El Sexagésimo Aniversario de Stalin

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La Cheká, 2da.

Edición: 2018 (digital)

1ra. Edición: Ediciones en Lenguas Extranjeras. Moscú, 1939

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I. STALIN
M. KALININ

EL SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO

DE STALIN

LA CHEKÁ
“Podéis estar seguros, camaradas, de que estoy dispuesto en adelante también a
entregar a la causa de la clase obrera, a la causa de la Revolución proletaria y del
comunismo mundial, todas mis fuerzas, todo lo que yo valgo y puedo y, si hiciera falta,
hasta la última gota de mi sangre”.

I. STALIN.
Han transcurrido sesenta años desde el día en que nació el camarada Stalin. Los
pueblos de la Unión Soviética saludan calurosamente a su gran jefe. El proletariado en
lucha de los países capitalistas y los oprimidos del mundo entero alzan con gran orgullo sus
miradas hacia el camarada Stalin, vinculando en él sus mejores esperanzas y anhelos.
En relación con ello, voy a permitirme parar la atención en algunos de los momentos
más importantes de la actuación política del camarada Stalin.

La actuación social y política de un hombre puede ser expuesta más o menos


acertadamente sólo si se tienen en cuenta los factores de la vida social y las condiciones en
las que se ha desenvuelto su actuación.
El camarada Stalin empezó a actuar en la lucha política desde la más temprana edad.
Ya siendo alumno del seminario eclesiástico de Gori, adoptó una posición negativa frente al
régimen de la autocracia zarista. Al terminar los estudios en dicho colegio, en 1894, el
camarada Stalin, como mejor alumno, ingresó en el seminario (ortodoxo) de Tiflís, donde
comenzó a participar, a los 15 años de edad, en el movimiento revolucionario. Intervino en
los círculos socialdemócratas estudiantiles, no ya de una manera casual, pasiva, sino como
iniciador, organizador y dirigente, poniéndose en relación con los grupos clandestinos de
marxistas rusos deportados entonces a Transcaucasia. Estos ejercieron sobre él una gran
influencia y le inculcaron el cariño a la literatura marxista, que se editaba clandestinamente.
En 1897, el camarada Stalin se pone en contacto con la organización socialdemócrata
ilegal de Tiflís, en calidad de representante de los círculos clandestinos del seminario. En
1898, ingresa ya formalmente en la organización del Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia, en Tiflís. Desde entonces, su labor ilegal se amplía: propaga el marxismo en los
círculos obreros de los radios ferroviario e industrial.
La dirección del seminario, que se había dado cuenta de que se trataba ya de un
hombre hecho y derecho al que no se podía hacerle regresar a la senda de la lealtad al
gobierno zarista, expulsó al camarada Stalin del seminario.
Era éste su primer gran choque con la realidad social y política de entonces. Pero la
expulsión del seminario no le planteó en forma aguda el problema de qué camino seguir.
Este problema lo había ya resuelto de un modo consciente cuando todavía estaba en el
seminario. Era el camino de la lucha revolucionaria, de la lucha bajo la bandera del
marxismo. El terreno para ella estaba, en Georgia, bastante preparado.
Aunque formalmente Georgia no era considerado como país conquistado por las
armas rusas, sino incorporado por voluntad propia a Rusia, la administración era ejercida,
sin embargo, por sátrapas zaristas, rodeados de un aparato burocrático exclusivamente ruso.
Claro que no sólo no defendía los intereses populares de Georgia, sino que ni siquiera los
comprendía. Incluso la más alta aristocracia georgiana, que servía sinceramente, en contra
de los intereses nacionales, a la autocracia zarista, fue empujada por sus arbitrariedades a
las filas de la oposición. Por eso, todo lo que fuera revolucionario y de oposición
encontraba un eco vivo entre las masas del pueblo georgiano.
A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, soplaron sobre Rusia vientos
revolucionarios. El descontento por la situación dominante había empezado a manifestarse
en las acciones revolucionarias de los obreros: aumentó la cantidad de huelgas en las
fábricas y en los talleres, surgieron las manifestaciones políticas y, en muchos sitios, se
celebraba ilegalmente el 1° de Mayo. Bajo la influencia de la lucha revolucionaria del
proletariado, comenzó también el movimiento estudiantil. Aumentaba la efervescencia
entre los campesinos, que recurrían cada vez más frecuentemente a los motines contra los
terratenientes, llegando muchas veces incluso a incendiar las casas señoriales.
La parte activa de los obreros se unían en círculos ilegales, bajo la bandera de la
socialdemocracia. Era evidente la aspiración general, aunque quizá no del todo consciente,
a crear una organización revolucionaria única y el vivo deseo de tener un centro ilegal.
En aquellos tiempos fue cuando en Petesburgo desarrolló con bastante amplitud sus
actividades la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”, fundada por Lenin.
Un proceso análogo se desenvolvía también en Georgia. Los obreros, sobre todo en
Tiflís, eran de tendencias revolucionarias. Habíase creado círculos ilegales de propaganda;
se celebraba asambleas en las montañas, en las que intervenían 100 y más hombres; se
difundía proclamas y se organizaba huelgas. A fines de la última década del siglo pasado y
al comienzo de la primera del siglo actual, sobrevino una ola de grandes huelgas en la
fábrica de Bosardzhiants, en la fábrica de curtidos de Adeljanov, en la empresa de tranvías
de caballos, en las imprentas y en los talleres ferroviarios, etc.
La efervescencia abarcó también al campo. La situación penosa de los campesinos: la
escasez de tierra, la miseria, la necesidad de andar en busca de trabajo, etc., hacía nacer en
ellos un estado de oposición a las autoridades y al régimen existente, impulsándolos a la
acción revolucionaria. Los vínculos establecidos por los obreros con los campesinos
contribuían, sin duda, a propagar las ideas revolucionarias entre los campesinos.
Todo esto creaba grandes posibilidades para desarrollar una actividad revolucionaria
no sólo entre los obreros, sino también entre los campesinos. Por consiguiente, en Georgia
había comenzado relativamente pronto la extensión de las ideas marxistas. “Las
condiciones especiales de la vida social y política en el Cáucaso – dice Lenin – favorecían
la formación allí de las organizaciones más combativas de nuestro Partido”. Personalmente,
conservo aún la impresión de que incluso las formas exteriores de las acciones
revolucionarias de la clase obrera y de los campesinos eran siempre más agudas en Georgia
que en otras regiones de Rusia.
En 1893, aparece en Georgia la primera organización marxista de la
socialdemocracia, “Mesame-dasi”, heterogénea por sus tendencias políticas. Adolecía de un
mal de origen propio del movimiento revolucionario de entonces, mal que se hacía
extensivo a otras regiones de Rusia. Los mesamedasistas solían recalcar sólo el papel
progresivo del capitalismo y no veían sus aspectos negativos; tergiversaban la doctrina del
marxismo sobre la lucha de clases, limitando las posibilidades revolucionarias a conquistas
parciales, a éxitos locales, a los intereses estrechamente nacionalistas de la burguesía. No se
proponían la misión de crear un partido como organización de combate del proletariado. No
enseñaban ni preparaban a los obreros para la acción revolucionaria; no les educaban en el
espíritu del internacionalismo proletario.
Los revolucionarios obreros, los activistas, tenían conciencia de la necesidad de un
partido. Pero incluso entre ellos este concepto era limitado. Todo se supeditaba a la fuerza
de la idea. Resultaba que el carácter revolucionario de la acción, el valor, la audacia y la
abnegación en la lucha práctica se combinaban de un modo extraño con la estrechez de
miras en cuanto a las posibilidades de organización. Convencidos de la necesidad de un
partido, tenían una idea vaga de su centro de dirección. No se imaginaban el centro del
partido como un organismo dotado en plenitud de poderes, llamado a dirigir todo el trabajo
de partido, todas las manifestaciones y formas de lucha de la clase obrera. Incluso cuando
pensaban en tal centro, se lo imaginaban más bien como cierto órgano de enlace e
información recíproca, de técnica conspirativa (para organizar entrevistas, proveer de
pasaportes, cifras, etc.), de edición y difusión de literatura ilegal, distribución de
propagandistas, etc. Pero los que tenían este concepto sobre el centro del partido parecían
“políticos obreros” más que combatientes de un partido revolucionario del proletariado. De
ahí al oportunismo no había más que un paso.
Pero el camarada Stalin aparece en el movimiento obrero, ingresando en el grupo de
los “mesamedasistas”, y aporta al trabajo socialdemócrata una nueva corriente de principios
y de objetivos claros en la acción revolucionaria.
En 1898, Stalin organiza dentro de “Mesame-dasi” el grupo marxista revolucionario
de la minoría. Era el único grupo de Georgia que se proponía la misión de llevar el
movimiento obrero revolucionario por el cauce de a lucha política contra la autocracia en
toda Rusia.
Venciendo enérgicamente la resistencia de la mayoría oportunista, el camarada Stalin
sabe hacer virar la organización socialdemócrata de Tiflís por el camino de la agitación
política de masas, por el camino de la lucha abierta contra el absolutismo zarista. Crea el
grupo socialdemócrata central de la organización de Tiflís, como centro dirigente, el cual
realizó un gran trabajo tendente a formar una organización socialdemócrata ilegal en
Transcaucasia. Comprende la importancia de un partido revolucionario centralizado de los
proletarios, considerando el movimiento revolucionario de Georgia como parte integrante
del movimiento de roda Rusia. Se convierte en el jefe proletario revolucionario en todo el
sentido de la palabra.
Los historiadores tropezarán con bastante dificultad para hacer la biografía del
camarada Stalin, a pesar de ser tan sencilla, mejor dicho, precisamente por ser tan sencilla.
Stalin actúa desde el principio como dirigente, aunque él mismo, en un discurso
pronunciado en la asamblea de los ferroviarios de Tiflís, llama a aquel período de su
actividad el período de su aprendizaje. Lo cierto es que no sólo aprendía de las masas – una
de las condiciones indispensables para un jefe proletario –, sino que también las dirigía.
Stalin empezó a actuar en la ilegalidad. Y esto no es casual. Aquí estriba la diferencia
de principio con los marxistas legales o semilegales.
Se podría afirmar que, desde su primera intervención pública (se entiende que en
círculos ilegales o semilegales), el camarada Stalin determinó con bastante exactitud la
línea marxista revolucionaria, oponiéndola a la línea oportunista de los mesamedasistas.
Fue él quien puso la primera piedra en el edificio de la socialdemocracia
revolucionaria en Transcaucasia, dando pasos prácticos en el camino de la fusión del
socialismo científico con el movimiento obrero.
Los años 1900-1901 era años de ascenso continuo del movimiento obrero
revolucionario en toda Rusia. En la sociedad se sentía la voluntad de luchar. El “Presagio
de la tempestad” de Gorki pareció sintetizar el estado general de ánimo, el anhelo de luchar
contra la autocracia y su régimen.
En diciembre de 1900, aparece en el extranjero el primer número del periódico
“Iskra”.
Con la aparición de “Iskra”, los objetivos de la clase obrera se hacen más claros para
los revolucionarios; especialmente, claro está, para aquellos que ya se han planteado estos
objetivos. Paralelamente, se evidencia más el oportunismo de muchos dirigentes de las
organizaciones locales del Partido, sobre todo de los economistas.
El grupo central de Tiflís, dirigido por el camarada Stalin, se coloca sin vacilación
alguna bajo la bandera de la “Iskra” de Lenin y desarrolla sus actividades en este sentido.
Para el camarada Stalin, los artículos de “Iskra” eran, en mi opinión, no tanto una
revelación como una confirmación autorizada de los conceptos que sobre el movimiento
revolucionario ya tenía formados.
Apareció altamente la importancia de un órgano de prensa ilegal para estructurar el
Partido, para concentrar las fuerzas de la clase obrera y propagar las ideas del marxismo
revolucionario. El periódico “Brdsola” (“La lucha”), creado por iniciativa suya, en 1901 (se
imprimía por razones conspirativas en Bakú), desempeñó un papel importantísimo en la
lucha contra los oportunistas de Georgia, defendiendo en el sentido de la “Iskra” leninista
las bases teóricas del marxismo revolucionario y las tareas de la lucha de clases del
proletariado. Esto lo testimonian los problemas de principio planteados en sus columnas,
problemas que inquietaban a los espíritus más progresivos del movimiento obrero
socialdemócrata de Rusia. Se referían, ante todo, al carácter de la revolución inminente, al
papel e importancia de la clase obrera dentro de ella, a la estrategia y táctica de su Partido.
Desarrollando la idea leninista sobre la hegemonía del proletariado en la revolución
democráticoburguesa, “Brdsola” escribía:
“Basta dirigir una mirada a la vida social de Rusia, a las relaciones mutuas de sus
diferentes clases, para convencerse de que la fuerza principal en Rusia está representada por
la unión de las fuerzas del proletariado revolucionario. La burguesía, cuya fuerza radica en
sus bolsillos sin fondo, se siente perfectamente bajo centro del absolutismo. El proletariado
es la fuerza firme llamada a destruir el absolutismo”.1
“Brdsola” educaba a los obreros y trabajadores de Transcaucasia en el espíritu del
internacionalismo proletario y defendía la comunidad de principios del movimiento obrero
de toda Rusia.
“El movimiento socialdemócrata de Georgia – escribía “Brdsola” – no es un
movimiento obrero aislado, solamente georgiano, con su programa propio. Marcha a la par
con todo el movimiento de Rusia y, por consiguiente, se subordina al Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia”.
“Brdsola” desempeñó un gran papel en la consolidación ideológica y orgánica del
movimiento socialdemócrata de Tiflís. En noviembre de 1901, se convoca la primera
Conferencia socialdemócrata de la organización de Tiflís, en la que están representados casi
los círculos socialdemócratas. La Conferencia elige el Comité del P.O.S.D de Rusia en
Tiflís, de tendencia leninista-iskrista. Era una gran victoria de la socialdemocracia
revolucionaria de Georgia. El papel principal en esta conquista le corresponde al camarada
Stalin.
El trabajo conspirativo tiene sus peculiaridades. Obliga al militante revolucionario a
ocultarse. Es rara la vez que le proporciona la ocasión de manifestar sus puntos de vista de
modo legal, especialmente en la prensa. Por lo mismo, es completamente natural que los
primeros años de la actuación ilegal del camarada Stalin disten mucho de estar
suficientemente estudiados. Pero aun los pocos hechos que conocemos son bien elocuentes.
He aquí uno de estos hechos: Los mesamedasistas formaban escuelas dominicales,
donde enseñaban los conocimientos más elementales. Una vez, Stalin fue a una de estas
escuelas y habló, en dos o tres asambleas obreras, sobre la lucha de clase del proletariado.
Luego preguntó a uno de los obreros: “¿Qué os enseñan en la escuela dominical?”. Y
cuando éste respondió que allí le explicaban el movimiento del sol, Stalin le dijo sonriendo:

1
Debo subrayar que los datos concretos sobre la actuación del camarada Stalin en Transcaucasia y el
análisis de principio sobre los problemas de la historia de las organizaciones bolcheviques en Transcaucasia
los proporciona, de una manera más completa, el libro de L. Beria “Sobre las cuestiones de la historia de las
organizaciones bolcheviques en Transcaucasia”.

Las citas de los periódicos “Brdsola”, “Proletariatis Brdsola”, “Kavkasky Rabochi Listok”, “Bakinsky
proletarii”, “Dro”. “Ajali Zjovreba” y “Tiflisky Proletarii” y, luego, de las proclamas del Comité de Tiflís de
la Unión del P.O.S.D de Rusia en el Cáucaso y, finalmente, de los trabajos del camarada Stalin “Dos
choques”, “A propósito de las discrepancias en el partido”, “Respuesta al ‘Socialdemócrata’”, las tomo del
citado libro de L. Beria. – M.K.
“Mira, no te preocupes, el sol no va a desviarse de su camino. Pero estudia también cómo
debe desarrollarse el movimiento revolucionario, y ayúdame a organizar una pequeña
imprenta ilegal”.
En este hecho se refleja, como el sol en una gota de agua, la imagen del dirigente de
las masas proletarias.
He aquí, pues, todo el período inicial de la actuación del camarada Stalin: expulsión
del seminario eclesiástico de Tiflís por ser políticamente sospechoso; paso inmediato al
trabajo ilegal; esfuerzos prácticos por hacer de los círculos obreros clandestinos, focos de la
lucha revolucionaria de clase; dirección de huelgas, composición de proclamas, formación
de un grupo socialdemócrata central de la organización de Tiflís, edición del periódico
ilegal “Brdsola”, testimonian claramente que el camarada Stalin, desde el comienzo de su
actuación revolucionaria, seguía la senda leninista. Su acción revolucionaria en Tiflís
coincidió plenamente con los principios políticos de la “Unión de lucha por la
emancipación de la clase obrera”, de Petesburgo, dirigida por Lenin.
II

A fines de noviembre de 1901, el Comité del P.O.S.D de Rusia en Tiflís envió al


camarada Stalin a Batum, para realizar un trabajo ilegal.
Batum era en aquellos tiempos un importante centro industrial de destilación de
petróleo.
Los obreros eran explotados despiadadamente, sobre todo, los de nacionalidad
adzhariana.
El ascenso general del movimiento revolucionario de Rusia alcanzó también a Batum.
“Desde 1893 – cuenta Osman Gurgenidse –, trabajé en los talleres de Rotschild, en
Batum…
Hasta la llegada del camarada Stalin, en Batum no se llevaba a cabo un verdadero
trabajo revolucionario entre los obreros de los talleres.
Sólo en 1901, los obreros de las fábricas sintieron una mano firme que organizaba y
encauzaba hábilmente a los obreros, unificando su acción.
Era la mano del camarada Stalin, quien, desde el primer día de su llegada a Batum,
realizaba un gran trabajo para organizar la lucha revolucionaria de la clase obrera.
El camarada Stalin puso en marcha, en muy poco tiempo, una serie de círculos
socialdemócratas, a los que atrajo a los obreros más avanzados de los talleres de Matashev
y Sideridis. En estos círculos participaron también algunos obreros de nuestros talleres. El
camarada Stalin subraya al mismo tiempo, de un modo especial, la necesidad de atraer a los
círculos a obreros de diferentes nacionalidades, la tarea de educar en el espíritu
internacionalista a los trabajadores.
El 31 de diciembre de 1901, en una asamblea de representantes de los círculos, el
camarada Stalin dio forma a la organización socialdemócrata de Batum.
“En vísperas de Año Nuevo – cuenta Kuridse –, el camarada Stalin reunión a todos
los encargados de los círculos y les propuso festejar el Año Nuevo. La proposición fue
recibida con júbilo.
En la última noche del año, nos reunimos en casa de Silibistro Lomdzharia.
Las bromas de Stalin provocaban la risa unánime. Todos sentían magníficamente. De
un modo imperceptible, nuestra conversación pasó a temas políticos y nuevamente, en
medio del silencio que se apoderó de todos, se oyó la voz emocionada de Stalin.
Así pasamos toda la noche, hasta el amanecer. Y cuando en la habitación penetró la
tenue luz del alba, Stalin levantó su copa y dijo a modo de brindis:
“¡Bien, ya llega la aurora! Pronto saldrá el sol. Será el sol que ha de iluminarnos a
todos nosotros”.
En aquella reunión, se destacó el grupo dirigente del Partido que, de hecho, era el
Comité del P.O.S.D. de Rusia en Batum.
En enero de 1902, según cuenta Darajvelidse, el camarada Stalin marchó por algunos
días a Tiflís. Resultó que se había ido con tipos de en tres idiomas: en ruso, georgiano y
armenio. Con ayuda de los obreros de los talleres de Rotschild, la máquina fue montada y la
“empresa” marchaba a todo vapor. Stalin escribía proclamas, un tal Georgio (no recuerdo
su apellido) las componía y todos nosotros, juntamente con Stalin, imprimíamos:
manejábamos por turno el volante de la prensa.
En enero de 1902, el camarada Stalin organizó la primera gran huelga en Batum, en
los talleres de Mantashev, y en febrero, dos grandes huelgas en los talleres de Rotschild,
que terminaron con el triunfo de los obreros.
El gobierno zarista se inquietó por la organización y por la tenacidad que los
huelguistas ponían en la lucha. Y le sobraban motivos para ello. Todavia un poco antes de
la huelga, la policía secreta de Batum comunicaba que el desarrollo del movimiento
socialdemócrata en aquella ciudad había obtenido muchos éxitos, porque “en el otoño de
1901, el Comité de Tiflís del P.O.S.D. de Rusia envió a la ciudad de Batum, para hacer
propaganda entre los obreros de los talleres, a uno de sus miembros, Iosif Vissarionovich
Dzhugashvilli, antiguo alumno de la sexta clase del seminario eclesiástico de Tiflís. Gracias
a las actividades de Dzhugashvilli… en todos los talleres de Batum empezaron a surgir
organizaciones socialdemócratas, a cuyo frente se hallaba al principio el Comité de Tiflís”.
A fin de aplastar la huelga con las fuerzas de la policía, llegó a Batum el gobernador
militar de Kutaís.
En respuesta a la detención de 32 obreros huelguistas, el camarada Stalin organizó el
8 de marzo una manifestación obrera de masas, en la que participaron unas 400 personas.
Los manifestantes se acercaron a la comisaría de policía, exigiendo la libertad de los
obreros detenidos. La policía detuvo a más de 300 manifestantes.
Al día siguiente, el camarada Stalin organizó una gran manifestación política de los
obreros de Batum, en la que participaron unas 6.000 personas.
“Entonces – cuenta Ingerabian – no sabíamos todavía que esta manifestación había
sido organizada por el camarada Stalin. Pero por la rapidez con que se nos fue comunicada
la orden sobre la manifestación y por la manera como se preparaba comprendimos que
estaba dispuesta por un organizador muy capaz y experto, que sabía mejor que nadie
adónde llevarnos y cómo había que hacer las cosas…
La manifestación del 9 de marzo de 1902 jamás se borrará de mi memoria. Enormes
masas obreras llenaron las calles que conducen hacia el cuartelillo donde se hallaban los
obreros detenidos. Delante del grupo de obreros, marchaba en la manifestación el camarada
Stalin.
La manifestación se acercó hasta la misma guardia. Los soldados, formados fusil en
mano, estaban dispuestos a atacarnos.
Su comandante, el oficial Antadse, exigió que la manifestación se dispersara; de lo
contrario, amenazaba con disparar.
En el primer momento, algunos obreros, entre los que me hallaba yo también,
vacilaron. Pero en la manifestación resonó una voz poderosa que nos invitaba a no
dispersarnos, a exigir con mayor energía aún la libertad de los presos.
Era el llamamiento hecho por el camarada Stalin.
Sus palabras ardientes cohesionaron a los manifestantes y nadie se movió de su sitio.
Por el contrario, muchos obreros empezaron a arrojar piedras contra el oficial y sus
soldados, exigiendo enérgicamente la libertad de los presos…
Esta manifestación, organizada y dirigida por Stalin, nos convenció una vez más de
que únicamente la lucha enérgica contra el absolutismo, con las armas en la mano, llevará a
los trabajadores hacia la victoria.”
Los acontecimientos de Batum, cuyo inspirador ideológico y dirigente inmediato fue
el camarada Stalin, dejaron una huella profunda en la conciencia de los obreros, ya que, en
aquellas acciones concretas, se manifestó la táctica revolucionaria del bolchevismo, en una
época en la que éste no existía aún como corriente política determinada.
Y en efecto, el camarada Stalin logra organizar en un plazo muy breve, en todos los
talleres y fábricas importantes de Batum, círculos clandestinos que él enlaza en una sola
organización, bajo las banderas de la socialdemocracia; crea un órgano ilegal de prensa,
con gran influencia sobre las grandes masas obreras. Las fuerzas así cohesionadas desde el
punto de vista ideológico y orgánico las dirige a la lucha contra el capital, por mejorar la
vida de los obreros.
Es completamente natural que, dadas las condiciones entonces reinantes, una huelga
bien organizada enfrentase a los obreros con la autocracia. Las huelgas en las que
prevalecían las reivindicaciones económicas evolucionaban hasta una fase superior,
transformándose en manifestaciones políticas de todos los obreros de Batum, es decir, en la
lucha inmediata contra el régimen zarista.
¡Qué rápidos y gigantescos progresos políticos hicieron los obreros de Batum, en un
plazo tan corto, bajo la dirección del camarada Stalin! Y esto a pesar de que su dirección
era ilegal, a pesar de que formalmente no imponía nada a nadie.
Los acontecimientos de Batum tuvieron un eco poderosísimo en todo el país,
adquiriendo importancia política para toda Rusia.
En abril de 1902, el camarada Stalin fue detenido y encerrado en la cárcel de Batum.
Pero aun desde la cárcel continuaba dirigiendo las actividades de la organización
socialdemócrata de Batum, por él creada. En abril de 1903, cuando la policía se enteró de
ello, representantes de las diversas corrientes políticas, defiende y propaga las ideas
leninistas-iskristas. En la primera mitad de noviembre del mismo mes, es deportado por tres
años a la Siberia Oriental, al departamento de Balagán, provincia de Irkutsk, a la aldea
Novaia uda.
En enero de 1904, es decir, un mes después de haber llegado a Novaia Uda, el
camarada Stalin se fugó del destierro y regresó a Tiflís. Allí se puso al frente de la
organización bolchevique de Transcaucasia y entabló una lucha implacable contra el
menchevismo.
De un modo regular iba a Batum, a Chiaturi, a Kutaís y a Bakú, organizando y
cohesionando allí las filas bolcheviques, polemizando de palabra y por escrito contra los
mencheviques, lo mismo que contra los socialrevolucionarios, los anarquistas y los
nacionalistas.
A fines de 1904, el camarada Stalin convirtió formalmente la organización leninista-
iskrista de Transcaucasia en una organización bolchevique, que luchó por que fuese
convocado el III Congreso del Partido.
En noviembre de 1904, se celebró en Tiflís una Conferencia bolchevique de los
Comités del Cáucaso, que resolvió organizar la lucha y hacer una vasta agitación por la
convocatoria del III Congreso del Partido.
A fines de 1904, el Comité del P.O.S.D. de Rusia en el Cáucaso envía al camarada
Stalin a Bakú, para intensificar la campaña en favor de la convocatoria del III Congreso del
Partido. En diciembre del mismo año, se desarrolla en Bakú, bajo la dirección del camarada
Stalin, una gran huelga de los obreros petrolíferos, que termina con la victoria de éstos: por
primera vez en la historia del movimiento obrero de Rusia, se concierta un contrato
colectivo de trabajo entre los obreros y los patronos de la industria petrolera. “La huelga de
Bakú, escribió más tarde el camarada Stalin, fue la señal para las gloriosas acciones de
enero y febrero en toda Rusia”. (“Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, pág. 66.)
III

