08 John Locke

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MATERIA CIENCIA POLÍTICA – CÁTEDRA FORSTER – CBC – MODALIDAD VIRTUAL -

MÓDULO 1 - CLASE DE JOHN LOCKE

(1632 -1704)

Presentación

¡Hola!
Bienvenidos y bienvenidas a este nuevo encuentro de la materia Ciencia Política.
En esta ocasión, vamos a presentar las ideas más importantes que aborda el
pensador contractualista John LOCKE.
Antes de empezar, repasemos los ejes principales de la teoría contractualista
que ya describimos en el encuentro anterior.

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Clase escrita y desarrollada por la Dra. Cora Arias y la Dra. Cecilia Melella, ambas son docentes
de la Materia Ciencia Política del CBC, Cátedra Forster.

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El contractualismo moderno

La teoría contractualista fue la principal corriente filosófico-política de los siglos


XVII y XVIII. Su principal objetivo fue explicar y justificar el origen del Estado
moderno. Volvemos a insistir con esto porque es muy importante: el origen de
la comunidad política (el Estado) en la modernidad no depende de leyes
naturales y eternas –como pensaban los griegos-, ni de leyes divinas –como
concebían los hombres del Medioevo-. El Estado moderno es una
construcción humana, las instituciones políticas son artificiales (no
naturales ni divinas) y dependen de la voluntad de los hombres reunidos.
Ahora bien, pensemos por un instante en aquellos tiempos en los que se
conformaron los Estados nacionales. Hasta ese momento, los hombres estaban
acostumbrados a obedecer a un orden político que estaba determinado por
Dios. Recuerden las ideas que planteamos en el encuentro referido al
pensamiento de Lutero: Dios, para los medievales, otorgaba sentido a la vida, y
era el dueño y titular del poder sobre las almas y sobre los cuerpos. Los
representantes de Dios en la tierra tenían autoridad plena y los hombres
obedecían a otros hombres porque así lo establecía Dios.
Pero ya dijimos que el proceso de secularización determinó la existencia de dos
órdenes separados, el de la política y el de la religión, que cumplen funciones
distintas y tienen objetivos diferentes. En consecuencia, Dios ya no es más titular
del poder político, su ámbito de incumbencia es la vida privada de los hombres
y no sus acciones públicas.
¿Cómo hacer entonces para que los hombres obedezcan? ¿Cómo conseguir que
el orden político sea legítimo? Maquiavelo nos advirtió que la fuerza, la
violencia, no es una herramienta eficiente para la normalidad: no es posible,
decía este autor, gobernar una comunidad utilizando la violencia como medio
regular. Era necesario pues encontrar alguna justificación a la obediencia.
Con el propósito de dar respuesta a esas preguntas surge la teoría
contractualista: el contractualismo ofrece una explicación racional al origen
del Estado que sirve para justificar y legitimar la obediencia de los
hombres. En el encuentro anterior -cuando presentamos las ideas de Hobbes-,
definimos que el Estado es producto de un pacto o contrato entre los hombres,
un acuerdo tácito (recuerden que la explicación es teórica, analítica, no
histórica) establecido de forma libre y voluntaria. Cada uno de los autores
contractualistas otorga características distintas al pacto o contrato. Pero hay un

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acuerdo general: el Estado es una construcción decidida entre los hombres, las
instituciones políticas son artificiales y surgen de un debate racional.
Ahora bien, ¿por qué los hombres deciden dar origen al Estado? ¿Cuáles son las
causas que los impulsan a construir una institución a la que deben obedecer de
manera legítima? Aquí reside uno de los principales aportes de la teoría
contractualista, su mito fundante: el estado de naturaleza. Se trata de un
momento anterior –lógicamente anterior, no cronológico (recuerden que el
contractualismo ofrece una explicación teórica sobre el origen del Estado, más
allá de los procesos históricos)- en el que no existía un Poder común
reconocido por los hombres, no había ley ni juez imparcial que pudiera dirimir
los conflictos.
Para cada autor la vida de los hombres en el estado de naturaleza tendrá ciertas
características que iremos describiendo. Pero todos coinciden en un punto (que
se denomina momento hobbesiano): la vida de los hombres se torna insegura,
vulnerable, en esa instancia. Dado que los hombres son seres racionales, con
capacidad de elegir y decidir (algo que distingue a los sujetos modernos de
aquellos hombres medievales que sólo aceptaban lo determinado por Dios),
acuerdan que para evitar los males presentes en el estado de naturaleza es
necesario realizar un pacto o contrato cuyo fin es crear el Estado. Nadie obliga a
los hombres a acordar (veremos en el próximo encuentro que Rousseau plantea
alguna diferencia con esta idea). Así, el Estado que surge de ese acuerdo tácito
será legítimo y los hombres deberán acatar las leyes que promulgue sin
necesidad de violencia.
El pacto o contrato se caracteriza por una mutua transferencia de derechos. Los
hombres ceden todos sus derechos salvo los naturales (recuerden que el
contractualismo es heredero del iusnaturalismo que plantea la existencia de
derechos naturales en los hombres a los que jamás se puede renunciar). Como
producto de ese pacto o contrato surge la sociedad civil y/o la sociedad política
(el Estado). Cada autor contractualista describe ese proceso de manera distinta.
Hasta acá repasamos de qué se trata la teoría contractualista, estamos en
condiciones de avanzar para conocer las ideas de John Locke sobre cada uno de
estos puntos. Pero antes, un breve repaso por su biografía y el contexto
histórico de su época.

