La Eficacia Del Sistema de Transferencia y de Protección Registral de La Propiedad Inmueble en La Jurisprudencia de La Corte Suprema
La Eficacia Del Sistema de Transferencia y de Protección Registral de La Propiedad Inmueble en La Jurisprudencia de La Corte Suprema
La Eficacia Del Sistema de Transferencia y de Protección Registral de La Propiedad Inmueble en La Jurisprudencia de La Corte Suprema
Para una concepción normativista del Derecho que entiende al mismo como el conjunto
de prescripciones impuestas o reconocidas por una autoridad bajo un sistema
institucional de aplicación de las mismas, en orden a regular la convivencia social; la
verificación cuantitativa o cualitativa de la observancia de los preceptos legales, esto es,
la comprobación de su eficacia, resulta ser un tema ajeno a las preocupaciones del
jurista. Sin embargo, es de advertir que para tal concepción, la eficacia sí existe pero se
le asigna el apellido de “jurídica” a efectos de enfatizar que ella tiene un sentido
estrictamente normativo que puede resumirse en el siguiente párrafo:
*
Profesor de Derechos Reales en las Facultades de Derecho de las Universidades de Lima y de Piura y
de Derecho Registral en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y
en el Programa de Segunda Especialización de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Socio del
Estudio De la Flor, García Montúfar, Arata & Asociados.
1
FALZEA, Ángelo, “Eficacia Jurídica”, traducción de Walter Antillón, Editorial Investigaciones
Jurídicas S.A., San José 1965. Págs. 44 y 45.
realidad multiforme y compleja a la que se aplican las normas en orden a resolver los
conflictos sociales2.
No es propósito de este artículo mostrar todas las variables del normativismo ni del
realismo jurídico, sus puntos de acercamiento y sus puntos irreconciliables. Quizás
habría que convenir, simplemente, en que una perspectiva no reemplaza a la otra en el
conocimiento de un fenómeno complejo como lo es el Derecho. Lo único que sucede,
casi siempre, según BOBBIO, es que:
2
Sobre la perspectiva dogmática se ha dicho que “la ciencia dogmática del derecho acostumbra
encarar su objeto, el derecho puesto y dado previamente como un conjunto compacto de normas,
instituciones y decisiones que le compete sistematizar, interpretar y dirigir, teniendo en cuenta una
tarea práctica de solución de posibles conflictos que ocurran socialmente. El jurista contemporáneo
se preocupa, así, del derecho que postula ser un todo coherente, relativamente preciso en todas sus
determinaciones, orientado a un orden finalista, que protege a todos indistintamente”. FERRAZ Jr.,
Tercio Sampaio, “Introducción al estudio del Derecho. Técnica, decisión, dominación”, traducción de
Javier El –Hage, Madrid 2009. Pág. 71
3
El otro criterio es el de la validez del Derecho, en el que se contrapone al normativismo la tesis del
Derecho Natural que sólo reconoce como derecho válido o como verdadero derecho a las reglas
morales o de justicia emanadas de la revelación divina, la razón humana o, incluso, la naturaleza de
las cosas. Cabe mencionar que, frente a ello, el normativismo ha sido capaz de crear su propia noción
de “validez formal y material” que se construye en función a la regularidad del proceso de producción
normativa y la compatibilidad con el orden jerárquico del sistema hasta llegar a la norma fundamental,
lo que no necesariamente supone coincidencia con la moralidad y la justicia.
4
VIOLA, Francesco y ZACCARIA, Giuseppe, “Derecho e interpretación. Elementos de teoría
hermenéutica del derecho”, traducción de Ana Cebeira, Aurelio de Prada y Aurelia Richard,
Dykinson, Madrid 2007. Pág. 43.
5
BOBBIO, Norberto. “Teoría General del Derecho”. Editorial Temis S.A., traducción de Jorge
Guerrero. Bogotá 1999. Pág XI del prólogo a la primera edición castellana.
“(…) La descripción sólo del derecho que (normativamente) debe ser, que
realiza la aproximación normativista, ignora el derecho que es, es decir,
su práctica real. Por su parte, la descripción sólo del derecho que
(efectivamente) es, como ocurre en las aproximaciones realistas, ignora el
derecho que debe ser, es decir su modelo normativo, por ejemplo
constitucional”6, precisando más adelante que: “La constatación de esta
divergencia entre deber ser y ser en el derecho, es decir, entre
normatividad y facticidad, es la cuestión más interesante que el
paradigma constitucional asigna a la ciencia jurídica.”7
6
FERRAJOLI, Luigi, “La teoría del derecho en el sistema de los saberes jurídicos” en FERRAJOLI,
Luigi; MORESO, José Juan; ATIENZA, Manuel. “La Teoría del Derecho en el Paradigma
Constitucional”, Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2009. Pág. 42-43.
7
Ibíd. Pág.44.
8
Cfr. Sobre el particular SANCHEZ DE LA TORRE, Ángel “Los Tópicos: eficacia, eficiencia y
efectividad en el Derecho” en “Eficacia del Derecho (Teoría y aplicaciones)” dirigida por SANCHEZ
DE LA TORRE, Ángel y HOYO SIERRA, Isabel Aracelli, Dykinson S.L., Madrid 2010. Pág. 12 y
FALCON Y TELLA, María José “La pretendida eficacia de las sanciones”, ibídem. Pág. 90.
1.4. ¿Análisis de eficacia o de validez de normas concretas o singulares?
Cabe, en todo caso, señalar de nuestra parte que, hablar de invalidez de la norma
superior e ineficacia de la norma inferior, cuando ello a la luz de las calificaciones
propias del normativismo sea lo aplicable, supone privilegiar una de las perspectivas
involucradas, esto es, la normativista. Consideramos que, para la práctica de los
destinatarios de las normas abstractas y generales, dichas normas resultan, o bien,
simplemente, ineficaces; o, en otros, con una eficacia real distinta a la que sugieren la
ley y la dogmática que la acompañan.
9
FERRAJOLI, Luigi, Op. Cit. Págs. 43 y 44
10
HABA, Pedro Enrique, “Invitación al razonamiento jurídico realista”. Palestra Editores, Lima 2018.
Pág. 40
Lo anterior no significa que cualquier interpretación sea posible, existen límites como el
marco lingüístico social y la necesidad de la fundamentación jurídica que se traducen en
la necesidad de llegar a una solución razonable para el caso concreto, lo que sucede es
que despojados de la necesidad de buscar la única y verdadera interpretación, se abre
para la perspectiva realista “la posibilidad efectiva de indagar racionalmente qué
solución jurídica entre las interpretaciones presentes, sea la más adecuada en la
práctica (‘tierra’), en atención a tales o cuales finalidades sociales entre las que suelen
ser vistas como legítimas en su país”11 .
11
Ibidem. Pág. 41.
12
Ibidem. Pág. 268.
El 27 de marzo del 2015 entró en vigencia la Ley N° 30313 - Ley de oposición al
procedimiento registral en trámite y cancelación del asiento registral por suplantación
de identidad o falsificación de documentación y modificatoria de los artículos 2013 y
2014 del Código Civil y de los artículos 4º y 55º y la quinta y sexta disposiciones
complementarias, transitorias y finales del Decreto Legislativo 1049, se modificó, entre
otros, el artículo 2014 del Código Civil, referido al denominado principio de fe pública
registral, a efectos de incorporar entre las patologías que pueden dar lugar a la
protección del tercero registral a la figura de la “cancelación” de asiento registral por
suplantación de identidad o falsificación de documentos que estaba siendo introducida
por dicha ley como medio para combatir el denominado “fraude inmobiliario”,
puntualizándose además que tal protección sólo procederá si la causa que afecta al
derecho del otorgante no constare “en los asientos registrales y los títulos archivados
que los sustentan”13.
