Acerca de Moncloa - Jannet Torres Espinoza
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BIRA 35 (LIMA): 243-272 (2009-2010)
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Otra corriente residual que permanecía latente era el costumbrismo6, que en este
contexto de caos intestino despertó a una nueva actividad. La veta del costum-
brismo volvió a ser examinada y, de especial manera, su expresión por excelen-
cia: el artículo costumbrista. Es relevante la expresión festiva7 del artículo de
costumbres: sea una crítica reflexiva por motivos didácticos –pedagógicos, bajo
la esperanza de reconstruir una sociedad decaída8– y/o porque ante la incerti-
dumbre una forma de resignación y defensa es el humor, estos escritores encon-
traron su identidad literaria narrando las costumbres con un tono irónico, desde
una sonrisa pícara hasta la sátira corrosiva9.
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Luis Alberto Sánchez denomina a los costumbristas de fines del siglo XIX “Los
costumbristas de 1886”, en alusión al libro de Moncloa Los bohemios de 1886.
De este grupo, que no se constituyó propiamente como tal ya que no se asociaron
más que por lazos de amistad, Sánchez señala como exponentes a Federico El-
guera, Federico Blume y, como casos excepcionales, “por su calidad” a Abelardo
Gamarra y Manuel Moncloa y Covarrubias10 (1965: 1087). Por su parte, Augusto
Tamayo Vargas enmarca la etapa de la posguerra bajo el predominio del realismo
y del premodernismo, e inserta dentro de dicho ámbito un neocostumbrismo y
califica de “interesante en esta época del realismo (…) la aparición en nuestro
país de un nuevo costumbrismo crítico” (Tomo 2, 1993: 573). Como representan-
tes de lo que denomina “neocostumbrismo” señala a Abelardo Gamarra, Manuel
Moncloa, Federico Elguera y Federico Blume. De los escritores que Sánchez y
Tamayo Vargas coinciden en señalar distinguimos, por la calidad de sus artículos
costumbristas, a Gamarra, Moncloa y Elguera, quienes llegaron a publicar en el
formato de libro.
Los artículos de costumbres, a pesar del tiempo transcurrido desde las primeras
décadas del siglo XIX en que alcanzaron su mayor apogeo, aún poseían un es-
tatus por el que eran reconocidos y aceptados, ya que sintetizaban dos preceptos
que se demandaban en la literatura de la época: eran útiles y agradables11. Eran
útiles dado que la crítica que explícita o implícitamente contenían buscaba nor-
mativizar la vida, la cultura e instituir el orden. Eran agradables por el simple
hecho de que optaban por el tono humorístico antes que adusto para socavar las
malas costumbres: evitan el shock del ataque frontal y, mediante el juego de in-
genio, subvierten “la normalidad” de los vicios desnudándolos en su dimensión
risible y deleznable. Probablemente, es por las cualidades señaladas que en la
Lima de fines del siglo XIX, en medio del desgobierno y el caos, el artículo cos-
tumbrista encuentra nuevamente acogida.
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Como señala C.G. Amézaga, la presencia de este libro “lleno de gracia y fina
crítica” debió ser grata para un público que se encontraba asolado por una “pe-
sadilla de sangre y lágrimas en todas partes”. En sus obras teatrales Moncloa ya
había manifestado su complacencia por la crítica envuelta en frases graciosas, en
los artículos de costumbres que componen este libro emplea la misma fórmula,
con la segura confianza enque es a través del humor y la ironía que una crítica
encuentra un público más receptivo. Moncloa poseía ya una larga trayectoria de
escritor teatral, como señala C.G. Amézaga: “hoy por hoy, es el autor dramático
que más se ha hecho aplaudir en nuestros teatros” (1895: VIII)14. En Tipos Me-
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Sobre la categoría literaria de las revistas en relación al libro, fue un factor tras-
cendente los lazos que las publicaciones y los grupos literarios mantenían. Las
revistas literarias se relacionaban con grupos literarios (por ejemplo, El Círculo
Literario) y, en ese sentido, sus publicaciones eran respaldadas por la importan-
cia social y literaria del grupo con el que se vinculaban. La prensa contaba con
la colaboración de los integrantes de los grupos literarios, desde escritores recién
iniciados hasta íconos representativos, y, de manera cooperativa, la prensa pro-
movía la imagen institucional de los grupos literarios reseñando las actividades
que estos llevaban a cabo21.
