Ivanhoe by Walter Scott

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J~I ,l. t :, ~.

WALTER SCOTT

IVA·N HOE
" EDITORIAL
cAl/antida
BIBLIOTECA

Billiken
IVANHOE
ESTE LIBRO

A Bilblioteca Billiken ofre·ce en


L es't e volumen una versión abre-
viada de "Ivanhoe", n ove'la do.
escenario medioeval y una de las
obras más famos'as y amenas del
gran novelista inglés Walter Scott.
La vigorosa maestría con que el au-
tor pinta las costumbres de aquella
época de luchas y !persecuciones, en
las que el valor personal jugaba un
papel importantísimo, la simpática
heroicidad de los personajes. princi-
pales, la noble rudeza de otms y la
maldad y la perfidia de algunos,
exal1lan y sostienen el interés del
lector desde el principio al fin del
relato y dejan en su espíritu un eco
vivo de aquel tiempo de hazañas y
de pasiones ¡poderosas.
BIBLIOTECA BILLIKEN
COLECCION ROJ A

WALTER SCOTT

IV ANHOE
Versión reducida
por

Angustias Garcés
ILUSTRACI<rnES DB
PONTONES

EDITORIAL ATLANTIDA, S. A.
BUENOS AIRES
Derechos re~ervado8
HECHO EL DEPOSITO
QUE MARCA LA LEY

Se acab6 de imprimir el día 15 de octubre de 1940


TALLERES DE LA EDITORIAL ATLANTIDA

Azopardo 579 - Buenos Aires


W ALTER SCOTT

S IR Walter Scott, gran poeta y novelista esco-


cés, nació en Edimburgo el 15 de agosto de
1771. En su infancia, precaria y enfermiza, sufrió
un ataque de parálisis que lo dejó cojo de la pier-
na derecha. Esto influyó notablemente en su afi-
ción por la literatura recreándose su viva inteli-
gencia en las narraciones épicas 11 heroicas de los
bardos escoceses.
Estudió más tarde en la Escuela Superior de
Edimburgo y durante algún tiempo practicó la ca-
rrera de abogado, retirándose al fin pq.ra dedicarse
a la literatura.
"El canto del último juglar" le dió fama de au-
tor eminente y en 1814 publicó la obra anónima
"Wawerley" primera de las "Wawerley Novels",
entre las que se encuentran "Guy Mannering", "El
Anticuario", "El corazón de Midlothian", "Anti-
gua Mortandad", "Ivanhoe" y otras.
Escribió también grandes poemas como "Mar-
mion" y "La dama del lago".
1

E N aquel hermoso cantón de Inglaterra baña-


do por las aguas del río Don, se extendía
antiguamente una inmensa floresta que ocultaba
la mayor parte de los valles y montañas que se
encuentran entre Seffield y la ciudad de Doncas-
ter.
Este es el principal sitio de la escena de nues-
tra historia, cuya fecha se refiere a los últimos
años del reinado de Ricardo 1 "Corazón de León",
época en que los deseos de sus vasallos, más bien
que fundadas esperanzas, hacían creer que re-
gresaría del cautiverio en que le había encerrado
la perfidia al volver de Palestina. La nobleza, cuyo
poder no reconocía freno, se entregaba a su ati-
gua insolencia. Reforzaba sus tropas, fortificaba
sus castillos y aumentaba el número de sus pose-
siones, apoderándose de las de sus pacíficos ve-
8 WALTER SCOTT

Después de la conquista de Inglaterra por Gui-


llermo duque de Normandía, seguía en la misma
conducta opresora. Los nobles normandos se ha-
bían hechos dueños del mando después de la fa-
mosa batalla de Hastings, y la raza de los prínci-
pes y nobles sajones había sido despojada o des-
truída y apenas se encontraba un sajón que con-
servara algún dominio en el país de sus antepa-
sados. Los soberanos de raza normanda distin-
guían con su predilección a los vasallos norman-
dos e introducían nuevas leyes sobr,e la caza y
otros mil objetos importantes que contrariaban el
código sajón y agravaban la pesadumbre del yugo
que oprimía a los habitantes conquistados. El
francés era el idioma usado por la nobleza, ha-
biendo quedado el uso del sajón para los campesi-
nos y demás clases inferiores. Pero la necesidad
de comunicarse y entenderse los señores del país
y los que le cultivaban, produjo un dialecto que
participaba del francés y del sajón y éste fué el
origen del idioma inglés.
Esta era la situación del estado en la época de
que hablamos. Las heridas producidas por la con-
quista permanecían sin cicatrizar y existía la lí-
IVANHOE 9

nea que separaba a los descendientes de los nor-


mandos de los sajones.
Caminaba el sol hacia su ocaso y sus purpúreos
rayos perdían sus fúlgidos matices al quebrarse
en el verde ramaje de los árboles del bosque que
indicamos al principio. Millares de encinas exten-
dían sus ramas sobre una encantadora alfombra
de verde <:ésped; con €llas se mezclaban las de los
abedules, acebos y otros varios árboles cuyo te-
jido interceptaba el paso a la luz.
N otábase además abierto un considerable espa-
cio cruzado por un arroyuelo, cuyas ligeras ondas
producían un dulce murmullo.
Animaban el rústico paisaj e dos personas cuyo
porte y vestidos indicaban cierto aire selvático y
agreste. El más entrado en años parecía un aldea-
no, vestido muy sencillamente con un viejo gabán
de piel curtida. Le llegaba desde €l cuello a la ro-
dilla y €staba ceñido al cuerpo por un cinturón
del que pendían un saquito, un cuerno de carnero
convertido en bocina y un largo cuchillo de mon-
te. Tenía un collar d€ cobre semejante al que usan
los perros, pero no tenía ninguna abertura y era
imposible abrirle sin recurrir a una lima. En él
10 WALTER SCOTT

había grabada esta inscripción: "Gurth, hijo de


Beowulps, esclavo de Cedric de Rotherwood".
Junto a aquel guardián de cerdos estaba sen-
tado un hombre vestido con una túnica de vivo
color de púrpura con adornos grotescos y cubier-
ta la cabeza con una caperuza llena de cascabeles
que sonaban a cada movimiento. Tenía un collar
igual al de Gurth, pero de plata, y en 'e l que se
leían estas palabras: "Wamba, hijo de Witles, es-
clavo de Cedric de Rotherwood". Su traje y su fi-
sonomía hacían ver que Wamba era uno de aque-
llos bufones que los grandes señor'es tenían para
su distracción. De su cintura pendía un saquito y
un sable de madera.
Hablaban ambos en anglo-sajón y Gurth sona-
ba infinitas veces su bocina para reunir a los dis-
persos animales, ayudándole en esta tarea su pe-
rro "Fangs".
-Te aconsejo, Gurth - dijo Wamba, - que
abandones la piara a su destino, porque sea que
caiga en manos de contrabandistas, de soldados o
de peregrinos, -esos animales estarán mañana con-
vertidos en normandos.
-¿Convertidos en normandos? Explícame ese
enigma.
IV'ANHOE 11

-¿ Qué nombres das a 'estos animales que gru-


ñen y andan en cuatro patas?
-¡El de cerdos, loco, -el de cerdos!
-Cerdo es palabra sajona; mas cuando el cer-
do 'está degollado,_ chamuscado, hecho cuartos y
colgado de un gancho como un traidor, ¿'cómo le
llamas?
-Tocino.
-¡Estoy encantado! P,ero como los normandos
denominan "tocino" a -estos animales vivos o
muertos, y los sajones sólo cuando están muertos,
se vuelven normandos en el momento que los de-
güellan para servirlos -en los f,estines de los nobles.
Pero, ¿qué cabalgata 'es la que viene hacia nos-
otros?
-¡Yo no me cuido de eso! - contestó Gurth
dirigiendo su piara hacia una de las alamedas del
bosque. - Emprendamos el camino porque nos
amenaza una terrible tempestad. ¿No oyes 'e l rui-
do de los truenos, el resplandor del relámpago y la
lluvia que empieza a caer?
Sintió Wamba la fuerza de este razonamiento y
acompañó a su camarada que, precedido de SU pia-
ra, se dirigía a grand-es pasos a la morada de su
dueño.
II

No tardaron en alcanzar les los catminantes,


que eran diez. Dos de ellos parecían ser
personas de alta importancia, y las otras ocho
componían su comitiva.
A primera vista se divisaba que uno de los per-
sonajes era eclesiástico y que el otro era caba-
llero de la Orden del Temple. El primero mon-
taba una mula perfectamente enjaezada y ador-
\
nada con cascabeles de plata y el segundo un
hermoso potro. Su caballo de batalla era ' -condu-
cido de las riendas por un escudero y otros dos
llevaban la lanza y el escudo, A estos escuderos
seguían otros dos, cuyo color bronceado y vestidos
orientales hacían conocer que eran de Asia. El
resto de la comitiva lo formaban monjes que es-
coltaban a su superior y conducían una mula car-
gada con sus efectos y un hermoso potro andaluz.
IVANHOE 13

Wamba reconoció en el monj e al Prior de la


Abadía de J orvaulx.
Los dos siervos sajones saludaron respetuosa-
mente al prior, el cual les pidió le indicasen el
camino que debían seguir para ir a la casa de C-e-
dric "el Sajón".
-No es fácil encontrar el camino - dijo Gurth.
- Además la familia de Gedric se recoge tem-
prano.
-¡Buena razón! - contestó el caballero. - La
familia de Cedric se tendrá muy honrada en le-
vantarse para servirnos, ya que nos humillamos
solicitando su hospitalidad.
-Dime tú, querido - dijo el prior a Wamba,
alargándole una moneda, - el sendero que hemos
de tomar para llegar a la morada de Cedric "el
Sajón", pues no puedes ignorarlo.
-Sigan vuestras reverencias - dijo el bufón,
- esta misma vereda hasta llegar a una cruz; allí
tomaréis el camino de la izquierda y en seguida
llegaréis al término de vuestro viaj e.
El prior dió las gracias a Wamba y la comitiva
partió al galope. Cuando apenas se sentían las pi-
sadas de los caballos, Guth dijo a su compañero:
14 WALTER SCOTT

-Muy dkhosos serán si llegan a Rotherwood


ant€S de bien entrada la noche.
-¡Quién 10 duda! No soy yo el cazador que in-
dica al perro dónde se encuentra el gamo.
-Hacéis bien. No fuera razón que ese templa-
río viera a lady Rowena y peor que se trabase de
palabras con Cedric.
En cuanto se alejaron los caminantes continua-
ron su conversación en idioma normando-francés.
-Prior Aymer - dijo el templario, - hablan-
do de la hermosa sajona, os diré que ha de ser muy
linda la hija de Cedric para reducirme a guardar
la tolerancia necesaria para granjearme el favor
de su padre.
-No es su padre, sino su tutor, y la ama como
si fuera su propia híja. Yo os aseguro que si su
belleza no aventaja a la de las beldades de Pales-
tina, pierdo mi collar de oro contra diez pipas de
vino de Scío.
-Acepto la apuesta. Veréis vuestro collar sobre
mi gola en 'e l torneo de Ashby de la Zouche.
-Engalanaos en buena hora con él, si le ganáis
lealmente. De todos modos exijo y espero que no
déis ocasión a Cedric para enojarse y ... Pero es-
IVANHOE 15

ta es, sin duda, la .cruz de que nos habló el bu-


fón. ¿No dijo que tomásemos a la izquierda?
-A la derecha, si mal no me acuerdo.
-¡No, no, a la izquierda!
Al fin, el templario vió un hombre dormido o
muerto al pie de la cruz y ordenó a su escudero
que lo despertase con el asta de su lanza. Hízolo
así y habiéndose puesto el dormido en pie le pre-
guntaron por el camino que buscaban.
-Precisamente allí me dirijo y si queréis os
serviré de guía.
El prior dispuso que uno de los legos diera su
caballo al peregrino, el cual tomó el camino opues-
to al que Wamba había indicado. Después de atra-
vesar un estrecho y peligroso camino', llegaron a
un terreno ancho desde el que se divisaba un
gran 'edificio bajo e irregular.
-Allí - dijo el peregrino, señalando la gran
casa, - tenéis a Rotherwood, la morada de Ce-
dric "el Sajón".
Llegaron a la puerta de la residencia de Cedrk
y el caballero del Temple tocó con fuerza la bocina
colgada a su entrada. La cabalgata se introdujo
apresuradamente en la casa, pues el agua empeza-
ba a caer con violencia.
III

E N un salón de dimensiones desproporcionadas


había una gran mesa de encina y encima de
ella se veía todo preparado para la cena de C.edric
"el Sajón". En cada extremo de la sala había una
gran' chimenea y de las par.edes pendían varios
instrumentos de caza y guerra. En cada ángulo ha-
bía una puerta que daba entrada a las habitacio-
nes interiores.
El pavimento ,e staba hecho con una mez'cla de
tierra y cal sumamente compacta y endurecida. En
un lado estaba más alto el piso, formando un es-
trado que sólo podía ser ocupado por los principa-
les miembros de la familia o por huéspedes ilus-
tres. Sobre la plataforma había una mesa cubierta
con un rico tapete de grana, y del centro salía
otra, que ocupaba toda la longitud de la sala, des-
tinada para los huéspedes de clase inferior y cria-
IVANHOE 17

dos de más rango. Sobre el estrado había varios


sillones cubiertos con un dosel de paño y en me-
dio dos de mayor tamaño para el amo y ama de
la casa. Cedric "el Sajón" ocupaba su puesto ya
hacía largo rato y su impaciencia era grande por
la tardanza en servirle la cena.
La fisonomía de Cedric demostraba su carácter
franco, pero vivo e impetuoso. Era de mediana
talla, ancho de eSRaldas, de largos brazos, fornido
y robusto. Sus ojos eran azules, sus largos cabellos
rubios divididos en la parte superior de la ca-
beza, desde la frente, le caían a ambos lados sobre
los hombros.
Su traje se componía de una túnica verde con
el cuello y las mangas guarnecidas de piel y unos
calzones de 10 mismo. Las sandalias eran de ma-
teriales finos y ajustados con broches de oro; de
igual metal eran los brazaletes y una ancha ar-
golla que adornaba su ,cuello. De su cinturón,
adornado con piedras preciosas, pendía un largo
puñal puntiagudo. Sobre el respaldo de su sillón
colgaba una gran capa de grana forrada de pieles
y un gorro de lo mismo que completaban el tra~
je del sajón. En el mismo sillón había apoyada una
jabalina que le servía de arma y de bastón.
18 WALTER SCOTT

Los criados que había en el salón espiaban los


movimientos de su amo para servirle con pron-
titud. Había también dos o tres descomunales
mastines de caza, igual número de perros de me-
nos corpuJ,encia y un par de ellos mucho más pe-
queños que esperaban con impaciencia la cena.
Solamente un perro vi,ejo se tomaba la libertad,
propia de un favorito, de colocarse junto al sillón
de Cedric poniendo la cabeza sobre sus rodillas.
El ceñudo amo sólo respondía: "¡Abajo, "Balder";
abajo, que no estoy para fiestas!".
Es cierto que le dominaba el mal humor. Aca-
baba de llegar lady Rowena que había ido a vís-
peras a una iglesia distante y venía inundada por
el aguacero. Se ignoraba el destino de la piara de
Gurth porque tardaba demasiado en llegar, y es-
ta tardanza le desazonaba tanto más cuanto que
la riqueza de los hidalgos sajones consistía prin-
cipalmente en grandes piaras de cerdos.
También aumentaba su fastidio la falta de su
favorito Wamba y el no haber probado bocado
desde mediodía. El copero le presentaba, de rato
en rato una gran copa de vino y Cedric, después
de apurarla, exclamaba:
-¿Pero por qué tarda tanto lady Rowena?
IVANHOE 19

-Está mudándose de vestidos - contestó una


camarera.
Ante estas razones, el Thané respondió con una
interjec-ción, a la que añadió:
-Espero que si otra vez: va a la iglesia. esco-
gerá un tiempo más a propósito. ¡p.ero con dos
mil diablos! ¿Qué hace Gurth! ¿Qué razón tiene
para estar a estas horas fuera de casa? Apuesto
que mis bienes han pa·sado ya a manos de algunos
bandidos. ¿Y Wamba? ¿Dónde está Wamba?
¿Quién ha dicho que salió en compañía de Gurlh?
-Así es - respondió Oswaldo.
-¡Mejor que mejor! Bueno es que un loco de
un rico sajón vaya a divertir a un señor norman-
do! ¡Mas yo me vengaré! ¡Desafiaré uno a uno a
los normandos y pelearé cuerpo a cuerpo con ellos!
¡Me creen viejo, sin duda; mas ellos verán que la
sangre de Hereward circula aún por mis venas!
¡Ah! Wilfl.'ledo, Wilfredo - dijo en tono bajo y
como hablando consigo mismo. - ¡Si hubieras sa-
bido refrenar tu insensata pasión, no se vería tu
padre abandonado en su vejez!
Estas ideas cambiaron en tristeza la cólera de
Cedric.
De pronto oyó el ruido de una trompa y en-
20 W ALTER S e OTT

trando uno de los guardias anunció que Aymer,


prior de Jorvaulx, y el caballero Brian de Bois-
Guilbert con su comitiva, solicitaban hospitalidad
por aquella noche.
-¡El prior Aymer! ¡Brian de Bois-Guilbert! -
murmuró Cedric. - Los dos son normandos. ¡No
importar Sean bien llegados. - Y volviéndose a Su
mayordomo le ordenó que saliera a recibirlos, des-
pués mandó taladrar el mejor tonel de vino añejo,
preparar el mejor hidromiel, la sidra más espu-
mosa, el morado y el picante más oloroso y por
último envió a Elgitha a decir a lady Rowena que
si no quería asistir al banquete podría cenar en
su aposento.
-Antes bajará con mucho gusto - respondió
la camarera. - Su mayor deseo es enterarse de
las últimas noticias de Palestina.
Cedric le lanzó una fulminante mirada y le or-
denó ir a dar el recado a su señora.
Elgitha se retiró sin réplica.
-¡Palestina, Palestina! También yo debería es-
cuchar sus noticias con interés. ¡Pero no! ¡El hijo
que me desobedece no es mi hijo y su suerte no
me interesa!
IVANHOE 21

Una nube cubrió el rostro de Cedric. A poco se


abrió la puerta principal del salón y los huéspe-
des entraron en él, precedidos por los criados y
el mayordomo con su varita blanca.
IV

T ANTO el prior como el caballero del Temple


habíal). aprovechado aquella ocasión en que
tenían necesidad de cambiarse de ropa para po-
nerse otros trajes más ricos y elegantes.
Los dos personajes iban seguidos de sus res-
pectivas comitivas, y a mayor distancia iba el pe-
regrino que les había servido de guía. En su as-
pecto nada se notaba de particular sino el regular
atavío de un peregrino. Entró en el salón con ade-
mán modesto, detrás de los últimos criados, y vien-
do que apenas había puesto libre en la mesa in-
ferior, eligió otro en una de las chimeneas, aguar-
dando que el mayordomo le enviase algún ali-
mento.
Se levantó Cedric con amable semblante y des-
cendió tres pasos más allá de la plataforma dete-
niéndose allí para aguardar a que los huéspedes
IVANHOE 23

llegasen. Cuando éstos se aproximaron les pidió


perdón por su aparente descortesía, diciéndoles que
un voto le obligaba a no adelantar tres pasos más
allá del dosel para Tecibir a qu~en no tuvi·e se san-
gre sajona. Se excusó también de hablarles 'e n su
lengua natal en la cual les rogaba lecontes,t asen.
Después les señaló los puestos que debían ocupar
y en seguida mandó a los criados que sirvieran
la cena.
En tanto que los criados se ocupaban de obe-
decer a su dueño, divisó a 10 lejos a Gurth con su
compañero Wamba que acababan de asomar a la
puerta del salón. Al verlos les preguntó con voz
airada por la causa de su tardanza, amenazándo-
les con graves castigos si tal cosa volvía a su-
ceder.
Gurth, que conocía el fuerte carácter de su amo,
no quiso disculparse; pero Wamba le echó la culpa
a su perro "Fangs" o, mejor dicho, al viejo Hu-
berto, guardabosque de Felipe de Malvoisin, que
halló al perro en el coto de su amo y le castigó
arrancándole las uñas delanteras.
-¡Lleve el diablo a Malvoisin y su guardabos-
que! Toma otro perro para la piara y si el guarda-
bosque se atreve a tocade el pelo, nos veremos las
24 WALTER. SCOTT

caras. Pero dispensadme, mis dignos huéspedes.


