Kouri Sobre Molina

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En busca de Molina Enríquez

Cien años de Los grandes


problemas nacionales
Emilio Kourí
Coordinador

Jornadas
156
EL COLEGIO DE MÉXICO
CENTRO KATZ, THE UNIVERSfIY OF CHICAGO
JORNADAS 156
EN BUSCA DE
MOLINA ENRÍQUEZ

Cien años de Los grandes


problemas nacionales

Emilio Kourí
coordinador

1
Jornadas 156
EL COLEGIO DE MÉXICO
333.31
A561
En busca de Molina Enríquez. Cien afios de Los gran-
des problemas nacionales I Emilio Kourí, coor-
dinador - la. ed. - México, D.F. : El Colegio
de México ; Chicago Ill. : University of Chicago,
Centro Katz, 2009.
331 p.; 16 cm. - Qornadas; 156)

Incluye referencias bibliográficas


ISBN 978-607-462-075-7

l. Tenencia de la tierra - México. 2. Molina En-


ríquez, Andrés - 1868-1940. Grandes problemas na-
cionales. 3. Agricultura y estado - México. 4. Reforma
agraria - México. l. Kourí, Emilio, coord. JI. Serie.

Open access edition funded by the National Endowment for the Humanities/Andrew W.
Mellon Foundation Humanities Open Book Program.

The text of this book is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-


NoDerivatives 4.0 International License: https://creativecommons.org/licences/by-ncnd/4.0/

Primera edición, 2009

D.R © El Colegio de México, A. C.


Camino al Ajusco 20
Pedregal de Santa Teresa
10740 México, D. F.
www.colmex.mx

ISBN 978-607-462-075-7

Impreso en México
El Colegio de México ha decidido fortalecer y ampliar sus
lazos académicos con la Universidad de Chicago a través de
un convenio de colaboración e intercambio intelectual con el
Centro Katz de Estudios Mexicanos. Este centro de estudios,
fundado en 2004, consolida una larga y distinguida trayectoria
de investigación sobre México en la Universidad de Chicago,
en la cual destaca desde hace varias décadas la participación
-en conferencias, seminarios y cátedras visitantes- de acadé-
micos vinculados a El Colegio de México. Lleva el nombre
de Friedrich Katz, profesor emérito de la Universidad de Chi-
cago, amigo de México y de El Colegio, autor de reconocidas
obras sobre la Revolución, colega y mentor de varias genera-
ciones de historiadores mexicanos y mexicanistas.
Este libro es el primer producto tangible del acuerdo
de colaboración entre El Colegio de México y el Centro
Katz de Estudios Mexicanos. Es resultado de un seminario
internacional realizado en la Universidad de Chicago en
septiembre de 2008.
ÍNDICE

Introducción. Vida e impacto de un libro 9


Emilio Kourí

I. Del mestizaje a un siglo de Andrés Molina


Enríquez 33
Mauricio Tenorio Trillo

II. Once tesis acerca de Andrés Molina Enríquez 65


Claudio Lomnitz

III. El problema con las ideas que están detrás 79


Antonio Azuela

IV. Las aportaciones del jurista sobre la propiedad


de las aguas: del rey a la nación 127
Alejandra Núñez Luna

V. El lenguaje del artículo 27 constitucional 229


Fernando Escalante Gonzaibo

VI. Los pueblos y sus tierras en el México porfiriano:


un legado inexplorado de Andrés Molina
Enríquez 253
Emilio Kourí
7
INTRODUCCIÓN.
VIDA E IMPACTO DE UN LIBRO

Emilio Kourl

A cien años de la aparición de Los grandes problemas nacionales,


la obra magna de Andrés Molina Enríquez (1868-1940) es
todavía un texto algo enigmático. Título célebre, disquisición
enciclopédica, radiografía social profética, es un libro de le-
yenda que todos conocen pero casi nadie ha leído. Publicado
en 1909, para suerte de su autor, llegó a ser considerado por
muchos como una especie de biblia del pensamiento social que
encarnaría en la Revolución por venir. Las razones ofrecidas
para fundamentar esta fama han variado a lo largo del tiempo;
por lo general, consisten en afirmar la visionaria importancia de
tres grandes asuntos analizados por Molina Enríquez, resalta-
dos, cada cual, en diferentes momentos del siglo XX. El primero
es el problema de la tierra (las haciendas y los pueblos), de las
formas de la propiedad territorial, de su organización social,
y su solución a través de la reforma agraria. El segundo es el
problema de la relación entre diversidad racial e identidad
nacional, y su solución en la postulación de un nacionalismo
mestizo. El tercero es el problema del poder político, del papel
del gobierno en la reconfiguración progresista de las relaciones
sociales, y su solución en una concepción del Estado prota-
9
10 EMILIO KOURf

gónico (y autoritario), con amplias facultades para intervenir


y regir. Visto desde estas perspectivas, a veces superpuestas,
otras veces aisladas, Andrés Molina Enríquez se erige como
el gran precursor intelectual de esos rasgos definitorios del
nuevo régimen del siglo xx: la reforma agraria, el México
orgullosamente mestizo, y el gobierno (partido) único de la
revolución institucional.
¿Merece Los grandes problemas nacionales ser colocado en
ese pedestal? ¿Cómo evaluar, a un siglo de distancia, la impor-
tancia y el impacto de las ideas de Molina Enríquez? ¿Cómo
es que un libro tan profundamente anclado en los conceptos
raciales y evolucionistas del positivismo en boga a fines del
siglo XIX se convierte en referencia obligatoria para cualquier
discusión sobre el ideario social mexicano en las décadas de
la post-revolución? ¿Cuáles han sido los usos (o abusos) de la
obra de Molina? Son muchas las interrogantes y escasas las
respuestas. Llama la atención el hecho de que un estudio su-
puestamente fundamental-fundacional, dirían algunos- haya
recibido tan poca atención crítica. Más allá del reconocimiento
generalizado de un atávico resplandor revolucionario, no hay
consenso hoy en día acerca de su significación, apenas algunas
propuestas medianamente articuladas. Fue y sigue siendo un
libro venerado a distancia, pero no queda claro, viéndolo
un poco más de cerca, de qué está hecha su aura de gloria.
Aciertos, influencias, presagios, críticas perspicaces, conceptos
esclarecedores, ¿qué es, en concreto, lo que se le puede atribuir
a Los grandes problemas? Profeta agrarista, guionista del artícu-
lo 27, progenitor de la mestizofilia, teórico del poder político,
eminencia gris en la historia cívica de los textos escolares, ave-
nida capitalina, colegio pueblerino, calle residencial, ¿dónde
queda -y con qué se cruza-Andrés Molina Enríquez?
INTRODUCCIÓN 11

En septiembre de 2008, el Centro de Estudios Mexica-


nos Friedrich Katz de la Universidad de Chicago convocó a
un coloquio para reflexionar sobre algunas de las principales
ideas vinculadas con la obra de Molina Enríquez. Los ensayos
reunidos en este volumen son en buena medida producto de
esa animada discusión, fundada en un esfuerzo crítico por
releer a Molina (al libro y a sus imágenes públicas) desde la
perspectiva de diversas disciplinas dentro de los estudios so-
ciales (el derecho, la historia, la antropología, la sociología y
la politología) y en el contexto de sus respectivos tiempos. Su
publicación es parte de un proyecto de colaboración intelectual
entre el Centro Katz y el Colegio de México. Para entender
mejor el tenor y tono de estos ensayos, resulta útil hacer un
breve examen de la historia de las ediciones, principales lecturas
e interpretaciones de Los grandes problemas nacionales a lo largo
de un siglo de vida.
La primera edición, es bien sabido, aparece en 1909,
impresa por A. Carranza e Hijos, aunque Molina ya había
publicado fragmentos en folletines del periódico El Tiempo.
No se sabe cuántos ejemplares fueron puestos en circulación.
Eran 361 páginas de apretado texto y de difícil lectura, con
una prosa a menudo túrgida y artificiosos argumentos carga-
dos de largas digresiones científicas sobre temas de erudición
recóndita. No parecía, a todas luces, un libro destinado a la
fama. Fue Luis Cabrera (cercano amigo de Molina) quien lo
rescató del probable olvido al insertarlo, a fines de 1912, en
medio del debate sobre los grandes conflictos que entonces
enfrentaba el gobierno de Madero con respecto a la cuestión
agraria. Al presentar un proyecto de ley de reforma agraria
en la Cámara de Diputados, Cabrera explicó que el libro de
Molina Enríquez ofrecía una nueva (y más avanzada) manera
12 EMILIO KOUIÚ

de entender el problema de la tierra en México, y que estas


ideas eran el fundamento de su propuesta legislativa. He aquí
sus palabras:

Se escribió entre 1909 y 191 O un libro que casi nadie ha leído


y que probablemente muy pocos de vosotros habéis leído: es el
libro de Andrés Molina Enríquez sobre "los grandes problemas
nacionales" .... El libro de Molina Enríquez es sumamente
pesado, según dicen los que no sienten por la cuestión agraria
ese entusiasmo, ese amor que sentimos algunos; pero además,
tiene, para ser leído, el inconveniente de que casi no trae citas
de autores franceses, o ingleses, o alemanes, para fundar su tesis,
sino simplemente la observación de los hechos tal como ocurren
en nuestro país; y naturalmente, como para muchos seudoso-
ciólogos no es creíble que tengamos ni filósofos, ni sociólogos,
ni hombres que estudien estas materias en nuestro país, y como
no vienen traducidos del francés o del inglés algunos de sus
párrafos, los consideramos poco dignos de atención. Ese libro,
sin embargo contribuyó en una gran medida al esclarecimiento
de muchas de nuestras cuestiones económicas; no diré que con-
tenga, como dice el sefior Lozano, todas las verdades que una
pitonisa pudiera revelar; pero sí que desde que se publicó, viene
contribuyendo al esclarecimiento de las materias agrarias. Podéis
ver que en ese libro se había llegado a muchas de las conclusiones
que tal vez a algunos de vosotros parezcan nuevas. 1

Con Molina de guía, Cabrera abogó por "la reconstitución


de los ejidos de los pueblos" de forma colectiva e inalienable,

1 Luis Cabrera, La reconstitución de los ejidos de los pueblos (México: 1ip.

de Fidencio S. Soria, 1913), reproducido en Jesús Silva Herzog (coord.), La


cuestión de la tierra (México: Instituto Mexicano de Investigaciones Econó-
micas, 4 vols., 1960-1962), 2:284.
INTRODUCCIÓN 13

tal y como lo sugiere el libro, y por las mismas razones. La


iniciativa no prosperó, pero poco más de dos años después,
cuando Cabrera redactó el influyente decreto carrancista del
6 de enero de 1915, los argumentos de Los grandes problemas
fueron claramente la principal fuente de sus planteamientos.
Más adelante, a insistencia de Cabrera, Molina participó
en la primera Comisión Nacional Agraria y en el comité de
redacción del nuevo artículo 27 constitucional. En 1931, ya
alejado del poder, Cabrera hizo un balance de aquellos años.
Escribió entonces que "entre los precursores intelectuales
de la Revolución ... merece mencionarse en primer lugar al
licenciado Andrés Molina Enríquez", pues su libro Los grandes
problemas nacionales, publicado en 1909, es el documento más
importante como precursor de la Revolución, tanto en lo social
como en lo económico. En él abrevaron todos los escritores
políticos; y aun ahora, a más de veinte años de distancia, es el
mejor catálogo de nuestros problemas nacionales. 2
En suma, en un principio fue Luis Cabrera el gran
promotor del libro y de sus ideas. A él le debe Molina, en
primera instancia, la fama de pensador primado del agrarismo
revolucionario.
Mayor aun sería la admiración por la obra de Molina
entre los mexicanistas estadounidenses. Basta con unos cuantos
ejemplos. En una reseña publicada en 1919, Herbert lngram
Priestley, profesor de Berkeley, opinó que "no hay en existen-
cia ni media docena de libros acerca de México más grandes"
que Los grandes problemas nacionales. "Más allá de Alexander

2 Luis Cabrera, "El balance de la Revolución'', en Eugenia Meyer

(coord.}, Luis Cabrera: teórico y critico de la Revolución (México: Secretaría


de Educación Pública, 1972), 106.
14 EMILIO KOURf

von Humboldt y Madame Calderón de la Barca'', añadió, "el


resto de la literatura sobre México baja a un nivel ante el cual
el libro de Molina resulta claramente sobresaliente". 3 Según
Ernest Gruening (1928), fue éste un libro que "hizo época'',
una "contribución fundamental al México nuevo" .4 Frank
Tannenbaum, el mexicanista más prominente e influyente
de su época, no dudó en aseverar que el texto de Molina era,
"hasta este momento (1933), el estudio más importante de
los problemas sociales de México", y que "el artículo 27 de la
Constitución de 1917 ... es, en gran medida, la aplicación de
sus ideas al problema de la tierra en México". Sin embargo,
aclaró Tannenbaum, "en México no hay ningún Lenin":

Sería un error asumir que la obra influyó a mucha gente, o que


fue muy leída o conocida, o que repercutió de algún modo
particular sobre el curso de la Revolución. La Revolución llegó,
y la pelearon hombres que no sabían nada de este libro. Las
ideas de la Revolución se forjaron en las batallas por la justicia
social. Cuando llegó el momento de convertir sus victorias en
ley, el autor, quien había pronosticado la Revolución, fue asesor
y consejero legal del comité que redactó el artículo 27. 5

3 Herbert Ingram Priescley; "Mexican Literature on tbe Recent Revolu-

rion", Hispanic American Historical Review 2:2 (mayo 1919), 287.


4 Ernest Gruening, Mexico and Its Heritage (Nueva York: The Cenrury,

1928), 143, 517.


5 Frank Tannenbaum, Peace by Revolution: An Interpretation ofMexico

(Nueva York: Columbia University Press, 1933), 118. Tannenbaum emite la


misma opinión en 1950: Los grandes problemas es "el único libro importante,
anterior a la Revolución, sobre los problemas mexicanos fundamentales".
Véase Frank Tannenbaum, "México: La lucha por la paz y por el pan", Pro-
blemas Agrlcolas e Industriales de México, vol. III, núm. 4, octubre-diciembre
1951, 59.
INTRODUCCIÓN 15

La exaltación del "padre intelectual de la reforma agraria'',


como lo llamaría Henry Bamford Parkes (entre tantos otros)
llegó a su apogeo en la pluma de Anita Brenner. Los grandes
problemas, declaró Brenner en 1943, llegó a ser para la Revo-
lución Mexicana lo que el Contrat Social de Rousseau fue para
la Revolución Francesa, y más. Se convirtió en el evangelio de
miles y miles de personas que nunca habían oído hablar de él,
que no podían haber leído sus palabras más simples. El libro
fue leído por eruditos, hombres profesionales, estudiantes.
Creó una especie de clima intelectual y una comprensión
compasiva de las cosas que estaban excitando a los rancheros,
a los "indios malos" y a los agitadores sociales.
Y como ilustre muestra de esa ubicua influencia, Brenner
sostuvo que incluso el Plan de Ayala zapatista fue "derivado
de las ideas de Molina Enríquez". 6
En México, Molina Enríquez había fallecido apenas unos
años antes (1940), sin más honores que los de esas lejanas
palabras. Había pasado la década de 1920 trabajando en la
Suprema Corte, como jefe del Departamento de Compilación
de Leyes, y además dando clases, primordialmente en el Museo
Nacional. Durante parte de los años treinta ocupó otros cargos
medios en la burocracia de la Secretaría de Agricultura, y en
1938 fue nombrado Magistrado en el Tribunal Superior del
Estado de México. 7 Pocos días después de su muerte, Luis
Cabrera publicó en la prensa un breve artículo en memoria de

6 Henry Bamford Parkes, A History of Mexico (Boston: Houghton

Miffiin, 1938), 360; Anita Brenner, La Revolución en blanco y negro [The


Wind That Swept Mexico] (México: Fondo de Cultura Económica, 1985
[1943]), 29, 34, 43.
7 Álvaro Molina Enríquez, Antología de Andrés Molina Enrlquez (México:

Ed. Oasis, 1969), 23.


16 EMILIO KOURÍ

su viejo amigo, lamentando que "su desaparición ha pasado casi


inadvertida para la nación, para esta patria a quien él consagró
su vida entera como pensador". Molina Enríquez, sentenció
Cabrera, "fue, para la Revolución agrarista, lo que don José
María Luis Mora fue para la Revolución de la Reforma".
"Merece ser llamado", repitió, "el verdadero precursor de la
Revolución agraria en México", pues en su libro Los grandes
problemas nacionales, dijo lo que sería necesario hacer después
de que desapareciera el antiguo régimen del latifundio. Y esto
en 1908, antes de que nadie pensara todavía en la Revolución
armada como medio de destruir el latifundismo. Su plan
de Texcoco fue la semilla de donde habría de surgir el Plan de
Ayala; y sus Grandes problemas nacionales, fueron el antecedente
de la ley de 6 de enero y del artículo 27 de la Constitución.
Cabrera además señaló, sin abundar, otro aspecto distin-
tivo del ideario de su "incomprendido" amigo:

La idea fundamental alrededor de la cual giraba el espíritu y el


corazón de Molina Enríquez, y a la que consagró su esfuerzo
como pensador y su inteligencia como escritor, era la de que el
engrandecimiento de México solamente podrá lograrse gracias
a la fuena vital del mestizo mexicano, y que el arraigo de éste,
como campesino, en la tierra, tendrá que ser la base de nuestra
grandeza nacional. 8

Pero la veneración al profeta del nacionalismo mestizo


vendría sólo mucho después. Al morir se le recordaba {entre
pocos) como el gran prócer del agrarismo revolucionario.

8 Luis Cabrera, "Andrés Molina Enríquez", en Problemas Agrícolas e In-

dustriales de México, vol. V, núm. 1 (suplemento}, enero-marzo 1953, 3-4.


INTRODUCCIÓN 17

Resulta notable en todo esto el poco interés -más allá del


encomio-en examinar más de cerca los argumentos principales
del libro. Llueven las alabanzas, pero es casi nulo el sustento
o detalle, quizás por considerarlo innecesario. A tres décadas
de su publicación, no hay un solo libro -ni siquiera un buen
ensayo- que repase con detenimiento (y con ojo crítico) los
postulados de Los grandes problemas. No hay tampoco una
segunda edición que facilite la circulación de sus ideas. Y los
estudios especializados sobre el tema agrario publicados du-
rante esos años lo citan sólo de cuando en cuando, uno entre
muchos, sin mayor deferencia. 9
No fue sino hasta 1953 que Los grandes problemas volvió a
ser editado. Apareció en un suplemento de Problemas Agrícolas
e Industriales de México, una joven e influyente revista para
la nueva tecnocracia desarrollista de la posguerra dedicada
a publicar investigaciones (inéditas, de difícil acceso o en
traducción) que sirvieran para entender {e impulsar) la trans-
formación económica y social del país. En un breve prólogo,
Luis Chávez Orozco explicó que la revista iniciaba entonces
la publicación de "los clásicos del agrarismo mexicano" y co-
menzaba, naturalmente, con "el clásico, entre los clásicos'', el
libro de Molina Enríquez. Tomando prestado el símil de Anita
Brenner, Chávez Orozco apuntó ahí que "quizá no exageramos
mucho si afirmamos que Los grandes problemas nacionales de

9 Véase, por ejemplo, Fernando González Roa y José Covarrubias, El

problema rural de México (México: Tipografía de la Oficina Impresora de la


Secretaría de Hacienda, 1917); Fernando González Roa, Aspecto agrario de la
revolución mexicana (México: Dirección de Talleres Gráficos, 1919); Lucio
Mencliera y Núñez, El problema agrario de México, desde su origen hasta la
época actual (México, 1923); y Eyler N. Simpson, The Ejido: Mexico's Wáy
Out (Chapel Hill: Universiry ofNorrh Carolina Press, 1937).
18 EMILIO KOUR1

Molina Enríquez es, para la Revolución Mexicana, lo que


El contrato social de Rousseau para la Revolución francesa''.
Molina "fue ... quien desató la lucha [por la tierra] desde el
terreno teórico": su obra maestra analizó los orígenes inme-
diatos del latifundio y propuso un remedio eficaz que incluyó
el rescate de una "concepción ejidal" que habría de definir el
aspecto agrario de la Revolución. Chávez Orozco secundó
también los dictámenes de Luis Cabrera (cuyo artículo de
1940 reproducía la revista): Molina "influiría decisivamente"
en el Plan de Ayala, en la Ley de 6 de enero y en el artícu-
lo 27. Quizás lo único original en la glosa de Chávez Orozco
fue su peculiar reinterpretación de la obra desde una pers-
pectiva marxista. "Molina Enríquez no fue marxista, así lo
declaró", escribió, pero

con todo, su concepción de la lucha de los grupos étnicos dentro


de la sociedad mexicana, se asimila mucho a la concepción mar-
xista. Si en lugar de la nomenclatura que usó el autor, al referirse
a los grupos en lucha, ponemos el nombre de las clases sociales
a que penenecen, nadie podrá dudar de la filiación marxista
de Los grandes problemas nacionales. El lector puede comprobar
este aseno, haciendo la sustitución por su cuenta, de acuerdo
con la siguiente tabla:

criollos sefiores = sefiores feudales


criollos antiguos = sefiores feudales
criollos nuevos burguesía
mestizos clase media, rural o urbana
indios siervos de las haciendas 10

10 Luis Chávez Orozco, "Prólogo", en Problemas Agrícolas e Industria/es

de México, vol. V, núm. 1 (suplemento), enero-marzo 1953, 5-7.


INTRODUCCIÓN 19

En suma, la nueva edición no contribuyó en nada a refinar


o matizar la valoración o caracterización de la obra de Molina;
a mediados de siglo, las lecturas de Los grandes problemas se-
guían siendo, con raras excepciones, más de lo mismo: elogio
patriótico y superficialidad analítica. Son típicas de toda esta
época las apreciaciones de Daniel Moreno en Los hombres de
la Revolución, publicado en 1960: Molina produjo "el estudio
sociológico más notable en el curso de la evolución histórica
de México" y "sus ideas lo consagran como el campeón de la
reforma agraria y como defensor de los derechos del pueblo". 11
Punto y aparte. Pero cuando parecía que todo estaba ya dicho,
esa larga luna de miel retórica que había convertido a Los gran-
des problemas nacionales en la gran luz ideológica del agrarismo
revolucionario comenzó precipitadamente a menguar.
En 1964, el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana
(SEP) publicó otra edición, para "poner al alcance de la juventud
mexicana una obra troncal en el proceso del conocimiento
de nuestro país, que alumbra esclarecedora el meollo mismo de
la problemática nacional". Pero el cálculo que allí se hacía
de su valor ya no era el mismo. En el prólogo, Humberto
Hiriart Urdanivia repasó con cierto detenimiento algunos de
los planteamientos teóricos que le dieron forma a los princi-
pales argumentos del "admirable" libro de Molina Enríquez,
"el ideólogo de la revolución", y los encontró deficientes, o al
menos discutibles. "Nuestra convicción", señaló Hiriart, "es
que el libro del licenciado Molina Enríquez no vale por su
acopio sociológico, ni por su énfasis jurídico ni por su preten-
sión económica, sino por el interés político, incuestionable,

11 Daniel Moreno, Los hombres de la Revolución (México, Libro Mex,

1960), 27-29.
20 EMILIO KOURf

que lo sostiene". Y añadió: "es como nuestra mejor literatura,


la revelación paladina de la inconformidad y la exhortación
discreta para la consecución de un estado diferente". Molina
brillaba como precursor, como "visionario", aunque no por
la calidad de su análisis. Si se había decidido volver a publicar
esta obra "de alto linaje patriótico", era

porque la Revolución, aparte de que la ha aprovechado en ma-


teria legislativa, se ha esforzado por corregir, y mucho ha conse-
guido, lo que este libro demandaba. La voz popular de entonces
animó el paginario y lo esgrimió como su acta de acusación, hoy,
porque se ha dado satisfacción a lo que tan legítimamente fue
exigido por el pueblo de México, releemos y confrontamos el
texto con lo realizado a través de los gobiernos revolucionarios.
Esta es la medida con la que ha de tasarse este trabajo esmerado,
digno y ejemplar ... Se ha dicho que más consiguió Emiliano
Zapata con el lema La tierra es para quien la trabaja, que Molina
Enríquez con su extenso estudio. La afirmación es cierta cuando
pensamos en la lucha militar transforman te, pero la atenuamos
al acordarnos que la Ley del 6 de enero de 1915, antecedente
del artículo 27 constitucional, fue posible por la disertación del
licenciado Malina Enríquez. 12

A pesar de las ideas ya superadas y las explicaciones abi-


garradas e improbables, todavía seguía siendo importante leer
a Molina, no sólo por su papel en la gestación legislativa de la
reforma agraria, sino sobre todo como testimonio, porque el
recuerdo de sus valientes críticas ponía de relieve la magnitud

12 Humberco Hiriart Urdanivia, "Prólogo", en Andrés Malina Enríquez,


Los grandes problemas nacionales (México: Ediciones del Instituto Nacional de
la Juventud Mexicana, 1964), 9, 31-32 y contraportada.
INTRODUCCIÓN 21

del progreso social y político alcanzado tras medio siglo de


revolución institucional.
El origen de esa distinción entre la valoración de Molina
el precursor patriota y Molina el analista de las relaciones
sociales se remonta muy probablemente a la obra de Jesús
Silva Herzog, de quien fue alumno Humberto Hiriart en la
Facultad de Economía de la UNAM. Desde la aparición, en
1947, de El pensamiento económico en México, Silva Herzog
había manifestado abiertamente su desacuerdo -cosa inusual
en ese momento- con los fundamentos analíticos y con varios
de los argumentos de la obra de Molina Enríquez. De Los
grandes problemas dijo entonces que era apenas un "curioso e
interesante ensayo sobre cuestiones económicas, sociológicas
y políticas". Si bien le reconoció varios grandes aciertos, entre
ellos las "acerbas críticas" a la hacienda porfirista, Silva Herzog
rechazó categóricamente "las ideas de Molina Enríquez sobre
la evolución económica de la sociedad humana", basadas
en un evolucionismo biológico que ya no estaba de moda;
"salta a la vistá', escribió, "que es grave equivocación tratar
de demostrar una tesis sobre el desarrollo económico de la
especie humana con apoyo en metáforas inspiradas en la vida
vegetal o animal". Andrés Molina Enríquez, concluyó, fue
"un sociólogo de personalidad original, que escribió sobre los
problemas de México con valentía, independencia de criterio
y amor apasionado a su pueblo, en un estilo profuso y a veces
de difícil y tediosa lecturá' . 13 Nada que ver, en fin, ni con
Rousseau ni con Mora. De hecho, a Silva Herzog siempre le
pareció más certero el pensamiento agrario de Wistano Luis

13 Jesús Silva Herzog, El pensamiento económico en México (México:

Fondo de Cultura Económica, 1947), 154-159.


22 EMILIO KOURÍ

Orozco, e incluso el de Fernando González Roa. En varios


libros publicados durante el curso de los siguientes veinte años,
Silva Herzog expandió su análisis de Los grandes problemas, sin
cambiar nunca de tenor. En El pensamiento económico, social y
político de México, 1810-1964, publicado en 1967, reproduce
su evaluación previa, y añade:

No puede negarse el valor de Malina al examinar con franqueza y


veracidad los grandes problemas de la nación, tales como los de la
propiedad, el crédito, los problemas del riego, los demográficos
y los de carácter político; pero no puede decirse lo mismo en
relación con las soluciones que sugiere, en las cuales se advierte
prudencia e inseguridad. Nos referimos particularmente a la
cuestión de la propiedad raíz. 14

Lo mismo opinó Moisés T. de la Peña en El pueblo y


su tierra (1964): "Suele también citarse como antecedente
el libro de don Andrés Molina Enríquez", apuntó, "pero lo
cierto es que, valioso en cuanto a la crítica y exposición de
hechos para el conocimiento de quienes no estaban enterados
de las crueles realidades de la vida rural; en materia de ideas
agrarias que pudieran servir de orientación constructiva a un
movimiento revolucionario como el de 191 O, no hay cosa

14 Jesús Silva Herwg, Elpensamiento económico, socialy polltico de México,

1810-1964 (México: Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas,


1967), 475; también Jesús Silva Herwg, El agrarismo mexicano y la reforma
agraria: exposición y critica (México: Fondo de Cultura Económica, 1964
[1959]), 142-146. James D. Cockcroft llegó más lejos, limitándose a decir
que Molina no fue sino un "típico liberal decimonónico" y excluyéndolo de
su lisra de los 'genuinos' precursores intelectuales de la Revolución popular.
Véase lntellectual Precursors of the Mexican Revolution, 1900-1913 (Austin:
University ofTexas Press, 1976 [1968]), 75-77.
INTRODUCCIÓN 23

que valga''. Su contribución vendría después, añadió, y no


por medio del libro, pues "fue ya en plena revolución cuando
las ideas de Molina Enríquez, como las de Cabrera y otros
revolucionarios, adquirieron consistencia: superó sus anteriores
argumentaciones con las que sustentaba tesis distorsionadas
y de una impresionante falta de base, como aquellas de los
climas, la agricultura, la calidad de los granos alimenticios y
fantasías lastimosas sobre los problemas de la población, así
como la alimentación del pueblo". En fin, "como precursor
agrarista sus ideas [en Los grandes problemas nacionales] no son
nada novedosas ni constructivas" .15
Mientras la figura del gran pensador agrarista perdía
apresuradamente su brillo (cuando era ya innegable que la
reforma agraria post-revolucionaria había también extraviado
el suyo), surgió, desde la antropología, una segunda lectura
del legado insigne de la obra de Molina Enríquez. En una
breve ponencia presentada a fines de 1965, Juan Comas
argumentó que el estudio de Molina había señalado con ad-
mirable clarividencia que el mestizaje era el futuro de México
y el fundamento de una naciente identidad nacional. Según
Comas, Molina demostró "un evidente y lúcido criterio anti-
rracista negando la pretendida superioridad sociobiológica del
elemento blanco europeo" y defendió "la integración de los
mexicanos sin inmigraciones masivas". Era además notable "su
explícito reconocimiento de que el México del futuro habrá
de ser social, cultural y biológicamente mestizo, con lo cual
descarta las utópicas orientaciones indianista e hispanista que
todavía hoy tienen adeptos", y su consecuente insistencia en

15 Moisés T. de la Peña, Elpuebw y su tierra: mito y realidad tk la reforma

agraria en México (México: Cuadernos Americanos, 1964), 299-300.


24 EMILIO KOURf

"la necesidad de fomentar los procesos de aculturación (sin


utilizar dicha palabra, evidentemente) y de mestizaje biológi-
co". Para Molina, escribió Comas, "la nacionalidad mexicana
sólo será un hecho cuando el predominio numérico, biológico
y cultural del mestizo sea definitivo, por absorción de los in-
dígenas y blancos". En estas cuestiones, resumió, Los grandes
problemas "puede considerarse como el planteamiento teórico,
con base sociológica y aun antropológica, que más influyó en
los posteriores acontecimientos". Y al concluir lamentó (con
razón) la falta "de estudios amplios y objetivos donde algún
sociólogo con orientación histórica haya hecho el análisis
pormenorizado de la obra antroposociológica de Molina
Enríquez, valorizándola a la luz del medio siglo transcurrido
desde entonces" .16
Ese mismo año, Guillermo Bonfil Batalla preparó para el
Seminario de Indigenismo dirigido por Juan Comas en la UNAM
un ensayo sobre Molina Enríquez y el pensamiento indigenista
en vísperas de la Revolución. Tras resumir los principales postu-
lados de Los grandes problemas, Bonfil manifestó su admiración
por el libro: "Tal vez nunca antes, y con seguridad, nunca desde
entonces, se ha presentado una obra en la que de manera tan
sólida se estudie la problemática general de México". Respec-
to a los vínculos entre las ideas de Molina y el indigenismo
integracionista que tomaría vuelo a partir de la Revolución,
Bonfil explicó allí que "al proponer una clasificación de los
grupos étnicos", Molina Enríquez consideraba:

16 Juan Comas, "Razas, mestizaje y clases sociales en la obra de Molina

Enríquez: 1909", Cuadernos Americanos CXLV, núm. 2, mano-abril de


1966, 153-160.
INTRODUCCIÓN 25

el conocimiento de la estructura social del país, de su compo-


sición por grupos definidos sociológicamente, "nos permitirá
también ... determinar con precisión las orientaciones de nuestra
vida futura, ofreciendo las bases a nuestra política tanto interior
como extranjera''; en esta idea, Andrés Molina Enríquez se ade-
lanta a otro ilustre pionero de los estudios de ciencias sociales
en México, el Dr. Manuel Gamio, quien en 1916 escribirá:
"Es axiomático que la antropología en su verdadero, amplio
concepto, debe ser el conocimiento básico para el desempeño
del buen gobierno, ya que por medio de ella se conoce a la
población que es la materia prima con que se gobierna y para
quien se gobierna''. Malina Enríquez pugna por una sola raza en
México. El problema es integrar a una población heterogénea,
cuya diversidad obedece a ciertos procesos históricos concretos.
De los grupos existentes, opina don Andrés, el mestizo es el úni-
co en vías de integración, pues el indígena se presenta dividido,
desorganizado, incluso sin cohesión interna y ocupado sólo en
atender su subsistencia, en tanto que los criollos están orientados
hacia el extranjero y no tienen arraigo alguno.

En otras palabras, Los grandes problemas nacionales se


propuso "dejar clara la necesidad de incorporar a los indígenas,
para que pasen a formar parte del núcleo forjador de la futura
nación mexicana (el grupo que, en su terminología, lleva el
nombre de "mestizo")". Por todo esto, Molina Enríquez "debe
ser considerado precursor intelectual del indigenismo, como
lo es también, reconocidamente, de la reforma agraria".17

17 Guillermo Bonfil Batalla, "Andrés Molina Enríquez y la Sociedad

Indianista Mexicana: el indigenismo en vísperas de la Revolución", Anales


(Instituto Nacional de Antropología e Historia), t. XVIII-1965 (México:
Secretaría de Educación Pública, 1967), 224-225, 228-229.
26 EMILIO KOURf

Coincidieron en esa visión ambos antropólogos, el


consumado indigenista y el futuro crítico de la ideología
del nacionalismo mestizo: para bien o para mal, Los grandes
problemas nacionales fue un texto de gran importancia porque
anticipó, fundamentó e impulsó la adopción de la identidad
mestiza como sinónimo de la verdadera mexicanidad, noción
rectora de la política cultural (incluido el indigenismo) y de
la retórica nacionalista del Estado post-revolucionario. Es
una apreciación de la herencia de Molina que -como se verá-
continúa vigente.
Al mismo tiempo, el revisionismo en torno a las inter-
pretaciones tradicionales de la Revolución que cobró fuerza a
lo largo de los años setenta continuó erosionando el antiguo
pedestal de Molina. En una breve semblanza crítica salpicada
de ironía, Moisés González Navarro (1970) sefialó, entre varios
desconciertos, "objeciones de fondo a Los grandes problemas
nacionales, obra que, pese a su certero diagnóstico, confunde
raza y clase". Pocos afios después, James L. Hamon y Stephen
R. Niblo (1975) criticaron "la naturaleza confusa y contradic-
toria de algunas de sus ideas"; "el enfoque a veces incoherente,
tomado por Molina Enríquez tanto en su examen de los
problemas de México como en las soluciones que presenta";
"su posición en pro de una dictadura institucionalizada''; sus
argumentos a favor de la superioridad de los mestizos, "en el
mejor de los casos, desconcertantes y a veces aventurados"; y
"el racismo que impregna la filosofía de unidad nacional de
Molina Enríquez". No obstante, insistieron, era una obra que
bien merecía la reverencia que le había sido acordada:

Es evidente que hay debilidades importantes y de largo alcance,


en los esfuerzos de Molina Enríquez por dar una solución a los
INTRODUCCIÓN 27

mayores problemas de México. Y tales debilidades no pueden


ser borradas por los elogios (por más merecidos que éstos sean)
que han sido aplicados a su memoria en el curso de los afios.
Pero tampoco se debe minimizar su contribución a la com-
prensión de los problemas de México. Molina Enríquez fue la
persona más notable en reconocer, antes de la Revolución,
la naturaleza de los problemas socioeconómicos más inmediatos
de México, y en presentar un análisis abarcador del asunto. Más
que nadie antes de la Revolución, se dio cuenta de que en un
país como México no podía haber un cambio real, una mejora
real de las condiciones de las masas, sin llevar primero a cabo
una reforma agraria.

Ante la proliferación de las críticas y-simultáneamente-


la reiteración del elogio {viejo o nuevo), resultaba cada vez más
difícil saber dónde poner a Los grandes problemas nacionales.
¿Cómo leer a Molina? ¿Qué significado correspondía atribuirle?
Justo entonces surgió otra alternativa, una tercera interpreta-
ción de la importancia del libro de Molina.
En 1978, Era puso en circulación una nueva edición
de la obra, con un largo prólogo en el que Arnaldo Córdo-
va desarrollaba un argumento que había comenzado a gestarse
en La ideología de la Revolución Mexicana (1973). Anunciaba,
de entrada, como tantos antes, que "Los grandes problemas na-
cionales ejerció un influjo mucho más duradero y de mayores
consecuencias que ninguna otra obra en lo que va del siglo en
nuestro país", pero no por las razones comúnmente aducidas.
De hecho, según Córdova,

Molina en su libro no aponó conocimiento alguno que valga la


pena recordar. Científicamente su obra no tiene ningún valor y
no es eso, por supuesto, lo que la mantiene al día. Ni siquiera
28 EMILIO KOURf

en lo que se refiere a la cuestión agraria ... aponó Molina nada


verdaderamente imponante que antes un pensador de la talla
de Wistano Luis Orozco no hubiese ya postulado con toda
claridad.

No, su influencia más profunda era otra: "lo que hace


de éste un documento imperecedero, e inclusive, una prue-
ba de la historia nacional, son las poderosas tesis políticas que
lo informan, la verdadera plataforma de principios con la cual
la Revolución dio la batalla ideológica al antiguo régimen y
construyó un nuevo orden político". Como "ideólogo del
poder," explicó, Molina "era un genio y es probablemente lo
que menos se le ha reconocido", pues "más que sus 'teorías
agrarias', que en lo fundamental había tomado de Orozco ...
y a las que embrocó arbitrariamente sus esquemas positivis-
tas, excéntricos y dogmáticos, lo que Molina construyó de
verdaderamente original, fue una teoría del poder político,
fundado, eso sí, en un reconocimiento sumamente inteligente
de la importancia que el problema de la tierra había llegado
a cobrar". Molina comprendió "que un poder con facultades
dictatoriales es indispensable para mantener unido a un pueblo
invertebrado como el nuestro, que tiende de manera natural a
la dispersión". Ese, según Córdova, "fue su verdadero descu-
brimiento". Propuso por tanto no "un gobierno personalista''
(como el de Díaz), sino "un régimen autoritario que tenga a la
ley y la Constitución por guías", o sea, "lo que hoy diríamos un
régimen institucional" (léase, el PRI). Las nociones que Molina
introdujo en el artículo 27 se fundaron en "el principio de que
es al Estado a quien le toca decidir cómo se organiza la propie-
dad en el campo, por razones de interés público"; de ahí emanó
el "intervencionismo estatal que permea la Constitución de
1917". En el curso de las siguientes décadas, "las ideas de Mo-
INTRODUCCIÓN 29

lina finalmente se impusieron en la ideología de la Revolución


Mexicana como sus postulados centrales y como su proyecto
político y social". Para Córdova, Molina fue ante todo un "gran
teórico del poder político, el mayor que ha dado México en
lo que va del siglo". Por todo esto, concluyó, "si se conside-
ran las aportaciones que Molina Enríquez hizo a la Revolución,
lo que ésta le debe en la elaboración de su programa político y
social y en la construcción de su régimen institucional, resulta
verdaderamente impresionante la mezquina recompensa que
los regímenes revolucionarios proporcionaron a sus extraordi-
narios servicios". 18 Al profeta mayor del "Estado leviatánico"
priísta -y a su biblia, Los grandes problemas- la Revolución les
debía un monumento.
Gracias a la accesible edición de Era -continuamente
reimpresa- y a su sintonía con los desencantos políticos de la
época, la lectura de Arnaldo Córdova adquirió amplia influen-
cia, dándole nuevos bríos al longevo culto de Los grandes pro-
blemas.19 Pero Molina el teórico político no desplazó a Molina
el profeta del nacionalismo mestizo ni a Molina el viejo padre
intelectual del agrarismo. Ningún argumento es descartado
definitivamente; todos sobreviven, con o sin fundamento. A
partir de los años ochenta, las tres interpretaciones han en-
contrado nuevas voces, a veces solas y a menudo entrelazadas.

18 Arnaldo Córdova, "El pensamiento social y político de Andrés Ma-

lina Enríquez", en Andrés Malina Enríquez, Los grandes problemas nacionales


(México: Ed. Era, 1978), 23, 26, 52-60, 68.
19 Ha habido otras dos ediciones posteriores del libro, en 1979 y 1984,

pero no tuvieron mayor trascendencia. Véase Andrés Malina Enríquez, Los


grandes problemas nacionales (México: Comisión Federal de Electricidad,
1979); y Andrés Malina Enríquez, Los grandes problemas nacionales (México:
Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1984).
30 EMILIO KOURf

He aquí una pequefí.a muestra. Al igual que Córdova, David


Brading ( 1984) ha señalado que "al insistir en la necesidad de
un Estado dictatorial, intervencionista, dotado de poderes para
actuar como patrón de obreros y campesinos, cuyos dirigentes
provenían de la clase media, y dispuesto a actuar en alianza
con los pequeños propietarios por encima de esos sectores,
Molina Enríquez demostró ser el profeta de la Revolución
y del partido que aún gobierna a México en la actualidad, el
PRI". A principios de los noventa, Agustín Basave Benítez dio
a conocer un abarcador estudio del nacionalismo mexicano
"en torno a la mestizofilia de Andrés Molina Enríquez", cuya
tesis ha sido, según Basave, "la más rica y elaborada de todas".
Sostuvo allí que su extraordinaria obra "prefigura como nin-
guna otra el llamado nacionalismo cultural revolucionario" y
que la exaltación del mestizo en Los grandes problemas, pese a
sus limitaciones y contradicciones, "puede ya considerarse una
proclamación de la independencia cultural de México" que
pronto habría de manifestarse. Poco después, Stanley Shadle
(1994) publicó una biografía intelectual de Molina Enríquez
en la que reafirmó -en contra de la historiografía revisionis-
ta- la singular importancia de sus ideas en la formación del
programa agrario de la Revolución. Y en la prensa, Enrique
Krauze (1998) ha recordado al "profeta del mestizaje" como
"el creador del paradigma ideológico dominante en el siglo
xx mexicano". Los grandes problemas nacionales se convirtió,
"a un tiempo, en el evangelio de la Revolución Mexicana y
la profecía de nuestro siglo xx". Para Krauze, "en las décadas
siguientes, los gobiernos sucesivos llevarían a la práctica casi
todas las reformas propuestas por Molina Enríquez, no sólo
en el ámbito agrario: su huella está en la obra cultural de
Vasconcelos, en la política social y nacionalista de Cárdenas,
INTRODUCCIÓN 31

y en la reafirmación del concepto integral y antidemocrático


del poder que representó, hasta hace poco tiempo, el sistema
político mexicano". 20 La lista podría continuar.
Así, mezclando viejos tributos con nuevas preocupaciones,
cada época reinventa a su propio Molina. En su conjunto,
llama la atención la expansiva (aunque por lo general some-
ra) trayectoria hermenéutica de este libro madre del México
revolucionario: al cumplir su centenario -y contra todas las
expectativas- el fantasma de Los grandes problemas parece
encontrarse en todas partes. ¿Será posible?
Esta es, a vuelo de pájaro, la historia que enmarca a los
seis ensayos que aquí se presentan. Ahondan en varios temas
notables ligados a la obra y exégesis de Molina Enríquez: el
mestizaje y la identidad nacional, el artículo 27, el derecho
de tierras y aguas, el Estado y la propiedad, la reforma agraria
y la historia socio-política del Porfiriato. Cuestionan, refinan,
refutan, discuten, disputan, desarrollan, contextualizan,
confirman, expanden o redefinen -cada cual a su manera-
algunos de los principales argumentos arriba reseñados. No
pretenden ofrecer una (nueva) visión sinóptica del texto en
cuestión, sino nada más profundizar -como sondas individua-
les- en el conocimiento de ese libro singular y en la historia

20 David Brading, "Darwinismo social e idealismo romántico: Andrés

Molina Enríquez y José Vasconcelos en la Revolución Mexicana", en Mito


y profecia en la historia de México (México: Ed. Vuelta, 1988 (1984]), 188;
Agustín Basave Benítez, México mestizo: Análisis del nacionalismo mexicano en
torno a la mestizo.filia de Andrés Molina Enriquez (México: Fondo de Cultura
Económica, 1992), 13, 112-113; Stanley F. Shadle, Andrés Molina Enrlquez:
Mexican Land Reformer ofthe Revo/utionary Era (Tucson: University of Ari-
zona Press, 1994); Enrique Krauze, "Andrés Molina Enríquez: El profeta del
mestizaje", Reforma, 8 de marzo de 1998.
32 EMILIO KOURf

de sus usos y significados. Quizás lo que comparten todos


estos ensayos es una cierta vocación arqueológica -aplicada
desde varias perspectivas- en su modo de análisis: situar en
el tiempo, precisar contextos y conceptos, escarbar razones y
documentar cambios. Aspiran, juntos, a revitalizar y encauzar
esa polifacética discusión acerca del lugar que le corresponde
a Los grandes problemas nacionales en la historia del siglo xx
en México, la cual -tras cien años de vida- no da señas de
estar por terminar.
I
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO
DE ANDRÉS MOLINA ENRfQUEZ

Mauricio Tenorio Trillo

A un siglo de cargar el bulto, bien visto y bien dicho, esto de


ser mestizos ha sido una monserga: una metáfora de conteni-
do sexual convertida en piedra roseta que descifra cosas tan
arcanas como, un decir, la chingada o el alma nacional. Una
metáfora, por seguro, inevitable, pero ya vamos para cien
años de que mestizaje viró el nombre de la casa, mestizo/a o
mexicano/a han sido la misma cosa; también mestizo y agonía
existencial; también mestizo y pelado o naco; también mes-
tizo y anti-democrático; también mestizo y católico; también
mestizo y luchón, vivales, oportunista, cuantimás bribón. En
fin, volvamos la vista atrás, qué mejor que al mojón dejado
en el camino como uno de los primeros grandes documentos
mestizos del mundo: Los grandes problemas nacionales de An-
drés Molina Enrfquez.
Los grandes problemas nacionales primero fue publicado
por entregas en el periódico católico El Tiempo y luego como
libro (1909) con subsidio del general Bernardo Reyes. Fue
una obra vasta y alambicada. Un libro que hizo época junto

33
34 MAURICIO TENORIO TRILLO

con otros dos textos: la entrevista Oíaz-Creelman (1908) y La


sucesión presidencial de 1910 de Francisco l. Madero (1909).
Los grandes problemas nacionales, como La sucesión, fue una
obra porfiriana por acción y por omisión, y una de las mejo-
res explicaciones sobre cómo y por qué funcionó el régimen
de Díaz, porque para Molina no había duda: funcionó. La
verdad es que Molina Enríquez, a diferencia de Madero, fue
un autor inteligente, nada qué ver con los misticismos espi-
ritistas del malogrado presidente. Molina fue miembro de las
sólidas instituciones académicas consolidadas por el régimen
(el Museo Nacional), un autor porfiriano sesudo, cual el Justo
Sierra que fue pasteurizado y convertido en autor revolucio-
nario, mientras que personalidades tan lúcidas como Emilio
Rabasa y José Y. Limantour siguieron siendo consideradas
portadoras de la enfermedad porfiriana. 1 En fin, el de Molina
es un libro que trató todo, tierras y cocina, excesos celulares
masculinos y agua y maíz; historia y etnología. Todo está ahí
en un estilo plataforma política entreverado con interludios
casi-kierkegaardianos, una prosa que suda ciencia por los
poros románticos, así tal cual Amado Nervo o Manuel Acuña
(dos modernistas fanáticos de la ciencia).
Uno de los quehaceres principales de Los grandes proble-
mas nacionales fue sustentar con biología, con evolucionismo,
con historia, con etnología, con sociología, con derecho, con
Realpolitik y con sentido común no sólo la viabilidad sino la
necesidad de un pueblo, una nación y un Estado mestizos.
No repasaré al dedillo la visión mestiza de Molina Enríquez.

1 Charles A. Hale, Emilio Rabasa and the Survival ofPorfirian Liberalism,

Sranford: Sranford University Press, 2008.


DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 35

Ya se ha hecho. 2 Lo que haré es reparar en la síntesis mestiza


porfiriana, encarnada nunca mejor que por Molina Enríquez,
y verla a la luz de un siglo de debates sobre mestizaje. Tomo
como eje a Molina e intento transcribir las notas esenciales de
la melodía mestizo-porfiriana, no sin antes mostrar que Mo-
lina y su prosapia fueron de los primeros en el mundo que se
echaron el trompo a la uña, es decir, ¿nación, pueblo y Estado
modernos, viables y reales pero mestizos y en 1909? Seguro
no fue virtud fue necesidad. La clave con que se tocaba la
modernidad occidental era racial, por tanto si no pro-mestizos,
¿qué hubieran podido ser los mexicanos de principios del
siglo xx? Parece baladí la pregunta, pero en 1909 era osado el
planteamiento, para México o para Francia, para Brasil o para
España, ni qué decir para Estados Unidos. Los porfirianos se
aventaron la puntada: o mestizo o nada. De la trascripción de
las notas esenciales, paso a detenerme en breve en tres tocadas
de la misma música, que van de un Allegro Ostinatto a un
Scherzo Ritardando, pasando por un Maestoso Largo. No es
que éstas sean las únicas músicas que surgieron de aquellas
notas transcritas por Molina, pero dan para entendernos.

2 Agustín F. Basave Benítez, México mestizo: andlisis del nacionalismo

mexicano en torno a la mestizofilia de Andrés Molina Enrlquez, México: Fondo


de Cultura Económica, 1992; Juan Comas, "Razas, mestizaje y clases sociales
en la obra de A Molina Enríquez", Cuadernos Americanos, 2 (marro-abril,
1966); David Brading, "Social Darwinism and Romantic Idealism: Andres
Molina Enríquez and José Vasconcelos in the Mexican Revolution", en
David Brading, Prophecy and Myth in Mexican History. Cambridge: Centre
of Latin American Studies, Univ. of Cambridge, 1987; Mechthild Rutsch,
Entre el campo y el gabinete: nacionales y extranjeros en la profesíonalizacíón de
la antropología mexicana (1877-1920), México: Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Antropológicas, 2007.
36 MAURICIO TENORIO TRILLO

TROMPO A LA UÑA

En la actualidad, de no ser en algunos corredores de antro-


pólogos a fa américaine, o en algunas oficinas de ONGs, en
casi todos lados lo mestizo is cool· it rocks. La pensée méstisse
(1999) de Serge Gruzinski terminaba: "sin embargo, los
fenómenos mestizos ofrecen el privilegio de pertenecer a
varios mundos en una misma vida: 'soy un tupi que toca el
laúd"'. 3 Nada mejor. Tal convicción, sin embargo, no tiene
más de treinta años.
En 1907, el profesor Raphael Anatole Emile Blanchard,
médico de la Academia francesa de medicina, estudioso de
las enfermedades de las tropas coloniales en Argelia, se dio a
viajar por México. El hombre fue de Paso del Norte a Veracruz
observando el métissage au M éxique. Y escribió para la revista de
la Sociedad de Americanistas de París un trabajo sobre lo que
él llamó "cuadros de mestizos": no otra cosa que los cuadros
de castas del siglo XVIII que se han vuelto industria académica
a partir de la década de 1990. El profesor Blanchard mostraba
que los mestizos se quedaron sin jerarquía social en el sistema
novohispano, por tanto, él creía, las autoridades se dedicaron
a medir el grado de "mesticidad". "El orgullo castellano", creía
el profesor Blanchard, no aguantaba promiscuidades. Antes
que Blanchard, E. T. Hamy, uno de los padres fundadores de
la antropología francesa, gran medidor de cráneos y enemigo
de las mezclas raciales, había dedicado sus esfuerzos a cuadros
similares encontrados en el Museo de París, interpretándolos
como escalas de degeneración. Nada qué hacer al respecto:
nadie antes de, por decir, 1920 podía creer que las mez-

3 Serge Gruzinski, Pensée méstisse, París: Fayard, 1999.


DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 37

das raciales eran evolutiva, biológica, cívica y moralmente


recomendables. 4
Tampoco en Inglaterra, Estados Unidos o Alemania.
Darwin se libró de hablar de las razas humanas, pero sus
popularizadores, Herbert Spencer o Haeckel, de distintas
maneras, veían con malísimos ojos las mezclas entre razas de
distintos grados evolutivos. 5 Daniel Brinton o Frederick Starr,
antropólogos estadounidenses que estudiaron a México, veían
con malos ojos el mestizaje. Y un publicista y viajero, miembro
de la fundación petrolera -con intereses en México- Edgard
L. Doheny Research Foundation, escribió tres libros sobre
México entre 1921 y 1925, y decía en términos no por alti-
sonantes menos consensuales lo que aún hoy es credo, a saber,
que los mexicanos son una raza particular, una de híbridos
indio-españoles: "a people inheriting the worst traits ofboth and
burying the virtues ofboth deep beneath the skins darkening ever
to the lower type with minds which do not seek even the natural
goods ofthe poorer ofthe two elements". 6
Palabras más, palabras menos, hasta antes de 1920, esto
se decía del mestizaje y en especial sobre México. A princi-
pios del siglo XIX, Thomas Jefferson, un hombre de Estado
que, dijo un poeta de por entonces, "dreams offreedom in his
slave's embrace!', hacía la cuenta (un tercio, tres cuartos, cinco

4 Todo lo cual se cuenta en "Azteca", "Cuadros de mestiws del Museo

de México", Anaks del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología,


t. IV (1912), pp. 237-248.
5 El darwinismo y el racismo de Spencer tiene sus importantes bemoles

y sostenidos, al respecto véase Mark Francis, Herbert Spencer and the lnvention
ofModern Life, lthaca: Cornell University Press, 2007.
6 Wallace Thompson, The Mexican Mind, a Study ofNational Psychology,

Boston: Llttle Brown, 1922, p. 28.


38 MAURICIO TENORIO TRILLO

décimos de negro) para saber cuántas generaciones le llevaría


volverse blanca a su prole, nacida de su esclava mulata-media
hermana de su legítima esposa-. En 1894, Mark Twain se
reía de la ley que estipulaba en 1/32 la fracción máxima de
sangre negra para decidir el estatus racial. En 1924 se asumió
federalmente la ley de Virginia que declaraba que blanco era
quien "has no traces whatsoever ofblood other than Caucasian".
En 1948, una maestra méxico-americana tuvo que demandar
al estado de California para no ser perseguida por las leyes
anti-miscegenation porque su marido era negro. Y tan tarde
como 1959 Hannah Arendt veía en las leyes en contra de los
matrimonios interraciales "the most outgracious of the racial
regulations" del sur de Estados Unidos. 7 Cuando nació Barack
Obama, el matrimonio de su madre activista con un keniano
estaba prohibido en gran parte del sur de Estados Unidos.
Mídase ante estos datos la osadía de unos cuantos mexicanos
que, entre 1880 y 1910, se dieron a justificar un mercado libre
de la carne, y a hallar en lo mestizo una forma de modernidad
ciudadana.
En esas décadas, se leía todo en México. Al examinar a
Molina Enríquez, a Sierra o a Rabasa, Charles A. Hale, Emilio
Kourí, Mechthild Rutsch o Agustín Basave han mostrado las
lecturas mexicanas de Spencer, Haeckel, Darwin, la tradición
historicista del derecho alemán leída a través de España o del
proto-fascista nacionalista Pasquale Macini o del pensamiento
constitucionalista estadounidense o los trabajos del polaco
Ludwig Gumplowicz -que justo en 1909 decidió suicidarse

7 David Hollinger, Cosmopolitanism and Solidarity: Studies in Ethnoracial,

Religious, and ProfessionalA.ffiliation in the United States, Madison: University


ofWisconsin Press, 2006.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 39

a coro con su mujer-. 8 A todos ellos, hubo que hacerles tram-


pas, porque por ningún lado se encontraba sustento en 1909 a
la posibilidad de una nación, un Estado y un pueblo mestizos.
Si alrededor de 1909 raza era inesquivable para pro-
nunciar nación y pueblo, había otro imperativo visible pero
no reducible a un solo concepto. Tengo para mí que entre
1908 y 1914 aparecieron sendos manifiestos marcados a
profundidad por la resaca positivista -ciencia para todo- y
por las nuevas ideas surgidas para afrontar tanto los excesos
positivistas como la transformación acelerada del tiempo y el
espacio que resultó de la industrialización de fines del siglo
XIX. En México se habla de positivismo, científicos, Ateneo
de la Juventud o pensamiento porfiriano, en Estados Unidos
mucho de esto cabe en el mote prog;ressive movemenr. denuncia
de los excesos de las nuevas burguesías, idealización del hombre
común, estatismo, aprecio por los expertos, nacionalismo y
más o menos democracia pero sobre todo menos liberalismo
avant la lettre. La sucesión presidencial de 1910 o Los grandes
problemas nacionales fueron para México lo que para Estados
Unidos fue The Promise ofAmerican Life (1909) de Herbert
Croly, el periodista y pensador prog;ressive por excelencia. Tanto
Madero como Molina Enríquez tuvieron mucho de prog;ressive
thinkers, Madero más por decantado al lado democrático,

8 Agustín F. Basave Benítez, México mestizo; David Brading, "Social

Darwinism"; Mechthild Rutsch, Entre el campo y el gabinete; Charles A


Hale, The Transformation ofLiberalism in Latín Nineteenth Century Mexico,
Princeton: Princeton University Press, 1989; Emilio Rabasa and the Survival
of Porfirian Liberalism, Stanford, Stanford University Press, 2008; Emilio
Kourí, "Interprecing the Expropriacion of Indian Pueblo Lands in Porfirian
Mexico: The Unexamined Legacies ofAndrés Molina Enríquez", The Hispanic
American Historical Review, vol. LXXXII, núm. 1 (2002), pp. 69-111.
40 MAURICIO TENORIO TRILLO

Molina Enríquez más hacia el lado científico, nacionalista y


estatista. Es más, si Molina Enríquez identificaba con tintas
positivistas la evolución del México criollo al México mestizo,
Croly hablaba del Estados Unidos que fue del individualista
jeffersoniano al demócrata pionero de la costa oeste, una
especie de tipo ideal del estadounidense que era, como el
mestizo de Molina Enríquez, aventurero, pragmático, valien-
te y con "fteedom far intercourse". El demócrata pionero es
el estadounidense por excelencia, pero Croly, como Molina
Enríquez ante su mestizo, veía los peligros antidemocráticos y
la falta de dirección en su estadounidense por excelencia. Por
ello ambas obras, la de Croly y la de Molina, acaban siendo
sendas justificaciones -llenas de detalles legales, históricos,
raciales y administrativos- de la centralidad y fortaleza de un
Estado rector que domine los individualismos incontrolables
de los criollos o ricos potentados y le dé dirección a la esencia
mexicana o estadounidense. Como Porfirio Díaz, Madero o
Molina Enríquez, Croly encontraba en Theodore Roosevelt el
mejor ejemplo de esta labor de Estado. Pero ese año de 1909
el abultado historiador y estadista estadounidense abandonó la
presidencia y se aventuró a un safari de meses. Poco después, el
Roosevelt mexicano, Porfirio Díaz, al que admiraban Roosevelt
mismo, Molina Enríquez o Madero, se embarcó en el lpiranga.
The Promise ofAmerican Life y Los grandes problemas nacionales
poseen, pues, unas extrañas pero claras vidas paralelas. 9

9 Herbert Croly, The Promise ofAmerican Life, Nueva York: Macmillan,

1909; David W. Levy, Herbert Cro/y of The New Republic, Princeton: Prince-
ton University Press, 1985. En la década de 1920, como buen progressive
thinker, Croly se ocupó de México, viajó a México y escribió sobre el país:
"Mexico and the United States", The New Republic, 50 (marzo 30, 1927), pp.
159-164; "Mexico's Renascence", WorUReview, 7(diciembre10, 1928), p. 177.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 41

En México a lo largo de la segunda mitad del XIX, comen-


zando con Francisco Pimentel y Manuel Orozco y Berra, se
inicia un serio debate sobre el mestizaje. En realidad no era
un debate sobre las posibilidades del mestizaje, un hecho que
nadie trataba de tapar. Ni siquiera era, en esencia, un debate
sobre si era bueno o malo el mestizaje, sino sobre la nación,
la ciudadanía y el Estado dado el inevitable mestizaje. No es
menor el giro. De lo que se trataba era de una controversia
sobre cómo definir nación, pueblo y Estado, y ya encarrerados
el debate decantó en dos agujeros negros epocales: demografía
y raza. Sacar la cabeza de aquellas barrancas llevó muchos días y
noches, casi setenta años. Lo primero era una simpleza: cómo
va a haber nación y pueblo si no hay gente, si la población no
crece, y la poca que hay es heterogénea en intereses, lengua,
raza y distribución. Lo segundo, la raza, era lo que tocaba: si
había que hablar de nación y Estado en la segunda mitad del
XIX, se hacía con raza, no que antes no se hiciera, pero cómo
nunca surgió un edificio teórico para hablar de ello. 10 Y así el
debate de historiadores, políticos, hacendados, antropólogos,
sociólogos, abogados, etcétera, nos parece que era sólo sobre
tres temas: inmigración (cuánto, cómo, qué color), mestizaje
(qué hacer con él) y el problema del indio (cómo civilizarlo,
cómo hacerlo ciudadano).
El debate duró décadas. Es grato reportar que ganaron los
astutos, los tramposos, los anti-democráticos, anti-liberales, los
malos lectores de Spencer y Darwin, los listillos que metían
una trampa aquí y allá a las teorías que leían, todo para decir
lo contrario de lo que las teorías sostenían, es decir, para argu-

'ºAl respecto véase David Nirenberg, "Was there Race before Modernity?
The Exarnple of 'Jewish' Blood in Late Medieval Spain", artículo inédito.
42 MAURICIO TENORIO TRILLO

mentar que la mezcla de dos razas aparentemente en diferente


estado evolutivo era no sólo buena, sino muy buena, daba
como resultado una selección natural de los más fuertes. Y el
mestizo se convirtió en el mexicano por excelencia, el futuro
del blanco y del indio, de todos; también el sustento de un
país de oportunistas, chapuceros, vivales, léperos, pelados,
nada qué ver con democracia o pureza liberal, pero ese era
el pueblo. Para la mayoría de esos "ganones", el triunfo de lo
mestizo era inevitable y bienvenido, pero no sin la educación
para civilizarlos; para otros, era bueno porque traía a la larga,
vía la inmigración, la blanquización de la sociedad. Pero para
casi todos eso era México. Todo esto pasó en esa larga noche
de los tiempos pre-revolucionarios, fue lo que hicieron, de
diferentes maneras, gentes como Vicente Riva Palacio, Ge-
naro García, Ricardo García Granados, Emilio Rabasa, Justo
Sierra, Alfredo Chavero, Julio Guerrero, Luis Wistano Oroz-
co y Andrés Molina Enríquez. Para cuando llega Manuel Ga-
mio a escena, la mesa está servida. Otros, como José María Vigil
(por católico y purista liberal}, Nicolás León (por ser en verdad
el científico más serio de todos, uno que no hacía trampas} y
Francisco Bulnes (por mala leche, por llevar la contraria} se
opusieron al consenso sobre lo mestizo.
Si todo el debate se perdiera en el descuido de las biblio-
tecas mexicanas, con que sobreviviera Los grandes problemas
nacionales podríamos reconstruirlo. Ahí está todo y todos,
con sus creativos trucos y sus dogmas. Molina Enríquez fue el
último intelectual porfiriano, uno de los más grandes, que supo
sintetizar décadas de debates sobre nación, Estado y pueblo.
Lo que siguió después -ya fuera Gamio, José Vasconcelos,
Ernest Gruennning, Annita Brenner o Frank Tanenbaum-
fue elaboración de esa gran síntesis porfiriana, nunca mejor
resumida que en Los grandes problemas nacionales.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 43

LA PARTITURA MESTIZA

La historia de las ideas sobre lo mestizo en Molina Enríquez


está más o menos rastreada. Primero, el debate mexicano de la
segunda mitad del siglo XIX. Esto es, en lo histórico y evolutivo:
Vicente Riva Palacio, José María Vigil, Nicolás León, Justo
Sierra, Alfredo Chavero, México a través de los siglos, México su
evolución social; en lo económico-legal, Luis Wistano Orozco,
Montellanos; en lo literario, es claro, los exageros modernistas
es lengua castellana. Cuando Molina quiere probar que la
mezcla mestiza es una óptima selección, supervivencia de los
más fuertes, recurre a largas citas de Riva Palacio, en los que
el viejo historiador básicamente trucaba -como expliqué en
otra parte- las teorías raciales de la época: que si los mestizos
tienen menos pelos que los europeos, más lejos del simio y
cosas así. 11 Cuando Molina explica el lento surgir del mestizo
y su conciencia, elabora un esquema histórico-racial que va
del momento español e indio al momento criollo, y luego al
momento mestizo, y todo ello en esencia basado en México
a través de los siglos -su libro de cabecera- y en una crítica a
Auguste Comte por la falta de historia. 12
Las otras fuentes, no ajenas a los debates mexicanos sino
parte de ellos, son el positivismo y sus "quereres", las críticas
a Comte de los liberales más puros como Vigil, el darwinismo
vía Spencer y Haeckel, de ahí la reconstrucción histórico-racial
como una tabla de evolución, por cierto, al revés de todo lo
que se podía leer en Comte o en Haeckel. Si bien Molina

11 Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna, trad. Germán

Franco, México: Fondo de Cultura Económica, 1998.


12 Por las deudas con, y la crírica a, Cornee, Molina también se asemeja

al Croly de The Promise ofAmerican Life.


44 MAURICIO TENORIO TRILLO

traduce las razas en clase, no es lo suyo la lucha de clases sino


de razas y así los héroes del momento mestizo son Morelos
y Díaz. Gumplowicz y la lucha de razas, la nación como ho-
mogeneidad étnica históricamente creada, contribuyeron al
mestizo de Molina. 13 Don Andrés, pues, tradujo un esquema
racial (Spencer, León, Haeckel, Gumplowicz) e histórico libe-
ral (México a través de los siglos, México su evolución social) en
un lenguaje raro en el cual todo es raza pero al revés, son los
mismos datos liberales, pero con distinta conclusión.
Para reducir a sus mínimos lo de mestizaje en Molina
dejemos la historia intelectual de lado y también los dejos
psicoanalíticos sobre la personalidad de Molina: ¿fue todo un
trauma de infancia? Partamos de lo más evidente. Molina
no era ni se pretendía un liberal. Tampoco un demócrata en
el sentido moral que hoy otorgamos al término. Molina era
católico, publicó su famoso libro en el diario católico de mayor
prestigio; era abogado y toda la vida lo fue, y era etnólogo,
sucesor nada menos que de don Nicolás León en la cátedra
de etnología del Museo Nacional (en el que trabajó de 1907
a 1911 para regresar en 1913 por un par de años); y Molina
era un modernista, por tanto su pizca de orientalista y de
melancólico.
De todo lo cual nos resulta esto: Juárez sí, y Molina
ganó en 1906 el concurso de ensayo en honor al centenario
de Juárez, y eso le permitió entrar al Museo Nacional cuando
Genaro García asume la dirección. Y desde entonces Molina
se ligó por dos décadas a las fiebres centenarias, pues García

13 Véase la traducción que muy probablemente utilizaban los estudiosos

mexicanos: Ludwig Gumplowicz, La /utte des races; recherches sociologiques,


trad. de Charles Baye, París: Guillaumin, 1893.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 45

dedicó las actividades del Museo a los planes del centenario.


Los grandes problemas nacionales también tenía en mente al
centenario y a la elección de 1910. El católico se cuela y si
bien Juárez es un héroe, como no lo fue para el sarcástico de
Bulnes, la Reforma fue un bien a medias, por tanto un desastre.
La colonia, especialmente la habsburga, resulta en Molina una
era dorada porque la sabiduría de la Corona supo entender
la constitución socio-racial de la Nueva España. El instinto
jurídico español, decía Molina, sólo fue segundo al romano,
y de ahí la grandeza del Noverint Universi, del cual surgieron
los pueblos de indios, es decir las unidades étnicas orgánicas.
La independencia fue el momento mestizo, Morelos el gran
héroe, pero la raza mestiza aún no estaba madura y cae en ma-
nos de los criollos. Curioso, Porfirio Díaz en Molina es grande
porque reaviva la premisa integral raza-historia-sociedad "que
en realidad no es sino la virreinal adaptada a las circunstancias
como Alamán lo soñó sin haber podio realizar la política de
cooperación obligatoria''. Otra vez, Dios, rey y España. En
fin, el mestizaje en Molina Enríquez ya venía cargado con
esa nostalgia habsburga, por llamarla algo, que luego resultó
dogma, una vez que él y los intelectuales post-revolucionarios
unieron mestizaje a indigenismo incorporacionista. Desde en-
tonces, en México todo indigenismo, todo multiculturalismo
y pro-mestizaje suena a cosa de neo-habsburgos.
Como etnólogo, con lo de mestizo Molina Enríquez
intentó una rara síntesis, no sólo de razas, sino de disciplinas.
Quiso unir a la antropología -entendida a la manera de su
maestro Nicolás León cual parte de la zoología- con otras
ciencias que él llamaba demoicas y así crear una etnología que
considerara los aspectos físicos, biológicos, históricos, políti-
cos, legales y sociales. Y sobre todo hacer de esta síntesis una
46 MAURICIO TENORIO TRILLO

ciencia aplicada al progreso y la modernización de la nación.