De este modo, la presencia del artículo costumbrista en las publicaciones pe-
riódicas no debe ser interpretada como un demérito literario intrínseco a estos
textos. Y aunque la publicación en la prensa era más accesible a los nuevos escri-
tores ya que la publicación de los artículos era gratuita, tampoco era automática
la publicación del texto tras haberlo remitido a los centros editoriales. Existía
una previa selección del material antes de ser publicado y mediante este filtro
se descartaban textos que “se apartasen en exeso del arte”, tal como se indica
en una aclaración de El Perú Ilustrado sobre las colaboraciones que recibían
y sobre el hecho de que “muchas veces se nos pregunta por qué no aceptamos
algunos artículos” (EPI 41: 2, 18 de feb. 1888). Otro motivo por el que se podía
rechazar un texto era porque abordaba asuntos de política, de religión o asuntos
personales que estaban en contraposición a la finalidad de la revista (EPI 41: 2,
18 de feb. 1888).
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Por otra parte, aunque se tenía preferencia por el material nacional, también se
publicaron artículos costumbristas de escritores extranjeros. Y no se trata de ar-
tículos de José Larra y Mesoneros Romanos, costumbristas de la primera mitad
del siglo XIX; sino que, al igual que en nuestro país, el artículo costumbrista fue
practicado en España e Hispanoamérica durante las últimas décadas del siglo
XIX. Se registran así cuadros y artículos costumbristas de los españoles Luis Ta-
boada (EP, LRS, EPI), Eduardo del Palacio (EP, EPI), Manuel Ossorio y Bernard
(EP, LRS), Fernán-Sol (EPI), entre otros. En el caso de los hispanoamericanos
se encuentran Ricardo Silva (EPI), David Guarín (EPI) (ambos de Colombia),
F. Sales Pérez (EPI) (Venezuela), artículos costumbristas de carácter anónimo
extraídos de La Habana Elegante (Cuba) y otros.
a) El Progreso
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Y hétenos aquí, suda que suda, cual anafes de barro, con agua hirvien-
te (EP 17: 329).
Existe una digresión final breve, de tono humorístico, un guiño al público lector:
“Conque, niñas solteras, no hay más remedio que dejarse tapar un ojo de un cas-
caronazo… Es probado, y sobre todo más eficaz que San Antonio” (EP 20: 394).
Esta conclusión, a manera de consejo cómplice para sus lectoras, se encuentra
vinculada al medio de difusión, al circuito de la prensa y al proceso de recepción
por el cual la relación narrador-lector posee matices particulares. Y a pesar de
que esta conclusión no pertenece exclusivamente a la anécdota, se relaciona a
esta temáticamente: plantea que el juego de los carnavales provoca desorden, al-
garabía y flexibilidad en las normas sociales, lo que permite una mayor cercanía
y confianza entre los desconocidos28.
Los últimos quince años del siglo XIX debieron presentar, a los ojos de los cos-
tumbristas, los más diversos cambios. En España, por ejemplo, los costumbristas
se mostraban reacios a las nuevas costumbres que derrocaban a las antiguas, ya
que veían todo lo negativo en la novedad. En el caso peruano, al menos en Mon-
cloa, este rechazo a la novedad aún es plausible de ser rastreado: no se plantea
con reprobación recalcitrante, pero sí trasluce una incomodidad ante la rapidez
de los cambios que en su sociedad se estaban realizando. En el artículo “Por un
bolsón”, al inicio del texto, se introduce una reflexión del articulista en la que
señala que los tiempos están cambiando y que ello se refleja en que los bolsones
de las damas: “ahora traen el nombre y apellido de la dueña” para mayor infor-
mación de quienes las pretenden; el escritor se pregunta “si de este paso al siglo
XX no pasarán a ser ellas las conquistadoras” (EP 18: 349)29.
