Programa Socio Afectivo Emocional
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QUÉ ES EMOCIÓN:
Se entiende por emoción el conjunto de reacciones orgánicas que experimenta un individuo cuando
responden a ciertos estímulos externos que le permiten adaptarse a una situación con respecto a una
persona, objeto, lugar, entre otros.
La palabra emoción deriva del latín emotio, que significa “movimiento”, “impulso”.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define emoción como: “una alteración del
ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”
(RAE, 2019). Si bien esta definición nos permite entender el término en su acepción general,
indagaremos un poco más al respecto.
La emoción es ese motor que todos llevamos dentro. Una energía codificada en ciertos circuitos
neuronales localizados en zonas profundas de nuestro cerebro (en el sistema límbico) que nos mueve
y nos empuja “a vivir”, a querer estar vivos en interacción constante con el mundo y con nosotros
mismos. Circuitos que, mientras estamos despiertos, se encuentran siempre activos, en alerta, y nos
ayudan a distinguir estímulos importantes para nuestra supervivencia (Mora, 2012, p.14).
Entendiendo que las emociones forman parte esencial de nuestra vida y nos impulsan de forma
permanente en ella, pasaremos a indagar sobre otro concepto fundamental, señalado por los
profesores universitarios Bisquerra y Pérez (2012) en su definición de educación emocional: las
competencias emocionales.
La emoción se caracteriza por ser una alteración del ánimo de corta duración pero, de mayor
intensidad que un sentimiento. Por su parte, los sentimientos son las consecuencias de las emociones,
por ello son más duraderas y se pueden verbalizar.
Las emociones son las causantes de diversas reacciones orgánicas que pueden ser de tipo fisiológico,
psicológico o conductual, es decir, son reacciones que pueden ser tanto innatas como estar
influenciadas por las experiencias o conocimientos previos.
Dichas reacciones orgánicas que generan las emociones se encuentran controladas por el Sistema
límbico, compuesto por varias estructuras cerebrales que controlan las respuestas fisiológicas. Sin
embargo, una emoción también puede producir un comportamiento que puede ser aprendido con
anterioridad como, una expresión facial.
Asimismo, Charles Darwin presumió que expresiones faciales expresan diversas emociones que, en
general, son muy similares en todos los seres humanos. Incluso, determinó que las conductas de las
emociones evolucionan según sus posturas o movimientos.
Por otra parte, existen otras teorías de la emoción también enmarcadas en la fisiología, psicología o
conducta del ser humano y animal. Entre las teorías más destacadas están las realizadas por James-
Lange, Cannon-Bard, Schachter-Singer, James Papez, entre otros.
No obstante, también cabe mencionar que la Neurociencia afectiva, término dado por J.A. Panksepp,
es una rama de la neurociencia que se encarga de estudiar los componentes neurológicos de las
emociones, los procesos afectivos y el estado de ánimo en los seres humanos y animales.
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Los especialistas que se encargan de estudiar qué es una emoción han determinado tres tipos de
reacciones emocionales que son:
Reacción fisiológica
Es la primera reacción de emoción que se generan de manera involuntaria. Esta reacción involucra al
Sistema Nervioso Autónomo, Sistema endocrino, expresiones faciales, cambios hormonales y tono de
voz.
Reacción psicológica
La emoción genera una reacción inesperada que se puede adaptar a lo que nos rodea, esto forman
parte de los procesos cognitivos que realiza el ser humano y que, incluso, se relacionan con el contexto
sociocultural del individuo.
Por tanto, la emoción, aunque no se pueda determinar qué conducta generará, expresa y da a conocer
el estado de ánimo de una persona, cuáles son sus necesidades, fortalezas, debilidades, entre otros.
Reacción conductual
La emoción, cualquiera que sea, genera un cambio de ánimo y de conducta que se aprecia a través de
los gestos corporales, como una sonrisa o ceñido de cejas. Las expresiones faciales reconocidas por
todos los individuos son la del miedo, tristeza, alegría y enojo.
Tipos de emociones
Existen diversos tipos de emociones que se clasifican en un orden que va desde las más básicas a las
emociones aprendidas en diversos contextos.
Emociones primarias o básicas: son aquellas que son innatas y que responde a un estímulo. Son: ira,
tristeza, alegría, miedo, sorpresa, aversión.
Emociones secundarias: son aquellas que se generan luego de una emoción primaria, vergüenza, culpa,
orgullo, ansiedad, celos, esperanza.