Sus estudiantes del Museo hacían este tipo de etnografías
(como ha mostrado Mechthild Rutsch) y esto era forjar patria
cuando Manuel Gamio era sólo un listillo estudiante que se
había "grillado" a Zelia Nutall para avanzar su posición en
el Museo y para involucrarse en los planes para una nueva
escuela internacional de antropología en México. 14 Es decir, el
Molina Enríquez etnólogo explica casi todo de su visión sobre
lo mestizo, porque Molina vive el gran momento del desarrollo
intelectual e institucional de las ciencias etnológicas en México,
que van de los médicos como Gumersindo Mendoza y Nicolás
León, a los abogados como Molina y luego a la primera ge-
neración educada por estos hombres: Othón de Mendizábal
y Manuel Gamio y a la creación de la escuela internacional
en México comandada por Eduard Seler y Franz Boas. Pero fue
Molina y su mestizo lo que inició la aplicación de la etnología
al desarrollo nacional, a la antropología social. En el Congreso
Internacional de Americanistas de 191 O, en la ciudad de Méxi-
co, Molina iba leer -nunca leyó porque lo cortaron por falta
de tiempo- su trabajo "El verdadero concepto de etnología:
la ciencia de gobernar". Así de aplicada creía a su ciencia, cuya
conclusión mayor fue el valor del mestizo.
Finalmente, Molina el anti-liberal modernista y orientalis-
ta desoye las alabanzas abstractas del estilo "soberanía popular"
o "sociedad civil" o "ciudadanía", y plantea al mestizo como
el personaje byroniano odalisco, el cual llegó para triunfar
por la inevitable trama de la vida, por su fortaleza animal,

14 Mechthild Rutsch, Entre el campo y el gabinete, Carmen Ruiz, "Insi-

ders and outsiders in Mexican archaeology (1890-I 930)", tesis de doctorado,


University of Texas, Austin, 2003.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 47

por su sublime barbarie, por su incontinente ambición y


adaptabilidad, por su cercanía evolutiva a la Asia eterna: "Ni
la indígena ni la mestiza'', escribe, "a pesar de la mejoría que
ésta ha logrado, se distinguen ni por su hermosura, ni por su
cultura, ni en general por su refinamiento de las razas de muy
adelantada evolución, sino por las condiciones de su incompa-
rable adaptación al medio, por las cualidades de su portentosa
fuerza animal". 15 Y esto es de la misma riqueza modernista,
orientalista, de lo siguiente que, de haber conocido Agustín
Lara, hubiera musicalizado:

Cuando me desesperas, siento en mis manos garras de águila y


en mi alma furores de león, y comprendo que con muy poco
trabajo podría hundir mis garras en tu cuello y saciar mi furor
en tu agonía; pero lo hago por eso mismo. Es grandioso ser
cruel como Nerón y feroz como Tamerlán; pero matar una
mujer, romper una porcelana de Sajonia, quebrar un lirio del
Japón, destruir una maravilla de ane por su misma debilidad,
por su misma fragilidad, por su misma flaqueza ... sería una
lástima ¿verdad? 16

Lo que quiero decir es que el lenguaje es el límite de lo


pensable, y con tal bagaje léxico, Molina sólo pudo pronunciar
al mestizo que produjo, el cual, propongo, puede ser reducido
a las siguientes notas esenciales con sus bemoles y sostenidos:
Supervivencia, Pureza de la suprema impureza, Culto de la

15 Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas nacionales, México:

Imprenta de A. Carranza e Hijos, 1909, p. 249.


16 Única carta personal que ha salido de los archivos privados. Incluida

en Andrés Molina Enriquez con la Revolución a cuestas, selección y estudio


de Agustín Basave Benítez, México: Fondo de Cultura Económica, 2001,
pp. 481-483.
48 MAURICIO TENORIO TRILLO

medianura (indios a medias, españoles a medias, política


de medias tintas), Anti-democracia, Violencia y Mueganismo.
Supervivencia es la personificación del mestizo como
la Realpolik por excelencia, como el mutado para sobrevivir a
toda costa, también por oportunista, por desclasado sin otra
salida que defender a la patria. Es el único mexicano, porque
es la especie que estas tierras, estos climas, esta historia han
producido, especie que se adapta y sobrevive. Y con estos bue-
yes hay que arar, no hay que esperar que levanten una Atenas.
Mejores ejemplos de esta nota de supervivencia en Molina son
la visión del régimen de Díaz -que no tiene desperdicio- y la
idea del futuro del mestizo, que por cierto se une con la nota
de la "Pureza de la sublime impureza".
Todavía en sus trabajos de la década de 1930, Molina ve
a Díaz como "mestizo, de sangre india y de sangre española,
en una proporción muy cercana al perfecto equilibrio de las
dos sangres; si el equilibrio no era perfecto se debía a que
sensiblemente dominaba la sangre india, determinando con
él y los indios, una correlación de sentimientos e ideas, que
facilitaba considerablemente la mutua comprensión y su mu-
tua confianza ... un hermoso ejemplar del tipo racial mestizo
que ha comenzado a ser, y será plenamente en el porvenir, el
verdadero tipo nacional". Y este sabio de la política, de la raza,
le dio a los mestizos, a esos oportunistas, los puestos y la ayuda:
"pero profundo conocedor de todos los mestizos, [Díaz] los
ha dejado y los deja, aprovecharse de sus puestos, traficar con
sus funciones, enriquecerse, satisfacer todas sus ambiciones y
saciar todos sus apetitos". Voi/,;,, le métisse.
El líder mestizo no puede ser sino como Augusto para
concentrar poder, y para erradicar tanto señor feudal: [Díaz]
"ha tenido que desarrollar las mismas cualidades de astucia,
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 49

de perseverancia y hasta de perfidia y crueldad que hicieron


celebres señores creadores de la Francia contemporánea'' .17
Es decir, el mestizo, en toda su benevolencia, su crueldad, su
oportunismo, es el partero de la modernidad.
Y el futuro es el triunfo total de la raza mestiza, no por la
vía liberal o democrática, sino vía un laisse foire racial. Es decir,
si se deja en paz al choque de razas (la lujuriosa mano invisible)
ganará el mestiw. Por ello, con su propuesta de eliminar las
herencias Molina pretendía que ganara el más fuerte en cada
generación, y por eso se opone a la inmigración de cualquier
color o a la caridad pública o privada. Lo suyo no es anti-
estatismo liberal, es libre mercado de la carne, y el Estado, de
raza mestiza, debe garantizar la supervivencia de ese mercado
libre de la carne y el futuro de la raza: "los mestiws consuma-
rán la absorción de los indígenas y harán la absorción de los
criollos, de los extranjeros residentes, a su propia raza ... una
vez que así sea, no sólo resistirá el inevitable choque de la raza
americana del norte sino que en ese choque vencerá ... " 18
Por ello, "Pureza de la sublime impureza'' no es otra cosa
que el anti-americanismo inherente a un pensador mexicano
del post-1898. Es decir, Molina Enríquez es de los primeros
pensadores mexicanos no sólo en defender el mestizaje, sino
en darse cuenta de lo que ya era un secreto a voces: la migra-
ción mexicana a Estados Unidos. En sus explicaciones sobre
rancheros y jornaleros mestiws, aquí y allá Molina cita frases

17 Andrés Molina Enríquez, Esbozo de /.a historia de /,os primeros diez

años de !.a revolución agraria de México, México: Talleres Gráficos del Museo
Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1937, libro tercero, Aspectos
mestizos de /.a historia de México, pp. 161-170. Andrés Molina Enríquez, Los
grandes problemas, pp. 61-75.
18 Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas, p. 266.
50 MAURICIO TENORIO TRILLO

de hacendados que se quejan porque los muy ingratos mesti-


ws ya no son explotables como antes: los bárbaros toman el
tren y se van a Estados Unidos. Y eso lo ve en 1909, y lo ve
en la revolución de 1910 a 1920, y lo ve siempre pero, como
Gamio, acabará por no aceptar que esos mestiws viajeros
también se mestizan en Estados Unidos. Como Gamio después
que él, Molina crea a cambio una esencia de lo mestiw que
dura hasta hoy: el mestizo es híbrido pero puro y esencial ante
lo otro, lo gringo, ante lo cual es antagónico racial, histórica
y moralmente. No duda en sostener que las leyes anti-chinas
americanas son una intervención estatal en contra del mercado
de la carne, porque los estadounidenses no pueden competir
con la capacidad de superviviencia de chinos y mexicanos. Así
de clarividente suena hoy la pureza de la impureza:

Los jornaleros mexicanos, a pesar de su desgraciada condición


actual, son más fuertes que los norteamericanos, supuesto que
son llamados a Estados Unidos. Al producir México una gran
población, es seguro que enviara a la población inferior de Es-
tados Unidos una enorme cantidad de unidades que minarán la
solidez de ese país, porque sin afinidades con la raza norteame-
ricana no se confundirán con ella. Podrá decirse que el llamado
de los jornaleros mexicanos no significa estos excesos de fuerza,
sino fulta de necesidades; pues bien esa fulta de necesidades, esa
posibilidad de vida con poco gasto y poco dinero, es, en materia
de jornal, una fuerza. 19

A fines de los años treinta, Molina veía en México dos


corrientes, una que "pretende llevar a los principios mestiws,
o sea a la futura realidad, hacia las formas estructurales copia-

19 Ibidem, p. 353.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 51
das de la cultura occidental, sobre todo de los criollos de las
ciudades; y la otra sobre todo la india y la mestiza del campo,
hacia las formas patriarcales definidas de la cultura oriental" .20
Pero lo mejor, decía, es una raza nueva, mestiza, aliada a
Asia si era posible. México en su hibridez era para Molina al
mismo tiempo una estrategia de supervivencia y una nueva
pureza invencible: "Si Estados Unidos llegara a dominar por
las fuerzas económicas todo el continente americano, México
llegará a dominar a Estados Unidos por su fuerza cultural ...
Estados Unidos, país esencialmente occidental, no podrá crear
una cultura; pero nosotros que con la cultura occidental, lleva-
mos los acentos orientales, sí podemos crearla. Para tener una
cultura se necesitan dos fuerzas opuestas y los Estados Unidos
no tienen más que una". 21

Lo de mestizo en Molina es esencialmente una teorización de


hechos consumados, de la política, la nación, el pueblo posible,
por tanto una alabanza de la mitad de camino. Esto ha permitido
a lo de mestizaje expandirse y moldearse de variopintas maneras,
y como concepto adaptarse, cual la especie adaptada que nom-
bra, a distintas posiciones con consecuencias de todo tipo. Lo
de mestizo, por ejemplo, significaba en efecto anti-criollismo,
pero sobre todo anti-catrinura, es decir la alabanza del medio, del
común. Molina odia a los catrines, los empresarios fifis, los curas
de alcurnia, la pijería toda. En sus escritos tardíos sefiala como
uno de los errores del mestizo perfecto, Porfirio Díaz, su matri-
monio con Carmen Romero Rubio, inicio del acatrinamiento
del mestizo, y no hay peor cosa que un naco acatrinado.

20 La guerra del Pacifico, Andrés Molina Enríquez y Rafael Nieto, México:

Talleres Gráficos de la Nación, 1937, 39.


,, Idem.
52 MAURICIO TENORIO TRILLO

Pero lo de mestizo también estaba a la mitad porque era


de alguna manera anti-indígena, menos que anti-criollo porque
Molina siempre creyó en la cercanía étnica entre el mestizo y
el indio, pero mestizo era no indio. Un no indio, sin embargo,
que era como la salvación del indio, de ahí lo fácil que fue para
intelectuales y políticos en la década de 1930 pegar mestizaje
con indigenismo, y así quedaron por décadas como una y la
misma cosa: orgullo de ser mestizos -es decir, ni catrines ni in-
dios-, pero orgullosos de lo indígena que de cualquier manera,
vía el mercado libre de la carne y la modernización comandada
por mestizos, el indio estaba destinado a desaparecer.
Lo de mestizo como un culto a la medianía permitía
hacer concesiones y compromisos con los principios liberales
y democráticos, o con las teorías raciales, o con Dios. Al final
queda que ser mestizo es ser tan democrático como se puede,
que no está el horno para bollos; que se es tan jacobino como
lo permita el santo, ni mata curas, ni tanto copal "pál santo";
ni demócratas ni fascistas, ni pura propiedad privada ni pura
propiedad comunal ni pública. Mestizaje ha sido desde Molina
Enríquez una especie, de "vamos a ver de a cómo nos tocá'. Pero
lo más importante de esta medianura es la capacidad de nego-
ciación política y la anticatrinura en un país profundamente
desigual, aspectos que prevalecieron en varios pensadores pre-y
post-revolucionarios.
La violencia es intrínseca al mestizo. Como metáfora
sexual, mestizaje a ratos ha connotado la fuerza, los excesos
celulares, el rapto: "los excesos celulares", escribe Molina, "pro-
ducen una molestia inconsciente pero intensísima ... la mujer a
su vez, formada de la masa misma del hombre como con toda
exactitud dice la tradición bíblica, para recibir y dilatar la masa
celular segregada, la recibe con placer, sufre todos los efectos
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 53

de la molestia que ella causa por sí misma y cuando ya está en


condiciones de seguir una vida relativamente independiente,
la expulsa a la vez con el dolor de un arrancamiento y con la
satisfacción de un alivio". 22
Esta es la violencia orgánica que el mestizaje implica, la
cual Molina opone a las tesis gradualistas de Luis Wistano
Orozco. Contra Orozco, Molina sostiene que no hay repar-
tición de tierras para mestizos que no se haga con violencia;
por supuesto, el modelo, dice Molina, es Prusia y la germani-
zación de Polonia. Pero para Molina eso fue hecho gracias a
la violencia de la conquista alemana de Polonia.
El mestizo está en su derecho de ejercer la violencia para
crearse a sí mismo, para crear nación como Alemania en
Polonia. Por cierto, por la misma época Max Weber mismo
había estudiado a los campesinos polacos, y en su lección
inaugural en Friburgo sin empacho señalaba que el problema
de los polacos era étnico y racial, en suma un ataque a la "ger-
manidad" cuando los campesinos se mudaban a trabajar a la
industria alemana. La formación étnica implica violencia, no
hay más que hacer. 23
Por otro lado, lo de mestizo es anti-democracia en Moli-
na, porque los criollos son liberales que creen en el sufragio,
los mestizos no se andan con tonterías. Aún en sus últimos
escritos Molina sostenía: "todo el fárrago de las declaraciones
criollas por la libertad del sufragio entre nosotros no es en sino
más que el esfuerzo de burlar el triunfo de las revoluciones,
porque los mestizos ganan el poder con las revoluciones, los

22 Andrés Malina Enríquez, Los grandes problemas nacionales, p. 37.


23 Ele Winter, Max weber et les relatiom ethniques: du refas du biologisme
racial al'État multinacional, Québec: Presses de l'Université Laval, 2004.
54 MAURICIO TENORIO TRILLO

criollos siempre se los quieren quitar con las elecciones". 24


Así de simple. Díaz vuelve a ser el ejemplo, es el mestizo que
sabe que para los mestizos la democracia sólo puede ser una
lección de pizarrón. En una reescritura de Los grandes problemas
nacionales en 1935, Molina escribía:

El general Díaz sabía mejor que nadie, puesto que era indio
mestizo, que sin el sentimiento original, sin la concepción
jurídica del derecho, ningún derecho político se podía tener y
menos podía pugnar por hacerlo efectivo. Sabía como todos los
predicadores del sufragio efectivo que éste sólo podía existir si
realmente existía, en la casta superior, pues los orígenes asiáti-
cos, las tendencias raciales, asiáticas también, de los mestizos y
de los indios, llevaban a esos mismos mestizos e indios hacia la
preferencia de gobiernos paternales de la cultura oriental sobre
los gobiernos occidentales ... 25

Por ello, Díaz, un mestizo, un maestro de las medias tintas,


de la Realpolitik, hace de fas elecciones un hacer patria mestiza,
es decir, vamos aprendiendo, en tanto nos vamos haciendo.
Díaz logró, dice Molina, que "en todos los municipios en to-
dos los estados y en la federación se hacían siempre elecciones
con los requisitos de ritual, para generar la costumbre". 26
De hecho, Díaz dijo más o menos lo mismo en la en-
trevista que concedió a James Creelman, la cual el caudillo
imaginó como su testamento político pero que ha pasado a la
historia como otra cosa. 27

24 Andrés Molina Enríquez, Esbozo de la historia, libro cuarto, La


dictadura por:firiana, p. 30.
25 Jbidem, p. 29.

26 Ibidem, pp. 29-30.

27 Mauricio Tenorio Trillo, "La entrevista Díaz-Creelman", lstor.


DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 55

Finalmente, lo de mestizo es la concatenación por excelen-


cia del mueganismo mexicano, término acuñado por Fernando
Escalante. 28 Es decir, a partir de Molina mestizo ha sido una
individualidad que por medios formales e informales {amistad,
solidaridad de etnia, tradiciones, relaciones familiares) tiende
al muégano, a formar comunidades, unidades funcionales,
comunitarias pero no democráticas. Porque parte de su éxito
de supervivencia radica en haber evolucionado, cual lobos, para
cazar en manada. Los rasgos de esta sociabilidad mueganística
del mestiw no son del todo desarrollados en Molina. Aparecen
como una película truncada: surge el mestiw, luchas, con-
tradicciones, etc ... y cuando los volvemos a encontrar en los
textos de Molina, los mestizos ya están juntos y son los únicos
que entienden lo de pueblo, nación y Estado, son comunitarios
y ya van para Gemeinschaft que vuelan.
Estas son pues las notas esenciales, ahora veamos en breve
tres tocadas de las mismas.

ALLEGRO ÜSTINATTO

El polluelo, decía Molina Enríquez, "una vez formado necesita,


para nacer y convertirse en ave, dejar el huevo que lo encierra". 29
Y el polluelo mestizo, cual la ingrata calandria, a luego se vio
libre ... voló, voló y voló. Las décadas de 1920 y 1930 fue
un tocar y tocar las notas básicas anteriores, primero, en una
suerte de allegro, de festejo mundial post-revolucionario, de
la raza mestiza; allegro obstinado en repetir, casi avant la lettre

28 Fernando Escalante, "Teoría del muegano", en Fernando Escalante,


Estampas de Liliput: bosquejos para una sociología de México, México, Fondo
de Cultura Económica, 2004.
29 Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas nacionales, p. 41.
56 MAURICIO TENORIO TRILLO

los básicos de lo mestizo de Los grandes problemas nacionales.


Fue un alegro que Molina inició en sus escritos de fines de la
década de 1920 y de la década de 1930, pero que sobre todo
fue lo que Emilio Kourí mostrara: la tannenbaunización de
Molina y sus consecuencias. 30
Los compases de este Allegro están marcados, primero,
por una repetición festiva de casi todas las notas esenciales
antes señaladas; pero, segundo, también por un intento claro
de aminorar -que no eliminar- la carga racial del argumen-
to mestizológico de Molina, dejándolo al desnudo como lo que
es, mezcla de razas, pero traduciendo los argumentos raciales
en un lenguaje, más que racial, político y moral. Dos impulsos
marcan este alegre y leve intento de desracialización: traducir
identidad mestiza en Gemeinschaft (Tannenbaum, Gamio,
Gruening, Brenner, y de cierta manera Redfield); y el primer
affaire de la antropología boasiana con el mestizaje. 31

30 Emilio Kourí, "Interpreting the Expropriation of Indian Pueblo


Lands".
31 Frank Tannenbaum, Peace by Revolution; an lnterpretation ofMexico,

Nueva York: Columbia University Press, 1933; The MexicanAgrarian Revolu-


tion, Nueva York: Macmillan, 1929; Ernest Gruening, Mexico and its Heritage,
Nueva York, Londres: The Century, 1929; Annita Brenner, ldo/s BehindAltars,
Nueva York: Payson & Clarke, 1929; Manuel Gamio, Forjando patria (pro
nacionalismo}, México: Porrúa Hermanos, 1916. Sobre el affaire boasiano véase
Mauricio Tenorio Trillo, "Stereophonic Scientific Modernisms: Social Science
between Mexico and the U.S., 1880s-1930s", ]ournal ofAmerican History
86 (diciembre, 1999), pp. 1156-1187; Beatriz Urías Horcasitas, "Las ciencias
sociales en la encrucijada del poder: Manuel Gamio (1920-1940)", Revista
Mexicana de Sociología, 64, 3 (julio, 2002), pp. 93-121; Claudio Lomnitz,
Deep Mexico, Silent Mexico: an Anthropology of Nationalism, Minneapolis:
University of Minnesota Press, 2001.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 57
Como ha mostrado Kourí, Tannenbaum retoma de Moli-
na la visión de los orígenes del despojo de tierras y la necesidad
de tierra comunal, la idea de pueblo, de comunidad. 32 Pero
también saca de Molina, literalmente calca -y en esta parte sin
citar- la reconstrucción histórica del surgir del mestizo y su
labor en el desarrollo de México, desde la reconstrucción de
los aspectos ecológicos de que hablaba Molina en sus tierras del
maíz, hasta la distribución racial en el territorio: "The mestizo is
general/y the only Mexican who has a sense ofthe nation. The In-
dian has remainedparochial the criollo has hungeredfar Europe;
the mestizo, close to his Indian mother andyet aware ofthe larger
World, has conscíously and unconsciously striven far the making
ofa nation out of the heterogeneous elements in his country". 33
Esto es, passe Tannenbaum, Molina Enríquez. El mestizo, dice
Tannenbaum, ha heredado de la tradición la ambición y la falta
de escrúpulos: Molina otra vez. Para Tannenbaum, el México
mestizo es el real pero no es democrático, ni tendría por qué
serlo. Corporativismo es lo que corresponde al mestizo y, para
ello está bien dotado. Traducción del antidemocratismo de
Molina en cardenismo. 34

32 Emilio Kourí, "Interpreting che Expropriation of Indian Pueblo


Lands".
33 Frank Tannenbaum, Peace by &volution, p. 22.
34 Frank Tannenbaum, The Future ofDemocracy in LatinAmerica editado
por Joseph Maier, Nueva York: Knopf, 1974; FrankTannenbaum, Darker Pha-
ses ofthe South, Nueva York: G.P. Pucnam's Sons, 1924; FrankTannenbaum,
Mexico, the Struggk far Peace and Bread, Nueva York: Knopf, 1950; sobre Tan-
nenbaum y México véase David A. Brading, "Introduccion: Nacional Polirics
and The Populist Tradition", en David Brading {ed.), Caudillos and Peasants
in the Mexican &volution, Cambridge: Cambridge Univmity Press, 1980;
John A. Britton, &volution and Ideology. Images ofthe Mexican &volution in
the United States, Lexington, Kentucky: The University Press of Kentucky,
58 MAURICIO TENORIO TRILLO

Pero Tannenbaum pasa la mestizología de Molina por


un ligero tamiz de teoría social (Simmel, Tonnies), anarco-
sindicalismo, populismo americano, y de ahí el mestizo sale
como una criatura trágica, rural y violenta, sí, pero en esencia
"quiet, generous, friendly, and over flowering with vitality". La
ciudad es mala, y aunque el mestizo es un ser racial sus males
no son raciales sino históricos: "the deeper basis ofali the ills
is the tragedy ofMexican history". Para Tannenbaum, México
es un país que vive en total aislamiento geográfico, cultural y
espiritual, lo cual es la anti-catrinura molinezca traducida en
exotismo anti-cosmopolita. 35
Lo mismo hizo Forjando patria de Manuel Gamio que
apareció siete años después de Los grandes problemas nacionales.
En esencia, se trataba de la propuesta de Molina, pero quitada
del aparato escolástico y, muy importante, expresada en la
retórica de vanguardia: en manifiesto. Forjando patria, en su
fuerza retórica, fue de la misma argamasa que el manifiesto
antropofágico del Brasil de 1922 o que los manifiestos futu-
ristas de las vanguardias europeas de la década de 1910. Ante
eso, Los grandes problemas nacionales aparecía como un tractus

1995; Charles A. Hale, "Frank Tannenbaum and the Mexican Revolution",


Hispanic American Historical Review, 75, 2 (1995): pp. 215-246; Alan Knight,
"Frank Tannenbaum and the Mexican Revolution", trabajo presentado en la
conferencia anual, 1994, de la Latin American Studies Association; Jefferson R.
Cowie, "The Emergence ofAlternative Views of Latin America: The Thought
of Three U.S. Intellectuals, 1920-1935", Duke-UniversityofNorth Carolina
Program in Latin American Studies, Working Paper Series, 3, 1992; Germán
Arciniegas, "Tannenbaum and Latin America", The Americas, 27, 4 (1970):
pp. 27-31; Mauricio Tenorio Trillo, "Gringos viejos: radicales norteamericanos
en los afias treinta y su visión de México (una interpretación)", Secuencia,
núm. 21 (septiembre-diciembre, 1991), pp. 95-116.
35 Frank Tannenbaum, Peace by Revolution, p. 33.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 59
decimonónico. Sea como sea, Tannenbaum o Gamio lanzan
a la vanguardia política, académica y estética la propuesta de
Molina.
Esta traducción de la mestizología de Molina, aunque
leve en sus cambios, fue vital. Permitió la duradera creencia
en una entidad mestiza aislada y comunitaria, la idealización
del campo como mestizo o indio, el desdén de las grandes
ciudades como espacios criollos cosmopolitas. Molina vía
Gamio o Tannenbaum fue la base de este giro. Annita Brenner
llamaba a Molina el Voltaire mexicano, confundía los excesos
anti-catrines de Molina con borrachera democrática. Gruening
repitió letra por letra a Brenner, su ayudante, y a Molina y Ga-
mio vía Brenner. Redfield, antes que Tannenbaum, vía Robert
Park y Manuel Gamio, compra el paquete mestizológico en sus
primeras investigaciones sobre mexicanos en Chicago. Des-
pués, cuando investiga Tepoztlán, el argumento de Redfield ya
es parecido al Gemeinschaftcreado por Gamio o Tannenbaum,
pero en Tepoztlán decide darle un giro indigenista, y ubica ahí
mismo una Gemeinschaft indígena y el surgir de Gesellschaft
esencialmente mestizo. 36
Es el giro boasiana lo que permitió unir sin problemas
indigenismo y mestizología. Pero es complicada la relación
entre el Molina de 1909, luego el de la década de 1930, y la
transformación de la antropología encabezada por Boas, prime-
ro en Washington en la década de 1880, posteriormente en Co-
lumbia a principios del siglo XX y luego en México entre 191 O
y 1912. Basave y Rutch han mostrado que al final de su vida de

36 Esto trato en "Orígenes de una ciudad mexicana: Chicago y la ciencia

del Mexican Problem (1900-1930)", escrito en colaboración con Laurencio


Sanguino.
60 MAURICIO TENORIO TRILLO

Molina se volvió indigenista y sostuvo no una sola evolución


unilineal hacia la civilización sino el relativismo cultural y las
varias vías. En 1935, Molina Enríquez escribe "Los pueblos
no están obligados a seguir una trayectoria común ... no hay
pues entre ellos, fuera de nuestro pensamiento correlacionador,
ni atrasados ni adelantados, ni inferiores ni superiores, sino
diversidades infinitas". Esto es el giro boasiano in foil.
Lo que me intriga no es el tardío giro boasiano de
Molina, sino la sospecha de que no es que Molina o Gamio
encontraran a Boas y abrazaran, como era de esperarse, un
lenguaje cosmopolita para justificar lo que venían diciendo
los mexicanos desde 1880, sino Boas, Seler, Jorge Engerrand,
Redfield y Sol Tax encuentran a México precisamente en
la crisis de sus propias teorías, en eso que se llamó la deca-
dencia de occidente, el desencanto modernista, la rebelión de
las masas, la resaca de la industrialización y las vanguardias
estéticas. En efecto, es Boas, vía Seler, el que empieza a pensar
en abrir una escuela internacional de etnología, arqueología
y antropología en México en 1909. Ahí había pirámides,
lenguas indígenas vivas y sobre todo diversidad cultural y la
mezcla viva. Además, ahí existía una comunidad de estudiosos
favorables a estas ideas. Es Boas quien solicita a Zelia Nutall,
una rica etnóloga y arqueóloga estadounidense con residencia
en México, que le envíe un buen estudiante para empezar a
educar a los mexicanos que comandaran la escuela (así llega
Gamio a Columbia). Y es Boas mismo quien se viene a México
a dirigir la escuela. No puedo elaborar más en este momento,
pero creo que la mestizología que Molina sintetizó atrajo al giro
boasiano antes que el giro boasiano atrajera a los mexicanos.
La consecuencia es la misma: el alegre celebrar del mestizaje,
unido a indigenismo, se convirtió en un celebrar raro de la
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 61

diversidad cultural, raro, porque como ha mostrado Claudio


Lomnitz, nunca se eliminó, al menos de los planes mestizólo-
gos de los gobiernos revolucionarios, la idea de homogeneidad
racial. La consecuencia fue la misma, pero la fuerza del México
corazón del momento mestizo continental puede radicar en
que fue al revés: no Molina a Boas, sino Boas a lo que Molina
amalgamaba. 37

MAEsrnso LARco

El Maestoso Largo es una tocada de las notas mestizológicas


sintetizadas por Molina hacia un portentoso coro de dos
voces: por un lado, mestizaje como sinónimo de Estado de
bienestar; por otro, mestizaje, como sinónimo de una filosofía,
una ontología, una poética de la mexicanidad. Ambas voces
crearon un movimiento maestoso y largo, constituye la más
sólida tocada que lograron las notas de Molina, la cual guarda
mucho de su originalidad porfiriana.
De la traducción de mestizaje en Estado benefactor, me
temo, no puedo reportar mucho. Falta investigación. Me
parece que la clave está, en efecto, en el primer Vasconcelos y
en Gamio, pero sobre todo en los economistas y tecnócratas
que empiezan a surgir a partir de 1930: Jesús Silva Herzog,
Eduardo Villasefior, Montes de Oca, Alberto J. Pani y por
supuesto Lázaro Cárdenas, Narciso Bassols, etc. Lo más exi-
toso de esta traducción de mestizaje en Estado de bienestar no
estuvo en eliminar los tonos anti-democráticos, anti-catrinura,

37 Claudio Lomnitz, Deep Mexico; Mechrhild Rutsch, Entre el campo y

el gabinete, Carmen Ruiz, "Insiders and outsiders"; Beatriz Urías Horcasitas,


"Las ciencias sociales en la encrucijada del poder".
62 MAURICIO TENORIO TRILLO

de supervivencia, de medias tintas que hemos señalado, sino en


hacer invisible el fuerte contenido racial. De hecho, las notas
anteriores no se eliminaron, se sublimaron en un proyecto de
Estado: Mestizaje fue el IMSS, fue la estructura corporativa
del partido de Estado. Pero se comenzó a decir mexicano, ya
no era necesario lo de mestizo, se sobreentendía, aunque todo
mundo sabía que la raza seguía siendo un problema. 38
Lo que sí ha sido documentado hasta el cansancio es el
giro filosófico del mestizaje, de La raza cósmica a El laberinto
de la soledad, de Samuel Ramos a Leopoldo Zea. No elaboro al
respecto, sólo señalo que detrás de sus Freuds, sus Adlers, sus
Jungs, sus Ortegas, de la angustia existencial por la chingada
y por cosas así, no es muy difícil encontrar las notas mestizo-
lógicas tan bien acuñadas por Molina. Pero términos como
mexicano, ethos, angustia existencial, machismo, relajo, etc ...
comenzaron a sustituir a lo de mestizo, evaporando, que no
eliminando, la fuerte carga racial. 39

38 Para claves, véase Jesús Silva Herzog, Elpensamiento económico, socialy

politico de México, 1810-1964, México: Instituto Mexicano de Investigaciones


Económicas, 1967; Vuias de cultura y pasión mexicanas : correspondencia A/fomo
&yes/Jesús Silva Herzog, 1939-1959, compilación, introducción y notas de
Alberto Enríquez Perca, México: El Colegio de México, El Colegio de San
Luis, 2001; Eduardo Víllaseííor, Memorias-Testimonio, México: Fondo de
Cultura Económica, 1974; Narciso Bassols, Obras, México: Fondo de Cultura
Económica, 1964; y las entrevistas, muy desiguales en calidad, recogidas en
Frente a la Revolución Mexicana: 17 protagonistas de la etapa constructiva:
entrevistas de historia oral, de James W. Wilkie y de Edna Monzón Wilkie,
México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1995.
39 Al respecto véase, Claudia Lomnitz, Exits ftom the Labyrinth; Deep

Mexico; Abelardo Víllegas, La filosofta de lo mexicano, México: Fondo de


Cultura Económica, 1960.
DEL MESTIZAJE A UN SIGLO DE ANDRÉS MOLINA 63

ScHERZO R:ITARDANDO

A partir de la década de 1980, gracias a los trabajos de Roger


Bartra, Claudio Lomnitz y otros pocos, se inicia una tocada
en scherzo, en burla, de los argumentos mestizológicos. 40 De
distintas maneras, este Scherzo Ritardando hizo de las notas
mestizológicas a la Molina una especie de desconstrucción a
la Schoenberg de las notas originales. Destapó los descaros
racistas, lo poco mexicano que era todo -hizo a los mexica-
nos parte de leyendas medievales de buenos salvajes-, y el
anti-democratismo y autoritarismo que implicaban.
Con el Estado benefactor en mangas de camisa, con el
giro mundial multicultural, con la cada vez menos ocultable
integración humana con Estados Unidos, con la violencia
destapada, mestizaje parece ya no funcionar como consen-
so de nación y pueblo. Lo malo es que no hay nada que lo
sustituya. A partir del scherzo tocado por Bartra o por Lomnitz,
la mestizología anda loca. Y en esas andamos.
En suma, no es que Molina haya sido tan influyente como
a ratos se ha sostenido; mejor dicho, Molina ha sido muy
influyente pero no por lo que él creía o esperaba, sino por lo
que sintetizó, en el momento que lo hizo, y por las traduccio-
nes tan importantes de que fue objeto. Al leer a cien años de
distancia la mestizología de Los grandes problemas nacionales,
un lector al tanto de los actuales debates culturales mexicanos
sentiría la misma sensación que hoy sufriría un adolescente
acostumbrado sólo a los sonidos del rock al escuchar por

4°Claudio Lomnitz, Deep Mexico; Exits from the Labyrint; Roger Bartra,

La jaula de la melancolia, México: Grijalvo, 1987; Roger Bartra, Anatomía


del mexicano, México: Plaza y Janés, 2002; La sangre y la tinta: ensayos sobre
la condición postmexicana, México: Océano, 1999.
64 MAURICIO TENORIO TRILLO

primera vez una grabación etnográfica de un viejo blues del


delta del Mississippi. Esto es, "¡ah! de ahí es que viene todo
esto ... ", aunque no sepa ni cómo ni qué de todo aquello vive
en el rock que escucha.
II
ONCE TESIS ACERCA
DE ANDRÉS MOLINA ENRfQUEZ

Claudio Lomnitz

l. El éxito de Molina como ideólogo se basó en que


fue quien más claramente adjuntó la cuestión de la
repartición de la tierra a la formación de un sujeto
histórico de la mexicanidad: el mestizo. Así, Molina
presenta el reclamo de clase del campesinado como
una cuestión de defensa de patrimonio nacional. El
patrimonio se define a partir de un heredero futuro
y de un custodio presente. Requiere, en otras pala-
bras de un 'sujeto histórico'. En Molina la cuestión
nacional es la resolución del conflicto de clases.
2. La clave de la llamada 'mestizofilia' de Molina Enrí-
quez está en que ofrece una fórmula alternativa tanto
al lenguaje clasista de Marx como al universalismo
'jacobino' de los liberales de la generación de Benito
Juárez. Ofrece, en otras palabras, una alternativa al
discurso abstracto de los 'derechos del hombre').
Para Molina, México no podía aspirar a una revo-
lución proletaria porque carecía de un proletariado

65
66 CLAUDIO LOMNITZ

suficientemente desarrollado; tampoco podía seguir


aspirando al progreso a partir simplemente de pro-
curar la igualdad, la libertad y la fraternidad, porque
esa fórmula -que había sido la de la generación de
Juárez y de Ocampo-había generado condiciones de
extrema desigualdad y dependencia en el campo.
Pero si México no estaba listo ni para progresar a
partir de la igualdad política, ni estaba maduro para
la revolución proletaria, sí estaba listo y preparado
para tener acceso a la verdadera nacionalidad. Para
Molina, el error de la Reforma fue que no le entregó
la tierra de la Iglesia a la clase mestiza. De ese modo
alargó la zaga de la independencia mexicana, que no
era más que la historia del surgimiento del mestizo
como sujeto nacional.
3. Para Molina Enríquez, la formación de una ciuda-
danía mestiza era urgente, pues la crisis política del
Porfiriato demostraba que el gobierno de una elite
pequeña no era viable a mediano plazo en lo interno,
ni podía ofrecer estabilidad frente a los embates de
Estados Unidos. Sólo la raza mestiza estaba adaptada
para perdurar en las duras condiciones ambientales
de México. El mestizo de Molina no es una raza
superior a nivel universal, sino que es la raza mejor
adaptada (y por lo tanto superior) para el ambiente
restringido y específico de México.
4. Además de representar una salida política y eco-
nómica a la crisis política y social del Porfiriato, la
llamada mestizofilia cifraba un nuevo horizonte de
expansión capitalista en México por dos partidas:
ANDRÉS MOLINA ENRfQUEZ: ONCE TESIS 67

a) Proponía una transición del campo hacia un sis-


tema de 'sociedades de propiedad comunal' y de
'sociedades de propiedad individual'. Como lo ha
mostrado Kourí, la comunidad indígena no era
un fin en sí para Molina, sino que se trataba de
un mal necesario y de una figura transitoria. 1
b) Favorecía el crecimiento de la industria nacional
a partir de la figura del indo-mestizo como nue-
vo sujeto histórico y como elemento de poder
en el gobierno; mientras que el Estado serviría
como instrumento a la nueva clase nacional
indo-mestiza para fijar límites a quienes Molina
calificaba de 'criollos nuevos', es decir, a la bur-
guesía nacional que apadrinaba a las compañías
extranjeras. Un Estado propiamente mexicano
tendría capacidad de regular intereses extranjeros
en México.

5. La 'mestizofilia' es una fórmula política funcional en


un contexto nacional de dependencia, que Molina no
nombra con toda claridad sino hasta su libro acerca
de la historia de la revolución agraria (1936), donde
escribe:

Ya hemos dicho que en la realidad positiva de las cosas,


los Estados Unidos derribaron la Dictadura Porfiria-
na, más que todo, porque se negó a proceder como
parte integrante del conglomerado de la hegemonía

1 "lnterpreáng the Expropriation of Indian Pueblo Lands in Porfirian

Mexico: The unexamined Legacies of Andrés Molina Enríquez", Hispanic


American Historical Review 82 (1), 2002.
68 CLAUDIO LOMNITZ

americana, contra los intereses de la hegemonía inglesa,


con la que ya había celebrado liberales contratos de
explotación que equivalían a cesiones de enajenación
sin compensación alguna. La Dictadura tuvo que caer;
pero la contienda de los dos imperialismos dentro de
nuestro territorio, continuó arrastrando el ritmo fatal
a nuestra revolución, según la preponderancia pasaba
del uno al otro y viceversa.

Es decir que México se encontraba cercado y amenazado


en su existencia misma por la competencia entre dos imperios.
Interesa hacer notar que ni siquiera en 1936 Molina nombraba
a Alemania ni a Japón como peligros para México. No. La exis-
tencia de México estaba acotada sólo por dos imperios (figura
1). Pero veamos cómo se las arregló para salir de su tutela.

Graves trastornos ocasionó a nuestro país, el ser envuelto en los


choques de los dos imperialismos rivales y contendientes, pero su
naturaleza especial lo salvó entonces y lo ha salvado hasta ahora,
de ser absorbido o de ser destruido por alguno de los dos.

Y bien, ¿cuál era esta 'naturaleza especial' salvadora y


redentora de México? La redención de México residía en su
pobreza y en la inferioridad de sus razas. En una vertiente
que valdría la pena contrastar con la idea de Samuel Ramos
de que México debía de procurar curarse de un complejo de
inferioridad, para Molina, México se salvó por su verdadera
inferioridad. Veamos:

Los dos grandes imperialismos han podido ver, que nosotros no


podemos ser un país industrial ni competidor, ni coadyuvante,
y que tampoco podemos ser un país consumidor, porque no
ANDJIBS MOLINA ENRfQUEZ: ONCE TESIS 69

La hegemonía inglesa

Figura l. Mapa de la 'hegemonía inglesa' en 1900, según Molina Enrlquez.


Nótese que en este mapa no existen el imperialismo francés, ni el alemán,
ni el japonés, ni el ruso. Hay tan sólo un país que no está bajo hegemonía
alguna, y es China (América, menos Canadá, estaba toda según Molina bajo
la hegemonía norteamericana).

tenemos con qué comprar. Han visto algo más todavía que entre
nosotros parecen no querer ver quienes más interés debieran
tener en verlo, y es que la casta inferior o casta india, ni es a
propósito para la industrialización, ni es reductible a cambios
de cultivo, ni es consumidora, por lo que todos los negocios
que tienen emprendidos con nosotros, sólo afectan en realidad
a la casta superior.
El resorte primordial de los dos imperialismos, está en la necesi-
dad de sostener el acrecimiento constante, progresivo y acelerado
de la producción por medio de la obligada concurrencia de todos
los países sometidos, a exprimir su vitalidad para concurrir a
esa producción y para consumir los productos de ella ... Los
70 CLAUDIO LOMNITZ

indios nuestros, por fonuna, no han podido ser ni factores de


producción obligada, ni consumidores remunerativos; no dan
material para la función imperialista, y no pudieron dar a los
imperialismos contendientes, material para sus propósitos de
lucro. De ello nos hemos ido aprovechando nosotros para poder
marcar la dirección de nuestros propios intereses, y la orientación
de nuestra propia cultura. 2

Resumiendo, los elementos básicos de esta visión in-


ternacional son, primero, la imposibilidad de absorción de
México por Estados Unidos (visión que ya había sido argüida
con todo detalle por Francisco Bulnes, diez años antes de la
publicación de Los grandes problemas nacionales); 3 y segundo,
la imposibilidad de gobernar a México contra la voluntad de
Estados Unidos y de Inglaterra.
Esta interpretación del marco 'geopolítico' en que operaba
Molina queda implícitamente reconocida por Arnaldo Cór-
dova en su introducción a Los grandes problemas nacionales,
cuando llama la atención sobre que la expropiación de tierras
como programa político afectaba a la burguesía mexicana,
pero relativamente poco a los inversionistas extranjeros, que
se concentraban unos en minería y ferrocarriles (norteameri-
canos e ingleses) y otros en comercio e industria (franceses,
españoles y alemanes). 4

2 Esbozo de la historia de los primeros diez años de la revolución agraria

de México, vol. 5 (El principio de la verdadera revolución), México, Talleres


gráficos del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografla, 1936,
pp. 59-61.
3 1899 (1945) El porvenir de las naciones latinoamericanas ante las

recientes conquistas de Europa y Norteamérica (estructura y evolución de un


continente). México: Pensamiento vivo de América, p. 163.
1 "Prólogo" a Los grandes problemas nacionales, México, Era, 1978.
ANDRÉS MOLINA ENRfQUEZ: ONCE TESIS 71

En otras palabras, lo que estaban reconociendo Bulnes


y Molina es que había lo que podríamos llamar una 'ventana
histórica' para la nacionalidad mexicana, que venía acotada
por presiones externas. En Bulnes, estas presiones tenían que
ver con la ascendencia de Estados Unidos, por una parte -la
Doctrina Monroe, que impedía la absorción de México por
alguna potencia europea-, y la imposibilidad de que Estados
Unidos organizara ya fuera una colonización de México o una
verdadera ocupación militar del país.
En Molina Enríquez la ventana de oportunidad nacional
existía por una supuesta característica racial-nacional, que
hada que México no fuera atractivo para los imperialismos
británico y norteamericano. La visión de Bulnes era de mayor
sofisticación que la de Molina en cuanto al análisis del marco
geopolítico que garantizaba la supervivencia de México. De
hecho la visión internacional de Molina es rudimentaria, y
frecuentemente errada; para 1936 el análisis geo-político de
Molina es compatible incluso con cierta simpatía oculta hacia
el nazismo. Como sea, el punto de vista de Molina Enríquez
era mucho más a propósito que el de Bulnes para desarrollar un
nuevo nacionalismo, ya que fincaba la supervivencia nacional
en la identidad racial.

6. Ante los "criollos nuevos" Molina Enríquez mantiene


el discurso anti-' científico' que caracteriza a los reyis-
tas antes de la Revolución; y se asemeja en este punto
a Luis Cabrera, aunque es menos explícitamente
anti-semita que aquel. 5 Se trata de un discurso de

5 Véase Claudio Lomnitz, "El odio a los científicos como problema de

interpretación histórica", en Intelectuales e ideas en América Latina, Carlos


72 CIAUDIO LOMNITZ

fracción de elite que busca extranjerizar a una parte


de la clase dominante mexicana para apoyar a otra.
Es significativo, en este sentido, que el trabajo de
Molina Enríquez se haya publicado primero en el
periódico católico El Tiempo. Sugiere un linaje de
catolicismo social que en varios casos terminó sim-
patizando con las potencias del Eje. Estas tendencias
sugieren también la explicación de por qué Molina
haya recuperado a Villa como héroe nacional en su
libro de 1936. Villa, a quien Molina presenta como
un Napoleón indio-mestizo, tuvo buenas relaciones
con los católicos, fue radicalmente anti-norteameri-
cano, y se apartó también del elemento indio, que
para Molina no tenía la fuerza necesaria para formar
una verdadera clase nacional. La recuperación post-
revolucionaria de la figura de Villa deja en claro que
se trata de crear una imagen de burguesía nacional a
partir del control del patrimonio.

7. Vista desde el ángulo de la ideología de Molina Enrí-


quez, la revolución mexicana no es ni una revolución
burguesa ni una revolución interrumpida, sino una
revolución burguesa-dependiente. Su obsesión racial
es seña de que renuncia a cualquier pretensión de
convertirse en una revolución universalista.
8. Por otra parte, la llamada mestizofilia tampoco
corresponde a la defensa de lo que André Gunder

Altamirano y Jorge Myers (ecls.). Buenos Aires, Katz Editores, 2008, y ''.Anti-
Semitism and the Ideology of the Mexican Revolution: Incerpreting the Hatred
of che Científicos", &presentations (en prensa).
ANDJIBS MOLINA ENRfQUEZ: ONCE TESIS 73

Francisco Villa, el hombre más grande de la Revolución

Figura 2. Nótese que es villa quien la da 'su carácter social' y su 'trascendencia'


a la Revolución. Parafraseando a Vasconcelos: por su raza habló el espíritu
(nacional).
74 CLAUDIO LOMNITZ

Frank llamó alguna vez una 'lumpen-burguesía'. 6 Se


trata, más bien, de una fórmula para conformar una
ciudadanía, definida de tal modo que el aparato de
Estado se transforma en el patrimonio de la clase
política, que pueda también por eso utilizar el Estado
para someter a los capitales nacionales -y aun en
ciertas condiciones a los capitales extranjeros- a un
proceso político.
9. A pesar de que la ideología de Molina Enríquez
representa la reivindicación de una raza, se trata
de una formulación que genera su propia lógica de
discriminación étnica, especialmente en tres áreas,
que son:

a) El sometimiento del elemento indio al mestizo.


Este aspecto de la 'mestizofilia' es muy conocido,
y es un aspecto frecuentemente criticado de la
ideología de la revolución mexicana, que estuvo
vigente hasta la adopción del multiculturalismo,
proceso que comenzó durante la presidencia de
José López Portillo, pero que se consolidó duran-
te la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.
b) La ideología anti-semita como recurso de la
ideología oficial para vigilar la relación entre la
burguesía nacional y la burguesía internacional.
Este discurso, que se utilizó con alguna vehe-
mencia durante el Porfiriato tardío y en la época
maderista, quedó soterrado al triunfar la revo-

6 Lumpenburguesla, lumpendesarrollo: dependencia, clase y poUtica en

Latinoamérica, Buenos Aires, Ediciones Periferia, 1973.


ANDRÉS MOLINA ENRfQUEZ: ONCE TESIS 75
lución, sobre todo en aras de llevar una relación
positiva con Estados Unidos {como se nota en el
estudio reciente de Daniela Glazer Salzman).7 Sin
embargo, la lógica 'anti-extranjera' se mantuvo
como pilar del nacionalismo revolucionario,
aunque ya sin referencias anti-semitas demasiado
explícitas, como se vio, por ejemplo, en el episo-
dio de los "sacadólares" criticados en la crisis de
1982, cuando una fracción de la burguesía fue
acusada de ser anti-nacional. 8
e) La discriminación contra migran tes que pudieran
tomar trabajos que supuestamente le 'pertenecían'
a los mexicanos. De aquí la legitimidad práctica-
mente incuestionada del sentimiento anti-chino
en las primeras décadas de la revolución, la
facilidad con que se movilizaban discursos anti-
extranjeros contra vendedores árabes y judíos en
los años veinte y treinta, el discurso contrario a
los refugiados del cono-sur durante la década de
los setenta, las políticas anti-centroamericanos en
el México actual, etcétera.

10. Un punto relacionado con todo esto, pero en el


plano netamente científico, es la superficialidad
de la conversión boasiana de Molina Enríquez y,
como lo ha sugerido ya Emilio Kourí, también de

7 Daniela Gleizer Salzman, Exiliados incómodns: México y los refagiadns

judíos del nazismo (1933-1945), tesis de doctorado en historia, El Colegio


de México, 2007.
8 Para un análisis véase Claudia Lomnitz, "Narrating the Neoliberal

Moment: History. Journalism, Historicity'', en Public Culture 20(1 ), 2007.


76 CLAUDIO LOMNITZ

otros boasianos revolucionarios, por ejemplo,


Manuel Gamio. 9

a) El relativismo cultural de Franz Boas partía de


dos condiciones históricas:

1. La confianza de las grandes potencias en


sí mismas (los boasianos rara vez reivindi-
caban igualdad para sí mismos, sino para
los nuevos migrantes a Estados Unidos, y
para las minorías oprimidas de ese país, por
ejemplo, los afro-americanos y los indios
norteamericanos).
11. La confianza asimilacionista de Estados
Unidos existía como recurso político, aun-
que hubiera sufrido serios embates desde
el Chinese Exclusion Act (1882), y aun
cuando siguiera bajo ataque y bajo pre-
sión cuando escribía Franz Boas.

b) Ninguna de estas condiciones se dio en México.

i. El reclamo de igualdad en México parte


de una condición de inferioridad a nivel
internacional, en lugar de la condición de
superioridad que había adquirido ya como
potencia Estados Unidos en la época de
Franz Boas.

9 Manuel Gamio y el indigenismo de la Revolución Mexicana. Ma-

nuscrito, 2009.
ANDRÉS MOLINA ENRÍQUEZ: ONCE TESIS 77

u. El reclamo de la igualdad para el indio era


un reclamo de derecho de asimilación, y no
de derecho a la diferencia, porque 'el indio'
no era utilizado como un referente que ci-
fraba el horizonte de expansión económica
del proyecto revolucionario, y también el
horizonte de incorporación política de nue-
vos ciudadanos. En otras palabras, no hay
ni en Molina ni en los demás indigenistas
revolucionarios un verdadero 'relativismo
cultural': para ellos, había razas superiores
e inferiores, y había grados de civilización.
Lo que los diferenciaba de otros darwinistas
sociales era sobre todo que valoraban positi-
vamente la sangre india como elemento de
adaptación al medio mexicano.

e) Por esto los antropólogos mexicanos de la


Revolución Mexicana son boasianos superficia-
les, y spencerianos profundos. No son relativis-
tas culturales, son evolucionistas, inmiscuidos
profundamente en el pensamiento de la euge-
nesia.10

11. El lenguaje étnico-racial de Molina cifra también a


la voluntad de poder de la propia clase de Molina
Enríquez. Agustín Basave caracteriza a Molina como

'ºVéase Nancy Leys Steppan, The Hour ofEugenics: Race, Gender, and
Nation in Latin American, Ithaca, Cornell University Press, 1991; y Alexan-
dra Stern, Eugenic Nataion: Faults and Frontiers ofBetter Breeding in Modern
America, Berkeley, University of California Press, 2005.
78 CLAUDIO LOMNITZ

un mestizo de provincia, miembro de una clase po-


lítica de cierta medianía. 11 Esta voluntad de poder
encuentra una fórmula de justicia social que se le
adecua: la reforma agraria, mediada por el poder de
un Estado que es representado como patrimonio
de la clase del propio Molina.

11 México mestko: and/isis de/ nacionalismo mexicano en torno a la mes-

tizofi/ia de Andrés Mo/ina Enrfquez, México, Fondo de Cultura &onó-


mica, 2002.
III
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS
QUE ESTÁN DETRÁS

Antonio Azuela

Para Rosa Isabel Estrada


y Alberto Arnaut

"La degradación de la categoría política


de un poblado, arrebatándole su calidad de
Municipio libre no viola ninguna garantía
individual".

Tesis jurisprudencia! de la Suprema Corte


de Justicia de la Nación, 1932. 1

INTRODUCCIÓN

Este ensayo tiene por objeto explorar el papel que tuvieron las
ideas expuestas por Andrés Molina Enríquez en Los grandes

1 Amparo administrativo. Revisión del auto que desechó la demanda

539/32. Arvizo Eustaquio. 11 de mayo de 1932. Unanimidad de cinco votos.


La publicación no menciona el nombre del ponente.

79
80 ANTONIO AZUELA

problemas nacionales (en adelante LGPN),2 en la formación del


régimen de la propiedad en el México post-revolucionario.
Aclaro que no se trata de analizar las condiciones históricas
que dieron lugar a las ideas de LGPN ni la trayectoria intelectual
de Molina. Se trata más bien de hacerse cargo de una opinión
muy generalizada en nuestros medios académicos, en el sentido
de que ese libro habría aportado nada menos que las ideas
fundamentales del régimen que se desplegó a partir del artícu-
lo 27 de la Constitución de 1917, con el cual se llevó a cabo la
reforma agraria y se aseguró el control o la regulación estatal
de recursos naturales considerados estratégicos. 3
Me propongo mostrar que las ideas de LGPN fueron mucho
menos importantes de lo que se suele creer, pero sobre todo me
interesa ilustrar la complejidad de la relación entre el mundo de
las ideas y el mundo del derecho. Sin entrar a una elaboración
teórica, lo anterior significa hacerse cargo de dos cuestiones.
La primera de ellas es que con demasiada frecuencia tratamos
de explicar el sentido de una institución jurídica, a veces con
todo y sus impactos sociales, aludiendo a las ideas que "están
detrás" de ella o que la "animan". En esto que a veces funciona
como un verdadero animismo de las ideas, solemos olvidar
algo evidente: no existe una causalidad universal de las ideas
sobre las instituciones jurídicas y menos aún, a través de es-
tas, sobre las prácticas sociales. En el mundo del derecho, desde
la redacción de leyes hasta su aplicación, en realidad existe un
muy amplio repertorio de ideas a las cuales se puede acudir para
justificar las decisiones políticas que se adoptan.

2 Los números de página de las citas incluidas en este ensayo se refieren

a la edición de Era de 1978.


3 El texto más conocido que defiende esa tesis es el de Arnaldo Cór-

dova (1978).
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 81

Así, quienes participaron en la formación de nuestro ré-


gimen de propiedad (desde los diputados constituyentes hasta
el último juez que, décadas después, resolvía un conflicto por
tierras o aguas) han podido recurrir a las ideas de LGPN, o a otras,
para organizar y dar sentido a su trabajo. Esto se hace más inte-
resante cuando se reconoce que la Constitución mexicana está
marcada por dos tensiones fundamentales. De entrada, está la
tensión, ya señalada por varios autores (entre ellos Díaz y Díaz
1997), entre una vertiente liberal y otra comunitarista. Como
se verá más adelante, esa tensión se tradujo en la necesidad
de tomar decisiones en cuestiones tan concretas y sustantivas
como el lugar de los antiguos pueblos de indios en el régimen
municipal, por citar un caso. Pero hay una tensión más en
nuestra Constitución, que es la que se da entre su carácter
restaurador y su carácter revolucionario. Por un lado, tenía que
responder a la demanda de restituir a los pueblos las tierras
que habían perdido a manos de hacendados o de compañías
deslindadoras, y en ese sentido tenía que apelar al antiguo
régimen; pero, al mismo tiempo, la propia Constitución estaba
creando instituciones estrictamente revolucionarias, como el
otorgamiento del derecho a la tierra a quienes la necesitaran,
o la afirmación de la propiedad nacional de ciertos recursos
naturales, ambas por encima de los derechos de quienes hasta
ese momento eran reconocidos como propietarios legítimos.
Ante la dificultad de legitimar el nuevo régimen con un solo
sistema de ideas, el repertorio tiene que multiplicarse. Sobra
decir que las ideas más importantes, o sea las ideas fandantes,
del régimen, tienen el carácter de mitos políticos. 4

4 Para un análisis reciente de la idea de mito político, véase Nora

Rabotnikof, en prensa.
82 ANTONIO AZUELA

En el contexto de esas tensiones, que no es otro que el


contexto de la decisión política implícita en cada nuevo texto
jurídico, es interesante preguntarse a qué ideas recurrieron los
actores del mundo jurídico en la conformación del régimen
de la propiedad y, por lo tanto, el lugar que le corresponde
a LGPN.
Una segunda cuestión es que, entre el mundo de las ideas
y el del derecho no solamente hay una relación, digamos, de
exterioridad, esto es, hay ideas que existen y circulan al margen
de las normas jurídicas que ellas mismas inspiran. También
el propio discurso jurídico puede verse como un conjunto
de ideas: las normas jurídicas son portadoras de tales ideas y
por lo tanto tienen una función cognitiva. Siguiendo la tra-
dición durkheimiana, me propongo hacer evidentes algunas
de las funciones que cumplen los dispositivos jurídicos como
formas de clasificación social, es decir, como categorías que
organizan el mundo social en la medida en que designan sus
componentes.
Como veremos, esto es particularmente relevante cuando
se trata de definir qué son, en el nuevo régimen, los pueblos
de indios que en el mundo novohispano eran definidos (cla-
sificados} como una categoría política y que en el siglo XX
quedaron definidos como una simple corporación propietaria
de la tierra.
Es pues, dentro de esas coordenadas, que me propongo
explorar el destino que tuvieron las ideas de LGPN en el proceso
de formación del régimen de propiedad en el México post-
revolucionario. Obviamente, la complejidad y la extensión
de tal proceso impiden que este ensayo no sea más que una
primera, y muy tentativa, aproximación.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 83

ALGUNAS IDEAS OLVIDARLES


DE Los GRANDES PROBLEMAS NACIONALES

Empecemos por un breve recuento de algunas de las ideas que,


siendo importantes en la estructura y el argumento general
del libro, resultan extrañas al modo en que los "problemas
nacionales" han sido definidos en los últimos cien años. De
todas esas ideas, la que más rápidamente se volvió olvidable, y
que de hecho era necesario olvidar para que el texto adquiriera
algún prestigio en el horizonte político de la post-revolución, es
la que se refiere a uno de los problemas que más preocupaba a
los intelectuales en 1909: la sucesión de Porfirio Díaz. Después
de presentar su recuento de los problemas nacionales, y en
medio de grandes elogios y de algunos reproches al dictador,
el libro culmina con una aplicación al problema de la sucesión
presidencial de su teoría basada en la composición "racial" de
la sociedad mexicana, teoría en la que los principales enemigos
de la consolidación nacional eran los criollos. 5 La propuesta
para salir del embrollo de la sucesión consistía nada menos en
que los mestizos tendrían que aliarse con intereses extranjeros
para neutralizar los intereses de los criollos:

... si los mestizos deponiendo su actual actitud, se obligan a


respetar y defender los intereses extranjeros ya creados, y logran
comprometer intereses mayores, extranjeros también, a su causa,
esos intereses ayudarían a los mestizos contra los criollos, y éstos
perderían la última posibilidad de resistir a la unificación de la
nacionalidad mexicana (LGPN: 399 y 433).

5 Sobre la 'mestizofilia' en LGPN véanse los ensayos de Claudio Lomnitz


y de Mauricio Tenorio en este mismo volumen. Sobre el mismo tema, desde
el neo-indigenismo, véase Gutiérrez-Chong, 200 l.
84 ANTONIO AZUELA

Después está la cuestión racial, que aparece combinada


con las formas de propiedad y las características del territorio
en una explicación general de la evolución de la sociedad
mexicana, a partir de Spencer y de Haeckel, o sea de lo que se
ha caracterizado como darwinismo social. Aunque esto parezca
redundante, todavía hay que recordar que el género humano
no está compuesto por razas y que no existen variables pro-
piamente raciales en la explicación del orden social ni de sus
transformaciones, como pretendía Molina en LGPN. 6
En todo caso el argumento más importante del libro
consiste en afirmar una relación entre las formas de propiedad
y los estados evolutivos de las razas que componían la socie-
dad mexicana: la propiedad privada individual es presentada
como la culminación de un largo proceso evolutivo y la
propiedad {comunal) de los pueblos indígenas como una
forma atrasada. Dejo a un lado la discusión sobre el tipo de
evolucionismo presente en LGPN, para hacer notar dos rasgos
de su teoría de la propiedad.
El primero es su desconexión total con el Estado y la
política, y no se diga con los conflictos por la tierra. Igual que
en muchos otros escritores de la época, las revueltas campe-
sinas aparecen como un fantasma que hay que conjurar, no
como hechos históricos que marcan la {trans) formación de
las relaciones sociales.
El hecho de que, precisamente por el carácter conflictivo
de toda forma de propiedad, su institucionalización sea un
proceso intensamente político e incluso concomitante a la

6 Esto parecería un recordatorio inútil en ciertos círculos académicos.

No lo es para el profesor universitario que ve aparecer en el salón de clase


argumentos de tipo racial; y no, por cierto, porque los estudiantes hayan
leído a Malina.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 85

formación misma del Estado, es algo completamente ajeno


al esquema de LGPN. 7
El segundo elemento de la teoría de la propiedad que
Molina despliega en LGPN radica en que, dentro de la clasi-
ficación de los regímenes de propiedad correspondientes a
diversas fases evolutivas, la propiedad de los pueblos indígenas
entraba dentro de la categoría más general de propiedad pri-
vada. Como veremos, después de la Revolución, pero sobre
todo en la segunda mitad del siglo XX, la propiedad de lo que
hoy llamamos núcleos agrarios (ejidos y comunidades),
que son los herederos de los pueblos, se define como algo
muy distinto, y claramente opuesto, a la propiedad privada.
A pesar de ello, para Molina tanto la propiedad de los pueblos
como la de los individuos eran variedades (modalidades) de
la propiedad privada. Más adelante volveré sobre este punto;
por ahora simplemente la sefí.alo como una de las categorías
de LGPN que resulta enteramente ajena del modo en que hoy
hablamos de la propiedad en el campo mexicano.
Queda un punto que ya ha sido sefí.alado por otros recien-
temente, pero que es preciso mencionar si se quiere tener una
lista mínima de las ideas olvidables en LGPN y que al mismo
tiempo son centrales en su propia lógica: el antifeminismo.
No se trata aquí de un elemento accidental del texto -como
pueden ser la expresión de la fe católica del autor que aparece
hacia el final del libro o su desprecio por la educación como

7 "De las relaciones del territorio con la población que lo ocupa, se

desprenden todos los laws jurídicos que se llaman derechos de propiedad,


desde los que aseguran el dominio general del territorio, hasta los que asegu-
ran el dominio de la más insignificante planta nacida en un terreno" (LGPN:
90). Es una sociología que prescinde totalmente del Estado y la política para
explicar la propiedad.
86 ANTONIO AZUELA

factor de lo que hoy llamamos desarrollo social (LGPN: 402,


141, 192, 412)- sino de un elemento fundamental, porque en
la sociología del libro en el fondo de la nación está la patria,
que en el fondo tiene a la familia, que en el fondo tiene a una
mujer, que no debe dejarse seducir por "los" feministas de la
época. Elijo el mismo párrafo que David Erlij (2005) para
ilustrar el punto:

... el absurdo feminismo americano ha producido en la familia


mexicana una perturbación tan profunda, que no se necesita
un gran talento de observación para ver que hay algo que se ha
desarrollado más a la sombra de ese feminismo, que el bienestar
de la mujer, y es su prostitución (LGPN: 409).

Esas y algunas otras ideas en LGPN serían hoy impresenta-


bles en cualquier rincón del espacio público donde se discuta lo
que se reconoce como "problemas nacionales". Y obviamente
no las he traído a cuento con la intención de hacer algún tipo
de reproche a la obra de Molina, sino sólo para poner en claro
en qué condiciones llega el libro a su centenario.
Hasta aquí todo parecería indicar que el libro es un com-
pleto desastre. Pero hay algo que vale la pena destacar y que
tiene relevancia en el contexto de la cultura jurídica mexicana
contemporánea. Me refiero al hecho de que LGPN presenta una
ambiciosa reconstrucción sociológica de la propiedad; es decir,
un análisis de la institución que va más allá del mero recuento
de los contenidos normativos de leyes y reglamentos, para
ofrecer nada menos que una explicación de los fundamentos
sociales de los mismos. El positivismo jurídico de muy baja
calidad que predominó entre nosotros por más de medio
siglo, ha dejado en los medios jurídicos mexicanos una idea
extremadamente pobre de la dimensión social de las diversas
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 87

formas de propiedad. En LGPN se nos ofrece una mirada aguda


del modo en que diferentes grupos sociales se apropiaban de los
recursos del territorio nacional e incluso se plantean problemas
conceptuales que aún hoy interesan en el mundo académico.
Las deficiencias que acabo de señalar hacen que el texto sea
inutilizable hoy en día, pero el afán científico que lo anima
no puede dejar de señalarse.

IDEAS QUE AÚN CIRCULAN

Hay dos ideas en LGPN que aún son parte del horizonte aca-
démico contemporáneo. La primera es la centralidad que el
pensamiento económico asigna a los regímenes de propiedad
como condicionantes del progreso material. La simpatía de
Malina por la propiedad privada, que se hace muy evidente en
su análisis del crédito territorial, no deriva de un liberalismo
de carácter político sino de uno estrictamente económico.
Hay momentos en que uno parece estar leyendo a Hernando
de Soto:

El crédito requiere, ante todo, conocimiento cabal y exacto


de las cosas, simplicidad, precisión y firmeza de los títulos,
y circunstancias accesorias de posibilidad, fácil comprensión y
seguros resultados. Es una función del cálculo y la previsión
(LGPN: 215).

O bien:

Cuando ese ingenio [el de los criollos nuevos para los asuntos
económicos] haga con su inteligente labor que toda la propie-
dad territorial de la República pueda gozar de los beneficios
del crédito, los propietarios grandes y chicos, verán pronto
88 ANTONIO AZUELA

la abundancia llegar a sus moradas, sentarse en sus hogares, y


reproducir para sus familias, el milagro evangélico de la multi-
plicación del pan (id: 238).

No tendría objeto emprender aquí una crítica de los


planteamientos de Molina, se trata sólo de señalar que, al
lado de una aproximación sociológica cargada de mestizofilia,
hay en LGPN una aproximación económica que hoy suscribiría
con entusiasmo cualquier funcionario del Banco Mundial.
La necesidad de garantizar los derechos de propiedad, que
ha sido uno de las consignas más recurrentes del mainstream
económico, también es central en LGPN y es importante señalar
este hecho porque el planteamiento de Molina se acerca más
a esa lógica (de progreso económico) que a la lógica (de inte-
gración política) que dominó el reparto agrario en el México
post-revolucionario.
Es cierto que una parte importante de LGPN se refiere al
fraccionamiento de los latifundios y que una parte del régimen
agrario del siglo XX mexicano hizo precisamente eso. Sin em-
bargo, ni las intenciones ni los procedimientos fueron los
mismos y por ello el reparto agrario no recurrió a las tesis de
Molina para legitimarse. Tal como lo reglamentó el artículo 27
y toda su secuela normativa, el reparto terminó teniendo otro
sentido: la entrega de la tierra como acto de justicia social, y en
particular como mecanismo para satisfacer las necesidades de
los pobres. 8 En el caso de LGPN, se trataba de hacer producti-
va la propiedad, lo importante era el progreso material y eso
sería la base de la grandeza nacional a la que aspiraba.

8 Sobre esto véase la colaboración de Fernando Escalante en este mismo

volumen.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 89

Al margen del pensamiento económico que domina


LGPN, hay en la obra una segunda idea que no sólo es central
para el conjunto del libro, por sus consecuencias políticas,
sino que también se puede reconocer hoy en día como parte
fundamental de la agenda nacional. Se trata de la dificultad
para que el conjunto de la sociedad pueda estar regida por un
solo orden jurídico:

Después de lo que hemos dicho en todo el curso de esta obra,


parece ocioso decir que la forma de nuestro gobierno tiene que
ser todavía por muchos años, la dictatorial, tal cual la han esta-
blecido nuestros estadistas. Desde el momento en que nuestra
población está compuesta ... de unidades, tribus, pueblos y
grupos, que como hemos dicho en otra parte, presentan todos
los estados evolutivos que la humanidad ha presentado en su
desarrollo en el curso de todas las edades en las que ha vivido,
es imposible que todos ellos sean regidos por una sola ley y que
sean gobernados por un magistrado civil, simple dispensador
de justicia (LGPN: 434) (cursivas mías).

Esta conclusión tiene una consecuencia que no podía


ser asumida por Molina en su momento: la del pluralismo
jurídico.9 Más allá de las implicaciones autoritarias que sí
asumió Molina y que ya han sido señaladas por otros, 10 sigue
siendo un problema fundamental para la comprensión de
nuestra vida jurídica la relación entre la heterogeneidad de la

9 Se trata del mismo tipo de hallazgo que dio lugar al realismo jurídico

en Estados Unidos, así como al concepto mismo de pluralismo jurídico en la


jurisprudencia italiana, a partir de Santi Romano.
10 Sobre esto véase el trabajo de Martín Dlaz y Dlaz (1989) que fue sin

duda el primer académico de tiempos de la transición democrática que tomó


en serio el carácter autoritario de la sociología de Molina.
90 ANTONIO AZUELA

sociedad mexicana y las pretensiones unificadoras del mundo


del derecho.