Al estallar la guerra rusojaponesa, los bolcheviques de Transcaucasia siguieron en la


práctica, consecuente e inflexiblemente, la línea leninista tendente a la derrota del gobierno
zarista, y llamaban a los obreros y campesinos a hacer más intensa la lucha revolucionaria,
a derrocar el zarismo. El Comité de la Unión del Cáucaso y los Comités de Tiflís y Bakú
del P.O.S.D de Rusia lanzaron una serie de proclamas, escritas principalmente por Stalin.
Estas proclamas llamaban a los obreros y campesinos:
“¡Despertémonos, camaradas, despertémonos y actuemos! ¡El tiempo no espera!”
Invitar a los soldados a pasarse al lado de los obreros y campesinos, volviendo sus
armas contra el zar y los terratenientes:
“¡No sois más que obreros, a los que sólo temporalmente han puesto uniformes
militares! ¡Sabed, hermanos, que si nos libertamos nosotros, también vosotros seréis
libres!”
Una serie de derrotas sufridas por el ejército zarista en Machuria fortaleció el
incremento del movimiento revolucionario y de oposición en toda Rusia.
La matanza del 9 de enero de 1905 en Petesburgo sirvió de nuevo impulso para
acrecentar la lucha revolucionaria del pueblo en toda Rusia. Las huelgas obreras en las
ciudades y en los centros fabriles, los movimientos campesinos, las huelgas estudiantiles,
los choques del pueblo con la policía y con las tropas, todo esto minaba las bases del
absolutismo. Las fuerzas revolucionarias salían a la calle.
Desde el comienzo de la revolución, el camarada Stalin participó ya como dirigente
de la organización bolchevique de Transcaucasia. Desarrolla una gran labor teórica en
defensa de los principios ideológicos, orgánicos y tácticos del Partido marxista de la clase
obrera.
Corresponde a aquel período, por ejemplo, el notable folleto de Stalin titulado “A
propósito de las discrepancias en el Partido”, en el que defendía y desarrollaba la tesis
leninista sobre la necesidad de inculcar la conciencia socialista al movimiento obrero
espontáneo, sobre la necesidad de fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero
de masas, sobre el papel dirigente de la socialdemocracia revolucionaria.
“El movimiento obrero – escribía el camarada Stalin – debe fundirse con el
socialismo; su actividad práctica debe ir en relación estrecha con la teoría, dando así al
movimiento obrero espontáneo un sentido socialdemócrata y una fisonomía propia…
Nosotros, los socialdemócratas, debemos impedir que el movimiento obrero espontáneo
siga la senda del tradeunionismo, debemos dirigirlo por el cauce socialdemócrata, inculcar
la conciencia socialista a este movimiento y agrupar las fuerzas avanzadas de la clase
obrera en un Partido centralizado. Nuestro deber es el de dirigir siempre y en todas partes
este movimiento, luchando enérgicamente contra todos – enemigos o “amigos” – los que se
cruzan en el camino hacia la realización de nuestros objetivos sagrados”. (Citado según el
libro de L. Beria.)
El problema de los elementos consciente y espontáneo del movimiento obrero fue
analizado por el camarada Stalin, además, en su artículo “Una respuesta al
‘socialdemócrata’”, donde escribió:
“La vida actual está organizada según la manera capitalista. Existen dos grandes
clases: la burguesía y el proletariado, que luchan a vida o muerte. A la primera, su situación
en la vida le impulsa a consolidar el orden capitalista. En cambio, a la segunda, la misma
situación le obliga a socavar y destruir el régimen capitalista. De acuerdo con estas dos
clases, también la conciencia presenta, respectivamente, dos caracteres: el burgués y le
socialista. A la situación del proletariado corresponde la conciencia socialista…
Pero ¿qué importancia tendría la conciencia socialista aisladamente, si no se
extendiera entre el proletariado? Seguiría siendo tan sólo una fase vacía, y nada más. Pero
muy de otro modo se presentarán las cosas, cuando esta conciencia sea extendida al
proletariado: éste adquirirá la conciencia de su situación y se encaminará a pasos
acelerados hacia la vida socialista. Y aquí aparece la socialdemocracia (y no sólo unos
intelectuales socialdemócratas) que inculca al movimiento obrero la conciencia
socialista…” (Lugar citado.)
Lenin se solidarizó por completo con este artículo del camarada Stalin, subrayando
especialmente la “magnífica manera de plantear el problema de la famosa ‘inculcación de
la conciencia desde fuera’”.
En contraste con la confusión menchevique en los conceptos sobre el Partido, el
camarada Stalin indicaba que el Partido del proletariado “debe ser un Partido de clase,
completamente independiente de otros partidos, porque es un Partido de la clase proletaria,
cuya liberación puede ser realizada solamente por sus propios esfuerzos.
Debe ser un Partido revolucionario, porque la liberación de los obreros sólo es
posible por vía revolucionaria, por medio de la Revolución socialista.
Debe ser un Partido internacional, cuyas puertas han de estar abiertas para cada
proletario consciente, porque la liberación de los obreros no es un problema nacional, sino
un problema social que tiene igual importancia para un proletario georgiano que para un
proletario ruso y para los proletarios de otras naciones.
De ahí resulta con toda claridad que cuanto más estrechamente se unan los proletarios
de las diversas naciones, cuanto más radicalmente serán demolidas las barreras nacionales
levantadas entre ellos, tanto más poderoso será el Partido del proletariado y tanto más fácil
será organizar a los proletarios en una clase inseparable”. (Ligar citado.)
El camarada Stalin sometió a una crítica mordaz los intentos de los “dashnakes” de
organizar sindicatos de partido, es decir, en el fondo, sindicatos nacionalistas, demostrando
claramente lo perniciosa que es la consigna de “sindicatos de partido”. Subrayaba con toda
energía que “… los sindicatos de partido abren un abismo entre los obreros conscientes e
inconscientes… mientras todos los fabricantes se unen… en un solo sindicato, los
dashnakes… aconsejan dividirse en diversos grupos”. (Lugar citado.) Es evidente que esto
constituía una amenaza grave para el movimiento obrero. Esta amenaza fue eliminada a
tiempo por el camarada Stalin.
Los obreros de Transcaucasia marchaban en las primeras filas de la revolución
popular. El 18 de enero de 1905, estalló la huelga general de los obreros de Tiflís. Luego
estallaron también huelgas generales, acompañadas de manifestaciones de masas y
colisiones con la policía y las tropas, en Bakú, en Batum, en Chiatura, en Kutaís y en otras
ciudades.
La ola del movimiento revolucionario del proletariado engloba en vasta escala,
también a los campesinos de Georgia. Estallan las insurrecciones armadas en los
departamentos de Oaurget, Sugdid, Senak, Gori, Dushet, Tiflís y Telav. Los campesinos
organizan comités revolucionarios, se apoderan de las tierras señoriales, suprimen los
impuestos y boicotean a los órganos del gobierno zarista.
La lucha revolucionaria de los obreros y campesinos de Transcaucasia era dirigida
por el Comité de Tiflís del P.O.S.D. de Rusia, a cuyo frente se hallaba Stalin.
El III Congreso de nuestro Partido estimó en mucho el movimiento revolucionario de
Transcaucasia, y por lo mismo, también, a la dirección bolchevique de Transcaucasia. A
propuesta de Lenin, el III Congreso del P.O.S.D de rusa envió, en nombre del proletariado
consciente de Rusia, un caluroso saludo al heroico proletariado y a los campesinos del
Cáucaso, encargando al Comité Central del Partido y a los Comités locales de “tomar las
medidas más enérgicas para propagar con la mayor amplitud las noticias sobre la situación
en el Cáucaso, por medio de folletos, de mítines, de asambleas obreras, de charlas en los
círculos, etc., así como para apoyar oportunamente al Cáucaso con todos los medios de que
disponen”.
La organización bolchevique de Transcaucasia, dirigida por el camarada Stalin,
demostró comprender profundamente las tareas de la revolución y ofreció los mejores
ejemplos en la realización de la línea leninista, al preparar la insurrección armada. El
camarada Stalin decía claramente que la revolución no podría vencer sin armas, y que el
revolucionario que afirme: “¡Abajo las armas!”, no es un revolucionario, sino un partidario
de Tolstoi; es enemigo de la revolución y de la libertad del pueblo…”
“¿Qué necesitamos – preguntaba el camarada Stalin – para conseguir un verdadero
triunfo? Necesitamos tres cosas: lo primero es, armamento; lo segundo, armamento; y lo
tercero, una vez más armamento”. (“Historia del Partido del P.C.(b) de la U.R.S.S”. pág.
94.)
A fines de 1905, el camarada Stalin participa en la Conferencia bolchevique de toda
Rusia, celebrada en Tammerfors (Finlandia), donde se encuentra personalmente, por
primera vez, con Lenin. En esta Conferencia, Stalin fue elegido miembro de la Comisión
política encargada de redactar las resoluciones y trabajó juntamente con Lenin, como uno
de los constructores y dirigentes más destacados del Partido marxista revolucionario.
En el curso de la Conferencia, se recibió la noticia del comienzo de la insurrección
armada en Moscú. A propuesta de Lenin, todos los delegados regresaron sin demora, para
participar activamente en la organización y dirección de la insurrección armada.
En aquellos días, el periódico bolchevique “Kavkaski Rabochi Listok” (“Hoja Obrera
del Cáucaso”) publicó la resolución del Consejo bolchevique de Tiflís en la que se decía:
“… El Consejo se manifiesta porque el proletariado de Tiflís se adhiera a la huelga
general política de toda Rusia”. (Citado según el libro de L. Beria.)
El Comité de huelga se apoderó del correo y del telégrafo, de la administración del
ferrocarril de Transcaucasia, y Nadsaladevi, el barrio obrero de Tiflís, estuvo bajo el poder
del proletariado en armas.
El camarada Stalin regresó a Transcaucasia cuando el gobierno zarista había pasado
ya a la ofensiva, empleando la fuerza armada.
El 18 de diciembre de 1925, las tropas zaristas atacaron Nadsaladevi hiriendo a tres
obreros revolucionarios y matando a nueve. La artillería disparaba con tiro directo contra
las viviendas, a fin de sembrar el pánico entre la población.
Una vez aplastado el movimiento Tiflís, las tropas zaristas se lanzaron a la periferia
de Georgia, donde hubieron de penetrar peleando casi en cada palmo de terreno. Por todas
partes reinaba el terror más sangriento. Los verdugos zaristas ahorcaban y fusilaban a los
intrépidos luchadores de la libertad. Policías y gendarmes destruían las organizaciones
obreras.
Ahogada la insurrección de diciembre en Moscú, toda Rusia fue anegada en una ola
de sangre y matanzas.
¿Pero significaba esto, como vociferaban los mencheviques, que el proletariado había
sido vencido?
“… El proletariado – escribió entonces el camarada Stalin –, gracias a Dios, vive y se
desarrolla políticamente. Sólo se ha retirado, para acumular nuevas fuerzas y asestar el
último golpe al gobierno zarista”. (Lugar citado.)
Los mencheviques calumniaban la insurrección armada de diciembre, presentándola
como un “producto de la desesperación”, como un “error fatal”. Por boca de Pléjanov,
declararon que “No se debía haber empuñado las armas”. Exigían renunciar completamente
a la insurrección armada en general, condenando este método de lucha.
La ofensiva de la contrarrevolución hizo más fuerte, entre los obreros
socialdemócratas de base en toda Rusia, y también en Transcaucasia, la exigencia de la
unificación de bolcheviques y mencheviques. Los bolcheviques veían en la unificación con
los mencheviques uno de los medios de desenmascarar el menchevismo y de conquistar a
los obreros mencheviques.
En este sentido, precisamente, es como los bolcheviques de Transcaucasia resolvían
el problema de la posibilidad de unificarse con los mencheviques. Ya a fines de 1905, en su
IV Conferencia, los bolcheviques de Transcaucasia se manifestaron por la unificación, a
base del reconocimiento obligatorio y de la aplicación práctica de los principios leninistas
sobre la organización… “La condición esencial para la unificación, tanto en la base como
en la dirección del Partido – decía la resolución de esta Conferencia –, debe ser el
reconocimiento del primer artículo de los Estatutos aprobados en el III Congreso del
Partido, con el centralismo en materia de organización que es consecuencia de dicho
artículo”. En cuanto a las discrepancias tácticas, que podrían ser resueltas por el Congreso
del partido unificado, “no pueden ni deben impedir la unificación en un partido único”. La
Conferencia también consideró necesario “emprender inmediatamente, donde sea posible,
el trabajo de unificación en la base, con la condición esencial mencionada; y donde esto no
sea posible, aceptar acuerdos con los mencheviques a base de la unidad de consignas
prácticas en las acciones abiertas del proletariado”. (Lugar citado.)
Con arreglo a esta línea, se celebraron en 1906 Conferencias “unificadoras” de las
organizaciones bolcheviques y mencheviques en Tiflís y Bakú y, más tarde, el Congreso de
“unificación” de Transcaucasia, en el que se realizó la unificación formal de ambas partes
de la organización. Como resultado de ella, se formaron los Comités regionales de Tiflís y
Bakú “unificados” del P.O.S.D de Rusia y el de Transcaucasia.
Paralelamente al Comité “unificado” de Transcaucasia, existía y funcionaba el Centro
bolchevique, en forma de un Buró regional de los bolcheviques, dirigido por el camarada
Stalin.
En abril de 1906, se celebró el IV Congreso del P.O.S.D de Rusia, (el Congreso de
unificación), en Estocolmo (Suecia).
El camarada Stalin era en aquel Congreso representante del grupo bolchevique de la
organización de Tiflís. Juntamente con Lenin luchó contra los mencheviques, descubrieron
implacablemente su fondo antiproletario, oportunista.
En uno de sus discursos del Congreso, el camarada Stalin dijo: “Estamos en vísperas
de una nueva explosión; la revolución continúa su marcha ascendente y nosotros debemos
llevarla hasta el fin. En ello estamos todos de acuerdo. ¿Pero en qué condiciones podemos y
debemos hacerlo? ¿En las condiciones de la hegemonía del proletariado o en las de la
hegemonía de la democracia burguesa? Aquí es donde comienza la discrepancia
fundamental. El camarada Martínov decía todavía en “Dos dictaduras” que la hegemonía
del proletariado en la actual revolución burguesa es una utopía pretenciosa. En su
intervención de ayer se advierte la misma idea. Los camaradas que le aplaudían, por lo
visto, están de acuerdo con él. Si esto no es así, si en opinión de los camaradas
mencheviques no es la hegemonía del proletariado lo que necesitamos, sino la hegemonía
de la burguesía democrática, es de por sí evidente que no debemos participar directa y
activamente en la organización de la insurrección armada ni en la toma del Poder. Tal es el
“esquema” de los mencheviques. Por el contrario, si los intereses de clase del proletariado
conducen a su hegemonía, si el proletariado no debe marchar a remolque, sino a la cabeza
de la revolución actual, es de suyo comprensible que el proletariado no puede renunciar a la
participación activa en la organización de la insurrección ni tampoco de la toma del Poder.
Tal es el “esquema” de los bolcheviques. O hegemonía del proletariado o hegemonía de la
burguesía democrática: así es como está planteado el problema dentro del Partido, y en esto
es en lo que estriban nuestras discrepancias.
El congreso de Estocolmo reveló con mayor agudeza aún las discrepancias entre los
bolcheviques y los mencheviques.
Al regresar del Congreso, el camarada Stalin organizó la lucha contra los
mencheviques de Transcaucasia, desenmascarando su abjuración de la revolución y su paso
a las posiciones de la monarquía constitucional. Bajo su dirección, la organización
bolchevique de Transcaucasia era una de las primeras en Rusia que se manifestó por la
convocatoria en un Congreso extraordinario del Partido.
En la segunda Conferencia del Partido de toda Rusia, en noviembre de 1906, se
resolvió convocar el V Congreso del Partido. En contraste con esta resolución, los
mencheviques desarrollaron una campaña de agitación por la convocatoria de un Congreso
obrero sin partido, para crear un “amplio partido obrero”. Esta idea fue recogida también
por los mencheviques de Transcaucasia. Consideraban que había que liquidar el partido
revolucionario que trabajaba conspirativamente, que éste no hacía falta al proletariado, que
en su lugar había que crear un partido obrero pacífico, de tipo parlamentario, que podría
existir abiertamente a base de la “Constitución mutilada” y adaptándose a la colaboración
pacífica con la burguesía.
Los liquidadores de Transcaucasia chocaron con la resistencia enérgica del camarada
Stalin, quien ponía en juego entonces todas las fuerzas bolcheviques a fin de fortalecer el
partido ilegal del proletariado.
Las ideas liquidacionistas sobre la convocatoria de un “congreso obrero” fracasaron.
En mayo de 1907, se celebró en Londres el V Congreso del P.O.S.D. de Rusia, en el
que el camarada Stalin representó al grupo bolchevique de la organización de Tiflís. En este
Congreso, los bolcheviques tuvieron la mayoría y, por lo mismo, las resoluciones sobre los
problemas principales fueron aprobadas dentro del espíritu bolchevique. El V Congreso
representó una gran victoria de los bolcheviques en el movimiento obrero.
En sus artículos sobre el Congreso de Londres, el camarada Stalin analizó, ante todo,
el fracaso de la dirección menchevique en el partido “unificado”:
“El menchevismo, que entonces prevalecía en el C.C., no ha sido capaz de dirigir el
Partido. Ha fracasado definitivamente como corriente política. Desde este punto de vista,
toda la historia del C.C. es la historia del fracaso del menchevismo. Y cuando los
camaradas mencheviques nos echan en cara que hemos ‘estorbado’ al C.C., que le ‘hemos
ido con exigencias’, etc., no podemos menos de responder a estos camaradas que nos
vienen con semejante sermoneo: Sí, camaradas, hemos ‘estorbado’ al C.C. en sus
propósitos de violar nuestro programa, de adaptar la táctica del proletariado a los gustos de
la burguesía liberal, y en adelante le estorbaremos también, porque éste es nuestro deber
sagrado”. (Citado según el libro de L. Beria.)
La esencia misma del menchevismo la caracterizó el camarada Stalin con las
siguientes palabras:
“El menchevismo es un conglomerado de corrientes, que no se advierte durante la
lucha de fracción con el bolchevismo, pero que se descubre inmediatamente al plantearse
los problemas tácticos del principio del momento actual”. (Lugar citado.)
Al desenmascarar la tendencia liquidacionista de los mencheviques, el camarada
Stalin demostró cómo sus ideas sobre un congreso obrero sin partido no son más que una
traición directa a la clase obrera, que los mencheviques, “por encargo” de la burguesía
liberal, tratan de decapitar el movimiento obrero.
“Por algo – indicaba – todos los escritores burgueses, comenzando por los
sindicalistas y socialrevolucionarios y terminando por los kadetes y octubristas, se
manifiestan con tanto ardor en pro de un congreso obrero. Siendo todos ellos, como son,
enemigos de nuestro partido, y pudiendo el trabajo práctico de convocatoria del Congreso
obrero debilitar considerablemente y desorganizar al partido, ¿cómo no van a saludar la
“idea del congreso obrero”? (Lugar citado.)
El V Congreso del P.O.S.D. de Rusia terminó con la victoria del bolchevismo sobre
el menchevismo. La fe inquebrantable del camarada Stalin en las fuerzas del bolchevismo
se ha justificado de nuevo. El carácter general y el sentido del Congreso de Londres
consiste, según dijo el camarada Stalin, en que se realizó “la unificación efectiva de los
obreros avanzados de toda Rusia en un partido único extensivo a todo el país, bajo la
bandera de la socialdemocracia revolucionaria”. (“Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.” pág.
105.)
IV

Después del V Congreso, el Partido envió al camarada Stalin a trabajar de un modo