Según señala Hilda Remy Brandt, Moncloa, además de publicar sus primeros
artículos de costumbres en El Progreso (EP), también “redactó en sociedad con
Alberto Pérez” (1956: IV) esta publicación. Su afirmación se basa, probable-
mente, en la biografía que realizó Matto; por nuestra parte, la revisión que hemos
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pasando por el cambio de estructura que tuvo lugar en esta a raíz de la dirección
asumida por Clorinda Matto. Uno de los cambios que la insigne escritora promo-
vió fue desterrar el empleo de los seudónimos, pero esto no se impuso del todo y
Moncloa siguió publicando preferentemente con el seudónimo de “Cloamón”.
c) La Ilustración Americana
Para concluir el recorrido que Moncloa realizó por las revistas, dentro del lapso
que estudiamos, hacemos mención ahora de La Ilustración Americana que, como
ya señalamos, estuvo bajo la codirección de Moncloa y Enrique Guzmán del Va-
lle. En esta revista, Moncloa publica, además de sus obras dramáticas, artículos
de carácter costumbrista como “La extranjera” (n°12) y “La papeleta”34 (n°14);
este último es un texto que posee diversos rasgos destacables, entre ellos su con-
sistencia narrativa, sobre la cual trataremos de modo breve a continuación.
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- ¿Cuál?
- ¿Cuál?
- ¿Cuál?
- Señores; no interrumpir al orador. Sigue.
- Tenía mucha deferencia por un mulato joven, que había en la casa, y
que era su mayordomo.
- ¡Ja, ja, ja!
- Sí, señores: ese mulatillo fue la causa principal de la terminación de
mis amores con la bella Deidamia.
- Chico, desde entonces, te veo algo moreno!….
- Ya lo decía yo: me parecía que tenías el cutis tostado, y era por….
- ¡Un señorito derrocado por un mulato!... regálale el argumento a
Pérez Escrich! (LIA 14: 166, 15 de ene. 1891. Subrayado mío).
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En este mismo apartado se añade otro suceso relacionado al rechazo del que
Ángel es víctima
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Por otra parte, en LIA, Moncloa estuvo a cargo de la “Crónica general”, sección
que le permitió expresar opiniones personales sobre las actividades culturales
que se llevaban a cabo en la capital y en algunos casos en el extranjero; pero pre-
ferentemente abordó asuntos nacionales según la consigna que motivó la existen-
cia de esta revista y que se manifiesta claramente en su primera crónica37.
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lamer, gÜenza, no me da tiem popa sermás larga” (LIA 5: 50). En este caso,
mediante la “transcripción” de un fragmento de la carta de doña Rosaura de la
Canileja, se constata el estado lamentable de su escritura.
El interés que se vivió a fines del siglo XIX en toda Latinoamérica por la escri-
tura y la información mediante los periódicos es explicado por Ángel Rama en
su libro La ciudad letrada. En base a la lógica que rige su propuesta, se entiende
la crítica que se realiza a la protagonista de este artículo: defender la norma de
la lengua significaba también defender la norma cultural (Rama 1984: 52). Por
otra parte, el interés de la protagonista de ser suscriptora de un periódico y figurar
en esta esfera cultural se relaciona al mito que imperaba en la ciudad letrada, en
términos de Rama: “La letra apareció como la palanca del ascenso social, de la
respetabilidad pública y de la incorporación a los centros de poder” (1984: 74).
Este mito se acentuó a fines de siglo con la estabilidad de la prensa periódica y el
mayor acceso que tuvo a ella la clase media.
CONCLUSIONES
Según hemos podido apreciar, la concreta cercanía entre el autor real y el lector
virtual que establece el medio periodístico sí determina algunas características
del artículo de costumbres. Resulta innegable la influencia de la cotidianidad
inmediata sobre el artículo costumbrista finisecular, influencia del medio físico
en el que es impreso y el entramado cultural no visible que supone el mundo de
la prensa. Mas, antes de encontrar las falencias en el aspecto del discurso o la
calidad literaria del artículo costumbrista finisecular debido a este influjo, la re-
lación artículos de costumbres-prensa debe reinterpretarse en el nuevo marco de
estudios que señala a las publicaciones periódicas como el soporte principal de
la producción literaria en el siglo XIX. Las revistas literarias fueron vitales en el
circuito literario; es notable, entonces, que la presencia del artículo costumbrista
en la prensa, estudiada en su contexto, constituya parte de su fortaleza, lo que
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Por otra parte, más allá del valor de contenido de sus artículos y crónicas, resca-
tamos a la par los recursos estilísticos en los artículos de costumbres de Moncloa.
Conocía las técnicas tradicionales del costumbrismo: construyó tipos, escenarios,
hizo uso de alusiones intertextuales, vinculó el tema a problemáticas que le eran
contemporáneas. Pero, además de ello, introdujo recursos por los cuales la anécdo-
ta adoptó magistral desarrollo; ante lo cual podemos sugerir la siguiente pregunta:
¿se trata de un artículo de costumbres o de un cuento?, como es el caso de “La pa-
peleta”, texto que ha permanecido durante mucho tiempo en el desconocimiento.
