El Mito de Sísifo

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Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta

fundamental de la filosofía.

Se trata de evidencias
perceptibles para el corazón, pero que se debe profundizar a fin de hacerlas claras
para el espíritu.

veo que muchas


personas mueren porque estiman que la vida no vale la pena de vivirla.

(lo que se llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una
excelente razón para morir).

Siempre se ha tratado del suicidio como de un fenómeno social. Un acto como éste se
prepara en el silencio del corazón, lo mismo que
una gran obra. El propio suicida lo ignora. Una noche dispara o se sumerge

Comenzar a pensar es comenzar a estar minado

El gusano se halla en el corazón del hombre y en él hay que buscarlo.

La gente se suicida rara vez (sin embargo, no


se excluye la hipótesis) por reflexión

Morir voluntariamente supone que


se ha reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre,
la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación
cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.

Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar. En la carrera que nos


precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo conserva una delantera
irreparable.

En el apego de un
hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo

se ha fingido creer que negar un sentido a la vida lleva


forzosamente a declarar que no vale la pena de vivirla

Como las grandes obras, los sentimientos profundos declaran siempre más de lo que dicen
conscientemente.

Es cierto que en apariencia no conoceré mejor a un


actor personalmente por haberlo visto cien veces Sin embargo, si sumo los héroes
que ha encarnado y si digo que le conozco un poco más al tener en cuenta el
centésimo personaje, se tendrá la sensación de que hay en ello una parte de verdad.
Un hombre se define tanto por sus comedias como por sus impulsos sinceros

Todas las grandes acciones y todos los grandes pensamientos tienen un


comienzo irrisorio

La lasitud está al final de los actos de una vida ma-


quinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. La despierta y
provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena o el
despertar definitivo. Al final del despertar viene, con el tiempo, la consecuencia:
suicidio o restablecimiento

Pertenece al tiempo, y a través del horror que se apodera de él reconoce


en aquél a su peor enemigo.

En el fondo
de toda belleza yace algo inhumano, y esas colinas, la dulzura del cielo, esos dibujos
de árboles pierden, al cabo de un minuto, el sentido ilusorio con que los revestíamos
y en adelante quedan más lejanos que un paraíso perdido

Así como hay días en que bajo su rostro familiar se ve como a una
extraña a la mujer amada desde hace meses o años, así también quizá lleguemos a
desear hasta lo que nos deja de pronto tan solos. Pero todavía no ha llegado ese
momento. Una sola cosa: este espesor y esta extrañeza del mundo es lo absurdo

Todo está dicho


sobre este punto y lo decente es no incurrir en lo patético.

nunca se
asombrará demasiado ante el hecho de que todo el mundo viva como si nadie "lo
supiese' .

no hay una experiencia de la muerte. En el sentido


propio, no es experimentado sino lo que ha sido vivido y hecho consciente

Aquí lo
más que puede hacerse es hablar de la experiencia de la muerte ajena.

al afirmar que todo es cierto


afirmamos la verdad de la afirmación opuesta y, por consiguiente, la falsedad de
nuestra propia tesis (pues la afirmación opuesta no admite que ella pueda ser cierta).
Y si se dice que todo es falso esta afirmación resulta también falsa. Si se declara que
sólo es falsa la afirmación opuesta a la nuestra, o bien que sólo la nuestra es falsa, se
está, no obstante, obligado a admitir un número infinito de juicios verdaderos o
falsos. Pues quien emite una afirmación cierta declara al mismo tiempo que es cierta,
y así sucesivamente hasta el infinito"

Cualesquiera que sean los juegos de


palabras y las acrobacias de la lógica, comprender es, ante todo, unificar
Para un hombre, comprender el mundo es reducirlo a lo humano,
marcarlo con su sello. El universo del gato no es el universo del oso hormiguero.

