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San Buenaventura

BREVILOQUIO
Breve discurso sobre la
Sagrada Escritura y las verdades de la fe

Edición preparada por


J ulio G ómez C hao , ofm

Biblioteca de Autores Cristianos


Índice general

Págs.
Introducción .................................................................................................................... xi

BREVILOQUIO
Prólogo [Sobre el origen, curso y destino de la Sagrada Escritu-
ra] ................................................................................................................................... 3

Primera parte: La Trinidad divina .............................................................. 25


Capítulos:
1.  Las siete realidades que son, en resumen, argumento
de la teología .................................................................................................... 25
2.  Cómo se entiende la Trinidad de personas y la unidad
de esencia ........................................................................................................... 27
3.  La adecuada comprensión de dichas cosas ........................... 29
4.  La expresión católica de esta fe ...................................................... 31
5.  La unidad de la naturaleza divina en sus múltiples ma-
nifestaciones ................................................................................................... 34
6.  La unidad de la naturaleza divina en la multiplicidad
de sus apropiaciones .................................................................................. 37
7.  La omnipotencia divina ........................................................................ 39
8.  La sabiduría, la predestinación y la presciencia divinas ... 41
9.  La voluntad y providencia de Dios ............................................... 44

Segunda parte: La creación del mundo ................................................... 47


Capítulos:
1.  La creación del mundo en su totalidad ....................................... 47
2.  La formación de la naturaleza corpórea ................................... 49
3.  El ser de la naturaleza corpórea ........................................................ 51
4.  La naturaleza corpórea en su actuación e influencia ...... 53
5.  Manera en que la Sagrada Escritura describe estas cosas .. 55
6.  La creación de los espíritus superiores ..................................... 59
7.  La apostasía de los demonios ............................................................ 60
8.  La confirmación de los ángeles buenos ........................................ 62
9.  La creación del hombre en cuanto al espíritu .................... 65
10.  La creación del hombre en cuanto al cuerpo ...................... 68
11.  La realización del hombre como totalidad ........................... 71
12.  La culminación de la perfección y el orden del universo .. 79
VIII ÍNDICE GENERAL

Págs.
Tercera parte: La corrupción del pecado ................................................. 77
Capítulos:
1.  El origen del mal en general ................................................................ 77
2.  La tentación de nuestros primeros padres ............................... 79
3.  La trasgresión de los primeros padres ......................................... 81
4.  El castigo de los primeros padres ..................................................... 83
5.  La corrupción del pecado original ................................................. 85
6.  La trasfusión del pecado original ................................................. 87
7.  La curación del pecado original ..................................................... 89
8.  El origen de los pecados actuales ....................................................... 92
9.  El origen y distinción de los pecados capitales .................. 95
10.  El origen y calidad de los pecados penales ............................ 97
11.  El origen de los pecados finales, que son los pecados
contra el Espíritu Santo ........................................................................ 100

Cuarta parte: La encarnación del Verbo ............................................. 103


Capítulos:
1.  La razón por la cual el Verbo de Dios debía o era con-
veniente que se encarnase ................................................................... 103
2.  La encarnación como unión de naturalezas ........................... 106
3.  El modo de la encarnación .................................................................... 108
4.  La encarnación como plenitud de los tiempos ..................... 111
5.  La plenitud de la gracia de Cristo en su potencia afec-
tiva ........................................................................................................................... 114
6.  La plenitud de sabiduría en el entendimiento de Cristo ... 117
7.  La perfección del mérito en sus efectos .................................. 120
8.  La pasión de Cristo en relación con quien la padece ........... 123
9.  La pasión de Cristo en cuanto a su sufrimiento ................ 125
10.  El efecto de la pasión de Cristo ........................................................ 129

Quinta parte: La gracia del Espíritu Santo ......................................... 133


