La Fábula

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LA FÁBULA

El término latino fabula, que ha dado en castellano "fábula", se relaciona con fari, que significa "hablar". El
origen de este género es un tema muy controvertido y de difícil solución. Desde un remoto origen en
Mesopotamia, existe una tradición oriental que se desarrolla en Persia y en la India y otra tradición europea,
cuyo primer testimonio literario es la fábula del halcón y el ruiseñor. Esta pequeña historia se recoge en Los
trabajos y los dias de Hesiodo, pero podríamos ya rastrear en los similes y proverbios de Homero elementos
propios del género. Esta tradición sigue forjándose en la lírica arcaica y finalmente penetra en la prosa en el
siglo V a.C. Ya en el siglo IV a.C. los temas fabulisticos pertenecientes a la doble tradición, la oral (fábulas
atribuidas a Esopo) y la literaria, serán recogidos en su colección por Demetrio de Falero, que sentará las
bases para la regularización y desarrollo del género.

Esopo (VI a. C.)

Pocos datos tenemos de Esopo, nombre que incluso ha llegado a considerarse legendario. Su existencia se
situa en el siglo VI a.C. y su origen en Frigia o Tracia. La primera mención que tenemos de Esopo aparece en
Heródoto, que lo presenta como creador de fábulas (doyooc) y esclavo de un tal ladmón en la isla de Samos.
En Aristófanes aparece también Esopo como un personaje que contaba fabulas. A partir del siglo V a.C, se le
fue atribuyendo el relato de fábulas tradicionales y se convirtió en una figura emblemática, cuyo nombre sirvió
para caracterizar el género fabulistico. En el siglo I d.C aparece una novela bizantina de la Vita Aesopi ("Vida
de Esopo"). En ésta, Esopo es de origen griego y, por culpa del destino, esclavo. Su imagen de extrema
fealdad: tripudo, cabezón, canijo, bizco, ademas de desdentado y tartaja. No obstante, a esa total fealdad de
su aspecto exterior contrapone un ingenio y una sabiduria poco comunes, que le ayudan a salir con éxito de
todas las situaciones conflictivas que se le presentan. En esta Vita, Esopo es un personaje que viaja de un
lugar a otro, siempre corriendo riesgos y viviendo aventuras. Fue vendido por su amo a un mercader de
esclavos que lo lleva primero a Éfeso y más tarde a Samos, donde, a su vez, lo vende al filósofo Janto
(nombre que Aristóteles atribuía al amo de Esopo). Luego, liberado ya por su amo, viaja a Babilonia, a Egipto
y, por último, a Delfos, donde muere.

Características de la fábula osópica

Resulta muy difícil dar una definición definitiva de este género literario. Han sido distintos los estudiosos que
han intentado solucionar el problema. Nosotros nos limitaremos a definirla a través de una enumeración de
los rasgos principales de la fábula esópica:

1. Estructura. En general las fabulas presentan una breve presentación de la situación o problema, un
desarrollo y solución del mismo donde suele intervenir la sorpresa, el humor o la agudeza.
Finalmente se extrae una enseñanza moral genérica, que queda expuesta en la moraleja.

2. Intención moral. En las fábulas se evalúan las conductas de los personajes y se les da un uso
pedagógico. Se pretende enseñar unas pautas de comportamiento al lector. Este carácter moralizante es
posiblemente la causa del éxito del género a lo largo de los siglos, especialmente en el ámbito escolar y
educativo.
3. Temática y personajes. Son muy frecuentes las fábulas protagonizadas por animales, dotados de
habilidades humanas como hablar y sentir, que encarnan virtudes y defectos humanos. Dichos animales
normalmente actúan de manera fija, desempeñan papeles preestablecidos y representan siempre las mismas
actitudes sociales que se pretende criticar. De este modo, por convención literaria, la zorra deberá asociarse
con la inteligencia, la habilidad y la astucia; el águila y el león, con la fuerza y el poder, por representar la
realeza; también el lobo y el halcón encarnan la fuerza; la serpiente equivale a la maldad y la traición; el
mono es la vanidad; y el asno representa la jactancia, la necedad y el ridículo.

No obstante, también existen fábulas protagonizadas por seres humanos anónimos como el niño que se
ahogaba, el citaredo o el asesino. Otras en las que los actores son los propios dioses, entre las que
distinguimos dioses olímpicos o alegorías como la Muerte, la Verdad o la Fortuna.

Finalmente, debemos citar las también existen fábulas de carácter histórico donde aparecen personajes
como Alejandro Magno o Midas. Se debe reflexionar en este punto sobre el carácter indefinido de acciones y
personajes. Dejando al margen las fábulas históricas, que constituyen una minoría, las acciones se
desarrollan en lugares indefinidos y los personajes suelen ser anónimos. Ello es resultado lógico de que
estos relatos pretendan contar historias universales de las que se extraen consecuencias morales generales.

4. Estilo y forma. Las fábulas se caracterizan por su brevedad y estilo sencillo, libre de excesivos artificios
retóricos. Ello se explica por su origen oral y su carácter popular. Es, por así decirlo, un género democrático,
nacido del pueblo que pretende llegar a todos, independientemente de su condición social o su edad. Por
supuesto, el dialecto utilizado es el ático, dialecto propio de la prosa, que encaja perfectamente con la
pretensión divulgativa del género. Otro rasgo característico del estilo de las fábulas es la particular mezcla de
lo serio con lo grotesco.

5. Ideología. Como se ha dicho, la intención moral es una característica fundamental del género fabulístico.
El elemento moralizador suele encontrarse implícito en la acción, pero queda explícito en la moraleja. La
filosofía cínica aprovechará la popularidad del género para exponer sus planteamientos éticos. Así, el
principio de vivir según la naturaleza se enfrentará a la convención llevada al extremo de la sofística
(oposición vomos/fusis)

Influencia de la fábula esópica en la literatura posterior

Como autores de fabulas en lengua griega, además del Corpus Esópico, contamos con la figura de Babrio.
En Roma, la fábula tiene éxito como género y encontrará en Fedro un notable exponente literario. Durante la
Edad Media, las tradiciones orientales -con las colecciones de fábulas persas e indias- y la grecolatina
volverán a confluir gracias a la expansión del mundo árabe para alcanzar un notable desarrollo. Recordemos
en castellano la importancia de la fábula en el Conde Lucanor y el Libro del Buen Amor. Este género volverá
a alcanzar altas cotas literarias en el Neoclasicismo con autores como La Fontaine en Francia y Samaniego e
Iriarte en España.

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