Sobre si el tercero debía o no revisar los títulos archivados, antes de la ley en referencia
existía doctrina discrepante, algunos sostenían que era suficiente la revisión del asiento
registral14; otros pensaban que ello no era suficiente, sino que su lectura debía
complementarse ineludiblemente con la lectura del título archivado15. Por su parte, el
T.U.O. del Reglamento General de Registros Públicos en el artículo VIII de su Título
Preliminar, al desarrollar el principio de fe pública registral, optaba claramente por la
primera posición al señalar que: “La inexactitud de los asientos registrales por nulidad,
anulación, resolución o rescisión del acto que los origina, no perjudicará al tercero
registral que a título oneroso y de buena fe hubiere contratado sobre la base de
aquéllos, siempre que las causas de dicha inexactitud no consten en los asientos
registrales” (los énfasis son nuestros). Sin embargo, en la práctica inmobiliaria se
conocía que la Corte Suprema de la República, mayoritariamente16 se había
pronunciado en el sentido de entender que cuando la versión original del artículo 2014
13
La versión original del artículo 2014 del Código Civil es la siguiente:
Principio de Buena Fe Registral
Artículo 2014º.- El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que
en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su
derecho, aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no
consten en los registros públicos. La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que
conocía la inexactitud del registro.
La versión resultante de la modificación introducida por la Ley N° 30313 es la siguiente:
Artículo 2014º.- Principio de buena fe pública registral
El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro
aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque
después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en
los asientos registrales y los títulos archivados que los sustentan.
La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del registro.
14
Cfr. MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto, “Argumentos que justifican la preferencia del asiento
registral sobre el título archivado”. En Actualidad Jurídica N° 177, Gaceta Jurídica, Lima, agosto
2008. Págs. 77 y siguientes.
15
GONZALES BARRÓN, Gunther, “Fundamentos que explican la primacía del título frente al asiento
registral. Contribución que pone punto final a un debate innecesario”. En: Diálogo con la
jurisprudencia. Nº 116, Gaceta Jurídica, Lima, mayo 2008. Pág. 301 y siguientes.
16
Un ejemplo de dicha posición mayoritaria puede verse en la Cas. N° 3088-06 publicada en El
Peruano el 01.1 0.2007, conforme a la cual “(…) Forman parte de la publicidad de los Registros
Públicos (…) los títulos archivados, (…) porque como el asiento registral es solo un resumen, en el
que consta el título que da origen al asiento, dicho título está a disposición de toda persona, porque
forma parte del asiento y de la publicidad de los registros públicos (…) Que por ello y a fin de
asegurar la buena fe registral no solo es necesario leer el resumen del asiento registral, sino tomar
conocimiento del título archivado que le dio origen (…)”.
del Código Civil se refería a “causas que no consten en los registros públicos” se estaba
aludiendo a toda la información disponible en la institución de los Registros Públicos, lo
que conllevaba a concluir que los terceros estaban en aptitud de revisar tanto los
asientos de las partidas como los títulos archivados que dieron lugar a aquéllos; en
consecuencia, en la práctica inmobiliaria no se concebía que se pueda estar frente a un
buen estudio de títulos si este no incluía la revisión de los títulos archivados. En suma,
los destinatarios de la norma, conociendo la eficacia que le atribuía la autoridad judicial
al nivel de exigencia de la diligencia indagatoria del tercero, decidían actuar de manera
preventiva.
El ejemplo anterior pone en evidencia que cualquiera sea la actitud del legislador o de la
doctrina, frente a la eficacia del Derecho, ella vive en el mundo del ser, con ella nos
chocamos una y otra vez, hasta que advertimos que ella es más obstinada y terca que
cualquier deber ser y, por consiguiente, nuestra vivencia que - excepción hecha de los
momentos que tomamos para “soñar despiertos” - se despliega en el mundo del ser,
termina adaptándose a sus exigencias.
Durante mucho tiempo el enfoque del valor de la jurisprudencia, en nuestro país como
en muchos otros a los que, en su momento, se importó la tradición del civil law, se
centró en el debate sobre si nos encontrábamos o no frente a una fuente del Derecho, si
en ese mundo donde el dogma hablaba del juez como “la boca que pronuncia las
palabras de la ley” era posible introducir algún valor a los precedentes administrativos
y judiciales, y si ello comportaba o no una traición al dogma y a la identidad del propio
sistema moderno fundado en el principio de legalidad y la radical separación de
poderes.
2.3. Miradas distintas para los precedentes en el civil law y en el common law
Queda claro, sin embargo, que estos acercamientos inconscientes entre los sistemas del
civil law y del common law no pueden llevarnos a pensar que los jueces de uno y otro
sistema actúen de manera idéntica, por el contrario, subsisten profundas diferencias
entre los dos sistemas. Dice GALGANO:
En todo caso, fuera de la perspectiva distinta con la que uno y otro miran el precedente,
la cultura jurídica de nuestro tiempo evidencia, como hilo conductor común a la lectura
de los precedentes en uno y otro lado de la orilla, la fuerte evolución que ha tenido el
modelo del razonamiento jurídico conforme al cual:
18
GALGANO, Francesco “La Globalización en el espejo del Derecho”, Rubinzal-Culzoni Editores,
Buenos Aires 2005. Pág. 128.
19
Ibídem. Págs. 128 y 129.
20
Ibidem. Pág. 153.
justificativo. Así, además de la validez de las normas jurídicas, habrá que
considerar otros argumentos tanto jurídicos (los precedentes o la ciencia
del derecho) cuanto extrajurídicos (razones económicas, sociales o
morales) para decidir racionalmente. A las decisiones judiciales
precedentes se les reserva un lugar en este razonamiento judicial: el que
se atribuye a los argumentos utilizados en la justificación”21.
21
MORAL SORIANO, Leonor; Op. Cit.; pág. 16.
22
“La regla de la universalización que es la premisa de la cual partimos para afirmar que el principal
valor de la teoría de los precedentes es conferir racionalidad al sistema, tiene sus raíces en Kant. De
hecho Kant afirma, en el imperativo categórico, que: ‘(…) there is only one categorical imperative
and it is this: Act only according to that maxim whereby you can at the same time will that it should
become a universal law’. Precisamente, es esta premisa de la pretensión de corrección y de la
‘presunción a favor del precedente’ que se impone, tanto en la formulación de la pretensión de
corrección y de la ‘presunción a favor del precedente’ que se impone, tanto en la formulación de un
precedente judicial nuevo, como en su apartamiento por superación o distinción” ZANETI Jr.,
Hermes “El valor vinculante de los precedentes. Teoría de los precedentes normativos formalmente
vinculantes”, Traducción a cargo de Renzo Cavani, María Luisa Meza Ríos y Francisco Escajadillo,
RAGUEL Ediciones, Lima 2015. Págs. 471 y 472. También pueden consultarse, útilmente, sobre el
tema de los precedentes vinculantes u obligatorios, en la bibliografía disponible en nuestro país:
MARINONI, Luiz Guilherme “Precedentes Obligatorios”, traducción a cargo de Christian Delgado
Suárez, PALESTRA Editores, Lima 2013; y, BUSTAMENTE, Thomas da Rosa de, traducción a
cargo de Juan Carlos Panez Solórzano y Brian L. Ragas Solórzano, Editora y Distribuidora Ediciones
Legales E.I.R.L., Lima 2016
2.4. Retos para la “importación” de la teoría del precedente en sociedades en
desarrollo
Pero como bien se ha dicho23, los acercamientos entre los sistemas del common law y
civil law y la evolución de la cultura jurídica tanto hacia los precedentes persuasivos
como a los precedentes vinculantes parten de un presupuesto común: el encontrarse
cada autoridad con poder decisorio frente a una colectividad que tiene el mismo o
semejante nivel de desarrollo económico y social.
23
Ver supra cita de GALGANO, Francesco a la que se refiere la nota a pie de página N° 19.
24
Piénsese por ejemplo en el sentido atribuido por nuestra Corte Suprema a la causal de nulidad del
acto jurídico consistente en la “falta de manifestación de voluntad del agente” (inc. 1 del art. 219 del
C.C.) confundido muchas veces con la ausencia del poder de disposición en el agente que sí intervino
y que manifestó voluntad o, en general, con la legitimación necesaria para producir la mutación
jurídica perseguida por quienes intervinieron en el acto.
25
LÓPEZ MEDINA, Diego E “¿Por qué hablar de una ‘Teoría impura del Derecho’ para América
Latina” en “Teoría del derecho y transplantes jurídicos” Dirigida por BONILLA MALDONADO,
Daniel; Siglo del Hombre Editores, Universidad de los Andes y Pontificia Universidad Javeriana;
Bogotá 2009. Pág. 84.
al mismo tiempo una de sus características más fascinantes: la iusteoría
latinoamericana no simplemente copia o imita; en vez de ello cambia y transforma”26.