Capítulos:
1.  La gracia como don de Dios ................................................................ 133
2.  La gracia como ayuda al bien meritorio ..................................... 135
3.  La gracia como remedio del pecado .............................................. 139
4.  La ampliación de la gracia en los hábitos virtuosos ........... 142
5.  La ampliación de la gracia en la predisposición para los
dones ...................................................................................................................... 145
6.  La ampliación de la gracia en la predisposición a las
bienaventuranzas y, en consecuencia, en los frutos y los
sentidos espirituales .................................................................................... 148
7.  El ejercicio de la gracia en el creer ................................................... 152
ÍNDICE GENERAL IX

Págs.
8.  El ejercicio de la gracia en el amar .................................................... 156
9.  El ejercicio de la gracia en las acciones, preceptos y
consejos ............................................................................................................... 158
10.  El ejercicio de la gracia en la petición y la oración ......... 161

Sexta parte: La medicina sacramental ................................................... 165


Capítulos:
1.  El origen de los sacramentos .............................................................. 165
2.  La variedad de los sacramentos ......................................................... 168
3.  Número y distinción de los sacramentos ................................... 170
4.  La institución de los sacramentos .................................................... 173
5.  La administración de los sacramentos .......................................... 175
6.  La repetición de los sacramentos ................................................. 179
7.  La constitución e integridad del bautismo ............................... 181
8.  La integridad de la confirmación ..................................................... 185
9.  La integridad de la eucaristía .............................................................. 187
10.  La integridad de la penitencia ......................................................... 192
11.  La integridad de la última unción ............................................... 195
12.  La integridad del orden ............................................................................. 198
13.  La integridad del matrimonio .............................................................. 201

Séptima parte: El juicio final ............................................................................. 207


Capítulos:
1.  El juicio en general ..................................................................................... 207
2.  Los preámbulos del juicio: la pena del purgatorio ............. 210
3.  Los preámbulos del juicio: los sufragios de la Iglesia ....... 213
4.  La realización del juicio: la destrucción por el fuego ....... 217
5.  La realización del juicio: la resurrección de los cuerpos ... 221
6.  Las consecuencias del juicio: la pena del infierno ....... 225
7.  La gloria del paraíso ................................................................................... 228
Introducción

Esta obra fue escrita antes del año 1257, como lo prueba
el códice 1.891 de la Biblioteca Municipal de Troyes (Fran­
cia), escrito en este año, según reza el explicit del mismo al
final del Breviloquio. Por otra parte, este tratado supone
ya escritas las Quaestiones disp. de Trinitate y las De scien-
tia Christi, cuyos enunciados y doctrina reasume aquí. El
tiempo, pues, en que fue escrita esta obra podemos fijarlo
entre 1253 y 1257.
Ha sido un escrito muy difundido, como lo prueban
los 227 códices que de él se conocen y las muchas ediciones
que ha tenido a partir de la primera, publicada en Núrem­
berg en 1472.
El motivo de escribir este trabajo lo declara el santo
Doctor al final del prólogo: se trataba de satisfacer el deseo
de varios religiosos que le suplicaron —«rogatus a sociis»,
o, como escriben otros códices, «a fratribus»— les escribie­
ra un compendio o suma de las verdades teológicas donde
pudieran fácilmente conocer el contenido de la sagrada
doctrina, ya que, por las circunstancias particulares en que
se encontraban, no podían cursar los largos estudios re­
queridos por los estatutos universitarios de la época.
El santo Doctor, «eorum precibus devictus», accede a
redactar este compendio, «breviloquium quoddam», en
el cual se propone exponer sumariamente no toda la doc­
trina, sino aquellas verdades que juzgaba más necesarias
para el caso.
En el prólogo trata de precisar el origen, método y fin
de la Sagrada Escritura. Esta procede de Dios por la revela­
ción divina, al estudio de la cual nadie puede entrar si antes
XII INTRODUCCIÓN

