6 A Lengua y Literatura Actividades

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Lengua y Literatura para 6°año “A”

ESTRATEGIAS DE LECTURA

Cuando leemos, no siempre lo hacemos con un mismo objetivo. No es lo mismo hacer un


resumen que buscar cuatro palabras que tengan tres sílabas. El tipo de tarea que se requiere
determinará la aplicación de distintas estrategias de lectura. Si nos pidieran identificar la idea
principal de un texto, deberíamos hacer una lectura analítica. Por el contrario, si el objetivo de
la tarea es subrayar todas las palabras que comienzan con la letra “h”, no será necesario más
que una lectura rápida. En lector es competente cuando está en condiciones de cambiar de
estrategias de lectura de un texto y adaptarlas a los diferentes objetivos y/o requerimientos que
se le presenten. Es por ello que se pueden reconocer distintos tipos de estrategias de lecturas
y comprensión que son necesarias al momento de abordar un texto. Las que siguen son
posibles estrategias de lectura que pueden resultar útiles para leer o comprender distintos tipos
de textos y llevar a cabo tareas diferentes. De acuerdo con los objetivos que tenga el lector,
ellas son:
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Por ejemplo, para buscar una información específica en un texto, hay que realizar una lectura

selectiva, discontinua o de “rana” hasta detenerse en el lugar donde se encuentra


lo que buscamos.

Para saber si un cuento es maravilloso, realista o fantástico se puede realizar una lectura

rápida, veloz o de “liebre” con el objetivo de tener precisamente una idea rápida
del campo semántico al que se refiere.

Para saber si una película que está en cartelera es buena y entretenida, es necesario hacer

una lectura analítica o de “tortuga” de las reseñas realizadas por los críticos más
expertos.

Además, la anticipación, esto es, poder saber con anterioridad de qué se trata el texto, es
una estrategia muy importante para la comprensión lectora. Por esta razón, saber interpretar
los paratextos, o sea, los elementos que acompañan al texto (título, subtítulos, cuadros,
imágenes, referencias, notas al pie, etc.), facilita el abordaje de un texto, ya que proveen
información que puede ser rápidamente procesada por el lector experto.

También es importante tener claro: la función del lenguaje, la trama del mismo y a qué
tipo pertenece.

Trabajo Nº1

EL CONCEPTO DE LITERATURA

1) Buscar tres definiciones del término LITERATURA, incluir la fuente y/o autor de tal
definición.

2) ¿Qué son los Géneros literarios?

3) ¿Qué es Movimiento Literarios? Menciona cuáles son y ubica tiempo y espacio en


el que se desarrollaron.

4) A partir de lo trabajado e investigado, expresar qué significa para vos, qué te


provoca (sensaciones, emociones) a diferencia de otros discursos sociales.

5) a- Responder las consignas del siguiente texto:

PREGUNTAS (Juan Gelman)

Ya que navegas por mi sangre y conoces mis límites y me despiertas en la mitad del
día para acostarme en tu recuerdo y eres furia de mí paciencia para mí dime qué
diablos hago por qué te necesito quién eres muda sola recorriéndome razón de mi
pasión por qué quiero llenarte solamente de mí y abarcarte mezclarme a tus
huesitos y eres única patria contra las bestias del olvido.

b- ¿Por qué puede decirse que este texto pertenece a la literatura?

6) ¿Quién emite el mensaje? ¿A quién se lo dedica? ¿Qué palabras distinguen al


receptor?

7) ¿Cuál es el estado anímico del autor? ¿Qué palabras determinan tal estado?
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8) ¿Cuál es el tema del texto?

Trabajo Nº2

El Realismo literario

Vamos a nombrar las características que tienen los textos literarios realistas:

Descripciones: Se describen con sumo detalle los ambientes, lugares, situaciones


como así también los personajes (su personalidad, forma de pensar y aspecto físico).

Monólogo interior: El narrador reproduce el pensamiento del personaje (sus


sentimientos, emociones e ideologías en algunos casos). La mirada o visión del
mundo que lo rodea.

