Fallo 9

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Causa n° 15.071 -Sala III C.F.C.P.

-
BALVERDE, María del Carmen s/
recurso de casación.

Cámara Federal de Casación Penal

REGISTRO N° 1131/12

/// la Ciudad de Buenos Aires, a los 21 días del mes de


agosto del año dos mil doce, se reúnen los miembros de la
Sala Tercera de la Cámara Federal de Casación Penal, doctores
Eduardo R. Riggi, Liliana E. Catucci y Raúl R. Madueño bajo la
presidencia del primero de los nombrados, asistidos por la
Secretaria de Cámara, doctora María de las Mercedes López
Alduncin, para dictar sentencia en la causa n° 15.071,
caratulada: “Balverde, María del Carmen s/recurso de casación”.
Representa al Ministerio Público el señor Fiscal General,
doctor Raúl O. Pleé, y la defensa particular de María del
Carmen Balverde, a cargo de los Dres. Gabriel Gandolfo y
Fernando L. Lisicki.
Efectuado el sorteo para que los señores Jueces emi-
tan su voto, resultó el siguiente orden: Catucci, Riggi y
Madueño.
VISTOS Y CONSIDERANDO:
La señora Juez, Dra. Liliana E. Catucci, dijo:
PRIMERO:
Las presentes actuaciones llegan a conocimiento de
este Tribunal a raíz de los recursos de casación interpuestos,
por la asistencia técnica particular de la encausada y por el
representante del Ministerio Público Fiscal a fs. 963/977 vta.
y 978/999 respectivamente, contra el pronunciamiento dictado
por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 18, que CONDENÓ, a María
del Carmen Balverde, a la pena de nueve años de prisión,
accesorias legales y costas, como autora penalmente responsable
del delito de homicidio simple (arts. 12, 29 inc. 3°, 40, 41,
45 y 79 del Código Penal; 396, 398, 400, 403, 530, 531 y 533
del Código Procesal Penal).

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Concedidos por el a quo los remedios intentados (fs.
1001/1002 vta.), la asistencia de confianza y el Fiscal General
los mantuvieron ante esta Cámara (cfr. fs. 1009/1010).
Durante el término de oficina, el Fiscal General ante
estos Estrados amplió fundamentos (fs. 1016/1018).
Celebrada la audiencia prevista por el artículo 468
del Código Procesal Penal de la Nación, la defensa particular
hizo uso de su derecho a presentar breves notas, y el
expediente quedó en condiciones de ser resuelto (cfr. fs.
1036).
SEGUNDO:
Los codefensores particulares introdujeron como
agravios el error in iudicando e in procedendo.
Como error in iudicando plantearon el empleo
arbitrario del criterio objetivista en la excusabilidad en la
emoción violenta sufrida por su defendida en lugar de la
subjetivista, que atendía la situación particular de Balverde.
En el cauce del error in procedendo señalaron errores
y omisiones en el tratamiento de la prueba producida en el
juicio, en particular de los peritajes psiquiátricos y los
testimonios de los profesionales que los produjeron inherentes
a la valoración del artículo 34, inc. 1°, del Código Penal.
El mismo defecto marcaron en la parcialización de las
circunstancias del hecho, en relación a la emoción violenta.
En cuanto a la inimputabilidad, hicieron hincapié en
la coincidencia de los peritos acerca de la alteración de las
facultades, breve, momentánea pero muy intensa y cuyo trasfondo
fue emotivo-pasional disparado por la discusión y agresión
físico verbal en cuyo transcurso Soria desbordado dio por
terminada su relación con la nombrada. Agregaron que mientras
para los Dres. Castex y Sandoval esa perturbación le impidió
comprender la criminalidad del acto y dirigir sus acciones para
los profesionales del Cuerpo Médico Forense, Dres. Romi,

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Santamaría y Kiss, en términos generales, esa alteración