LGPN Y LA FORMACIÓN DEL RÉGIMEN JURfDICO


POST-REVOLUCIONARIO

Veamos ahora las ideas de Los grandes problemas nacionales


que pudieron haber influido en el proceso de formación del
régimen de la propiedad territorial a partir de la Constitución
de 1917. Lo que trataré de ilustrar es que la mayor parte de
las tesis jurídicas que Molina plasmó en LGPN cayeron en el
olvido o fueron suplantadas por ideas que respondían de otro
modo a los requerimientos que enfrentó el Estado mexicano
post-revolucionario en sus dilemas sustantivos. Más que hacer
un balance de la obra misma de Molina, lo que me interesa es
reflexionar sobre el modo en que se han transformado las ideas
dominantes del régimen de propiedad en el siglo XX mexicano.
Son cuatro los temas a los que me voy a referir: 1) el
modo en que la propiedad comunal de los pueblos dejó de
ser vista como una fórmula transitoria para convertirse, bajo
nuevas formas de clasificación, en un elemento permanente
del orden jurídico; 2) la polémica recepción de la llamada tesis
patrimonialista de la propiedad originaria de la nación en el
pensamiento y la práctica del derecho; 3) el notable cambio en
el significado de la expresión "modalidades a la propiedad"; y
4) el triunfo final de la idea de "función social" de la propiedad
como referente teórico de los juristas mexicanos, por encima de
las tesis de LGPN. Si bien se trata de un recuento muy sucinto
de estas cuatro cuestiones, me interesa recoger en él lo que ha
pasado tanto en la legislación y en las práctica jurídicas como
en la doctrina misma.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 91

Veamos en primer lugar el carácter provisional que, hasta


antes del gobierno de Lázaro Cárdenas, se había asignado al
régimen de propiedad común de los pueblos, como mecanis-
mo del reparto agrario. Molina no era el único que defendía
esa postura, que en realidad era una idea generalizada en los
primeros gobiernos post-revolucionarios y fue expresada con
toda claridad desde el mismo congreso constituyente. Como
dijo Pastor Rouaix, diputado constituyente que junto con José
Natividad Macias encabezó la comisión redactora del 27, en di-
cho precepto se reconocería a los pueblos personalidad jurídica
para poseer tierras en comunidad, " ... aclarando sin embargo,
que el disfrute en común sería pasajero, mientras se expidieran
las leyes para su repartición" (Rouaix, 2007: 3259).
Con el cardenismo, la propiedad de los pueblos se con-
virtió en un arreglo de carácter permanente. Así aparecía en
el derecho mexicano un nuevo tipo de persona jurídica: el
"núcleo de población" que tendría un estatuto muy distinto al
de los antiguos pueblos. Por lo pronto lo que quiero destacar
es que desde entonces se le concibe como un tipo de corpora-
ción que está llamada a poseer la tierra en forma indefinida:
nadie que no fuera enemigo de la revolución se pronunciaría
por la disolución de esta forma de propiedad. A pesar de sus
diferencias con las formas de propiedad campesina de periodos
anteriores, hay un elemento común en todas ellas: el carácter
inalienable de los derechos que reciben, de la corona en el
mundo novo-hispano, del presidente de la República en el mun-
do post-revolucionario.
Antes de que la propiedad de los núcleos agrarios se
convirtiera en algo permanente, la estrategia de los gobiernos
(en particular el de Obregón y el de Calles) en el sentido de
otorgar o reconocer la propiedad comunal a los núcleos con
92 ANTONIO AZUELA

un carácter expresamente provisional, bien puede haber sido


resultado de una actitud de pragmatismo político. 11 En cambio,
en el caso de Molina esa misma provisionalidad correspondía
a una convicción fundada en un análisis pretendidamente
científico de la sociedad. Lo que sostuvo en LGPN fue que el
tiempo y la experiencia enseñarían a los pueblos las ventajas
de la propiedad privada individual. Por la mera fuerza de la
evolución social, ellos terminarían por adoptarla a través de
un proceso que la legislación debería incluso facilitar (LGPN:
192-194). No obstante, sabemos que el derecho agrario tomó
el rumbo opuesto y que la inalienabilidad se convirtió no sólo
en un mero dispositivo jurídico de carácter permanente, sino
también en el elemento fundamental del régimen agrario.
Tanto, que su eliminación en 1992 ha sido vista por muchos
como el final del régimen de la revolución.

Una segunda idea que vale la pena rastrear corresponde a la


tesis patrimonialista (que también podríamos llamar regalista)
de la propiedad territorial en México, que Molina toma, entre
otros, de José María Luis Mora (LGPN: 244). Además de ocupar
un lugar central en LGPN, ha sido el tema más polémico en
cuanto al impacto de las ideas de Malina en el orden jurídico
mexicano. De acuerdo con la interpretación dominante, esa
tesis es el fundamento ("está detrás") nada menos que del
primer párrafo del artículo 27, según el cual: "La propiedad
de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del
territorio nacional corresponde originariamente a la Nación,

11 Por su parte, los juristas que no simpatizaban con que el reparto agrario

fuese demasiado lejos también insistieron en que el régimen comunal "era


meramente transitorio" (Fernández del Castillo, 1987: 54).
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 93

la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio


de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada".
Creo que no importa tanto el sentido que daba a esas palabras
quien logró incluirlas en el artículo 27, como el modo en que
las usaron (si es que realmente las usaron) quienes a través de
una infinidad de actos jurídicos posteriores dieron forma al
régimen de la propiedad en la era post-revolucionaria.
Según la tesis patrimonialista, que se incluyó en la
exposición de motivos de la comisión redactora del artícu-
lo 27, todos los derechos de propiedad en nuestro país derivan
de una propiedad que en el origen corresponde a la nación,
quien a su vez los obtuvo por una suerte de "herencia'' de los
derechos que en forma personal correspondían a los reyes de
España por virtud de la Bula Inter Coeteris del Papa Alejandro
VI (1493). Como se sabe, ahí quedaron repartidos, entre
España y Portugal, los territorios abiertos a los europeos en
la era de los descubrimientos. Para algunos, esa tesis hizo
posible el reparto agrario y la asunción del control estatal
sobre recursos estratégicos como los minerales preciosos y los
hidrocarburos. 12
Lo cierto es que la tesis patrimonialista ha sido objeto
de numerosos cuestionamientos. El primero de ellos vino del
propio Pastor Rouaix, que años después, en su recuento
del proceso de elaboración del artículo, se lamentaría de haber
encargado a Molina la elaboración de la exposición de motivos:

... si los diputados que formamos el artículo hubiéramos


dispuesto de tiempo bastante para redactar la exposición, no

12 Sin duda ha sido Arnaldo C6rdova (1978) el principal difusor de

esa postura.
94 ANTONIO AZUELA

hubiéramos tomado como apoyo jurídico de nuestras reformas


el derecho de conquista, que había sido un despojo en extrema
escala ... (Rouaix, 3265).

De manera prácticamente unánime, los juristas que se han


ocupado del asunto han coincidido en que la tesis de Molina no
tiene sentido alguno, pero ni siquiera ven en ello un problema
serio. Para Jorge Carpizo, por ejemplo, el asunto es simple:

En realidad no había necesidad de resucitar la tesis colonial para


fundamentar nuestro artículo; el principio de soberanía era y es
más que suficiente para cimentar el que un pueblo se organice
en la forma que crea más conveniente (Carpizo 1979: 111).

En el mismo sentido se han pronunciado otros consti-


tucionalistas, como Tena Ramírez (1976: 187), historiadores
del derecho como Jaime del Arenal (2007) y especialistas en
derecho agrario como Mendieta y Núñez (1957). Y esto no
es sólo cosa de tratadistas, sino que es visible en la práctica
de la misma Suprema Corte de Justicia. Cuando tuvo que
enfrentar el problema de los derechos de propiedad sobre
recursos naturales, anteriores a la Constitución, no dudó en
usar a la propia Constitución como fundamento, sin tener
que recurrir a doctrinas históricas. Por ejemplo, en una tesis
jurisprudencial de 1934 aclaró:

Desde que entró en vigor la actual Constitución, entraron al


dominio nacional las zonas federales contiguas a las corrientes
de agua de propiedad de la nación. 13

13 Amparo 88/28. Compañía Mexicana de Petróleo "El Águila'',

S. A., 6 de noviembre de 1934. La publicación no menciona el sentido de


EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 95

La Corte reconoce la propiedad nacional sobre las tierras


contiguas a ciertas aguas (que antes eran de propiedad privada)
simple y sencillamente porque lo dice la misma Constitución,
y en el caso de esta tesis, se trata de una disposición expresa
del párrafo quinto y no del primero del artículo 27. 14 Quien
ha ofrecido el alegato más completo en contra de la tesis pa-
trirnonialista ha sido Mendieta y Núñez, para quien:

resulta ... extraordinario, que un Congreso Constituyente, si no


jacobino, sí anticlerical, haya fundado uno de los artículos más
importantes de la Constitución, en la disposición de un Papa
Católico, que no tenía derecho alguno para dictarla (Mendieta
y Núfiez, 1957: 16).

En verdad no tiene nada de extraordinario que un asesor,


con la determinación que dan las convicciones académicas,
logre que sus ideas prevalezcan en momentos de confusión
parlamentaria, no importa que después esos momentos ad-
quieran una dimensión mítica. Es verdad que en el espacio
público mexicano hay quienes adoptan la interpretación de
Molina corno el principio fundamental de nuestro régimen
de propiedad (Meyer 2008). Y es que la tesis es atractiva por
su simplicidad: nos habla de una propiedad de la que manan
todas las propiedades. Pero lo que en realidad hace es poner

la vocación ni el nombre del ponente. Semanario judicial de la Federación,


quinta época, t. XLII, p. 2485, tesis de rubro "AGUAS, DECLARACIÓN DE QUE
SON NACIONALES".
14 Conviene hacer notar que el régimen de la propiedad nacional sobre

ciertos recursos había comenzado a formarse desde el porfiriaco (Alejandra


Núñez, en este mismo volumen). Como ha mostrado recientemente Ig-
nacio Marván, lo que se hiro en Querécaro fue "subirlo" al artículo 27
(Marván, 2005).
96 ANTONIO AZUELA

una categoría jurídico-económica (la propiedad) en el lugar que


corresponde a una categoría jurídico-política (la soberanía).
Esto podría dar lugar a una larga disquisición sobre la separa-
ción entre lo público y lo privado en los estados modernos, 15
pero tiene un significado muy concreto en el contexto de un
congreso constituyente que se legitima a partir de una revolu-
ción: si se es congruente con la idea misma de la revolución,
no hace falta recurrir al argumento de que la tierra y los otros
recursos naturales ya pertenecían a la nación con anterioridad
a los derechos de los propietarios. Los derechos provenientes
del antiguo régimen pueden ser borrados sin más argumento
que el de la soberanía popular, que para eso la inventaron.
Si fueron posibles tanto el reparto agrario como el control
estatal de ciertos recursos naturales; si, además, fue posible
prohibir la apropiación privada de ciertas riquezas, nada de
eso requirió más justificación que el hecho de que hubo una
revolución y que como parte de ella la soberanía popular se
expresó en unas reglas muy precisas que son las del artícu-
lo 27. Recurrir a la idea de una propiedad preexistente no
sólo no es necesario: equivale a poner en duda el carácter
fundacional de la revolución. 16
En el marco de la idea moderna de revolución, puede
parecer extraño que un Estado del siglo XX hubiese tenido
que recurrir a una idea tan anticuada, proveniente de la Edad

15 En la Bula Alejandrina no es extraño que ambas categorías estén

confundidas, ya que la distinción entre lo público y lo privado, que es propia


de los estados modernos, estaba aún lejos de consumarse.
16 Es notable la insistencia de Molina en el sentido de que la Consti-

tución no hiw más que recoger un régimen que ya existía y, en particular,


que la de 1917 "no es una Constitución nueva, sino una reforma de la de
1857" (Molina, 1922).
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 97

Media, 17 para emprender un programa de reformas sociales.


Pero lo interesante es que en realidad no tuvo que hacerlo.
En ninguna resolución judicial, en ninguna ley, en ningún
conflicto internacional, tuvo algún órgano del Estado mexi-
cano que esgrimir esa tesis para imponer el proyecto de la
Constitución de 1917. El que los constitucionalistas puedan
despacharla sin gran esfuerw, y encima sin escándalo alguno, es
la mejor prueba de ello. Lo que en LGPN es una tesis central, en
el mundo del derecho ha sido más bien marginal: y no sólo es
externa al régimen jurídico sino que ni siquiera alcanza a tener
una dimensión mítica, porque no existe como una creencia
generalizada en la sociedad.
El mito fundador de nuestro régimen de propiedad
no es ni una bula papal ni el momento en el que la nación
mexicana, al independizarse supuestamente recibe, "como por
herencia" la propiedad de la corona española; el mito fundador
se refiere a lo que quedó sintetizado en Querétaro entre fines
de 1916 y principios de 1917. Y no porque lo ahí ocurrido
tenga alguna cualidad intrínseca: en la medida en que, en
las décadas siguientes, los actores políticos y los operadores del
derecho vieron en ese congreso el momento republicano en el
que la revolución se condensó y quedó plasmada en un texto
inapelable, expresión de la soberanía popular, ya no hay que
ir más lejos. La tesis patrimonialista, como cualquier otra
que aluda a un pasado remoto para justificar el nuevo orden,
se vuelve prescindible.

17 La Bula papal ya era obsoleta en su momento. Fue el último acto

en el que Roma parecía estar decidiendo algo tan grande como el reparto
del mundo. Sólo dos años después, España y Portugal suscribirían, para el
mismo fin y al margen de la autoridad papal, los Tratados de Tordesillas, en
un ejercicio propiamente moderno de sus respectivas soberanías.
98 ANTONIO AZUELA

Desde luego, el asunto no es simple: ¿en qué sentido


puede decirse que una revolución refunda por completo el
orden social? Esa refundación sólo ocurre de manera total en
el terreno simbólico, el de los mitos políticos. Todo régimen
post-revolucionario tiene que mantener algo de su respectivo
"antiguo régimen" y para eso sí servían las tesis de Molina,
sobre todo para organizar la restitución de los derechos de los
pueblos que habían sido afectados en el siglo XIX, lo que era
un elemento importante de la misma revolución. Pero respecto
de las instituciones que se fueron creando con el nuevo orden
constitucional, desde el nuevo régimen agrario hasta el de los
hidrocarburos, 18 no se requirió más justificación que la de la
revolución misma.

Un tercer tema se refiere a una de las ideas jurídicas más


ambivalentes del régimen del artículo 27, que también tiene
su origen en LGPN: la idea de "modalidades" a la propiedad.
Aunque esto pueda resultar extraño en nuestros círculos jurí-
dicos, el sentido original de la palabra "modalidad", en el texto
del artículo 27, no es el que actualmente se le da, tanto en la
legislación como en la doctrina y en la práctica, sino uno más
cercano a la acepción literal de la palabra: como variante o
forma de la propiedad. Para comprender el problema tenemos
que hacer algo que parece un desvío, pero vale la pena porque
se trata del modo en que una de las ideas centrales de LGPN se
perdió en el desarrollo del régimen de la propiedad a lo largo
del siglo y, como veremos, por razones poderosas.

18 No está por demás recordar que, tal como fue aprobado el 27 en

Querétaro, era permitido otorgar concesiones para la exploración del petróleo.


Cuando el cardenismo suprimió esa posibilidad, su justificación estaba en el
nacionalismo revolucionario, no en el régimen colonial.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 99

Una de las innovaciones más importantes del artículo 27


de la Constitución de 1917 fue la disposición según la cual:

La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la


propiedad las modalidades que dicte el interés público, así como
el de regular el aprovechamiento de los elementos naturales sus-
ceptibles de apropiación, para hacer una distribución equitativa
de la riqueza pública y para cuidar de su conservación.

Hoy en día, la interpretación dominante del significado


de la palabra "modalidades" en nuestros medios jurídicos, in-
terpretación que prácticamente nadie pone en duda, nos dice
que se trata de restricciones de carácter general impuestas a
los propietarios en nombre del interés público. Sin embargo,
como ha sugerido Emilio Kourí (2002: 108, reproducido en
este volumen), todo indica que la intención original de su
inclusión en el 27 se acerca más a la tesis de Molina Enríquez
respecto de la coexistencia de diversas formas de propiedad,
cada una correspondiente a un grado de la evolución social.
De hecho, la única explicación con la que contamos, prove-
niente de quienes participaron en la redacción del artículo, es
la del propio Molina, que usa la idea de modalidades como un
corolario de su tesis principal: la de la propiedad originaria de
la nación. En un trabajo que el gobierno le encomendó para
aclarar el sentido y alcance del artículo, dice que, a partir de
ese principio, nuestro "sistema" de propiedad presenta "dos
modalidades ... [que] son la individual, y la comunal de los
pueblos" (Molina, 1922). 19 Vale la pena hacer notar que no
estamos hablando de un mero tecnicismo, sino nada menos

19 Una interpretación similar parece suscribir Mendieta y Núfiez

cuando escribe que las modalidades en el artículo 27 tenían por finalidad la


100 ANTONIO AZUELA

que del reconocimiento de los derechos de los pueblos sobre


sus tierras, o sea de uno de los puntos centrales del programa
de la revolución.
Es sabido que en los años treinta se produjo una polémica
en torno a quién había sido el verdadero inspirador del artícu-
lo 27, a partir del reclamo de Molina Enríquez de haber sido él
mismo. Como el estilo de Molina es arrogante y el de Rouaix
es más bien comedido, uno está tentado a darle la razón a este
último. 20 Pero el hecho es que Molina fue el único que dio
alguna pista sobre el significado de la palabra modalidad en
el artículo 27 y no hay que olvidar que LGPN se destaca entre
la gran cantidad de textos que se escribieron por esos años
sobre la cuestión agraria, precisamente por su insistencia en
que la coexistencia de diversas formas de propiedad era una
característica fundamental de la sociedad mexicana. 21 El tema
es, en el libro, nada menos que el punto de partida para la
construcción de una nación. Reconocer que existen diversas
modalidades de la propiedad privada, entre ellas la de los
pueblos, era nada menos que aceptar la heterogeneidad "evo-

" ... adecuación de las formas de propiedad a las necesidades colectivas"


(Mendieta y Núñez, 1960: 84).
20 En su propia versión, Rouaix despliega hacia Molina la zalamería ápica

del político hacia el académico, pero a final de cuentas sólo le reconoce la


autoría de la fracción XIII del artículo (Rouaix, 2007: 3264), cuando no hay
indicio alguno de que haya sido otro quien propuso el texto de los párrafos
primero y tercero, mucho más importantes que aquél.
21 Conviene aclarar que la palabra "modalidad" no aparece en LGPN,
donde se habla indistintamente de formas, de cÚJses y de categorías de propiedad.
Pero lo cierto es que el análisis del boletín publicado por Molina en 1922 es en
lo sustancial el mismo que el de LGPN de 1909. Como todos los intelectuales
del porfiriato que se sumaron a la revolución, Molina cambió de opinión en
muchas cosas, pero no en esa.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 101

lutiva'' de la sociedad mexicana; eso estaba en el centro de su


sociología de México.
No obstante lo anterior, muy pronto los juristas,22 así
como la propia Suprema Corte de Justicia, comenzaron a
utilizar la palabra modalidad para designar (y sobre todo para
justificar) otra cosa: las restricciones generales a los derechos
de los propietarios impuestas en nombre del interés público. 23
Está fuera del alcance de este ensayo examinar el modo en que
se produjo ese cambio en el uso de una palabra tan importante
en el texto del 27, aunque es difícil suponer que haya habido
algún tipo de maquinación para desvirtuar su sentido origi-
nal. Seguramente se trata de algo más mundano: a la Corte
le resultó más cómodo utilizar la palabra modalidades y no la
frase de "regular el aprovechamiento de los recursos naturales"
(que podría verse como la opción lógica en el mismo párrafo
del 27) por dos razones: aquélla aparece en el texto vinculada
directamente con los dictados del "interés público"; por su
parte, la frase "regular el aprovechamiento" aparece vinculada
expresamente a los recursos naturales, y lo que la Corte tenía
enfrente en esos años eran conflictos entre caseros e inquilinos,
es decir, conflictos urbanos que no estaban en el horizonte
cultural del constituyente, que veía sólo problemas agrarios.
En cualquier caso, lo importante es reconocer que fue
así como desapareció del lenguaje jurídico mexicano la idea

22 Uno de los primeros en ocuparse de ello fue Germán Fernández

del Castillo, en su tesis profesional de 1924 (cit. en Fernández del Castillo


1987: 64).
23 Aquí puede surgir cierta confusi6n, por eso hay que aclarar que no

es lo mismo decir que el ejido es una forma de propiedad que está "sujeta
a cierras modalidades", a decir que el ejido, como tal, es una modalidad
(o sea una variante) de la propiedad privada.
102 ANTONIO AZUELA

de que los pueblos ejercían una forma de propiedad privada


sobre sus tierras. Con el tiempo, terminaría por imponerse
la idea de que en México existen no dos sino tres formas de
propiedad: la privada, la pública y la "social", trilogía que fue
incorporada al texto constitucional en 1983. 24
El único jurista que, aunque sea de paso, ha reconocido
el problema del significado de la palabra "modalidad" en el
artículo 27 fue Martín Díaz y Díaz, autor de los trabajos más
agudos sobre el régimen de la propiedad en México de fines
del siglo XX. Por desgracia parecía considerar el problema como
una forma natural de evolución del lenguaje jurídico:

Gramaticalmente modalidad alude a la forma en que algo es o


se manifiesta, sin embargo, en el metalenguaje jurídico y pro-
piamente constitucional, ha venido a entenderse que se trata
de un acto en virtud del cual se restringen las facultades de los
propietarios privados, concedidas para el disfrute y disposición
de sus bienes (Díaz y Díaz, 1987: 235).

El problema no es tanto averiguar cómo es que "ha venido


a entenderse" una cosa en lugar de la otra, sino más bien cuáles
son las consecuencias de ese cambio de significado. No estoy
sugiriendo, en un plano normativo, que deberíamos recuperar,
en la práctica o en la doctrina, el sentido original de la palabra,
ni mucho menos le aconsejaría a un litigante que corriese ese
riesgo ante un tribunal. Sin embargo, creo que registrar ese

24 Esto ocurrió con la reforma promovida por Miguel de la Madrid

en 1982 al artículo 26, que desde entonces establece los eres "sectores" de la
economía, que estarían sujetos a la rectoría del Estado. Los núcleos agrarios
son, por supuesto, la quintaesencia del sector social, incluso hasta ahora, casi
dos décadas después de la reforma de Carlos Salinas.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 103

cambio es interesante porque nos lleva a preguntarnos por qué


en muchos medios se ha negado el carácter de propietarios
privados a los núcleos agrarios.
Antes de intentar una respuesta conviene hacer notar que
el asunto dio un giro interesante en el terreno de las ciencias
sociales a partir de los años setenta. A pesar de que tanto la
legislación como la práctica jurídica y los propios especialis-
tas en derecho agrario fueron abrumadoramente explícitos
respecto a que los núcleos agrarios son propietarios de la tierra
(en condiciones de inalienabilidad, imprescriptibilidad e in-
embargabilidad, las célebres tres "íes"), en las ciencias sociales
se generalizó la idea de que los ejidos y comunidades no eran
sino "usufructuarios", y que la propiedad seguía siendo de
la nación.
Es difícil saber cómo comenzó el malentendido, pero la
lista de quienes cayeron en él incluye nada menos que a Arman-
do Bartra, Arturo Warman, Daniel Nugent, Manuel Castells,
Lynn Stephen, Monique Nuitjen y Gustavo Gordillo, 25 entre
muchos otros.
Quizá para esos autores la cuestión no sea tan importante,
pero para LGPN sí es una mala noticia, ya que no logra que en
las ciencias sociales de fines del siglo XX se vea la propiedad de
los pueblos como Molina la veía, a pesar incluso de que tanto
la legislación como la práctica jurídica post-revolucionarias
fueron mucho más enfáticas sobre la propiedad de las comu-
nidades campesinas que la legislación anterior a ella. Así, las
ideas de LGPN quedaban a un lado, no "detrás".

25 Nugent y Alonso, 2002: 177 y 205; Bartra, 1985: 17; War-

man, 2009; Stephen, 1998:126; Nuijten, 1992: 191; Castells, 1981: 138;
Gordillo, 1990: 164.
104 ANTONIO AZUELA

Es interesante ver las diferencias y las semejanzas entre


la definición que predominó en las ciencias sociales y la que
circulaba en el mundo del derecho. Sobre las diferencias, hay
que decir que no faltaron ocasiones para confrontar los puntos
de vista de juristas y no juristas. Por ejemplo, el comenta-
rio de Víctor Manzanilla Schaffer a una ponencia de Vicente
Lombardo Toledano, en 1965, comienza por aclarar que,
al contrario de lo que sostenía el ponente, en el caso de la
propiedad ejidal:

... no se trata de un usufructo permanente de la tierra sino de


una verdadera propiedad con las modalidades que la propia
legislación seií.ala (Manzanilla, 1966: 213).

Independientemente de lo que se haya dicho en los me-


dios académicos, la cuestión es que la definición jurídica de
los núcleos los reconocía como propietarios de la tierra,2 6 y a
pesar de ello en las ciencias sociales prevaleció la idea de que la
propiedad era de la nación o del Estado. Acaso contribuyó
la ruptura que se produjo entre los intelectuales y el gobierno a
partir de 1968: los expertos en derecho agrario eran, o parecían,
todos priístas y desde las ciencias sociales no había por qué
tomarlos en serio, igual que al texto de la ley. Seguramente
sin darse cuenta, los científicos sociales tomaban por buena
la concepción del derecho civil, donde el derecho de disponer
del bien es un elemento esencial de la propiedad. 27

26 He expuesto mis propios argumentos al respecto en Azuela, 1989.


27 Aun sin poner en duda los postulados del derecho civil, Óscar Mori-
neau había demostrado desde los al'íos cuarenta que la facultad de disponer del
bien no es un elemento esencial de la propiedad privada. Por cierto, también
fue él quien demostr6 que los derechos derivados de las concesiones mineras
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 105

Pero así como hay esa divergencia entre el mundo del


derecho y el de los científicos sociales, hay una convergencia
que resulta mucho más interesante: en ambos se ha negado el
carácter de propiedad privada de los núcleos, o sea precisamen-
te aquello que LGPN había proclamado con toda naturalidad.
Hacia el final del siglo XX, se había consolidado la denomina-
ción de propiedad "social", para diferenciarla de la propiedad
privada. ¿Por qué esa negación generalizada de una situación
tan evidente? A riesgo de caer en una digresión más, creo que
vale la pena leer esto en clave durkheimiana.
En las Lecciones de sociología, uno de sus textos menos
conocidos, Durkheim sostuvo que toda propiedad privada
deriva de una propiedad colectiva, digamos primigenia, que
originalmente tiene un carácter sagrado (Durkheim, 2003).
Para que un pedazo de tierra pase al dominio privado la
sociedad tiene que hacerse cargo de que está perdiendo ese
carácter. Al mismo tiempo, el autor sostuvo que la expresión
más elevada que puede tener la propiedad no se da cuando se
tiene el derecho de disponer, como en el derecho civil, sino
justamente lo contrario, cuando la propiedad es inalienable
(Durkheim, 1950: 212). Esa teoría parece estar inspirada en
el artículo 27 de la Constitución mexicana, pero no: habla
de cualquier sociedad y, sobre todo, no está hablando de las
sociedades primitivas. 28 No es este el lugar para una discusión
sistemática de esta cuestión. Lo traigo a cuento porque creo

(y, antes de ellas, las petroleras) no eran auténticos derechos de propiedad,


sin recurrir a Molina, por cierto (Morineau, 1997 [1947]).
28 Teniendo a la vista el derecho mexicano, la tesis de Durkheim equivale

a decir que donde hay propiedad privada hay una norma como la del primer
párrafo de nuestro artículo 27 constitucional, aunque no exista en el orden
jurídico; lo cual puede ser motivo de alivio para quienes ven a nuestro régimen
106 ANTONIO AZUELA

que hay ahí una pista para entender el porqué de una negación
tan generalizada como la que se ha hecho en México sobre
el tipo de propiedad que el régimen post-revolucionario creó
para sus campesinos.
Parecería que existe en la cultura post-revolucionaria una
necesidad colectiva de mantener un vínculo simbólico fuerte
entre ellos y la nación (Lomnitz, 2002). Para que la propiedad
originaria de la nación no pierda su carácter sagrado, tenemos
que negar que la tierra ha sido entregada en propiedad a los
campesinos, a pesar de que en la práctica jurídica y económica
la tierra es de ellos y sólo de ellos. Es verdad que hay momentos
heroicos, en ciertos conflictos, en los que la movilización social
proclama que "la tierra no se vende, se quiere y se defiende",
como hicieron los ejidatarios de San Salvador Ateneo frente
al proyecto del presidente Fox de expropiar sus tierras para
construir un aeropuerto. Pero a final de cuentas la venta de
tierras ejidales es y ha sido un hecho generalizado, dentro
y fuera de la ley, cada vez que las fuerzas del mercado han
impuesto su lógica.
En suma, si en 1909 LGPN pudo desplegar una sociología
de México en la que los pueblos ejercían una forma de propie-
dad de la tierra, un siglo después lo que prevalece es una manera
completamente distinta de clasificar a los mismos actores y a
su situación institucional. Sin olvidar que al mismo tiempo
la clasificación de "indios" fue sustituida por la de "campesi-
nos", lo que quiero decir aquí es que las ideas para ubicarlos
institucionalmente son también distintas a las de LGPN. Lo que
era una modalidad de propiedad privada (según el lenguaje

como una anomalía en el contexto de la modernidad, pero también puede ser


motivo de preocupación para los creyentes del excepcionalismo mexicano.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 107

original de Molina y de la propia Constitución) terminó siendo


la propiedad "social", denominación que no perdió ni siquiera
después de que, en 1992, la propiedad de los núcleos dejó de
ser inalienable. Acaso la revuelta que provocó esa reforma es
una manifestación más del afán por mantener a los campesinos
en el centro del espacio simbólico de la nación.

Hay un cuarto tema que creo que vale la pena mencionar,


aunque no se refiere a ideas que podemos encontrar en LGPN,
sino a una idea que al final prevaleció en la cultura jurídica
mexicana, al margen de las de LGPN. Me refiero a lafonción
social de la propiedad, que constituye la fórmula más gene-
ralizada para caracterizar ese aspecto de nuestro régimen de
propiedad que proclama la superioridad de los intereses de
la colectividad por encima de los intereses de los propietarios
privados.
Seguramente sería exagerado decir que, en su conjunto,
los juristas mexicanos del siglo XX la han reconocido como
una idea fundamental en el ordenamiento mexicano, pero en
todo caso es difícil encontrar un autor que se haya propuesto
combatirla. La autoridad a la que se recurre a este respecto es
la del jurista francés León Duguit, que fue ampliamente difun-
dida en el mundo de habla hispana después de unas célebres
conferencias dictadas en Buenos Aires en 1912.
Aunque, al igual que Molina, Duguit (1912) reivindica
una estirpe comtiana, sus construcciones intelectuales son
muy distintas.
Molina toma la fuerza de sus argumentos en el pasado
colonial, mientras que Duguit pretende llevar la idea positivista
hacia un futuro que por cierto nunca ocurrió: se trataba de
poner la idea de función social en el lugar de la idea de derecho
108 ANTONIO AZUEIA

subjetivo. 29 Pero no son los méritos respectivos de cada uno


de sus sistemas de ideas lo que me interesa destacar, sino el
hecho de que los juristas mexicanos terminaron por ignorar al
jurista nacional (no importa cuántas calles lleven su nombre
y cuántas ediciones se hagan de su obra) para recurrir a un
jurista francés "ampliamente reconocido". 30 Es un cambio
nada despreciable el que, si en el momento del constituyente
se pensaba que México estaba iluminando al mundo con
las ideas del artículo 27 (Lozano, en prensa}, unas décadas
después los juristas hayan preferido invocar como fuente de
autoridad una teoría que supuestamente nos acercaba más a
las naciones civilizadas.
Estamos ante un proceso bien conocido en el mundo
de los estudios socio-jurídicos: la difusión global de las ideas
jurídicas (Kennedy 2006}; todo indica que la fuerza del pro-
ceso global fue mayor que la que pudieron haber tenido las
ideas de LGPN. Aunque resulte penoso para el nacionalismo
revolucionario, los juristas mexicanos prefirieron tomar esa
opción, en lugar de hurgar en los rincones de un autor que de
todas maneras, después de Querétaro, nadie se había tomado
en serio a la hora de legislar o de resolver controversias desde
el poder judicial.

29 El fracaso de esa propuesta teórica está nada menos que en el ascenso

de la idea de los derechos humanos como referentes morales fundamenta-


les de los órdenes jurídicos hoy en día.
30 El uso generalizado de la frase "función social de la propiedad" no

garantiza el que quienes la profieren se hagan cargo de las implicaciones teó-


ricas de la formulación original de Duguit. Se usa más bien como un lema,
pero eso es secundario para efectos de mi argumento. Lo importante es que
para el abogado y para el jurista mexicano de lo que se trata es de evocar una
fuente de autoridad que provenga de una nación de prestigio.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 109

UNA IDEA TRIUNFANTE

Todos los fracasos y las distorsiones que sufrieron las ideas de


LGPN quedan opacados frente al éxito al que me refiero a con-
tinuación. Se trata de algo muy simple: los pueblos de indios
habían tenido un estatuto político desde el siglo XVI porque
eran formas de gobierno local. Después del errático siglo XIX,
con la Constitución de 1917 los pueblos fueron reducidos a
la condición de meros propietarios de la tierra. En adelante,
no podrían volver a ser entidades políticas, sino apenas corpo-
raciones con derechos de propiedad sometidas -al menos de
acuerdo con la ley- al poder público. Se trata de un arreglo,
seguramente no meditado, que al menos en apariencia permite
superar la tensión entre la lógica corporativa de los pueblos y
la vertiente liberal del constitucionalismo mexicano. No me
ocuparé aquí del modo en que ese arreglo ha propiciado una
cierta ambigüedad en el régimen de los "núcleos agrarios" hasta
nuestros días, ni al modo en que genera cada vez más tensiones
en la gestión del territorio (Azuela y Cancino, 2007). Lo que
me interesa argumentar aquí es que LGPN, como otros escritos
de la época, contribuyó a re-definir a los pueblos como simples
detentadores de derechos de propiedad.
No hay duda que el antecedente más importante del
moderno régimen agrario está en una de las instituciones
políticas fundamentales del mundo novohispano: los pueblos
de indios. Después de la conquista, una vez que los indígenas
fueron "reducidos" territorialmente, la fórmula de organiza-
ción que se les impuso fue la del cabildo castellano (Gibson,
1967, Zavala y Miranda, 1973). La división entre repúblicas
de indios y repúblicas de españoles fue la base del arreglo
territorial de la población de la Nueva España y, con el paso
110 ANTONIO AZUELA

del tiempo, lo que para los indígenas había comenzado como


una institución impuesta por la conquista terminaría sien-
do un referente fundacional. Muchos todavía recurren a esos
"títulos primordiales" para defender derechos sobre la tierra
y otros recursos.
A principios del siglo XIX, había en la Nueva España más
de cuatro mil pueblos de indios (Tanck de Estrada, 2005). En
1812 la Constitución de Cádiz les ofreció la posibilidad de
adoptar una nueva forma de existencia institucional en con-
diciones de igualdad con el resto de los gobiernos locales: el
ayuntamiento. Si bien el proceso fue sumamente accidentado
(Lira, 2003), en varias regiones del país los pueblos aprovecha-
ron esa oportunidad y se convirtieron en gobiernos locales,
de acuerdo con la nueva lógica republicana. Ciertamente, no
es que el constitucionalismo gaditano haya tenido la expresa
intención de promover los derechos políticos de los pueblos
indígenas corno tales (Portillo, 2007), pero lo que ocurrió
(otra vez, al margen y a pesar de las ideas que pudieron haber
estado "detrás") fue que varios cientos de los antiguos pueblos
de indios lograron la categoría de municipios al amparo del
nuevo orden constitucional, primero con Cádiz y después con
la Constitución de 1824. El asunto ha sido visto por muchos
corno una manifestación de la asunción de la soberanía popular
frente a la caída de la corona española por la ocupación napo-
leónica de la península. La soberanía no recaía en el pueblo,
sino en los pueblos (Anino, 2003 y 2003ª).
Obviamente, la relación entre pueblos y municipios no
fue la misma en todos los casos. No es exagerado aventurar
que, en la mayor parte del territorio nacional, los gobiernos
municipales, dominados por elites de centros urbanos de
importancia, representaron los intereses de cualquier sector
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 111

menos el de los indígenas.31 En los años de la Revolución, esos


casos sirvieron como justificación para poner en manos del
gobierno federal a la reforma agraria, que no hubiera podido
tener el alcance que llegó a tener si hubiese quedado librada a
la dinámica política local o regional.
A pesar de todo lo que tuvieron en contra los pueblos
indígenas en tanto corporaciones durante el siglo XIX, muchos
de ellos lograron mantener, incluso hasta hoy, su condición de
ayuntamientos. Dice Claude Bataillon, refiriéndose al mapa
municipal del México contemporáneo:

La localización de los municipios más pequefios corresponde


desde luego a las zonas de imponantes asentamientos rurales,
pero con una concentración panicular en la Sierra de Puebla,
en el interior de Oaxaca, los Altos de Chiapas, el núcleo central
de Yucatán, así como los valles agrícolas de Puebla, Morelos,
Alto Río Lerma y Valle de México, sin duda alguna los lugares
en los que las comunidades indígenas lograron preservar mejor
sus territorios durante el siglo XIX (Bataillon 1997: 41).

Conviene recordar, para no generar una idea errónea


del asunto, que hoy en día difícilmente llegan al millar los
municipios que surgieron de un pueblo de indios (o sea poco
más de la tercera parte del total de los municipios del país) y
que, por otra parte, la reforma agraria del siglo XX dio lugar
a la formación de unos 28 mil ejidos que, en una proporción
importante, aunque difícil de precisar, no son herederos de
antiguos pueblos.

31 Ese argumento, así como una amplia bibliografia, de corte antropo-

l6gico, puede encontrarse en Salmer6n-Castro, 1987.


112 ANTONIO AZUELA

En todo caso, lo que quiero destacar aquí es que, si uno de


los temas sobresalientes de la construcción del Estado mexicano
en el horiwnte constitucional de la primera mitad del siglo XIX
fue la erección de los pueblos de indios en ayuntamientos, un
siglo después los mismos actores y los mismos territorios apa-
recerían bajo una definición distinta: la de la cuestión agraria,
no como un problema de gobierno sino como un problema
de propiedad. Eso se debe, si no específicamente a LGPN, sí a
la generación de Molina y está muy claro en un aspecto de
LGPN sobre el que ya hemos insistido bastante: la definición de
la condición jurídica de los pueblos como equivalente a una
forma de propiedad.
En este sentido, llama la atención que ni en el constitu-
yente de 1917 ni a lo largo del siglo el agrarismo haya luchado
porque se reconociese un estatuto de gobierno local para los
pueblos). 32 Decir "agrarismo" terminó siendo una referencia
a la dimensión económica y social de los pueblos, es decir, a
la necesidad de "hacerles justicia" reconociéndolos como pro-

32 Queda la duda de si la legislación zapatista sobre municipios (Ley

General sobre Libertades Municipales, 15 de septiembre de 1916; Legis-


lación sobre derechos y obligaciones de los pueblos, 5 de marzo de 1917;
Ley Orgánica de Ayuntamientos para el Estado de Morelos, 20 de abril de
1917; y la Ley General Administrativa para el Estado de Morelos, de 15 de
noviembre de 1917) trataba de asimilar la noción de municipio a la de pueblo.
O sea, si tenía la intención de depositar en los municipios la titularidad de
las reivindicaciones agrarias. En una lectura superficial de tales leyes eso no
parece tan explícito, pero el asunto amerita una profunda investigación, ya
que daría sentido a la segunda mitad de la frase "tierra y libertad"; es decir,
a una forma de (lo que hoy llamaríamos) autonomía que no se agota en la
propiedad sino que se expresa en la libertad de gobierno (que no puede ser
otro que el municipal). Vale la pena anotar que la cuestión tampoco aparece
en la obra, recientemente descubierta, de Díaz Soto y Gama (2002).
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 113

pietarios o convirtiéndolos en tales. 33 Independientemente de


cómo se explique el que se haya aceptado la mera condición
de propietarios lo cierto es que el horizonte constitucional
estaba (y sigue estando) dominado por un paradigma libe-
ral en el que no hay lugar para "corporaciones" en el universo
de los poderes públicos. 34
Es verdad que en Querétaro el municipio no logró salir
del todo fortalecido, pero aun así quedó establecido como la
única opción de gobierno local para todo el territorio nacional.
Ni en la discusión del artículo 27 ni en la del 115 se planteó
la posibilidad de que los pueblos recuperaran la condición
política que habían tenido en el pasado y que en muchos casos
habían tratado de adquirir en el siglo XIX. De hecho, lo agrario
y lo municipal se discutieron como dos asuntos completamente
separados entre sí.
Hace un par de décadas escribía Francois-Xavier Guerra,
a propósito de la fragmentación entre los estudios municipales
y los estudios agrarios:

Es extraordinario que se puedan ... consagrar centenares de


páginas al problema municipal dedicando tres líneas a la des-
amortización de los bienes comunales; o que, al tratar problemas
agrarios o de las condiciones de vida de los campesinos, se limite
el tema a problemas de tierras, de precios agrícolas o de salarios,

33 Una excepción importante es la de Arturo Watman, que en algún

trabajo señaló que en el régimen post-revolucionario " ... separaron la repre-


sentación política de la administración del territorio en instituciones paralelas:
el municipio y el ejido o la comunidad" (Watman, 1980: 139).
34 Por cierto, en el moderno derecho público que sirve de inspiración

pata nuestros juristas, el municipio se define ni más ni menos que como una
corporación (García de Enterría y Fernández, 1990: 388).
114 ANTONIO AZUELA

dejando a un lado problemas de organización social y política


tales como los problemas municipales (Guerra, 1988: 249).

Y no es que en la práctica no se haya presentado la cues-


tión. Tan sólo dos meses después de promulgada la Constitu-
ción, la Comisión Nacional Agraria se veía obligada a resolver
las dudas que le planteaba alguna de las comisiones locales
sobre " ... si se deben estimar los ejidos como propiedad muni-
cipal o como bienes nacionales". La respuesta fue contundente:
ni lo uno ni lo otro.

Los terrenos que constituyen el ejido, no son municipales,


sino que su dominio corresponde a los pueblos, según el artícu-
lo 27 de la Constitución de 1917 y con las limitaciones que las
leyes señalen. 35

De esa manera no sólo se excluía a los municipios del


manejo de la cuestión agraria (Merino 1994, Pineda-Pablos,
s/f), sino que quedaba claro que los pueblos podrían tener
acceso a la propiedad de la tierra, pero no como gobiernos
locales. Incluso la palabra "pueblo" desapareció rápidamente
del lenguaje jurídico.
A lo largo de los años veinte las leyes y reglamentos todavía
usaban una variedad de denominaciones: pueblos, poblados,
congregaciones, tribus, rancherías, comunidades, codueñazgos
y corporaciones de población. Para mediados de los treinta,

35 "Circular número 19 Autorizando a las Comisiones Locales Agrarias

para formular reglamentos provisionales que normen los procedimientos de los


Comités Particulares Ejecutivos; aclarando que los terrenos de los ejidos son
propiedad de los pueblos y no de los municipios", en Fabila (1981: 315).
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 115

todo ese universo aparecía agrupado en una sola categoría: el


núcleo de población. 36
El cambio no se produjo de un día para otro y todavía
en los años treinta la Suprema Corte sentaría la tesis jurispru-
dencial que sirve de epígrafe a este ensayo. Debo hacer notar
que la oración, ciertamente lapidaria, que he trascrito no es
un segmento seleccionado de un texto más amplio. La tesis
no dice más que eso: "La degradación de la categoría política
de un poblado, arrebatándole su calidad de Municipio libre
no viola ninguna garantía individual". 37 Por lo visto a la Corte
no le pareció que se requiriera explicación alguna.
Con el tiempo, el significado de la palabra ejido cambiaría
radicalmente: más que un tipo de tierra de los pueblos pasó a
convertirse en un tipo especial de persona jurídica (una cor-
poración) con una conformación interna regulada por la ley.
Así, se volvieron anticuadas expresiones comunes en la época
revolucionaria como " ... devolver a los pueblos los ejidos ... de
que han sido despojados ... ". 38 En el mundo del derecho, la
categoría de ejido tomó el lugar de la de pueblo, que durante
décadas quedó sólo para el discurso político y que hoy sólo se
usa en el lenguaje común. 39

36 En nuestros días usamos la expresión "núcleo agrario" para abarcar

a las dos variantes fundamentales de sujetos colectivos agrarios: los ejidos y


las comunidades.
37 Por desgracia, es imposible saber cuál era el contexto que podría

explicar el sentido (metajurídico) de esa tesis y eso se debe al modo en que se


formulan y se coleccionan las tesis jurisprudenciales, sobre todo en aquella
época.
38 Frase usada en la convención de Aguascalientes, citada por Díaz Soto

y Gama, 1976: 25.


39 Sobre la vigencia del orden de los pueblos, en el contexto de la urba-

nización, véase Cruz, 2001 y Portal, 1997.


116 ANTONIO AZUELA

RECAPITULACIÓN

He dejado de lado algunos de los procesos más recientes en


la historia de nuestro régimen de propiedad: entre ellos, la
demanda de autonomía territorial por parte del movimiento
neo-indigenista, el protagonismo creciente que han asumido
los ejidos y comunidades frente a la gestión territorial, así
como la cuestión del manejo sustentable de los recursos del
territorio.
Y es que LGPN no ha tenido relevancia alguna en la ma-
nera en que esos temas han sido definidos y, mucho menos,
en el procesamiento de los conflictos correspondientes. Me
he limitado a mostrar el contraste entre las ideas de LGPN y las
ideas que efectivamente usaron los juristas, los legisladores y
en general los operadores del derecho, en la construcción del
régimen de propiedad en el siglo XX.
Así, he tratado de ubicar el destino de las ideas de LGPN
respecto de las cuatro grandes orientaciones que tomó el
régimen de la propiedad en el periodo post-revolucionario:
la restitución de los derechos de los pueblos que habían sido
privados de sus tierras; la distribución a partir de la necesidad,
que terminó dominando la reforma agraria; el control o la
regulación estatal del aprovechamiento de ciertos recursos
naturales que se consideraron estratégicos; y la conformación
de un régimen de propiedad para los campesinos (los ejidos y
comunidades). Veamos el lugar que las ideas de LGPN llegaron
a ocupar en tales procesos.
Es sabido que la acción restitutoria dominó la demanda
agrarista en las primeras dos décadas del siglo. Es clara la in-
fluencia que, junto con los trabajos de Wistano Luis Orozco,
tuvo LGPN en el modo en que dicha demanda se procesó en los
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 117

primeros procedimientos agrarios, 40 sobre todo por la utilidad


de un diagnóstico jurídico fundado en un conocimiento no
sólo de los problemas que habían padecido muchos pueblos
en la segunda mitad del siglo XIX, sino por el panorama que
describía el libro de Molina sobre el régimen territorial no-
vohispano. No hay duda que el libro ofrecía a los operadores
de las primeras acciones agrarias una imagen verosímil de los
despojos que habían sufrido los pueblos de indios, así como un
poderoso alegato para "restituir los ejidos a los pueblos". Sin
embargo, esa influencia fue disminuyendo conforme la reforma
agraria fue privilegiando las acciones de carácter distributivo
por encima de las de carácter restitutorio.
El régimen jurídico de la distribución de tierras para las
poblaciones que carecían de ellas, que crea derechos a partir
de un tipo de necesidad social (y no del ejercicio de derechos
"históricos"), fue un giro radical que se dio en la política
agraria, desde sus primeros años. Y lo cierto es que LGPN no
sólo no defendía esa política, ni siquiera la consideraba. La
división de la gran propiedad está en el libro como un me-
canismo para dinamizar la economía: se trataba de sustituir
a los hacendados por otro tipo de propietarios, capaces de
incrementar la producción y de concurrir al mercado en
condiciones óptimas.
Lo que predomina en LGPN a este respecto es la lógica
de la economía neoclásica, no la idea justiciera de la distri-
bución de la tierra a partir de la necesidad, que fue la que
terminó predominando en la reforma agraria. Por ello no es
de extrañar que esa parte de LGPN no haya sido utilizada por

40 El reporte de González Roa (1916) sobre los trabajos de los primeros

años de la Comisión Nacional Agraria muestra una clara huella de ambas.


118 ANTONIO AZUELA

los legisladores ni por los operadores de las políticas agrarias


de carácter distributivo.
El tercer tema es el de la propiedad o el control estatal
de los recursos naturales que se consideraron estratégicos a lo
largo del siglo. A este respecto, vale la pena hacer notar que,
si bien es cierto que la idea de la propiedad originaria de la
nación sobre los recursos del territorio se usó de manera recu-
rrente para legitimar dicho control, lo cierto es que en LGPN
no se discuten los recursos naturales que debían quedar bajo
el control directo del Estado.
En todo caso, la revolución y el Congreso Constituyen-
te, como expresiones de la soberanía popular, han sido los
referentes más importantes a los que legisladores, jueces y
juristas han recurrido para dar sentido al control estatal de
los recursos naturales.
El cuarto proceso se refiere a una forma de propiedad
(una "modalidad", según el lenguaje que usó Molina después
de 1917) que en las primeras décadas del siglo todos veían,
incluyendo al propio Molina, como algo transitorio: la de los
hasta entonces llamados pueblos. Toda esa generación se equi-
vocó en cuanto a la condición transitoria de la propiedad de
los pueblos. Y Molina más que nadie, a pesar de que se esforzó
por desplegar un argumento científico del asunto, fundado en
la idea de que la evolución llevaría a los campesinos a adoptar
el régimen de plena propiedad privada. No obstante, y aquí
radica la paradoja del asunto, lo que sí resultó influyente de
las ideas de Molina en LGPN -quizás muy a su pesar-, fue el
que ellas implicaban una reducción de la condición jurídica de
los pueblos, que pasaron a ser meros titulares de derechos de
propiedad, después de haber ejercido durante siglos derechos
políticos sobre el territorio.
EL PROBLEMA CON LAS IDEAS 119

Uno de los fenómenos más interesantes en toda esta


historia es que mientras Molina no tuvo dificultad alguna en
clasificar la propiedad de los pueblos como una modalidad
de la propiedad privada, en el México post-revolucionario
terminó por prevalecer una forma de clasificación que niega
el carácter privado de la propiedad de los núcleos. La solu-
ción, por lo demás fantasiosa, de que se trata de una forma
de propiedad "social" (como si al usar esa denominación se
conjurara su carácter privado) no sólo se ha vuelto parte del
lenguaje ordinario, sino que ha llegado hasta el texto de la
Constitución. He sugerido que es la necesidad de mantener
el vínculo sagrado entre el campesinado y la nación lo que
ha llevado a esa solución; pero en eso nada tuvieron que ver
ni Molina ni las ideas que él expuso en Los grandes problemas
nacionales.

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N
LAS APORTACIONES DEL JURISTA
SOBRE LA PROPIEDAD DE LAS AGUAS:
DEL REY A LA NACIÓN

Alejandra Núñez Luna*

Para resumir estas ideas, basta decir que


cualquier abogado mexicano encuentra
más cómodo consultar y extractar las
docenas de volúmenes europeos sobre
aguas, que abrir las Recopilaciones de leyes
coloniales para leerlas e interpretarlas de
acuerdo con la historia de nuestra propie-
dad inmueble. 1

* Dedico este texto a Duncan Kennedy y John Womack, Jr., a quienes


atribuyo la inspiraci6n y ayuda para prepararlo, pero no los posibles errores,
cuya responsabilidad es s6lo mía.
1 Compafiía Agrícola, Industrial, Colonizadora, Limitada del Tlabua-

lilo, S.A., contra el Gobierno Federal de la República Mexicana, "Escrito de


demanda en el Juicio de incumplimiento de contrato contra el Gobierno
Federal ante la Tercera Sala de la Suprema Cone de Justicia de la Naci6n";
en Luis Cabrera, Obras completas, t. I, Obra Jurídica, Ed. Oasis, México,
1972, p. 348.

127
128 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

El libro de Molina Enríquez ... tiene para


ser leído, el inconveniente de que casi no
trae citas de autores franceses, o ingleses,
o alemanes, para fundar su tesis, sino sim-
plemente la observación de los hechos, tal
como ocurren en nuestro país ... y como
no vienen traducidos del francés o del
inglés algunos de sus párrafos, los consi-
deramos poco dignos de atención. 2

INTRODUCCIÓN: EL PRECEDENTE COLONIAL


EN LA FORMACIÓN DEL PODER EJECUTNO FEDERAL

Como "ideólogo del poder", Andrés Molina Enríquez fue "un


genio y es probablemente lo que menos se le ha reconocido",
decía Arnaldo Córdova en su prólogo a la edición de 1978 de
Los grandes problemas nacionales. 3 Según éste, la verdadera
aportación de Molina al entendimiento de los problemas
nacionales que desencadenaron "La Revolución'' de 1910 va
mucho más allá de su exposición de la cuestión agraria, cuyas
teorías sobre el latifundismo y la pequeña propiedad aquel
había tomado básicamente de la obra de Wistano Luis Oroz-
co. Fue su teoría del poder político -desde luego, tomada de
la mano del problema de la tierra- lo que puso a Molina en
condiciones de "leerles la cartilla" a los ideólogos del porfiris-

2 Luis Cabrera, "Proyecto de Ley Agraria, y el discurso del Dip. Lic.

Luis Cabrera", Diario de los Debates de 3 de diciembre de 1912, en Manuel


Fabila, Cinco siglos de legislación agraria en México (1493-1940), t. I, Banco
Nacional de Crédito Agrícola, México, 1941, p. 222.
3 Arnaldo Córdova, "El pensamiento social y político de Andrés Molina

Enríquez'', en Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas nacionales


[1909] [y otros textos, 1911-1919], Era, 2a. ed., 1979, p. 52.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 129

mo, quienes, aunque compartían su positivismo, "no pasaron


nunca de ser apologistas más o menos talentosos del régimen
del general Díaz". 4
Apoyándose en Thomas Hobbes, en su prólogo Córdova
argumentó que, en vista de los grandes problemas por los que
el país atravesaba, Molina supo distinguir la necesidad de un
poder con facultades dictatoriales para mantener la unidad
de "un pueblo invertebrado" como México, 5 poder que era
análogo al ejercido por la corona española durante la Colonia.
Su conocimiento profundo de la historia de la Nueva España
lo llevó a comprender que la autoridad del régimen virreinal
fue la columna vertebral que mantuvo la unidad e integración
del país durante los tres siglos anteriores a la Independen-
cia, después de la cual sus forjadores cometieron el error de elegir
el federalismo, lo que en México, que no estaba preparado para
esta forma de gobierno, dio lugar a la anarquía que subsistió
hasta el Porfiriato. De este modo, retomando la lógica del
precedente colonial, entrado el siglo XX el país necesitaba la
dirección de un poder dictatorial, aunque ahora depositado
no en una persona, sino en un órgano que actuara bajo el
imperio de la Constitución y de las leyes que le otorgaran sus
competencias. 6

4 !bid., pp. 52-53.


5 En línea con los postulados teóricos de su obra, que no eran los de
Hobbes, Basave nos explica que Molina se inspiró en la teoría de los dos
estados de Spencer, que propone un gobierno dictatorial para evitar la dis-
gregación, mientras la etapa militarista no daba paso a la industrial. Agustín
Basave, "Estudio introductorio", en Andrés Molina Enriquez: con la revolución
a cuestas, FCE, México, 200 l, p. 33.
6 Arnaldo Córdova, op. cit., pp. 53-54.
130 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Dicho poder debía ser ejercido por el "Presidente de la


República'' y el Poder Ejecutivo Federal encabezado por éste,
"naturalmente preponderante, por la sencilla razón de que
su titular era 'el Jefe de la Nación o del Estado'", y los otros
dos poderes, el Legislativo y el Judicial, serían simplemente
complementarios de aquel.7 El contexto del presidencialismo
mexicano del siglo pasado ha llevado incluso a algunos histo-
riadores, como David Brading, a afirmar que la insistencia de
Molina sobre la necesidad de un Estado dictatorial e interven-
cionista, protector de los trabajadores y de los campesinos, y
hacedor de alianzas con los pequeños propietarios de la tierra,
lo convirtió no sólo en el "profeta de la Revolución", sino aún
más (escribiendo en 1984) "de aquel partido que todavía hoy
gobierna México, el PRI". 8
Volviendo al "Estado intervencionista'' de Molina, según
Córdova lo que distinguía a éste de los porfiristas era que, a la
necesidad de un control creciente por parte del Poder Ejecuti-
vo, Molina añadía la centralidad de la cuestión agraria, como
ya lo había hecho Orozco. Sin embargo, aunque este último ya
había reconocido el problema agrario como de orden público,
su liberalismo le había impedido abogar abiertamente por la
restricción de los derechos de propiedad por parte del Estado.
Insistimos, esto fue, en palabras de Córdova, "el verdadero
descubrimiento" de Molina: el intervencionismo estatal que
"permea la Constitución de 1917, y en ello el agente principal
debía ser el propio Molina Enríquez" .9

7 !bid., p. 67. Cfr. también Agustín Basave, op. cit., p. 22.


8 D. A Brading, Prophecy andMyth inMexican History, Centre ofLatin
American Studies, Cambridge, U.K., 1984, p. 71.
9 Córdova, op. cit., p. 56.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 131

Veamos de pasada el contenido normativo -en particular


en lo relacionado con las aguas, que será el tema de nuestro
ensayo- de dicho intervencionismo estatal o poder dictatorial
del Ejecutivo en el artículo 27 de la Constitución, que hasta
nuestros días sigue siendo considerado como uno de los más
importantes del texto fundamental. Para introducirlo baste
decir que, sobre el mismo, sabemos que Molina redactó un
anteproyecto en su calidad de asesor de la Comisión Nacional
Agraria, además de la exposición de motivos que forma parte
del proyecto final, la que sirvió para interpretar el sentido de
sus disposiciones.
En definitiva, aunque el ingeniero Pastor Rouaix indicó
que dicho anteproyecto, extenso y confuso, había producido
una "desilusión completa, porque [Molina] nos presentó algo
semejante a una tesis jurídica con ideas totalmente distintas de
las que debían figurar en el artículo 27", 10 y por tanto la Comi-
sión redactó un proyecto distinto, de "postulados concretos", es
innegable que su texto debe haber servido de base hasta cierto
punto, siquiera mínimo, pues este artículo fue dejado hasta
el final de las discusiones del Congreso Constituyente y los
diputados de la Comisión solamente emplearon dos semanas
para redactar, discutir y aprobar el mismo.11 Sobre todo, es
difícil negar la relación existente entre la teoría jurídica de
la propiedad en Los grandes problemas nacionales -basada en
el precedente colonial, según la interpretación tradicional de

10 Pastor Roauix, Génesis de los artlculos 27 y 123 de la Constitución

Polltica de 1917, 2a. ed., México, 1959, p. 148.


11 Stanley F. Shadle, Andrés Malina Enrlquez, Mexican Land Reformer

of the Revolutionary Era, Profinex, The University of Ariwna Press, Tucson


y Londres, 1994, p. 75.
132 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

la obra de Molina-, y el primer párrafo del artículo, del que


Roauix luego se arrepentiría: 12

La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los


límites del territorio nacional, corresponde originariamente a
la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el
dominio de ellas a los particulares constituyendo la propiedad
privada. 13

En palabras de Frank Tannenbaum, quien cita a Molina,


el artículo 27 "condensa los principios jurídicos que subya-
cen el intento de satisfacer las aspiraciones que han gobernado
la lucha en México desde 1910". Su texto no solamente ha
condicionado las formas del reparto agrario, sino que sus
ideas también constituyen la fuente de grandes disputas in-
ternacionales ocurridas en el país a partir de su adopción. 14
La legislación del petróleo, de la minería, de los bosques, y
para nuestros propósitos, la que regula el uso del agua, se
fundamentan todas en este precepto constitucional. Es así que
desde 1917, los recursos del suelo mexicano, calificados en
el párrafo cuarto como de "dominio directo" de la nación -el
petróleo y los minerales-y en el quinto como de "propiedad
de la Nación" -las aguas- son inalienables, imprescriptibles,
y sólo pueden ser explotados por los particulares por medio
de concesiones administrativas otorgadas por el Poder Eje-

12 Sobre este particular, véase cambíén la concribuci6n de Antonio Azuela

en este mismo número.


13 "Artículo 27 de la Consticuci6n de 1917", en Manuel Fabila, op.

cit., p. 307.
14 Frank Tannenbaum, The MexicanAgrarian Revolution, Archon Books,

2a. ed., 1968, p. 189.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 133

cutivo Federal. 15 El responsable de dicho contenido, y de las


transformaciones del derecho de propiedad que del mismo
se han seguido, dicen sus intérpretes, es Molina.
Comparando estos contenidos con el artículo 27 de la
Constitución de 1857, el nuevo régimen de propiedad des-
cansa sobre una base distinta de la del individualismo liberal,
por ejemplo, ya no se trata del derecho absoluto de propie-
dad y el papel minimalista del Estado, sino del Estado social
intervencionista. Retomando a Córdova, el artículo 27 de la
Constitución de 1917 vino a transformar el principio clásico
de la propiedad privada:

Desaparecería la figura del individuo propietario anterior a la


sociedad, para ocupar su lugar el ciudadano que devenía pro-
pietario por concesión que la nación le hada, y sobre esa base,
le aseguraba su derecho. Ante todo y sobre todo, el derecho ori-
ginario o directo de la nación; el gobierno federal representando
a la nación para constituir, proteger y desarrollar la propiedad
privada; he aquí la síntesis del poder leviatánico sobre el que se
fundaba el nuevo orden político. 16

La piedra angular de este nuevo poder leviatánico era,


debemos insistir, el sistema colonial de la propiedad. Como
escribió posteriormente Molina para explicar las doctrinas
jurídicas subyacentes al artículo y defender su autoría, ningu-
no de sus elementos era nuevo. Por el contrario, en general se
ha interpretado que todos marcaban el retorno al precedente
colonial, específicamente en cuanto a la propiedad patrimo-

15 "Artículo 27 de la Constitución de 1917", en Manuel Fabila, op.


cit., pp. 307-308.
16 Arnaldo Córdova, op. cit., p. 63.
134 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

nial de la Corona sobre las tierras conquistadas y su poder


jurídico para individualizar la propiedad privada, supeditada
a los derechos sociales. De ahí que se piense que el artícu-
lo 27 también representa la negación de las doctrinas jurídicas
liberales. Sobre aquello, dijo Molina ya en los años veinte del
siglo pasado:

El derecho de propiedad primordial de la nación sobre todo el


territorio nacional existía antes en el rey de España: los derechos
de dominio en calidad de propiedad privada de los particulares,
dentro de los derechos de propiedad de la Nación, constan en
los títulos primordiales expedidos a los particulares en la época
colonial, que son los títulos que amparan todavía los mismos
derechos de los particulares: la sumisión de los derechos de
dominio de los particulares en calidad de propiedad privada
a los derechos sociales, que ahora representa la nación, viene
también de la época colonial, puesto que la nación ha sustituido
al rey.17

El trasplante de la conciencia jurídica


cldsica europea y la propiedad de las agu.as
en México

Este trabajo constituye un primer acercamiento a una expli-


cación alternativa de la teoría de la propiedad de Molina En-
ríquez, de importancia fundamental en Los grandes problemas
nacionales, a través del estudio de la regulación de las aguas
en México. En él argumentamos, en primer lugar, que la

17 Andrés Molina Enríquez, "El articulo 27 de la Constitución", Boletín

de la Secretaría de Gobernación, t. l, núm. 4, México, 1922, en Los grandes


problemas nadonaks [1978), p. 468.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 135

obra de Molina, en particular en cuanto a la propiedad de las


aguas, no representa un retorno al precedente colonial, como
en general se le ha interpretado, sino que, al igual que la de
otros juristas y abogados anteriores y contemporáneos, debe
situarse dentro de la conciencia jurídica clásica, por ejemplo,
la forma de concebir y razonar sobre el derecho surgida a
partir de las ideas de la Revolución Francesa y, en especial,
de los movimientos codificadores del derecho privado, en su
contexto específico de recepción en México. En segundo lugar,
a través del análisis de normas jurídicas concretas redactadas
por éste, sostenemos que sus ideas sobre las concesiones para
la explotación del agua deben situarse en el mismo contexto,
y no deben ser interpretadas como parte de una ideología del
poder dictatorial del Ejecutivo Federal.
Según la interpretación tradicional de su obra, Molina
comprendió que el régimen colonial había mantenido la inte-
gración de la sociedad, estamental e injusta, pero equilibrada y
con una autoridad Real incontestable, por medio del sistema
jurídico de la propiedad patrimonial de la Corona espafiola
sobre las tierras y las aguas, que sólo podía otorgarse a los par-
ticulares por vía de mercedes o concesiones primitivas. 18 De ahí
se han deducido tres tesis de gran importancia: primero, que
Molina representó una separación de los liberales de su época
que defendían la propiedad absoluta con un papel minimalista
para el Estado; segundo, que el intervencionismo estatal que
permea el artículo 27, el cual debemos a la originalidad del
pensamiento de Molina, hiw posible el Estado Social y el poder

18 C6rdova, op. cit., p. 64. Andrés Molina Enríquez, Los grandes

problemas nacionales, Imprenta de A. Carranza e Hijos, México, 1909, pp.


29-30; 105-172.
136 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

"dictatorial" del Presidente de la República y, tercero, que el


artículo 27 representa un retorno al precedente colonial, en
el sentido de que las tierras y las aguas pasaron de la propiedad
del Rey a la nación mexicana 19 -en la persona del Ejecutivo
Federal-, efectivamente borrando por lo menos medio siglo de
una tradición liberal que, en su afán de trasplantar el derecho
francés, que no era propicio para nuestra tradición jurídica,
sólo había generado injusticias sociales.
Pongamos estas tesis a examen, estudiando algunos as-
pectos de la obra de este hombre polifacético, como lo llama
Agustín Basave, no en su perfil de antropólogo, ni de histo-
riador, ni de polítologo, ni de sociólogo sino, estrictamente
en su papel de jurista.20 Para hacerlo, qué mejor que rescatar,
no Los grandes problemas, sino un estudio propiamente jurí-
dico elaborado sólo unos años antes de la publicación de su
gran obra, el cual ha sido estudiado muy poco y aún precisa
ser desempolvado. Se trata de un "Proyecto de Ley de Aguas
Federales", publicado dos veces en formas distintas, entre 1905
y 1906. En dicho estudio, Molina intentó poner en ejecución
su teoría de la propiedad a través de normas jurídicas concretas
que regularan el agua, fuente de múltiples disputas a partir de
la expedición de la Ley de Vías Generales de Comunicación

19 Cfr un estudio sólido del derecho medieval y colonial preparado por


la lústoriadora Ma. del Refugio González, quien, investigando el origen de
nuestro régimen de propiedad "peculiar" en el aróculo 27, dice en su primera
página, aunque no con plena ceneza de su argumento: "Para entenderlo resulta
útil la aproximación desde la perspectiva del largo plaw, ya que es así como
pueden observarse algunas características, las cuales provienen -creo- del
modo en que fue implantado desde 1493 el 'sefiorío' del rey sobre las tierras
americanas". "Del sefiorío del Rey a la propiedad originaria de la Nación",
Anuario Mexicano de Historia del Derecho, núm. 5, 1993, pp. 129-150.
20 Agustín Basave, op. cit., p. 22.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 137

de 1888, en la cual se estableció la jurisdicción federal de la


mayoría de los cursos de agua en el país para su vigilancia y
policía. En el proyecto de Molina se muestra ya, hasta cierto
punto, el listado de las aguas que pasarían a formar la propiedad
de la nación en el párrafo quinto del artículo 27 que, según
la interpretación tradicional, pareciera que es obra original de
Molina y que, como el "espíritu" del precepto, está basado en
la idea del retorno al precedente colonial. 21
En la evaluación de la teoría de la propiedad de Molina
no nos enfocaremos en fundamentar lo que ya se ha dicho; por
ejemplo, que con su teoría Molina pretendía crear un sistema
de la pequeña propiedad privada; que el artículo 27 consagra
el precedente colonial que, otorgando la propiedad a la nación,
centralizó el sistema de individualización de dicha propiedad
privada y, que posteriormente, el cardenismo lo traicionó
al crear los ejidos de propiedad colectiva en su lugar. 22 Más
aún, en este estudio no nos referimos a la reforma agraria de
1915, en razón de que intentamos separar doctrinalmente las
aguas de la tierra y, porque, como señala LuisAboites, el Decre-
to de 6 de enero de 1915 se olvidó de las aguas, y las dotaciones
y restituciones de aguas en específico fueron reguladas solamente
hasta 1926 por el presidente Calles23 en un contexto nacional

21 La frase, "el retorno al precedente colonial", la he tomado exacta-

mente de Stanley Shadle, op. cit., p. 25 ("Principies of Article 27: A Return


to Colonial Legal Precedent"). Como veremos, en general los estudiosos de
Los grandes probkmas nacionales sostienen, de un modo u otro, que Molina
proponía volver al precedente colonial para regular la tierra -y, en nuestro
caso, las aguas- en beneficio social.
22 Véase, por ejemplo, StanleyShadle, op. cit., pp. 88-100.