“duradero” en Bakú.
Trabajo “duradero”… En general, esta “duración” se calculaba entonces, por término
medio, en un año de trabajo, y luego venían las reclusiones.
El camarada Stalin trabajó en Bakú cerca del año y medio (bastante más que el
promedio) y pasó ocho meses en la cárcel, desde donde seguía dirigiendo la organización.
Trabajando entre las masas tan activamente como lo hacía el camarada Stalin, el plazo
relativamente largo de su vida “en libertad” sólo se explica por su gran experiencia en el
trabajo conspirativo y por la amplia colaboración de los obreros, quienes le ayudaban a
ocultarse de la gendarmería.
El traslado del camarada Stalin a Bakú obedecía a conveniencias políticas. Bakú era
un gran centro obrero donde se había concentrado toda clase de elementos mencheviques,
como los hermanos Schendrikov, conocidos aventureros y demagogos (no está excluido
que hayan estado al servicio de la policía secreta), que eran allí los líderes mencheviques. Y
a Stalin le cupo en suerte la misión de limpiar Bakú de estos individuos, convirtiéndolo en
un baluarte del bolchevismo. El camarada Stalin cumplió magníficamente esta tarea.
Uno de los miembros activos del Comité de Bakú en aquella época, P. Sakvarelidse,
cuenta en sus memorias: “Dirigía todo el trabajo del Comité de Bakú y su Buró ejecutivo,
al frente del cual se hallaba el camarada Stalin… En los radios funcionaban los
correspondientes comités… El centro de gravedad de toda la lucha ideológica y de
organización, para fortalecer y cohesionar la organización bolchevique, recaía en el
camarada Stalin. En su actividad ponía toda el alma. Dirigía a la vez el periódico ilegal
“Bakinski Rabochi”, cuya edición en aquel período acarreaba grandes dificultades…
Organizaba el trabajo entre los obreros musulmanes (con la ayuda de la organización
“Hummet”); dirigía las huelgas de los obreros petroleros, etc. Realizaba una labor intensiva
para desalojar de los radios obreros a mencheviques y socialrevolucionarios. El camarada
Stalin se dirigía, ante todo, a aquellos radios donde los mencheviques y los
socialrevolucionarios intensificaban sus actividades. Por fin, se quedó en Bibi-Eibat,
entonces ciudadela de los mencheviques de Bakú. Allí, más que en ninguna otra parte,
quedaban restos de partidarios de los Schendrikov, una de las variedades peculiares del
socialismo policíaco. Bajo la dirección del camarada Stalin, los bolcheviques quebrantaron
la influencia de mencheviques y sociarevolucionarios, transformando a Bibi-Eibat en un
radio bolchevique”. (Citado según el libro de libro de L. Beria.)
La organización bolchevique de Bakú creció, se fortaleció y se templó en la lucha
contra el menchevismo, contra los socialrevolucionarios y los nacionalistas, atrayéndose a
la mayoría aplastante de los obreros. Es particularmente aleccionadora en este sentido la
gran campaña por la concertación de un contrato colectivo de trabajo entre los obreros
petroleros y la patronal.
Los bolcheviques de Bakú, dirigidos por el camarada Stalin, desarrollaron una gran
labor de educación política de las masas obreras, logrando llevar la lucha de los obreros
contra los industriales petroleros por el cauce de un movimiento político consciente de
clase contra el zarismo y la burguesía. Así, como resultado de un referéndum especial sobre
la táctica a seguir en dicha campaña, la mayoría de los obreros se declaró en favor de la
táctica staliniana de los bolcheviques, mientras que socialrevolucionarios, “dashnakes” y
mencheviques fracasaron estrepitosamente. A fines de 1907, cuando la reacción enfurecida,
dominaba en toda Rusia, funcionó en Bakú durante dos semanas un parlamento obrero
peculiar, como fue la asamblea de delegados de los yacimientos y destilerías de petróleo,
bajo la presidencia del obrero bolchevique Trónov. Los bolcheviques elaboraban allí las
reivindicaciones obreras que habían de ser presentadas a los patronos y desarrollaban con
amplitud un trabajo de agitación en favor de las consignas íntegras del Partido: jornada de 8
horas de trabajo, confiscación de las tierras de los terratenientes y República democrática.
El camarada Stalin educó al proletariado de Bakú en las gloriosas tradiciones del
bolchevismo, gracias a las cuales el proletariado de Bakú se ha destacado entre los
combatientes de vanguardia, en la lucha por la victoria de la Revolución, por la dictadura
del proletariado y por el Socialismo.
Pero el mismo camarada Stalin aprendió muchísimo en aquel período de su actuación.
“Dos años de actividad revolucionaria entre los obreros de la industria petrolífera –
dice el camarada Stalin – me templaron como luchador práctico y como uno de los
dirigentes prácticos. Puesto en relación con obreros de Bakú tan avanzados como Vazek,
Saratovets y otros, por una parte, y moviéndome en medio de la tempestad originada por
los profundos conflictos entre los obreros y patronos petroleros, por otra parte, conocí, por
primera vez, lo que significaba dirigir a grandes masas obreras. De modo que allí, en Bakú,
recibí mi segundo bautismo revolucionario. Allí me convertí en contramaestre de la
Revolución”. (“Pravda”, 16 de junio de 1926.)
Trabajando directamente en Bakú, el camarada Stalin visitaba con frecuencia Tiflís y
dirigía la lucha de la organización bolchevique de Georgia.
Bajo la dirección del camarada Stalin, en los años tenebrosos de la reacción, los
bolcheviques de Transcaucasia fueron los que se retiraron en mayor orden. Desplegaron un
enorme trabajo de construcción y fortalecimiento de la organización ilegal del Partido y
lucharon por preparar el nuevo asalto contra el absolutismo zarista, adaptándose a las
nuevas condiciones, a las nuevas circunstancias que reinaban en el país, aprovechando las
posibilidades legales y semilegales para la educación marxista-leninista y para la
organización del proletariado.
En marzo de 1908, la policía secreta del zar descubrió las huellas del camarada Stalin
y lo detuvo. Fue recluido durante casi 8 meses en la prisión “Bailov” de Bakú. Pero, aun
desde allí, seguía dirigiendo el Comité de Bakú del Partido y el periódico ilegal
bolchevique “Bakinski Rabochi”.
“En la comuna política de la prisión – cuenta el camarada Sakarelidse – eran
organizadas constantemente discusiones, en las que se examinaban los problemas de la
revolución, de la democracia y del socialismo. Las discusiones, en la mayoría de los casos,
estaban organizadas por iniciativa de los bolcheviques. El camarada Stalin intervenía muy
frecuentemente en ellas, en nombre de la fracción bolchevique, a veces con un informe y
otras veces en calidad de oponente. El camarada Stalin y los demás bolcheviques tenían que
dirigir la organización desde la cárcel. El grupo bolchevique supo establecer enlace con la
organización de Bakú, recibiendo información exacta sobre el trabajo diario y enviando sus
consejos y normas… Desde la prisión, el camarada Stalin dirigía también el periódico de la
organización de Bakú, “Bakinski Rabochi”. En cierta ocasión, todos los materiales de
redacción fueron preparados en la prisión de Bailov”. (Citado según el libro de L. Beria)
Después de casi 8 meses de reclusión, el camarada Stalin fue deportado por dos años
a la provincia de Vologda, a Solvichegodsk.
En el verano de 1909, el camarada Stalin se fugó del destierro y regresó a Bakú,
donde continuó dirigiendo el trabajo ilegal, fortaleciendo, al mismo tiempo, las
organizaciones bolcheviques de Transcaucasia.
Era un período de lucha intensa contra la corriente liquidacionista dentro del Partido,
y el camarada Stalin tuvo que dedicar toda su energía revolucionaria a desenmascarar y
aplastar a los mencheviques, asestando simultáneamente golpes a los socialrevolucionarios
y a otras corrientes políticas enemigas del proletariado.
En octubre de 1909, el camarada Stalin se traslada a Tiflís, donde realiza una gran
labor para organizar la lucha de los bolcheviques de Tiflís contra los liquidadores.
En aquel período, Stalin preparó la convocatoria de la Conferencia de los
bolcheviques de Tiflís y la edición del periódico bolchevique “Tifliski Proletari”.
En un artículo publicado en el primer número de este periódico, el camarada Stalin
escribió:
“¡La gran revolución rusa no ha perecido! ¡Vive! Sólo ha retrocedido y acumula
fuerzas para las poderosas acciones del futuro.
Pues las fuerzas motrices de la revolución, los proletarios y campesinos, viven sanos
y salvos y no quieren ni pueden renunciar a sus reivindicaciones vitales…
Vivimos en vísperas de nuevas explosiones; estamos ante la vieja tarea de derribar el
Poder zarista…
Nuestro deber, el deber de los obreros avanzados, consiste en estar dispuestos a
participar con honor en los gloriosos combates del porvenir por la República, por los
derechos del proletariado.
A nosotros, y solamente a nosotros, a los obreros avanzados, nos incumbe, como en
1905, la misión de dirigir la revolución y de encauzarla por la senda de la victoria total…
Nosotros, y solamente nosotros, los obreros avanzados, lo mismo que en 1905,
debemos agrupar a los campesinos en torno a las reivindicaciones revolucionarias…
Y para todo esto, necesitamos un Partido único y vigoroso, capaz de tomar sobre sus
hombros la preparación de todas las fuerzas combatientes del proletariado para las batallas
futuras…
¡Manos a la obra pues, pues, camarada lector, en el trabajo común por preparar las
fuerzas del proletariado de Tiflís, para las acciones enérgicas del porvenir!”. (Lugar citado.)
El período de Bakú tiene una gran importancia también para la actuación política del
camarada Stalin, que no sin razón lo caracterizaba como el período en el cual llega a ser
contramaestre de la revolución.
El proletariado de Bakú era industrial, compuesto, además por muchas
nacionalidades: rusos, azerbaidzhanos, georgianos y armenios. Trabajaban allí muchos
persas. En los alrededores de la ciudad, mejor dicho, de los yacimientos petrolíferos, vivía
una población campesina que odiaba a los colonizadores rusos. Los funcionarios zaristas
azuzaban a los azerbaidzhanos contra los armenios, y viceversa, organizando de vez en
cuando matanzas recíprocas.
Los dueños de los yacimientos eran tiburones internacionales como Rotschild, Nóbel,
Shibáew (compañía inglesa), Mantáshev, y otros. De hecho, la industria de Bakú se hallaba
supeditada al capital extranjero.
Muchos cabecillas de las corrientes oportunistas y de los partidos nacionalistas, que
trabajaban en las empresas, eran sin duda agentes secretos del capital extranjero.
En este laberinto intrincado de contradicciones, sólo podía orientarse un dirigente
político altamente dotado, que supiera perfectamente qué es lo que persigue, y que supiera
indicar a las masas obreras que los objetivos por él señalados son precisamente los que más
convienen al proletariado, y que los métodos por él propuestos son los más ventajosos para
la lucha.
Semejante dirigente político era precisamente el camarada Stalin. Por esto es por lo
que el proletariado de Bakú siguió al camarada Stalin en la lucha contra el zarismo y el
capitalismo, haciendo de él su dirigente más querido. Bajo su dirección, recorrió el camino
glorioso de una lucha heroica, en la primera línea del movimiento revolucionario de toda
Rusia.
En marzo de 1910, el camarada Stalin fue detenido una vez más, y después de
algunos meses de reclusión, desterrado nuevamente a Solvichegodsk.
Durante los años más duros de la reacción y del descenso del movimiento
revolucionario, a pesar de las frecuentes detenciones y destierros, el camarada Stalin toma
una parte cada vez más activa en la dirección de toda la minoría bolchevique.
Apoya enteramente el plan de Lenin para el resurgimiento y el fortalecimiento del
Partido mediante la creación de un bloque, basado en principios, de bolcheviques y
mecheviques-plejanovistas, los cuales luchaban por aquel entonces contra los liquidadores
y defendían la necesidad de mantener un partido clandestino. En su carta dirigida desde el
destierro en Solvichegodsk, el 31 de diciembre de 1910, el camarada Stalin decía: “A mi
modo de ver, la línea del bloque (Lenin-Plejánov) es la única acertada: 1) esta línea y sólo
ella es la que responde a los verdaderos intereses de la actuación dentro de Rusia, que exige
la cohesión de todos los elementos que verdaderamente están con el Partido; 2) esta línea y
sólo ella es la que acelera el proceso de liberación de las organizaciones legales del yugo de
los liquidadores, abriendo un foso entre los obreros mencheviques y los liquidadores y
poniendo en dispersión y aplastando a éstos”. (Citado según la “Historia del P.C.(b) de la
U.R.S.S.”, pág. 160).
Contrariamente al bloque de partido de Lenin y Plejánov, de los bolcheviques y el
grupo de mencheviques defensores del Partido, bloque basado en principios, Trotski
comenzó a formar su bloque de enemigos del Partido revolucionario ilegal, el Bloque de
Agosto, falto de principios, contario al Partido, bloque de los liquidadores de todos los
matices.
El camarada Stalin se pronunció decididamente por el apoyo a Lenin en su lucha
contra la aventura trotskista. En la carta arriba mencionada, desde el destierro en
Solvichegodsk, el camarada Stalin escribió:
“El bloque trotskista… es algo podrido y sin principios, una amalgama manilovista
de principios heterogéneos, un anhelo impotente de gentes sin principios que buscan un
“buen” principio. La lógica de las cosas es, por su naturaleza, regida estrictamente por
principios, y no sufre amalgamas”.
Apoyando a Lenin, solidarizándose con él por completo, el camarada Stalin publica
en el núm. 11 de “El Socialdemócrata”, órgano central del Partido, su “Carta del Cáucaso”
en la que rebate a los liquidadores, a los trotskistas y a los “conciliadores”, llamando a
acabar con la situación anormal creada en la fracción bolchevique como consecuencia de la
conducta traidora de Kámenev, Zinóviev y Ríkov.
Paralelamente a esto, el camarada Stalin propugnó una serie de tareas del día con el
fin de realizar la línea leninista del Partido, a saber: convocatoria de una Conferencia
general del Partido, publicación de un periódico legal de éste, destinado a toda Rusia, y
creación de un centro clandestino para la actuación práctica en Rusia.
En 1911, el camarada Stalin se evade nuevamente del destierro, y esta vez, por
decisión del C.C. del Partido, se queda en Petersburgo. Muy pronto, le vuelven a detener y
desterrar a la provincia de Vologda.
Entre la dirección del P.O.S.D. de Rusia reinaba la mayor dispersión. En los centros
directivos del Partido, Lenin estaba muy a menudo en minoría. En estas condiciones
difíciles de intensa lucha de Lenin contra los oportunistas y conciliadores, el camarada
Stlain era el partidario constante e invariable de Lenin a través de todas las vicisitudes del
Partido. A lo largo de toda su actividad, el camarada Stalin no se apartó una sola vez de
Lenin, en sus posiciones teóricas, de principios, lo mismo que en toda su labor práctica.
Con su trabajo ideológico y de organización, el camarada Stalin facilitó en grado sumo la
lucha de Lenin contra los elementos vacilantes que habían perdido la fe en el bolchevismo,
y, en realidad, dirigía las organizaciones bolcheviques de Rusia.
Después de que los liquidadores se quitaron la careta, comenzando a destruir de una
manera descarada el Partido y a pasar a la legalidad; después de que los “conciliadores” de
todos los colores y el trotskismo fueron desenmascarados, la obra de reorganización y
fortalecimiento del partido revolucionario ilegal adquirió un ritmo rápido. Se formó la
Comisión de Organización de Rusia, con Sergo Ordzhonikidze a su frente, desarrollando a
la manera leninista los trabajos preparatorios para la convocatoria de una Conferencia
general del Partido, llevando así a efecto la tarea que el camarada Stalin había propugnado
todavía a principios de 1910. Lenin señaló con mucha satisfacción que ahora “la
locomotora ha sido levantada y colocada sobre los rieles”. (Lenin, Obras completas, t. XV,
pág. 293, ed. rusa.)
En su carta desde el destierro de Solvichegodsk, el camarada Stalin decía:
“Me quedan seis meses. Terminado el plazo, estoy completamente a vuestro servicio.
Si realmente es aguda la necesidad de trabajadores, puedo levar anclas en el acto”.
Y en efecto, poco más tarde, el camarada Stalin “levó anclas”.
La Conferencia de Praga (enero de 1912) hizo el balance de toda la lucha contra toda
clase de liquidadores. En cuanto hubo terminado con los restos de la unificación,
formalmente mantenida, con los mecheviques-liquidadores, y expulsados éstos del Partido,
la Conferencia dio forma a la existencia independiente del Partido bolchevique.
“Esta Conferencia – dijo el camarada Stalin, en el XV Congreso del P.C.(b) de la
U.R.S.S. – tuvo una importancia grandísima en la historia de nuestro Partido, pues deslindó
los campos entre los bolcheviques y los mencheviques y unió a las organizaciones
bolcheviques de todo el país en un Partido bolchevique único”.
V

La Conferencia de Praga eligió al camarada Stalin, ausente de ella, como miembro


del C.C. del P.O.S.D. de Rusia. Ahora, el camarada Stalin se hallaba al frente del Buró ruso
del C.C. del Partido, el centro directivo de toda la labor práctica del Partido en Rusia. Por
encargo del C.C. recorrió las regiones más importantes de Rusia y organizó allí la lucha por
el cumplimiento de las decisiones de la Conferencia de Praga. El camarada Stalin desarrolló
los trabajos preparatorios para la celebración del 1° de mayo, dirigió el semanario
“Sviesdá” (“La Estrella”), que empezó a publicarse por iniciativa suya; organizó el
movimiento de huelgas políticas que estalló en relación con la matanza del Lena y preparó
la fundación de un diario bolchevique de masas, de “Pravda”.
La “Pravda” formaba los cuadros de combatientes revolucionarios. Detrás de este
periódico, se encontraban decenas y centenares de miles de obreros. “Sobre la “Pravda” del
año 1912 – dijo el camarada Stalin –, se cimentó el triunfo del bolchevismo en 1917”. Los
primeros en echar estos cimientos fueron Lenin y Stalin.
La Ojrana buscaba con empeño al camarada Stalin. Cuando, en abril de 1912, el
camarada Stalin, junto con Sergo Ordzhonikidze, se dirigía de Moscú a Petersburgo, el
coronel de la gendarmería telegrafió al Departamento de policía: “El 9 de abril partieron de
la estación de Nikoláiev, en el tren núm. 8, de Moscú a Petersburgo, los dirigentes del
Centro, los socialdemócratas Sergo y Koba. Vigilad. Es deseable la liquidación, pero ésta
es admisible solamente por medio de los agentes locales, sin indicar la fuente de Moscú”.
Pero, también esta vez, el camarada Stalin burló la vigilancia de los sabuesos zaristas.
El 10 de abril, el jefe de la Ojrana de Petersburgo informaba al Departamento de policía:
“Sergo”, que ha llegado en el indicado tren, es vigilado. Pero Koba no estaba en dicho
tren”.
Lenin estaba muy intranquilo por la situación del camarada Stalin. En su carta del 28
de marzo de 1912, Lenin pregunta con manifiesta alarma: “No hay nada de Ivanovich
(Stalin). ¿Cómo va? ¿Dónde está? ¿Cómo está?”
A fines de abril de 1912, el camarada Stalin fue nuevamente detenido. Esta vez ya es
desterrado por cuatro años al territorio de Narim. En septiembre del mismo año, 1912, el
camarada Stalin se evade de Narim, y en septiembre regresa a Petersburgo, donde vuelve a
ponerse al frente del Buró ruso del C.C. del Partido y de la redacción del “Pravda”.
Bajo la dirección del camarada Stalin, se desarrolló la campaña electoral del Partido
bolchevique para la elección de la IV Duma. Fue él quien escribió el conocido “Mandato de
los obreros petersburgueses a su diputado obrero”, en el cual formuló el programa electoral
del Partido bolchevique.
Lenin concedió una gran importancia a este Mandato. Uno de los ejemplares de este
documento lleva la siguiente nota hecha personalmente por Lenin: “¡devolverlo sin falta!
No ensuciarlo, es importante en extremo conservar este documento”.
En señal de protesta contra las llamadas “enmiendas” de las leyes electorales,
mediante las cuales intentaron las autoridades zaristas anular la elección de los delegados
de toda una serie de fábricas y talleres, el Comité de Petersburgo, por indicación del
camarada Stalin, organizó como protesta una huelga política de masas de los obreros de la
capital. Como resultado, el gobierno zarista no sólo anuló sus “enmiendas”, sino que
incluso amplió la lista de las empresas en las que se concedía a los obreros el derecho a
participar en las elecciones. Durante esta huelga, el camarada Stalin, a pesar de encontrarse
en la clandestinidad, intervino personalmente en los mítines-relámpago de una serie de
fábricas.
Los bolcheviques triunfaron sobre los liquidadores en la campaña electoral: en las
seis provincias en que los obreros gozaron del derecho a elegir un diputado para la Duma,
fueron designados candidatos bolcheviques, representando, en total, a las cuatro quintas
partes del proletariado de Rusia.
Este triunfo fue obtenido en condiciones sumamente difíciles. El camarada Stalin
dirigía la campaña electoral en nombre del Partido, hallándose en la ilegalidad. Tuvo que
luchar no sólo contra las centurias negras, los octubristas y los kadetes, sino también contra
los infinitos enemigos del bolchevismo dentro del movimiento obrero: los liquidadores, los
trotskistas, los “vperiodistas”, los plejanovistas, los anarquistas, etc. Se tuvo que encontrar
a los hombres necesarios, empujarlos, alentarlos, estimularlos, y, lo que era principal,
orientar en el terreno de la organización y obligar a trabajar. He aquí en qué condiciones los
bolcheviques, dirigidos por el camarada Stalin, obtuvieron el triunfo en la curia obrera.
Los diputados bolcheviques de la IV Duma del Estado trabajaban bajo la dirección el
C.C. del Partido. Lenin atribuía una gran importancia a la actividad de los diputados
bolcheviques. El camarada Stalin fue el que orientó directamente su labor. Los dirigió en la
formación de una fracción socialdemócrata común, al redactar su declaración, al preparar
las intervenciones ante la Duma, y organizaba su actividad fuera de la Duma.
A fines de 1912, por iniciativa del camarada Stalin fue convocado en Cracovia un
Pleno ampliado del C.C. con la participación de los diputados obreros de la Duma y los
activistas del Partido. Este Pleno transcurrió bajo la dirección de Lenin y con la más activa
participación del camarada Stalin.
En febrero de 1913, en pleno apogeo de la gran labor en el cumplimiento de los
acuerdos del Pleno de Cracovia, el camarada Stalin es nuevamente detenido en Petersburgo
y, unos meses más durante cuatro años, y sólo obtiene la libertad después de la revolución
de febrero, en marzo de 1917.
La Ojrana y la gendarmería zarista conocían muy bien la actividad del camarada
Stalin. Digamos de paso que todavía en marzo de 1910, el jefe de la gendarmería de Bakú,
al referirse al camarada Stalin, escribió que
“en vista de su tenaz participación en la actividad de los partidos revolucionarios en
los cuales él siempre ha ocupado un lugar destacado a pesar de todas las medidas de
carácter administrativo adoptadas; en vista de sus dos evasiones del destierro, por lo cual no
cumplió ninguna de las penas que le fueron impuestas, considero que se hace preciso tomar
medidas más rigurosas: a deportación por 5 años a los lugares más apartados de Siberia”.
(Citado según el libro de L. Beria.)
Yo quisiera que los lectores, sobre todo los jóvenes, se fijaran atentamente en la vida
y en la actuación del camarada Stalin en la ilegalidad: Trabajo clandestino. Detención.
Cárcel. Destierro. Evasión. Y nuevamente trabajo clandestino, la detención, la cárcel, el
destierro, etc., etc.
¡Qué “sencillo” y “corriente”! Pero ese cuadro “prosaico” oculta una encarnizada
lucha de clases.
Todo el enorme aparato zarista arrollaba implacablemente a los valientes que osaban
contraponerle las fuerzas organizadas del proletariado. Se arrojaba, claro está, de una
manera especial contra quienes se imponían como misión de su vida la de derrocar el
absolutismo de los zares y el capitalismo.
Si el camarada Stalin hubiera narrado solamente las actividades más habituales de su
vida, sus condiciones de existencia, sus encuentros con diferentes personas, etc., podría
resultar el más interesante relato, saturado de romanticismo revolucionario, en el que los
momentos cómicos se transforman con frecuencia, de un modo maravillosamente rápido,
en episodios trágicos, en los que se exige del hombre no sólo firmeza de carácter y una
voluntad férrea, sino también un heroísmo constante; cualidades que, en esencia, son las
que precisamente ha conservado el camarada Stalin.
Se puede decir sin exageración que el camarada Stalin es uno de los sucesores
directos de los mejores hijos del pueblo ruso, como Belinski, Dobroliubov, Chernishevski y
otros. Y no sólo porque supo convertir en realidad, basándose en el marxismo-leninismo,
los mejores sueños y anhelos de estos hombres, sino también por la formación de su vida:
intransigencia frente a la situación entonces vigente, odio proletario hacia las clases
dominantes, lucha directa y perenne contra los opresores.
La comprensión amplia y profunda de toda la vida social, en todas sus
manifestaciones, incluso en la literatura y las artes, se reflejaba directamente en las
actividades clandestinas del camarada Stalin, en su lucha contra el zarismo y contra el
capitalismo.
He aquí lo que se oculta bajo la “crónica” seca e impasible. He aquí por qué nos es
tan querida esta “crónica”. Pues ella testimonia la cúspide de la nobleza humana y en ella
vemos los mejores rasgos del hombre, del revolucionario ruso.
Después de los acontecimientos del Lena, la ola del movimiento revolucionario del
proletariado iba subiendo. En la primera mitad de 1914, las manifestaciones obreras se
hicieron muy frecuentes. En Petersburgo y en toda una serie de grandes ciudades, fueron
levantadas barricadas. El periódico más reaccionario, “Novoie Vremia”, escribía, poseído
de alarma:
“En los días de julio de 1914 se observa por todas partes una efervescencia
extraordinaria; se sienten profundas conmociones, que recuerdan los años rojos de 1905-
1907”.
Pero, en 1914, el ascenso de la Revolución fue interrumpido por el comienzo de la
guerra mundial imperialista. El gobierno zarista se aprovechó de la guerra para arrojarse
con todas sus fuerzas contra el Partido bolchevique y el movimiento obrero.
VI

