12 Grandes Hitos de Bolivia
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12 Grandes Hitos de Bolivia
Figuras legendarias como Bolívar y Sucre, Belzu, Daza, los Patriarcas de la Plata: Aramayo, Arce
y Pacheco; Los Barones del Estaño: Patiño, Hochschild y Aramayo; Salamanca y la Standard Oil;
Paz Estenssoro, hasta Banzer, Sánchez de Lozada y el reciente presidente Evo Morales, son los
protagonistas de 184 años de historia económica de Bolivia.
Bolivia nació bajo el manto de la crisis dejada por la guerra de la independencia y desde
entonces no termina de salir de la misma. Con la crisis de la Guerra del Pacífico, la Gran
Depresión del 29, la Guerra del Chaco, la Revolución del 52, la Marcha por la Vida el 85 y la
Guerra del Gas en 2003, Bolivia vive sus ciclos económicos marcada por el fragor de la
confrontación.
El país deambula entre dos modelos económicos: Desde el liberalismo practicado por Sucre y
Bolívar, el estatismo y proteccionismo de Belzu, el liberalismo de Pacheco, Arce, Siles y
Saavedra, el nacionalismo estatista de Paz Estenssoro, el neoliberalismo de Sánchez de Lozada,
hasta el nacionalismo plural de Evo Morales.
Lo invitamos a recorrer por las 12 venas históricas de la economía de Bolivia, a sabiendas “que
quién no lee su historia está condenado a repetirla”.
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Herbert S. Klein señala que Bolivia ingresó a una nueva era mercantilista y los estados vecinos
comenzaron a levantar barreras arancelarias, contra los comerciantes ingleses. El proceso de
independencia arrinconó más la economía boliviana hacia un nivel de subsistencia. La
destrucción de minas e ingenios durante la guerra de la independencia, el monopolio
gubernamental de la acuñación y exportación que reducía drásticamente las ganancias, el
aumento de los costos de transporte y el fin del crédito real y de las ventas de mercurio, todo
contribuyó a la crisis de la industria minera. Mientras que en 1803 había cuarenta ingenios y
varios centenares de minas en Potosí, en 1825 sólo seguían funcionando quince ingenios y
unas cincuenta minas.
Sucre en 1825, para reorganizar la economía maltrecha, decidió nacionalizar todas las minas
abandonadas, invitó a empresarios británicos y argentinos para invertir en la minería, sin
grandes resultados. Potosí entró al libre mercado de la mano de obra indígena para trabajar en
la mina. Al despertar, en la República existía una agricultura que languidecía por falta de
brazos y también por las destrucciones practicadas por los ejércitos beligerantes.
Bolívar abolió el régimen indígena y prohibió que los originarios fueran obligados a prestar
servicios contra su voluntad, de ésta manera quedaron prohibidos los pongüeajes,
encomiendas, repartimientos, mitas y demás. Pese a lo positivo de esta disposición, la misma
fue derogada, pues la economía se sustentaba en el tributo indígena restituido por Sucre.
La obra de Bolívar consistió en cancelar el sistema tributario del coloniaje que se hallaba en
pugna con las ideas modernas de justicia y libertad, y por consiguiente con los principios
revolucionarios de la América democrática.
El Mariscal Sucre, desde 1825, atacó a la Iglesia y asumió el control de los diezmos eclesiásticos
que ascendían a 200.000 pesos anuales, ordenó la clausura de todos los conventos con menos
de 12 miembros. Se apoderó de propiedades eclesiásticas por un valor de 3.000.000 pesos.
Datos históricos destacan que el año 1825 la población de Bolivia no pasaba de 990.000
habitantes de Bolivia de los cuales 82% correspondía a la raza indígena y el 18% a la raza
blanca o mestiza. De esta manera Bolivia comenzó su vida independiente con una mayoritaria
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presencia étnica y un presupuesto inferior a un millón y medio de pesos. José María Dalence
en su bosquejo Estadístico de Bolivia (1851) establece que la producción minera del Alto Perú
a partir de 1816 se mantuvo estacionaria en un promedio anual de 1.930.000 pesos anuales,
hasta 1846.