Ironía: A través del relato el narrador deja en evidencia por medio de la ironía, el doble
sentido una denuncia social o moral con respecto a una situación vivida u observada.
(Crítico).

Verosimilitud: El narrador muestra su historia con carácter de verdad, es real y es


creíble a los ojos del lector.

Mil Grullas de Elsa I. Bornemann.

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los
chicos. Porque ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero
el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra.
Naomi y Toshiro no entendían muy bien qué era lo que estaba pasando.

Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de


Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre
adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que
flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada
anochecer en torno a la noticia de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas
partes.

Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para
descubrirlo. ¡Ah... y también se estaban descubriendo uno al otro!

Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando suponían que


sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podían transitar ese imaginario
senderito de ojos a ojos.

Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las
palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio...

Pero Naomi sabía que quería a ese muchachito delgado, que más de una vez se
quedaba sin almorzar por darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa.

-No tengo hambre -le mentía Toshiro, cuando veía que la niña apenas si tenía dos o
tres galletitas para pasar el mediodía-. Te dejo mi vianda -y se iba a corretear con sus
compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera
vergüenza de devorar la ración.
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Naomi... Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas
trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella.
Pero ese futuro quedaba tan lejos aún...

El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llegó


puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares.

Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas
mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que
empezara. Su comienzo significaba que tendrían que dejar de verse durante un mes y
medio inacabable.

A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias
no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna
visita. Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.

Acabó junio, y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque...

Se fue julio, y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque...

Y aunque no lo supieran: ¡Por fin llegó agosto! -pensaron los dos al mismo tiempo.

Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto a sus padres, hacia

la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos
ceramistas que

veían apilarse vasijas en todos los rincones de su local.

Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con
la misma dedicación de otras épocas, -Para cuando termine la guerra... -decía el
abuelo-. Todo acaba algún día...-comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía
que la paz debía de ser algo muy hermoso, porque los ojos de su madre parecían
aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le
aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi.

¿Y Naomi? El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que


caminaba sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un
desierto helado y ella atravesándolo.

Abandonó el tatami, se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la


ventana de la habitación. ¡Qué alivio! Una cálida madrugada le rozó las mejillas. Ella le
devolvió un suspiro.

El dos y el tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus:

Lento se apaga Pronto florecerán

el verano. Enciendo los crisantemos

Lámpara y sonrisas. Espera, Corazón.

Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca
en la que escondía sus pequeños tesoros de la curiosidad de sus hermanos.

El cuatro y el cinco de agosto se lo pasó ayudando a su madre y a las tías


¡Era tanta la ropa para remendar!
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Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de
convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimo para otras
chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas
podían sujetar un deseo para que se cumpliese.
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el
ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa
de su papá, el pedido de que Toshiro no la olvidara nunca...

Y los dos deseos se cumplieron.

Pero el mundo tenía sus propios planes...

Ocho de la mañana del seis de agosto en el cielo de Hiroshima.

Naomi se ajusta el obi de su kimono y recuerda a su amigo: - ¿Qué estará haciendo


ahora?

"Ahora", Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: - ¿Qué estará haciendo


Naomi?

En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima.

En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por
primera vez un cielo. El cielo de Hiroshima.

Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad.

En ella, una mamá amamanta a su hijo por última vez.

Dos viejos trenzan bambúes por última vez.

Verso de una popular canción infantil japonesa.

Una docena de chicos canturrea:” Donguri-Koro Koro- Donguri Ko..." por última vez.

Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.

Miles de hombres piensan en mañana por última vez.

Naomi sale para hacer unos mandados.

Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río.

Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegran esa


mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el
pasado de Hiroshima.

Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir


nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino querido.
Nadie será ya quien era.

Hiroshima arrasada por un hongo atómico.


Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.

Recién en diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi. ¡Y que aún estaba
viva, Dios!

Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en una localidad próxima a


Hiroshima, como tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al
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horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ellos, en su misma


sangre.

Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.