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Contexto histórico y biográfico

Para poder comprender las ideas de Locke es necesario conocer su contexto


histórico y algunos datos de su vida.
Ya hemos estudiado algo de la historia inglesa el encuentro anterior cuando
presentamos a Hobbes. Recordemos que durante el siglo XVII la sociedad
inglesa fue sacudida por permanentes tensiones como la Guerra Civil Inglesa de
1642 y la Revolución Gloriosa de 1688-1689. La primera fue el conflicto que
decidiría si la autoridad política de Inglaterra sería la Monarquía absoluta o
Parlamentaria: el Rey fue apoyado por la nobleza, los grandes terratenientes, los
católicos y los anglicanos en contraposición al Parlamento, apoyado por la
gentry (nobleza media y baja, y los pequeños terratenientes). En 1649 se
produjo la última crisis de esta guerra civil que terminó con la ejecución del Rey
Carlos I y Cromwell, un personaje surgido de la burguesía, instauró la República
o Commonwealth, que funcionó hasta 1658.
Por su parte, la Revolución Gloriosa de 1688 fue una de las primeras
revoluciones burguesas exitosas. Con ella queda inaugurada en Inglaterra la
Monarquía parlamentaria que aseguraba las libertades civiles resguardadas por
la Carta de Derechos (The Bill of Rights) de 1689. Esta revolución implicó la
consolidación del predominio de la burguesía sobre la nobleza feudal. Además,
garantizaba la tolerancia religiosa en un contexto en el que la intolerancia
creaba, entre católicos y protestantes, abismos infranqueables.
Hay que remarcar entonces la puja entre monárquicos o tories y liberales o
whigs por el destino del país. Los tories defendían la Monarquía absoluta de
origen divino y el predominio de la nobleza feudal, o lo que restaba de ella. Los
whigs eran los liberales que sostenían la primacía del Parlamento sobre una
Monarquía que debía estar limitada y la defensa de las libertades individuales
frente al poder del Estado. Estos burgueses se consolidaron como clase en
tiempos del auge del mercantilismo y buscaban liberarse de las ataduras que los
monárquicos imponían a su movimiento comercial. John Locke fue un portavoz
de las ideas de los whigs y lo podemos considerar como el padre del
liberalismo político.

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Cromwell (1970)

Si les interesa conocer más sobre la historia inglesa de


aquellos años, les proponemos ver la película Cromwell
de Kenneth Graham Hughes. Está disponible en:
https://www.4shared.com/video/EKPZF_DFce/Cromwell_-
_Espaol_-_Ingls.html

Por otra parte, Locke es un pensador empirista. Este rótulo se desprende, por
ejemplo, de su concepción de la naturaleza humana: pensaba que el hombre se
asemejaba a una tabula rasa (a una hoja en blanco) en la que se imprimen los
caracteres de la realidad exterior luego de ser aprehendida por los sentidos.
Estas ideas las presenta en su obra Ensayo sobre el entendimiento humano de
1689 y será nodal para la concepción de su estado de naturaleza.
Algunos datos de su vida resultan interesantes: John Locke nació en 1632 en el
seno de una familia protestante. Su padre era abogado y luchó a favor del
Parlamento durante la Guerra Civil. El joven Locke estudió en Westminster
School con especial formación en letras clásicas, y rápidamente ingresó en un
instituto universitario de Oxford, el Christ Church College, una de las más
prestigiosas instituciones académicas de Inglaterra hasta la actualidad. Se
recibió de filósofo y de médico.
Sin embargo, un hecho que marcó su vida y su pensamiento fue el encuentro
con Lord Ashley, uno de los fundadores del movimiento Whig (liberales). Lord
Ashley lo contrató en 1667 como tutor de su hijo y médico de la casa,
invitándolo a vivir junto con su familia. Locke siguió a Ashley al exilio en Francia
y en Holanda, regresando a Inglaterra recién en 1688, luego de la Revolución
Gloriosa, como el portavoz intelectual de los whigs. Desde ese momento se
dedicó a escribir y publicar la mayor parte de su obra
Otra de sus obras de renombre es el Ensayo sobre la tolerancia, también
publicado en 1689. En este libro, el autor aboga por la tolerancia entre las