23 Luis Aboites, El agua de la nación, Una historia política de México

(1888-1946), ClESAS, México, 1998, p. 132. Cfr. Secretaría de Agricultura


y Fomenro, "Decreto reglamentando el funcionamiento de las autoridades
138 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

e internacional distinto en el que argumentar la paternidad


de Molina sería extender mucho la influencia de Los grandes
problemas. En este trabajo solamente nos enfocamos en los
prolegómenos doctrinales de la propiedad de las aguas "de la
Nación" -en relación con la "tesis patrimonialista'' de la propie-
dad de la Corona- en Los grandes problemas y en el artículo 27,
en los orígenes del listado de las aguas propiedad de la na-
ción en su párrafo quinto, y en las doctrinas aplicables al régimen
de concesiones para su explotación, que en la interpretación
tradicional es entendido como la versión moderna del sistema
de mercedes coloniales de tierras y aguas.
Después de resumir los análisis del proyecto de aguas de
Molina de los que tenemos conocimiento, efectuaremos una
nueva lectura de dicho estudio, señalando, en relación con
éste, las imprecisiones de la interpretación tradicional de su
teoría de la propiedad. Para hacerlo, miraremos hacia atrás,
pero alejándonos de la tradición jurídica indiana y situan-
do el proyecto, y con ello el pensamiento jurídico de Molina, en
el contexto de la conciencia jurídica liberal decimonónica,
de la cual la interpretación tradicional sostiene que el mismo
se había apartado. En ese sentido, como veremos de nuestra
lectura del proyecto, al contrario de lo que pretendía su colega
y amigo Luis Cabrera, los abogados de la elite, y Molina tam-
bién, directa o indirectamente leían y aplicaban las doctrinas
del liberalismo jurídico europeo. Un breve examen de las
posiciones jurídicas de Jacinto Pallares y Luis Cabrera, otros
abogados privatistas, uno anterior y el otro contemporáneo
de Molina, en disputas sobre derechos de agua, nos revelará

agrarias en materia de restituciones y dotaciones de aguas, Diario Oficial de la


Federación de 7 de mayo de 1926, en Manuel Fabila, op. cit., pp. 442-449.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 139

también que la teoría de la propiedad del "Molina jurista'' en


Los grandes problemas no era tan original como se piensa, y que
la tesis patrimonialista era parte de la construcción local del
derecho civil posterior a la codificación, que intentaba precisar
sus caracteres propios para definir el derecho privado en su
propio contexto y así diferenciarse -que no apartarse- de los
códigos francés y español que le habían servido de modelos.
Con esto no queremos decir que el pensamiento jurídico
de Molina y de los otros juristas y abogados privatistas era
independiente de la tradición indiana. Sin embargo, aunque
reconocemos los orígenes históricos o las concordancias24 de los
conceptos jurídicos modernos con aquél, en este trabajo insis-
tiremos que los liberales de la codificación, como Justo Sierra
O'Reilly y Teodosio Lares -una parte de cuyas obras también
versa sobre la regulación de las aguas, en el caso del primero
en relación con la propiedad, y del segundo en cuanto a las
concesiones- intentaron la construcción de una ciencia jurídica
nueva, con un vocabulario nuevo, que intentaba desligarse de
elementos medievales. Al igual que en lo privado, este es el con-
texto de la formación del derecho público en Europa, dentro
del cual los juristas mexicanos trasplantaron de los europeos
otra teoría de propiedad-el "dominio eminente", dentro del

24 El documento principal sobre el que Justo Sierra O'Reilly se basó para

redactar el primer gran proyecto de Código Civil en México, que ejercería su


influencia sobre los códigos de 1870 y 1884 fue, al fin y al cabo, no el Código
Civil español en sí, sino las "Concordancias, motivos y comentarios del Códi-
go Civil español" de Florencio García Goyena; un proyecto de articulación de
un derecho nuevo, pero "concordado" no sólo con el derecho francés y otros
códigos europeos, sino con el derecho romano y medieval, con las Partidas, la
Novísima Recopilación y los distintos fueros regionales. Alejandro Guzmán
Brito, La codificación civil en Iberoamérica, siglos XIX y XX, Editorial Jurídica de
Chile, Chile, 2000, pp. 433-435.
140 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

derecho internacional- que constituye el fundamento doctri-


nal de la propiedad y jurisdicción de las aguas para algunos
liberales en etapa posterior, como Wistano Luis Orozco, y es
también la base teórica de las aguas enumeradas en el párrafo
quinto del artículo 27. Molina conocía dicha doctrina, por lo
menos indirectamente, como lo articuló en la introducción a
su proyecto de ley de aguas.
Además, dentro del derecho público, el derecho adminis-
trativo, en formación en Europa y también en México durante la
segunda mitad del siglo XIX, se constituyó como la disciplina que
vino a organizar el Poder Ejecutivo, no para darle su poder dic-
tatorial, sino para sujetarlo al imperio de la ley. Dentro de éste,
los juristas se ocuparon de desarrollar la doctrina de las conce-
siones para la explotación de los recursos naturales, la cual tenía
características distintas y alejadas de la propiedad patrimonial
de las tierras y las aguas de la Corona espafiola. Como veremos,
Molina, quien "ejerció" a diario el derecho administrativo en su
amplia experiencia como funcionario de la burocracia federal y
del Estado de México, 25 y no solamente eso, sino que además
fue profesor de derecho administrativo en el Instituto Científico
y Literario de Toluca, 26 conocía esta doctrina liberal, que era
la que con su proyecto quería superar introduciendo algunos
elementos del derecho privado, pero manteniéndola incólume
en todo lo que no se refería específicamente a la irrigación.
Entre todos estos elementos, sí había una doctrina de
la cual Molina -y no él sólo, sino al menos en nuestro aná-

25Agustín Basave, op. cit., pp. 17-18.


26Antonio Huitrón Huitrón, "Introducción al pensamiento sociológi-
co de Andrés Molina Enríquez", en Andrés Molina Enrlquez. La propiedad
agraria en México, Ediciones del gobierno del Estado de México, Toluca,
1987, p. 16.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 141

lisis, junto con Cabrera- quería apartarse completamente.


Esta era el domaine public francés, doctrina que había sido
legislada por primera vez en México en 1902, y que Molina,
de nuevo, conocía porque leyó aquella ley, como veremos
al describir su proyecto de 1906. El dominio público, que en
el derecho administrativo constituye el fundamento de la
regulación de la antigua res publica romana y de las regalías
medievales, surgió para explicar la vinculación entre el Es-
tado moderno y ciertos bienes, como las aguas y las minas.
En nuestro trabajo describiremos cómo fue articulada dicha
doctrina por administrativistas mexicanos del último cuarto
del siglo XIX, como José María del Castillo Velasco. A partir de
la idea organizativa de limitar al Poder Ejecutivo, el dominio
público devino incompatible con la idea de propiedad privada
absoluta del patrimonio real. Sin embargo, en la conciencia
jurídica clásica de los juristas liberales, esos bienes del dominio
público no tenían propietario, sino que estaban sujetos al "uso
común" de todos los hombres. El régimen de concesiones
administrativas fue articulado precisamente para regular la
explotación de estos bienes, de todos y de nadie, pero sujetos
a la vigilancia y policía del Estado. Molina quería apartarse
del dominio público porque quería articular a la nación como
propietaria absoluta de las tierras y las aguas para poder darlas
en propiedad privada, y no solamente en forma de derechos
de carácter administrativo.
Aquí termina la contextualización del proyecto de Mo-
lina y de su pensamiento jurídico, no menos liberal ni más
original que el de sus contemporáneos. Posteriormente hare-
mos una exposición muy breve de sus secuelas, en el derecho
positivo y en la doctrina. Primero, en el derecho, en 1910 el
Congreso expidió una nueva ley de aguas, que según Clifton
142 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Kroeber representó la organización de la política hidráulica


nacional y la positivización de las propuestas complejas al
problema de la irrigación que se habían venido dando desde
1905. Examinaremos la poca o nula influencia del proyecto
de Molina, que era uno de estos análisis complejos, en dicha
ley. Segundo, en la doctrina, describiremos brevemente la
transformación que la doctrina del dominio público sufrió en
el derecho administrativo francés, ahora influido por las ideas
del "socialismo jurídico", que en Europa ya se perfilaba desde
el último cuarto del siglo XIX como la reacción a los excesos
del individualismo del derecho de propiedad y del contra-
to de la codificación civil. El Estado devino propietario de las
aguas en México, pero no gracias a Molina y al precedente
colonial, sino a la transformación de la doctrina en Francia, que
los administrativistas mexicanos de los treinta trasplantaron
definitivamente en México.
Sin embargo, el texto de Molina, sobre todo el primer
párrafo del artículo 27 que otorga la propiedad originaria
de las tierras y las aguas a la nación estaba ahí, y había que
darle sentido. Y los administrativistas mexicanos lo hicieron.
Irónicamente, la interpretación del párrafo, que es de carácter
publicista y no privatista como pretendía Molina, ha marcado
la manera como la propiedad del artículo 27 -sea sobre las
aguas, el petróleo, las minas o las tierras ejidales- ha sido
entendida por los abogados mexicanos. En líneas generales,
esto se debe a la separación del derecho público y el privado
en los países civilistas, y al paso del agua y otros recursos, del
derecho privado-civil al público-administrativo. En nuestro
trabajo explicaremos que la nueva interpretación de la tesis
patrimonialista no se le debe a Molina, sino a Jorge Vera Es-
taño!, quien la articuló como parte de los alegatos formulados
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 143

en el juicio del Tlahualilo por el gobierno federal, a quien


éste representó. Dicha interpretación, de carácter publicista,
y contraria a la de Molina, Cabrera y Pallares, fue adoptada
después de los treinta por el influyente administrativista Ga-
bino Fraga, lo cual dio las bases para una dimensión distinta
del paso "del Rey a la Nación", con profundas consecuencias
en la práctica jurídica y en el entendimiento del artículo 27
por los profesores y abogados mexicanos.
Comencemos la exposición, que por motivos de espacio
y extensión de temas, deberá ser breve. En la medida en que
el argumento aquí expuesto es nuevo, y estamos seguros,
será sujeto a muchas críticas por parte de conocedores de la
interpretación oficial de la obra de Molina Enríquez, hemos
preferido hacer un uso un tanto desmesurado de citas directas
de los autores comentados. Con ello, ofrecemos al lector el
texto y las referencias, para que él mismo las consulte, confirme
y formule las observaciones que crea pertinentes.

Los PROLEGÓMENOS DE "EL PROBLEMA


DE LA IRRIGACIÓN" EN Los GRANDES PROBLEMAS
NACIONALES: EL PROYECTO DE LEY DE AGUAS
FEDERALES DE MOLINA ENRfQUEZ (1905-1906)

Hasta donde sabemos, solamente los historiadores Clifton


Kroeber y Stanley Shadle han estudiado el proyecto de ley
de aguas federales de Molina Enríquez, cuyo articulado fue
publicado en nueve ediciones del periódico católico El Tiempo
en 1905,27 y después por la Sociedad Agrícola Mexicana, ahora

27 Andrés Malina Enríquez, "El aprovechamiento de las aguas y la

agricultura', E/Ttempo, sábado 28 de octubre de 1905, pp. 1y4 (arts. 1-22);


144 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

precedido de un estudio introductorio, en 190628 • Ambos au-


tores se han acercado al proyecto de maneras distintas. Primero,
en 1983, Kroeber elaboró un resumen del proyecto de 1906,
sitúandolo entre los "análisis complejos" del problema de la
irrigación que tanta importancia había cobrado en las políticas
públicas mexicanas de comienzo del siglo XX. Kroeber con-
trastó la posición de Molina con otros análisis de prominentes
ingenieros y hacendados que produjeron estudios diversos
entre 1905 y 1910, los cuales proponían la intervención del
gobierno federal, pero destacando el de aquél por ofrecer una
solución al problema de la jurisdicción de las aguas entre la
Federación y los estados, en respuesta a las confusiones legales
generadas por la expedición de la Ley de Vías Generales de
Comunicación de 1888.
Por su parte, en 1994 Shadle retomó cuatro ediciones -de
un total de nueve- del proyecto publicado en El Tiempo en
1905 que, como él mismo indica, anteriormente había sido
ignorado. Según él, la importancia de este proyecto es que
en el mismo se halla el origen del pensamiento de Molina sobre
el precedente colonial, que éste después extendería a las tierras

Id., domingo 29 de octubre de 1905, pp. 1 y 4 (ares. 23-49); Id., martes 31


de octubre de 1905, pp. 1y4 (ares. 50-70); Id., domingo 5 de noviembre de
1905, pp. 1y4 (ares. 71-86); Id., domingo 12 de noviembre de 1905, pp. 1
y4 (ares. 87-121); Id., martes 14 de noviembre de 1905, pp. 1 y4 (ares. 122-
144); Id., miércoles 15 de noviembre de 1905, pp. 1y4 (arts. 145-161); Id.,
jueves 16 de noviembre de 1905, pp. 1 y 4 (ares. 162-169); y Id., miércoles
22 de noviembre de 1905, pp. 1y4 (arts. 170-185).
28 Andrés Molina Enríquez, Proyecto de Ley de Aguas Federales para los

Estados Unidos Mexicanos, Tip. Particular de la Sociedad Agrícola Mexicana,


México, 1906. Agradezco a Jessica Ríos, coordinadora de Préstamos Bibliote-
carios de la Biblioteca de la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard, la
ayuda prestada y los esfuerzos para conseguir el acceso a este documento.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 145

en Los grandes problemas. En su análisis del proyecto, Shadle


enfatizó las partes del mismo que más claramente indican
que, en su redacción, Molina se basó en Las Siete Partidas.
Las disposiciones seleccionadas pasaron a formar parte del
texto del artículo 27 de la Constitución de 1917, que de esta
manera implicó la transformación del derecho de propiedad
liberal en un retorno al precedente colonial. Veamos con más
detalle el contenido de los análisis de ambos.

Los andlisis complejos de "El problema


de la irrigación"

Entrado el siglo XX, el enfoque de los informes de gobierno de


Porfirio Díaz había cambiado completamente. No se trataba
más de la colonización de tierras por inmigrantes extranjeros o
del deslinde de tierras baldías, como lo había sido en los años
ochenta del siglo anterior.
Entre 1905 y 191 O, prominentes ingenieros, burócratas
y hacendados articularon diversos análisis del "problema de
la irrigación" cuya resolución era considerada crucial para
promover la agricultura a escala nacional. El aumento de la pro-
ducción agrícola y la estabilidad de las cosechas para garantizar
un mínimo de alimentos y de materias primas año con año; la
construcción de un mayor número de vías de comunicación
para su transporte; la explotación de los recursos hidráulicos
y por tanto, las concesiones para el aprovechamiento de las
aguas de jurisdicción federal comenzaron a figurar de manera
importante en dichas discusiones. 29

29 Clifton Kroeber, Man, Land and mzter, Mexico's Farmlands lrrigation

Policies 1885-1911, University ofCalifornia Press, 1983, p. 33.


146 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

Kroeber señala que uno de los análisis más complejos e


importantes sobre el problema de la irrigación fue el de Rober-
to Gayol, uno de los ingenieros más destacados del país, quien
en 1906 articuló una propuesta para la Secretaría de Fomento
a partir de su larga experiencia en la construcción de grandes
obras de infraestructura privadas y públicas, así como de los
resultados de su observación directa de la ejecución de diversas
políticas hidráulicas en sus viajes por Asia, el Medio Oriente,
Europa y Estados Unidos, lugares a donde el gobierno le había
enviado para que inspeccionase distintos proyectos de irriga-
ción y colonización. Centrando su atención en la preparación
de los campos de cultivo para el riego y posteriormente su
colonización, Gayol propuso que el gobierno federal asumiera
todas las tareas, desde los estudios de viabilidad de los proyectos
hasta la construcción y el manejo de la infraestructura. Para
garantizar la oferta de agua, debía ser el gobierno federal, no
las empresas privadas, que no podrían reunir capitales de esa
magnitud, quien debía llevar a cabo la construcción de grandes
presas y canales a escala nacional. Con ello, el gobierno federal
pondría el agua a disposición de los propietarios de las tierras
cercanas a las obras, quienes pagarían por la misma con tierras
que el gobierno a su vez supervisaría para su colonización por
pequeños agricultores. En vista de los montos de inversión
requeridos, no había razón para otorgar concesiones perma-
nentes, exenciones fiscales y subsidios a las empresas privadas.
Dichos ingresos, por el contrario, podían ser utilizados por
el gobierno federal para construir más obras hidráulicas. 30
Otro de estos análisis complejos del problema de la
irrigación fue el de Molina quien en 1906 publicó un estu-

30 !bid., pp. 63-65.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 147

dio en la forma de un "Proyecto de Ley de Aguas Federales"


que, según Kroeber, tenía como finalidad reemplazar la Ley
de Vías Generales de Comunicación de 1888. 31 Sobre el
mismo, Kroeber señala que, para Molina, la ley de 1888, la
cual solamente contenía el listado de las corrientes de aguas
de jurisdicción federal, no era eficaz para regular los proyec-
tos de infraestructura en concreto y garantizar su administra-
ción efectiva. En la ley, Molina incluyó obras de irrigación,
de electricidad, de provisión a pueblos y ciudades y, sobre
todo, de vías de comunicación que conectaran a aquellas, por
agua o tierra, y recomendaba el siguiente orden de prioridad
para la asignación de las aguas: primero, las comunicaciones;
segundo, los usos domésticos; y tercero, la energía eléctrica y
la irrigación, en el mismo plano. 32
Al igual que Gayol, Molina consideraba que dichas obras
no podrían ser llevadas a cabo por la iniciativa privada, sino
que tendría que efectuarlas el gobierno. Sin embargo, Molina
ofrecía una visión más amplia que Gayol -y ésta era su ver-
dadera aportación a los análisis complejos- pues aquel estaba
consciente de la confusión jurídica alrededor de la propiedad
de las aguas y de la jurisdicción de las corrientes entre la Fede-

31 !bid., p. 64. De esta interpretación, pareciera que Kroeber pensó que

el proyecto de Molina era original, no solamente por "solucionar" el problema


de la jurisdicción, sino también porque ofrecía una regulación detallada del
régimen de concesiones para las aguas, que en 1888 no existía. Sin embargo,
dicho régimen sí había sido regulado a fondo antes de su proyecto. Como
veremos adelante, después de 1888 el Congreso había expedido un decreto
(1894) que regulaba el régimen de concesiones de agua para industria y riego
y, sobre todo, también había expedido una ley (1902) en la que regulaba con
detalle dicho régimen administrativo, la que Molina tomó como punto de
partida para su proyecto.
32 !bid., p. 65.
148 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

ración y los estados, un problema que había generado intensos


debates precisamente a partir de la expedición de la ley de
1888. Al analizar el aspecto del régimen de propiedad en el
proyecto, Kroeber coincide con la interpretación tradicional en
que Molina había dicho que la propiedad debía ser reformulada
tomando en cuenta la legislación y las costumbres coloniales, y
es todo lo que al respecto nos dice. En cuanto a la jurisdicción,
donde radica lo valioso de su resumen, Kroeber destaca aquello
en lo que Molina, como abogado que era, distinguía al suyo de
otros análisis, especialmente con respecto a los de ingenieros
como Gayol, pues aunque Molina coincidía con aquel en que
el gobierno debía tomar las riendas de la política de irrigación,
éste concebía distintas esferas de autoridad para el gobierno
federal, los estados y los individuos y empresas. 33
Dentro de dichas esferas de autoridad, el gobierno federal
tendría la jurisdicción sobre las corrientes permanentes; por
su parte, los estados tendrían la jurisdicción de las corrientes
transitorias y de las aguas de lluvias. 34 Con esta clasificación
de aguas en permanentes y transitorias, ahora establecida por
vía legislativa, Molina había propuesto un criterio concreto
y claro para solucionar los debates jurídicos alrededor de la
jurisdicción de los estados, que había dado lugar a una gran
cantidad de litigios después de 1888, a partir de que Fomento

33 /bid., p. 66.
34 Para elaborar esta distinción de aguas en permanentes y transitorias,
Molina se basaba en la regulación del agua en el derecho romano, que influyó
en el carácter público de los ríos perennes. Sobre el derecho romano de las
aguas, véase Rafael Gay de Montellá y Cristóbal Massó Escofet, Tratado de
/,a legisl.ación de aguas públicas y privadas, t. I, Legislación fundamental, 3a.
ed, Bosch, Barcelona, 1956, pp. 13-18.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 149

declarase la jurisdicción federal de muchas corrientes menores


en el país. 35
En cuanto a la jurisdicción de los estados sobre las aguas de
lluvias, la interpretación de Kroeber, que a nosotros nos parece
la correcta, pareciera contradecir la manera en que Córdova
interpretó a Molina en lo relativo a la dirección del país por
el Poder Ejecutivo Federal. Molina daba gran importancia a
los estados, puesto que en su proyecto los mismos tendrían la
jurisdicción sobre las aguas de lluvias, que según éste consti-
tuían la mayor y más propicia fuente de agua para la irrigación.
En palabras de Kroeber:

Malina creía que las más grandes cantidades de agua disponible


las constituía el agua de lluvias, y sus escurrimientos en corrientes
no permanentes. De este modo, Malina recomendaba que todas
estas fuentes de agua cayesen bajo jurisdicción de los estados,
para que las leyes administrativas estatales supervisaran los
aspectos relevantes de la irrigación de tierras de su jurisdicción.
Las autoridades regionales serían las encargadas de promover la
construcción de presas y otros proyectos de irrigación, grandes
y pequefios. 36

Por razones de espacio, no entraremos en detalle con


respecto a otros análisis complejos, como el que Francisco
I. Madero elaboró en el año de 1907 para convencer a otros
propietarios del río Nazas a unirse para intentar persuadir al
gobierno federal de que financiara la construcción de una
presa en el Cañón de Fernández con objeto de incrementar
la producción local de algodón; o el de Leopoldo Palacios de

35 Kroeber, !bid., p. 69.


36 !bid., p. 67.
150 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

1909, quien estudiando cómo hacer más eficiente la irrigación


en parcelas pequefias, insistía en la intervención gubernamental
para financiar los proyectos, distribuir el agua y controlar los
posibles conflictos en las cuencas. De la lectura que Kroeber
hizo de las mismas, lo que estaba claro es que, aunque diferían
en sus prescripciones específicas, todos estos análisis elaborados
entre 1905 y 1910, y no solamente el de Molina, reconocían
que el problema de la irrigación requería tomar medidas ur-
gentes, y que se precisaba la intervención del gobierno federal
en una escala hasta ese entonces no vista. De tal modo, todas
estas ideas, y no sólo las de Molina, debieron ser consideradas o
desechadas en la elaboración de la política hidráulica nacional
del gobierno federal a partir de 1910. 37
En 191 O, el ingeniero Manuel R. Vera, el jefe de la Sección
Quinta -encargada de la materia de aguas- de la Secretaría
de Fomento a partir de 1900, había formulado el análisis
más importante del problema de la irrigación entre aquellos
publicados antes de la Revolución, el cual, según Kroeber,
constituye los cimientos de la política hidráulica mexicana
en la primera mitad del siglo XX. Sus recomendaciones, que
enfatizaban la necesidad de generar información específica
sobre las cuencas hidrográficas del país para poder formular
la política hidráulica del gobierno federal, y para promover la
inversión privada en proyectos de menor escala que proveye-
ran los fondos para continuar el estudio de más corrientes, se
convirtieron en la política oficial sancionada por el entonces
secretario de Fomento, Olegario Molina. Vera proponía dar

37 Refiero al lector a las páginas de Kroeber, que en detalle explica estos


y otros análisis, "simples" y "complejos", del problema de la irrigación. /bid.,
pp. 31-86.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 151

tanta autoridad legal al gobierno federal como fuese necesario


para llevar a cabo sus funciones de reconocimiento de ríos y
construcción de proyectos, incluso en perjuicio de los dere-
chos adquiridos y los derechos privados nuevos, que no serían
simplemente revisados y confirmados automáticamente, sino
a partir de evaluaciones y consideraciones de interés público
por parte del gobierno. 38
Su proyecto fue publicado el mismo año en que el Con-
greso discutía una nueva propuesta de ley de aguas para crear
el servicio hidráulico nacional que Vera deseaba, una ley sobre
cuya necesidad el entonces secretario de Fomento, Olegario
Molina, había insistido en sus informes anuales desde 1908.
Según Kroeber, para elaborar su propuesta, Vera había leído
muchos de los análisis sobre la irrigación publicados en ese
tiempo, incluyendo el Proyecto de Ley de Aguas Federales de
Molina Enríquez. 39 Más adelante veremos lo que de su análisis
sobrevivió en aquella ley.

El retorno al precedente colonial en el Proyecto


de Aguas Federales (El Tiempo, 1905)

De acuerdo con Stanley Shadle, los orígenes de la teoría jurídica


de la propiedad de Los grandes problemas nacionales -que,
según Córdova e incluso Kroeber, se fundamenta en el prece-
dente indiano- se encuentran en la propuesta de ley de aguas
federales de la que hemos venido hablando, la cual Molina
publicó por vez primera no en 1906, sino en 1905, en varias

38 /bid., p. 84.
39 Clifton B. Kroeber, "La cuestión del Nazas hasta 1913", Historia
Mexicana, vol. XX, julio 1970-junio 1971, nota 27, p. 441.
152 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

ediciones del diario católico El Tiempo. 40 Según Shadle, este


proyecto "revela cómo [Molina] regresó a la tradición jurídica
colonial cuando buscaba legislación que beneficiara a todos los
mexicanos". Mientras que "el derecho absoluto de propiedad
privada tenía precedencia sobre el interés social en las mentes
de la mayoría de los profesionales del derecho en México",
Molina revirtió esta precedencia por el bien del país. 41
En sus líneas más generales, Shadle expuso lo mismo que
Kroeber en cuanto al contenido del proyecto; por ejemplo,
el gobierno federal tendría el "control" de todas las fuentes
permanentes de agua y sólo otorgaría concesiones para su uso
a individuos o pueblos por "recomendación" de la Secretaría
de Fomento. 42 Más allá de estos dos elementos, éste se enfocó
en encontrar los fundamentos legales en que Molina volvía al
precedente colonial.
Las conexiones de dicho proyecto con la legislación colonial
de aguas las elaboró Shadle, no a partir del propio proyecto,
sino de la historia del derecho de aguas en el sureste mexicano de
Michael C. Meyer, teniendo siempre en mente el argumento
posterior de Los grandes problemas sobre la propiedad de las aguas
que, después de la Independencia, había pasado del rey a la na-

40 Según Shadle, cronológicamente este proyecto sería el primer escrito

donde Molina propusiera "el retorno al precedente colonial". Pero la misma


formulación del origen histórico del sistema de propiedad en México está
contenida también en "La reforma y Juárez", del mismo año. Andrés Malina
Enríquez, La reforma y Judrez: estudio histórico-sociológico, trabajo que obtuvo
accesit en el concurso literario abierto por la Comisión Nacional del Cente-
nario de Juárez, Tipografía de la Viuda de Francisco Díaz de León, México,
1906, pp. 22-25.
41 Stanley Shadle, op. cit., pp. 25-27.
42 !bid., p. 26.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 153

ción. 43 En otras palabras, creemos nosotros, Shadle estudió las


Partidas en la obra de Meyer, y buscó las disposiciones similares
en el proyecto de Molina, deduciendo que en su proyecto éste
había legislado aquellas. Su argumento es como sigue: Primero,
en Las Siete Partidas, el agua era considerada como un "derecho
de propiedad temporal 'sujeto a la intervención del Estado', con
miras al bien común". Segundo, bajo las Partidas se permitían los
usos comunes del agua para las necesidades básicas como beber,
para la pesca y el transporte y; por el contrario, las mismas reque-
rían "concesiones" de la Corona para la irrigación y el uso del
agua para energía. Finalmente, éstas permitían la propiedad pri-
vada del agua si la corriente originaba en el predio individual. 44
Consistente con las Partidas, el proyecto de Molina, pri-
mero, transformaba el régimen de propiedad del agua dando
al gobierno federal el derecho de intervenir en la propiedad
privada para asignar el agua sobre la base de la "utilidad
pública''; 45 segundo, el mismo no requería permiso del gobier-
no federal para beber, bañarse o lavar ropa -o sea, para los usos
domésticos-46 y, por el contrario, sí requería concesiones del
gobierno federal para la irrigación y la producción de energía.
. Finalmente, al igual que las Partidas, su proyecto permitía
la propiedad privada del dueño de un predio si las aguas se
originasen en el mismo. 47

43 Citando a Michael C. Meyer, \.%ter in the Hispanic Southwest: A

Social and Legal History, 1550-1850, Tucson, University of Arizona Press,


1984, pp. 107-108.
44 Jdem.
45 Cfr. Molina Enríquez, op. cit., El Tiempo, 15 de noviembre de

1905, p. 4.
46 Cfr. E/Tiempo, 31 de octubre de 1905, p. 4.
47 Idem.
154 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

Según Shadle, la teoría jurídica de la propiedad que


Molina había desarrollado en este proyecto para las aguas,
la extendió a las tierras y los demás recursos en Los grandes
problemas. El retorno al precedente colonial proveyó "los me-
dios legales para limitar los derechos de propiedad privada en
interés de la sociedad'', porque, como la Corona, el gobierno
mexicano ahora tendría "el derecho de revocar la propiedad
privada". 48 Molina insertó dicho principio fundacional en el
artículo 27: la propiedad originaria de la nación sobre las tierras
y las aguas y la facultad para imponer a la propiedad privada
las limitaciones que dicte el interés público. 49
Además, según éste, el listado específico de las aguas
de la nación del artículo 27 proviene también del proyecto de
Molina, específicamente en cuanto a los siguientes puntos:
primero, la propiedad de la nación de todos los océanos,
lagos y ríos; segundo, la regulación de las fuentes de agua
permanentes y temporales; tercero, la regulación de las aguas
limítrofes entre México y otros países, o entre los estados de la
Federación; cuarto, la propiedad privada del agua al interior de
un predio individual; y por último, el régimen de explotación

48 Los grandes problemas, 1978, p. 226. En esta página de la edición de

1978, Molina articulaba el origen histórico de la propiedad de la Corona


española para discutir el problema de la propiedad y jurisdicción de los bal-
díos, pero no la "expropiación por causa de utilidad pública", que no es un
retorno al precedente colonial, como Shadle parecía pensar, sino el régimen de
expropiación, un mecanismo liberal de limitación del derecho de propiedad
privada en la Constitución de 1857.
49 Las limitaciones y modalidades al derecho de propiedad en el artícu-

lo 27 no son lo mismo que el derecho de expropiación por causa de utilidad


pública. En cuanto a las primeras, véase la contribución de Antonio Azuela
en este número. Sobre la expropiación hablaremos brevemente al final de
este trabajo.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 155

de las aguas federales solamente por vía de concesiones, que


Molina claramente había artículado a partir del precedente de
las "concesiones" coloniales. 50
En lo que sigue, describiremos en detalle las características
de ambos proyectos de aguas de Molina, el de 1905 y el de
1906. Luego, trataremos de situar dicho proyecto en el con-
texto de las doctrinas liberales del siglo XIX relacionadas con las
aguas para iluminar las imprecisiones de las interpretaciones
tradicionales del proyecto, específicamente en lo relativo al
retorno al precedente colonial y el régimen de concesiones, lo
cual nos dará un entendimiento distinto del primer párrafo del
artículo 27 y del listado de las aguas de la nación.

Nuestra lectura de las foentes primarias: el Proyecto


de Ley de Aguas Federales de Molina Enrlquez
(1905-1906)

El proyecto de ley de aguas que Molina había publicado en


varias ediciones de El Tiempo en 1905, estudiadas por Sha-
dle, fue impreso también en 1906, esta vez por la Imprenta
de la Sociedad Agrícola Mexicana. Esta última edición ya
incluía un estudio introductorio, mismo que fue resumido
por Kroeber. En términos de las interpretaciones anteriores
de su proyecto, de ninguna manera puede entenderse si la
teoría de la propiedad significaba o no "el retorno al prece-
dente colonial" sin leer las explicaciones sobre el derecho de
propiedad que éste efectuó en dicha introducción al proyecto
de 1906. Además, en relación con Los grandes problemas, sin
leer dicha introducción tampoco puede comprenderse cuán

50 Shadle, !bid., p. 73.


156 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

cerca o lejos Molina estaba de "la ideología del Poder Ejecutivo


Federal", en los términos formulados por Córdova. Aunque
el contenido del articulado del texto de 1905 había pasado al
de 1906, éste había aumentado de manera sustancial, precisa-
mente en relación con su insistencia en los orígenes coloniales
de la propiedad y el problema de la jurisdicción de las aguas
entre la Federación y los estados. Las partes más relevantes de
dicha introducción pasaron al capítulo de "El problema de la
irrigación'' en su gran obra.
Cabe mencionar que este proyecto no es el primer acer-
camiento concreto de Molina a la cuestión de las aguas, pues
según él mismo explica en la Advertencia preliminar, ante-
riormente había elaborado un proyecto de ley de aguas para
el Estado de México, 51 y sobre sus ideas había experimentado,
"con felices resultados", durante el tiempo que ocupó el cargo
de Jefe de la Sección de Fomento de la Secretaría de Gobier-
no de dicho estado.52 De igual modo, esta publicación de
1906 no es exactamente la misma que había sometido a la con-
sideración del general González Cosío, el entonces secretario de
Fomento para quien Molina la había redactado. Este proyecto
de 1906, Molina lo había modificado para su publicación, en
sus propias palabras:

pues no he dejado de estudiar un solo día los asuntos de aguas,


desde hace doce ó trece años, y lleva la forma que en el momento
puedo creer definitiva. Mas como las modificaciones que he he-
cho al proyecto anterior, aunque no han sido grandes, sí han sido
sustanciales y profundas, no debo considerar que el proyecto
actual sea el mismo anterior, ni tiene ya objeto la dirección al Sr.

51 No hemos podido conocer este proyecto de ley de aguas estatal.


52 Molina Enríquez, Proyecto de Aguas Federales, op. cit., p. 4.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 157

Gral. González Cosío que antes llevaba y que de otro modo no


le habría yo quitado: tampoco debe llevar la fecha que llevaba
antes. Le he quitado pues, todo carácter personal y toda idea
de tiempo, dejándolo tal cual debe ser. 53

Aunque esto es difícil de determinar en el proyecto de


Molina, que en su mayoría carece de referencias, la lectura del
estudio introductorio revela que éste hizo un estudio extensivo
del derecho marítimo, civil y administrativo mexicano moder-
no codificado, y no directamente de Las Siete Partidas, las que
desde luego, habían influenciado la doctrina y el derecho civil
de la codificación. 54 Como para otros autores de la época en
la Europa de mediados del siglo XIX, 55 para Molina, redactar
una ley especial de aguas para el México de principios de
siglo XX constituía un esfuerzo sin precedentes, en virtud
de la necesidad de regular nuevos usos del agua que sólo habían
aparecido poco más de dos décadas antes, y de la evolución de
las doctrinas jurídicas para regular las mismas: 56
[Es difícil] la reducción de las expresadas cuestiones a las precisas
fórmulas de una ley, porque además de las dificultades propias de

53 "Advertencia", s/p.
54 Cft. Florencio García Goyena, Concordancias, motivos y comentarios
del Código Civil español, t. I, Imprenta de la Sociedad Tipográfico-Editorial,
Madrid, 1852.
55 Por ejemplo, para el contexto de la Ley de Aguas espafíola de 1866, la

primera legislación especial sobre el agua en Europa, véase Sebastián Martín-


Retortillo, La Ley de Aguas de 1866. Antecedentes y elaboración, Ediciones
Centro de Estudios Hidrográficos, 1963.
56 Estas eran las doctrinas del derecho administrativo, especialmente

de las concesiones, que en los países de tradición civil fueron reguladas por
primera vez para los ferrocarriles y carreteras; luego seguirían las aguas. Cft.
Eduardo García de Enterría, Dos estudios sobre la usucapión en el derecho ad-
ministrativo, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1955, p. 77.
158 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

ese trabajo, a vinud de haber variado con las nuevas condiciones


del progreso, las formas de utilización de las aguas, han variado
también los puntos de vista de la apreciación jurídica de ellas,
y los esfuerzos de la legislación por regular el nuevo estado de
cosas; tienen que hacerse, sin antecedentes propios que seguir
y sin ejemplos extrafios que imitar.57

En dicha introducción, Molina comenzó por explicar la


clasificación de las aguas "según las tradiciones clásicas"58 -las
que todavía siguen siendo materia introductoria de los trata-
dos españoles de legislación de aguas en el siglo XX- en aguas
comunes, públicas y privadas,59 para posteriormente establecer
las diferencias de esa clasificación -que era fundamentalmente
la del derecho civil español-60 con el derecho civil mexicano,
a partir del origen histórico de la propiedad en la Nueva Es-
paña. De acuerdo con dicha clasificación, las aguas comunes
eran -siguiendo el derecho marítimo-, primero, aquellas que,
como las del mar libre, estaban fuera del comercio y no podían
ser sujetas a apropiación privada y, segundo, las aguas de los
mares territoriales de cada nación, cuyos límites precisos eran
regulados por el derecho internacional público. 61 También

57 Molina Enríquez, Proyecto de Aguas Federales, op. cit., p. 3.


58 Las "tradiciones clásicas" se refieren al derecho romano. Gay de
Montella, op. cit., pp. 13-18.
59 Molina citó esta parte del texto, tal cual, en su capítulo sobre el

problema de la irrigación en Los grandes problemas, op. cit. (edición de 1909),


pp. 173-196.
60 La clasificación de bienes "públicos" -de uso común y propios-,

venía de la ley de 1902 que regulaba las aguas en México. Pero la distinción
original proviene del proyecto de Código Civil español. García Goyena,
Concordancias, op. cit., pp. 348-349 (arts. 385 y 386).
61 Molina Enríquez, Proyecto de Aguas Federales, op. cit., p. 5.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 159

eran comunes las aguas de las lluvias antes de incorporarse al


dueño de un terreno por accesión, y estaban reguladas por el
derecho común, o sea, el derecho civil.
Luego, las aguas públicas eran de dos tipos, las de "uso
común" y las "propias o patrimoniales". Las primeras eran las
que la autoridad dedicaba al uso público, como las de los ríos
navegables o flotables, y eran inalienables e imprescriptibles
-una distinción del derecho administrativo-. Las segundas
eran las que pertenecían a la autoridad en su carácter de persona
jurídica y que contribuían al servicio público de manera indi-
recta, por las rentas que producían -característica proveniente
de la clasificación de bienes públicos del Código Civil "según
las personas a que pertenecen", que después pasó al derecho
administrativo-. En lo que a nosotros nos interesa, en cuanto
a las primeras, por ejemplo, las aguas de uso común, cabe
insistir que, según aquella clasificación, éstas estaban sujetas a
explotación particular a través del régimen de concesiones -de
nuevo, bajo el derecho administrativo- que creaban cierto tipo
de derechos administrativos, pero no derechos de propiedad
privada bajo el Código Civil:

El dominio que la autoridad pública ejerce sobre las aguas


navegables o flotables, consiste en derechos de administración,
por lo que con sólo la limitación de no impedir ni estorbar
el uso común de la navegación o de la flotación, puede dicha
autoridad, hacer a particulares, concesiones de aprovechamiento
de dichas aguas para otros usos; pero esas concesiones que son
solo una forma de administración de las aguas, tienen que ser
y son en efecto, derechos de naturaleza personal, mueble, tem-
poral y revocable, no susceptibles de posesión, de propiedad ni
de servidumbre". 62

62 !bid., p. 6.
160 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Finalmente, las aguas privadas son aquellas sobre las que


se pueden tener los derechos de propiedad del Código Civil,
como el agua de pozos y de manantiales. Sobre la clasifica-
ción de aguas públicas y privadas, he aquí la diferencia con el
derecho civil europeo: el régimen de propiedad, en México,
derivaba de las bulas alejandrinas, y por tanto, existía un rango
mucho más amplio de aguas privadas que la que permitía la
clasificación del derecho europeo:

A mi entender, aunque debe ser aceptada y respetada en nuestro


país, la división de las aguas públicas a que acabo de referirme,
no debe ser considerada como fundamental, para deducir de
ella, como hasta ahora se ha hecho, el carácter público de las
aguas. En mi opinión, el carácter público de las aguas que ese
carácter tienen, debe deducirse, del origen común histórico del
sistema nacional de propiedad: de los derechos patrimoniales de
los reyes de Espafia a las aguas de América, como consecuencia
de la famosa bula noverint universi. [... ] el origen histórico de
la propiedad de las aguas, [es] semejante, si no igual, al origen
histórico de nuestra propiedad territorial. Es bien sabido que
las aguas de las colonias de América fueron consideradas por la
legislación de Indias, durante la dominación espafiola, como una
parte del patrimonio de los reyes de Espafia [... ] y es bien sabido
también, que los reyes de Espafia disponían de dichas aguas,
como de cosas personales propias, adquiridas legalmente.
Al hacerse México independiente, los derechos de esas mismas
aguas pasaron por sucesión forzosa de los reyes de Espafia a la
Soberanía Nacional, ni más ni menos que los demás derechos de
carácter civil común que a aquellos correspondían [... ] dentro
de sus condiciones constitucionales presentes [... ] conforme
a la Constitución Federal vigente, a la vez por la Federación y
por los Estados. [ ... ] Si pues dentro de las instituciones vigentes
puede darse a los poderes constitucionales, capacidad jurídica
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 161

suficiente para que continúen la de los poderes coloniales


correlativos, mucho se adelantará en el sentido de aclimatar y
asegurar dichas instituciones. [... ] . [L]a Soberanía Nacional
procederá como dueña, en virtud de verdaderos derechos de
propiedad y ejecutando actos de indudable transmisión de ella,
lo que equivaldría exactamente a reconocer la capacidad jurídica
de los poderes constitucionales para tener esta propiedad, o bien
la nueva adquisición no sería sino una de tantas concesiones
administrativas, y entonces, por una parte, la propiedad de las
aguas quedaría cerrada para siempre a toda adquisición indi-
vidual que constituyera una verdadera propiedad privada, o lo
que es lo mismo, la propiedad de las aguas quedaría estancada
para siempre en manos de los poderes constitucionales, y por
otra parte, las concesiones que se hicieran, tendrían inevitable
e irremisiblemente, que ser siempre temporales, muebles y
revocables, no susceptibles de propiedad, de servidumbre ni
de posesión. 63

Según Molina, concebir la propiedad patrimonial de la


Soberanía Nacional en su forma constitucional de sistema
federativo -en líneas generales, las aguas navegables y flotables
a la Federación, y las aguas de lluvias a los estados-, permitiría
al gobierno "distribuir las aguas, según convenga, en una escala
de concesiones que puede comprender, desde la enagenación
(sic) absoluta hasta el simple uso precario", que en términos
del derecho civil se refería a derechos que iban desde la pose-
sión y el usufructo hasta la propiedad en sentido absoluto. 64
Fuera de esas aguas que la Federación y los estados otorgasen
a los particulares en forma de derechos de propiedad privada,
todas serían públicas: las de los mares territoriales; las de los

63 /bid., pp. 6-10.


64 /bid., pp. 11-12.
162 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

esteros y lagunas de las playas; las de los lagos interiores


de formación natural y carácter permanente; las de los ríos de
corriente constante; las de las lluvias, mientras no cayesen en
terreno privado y se incorporasen a éste por accesión, y las de
los arroyos, porque su cauce destruye precisamente toda idea
de accesión y de propiedad privada. De estas aguas de propie-
dad pública, el Estado, según si la jurisdicción era federal o
estatal, podría transmitir derechos de explotación a través de
concesiones administrativas, que solamente darían derechos
temporales, muebles y revocables. 65
Como bien apuntó Kroeber para distinguirlo de otros
análisis complejos, el proyecto de Molina tocaba el proble-
ma de la jurisdicción de dichas aguas públicas, siguiendo el
mismo esquema de la estructura de la propiedad territorial
de la "Soberanía Nacional", que dividió la jurisdicción de las
aguas entre la Federación y los estados. La asignación de la
jurisdicción para Molina dependía de dos criterios. Primero,
según el derecho internacional público, quedaban bajo ju-
risdicción federal las aguas de los mares territoriales, de los
esteros, de las lagunas, de las playas, y de los ríos y arroyos
que sirven de límites del país; y bajo el derecho público inte-
rior, eran de jurisdicción estatal las comprendidas dentro del
territorio de cada estado. Segundo, según la condición física
de las aguas, estarían bajo jurisdicción federal las aguas fijas y
permanentes, y bajo jurisdicción estatal las aguas torrenciales
y las lluvias. 66
Tal como dice Kroeber, y contrario a lo que Córdova
concebía como la ideología del poder del Ejecutivo Federal,

65 !bid., p. 10.
66 !bid., p. 14.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 163

que se traduce en un papel minimalista para los estados y los


particulares, Molina sí concebía un papel para aquéllos, que
de hecho era central en el gran problema de la agricultura
nacional, porque pensaba que las lluvias eran la fuente de
aguas más importante para la irrigación; y en su proyecto
había dado a éstos la propiedad de las mismas dentro de sus
respectivas jurisdicciones. Esta parte de su texto pasó íntegra
a Los grandes problemas:

[P] arece a primera vista, repito, que en la distribución que acabo


de hacer, todas las aguas han sido para la Federación, y poco, casi
nada de ellas, ha quedado para los Estados. No es así, porque
[ ... ] a los Estados les han quedado las aguas de lluvias. [... ] Las
aguas de lluvias, tienen á mi entender, en nuestro país, mayor
importancia, que las permanentes ó fijas. Estas, por causa de
la configuración del territorio nacional, son de fácil aprovecha-
miento para la industria, pero para la agricultura, por la misma
razón, son de muy difícil aprovechamiento. La irrigación hay
que esperarla, no de las derivaciones de dichas aguas, sino del
almacenamiento de las aguas de las lluvias. 67

Además, una vez expuesta su teoría de la propiedad


privada derivada de la propiedad patrimonial de la nación,
Molina había acuñado -en el proyecto de 1906, pero no en
el de 1905-68 una figura jurídica llamada "concesiones de

67 /bid., p. 18. Este texto se encuentra también en Los grandes problemas

(ed. 1909), pp. 183-184.


68 El proyecto de 1905 contempla solamente un régimen de concesiones

administrativas. En aquél, Molina sí ofrece la distinción entre propiedad y


jurisdicción, pero d proyecto no contiene mecanismos legales específicos para
explotar las aguas de propiedad y jurisdicción de los estados, ni de propiedad
privada de los particulares.
164 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

enajenación",69 según las cuales la Federación o los estados,


dentro de la esfera de su jurisdicción sobre las aguas, transferían
"al concesionario la propiedad absoluta de las aguas materia de
la concesión", en el sentido del derecho civil, por oposición a las
concesiones administrativas, que sólo otorgaban derechos de
simple uso, "de naturaleza personal, precaria, mueble, temporal
y revocable" ,70 como se regulaban en el derecho administrativo
europeo y mexicano. Esta es precisamente la forma normativa
del derecho de propiedad privada de las aguas derivado de la
propiedad patrimonialista de la Corona española, transferida
a la Soberanía Nacional después de la Independencia.
Las concesiones de aguas para irrigación eran precisa-
mente concesiones de este tipo, de enajenación, por ejemplo,
para constituir, como dice su artículo 46, la propiedadprivada
absoluta, y no derechos de uso revocables bajo el régimen
administrativo. En otras palabras, de modo completamente
contrario a la interpretación de Córdova sobre la necesidad
de un poder dictatorial del Presidente de la República para la
solución de los grandes problemas nacionales -en este caso
el de la irrigación-, en su proyecto Molina concebía un me-
canismo para otorgar a los particulares la propiedad privada
de las aguas de lluvias, que estarían bajo la jurisdicción de los
estados, para que fueran aquéllos, y no el Ejecutivo Federal,
quienes llevaran a cabo la agricultura de irrigación en la zona
fundamental de los cereales. 71

69 Molina Enríquez, Proyecto de Aguas Federales, op. cit., Arts. 5 y 7-I,

pp. 39-40.
70 !bid., art. 46, p. 54.

71 Como d mismo Molina lo indica, su proyecto está formulado para la

wna fundamental de los cereales. !bid., pp. 29-30. Ya se ha dicho que la irriga-
ci6n de la wna fundamental, uno de los grandes problemas nacionales, debía
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 165

Sin embargo, esto no significa que Molina no concibiera


un papel muy importante para el gobierno federal que en su
proyecto tenía la propiedad y jurisdicción de prácticamente
todos los ríos del país y sus afluentes, y cuya explotación sólo
podía llevarse a cabo por medio del otro mecanismo legal,
el de las "concesiones de administración", que solamente
daban lugar a derechos temporales y revocables, de carácter
administrativo. En el proyecto, Molina le daba la prioridad
en la asignación de todos los usos de agua a la construcción
de nuevas vías de comunicación -de jurisdicción federal-, por
encima de cualquier otro uso, porque estaba consciente de
la necesidad de transportar los productos de la agricultura a
mercados remotos fuera de la wna fundamental. Curiosamen-
te, Córdova, quien tenía toda la razón en la centralidad de la
producción alimentaria para Molina, no la tuvo en cuanto a las
vías de comunicación, que eran más que un simple "derivado",
a cuyo uso Molina había otorgado la prioridad más alta en la
asignación de las aguas, y en cuyo proyecto eran, por decirlo
así, el meollo del "poder dictatorial" del Ejecutivo Federal del
que Córdova hablaba. En palabras de este último:

ser llevada a cabo por la pequeña propiedad privada. En lo que no se ha hecho


suficiente énfasis es en el papel del Estado con relación a aquella, que estaba
muy lejos de ser "dictatorial". Luis Aboites, quien dedica a Molina solamente
la mitad de un párrafo de su libro, ya lo había dicho: "Molina Enríquez insistía
en que la función del Estado 'no debe pasar de la de prestar ayuda". Aboites,
op. cit., p. 105. Además, en lo que no se ha reflexionado suficientemente es
en que, para llegar a la "pequeña propiedad", la propiedad privada absoluta
era el centro de la teoría jurídica de Molina. Por eso, entre otras cosas, Molina
es un representante más de la conciencia jurídica clásica, y no del derecho
social regulador. Y por eso también, el Molina-jurista no era menos liberal
que Wistano Orozco, pero la diferencia entre ellos es que abrazaban teorías
fundacionales de la propiedad distintas, como veremos luego.
166 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Molina, ciertamente, nunca sintió una gran simpatía por el de-


sarrollo industrial del país; en todo caso lo consideraba un dato
secundario respecto al problema central que cualquier nación
debía resolver y que era el de su producción agrícola. Incluso,
en lo que a esta última respecta, su sector verdaderamente im-
portante era el que se dedicaba esencialmente a la producción
de alimentos y, en última instancia, a la producción de cereales,
en especial aquellos que la mayoría de la población consumía.
[ ... ] Lo demás, la industrialización, el comercio, las finanzas,
las vías de comunicación [... ] eran un derivado, importante,
vital si se quiere, pero un derivado al fin, de la fortaleza que el
organismo social mostraba en ese renglón tan principal que era
la producción de alimentos [... ].72

Ahora, retomando el análisis de Shadle, en su proyecto


Molina no había hecho un estudio de Las Siete Partidas-que,
baste decir brevemente aquí, los historiadores del derecho
dudan que hayan sido aplicadas en las Indias- para codificar-
las en forma de una ley de aguas "que beneficiara a todos los
mexicanos". De la clasificación de las aguas con que introduce
su estudio no sabemos con certeza, por falta de referencia
alguna, si Molina leyó a los juristas europeos, pero por lo me-
nos sí leyó con extremo cuidado el propio derecho mexicano
codificado según él mismo dice en su introducción, 73 sobre
todo, el Código Civil y las leyes y decretos administrativos
que de un modo u otro regulaban el agua a partir de los años
ochenta del siglo XIX. Un examen de dichas leyes revela que,
para formular su proyecto, Molina leyó lo siguiente: el capítulo
de bienes públicos -de donde obtuvo la clasificación origi-
nal de bienes de uso común y propios-y de servidumbres, de

72 !bid., p. 44.
73 !bid., p. 7.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 167

los códigos civiles de 1870 y 1884;74 el listado de la jurisdicción


de las aguas federales -modificado de acuerdo con la distin-
ción romana de aguas permanentes y transitorias en su proyec-
to-, de la "Ley de Vías Generales de Comunicación" de 1888;75
y las condiciones específicas para el otorgamiento de concesio-
nes federales-especialmente el requisito de no daño a terceros,
la inspección de los proyectos por ingenieros, y la estructura
de exenciones, depósitos, y derechos de expropiación para los
concesionarios que su proyecto otorgaba- del "Decreto del
Congreso que autoriza al Ejecutivo para que haga concesiones
para aprovechar las aguas de jurisdicción federal en riegos y
en la industria'' de 1894. 76
Por último, quizá la fuente más relevante de todas, Molina
ciertamente había leído la clasificación de los bienes públicos de
la "Ley sobre el Régimen de Clasificación de Bienes Inmuebles
Federales" de 1902,77 que dividía los bienes inmuebles de la

74 Código Civil para el Distrito Federal y Territorios de la Baja California

de 8 de diciembre de1870 (arts. 795-1134) y Código Civil para el Distrito


Federal y Territorios de la Baja California de 31 de marro de 1884 (arts.
680-1058), en José Trinidad Lanz Cárdenas, Legislación de aguas en México
(Estudio Histórico-Legislativo de 1521a1981), Consejo Editorial del Gobierno
del Estado de Tabasco, México, 1982, pp. 321-332; 339-355.
75 Ley de Vías Generales de Comunicación de 5 de junio de 1888,

lbid., pp. 357-360.


76 Decreto del Congreso que autoriza al Ejecutivo para que haga Con-

cesiones para Aprovechar las Aguas de Jurisdicción Federal en Riegos y en la


Industria de 6 de junio de 1894, /bid., pp. 383-385. Esta ley contenía dispo-
siciones específicas sobre inspección de las obras por ingenieros, constitución
de depósitos para garantizar el cumplimiento de las obligaciones contraídas
en la concesión, examen de las tarifas de aguas por Fomento; exenciones, y
derecho de expropiación a los concesionarios.
n Ley sobre el Régimen y Clasificación de Bienes Inmuebles Federales
de 18 de diciembre de 1902, /bid., pp. 399-417.
168 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Federación en bienes "propios" y bienes de "dominio público


y uso común". Los primeros, los propios, eran los bienes
raíces del gobierno federal, como edificios, escuelas públicas,
bibliotecas, museos, correos, casas de moneda, vías del ferro-
carril, teléfonos y telégrafos, mientras estuvieren afectados a
un destino público. 78
Los segundos, los del dominio público, entre los que se
encontraban el mar territorial, las playas, la zona marítima te-
rrestre; los puertos, bahías, radas y ensenadas; los ríos y esteros
navegables o flotables; los lagos y lagunas de formación natural
y las riberas, eran inalienables e imprescriptibles, y no podían
ser sujetos a propiedad privada. 79 Los fundamentos jurídicos
de su proyecto, que Shadle había encontrado en las Partidas,
estaban en el artículo 7 de esta ley porfiriana, que sometía
expresamente al régimen de concesiones administrativas los
abastecimientos de las poblaciones, las fábricas, los riegos, la
fuerza motriz y el establecimiento de viveros, pero no requería
concesión especial para bebida, baños y lavado. 80 Las concesio-
nes que la Secretaría de Fomento otorgase sobre ellos no daban
derechos privados, sino derechos de uso temporal y revocables. 81
Aunque de ella Molina tomó mucho del contenido, en es-
pecial en todo lo relativo a las "concesiones de administración"
de su proyecto, esta era precisamente la ley que Molina pre-
tendía reemplazar, y no la de 1888 como había dicho Kroeber,
quien pareció haber pensado que la regulación exhaustiva de
las concesiones era original de Molina. Su proyecto era una
crítica, no sólo al concepto de jurisdicción federal de la Ley

78 Arts. 1-11; 17; 18; /bid., pp. 401, 405, 406.


79 Arts. 3, 4; /bid., p. 402.
80 Art. 7; /bid., p. 403.

81 Art. 15; /bid., p. 405.


lAS APORTACIONES DEL JURISTA 169

de Vías Generales de Comunicación de 1888, en la medida


que, como dijimos citando al propio Molina, la doctrina de
la jurisdicción -sin la propiedad- sólo otorgaba al gobierno la
facultad de otorgar concesiones administrativas de uso, pero no
el derecho para transmitir su propiedad patrimonial para crear
la propiedad privada. Había algo más. Su proyecto también era
una reacción a esta Ley sobre el Régimen de Clasificación de
Bienes Inmuebles Federales de 1902 que legislaba la doctrina
francesa del domaine public, a través de la cual la Administra-
ción central en Francia y España, y el Poder Ejecutivo en Méxi-
co habían cobrado un mayor control administrativo sobre las
aguas; una doctrina que en principio, no permitía un régimen
de propiedad privada sobre las mismas. Por ello Molina había
fundamentado el derecho de propiedad privada en las bulas
alejandrinas y el sistema colonial de mercedes, y a pesar de su
regulación exhaustiva de las concesiones de administración
para explotar todos los ríos y corrientes del país, de propiedad
y jurisdicción federal, no podía adherirse del todo al derecho
administrativo mexicano, la rama del derecho público que vino
a normativizar el Poder Ejecutivo bajo el imperio de la ley.
Pero, ¿era original su argumentación del precedente colonial?
Vayamos más allá de lo que lo hiw Kroeber, y comparemos a
Molina, no con otros ingenieros y hacendados, sino con otros
juristas y abogados de su época.

LA CONCIENCIA JURÍDICA CLÁSICA


EN EL DERECHO PRIVADO, SIGLO XIX

Siguiendo a Duncan Kennedy, la "conciencia jurídica clásica",


que cruzó las fronteras de Francia y Alemania para su "glo-
balización" en todo el mundo occidental entre 1850 y 1900
170 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

era, no una filosofía del derecho específica, ni una versión del


derecho que diera carácter normativo a una ideología política
concreta. 82 La conciencia jurídica clásica era una manera de
pensar sobre el derecho a partir de la codificación y, más
específicamente, del desarrollo de la exégesis francesa y el
conceptualismo alemán, que influyeron de manera perdurable
en el formalismo jurídico en América Latina. 83 Esta no tenía
"esencia'', pero sí un vocabulario conceptual común y un
modo de razonar y argumentar el derecho por la vía deductiva,
que en su contenido concreto podía ser liberal-conservador
o liberal-progresista, pero liberal al fin y al cabo. Es el voca-
bulario de los derechos individuales, la propiedad privada,
la igualdad formal, el Estado-nación y el laissez foire. 84 El
núcleo de argumentación era el derecho privado, sobre el cual
se pretendía construir la ciencia del derecho, que se pensaba,
era la superación de la etapa jurídica anterior, en este caso el
derecho medieval en el cual, recordemos, no existía ni "lo
privado", ni "lo público" desde la significación que le hemos
dado a partir de la Revolución Francesa. El "Molina jurista"
se sitúa, no en un retorno al precedente colonial, sino en la
conciencia jurídica clásica, liberal, exactamente de la misma
manera que los abogados anteriores y sus contemporáneos a
partir de la codificación en México.

82 Duncan Kennedy, "Three Globafü.ations ofLaw and Legal Thought",

en David Trubek y Álvato Santos, The New Law and Economic Development.
A CriticalAppraisal, Cambridge, 2006, pp. 20-23.
83 Véase Diego López Medina, Teoría impura del derecho. La transfor-

mación de la cultura jurídica latinoamericana, Legis, Colombia, 2004, pp.


129-233.
84 Duncan Kennedy, op. cit., p. 21.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 171

La teoría patrimonialista de la propiedad


en el derecho privado: sobre el derecho absoluto
de propiedad y los derechos adquiridos

La teoría jurídica sobre la propiedad de las aguas que Molina


articuló en el capítulo de irrigación de Los grandes problemas,
que en la academia los juristas han llamado "la tesis patrimo-
nialista de la propiedad", 85 aunque era prácticamente la misma
de la introducción a su proyecto de ley de aguas federales, pro-
viene exactamente, no de su proyecto, sino de la oportunidad
que Molina tuvo "de conocer un extenso estudio profesional
hecho por [su] inteligente amigo el señor licenciado don Luis
Cabrera, con motivo de la reciente cuestión que [había] pro-
vocado la repartición de las aguas del río Nazas". 86
Dicha tesis patrimonialista es parte del escrito de demanda
en el juicio de incumplimiento del contrato-concesión contra
la Secretaría de Fomento, promovido ante la Suprema Corte de
Justicia de la Nación en 1909 por la Compañía del Tlahualilo,
empresa algodonera de la región de La Laguna cuyas activida-
des industriales desencadenaron un litigio sobre derechos de
agua y concesiones administrativas, que hasta nuestros días es

85 Sobre el particular, véase también el trabajo de Antonio Azuela en

este número.
86 Molina, Los grandes problemas, op. cit. (1909), p. 165; Cabrera,

Compafiía Agrícola, Industrial, Colonizadora, Limitada del Tlahualilo,


SA., contra el Gobierno Federal de la República Mexicana, op. cit., pp. 327-
588. Los detalles sobre el juicio se pueden consultar en Clifcon Kroeber, La
cuestión del Nazas hasta 1913, op. cit.; Martín Díaz y Díaz, "El litigio de
Tlahualilo: presagio de un derecho de propiedad sin arrogancia'', en Revista
de Investigaciones Jurídicas, núm. 14, 1990, pp. 129-194.
172 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

considerado como el más importante en la historia del agua


en el México moderno. s7
En sus líneas generales, dicha tesis tampoco había sido for-
mulada originalmente por Cabrera, sino que el argumento era
utilizado por abogados privatistas posteriores a la codificación
liberal, que defendían el derecho civil de propiedad privada
de la determinación administrativa de jurisdicción federal y el
ejercicio de poderes de policía sobre las aguas -especialmente
del control sobre los cuerpos de agua menores, como los lagos y
ríos interiores- que el gobierno comenzó a llevar a cabo a partir
de la expedición de la Ley de Vías Generales de Comunicación
de 1888. Veamos de donde tomó Cabrera las ideas, y cuál era
su contexto. Después regresaremos con él.
Para fundamentar los derechos contractuales y de pro-
piedad privada de las aguas de la Tlahualilo, Cabrera citó
directamente al abogado michoacano Jacinto Pallares, uno
de los juristas del derecho civil más importantes durante el
Porfiriato -pero no un porfirista-, quien era no sólo aboga-
do, sino también académico titular de diversas cátedras en
la Escuela Nacional de Jurisprudencia, en la cual se habían
formado muchas generaciones de la elite de abogados mexi-
canos. ss El argumento proviene de la respuesta a una consulta

87 Citando a Miguel Othón de Mendizábal, Macón D!az y D!az decía

que el del Tlahualilo había sido el "más tenaz, complicado y peligroso" en


la historia del foro mexicano. Como veremos más adelante, los acgumentos
ahí formulados tatnbién vendrían a establecer una influencia duradera en
el régimen de propiedad bajo el derecho público en México en el siglo XX.
/bid., p. 129.
88 Jaime del Arenal Fenochio, "Papeles inéditos o muy raros sobre Jacinto

Pallares, abogado michoacano (1843-1904)", en Relaciones, núm. 56, otofio


1993, vol. XIV; pp. 147-166. Sobre su obra jurídica, véase Del Arenal, "La
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 173

legal elaborada por Pallares para don Ignacio Torres Adalid,


uno de sus clientes, la que fue publicada en la Revista de Le-
gislación y jurisprudencia en el año 1895, cuando la doctrina
del "dominio público" todavía no había sido legislada para
las aguas en México. 89 Torres había consultado a Pallares si
"El Papalote", un pequeño arroyo de aguas no permanentes
que daba salida a las aguas de lluvias que caían en su finca,
desaguándose en el Lago de Zumpango, era de propiedad
pública o particular. 90 La cuestión había surgido porque, con
base en la Ley de Vías Generales de Comunicación de 1888, la
Secretaría de Comunicaciones había expedido un acuerdo en
el que sujetaba a jurisdicción federal todos los cursos de agua
de la Cuenca del Valle de México, entre ellos dicho arroyo,
con objeto de "vigilar mejor su desagüe". 91 Pallares respondió
con un argumento de derecho civil, y no administrativo, que
bajo la legislación nacional "el río de que se trata no ha sido
público por la única razón de que ha podido ser y ha sido de
hecho legítimamente reducido adominio privado". 92

historia del derecho mexicano de Jacinto Pallares", en Anuario Mexicano de


Historia del Derecho, núm. 13, 2001, pp. 9-27.
89 Esto ocurrió hasta 1902, con la expedición de la Ley sobre el Régimen

y Clasificación de Bienes Inmuebles Federales.


90 Jacinto Pallares, "Aguas. Consulta del Sr. Lic. J. Pallares", en Víctor

M. Castillo, Antero Pérez de Yarto y José L. Cossío, Revista de Legislación y


Jurisprudencia, Eduardo Dublán Impresor, México, julio-diciembre, 1895,
pp. 8-40.
91 !bid., pp. 25-26. La Ley sobre Vías Generales de Comunicación de

1888 daba al Ejecutivo la "vigilancia y policía" y la "facultad de reglamentar el


uso público y privado de las mismas". No era una ley de propiedad, sino sólo
de jurisdicción administrativa, aspecto que Molina atacaría en su proyecto.
92 Jacinto Pallares, op. cit., p. 8.
174 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Para fundamentar el "dominio privado" de los ríos en el


derecho civil mexicano, haciendo hincapié en que era funda-
mentalmente distinto al civil espafiol, que ya desde el medievo
legislaba los "ríos públicos de uso común" según el derecho
romano, 93 Pallares argumentó que durante el periodo colonial
el agua era, como la tierra, parte del real patrimonio de la
Corona, y no del tesoro y bienes de la nación espafiola. 94 En la
formulación de su argumento, Pallares citó a José María Luis
Mora, que en el tomo primero de su México y sus revoluciones
había elaborado:

[E]n lo relativo á América, mientras estuvo independiente de


España, fué maxima fundamental de la legislación española
que todos los dominios adquiridos en virtud de la conquista
pertenecían, no á la nación conquistadora, sino exclusivamente
a la Corona. La bula de Alejandro VI que fué como el título
primitivo en que España fundaba sus derechos, donó exclusiva-
mente á Fernando e Isabel y a sus descendientes todas las regiones
descubiertas y por descubrir ... El principio fundamental [... ]
de la legislación española en cuanto á propiedad territorial de

93 !bid., p. 11.
94 !bid., p. 8. Para explicar la naturaleza jurídica del real patrimonio
como "una especie de mayorazgo á favor de los herederos de la corona', y
no como un bien estrictamente público ni estrictamente privado, Pallares se
apoyó, no en el derecho indiano, sino en el Libro Segundo de los Códigos ó
Estudios fondamentales sobre el derecho civil español (1868-1878) de Benito
Gutiérrez Fernández, quien redactó un anteproyecto de Código Civil Español
entre 1882 y 1888 y cuya obra era referencia obligada para Pallares. Véase
Jaime del Arenal, "Ciencia jurídica española en el México del siglo XIX",
en La supervivencia del derecho español en Hispanoamérica durante la época
independiente, UNAM-IIJ, México, 1998, p. 39.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 175

México, era que nadie podía poseer legalmente, sino á virtud


de una concesión primitiva de la Corona. 95

Establecido por Mora que el sistema de propiedad en las


Indias se fundaba en una "concesión primitiva" de la Corona,
Pallares explicó que dichas concesiones eran el sistema de
mercedes de tierras y aguas indianas, que constituían la base
del sistema de propiedad de México y el origen de "las actuales
propiedades de los particulares". 96 Este sistema de propiedad
no se basaba en el "dominio eminente" del Estado, 97 sino en
la propiedad patrimonial de la Corona, un dominio "directo y
de vinculación que tenía en todo el territorio conquistado" ,98
el cual -he aquí lo realmente importante- había quedado
protegido después de la codificación en el artículo 1066 del
primer Código Civil en vigor en el Distrito Federal, el de
1870, que decía:

[L]a propiedad que sobre las aguas pertenece al Estado no


perjudica los derechos que sobre ellas hayan adquirido las
corporaciones o particulares por título legítimo, según lo que

95 Las cursivas son de Pallares. Este mismo párrafo fue citado entero por
Molina en Los grandes problemas, op. cit. (1909), p. 166, donde éste subrayó
específicamente lo relativo a las bulas alejandrinas como el título primitivo de
propiedad de la Corona espafiola, así como la concesión primitiva -merced-
de la Corona como el sistema del cuál dependían los derechos de propiedad
en la Nueva Espafia.
% !bid., p. 1o.
97 !bid., pp. 8-9. Sobre esta cita, "[l]a base fundamental de la legislación
de Indias respecto de la propiedad inmueble del territorio conquistado fué,
no que el Estado tenía simplemente el dominio eminente ... " volveremos a
hablar en sección posterior.
98 !bid., p. 9.
176 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

se establece en las leyes especiales sobre bienes de propiedad


pública. 99

De tal modo, con arreglo a la legislación de Indias, el arro-


yo "El Papalote" había entrado "al dominio privado desde el
momento en que los terrenos por donde pasa ese arroyo fueron
concedidos á los particulares por merced ó por enajenaciones de
la Corona, 100 y dichos "derechos adquiridos" habían quedado
protegidos por el derecho de propiedad privada codificado en el
artículo 1066 del Código Civil. Aunque sin mucha discusión,
el contexto moderno en el que Pallares argumentaba era el de
la doctrina francesa de los derechos ribereños, el régimen de la
propiedad privada del agua del Código Napoleón de 1804, que
otorgaba al propietario de un terreno la propiedad de las aguas
que pasaren por su heredad, doctrina legislada en el artícu-
lo 773 del código mexicano. Al establecer Pallares el origen del
sistema de propiedad en México, éste dedujo que el Código
Civil también protegía la propiedad privada del arroyo, pero
no en virtud de su carácter accesorio de la tierra, sino de su
calidad de mercedada por la Corona española. Así fue como
los juristas mexicanos trasplantaron dicha doctrina liberal
francesa en virtud de la herencia jurídica colonial.
Como ya lo ha señalado Jaime del Arenal Fenochio, en
sus trabajos Pallares siempre consultaba el derecho civil espa-
ñol, junto con el medieval para darle su significado concreto
al derecho mexicano. Esta no fue la excepción, y en este caso
lo hiw para distinguir las aguas, de propiedad privada, de los

99 Este precepto del Código Civil de 1870 correspondía al artícu-


lo 965 del Código Civil de 1884, que era el vigente durante el tiempo en que
a Pallares se le había pedido esta consulta.
JO() /bid., p. 10.
lAS APORTACIONES DEL JURISTA 177

ríos como "bienes públicos y de uso común", distinción del


derecho romano que había pasado al Fuero Real, al Fuero Juzgo
y a Las Siete Partidas, y de éstas a los códigos civiles español y
mexicano, bajo el principio de que el derecho romano y me-
dieval legislaban el uso común de los grandes ríos, de corriente
perenne, y no de cuerpos de agua menores como los arroyos,
cuyos "derechos adquiridos" de propiedad privada derivaban
de las mercedes coloniales, y cuyo uso público anularía el
derecho absoluto de propiedad privada del Código Civil, que
Pallares vigorosamente defendía:

Porque si todo curso de aguas, grande 6 pequefio, intermitente


o perenne, perpetuo 6 excepcionalísimo, es de carácter público,
de uso común, sustraído del dominio privado, vendría a ser
hasta nugatorio el derecho de propiedad, pues bastaría que por
una finca, por una heredad bajase y se extinguiese dentro de su
mismo límite un hilo de agua, un arroyo de las lluvias forman-
do un decímetro de profundidad para que todos los hombres se
creyesen con derecho a introducirse en esa finca, á usar de ese
arroyo para bafiarse, lavarse o divertirse. ¿Habrá quien acepte
esas consecuencias y quien no vea en ese comunismo un ataque
á la propiedad, una imposibilidad de ejercer los derechos que el
dominio comporta naturalmente? 1º1

A través del escrito de Luis Cabrera, en el capítulo sobre


irrigación de Los grandes problemas Molina citó los párrafos
esenciales de ésta consulta de Pallares, 102 quien se apoyó en las
explicaciones de Mora sobre la propiedad patrimonial de la
Corona para defender el derecho de propiedad privada sobre

IOI !bid., p. 17.


102 Molina, Los grandes problemas, op. cit. (1909), pp. 166 y ss.
178 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

las aguas ya dentro del contexto de la codificación civil en


México. La lectura de varios artículos del proyecto de Molina
ayudará a comprender aún más que su elaboración doctrinal
sobre la propiedad, tanto en el proyecto como en Los grandes
problemas, debe entenderse en el mismo sentido. Las mercedes
otorgadas quedaban protegidas, pero no bajo el precedente
indiano, sino como derechos de propiedad privada bajo la
doctrina de los derechos adquiridos del Código Civil.