Si el hombre reconociese
que también el universo puede amar y sufrir, se reconciliaría

¿De quién y de qué puedo decir, en efecto: "¡Lo conozco!"? Puedo


sentir mi corazón y juzgar que existe. Puedo tocar este mundo y juzgar también que
existe. Ahí termina toda mi ciencia y lo demás es construcción. Pues si trato de
captar ese yo del cual me aseguro, si trato de definirlo y resumirlo, ya no es sino agua
que corre entre mis dedos

Entre la certidumbre que tengo de mi


existencia y el contenido que trato de dar a esta seguridad hay un foso que nunca será
colmado.

En psicología, como en lógica, hay


verdades, pero no verdad. El "conócete a ti mismo" de Sócrates vale tanto como el
"sé virtuoso" de nuestros confesonarios. Revelan una nostalgia al mismo tiempo que
una ignorancia. Son juegos estériles sobre grandes temas. No son legítimos sino en la
medida exacta en que son aproximativos.

Las líneas suaves de esas


colinas y la mano del crepúsculo sobre este corazón agitado me enseñan mucho más.

En este mundo devastado donde está demostrada la imposibilidad de conocer,


donde la nada parece la única realidad y la desesperación sin recurso la única actitud,

"El más seguro de los mutismos no consiste en callarse, sino en hablar",


se asegura, para comenzar, de que ninguna verdad es absoluta y no puede hacer
satisfactoria una existencia imposible en sí misma.

No
procura calmar el dolor de la espina que siente en el corazón. Lo excita, por el
contrario y, con la alegría desesperada de un crucificado contento de serlo, construye
pieza a pieza, con lucidez, negación y comedia, una categoría de lo demoníaco. Este
rostro a la vez tierno e irónico, estas piruetas seguidas de un grito que sale del fondo
del alma son el espíritu absurdo mismo en lucha con una realidad que lo supera.

Pensar es
aprender de nuevo a ver, a estar atento; es dirigir la propia conciencia, hacer de cada
idea y de cada imagen, a la manera de Proust, un lugar privilegiado

Y la razón es impotente
ante ese grito del corazón

Pero estos hombres


proclaman a porfía que nada está claro, que todo es caos, que el hombre conserva
solamente su clarividencia y el conocimiento preciso de los muros que lo rodean.

Vivir bajo este cielo asfixiante exige que se salga de él o que


se permanezca en él.

Existe un hecho evidente que parece enteramente moral: un hombre es siempre


presa de sus verdades. Una vez que las reconoce, no puede apartarse de ellas.

en un universo cerrado y limitado a lo


humano, divinizan lo que los aplasta y encuentran una razón para esperar en lo que
les desguarnece.

Vuelvo así a Chestov.


Un comentarista cita una de sus frases que merece interés: "La única verdadera salida
—dice— está precisamente allí donde no hay salida alguna para el juicio humano. Si
no, ¿para qué necesitaríamos a Dios? No se vuelve uno hacia Dios sino para obtener
lo imposible. Para lo posible, se bastan los hombres"

Para Chestov la razón es


vana, pero hay algo más allá de la razón. Para un espíritu absurdo la razón es vana y
no hay nada mas allá de la razón.

Nuestro deseo de comprender, nuestra nostalgia de absoluto no se


explican sino en la medida en que, justamente, podemos comprender y explicar
muchas cosas

El
hombre absurdo, por el contrario, no realiza esa nivelación. Reconoce la lucha, no
desprecia absolutamente la razón y admite lo irracional.

Abarca así con la mirada


todos los datos de la experiencia y está poco dispuesto a saltar antes de saber. Sabe
solamente que en esta conciencia atenta no hay ya lugar para la esperanza.

Sólo la inteligencia trata de


ahogar en él la reivindicación profunda del corazón humano. Puesto que nada está
probado, todo puede ser probado.

"Pero para el cristiano, la muerte no es en modo alguno el final de


todo e implica infinitamente más esperanza que la vida, aunque sea ésta desbordante
ae salud y de fuerza"

Pero si reconozco los límites de la razón no la niego por ello,


pues reconozco sus poderes relativos

Buscar lo que
es verdadero no es buscar lo que es deseable.
La negación es el Dios de los existencialistas. Exactamente,
ese dios sólo se sostiene gracias a la negación de la razón humana. Pero lo mismo
que los suicidios, los dioses cambian con los hombres.

su finalidad es aclarar la manera de proceder del espíritu cuando,


habiendo partido de una filosofía de la no-significación del mundo, termina
encontrándole un sentido y una profundidad.