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distintas confesiones religiosas y por la separación entre la esfera política y la


religiosa. En este ensayo Locke dice:
La sociedad política no está instituida para otro fin que el de asegurar
a cada hombre la posesión de las cosas en este vida. El cuidado del
alma de cada hombre y de las cosas del cielo, que ni pertenece al
Estado ni puede serle sometido, es dejado enteramente a cada uno
(Locke, 2014: 78).

De los dos Ensayos sobre el gobierno civil, el más importante es el Segundo


publicado en 1689 y cuyo subtítulo es Un ensayo sobre el verdadero origen,
alcance y fin del gobierno civil. En el primero polemiza con Robert Filmer sobre
el origen divino del Rey.
Locke no se casó ni tuvo hijos. Finalmente murió en 1704, millonario y famoso.
Además, el Ensayo fue estimado y respetado por sus contemporáneos y se
convirtió en una obra filosófica con un gran éxito de ventas.

El Segundo Ensayo sobre el gobierno civil

Ya estamos en condiciones de introducirnos en la obra de Locke. Recuperando


los ejes más salientes del esquema contractualista, iremos construyendo y
describiendo el pensamiento de Locke.

En los primeros párrafos del Segundo Ensayo Locke ofrece su definición de


poder político cuya finalidad es la protección de la propiedad (entendido en un
sentido amplio: bienes, libertad y vida) de los gobernados. Es decir que el poder
político es concebido por Locke como un instrumento que sirve a los
gobernados para proteger sus bienes. Al igual que todos los contractualistas,
Locke explica el poder político como un resultado de dos momentos previos: el
estado de naturaleza y el pacto.
A diferencia de Hobbes, en el estado de naturaleza lockeano se vive de acuerdo
a la razón y los hombres viven juntos. Para Locke, en este estado ya existe una
ley y una concepción del bien y del mal. Esta ley no tiene, sin embargo, una
instancia suprema de sanción y ejecución. A no confundirse, si no hay un poder
al que se pueda apelar, todavía se está en estado de naturaleza.

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En la teoría de Locke, el estado de naturaleza se presenta como una situación de


libertad e igualdad entre los hombres (características propias de los hombres
modernos). Pero un aspecto importante a tener en cuenta es que en el estado
de naturaleza la ley natural obliga in foro externo, es decir, funciona como límite
para el ejercicio de la libertad natural. En el estado de naturaleza los seres
humanos son libres porque ninguno se encuentra obligado a obedecer a otro
pero todos deben obedecer a la ley natural.
Para Locke las leyes naturales son más importantes que las leyes civiles y
obligan al hombre aunque éste no quiera. Son eternas. Estas leyes pueden ser
descubiertas mediante la razón: Dios implantó la razón en todos los hombres y
por eso son capaces de elegir entre el bien y el mal. Las leyes naturales no se
anulan al entrar en sociedad sino que adquieren gracias a las leyes civiles, un
marco legal.
Además, los hombres tienen derechos naturales que son innatos y a los que no
se puede renunciar: la vida, la libertad y las posesiones (o lo que Locke
denomina la propiedad en sentido amplio). Tengan en cuenta la gran diferencia
con Hobbes quien otorgaba sólo la vida como derecho natural.
Al igual que el resto de las especies, los hombres se guían por su deseo de
autoconservación y utilizan todo lo que está a su alcance para alcanzarla. Pero
en este punto también hay un punto de quiebre con Hobbes: los hombres para
Locke no piensan sólo en la preservación de su vida sino también en la del
conjunto y por eso no quieren deñar a los demás.
Locke comienza definiendo el estado de naturaleza en los siguientes términos:
Para entender rectamente el poder político y, derivarlo de su origen,
debemos considerar en qué estado se hallan naturalmente los hombres
todos, que no es otro que el de perfecta libertad para ordenar sus acciones,
y disponer de sus personas y bienes como lo tuvieren a bien dentro de la
ley natural, sin pedir permiso o depender de la voluntad de otro hombre
alguno. Estado también de igualdad, en que todo poder y jurisdicción es
recíproco, sin que al uno competa más que al otro, no habiendo nada más
que el hecho de que criaturas de la misma especie y rango, revueltamente
nacidas a todas e idénticas ventajas de la Naturaleza y al uso de las mismas
facultades, deberían asimismo ser iguales cada una entre todas las demás,
sin subordinación o sujeción, a menos que el Señor y Dueño de todos ellos
estableciere por cualquier manifiesta declaración de su voluntad, al uno
sobre el otro y le confiere por nombramiento claro y evidente, derecho
indudable al dominio y a la soberanía. (Locke, 1941: 3).

