Arte Egipcio
Arte Egipcio
Arte Egipcio
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tener una vida de ultratumba, los dos principios constitutivos del ser humano el ba –alma- y
el ka –fuerza vital- debían permanecer unidos-. Esto se lograba mediante la momificación de
su cuerpo y la elaboración de una estatua-doble del difunto, que debían mantenerse en un
mismo espacio. Concluido este ritual, el difunto subía a la barca de Sol-Ra, para al
anochecer descender al mundo inferior para presentarse ante el Tribunal de Osiris, donde
se procedía a las psicostasis o peso del alma. El alma, después de superar el juicio, cuyo
ritual se hallaba en el Libro de los Muertos, alcanzaba la inmortalidad. En el Imperio
Antiguo, sólo los poderosos podían asegurarse su supervivencia en la vida de ultratumba,
dado lo costoso y complicado de la preparación de estos sepulcros y tumbas. A partir del
Imperio Medio, el culto a los muertos se popularizó y sólo con pasar con éxito el juicio, con
sencillas fórmulas, el difunto aseguraba su inmortalidad.
La escritura jeroglífica, ideográfica-pictográfica, representaba las ideas por su dibujo o
forma gráfica. Por ello los textos egipcios tenían por sí mismos valores artísticos y plásticos.
Los egipcios conocían las matemáticas y la geometría. Sin esto hubiera sido imposible
levantar las pirámides y construir los templos con bloques de piedras de más de dos
toneladas de peso.
-Es un arte del culto a los muertos y del Más Allá. De acuerdo con la idea de
supervivencia del Más Allá, es un arte que debe perdurar eternamente.
-Destaca su colosalismo, su desproporción en relación con la función. Los edificios y las
grandes estatuas desbordaban la escala humana, se imponían por su grandeza, y suscitaban
temor.
-Es un arte teocrático, de ahí la importancia de los templos.
-El arte egipcio está al servicio de los poderosos: del faraón, los nobles y los sacerdotes
que controlan el mundo de los dioses.
-Es un arte influido por el valle del Nilo y por su agricultura. En el mundo agrario nace la
geometría y la medida. Lo que determina una arquitectura cuadrangular, de aspecto
geométrico, arquitrabada, de líneas horizontales y verticales. Además se introducen elementos
arquitectónicos decorativos de plantas y flores. Está concepción geométrica se impone en la
plástica (escultura y pintura): composición ordenada y numerada, sentido de bloque, de
simetría y de frontalidad.
-El arte egipcio mantuvo una unidad estilística durante tres milenios de duración. Se
ajustará a unos modelos y normas fijas que permanecerán inalterables. El culto a los
muertos y a los dioses, y la vida de ultratumba exigirán un arte solemne, representativo y
hierático (severo), estilizado y estereotipado, es decir, conservador. A los faraones y a los
sacerdotes no apoyaban las innovaciones artísticas, pues temían toda modificación del orden
existente y declaraban sagradas las reglas tradicionales del arte. El arte y los artistas debían
estar al servicio de los faraones, de los sacerdotes y de las creencias religiosas. Por lo que
el artista era considerado, no por su personalidad o imaginación, sino, por ajustarse mejor a
unas normas, modelos y reglas fijas que estaban establecidas para las representaciones
artísticas (ley de la frontalidad y de la simetría).
-Junto a este rígido arte oficial, se dio un arte más libre, que no seguía las formas
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canónicas, en entornos privados, alejados del arte oficial del faraón y de los templos.
3- LA ARQUITECTURA EGIPCIA
La creencia en una vida en el Más Allá, dio origen a diferentes tipos de tumbas,
sobresaliendo entre ellas las mastabas, las pirámides y los hipogeos, agrupándose en
necrópolis. La solidez y perennidad de estas tumbas venían exigidas para garantizar la
conservación para siempre de los restos mortales al ser momificados y de los dobles o
estatuas del difunto.
Las mastabas ("bancos') eran edificios de sencillas líneas formado por una superestructura
a modo de túmulo regular (trapezoidal), muro construido en talud, al principio de adobe y
de ladrillo y posteriormente de piedras regulares (sillares). En su interior se abrían una
capilla funeraria, y una pequeña cámara o serdab ("cueva') en donde se situaban las
estatuas-doble del difunto (ka) y la “falsa puerta” que daba acceso al mundo de
ultratumba. Un pozo vertical comunicaba con la cámara funeraria del sarcófago. Al exterior
se abría la capilla de ofrendas, destinada al culto de atención al difunto. En estas tumbas
estaban realzadas con fachadas (serekh) que imitaban las de los palacios, fueron enterrados
los primeros faraones (periodo tinita), así como sus familiares y personajes cortesanos. Las
mastabas más importantes se concentran en Saqqara y Abidos.