La cena nos aguarda; servíos y supla la buena
voluntad a la pobreza del banquete.
Sin embargo la c,e na no necesitaba excusa, pues
los platos que cubrían la mesa contenían jamón
aderezado de varios modos, gallinas, venado, ca-
bra, liebre, distintos pescados, pan, tortas de ha-
rina y dulces, pasteles de caza y postres hechos,
como compotas de frutas y miel. Delante de cada
persona de distinción había un gran vaso de pla-
ta; los de clase inferior bebían en copas de asta.
Empezaban a cenar, cuando el mayordomo dijo:
-¡Plaza a lady Rowena!
En seguida se abrió una puerta lateral y pene-
tró en el salón lady Rowena acompañada de cua-
tro camareras. Cedric se adelantó a recibirla y la
acompañó con toda ceremonia al asiento destinado
a la dueña de casa. Todos se pusieron de pie y
ella contestó al saludo con una graciosa reveren-
cia, pero aún no había llegado a ocupar el sillón,
cuando el templario dijo al prior:
-¡No llevaré vuestra cadena de oro en el tor-
neo! ¡Es vuestro el vino de ScÍo!
-¿No os lo decía yo? ¡Mas moderaos, Cedric
nos observa!
Entró en el salón lady Rowena.
26 WALTER SCOTT

A pesar de esta advertencia, Bois-Guilbert te-


nía los ojos fijos en la noble sajona.
Era Rowena de elevada estatura y de propor-
ciones exquisitas. Tenía el cabello rubio y los ojos
azules y profusos rizos entrelazados con piedras
preciosas, adornaban su cabeza. Pendía de su cue-
llo una hermosa cadena de oro con un pequeño
relicario del mismo metal y los brazos desnudos
adornados con ricos brazaletes. Vestía unas ena-
guas y vaquero verde mar y encima un ancho y
larguísimo traje y llevaba pendiente de la cintura
un velo de seda y oro.
Cuando observó lady Rowena la fija atención
con que la miraba el caballero del Temple, se cu-
brió con el velo. Cedric, que notó lo que pasaba,
dijo:
-Señor templario, las mejillas de nuestras no-
bles sajonas no pueden tolerar a gusto las fijas
miradas de un cruzado.
Bois-Guilbert pidió perdón y el prior Aymer
intervino para preguntar si asistirían al torneo de
Ashby, ofreciéndoles su compañía para el camino.
"El Sajón" le respondió que siempre viajaba
sin más comitiva que sus criados y que si se de-
IVANHOE 27

terminaba a ir lo haría en compañía de su vecino


y compatriota Athelstane de Conningsburgh.
En estas pláticas estaban cuando la conversa-
ción fué interrumpida por uno de los pajes de por-
tería, que anunció que a la puerta se hallaba un
extranjero que pedía hospitalidad.
-Hacedle entrar - dijo Cedric - y cuidad que
nada le falte.
El mayordomo salió para cumplir las órdenes
de su amo.
v

O SWALDO tardó poco en volver y acercán-


dose a Cedric, le anunció que ·e lllegado era
un judío llamado Isaac de York.
En seguida se vió entrar y acercarse al último
lugar de la mesa a un hombre de edad avanzada
y aventajada ,estatura. Se presentó turbado, inde-
ciso y llaciendo humildes cortesías.
La acogida que dieron al judío de York, fué
tal como si todos los presentes hubiesen sido ene-
migos personales. Ninguno le hizo sitio, hasta que
el peregrino cediéndole su asiento, tomó de la me-
sa un plato de potaje y otro de asado y los colocó
delante del judío, marchándose en seguida a ocu-
par un sitio más cercano al de los distinguidos
personajes que estaban al testero de la mesa.
Cedric y el Prior discurrían sobre el uso del
idioma francés y el del sajón. El primero se la-
IVANHOE 29

mentaba que hasta el recuerdo de los más famo-


sos hechos del pueblo sajón. se desvanecían en la
fama de otro pueblo; su enérgico idioma y hasta
sus nombres se oscurecían y nadie lloraba tales
infortunios, sino un pobre anciano solitario. - ¡CO-
pero, llenad las copas! ¡Brindemos a la salud del
más valioente de cuantos han desnudado su acero
en Palestina!
El caballero templario reclamó este honor pa-
ra sus compañeros los campeones jurados del Tem-
ple. El Prior dijo que correspondía a los caballe-
ros hospitalarios y lady Rowena preguntó si era
posible que no se encontrase en todo el ejército
inglés un sólo caballero que pudiera competir con
los del Temple y los de San Juan.
-No os digo, señora - contestó el templario, -
que deje de haberlos. El rey Ricardo llevó a Pa-
lestina una hueste de famosos guerreros que sólo
ceden a mis hermanos de armas.
-¡Que a nadie cedieron jamás! - exclamó con
fuerza el peregrino que se había acercado algún
tanto. - Y sostengo - continuó - que a los caba-
lleros ingleses que formaban la escolta de Ricardo 1
no aventaja ninguno, pues yo he visto que el rey
Ricardo en persona y cinco caballeros más sostu·
30 WALTER SCOTT

vi'e ron un torneo después de la toma de San Juan


de Acre con cuantos se presentaron. Cada caba-
llero hizo morder el polvo a sus tres antagonistas,
de los cuales siete eran caballeros del Temple.
Presente está sir Brian de Bois-Guilbert que sabe
mejor que na-die si digo la verdad.
-Peregrino - dijo Cedric, - tuyo es este bra-
zalete de oro si designas los nombres de esos va-
lientes caballeros.
-El primero en honor, en dignidad y heroís-
mo - dijo el peregrino - fué el valiente rey de
Inglaterra, Ricardo 1. El conde de Leicéster fué
el segundo; el tercero sir Tomás Multon de Gis-
land, sir Foulk Doilly, el cuarto; sir Edwin Tur-
neham el quinto.
- y el último - preguntó Cedric transportado
de alegría al ver que tres de ellos eran sajones.
-El último... - respondió el per-e grino des-
pués de haberse detenido como si reflexionase, -
el último era un caballero de menor fama. ¡No
recuerdo su nombre!
-Señor peregrino - dijo sir Brian de Bois-
Guilbert. - Yo os recordaré el nombre del ca-
ballero ante el cual quedé vencido ... Fué el "ca-
ballero de Invahoe" a quien desearía volver a ver
IVANHOE 31

delante de mí montado y armado para repetir el


desafío.
-Si estuviera a vuestro lado Ivanhoe - dijo
el peregrino - no necesitaríais hacer esfuerzos
para que aceptara vuestro desafío. Si regresa de
Palestina, el mismo irá a buscaros; yo respondo
de ello.
-¡Buen fiador! - exclamó ,e l templario. - ¿Y
qué seguridad dais?
-Este relicario - dijo, sacando una cajita del
pecho.
El templario quitándose del ·c uello una cadena
de oro la arrojó sobre la mesa y dijo:
-Recoja el peregrino su prenda y deposite el
prior Aymer la mía en testimonio de que si cuan-
do regrese Wilfrido de Ivanhoe no responde a mi
reto, le proclamaré ,cobarde en todos los castillos
de los caballeros del T,emp1e.
-No necesitaréis, señor caballero, tomaros esa
molestia - dijo lady Rowena. - Yo afirmo que
aceptará vuestro desafío y respondo de que sir
Wilfrido buscará a ese arrogante caballero y me-
dirá con él sus armas.
Al escuchar el nombre de 1vanhoe todos los
32 WALTER SCOTT

criados fijaron sus atentos ojos en Cedric, el cual


'\
dijo a lady Rowena:
-Señora, si fuera necesaria otra fianza yo,
I
aunque agraviado, garantizaría con mi honor 'el
de mi hijo Ivanhoe. .
El Prior que t,e mía al irritable sajón y alorgu-
lloso templario y tenía miedo de que terminase
mal la cena, pidió permiso para beber el último
brindis por lady Rowena y retirar-se a descansar.
Tomaron la copa de despedida y los huéspedes,
después de saludar a lady Rowena se retiraron.
-¡Perro descreído! - dijo el templario al judío
al pasar por su lado. - ¿Vas tú también al tor-
neo? ¡Para devorar con tus usuras a los inf.elices!
¡Apuesto cualquie cosa a que llevas bajo tu man-
to un gran gato de "shekele"! r
-¡Ni uno solo - respondió el judío; - ni una
sola pieza de plata! I
-¡El cielo te maldiga, imprudente embustero!
- dijo el templario, sonriéndose irónicamente.
Dicho esto se separó de Isaac, que quedó petri-
ficado al escuchar las últimas palabras, y volvién-
dose a los mahometanos, les habló en un idioma
extranjero.
Los ilustres viajeros fueron conducidos a sus
IVANHOE 33

dormitorios por el mayordomo yel copero; los


criados de rango inferior indicaron a los demás
huéspedes el lugar en que cada uno debía pasar
la noche.
VI

E L peregrino siguió a un criado que iba alum-


brando el camino; pero al llegar a una es-
trecha antecámara se acercó a él una camarera de
lady Rowena, la cual le dijo que su señora deseaba
hablarle y le invitó a que la siguiese. Hízolo así
el peregrino y después de atravesar un largo y es-
trecho corredor entraron en una gran sala ilumi-
nada por cuatro bujías colocadas en candeleros de
plata.
Lady Rowena estaba colocarla en un elevado si-
llón y tres criadas le arreglaban el cabello despo-
jándole de las ricas joyas que lo adornaban. El
peregrino puso una rodilla en tierra respetuosa-
m~mte. Lady Rowena le pidió que se levantara y
ordenó a sus doncellas que se retirasen.
-P'e regrino - dijo lady Rowena, - quiero
preguntaros en qué situación quedaba el caballe-
IVANHOE 35

ro de 1vanhoe cuando regresasteis de Palestina.


-Yo conozco muy poco al cabaUero de Ivan-
hoe - dijo el peregrino con voz temblorosa, -
pero tengo entendido que ha salido bien de las
persecuciones de sus enemigos porque de un mo-
mento a otro regresará a Inglaterra.
Después de haber contestado las preguntas que
lady Rowena le hizo sobre la f-e cha de su regreso,
su estado de salud, etc., ésta le despidió dándole
una moneda de oro en premio a sus romerías y sa-
li6 de la sala precedido por Elgitha.
Encontró al criado, que le acompañó hasta un
corredor en el que estaban los dormitorios de los
criados inferiores y de los huéspedes de menor
rango. Después de haherse informado de cuál€!
eran los dormitorios del judío y de Gurth entró
en su cuarto y se acostó sin desnudarse.
Apenas los primeros rayos del sol -e ntraron por
la ventanilla de su cuarto el peregrino se levantó
con la mayor precaución y pasó al cuarto del ju-
dío, al que despertó tocándole con el bordón. El
judío se despertó sobresaltado y fijó -e n el pere-
grino una mirada horrorizada.
-No temas, Isaac; vengo como amigo a preve-
nirte que si no marchas al instante vai a tener
36 W ALTER S e OTT

muy mal rato en el camino. - Y le explicó que


cuando el caballero templario se levantó de cenar,
mandó a sus esclavos hablándoles en idioma ára-
be, que lo cogiesen y llevasen al castillo de Re-
ginaldo "Frente de Buey", o al de Felipe de Mal-
voisin.
Es imposible describir el terror del judío cuan-
do oyó tan desgraciada nueva. El peregrino le
tranquilizó y le aconsejó que se levantas·e y sa-
liese mientras los huéspedes dormían, ofreciéndo-
se a acompañar le por secretas veredas hasta de-
jarle ·e n seguridad.
El judío obedeció y siguió al peregrino. Pasa-
ron ambos a la pieza inmediata en la cual dormía
el porquero. El peregrino le despertó y le ordenó
que abriera la puerta y les dejase salir.
Gurth se incorporó y mirándoles atentamente
se negó a hacerlo, diciendo que debían esperar a
que se abriese la puerta principal, pero el pere-
grino se inclinó hacia él y le habló al oído en sa-
jón. Entonces Gurth se levantó pr·e cipitadamente
y obedeció al extranjero con tanta prontitud como
gozo. El judío y Wamba que habían entrado últi-
mamente no sabían a qué atribuir tan rápida mu-
danza.
IVANHOE

-¡Mi mula, mi mula! - gritó Isaac cuando He"


gaba ya al postigo.
-Dale su mula - dijo el peregrino, - y dame
otra a mí. En Ashby se la devolveré a la comitiva
de Cedric. y tú ... -10 que le dijo fué en voz tan
baja que ninguno pudo oír nada.
-Lo haré como mandáis - respondió Gurth y
partió a toda prisa. A poco se pres'e ntó con las dos
mulas y el judío montó apresuradamente en la
suya. El peregrino montó en la otra y presentó
la mano a Gurth el ,c ual la besó con la mayor
veneradón y respeto.
Los caminantes emprendieron su jornada avi"
vando el paso cuanto podían. El peregrino cono-
cía perfectamente los senderos de la selva y ne-
vaba a su compañero por veredas apartadas y si-
nuosas que 'e xcitaron más de una vez las sospe-
chas del judío que llegó a recelar lo entregase a
alguna emboscada. Estas sospechas no carecían
de fundamento ya que en aquella época, bastaba
el menor pretexto para saquear, despr~iar y per-
seguir a los judíos, los cuales acumulaban cuan-
tiosos tesoros.
Después de haber atravesado rápidamente al"
WALTER SCOTT

gunos senderos solitarios, ,el per,egrino dijo al


judío:
-¿ Ves aquella añosa encina? Pues allí conclu-
yen las posesiones de "Frente de Buey", y las de
Malvoisin hace tiempo que las dejamos atrás.
Isaac, nada debes temer de tus enemigos. Aquí,
pues, debemos separarnos.
Al oír esto el judío le rogó que no le abandonara
hasta Sheffield, donde su pariente Zareth le podía
proporcionar medios para seguir adelante con se-
guridad.
-Vamos, pues, a Sheffield y allí nos separare-
mos; dentro de media hora habremos visto sus
muros.
Pasó la media hora caminando ambos en silen-
cio y al fin dijo 'e l peregrino:
-Aquí nos separaremos: he ahí Sheffield.
-¡Dejad primero que os dé las gracias! Aunque
soy muy pobre, he de hacer algo por vos. Perdo-
nad si me atrevo a pensar que deseáis una cosa
más que cualquier otra: esa cosa es una armadura
y un caballo de batalla; una y otro puedo pro-
porcionaros.
-Sí, en efecto, 10 has adivinado, pero, ¿quién
ha podido inspirarte semejante conJetura?
IVANHOE 39

-jPerdonadme! Pero anoche y esta mañana os


he oído ciertas palabras que me han revelado lo
que sois. Además debajo de esa esclavina he visto
brillar una cadena de oro igual a la que llevan
los <:aballeros. - Y sacando apresuradamente la
portátil 'es<:ribanía, tomó una hoja de papel y es-
cribió algunas líneas . .Luego que concluyó, dijo al
peregrino entregándole el papel: - Id a la ciudad
de Leicéster y presentad esta carta al judío Kir-
gath Airam de Lombardía. El os proporcionará
armadura, caballo y todo lo que podáis necesitar
para el torneo de Ashby. Después se lo devolveréis
o se lo pagaréis si estáis en estado de hacerlo.
-j Gracias, Isaac! - dijo el peregrino toman-
do la carta. - Me serviré de tu o:5erta y mal han
de andar las cosas para que no pueda satisfacerte.
Dicho esto se separaron, y cada uno se dirigió
a Sheffield por distinto <:amino.
VII