Coincide con el pensamiento absurdo de su


afirmación inicial de que no hay verdad, sino solamente verdades

"Lo que es verdad es verdad absolutamente, en sí; la verdad es una, idéntica a sí


misma, cualesquiera que sean los seres que la perciban, hombres, monstruos, ángeles
o dioses"

el camino importa poco y la voluntad de llegar basta para todo

El filósofo
abstracto y el filósofo religioso parten del mismo desorden y se apoyan en la misma
angustia.

El hombre absurdo fija, por el contrario, sus límites, puesto que es


impotente para calmar su angustia.

No sé si este mundo tiene un sentido que lo supera, pero sé que


no conozco ese sentido y que por el momento me es imposible conocerlo

No puedo comprender sino


en términos humanos. Lo que toco, lo que me resiste, eso es lo que comprendo

Ha desaprendido a esperar.

El cuerpo, la ternura, la creación, la acción, la nobleza


humana, volverán entonces a ocupar su lugar en este mundo insensato. El hombre
volverá a encontrar en él finalmente el vino de lo absurdo y el pan de la indiferencia
con que se nutre su grandeza.

Anteriormente se trataba de
saber si la vida debía tener un sentido para vivirla. Ahora parece, por el contrario,
que se la vivirá tanto mejor si no tiene sentido.

Es una confrontación perpetua del


hombre con su propia oscuridad

Para un hombre sin anteojeras no hay espectáculo más bello


que el de la inteligencia en lucha con una realidad que la supera
Comprendo por qué las doctrinas que me explican todo me debilitan al
mismo tiempo. Me libran del peso de mi propia vida y, sin embargo, es necesario que
lo lleve yo solo.

Se trata de morir irreconciliado y no de buena gana.

No me interesa saber si el hombre es libre. No puedo experimentar sino mi propia libertad

Saber si él hombre es libre exige que se sepa si puede tener un amo

Se
conoce la alternativa; o bien no somos libres y Dios todopoderoso es responsable del
mal, o bien somos libres y responsables, pero Dios no es todopoderoso.

No puedo comprender lo que sería una libertad que me


fuera dada por un ser superior

He perdido el sentido de la jerarquía. No puedo tener


de la libertad sino el concepto del prisionero o del individuo moderno en el seno del
Estado. La única que conozco es la libertad de espíritu y de acción. Ahora bien, si lo
absurdo aniquila todas mis probabilidades de libertad eterna, me devuelve y exalta,
por el contrario, mi libertad de acción. Esta privación de esperanza y de porvenir
significa un acrecentamiento en la disponibilidad del hombre.

Por muy apartado que uno se pueda mantener


de todo prejuicio, moral o social, se sufren en parte y hasta uno ajusta la vida a los
mejores de ellos (pues hay prejuicios buenos y malos). Así el hombre absurdo
comprende que no era. realmente libre

en la medida en que
espero o me preocupa una verdad que me sea propia, una manera de ser o de crear, en
la medida, en fin, en que ordeno mi vida y pruebo con ello que admito que tiene un
sentido, me creo unas barreras entre las que encierro mi vida. Hago como tantos
funcionarios del espíritu y del corazón que sólo me inspiran aversión y que no hacen
otra cosa, lo veo bien ahora, que tomarse en serio la libertad del hombre.

la muerte y lo absurdo son los principios de la única


libertad razonable: la que un corazón humano puede sentir y vivir

la creencia en lo absurdo equivale


a reemplazar la calidad de las experiencias por la cantidad

lo que cuenta no es vivir lo mejor posible, sino


vivir lo más posible

El universo aquí
sugerido no vive sino por oposición a esa excepción constante que es la muerte. Por
eso ninguna profundidad, ninguna emoción, ninguna pasión ni ningún sacrificio
podrían hacer iguales a los ojos del nombre absurdo (aunque lo desease) una vida
consciente de cuarenta años y una lucidez que abarca sesenta años
La locura y la
muerte son sus elementos irremediables.