Juan Ignacio Ferreras sostuvo que al artículo de costumbres “todo le era posible”
(1970: 347); esta afirmación la realizaba con un tono crítico de por medio. Noso-
tros queremos retomar esta frase, pero matizándola con el aspecto de riqueza que
posee. Es cierto, el artículo costumbrista es extremadamente variable y una de las
causales de su plasticidad es su cercanía con su contexto inmediato. Pero si bien
esto constituye un conflicto para comprenderlo, no es del todo un impedimento,
sino un reto para los estudios literarios, que solo pueden enriquecerse cuando
teoría, crítica e historia literaria se renueven salvando antiguas dificultades.
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Notas:
1 Una primera versión de este trabajo fue presentada en el Congreso Internacional “Perú XIX.
Universos discursivos en la prensa decimonónica” (Lima, julio de 2008). Asimismo, este artículo
forma parte de uno de los capítulos de mi tesis de Licenciatura titulada El artículo costumbris-
ta de Manuel Moncloa y Covarrubias, 1885-1895. Caminos hacia el cuento peruano moderno
(2010), que fue asesorada por Marcel Velázquez Castro.
2 Pupo Walker, entre otros, señala como una característica resaltante del cuadro o artículo de
costumbres su circunscripción temática al contexto que le es contemporáneo, específicamente al
“registro de vivencias que el relator necesariamente comparte con su público inmediato” (1978:
6). Esta última observación, aunque él no lo explicite, parece aludir al circuito de la prensa me-
diante el cual el escritor y el lector se encuentran irremediablemente próximos. Esto sería, según
señala dicho autor, un contratiempo para el texto sin pretender ser literario ya que se condiciona
al texto a elementos externos al discurso en sí mismo. Por otra parte, Ricardo González Vigil,
al presentar los artículos costumbristas seleccionados en su antología sobre el cuento peruano,
señala que en ellos “puede detectarse su dependencia del medio periodístico en que apareció; un
medio ligero y perecedero, sin las pretensiones artísticas del medio literario, de por sí pensado
para la posteridad y la trascendencia cultural” (1992: 24).
3 La relación entre el costumbrismo y la prensa ha sido anteriormente estudiada por Jorge Corne-
jo Polar (1998, 2001). Dicha investigación estuvo enfocada, específicamente, al costumbrismo
practicado por Manuel Ascencio Segura y Felipe Pardo y Aliaga.
4 Es el caso de Eleazar Boloña y el de autores no tan noveles como José Lavalle (Perpetuo Anta-
ñón) y Torres Saldamando.
5 Sintomático es que José Lavalle emplee el seudónimo de “Perpetuo Antañón” para publicar sus
tradiciones y que cada vez que empiece una de sus tradiciones se disculpe por seguir tratando
sobre “chocheces”.
6 Maida Watson señala que “el costumbrismo carece de una doctrina claramente definida, espe-
cialmente en relación con su forma, contenido y propósito”. La naturaleza híbrida del costum-
brismo, en relación a los límites difusos que mantiene con el romanticismo, neoclasicismo y
realismo (1980: 21) da lugar a que algunos escritores evalúen de si se trata propiamente de una
corriente literaria o de una tendencia dependiente de las corrientes mencionadas. A pesar de
estas interrelaciones que nutren al costumbrismo, Watson opta por considerarlo una corriente.
Nuestra investigación adopta ese camino.
7 Como señala Maida Watson, la cuota festiva es ingrediente básico del costumbrismo, sin él se
convertiría en ensayo de Historia social o erudición folclórica (1980: 31).
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10 Sobre todo revalora a Moncloa en el ámbito teatral, marcada inclinación que expresó a lo largo
de su labor como escritor.
11 Esto desde el Neoclásico. Además, eran una forma convencional con larga data y reconocimien-
to social entre los lectores
12 Cabe mencionar que, antes de esta publicación, editó también un libro de artículos costumbris-
tas cuyo leitmotiv fue el teatro: De telón adentro (1891).