Y más adelante sostiene:

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Pero aunque este sea un estado de libertad, no lo es de licencia. Por bien
que el hombre goce en él de libertad irrefrenable para disponer de su
persona o sus posesiones, no es libre de destruirse a sí mismo, ni siquiera a
criatura alguna en su poder, a menos que lo reclamare algún uso más noble
que el de la mera preservación. Tiene el estado de naturaleza ley natural
que lo gobierne y a cada cual obligue; y la razón, que es dicha ley, enseña a
toda la humanidad, con sólo que ésta quiera consultarla, que siendo todos
iguales e independientes, nadie, deberá dañar a otro en su vida, salud,
libertad o posesiones; porque, hechura todos los hombres de un Creador
todopoderoso e infinitamente sabio, servidores todos de un Dueño
soberano, enviados al mundo por orden de Él y a su negocio, propiedad
son de Él, y como hechuras suyas deberán durar mientras El, y no otro,
gustare de ello. Y pues todos nos descubrimos dotados de iguales
facultades, participantes de la comunidad de la naturaleza, no cabe suponer
entre nosotros una subordinación tal que nos autorice a destruirnos unos a
otros, como si estuviéramos hechos los de acá para los usos de estotros, o
como para el nuestro han sido hechas las categorías inferiores de las
criaturas. Cada uno está obligado a preservarse a sí mismo y a no
abandonar su puesto por propio albedrío, así pues, por la misma razón,
cuando su preservación no está en juego, deberá por todos los medios
preservar el resto de la humanidad, y jamás, salvo para ajusticiar a un
criminal, arrebatar o menoscabar la vida ajena, o lo tendente a la
preservación de ella, libertad, salud, integridad y bienes. (Locke, 1941:4-5).

En el estado de naturaleza los hombres viven en un estado de perfecta libertad


natural e igualdad. Ahora bien, vivir en libertad no implica que cada uno pueda
hacer lo que quiera porque el hombre debe respetar la ley natural que lo obliga
a defender sus derechos naturales (vida, libertad y bienes) pero sin afectar al
resto.
A partir de la obligatoriedad efectiva que la ley natural tiene en el estado de
naturaleza, se establece una clara distinción entre estado de naturaleza y estado
de guerra, distinción imposible de formular dentro de la teoría de Hobbes como
ya vimos.

Hasta aquí sabemos que el estado de naturaleza se caracteriza por ser una
situación en la que no hay un juez común al que los particulares pueden recurrir
para resolver una controversia. Es un estado de paz, buena voluntad y asistencia
mutua. Ahora bien, Locke plantea que ese estado de paz puede convertirse en

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un estado de guerra si algún hombre viola la ley natural y manifiesta su


propósito de atentar contra la vida de otros.
El pasaje del estado de naturaleza al estado de guerra está vinculado con su
concepción sobre la naturaleza humana: Locke describe a los hombres como
trabajadores / propietarios pacíficos, que satisfacen sus necesidades con el
producto de su labor y así garantizan su conservación, tal como ordena la ley
natural. Sin embargo, señala que existen dos clases de hombres: aquellos
racionales, pacíficos, trabajadores, propietarios y los otros irracionales que no
respetan ni la vida, ni la liberad, ni la propiedad y constituyen la amenaza para
ese estado de naturaleza.
Esta distinción de especies de hombres habitantes en el estado de naturaleza
proviene de uno de los aportes más significativos que hizo Locke: la propiedad
privada es un derecho natural, pues precede al establecimiento de la sociedad
política o gobierno. Esta idea es fundamental y es una de las bases del
liberalismo.
¿Por qué existe la propiedad en el estado de naturaleza? ¿Cuál es el
fundamento de la propiedad, eso que hace que algo sea mío o tuyo? Locke
dice:
Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sean todos los
hombres comunes, cada hombre, empero tiene su propiedad en su
misma “persona”. A ella nadie tiene derecho alguno, salvo él mismo.
El “trabajo” de su cuerpo y la “obra” de sus manos podemos decir que
son propiamente suyos. Cualquier cosa, pues, que él remueva en
estado de naturaleza le pusiera o dejara, con su trabajo, se combina,
y, por tanto, queda unida a algo que él es, y así se constituye su
propiedad. Aquella apartada del estado común que se hallaba por
naturaleza, obtiene por dicho trabajo algo anejo que excluye el
derecho común de los demás hombres. Porque siendo el referido
trabajo propiedad indiscutible del trabajador, no hay más hombre
que él con derecho a lo ya incorporado, al menos donde hubiere de
ello abundamiento, y común suficiencia para los demás (Locke, 1941:
17).