Emociones positivas y negativas: son las que afectan las conductas de las personas, por lo que algunas
emociones pueden generar acciones o reacciones positivas como alegría o satisfacción pero, hay otras
emociones que provocan sentimientos perjudiciales para el individuo.
En los últimos años, afortunadamente, ha adquirido relevancia o, al menos, se está hablando más, de
educación emocional. Si bien todavía gran parte de las instituciones dedicadas a la formación del
profesorado no los incluyen en sus planes de estudio, hay un creciente interés por conocer el tema y
comenzar a considerarlo como parte importante de la labor educativa.
Cada día la educación, en sus distintos niveles y ámbitos, constata la necesidad de que la educación
emocional se instaure como parte del currículo escolar y aporte sus múltiples beneficios a la formación
de las futuras generaciones y del profesorado que las acompañe en su proceso formativo. Incluso la
podríamos señalar como un saber necesario de adquirir por las familias, para que sus hijos e hijas la
reciban desde que nazcan y durante toda su vida.
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De en las diversas definiciones que están surgiendo desde hace algún tiempo, nos quedaremos con la
de Bisquerra y Pérez (2012), docentes e investigadores de la Universidad de Barcelona:
Con el objetivo de comprender mejor el constructo teórico que respalda la educación emocional,
intentaremos conceptualizar las diferentes temáticas que lo componen.
COMPETENCIAS EMOCIONALES
Las competencias emocionales deben entenderse como un tipo de competencias básicas para la vida,
esenciales para el desarrollo integral de la personalidad. Son un complemento indispensable del
desarrollo cognitivo sobre el cual se ha centrado la educación a lo largo del siglo XX. La educación
emocional se propone optimizar el desarrollo humano; es decir, el desarrollo integral de la persona
(desarrollo físico, intelectual, moral, social, emocional, etc. (Bisquerra y Pérez, 2012, p. 1).
Si bien existen diversas propuestas en relación a cuáles son las competencias emocionales y sus
características fundamentales, destacamos el propuesto por el GROP
(Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica) de la Universidad de Barcelona. Ellos señalan
que existen cinco competencias emocionales fundamentales:
Conciencia emocional: Consiste en reconocer las emociones propias y de las demás personas.
Autonomía emocional: Se refiere a la capacidad de que nos afecten demasiado de los estímulos
externos, equilibrando sensibilidad e invulnerabilidad.
Competencia social: Implica tener habilidades sociales que faciliten las relaciones interpersonales, ya
que están relacionadas directamente con las emociones.
Habilidades de vida para el bienestar: Consisten en un conjunto de habilidades, valores y actitudes que
contribuyen al bienestar personal y social.
Con esta breve revisión del concepto de educación emocional, que esperamos seguir profundizando,
invitamos a familias, profesorado, instituciones y comunidades en general a aprender, promover y
valorar este ámbito educativo, tan necesario para el desarrollo y bienestar de nuestra sociedad.
COMPETENCIA EMOCIONAL
CONCEPTO DE COMPETENCIA
– Una persona puede manifestar una competencia en un área concreta (por ejemplo, la social) en un
contexto dado (por ejemplo, con sus compañeros) y en otro contexto diferente (con personas
extrañas) puede comportarse de forma incompetente.
CLASES DE COMPETENCIAS
Aunque las denominaciones pueden variar según los autores, en general se distingue entre:
Se relacionan con el “saber” y el “saber hacer” necesarios para el desempeño experto de una actividad
profesional.
Hemos identificado como mínimo las denominaciones siguientes, que pueden considerarse casi como
sinónimos: competencias genéricas, transversales, básicas, clave, participativas, personales,
transferibles, relacionales, interpersonales, sociales, emocionales, socioemocionales, habilidades de
vida, etc.
Recientes estudios (Goleman, Boyatzis y McKee, 2002; Cherniss, 2000; Donaldso-Feilder y Bond, 2004;
Hughes, 2005; Navío, 2005; Giardini y Frese, 2006) han puesto de manifiesto que las competencias
genéricas y sociopersonales cada vez son más solicitadas por los empresarios. Goleman, Boyatzis y
McKee (2002) afirman que a nadie le gusta trabajar con líderes irritables, dominantes o fríos. Sin
embargo, aquellos que mantienen un liderazgo optimista y entusiasta suelen conservar durante
mucho más tiempo a sus empleados.
Para Salovey y Sluyter (1997) y Goleman (1995) hay una coincidencia entre competencias emocionales
e inteligencia emocional; pero cada uno respecto a su modelo.