Por sus altos precios fue una de las fuentes más importantes de ingresos fiscales para Bolivia.
Se conoce que durante la administración del Andrés de Santa Cruz, el gobierno estableció un
monopolio fiscal para el comercio de este producto.
La estimulación y exceso en su producción, sin embargo amenazó esta industria con la tala de
árboles en zonas quineras, debiendo el gobierno en 1837 ordenar la suspensión de cortes
durante cinco años, pero en 1840 se ordenó nuevamente la libre exportación de la cascarilla.
En la gestión de Belzú existían 1.4 millones de bolivianos y 10.000 minas abandonadas, según
José Ma. Dalence.
La quina había alcanzado precios elevados en el mercado europeo, siendo Bolivia casi el único
país productor. El gobierno llamó a propuestas para entregar la exclusividad de rescatar y
exportar este artículo habiendo sido preferida la propuesta de Tesanos Pinto por $us 119.000
anuales en 1843.
Este producto fue cotizado para cubrir las necesidades de países europeos como medicamento
contra las fiebres tropicales, conocidas como “tercianas”.
Con motivo de haber terminado el contrato con Tesanos Pinto para la explotación de la quina
se llamó a propuestas para la fundación de una casa monopolizadora, bajo el nombre de
“Banco de Quinas” con residencia en La Paz, donde convergían las producciones procedentes
de las provincias Muñecas, Caupolicán, Larecaja y los Yungas.
Aceptada la propuesta, los hermanos Aramayo ofrecieron al Estado la venta de $us 140.000
anuales; de esta manera se creó un banco estatal de la quina.
La quina boliviana especialmente la llamada Calisaya es superior a cualquier otra, pero los
bajos precios de Colombia le dieron el golpe mortal a tal extremo que en 1858 se impuso la
declaratoria de comercio libre, secándose esa fuente de riqueza y producción.
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La quina después de 1865 pierde importancia nacional, sin embargo se le atribuye algunas
fortunas y la estimulación de la exploración de algunas zonas boscosas.
Entre las memorias del explorador y cortador de quina, Montenegro, se describe que entre
1865 -1870 se encontró quina en zonas donde no hay indicios de ella, es decir, que los
quineros procedentes de Argentina se dirigían a Yacuiba y Charagua donde no pagaban
impuestos, significando una pérdida para el fisco.
Luis Peñaloza en su libro Historia Económica de Bolivia, destaca que la explotación de quina y
la goma y su decadencia son indicios fehacientes de que no se supieron aprovechar las
condiciones ventajosas de la época.
La historia destaca que entre 1842 y 1847 estas empresas produjeron 53 mil toneladas, lo que
hace un promedio de 7.500 toneladas anuales muy por debajo del Perú. En esta misma región,
comprendida entre los desiertos de Atacama (Bolivia) y Tarapacá (Perú), también se descubrió
la existencia del salitre que tuvo una gran demanda como fertilizante agrario consumido por
las naciones europeas y Estados Unidos.
El salitre se conoció en la época colonial, pero fue sólo después de 1828, cuando gracias a la
industrialización en Europa y a los trabajos de Liebig en el orden técnico científico se desarrolló
el mercado de este producto. Su exportación al extranjero como abono se inició desde el
puerto de Iquique (entonces peruano).
En 1866 los empresarios chilenos: José Santos Ossa y Francisco Puelma obtuvieron una
concesión del plenipotenciario boliviano Santiago Mariano Donato Muñoz con derecho a toda
la explotación del salitre del Litoral boliviano; dos años después crearon la Sociedad
Exploradora del Desierto de Atacama por 10.000 pesos; más tarde con capital inglés siguieron
explotando salitre, a partir del éxito alcanzado se formó la “Compañía de Salitres y Ferrocarril
de Antofagasta (CSFA)” que unió el salar del Carmen con el de Salinas; explotando en ese
entonces 3.000 quintales diarios de salitre.
