02 Discipulado La Visión

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2 VISIÓN PARA LA REPRODUCCIÓN

Introducción
* Hoy vamos a extendernos un poco más en algunas reflexiones que nos ayuden a tomar una decisión de importancia ca-
pital para proseguir adelante con esta serie de estudios. El objetivo final es alcanzar a llegar a ser colaboradores de
Cristo en la meta que Él tenía preparada para que Sus discípulos la alcanzasen:
“Será publicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá
el fin” (Mateo 24.14).
Un destacado ministro evangélico británico, en una Convención cristiana, en los Estados Unidos lo siguiente:
- Recordad mis palabras, cristianos de Norteamérica: Vuestros grandes templos estarán vacíos como las catedra-
les de la Gran Bretaña, dentro de no más de 25 ó 50 años, si no cambiáis vuestra metodología.
Y lo dijo con el aplomo de un profeta y con la humildad de quien ha madurado durante largos años de servicio cristiano.
En los años siguientes podemos constatar la sabiduría de sus palabras, que desde luego me parecen perfectamente
aplicables a nuestro país, por las impresionantes similitudes entre la declinante vitalidad espiritual y la decreciente
membresía de las Iglesias de la Gran Bretaña de hace décadas y lo que vemos en amplios segmentos de la Iglesia es-
pañola de hoy.
* Nuestros frutos
A veces tratamos de evitar doctrinas que nos parecen más propias de determinadas denominaciones con las que no es-
tamos muy de acuerdo, para excusarnos de nuestro llamado a la evangelización, lo cual es muchísimo más importante.
Deberíamos examinar con cuidado qué métodos de evangelización empleamos, si es que empleamos alguno, para ver
en qué los estamos apoyando, si en nuestras tradiciones fundamentalmente, o en la Biblia.
Hemos de reconocer que hoy tenemos una dependencia casi total del evangelismo por la predicación, lo que hace que
hagamos depender el crecimiento de la iglesia de los elocuentes mensajes de grandes predicadores, y puede que eso
haga que muy pocos cristianos sepan cómo evangelizar, como alimentar espiritualmente, o como atender a otros discí-
pulos. Dejan en manos de los “profesionales de lo espiritual” la tarea que debe desempeñar toda la Iglesia en obedien-
cia al último mandamiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
- ¿Cuántos de nosotros gana a alguien para Cristo durante un año?
Una pregunta embarazosa, ésta. Desearíamos que se nos preguntara sobre nuestras ofrendas, o sobre nuestra forma-
ción cristiana, o sobre nuestras actividades sociales a favor de los desfavorecidos. Pero la triste respuesta que pode-
mos dar a esta pregunta es que en nuestros mejores años, menos de un 1% de nosotros hemos conducido a otra per-
sona al conocimiento de nuestro Salvador, ¿y porqué?, porque no tenemos obreros entrenados. Somos un ejército que
simpatiza con el evangelismo, pero sólo unos pocos disfrutan el gozo de cosechar almas.
La Iglesia está llena de muchos cristianos espectadores de buena fe, que oran por estos obreros, a los que estiman mu-
cho por lo que hacen, y están dispuestos a levantar ofrendas generosas que ayuden al sostenimiento de tales trabaja-
dores, porque en el fondo no saben cómo participar en la cosecha.
Muy pocos son los que están dispuestos a hacer el trabajo evangelístico, por lo que la Iglesia está desaprovechando su
más valioso recurso: ¡los cristianos!
Nos agobia como una plaga un desgaste cada vez más creciente, muchos de ellos a causa de problemas no resueltos,
que propician que gran parte de nuestras congregaciones permanezcan inactivas, y muchos miembros ni siquiera apa-
rezcan en escena. Debemos comprender que uno de los peores enemigos del evangelismo es, precisamente, la divi-
sión interna de la Iglesia.
Además, planeamientos misioneros pobres, en los que ni siquiera nos trazamos un programa de seguimiento para los
nuevos convertidos, cuando les vemos dar su testimonio, son la mejor medio para que abandonen su compromiso con
el Señor por la puerta trasera, en cuanto tienen que enfrentar las primeras batallas que el enemigo les plantea.
* Los evangelizados como evangelizadores
Es fundamental hacer discípulos, esto es algo sumamente primordial para el futuro de la Iglesia. La tarea de educar y
motivar a los líderes cristianos para la vida del ministerio es de mucha mayor importancia que los demás programas de
la congregación. Es algo que requiere el esfuerzo de todos los cristianos. Debemos empeñarnos en un retorno a los
principios bíblicos practicados por la Iglesia primitiva. De este convencimiento nace este ciclo de estudios, y lo daremos
por bien empleado si de aquí se levantan discípulos deseosos de convertirse en evangelistas eficaces, convencidos de
que este trabajo nunca estará completo hasta que cada evangelizado se convierta en un evangelizador.