L A situación del pueblo de Inglaterra era en


aquel tiempo harto desgraciada. Estaba au-
sente y prisionero el rey Ricardo, y el príncipe
Juan "Sin Tierra", su enemigo mortal, procuraba
que el duque de Austria prolongase su cautiverio.
El carácter de tan mal príncipe era ligero, pérfi-
do y disoluto; por eso se unieron a él todos los
que por su conducta temían la vuelta de Ricardo.
Se reunían a estas causas de miedo y descon-
fianza las partidas de salteadores que habitaban
los bosques y una enfermedad contagiosa que se
declaró en el país cuyo carácter era en extremo
peligroso y maligno.
A pesar de todo, al anuncio de algún torneol
acudían solícitos y alegres pobres y ricos, plebe-
yos y nobles, jóvenes y ancianos. El paso de ar-
mas que iba a celebrarse en Ashby había desper-
IVANHOE 41

tado la general curiosidad por la nombradía de


los campeones que iban a tomar parte en él y por-
que había de autorizarle el príncipe Juan "Sin
Tierra". El inmenso concurso había invadido el si-
tio del combate antes que despuntase 'e l alba.
Era esta una llanura de un cuarto de milla de
longitud y medio de latitud, guarnecida de fuer-
tes empalizadas. A los lados Norte y Sur había
anchas puertas designadas para entradas de los
combatientes y en cada una de ellas heraldos con
trompetas para examinar la condición de los ca-
balleros que quisieran justar.
A la entrada del Sur estaban colocados cinco
pabellones ocupados por los caballeros mantene-
dores. El de en mediO' se había destinado a sir
Brian de Bois-Guílbert a quien los demás caballe-
ros habían recibido por su caudillo. A un costado
estaban los de Reginaldo "Frente de Buey" y Fe-
lipe de Malvoisin; y al otro, el de Hugo de Grant-
mesnil y el de Ralfo de Vispont. En el lado Norte
estaban colocados diversos pabellones; unos para
los caballeros que acudiesen a tomar parte en la
lid, otros para los que desearan descansar o tomar
manjares o refrescos y otros para los herreros y
demás artesanos. Había además galerías para las
42 WALTER SCOTT

damas y los nobles, ocupando los ,e spectadores de


menor condición las montañas vecinas y las ramas
de los árboles.
El ú.1timo tablado colocado en el centro del pa-
lenque y adornado con las reales armas de Ingla-
terra, estaba destinado al príncipe Juan y a los
caballeros de su comitiva. Frente a él había otro,
adornado con los emblemas de Cupido y destina-
do a la reina de la belleza que había de ser ele-
gida en aquella fiesta.
Poco a poco se Henaron las galerías de nobles
caballeros y de elegantes damas.
-¡p.erro judío! - dijo un anciano cuyo traje,
aunque pobre, indicaba la jerarquía de caballero.
-¿T'e atreves a tocar a un cristiano hidalgo?
Este discurso iba dirigido a nuestro amigo Isaac
de York, el cual, vestido con una gabardina fo-
rrada de magníficas pieles, procuraba adquirir dos
asientos en primera línea, para él y para su hija,
la hermosa Rebeca.
En ese momento 'e ntró el príncipe rodeado de
todos sus cortesanos y de algunos eclesiásticos, en-
tre los cuales se distinguía el prior de J orvaulx.
Seguido de su brillante acompañamiento, vesti-
do de seda y oro y con un halcón en la mano, reco-
IVANHOE 43

rría el circo el Príncipe haciendo caracolear su


caballo, cuando le llamó la atención el alboroto
suscitado por el empeño del judío, que a toda cos-
ta deseaba obtener dos asientos delanteros. El
príncipe conoció inmediatamente a Isaac, aunque
se fijó 'con más gusto 'e n la hermosa Rebeca, que
magníficamente ataviada al uso oriental y ador-
nada con joyas de incalculable valor suscitaba la
admiración de cuantos la veían.
-Isaac - dijo el príncipe, - ¿quién es esa jo-
ven? ¿Es tu hermana, tu mujer o ... alguna de las
"huríes"?
-Es mi hija Rebeca - contestó el judío ha-
ciendo una reverencia.
-¡Mejor para ti! - dijo el príncipe con una
carcajada que imitaron sus cortesanos. - ¡Pero
hija, mujer o lo que sea, obtendrá un lugar cual
corresponde a su mérito y hermosura! - Y fi-
jando la vista en una galería, ordenó a los que la
ocupaban que dejaran el sitio al príncipe de los
usureros y a su hermosa hija.
Esta galería estaba ocupada por la familia de
Cedric "el Sajón" y su fiel aliado Athelstane de
Conningsburgh, personaj e venerado por todos los
sajones, por deseender del último monarca de la
44 WALTER SCOTT

raza que ocupó el trono de la nación inglesa; era


de agradable aspecto, membrudo y fuerte y estaba
en la flor de sus años; pero tenía una mirada fría,
una fisonomía sin 'e xpr.esión y sus movimientos
eran lentos y flojos, por lo que se le llamaba "Des-
apercibido".
A este personaje tan respetado por los sajones
se dirigió pricipalmente el mandato de Juan "Sin
Tierra". Athelstane al oír sus palabras se mantu-
vo inmóvil y fijó sus grandes y espantados ojos
en el Príncipe. Este, al ver que no le hacía caso,
ordenó a Mauricio de Bracy, Jefe de una compa-
ñía de soldados, que le punzara con su lanza. Iba
éste a cumplir la orden, cuando Cedric, desnudan-
do la espada con la rapidez del relámpago separó,
de un solo golpe,el hierro del asta.
El rostro del Príncipe se inflamó de cólera;
echó varios juramentos y hubiera dado más prue-
bas de su enojo, si sus cortesanos no le hubieran
disuadido ante la universal aclamación que excitó
en el concurso la brillante acción de Cedric.
El Príncipe recorrió con su irritada vista toda
la plaza, buscando en quién desahogar su cólera,
cuando se fijó en un hombre con un arco en la
mano y doce dardos pendientes del cinturón, el
IVANHOE 45

cual aplaudía y gritaba con todas las fuerzas de


sus pulmones.
-¿ Qué significan esas aclamaciones? - le di-
jo el Príncipe lleno de ira.
-Yo aplaudo cuando veo un golpe de destreza
o cuando una flecha atraviesa ,e l blanco.
-¡Apuesto que eres un diestro tirador!
-¡A cualquier distancia!
El Príncipe aún más irritado mandó a un hom-
bre de armas que no perdiese de vista al arquero.
En seguida dirigiéndose al sitio en que se hallaba
Cedric, les ordenó que se levantaran para que se
sentara entre ellos 'e l judío al que mandó subir a
la galería amenazándole con desollarle si no le
obedecía.
El judío, sumiso, empezó a subir la estrecha es-
calera.
-¡Veremos si hay quién se atreva a detenerlo!
- dijo el Príncipe fijando la vista en Cedric que
se disponía a cerrarle el paso.
Pero Wamba evitó el conflicto interponiéndose
entre -el judío y Cedric.
-iYo me atrevo! - dijo y agitando su espadón
de madera le presentó un semi pernil a guisa de
broquel.
46 WALTER SCOTT

El judío retrocedió y comenzó a bajar las es-


caleras entre las carcajadas de los espectadores
y aun del Príncipe y sus cortesanos.
-¡Dame el laurel de la victoria, primo Juan!
- dijo el bufón.
-Vamos - dijo el Príncipe, celebrando encon-
trar un pretexto para revocar su primera orden.
- ¡Haced sitio al judío en la galería inferior! ¡No
sería justo colocar al vencido alIado del vencedor!
- e inclinándose alargó la mano y arrebató de las
suyas el bolsón al atónito Isaac. Sacó unas piezas
de oro, se las alargó a Wamba y siguió su paseo al-
rededor del palenque.
VIII

E L principe Juan refrenó repentinamente su

dijo:
palafrén y llamando al prior de Jorvaulx le

-¡Por la Virgen María, señor Prior, que hemos


olvidado nombrar la reina d:e la hermosura, por
cuyas blancas man-os han de ser distribuídos los
laureles de la victoria! - Y le manifestó su deseo
de que fuera elegida la linda Rebeca.
El Prior y los cabal~eros de la comitiva del
Príncipe, le hióeron ver 10 descabellado de su
proyecto y la irritación que había de producir en-
tre los caballeros que habían de tomar parte -en
el combate y aun entre el público, proponiendo
De Bracy que fuese el vencedor quien eligiese a
la bella que había de ocupar el trono. Aceptó esta
idea el Príncipe y ocupó su trono rodeado de sus
cortesanos, ordenando a los heraldos que publi-
48 WALTER SCOTT

casen las leyes del torneo, que eran las siguientes:


Primera. Los dnco cabaUeros mantenedores
debían aceptar el combate con todos los caballe-
ros que se pres-e ntaran.
Segunda. Todo caballero tendría derecho a ele-
gir un antagonista para lo cual bastaría tocar su
escudo. Si le tocase con el cuento, extremo interior
de la lanza, 'e l combate sería de "armas corteses";
pero si tocase con el hierro, el combate sería a
muerte.
Tercera. Cuando los caballeros hubieran roto
cinco lanzas cada uno, el Príncipe declararía 'el
vencedor del primer día, quien recibiría ' en pre-
mio un magnífico caballo y tendría el der-echo de
elegir la reina de la belleza y de los amores a la
cual correspondía dar el premio el segundo día.
Cuarta. El segundo día habría un torneo gene-
ral en el que podrían tomar parte todos los caba-
lleros que gustas'en; pero serían distribuídos en
dos partes iguales, las cuales combatirían hasta
que el Príncipe arrojase a la palestra su bastón de
mando. Entonces la reina de la belleza coronaría
al vencedor.
Los juegos del tercer día debían consistir en co-
IVANHOE 49

rridas de toros, tiro de arco al blanco y otras di-


versiones propias del vulgo.
Los heraldos terminaron su proclamación con
los acostumbrados gritos: "¡Generosidad, genero-
sidad, valientes caballeros!". Y €n el momento se
despvendió de todas las galerías una copiosa lluvia
de monedas de oro y plata.
A tal liberalidad contestaron los heraldos: -
"¡Amor a las damas, honor a los generosos, y glo-
ria a los valientes!". Luego salieron de la liza los
heraldos y permanecieron 'e n €lla los maestres de
campo, armados de punta €n blanco.
A €ste tiempo ya estaban colocados en el lado
del Norte muchos -caballeros deseosos de medir
sus armas con los mantenedores.
Al final se abrieron las vallas y -entraron en la
liza cinco caballeros, magníficamente armados.
Cuando llegaron al sitio de combate fueron cada
uno hacia los escudos de los mantenedores tocan-
do en ellos con el cuento de la lanza. A poco rato
salieron de sus tiendas los mantenedores, a caba-
llo, capitaneados por Bois-Guilbert, colocándose
cada uno delante del caballero que había tocado
su escudo.
Al sonido de las trompetas y clarines partieron
50 WALTER SCOTT

al galope tendido unos contra otros, rodando al


primer 'e ncuentro por la arena los contrarios de
los mantenedores. El triunfo d'e éstos fué procla-
mado por los heraldos entre los gritos de los es-
pectadores.
Otras dos cuadrillas pidieron sucesivamente
campo, siendo también vencidas por los mantene-
dores. Estas victorias arredraron a los demás
campeones y sólo se presentaron tres que obtuvie-
ron igual resultado.
Iba ya el Príncipe Juan a adjudicar -el premio
a Brian de Bois-Guilbert, <!uando un solo clarín
contestó la llamada de desafío. Se abrieron las ba-
rreras y entró en la palestra un guerrero, vestido
con una magnífica armadura y llevando en su es-
cudo por divisa una encina desarraigada, con un
mote que decía: "Desheredado". Montaba un her-
moso y fuerte caballo negro que manejaba con
gran destreza. Dió la vuelta al circo saludando al
Príncipe y a las damas con la mayor gracia, se di-
rigió al pabellón del centro e hirió con la punta
de la lanza el escudo del caballero Brian de Bois-
Guilbert; esto indicaba que el combate debía ser
a muerte.
El templario, frenético de cólera, empezó a pre-
Se oyó el canto de guerra de los clarines y los caballeros
partieron con la rapidez del relámpago.
52 WALTER SCOTT

pararse para el combate mudando de caballo y de


escudo.
Luego que estuvieron fr'e nte a frente ambos
caballeros, se oyó el canto de guerra de los clari-
nes y los caballeros partieron con la rapidez del
relámpago, encontrándose en el centro de la pa-
lestra con tal horroroso golpe que las lanzas vola-
ron por los air,es en menudas piezas y los jinetes
tuvieron que hacer un esfuerzo para hacer que sus
corceles se recobraran. Los dos riva1es volvieron a
sus puestos y al sonar por segunda vez el toque de
ataque se volvieron a encontrar en el centro de la
palestra con la misma velocidad y destreza pero
con div,erso resu1tado.
En este sc-gundo choque el templario dirigió su
lanza al centro del broquel del "Desheredado" con
tal fuerza que salió pulverizada. También el cam-
peón desconocido asestó su golpe al escudo del
templario, mas cambiando repentinamente de di-
rección la dirigió a1 yelmo, punto que inutilizaba
al contrario con la fuerza de su empuje. Caballo
y caballero rodearon por tierra, pero éste, ponién-
dose rápidamente en pie, sacó su espada amena-
zando con ella a su contrario. El caballero "Des-
heredado" echó pie a tierra y desenvainó su ace-
IVANHOJ: 13

ro, pero los maestres de campo se interpusieron


recordándoles las leyes del torneo y obligándoles
a separarse.
El "Desheredado" fué a ocupar su puesto y
Bois~Guilbert se retiró a su tienda presa de la
más atroz desesperación.
El vencedor mandó tocar una llamada de desa-
fío manifestando que su intención era justar con
todos los mantenedores.
"Frente de Buey" salió el primero a la palestra
y el "Desheredado" obtuvo sobre él una ventaja
ligera, pero decisiva; los dos quebraron lanzas con
gallardía y acierto, pero "Frente de Buey" fué de-
clarado vencido por haber perdido un estribo en
uno de los encuentros.
Uno a uno fueron saliendo a la palestra los otros
tres caballeros mantenedores, siendo también ven-
cidos por el caballero "Desheredado". Este fué
nombrado v,encedor entre las entusiastas aclama-
ciones del público.
IX

L OS maestres de campo Guillermo de Wyvil


y Esteban de Martival, pasaron a felicitar al
caballero "Desheredado", rogándole que les per-
mitiese desabrocharle el yelmo o al menos alzar-
le la visera para sel' conducido a recibir de la ma-
no del Príncipe Juan el premio del torneo. El ven-
cedor rehusó ambas cosas manifestando su deseo
de guardar -el incógnito. Pasaron los ma,estres a
comunicar al Príncipe el deseo del vencedor y tan-
to él como los caballeros de su corte se manifesta-
ron vivamente intrigados haciendo conjeturas so-
bre quién podía ser tal caballero. Algunos mani-
festaron sus sospechas de que pudiera ser alguno
de los caballeros que acompañaron al rey Ricardo
a Tierra Santa y que ya iban regresando a Ingla-
terra o quizá el mismo "Corazón de León".
Ante esta sola sospecha el Príncipe se puso pá-
tVANHOE 55

!ido y tembloroso y aún no había logrado reponer-


se cuando llegó el caballero conducido por los
maestres de campo. Después de alabar con br,eves
palabras su valor mandó que le entregasen el ca-
ballo que servía de galardón. Dos escuderos con-
dujeron un magnífico caballo cubierto con un
suntuosÍsimo arnés militar y el "Desheredado" po-
niendo la mano sobre el arzón delantero saltó so-
bre la silla sin servirse del 'e stribo y corriendo dos
veces el círculo que formaba la palestra hizo lucir
la hermosura y el vigor del corcel entre los aplau-
sos de la muchedumbre.
Al pasar ante el Príncipe, éste le hizo una seña
para que parase y le dijo:
-Señor caballero "Desheredado", una prerro-
gativa de vuestro triunfo es la de elegir la bella
dama que debe presidir la fiesta de mañana como
reina del amor y de la belleza. Y le indicó que
lady Alicia, la hija del caballero Waldemar Fit-
zurse, era la belleza que ocupaba ,e l primer puesto,
en la corte. No obstante esta advertencia, sería
admitida la que él eligiese.
El caballero levantó su lanza y el Príncipe co-
locó en la punta una elegante diadema de oro.
El valiente campeón pasó por delante de lady
56 WALTER SOOTT

Alicia y las demás ladies que adornaban las ga-


lerías hasta que por fin, detuvo su caballo delante
del balcón donde se hallaba lady Rowena y ade-
lantándose, respetuosa y lentamente, colocó la co-
rona a sus pies. Al momento resonaron los clari-
nes y los heraMos proclamaron a la hermosa sa-
jona reina de los amores y de la hermosura. En
seguida 'e xclamaron: "j Generosidad, generosidad,
valientes caballeros!" Gedric fué el primero que,
lleno de orgullo y satisfacción, derramó profusa-
mente el oro y la plata.
El público aclamó a lady Rowena; legítima rei-
na del amor y de la belleza y el Príncipe tuvo que
confirmar el nombramiento del vencedor. En se-
guida montó en un soberbio caballo y acompañado
de su comitiva entró en el palenque. De un salto
se colocó en la galería que ocupaba lady Rowena
diciéndole:
-Recibid, hermosa señora, el emblema de vues-
tra soberanía que nadie con más sinceridad que
yo reverencia y acata. - Y la invit? a asistir al
banquete que se celebraría en el palacio de Ashby
en compañía de su padre y amigo.
Rowena nada contestó; mas Cedric le dijo en
sajón que lady Rowena no conocía otro idioma
IvANHOE 51

que el de sus padres, así como él y su amigo


Athelstane, por lo cual no podían aceptar su fa-
vor. No obstante lady Rowena ocuparía al día si-
guiente el puesto que le confería la elección del
caballero vencedor. Dicho esto levantó la diade-
ma y la colocó en las sienes de la bella sajona.
-¡Está bien! - dijo el Príncipe. - Y vos, señor
caballero, ¿ tendré~s la bondad de acompañarme a
la mesa?
El caballero "Desheredado" se excusó alegando
mucha fatiga y que deseaba descansar para ha-
llarse dispuesto al combate del siguiente día.
-Como gustéis - respondió el Príncipe con
visible enojo, y montando a caballo emprendió
con su comitiva el camino del palacio de Ashby.
El caballero vencedor deseoso de evitar las mi-
radas del público que de . todas partes le prodi-
gaba merecidos aplausos, entró en uno de los pa-
bellones, cuyo uso le había sido ofrecido por los
maestres de campo.
Al extraordinario alboroto ocasionado por tan-
ta diversidad de gente reunida en un punto, su-
cedió un confuso murmullo de las familias y ami-
gos que reunidos se alejaban por todos los cami-
nos y después un sepulcral silencio sólo interrum-
WA:<:" TER SCOT't'

pido por los operarios que recogían las alfombras


y los almohadones de las galerías.
A cierta distancia se habían erigido algunas
fraguas para reparar las armaduras y un destaca-
mento de hombres de armas se mantuvo toda la
noche custodiando el lugar del combate.
x

U NA vez dentro de su tienda el caballero "Des-


heredado", empezó a aligerarse de las du-
ras piezas que vestía, ayudado por su escudero
que parecía tan incógnito como su amo, puesto
que vestido con una grotesca túnica, ocultaba el
rostro con un gran gorro de pieles a la normanda.
Luego tomó algunos manjares y vinos de que te-
nia no poca necesidad.
Aún no había a'c abado de comer cuando el es-
cudero le dij o que cinco hombres pedían permiso
para hablarle. .
El caballero se cubrió el rostro con la capucha
y mandó que pasaran. En el momento que los vió
conoció que eran los escuderos de los caballeros
mantenedores. Cada uno de ellos conducía por la
brida un caballo y sobre él la armadura de su
ieñor.
WÁLT1i:R SCOTT

Habló el primero el escudero de Bois-Guilbert


para decir que venía a presentar el caballo y la
armadura de que se había servido su señor y a
fijar el precio del rescate, con arreglo a lo que
disponía la ley de armas. Los otros cuatro repi-
tieron el mismo mensaje.
-A vosotros cuatro os daré la misma respues-
ta - contestó el caballero. - Decid a vuestros se-
ñores que les devuelvo armas y caballos, pero co-
mo soy un caballero desheredado, les suplico que
los rescaten.
-Estamas autorizados, - dijo el escudero de
"Frente de Buey" - pa;ra ofreceros cada uno cien
cequíes.
-La mitad me basta. Dividid la otra mitad en
partes iguales: una para vosotros y otra para los
heraldos y músicos.
Los escuderos dieron las gradas y en seguida
el "Desheredado" dijo al escudero de BQis-Guil-
bert.
-No acepto armas ni rescate de vuestro amo.
Nuestro combate no está terminado ni puede es-
tarlo mientras que no hayamos combatido a muer-
te, ya que le considero mi mortai enemigo.
IVANHOE 151