no le ha sido infundida la fe que nos ha sido enseñada por


Cristo. En su método no sigue el orden de las otras ciencias.
Desprovista de todo aparejo de raciocinos, definiciones,
divisiones, etc., y esclarecida por una luz de un orden tras­
cendente, se limita a ins­truir al hombre en todo lo referen­
te a la salud eterna. Unas veces con palabras llanas y senci­
llas y otras con profundos mis­terios, describe el contenido
del universo entero, del cual viene a ser como una suma
o espejo nobilísimo donde reverbera de un modo no solo
natural, sino también sobrenatural, la comple­jidad de to­
das las cosas mundanales.
De aquí que la finalidad de la Escritura se halle cifrada
no solo en las verdades que hemos de creer en esta vida por
la fe, sino en la plena posesión de la vida eterna, única ca­
paz de apagar nuestros deseos todos. Guiados únicamente
por este fin, debemos escudriñar, enseñar y aprender la
Sagrada Escritura.
Fijados estos conceptos, se detiene el santo Doctor de­
clarando la amplitud de la Escritura en cuanto a las mate­
rias que trata, a los tiempos que recorre, a los seres a que se
refiere y a los sentidos que encierra, para terminar el pró­
logo con el método propio de la Escritura y las normas que
deben regir en la ex­posición del sagrado texto.
Como podrá ver el lector en el índice que sigue al pró­
logo del Breviloquio, este tratado se divide en siete partes,
cada una de las cuales se distribuye en varios capítulos.
En el primer capítulo de la parte primera propone el
santo Doctor el plan de toda la obra: la teología es una cien­
cia cuya finalidad es dar al hombre los conocimientos ne­
cesarios del primer Principio para la salud eterna en cuan­
to le es posible en estado de viador. Debe, pues, en primer
término, darnos a cono­cer este primer Principio en su vida
íntima, o sea, Dios trino y uno. Como primer Principio, Dios
es el origen de todas las cosas. Cabe, pues, considerar, según
esto, a Dios como creador de la creación y de la criatura. En­
tre las criaturas debemos fijar prin­cipalmente la atención
en la que es en cierto modo el fin al cual se ordenan todas
INTRODUCCIÓN XIII

las demás, o sea, el hombre. La teología debe, pues, estudiar


en el hombre su creación y elevación; su caída, con todas las
secuelas que de ella se derivaron; el remedio de esta caída
por Cristo como médico; la salud perfecta del hombre, re­
novado por la gracia del Espíritu Santo; la curación de las
enfermedades del espíritu por medio de la medicina de los
sa­cramentos y, finalmente, la rehabilitación perfecta del
hombre en todas sus dotes sobrenaturales en la gloria y la
consumación final de toda la obra de Dios en la creación.
En suma, solo la teología es la ciencia perfecta, que
partiendo de la Causa suma, en cuanto que es principio
eficiente de todas las cosas, punto donde termina el cono­
cimiento de la filosofía, pasa por esta Causa en cuanto que
es remedio del pecado, y a ella lo reduce todo como premio
que es de todo mérito y fin de todo deseo.
Advierte el santo Doctor, en conformidad plena con el
sentir de la escuela franciscana, que el conocimiento de la
teología no es una especulación árida, sino que en ella se
encuentra el sabor perfecto, la vida y la salud de las almas;
por eso se llama ciencia sabrosa, sapida scientia. De aquí que
el conocimiento de ella sea un factor importantísimo de la
santidad, y como tal deben desearlo vivamente todos los
cristianos: «Et ideo ad eam addis­cendam inflammari de­
bet desiderium omnium christianorum».
El misterio altísimo de la Santísima Trinidad queda
perfec­tamente delineado en la Sagrada Escritura al predi­
carnos la pluralidad de personas en la unidad de sustancia
y naturaleza. Nos dicta la fe que hemos de sentir de Dios al­
tísima y piadosísima­mente. No tendría este altísimo sentir
quien no creyera que Dios puede comunicarse sumamen­
te, y carecería de esta piedad quien, creyendo que Dios pue­
de hacer esta comunicación suma, afirmara que no la haya
hecho. Este sentimiento, pues, altísimo y piadosísimo, nos
dice que Dios se comunica sumamente teniendo de toda
eternidad al dilecto y condilecto; o sea, en la unidad de su
existencia existe la Mente, que engendra; el Verbo, prole,
y el Amor, que los une. Dios es, pues, uno y trino. La sagra­
XIV INTRODUCCIÓN

