Liberalismos Decimonónicos de La Historia de Las Ideas A La PDF
Liberalismos Decimonónicos de La Historia de Las Ideas A La PDF
Liberalismos Decimonónicos de La Historia de Las Ideas A La PDF
JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide
range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and
facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected].
Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at
https://about.jstor.org/terms
This content is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives
4.0 International License (CC BY-NC-ND 4.0). To view a copy of this license, visit
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/.
El Colegio de Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to
Ensayos sobre la nueva historia política de América Latina
ALFREDO ÁVILA *
El liberalismo no es un objeto de estudio novedoso en la historiografía mexicana
ni en la latinoamericana. Incluso si prescindiéramos de las grandes obras de his-
toria patria elaboradas en la segunda mitad del siglo XIX (cuyo propósito era, en
buena medida, contribuir a la invención de las naciones por medio de la elabora-
ción de genealogías liberales: Jiménez Mareé, 2002), hallaríamos algunos traba-
jos muy tempranos dedicados a esa temática. Es el caso de Liberalism in Mexico
1857-1929 de Wilfrid Hardy Callcott, publicado en 1931. Este libro señala la
continuidad del liberalismo de la época de la Reforma con la Revolución de 191 O
y los primeros gobiernos emanados de ella. Por tal motivo, no excluye al Porfiria-
to de esa tradición, aunque admite que durante el régimen de Díaz predominó un
"liberalismo conservador". Callcott consideraba el liberalismo como una fuerza
irresistible, necesaria para la construcción del Estado nacional mexicano, pues
contaba con el apoyo de las clases medias educadas y de los mestizos, quienes for-
maban la mayor parte de la población del país (Callcott, 1965). Con una pro-
puesta semejante a ésta, pero de mayor alcance, Daniel Cosío Villegas y un gru-
po de destacados historiadores abordaron a partir de la década de 1950 el periodo
iniciado con el triunfo del liberalismo sobre "la reacción conservadora'', en la His-
toria moderna de México. Según Cosío Villegas, los años de 1867-1911 forman
una etapa constructiva fundamental que daría cuerpo al "rostro de un país orga-
nizado a la moderna'' adquirido gracias a la Constitución de 1857. 1 A diferencia
de esta interpretación, Jesús Reyes Hernies consideraría que el proyecto de mo-
dernización de México debía estudiarse desde el momento mismo de la lucha por
la independencia. El liberalismo mexicano es una de las más impresionantes apor-
taciones a la historia de las ideas decimonónicas, en la cual quedaron asentados
de un modo contundente algunos de los prejuicios construidos a lo largo de va-
rias décadas en torno de la identidad de la historia patria y el liberalismo. No es
la historia de esa ideología en México sino la del liberalismo de México, produc-
to peculiar y único del desarrollo histórico de este país. Por lo anterior, puede ase-
gurarse que el liberalismo forjaría las características esenciales de la nación, como
[111]
2 En palabras de Reyes Hernies: "la idea federal, aparte de forma jurídica, por estar en la concien-
cia de los mexicanos, es ideal operante y ninguna mejor prueba podemos obtener sobre su reciedum-
bre", lo cual conduciría a una necesaria "identidad federalismo-liberalismo, tan peculiar de nuestra evo-
lución política", REYrS HEROLES, 1961, P· 394.
3 En este sentido, vale la pena resaltar la importancia de una gran cantidad de libros colectivos,
publicados en los pasados años, con estudios de caso de diferentes países latinoamericanos. Algunos de
esos libros serán citados más adelante.
4 Lo que sigue se basa en la ponencia "El primer liberalismo mexicano en la nueva historiografía
política" que presenté en el Coloquio Internacional "Los caminos de la democracia en América Latina:
revisión y balance de la 'Nueva Historia Política', siglo XIJ<", celebrado en El Colegio de México en 27
y 28 de noviembre de 2003. Los comentarios realizados en esa reunión me hicieron modificar algunas
de mis apreciaciones y, sobre todo, considerar de una manera más importante la historiografía sobre el
tema en el resto de América Latina, aunque la ingente producción me haya impedido, de momento,
proponer algo más que un acercamiento. Dejo de lado, pues, muchos autores que debería considerar.
En la mayoría de los libros colectivos citados hay más artículos que también merecían atención. Por úl-
timo, no abordaré los estudios dedicados a los aspectos económicos y fiscales del liberalismo, como los
de CARGMAGNANI, 1994; CARMAGNANI, I995, y MARICHAL, 1996. Este trabajo es parte de mis investiga-
ciones acerca de la historia de las ideas producida en las décadas recientes del proceso de emancipación
mexicano, que forma parte del proyecto "La independencia de México: temas e interpretaciones recien-
tes", apoyado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional
Autónoma de México (Proyecto PAPllT IN402602). Poco antes de concluir el presente trabajo, leí el ar-
tículo de Mirian Galante dedicado a la historiografía del liberalismo mexicano publicada en las pasadas
dos décadas. La aurora divide en cuatro las posiciones historiográficas sobre el tema: la primera incluye
a autores como Reyes Hernies, Cosía Villegas y Charles Hale y presume la "naturalidad" del liberalis-
mo. La segunda, ejemplificada por Fernando Escalante, niega la realización práctica del liberalismo;
mientras que la tercera, aquella que aborda el liberalismo popular, afirma lo contrario. Por último, en-
globa a autores como Antonio Annino, Fran~ois-Xavier Guerra y Jaime E. Rodríguez O. en una cuarta
posición interpretativa, que aborda el tema desde lo político (GALANTE, 2004, p. 163). Como se verá
más adelante, yo coincido sólo parcialmente con esta interpretación. Para mí, Hale es uno de los respon-
sables del revisionismo y es, por lo mismo, muy distinto a Reyes Heroles y Cosía Villegas. El segundo
Las obras de Cosío Villegas y Reyes Hernies fueron de una enorme erudición y se-
riedad, pero no rompieron con la interpretación decimonónica, según la cual (en
términos muy simples) la historia patria era la de un pueblo que, gracias a algunos
destacados prohombres, se fue imponiendo a los grupos oligárquicos, reaccionarios
y extranjerizantes. La ideología de ese pueblo era nacionalista y liberal, aunque a
veces no lo supiera, y favorecía el gobierno republicano, federalista y democrático.
Admito que esta caracterización es muy burda, pero no resulta extraño hallarla tal
cual en muchos autores, incluso académicos. Por supuesto, desde hace varias déca-
das hay excepciones. Entre las más destacadas está el libro de Charles A. Hale Me-
xican Liberalism in the Age ofMora 1821-1853, publicado en 1968, un brillante
abordaje de las ideas políticas, sociales y económicas de la primera mitad del siglo
XIX mexicano, en el cual, entre otras cosas, se desmentían los vínculos necesarios
que autores como el propio Jesús Reyes Hernies habían establecido entre liberalis-
mo y federalismo, democracia y republicanismo. En definitiva, no todos los cen-
tralistas eran conservadores ni todos los republicanos liberales. Por su parte, los
yorkinos (lo más parecido a un demócrata en los primeros años de la república) no
eran muy respetuosos de la Constitución ni de los derechos civiles. También mos-
traba que el pensamiento de los más destacados ideólogos de esa época, el liberal
José María Luis Mora y el conservador Lucas Alamán, tenía más semejanzas que
diferencias. Desde una perspectiva diferente, Edmundo O'Gorman llegaría a con-
clusiones similares. Tras mostrar las contradicciones de sus proyectos, explicaba que
tanto liberales como conservadores, al final, querían lo mismo para México: mo-
dernizarlo, pero conservarlo. 5
En estos estudios -en especial en el de Hale-- se apuntaba ya una caracte-
rística que se desarrollaría en la historiografía política posterior: incluso los más
convencidos liberales emplearon prácticas autoritarias en algún momento de sus
carreras. Sin embargo, el revisionismo abierto por libros como los de Hale y
O'Gorman no fue continuado en la disciplina de la historia de las ideas, salvo por
algunos historiadores como Juan Antonio Ortega y Medina, quien insistiría en las
"discrepancias" que los políticos y pensadores mexicanos (e hispanoamericanos)
tenían con la Ilustración y el liberalismo europeos, debidas, entre otras cosas, al
peso de "la tradición católica paternalista de origen colonial" .6 Serían los historia-
modelo de Galante ya lo habla apreciado, pero no así los tercero y cuarto de modo que, a última hora,
dividí en dos el capítulo que había dedicado a la historiografía de la cultura polltlca, para hacer un apar-
tado más sobre la tesis del liberalismo popular. Por último, agrego a algunos autores que, desde la his-
toria intelectual, también abordan el tema del liberalismo.