El escudero hizo una reverencia y se retiró con


sus compañeros.
- y bien, Gurth - dijo el caballero -; ya ves
que he sustentado la gloria de los caballeros in-
gleses.
- y yo - replicó Gurth, - ¿no he desempeña-
do perfec,t amente el papel de escudero normando?
-Muy bien; pero ahora toma este talego, mar-
cha a Ashby, averigua donde vive Isaac de York,
entrégale el caballo que me prestó y págale el
precio de la armadura.
Gurth salió, dirigiéndose con toda diligencia a
Ashby.
En una casa de campo inmediata a Ashby, se
encontraban Isaac y su hija Rebeca en un cuarto
magnífkamente amueblado al gusto oriental. Isaac,
paseándose por la sala con aire abatido, se lamen-
taba del robo de que le había hecho víctima el
Príncipe Juan. Rebeca le consolaba con sus me-
jores razones.
Acababa de anochecer cuando un criado judío
anunció que un nazareno quería hablarle.
Apenas había tenido tiempo Rebeca de cubrirse
el rostro con el velo de gasa de plata, cuando en-
tró Gurth embozado en su gran capa normanda
62 WALTER SCOTT

y dirigiéndose a Isaac le dijo que venía a devol-


verle el caballo y a pagarle la armadura de parte
del caballero "Desheredado".
Después de alguna discusión, convinieron en
que el precio de la armadura era de ochenta ce-
quíes que Gurth depositó sobre la mesa, dándole
el judío el recibo correspondiente. Gurth, después
de apura'r una copa de vino que Isaac le ofreció
salió apresuradamente.
Mientras tanto, Rebeca había desaparecido de
la habitación. Bajó Gurth la escalera y al llegar
a una antecámara vió a una mujer que le hacía
señas para que la siguiese, y. después de un mo-
mento de duda entró tras de ella en un cuarto
donde estaba Rebeca.
-Mi padre - le dijo - ha querido chancearse
contigo. Debe a tu amo diez veces más que el pre-
cio de su armadura. ¿Cuánto dinero le has dado?
-Ochenta cequíes - respondió Gurth.
-Ciento contiene este bolsillo - replicó Re-
beca. - Tómalo, vuelve a tu amo lo que le co-
rresponde y guarda para ti lo sobrante. Y man-
dando a un criado que le acompañase, despidió
al asombrado Gurth que no sabía explicarse lo
que le sucedía.
XI

D ESPUES de haber atravesado la ciudad de


Ashby, siguió Gurth un escabroso camino
abierto entre dos alturas cubiertas de avellanos,
robles y bojes, que mezclaban sus ramas, ofus-
cando la poca claridad que podía dar la luna.
Apresuraba el paso todo lo que podía para lle-
gar al llano, cuando en el paraj e donde el bosque
era más espeso avanzaron hacia él cuatro hom-
bres, dos a cada lado del ,camino, y le sujetaron de
tal modo que era imposible toda resistencia.
-jLa bolsa! - le dijo uno de ellos. Y como
Gurth intentase defenderse, ordenó a sus compa-
ñeros que lo llevasen a lo intrincado del bosque.
Hicieron alto, en lo más espeso uniéndose - a
los cuatro bandidos otros dos enmascarados.
-¿Cuánto dinero tienes? - preguntó uno de
ellos.
64 VvALTER SCOTT

-Treinta cequíes me pertenecen - contestó


con mucha resolución.
-El talego que tienes debajo del capote tiene
más de los que dices.
-Pertenece a mi amo el caballero "Deshereda-
do" cuya valiente lanza ha ganado hoy el premilJ.
- y bien, ¿cuánto dinero tiene el talego? Que
enciendan una tea - dijo el jefe -; quiero reco-
nocer esta bolsa.
Se encendió la tea y en tanto que el jefe des-
ataba la bolsa, los otros le rodearon. Gurth apro-
vechó el descuido para recobrar la libertad y
arrancando a un bandido un garrote lo descargó
sobre el jefe, al cual se le cayó la bolsa y cuando
Gurth iba a cogerla le oprimieron y sujetaron más
que antes.
-¡Necio! - contestó el jefe. - Si hubieras dado
con otro ya estaría castigada tu insolencia. Pero
vamos a tratar de tu amo. Camaradas - dijo, - no
debemos de exigir el oro de su amo porque tiene
bastante semejanza con nosotros. ¿No es pobre y
desheredado como nosotros? ¿No ha batido a
"Frente de Buey" y a Malvoisin como hubiéramos
hecho nosotros? ¿Y. no es enemigo mortal de
Brian ,d e Bois-Guilbert como somos nosotros?
IVANHOE 65

-Pero - replicó un bandido - ¿ se irá este in-


solente paisano sin que le háyamos siquiera ara-
ñado?
-Eso depende de ti - contestó el jefe; y des-
pués de preguntar a Gurth si sabía manejar un
palo, ordenó que le dejasen libre y que entrega-
sen a cada uno un garrote dando la señal de em-
pezar el combate.
Los dos combatientes, armados cada uno con
un palo igual se atacaron con igual valor, fuerza
y pericia. Durante mucho tiempo no se apreció
ventaja alguna por una parte ni por otra, lo que
empezó a irritar al bandido. Gurth, que poseía un
carácter firme y resuelto, se aprovechó de esto'
para tirarle un golpe con la mano derecha hacia
la cabeza y mientras el otro quiso pararle aga-
rrando su rejón velozmente con la otra mano, le
dirigió un golpe tan terrible por el costado dere-
cho que le echó a tierra.
-¡Victoria! ¡Victoria! - gritaron los bandidos.
El jefe unió su aclamación a la de los otros y
entregándole su talego le despidió haciéndole que
le acompañaran dos de sus hombres.
Los guías acompañaron a Gurth hasta una pe-
queña altura desde la qué se divisaba el lugar del
66 WALTER SCOTT

torneo. Allí se despidieron volviéndose los bandi-


dos por el mismo camino que habían llevado mien-
tras Gurth se dirigía a la tienda de su amo al cual
refirió su aventura.
El caballero "Desheredado" se sorprendió tanto
de la generosidad de Rebeca como de la de los
bandidos, pero teniendo necesidad de reponer fuer-
zas para la mañana siguiente, se echó sobre la
cama mientras Gurth se tendió en el suelo cu-
bierto con una piel de oso, colocado al través de
la tienda de manera que nadie pudiera entrar sin
despertarle.
XII

A MANECIO el día plácido y sereno y los es-


pectadores se apresuraron a buscar los me-
jores sitios. Los mariscales acompañados por los
heraldos, se presentaron para anotar el nombre de
los caballeros y el bando en el cual querían com-
batir. Fué elegido para mandar uno de ellos el
caballero "Desheredado" y para el otro Brian de
Bois-Guilbert.
A las dos estaba ya el campo del torneo cubi,e rto
de espectadores y luego se oyó el ruido de trom-
petas que anunciaba la llegada del Príncipe Juan
y su comitiva.
Llegó al momento Cedric "el Sajón" con lady
Rowena, sin la compañía de Athelstane, el cual se
vistió una armadura y, a pesar de las reflexiones
de Cedric, se colocó al lado del caballero del Tem-
ple. Athelstane tenía una razón para esto: consí-
WALTER SCOTT

deraba su enlace con lady Rowena como un nego-


cio irrevocablemente decidido y quería castigar
al "Desheredado" por haber distinguido a la da-
ma cuya mano ambicionapa.
Bracy y los otros caballeros de la comitiva del
Príncipe se habían inscripto en el bando contra-
rio obedeciendo las órdenes de éste.
Inmediatamente el Príncipe Juan se dirigió al
encuentro de lady Rowena conduciéndola al sitio
de honor que le estaba destinado.
Los heraldos proclamaron las leyes del torneo,
según las cuales podía un caballero servirse si que-
ría de maza o de hacha de armas, pero nunca de
daga o puñal. El combate cesaría cuando el Prín-
cipe tirase a la liza su bastón de mando. Concluída
la publicación de estas leyes, los heraldos se reti-
raron y los caballer,os de cada bando se adelanta-
ron al paso, estando el jefe 'e n el centro de la pri-
mera fila.
Uno de los mariscales del torneo gritó fuerte-
mente: "¡Partid!". Y los caballeros de las prime-
ras. filas, lanza en ristre, se lanzaron al galope unos
contra otros. Fué tan terrible el choque que de ca-
da bando quedaron desarmados la mitad de los
caballeros. Los que habían sostenido el choque sin
IVANHOE 69

perder la silla, tiraron de la espada y se atacaron


furiosamente. Al mismo tiempo salió de cada ban-
do la segunda fila y se arrojó en medio de la pe-
lea.
La victoria estaba indecisa, no siendo posible
presagiar cuál de los partidos obtendría el laurel.
Los jefes de cada bando ostentaban el más alto
valor y, cuando se vieron frente a frente se ata-
caron con gran furia. En aquel momento la tro-
pa del caballero "Desheredado" llevaba la peor
parte, porque el brazo gigantesco de "Frente de
Buey" y la fuerza prodigiosa de Athelstane ha-
bían derribado a cuantos se pusieron a su alcan-
ce; y viéndose libres de sus adversarios se unieron
al templario para acabar con su rival. Este, mane-
jando diestramente su corcel, consiguió hacerse
respetar por sus tres enemigos descargando sobre
ellos una lluvia de estocadas y golpes.
Extremos tales de valor y destreza arrancaban
aplausos unánimes de los espectadores que no po-
dían librJ'lr al héroe del peligro de ser vencido o
muerto.
Se hallaba 'e n la tropa del caballero "Deshe-
redado" un guerrero vestido con armadura negra,
sin divisa en el escudo, que no había dado muea-
70 W ALTER se OTT

tras de tener interés en el combate, haciendo el


papel de espectador más bien que de mantenedor
por lo que le nombraban el -caballero "Ocioso";
pero cuando vió al jefe de su partido en situación
tan crítica partió como un rayo en su socorro y
atacando a "Frente de Buey" le hizo rodar por
tierra. Revolvió el caballero "Ocioso" sobre Athe1-
stane de Conningsburgh tirándole un golpe tan
terrible que cayó al lado de su compañero. Des-
pués se retiró a la extr'e midad de la arena, de-
jando a su jef.e medir sus fuerzas -con Brian de
Bois-Guilbert.
No duró mucho este combate porque el caballo
del templario estaba herido y cayó al primer gol-
pe arrastrando con él a su jinete. Su adversario
saltó a tierra intimándole la rendición y en aquel
momento el Príncipe Juan tiró el bastón de man-
do a la arena, poniendo fin al combate.
Había que nombrar al caballero merecedor de
los honores del triunfo y el Príncipe decidió que
este honor pertenecía al caballero "Negro Ocio-
so". Las trompetas le llamaron, pero no se pre-
sentó porque inmediatamente que se retiró de la
arena se había dirigido hacia el bosque. Fué pre-
ciso nombrar otro y el Príncipe Juan se vió obli-
IVANHOE 71

gado a reconocer el der,echo del caballero "Des-


heredado", el cual fué proclamado vencedor.
Los heraldos le condujeron al pie del trono
que ocupaba lady Rowena y al ir ésta a colocar
la corona en el casco del vencedor los heraldos
gritaron: ¡No, no; que se descubra! Y al decir
esto los mariscales de campo le quitaron el casco
descubriendo su joven y pálida fisonomía.
Apenas le reconoció lady Rowena, ahogó un
grito, pero recobrándose puso sobre su cabeza la
corona. El caballero inclinó la cabeza y cayó sin
sentido a los pies de lady Rowena.
Cedric, a la vista de su hijo se dirigió a él con
precipitación, pero los mariscales del torneo se
adelantaron apresurándose a desarmarle. El nom-
bre de Ivanhoe voló de boca en boca hasta los
oídos del Príncipe. Este había enviado a un se-
nescal a invitar a lady Rowena a toda su casa
al banquete que se había de celebrar e iba a dar
la orden de marchar cuando un criado puso 'en
sus manos un billete. Lo abrió precipitadamente
y leyó estas palabras: "Vivid con cuidado porque
el diablo anda suelto". Pálido como la muerte, lla-
mó a Waldemar Fitzurse y a Bracy y les comu-
72 WALTER SCOTT

rucó el contenido del billete, diciéndoles que la


letra y el sello eran del rey de Francia.
-Es preciso y urgente - dijo Fitzurse, - re-
unir a nuestros partidarios. Y acordaron celebrar
en seguida la pelea de arqueros para no disgustar
al pueblo.
Se dieron las órdenes, sonaron luego las trom-
petas e inmediatamente se presentaron más de
treinta aldeanos para disputar el premio. Después
de examinarlos, el Príncipe recorrió con la vista
todo el contorno, buscando al que le había ha-
blado la víspera con tanta frescura. Al fin le vió
y le preguntó su nombre y el motivo que le im-
pedía medir su habilidad con los concursantes.
El arquero respondió que su nombre era Lock-
sley y que no tomaba parte porque no sería del
agrado del Príncipe ver ganar un premio a cual-
quiera que hubiera incurrido en su desgracia. El
Príncipe le replicó que tiraría después de los ar-
queros y que si se resistía se le rompería el arco
y las flechas y sería echado del campo como un
cobarde.
Los arqueros hicieron sus pruebas distinguién-
dose entre todos Hubert, guardabosque de Mal-
voisin, el cual fué proclamado vencedor.
IVANHOE 73

-y bien, Lockley - dijo el príncipe al arquero,


- ¿te atreves a competir con Hubert?
-Ya que no hay otro remedio tentaré fortuna.
Se cambió el escudo que servía de blanco y
Hubert disparó su flecha clavándola casi en me-
dio del escudo.
Después disparó Locksley y su flecha se clavó
dos pulgadas más inmediata al centro a la~e
Hubert. Este volvió a disparar y clavó su flecha
en medio del blanco. Entonces Locksley disparó
la suya y partió en mil pedazos la de Hubert.
Después cortó una rama de sauce y clavándola en
el extremo de la avenida, tiró la flecha y hendió
la rama arrancando de los espectadores tales acla-
maciones; que el Príncipe tuvo que reconocer su
habilidad.
Hizo entrega del premio a Locksley, el cual lo
cedió a Hubert y montando en su caballo, mar-
chó por el camino de Ashby seguido por un gran
número de caballeros.
XIII

E L convite que anunció el Príncipe se celebró


en el castillo de Ashby. Estaban invitadas
a él no sólo familias normandas de las cercanías,
sino otras muchas de la raza sajona y danesa que
gozaban de gran consideración en 'el país.
El Príncipe recibió a Cedric y Athelstane con
mucha consideración y cortesía manifestando su
disgusto cuando Cedric le dijo que la indisposi-
ción de lady Rowena no le permitía asistir a la
fiesta.
Se colocaron todos los convidados en una mesa
rica y abundantemente preparada, en la que los
cocineros del Príncipe habían desplegado todo su
arte y su talento. Las pastas y las gelatinas de-
leitaban la vista y los vinos más exquisitos coro-
naban la magnificencia del festín.
Terminado el banquete empezaron los convi-
IVANHOE 75

dados a hablar del torneo, del vencedor del com-


bate de arco, del caballero "Negro" y en fin, del
valiente Ivanhoe. El Príncipe Juan se levantó de
repente y llenando su copa dijo:
-¡Brindemos a la salud de Wilfrido de Ivan-
hoe! ¡Todo el mundo tome interés -en su salud,
especialmente Cedric de Rotherdam, su digno
padre!
-¡No, Príncipe! - exclamó Cedric. Yo no doy
el nombre de hijo al que desprecia mis órdenes
y rehusa las costumbres y usos de sus padres.
Sabed que Ivanhoe abandonó mi casa, para ir a
la de vuestro hermano.
- y mi hermano sin duda - dijo el Príncipe
- se habrá propuesto donar a su favorito el rico
dominio de Ivanhoe.
-Se le ha concedido efectivamente - respon-
dió Cedric - y esa es una de las mayores quejas
que tengo contra él, porque se ha humillado a
recibir como - vasallo - lo- que- por- derechole co-
rresponde.
-Entonces no llevaréis a mal, noble Cedric -
dijo el Príncipe, - que concedamos ese feudo a
sir Reginaldo <¡Frente de Buey" que no se creerá
76 WALTER SCOTT

humillado por ello ni se la dejará arrebatar por


ninguno.
-¡Por San Antonio! - dijo éste. - Consiento
que se me tenga por sajón si alguien me arrebata
vuestro presente.
-Cualquiera que os llame sajón - dijo Cedric
ofendido - os haría un favor tan grande como
inmerecido.
Iba a responder "Frente de Buey" cuando el
Príncipe cortó el lance con una serie de burlas
referentes al valor y nobleza de los sajones, así
como a sus anticuados vestidos y costumbres. Los
cortesanos seguían el ejemplo del Príncipe hasta
que Cedric con el rostro encendido por la cólera,
dijo:
-Sean los que quieran los defectos y vicios de
nuestra raza, hubiera sido altamente menospre-
ciado el sajón que en su casa y a su mesa hubiese
insultado a un huésped; y algunos de los presen-
tes debían enmudecer, porque hace poco, que la
lanza de un sajón les ha hecho perder la silla y
los estribos.
El Príncipe se levantó y brindó a la salud de
Cedric y después a la de Athelstane entre los
pérfidos aplausos de los cortesanos. Después, di-
IVANHOE '17

rigiéndose a Cedric le dijo que nombrase al nor-


mando que menos le repugnase, ahogando la aver-
sión que le tuviese en la copa de vino. Entonces
"el Sajón levantándose y llenando la copa dijo:
¡Caballeros, a la salud de Ricardo, "Corazón de
León"!
y volviéndose a su compañero le dijo:
-¡Vámonos, ,A.thelstane! - y salieron de la
sala seguidos por otros sajones ofendidos también
por los sarcasmos del Príncipe y sus cortesanos.
XIV

W ALDEMAR Fitzurse tuvo que hacer un


penoso esfuerzo para conseguir reunir a
los partidarios del Príncipe Juan. Les hablaba de
la vuelta de Ricardo como de un suceso fuera de
la probabilidad y les dijo que no debía variarse
el cálculo político porque si volvía, sería para
enriquecer a sus cruzados y para castigar a los
templarios y hospitalarios que habían sido ami-
gos del Príncipe Juan.
Empezaba a anochecer cuando Fitzurse llegaba
al castillo de Ashby; y encontrando a Bracy dis-
frazado en traje de arquero, le preguntó qué sig-
nificaba aquel disfraz.
-Voy - contestó - a proporcionarme una
esposa. Con este disfraz caeré sobre los sajones
y robaré a la hermosa lady Rowena, la llevaré
al castillo de "Frente de Buey" o a Normandía,
IVANHOE 79

y no volverá al seno de su familia sino después


que sea esposa de Mauricio de Bracy.
Waldemar Fitzurse trató de disuadirlo hacién-
dole ver el peligro que corría al atacar a los sa-
jones y lo mal ,elegido del momento, ya que era
necesario estar preparados para -el caso de que
regresara 'el Rey Ricardo.
-Es negocio de pocas horas, Fitzurse. Pasado
mañana me veréis en York a la cabeza de mi com-
pañía. ¡Adiós que me aguardan mis camaradas!
El político Fitzurse quedó sumido en graves
meditaciones que fueron interrumpidas por la voz
del Príncipe. El presunto canciller de Inglaterra
acudió presuroso a recibir las órdenes de su señor.
Mientras tanto, el caballero "Ocioso", que ha-
bía salido tan rápidamente del campo del torneo,
se había internado por los bosques evitando los
caminos frecuentados. Pasó la noche en una ven-
ta y a la mañana siguiente salió temprano con
ánimo de hacer una larga jorrtada. Sin embargo,
no pudo realizar su deseo, por haberse extraviado
en la selva y, llegada la noche, fué preciso buscar
albergue.
xv