importó una reducción en la autodeterminación de la enjuiciada
no la anuló configurándose un caso de culpabilidad disminuida.
Los expertos de parte manifestaron que la gran
cantidad de heridas que presentaba la víctima, revelaban una
conducta automática, mecánica, convulsa, no dirigida, propia
del trastorno impediente de la dirección de las acciones, a lo
que sumó el Dr. Castex, incluso la ausencia de dolor frente a
las graves lesiones de la procesada en su mano derecha, según
la defensa, reveladoras de una falla severa de las funciones
cerebrales.
Circunstancias para la asistencia técnica particular
indicadoras de un Trastorno Mental Transitorio o de una grave
perturbación mental que provocaron un actuar primitivo en donde
los impulsos primaron sobre lo racional y no hubo una conducta
libre.
Recordaron que el arrebato para el perito oficial,
Dr. Romi era la pérdida momentánea del autodominio, reacción
que desemboca en un descontrol, es decir, que alude al
Trastorno Mental Transitorio incompleto que es para la defensa
la “falta de capacidad para dirigir las acciones”, prevista en
el artículo 34 inc. 1°, del Código Penal.
Finalmente, impetró la absolución de la encausada por
inimputabilidad al momento de la comisión del hecho (art. 34,
inc.1° del C.P.) o que se llegara a idéntica solución con
aplicación del principio in dubio pro reo o en subsidio que se
subsuma la conducta de María del Carmen Balverde en el tipo de
homicidio cometido en estado de emoción violenta prevista en el
art. 81, inc. 1°, “a”, del código de fondo.
Calificación que entendió descartada erróneamente
sobre la base de una incorrecta aplicación de un criterio

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“estadístico” en lugar de haber analizado la culpabilidad según
la idiosincrasia particular del individuo, su historia de vida,
sus posibilidades y limitaciones cognitivas y volitivas.
Finalmente, mencionó los celos patológicos de su
asistida hacia Soria y el hecho de que él constituía la
auténtica razón de vida. No se trató de una simple ruptura, el
anuncio de Soria tuvo lugar en un contexto de agresiones
físicas y expresiones sumamente agraviantes para Balverde que
hicieron que perdiera el dominio de sus actos.
Hizo reserva del caso federal (art. 14, de la ley
48).
b) El Fiscal General, por su parte, en el remedio
incoado criticó la calificación escogida por el tribunal
sentenciante en lugar de la figura de homicidio agravado por su
comisión con alevosía y requirió la imposición de la pena de
prisión perpetua.
En el sentido de su postura destacó que casi todas
las heridas que presentaba el cuerpo de la víctima fueron
producidas por la espalda, circunstancia determinante de que la
procesada se aprovechó de un estado de indefensión buscada
frente a la mayor contextura física de Soria, aspecto por el
cual hubiera sido imposible que el ataque hubiese comenzado de
frente al cuerpo y que el nombrado no se hubiese podido
defender.
Agregó que la encartada actuó sobre seguro, lo
acuchilló aviesamente sin que él pudiera advertir el
acometimiento y evitarlo.
Por último, acotó que, para el supuesto de que se
entienda que es un homicidio simple estimó mal graduada la pena
pues sólo se atendió en la individualización las
características personales de la enjuiciada y su leve
disminución en la capacidad de culpabilidad, aplicando de
manera errónea las pautas indicadas en los arts. 40 y 41 del

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C.P.., de modo tal que requirió la imposición de una pena


superior al doble de la impuesta.
Hizo reserva del caso federal (art. 14, de la ley
48).
TERCERO:
a) La sentencia recurrida tuvo por acreditado que el
día 30 de agosto de 2009, alrededor de las 15:15 María del
Carmen Balverde mató a Luis Mariano Soria, apuñalándolo en
distintas partes del cuerpo con un cuchillo tipo carnicero de
20 cm de largo, en el interior del departamento de la calle
Migueletes 1107, piso 2° “G” de esta ciudad.
Se recreó en el juicio de debate que en la
oportunidad indicada, con motivo de una discusión mantenida
entre la víctima y la justiciable, ésta lo hirió con un
cuchillo en distintas partes del cuerpo, provocándole la muerte
en forma inmediata.
Balverde se negó a declarar en la audiencia por lo
que se dio lectura de la declaración indagatoria prestada en la
instrucción, en la cual describió su relación con el occiso,
sus hábitos, costumbres compartidas, las tareas que cada uno
tenía asignadas en el juzgado, y el trato con sus compañeros de
trabajo.
En lo pertinente al día del suceso luctuoso dijo que
se sintió rechazada por las intenciones de Soria, en caso de
disponer el dinero de ir a un torneo de golf a Mar del Plata y
de concurrir al cumpleaños de Mercedes, una compañera del
juzgado, acontecimientos a los cuales se oponía la dicente. A
raíz de esa discusión él la agarró del brazo derecho con
fuerza, y del pelo, a la vez que le refirió que “ni vos ni
nadie (le iba a controlar su vida), porque ya me tienen harto”,
“no quiero saber más nada, no te quiero ver nunca más en la