5 HALE, 1991, pp. 302-305; O'GoRMAN, 1977, pp. 77-81. En el mismo sentido VAzQUEZ, 1999.
6 ORTEGA Y MEDINA, 1985, p. 22. Por razones semejantes, afios antes José Miranda aseguraba que
"el liberalismo espafiol falló en el intento de erigir un edificio político sobre cimientos democráticos" y
"urdir una sociedad liberal" (MIRANDA, 1956, pp. 196-199), aunque este autor, a diferencia de Ortega
dores de los aspectos políticos los que recogerían y desarrollarían estas tesis. La
aparente paradoja del discurso liberal combinado con prácticas autoritarias había
sido señalada, en el caso venezolano, desde años antes por Germán Carrera Da-
mas, para quien resultaban incomprensibles las cada vez más prolongadas dictadu-
ras, toda vez que consideraba al liberalismo latinoamericano como democrático y
bandera de la causa del pueblo (Carrera Damas, 1959). Ni siquiera la tan glorifi-
cada época de la Reforma liberal y la República Restaurada en México pasó la
prueba de la coherencia entre el discurso y la práctica. No sólo obraba en contra
del proyecto modernizador la "realidad reaccionaria'',7 sino que incluso uno de los
más claros exponentes de los políticos liberales, Benito Juárez, en sus empeños por
subir a su país en el carro del progreso empleó medios autoritarios (Perry, 1978).
En una visión amplia sobre América Latina, Dení Treja Barajas arribó a conclu-
siones similares (Treja Barajas, 1988), mientras que en un estudio sobre Brasil, la
misma autora concluyó que
en términos generales podemos decir que el liberalismo dominó en gran parte de las
acciones de la élite intelectual y política del Brasil; sin embargo, las condiciones estruc-
turales (el poder económico de los grandes terratenientes esclavistas y de los comer-
ciantes) imposibilitaron que, de manera radical, un proyecto de carácter liberal en su
totalidad, tuviera éxito, de ahí que coexistiera éste con elementos que contradecían sus
postulados clásicos (Trejo Barajas, 1989, p. 63).
Como no podía ser de otra manera, las características sociales, culturales y po-
líticas que impidieron en el siglo XIX el desarrollo pleno del liberalismo, fueron he-
redadas del orden virreinal ibérico. 8 En este sentido, la obra de Franc;:ois-Xavier
Guerra cobraría una importancia relevante. Como es sabido, este autor introdujo
en América Latina una discusión que había rendido frutos en la historiografía po-
lítica francesa, en especial sobre la Revolución de 1789. En términos generales,
abordó temas que, si bien ya se habían trabajado antes, como los procesos electo-
rales, la construcción de la opinión pública y de la ciudadanía, no formaban parte
de los estudios clásicos del liberalismo, aunque parezca paradójico. Guerra también
aportó algunos términos que podían servir como alternativas a la ya tan poco acep-
y Medina, no lo arribuía sólo a la susodicha herencia del despotismo trisecular sobre el pueblo sino, de
modo más importante, a algunas "desviaciones" de los mismos liberales (aunque éstas también pudie-
ron ser producro del peso de la tradición política). En todo caso, lo que puede discutírsele a Miranda,
como después a otros autores, es si los liberales pretendían construir un "edificio político sobre cimien-
tos democráticos". Para el caso de México, Miranda elaboraría orro artículo con conclusiones semejan-
tes: MIRANDA, 1959.
7 Así la llamó, en 1976, Luis González, quien aseguraba que "ninguno de los objetivos liberales
9 GUERRA, 1992; ÁVIl.A, 2004a. En el mismo sentido, BRE1'1A, 2000 subraya los elementos reac-
cionarios al liberalismo español en el movimiento de emancipación mexicano. Una interpretación di-
ferente, en las obras de Jaime E. Rodríguez O., quien resalta el papel de los liberales en la independen-
cia; en especial RoDRIGUEZ O., 1989 y RoDRIGUEZ O., 1993.
10 GUERRA y LEMPÉRIÉRE, 1998; LEMPÉRIÉRE, 1998.
11 Avendaño asegura que la ciudadanía liberal en Centroamérica "reflejó a una sociedad colo-
12 GUERRA, 1999, p. 58; TERNAVASIO, 1999, pp. 124y121; TERNAVASIO, 2003; MOCKE, 2001, pp.
311-313. AGUll.AR RlvERA, 1998 y ÁVIl.A, 2002, entre otros autores, consideran que el orden notabiliar
no es una herencia del Antiguo Régimen, pues cualquier gobierno representaávo lo favorece. Véase
también POSADA CARBÓ, 2000b.
13 AVENDAl'lO, 1995, p. 78. Para el caso de Guadalajara, México, Jaime E. Rodríguez O. asegura
que preferir hombres "probos" como representantes es también una supervivencia de normas tradicio-
nales (RODR!GUEZ O., 2003, p. 36). Yo no veo en esto una permanencia de la cultura política tradicio-
nal, pues ningún régimen representativo moderno pretendería encumbrar a individuos ímprobos o des-
honestos.
14 Beatriz Urías Horcasiras reconoce, siguiendo la conocida tesis de António Manuel Hespanha,
que en Europa los poderes regionales no fueron una anomalía en la construcción del nuevo Estado sino
un límite para el Leviatán. No obstante, afirma que en México caciques y oligarquías "articularon una
lógica prerrepublicana basada en la manipulación electoral y los sistemas de intermediación política, lo
cual no significó necesariamente la estructuración de espacios de poder independiente que establecieran
límites al poder del nuevo Estado" (URIAS, 1997, p. 217).
15 Véase el interesante estudio de GoNzALEZ BERNALDO DE Qu!Rós, 2001, en especial las pp.
297-304.
16 MüNTALVO ORTEGA, 1995, p. 249.
17 MoNTALVO ORTEGA, 1995, p. 248.
18 El modelo es "el liberalismo inglés" (ESCAIANTE, 1999, p. 18), aunque no estoy muy seguro acer-
ca de si todos los liberales ingleses decimonónicos compartirían, por completo, las características de ese
modelo. Nótese la semejanza de la propuesta de Escalante con la ya citada de ÜRTEGA Y MEDINA, 1985.
nuevo, esencializa un proceso histórico), con el fin de compararla con lo que su-
cedía en el siglo XIX mexicano:
Esto conduce al autor a recuperar su vieja sentencia: "no hubo nunca en Mé-
xico un orden liberal" (Escalante, 200 l, p. 90), pues los liberales de este país no se
enfrentaron a un Estado al que pretendieran limitar, por la simple razón de que tu-
vieron que construirlo. Para conseguir esto, fueron pragmáticos y autoritarios. En
la carrera política de hombres como Benito Juárez y Porfirio Díaz se presentó, en
palabras de Paul Garner, una mezcla de ideales democráticos y una práctica tradi-
cionalista (Garner, 2003, pp. 30 y 77-80; en el mismo sentido Safford, 1985, p.