2.5. Peculiaridades de los derechos reales que tornan en relevante el estudio de los
precedentes
Sólo queda agregar, volviendo al principio de este acápite, que las materias de las que
trata el presente artículo no han sido abordadas directamente por los precedentes
vinculantes hasta ahora emitidos, por lo que los precedentes a los que nos referiremos
sólo tienen un valor persuasivo, sin embargo en su reiteración y sus alcances está la
importancia de su tratamiento. Los destinatarios de las normas saben que existen unas
líneas jurisprudenciales más o menos pacíficas y sobre ellas se desarrollan otras líneas,
tal vez soterradas, mediante las cuales la estrategia de los litigantes pone en evidencia
que se pueden evitar las consecuencias de las líneas superficiales.
(ii) Las reglas que definirán el escenario de una futura controversia en temas
contractuales serán, por la fuerte presencia de la autonomía privada, las
paccionadas en su momento con la contraparte, se podrán haber anticipado en
ellas los posibles conflictos, se habrán clarificado los significados de los
términos, se habrán anticipado soluciones extrajudiciales y, en general, se habrán
resuelto anticipadamente o se habrán previsto medidas de control para muchas
de las divergencias posibles en función a la conveniencia de las partes. En
cambio, en la controversia de quien invoca un derecho de propiedad frente a un
tercero que cuestiona dicha afirmación o lesiona el derecho, en principio, sólo se
aplicarán las soluciones previstas por la ley, excepcionalmente, cuando se trate
de derechos con intensa presencia de la autonomía privada como en el caso de
los regímenes de unidades inmobiliarias de propiedad exclusiva y propiedad
común regulados por la Ley N° 27157; o, en el caso de limitaciones o
gravámenes convencionales, en la medida que la controversia se plantee con
alguien afectado por el régimen, el beneficiario de la limitación o el titular del
derecho sobre bien ajeno, podría desarrollarse una anticipación de reglas para
futuras controversias.
26
Ibidem, pág. 86.
(iii) En materia contractual siempre es posible pactar el sometimiento de las
controversias a la jurisdicción (inc. 2 del art. 2058 y art. 2060 del Código Civil)
y a la ley (art. 2095 del mismo Código) extranjera. En cambio, tratándose de
derechos reales, especialmente de propiedad predial, la competencia de los
tribunales peruanos es exclusiva (inc. 1 del art. 2058 del Código Civil) y la ley
aplicable es la peruana (art. 2088 del mismo Código).
Nada dice la Constitución positivamente sobre lo que debe entenderse por derecho de
propiedad (aspecto estático referido al contenido del mismo) ni cómo, fuera del caso de
la herencia, la expropiación o el abandono, se puede llegar a ser (o, en su caso, dejar de
ser) titular de ese derecho (aspecto dinámico referido a las vías por las que se accede al
mismo).
Los Códigos Civiles suelen tener para la estática de la propiedad formulas semejantes a
la del art. 923 del nuestro, conforme a la cual “la propiedad es el poder jurídico que
permite usar, disfrutar, disponer y reivindicar un bien. Debe ejercerse en armonía con
el interés social y dentro de los límites de la ley”.
Un sistema como el antes descrito, con las excepciones que se indican, puede ser
calificado como un sistema consensual de adquisición de derechos reales, en el que el
acto de intercambio o constitución es considerado como suficiente para la incorporación
del derecho real dentro del patrimonio del adquirente, por oposición a aquellos sistemas
en los que el título es un antecedente de la adquisición que debe ser seguido de un acto
posterior consistente en la tradición del bien o en la inscripción del derecho (sistemas
de título y modo) supuestos en los que el nacimiento de un derecho real coincide con el
acceso por el adquirente a un signo de publicidad de su derecho.
27
No está considerada, por ejemplo, dentro de dicha regulación la figura de la expropiación, como
tampoco la sucesión hereditaria.
28
Para el caso de usufructo puede verse el art. 1000 del Código Civil, para los derechos de uso y de
habitación pueden verse los arts. 1026 y 1027, para el derecho de superficie el art. 1031, para el de
servidumbre los arts. 1035, 1040, 1041, 1042, 1048, 1051 y 1053, para la anticresis el Art. 1092, para
la hipoteca los arts. 1099 y 1118 al 1121; y, para el derecho de retención el art. 1127.
legal en contrario. Por cierto, el carácter consensual del sistema no varía por el hecho
de que nuestro legislador haya “movido” el momento traslativo de la sola celebración
del contrato al del nacimiento de la obligación de enajenar, porque para producir el
efecto no se espera de las partes ningún comportamiento debitorio material y
exteriorizador de la voluntad de transferir, como sí ocurre en los sistemas de título y
modo en que este último, expresado comúnmente mediante la tradición, cumple dos
funciones: “dar efectividad a la transmisión y darle publicidad”29. En todo caso, ello
sólo significará que la obligación de enajenar, en orden a producir el efecto traslativo de
dominio, quede espiritualmente ejecutada en ese extremo (no se necesita de ninguna
actividad positiva del deudor para causar dicho efecto), pero no que quede extinta, por
el contrario, dicha obligación sigue subsistiendo:
Los obstáculos para apreciar en estos casos [los del sistema transmisivo
consensual] una vinculación obligatoria son puros prejuicios. Para
superarlos basta tener clara la noción de obligación como vinculación
personal a la que es inherente su eventual fase de responsabilidad, que
entra en juego con la insatisfacción creditoria imputable al deudor (que a
veces se revela tras una inicial apariencia de cumplimiento)”30
29
VALLET DE GOYTISOLO, Juan B. “La buena fe, la inscripción y la posesión en la mecánica de la
fe pública”. En “Estudios sobre Derecho de Cosas”, Tomo I, Editorial Montecorvo S.A. Madrid 1985.
Pág. 428.
30
RUBIO GARRIDO, Tomás, “Contrato de compraventa y transmisión de la propiedad”,
Publicaciones del Real Colegio de España, Bolonia 1993. Pág. 133
31
ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, José Antonio, Curso de Derechos Reales, Tomo I, Civitas, Madrid, 1986.
Pág. 45.
porque así se pueda colegir de su contenido, lo cual es algo que sólo será posible si se
cumplen las dos condiciones siguientes:
a) El acto debe derivar o haber sido otorgado a favor del adquirente por quien
ostente, hasta entonces, el poder de disposición sobre el bien o derecho del que
se trate. Dicho en otras palabras, si el título es traslativo del derecho de
propiedad debe haber sido otorgado por el anterior titular del derecho y si es
constitutivo de un derecho sobre bien ajeno debe haber sido otorgado por quien
con cargo a su titularidad (usualmente el propietario32) está en condiciones de
constituir un derecho real menor.
b) Debe tratarse de un acto jurídico válido, es decir, se deben haber cumplido con
todas las exigencias de carácter estructural establecidas por la ley, así, los sujetos
intervinientes deben haber expresado libremente su libertad, deben tener
capacidad para adquirir o disponer de sus derechos, así como para ejercerlos; en
su caso, deben haber sido debidamente representados; el objeto del acto debe ser
física y jurídicamente posible; se deben haber perseguido fines lícitos; y, debe
haberse observado, en su caso, a forma establecida por la ley con carácter
solemne.
Dadas las condiciones mencionadas, se puede decir que un sistema consensual tiene,
para la prueba de la titularidad de un derecho real, los dos riesgos siguientes:
De lo hasta aquí expuesto, tenemos que – para los efectos probatorios que nos interesa
abordar - si de lo que se trata es de acreditar el derecho derivado de una transferencia o
una constitución de gravamen, no basta la presentación del título en virtud del cual
quien se afirma hoy como actual titular habría adquirido el mismo, sino que, además, se
requiere comprobar que ese título deriva de quien, a su vez, era propietario o titular del
derecho y que el mismo no adolece de causal de nulidad o de ineficacia, sea esta última
propia o derivada de un vicio anterior que afecte a la titulación de la que forma parte.
