Sexualidades No Normativas y Sexología

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 26

4

4. SEXUALIDADES NO NORMATIVAS Y SU
PROBLEMATIZACIÓN. UNA
APROXIMACIÓN SEXOLÓGICA.
Bruno Martínez Santiago.
Juncal Martínez de las Heras.

“We are sworn that no boy or girl, approaching the maelstrom of deviation,
need make that crossing alone, afraid, or even in the dark ever again.” The
Mattachine Society, 1951.

[“Nos juramos que jamás volverá a haber niño o niña que al acercarse al abismo
de la desviación tenga que cruzarlo en solitario, con miedo o ni tan si quiera a
oscuras”]1

Dedicado a Mr. Sebastian, que ahora vuela con los ángeles.

Introducción

La historia de la relación entre las habitualmente llamadas


“sexualidades no normativas” y la práctica psiquiátrica está íntimamente
ligada a la idea del control y la represión en nombre de conceptos como
normalidad y salud. Desde los albores de la psiquiatría ha existido una
clara intención de contener y anular una serie de deseos, fantasías y
prácticas que se consideran patológicas y aberrantes desde el punto de
vista médico-psicológico sin tener en cuenta las

1
Todas las traducciones del texto son de los autores.

53
54 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.
vivencias de los sujetos que tenían relación con ellas. Desde el punto de
vista de la Sexología sustantiva esta aproximación patologizadora de la
diversidad inhe rente al hecho sexual humano resulta no solo un error,
sino una clara demos tración de la dispositivación de la medicina y la
psicología como herramientas de control social y de mantenimiento del
statu quo. Por ello, y dado que  estos sentires  fuera de la norma han sido
considerados peligrosos por los gestores del control social, nos
referiremos a dichas expresiones del hecho sexual humano como
¨sexualidades disidentes¨ a lo largo del siguiente capítulo.
Además los firmantes de este artículo queremos pedir perdón de
antemano por el tono del mismo, pese a nuestra intención de escribir un
capitulo asépti co y de tono científico acorde con el de la publicación en la
que va a presentarse hemos decidido escribir algo más cercano a nuestra
vivencia del tema.  Dado que además de sexólogos pertenecemos no sólo
a una sino a varias de estas cate gorías parias de la sexualidad, y realizamos
activismo sobre este tema, creemos que presentando un texto de género
bastardo entre lo científico y lo (ligera mente) ideologizado, asumiendo lo
que se conoce en la pedagogía sexológica como actitud de combate,
podemos lograr mejor nuestros humildes objetivos y generar un cambio
de actitud en nuestros lectores desde una actitud prescriptiva hacia una actitud
de cultivo. Asumimos así que solo un texto de carácter liminal puede
iluminar las vivencias de sujetos liminales.

Una somera genealogía de la moral (Psicosexual)

Probablemente la obra que ha sentado las bases de la patologización de


toda aquella práctica que no entrase dentro de los cánones de lo que hoy
en día se conoce como “heteronormatividad coitocéntrica”, y la sexología
como teoría del locus genitalis (Amezúa, 1999), más estricta es la famosa
Psychopatia Sexualis de Richard von Krafft-Ebing, publicada en 1886. En
ella Krafft-Ebing realiza un esfuerzo hercúleo para generar una taxonomía
exhaustiva de lo que él considera aberraciones sexuales, prestando especial
atención a la homosexualidad mascu lina y generando una nomenclatura
que ha llegado hasta nuestros días gracias a términos acuñados por él
como sadismo, masoquismo o fetichismo. Es probable que la Psychopatia Sexualis
de Krafft-Ebing sea la obra sobre el tema más benig
na de su tiempo en cuanto al tratamiento que reciben los sujetos cuyos relatos
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 55

de vida expone, no como la obra homónima de Heinrich Kaan que


cuarenta años antes había condenado a los fuegos del infierno a todo
aquello que él con sideraba aberrante; sin embargo su influencia ha llegado
hasta nuestros días en forma de una nomenclatura cargada de sesgos y de
juicios a priorísticos.
“Modern civilized man, insofar as he is untainted, may exhibit a weak and
rudimentary association between lust and cruelty. In persons known to have an
abnormal (degenerative) predisposition, however, the occurrence of such association may
kindle monstrous manifestation of lust driven cruelty.”
Krafft-Ebing (1886)
[“El hombre civilizado moderno, mientras permanece inmaculado, puede ex hibir
una rudimentaria asociación entre lujuria y crueldad. Sin embargo en las personas en
las que se constata una predisposición (degenerativa) anormal, la con comitancia de
dicha asociación puede despertar manifestaciones monstruosas de una crueldad movida
por la lujuria”]
Esta cita es un claro ejemplo de cómo nace el paradigma
psicopatológico de la sexualidad humana. La terminología empleada por
Krafft-Ebing nos mues tra claramente cómo su idea de aberración sexual
o comportamiento aberrante está sustentada por la Teoría de la
Degeneración. Ideología hoy nominalmente olvidada pero cuyos
postulados siguen permeando la idea de sexualidad que manejamos tanto
en el ámbito médico-psicológico como en la cultura popu lar. La Teoría
de la Degeneración es presentada por primera vez en 1857 en la obra del
psiquiatra francés Bénédict Morel Traité des dégénérescences physiques,
intelectuales et morales de l´espèce humaine et des causes qui produisent ces varietés
maladives. Trabajo en el que, esencialmente, dictamina que toda aberración
en el comportamiento o la moral humana es fruto de la degeneración de
la especie y hereditaria. Esencialmente Morel realiza una traducción al
lenguaje médico de la época del mito veterotestamentario del Pecado
Original  y asume que los sujetos de la especie humana cargan con los
pecados, vicios, de sus progeni
tores y esto les lleva a comportamientos aberrantes. Morel cambia el Mito
de la Caída y el pecado cristianos por la idea de la degeneración
progresiva de la especie y de la salud de la misma. El virtuoso deviene en
sano, y el pecador en enfermo. Éste y no otro es el pilar en el que se
apoya la psicopatología en su nacimiento.
Krafft-Ebing nos regaló una serie de nombres que los autores de este
ar tículo consideramos innecesarios e inútiles y que, excepto en los casos
en los
56 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