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Y cuando el gobierno boliviano anunció que incauta ría el patrimonio de la CSFA, para
resarcirse el impuesto adeudado, “los chilenos llevaron a la práctica su plan larga y
cuidadosamente preparado”, dice Klein.
La guerra encontró a Bolivia en una aguda crisis que se hacía sentir en el campo de la
producción agrícola (provocada por una sequía) como en los precios de la plata cuya cotización
descendió a 35 peniques.
Si en la década de 1850 a 1859 se logró producir 201 marcos de plata, en la década del
noventa se llegó a 1.700.000 marcos que significó un crecimiento de ocho veces. El Estado
boliviano recibía un pago de 0.8 centavos de peso por marco de plata exportado, lo que
representaba para el erario nacional entre 180.000 y 300.000 pesos por año según la
producción, sustituyendo los ingresos del tributo indígena.
En este escenario, el renacimiento argentífero de la segunda mitad del siglo XIX no cambió su
escenario argentífero. La Paz y Oruro tenían una actuación secundaria en el esplendor de la
plata; pero Potosí se constituyó en el centro vital del renacimiento argentífero con sus distritos
de mayor riqueza (Porco, Colquechaca, Aullagas y Portugalete) situados en el brazo oriental de
la cordillera de Los Andes.
Entre 1872-1895 el flujo de inversiones extranjeras que impulsó el auge de la plata boliviana
marcó de manera decisiva el corolario de una prolongada lucha interna (permanentes
intereses nativos sobre el sector colonial).
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Durante el auge de la plata las condiciones de vida de los trabajadores mejoraron. Los sistemas
de tres mitas y doble jornada fueron reemplazados por jornadas de nueve horas en empresas
mineras. Se organizaron cajas de ahorro, hospitales y escuelas para los trabajadores.
Este período se encuentra dominado por la figura de Aniceto Arce, presidente de la República
(1888-1892), principal accionista de la empresa Boliviana Huanchaca. Arce fue el minero más
rico y poderoso según evaluación empresarial esbozada por Romero Loza: “La minería
boliviana era hasta entonces una actividad fundada en la explotación servil de la mano de
obra. El presidente Arce transformó a Huanchaca en sociedad Anónima incorporando a la
empresa a capitalistas chilenos, cuidando que el 80% del fondo social quedara en manos
bolivianas y controlando él mismo el 33%. Permitió también la revolución de métodos de
explotación, mediante sistemas de “tinas de amalgación”, dando un impulso a la explotación
de plata. En diez años, Huanchaca distribuyó dividendos por cuarenta millones de dólares.
En esta época controlaron la economía boliviana tres grandes grupos conocidos como “Los
Barones del Estaño”: Simón I. Patiño, paradigma del capitalismo boliviano; Mauricio Hochschild
aventurero que hizo fortuna con la minería y Carlos Víctor Aramayo heredero de los Aramayo
de Chichas. La influencia de estos poderosos sobre los liberales y republicanos forzó las
políticas de gobierno a favor de sus intereses. La principal empresa productora de estaño fue la
Patiño Mines & Enterprises Consolidated, Inc, de Delaware emprendiendo sus operaciones en
la provincia Bustillos del departamento de Potosí; una región donde se encuentran las
serranías estañíferas de Uncía y Chayanta. Esta empresa llegaba a controlar no sólo la
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producción de estaño en Bolivia, sino también la de Malaya, Birmania y Tailandia, los cuatro
principales productores de estaño en el mundo.
Durante el período de hegemonía del estaño, el año de mayor producción estañífera fue 1929,
donde la empresa Patiño Mines alcanzó a 58.80% de la producción total, seguido de 10% del
Grupo Hochschild y un 5.10% del Grupo Aramayo. Llegando a controlar más de los dos tercios
de la producción nacional de estaño. La producción estañífera de concentrados pasó de 16 mil
toneladas en 1900 a 48 mil en 1920.