E L sol acaba de ocultarse y en aquellas cir-


cunstancias, cada paso que diera el caba-
llero podía extraviarle más. En vano procuró
orientarse en aquella espesura y viendo que nada
conseguía, resolvió entregrase al instinto de su
caballo. Este tomó al principio una dirección con-
traria a la que el jinete había seguido hasta en-
tonces y a poco llegaron ante una tosca y grosera
cabaña cuya -entrada estaba adornada por una
rústica cruz. A poca distancia de la cabaña se
veía salir de la roca un manantial de agua cris-
talina.
Alzábanse junto a la fuete las ruinas de una
humilde capilla.
El caballero "Ocioso" bajó del caballo y llamó
a la puerta de la ermita con el regatón de la
lanza. Algún ti<empo -estuvo sin oír respuesta al-
Llamó a la pu€rta d€ la ermita con el regatón de la lanza.
82 WALTER SCOTT

guna y al cabo oyó una voz que le rogaba que


no le molestase y que siguiese su camino. El ca-
ballero insistió pidiéndole que abriese la puerta
y, al cabo, impacientándose, amenazó con echarla
al suelo.
El ermitaño amenazó al caballero, si seguía
insistiendo, y éste, lleno de mal humor, ruó una
terrible patada a la puerta haciendo temblar todo
el edificio. El anacoreta no quiso exponerse a otro
ataque. Abrióse la puerta y se presentó un hom-
bre fuerte, robusto, con su túnica y su capucha,
un cinto de cuerda, una tea encendida en una
mano y en la otra un cayado, que invitó al caba-
llero a entrar en su choza, alegando como excusa
la multitud de bandidos y foragidos que andaban
por aquellos alr,ededores.
Entraron y después de haber avivado el fuego
se sentaron mirándose con gravedad. El caballero
interrumpió el silencio preguntando al ermitaño
dónde colocaría el caballo, qué le daría de cenar
y dónde descansaría.
El ermitaño señaló con los dedos a los dos rin-
cones de la pieza. - Aquel es tu €stablo - dijo;
esta es tu cama y esta tu cena.
IVANHOE 83

La última se reducía a un puñado de alubias


secas.
El caballero se encogió de hombros y entrando
su caballo, lo desaparejó con el mayor esmero y
lo cubrió con una capa. El anacoreta entonces,
dijo algo acerca de un pienso que se había dejado
! el guardabosque, sacó un copioso haz de heno
que extendió bajo el caballo y otro más fresco
I con bastante grano.
El caballero dió las gracias y volvió a ocupar
~ su puesto. En seguida se quitó el yelmo, el peto
! y otras piezas de la armadura, dejando descu-
, bierta una cabeza de facciones expresivas, ojos
azules, boca bien formada y espesos bigotes. Al
ver esto el ermitaño se bajó la capucha y descubrió
unas facciones que no indicaban la austeridad mo-
nástica, antes al 'c ontrario, daban a entender que
gustaba más de lomos y torreznos que de raíces
y alubias. Después de masticar difícilmente algu-
nas de éstas, el caballero pidió al solitario alguna
bebida, a lo que respondió colocando sobre la
mesa un jarro de agua que le invitó a probar di-
ciendo que era del pozo de San Dustán.
El caballero bebió y le manifestó su admira-
ción por lo maravillosamente que le sentaba el
WALTER SCOTT

agua y los frugales bocados, preguntándole des-


pués su nombre.
-Puedes darme - dijo - el de ermitaño de
Copmanhurst. y ahora quisiera yo saber cómo se
llama mi noble huésped.
-Por ahí me conocen con el nombre de caba-
llero "Negro", al que algunos añaden el de
"Ocioso".
-Ya veo - dijo el ermitaño - que eres hom-
bre acostumbrado a los palacios y finuras de las
ciudades. Ahora recuerdo que el guardabosque
dejó también alguna vianda y levantándose sacó
de un escondite un pastel colocado en una gran
fuente, que puso delante del caballero. Este clavó
en él su cuchillo y rogó al ermitaño que le acom-
pañase.
Accedió y sentándose frente al caballero, clavó
inmediatamente los dedos en el pastel, estable-
ciéndose entre los dos una competencia para dar
fin con él.
-Santo varón - dijo el caballero cuando hubo
saciado su apetito, - apuesto a que el guardabos-
que dejó también algún pellejo de vino. - El
ermitaño respondió con un gruñido y sacó una
bota de cuero poniendo en la mesa dos grandes
IVANHOE 8l!

copas de cuerno. Las llenó y brindando a la salud


de su huésped vació la suya de un sorbo.
-¡A la tuya! - respondió el cabal1ero y le
pidió que sacase un arpa que había visto en la
alacena de donde sacó el pastel y el vino.
-Según las reglas de la cortesía - dijo el er-
mitaño, - debo aceptar lo que me propongas.
Siéntate, pues, llena la copa, bebamos, cantemos
y viva la alegría.
El caballero apretó las clavijas y con voz ás-
pera y de poca extensión, pero que denotaba ha-
ber recibido buenas lecciones, cantó una hermosa
canción que el ermitaño escuchó atentamente.
Cuando terminó, el ermitaño tomó el arpa, can-
tando a su vez una canción que el caballero elo-
gió calurosamente.
Los dos compañeros estuvieron largo rato can-
tando y bebiendo hasta que fueron interrumpidos
por un apresurado golpeteo que se oyó a la puerta
de la ermita.
Pero volvamos a otros personajes.
XVI

C UANDO Cedric "el Sajón" vió caer a su hijo


sin sentido en el torneo de Ashby, su primer
impulso fué acudir en su socorro, pero no se de-
terminó a hacerlo ante tan numeroso concurso y
mandó a Oswaldo que no le perdiese de vista.
Este no pudo ejecutar las órdenes de su amo, por-
que cuando se disolvió la turba, Ivanhoe había
desaparecido.
En vano le buscó el fiel copero y hubiera atri-
buído su desaparición a algún prodigio si no hu-
bi'ese echado la vista encima a un hombre ves-
tido como escudero y en el que reconoció a Gurth.
Oswaldo le echó mano como fugitivo cuya sen-
tencia debía pronunciar Cedric.
Sin embargo siguió buscando a 1vanhoe y 10
único que pudo averiguar es que unos lacayos 10
habían conducido a la litera de una dama que se
1 V A N R O E 87

había alejado rápidamente. Oswaldo comunicó


esta noticia a Cedric, presentándole también a
Gurth. "El Sajón" se tranquilizó al saber que su
hijo 'e staba en manos seguras.
Asistieron al banquete del Príncipe y cuando
volvieron a casa montaron a caballo para tomar
el camino de Rotherwood. Entonces vió a Gurth
y ordenó a los criados que lo ataran.
Los viajeros emprendieron el camino llegando
al monasterio de San Witholdo donde pasaron la
noche.
A la mañana siguiente, después de haber al-
morzado opíparamente, abandonaron el monaste-
rio para dirigirse a la morada de Cedric. Este y
Athelstane iban a la cabeza de la comitiva ha-
blando de negocios y de la probabilidad de que
los sajones pudieran sacudir el yugo que les opri-
mía y recobrar su independencia. Era necesario
para llevar a cabo esta empresa. obedecer a un
caudillo que descendiese de la casa real sajona y
Athelstane se hallaba en este caso. También lo
estaba lady Rowena que descendía del rey Al-
fredo, por lo cual Cedric se había propuesto el
enlace de ambos, pero como lady Rowena e Ivan-
hoe sintiesen un mutua inclinación, Cedric des-
WALTER SCOTT

terró a su hijo de la casa paterna. Esta severa


medida sólo sirvió para aumentar su cariño, de-
clarando lady Rowena que antes se encerraría en
un convento que ocupar un trono con Athelstane.
De este asunto iba conversando con su amigo,
cuando habiendo llegado la hora del mediodía,
decidieron sestear en un bosquecillo. Allí descan-
saron y comieron y montando nuevamente a ca-
ballo, empezaron a caminar algo más a prisa.
Ya se habían internado en la selva, cuando
llegaron a sus oídos los gritos de una persona que
pedía auxilio. Al acercarse al lugar de donde aque-
llas voces salían, vieron una litera puesta en el
suelo y junto a ella una mujer joven ricamente
vestida al uso de las judías y a un anciano del
mismo origen.
A las preguntas de Athelstane y Cedric, el ju-
dío refirió que había tomado en Ashby una es-
colta de seis hombres y dos mulas para llevar la
litera de un amigo suyo, enfermo a la sazón. La
escolta le había acompañado hasta allí, pero al
saber por un leñador que en el bosque inmediato
había una gavilla de salteadores, le había aban-
donado y les pidió que les dejasen ir en su co-
mitiva.
lVANHOE 89

Athelstane se negó y Cedric propuso dejarles


dos criados y dos caballos, pero lady Rowena los
tomó bajo su protección cediendo a las súplicas
de Rebeca.
Los criados concluyeron precipitadamente la
mudanza de las cargas y Gurth aprovechó esta
operación para 'escabullirse entre la maleza y se-
pararse de la comitiva.
Entretanto los caminantes se hallaron en una
vereda tan estrecha qu.e sólo podían transitar por
ella dos hombres de frente. Adelantáronse sin
mucho orden y, de repente, fueron atacados y
rodeados por todas partes. Los dos jefes sajones
fueron hechos prisioneros y los criados cayeron
sin dificultad en manos de los salteadores, ex-
cepto Wamba que se metió entre los matorrales
y quedó fuera del campo de batalla.
De pronto le saltó encima un perro, al mismo
tiempo que le llamaban con precaución. Eran
Guvth y su perro "Fangs". Wamba le informó de
10 sucedido y entonces Gurth, arrojando fuego por
los ojos, le dijo que le siguiera para ir a rescatar
a su amo. Iban a emprender el camino cuando se
presentó en escena otro personaje en el que reco-
90 WALTER SCOTT

nocieron a Locksley, el montero que había ganado


el premio de arco en el torneo.
Enterado de 10 que pasaba les dijo que no se
movieran del sitio marchando a ejecutar un reco-
nocimiento. Volvió al cabo de algunos minutos y
les mandó que le siguieran. Dicho esto se internó
en el bosque, seguido por el porquerizo y el bu-
fón, que hacían conjeturas sobre quién podía ser.
Después de haber andado tres horas llegaron
a un lugar descubierto en el que se alzaba una
robusta encina. Junto al tronco estaban echados
por tierra cuatro o cinco monteros y otro hacía
de centinela. El conductor fué reconocido y sa-
ludado por ellos y les ordenó que buscasen sus
compañeros y que dos de ellos se dirigiesen al
castillo de "Frente de Buey", al cual se dirigía
una cuadrilla de galanes disfrazados que llevaban
algunos prisioneros.
Los monteros se separaron por distintos cami-
nos y el capitán con sus dos compañeros, tomaron
la dirección de la capilla de Copmanhurst.
Al llegar ante ella, oyeron al ermitaño y su
huésped, que se desgañitaban repitiendo el estri-
billo de una canción, interrumpiéndoles los golpes
que Locksley dió a la puerta. Al oírlos el. anaco-
IVANHOE 91

reta entonó con recia voz un devoto "De Profun-


dis" mientras recogía los jarros y restos del con-
vite y se armaba el caballero.
-¿Qué es esto, ermitaño? - dijo el montero
cuando abrieron la puerta. Y reconociendo en
el caballero al de la negra armadura que había
decidido el combate en favor de los ingleses, le
pidió su ayuda contándole 10 que sucedía.
El caballero accedió a ello de lo que se alegra-
ron Gurth y Wamba. Este había ayudado a ves-
tirse al ermitaño, que ya estaba completamente
armado de espada, broquel, arco y flechas.
Salieron todos y se dirigieron al castillo de
"Frente de Buey" donde Locskley había dado or-
den de que se reunieran todas sus fuerzas.
XVII

E :N tanto que se tomaban estas disposiciones


para rescatar a Cedric y a los suyos, los
malvados que los conducían procuraban llegar
cuanto antes al castillo de "Frente de Buey". Pero
llegó la noche y tuvieron que aguardar a que lle-
gase la mañana para poder marchar con seguri-
dad y destreza, caminando cuanto más aprisa po-
dían, hasta que por fin: se descubrió el musgoso
y antiguo castillo.
Al llegar a la puerta, Bracy tocó tres veces la
trompa y los ballesteros que guarnecían las torres
echaron el puente levadizo y le dieron entrada.
Los enmascarados condujeron a sus prisioneros
al interior del castillo y se les dió a entender que
ocuparían diferentes aposentos. Cedric y Athels-
tane debían ocupar una habitación separada de la-
dy Rowena, a la que no se permitió estar acompa-
IVANHOE 93

ñada por sus doncellas, y lo mismo se hizo con Re-


beca a pesar de las súplicas de su padre.
Cedric y Athelstane fueron conducidos a, una
pieza que en otros tiempos había sido el salón
principal del castillo. Cedric se paseaba por el
cuarto, indignado con las reflexiones que hacía
sobre los sucesos pasados y presentes, mientras su
compañero sólo pensaba en las incomodidades de
su situación. A poco s'e abrió la puerta y entró
un maestresala seguido de cuatro criados que lle-
vaban una mesa cubierta de manjares, los cuales
se retiraron sin contestar a las imprecaciones que
los nobles sajones les dirigieron.
Poco tiempo llevaban comiendo, cuando les in-
terrumpió el sonido de una trompa que se oyó
a la puerta del castillo y, al mismo tiempo, se
notó gran confusión y alboroto en el interior.
Pero volvamos a los otros personajes. Isaac de
York había sido conducido a un calabozo subte-
rráneo de cuyos muros colgaban enmohecidas ar-
gollas y cadenas y en un ángulo había una chi-
menea cubierta con barras de hierro. El judío,
más sereno de lo que era de 'e sperar, se sentó en
uno de los rincones permaneciendo inmóvil por
espacio de tres horas, al cabo de las cuales cru-
94 WALTER SCOTT

jieron los cerrojos y entró en la prisión el mismo


"Frente de Buey" seguido por los esclavos sarra-
cenos del templario.
"Frente de Buey" cerró la puerta con dos vuel-
tas de llave, se adelantó hasta colocarse a tres pa-
sos del judío y llamó a uno de los esclavos. Este se
acercó y echó a sus pies un gran peso de cruz con
varias pesas. El caballero ordenó al judío que le
pesase en el acto mil libras de plata. Isaac pro-
t-estó asegurando que jamás había tenido ni aún
siquiera había oído hablar de semejante canti-
dad, y le suplicaba que tuviese piedad de él y le
dejase ir en libertad.
Entonces "Frente de Buey" hizo una seña a los
esclavos, los cuales sacando de unas canastas car-
bón, fusiles y un frasco de aceite, se dispusieron
a encender la chimenea.
-¿Ves, Isaac? - dijo el normando. - Uno de
mis esclavos mantendrá el fuego y el otro untará
tus miembros con aceite. Escoge entr'e esto o las
mil libras de plata.
-¡Ten compasión! - le dijo el judío. - ¡No
puedo acceder a lo que me pides!
El normando entonces ordenó a los esclavos que
le desnudaran. Estos, echando mano del infeliz
IVANHOE 95

Isaac, le artancaron del suelo y esperaron la últi-


ma señal.
El judío perdió toda esperanza y 'Cedió de su
tenaz resolución. - ¡Pagaré las mil libras! -
dijo. - Pero concédeme la libertad de mis compa-
ñeros.
-No te ocupes de esos miserables sajones, y
dime cuándo tendré lo mío.
-Deja que mi hija Rebeca vaya a York a bus-
car -el tesoro.
-¡Tú hija! - exclamó "Frente de Buey" con
sorpresa. Creí que esa muchacha era tu esclava y
se la he dado a Bois-Guilbert para que le sirva.
El pobre hebreo al oír 'esto lanzó un grito y
se arrojó a los pies del normando rogándole que
le devolviera su hija. "Frente de Buey" le con-
testó que no podía remediar lo sucedido y que
además nada le sucedería a la muchacha por estar
en manos de Bois-Guilbert.
-¡Nada! - exclamó el judío. - ¿Cuándo respiró
Bois-Guilbert otra cosa que crueldad a los hom-
bres y deshonra a las mu·eres?
Al oír esto "Frente de Buey", ciego de cólera,
ordenó a los esclavos que le desnudaran y lo lle-
varan al fuego. Iban éstos a cumplir la orden,
96 WALTER SCOTT

cuando se oyó el sonido de una trompeta y voces


que llamaban al normando. Este mandó a los es-
clavos que dejasen a Isaac y salió con ellos del
calabozo.
XVIII

E RA ya cerca de mediodía cuando Bracy se


presentó a lady Rowena y después de de-
cirle quién era, le manifestó sus deseos y la causa
de lo sucedido.
Lady Rowena le contestó con altivez, que no
le conocía y que nunca accedería a sus preten-
siones.
-Doncella orgullosa - respondió Bracy des-
pechado, - te declaro que no saldrás de este cas-
tillo, sino como mi esposa y no sueñes siquiera
que Ricardo "Corazón de León" vuelva a sentarse
en el trono de Inglaterra, y mucho menos que
Wilfrido de Ivanhoe te conduzca a sus plantas
para ser recibida como la esposa de un favorito.
Sabe, pues, que éste está en mi poder y que si yo
revelo este secreto, "Frente de Buey" al saber
que está en su castillo, no vacilará en matarle.
98 WALTER SCOTT

-¡Wilfrido aquí! ¡Sálvale, por el Dios que está


en los cielos! - exclamó lady Rowena presa de
terror.
-Puedo salvarle, y tal es mi intención - dijo
Bracy - cuando Rowena consienta en ser mi es-
posa. La suerte de Cedric y de los suyos depende
de tu resolución.
Al oír esto, lady Rowena alzó las manos al cielo
y se ·entregó a todos los extremos del dolor y del
despecho. Era imposible mirarla sin compadecerla
y aliviarla. Bracy no pudo ser insensible a aquel
espectáculo y procuró decir algunas palabras de
consuelo a la bella cautiva, asegurándole que no
había motivo para que se lamentara con tan te-
rrible desesperación. Pero en medio de este dis-
curso llegaron a sus oídos los ecos penetrantes de
la trompeta que había sobresaltado a los otros
habitantes del castillo, y este incidente interrum-
pió los planes de su ambición y de su brutal ga-
lantería.
XIX

M IENTRAS ocurrían estas escenas, la judía


Rebeca aguardaba la suerte que se le de-
paraba en la pieza adonde había sido conducida.
Al entrar en ella se halló con una vieja que can-
taba una antigua trova sajona, llevando el com-
pás con su huso.
-¡Marcha de aquí, bruja! - dijo uno de los
enmascara:dos; - el amo lo manda. - Y se retiró
dejando a Rebeca 'e n compañía de la vieja.
-Por Dios Santo te pido - exclamó Rebeca,
- que me digas si hay algún medio de 'e scapar de
aquí. ¿No hay de dónde esperar socorro? ¡Cuenta
con un cuantioso galardón!
-No pienses en eso - dijo la vieja. - De aquí
nadie escapa, si no es por la puerta de la muerte.
- y diciendo estas palabras salió de la pieza, ce-
rró la puerta y bajó lentamente la escalera.
100 WALTER SCOTT

Rebeca, que poseía un carácter firme y una gran


presencia de ánimo, echó mano de todas las de-
terminaciones capaces de sostener el suyo. Exami-
nó la pieza y vió que la puerta carecía de cerro-
jo y de pestillo y que la ventana daba a una azo-'
tea, lo que le dió algunas esperanzas de poder es-
caparse por allí, pero pronto descubrió que aque-
lla parte del 'edificio no tenía comunicación 'Con el
resto de la fortaleza.
De pronto se oyeron pasos en la escalera y la
puerta se abrió lentamente entrando en la pieza
un hombre de alta .estatura que se adelantó hacia
donde estaba la joven y se paró enfrente de ella.
Rebeca, al verle vestido como los bandoleros que
la habían ata'c ado en el camino, habíase desabro-
chado dos costosos brazaletes y un 'Collar y se los
presentó al supuesto bandido, ofreciéndole mucho
más si los sacaba del castillo libres y sin daño.
-Hermosa Rebeca - respondió el bandido. -
Tu rescate debe pagarse ,e n amor y en hermosura,
y no acepto otra moneda. Eres mi cautiva y te
he conquistado con mis armas. Sométete a la
suerte, y yo te pondré en tal estado que las más
encopetadas damas normandas tengan que humi-
llarse ante ti.
IVANHOE 101

-¡Someterme a mi suerte! - exclamó Rebeca.


