Andrés Manuel López Obrador: México, Presidente (2018-)
Andrés Manuel López Obrador: México, Presidente (2018-)
Andrés Manuel López Obrador: México, Presidente (2018-)
Resumen
Durante años, un liderazgo carismático que arrastra multitudes y un discurso combativo que
agita las banderas sociales y escarnece a los poderes fácticos mantuvieron a Andrés Manuel
López Obrador en la cresta de la política mexicana, a pesar de sus fiascos electorales y sus
decisiones conflictivas. En 2018, camino de los 65 años, AMLO realizó su tercer y definitivo
asalto a la Presidencia de la República disfrutando de una amplísima ventaja en todos los
sondeos y prodigando mensajes depurados de carga radical pero fieles a sus tesis
programáticas de siempre. Su histórica victoria del 1 de julio, con un abrumador 53,2% de los
votos, sobre Ricardo Anaya del Partido Acción Nacional (PAN) y José Antonio Meade del
Partido Revolucionario Institucional (PRI), barrido en las urnas y echado del Ejecutivo federal,
supone el debut en el Gobierno de México de una alternativa partidaria de corto recorrido
opositor.
Procedente del ala nacionalista de izquierda, de tradición juarista, del viejo PRI anterior al cisma
de 1988, funcionario próximo a las comunidades indígenas y fogueando en las luchas
populares de su Tabasco natal, López Obrador atrajo los primeros focos de la tramoya nacional
como enérgico fustigador de las administraciones salinista y zedillista. En 2000 salió elegido jefe
de Gobierno del DF, el gran bastión del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el cual
presidió de 1996 a 1999. Su gestión municipal, de intenso calado social, se vio emborronada por
el llamado videoescándalo, que sacó a la luz prácticas corruptas de sus subalternos. Aquella
polvareda derivó en 2005 en un desafuero congresal que estuvo a punto de descabalgarlo de la
gubernatura defeña, aunque poco después renunció voluntariamente a la misma para plantear
su primer envite a la Presidencia.
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extremista, populista y filochavista, puso en vilo a México y adquirió estrellato internacional con
su furibunda denuncia de las elecciones presidenciales que, por los pelos, dieron el triunfo a su
contrincante conservador del entonces oficialista PAN, Felipe Calderón, el sucesor de Vicente
Fox. Según los datos oficiales, AMLO perdió por tan solo el 0,56% de los votos. Entonces, el
aspirante de la Coalición por el Bien de Todos, desoyendo los llamamientos a la responsabilidad,
clamó contra el "robo" que le habían perpetrado, lanzó una multitudinaria campaña de
desobediencia civil no violenta y se autoproclamó "presidente legítimo", al frente del "Gobierno
alterno" de México y en lugar del "espurio" Calderón. Sin embargo, la victoria del panista fue
reconocida por toda la comunidad internacional.
En septiembre de 2012, poniendo colofón a sus desavenencias con la cúpula del partido, que le
achacaba exceso de personalismo e incapacidad para el diálogo, López Obrador dio portazo a
un PRD que estaba perdiendo mordiente de izquierda para liderar su propio espacio político de
oposición intransigente al próximo Gobierno del PRI: el Movimiento Regeneración Nacional
(MORENA), cuyos objetivos eran "derrocar con una revolución pacífica" al duopolio de priístas
y panistas, y conseguir la "transformación democrática de México". Con MORENA, AMLO
redobló su batalla contra casi todo el mundo. Así, rehusó sumarse al Pacto por México suscrito
por el PRI, el PAN y el PRD; declaró su hostilidad a las grandes reformas estructurales de Peña
Nieto, en particular, la energética, la educativa, la laboral y la de las telecomunicaciones; y
reprobó sin cesar al Ejecutivo, tachado de corrupto, débil e incompetente a la hora de conseguir
resultados en la lucha militar contra el narco, frenar el encarecimiento de la canasta básica y los
combustibles, y plantar cara soberanista a los desaires de Donald Trump.
La tercera apuesta presidencial del lopezobradorismo iba a ser la vencida. El Proyecto 2018 del
candidato de Juntos Haremos Historia, la coalición formada por MORENA, el Partido del Trabajo
(PT) y el Partido encuentro Social (PES), presentaba en esencia los mismos lineamientos clave
que en 2012, pues su autor consideraba que los lastres de entonces seguían intactos o bien se
habían agravado.
El programa electoral incidía en una serie de temas: la "austeridad republicana", para reorientar
los recursos públicos de los gastos corrientes a la inversión sin subir los impuestos; la atención
de las "causas sociales", combatiendo la pobreza y elevando el desarrollo humano de los
colectivos vulnerables, de una violencia criminal desmedida y cuyas escalofriantes cifras son las
propias de un país en guerra civil; el principio de la retirada de las Fuerzas Armadas de las
misiones de seguridad interna pero sin precipitaciones, con la meta de "pacificar" México en tres
años; el aumento de la oferta de gasolina autóctona para reducir las importaciones y rebajar
precios; las autosuficiencias energética y alimentaria, en el caso del agro ofreciendo a los
productores locales precios de garantía; la "erradicación" de la corrupción política "dando
ejemplo" desde Los Pinos; y la defensa firme de los migrantes mexicanos, más en tiempos de
muro fronterizo de Trump y de renegociación forzada del TLCAN, buscando con Estados Unidos
unas relaciones de cooperación y buena vecindad basadas "en el respeto mutuo".
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Al final, el líder opositor convenció con su promesa de "ser como Benito Juárez, Francisco
Madero y Lázaro Cárdenas, un hombre de nación", y con su insistencia en "no tener nada que
ver con el Gobierno de Venezuela", pues su "mexicanismo" equivalía a decir "ni chavismo, ni
trumpismo". Su plataforma para el período de gobierno 2018-2024 sugiere una
socialdemocracia pragmática que asume las nociones ortodoxas del libre mercado, la
estabilidad macroeconómica, la disciplina presupuestaria y la flotación del peso, conjugadas,
eso sí, con el rechazo a las "tendencias privatizadoras" y la "extranjerización" de sectores
estratégicos, y la prioridad para la "producción nacional". A los guiños tranquilizadores a
empresarios e inversores el tabasqueño añade la promesa de, llegada la hora de acabar con la
corrupción y los privilegios de los ex presidentes, "hacer justicia sin venganza ni odio" ("no voy a
meter a Peña Nieto en la cárcel", asegura). Finalmente, el progresismo político y social de
López Obrador se combina con un enfoque algo más conservador de cuestiones que atañen a
la moral religiosa o tradicional como el aborto y el matrimonio homosexual, sobre los que el
político se muestra esquivo o ambiguo.
Por otro lado, la ilusión que despierta el cambio de Ejecutivo federal no oculta el hecho de que
uno de los problemas más candentes del país, el que envuelve a la Frontera Norte, presenta
justamente ahora nuevas e inquietantes aristas. Si por un lado las negociaciones con
Washington y Ottawa ya han perfilado el nuevo tratado comercial trilateral que sustituirá al
TLCAN, el USMCA, y que López Obrador considera beneficioso, México es en estos momentos
el país de tránsito de unas caravanas de miles de migrantes irregulares centroamericanos a los
que Estados Unidos no piensa dejar pasar y que van agolpándose en la barrera ante Tijuana,
con el consiguiente aumento de las tensiones fronterizas y locales. En octubre, López Obrador,
anticipándose al clima de rechazo extendido en la ciudadanía, habló de solidaridad y de
ofrecer visas de trabajo a estos migrantes procedentes sobre todo de Honduras, El Salvador y
Guatemala. El 26 de noviembre, tras un intento de asalto repelido con gases lacrimógenos por la
Policía estadounidense, Trump -cuya hija Ivanka asistió la toma de posesión junto con el
vicepresidente Mike Pence- amenazó con cerrar la frontera "permanentemente", lo que de
suceder acarrearía enormes daños comerciales a México.
(Texto actualizado hasta diciembre 2018. Nota: para saber más sobre el plan de Gobierno de
Andrés Manuel López Obrador en 2018 puede consultarse el documento del CIDOB Elecciones
presidenciales de 2018 en México: candidatos y programas)
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Biografía
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En 1978 López Obrador empezó a fungir de delegado estatal de la Coordinación General del
Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados de la Presidencia de la República
(COPLAMAR). Asumiendo quehaceres como la edición de publicaciones en lengua indígena y
la ejecución de programas de impulso agrícola, el joven oficial priísta tomó conciencia de
primera mano de los déficits sociales endémicos en un estado particularmente rico en recursos
naturales pero acuciado por la pobreza y el subdesarrollo.
Por otro lado, aunque tenía la licenciatura por la UNAM a medio cursar, López Obrador fue
invitado a dar clases de Sociología y Pedagogía en la Universidad Autónoma de Tabasco. Allí
inició con una de sus alumnas, Rocío Beltrán Medina, baja funcionaria de la Secretaría de
Educación Pública, una relación sentimental que acabó en matrimonio en marzo de 1980. La
pareja concibió tres hijos varones, José Ramón (1982), Andrés Manuel (1987) y Gonzalo
Alfonso (1991).
Como jefe nominal del partido en Tabasco, López Obrador se puso al frente de la organización
interna y, apoyándose en los comités de base, el campesinado en particular, comenzó por
supervisar la gestión de los cargos municipales, para asegurarse de que este se ajustaba al
programa electoral. Esta actitud celosa le granjeó de inmediato numerosas enemistades en el
partido estatal, donde el tabasqueño adquirió una reputación de priísta dogmático y situado
en el ala más a la izquierda. Las prontas quejas por su forma de trabajar lesionaron la relación
de confianza que mantenía con González Pedrero, quien al cabo de unos meses, en
noviembre de 1983, le destituyó del cargo. En 1984, tras rechazar varios puestos alternativos
pero de menor rango en el PRI del estado, López Obrador optó por regresar al Distrito Federal,
donde se hizo con un buen puesto funcionarial, la Dirección de Promoción Social del Instituto
Nacional del Consumidor (INCO).