El poder de los grandes mineros subordinó el aparato del Estado, al rol de promotor de sus
intereses. De esta manera las diversas políticas de desarrollo, financieras y monetarias se
orientaron con la finalidad de facilitar la acumulación de riquezas por parte del sector minero y
cuando no actuaba directamente para favorecerlos debía limitarse a funciones subalternas;
transformándose el Estado en instrumento del súper Estado minero.
Los minerales del norte Potosí eran vendidos a casas que se establecieron en Oruro;
convirtiéndose ésta en una ciudad próspera sede de importantes empresas mineras, punto de
abastecimiento de los centros mineros, sede de bancos y nudo ferroviario del país.
Ante el boom del estaño Bolivia se convirtió en el segundo productor mundial después de
Malasia, puesto que ocupó hasta la década de los años setenta; sin embargo frente a este
comportamiento, el país se benefició a pequeña escala dado el mínimo impuesto que cobraba
el gobierno sobre las exportaciones: 3%. Es decir, que cuando en 1916 Bolivia exportó más de
100 millones de B$., el erario recibió sólo 3 millones de B$ por impuestos. La minería
representaba sólo 17% de los ingresos del erario. Manifestándose una desproporción de
beneficios Estado-Empresarios.
Con el estaño se inauguró la época del liberalismo económico desplazando el poder económico
de los conservadores de Potosí y Sucre hacia La Paz, lo que desencadenó la revuelta de 1899.
Luego de haber pasado por una inestabilidad política crónica desde 1839 hasta 1880 entre
gobiernos precarios breves y largas dictaduras Bolivia llega a la guerra del Chaco con una
economía abierta agotada y democracia restringida manteniendo un sistema de discriminación
y explotación sobre los aymaras y quechuas que son más del 50% de la población.
Cuando comenzó la Guerra del Chaco el factor más grave que afrontó el país era la mayor crisis
económica desde la Guerra del Pacífico; junto a esta las consecuencias de la gran depresión
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mundial de 1929 y el desplome de la bolsa de New York afectaron no sólo a los precios, sino
también a la producción del estaño.
Un aspecto que mostraba la grave debilidad de nuestra economía era que a pesar de que dos
tercios de la población se dedicaban a la agricultura, el país era un importador neto de
alimentos.
Sin embargo, el presidente Daniel Salamanca se había aventurado a la guerra estando bien
enterado de la crisis económica del país contando para su financiación con recursos que
podían proporcionarle la inflación monetaria y las escasas reservas de oro que poseía el Banco
Central de Bolivia (BCB) fundado en 1928.
Un mensaje del republicano Salamanca al Congreso Nacional en agosto de 1931 sostiene: “Es
lástima que no tenemos dinero, ni para mandar al mercado, como se suele decir. Si lo
tuviéramos “(frase profusamente citada por Querejazu Calvo).
Dos o tres meses después de comenzado el conflicto internacional, el BCB suscribió todos los
empréstitos de emergencia autorizados debidamente por el Congreso y sancionados por el
poder ejecutivo. (En las memorias anuales del BCB estos préstamos están registrados como
“bonos fiscales”).
Otro mecanismo que contribuyó a la guerra fue el buen desempeño de los precios del estaño y
la entrega obligatoria de divisas de parte de la minería del estaño para el período de 1931 a
1935 calculada en 2.69 millones de libras esterlinas.
La tributación extraordinaria también fue otro recurso al que se recurrió en la guerra que se
tradujo en un incremento de la renta pública, aunque insuficiente para sostener una guerra.
De esta manera se pusieron recursos monetarios (convertibles y no convertibles) para la
conflagración siendo el BCB en el “motor económico” de la guerra y eje de todas las
operaciones financieras.
En la opinión popular se aceptó que la Guerra del Chaco fue resultado del conflicto entre la
Standard Oil que apoyaba las pretensiones bolivianas y la Royal Dutch Shell, instalada en el
Paraguay. Empero hay que buscar las causas de la guerra en el complejo conflicto político
interno boliviano, las tensiones causadas por la gran depresión y su extensión se puede
entender dentro del apoyo argentino a las pretensiones paraguayas.