El único título para poseer algo es el trabajo porque la propiedad se basa en


sacar algo del estado en el que la naturaleza lo dejó: El trabajo le otorga al
hombre el derecho natural sobre aquello de lo que se ha apropiado y le
imprime el sello personal que lo hace propio. El único fundamento de la
propiedad es el trabajo humano. El hombre con su trabajo (entendido como
la capacidad de transformar algo que existe en la naturaleza) genera valor y se
convierte en propietario de ese producto. Locke anticipa la teoría del valor

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trabajo que desarrollarán economistas liberales y también Marx en el siglo XIX.


No nos adelantemos en el tiempo, pero tengan en cuenta que Locke es el
fundador de esta concepción sobre el origen del valor.
Para Locke, la propiedad no es ilimitada: un hombre puede aprovecharse de
cualquier cosa en la medida que no se malogre, porque allí le deja de
pertenecer a él y le pertenece al resto. Recuerden lo establecido por la ley
natural: el hombre debe preservarse a sí mismo pero también al conjunto. Si
alguien acumula más de lo que puede utilizar antes de que se pudra (Locke
describe la situación apelando al ejemplo de la fruta) estará actuando en contra
de la ley natural y podrá ser castigado por quien se sienta afectado ya que en
estado de naturaleza cada uno es juez de su propia causa.
Sin embargo, ese límite impuesto por la ley natural a la acumulación ilimitada es
sobrepasado. Según Locke, la invención de la moneda, del dinero, permitirá la
acumulación ilimitada ya que es un bien que no se malogra (la limitación la
imponían los bienes de corta duración, perecederos). La aparición del dinero
permite la acumulación ilimitada sin violar la ley natural.
Es muy importante subrayar que para Locke la invención de la moneda es
anterior a la sociedad civil y política, ya que surge de una convención entre los
hombres en el estado de naturaleza. ¿Qué consecuencias tiene esta idea? La
naturalización de la desigualdad basada en un acuerdo entre los hombres (el
origen del dinero). Si unos tienen y otros no depende de su capacidad de
trabajo y el buen uso de la razón, el que no tiene es porque no quiere, y eso
surge de un acuerdo entre los hombres. Es una fórmula muy exitosa para
explicar la desigualdad en la sociedad capitalista. Veremos en el próximo
encuentro las críticas que realiza Rousseau para quien la desigualdad no es
natural sino producto de una construcción social.
Por otro lado, la invención del dinero también trae como consecuencia la
emergencia de los conflictos. Al caer los límites a la acumulación impuestos por
la ley natural, se pierde la armonía imperante en el estado de naturaleza y
aparecen las discordias y disputas entre los hombres.
El derecho de propiedad tiene para Locke un carácter absoluto y es
irrenunciable: existe en el estado de naturaleza y, una vez constituida la
sociedad civil, el fin del Estado será su preservación. Locke dice que un
sargento, por ejemplo, puede obligar a un hombre a morir frente a la boca de
un cañón, pero no puede arrebatarle los bienes ni sacarle un penique.

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En el relato que realiza Locke del estado de naturaleza se distinguen dos