Habiendo
partido de una conciencia angustiada de lo inhumano, la meditación sobre lo absurdo
vuelve al final de su itinerario al seno mismo de las llamas apasionadas de la rebelión
humana

Con el solo juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era


invitación a la muerte, y rechazo el suicidio

¿Qué es,
en efecto, el hombre absurdo ? El que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno. No es
que le sea extraña la nostalgia, sino que prefiere a ella su valor y su razonamiento. El
primero le enseña a vivir sin apelación y a contentarse con lo que tiene; el segundo,
le enseña sus límites. Seguro de su libertad a plazo, de su rebelión sin porvenir y de
su conciencia perecedera, prosigue su aventura en el tiempo de su vida.

He visto a personas obrar mal con mucha


moral y compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas.

El hombre
absurdo no puede admitir sino una moral, la que no se separa de Dios, la que se dicta.
Pero vive justamente fuera de ese Dios

Se puede ser virtuoso


por capricho.

Todas las morales se fundan en la idea de que un acto tiene consecuencias que
lo justifican o lo borran. Un espíritu empapado de absurdo juzga solamente que esas
consecuencias deben ser consideradas con serenidad.

si bien para él puede haber responsables, no hay culpables

Todo lo
más consentirá en utilizar la experiencia pasada para fundamentar sus actos futuros.

Todas las experiencias son indiferentes a este respecto. Pueden servir o


perjudicar al hombre. Le sirven si es consciente. Si no lo es, ello no tiene im-
portancia: las derrotas de un hombre no juzgan a las circunstancias, sino a él mismo.

En el
mundo absurdo, el valor de una noción o de una vida se mide por su infecundidad.

Don Juan ama a todas con el mismo


ardor y cada vez con todo su ser.
Don Juan
busca la saciedad. Si abandona a una mujer bella no es, en modo alguno, porque ya
no la desee. Una mujer bella es siempre deseable. Pero es que desea a otra, y eso no
es lo mismo.

Causan bastante indignación (o esa risa cómplice que degrada lo que admira)
los discursos de Don Juan y esa misma frase que sirve para todas las mujeres. Pero
para quien busca la cantidad de los goces sólo cuenta la eficacia

No se comprende bien a Don Juan sino refiriéndose siempre a lo que simboliza


vulgarmente: el seductor corriente y el mujeriego.

Es un seductor ordinario15
, con la
diferencia de que es consciente y por ello absurdo.

Lo que Don Juan pone en práctica es una ética de la cantidad, al contrario del santo,
que tiende a la calidad.

yo no
conozco del amor sino esa mezcla de deseo, ternura e inteligencia que me une a tal
ser.

El hombre absurdo multiplica también a este respecto lo que no puede unificar. Así
descubre una nueva manera de ser que le libera por lo menos tanto como libera a
quienes se le acercan.

No hay más amor generoso que el que se sabe al mismo tiempo


pasajero y singular

Para un hombre consciente no constituyen una sorpresa la vejez y lo que


ella presagia. Precisamente, no es consciente sino en la medida en que no se oculta el
horror

la terminación lógica de una vida


completamente empapada de absurdo, el feroz desenlace de una existencia vuelta
hacia goces sin mañana.

los dos rostros de una misma carencia

Si en el escenario hubiera que amar corno se ama, emplear esa


irremplazable voz del corazón, mirar como se mira, nuestro lenguaje sería cifrado. En
él los silencios deben hacerse oír. El amor alza el tono y la inmovilidad misma se
hace espectacular. El cuerpo es rey

es él mismo y, no obstante, tan diverso, tantas


almas resumidas por un solo cuerpo. Pero es la contradicción absurda misma este
individuo que quiere alcanzarlo todo y vivirlo todo, esta inútil tentativa, esta
obstinación sin alcance. Lo que se contradice siempre se une, no obstante, en él.

Un espíritu lo bastante insensato como para preferir una comedia ya


no puede salvarse.