- ¡Cobarde guerrero! El Señor, que protege la
inoc·encia, ha acudido al socorro de su hija y me
saca de este abismo de infamia.
Al decir esto, abrió la ventana, y en un ins-
tante se colocó en el borde del parapeto, colgada
del precipicio. Bois-Guilbert sorprendido hasta el
extremo no tuvo tiempo de detenerla y le suplicó
que volviese atrás, dándole su palabra de que no
le haría la menor ofensa.
-Cedo - dijo Rebeca; - pero no más que
hasta aquí. Y bajando del parapeto se apoyó en
una de las almenas que lo guarnecían.
Sonó enton<!es la trompeta a la puerta del casti-
llo y el templario volvió a entrar en el aposento
y bajó precipitadamente la escalera.
xx

C UANDO el templario llegó al salón del cas-


tillo, ya €staba en él Bracy, y ambos se con-
taron lo que les había sucedido con las dos her-
mosas mujeres. No tardó en presentarse Reginal-
do "Frente de Buey" que les mostró una carta que
le acababa de ser entregada.
El Barón miró y remiró la carta y se la entre-
gó a Bracy, el cual, como era. tan ignorante como
el primero se la entregó a Bois-Guilbert, quien
después de leerla les dijo que era el desafío más
extraordinario que pasó jamás por el puente le-
vadizo del castillo de un Barón.
El templario leyó la cart,a en la que Wamba,
bufón del noble Cedric, y Gurth, porquerizo y es-
clavo del mismo, con la ayuda del caballero "Ne-
gro Ocioso" y de otros muchos aliados que hacían
causa común con ellos les emplazaban para que
IVANHOE 103

pusieran en libertad al noble Cedric "el Sajón"


con todo su acompañami'e nto y bagajes, declarán-
doles si no cumplían esta demanda, ladrones, mal-
sines y traidores desleales, desafiándoles a pelear
en batalla.
Los caballeros oyeron la lectura y se miraron
atónitos, como si ninguno de ellos pudiera decidir
si era negocio serio o burlas. Bracy rompió el si-
lencio con estrepitosas carcajadas, que repitió el
templario. "Frente de Buey", lejos de reírse, daba
indicios de desaprobar aquella alegría asegurán-
doles que convenía pensar en las consecuencias
que el negocio les podía acarrear y ver cuánta era
la gente que trataba de sostener el desafío.
-Habrá a lo menos unos doscientos hombres en
la selva - respondió un escudero.
-¡Buena la hemos hecho! - dijo "Frente de
Buey". - Apenas tenemos gente para defender
el castillo. - Y decidieron escribir una carta en
respuesta al desafío, en la que les decían que an-
tes del mediodía serían decapitados los prisioneros
y puestas sus cabezas en las almenas del castillo,
necesitando por lo tanto un eclesiástico que los
reconciliase con Dios.
El 'escudero se hizo cargo de la carta y la entre-
I(J4 WALTER SCOTT

gó al mensajero que volvió a donde le esperaban


con impaciencia Wamba y Gurth con sus confe-
derados, el caballero "Negro", Locksley y el ana-
coreta. En torno a ellos había más de doscientos
hombres armados y muchos otros acudían sin ce-
sar provistos de hoces, picos y garrotes.
El caballero "Negro" leyó la respuesta, cuyo
contenido produjo en todos exclamaciones de in-
dignaci6n. Al ver que pedían un sacerdote, deter-
minaron que Wamba se disfrazara con las ropas
del ermitaño y, marchando con gravedad, éste se
encaminó al castillo a desempeñar su misión.
XXI

C UANDO el bufón se paró a la puerta del cas-


tillo de "Frente de Buey", el guardia que la
custodiaba le pn'guntó quién era y qué objeto le
llevaba.
-"Pax vobiscum" - respondió Wamba. - Soy
un humilde religioso y vengo a administrar los au-
xilios espirituales a los presos de este castillo.
El guardia, después de consultar con su amo,
volvió a la puerta haciendo entrar al fingido ecle-
siástico y conduciéndole a presencia de los caba-
lleros. Wamba les dijo que era un pobre religioso
que había caído en manos de los ladrones, los cua-
les le habían enviado para auxiliar a ciertos reos
condenados a muerte.
Brian propuso que se le diera una carta para
los lanceros de Bracy mandándoles llamar y, para
106 W ALTER S e OTT

mayor disimulo, le dejarían ir al cuarto de los sa-


jones antes de enviarlos al matadero.
-"Pax Vobiscum" - dijo el bufón al entrar
en la pieza de Cedric, y les anunció que se pre-
parasen para morir.
-A fe mía - dijo Cedric, - que esa voz no
me es desconocida.
-Es la de vuestro fiel siervo y bufón - dijo
Wamba bajándose la capucha y le pidió que cam-
biase con él sus vestidos y que saliera del castillo.
Cedric se resistió, pero al fin accedió a las sú-
plicas de Wamba y de Athelstane prometiéndoles
venir 'e n seguida en su ayuda.
Hízose el cambio de vestidos, y Cedric, dejan-
do a sus amigos, se puso en marcha para llevar a
cabo la proyectada empresa. Al llegar a un pasi-
llo le salió al 'e ncuentro una mujer que le pidió
visitase a un prisionero que estaba herido en el
castillo.
Cedric masculló entre dientes algunas excusas
yen aquel momento llegó la vieja Urfrida que
le pidió la acompañase, mandando a Rebeca que
volviese al cuarto del enfermo que le había sido
confiado.
IVANHOE 107

Urfrida condujo a Cedric a otra pieza cuya


puerta cerró con gran precaución.
Después de invitarle a beber una copa de vino,
tomó la palabra para decirle que era hija del an-
tiguo dueño del castillo a quien el padre de "Fren-
te de Buey" había asesinado así como a sus hi-
jos, conservándola a ella en calidad de esclava.
-¿ Tú, hija de Torquil? - dijo Cedric horro-
rizado. - ¿ Tú, hija del amigo y compañero de ar-
mas de mi padre? ¿Y has podido vivir así? ¿No
tenías a tu disposición un puñal, una cuerda?
Urfrida al oír estas palabras reconoció a Ce-
dric "el Sajón" y le dijo que era el deseo de ven-
ganza el que le había hecho vivir y que compren-
día que había llegado el momento de cumplirla.
- Ya sé - le dijo. - que este castillo está si-
tiado por fuerzas enemigas. Diles que estrechen el
asedio, y cuando veas ondear una bandera roja
en la torrecilla, los sajones podrán pelear sin re-
celo. No pierdas tiempo: sigue tu suerte que yo
sé lo que me aguarda hacer.
En aquel momento se oyó la voz de "Frente de
Buey" que llamaba al fraile, y Urfrida se ·escapó
por una puerta oculta. El normando entregó al
fraile una carta encargándole que la entregase a
108 W ALTER SCOTT

F'elipe de Malvoisin al que rogaba que la enviase


a York, y acompañándole hasta la pot'erna del cas·
tillo, le despidió entregándole una moneda de oro.
Volviendo después a la sala del castillo, mandó
que le llevasen a los prisioneros. Sus órdenes fue-
ron obedecidas y "Frente de Buey" no echó de
ver en los primeros momentos la transformación
de Oedric en su bufón. Al darse cuenta de la huí-
da del noble sajón y de que él mismo le había
abierto la puerta del castillo, prorrumpió en im-
precaciones y amenazas. Fué interrumpido por la
llegada de un criado con el aviso de que un fraile
estaba en la poterna y pedía entrada en el castillo,
añadiendo que se trataba de fray Ambrosio, lego
asistente de Jorvaulx.
Los guardias se llevaron a los prisionero'S, y
al mismo. tiempo entró fray Ambrosio el cual les
comunicó que unos bandidos habían hecho prisio-
nero al Prior Aymer y exigían un fuerte rescate,
por lo que 'e l reverendo Padre esperaba que acu-
diesen en su ayuda. Además les comunicó que los
sitiado.res se acercaban ya a sus murallas.
Reginaldo miró por la ventana y, al ver que el
andano. decía la verdad, t0Có la trompeta y man-
IVANHOE 109

dó congregar a toda su gente al tiempo que orde-


naba al fraile que se retirase.
Cada uno de ellos acudió al lugar que se le
había designado y aguardaron con serenidad el
asalto que les amenazaba.
XXII

C UANDO Ivanhoe cay.ó desmayado a los pies


de lady Rowena fué conducido por orden de
Rebeca a la casa que Isaac había tomado a las
puertas de Ashby, y ella misma examinó y curó
las heridas del caballero. La hermosa joven ha-
bía aprendido en su niñez las prácticas de medi-
cina tradicionales ,en su gente y conservaba cui-
dadosamente los secretos y recetas de que la ha-
bía hecho depositaria su maestra, la famosa Mi-
riam.
Cuando el caballero Ivanhoe llegó a la habita-
ción de Rebeca estaba privado del sentido. Re-
beca examinó la herida, le aplicó un eficaz reme-
dio y dijo a su padre que podría ponerse en ca-
mino con ellos al día siguiente.
Ivanhoe volvió en sí cuando ya iba cerrando la
noche y, con gran sorpresa suya, hallóse en un
IVANHOE 111

aposento magníficamente adornado al gusto orien-


tal. Aumentó su sorpresa cuando entró una mujer
ricamente vestida seguido de un criado de color
oscuro, la cual, poniéndose el dedo en los labios,
le hizo seña de que callase y ordenó al criado que
le descubriese ' el costado. Rebeca examinó el ven-
daje y pareció satisfecha del 'e stado de la herida.
Cuando vió que iba a retirarse, Ivanhoe, que
no podía reprimir por más tiempo su curiosidad,
le dijo:
-Noble señora ... - y Rebeca le interrumpió
de nuevo, diciéndole quién era y dónde estaba, y
le informó, además, de la necesidad en que estaba
de pasar a York y de la resolución que su padre
había tomado de llevarle en su compañía y de
alojarle en su casa hasta su entero restablecimien-
to, ya que no había médico en Inglaterra que pu-
diera ponerle en estado de usar la armadura an-
tes de un mes.
-¡; Y cuándo podré vestirla por la virtud de tus
medicinas? - preguntó Ivanhoe.
-Dentro de ocho días - respondió la hebrea,
- si seguís dócilmente mis consejos.
-¡Por la Virgen Santísima - dijo Ivanhoe, -
que no estamos en ocasión de desperdiciar los ins-
112 WALTER SCOTT

tantes! Y ahora, permíteme que te .haga algunas


preguntas. ¿ Qué es del noble Cedric y de su fa-
milia? ¿ Qué sabéis del príncipe Juan y de mi no-
ble escudero?
Rebeca le informó de cuanto sabía y dándole a
beber una medicina le recomendó que se tranqui-
lizara a fin de que tuviese las fuerzas necesarias
para emprender la jornada del día siguiente.
Ivanho'e fué colocado en la misma litera en
que salió del torneo y emprendieron el camino con
paso acelerado, a pesar de las recomendaciones de
Rebeca de que se <:aminara despacio para conve-
niencia del herido. Pero aunque Ivanhoe no tuvo
de aquella precipitada marcha las malas conse-
cuencias que Rebeca auguraba, desde otro punto
de vista, la prisa de Isaac las produjo fatales, por-
que los sajones que les acompañaban, empezaron
a quejarse del daño que sufrían los caballos y de
la escasez de las viandas, por 10 cual, cuando lle-
gó el momento del peligro, se vió abandonado por
aquellos en cuya defensa confiaba.
Así fué como Cedric y los suyos encontraron al
judío, a su hija y al herido, y cómo todos ellos caye-
ron en poder de Bracy y sus confederados. Este,
creyendo que dentro de la litera iba lady Rowe-
IVANHOE 113

na, quiso examinarla descubriendo al herido el


cual, creyendo que eran bandidos sajones, confesó
ser sir Wilfrido de Ivanhoe. Bracy mandó a dos
escuderos que no se apartasen de la litera y que
si alguien preguntaba quién iba adentro, respon·
diesen que era un escudero de Bracy que había
sido herido en el primer encuentro. Esta misma
explicación dieron a "Frente de Buey" cuando
preguntó por qué no acudían a la defensa de las
murallas. "Frente de Buey" confió a Urfridael
cuidado de Invanhoe y ésta, que sólo pensaba 'e n
llevar a cabo sus proyectos de venganza, dejó al
enfermo en manos de Rebeca.
XXIII

A L hallarse de nuevo junto a Invanhoe, Re-


beca experimentó una gran alegría. Le tomó
el pulso y le preguntó por su salud con vivo inte-
rés. Ivanhoe le respondió que su salud se hallaba
10 menos mal que podía hallarse en aquellas cir-
cunstancias, gracias a su habilidad. Y le dijo, que
por las palabras que había oído a los que le cus-
todiaban, se había dado cuenta de que se hallaba
preso en el castillo de "Frente de Buey".
Rebeca le informó de que 'e l templario sir
Brian de Bois-Guilbert y "Frente de Buey" man-
daban las fuerzas del castillo, y que éste estaba
sitiado por gentes que ella no conocía, añadiendo
que había en la fortaleza un eclesiástico, que qui-
zá podría dar le noticias más seguras.
-¿ Un eclesiástico? - preguntó el caballero. -
Tráele, si puedes, inmediatamente. Dile que hay un
enfermo que necesita sus socorros.
IVANHOE 115

Rebeca hizo cuanto pudo para que el fingido


eclesiástico pasara al aposento del enfermo; pero
la estorbó Urfrida que también deseaba hablarle
y Rebeca volvió a dar cuenta a Ivanhoe de la in-
utilidad de sus diligencias.
Mientras tanto, el ruido que ocasionaban los
preparativos de defensa crecía por momentos. Re-
sonaban los pasos de los guardias y ballesteros que
iban a ocupar las almenas y se oía al mismo tiem-
po las voces de los caudillos que animaban a sus
partidarios y, 'e n seguida, el estrépito de las ar-
mas y el vocerío de los soldados.
Rebeca, observando la extraordinaria impacien-
cia del caballero, exclamó:
-Yo me pondré a la ventana y te daré cuenta
de todo lo que observe. - Y parapetándose con un
gran broquel, pudo ser testigo de todos los suce-
sos del ataque y referirlos al herido a medida que
iban ocurriendo. Inmediatamente puso 'e n conoci-
miento de Ivanhoe que el bosque estaba lleno de
gente, sobresaliendo entre todos un caballero con
una armadura negra y que llevaba como divisa en
el escudo un candado azul, en campo negro.
Sonó la señal de ataque y los monteros hicieron
Wla descarga cerrada, de cuyas resultas murieron
116 W ALTER SCOTT

dos o tres de la guarnición y quedaron muchos


heridos. Los del castillo respondieron obstinada-
mente con otra descarga que hizo considerable es-
trago en los enemigos. El caballero "Negro" con
una partida considerable, se dirigió a la barrera
de la barbacana y consiguió abrir una brecha.
"Frente de Buey" acudió presuroso a defenderla
y luchó encarnizadamente con su enemigo, hasta
que, vencido por los fuertes golpes de su adver-
sario cayó a sus plantas gravemente herido. El
templario y los suyos acudieron en su socorro con-
siguiendo retirarle al interior del castillo. Los si-
tiador,es habían conseguido tomar las barreras y
estrechaban a los sitiados en los muros intentan-
do escalar los.
Rebeca había ido relatando a Ivanhoe las inci-
dencias de la batalla, sumiéndose al terminar en
amargas reflexiones. Cuando fijó su vista en Ivan-
hoe, el caballero se había dormido.
Durante el intervalo de suspensión de hostili-
dades, el templario y Bracy tuvieron una breve
conferencia en el castillo, tomando disposiciones
para la distribución de la gente que disponían pa-
ra la defensa del castillo, ya que no podían seguir
contando con la ayuda de "Frente de Buey".
IVANHOE 117

Volvieron a las murallas y colocaron centine-


las en todo el recinto de la plaza para prevenir
cualquier sorpresa. También se dispuso que Bracy
tomara el mando de la puerta y que el templario
\
se colocaría a cierta distancia con veinte hombres
a fin de acudir en todo caso a los puntos amena-
zados. Bracy y su compañero debían estar pn~ve­
nidos para hacer frente en todo el circuito de los
muros; pero los soldados y escuderos empezaban
a desmayar viéndose cercados por todas partes.
XXIV

E NTRET ANTO, el dueño del castillo yacía en


cama atormentado por los agudos dolores
que le ocasionaban sus heridas.
-¿Dónde están ahora - decía, - esos curas?
¿No dicen que es bueno rezar? Pero yo ... , rezar ...
¡No me atrevo!
-¿No te atreves? ¿Cuándo has dicho otro tan-
to, "Frente de Buey"? - exclamó junto a su ca-
becera una voz trémula y aguda.
El barón estremecióse, y miró por todas partes,
exclamando:
-¿ Quién está ahí? ¡Ponte d-elante de mí para
que yo pueda verte!
-¡Soy el demonio que te persigue! - exclamó
la voz. - Piensa en tus pecados, en tus homici-
dios, en tu padre y en su mueLte; ¡acuérdate de la
sala de banquete, regada con su sangre que acaba-
ba de verter la mano de su hijo!
IVANHOE 119