Como es obvio, probar estos dos últimos extremos no resulta fácil, podemos revisar los
documentos que contienen los actos celebrados pero, en función a lo que observamos,
no es posible afirmar que quede descartada la posibilidad de actos anteriores de
transferencia o constitución de derechos incompatibles; o de un vicio, precisamente, no
documentado como podría ser el derivado de un acto de intimidación, de la existencia
de un fin ilícito, de una simulación o, incluso, de una falsificación o de una
suplantación. Asimismo, podemos pedir que se nos acredite que, a su vez, quien le
transfirió o constituyó el derecho al actual titular era el propietario o titular del derecho,
32
El art. 1041 contempla la posibilidad que las servidumbres puedan ser constituidas por el
usufructuario, dentro del plazo del usufructo y con conocimiento del propietario.
presentando el título en virtud del cual éste adquirió la propiedad o el derecho del que se
trate, pero eso simplemente nos conducirá después a una idéntica necesidad, debemos
revisar el título de quien a su vez efectuó dicha transferencia y así sucesivamente hasta
poder llegar a una adquisición originaria o al dominio originario del Estado.
3.3.2. Los efectos protectores del registro como parte de los “remedios” para los
riesgos del sistema consensual
Podrá tener a la vista no sólo el título del ofertante, es decir, de quien se reclama actual
titular del bien, sino una cadena de títulos a la que, en conjunto, llamamos la titulación
de un inmueble, pero como lo hemos anticipado en el acápite anterior, la probanza del
origen regular del derecho será casi imposible porque tropieza con el hecho de que no
hay forma de probar la historia de una sola cadena con eslabones completos y perfectos
que vayan desde el presente hasta el origen (un modo originario de adquisición, una
invasión que sirvió luego para el nacimiento – ciertamente espurio - de la propiedad o
una adjudicación efectuada por un Estado que en algún momento se arrogó no solo
soberanía sino, también, el dominio sobre todo un territorio – cuando ello haya ocurrido
en alguna sociedad, aunque no en la nuestra – para explicar los dominios de todos sus
súbditos). Es más, si pudiéramos retrotraernos en el tiempo para recopilar todos los
títulos, advertiríamos que esa cadena ha sufrido múltiples rupturas, los eslabones se
rompieron con una nueva invasión, una nulidad, una reivindicación, una confiscación
estatal, etc., pero no sólo hay varios trozos de cadena que han apuntado históricamente
hacia el mismo bien, sino también varias cadenas simultáneas, porque la lucha por la
propiedad es intensa y fratricida, se vale de cada resquicio que deja la ley o la
jurisprudencia para, por allí, hacer valer la afirmación de dominio que cada titulación
contiene.
Dados los condicionantes anteriores, para superar los inconvenientes que tienen las
pruebas indiciarias o las presunciones de hombre apoyadas en la sola existencia de los
títulos y algunas otras circunstancias (inscripción en un catastro, posesión anterior, la
sola antigüedad del título, etc.) en los países de raigambre latina la ley arbitró un
antiguo medio de prueba sumamente costoso y complejo, consistente en comprobar –
debería ser con la misma rigurosidad que lo suelen hacer los jueces en la práctica
judicial - una posesión útil para prescribir (pública, pacífica, continua y como
propietario) y por el plazo establecido por la ley para la llamada prescripción adquisitiva
larga o extraordinaria, de forma tal que se pueda afirmar que el vendedor es el
propietario, sea por la titulación que exhibe o por la prescripción adquisitiva que pueda
invocar como último poseedor dentro de la cadena de transferencias posesorias que han
debido acompañar a la cadena de títulos. Este sistema fundado en el título de propiedad
acompañado de la publicidad que supone la posesión, de las presunciones e indicios que
ella genera, estaba orientado hacia la seguridad estática, “incluso en la prescripción,
porque, aun cuando provoca un cambio de titularidad jurídica, éste defiende
precisamente la estabilidad de una situación de hecho, mantenida a través de cierto
tiempo. Evita un cambio de la situación de hecho – estática material -, provocándolo en
la situación jurídica”33.
Obviamente no existe una sola manera de organizar la actividad registral, pero queda
claro que los sistemas registrales – con la significación que tienen hoy en orden a la
protección de los derechos registrados y la seguridad del tráfico – son un producto de la
modernidad que surge como un mecanismo de complementación del sistema de
transferencia de propiedad cualquiera que sea la forma de organizar este último.
Algunos sistemas son constitutivos porque los derechos no nacen si no son inscritos (ej.
los sistemas alemán y suizo); otros serán solamente declarativos de derechos que nacen
fuera del registro y acceden al mismo para efectos de publicidad; dentro de estos
últimos, en algunos, la publicidad será meramente referencial o informativa (ej. los
sistemas de muchos de los países anglosajones), en otros tendrá - por lo menos - efectos
de oponibilidad de lo inscrito frente a lo no inscrito (ej. los sistemas francés e italiano)
y, finalmente, en algunos lo inscrito llegará al punto de causar fe pública protectora a
favor de quien confió en la información publicitada (ej. los sistemas alemán y español).
Otra forma de clasificarlos es considerando si son causales o abstractos: serán causales
aquéllos en que los derechos que se publicitan acceden a la inscripción y se remiten, en
última instancia, al mérito de un acto generador del derecho que explica la adquisición
del mismo como una compraventa, una donación o una dación en pago (ej. los sistemas
suizo, español, francés o italiano), en tanto que serán abstractos los que desconecten el
derecho publicitado de la causa obligacional, porque se ha interpuesto entre ellos un
acto abstracto que es el que llega al registro y sólo da cuenta del efecto dispositivo o
constitutivo dispuesto por las partes, pero no del acto causal que queda fuera del mundo
registral (ej. el sistema alemán). Por último existirán sistemas sustentados en una
titulación causal o abstracta pero que revela la existencia de un encadenamiento
justificador del último eslabón y otros en los que, en cada oportunidad, el último
eslabón se convierte, por efecto de un diseño legal especial, en la pieza única e
inatacable que sustenta el derecho inscrito (ej. el sistema australiano).
35
El régimen de inmatriculación descrito quedará modificado con la entrada en vigencia del decreto
Legislativo N° 1209 que establece el procedimiento a seguir para la inmatriculación de predios de
propiedad de particulares en el Registro de Predios, conforme al cual, además, de la titulación con
cinco años de antigüedad se deberá presentar un plano elaborado por un verificador catastral, una
constancia de posesión y demás documentación que exija el reglamento de la ley. El procedimiento se
inicia con una anotación preventiva de 90 días que puede dar lugar a una oposición formulada por
propietarios con derecho inscrito o no, la misma que será resuelta por el registrador y solo en caso de
no formularse oposición o ser declarada infundada la que se formule se procederá a la conversión en
definitiva de la inmatriculación. La ley fue publicada el 23 de setiembre del 2015 y aun no entra en
vigencia por falta de emisión del reglamento al que fue condicionada su vigencia.
36
El texto del artículo en mención, conforme a la modificación introducida por la Ley N° 30313, es el
siguiente:
“Art. 2013. Principio de legitimación
El contenido del asiento registral se presume cierto y produce todos sus efectos, mientras no se
rectifique por las instancias registrales o se declare su invalidez por el órgano judicial o arbitral
mediante resolución o laudo firme.
El asiento registral debe ser cancelado en sede administrativa cuando se acredite la suplantación de
identidad o falsedad documentaria y los supuestos así establecidos con arreglo a las disposiciones
vigentes.
situaciones jurídicas publicitadas, por haber pasado por el control de legalidad
que supone el acceso al registro se entienden ciertas y legítimas para todo efecto.
Se trata de una afirmación formulada en términos de presunción relativa, lo
publicitado ha adquirido la condición de algo aparentemente legítimo, hay una
apariencia jurídica protegida. Al respecto se ha señalado:
La inscripción no convalida los actos que sean nulos o anulables con arreglo a las disposiciones
vigentes”
37
GARCÍA GARCÍA, José Manuel, “Derecho Inmobiliario Registral o Hipotecario”, Tomo I, Editorial
Civitas S.A, Madrid 1988. Pág. 675
o Cónsul o funcionario público respectivo que produce la extinción de una
inscripción sin que exista un proceso judicial.
El texto actual del art. 2013 del código Civil señala expresamente lo que
anteriormente se entendía implícito en la regulación del mencionado principio,
esto es, que las inscripciones obtenidas no son convalidantes. En cualquier caso,
es bastante discutible para nuestro país la idea de que el principio de
legitimación tenga tanta vigorosidad como para poner a los asientos registrales
bajo la salvaguarda de los tribunales judiciales, precisamente por la introducción
de la figura de la cancelación por suplantación de identidad y por falsedad
documental.
iii) La fe pública registral (art. 2014 del Código Civil39) que protege al que confía en
la información registral de las vicisitudes de la titulación inscrita que no pudo
percibir de su diligente revisión de los asientos de inscripción y de los títulos
archivados40 - acción identificada como la correspondiente a la denominada
38
Oponibilidad de derechos sobre inmuebles inscritos
Artículo 2022º.- Para oponer derechos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos
reales sobre los mismos, es preciso que el derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de
aquél a quien se opone.