Todos los partidos oportunistas, en la Europa Occidental lo mismo que en Rusia,


desde el comienzo mismo de la guerra imperialista, se pusieron abiertamente al lado de sus
gobiernos. Y en aquel momento de delirio chovinista general, sólo Lenin, sólo el Partido
bolchevique, puso en alto la bandera del internacionalismo. El camarada Stalin, hallándose
desterrado, apoyó y defendió plenamente las posiciones de Lenin en los problemas de la
guerra, de la paz y de la revolución, en el terreno de la teoría y de la táctica, replicando
desde su destierro a las ideas oportunistas de algunos afiliados de nuestro Partido.
El camarada Stalin escribe desde su destierro a Lenin (en 1915), interviene en la
asamblea de los deportados bolcheviques, en la aldea Monastiskoie (1915), y condena la
conducta cobarde y traidora de Kámenev ante los tribunales, con motivo del proceso contra
los diputados bolcheviques de la IV Duma del Estado.
Al saludar, juntamente con un grupo de deportados bolcheviques, la aparición de la
revista bolchevique legal “Problemas del seguro”, el camarada Stalin escribía en 1916, que
las tareas de esta revista consistían en “poner todas las fuerzas y energías al servicio
también del seguro ideológico de la clase obrera de nuestro país contra la prédica
profundamente perversa, antiproletaria de los señores Potrésov, Levitski y Plejánov que
contradice radicalmente a los principios del internacionalismo”.
La guerra imperialista evidencia la debilidad económica de Rusia, a su atraso técnico
y la completa incapacidad del gobierno zarista para dirigir las operaciones militares. Pese a
la enorme firmeza y al heroísmo del ejército ruso, éste sufría derrota tras derrota.
La desorganización y la ruina de la economía nacional iba en aumento, poniendo al
ejército, que sufría una falta crónica de municiones, en situación sumamente penosa.
En aquel momento, no ya sólo el Partido de Lenin y Stalin, el Partido bolchevique,
sino también las mismas clases dominantes vieron que el régimen zarista estaba en
completa bancarrota.
La situación de la clase obrera, especialmente en lo que se refiere al abastecimiento,
empeoraba gravemente. Su descontento crecía.
Todo esto socavó profundamente el régimen zarista, haciéndolo inestable.
Y entonces se manifestaron los resultados de largos años de actividad del Partido
bolchevique, del Partido creado y educado amorosamente por Lenin y Stalin.
El primero en alzarse fue el proletariado de Petrogrado. Estalló la revolución de
febrero. Los bolcheviques dirigían la lucha directa de las masas en la calle.
En marzo llegó del destierro el camarada Stalin, y no sólo de hecho, sino también
como miembro efectivo del C.C., se puso al frente del Partido que impulsaba la revolución.
En aquellos días se había establecido en el país una dualidad de poderes:
paralelamente al gobierno burgués provisional funcionaba otro gobierno: el Soviet de
Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado.
Al día siguiente de su llegada, el camarada Stalin escribía en las columnas de
“Pravda”:
“Para aniquilar el antiguo Poder, era suficiente la unión temporal de los obreros y
soldados sublevados. Ya que es de por sí evidente que las fuerzas de la revolución rusa
residen en la alianza de los obreros y de los campesinos, vestidos de uniforme militar.
Pero para conservar los derechos conquistados y seguir desarrollando la revolución,
no es suficiente, de ningún modo, sólo la unión temporal de los obreros y soldados.
Para ello es indispensable que esta unión sea consciente y firme, duradera y tenaz, lo
suficientemente tenaz para contrarrestar los intentos provocadores de la contrarrevolución.
Puesto que es evidente para todos que la garantía de la victoria definitiva de la revolución
rusa está en asegurar la unión del obrero revolucionario con el soldado revolucionario.
Los órganos de esta unión son precisamente los Soviets de Diputados Obreros y
Soldados.
Y cuanto más estrechamente estén cohesionados estos Soviets, cuanto más
sólidamente estén organizados, tanto más eficaz será el Poder revolucionario del pueblo
revolucionario, del cual es encarnación; tanto más reales serán las garantías contra la
contrarrevolución.
Fortalecer estos soviets, extenderlos por todas partes, enlazarlos entre sí, dirigidos por
el Soviet Central de Diputados Obreros y Soldados, como órgano del Poder revolucionario
del pueblo; he aquí en qué sentido deben realizar sus actividades los socialdemócratas
revolucionarios”. (Lenin y Stalin, Obras escogidas, 1917, págs. 10-11, ed. rusa.)
VII
El 3 (16) de abril volvió a Rusia Lenin, y el 7 (20) se publicaron sus Tesis de Abril,
que abrieron amplias perspectivas para hacer más profunda aún la lucha revolucionaria. Por
primera vez en la Historia, se planteaba como tarea práctica el paso de la revolución
burguesa a la proletaria, a la lucha por el socialismo.
El 24 de abril, la VII Conferencia (Conferencia de Abril) de los bolcheviques de toda
Rusia, por la mayoría aplastante, aprobó la línea de Lenin.
Ante esta Conferencia, hizo el camarada Stalin un informe sobre el problema
nacional. Denunciando la política de saqueo del Gobierno Provisional y de los
conciliadores, mencheviques y socialrevolucionarios, que querían eternizar un chovinismo
de gran potencia, desarrolló el programa marxista-leninista sobre el problema nacional.
“Nuestro punto de vista sobre el problema nacional se reduce a los principios
siguientes: a) Reconocer el derecho de cada pueblo a la separación; b) para los pueblos que
continúen en los confines de un Estado determinado, la autonomía regional; c) para las
minorías nacionales, leyes especiales, que les aseguren libertad de desarrollo; d) para los
proletarios de todas las nacionalidades de un Estado determinado, una organización
proletaria única e indivisible, un partido único” (Stalin, “El marxismo y el problema
nacional-colonial”, pag. 67, ed. Rusa.)
En la Conferencia de Abril, Stalin sostuvo enérgicamente los principios leninistas
sobre todos los problemas de la revolución, rebatiendo duramente a Kámenev, Zinóviev,
Ríkov, Piatakov, Bujarin y otros oportunistas, que intentaban desviar al Partido de las
posiciones leninistas.
La Conferencia de Abril planteó ante el Partido Bolchevique tareas de enorme
trascendencia: explicar a las masas, con paciencia de un modo insistente y sistemático, el
carácter imperialista del Gobierno Provisional, descubriendo la táctica traidora de los
socialrevolucionarios y mencheviques, demostrando a las masas, por su propia experiencia
en la lucha, que no era posible que el pueblo consiguiera la paz, ni la tierra, ni el pan, sino
se instauraba el Poder de los Soviets.
La agitación bolchevique abría los ojos a los obreros y a los soldados, les ayudaba a
orientarse en los acontecimientos que tenían lugar, a llegar a comprender su actitud ante la
guerra y ante sus verdaderos instigadores.
Las manifestaciones de abril, mayo y junio de 1917 contra la guerra expresaban el
descontento por la política del Gobierno Provisional. El Partido bolchevique estaba al
frente de este movimiento de las masas, dándole un carácter organizado y consciente.
“¡Mañana ondearán las banderas de la victoria, para espanto de los enemigos de la
libertad y del socialismo!
¡Vuestra llamada, llamada de combatientes de la revolución, ha de correr por todo el
mundo para júbilo de todos los oprimidos y esclavizados!
Allí, en Occidente, en los países beligerantes, se enciende ya la aurora de una nueva
vida, la aurora de la gran revolución obrera. ¡Vuestros hermanos de Occidente sabrán
mañana que en vuestras banderas o les lleváis, sino la paz; no la esclavitud, sino la
liberación!
¡Obreros! ¡Soldados! ¡Echad vuestras manos fraternales, y adelante bajo la bandera
del socialismo!
¡Todos a la calle, camaradas!
¡Formad apretado círculo en torno a vuestras banderas!
Marchad en filas compactas por las calles de la capital.
Manifestad serena y firmemente vuestros anhelos:
¡Abajo la contrarrevolución!
¡Abajo la Duma zarista!
¡Abajo el Consejo de Estado!
¡Abajo los diez ministros capitalistas!
¡Todo el Poder para los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos!”.
(Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, pág. 181, ed. Rusa)
La manifestación de junio desfiló con las consignas bolcheviques formuladas por
Stalin en aquella proclama.
El Partido hizo un gran trabajo entre los soldados, tanto en el frente como en la
retaguardia. Se crearon organizaciones militares del Partido, adjuntas al Comité Central, y
en muchas grandes ciudades. Se editaron periódicos especiales: “Soldatskaia Pravda” y
“Ocopnaia Pravda”, que llevaban conciencia y organización a la lucha de las masas de
soldados.
El camarada Stalin dedicaba gran atención a estos periódicos, no sólo en el sentido de
su dirección general, sino participando directamente en ellos. Sobre todo, escribió mucho
en la “Soldatskaia Pravda”.
Los periódicos bolcheviques eran muy populares en el frente y en la retaguardia. Las
masas de soldados se liberaban rápidamente de las ilusiones defensistas.
Más difícil les era a los bolcheviques el trabajo en las unidades nacionales. No sólo
tenían que actuar allí contra el chovinismo de gran potencia, sino también contra el
nacionalismo local, lo cual exigía una línea exactamente bolchevique en el problema
nacional.
Stalin expuso esta línea en su informe ante la Conferencia de las organizaciones
militares del Partido de toda Rusia, el 16 de junio de 1917. En la resolución adoptada por la
Conferencia a propuesta suya, resolución que sirvió de base para el trabajo ulterior del
Partido en las unidades formadas por elementos nacionales, leemos:
“La Conferencia está firmemente convencida de que, sólo reconociendo enérgica y
definitivamente el derecho de cada nacionalidad a la autodeterminación, sólo
reconociéndolo en la práctica, y no únicamente de palabra, se puede afirmar entre los
pueblos de Rusia una confianza fraternal y abrir así el camino para su unificación efectiva,
para su unificación voluntaria, y no impuesta por la violencia, a fin de formar un conjunto
estatal único”.
El Gobierno Provisional, apoyado por mencheviques y socialrevolucionarios,
continuaba la guerra imperialista. Lanzó a los soldados a una ofensiva, calculando que,
cualquiera que fuese el resultado, conseguiría por aquella aventura que todo el Poder
quedara en manos de la burguesía.
Los rumores sobre la preparación de la ofensiva, sobre la implantación de la pena de
muerte en el frente, sobre el acuerdo de descargar Petrogrado de obreros y soldados
revolucionarios, etc., todas aquellas medidas, que tenían por objeto fortalecer el Gobierno
Provisional contrarrevolucionario, hicieron que los obreros y los soldados salieran de nuevo
a la calle. Centenares de miles de manifestantes se dirigieron en los días de julio hacia el
Soviet de Petrogrado y hacia el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia,
exigiendo que tomaran el Poder en sus manos y pusieran término a la guerra imperialista.
Las masas trabajadoras veían claramente que la burguesía, y con ella mencheviques y
socialrevolucionarios, querían liquidar la revolución con ayuda de los generales zaristas.
Los bolcheviques plantearon en forma clara y tajante a las masas revolucionarias este
dilema: O vence plenamente la contrarrevolución, o se hace una nueva revolución.
La manifestación de obreros y soldados, el 3-5 de julio, en Petrogrado, fue tiroteada.
El Partido bolchevique, en realidad, fue declarado al margen de la ley. Había terminado el
período de la dualidad de poderes.
Del 26 de julio al 3 de agosto, se celebró el VI Congreso del Partido bolchevique.
Transcurrió en la clandestinidad. Lenin no asistió a él. Perseguido por el Gobierno de
Kerenski, tenía que vivir oculto. El Congreso trabajó bajo la dirección inmediata de Stalin,
a base de directivas dadas por Lenin.
El VI Congreso del Partido tiene gran importancia histórica. Encauzó la actividad del
Partido hacia la preparación práctica de la insurrección armada. La atención del Congreso
se concentró en dos informes del camarada Stalin: el informe político del C.C. y el informe
sobre la situación política.
“Antes de pasar a informar sobre la actividad política del C.C. durante los dos meses
y medio que acaban de transcurrir – decía Stalin –, creo necesario subrayar el hecho
fundamental que ha determinado la labor del C.C. Me refiero al desarrollo que ha adquirido
nuestra revolución, que plantea el problema de la intervención en las relaciones económicas
y el de la forma de control sobre la producción; que plantea la entrega de la tierra a los
campesinos, el paso del Poder de las manos de la burguesía a las de los Soviets de
Diputados Obreros y Soldados. Todo esto determina la gran profundidad de nuestra
revolución que ha empezado a caracterizarse como revolución socialista, como revolución
obrera”.
En su informe sobre la situación política, el camarada Stalin desarrolló los problemas
de táctica del Partido en relación con el cambio de la situación política que se había
producido en el país después del 3-5 de julio. Fin de la dualidad de poderes, orden de
detención contra Lenin, leyes de excepción contra los bolcheviques, disolución de las
unidades revolucionarias de la guarnición de Petrogrado y de la Guardia Roja: todo ello
demostraba que había terminado el período de desarrollo pacífico de la revolución.
“Hasta el 3 (16) de julio – dice el camarada Stalin –, era posible una victoria pacífica,
era posible que el Poder pasara pacíficamente a manos de los Soviets. Si el Congreso de los
Soviets hubiera acordado tomar el Poder, los kadetes, creo yo, no se habrían atrevido a
manifestarse abiertamente en contra de los Soviets, porque semejante actitud habría estado
de antemano condenada al fracaso. Pero ahora, cuando la contrarrevolución se ha
organizado y se ha hecho más fuerte, decir que los Soviets, porque semejante actitud habría
estado de antemano condenada al fracaso. Pero ahora, cuando la contrarrevolución se ha
organizado y se ha hecho más fuerte, decir que los Soviets pueden por vía pacífica tomar el
Poder, es hablar por hablar. El período pacífico de la revolución ha terminado; empieza el
período no pacífico, el período de los choques y de las explosiones”.
En el VI Congreso del Partido, el camarada Stalin rebatió en forma decisiva la salida
trotskista de Preobrazhenski, sobre la imposibilidad de la victoria del socialismo en Rusia
sin una revolución proletaria en Occidente.
“No está excluida la posibilidad – indicaba entonces el camarada Stalin – de que
precisamente Rusia sea el país que trace el camino hacia el socialismo. Ningún país ha
gozado hasta ahora de la libertad que ha habido en Rusia, ningún otro ha probado a poner
en práctica el control de los obreros sobre la producción. Además, la base de nuestra
revolución es más amplia que en la Europa occidental, donde el proletariado está cara a
cara con la burguesía, en completa soledad. En nuestro país, apoyan a los obreros los
sectores más pobres de los campesinos… Hay que arrojar a un lado la caduca idea de que
sólo Europa puede indicarnos el camino. Existe un marxismo dogmático y un marxismo
creador. Yo piso el terreno de este último”.
Bujarin, que habló en este Congreso, expuso a su vez puntos de vista trotskistas,
afirmando que los campesinos eran defensistas, que formaban un bloque con la burguesía y
que de ningún modo seguiría a la clase obrera.
Rebatiendo enérgicamente estos puntos de vista, el camarada Stalin decía que hay
diferentes clases de campesinos, que había campesinos ricos, que efectivamente apoyaría a
la burguesía imperialista y perderían con la revolución socialista, pero que había también
campesinos pobres que son aliados de la clase obrera y le apoyaban en la lucha por el
triunfo de la revolución socialista.
El Congreso rechazó todas las enmiendas de Preobrazhenski, Bujarin y otros
oportunistas, y aprobó el proyecto de resolución del camarada Stalin.
De este modo, llevando a la práctica las indicaciones de Lenin, Stalin agrupó
estrechamente al Congreso del Partido en torno a la tarea fundamental: derrocar el
Gobierno burgués e implantar el Poder de los obreros y campesinos pobres.
La contrarrevolución burguesa, que había crecido al amparo de los mencheviques y
socialrevolucionarios, se hacía cada vez más descarada.
Pero también crecía las fuerzas de la revolución.
La atmósfera revolucionaria estaba cada vez más caldeada en el país. De día en día
aumentaba la mayoría de los bolcheviques en los Soviets de Diputados Obreros y Soldados
en Petrogrado y en Moscú.
“La revolución no ha muerto – escribía el camarada Stalin en una proclama dirigida a
todos los trabajadores, a todos los obreros y soldados de Petrogrado –, no ha hecho más que
ocultarse manteniéndose en acecho para después, habiendo reunido nuevos partidarios,
arrojarse con nuevas fuerzas sobre sus enemigos…
¡Habrá nuevos combates!
¡Habrá nuevas victorias!
¡El secreto está en afrontar con honor y de una manera organizada los combates
inminentes!
¡Obreros! Os ha correspondido el honroso papel de dirigentes de la revolución rusa.
Agrupad las masas a vuestro alrededor y reunidlas bajo la bandera de nuestro Partido.
Recordad que, en los difíciles momentos de los días de julio, cuando los enemigos del
pueblo disparaban contra la revolución, el Partido bolchevique fue el único que no
abandonó los barrios obreros. No olvidéis que, en aquellos días difíciles, mencheviques y
socialrevolucionarios estaban con los que aniquilaban y desarmaban a los obreros.
¡Venid bajo nuestra bandera, camaradas!
¡Campesinos! Vuestros dirigentes no han justificado las esperanzas que en ellos
cifrabais. Se han ido tras la contrarrevolución, y vosotros seguís sin tierra, porque mientras
domine la contrarrevolución no recibiréis las tierras de los terratenientes. Los obreros son
vuestros únicos aliados fieles. Sólo en alianza con ellos obtendréis la tierra y la libertad.
¡Agrupaos, pues, junto a los obreros!
¡Soldados! La fuerza de la revolución está en la unión entre el pueblo y los soldados.
Los ministros se suceden, pero el pueblo queda. ¡Permaneced siempre al lado del pueblo y
luchad en sus filas!” (Lenin y Stalin, “Obras escogidas, 1917”, pag. 235, ed. Rusa.)
El Partido bolchevique daba cohesión a las masas de obreros y campesinos,
encaminándolas a hacer más honda la revolución, desenmascarando sistemáticamente las
maquinaciones y los actos de la contrarrevolución.
En su artículo “Contra la reunión de Moscú”, el camarada Stalin explicaba lo que la
burguesía trataba de conseguir convocándola.
“Convocar una reunión de comerciantes e industriales, de terratenientes y banqueros,
de miembros de la Duma zarista y de mencheviques y socialrevolucionarios ya
domesticados, para conseguir que esta asamblea, declarada “Conferencia de Estado”,
apruebe la política del imperialismo y de la contrarrevolución, cargando el peso de la
guerra sobre los hombros obreros y campesinos: ésta es la “salida” para la
contrarrevolución…
No es difícil comprender que, en semejantes circunstancias, la reunión convocada de
Moscú para el 12 de agosto no puede menos de convertirse en un órgano de complot de la
contrarrevolución contra los obreros, a los que amenazan con lock-outs y paro forzoso;
contra los campesinos, a los que no ‘no dan’ la tierra; contra los soldados, a los que se priva
de la libertad que ha conquistado en los días de la revolución; en un órgano de conspiración
encubierto por ‘frases socialistas’ de los socialrevolucionarios y mencheviques, que apoyan
esa reunión”. (Lugar citado, pág. 300.)
Por eso los obreros avanzados deben:
“1) Arrancar a la conferencia la máscara de representación popular, poniendo de
manifiesto su carácter contrarrevolucionario, antipopular.
2) Desenmascarar a los mencheviques y sociarevolucionarios, que cubren esta
reunión con la bandera de la ‘salvación de la revolución’ e inducen a engaño a los pueblos
de Rusia.
3) Organizar mítines de masas como protesta contra esa maniobra
contrarrevolucionaria de los ‘salvadores’… de las ganancias de terratenientes y capitalistas.
Sepan los enemigos de la revolución que los obreros no se dejarán engañar, que no
soltarán de sus manos la bandera de combate y de la revolución”. (Lugar citado, pág. 300).
Y en efecto, los proletarios de Moscú respondieron al llamamiento del Partido con
una huelga general de protesta, en la que tomaron parte más de 400.000 obreros.
“Moscú está en huelga. ¡Viva Moscú!” – escribía por aquellos días el camarada
Stalin.
Tras los bastidores de la Conferencia de Moscú, con la participación de Kerenksi, con
el conocimiento de Tseretelli y con la colaboración de mencheviques y
socialrevolucionarios, se preparaba la sublevación de Kornílov que amenazaba con anegar a
Rusia en sangre de obreros y campesinos. En aquellos días críticos, el Partido movilizó
todas sus fuerzas para rechazar la contrarrevolución.
En su artículo “Lo que nosotros exigimos”, escribía Stalin:
“En la lucha que actualmente tiene luchar entre el Gobierno de coalición y el partido
de Kornílov, no luchan la revolución y la contrarrevolución, sino dos métodos distintos de
política contrarrevolucionaria; y el partido de Kornílov, el peor enemigo de la revolución,
no se para en barras para iniciar, una vez abandonada Riga, la marcha contra Petrogrado,
con objeto de preparar las condiciones necesarias para la restauración del antiguo régimen”.
(Lugar citado, pág 365.)