La concesión de aguas como derecho de propiedad


privada individual y su limitación por vía
de servidumbres: el uso común de tierras, aguas y montes

En 1909, Luis Cabrera utilizó la tesis patrimonalista, no ya


para interpretar los bienes públicos de uso común a la luz del
derecho civil mexicano como lo hiw Pallares, sino para atacar la
doctrina del dominio público francés del derecho administra-
tivo, que fue legislada para las aguas a partir de 1902. La tesis
era parte del argumento legal en favor de la empresa inglesa
Tlahualilo, su cliente, para articular sus derechos de propiedad
privada y de libertad de contratación bajo el Código Civil del
Distrito Federal de 1884, entonces vigente. El meollo de la
demanda era argumentar la violación de los derechos civiles
contractuales de Tlahualilo por la Secretaría de Fomento,
como parte contratante -y no como "poder" del Estado- en
un contrato de colonización celebrado por ellos en 1888,
que le había dado derecho a usar las aguas del río Nazas para
colonizar y establecer industrias en la Laguna. 103

w; Desconocemos las razones por qué Cabrera no decidió desde el


principio interponer un recurso de amparo contra Fomento alegando la
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 179

Para fundamentar los derechos privados de su cliente,


Cabrera introdujo la demanda con un estudio histórico y
jurídico del sistema de propiedad en México con el objeto de
mostrar que sobre las aguas para irrigación se ,tenían derechos
de propiedad privada individual y no el dominio público del
Estado, porque estas aguas no eran ríos "navegables", como
la doctrina francesa exigía. 104 Cabrera entonces señaló que la
base de la propiedad privada individual bajo el Código Civil
era el sistema colonial de mercedes de aguas, para lo cual citó
varios párrafos de la opinión de Pallares que hemos comentado,
exactamente los mismos que después utilizaría Molina en Los
grandes problemas. Según Cabrera, había que citar a Pallares
porque aquél era el único jurisconsulto mexicano que no había
"incidido en el error de guiarse por los principios del derecho
francés para determinar el carácter de los ríos y de las aguas". 105
Y al igual que Pallares, con la tesis patrimonialista Cabrera

expropiación de sus derechos de propiedad y del debido proceso -lo que sí


llevó a cabo en etapa posterior- en lugar de demandar el incumplimiento de
contrato por la Secretarla como parte contratante bajo el derecho civil, lo que
llevó a Tlahualilo a perder el juicio. Esta serla una instancia más del triunfo del
derecho administrativo sobre el civil, o del público sobre el privado.
104 En la demanda de Tlahualilo, Cabrera realizó un estudio hlstórico del

derecho de propiedad de las aguas en el derecho indiano y luego en el derecho


civil. Cabrera criticaba la doctrina del dominio público del Estado, no para
responder a un argumento de Fomento -después de todo, éste representaba
a la parte demandante y, además, el meollo del juicio era la violación del con-
trato de colonización y la expedición de dos reglamentos posteriores, pero no
asuntos de propiedad-, sino para fundamentar de manera general los derechos
de propiedad privada de su cliente sobre aguas del Nazas, río de uso común,
bajo el Código Civil. Com~ el dominio público era una manera de llevar las
aguas de los ríos del derecho civil al derecho administrativo y, por tanto, a un
mayor control gubernamental, Cabrera atacó esta doctrina.
105 Cabrera, Escrito de demanda, op. cit., p. 353.
180 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

trataba de definir el derecho de propiedad privada dentro del


contexto de recepción de la codificación civil en México, in-
sistiendo en que el derecho mexicano tenía un origen histórico
distinto del español y el francés, cuyas leyes de aguas de 1866
y 1898, respectivamente, ya legislaban el dominio público de
los ríos, y sobre los cuales no se permitía la propiedad privada,
sino solamente su uso común.
Para Cabrera, lo mismo que para Pallares, argumentar la
tesis patrimonialista no implicaba un retorno al precedente
colonial sino, en cierto modo, la concordancia histórica de
la propiedad privada de las aguas -que no eran los ríos públi-
cos- con los títulos del régimen colonial. Además de lo que
ya había dicho Pallares, la importan:cia de la exposición de
Cabrera radica en que él mismo sostuvo que las concesio-
nes de aguas -como el contrato con Tlahualilo- habían deri-
vado de las mercedes coloniales, y eran precisamente un
ejemplo de dichos títulos de derecho privado:

Las leyes de Indias, ocupadas en legislar sobre el patrimonio del


rey, al cual consideraban desde el punto de vista de su utilidad
como bien mercedable, no hablaron jamás de los ríos, es decir, no
consideraban el agua como corriente independiente del suelo en
que corría, sino como un accesorio de la tierra. [... ]. El régimen
de propiedad privada de las aguas, como el de la tierra, tuvo su
fuente en la propiedad del Rey, que es el medio de crear la más
firme de las propiedades privadas en los países conquistados, y
tan firme fue la institución y tan inalterable se ha conservado
desde la independencia hasta nuestros días, que no sólo ha
subsistido el régimen con sus caracteres que le eran peculiares,
sino que aun la forma de crear nuevos derechos de agua sigue
siendo en el fondo la misma; una merced, una concesión, un
título emanado de la autoridad. Las aguas se adquirían y siguen
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 181

adquiriéndose por merced. Las mercedes eran, prácticamente,


irrevocables y siguen siendo irrevocables. Los derechos no
derivaban de la situación topográfica de los predios, y siguen
no derivándose los derechos de agua del carácter de ribereños
de los fundos que los gozan. La preferencia se establecía por la
antelación de la merced, y en la actualidad, la preferencia sigue
estableciéndose por la antelación de la concesión.
Los que pretendieron afirmar que el sistema de propiedad
individual de las aguas ha variado en cualquier tiempo, ten-
drían que señalar las leyes o costumbres que han efectuado esta
variación, y tendrían que aceptar el postulado de que mientras
las modificaciones al derecho de propiedad territorial han sido
causa de revoluciones y de trastornos políticos, la alteración del
régimen de propiedad de las aguas no ha producido ningún
movimiento social. 106

Lo anterior en ningún modo significa que el derecho


indiano siguiera siendo aplicable a las aguas en México. El
Código Civil de 1870 reconocía esa propiedad privada de las
aguas al confirmar los derechos adquiridos antes de su pro-
mulgación (art. 1066 del Código Civil, el mismo citado por
Pallares}, y también reconocía la prelación del sistema colonial
al establecer el derecho de preferencia de los concesionarios
según la antigüedad de sus títulos (art. 1087), estableciendo
una continuidad con los derechos privados ya existentes:

Si, pues, el Código Civil de 1870, única ley donde podrían


encontrarse huellas profundas de un cambio en el régimen de
propiedad de las aguas, no ha modificado ese régimen, sino que
por el contrario, expresamente lo confirma, debemos concluir
que histórica y jurídicamente ese régimen de propiedad subsiste

106 !bid., pp. 358-366.


182 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

y que la propiedad de los particulares sobre las aguas persiste


ahora con los mismos caracteres que tenía al fin de la época
colonial en la Nueva España. 107

Para reforzar su argumento de la propiedad privada in-


dividual de las aguas, y consciente de que, según la doctrina
francesa del dominio público que éste atacaba, sobre las aguas
solamente se podía tener el "uso común", precisamente cuando
en la tradición jurídica indiana las tierras, aguas y montes fue-
ron usadas en comunidad por los pueblos de indios, Cabrera
justificó dichos usos bajo el derecho de propiedad privada
utilizando la figura de las servidumbres, un "comunismo de los
usos" del Código Civil, que era una excepción, mas no la regla
del derecho de propiedad privada absoluta. De esta manera,
bajo los lentes de la codificación, Cabrera leía las relaciones de
propiedad colonial como de propiedad individual, pero sujetas
a una limitación, una anomalía comunal:

En una sola ocasión las Leyes de Indias se ocupan de un uso


común de las aguas y es al declarar en la famosa Ley 5, Tít.
XVII del Lib. 4o la comunidad de pastos y montes, comunidad
que se extendía al agua para los ganados. [ ... ]Aunque parezca
paradójico, lo cierto es que durante la dominación española no
había en las Indias dominio público de los ríos porque no se
necesitaba. Las Leyes de Indias no pusieron fuera del comercio
ni una gota de agua, porque encontraron otro medio de cuidar
de que no se perjudicaran los usos vecinales y generales de los
ríos. [... ] Es decir, que el Rey, en vez de reservar montes y pastos
para las necesidades comunes de las poblaciones y en vez de
declarar los ríos de uso común, reducía a propiedad particular

107 !bid., p. 368.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 183

las tierras y aguas, pero imponía a los propietarios la prohibi-


ción de acotarse y la servidumbre legal de dar a los pueblos el
uso común de los montes, pastos, frutos silvestres y aun de los
rastrojos que quedaban después de las cosechas. Este sistema se
aplicaba también a las aguas indispensables para las necesidades
vecinales, usos domésticos, abrevaderos, etc., es decir, que las
tierras y aguas eran de propiedad particular, pero sujetas a la
limitación que imponía este género de comunidad.
Conforme a este sistema, los aprovechamientos de uso [como el
abastecimiento de las poblaciones] no se efectuaban poniendo los
ríos fuera del comercio como lo hicieron los romanos, los españo-
les y los franceses, sino por medio de la imposición de una servi-
dumbre legal, o más bien dicho de una restricción a la propiedad
privada de las aguas. Así apartándose de todas las tradiciones clá-
sicas, resolvimos en las Indias el problema de uso de los ríos, sin
inficionar el principio de la propiedad individual de las aguas. 108

Insistamos, Cabrera entendía las concesiones modernas


como derechos adquiridos por títulos legítimos derivados de
mercedes coloniales, que eran de propiedad privada individual
bajo el Código Civil. Sin embargo, éste sabía que el Nazas
no sólo era un río, sino que había sido y era de uso común.
Habiendo justificado los usos comunes por medio de servi-
dumbres bajo el Código Civil, Cabrera mantenía el carácter
privado de las concesiones de agua del Nazas, como derechos de
propiedad privada limitados por dicho sistema de servidumbres
que dejaba incólume la propiedad privada, lo que no sucedía
con la doctrina del dominio público:

Es natural suponer que en todas las legislaciones en que los


aprovechamientos de uso [de las aguas de los ríos] son una con-

IOB !bid., p. 370.


184 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

secuencia del dominio público de los ríos, la propiedad privada


sobre las aguas de consumo [como las aguas para la irrigación]
quiera derivarse también de ese mismo carácter o que al fin se
llegue al principio de que las concesiones para riego no son
más que usos temporales que deben dejar incólume el sistema
de propiedad pública. En México, el comunismo de los usos,
sacado directamente de la propiedad privada bajo la forma de
una servidumbre legal, sin necesidad de poner a los ríos fuera del
comercio, fue el mejor medio de llegar a la plenitud del derecho
de propiedad de las aguas como objeto de consumo.[ ... ]
Este sistema, más sabio que el sistema francés por cuanto facilita
la más equitativa distribución de las aguas, es a la vez el sistema
más a propósito para el desarrollo de la propiedad individual, y
sería lástima que habiéndolo adquirido y conservado en México,
tratáramos de sustituirlo por el sistema comunista que la Secreta-
ría de Fomento trata de implantar. [...] La propiedad individual
sobre las aguas no ha dejado de existir. Apenas comienzan a
hacerse esfuerzos para hacerla desaparecer. 109

Al igual que Pallares, Cabrera articuló la tesis patrimonial


como fundamento doctrinal del sistema de propiedad privada
de las aguas, en este caso para atacar la doctrina del dominio
público y uso común de los ríos. Además, basándose en la tesis
patrimonial, y puesto que éste buscaba defender los derechos
de Tlahualilo usando argumentos de derecho privado, Cabrera
argumentó que el sistema de concesiones representaba una
continuidad histórica con las antiguas mercedes de aguas.
Molina también articuló la tesis patrimonial y la doctrina de
derechos adquiridos pero, al contrario que Cabrera, no ignoró
que las concesiones estaban sujetas a un régimen distinto, de
derecho administrativo.

109 !bid., pp. 368-370.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 185

Recontextualizando a Molina dentro del derecho


privado: la protección de los derechos privados
adquiridos y el derecho de propiedadprivada
de la nación (sobre el resto)

En el artículo 8 de su proyecto, Molina otorgaba al gobierno


federal derechos de propiedad privada sobre las aguas de su
propiedad, que eran prácticamente todos los mares, ríos y
afluentes del país exceptuando las aguas de lluvias, que eran
propiedad de los estados:

Art. 8. Los derechos de propiedad que esta ley reconoce a la


Federación, serán los que a la propiedad privada conceden
las leyes vigentes, en tanto que la Federación no ejercite esos
derechos fuera de sus facultades y de sus atribuciones consti-
tucionales. 110

Este precepto da forma normativa a la insistencia de Mo-


lina de convertir al gobierno federal en propietario porque sólo
así sería posible la individualización de la propiedad privada,
algo que la Ley de Vías Generales de Comunicación, una ley
de jurisdicción administrativa, pero no de propiedad, no podía
lograr en la medida que sólo autorizaba al gobierno federal a
otorgar concesiones temporales y revocables sobre las aguas,
y no verdaderos derechos de propiedad, posesión, usufruc-
to y servidumbre. Así lo había expuesto en la introducción a
su proyecto y también en Los grandes problemas, donde tomó
los párrafos de aquél. Sin embargo, en las interpretaciones
tradicionales, de la tesis patrimonialista se ha seguido que,

110 Molina Enrfquez, Proyecto de Aguas Federales, op. cit., p. 40.


186 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

ya en el artículo 27, la nación devino de ese momento en


adelante propietaria de todas las aguas del país. En las propias
palabras de Córdova, que hemos citado al inicio de este texto,
el individuo propietario anterior a la sociedad se convirtió en
el ciudadano propietario por concesión del gobierno federal
que, representando a la nación, tenía el derecho originario para
constituir la propiedad privada, siendo esta tesis de Molina "la
síntesis del poder leviatánico sobre el que se fundaba el nuevo
orden político". m
En realidad, esto no era lo que Molina quiso decir. Su
argumento no era distinto del de Pallares y Cabrera, quienes
defendían los derechos adquiridos que derivaban de títulos
expedidos en la colonia, ahora protegidos por el Código Civil.
Se trataba de una defensa del derecho de propiedad privada
en el contexto local de la codificación en México; Molina no
estaba dando a la nación el derecho de propiedad de todas las
aguas del país. Lo que Molina quiso decir fue que, si durante
la Colonia había existido un régimen de propiedad privada
que dependía de la propiedad, también "privada'', de la Corona
espafiola, en nuestro régimen constitucional debería replicarse
esta situación, pero ahora dependiendo de la propiedad de
la Federación y los estados. Aquellos títulos de propiedad ya
existentes, derivados de mercedes coloniales, no pasarían a ser
propiedad de la nación; al contrario, seguían protegidos, pero
ahora por el Código Civil. La propiedad que Molina ahora
quería otorgarle al gobierno federal era sobre aquellas aguas
que todavía no tenían propietario; es decir, no sobre todas las
aguas, sino solamente sobre lo que quedaba sin titular, que por
el momento sólo estaba sujeto a la jurisdicción administrativa,

111 Arnaldo Córdova, op. cit., p. 63.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 187

pero no a la propiedad del gobierno federal. Los preceptos


de su proyecto protegían los derechos adquiridos de manera
general, mismos que en su aplicación podrían haber sido de
cualquiera que pudiera probarlo con un título:

Art. 12. La propiedad de la Federación sobre las aguas de que


tratan las fracciones 11, III, IV, V, VI, y VII del Art. 7, será sin
perjuicio de tercero que acredite derechos ciertos, también de
propiedad, fundados en título ó prescripción anterior á esta ley.
La prueba de ese título ó prescripción, competerá al interesado
que lo alegue ... 112

De tal modo, no nos parece extraño que, ya en cuanto


al artículo 27, Pastor Roauix hubiere dicho que Molina les
había presentado "una tesis jurídica con ideas totalmente dis-
tintas de las que debían figurar en el artículo 27", y por eso se
hubiere preparado otro texto distinto, porque la concepción
patrimonialista-privada de la propiedad de Molina protegía
los derechos adquiridos, que podían ser los de cualquiera
que lo probare con un título, no solamente los pueblos.
Además, y en concordancia con la idea de la protección
de la propiedad privada absoluta, en su proyecto Molina
también otorgaba el derecho de expropiación a los propios
particulares, 113 de este modo extendiendo el alcance de la
propiedad privada de una manera en la que poco se puede ver

112!bid., art. 12, pp. 41-42.


113En ese entonces, las concesiones porfirianas otorgaban a los propios
concesionarios el derecho de expropiar las tierras, aguas o bienes necesarios
para realizar los fines de la concesión. En las aguas, esto proviene del Decreto
del Congreso de 1894 que regula aspectos específicos de las concesiones de
riego e industria. Si Molina hubiese sido tan "social" o hubiese pensado en
el Estado "dictatorial", esta es una de las primeras disposiciones de las que se
188 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

del poder dictatorial del Ejecutivo del que Córdova hablaba.


Las concesiones de enajenación para el riego, sobre las que ya
hemos dicho que eran el centro de la solución del problema
de la irrigación, constituyen el mejor ejemplo:

An. 46. Las concesiones de enagenación (sic), serán las que


además de otorgar al concesionario los derechos de expropiación
de que trata ésta ley, transfieran al concesionario la propiedad
absoluta de las aguas materia de la concesión. 114

En un intento por recontextualizar la obra jurídica de


Molina dentro del derecho privado, hemos visto que el exa-
men de las posiciones de otros abogados civilistas anteriores
y contemporáneos nos revela que la tesis patrimonialista no
era original de Molina sino que, a través de la doctrina de los
derechos adquiridos, era parte de la construcción del derecho
privado posterior a la codificación, y no un retorno al prece-
dente colonial. Molina, al igual que Cabrera y Pallares, aquí
la utilizaba para defender la propiedad privada absoluta de las.
aguas, específicamente las de lluvias dedicadas al riego, que
así sería llevada a cabo por los particulares bajo jurisdicción
de los estados.

El derecho internacional público: sobre el dominio


eminente de las aguas de la nación

En su introducción de 1978 a Los grandes problemas, concluía


Córdova en su apartado sobre aquello que la Constitución de

habría desecho en su proyecto, porque la misma hacía el derecho de propiedad


privada absoluta aún más extenso.
114 !bid., art. 46, p. 54.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 189

191 7 "debía a la Colonia", o sea, la tesis patrimonialista de


Molina que, como hemos venido señalando, además constituye
el concepto fundacional de su ideología del poder político:

Un poder político, podría concluirse, que no está provisto de este


dominio eminente sobre la propiedad no merece que se le tenga
por tal: esa era la gran lección que ofrecía el régimen colonial
español. 115 [Las cursivas son nuestras].

Como señala Alejandro Vergara Blanco en su revisión del


derecho indiano de aguas, los autores modernos abusan el uso
de este término. 116 De hecho, desde el punto de vista jurídico,
la tesis patrimonialista y la doctrina del dominio eminente
son cosas distintas. Recordemos que Pallares, al interpretar a
Mora, decía que el sistema de propiedad en México, en virtud
de su pasado colonial, se basaba en la propiedad patrimonial,
un "dominio directo y de vinculación" de la Corona, y no en
el "dominio eminente" del Estado.11 7
El dominio eminente es una vieja doctrina del siglo XVII
que sentó las bases para la formación del derecho internacional
público moderno. 118 La doctrina estaba encaminada a funda-
mentar la soberanía y jurisdicción del Estado -como sujeto
del derecho internacional- en su territorio para impedir la
intervención de soberanías extranjeras en el mismo, así como

115 Arnaldo Córdova, op. cit., p. 64.


116 Alejandro Vergara Blanco, Derecho de aguas, t. !, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1998, p. 112.
117 Pallares, op. cit., pp. 8 y 9.

118 Alejandro Vergara Blanco, "Sobre Grocio, aquel gran inventor de

conceptos jurídicos, y las aporías del dominio eminente", en Revista de Estudios


Politicos, núm. 64, Madrid, 1989, pp. 337-346.
190 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

la facultad del soberano de cada nación de ejercer derechos


reales en su territorio y disponer de los bienes de ésta. 119 Esta
es la doctrina que Wistano Luis Orozco, quien había leído El
Derecho de Gentes de Emerich de Vattel (1758), utilizó para
fundamentar la jurisdicción federal sobre los terrenos baldíos
en sus Cuestiones fundamentales, donde además de las tierras
señalaba, entre otras "dependencias" del dominio eminente,
las "aguas de la mar y de los lagos, hasta una cierta distancia
de la costa y las de los ríos que separan dos ó más Estados" .120
El dominio eminente, insistimos, es también una teoría de
propiedad del Estado. Orozco señalaba, citando los Principios
de derecho internacional de Andrés Bello, el autor del Código
Civil chileno:

La utilidad pública exige que el soberano tenga la facultad de


disponer de todas las especies ó bienes, que pertenecen colectiva
ó distributivamente á la Nación; al establecerse la cual, se pre-
sume que no concedió á los particulares la propiedad de ciertas
cosas, sino con esta reserva. La facultad de disponer en caso
necesario, de cualquier cosa contenida en el Estado, se llama
dominio eminente ó simplemente dominio. Hay pues, dos especies
de dominio inherente á la soberanía: el uno semejante al de los
particulares, que es el que se ejerce sobre los bienes públicos;
y el otro superior a éste, en virtud del cual puede el soberano
disponer, no sólo de los bienes públicos, mas también de las

119 Wistano Luis Orozco, Legislación y jurisprudencia sobre terrenos bal-

díos, t. II, Imprenta de El Tiempo, México, 1895, pp. 981, 982.


120 !bid., p. 982. Véase, además, las leyes de aguas de 1894 y 1888, que

Orozco incluyó como anexos a sus Cuestiones fundamentales, lo que muy


posiblemente ilustra que éste pensaba que la propiedad y jurisdicción de
las aguas federales se basaba en la teoría del dominio eminente del derecho
internacional.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 191

propiedades de los particulares, si la salud o la conveniencia del


Estado lo requiere. 121

No fue Orozco, sino Justo Sierra O'Reilly, el autor del


primer proyecto de Código Civil para el Distrito Federal, 122
quien primero expuso la teoría del dominio eminente de las
aguas en México. En sus Lecciones de derecho marítimo inter-
nacional de 1854, Sierra O'Reilly, siguiendo a Grocio en De
mare liberum, partió del principio general de que los mares
no podían ser sujetos del imperio de una nación, ni tampoco
sujetos a propiedad particular. 123 Sin embargo, esto no aplicaba
a todo el mar indistintamente, "puesto que hay ciertas partes
suyas prócsimas (sic) á la tierra, y que hasta cierto punto par-
ticipan de la condicion de esta" -el principio de los derechos
ribereños en el derecho internacional-, en las cuales la nación
sí podía tener derechos de propiedad sobre las aguas. 124
De acuerdo con lo anterior, el Estado tenía derechos
de propiedad plenos sobre, primero, los puertos y las radas;
segundo, los golfos, las bahías y las abras que dan forma a las
costas del territorio de un mismo Estado, no excediendo en
su anchura dos tiros de cañón; tercero, los mares particulares
e interiores; 125 y cuarto, el espacio comprendido entre las
costas y la línea imaginaria de respeto, por ejemplo, el mar

!bid., p. 981.
121

Cft. Alejandro Guzmán Brito, op. cit., pp. 433-435.


122

m Justo Sierra O'Reilly, Lecciones de derecho marítimo internacional


Imprenta de Ignacio Cumplido, México, 1854, p. 15. Compare el lector con
la clasificación de las aguas del mar libre del proyecto de Molina. Proyecto de
Aguas Federales, op. cit., p. X.
124 Justo Sierra, op. cit., pp. 18-19.

125 Queremos hacer énfasis en este punto, por ejemplo, los mares parti-

culares e interiores, porque los ríos interiores -aquí discutidos como sujetos
192 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

territorial. Por el contrario, el Estado no tenía la propiedad


sobre los estrechos, por ejemplo, los pasos para comunicar
unos mares con otros, sobre los que solamente podía tener
los derechos de vigilancia y comercio establecidos en tratados
internacionales. 126
No tenemos conocimiento de la existencia de otros trata-
dos de derecho marítimo mexicano en el siglo XIX posteriores
al de Sierra O'Reilly, 127 pero de los párrafos anteriores podría
argumentarse que esta doctrina de jurisdicción -y también de
propiedad- en el derecho internacional, y no la tesis patrimo-
nial, constituye la base teórica del listado original de las aguas
de jurisdicción federal en la legislación mexicana a partir de
la Ley de Vías Generales de Comunicación de 1888 128 -la que
además ya incorporaba el elemento de navegabilidad de los

de derecho internacional- pasaron al listado de aguas de jurisdicción fede-


ral de la Ley de Vías Generales de Comunicación de 1888.
126 Justo Sierra, op. cit., pp. 19-26.

127 Para 1902, el año en que se expidió una de las leyes que Molina

criticó en su proyecto, y la cual contenía el listado de aguas de jurisdicción y


propiedad federal que proviene de la Ley de 1888, el mar territorial ya llegaba
hasta una distancia de 3 millas maritimas (art. 4-1); y la wna marítima terrestre,
hasta una faja de 20 metros de ancho de tierra firme contigua a las playas o
a las riberas de los ríos desde su desembocadura en el mar. Lanz Cárdenas,
Ley sobre Clasificación y Régimen de Bienes Inmuebles Federales de 1902,
op. cit., art. 4, p. 402.
128 Bajo la Ley de Vías Generales de Comunicación de 1888 eran vías

generales de comunicación, sujetas a la vigilancia y policía del gobierno


federal:
"Los mares territoriales;
Los esteros y lagunas que se encuentren en las playas de la República;
Los canales construidos por la Federación o con auxilios del Erario
Nacional;
Los lagos y ríos interiores, si fueren navegables o flotables;
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 193

ríos del Código Civil francés-. Bajo el derecho internacional


público, y el constitucional, nadie ha puesto en duda la juris-
dicción federal de las aguas como el mar territorial, o los ríos
limítrofes entre países, o entre estados de la Federación.
La fuente de tantos debates de derecho civil en reacción
a la ley de 1888 fue, no por aquellas, sino por la jurisdic-
ción de los ríos interiores, que O'Reilly había mostrado que eran
de jurisdicción y propiedad de la nación -y Orozco diría, de
propiedad y jurisdicción federal- en su calidad de soberana
frente a otros sujetos de derecho internacional público. Aunque
no podemos explicar con certeza pues, a pesar de la atención
que los historiadores han prestado a la Ley de 1888, poco se
sabe de su proceso de creación, 129 lo cierto es que los lagos y
ríos interiores, que O'Reilly había dicho ("mares interiores")
que eran propiedad de la nación como sujeto de derecho in-
ternacional -pero no a la luz de la doctrina constitucional del
federalismo, bajo la cual la ley violaba la jurisdicción estatal-, 130

Los lagos y ríos de cualquiera clase y en toda su extension, que sirvan


de límites a la República o a dos o más estados de la Unión".
(Art. 1). Lanz Cárdenas, Ley de Vías Generales de Comunicación de
1888, op. cit., p. 359.
129 De los orígenes de la ley de 1888 solamente sabemos que el pro-

yecto inicial fue introducido al Congreso por la legislatura de Coabuila, que


representaba a los ribereños inferiores del río Nazas, limítrofe entre Coauhila
y Durango. Luis Aboites, op. cit., pp. 84-85. Los pequeños propietarios
ribereños probablemente querían proteger sus viejos usos de los nuevos, los
otorgados a la Tlabualilo en su contrato de colonización, que entró en vigor
un día después de la ley. Así es como se comprende una de las disposiciones
más importantes del instrumento, que protegía y "confirmaba'' los derechos
de particulares anteriores a la entrada en vigor de la ley, siempre que se tuviere
título legítimo. Are. 2-B. Lanz, op. cit., 359.
130 La única opinión que conocemos en que un jurista mexicano, en

lugar de defender posiciones sobre el derecho de propiedad bajo el Código


194 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

fueron incluidos en la Ley de Vías Generales de Comunicación.


Con la evolución del derecho internacional público sobre el mar
territorial y la zona marítima terrestre, y el desarrollo del
concepto de cuenca por la hidrología, esta enumeración de
aguas de jurisdicción federal aumentó en la Ley de Clasifica-
ción de Bienes Inmuebles Federales de 1902. 131

Civil, argumentó en detalle el problema de la jurisdicción estatal desde el


punto de vista del federalismo constitucional es la respuesta de Ignacio L.
Vallarta a una consulta en la que el oficial mayor de Fomento le preguntaba
si los afluentes de los ríos navegables eran de jurisdicción federal bajo la ley de
1888. Citando Gibbons vs. Ogden, 22 U.S. 1 (1824), donde la Suprema Coree
de Estados Unidos definió, bajo la Cláusula de Comercio (Are. l, §8, 3) los
criterios constitucionales para la jurisdicción federal sobre los ríos navegables,
Vallarta atacó la jurisdicción federal de los "lagos y ríos interiores" en la Ley
de 1888. Cfr. Vallarca, Los afluentes de los rios navegables o flotables, Oficina
Tipográfica de la Secretaría de Fomento, México, 1897. Agradezco a Pablo
Mijangos su ayuda para conseguir el acceso a este documento.
131 La Ley sobre Régimen de Clasificación de Bienes Inmuebles Federales

de 1902 señala como de dominio público y uso común:


"l. El mar territorial hasta la distancia de tres millas marítimas, contadas
desde la línea de la marea más baja en la costa firme o en las riberas de las islas
que forman parte del territorio nacional;
11. Las playas del mar, entendiéndose por tales las partes de tierra que,
por virtud de la marea, cubre y descubre el agua hasta los límites del mayor
reflujo anual;
111. La wna marítima terrestre, o sea la faja de veinte metros de ancho
de tierra firme, contigua a las playas del mar o a las riberas de los ríos desde
la desembocadura de éstos en el mar, hasta el punto, río arriba, donde llegue
el mayor reflujo anual;
IY. Los puertos, bahías, radas y ensenadas;
V. Los ríos y esteros en toda la extensión de su álveo, siempre que sean
navegables o reúnan las demás condiciones que fija la ley de 5 de junio de
1888, para ser de jurisdicción federal;
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 195

Este último fue el listado de aguas de propiedad federal


que Molina tomó de base para su proyecto de ley de aguas, 132
a cuya clasificación añadió las aguas de lluvias, de arroyos y
manantiales, reguladas por el derecho civil, así como la carac-
terística física de "permanentes'', para definir la jurisdicción

VI. Los lagos y lagunas de formación natural, y que, por su profundidad


y extensión, así como por tener vías o vías públicas que den acceso a ellos,
puedan utilizarse para la navegación o floración;
VII. Las riberas y márgenes de los ríos, esteros, lagos y lagunas de que
hablan las &acciones anteriores, así como una wna de tierra de diez metros
de ancho, a partir de la línea de las más altas aguas.
...
[ ]"
Art. 4, Lanz Cárdenas, op. cit., p. 402.
132 En su Proyecto de Ley de Aguas Federales ( 1906), Molina clasificó

las siguientes como aguas de la propiedad de la Federación:


"l. Las comunes de lluvias, ocupadas por la Federación con arreglo al Art. 5;
II. Las de los mares territoriales desde la línea de la marea más baja,
hasta la distancia de tres millas marítimas, mar adentro:
III. Las de las lagunas y esteros que se encuentren en las playas;
IY. Las de los lagos interiores de formación natural y carácter permanente;
V. Las de los ríos que corran dentro del territorio nacional y sean de
corriente constante, desde la confluencia en que dicha corriente comience á
ser constante, hasta que desemboquen en algún lago interior ó en el mar;
VI. Las de los lagos naturales y permanentes y las de los ríos de corriente
constante, que sirvan de límites a la República, en la parte en que á éstas
correspondan;
VII. Las de los arroyos que sin ser de corriente constante, hayan for-
mado cauce aparente por donde natural y ordinariamente corran en tiempo
de lluvias, cuando esos arroyos sirvan de límites a la República ó entre dos
ó más Estados de ella;
VIII. Las de lluvias directas caídas en terrenos de propiedad federal y
naturalmente absorvidas (sic) por ellos; y
IX. Las de manantial que broten ya ó sean alumbradas en lo sucesivo
en terrenos de propiedad federal".
Art. 7, Molina, op. cit., p. 40.
196 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

federal, y de "transitorias", de jurisdicción estatal. Este listado


no estaba inspirado ni en las Partidas, ni en el derecho indiano
sino que, como Molina mismo indicó, las aguas de los mares
territoriales; de los ríos limítrofes entre países y entre estados
de la Federación y, quizá incluso de los ríos interiores -como
hemos discutido a manera de hipótesis--, provenía originalmen-
te del derecho internacional público. Lo demás, que no era de
propiedad federal sino estatal en el proyecto de Molina, venía
del Código Civil. El fundamento doctrinal de la propiedad del
gobierno federal sobre estas aguas era, entonces, el dominio
eminente, no la tesis patrimonial. El problema que Molina veía
si no se adoptaba la tesis patrimonial, esto es, que la nación
no era propietaria, los partidarios del dominio eminente lo
tenían resuelto, porque para ellos, la nación no sólo tenía la
jurisdicción, sino también la propiedad de las aguas. 133
Así es como debe entenderse el párrafo quinto del ar-
tículo 27 constitucional, que, aunque parecido a ambos, no
es exactamente el mismo de la Ley de 1902, ni tampoco del
proyecto de Molina:

Son también propiedad de la nación las aguas de los mares


territoriales en la extensión y términos que fije el derecho inter-
nacional; las de las lagunas y esteros de las playas; las de los lagos
interiores de formación natural que estén ligados directamente
a corrientes constantes; las de los ríos principales o arroyos
afluentes desde el punto en que brota la primera agua perma-

m Para una interpretación, posterior a 1917, que sostiene que efecti-


vamente el dominio eminente del derecho internacional público es la teoría
fundacional del régimen de propiedad del petróleo, las minas y aguas ("wnas
federales") del articulo 27, véase M. G. Villers, El artículo 27 de la Constitución
mexicana de 1917, Talleres Gráficos S. Galas, 1926.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 197

nente hasta su desembocadura, ya sea que corran al mar o que


crucen dos o más estados; las de las corrientes intermitentes que
atraviesen dos o más estados en su rama principal, las aguas de
los ríos, arroyos o barrancos, cuando sirvan de límite al territorio
nacional o al de los estados; las aguas que se extraigan de las
mismas; y los cauces, lechos o riberas de los lagos y corrientes
anteriores en la extensión [que] fija la ley ... 134

El poder gracioso: las concesiones de aguas bajo


el derecho administrativo

Dentro del derecho público, durante la segunda mitad del siglo


XIX el derecho administrativo en México se encontraba apenas
en proceso de formación. El mismo es resultado de trasplantar
el proyecto liberal francés encaminado a sujetar al Poder Eje-
cutivo al imperio de la ley a través de tribunales contenciosos,
y de organizar la actividad de la administración del Estado
alrededor de la noción de "interés público". Dicho proyecto
tuvo lugar en Francia apenas en la segunda década del siglo
XIX, cuando los publicistas Cormenin y Macare! comenzaron
el esfuerw de compilación de las leyes y la sistematización
de los principios jurídicos de la administración central, de la
misma manera que los privatistas habían hecho con el derecho
del Código Civil francés. 135
En México, Teodosio Lares, el redactor del primer código
de comercio mexicano de 1854, publicó en 1852 el texto delas
Lecciones de derecho administrativo de la cátedra que él mismo

134Artículo 27, en Manuel Fabila, op. cit., p. 308.


135 Sobre los orígeneshistóricos del derecho administrativo, véase Eduar-
do García de Enterria, La lengua de los derechos. Laformación del derecho público
europeo tras la Revolución Francesa, Alianza Universidad, Madrid, 1994.
198 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

había dictado en el Ateneo Mexicano, las cuales constituyen


el primer compendio de derecho administrativo en el país.
Apoyándose en los administrativistas franceses, Lares definía
la nueva disciplina como "la ciencia de la accion (sic) y de la
competencia del poder ejecutivo, de sus agentes y de los tribu-
nales administrativos, en relación con los derechos eintereses
de los ciudadanos, y con el interes general (sic) del Estado". 136
Para desarrollar la ciencia de la acción del Ejecutivo, tuvieron
que definirse conceptos como el de "competencia'' -la medida
de las facultades concedidas por la ley al Poder Ejecutivo- y
"jurisdicción", el medio para llevar a cabo la acción adminis-
trativa.137 Se trataba de un lenguaje nuevo:

[P]reciso es observar que siendo nueva la ciencia del derecho


administrativo, los que han escrito acerca de ella, han tenido
la necesidad de crear un lenguaje especial, ni podia ser de otra
manera, pues que siendo nuevas las ideas, nuevas debían ser las
palabras que las espresasen (sic). El derecho civil tiene su lenguaje
propio, y un título especialmente dedicado a explicar la signifi-
cación de las palabras; en materia administrativa la falta de esta
esplicacion (sic) y de un vocabulario legal, hace no pocas veces,
dificil la inteligencia de los autores que atribuyen significaciones
del todo diferentes á unas mismas palabras. 138

136 Teodosio Lares, Lecciones de derecho administrativo dadas en e/Ateneo

Mexicano, Imprenta de Ignacio Cumplido, México, 1852, p. 2. Para los anre-


cedentes y "consecuentes" del derecho administrativo en México, véase Andrés
Lira, "Las opciones políticas en el Estado liberal mexicano, 1853-191 O", en
Ma. del Refugio González (coord.), La formación del Estado mexicano, Porrúa,
México, 1984, pp. 135-151.
137 Teodosio Lares, !bid., p. 11.

138 !bid., pp. 12-13.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 199

Una de las palabras del nuevo vocabulario de la ciencia


administrativa es "gracioso", definida por Lares simplemente
como el ejercicio del poder discrecional de la administración en
aras del interés público. 139 Las concesiones eran precisamente
actos graciosos de la administración, la cual no violaba los
intereses privados cuando otorgase otra concesión a otro indi-
viduo sobre un objeto similar. Decía Lares que las concesiones
para construir un canal, un puente, etcétera, son especies de
dicha administración graciosa, las que "aunque necesariamente
deban causar un grave prejuicio á los concesionarios de otros
puentes, canales y caminos, no producirian (sic) un recurso
contencioso". Los terceros afectados por la concesión a otro
no tenían recurso, pues si lo tuvieran la Administración estaría
enajenando el derecho a otorgar concesiones:

Y es la razon, porque en las concesiones que se hacen, no puede


nunca enagenarse (sic) el derecho de hacer nuevas concesiones,
esencialmente inherente a la administración. Los concesionarios
deben pues, considerar que sus autorizaciones llevan consigo la
necesaria y absoluta condicion de que el poder ejecutivo podrá
conceder otra nueva siempre que así lo exija la buena direccion
de la viavilidad (sic) pública que le está encomendada, facul-
tad que el poder ejecutivo, aun cuando quisiera, no podria ena-
genar (sic). 140

Especies del poder gracioso de la administración, las


concesiones son permisos de carácter "perpetuo ó temporal,
acordado[s] para el fin de que puedan ejercerse ciertos derechos

139 !bid., pp. 13-16.


140 !bid., p. 66.
200 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

ó facultades, cuyo goce estaba antes prohibido" . 141 Según Lares,


éstas podían ser de dos tipos; primero, eran concesiones las
aplicaciones de alguna cosa de propiedad privada a un objeto
que no podía efectuarse sin previa autorización, como en el
caso de que un propietario quisiere convertir su casa en un
taller insalubre, para lo cual debía observar los reglamentos
de fábricas y obtener una autorización administrativa para
hacerlo, pero seguía siendo propietario de su casa-fábrica. 142
Segundo, eran concesiones las adjudicaciones de obras
públicas a un particular que de este modo realizaba, bajo ciertas
condiciones de temporalidad o perpetuidad, funciones que
pertenecían al Estado, como cuando la administración necesita
construir obras públicas, pero no teniendo recursos financieros
para hacerlo, adjudica la construcción a un empresario, a quien
le concede que por un número determinado de años cobre el
peaje para recuperar los gastos erogados. Concluida la obra, ésta
"pertenece al dominio público, no obstante que haya sufrido
la consignación individual al empresario para que se cubra de
sus erogaciones" .143 En esta segunda clase de concesiones se
encuentran las adjudicaciones relacionadas con aguas, minas y
desecación de pantanos. En cuanto a las aguas, los ríos navega-
bles o flotables requerían concesión para su explotación, pero
no así las aguas de los estanques que se originasen en la propia
heredad, aunque los últimos seguían sujetos a reglamentación
administrativa; por ejemplo, los poderes de policía:

Los diversos cursos de las aguas, llamados ríos, ya sean navegables


que puedan sostener embarcaciones, óflotables, capaces de llevar

141 !bid., p. 77.


142 !bid., p. 76.
143 lbid., p. 77.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 201

algunas balsas, son de la dependencia del dominio público, y se


hallan sometidos á las reglas administrativas. Colocados bajo la
vigilancia de la administración, nadie puede adquirir en ellos
propiedad, ni servirse de sus aguas sin una concesión particular.
Estas concesiones hacen adquirir derechos de que nadie puede
ser despojado, sino por medida de órden público, cuando así
lo exija la utilidad general, ante la que debe la administración
hacer que cedan los interes(sic), y á veces aun los derechos
individuales.
Un estanque no es un curso de agua, y si se ha formado de las
aguas de una fuente que nace en el fundo propio del que lo
ha construido 6 de las aguas de las lluvias, no necesitará una
prévia autorizacion; sin embargo, si el estanque es tan grande
que pudiera interesar á la salubridad pública, seria prudente
obtener la autorizacion. Y esta seria absolutamente necesaria,
si el estanque se ha formado interceptando las aguas de algún
río por medio de un dique.
Una simple toma de agua, sin dique ni compuertas, tratándo-
se de ríos navegables o de canales que pertenecen al Estado,
necesitaría de una autorizacion que seria graciosa, y en todo
tiempo revocable. Tratándose de ríos no navegables, la ley puede
establecer un derecho que pueda ejercerse por los propietarios
de las riberas, sin necesidad de prévia autorizacion, quedando
siempre expedita la administracion para formar el reglamento
que estime mas conveniente en bien de la agricultura 6 de la
industria. 144

En la doctrina de las concesiones, ni el Ejecutivo estaba


ejercitando poderes dictatoriales, como lo formuló Córdova, ni
el concesionario tenía derechos de propiedad privada absoluta,
como sostenía Cabrera. Decía Lares, que en todos estos casos

144 lbid.• pp. 78-79.


202 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

sujetos a concesión, el peticionario no tenía un derecho de


antemano, sino que solicitaba a la administración el disfrute de
un derecho que no tenía, y la decisión de ésta era "enteramente
de gracia'', dictada solamente en aras del interés público y sin
recurso contencioso en caso de negar la petición. Mas cuando
la concesión se hubiese otorgado, nacían derechos a partir de la
misma, y en este caso el concesionario tenía acceso al recurso
contencioso si la administración abusare su poder de alguna
manera -de este modo sujetando al Ejecutivo al imperio de
la ley-, por ejemplo, al exigir el cumplimiento de cláusulas
demasiado onerosas para el concesionario. 145 Aun así, el agra-
ciado no podía hacer lo que quisiera con la concesión, sino que
estaba sujeto a las condiciones de la misma, sin poder extender
ni modificar sus términos sin consentimiento de aquella. 146 El
examen de las necesidades de interés público y de las circuns-
tancias del otorgamiento de las concesiones, de la solicitud y
del cuidado de la gracia otorgada eran, según Lares, "puntos
difíciles y delicados" que la autoridad administrativa debía
examinar con mucho cuidado. "Para hacer estas concesiones
con discernimiento y equidad, se necesita rectitud, probidad,
y una larga experiencia. Tal vez esta sea la parte más difícil de
la administración" . 147
Como podemos ver de la descripción de las características
principales de las concesiones administrativas, cuyos elementos
esenciales no cambiaron hacia la época en que Molina escribió
su obra, éstas tenían características alejadas de la noción de
derechos privados derivados de la propiedad absoluta de la

145 !bid., p. 79.


146 !bid., p. 81.
147 !bid., PP· 77-78.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 203

Corona española. Sujetas a necesidades de interés público,


las concesiones eran discrecionales y además, como el mismo
Molina lo expuso, éstas sólo creaban derechos temporales y
revocables. En su proyecto, las concesiones para todos los usos
del agua, excepto el riego, eran de este tipo, y estaban sujetas a
jurisdicción federal. Pero Molina veía un problema en seguir
este mismo régimen para la irrigación, uno de los grandes
problemas nacionales, porque sin la verdadera propiedad de la
nación, el gobierno no podría constituir la propiedad privada.
A continuación veremos cómo la doctrina francesa lidió con
estos bienes regulados por concesión, como el agua, de uso
común y sin dueño particular.

El dominio público de los ríos en el derecho


administrativo

En su Ensayo sobre el derecho administrativo mexicano de 1875,


José María del Castillo Velasco formuló por primera vez en
el país, en líneas generales, la doctrina de los bienes públicos
desde el punto de vista del derecho administrativo. 148 Como
ya pudimos ver brevemente en la descripción de Lares sobre
el régimen de concesiones de los ríos navegables, "de dominio
público", esta doctrina se apoyaba, no en la teoría patrimo-

148 José María del Castillo Velasco, Ensayo sobre el derecho administrativo

mexicano, t. II, México 1875, pp. 5-25. Como se verá, el tratado se basa
tanto en las Partidas como en el Código Civil. Esto es porque en 1875 no
había tal cosa como "Código administrativo" o leyes especiales que analizar.
Las primeras leyes administrativas, tanto en España como en México, fueron
las de ferrocarriles y caminos, y luego las de aguas, así que no habría leyes
administrativas que comentar sino hasta después de 1884.
204 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

nialista de Pallares, Cabrera y Molina, sino en el derecho


público europeo.
En su exposición, del Castillo Velasco se basó espe-
cialmente en el Derecho administrativo español de Manuel
Colmeiro, quien había articulado una doctrina del dominio
público fundada en el dominio eminente del derecho inter-
nacional público. El Estado, por vía del dominio eminente,
tenía la propiedad de los bienes públicos de uso común -del
dominio público-. Sin embargo, dicho dominio público estaba
limitado, porque la nación no podía enajenarlo:

Son bienes públicos las cosas que corresponden en plena pro-


piedad á la nación y en cuanto al uso á todo el mundo, 6 segun
dice la ley la. tit. XVII Pan. 11 'penenescen á todos los ornes
comunalmente, en tal manera que tambien pueden usar de ellos
los que son de otra tierra extrafia, como los que moran 6 viven
en aquella tierra do (sic) son.'
Los bienes públicos forman parte del territorio nacional que la
sociedad conserva en el dominio comun, porque 6 no pueden
dividirse, 6 divididos perderían su utilidad, 6 en fin porque
según su naturaleza no son capaces de apropiacion particular:
pertenecen al dominio eminente, se derivan del derecho de
soberanía y comprenden todas las cosas que no son propiedad
de los individuos ni de las corporaciones. La administracion
dicta reglas acerca de su aprovechamiento, para que ningún
interés individual perjudique al uso público á que la ley los
destina. [... ]
Es consecuencia rigorosa (sic) de los principios sentados que
tales bienes como estos no se hallan en el comercio general,
ni pueden por lo mismo ser adquiridos por prescripcion. (Art.
1167, Cod. Civ.) Tampoco puede el gobierno enagenarlos
(sic), primeramente porque son una propiedad nacional, y en
segundo lugar porque la suma movilidad de las necesidades es
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 205

un obstáculo á todo abandono definitivo; pero si alcanza su


autoridad á declarac si la antigua aplicacion ha dejado de ser útil
ó necesaria al público, lo cual no excede los límites de un acto
administrativo. En tal caso los somete al imperio del derecho
común, y deja expedito á los tribunales ordinarios el ejercicio
de su jurisdicción. 149

Siguiendo a Colmeiro, para Castillo Velasco las teorías del


dominio eminente y del dominio público eran el fundamento
del régimen jurídico de las aguas. Los mares "pertenecían a
todas las naciones" bajo el derecho romano, pero éstas también
"reivindicaban para su pueblo la propiedad de aquella parte de
los mares que se consideraba añeja á su territorio y por tanto
comprendida en el dominio público", esto es, las costas o mares
adyacentes y las riberas del mar, en las cuales cada nación se
reservaba el derecho exclusivo a la pesca y podía excluir a los
extranjeros de su navegación. 150 En cuanto a las aguas dentro de
la jurisdicción de la nación, o sea los ríos, que bajo las leyes
de la Partida 3a, 6 y 11 tít. XXVIII "comunalmente pertenescen
á codas las criaturas ... el ayre, et las aguas de la lluvia, et el mar,
et su ribera ... " .151 no eran simplemente "aguas comunes", como
decía el texto de la Partida, sino que, en el derecho moderno,
eran del "dominio público", de tal modo sujetas al derecho
administrativo, no al civil. Esto se tradujo en la imposibilidad
de su apropiación privada -mientras éstas estuvieren "afecta-

149 !bid., pp. 6-7. Desconocemos cuál es la edición de Colmeiro que

Del Castillo Velasco consultó, pues su libro carece de citas. Nosouos hemos
consultado la cuarta. Véase Manuel Colmeiro, Derecho administrativo espa-
ñol, t. II, 4a. ed., Imprenta y Librería de Eduardo Martínez, Madrid, 1876,
pp. 1-39.
150 !bid., p. 7.
151 !bid., p. 8.
206 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

das" a una utilidad pública- y en la explotación de los ríos


sólo por vía de concesiones revocables:

[N]o hay ningun motivo poderoso para negar el dominio pú-


blico en todos los rios, porque las aguas corrientes sin artificio
alguno se reputan cosas comunes.
Como los ríos son de dominio público (sic), se infiere que su
clasificación es y debe ser un acto administrativo. Declarar que
este ó el otro caudal de aguas forman un rio útil para la nave-
gation (sic), el flote, el riego, la pesca ú otro servicio semejante,
midiendo su anchura y profundidad y estudiando su curso
tranquilo ó impetuoso, es apreciar las necesidades comunes y
disponer los medios de satisfacerlas, juzgando si ofrece utilidad
conservar aquella corriente en el dominio público, ó si conviene
abandonarla al interés privado. Estos hechos caen debajo del
imperio de la administracion, como único poder encargado de
fomentar toda clase de intereses sociales. 152

Lo anterior no quería decir que se hiciese nugatorio el


derecho de propiedad privada sobre las aguas, aunque era de
alcance mucho más reducido de lo que defendían los privatistas
y, en todos los casos, estaba sujeto a regulación administrativa.
Los individuos podían tener derechos privados, no de pro-
piedad sobre los ríos, sino de posesión exclusiva al desviar las
aguas de su cauce natural "para regar [sus] campos ó mover un
artefacto" .153 Además, los derechos de propiedad privada sobre
las aguas que pasaren sobre el cauce de una heredad privada,
por ejemplo, los derechos ribereños del código francés, así
como las viejas reglas romanas de la protección del aumento
de la propiedad de la tierra por aluvión de las aguas, estable-
cidos en el Código Civil, quedaban reconocidas, "pero fuera

152 !bid., p. 12.


153 !bid., p. 11.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 207

de estos derechos los ribereños no tendrán otro alguno sobre


los cauces limítrofes, ni podrán hacer de ellos mas (sic) usos
que los concedidos por regla general á todos los habitantes
respecto á las cosas de dominio público" . 154
Con lo anterior no queremos decir que en el derecho
administrativo, la doctrina del dominio público esté siempre
ligada a la del dominio eminente. De hecho, esta es una ex-
cepción de la doctrina. 155 Nosotros hemos descrito esta versión
porque el único de los tratados administrativos en México que
en la segunda mitad del siglo XIX se ocupa de la materia es el
de Castillo Velasco, que así explica el dominio público. 156 El
español Colmeiro, en quien Velasco se apoyó, ofreció una
variante del dominio público que, al ligarlo con el dominio
eminente, convirtió de la manera más clara y sencilla al Estado
-a la "Nación"- en propietario de aquellos bienes, aunque, por
ser sobre el dominio público, ese derecho de propiedad no era
absoluto, pues el Estado no podía enajenarlo. 157

154 !bid., p. 13.


155 Véase Alejandro Vergara Blanco, Principios y sistema del derecho
minero. Estudio histórico-dogmdtico, Ed. Jurídica de Chile, Chile, 1992, p.
182, nota 368.
156 El último de los tratados de derecho administrativo del siglo XIX -ya

cercano a la época en que Molina escribió su obra- que se conoce en México


es el de Manuel Cruzado, que no hemos tomado en cuenta porque no dis-
cute las doctrinas de las concesiones ni del dominio público que a nosotros
nos interesan aquí. Sin embargo, vale la pena su lectura, porque éste ya es
verdaderamente un primer intento de articulación de los principios de la ad-
ministración pública mexicana, sentados sobre bases de leyes puramente
administrativas, con mínimos precedentes coloniales o del derecho civil.
Cruzado, Elementos de derecho administrativo, Antigua Imprenta de Eduardo
Murguía, México, 1895.
157 En concordancia con la idea del dominio público limitando los

poderes de enajenación del Estado, recordemos que el derecho administrativo


208 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

Separando el dominio público del dominio eminente,


la doctrina original del dominio público francés no tenía un
"propietario absoluto" sobre el mismo, sino que dichos bienes
eran de "uso común", de todos y de nadie en particular. El
Estado, sujeto al régimen de derecho público y no al privado,
sólo podía administrarlos. Para dejar en claro los elementos
originales de esta doctrina que, insistamos, es independiente
del dominio eminente, citemos a Recaredo Fernández de
Velasco, el primer administrativista español del siglo XX quien
se ocupó de la doctrina francesa en todo su detalle. 158 En su
versión original, Fernández de Velasco citaba del Manuel de
droit administrative de Félix Moureau (1909) lo siguiente:

[L]os bienes de dominio público son inalienables e impres-


criptibles, como el poder público, como la soberanía; [... ]
De esta misma noción resulta el derecho que el Estado posee
y ejerce sobre el dominio público. Su situación, respecto de
este dominio, es de derecho público. Es, por lo tanto, ilógico
y quimérico intentar definir una situación de derecho públi-
co con términos que se obtienen del derecho privado. El dominio
público no corresponde a la definición que da de la propiedad
el art. 544 del Código civil (art. 348 del Código civil espafiol),
ni se acomoda al concepto romano de la propiedad. El Estado
no tiene el derecho de gozar y disponer del dominio público de
la manera más absoluta, que es, según el Código civil, la esencia
de la propiedad. El abusus queda excluido por la inalienabilidad;

fue formulado alrededor de la idea de sujetar al Poder Ejecutivo a la ley, y no


de darle poderes dictatoriales o ilimitados.
158 Recaredo Fernández de Velasco, "Naturaleza jurídica del dominio

público según Hauriou: aplicación de su doctrina a la legislación española",


Revista de Derecho Privado, año IX, núms, 94 y 95, Madrid, julio y agosto
de 1921, pp. 230-236.
IAS APORTACIONES DEL JURISTA 209

el frutus casi desaparece en razón a la afectación de la cosa; el


usus pertenece al público más bien que al Estado. 159

En esta versión original de la doctrina francesa del


dominio público era elemento clave el que, además de su
inalienabilidad e imprescriptibilidad, en la medida en que los
bienes del dominio público eran, según el derecho romano, res
nullius -bienes que no pertenecían a nadie- o de uso común,
el Estado tenía solamente facultades de vigilancia y policía
sobre ellos, 160 pero no derechos de propiedad sobre los mismos.
Con la desintegración del derecho privado y la aparición del
derecho social en Europa, la doctrina francesa del dominio
público evolucionaría en el sentido de otorgar más control
al Estado como "institución", y con esto a la administración
pública sobre las aguas y muchos otros bienes que ésta declarara
como aptos para el destino público.

Recontextualizando a Molina dentro del derecho


público: sobre la jurisdicción, las concesiones
administrativas y el destino de las aguas
públicas federales

El proyecto de Molina no era solamente la normativización del


derecho liberal de propiedad privada -civil-y la protección de
los derechos adquiridos; era también, y de hecho en la mayoría
de su contenido, una ley administrativa. Y no podía ser de otra

159 !bid., p. 231 (citando a Moreau, Droit administrative, 1909, núm.

391 y ss.).
160 Maurice Hauriou, Précis de droit administratif, contenant le droit

public et le droit administratif, 2a. ed., L. Larose & Porcel, Éditeurs, París,
1893, p. 485.
210 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

manera, especialmente cuando Molina contaba con una larga


experiencia como funcionario de la burocracia del Estado de
México y además, había dado clases de derecho administrativo
en el Instituto Científico y Literario de Toluca. Sobre esto no
vamos a repetir lo que Kroeber ya había explicado, y nosotros
también, en nuestra lectura del proyecto. Baste dejar anotado
de nuevo que, primero, en cuanto al problema de la jurisdic-
ción administrativa para el ejercicio de la vigilancia y policía de
las aguas, Molina entendía bien la confusión jurídica sobre la
jurisdicción entre la Federación y los estados a que había dado
lugar la Ley de Vías Generales de Comunicación de 1888, y por
tanto en su proyecto formulaba un criterio para lidiar con el
problema. Así le daba al gobierno federal la jurisdicción sobre
los ríos del país -listado que tiene una relación estrecha con el
derecho internacional público-y las corrientes constantes, y a
los estados sobre las aguas de lluvias y las corrientes transitorias.
Segundo, en cuanto al régimen de concesiones, como ya
lo hemos explicado por vía de citas directas, Molina sabía que
el derecho administrativo moderno, como lo expusimos del
compendio de Lares, entendía las concesiones como formas ju-
rídicas que solamente otorgaban derechos de uso, temporales,
de carácter administrativo y no civil. Éstas podían ser revocadas
por el Ejecutivo -en su proyecto, la Secretaría de Fomento- si
el concesionario violaba los términos de la concesión. En este
sentido, Molina se apartaba de Cabrera, que había querido ver
las concesiones como instrumentos jurídicos estrictamente de
derecho privado. Molina sabía que éstas estaban reguladas por
el derecho público, y que no otorgaban derechos de propiedad
privada protegidos bajo el Código Civil. Por eso, para lidiar
con el problema de la irrigación creó la figura de las "concesio-
nes de enajenación", que sí permitirían la propiedad privada.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 211

Pero las concesiones de las aguas federales, para todo lo que


no era riego; por ejemplo, los usos domésticos, las industrias
y, sobre todo, la construcción de vías de comunicación, eran
concesiones administrativas, temporales y revocables, en las
leyes anteriores, en su proyecto, y en las posteriores.
Tercero, y es aquí donde entraremos en detalle un poco
más, Molina conocía la doctrina del dominio público, y la re-
chazaba porque, en el derecho administrativo de la conciencia
jurídica liberal, el dominio público no tenía propietario; era
de todos y de nadie en particular, y él quería a la nación como
el propietario privado de las tierras y las aguas. Pero eso no
quiere decir que no incorporara los elementos de la doctrina
en su proyecto. Por el contrario, contiene un capítulo sobre el
régimen de dominio público, pero sin llamarle por su nombre.
En el capítulo "Del destino de las aguas públicas federales",
Molina se había apoyado en el texto de la Ley de 1902, que
dividía las aguas públicas federales (los bienes del dominio
público) en aguas de uso común, y propias o patrimoniales de
la Federación, y lo mismo hizo él en su proyecto. 161 Las aguas
de uso común eran las dedicadas a las vías de comunicación, las
cuales eran inalienables e imprescriptibles mientras estuvieren
dedicadas a vías de comunicación, pero una vez que dejasen
de estarlo, podían ser sujetas de propiedad privada, lo que
era completamente compatible con la doctrina del dominio
público francés, que permitía la propiedad privada cuando el
"destino público" de la cosa se extinguiera:

An. 39. Las aguas públicas federales, mientras estén dedicadas


á vías de comunicación, serán inalienables e imprescriptibles.

161 Molina Enrfquez, Proyecto de Aguas Federales, op. cit., art. 31, p. 47.
212 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

Cuando se declare que han cesado de estar dedicadas á vías de


comunicación, pasarán a ser aguas patrimoniales, y se regirán
por las disposiciones relativas a éstas. 162
An. 42. Las aguas públicas ó patrimoniales de la Federación, se
considerarán comprendidas en [... ] la ley de 18 de diciembre de
1902, sobre bienes inmuebles de la Federación. En consecuencia,
serán prescriptibles [... ] y podrán ser enagenadas (sic) por el
Gobierno Federal, con arreglo á la misma ley citada de 18 de
diciembre de 1902. 163

Para cerrar esta sección, y con ello nuestra exposición


sobre Molina, recordemos que Kroeber había dicho que
Manuel Vera, el jefe de la Sección Quinta de la Secretaría de
Fomento, había jugado un papel crucial en la formulación
de la política hidráulica mexicana a partir de 191 O, y que entre
sus investigaciones había leído el proyecto de Molina. En ese
afio, el Congreso expidió la Ley sobre Aprovechamientos de
Aguas de Jurisdicción Federal, sobre cuya necesidad el secreta-
rio de Fomento, Olegario Molina, había insistido en repetidas
ocasiones. 164 Veamos muy brevemente si en su articulado pudo
haberse tomado en cuenta el proyecto de Molina.
La realidad es que, si el proyecto de Molina fue leído,
su articulado no sobrevivió en la nueva ley. El régimen de
las aguas de jurisdicción federal siguió un desarrollo que es
independiente de su proyecto y su obra teórica. Kroeber pare-
ció pensar que el proyecto tuvo gran influencia porque regulaba
de manera detallada el régimen de concesiones, que no estaba

162 !bid., pp. 48-49.


163 !bid., p. 49.
164 Ley sobre Aprovechamientos de Aguas de Jurisdicción Federal de 21

de diciembre de 191 O, en Lanz Cárdenas, op. cit., pp. 425-444.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 213

previsto en la Ley de 1888. Pero el régimen de concesiones ya


existía para las aguas, por lo menos desde la Ley de 1902. En la
nueva ley de 191 Ose había seguido ese sistema, de concesiones
administrativas que sólo otorgaban derechos temporales y revo-
cables. No se hablaba de los aspectos novedosos y cruciales del
proyecto de Malina; esto es, ni de la propiedad de la Soberanía
Nacional, ni de la jurisdicción de los estados, ni de las aguas
de las lluvias, ni de las concesiones de enajenación para riego.
Además, el orden de prioridad de la asignación de las aguas
vino a ser muy distinto del que Molina había querido; los usos
domésticos y servicios públicos, y no las vías de comunicación,
irían primero, y dicha prelación se mantendría firme en las
leyes de aguas posteriores en el siglo :xx. 165
De lo que se hablaba, para el infortunio de Malina, era del
dominio público y uso común, inalienable e imprescriptible. 166
Estaba claro que esta doctrina francesa había cobrado firmeza
como el fundamento doctrinal del régimen de las aguas y otros
recursos del Estado bajo el derecho administrativo.

PosT-SCRIPTUM: SOBRE EL "soCIALISMO JURÍDICO"


Y LA VICTORIA DEL DERECHO PÚBLICO

Retomando a Duncan Kennedy, entre 1900 y 1968 se globalizó


la idea de "lo social" en el derecho. Al igual que la conciencia
jurídica clásica, el "socialismo jurídico" era una manera de
pensar sobre el derecho, pero distinta a aquélla porque tenía

165 !bid. La prelación de usos para el otorgamiento de con~esiones de agua

era la siguiente: usos domésticos de los habitantes de las poblaciones; servicios


públicos de las poblaciones; riego; producción de energía; servicios industriales
y entarquinamiento de terrenos. Art. 7, en Lanz, op. cit., p. 427.
166 !bid., Art. 2, p. 426.
214 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

como característica principal repensar el derecho fundamen-


talmente como una actividad reguladora con una función; una
forma de razonamiento jurídico que había surgido en Europa
a partir de la creación de partidos políticos que agregasen los
intereses de los actores sociales "débiles", como los campesinos
y trabajadores, en reacción a los excesos del capitalismo. Al
igual que el pensamiento clásico, tampoco era una filosofía,
ni tenía esencia, y su contenido concreto podía ser social,
social-demócrata, católico o cristiano-socialista, pero no clá-
sico liberal, que era la etapa que pretendía superar. Su núcleo
de argumentación era el derecho social, del cual se derivaron
nuevas disciplinas, como el derecho laboral y el agrario. Su
vocabulario conceptual común era el de la sociología, los
derechos sociales, los derechos colectivos, la solidaridad, el
corporativismo, el derecho administrativo regulador, las leyes
especiales, y-sobre todo para nuestros propósitos- la institu-
ción.167 Como veremos en lo que sigue, "lo social" en el derecho

167 Duncan Kennedy, op. cit., pp. 20-23. Véase también Francesco

Cosentini, JI socialismo giuridico, con una ricca bibliografia suU'argomento,


Cav. Niccolo Giannotta, Editore; Consentini, El derecho civil y sus bases
sociológicas. Introducción al curso superior de derecho civil dictado en la
Facultad Nacional de Derecho y ciencias politicas y sociales de Panamd el 24 de
magio de 1926, Premiara Sociera 1ipografica Modenese, 1926. Aquí debe-
mos hacer una salvedad dedicada al lector del "Molina-sociólogo". Aunque
fue precisamente la influencia de la sociología la que permitió a los jurisras
privatistas europeos comprender los abusos y excesos del derecho absoluto de
propiedad y de la libertad del contrato a partir de la industrialización, sobre
todo en el campo laboral, y de hecho la disciplina ya comenzaba a permear
los estudios jurídicos de la década de 1890 en México, esto no quiere decir
que los privatistas como Molina, o hasta los publicistas del periodo, fueran
"socialisras jurídicos". Véase, por ejemplo, la tesis de licenciatura de Jorge Vera
Estaño!, que es una crítica a la creciente intervención del Estado en el derecho
de los contratos". Vera Estaño!, "El papel del Estado en los contratos", tesis,
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 215

contribuyó a redefinir la doctrina del dominio público, que


centralizaría de una vez por todas el control de las aguas por
el Estado, al darle la propiedad de las mismas bajo un régimen
de derecho público.

La doctrina francesa del dominio público:


de cómo el Estado devino propietario
de las aguas en el derecho administrativo

En la última década del siglo XIX, el institucionalista francés


Maurice Hauriou reformuló la teoría del dominio público, que
pasó de ser una doctrina de facultades de vigilancia y policía so-
bre los bienes de uso común -recordemos, de todos y de nadie
en particular, por razón de su "naturaleza de uso común"- a una
teoría de propiedad pública -un dominio público de carácter
"patrimonialista"-, cuya influencia en la regulación de los
recursos como las aguas y las minas en los países de tradición
civil a partir del siglo XX ha sido innegable y duradera. 168 En su
Précis de Droit Administratif de 1893, 169 Hauriou interpretó
el dominio público como un verdadero derecho de propiedad
del Estado como "persona administrativa", 170 aunque sometido

Escuela Nacional de Jurisprudencia, 1896. Nuestra tesis es que la defensa de


la propiedad patrimonial de la Corona y de la propiedad privada absoluta
de Molina lo categorizan todavía dentro de la conciencia jurídica clásica, y
no dentro del derecho social regulador.
168 Alejandro Vergara Blanco, "Teoría del dominio público y afectación

minera", en Revista Chi/,ena tk derecho, vol. 17, núm. l, 1990, pp. 135-159.
169 Maurice Hauriou, op. cit. La edición que nosotros hemos consultado

es la segunda, de 1893.
170 /bid., pp. 1-X. Sobre la teoría institucional de Hauriou, véase Albert

Broderick, The Frenchlmtitutionalists: Maurice Hauriou, George Renard.]oseph


T. Delos, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1970, pp. 93-124.
216 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

a las reglas del derecho público, y no del derecho privado.


Se trataba de un tipo de propiedad calificado por la idea de
"destino" o "afectación administrativa" a la utilidad pública
que ya existía antes, pero no era el elemento primordial de la
doctrina, como sí lo era su naturaleza de "uso común".
Esos bienes de propiedad del Estado, como persona ad-
ministrativa, eran inalienables e imprescriptibles mientras los
mismos permanecieran afectados a dicha utilidad pública, y
sólo podrían ser explotados por vía de concesión o permiso
temporal y revocable. Cuando aquellos dejasen de servir di-
cha afectación, los mismos entraban al comercio y podían ser
enajenados y adquiridos en propiedad privada por vía de pres-
cripción administrativa. 171 Así fue como el Estado en Francia
devino "propietario" del dominio público, no sólo de las aguas,
sino de muchos bienes más, por la institucionalización del
Estado que le dio carácter de "persona jurídica" bajo el derecho
público-administrativo, no el privado-civil. Bajo este criterio,
los bienes del dominio público no eran tal simplemente por su
"naturaleza física'' de uso común, sino por un acto de voluntad
administrativa del Estado, una institución puramente jurídi-
ca que declaraba de dominio público los bienes que considera-
ba que debían ser afectados a un destino público. Esta doctrina,
así reformulada, proveyó la base teórica para otorgar un control
mucho mayor al Estado sobre las aguas. 172
En México, el Estado sí devino propietario de las aguas en
la doctrina, pero no bajo los mecanismos de derecho privado
que Molina tanto había deseado. En 1934, Gabino Fraga, el
gran tratadista del derecho administrativo mexicano del siglo

171 !bid., pp. 485-502.


172 !bid., pp. 502-503.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 217

XX, publicó la primera edición de su Derecho administrativo,


el cual sigue siendo texto obligatorio en la cátedra de derecho
administrativo de las facultades de leyes en México. 173 En su
introducción, Fraga reconoció que en su construcción debió
inspirarse en la ciencia administrativa de los países europeos,
sobre todo en la francesa, a "falta de fuentes nacionales que
puedan presentar la utilidad de aquellas teorías y, a que a
pesar de que en México se han escrito ya tratados de derecho
administrativo, como los de Lares, Cruzado y Castillo Velasco,
el esfuerzo que dichos tratados significa, se refiere a épocas en
que todavía era más incipiente, de lo que es en la actualidad,
la rama del derecho relativa a la administración" .174
Fraga había estudiado el debate francés entre los partida-
rios del dominio público por su naturaleza, sin propietario, y
aquellos -Hauriou y sus seguidores-, quienes sostenían que
el dominio público estaba sujeto al derecho de propiedad
pública del Estado, y eligió como la doctrina correcta para el
caso mexicano, la segunda. Para esto se basó, no en el primer
párrafo del artículo 27, sobre la "propiedad" originaria de la
nación, sino en la Ley de 1902, que fue la primera que legisló
la doctrina del dominio público para las aguas. Aquí Fraga
efectuó un rompimiento completo entre la interpretación de
los usos comunales de la Colonia bajo los lentes del derecho
civil -que Cabrera había interpretado bajo el régimen de ser-
vidumbres- y el derecho público mexicano, que a partir de
1902 tenía una base doctrinal diferente. De esta manera, la

173 La úláma edición que hemos podido conocer de este libro es la

núm. 43, impresa en 2003.