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La Guerra del Chaco marcó un viraje a la historia económica del país. La Gran Depresión y el
conflicto del Chaco pusieron fin a la expansión del capitalismo minero
La nacionalización revirtió al Estado los bienes de los grandes grupos empresariales mineros
que operaban en el país: Patiño, Hoschild y Aramayo. Era el fin de lo que se había denominado
el “súper Estado minero”. Para administrar el nuevo monopolio estatal se constituyó la
empresa pública Comibol, que pasó a controlar dos tercios de la producción minera y
particularmente la del estaño.
Comibol empezó con dificultades: maquinaria obsoleta, vetas en baja producción o agotadas y
deficiencias en su capacidad de operación. A ello se sumó el hecho de que tuvo que asumir el
proceso de despido y recontratación de los mineros por cambio de razón social de la empresa,
lo que significó una gran erogación. Los mineros tenían poder de voto en la empresa lo que fue
usado para conseguir aumentos salariales y beneficios sociales, un factor que determinó el alto
nivel de burocratización de Comibol.
El control de la minería por parte del Estado permitió recuperar para el país los beneficios de la
explotación de los recursos naturales, aunque no fue acompañado por una fase de
industrialización, por lo que durante muchos años, el país continuaría exportando mineral sin
valor agregado.
Si bien Comibol tuvo que encarar también los ciclos de precios propios de la actividad minera,
los recursos que generó la explotación del subsuelo fueron destinados al potenciamiento de
YPFB y al desarrollo del agro y de la agroindustria en el oriente, lo que significó el inicio del
desarrollo económico de Santa Cruz y el gradual desplazamiento del poder económico hacia
aquella región. Se diseñó un Plan decenal de desarrollo.
El proceso revolucionario provocó un fuerte incremento del gasto público lo que agudizó el
proceso inflacionario, agravado por la caída de los precios de los minerales y particularmente
del estaño, determinando una disminución de los ingresos fiscales. El déficit fiscal se financiaba
con créditos del BCB y con emisión monetaria. Para frenar la inflación se aplicó el control de
precios que produjo escasez de los productos de la canasta familiar y especulación. Para evitar
mayores problemas a la población se gestionó la ayuda alimenticia de los EE.UU. en el marco
de la ley pública 480.
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En 1956 se aplica un plan de estabilización diseñado por el FMI y por expertos de EE.UU. que
contemplaban la estabilización del tipo de cambio y la eliminación de los tipos de cambio
múltiples, la supresión de las subvenciones a los artículos de primera necesidad y la suspensión
de controles a exportaciones e importaciones.
A pesar de la concepción estatista del gobierno del MNR, sus responsables creyeron que en el
rubro petrolero era necesaria la inversión externa. Se aprobó el Código Davenport que
otorgaba facilidades a los inversionistas petroleros a cambio de una regalía para el Estado y un
impuesto sobre utilidades. El Código fue aprobado inicialmente como Decreto y ratificado
después como Ley. Su contenido desató un gran debate pues sus detractores lo consideraban
antinacional.
Se intuyen las importantes perspectivas que presenta Bolivia en el campo petrolero y se estima
que cerca de la mitad del territorio es un área potencial de exploración. El incremento en la
producción de gas impulsa la suscripción de un convenio de exportación a la Argentina (1968)
por los presidentes Barrientos y Onganía y que definió un compromiso de suministro por 20
años.
En 1969 se vivió otro efluvio revolucionario que pretendía retomar las banderas de la
Revolución Nacional con la defensa de los recursos naturales, la soberanía plena sobre éstos y
la diversificación económica con un aprovechamiento del gas en beneficio del país. El gobierno
del Gral. Alfredo Ovando, inspirado en el pensamiento de Marcelo Quiroga Santa Cruz, deroga
el Código del Petróleo y nacionaliza los bienes de la Bolivian Gulf Oil. Empieza una etapa
ascendente en la producción de gas y petróleo.