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vida”. Acto seguido, la tiró contra el sillón, se golpeó la
cabeza con el borde y cuando se levantó Soria continuó con los
insultos en un tono subido, la zamarreó y en un momento le tiró
del pelo, como torciéndole la cabeza y cuando se volvió para
mirarlo, él sosteniendo el cuchillo en su mano derecha le dijo
“seguro que hasta Mechi coge mejor que vos”, y empezaron a
forcejear, ella le agarró la muñeca del brazo (derecho en el
que sostenía el cuchillo), le largó el pelo y en un momento
tuvo la sensación como que se cayeron, sin poder recordar nada
más. Adunó que no supo qué movimiento hacía con el cuchillo,
él estaba como sacado, que nunca lo había visto así, pues no
era una persona agresiva. Sintió como que le corría agua, algo
húmedo, arrodillada al lado de Luis, no podía levantarse ni
caminar, porque estaba descalza y el piso era de madera
flotante. Se puso a llorar y cuando se pudo parar tomó el
teléfono, momento en el cual se dio cuenta de que tenía la mano
con sangre, que no sentía los dedos, sólo tenía un hormigueo,
llamó a la casa de sus padres y pidió a su hermana que llamara
a la policía, lo que ella también hizo al rato. Cuando llegó la
policía apenas podía decir su nombre, sin entender lo que
pasaba. Agregó que “Luis no se movía, estaba boca abajo, pero
yo tampoco lo toqué ni le hablé. Agregó que Luis fue la
persona más importante de su vida.
Añadió en su declaración que desconocía si Luis
estaba pensando en terminar la relación. Dijo que es diestra,
que en el momento en que vio a Luis con el cuchillo se sintió
amenazada o intimidada, por cómo estaba “sacado”, que temió por
su integridad física; que pensó que era una posibilidad que él
la atacara con el cuchillo dado que Luís “tenía el cuchillo y
me seguía insultando, él no me amenazó, sólo escuchaba los
insultos”(…) “Mi vida se detuvo ahí, cuando lo veo con el
cuchillo y me está tirando del pelo, después me veo tirada ahí,
temblando hasta que recuerdo haber llamado a mi hermana“; (…)

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“que le grité ‘hijo de puta’ cuando me estaba zamarreando y


después cuando me levanté del sillón también le grité, pero no
sé si justo le grité cuando Luis me gritaba a mí” (cfr. fs.
298/306, transcripta en la resolución a fs. 926 vta./934).
La prueba se enriqueció con los dichos del
Subinspector Javier López Bohigas de la Policía Federal
Argentina, quien al llegar al departamento fue atendido por una
mujer ensangrentada viendo el cuerpo de un sujeto tirado en el
piso boca abajo sobre un charco de sangre. Explicó que la
procesada en un principio no hablaba, sólo asentía moviendo la
cabeza y que, en un momento, y en forma espontánea, luego de
unos minutos de haber ingresado al lugar, refirió “yo lo hice,
yo lo maté”, dio sin dificultad sus datos de identidad y los
del fallecido. Solicitó la colaboración del SAME, presentándose
una psicóloga que mantuvo una charla con la detenida.
Agregó que el cuerpo de la víctima se encontraba
sobre un charco de sangre, de modo que dificultaba la apertura
de la puerta de ingreso, las paredes estaban manchadas con
sangre, que la casa en general se encontraba en orden, que
arriba de la mesa estaba la documentación de las dos personas,
que había una escalera caída cerca del cuerpo y detrás de la
puerta y sobre el piso una tabla de planchar. No recordó si
había un cuadro caído y dijo que tampoco si la víctima tenía un
mechón de pelos en la mano, pero al leerle su deposición
anterior de fs. 123 ratificó sus dichos.
Coincidente con el anterior se expidió el Cabo Néstor
Hugo Jiménez.
La licenciada en psicología Andrea Beatriz Bonanni,
que trabaja en la contención de las víctimas de hechos
delictivos, en la Policía Federal Argentina, dijo que en el
lugar se encontró con una mujer sentada, en estado de shock,