174 Gabino Fraga Jr., Derecho administrativo, Porrúa, México, 1934,

p. 505. Advertencia preliminar, s/p.


218 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

propiedad del Estado, que Molina tanto había anhelado, se la


debemos no a éste, sino a los administrativistas franceses:

La legislación mexicana creemos que puede colocarse dentro


de la orientación que reconoce que los bienes de dominio
público son susceptibles del derecho de propiedad. Mientras
que la legislación colonial, estableció respecto de cienos bienes
la propiedad privada, con la servidumbre legal necesaria para
garantizar cienos usos comunes, como sucedía con las aguas,
que reponaban la servidumbre en favor del uso común de abre-
vadero de ganados y consumo de las poblaciones (Vera Estafiol,
Cuestiones jurldico-constitucionales, p. 23), la legislación que
rige en la actualidad, por lo menos a panir del afio de 1902,
fecha de la Ley de Inmuebles Federales, consigna la propiedad del
Estado sobre los bienes de dominio público o uso común. 175

Las secuelas de los bienes de propiedad originaria


de la nación en el derecho mexicano

Según Gabino Fraga, los bienes de dominio público en México,


a nivel doctrinal, se volvieron propiedad del Estado a partir de
1902, no de la Constitución de 1917. Sin embargo, en 1934
que publicó su tratado, Fraga no podía ignorar el artículo 27,
especialmente tratándose del texto fundamental del país. De
este modo, entre los bienes del "dominio" del Estado, éste creó
una clasificación llamada "bienes de propiedad originaria'' -los
de los párrafos primero, cuarto y quinto del artículo 27-, a
los cuales dedicaría un capítulo de su libro que es, en su mayoría,
un resumen de un trabajo histórico del régimen de propiedad

175 !bid., p. 308.


LAS APORTACIONES DEL JURISTA 219

escrito por Manuel de la Peña, 176 que rescata todos los ele-
mentos de los que hemos venido hablando, como si estuviera
uno leyendo Los grandes problemas nacionales: el régimen de
la propiedad de la Corona fundado en las bulas alejandrinas y
el real patrimonio de la Corona española como origen de los
bienes de propiedad originaria de la nación. Pero la explicación
histórica no venía de la gran obra de Molina.
La interpretación que de estos bienes dio Fraga, y que se-
ría la que perduraría en las mentes de los abogados mexicanos
del siglo XX, que entienden la propiedad del artículo 27 como
un régimen de derecho público, se la debemos, no a Fraga
mismo, ni a Molina Enríquez, sino a un abogado porfirista
-no sabemos si "apologista", pero sí verdaderamente "talen-
toso", usando las palabras de Córdova con que introdujimos
nuestro texto-. Abogado porfiriano, del "ala reformista", 177
pero porfiriano al fin y al cabo, Jorge Vera Estaño!, abogado
practicante del derecho administrativo, 178 articuló una ínter-

176 No hemos podido localizar este estudio, titulado "Prolegómenos de

la historia jurídica de la propiedad en México", para determinar si él mismo


habría leído el libro de Molina. Fraga. !bid., p. 320. Sin embargo, de la lectura
de otro estudio de De la Peña que sí pudimos conocer, un estudio de derecho
comparado sobre la propiedad estatal de las minas y el petróleo, podemos
suponer que no lo hiw, porque éste articuló la justificación histórica de la
propiedad de los recursos con argumentos de derecho público, y no privado,
como los de Molina. Véase Manuel de la Peña, El petróleo y la kgis/ación
frente a las compañías petroleras de México, Dirección de Talleres Gráficos de
la Secretaría de Gobernación, México, 1920.
177 Friedrich Katz, The Life and Times ofPancho Villa, Stanford University

Press, 1998, pp. 104-105.


178 Quizá el interés de Vera Estaño! por el derecho público comenzó

ya desde su formación de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.


Alumno de Pallares, Vera Estaño!, junto con otros estudiantes, asistió al profe-
sor en la compilación de un libro de leyes especiales de derecho administrativo,
220 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

pretación de derecho público para explicar el real patrimo-


nio sobre las aguas que es completamente distinta y, es más,
contraria a la tesis de Pallares, Cabrera y Molina sobre la
propiedad patrimonialista de la Corona. Esta interpretación
formó parte de los Alegatos presentados en el famoso litigio
del Tlahualilo contra la Secretaría de Fomento, del que ya
hemos hablado aquí. 179 Vera representaba al gobierno y sus
argumentos, que resultaron victoriosos en el juicio ante la
Suprema Corte, vinieron a influenciar el derecho adminis-
trativo de Fraga, que así efectuó un rompimiento completo
con el régimen de propiedad de las aguas como había sido
entendido por el derecho civil.
Démosle la palabra directamente a Fraga, quien citó a
Vera Estaño! para fijar el sentido histórico de los bienes de
propiedad originaria -entre ellos, las aguas de la nación- en
el derecho mexicano:

Sería sumamente difícil precisar el régimen jurídico aplicable


a cada uno de los bienes de diversa naturaleza, que integraban
el Real Patrimonio; pero sí es posible afirmar que, respecto de
las tierras conquistadas, no quedaron sometidas a un régimen
de derecho civil.

que Pallares no llama así porque, como hemos dicho, era un jurisra privatisra,
el cual serviría para consulra de las leyes administrativas más importantes del
porfiriato. Véase Pallares, Leyes no codificadas de mds reciente aplicación en el
Foro, Colecci6n formada por los alumnos del tercer afio de derecho Jorge
Vera, Manuel Mercado, Ismael Pizarro y M. Calero y Sierra, Librería de las
Escuelas de Jesús Urías, México, 1892.
179 Alegatos que presenta el Señor Licenciado Don Jorge Vera Esrañol

como abogado especial del Gobierno Federal ante la Tercera Sala de la Su-
prema Corte de Justicia de la Naci6n, Imprenta y Fototipia de la Secretaría
de Fomento, México, 1910, pp. 589-592.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 221

La razón de esto nos las da el siguiente párrafo, tomado de


los Alegatos del Gobierno Federal en el célebre asunto del
Tlabualilo: " ... aunque incorporadas las tierras de América,
dice, al Patrimonio Real o a la Real Corona de Castilla, no se
consideraron estos bienes en la misma categoría que cualesquiera
otros también del Patrimonio Real: se reconoció desde luego
que ellos estaban constituidos por comarcas y países pobla-
dos de hombres: que éstos formaban sociedades que, como
todas, debían regirse por leyes y disposiciones de orden político,
gubernamental y administrativo y no simplemente por el con-
cepto civil del derecho privado; de aquí que inconciente (sic)
e insensiblemente los monarcas espafioles separaran la acción
político-administrativa, que bajo otro nombre se llama soberanía
del Estado, sobre las tierras conquistadas, de la acción civil o
jurídica que, bajo otro nombre se denomina dominio privado.
En la primera, se vinculó el interés común; en la segunda el
Patrimonio Real quedó reducido a percibir los rendimientos
de la venta, composición o confirmación de tierras, hechas por
el Rey o por sus delegados y comisionados. 180

En los años treinta, en que Fraga redefinía el "espíritu''


de la propiedad del artículo 27 dentro del derecho público,
Molina era, según Basave, "ya otro". 181 Por la influencia del
"socialismo jurídico", el derecho público y social habían
superado al privado, y Molina ahora sostenía que el artícu-
lo reconocía "el origen social" de la propiedad. Además, desa-
fiando "vehemente a quienes ponían en duda su paternidad del
artículo 27", 182 Molina ofreció un argumento para defender
los poderes del Estado que tenía ya un sentido distinto de lo

180 Gabino Fraga, op. cit., p. 320.


181 Basave, op. cit., p. 20.
182 Jdem.
222 ALEJANDRA NúÑEZ LUNA

que éste había dicho entre 1905 y 1909. Veamos lo que dijo
en los treinta:

Dentro de la propiedad privada individual de que eran dueños


los Reyes, no podían dejar que se creara en América propiedad
particular alguna que quedaría opuesta a la de ellos [ ... ] se
llamaban mercedes, los que fueron punto de partida de un sis-
tema de propiedad en que figuraban las mercedes como títulos
primordiales de una especie de propiedad que tenía todos los
caracteres de la propiedad plena, sobre todo en las relaciones
de unas mercedes con otras; pero que estaban siempre sujetos
a lo que la jurisprudencia del tiempo llamó atinadamente, el
Derecho de Reversión. Conforme al sistema así establecido, todos
los pobladores de América, amparados por las mercedes reales,
eran dueños de tierras y aguas, poseídas y disfrutadas por ellos
y sus sucesores, hasta que los Reyes de España hacían uso de
su Derecho de Reversión; en virtud del ejercicio de este último
derecho, las tierras y las aguas de los particulares, volvían auto-
máticamente, como ahora se dice, al patrimonio de los Reyes
de España.
De la Independencia para acá, los grandes terratenientes, abolie-
ron de hecho el Derecho de Reversión y los Poderes Públicos, no
pudieron, o no quisieron, o no pudieron evitarlo, y el derecho
de propiedad privada individual escapó así de las leyes, cubrién-
dose además con el principio de la inviolabilidad que empezaba
a robustecer los intereses extranjeros, para escapar también de
las leyes, con grave perjuicio para la Nación.
El Art. 27, hizo en realidad renacer el Derecho de Reversión,
uniendo así lo pasado con lo porvenir, para el efecto de devol-
ver a los Poderes Públicos, representante de nuestra Soberanía
Nacional, su derecho superior, para regular en todo nuestro
territorio, los derechos de propiedad que podían tener propios
y extraños, orientando el ejercicio de ese derecho superior, en el
lAS APORTACIONES DEL JURISTA 223

sentido de favorecer la formación y el desarrollo de los intereses


propiamente populares. 18'

Partiendo de la tesis patrimonialista, Molina aquí dijo


que durante el siglo XIX los grandes hacendados "abolieron
de hecho" el "derecho de reversión" del Estado en favor de la
propiedad privada absoluta sin limitación alguna, ante cuyo
poder el Estado no hizo nada. Pero después de la Revolución,
el artículo 27 había restaurado ese derecho de reversión, que ya
existía en la jurisprudencia indiana -lo cual es dudoso como
tal-, 184 y cuyo significado, en términos del derecho moderno,
pudo referirse a dos cosas distintas, con consecuencias diversas
también. Primero, con esto Molina quizá pretendió decir que
bajo el artículo 27 el Estado tenía la facultad de expropiación de
la propiedad de los particulares, especialmente de los grandes
terratenientes. En cuanto a nuestro tema, si como en la Colonia,
la nación ahora tenía la propiedad originaria de las aguas, ésta
las daba en propiedad plena a los particulares, pero también
volvían "automáticamente" a su patrimonio por razones de uti-
lidad pública. Si con ello Molina se refirió al concepto general
de expropiación, entonces esto no era algo nuevo y no tenía
origen social, pues dicha figura ya existía como una limitación

183 Andrés Malina Enríquez, La Revolución Agraria en México, Ler,


1976, p. 500.
184 No hemos podido hallar referencia concreta sobre este término, que

según Malina estaba muy claro en la "jurisprudencia" indiana. El término


"reversión" no existe en el diccionario de RafaelAltamita y Crevea. Por su parte,
en su diccionario, Joaquín Escriche sólo definió la palabra en los términos más
vagos, sin citas a la legislación medieval o el Código Civil español: "Reversión:
la restitución de alguna cosa al estado que tenía, ó la devolución de ella a la
persona que la poseía primero". Joaquín Escriche, Diccionario razonadn de
legislación y jurisprudencia, t. X, Librería de la Rosa, París, 18 51, p. 144 5.
224 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

al derecho de propiedad en el artículo 27 de la Constitución


de 1857. Conocedor del derecho administrativo, Molina había
incluido esta figura en su proyecto, dándole la facultad no sólo
al Estado, sino también a los concesionarios privados, para la
realización plena de sus derechos de propiedad individual. Por
otro lado, si se refería al "derecho de reversión" en el derecho
de expropiación, entonces lo que aquí dijo no tenía sentido,
pues la reversión era y es completamente lo opuesto, una figu-
ra para extinguir, no para crear la expropiación, devolviendo al
particular -no al Estado- el bien expropiado si cesaba el interés
público que había dado lugar a aquella. 185
Segundo, Molina también pudo haber hablado de la
reversión en el sentido de "volver la propiedad al Estado"
dentro del régimen de las concesiones administrativas que
éste conocía perfectamente. En este segundo caso, Molina
también se contradecía en relación con lo que había dicho
antes de 1909. Ya desde la discusión que de las concesiones
hizo Lares, la reversión significaba que terminado el plazo de
una concesión, el bien u obra pública regresaba automática-
mente al control y propiedad de la administración. Por eso
las concesiones, antes y ahora, son temporales, precisamente
el aspecto de dicho régimen administrativo cuya centralidad
Molina criticaba por nugatorio de la propiedad privada, y
por el que proponía la propiedad patrimonial de los ríos, y las
concesiones de enajenación para riego. En cualquiera de sus dos
sentidos, lo que en los treinta Molina escribió para iluminar

185 Véase Horacio Jorge Álamo Arriola, "El derecho de reversión en las

expropiaciones", tesis de licenciatura, Universidad Panamericana, 1965, pp.


81-11 O. Aunque sin desarrollo jurisprudencia!, el derecho de reversión estaba
legislado en México, por lo menos a partir de la Leyde Expropiación de 1936.
Véase también, García de Enterría, op. cit., p. 21.
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 225

el significado del artículo 27 ya no era consistente, ni con su


tesis de la propiedad patrimonial de la nación desde la óptica
del derecho civil, ni con su defensa de la propiedad privada
absoluta, tal corno las había articulado en su Proyecto de Ley
de Aguas Federales y en Los grandes problemas nacionales.

CONCLUSIÓN

En este trabajo hemos iniciado una interpretación alternativa


de la teoría de la propiedad de Molina Enríquez, de impor-
tancia fundamental en Los grandes problemas nacionales. A
través de la relectura de su Proyecto de Ley de Aguas Fede-
rales de 1906, hasta ahora poco estudiado, hemos sostenido
que el pensamiento jurídico de Molina debe situarse dentro
de la conciencia jurídica liberal, producto del trasplante de
la codificación francesa en México. Primero, en cuanto a la
propiedad, la tesis patrimonial, el concepto fundacional de
la propiedad en su gran obra, no representa un retorno al
precedente colonial, sino que constituye una defensa del
derecho de propiedad privada en el contexto mexicano, en
el que la propiedad colonial quedó, por lo menos en teoría,
protegida a través de la noción de derechos adquiridos del
Código Civil. Segundo, en cuanto al régimen de concesiones
para la explotación de las aguas y su relación con las facultades
del Poder Ejecutivo, el trabajo de Molina no es original, sino
que rescata los elementos de esta figura corno fue regulada
por el derecho administrativo para darle al Ejecutivo Federal
la jurisdicción sobre los ríos del país. Sin embargo, en su
obra, el papel principal en la resolución del problema de la
irrigación debía ser llevado a cabo, no por el Ejecutivo Federal,
sino por los particulares bajo la jurisdicción de los estados, a
226 ALEJANDRA NÚÑEZ LUNA

través de "concesiones de enajenación" que Molina entendía


como contratos para crear la propiedad privada absoluta, y
no como contratos con el Estado, que fueron la manera en
que la doctrina vino a regular la explotación de todas las aguas
del país a partir de 1917. En este sentido, su introducción
al proyecto y el capítulo de su libro deben entenderse como
una propuesta más de regulación de las aguas desde la óptica de
las propuestas liberales del último cuarto del siglo XIX, que des-
de el derecho civil buscaban proteger los derechos de propiedad
y de contrato, y desde el derecho administrativo pretendían
sujetar al Ejecutivo al imperio de la ley. De tal modo, su obra
no representa una separación de los liberales de su época, ni
tampoco debe ser leída como la ideología del poder dictatorial
del presidencialismo mexicano.
El régimen de las aguas de jurisdicción federal siguió un
desarrollo independiente de su proyecto y su obra teórica.
Las concesiones administrativas, temporales y revocables,
pasaron al texto del artículo 27 como la figura jurídica para
hacer posible la explotación de las aguas por los particulares,
con las mismas características que ya tenían desde las leyes de
1902 y 1910, y al margen del proyecto de Molina. Además,
la doctrina del dominio eminente del derecho internacional,
formulada para fundamentar la soberanía de los estados como
sujetos de derecho internacional, y no la tesis patrimonial,
proveyó la base teórica para el listado de aguas de jurisdicción
federal, legislado a partir de 1888 y constitucionalizado en el
artículo 27. Así, fue el desarrollo doctrinal del derecho público
europeo, y no la obra de Molina, lo que sentó las bases para
un mayor control de las aguas por parte de la administración.
Más aún, a través del concepto de dominio público, que en
el siglo XX evolucionó en el sentido de darle la propiedad de
LAS APORTACIONES DEL JURISTA 227

las aguas al Estado como persona administrativa, y también


de la articulación de una interpretación publicista de la tesis
patrimonial, se fueron otorgando más y más facultades al Poder
Ejecutivo para el control de las aguas. Ello transformó el con-
cepto de propiedad y determinó el sentido del primer párrafo
del artículo 27, sobre los bienes de propiedad originaria, en
las mentes de los abogados mexicanos del siglo XX, que han
entendido a "la Nación" como el Poder Ejecutivo Federal. De
nuevo, ello no se le debe a Molina, sino a la manera como los
juristas y abogados mexicanos trasplantaron el derecho público
europeo y lo definieron en su contexto local de recepción.
Concluimos estos párrafos reiterando la necesidad de
reexaminar la totalidad de la obra jurídica de Molina escrita
hacia 1909, no como un retorno al precedente colonial o una
ideología dictatorial, sino desde la óptica del pensamiento jurí-
dico liberal, como hemos comenzado a hacerlo aquí. Con ello
esperamos también abrir la puerta a una reflexión nueva sobre
el reparto agrario y la "reconstitución de los pueblos", 186 para
reevaluar la influencia de su obra en el significado de la propie-
dad y los derechos sociales del artículo 27 constitucional.

186 Recuérdese que dicho "retorno a los pueblos" era una reforma de

carácter transitorio solamente. En su Plan de Texcoco: "[l]as Rancherías se


disolverán y extinguirán en el término de cinco años; los pueblos se disol-
verán y extinguirán en el término de diez años, y las tribus se disolverán en el
término de veinte años". Molina, Plan de Texcoco: "Decreto sobre rancherías,
pueblos y tribus", en El Imparcial, viernes 25 de agosto de 1911, p. 8.
V
EL LENGUAJE DEL ARTfCULO 27
CONSTITUCIONAL

Fernando Escalante Gonzalbo

1. Es difícil hablar desapasionadamente sobre el artículo 27,


tomar distancia y tratar de leerlo sine ira et studio. No sólo
porque se refiere a asuntos graves, complicados, de enorme
carga simbólica, como la propiedad de la tierra o el petróleo,
no sólo por eso, sino que el lenguaje mismo del artículo es
fuertemente emotivo: incluso la decisión de tratar con des-
apego escéptico el concepto de Nación, por ejemplo, implica
una disposición sentimental.
Hay otros muchos artículos de la constitución que se
ocupan de temas más cercanos a la experiencia cotidiana de
la mayoría: la libertad de conciencia, por ejemplo, el derecho
a la educación, la libertad de tránsito, incluso el derecho de
amparo; hay otros de notoria importancia para la vida públi-
ca: la independencia del poder judicial, la prohibición de la
reelección, las facultades del congreso. Sin embargo, ninguno
de ellos inspira el tipo de reacciones -airadas, beligerantes,

229
230 FERNANDO ESCAIANTE GONZALBO

dramáticas- que suscita cualquier discusión del artículo 27.


Y creo que con razón. 1
El texto del artículo 27 tiene un valor simbólico excep-
cional porque ha sido, durante décadas, el lugar privilegiado
para la definición del nacionalismo revolucionario, es decir,
la articulación concreta, jurídica, de la nación, el Estado y la
Revolución. En el lenguaje y en las disposiciones prácticas que
contiene el artículo.
En su versión actual es un texto sumamente extenso, el
más extenso de la constitución, de casi cuatro mil palabras, con
veinte fracciones (de parecida extensión -aun así, la mitad- es
sólo el artículo segundo una vez reformado para incluir la nueva
legislación sobre derechos y cultura indígena). Se ocupa de los
derechos de propiedad, poderes de expropiación, régimen agra-
rio, ordenamiento urbano, protección del ambiente, propiedad
y uso de aguas, costas, recursos minerales. No obstante, los
únicos dos temas que inspiran verdadero interés en el espacio
público son el petróleo y el régimen agrario; 2 de nuevo, no
es accidental: a pesar de la trascendencia que pueda tener la
legislación de protección ambiental o sobre el uso del agua, el

1 En adelante, por economía, omito las notas a pie de página cuando

cito el atáculo 27. La versión original, así como la Ley del 6 de enero de 1915
están en Tena Ramírez, Felipe, Leyes fondamentales de México, 1808-1987,
México: Porrúa, 1988.
2 La mayor pacte de los conflictos recientes que se refieren a la materia

del atáculo 27 son por problemas ambientales: uso de agua, bosques, espe-
cies protegidas, construcción de presas, obras de infraestructura, etcétera; y
muchos de ellos inspiran reacciones fuertemente emotivas, pero las protestas
no remiten directamente al atáculo 27 ni decivan su legitimidad del attícu-
lo 27. El "cacnpo ambiental" sólo tangencialmente se refiere a la nación. Véase
Antonio Azuela de la Cueva, Visionarios y pragmdticos. Una aproximación a la
sociología del derecho ambiental, México: UNAM, Fontamata, 2006.
EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 231

petróleo y el campo son los dos ejes de la retórica nacionalista


porque en ellos se materializó el proyecto revolucionario de
1917. No hay ningún misterio en ello.
Para comenzar a explorar el lenguaje del 27, es intere-
sante reparar en un detalle. En la redacción original del título
primero de la Constitución, en los veintinueve artículos que
definen las "garantías individuales", si se exceptúa el 27, la
palabra nación aparece únicamente en dos ocasiones, y en las
dos es parte de una idea defensiva, un límite que se refiere a la
seguridad: el artículo 1O establece la libertad de portar armas,
excepto "las que la nación reserve para el uso exclusivo del
Ejército, Armada y Guardia Nacional"; el artículo 20 estipula
las garantías procesales básicas y apunta un caso excepcional
en su fracción VI: "En todo caso serán juzgados por un jurado
los delitos cometidos por medio de la prensa contra el orden
público o la seguridad exterior o interior de la nación''. En lo
demás, las garantías están concebidas como imperativos abs-
tractos, que ocasionalmente comprometen u obligan al Estado,
a las autoridades, a los ciudadanos, en rigurosa continuidad con
la tradición jurídica liberal de la Constitución de 1857. 3
En el texto del artículo 27, en cambio, la nación aparece
hasta dieciséis veces, y figura como sujeto que autoriza, decide,
garantiza, justifica y condiciona el ejercicio de los derechos. Es
clara y ostensiblemente una pieza legislativa que corresponde a
otra tradición, concebida a partir de otro lenguaje. Para subra-
yar más esa rareza vale la pena recordar que en la ley del 6 de
enero de 1915, que fue hasta 1934 complemento del artícu-

3 No hace falta recordar que ese carácter abstracto de las garantías indi-

viduales era uno de los temas que más incomodaban a los positivistas del fin
de siglo. Véase Cosío Villegas, Daniel, La Constitución de 1857 y sus críticos,
México: FCE, 2007, pp. 47 y ss.
232 FERNANDO ESCAI.ANTE GONZALBO

lo 27, la nación no figura en absoluto (salvo como adjetivo del


gobierno, en un par de ocasiones, pero ésa es otra cosa); en la
ley del 6 de enero existen la clase indígena, los campesinos, el
gobierno. Para decirlo en una frase, sólo como introducción: la
nación mexicana aparece como figura jurídicamente relevante
en el Constituyente de 1917, y se manifiesta en el territorio,
es un sujeto trascendente -el único- capaz de decidir sobre
los asuntos territoriales, cuya autoridad, sin embargo, no hace
falta invocar para proteger la libertad de expresión, el derecho
de tránsito o el amparo. 4

2. Para una primera mirada, casi puramente plástica,


la imagen del artículo 27 en su versión actual es extraña: se
antoja la de un edificio en ruinas. Hay de entrada cuatro o
cinco bloques de aspecto sólido, compacto, denso; luego una
elaborada sucesión de piezas menores, numeradas, como
una columnata, y entre ellas, abruptamente, un amplio hueco:
cinco basamentos truncados. Y un sexto, un poco más adelante.
Si se mira con un poco más de atención, hay fechas en algunas
de las columnas: 1856, 1876, y de nuevo 1856, 1876. Es
obvio, se mire como se mire, que es una obra de otro tiempo
y que antes tuvo otra forma; más todavía: exhibe de manera
ostensible las señales del pasado. Es un edificio -un texto- que
pide ser visto como historia.
La lectura también ofrece sorpresas. La secuencia de los
primeros párrafos tiene un tono casi litúrgico. El introito es
prácticamente una cosmogonía: "La propiedad de las tierras
y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio na-

4 Sólo como nota al margen: la ciudadanla se configura básicamente en d

capítulo de garantías individuales, y no necesita la mediación de la nación.


EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 233
cional, corresponde originariamente a la Nación ... " Lo que
sigue, en el resto de esos primeros bloques, tiene la misma
tonalidad: "La Nación tendrá en todo tiempo el derecho ... ";
"Corresponde a la Nación el dominio ... "; "Son propiedad
de la Nación ... ";"( ... ) el dominio de la Nación es inaliena-
ble e imprescriptible ... "; "Corresponde exclusivamente a
la Nación ... "; "Corresponde también a la Nación ... "; "La
Nación ejerce en una zona económica exclusiva ... " Se trata
de tierras y aguas, de minerales, recursos del subsuelo, fuen-
tes de energía, costas. Son los cimientos, muros y contrafuertes
de una edificación pensada contra la historia, de una solidez
absoluta.
En contraste, la serie de fragmentos que viene a conti-
nuación resulta de una extraordinaria fragilidad; todo son
sujetos particulares, casos especiales, contingencias: están los
extranjeros, las asociaciones religiosas, las instituciones de
beneficencia, las sociedades mercantiles, los bancos, los muni-
cipios, los núcleos de población, cuyos derechos se delimitan
puntualmente y como cosa excepcional. Está el largo silencio
de los seis apartados en blanco, derogados. Y a continuación
las piezas fechadas: las enajenaciones contrarias a la ley del
25 de junio de 1856, las concesiones hechas a partir del 1 de
diciembre de 1876, las tierras tituladas de acuerdo con la
ley del 25 de junio de 1856, los contratos y concesiones a
partir de 1876.
Hay materia de sobra en esa primera lectura, absolutamen-
te superficial, para empezar a hacerse preguntas. Y acaso hace
falta la candidez de esa lectura para formular las preguntas.
¿Qué significa en ese contexto, con esa insistencia, la invoca-
ción de la Nación? ¿Qué significa el contraste entre el tono
apodíctico de los primeros párrafos y la elaborada casuística de
234 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

las veinte fracciones subsiguientes? ¿Qué sentido tiene man-


tener la referencia, reiterada, a actos jurídicos de hace ciento
veinte, ciento cincuenta años? ¿Por qué no se puso todo eso
originalmente en un artículo transitorio? ¿Y qué había en esas
seis fracciones derogadas, y por qué siguen ahí, en blanco?
Comienzo por lo más obvio: en las fracciones derogadas
estaba el reparto agrario. La técnica jurídica mexicana obliga
a mantener la enumeración, aunque se haya suprimido el
contenido de artículos o fracciones. En la práctica, eso implica
que el texto actual del artículo dice que hubo una redistribu-
ción de la propiedad de la tierra, una reforma agraria, como
imperativo constitucional, y dice también que ha concluido.
Es decir: el artículo 27 es un monumento a la política agraria
de la revolución de 1910.
Las demás preguntas son más difíciles de responder, o
requieren más espacio. O prefiero intentar responderlas con
más detenimiento.

3. En su versión original, tal como fue aprobado por el


congreso constituyente de 1917, el artículo 27 tenía como
aditamento -en el mismo nivel jerárquico, con la misma
autoridad como ley constitucional- la Ley del 6 de enero de
1915 dictada por el gobierno revolucionario de Venustiano
Carranza, para dar forma jurídica, justificación y fundamento
al reparto agrario. Era claramente, por todas sus características,
una legislación especial, exigida por las circunstancias, sin
otra autoridad más que la del ejército constitucionalista y su
Primer Jefe.
No obstante, siendo un texto relativamente improvisado,
de combate, la Ley del 6 de enero incluía una interpreta-
ción de la historia patria que se volvería canónica con la re-
EL LENGUAJE DEL ARTÍCULO 27 235

dacción del artículo 27, y una argumentación jurídica nota-


ble. En muy resumidas cuentas, lo que dice la exposición de
motivos del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, es
que se ha despojado a los indígenas de la tierra que les dio
en propiedad la Corona española y que es necesario, justo,
restituir esa propiedad: habla del "despojo de los terrenos de
propiedad comunal o de repartimiento" concedidos por el
"Gobierno Colonial como medio para asegurar la existencia
de la clase indígena' y dice que "es palpable la necesidad de
devolver a los pueblos los terrenos de que han sido despo-
jados". Pero hay una segunda consideración: habrá casos en
que "no pueda realizarse la restitución", por cualquier causa;
el argumento que sigue es fundamental: "como el motivo
que impide la restitución, por más justo y legítimo que se
le suponga, no arguye en contra de la difícil situación que
guardan tantos pueblos, ni mucho menos justifica que esa
situación angustiosa continúe subsistiendo, se hace preciso
salvar la dificultad de otra manera ... ", es decir, "proveer a
la necesidad" mediante expropiación de tierras. En esa frase
está toda la legislación agraria y buena parte del derecho
revolucionario posterior. 5
Es un texto de combate. Y su interpretación de la histo-
ria es combativa: señala a responsables concretos y, de paso,
contribuye a la construcción simbólica del "porfiriato" como
origen de los males. Se menciona oblicuamente un defecto de
la Constitución de 1857: los pueblos y comunidades no tenían
capacidad, según su artículo 27, para adquirir y poseer bienes

5 Se pueden buscar antecedentes en la tradición jurídica occidental, en


la idea de que la necesidad no tiene ley, o que la salud del pueblo es ley supre-
ma; lo interesante es que la fórmula hace explícito, con respecto al problema
agrario, un principio muy claro: la necesidad engendra derecho.
236 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

raíces; el problema, sin embargo, no estaba en la ley, sino en


quienes la pusieron en práctica, en que "se les hada carecer
también de personalidad jurídica para defender sus derechos",
en que "a pretexto de cumplir con la ley de 25 de junio de
1856 [las comunidades] quedaron en poder de unos cuantos
especuladores" porque los síndicos "nunca se ocuparon" de
remediarlo, y "porque los Jefes Políticos y los Gobernadores
de los Estados estuvieron casi siempre interesados en que se
consumasen las expoliaciones ... "
Es el origen de las fechas que figuran todavía en el artícu-
lo 27. La redacción no deja de ser un poco extraña. Se decla-
ran nulas las enajenaciones de tierras, aguas y montes hechas
"en contravención de lo dispuesto por la ley de 25 de junio
de 1856 y demás leyes y disposiciones relativas", también las
concesiones o ventas "desde el primero de diciembre de 1876,
hasta la fecha, con las cu:!-Ies se hayan invadido y ocupado
ilegalmente los ejidos ... ", y finalmente, las diligencias de apeo
y deslinde practicadas en el mismo periodo, "con las cuales se
hayan invadido y ocupado ilegalmente tierras, aguas y montes
de los ejidos ... " Se podría pensar que no hada falta declarar la
nulidad de actos ilegales, pero era necesario decir que habían
sido ilegales: y la revolución y el reparto se hacían básicamen-
te para corregir la ilegalidad. Es todavía un movimiento de
restauración del derecho.
El artículo 27, en su redacción original, añade a lo anterior
otras dos consideraciones más; matices, pero pensados ya en
otro registro. Lo primero declara nulas "todas las disposiciones,
resoluciones y operaciones que tengan lugar en lo sucesivo y que
produzcan iguales efectos", es decir, privar total o parcialmente
de sus tierras a las corporaciones. Lo segundo: "Se declaran
revisables todos los contratos y concesiones hechos por los
EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 237

gobiernos anteriores desde el año de 1876, que hayan traído


por consecuencia el acaparamiento de tierras, aguas y riquezas
naturales de la nación por una sola persona o sociedad, y se
faculta al Ejecutivo de la Unión para declararlos nulos cuando
impliquen perjuicios graves para el interés público".
No hace falta elaborarlo mucho para que se entienda.
El proceso revolucionario del reparto de tierras para corregir
injusticias pasadas se incorpora al nuevo Estado, como pro-
yecto general, permanente, y el poder expropiatorio se amplía
indefinidamente mediante la invocación del interés público.
Las fechas -1856, 1876-siguen en el artículo 27 hasta el día
de hoy, aunque carezcan de cualquier significado jurídico
discernible, porque se refieren a la legitimidad de origen del
Estado revolucionario.

4. Acaso lo más interesante del artículo 27 en su versión


original es que incluye en el texto mismo una interpretación
de la historia; para ser más exactos, podría decirse que el texto
es una elaboración jurídica de la historia nacional, una inter-
pretación que se consagra como versión canónica precisamente
porque tiene efectos legales. 6 Es en algunos extremos similar a
la de la ley del 6 de enero, pero no es idéntica: forma parte del
texto del artículo, y no es un preámbulo, no se presenta como
un relato {aunque supone el relato) y, por tanto, no denuncia

6 En eso está también el espíritu de la obra de Molina Enríquez: "La

visión epopéyica del protagonismo mestiw se hermana en la obra de Molina


con las reivindicaciones agrarias, de cal como que esta conjunción de elementos
resume el sentido de la historia nacional". Martín Dfaz y Dfaz, "Rabasa y
Molina Enríquez: un diálogo autoritario en el origen de la constitución", en
Revista de Investigaciones jurídicas, México, Escuela Libre de Derecho, afio
13, núm. 13, 1989, p. 259.
238 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

ni acusa, sino que establece imperativamente el orden que se


deriva de esa historia.
Lo primero que llama la atención, desde luego, es la
presencia abrumadora de la nación como sujeto trascen-
dente, que posee, prohíbe, permite, delimita. La nación que
se hace presente cuando se trata del territorio -y las aguas,
mares, recursos del subsuelo- pero que no figuraba en los
artículos anteriores en que se bosquejan los derechos civiles.
Es decir, la nación existe en el territorio y como garantía
de la cohesión, persistencia y orden del territorio. Pero hay
algo más: la majestad con que aparece la nación en el primer
párrafo es casi excesiva. "La propiedad de las tierras y aguas
comprendidas dentro de los límites del territorio nacional,
corresponde originariamente a la nación, la cual ha tenido y
tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los par-
ticulares constituyendo la propiedad privada''. En el mismo
tono y con la misma autoridad figura otras quince veces en
los párrafos siguientes.
Es imposible evitar la sospecha de que esa presencia, insis-
to, abrumadora de la nación no sólo afirma -revela- sino que
oculta. Está en el lugar de otra cosa. El contraste con el relato
que ofrece la ley del 6 de enero es elocuente: lo que no está, ni
por asomo, en el artículo 27 es el Gobierno Colonial, es decir,
la fuente de los títulos de propiedad con que las comunidades
podrían pedir la restitución de sus tierras. No es una omisión
accidental, porque no se trata sólo de títulos o precedentes
legales, sino del fundamento de la autoridad con que se decide
la restitución. De hecho, en la interpretación que hacía del
artículo Molina Enríquez, la nación era "sucesora jurídica
del rey", y en esa capacidad tenía "el derecho de propiedad sobre
todas las tierras y aguas", y podía conceder a los particulares tan
EL LENGUAJE DEL ARTfCULO 27 239

sólo el dominio. 7 Ahora bien: en la constitución del régimen


revolucionario no podía decirse eso.
Omitido el origen monárquico, el derecho de conquista,
lo que dice la primera secuencia del artículo es que la nación
tiene autoridad plena y la ha tenido siempre en lo que se refiere
al territorio (y aguas y mares y subsuelo). En la larga enumera-
ción de fracciones -son siete en la primera versión, dieciocho
en 19 34 cuando se incorpora la ley del 6 de enero, y hasta
20 en la versión actual- aparecen, en cambio, los enemigos de
la Nación, contra los que hace falta proteger el territorio. Los
extranjeros en primer lugar (¿españoles, ingleses, franceses,
estadounidenses? ¿1821, 1827, 1836, 1861 ?), que sólo pueden
adquirir dominio de tierras y aguas, y concesiones, mediante
un permiso de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y con el
compromiso de "considerarse nacionales respecto de dichos
bienes" y "no invocar la protección de sus gobiernos respecto
de dichos bienes". A continuación, la iglesia católica no como
forma de culto, sino como institución política; se habla, con
calculada neutralidad, de las "asociaciones religiosas denomi-
nadas iglesias", pero en su caso la restricción es absoluta: "no
podrán tener en ningún caso tener capacidad para adquirir,
poseer o administrar bienes raíces"; ni siquiera podrán vincu-
larse de modo indirecto con las instituciones de beneficencia

7 Molina necesitaba una idea "orgánica" del derecho, que estableciese

claramente el interés superior de la colectividad, y lo encontró en el pasado:


"La sapientísima legislación colonial hiro fácil encontrar el principio buscado.
La Constitución de 1917 hizo el milagro de llenar el abismo que una mala
observación de los hechos había abierto en nuestro país entre el pasado y el
porvenir ... " Andrés Molina Enríquez, "El espíritu de la Constitución de
Querétaro", en Malina Enríquez, Los grandes problemas nacionales, México:
Era, 1985, p. 473.
240 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

en forma de patronato, sistema de administración, cargo o


vigilancia de ellas.
El tercer enemigo de la nación, explícitamente citado en
la fracción IV del artículo, son "las sociedades comerciales
por acciones", que "no podrán adquirir, poseer o administrar
fincas rústicas" ni dedicarse a la producción agrícola, aunque
se les pueda conferir la propiedad del terreno estrictamente
indispensable para las empresas fabriles o mineras a que se
dediquen. En una frase: la agricultura corresponde a los
campesinos. Implícitamente se dice que su empobrecimiento
es en parte consecuencia de esas "sociedades comerciales",
que terminarían por acaparar la tierra si no se protegiese a los
campesinos taxativamente. La nación ampara a los campesinos,
pero desconfía de las empresas.
Asoma en esa elaboración jurídica de la historia patria
una sociología. No es sólo que haya habido enemigos histó-
ricos de la nación, sino que los diferentes grupos representan
formas distintas de relación con el territorio y la propiedad,
y por eso hace falta delimitar explícitamente los derechos de
cada uno. En los extranjeros como en la iglesia hay que supo-
ner una intención política en la apropiación de la tierra; en
"sociedades por acciones", una ambición monopólica. No en
los campesinos. Los campesinos -indígenas, la distinción no
es del todo clara- son por definición agricultores y necesitan
formas de protección especial; por esa razón se declaran nulas
de antemano todas las operaciones que puedan significar, en
el futuro, alguna forma de despojo, porque los derechos de las
comunidades sobre el territorio "serán inalienables".
Aparte de la experiencia (traumática) de los anteriores
cien años de historia, hay una idea evolutiva de las formas
de propiedad, que requiere -no se dice, no se puede decir
EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 241

así- una consideración particular para los indígenas (y, por


extensión, para los campesinos) que por su inferioridad en la
escala de la evolución no serían capaces de desenvolverse en
el mercado definido por las nuevas sociedades por acciones.
Han perdido la tierra, están siempre en riesgo de perderla de
nuevo. Paradójicamente, es una idea evolutiva de las formas
de propiedad que, al fijarse jurídicamente, se cancela.
De nuevo, la explicación que ofrece a posteriori Molina
Enríquez es de una claridad transparente: "la nación, en
ejercicio de sus derechos de propiedad, reconoce a unos el
dominio directo (como el rey a los que tenían derechos de
carácter individual), en otros el dominio útil (como el rey a
las comunidades de población o pueblos), y en otros (como
el rey en todos los de su caso) la simple posesión ... "8 La
diferencia significa grados en una escala evolutiva y requiere,
por eso mismo, la protección de los más débiles ("de quienes
sólo pueden comprender, tener y mal defender el dominio
útil del estado comunal"). 9 Lo difícil es imaginar, incluso en
la abigarrada teoría racial de Molina, cómo se habría podido
evolucionar a partir de ahí, en ese orden jurídico.

5. No es una novedad para nadie: la importancia relativa


de los diversos aspectos contemplados por el artículo 27 ha
ido cambiando, al paso del tiempo. Basta ver la evolución de
la legislación secundaria. Era fundamental-indispensable- en
un principio establecer el principio de que "la tierra es de quien
la trabaja''. En adelante, vino a ser mucho más importan-
te la explotación de los recursos del subsuelo, y del petróleo

8 !bid., p. 485.
9 !bid., p. 491.
242 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

en particular, la energía eléctrica, la protección de recursos


naturales. Hay, por ejemplo, un periodo de intensa actividad
legislativa y de reglamentación sobre régimen agrario y uso
de aguas, de mediados de los años veinte a los años cuarenta
aproximadamente; la legislación de protección ambiental,
en cambio, sólo comienza a desarrollarse a partir de los años
ochenta. En todo momento, lo que ha estado en juego ha sido
la autoridad de la nación.
Me ocupo, en lo que sigue, únicamente del régimen
agrario y, en particular, de las reformas de 1934 y 1992, que
señalan con claridad el impulso definitivo de la reforma y su
cancelación. Y sobre todo me interesa, por supuesto, ver los
contrastes entre ambos momentos.
En primer lugar vale la pena anotar la diferencia de mayor
bulco, y que no es insignificante. La exposición de motivos
con que se presenta la iniciativa de reforma de 19 34 es un texto
que no llega a las setecientas palabras, es decir, poco más que
un oficio; la exposición de motivos para justificar la reforma de
1992, en cambio, tiene casi nueve mil palabras, y es un largo
discurso que se remonta a la conquista y recorre la historia
entera del país, discute la situación económica y demográfica
del campo y los ideales revolucionarios.
Hay que tomar en cuenta la diferencia de estilo personal
entre Abelardo Rodríguez y Carlos Salinas de Gortari, y tam-
bién su posición dentro del partido: el presidente Rodríguez,
en 1934, es poco más que un intermediario para transmitir
el programa del Jefe Máximo y del futuro candidato del PNR,
Lázaro Cárdenas; Salinas, por su parte, está empeñado en un
programa de reformas que no inspira ningún entusiasmo en el
partido y afecta a los símbolos fundamentales del nacionalismo
revolucionario. Aun así, la diferencia es significativa. El valor
EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 243

simbólico del artículo 27 aumenta con el paso del tiempo; no


sería exagerado decir que el peso que tiene en el espacio público
es inversamente proporcional a la participación del campo en
el producto interno bruto, como puede verse en la discusión
de cualquiera de las reformas en el espacio público. 10
En la reforma de 1934 se incorpora al artículo 27 la Ley
del 6 de enero y se crea el Departamento Agrario. Significa una
transformación drástica de la estructura política del régimen,
que resta poder a los gobernadores y concentra en el ejecutivo
federal la gestión de la reforma agraria. La transformación
se explica, en cuatro párrafos, como un medio "práctico y
eficaz" para librar a los campesinos de "influencias o lideris-
mos perniciosos" y garantizar que "el ejercicio de las acciones
constitucionales no se entorpezca''. Los términos de referencia
son el Plan Sexenal, el Partido Nacional Revolucionario, la
Segunda Convención Nacional y el candidato designado por
el partido; es decir: se trata de un problema político en el más
estrecho sentido de la palabra. El propósito material ni siquiera
se discute, tampoco el procedimiento; basta enunciar el tema:
"Principio básico de la Revolución ha sido el problema agrario,
porque la existencia de grandes latifundios ha vinculado el po-
der político con la tenencia de la tierra y porque el régimen de
la gran propiedad produjo un estado de incertidumbre,
de abatimiento y de ignorancia en nuestras grandes masas de
población rural".

'º S6lo un apunte: cuando el presidente Salinas de Gortari presenta


su iniciativa de reforma en materia agraria el campo representa alrededor
del cinco por ciento del producto interno bruto; es decir: el ardor con que
se discute no tiene que ver con la importancia del campo como factor pro-
ductivo, sino con la estructura agraria creada por el régimen revolucionario,
como recurso simb6lico.
244 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La reforma de 1992 es algo enteramente distinto. Tiene


dos propósitos sustantivos: dar por terminado el reparto y
crear los tribunales agrarios, con autonomía y plena jurisdic-
ción. Implica eliminar las fracciones correspondientes a la
Ley del 6 de enero y modificar algunas otras. Y en la práctica,
desmontar la estructura de control creada por el régimen
revolucionario para el ámbito rural, es decir, quitarle al poder
ejecutivo prácticamente toda responsabilidad directa en los
asuntos agrarios.
No discuto -no es mi propósito- la oportunidad ni
los méritos que tenga la reforma en sí, sino el lenguaje en
que se explica.
Previsiblemente, en la extensa exposición de motivos la
nación aparece hasta quince veces, pero casi sólo como re-
curso retórico: no tiene ninguna función jurídica. Hay otras
expresiones, otros giros mucho más reveladores. En particular,
el "campo" aparece treinta y ocho veces, y está en el encabeza-
miento de varios de los apartados en que se organiza el texto;
otras palabras como inversión, modernización, seguridad,
productores, productividad, aparecen siete, ocho, doce veces.
Es un nuevo lenguaje. Pero vayamos por partes.

6. En el texto del artículo, tal como finalmente fue publi-


cado, hay la modificación básica que significa derogar las seis
fracciones que explicaban el proceso de redistribución y reparto
agrario. Es el cambio más notorio, el más aparatoso, significa
el final de la reforma agraria -como recurso de legitimación
y como instrumento político del régimen- y, sin embargo,
no fue lo más polémico, porque se limitaba a reconocer algo
sabido por todos, desde hacía más de diez años: que ya no
había tierra que repartir bajo los supuestos del artículo. En
EL LENGUAJE DEL ARTÍCULO 27 245

cuanto al resto de la reforma, hay tres cambios en los que vale


la pena reparar.
La fracción IV decía, explícita y taxativamente: "Las socie-
dades comerciales, por acciones, no podrán adquirir, poseer o
administrar fincas rústicas". La nueva versión dice exactamente
lo contrario: "Las sociedades mercantiles por acciones podrán
ser propietarias de terrenos rústicos pero únicamente en la ex-
tensión que sea necesaria para el cumplimiento de su objeto";
reformada la iniciativa en el congreso, terminó siendo más
explícita todavía: "En ningún caso las sociedades de esta clase
podrán tener propiedad de tierras dedicadas a actividades
agrícolas, ganaderas o forestales en mayor extensión a la respec-
tiva equivalente a veinticinco veces los límites sefialados en la
fracción XV de este artículo. Asimismo la ley sefialará las con-
diciones para la participación extranjera en dichas sociedades".
El segundo cambio, fundamental, aparece en la fracción
Vil. Se refiere a los posibles litigios por límites de terrenos.
Hasta 1992 el itinerario era muy claro: "El Ejecutivo Federal
se avocará al conocimiento de dichas cuestiones y propondrá
a los interesados la resolución definitiva de las mismas. Si es-
tuvieren conformes, la proposición del Ejecutivo tendrá fuerza
de resolución definitiva y será irrevocable". Quedaba sólo el
recurso de apelación ante la Suprema Corte. La iniciativa de
reforma presentada por el Ejecutivo modificaba la redacción;
en la versión final, el tema se incorporó a una reformada
fracción XIX, en los términos siguientes: "en general, para la
administración de justicia agraria, la ley instituirá tribunales
dotados de autonomía y plena jurisdicción, integrados por
magistrados propuestos por el Ejecutivo Federal y designados
por la Cámara de Senadores o, en los recesos de ésta, por la
Comisión Permanente".
246 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

El tercer cambio en la redacción fundamental del artícu-


lo aparece también en la fracción VII, y es casi idéntico en la
iniciativa presidencial y en la redacción última. Fue la reforma
más polémica, vale la pena citar in extenso:

La ley, con respeto a la voluntad de los ejidatarios y comuneros


para adoptar las condiciones que más les convengan en el apro-
vechamiento de sus recursos productivos, regulará el ejercicio de
los derechos de los comuneros sobre la tierra y de cada ejidatario
sobre su parcela. Asimismo establecerá los procedimientos por
los cuales ejidatarios y comuneros podrán asociarse entre sí,
con el Estado o con terceros y otorgar el uso de sus tierras; y,
tratándose de ejidatarios, transmitir sus derechos parcelarios
entre los miembros del núcleo de población; igualmente fijará
los requisitos y procedimientos conforme a los cuales la asamblea
ejidal otorgará al ejidatario el dominio sobre su parcela. En caso
de enajenación de parcelas se respetará el derecho de preferencia
que prevea la ley.

A todo eso hay que añadir que, meses antes, las refor-
mas en materia religiosa habían acarreado una reforma de
la fracción 11, para que las "asociaciones religiosas" pudiesen
adquirir, poseer o administrar "exclusivamente los bienes que
sean indispensables para su objeto".
El panorama general, después de la reforma de 1992, es
claramente distinto del anterior: el artículo explica otra histo-
ria, con otra distribución de papeles: mantiene el vínculo en-
tre Nación, Territorio y Revolución, pero considerablemente
debilitado. Y no es lo de menos que el tema que haya suscitado
mayores críticas haya sido la ruptura explícita con la sociología
de Molina Enríquez: ese "respeto a la voluntad de los ejidata-
rios y comuneros" para decidir lo que más convenga para el
EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 247

"aprovechamiento de sus recursos productivos". Era, por otra


parte, perfectamente previsible, y la exposición de motivos trata
de hacerse cargo de las objeciones. Conviene verlo con detalle.

7. La exposición de motivos que presentó el Ejecutivo para


justificar la reforma del artículo 27 en 1992 fue un extenso
texto de casi nueve mil palabras. Eso solo es revelador. Ahora
bien: el texto puede dividirse nítidamente en dos partes: la
que se podría llamar "doctrinal" y la "programática"; una que
abusa de la metáfora y la sinécdoque, que rinde tributo -muy
ambiguo- a la retórica del nacionalismo revolucionario, y otra
que quiere explicar un programa económico, y que esboza otra
sociología del agro mexicano, muy distinta de la de Molina
Enríquez (aunque esforzadamente vinculada con ella).
Conviene una glosa del texto, para que se entienda su
significado. La parte doctrinal se abre con un excurso de dos
páginas en las que el "campo" es un sujeto activo, transhis-
tórico, que explica, justifica y orienta la historia nacional; el
primer párrafo:

El campo es el ámbito de la nación donde el cambio es más


apremiante y más significativo para el futuro del país. De su
vida hemos heredado tradiciones, sentido de pertenencia y
comunidad. De él surgieron las luchas agrarias que marcaron
nuestra historia y contribuyeron a definir los objetivos naciona-
les. Con su legado hemos avanzado para alcanzar mayor justicia
y libertad. Hoy el campo exige una nueva respuesta para dar
oportunidades de bienestar a los modos de vida campesina y
fortalecer a nuestra nación.

El tono reverencial del texto contribuye a hacer del


"campo" algo extraño: ajeno, pasado, de significación casi
248 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

litúrgica. Es una parte del territorio con especial densidad


histórica, como factor de identidad, pero a la vez es evidente
que "nosotros" no somos "el campo", sino que tenemos con
él una relación particular, casi de deudores.
Eso significa que la decisión de reformar el régimen
agrario tiene consecuencias para la identidad nacional y para
la interpretación oficial de la historia. No puede ser: "No
queremos cambiar para borrar el pasado como sucede en otras
partes, sino para actualizarlo. Hemos decidido el cambio para
preservar y fortalecer lo nuestro, lo cercano y lo importante. La
modernización nacionalista y popular es también la recupera-
ción de lo profundo, de raíces y memorias, de lo entrafiable".
Las acrobacias retóricas no tienen mayor interés en sí mismas,
salvo que revelan el significado del régimen agrario en la vida
pública mexicana del fin de siglo: el cambio tiene que justifi-
carse a partir de lo nuestro, de las raíces, memorias.
En ese contexto, "el campo" es el único actor con legitimi-
dad para definir la reforma: "El campo hoy nos exige hoy una
nueva actitud y una nueva mentalidad. Nos pide profundizar
en nuestra historia y en el espíritu de justicia de la Constitu-
ción para preservar lo valioso que tenemos". Lo que sigue,
a continuación, es un largo análisis de la historia agraria del país,
comenzando por el virreinato, y que culmina en una detallada
celebración de los éxitos de la reforma agraria, y en particular
del momento cardenista; de modo que la reforma propuesta
viene a ser sólo un capítulo más de la misma historia:

Necesitamos cambiar no porque haya fallado la reforma agraria


[... ] Debemos preservar lo valioso que hemos conquistado por
esas luchas del pasado y debemos construir las bases para la
lucha actual y futura del campesino por su libertad, dignidad y
EL LENGUAJE DEL ARTICULO 27 249

bienestar. La presente iniciativa está inscrita en la gran corriente


histórica de nuestra reforma agraria y recupera, frente a nuevas
circunstancias, sus planteamientos esenciales.

En el artículo 27 sigue estando la historia nacional. Y es


indispensable decir que, cualesquiera que sean los cambios en
el texto, sigue siendo la misma historia.
Lo más importante del exordio es la insistencia en la na-
turaleza revolucionaria del régimen y, por supuesto, el papel
que corresponde al "campo" en la revolución. Las páginas que
siguen -lo que he llamado la parte programática del texto--
están concebidas en otro tono; sólo como indicador, muy
rudimentario: en los primeros dos apartados se habla en todo
momento de los "campesinos"; en el resto del documento hay
"productores" y "productores agrícolas", tantas veces o más
que campesinos.
Hay, decía, una sociología agraria implícita en la reforma
de 1992, como la había en la versión original del artícu-
lo 27. Resulta evidente incluso en el lenguaje que se emplea
para diagnosticar los problemas: inversión, competitividad,
productividad, capitalización, ingreso, incentivos, consumi-
dores, valor agregado ... En la segunda parte del texto, "el
campo" es una rama de la actividad económica necesitada de
modernización, nada más. El problema básico al que se refiere
una y otra vez el texto es que "la inversión de capital en las
actividades agropecuarias tiene hoy pocos alicientes debido en
parte a la falta de certeza para todas las formas de tenencia'' . 11

11 Hay que decir que el argumento era puramente teórico: la idea de que

habría inversión cuando hubiese seguridad jurídica, titulación individual de las


parcelas, era una hipótesis contrafáctica derivada de las tesis de Hernando de
Soto y el pensamiento económico neoliberal. En los hechos, la situación del
250 FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

De ahí se sigue la necesidad de declarar concluido el reparto


agrario, permitir la escrituración con títulos privados de la
tierra ejidal, permitir la inversión de sociedades por acciones en
terrenos hasta veinticinco veces mayores de lo que se considera
"pequeña propiedad".
Hay en el texto un guiño a la idea evolucionista de Molina
Enríquez: "Debemos reconocer la madurez que ha promovido
la reforma agraria y la política educativa, de salud y de bien-
estar en general, que ha realizado el Estado mexicano durante
muchas décadas. La reforma reconoce la plena capacidad legal
del ejidatario y también sus responsabilidades". No había esa
madurez, ahora la hay. Y junto con ella el reconocimiento de
la "plena capacidad legal" de los ejidatarios.
Eso quiere decir, en la práctica, que los campesinos son
"productores" que necesitan aumentar su productividad, para
lo cual necesitan que haya inversión. Y el capital necesita se-
guridad jurídica. Todo en un orden lógico, que se impone con
el peso de las leyes de la naturaleza. La identidad, los valores
comunitarios que la constituyen, todo lo que se elogia en el
exordio inicial se resume, finalmente, en un particular modo
de residencia: la iniciativa "reconoce la distinción entre la base
territorial del asentamiento humano, sustento de una cultura
de vida comunitaria y la tierra para las actividades producti-
vas del núcleo ejidal y comunal en el ámbito parcelario" y, por
supuesto, garantiza que "el solar en el casco urbano seguirá
siendo de la exclusiva propiedad de sus moradores".
La distinción que respetuosamente reconoce la iniciativa
entre el "asentamiento humano" y la "tierra para actividades

campo no ha cambiado, no ha llegado masivamente la inversión, y el campo


representa poco más del 3% del producto interno bruto.
EL LENGUAJE DEL ARTÍCULO 27 251

productivas" es, acaso, lo más revelador. La "vida comunitaria''


viene a quedar reducida al hecho físico de vivir en un pueblo
chico. Y es casi trágico que la identidad nacional dependa de
eso. El campo es, por una parte, un sector económico cuyo
desarrollo necesita certidumbre jurídica y capitalización, y por
otra, un pintoresco conjunto de "pueblos", con un modo de
vida particular que, por inercia, hay que considerar entrañable,
propio, profundo.
VI
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS
EN EL MÉXICO PORFIRIANO:
UN LEGADO INEXPLORADO
DE ANDRÉS MOLINA ENRfQUEZ 1

Emilio Kourí

A lo largo del siglo XIX, la propiedad comunal de la tierra


casi desapareció en gran parte del campo mexicano. Según la
historia patria que está profundamente arraigada en el imagi-
nario popular mexicano, éste fue un acontecimiento funesto,
debido a que durante el mandato de Porfirio Díaz la elimina-
ción de la posesión comunal de la tierra produjo un despojo
generalizado y grandes injusticias en el ámbito rural. Estas
condiciones actuaron como catalizadores de la Revolución
Mexicana. En su mayoría, las interpretaciones académicas han
coincidido con esta evaluación. Sin embargo, considerando el
peso generalmente atribuido a esta histórica transformación de
los patrones de tenencia de la tierra, resulta notable que hasta

1 Una versión similar de este ensayo se publicó en inglés en The Hispanic

American Historical Review 82: 1 (2002). la traducción al español es de Ernesto


Illescas Peláez, corregida y aumentada por el autor.

253
254 EMILIO KOURf

ahora dicho proceso no haya sido analizado en detalle. Aun-


que no hay duda de que las tierras de muchos pueblos fueron
privatizadas durante el Porfiriato, todavía no se tiene -a un
siglo de distancia- una idea suficientemente clara y concreta
acerca de cómo sucedió esto, y de lo que significó. Hace más
de dos décadas, David Brading llamó la atención al hecho de
que "en general sabemos sorprendentemente poco sobre los
cambios en la tenencia de la tierra durante el Porfiriato". 2 Con
respecto a la desamortización de las tierras de los pueblos, su
aseveración sigue vigente.
En efecto, una revisión de la historiografía revela la evi-
dente escasez de investigación en torno al tema. No hay casi
ninguna monografía publicada sobre la privatización de las
tierras de los pueblos. Tampoco hay estadísticas confiables
-nacionales o regionales- que puedan al menos sugerir la
escala, geografía y cronología de estos procesos. Por último,
una búsqueda bibliográfica más o menos exhaustiva {hasta el
año 2000) arroja aproximadamente quince artículos -escritos
en el curso de cuatro décadas- directamente abocados a uno
u otro aspecto de la desamortización de los pueblos. 3 Sin

2 D. A. Brading, "Introduction: National Politics and the Populist

Tradition", en Caudillo and Peasant in the Mexican Revolution, D.A. Brading


(ed.), Cambridge: Cambridge University Press, 1980, p. 13.
3 Los artículos están listados por año de publicación, empezando por

el más antiguo: Moisés González Navarro, "Indio y propiedad en Oaxaci',


Historia Mexicana 8, núm. 2 (1958); Moisés González Navarro, "Tenencia
de la tierra y población agrícola (1877-1960)", Historia Mexicana 18, núm.
1 (1969); Donald J. Fraser, "La política de desamortización en las comuni-
dades indígenas, 1856-1872", Historia Mexicana 21 (1972); Robert Knowl-
ton, "La individualización de la propiedad corporativa civil en el siglo XIX:
Notas sobre Jalisco", Historia Mexicana 28, núm. 1 (1978); José Velasco
Toro, "Indigenismo y rebelión totonaca en Papantla, 1885-1896", América
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 255

embargo, como corpus de investigación primaria, los textos


carecen de gran valor, puesto que la mayoría consiste princi-
palmente en descripciones generales de las leyes y políticas
públicas al respecto, y por lo tanto revelan poco acerca de lo
que pudo haber sucedido en la práctica. Sólo un puñado de

Indígena 39, núm. 1 (1979); Margarita Menegus Bornemann, "Ocoyoacac:


una comunidad agraria en el siglo x1x", Historia Mexicana 30, núm. 1 (1980);
Sergio Florescano, "El proceso de destrucción de la propiedad comunal de
la tierra y las rebeliones indígenas en Veracruz, 1826-1910", La Palabra y el
Hombre 52 (1984); Jean Meyer, "La ley Lerdo y la desamortización de las
comunidades en Jalisco", y Moisés Franco Mendoza, "La desamortización de
bienes de comunidades indígenas en Michoacán", en La sociedad indlgena en el
centro y occidente de México, Pedro Carrasco et al. (eds.) (Zamora: El Colegio de
Michoacán, 1986); Victoria Chenaut, "Comunidad y ley en Papantla a fines
del siglo XIX", en La costa totonaca: Cuestiones regionales 11, Luis María Gatti y
Victoria Chenaut (eds.) (México: Secretaría de Educación Pública, Centro de
Investigaciones Superiores en Antropología Social, 1987); José Velasco Toro,
"La política desamortizadora y sus efectos en la región de Papan tia, Veracruz",
La Palabra y el Hombre 72 (1989); Robert Knowlton, "La división de las
tierras de los pueblos durante el siglo XIX: El caso de Michoacán", Historia
Mexicana 40, núm. 1 (1990); Frank Schenk, "La desamortización de las tie-
rras comunales en el estado de México (1856-1911): El caso del distrito de
Sultepec", Historia Mexicana 45, núm. 1 (1995); Michael T. Ducey, "Liberal
Theory and Peasant Practice: Land and Power in Northern Veracruz, Mexi-
co, 1826-1900", en Liberals, The Church, and Jndian Peasants: Corporate
Lands and the Challenge of &farm in Nineteenth Century Spanish America,
Roben H. Jackson (ed.) (Albuquerque: University of New Mexico Press,
1997); Antonio Escobar Ohmstede y Jaqueline Gordillo, "¿Defensa o despojo?
Territorialidad indígena en las Huastecas, 18 56-1930", en Estudios campesinos
en e/Archivo Genera/Agrario, Antonio Escobar Ohmstede et al. (eds.) (México:
Secretaría de Educación Pública, Centro de Investigaciones Superiores en
Antropología Social, 1998); y Jennie Purnell, "'With Ali Due Respect': Popular
Resistance to the Privatization of Communal Lands in Nineteenth-Century
Michoacán", Latín American Research Review 34, núm. 1 (1999). Bien puede
haber algunos otros. A partir del 2000, se han publicado varios trabajos más.
256 EMILIO KOURf

estos artículos -generalmente los más recientes- contienen


investigación basada en estudios de caso (por ejemplo, sobre
Sultepec, Ocoyoacac, Papantla, Zacapu, y San Juan Parangari-
cutiro), y éstos, aunque sugerentes, son en su mayoría bastante
breves. Algunos libros, relativamente pocos, también tratan
el tema, aunque casi siempre de manera tangencial. 4 Dada la
importancia del asunto, la investigación específica que éste ha
generado resulta sorprendentemente pobre.
Considérense también los estudios altamente influyentes
que sobre la tenencia de la tierra realizaron una sucesión de
académicos estadounidenses entre 1920 y 1950, el trabajo de
George McBride, Helen Phipps, Frank Tannenbaum, Eyler

4 Véase, por ejemplo, Andrés Lira, Comunidades indlgenas ftente a la

Ciudad de México: Tenochtitlán y Tlatelolco, sus pueblos y barrios, 1812-1919


(México: El Colegio de México; El Colegio de Michoacán, 1983); Frans J.
Schryer, The Rancheros ofPisa.flores: The History of a Peasant Bourgeoisie in
Twentieth-Century Mexico (Toronto: Universityof Toronto Press, 1980); Ethni-
city and Class Conjlict in Rural Mexico (Princeton: Princeton University Press,
1990); Jean A. Meyer, Esperando a Lozada (México: Colegio de Michoacán,
1984); Daniel Nugent, Spent Cartridges of Revolution: An Anthropological
History of Namiquipa, Chihuahua (Chicago: University of Chicago Press,
1993); Victoria Chenaut, Aquellos que vuelan: los totonacos en el siglo XIX
(México: Secretaría de Educación Pública, Centro de Invesñgaciones Supe-
riores en Antropología Social, IN!, 1995); Allen Wells y Gilbert M. Joseph,
Summer ofDiscontent, Seasons of Upheaval: Elite Politics and Rural lnsurgency
in Yucatdn,1876-1915 (Stanford: Stanford University Press, 1996); y Jennie
Purnell, Popular Movements and State Formation in Revolutionary Mexico:
The Agraristas and Cristeros ofMichoacdn (Durham: Duke University Press,
1999). Aforrunadamente, esta siruación está empezando a cambiat. Véase,
entre otros, el trabajo de William Roseberry sobre la zona de Pátzcuato, el de
Jennie Purnell en Oaxaca, el de Daniela Macino acerca del Estado de México,
y mi libro sobre Papantla,A Pueblo Divided: Business, Property, and Community
in Papantla, Mexico (Stanford: Stanford University Press, 2004).
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 257

Simpson y Nathan Whetten. 5 Siguen siendo textos muy útiles,


y la obra de Tannenbaum en particular es todavía un punto
de referencia obligatorio para los historiadores interesados en
explorar la cuestión de la tierra en torno a la Revolución y el
posterior desarrollo de la reforma agraria gubernamental. Sin
embargo, cuando se trata de entender la evolución del proceso
de desamortización comunal -su cronología, sus variaciones
regionales y locales, y aun sus resultados- estos estudios tienen
poco que ofrecer. Con base en ejemplos aislados, anécdotas
selectas y vastas generalizaciones, producen una imagen mani-
quea de la expropiación de las tierras de los pueblos que parece
muy convincente pero carece de fundamentos. Son libros de
muchos méritos, no hay duda, pero no contienen una buena
explicación de cómo, cuándo, dónde o por qué las tierras de
los pueblos fueron (o no) privatizadas.
Algo parecido se puede decir en cuanto a la obra de sus
contrapartes mexicanas, los escritos de autores tan diversos
como Wistano Luis Orozco, José L. Cossío, Fernando Gon-
zález Roa, José Covarrubias, Lucio Mendieta, José Valadés,
y Jesús Silva Herzog, y también la monumental Historia
moderna de México de Daniel Cosío Villegas, la cual dedica
sólo trece de sus miles de páginas a lo que Moisés González
Navarro llamó "el empeño desamortizador". 6 Cada uno de

5 George McBride, The Land Systems ofMexico (Nueva York: The Ameri-

can Geographical Society, 1923); Helen Phipps, "Sorne Aspects of the Agrarian
Question in Mexico: A Historical Srudy'', University ofTexas Bulletin 2515
(1925); Frank Tannenbaum, The Mexican Agrarian Revolution (Nueva York:
Macmillan, 1929); Eyler N. Simpson, The Ejido: Mexico's W'lly Out (Chapel
Hill: University ofNorth Carolina Press, 1937); y Nathan Whetten, Rural
Mexico (Chicago: UniversityofChicago Press, 1948).
6 Véase, por ejemplo, Wistano Luis Orozco, Legislación y jurisprudencia

sobre terrenos baúl/os, 2 vols. (México: Imp. de El Tiempo, 1895); José L.


258 EMILIO KOUR1

estos estudios tiene sus propias virtudes, y su contribución


-en conjunto- al conocimiento de los problemas rurales de
México es considerable e indisputable. Sin embargo, sus expo-
siciones sobre la desamortización y expropiación de las tierras
de los pueblos no son muy esclarecedoras. Más allá de ciertas
diferencias en cuanto a énfasis y enfoque, sus análisis tienen
bastante en común: tienden a ser imprecisos, incompletos y
generalizadores, como si el lector necesitara únicamente que
se le recordase algo que ya era bien sabido y entendido. Tí-
picamente fundan sus explicaciones en causales generales de
carácter legal y político (por ejemplo, en las intenciones, usos y
abusos de la ley, o en las trampas de los poderosos) a expensas
de otras consideraciones, y con frecuencia recurren a dudosas
inferencias inductivas (por ejemplo, el incremento en el tama-
ño de las haciendas, o el número de hectáreas desamortizadas)
para alcanzar sus conclusiones en cuanto a lo que se supone
que tiene que haber pasado con las tierras de los pueblos. En

Cossío, ¿Cómo y por quiénes se ha monopolizado la propiedad rústica en México?