En 1986 López Obrador publicó el libro Los primeros pasos; Tabasco 1810-1867, un repaso
histórico a su estado natal desde la independencia hasta la revolución juarista y al que en 1988
iba a seguir una segunda parte titulada Del esplendor a la sombra: la República restaurada;
Tabasco 1867-1876. En 1987, transcurrida una década larga desde que inició la carrera, el
funcionario egresó de la UNAM con una licenciatura en Ciencias Políticas y Administración
Pública, apoyada en la tesis Proceso de formación del estado nacional en México, 1821-1867.
A Cárdenas debió causarle muy buena impresión el trabajo social realizado por López Obrador
con los indios chontales, ya que no dudó en encomendarle la organización de la Corriente
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Democrática en Tabasco con la mirada puesta en las elecciones federales y estatales de 1988.
Los cardenistas aglutinaron fuerzas con una pléyade de pequeños partidos del centroizquierda
y la izquierda, principalmente el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el del Frente
Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) y el Popular Socialista (PPS), dando lugar a la
coalición Frente Democrático Nacional (FDN).
El 9 de noviembre era López Obrador el batido por Neme Castillo, que tenía de su lado a toda
la maquinaria del partido, con un arrasador 81% de los votos. Como Cárdenas en la Ciudad de
México, el tabasqueño puso el grito en el cielo en Villahermosa: denunció haber sido objeto de
un fraude masivo y para respaldar su afirmación dio cuenta de una retahíla de irregularidades,
desde la expulsión de representantes del FDN de los colegios electorales donde estaban
acreditados hasta la destrucción de papeletas con su candidatura marcada. Un análisis
pormenorizado de las elecciones a gobernador de Tabasco iba a aparecer en 1990 en su
siguiente libro, rotundamente titulado Tabasco, víctima del fraude.
Los escandalosos comicios de 1988 aceleraron el cisma en el PRI. El 5 de mayo de 1989, bajo el
liderazgo carismático de Cárdenas, y con el firme propósito de ahondar la brecha abierta en la
larguísima hegemonía de una estructura política que parecía tener ya muy poco de
revolucionaria y todo de institucional, era fundado el Partido de la Revolución Democrática
(PRD) a partir de la fusión de la Corriente Democrática con algunos aliados del FDN,
principalmente el Partido Mexicano Socialista (PMS), el cual tenía un importante componente ex
comunista. En adelante presidente del PRD en Tabasco, López Obrador amplió su red local de
simpatizantes, aunque no hasta el punto de poner en peligro la supremacía del PRI estatal.
Dos años y medio más tarde, López Obrador adquirió su primera notoriedad a nivel nacional
como el cabeza del llamado éxodo por la democracia, una marcha pacífica de medio millar de
paisanos de Tabasco y Veracruz que el 20 de noviembre de 1991 partió de Villahermosa para
llegar, el 11 de enero de 1992, a la plaza de la Constitución o Zócalo de la Ciudad de México,
entre los vítores de 30.000 perredistas defeños. Los marchistas portaban la denuncia del caos
que había presidido las elecciones municipales celebradas recientemente en ambos estados y
que con indicios de fraude habían penalizado las candidaturas perredistas.
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asomaban los nubarrones de una tormenta financiera que iba a descargar un mes más tarde
sobre el Gobierno del por el momento presidente electo, Ernesto Zedillo Ponce de León.
Candidato destapado por Salinas, Zedillo se había impuesto con comodidad en la cita electoral
de agosto a Cárdenas (quien el año anterior se había desprendido de la presidencia del PRD,
la cual ostentaba ahora Muñoz Ledo) y al panista Diego Fernández de Cevallos. Tres meses
después, en Villahermosa, el jefe del perredismo tabasqueño perdió con el 38,7% de los votos
su pulso particular con Roberto Madrazo Pintado, antiguo diputado federal y senador del PRI,
receptor del 57,5% de los sufragios.
Esta vez, sin embargo, López Obrador no arrancó la menor concesión a las autoridades
federales. El balance de este combate desigual quedó consignado en su cuarto libro, Entre la
historia y la esperanza: corrupción y lucha democrática en Tabasco, aparecido en 1996. Allí, el
opositor arremetía contra Madrazo, en lo sucesivo acerbo antagonista y el primero de una lista
de enemigos personales a la que también se incorporó el ex presidente Salinas, referido
habitualmente por él como El Innombrable.
La gran popularidad adquirida entre las bases perredistas por López Obrador, erigido en
paladín de pobres y excluidos, le catapultó a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional
(CEN) del partido en la elección interna celebrada en julio de 1996, después de acaudillar a los
indígenas de La Chontalpa en una protesta contra la gestión de Pemex en Tabasco, y en un
contexto de profundo descontento por el balance de resultados del presidente saliente, Muñoz
Ledo, que en términos electorales podía calificarse de desastroso: el partido había sido
derrotado por el PRI en todos los comicios estatales y seguía sin contar con un solo gobernador
(mientras que la principal fuerza de la derecha, el PAN, ya gobernaba en cuatro estados). López
Obrador se distinguió como el más izquierdista, a la luz de su praxis radical, de entre una terna
de aspirantes que completaban el senador veracruzano Heberto Castillo Martínez, antiguo
dirigente del PMS ?y quien iba a fallecer meses después-, y la zacatecana Amalia García
Medina, con una trayectoria también socialista y antes comunista. El 19 de julio, sin sorpresas, el
tabasqueño fue proclamado presidente del partido con el 73,9% de los votos, 264.565 papeletas
en términos absolutos.
El 2 de agosto de 1996 López Obrador tomaba protesta al frente del PRD lanzando mensajes de
aliento y confianza de cara a las próximas citas electorales. El primer y sensacional éxito, ya
que la plaza ganada, por su peso demográfico, político y económico, constituía un centro de
poder solo superado por el propio Ejecutivo federal, llegó el 6 de julio de 1997: se trató de la
primera elección por sufragio universal del nuevo cargo de jefe de Gobierno del DF
?sustituyendo al de jefe departamental o regente capitalino, cuyo nombramiento había sido
hasta entonces prerrogativa del presidente de la República-, ganado por Cárdenas con el
48,1% de los votos.
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los 19 meses siguientes, la presidencia partidaria de López Obrador se apuntó la conquista de
otras tres entidades federadas, los gobiernos de Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur, idos
respectivamente a los presidentes Ricardo Monreal Ávila (julio de 1998), Alfonso Sánchez Anaya
(noviembre de 1998) y Leonel Cota Montaño (febrero de 1999).
El 10 de abril de 1999 López Obrador entregó la presidencia del CEN al diputado federal Pablo
Gómez Álvarez, el cual asumió el cargo con carácter interino y la única misión de convocar una
nueva elección interna del titular, después de tener que ser anulada una primera y caótica
votación ante el resultado de empate técnico entre los dos pretendientes cabeceros, Amalia
García y Jesús Ortega Martínez, y la denuncia de un sinfín de irregularidades y corruptelas;
en otras palabras, las secciones perredistas incurrieron en el mismo proceder fraudulento que
tantas veces habían echado en cara al PRI. El escándalo interno, alimentado por las
imputaciones a Cárdenas y Muñoz Ledo de supuesta injerencia interesada en el proceso
electoral, y en paralelo a unas nada entusiastas conversaciones con el PAN sobre la posibilidad
de presentar contra el PRI un candidato unitario de la oposición en las presidenciales de 2000,
emborronó la hoja de servicios de López Obrador justo cuando se despedía de la conducción
partidaria para lanzar nuevos envites políticos.
La renuncia por Cárdenas el 29 de septiembre de 1999 a la jefatura del Gobierno del DF con el
objeto de preparar su candidatura presidencial situó a López Obrador, no obstante detectarse ya
indicios de unas frías relaciones personales entre los dos dirigentes, como el único jefe
perredista capaz de mantener el tirón electoral del líder fundador, aunque antes tendría que
vencer el escepticismo de muchos cuadros locales del partido a los que extrañaba que el
tabasqueño, que a fin de cuentas todavía no se había estrenado en la política representativa
con apoyo en un mandato electoral, pretendiera gobernar una urbe con la que no tenía
especiales lazos. Además, la ley establecía un mínimo de cinco años de residencia para los
candidatos a jefe de Gobierno.
Por de pronto, López Obrador publicó las conclusiones de su investigación al Fondo Bancario
de Protección al Ahorro (FOBAPROA), instrumento del Estado creado por la Administración
Salinas con el fin de ayudar a los ahorradores afectados por situaciones de insolvencia bancaria
pero que tras la debacle financiera de diciembre de 1994 se había concentrado en rescatar las
pérdidas sufridas por conocidos banqueros y empresarios, inclusive mediante la conversión en
deuda pública de su colosal pasivo. Para López Obrador, y así lo expuso en su nuevo libro-
denuncia, Fobaproa, expediente abierto: reseña y archivo, la actuación del fondo era
abiertamente inconstitucional y el "fraude más grande de la historia después de La Conquista".
En las elecciones federales del 2 de julio de 2000, mientras el candidato presidencial del PAN,
Vicente Fox Quesada, hacía historia al batir a su adversario oficialista, Francisco Labastida
Ochoa, y Cárdenas, con un muy mediocre 16% de los sufragios, se limitaba a confirmar la
tercera posición registrada en 1994, López Obrador salvaba la honra del partido (que sufrió
además una hecatombe en las legislativas con la pérdida de dos tercios de los diputados)
imponiéndose en el DF a dos contrincantes manifiestamente menos populares, el panista
Santiago Creel Miranda y el priísta Jesús Silva Herzog.