La constatación de que Bolivia poseía importantes reservas de gas, los ingresos generados por
la venta de gas a la Argentina y los altos precios que alcanzó el petróleo en esta década
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condujeron a iniciar negociaciones con Brasil para la venta de gas, un mercado potencial
mayor que el argentino.
El manejo del tipo de cambio salió del control del gobierno y el control de precios de los
productos de primera necesidad fue infructuoso provocando especulación y ocultamiento. La
caída del valor de los salarios era alarmante. A ello se sumaron medidas desacertadas como la
desdolarización de la economía que afectó a los pequeños ahorristas.
La venta de divisas del BCB era prácticamente nula y escasos los bienes que se autorizaba
importar, lo que generó desabastecimientos que afectaron al aparato productivo. La escasez
de divisas hizo que la cotización del dólar en el mercado paralelo se disparara. Las reservas
internacionales estaban casi agotadas El servicio de la deuda era demasiado alto y el
cumplimiento de esas obligaciones obligó al BCB a otorgar créditos al sector público para
financiar los pagos al exterior. Esto generó elevadas tasas de creación de dinero provocando
una presión inflacionaria.
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Se aumentó el precio de los carburantes como una forma transitoria de dotar de recursos al
gobierno central, creándose un mecanismo automático de traspaso diario de esos recursos
que representaban casi la mitad de los ingresos del TGN. Se congeló los salarios en el sector
público, se unificó todos los bonos compensatorios existentes y se prohibió las
remuneraciones extralegales. Se derogó las disposiciones sobre inamovilidad funcionaria y se
instauró la libre contratación. Las empresas del sector privado podían negociar libremente los
pliegos salariales con sus empleados. Paralelamente se dispuso la reducción de los gastos del
Estado.
Se liberaron los precios y las tarifas para que sean regidos por la ley de la oferta y la demanda.
Quedaron abolidas las restricciones al comercio exterior y se fijó un arancel único para todas
las importaciones. Se creó mecanismos de fomento a las exportaciones.
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Se impulsó una reforma tributaria con una estructura muy simple. El universo de 400 tributos,
existentes hasta ese momento, se redujo a sólo siete impuestos, donde el Impuesto al Valor
Agregado jugaba un significativo rol recaudador.
Las medidas viabilizaron un acuerdo con el FMI y permitieron reabrir el flujo del
financiamiento externo y las conversaciones para renegociar la deuda externa.
Pero el decreto encontró su mayor obstáculo en el desplome del precio internacional del
estaño que bajó de 5,5 dólares por libra fina a menos de 2,5, lo que provocó significativas
pérdidas a Comibol cuyos costos de producción estaban por encima de esa cotización. Esta
coyuntura provocó el despido de más de 20.000 mineros en un proceso denominado
“relocalización”. Para paliar el impacto social se creó el Fondo Social de Emergencia que
ejecutó proyectos intensivos en mano de obra.
Las empresas públicas necesitaban una masiva inyección de inversiones, pues se encontraban
en déficit y debieron hacer frente al endeudamiento adquirido en los períodos anteriores. Se
consideró que el programa generaría un período de creación masiva de empleo. Mientras en el
vecindario regional se encaraban procesos de venta de las empresas públicas a capitales
privados, en Bolivia se formuló una modalidad distinta denominada “capitalización”
consistente en la venta del 50% del patrimonio de las empresas estatales a socios privados,
concediéndoles además la administración de la empresa, mientras que el restante 50% pasaba
a propiedad del pueblo boliviano en forma de acciones.
Se le añadía además un componente social: con la rentabilidad que generaban las acciones se
pagaba a los mayores de 65 años un bono anual vitalicio denominado Bono Solidario
(BonoSol). La capitalización fue el núcleo central del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Entre 1995 y 1996 se capitalizó las cinco mayores empresas estatales: YPFB (hidrocarburos),
ENTEL (telecomunicaciones), LAB (transporte aéreo), ENDE (electricidad) y ENFE (ferrocarriles).