que han sido reclamados en forma de inversión simbólica o détournement situa


cionista por parte de los sujetos y grupos sociales estigmatizados por ellos,
han generado un daño enorme en aquellos sujetos a los que se ha
marcado con estos términos. Y marcado es la palabra adecuada, pues
como Caín es marcado en Génesis 4 y condenado a ser “errante y extranjero
en la Tierra”  aquellos grupos o individuos que aun a día de hoy son
enmarcados en estas categorías sufren un estigma social
extraordinariamente lesivo, y que sólo puede ser comparado con el
tradicionalmente sufrido por lesbianas y gays.
“Minority sexual communities are like religious heretics. We are persecuted by the
state, the mental health establishment, social-welfare agencies, and the media. When
you are a sex pervert, the institutions of society do not work for you, and often work
against you. Sexual dissenters face an endless stream of propaganda that rationalizes
abuses against them, attempts to impair their self-steem, and exhorts them to recant.”
Rubin (1984)
[“Las minorías sexuales son como los herejes religiosos. Somos perseguidos/as por
el estado, el establishment de la salud mental, los servicios sociales y los medios de
comunicación. Cuando eres sexualmente pervertido/a las instituciones sociales no
trabajan para ti e incluso habitualmente trabajan contra ti. Los/as disidentes se
xuales se encuentran una inagotable propaganda en su contra, que racionaliza que se
les agreda, los intentos para dañar su autoestima y que les exhorta a retractarse.”]
Suponemos que no es necesario citar la obra Tres ensayos sobre teoría
sexual de Sigmund Freud de 1905, pero nos gustaría recordar a nuestros
lectores que, pese a su carácter comprensivo en comparación con sus
predecesores,  la teoría freudiana sobre el desarrollo psicosexual de los
sujetos no deja de ser una he
rramienta radical de normativización de las eróticas personales y las
prácticas amatorias. Además de generar ese mito lesivo que es la idea del
orgasmo vaginal y su relación con la madurez sexual de la mujer, Freud
nos presenta un reco rrido obligatorio en los encuentros amatorios,
recorrido que culmina obliga toriamente en la práctica coital heterosexual
y en la orgasmación de los sujetos participes de ella en nombre de un
correcto desarrollo  y madurez psicosexual. Tan convencido está Freud
de la necesidad obligatoria de la culminación coital que llega a afirmar en
el tercer ensayo, La metamorfosis de la pubertad, que “Muchas perversiones
no son, en efecto, sino tal detención en los actos prepa ratorios del
proceso sexual”.   La vigencia de la idea de este “camino al coito
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 57

heterosexual” que Freud propone como idea de madurez sexual se


encuentra, tal y como recalca Kai (2014: 21), claramente explicitada en la
definición que el DSM-II (APA, 1968) hace de las de las desviaciones
sexuales:
“Sexual Deviation (302.6) This category is for individuals whose sexual in terests are
directed primarily towards objects other than people of the opposite sex, towards acts
not usually associated with coitus, or towards coitus performed under bizarre
circumstances as in necrophilia, pedophilia, sexual sadism, and fetishism.”
[“Desviaciones sexuales (302.6). Esta categoría atañe a individuos cuyo interés
sexual se dirige de forma primaria hacia objetos en vez de hacia personas del sexo
opuesto; hacia actos no asociados habitualmente con el coito; o hacia coitos realiza dos
bajo circunstancias extrañas, como en la necrofilia, el sadismo y el fetichismo.”]
Este modelo freudiano del encuentro, sumado a la taxonomía
desarrollada por Krafft-Ebing, sienta las bases no solo del modelo
psicopatológico moderno, encarnado por manuales diagnósticos como el
DSM de la APA o la CIE de la OMS, sino también del imaginario
colectivo referente al Hecho sexual huma
no, y sus fenómenos derivados, en el que nos hayamos culturalmente
inmersos. La historia del desarrollo de los manuales de diagnóstico es un
buen lugar donde rastrear las corrientes culturales subyacentes al
pensamiento médico so bre el hecho sexual humano. Así, resulta llamativo
que sea en el DSM-III-R (APA, 1987) el manual en el que la palabra
parafilia comience a ser utilizada para denominar aquellas condiciones
anteriormente tratadas como desviacio nes sexuales y que en esta edición
encontremos que la lista de categorías au menta de 60 a casi 300.
Evidentemente el aumento de categorías diagnósticas, incluidas las
relativas al Hecho sexual humano, está íntimamente relacionado con la
pretensión de R. Spitzer y la denominada Task Force  de mantener la
compatibilidad del DSM-III (1980) y su revisión DSM-III-R(1987) con la
edición de 1978 de la CIE y la incorporación del sistema multiaxial ya uti
lizado por Rutter en Europa (Kai, 2014); sin embargo es imposible para
los autores del artículo no sorprenderse por el aumento exponencial de
categorías relacionadas con las así llamadas parafilias. Blanchard (2011)
aporta un dato especialmente significativo para entender los problemas
que tenemos los au tores de este texto con el DSM a la hora de tratar el
Hecho sexual humano:
“The field trials for DSM-III, which were sponsored by the National Institute of
Mental Health, included three patients with paraphilias. That´s it. Paraphilia
diagnoses were not included in the field trials for DSM-III-R (APA, 1987) or for
58 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

DSM-IV (see O´Donohue, Regev, & Hagstrom, 2000, p 98). Thus, the sum total
of patients who have been studied in conjunction with revising the DSM diagnostic
criteria for the paraphilias is 3.That is fewer than half the number of paraphilias
diagnoses listed in the DSM. That means that most of the paraphilias diagnostic cri
teria were never looked at with a single patient as part of the DSM production ever.”
[“Los trabajos de campo para el DSM-III, financiados por el Instituto Na cional
para la Salud Mental, incluyeron tres pacientes con parafilias, nada más.
Los diagnósticos de parafilias no se incluyeron en los trabajos de campo para el
DSM-III-R (APA, 1987) o el DSM-IV (ver en O’Donohue, Regev &Hagstrom,
2000, p 98). Es decir, la suma total de pacientes estudiados para revisar los criterios
diagnósticos del DSM fue tres. Es menos de la mitad del número total de parafilias
enunciadas en el DSM. Lo cual implica que la mayoría de los criterios diagnósticos
para las parafilias no pudieron observarse presentados de forma aislada en ningún
momento de la elaboración del DSM.”]
Curiosamente, pese al evidente sesgo ideológico en el trato de las
categorías parafílicas y de la problemática derivada, incluida legal, de
diagnósticos relacio nados con estas categorías, que aparece ampliamente
representada en extensas encuestas realizadas por entidades como la
NCFSF (https://www.ncsfreedom.
org/resources/bdsm-survey/2008-bdsm-survey-fast-facts), Krueger
(2010) re coge cómo algunos profesionales relacionados con la
elaboración de ediciones del DSM anteriores a la de 2013 siguen negando
cualquier tipo de problema derivado de estas categorías diagnósticas:
“Spitzer (2005) responded to the above saying that the concept of ‘‘medical
disorder’’ could be applied to human behavior, and doubted that anyone had been hurt
by being given a diagnosis of a paraphilia. Fink(2005)maintained that it was
important to retain diagnoses to differentiate between normal and abnormal ways in
which people become aroused and that retaining paraphilic diagnoses was important‘‘to
save some people from jail and others from themselves’’(p. 118).”
[“Spitzer (2005) respondió a lo anterior diciendo que el concepto de “enfer
medad/trastorno” se podía aplicar al comportamiento humano y que no creía que
nadie hubiera sufrido daño alguno por haber sido diagnosticado de parafilia. Fink
(2005) sostuvo que era importante conservar los diagnósticos para diferenciar las
formas normales en las que las personas se excitan sexualmente y las formas anor
males, y que conservar los diagnósticos de parafilia era importante para “salvar a
algunas personas de la cárcel y de sí mismos” (p. 118).”]
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 59