13 Una guerra civil ocasionó un nuevo colapso político social. Esta se desató el 25 de octubre de
1894 y culminó en marzo de 1895. A raíz de la sospechosa elección de Cáceres como presidente
(fue el único candidato ya que los demás partidos se abstuvieron), las fuerzas políticas oposito-
ras se unieron bajo el liderazgo de Piérola para hacerle frente. La guerra fue atroz, según apunta
Varillas, y cuando finalmente ceden a una tregua ambos bandos, se sepulta a los combatientes
fallecidos, que resultaron ser tres mil hombres que yacían entre hospitales y calles de la ciudad
(1992: 302).
14 Desde la primera obra impresa que se le conoce, “El nudo” (1883), mantuvo a lo largo de su
vida filiación con el teatro de inclinación al género cómico costumbrista, obteniendo siempre el
favor del público.
15 Dicho ejemplar se encuentra en la biblioteca del Instituto Riva Agüero. Los artículos que lo
componen, por orden, son “La herencia”, “Los anarquistas”, “Carnaval”, “¡Negro!”, “Chom-
bito”, “Señor Doctor”, “Los pregones”, “El primero y el último”, “Un cuadrito realista”,
“Una función casera”, “Ojo”, “Mi ahijado”, “Media naranja por una”, “Por los cuernos”,
“La papeleta”, “Cuidados ajenos”, “La modelo” (de Pierre Veron), “Las niñas de ventana”,
“Entre literatos”, “El sistema de Carolina” (de Pierre Veron), “Aficionado al drama”, “Por año
nuevo”, “Una persona importante”, “El primer artículo”, “Una receta”, “Los espléndidos”,
“Pretendientes”, “Incendio”, “Personas ilustradas”, “De telón adentro”, “Políticos al pelo”,
“Industria algodonera”, “Antoñito”, “Del invierno”, “Apuntes del inglés”, “El trancazo”, “La
exposición” y “Precauciones” (incompleto).
16 Como señala Ezama Gil acerca del cuento decimonónico español, es importante considerar que
este tiene un tránsito propio: no se encuentra publicado anteriormente en volúmenes y luego
pasa a la prensa, sino que es publicado inicialmente en prensa y luego es recogido en libro
(1992: 14).
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19 Acotemos que es común que en esa época se denomine de manera indistinta “periódico” a un
diario o a una revista. Lo que prima es la idea de periodicidad. Confróntense con Ángeles Ezama
Gil (1992).
20 Citemos algunas líneas editoriales de las revistas en que se hace mención a la colección de sus
números: “Acompañamos á este número las carátulas é índices del primer semestre de nuestro
semanario, para que los suscritores puedan hacer empastar el primer tomo de ‛El Progreso’”
(EP 2: 21, 11 oct. 1884); “La nueva edición de nuestros números primero y segundo, que se
habían agotado, está concluida y á disposición del público” (LIA 9: 98, 1 nov. 1890).
22 Para mayor información sobre El Perú Ilustrado, puede consultarse Velázquez Castro (2000).
23 Para una revisión completa de las publicaciones de Moncloa, puede consultarse la tesis bio-
bliográfica de Remy Brandt (1956).
24 El Progreso. Semanario literario y comercial. Ciencias, Artes y Modas, dirigido por Alberto Pé-
rez, fue la primera revista literaria que apareció en la capital después de la Guerra del Pacífico
y que promovió nuevamente la actividad literaria. Cabe mencionar que este semanario estaba
conformado por cinco secciones: “Sección Editorial”, “La Semana” (sección en que se comenta
lo más resaltante de las actividades literarias realizadas), “La Revista Teatral” (sección en la
que se comenta y critica las obras teatrales que estaban en ejecución), “La Revista de Modas”
(sección dedicada a las lectoras en la que se pretende educar el gusto en la vestimenta femenina)
y “Retazos propios como ajenos” (que incluye el torneo literario, además de charadas y jeroglí-
ficos). Los textos literarios no aparecen en estas secciones, sino que delimitan su propio espacio
en relación a su título, aunque por lo general suelen aparecer entre “La Revista Teatral” y “La
Revista de Modas”. Estuvo conformada por aproximadamente veinte páginas, incluyendo, al
final del semanario, entre seis u ocho páginas de publicidad comercial. Según registra Moncloa,
esta revista tuvo una duración de tres años: 1884-1886 (1901: 13).
26 Según señala Maida Watson, el ánimo científico que imperaba en el XIX lo invadía todo: “El
tipo podría ser –finalmente– el correlato literario de la obsesión del siglo XIX por clasificar y
catalogar todos los fenómenos naturales” (1980: 46). Asimismo, realizada la clasificación y
nombrada una “especie”, esta podía subdividirse en variedades, “como si se tratara de una
mera clasificación zoológica” (Ayala 1984: 85). Incluso, el tipo también fue medio para estudiar
casos raros, en “extinción”.