momentos: el primero de armonía y solidaridad en el que la propiedad estaba
limitada, y el segundo cuando se inventa el dinero que permite la acumulación
ilimitada y la aparición de conflictos.
El estado de naturaleza es placentero y pacífico, es un estado pre político pero
no pre social en el que el hombre vive guiado por la ley natural conocida a
través de su razón. Por eso, los hombres pueden vivir vidas ordenadas y morales
antes de establecer la sociedad política. Además, pueden disfrutar de su
propiedad siempre y cuando dejen lo suficiente para satisfacer las necesidades
de los otros.
Pero este estado idílico se convertirá en un estado de guerra según Locke
debido a la aparición de los conflictos y la ausencia de un juez imparcial que
pueda actuar usando la justicia y no la fuerza. ¿Por qué hay conflictos? Porque
los hombres no son perfectos y habrá algunos irracionales que tratarán de
aprovecharse de los demás.
Si el estado de naturaleza es definido por la ausencia de juez terrenal, el estado
de guerra por la fuerza ejercida sin derecho. En el estado de naturaleza rigen las
leyes naturales y quien las viole (por ejemplo, quien atente contra los bines o la
vida del otro) merece ser castigado por renunciar a la razón. Pero dado que
todos los hombres podrían convertirse en jueces y víctimas (juez y parte) hace
falta un tercero neutral que intervenga.
Una vez instalado el estado de guerra, éste ya no cesa. Por lo tanto, los hombres
tienen que buscar una solución para evitarlo: esa solución es la realización de un
pacto (la palabra que usa Locke en inglés es compact, cuya traducción es pacto)
que de origen al Estado.
El pacto se realiza para garantizar la seguridad de los derechos naturales
(vida, libertad y bienes) y allí se asienta su legitimidad y su autoridad. En el
momento del pacto (recuerden que se trata de un acuerdo tácito) los hombres
transfieren sus derechos, salvo los naturales que son irrenunciables. Delegan su
derecho de juzgar y castigar.
¿Qué surge de ese pacto? Por un lado, la sociedad civil, y por otro, la sociedad
política o Estado. Locke no explicita esta cuestión, pero podemos inferir que son
dos pactos diferentes los que crean a la sociedad y al Estado. En consecuencia,
la sociedad quedará subordinada al individuo y el gobierno a la sociedad. La
disolución del gobierno no implica la disolución de la sociedad. El pueblo se
reúne de una vez y para siempre y establecerá un acuerdo de confianza (no un
pacto de sujeción como planteaba Hobbes) con el gobierno que decida.

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De ese segundo pacto, una vez constituido el pueblo, surge la sociedad política
o Estado. Luego de conformar la sociedad, los hombres establecen el tipo de
gobierno que les parece más adecuado y designan a quienes han de
gobernarlos, también de forma consensuada. La principal función del Estado
será preservar los derechos naturales (vida, libertad y hacienda) que estaban
en riesgo en el estado de naturaleza. Tal como asevera Locke:
Así, pues, siempre que cualquier número de hombres de tal suerte en
sociedad se junten y abandone cada cual su poder ejecutivo de la ley de
naturaleza, y lo dimita en manos del poder público, entonces existirá la
sociedad civil o política. Y esto ocurre cada vez que cualquier número de
hombres, dejando el estado de naturaleza, ingresan en la sociedad para
formar un pueblo y un cuerpo políticos bajo un gobierno supremo: o bien
cuando cualquiera accediere a cualquier gobernada sociedad ya existente, y
a ella se incorporare. Porque ello autorizará a la sociedad o, lo que es lo
mismo al poder legislativo de ella, a someterle a la ley que el bien público
de la sociedad demande, y a cuya ejecución si asistencia. Como la prestada
a los propios decretos. Será exigible. Y ello saca a los hombres del estado
de naturaleza y les hace acceder al de república, son el establecimiento de
un juez sobre la tierra con autoridad para resolver todos los debates y
enderezar los entuertos de que cualquier miembro pueda ser víctima, cuyo
juez es el legislativo o los magistrados que designado hubiere. Y siempre
que se tratare de un número cualquiera de hombres, asociados, sí, pero sin
ese poder decisivo a quien apelar, el estado en que se hallaren será todavía
el de naturaleza. (Locke, 1941: 55).

Es decir, el pueblo reunido decide de manera libre y voluntaria transferir el


derecho de juzgar y castigar que posee cada hombre en estado natural. El
hombre renuncia a hacer todo lo que le parezca para su preservación y al poder
ejecutivo que tenía por derecho natural. Cada uno se despoja del poder de
ejecutar por sí mismo la ley natural para proteger sus derechos y lo entrega a la
comunidad política. De esta manera, se crea el Poder legislativo –que será el
poder supremo-, y el Poder ejecutivo, y así se reparan las fallas que presentaba
el estado natural (carencia de una ley común, un poder común que la respalde,
y un juez público e imparcial que la aplique).
Locke asegura, entonces, que cuando los hombres dan consentimiento para la
formación de la sociedad política, acuerdan estar atados a la voluntad de la
mayoría:

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Porque cuando un número determinado de hombres compusieron, con el
consentimiento de cada uno, una comunidad, hicieron de ella un cuerpo
único con el poder de obrar en calidad de tal, lo que ha de ser por voluntad
y determinación de la mayoría, pues siendo lo que mueve a cualquier
comunidad el consentimiento de los individuos que la componen, y visto
que un solo cuerpo sólo una dirección puede tomar, precisa que el cuerpo
se mueva hacia donde conduce la mayor fuerza, que es el consentimiento
de la mayoría, ya que de otra suerte fuera imposible que actuara o siguiera
existiendo un cuerpo, una comunidad, que el consentimiento de cada
individuo a ella unido quiso que actuara y prosiguiera. Así pues cada cual
está obligado por el referido consentimiento a su propia restricción por la
mayoría. Y así vemos que en las asambleas facultadas para actuar según las
leyes positivas, y sin número establecido por las disposiciones positivas que
la facultan, el acto de la mayoría pasa por el de totalidad, y naturalmente
decide como poseyendo, por ley de naturaleza y de razón, el poder de
conjunto. (Locke, 1941: 61-62).

