Fallo 9
Fallo 9
Fallo 9
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BALVERDE, María del Carmen s/
recurso de casación.
REGISTRO N° 1131/12
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Concedidos por el a quo los remedios intentados (fs.
1001/1002 vta.), la asistencia de confianza y el Fiscal General
los mantuvieron ante esta Cámara (cfr. fs. 1009/1010).
Durante el término de oficina, el Fiscal General ante
estos Estrados amplió fundamentos (fs. 1016/1018).
Celebrada la audiencia prevista por el artículo 468
del Código Procesal Penal de la Nación, la defensa particular
hizo uso de su derecho a presentar breves notas, y el
expediente quedó en condiciones de ser resuelto (cfr. fs.
1036).
SEGUNDO:
Los codefensores particulares introdujeron como
agravios el error in iudicando e in procedendo.
Como error in iudicando plantearon el empleo
arbitrario del criterio objetivista en la excusabilidad en la
emoción violenta sufrida por su defendida en lugar de la
subjetivista, que atendía la situación particular de Balverde.
En el cauce del error in procedendo señalaron errores
y omisiones en el tratamiento de la prueba producida en el
juicio, en particular de los peritajes psiquiátricos y los
testimonios de los profesionales que los produjeron inherentes
a la valoración del artículo 34, inc. 1°, del Código Penal.
El mismo defecto marcaron en la parcialización de las
circunstancias del hecho, en relación a la emoción violenta.
En cuanto a la inimputabilidad, hicieron hincapié en
la coincidencia de los peritos acerca de la alteración de las
facultades, breve, momentánea pero muy intensa y cuyo trasfondo
fue emotivo-pasional disparado por la discusión y agresión
físico verbal en cuyo transcurso Soria desbordado dio por
terminada su relación con la nombrada. Agregaron que mientras
para los Dres. Castex y Sandoval esa perturbación le impidió
comprender la criminalidad del acto y dirigir sus acciones para
los profesionales del Cuerpo Médico Forense, Dres. Romi,
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“estadístico” en lugar de haber analizado la culpabilidad según
la idiosincrasia particular del individuo, su historia de vida,
sus posibilidades y limitaciones cognitivas y volitivas.
Finalmente, mencionó los celos patológicos de su
asistida hacia Soria y el hecho de que él constituía la
auténtica razón de vida. No se trató de una simple ruptura, el
anuncio de Soria tuvo lugar en un contexto de agresiones
físicas y expresiones sumamente agraviantes para Balverde que
hicieron que perdiera el dominio de sus actos.
Hizo reserva del caso federal (art. 14, de la ley
48).
b) El Fiscal General, por su parte, en el remedio
incoado criticó la calificación escogida por el tribunal
sentenciante en lugar de la figura de homicidio agravado por su
comisión con alevosía y requirió la imposición de la pena de
prisión perpetua.
En el sentido de su postura destacó que casi todas
las heridas que presentaba el cuerpo de la víctima fueron
producidas por la espalda, circunstancia determinante de que la
procesada se aprovechó de un estado de indefensión buscada
frente a la mayor contextura física de Soria, aspecto por el
cual hubiera sido imposible que el ataque hubiese comenzado de
frente al cuerpo y que el nombrado no se hubiese podido
defender.
Agregó que la encartada actuó sobre seguro, lo
acuchilló aviesamente sin que él pudiera advertir el
acometimiento y evitarlo.
Por último, acotó que, para el supuesto de que se
entienda que es un homicidio simple estimó mal graduada la pena
pues sólo se atendió en la individualización las
características personales de la enjuiciada y su leve
disminución en la capacidad de culpabilidad, aplicando de
manera errónea las pautas indicadas en los arts. 40 y 41 del
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vida”. Acto seguido, la tiró contra el sillón, se golpeó la
cabeza con el borde y cuando se levantó Soria continuó con los
insultos en un tono subido, la zamarreó y en un momento le tiró
del pelo, como torciéndole la cabeza y cuando se volvió para
mirarlo, él sosteniendo el cuchillo en su mano derecha le dijo
“seguro que hasta Mechi coge mejor que vos”, y empezaron a
forcejear, ella le agarró la muñeca del brazo (derecho en el
que sostenía el cuchillo), le largó el pelo y en un momento
tuvo la sensación como que se cayeron, sin poder recordar nada
más. Adunó que no supo qué movimiento hacía con el cuchillo,
él estaba como sacado, que nunca lo había visto así, pues no
era una persona agresiva. Sintió como que le corría agua, algo
húmedo, arrodillada al lado de Luis, no podía levantarse ni
caminar, porque estaba descalza y el piso era de madera
flotante. Se puso a llorar y cuando se pudo parar tomó el
teléfono, momento en el cual se dio cuenta de que tenía la mano
con sangre, que no sentía los dedos, sólo tenía un hormigueo,
llamó a la casa de sus padres y pidió a su hermana que llamara
a la policía, lo que ella también hizo al rato. Cuando llegó la
policía apenas podía decir su nombre, sin entender lo que
pasaba. Agregó que “Luis no se movía, estaba boca abajo, pero
yo tampoco lo toqué ni le hablé. Agregó que Luis fue la
persona más importante de su vida.