El ciclo completo de este proceso de aprendizaje requiere tiempo, amor, disciplina e instrucción personal; pero el trabajo
del discípulo que se reproduce, bien vale la pena porque sus frutos son múltiples y permanentes, y hace posible que la
gran tarea evangelística de la Iglesia sea llevada a cabo de acuerdo con los principios que Jesús nos dejó enseñados.
Los Evangelios nos dicen que Él, personalmente, entrenó a Sus discípulos antes de encomendarles la Gran Comisión.
Estar junto a Él era la primera lección que aprendieron para poder ministrar a otros. Marcos nos dice:
“Y estableció a doce, para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar” (Mr. 3.14)
La actividad evangelizadora de los discípulos nació de un estilo de vida aderezado con muchas horas pasadas en la
presencia de Jesús:
 Aprendieron por medio de ejemplos reales.
 Fueron testigos presenciales de la obra evangelística, los consejos, la predicación, la enseñanza, y todas las
demás formas que adopta el ministerio.
El método utilizado por Jesús fue:
“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt. 4.19)
Él les enseñó como ministrar, y nosotros también lo enseñamos, pero fallamos a la hora de mostrar cómo hacerlo. A ve-
ces parecerería que solo la buena predicación y la enseñanza son las cosas más vitales para crecer como Iglesia, pero
esas cosas no pueden reemplazar el aprendizaje que proviene de la continua dependencia de Jesús, puesto en práctica
por Él mismo durante Su ministerio en la tierra. Por eso creo que la necesidad más urgente de la Iglesia no implica
apartarse de la predicación ni de la enseñanza, sino que requiere, además, el compromiso personal con el Señor, lo
que sin duda nos llevará al desarrollo del concepto neotestamentario del ministerio misionero:
 La comunión permanente con Jesús (Jn. 15.5)
 El testimonio personal (2Cor. 3.2).
 El trabajo fiel y constante (2Tim. 4.2)
Bajo la dirección pastoral de la Iglesia, todos deberíamos preocuparnos por ser entrenados para saber cómo llevar a
cabo este ministerio tan sagrado que Dios nos ha encomendado:
“Dios es quien nos ha hecho, y quien nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según lo que
había dispuesto de antemano” (Ef. 2.10, DHH)
* Tomar en serio el mandato de Dios
Uno de los primeros versículos de la Escritura que Dawson Trotman, fundador de Los Navegantes, hizo memorizar a Bi-
lly Graham, fue:
“Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a los hombres fíeles que sean idóneos para enseñar
también a otros” (2Tm. 2.2)
Por lo general, esta es la fórmula más eficaz para expandir el Evangelio y hacer crecer a la Iglesia:
 Pablo enseñó a Timoteo
 Timoteo enseñó lo que sabía a otras gentes fieles
 Y estas personas fieles enseñarían a su vez a otros.
Y así es como avanza el proceso.
 ¡Si todos los creyentes siguieran este sencillo método, la Iglesia llevaría el Evangelio a todo el mundo en sólo
una generación!
Las cruzadas masivas, que no debemos descalificar, sino apoyar, nunca llevarán a su fin la Gran Comisión; pero el mi-
nisterio de uno por uno, sí lo logrará. Si llegamos a comprender esto, nuestro anhelo más ferviente será ver restaurado
el principio de la reproducción espiritual de la Iglesia Primitiva, porque sólo en él reside el verdadero potencial para lle-
var el Evangelio a todas las naciones de este mundo:
“Lo he hecho de palabra y de obra, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera
que desde Jerusalén y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo” (Rom. 15.19).
Estamos instalados en una sensación de frustración y fatiga espiritual porque desde el mismo pastor, pasando por los lí-
deres y hasta el miembro más modesto de la congregación, se sienten absorbidos por una cantidad de actividades, que
siendo necesarias, excluyen otras que tienen mayor importancia, y nos roban el tiempo para entrenar a líderes cristia-
nos para el ministerio, lo que deja al pastor y a un reducido equipo, sin lo que debería ser una sólida base de cristianos
calificados que trabajen junto a ellos en la tarea más fundamental: la evangelización, y es el pastor, porque está pagado
por la iglesia, quien lleva a cabo, y casi sin ayuda:
 La tarea del seguimiento de los nuevos creyentes
 La actividad de aconsejar
 La visita a los enfermos
 Y el ministerio evangelístico.
Además, como hay muchos que piensan que su tiempo es muy valioso como para dedicarlo a prepararse, el círculo vi-
cioso se repite una y otra vez, y siempre estamos demasiado ocupados para seguir el ejemplo de Jesús.