Si bien, posteriormente, Goleman, Boyatzis y Mckee (2002: 69-73) proponen cuatro dominios
(conciencia de sí mismo, autogestión, conciencia social y gestión de las relaciones) con diecinueve
competencias, tal como se estructuran en el cuadro 6.1.
Conciencia emocional
Es la capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las emociones de los demás,
incluyendo la habilidad para captar el clima emocional de un contexto determinado.
Dentro de este bloque se pueden especificar una serie de aspectos como los siguientes:
a) Toma de conciencia de las propias emociones. Es la capacidad para percibir con precisión los propios
sentimientos y emociones; identificarlos y etiquetarlos. Contempla la posibilidad de experimentar
emociones múltiples y de reconocer la incapacidad de tomar conciencia de los propios sentimientos
debido a inatención selectiva o dinámicas inconscientes.
b) Dar nombre a las emociones. Es la eficacia en el uso del vocabulario emocional adecuado y utilizar
las expresiones disponibles en un contexto cultural determinado para designar los fenómenos
emocionales.
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c) Comprensión de las emociones de los demás. Es la capacidad para percibir con precisión las
emociones y sentimientos de los demás y de implicarse empáticamente en sus vivencias emocionales.
Incluye la pericia de servirse de las claves situacionales y expresivas (comunicación verbal y no verbal)
que tienen un cierto grado de consenso cultural para el significado emocional.
La conciencia emocional es el primer paso para poder pasar a las otras competencias.
Regulación emocional
Es la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la
relación entre emoción, cognición y comportamiento; tener buenas estrategias de afrontamiento;
capacidad para autogenerarse emociones positivas, etc.
a) Expresión emocional apropiada. Es la capacidad para expresar las emociones de forma apropiada.
Implica la habilidad para comprender que el estado emocional interno no necesita corresponder con
la expresión externa. Esto se refiere tanto en uno mismo como en los demás. En niveles de mayor
madurez, supone la comprensión del impacto que la propia expresión emocional y el propio comporta-
miento puedan tener en otras personas. También incluye el hábito para tener esto en cuenta en el
momento de relacionarse con otras personas.
c) Habilidades de afrontamiento. Habilidad para afrontar retos y situaciones de conflicto, con las
emociones que generan. Esto implica estrategias de autorregulación para gestionar la intensidad y la
duración de los estados emocionales.
Autonomía emocional
La autonomía emocional se puede entender como un concepto amplio que incluye un conjunto de
características y elementos relacionados con la autogestión personal, entre las que se encuentran la
autoestima, actitud positiva ante la vida, responsabilidad, capacidad para analizar críticamente las
normas sociales, la capacidad para buscar ayuda y recursos, así como la autoeficacia emocional. Como
micro competencias incluye las siguientes:
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a) Autoestima. Significa tener una imagen positiva de uno mismo; estar satisfecho de uno mismo;
mantener buenas relaciones consigo mismo. La autoestima tiene una larga tradición en investigación
y en educación.
e) Actitud positiva. Es la capacidad para decidir que voy a adoptar una actitud positiva ante la vida. A
pesar de que siempre van a sobrar motivos para que la actitud sea negativa.
Saber que en situaciones extremas lo heroico es adoptar una actitud positiva; aunque cueste. Siempre
que sea posible, manifestar optimismo y mantener actitudes de amabilidad y respeto a los demás. Por
extensión, la actitud positiva repercute en la intención de ser bueno, justo, caritativo y compasivo.
f ) Análisis crítico de normas sociales. Es la capacidad para evaluar críticamente los mensajes sociales,
culturales y de los medios de comunicación de masas relativos a normas sociales y comportamientos
personales. Esto tiene sentido de cara a no adoptar los comportamientos estereotipados propios de la
sociedad irreflexiva y acrítica. La autonomía debe ayudar a avanzar hacia una sociedad más consciente,
libre, autónoma y responsable.
g) Resiliencia. Es la capacidad que tiene una persona para enfrentarse con éxito a unas condiciones de
vida sumamente adversas (pobreza, guerras, orfandad, etc.).
Competencia social
Es la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas. Esto implica dominar las
habilidades sociales básicas, capacidad para la comunicación efectiva, respeto, actitudes prosociales,
asertividad, etc. Las microcompetencias que incluye son las siguientes:
a) Dominar las habilidades sociales básicas. La primera de las habilidades sociales es escuchar. Sin ella,
difícilmente se puede pasar a las demás: saludar, despedirse, dar las gracias, pedir un favor, manifestar
agradecimiento, pedir disculpas, aguardar turno, mantener una actitud dialogante, etc.
b) Respeto por los demás. Es la intención de aceptar y apreciar las diferencias individuales y grupales
y valorar los derechos de todas las personas. Esto se aplica en los diferentes puntos de vista que
puedan surgir en una discusión.