Añadió en su declaración que desconocía si Luis
estaba pensando en terminar la relación. Dijo que es diestra,
que en el momento en que vio a Luis con el cuchillo se sintió
amenazada o intimidada, por cómo estaba “sacado”, que temió por
su integridad física; que pensó que era una posibilidad que él
la atacara con el cuchillo dado que Luís “tenía el cuchillo y
me seguía insultando, él no me amenazó, sólo escuchaba los
insultos”(…) “Mi vida se detuvo ahí, cuando lo veo con el
cuchillo y me está tirando del pelo, después me veo tirada ahí,
temblando hasta que recuerdo haber llamado a mi hermana“; (…)
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que no emitía palabra alguna, que estaba como ajena a lo que
sucedía; que no le respondió cuando le preguntó cómo estaba; y
que a su modo de ver no podía reaccionar frente a los hechos.
El médico del SAME, Dr. Darío Benito, observó al
llegar a un sujeto joven tirado en el suelo con abundante
sangre a su alrededor y a su lado una mujer parada, y un
cuchillo en el suelo. Constató la muerte del individuo y
observó que la mujer tenía una herida en la mano, que a pesar
de ser profunda y dolorosa, no requería atención urgente por lo
le realizó las curaciones en el baño.
La vecina que habita en el departamento del piso
inferior de la enjuiciada, María Enriqueta Dolores Franco,
manifestó que cerca de las 15 hs. escuchó a Balverde gritar
“hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta”, la llamó por
teléfono, pero nadie atendió. Cinco o diez minutos después
escuchó un ruido proveniente del departamento de Balverde
similar al que produce un objeto al golpear contra el piso,
pensó que se trataba de un almohadón. Aclaró que antes de los
insultos no oyó nada.
Dio cuenta de la forma del deceso el médico
tanatólogo, Dr. Oscar Agustín Ignacio Losseti, quien en el
juicio ratificó su intervención en la autopsia incorporada a
fs. 76/90, en la que puso de manifiesto que pese a la
pluralidad de las heridas descriptas en su informe sólo
resultaron idóneas para provocar la muerte las indicadas en los
puntos 6,7 y 12, debido a que son las que penetraron el tórax.
Destacó que las heridas de arma blanca se las describe
señalando el recorrido que hace la hoja del arma en el cuerpo y
se van indicando las lesiones del cuerpo presumiendo que éste
se encuentra en posición vertical debido a que se desconoce la
posición real de la víctima y el victimario al momento de los
hechos y que éstas pueden presentar una infinidad de hipótesis,
sin poder afirmar cuál fue la secuencia en la producción de las
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psíquicamente frágil, por lo que ese estímulo no es idóneo para
una reacción de esa naturaleza.
Destacó que el cuadro de amnesia no era lo
importante, porque lo que vibra es toda la personalidad y no
sólo la memoria. Que podía ocurrir que en un momento tan
desagradable no se acuerde una parte o también, que no se
olvide en la vida de todo, de ahí que la amnesia parcial,
aducida por la imputada, era creíble (cfr. fs. 946 vta.).
Es este el criterio que considero ajustado al caso,
es decir, la posible ausencia de recuerdo parcial en la
enjuiciada con posterioridad al suceso, episodio circunstancial
propio del estado emocional emergente de los celos derivados de
la decisión de la víctima de asistir a actos sociales, en
contra de la voluntad de ella, desobedeciendo las cuasi órdenes
de la procesada en sentido contrario.
Entiendo pues que ese es el marco justo en que debe
encuadrarse la situación de la justiciable, bien precisada por
los médicos del cuerpo técnico oficial ya comentados y
reforzados por lo que sigue.
También resultó acertado el pronunciamiento en lo que
atañe a una emoción violenta.