-¡Aht - exclamó 'e l barón. - Yo creí que este


secreto estaba depositado sólo en mi pecho y en
el de la que fué m~ cómplice. Busca a la vieja Ur-
frida que fué la que me puso en el resbaladero.
¡Anda y hazle saborear los tormentos del In-
fierno!
-Ya los saboreó - dijo poniéndose enfr'e nte
del barón. - Esta es la hija del asesinado Torquil
de Wolfgauger; ésta es la hermana de sus hijos
degollados; ésta. es la que todo lo ha perdido a ma-
nos de un "Frente de Buey". Seré el demonio de
tu persecución y te atormentaré hasta el último
momento.
-¡No lo conseguirás! - exclamó con furia y
llamó a gritos a sus criados.
-Llámalos más recio - dijo Urfrida, - que
no te responderán. El edificio de tu prosperidad
va a desmoronarse. Quiero que sepas la muerte
que te aguarda. ¿No ves ese vapor espeso que se
alza por todo el aposento? ¿Te acuerdas del pajar
que está en el piso bajo de esta torre?
-¡Mujer! ... - exclamó furioso el barón. -
¿Le has pegado fuego? Pero sÍ. .. ya veo ... ¡ya
veo las llamas! ...
-Sí - dijo la vieja, - ya suben, ya se acercan
120 WALTER SCOTT

al sitio que estás. Adiós, "Frente de Buey". - Y


dichas estas palabras salió del aposento cerrando
la puerta con cerrojos y llaves.
El perverso, enajenado, daba gritos desespera-
dos llamando a sus criados y amigos y después
prorrumpía en maldiciones espantosas contra sí
mismo, contra los hombres y contra todo lo que
ellos respetan.
xxv

A UNQUE Cedric no confiaba mucho en la


ejecución de los planes de Urfrida, no dejó
de confiar su promesa al caballero del "Candado"
y a Locksley. Estos supieron con satisfacción que
tenían en la plaza un aliado que podía facilitarles
la entrada, y acordaron con "el Sajón" la necesi-
dad de aventurar el ataque como único medio de
libertar a los cautivos. Locksley tomó a su cargo la
dirección de los flecheros y el caballero "Negro"
se hizo cargo del mando de un grupo de monteros
para conducirlos al ataque de los muros, consi-
guiendo apoderarse de la barbacana.
El caballero empleó la suspensión que siguió a
la toma de la barbacana en dirigir la construcción
de un gran puente volante para pasar el foso.
Cuando estuvo terminado dió las órdenes oportu-
nas para empezar el ataque, pidiendo a C€dric que
122 WALTER SCOTT

tomase' el mando de la reserva. Este rehusó dicien-


do que quería seguirle a donde fuera, pues siendo
su causa, suyo debía ser el mayor peligro.
-¡Empecemos en nombre de Dios! - dijo el
caballero. - ¡Abrid la puerta y echad el puente!
Inmediatamente se abrió el portalón de la bar-
bacana, empujando los monteros el puente que
formaba un paso por el que sólo podían marchar
dos hombres de frente. El caballero "Negro", se-
guido por Cedric, pasó y llegó al lado opuesto em-
pezando a dar terribles golpes con el hacha en la
puerta del castillo.
Bracy ordenó a sus soldados que arrojasen so-
hre él un grandísimo cantón que sobresalía del
muro. Dos de los que se disponían a cumplir sus
órdenes fueron muertos por las flechas de Locks-
ley y los otros no se determinaban a coger la ba-
rra amedrentados por los golpes de aquel formida-
ble tirador. Tomándola Bracy, empujó con todo su
vigor el canto de la cornisa, cuyo peso era sufi-
cienta para hundir el puente y sepultar con él a
los que lo ocupaban, y hubiera llevado a cabo su
propósito, si no hubiera oído en aquel instante la
voz del templario.
-¡Rlndete, Braeyl
124 W ALTER SCOTT

-¡Todo se ha perdido, Bracy! - gritó Brian.


- ¡El castillo arde!
-¡Santos del cielo! - dijo Bracy. - ¿Qué ha-
cemos ahora?
-Oyeme y sigue mi:; consejos - repuso el
templario. Y le dió instrucciones para volverse a
apoderar de la barbacana y defenderse hasta reci-
bir socorros.
Bracy reunió a sus hombres, corrió a la poterna
y la abrió de par en par; mas apenas 10 hubo
hecho, cuando cayó sobre él el caballero del "Can-
dado". Bracy sostuvo valientemente la lucha, has-
ta que al fin recibió un tremendo golpe y dió con
su cuerpo en tierra.
-¡Ríndete, Bracy! - dijo el vencedor apoyan-
do una rodilla sobre su pecho y presentándole una
daga. - ¡Ríndete o muere!
-¡No me rindo a un vencedor desconocido! -
dijo con voz apagada el normando.
El caballero del "Candado" se inclinó y dijo
algunas palabras a su oído.
-¡Soy tu prisionero y me rindo a discreción!
- dijo el normando. - Mas deja que te informe
de 10 que te impotra saber. Wilfrido de Ivanhoe
está herido y prisionero en -el castillo. - Y levan-
IVANHOE 125

tándose, se quitó el yelmo en señal de sumisión


y entregó su espada a Locksley a quien encontró en
el camino.
El caballero "Negro" al oír las palabras de
Bracy entró precipitadamente en el interior del
castillo. Entretanto aumentaba el incendio y ya
penetraban las llamas en el aposento en que esta-
ban Ivanhoe y Rebeca. Ivanhoe se había desperta-
do al oír el estrépito de la batalla.
-¡Huye, Rebeca! - dijo Wilfrido. - ¡Huye y
salva tu vida!
-¡No, no! - exclamó la judía. - Huiré con-
tigo o pereceré a tu lado.
En aquel momento se abrió la puerta y se pre-
sentó el caballero templario, el cual, apoderándose
de la aterrada joven, la arrebató del aposento.
-¡Vil templario! - le decía Ivanhoe. - ¡Deja
libre a esa infeliz! Ivanhoe te lo manda, y él sa-
brá beber tu sangre.
-¡Si no gritas no doy contigo! - dijo el ca-
ballero ":Negro" entrando en la pieza, y cogiendo
a Ivanhoe bajó precipitadamente la escalE.a Lo
entregó a dos monteros y volvió al castillo a sal-
var los otros prisioneros.
Una de las torres de la fortaleza estaba ya casi
126 WALTER SCOTT

completamente incendiada. Cedric, seguido del


fiel Gurth atravesó las llamas y entrando en el
aposento de lady Rowena la entregó al criado pa-
ra que la condujese al exterior corriendo él en
busca de Athelstane. Mas ya Wamba había encon-
trado el medio de escaparse con él, aprovechando
un descuido del centinela y pudieron salir al pa-
tio del castillo.
Allí estaba a caballo Bois-Guilbert peleando
con inflexible valor. Rebeca, a caballo estaba en
medio de la pelea, protegiéndola sir Brian con su
escudo. Athelstane creyó que 'e ra lady Rowena y
tomando un hacha de uno de los guerreros mue:-
tos se abrió camino hasta el templario desafián-
dole en términos violentos. Este apretó 'el caballo
hasta el sajón, y empinándose sobre los estribos,
descargó un terrible golpe sobre la cabeza de
Athelstane, el cual cayó al suelo, bañado en san-
gre. Y aprovechándose del terror que había pro-
ducido la muerte del sajón, partió a la carrera
seguido de sus esclavos sarracenos y algunos sol-
dados.
El fuego cundía rápidamente por todas partes
y Urfrida apareció en lo alto de una de las to-
rres que al fin se hundió con pavoroso estrépito.
IVANHOE 127

A la mañana siguiente los monteros se reunie-


ron debajo de la gran 'e ncina donde habían pasa-
do la noche, para repartirse los cuantiosos despo-
jos que habían recogido.
XXVI

L OCKSLEY tomó asiento en medio de su gen-


te, teniendo a sus lados a Cedric y al caba-
llero "Negro", y procedió a repartir los despojos,
pero al ver que faltaba el ermitaño de Capmah-
nurst envió a dos de sus hombres en su busca.
Cedric rechazó la parte que el montero le ofre-
cía y se despidió de todos los presentes, dándoles
las gracias por su ayuda. Antes de partir concedió
a Gurth la libertad limando la argolla que éste
llevaba al cuello y manifestó al caballero del
"Candado" su especial agradecimiento, invitándo-
le a acompañarle a Rotherwood. El caballero le
prometió que iría y que le pediría una gracia que
Cedric le concedió de antemano.
La comitiva del "Sajón" se puso en marcha y a
poco se unieron a la comitiva que acompañaba el
cadáver de Athelstane al castillo de Coningsburg.
IVANHOE 129

El caballero del "Candado" pidió a Locksley que


le permitiese disponer de Bracy, al que concedió
la libertad. Este montó en su caballo y partió
apresuradamente.
El montero regaló también al caballero el taha-
lí y el cuerno que había ganado en el torneo de
Ashby y le enseñó la manera de tocarlo si se veía
en algún lance apurado. En seguida procedió a la
distribución del botín con la más escrupulosa im-
parcialidad, y cuando estaban en esta tarea se
presentó el ermitaño conduciendo al judío Isaac,
al cual había encontrado en la bodega del casti-
llo. Locksley le notificó que pensara en su resca-
te Y: en aquel momento se presentaron dos mon-
teros conduciendo al prior de J orvaulx.
Después de haber fijado el precio del rescate
del judío y del prior, los monteros informaron 'al
primero del paradero de su hija, a quien un mon-
tero había visto cuando Bois-Guilbert la sacó del
castillo. Ante la desesperación del judío, Locksley
pidió al prior que le diese una carta para el tem-
plario prometiéndole que Isaac le recompensaría
con una buena suma. El prior escribió la epístola
para su amigo y se la entregó al judío y, acto se-
guido, escribió y firmó un recibo por valor de seü¡-
130 WALTER SCOTT

cientas corónas como precio de su reScate, par-


tiendo con su acompañamiento.
El judío firmó también su recibo y partió acom-
pañado de dos monteros que le habían de servir
de guía.
El caballero que había estado observando todos
estos procedimientos se despidió de Locksley, es-
trechándose la mano como dos buenos amigos y
aliados y, montando a caballo, desapareció en los
caminos del b05que.
XXVII

D ABASE un espléndido banqueteen el cas-


llo de York al que el príncipe Juan había
invitado a todos sus aliados, con cuya ayuda pen-
saba sentarse 'en el trono de Ricardo "Corazón de
León". El Príncipe y Waldemar Fitzurse, su prin-
cipal aliado, estaban muy intranquilos por la au-
sencia del templario, de Bracy y de "Frente de
Buey", así como por las grav'es noticias que' hasta
ellos habían llegado, cuando se presentó Bracy
lleno de lodo y rota y ,e nsangrentada la armadura.
Explicó al Príncipe lo sucedido, comunicándole
que su hermano Ricardo estaba en Inglaterra, y
le manifestó su intención de partir inmediata-
ment'e para Flandes aconsejando a Fitzurse que
partiese con él.
El príncipe salió del abatimiento en que le ha-
bía puesto la inesperada noticia, y haciéndoles ver
132 WALTER SCOTT

el terrible castigo que su hermano les infligiría si


llegaba, les dijo que puesto que viajaba solo, era
necesario salirle al encuentro y atacarle en medio
de la selva. Bracy se negó a hacerlo alegando que
el rey Ricardo pudo matarle y no lo había he-
cho, por lo cual él no le pondría la mano encima.
El Príncipe se lamentó del abandono en que le
dejaban y del poco espíritu y decisión de los hom-
bres que 10 rodeaban, y al oír esto, Waldemar Fit-
zurse. encargó a Bracy que no dejase solo al Prín-
cipe y pidiendo dos hombres resueltos y diestros
en las veredas y en s·eguir las huellas de hombres
y caballos, partió, armado de sus mejores armas,
en busca de Ricardo "Corazón de León".
XXVIII

I SAAC de York despidió a los monteros que le


acompañaban a la salida del bosque y se diri-
gió a la casa de un rabino que habitaba -en un
pueblecillo poco distante del castillo de Temples-
town a donde s'e dirigía para rescatar a su hija.
A la mañana siguiente contó al rabino el ob-
jeto de su viaje y éste le informó que hacía
pocos días había llegado a aquel castillo Lucas de
Beaumanoir, Gran Maestre de los templarios, dis-
puesto a castigar a todos los que habían faltado
a las reglas de la Orden.
Isaac se despidió de su huésped, y al cabo de
una hora de marcha se paró a la puerta del pre-
ceptorio sin saber cómo introducirse en él.
El Gran Maestre se paseaba por el jardín del
preceptorio y conversaba ·c onfidencialmente con
uno de los caballeros de la Orden, lamentándose de
134 WALTER SCOTT

la corrupción y liviandad que se notaba en los ca-


balleros templarios, cuando se presentó en el jar-
dín un escudero anunciándole que había un judío a
la puerta de las murallas que pedía hablar con el
hermano Brian de Bois-Guilbert. Beaumanoir
mandó que le condujeran a su presencia y pregun-
tó a Isaac el objeto de su visita. Este le entregó la
carta del prior Aymer, que el Gran Maestf1e leyó
dando grandes muestras de horror y de sorpresa
y después de informarse de quién era la hija de
Isaac, ordenó que lo arrojasen del preceptorio.
El Gran Ma'e stre mandó llamar a Alberto de
Malvoisin, preceptor de Templestown, hermano de
F'elipe, y le preguntó cómo había permitido que
contaminase los muros del preceptorio una judía
hechicera.
Malvoisin, que leyó en los ojos del Gran Maes-
tre la ruina de Bois-Guilbert y la suya propia, res-
pondió que lo había hecho para 'e vitar mayores
ma'les, ya que la pasión de Bois-Guilbert le había
pal'ecido más 'e~ecto de locura que de mald'a{!,
cosa que debía atribuirse a las artes diabólicas d~
la hebrea.
-Tienes razón - dijo el Gran Ma-esfJre; - pro<-
cu:raremos deshaoer el en:canti) de que ~s víctima
IVANHOE 135

ese desgraciado. La hechicera pagará con la vida


y Bois-Guilbert será perdonado.
Alberto Malvoisin salió 'e n busca de Bois-Guil-
bect dándole <!uenta de 10 que sucedía y de que
Beaumanoir había condenado a Rebeca a morir
como hechicera, yendo él a preparar todo lo ne-
cesario para el juicio.
Bois-Guilbert quedó reflexionando y buscando
el medio de salvar a Rebeca, en tanto que Mal-
voisin, ,acompañado de varios hombres, se .dirigía
a buscar a Rebeca ~ara conducirla ante el tribu-
nal del Gran Maestre.
Rebeca entró en el salón del preceptorio donde
estaba reunido 'e l tribunal y al pasar por 'flntre
el numeroso público que llenaba la sala, sintió
que le habían puesto un papel en la mano. Ella
continuó sin le xaminar su <!ontenido y, alzando la
vista, examinó la sala causándole gran extrañeza
el aspecto que oi,recía.
XXIX

E L tribunal había sido instalado en la plata-


forma del salón. Enfrente de la acusada se
alzaba el dosel del Gran Maestre, y a poca dis-
tancia de éste, los bancos de los preceptores. Al
pie del tribunal estaban colocados los bancos de
los caballeros y en otros puntos de la sala había
guardias armados y otras muchas gentes atraídas
por la curiosidad.
Uno de los asientos de los preceptores estaba
vacío y Brian de Bois-Guilbert, que debía ocu-
parlo, se había colocado en la -extremidad de uno
de los bancos destinados a los caballeros.
El Gran Maestre abrió la sesión explicando los
motivos del juicio que se iba a celebrar y acu-
sando a Rebeca de haber trastornado, por medio
de maleficios, sortilegios y hechizos, al hermano
Brian de Bois-Guilbert, preceptor de la Orden y
IVANHOE 137

famoso por sus hazaña:s 'e n Palestina, pidió que se


presentaran los testigos y depusieran los hechos
que habían presenciado, a fin de dictar sentencia.
Las declaraciones de éstos fueron tan exageradas
como se podía esperar de unos hombr-es tan gro-
seros e ignorantes y pintaron como portentosos los
esfuerzos del caballero para salvar a Rebeca.
Cuando el Gran Maestre pidió testigo~ de la
vida y operaciones de la hebrea, compareció ante
el tribunal un campesino sajón, que dijo llamarse
Higg, hijo de Snell, que había -estado impedido por
espacio de muchos años y a quien Rebeca había
curado con el empleo de un bálsamo. El campe-
sino entr,egó a Beaumanoir una cajita que conte-
nía el ungüento y éste fué 'e xaminado por dos
médicos que declararon que aquella medicina de-
bía ser obra de la farmacopea del infierno, y re-
criminó duramente al sajón el haber aceptado la
curación de manos de una infiel.
Higg se retiró, pero se ocultó entre la muche-
dumbre aguardando que se pronunciara la sen-
tencia.
Beaumanoir mandó a Rebeca que se descu-
briese y ésta, quitándose el velo, mostró su extra-
ordinaria belleza que excitó un murmullo de ad-
138 WALTER SCOTT

miración. En seguida, tomando la palabra se de-


fendió de las acusaciones que se le imputaban,
asegurando que era inocente y que antes sufriría
mil muertes que acceder a las solicitaciones del
templario, y apelando a su honor y a su concien-
cia, pidió a BOÍS-Guilbert que dijera si no eran
falsas las acusaciones que se le hacían.
Bois-Guilbert sólo pudo responder: - ¡El pa-
pel! ¡El papel!
Rebeca leyó disimuladamente el papel que le
habían entregado de un modo tan misterioso y
leyó estas palabras: "Pide un campeón".
El Gran Maestr'e volvió a tomar la palabra y
preguntó a Rebeca si tenía algo más que decir, a
lo que la hel,>rea respondió:
-Pido y reclamo el privi1egio del juicio de Dios.
No faltará quien qui'e ra exponer la vida por la
justicia. Y al decir esto, arrojó un guante delante
del Gran Maestre.
El tribunal aceptó el ruego y decidió nombrar
campeón de la Orden a sir Brian de Bois-Guilbert,
al cual fué entregada la prenda del reto, fijándose
para lugar del combate el campo que servía para
los ejercidos militares de los individuos de la
Orden.
IVANHOE 139

Rebeca pidió un mensajero para llevar a sus


amigos una carta a fin de enterarles de lo que
pasaba. Higgs, hijo de Snell, se ofreció a ello y Re-
beca le entregó un billete para su padre.
No tuvo necesidad de ir lejos porque a un
cuatro de milla del preceptorio .e ncontró a dos hom-
bres a caballo, reconociendo 'e n uno de ellos a su
antiguo amo Isaac de York. Este al leer la carta,
cayó al suelo como herido por un rayo. El rabino
desmontó, y leyendo también la carta, aconsejó a
Isaac que fuese en busca de Wilfrido de Ivanhoe,
el cual seguramente le daría consejo y apoyo.
Isaac abrazó a su hermano y corrió a poner en
práctica su consejo.
xxx