Cuando nos sentidos desalentados y fracasados, con respecto a nuestra dedicación evangelizadora como Iglesia, debe-
ríamos preguntarnos cuánto tiempo hemos invertido en la tarea de formar discípulos evangelizadores. Tal vez no lo ha-
gamos porque en el fondo creemos que no tenemos ni un solo miembro de la congregación interesado en ello. Pero se-
guro de que en una congregación de 300 miembros habrá personas dispuestas a recibir un entrenamiento adecuado
que les capacitase para evangelizar. Alabado sea Dios, aunque sólo hubiera dos o tres dispuestas a hacerlo.
 Dos o tres personas dispuestas a encontrarse calladamente con Dios cada día, dispuestas a memorizar las
Escrituras, dispuestas a cambiar sus prioridades y dispuestas a ejercitarse para hablar de su fe, hará posible el
comienzo de una nueva etapa para el crecimiento del Reino de Dios entre nosotros.
La falta de oportunidades para el aprendizaje puede estar defraudando a muchos cristianos, porque ni siquiera reciben
el cuidado amoroso de otro cristiano más maduro. Pueden estar sintiéndose defraudados porque sus dones espirituales
no se están utilizando, ni se están desarrollando. No tienen a su disposición una estrategia práctica para el evangelismo
personal de parte de la iglesia, porque ésta se encuentra adormecida, y se conforma con tener una membresía pasiva,
en lugar de dedicarse a la tarea de hacer discípulos. Sin proponérselo nadie, a veces se les deja a merced de otros cre -
yentes, que aunque bien intencionados, solo son unos inmaduros que por carecer de una sana doctrina, son portadores
involuntarios de falsas doctrinas basadas en una gran ignorancia bíblica, que solo les reportan confusión y dudas.
Pues bien, a partir de ahora deseamos estar junto a los que desean involucrarse en la evangelización, como hizo Jesús.
Anhelamos ver cristianos perfeccionados por el amor de Cristo, como Pablo y Bernabé, y queremos estar dispuestos a
enseñar y recibir instrucción que nos capacite para esta gloriosa tarea. Entonces veremos la mejor etapa de avivamien-
to, actividad y conversiones que haya ocurrido entre nosotros de todos los tiempos (Ver Hch. 14.21-23).
Conclusión:
Amor, visión, disciplina personal y deseos de aceptar la responsabilidad, son los factores fundamentales que se necesi-
tan para desarrollar un estilo de vida que produzca el fruto de creyentes que se reproducen espiritualmente. Puede que
hasta que esto suceda, la Segunda Venida de Cristo sea pospuesta, porque Su regreso depende de la evangelización
del mundo, y eso depende a su vez de que los santos estén dispuestos a desempeñar este trabajo:
“Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá
el fin” (Mt. 24.14)
A cada uno de nosotros nos corresponde una parte vital en la rectificación de las estadísticas que dicen que en la actua-
lidad estamos perdiendo la batalla por el mundo. Somos nosotros los que estamos modelando los fundamentos de la
Iglesia futura, como los reformadores modelaron a la Iglesia que hoy tanto amamos.
La temible realidad es que Dios ha puesto el destino del mundo en nuestras manos ¡y no podemos ni debemos fallar!
El liderazgo para la salvación nos ha sido entregado, y debemos tomar una decisión sobre la respuesta que vamos a
dar. Cada año que pasa se hace más crítica la situación: ¡Un porcentaje creciente de la población más cercana a noso-
tros no conoce aún a Jesucristo! Ante la responsabilidad que te toca a ti, ¿qué decisión vas a tomar tú?
Nos encontramos en una encrucijada. No importa lo buenos que fueran los métodos evangelizadores del pasado (cor-
portores, pastores, misioneros, etc., todos ellos trabajando en solitario); la realidad es que ahora no están funcionando
demasiado bien, lo que debería probarnos que hoy no son los más adecuados. Hoy somos llamados a tomar nuevos
compromisos, a tener nueva visión y a retornar a la filosofía universal del ministerio, contenida en el Nuevo Testamento.
Debemos aprovechar el enorme potencial de que podemos disponer hoy para la reproducción cristiana, y comprometer-
nos con una estrategia a largo plazo, empezando por prepararnos para convertirnos en reproductores espirituales.
Tenemos la Palabra de Dios, el Espíritu Santo, más de dos mil años de historia eclesiástica y el privilegio de la oración,
como recursos para tomar la decisión correcta.
Ahora la decisión es tuya.

SEMANA PRÓXIMA: “EL MAESTRO Y SU PLAN”

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