da doctrina nos dice que en Dios hay dos emanaciones, tres


hipóstasis o personas, cuatro relaciones, cinco nociones, y
en todo esto no hay más que tres propiedades personales.
Como efecto de este augustísimo misterio hay que con­
siderar las apariciones de las divinas personas en la obra
de la creación, porque si bien Dios es incircunscriptible,
invisible e inconmu­table, sin embargo habita de un modo
misterioso en las almas santas, apareció a los patriarcas y
profetas, descendió de los cie­los y envió al Hijo y al Espíri­
tu Santo para la salud del género humano, lo cual pertene­
ce a las divinas personas no indistinta­mente.
Aunque los atributos esenciales convengan a las tres
per­sonas por igual e indiferentemente, existen, sin em­
bargo, otras nociones apropiadas a cada persona. Así, por
ejemplo, la unidad pertenece al Padre, la verdad al Hijo y
la bondad al Espíritu Santo, etc.
Termina el santo el estudio de esta primera parte con la
consideración de los atributos divinos de la omnipotencia,
sabidu­ría, predestinación, presciencia, voluntad y provi­
dencia.
Para el estudio de la creación dedica el santo Doctor
la se­gunda parte. La tesis central es que el universo todo
ha sido pro­ducido en su ser en el tiempo y de la nada por
un primer prin­cipio solo y sumo, cuya potencia, aunque
es inmensa, lo ha dis­puesto todo con peso, número y me­
dida. Planteado el problema de la creación en esta forma,
excluye el santo Doctor los si­guientes errores, algunos de
los cuales no eran ajenos a su tiem­po: la eternidad del mun­
do, la eternidad de la materia, la plurali­dad de principios
creadores de los maniqueos, la producción de las criaturas
inferiores por medio de las inteligencias.
La naturaleza corpórea es producida por el primer
Principio perfectísimo, en cuya operación cabe conside­
rar la creación, que corresponde a la omnipotencia; la dis­
tinción, que responde a la sabiduría, y el ornato, que con­
viene a la bondad, con lo cual anda impreso en la creación
de los seres corporales el sello de la Trinidad beatísima.
INTRODUCCIÓN XV

Incumbe a la Escritura describir la obra de la creación


de toda la máquina mundial. En efecto, conocemos el pri­
mer Prin­cipio por el libro de la creación y por el libro de la
Escritura. Por el primero se manifiesta como principio efi­
ciente; por el segundo, como principio reparador. Como el
principio reparador no puede ser conocido sin que antes
tengamos noticia de él como eficiente de todas las cosas, de
aquí que la Escritura, aunque prin­cipalmente trata de las
cosas de la salud, debe, sin embargo, describirnos la obra
de la creación para llevarnos de este modo al conocimien­
to del primer Principio eficiente y reparador, que es Cris­
to, salvador y mediador.
La naturaleza corporal está tan lejana de Dios que se
puede considerar como limitando con la nada. Era con­
veniente la crea­ción de otra naturaleza que estuviera más
cerca de Dios que de la nada. Esta es la sustancia intelectual
e incorpórea, hecha a seme­janza de Dios, en la cual brilla la
imagen de la Santísima Trini­dad; tales son los ángeles.
En ellos cabe distinguir dos grupos: los que amaron lo
que estaba sobre ellos, y por lo tanto subieron a la gracia y
la gloria, y los que amaron el bien perecedero que estaba
debajo de ellos, por lo cual cayeron en el mal de culpa y de
pena.
Entre la naturaleza corpórea e incorpórea está la na­
turaleza humana, compuesta de ambas, en la cual cabe
considerar el alma como ser viviente, inteligente y libre; el
cuerpo como sujeto del alma y el compuesto u hombre en
cuanto a su opera­ción y destino.
Cierra el santo Doctor esta segunda parte consideran­
do el uni­verso todo como un libro donde se representa
y se lee la Trinidad operante según el triple grado de ex­
presión, o sea, como vestigio en todas las criaturas, como
imagen en los seres intelectuales y como semejanza en solo
los deiformes, o sea, adornados con el don de la gracia. Por
estos tres modos de conocimiento, como por grados esca­
lares, debe subir el entendimiento humano al principio
sumo, que es Dios.
XVI INTRODUCCIÓN