421). En el fondo de estas interpretaciones se halla el supuesto positivista que dis-
tingue el discurso, o las ideas, de los hechos y la práctica, como si aquéllas no lo
fueran también. Más adelante, al referirme a la nueva historia intelectual, volveré
sobre ese asunto. De momento, para cerrar este apartado, sólo mencionaré que el
acercamiento culturalista a la historia latinoamericana no ha hecho, en muchos ca-
sos, más que arraigar el prejuicio de que en esta región son importantes la tradi-
ción, las redes de parentesco y el patronazgo en las actividades sociales y políticas,
como si no sucediera así en otros países adánticos. 19
Como hemos visto, una de las principales razones para argüir que el liberalismo en
América Latina fue incompleto o, al menos, sui generis, es una muy idealizada in-
terpretación de ese pensamiento y sus proyectos (Hale, 1997). Algunos historiado-
res, menos convencidos de las virtudes del liberalismo, han señalado que no debe-
mos extrañarnos por la exclusión de amplios sectores sociales o por la falta de
democracia. En un artículo sobre el caso venezolano, Miquel Izard ya llamaba la
atención sobre la idea, algo exagerada, que tienen muchos historiadores de un li-
beralismo incluyente y democrático, la cual, cuando se confronta con las políticas
decimonónicas, muestra el abismo entre ideas y prácticas.
19 GARNER, 2003, p. 9. En el mismo sentido también WIARDA, 2001, p. 113. Esta tendencia se
veía ya desde el estudio pionero de ALMOND y VERBA, 1965 (aunque la primera edición es de 1963).
falacia, es haberlos querido presentar como lo que no fueron, como dirigentes revolu-
cionarios abjurando de sus vinculaciones de clase y misteriosamente dirigiendo unas
revoluciones populares. Tales anacronismos y chapuzas han sido perpetrados no por
quienes están interesados en saber lo que ocurrió, sino por quienes inventan un pasa-
do para unos grupos actuales bien concretos (Izard, 1987, p. 129).
20 PoWELL, 1973. pp. 147 y 151. Hay traducción al español: PoWELL, 1974.
21 FRANCO MENDOZA, 1986; MEYER, 1986.
tos (por lo general más cerradas que las requeridas en el Antiguo Régimen para for-
mar una república de indios), redujeron de un modo considerable el número de
pueblos con autogobierno. Muchos se convirtieron en "sufragáneos" de una cabe-
cera municipal alejada y, por lo general, en manos de no indios. 22 Nancy Farriss,
en un estudio clásico sobre la población maya, dictaminó que el proceso iniciado
por las reformas borbónicas y continuado por los liberales fue, para los indígenas,
una "segunda conquista'' que quitó, poco a poco, autonomía a los pueblos indios
(Farriss, 1984, pp. 355, 375-388). En Oaxaca, Marcello Carmagnani (Carmagna-
ni, 1988, pp. 232-238) observó el mismo fenómeno, aunque más tardío, en el bre-
ve periodo de 1848-1852, lo cual sólo lo hizo más traumático.
En el Perú, otro país con una amplia población indígena y, en muchos senti-
dos, comparable a México, los historiadores también resaltaron las aflicciones de
los pueblos indígenas debidas a las políticas liberales (Piel, 1981, pp. 280-289).
Heraclio Bonilla, en un estudio clásico (Bonilla, 1974), señaló el fracaso del pro-
yecto liberal en la construcción de una nación en la cual estuviera involucrada la
mayoría de los grupos sociales. Para este autor, el mejor ejemplo de lo anterior pue-
de apreciarse en la Guerra del Pacífico. La derrota sufrida en la intervención mili-
tar chilena sería una prueba de que los campesinos y en especial los indígenas no
estaban comprometidos con la defensa del territorio nacional (pues la nación in-
dependiente no los había beneficiado) sino, en todo caso, de sus espacios comuna-
les. En respuesta, varios historiadores, entre los que puedo destacar a Nelson Man-
rique y Florencia Mallon, adujeron que si bien es cierta la falca de compromiso de
los pueblos con el proyecto nacional de la élite peruana, en cambio ellos estaban
construyendo un proyecto alcernativo de nación, en el cual la defensa de la comu-
nidad era un elemento de primera importancia. 23
Por supuesto, este proyecto nacional alterno no tenía que ser por fuerza libe-
ral y, al contrario, puede apreciarse en la culcura política de las comunidades indí-
genas peruanas muchos elementos que, desde la perspectiva de la dialéctica tradi-
ción-modernidad, podrían ser interpretados como vestigios del Antiguo Régimen.
En el caso de los estudios sobre la participación de los campesinos, indígenas y
otros grupos populares en la construcción del Estado nacional mexicano, los his-
toriadores han llegado a conclusiones diferentes. 24 Desde 1985, Alan Knight ha-
bía llamado la atención sobre la presencia de variantes del liberalismo en diversos
sectores sociales de la segunda mitad del siglo XIX. A diferencia de muchos de los
autores mencionados en las páginas anteriores, Knight no se preocupó por hacer
una definición del liberalismo (con lo cual, de seguro, hubiera concluido que no
hubo liberales en el México decimonónico) sino por estudiar a los liberales, los in-
dividuos simpatizantes con el proyecto impulsado por la Constitución de 1857
(Knight, 1985, p. 63). Así, consideraba tan liberales a quienes se hallaban en el go-
bierno como a algunos de sus opositores, defensores también del constitucionalis-
mo. Eran liberales, pero no iguales. Los liberales conservadores y los positivistas,
cercanos al gobierno, tenían sólo unas cuantas semejanzas con las clases medias ur-
banas, aquellas que promoverían primero el reyismo y luego el antirreeleccionismo.
Otra cosa era el liberalismo popular, más comprometido con el autogobierno de
los pueblos y con las demandas campesinas, las cuales tenían una especie de "afi-
nidad electiva'' con las promesas de la Constitución de 1857 y las Leyes de Refor-
ma (Knight, 1985, p. 72).
El trabajo de Alan Knight al cual me he referido es sólo un ensayo de inter-
pretación, pero tan sugerente que ha promovido varios estudios monográficos. De
manera particular, me interesa resaltar la relación, notada por este autor, entre el
liberalismo popular y la defensa de la patria, la cual podía verse con claridad en las
guerras de intervención, como la francesa. Este aspecto sería desarrollado de un
modo más completo por Florencia Mallon25 y Guy Thomson, entre otros autores.
En Peasant and Nation. The Making ofPostcolonial Mexico and Peru, Mallon reto-
mó su hipótesis acerca del proyecto alternativo de nación en las comunidades in-
dígenas y campesinas del Perú, visible durante la guerra con Chile, y lo comparó
con la participación de comunidades de la Sierra Norte de Puebla y del actual es-
tado de Morelos, en México, durante la guerra contra Francia. En principio, la au-
tora reconoció que los pueblos partidarios de la república durante el periodo del
imperio de Maximiliano diferían en algunos puntos notables con el gobierno jua-
rista y su proyecto, entre los cuales destacaba, sin duda, la distinta definición so-
bre la propiedad de la tierra y la comunidad política (Mallon, 1995, p. 36). No
obstante, como había notado Knighc, algunas características de la organización po-
lítica de las comunidades hacían que fuera mucho más fácil la alianza con los libe-
rales que con los monárquicos. Incluso, a lo largo del libro, la autora propuso que
el liberalismo popular de los pueblos por ella estudiados era, de alguna manera,
más liberal que el de los dirigentes de la república. Por lo menos, era democrático,
en un sentido más participativo que lo propuesto por el liberalismo de las élites.