La ley será la soberana y todos deberán someterse a ella, siempre y cuando se


respeten los derechos individuales y naturales del hombre (derecho a la vida, a
la libertad y a la propiedad). Es muy importante para Locke que existan tres
poderes para evitar abusos o excesos. El Poder legislativo representa la voluntad
de la mayoría a la que todos deben someterse. El Poder ejecutivo debe
subordinarse y está sujeto a las mismas leyes que tiene que aplicar. El Poder
federativo se encarga de los asuntos exteriores. Noten en esta cuestión algunos
elementos vinculados estrechamente con el contexto histórico y la figura de
Locke: por un lado, la disputa entre el Parlamento (Poder legislativo) y el Rey
(Poder ejecutivo). Por otro, los intereses que representaba y defendía este autor:
esa mayoría a la que todos tienen que someterse son los propietarios, esa
incipiente burguesía que estaba surgiendo por aquellos tiempos en Inglaterra.
Ahora bien, los poderes naturales del hombre en el estado de naturaleza se
transforman, luego del pacto, en los poderes políticos de la sociedad civil. A
diferencia de lo que sucede en el caso de Hobbes, esos poderes son limitados.
Recuerden que, para Hobbes, los hombres delegan todos sus derechos al
Leviatán, quien se convierte en soberano absoluto e incluso no queda sometido
a las leyes que él mismo promulga. Locke se opone rotundamente a la
concepción hobbesiana del Estado: plantea que las funciones de éste son
limitadas y se vinculan principalmente con la capacidad de intervenir en los
conflictos que surgen en la sociedad. Insistimos, el Estado cumple la función de
proteger los derechos naturales (vida, libertad y propiedad) y por eso tiene la
facultad de actuar si alguno de esos derechos se encuentra amenazado. De esta

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manera, se convierte en una especie de árbitro pasivo que permite que cada
uno busque sus propios intereses y sólo interviene si hay disputas.
La concepción de Locke sobre el Estado, sus funciones y atribuciones, está
relacionada con una determinada manera de interpretar al hombre, a la
sociedad y a la política que tiene el liberalismo (hablaremos de esto unos
párrafos más adelante). Locke se distancia de Hobbes cuando define el poder
político. El punto más importante a tener en cuenta de esa diferencia radica en
el lugar que cada autor le otorga a la soberanía: la capacidad soberana -es decir,
quien tiene la palabra final y toma la decisión en última instancia- es transferida
por todos los hombres hacia el Leviatán, según Hobbes. Sin embargo, Locke
sostiene que el soberano siempre es el pueblo: los hombres delegan su
derecho de ejecutar la ley natural para castigar a los que la infringen y eligen al
gobierno que va a promulgar las leyes y juzgar su ejecución. Pero nunca
transfieren su capacidad soberana de decidir en última instancia.
La razón de entrar los hombres en régimen social es la preservación de su
propiedad; y su fin al escoger y autorizar un legislativo, que se hagan leyes
y establezcan medidas, como guardas y valladares de las propiedades de
toda la sociedad, para limitar y moderar el dominio de cada parte y
miembro de ella. Porque supuesto que jamás haya de ser tenido por
albedrío social que pueda el legislativo destruir lo que cada cual se
proponía asegurar a su entrada en la sociedad, y a cuyo fin el pueblo se
sometiera por sí mismo a legisladores de su hechura, siempre que los
legisladores intentaren arrebatar y destruir la propiedad de las gentes, o
reducirles a esclavitud bajo el poder arbitrario, pondránse en estado de
guerra con el pueblo, quien se hallará en aquel punto absuelto de toda
ulterior obediencia, y quedará abandonado al común refugio procurado por
Dios a todos los hombres contra la fuerza y la violencia. Siempre, pues, que
el legislativo transgrediere esta norma fundamental de la sociedad, ya fuere
por ambición, temor, locura o corrupción, e intentare aferrar para sí o poner
en manos de quienquiera que fuere el poder absoluto sobre las vidas,
libertades y haciendas de las gentes, por tal violación de confianza perderá
todo derecho a aquel poder que el pueblo dejara en sus manos para fines
totalmente opuestos: el cual retorna al pueblo, y éste cobra el derecho de
reasumir su libertad primera y, mediante el establecimiento de un nuevo
legislativo (del estilo que juzgare oportuno), proveer a su sosiego y
seguridad, que es el fin que a entrar en régimen social indujera a todos ….
(Locke, 1941: 145-146).