Quizás fuera conveniente analizar los cambios culturales producidos


años transcurridos entre la edición anterior de 1968 y la edición revisada
de 1987 para entender este aumento en la cantidad de categorías
diagnósticas, pero eso merecería un análisis propio. Sin embargo no
estaría de más recordar que en 1987, año de la publicación del
DSM-III-R, se produjeron movimientos ultraconservadores como el
religioso Moral Majority ligado a Jerry Falwell y el gobierno de Ronald
Reagan; que el feminismo de segunda ola se había escin dido en dos polos
enfrentados en las famosas Sex wars generando una retórica virulenta en
contra de la disidencia erótica por parte de autoras como An
drea  Dworkin o Susan Leigh Star (Duggan y Hunter, 1995); o que el fenó
meno llamado pánico moral, conocido en el mundo anglosajón como
Satanic Ritual Abuse (SRA) que ligaba comportamientos sexuales no
normativos con acusaciones de abuso de menores y prácticas rituales
estaba en pleno apogeo (Flowers, 1997). Es decir, el DSM-III-R fue
publicado en un momento en que la derecha religiosa se encontraba
movilizada culturalmente de una manera en que no había estado en toda
su historia y cierto sector del feminismo nor teamericano copaba los
medios de comunicación con un mensaje claramente contrario a la
libertad sexual. Los movimientos cristianos conservadores, pre
dominantemente de denominación evangélica, generaron un clima de
guerra cultural y lograron cierta posición hegemónica en la cultura
popular que se manifestó especialmente a través de su oposición a los
derechos reproductivos de las mujeres y a los derechos de las
comunidades lésbicas y gays en EEUU.
Además de las críticas de Blanchard (2011) encontramos pertinentes
las de Krueger (2010) respecto a la idea psicopatológica del sadismo
erótico y su tratamiento en las diversas ediciones del DSM,
 específicamente en su cuarta edición de 1994 y revisión del año 2000:
“Campbell (1999) criticized all of the DSM-IV because of lack of interrater
reliability data. In later books, Campbell (2004, 2007) reviewed the use of the DSM
in the forensic assessment of sexual offenders and concluded that there were many
issues, including lack of interrater reliability.
In a review of issues relevant to sexology, McConaughey (1999) pointed out that
the DSM-IV made the statement that the severity of sadistic acts increased over time,
but said that, while this may apply to serial or sadistic murderers, the evidence for the
usual practitioners of S&M, who presented only rarely for medical treatment,
suggested that this was not the case for them. Yet, he indicated that in
60 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

the DSM-IV the statement regarding progression was made with respect to sadism in
general. He suggested that, in view of the lack of a relationship of S & M with
psychiatric pathology, that sado-masochism, like homosexuality, should not be clas sified
as a DSM disorder.”
[“Campbell (1999) critica todo el DSM-IV por su escasa concordancia inte
robservador. En libros posteriores Campbell (2004, 2007), revisando el uso del
DSM en las valoraciones forenses de los delincuentes sexuales, encontró múltiples áreas
conflictivas, incluyendo la escasa concordancia interobservador.
En una revisión de aspectos relacionados con la sexología, McConaughey (1999)
señaló que el DSM-IV afirmaba que la gravedad de los actos sádicos se incrementaba
con el tiempo pero esto, que podía aplicarse a los asesinatos en serie o los asesinatos
sádicos, no parecía cumplirse en quienes realizaban prácticas sadoma
soquistas de forma habitual (muy poco presentes en la clínica habitual). Señaló que
pese a ello, en el DSM-IV esa afirmación en torno al curso progresivo del sadismo se
hacía en torno al sadismo en general. Sugirió entonces que, vista la escasa relación de
las prácticas sadomasoquistas con la patología psiquiátrica, el sadomasoquismo al
igual que la homosexualidad no deberían figurar clasificados como trastornos en el
DSM.”]
Además Krueger (2010) hace referencias específicas de otros trabajos
que critican la categoría de parafilia y cómo es gestionada en las ediciones
del DSM previas a la edición de 2013:
“Moser and Kleinplatz (2005) reviewed the paraphilic diagnoses in all of the
DSMs, and argued that paraphilias did not meet the defini tion of a mental disorder
and that the DSM presented ‘‘facts’’ to substantia te various assertions in the text, but
they found little evidence to support the se assertions. They opined that the paraphilias
section was so flawed that it should be removed from the DSM. They suggested that an
alternative would be to change the definition of a mental disorder or of paraphilia or
both, correct factual statements, adjust criteria for inclusion of a diagnosis, and add safe
guards to prevent the misuse of the diagnoses.”
[“Moser y Kleinplatz (2005) revisaron los diagnósticos de parafilia en todos los
DSMs y concluyeron que las parafilias no cuadraban dentro de la definición de
trastorno mental y que el DSM presentaba “hechos” para justificar diversas
afirmaciones a ese respecto en el texto, pero que había pruebas muy escasas para
refrendar dichas afirmaciones. Consideraban que la sección acerca de las parafilias
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 61

era tan poco consistente que debía ser retirada del DSM. Propusieron entonces como
alternativas modificar la definición de trastorno mental, la definición de parafilia o
ambas; corregir la argumentación de base, ajustar los criterios para cada diagnóstico y
añadir salvaguardas para proteger frente a la mala utilización de dichos
diagnósticos.”]
Probablemente el siguiente hito, sólo comparable a la
despatologización de la homosexualidad en 1973, en la medicalización
del hecho sexual humano sea la publicación en 2013 del DSM-V y su
distinción entre parafilia y des orden parafílico.  Evidentemente esto abre la
puerta a una despatologización efectiva de las sexualidades disidentes,
pero los problemas conceptuales que como sexólogos vemos en la
medicalización del hecho sexual humano siguen presentes.
Según el  estudio de Joyal y Carpenter, publicado en el número de julio
de 2016 del Journal of Sex Research, la mitad de los adultos canadienses en
cuestados expresaban interés erótico en una de las parafilias que aparecen
en el DSM-V, y al menos un tercio de ellos había participado en una
práctica erótica susceptible de ser categorizada como parafílica.
Consideramos que esta esta dística es especialmente problemática por dos
razones; por un lado muestra la variedad inherente al hecho sexual
humano y lo innecesario a todos los niveles de la taxonomía parafílica, y
por otro es especialmente peligrosa por el uso que a nivel legislativo y
judicial se hace de los diagnósticos psicopatológicos. Kai (2014) incide en
cómo de acuerdo al estudio, anteriormente nombrado, de 2008 de la
National Coalition of Sexual Freedom, realizado entre poblaciones
autoidentificadas como pertenecientes a alguna minoría erótica, un 11,2%
de los encuestados habían sufrido la pérdida de la custodia de sus hijos
en juicios de divorcio por sus prácticas eróticas no normativas,
especialmente si eran par
ticipantes de la subcultura BDSM. No debemos olvidar que manuales
como la CIE o el DSM son de uso habitual en el mundo legal anglosajón
y cómo hasta el DSM-V sus categorías diagnósticas relativas a la
sexualidad podían ser extre madamente perjudiciales para determinados
sujetos en situaciones referidas al ámbito jurídico. Así, asumiendo una
visión foucaultiana, la acción del poder disciplinario, encarnado por el
dispositivo clínico, y del poder soberano, encar nado por el dispositivo
legislativo y judicial, han actuado tradicionalmente de forma conjunta en
menoscabo de los derechos de los sujetos relacionados con las
sexualidades disidentes.
62 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