El Partido exige:
“1) Que sean destituidos inmediatamente los generales contrarrevolucionarios, tanto
en el frente como en la retaguardia, reemplazándolos con los que elijan los soldados y los
oficiales, y que, en general, se democratice por completo el ejército, de abajo arriba.
2) Que se restablezcan las organizaciones revolucionarias de soldados, las cuales son
las únicas capaces de establecer una disciplina democrática en el ejército.
3) Que se suprima toda clase de represiones, y en primer lugar la pena de muerte.
4) Que todas las tierras de los terratenientes se pongan en seguida a disposición de los
comités de campesinos y se proporcionen aperos de labranza a los campesinos más pobres.
5) Que implante por la ley la jornada de ocho horas y la organización de un control
democrático sobre las fábricas, los talles y los bancos con predominio de representación
obrera.
6) Que se democratice completamente la hacienda pública, y, ante todo, que sean
gravados sin contemplaciones los capitales y las propiedades, y confiscadas las
escandalosas ganancias de guerra.
7) Que se organice debidamente el intercambio de productos entre la ciudad y el
campo, de modo que la ciudad reciba los vivieres que necesita y el campo de los artículos
que precisa.
8) Que se proclame inmediatamente el derecho de los pueblos de Rusia a la
autodeterminación.
9) Que se restablezcan las libertades, se decrete la República democrática y la
convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente.
10) Que sean anulados los tratados secretos con los aliados y se propongan las
condiciones de una paz democrática general.
El Partido declara que, si no se realizan estas reivindicaciones, no es posible salvar la
revolución, que lleva medio año ahogándose en la guerra y en la ruina general.
El Partido declara que el único camino posible para realizar dichas reivindicaciones
es la ruptura con los capitalistas, la liquidación completa de la contrarrevolución burguesa y
el paso del Poder en el país a manos de los obreros, campesinos y soldados revolucionarios.
Esta es la única salida que puede salvar del hundimiento al país y a la revolución”.
(Lugar citado, pág. 366.)
La experiencia de la sublevación de Kornílov convenció a las grandes masas
trabajadoras de que los bolcheviques tenían razón. Vieron que sólo luchando por deshacer
el poder de capitalistas y terratenientes, se podía salvar la revolución. LA ofensiva de la
contrarrevolución levantó y puso en movimiento a toda la clase obrera, a todos los
trabajadores.
El Partido bolchevique preparó activamente a obreros, soldados y campesinos pobres
para la insurrección armada. Lenin decía que, teniendo como tenían ya la mayoría en los
Soviets de Petrogrado y de Moscú, los bolcheviques podían y debían tomar el Poder del
Estado.
El 10 (23) de octubre, con participación de Lenin, se celebró la histórica sesión del
Comité Central del Partido, en la que se acordó iniciar la insurrección armada pocos días
después.
El 16 (29) de octubre se trató el problema de la insurrección en una sesión ampliada
del Comité Central del Partido, juntamente con la Comisión Ejecutiva del Comité de
Petrogrado, la organización militar, fracciones de sindicatos, de comités de fábricas y con el
Comité regional de Petrogrado.
En las dos sesiones se pronunciaron contra la insurrección armada de Kámenev y
Zinóviev.
El camarada Stalin, defendiendo las proposiciones de Lenin, decía:
“Lo que proponen Kámenev y Zinóviev, objetivamente, permite a la
contrarrevolución organizarse. Vamos a estar retirándonos siempre, hasta hundir la
revolución… Hay aquí dos líneas: una pone rumbo a la victoria de la revolución y mira a
Europa; la otra no cree en la revolución y calcula ser sólo oposición. El Soviet de
Petrogrado ha emprendido ya el camino de la insurrección, al negarse a sancionar la salida
de tropas. La escuadra se ha sublevado ya, puesto que ha ido contra Kerenski”. (Stalin, “En
el camino hacia Octubre”, pág. 268, ed. Rusa.)
En la sesión cerrada celebrada por el C.C. del Partido el 16 (29) de Octubre, se creó
un Centro del Partido para dirigir la insurrección, al frente del cual estaba el camarada
Stalin. Este Centro era el núcleo dirigente del Comité Militar Revolucionario y fue el que
dirigió prácticamente la insurrección.
En vísperas de la insurrección armada, el 24 de octubre (6 de noviembre), el mismo
día en que Lenin escribía en su carta a los miembros del C.C. que “la dilación en el actuar
equivale a la muerte”, el camarada Stalin dirigía, en el editorial del periódico “Rabochi Put”
(“La Senda Obrera”), un cálido llamamiento a los trabajadores:
“Ha llegado el momento en el que el aplazamiento constituye una amenaza para toda
la causa revolucionaria.
Hay que sustituir el actual gobierno de los terratenientes y capitalistas por un
gobierno nuevo de obreros y campesinos…
El Poder debe pasar a manos de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y
Campesinos.
Tiene que situarse en el Poder un nuevo gobierno, elegido por los Soviets, un
gobierno que los Soviets puedan disolver y que sea responsable ante los Soviets”. (Lenin y
Stalin, “Obras escogidas, 1917”, págs. 588-589.)
El 25 de octubre (7 de noviembre), los soldados y obreros armados, dirigidos por el
Partido de Lein y Stalin, derribaron el Gobierno provisional contrarrevolucionario.
El Comité Militar Revolucionario del Soviet de Obreros y Soldados de Petrogrado
puso oficialmente en conocimiento de todos los ciudadanos de Rusia que el Poder del
Estado había pasado a sus manos, como órgano colocado al frente del proletariado y de la
guarnición de Petrogrado, y que “la causa por la que luchaba el pueblo: ofrecimiento
inmediato de una paz democrática, abolición de la propiedad de los terratenientes sobre la
tierra, control obrero de la producción y formación de un Gobierno Soviético, estaba
asegurada”. (Lugar citado, pág. 590.)
Aquel mismo día, habló en una reunión del Soviet de Diputados Obreros y Soldados
de Petrogrado Vladimir Ilich Lenin, diciendo:
“¡Camaradas! La revolución obrera y campesina, de cuya necesidad hablaban
constantemente los bolcheviques, se ha realizado.
¿Qué significación tiene esta revolución obrera y campesina? Ante todo, este
movimiento significa que tendremos un Gobierno Soviético, un órgano de Poder
propiamente nuestro, sin participación alguna de la burguesía. Las masas oprimidas crearán
ellas mismas un Poder. Quedará deshecho a raíz del viejo aparato estatal y se constituirá un
nuevo aparato de dirección, las organizaciones soviéticas.
Comienza desde ahora un nuevo período de la historia de Rusia, y esta revolución, la
tercera en Rusia, debe conducir el último término a la victoria del socialismo.
Una de las tareas inmediatas que se nos plantea es la necesidad de poner fin a la
guerra, estrechamente enlazada con el actual régimen capitalista, todo el mundo comprende
que es necesario vencer al propio capital”. (Lugar citado, pág. 593.)
En la noche de aquel mismo día, inició sus sesiones el II Congreso de los Soviets de
toda Rusia, aprobando por aplastante mayoría de votos la resolución sobre el paso del
Poder a los Soviets:
“Apoyándose en la voluntad de la inmensa mayoría de los obreros, soldados y
campesinos y en la insurrección triunfante llevada a cabo por los obreros y la guarnición de
Petrogrado, el Congreso toma en sus manos el Poder”. (Lugar citado, pág. 596.)
Se constituyó el primer Gobierno Soviético, bajo la presidencia de Lenin y con la
participación del camarada Stalin, en calidad de Comisario del Pueblo de las
Nacionalidades.
¿Cómo se explica que el Partido, a pesar de todas las dificultades, de las que se daba
perfecta cuenta, a pesar de los gemidos de pánico y de la traición directa de dos miembros
del C.C., los capituladores Kámenev y Zinóviev, apoyara en forma tan unánime a Lenin y a
Stalin en la preparación y realización de la insurrección armada?
Lo explica el hecho de que Lenin hubiera preparado infatigable al Partido para la
revolución socialista. El hecho de que, a lo largo de toda la historia del Partido, Lenin lo
preparó para la insurrección armada. El hecho de que el camarada Stalin, en toda su
actuación revolucionaria, con su trabajo práctico, con su agitación y su propaganda, clavó
en la mente de los miembros del Partido de la convicción de que sólo una insurrección
armada victoriosa podía llevar a establecer la dictadura del proletariado. Lo explica, por
último, el hecho de la consigna de la insurrección armada, que era la consigna que más
constantemente mantenía el Partido en toda su agitación y propaganda, penetró con mayor
profundidad en la conciencia de las masas.
Por tanto, si abarcamos con una mirada toda la actividad del camarada Stalin para
preparar y llevar a cabo la insurrección armada de Octubre, podemos decir que fue un
período en el que se convirtió, para decirlo con sus palabras, en maestro de la revolución.
“Por último – cuenta el camarada Stalin –, recuerdo el año 1917, cuando, por
voluntad del Partido, después de peregrinar por cárceles y deportaciones, fui enviado a
Leningrado. Allí, entre los obreros rusos, en contacto directo con el gran maestro de los
proletarios de todos los países con el camarada Lenin, en la tempestad de grandiosos
choques entre el proletariado y la burguesía, en las condiciones de una guerra imperialista,
comprendí por primera vez lo que significa ser uno de los dirigentes del gran Partido de la
clase obrera. Allí, entre los obreros rusos, libertadores de pueblos oprimidos, entre los
iniciadores de la lucha proletaria, de todos los países y pueblos, recibí mi tercer bautismo
de fuego revolucionario. Allí, en Rusia, bajo la dirección de Lenin, me convertí en uno de
los maestros de la revolución”. (“Pravda”, 16 de junio de 1926).
VIII
Lenin formuló con especial claridad las tareas que se planteaban ante el Partido y ante
el proletariado después de la toma del Poder. Habló de las dificultades que había que vencer
para cumplirlas con éxito.
Lenin ponía frente a todo el mundo capitalista un país agotado hasta lo indecible por
la guerra imperialista, con una economía desorganizada; un país hambriento, un país
multinacional, en el que la opresión secular del zarismo había hecho que más de la mitad de
sus habitantes miraran con profunda desconfianza todo lo ruso; un país en el que la
contrarrevolución no estaba todavía completamente deshecha, sino que se hallaba dispuesta
a vender a su patria a cualquier enemigo, con tal de derribar el Poder de los bolcheviques.
Al hacerlo, dio a los proletarios de todos los países una lección práctica de cómo debe
un partido revolucionario cumplir con sus tareas internacionales.
En esa lucha titánica, Stalin es la mano derecha de Lenin.
Los primeros actos políticos de Lenin y Stalin van ahora a conquistar para el Poder
Soviético a las masas campesinas de todas las nacionalidades de Rusia y a consolidar esa
conquista.
“Paz, revolución en el campo y libertad nacional – escribía más tarde Stalin – : tales
son los tres puntos fundamentales que han agrupado alrededor de la bandera roja del
proletariado ruso a los campesinos de más de veinte naciones de la inmensa Rusia”. (Stalin,
“El marxismo y el problema nacional-colonial”, pág. 115, ed. Rusa.)
El 26 de octubre (8 de noviembre) de 1917, el II Congreso de los Soviets aprobó los
decretos sobre la paz y sobre la tierra, redactados por Lenin.
El 16 (3) de noviembre de 1917, se publicó la “Declaración de derechos de los
pueblos de Rusia”, redactada por Stalin. Esta Declaración proclama los siguientes
principios de política nacional del Poder Soviético:
1. Igualdad y soberanía de los pueblos de Rusia.
2. Derecho de los pueblos de Rusia a la libre autodeterminación, incluso a la
separación y formación de un Estado independiente.
3. Abolición de toda clase de privilegios y restricciones nacionales y nacional-
religiosas.
4. Libre desarrollo de las minorías nacionales y grupos etnográficos que pueblan el
territorio de Rusia.
Como Comisario del Pueblo de las Nacionalidades, el camarada Stalin realizó de un
modo consecuente y práctico la igualdad completa de las naciones, la liquidación de todas
las formas de opresión nacional y de desigualdad de derechos entre las diversas
nacionalidades.
Colocando juntamente con Lenin los cimientos del Estado Soviético y
fortaleciéndolo, Stalin desarrolló al mismo tiempo una enorme labor práctica, en todas las
esferas de la actividad económica y administrativa, y especialmente en los llamados
sectores débiles. Esta labor fue tan diversa, que es imposible enumerarla. Me limitaré a
poner un solo ejemplo.
En el verano de 1918, cuando la lucha por el trigo se convirtió en una lucha por el
socialismo, Lenin envió a Stalin a Tsaritsin, y en un plazo brevísimo, venciendo
dificultades inverosímiles, empezó a enviar desde allí trenes cargados de víveres para
Moscú y Petrogrado, Ivanovo-Vosnesensk y otros centros industriales. A este período
corresponde el telegrama sumamente característico que dirigió a Lenin, Sverdlov, a
Tsiurupa, al Consejo Militar Revolucionario y al Comisario del Pueblo de Ferrocarriles,
telegrama que refleja en cierto modo la manera de trabajar stalinista.
“Para preparar el expedir inmediatamente a Moscú diez millones de puds de trigo y
unas diez mil cabezas de ganado, es necesario poner a disposición de la Comisión
Extraordinaria de Abastecimientos setenta y cinco millones de metálico, a ser posible en
billetes pequeños, y unos treinta y seis millones de rublos en artículos diversos: horcas,
hachas, clavos, tornillos, tuercas, cristales para ventanas, utensilios de cocina, segadoras y
piezas de recambio para ellas, remaches, llantas, segadoras-atadoras, apisonadoras, cerillas,
arreos de caballo, calzado, percal, tejidos de punto, calicó, crudillo, madapolán, nansú, dril,
sarga, satén, cheviot, paño para trajes de mujer y de hombre, diversos cueros, conservas, té,
guadañas, sembradoras, platos, arados, sacos, lona, botas de goma, pinturas, lacas,
herramientas de herrería y carpintería, limas, ácido fénico, aguarrás, sosa. La Comisión no
tiene más que unos quince millones en metálico y otros diez en artículos diversos. El dinero
y los artículos indicados deben enviarse sin demora. Que Trotski dé a todos los jefes de
destacamento en el frente y al Estado Mayor de Snesarev orden telegráfica de que no
requisen los cargamentos de víveres y artículos manufacturados, que dejen pasar sin
dificultades nuestros trenes y presten ayuda a nuestros comités de abastos. Una copia a
Stalin. Por orden telegráfica, el Comité Ejecutivo Central debe obligar inmediatamente a
los Soviets de Kuaban, de Tersk y de Stavropol a respetar los precios de tasa, a no fomentar
los envíos de víveres realizados por iniciativa particular ni la expotación aislada por
provincias, comarcas y distritos, sino a colaborar por todos los medios con Stalin y la
Comisión. Una copia a Stalin. Kóbosev y Nevski deben dar inmediatamente a los agentes
de ferrocarriles de todas las líneas del sur de Rusia orden telegráfica de no admitir, bajo su
exclusiva responsabilidad, cargamentos de víveres que no vayan dirigidos a la Comisión o
al Comisariado, ni viajeros que lleven saco con trigo. Copia a Stalin. Lo mismo y en la
misma forma deben Kóbosev y Nevski con todos los agentes de navegación del Volga.
Copia a Stalin. El Comisariado del Pueblo de Abastecimiento deben enviar una orden
circular a todos los comités de abastos de provincias y a todos los Soviets, especialmente a
Oréjovo-Suievo y demás ciudades industriales, ordenando que no envíen agentes suyos al
sur en busca de trigo, ya que todo el trigo almacenado lo enviaremos a Moscú por tierra y a
Nishny por vía fluvial. Copia a Stalin. Insistimos en que se impersonalicen los cargamentos
de víveres enviados desde el sur; nos desentendemos de las funciones de distribución,
dejándolas por entero a la Comisión de Abastecimiento de la región del Volga,
limitándonos a almacenar y transportar a dos puntos: Moscú y Nishny, donde proponemos
que el Comisariado de Abastecimiento organice almacenes de base y oficinas de
distribución para toda Rusia; se exceptúan Bakú, el Turkestán y la provincia de Astraján,
próximos al sur, cuyas necesidades podemos satisfacer directamente. Se ha iniciado la
construcción del ferrocarril de Kisliarsk. El Comisario del Pueblo: Stalin”.
Lugar especial ocupa la actividad militar del camarada Stalin durante la guerra civil.
Su valor no reside sólo en las victorias, sino también en la alta calidad de sus iniciativas
estratégicas y tácticas, en la forma en que supo organizar y dirigir la fuerza de combate para
obtener el máximo resultado en daño inferido al enemigo.
La actividad militar de Stalin exige un trabajo aparte, escrito por un gran hombre. Es
notable el telegrama que, en mayo de 1919, envió Lenin a los defensores de Tsaristin,
telegrama que demuestra en cuán alto grado apreciaba Lenin la labor militar de Stalin.
Decía Lenin: “Destacad inmediatamente un grupo de hombres que hayan trabajado en
Tsaritsin con más responsabilidad y con más energía, que hayan tomado parte en la
realización de las medidas propuestas por Stalin para la defensa de Tsaritsin, y encargadles
que comiencen a aplicar todas esas medidas con las mismas energías”.
Voroshílov describe con las palabras siguientes la labor de Stalin en los frentes de la
guerra civil:
“En el período comprendido entre 1918 y 1920, el camarada Stalin fue, quizás, el
único hombre a quien el Comité Central enviaba de un frente a otro, siempre a los lugares
de mayor peligro y donde la revolución se hallaba más amenazada. A Stalin no se le
encontraba nunca en los sitios de relativa calma y seguridad, allí donde teníamos éxito. En
cambio, se le encontraba siempre en los lugares donde, por cualquier circunstancia, los
ejércitos rojos estaban amenazados de disgregación; allí donde las fuerzas
contrarrevolucionarias, explotando sus éxitos, amenazaban la existencia del propio Poder
de los Soviets, o en aquellos lugares donde la desmoralización y el pánico podían en
cualquier momento transformarse en una derrota catastrófica. No dormía. Organizaba.
Dirigía con mano firme; salvaba todos los obstáculos, mostrándose implacable; lograba el
viraje y salvaba la situación.” (K. Voroshilov, “Stalin y el Ejército Rojo”., pág. 4.)
En una palabra, corresponde al camarada Stalin un papel de trascendencia inmensa en
la victoria sobre las banderas blancas y la intervención extranjera.
IX
Al terminar la guerra civil, el País de los Soviets emprendió el camino pacífico de la
construcción económica.
La transición tenía lugar en circunstancias extraordinariamente difíciles: ruina
económica, descontento de los campesinos por el sistema de contingentación, cansancio de
los obreros por el hambre y la guerra, etc., circunstancias que no dejaron de aprovechar loe
enemigos del pueblo. Dirigidas por socialrevolucionarios y otras organizaciones de
guardias blancos, se producen sublevaciones de kulaks en Siberia, en Ucrania y en la
provincia de Támbov. Estalla la sublevación de Crónstadt.
Se planteó ante el Partido la tarea de trazar una nueva línea de política económica, en
concordancia con las condiciones de paz. Ya no era necesario el comunismo de guerra,
impuesto por ésta y por el bloqueo. El sistema contingentación se había convertido en un
obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas del campo. Lo más urgente para la
construcción socialista era poner nuevamente en pie la industria. Había que crear una nueva
base económica para a alianza entre obreros y campesinos.
En aquel difícil período de la vida del Partido y del Estado Soviético, Trotski Bujarin
Shliapnikov y otros volvieron a luchar encarnizadamente contra Lenin y el Comité Central,
tratando de minar la unidad del Partido, para levantar a los campesinos contra los obreros y
hundir el Poder Soviético.
Comenzaron por la discusión sobre el papel de los sindicatos, aunque este problema
no era en 1920 el principal problema de la política del Partido. En realidad, se discutía la
actitud de la clase obrera respecto a los campesinos y a las masas sin partido, en el
momento del paso a la construcción pacífica de la economía.
En la lucha con estos grupos de oposición, la organización del Partido apretó sus
filas, levantando una muralla inexpugnable, en torno a Lenin y Stalin. El X Congreso del
Partido, que tuvo lugar en marzo de 1921, afirmó esta victoria y adoptó el importantísimo
acuerdo de pasar a una nueva política económica, que fortaleciera la alianza de la clase
obrera con los campesinos.
En aquel mismo Congreso, según informe del camarada Stalin, el Partido llevó por
primera vez al orden del día la unificación de las Repúblicas Soviéticas en un Estado
Federal.
El camarada Stalin realizó una considerable labor preparatoria para llevar a la
práctica este acuerdo del X Congreso del Partido.
En el X Congreso de los Soviets de toda Rusia (26 de diciembre de 1922) y en el
primer Congreso de los Soviets de la U.R.S.S. (30 de diciembre de 1922), después del
informe del camarada Stalin, se aprobaron la declaración y el acuerdo de formación de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
En su informe, el camarada Stalin caracterizaba con las palabras siguientes este
período del desarrollo del país:
“En la historia del Poder Soviético, el día de hoy es un día de transición, un día que
marca un jalón entre el período transcurrido, ya viejo, en el que las Repúblicas Soviéticas,