No se trató, con todo, de una victoria cómoda. Pese a gozar del respaldo del Partido del Trabajo
(PT), la Convergencia por la Democracia (CD), el Partido Alianza Social (PAS) y el Partido de la
Sociedad Nacionalista (PSN) ?integrantes los cinco de la Alianza por México, que tan
decepcionantes resultados tuvo en las votaciones federales-, amén del candidato del Partido del
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Centro Democrático (PCD), Marcelo Luis Ebrard Casaubón ?luego de cancelar su postulación,
aunque su nombre no fue retirado de las papeletas electorales-, López Obrador se proclamó jefe
de Gobierno del DF con un exiguo 34,5% de los votos, poco más de un punto de ventaja sobre
su más cercano seguidor, Santiago Creel.
El lustro comprendido entre 2000 y 2005 fue un período decisivo en la trayectoria de López
Obrador, pues fue entonces cuando cimentó las bases populares de un poder y una influencia a
nivel nacional que iban a convertirle en uno de los políticos más insignes y controvertidos del
México contemporáneo. Para sus cada vez más numerosos simpatizantes y partidarios, López
Obrador era un regidor voluntarioso y esforzado, casi hiperactivo, sinceramente entregado a las
causas sociales y a la mejora del bienestar de la ciudadanía, a la vez que austero, como
atestiguaban su sencillo apartamento de clase media y el coche utilitario que le llevaba de casa
al trabajo. Otro punto a su favor era su compromiso con la rendición regular de cuentas, la
transparencia y la democracia participativa. Los posibles déficits en su preparación profesional
los suplía con creces con una innata capacidad para diagnosticar certeramente los problemas y
conectar con la gente. Por otro lado, sus ensayos sobre historia y actualidad política reflejaban
aptitudes para la investigación y el análisis.
El dirigente perredista exudaba asimismo pugnacidad, tenacidad y astucia, unos atributos que el
imaginario popular asociaba al pejelagarto, pez depredador de agua dulce de aspecto reptiliano
muy común en el sudeste mexicano y particularmente en Tabasco, así que al gobernante se le
quedó el mote, aplicado en sentido positivo, del Peje. Tampoco tardaría en generalizarse el
apelativo de AMLO, acrónimo formado con su nombre y apellidos, hasta alcanzar uso universal.
Por el contrario, para sus adversarios y detractores, en número creciente también, López
Obrador era un extremista y un populista sin la cualificación necesaria para gobernar una
megalópolis como el DF y que no dudaba en blandir los más censurables instrumentos de
agitación y demagogia con tal de aferrarse al poder y realizar sus ambiciones, que parecían no
detenerse en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México.
Los resultados de la gestión municipal del dirigente fueron el reflejo de esta valoración tan
profundamente ambivalente de su persona. Por un lado, el DF conoció una vigorosa campaña
de obras públicas para la mejora y ampliación de una serie de infraestructuras urbanas. Por otro
lado, los mexiqueños se beneficiaron de varios programas de protección social, el más
destacado de los cuales fue la Pensión Universal Alimenticia para Adultos Mayores. El Gobierno
municipal se resistió a implementar el Seguro Popular, aprobado por el Instituto Mexicano del
Seguro Social (IMSS) y basado en la aportación de cuotas por los beneficiarios, aduciendo que
los defeños ya recibían de sus instituciones municipales la necesaria cobertura social y
además gratuita.
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Según la oposición, ejercida fundamentalmente por el PAN, el Ejecutivo encabezado de López
Obrador se dedicaba a derrochar el presupuesto del DF con mano populista sin preocuparse de
las deudas, que ciertamente crecieron, aunque a un ritmo sensiblemente menor que bajo
anteriores gobiernos. Los efectos de la lucha contra la criminalidad, uno de los más graves
problemas de la urbe, merecieron asimismo valoraciones dispares.
En marzo de 2004, en un momento que a muchos no les pareció casual, estalló el llamado
videoescándalo, la emisión por la cadena Televisa de unas grabaciones de vídeo clandestinas
que mostraban a prominentes políticos y funcionarios, la mayoría miembros del PRD y
colaboradores estrechos de López Obrador, en situaciones altamente comprometedoras. La
serie de filmaciones comenzó como una filtración hecha a los medios por el diputado federal
panista Federico Döring Casar y tenía como principal protagonista al empresario argentino-
mexicano Carlos Ahumada Kurtz, en cuyas oficinas sucedían casi todas de las escenas.
Ahumada se apresuró a presentar contra los implicados una denuncia por extorsión antes de
darse él mismo a la fuga; poco después, el empresario sería capturado en Cuba y deportado
en respuesta a un pedido de extradición de las autoridades mexicanas.
Pese a la fea turbiedad de los hechos y a la identidad de los implicados, que eran algunos de sus
lugartenientes de mayor confianza, López Obrador no fue salpicado por este escándalo hasta el
punto de ver peligrar su posición institucional. El regidor defeño manifestó su rechazo a las
corruptelas sacadas a la luz, pero su reacción fue tardía y tibia. El énfasis lo reservó para un
contraataque de tipo político, ya que puramente políticas le parecían las motivaciones del
videoescándalo. En su opinión, lo que allí había era una "conspiración" para minar la
popularidad de su partido y su gobierno del DF, y como supuestos conjurados señaló al ex
presidente Salinas (al que calificó de "jefe de jefes", con mando tanto en el PRI como en el
PAN), al ex candidato presidencial del PAN Fernández de Cevallos (el altivo Jefe Diego, con el
que venía sosteniendo un tenso pique personal condenado a endurecerse) y al entorno del
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presidente Fox. Hasta el Gobierno de Estados Unidos, a través del Departamento del Tesoro y
la Agencia Antidrogas, la DEA, estaba confabulado contra él, aseguró.
La razón, el victimismo o la manía persecutoria, que todo ello le era adjudicado, de López
Obrador se cargaron de fuerza a partir del 18 de mayo de 2004, en plena polvareda por el
videoescándalo, cuando la PGR dio el paso de solicitar a la Cámara de Diputados el desafuero
del gobernante por presuntos abuso de autoridad y desacato judicial en relación con un hecho
de trascendencia menor y que venía coleteando desde hacía años, un pleito sobre la
expropiación de un terreno en el DF, concretamente en la delegación de Cuajimalpa. El asunto
se remontaba a noviembre de 2000, cuando el Gobierno defeño, entonces encabezado por
Rosario Robles, expropió la parcela para construir en parte de ella una vía de acceso a un
hospital privado.
Quienes aseguraban ser los dueños del terreno en cuestión, la empresa inmobiliaria Promotora
Internacional Santa Fe, habían demandado al Gobierno ante los tribunales, iniciándose un
litigio por desamparo que en marzo de 2001 había dado lugar a la orden de la suspensión
definitiva de las obras por el Juzgado Noveno de Distrito en Materia Administrativa. Luego, la
empresa propietaria había vuelto a denunciar al Gobierno del DF por continuar adelante con las
obras, logrando de los tribunales un rosario de autos favorables y finalmente la intervención de la
PGR.
La reactivación de este caso, precisamente ahora, cuando no parecía que los coletazos del
videoescándalo fueran a dañar seriamente a López Obrador, llenó de indignación al PRD. Su
presidente, Leonel Godoy, acusó a la PGR de "poner en riesgo la transición democrática y la
estabilidad de México", y denunció una "embestida" que buscaba "desaforar, destituir y meter en
la cárcel" al Peje con el único fin de "inhabilitarlo como eventual candidato presidencial en las
elecciones de 2006 e impedir que la izquierda llegue al poder".
2004 no terminó sin un nuevo sobresalto, la destitución en noviembre por el presidente Fox, de
acuerdo con sus prerrogativas, del secretario de Seguridad Pública del DF, el antiguo líder del
PCD Marcelo Ebrard, como responsable de un fallo de omisión de autoridad en un violento
incidente registrado en la delegación capitalina de Tláhuac, en el que una turba de paisanos
linchó hasta la muerte a tres agentes de la Policía Federal Preventiva (PFP) que confundió con
delincuentes. López Obrador protestó por la decisión presidencial, que costó el puesto también
al comisionado de la PFP, pero repescó a Ebrard para su Gobierno nombrándole secretario de
Desarrollo Social.
La batalla político-judicial por la defensa de su inmunidad penal, otorgada por el artículo 111 de
la Constitución a las altas magistraturas del Estado, y, por ende, de su ya oficial postulación
presidencial, la libró López Obrador en la primavera de 2005, al cabo de varias semanas de
movilizaciones populares en las que el dirigente se comparó con Martin Luther King y dirigió su
dedo acusador a Fox y Salinas. El 7 de abril AMLO encajó un primer desenlace adverso. Se
trató, en realidad, de una derrota temporal, de la que a la postre emergería como triunfador.
Aquel día, el pleno de la Cámara de Diputados del Congreso, por 360 votos contra 127 más
dos abstenciones, dio luz verde al suplicatorio de la PGR. Votaron a favor del desafuero las
bancadas del PAN y el PRI (que desde las elecciones legislativas de julio de 2003 gozaba de
una mayoría simple reforzada), y en contra las del PRD, el PT y la Convergencia. La mitad de
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los diputados del Partido Ecologista Verde de México (PVEM, aliado del PRI) y un puñado de
diputados priístas también votaron en contra. La PGR ya podía requerir a un magistrado el
arresto y el procesamiento penal del regidor del DF por presunto desacato de orden judicial.