Durante el Imperio Antiguo (dinastías III a VI) la arquitectura alcanzó un extraordinario
desarrollo. La funeraria conoció la generalización del uso la piedra tallada como material y
la diferenciación volumétrica entre las tumbas reales (las pirámides) y las de sus principales
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súbditos (las mastabas), las de los príncipes, nobles, sacerdotes y funcionarios.
Las pirámides fueron tumbas reales, construidas tras estudios matemáticos-geométricos y
técnicos. Sus gigantescas proporciones eran testimonio del absolutismo y teocracia faraónica
y obedecían a un simbolismo solar. Eran una arquitectura de carácter religioso, como lugar
de contacto entre el faraón y el mundo de los dioses. Sin puntos de referencia, sin
fachadas, de planos lisos y desnudos. La sencillez de sus líneas combinaba con su
monumentalidad. Son testimonio de la disciplina, el esfuerzo y la organización de todo un
pueblo. Presentan interiormente una cámara sepulcral, para el sarcófago, y otras cámaras
auxiliares destinadas a los ajuares funerarios que precisaba el faraón en el Más Allá. Las
grandes pirámides formaban parte de extensos complejos funerarios que constaban de
siete elementos: un templo de recepción junto al Nilo (Templo del Valle), una calzada
cubierta que conducía al templo funerario (Templo Alto), la pirámide principal, las pirámides
subsidiarias, destinadas a reinas y príncipes, las barcas funerarias y la muralla que rodeaba
el recinto sagrado.
Se pueden distinguir la siguiente tipología de pirámides: escalonada, acodada y regular. La
primera pirámide escalonada fue la de Djeser o Zoser (III Dinastía), realizada por el
arquitecto lmhotep, que edificó una pirámide escalonada, con la superposición de 6
mastabas, en un gran complejo funerario. La pirámide consta de una compleja infraestructura
de pozos y galerías.
La falsa Pirámide de Meidum, de Snefru, el primer rey de la IV dinastía, estaba
estructurada en siete mastabas escalonadas, fue modificada y transformada en pirámide
regular, pero se vino abajo ya en la Antigüedad. Snefru mandó construir otras dos pirámides
en Dashur, la pirámide Acodada, proyectada para alcanzar casi los 200 m, modificada a
mitad de su construcción, originándose así una pirámide anómala; y la Pirámide Roja, la
primera pirámide en sentido estricto (100 m de altura).
Las más famosas de las pirámides fueron las construidas en Gizeh. La mayor fue la
erigida por Keops (230m de altura), sucesor de Snefru. Conocida actualmente como la “Gran
Pirámide”, presenta en su interior una serie de impresionantes corredores, galerías y
cámaras, que culminan en la cámara funeraria con techo triangular de descarga. Junto a la
misma se levantó la de Kefren, de proporciones algo menores (215 m), que la de Keops.
Conserva en la actualidad el revestimiento de caliza de su vértice. Menor es la pirámide de
Micerinos (105 m).
Estas tres pirámides poseyeron sus correspondientes embarcaderos, templos, calzadas,
pirámides subsidiarias, fosos con barcas funerarias, y cementerios de mastabas, así como la
Gran Esfinge, junto al Templo del Valle de la pirámide de Kefren, escultura de 20 m de
altura y 57 de longitud, tallada en la roca natural con cuerpo leonino y cabeza humana
(Kefren)
En las etapas posteriores del Imperio Antiguo, la construcción de pirámides continuó, pero
estas no alcanzaron ni la grandeza ni la perfección técnica de las anteriores. La decadencia
en la construcción fue casi total con la grave crisis que significo el Primer Periodo
Intermedio durante dos siglos. El único monumento funerario, verdaderamente original, del
Imperio Medio es de Mentuhotep II (XI dinastía) en Deir el-BaHari. Su estructura era la
siguiente: en el exterior, se sitúan dos terrazas superpuestas, sostenidas por pilastras,
rematándose la segunda con una pirámide de reducidas proporciones. A continuación y
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hacia la montaña, se encontraba un patio porticado, y excavadas en la roca, una sala
hipóstila (con columnas), un largo corredor subterráneo que conducía a la cámara sepulcral.