Si se trata de derechos de diferente naturaleza se aplican las disposiciones del derecho común.
39
El texto del artículo ha sido transcrito en la nota a pie de página N° 13.
40
Aludimos a la “definición” que, como lo anticipamos en el acápite 3.1. ha sido realizada por la Ley N°
30313 respecto a los alcances del conocimiento que supone la denominada “buena fe registral” en
relación a la revisión de la información que consta en los Registros Públicos, consolidando así la
buena fe registral u objetiva - que razonablemente no pudo conocer por otros
medios – la denominada buena fe civil o subjetiva. Este es un efecto llamado a
conjurar el problema del efecto en cascada de la invalidez o la ineficacia
negocial, el mismo que como veremos en el numeral 5 en el que desarrollaremos
su sustento dogmático y su desenvolvimiento práctico, se encuadra como un
conflicto con los terceros que pretenden hacer valer dicha invalidez o ineficacia
hasta alcanzar al titular actual,
En estos casos, quien se afirma como propietario lo que pretende es evitar que terceras
personas, interesadas en ostentar igual derecho con cargo al mismo bien, puedan invocar
algún título que, de hacerse efectivo, resulte incompatible con el suyo, por ser
excluyente uno respecto al otro.
Existe, respecto de un mismo bien, una suerte de “concurrencia conflictiva” que por un
lado supone la prueba de la existencia y validez de los títulos, pero al mismo tiempo la
insuficiencia de dicha prueba para vencer al adversario. Las esferas que corresponden al
haz de facultades dominiales que cada concurrente pretende ostentar, se intersectan de
modo tal que, sea que los títulos en conflicto provengan del mismo transferente o que
provengan de titulaciones adversas entre sí, no pueden coexistir sino que es preciso
establecer el sacrificio de uno de ellos.
La lectura de los arts. 1135 y 2022 del Código Civil referidos a la solución del caso de
títulos provenientes del mismo transferente, supuesto conocido como “concurso de
acreedores” o de “doble venta”, nos muestra que existen hasta tres criterios debidamente
jerarquizados que se expresan de la siguiente manera: (i) el primero que de buena fe
accede al signo registral de recognoscibilidad de su derecho es el preferido; (ii) a falta
de publicidad registral de la titularidad, el que de buena fe cuenta con una prueba
fehaciente de la antigüedad de su título es el preferido; y, (iii) a falta de publicidad o de
una prueba fehaciente de la antigüedad del título, será preferido quien simplemente
pueda demostrar la mayor antigüedad de su título.
tendencia de la Corte Suprema de exigir que la misma no se limite a los asientos de inscripción
involucrados sino también a los títulos archivados que dieron mérito a la extensión de los mismos.
clandestinidad – no a quien a través de la libre prueba pueda demostrar la mayor
antigüedad de su título sino a quien tenga ciertas pruebas fehacientes –usualmente
documentales- que demuestren la fecha más antigua de su título (criterio de la fecha
cierta más antigua)41.
Es dentro del contexto de los conflictos de títulos con terceros interesados que derivan
del mismo causante que, complementando lo establecido por el art. 1135 del Código
Civil, actúa el principio de oponibilidad registral consagrado por el art. 2022 del Código
Civil. Se jerarquiza a la prueba de la publicidad registral como algo más fuerte que las
demás pruebas o indicios de una titularidad, de forma tal que la clandestinidad de dichas
pruebas y los riesgos implicados quedan conjurados para el adquirente que – de buena
fe - logra parapetarse tras el signo de publicidad registral y se pone a buen recaudo de
posibles “enemigos” que él no puede conocer pero que también pueden tratar o haber
tratado con su transferente. La publicidad registral, siendo declarativa, porque los
derechos nacen antes de su inscripción, produce verdaderos efectos sustantivos que
hacen la diferencia entre un derecho inscrito y un derecho no inscrito, al punto de
sostenerse que la resolución de este tipo de conflictos conduce a la ineficacia definitiva
del presunto derecho derivado del título no inscrito y que, por consiguiente, debe
entenderse que el vencedor, aunque su título sea de fecha posterior, está realizando una
adquisición derivada de quien actuó como su transferente y no una adquisición a non
domino.
Nada dice la ley sobre la forma de resolver la controversia para el supuesto en el que los
títulos en conflicto no provienen del mismo transferente sino de dos titulaciones
paralelas, supuesto derivado de una clandestinidad más compleja que la que produce el
concurso de acreedores, originada inicialmente por el propio sistema consensual que
permite, por el solo dicho de los interesados, el surgimiento de cadenas paralelas de
titulación, pero continuada y agravada por la falta de soporte del Registro en un sistema
catastral integral y eficiente, en la cual más que tener a dos contendientes blandiendo
sus títulos (que pueden ser entre sí más o menos antiguos, más o menos certeros
respecto de su existencia o, incluso, como es muy común en nuestro medio, inscrito uno
antes que el otro), lo que tenemos son a dos contendientes confrontando las titulaciones
de las que derivan sus títulos y argumentando porqué su historia es mejor que la historia
del contrincante.
41
A la prueba de la inscripción precedente o de la fecha cierta más antigua la ley agrega el requisito de
la buena fe.
En la práctica judicial el asunto se ventila, al igual que el caso del concurso de
acreedores, bajo la misma etiqueta que se usa para el concurso de acreedores, esto es la
del “proceso de mejor derecho de propiedad” y suele presuponer que en el Registro se
ha detectado una duplicidad de partidas que no es meramente gráfica sino que
corresponde a una situación en la que la titulación de una partida contiene una
descripción gráfica que efectivamente se intersecta, parcial o totalmente, con la
descripción gráfica que corresponde a la titulación de la que da cuenta otra partida. El
asunto se resuelve comúnmente haciendo un símil con el caso del concurso y así vence
quien tiene un título que proviene de la titulación primeramente inscrita (dato que se
define y se prueba en función a la fecha de presentación al Registro de los documentos
que dieron mérito a la inmatriculación), siempre que tenga buena fe (entendida como
desconocimiento de la existencia de la otra titulación) y no haya sobrevenido una causa
de ineficacia para su titulación, ocurriendo, de modo similar a lo que sucede en el
concurso, que se suele obviar toda prueba referida a la incidencia de la situación
posesoria.
Cabe sólo agregar que, curiosamente, entre las normas glosadas como pertinentes la
Corte no menciona al art. 2022 del Código Civil.
La Casación antes glosada resulta plenamente coincidente con el concepto del proceso
de mejor derecho de propiedad que tiene la propia Corte, cuando en la CAS. Nº 3643-
2000-CAÑETE se define al mismo como el “… proceso (…) en el cual se discute el
mejor derecho a la propiedad y en el que se debe determinar qué persona tiene mejor
título de dominio respecto de un predio…”(02/12/03).
No obstante, es preciso reconocer que no siempre la Corte tiene tan clara la diferencia
entre una discusión sobre validez de títulos con una discusión sobre oponibilidad de los
mismos, menos entender que justamente se discute oponibilidad porque precisamente en
un sistema consensual es perfectamente posible que más de dos personas tengan títulos
(promesas de transferencia) concertados en distintos momentos con el mismo
“transferente” y que el presupuesto para que hablemos de un “concurso de acreedores”
o de una “doble venta” es que ambos títulos sean perfectamente válidos, siendo que la
discusión se centra en determinar cuál de dichas promesas será la que pueda hacerse
efectiva con sacrificio de la otra y que todo ello ocurra fuera de la lógica de la regla del
solo consenso (ex art. 949 del C.C.) según la cual con la primera transferencia ya se
habría perdido el poder de disposición. Sin embargo, es precisamente la lógica del
consensualismo, la que – en muchos casos – lleva a la Corte a pensar que respecto del
segundo acto se produce una falencia (la falta de poder de disposición en el que vuelve a
actuar como transferente), lo que sería determinante de una patología comúnmente
asimilada a la nulidad, tema que analizaremos en el numeral 4.3.
ii) Es necesario demostrar que ambas partes cuentan con un título idóneo para
la adquisición del dominio.