Algo semejante sucedía con la definición del ciudadano: un individuo propietario
para los liberales, un miembro comprometido con la comunidad para el liberalis-
mo popular. 26
25 KNIGIIT, 1995, p. 73; MALLON, 1985. También Knight había propuesto el caso de las incursio-
nes contra la hacienda de Chiconcuac en 18 50 como un ejemplo de las afinidades entre las demandas
populares campesinas con los proyectos de los liberales. Ese mismo caso lo desarrollaría Mallon, pero no
me atrevo a decir que por inspiración de Knight, toda vez que, de seguro, Mallon lo estaba elaborando
por las mismas fechas (tal vez un poco después) de haber aparecido el ensayo del historiador británico:
véase MAU.ON, 1986, una versión preliminar de MAU.ON, 1989.
26 MALLON, 1995, p. 97. No me referiré aquí a las criticas generadas por la propuesta de Mallon;
pues en general tienen más que ver con algunas inconsistencias metodológicas e imprecisiones teóricas
que con sus conclusiones (aunque éstas surjan del andamiaje teórico y las preocupaciones políticas de
la autora). En especial, puede verse la crítica de HABER, I 999, las interesantes reseñas de HALPERIN, I 997
y TUTINO, 1997, y la respuesta a sus críticos en MALLON, 2003, pp. 51-76.
27 THOMSON y LAFRANCE, 1999, pp. 258-259; THOMSON, 1997, p. 125. Acerca de la guardia na-
cional, THOMSON, 1993; SANTONI, 1996; HERNANDEZ CHAVEZ, 1992.
do el popular. 28 En uno de los estudios más valiosos sobre el tema, Peter Guardino
muestra cómo las alianzas entre los pueblos indios (y no sólo indios) del que des-
pués sería el estado de Guerrero y algunos políticos con proyección nacional, como
Juan Álvarez, se presentaron en la primera mitad del siglo XIX. Por supuesto, para
que dicha alianza fuera posible, se requería que la cultura política de los pueblos
fuera afín en algunos puntos con el proyecto nacional de los liberales. Las prácticas
políticas heredadas del virreinato y, sobre todo, las transformaciones introducidas
por el constitucionalismo a partir de 1812 y la guerra civil del sur de Nueva Espa-
ña antes de la independencia, construyeron una cultura política que enfatizó los va-
lores de las comunidades, la defensa de los recursos de los pueblos contra los gru-
pos privilegiados y la correcta impartición de justicia. Para el inicio de la época de
la Reforma (con la Revolución de Ayuda) esta ideología ya se hallaba madura y "si
bien, no era idéntica al liberalismo asociado a la Reforma, sí era congruente con él
y representaba una tendencia del mismo" (Guardino, 1996, p. 179).
Por supuesto, no codos los autores que abordan la cultura política de los pue-
blos indios están de acuerdo con las interpretaciones de historiadores como Man-
rique, Mallon, Thomson o Guardino. En el Perú, Heraclio Bonilla ha seguido in-
sistiendo en que las movilizaciones indígenas "fueron expresiones de protesta
contra los abusos y las extorsiones de los funcionarios públicos y de propietarios lo-
cales, dentro del encuadramiento de líderes mestizos y blancos que así hacían uso
de sus indios" (Bonilla, 1997, p. 95; véase también Bonilla, 1986). Mientras tanto,
en el caso mexicano, Jesús Hemández Jaimes ha estudiado las rebeliones indígenas
en Tlapa y Chilapa de 1842 a 1846 para llegar a conclusiones muy diferentes a las
de Guardino. El historiador mexicano asegura que buena parte de los documentos
en los cuales se muestran las presuntas posiciones ideológicas de los pueblos indios
de la región fue, en realidad, producida por dirigentes no indios, como Juan Álva-
rez o su hijo Diego Álvarez. También señala que aquellos papeles cuyo origen indí-
gena es más probable, no dejan ver, por lo general, pronunciamientos de índole po-
lítica más allá de reivindicaciones locales. 29 El fino análisis hecho por Hemández
Jaimes nos pone en guardia frente a los condicionamientos ideológicos de autores
como Mallon o Guardino, quienes pretenden establecer puentes directos entre los
movimientos indígenas decimonónicos y los que se presentan en toda América La-
tina desde finales del siglo XX: "La preocupación por la formación del Estado na-
cional está más [que en los pueblos indios del siglo XIX] en los historiadores actua-
28 ANNINO, 1993, p. 12. Entre los estudios pioneros acerca del impacto del liberalismo español
en Hispanoamérica, debe considerarse RoDRIGUEZ, 1975. Para el impacto del constitucionalismo gadi-
tano en los procesos de independencia (y la propuesta de emplear categorías más flexibles para com-
prender el rema): BREillA, 2003.
29 HERNÁNDEZ }AIMES, 2003. El autor no pierde de vista que algunas generalizaciones hechas por
Guardino son peligrosas, como considerar que todos los pueblos de las regiones que estudia eran indí-
genas o el riesgo de anacronismo presente desde el momento en que estudia al "estado de Guerrero"
cuando todavía no existía.
les, algunos de los cuales van hacia el pasado buscando e, incluso, imaginando ele-
mentos que indiquen que los actores decimonónicos compartían su obsesión"
(HernándezJaimes, 2003, pp. 40-41).3°
30 Debo señalar, para concluir este aparcado, que no todos los autores que abordan el tema de
las relaciones entre el liberalismo y los pueblos indígenas comparten la interpretación del liberalismo
popular y, al parecer, muchos de ellos ni siquiera están interesados en el debate o, de plano, prefieren
ignorarlo, como TARACENA, 2002 y Wn.soN, 2003. Hay que decir, aun en una noca a pie de página, que
no toda la nueva historia pollcica latinoamericana es Nueva Historia Política Latinoamericana. Auto-
res como Taracena no son tomados en cuenca por quienes cultivan la mencionada Nueva Historia. Tal
va convendría, para definir mejor las características y limites del tema de este libro, hacer un poco de
sociología de los historiadores a quienes se considera partícipes del movimiento renovador en las inter-
pretaciones de las pollticas decimonónicas. Parece evidente que, en Estados Unidos, autores como Pe-
cer Guardino y Florencia Mallon comparten foros y han conseguido construir una red de simpatizan-
tes de sus propuestas. Mientras tanto en México (y otros países de América Latina}, El Colegio de
México ha jugado un papel importantísimo en la renovación de la historia pollcica a través de sus pro-
fesores {como señala Tfo VALLEJO, 2001, p. 15: "Durante mi estadía en El Colegio de México entre
1991 y 1993 tomé contacto con una nueva historia política'') y de la magnífica colección auspiciada
por el Fideicomiso de Historia de las Américas, lo cual ha hecho de esa institución un centro en el que
gravita buena parte de los cultivadores de la Nueva Historia Política y origen de una sociabilidad que
merecería un estudio aparre.
puesto por algunos de los historiadores que han seguido la hipótesis de un libera-
lismo popular es que, en la mayoría de los casos, logran identificarlo cuando los
campesinos o las comunidades indígenas entablaban alianzas con los dirigentes li-
berales. El mismo Thomson se ha percatado de que en México algunos pueblos
apoyaron a los conservadores al momento de la guerra contra los franceses, pese a
que su cultura política no era tan diferente de aquellos que se .alinearon con el ban-
do republicano (Thomson y LaFrance, 1998). En muchos otros casos ni siquiera
se presentaron dichas alianzas; pero como se han encargado de mostrar los histo-
riadores que ponen atención en la cultura política, sí hubo un impacto del libera-
lismo en las prácticas y los discursos de pueblos, comunidades indígenas, sectores
populares urbanos, por no hablar de las élites. Por supuesto, las instituciones y el
pensamiento liberales no llegaron a un territorio vacío. Había una cultura política
previa. Ya señalé antes algunas de las características de la historiografía que ponde-
ra las llamadas "continuidades" tradicionales o virreinales en el orden independien-
te. Ahora me referiré a aquella que, sin ignorar la base de política tradicional pre-
sente en el siglo XIX, se preocupa más por mostrar cómo ésta se transformó gracias
a las guerras civiles iniciadas desde la segunda década de esa centuria y al constitu-
cionalismo, empezando por el gaditano en la mayoría de los casos.