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Decir “no” claramente y mantenerlo y aceptar que el otro te pueda decir “no”. Hacer frente a la presión
de grupo y evitar situaciones en las cuales uno puede verse coaccionado para adoptar
comportamientos de riesgo.
La capacidad de negociación y mediación son aspectos importantes de cara a una resolución pacífica
del problema, considerando la perspectiva y los sentimientos de los demás.
Las competencias para la vida y el bienestar son la capacidad para adoptar comportamientos
apropiados y responsables para afrontar satisfactoriamente los desafíos diarios de la vida, ya sean
personales, profesionales, familiares, sociales, de tiempo libre, etc. Las competencias para la vida
permiten organizar nuestra vida de forma sana y equilibrada, facilitándonos experiencias de
satisfacción o bienestar. Como microcompetencias se incluyen las siguientes:
a) Fijar objetivos adaptativos. Es la capacidad para fijar objetivos positivos y realistas. Algunos a corto
plazo (para un día, semana, mes); otros a largo plazo (un año, varios años).
b) Toma de decisiones. Desarrollar mecanismos personales para tomar decisiones sin dilación en
situaciones personales, familiares, académicas, profesionales, sociales y de tiempo libre, que
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acontecen en la vida diaria. Supone asumir la responsabilidad por las propias decisiones, tomando en
consideración aspectos éticos, sociales y de seguridad.
c) Buscar ayuda y recursos. Es la capacidad para identificar la necesidad de apoyo y asistencia y saber
acceder a los recursos disponibles apropiados.
Aceptar el derecho y el deber de buscar el propio bienestar, ya que con ello se puede contribuir
activamente al bienestar de la comunidad en la que uno vive (familia, amigos, sociedad).
f ) Fluir. Capacidad para generar experiencias óptimas en la vida profesional, personal y social.
Algunos criterios que se deben tener en cuenta en la selección de contenidos son los siguientes:
– Deben favorecer procesos de reflexión sobre las propias emociones y las emociones de los demás.
Los contenidos de la educación emocional pueden variar según los destinatarios (nivel educativo,
conocimientos previos, madurez personal, etc.). Hay que distinguir entre un programa de formación
del profesorado y un programa dirigido al alumnado. Pero en general los contenidos se derivan del
marco conceptual de las emociones y de las competencias emocionales.
Como consecuencia lógica, los contenidos hacen referencia a los temas que se exponen a continuación.
En primer lugar, se trata de dominar el marco conceptual de las emociones, que incluiría el concepto
de emoción, los fenómenos afectivos (emoción, sentimiento, afecto, estado de ánimo, perturbaciones
emocionales, etc.), tipos de emociones (emociones positivas y negativas, emociones básicas y
derivadas, emociones ambiguas, emociones estéticas, etc.).
– La conciencia emocional consiste en conocer las propias emociones y las emociones de los demás.
Esto se consigue a través de la autoobservación y de la observación del comportamiento de las
personas que nos rodean. Esto supone la comprensión de la diferencia entre pensamientos, acciones
y emociones; la comprensión de las causas y consecuencias de las emociones; evaluar la intensidad de
las emociones; reconocer y utilizar el lenguaje de las emociones, tanto en comunicación verbal como
no verbal.
Algunas técnicas concretas son: diálogo interno, control del estrés (relajación, meditación,
respiración), autoafirmaciones positivas; asertividad; reestructuración cognitiva, imaginación emotiva,
atribución causal, etc.
La motivación está íntimamente relacionada con la emoción. Motivación proviene de la raíz latina
movere (mover); igual que emoción (de ex-movere, mover hacia fuera).
La puerta de la motivación hay que buscarla a través de la emoción. Por medio de esta vía se puede
llegar a la automotivación, que se sitúa en el extremo opuesto del aburrimiento, y que abre un camino
hacia la actividad productiva por propia voluntad y autonomía personal. Éste es uno de los retos de
futuro de la educación.
Las habilidades socioemocionales constituyen un conjunto de competencias que facilitan las relaciones
interpersonales. Las relaciones sociales están entretejidas de emociones.
La escucha y la capacidad de empatía abren la puerta a actitudes prosociales, que se sitúan en las
antípodas de actitudes racistas, xenófobas o machistas, que tantos problemas sociales ocasionan.