Dedica la tercera parte el santo Doctor a la considera­


ción de la caída del hombre. El mal que llamamos pecado
no tiene con­sistencia alguna en sí en cuanto que no es nin­
guna esencia. Es un defecto y corruptela por la cual queda
degenerado el modo, belleza y orden en la voluntad creada.
Siendo, pues, el pecado contrario al bien, de él trae origen y
ser. Este bien es el libre albedrío, que ni es sumamente malo,
porque puede querer el bien, ni sumamente bueno, porque
puede declinar al mal. El pecado no estriba en el apetito de
las cosas malas, sino en la deserción de las mejores.
Ciñéndonos al pecado del hombre se puede considerar
el modo de la caída de nuestro primer padre, con las secuelas
de culpa y pena, la propagación del pecado original, el cual,
si bien el alma no es engendrada, sino creada, pasa del alma
de Adán a todas las almas de sus descendientes mediante la
carne engen­drada por la concupiscencia. Así, podemos de­
cir que la persona corrompe a la naturaleza, y la naturaleza
corrompida corrompe a la persona. Finalmente, estudia el
santo Doctor el origen y raíz de los pecados actuales, que se
encuentran en la voluntad firme influida gradualmente
por la sugestión, la delectación de consentimiento y opera­
ción. Establece el origen y distinción de los pecados capita­
les, los pecados penales, o sea, en cuanto son pena del mismo
pecado, y los pecados finales o contra el Espíritu Santo. Estos
son la envidia por la gracia del hermano, la impugnación de
la verdad conocida, la desesperación, la presunción, la obsti­
nación de la mente y la impenitencia final.
La reparación del hombre por el Verbo encarnado
viene tra­tada en la cuarta parte. Si bien tenía Dios muchos
modos de realizar esta rehabilitación, convenía, sin em­
bargo, hacerla por el Verbo encarnado por tres motivos:
por el reparador, por el hombre que había de ser repara­
do y por la reparación misma. Era convenientísimo que
el principio reparador de todas las cosas fuera Dios sumo,
el cual, así como había creado todos los seres por el Verbo
increado, así convendría que reparase y cuidase todas las
cosas por el Verbo encarnado.
INTRODUCCIÓN XVII

Para reparar al hombre era igualmente de suma con­


veniencia que bajara el primer Principio hasta el mismo
hombre para hacerse conocible, amable e imitable.
La reparación perfecta pedía que el hombre recupe­
rara la inocencia de la mente, la amistad de Dios y su pro­
pia excelencia. Para recuperar la excelencia precisaba un
reparador excelentísimo, cual es Dios. La amistad perdida
pedía un mediador amigabilí­simo, para lo cual era preciso
que tuviera la condición de hombre. Para adquirir la ino­
cencia perdida se requería alguien que satis­ficiera la deu­
da de un modo suficientísimo, para lo cual era preciso que
fuera Dios y hombre a la vez.
En la encarnación del Verbo cabe considerar la admi­
rable unión de las dos naturalezas en cuanto a la opera­
ción, que dimana de toda la Trinidad; en cuanto al modo,
realizado por el Espí­ritu Santo en el seno virginal de María
Santísima, verdadera Madre de Dios, y en cuanto al tiem­
po en que debía realizarse este misterio, después de la ley
natural, de los patriarcas y pro­fetas, a los cuales y por los
cuales fue prometida la encarnación.
Igualmente se estudia la plenitud de los carismas en
Cristo: la sobreabundancia de la gracia en el afecto, la mag­
nitud de la sabiduría en el entendimiento y la inmensidad
del mérito en las obras.
Finalmente, viene la consideración de los sufrimien­
tos de su pasión, y en primer término su estado pasible; o
sea, Cristo tomó nuestra naturaleza con los defectos pro­
pios de ella compa­tibles con la dignidad divina. Defectos
compatibles con esta dig­nidad, unos son corporales, como
el hambre, la sed, el cansancio; otros son espirituales, como
la tristeza, el temor, el llanto.
En cuanto al modo, fue esta pasión generalísima, acer­
bísima, ignominiosísima, mortal, pero vivificadora.
El fruto de la pasión fue suficientísimo y eficacísimo. Lo
primero, porque recuperó a los que estaban en el limbo, re­
medió a los de tierra y reintegró a los del cielo. Lo segundo,
fue efica­císima para aquellos que precedieron al adveni­
XVIII INTRODUCCIÓN