Antonio Annino es uno de los historiadores más destacados por su obra en tor-
no al liberalismo latinoamericano. Éste no es, por supuesto, el momento para ha-
cer un recorrido, siquiera breve, por el desarrollo de las ideas de este autor. Baste
decir que en algunos de sus primeros trabajos todavía insistía en explicar en la he-
rencia virreinal algunas características de las prácticas políticas impulsadas por el
constitucionalismo. 31 Sin embargo, en los más recientes hay una preocupación por
mostrar cómo el pensamiento y las instituciones liberales transformaron la cultura
política de los pueblos, en particular en el caso mexicano, acompañada por una re-
flexión muy pertinente acerca de los límites del liberalismo, que le ha permitido se-
ñalar, en más de una ocasión, que el peculiarismo latinoamericano es en buena me-
dida el resultado de las miradas de los estudiosos de la región. Como comenté antes,
algunos aspectos de la vida política en la América Latina decimonónica (como la
corrupción, el clientelismo, las movilizaciones electorales) también se hallaban pre-
sentes en otros países, considerados modelos por sus instituciones representativas.
Annino se ha encargado de apuntar, además, que esas características y muchas otras,
como la existencia de elecciones no competitivas, el unanimismo del voto o las can-
didaturas únicas no fueron condenadas de un modo claro o explícito por los teóri-
cos del liberalismo, como Montesquieu (Annino, 1993b).
El propio Montesquieu creía en los poderes intermedios como un dique con-
tra el despotismo y es considerado uno de los pensadores más importantes del li-
32 ÜYM, 2000; SERRANO ÜRTEGA, 2001; AVENDANO, 1997; CHIARAMONTE, 1997; GUARJSCO,
2003. Un caso similar en ESCOBAR ÜHMSTEDE, 1997.
ría, las organizaciones religiosas, la prensa y los círculos en derredor de ciertos pe-
riódicos y revistas, los clubes, tertulias, los grupos artesanales y obreros, las asocia-
ciones profesionales, y otros tipos de espacios donde los individuos podían ejercer,
con relativa libertad, la discusión racional y la participación. 33 Las sociedades secre-
tas y las políticas clandestinas (las conspiraciones) también fueron medios por los
cuales grupos sociales que antes habían estado al margen de la vida política, pudie-
ron abrirse paso, aunque fuera desde "la periferia del liberalismo", como ha llama-
do Luis Fernando Granados a los liberales plebeyos de la ciudad de México de la
primera mitad del siglo XIX (Granados, 2003, p. 192; Guedea, 1992; Ávila, 2004b).
Estos espacios y las nuevas sociabilidades iban configurando, poco a poco, al nue-
vo sujeto político decimonónico, el ciudadano.
Por medio del estudio de asociaciones de mediados del siglo XIX, autores como
Carlos Forment muestran que si bien con deficiencias, existió una cultura política
democrática, fundada en lo que este estudioso ha llamado "catolicismo cívico",
para resaltar cómo algunas características del pensamiento religioso (morales, sobre
todo) pudieron acomodarse en el nuevo discurso cívico latinoamericano. Es verdad
que las asociaciones establecidas en países como Perú no fueron muy perdurables,
pero su número sí era considerable, mayor que lo esperado (Forment, 1999; For-
ment, 2003). La participación en los procesos electorales del siglo XIX, al menos en
la primera mitad, también es mayor que lo que hubiéramos podido imaginar. En
gran parce de la región, la Constitución de Cádiz inició este tipo de prácticas, en las
cuales la población de ciudades y pueblos participó de un modo entusiasta. Las
votaciones de finales de 1812 en la ciudad de México han merecido una atención
destacada, en buena medida por lo bien documentadas que están. Entre los histo-
riadores recientes (para no recordar los trabajos pioneros de Neccie Lee Benson),
Virginia Guedea y Antonio Annino han reconocido en aquellas jornadas electora-
les un verdadero parteaguas en cuanto a la politización de una sociedad que estaba
aprendiendo a ejercer el derecho fundamental de la ciudadanía: la elección de sus
representantes (Guedea, 199la; Annino, 1988; Rodríguez O., 1992).
Igual que había ocurrido en la ciudad de México, las elecciones se convirtie-
ron en un motivo de enfrentamiento entre las autoridades y los grupos poderosos
de otras ciudades, villas y pueblos (Peralta Ruiz, 1996). Por lo mismo, no fue raro
que en el periodo de la emancipación, los representantes del gobierno español en
América consideraran que los triunfadores en los comicios estaban vinculados con
los grupos armados que peleaban a favor de la independencia, entre quienes tam-
bién apareció la necesidad de organizar gobiernos representativos. Según parece, la
guerra también hizo al pueblo soberano (Ávila, 2002, p. 181). En las regiones con-
troladas por el cura José María Morelos, se hizo evidente, desde muy pronto, que
para ganar la confianza de los notables de ciudades como Oaxaca se hacía menes-
33 BAST!AN (comp.). I990; BAST!AN, I 989; ROMERO, 1978; Pl\REz TOLEDO, 1996; lLLADES, 1996;
GoNzALEZ, 1992; GoNzALEZ, 1993; ÜRJBE URAN, 2000; ROJAS, 2003; Rlos Zú!(jJGA, en prensa.
Quiero terminar este breve ensayo con una rápida presentación de un grupo de
obras revisionistas que han estudiado el fenómeno del liberalismo desde una pers-
pectiva algo diferente a las que hasta aquí se han expuesto, y con las cuales, según
me parece, resulta imperioso dialogar. Tanto en la historiografía que niega la posi-
34 Tlo VALLEJO, 200 l, p. 372. En mi trabajo sobre México hallo una experiencia semejante: Áv1-
LA, 1998-1999, pp. 30-36.
3S POSADA URBÓ, 2000a, p. 165; POSADA CARBÓ, 2000b.
36 Una interpretación diferente, por demás interesante, que analiza con cuidado los mecanismos
de inclusión y exclusión de la ciudadanía por el liberalismo es la de Rlos Zúl'llGA, en prensa.
37 ANNINO, 1994; ANNINO, 1999; ANNINO, 2002; HERNÁNDEZ CHAVFZ, 1993.
bilidad del liberalismo en América Latina como en la que considera su efectiva pre-
sencia y arraigo, incluso en las comunidades más aisladas, se halla presente una con-
cepción esencialista (y, por lo tanto, ahistórica) del pensamiento y práctica libera-
les. Para los primeros, el liberalismo tiene una serie de características que le son
propias (vale decir, esenciales) y que, con toda evidencia, no se hallan presentes en
los países de la región, como la protección de los derechos individuales, el freno a
la arbitrariedad de las autoridades y la ausencia de un poder político eficaz y reco-
nocido. Para otros, en cambio, la sustancia del liberalismo es la participación cívica
en los asuntos de todos, de la res-publica, y la defensa de los derechos otorgados por
las constituciones, elementos que pueden observarse en campesinos, indígenas y po-
bres urbanos, entre otros, lo cual posibilitó las alianzas con los dirigentes liberales.
No es menester insistir mucho en los peligros de esta perspectiva para cualquier
tipo de estudio histórico. Ya Nietzsche había señalado que lo definible no tiene his-
toria. En un caso, la definición de liberalismo es tan cerrada que no pueden entrar
los latinoamericanos decimonónicos (e, incluso, me atrevería a decir que muy po-
cos europeos y estadounidenses), en el otro, ciertas prácticas se parecen tanto a los
rasgos definitorios liberales que no se vacila en considerarlas como tales, pese a que
los actores a los que se atribuye dicha ideología no la hubieran reclamado como pro-
pia más que en unos cuantos casos.