Desconfiad de quienes
dicen: "Conozco esto demasiado bien para que pueda expresarlo." Pues si no pueden
es porque no lo saben o porque por pereza se han limitado a la corteza.

Al final de una vida, el hombre se da cuenta de


que ha pasado años tratando de confirmarse una sola verdad. Pero una sola, si es
evidente, basta para orientar una existencia.

Un hombre lo es más por las cosas que calla que por las que dice.

Yo
he hecho mía esa angustia al mismo tiempo que he querido jugar en ella mi partida.

Llega siempre un tiempo en que hay que elegir entre la contemplación y la


acción. Eso se llama hacerse un hombre

frente a la contradicción esencial defiendo mi contradicción humana

Pero eso se debe a que, en un relámpago, ha sentido la asombrosa


grandeza del espíritu humano. Los conquistadores son solamente aquellos hombres
que se sienten con fuerzas suficientes como para estar seguros de vivir
constantemente a esas alturas y con la plena conciencia de esa grandeza.

nada del conquistador


perdura, ni siquiera sus doctrinas.

Estar privado de esperanza no es desesperar.

No tratan de ser mejores, sino de ser consecuentes.

Si la palabra sabio se aplica


al hombre que vive de lo que tiene, sin especular sobre lo que no tiene, esos son
hombres sabios.

La conquista o el juego, el amor


innumerable, la rebelión absurda son homenajes que el hombre tributa a su dignidad
en una campaña en la que está vencido de antemano.

Lo mismo sucede con lo


absurdo: se trata de respirar con él, de reconocer sus lecciones y de volver a
encontrar su carne.
En este universo es la obra la única probabilidad de
mantener la propia conciencia y de fijar en ella las aventuras.

Hasta los hombres sin evangelio tienen su Monte de los Olivos. Y tampoco en el suyo hay
que dormirse.

Para el hombre absurdo no se trata ya de explicar y de resolver, sino de sentir y describir.


Todo comienza con la indiferencia clarividente.

El corazón aprende
así que esa emoción que nos transporta ante los rostros del mundo no procede de su
profundidad, sino de su diversidad

por primera vez, hace que el espíritu salga


de sí mismo y lo coloca frente a otro, no para que se pierda en él, sino para mostrarle
con un dedo preciso el camino sin salida en que se han metido todos.

entre todos los pensamientos que parten de lo absurdo he visto


que muy pocos se mantenían en él. Y por sus desvíos o sus infidelidades he podido
medir mejor lo que no pertenecía sino a lo absurdo. Paralelamente, debo pre-
guntarme: ¿es posible una obra absurda?

Si el mundo fuese claro


no existiría el arte.

Pensar es, ante todo, querer crear un mundo (o limitar el propio, lo que equivale
a lo mismo).

La fecundidad y la grandeza de un género se


miden con frecuencia por sus desperdicios.

El número de malas novelas no debe


hacer olvidar la grandeza de las mejores

Reflexiónese en ello: eso explica las peores novelas. Casi todo el mundo se cree capaz de
pensar y, en cierta medida,
bien o mal, piensa efectivamente. Muy pocos, por el contrario, pueden imaginarse poetas o
forjadores de frases. Pero
desde el momento en que el pensamiento ha prevalecido sobre el estilo, la multitud ha
invadido la novela. Esto no es
tan malo como se dice. Los mejores tienen que exigirse más a ellos mismos. En cuanto a
los que sucumben no
merecían sobrevivir.

La novela de que tratamos es el instrumento de este co-


nocimiento a la vez relativo e inagotable, tan parecido al del amor. La creación
novelesca tiene del amor el asombro inicial y la rumia fecunda.
Quiero librar a mi universo
de sus fantasmas y poblarlo solamente con las verdades carnales cuya presencia no
puedo negar.

para que una actitud absurda siga siéndolo debe permanecer


consciente de su gratuidad.

Hay, por lo tanto, dioses de luz e ídolos de barro. Pero es el camino medio que lleva
a los rostros del hombre lo que se trata de encontrar.