De lo que se trata es que los títulos en conflicto sean idóneos para producir una
transferencia de propiedad como podría ser una compraventa, una permuta, una dación
en pago, una donación, etc. En algún caso la Corte dijo: “los demandantes no
acreditaron con prueba idónea (…) tener título suficiente y eficaz para acreditar el
derecho de propiedad” CAS Nº 1269-2003 CAJAMARCA (28.02.05).
Esta exigencia está implícita en la razón de ser del proceso de mejor derecho a la
propiedad y siendo lo usual que se enfrenten contendientes cuyos títulos derivan de un
mismo causante en que, por lo menos uno de ellos, llegó a inscribir su derecho o
contendientes que derivan sus títulos de titulaciones adversas, comúnmente
involucradas en una situación de duplicidad de partidas, el criterio prevalente en nuestra
jurisprudencia es el de otorgar la preferencia, en el caso del concurso, al título
primeramente inscrito y, en el caso de la duplicidad de titulaciones, al título que
proviene de la titulación con mayor antigüedad en la inmatriculación. Así en la
Casación N° 2183-2016-LORETO42 se estableció lo siguiente:
42
Publicada en Gaceta Civil & Procesal Civil N° 58, Gaceta Jurídica,, Lima, Abril 2018. Pág. 168.
“llevar a cabo un contraste entre ambos folios y determinar cuál de ellos
tiene en su origen un vicio o una inexactitud. Ello puede llevar a descubrir
que los mismos proceden de una misma persona y, si bien en este caso la
prioridad no es decisiva, puede jugar en el terreno de la prueba del
dominio, como señala Lacruz Berdejo (…). También puede llevar a la
conclusión de que existen terceros protegidos (…), en cuyo caso debe
prevalecer el protegido. Roca, Martínez Escobar, García Monje y Sanz
Fernández participan de esta opinión”43.
Esta es una precisión importante, porque si bien en el caso del concurso de acreedores
(art. 1135 del C.C.) se encuentra clara la exigencia de la buena fe para conferir la
prevalencia al título inscrito sobre los que no lo están, para el supuesto del conflicto
entre titulaciones en que una de ellas, por lo menos, sí accedió al Registro, tal exigencia
no resulta del texto legal que se suele invocar como pertinente (art. 2022 del C.C.), por
cierto, como muchas cosas, la ley no lo tiene que decir todo textualmente, es evidente
que para beneficiar a alguien con la aplicación de cualquiera de los efectos protectores
del Registro, cualquiera sea el principio o regla específica en el que se sustente dicho
beneficio, se requiere tener buena fe. El sistema de transferencia es consensual y, en tal
sentido, el sistema registral protector que lo complementa llega – en términos prácticos -
a dejar de lado la lógica del consensualismo, sí solo sí la razón de ello es la protección a
un tercero que actúa de buena fe.
43
CHICO Y ORTIZ, José María, Estudios de Derecho Hipotecario, Tomo I, Marcial Pons, Madrid, 2000,
p. 763
es de advertirse que conforme a las conclusiones arribadas por las
instancias de mérito, ha quedado acreditado en autos que la demandante
no puede alegar que le asiste la buena fe en la transferencia, toda vez que
a la fecha de su adquisición conocía de la existencia, en el inmueble
sublitis, de poseedores continuos, pacíficos y públicos, pues se encuentra
inscrito en la Ficha registral (…) el contenido de la Escritura Pública de
Compraventa del dos de noviembre de dos mil seis, en donde se deja
constancia de la existencia de terceros poseedores del inmueble (…) razón
por la cual a la demandante no le asiste la presunción de la buena fe
registral (…) conocía de la existencia, en el inmueble sublitis, de
poseedores continuos, pacíficos y públicos, pues se encuentra inscrito en
la Ficha registral (…) el contenido de la Escritura Pública de
Compraventa del dos de noviembre de dos mil seis, en donde se deja
constancia de la existencia de terceros poseedores del inmueble (…) razón
por la cual a la demandante no le asiste la presunción de la buena fe
registral” CAS Nº 3667-2010- LA LIBERTAD (01.01.12)
44
Cabe anotar que la lectura de la sentencia en mención permite colegir que se trata de dos procesos
acumulados, uno de nulidad de compraventa versus reivindicación y otro de mejor derecho de
propiedad y que, finalmente, es por razón de la mala fe de las partes en la venta posterior que sí se
encontraba inscrita que se define no que los títulos de los anteriores compradores sean preferentes sino
que la venta posterior es nula respecto de la parte (?) del predio vendido que se encontraba ocupada
por los compradores anteriores. Es discutible hablar de una nulidad de la compraventa sustentada en
una misma mala fe o si se quiere en una mala fe común (sería la causal de fin ilícito), porque una es la
evidente actuación dolosa de quien vende más de una vez y otra la mala fe de quien no verifica la
posesión del bien vendido, no habiéndose glosado pruebas que acrediten la existencia del común
propósito de conseguir un resultado ilícito. No obstante lo anterior, lo cierto es que el análisis del
sentido con el que debe interpretarse esta exigencia moral, para que la inscripción sea preferida,
muestra en esta sentencia un claro giro respecto de la tendencia precedente.
Existe en este caso una inexactitud registral en sentido amplio, la titulación o el título
que goza de la prioridad registral sólo es aparentemente una titulación certera, porque se
logra probar que el derecho publicitado, por alguna causa prevista por la ley o el pacto,
se había extinguido, es decir, la realidad extrarregistral es distinta a lo publicado por el
Registro. Esta excepción se puede apreciar en el siguiente pronunciamiento de la Corte:
En el literal a) del numeral 4.2 hemos señalado que una de las cosas que están claras en
los precedentes de la Corte Suprema es que cuando se discute mejor derecho de
propiedad no se está discutiendo validez del título que invoca cada parte involucrada.
Ciertamente, una de ellas puede introducir como pretensión diferente, el
cuestionamiento (usualmente previo) de la validez del título de la otra parte. Sin
embargo, particularmente en los casos de concurso de acreedores es común encontrar
en la casuística que el primer comprador que no inscribió su derecho y que anticipa que
el segundo comprador podría vencerlo por haber inscrito su derecho, se anticipe a
plantear un proceso de nulidad de acto jurídico sustentado en última instancia en una
idea que parece ser fuerte a la luz de los razonamientos judiciales como es la de
considerar que nadie puede vender lo ajeno. La lógica del demandante de la nulidad es
que si el sistema es consensual y con la primera venta, la propiedad ya habría salido de
la esfera del vendedor, la segunda venta contiene una patología que debe ser sancionada
con la nulidad. Un ejemplo de lo anterior puede verse en la siguiente Casación:
“… resulta claramente advertible que doña María Clara (…) dispuso del
predio rústico materia de autos cuando el mismo le pertenecía a la
persona de don José (…) en virtud a un contrato de compraventa que para
su validez (…) sólo requiere del consentimiento de las partes, por tanto el
acto jurídico celebrado por [María Clara], la escritura pública que lo
contiene y la inscripción registral del mismo, devienen en nulos e
ineficaces, de conformidad con lo dispuesto en el inciso 3º del artículo
219 …” CAS. Nº 2062-2004-LAMBAYEQUE (03.10.06).
45
Es curioso advertir como en el Derecho francés, en el que se originó el llamado sistema consensual y
en el que el legislador – quizás siendo coherente con el hecho de haber colocado el poder de
disposición en el momento mismo de la concertación del contrato - expresamente sancionó la nulidad
de la venta de cosa ajena (art. 1599 del Code), tanto la doctrina como la jurisprudencia, entendiendo
que dicha nulidad no puede convivir con otras instituciones del sistema que presuponen la validez de
dicha venta, entiende que estamos frente a un supuesto de nulidad relativa o, incluso, de resolución
por incumplimiento, entendiendo que, en todo caso, la racionalidad de la norma es la de superar el
esquema del sistema romano en el que el comprador de un bien ajeno que desconocía de dicha
circunstancia, debía esperar a la evicción para recién poder actuar contra su vendedor. Ver sobre el
particular CUENA CASAS, Matilde, Función del poder de disposición en los sistemas de transmisión
onerosa de los derechos reales, Bosch, Barcelona, 1996. Pág. 124 y ss.
frecuentemente por demandar la nulidad de la segunda venta, para así tener una
oportunidad de descalificar al segundo comprador y, evitar pasar a la confrontación de
títulos en la que es posible que el primer título no esté aparejado por mejores razones
que el segundo para ser preferido.