Tal como había anunciado anticipándose a la decisión de los parlamentarios, López Obrador
convocó un "movimiento de resistencia civil pacífica" que tuvo su epicentro en el Zócalo y que
en los días siguientes movilizó a cientos de miles de personas. Mientras el protagonista de la
fenomenal polémica nacional encabezaba las protestas contra el "atropello a las libertades
ciudadanas" y reiteraba su disposición a ir a la cárcel sin admisión de fianza pero no a
renunciar a inscribir su candidatura presidencial, la Asamblea Legislativa del DF, controlada por
su partido, abrió un conflicto constitucional al reclamar a la Suprema Corte de Justicia de la
Nación (SCJN) que se garantizara el cumplimiento estricto de la Carta Magna en el sentido de
que un servidor público no podía ser separado de su cargo hasta que un juez no le abriera
proceso penal.
Para reclamar el cese inmediato del alcalde por estar ya desaforado, los diputados federales del
PAN y el PRI se amparaban en la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores
Públicos. Los alegatos jurídicos presentados a la Sección Instructora de la Cámara de
Diputados para defenderse de la acusación de que era objeto los transcribió López Obrador en
el que era su séptimo libro, Contra el desafuero; mi defensa jurídica, publicado este mismo
2005.
La incapacidad de la PGR para lograr que un juez incoara diligencias procesales envalentonó a
López Obrador, que el 25 de abril, horas después de saborear una impresionante demostración
de fuerza popular en el centro de la ciudad, regresó a su despacho oficial. El gesto de desafío
irritó a la Presidencia de la República, pero Fox, temeroso del coste político de la empecinada
postura de su partido, se avino a dar una salida política a la crisis. El 27 de abril el presidente
aceptaba la dimisión del procurador general, Rafael Macedo de la Concha, y un día más tarde
comunicó personalmente a la nación que el líder perredista podría concurrir a las elecciones;
en otras palabras, López Obrador tenía asegurados sus derechos políticos. El 4 de mayo, el
nuevo fiscal general, Daniel Cabeza de Vaca, informó que el Ministerio Público, pese a
considerarle "probable responsable" de desacato, retiraba los cargos contra el regidor capitalino
y archivaba la causa. El conflicto quedó definitivamente zanjado con una reunión de 20 minutos
entre Fox y López Obrador en la residencia presidencial de Los Pinos. Tras el encuentro, los
dirigentes hicieron votos porque las próximas elecciones fueran "limpias, libres y en paz".
El 29 de julio de 2005 López Obrador pidió licencia de descargo como jefe de Gobierno del DF
para consagrarse a la elección primaria del PRD. Alejandro de Jesús Encinas Rodríguez, el
secretario del Gobierno, le sustituyó al frente de la entidad federada. En el cenit de su
popularidad, AMLO se encontró sin rivales internos luego de la retirada del veterano Cárdenas,
que aunque conservaba intacta su aureola de probidad se sentía incapaz de contender con el
beligerante conmilitón tabasqueño. Las relaciones personales entre los dos dirigentes no
habían hecho más que empeorar en los últimos tiempos, más a raíz del videoescándalo de
2004, cuando Cárdenas cerró filas junto con la cúpula del partido pero sin esconder su
malestar. En su carta de autodescalificación dirigida al CEN, cuyo nuevo presidente era el
sudcaliforniano Leonel Cota Montaño, el líder histórico del PRD censuraba la "ausencia de
debate" en la precampaña electoral del partido.
El 19 de septiembre, con el PRD rendido a sus pies, por convicción o ?los sectores más
moderados- en asunción del que este era el deseo prácticamente unánime de las bases,
López Obrador, único precandidato, fue designado candidato presidencial por el Servicio
Electoral y Membresía del partido. El 10 de diciembre tuvo lugar en el Zócalo el acto de su toma
de protesta, o proclamación jurada, como candidato de la coalición Por el Bien de Todos,
formada por el PRD, el PT y la Convergencia. Sus máximos adversarios en la liza del 2 de julio
de 2006 iban a ser Felipe Calderón Hinojosa, ex secretario de Energía con Fox, por el PAN y su
detestado Roberto Madrazo por el PRI. En su discurso de protesta, López Obrador puntualizó
que sus diferencias no eran con los empresarios generadores de empleo, los cuales merecían
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"protección y apoyo", sino con "los saqueadores y los corruptos que aprovechan los cargos
públicos para hacerse ricos". Por último, el 8 de enero de 2006, el candidato cumplimentó el
trámite de registrarse ante el Instituto Federal Electoral (IFE). El 19 de enero el postulante
perredista arrancó su campaña en Metlatónoc, municipio de Guerrero poblado por indígenas
mixtecas y considerado el más pobre del país.
La militancia del PRD endilgó a Calderón el mote insultante de FeCal, que justificaba por
tratarse de un acrónimo construido con las primeras letras de su nombre y apellido.
Definitivamente, a la izquierda mexicana no le gustaba un aspirante del oficialismo que destilaba
elitismo social y económico, y que se expresaba con articulada suficiencia. Ahora bien, aunque
Calderón no era un candidato especialmente seductor y millones de mexicanos, en particular los
de las clases más humildes, no encontraban motivos para votar al representante de un partido
gobernante con un balance de resultados que les parecía negativo, sus posibilidades
electorales cobraron ímpetu porque el radicalismo de que hacía gala López Obrador, tachado
sistemáticamente de populista (el historiador Enrique Krauze fue más allá y le llamó "mesías
tropical"), suscitaba aprensión y rechazo entre las clases medias y acomodadas de las grandes
urbes ?con la clamorosa excepción del DF, donde El Peje gozaba de un respaldo masivo- y en
los estados más desarrollados del norte. Para estos electores, Calderón proyectaba seguridad,
preparación y fiabilidad.
A finales de abril, después de que López Obrador rehusara participar en el primero de los dos
debates televisados a los que estaban convocados los candidatos cabeceros, el panista tomó la
delantera al perredista en los sondeos para luego retroceder levemente. A principios de junio,
iniciada la campaña electoral propiamente dicha, los dos líderes se encontraban
prácticamente empatados en las intenciones de voto, con oscilaciones en un sentido u otro que
prometían la experiencia de unas elecciones extraordinariamente reñidas. El aspirante del PRD
desató mucha polémica al esgrimir contra su adversario del PAN unos documentos que
supuestamente implicaban a Calderón en actos de nepotismo, abuso de funciones y tráfico de
influencias cuando fue director del BANOBRAS y secretario de Energía del Gobierno Federal.
Asimismo, López Obrador echó en cara al PAN y al PRI que el FOBAPROA llegara a convertirse
en un instrumento de "privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas". En el
último tramo de la carrera presidencial, el aparato propagandístico del PAN perjudicó
indudablemente las posibilidades de López Obrador con una serie de spots en los que se
fomentaba el miedo a un hombre capaz poco menos que de "hundir" al país con sus políticas
económicas heterodoxas. El más difundido de estos anuncios sentenciaba con tono
catastrofista: "López Obrador es un peligro para México".
El programa de la coalición Por el Bien de Todos, expresión que como lema de campaña
incluyó el latiguillo primero los pobres, se situaba nítidamente en la izquierda, etiqueta
ideológica que López Obrador reivindicó expresamente. Varias eran las lacras observadas en
México, diagnosticaba, y su eliminación marcaba las prioridades. En primer lugar, había que
poner fin al estado de "privilegios", "corrupción" y "saqueo" patrocinado desde la Administración
federal. Puesto que se trataba de un andamiaje piramidal que empezaba en lo más alto, el
Ejecutivo nacional, las corruptelas tendrían que ser barridas "como se barren las escaleras, de
arriba para abajo". A la vez, urgía combatir el fraude y la evasión fiscal, así como recortar
drásticamente los gastos corrientes, siendo el primer paso la reducción a la mitad del sueldo del
presidente de la República. En cuanto a las actividades del FOBAPROA, serían investigadas
por una Comisión de la Verdad.
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En segundo lugar, recurriendo a los fondos ahorrados gracias a la austeridad en el Gobierno y la
función pública, que solo el primer año de ejercicio podrían sumar los 100.000 millones de
pesos, y a los nuevos ingresos fiscales como resultado de una recaudación más eficaz, el
Gobierno del PRD impulsaría una serie de programas de desarrollo social, extendiendo los
servicios públicos a áreas degradadas y atendiendo las necesidades de colectivos vulnerables
como los ancianos, los parados y las madres solteras, y otros de fomento de actividades
productivas, especialmente en los sectores agropecuario, turístico y de construcción de obras
públicas. En cuanto al sector energético, solo experimentaría reformas en el sentido de
mejorar la eficiencia de su organización empresarial y la prestación de servicios; cualquier
proceso que condujera a la privatización, siquiera parcial, de Pemex quedaba completamente
descartado. Además, el PRD defendía el derecho constitucional de todo trabajador a percibir
un salario "justo" y "digno", aunque no especificó la cantidad.
Por otra parte, López Obrador no quiso hacer comentarios sobre política continental que
pudieran dar pábulo a la sospecha de algún tipo de conexión con el presidente venezolano
Hugo Chávez (quien por ejemplo llamaba a Fox "cachorro del imperio norteamericano"),
supuestos vínculos que los medios panistas no dejaron de aventar, aunque con muy escasa
convicción. En realidad, López Obrador no tenía ninguna relación personal o institucional con
Chávez, al que no conocía, aseguraban dirigentes de su partido, ni siquiera por contacto
telefónico. Además, el PRD veía con distanciamiento la estrategia bolivariana para América
Latina impulsada por el Gobierno de Caracas, aunque sí era cierto que sectores de la militancia
simpatizaban abiertamente con el modelo chavista y sus acentos socialistas y de dirigismo
estatal.
Sin embargo, López Obrador insistió en que él manejaba otros datos que le concedían sin
lugar a dudas la Presidencia y que el conteo preliminar estaba trufado de "irregularidades" y
"manipulaciones". La misión de observadores de la Unión Europea terció para descartar
"cualquier posibilidad de fraude". Por segunda vez, los dos candidatos se proclamaron
vencedores. El 4 de julio, después de que el IFE agregara a los resultados preliminares las actas
que presentaban inconsistencias, el PREP redujo la ventaja de Calderón al 0,64%.