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que no emitía palabra alguna, que estaba como ajena a lo que
sucedía; que no le respondió cuando le preguntó cómo estaba; y
que a su modo de ver no podía reaccionar frente a los hechos.
El médico del SAME, Dr. Darío Benito, observó al
llegar a un sujeto joven tirado en el suelo con abundante
sangre a su alrededor y a su lado una mujer parada, y un
cuchillo en el suelo. Constató la muerte del individuo y
observó que la mujer tenía una herida en la mano, que a pesar
de ser profunda y dolorosa, no requería atención urgente por lo
le realizó las curaciones en el baño.
La vecina que habita en el departamento del piso
inferior de la enjuiciada, María Enriqueta Dolores Franco,
manifestó que cerca de las 15 hs. escuchó a Balverde gritar
“hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta”, la llamó por
teléfono, pero nadie atendió. Cinco o diez minutos después
escuchó un ruido proveniente del departamento de Balverde
similar al que produce un objeto al golpear contra el piso,
pensó que se trataba de un almohadón. Aclaró que antes de los
insultos no oyó nada.
Dio cuenta de la forma del deceso el médico
tanatólogo, Dr. Oscar Agustín Ignacio Losseti, quien en el
juicio ratificó su intervención en la autopsia incorporada a
fs. 76/90, en la que puso de manifiesto que pese a la
pluralidad de las heridas descriptas en su informe sólo
resultaron idóneas para provocar la muerte las indicadas en los
puntos 6,7 y 12, debido a que son las que penetraron el tórax.
Destacó que las heridas de arma blanca se las describe
señalando el recorrido que hace la hoja del arma en el cuerpo y
se van indicando las lesiones del cuerpo presumiendo que éste
se encuentra en posición vertical debido a que se desconoce la
posición real de la víctima y el victimario al momento de los
hechos y que éstas pueden presentar una infinidad de hipótesis,
sin poder afirmar cuál fue la secuencia en la producción de las

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heridas de la víctima ni tampoco si el agresor la atacó por la


espalda, por el costado o de frente.
En relación a la capacidad para delinquir y
comprender sus acciones, con descarte del trastorno mental
transitorio y aún de la atenuación de la emoción violenta la
sentencia se apoyó en la información proporcionada por los
profesionales del Cuerpo Médico Forense.
En cuanto a su valoración ha de destacarse en primer
término la clara conclusión de la médica psiquiatra del Cuerpo
Médico Forense, Dra. Mónica Santamaria, que señaló que para
poder fijar un recuerdo debe tenerse capacidad para atender a
lo que debe recordarse, tener registro interno, guardarlo y,
cuando se necesite, buscarlo y encontrarlo. Que en un estado de
inconciencia completo, ninguna función psíquica está (ebriedad
profunda, coma) y, por lo tanto, no puede haber recuerdo.
Sostuvo que en el presente caso debía descartarse el estado de
inconciencia pues no advertía una afectación total de la
memoria sino una amnesia parcial, porque la imputada dice no
recordar una parte de lo ocurrido. Cree que la conciencia de
Balverde estuvo exaltada; que la estructura de la personalidad
previa y las características de la relación que fue
desarrollándose en la pareja indican que atravesó un cuadro de
exaltación donde primó lo emotivo sobre lo racional. Hubo una
posibilidad de cierta elección condicionada por lo afectivo,
eligió reaccionar impulsivamente sin tener en cuenta las
consecuencias. Dijo que fijó su atención en un punto
determinado y en el resto no y que podía obedecer su reacción a
la decisión de la víctima de terminar con el noviazgo, pero que
ese hecho o la discusión que relató la imputada, no tuvieron
entidad para generar una reacción de ese tipo. Aclaró que la
personalidad de Balverde no puede ser entendida como

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psíquicamente frágil, por lo que ese estímulo no es idóneo para
una reacción de esa naturaleza.
Destacó que el cuadro de amnesia no era lo
importante, porque lo que vibra es toda la personalidad y no
sólo la memoria. Que podía ocurrir que en un momento tan
desagradable no se acuerde una parte o también, que no se
olvide en la vida de todo, de ahí que la amnesia parcial,
aducida por la imputada, era creíble (cfr. fs. 946 vta.).
Es este el criterio que considero ajustado al caso,
es decir, la posible ausencia de recuerdo parcial en la
enjuiciada con posterioridad al suceso, episodio circunstancial
propio del estado emocional emergente de los celos derivados de
la decisión de la víctima de asistir a actos sociales, en
contra de la voluntad de ella, desobedeciendo las cuasi órdenes
de la procesada en sentido contrario.
Entiendo pues que ese es el marco justo en que debe
encuadrarse la situación de la justiciable, bien precisada por
los médicos del cuerpo técnico oficial ya comentados y
reforzados por lo que sigue.
También resultó acertado el pronunciamiento en lo que
atañe a una emoción violenta.
Contribuye en algún aspecto en torno de la conclusión
negativa de la emoción violenta, el parecer del Dr. Juan Carlos
Romi, acerca del trastorno mental transitorio diciendo que el
sujeto presenta su juicio alterado, suspendido; situación
transitoria que no impide que antes y después del acto en
cuestión el individuo, mantenga su juicio de realidad, y admite
que sólo en el intermedio puede haber una transitoria
suspensión del juicio. De existir “se presenta en forma brusca,
repentina, con o sin motivación, que acontece en todas las
áreas del psiquismo y que recuperada la conciencia, no deja
secuelas, (…) puede durar, segundos, minutos, uno o dos días,