El invierno se insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era frío exterior o su


pensamiento lo que le hacía tiritar.

Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Ya no


tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura.

Sobre su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas.

-Voy a morirme, Toshiro... -susurró. No bien su amigo se paró, en silencio, al lado de


su cama-. Nunca llegaré a plegar las mil grullas que me hacen falta...

Semba-Tsuru (Mil grullas): Una creencia popular japonesa, asegura que haciendo mil
de esas aves -según enseña a realizarlo el origami (nombre del sistema de plegado de
papel)- se logra alcanzar la larga vida y felicidad.

Mil grullas... o "Semba-Tsuru", como se dice en japonés.

Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita.
Sólo veinte. Después, las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de
su chaqueta.

-Te vas a curar, Naomi -le dijo entonces, pero su amiga no le oía ya: se había quedado
dormida.

El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas.

Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban


temporariamente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa
desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí.
Hojas de diario, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos
libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar.
Todos los mayores se durmieron, sorprendidos.

En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre las sombras.
Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto.
Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las
mantas. Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo
la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho.

La tijera la llevaba oculta entre sus ropas. Y así, en el silencio y la oscuridad de


aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los
plegó, uno por uno hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles
las que ella misma había hecho. Ya amanecía, el muchacho se encontraba pasando
hilos a través de las siluetas de papel. Separó en grupos de diez las frágiles grullas del
milagro y las aprestó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve
hilo de coser, una encima de la otra.

Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras dentro
de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por
esa única vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de sus primos.

No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los
kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.
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-Prohibidas las visitas a esta hora –le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la
enorme sala en uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga.

Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su lecho, Por favor...

Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las


avecitas de papel. Con la misma aparentemente impasibilidad con que momentos
antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió que entrara: -Pero cinco
minutos, ¿eh?

Naomi dormía. Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso una silla sobre la
mesa de luz y luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielorraso. Pero lo alcanzó. Y en
un rato estaban las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados,
firmemente sujetos con alfileres.

Fue al bajarse de su improvisada escalera cuando advirtió que Naomi lo estaba


observando. Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.

Tosi-can: diminutivo de Toshiro

-Son hermosas, Tosí-can... Gracias...

-Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas-y el muchacho abandonó la sala sin darse
vuelta.

En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas
empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó
colar, al entreabrir por unos instantes la ventana. Los ojos de Naomi seguían
sonriendo.

La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los


adultos. ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su
sangre?

Febrero de 1976.

Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres
hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres.
Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a
preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes
telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se encuentran
algunas grullas de origami dispersas al azar. Grullas seguramente hechas por él, pero
en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo.

Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular.

Grullas surgidas de servilletas con impresos de los más sofisticados restaurantes...

Grullas y más grullas. Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe de
creer en aquella superstición japonesa.

-Algún día completará las mil...-cuchicheaban entre risas- ¿Se animará entonces a
colgarlas sobre su escritorio?

Ninguno sospechaba, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la
perdida Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.
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Actividades

1) Este cuento une ficción y realidad, ¿podrías establecer cómo se desarrollan cada
una en el relato?

2) Describir brevemente a los protagonistas, física y emocionalmente.

3) Copiar la parte del cuento que más te haya impactado, comentar por qué y qué
sentimiento te despertó.

4) Hay un fragmento del relato que enumera varias acciones que se realizarán por
última vez, ¿qué generan esas palabras en el lector?

5) ¿Creés que valió la pena el trabajo de Toshiro? ¿Por qué?

6) ¿Qué características propias del realismo literario presenta el cuento?

7) En un momento de la historia, Naomi escribe sus primeros haikus. El haiku o haikú


es un tipo de poesía japonesa. Consiste en un poema breve de diecisiete sílabas,
escrito en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. ¿Qué
sentimientos expresan los haikus que escribe Naomi?

8) ¿Te animás a escribir uno?

9) ¿Qué relación puedes establecer entre este cuento “Mil Grullas” de Elsa I.
Bornemann con: “El Martín Fierro” y la película “1985”

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