(México: Tip. Mercantil, 1911); José L. Cossío, Monopolio y fraccionamiento
de la propiedad rústica (México: Tip. de J. M. Linares, 1914); Fernando
González Roa y José Covarrubias, El problema rural de México (México: Tip.
de la Secretaría de Hacienda, 1917); Fernando González Roa, El aspecto
agrario de la revolución mexicana (México: Dir. de Talleres Gráficos, 1919);
Lucio Mendieta y Núñez, El problema agrario de México, 8a. ed. (México:
Porrúa, 1964); José Valadés, El porfirismo: Historia de un régimen, 3 vols.
(México: Antigua Lib. Robredo, 1941-1948); Jesús Silva Herzog, El agrarismo
mexicano y la reforma agraria (México: Fondo de Cultura Económica, 1959);
Moisés González Navarro, "El porfiriato: La vida social"; y Luis González,
"La república restaurada: Vida social", en Historia moderna de México,
Daniel Cosío Villegas (ed.), 10 vols. (México: Ed. Hermes, 1958-1972).
Véanse también los textos recolectados en La cuestión de la tierra, Jesús
Silva Herzog (ed.), 4 vols. (México: Instituto Mexicano de Investigaciones
Económicas, 1960-1962).
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 259

resumen, su examen del proceso de desamortización comunal


deja también mucho que desear.
En este contexto, vale la pena señalar que algunos de estos
autores (tanto estadounidenses como mexicanos) mezclan la
privatización de terrenos públicos (baldíos) con la de las pro-
piedades comunales de los pueblos, argumentando que ambas
eran parte integral del mismo proyecto ideológico. Si bien es
cierto que en algunos casos las concesiones de deslinde de los
baldíos fueron aprovechadas para expropiar tierras reclamadas
por los pueblos, eso no significa -como a veces se supone-
que ambos procesos fueron a fin de cuentas lo mismo. Sería
erróneo borrar las diferencias. Mientras que lo primero fue un
programa centralizado de orden federal, lo segundo tuvo
un carácter altamente heterogéneo e idiosincrático, puesto que
fue regido por la legislación particular de cada estado. La pri-
vatización de los terrenos baldíos ha sido estudiada con cierto
detenimiento en tiempos recientes, pero la investigación sobre
la desamortización en los pueblos está todavía en su infancia. 7
De hecho, esto resulta cierto incluso con respecto a la
historia de la tenencia de la tierra en algunos pueblos que por
diversas razones han sido muy estudiados, tales como Ane-
necuilco y Tepoztlán en Morelos, o Naranja en Michoacán;
una relectura atenta de los trabajos en cuestión muestra que
-si bien se conocen los resultados- aún no se tiene una idea
clara de cómo fue el proceso de desamortización y alienación
de tierras en esos lugares. 8 Por lo mismo, no extraña descubrir

7 Véase Robert H. Holden, Mexico and the Survey of Pub/ic Lands:

The Management of Modernization, 1876-1911 (DeKalb: Northern Illínoís


Uníversíty Press, 1994).
8 Sobre Anenecuílco, véase Jesús Sotelo Inclán, Raíz y razón de Zapata

(México: Ed. Emos, 1943); John WomackJr., Zapata and the Mexican Revo-
260 EMILIO KOURf

que las historias generales de la Revolución y de sus antece-


dentes porfirianos reflejen estas deficiencias. Por ejemplo, The
Mexican Revolution, de Alan Knight, hace un gran esfuerzo por
esclarecer varias de las cuestiones centrales relativas a la priva-
tización de tierras de los pueblos (causas, cronología, patrones
regionales y tipológicos, resultados y consecuencias), pero
finalmente es incapaz de trascender la opacidad de sus fuentes,
la cual sólo puede resolverse con más pesquisas concretas. Las
historias agrarias nacionales se topan con el mismo obstácu-
lo.9 En suma, resulta evidente que la privatización de las tierras
de los pueblos aún no ha sido estudiada detalladamente. 10

lution (Nueva York: Knopf, 1969); Arturo Warman, Y venimos a contradecir:


los campesinos de Morelos y el Estado nacional (México: Instituto Nacional de
Antropología e Historia, 1976); y Alicia Hernández, Anenecuilco: Memoria
y vida de un pueblo (México: El Colegio de México, 1991). Contrario a
Anenecuilco, Tepoztlán logró retener muchas de sus cierras, pero no queda
claro cómo o por qué. Véase Robert Redfield, Tepoztldn: A Mexican Village
(Chicago: UniversicyofChicago Press, 1930); Osear U:wis,LifeinaMexican
Village: Tepoztldn Restudied (Urbana: University of Illinois Press, 1951); y
Claudio Lomnitz, Evolución de una sociedad rural (México: Fondo de Cultura
&onómica, 1982). Respecto a Naranja, véase Paul Friedrich, Agrarian Revolt
in a Mexican Village (Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1970).
9 Alan Knighc, The Mexican Revolution, 2 vols. (Cambridge: Cambridge

University Press, 1986), 1:94; véase también John Tutino, From lnsurrection
to Revolution in Mexico: Social Bases of Agrarian Violence,1750-1940
(Princecon: Princecon University Press, 1986); Historia de la cuestión agraria
mexicana: la tierra y el poder, 1800-1910, Enrique Semo (ed.) (México:
Siglo Veintiuno, CEHAM, 1988).
'º Al respecto, véase la breve pero sugerente discusión de Friedrich
Katz sobre la desamortización de los pueblos y sus consecuencias, en "The
Liberal Republic and che Porfiriato, 1867-1910", The Cambridge History
of Latín America, Leslie Bethell (ed.) (Cambridge: Cambridge Universicy
Press, 1986).
LOS PUEBWS Y SUS TIERRAS 261

No deja de haber cierta ironía en todo esto, pues la pre-


ocupación por la tenencia de la tierra y por el conflicto agrario
-lo que los estudiosos mexicanos llaman "la cuestión agraria"-
ha sido desde hace mucho una gran constante en el quehacer
intelectual acerca de la historia del campo, y también porque
buena parte del fundamento original y de la justificación de
las reformas agrarias posrevolucionarias {las restituciones y
dotaciones ejidales) se apoyaron abiertamente en una inter-
pretación de lo que había sucedido con las tierras ancestrales
de los pueblos comunales a partir de la Reforma. Por lo tanto,
sería lógico pensar que los historiadores habrían de inmediato
procurado documentar y explicar precisamente cómo fue que
los pueblos -y sus pobladores- acabaron perdiendo sus tierras.
Sin embargo, estos complejos cambios -supuestamente tan
trascendentales- han permanecido casi completamente inex-
plorados. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué la paradoja?
A simple vista, la respuesta parecería ser bastante simple,
y-para muchos mexicanos y mexicanistas- quizás hasta obvia.
Si los historiadores no se han visto en la obligación de estudiar
más detalladamente el proceso de privatización de las tierras
comunales, esto se debe en gran medida a que hasta ahora
no han sentido la necesidad de hacerlo, puesto que ya hay
-aparentemente- una explicación general bastante sólida de
cómo, por qué y cuándo los pueblos perdieron sus tierras, y
de las repercusiones sociales que esto tuvo.11 Es cierto que no

11 No es correcto afirmar que las fuentes documentales necesarias para

este tipo de investigación no existen. De hecho, un buen número de archivos


estatales y locales poseen amplia documentación acerca de la desamortización
de los pueblos. Encontrarle el sentido a tales documentos bien puede ser una
tarea compleja y laboriosa, pero ese es ya otro asunto.
262 EMILIO KOURf

es más que una explicación genérica o paradigmática, carente


de detalles, a menudo desprovista de actores locales, parca
en cuanto al proceso e indiferente a la variación regional; no
obstante, muchos la juzgan acertada (en lo esencial), pues
consideran que es una caracterización más o menos fidedigna
de cómo y por qué los pueblos se quedaron sin tierras. Según
este argumento genérico, tres grandes factores históricos se
conjugaron para producir, sucesivamente, la desamortización,
el desmembramiento y la enajenación de las tierras comu-
nales de los pueblos. El primero fue la ominosa ascensión
de la ideología liberal, con sus nociones anticomunitarias
sobre la relación entre la propiedad privada, la ciudadanía,
y el progreso social, cristalizadas en las leyes de Reforma (en
particular la ley Lerdo) y en la Constitución de 1857. El
segundo fue la consolidación del poder del Estado durante el
gobierno de Porfirio Díaz (la famosa Pax porfiriana), la cual
permitió al fin la implementación agresiva de las ideas agrarias
de los liberales a través de leyes y políticas que impulsaron la
desamortización de las tierras comunales de los pueblos y el
deslinde y titulación de los baldíos. El tercero y último factor
fue el rápido crecimiento de la economía mexicana -y por
ende de las oportunidades para hacer negocios- durante el
curso del Porfiriato, lo que incrementó el valor de la tierra
y con ello la codicia de los hacendados y de los que soñaban
con ser hacendados. Se piensa que al juntarse, estas hosti-
les corrientes ideológicas, políticas y económicas condenaron
a la propiedad comunal -y en ocasiones a pueblos enteros- a
la extinción. Esta es, en síntesis, la explicación genérica.
Nadie pone en duda la importancia capital de estos fac-
tores históricos, y el argumento genérico que de ellos se deriva
(invariablemente, el despojo de las tierras) es ciertamente
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 263

poderoso; pero. ¿por qué es que los historiadores no han bus-


cado poner a prueba, corroborar, documentar o refinar esta
narración paradigmática mediante el estudio detallado de casos
particulares? Es evidente que no hay nada en la naturaleza mis-
ma del argumento genérico que imposibilite tales indagaciones,
o que las vuelva innecesarias. La razón se encuentra en otro
lado, en una serie de ideas fijas y supuestos adicionales (rara
vez expresados) acerca de los pueblos y de sus habitantes, los
cuales se han convertido en un componente esencial -aunque
inexplorado- de la explicación propuesta. Al menos tres de
estas nociones preconcebidas merecen ser mencionadas. La
primera es la convicción de que los habitantes de los pueblos
(casi) siempre y en todas partes se opusieron -por principio y
de hecho- a la privatización de sus tierras. En otras palabras,
los comuneros, cual comuneros, habrían de rechazar y resistir
todo intento de desamortizar, por lo que el reparto individual
de la propiedad comunal tendría que ser una imposición ex-
terna. La segunda es que -al menos en regiones predominan-
temente indígenas- la resistencia a todo cambio en el sistema
de posesión de la tierra tuvo un carácter fundamentalmente
étnico (por solidaridad étnica), de tal manera que la división
entre aquellos que impulsaron la desamortización (fuereños) y
aquellos que la rechazaron (locales) era de naturaleza cultural.
Y la tercera noción, corolario de las dos anteriores, es que la
"defensa de la comunidad" es lo que explica la sólida oposición
de los pueblos al reparto.
La veracidad de estas ideas -en tal o cual caso- es a fin
de cuentas una cuestión empírica, pero como afirmaciones
generales son apenas suposiciones, aunque den la apariencia
de ser axiomáticas. No obstante, son esas ideas preconcebidas
las que hacen posible concluir que la explicación genérica de
264 EMILIO KOURf

lo que pasó en los pueblos durante el Porfiriato no sólo es la


correcta, sino que además -para fines prácticos- no requiere
más elaboración, puesto que el desenlace de los conflictos a
que se refiere era -por su propia naturaleza- enteramente pre-
decible. En consecuencia, una investigación más a fondo -por
ejemplo, estudios de caso- valdría, como mucho, a modo de
ilustración o anécdota, por ser meramente versiones o varia-
ciones particulares de un proceso histórico ya bien conocido. Y
en tal caso, ¿a quién podría interesarle realizar esa labor, salvo
tal vez a algún anticuario o cronista de pueblo?
Apuntalada por tales juicios a priori, la explicación ge-
nérica de la desamortización-expropiación porfiriana queda
finalmente armada. De tal forma, se imagina una batalla
campal librándose a lo largo de la República. De un lado, los
pueblos unidos internamente en su renuencia, resistiéndose
honrosamente al cambio impuesto desde afuera, defendiendo
la integridad de sus comunidades. Del otro, el gobierno, los
capitalistas y todo tipo de aspirantes a terrateniente, armados
con leyes, ideas egoístas del progreso, rurales y ferrocarriles,
animados por la prepotencia y el paternalismo racistas, por
las sales de la corrupción y los vapores del legalismo. Es una
guerra que ganan (casi siempre) los poderosos, por las bue-
nas o por las malas; los pueblos se encogen o se quiebran y
aguardan resentidos el día de su revancha, al tiempo que las
haciendas proliferan y prosperan, alimentadas por la miseria
de nuevos peones y jornaleros. Este es, muy destilado, el drama
que desde hace mucho se ha venido contando. Debido a que
el ímpetu al cambio se representa como enteramente externo
a la vida social y económica de los pueblos, no se concibe la
necesidad de indagar mucho al respecto (excepto, claro está,
cuando se trata de rescatar del olvido los modos de resistencia
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 265

al embate fuerefio). Por consiguiente, no es de extrafiarse que


haya tan poca investigación a fondo acerca de la historia de la
desamortización en los pueblos.
Con todo, es una versión de la historia que se erige sobre
bases muy frágiles (suposiciones cuestionables o inexploradas).
Cabe entonces preguntarse de dónde surge y cómo se arraiga
esta conceptualización del pasado. Este ensayo rastrea y analiza
los oscuros orígenes intelectuales de ciertas ideas fijas acerca
de los pueblos y de sus habitantes, que sirvieron como base
-ya desde fines del Porfiriato- para la formulación de una
explicación genérica de la desamortización y sus consecuen-
cias. En esto la figura clave fue el crítico social e ideólogo
positivista Andrés Molina Enríquez, cuyos postulados sobre
el carácter intrínseco de los "pueblos de indígenas" serían
decisivos, a corto y a largo plazo. Como se verá, fue el autor
de Los grandes problemas nacionales quien por primera vez
estableció una conexión explícita entre los presuntos rasgos
"culturales" colectivos de los moradores de los pueblos y la
explicación de cómo las políticas desamortizadoras les habían
afectado a ellos y a sus tierras ancestrales. A pesar del burdo
evolucionismo social en que se inspiró, éste sería un concepto
perdurable.
Este ensayo explora la historia de unas ideas y su impacto
en la historiografía. No pretende ser exhaustivo; su principal
objetivo es destacar -y explicar- la existencia de un gran vacío
en el conocimiento y la investigación de la historia. Su inten-
ción es tanto diagnóstica como prescriptiva. Al exponer fallas
en la explicación prevalente de las causas y consecuencias de
la privatización de las tierras comunales, muestra también que
existen muchas preguntas aún sin respuesta acerca de la historia
económica y social de los pueblos en el Porfiriato.
266 EMILIO KOURf

EL SIGNIFICADO DE "PUEBLO"

En cualquier análisis de la historia de una idea, hay, invaria-


blemente, una cuestión de definición. En este caso, el asunto
aparenta ser simple: ¿qué es un pueblo? Evidentemente, existen
muchas respuestas, algunas sociológicas o antropológicas, otras
políticas, y aun otras geográficas. El término es tan vago como
elástico, cargado de una larga historia de usos traslapados y
cambiantes. Piénsese en términos cales como "el pueblo", "un
pueblo", o "los pueblos", cada uno de los cuales tiene hoy varios
posibles -y contrastantes- significados. Aquí la etimología
no es de gran ayuda, pues el latín populus, del cual se deriva
"pueblo", no es menos elástico. En inglés, "pueblo" tiene dos
definiciones principales: "aldeá' o "poblado", y "gente". Es una
bifurcación útil, pero a fin de cuentas el análisis lingüístico no
conduce a nada, ya que "poblado" y "gente" son tan ambiguos
como "pueblo". Por lo tanto, hay que abordar la cuestión desde
un punto de vista histórico.
En México, el término "pueblo" se originó específicamen-
te como un concepto jurídico español, uno de los más notables
productos de ese extenso y heterogéneo corpus colonial de
ley, procedimiento y diseño social conocido como "el derecho
indiano". Se refería tanto a un lugar como a la unidad política
a la cual el susodicho sitio o territorio le había sido asignado, o
sea, al poblado y a la gente que en él residiría. En ambos casos,
la designación de "pueblo" tenía un carácter jurídico explícito.
"Pueblo" en su acepción territorial (pueblo-territorio) era una
categoría política particular concedida a ciertos lugares, una de
varias categorías que formaban una escala jerárquica de espacios
de asentamiento más o menos concentrados (por ejemplo,
"villá', "ciudad", "real"). "Pueblo" entendido como estructura
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 267

política o colectividad (pueblo-corporación), se refería a una


asociación de personas legalmente reconocida, a un grupo
que poseía estatus jurídico (locus standi, personalidad jurídica,
derecho a presentarse ante un tribunal). Un pueblo era, por
tanto, un sitio al que se le había concedido tal categoría polí-
tica, que era a su vez administrado por una estructura política
con personalidad jurídica. Eran conceptos distintos, aunque
internamente relacionados, y la palabra podía ser usada para
referirse a cualquiera de los dos o a ambos a la vez.
En la práctica, el vasto derecho indiano elaborado a raíz de
la Conquista restringió la categoría de "pueblo", aplicándola ex-
clusivamente a poblados y unidades políticas indígenas. Como
bien ha señalado el historiador Bernardo García Martínez, en
aquel entonces el uso de esta palabra para denominar aldeas
era relativamente poco común en España, y los asentamientos
predominantemente españoles en los territorios recién con-
quistados no serían llamados "pueblos". En la Nueva España,
sólo "la puebla de Los Angeles" (hoy Puebla, fundada en 1531)
se acercó, pero desde un principio su estatus político fue -como
tenía que ser- diferente. 12 Aunque las ordenanzas y cédulas
reales que delinearon las políticas de asentamiento en ocasiones
se referían a "poblar un pueblo de españoles" (Ordenanzas de

12 Bernardo García Martínez, Los pueblos de la sierra: elpoder y el espacio

entre los indios del norte de Puebla hasta 1700 (México: El Colegio de México,
1987), 78-79, núm. 23-24. Para más evidencia, véase RafaelAltamirayCrevea,
Diccionario castellano de palabras jurídicas y técnicas tomadas de la legislación
indiana (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1987), 260-
262. Nótese que en aquel entonces "puebla" era una variante de "pueblo" o
"población". Sobre la fundación de Puebla, véase Fran<;ois Chevalier, Signifi-
cación social de la fandación de la Puebla de Los Ángeles (Puebla: Centro de
Estudios Históricos de Puebla, 1957).
268 EMILIO KOUR1

1573), esas poblaciones siempre recibieron otros títulos ("villa'',


"ciudad"), reservando "pueblo" -en ambos significados legales--
para designar únicamente a sus contrapartes indígenas.13 De
esta manera, "pueblo" rápidamente se convirtió en sinónimo
de "pueblo de indios".
Los pueblos-corporación y sus respectivos pueblos-territo-
rio fueron ambos creaciones de la Conquista. Durante el siglo
XVI y principios del XVII, numerosas colectividades indígenas
fueron reconstituidas como entidades legales, muchas fundadas
en los antiguos altepeme prehispánicos, otras producto de las
congregaciones o reducciones realizadas por las autoridades

13 José María Ots Capdequí, Estudios del derecho español en las Indias

(Bogotá: Ed. Minerva, 1940), 150-164; y Mariano Galván Rivera, Ordenan-


zas de tierras y aguas, o sea Formulario geométrico-judicial para la designacion,
establecimiento, mensura, amojonamiento y deslinde de las poblaciones y todas
suertes de tierras, sitios, caballerias y criaderos de ganados mayores y menores, y
mercedes de agua: Recopiladas abeneficio y obsequio de ÚJs pobladores, ganaderos
y toda clase de predios rústicos de las muchas y dispersas resoluciones dictadas
sobre la materia, y vignetes hasta el dia en la República Mexicana, 4a. ed.
(México: Librería del Portal de Mercaderes, 1851), especialmente el capítulo
6. Para antecedentes, véase José María Ots Capdequí, Manual de historia del
derecho español en las Indias (Buenos Aires: Losada, 1945}; y Silvio Zavala,
Las instituciones jurídicas en la conquista de América, 3a. ed. (México: Porrúa,
1988). Para una perspectiva del siglo XVII sobre estas cuestiones, véase Juan de
Solórzano Pereira, Política indiana, compuesta por el doct. d. juan de SoÚJrzano
Pereyra. .. Dividida en seis libros, en ÚJs qua/es con gran distincion, y estudio se
trata, y resuelve todo ÚJ tocante al descubrimiento, descripcion, adquisicion, y
retencion de las mesmas Indias, y su govierno particular, assi cerca de las perso-
nas de ÚJs indios, y sus servicios, tributos, diezmos, y encomiendas, como de ÚJ
espiritual y eclesiastico cerca de su doctrina: patronazzo real iglesias, prelados,
prebendados, curas seculares, y regulares, inquisidores, commissarios de cruzada, y
de las religiones . .. Con dos indices muy distintos, y copiosos ... Sale en esta tercera
impression ilustrada por el licenc. d. Francisco Ramiro de Valenzuela (Madrid:
M. Sacristán, 1736-1739).
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 269

españolas como parte de su política poblacional. La expre-


sión política de estas nuevas corporaciones coloniales sería el
cabildo indígena, portador de la personalidad jurídica de la
agrupación. 14 Hoy en día las unidades políticas de los pueblos
indígenas son frecuentemente llamadas "comunidades", pero
-como García Martínez ha observado- la adopción retroactiva
de este término (tan cargado de significados socioculturales
implícitos) sería anacrónica. Durante el Virreinato, el término
"el común'' era a menudo el que se utilizaba en tales casos,
y la palabra "comunidad" en ese contexto por lo general se
refería concretamente al capital colectivo de sus miembros,
por ejemplo, a las obligatorias "cajas de comunidad". 15 En
otras palabras, el pueblo-corporación colonial fue en sus
orígenes primordialmente una estructura legal impuesta para
administrar a una población subyugada, y no -o al menos no
necesariamente- una entidad social orgánica y cohesiva.

14 Para más detalle, y para apreciar mejor la complejidad y diversidad

dd proceso que condujo a la formación de las estructuras políticas de los


pueblos coloniales véase, por ejemplo, Charles Gibson, Tlaxcala in the
Sixteenth Century (New Haven: Yale University Press, 1952), especialmente
d capítulo 4; The Aztecs Unáer Spanish Ru/,e (Stanford: Stanford University
Press, 1964), esp. caps. 2, 3 y 7; García Martínez, Los pueblos de la sierra;
Silvio Zavala y José Miranda, "Instituciones indígenas en la Colonia", en La
polltica indigenista en México: métodos y resultados, Alfonso Caso et al. (eds.)
(México: Instituto Nacional Indigenista, 1954), esp. caps. 1 y 4; y James
Lockhart, The Nahuas A/ter the Conquest: A Social and Cultural History ofthe
Indians ofCentral Mexico, Sixteenth Through Seventeenth Centurias (Stanford:
Stanford University Press, 1992), capítulo 2.
15 "En la práctica", observa García Martínez, "el concepto de comunidad

estuvo generalmente asociado a una significación tangible, al distinguirse,


como bienes de comunidad, a los bienes comunes o públicos de una colec-
tividad". Véase García Martínez, Los pueblos de la sierra, 102-103, núm. 99.
Véase también Altamira y Crevea, Diccionario, 84.
270 EMILIO KOURf

Estos pueblos-corporación naturalmente tendrían que


ocupar un cierto espacio para vivir y alimentarse, sobre el cual
la colectividad pudiera ejercer legalmente una serie de derechos
más o menos exclusivos. Esos espacios eran los pueblos-terri-
torio, que debían comprender (en teoría) áreas residenciales (a
menudo subdivididas jerárquicamente en cabeceras y sujetos),
así como terrenos de cultivo, pastos y bosques clasificados de
acuerdo con su propósito social. En la práctica, los pueblos-cor-
poración indígenas obtuvieron la propiedad de estos territorios
de varias maneras, por ejemplo, aduciendo antiguos derechos
consuetudinarios, presentando documentación prehispánica,
mediante mercedes reales y composiciones, o por compra o
denuncio. Para evitar la usurpación y el despojo, las autorida-
des coloniales fueron poco a poco promulgando una serie de
leyes para regular la extensión mínima, la ordenación espacial
y la clasificación de las tierras que un pueblo-territorio debía
comprender. Siguiendo el precedente ibérico, las tierras de los
pueblos quedaron subdivididas en varias categorías, tales como
fundo legal, ejidos, montes y tierras de común repartimiento.
Aunque en realidad muchos pueblos nunca se amoldaron a
dichos estándares, lo cierto es que ésa llegó a ser la definición
-en términos legales-del pueblo indígena como territorio. 16 Si
bien la palabra "pueblo" (en su acepción territorial) a menudo
se usaba (y se usa) coloquialmente para referirse exclusivamente
al principal núcleo habitacional y administrativo (el fundo

16 Véase Ordenanzas of the Marquéz de Palees (26 de mayo, 1567), y

las Cédulas Real.es del 4 de junio, 1687 y del 12 de julio, 1695, en Galván
Rivera, Ordenanzas de tierras e aguas, capítulo 12. Para una discusión sobre la
constitución legal de los pueblos-territorio (en teoría y en la práctica), véase
Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, capítulo 10; y Zavala y Miranda,
"Instituciones indígenas en la Colonia", 122-132.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 271

legal de la cabecera, "el pueblo"), y no necesariamente a sus


dominios periféricos (a veces descritos como "las tierras del
pueblo"), esto no altera el hecho de que-desde una perspectiva
jurídica- el pueblo-territorio y sus tierras eran indistinguibles,
un solo espacio con categoría política propia. En ese sentido,
el pueblo era la tierra que lo constituía.17
Fue así, en síntesis, como se definió originalmente el con-
cepto de "pueblo". Merece la pena recordar que este aparato
jurídico fue parte integral de una política de asentamiento
poblacional dirigida a congregar a la población indígena y a
mantenerla separada de los españoles. Esa política se fundó
en la altisonante (y finalmente ilusoria) noción de una "repú-
blica de indios" distinta a la de los españoles, bajo el supuesto
de que los indios, como los menores de edad, los "rústicos"
y los "miserables"-todos ellos seres inmaduros, incultos, o
inferiores- requerían protección especial de la Corona. 18 El
establecimiento (en el sentido legal) de pueblos indígenas
(con su propia personalidad jurídica y categoría política) fue
la expresión más audaz de esta filosofía social, por lo demás
prácticamente incumplida. Para los letrados españoles que
idearon estas instituciones coloniales, la peculiar estructura
legal que se le dio a los pueblos indígenas simplemente refle-
jaba -y por lo tanto era la más adecuada para- el bajo nivel de
civilización de sus habitantes. Siglos después Andrés Molina
Enríquez le atribuiría gran sabiduría a la institucionalización

17 La falta de claridad en la demarcación de los linderos de los pueblos

-siruación frecuente y conflictiva- no afectó la definición a nivel con-


ceptual de los pueblos-territorio.
18 Para más detalle, véase Zavala y Miranda, "Instituciones indígenas en

la colonia,• 108-11 O; Garda Marónez, Lospueblos de la sierra, 97-98; y Zavala,


Las imtituciones jurídicas en la conquista de América, capítulo 4.
272 EMILIO KOUR1

de este vínculo directo entre formas normativas de asociación


y categoría social.
Si toda esta discusión acerca de los significados de "pue-
blo" parece un poco extrafia o excesivamente formal, quizás se
deba a que ahora los historiadores y antropólogos se acercan a
estos temas desde una perspectiva completamente diferente,
enfocándose en el análisis de las relaciones sociales, la etnici-
dad y la identidad cultural en los pueblos, frecuentemente a
expensas de asuntos más institucionales. Dicho de otra forma,
hoy en día las dimensiones étnicas o culturales de la comunidad
le resultan más atractivas al investigador que las cuestiones
jurídicas. Sin duda hay muy buenas razones intelectuales e
históricas que explican este profundo cambio de enfoque, pero
-de cualquier manera- es esencial no perder de vista el tenor
legal del concepto, aun cuando otras facetas de la historia de
los pueblos parezcan ahora mucho más importantes.
Hay dos razones principales para insistir en esto. En
primer lugar, buena parte de la legislación colonial de la
Nueva Espafia siguió vigente hasta medio siglo después de
consumada la Independencia (1821-1871), incluyendo (por
varias décadas} algunos de los preceptos constitutivos que
habían regulado la existencia de los viejos pueblos. Aunque los
cabildos fueron en muchos casos sustituidos por ayuntamien-
tos y la noción jurídica de las dos repúblicas fue finalmente
abandonada, las corporaciones políticas indígenas retuvieron
su personalidad jurídica, al menos en principio, y las tierras
de los pueblos indios -a pesar de los embates esporádicos de
algunos gobiernos estatales- permanecieron en su mayoría
amortizadas, un patrimonio colectivo aún protegido legal-
mente contra la privatización. Y esos fueron precisamente los
dos rasgos definitorios de los pueblos indígenas (personalidad
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 273

jurídica y amortización de la tierra) -ambos heredados de la


legislación colonial- que las reformas liberales y la Constitu-
ción de 1857 buscaron suprimir. Queda claro entonces que
para los arquitectos de la Reforma, las bases jurídicas de la
organización social de los pueblos fueron claramente materia
de sumo interés. En segundo lugar, antes de 191 O, las ideas
más influyentes {por escasas que fueran) acerca de la historia
y situación contemporánea de los pueblos indígenas {gente y
tierras) salieron casi siempre de la pluma de abogados: Manuel
Abad y Queipo, José María Luis Mora, Mariano Otero, Mel-
chor Ocampo, Ignacio Ramírez, Ponciano Arriaga, Vicente
Riva Palacio, Justo Sierra, Wistano Luis Orozco, y Andrés
Molina Enríquez. Francisco Pimentel (primordialmente un
lingüista) fue una notable excepción. Dada su formación, estos
pensadores por lo general le concedieron un gran peso analítico
a los aspectos legales de la vida de los pueblos, y sus propuestas
para solucionar los problemas que les interesaban casi siempre
se centraron en reformas estructurales de corte legislativo. Para
ellos, el pueblo era ante todo una institución formada {o más
bien deformada) por ciertos preceptos legales; sin este contexto,
resulta imposible entender sus argumentos.
Aunque varias de estas figuras hicieron sus estudios en
las décadas posteriores a la Reforma, y por tanto tuvieron la
oportunidad de considerar en detalle los decretos de desamor-
tización y sus consecuencias para los pueblos, sólo uno de ellos
lo hizo de manera más o menos exhaustiva: Andrés Molina
Enríquez {1868-1940). Notario público y juez de distrito en el
Estado de México, hombre de grandes ambiciones intelectua-
les, sus ideas acerca de los efectos de las leyes de desamortiza-
ción en los pueblos indios habrían de fijar por mucho tiempo
los términos de la discusión en torno a estos temas. Pero antes
274 EMILIO KOURí

de examinar el pensamiento de Molina Enríquez, es preciso al


menos resumir los debates que le precedieron.

EL PUEBLO EN EL PENSAMIENTO SOCIAL


DEL SIGLO XIX

A partir de 1910, el levantamiento zapatista y las demás


rebeliones rurales en diversas partes de México precipitaron
apremiantes discusiones y negociaciones político-ideológicas
respecto al futuro de los pueblos como instituciones sociales,
cuyos resultados se plasmaron en cierta medida en la Cons-
titución de 1917 y en la legislación agraria posterior. Desde
entonces, el pueblo (comunidad, lugar, raíz y tradición) se
convirtió en uno de los conceptos constitutivos de la repre-
sentación popular de la identidad del México rural, así como
en uno de los pilares del discurso político post-revolucionario.
Hay quienes incluso han llegado a considerar que los pueblos
son los últimos grandes depósitos de un "México profundo" .19
Pero no siempre fue así. Antes de la Revolución, los pueblos no
tuvieron tal distinción; de hecho, durante casi un siglo a partir
del inicio de las luchas independentistas en el siglo XIX, fueron
notablemente pocos los análisis y las discusiones dedicados
específicamente a ellos. El trabajo de Molina Enríquez rompió
con esa larga tradición, tornando a los pueblos en un objeto
digno de atención. Antes de La Reforma y judrez (1906) y de
Los grandes problemas nacionales (1909), el interés intelectual
por los asuntos relacionados con los pueblos era típicamente

19 La frase es de Guillermo Bonfil Batalla, México profundo: una

civilización negada (México: Secretaría de Educación Pública; Centro de


Investigaciones Superiores en Antropología Social, 1987).
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 275

indirecto, y se circunscribía a dos cuestiones sociales altamente


conflictivas: la desamortización de las tierras comunales y el
lugar de los indios en la vida nacional.
El debate sobre las desamortizaciones comenzó en serio a
fines del siglo XVIII, tras la publicación en España del ilustrado
Informe sobre la ley agraria (1795) de Gaspar Melchor de Jove-
llanos. Influido por Adam Smith y por los fisiócratas franceses,
Jovellanos presentó argumentos contundentes en favor de
una liberalización radical de las leyes agrarias españolas como
medio de estímulo al crecimiento económico y al progreso
social. Sus blancos principales eran las vastas propiedades
de la iglesia y de los mayorazgos civiles, que debían ser des-
amortizados, así como los baldíos y terrenos concejiles (tierras
municipales), que debían ser privatizados. 20 Sus propuestas
fueron consideradas por las desventuradas Cortes de Cádiz,
con poco éxito. 21 En la Nueva España, las ideas de Jovellanos
fueron acogidas con entusiasmo en ciertos círculos, y -tras la
Independencia- serían gradualmente adaptadas de acuerdo
con los intereses y las condiciones locales. Mientras que para
Jovellanos la amortización civil (los mayorazgos) era el mayor
estorbo al desarrollo de la agricultura en España, sus discípulos
mexicanos concluyeron que la propiedad eclesiástica en manos
muertas era el principal obstáculo. Para dos generaciones de

20 Gaspar Melchor de Jovellanos, Informe sobre /,a Ley Agraria (Madrid:

Instituto de Estudios Políticos, 1955), p. l. En muchos aspectos, el Informe


de Jovellanos retomaba las propuestas de una generación anterior de reforma-
dores barbones, notablemente Pedro Rodríguez de Campomanes. Para más
discusión, véase Richard Herr, The Eighteenth-Century Revo/ution in Spain
(Princeton: Princeton University Press, 1958).
21 Para más detalle, véase Francisco Tomás y Valiente, El marco po/itico

dt la desamortkación en España (Barcelona: Ariel, 1977).


276 EMILIO KOURf

liberales mexicanos, la desamortización de los bienes del clero


fue un objetivo compartido y urgente, la clave para encami-
nar la libertad y el progreso de la joven república. Al mismo
tiempo, estos reformadores tuvieron que decidir cómo tratar a
los pueblos-territorio de la antigua república de indios, cuyas
tierras -al igual que las de la iglesia- estaban amortizadas en
beneficio de corporaciones, si bien por lo demás funcionaban
de muy distinta manera. Jovellanos no había dicho mucho al
respecto, pero guardaban cierta semejanza con los terrenos
concejiles, y como tales, su desamortización también pasó a
formar parte del nuevo credo liberal mexicano.
De ese modo, por asociación con otras formas de "privile-
gio corporativo", los pueblos-territorio terminaron enredados
en el gran conflicto ideológico en torno a la desamortización
eclesiástica que desembocaría en las guerras de Reforma. Por
lo mismo, fue mayormente en el contexto -dogmático y estre-
cho- del debate acerca de los presuntos beneficios sociales de
la desamortización -una mejor distribución de la propiedad,
mayor inversión, productividad y prosperidad, mejoras agríco-
las, democracia local- que el tema de los pueblos-territorio
comunales sería abordado. Usualmente eran comentarios breves
y genéricos, referencias al pueblo arquetípico que languidecía
bajo el yugo de la amortización, esperando a ser liberado de
ese vestigio de la tutela colonial. Una mención temprana de los
pueblos en este contexto se encuentra en las Representaciones de
Abad y Queipo, y discusiones similares se hallan dispersas en las
obras de Mora y otros liberales destacados de la época, así como
en las deliberaciones del Congreso Constituyente de 1856.22

22 Manuel Abad y Queipo, "Representación sobre la inmunidad personal

del clero", en En favor del campo, Heriberto Moreno García (ed.) (México:
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 277

No habría en toda esa campaña voz más clara y resonante


que la de Mora: los pueblos, sentenció, eran "monasterios
de indios", frase lapidaria que encapsuló magistralmente la
lógica -y la miopía congénita- de esta perspectiva analítica. 23

Secretaría de Educación Pública. 1986), 123-135; Charles A. Hale, Mexican


Liberalism in the Age ofMora, 1821-1853 (New Haven: Yale University Press,
1968), capítulos 4, 7, 8; Mariano Otero, Ensayo sobre el verdadero estado de la
cuestión social y politica que se agita en la República Mexicana (México: Imp.
de Ignacio Cumplido, 1842); Ponciano Arriaga, Obras completas (México:
Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1992); y Francisco Zarco, Historia del congreso extraordinario consti-
tuyente de 1856y 1857, 2 vols. (México: Imp. de Ignacio Cumplido, 1857).
Como el propio Molina Enríquez ha señalado, inicialmente hubo algo de
desacuerdo y vacilación entre los liberales respecto a si era o no práctica la
idea de privatizar las tierras comunales. En el Estado de México, la Comisión
de Gobernación del Congreso Constituyente decidió, en 1824, no insistir en
la privatización completa e inmediata de las tierras de los pueblos, porque a
algunos les preocupaba la posibilidad que los beneficiarios acabasen vendiendo
o perdiendo sus parcelas individuales. A pesar de las objeciones de Mora,
las cautas recomendaciones de la Comisión (que se le arrendara la tierra a los
pobladores) fueron aprobadas. Pero esta era en el fondo una disputa sobre es-
ttategia y procedimiento, no sobre principios, y en todo caso las ideas de Mora
-mucho más intransigentes- acabarían por prevalecer. Véase Dictamen de la
comisión de gubernación sobre señalar y dar propios y arbitrios a los pueblos del
estado de México (México: Imp. a cargo de M. Rivera, 1824);Actasdelcongreso
constituyente del estado libre de México, l Ovols. (México, 1824-1831); Andrés
Molina Enríquez, La reforma y ]udrez: estudio histórico-sociológico (México:
Tip. de la Viuda de Francisco Díaz de León, 1906), 67-69; Molina Enríquez,
Losgrandes problemas nacionales (México: Imp. de A. Carranza e Hijos, 1909),
56-57; y Hale, Mexican Liberalism in the Age ofMora, 229-233.
23 "En todo esto", escribió Mora, "se ve la mano e influjo del clero

regular que quiso instituir la sociedad civil sin su base fundamental que es la
propiedad, y fundar en América otros tantos monasterios cuantos eran los
pueblos o congregaciones de sus neofitos". José María Luis Mora, Méjico y
sus revoluciones (París: Lib. de Rosa, 1836), 1:198.
278 EMILIO KOURf

Las tierras de los pueblos tenían que ser desamortizadas, tal y


como las propiedades de los monasterios, y precisamente por
las mismas razones.
De igual manera, a lo largo del siglo XIX las reflexiones
sobre las condiciones de vida de los indios y sobre la naturaleza
de su relación con la nueva nación abordaron los aspectos insti-
tucionales de la organización de los pueblos apenas tangencial-
mente. Por lo general, los indios eran tratados con un desprecio
genérico, todos miembros de una sola raza de gente retrógrada,
ignorante, vaga y terca cuyas vidas estaban plagadas de miseria y
explotación. Para algunos esta uniforme "degradación" -como
la llamaría Francisco Pimentel- era irreparable, mientras que
otros veían en las reformas legales y en la educación un posible
remedio. En la medida en que la lamentable situación de los
indios contemporáneos se explicaba como consecuencia de
hábitos de raíz colonial, tratar de reformar tales prácticas era
una solución atractiva; con ese fin, los efectos supuestamente
nocivos de la organización de los pueblos-corporación fueron
a veces expuestos a la crítica. Mora, por ejemplo, lamentó el
aislamiento que la vida en los pueblos le impuso a los indios,
así como su condición de menores de edad ante la ley y con
respecto a la tenencia de la tierra, todos ellos aspectos consti-
tutivos del diseño original de los pueblos. Del mismo modo,
Lorenzo de Zavala le echó la culpa del "embrutecimiento" de
los indios al carácter paternalista de instituciones españolas
tales como el pueblo, y LucasAlamán advirtió que el gobierno
local en los pueblos indios solía ser tiránico. Poco después de la
Reforma, Francisco Pimentel -el único pensador del siglo XIX
que dedicó un libro completo a analizar "la situación actual
de la raza indígena'' (1864)- criticó las Leyes de Indias por su
falta de laissez faire con respecto a los indios. Argumentó que el
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 279

pernicioso sistema comunal de los pueblos inhibió el desarrollo


de un "sentimiento de la individualidad", sin el cual el progreso
económico y el avance de la civilización eran imposibles. 24 A fin
de cuentas, sin embargo, todas esas calamidades eran legados
coloniales que habían sido -o estaban siendo- modificados
por medio de las leyes. El propio Mora declaró -con cierto
orgullo- en 1836 que "estos motivos de equivocación han
desaparecido totalmente con la Independencia: se proclamó en
ella la igualdad de derechos para todas las castas y razas" y "si
la igualdad ha sido sin efecto respecto de los indijenas, esto lo
que prueba ... es la dificultad de reparar en pocos días los males
causados por la abyección de muchos siglos". Con la misma
idea, Pimentel observaría casi treinta afíos después que si bien
"el sistema de comunidades todavía no se acaba de extirpar
absolutamente", las leyes de Reforma habían producido "un

24 /bid., 1: 197-207; Lorenzo de Zavala, Ensayo histórico de Úls revoluciones


de México desde 1808 hasta 1830 (México: Imp. a cargo de Manuel N. de la
Vega, 1845), 1:12-15; Moisés González Navarro, "Instituciones indígenas
en el México independiente", en La polltica indigenista en México: métodos
y resultados (México: Instituto Nacional Indigenista, 1954), 1:209-218; y
Francisco Pimentel, "Memoria sobre las causas que han originado la situación
actual de la raza indígena de México y medios de remediarla'', en Dos obras
de Francisco Pimentel (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
1995), 139-142.
Vale la pena señalar que si bien fue mucho lo que se escribió a modo de
crítica sobre la continua explotación de los indios en el México independiente,
lo cierto es que casi siempre se refería a la deplorable situación de los peones
y jornaleros en las haciendas, y no a la vida en los pueblos, acerca de la cual
se escribió muy poco en concreto. Véase, por ejemplo, el voto particular de
Ponciano Arriaga durante los debates del congreso constituyente, en Francisco
Zarco, Historia del congreso extraordinario, 1:547-555.
280 EMILIO KOURf

cambio notable" en ese punto. 25 En otras palabras, confiaban


en que el pueblo -en cuanto a su constitución jurídica y a
sus rémoras comunalistas- estaba en vías de extinción, y por
ende no era ya objeto de gran preocupación, excepto tal ve:z
sólo en la medida que los viejos (y malos) hábitos a veces se
resisten a desaparecer. 26

25 Mora, Méjico y sus revoluciones, 1:66-68; Pimentel, "Memoria sobre

las causas", 153. Los juicios genéricos de Pimentel respecto a "la raza indí-
gena" son muy reveladores en este sentido, puesto que escribió en una época
en que la arqueología, la lingüística y la emografía mexicanas avanzaban
rápidamente (en parte gracias a sus notables contribuciones). Sus primeros
estudios lingüísticos se publicaron a principios de la década de 1860, cuando
escribía su Memoria y mientras Manuel Orozco y Berra realizaba sus pioneras
investigaciones sobre las culturas y lenguas del México antiguo. A pesar de
la extraordinaria diversidad y complejidad cultural que estas investigaciones
estaban documentando, Pimentel siguió caracterizando a los indios como si
todos fueran esencialmente iguales, lo cual sugiere que, en última instancia, le
atribuía un gran poder explicativo a los efectos sociales de las normas legales
alrededor de las cuales se constituyeron los pueblos durante la Colonia. A
pesar de que Pimentel no era abogado, estas consideraciones de orden legal
le marcaron la pauta a sus ideas. Véase Francisco Pimentel, Cuadro descriptivo
y comparativo de las lenguas indígenas de México, 2 vols. (México: Imp. de
Andrade y Escalante, 1862-1865); Manuel Orozco y Berra, Geografta de las
lenguas y carta etnográfica de México, precedidas de un ensayo de clasificación
de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus (México:
Imp. de Andrade y Escalante, 1864); Historia antigua y de la conquista de
México (México: 1ip. de G. A. Esteva, 1880).
26 En este contexto, las efímeras leyes agrarias del Segundo Imperio,

que intentaron revertir (en parte) las políticas liberales de desamortización,


representan una notable -aunque inútil- excepción. La ley de l de noviembre
de 1865 le otorgó personalidad jurídica a los pueblos, pero con límites. La
ley de 26 de junio de 1866 (dirigida para reformar la ley Lerdo) preservó el
carácter comunal de algunas de las tierras de los pueblos (montes, por ejemplo),
pero insistió en la idea liberal de dividir todas las tierras cultivables de los
poblados en parcelas individuales y privadas (aunque con cierras restricciones
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 281

A los pueblos no les fue mejor como objetos de estudio


durante la República Restaurada y casi todo el Porfiriato, a
pesar de que las políticas desamortizadoras del gobierno se esta-
ban finalmente implementando en muchos estados, a veces de
manera conflictiva. Esto es en cierto sentido comprensible, ya
que esos repartos de tierra prometían ponerle fin a la tenencia
comunal que desde sus orígenes había definido a los pueblos
de indios (su personalidad jurídica ya había sido abolida como
parte de la Reforma). Si los pueblos (en este sentido) eran ya
-o pronto serían- inexistentes, ¿por qué escribir sobre ellos? En
sintonía con tales expectativas, las dos historias monumentales
de México que se publicaron durante el Porfiriato -México a
través de los siglos (1887-1889), dirigida por Vicente Riva Pala-
cio, y México, su evolución social (1900-1902), coordinada por
Justo Sierra- casi no hicieron mención de los pueblos indios
a partir de la Independencia. 27 Del mismo modo, la extensa
obra histórica de Sierra ignora completamente el tema. "El

en cuanto a la venta de dichas tierras). Y la ley agraria de 16 de septiembre de


1866 ofrecía dotaciones de tierra para ejidos y fundos legales a pueblos que
no los tuvieran, eliminando además las restricciones previamente impuestas
al ejercicio de su personalidad jurídica. Véase Manuel Fabila, Cinco siglos de
legislación agraria en México (México: Banco Nacional de Crédito Agrícola,
1941 ), 147-15 5; también Jaime del Arenal, "La protección del indígena en el
segundo imperio mexicano: la Junta Protectora de las Clases Menesterosas",
Ars Iuris, núm. 6 (1991); y Érika Pani, "¿'Verdaderas figures de Cooper' o
'pobres inditos infelices'? La política indigenista de Maximiliano", Historia
Mexicana 47, núm. 3 (1998).
v Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos. Historia general y
completa del desenvolvimiento social, politico, religioso, militar, artístico, científico
y literario de México desde la antigüedad mds remota hasta la época actual, 5 vols.
(México: Ballescá y Comp., 1887-1889); y Justo Sierra, México, su evolución
social, 3 vols. (México: Ballescá, 1900-1902).
282 EMILIO KOURf

problema social para la raza indígena", anunció en 1889, "es un


problema de nutrición y educación ... que coman más carne y
menos chile, que aprendan los resultados útiles y prácticos de la
ciencia, y los indios se transformarán: he aquí toda la cuestión".
El pueblo ya no era la jaula legal, económica y política que
hasta hacía poco había sido, y el "problema social del indio" que
faltaba por resolver era en gran medida cuestión de reformar
a los individuos con mejores escuelas, mejor alimentación, y
-añadiría Sierra-mediante el mestizaje. 28
Una excepción parcial a la desatención imperante fue
la obra de Wistano Luis Orozco, Legislación y jurisprudencia
sobre terrenos baldíos (1895). Orozco, un joven abogado for-
mado en Guadalajara, se propuso rastrear en riguroso detalle
la evolución de la legislación sobre los terrenos públicos en
México a partir de sus orígenes españoles, para demostrar que
muchas de las leyes sobre colonización y baldíos promulga-
das desde la Independencia habían hecho caso omiso de -e
incluso contradecían- varios de los principios fundamentales
en torno a los cuales se había establecido el sistema de pro-
piedad en tiempos del virreinato. El resultado, observó, fue

28 Justo Sierra, "México social y político: Apuntes para un libro", en

Obras completas (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1991),


9: 126-127; Véanse también las contribuciones del propio Sierra a México, su
evolución social, reunidas en un solo volumen titulado Evolución politica del
pueblo mexicano (México: La Casa de España en México, 1940); y Justo Sierra,
]udrez, su obra y su tiempo (México: Ballescá, 1905-1906).
Sobre "la cuestión indígena", véase Martin S. Stabb, "Indigenism
and Racism in Mexican Thought, 1857-1911", Journal oflnter-American
Studies 1:4 (1959); T. G. Powell, "Mexican Intellectuals and the Indian Ques-
tion, 1876-1911",HAHR48: 1 (1968);yCharlesA. Hale, TheTransformationof
Liberalism in Late Nineteenth-Century Mexico (Princeton: Princeton University
Press, 1989), 219-238.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 283

un conjunto caótico de leyes, lo que a su vez engendró una


incertidumbre generalizada respecto a la validez de cualquier
título de propiedad. Tras la Independencia, escribió Orozco,
"se cayó en una ignorancia casi completa de la legislación que
había regido sobre ocupación de tierras públicas; los poderes
revolucionarios dieron sucesivamente reglas vacilantes é in-
completas sobre asuntos de colonización, sin que las leyes de
mañana tuvieran en cuenta las de ayer, y el Derecho de tierras y
aguas llegó a parecer un verdadero laberinto de Dédalo donde
faltaba el hilo de Ariadna''. 29 El de Orozco era un tratado de
jurisprudencia indudablemente erudito y meticuloso, pero su
objetivo no era meramente servir de Teseo intelectual, guiando
a sus lectores por los intrincados recovecos y callejones sin
salida de la historia del derecho. Quería también demostrar
que la aplicación de algunas de estas leyes mal concebidas -en
particular la ley de baldíos de 20 de julio de 1863, promulgada
por Juárez- había facilitado, sin que ése fuera su propósito, la
concentración de tierras en manos de unos pocos hacendados
y especuladores muy poderosos. Todo esto, explicó, había
producido no sólo mayor desigualdad e injusticia social, sino
también estancamiento económico, puesto que las grandes
haciendas eran intrínsecamente ineficientes e improductivas.
Fueron pocos en ese entonces -Molina Enríquez entre ellos-
los que al parecer leyeron el largo estudio jurídico de Orozco,
pero eventualmente vendría a ser considerado por muchos
como la más importante y penetrante crítica contemporánea
de la gran hacienda y de la políticas agrarias porfirianas que
propiciaron su desmedida expansión.

29 Wistano Luis Orozco, Legislación y jurisprudencia sobre terrenos

ba/;J/os, 2 vols. (Ciudad de México: Imp. de El Tiempo, 1895), 653.


284 EMILIO KOURf

Aunque el enfoque principal del libro era -como lo dice


el título- la problemática de los terrenos baldíos, sepultada
entre sus páginas se hallaba una breve pero muy sugerente
discusión sobre la legalidad de los procedimientos empleados
en la subdivisión de los ejidos que pertenecían a los pueblos.
Una nueva ley de tierras baldías (promulgada el 26 de marzo de
1894) dedicaba tres de sus 79 artículos a esos procedimientos
(impropiamente, según Orozco), yél tomó eso como punto de
partida para analizar lo que estaba sucediendo con las tierras
de los pueblos. Tras la abolición de la personalidad jurídi-
ca de los pueblos-corporación, muchos de los estados pusieron
a los ayuntamientos a cargo de dividir sus terrenos comunales
-incluyendo a los ejidos- en parcelas individuales; por lo
general, a los ayuntamientos también les tocaba emitir los
títulos de propiedad correspondientes. La nueva ley sancionó
esta práctica (artículos 67-69), a la cual Orozco se opuso por
varias razones. Para empezar, explicó, sólo el gobierno federal
-y no el estado o el municipio- tenía jurisdicción sobre el
traspaso de las propiedades desamortizadas. Segundo, era
contradictorio sostener que los pueblos -por ser corporaciones
civiles- carecían de personalidad legal, para luego reconocerle
esa facultad a los ayuntamientos, que también eran entidades
corporativas. Finalmente, los títulos de propiedad que se entre-
gaban en esos repartos eran aberraciones legales, pues omitían
deliberadamente toda referencia a los antecedentes, no incluían
descripciones técnicas de las tierras adjudicadas, y no estaban
notariados de acuerdo con la exigencia de la ley. Al llegar a este
último punto, Orozco pasó -como era ya su costumbre- de
la crítica jurídica a la denuncia social. Esos deficientes títulos,
escribió, "son de ordinario esqueletos impresos, cuyos huecos
se llenan por algún escribiente á la sombra de las ciudades,
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 285

bajo el influjo de algún especulador, sin haber visto jamás los


terrenos que se adjudican". Mientras tanto, continuó, "van a
dar esas tierras á manos despiadadas, que las adquieren por
algunas fanegas de maíz, por viles comistrajos de una tienda, y
á veces por la usurpación violenta más descarada y más injusta''.
Orozco concluyó que poner a las autoridades municipales a
cargo del reparto de las tierras de los viejos pueblos era no
sólo ilegal, sino además perverso, ya que esos avencindados
solían ser "personas extrañas y aun hostiles á las comunidades
indígenas, lo cual equivale á entregar maniatadas estas eternas
víctimas de nuestra superioridad de raza á los hombres más
codiciosos interesados en su abyección y ruina". 30
En vista de la total falta de interés por la cuestión de los
pueblos en los círculos intelectuales porfirianos, los señala-
mientos de Orozco adquieren especial importancia, pues dejan
entrever algo de los conflictos sociales y legales que marcaron
el proceso de desamortización de los pueblos, conflictos que
otros analistas sociales más prominentes no habían querido
ver o considerar. Quizás los pueblos habían sido desahuciados
prematuramente. Con todo, estas reflexiones críticas eran
apenas un breve apartado en la obra de Orozco; tan sólo 37
de las 1 154 páginas del libro se referían los pueblos, y de ésas,
26 eran transcripciones de diversos documentos pertinentes. 31
Cuando el siglo se acercaba a su fin, los pueblos seguían siendo
un tema bastante olvidado, a pesar de las graves amonestacio-

30 !bid., 441-444, 1105-1111.


31 Ibid., 441-444, 1105-1111, y 1113-1138. En 1914, ya en plena
Revolución, Orozco publicaría un tratado dedicado enteramente a analizar
la legislación relativa a las tierras de los pueblos. Véase Wistano Luis Orozco,
Los ejidos de los pueblos (México: El Caballito, 1975).
286 EMILIO KOURf

nes de Orozco. 32 Los escritos de Andrés Molina Enríquez


habrían de cambiar todo eso.

ANDRÉS MüLINA ENRfQUEZ

Andrés Molina Enríquez nació el 30 de noviembre de 1868


en la Villa de Jilotepec (Estado de México), la cabecera criolla
y mestiza de un viejo distrito agrícola y ranchero poblado por
indígenas otomíes, 160 kilómetros al noreste de la Ciudad de
México, cerca de la frontera con el naciente estado de Hidalgo.
Fue hijo de Francisca Enríquez, descendiente de una familia
antaño acomodada, y Anastasio Molina, el notario público

32 Esto no quiere decir que no hubieron otras discusiones sobre cues-

tiones relacionadas con los pueblos durante la última parte del siglo XIX; de
hecho, hubo bastante debate. En la prensa radical, en círculos anarquistas y
entre los reformadores sociales católicos, por ejemplo, la búsqueda de solu-
ciones a los problemas de los agricultores de los pueblos y los trabajadores
de las haciendas fue ciertamente un tema prioritario. No es dificil encontrar
impresos denunciando la injusticia y la opresión en el campo, llamados a la
reforma radical de la agricultura e incluso a la revolución agraria, planes para
mejorar el nivel de vida y las condiciones laborales de campesinos y peones, y
evidencia de juntas, mítines, congresos y panfletos dedicados a diagnosticar
y tratar de resolver, cada cual a su manera, "el problema rural" de México. Por
lo general, sin embargo, para estas voces disidentes la defensa de los pueblos
como instituciones sociales (y jurídicas) no fue el foco principal de sus dis-
cursos críticos y programas alternativos. Sus análisis y propuestas tendieron
a concentrarse principalmente en la situación apremiante de la gente del
campo, ya fuesen individuos, familias, tipos de trabajadores, clases sociales o
grupos raciales, y no tanto (o en lo absoluto) en la suerte de una institución
que para muchos era emblemática del atraso y la subyugación colonial. De
ahí que cuando estos críticos sociales se ocuparon de las instituciones rurales,
el tema por lo general sería la hacienda, no el pueblo. Aun en este contexto de
disidencia, las ideas de Molina Enríquez representaron un nuevo rumbo.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 287

del pueblo. Su padre era conocido en los círculos liberales


locales, y llegó a ser diputado (1872-1873) por Jilotepec en el
congreso estatal. Cuando Andrés tenía once años, lo manda-
ron al prestigioso Instituto Literario del Estado de México en
Toluca, donde ya estudiaba un hermano mayor; llegó becado,
puesto que la familia al parecer no podía pagar su colegiatura.
En parte gracias a Ignacio Ramírez, quien había enseñado allí,
el Instituto contaba con una buena reputación académica y
un sólido linaje liberal. Justo cuando Molina comenzaba sus
estudios, se introdujo un nuevo currículo inspirado por las
doctrinas del positivismo. Durante cinco años tomó cursos
de matemáticas, francés, latín, moral y civismo, geografía
universal y cosmografía, inglés, civilización griega, español,
física, química, historia universal y mexicana, alemán, lógica,
y literatura. Optó entonces por estudiar derecho y se fue a la
Escuela Nacional de Jurisprudencia en México, ya que el Insti-
tuto -llamado "Científico y Literario" a partir de 1886-había
eliminado la licenciatura en derecho como parte de la reforma
curricular. Al concluir su estancia en Toluca, en 1885, el joven
Andrés Molina contaba con una amplia preparación "cientí-
fica'', tan rigurosa y moderna como la que en aquel entonces
ofrecían los mejores colegios de la Ciudad de México. 33

33 No existe todavía una buena biograRa de Andrés Molina Enríquez.

Para mayores detalles acerca de su vida, véase Stanley F. Sbadle, Andrés Molina
Enrlquez: Mexican Land Reformer ofthe &volutionary Era (Tucson: University
of Arizona Press, 1994); Alvaro Molina Enríquez, prefacio a Antología de
Andrés Molina Enrlquez (México: Ed. Oasis, 1969); Renaro Molina Enríquez,
ªAndrés Molina Enríquez: conciencia de México", Boletín Bibliográfico de
la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 15 de agosto de 1955; Antonio
Huittón Huitrón (coord.), Andrés Molina Enrlquez: la propiedad agraria en
México (Toluca: Gobierno del Estado de México, 1987), sobre todo el apéndice
documental; Andrés Molina Enrlquez (Toluca: Gobierno del Estado de México,
288 EMILIO KOURf

Entre 1885 y 1891, Molina estudió por tres años en la


Escuela Nacional de Jurisprudencia, la cual abandonó sin
titularse. No queda claro por qué no terminó, o a lo se dedicó
durante los tres años restantes, aunque algunos autores men-
cionan que al parecer tuvo que trabajar a tiempo completo
para ganarse la vida. En abril de 1891, de regreso en Toluca,
Molina obtuvo una licencia de notario público; poco después
regreso aJilotepec, donde-a principios de 1892- se hizo cargo
de la notaría de su padre. 34 Molina pasaría los próximos seis
años trabajando como notario, primero en Jilotepec, luego
brevemente en Toluca y finalmente en el distrito sureño de
Sultepec, una montañosa zona minera rodeada de pueblos
agrícolas, en donde residió durante la mayor parte de este perio-
do. Casualmente, las tierras comunales de muchos de esos pue-
blos se habían privatizado recientemente, y los nuevos títulos de
propiedad de las parcelas individuales que se habían repartido

Colección Testimonios del Estado de México, 1979); María del Carmen Reyes,
"Detalles de la vida y obra de Andrés Molina Enríquez", Boletín del Archivo
General del Estado de México 9, núm. 3 (1981); Alfonso Sánchez Arteche,
Molina Enrlquez: La herencia de un reformador (Toluca: Instituto Mexiquense
de Cultura, 1990); y Agusán Basave Benítez, México mestizo: andlisis del nacio-
nalismo mexicano en tomo a la mestizofilia de Andrés Molina Enríquez (México:
Fondo de Cultura Económica, 1992) 42-51. Una buena bibliografía de las
obras de -y sobre- Molina, se encuentra en Shadle, Andrés Molina Enríquez,
143-154. Sobre el Instituto de Toluca, véase Aurelio J. Venegas, El Instituto
Científico y Literario del Estado de México (México: Biblioteca Enciclopédica
del Estado de México, 1979 [1927]); Elizabeth Buchanan Martín del Campo,
El Instituto de Toluca bajo el signo del positivismo,1870-1910 (Toluca: Uni-
versidad Autónoma del Estado de México, 1981); y Margarita García Luna,
El Instituto Literario de Toluca: una aproximación histórica (Toluca: Gobierno
del Estado de México, 1987).
34 Sánchez Arteche, Molina Enrlquez, 154; y Huirrón Huitrón, Andrés

Molina Enrlquez, apéndice, doc. 4.


LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 289

{a menudo justo el tipo de documento al que haría referencia


Orozco) se estaban ya comprando y vendiendo. Como notario
público, Molina debía dar fe y llevar un registro de estas tran-
sacciones, mediante las cuales los indios {en la mayoría de los
casos) estaban enajenando sus tierras. Alfonso Sánchez Arteche
ha revisado varios de los protocolos que Molina Enríquez com-
puso durante esos años, en los que se muestra que la traslación
de títulos correspondientes a parcelas ex comunales ocurría con
cierta regularidad. 35 Esta experiencia evidentemente le causó
una gran impresión. Diez años después, reconstruiría estos
hechos en Los grandes problemas nacionales:

Muchas veces, y de ello nosotros damos testimonio personal


fundado en observaciones hechas durante nueve afios en varias
poblaciones pequefias, los mestizos han gestionado la repartición
de los pueblos indígenas, han comprado casi todos los terrenos,
han hecho expedir los títulos correspondientes, y han recogido
esos títulos desde luego, pagando los impuestos á nombre de
los adjudicatarios. Muchos indígenas de los adjudicatarios, no
fueron un solo día propietarios de las fracciones que les dieron
en adjudicación, y si se hiciera una investigación acerca de los
pecios de venta, se encontraría que un terreno había costado
al comprador algunas piezas de pan, otro algunos cuartillos de

35 SánchezArteche sostiene que Molina renunció a su primer cargo (en

Jilotepec) tras rehusarse a legalizar una transacción de tierras concertada por


un comerciante del pueblo, por considerarla un abuso arroz, una usurpación.
Véase Sánchez Arteche, Molina Enrlquez, 154-168; y Shadle, Andrés Molina
Enrlquez, 15-20. Sobre Sultepec, véase Frank Schenk, "La desamortización
de las tierras comunales en el Estado de México (1856-1911): El caso del
distrito de Sultepec", Historia Mexicana 45, núm. 1 (1995).
290 EMILIO KOURf

maíz, y los más algunas jarras de pulque 6 algunos cuartillos


de aguardiente. 36

En julio de 1898 Molina dejó Sultepec para ocupar un


puesto en la administración del gobernador Villada. Para
entonces, llevaba ya varios años escribiendo artículos perio-
dísticos, e incluso había llegado a publicar (brevemente) su
propio periódico en Sultepec, La hormiga.37 Ya en Toluca,
continuó sus estudios en el Instituto, donde nuevamente se
impartía derecho. Terminó todos los cursos y exámenes profe-
sionales requeridos, y el 14 de septiembre de 1901 finalmente
se tituló como abogado. 38 Al año siguiente fue nombrado
juez de distrito interino en Tlalnepantla, y de inmediato tuvo
que resolver una disputa respecto a la propiedad de unas tie-
rras de cultivo, en la cual un individuo demandaba a varios
vecinos del pueblo de San Miguel Chiconautla. El abogado
del demandante argumentaba que el título de propiedad en
manos de los acusados -entregado al pueblo como resultado
de un acuerdo en 1897- era simplemente inválido, puesto que
la ley estipulaba explícitamente que los pueblos carecían de
personalidad jurídica y por lo tanto no tenían derecho a poseer
dichas tierras. Además, el querellante tenía su propio título
de propiedad, expedido por el jefe político en un reparto de
tierras. El juez Molina Enríquez falló a favor del pueblo, y en su
dictamen cuestionó tanto la lógica original como la aplicación

36 Andrés Molina Enríquez, Los grandes probkmas nacionales (México:

Imp. de A. Carranza e Hijos, 1909), 58.


37 Renato Molina Enríquez, "Andrés Molina Enríquez: conciencia de

México"; y Reyes, "Detalles de la vida y obra de Andrés Molina Enríquez",


65-66.
38 Huitrón Huitrón, Andrés Molina Enrlquez, apéndice, doc. 5.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 291

del artículo 25 de la ley Lerdo (25 de junio de 1856), en que


se le quitaba a los pueblos la personalidad jurídica. El Tribunal
Superior en Toluca invalidó su decisión, y la Suprema Corte
posteriormente ratificó la revocación del fallo. 39
La estadía en Tlalnepantla no duró más de un año; luego
fungió por unos meses como juez de distrito y notario público
en El Oro de Hidalgo, un pueblo minero en la frontera occi-
dental del estado, y para mediados de 1904 había dejado atrás
los tribunales para mudarse a la Ciudad de México, donde
ejerció como abogado en compañía de Luis Cabrera, a quien
parece haber conocido en Tlalnepantla. Para entonces sus
inusuales ideas e influyentes amistades le habían comenzado
a dar algún reconocimiento en ciertos círculos intelectuales, y
se había hecho miembro honorario de la Sociedad Mexicana
de Geografía y Estadística. De ahí en adelante su historia es
mejor conocida. En 1906 apareció La reforma y judrez: estudio
histórico-sociológico, ensayo que propone una interpretación sui
generis de la historia de México en el siglo XIX. Poco después
comenzaron a circular sus "Estudios de sociología mexicana"
en folletines del periódico El Tiempo. Eran versiones prelimi-
nares de lo que pronto sería Los grandes problemas nacionales,
publicado -para fortuna de su autor- en 1909. 4º

39 Sánchez Arteche, Molina Enriquez, 181-188. La disputa era probable-

mente mucho más compleja de lo que podría parecer, ya que aparentemente


había miembros de la misma familia en ambos lados del conflicto.
40 Renato Molina Enríquez, "Andrés Molina Enríquez: conciencia de

México"; SánchezArteche, Molina Enrlquez, 189, 203-204, 211-212; Alvaro


Molina Enríquez, prefacio a Antología de Andrés Molina Enrlquez, 12-13. Véase
también Andrés Molina Enríquez, La cuestión del dla: la agricultura nacional
(México: Imp. La Española, 1902); y La Reforma y fudrez: estudio histórico-
sociológico (México: Tip. de la Viuda de Francisco Ofaz de León, 1906).
292 EMILIO KOURf

Esta síntesis biográfica permite entender los orígenes del


interés de Molina Enríquez por los problemas de los pueblos,
y también da cierta indicación del tipo de soluciones concre-
tas que sus escritos propondrían. Las divisiones raciales de su
Jilotepec natal, el liberalismo social de su padre, ser testigo
de las injusticias -legales o no- engendradas por la división
de las tierras comunales, todas estas experiencias influirían
profundamente en su comprensión de los males del México
rural. Por sí mismas, sin embargo, no alcanzan a explicar la
peculiar concepción que de estos problemas formaría Molina,
y en particular cómo -a contracorriente de la tónica intelectual
de la época- llegó a pensar que la preservación de los pueblos
{en su antiguo sentido jurídico) era esencial para mantener la
paz y el progreso social. Para eso hace falta escudriñar también
las diversas ideas que influyeron en Molina, los lentes a través
de los cuales filtró tanto lo que observó en su natal Estado de
México como su interpretación del contexto histórico -y del
significado- de dichos acontecimientos. Es una tarea difícil,
no sólo por la propia complejidad del tema, sino también por
la falta de investigación al respecto. Las siguientes páginas
representan un primer intento de bosquejar -aunque no,
por lo general, de detallar o desenmarañar- las principales
fuentes del análisis de Molina (además, por supuesto, de sus
observaciones de primera mano). Para simplificar, pueden
dividirse en cuatro áreas: el positivismo de Comte y Spencer;
el evolucionismo biológico de Darwin y Haeckel; la escuela
histórica de jurisprudencia; y los estudios de historia y etno-
logía mexicanas.
En Molina Enríquez, como para gran parte de los mexi-
canos educados en ese tiempo, la influencia de las teorías
de Comte y Spencer fue profunda. Absorbió el positivismo
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 293

desde muy joven, en el Instituto de Toluca, donde la fe en


las bases científicas del conocimiento, en la inexorable mar-
cha del progreso, y en el carácter orgánico de las estructuras
sociales eran el fundamento del aprendizaje; en este sentido,
Molina fue positivista incluso antes de saberlo. Da la impre-
sión de que leyó todo lo que encontró de -o sobre- Comte
y Spencer, pero su aversión a las citas hace que sea imposible
saber con precisión. Aun así, la huella de Comte es claramente
visible. En un texto poco conocido titulado Clasificación de las
ciencias fondamentales (1920), Molina se propuso explicar -y
perfeccionar- las teorías y clasificación del conocimiento de
Comte, y en La Reforma y ]uárez dividió la historia mexicana
en tres grandes periodos de desarrollo, haciendo eco de las
famosas "tres etapas" de Comte. 41 De todas las nuevas ciencias,
la sociología -el estudio, según Molina de "la formación de
las colectividades humanas"- era la que más le atraía, y llegó
a considerarse a sí mismo más que nada un sociólogo, en el
sentido que Comte había definido. Su énfasis metodológico en
los grupos sociales como unidades de análisis, su concepción
del Estado como motor importante del desarrollo social, su
insistencia en el carácter social de la propiedad, y su apenas
disimulado paternalismo social, todos reflejan una influencia
particularmente comteana. En efecto, como Charles Hale ha
observado, "el positivismo de Molina Enríquez, como el de
Sierra, era en ciertos respectos más comteano que spenceriano,
particularmente en su concepción del Estado y la sociedad". 42

41 Andrés Molina Enríquez, Clasificación de las ciencias fondamentaks

(México: Antigua Imp. de Murguía, 1920).


42 Hale, The Tramformation ofLiberalism, 260. El libro de Hale contiene

el mejor análisis hasta la fecha de la recepción del positivismo en México,


y aclara las principales diferencias entre las ideas comteanas y spencerianas
294 EMILIO KOURf

Al mismo tiempo, Molina mostró gran entusiasmo por las


ideas de Spencer acerca de la universalidad de la evolución y
su aplicación al conocimiento de la historia de las sociedades
humanas. Mas aún, en palabras de Hale, "el pensamiento
de Spencer tenía una dimensión etnográfica descriptiva que
estaba ausente en Comte, y que impulsó a los mexicanos a
prestarle atención a las peculiaridades de su sociedad dentro del
esquema universal de la evolución". Fue una perspectiva que
le resultó atractiva a Molina Enríquez; en las raras ocasiones
en que sus principales escritos pre-revolucionarios se refieren
directamente a la obra de Spencer, lo hacen específicamente
en este contexto etnológico. 43
La fascinación de Molina por la evolución también lo
acercó a Darwin, cuya teoría de la selección natural adoptó sin
reparos, usándola para explicar la evolución de ciertos rasgos
fisiológicos entre los indígenas de México. En Los grandes pro-
blemas, cita un buen número de obras de Darwin, incluyendo
a El origen de las especies y El origen del hombre. 44 Sin embargo,

según fueron interpretadas en el contexto mexicano {esp. caps. 7-8), pero


véase también Leopoldo Zea, El positivismo en México, 2 vols. (México: El
Colegio de México, 1943).
43 Hale, The Transformation of Liberalism, 213; Molina Enríquez, La

Reforma y ]udrez, 18-19, 31. Los grandes problemas nacionales no menciona


por nombre ni a Spencer ni a Comte.
44 Molina Enríquez, Los grandes problemas, 35, 249-252, 255-258.