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que cura rápidamente sin secuelas ya que a la brevedad la


persona recupera sus funciones normales”.
De su explicación se desprende que los trastornos
mentales completos de origen psíquico no son los habituales;
que éstos tienen una característica exógena determinante
(alcoholismo, drogadependencia), es decir, factores externos
que obnubilan la conciencia. Pero, en lo que aquí interesa, por
su afinidad es que cuando es emocional puro, no es habitual que
se produzca el trastorno mental transitorio completo, porque
esa motivación no produce amnesia,” sino sólo dismnesia. Y, si
uno se acuerda de algo, es porque no estuvo impedido de
percibirlo, de verlo”.
También dijo que el ejemplo típico es el del
trastorno mental producido por una gran ingesta de alcohol ("me
dicen que yo hice tal cosa pero no me acuerdo"), pero no el que
obedece a un impulso emocional.
Para llegar a esa conclusión atendió a que entre
víctima y victimario, había una pareja psicopatológica e
inestable, donde primaba una simbiosis de necesidad y rechazo,
que se fue dando a través del tiempo. Puntualizó el dictamen
del Dr. Gatti, que afirmó que Soria tenía una personalidad
ambivalente pues era dominante y sumiso, pero debía
considerarse que ella también, a su vez, era vulnerable a él,
relación que fue generando un clima de "muerte anunciada".
Precisó además que “de acuerdo a las constancias de
la causa, la imputada recordaba muy bien todo lo que había
pasado previamente y si a ello se le suma el llamado telefónico
que realizó inmediatamente después admitiendo su autoría en el
desenlace letal de su compañero, puede sin error concluirse que
sólo pudo haber atravesado un cuadro de dismnesia.

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Admitido como está que el episodio tuvo un arranque
psíquico y no externo, y que en esos supuestos ese trastorno
mental transitorio no es habitual, no existe posibilidad de su
admisión como causal excluyente de responsabilidad.
Volviendo al fallo, se observa que tras esa
referencia al trastorno mental transitorio se ocupó del estado
de emoción violenta que también descartó sobre la base de la
opinión del Dr. Romi en el sentido de que para su tipificación
se requiere una causa sorpresiva, inesperada y sin nada que
indique su preexistencia. Caracterización que no se aviene al
caso por cuanto la enjuiciada actuó impulsada por la decisión
de la víctima de terminar con la relación sentimental que los
unía, posibilidad que la procesada conocía y no podía aceptar,
he ahí que lo emocional primó sobre lo racional.
Se completó el cuadro probatorio con la declaración
de los padres del occiso, de la ex novia y de sus compañeros de
Juzgado que dieron cuenta de la particular relación existente
entre Balverde y Soria, los celos y el control que ella ejercía
sobre la víctima (cfr. en razón de brevedad, fs. 934 vta./943),
con la incorporación por lectura al debate de los informes
obrantes a fs. 947/vta. y 948; y la autopsia de fs. 76/90 con
la reseña efectuada en la sentencia a fs. 948/951, que dio
cuenta que el óbito se produjo como consecuencia de las heridas
toráxicas producidas por arma blanca.
b) De lo expuesto se desprende que no encuentra
cabida en la especie ni el trastorno mental transitorio,
invocado por la defensa como causa de inimputabilidad ni la
atenuación establecida en la figura de la emoción violenta.
En relación a los agravios de la defensa atinentes a
la inimputabilidad como a la calificación escogida para el
hecho a estudio, el pormenorizado análisis del estado de las
facultades mentales y del desencuadre de la conducta de
Balverde con la emoción violenta al momento de desplegar el

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ataque dejó bien despejados esos supuestos de exclusión, según


lo que se fue remarcando ut supra.
La aceptación de los dictámenes de los médicos
oficiales dejó sin andamiaje y con debida respuesta a las
opiniones de los galenos traídos por la parte, para concluir
que el descontrol puesto en evidencia por la enjuiciada en la
letal ocasión no puede asimilarse a un estado de inconciencia
que le reste imputabilidad, sino propia de una reacción
emocional derivada de la decisión de Soria de poner fin a la
relación sentimental.
Circunstancias que tampoco revisten el carácter
excusable previsto en el art. 81, inc. 1° del C.P., como bien
se anotó en el pronunciamiento. En efecto, aún habiendo tomado
por sorpresa a la encausada no fue la de Balverde una reacción
atendible bajo los aspectos de esa norma ni por las
características propias de ese estado.
Se trata del desenlace de una relación complicada con
particulares características de parte de la mujer, a quien bien
califica la psiquiatra Santamaría como neurótica.
De esa relación casi enfermiza resultan ilustrativos
los testimonios de Elena Rosa Peralta y de Luis Alberto Soria,
padres de la víctima, quienes destacaron que la relación que
unía a su hijo con la encausada era complicada y que él quería
terminarla, pero ella no se lo permitía.
Mariana Molinero Games, ex novia de Luis Soria lo
describió como una persona muy buena, que sabía que tenía una
relación muy difícil con Mara, que Luis se sentía como
atrapado, y que quería poner fin a la relación porque no se
sentía bien.
Por su parte, los compañeros del juzgado de ambos al
declarar durante el debate, en líneas generales, describieron a