Este es un supuesto que tiene relación con los casos de duplicidad de titulaciones, se
entiende que si ambas titulaciones están inscritas es posible predicar respecto a las dos
su legitimación frente a terceros, cada titular podrá seguir ejerciendo ante terceros sus
facultades pero resulta obvio que cuando ambos se encuentran frente a frente, es preciso
definir derechos, la legitimación de uno contra el otro reclama una definición.
La Casación tiene un voto en discordia cuyo sentido (hay una dilucidación previa que
efectuar) compartimos plenamente y en el que se señala lo siguiente:
Los Registros Públicos existen en nuestro país desde el año 1888 y desde entonces hasta
la fecha hemos pasado por distintos métodos de descripción de los predios que acceden
al Registro: i) en algún momento la descripción fue libre, se aceptaron diferentes
sistemas de medición y, usualmente, se utilizaron referencias toponímicas46; ii)
posteriormente el sistema métrico decimal se impuso junto con la necesidad de una
descripción perimetral de los predios, para los urbanos describiéndolos por sus lados
(frente, derecha entrando, izquierda y fondo) y para los rústicos describiéndolos en
función a los puntos cardinales, lo que en su momento fue complementado por la
exigencia del uso de planos catastrales (D.S. N° 002-89-JUS); y, iii) finalmente, en la
actualidad, se tiene un sistema métrico, perimetral y georeferenciado.
El punto problemático, en la medida que el país no cuente con un catastro nacional con
los estándares que establece la Ley N° 28294, Ley que crea el Sistema nacional
Integrado de Catastro y su vinculación con el Registro de Predios, vigente desde el 22
de julio del 2004, es que en las partidas registrales se encuentran inscritos predios
descritos bajo los tres sistemas de descripción mencionados, salvo que en el curso de los
últimos tiempos sus propietarios hayan seguido un trámite individual de rectificación o
determinación de áreas linderos y medidas perimétricas o el de saneamiento catastral y
registral correspondiente a la inscripción del Código Único Catastral (CUC). En tal
sentido, en la medida que los derechos sobre los predios recaen sobre entidades ciertas
del mundo tangible, la cuestión es la de saber si los efectos protectores del Registro son,
en términos de eficacia, idénticos para unos y otros. Nuestra respuesta es negativa y el
caso del que da cuenta la Casación 296-2016 LA LIBERTAD (03/10/2017) lo acredita.
La Casación del 28 de octubre del 2016 da cuenta que se expidieron dos sentencias de
primera instancia declarando infundada la demanda y fundada la reconvención de mejor
derecho de propiedad, pero que fueron en su momento anuladas por cuestiones
probatorias referidas a recabar información registral de las partidas involucradas,
determinar la identidad del predio y si existía duplicidad de partidas. Finalmente, una
tercera sentencia de primera sentencia declaró fundada la demanda e infundada la
reconvención, la sentencia de vista de la Corte Superior de La Libertad confirmó la
sentencia y, luego se declaró la procedencia del recurso de casación por las causales de
infracción normativa procesal y material.
46
Referencia al nombre o características físicas de un lugar para poder “situar” aquello a lo que se está
haciendo referencia.
La casación bajo comentario descarta la infracción a la normativa procesal señalando
que se ha respetado el debido proceso y que, específicamente, en cuanto a la debida
motivación se señala que se ha cumplido con los dos extremos de una “justificación
racional”:
47
Es la que, según la propia Casación analizada, gravita en comprobar que el paso de las premisas a la
conclusión es lógicamente –deductivamente – válido, sin importar la validez de las propias premisas.
48
Es la que, según la mencionada Casación, gravita en controlar la adecuación o solidez de las premisas,
lo que admite que las normas contenidas en la premisa normativa sean normas aplicables en el
ordenamiento jurídico y que la premisa fáctica sea la expresión de una proposición verdadera.
resoluciones remitidos por la Zona Registral N° V de la Superintendencia Nacional de
los Registros Públicos señalando lo siguiente:
De nuestra parte, a riesgo de efectuar algunas conjeturas derivadas del hecho de solo
estar leyendo la sentencia final, consideramos pertinente hacer algunas acotaciones:
iii) La partida invocada por la demandada contenía un elemento descriptivo que era
evidentemente comprensivo del elemento individualizador que exhibía la partida
de los demandantes, nos referimos a la numeración del predio, situado según la
misma entre los números 335 al 383 (lo que, como es obvio comprende el
número 375) de la Calle Zepita. Dicho elemento era suficiente para tener, por lo
menos, la duda razonable sobre la identidad parcial entre ambos inmuebles.
En estos casos quien resulta como propietario en virtud del acto o actos posteriores al
que es calificado como inválido o ineficaz lo que pretenderá es evitar que dichos
terceros logren que el defecto patológico del que adolece la titulación de la que deriva
su título pueda alcanzar al mismo, dicho de otro modo, lo que pretenderá quien hoy se
llama propietario es que un vicio de invalidez o ineficacia que no afecta a su propio
título sino a un título precedente de su titulación, a pesar de su eventual comprobación,
no termine – por el efecto en cascada de la ineficacia o invalidez – perjudicando su
posición como actual titular de la propiedad49. Para ello no le bastará demostrar que
cuenta con un título porque, justamente, el defecto detectado en la titulación, desde la
perspectiva de las reglas de la nulidad o ineficacia de los negocios jurídicos, muestra
que el título que él tiene es ineficaz, que se trató de una adquisición a non domino.
Tampoco será suficiente demostrar que su título está inscrito porque, a diferencia del
supuesto anterior, este no es un “conflicto de títulos”, no se trata de enfrentar en el
presente a quienes pretenden ostentar un título válido derivado del mismo transferente o
de otra titulación, pero incompatible con el suyo, sino de enfrentarse a los vicios del
49
Por cierto, dado el tema de nuestro artículo, nos limitamos a los casos en que lo que se cuestiona es la
titularidad registral del derecho de propiedad, pero obviamente el conflicto se puede presentar
respecto de cualquier otra titularidad registral.
pasado de su propia titulación para evitar el aniquilamiento al que ellos normalmente
conducen respecto de todo lo que se erige sobre las bases de un acto inválido o ineficaz.
Se requiere, dar un paso más, se requiere demostrar que se tienen “mejores razones”
para proteger y mantener en la “posición adquirida” a quien se nos presenta hoy como el
titular según la partida registral, frente a quien – por cierto legítimamente- pretende la
restitución de las cosas al pasado, hasta antes de que ocurriera el defecto patológico.
Las “mejores razones” no son, por cierto, un tema dejado al libre arbitrio de quien deba
evaluar el conflicto, sino que como dichas razones suponen el sacrificio de un derecho,
en este caso el derecho de aquél (se suele hablar del verus domini) que logró demostrar
que determinado eslabón la titulación de un predio se quebró y que, por consiguiente, en
salvaguarda del derecho que tiene a que las cosas se retrotraigan hasta el momento en
que se produjo la patología, debería entenderse que nada posterior puede subsistir,
porque ningún supuesto titular posterior pudo otorgar a otro un derecho que no tenía, se
debe buscar explicar dichas razones en dos niveles:
50
La protección del tráfico jurídico resulta impensable, en los términos en que la concebimos
actualmente, si estuviéramos viviendo, por ejemplo, en una economía feudal, en la que interesaría
proteger al verus domini en su afán de recuperar el estatus que había perdido por causa de los actos
que afectaron a su titularidad y, por cierto, seguiríamos hablando de seguridad jurídica pero con un
sentido diferente.
51
Véase el interesante desarrollo sobre el Registro y su tránsito de la modernidad a la posmodernidad en
GONZÁLES BARRÓN, Gunther, Derecho Registral y Notarial, Vol. 1, Cuarta edición, Ediciones
Legales, Lima, 2015, p. 69 y ss. El sentido actual de la sociedad y el Derecho impiden pensar –
aunque existen aún autores que con sus defensas cerradas del “registralismo” lo afirmen – en un
Registro que pretenda ser, como ya en su tiempo lo denunció Rafael NUÑEZ LAGOS: “Más que el
Jordán purificador, el creador de un nuevo propietario exento de tal pecado original, calco y traslado,
jure civile, del hombre naturalmente bueno de los enciclopedistas, sin el estigma de la falta cometida
por los abuelos y antepasados más o menos remotos”, citado por VALLET DE GOYTISOLO, Juan, Op.