Molina leyó a Darwin en francés y en inglés, además de en español. Sobre el


darwinismo en México, véase Roberto Moreno, "La introducción del dar-
winismo en México" ,Anuario de Historia 8 (1975); La polémica del darwinismo
en México, siglo XIX: Testimonios (México: Universidad Nacional Autónoma
de México, 1984); Rosaura Ruiz Gutiérrez, Positivismo y evolución: introduc-
ción del darwinismo en México (México: Universidad Nacional Autónoma
de México, 1987); y Thomas F. Glick, "Science and Society in Twentieth-
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 295

las obras de Ernst Haeckel (1834-1919)-el zoólogo y filósofo


alemán que divulgó y defendió la teoría de la evolución or-
gánica en Alemania- ejercerían una influencia más directa y
profunda. La interpretación -y adaptación- que Haeckel hizo
de las ideas de Darwin moldearon el pensamiento de Moli-
na de manera significativa. En concreto, dos de los postulados
de Haeckel al parecer impresionaron (por su alcance} a Mo-
lina. El primero era la "ley biogenética fundamental", según
la cual "la ontogénesis es una breve y rápida recapitulación
de la filogénesis, determinada por las funciones fisiológicas de
la herencia (generación) y la adaptación (mantenimiento}" .45
En otras palabras, según Haeckel los patrones de desarrollo
de los organismos individuales esencialmente reproducen
los de la evolución histórica de la especie a la cual pertenecen.
Asumiendo que tanto las sociedades en su totalidad como los
diferentes grupos sociales que las componían eran organismos
evolutivos, Molina emplearía la ley biogenética para explicar
el desarrollo histórico a largo plazo de la nación mexicana
y de las diversas colectividades socio-étnicas que formaban
parte de ella. Segundo, Molina también aceptó el monismo
filosófico de Haeckel, la idea de que toda la materia -orgánica
e inorgánica- era en última instancia la misma. Para demostrar
esto, Haeckel elaboró su controvertida "teoría del carbono",
que buscaba explicar cómo compuestos inorgánicos de carbón

Century Latin America", en The Cambridge History ofLatín America, Leslie


Bethell (coord.) (Cambridge: Cambridge University Press, 1994), vol. 6,
lib. 1: 470-472.
45 Ernst Haeckel, The Riddle of the Universe, trad. Joseph McCabe

(Nueva York: Harper & Brothers, 1900), 81. Estas ideas aparecieron inicial-
mente en Haeckel, Generelle Morphologie der Organismen, 2 vols. (Berlín:
Reimer, 1866); y Naturliche Schopfangsgeschichte (Berlín: Reimer, 1868).
296 EMILIO KOURf

pudieron haber generado movimiento de modo espontáneo,


convirtiéndose así en la base orgánica de todo ser viviente en el
universo. El heterogéneo desarrollo de esas fuerzas orgánicas en
condiciones ambientales específicas desencadenaría entonces
la evolución de las especies. En Los grandes problemas, Molina
adoptó (y adaptó) esta teoría para explicar el origen de esos
"grandes grupos que se llaman generalmente razas", incluidos
los diversos indígenas de México. A fin de cuentas, los intrin-
cados argumentos biológicos de Haeckel servirían de base -o
al menos eso pensaba Molina- para uno de los postulados
analíticos más importantes de Los grandes problemas; a saber,
que "las afinidades y atracciones mutuas que determinan entre
todas las unidades de una zona lo que hemos llamado cohesión
social" tienen "un origen plenamente orgánico". 46
Si bien la relación de Molina Enríquez con las teorías
positivistas y con el evolucionismo biológico de Darwin y
Haeckel es bien reconocida, la gran influencia (consciente o no)
que las ideas de la escuela histórica de jurisprudencia parecen
haber ejercido en su obra es todavía bastante desconocida.47 El

46 Molina Enríquez, Los grandes problemas, 8, 34-36, 272-284; Ernst

Haeckel, The History of Creation (Nueva York: D. Appleton, 1976). So-


bre Haeckel, véase Wilhelm Bolsche, Haeckel: His Life andWork (Londres: T. E
Unwin, 1906}; Rollo Handy, "Haeckel, Ernst Heinrich", en The Encyclopedia
ofPhilosophy (Nueva York: Macmillan, 1967), 3:399-402; y John T. Merz,A
History ofEuropean Thought in the Nineteenth Century, 4 vols. (Edinburgo:
Blackwood, 1896-1914).
47 Véase Arnaldo Córdova, "El pensamiento social y político de Andrés

Molina Enríquez", prólogo a Molina Enríquez, Los grandes problemas nacio-


nales (México: Era, 1978); Agustín Basave Benítez, México mestizo: andlisis
del nacionalismo mexicano en torno a la mestizofilia de Andrés Molina Enrlquez
(México: Fondo de Cultura Económica, 1992); James L. Hamon y Stephen R
Niblo, Precursores de la revolución agraria en México: las obras de Wistano Luis
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 297

término "jurisprudencia histórica" se refiere a un método de


análisis y crítica desarrollado en los estudios de la historia del
derecho del académico alemán Friedrich Karl von Savigny, pu-
blicados durante la primera mitad del siglo XIX. Tras las guerras
contra Napoleón, el juristaAnton Thibaut había propuesto la
promulgación de un código civil único para todos los estados
alemanes. Savigny se opuso rotundamente a la idea de una
codificación basada en los principios abstractos del derecho
natural, argumentando que las leyes de una nación reflejan
su historia y su nivel particular de civilización, y por lo tanto
no debían ser modificadas arbitrariamente. Parafraseando la
famosa respuesta de Savigny a Thibaut en De la vocación de
nuestro tiempo por la legislación y la jurisprudencia (1814), el
jurista Hermann Kantorowicz escribió:

La escuela histórica enseña que el contenido de la ley está ne-


cesariamente condicionado por todo el pasado de la nación, y
por lo tanto no puede cambiarse arbitrariamente. Al igual que
el lenguaje, las costumbres, y la constitución de una nación,
toda ley es producto del peculiar carácter de la nación, por lo
que después fue llamado el Volksgeist. Como el lenguaje, las
costumbres y la constitución, la ley no existe por sí misma, más
bien es una simple función o faceta de toda la vida de la nación ...
De esta manera, la ley siempre está conectada orgánicamente
con el desarrollo de la vida social... El verdadero remedio para
las deficiencias de la ley alemana era la aplicación de métodos
estrictamente históricos, para así purificar al derecho romano
original de la corrupción producto de la ignorancia e indiferencia

Orozco y Andrés Molina Enriquez (México: Secretaría de Educación Pública,


1975); y Shadle, Andrés Molina Enriquez.
298 EMILIO KOURf

modernas. Sólo la historia, declaró Savigny, es el camino para


entender nuestra propia condición. 48

Desde este punto de vista, la ley y la sociedad estaban


sujetos a procesos evolutivos paralelos (en un sentido no bio-
lógico), y el análisis histórico era la manera de determinar el
verdadero significado de las leyes existentes. El propio Savigny
aplicó estas ideas al estudio del derecho romano; su obra aca-
démica, en particular Das Recht des Besitzes (1803) y el vasto
Geschichte des romischen Rechts im Mittelalter (1815-1831),
revolucionaron el campo de la jurisprudencia.
Es improbable que Molina haya leído a Savigny direc-
tamente, a pesar de que la mayoría de sus estudios sobre el
derecho romano estaban traducidos al francés y al inglés, así
como -en menor medida- al español. Sin embargo, queda
claro que la idea que Molina tenía de la relación entre la ley y
el desarrollo social (particularmente en el caso de los pueblos,
como se verá) tiene un parecido notable con los postulados
de la escuela histórica, especialmente en cuanto a sus bases
filosóficas. De hecho, la descripción que hace Kantorowicz
de las ideas de Savigny podría ser aplicada también a las de
Molina, sustituyendo a Alemania por México y al derecho
romano por el español. 49 Pero exactamente cómo y cuándo se

48 Hermann Kantorowicz, "Savigny and the Historical School oflaw",


Law Quarterly Review 53 (1937). Véase también Friedrich Karl Savigny,
i-&m Beruf umerer Zeit far Gesetzgebung und Rechtswissemchaft (Heiddberg:
Mohr, 1828).
49 En Los grandes problemas, 29, Molina Enríquez comenzó su discusión

de la historia de la legislación agraria espafiola en México con el siguiente


comentario: "El instinto jurídico espafiol, tan desarrollado a nuestro entender,
que sólo d romano le superó".
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 299
introdujo en México el método histórico de análisis jurídico
es una pregunta en busca de respuestas. Es posible que Mo-
lina se familiarizara con algunas de estas ideas a través de los
escritos de Laboulaye, Ahrens, Bluntschli, o Laveleye, bien
conocidos en ciertos círculos jurídicos mexicanos. 50 Otro
conducto probable sería la historiografía del derecho espa-
ñola, los estudios de Eduardo de Hinojosa, Rafael Altamira y
Crevea y otros académicos influenciados por Savigny. Molina
Enríquez podría haberse topado con estas obras en la escuela
de derecho, por su cuenta o quizás por medio de sus amigos
en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En cualquier caso,
parece evidente que el enfoque analítico de Savigny se convirtió
en un importante -aunque no reconocido- componente del
pensamiento de Molina.5 1

50 Véase Edouard Laboulaye, Essai sur la vie et les doctrines de Frederic

Charles de Savigny (París: A. Durand, 1842); Histoire du droit de proprieté


fonciere en occident (París: A. Durand, 1839); Heinrich Ahrens, Curso de
derecho natural, o de fikJsofta del derecho, 6a. ed. (París: A. Bouret., 1876);
EncickJpedia jurídica, 3 vols. (Madrid: Lib. de V. Suárez, 1878); Johann
Caspar Bluntschli, Derecho público universal, 3 vols. (Madrid: F. Góngora,
1880}; y Emile de Laveleye, De la proprieté et de ses formes primitives (París:
Lib. G. Bailliere, 1874).
51 Charles Hale ha aludido brevemente a la influencia de la escuela

histórica de derecho en México, pero sólo en el contexto específico del cons-


titucionalismo de Laboulaye; véase The Tramformation ofLiberalism, 8, 82,
94, 205, 214, 251. Molina Enrlquez conocía las recientes obras históricas de
juristas mexicanos tales como Manuel Oniz de Montellano, Jacinto Pallares,
Isidro Rojas y Miguel Macedo. Véase Manuel Ortiz de Montellano, Génesis
del derecho mexicano (México: Tip. de T. González, Sucs., 1899), escrito en la
década de 1870; Jacinto Pallares (coord.), Legislación federal complementaria del
derecho civil mexicano (México: Tip. Artística de R. Riveroll, 1897}; Pallares,
Curso completo de derecho mexicano, o exposición fikJsófica, histórica y doctrinal
de toda la legislación mexicana (México: I. Paz, 1901); e Isidro Rojas, Evo/u-
300 EMILIO KOURf

Finalmente, vale la pena señalar que Molina conocía


también la extensa historiografía y la naciente etnografía de
México. Había leído a Zavala, Mora, Otero, Ocampo, Pi-
mentel, Orozco y Berra, Riva Palacio, Sierra, y Bulnes. Había
estudiado además los textos de Jovellanos y Orozco, así como
una serie de obras sobre las poblaciones indígenas, desde The
Native Races de Hubert Bancroft hasta Les primitifi de Elie
Reclus.52 A pesar de sus orígenes y ocupaciones pueblerinas,
Molina era evidentemente un hombre muy culto.
Entretejiendo sus experiencias, sus observaciones, sus
lecturas, y sus convicciones, Molina Enríquez propondría una
nueva interpretación de la historia mexicana en la que el pueblo
-como institución socio-legal- jugaría un papel primordial,
y en la que la Reforma, a pesar de sus muchas virtudes, sería
descrita como un "torpe" y a la larga "desastroso" esfuerzo
legislativo por despojar a los pueblos indígenas de un estatus
jurídico que correspondía a sus necesidades evolutivas. Pero
la historia que Molina decidió contar empieza mucho antes,
con una explicación del surgimiento de los seres humanos
y del desarrollo de la agricultura en las altas mesetas centra-
les de México.

ción del derecho en México (México: Imp. Mellado & Pardo, 1900). Como
ejemplos de la historiografía del derecho en España a fines del siglo XIX, véase
Eduardo de Hinojosa, Historia general del derecho español (Madrid: Tip. de
los Huérfanos, 1887); y Rafael Altarnira, Historia de la propiedad comunal
(Madrid: J. López Camacho, 1890).
52 Hubert Howe Bancroft, The Native Races ofthe Paciftc States ofNorth

America (San Francisco: History, 1886); y Elie Reclus, Les primitifi: Etudes
d'ethnologíe comparée (París: Schleicher Freres, 188 5). Los estudiosos de la obra
de Molina han confundido a veces a Elie Reclus con su conocido hermano,
el famoso geógrafo y activista anarquista Elisée Reclus.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 301

De acuerdo con Haeckel, Molina creía que la "absorción


carbónica" era el factor clave para entender la evolución de los
organismos; en los seres humanos, eso significaba nutrición.
Por ende, las posibilidades de la agricultura determinaban la
capacidad de una colectividad de desarrollar mayor comple-
jidad, en términos de la fisiología individual y también con
respecto a la organización social. En resumen, la agricultura
era la clave de la civilización. La agricultura a su vez dependía
de las condiciones ambientales, por lo que eran estas últimas las
que definían el tipo de evolución social posible dentro de una
u otra zona. Por lo general, diferentes territorios posibilitaban
diferentes grados de evolución grupal. Según Molina, en Méxi-
co la naturaleza había restringido severamente el potencial de
desarrollo agrícola, salvo en las altas mesetas centrales, a las que
bautizó "la zona fundamental de los cereales". Era por tanto en
esta zona donde las sociedades humanas alcanzarían un mayor
grado evolutivo. 53 Al contemplar la extraordinaria variedad de
"tribus o pueblos" que según Orozco y Berra existían durante
los tiempos de la Conquista, Molina observó:

Esas tribus ocupaban demarcaciones distintas, hablaban en su


mayor parte lenguas diferentes, y se encontraban en muy di-
versos grados de desarrollo evolutivo. Todos evolucionaban en
relación con las condiciones del terreno en que vivían, y algunas
de entre ellas que ocupaban los lugares privilegiados de la zona
fundamental de los cereales, habían llegado a alcanzar un grado
evolutivo relativamente avanzado. 54

Molina también pensaba que al igual que distintos


territorios producían diferentes resultados evolutivos, la co-

53 Molina Enríquez, Los grandes problemas, 7-11.


54 !bid., 16-25.
302 EMILIO KOURf

habitación bajo condiciones ambientales similares generaba


cohesión social. En sus propias palabras, "fuerzas sociales de
origen plenamente orgánico ... establecen las afinidades y
atracciones mutuas que determinan entre todas las unidades
de una zona lo que hemos llamado la cohesión social, que de-
termina á su vez con todas, la formación de un conjunto
en que nacen y se establecen esas relaciones de armonía que
hacen del todo un organismo". 55 Las colectividades, como los
individuos, eran seres orgánicos moldeados por las fuerzas
de la evolución. Este era, concluyó, no sólo el origen de las
razas, sino incluso el de las identidades tribales (o étnicas). Por
estas razones, Molina concibió a los pueblos indios (que para
él eran la institucionalización colonial de estas agrupaciones
humanas) como organismos sociales esencialmente cohesivos
y armoniosos, carentes -por lo general- de conflictos internos
o fisuras serias.
El carácter de las relaciones de propiedad en una agrupa-
ción social, continuó Molina, era la expresión más clara del
nivel de evolución que ésta había alcanzado. Ya que esta idea
es el corazón del concepto que Molina se había hecho de los
pueblos indios, vale la pena citar su argumento por extenso:

Dada la estrecha relación que existe en todos los pueblos de la


tierra, entre las condiciones de producción de los elementos que
proveen del carbono necesario para la combustión vital á todas
las unidades de esos pueblos, y el grado de desarrollo que éstos
logran alcanzar ... resulta claro que á medida que los pueblos van
avanzando, van haciendo más firmes, más precisas y más com-
plicadas sus relaciones con el terreno que ocupan: van echando,

55 !bid., 35. Para Molina, la sociología era precisamente el estudio de

estas "relaciones de armonía''.


LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 303

digámoslo así, más y más dilatadas y más profundas raíces en ese


territorio, y va siendo por lo mismo, más difícil desprenderlos
de esas raíces y desalojarlos .... De las relaciones del territorio
con la población que lo ocupa, se desprenden todos los lazos
jurídicos que se llaman derechos de propiedad. 56

En síntesis, el contexto territorial de la producción agríco-


la, el ritmo de la evolución social y el carácter de los derechos
de propiedad estaban todos precisamente correlacionados. Vale
la pena señalar que desde esta perspectiva la forma y el fondo
de los derechos de propiedad estaban determinados por condi-
ciones de orden histórico, y como tales, Molina argumentaría
más adelante, sólo debían ser modificados en conjunción con
la evolución de dichas condiciones.
Había además una escala ascendente de progreso respecto
a la evolución de los derechos de propiedad, "desde la falta
absoluta de la noción de esos derechos, hasta la propiedad in-
dividual de titulación fiduciaria que a nuestro juicio representa
la forma más elevadamente subjetiva del derecho territorial".
Era posible por tanto clasificar los diferentes grados de desa-
rrollo evolutivo de acuerdo con el tipo de derecho territorial
preponderante. Para ilustrar su argumento, Molina preparó
una tabla (figura 1) que muestra las distintas fases históricas
de posesión territorial junto con las etapa evolutiva a las que
corresponde cada cual.
"Como se ve", concluyó Molina, "con sólo colocar cual-
quier pueblo en alguno de los diez grados que marca la escala
anterior de desarrollo social, se puede saber desde luego su
edad evolutiva aproximada", lo que consideró un importante

56 /bid., 25.
ESCALA DE LA NATURALEZA DE LOS pERECIIOS TERRITORIALES
Y DE LOS ESTADOS EVOLUTIVOS CORRESPONDIENTES

Periodo de dominio t1rritorial Esta.dos d1 dnarrollo

lo. Falta absoluta de toda. noción de i Sociedades nómadu


derecho territorial l Sociedades sedentarias, pero movibles
2o. Noc1"ón d. ; la. ocupaCJ·6n, pero no de { Sociedades de ocupación común no de-
finida
la posesion Sociedades de ocupación común limitada
· {.
Sociedades de posesión comunal sin po-
3o. Noción de la posesión, pero no de sesión individual
la propiedad Sociedades de ocupación comunal con
posesión individual
} Sociedades de propiedad comunal
4o. Noción de la propiedad ( Sociedades de propiedad individual
5o. Derechos de propiedad territorial, { Sociedades de crédito territorial
dt;Sligados de la posesión territorial Soc!ed.ades de titulación territorial fidu·
muma ciaria

Figura l. Tomado de Andrés Malina Enríquez, Los grandes problemas nacionales (México: Imp. de A Carranza e Hijos,
1qoq\_ 27.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 305

avance científico. 57 Procedió entonces a catalogar las socie-


dades indígenas prehispánicas de esa manera; la mayoría de
las "tribus" que ocupaban la "zona fundamental" estaban
en la etapa tres (posesión), con algunas alcanzando la cuarta
(propiedad), mientras que las que estaban en la periferia de
esa zona tendían a estar en la segunda (ocupación), y las gen-
tes del norte generalmente permanecían en la primera (falta
absoluta de toda noción de derecho territorial). Sin embargo,
advirtió, era difícil hacer una clasificación precisa, puesto
que en muchos casos una etapa coexistía con otra. Aun así,
explicó Molina, lo cierto era que ni siquiera los indígenas más
avanzados habían adquirido un sentido pleno de la propie-
dad (o sea, escrituras). En contraste, los españoles ya habían
llegado a esa etapa.
Tras la Conquista, las autoridades españolas no supieron
reconocer ninguna de estas diferencias evolutivas, por lo
que agruparon a todos los indígenas en una sola categoría,
"indios". Esto era comprensible, aclaró Molina, debido a la
enorme "distancia evolutiva'' que separaba a los españoles de
los indígenas, lo que dificultó que los recién llegados pudie-
ran discernir muchas de las diferencias locales. Con todo, el
gobierno español "fue profundamente sabio", ya que supo
comprender el significado de este atraso evolutivo; era motivo
de admiración, escribió Molina, que los españoles hubieran
logrado "dar a los indígenas un tratamiento adecuado a su edad
evolutiva''. Mas aún, ésa había sido justamente la raíz de su
éxito, pues al reconocer que "las diferencias de grado evoluti-
vo responden a diferencias de organización", las autoridades
españolas pudieron, en efecto, crear instituciones sociales que

57 !bid., 26-27.
306 EMILIO KOUIÚ

se adecuaran a las capacidad organizativa de los indios. 58 Y la


principal, claro está, fue el pueblo.
Molina entendía claramente la estructura jurídica de las
"comunidades pueblo", como las llamaba, así como sus fun-
damentos filosóficos y políticos. Desde su punto de vista, el
régimen de propiedad comunal de los pueblos representó una
novedad para algunas de las agrupaciones a las que se les im-
puso, acostumbradas como estaban meramente a la posesión,
la ocupación, o incluso menos. Por consiguiente, no siempre
resultó adecuado, pero en tales casos los españoles habían
mostrado cierta flexibilidad. 59 Por lo general, sin embargo, y
especialmente para los indios de la zona fundamental, Molina
estaba completamente convencido de que la instauración de
los pueblos (en sus dos sentidos legales) había sido una política
acertada. Dado el "atraso evolutivo" de los indígenas, ninguna
otra forma de organización habría podido servir mejor a sus
intereses. En sus propias palabras:

Lejos de haber sido perjudicial el régimen comunal a los indí-


genas, les ha sido benéfico. La propiedad comunal consiste en
la del fundo de las poblaciones indígenas, en la de los ejidos y
en la de los terrenos de repartimiento, aunque continuamente
invadida y menguada por los espafioles, y aunque compuesta
de tierras pobres, ha mantenido la vida de los indígenas de un
modo admirable. La propiedad comunal ha tenido dos ventajas
indiscutibles: la de conservar siempre al indígena la tierra que
cultivaba, y la de interesar a todos los indígenas de una comu-
nidad en la defensa de la tierra común, único medio eficaz de
defensa que los indígenas podían tener contra los espafioles.

58 Molina Enríquez, La Reforma y ]udrez, 24-25.


59 Molina Enríquez, Los grandes problemas, 116-117.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 307

Si la tierra se hubiera repartido, bien o mal, entre españoles e


indígenas, considerando a éstos individualmente, y librándolos
de la tutela que impedía enajenar por sí mismos sus tierras, es
absolutamente seguro que no existiría ya ni un solo centímetro
cuadrado de terreno en poder de los indígenas, ni un solo in-
dígena en la República. 60

De esta manera, Malina Enríquez le dio la vuelta a una


larga y profundamente arraigada línea de argumenración
-desde Zavala y Mora hasta Pimenrel y Sierra- que culpaba a
la lógica paternalista que inspiró la institución del pueblo de la
"ignorancia" y el "atraso" que supuestamente caracterizaban
la vida del indio. El pueblo, Molina afirmó, no era el problema
sino la solución. 61
Para Molina, la llegada de la Independencia no alteró la
situación. "No ha acertado México independiente", escribió,
"con un medio más eficaz de ayudar a la raza indígena, que
el de la comunidad". No es extraño por tanto que los esfuer-
zos de los liberales por abolir el estatus legal de los corporaciones
indígenas y por repartir sus tierras comunales le hayan parecido
profundamente equivocados, esto a pesar de que veneraba a
Juárez y consideraba que la expropiación de los bienes eclesiás-
ticos había sido un paso gigantesco en favor del progreso de la
nación. Al igual que su padre, Molina celebraba los objetivos
generales de la Reforma, pero en relación con la cuestión de los
pueblos su dictamen era decididamente distinto. Para él, era

60 Molina Enríquez, La Reforma y ]udrez, 30.


61 !bid., 25. Del mismo modo, Molina rechazó la noción (de Sierra y de
tantos otros, antes y después) de que la educación era la solución al "problema
del indio", diciendo que era ilógico pensar que se "puede hacer recorrer en un
periodo de diez a quince años, dos o tres mil años de atraso evolutivo".
308 EMILIO KOURf

inevitable que la implementación de la ley Lerdo tuviera "de-


sastrosas consecuencias", ya que los indígenas que recibieron
parcelas de tierra en los repartos estaban destinados a perderlas.
Su "edad evolutivá' descartaba cualquier otro resultado. "No
podía ser de otro modo", observó, porque:

La comunidad tenía para los indígenas notorias ventajas ... [ofre-


ciéndoles] medios de vivir en todos los estados de su evolución,
desde el de horda salvaje hasta el del pueblo incorporado á la
civilización general: rendían esos terrenos muchos aprovecha-
mientos de que los indígenas podían gozar sin gran trabajo,
sin capital, y lo que es más importante, sin menoscabo alguno
apreciable de dichos terrenos.

Sin embargo, una vez dividida la tierra, quienes no estaban


listos, carecían de los medios, o ignoraban cómo sacar partido
de su recién obtenido patrimonio (que, incidentalmente, con-
llevaba un buen número de obligaciones fiscales) no tuvieron
más opción que vender, puesto que tenían aún que ganarse la
vida, y los recursos gratuitos que habían estado a disposición
de la comunidad ya no eran suyos. Según Molina, la mayo-
ría de los indígenas se encontraron irremediablemente en esta
situación, y tarde o temprano sus fracciones terminaron en
manos de los mestizos. Y entonces, privados de tierras y
sustento, "no habiendo ya leña, vigas, morillos, ni carbón
que vender; no teniendo ocotes con qué alumbrarse, ni rajas
con que hacer sus tortillas, ni leña muerta con que quemar
los trastos de barro de su industria alfarera; no teniendo con
qué alimentar á sus animales; no teniendo ni caza, ni pesca,
ni plantas de alimentación, con que alimentarse á sí mismos;
careciendo en suma, de todo", estos indígenas -concluyó
Molina en tono alarmante-"dejaban de ser hombre pacíficos
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 309

para convertirse en soldados mercenarios prestos á seguir


á cualquier agitador". 62 Para ponerle fin a este calamitoso
proceso, los pueblos tendrían que ser reconstituidos. Y sólo
un gobierno central fuerte y en plena posesión de los vastos
poderes de dominio territorial heredados de la Corona española
sería capaz de realizar esa urgente tarea social.
Este es, en suma, el origen de la explicación genérica de
la desamortización y sus consecuencias, así como la insospe-
chada fuente de inspiración ideológica de un plan de reforma
agraria que instituiría de nuevo algunas de las bases jurídicas
de los pueblos coloniales españoles (ahora denominados
"ejidos"), justo cuando los viejos liberales y nuevos porfiristas
que lucharon contra ellas imaginaron que por fin se habrían
erradicado.

INFLUENCIA DE LAS IDEAS DE MOLINA ENRfQUEZ

La interpretación sui generis de Molina Enríquez de la historia


e identidad de los pueblos sería eventualmente adoptada por
una pléyade de ideólogos revolucionarios, políticos e investi-
gadores académicos, notablemente, entre estos últimos, Frank
Tannenbaum, cuyos reconocidos trabajos sobre la cuestión
agraria y la Revolución Mexicana incorporaron varias de las
principales ideas de Molina. Para comienzos de la década de
1930, esta concepción de la historia de los pueblos a par-
tir de la Reforma era ya parte integral no sólo de la historia
oficial de los agravios que causaron (y justificaron) una revolu-
ción agraria y popular, sino también de la nueva legislación en

62 Todas las citas en este párrafo provienen de Molina Enríquez, Los


grandes problemas, 56-58.
310 EMILIO KOURf

materia agraria. Entre académicos e intelectuales encontraría


también una gran aceptación. Firmemente arraigados en la
influyente obra de Frank Tannenbaum, los preceptos reduc-
cionistas de Molina Enríquez acerca del carácter de los viejos
pueblos habrían de insertarse inadvertidamente en los análisis
de varias generaciones de historiadores del campo.
Estos procesos paralelos de difusión ideológica -en el
derecho y en la interpretación histórica- son complejos y ex-
tensos; analizarlos en detalle es tarea para un ensayo aparte. 63
Lo que sigue es por tanto apenas un breve bosquejo del modo
en que las ideas de Molina influenciaron la legislación agraria
y la historiografía durante y después de la Revolución.
El hilo conductor entre el análisis socio-histórico de Mo-
lina y la nueva legislación de reforma agraria fue Luis Cabrera,
profesor y decano de la Escuela Nacional de Jurisprudencia,
quien fungió como diputado durante la presidencia de Madero
y fue luego asesor y miembro del gabinete de Carranza. Cabrera
reconoció en varias ocasiones que Molina fue la principal fuen-
te de sus ideas agrarias; para él, Los grandes problemas nacionales
era el análisis más importante de los problemas económicos y
sociales de México realizado antes de la Revolución. 64 Cabrera
introdujo las ideas de Molina al proceso legislativo por primera
vez en un discurso (que se haría famoso) ante la Cámara de

63 Este artículo es parte de un trabajo en curso, un estudio sobre la

evolución de la idea de la comunidad en el pensamiento social, el derecho y


el discurso político mexicanos durante los siglos XIX y XX.
64 Véase Luis Cabrera, "El balance de la revolución", en Luis Cabrera:

teórico y critico de la Revolución, Eugenia Meyer (coord.) (México: Secretaría


de Educación Pública, 1972), 106, 113; La reconstitución de los ejidos de /ns
pueblns (México: Tip. de Fidencio S. Soria, 1913), reproducido en La cuestión
de la tierra, Jesús Silva Herzog (coord.), 4 vols. (México: Instituto Mexicano
de Investigaciones Económicas, 1960-1962), 2:284.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 311

Diputados el 3 de diciembre de 1912, en el que presentó un


proyecto de ley de reforma agraria, poco después publicado
bajo el título de La reconstitución de los ejidos de los pueblos.
En ese entonces, se debatía en la legislatura cómo responder
a la cuestión agraria planteada por la rebelión zapatista en
Morelos. La solución propuesta por Cabrera fue reconstituir
la propiedad comunal de los pueblos, medida que según él le
pondría fin a esos levantamientos rurales. En su exposición
de motivos, Cabrera adoptó explícitamente varios elementos
fundamentales de la argumentación sociológica e histórica de
Molina. Al menos cinco merecen ser mencionados: primero,
que "era necesario dar tierra, no a los individuos, sino a los
grupos sociales"; segundo, que era necesario devolverle a los
pueblos su personalidad jurídica; tercero, que una vez recons-
tituidas, las tierras comunales debían ser inalienables; cuarto,
que el origen (y la explicación) de la falta de tierras en manos
de los habitantes de los pueblos se encontraba en las leyes de
desamortización de 1856, pues "fueron un error y muy grande"
que había conducido inevitablemente al "empobrecimiento
absoluto de los pueblos"; y quinto, que el gobierno federal
tenía la potestad (y la obligación) de otorgar tierras comunales
a aquellos pueblos que las necesitasen. 65 Si bien había ciertas
diferencias -en cuestiones prácticas y de procedimiento- en-
tre el proyecto de ley de Cabrera y la extensa reforma agraria
por la que para entonces el propio Molina abogaba, la ley de
Cabrera era sin duda alguna un derivado conceptual de Los
grandes problemas.66

65 Cabrera, La reconstitución de hs ejidos de hs pueblos, 2:286, 306, 281,

289-290, 302-310.
66 Acerca de las propuestas de Molina Enríquez en esa época, véase su

Plan de Texcoco (1911) y su ensayo "Filosofía de mis ideas sobre reformas


312 EMILIO KOURf

Las posibilidades de esa iniciativa de ley murieron con


Madero, pero Cabrera pronto sería asesor de confianza de
Carranza, "el motor intelectual del carrancismo".67 Fue Ca-
brera el redactor del decreto constitucionalista de 6 de enero
de 1915, pilar de la legislación agraria del México post-
revolucionario.68 Ahí también era muy evidente la huella
del pensamiento de Molina. El preámbulo explicaba que los
pueblos y sus habitantes habían perdido sus tierras a causa de la
implementación de la ley Lerdo, un ruinoso proceso facilitado
por la abolición de la personalidad jurídica de los pueblos en
el artículo 27 de la Constitución de 1857. Para remediar esta
situación y "como la única forma efectiva de asegurar la paz"
rural (ante el desafío zapatista y villista), el decreto establecía
un mecanismo para la expropiación de tierras en restitución
o como dotación (en condición de inalienables) a los pueblos
que las requiriesen. Por simple justicia (aunque tardía) y para
conseguir la pacificación del campo, los pueblos tendrían en
lo sucesivo medios legales de reconstituir sus propiedades. 69
Hoy en día, la versión de la historia (y de las consecuencias)
de la expropiación de tierras comunales en que se enmarca este

agrarias"; también Wistano Orozco, "La cuestión agraria", en Silva Herzog,


La cuestión de la tierra; Andrés Malina Enríquez, Esbozo de la historia de lbs
primeros diez años de la revolución agraria de México, 5 vols. (México: Talleres
Gráficos del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1937),
5:85-95, 112-118; y Luis Cabrera, "El balance de la revolución", 112-114.
h7 Eugenia Meyer, Luis Cabrera, 42.

68 Pastor Rouaix, Génesis de ws articuws 27 y 123 de la Constitución

política de 1917 (México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la


Revolución Mexicana, 1959), 57-58.
69 El texto del decreto se encuentra en Manuel Fabila, Cinco sigws de

kgislación agraria en México (México: Banco Nacional de Crédito Agrícola,


1941), 270-274.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 313

decreto fundamental resulta muy familiar, incluso común y co-


rriente, pero en aquel entonces lo cierto es que no era muy
conocida ni gozaba de gran aceptación. No figura, por ejemplo,
en el Plan de Ayala (1911) de sus rivales zapatistas, el cual
-al contrario- le rendía homenaje al "inmortal código de 57
escrito con la sangre de los revolucionarios de Ayuda" .70 Años
después, Molina escribiría que en la exposición de motivos del
decreto de 1915 se "reflejan los postulados principales con que
planteamos en nuestro libro Los grandes problemas nacionales ...
el problema de la propiedad en el punto relativo a los indios".
Y en eso tenía razón; el diagnóstico del problema de la tierra
que hada la ley se derivaba sin duda alguna de sus conceptos
socio-históricos, si bien los remedios que prescribía no se
apegaban del todo a sus recomendaciones. 71 De ahí que Luis
Cabrera procurase incluir a Molina Enríquez en la Comisión

70 Véase el Plan de Aya/a, especialmente los artículos l, 6, 7, y 9, en

Fabila, Cinco siglos de legislación agraria en México, 214-217. Sin embargo,


para cuando los zapatistas promulgaron su propia ley agraria (26 de octubre
de 1915), la idea de que 1856 marcaba el comienzo de un periodo aciago en
la historia de los pueblos era ya parte de su retórica. Véase el artículo 1 de
esa ley agraria, en Womack, Zapata and the Mexican Revolution, 405-411.
Vale la pena señalar que hay otras importantes diferencias filosóficas entre la
Ley de 1915 y las leyes zapatistas (por ejemplo, en cuanto a la injerencia del
gobierno en los asuntos de las tierras de los pueblos), pero éstas no pueden ser
exploradas aquí. La interpretación histórica de Molina también estuvo ausente
del "Proyecto de ley agraria'' presentado a Carranza por Pastor Rouaix y José
Novelo en diciembre de 1914, el cual difería en muchos aspectos del decreto de
Cabrera. Véase Rouaix y Novelo, "Estudio sobre la cuestión agraria, proyecto
de ley", en Silva Herzog, La cuestión de la tierra, 3:357-393.
71 Molina Enríquez, Esbozo de la historia de los primeros diez años de la

revolución agraria, 5:158-161. Para una discusión del decreto de 1915, véase
Simpson, The Ejido, 58-62; y Shadle, Andrés Molina Enrlquez, 67-69.
314 EMILIO KOURf

Nacional Agraria establecida por el decreto de 1915 para llevar


a cabo la redistribución de tierras a los pueblos. 72
Por su labor en la CNA y gracias al continuo apoyo de Ca-
brera, Molina Enríquez fue adquiriendo cierto reconocimiento
en los círculos agrarios carrancistas. A principios de 1917 fue
invitado a formar parte de una pequeña comisión encargada de
redactar un nuevo artículo 27 para la Convención Constitucio-
nal reunida en Querétaro. La versión propuesta por Carranza
-muy apegada a los estrictos preceptos de 1857 respecto a la
propiedad privada- fue desechada, pues no respondía directa-
mente a la exigencia social de una reforma agraria sustancial.
Ya que había prisa, se le pidió a Molina Enríquez que escribiera
un nuevo texto para el artículo 27, y muy pronto lo tuvo listo.
Según diversas versiones (incluyendo la del propio Molina),
al resto del grupo le pareció que la lógica y la redacción de ese
texto eran demasiado abstrusas, por lo que fue descartado. La
comisión trabajó entonces a paso acelerado en otra redacción
del artículo, para la cual Molina escribió por su cuenta el
preámbulo (en esencia, una exposición concisa de sus propias
teorías). Cuando terminaron, apenas diez días después de haber
iniciado las labores, la propuesta fue sometida a consideración
del Constituyente. Tras hacerle algunos cambios, en su mayoría
menores, los diputados constituyentes rápidamente discutieron
y aprobaron el nuevo artículo 27. 73

72 Malina fue miembro de la CNA hasta mediados de 1918. Para más

detalle, véase Shadle, Andrés Molina Enriquez, 76-87.


73 Para más detalle, véase Rouaix, Génesis, 143-215; Molina Enríquez,

Esbozo de los primeros diez años de la revolución agraria, 5:167-177; y E. Victor


Niemeyer, Revolution at Queretaro: The Mexican Constitutional Convention of
1916-1917(Austin: UniversiryofTexas Press, 1974).
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 315

Se ha discutido mucho el papel que jugó Molina en la


redacción del artículo 27. Admiradores como Frank Tan-
nenbaum -sin duda animados por las inmodestas afirmaciones
del propio Molina- lo han considerado "el autor del artícu-
lo 27", mientras que otros participantes -particularmente Pas-
tor Rouaix y José Natividad Madas- han procurado minimi-
zar la importancia de sus contribuciones. 74 Queda claro que
la decisión constitucional de reconocer y reconstituir la pro-
piedad comunal fue ante todo una respuesta pragmática a los
insistentes reclamos de los movimientos populares insurrectos,
y no -o al menos no en primera instancia- el resultado de
profundos argumentos de corte intelectual. Mientras que el
antiguo artículo 27 (1857) le había quitado a las corporaciones
de origen colonial el derecho a tener propiedades, el nuevo
artículo estipulaba que la propiedad podría asumir varias mo-
dalidades, de acuerdo con el interés público. De este modo, la
tenencia comunal volvió a ser legal, y los pueblos recuperaron
su personalidad jurídica, condición que se le otorgó además
a otras corporaciones similares, rancherías, codueñazgos y
congregaciones. Desde hacía tiempo los zapatistas habían
insistido -al igual que Molina- en la legalización de los dere-
chos de propiedad de los pueblos, y fue en última instancia su

74 Véase Tannenbaum, The Mexican Agrarian Revo/ution, 180; Anita

Brenner, The Wind that Swept Mexico (Austin: University offexas Press, 1943),
55; Rouaix, Génesis, 148-164; Molina Enríquez, Esbozo de los primeros diez
años de la revolución agraria, 5: 171-177; Lucio Mendieta, "Los antecedentes
del artículo 27 constitucional", El Universa/, 2 de octubre de 1946; José N.
Macías, "Quién fue el autor del artículo 27 constitucional", El Universal 20
de septiembre de 1937; Molina Enríquez, "El Lic. Macías yel artículo 27 de
la Constitución", El Universa/, 23 de septiembre de 1937; José N. Macías, "La
paternidad del artículo 27 de la Constitución", El Universal 27 de septiembre
de 1937; y Shadle, Andrés Molina Enríquez, 69-75.
316 EMILIO KOURf

persistente lucha armada -y no los escritos de Molina- la que


lo convirtió en realidad. Cuando los constituyentes de 1917
aprobaron esas partes del artículo 27, lo hicieron pensando en
resolver un problema socio-político inmediato, y no porque
conocieran -o les importara- el rebuscado análisis social de
Molina. 75
Aun así, la presencia intelectual de Molina en el texto del
artículo 27 es fácil de detectar; tanto la justificación histórica
como las bases socio-jurídicas de la restauración de los dere-
chos comunales que allí se encuentran provienen directamente
de sus ideas. En primer lugar, el artículo 27 ratificó las dispo-
siciones y los fundamentos del decreto de 6 de enero de 1915
de Cabrera, elevándolos a rango constitucional. De ese modo,
la Constitución le confirió validez a la explicación histórica de
Molina sobre las consecuencias de la desamortización civil. En
segundo lugar, el artículo 27 legalizó la propiedad comunal no
meramente diciendo que así lo exigían los habitantes de los
pueblos (justificación bastante para los zapatistas en Morelos),
sino en función de una noción abstracta de "modalidades"
que reflejaba los argumentos socio-jurídicos de Molina. 76
Molina describió la lógica de este concepto en su preámbulo
al proyecto de ley que fue enviado al Congreso; puesto que

75 Para el texto del aráculo 27, tal y como fue aprobado, véase Fabila,

Cinco siglos de legislación agraria en México, 307-311. Versiones anteriores se


encuentran en Rouaix, Génesis, 164-184. Véase también Diario de los debates
del Congreso Comtituyente (México: Secretaría de Gobernación, 1917).
76 El término "modalidades" no era de Molina Enríquez. Fue insertado

en el aráculo 27 por el comité del Congreso que revisó el proyecto de ley


original para transparentar y destacar una idea fundamental que ya estaba
contenida en él, la regulación de las formas de la propiedad privada. Véase
Rouaix, Génesis, 184-185, 176-177.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 317

existían de hecho diferentes "clases de derechos territoriales" en


México, ésta era una realidad que la ley debía reconocer. 77 Era
precisamente lo que Los grandes problemas se había propuesto
demostrar. Su argumento se expresa aún más claramente
en un pequeño ensayo revelador, titulado "El espíritu de la
Constitución de Querétaro", publicado en 1922 junto con
otros textos (la mayoría de Molina) que buscaban explicar el
origen y significado del artículo 27. 78 Molina escribió ahí que
la Constitución consideraba que "diversos derechos privados
de dominio" debían corresponder a "los diversos grupos que
en la población nacional marcan de hecho las diferencias
de estado evolutivo". De tal modo, continuó, el artículo 27
reconocía que las "comunidades genéricamente llamadas pue-
blos" seguían siendo parte de la vida nacional, "y estableció las
bases con arreglo a las cuales podrán las comunidades de que
se trata continuar su progresiva evolución''. Frente a la inne-
gable existencia de "grados de capacidad legal distinta'' en la
población nacional, el Estado tenía el derecho (y la obligación)
de regular las formas de la propiedad privada, "de imponer a
dicho dominio, las limitaciones y modalidades que requiera el
interés social en el curso del proceso evolutivo de la nación". 79
Tal era el espíritu de la nueva constitución.

n Para el texto completo de la exposicion de motivos, véase Rouaix,


Génesis, 164-169.
78 Véase Boletín de la Secretarla de Gobernación l, núm. 4 (1922).

Este número del Boletln estuvo a cargo de Molina Enríquez y se dedicó por
completo al artículo 27.
79 Molina Enríquez, "El espíriru de la Constirución de Querétaro", Bole-

tín de la Secretarla de Gobernación l, núm. 4 (1922): 7-9; en el mismo número


delBoletln, véase "Introducción", 2-3, y"Memorandum" (22 de marw, 1918),
92. Véase rarnbién Tannenbaum, The MexicanAgrarian Revolution, 189-203;
Simpson, The Ejido, 62-72; y Whetten, Rural Mexico, 116-123.
318 EMILIO KOURf

En suma, queda claro que las ideas formativas de Molina


en torno a los pueblos (su historia, carácter y necesidades)
fueron incorporadas -en términos generales- a la legisla-
ción agraria de los constitucionalistas. Desde ahí, estos
principios contribuirían por décadas a definir algunas de las
características fundamentales de la reforma agraria ejidal -la
tutela gubernamental, el carácter inalienable de las dotaciones
de tierras, y cierta adherencia burocrática a la idea de que
estas comunidades- viejas o nuevas, estaban constituidas
por grupos sociales intrínsecamente cohesivos y armoniosos,
entre otras.
Al mismo tiempo, el decreto de 1915 y el nuevo artícu-
lo 27 contenían no sólo posibles soluciones al problema social
de los pueblos, sino también -para aquellos interesados en el
asunto- una implícita (y no comprobada) definición histórica
y socio-cultural de dicho problema. Ésta consistía en un relato
genérico de la desamortización comunal y de sus consecuen-
cias desastrosas, basado en una serie de suposiciones sobre las
características "culturales" de los habitantes de los pueblos. La
obra de Molina fue la fuente principal de esa concepción. Para
muchos intelectuales y académicos que querían entender y
explicar las raíces y el significado de la reformas agrarias post-
revolucionarias, esta prominente legislación ofrecía no sólo
una indicación de los rumbos del presente, sino también una
persuasiva representación del pasado reciente. Legitimada de
esta forma, la interpretación histórica de Molina encontraría
gran aceptación entre los intelectuales que simpatizaban
con la Revolución; después de todo, si la legislación agraria
había sido concebida en gran medida como respuesta a
los reclamos de los campesinos insurrectos, ¿cómo podría
su versión de las causas históricas de tales reclamos no ser
LOS PUEBWS Y SUS TIERRAS 319

exacta?80 Algunos autores (por lo general mexicanos) refren-


daron la explicación genérica apoyándose simplemente en
las razones de la nueva legislación agraria, mientras que otros
(con frecuencia estadounidenses) descubrieron el anuncio
de esa historia en los oscuros escritos de Molina Enríquez,
los cuales -leídos en ese contexto- parecían profundamente
incisivos y visionarios. En ambos casos, el resultado vendría
a ser más o menos el mismo: la interpretación sui generis de
Molina fue adoptada y diseminada constantemente -unas
veces a sabiendas, muchas otras no- por una amplia gama
de estudiosos del campo, de modo que con el tiempo llegó a
ser casi una obviedad. Basta con algunos ejemplos notables
para darse cuenta de esto.
Ya se ha discutido el singular caso de Luis Cabrera, pero
vale la pena volver a mencionarlo, puesto que fue Cabrera
quien sacó de los argumentos socio-históricos de Molina
una justificación contundente para la reforma jurídica, con
lo cual puso en marcha este proceso de difusión ideológica.
Sin Cabrera, el destino del análisis histórico de Molina bien
pudo haber sido otro. Otra muestra temprana de la adopción
de estas ideas se encuentra en las obras de Fernando González
Roa, Elproblema rural de México (con José Covarrubias, 1917)

80 Cabe aquí preguntarse en qué medida los puntos de visra de Molina

respecto a la historia de los pueblos reflejaron, coincidieron con, contradijeron


o influenciaron las ideas que los propios campesinos tenían (o llegaron a tener,
particularmente después de la Revolución) acerca de la historia de las tierras
de sus pueblos. En otras palabras, ¡tuvo la interpretación de Molina algún
impacto más allá de los círculos intelectuales y jurídicos? ¡Cuáles fueron las
conexiones entre las cambiantes concepciones populares de la historia de los
pueblos y la historia oficial de privatización y despojo divulgada a través de
las nuevas leyes agrarias? Son cuestiones de gran interés e importancia que
ameritan un estudio aparte.
320 EMILIO KOURf

y Aspecto agrario de la revolución mexicana (1919). Aunque sus


propuestas de reforma agraria eran bastante distintas a las de
Molina, González Roa aceptó sin reparos la caracterización
de los pueblos propuesta por Molina. Los indígenas, escribió,
"no estaban preparados, ni social ni históricamente", para
la propiedad privada, y por lo tanto fueron "incapaces de
conservarl[a]". La desamortización de los pueblos había sido
una "extraviada política" cuyo "resultado podía esperarse"; era
-agregó, citando a Spencer- como "sacar a un pez del agua para
obligarlo a respirar el aire porque los pulmones son órganos
más perfectos que las branquias". En México, la propiedad
comunal seguía siendo "una necesidad imprescindible" en vista
del "periodo de civilización en que se encuentran numerosas
poblaciones de la República". El discurso del diputado Cabrera
(citado por extenso en Aspecto agrario), el decreto de 1915 y
el nuevo artículo 27 eran todos dignos de elogio, pues habían
dado con la solución más adecuada, ya que "es evidente que la
tierra no puede poseerla sino quien es capaz de conservarla y
la población atrasada no puede conservarla, sino en forma de
propiedad comunal, bajo una legislación protectora". 81 Molina
mismo no habría podido expresarlo mejor.
Pocos años después, Lucio Mendieta publicó Elproblema
agrario de México (1923), un análisis cronológico de la evo-
lución del derecho y la tenencia de la tierra a lo largo de la
historia mexicana; continuamente actualizado, expandido y
reeditado por más de medio siglo, es todavía un importante
punto de referencia al respecto. Mendieta reprodujo fielmente

81 González Roa y Covarrubias, El problema rural de México, 60, 75-

76, 142-148; y González Roa, El aspecto agrario de la Revolución Mexicana,


216-223, 235-239, 310-313.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 321

allí la explicación genérica del pueblo desmembrado y decaído.


Usando el lenguaje y los conceptos de Molina, mencionó las
"desastrosas consecuencias" de la desamortización de las tierras
de los pueblos, explicando que las leyes de Reforma habían
ignorado "el estado evolutivo de los indios" al poner propiedad
privada individual "en manos de la población inferior del país
(los indígenas), cultural y económicamente incapacitada, no
sólo para desarrollarla, sino aun para conservarla''. 82 El resul-
tado fue el despojo de tierras. Ahora las leyes agrarias de la
Revolución intentaban rectificar esa injusta situación, asegu-
rando que no se volviera a repetir: "el indio de hoy no puede,
como pudo el que vivió bajo las Leyes de Reforma, enajenar
las tierras que le proporcionen, porque la Constitución le
prohíbe enajenarlas". 83
Ese mismo afio, la American Geographical Society publicó
The Land Systems ofMexico (1923) de George McBride, basado
en la tesis doctoral del autor. Era el primer estudio detalla-
do en lengua inglesa de las instituciones y los sistemas de
tenencia agrarias de México, con un enfoque tanto en su desa-
rrollo histórico como en los cambios recientemente propuestos
por la Revolución. McBride parece haber leído Los grandes
problemas con mucho cuidado e interés, puesto que lo cita en
numerosas ocasiones. Previsiblemente, su análisis de lo que le
pasó a los pueblos, a sus pobladores y a sus tierras a partir de
la Reforma coincidía casi del todo con el de Molina, si bien no
lo dijo explícitamente. "La sentencia de muerte [de los pueblos

82 Mendieta y Núñez, El problema agrario de México, 86-88, 126, 140.

"Desastrosas" es precisamente la palabra que Molina empleó para describir


las consecuencias de las leyes de Reforma para los pueblos comunales. Véase
Molina Enríquez, Los grandes problemas, 56.
83 Mendieta y Núñez, El problema agrario de México, 141.
322 EMILIO KOURf

comunales] fue dictada por la Reforma", escribió. "Desacos-


tumbrados a cualquier otro sistema distinto a su comunalismo
antiguo e incapaces de entender el significado de las medidas
que se pretendían implementar", la mayoría de los pueblos
"hicieron todo lo que pudieron para oponerse o para evadir la
aplicación de la ley". Donde las disposiciones de la Reforma se
llevaron a cabo, los resultados fueron enteramente predecibles:
"sin poder entender el significado del cambio o incapaces de
convertirse en propietarios individuales, los habitantes de
muchos pueblos perdieron sus terrenos casi tan pronto como
los recibieron". Ahora el gobierno estaba "tratando de reparar
algo de ese daño" reconstituyendo la tenencia colectiva por
medio de dotaciones ejidales. Aunque para McBride la propie-
dad comunal "no estaba muy de acuerdo con las concepciones
modernas de la propiedad" y "comúnmente se le consideraba
deficiente desde un punto de vista económico", concluyó sin
embargo que era la solución adecuada para México, por ser,
"no obstante, el sistema más fácilmente comprensible para
los indios agricultores ... quienes, por triste que parezca, están
todavía en una etapa primitiva de desarrollo social, y en conse-
cuencia son incapaces de sostenerse en igualdad de condiciones
con los blancos y los mestizos más ilustrados". 84
Otra tesis estadounidense, "Sorne Aspects of the Agracian
Question in Mexico: A Historical Study'' (1925) de Helen
Phipps, cuenta en cierto modo la misma historia. Aun-
que Phipps -a diferencia de sus antecesores- no hace del su-
puesto carácter socio-cultural de los indígenas el eje central de
su explicación histórica, su argumento se apoya abiertamente
en otros conceptos de Molina, cuya influencia se percibe

84 McBride, The Land Systems ofMexico, 129-136, 175-176.


LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 323
claramente en su interpretación de la de la desamortización
comunal. "El gran defecto de las Leyes de Reforma'', escribió,
"fue la inclusión de las propiedades de comunidades civiles en
el proceso de expropiación, de esta manera ... privando a los
pueblos indios y a otros de las tierras comunales". Citando tex-
tualmente a Molina, explicó que "la comunidad tenía para los
indígenas notorias ventajas; aunque los terrenos comunes eran
en lo general estériles y de mala calidad, ofrecían a los mismos
indígenas medios de vivir en todos los estados de su evolución,
desde el de horda salvaje hasta el del pueblo incorporado á la
civilización general". La desamortización por tanto "le dio
un golpe mortal a los pueblos", pues mientras que "algunos
pueblos que por fortuna tenían líderes lúcidos se salvaron de
la ruina depositando los títulos individuales en manos de un
cacique de confianza para continuar con la vida comunal ... , la
gran mayoría, al recibir títulos que no significaban nada para
ellos, los trocaron por unos cuantos dólares, un costal de maíz,
o algo de licor". E "incluso el indio que era lo suficientemente
avanzado como para entender los conceptos de la propiedad
privada y la escrituración, y que trató de conservar su lote,
tuvo gran dificultad para hacerlo, especialmente si su tierra
era buena'', ya que otros seguramente la codiciarían y a él le
faltaba capital para hacerla producir. 85 También había ecos
de las inconfundibles ideas de Molina en la interpretación de
Phipps acerca de la nueva legislación agraria; al contemplar
el significado más profundo de estas reformas al régimen de
propiedad, Phipps observó:

85 Phipps, "Sorne Aspects of the Agracian Question in Mexico", 28-29,

91-92, 112-128. A manera de comparación, véase Molina Enríquez, Los


grandes problemas, 57-58.
324 EMILIO KOURf

Igual que Espafia intent6 conservar y adaptar las civilizaciones


que encontró, así ahora, tras un largo paréntesis de explotación
despiadada, la renacida conciencia de México se ha esforzado por
conservar, reconciliar y adaptar; por dar vuelta atrás al reloj cien
afios, y reparar en alguna medida las injusticias que a lo largo de
un siglo se amontonaron sobre las masas indígenas. 86

Si bien estos primeros estudios propagaron diversos as-


pectos fundamentales del pensamiento de Molina respecto a
los pueblos y su historia, ninguno lo hizo tan abiertamente,
tan cabalmente o tan exitosamente como lo harían las obras
de Frank Tannenbaum. A diferencia de Mendieta, McBride,
y Phipps, Tannenbaum había tenido la oportunidad de leer
la breve exégesis de Molina Enríquez acerca del "espíritu" del
artículo 27 (en el Boletín de 1922), y ésta le causó una profunda
impresión, quizás en parte porque simpatizaba con la filosofía
social corporativista -de origen comteano, según Molina- en
la que se inspiró. 87 Como resultado, Tannenbaum acogió
y defendió sin reserva alguna la lectura que Molina había hecho
del artículo 27, y por ese conducto también su interpreta-
ción de la historia y carácter de los pueblos. 88 Tanto The
Mexican Agrarian Revolution (1929) como Peace by Revolution
(1933) se ocuparon de difundir estas ideas; en sus páginas,

86 Phipps, "SomeAspects oftheAgrarian Question", 148.


87 Para una discusión al respecto, véase Charles A. Hale, "Frank
Tannenbaum and che Mexican Revolucion", HAHR 75, núm. 2 (1995); Tan-
nenbaum, The Mexican Agrarian Revolution, 178-181; y Molina Enríquez,
"El espíritu de la constitución", 6.
88 Tannenbaum también se apoyó en las obras de McBride, Mendieta,

González Roa, y Covarrubias, quienes habían adoptado ya la explicación


deMolina.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 325

Los grandes problemas nacionales adquirió una prominencia


intelectual que no había tenido hasta entonces.
"Hasta la desintegración de las tierras comunales, como
fruto de la legislación de 1857 y de las disposiciones del régi-
men de Díaz'', escribió Tannenbaum en The Mexican Agrarian
Revolution, "este método de propiedad y uso de la tierra fue
probablemente el que predominabá', pero tal procedimiento
inevitablemente "resultó desastroso para los pueblos'', ya que
"en realidad, la supervivencia de los pueblos hasta el régimen
de Díaz se debía a su carácter comunal". Sin él, "el indígena
demostró ser como un niño indefenso que cedía el título de
su pequeña parcela por un buen trago de aguardiente, sin
percatarse de la importancia de la transacción". 89 Como en Los
grandes problemas, la lógica del argumento era esencialmente
cultural. Antes de la Reforma, los pueblos eran instituciones
sociales cohesivas e incluso armoniosas, con usos y costumbres
tradicionales que todos podían entender; fuera de ese contexto
de adaptación cultural, los indígenas simplemente no sabían
cómo operar. Es por eso que la desamortización estaba pre-
destinada a ser tan devastadora. Así lo explicó Tannenbaum
en Peace by Revolution:

La destrucción de la propiedad comunal de la tierra en reali-


dad no sólo interfirió seriamente con la unidad interna de las
comunidades en los pueblos, con su disciplina interna y sus
tradiciones, sino que también redujo el nivel de bienestar de
sus habitantes. La propiedad comunal de la tierra proveía lefia
para hacer fuego, para hacer carbón. Proveía pastos para los
animales grandes y pequefios... La posesión y uso de la tierra
era fácil y natural. Si uno tenía herramientas y un poco de

89 Tannenbaum, The Mexican Agrarian Revolution, 14, 68.


326 EMILIO KOURf

capital, cultivaba la tierra. Si la desventura lo privaba de estos


se ganaba la vida haciendo carbón o cerámica, o encontrando
otros usos para los recursos naturales existentes dentro de los
límites del pueblo. La división de las tierras redujo automáti-
camente a cada individuo a los límites de su propia pequeña
parcela, condujo al surgimiento de clases sociales y económicas
dentro del pueblo, y facilitó la venta o transferencia de tierras
para engrandecer las fincas colindantes ... En vez de tener que
confrontar a una comunidad celosa y protectora de sus tierras,
ahora la hacienda lidiaba con un individuo que era presa fácil
de toda clase de presiones que no podían ser ejercidas en con-
tra de una comunidad. Los siglos de tradición comunal y usu-
fructo comunal hicieron del indígena una presa fácil. 90

Con base en estos supuestos acerca de los pueblos, Tan-


nenbaum pudo concluir (sin necesidad de investigar mucho
más) que "el negar a las corporaciones el derecho a poseer
propiedades, llegó a ser la base legal del despojo de tierras a
los pueblos indígenas, lo cual, a su vez, fue una de las causas
de descontento que originaron la Revolución de 1910". 91
Para Tannenbaum, Molina había logrado no sólo iden-
tificar una de las principales causas del malestar agrario de
México, sino también formular un remedio para él. Los grandes
problemas era "hasta el momento, el estudio más importante
de los problemas sociales de México", cuyo autor había "des-
empeñado un importante papel en la redacción del artículo 27
de la nueva Constitución de 1917, el cual es, en gran medida,

9°Frank Tannenbaum, Peace by &volution: An /nterpretation ofMexico,

Nueva York: Columbia University Press, 1933, p. 140. Las páginas 139-141
son meramente citas o paráfrasis de Malina.
91 Tannenbaum, The MexicanAgrarian &volution, 177.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 327

la aplicación de sus ideas al problema de la tierra en México" .92


Por consiguiente, su interpretación -y defensa- de las bases
jurídicas del artículo 27 se fundaron casi exclusivamente en
los escritos del propio Molina, en el Boletín de 1922 y en el
preámbulo al proyecto de ley original. De acuerdo con la lógica
esbozada por Molina, Tannenbaum señaló:

Es evidente que el artículo 27 ha creado varias nuevas formas


legales en la propiedad de la tierra... Parece verdad que la
fórmula ha sido capacitada para llenar las necesidades especiales
-sociales y legales- de los diversos grupos de diferentes nive-
les culturales que integran la comunidad mexicana. Se necesitaba
un concepto de propiedad suficientemente amplio, que incluyera
la noción primitiva de propiedad -característica de un gru-
po indígena nómada que sólo conoce la posesión temporal, pero
sin ninguna noción de la propiedad legal- así como un concepto
que satisficiera las necesidades de la propiedad privada moderna,
individual y de las asociaciones. 93

Como Molina había explicado, estas modalidades repre-


sentaban el reconocimiento legal de "las antiguas colectivi-
dades indígenas que yacían incrustadas en el cuerpo político
de México". 94 Para Tannenbaum, ése era el mandato de la
Revolución, y como tal era justo y razonable.

92 Tannenbaum, Peace by Revolution, 118. En otro de sus libros,

Tannenbaum se refirió a Molina como "el autor del artículo 27". Véase
Frank Tannenbaum, Mexico: The Struggle far Peace and Bread (Nueva York:
Knopf, 1950), 104-105.
93 Tannenbaum, The Mexican Agrarian Revolution, 177-203; e ídem,

Peace by Revolution, 168-170.


94 Tannenbaum, The Mexican Agrarian Revolution, 176-177.
328 EMILIO KOURf

En gran parte gracias a la extensa influencia de los escritos


de Frank Tannenbaum, la interpretación de Molina se volvería
parte del canon de la Revolución, en el mundo académico
estadounidense y más allá también. Con el paso del tiempo,
el papel fundamental de Molina se perdería de vista, en parte
-gran paradoja- precisamente porque sus ideas acerca de la
historia de los viejos pueblos llegaron a ser comunes y corrien-
tes. Cuando Eyler Simpson publicó The Ejido: Mexico's ~y
Out (1937), los argumentos de Molina tenían ya el peso de
una verdad histórica indisputable, que Simpson resumió con la
tersa frase "la rapiña en perjuicio de los pueblos" (the coúi rape of
the pueblos). A manera de explicación, Simpson afirmó que "en
general, el efecto de la Reforma en la inmensa mayoría de las
comunidades agrarias fue poco menos que desastroso" debido
a "la inclusión deliberada, en la Constitución de 1857, de las
comunidades civiles en la lista de organismos corporativos a los
que prohibía poseer tierras", lo que "condujo inevitablemente
a la desaparición de centenares de grupos comunales y a la
pérdida de sus bienes en beneficio de los monopolizadores
de la tierra, siempre al acecho". 95 Siete décadas después, esta
es - en esencia -la historia que se sigue contando.

CONCLUSIÓN

A pesar de ser considerado uno de los sucesos más significativos


de la época que culminó en la Revolución de 1910, el proce-
so de desamortización y expropiación de los pueblos durante el

95 Simpson, The Ejidn, 24-25, 29. Su discusión está basada casi por com-

pleto en las obras de McBride y Phipps, y su análisis del artículo 27 está tomado
directamente de Tannenbaum y Molina (62-·7 4). A manera de comparación,
véase también Nathan Whetten, RuralMexico, 85-86, 114-123.
LOS PUEBLOS Y SUS TIERRAS 329

Porfiriato ha generado poca investigación académica. Este


ensayo ha procurado explicar esa paradoja. Una versión
genérica de cómo, por qué, y a manos de quiénes perdieron
sus tierras los pueblos existía ya para fines del Porfiriato. La
fuente principal fue Andrés Molina Enríquez, cuyas ideas
acerca de los pueblos indígenas y de su historia llegarían a ser
las predominantes. Según Molina, por causa de las peculiares
características culturales de los habitantes de los pueblos, era
inevitable que la desamortización civil resultara en un des-
pojo de tierras generalizado. Los revolucionarios vencedores
adoptaron esta interpretación, la pusieron en sus leyes, la
hicieron oficial; los estudiosos de la historia rural porfiriana
también la aceptaron, y por lo general ya no indagaron más.
Era un poderoso relato de despojos inexorables e injusticias
sistemáticas, en el cual los indígenas figuraban casi siempre
como víctimas indefensas de forasteros rapaces e insaciables
que inevitablemente se apoderaban de sus tierras. No era di-
fícil encontrar indicios dispersos o incluso pruebas fidedignas
de tales abusos, pues en efecto hubo muchos, y los reclamos
agrarios de la gente del campo que peleó en la Revolución
parecieron darle aún más credibilidad a esa nítida versión del
pasado. Además, las leyes de reforma agraria de la Revolución
le confirieron gran autoridad a esa historia. En consecuencia,
muy pocos investigadores, en aquella época o desde entonces,
han sentido la necesidad de documentar o refinar -y menos
aún de cuestionar- esta arraigada interpretación de la historia
de los pueblos porfirianos.
Sin embargo, el influyente análisis histórico que Molina
Enríquez hizo de la desamortización comunal se apoya fun-
damentalmente en una serie de premisas socio-culturales que
carecen por sí mismas de validez. La naturaleza orgánicamente
330 EMILIO KOURf

armoniosa de las relaciones sociales en los pueblos, la solida-


ridad y cohesión étnicas como características intrínsecas, la
incapacidad cultural de entender la noción de la propiedad
privada, todos son conceptos que los historiadores hoy consi-
deran problemáticos (¿o no?). Y sin el impulso de estas ideas
preconcebidas, la interpretación tradicional de la desamorti-
zación de los pueblos no logra explicar -a fin de cuentas- casi
nada. Lo cierto entonces es que buena parte de la historia de
la privatización de las tierras de los pueblos durante el Porfi-
riato queda aún por estudiarse y escribirse. ¿Cómo explicar la
privatización de las tierras de pueblos que nunca estuvieron
amenazados por las haciendas? ¿Fueron los hacendados en
realidad los únicos que se beneficiaron de la división de la
propiedad comunal, o hubo gente en los propios pueblos
que también supo sacar provecho? ¿Qué papel jugó en esos
procesos la diferenciación socio-económica al interior de los
pueblos? ¿Por qué algunas desamortizaciones fueron largas y
conflictivas, y otras no? ¿Cómo se explica que algunos pueblos
(no pocos) evitaron por completo la privatización de sus tierras?
Son muchas las preguntas y escasas las respuestas. Quizás en
lo sucesivo el estudio de los pueblos porfirianos comenzará
finalmente a trascender el persistente legado ideológico de
Andrés Molina Enríquez.
LISTADO DE AUTORES

Antonio Azuela, investigador del Instituto de Investigaciones


Sociales de la UNAM, está dedicado a la investigación sociológica
de la propiedad territorial. Entre sus trabajos más recientes
están: Visionarios y pragmdticos: una aproximación sociológica
al derecho ambiental (UNAM, Fontamara, 2006) y ¿Por qué leer
a Durkheim hoy? (con J. C. Geneyro y J. C. Marín, Fontamara,
ITAM, !FE, 2009).

Fernando Escalante Gonzalbo, profesor investigador en el


Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México,
es autor de siete libros, entre los que destacan: Ciudadanos
imaginarios (El Colegio de México, 1992) y La mirada de Dios:
estudio sobre la cultura del sufrimiento (Paidós, 2000).

Emilio Kourf, profesor de historia y director del Centro Katz


de Estudios Mexicanos en la Universidad de Chicago. La
traducción al español de su libro, A Pueblo Divided: Business,
Property, and Community in Papantla, Mexico (Stanford, 2004),
será publicada próximamente en México por el Fondo de
Cultura Económica.

331
332 LISTADO DE AUTORES

Claudia Lomnitz, antropólogo e historiador, es autor de varios


libros acerca de cultura y política en México, entre los que
destacan: Idea de la muerte en México (FCE, 2006) y Las salidas
del laberinto: cultura e ideología en el espacio nacional mexicano
Qoaquín Mortiz, 1995). Lomnitz es conocido, además, por sus
múltiples ensayos y por labores editoriales. Ha sido editor de
la revista Public Culture, y profesor en instituciones mexicanas,
norteamericanas y europeas. Dirigió en distintos momentos
el Centro Latinoamericano de la Universidad de Chicago, el
Centro de Estudios Históricos de la New School for Social
Research, y el Centro de Estudios sobre Etnicidad y Raza de la
Universidad de Columbia. Actualmente es el Campell Family
Professor de antropología en la Universidad de Columbia, en
Nueva York.

Alejandra Núñez Luna, maestra y candidata a doctora en


ciencias jurídicas por la Universidad de Harvard, ha trabajado
en diversos proyectos de investigación en áreas de infraestruc-
tura para el Programa de Energía y Desarrollo Sostenible de
la Universidad de Stanford, así como en la preparación del
"Segundo Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo
de los recursos hídricos en el mundo", bajo el umbral del
Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos
de la UNESCO. Sus temas de investigación incluyen la histo-
ria de los derechos de agua en México, la historia del derecho
en general y la crisis contemporánea del recurso hídrico, con
particular énfasis en la regulación de la provisión municipal
de servicios de agua potable y saneamiento.

Mauricio Tenorio Trillo, profesor de historia en la Universidad


de Chicago y profesor asociado en la División de Historia
LISTADO DE AUTORES 333

del CIDE, es autor de múltiples obras, entre ellas: Artilugio


de la nación moderna: México en las exposiciones universales,
1880-1930 (FCE, 1998). Su libro más reciente es Historia y
celebración: México y sus centenarios (Tusquets, 2009).
En busca de Molina Enríquez.
Cien años de Los grandes problemas nacionales
se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2009
en los talleres de Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.
Calle 2, número 21, col. San Pedro de los Pinos,
03800 México, D.F.
Portada: Irma Eugenia Alva Valencia.
Tipografía y formación: Irma Martínez Hidalgo.
Cuidó la edición la Dirección de Publicaciones
de El Colegio de México.
Jornadas
156

g
En 1909 publicó Andrés Molina Enríquez Los -5
grandes problemas nacionales. Es un libro de le- ~
yenda que casi todos conocemos y casi nadie -~
>
ha leído: una de las obras fundamentales para 8
entender el origen de la sociología mexicana, im- -~
portante para la formación ideológica de algunos 3
de los líderes de la revolución de 191 O, decisivo ~
para la redacción del artículo 27 constitucional, ¡§
casi una biblia de la revolución social de los años fü
siguientes. Voluminoso, enciclopédico, con fre- ~
cuencia farragoso y muy anclado en los concep- ~
tos raciales y evolucionistas de fines del siglo x1x, ~
¿merece ser colocado en el pedestal en que se ~

. le puso? ¿Merece el olvido en que se encuentra -~
hoy? ¿Dónde queda Andrés Molina Enríquez? ~

1 EL COLEGIO
DE MÉXICO

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