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El 5 de julio el IFE comenzó el conteo oficial en los 300 consejos distritales. Concluido el
procedimiento al cabo de 30 emocionantes horas, el instituto dictaminó que Calderón era el
ganador con el 35,89% de los votos, seguido por López Obrador con el 35,31% y por Madrazo
con el 22,26%. Al final, la diferencia sacada por el panista al perredista se quedó en un muy
exiguo 0,58%, esto es, 243.934 papeletas. En realidad, se trataba de un vuelco espectacular, ya
que los primeros resultados parciales del conteo oficial habían puesto a López Obrador en
cabeza con hasta un millón de votos de diferencia. Este drástico cambio de tendencia fue
suficiente para que el aspirante del PRD reclamara un recuento voto a voto, ya que tenía
constancia de que en alrededor de 50.000 de las 130.477 casillas o mesas electorales las
papeletas computadas superaban el número de electores empadronados en cada una de ellas,
algo que de ser verdad supondría un fraude de dimensiones colosales, y anunciara su decisión
de impugnar los resultados ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE
o TEPJF).
Ahora bien, todas las misiones de monitores electorales, entre ellas las de la OEA, la UE y la
ONU, ratificaron la limpieza del proceso y la solidez de las instituciones electorales mexicanas.
Algunos gobiernos extranjeros, como los de Estados Unidos y España, no aguardaron al fallo
del TEPJF, que tenía de plazo para resolver los recursos hasta el 31 de agosto, y enviaron sus
felicitaciones a Calderón. El PRD, empero, no extendió sus impugnaciones a las elecciones
legislativas ni a las estatales, donde la formación izquierdista y sus socios de coalición, en
adelante denominada Frente Amplio Progresista (FAP), habían logrado unos resultados
francamente buenos: en el Congreso de la Unión metieron a 157 diputados (34 más que la
Alianza por México formada por el PRI y el PVEM, aunque 49 menos que el PAN) y 36
senadores. Éste fue uno de los argumentos esgrimidos por los demás partidos para descalificar
las reclamaciones de "fraude selectivo" hechas por López Obrador.
El 5 de agosto, el TEPJF, por voto unánime de sus siete magistrados, desestimó la demanda
de Por el Bien de Todos de escrutar otra vez la totalidad de los votos y optó por ordenar un
recuento parcial en 11.839 casillas electorales, esto es, el 9% del total, correspondientes a 149
distritos ubicados en 26 estados. López Obrador, desoyendo las recomendaciones de
moderación y sosiego que le hacían algunos colegas del partido ?Cárdenas, por ejemplo,
mostró a las claras su desaprobación de la campaña de protestas- y sus aliados electorales,
rechazó el fallo del tribunal y llamó a intensificar los actos de resistencia contra la proclamación
presidencial del "espurio" e "ilegítimo" Calderón, y para "cambiar esta realidad de injusticias y
opresión". "El triunfo de la derecha es moralmente imposible", sentenció, parafraseando a
Juárez, el opositor, que el 15 de agosto, subiendo otro peldaño en su desafío, e invocando el
artículo 39 de la Constitución, exhortó a "todos los mexicanos, hombres y mujeres libres,
conscientes y preocupados por el destino de la nación, a poner fin a la República simulada y a
construir las bases de un verdadero Estado social y democrático de derecho para llevar a cabo
las reformas profundas que el país necesita".
El 28 de agosto el TEPJF, una vez resueltas las 375 impugnaciones presentadas por los
partidos, anunció los resultados del recuento parcial: de los aproximadamente cuatro millones de
papeletas afectadas, quedaban anuladas 237.000. Las demás eran validadas por no presentar
indicios de fraude. Como la supresión de votos afectaba proporcionalmente a Calderón y a
López Obrador (el primero perdió 81.000 y el segundo 77.000), la condición de presidente in
péctore del panista no fue alterada. Su ventaja porcentual sobre el perredista apenas se movió:
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pasó del 0,58% al 0,56%. La reacción de López Obrador fue furibunda: "Se abre el camino a un
usurpador que pretende ocupar la Presidencia de la República mediante un golpe de Estado",
llegó a decir de Calderón, quien, impertérrito, continuó negociando con el PRI, el PVEM y el
Partido Nueva Alianza (PANAL) el reparto de las mesas directivas de las cámaras del
Congreso.
El 1 de septiembre los diputados del PRD tomaron la tribuna del Congreso para impedir que Fox
leyera su informe anual, en el que tenía que haber sido el último discurso del presidente
saliente ante el Legislativo. Sin embargo, el grupo parlamentario del PRD aceptó integrarse en
las negociaciones legislativas con el PAN, lo que contradecía la amenaza de boicot institucional
lanzada por el candidato presidencial. Llegado este punto, López Obrador solo aceptaba la
victoria de su candidatura o la anulación de los comicios.
El 5 de septiembre el TEPJF validó las elecciones y declaró presidente electo a Calderón, que
recibió la notificación correspondiente un día más tarde. La diferencia en favor del panista
sumaba exactamente los 233.831 votos. El fallo era inapelable. Lejos de arrojar la toalla, López
Obrador continuó adelante con su escalada y advirtió: "Ese atentado a la legalidad constitucional
y a la vida democrática obliga a reasumir el ejercicio de la soberanía popular y abolir de una
vez y para siempre el régimen de corrupción y privilegios que impera en el país. Por eso,
aunque no les guste a mis adversarios, ¡al diablo con sus instituciones!".
El 16 de octubre, en mitad de esta vorágine, el opositor hizo un hueco a su vida privada para
poner fin a tres años de viudedad contrayendo segundas nupcias con Beatriz Gutiérrez Müller,
licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y maestra en Letras
Iberoamericanas, quien había trabajado para él en la Dirección de Difusión del Gobierno del
DF. En abril de 2007 la pareja iba a alumbrar un hijo, el cuarto del político, de nombre Jesús
Ernesto.
Los siguientes puntos en la agenda del presidente paralelo de México eran una gira personal por
todo el país para dar a conocer su programa alternativo y el desarrollo de actos de protesta para
boicotear la toma de posesión de Calderón el 1 de diciembre en el Palacio Legislativo de San
Lázaro, sede de la Cámara de Diputados. Una estrategia de la que, no obstante, disentían
abiertamente varios legisladores del PRD.
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zafarrancho de agresiones físicas y verbales, con los grupos parlamentario panista y perredista
disputándose el control de la tribuna y el segundo bloqueando además los accesos al edificio
para forzar una falta de quórum, tuvo lugar la fugaz ceremonia, en la que el mandatario electo,
en medio de una fenomenal batahola de abucheos, silbidos, vítores y aplausos, estuvo el
tiempo justo para tomar protesta y recibir la banda presidencial de Fox. A continuación,
Calderón se dirigió al Auditorio Nacional para pronunciar su primer discurso presidencial ante un
público no hostil.
A la vez que el tumulto en el Congreso, en su cuartel general callejero, el Zócalo, López Obrador
enardecía a sus partidarios con un gran mitin seguido de una imponente manifestación pacífica
por el centro de la ciudad. Flanqueado por los miembros de su Gobierno paralelo, el presidente
legítimo reiteró su firme voluntad de no dar tregua al Gobierno del "traidor" y "espurio"
Calderón, mero "pelele" de la "pandilla de rufianes" que mandaba en México. "Nada de
normalidad política hasta que no haya democracia en nuestro país", manifestó el líder
opositor, quien, continuando con su costumbre de dejar cumplido testimonio documental de sus
batallas políticas, ya estaba preparando su próximo libro, de título más que explícito: La
mafia nos robó la Presidencia. La octava obra del autor apareció en las librerías en julio de
2007, con el comentario de portada "Solo le han quitado una pluma a nuestro gallo".
Sin embargo, la estrategia de confrontación adoptada por AMLO, no compartida por muchos en
el PRD (por otro lado, todos los cargos electos, alcaldes, diputados o gobernadores, estuvieran
públicamente posicionados con él o no, desarrollaban sus funciones con normalidad), estaba
condenada a perder fuelle por su propio carácter extenuante y porque la Administración
calderonista quedó firmemente asentada, en lo institucional y en lo diplomático. Ningún
gobierno del mundo, ni siquiera los teóricamente más afines de la América Bolivariana que
liderada Venezuela, reconoció a López Obrador como presidente de México.
Por otro lado, los principales grupos de comunicación pasaron a ignorar lo que hacía y decía el
perredista. Ya en 2007, López Obrador incorporó a su lucha argumentos oposicionistas que
podían esgrimirse dentro de la instituciones, el Legislativo en particular, donde la bancada del
FAP participaba en el curso parlamentario. El principal caballo de batalla fue la reforma del sector
energético, concebida por el Gobierno del PAN para contrarrestar el declive de la renta petrolera
nacional por el rápido descenso de la producción de crudo y que los altos precios
internacionales únicamente conseguían maquillar.
Para López Obrador y el grueso de la izquierda mexicana, esta reforma, calificada por
comentaristas políticos y económicos de tímida e insuficiente, abría las puertas a la
privatización sectorial de Pemex y a la injerencia de empresas extranjeras en la gestión del
patrimonio petrolero nacional. En enero de 2008 AMLO lanzó un "Movimiento Nacional en
Defensa del Petróleo" y en julio siguiente convocó una "consulta energética" en la que tomaron
parte un millón de ciudadanos. Su ya copiosa bibliografía no podía dejar de tratar el gran
debate del momento, tal que en septiembre el líder perredista lanzó a la venta el libro, el
noveno de su cuenta, La gran tentación: el petróleo de México.