miento de Cristo como para los que lo siguieron, los cuales


por el acercamiento a él fueron y son hechos sus miembros;
tales son los que se adhieren a Jesucristo por la fe, la espe­
ranza y la caridad.
Fruto de la pasión de Cristo es también la propia exal­
tación y la misión del Espíritu Santo, por el cual fue difun­
dida la ple­nitud de los carismas para la consumación del
Cuerpo místico de Cristo.
La gracia, como don divino, la estudia el santo Doctor
en la quinta parte. Por la encarnación del Verbo, el hom­
bre ha sido nuevamente puesto en contacto con Dios. Esto,
sin embargo, no se realiza por el acercamiento de Dios al
hombre por su esencia, que es inconmutable, sino por su
influencia en él; ni el contacto del hombre con Dios se hace
por una traslación local del mismo, sino por el hábito dei­
forme. Esta influencia deiforme es precisa­mente el don
gratuito de la gracia, la cual es infundida en el alma inme­
diatamente por Dios. Por ella se nos da el Espíritu Santo y
perfecciona al alma haciéndola esposa de Cristo, hija del
Padre y templo del Espíritu Santo. Purificada, iluminada y
perfeccionada el alma por este don, queda elevada, asimi­
lada y unida a Dios, y con esto es aceptabilísima a los ojos
divinos, razón por la cual es designado este don gratia gra-
tum faciens.
En relación con el libre albedrío, ella es la raíz del me­
recer y antecede a todo mérito. Para levantarse del pecado,
la voluntad humana necesita absolutamente de la gracia.
Esta, aunque es re­medio suficiente contra el pecado, sin
embargo no se infunde en el adulto sin su consentimiento.
La gracia se ramifica en varias formas. Primeramen­
te, en los siete dones del Espíritu Santo, que actúan con­
tra las secuelas que dejó en el alma la enfermedad de los
vicios. Luego, en los hábitos de perfección, que, por estar
más próximos a nuestro fin, se llaman con toda propiedad
«bienaventuranzas».
Propio de la gracia es ordenar nuestra mente en el cul­
to de­bido a Dios. De aquí que le incumba a ella regular y
INTRODUCCIÓN XIX

dirigir la actividad del hombre en lo referente a lo que ha


de creer, a lo que ha de amar, a lo que ha de obedecer y a lo
que ha de pedir, o sea, la verdad, la bondad, la justicia y la
misericordia en la bea­tísima Trinidad.
Los sacramentos vienen tratados en la sexta parte de
esta obra. Fueron instituidos por Cristo como medicina
para sanar al género humano enfermo. El médico es el
mismo Cristo; la enfermedad, la culpa original, que in­
fectó la mente humana con la ignorancia y la carne con la
concupiscencia; el origen, aunque principalmente fue el
consentimiento de la voluntad, tomó ocasión de los senti­
dos de la carne. Convenía, pues, que la me­dicina no fuera
solamente espiritual, sino que tuviera también el carácter
de signo sensible.
Los sacramentos se llaman vasos de la gracia y causa de
la misma, no en el sentido de que la contengan sustancial­
mente, si se exceptúa la eucaristía, y físicamente la causen,
ya que la gracia debe ser recibida solamente en el alma e
infundida úni­camente por Dios, sino que se llaman vasos y
causan la gracia en cuanto que por ellos y en ellos, por or­
denación divina, debe­mos recibirla de Cristo como médi­
co. Dios no ha ligado su po­tencia a los sacramentos.
Estos son varios, según los tiempos por los que ha pasa­
do la humanidad. Así, cabe hablar de los sacramentos de la
ley de la na­turaleza, de la ley escrita y de la ley de la gracia.
Los sacramentos de la ley de gracia son siete, instituidos
por Cristo como mediador y supremo legislador, en la cual
nos llamó para las promesas eternas, nos dio los preceptos
que nos conducen a ellas e instituyó los sacramentos que
nos santifican.
La dispensación de los sacramentos corresponde sola­
mente al género humano y requiere la intención en el que
los administra.
En algunos de ellos se requiere, además de la intención,
el orden sacerdotal o pontifical.
Aunque comúnmente ningún sacramento se puede rei-
terar so­bre la misma persona, la misma materia y por la misma
XX INTRODUCCIÓN