Patologización y cultura popular

Es necesario tener en cuenta que esta terminología médico-psicológica


de raíz decimonónica hace mucho tiempo que traspasó las fronteras del
ámbito científico y entró de lleno en el campo de la cultura popular.
Pensemos por un momento como un sujeto en edad formativa puede
vivenciar el descubrimien
to de su erótica y sexualidad en un ámbito cultural en que estas palabras
corren de boca en boca y aparecen en medios de comunicación de masas
en los que son tratadas de forma jocosa cuando no directamente
insultante. Los adoles centes y jóvenes pertenecientes a uno de estos
grupos disidentes se enfrentan desde muy temprana edad al miedo a ser
señalados como extraños, enfermos y raros.  
“In contrast to conventional sexual activities (or “vanilla sex”), the practice of
BDSM/kink  stands out as the aberrant “other” that experiences formal and
informal social control of various kinds. Sadism and masochism, which BDSM
practitioners refrain from using as identity markers, have long been listed as sexual
and psychological perversions by psychiatrist in their professional diagnostics ma nuals...
“ (Kai, 2014)
“En contraste con las actividades sexuales convencionales (o “sexo vainilla”) la
práctica BSDM/Kink es relatada como ese “Otro aberrante”, que recibe distintos
tipos de control social, oficiales y no oficiales. El sadismo y el masoquismo, que quie nes
practican BDSM evitan utilizar de forma identitaria, ha sido tradicionalmente
considerado como una perversión por los psiquiatras en sus textos profesionales…”
La cita anterior contiene un elemento significativo, y es el uso del
térmi no “Otro aberrante” en relación a los sujetos practicantes de
BDSM, por sus connotaciones culturales las prácticas asociadas al
comúnmente llamado sado masoquismo  y sus practicantes son vistos con
especial sospecha por nuestra cultura.  Aquellos sujetos cuyas eróticas
incluyen prácticas en las que el dolor, sea físico o psíquico, está presente
viven con especial ansiedad la presión cul tural y en base al sexo al que
pertenezcan se enfrentaran a diferentes formas de opresión  y violencia
que explicaremos más adelante.
Baste decir que las experiencias de un sujeto sexuado mujer que actúa
como parte dominante en una relación BDSM heterosexual son muy
diferentes a las de su homólogo sexuado hombre, y que este caso es un
ejemplo significativo
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 63

de la transversalidad de las opresiones y privilegios que atraviesa toda


expresión del hecho sexual humano y se manifiestan claramente en la
praxis tradicional de psiquiatras y psicólogos.
Otro ejemplo de la perniciosa relación entre sexo, psicopatología y
cultu ra popular es la persistencia de términos provenientes del ámbito
psiquiátri co en el imaginario colectivo es el encarnado por las categorías
diagnósticas encargadas de sancionar  y regular la frecuencia de los
encuentros amatorios mantenida por los sujetos. Así pese a que los
términos ninfomanía y satiriasis se encuentran en desuso en la práctica
psiquiátrica uno de ellos pervive de forma perversa en nuestra cultura.
Nos referimos, evidentemente, al término ninfomanía, diagnóstico de
extrema dispositividad que sigue actuando como herramienta de control
social sobre el deseo de las mujeres a un nivel popu lar. Así, el estigma de
la ninfomanía actúa como regulador de la cantidad de encuentros y
amantes que las mujeres pueden mantener a riesgo de entrar en una
categoría supuestamente patológica que no es sino una nueva máscara del
control patriarcal sobre la sexualidad femenina.
De esta manera, pese a que los nuevos manuales diagnósticos como el
DSM-V comiencen a abrirse a la idea  de la no regulación de las eróticas y
amatorias de los sujetos, nuestra cultura ha absorbido y asumido estos con
ceptos patologizadores y los ha transformado en una efectiva forma de
control social y de clasificación dicotómica de los sujetos entre normales
y raros, sanos y perversos, santos y pecadores, dignos e indignos. Quizás,
y es la intención de este artículo, ha llegado la hora de que los
profesionales de la salud mental asuman su parte de culpa en la
construcción de este panóptico social (Fou
cault, 1975), y comiencen a ver como en ocasiones la práctica psiquiátrica
y psicológica ha sido una herramienta más en el mantenimiento de ciertos
privilegios y opresiones al ejercer un poder de carácter disciplinario. No es
que los autores pretendamos que se recomiende el cross dressing y el
spanking en las consultas de los psicólogos, simplemente buscamos que
todo sujeto que acude a estas sea tratado con la misma diligencia y
dignidad sea cual sea su erótica y su expresión de la misma.
Alejémonos por un momento de los árboles e intentemos ver el bosque.
La psiquiatría y la psicología son partícipes de la creación de un modelo
de regu lación total de las relaciones eróticas entre los sujetos; se han
convertido en la cara disciplinaria del poder que alimenta con datos y
razones a la cara de la so beranía (Foucault, 1975; 1984). Este modelo
regulatorio se encuentra basado
64 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

en categorías enfrentadas y que se muestran prístinamente en la dicotomía


an teriormente mencionada de digno e indigno. Tan es así, que se ha
regulado ab solutamente la interacción erótica entre los sujetos en base a
este modelo, desde qué sujetos son dignos de interacción en base a su
edad, sexo o condición física, a qué partes del cuerpo son dignas de
participar en la interacción erótica, o qué formas de interacción entre los
cuerpos del son dignas y cuáles no. Pensemos por un momento en algo
aparentemente banal pero muy revelador: jamás ha existido una categoría
psicopatológica para denominar al hombre heterosexual amante de los
pechos femeninos, sin embargo nadie dudaría en denominar a este sujeto
como fetichista si la parte del cuerpo femenino que erotizara prefe
rentemente fueran los pies. Este hecho de apariencia insignificante en
realidad nos dirige claramente al centro del problema, el modelo de
sexualidad tradicio nalmente propuesto por la psicopatología no es más
que una máscara más del modelo reproductivo y patriarcal tradicional.
Sólo es digno y libre de sospecha aquel comportamiento que sirva al fin
último de la reproducción humana, todo lo demás es sospechoso de
perverso o inmaduro, siendo así un problema social al no favorecer las
lógicas reproductivas que sustentan al patriarcado y al capitalismo.
Amas y esclavos. Herejes de nuevo cuño

Probablemente los dos arquetipos de la sexualidad humana que mejor


ejemplifican el funcionamiento del dispositivo de control en que nos
hayamos inmersos sean el de la mujer dominante en prácticas de
Dominación/sumisión, D/s, y el del hombre sumiso. En nuestra opinión
el carácter de las eróticas de estos sujetos es el que mejor pone en
entredicho la lógica patriarcal de la se
xualidad humana. Ambos representan modelos antinomianistas de gestión
del deseo, y al hacerlo invierten los roles tradicionales de las relaciones
entre los sexos generando un Ars Amandi propio que desafía toda
convención social y que, performado de manera consciente e
intencionada, puede llegar a suponer un ejercicio de libertad y ruptura
con el orden patriarcal de un valor inmenso.
Tal y como diáfanamente expresó Simone de Beauvoir (1949) en El Se
gundo Sexo y, años más tarde hicieran  Pascal Bruckner y Alain
Finkielkraut (1977) en El Nuevo desorden amoroso, el control sobre la
sexualidad de la
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 65

