ARQ DEBATE Desiderio Vs Eliana

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Cómo no transitar el camino de la crítica sobre arquitectura y ciudad

 
Desiderio Navarro

 
Como es sabido, el Centro Teórico-Cultural Criterios ha organizado el ciclo de
conferencias “La política cultural del período revolucionario: Memoria y reflexión”. La
segunda de esas conferencias, titulada "El trinquenio amargo y la ciudad distópica.
Autopsia de una utopía”, fue ofrecida por el destacado arquitecto y profesor Mario Coyula,
el pasado 19 de marzo, en la sede del Instituto Superior de Arte. Poco después, la revista
Arquitectura y Urbanismo, editada en la Facultad de Arquitectura del Instituto Superior
Politécnico “José Antonio Echeverría”, ha incluido en su primer número del 2007, el
artículo "La ciudad y la arquitectura a debate" de la arquitecta Eliana Cárdenas, con el
que realiza una muy personal presentación de lo allí ocurrido y expresado (cf. artículo en
file PDF adjunto).
 
En ese mismo artículo la autora anuncia que la revista Arquitectura y Urbanismo "pone sus
páginas a disposición de aquellos que estén dispuestos a transitar en ese camino",
refiriéndose al camino del "ejercicio del criterio". Así pues, aprovechando ese ofrecimiento,
dirijo a los lectores de esa revista algunas observaciones, motivadas por ese artículo, sobre
lo que, en mi opinión, son malos pasos que se han de evitar al transitar por ese sendero no
siempre luminoso.
 
Lamentablemente, la autora del artículo ignora allí en su totalidad, de manera nada
académica, la conferencia misma del Prof. Coyula, a menos que se refiera a ella, y no --o
no sólo-- a las intervenciones del público, la frase "Muchas de las ideas expresadas no son
nuevas, han sido reiteradas durante varios años por un grupo de personas". Visiblemente
más preocupada por devaluar como no originales al conferenciante y/o al público actuales,
que por hacer justicia a la originalidad de las personas que habrían formulado antes esas
ideas, no dice ni qué ideas reiteradas son esas "muchas", ni qué personas, ni en qué textos o
debates públicos las formularon repetidamente antes que Coyula o/y el público participante.
Su categórica afirmación debe ser creída sobre la base de una nada académica fe o de su
autoatribuida autoridad científica. Cabe preguntarle qué número de esas ideas repetidas
también por el conferenciante, o sólo por él, no son ajenas y fueron planteadas antes en
numerosos artículos precisamente por el propio Mario Coyula a lo largo de unos quince o
veinte años: desde, por ejemplo,  “Al reencuentro de la ciudad perdida” (en la propia revista
Arquitectura y Urbanismo, nº 1,  ISPJAE, La Habana, 1991)  hasta el reciente “La ciudad
del futuro, o el futuro de la ciudad” (en Temas, nº 48, La Habana, oct-dic 2006).
 
Yendo más allá de la conferencia leída, la autora llega a reducir lo nuevo del encuentro a
aspectos externos, coyunturales, ajenos a su contenido: la cantidad de asistentes y la
preocupación de un determinado sector social por la composición de los asistentes: 
"Lo novedoso en este caso fue la capacidad de convocatoria que se logró con este encuentro
y donde los antecedentes del ciclo constituyeron un factor contribuyente, así como la
preocupación del sector de la construcción a consecuencia de una amplia participación de
los intelectuales."
 
Por otra parte, al declarar que "muchas de las ideas expresadas no son nuevas", la autora
está afirmando --pero sólo implícitamente-- que cierto número --pocas, tal vez muy
pocas-- de las ideas expresadas sí son nuevas. Así pues, habiendo descalificado como "no
nuevas", sin identificarlas, la mayoría de las ideas expresadas, era de esperar que ella pasara
a la identificación de las que sí reconoce como "nuevas", o sea, como verdaderas
contribuciones del conferenciante y/o el público participante al debate sobre la arquitectura
en la Cuba revolucionaria. Pero tampoco lo hace.
 
Por una tercera parte, la autora en ningún momento se refiere a las contradicciones
manifiestas en el debate del pasado 19 de marzo, a la oposición, más de una vez profunda,
diametral, entre algunas de las ideas allí expresadas --por ejemplo, a propósito de la
supuesta superfluidad de lo estético, artístico y cultural en la arquitectura y en la vida del
hombre y de la sociedad, o de una análoga superfluidad de la teoría para la práctica
arquitectónico-constructiva.
 
Por una cuarta parte, todavía más significativamente, la autora en ningún momento
se pronuncia sobre lo más importante: la verdad o falsedad de las ideas allí expresadas;
ella en ningún momento explicita si coincidió o no con las personas que las habrían
planteado en el pasado y con las que ahora las plantearon en el encuentro del ISA. La
novedad, y no la verdad, es su único criterio (des)calificador.
 
En su artículo, la única referencia concreta a las seis horas de sucesivas intervenciones se
reduce a la siguiente frase: 
"Coincidieron las opiniones acerca de que es imprescindible un vuelco en las políticas que
rigen los procesos de conformación del ambiente construido: el agravamiento de muchos
problemas así lo requieren (sic)."
Pero la autora ni siquiera evalúa según su exclusivo criterio de la novedad esas opiniones
coincidentes. En cambio, a continuación, se limita a afirmar que "reconocer los problemas
existentes" "es el único punto de partida posible para comenzar a transitar hacia su
solución" y que "revelar sus causas para poder proyectar un futuro mejor, debe ir
acompañada (sic) de una actividad crítica –especializada y pública". "Este es el camino
inmediato: no podemos permitir que se nos haga tarde" --así concluye sentenciosamente ese
penúltimo párrafo que, si se trata de un comentario propio de la autora, al ser juzgado con
el criterio de la novedad, no sería más que una secuencia de elementales archisabidas
"verdades de Perogrullo", pero que si se trata de una glosa de lo más importante que se dijo
en la conferencia y el debate, no sería más que una caricatura y una cortina de humo,
irrespetuosa para con todos los que con tanto interés participaron activamente en el
prolongado encuentro, y negadora del principio mismo de "reconocer los problemas
existentes" que se dice defender como "el único punto de partida posible".
 
Así no se transita ni, mucho menos, se construye ningún camino. De esa manera todos los
caminos conducirían a... un nuevo enterramiento del debate debajo de... una capa de
retóricos llamamientos al debate.
 

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