -.--`
•- Cn ct O ent L-
4~ O C.) en -OO CO 0.) _O O en e0
-0 11) en
• - =•
•
0 1 cn en I I •■ e .e = rn o
(./) 11) 0
, 1•.-
0:1 : I VI o ==
.). . ■•cn
•1
• ..0 O (L) > ' E 15 í) <- • ce -zo
1
O = = «á = 6' y
= o
,,,„ a.) = ,._, ct >, 1,:-,
as a).._, 1.) ›e
-- ... a> ed > • o r--
> = "-- - .- = =E
U - = 1-. E -0 cc G •••
z 51.) = >1 E 0 o. -- =
8. ,... 8. .... 1 --, 1,• = CU cl •- l--O
° U
0 ái
.-.7) ,. . =0. ,_-5
2 o = - '01
a) -.0 c.) O o ce -- 00
9 o' zj u5 cn
O >>' 49 "
La teoría como reflexión sobre el conocim iento constru ido
„«: 0 o 6 -- cn = t_-, -› o
c.> to ,,, = -0 c,;' . 1 1; °- II 0.5 cl o -:-•
a. =
- ..-
o c.) -,,; .., ... -
0 < .x-
Z> 0 a) el „1= a) eu
4., el ..4 .-. a> = O 0 e e- CUE ed := O O ..= et
F- ..-› o ,..„, u. 3-, -O O "hn
CO 00 1- O
.... t= OS mi o >-
C.) < = .0 -= ...0 .."-• O Ti. a- .1-• en E cts ° > = ...,
-- c.> o ... 03
41 g 0
,...3
I.0 O
1)
C9 cr ° .- y; -,5 o en ,er •-•
-171 E o ,n
v, o . N 1 u Ve . C.) (1.)
E ess .. D U511 =t1) -11 >EE i-
o ci) t ;o..-
,---. ,..-u
■2 C 1- - O ,„ > _. ''''
en °O /1
Illi a) -5 "
0:i Z OD .7-1 1"'" ' ° eii " Z5 O U so 4) .... ..-, .II e O tO e
O .0 = ycc:
1.) - i<• - al. ce .02-o
'' O -0 jr a> tu >, cn - • - a> .-•• O 0
•, <= u ect
co) ri 11.) ce = -- 0 •r._ en = •-• = . = - ct 7:1 C
Z < o .o -- ez., -1 0) = --. -0 2 ., -o o
- 0 C.., al cn .1.1. 11) ci) -. éti -0 13) ".= -.
" >
17/ (I)
-1 `O E r..) á cn a) 2 E o 1 o <1>
a) i...coEu -oot.)= so. •es 1.5 .0 t"- E ...? ..`' °- '13 O ,-„
.12
.41) ci3 O
r....
P 12 < ces , 0 ... u es o >»,-0 z
,..
= tt 2 o- , a) = , o... O c.U, •u 0.) o
H 1Y 0.) (.1 c). . 0.,
=
cd z
- cn c . 1 io o
o o _ -8 1 ,.., jo cn
Cl. u5 eu >‘ , "o a E o
ci ,., = as
0, ,a, - =
0 ■-•• < " O
e> cl-) 1)
,,, Cl. "V
ct ce 1 v: o. - - cl U ,, ,,, . ,,, „, .t o -4" o
-= 0:1 ro -o 1- ca "" '- 13
,_, ......." u
= o
.-
O O Jen = 4,)
el) 'e7)
E ,_ c.> cts = ,- u -r›
o P •-- U - = O
u
.1)5 1-
1 ..1 r. E ,,, <11 -O. 2 TI:- . en •...,
1.., ej, =
= (I) Cel <L> = O
o e O 4.) : 13 1 0 el.) - - - O cn e e.... . e
1-/ O •O "
„ tt a) -o G-)
2 = u -o ,:., .,- c.„ > on V C...) N cel C) CIA t.)
2
e- ci, •
22 in < ° "O
U .... 1) ..>
ct C1- -Cl
11 cl2 2 O •
`5 11 :E
O z -1 2 2 2 = CD ..a) `-'. 6- a) o
E-- ,...) ,.,
"2 0 z
._,t, =o -o Ou...t.,
, 2 (1) =
._. o- .u. -¿,; --
rT I
c-•
cn ,,, s
-
-o0.) O ;.=u.
.... 1 , ,s.._ , 1_ ct ci)
11.) r .' ''5 = 1.. ,-, s. 1.> . tin = G.> .- en
1-) O O- t.': . on no
- . e`l ¿ 1
= > 1- L1) 1 a .6" oO . elo a.R ru° oy).12.= o_
A- N ° = O ...-.
c) O cu et ->- a) 0 cr c7
a>• - O 11- --- e9 E ''ZS a. E. =2- . o o= v, ct ==
rA o s.....• - r..• 1...
E= x >-,
, O rn O ....:
c..1 in
ri)
u 0 •0 ct 1 12 tlij
a., =
. - u th O
ret tn 1:1 o el 0 Z5 -o ....
•-:.: P ' o " r7; = -otu
La te oría como reflex ión sobre el con ocim iento construido
303
'il O
- o.
u) -O
r-
un ,-,:s u- :.. O -C)
. . o: -0 ....1- Pu: Ecn =
C.)
_, tn .- O -•-•
,., ,p u "O • cd 0
: . -cil,>. Eo
C.) O
E = O O
C..
-c)O ...., cu . la CA
..5:'5o=' ..:71:1u_ .'E'1:, -O
>-,4 --y): u,: -II_c'1 .-11 -
.-- -
3, . . . ..cn
7.: .i:u:tn1,-Q'I)
E = 15 g 1 ' ,7> •'13 - ea
u
t0 ' Ir = E = o
.al)o" ,- --- i...0
im. U
I = u- =
L t> = -.az 0 .2 I1) = (1) ._
N O u. 11,0 = ,•- ■
• - C. 0
1 ..E á E ,1' >mo 1 ... 1...