mujer ha sido tradicionalmente una cuestión dialéctica entre capacidad


para desear y obligación de ser deseada. Es decir, el orden tradicional
presuponía a la mujer como un sujeto no deseante que a la vez estaba
obligada a ser extre madamente deseable para los sujetos sexuados
hombres. El deseo era pues una cuestión de los hombres, que eran más o
menos libres de desear a cuantas mu jeres quisieran y de manifestar su
deseo abiertamente; mientras que a la mujer se le asignaba un papel de
“presa” en las relaciones entre los sexos. La mujer debía así negar su
propia esencia como sujeto deseante y convertirse de forma voluntaria en
objeto de deseo. En los últimos 40 años,  gracias al feminismo, la
sexualidad de la mujer se ha visto en parte liberada de este yugo, sin
embargo nos estaríamos llamando a engaño, y uno muy peligroso, si
creyéramos que la capacidad para desear de las mujeres no se encuentra
aún extremadamente regulada en nuestra sociedad.
El caso anteriormente citado de la persistencia de la idea de
ninfomanía en el imaginario colectivo es un claro signo de esto, las
mujeres pueden desear dentro de un marco regulatorio concreto, deben
seguir unas normas relativas a cuantos sujetos desean o dejan de desear si
no quieren ser marcadas como ninfómanas en el mejor de los casos, o
“putas” en el peor. Además deben ser discretas en su deseo, la idea de la
mujer cuyo deseo no es gestionado de forma humilde, cazadora y no
presa, es aún más denostada a nivel social, basta citar como ejemplos a
dos películas bien conocidas como son Instinto Básico (Ver hoeven,
1992) y Atracción Fatal (Lyne, 1987). Ambos largometrajes tienen un
elemento común, una mujer emancipada a nivel sexual que en un
principio fascina al incauto protagonista, hijo sano del patriarcado según
ciertos eslóganes feministas o sujeto integrado según la teoría cultural de
Umberto Eco (1964), y que cual lamia o  la Belle Dame sans Merci esconde
terribles secretos que es tán cerca de llevar a la ruina a nuestros queridos
buenos chicos. El mensaje es claro, la mujer cuyo deseo se encuentra
plenamente emancipado es sospechosa de criminal y probablemente una
enferma mental. De nuevo la sombra de la patologización, poder
disciplinario, y de la ruptura de la ley, poder soberano, aparece en la
cultura popular.
Y es aquí donde la figura de la mujer dominante entra en escena, pues
este arquetipo, la Dominatrix o Ama, representa en esencia la idea de la
mujer que ha tomado totalmente las riendas de su deseo y que, no sólo lo
lleva a término cuantas veces quiera y con quien ella desee, sino que
además lo gestiona me
diante la demanda: ella manda y ordena, y realiza una serie de prácticas erótico
66 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

amatorias en las que los varones se convierten en la parte pasiva de


interaccio nes corporales consideradas indignas tanto por cómo se
realizan como por qué partes del cuerpo toman parte en ellas. La mujer
dominante así deviene en lo que Cohen (1972)  denomina “folk devils” en
su teoría sobre el pánico moral, o  Baumeister (2014) llama “myth of pure
evil”. Categorías análogas en el mun do de la sociología, y que nos remiten
a la conceptualización del mal en nuestra sociedad, el chivo expiatorio, y
en último término al problema de la teodicea y la gestión de la Otredad.
La idea tan naif del pegging (penetracion anal con un arnés por parte
de una mujer a un hombre), tan habitual en las relaciones D/s entre Mu
jeres y hombres sigue teniendo un tremendo poder simbólico en nuestro
mundo.  Que una mujer sodomice a un hombre es una ruptura total con
la regulación del hecho sexual humano, y si esto es realizado por una
mujer que de forma ritualizada domina eróticamente a un hombre nos
encontra mos con un fenómeno que potencialmente, y usado de manera
intencionada, tiene una inmensa capacidad para mostrar la problemática
cultural existente respecto al deseo de la mujer. Por todo esto la Dómina
es potencialmente el Adversario de la moral sexual imperante, y por ello
es tratada como tal, denostada y temida.
Por  el contrario el hombre sumiso es visto básicamente como un
“pelele”, alguien que ha renunciado a sus privilegios masculinos como
parte activa, como alguien demandante en la gestión del deseo y como
un perdedor que no puede asimilar las lógicas patriarcales y capitalistas
de la interacción entre los sexos. No sólo no es deseante de forma activa
sino que se presta ser “usa
do” en una relación sexual por una mujer. El hecho de que el consenso
sea central en las relaciones BDSM hace de esto algo aún peor, pues a
ojos del panóptico del control social el hombre sumiso es un traidor a su
sexo al haber cedido voluntariamente su poder como macho.
Curiosamente un análisis no necesariamente profundo de relatos de vida
de sujetos sexuados hombre auto identificados como sumisos en
relaciones de Dominación Femenina/
Femdom muestra que el prejuicio habitual con el que se encuentran no
está tan centrado en la patologización de su comportamiento como en la
proble matización de su hombría.
Como si el hecho de vivenciarse hombre pudiera ser medido por facto
res externos, los hombres sumisos son habitualmente sospechosos de
falta de masculinidad. Si ellas son “malas” o “locas”, ellos son “poco
hombres” y,
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 67