Los estudios del pensamiento liberal desde la historia intelectual han mostra-
do que éste no es tan fácil de meter en una definición. Entre otras cosas, un análi-
sis detenido nos debe hacer "repensar el tradicional esquema del conflicto entre li-
berales y conservadores" (Gudmundson, 1995, p. 80), algo ya señalado por Hale
hace varias décadas, pero que, al parecer, ha pasado inadvertido para quienes enca-
sillan el liberalismo. Los estudiosos del liberalismo popular deberían, en especial,
estar al pendiente de los trabajos de sus colegas dedicados a la historia del pensa-
miento, para evitar hacer afirmaciones tajantes como las de Peter Guardino o Ri-
chard Warren, quienes de un plumazo explican la imposibilidad de una alianza de
los sectores populares de la ciudad de México o del sur del país con el grupo polí-
tico encabezado por Lucas Alamán, porque éste era líder de "los regímenes centra-
listas de comienzos de 1830'', 38 cuando en realidad el gobierno de Anastasio Bus-
tamante pretendía "restaurar" el federalismo. 39
La historia intelectual fue pionera en el estudio del liberalismo. Durante mu-
cho tiempo, hablar de este tema era hablar de ideologías y no de prácticas, como
han venido a insistir quienes estudian la cultura política. Las obras dedicadas a las
condiciones económicas, sociales y políticas de los países de América Latina des-
3B GUARDINO, 1996, p. 182. Por su parre, Richard Warren cree que los "esoceses" añoraban los
tiempos de la colonia y eran centralistas: WARREN, 200 l, p. 76. Una visión diferente sobre las logias ma-
sónicas de la década de 1820 en ROJAS, 2003, pp. 126-155.
39 ANDREWS, 2001, pp. 127-133. No es un estudio que pudiéramos considerar dentro de la nue-
va historia política, pero es muy ilustrador acerca de las posiciones políticas a comienws de los años de
1830.
plazaron por un tiempo los acercamientos a las ideas. En definitiva, parecía que los
aspectos "duros" del pasado explicaban mucho más que sólo detenerse en los escri-
tos de los "grandes pensadores" decimonónicos. Sin embargo, esta situación está
cambiando. Los historiadores ya no se conforman con estudiar "la idea liberal"
(como la llamó Escalante) sino que analizan las aporías de ese pensamiento, sus de-
ficiencias y variantes, a la luz de los estudios sobre la sociedad, la economía y la po-
lítica. Historiadores como Paul Gootenberg prefieren considerar su trabajo como
una "historia social de las ideas", aunque no rechazan las propuestas innovadoras
de autores como Dominick LaCapra (Gootenberg, 1993, p. vii). Con estas pro-
puestas, puede rechazarse la vieja interpretación del liberalismo como un neoco-
lonialismo para América Latina.
Si para algunos el fracaso del liberalismo latinoamericano se debió a que no
tuvo un terreno adecuado para florecer, José Antonio Aguilar Rivera explora la po-
sibilidad de un liberalismo poco propicio para garantizar un orden estable y una
vida política, si no democrática, al menos plural. Cuando los políticos latinoameri-
canos pensaron que sólo una constitución "bien hecha'' sería capaz de frenar el caos
y enfrentar las adversidades, abrieron la puerta a que, en momentos graves, se vio-
lentara el orden constitucional al otorgar poderes extraordinarios al Ejecutivo (Agui-
lar Rivera, 2000; Aguilar Rivera, 2001). Algo semejante ocurrió con la interpreta-
ción rusoniana de la soberanía elaborada por buena parce de los constituyentes y
legisladores latinoamericanos. Al considerarla una e indivisible, asumieron que los
representantes (los diputados) debían ejercer todas la facultades de la soberanía y
sólo por delegación graciosa permitían que un presidente se hiciera cargo de la rama
ejecutiva y una corte de la judicial (Ávila, 2002, p. 226). Aguilar Rivera señaló que
el conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo presente en gran parce del siglo XIX se
debió, en buena medida, a un problema institucional: la división de poderes no es
equidad entre poderes. Como ha insistido Josefina Vázquez, la tiranía y el exceso no
siempre se presentaron en los presidentes sino, también y mucho, en los congresos,
considerados superiores a cualquier otra instancia. 40
Debo señalar que en la obra de José Antonio Aguilar Rivera hay una buena
dosis de esencialismo (como el que he criticado en otros autores), pues piensa que
los liberales latinoamericanos (mexicanos, en particular) no leyeron bien a Mon-
tesquieu o, al menos, no tan bien como hicieron los estadounidenses (Aguilar Ri-
vera, 2002), en la delicada materia de la división y equilibrio de los poderes. Por
mi parte, considero que no hay buenas o malas lecturas, sino sólo lecturas hechas
desde contextos culturales y políticos. El análisis de los contextos y de los lengua-
jes ha permitido, por cierto, la mayor renovación en el campo de la historia inte-
lectual latinoamericana. En seguimiento de los postulados principales de la Escue-
40 Josefina Vázquez ejemplifica algunos de los excesos de las legislaturas, como otorgar la presi-
dencia de México a Vicente Guerrero en 1829 o la elaboración de la Ley del Caso durante la adminis-
tración de Valentín Gómez Farías: VAZQUEZ, 1999, pp. 38-39.
42 CASTRO LEIVA, 1985; CASTRO LEIVA, 1994. En sus obras, Castro Leiva comparte las preocupa-
ciones de autores como J.G.A. Pocock y Biancamaria Fontana sobre la relación entre la virtud y el co-
mercio en la construcción de la república moderna.
43 AGUILAR RivERA y ROJAS, 2002. Sobre el dossier de Prismas, me interesa resaltar MURILO DE
ciones sociales y políticas latinoamericanas decimonónicas, parten de prejuicios como la oposición li-
berales-conservadores, WooDWARD, 1996. Por otro lado, son muy frecuentes los estudios que sólo re-
piten las tesis tradicionales, sin aportar algo novedoso: SZABó y HoRVÁTH, 1998.
varios. Es posible que el pensamiento conservador sea una variante más. Los his-
toriadores están ahora más dispuestos a abandonar la tradicional oposición libera-
les-conservadores para analizar de cerca el uso de los lenguajes y ampliar nuestra vi-
sión a otras propuestas: radicales, moderadas, tradicionalistas (Fowler, 1998) y
republicanas. Los estudios de la cultura política también han contribuido a revisar
algunos supuestos sobre la incapacidad de los latinoamericanos para adoptar insti-
tuciones liberales y republicanas. Ya no se desdeña la participación de los pueblos
en la construcción de los estados nacionales modernos, aunque todavía no sepamos
cuáles eran sus límites. En fin, estamos muy lejos de la idílica interpretación de un
liberalismo único, coherente y dominante que, todavía hace unas décadas, tenía-
mos. Los caminos seguidos para hacer una historia más rica y más compleja han
sido muchos. Me parece necesario un mayor diálogo entre las diversas propuestas,
pero creo que el balance es satisfactorio.
BIBLIOGRAFIA
1993a "Nuevas perspectivas para una vieja pregunta", en Annino y Buve (coords.),
pp. 5-13.
l 993b "Conclusión: el Jano bifronte mexicano: una aproximación tentativa", en An-
nino y Buve (coords.), pp. 179-186.
1994 "Soberanías en lucha", en Annino, Casero Leiva y Guerra (eds.}, pp. 229-253.
1995 "Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos 1812-1821" en An-
nino (coord.), pp. 177-226.
1999 "Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en México. Los orígenes de un
dilema", en Sabato (coord.), pp. 62-93.
2002 "El Jano bifronte: los pueblos y los orígenes del liberalismo en México", en
Reina y Servín (coords.), pp. 209-251.
ANNINO, Antonio, y Raymond BlNE (coords.)