(13 U 1-.
•■•■■
ed
=1*-uoc>---,,e=-,...
■.0 E -'2 7) 11-
... ,... -o---7.)•
U cr) • .-. .5 ' 1..) 15
0 tr.) cn
'9 4.1
In = O ° O O O
111 ce - w,.. ›, > ..: -o o •-
cd -.., u, '-'- 4-- = LU '''' O ta u
ett
y'-
■
=
. ..•.. O
U o n
0
.... 0 = e)
L
CA rs1 • i
O o , t
. ) ¿;)
a> = á -6 o1)
.-- 0 .5 U
'O y 0.. 47:31
-o 1 .). O u • - -.O °
c.> cu E • --. :,... u_
"O •ct
,_ O
0
CA.-
zo ›.... I.. U . 1...
al .=u - - c_>, "z cz> (01 0 . t.,1 . 5. a) ed = -r.,
- r... =
1 E E +A 0- 0 O.
• "" y<
C.. = c.) '
O -O
u, <U u r
au a) ,„ )..,
...)
ea n0 = -- a>
= •-• o C.. C :0S .=
CI
ll:O
- 71 2 u cn - "V cl) u.
en u -- »........,
c..) 1 o
.., -.,,,, ,5 0 '''' E c§ . IP "1:1 "O O al
cn
0.)
•-.
-5 cn 1_,
O mi ti.) CA
e2
1-•
ett
~
O O
O ul -- O cn
..... el
s' O- ^C
•
e-) O c4
0 0.) L1
9
E • 7,- -/z _■ =et ,,,
:. . t>
...eto-0.000
cn U U C. -- O E "C3
ea .U •,.. -0 =
tri to
_ 4, ...., C.") ;;,
2 = z =3 -z
e SI „., -7.; 0 >'. O , o .---
al ... = -. t> 1-0 Oo ..z.
i... ..s.- = O
:-- .0 .,-, =
tID
cc0s--
-
=
7- en ...,...). e, ,,,,
l
1.> ....,
C a=> a> ,..., cl) = f.s, y .0 -= cn TcS
o
o . Z7 7.-., • Fi I. >, u
O u 1- ...., -- "L1 c... a.) c..) __' cu 'cl
°
O E :1 -1
1 7-
cn E u • --, _0 1.- al -E " 2 -O O al o
cl
cn a) '1= - O u)o ocn -r.o o cn
el cl
,_
u r' E
= o ct = -czt -O .-. o o cl -o
•-•
ea e)o cl ea 7:1 5- ...... .... 7, 7
u cti c)
cn
u jO O -o
=
O><
El fantasm a de la teoría
o ..../ s-o
304
-,—. .
c.> CO ca O C.) a••
.-■ en
A 1 O
•' ..1
al ce en O ed 7..
= OD O C...
C
t> t:1- Cl. U).
•a- ..e, o O 11) cd cn tel r" O ' ce E en
- -n, o ca. te ,-,
_ . «I 1) 1... en u eci 2
....
U ...4 . c., cu 4...en 15 CA O
Irs ' '..cr: n 1 c
—CO
.1:' ° C
I . O ri.) ". 744) u
>
= •0'CA t:
U ,-,
tr'
,
= — el > O 2 = ., O = .
O ci) • - CA..... al . P.0 48. .-.-. = ez1 1 'O 0.1 -o = czt en .= o O
= = r. cn s- 'O = O .-- ..0 = • 7) .0 O cei 1. O=
O 0 e..> ed O — U ).-
e- ce 1: 1 = a> = •-•
u) = el
= ce -- s ed
ba .01) 4.2.. :: en ,-. E `" 1 -0 1... o
0 rn
•- en u
'',_,' U a> = r,2' E 5 1 1 1
90 ct -7, tz U .C14 - = - cou 0 .1a) 0 o °
0 O ;... j = .- U
CA cu 10 . C) E cl) "tri $... e.:
= t> O 1 -1:3 ' -
O •0 1 c.) 1_ 5: 0. P.:, I 2 .,f . , c u — c. .
0 2 .= o "s" et
..... o .1,.. - E 4, cu = ce
CA O C.) CA 'V C.:3
d M "r> 4 1:" — 4-• c:.> :° 1 t> Cl..
-O 19 1
9. O ... 1= r.... U 2 ,..r el 1 ..1 5 "V el = ce ,r, 1›
.... ,_,
,h-, mi 1.. = 4, e- ‘.., .,-,
Cl. N ...
=—
CA en mi
al o -1 .- o =
0 .9 Cu en — = a)cat CDeci = G.,) en co)
= 0 u o
=
0 =
en 10. -c3 s... ..o, cn U C. u «I E 2 "r; 11) 2 ,et 2 e) = ,,,; .
c> •—
"O O col u >< cn t u am) O
= x = E 1 Ó. u 15, o 0 91 > 1.., = u.
enmi=°
-o a> = u 0 o a> _T -0 = ce
-7, u ..-, 1:1. ... > ,,,, o -c) =o =2 o
Cr -.7;
o.
ce •... •._0, . c., o- - — c -o c ..- •c..) o — = _ —ct: ce
— - — ..cti 0.) o. ct,cr
CA L. t3)
.151 0 E ... s.,.. O = ....J .... = vs ry'l
.--. O , ..- ett
= 5
,- 1...... e- 51 e: cn =
1.. 0 = - -
'4- .0 x
11) -0 O- en
o O 0 4.) la U O
czt «S -..-- _
cd a. -= o sz I.. = c.)
3.- o et '1.- C- en -..., •O N