Su impulsor fue Alfonso Revollo. El programa logró captar una inversión de 1.670 millones de
dólares, la mayor de la historia económica boliviana y permitió la presencia de importantes
empresas transnacionales.
YPFB se dividió en cuatro empresas: dos de exploración (Chaco y Andina), una de transportes
(Transredes) e YPFB residual. Se encaró un activo proceso de exploración y recuperación de
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pozos que permitió no sólo continuar con el suministro a la Argentina y concretar la venta de
gas al Brasil, sino formular potenciales proyectos de exportación (México y California) debido a
la certificación de que las reservas cuantificadas alcanzaban volúmenes que situaban a Bolivia
con perspectivas de convertirse en el corazón de la integración energética regional. Ese
volumen pasó de 4,24 trillones de pies cúbicos a 53,30 tpc y descontado el consumo interno
quedaba un saldo disponible superior a los 40 tpc para exportar.
En este marco, el presidente Evo Morales aprueba el Decreto 3058 de nacionalización de los
hidrocarburos, por la cual el Estado boliviano recupera la propiedad estos recursos, asume el
control del ciclo productivo y determina la firma de nuevos contratos con las empresas
petroleras.
El Decreto dispone la obligatoriedad para todas las empresas petroleras privadas de entregar
su producción de gas y crudo a la estatal YPFB, que decidirá sobre su comercialización,
transporte, almacenaje, exportación, precios y volúmenes. Instruye a las empresas resultantes
de la privatización vender el número necesario de acciones al Estado para que éste tenga la
mayoría del paquete accionario. Se determina que todas las acciones de los bolivianos deben
pasar a "título gratuito" a YPFB, y que las socias extranjeras deben vender las acciones
faltantes para que YPFB "el 50% más uno" de las acciones.
Se otorga a las compañías un plazo de 180 días para negociar con el gobierno sus nuevos
contratos en el marco de las nuevas normas. Se instruye que los mega campos gasíferos de San
Alberto y San Antonio incrementen los beneficios para el Estado, de manera que éste se
favorezca con el 82% del valor de lo producido. Se dispone la "refundación" de YPFB para que
pueda impulsar todas las tareas encomendadas en la cadena productiva de los hidrocarburos.
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No se conoce exactamente el costo de este proceso pero se estima millonario pues supuso
compensaciones para evitar el arbitraje internacional y se ha denunciado que el Estado incluso
asumió deudas de las empresas afectadas. Su resultado inmediato fue un importante
incremento de ingresos fiscales. Sin embargo, la nacionalización no ha logrado reactivar la
industria petrolera. Las inversiones no son suficientes, hay un estancamiento en la producción
a tal punto que se está importando varios hidrocarburos, se han incumplido compromisos
contractuales de exportación y Bolivia pasó a ser considerada como proveedor no confiable.
No hay industrialización. La conducción de YPFB no fue encarada con criterios técnicos y más
bien la empresa estatal ha quedado empañada con un escandaloso caso de corrupción.
Fuentes referenciales
Historia Económica de Bolivia de Julio Paz ; Historia Económica de Bolivia de Luis Peñaloza
Cordero; Historia de Bolivia de Nazario Pardo; Historia de Bolivia de Herbert S. Klein; Historia
Económica de Bolivia de Jorge Alejandro Ovando Sanz¸ La Economía Boliviana, Ordenamiento
Territorial y Dominación Externa de Eduardo Arce; Historia de Bolivia de José de Mesa; “Guano
Maldito” de Joaquín Aguirre Lavayén; Simón I. Patiño de Charles F. Geddes; El Metal del Diablo
de Augusto Céspedes; Historia Monetaria Contemporánea de Bolivia del BCB; La Guerra del
Chaco y su financiamiento por parte del Banco Central de Bolivia; Memorias 1928 a 2008 del
BCB; La Guerra del Chaco de Roberto Querejazu Calvo; Ediciones de Nueva Economía.
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