causa, para evitar la profanación, existen, sin embargo,


tres: el bautis­mo, la confirmación y el orden, en los cuales
no cabe nunca la reiteración. Estos tres sacramentos impri­
men el carácter interior, que nunca se puede borrar.
Termina el santo Doctor esta parte dedicando un capí­
tulo a cada sacramento en particular.
En la séptima y última parte expone la doctrina acerca
del juicio final, con las circunstancias que le han de prece­
der, las que le han de acompañar y las que le han de seguir.
El juez nato es Jesucristo, que juzgará a vivos y muertos,
bue­nos y malos, para galardonar o condenar a cada uno se­
gún sus méritos o deméritos.
Como antecedentes al juicio están, en primer lugar,
los sufrimientos expiatorios de las almas en el purgatorio,
causados por el fuego corporal, el cual atormenta más o
menos según la cantidad y calidad de las escorias que lle­
varon consigo al salir de este mundo. Estas almas son ayu­
dadas, para mitigar sus penas o acelerar su liberación, por
los sufragios de la Iglesia, los cuales les son aplicados según
la distribución hecha por la Providencia divina.
Simultánea con el juicio será, en primer término, la
consu­mación de las cosas mundanales por el fuego devas­
tador, que abrasará todo el haz de la tierra. Por la acción
de este fuego, se­rán también purgados y renovados los
elementos, purificados los justos y atormentados los ré­
probos, conseguido lo cual cesarán los movimientos de los
cuerpos celestes para que, completo el número de los ele­
gidos, sea realizada en cierto modo la renova­ción y premio
de los cuerpos mundanales.
Otra circunstancia que acompañará al juicio será la
resurrec­ción de los muertos, los cuales se levantarán con
los mismos cuerpos, numéricamente idénticos, con todos
sus miembros, sin menoscabo de parte alguna. Los bue­
nos resucitarán con la inte­gridad corporal en el estado de
varón perfecto, en la medida de la plenitud de la edad de
Cristo. Los malos aparecerán con las deformidades y pe­
nalidades, miserias y defectos que tuvieron en vida.
INTRODUCCIÓN XXI

Consecuente al juicio será la pena del fuego del in­


fierno, el cual se halla concentrado en un lugar inferior,
donde son ator­mentados los réprobos: hombres y espíritus
malignos. Estos tormentos varían según la calidad y canti­
dad de los deméritos. Juntamente con la acción del fuego
están también las penas de los sentidos, el gusano roedor
y la carencia de la visión de Dios, de tal manera que en es­
tas penas estará con la variedad la acerbidad, y con ésta la
eternidad.
Finalmente, los justos tendrán el premio eterno de la
gloria, la cual es sustancial, consustancial y accidental. La
primera consiste en la visión, fruición y posesión de Dios.
La gloria consustancial consiste en la que redunda al cuer­
po, que se llama la segunda estola, con la cual el alma tien­
de con mayor perfección al bien sumo. Esta estola se cifra
en las cuatro dotes del cuerpo glorificado: claridad, sutile­
za, agilidad e impasibilidad, las cua­les estarán en propor­
ción con el grado de caridad habido al salir de esta vida. La
gloria accidental consiste en cierto esplendor o hermosura
especial, llamada aureola, la cual, según el parecer de los
doctores, se debe a tres clases de obras: el martirio, la predi­
cación y el atavío virginal, cuyo mayor o menor grado de
esplendor estará igualmente en relación con los méritos
alcanza­dos durante esta vida mortal.

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