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La discusión nacional sobre la reforma petrolera agudizó las tensiones abiertas en el PRD,
donde se hizo notar el divorcio entre los lopezobradoristas y la Nueva Izquierda, corriente que
poseía la mayoría de los puestos de la dirección orgánica y que copaba la estructura
burocrática del partido. Conocida coloquialmente como Los Chuchos, sus principales dirigentes
eran Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva, los dos antiguos secretarios
generales del partido. Nueva Izquierda representaba una línea moderada del perredismo,
favorable al punto de encuentro parlamentario con el PAN en determinados temas, como la
revisión de la legislación de los hidrocarburos.
El enfrentamiento interno entró en una fase de gran crudeza a raíz de la elección del 16 de
marzo de 2008 del nuevo presidente del CEN, cargo del que se despedía Leonel Cota
Montaño. López Obrador y Marcelo Ebrard apoyaron la candidatura de Alejandro Encinas, el
que fuera jefe de Gobierno del DF en 2005-2006 y cabeza visible de la nueva corriente Izquierda
Unida, mientras que el aparato del partido se alineó tras el otro aspirante principal, Jesús
Ortega. Un caótico conteo parcial adjudicó la victoria a Encinas de manera provisional, pero su
oponente denunció que el escrutinio había omitido injustificadamente un importante número de
votos, tras lo cual se proclamó vencedor él también.
La derrota de López Obrador y sus partidarios en la refriega interna del PRD sucedió en unas
semanas a la aprobación por el Congreso, pese a las tácticas saboteadoras de los legisladores
del FAP, del paquete de siete decretos-ley que entre otras novedades establecía la Comisión
Nacional de Hidrocarburos como el órgano regulador de Pemex y facilitaba la renegociación de
nuevos contratos de explotación, supuestamente en términos más ventajosos para las arcas
del Estado. La reforma salió adelante en octubre con el voto combinado del PRI, el PAN, el
PVEM y un grupo de legisladores perredistas asociados a Los Chuchos y otras corrientes del
partido, cuyo aval al proyecto del Gobierno Calderón rompió la unidad de criterio en la bancada
del FAP. La "movilización de resistencia civil" realizada por el Movimiento Nacional en Defensa
del Petróleo no consiguió impedir la decisiva votación en el Senado. La desunión pasó factura
al PRD, que en las legislativas federales del 5 de julio de 2009 retrocedió al 12,2% de los votos y
perdió 54 diputados, quedándose con solamente 72.
El 22 de noviembre de 2009, a los tres años de constituir el Gobierno Legítimo de México, que
incluso se dotó de una página web como su fuera la oficial del país, López Obrador anunció la
redacción de un nuevo Proyecto Alternativo de Nación. El 10 de julio de 2010 el dirigente
presentó su libro número diez, La mafia que se adueñó de México? y el 2012. Eran dos
aportaciones conceptuales en clave electoralista, con la mirada puesta en las presidenciales de
dentro de dos años, a las que sin embargo también tenía interés en presentarse el regidor
defeño, Marcelo Ebrard. Esta era una figura del PRD susceptible de captar votos en las clases
medias de fuera del DF, nada propicias a AMLO, aunque tenía poco predicamento en los
estratos más populares, con los que López Obrador, en cambio, conectaba muy bien. Aunque
él había dicho que "el candidato de las fuerzas progresistas" debía ser el que estuviera "mejor
posicionado" a finales de 2011, López Obrador se saltó el pacto personal con Ebrard y el 25 de
julio de 2010, en un discurso en el Zócalo, confirmó su deseo de candidatear a la Presidencia en
2012, al tiempo que presentaba el nuevo Proyecto Alternativo de Nación.
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estaba condenando a México al "atraso". A su entender, urgía acabar con los privilegios
fiscales, inútiles para generar crecimiento, así como potenciar Pemex con fuertes inversiones
en las actividades de prospección y refinado, ya que había que atajar "la terrible crisis que se
avecina por la caída en la producción petrolera y la salida de divisas para importar el 40% de la
gasolina que consumimos".
En el DF, el gobernador Ebrard veía con buenos ojos esta coalición táctica impulsada por el
presidente del CEN, Jesús Ortega, pero López Obrador movilizó a sus huestes para que el
PRD pusiera término a la misma y contendiera por su cuenta en la importante elección de julio
de 2011 en el Estado de México, el más populoso de la federación, de la que debía salir el
sucesor del precandidato presidencial oficioso del PRI y ahora mismo el político más popular
del país, Enrique Peña Nieto. Los panistas de Edomex propusieron como candidato conjunto a
Alejandro Encinas, pero los lopezobradoristas destaparon la candidatura alternativa de la
senadora Yeidckol Polevnsky Gurwitz, quien ya se había postulado al cargo en los comicios de
2005. El propio Encinas, con el respaldo de López Obrador, descartó que pudiera representar al
PAN en la elección mexiquense. Al final, la fórmula aliancista no prosperó por las divergencias
entre los diversos colectivos políticos involucrados.
López Obrador, que en febrero anterior había solicitado su "licencia temporal" como militante
del PRD en señal de protesta por las maniobras preelectorales, se congratuló de la decisión
adoptada el 10 de abril de 2011 por el Consejo Nacional del partido, desde el 21 de marzo
presidido por Jesús Zambrano Grijalva, de "enviar al basurero de la historia" la opción de una
coalición con el PAN en el Estado de México. "No era conveniente esa alianza, sería complicar
las cosas; con el propósito de que tenemos que contribuir a salvar al país, no debe darse
ninguna alianza ni con el PRI ni con el PAN", explicó López Obrador, a quien le "costaba trabajo
a veces hacer entender" que esos dos partidos eran "lo mismo, aunque se peleen".
El 9 de diciembre de 2011 López Obrador se registró como precandidato ante los comités
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electorales del PRD, el PT y el Movimiento Ciudadano (ex Convergencia), que iban a acudir a las
elecciones coligados como Movimiento Progresista. El 20 de febrero de 2012 el Consejo
Nacional del PRD le ratificó por unanimidad como candidato, el 16 de marzo rindió protesta bajo
esa sigla en Ciudad de México y el 29 de marzo, por último, el IFE aprobó su inscripción junto
con las de Peña Nieto, Vázquez Mota y Gabriel Quadri de la Torre por el PANAL. Con diez
puntos menos que en 2006 en los muestreos preelectorales (su horquilla se movía por el
momento entre el 20% y el 30%, claramente a la zaga del favorito, Peña Nieto, cabeza del
Compromiso por México suscrito por el PRI y el PVEM, y casi siempre por detrás también de
Vázquez Mota), el pretendiente perredista arrancó su segunda campaña en unas
presidenciales con el tono modulado.
Aunque seguía convencido de que seis años antes le habían "robado" la Presidencia, él
acudía a la lid de ahora personalmente "cambiado", "evolucionado", "sin odio ni rencores",
dispuesto a "construir una república amorosa" donde "la gravedad de la situación económica y
social" instalada en México se abordara desde la "justicia" y la "reconciliación" a partir de
"nuevas reglas", a saber: "Nunca más se debe afincar la prosperidad de unos cuantos en la
miseria de la mayoría. Nunca más la corrupción, la impunidad. Y nunca más se va a enfrentar
la violencia con la violencia, olvidando las causas de la inseguridad", añadió en relación con la
guerra del Estado a los cárteles del narcotráfico, con su balance estremecedor de más de
50.000 muertos desde 2006.
Para López Obrador, era imperativo blindar la titularidad estatal de Pemex, poniendo "toda la
producción y la transformación de los hidrocarburos al servicio exclusivo de la nación", tal como
dictaba la Constitución, reglas a las que tendrían que ajustarse todos los contratos. Como
medidas concretas, el decálogo perredista proponía la exploración y explotación de todas las
reservas petrolíferas viables, la construcción de tres grandes refinerías para reducir las
importaciones y más formación de capital humano nacional en el ramo del petróleo. Por lo que
se refería a la industria eléctrica, había que detener y revertir las privatizaciones abiertas en
los procesos de generación, transmisión y distribución. Igualmente, era menester impulsar las
energías alternativas, renovables y respetuosas con el medio ambiente, dentro de lo que cabía
llamar una "política de transición energética". El objetivo último en todos los casos era rebajar
las tarifas y los precios de los productos energéticos para favorecer el desarrollo económico.
Las causas del pavoroso estado de inseguridad que sufría México eran ante todo sociales,
explicaba el candidato, así que las "medidas coercitivas", por sí solas, no iban a acabar con la
violencia del crimen organizado. El combate a los desmanes de los narcos empezaba por atacar
las raíces de su brutal proliferación, que eran, a su entender, la injusticia social, el
subdesarrollo, la exclusión y la corrupción estructurales. Como estrategia operativa, López
Obrador propugnaba "moralizar" los cuerpos policiales y el funcionariado de seguridad,
gangrenados por la corrupción, en particular la Policía Federal. Tan pronto como la depuración
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y profesionalización de la Policía Federal diera sus frutos, podría acometerse la salida gradual
del Ejército de las calles, desmilitarizando así la lucha contra el narco.
En mayo de 2012, a un mes largo de las elecciones AMLO experimentó una subida en las
encuestas, desbancó a Vázquez Mota del segundo lugar y recortó distancias de Peña Nieto, al
que llegó a igualar e incluso superar en alguna ocasión. Los últimos sondeos de finales de junio
subrayaron su condición de segundo con, aparentemente, escasas posibilidades de ganar al
priísta.
Tras cerrarse las urnas, el IFE difundió los datos de un conteo rápido que concedían la victoria
a Peña Nieto con un margen comprendido entre el 37,93% y el 38,55% de la votación. López
Obrador había quedado segundo con algo más del 31%. A diferencia de 2006, AMLO no se
proclamó vencedor y pidió a sus partidarios esperar los tiempos que marcaba la ley. "Todavía
no está dicha la última palabra. Vamos a actuar como siempre de manera responsable. Yo voy
a estar a la altura de las circunstancias", manifestó el opositor al final de la jornada.