Contribuye en algún aspecto en torno de la conclusión
negativa de la emoción violenta, el parecer del Dr. Juan Carlos
Romi, acerca del trastorno mental transitorio diciendo que el
sujeto presenta su juicio alterado, suspendido; situación
transitoria que no impide que antes y después del acto en
cuestión el individuo, mantenga su juicio de realidad, y admite
que sólo en el intermedio puede haber una transitoria
suspensión del juicio. De existir “se presenta en forma brusca,
repentina, con o sin motivación, que acontece en todas las
áreas del psiquismo y que recuperada la conciencia, no deja
secuelas, (…) puede durar, segundos, minutos, uno o dos días,
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Admitido como está que el episodio tuvo un arranque
psíquico y no externo, y que en esos supuestos ese trastorno
mental transitorio no es habitual, no existe posibilidad de su
admisión como causal excluyente de responsabilidad.
Volviendo al fallo, se observa que tras esa
referencia al trastorno mental transitorio se ocupó del estado
de emoción violenta que también descartó sobre la base de la
opinión del Dr. Romi en el sentido de que para su tipificación
se requiere una causa sorpresiva, inesperada y sin nada que
indique su preexistencia. Caracterización que no se aviene al
caso por cuanto la enjuiciada actuó impulsada por la decisión
de la víctima de terminar con la relación sentimental que los
unía, posibilidad que la procesada conocía y no podía aceptar,
he ahí que lo emocional primó sobre lo racional.
Se completó el cuadro probatorio con la declaración
de los padres del occiso, de la ex novia y de sus compañeros de
Juzgado que dieron cuenta de la particular relación existente
entre Balverde y Soria, los celos y el control que ella ejercía
sobre la víctima (cfr. en razón de brevedad, fs. 934 vta./943),
con la incorporación por lectura al debate de los informes
obrantes a fs. 947/vta. y 948; y la autopsia de fs. 76/90 con
la reseña efectuada en la sentencia a fs. 948/951, que dio
cuenta que el óbito se produjo como consecuencia de las heridas
toráxicas producidas por arma blanca.
b) De lo expuesto se desprende que no encuentra
cabida en la especie ni el trastorno mental transitorio,
invocado por la defensa como causa de inimputabilidad ni la
atenuación establecida en la figura de la emoción violenta.
En relación a los agravios de la defensa atinentes a
la inimputabilidad como a la calificación escogida para el
hecho a estudio, el pormenorizado análisis del estado de las
facultades mentales y del desencuadre de la conducta de
Balverde con la emoción violenta al momento de desplegar el
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Soria como una persona correcta y muy eficiente como empleado.
En relación a Balverde aludieron a su persecución constante y
celos hacia su pareja aún en el ámbito laboral, a punto de que
la encartada iba todas las mañanas a esperarlo a la parada de
la “combi” que lo traía al trabajo, que no le gustaba que
atendiera a mujeres en la mesa de entradas ni tampoco que se
vinculara amistosamente con compañeras de trabajo.
Una de éstas, Mercedes Martínez Ricci, que era además
amiga de Luis, agregó que él le había contado que estaba
agobiado por esa relación, y que, el viernes anterior a su
muerte le había dicho que no quería seguir más, que no sabía
cómo finalizarla, pero que ese fin de semana estaba decidido a
enfrentar a Mara.
Esos comentarios encontraron confirmación en los
propios dichos de la justiciable quien a través de sus dichos
de la indagatoria, incorporados por lectura, relató su relación
con el occiso, sus celos, la molestia que le generaba que él
tuviera amigas o amigos.
Probado y sin discusión el hecho, contó la acusada
con lujos de detalles los momentos previos al desenlace y aún
de este mismo, conforme fue reseñado ut supra, resulta su
autoría y responsabilidad en el hecho, para lo cual suficiente
es lo anotado en el fallo.
La insistencia de la defensa respecto de la
inimputabilidad con apoyo del médico y perito de parte, ha
quedado totalmente desvirtuada con los dictámenes de los
médicos forenses quienes aclararon que la encausada presentó
una disminución del recuerdo del suceso, pero no asimilable a
una disminución del dominio de sus facultades mentales que
permitiera suponer un estado de inconciencia, en relación a lo
cual tampoco sembraron la duda.
A mayor abundamiento conviene hacer referencia a
algunas de las pruebas causídicas, entre ellas el testimonio
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Abona la decisión del tribunal oral la opinión de la
perito oficial Santamaría quien explicó durante el debate que
desde el punto de vista psíquico, las causales del hecho no
tuvieron la relevancia necesaria para justificar la reacción de
la procesada que no presentaba fragilidad psíquica y que
contaba con recursos defensivos.
Cabe repetir que los argumentos ensayados por el
recurrente a partir de las conclusiones alcanzadas por los
peritos propuestos de su parte, Dres. Castex y Sandoval
Hernández, en cuanto a que las heridas que presentaba en su
mano derecha le habrían impedido desplegar el ataque contra la
víctima, quedó descartada con la prueba evidente de la autoría
de Balverde, sin perjuicio de que en el decurso del ataque
pueda no haber sentido el dolor en su mano, propio de su
desmedida reacción y de la coetaneidad de su herida.
