TÉCNICA DE RIEGO y Centro Administrativo Wari

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TÉCNICA DE RIEGO DE LA CULTURA WARI

Lo más admirable de todo lo que hicieron para el desarrollo de su agricultura, fue la


construcción de los llamados andenes, sistema de terrazas construidas en las faldas de los
cerros para evitar la erosión del terreno, proteger los cultivos de las heladas, además de
fomentar la diversidad de especies de alimentos, como maíz, papas, habas, quinua, cañihua,
trigo y cebada, incluso erguidos eucaliptos.
Las terrazas reducen la escorrentía superficial y actúan como “esponjas” al promover la
infiltración.
La simetría de las terrazas de variadas formas (hay circulares, rectangulares e inclinadas)
Asimismo, estos andenes estuvieron en combinación con un complejo sistema de canales de
irrigación hechos de piedra, abiertos y cubiertos, que en muchos casos pasaban por debajo
de los muros atravesando los recintos los cuales lograban llevar el agua desde los ríos y
riachuelos hasta lo más alto de las montañas, creando andenes altamente productivos.
Además, este sistema hidráulico conseguía canalizar el agua proveniente de las lluvias lo cual
evitaba la erosión de los andenes.

TÉCNICA DE RIEGO DE LA CULTURA TIAHUANACO


Construyeron los "camellones" o "sukakollos" -suka: surco, kollu: amontonamiento-.
Plataformas de aproximadamente 1,5 metros de alto -por un ancho de 12 a 15 m, y el largo
podía llegar a los 200 m, compuestas de una capa inferior de piedras irregulares, sobre la
que se colocaba una capa de arcilla impermeable, y luego pequeñas piedras, grava fina y
finalmente tierra cultivable. Entre ellos corrían canales de agua -"suka uma": surco de agua-,
que abastecían desviando el curso de los ríos.
Los campos elevados protegían los cultivos de las inundaciones. Las aguas, además de
constituir un reservorio, producían un efecto moderador sobre las temperaturas atenuando
las heladas y originaban un ambiente propicio para el desarrollo de diversos organismos.
Finalizada la cosecha, de los canales sacaban el barro rico en nutrientes y lo colocaban sobre
el terraplén, a modo de fertilizante. La forma ondulada de los terrenos reducía la velocidad y
fuerza de los vientos. En pocas palabras, modificaban el clima circundante, para convertirlo
en apto para la agricultura.

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