aun cuando actuaban en conjunto, procedían cada una por su cuenta, preocupadas, ante
todo, por la propia existencia, y el período nuevo, ya iniciado, en el que se pone término a
la existencia aislada de cada una de las Repúblicas Soviéticas, en el que las Repúblicas se
agrupan en un solo Estado Federal, para luchar eficazmente contra la ruina económica, y en
el que el Poder Soviético piensa ya no sólo en existir, sino en llegar a ser una considerable
fuerza internacional, que pueda influir en la situación internacional y modificarla en favor
de los trabajadores.” (Stalin, “El marxismo y el problema nacional-colonial”, pág. 162, ed.
Rusa.)
El XI Congreso del Partido fue el último que se celebró bajo la dirección inmediata
de Lenin.
En el primer pleno del Comité Central, después del XI Congreso del Partido, en abril
de 1922, se instituyó el cargo de secretario general del C.C. del Partido, y a propuesta de
Lenin fue elegido para este cargo el camarada Stalin.
Lenin no pudo ya asistir al XII Congreso del Partido, en abril de 1923: cayó
gravemente enfermo. La dirección del Congreso estuvo, por ello, en gran parte a cargo del
camarada Stalin, que dio unidad al Congreso sobre la base de la política leninista, luchando
contra la eterna confusión de los oposicionistas en el Partido, los cuales no comprendían y
tergiversaban la línea de Lenin.
Pero la autoridad de los acuerdos del Congreso y el apoyo unánime que todo el
Partido dio a la línea de Lenin y Stalin no consiguieron establecer por largo tiempo en el
Partido una labor tranquila. Defendiendo la línea del Partido, el camarada Stalin hubo de
rechazar ya en otoño de 1923 nuevos ataques de los trotskistas como desviación
pequeñoburguesa del marxismo.
El Partido, la clase obrera y toda la humanidad progresiva recibieron un golpe
dolorosísimo. El 21 de enero de 1924 murió Lenin.
En aquellos días de luto, en el II Congreso de los Soviets de la U.R.S.S., en camarada
Stalin pronunció ante los restos mortales de Lenin, en nombre del Partido, su gran promesa:
“Nosotros, los comunistas, somos hombres de temple especial. Estamos hechos de
una trama especial. Somos los que forman el ejército del gran estratega proletario, el
ejército del camarada Lenin. No hay nada más alto que el honor de pertenecer a este
ejército. No hay nada superior al título de miembro del Partido, cuyo fundador y jefe es el
camarada Lenin…
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de mantener en alto y conservar en
toda su pureza el gran título de miembro del Partido. ¡Te juramos, camarada Lenin, que
ejecutaremos con honor este mandato!
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de velar por la unidad de nuestro
Partido como por las niñas de nuestros ojos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que
ejecutaremos con honor también este mandato!
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de conservar y fortalecer la
dictadura del proletario. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no escatimaremos esfuerzo
para ejecutar con honor también este mandato!
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de afianzar con todas nuestras
fuerzas la alianza de los obreros y campesinos. ¡Te juramos, camarada Lenin, que
ejecutaremos con honor igualmente este mandato!
El camarada Lenin nos hablaba insistentemente de la necesidad de una alianza
voluntaria y libre entre los pueblos de nuestro país, de la necesidad de su colaboración
fraternal dentro del marco de la Unión Soviética.
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de reforzar y desarrollar la unión
de las repúblicas soviéticas. ¡Te juramos, camarada Lenin, que ejecutaremos con honor
también este mandato!
Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento del Ejército Rojo y su
perfeccionamiento constituyen una de las tareas esenciales de nuestro Partido…
Juremos, pues, camaradas, que no escatimaremos esfuerzos para fortalecer nuestro
Ejército Rojo, nuestra Flota Roja…
Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de permanecer fieles a los
principios de la Internacional Comunista. ¡Te juramos, camarada Lenin, que no
regatearemos nuestra vida para fortalecer y extender la unión de los trabajadores del
mundo entero, la Internacional Comunista!” (I. Stalin, “Lenin”, págs. 25-31.)
La muerte de Lenin causó un profundo dolor en los corazones de los trabajadores de
todo el mundo. Pero, sobre todo, sintieron ese dolor y toda su enorme responsabilidad los
pueblos de las Repúblicas Soviéticas. Cada cual se preguntaba con inquietud si el Partido
Bolchevique podría vender sin Lenin todas las dificultades que le esperaban.
Surgió prácticamente ante el Partido un problema de dirección. Teniendo en cuenta
que trataba de escalar la dirección gentes que durante casi toda su vida política habían
luchado contra Lenin, contra el bolchevismo, el Partido venció brillantemente esta
dificultad. El camarada Stalin fue reelegido secretario del Comité Central del Partido. La
unanimidad del Partido era tan fuerte, que los enemigos, tanto los declarados como los
encubiertos, que el leninismo tenía en el Partido se “acallaron” por entonces, continuando
al mismo tiempo sus maquinaciones encubiertas contra el Partido.
En realidad, la reelección del camarada Stalin como secretario general significaba que
la dirección del Partido pasaba a sus manos. Desde aquel momento, pasó sobre él una
enorme responsabilidad, como dirigente del Partido, por el fortalecimiento de la unidad del
mismo sobre la base del leninismo, por el desarrollo y el afianzamiento del Poder Soviético,
por la construcción del socialismo del País de los Soviets.
Desenmascarando el griterío trotskista sobre el peligro de una burocratización del
aparato del Partido, decía el camarada Stalin en el XIII Congreso del Partido:
“No es ahí donde está el peligro, sino en la posibilidad de que el Partido quede
realmente separado de las masas sin partido. Podéis tener un Partido con un aparato de
estructura democrática, pero si no está unido íntimamente con la clase obrera, será una
democracia vana, una democracia que nada vale. El Partido existe para la clase. Mientras
esté unido a esa clase u mantenga el contacto con ella, mientras cuente con autoridad y
respeto entre las masas sin partido, podrá existir y desarrollarse, incluso si tuviera
deficiencias burocráticas. Pero si falta todo eso, sea cual fuere la organización del Partido,
burocrática o democrática, el Partido perecerá inevitablemente. El Partido es parte de una
clase, existe para la clase y no para sí mismo”. (Stalin, “De la oposición”, págs. 89 y 90, ed.
Rusa.)
Luego, dio el camarada Stalin una magnífica respuesta a los intentos trotskistas de
poner a la juventud frente a los antiguos cuadros del Partido:
“El problema de las generaciones es un problema secundario. La estadística de
nuestro Partido y su vida misma demuestran que la generación joven va entrando paso a
paso en los cuadros, los cuadros se amplían con la incorporación de la juventud. El Partido
ha seguido y seguirá siempre este camino. Sólo quien considere a los cuadros como algo
estancado, una especia de estamento privilegiado, que no admite en su seno nuevos
miembros, sólo quien vea en los cuadros la guardia militar de los tiempos viejos, que
consideran muy ‘por debajo de sí’ a todos los demás miembros del Partido, sólo quien
desea abrir una zanja entre los cuadros y la juventud del Partido puede agudizar el
problema de la democracia en la cuestión de las generaciones en el Partido. Lo esencial de
la democracia no está en el problema de las generaciones, sino en el problema de la
iniciativa propia, de la participación activa de los miembros del Partido en su dirección. Así
y sólo así es como puede plantearse el problema de la democracia, sino verdaderamente
proletario, unido por lazos indisolubles a las masas de la clase obrera”. (Lugar citado, pág.
89.)
No es por casualidad por lo que Lenin llamó a Trotski “veleta”. Trotski pasaba
fácilmente de una tendencia política a otra. A Trotski y los suyos les resultaba insoportable
el concepto bolchevique de considerar el Partido como un todo monolítico. Por ello, los
trotskistas trataron de imponer al Partido su punto de vista, según el cual podía haber en su
seno diversas tendencias y fracciones.
Todo bolchevique comprende que aquello constituía una amenaza terrible para el
Partido y para la dictadura del proletariado, porque el consentimiento de fracciones y
grupos en el seno del Partido abría el camino para una lucha por parte de los elementos
contrarrevolucionarios, que no habrían dudado en aprovechar semejantes fracciones y
grupos para sus fines.
“En la escala internacional – decía el camarada Stalin – la disposición de fuerzas es
tal, que cualquier tentativa de debilitar la autoridad de nuestro Partido y la solidez de la
dictadura de nuestro país será aprovechada sin falta por los enemigos de la revolución,
como ventajosa para ellos, y lo mismo dará que la tentativa parta de nuestra oposición,
como de los socialrevolucionarios y los mencheviques”. (Lugar citado, pág. 93.)
Y así sucedió después con todas las oposiciones.
El camarada Stalin, fiel al juramento pronunciado ante los restos mortales de Lenin,
salió en defensa del leninismo con toda la pasión de un combatiente bolchevique. Fue el
primero en descubrir y desenmascarar la naturaleza menchevique contrarrevolucionaria del
trotskismo, en levantar a todo el Partido para una lucha despiadada contra toda tentativa de
sustituir el leninismo por el trotskismo.
En el discurso que pronunció en el Pleno de la fracción del Consejo Central de los
Sindicatos de la U.R.S.S., el 19 de noviembre de 1924, dijo el camarada Stalin:
“Trotski, en sus manifestaciones literarias, hace otro intento más (¡otro más!) de
preparar el terreno para sustituir el leninismo por el trotskismo. Trotski necesita ‘hasta más
no poder’ desprestigiar al Partido y a sus cuadros, que han hecho la insurrección, para pasar
después a desprestigiar el leninismo. Y necesita desprestigiar el leninismo para hacer pasar
el trotskismo por la ‘única’ ideología ‘proletaria’ (¡no es broma!). Todo esto, naturalmente
(¡oh, naturalmente!) bajo una bandera de leninismo, para que todo el contrabando se haga
“con el menor riesgo posible”. (Lugar citado, pág. 118.)
Es admirable la colosal energía que mostró por esos años el camarada Stalin.
Dirigente de un Partido que traía a la vida a un gran país, que necesitaba de una dirección
ideal, orientando el trabajo de todos los cuadros del Partido y de los Soviets, dándoles
cotidianamente indicaciones prácticas, el camarada Stalin realizaba, al mismo tiempo, una
enorme labor teórica.
A este período corresponden en primer lugar sus famosas conferencias “Sobre los
fundamentos del leninismo”, pronunciadas en abril de 1924 en la Universidad Sverdlov.
Hay que decir que no se trataba de unas conferencias de tipo corriente, sino de una
apasionada defesa del leninismo, su valiente contraposición, ante los ojos de las masas, a
las teorías hostiles.
El camarada Stalin ha dado un gran impulso a la teoría revolucionaria marxista-
leninista; ha enriquecido con un contenido nuevo todos los problemas fundamentales del
marxismo-leninismo, aplicado a las nuevas circunstancias; ha elevado a un nivel más alto la
doctrina leninista sobre el imperialismo; ha tratado detalladamente la cuestión del Estado
proletario, el problema campesino, el problema nacional, el problema del Partido y de su
papel en el sistema de la dictadura del proletariado, problemas de estrategia y de táctica y,
por último, el problema del triunfo del socialismo en un solo país y el de las vías de la
construcción del socialismo.
A este período corresponde un extenso artículo del camarada Stalin: “La revolución
de Octubre y la táctica de los comunistas rusos”, escrito en diciembre de 1924 como
prólogo para el libro “En el camino hacia Octubre” y para el folleto “En torno a los
problemas del leninismo”, publicado en enero de 1926.
Millones de hombres estudian el marxismo-leninismo en estas obras, no sólo entre
nosotros, sino también en el extranjero. Constituyen un material de valor inapreciable para
el desarrollo del pensamiento político y para la lucha por los intereses proletarios.
Los trabajos teóricos del camarada Stalin son ejemplo de aplicación de la dialéctica
marxista. Prueban una capacidad magnífica para estudiar el proceso del desarrollo, para
reflejar todas las particularidades del mismo y, a base de ello, la capacidad de previsión.
La enorme fuerza de las generalizaciones teóricas de Stalin consiste en que siempre
están relacionadas con la actuación práctica de las masas. Y respecto a este punto quisiera
recordar, como ejemplo, la cuestión de la posibilidad de construir el socialismo en un solo
país. Alzando al Partido para la lucha contra el trotskismo, el camarada Stalin no agudizó
esta cuestión por casualidad, sino como perspectiva par aun ulterior progreso. Nuestro país
terminaba entonces la restauración de su economía. En la estabilización parcial del
capitalismo, que se había iniciado, veían los oportunistas el fin de la revolución en Rusia.
“De este modo, tenemos – decía el camarada Stalin – dos estabilizaciones. En un polo
se estabiliza el capitalismo, haciéndose fuerte en las posiciones conquistadas y continuando
su desarrollo. En el otro polo se estabiliza el régimen soviético, haciéndose fuerte en las
posiciones conquistadas y avanzando por el camino que lleva al triunfo.
¿Quién vencerá a quién? He aquí el problema.
¿Por qué se producen estas dos estabilizaciones paralelamente, porqué existen estos
dos polos? Porque no hay ya en el mundo un capitalismo único que lo abarque todo. Porque
el mundo se ha dividido en dos campos: el campo del capitalismo, a cuyo frente está el
capital angloamericano, y el campo del socialismo, con la Unión Soviética al frente. Porque
la situación internacional estará determinada cada vez más por la correlación de fuerzas de
ambos campos”. (Lugar citado, págs. 172-173.)
Se planteó en la forma más tajante el problema de hacia dónde ir. ¿Podemos construir
el socialismo en nuestro país?
El camarada Stalin, frente a todos los escépticos, amigos de lamentaciones y
liquidacionistas, contestó franca y claramente que nuestro país, el país de la dictadura del
proletariado, cuenta con los elementos necesarios y suficientes para construir una sociedad
socialista completa, que podemos construir el socialismo en un solo país tomado por
separado.
“¿Qué sucederá – escribía el camarada Stalin – si en la U.R.S.S. van aumentando los
éxitos de la construcción socialista? Ello mejorará radicalmente las posiciones
revolucionarias de los proletarios de todos los países en su lucha contra el capital, minará
las posiciones del capital internacional en su lucha contra el proletariado y dará el máximo
de probabilidades al comunismo mundial…
Por ello, construir el socialismo en la U.R.S.S. es trabajar por la causa común de los
trabajadores de todos los países, significa forjar la victoria sobre el capital no sólo en la
U.R.S.S., sino en todos los países capitalistas, porque la revolución en la U.R.S.S. es una
parte de la revolución mundial, su principio y la base de su desarrollo”. (Lugar citado, pág.
457.)
Colocando en el centro de toda la política económica del Estado Soviético la
industrialización del país, el camarada Stalin, como reformador genial, orientó todos los
recursos materiales, todas las fuerzas creadoras del país a la realización de esa tarea
angular, esencial. A los faltos de fe, amigos de lamentaciones, a los que no venían la meta
socialista de aquella grandiosa labor, les decía el camarada Stalin:
“El Partido no puede dirigir la construcción sin tener unos horizontes claros, sin un
objetivo nítido. No podemos vivir con la receta de Bernstein: ‘El movimiento lo es todo; el
fin, nada’. Nosotros, al contrario, como revolucionarios, debemos impulsar nuestro
movimiento hacia adelante, debemos dirigir nuestro trabajo práctico a lo que es
fundamentalmente el objetivo de clase, a la construcción proletaria. Sin ella, nos
hundiremos en la charca del oportunismo, indudable e inevitablemente.
Hay más aún. Sin perspectivas claras en nuestra construcción, sin la seguridad de
construir el socialismo, las masas obreras no pueden tomar parte de una manera consciente
en la construcción, no pueden dirigir conscientemente a los campesinos. Sin la seguridad de
edificar el socialismo, no puede haber voluntad de construirlo. ¿Quién puede tener ganas de
construir sabiendo que no llevará a cabo la obra? Por ello, la falta de horizontes socialistas
lleva, inevitable e indudablemente, en nuestra construcción, a un debilitamiento de la
voluntad del proletariado para esa edificación”. (Lugar citado, págs. 361-362.)
La XIV Conferencia del Partido, en abril de 1925, aprobó este principio leninista-
staliniano, como ley del Partido. Los zinovievustas, puestos entre la espada y la pared, para
disimular, votaron en la Conferencia en favor de esta ley del Partido, proponiéndose dar la
batalla en el XIV Congreso.
Partiendo del principio de que es posible la construcción del socialismo en un solo
país, el camarada Stalin llevó con toda consecuencia al orden del día el problema de la
industrialización del país, como base de la línea general del Partido.
Lo planteó en el XIV Congreso, en diciembre de 1925.
En su informe político, trazó el camarada Stalin un cuadro exacto de los progresos
realizados por la Unión Soviética en el terreno político y económico, progresos debidos a
las ventajas del sistema económico soviético. Al mismo tiempo, el camarada Stalin
aconsejaba no dormirse sobre los laureles, sino tener en cuenta que nuestro país es un país
atrasado y que está rodeado por un cerco capitalista hostil.
“Trabajamos y construimos – decía – en medio de un cero capitalista. Lo cual quiere
decir que nuestra economía y nuestra construcción se desenvolverán entre contradicciones
y choques de nuestro sistema económico con el de la economía capitalista. Esta
contradicción no podremos evitarla de ningún modo. Es el terreno en el que habría de tener
lugar la lucha entre dos sistemas: el socialista y el capitalista. Y quiere decir, además, que
nuestra economía debe edificarse no sólo en oposición con la economía capitalista en el
exterior, sino también en oposición con diversos elementos del interior de nuestro país, en
oposición de los elementos socialistas contra los elementos capitalistas.
De aquí se deduce que debemos construir nuestra economía de modo que nuestro país
no quede convertido en un apéndice del sistema mundial capitalista, de modo que no quede
incluido en el sistema general de desarrollo capitalista, como una de sus empresas
accesorias; de modo que nuestra economía no se desarrolle como una empresa auxiliar del
capitalismo mundial, sino como unidad económica independiente, apoyada, ante todo, en el
mercado interior, basada en el íntimo contacto de nuestra industria con la economía agraria
de nuestro país”.
La tarea cardinal que el camarada Stalin planteó para el Partido consistía en
“convertir a nuestro país, de agrario en industrial; en un país capaz de producir por sus
propias fuerzas la maquinaria necesaria”. En ello, decía, “está la esencia, la base de nuestra
línea general”. (Lugar citado, pág. 488.)
Al plan leninista-staliniano de industrialización socialista enfrentó la “nueva
oposición” de los zinovievistas un plan burgués a lo Dawes para la U.R.S.S., negando con
los trotskistas que fuera posible construir el socialismo en un solo país. Según este plan, la
Unión Soviética debía seguir siendo un país agrario, sirviendo de apéndice a los países
capitalistas altamente desarrollados.
El camarada Stalin desenmascaró este plan de traición de los zinovievistas, como plan
de esclavización de la U.R.S.S., y descubrió el fondo trotskista y menchevique de la “nueva
oposición”, que trataba de dividir el Partido y de poner en peligro la dictadura del
proletariado.
El Congreso del Partido deshizo los intentos de todas las oposiciones para destruir la
alianza de la clase obrera con los campesinos laboriosos. Desenmascarando a los
oportunistas de derecha (bujarinistas), que trataban de rebajar la importancia del peligro de
los kulaks, y a los oportunistas “de izquierda” (zinovievistas), que estaban poseídos del
miedo a los kulaks y menospreciaban la importancia de os campesinos medios, el camarada
Stalin contestó a la pregunta de cuál de las dos oposiciones era la peor, diciendo:
“Ambas, la primera y la segunda desviación, son peores. Y si estas desviaciones
ganasen terreno, serían capaces de descomponer y aniquilar a nuestro Partido. Dentro de
nuestro Partido hay, por fortuna, fuerzas suficientes para cortar de cuajo la primera y la
segunda desviación”.
“La significación histórica del XIV Congreso del P.C.(b) de la U.R.S.S. – escribía
más tarde el camarada Stalin – consiste en que ha sabido poner al desnudo hasta en su raíz
los errores de la nueva oposición, en que ha dado al traste con su falta de fe y sus
lamentaciones, en que ha trazado clara y nítidamente el camino para seguir luchando por el
socialismo, ha dado el Partido en camino para seguir luchando por el socialismo, ha dado al
Partido un camino de vitorias y, con ello, ha infundido el proletariado la fe inquebrantable
en el triunfo de la edificación socialista”. (Stalin, “Los problemas del leninismo”, pág. 156,
ed. Rusa.)
X