Se trata de una arquitectura de transición entre las formas piramidales antiguas y los
hipogeos y speos (tumbas y templos excavados en los acantilados) del Imperio Nuevo.
En el Imperio Nuevo, aparecen los hipogeos (“bajo tierra”) sepulcros excavados en los
acantilados que bordean el Valle del Nilo cerca de la ciudad de Tebas, destinados tanto a
los reyes (Valles de los Reyes y Valle de las Reinas) y sus familias como a la nobleza y
personajes poderosos. Tales tumbas consisten en largos corredores lineales o en ángulo,
horadados en la roca, con los siguientes componentes: puerta de acceso, largo corredor en
pendiente y dividido en compartimentos, con pasadizos, nichos, capillas funerarias laterales y
cámara mortuoria con pilares. Todo su interior era muy suntuoso, decorado con relieves y
pinturas de gran belleza, pero no existían señales externas que delataran las tumbas. A
pesar de tales precauciones, la mayoría de las tumbas egipcias fueron ya violadas en
tiempos antiguos. A pesar de las precauciones tomadas, ya en la propia época los
saqueadores hicieron acto de presencia profanando momias, rompiendo sarcófagos y
robando cuanto de interés económico hubiese en ellas. El hipogeo más grande es el de Seti
I.
Los templos obedecieron a una planificación muy estricta, en torno a un eje longitudinal
en cuyo desarrollo se disponían:
-una larga avenida de acceso, adornada con esfinges o carneros,
-obeliscos (constituidos por un cuerpo vertical monolítico de sección cuadrangular colocado
sobre un basamento, y que era coronado por una pequeña pirámide (el piramidón), eran
símbolos solares y estaban cubiertos de inscripciones y relieves)
-estatuas colosales,
-puerta, pilono o fachada exterior (pareja de muros troncopiramidales que forma la entrada
del templo egipcio, distribuidos uno a cada lado de la puerta están realzados con relieves
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ornamentales),
-peristilo o sala hipétrea (patio rodeado de columnas, se concebía a modo de jardín, con
un pequeño estanque central o surtidor),
-sala hipóstila -verdadero bosque de columnas en algunos casos-, dividida en naves de
diferente altura, siendo más alta la central para permitir la iluminación,
-la sala de la barca sagrada y el santuario.
El templo disminuía en altura progresivamente desde el pilono hasta el santuario, lo que
incidía en una iluminación diferenciada. Volumetría y juegos de luces adquieren significados
simbólicos. Este modelo quedó definitivamente fijado durante el Imperio Nuevo
Fue frecuente que se añadieran con el paso de los años nuevas salas por delante y por
detrás, haciendo así de los templos enormes santuarios de extraordinarias dimensiones,
alcanzándose en ocasiones longitudes de más de un kilómetro y medio.
Hubo otro tipo de templos, los speos ("cuevas"), excavados en el interior de las montañas,
e incluso de tipo mixto, los hemispeos, en los que varios sectores estaban trabajados a
cielo abierto y sus salas más recónditas se abrieron en la roca.
La mayoría de las construcciones religiosas del Imperio Medio han desaparecido, destaca la
Capilla de Sesostris I, en Karnak, conocida como Capilla Blanca, pequeño kiosco períptero
de tres cuerpos con doble rampa de acceso y podio, destinada a las fiestas jubilares del
monarca.
Durante el Imperio Nuevo, los templos destacaron por su colosalismo. El Templo de
Karnak, resultado de un trabajo ininterrumpido desde la XVIII dinastía, ocupa una superficie
de unos 250.000 m2, que se distribuye en torno a dos grandes ejes. El principal, de este a
oeste, contiene seis pilonos monumentales. El eje sur-norte, con cuatro pilonos. Otro
grandioso templo es el de Luxor, levantado por Amenofis III y que tuvo sucesivas
ampliaciones (destacando la de Ramsés II).
Otros dos magníficos ejemplares de la arquitectura religiosa lo constituyen los templos
rupestres -llamados speos- que Ramsés II ordenó excavar en las rocas de Abu Simbel. El
primero o Gran Speos fue construido para conmemorar una fiesta Sed del propio faraón.