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Soria como una persona correcta y muy eficiente como empleado.
En relación a Balverde aludieron a su persecución constante y
celos hacia su pareja aún en el ámbito laboral, a punto de que
la encartada iba todas las mañanas a esperarlo a la parada de
la “combi” que lo traía al trabajo, que no le gustaba que
atendiera a mujeres en la mesa de entradas ni tampoco que se
vinculara amistosamente con compañeras de trabajo.
Una de éstas, Mercedes Martínez Ricci, que era además
amiga de Luis, agregó que él le había contado que estaba
agobiado por esa relación, y que, el viernes anterior a su
muerte le había dicho que no quería seguir más, que no sabía
cómo finalizarla, pero que ese fin de semana estaba decidido a
enfrentar a Mara.
Esos comentarios encontraron confirmación en los
propios dichos de la justiciable quien a través de sus dichos
de la indagatoria, incorporados por lectura, relató su relación
con el occiso, sus celos, la molestia que le generaba que él
tuviera amigas o amigos.
Probado y sin discusión el hecho, contó la acusada
con lujos de detalles los momentos previos al desenlace y aún
de este mismo, conforme fue reseñado ut supra, resulta su
autoría y responsabilidad en el hecho, para lo cual suficiente
es lo anotado en el fallo.
La insistencia de la defensa respecto de la
inimputabilidad con apoyo del médico y perito de parte, ha
quedado totalmente desvirtuada con los dictámenes de los
médicos forenses quienes aclararon que la encausada presentó
una disminución del recuerdo del suceso, pero no asimilable a
una disminución del dominio de sus facultades mentales que
permitiera suponer un estado de inconciencia, en relación a lo
cual tampoco sembraron la duda.
A mayor abundamiento conviene hacer referencia a
algunas de las pruebas causídicas, entre ellas el testimonio

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del subinspector López Bohigas que al pulsar el timbre de la


puerta del edificio fue atendido por Balverde diciéndole que no
podía bajar, y que una vez adentro del departamento, de manera
espontánea le dijo “yo lo hice, yo lo maté”, brindándole de
inmediato y sin dificultad sus datos de identidad y los del
fallecido.
Le sigue el médico del SAME, Dr. Benito, que observó
que la mujer tenía una herida en la mano que a pesar de ser
profunda y dolorosa, no requería atención urgente por lo que
momentos después le realizó las curaciones en el baño.
Los galenos oficiales, ya comentados, coincidieron en
señalar que en el recuerdo del episodio pudo haber una
fragilidad de la memoria: dismnesia.
Este es el marco de imputabilidad sobre la cual
coinciden los profesionales y la explican causados por el tipo
de relación previa.
Por lo tanto la contundencia de esas opiniones
desvirtúan los intentos de los profesionales de parte en el
sentido opuesto, de donde ya se vislumbra el acierto de la
sentencia en la solución de los médicos y peritos oficiales en
contraposición de los de parte.
Las especiales connotaciones de la relación de esa
pareja carecen de posibilidad para atenuar en forma alguna la
grave responsabilidad en el suceso. Menos aún si se repara en
que en la indagatoria, Balverde comentó que ya la habían
interrumpido en varias oportunidades motivadas por la relación
que Luís tenía con otras chicas y que en los últimos tiempos
sentía que Luis Soria la rechazaba, por lo que no resultó tan
inesperada como para desconcertarla al punto pretendido aunado
a que no se dan los demás requisitos de la atenuación alegada
por su defensa de confianza.