Cit., Pág. 410
b) Otro es el nivel legislativo ordinario, en el que se debe construir un precepto o
principio protector que permita mantener la adquisición de quien se presenta
como titular actual aún con sacrificio del derecho del verdadero titular. Nos
estamos refiriendo al caso específico del tercero protegido por el Art. 2014 del
Código Civil, conforme al cual tenemos que se trata del adquirente de un bien
que practicó el acto de adquisición sobre la base de la información registral,
siempre que esa adquisición sea a título oneroso y se inscriba a favor del
adquirente, caso en el cual su derecho se torna en inatacable, siempre que los
vicios precedentes a su adquisición no pudieran haber sido constatados de la
información registral existente y no se tuviera, de otra forma, el conocimiento de
los mismos. De lo que se trata ahora es de eliminar el riesgo de la posible
existencia de defectos o vicios en la titulación que no pudieran ser advertidos de
los documentos que la contienen. Esto guarda relación con otra característica del
Registro en nuestro país, cual es la de ser no convalidante, lo que significa que el
acto inscrito no queda sanado de los vicios que pudiera contener por el sólo
hecho de haber accedido al Registro, de forma tal que siempre es posible
demandar su invalidez, corregir la inexactitud del Registro e, incluso, cancelar la
inscripción en sede administrativa cuando se acredite la suplantación de
identidad o falsedad documentaria o en los supuestos establecidos en las
disposiciones vigentes (art. 2013 del Código Civil modificado por la Primera
Disposición Complementaria y Modificatoria de la Ley N° 30313). Sin embargo,
por los efectos específicos expuestos es fácil advertir que, aquí también, la
publicidad registral tiene trascendentes efectos en lo que concierne a la
protección de terceros que actúan de buena fe y cumplen con todas las
exigencias para estar protegidos por el Registro, de forma tal que en lo que a
ellos concierne lo que es una presunción de exactitud que admite prueba en
contrario (art. 2013) se convierte en una presunción absoluta que da certeza a la
adquisición que ellos han concertado con quien aparecía como facultado para
otorgarla (art. 2014).
iii) La tercera es la cancelación del asiento en que obra inscrito el acto que
aparentemente facultaba al transferente o constituyente del derecho pero que
resultaba irregular por suplantación de identidad o por falsedad documentaria, en
mérito a la sola declaración del juez, notario, cónsul, funcionario público o
árbitro. Esta declaración cancelatoria opera administrativamente, aun cuando
tercero ya tenga su derecho inscrito o su título tenga prioridad respecto al pedido
de cancelación que se haya formulado. Así lo ha establecido el art. 5 de la Ley y
lo detalla el art. 48 del Reglamento. Si bien la ley se encarga de decir que el
tercero es un tercero protegido, lo cierto es que la cancelación efectuada de ese
modo, es decir, cuando el asiento irregular ya no se encuentra vigente sí produce
un efecto perjudicial para el tercero porque, en adelante, el mercado considerará
a su título bajo sospecha, el sólo será un tercero protegido el día en que un Juez
declare la invalidez del asiento de cancelación por considerar que él es
efectivamente un tercero registral protegido. Está claro que esta es la
modificación que expresa el precio que ha debido pagarse en orden a detener el
fraude inmobiliario ya consumado53. Es el tercero quien deberá asumir el costo y
lograr la invalidación de la cancelación, pero mientras tanto su seguridad
jurídica se verá mellada, el Registro ha dejado de ser certero respecto de su
derecho, porque sólo después de ventilarse el proceso para la invalidación de la
cancelación el mercado lo reconocerá como un verdadero tercero.
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Decimos que la discusión queda terminada sólo por ahora, porque como sabemos, en cada
oportunidad que el legislador “cierra una discusión”, pese a la textualidad de su mandato lo cierto es
que simplemente los operadores doctrinarios y jurisprudenciales abren nuevas discusiones y la
vertiginosidad con la que ello se produce suele ser directamente proporcional a la eventual falta de
racionalidad de la decisión legislativa.
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Junto con la fe pública registral, también se afecta seriamente al principio de legitimación, porque
violentándose las garantías de la unidad y exclusividad de la función jurisdiccional y la del debido
proceso se crean declaraciones concluyentes de notarios, cónsules, funcionarios públicos, jueces y
árbitros que impedirán la inscripción de títulos en trámite (trámite de oposición a la inscripción) o
determinarán la cancelación de las inscripciones de dichos títulos (trámite de cancelación) en
supuestos que siendo graves no deberían quedar expuestos a la simple declaración de quien dice que
fueron falsificados o que se produjo un supuesto de suplantación de identidad. Una vez más el
legislador elude resolver los problemas de fondo (las acciones de modernización de la infraestructura
necesaria para el funcionamiento de un eficiente sistema inmobiliario) y subsidia la ineficiencia de un
sistema que no ha sabido poner coto a los fraudes inmobiliarios tanto mediante la efectiva sanción a
los responsables como mediante un adecuado manejo de los casos concretos en los que los
“beneficiarios” del fraude fueron fácilmente calificados como terceros protegidos.
La jurisprudencia de nuestra Corte Suprema sobre los temas discutidos en materia de
aplicación del principio de fe pública registral ha sido profusa y contradictoria, alguno
tópicos han sido marcados por líneas jurisprudenciales ciertamente mayoritarias (la
necesidad de la revisión de los títulos archivados como presupuesto necesario para
afirmar que se ha actuado con buena fe registral que – por ahora – ha quedado
positivizada por la Ley N° 30313; la idea de que en la búsqueda de antecedentes
registrales el adquirente sea proactivo al punto de exigírsele “seguir la pista”,
eventualmente, fuera del Registro; y, la común exclusión – en el análisis de probidad
del adquirente – de la situación posesoria), pero otras líneas han sido tenues o
simplemente ocasionales, nada hace previsible que deban repetirse en el razonamiento
judicial. Antes de revisar las dos últimas del primer grupo, resulta pertinente citar una
Casación en la que se establece lo que debe ser materia de probanza cuando se alega la
condición de tercero adquirente de buena fe:
“(…) El artículo dos mil catorce del Código Civil […] consagra el
principio de buena fe registral y para su configuración […] exige la
concurrencia copulativa de determinados requisitos, como son: a) que el
adquirente sea a título oneroso; b) que el adquirente actúe de buena fe,
tanto al momento de la celebración del acto jurídico del que nace su
derecho, como al momento de la inscripción del mismo, buena fe que se
presumirá mientras no se acredite que tenía conocimiento de la
inexactitud del registro (presunción juris tantum); c) que el otorgante
aparezca registralmente con capacidad para otorgar el derecho del que se
tratase; d) que el adquirente inscriba su derecho; y e) que ni de los
asientos registrales ni de los títulos inscritos en los Registros Públicos
resulten causas que anulen, rescindan o resuelvan el derecho del
otorgante (…)” Casación N° 4816-2006 LIMA (02.12.08).
Ahora bien dentro de dicha tesitura tradicional, si alguna proactividad se exige de parte
del adquirente que alega la buena fe, es que si en la búsqueda de asientos y archivados
encuentra un cabo suelto, entonces se deduzca que está obligado a seguir la pista aun
fuera del Registro, pero siempre buscando pruebas documentales. Eso es lo que se
desprende, por ejemplo, de las siguientes sentencias:
6. NOTAS CONCLUSIVAS
6.8. Queda claro de esta mirada panorámica a la eficacia del sistema de transferencia y
de protección de la propiedad que existe alta inseguridad y altos estándares de
conflictividad sobre todo en materia de propiedad predial y eso pudiera llevar a
muchos a pensar que la situación se soluciona sólo con dictar una regla simple:
instaurar un sistema registral constitutivo para todos los derechos reales. Sin
embargo, los casos revisados nos revelan que esa no es la solución, como en aquel
de la señora cuya titulación no tiene una descripción actualizada o para quienes
están involucrados en una duplicidad.
Como quiera que la tarea es gigantesca y sin duda compleja, quizás la única forma
de implementarla, como ha ocurrido con otras leyes es mediante su
implementación parcial o por zonas con la interacción de equipos
multidisciplinarios (incluidos jueces especializados).