curiosamente, sospechosos de homosexualidad. Este último punto


muestra también claramente cómo homosexualidad masculina y cierto
grado de fe minización siguen siendo ideas que van de la mano en el
imaginario colecti vo. En el ámbito norteamericano ciertos adjetivos
parecen ser habituales en experiencias negativas de “salida del armario”,
especialmente sick, enfermo,
depraved, depravado, o sissy, afeminado (Bezreh, Edgar y Weinberg, 2012)
La conflictividad cultural de estos arquetipos se encuentra claramente
relacionada, además de por sus prácticas de índole antinomianista, con su
carácter culturalmente intersexual. Ambos son miembros de un sexo
pero toman atributos tradicionalmente propios del otro, lo que los
convierte en lo que antropólogos como Turner (1974) o Horvath (2009)
categorizarían como liminoides o liminales. Es decir, sujetos cuyas
características no se en cuentran en ninguna de las categorías aceptadas
por las normas sociales y que por tanto se ostentan papeles ambiguos
respecto a estas, serían pues en palabras de Douglas (1992) “materia
fuera de lugar”. Así, Turner (1974) esta blece que estas posiciones
liminales de ciertos sujetos en sociedades concretas supondrían una
fuente de poder pero de carácter cuanto menos peligroso.
Especialmente el personaje de la Dominatrix se convierte en análogo
moder no de la bruja clásica por su carácter liminal y simbólico como
puerta a otro mundo fuera del orden natural (Pedraza, 2014) que
necesita ser contenido por la cultura y disciplinado en ciertas ocasiones.
Creemos que no hace falta hacer hincapié en que los términos que la
psicopatología ha utilizado para denominar los deseos propios del
mundo del BDSM/Femdom y a sus practicantes son parte de esta
conceptualización cul tural como el “Otro aberrante” o el “Otro
ambiguo” de los miembros de esta sexualidad disidente. Sadismo,
masoquismo, fetichismo y todos los términos que se han aplicado a estas
prácticas y sujetos han ayudado a deslegitimar sus vivencias y, en muchos
casos, han construido armarios de los que para muchos sujetos es difícil
y doloroso salir.
En su obra de 1984 Thinking Sex la antropóloga feminista Gayle Ru
bin propone un modelo para medir y predecir los prejuicios que encontra
ra una determinada práctica erótica o forma de deseo en nuestra cultura.
Este modelo denominado por ella Sacred Circle of sexuality, en su
traducción castellana más habitual Círculo mágico, muestra cómo, a mas
se aleja un comportamiento o deseo concreto del centro más en peligro
de ser percibido como negativo tiene.
68 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.
Si atendemos a la lista de valores positivos del círculo interior es inevi
table darnos cuenta de que todos ellos están íntimamente relacionados
con las prácticas reproductivas o su simulacro. Los encuentros entre
sujetos que pueden procrear entre sí, en un ámbito propicio para la
procreación, y bajo un marco legal (matrimonio) que permita una
transferencia efectiva de la herencia a los sujetos fruto del encuentro, se
encuentran en una posición privilegiada social y culturalmente respecto a
las demás expresiones de la sexualidad. Así un encuentro homosexual,
intergeneracional, grupal y sadomasoquista es con ceptualizado como
menos digno que su homólogo heterosexual, mostrando lo sutil del
sistema de control en el que nos encontramos. De no estar realizando
algo que favorezca la procreación al menos debemos aparentar que lo
hacemos.
Un ejemplo de la relación entre las categorías negativas del círculo y la
psicopatología es la invención del término cronofilia por el psiquiatra John
Money en su obra de 1986 Lovemaps: clinical concepts of sexual/erotic health
and pathology, paraphilia, and gender transposition of childhood, adolescence, and
maturity. Money utiliza este término para nombrar una parafilia (sic) relacio
nada con la diferencia de edad entre el sujeto deseante y el sujeto al que
desea, y realizar una taxonomía de las relaciones homosexuales
masculinas en base a la diferencia de edad de los sujetos participantes.
Pese a que la cronofilia de Money sea una categoría en absoluto desuso
y que apenas tuvo trascendencia en su momento los autores de este
artículo
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 69
realmente nos preguntamos qué necesidad tiene un psiquiatra de dar
nombre y categorizar cada aspecto  y expresión del hecho sexual humano
y del deseo. Realmente sólo se nos ocurren dos explicaciones plausibles:
o el psiquiatra es presa de un furor taxonómico digno de un entomólogo
en el Amazonas o realmente la misma raíz de la psicopatología moderna
contiene un sesgo que lleva a listar a todos aquellos sujetos cuya
sexualidad es considerada indigna y así poder categorizarlos como “los
otros”, los parafílicos, los pecadores.

Una primera propuesta desde la Sexología


sustantiva: parafilia vs. peculiaridad

Frente al paradigma psicopatológico tradicional la sexología propone


un modelo de pensar el sexo en el que la categorización de los individuos
en base a su sexualidad se hace extremadamente complicado. Contra las
listas gene ralistas y las categorías impuestas desde una autoridad exterior
la sexología fomenta una forma de actuar que prime el relato biográfico
de los sujetos y la autonomía de estos para auto identificarse y cultivar su
sexualidad.
La primera de las nociones sexológicas que consideramos de
importancia es la de peculiaridades eróticas. Según la Sexología sustantiva
(Amezua, 1999; 2006) las peculiaridades son el último nivel de
concreción e individuación del mapa del hecho sexual humano de un
individuo concreto, es decir, representan todos los gustos, anclajes y
formas de actuar de un sujeto sexuado concreto. No existe una jerarquía
de peculiaridades, dentro de esta categoría entran tan
to prácticas y eróticas tradicionalmente patologizadas y estigmatizadas
como prácticas privilegiadas. No existe diferencia entre una práctica de
preferencia y otra. Es una categoría que invalida la idea de parafilia o
fetichismo, dado que abandona la idea de normalidad, estadística o
normativa, por la de la da singularidad única de las eróticas y amatorias
de los sujetos.
En la lógica sexológica da igual que un sujeto erotice una parte del
cuerpo socialmente aceptada como erotizable o una que no lo es. Ambos
gustos son peculiares, y lo son porque son fruto del proceso de sexuación
único que ha sufrido este sujeto a lo largo de su biografía. Y es solamente
en esta biografía concreta, en este sujeto sexuado único, donde cobran
sentido y valor. Valor en
70 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

cuanto a que son parte de la erótica o la amatoria del sujeto y pueden


ayudarle a vivenciarlas en plenitud si las cultiva, y sentido en tanto que
nos muestran que cada sujeto es único en su proceso de sexuación.
Seamos sinceros, las ca tegorizaciones generalistas de prácticas eróticas y
deseos ayudan en poco a que
los sujetos se vivan plenamente, y nos dicen aún menos sobre éstos.   Al
asumir que podemos categorizar y listar las eróticas de los sujetos esta
mos asumiendo que todos los deseos similares tienen un origen común, y
al categorizar y listar solo ciertas eróticas y deseos muy determinados
estamos diciendo que en el fondo creemos que estos deben ser
corregidos de algu na manera. Volvamos al comienzo del texto y
preguntémonos por una de las categorías diagnósticas que usualmente se
manejan en los manuales de psi copatología, concretamente
preguntémonos por el parcialismo. La definición de parcialismo según el
recurso profesional online Psychology Dictionary
(http://psychologydictionary.org/partialism) es la siguiente:
“noun. a form of paraphilia wherein an individual attains carnal gratification
from contact with a body part of the carnal partner varied from the commonplace erotic
areas like genitalia, lips, and breasts.
Partialism is differentiated from fetishism wherein an item, like a shoe, substi
tutes the carnal partner.”.
[“nombre. Una forma de parafilia en la que el individuo presenta gratificación
carnal por el contacto con una parte del cuerpo del compañero carnal distinta de las
habituales áreas eróticas, como los genitales, los labios y los pechos”.]
Es decir, sentir cualquier tipo de atracción erótica por una parte del
cuerpo del sujeto deseado que no está íntimamente ligada con el hecho
reproductivo se considera una parafilia. En concreto, el parcialismo más
habitual parece ser la atracción erótica por los pies, técnicamente conocida
como podofilia y en el lenguaje de la calle como fetichismo de pies. La
pregunta que hace la Sexología sustantiva a la psicopatología es por qué
hay zonas dignas de ser consideradas naturalmente erotizables y zonas
indignas. Realmente los sexólogos nos pregun tamos donde están los
fetichistas de los pechos femeninos en la literatura médica. La respuesta es
fácil, simplemente no están, y no lo están porque nadie considera que sean
una rareza a corregir, no hay necesidad de aplicar una acción disciplina
ria en este caso. Sin embargo, la sexología sustantiva sí sabe dónde están los
fe tichistas de las pechos femeninos fuera de la literatura psicopatológica,
no están en ningún sitio como tampoco lo están los fetichistas de los pies.
La sexología
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 71

sustantiva también sabe dónde están los sujetos sexuados cuyas


peculiaridades incluyen formas de erotización de los pechos y los pies,
están en la calle y tienen nombre y apellidos y cada uno de estos sujetos
sexuados, mujeres u hombres, erotiza estas partes del cuerpo no por
inmadurez o degeneración sino por su bio
grafía, única totalmente y tan digna como la de cualquier otro sujeto
sexuado. Según el modelo que Amezúa (1999) propone del hecho sexual
humano no hay posibilidad de generar un “Otro aberrante” ya que todos
los sujetos sexuales se convierten en peculiares, todos ellos son “Otros”
pero en lugar de aberrantes son únicos, compatibles y compartibles. El
modelo sexológico no solo es despatologizador, sino que anima a los
sujetos a tener una “actitud de cultivo” (Amezúa, 2014) que les permita
gestionar su biografía de forma autónoma y vivenciar su erótica y
amatoria de una forma en la que prime la satisfacción personal.