1993 Cuadernos de Historia Latinoamericana l. El liberalismo en México, Münster y
Hamburgo, Lit Verlag-Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos.
ANNINO, Antonio (coord.)
1995 Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires: Fondo de Cul-
tura Económica.
ANNINO, Antonio, Luis CAsrRo LEIVA, y Frarn;:ois-Xavier GUERRA (dirs.)
1994 De los imperios a las naciones: Iberoamérica, Zaragoza: IberCaja.
AVENDAÑO ROJAS, Xiomara del Carmen
1995 "Procesos electorales y clase política en la Federación de Centroamérica ( 1810-
1840)", tesis de doctorado en Historia, México, El Colegio de México.
1997 "Pueblos indígenas y República en Guatemala, 1812-1870", en Reina
(coord.), pp. 109-120.
ÁVll.A, Alfredo
1998-1999 "Las primeras elecciones del México independiente", en Política y Cultura 11,
invierno, pp. 28-60.
2002 En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México
(J 808-1824), México: Centro de Investigación y Docencia Económicas-Taurus.
2003 "El cristiano constitucional: libertad, derecho y naturaleza en la retórica de
Manuel de la Bárcena", en Estudios de Historia Moderna y Contempordnea de
México 25, enero-junio, pp. 5-41.
2004a "De las independencias a la moderaidad. Notas sobre un cambio historiográ-
fico", en Pani y Salmerón (coords.), pp. 76-112.
2004 "El Partido Popular en México", en Historia y Politica 11: l, pp. 35-64.
BASTIAN, Jean-Pierre
1989 Los disidentes. Sociedades protestantes y Revolución en México, 1872-1911, Mé-
xico: Fondo de Cultura Económica.
BASTIAN, Jean Pierre (comp.)
1990 Protestantes, liberales y francmasones. Sociedades de ideas y modernidad en Amé-
rica Latina, siglo XIX, México: Fondo de Cultura Económica-Comisión de Es-
tudios de Historia de la Iglesia en América Latina.
BEEZLEY, William H., y Judith EwELL (eds.)
1998 The Human Tradition in Latin America. The Twentieth Century, Wilmington:
Scholarly Resources.
BERRY, Charles R.
1981 The Refarm in Oaxaca 1856-76. A microhistory of the Liberal Revolution, Lin-
coln y Londres: Universiry ofNebraska Press.
BETHELL, Leslie (ed.)
1985 The Cambridge History of Latin America. Volume fil From Independence to c.
1870, Cambridge: Cambridge Universiry Press.
BONILLA BONILLA, Adolfo
1996 "The Central American Enlightenment 1770-1938. An interpretation of
Political Ideas and Political History", tesis doctoral, University of Man-
chester.
BONILLA, Heraclio
1974 Guano y burguesía en el Perú, Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
1986 "Comunidades indígenas y Estado-nación en Perú", en Estudios Sociológicos
IV: 12, septiembre-diciembre, pp. 429-443.
1997 "Estructura y articulación política de las comunidades indígenas de los Andes
centrales con sus Estados nacionales", en Reina (coord.), pp. 93-108.
BOTANA, Natalio
1997 La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo,
Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
BRADING, David A.
1988 Mito y profecía en la historia de México, traducción de Tomás Segovia, México:
Vuelta.
BREÑA, Roberto
2000 "La consumación de la independencia de México: ¿dónde quedó el liberalis-
mo? Historia y pensamiento político", en Revista Internacional de Filosofia Po-
lítica 16, diciembre, pp. 59-93.
2003 "El primer liberalismo español y la emancipación de América: tradición y re-
forma", en Revista de Estudios Políticos 121, julio-septiembre, pp. 257-289.
CALLCOTT, Wilfrid Hardy
1965 Liberalism in Mexico 1857-1929, Hamden, Connecticut: Archon Books.
CARMAGNANI, Marcello
1988 El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en Oa-
xaca. Siglos XVll y XVIII, México: Fondo de Cultura Económica.
1993 "Del territorio a la región: líneas de un proceso en la primera mitad del si-
glo x1x", en Hernández Chávez y Miño Grijalva (coords.), v. 2, pp. 221-
241.
1994 Estado y mercado. La economía pública del liberalismo mexicano 1850-1911,
México: El Colegio de México-Fideicomiso de Historia de las Américas-Fon-
do de Cultura Económica.
1995 "Finanzas y Estado en México 1820-1880", en Montalvo Ortega (coord.), pp.
91-119.
2000 "Introducción", en Carmagnani (coord.), pp. 1-7.
CARGMAGNANI, Marcello (coord.)
2000 Constitucionalismo y orden liberal en América Latina, 1850-1920, Turín: Otto
Editore.
1999 "La imposibilidad del liberalismo en México", en Vázquez (coord.), pp. 13-18.
2001 "La dificultad del liberalismo mexicano", en Revista Internacional de Filosofía
Política 18, diciembre, pp. 83-97.
EscOBAR ÜHMSTEDE, Antonio
1997 "Los ayuntamientos y los pueblos indios en la sierra huasteca: conflictos entre
nuevos y viejos actores, 1812-1840", en Reina (coord.}, pp. 294-316.
EscoBAR ÜHMSTEDE, Antonio, y Romana FALCÓN (coords.)
2002 Los ejes de fa disputa. Movimientos sociales y actores colectivos en América Latina,
siglo XIX, Madrid: Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos-
Iberoamericana-Vervuert.
EsCOBAR ÜHMSTEDE, Antonio (coord.)
1993 Indio, nación y comunidad en el México del siglo XIX, México: Centro de Estu-
dios Mexicanos y Centroamericanos-Centro de Investigaciones y Estudios Su-
periores en Antropología Social.
FALCÓN, Romana
2003 "Invitación al diálogo" en Mallon, 2003, pp. 37-50.
FARRJSS, Nancy
1984 Maya Society under Colonial Rule. The Coffective Enterprise ofSurvival, Prince-
ton, Princeton University Press.
FoRMENT, Carlos
1999 "La sociedad civil en el Perú del siglo XIX: democrática o disciplinaria", en Sa-
bato (coord.}, pp. 202-230.
2003 Democracy in Latín America 1760-1900. Volume !, Civic Seljhood and Public
Life in Mexico and Peru, Chicago y Londres: The University of Chicago Press.
FOWLER, William
1998 Mexico in the age ofProposals 1821-1853, Westport: Greenwood Press.
1999 "Presentación" en Fowler y Morales (coords.), pp. 9-10.
FOWLER, William, y Humberto MORALES (coords.)
1999 El conservadurismo mexicano en el siglo XIX (1810-1910), Puebla: Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla-Secretaría de Cultura del Gobierno del Es-
tado de Puebla-University of Saint Andrews.
FRANCO MENDOZA, Moisés
1986 "La desamortización de bienes de comunidades indígenas en Michoacán", en
Carrasco etaL, pp. 169-188.
GALANTE, Mirian
2004 "El liberalismo en la historiografía mexicanista de los últimos veinte años", en
Secuencia 58, enero-abril, pp. 161-187.
GARNER, Paul
2003 Porfirio Diaz. Del héroe al dictador. Una biografía, traducción de Luis Pérez Vi-
llanueva, México: Planeta.
GoLDMAN, Noemí
2000 Historia y lenguaje. Los discursos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires: Edi-
tores de América Latina.
GoNzALEZ BERNALDO DE Qu1Rós, Pilar
2001 Civilidad y política en los orígenes de fa nación argentina. Las sociabilidades en
l<NIGHT, Alan
1985 "El liberalismo mexicano desde la Reforma hasta la Revolución (una interpre-
tación)", en Historia Mexicana XXXV: 1, julio-septiembre, pp. 59-91.
LEMPÉRIERE, Annick
1998 "República y publicidad a finales del Antiguo Régimen (Nueva Espafia)", en
Guerra, Lempériere et al, pp. 54-79.