Consta de una monumental fachada exterior con cuatro colosos de 20 m de altura -dos a
cada lado de la puerta- que representan al propio Ramsés. El interior, en un eje
longitudinal de casi 100 m, se distribuyen diferentes salas. El segundo templo -Pequeño
Speos- tiene su fachada decorada con seis estatuas -cuatro del rey y dos de la reina
Nefertari, asimilada a la diosa Hathor.
Se construyeron espectaculares templos funerarios independientes de las tumbas.
Importantes son los templos de Hatshepsut y de Tutmosis III (del que queda muy poco) en
Deir el-Bahari. Se trata de hemispeos, con partes externas y otras excavadas en la roca. El
primero, obra del arquitecto Senmut, consta de una amplia terraza, desde la que por medio
de una primera rampa se sube a otra segunda, porticada con columnas protodóricas y
decorada con relieves alusivos al nacimiento divino de la reina (para legalizar su acceso al
trono al ser mujer), el Pórtico del Nacimiento, y a la famosa expedición al país del Punt
(Pórtico del Punt). Por encima se halla una tercera terraza, a partir del cual se accede al
área excavada. La construcción es de resplandeciente piedra caliza.
Otros templos funerarios importantes fueron el de Ramsés II, conocido como Ramesseum,
la parte más importante de las conservadas es la sala hipóstila, de 48 columnas (quedan 29
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en pie), y el templo de Ramsés III, construido en Medinet-Habu.
El fin del Imperio Nuevo significó la decdencia del Arte egipcio. Sin embargo, durante la
época de los Ptolomeos, dinastía helenística de origen griego (304-30 a.C.), se dio un último
periodo de esplendor, caracterizado por la construcción de grandes edificios. Técnicamente
hubo pocas aportaciones, a excepción del empleo de las columnas unidas por muros
(intercolumnios) y de nuevos capiteles de tipo compuesto. En esta etapa de renacimiento
constructivo se da la fusión de elementos tradicionales egipcios con los de la Grecia clásica
y helenística. Destacan los templos ptolemaicos de Filé, Dendera, Kom Ombo y Edfú (con
el extraordinario Templo de Horus).
El arte egipcio estuvo muy influido por la tradición y la religión. El arte egipcio siempre
tuvo intenciones utilitarias al ir muy ligado a los intereses de la propia monarquía y a
finalidades funerarias, lo que determinó una plástica sin presupuestos estéticos, sino
simbólicos y religiosos.
En la estatuaria egipcia se da un acusado hieratismo o falta de movimiento, solemnidad,
una simetría clara, con gran rigidez axial y la sujeción a los principios de la ley de la
frontalidad. Un plano vertical dividía el cuerpo humano en dos mitades simétricas, el escultor
trabajaba combinando las vistas lateral y frontal de las figuras. Las estatuas presentan
estereotipos que se mantienen durante milenios, caso del adelantamiento del pie izquierdo
de las figuras o el diferente tamaño de las mismas, según se trate de dioses, faraones,
simples humanos o animales.
El deseo de la perdurabilidad de la estatua obligó a los artistas a que confeccionaran sus
obras en materias duras y sin apenas delinear volúmenes, sometiendo así sus tallas a
esquemas prismáticos o cúbicos, en los cuales lo más llamativo lo constituyen los brazos,
siempre lo más unidos al cuerpo, como las piernas, con el fin de evitar rupturas.
La escultura se ajustó a determinadas medidas, tomadas a escala humana (dedo, puño,
codo), produciéndose con ellas ejemplares de todos los tamaños, desde colosales hasta
diminutas.
Modelado sobrio, elegantes figuras y perfiles, pulimentado y coloración simbólica -pardo
rojizo en figuras masculinas, ocre claro en femeninas- son otras características de las
estatuas egipcias.
En cuanto a la temática, las estatuas egipcias se centraron en la elaboración de figuras
de dioses, con sus correspondientes atributos y símbolos. A ellas les seguían las de los
faraones, tocados con sus coronas y ennoblecidos con las insignias de la realeza y en
actitudes tanto osirizadas -habiendo alcanzado la felicidad del Más Allá- como humanas. A
continuación venían las estatuas de las personas particulares: las de la familia real, los
grandes sacerdotes y los más importantes funcionarios.