A L anochecer del día en que se había cele-


brado el juicio, se oyeron algunos golpes a
la puerta de la prisión de Rebeca.
-Entra si eres amigo: - respondió.
-Soy yo - dijo entrando Brian de Bois-Guilbert,
amigo o enemigo según resulte de esta entrevista.
Oye atentamente lo que voy a decirte. Yo fuí
quien te 'envió el papel 'e n que se te aconsejaba que
pidieses campeón. Si no hubiese sido por la inter-
vención del Gran Maestre, el oficio de campeón
correspondía a un compañero de la Orden y yo
me hubiese presentado a asumir tu defensa, y yo
te aseguro que, en este caso, nada hubieras tenido
que temer.
-Os estáis vanagloriando - dijo Rebeca - de
lo que hubiérais hecho y habéis recibido mi guan-
te, y mi campeón, si es que lo encuentro, tendrá
IVANHOE 141

que lidiar con vos. ¡Aún os atrevéi:s a llamaros mi


protector y amigo!
- y 10 seré. Pero te hablaré con franqueza. Si no
me presento al combate, pierdo la fama y la dig-
nidad, el honor y las esperanzas de poder, pero
todo 'esto no es nada a mis ojos si Rebeca se digna
decirme: Brian, te doy mi corazón!
-No pienses 'e n esas locuras - dijo Rebeca. -
Sé hombre y cristiano y sá1vame de esta horrible
muerte sin exigir nada -en premio.
-No por cierto. Si entro en el palenque, nadie
podrá librarte de una muerte tan horrorosa. No
hay mujer que pueda soportar esta perspectiva.
¡Rebeca, cederás a mis súplicas!
-Bois-Guilbert - respondió la judía, - no co-
nooes la índole de la mujer. Sabe, arrogante caba-
llero, que no hay valor que iguale al de la mujer
que está resuelta a sufrir antes que sacrificar su
afecto ° su obligación. ¡Adiós, no perdamos el
tiempo en palabras vanas!
-¡Adiós! - dijo el templario, y salió del apo-
sento.
El preceptor Alberto que le aguardaba, le re-
prendió por haber tardado tanto, haciéndole ver
el peligro que corrían de ser descubiertos.
142 WALTER SCOTT

-Estoy dijo Bois-Guilbert - como el que


sabe que va a morir dentro de una hora. No puedo
ser el campeón. La judía es inocente y yo saldré
en su defensa, huyendo- después.
-No podrás huir, - dijo ,el prec1eptor, - y si
lo intentas, la deshonra >caerá sobre ti y serás pro-
clamado <!obarde entre las risas y el escarnio del
populacho.
-Tienes razón, Alberto. Además, me ha deS-
preciado, me ha injuriado, ¿por qué le he de sa-
crificar la opinión que los otros me tienen? Acu-
diré al combate, no lo dudes.
XXXI

V OLVAMOS a tomar -el hilo de las aventuras


del caballero de la negra armadura, el cual,
al separarse de los bandidos, se dirigió a un con-
vento próximo, al cual había sido conducido Ivan-
hoe. Después de hablar con él y convenir en verse
en el castillo de Coningsburgh, -el caballero Negro
se despidió del Prior y partió acompañado de
Wamba que le servía de guía.
Poco después del toque de maitines, Ivanhoe
pidió al Prior del convento que le proporcionase
un caballo y partió asegurándole estar perfecta-
mente curado de la herida, sigurendo el mismo
camino que había tomado el caballero "Negro".
Este y su guía atrav-e saban alegres y contentos
los laberintos del bosque: Al principio, se pusie-
ron a cantar alternativamente, formando una es-
pecie de certamen en el que uno continuaba O
144 WALTER SCOTT

respondía al tema que el otro había empezado.


-Quisiera, amigo Wamba - dijo el caballero
- que -e stuviera aquí nuestro ermitaño de Cop-
manhurts para que nos hiciera el tercio.
-Pues yo no quisiera - dijo Wamba - aun-
que me valiera ese precioso cuerno que cuelga
de tu tahalí.
-Prenda es esta de la buena amistad de Locks-
ley. Si fuera preciso, con sólo tocar tres notas en
este cuerno, ya verías acudir gente en nuestro
socorro.
-Hazme el favor - dijo Wamba, - de pres-
tarme ese cuerno, que quiero mirarlo de cerca.
El caballero se quitó el tahalí y 10 'e ntregó al
bufón, el cual se lo ciñó inmediatamente, ponién-
dose a silbar el mismo tono que Locksley había
enseñado al caballero. Este pidió que s-e 10 devol-
viera y Wamba se resistió a ello, diciéndole que
debía prepararse, porque estaba viendo un mo-
rrión entre los árboles, cosa que no le auguraba
nada bueno. Apenas había pronunciado estas pa-
labras, cuando salieron a su encuentro seis hom-
bres armados que les atacaron impetuosamente.
Las tres primeras lanzas volaron hechas astillas
y ya iba a decidirse la victoria por el caballero,
IVANHOE 145

cuando salió otro armado de azul que dirigió su


lanza al caballo del "Negro", el cual cayó al suelo
arrastrando' a su caballero.
En ese momento Wamba tocó el cuerno y a
los pocos instantes se presentó una cuadrilla de
monteros capitaneados por Locksley y por el er-
mitaño. Ya entonces había caído al suelo -e l ca-
ballero de azul, y los otros fueron rápidamente
vencidos. Al quitarle el yelmo a aquél, el caba-
llero del "Candado" reconoció con espanto a Wal-
demar Fitzurse, y le ordenó que saliera dentro de
tres días de Inglaterra.
Después, volviéndose hacia los monteros, les
dijo que él era Ricardo "Corazón de León", cayen-
do ante él los monteros arrodillados y pidiéndole
perdón. Locksley le declaró que él era Robin
Hood.
-¡El rey de los bandidos! - exclamó el rey.
- Pero nada temas. A todos os perdono y 'el velo
del olvido cubrirá todo 10 que ha pasado durante
mi ausencia.
Al mismo tiempo entraron en escena dos per-
sonajes.
XXXII

E RAN Wilfrido de Ivanhoe y Gurth. Grande


fué la sorpresa del caballero al ver al rey
rodeado de bandidÜ's y ladrones y con la armadura
cubierta de sangre. Ricardo conoció su perplejidad
y le contó 10 que había sucedido. Ivanhoe le re-
convino por exponerse a tantos peligros y el Rey
le recordó 10 que le había explicado en el con-
vento sobre la necesidad que tenía de permanecer
oculto hasta que sus fieles vasallos se hubieran
reunido, pues su aparición, repentina podía expo-
ner le a mayores peligros.
Ricardo pidió a Robin Hood que les diese algo
de comer y, todos juntos, partieron hacia uno de
los lugares de reunión de lÜ's monteros, donde és-
tos prepararon un rústico banquete. Como el
tiempo pasaba y 'el banquete se prolongaba más
de la cuenta, Robin Hood, que observó la inquie-
tud de 1vanhoe, le llamó aparte y convinieron en
IVANHOE 147

que era tiempo de separarse. El montero llamó


aparte a uno de sus hombres y le ordenó que to-
case el cuerno a la manera de los normandos.
Aquel inesperado sonido dejó suspensos a to-
dos los asistentes, los cuales, poniéndose 'e n pie y
tomando sus armas, salieron en diferentes direc-
ciones. Entonces Robin Hood, se 'echó a los pies
del Rey y le pidió perdón por haberse valido de
esta treta para poner fin al banquete. El rey le
perdonó y despidiéndose de él, partió acompañado
de Ivanhoe, de Gurth y de Wamba llegando sin
obstáculo al castillo de Coningsbugh.
Una gran bandera tremolaba en lo alto de la
torre; indicaba que se estaban celebrando las 'exe-
quias del dueño del castillo. Por las inmediacio-
nes de éste se veían numerosas cuadrillas de fo-
rasteros y cuando ,el Rey y sus acompañantes lle-
garon a sus puertas, vieron a los cocineros asando
bueyes y carneros, y a gentes de toda clase y
condición que devoraban con ansia los manjares
y apuraban las botas que con abundancia les re-
partían. El Senescal, al ver dos caballeros extran-
jeros, penetró por entre la muchedumbre y con-
dujo a los recién llegados a la 'e ntrada de la torre
a cuya puerta quedaron Gurth y Wamba.
XXXIII

E L Rey Ricardo, 'e n compañía de Ivanhoe, fué


introducido en un aposento, donde, en torno
de una gréln mesa,estaban sentados doce caballe-
ros sajones, presididos por Cedric. Este se levantó
cuando vió entrar a Ricardo, y le saludó, así co-
mo a Invanhoe que se había cubierto el rostro cuan-
to pudo con el embozo de la capa. Hecho esto, los
condujo a una pequeña capilla con un tosco altar
de piedra, al pie del cual estaba colocado el ataúd.
Ricardo y Wilfrido se santiguaron devotamente y
dijeron una breve oración por 'e l reposo de su al-
ma. Concluído este acto piadoso, Cedric los con-
dujo a un pequeño oratorio en 'el que se encon-
traba una dama de gravísimo aspecto. Era la no-
ble Edita, madre de Athelstane, a la (!ual saluda-
ron los dos caballeros con una humilde reveren-
cia y se r,e tiraron en compañía de su conductor.
IVANHOE H9

Entraron después en una vasta sala, en la que


se hallaban veinte matronas y doncellas, que en-
tonaban una canción fúnebr-e dirigidas por lady
Rowena, la cual saludó con una breve inclinación
de cabeza.
Recorrieron otras salas hasta llegar a un apo-
sento destinado a los forasteros de distinción y ya
se disponía Cedric a dejarlos en él, cuando el ca-
ballero le retuvo, recordándole la promesa que le
había hecho. Cedric le respondió que estaba con-
cedida de contado y Ricardo "Corazón de León",
descubriéndose a él, le pidió que restituyese su
afecto a Ivanhoe. Este se arrojó a los pi-es de su
padre, y Cedric, Le levantó, pidiéndole que para
que fuese sólida su reconciliación, debía vestir y
practicar las costumbres de sus abuelos. En cuan-
to a lady Rowena, debía llevar luto durante dos
años por Athelstane.
No había terminado de pronunciar .estas pala-
bras, cuando se presentó a su vista. el mismo
Athelstane, pálido, desgreñado y vestido todavía
con el atavío sepulcral, produciendo -e n los que
presenciaron esta aparición, una sensación impo-
sible de describir. Al mismo tiempo se oyó en todo
el castillo una gritería infernal.
1M WALTER SCO'1'l.'

-¡Habla, en nombre de Dios! - dijo Cedric.


-Hablaré cuando recobr,e aliento - y contó
cómo al recibir el golpe que le asestó el templa-
rio, había caído aturdido y cuando recobró el sen-
tido se había hallado dentro de un ataúd que, por
fortuna, estaba abierto. Iba a levantarse, cuando
el sacristán y el abad acudi'e ron y tomándolo por
un espectro echaron a correr dejándolo solo. Bajó
entonces ca las cuadras, y encontrando su propio
caballo se puso en camino llegando al castillo en el
momento en que se celebraban las exequias.
Entretanto habían entrado en el cuarto cuan-
tos huéspedes cabían y escuchaban asombrados el
relato de Athelstane.
Cedric, lleno de alegría, le dijo:
-AqUÍ me encuentras, noble AtheIstane, pron-
to a sostenerte en el camino de la gloria y de la
libertad. Ve aquí al príncipe normando Ricardo
de Anjou: dile que no subirá al trono de Alfredo,
mientras exista un descendiente suyo.
Al oír esto, Athelstane, se dirigió a Ricardo y,
tomándole la mano, le reconoció como rey y señor.
Edita y Oedric le recriminaron indignados, aña-
diendoel último. ¿Y mi pupila Rowena?
-Padre Oedric - respondió el sajón. - Lady
IVANHOE 151

Rowena no piensa en mí, sino en mi primo Wil-


frido. Aquí está -ella que no me dejará mentir. -
y tomándola por la mano, se volvió en busca de
Ivanhoe. Este había desaparecido. Buscáron1e por
todas partes, y al fin se supo que había ido a bus-
carle un judío, que después de una breve con-
versación mandó llamar -a Gurth, pidió la 'a rma-
dura, montó a caballo y salió a todo escape del
castillo.
Cuando el Rey supo esto, bajó al patio del cas-
tillo, habló con el judío y montando los dos a ca-
ballo partieron rápidamente.
XXXIV

U NA hora antes de librarse el sangriento com-


bate del ~ual dependía la vida o la muerte
de la desgraciada Rebeca, un gran tropel se había
agolpado a las puertas del preceptorio de Tem-
plestown. El campo ,e n que había de celebrarse era
un vasto cercado inmediato al edificio. En esta
ocasión, se había erigido un trono para el Gran
Maestre y delante de él se alzaba la pira fúnebre.
Cuando la campana de la iglesia de Tempes-
town dió la señal del principio de la ceremonia,
echaron el puente levadizo y se presentó el cor-
tejo precedido por ,e l Gran Maestre. Detrás iba
Brian de Bois-Guilbert brillantemente armado y
seguido por todos los {;aballeros templarios y, por
último, cerrando el cortejo, marchaba Rebeca en-
tre una guardia de alabarderos. Entró la procesión
en el palenque, y cada uno ocupó el lugar que le
IVANHOE 153

correspondía. Las tromp€tas anunciaron la aper-


tura solemne del juicio y un heraldo proclamó el
duelo. Siguieron algunos minutos de suspensión y
silencio y. Bois-Guilbert, volviendo de pronto las
riendas de su caballo, se encaminó hacia la judía.
-¿Me oyes, Rebeca? - le dijo. - ¡Oyeme! Más
esperanzas de vida y libertad puedes tener d€ las
que esos insensatos se figuran. Monta €n la grupa
de mi caballo y dentro de pocas horas te burlarás
de tus perseguidores.
-¡Huye de mí, tentador! - dijo Rebeca. - Tú
eres el peor de mis enemigos. Apártate 'e n nombre
de Dios.
Alberto de Malvoisin que vےa con inquietud la
conversación de su amigo con la judía, se acercó y
echó mano 'a l freno de su caballo.
Ya hacía dos horas que los jueees aguardaban
al camp€ón de Rebeca y creían que ninguno se
presentaría a pelear por ella, cuando se vió venir
un caballero a todo escape.
-¡Un campeón, un campeón! - gritaron todos
los espectadores.
A las preguntas de los heraldos, el caballero se
alzó la visera y respondió:
-Soy Wilfrido de Ivanhoe y vengo a sosten€r
154 WALTER SCOTT

la causa de Rebeca y a desafiar a sir Brian de


Bois-Guilbert, como traidor, homicida y embus-
tero.
El Gran Maestre concedió el campo y el heral-
do, viendo a los combatí-e ntes en sus puestos, dió
la señal, partiendo los dos adalides uno contr·a otro
a carrera tendida. El caballo de Ivanhoe y su ji-
nete cayeron al suelo, pero aunque su lanza no
había hecho más que tocar el broquel de Bois-
Guilbert, éste perdió los estribos y cayó del ca-
ballo.
I vanhoe se desembarazó rápidamente del suyo
y sacó la espada, pero su antagonista no se levan-
tó. El Gran Maestre mandó descubrir al campeón
vencido y qm gran asombro vieron que -estaba
muerto. N o le había tocado la lanza de su ene-
migo; murió víctima de la violencia de sus pa-
siones.
-Bien y legalmente lo has hecho - dijo Lucas
de Beaumanoir. - Declaro a la doncella absuelta
y libre.
Interrumpió la escena -el estrépito de un gran
número de caballos que se aproximaban con ra-
pidez.
xxxv

E :N ,efecto; no tardó en presentarse en el cam-


po de batalla el caballero "Negro" capita-
neando una cuadrilla de caballeros y guerreros.
Al ver que llegaba tarde, ordenó a un caballero de
su comitiva que prendiese a Malvoisin. El Gran
Maestre protestó de este atropello, pero al reco-
nocer al Rey, ordenó a sus cabal1eros que se re-
uniesen y les dió la orden de partir, saliendo del
pa1enque acompañados por los denuestos e inju-
rias del público que había r,econocido al Rey y loe
aclamaba.
Isaac y Rebeca salieron inmediatamente del pa-
lenque sin que nadie lo advirtiese.
Sería muy largo relatar los procedim~entos ju-
diciales a que dió lugar el plan tramado contra los
derechos del Rey. Nos limit~emos a informar a
nuestros lectores de que Bracy huyó a Francia,
Alberto de Malvoisin y 'Su hermano murieron le n 'e l
cadalso, Fitzurse salió desterrado del reino, y
156 WALTER SCOTT

el Príncipe Juan no recibió la menor reconvención


de su hermano. Cedric accedió a la unión de Ivan-
ho'e y lady Rowena, y las bodas se celebraron con
gran pompa en la catedral de York, asist:i!endo el
Rey y toda la nobleza sajona y normanda. Gurth
acompañó a su amo en calidad de escudero y
Wamba lució un magnífico atavío con campani-
llas de plata.
Dos días después de su casamiento, Rowena I'e-
cibió la visita de Rebeca, quien le pidió diese el
último adiós en su nombre a Ivanhoe, ya que par-
tía en compañía de su padr'e para España, donde
tenían un pariente que gozaba del favor del mo-
narca de Granada. Dicho esto, presentó un cofre
de ébano a lady Rowena, la cual lo abrió viendo
que contenía un collar de diamantes y otras pie-
dras preciosas de gran valor. Rebeca Le rogó que
lo aceptase, y habiendo 'accedido lady Rowena, se
despidió de 'e lla la judía v'e rtiendo abundantes lá-
grimas.
Rowena e Ivanhoe vivieron largos y felices
años distinguiéndose Ivanhoe en el servicio de su
Rey, el heróico Ricardo "Corazón de León".

FIN
l'
BIBLIOTECA BILLIKEN
Con las p··l blicaciones de esta Biblioteca, la
Editorial At1ántida se propone realizar un
amplio y sostenido plan de divulgación lite-
raria, en que las exigencias de una seria
cultura se encuentren siempre conciliadas con
la amenidad y sencillez que la hacen grata
y asequible a todos. Los libros de la
BIBLIOTECA BILLIKEN se distribuyen en tres
colecciones: 19 , COLECCION ROJA: compren-
de reduciones o adaptaciones de obras
maestras de la literatura universal; 29 ,
COLECCION VERDE: vidas famosas, sea por
su ejemplaridad, por su especial signiÍico-
ción en la historia, o por el interés épico o
novelesco de sus peripecias; 39 , COLECCION
AZUL: obras, hechos y hombres de América.
BnSLlOTECA BILLIKEN. - Volúme.nes publicados en las
tres colecciones que comprende:

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TRES DRAMAS DE CALDE- LOS TRES" MOSQUETEROS
RON EL JINETE SIN CABEZA, por
CUATRO OBRAS DE WAGNER
Maine Reíd..
OLIVERIO TWIST. por Carlos
Dickens_ TRES COMEDIAS DE MO-
LA PIEL DE ONAGRO, por LIERE
Balzac. IVANHOE, por Wa!ter Scott.

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