Lo que distingue a la sensibilidad


moderna de la sensibilidad clásica es que ésta se nutre de problemas morales y
aquélla e problemas metafísicos.

En este sentido solamente, Jesús encarna todo el


drama humano. Es el hombre perfecto, pues es quien ha realizado la condición más
absurda. No es el Dios-hombre, sino el hombre-dios. Y, como él, cada uno de
nosotros puede ser crucificado y, engañado, y lo es en cierta medida.

"Si Dios no existe, yo soy dios". Hacerse dios es solamente ser


libre en esta tierra, no servir a un ser inmortal. Es, sobre todo, por supuesto, sacar
todas las consecuencias de esa independencia dolorosa. Si Dios existe, todo depende
de El y nosotros nada podemos contra su voluntad. Si no existe, todo depende de
nosotros

"El hombre no ha hecho más que inventar a Dios para no matarse. Así se resume la historia
universal hasta este
momento."

como Nietzsche, el más


célebre de los asesinos de Dios, termina en la locura. Pero es un riesgo que hay que
correr y ante esos fines trágicos el movimiento esencial del espíritu absurdo consiste
en preguntar: “¿Qué demuestra eso?"

Dostoievski
desarrolla su posición en las siguientes entregas del Diario y concluye así: "Si la fe
en la inmortalidad le es tan necesaria al ser humano (que sin ella llega a matarse) es
porque se trata del estado normal de la humanidad. Siendo así, la inmortalidad del al-
ma humana existe sin duda alguna"

Si la Iglesia ha sido
tan dura con los herejes es porque consideraba que no hay peor enemigo que un hijo
descarriado.

El arte no puede ser servido por nada tan bien como


por un pensamiento negativo.

La
creación es la más eficaz de todas las escuelas de la paciencia y de la lucidez

Los dioses habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de
una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado
con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin
esperanza.

Un rostro que sufre tan cerca


de las piedras es ya él mismo piedra

El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en


las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los
raros momentos en que se hace consciente.

Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse
también con alegría.

No hay sol sin sombra y es necesario conocer la


noche

Este universo en adelante sin amo no le parece


estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta
montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para
llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a
Sísifo dichoso.

Un símbolo supera siempre a quien lo emplea y le hace decir en realidad


más de lo que cree expresar.

Nietzsche: "Los grandes problemas están en la calle".

En esta rebelión que sacude al


hombre y le hace decir: "Eso no es posible", hay ya la certidumbre desesperada de
que "eso" es posible.

El corazón humano tiene una fastidiosa tendencia a llamar destino solamente


a lo que lo aplasta.

la felicidad, a su manera, carece de razón, pues es


inevitable.

Es conocido el chiste del loco que pescaba en una bañera; un médico que tenía cierta
idea de los tratamientos psiquiátricos, le preguntó: "¿Y si mordiesen?...”, y el loco le
respondió con rigor: "Pero, imbécil, ¿no ves que es una bañera?”. Este chiste es del
género barroco. Pero se advierte en él de una manera sensible cuán ligado está el
efecto absurdo a un exceso de lógica. El mundo de Kafka es, en verdad, un universo
inefable en el que el hombre se permite el lujo torturante de pescar en una bañera
sabiendo que no saldrá nada de ella.
Pero el remedio que se propone en él no cura. Lo
único que hace es que la enfermedad entre en la vida normal. Ayuda a aceptarla. En
cierto sentido (pensemos en Kierkegaard) la hace quere

cuanto más
trágica es la situación de que informa Kafka tanto más rígida y provocativa se hace
esa esperanza.

Pues también una verdad, por su definición misma,


es estéril. Todas las evidencias lo son. En un mundo donde todo está dado y nada es
explicado, la fecundidad de un valor o de una metafísica es una noción carente de
sentido.

Cuando más exaltante es la vida, tanto más


absurda es la idea de perderla.

los corazones puros saben ver en todas partes ese lugar


geométrico del hombre y de lo inhumano.

quizá la grandeza de esta obra, consiste en que lo ofrece todo sin que confirme nada.

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