La industrialización del país y todo el proceso subsiguiente de edificación socialista


van indisolublemente unidos al nombre del camarada Stalin. Desarrolló múltiple y
profundamente la idea leninista de la industrialización, como base de la reconstrucción
socialista de toda la economía nacional. Y en la dirección de este fin, distinguió horizontes
de una grandiosa labor constructiva.
Explicaba que “no todo desarrollo de la industria es industrialización. El centro de la
industrialización, su base consiste en el desarrollo de la industria pesada (combustibles,
metales, etc.), en desarrollar, en fin de cuentas, la producción de los medios de producción
en desarrollar la construcción de maquinaria propia. LA industrialización no tiene sólo por
objeto hacer que en el conjunto de nuestra economía nacional aumente la proporción
correspondiente a la industria, sino que tiene, además, la finalidad de asegurar con ese
desarrollo para nuestro país, rodeado de capitalistas, la independencia económica, y
descartar todo peligro de que se convierta en un apéndice del capitalismo mundial”.
Realizar la obra de la industrialización y, por consiguiente, de toda la edificación
socialista, significaba alzar a toda la clase obrera y a todos los trabajadores conscientes,
infundirles fe en la victoria, despertar y encauzar sus fuerzas creadoras hacia un trabajo
creador.
“¿Pueden realizarse estas tareas (las de la industrialización – M.K.) – decía el
camarada Stalin – sin el auxilio directo, sin el apoyo directo de la clase obrera?” No, ni
puede realizarse. Dar un impulso a nuestra industria, aumentar su productividad, crear
cuadros nuevos de edificadores de la industria, organizar debidamente el ahorro socialista y
utilizarlo inteligentemente para las necesidades de la industria, establecer un severísimo
sistema de economía, reformar el aparato del Estado, hacerlo barato y honrado, limpiarlo
del lodo y de la basura que se ha adherido en el transcurso de nuestra construcción, luchar
sistemáticamente contra los que roban y despilfarran los bienes del Estado: todas estas son
tareas que no puede llevar a término partido alguno si no cuenta con el apoyo directo y
sistemático de los millones de hombres que forman las masas de la clase obrera. De aquí
que el problema consista en incorporar a todo nuestro trabajo constructivo a los millones y
millones de obreros sin partido”. (Stalin, “Situación económica de la Unión Soviética”, pág.
19, ed. Rusa.)
La industrialización socialista exigía gran número de cuadros cualificados. Sin ellos
no podía resolverse el problema de la construcción socialista. Y el camarada Stalin plantea
con extraordinaria insistencia la cuestión de los cuadros, exigiendo que el Partido la
resuelva lo más rápidamente posible.
“No hay tarea, y sobre todo tarea tan grandiosa como la industrialización de nuestro
país – decía el camarada Stalin en 1926, en una reunión de activistas de la organización de
Leningrado –, que pueda llevarse a cabo sin hombres, sin hombres nuevos, sin un cuadro de
nuevos edificadores…Por ello, deben crearse gran número de cuadros de edificadores de la
industria, procedentes de las filas de los obreros y de los intelectuales soviéticos, de
aquellos intelectuales soviéticos que han unido su suerte a la de la clase obrera y que,
juntamente con nosotros, construyen la base socialista de nuestra economía”. (Lugar citado,
págs. 17-18.)
Los esfuerzos del camarada Stalin en el terreno de la industrialización socialista del
país han quedado más que justificados. Nuestro Partido y la clase obrera ha superado las
principales dificultades, relacionadas con la industrialización del país, y han proseguido
inflexiblemente hacia adelante por el camino señalado.
Ya en el XV Congreso del Partido, en diciembre de 1927, decía el camarada Stalin al
hacer el balance de los resultados de más de dos años de trabajo en la realización de las
tareas señaladas por el XIV Congreso:
“… Hemos elevado nuestra industria socialista, establecido en ella un ritmo de
desarrollo récord, dejando sentada su hegemonía en toda la economía nacional;
hemos establecido la alianza de la industria socialista con la economía agraria;
hemos afirmado la unión de la clase obrera con los campesinos medios, contando
con el apoyo de los campesinos pobres;
hemos afianzado la dictadura del proletariado en nuestro país, a pesar del cerco
internacional hostil, demostrando a los obreros de todos los países que el proletariado no
sólo sabe destruir el capitalismo, sino también construir el socialismo;
hemos dado mayor fuerza al Partido, hemos defendido el leninismo y deshecho
totalmente la oposición.
Este es el resultado en conjunto.
¿Qué se deduce de esto? Sólo una cosa: que estamos en el camino justo, que la
política de nuestro Partido es acertada”. (Stalin, “Informe político del C.C. ante el XV
Congreso del P.C.(b) de U.R.S.S.”, págs. 69-70, 1937)
¡Admirable cualidad la de las obras y los discursos del camarada Stalin!
Las leyes literarias exigen que se haga un uso moderado de las citas, tanto más
cuando se trata de obras del camarada Stalin, que, indudablemente, ya conocen los lectores.
Pero cuando se vuelven a leer sus obras, no puede uno apartarse de ellas: entusiasman,
emocionan por la profundidad del pensamiento, conquistan por su lógica, por su
consecuencia, por su inalterable fidelidad a los principios, por su odio, un odio como el de
Marx, Engels y Lenin, contra todos los enemigos del proletariado, contra todos los
enemigos del pueblo. No hay cuestión práctica que el camarada Stalin plantee
aisladamente, sin relación con el marxismo-leninismo, con la construcción del socialismo.
Veamos un ejemplo de este método de resolver los problemas. Nuestro país es un
país agrario y atrasado, afirmaban los oportunistas, y por eso no se puede construir en él
socialismo. Stalin afrontó el problema al modo leninista: si nuestro país es un país agrario,
atrasado, esto quiere decir que hay que industrializarlo, convertirlo en un país avanzado. Y
puso al Partido y a la clase obrera en pie para realizar esta empresa, viendo en ella una
etapa imprescindible que hemos de pasar en el camino hacia el socialismo.
Las brillantes palabras del camarada Stalin en defensa de la industrialización
emocionarán siempre al lector, no sólo por la fuerza del pensamiento, no sólo por su forma,
sino por su profunda convicción, por la fe inquebrantable en el triunfo del socialismo, es
decir, en la realización del fin al que él mismo se ha consagrado por entero.
Las palabras del camarada Stalin no son sólo llamamiento, propaganda y agitación,
sino también directiva, disposición, orden para actuar. Y él es primero en dar ejemplo de
cómo hay que proceder. Porque no puede citarse ni una sola obra de cierta importancia en
la que él no haya puesto sus manos.
El pueblo ha comprendido lo que significaba la industrialización, como única vía
hacia el comunismo, y ha dado pruebas de un entusiasmo jamás visto en la historia de la
Humanidad, por la construcción del socialismo.
El camarada Stalin veía las dificultades que esperaban a la clase obrera. Pero veía
también la fuerza de las masas que podía vencerlas.
Sin querer, recuerda uno cómo contestó el camarada Stalin a los escépticos y amigos
de lamentaciones:
“¿No habéis visto a los pescadores en un gran río como el Yenisey, antes de la
tormenta? Yo los he visto más de una vez. Al desencadenarse el temporal, un grupo de
pescadores moviliza todas sus fuerzas, anima a sus hombres y lleva valientemente la barca
al encuentro de la tormenta: ‘¡Firmes, muchachos, sujetad el timón, cortad las olas,
ganaremos nosotros!’ Pero hay otra clase de pescadores que, al presentir el mal tiempo, se
desaniman, lloriquean y desmoralizan sus propias filas: ‘¡Qué desgracia, una tormenta!
Muchachos, echaos en el fondo de la barca, cerrad los ojos, a lo mejor se acaba por
echarnos de algún modo a la orilla”. (Stalin, “Los problemas del leninismo”, pág. 219, ed.
Rusa.)
Stalin ha estado y está siempre a la cabeza de los que no tienen miedo a la tempestad,
de los que están firmes junto al timón, de los que cortan valientemente las olas y van
seguros hacia el comunismo. Y por eso está junto a Stalin todo lo que es actividad,
progreso, juventud, deseo de luchar por el comunismo.
Como genial transformador de la sociedad humana, el camarada Stalin planteó ante el
XV Congreso del Partido, y con ello ante todo el país, una tarea nueva, para subir otro
peldaño, para dar un nuevo paso hacia el socialismo: colectivizar la economía agraria.
Tanto en el sentido técnico y de la organización, como, especialmente, en el sentido
político, presentaba esta tarea muchas más dificultades que la industrialización del país. En
efecto, la clase obrera ponía en práctica sus ideas proletarias, aplicándolas a una clase que,
aun cuando le era afín por el trabajo, por largos años de alianza en la lucha contra el
zarismo, contra los terratenientes y los capitalistas, no era, sin embargo, una clase
proletaria.
A este problema, más que a otro alguno, es aplicable el principio stalinista de que
para llevar efectivamente a la práctica los acuerdos adoptados por el Partido, es
imprescindible el apoyo de las masas, o por lo menos de una considerable mayoría, que
comprenda la necesidad y la importancia de la resolución, que estén de acuerdo con ella.
Pero tampoco se puede ir más despacio de lo que exige el tiempo, porque si no, puede uno
quedarse fácilmente a la cola de las masas. Y no hay en el Partido bolchevique una palabra
más humillante que la de “seguidismo”. Todos los acuerdos del Partido y del Gobierno
Soviético, adoptados bajo la iniciativa, bajo la influencia del camarada Stalin, constituyen
ejemplos de una dirección que va a la cabeza de las masas y que nunca las deja atrás.
La colectivización de las explotaciones agrícolas individuales es una de las páginas
más destacadas de la actividad social y política del camarada Stalin.
Naturalmente, la literatura marxista se representaba antes en los términos más vagos
el paso de las explotaciones individuales a las formas de economía colectiva. Aquí se
desplegó en toda su amplitud el pensamiento de Stalin. De un modo genial, interpretó y
fundamentó teóricamente este problema, su relación con toda la economía del país, los
recursos materiales con que se contaba, la capacidad de los campesinos para la
colectivización, el grado de oposición de los kulaks, la resistencia de las masas inertes, y,
por último, la preparación política del Partido, su capacidad de poner a las masas en pie
para esa gran causa.
Sólo un hombre que domina perfectamente el marxismo-leninismo, la dialéctica
marxista, que sabe tener en cuenta todos los elementos de las circunstancias y
aprovecharlos en favor del comunismo, sólo un hombre en estas condiciones pudo resolver
este problema grandioso, uno de los más importantes en la construcción del comunismo.
Por iniciativa del camarada Stalin, el XV Congreso del Partido acordó colectivizar la
economía agraria, iniciando así una nueva historia de los campesinos del País de los
Soviets. Indicando los motivos que hacían imprescindible la colectivización de la economía
agraria, decía el camarada Stalin en aquel Congreso:
“…El desmenuzamiento de nuestra producción agrícola no tiene las ventajas con las
que cuenta nuestra gran industria unificada y nacionalizada. En primer lugar, la producción
agrícola no está nacionalizada ni unificada, sino desmenuzada y desperdigada en pequeños
trozos. No se sujeta a un plan y, por ahora, en parte muy considerable, se guía por la
espontaneidad de la pequeña producción. No está unificada ni concentrada por la
colectivización, por lo cual es todavía terreno abonado para la explotación por parte de los
kulaks. Estas circunstancias privan a nuestra deslavazada producción agrícola de las
colosales ventajas de la gran producción unificada y sujeta a un plan, ventajas de que goza
nuestra industria nacionalizada…
¿Dónde está la solución? La solución está en el paso de las pequeñas explotaciones
campesinas desperdigadas a las grandes explotaciones unificadas a base del cultivo en
común de la tierra, en el paso al cultivo colectivo de la tierra a base de una nueva y más
elevada técnica. La solución está en que las pequeñas y diminutas explotaciones
campesinas se agrupen paulatina, pero infaliblemente, y no por medio de la coacción, sino
del ejemplo y de la persuasión, en grandes explotaciones, sobre la base del cultivo e común,
del cultivo cooperativo, colectivo, de la tierra y la aplicación de máquinas agrícolas y
tractores de métodos científicos encaminados a intensificar la agricultura. No hay otra
solución. De otro modo, nuestra agricultura no podrá alcanzar ni adelantar a los países
capitalistas más desarrollados en el aspecto agrario (el Canadá, etc.)”. (Stalin, “Informe
político del C.C. ante el XV Congreso del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, págs. 30 y 31.)
El camarada Stalin puso al orden del día la organización de un plan de ofensiva del
socialismo contra los elementos capitalistas en todo el frente. De acuerdo con esta tarea, el
XV Congreso del Partido dio la norma de establecer el primer Plan quinquenal de la
economía nacional soviética.
En abril de 1929, la XVI Conferencia del Partido aprobó la mejor variante del primer
Plan quinquenal.
El primer Plan quinquenal stalinista se hizo bandera de lucha por el socialismo. A
través de la clase obrera se extendió una ola de entusiasmo por el trabajo, a base de la
emulación socialista y del trabajo de choque.
XI

Desde la segunda mitad del año 1929, los campesinos laboriosos comenzaron a pasar,
en masa, de las explotaciones individuales a las colectivas. El Partido y la clase obrera
consiguieron que la masa fundamental de los campesinos dejara el viejo camino capitalista
y emprediera la nueva vía de desarrollo, la socialista.
Al pasar el Partido a la ofensiva contra los kulaks, el grupo oportunista de derecha, de
Bujarin, Ríkov y Tomski, tomó abiertamente la defensa de los kulaks en contra de la línea
del Partido.
Los derechistas, que en realidad representaban toda la carroña hostil al Partido,
ocuparon el puesto de los trotskistas. Y es natural que así sucediera, porque la línea
leninista del Partido, la línea de la industrialización, de la colectivización y edificación del
socialismo, no podían admitirla ni ellos ni los trotskistas, porque lo que querían era la
restauración del capitalismo.
El camarada Stalin llamó al año 1929 “año del gran viraje”.
En su informe político ante el XVI Congreso del Partido, fundamentó amplia y
profundamente este histórico viraje de los campesinos.
“El viraje de los campesinos hacia la colectivización – decía – no ha comenzado de
repente. Ni podía haber comenzado de repente. Es verdad que ya en el XV Congreso el
Partido proclamó la consigna de la colectivización. Pero para que los campesinos se
orientaran en masa hacia el socialismo, no bastaba con proclamar una consigna. Para tomar
el nuevo rumbo, hacía falta por lo menos otra circunstancia, a saber: que las mismas masas
campesinas se convencieran de la justeza de la consigna proclamada y la aceptaran como
propia. Por ello, el viraje se ha ido preparando poco a poco. Lo ha preparado todo el
proceso de nuestro desarrollo, todo el proceso del desarrollo de nuestra industria, y ante
todo de la industria que suministra máquinas y tractores a la agricultura. Lo ha preparado la
política de lucha decidida con los kulaks y el acopio de grano en su nueva forma, en 1928 y
en 1929, al poner las explotaciones agrícolas de los kulaks bajo el control de las masas de
campesinos pobres y medios. Lo ha preparado la red koljoses, donde el campesino ha
comprobado las ventajas de las formas de explotación colectiva sobre las individuales. Y lo
ha preparado, por último, la red de sovjoses distribuidos por toda la U.R.S.S., con su
técnica nueva, donde el campesino ha podido convencerse de la fuerza y de las ventajas de
los nuevos elementos técnicos.” (Stalin, “Los problemas del leninismo”, pág. 373, ed.
Rusa.)
Al pasar los campesinos en masa a los koljoses, cambió también la proporcionalidad
de las fuerzas de clase en la economía del país. Se había creado ya en el campo una base
material bastante fuerte para vencer la resistencia de los kulaks, para terminar con ellos
como clase y sustituir su producción de cereales por la de los sovjoses y koljoses. En
relación con ello, a finales de 1929, contando con el apoyo de las masas de campesinos
pobres y medios, el Poder Soviético viró en redondo respecto a los kulaks. De la política de
limitación y eliminación pasó a una política de liquidación de los kulaks como clase, a base
de la colectivización total.
Con razón la colectivización de la agricultura y la liquidación de los kulaks como
clase son consideradas como un viraje revolucionario, cuyas consecuencias igualan en
importancia a las de la Revolución de Octubre de 1917.
Fue un triunfo de valor histórico-universal. Cayeron por tierra las afirmaciones de los
enemigos del Partido, trotskista y bujarinista, acerca de la incapacidad de la clase obrera
para organizar a los campesinos y llevarlos tras sí por un camino socialista.
Se ha frustrado la última esperanza de los capitalistas de todos los países, que sueñan
con restaurar en la U.R.S.S. el capitalismo: “el sacrosanto principio de la propiedad
privada”. Los campesinos, a quienes ellos consideraban como el material que abona el
terreno para el capitalismo, abandonan en masa la tan ensalzada bandera de la “propiedad
privada” y pasan a los cauces del colectivismo, a los cauces del socialismo. Se hunde la
última esperanza de restauración del capitalismo”. (Lugar citado, pág. 273.)
En la victoria de los koljoses desempeñaron un papel importante las estaciones de
máquinas y tractores. Puede decirse sin exagerar que el camarada Stalin descubrió en ellas
la clave la de reconstrucción técnica de la agricultura sobre una base socialista.
Precisamente por medio de ellas ha prestado y sigue prestando la clase obrera a los
campesinos una ayuda en la producción, ejerciendo su influencia transformadora sobre el
campo.
El camarada Stalin seguía atentamente el desenvolvimiento de la colectivización.
Observando que en una serie de comarcas se producían deformaciones de la línea del
Partido y excesos, a los que indudablemente contribuían también los enemigos del pueblo,
Stalin movilizó el Partido para luchar contra esta línea anticomunista en la construcción
koljosiana. Su artículo “Los éxitos se nos suben a la cabeza” ayudó a las organizaciones del
Partido a corregir los errores cometidos y dio el golpe de gracia a los enemigos que
esperaban aprovechar los excesos para levantar a los campesinos contra el Poder Soviético.
“¿Qué puede haber de común – preguntaba el camarada Stalin – entre esa “política”
del sargento Pryshybeiev y la política del Partido, que se basa en la decisión voluntaria y
tiene en cuenta las particularidades locales en la construcción koljosiana? Claro está que
entre ellas no hay ni puede haber nada de común.
¿A quién le hace falta esas deformaciones, ese papeleo oficinesco en el movimiento
koljosiano, esas indignas amenazas contra los campesinos? ¡Nadie los necesita, sino
nuestros enemigos!
¿A qué pueden conducir esas deformaciones? A fortalecer a nuestros enemigos y a
deshacer la idea del movimiento koljosiano.
¡Claro está que los autores de semejantes deformaciones, considerándose
“izquierdistas”, lo que en realidad hacen es trabajar para el oportunismo derechista!”
(Lugar citado, págs. 304-302.)
Un mes más tarde, publicaba el camarada Stalin un nuevo artículo: “Respuesta a los
camaradas koljosianos”, donde ponía al descubierto los principales errores cometidos en el
movimiento koljosiano y la raíz de tales errores.
Aplicando así infatigablemente la política del Partido, corrigiendo las distintas
deformaciones y errores, dando las indicaciones correspondientes a los organismos del
Partido y de los Soviets, el camarada Stalin contribuía al desarrollo del movimiento
koljosiano.
El XVI Congreso del Partido, celebrado en julio de 1930, señaló el despliegue de la
ofensiva del socialismo en todo el frente.
La industrialización socialista había obtenido por entonces éxitos grandes, que la
U.R.S.S. estaba ya en vísperas de convertirse de país agrario en país industrial. Del seno de
las masas nació la consigna de combate de realizar el Plan quinquenal en cuatro años.
También se había conseguido un viraje considerable en el desarrollo de la economía
agrícola. Koljoses y sovjoses se convertían en el factor decisivo de la agricultura, y los
campesinos koljosianos, en firme puntal del Poder Soviético en el campo.
Todo ello quería decir que, bajo la dirección del camarada Stalin, la Unión Soviética
había entrado en el período del socialismo.
El XVI Congreso del Partido afianzó los triunfos alcanzados y aseguró la
continuación de la construcción socialista con ritmos bolcheviques.
En el discurso que pronunció ante la Conferencia de activistas de la industria, en
febrero de 1931, el camarada Stalin indicó al Partido y al país nuevas tareas:
“Marchábamos 50 o 10 años detrás de los países más adelantados. En diez años, tenemos
que ganar este terreno. O lo hacemos, o nos aplastan… Los bolcheviques deben dominar la
técnica. Es hora ya de que los bolcheviques se conviertan ellos mismos en técnicos. La
técnica en el período de la reconstrucción, lo decide todo”. (Lugar citado, págs. 329-330.)
Con estas palabras, el camarada Stalin inició la lucha por la conquista de la técnica
por las fuerzas bolcheviques, y al hacerlo, señaló al Partido y a la clase obrera el jalón de
valor decisivo en la reconstrucción socialista de toda la economía nacional.
Se extendió la reconstrucción socialista tanto en la industria como en la agricultura.
Los koljoses, como forma socialista de explotación agrícola, eran algo nuevo. El
Partido tenía que dirigir con excepcional cuidado y habilidad para establecer la disciplina y
la organización en el trabajo, en la distribución de las ganancias, en la lucha contra el
igualitarismo y la falta de responsabilidad personal. Pero con especial cuidado había que
deshacer las maquinaciones de los kulaks, que penetraban en los koljoses para minarlos y
descomponerlos.
El camarada Stalin planteó la necesidad de fortalecer los koljoses en el terreno
económico y de organización. Para poner término al sabotaje de los kulaks y ayudar a los
koljoses con hombres, consejos y dirección, propuso que se crearan las Secciones políticas
en las estaciones de máquinas y tractores.
En febrero de 1933, en el Congreso de koljosianos de choque de la U.R.S.S.,
desarrolló el camarada Stalin el programa de lucha por el afianzamiento bolchevique de los
koljoses y por una vida de bienestar en ellos. Para que todos los koljosianos alcanzaran el
nivel de bienestar, para que todos los koljoses fueran bolcheviques, para eso – decía – “sólo
se requiere una cosa: trabajar honradamente en el koljoz, utilizar bien los tractores y las
máquinas, saber cuidar el ganado, trabajar bien la tierra y cuidar la propiedad kojosiana”.
(Lugar citado, pág. 418.)
Este programa se convirtió en la bandera de lucha de los koljosianos.
Como consecuencia de haber realizado con éxito el primer Plan quinquenal stalinista,
la Unión Soviética se convirtió de país agrario en país industrial. En la economía, el sistema
socialista había terminado con los elementos capitalistas tanto en el dominio de la industria
como en la agricultura. Se había puesto fin al paro en las ciudades y a la miseria en el
campo. Se había acabado la explotación del hombre por el hombre. Todos los trabajadores
de la U.R.S.S. tenían abiertas las puertas hacia una vida de bienestar y de cultura.
Era un triunfo inmenso, de alcance histórico-mundial, que la clase obrera y los
campesinos de la U.R.S.S. había conseguido en dura lucha bajo la dirección del camarada
Stalin.
“…Todo esto – decía el camarada Stalin ante el Pleno del C.C. y la Comisión Central
de Control, celebrado el 7 de enero de 1933 – ha hecho de la Unión Soviética, de un país
débil y falto de preparación para defenderse, un país de poderosa capacidad defensiva, un
país preparado para cualquier eventualidad, un país que puede producir en gran escala todas
las armas de defensa moderna y proporcionarlas a su Ejército en caso de agresión exterior”.
(Lugar citado, pág. 375.)
El XVII Congreso del P.C.(b) de la U.R.S.S., celebrado en enero de 1934, constató la
victoria completa de la línea general leninista-stalinista del Partido y los éxitos decisivos
del socialismo en todos los dominios de la economía y de la cultura. En este Congreso se
aprobó el segundo Plan quinquenal staliniano, que completaba la reconstrucción técnica de
todas las ramas de la economía nacional, la liquidación de los últimos restos de las clases
explotadoras en nuestro país.
En los países capitalistas contemporáneos, la política de los gobiernos se ve
desgarrada por los intereses contradictorios de los grupos monopolistas del capital; los
intereses particulares de estos grupos prevalecen cada vez más no sólo sobre los intereses
generales del Estado, sino incluso sobre los intereses de la clase dominante.
Los hombres que detentan el Poder en los países capitalistas rara vez tienen una
visión más o menos amplia no sólo del desarrollo social de su propio Estado, sino de los
intereses generales de su nación. Por regla general, los hombres de Estado allí lo que hacen
es maniobrar, tratando de atenuar la exacerbación de las contradicciones entre los diversos
intereses, tratando de encontrar una componenda. Se elevan a la dirección los pillos, los que
saben comprar, vender, poner de acuerdo los intereses más opuestos. Claro que semejante
“política” está sujeta a las contingencias más inesperadas para los mismos políticos. El
único punto en que coinciden todos los grupos burgueses que luchan entre sí es el miedo
zoológico y el odio al proletariado, la sed de explotarlo aún más despiadadamente.
“La burguesía – escribía Lenin – sólo reconoce que el Estado es fuerte cuando, con
toda la potencia del aparato gubernamental, puede lanzar a las masas en el sentido que
desean los dirigentes burgueses”. (Lenin, t. XXII, pág. 18, ed. Rusa.)
Fundamentalmente distinto es el Estado de la dictadura del proletariado, antípoda del
Estado capitalista, que ha nacido como resultado de la lucha de las fuerzas espontáneas,
ciegas de clase. El Estado de la dictadura del proletariado es consecuencia de la victoria del
proletariado. Lo ha creado de la voluntad consciente del proletariado y de las masas
trabajadoras para vencer y liquidar todas las clases explotadoras, para acabar con toda
explotación del hombre por el hombre, para construir el socialismo.
Nuestro Gobierno ve claramente el objetivo a que dirige sus actividades: llevar a la
práctica el programa del Partido Comunista, dar fuerza al Estado. Y como el Estado de la
dictadura del proletariado es el único del mundo que está rodeado de países capitalistas, el
principal cometido de su dirección consiste en asegurar su capacidad defensiva.
La dirección del nuestro Estado se ve obligada a seguir una política muy compleja, a
estar siempre preparada para cualquier eventualidad, porque los cabecillas del mundo
capitalista sólo desean su perdición y, como cazadores, distribuyen por las sendas de su
expansión y de su florecimiento celadas, trampas y emboscadas. Nuestra dirección tiene
que mantenerse en un elevadísimo grado de perfección.
Y el camarada Stalin nos da ejemplo de semejante dirección. Los hechos escuetos que
más arriba hemos citado, tomados de su actividad social y política, ilustran brillantemente
su enorme capacidad de orientación en el terreno social y político, su capacidad de prever
con acierto el proceso de desarrollo de los acontecimientos. Y este es el don más preciado
de un dirigente, de un jefe.
Recorramos con la mirada su vida. De joven, hizo el juramento de Anibal de
consagrarse por entero y sin reservas a la causa de la clase obrera, a la lucha por sus
intereses, por los intereses de las masas trabajadoras. Durante más de cuarenta años, está
constantemente en las primeras filas del proletariado combatiente.
Juntamente con Lenin, forma y desarrolla el Partido Comunista. Juntamente con él, lo
lleva al combate, al frente de la clase obrera, retrocediendo en los momentos de derrota, le
reconforta y le infunde ánimo – ¡La victoria definitiva es nuestra! –, concentra todas las
fuerzas en la conservación de su capacidad combativa, para mantener su unión con las
masas, para prepararlo a las nuevas batallas contra el capitalismo.
El capitalismo está derrotado, y se ha desbrozado el camino que conduce a la
construcción del comunismo. Y junto con las masas trabajadoras, dirigiéndolas, Stalin
construye el comunismo.
Su dirección no es casual, sino que nace orgánicamente en las masas trabajadoras, en
la vanguardia combatiente de la clase obrera – el Partido Comunista –, en los largos años de
lucha por los ideales del proletariado, en su constante identificación con las masas. En ello
consiste la unidad íntima de la dirección stalinista con las masas. No en vano proclaman
ellas: “¡Gran Stalin! ¡Querido Stalin!”
Grande y querido… ¿Cómo hacer de estas dos palabras un todo? Porque cuando la
esposa o la hermana dicen “querido”, no se puede añadir “grande”. Pero las masas lo
añaden. Y tienen el derecho moral de hacerlo, porque él ha crecido y se ha templado
políticamente en el seno de las masas obreras y campesinas. Porque las masas, la clase
obrera, los campesinos, han luchado hombro con hombro con él. Porque sus ideas, sus
deseos y sus fines son, precisamente, las ideas, los deseos y los fines del pueblo, de la clase
obrera, del Partido Comunista. ¡Cómo no ha de serles querido! Y así es, en verdad: ¡querido
y grande!
La historia es un juez severo. Pero ante ella puede compadecer sin turbarse la
dirección del País de los Soviets, la dirección del Partido. Como timonel experto, lleva el
camarada Stalin valientemente la nave del Estado por el camino trazado hacia el
comunismo…
No en vano ha dicho con inspiración oratoria uno de los dirigentes de talento de
nuestro Partido, el difunto Serguei Mironovich Kírov:
“Difícil es imaginarse una figura tan gigantesca como la de Stalin. En los últimos
años, desde que trabajamos sin Lenin, no sabemos de ningún viraje en nuestro trabajo, de
ninguna iniciativa, consigna o directiva de cierta importancia en nuestra política, cuyo
autor no sea el camarada Stalin, sino alguna otra persona. Todo el trabajo fundamental –
esto debe saberlo el Partido – se hace siguiendo las indicaciones, la iniciativa y la
dirección del camarada Stalin. Los problemas más trascendentales de política internacional
se resuelven según sus indicaciones; y no sólo estos grandes problemas, sino cuestiones que
podrían parecer de tercero y aun de décimo orden, le interesan si atañen a los obreros, a los
campesinos y a todos los trabajadores de nuestro país”.
Todo en estas palabras es verdad, desde el principio hasta el fin.
XII