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Las relaciones entre emoción y bienestar subjetivo suelen ser, de acuerdo con nuestra experiencia, de
gran interés para los participantes.
Esto lleva a delimitar el constructo “bienestar subjetivo” y los factores que lo favorecen o que lo
dificultan. La reflexión sobre estos temas conduce a la confluencia entre bienestar y felicidad, donde
el “estar sin hacer nada” no es lo propio, sino más bien implicarse en algún tipo de actividad.
El concepto de fluir (flow), entendido como experiencia óptima (Csikszentmihalyi, 1997) completa el
tema sobre el bienestar. Las condiciones del flujo ofrecen un marco de sugerencias para la acción, que
se pueden aplicar al cuerpo, el pensamiento, el trabajo, las relaciones sociales, etc. El reto está en
aprender a fluir.
Dadas las dificultades y el tiempo que requiere la adquisición de competencias emocionales, hay que
capacitar y motivar a los participantes en los cursos de educación emocional para seguir aprendiendo
más allá de la duración del curso.
Aprender a aprender a partir de las experiencias de la vida es uno de los contenidos de los programas.
Los temas que se vayan a desarrollar en un curso de educación emocional pueden tener diversos
niveles de profundización en función de los destinatarios, que pueden ser estudiantes desde educación
infantil, primaria, secundaria, universitaria, adultos, profesionales, etc. Cuando nos referimos a la
formación de formadores, deben incluirse algunos temas específicos como los que se comentan a
continuación.
Unas bases teóricas deben estar presentes, en cierta medida, en los programas de educación
emocional, siempre en función de los destinatarios. Cuando se trata de un programa de formación de
formadores debería incluir una revisión de síntesis de las principales teorías sobre las emociones
(Darwin, James, Cannon, Arnold, Lazarus, etc.). Es esencial un conocimiento de la teoría de las
inteligencias múltiples de Howard Gardner y de la inteligencia emocional. Es importante también
introducir unos conocimientos esenciales sobre el cerebro emocional, con especial referencia a los
centros de procesamiento de las emociones y las aportaciones recientes de la neurociencia.
La terapia emocional, en sus diversas formas, ha aportado solidez a la teoría y al mismo tiempo ha
aportado ejercicios y estrategias que pueden ser utilizadas, no sólo en el modelo clínico, sino también
en la educación emocional, con carácter preventivo.
Dando un paso más, se deberían adquirir unos conocimientos sobre las relaciones entre emoción y
salud, emoción y motivación, emoción y bienestar, etc. La evaluación es un aspecto intrínseco del
programa; por tanto, hay que dar a conocer los instrumentos y estrategias para el diagnóstico de las
emociones y para la evaluación de programas de educación emocional.
METODOLOGÍA
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Ejemplos de dinámicas que se pueden utilizar son introspección, relajación, modelado, dinámicas de
grupo (role playing, grupos de discusión, dramatización, etc.), etc.
El hecho de que las clases sean participativas y dinámicas no significa que se tengan que exponer las
propias emociones en público. Es un principio básico que nadie se vea obligado a exponer sus
intimidades sin su consentimiento. En ningún momento hay que violentar a nadie sobre aspectos
emocionales. Hay que ir con sumo cuidado y sensibilidad sobre este aspecto.
Desde el punto de vista de la metodología de intervención, conviene tener presente la teoría del
aprendizaje social de Bandura (1977), que pone el énfasis en el rol de los modelos en el proceso de
aprendizaje; esto sugiere la inclusión del modelado como estrategia de intervención y poner énfasis
en analizar cómo los modelos (compañeros, personajes de los medios de comunicación, profesores,
padres) pueden influir en las actitudes, creencias, valores y comportamientos.
Otras aportaciones metodológicas para tener presentes son, entre otras, el modelo de desarrollo social
(Hawkins, 1997), que se ha aplicado a la prevención de la delincuencia con éxito; el modelo ecológico
y sistémico de Bronfenbrenner (1977, 1979); la teoría del comportamiento problemático y el desarrollo
social (Jessor y Jessor, 1977), que se ha aplicado a grupos de riesgo; la teoría de la acción razonada
(Fishbein y Ajzen, 1975), etc.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bisquerra, R. y Pérez, N. (2012). Educación emocional: estrategias para su puesta en práctica. Revista
de la Asociación de Inspectores de España [en línia], nº16.
Mora, F. (2011). ¿Qué son las emociones?. En Bisquerra (2012) (Coord.). La inteligencia emocional en
la infancia y la adolescencia. Esplugues de Llobregat (Barcelona): Hospital Sant Joan de Deu.