La representación de funcionarios y servidores se caracteriza por su realismo, sobretodo,
en los rostros (la aplicación de pintura y los ojos incrustados acentuaban la viveza de la
expresión), aunque las posturas suelen mantenerse rígidas. Al faraón se le representa
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divinizado, en su eterna juventud, como un ser imperecedero. Por ello, los rasgos de su
rostro eran idealizados. Muchas estatuas de faraones adoptaban un tamaño colosal. La
finalidad de ello era desatacar el poder y la gloria del soberano. Las estatuas reales
portaban los atributos del poder.
Una estatua adquiría personalidad cuando se gravaba en ella el nombre del personaje.
Las esculturas se pueden dividir en:
1) Estatuas de pie, sentadas o arrodilladas. Las estatuas de pie se representaban con una
pierna avanzada y los brazos caen a lo largo del cuerpo y, a menudo, con la mano sujetan
algún objeto, como un emblema de poder. La nariz, la barbilla y el esternón están en un
solo plano, y no se desvían hacía los lados. En las estatuas sedentes, según fuese la
categoría social del personaje, éste se representaba sobre un simple bloque o sobre un
trono. Los pies del representado están juntos y sobre una base que sobresale. Las estatuas
arrodilladas se recogen sobre algún altar o símbolo religioso, para ofrecer los menos
salientes posibles.
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4.2. La estatuaria egipcia. Periodos
Entre las esculturas de importantes personajes de la dinastía IV podemos citar las de los
esposos Rahotep y Nofret, labradas en caliza policromada. Son de gran interés por la
calidad de su ejecución y por la expresión de vida que transmiten.
A este momento pertenecen los escribas sentados, cuyos dos mejores ejemplares son el
del Museo del Louvre y el del Museo de El Cairo, ambos de piedra caliza policromada. El
aristócrata egipcio se halla ejemplificado en la magnífica estatua del sacerdote lector
Kaaper, en madera de sicómoro, conocida como el "Alcalde del pueblo" (Sheikh el-Beled).
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4.2.3. La gran estatuaria del Imperio Nuevo
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frontalidad. Por la que representación de la figura humana, en cualquier posición, vuelve al
observador toda la superficie torácica, de manera que el talle se puede dividir con una línea
vertical en dos mitades iguales, lo que supone una posición axial o simétrica del cuerpo
humano (ley de simetría). El rostro se representa de perfil y el ojo se dibuja alargado, como
si mirara de lado, pero con la pupila de frente, mientras los brazos y manos, piernas y pies
están de perfil. Las piernas deben ser vistas desde la perspectiva de la cara interna, es
decir, desde el dedo gordo. La pierna que se adelanta y el brazo que se extiende deben ser
los más alejados del espectador. En esta representación bidimensional las figuras estaban
orientadas para mirar a la derecha. Estas tradiciones, preceptos y reglas fueron observados
estrictamente. La figura femenina suele mostrar un seno desnudo; en este punto del tórax,
en el pecho la representación es de perfil, no de frente.
El color de la piel de los hombres es pardo rojizo, mientras que el de la piel de las
mujeres es ocre claro. Las figuras se encuentran sujetas a un determinado canon, medidas y
proporciones. Se utilizaba un canon de proporciones basado en “el codo corto”, que es la
distancia entre el codo y la punta del dedo pulgar (45 cm). La figura humana se dibujaba
en una parrilla de 18 cuadrados; el puño equivalía a un cuadrado y el antebrazo a tres.
En la pintura egipcia predomina el dibujo sobre el color, de modo que las figuras se
caracterizan mediante líneas, creando zonas posteriormente coloreadas con tintas planas, sin
degradación tonal.
El espacio y la profundidad no existen. Las figuras aparecen en un solo plano, si bien se
usa el recurso de la repetición del perfil, sugiriendo la superposición de una figura sobre
otra para intentar crear la sensación de que hay varios planos de profundidad
(representación “aperspectívica”). Las figuras que se situarían más alejadas del espectador
están en la zona más elevada de la escena representada, mientras que las más próximas lo
hacen en las zonas más bajas. El movimiento es muy limitado, sin embargo, se observa un
distinto tratamiento formal según los temas: los personajes sagrados se atienen más a los
estereotipos, mientras las personas comunes muestran una actitud más libre, en el
movimiento y naturalidad de las posturas. Las composiciones se organizan según una escala
jerárquica, cuanto más importante es el personaje mayor es la figura.
El marcado simbolismo, la escala jerárquica, la falta de determinadas perspectivas y el
exquisito dibujo fueron características del relieve y de la pintura egipcia.