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Abona la decisión del tribunal oral la opinión de la
perito oficial Santamaría quien explicó durante el debate que
desde el punto de vista psíquico, las causales del hecho no
tuvieron la relevancia necesaria para justificar la reacción de
la procesada que no presentaba fragilidad psíquica y que
contaba con recursos defensivos.
Cabe repetir que los argumentos ensayados por el
recurrente a partir de las conclusiones alcanzadas por los
peritos propuestos de su parte, Dres. Castex y Sandoval
Hernández, en cuanto a que las heridas que presentaba en su
mano derecha le habrían impedido desplegar el ataque contra la
víctima, quedó descartada con la prueba evidente de la autoría
de Balverde, sin perjuicio de que en el decurso del ataque
pueda no haber sentido el dolor en su mano, propio de su
desmedida reacción y de la coetaneidad de su herida.
En otro sentido cabe acotar que esa lesión en su mano
fue producida a raíz de uno de los golpes que Balverde asestó
al cuerpo de Soria que encontró un obstáculo de mayor dureza
que la que ofrece la piel y los tejidos musculares del cuerpo
humano, ocasionando que por el impulso dado al golpe el
cuchillo se frene y la mano del agresor resbale de manera que
el filo del arma blanca se introduzca en ésta lesionando sus
tejidos y tendones.
De adverso a lo postulado por el recurrente Balverde
y el occiso tenían una relación conflictiva o difícil, pero de
ninguna manera excusaba a la nombrada y la colocaba al amparo
del art. 34, inc. 1° del código de fondo, pues ni el intento de
finalizar la relación que existía entre ambos, ni lo supuestos
insultos o la comparación negativa desde el punto de vista
sexual con una compañera de trabajo, tienen entidad excusante.
No puede perderse de vista que los informes médicos
sobre la procesada indican que no posee fragilidad psíquica.
En suma, los agravios de la defensa particular no

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logran refutar los fundados argumentos de la sentencia en punto


a la calificación escogida por el a quo acerca del suceso
luctuoso.
c) Cabe discurrir acerca de la alevosía sobre la cual
insiste el fiscal. Sobre el punto se aprecia que con cita de
doctrina y jurisprudencia, los jueces a quo hicieron mérito de
los presupuestos que prevé dicha agravante, en base al
aprovechamiento que hace el autor de una circunstancia que
provoca una menor posibilidad de defensa de la víctima, que
mata asegurándose de no correr riesgos al sacar provecho del
estado de indefensión que presenta la víctima.
Pero señalaron que esa agravante no es típica en el
supuesto de que el autor despliegue su ataque como fruto de la
alteración de su ánimo o de un impulso espontáneo, pues el
aprovechamiento del estado de indefensión de la víctima está
ausente, aún cuando ese ataque pudo haber resultado sorpresivo.
Bajo esos requisitos de admisibilidad se efectuó en
el fallo una revisión de la prueba, que dio resultado negativo
en el sentido de que la agresión que dirigió Balverde contra
Soria reuniera esas exigencias, sin que el hecho de que algunas
heridas fueran asestadas en la espalda, tengan de por sí
entidad suficiente para permitir su adecuación. Por el
contrario habiéndose llegado a ese resultado letal, a
consecuencia de una reyerta y sin poder negar, como dice la
encausada que hubiere sido Soria quien empuñara en primer
término el cuchillo, caen las posibilidades de acordar razón a
la fiscalía.
Útil resultó en tal sentido la explicación brindada
por el médico tanatólogo en cuanto a la infinidad de hipótesis
que se pueden plantear para establecer la dinámica del ataque
que acabó con la vida de Soria.

17
Concluyeron en base a las fotografías tomadas en el
lugar de los hechos, lo manifestado por el inspector López
Bohigas y el informe de autopsia, que aunque fue breve existió
una lucha y que la herida en el dedo pulgar izquierdo y el
mechón de cabello que Soria tenía en esa misma mano y que le
fue arrancado a la enjuiciada, conforman elementos probatorios
del despliegue de algún acto de defensa de la víctima.
Repárese en que, según la doctrina, para imponer la
agravante de la alevosía se requiere: “a) el homicidio
proditorio, en el cual al acto de matar precede el
apostamiento, el acecho, la trampa, la emboscada, que aseguran
una ejecución sin riesgo, ya que la víctima está desprevenida;
b) el ímpetu o sorpresa, que es una agresión súbita, inopinada,
inesperada ocultando el ataque; c) el aprovechamiento de una
situación de indefensión del ofendido no provocada por el
agente” (confr. Edgardo A. Donna, “Derecho Penal, Parte
Especial”, Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 1999, Tomo 1,
pág. 41).
Incierta es la situación dada en autos. En efecto, en
el caso no hubo por parte de la acusada una conducta
preordenada para matar (aspecto subjetivo), es decir, no se
advierte en ella la búsqueda, preparación o aprovechamiento de
una situación de indefensión (aspecto objetivo) con miras a ese
fin; tampoco surge de la prueba que la supuesta situación de
indefensión en la que habría quedado atrapada la víctima haya
sido el móvil de Balverde para matar, o que hubiere sido la
falta de riesgo o de peligro respecto de su vida lo que,
efectivamente, motivó su conducta homicida; mucho menos que
ésta fuera sorpresiva y, por último, que la víctima haya estado
en estado de indefensión.
En síntesis, la conducta desarrollada por Balverde no
se compadece con un accionar solapado en procura de una total
falta de defensa de la víctima.

