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TITULO: LOS MANDAMIENTOS DEL ESPIRITUD SANTO


COMPETENCIA: CONSTRUYE SU IDENTIDAD COMO PERSONA HUMANA, AMADA POR DIOS, DIGNA, LIBRE Y TRASCENDENTE,
COMPRENDIENDO LA DOCTRINA DE SU PROPIA RELIGIÓN, ABIERTO AL DIÁLOGO CON LAS QUE LE SON MÁS CERCANAS.
CAPACIDADES: Cultiva y valora las manifestaciones religiosas de su entorno argumentando su fe de manera comprensible y
respetuosa.
ME CONTACTO CON DIOS: 1 Cor. 12,4-6. Gal 5,22-23
OBSERVO, ESCUCHO Y RESPONDO:
1. ¿De dónde provienen los dones?
2. ¿Por qué se dice que hay diversidad de dones?
3. ¿Cuáles son los frutos del espíritu santo?
PROFUNDIZAMOS
Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma, para secundar con facilidad
las mociones de ese mismo Espíritu.
Es como un instinto sobrenatural que coloca Dios en la mente y el corazón de la persona que, despojada de sí misma y del apego
desordenado a las cosas y a las personas, vacía de sí y de su egoísmo personal, puede sentir las mociones de Dios a través de su
Espíritu, y seguirlas dócilmente.
Los siete dones del Espíritu Santo son:
Don de Ciencia, es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para
sostener la fe del bautismo.
Don de Consejo, saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de
Dios.
Don de Fortaleza, es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.
Don de Inteligencia, es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.
Don de Piedad, el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la
piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.
Don de Sabiduría, es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.
Don de Temor, es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.
Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la
Iglesia enumera doce:
1. Amor (caridad) «Sin amor nada soy Señor». Efectivamente sin amor nada somos, porque el amor viene de Dios mismo y sin Dios,
pues eso: nada somos. Este amor fruto del Espíritu Santo refleja el amor del Padre y del Hijo, un amor inmenso, incondicional y
personal.
2. Alegría (gozo) Es el gozo que experimentamos, fruto de tener a Dios en nuestras vidas. Es ese contento de sabernos suyos y de
estar cerca de Dios. Esa alegría que no nos abandona ni en las situaciones más extremas, porque Dios vive en nosotros, porque no
estamos solos, porque se quedó con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.
3. Paz La paz es el lazo que une al Padre y al Hijo. En ese lazo encontramos la calma que permite que nada nos turbe, ni en las
circunstancias más extremas, ya que es Dios quien vive en nosotros y su compañía hace que nada nos perturbe pues Él ya venció a la
muerte y al dolor.
4. Paciencia La paciencia es el fruto que nos permite hacerle frente a la tristeza y al desánimo frente a una situación que parece no
terminar. Cultivar la paciencia sin Dios puede ser una tarea titánica, pero la presencia del Espíritu en nuestras vidas hace que esa
paciencia brote y podamos enfrentarnos a situaciones duraderas, incluso permanentes, con confianza y calma.
5. Longanimidad Sinónimo de perseverancia es esa fuerza que nos permite realizar un trabajo de larga duración sin decaer. Tal vez la
conquista de una virtud o las propias vivencias que requieren que no desistamos, que continuemos y si caemos nos levantemos una
y otra vez, como un porfiado, a continuar el camino trazado. Y por el otro lado a continuar con el bien de un trabajo, de una misión,
de anuncio del reino de Dios que nos ha sido encomendado.
6. Benignidad El Papa Francisco nos dijo: «Quien no conoce la ternura de Dios está perdido». La benignidad habla de esa dulzura y
ternura con la que Dios nos trata personalmente y como en presencia de su Espíritu esta misma ternura brota de nosotros y nos
permite relacionarnos con los demás con esa misma delicadeza, dulzura y ternura, reflejo de Dios.
7. Bondad El amor de Dios es un amor que empuja a que salgamos al encuentro. El encuentro con Dios, irremediablemente nos
empuja a salir a encontrarnos con el otro y transmitir lo que nos ha sido dado. Nos empuja a un trato caritativo, bueno,
especialmente con los más necesitados física y espiritualmente.
8. Mansedumbre Este fruto hoy en día es poco valorado. La mansedumbre se opone a la ira y al rencor, nos empuja a tratar siempre
con bondad y ternura a los demás. Nos hace tratar con dulzura, en las palabras y en las acciones, la prepotencia de otros.
9. Fidelidad Es ese permanecer constante al lado del amado. Buscamos cumplir nuestras promesas imitando al mismo Dios que
cumple sus promesas con nosotros. Mediante la fidelidad comunicamos seguridad y permanencia, nuestras relaciones personales se
afianzan y permanecen, nuestro amor se hace perdurable.
10. Modestia Regula la manera conveniente y apropiada de presentarnos ante los demás. Más allá de la vestimenta (que la incluye)
es mostrarnos a tiempo y destiempo, con respeto, caridad y pureza del alma. La modestia le huye a lo escandaloso y llama a la
calma, al recogimiento y al respeto, pero excluyendo lo tosco y mal educado.
11. Templanza Es ese fruto mediante el cual conquistamos la propia vida, nos hacemos dueños y señores de nuestra existencia,
modulando nuestros sentimientos, nuestros apetitos, debilidades, y optando siempre por el bien, incluso forzándonos a hacerlo.
12. Castidad Este fruto permite conquistar la victoria sobre los apetitos de la carne. No se trata de reprimir nada, todo lo contrario,
se trata de poder vivir en libertad y de manera ordenada la propia sexualidad. Sexualidad que tiene que ser movida por el amor y no
por el deseo y la posesión.
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