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28 Cabe remarcar lo oportuno que es cada artículo en el contexto de su realidad inmediata; por
ejemplo, este fue publicado en la primera semana de febrero, verbigracia, inicio de la temporada
de carnavales.
30 Este texto denota un margen de descuido en la composición. En este caso, tiene lugar la crítica
que realiza Pupo Walker (1978) sobre el carácter endeble de los textos costumbristas debido a la
inmediatez con que son escritos. Sin embargo, obsérvese que no es este siempre el caso.
31 Esta revista fue fundada en 1885 por su director y propietario José A. Felices. La publicación
de esta revista era semanal, cada sábado; a partir del 8 de abril de 1886 empezó su aparición
cada 1, 8, 16 y 24 de cada mes. Constaba de “Sección editorial”, “Costumbres”, “Variedades”
y “Sueltos”. A partir de la creación de El Círculo Literario, Felices, como vicepresidente de esta
sociedad, puso a disposición de este grupo las páginas de su revista. Felices registró las veladas
y actuaciones públicas del grupo y promocionó las actividades de sus integrantes. Moncloa dice,
sobre la dedicación de Felices a esta revista, que “[la] sostuvo con cariño haciendo no peque-
ños sacrificios pecuniarios – como tiene que hacer entre nosotros todo editor de publicación que
no sea política” (1901: 8). El tiempo de vida de este semanario habría sido de cuatro años, entre
1885 y 1888.
32 Este último no ha sido posible revisarlo directamente en LRS, debido a que el ejemplar en parti-
cular no se encuentra disponible. El texto tampoco ha sido recopilado en libros posteriores. Solo
podemos hacer mención de este artículo en base a la revisión bibliográfica realizada por Remy
Brandt.
33 De esta biografía, resaltemos algunos datos sobre nuestro autor: “Las labores de la prensa no
son ajenas a Moncloa: redactó, en sociedad con el malogrado e inteligente Alberto V. Pérez,
El Progreso, semanario de literatura y ciencias; ha sido constante colaborador de La Revista
Social, El Radical y otras publicaciones. Nuestro semanario le cuenta entre sus asiduos favore-
cedores, y distintas asociaciones literarias, como la dramática “La juventud cordobesa”, “El
círculo literario de Lima”, “El club literario de Arequipa”, y otras le cuentan en su seno ya como
socio de número, ya como honorario. Hasta hace poco, Moncloa ha escrito con el anagrama
Cloamón, que nosotros hemos sido los primeros en desterrar para darle filiación legítima a los
chispeantes cuadritos que dibuja Moncloa con el título De telón adentro, magníficas copias de
todas las escenas que pasan entre la gente de trapió y colorete” (Matto 1890: 638-639.).
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35 Precisemos uso del término “relato”. Según señala Genette, en un primer sentido, relato es el
enunciado narrativo de un o una serie de acontecimientos. En segundo lugar, relato puede ser
entendido como los acontecimientos en sí mismos. Finalmente, se entiende por relato el acto de
narrar. El primero es el significante, el texto narrativo mismo, el “relato”; el segundo es el con-
tenido, es decir, la “historia”; tercero es el acto narrativo productor: la “narración” (1989: 83).
Nosotros empleamos el término “relato” con la primera acepción, es decir, el texto narrativo
mismo.
36 La alusión a Pérez Escrich refiere, en su intertextualidad (tipo alusión), a una crítica que se
había popularizado en Lima hacia este escritor a quien se le consideraba de mal gusto pues
empleaba temas “exagerados”.
37 Un extracto de esta primera crónica: “sus columnas están á la disposición de todos los escri-
tores; que daremos siempre preferencia al material nacional y americano; que publicaremos
retratos de hombres eminentes, en literatura, artes, política o ciencias de América especialmen-
te, así como vistas de ciudades importantes, monumentos notables; que en fin tenemos, si no
el suficiente caudal de luces, para que la “Ilustración Americana” sea el primer periódico del
Perú, al menos bastante fuerza de voluntad y amor al trabajo, para hacer de ella una publicación
digna, y perfectamente acorde con los fines que se propone” (LIA 1: 2. Subrayado mío).
Bibliografía
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