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denunciada y reforzado por la protesta antifraude, paralela a la suya y autónoma, del movimiento
estudiantil YoSoy123, López Obrador, muy enfadado y con apelaciones a la movilización civil
aunque no a la resistencia, llevó a cabo su advertencia de impugnar ante el TEPJF la elección
presidencial. El candidato solicitaba la nulidad de la votación al constatar la "compra de cinco
millones de votos" y el "gasto de miles de millones de pesos en publicidad y encuestas
amañadas" por parte de la campaña del PRI, todo ello con dinero público o bien de
"procedencia ilícita" (léase, lavado de dinero), superando el límite de gasto permitido por la ley
electoral y violando de paso el artículo 41 de la Constitución. La impugnación quedó contenida
en un voluminoso documento de 639 páginas y un anexo de 49.
Su lucha legal tocaba a su fin, pero López Obrador se negaba a aceptar el fallo del TEPJF.
"Aunque nos sigan atacando y nos acusen de malos perdedores, de locos, de mesiánicos, de
necios, enfermos de poder y otras lindezas, preferimos esos insultos a convalidar o formar parte
de un régimen injusto, corrupto y de complicidades que está destruyendo a México", dijo en
rueda de prensa. Además, evocó un escenario de "desobediencia civil por la vía pacífica",
proceder que era "un honroso deber cuando se aplica contra los ladrones de la esperanza y la
felicidad del pueblo".
El Movimiento Progresista había perdido la batalla por la Presidencia, pero sus candidatos, en
conjunto, lo habían hecho bastante bien en los comicios al Congreso, a siete gubernaturas
estatales y a ayuntamientos. En la Cámara de Diputados, el PRD y sus aliados se resarcieron
de las pérdidas de 2009 y recobraron la segunda posición como bloque, tras el binomio PRI-
PVEM, con 135 representantes. En la Cámara alta, la izquierda consiguió 28 de los 128
senadores. En los estados, el Movimiento Progresista perdió, a manos del PRI, el Gobierno de
Chiapas, pero a cambio ganó, presentando respectivamente a Graco Ramírez-Garrido Abreu y
Arturo Núñez Jiménez, los de Morelos y Tabasco: en Cuernavaca el PRD ascendió al poder
tras dos gubernaturas panistas, mientras que en la patria chica de López Obrador otra de las
longevas hegemonías territoriales del PRI llegó a su fin.
8. Ruptura con el perredismo, lanzamiento del partido MORENA y hostilidad a las políticas de
EPN
El desenlace de las elecciones presidenciales de 2012 puso en evidencia el divorcio definitivo
entre López Obrador y la gran mayoría de los dirigentes del PRD, disgustados por su
empecinamiento en no reconocer la victoria del Peña Nieto y su campaña de movilizaciones
contra los poderes fácticos. Las desavenencias venían arrastrándose como mínimo desde la
crisis poselectoral de 2006, y en el tiempo transcurrido desde entonces el ex gobernante del DF
venía acumulando críticas internas por quienes le achacaba exceso de personalismo,
tendencia a meterse en aventuras arriesgadas e incapacidad para el diálogo. Claro que AMLO
también tenía grandes reproches que hacer a muchos de sus colegas partidarios, a los que
veía tibios, claudicantes y propensos a concertar tratos con el PAN, un partido de derecha.
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El punto de ruptura llegó en septiembre de 2012, justo después de la sentencia del TEPJF. El
día 9 López Obrador, desde su ágora favorita, el Zócalo, anunció que MORENA, la
asociación-plataforma de masas puesta en marcha el año anterior, emprendía el proceso de
conversión en partido político; su misión inmediata era liderar las "acciones de resistencia civil,
siempre pacíficas" contra "la imposición de un presidente ilegítimo", y, más a lago plazo,
"organizar, concienciar y defender al pueblo y a la nación". El objetivo fundamental no era otro
que "seguir luchando por la transformación democrática de México". El undécimo libro de
López Obrador, publicado por estas fechas, se titulaba No decir adiós a la esperanza.
Mientras el proyecto MORENA, autodefinido como una organización política "amplia, plural,
incluyente y de izquierda", tomaba cuerpo, su artífice encontró numerosas ocasiones para
trompetear su rechazo tajante a las políticas de la nueva Administración del PRI. Para empezar,
se negó a sumarse al Pacto por México, suscrito el 2 de diciembre de 2012, al día siguiente del
cambio de mando en Los Pinos, por Peña Nieto y los presidentes de los tres partidos
principales, María Cristina Díaz Salazar del PRI, Gustavo Madero Muñoz del PAN y Jesús
Zambrano del PRD. El Pacto por México, presentado por sus signatarios como histórico, era un
plan de consenso nacional en torno a cinco grandes ejes temáticos en aras del fortalecimiento
democrático del Estado y la sociedad mexicanos.
Para MORENA, en cambio, el Pacto por México no era más que una artimaña de las élites
para perpetuar el "régimen de opresión, corrupción y privilegios construido por la minoría que
concentra el poder económico y político en México". A continuación, López Obrador se
revolvió contra el ambicioso plantel de reformas estructurales y constitucionales que, según
Peña Nieto, respondían al espíritu del Pacto y su designio modernizador. En particular, el
morenista deploró las reformas aprobadas por el Congreso para los sectores de la energía, las
telecomunicaciones, la educación y el mercado laboral. La reforma energética de EPN, de signo
aperturista y definidora de unas nuevas directrices para Pemex y la Comisión Federal de
Electricidad (CFE), que en la práctica perdían sus regímenes de monopolio, municionó el
viejo argumentario de López Obrador sobre las intenciones de los poderosos de privatizar el
gigante estatal de los hidrocarburos, destruyendo así el legado del presidente Lázaro
Cárdenas. Sin embargo, Peña Nieto y el PRI recalcaron una y otra vez que la reforma
energética atornillaba la propiedad estatal del petróleo y el gas.
El líder de MORENA, que en diciembre de 2013, recién cumplidos los 60 años, salió con bien
de un infarto agudo de miocardio que requirió la intervención quirúrgica, no cejaba en su batalla
para "derrocar al PRI y al PAN con una revolución pacífica, sin violencia, para limpiar la
corrupción en México". En el horizonte ya asomaban las elecciones federales de 2015, en las
que se renovarían los 500 diputados del Congreso. En la misma jornada, 17 entidades
federativas elegirían nueve gobernadores, 661 diputados locales (estatales) y más de un millar
de ayuntamientos. El debut electoral de MORENA requería completar el proceso organizativo
de acuerdo con la ley. El 9 de julio de 2014, en plena guerra verbal entre López Obrador y
Zambrano sobre quién había "traicionado" y "dividido" a la izquierda mexicana, MORENA
obtuvo su registro como partido político ante el Instituto Nacional Electoral (INE).
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López Obrador y MORENA se estrenaron en las elecciones del 7 de junio de 2015 alentados por
el reguero de bajas en las filas del PRD, ahora mismo presidido por Carlos Navarrete Ruiz,
aunque los políticos de mayor relieve no desertaban a su bando. Así, en el último año
Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles, Alejandro Encinas y, en fechas más recientes,
Marcelo Ebrard habían dado portazo al perredismo decepcionados por la aproximación de su
cúpula tanto al PRI como al PAN, pero todos ellos, o seguían como independientes, o bien
preferían (como el caso de Ebrard, ido al socialdemócrata Movimiento Ciudadano) unirse a
otras colectividades.
Sin embargo, hasta entonces, tocaba superar exámenes como el maratón electoral del 5 de
junio de 2016 en 13 estados, con 12 gubernaturas, 547 ayuntamientos y 422 escaños locales en
juego, y, de nuevo, en la capital federal, que elegía Asamblea Constituyente para acometer una
reforma política del DF; esta, entre otras novedades, traería el cambio de nombre de la entidad
federativa, que pasaría a llamarse de manera oficial y exclusivamente Ciudad de México. La
consolidación del primer puesto en el DF era importante, pero más lo era avanzar
sensiblemente en los estados, pues por el momento MORENA era un partido de escasa
implantación nacional, en muchos lugares, como sucedía en el norte, prácticamente nula.
López Obrador estuvo en la mente de todos en estos comicios, a pesar de que no concurría a
ellos. Desde su salida de la gubernatura del DF, el morenista no había desempeñado ningún
mandato de elección popular.
Los resultados de las votaciones de 2016 no fueron precisamente faustos para MORENA, que,
por lo que se veía, iba a depender exclusivamente del carisma y el empuje personales de su
caudillo si pretendía llegar al Ejecutivo de México. En el DF, sin sorpresas, el partido
izquierdista ganó la primera posición de la Constituyente con el 32,9% de los votos y 22
diputados. En cuanto a los estados, sus candidatos a gobernador quedaron sin excepción en
posiciones zagueras e incluso testimoniales: fueron terceros en Oaxaca, Puebla, Veracruz y
Zacatecas, cuartos en Aguascalientes, Durango, Quintana Roo y Tlaxcala, quintos en
Chihuahua, Tamaulipas y Hidalgo, y sexto en Sinaloa. En numerosas circunscripciones el PRD y
el PAN concurrieron de la mano, convergencia que preludiaba una candidatura presidencial
conjunta.
Un balance provisional de las elecciones estatales de 2016 podía ser que el perredismo, tras la
escisión de MORENA y la sangría de dirigentes y cargos electos desafectos, estaba
aguantando mejor de lo previsto en las urnas. En el DF el lopezobradorismo le ganaba
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ciertamente en votos, pero no de manera contundente, quedándose el PRD como la segunda
fuerza local.