En otro sentido cabe acotar que esa lesión en su mano
fue producida a raíz de uno de los golpes que Balverde asestó
al cuerpo de Soria que encontró un obstáculo de mayor dureza
que la que ofrece la piel y los tejidos musculares del cuerpo
humano, ocasionando que por el impulso dado al golpe el
cuchillo se frene y la mano del agresor resbale de manera que
el filo del arma blanca se introduzca en ésta lesionando sus
tejidos y tendones.
De adverso a lo postulado por el recurrente Balverde
y el occiso tenían una relación conflictiva o difícil, pero de
ninguna manera excusaba a la nombrada y la colocaba al amparo
del art. 34, inc. 1° del código de fondo, pues ni el intento de
finalizar la relación que existía entre ambos, ni lo supuestos
insultos o la comparación negativa desde el punto de vista
sexual con una compañera de trabajo, tienen entidad excusante.
No puede perderse de vista que los informes médicos
sobre la procesada indican que no posee fragilidad psíquica.
En suma, los agravios de la defensa particular no
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Concluyeron en base a las fotografías tomadas en el
lugar de los hechos, lo manifestado por el inspector López
Bohigas y el informe de autopsia, que aunque fue breve existió
una lucha y que la herida en el dedo pulgar izquierdo y el
mechón de cabello que Soria tenía en esa misma mano y que le
fue arrancado a la enjuiciada, conforman elementos probatorios
del despliegue de algún acto de defensa de la víctima.
Repárese en que, según la doctrina, para imponer la
agravante de la alevosía se requiere: “a) el homicidio
proditorio, en el cual al acto de matar precede el
apostamiento, el acecho, la trampa, la emboscada, que aseguran
una ejecución sin riesgo, ya que la víctima está desprevenida;
b) el ímpetu o sorpresa, que es una agresión súbita, inopinada,
inesperada ocultando el ataque; c) el aprovechamiento de una
situación de indefensión del ofendido no provocada por el
agente” (confr. Edgardo A. Donna, “Derecho Penal, Parte
Especial”, Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 1999, Tomo 1,
pág. 41).
Incierta es la situación dada en autos. En efecto, en
el caso no hubo por parte de la acusada una conducta
preordenada para matar (aspecto subjetivo), es decir, no se
advierte en ella la búsqueda, preparación o aprovechamiento de
una situación de indefensión (aspecto objetivo) con miras a ese
fin; tampoco surge de la prueba que la supuesta situación de
indefensión en la que habría quedado atrapada la víctima haya
sido el móvil de Balverde para matar, o que hubiere sido la
falta de riesgo o de peligro respecto de su vida lo que,
efectivamente, motivó su conducta homicida; mucho menos que
ésta fuera sorpresiva y, por último, que la víctima haya estado
en estado de indefensión.
En síntesis, la conducta desarrollada por Balverde no
se compadece con un accionar solapado en procura de una total
falta de defensa de la víctima.
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Se valoró su edad, su nivel socio cultural, los
motivos que la llevaron a delinquir y la intensidad del daño
ocasionado.
Como atenuantes se hizo mérito de la carencia de
antecedentes, la buena impresión causada en la audiencia, que
proviene de una familia de nivel socio cultural medio
legalmente constituida, que es abogada, sus hábitos laborales y
que había conformado con la víctima una pareja de cierta
estabilidad y atendió en especial el estado de ánimo de la
procesada ante la posibilidad de ver terminada esa relación
amorosa.
Pautas todas tenidas en cuenta a la hora de fijar el
monto de pena impuesta, y en ese camino disminuyó el reproche
penal.
El juego de atenuantes y agravantes evaluados en
conjunto en cada caso muestra que se lo ha escogido
razonadamente, que de ningún modo es excesivo, por lo que la
pena de prisión impuesta a la justiciable por el tribunal de
mérito ha de mantenerse.
Por todo lo que se viene exponiendo, propongo al
Acuerdo rechazar los recursos de casación interpuestos por la
defensa particular, con costas, y por el Fiscal General, sin
costas.
El señor Juez Dr. Eduardo R. Riggi dijo:
Adherimos a los fundamentos y conclusiones del voto
de la distinguida colega preopinante, por lo que emitimos el
nuestro en igual sentido.
El señor Juez Dr. Raúl R. Madueño dijo:
Adhiero al voto de la doctora Catucci y emito el mío
en igual sentido.
Por todo lo que se viene exponiendo, el Tribunal
RESUELVE: Rechazar los recursos de casación interpuestos por la
defensa particular, con costas, y del representante del
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