1999 "Reflexiones sobre la terminología política del liberalismo", en Connaughcon,
Illades y Pérez Toledo, pp. 35-56.
LlDA, Miranda
2003 "Gregorio Funes y las iglesias rioplatenses, del Antiguo Régimen a la Revolu-
ción", tesis doctoral, Universidad Torcuato Di Tella.
LIRA, Andrés
1983 Comunidades indígenas frente a la ciudad de México. Tenochtitlan y Tlatelo/co, sus
pueblos y barrios, 1812-1919, Zamora: El Colegio de México-El Colegio de
Michoacán-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
MALLON, Florencia E.
1983 The Defime ofCommunity in Pent's Central Highlands: Peasant Struggle and Ca-
pitalist Tramition, 1860-1940, Princeton: Princeton University Press, 1983.
1986 "Peasants and State Formation in Nineteenth-Century Mexico: Morelos,
1848-1858", paper presented at che XII Internacional Congress of che Latin
American Studies Association, Boscon, Massachusetts, 23-25 de octubre.
1989 "Los campesinos y la formación del Estado en el México del siglo XIX: More-
los, 1848-1858", en Secuencia 15, septiembre-diciembre, pp. 47-96.
1995 Peasant and Nation. The Making ofPostcolonial Mexico and Peru, Berkeley, Los
Ángeles y Londres: Universicy of California Press.
2003 Campesino y nación. La comtrucción de México y Perú postcoloniales, México: El
Colegio de San Luis-El Colegio de Michoacán-Centro de Investigaciones y Es-
tudios Superiores en Antropología Social.
MANRIQUE, Nelson
1981 Campesinado y nación. Las guerrillas indígenas en la guerra con Chile, Lima:
Centro de Investigación y Capacitación, Editorial Ita!.
1988 Ytlwar Mayu. Sociedades terratenientes serranas 1879-1910, Lima: Instituto Fran-
cés de Estudios Andinos-DESCO, Cenero de Estudios de Promoción y Desarrollo.
MARICHAL, Carlos
1996 "Liberalism and Fiscal Policy: The Argencine Paradox, 1820-1862", en Peloso
yTenenbaum, pp. 90-110.
MAYER,Arno
1984 La persistencia del Antiguo Régimen. Europa hasta La Gran Guerra, versión espa-
fiola de Fernando Santos Foncela, Madrid: Alianza Editorial.
McEvoY, Carmen
1997 La utopía republicana. Ideales y realidades en La formación de la cultura politíca
peruana (1871-1919), Lima: Pontificia Universidad Católica.
MEYER, Jean
1986 "La Ley Lerdo y la desamortización de las comunidades en Jalisco", en Carras-
co et al, pp. 189-212.
MIRANDA, José
1956 "El liberalismo espaliol hasta mediados del siglo x1x", en Historia Mexicana 22,
VI:2, octubre-diciembre, pp. 161-199.
1959 "El liberalismo mexicano y el liberalismo europeo", en Historia Mexicana 32,
VIII:4, abril-junio, pp. 512-523.
MoNTALVO ORTEGA, Enrique
1995 "Liberalismo y libertad de los antiguos en México (el siglo XIX y los orígenes del
autoritarismo mexicano)", en Montalvo Ortega (coord.), pp. 243-277.
MONTALVO ORTEGA, Enrique (coord.)
1995 El águila bifronte. Poder y liberalismo en México, México: Instituto Nacional de
Antropología e Historia.
MücKE, Ulrich
2001 "Elections and Political Participation in Nineteenth-Century Peru: The 1871-
72 Presidential Campaign", en journal ofLatin American Studies, 33:2, mayo,
pp. 311-346.
MURILO DE CARVALHO, José
2003 "Los tres pueblos de la república", en Prismas. Revista de Historia lntelectual7,
pp. 259-279.
MYERS, Jorge
2002 Orden y virtud. El disrnrso republicano en el régimen rosista, Buenos Aires: Uni-
versidad Nacional de Quilmes.
O'GoRMAN, Edmundo
1977 México: el trauma de su historia, México: Universidad Nacional Autónoma de
México.
ÜRTEGA y MEDINA, Juan Antonio
1985 "Impacto del liberalismo europeo", en Secuencial, marzo, pp. 15-24.
ÜRTIZ EsCAMILLA, Juan
1997 "Los defensores del Rey, ¿forjadores de la nación mexicana?, Tiempos de Amé-
rica, en Revista de Historia, Cultura y Territorio 1, pp. 87-94.
PALTI, Elías José
1998 La política del disenso. La "polémica en torno al monarquismo (México,
1848-1850) ... y las aporías del liberalismo, México: Fondo de Cultura
Económica.
PAN1, Érika
2001 Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario politico de los imperialistas,
México: El Colegio de México-Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis
Mora.
PANI, Érika, y Alicia SALMERÓN (coords.)
2004 Conceptualizar lo que se ve. Franfois-Xavier Guerra, historiador. Homenaje, Mé-
xico: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
PASTOR, Rodolfo
1987 Campesinos y reformas: La Mixteca 1700-1856, México: El Colegio de México.
PELOSO, Vincent C., y Barbara A. TENENBAUM
1996 Liberals, Politics, and Power. State farmation in Nineteenth-Century Latin Ame-
rica, Athens: University of Georgia Press.
1993 "La transición de colonia a nación: Nueva Espafia 1820-1821 ", en Historia
Mexicana 170, XLIIl:2, octubre-diciembre, pp. 265-322.
2003 "Rey, religión, yndependencia y unión". El proceso politico de la independencia de
Guadalajara, México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
RODRÍGUEZ O., Jaime E. (ed.)
1989 The Jndependence ofMexico and the Creation ofthe New Nation, Los Ángdes:
University of California.
RODRÍGUEZ O., Jaime E. (ed.)
1992 Patterm of Contention in Mexican History, Wilmington: Scholarly Resources.
ROJAS, Rafael
2003 La escriwra de la Independencia. El surgimiento de la opinión pública en Méxi-
co, México: Centro de Investigación y Docencia Económicas-Taurus.
ROMERO, Luis Alberto
1978 La sociedad de la igualdad. Los artesanos de Santiago de Chile y sus primeras ex-
periencias políticas, 1820-1851, Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella.
SABATO, Hilda (coord.)
1999 Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de Améri-
ca Latina, México: El Colegio de México-Fideicomiso Historia de las Améri-
cas-Fondo de Cultura Económica..
SABATO, Hilda y Alberto Lettieri (comp.)
2003 La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces, Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
SAFFORD, Frank
1985 "Politics, Ideology and Society in Post-Independence Spanish America", en
Bethell (ed.), V. III, pp. 347-421.
SALAS, Rubén
1998 Lenguaje, Estado y poder en el Río de la Plata. El discurso de las minorías reflexi-
vas y su re-presentación del fenómeno politico-imtitucional rioplatense, Buenos Ai-
res: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho.
SANTONI, Pedro
1996 Mexicans at Arms. Puro Federalists and the Politics o/War, 1845-1848, Fort
Worth, Texas: Christian University Press.
SERRANO ÜRTEGA, José Antonio
2001 jerarquía territorialy transición politica. Guanajuato 1790-1836, Zamora y Mé-
xico: El Colegio de Michoacán-Instituto de Investigaciones Dr. José María
Luis Mora.
SERRANO, Sol
2000 "La estrategia conservadora y la consolidación del orden liberal en Chile,
1860-1890", en Carmagnani, pp. 121-154.
STEJN, Stanley J., y Barbara H. STEJN
1970 The Colonial Heritage ofLatín America. Essays on Economic Dependence in Pers-
pective, Nueva York: Oxford University.
SZABó, Sára H., y Gyula HoRvATH
1998 Le liberalisme, le conservatisme et le positivisme au Bresil et au Mexiq11e, Szeged,
Hispánia Kiadó.