La relación de fuerzas mejoró sustancialmente para MORENA tras las elecciones del 4 de junio
de 2017 en seis estados. Uno de ellos fue el Estado de México, cuyo peso demográfico le
convertía en plaza crucial de cara a las presidenciales. En este dominio clásico del priísmo la
aspirante a gobernador de MORENA, Delfina Gómez Álvarez, noqueó a su adversario del PRD,
Juan Manuel Zepeda Hernández, y le pisó los talones al oficialista Alfredo del Mazo Maza,
candidato conjunto del PRI, el PVEM, el PANAL y el Partido Encuentro Social (PES). El 33,6%
sacado por del Mazo era el porcentaje más exiguo en los anales del PRI mexiquense y los
observadores destacaron que López Obrador había dado un hachazo formidable en Edomex.
Con todo, Delfina Gómez no dudó en hablar de fraude en su contra.
De cara al exterior, las dificultades para EPN se multiplicaron por la llegada a la Presidencia de
Estados Unidos de Donald Trump, quien colocó a su vecino sureño ante el perturbador
escenario de una renegociación integral del TLCAN para proteger a los productores
estadounidenses de la atribuida competencia desleal del socio mexicano y la construcción de un
muro fronterizo inexpugnable para bloquear la inmigración irregular y la penetración de
"hombres malos", muro que México, encima, tendría que costear de su propio bolsillo.
Los constantes menosprecios y exigencias de Trump para con México agudizaban la imagen de
debilidad de Peña Nieto y espoleaban el mensaje nacionalista de defensa firme de la
"soberanía" y la "dignidad" mexicanas voceado por López Obrador. El presidenciable se
declaraba listo para hablarle alto y claro a Washington, para desmontar las "mentiras" y
neutralizar el "discurso de odio, persecución y racismo" de Trump. Asimismo, López Obrador se
mostraba partidario de que el Gobierno mexicano suspendiera la renegociación del TLCAN
hasta después de las elecciones de 2018. Al contrario, el equipo de Peña Nieto quería cerrar
las negociaciones en acuerdo antes de las votaciones federales.
Justamente, en junio de 2017 López Obrador anunció el lanzamiento de su último ensayo, Oye,
Trump, un relato de su reciente periplo por varias ciudades de Estados Unidos "para defender a
nuestros paisanos y a los migrantes del mundo ante la actitud autoritaria" del nuevo inquilino de
la Casa Blanca. En el decimosexto libro del autor no faltaban las propuestas de gobierno de
carácter sectorial, contenido presente también en 2018 La salida: Decadencia y renacimiento
de México, publicado meses antes. Entre 2014 y 2016 el político opositor había sacado a la
venta otros tres libros: Neoporfirismo. Hoy como ayer (cuya portada contraponía las efigies de
Porfirio Díaz y Carlos Salinas), El poder en el trópico y Catarino Erasmo Garza Rodríguez
¿Revolucionario o Bandido?.
A lo largo de 2017 López Obrador, cabeza en todas las encuestas de intención de voto, terminó
de perfilar su estrategia de cara a la gran prueba electoral de 2018. En junio, durante el III
Congreso Nacional del partido, y luego del reclutamiento para MORENA de los ex presidentes
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perredistas Leonel Godoy y Leonel Cota (a los que en enero de 2018 iba a seguir Marcelo
Ebrard, fichaje estrella de la formación izquierdista), el dirigente desestimó, por una cuestión de
"valores y principios", la oferta hecha por la presidenta del PRD, Alejandra Barrales Magdaleno, y
Miguel Ángel Mancera de acudir juntos a las elecciones federales en un frente amplio de
izquierda. Entonces, AMLO descartó explícitamente cualquier alianza preelectoral con el PRD,
el PRI, el PAN, el PVEM, el PANAL, el PES y el MC, por tratarse de partidos "al servicio del
régimen", y solo aprobó una coalición con el PT.
En estos momentos, mediados de marzo de 2018, López Obrador superaba holgadamente a sus
principales competidores: por la coalición oficialista Todos por México (PRI, PVEM y PANAL), el
capitalino José Antonio Meade Kuribreña, uno de los pesos pesados del equipo de Peña Nieto,
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del que había sido sucesivamente secretario de Relaciones Exteriores, secretario de Desarrollo
Social y Secretario de Hacienda y Crédito Público; y, por la coalición Por México al Frente
(PAN, PRD y MC), el mexiquense Ricardo Anaya Cortés, ex diputado federal y dos veces
presidente de los panistas entre 2014 y 2017. En los muestreos de intención de voto la delantera
del morenista oscilaba entre los 20 y los 30 puntos. Para muchos comentaristas, esta abultada
ventaja de López Obrador era irreversible, más al no existir en México el sistema de la doble
vuelta.
El programa electoral incidía en una serie de temas: la "austeridad republicana", un ajuste fiscal
ligado al ahorro de gastos corrientes del Estado y la reorientación de los recursos públicos a la
inversión, sin subir ningún impuesto (y sí bajando algunos, pero sólo en los estados fronterizos
con Estados Unidos) y sin emitir deuda; el aumento gradual del salario mínimo, hasta los 171
pesos al final del sexenio, y lo mismo para las pensiones de adultos mayores, que cobrarían
mensualidades de 1.500 pesos; la atención de las "causas sociales" de la violencia, lo que
pasaba por combatir la pobreza y elevar el desarrollo humano de los colectivos vulnerables; el
principio de la retirada de las Fuerzas Armadas de las misiones de seguridad interna pero sin
precipitaciones, mientras se organizase y desplegase un nuevo cuerpo armado, la Guardia
Nacional, con la meta de "pacificar" México en tres años; el aumento de la oferta de gasolina
autóctona para reducir las importaciones y rebajar precios, lo que requería poner en servicio
más refinerías; la revisión a fondo, anulando y revirtiendo cuanto fuera necesario, de la
reforma energética de Peña Nieto; las autosuficiencias energética y alimentaria, en el caso del
agro ofreciendo a los productores locales precios de garantía; y la "erradicación" de la
corrupción política "dando ejemplo" desde Los Pinos.
El candidato entonó asimismo la defensa firme de los migrantes mexicanos, más en tiempos de
muro fronterizo de Trump, aranceles unilaterales a las exportaciones mexicanas de metales al
vecino norteño y renegociación forzada del TLCAN, para lo que buscaría establecer con
Estados Unidos unas relaciones de cooperación y buena vecindad basadas "en el respeto
mutuo". En marzo de 2018 López Obrador y Polevnsky repitieron que MORENA quería que
México dispusiera del mejor equipo de negociadores para conseguir que el tratado que
sucediera al TLCAN de 1992 fuera lo más favorable posible a los intereses nacionales. Por otro
lado y de nuevo, el candidato hubo de desacreditar los intentos de establecer una relación
simpática entre su plataforma y el régimen de Caracas: él no tenía "nada que ver con el
Gobierno de Venezuela", y su "mexicanismo" equivalía a decir "ni chavismo, ni trumpismo",
recalcó.
Otras tomas de postura eran: el rechazo a un Gobierno de gran coalición, es decir, abierto a
ministros del PRI o el PAN; la creación de los mecanismos legales de la revocación de los
mandatos electos y el desafuero de aquellos cargos públicos procesados por corrupción; la
provisión de Internet libre y gratuito en todo el territorio nacional; el cierre de las brechas de
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desigualdad, sobre todo en el ámbito laboral, entre hombres y mujeres; el programa de becas
estudiantiles Jóvenes Construyendo el Futuro; o la puesta en servicio de un Sistema
Aeroportuario del Valle de México no basado en el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional
de México (NAIM), polémico por sus exorbitantes sobrecostes y su impacto medioambiental,
sino en la habilitación del Aeropuerto Internacional de Santa Lucía (AISL) a partir de unas
instalaciones militares ya existentes.
Tras cerrarse las urnas el domingo 1 de julio, el INE publicó el conteo rápido del PREP, que no
dejaba dudas sobre la magnitud de la victoria, aplastante, de López Obrador. Al candidato
opositor y virtual presidente electo le bastaron estos resultados preliminares para dirigir un primer
mensaje desde el cuartel electoral de MORENA en el Hotel Hilton de la capital. Allí, bajo un gran
rótulo que decía "Gracias, México, no les voy a fallar", López Obrador agradeció a sus
oponentes el rápido reconocimiento de su triunfo en este "día histórico", llamó "a todos los
mexicanos a la reconciliación", prometió "erradicar" la corrupción, "que no es un fenómeno
cultural, sino el resultado de un régimen en decadencia", y tendió la mano a Trump,
ofreciéndole "una relación de amistad y cooperación para el desarrollo, siempre afincada en el
respeto mutuo y en la defensa de nuestros paisanos que viven y trabajan honradamente en
Estados Unidos". Precisamente, Trump publicó en Twitter un cordial mensaje de felicitación y
buena disposición para su flamante par mexicano.
El 8 de julio, una vez completados los cómputos distritales, el INE publicó los resultados finales
del escrutinio, que concedían la Presidencia a López Obrador con el 53,19% de los votos,
habiendo alcanzado la participación el 64,4% del censo. Anaya había quedado segundo con el
22,27%, Meade tercero con el 16,40% y el independiente Jaime Rodríguez Calderón cuarto con
el 5,23%. El morenista había sido el más votado en todos los estados salvo Guanajuato,
decantado por Anaya. El 8 de agosto, por ultimo, el TEPJF dictaminó la validez de todo el
proceso electoral y entregó la constancia de mayoría al ganador, haciéndose oficial su
condición de presidente electo.
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de Guanajuato y Puebla, y arrebató al PRI el de Yucatán, lo mismo que el Movimiento
Ciudadano el de Jalisco. En los comicios a los congresos de 27 estados, MORENA fue la fuerza
más votada 18, quedo segunda en siete, tercera en uno y cuarta en otro.
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