Dado que el Estado es limitado y el pueblo se reserva el derecho de decidir


en última instancia, Locke sostiene que los hombres tienen el derecho de

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resistencia frente al gobierno. Si se dictan leyes que van en contra del bien
público, si se cometen arbitrariedades, si hay abusos, o se ven afectados los
derechos individuales (vida, libertad y propiedad), el pueblo puede rechazar al
gobierno y enfrentarlo. Locke aclara que no sucede habitualmente, son
situaciones excepcionales, casos extremos, pero los hombres reunidos gozan de
este derecho (a diferencia de Hobbes, para quien rebelarse frente al Leviatán
implicaba volver a la anarquía del estado natural).
Recuerden que para Locke hay dos pactos: el primero permite la conformación
de la sociedad civil, el segundo establece la sociedad política. Por eso, la
resistencia a un gobierno no tiene como consecuencia el regreso al estado de
naturaleza ya que se quiebra únicamente el segundo pacto. Los hombres
organizados en comunidad deberán entonces establecer un nuevo acuerdo de
confianza con otro gobierno.

El liberalismo político

A Locke se lo conoce como el padre del liberalismo político. Habrá que


esperar más de un siglo para que esta corriente de pensamiento se convierta en
hegemónica, pero a partir de los planteos lockeanos podemos describir las
bases de esta tradición teórica. Su objetivo principal es la defensa de las
libertades individuales.
En términos muy esquemáticos: el liberalismo supone la separación entre la
sociedad civil y el Estado (o sociedad política, como también la llama Locke). La
sociedad es el ámbito del desarrollo individual, en el que cada hombre buscará
defender sus intereses. Los hombres no pueden vivir aislados, necesitan de los
demás (ya Aristóteles nos lo advirtió), y por eso se juntan para construir una
comunidad. Ahora bien, según la doctrina liberal, los hombres se vinculan entre
sí para obtener una ganancia, un beneficio. El individuo es fundamentalmente
un ser económico según los liberales.
Los hombres tienen intereses contradictorios que entran en conflicto: la
sociedad es el espacio de la discordia, la disputa, el conflicto. Por eso, los
liberales plantean la necesidad del Estado en tanto que un espacio separado de
la sociedad que puede actuar como un árbitro (un juez imparcial dice Locke)
frente a las controversias de la sociedad. El Estado es un mal necesario porque si
no existe la sociedad puede devenir en un estado de guerra en el que no existe
ninguna garantía para las libertades individuales.

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¿Cuál es la función del Estado liberal? Intervenir si hay un conflicto para


defender las libertades individuales. ¿A qué libertades se refieren? A la
posibilidad de pensar y actuar según lo que cada quien considere, pero
fundamentalmente a la libertad económica: todo hombre debe ser libre de
comprar y vender, y además de perseguir sus intereses y beneficios. En
definitiva, la principal función del Estado liberal es la defensa de la
propiedad. Locke es muy claro en este punto: la propiedad es un derecho
natural que los hombres obtuvieron con su trabajo. Los derechos naturales no
se transfieren, son el fundamento del pacto y, al mismo tiempo, un límite para el
Estado.
¿Qué características tendrá ese Estado? Será mínimo y tendrá un poder limitado.
Nunca puede intervenir en los espacios de la libertad individual. Es el espacio de
la armonía, de la conciliación de esos intereses que están en conflicto en la
sociedad. El Estado representa el interés general de la sociedad que es superior
y está por encima de los intereses individuales dice el liberalismo.
Volveremos a describir al liberalismo con más profundidad dentro de algunos
encuentros. Pero quisiéramos destacar que es una tradición construida en
aquellos tiempos en los que estaba naciendo la sociedad capitalista y por lo
tanto se erige en términos de su fundamento ideológico. El liberalismo plantea
una determinada forma de concebir al hombre, a la sociedad y al Estado
relacionada con los intereses que esta tradición defiende. No hay nada de
natural ni neutral, es una construcción ideológica, una mirada sobre el mundo y
la forma en la que funciona. Hay otras explicaciones posibles. Pero para eso,
tenemos que esperar nuestros próximos encuentros.

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Bibliografía citada:
Locke, J. (2014). Ensayo sobre la tolerancia y otros escritos sobre ética y
obediencia civil. Madrid: Alianza.
Locke, J. (1941). Segundo Ensayo sobre el gobierno civil. México. Fondo de
cultura Económica.

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