Una segunda propuesta sexológica: la noción de Intersexualidad

La conceptualización del hecho sexual humano está centrada en dos


no ciones interrelacionadas íntimamente, la intersexualidad de todos los
sujetos sexuados y el Continuo de los sexos. La noción de intersexualidad
sexológica no tiene ninguna relación con la definición clínica de
intersexualidad y sus ideas de pseudohermafroditismo y hermafroditismo,
y es recogida por Amezúa (1999) directamente de la obra de Magnus
Hirschfeld.  En su obra de 1908 “Über Sexualwissenchaft” Hirschfield se
pregunta lo siguiente:
“Así como la separación de los sexos en esperma y óvulo, en hombre y mujer, favoreció
la formación de caracteres sexuales secundarios y terciarios [...] así, a través de la
siempre repetida unificación de ambos, se impidió una diferenciación
demasiado fuerte de los sexos en aspectos somáticos y psíquicos. La transmisión he
reditaria atraviesa de nuevo la sexual. Junto al concepto de hombre y mujer se im pone
el concepto de masculino y femenino. Ambos no se superponen completamente en
ningún caso. La exacta sexología no deja más de lado la constatación de ¿qué es
femenino?, ¿qué es viril?, una de las definiciones más difíciles en nuestra disciplina, y
que no es definida en absoluto mediante la oposición de íncubo y súcubo, activo y
pasivo, inventar y sentir”
72 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

Así frente a la habitual visión dimórfica de la especia humana la


sexología afir ma que todo sujeto sexuado es intersexual, que no existen
dos categorías cuantifi cables sino que existen tantas categorías intermedias
como sujetos hay. Existen tal cantidad de caracteres sexuales secundarios y
terciarios y tal cantidad de factores sexuantes (tanto biológicos como
ambientales) que cada ser humano es sexuado de una manera única, y con
una configuración específica y singular de caracteres considerados
tradicionalmente masculinos y femeninos por el ámbito científico y la
cultura popular. Frente a un modelo dimórfico y binarista que no deja más
salida a los sujetos que elegir entre A o B, la sexología propone un modelo
en que los sujetos no han de elegir sino compartir características. Amezúa
(2006) consi dera no solo que todo sujeto sexuado contiene categorías
masculinas y femeninas a todos los niveles, sino que además se encuentran
mezcladas entre sí.
“Pese a que lo parezca no hay dos modos (dimorfia) –el ándrico y el gínico– de la
sexuación, sino un proceso que a través de múltiples acciones se hace en cada individuo
en la una y en la otra dirección, y en ambas al mismo tiempo, aunque con diferentes
intensidades y en distintos niveles. Así que, la sexuación es intersexual… “ (Landa
rroitajauregi, 2000)
Desde el punto de vista sexológico seria más correcto afirmar que un
carácter sexual concreto de un sujeto se haya feminizado o masculinizado
más o menos que denominarlo como masculino o femenino. Tal y como
afirma la sexóloga Almudena Herranz en su ponencia para el II Encuentro
estatal de Chrysallis de 2014 (http://chrysallis.org.es/almudena-herranz):
“...se hacía referencia a que tanto lo femenino como lo masculino forman parte
siempre de cada individuo, en diferente grado y cantidad para cada sujeto, y que esto es
precisamente lo que produce la enorme variedad de maneras de ser y estar en el mundo
de mujeres y hombres. Que no hay una O disyuntiva, con sus fronteras, terri
torios y exclusividades, sino una Y copulativa, con sus conveniencias, complicidades y
compa(r)tibilidades.”
“En otras palabras, una vulva, una falda, abundancia de vello facial, la espalda
ancha, los pies grandes, la voz aguda, la mandíbula ancha, enamorarte de un hom
bre...Todas estas y mil más que con caben aquí serán de mujer si están presentes en una
mujer y de hombre si lo están en un hombre.”
Así la sexología afirma que mediante el proceso de sexuación que se
produce a lo largo de toda la vida de los sujetos estos devienen no en
hombres y mujeres
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 73

genéricos, sino en las mujeres y hombres concretos que son, cada uno de
ellos con una mezcla única de caracteres asociados por la cultura a uno u
otro sexo. Así un determinado enfoque sexológico afirma que la
pertenencia a uno de los sexos no es por tanto algo tangible y ponderable
sino una cuestión vivencial y por tanto fenomenológica, asumiendo las
tesis de Paul Ricoeur (1984-1988) en cuanto a la ¨identidad narrativa¨. La
identidad íntima de los sujetos, el ser (o quizás “estar” dado el carácter
evolutivo del proceso de sexuación) hombre o mujer no está re gida por
sus caracteres sexuales sino por la experiencia personal de su proceso de
sexuación. Es el sujeto quien mediante su narrativa biográfica,  vivencia
íntima de su proceso de sexuación a todos los niveles, se declara de uno u
otro sexo, pese a ser masculino Y femenino, no por los prejuicios
culturales o la opinión de un experto.
Landarroitajauregi (2000) realiza una interesante aportación al generar una
nueva noción, sexación, que pese a estar implícita en la idea de sexuación de
Amezúa es interesante señalar específicamente a la hora de entender la
proble mática de determinados sujetos y sus formas concretas de
intersexualidad como las anteriormente señaladas. Landarroitajauregi
(2000) define como sexación a los “hechos de clasificación, de
categorización y/o de etiquetación sexual”, y consi dera que existen dos
actos básicos de sexación: la autosexación, y la alosexación.
“Con el término autosexación me refiero al acto de categorización sexual de uno
mismo, cuyo resultante –al menos en humanos– es la convicción de que uno es hombre o
es mujer. Sobre esta convicción se irá construyendo evolutivamente la que deno minamos
identidad sexual; y sobre ésta, biográficamente, la sexualidad de este ser sexuado: su
modo personal e intransferible de ser el hombre o la mujer que de hecho es.”
(Landarroitajauregi, 2000)
“La alosexación es actividad interactiva que requiere en principio de un otro-dis
tinto-de-mí que actúe como objeto sexable. Luego en todo acto de alosexación hay dos
ACTORES: el sujeto alosexador y el objeto alosexado. Ahora bien, aunque normal
mente el sujeto alosexador y el objeto sexado son diferentes, también puede ser el mis mo.
Pues como ya he dicho más arriba, yo puedo alosexarme a mí mismo…”
(Landarroitajauregi, 2000)
Los autores de este artículo consideramos que la existencia de sujetos cul
turalmente liminales por su intersexualidad, como los anteriormente nom
brados, y su problemática deriva directamente de su alosexación en base  a
los caracteres sexuales terciarios (culturales, circunstanciales y
normativizadores) que pese a no ser producto de la sexuación tienen un
gran valor alosexante.
74 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