La mirada de nuestro jefe, del timonel soviético, se fija muy lejos, en los horizontes
más apartados del porvenir: pero, al mismo tiempo, ve todo lo que ocurre a su alrededor,
velando con ojo avizor por la seguridad de la nave de Estado. Sabe distinguir
admirablemente lo grande en lo más pequeño, y los brotes de lo nuevo en lo viejo. Domina
perfectamente el arte leninista de determinar en cada momento cuál es el eslabón decisivo
en la cadena política.
Por ejemplo, en el discurso que pronunció en la sesión de fin de curso de la Academia
del Ejército Rojo en 1935, el camarada Stalin dijo:
“Antes decíamos que la ‘técnica lo decide todo’. Esta consigna nos ha ayudado en el
sentido de que hemos liquidado el hambre de técnica y hemos creado una base técnica
amplísima en todas las ramas de la actividad para fortalecer a nuestros hombres con las
ramas de la actividad para fortalecer a nuestros hombres con una técnica de primer orden.
Esto está muy bien. Pero dista mucho de ser suficiente. Para poner en movimiento la
técnica y sacarle todo el rendimiento, hacen falta hombres que la dominen, hacen falta
cuadros capaces de asimilar y aprovechar esta técnica de acuerdo con todas las reglas del
arte. La técnica con hombres al frente que la dominen puede y debe hacer milagros. Si
nuestras fábricas y empresas industriales de primer orden, si nuestros sovjoses y kojoses, si
nuestro Ejército Rojo contaran con una cantidad suficiente de cuadros capaces de dominar
la técnica, nuestro país obtendría un rendimiento tres o cuatro veces mayor que el que ahora
obtiene. Por eso, actualmente, hay que hacer hincapié en la cuestión de los hombres, de los
cuadros, del personal que domine la técnica. Por eso, la vieja consigna de ‘la técnica lo
decide todo’, consigna que era un reflejo del período ya sobrepasado, en el que padecíamos
hambre de técnica, debe ser sustituida hoy por una nueva consigna, por la consigna de ‘los
cuadros lo deciden todo’. Esto es ahora lo fundamental…
Es necesario que se acabe de comprender que todos los valiosos capitales que existen
en el mundo, el capital más precioso y decisivo lo constituyen los hombres, los cuadros. Es
necesario que se comprenda que, en nuestras actuales condiciones, ‘los cuadros lo deciden
todo’. Si contamos con los buenos y numerosos cuadros en la industria, en la agricultura, en
los transportes, en el Ejército, nuestro país será invencible. Si carecemos de ellos,
cojearemos de los dos pies”. (Lugar citado, pág. 490-1.)
Difícil es exagerar la importancia de este discurso del camarada Stalin. Dio un
impulso poderoso al movimiento stajanovista, magnífico movimiento de nuestra época, que
con razón es considerado como creación del camarada Stalin.
En la Conferencia de stajanovistas de la U.R.S.S celebrada en noviembre de 1935, el
camarada Stalin definió admirablemente el papel y la importancia del movimiento
stajanovista en la lucha por el comunismo, diciendo que “refleja el nuevo auge de la
emulación socialista, una etapa nueva y más alta de la emulación socialista…
La importancia del movimiento stajanovista está en el que es un movimiento que
destruye las antiguas normas técnicas por insuficientes; en que, en cierto número de casos,
sobrepasa la productividad de trabajo de los países capitalistas más avanzados, abriendo de
este modo la posibilidad práctica de seguir consolidando el socialismo en nuestro país, la
posibilidad de transformar nuestro país en el país más próspero.
Pero el movimiento stajanovista no es sólo esto. Su importancia está, además, en que
prepara las condiciones para el paso del socialismo al comunismo…, en que encierra el
germen del futuro auge cultural y técnico de la clase obrera, en que nos abre el único
camino por el cual se pueden obtener los índices superiores de productividad del trabajo,
necesarios para pasar del socialismo al comunismo y para suprimir el antagonismo entre el
trabajo intelectual y el trabajo físico” (Lugar citado, págs. 493-496).
El camarada Stalin concede gran atención al desarrollo del movimiento stajanovista y
éste penetra profundamente en todas las esferas de la actividad económica y cultural.
Actualmente, no hay rama de la industria, de la agricultura o de la ciencia donde no se
extienda como ola poderosa este grandioso movimiento de nuestra época, y que no abarque
cada vez más y más grupos de trabajadores, modificando su actividad ante el trabajo y ante
la propiedad común socialista.
No sólo sabe el camarada Stalin, a la manera leninista, fijar la atención del Partido y
de las grandes masas populares en el problema angular en un momento dado, sino que, al
mismo tiempo, sabe analizar profundamente, también a la manera leninista, el desarrollo
económico-social del país, y, a base de este análisis, decidirse a audaces actos políticos. El
ejemplo más característico en este sentido es la nueva Constitución de la U.R.S.S.
Suele decirse que las verdades más grandes son las más sencillas. Y, en efecto,
cuando el pensamiento stalinista revistió la brillante forma stalinista de las leyes
fundamentales del País de los Soviets, todo el mundo vio hasta qué punto se trataba de una
cosa sencilla y al mismo tiempo razonable, conveniente y, políticamente, indispensable. En
ello se puso de manifiesto la grandeza del jefe proletario.
La Constitución Stalinista es el resultado de la lucha y de los triunfos de los pueblos
de la U.R.S.S. Pero, además, se ha convertido en bandera para todos los trabajadores y
explotadores del mundo capitalista. Lo ha dicho magníficamente el camarada Stalin, en su
informe ante el VIII Congreso extraordinario de los Soviets, al discutirse la Constitución:
“Mientras que para los pueblos de los países capitalistas la Constitución de la
U.R.S.S. representará un programa de acción, para los pueblos de la U.R.S.S. representará
el balance de su lucha, el balance de sus victorias en el frene de la liberación de la
Humanidad. Como resultado del camino de las luchas y privaciones recorrido, es agradable
y causa júbilo tener una Constitución que trata del fruto de nuestras victorias, es agradable
y causa júbilo saber que la sangre abundantemente vertida por nuestros hombres no ha sido
derramada en vano y que ha dado sus resultados. Esto es lo que arma moralmente a nuestra
clase obrera, a nuestros campesinos, a nuestros trabajadores intelectuales. Esto es lo que
impulsa y estimula el sentimiento de orgullo legítimo. Esto es lo que afirma la fe que
tenemos en nuestras propias fuerzas y nos moviliza para una lucha nueva, para conquistar
nuevas victorias del comunismo”. (Lugar citado, pág. 534.)
Al adoptarse la Constitución Stalinista, quedaba terminado todo un período histórico
de construcción de la sociedad socialista sin clases. Comenzaba el período de lucha por la
construcción del comunismo.
En marzo de 1939, se celebró el XVIII Congreso del Partido. En su informe sobre la
actuación del Comité Central, el camarada Stalin desarrolló el programa de lucha para pasar
de la primera fase del comunismo a la segunda, diciendo:
“Hemos sobrepasado a los principales países capitalistas en sentido de la técnica de la
producción y de los ritmos del desarrollo industrial. Eso está muy bien, pero es poco. Es
necesario sobrepasarlos también en el sentido económico. Podemos y debemos hacerlo.
Sólo si logramos sobrepasar económicamente a los principales países capitalistas, podemos
esperar que nuestro país esté completamente provisto de artículos de consumo, tendremos
abundancia de productos y podremos pasar de la primera fase del comunismo a su segunda
fase”. (“El País del Socialismo, hoy y mañana”, pág. 27.)
El camarada Stalin ha abierto nuevos caminos en lo que se refiere a la concepción del
Estado como arma poderosa de la clase obrera para construir la sociedad comunista.
Si reuniéramos en forma sistemática todo lo que el camarada Stalin ha dicho sobre el
Estado en general, y sobre el Estado de la dictadura del proletariado en particular,
contaríamos con una obra doctrinal básica sobre el Estado socialista, su papel en la lucha
por el comunismo y el papel del Estado capitalista en la lucha contra el Estado de la
dictadura del proletariado.
El camarada Stalin pertenece al número de aquellos que no sólo escriben la Historia
sino que la hacen. No sólo ha creado y completado la historia del Estado socialista, sino
que, juntamente con Lenin, lo ha construido. Por consiguiente, sus trabajos doctrinales no
sólo arrojan luz sobre los caminos que ha de seguir el desarrollo del Estado socialista, sino
que, al mismo tiempo, son como croquis de trabajo de un arquitecto; en ellos podemos
encontrar siempre indicaciones de un inmediato carácter práctico, lo que hay que hacer hoy
en uno u otro dominio de la construcción. ¡Brillante unidad de la teoría y de la práctica!
En el transcurso de los últimos años, en cada Congreso del Partido, infatigablemente,
ha ido inculcando en la conciencia de las masas la importancia y el papel del Estado
proletario en construcción de la sociedad comunista. En el XVI Congreso del Partido, decía
en su informe sobre la actuación del C.C.: “El más alto desarrollo del Poder estatal para
preparar las condiciones de la extinción del Poder estatal: ésta es la fórmula marxista”.
(Stalin, “Los problemas del leninismo”, pág. 427, ed. Rusa.)
Como algunos miembros del Partido no tenían una idea clara de la extinción del
Estado socialista, dijo el camarada Stalin en el XVII Congreso del Partido:
“Las tesis de nuestro avance hacia la sociedad sin clases, tesis dadas como una
consigna, la han comprendido como un proceso espontáneo. Y ellos se decían: puesto que
se trata de la sociedad sin cales, significa que se puede debilitar la lucha de clases, que se
puede aflojar la dictadura del proletariado y terminar en general con el Estado, el cual de
todas maneras tiene que extinguirse en un porvenir próximo. Y se entregan a un entusiasmo
necio, en espera de que pronto no habrá ninguna clase, es decir, no hará lucha de clases:
desaparecerán las preocupaciones e inquietudes, es decir, se podrá deponer las armas y
echarse a dormir en espera del advenimiento de la sociedad sin clases”. (Lugar citado, pág.
467.)
De aquí deduce una nueva conclusión: es necesario fortalecer el Estado de la
dictadura del proletariado; a través de su fortalecimiento, está el camino hacia el
comunismo.
En el XVIII Congreso del Partido, el camarada Stalin planteó en forma todavía más
amplia y más profunda el problema del Estado socialista. Analizando la conocida fórmula
de Engels sobre la extinción del Estado, llegó a la conclusión siguiente: el Estado socialista
se mantendrá también con el comunismo, mientras no se liquide el cerco capitalista. Indicó
el peligro de no apreciar debidamente la importancia y la significación de nuestro Estado
socialista, lo mismo que la importancia y la significación de los Estados burgueses. Y como
consecuencia, formuló una tarea de actualidad: estudiar el aparato estatal de los países
burgueses, su estructura y su mecanismo, y perfeccionar por todos los medios el Estado
socialista, para poder oponerlo eficazmente frente al cerco capitalista.
“¿No es, acaso, de extrañar – preguntaba el camarada Stalin – que nos hayamos
enterado de las actividades del espionaje y de conjuración de los cabecillas trotskistas y
bujarinistas sólo últimamente, en los años 1937 y 1938, aunque, como se ve por la
documentación, estos señores eran espías de los servicios extranjeros y desplegaban sus
actividades de conjuradores ya en los primeros días de la Revolución de Octubre? ¿Cómo
se nos ha podido escapar un asunto tan grave? ¿Cómo explicar este yerro?... Esto se explica
por una subestimación de la fuerza y la importancia del mecanismo de los Estados
burgueses que nos rodean y de sus órganos de espionaje, que tratan de aprovechar la
flaqueza de los hombres, su vanidad, su falta de carácter, para enredarlos en sus redes de
espionaje y cercar con ellos los órganos del Estado Soviético. Se explica por menospreciar
el papel y la importancia del mecanismo de nuestro Estado socialista y de sus órganos de
contraespionaje, por menospreciar a estos órganos, por la charlatanería de que el
contraespionaje, en el Estado Soviético, es una nimiedad y una tontería, que el órgano de
contraespionaje soviético, lo mismo que el propio Estado Soviético, habrá que entregarlos
pronto al museo de antigüedades”. (El País del Socialismo, hoy y mañana”, págs. 50-51.)
Aplicando magistralmente el método del marxismo-leninismo, el camarada Stalin ha
penetrado profundamente en la esencia del Estado. Analizando las funciones del Estado
socialista en sus diversas etapas, ha demostrado su excepcional importancia en la
construcción del comunismo y en la defensa del País de los Soviets contra la acción de los
enemigos.
El camarada Stalin ve en el Estado socialista una palanca poderosa en la lucha por el
comunismo, pero sólo con profunda ciencia puede utilizarse esa palanca. Y él, en su
actividad, nos da ejemplo de esa ciencia y la inculca infatigablemente a los ciudadanos
soviéticos.
***
El camarada Stalin es un hombre feliz. Puede estar orgulloso. Cuando cumple los
sesenta años, un país enorme, la sexta parte del mundo, ha llegado al socialismo bajo su
dirección.
Enormes son los méritos que ha contraído ante los trabajadores de todo el mundo,
ante los pueblos de la Unión Soviética y, sobre todo, ante el pueblo ruso. Su actividad
política y social tiene que ser conocida de las más grandes masas, porque constituye un
ejemplo de vida humana profundamente ideal.
Sólo enumerando simple, cronológicamente los hechos de su actividad práctica,
externa, que todos han visto, tenemos ya un trabajo enorme realizado en el desarrollo del
movimiento revolucionario en Rusia, y por tanto en todo el mundo.
Aun cuando se expongan los hechos en términos escuetos, no puede ocultarse el
acendrado espíritu del sacrificio del camarada Stalin, su heroísmo, su compresión del fin
propuesto, su profunda comprensión de las leyes objetivad del desarrollo de la sociedad.
Tenía 17 años cuando consagró su vida a liberar de toda forma de opresión a los
subyugados por las cadenas del capitalismo. Se entregó a esta causa sin reservas. Toda su
vida estuvo desde entonces dedicada a ella y nada más que a ella.
Las personas excesivamente vanidosas menosprecian a veces un trabajo sencillo,
sobre todo si es una labor técnica, diciendo que les molesta, impide su desarrollo, limita su
horizonte. La actividad social del camarada Stalin demuestra claramente que un ideal
convierte el trabajo más sencillo en trascendental labor política.
Al dejar el seminario, rompiendo con toda vida que legalmente le rodeaba,
separándose de su familia, al pasar a la clandestinidad, ¿perseguía, acaso, el camarada
Stalin fines personales, con el deseo de dedicarse a un trabajo que sólo ampliara su propio
horizonte (semejantes “revolucionarios” abandonan pronto la clandestinidad, cuyo trabajo
“ordinario” no les satisfacía)? No, lo que el camarada Stalin quería era hacer lo más posible
por el movimiento obrero revolucionario. Toda labor que ayudara a este movimiento le
parecía valiosa y, por ello mismo, altamente ideal. Por eso, vemos al camarada Stalin
ocupado en todos los tipos y formas del trabajo revolucionario.
Organiza círculos clandestinos, despierta y encauza la energía revolucionaria de los
obreros hacia la lucha común revolucionaria. Escribe proclamas y él mismo las imprime y
las distribuye. Dirige huelgas de obreros, va a la cabeza de manifestaciones, exponiéndose
al mayor peligro, como dirigente. Escribe artículos de dirección que son llamamientos para
organizar un partido obrero revolucionario, artículos que desenmascaran y fustigan el
oportunismo en todas sus formas y manifestaciones.
Peregrinando toda su vida por cárceles y destierros, trasladándose de una ciudad a
otra por voluntad del Partido, adonde el Partido tenía particular necesidad de colaboradores
abnegados, el camarada Stalin, juntamente con Lenin, organizó, creó y desarrolló nuestro
Partido. Juntamente con Lenin, dirigió el Partido, el movimiento revolucionario y la
insurrección armada de Octubre.
Infinito es el cariño del Camarada Stalin por Lenin. Es un cariño entrañable, que nace
de la comunidad de ideas y de aspiraciones. La autoridad de Lenin es para él
indiscutiblemente.
Buscando una analogía histórica, la afección de Stalin hacia Lenin recuerda la de
Lenin hacia Marx, con la única diferencia de que el camarada Stalin ha trabajado largos
años con Lenin. Quiero decir con esto que su relación con Lenin ha sido más próxima, más
íntima.
Stalin ha estudiado magistralmente a Lenin; conoce perfectamente no sólo todas sus
obras, sino también el motivo de la aparición de cada una de ellas. Además, es indudable
que ejerció no poca influencia sobre Lenin.
Después de la muerte de éste, el camarada Stalin, en dura lucha con los enemigos del
Partido y del leninismo, consiguió salvar la integridad del Partido y cimentar firmemente
sus filas a base de las ideas del marxismo-leninismo. Ha levantado muy alta la bandera de
la cual el pueblo soviético construye el comunismo.
Acuden involuntariamente a la memoria unas palabras de Herzen sobre los hombres
del 14 de diciembre. Dice Hertzen que fueron una falange de “héroes legendarios forjados
de puro acero, desde los pies a la cabeza, héroes de epopeya…”. (Citado por Lenin, Obras
Completas, t. XV., pág. 464, ed. Rusa.)
A este tipo de hombres pertenece el camarada Stalin.
Pero él ha crecido y se ha templado políticamente en el seno de la vanguardia
revolucionaria de la clase obrera. Defiende los intereses de esta clase y sus ideales, es decir,
las ideas del socialismo científico. Siempre estuvo dispuesto, y está dispuesto también en
adelante, a entregar a la causa del proletariado mundial todas fuerzas, todo su talento y, si
hiciera falta, hasta la última gota de su sangre, y todo esto sólo puede hacerlo un hombre
que tenga toda la sabiduría del marxismo-leninismo.
Los trabajos teóricos del camarada Stalin constituyen una aportación de inmenso
valor al tesoro del marxismo-leninismo y su estudio descubre amplios horizontes. Basta
recordar sus conferencias “Sobre los fundamentos del leninismo”. Por su estilo
concentrado, su claridad, su completa y profunda comprensión del marxismo-leninismo,
constituyen una obra única en la literatura del marxismo-leninismo. No en vano es el libro
de cabecera de millones de hombres.
Enorme impulso ha dado a la teoría marxista-leninista la doctrina del camarada Stalin
sobre el Estado de la dictadura del proletariado, sobre su papel como poderoso instrumento
en manos del proletariado para construir la sociedad comunista.
En la teoría de la dictadura del proletariado y de la revolución socialista es parte muy
importante el problema nacional. En este punto, Lenin y Stalin crearon la escuela
bolchevique mucho antes de Octubre. En enero de 1913, escribió el camarada Stalin el
famoso folleto “El marxismo y el problema nacional”, en el que ha fundamentado de un
modo clásico la teoría bolchevique sobre la cuestión nacional y la consigna bolchevique de
que cada nacionalidad tiene derecho a la autodeterminación. Estos principios siguen siendo
hoy los que dirigen la política nacional de nuestro Partido.
Muy recientemente, por iniciativa y con la participación más directa del camarada
Stalin, se ha redactado el “Compendio de Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”. El valor de
este trabajo teórico en el desarrollo del pensamiento marxista es evidente para todo el que
quiera comprender y asimilar el marxismo-leninismo.
El camarada Stalin domina perfectamente el método del marxismo-leninismo, que ha
defendido y fundamentado en lucha contra numerosos enemigos, que ha concretado y
seguido desarrollando sobre la base de la riquísima experiencia de la construcción del
socialismo en medio del cerco capitalista, luchando por el paso al comunismo.
Más de cuarenta años lleva el camarada Stalin luchando inflexiblemente por la causa
del proletariado. Juntamente con Lenin, abrió una brecha en el frente capitalista y ha creado
el Estado de la dictadura del proletariado. Desde 1924, está al frente del Partido Comunista
y del pueblo soviético. Es la esperanza, el faro que seguía a millones de hombres
trabajadores. En estas solemnes palabras del pueblo: Lenin y Stalin, resuena en nuestros
oídos la unidad de su grandioso pensamiento.
La historia de la Humanidad cuenta con bastantes grandes hombres, hombres
geniales, pero Lenin y Stalin son únicos en su género. Porque no son grandes sólo por sí -
mismos. Sus raíces están en las masas. Son identificados en los mejores ideales y
aspiraciones porque en la grandeza de ellos ven la suya propia. Y por eso el pueblo
soviético, las masas trabajadoras de los países capitalistas y toda la humanidad progresiva
proclama con orgullo:
“¡Grande es Lenin!” “¡Grande es Stalin!”.
“¡Viva largos años nuestro querido gran Stalin!”.
Edición digital
Diciembre de 2018

Medellín, Colombia

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