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Causa n° 15.071 -Sala III C.F.C.P.-
BALVERDE, María del Carmen s/
recurso de casación.

Cámara Federal de Casación Penal

En consecuencia, el agravio del Fiscal General carece


de viabilidad.
d) En cuanto al quantum punitivo impuesto a Balverde
es de atender a la valoración que los jueces del tribunal a
quo, hicieron de las pautas de mensuración contenidas en los
arts. 40 y 41 del C.P., a la luz de los cuales no parece
excesivo siendo que se aleja un año del mínimo para ese delito.
En efecto si bien esta Cámara ha declarado que lo
relativo a la aplicación de las reglas de los arts. 40 y 41 del
C.P. es materia propia de los jueces de mérito, quienes a ese
respecto ejercen poderes discrecionales (Sala I,
“Chociananowicz, Víctor M. S/ recurso de casación”, causa n°
73, reg. N° 99, rta. el 15 de diciembre de 1993), en la causa
“Silva, Gerardo s/ recurso de casación”, reg. N° 463, rta. el 4
de mayo de 1995, admitió una excepción al principio general en
aquellos casos en los que se ha incurrido en una arbitrariedad
manifiestamente violatoria de la garantía de defensa en juicio.
No se advierte, por cierto, que en el presente se
hubiera incurrido en ese vicio descalificante del
pronunciamiento, desde que los señores jueces a quo han
efectuado un examen pormenorizado de las circunstancias
agravantes y atenuantes que militan en la elección del monto
sancionatorio, con ajuste a las pautas que impone considerar el
art. 41 del Código Penal.
Al individualizar la pena aplicada a la imputada, se
observa que el tribunal oral tuvo en cuenta, la magnitud del
hecho y su culpabilidad por él.
De otra parte, se tuvo en cuenta la participación que
le cupo en el hecho como autora y la calidad de los motivos que
la llevaron a la comisión del hecho.

19
Se valoró su edad, su nivel socio cultural, los
motivos que la llevaron a delinquir y la intensidad del daño
ocasionado.
Como atenuantes se hizo mérito de la carencia de
antecedentes, la buena impresión causada en la audiencia, que
proviene de una familia de nivel socio cultural medio
legalmente constituida, que es abogada, sus hábitos laborales y
que había conformado con la víctima una pareja de cierta
estabilidad y atendió en especial el estado de ánimo de la
procesada ante la posibilidad de ver terminada esa relación
amorosa.
Pautas todas tenidas en cuenta a la hora de fijar el
monto de pena impuesta, y en ese camino disminuyó el reproche
penal.
El juego de atenuantes y agravantes evaluados en
conjunto en cada caso muestra que se lo ha escogido
razonadamente, que de ningún modo es excesivo, por lo que la
pena de prisión impuesta a la justiciable por el tribunal de
mérito ha de mantenerse.
Por todo lo que se viene exponiendo, propongo al
Acuerdo rechazar los recursos de casación interpuestos por la
defensa particular, con costas, y por el Fiscal General, sin
costas.
El señor Juez Dr. Eduardo R. Riggi dijo:
Adherimos a los fundamentos y conclusiones del voto
de la distinguida colega preopinante, por lo que emitimos el
nuestro en igual sentido.
El señor Juez Dr. Raúl R. Madueño dijo:
Adhiero al voto de la doctora Catucci y emito el mío
en igual sentido.
Por todo lo que se viene exponiendo, el Tribunal
RESUELVE: Rechazar los recursos de casación interpuestos por la
defensa particular, con costas, y del representante del

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Causa n° 15.071 -Sala III C.F.C.P.-
BALVERDE, María del Carmen s/
recurso de casación.

Cámara Federal de Casación Penal

Ministerio Público Fiscal, sin costas (arts. 456, 470 y 471


contrario sensu, 530 y concordantes del Código Procesal Penal
de la Nación).
Regístrese, hágase saber y devuélvanse las
actuaciones al tribunal de procedencia, sirviendo la presente
de atenta nota.

Fdo: Dres. Eduardo R. Riggi – Liliana E. Catucci – Raúl


Madueño. Ante mi: María de las Mercedes López Alduncin.
Secretaria de Cámara.-

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