La alosexación es inherente al ser humano, sin embargo la Sexología


sus tantiva en su vertiente más pedagógica podría ayudar a que no se
convierta en una fuente de problematización. Quizás sea una idea naif, y
puede que no aceptada por todos los sexólogos, pero creemos que una
comprensión básica del hecho sexual humano a nivel colectivo podría
devenir en formas de alosexa ción menos problemáticas. Si aceptamos que
esta vivencia íntima de los sujetos de su sexuación, autosexación, es la
única válida quizás llegue el día en que la forma básica de alosexación sea
preguntar a los demás de qué manera se viven, si como mujeres u
hombres.
Devenimos como sujetos sexuados en una ecuación entre la vivencia
íntima de nuestro proceso de sexuación y cómo decidimos presentarnos
al mundo. Somos seres narrativos, inmersos en una biografía a la que sólo
nuestro relato personal puede dotar de sentido.
Como hemos indicado anteriormente, consideramos que el concepto
de intersexualidad de poder ser aplicado en una educación sexual efectiva
sería una buena vacuna contra algunos de los males del hecho sexual
humano, como son la homofobia, la transfobia o los problemas de las
comunidades eróticamente disidentes. Pero también creemos que de ser
adoptado tanto por los profesionales de la salud mental como por los de
la intervención social se podría mejorar inmensamente la calidad de vida
de los sujetos sexuados que pasen por sus manos. Al considerar a cada
sujeto como único en su “hombría” o “mujeridad” que sólo puede ser
definida por el sujeto mismo le devolvemos la dignidad inherente a cada
individuo, le empoderamos al hacerle el único capaz de autonarrarse y
evitamos males producidos por asumir categorías externas a su vivencia
para definirlos.
La sexología propone una idea sencilla y desproblematizadora. Todos
somos una mezcla de masculinos y femeninos que solo puede ser
encuadrada en una u otra categoría en base a la narrativa de nuestra
vivencia íntima y que, por tanto, no es cuantificable. No se puede ser
“más o menos hombre o mujer” dado que no hay una mujer o un
hombre, hay tantos y tantas como sujetos sexuados se identifiquen así y
cada uno de ellos encarna un modelo único de serlo.
Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización. 75

BIBLIOGRAFÍA

Amezúa, Efigenio (2014) Educación sexual desde las ideas. La asignatura de los sexos.
Revista Española de Sexología, nº 185-186.
Amezúa, Efigenio (2003) El sexo: historia de una idea. La letra pequeña de la episteme
sexoló gica. Revista Española de Sexología, nº 115-116.
Amezúa, Efigenio (2006) Sexologemas. Cuando los genitalia no dejan ver el sexo, Revista
Espa ñola de Sexología, nº 135-136.
Amezúa, Efigenio (1999) Teoría de los sexos. La letra pequeña de la sexología. Revista
Española de Sexología, nº 95-96.
American Psychiatric Association (1968). Diagnostic and statistical manual of mental disorders
(2ª ed.). Washington DC: APA.
American Psychiatric Association (1987). Diagnostic and statistical manual of mental disorders
(3ª ed.rev.). Washington DC: APA.
American Psychiatric Association (1994). Diagnostic and statistical manual of mental disorders
(4ª ed.). Washington DC: APA.
American Psychiatric Association (2000) Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4ª
ed.rev.) Washington DC: APA.
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders
(5ª ed.). Washington DC: APA.
Baumeister, Roy (1999) Evil: Inside Human Violence and Cruelty. NY: Holt Paperbacks.
Blanchard, Ray (2011) A brief history of field trials of the DSM diagnostics criteria for
paraphi lias. Archives of Sexual behavior. 40(5): 861-862.
Bezreh, Tanya Edgar, Timothy y Weinberg, Thomas S. (2012) BDSM Disclosure and
Stigma management: Identifying Opportunities for Sex Education. America Journal of
Sexualidad Education, 7:37-61.
Bruckner, Pascal y Finkielkraut, Alain (1977) El nuevo desorden amoroso. Barcelona.
Anagrama 2001.
Cohen, Stanley (1972) Folk Devils and Moral Panics. The creation of Mods and Rockers. NY:
Routhledge.
De Beauvoir, Simone (1949) El Segundo Sexo. Madrid: Cátedra.
Duggan, Lisa & Hunter, Nan D. (1995) Sex Wars: Sexual Dissent & Political Culture.
Londres: Psychology Press.
Douglas, Mary (1992) Risk and Blame: Essays in Cultural Theory. Londres:
Routhledge. University Press.
Eco, Umberto (1964) Apocalípticos e Integrados. Madrid: Lumen. 1986.
76 Capítulo 4. Sexualidades no normativas y su problematización.

Flowers, S (1997) Lords of The Left Hand Path. A History of Spiritual Dissent. Austin: Runa
Raven Press.
Foucault, Michel (1976) Historia de la sexualidad, 1: La voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI,
2005. Foucault, Michel (1984) Historia de la sexualidad, 3: La inquietud de sí. Madrid:Siglo XXI,
2005. Foucault, Michel (1975)  Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI y B. Nueva, 2012.
Hirschfeld, M (1910) The Transvestites: The Erotic Drive to Cross-Dress. NY: Prometheus
Books, 1991.
Horvarth, Agnes (2009) Liminality and the Unreal Class of the Image-making Craft: An
Essay on Political Alchemy. International Political Anthropology. Nov. 2009, 2º vol.
Joyal, Christian y Carpentier, Julie (2016). The prevalence of paraphilic interests and
behaviors in the general population: a provincial survey. Journal of Sex Research, julio, 3,
1-11. Kai, Lin (2014) The demedicalization of kink: Social change and shifting contexts of sexual
politics. Newark: University of Delaware.
von Kraft-Ebing, Richard (1886) Psychopathia Sexualis. Neully Sur Seine: Ulan Press. 2012.
Krueger, Richard B. (2010) The DSM diagnostic criteria for sexual sadism. Archives of
Sexual behavior. 39(2): 325-345.
Krueger, Richard B., & Kaplan, Meg S. (2001). The paraphilic and hypersexual disorders.
Jour nal of Psychiatric Practice, 7, 391–403.
Landarroitajauregi, Joserra (2000) Homos Y Heteros.  Aportaciones para una teoría de la
sexua ción cerebral. Revista Española de Sexología, n 97-98.
Landarroitajauregi, Joserra (2000) Términos, conceptos, y reflexiones para una
comprensión sexológica de la transexualidad. Anuario de Sexología, Nº 6, 79-126.
Leach, Edmund (1976) Culture and communication: the logic by which symbols are connected.
Cambridge: Cambridge University Press.
Mancini, Elena (2010) Magnus Hirschfeld and the Quest for Sexual Freedom: A History of the First
International Sexual Freedom Movement. Londres: Macmillan.
Money, John (1986) Lovemaps: clinical concepts of sexual/erotic health and pathology, paraphilia, and
gender transposition of childhood, adolescence, and maturity. NY: Prometheus Books Pedraza, Pilar
(2014) Brujas, sapos, y aquelarres. Madrid: Ediciones Valdemar.
Ricoeur, Paul (1983, 1984, 1985) Time and narrative, 3 vols. Chicago: University of Chicago
Press. Rubin, Gayle (1984) Thinking Sex. Deviations. A Gayle Rubin´s Reader. Durham: Duke
Univer sity press. 2011.
Shabaz, Caroline y Chirinos, Peter (2017) Becoming a Kink aware therapist. New York: Rout
ledge.
Turner, Victor (1974) Dramas, Fields, and Metaphors: Simbolic Action in Human Society. NY:
Cornell.

También podría gustarte