El relieve y la pintura de tumbas y templos tuvieron como principales temas los asuntos
funerarios, mitológicos y biográficos. Se representan figuras de dioses, faraones y
particulares en el contexto de tales temáticas, alusivas tanto al mundo espiritual (juicio del
alma, el Más Allá, los Campos de lalu o Paraíso), como material (cazas, trabajos agrícolas,
batallas, oficios, festines). Las representaciones en las que aparecen dioses y faraones están
más sujetas a las reglas y convencionalismos comentados, mientras que las representaciones
que tratan sobre personajes menos importantes y sobre actividades cotidianas, son más
libres, expresivas y tienen un mayor realismo y naturalismo.
Los relieves y pinturas se distribuían en registros, a su vez divididos en escenas, cuya
argumentación se encadenaba de acuerdo a una lógica temporal o temática.
En el campo de la pintura y también del relieve los antiguos egipcios emplearon los
colores fundamentales y los secundarios que obtuvieron de diferentes materias y minerales.
Se aplicaban sobre tres tipos de soportes: directamente sobre la caliza más o menos alisada
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de las paredes; sobre paredes estucadas; y sobre una espesa capa de argamasa de barro
mezclado con paja. También se pintó sobre cerámicas (piezas de ostracón), madera
(sarcófagos) y papiro (libros funerarios).
La pintura egipcia se valió de una técnica mixta para la ejecución de sus murales: primero
el fresco, para luego ser repasado con temple. Después se aplicaba una capa de barniz
protector.
No quedan muchas muestras de relieve y pintura del Imperio Medio, su relieve era austero,
pero meticuloso. En el Imperio Nuevo, tanto el bajorrelieve, reservado para los interiores,
como el hueco, fijado en los muros exteriores para remarcar así los contrastes lumínicos, fue
el gran complemento decorativo de las grandes construcciones. Destaca la serie de relieves
del templo funerario de Deir el Bahari: los relativos a la génesis divina de Hatshepsut y
los de la expedición al País del Punt. De Tutmosis III han llegado los relieves del Templo
de Karnak, entre los que destacan los del llamado Jardín Botánico, de un gran naturalismo
en los animales y plantas representados.
En los relieves de piedra caliza, en Tell el-Amarna, durante la etapa amarniense el faraón
Akhenatón aparece en compañía de su familia, tanto en escenas de carácter privado como
adorando al disco solar Atón, el cual les envía sus rayos vivificantes, acabados en forma de
manos. Los cánones estéticos son los comentados sobre las estatuas de este periodo.
Durante la etapa de los ramésidas (1304-1080 a.C), la totalidad de relieves y
huecorrelieves, se caracterizan por la composición y el movimiento. Los temas predilectos
serán las grandes batallas, cacerías y la piedad religiosa de los faraones.
Muchos hipogeos, de reyes, reinas y personajes privados, de la necrópolis tebana, contaron
con magníficas pinturas murales en los hipogeos. La temática de estas pinturas se dividía en
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dos grandes grupos: imágenes del ritual funerario y de la vida de ultratumba y escenas de
la vida cotidiana del difunto (siervos y sirvientes realizando diferentes trabajos, faenas
agrícolas, fiestas, banquetes, escenas de caza,…), sobretodo en las tumbas privadas. El más
famoso fue el de la reina Nefertari, en el Valle de las Reinas. En su decoración, sobre
estuco, se utilizó una amplia gama de vivos colores muy bien armonizados; su temática
presenta aspectos profanos y religiosos. Destacan las escenas en las que se ve a la reina
jugando al senet (especie de ajedrez o damas) o las que la representan levantando sus
brazos en señal de adoración a Osiris y Anubis. Numerosos textos jeroglíficos completan la
decoración que queda, a su vez, realzada por el techo adornado de estrellas.
También destacan las pinturas y relieves policromados del hipogeo de Seti I y las pinturas
de la Tumba de Ramsés VI, del Valle de los Reyes, con su Sala del Oro, en la que se
figura un techo astronómico, con dos alargadísimos cuerpos de la diosa Nut. En la pared
principal se desarrolla el tema de la creación del disco solar.
Donde la pintura egipcia evidenció también su categoría fue en las ilustraciones de
diferentes papiros conectados con la vida de ultratumba, en especial en Libro de los
Muertos. Tal Libro consistía en una serie de fórmulas mágicas y conjuros que se colocaban
en los sarcófagos para que el difunto se pudiera conducirse con seguridad por las regiones
del Más Allá.
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